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Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe
www.virgendeguadalupe.org.mx
Homilía pronunciada por Mons. Dr. Enrique Glennie Graue, Rector de la
Basílica de Santa María de Guadalupe, Vicario General y Episcopal de
Guadalupe y Presidente del Cabildo, en el XXXI Domingo de Ordinario.
30 de octubre de 2016
Hermanos, durante los domingos del año litúrgico, especialmente en el
Tiempo Ordinario, hemos venido escuchando las enseñanzas, los ejemplos,
las exhortaciones que el Señor nos hace a través del evangelio especialmente,
para una vida mejor desde el punto de vista cristiano.
Hoy escuchamos este relato del Evangelio y estando ya cerca del término del
año litúrgico, una vez más el Señor nos invita a que como Saqueo, abramos
nuestro corazón, abramos nuestra casa para recibirlo a Él y entablar de esta
forma una relación personal con Dios. Esta relación que también Dios tiene
con el ser humano tiene muchas facetas: amor, fidelidad, compasión, ternura,
y la liturgia de este domingo nos las propone en nuestra reflexión.
El pasaje del libro de la Sabiduría es verdaderamente bello y sugerente:
escuchar que Dios es 'amigo de la vida' reconforta el corazón y nos asegura
que -más allá de cualquier tribulación- siempre hay lugar para la esperanza.
El salmista proclama a Dios como Rey y Señor, haciendo saber que esa realeza
y señorío radican en su amor y en su fidelidad hacia las creaturas. Jesús, el
Hijo de Dios, encarna en sí el amor y la fidelidad del Padre, garantizándonos
de esta manera la auténtica salvación.
Muchas veces el Señor llega a nuestra vida por sorpresa. Así le pasó a Zaqueo.
La Palabra de Dios y su mirada lo llevaron a entrar en el camino de la
conversión y de 'pecador público' pasó a ser 'hijo de Abraham' y 'hombre
salvado'.
Casi al final de su largo viaje hacia Jerusalén, Jesús entra en Jericó, donde
encuentra al publicano Zaqueo. Éste –nos dice la Sagrada Escritura- 'era de
baja estatura' y podemos entenderlo en sentido físico y en sentido moral. Tal
vez había endurecido su corazón y sus ojos de su alma se habían cegado; se
había empequeñecido moralmente, lo que le impedía dirigir su mirada hacia
Dios. Sin embargo, en lo profundo de su ser, deseaba verlo. Según la
narración del Evangelio podemos preguntarnos: ¿Quién busca a quién?
¿Zaqueo busca a Jesús o realmente Jesús busca a Zaqueo?
Jesús lo llama por su nombre y le hace una propuesta increíble: ’baja en
seguida, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa'. Hay que notar que
este gesto de Jesús antecede a toda manifestación de arrepentimiento por
parte de Zaqueo. Y fíjense, Jesús dice: 'Tengo que hospedarme en tu casa';
su comportamiento no es fruto de una casualidad; todo responde a un
proyecto de salvación, que pasa incluso por encima de las murmuraciones de
los demás.
Zaqueo reacciona de prisa y con alegría. El proyecto de salvación de Dios ya
está llamando a las puertas de su vida. Y Zaqueo entra en la sorprendente
lógica del Reino de Dios. Recobrando su verdadera estatura y su dignidad,
manifiesta decididamente ese deseo, esa determinación, de un cambio. Ahora
es heredero de las promesas hechas por Dios a Abraham. La salvación
realizada 'hoy' –nos dice el Evangelio- en su casa no es fruto de sus méritos,
sino de la misericordia, del amor, de la fidelidad, de la compasión y la ternura
del Señor.
Hermanos, todos llevamos un 'Zaqueo' en nuestro interior. Pero aún en medio
de nuestra pequeñez, buscamos a Dios sin descanso. Hoy Jesús también nos
sale al encuentro, nos llama por nuestro nombre y nos expresa su deseo de
alojarse en nuestra casa para llenarla de salvación y de alegría. Esto es
exactamente lo que hizo María de Guadalupe con Juan Diego: le salió al
encuentro aquí en el Tepeyac, lo llamó por su nombre: 'Juanito' y le expresó
su deseo de tener una casa donde alojarse. Hasta nuestros días, ella está
aquí, en nuestra casa, en la casa que ella ha querido para llenarla de salvación
y provocar en nuestro corazón el deseo de conversión hacia su Hijo Jesucristo.
Que de nosotros también se pueda decir, de cada una de sus familias, de cada
uno de sus hogares: 'Hoy ha llegado la salvación a esta casa'.
Que así sea.