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Domingo XXXI Ciclo C. Tiempo Ordinario. Domingo 3 de noviembre de 2013
Sab 11,22-12,2 “Te compadeces de todos, porque amas todo lo que existe”
2 Tes 1,11-2,2 “El nombre del Señor Jesús será glorificado en ustedes, y ustedes en El”
Lc 19,1-10 “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”
Evangelio
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe
de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja
estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar
a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu
casa. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Se ha ido
a alojar en casa de un pecador. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: Señor, voy a dar la mitad de mis
bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más. Y Jesús le dijo: Hoy ha llegado
la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre
vino
a
buscar
y
a
salvar
lo
que
estaba
perdido.
Comentario
Buscar y salvar
El evangelio de este domingo, presenta la conversión de Zaqueo, un hombre muy rico, que vivía en
Jericó, una de las ciudades más prósperas de ese tiempo y era jefe de los publicanos, el cargo más alto
entre los recaudadores de impuestos. Estos hombres al cooperar con el régimen del Imperio Romano, eran
considerados los más pecadores de la sociedad. Eran impuros, traidores, corruptos y por lo tanto odiados
por sus propios hermanos judíos.
Los dos protagonistas de este relato son Jesús y Zaqueo. Este último nombre tiene su raíz etimológica en
Zacarías, y significa, Yahvé recuerda. Y realmente recordará Zaqueo este encuentro y esta gracia.
Uno de los temas del evangelio de Lucas es el viaje del Señor a Jerusalén, recorrido que concluirá
con el misterio pascual, de su muerte y resurrección. El Señor pasa por Jericó y la multitud acude a El. Su
popularidad y sus milagros se iban extendiendo por toda la región. En esa ciudad había curado al famoso
ciego. Entre la multitud aparece Zaqueo, hombre no querido por la gente, por su oficio, por su vida, y por
sus vinculaciones con el poder de turno.
Pero Zaqueo, hombre de negocios y que conocía bien su trabajo, aprovecha ingeniosamente la
oportunidad de ver a Jesús, subiendo a un sicómoro, debido a su baja estatura. Este árbol, oriundo de
Egipto, era parecido a una higuera. Su madera era tan perdurable que con ella se construían los sarcófagos
de
los
faraones.
Venciendo los respetos humanos de la gente, las posibles burlas y comentarios, está Zaqueo subido
a su árbol, esperando el paso del Señor. La sorpresa que se lleva es doble: primero lo llama por su nombre
y luego el mismo Señor se autoinvita a alojarse a su casa. Esto desconcierta por un lado a Zaqueo, que con
prontitud recibe con alegría esta visita. Pero también escandaliza a la multitud porque fue a alojarse en la
casa de un pecador, algo prohibido por la costumbre judía.
La sentencia del Señor, es la que da sentido a este maravilloso suceso. Jesús vino a buscar y a
salvar lo que estaba perdido. Y para los criterios y juicios humanos este hombre, esta extraviado, pero no
para el poder de Dios, ya que para El no hay nada imposible. Si Zaqueo buscaba ver al Señor, era mucho
más el deseo del Señor de buscar a Zaqueo. Si Zaqueo quería ver a Jesús, el mismo Jesús ya lo había visto
antes a El. El paso de Jesús, su presencia, su mirada y su palabra, su invitación, propusieron en el corazón
del famoso jefe de recaudador de impuestos, el gozo de la conversión. Y este fue el gran negocio de su
vida. El que estaba perdido, como un hijo pródigo fue encontrado, el que estaba condenado, por su
hermanos, fue salvado, el que era despreciado por la gente, fue acogido, el que no era visitado, casi por
nadie, fue tocado.
El encuentro con Señor responde a dos caminos. El que fue haciendo Zaqueo, poniendo los medios,
preocupándose por estar cerca, subiendo al árbol, esperando a Cristo que pase. Y el que hizo el Señor,
caminando entre la multitud, buscando entre tanta gente al que mas lo necesitaba, y poniendo su mirada
misericordiosa en aquel pequeño hombre, que comenzó a ser grande en su espíritu cuando bajo de árbol de
su soberbia y engreimiento, y se encontró en la tierra de su pueblo con la misma humildad en persona,
Jesús el buscador, y salvador de Hombres.
La casa del corazón
Dice el salmo 144 de la misa, que el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus
creaturas, porque siempre hay algo de bondad oculta en sus hijos, que el pecado no pudo del todo apagar.
Y tomando de esa pequeña brasita del corazón, el Señor lo transforma en una hoguera, cuando permite el
alma entrar el soplo de su Espíritu. Esto es alentador para la vida, porque a pesar de los pecados del
mundo, no hay que desesperarse trágicamente, porque el Señor que golpea siempre la puerta del corazón,
llegará un día, un momento, que se escuche el timbre de Dios y le abran la puerta para compartir la alegría
de la salvación, como lo hizo Zaqueo.
El encuentro con el Señor se produjo primero en la casa del corazón, más que en la casa de su vida.
El Señor le dice: Zaqueo baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Ese hoy de Dios, es el
que toco la conciencia de Zaqueo. El respondió a su llamada, prontamente, sin dilaciones, con decisión,
arriesgando todo por recibir la sorpresa de Jesús, al compartir con su familia, a tan especial huésped.
Dice la primera lectura: Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de
los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. La conversión es la razón del viaje, de la
búsqueda, el desvelo, y la entrega amorosa del Señor. Es su conquista, es su pasión, es su consuelo.
Y la salvación llego a su casa y a toda su familia, la plenitud de sus dones, la felicidad buscada. No
solo la salvación, sino el Salvador, Dios con nosotros, el Emanuel. La experiencia de los convertidos, es un
testimonio de lo que puede hacer Dios en la historia de los hombres. Dice la segunda lectura: Rogamos
constantemente por ustedes a fin de que Dios los haga dignos de su llamado, y lleve a término en ustedes,
con su poder, todo buen propósito y toda acción inspirada en la f.
El buen propósito, de que habla San Pablo, se concreta en Zaqueo y es garantía cierta del inicio de
la conversión y del camino a seguir
La conversión al hermano
En el sacramento de la confesión, uno de los pasos, es el propósito de enmienda, la lucha por
corregir y reparar determinados pecados. La sinceridad de Zaqueo, al encontrarse con la verdadera
pobreza, es retribuir en justicia y caridad, el daño material ocasionado a los hermanos. Por eso cumple con
su enmienda dando a los pobres y reconciliándose con ellos, y consigo mismo.
La experiencia acierta al comprobar que cuando Dios golpea el corazón de una persona, y su
respuesta es sincera, toca también los bolsillos, es decir la generosidad, la prontitud en dar y darse. Zaqueo
era un hombre rico. Las riquezas se vuelven malas cuando se convierten en un dios, en un ídolo, secando la
capacidad de solidaridad. La salvación, por lo tanto es para todos, pobres y ricos, sabios y cortos, grandes y
pequeños.
En la vida pasan por el mundo y viven muchos Zaqueos, candidatos para que el Señor entre en su
casa. Son saqueos, o saqueadores que todavía no llegaron a ser como Zaqueo, hombres endurecidos por lo
material, subidos a los árboles de la vida, solitarios y despreocupados de lo que pasa en la tierra, enanos en
su conquistas espirituales, pero altos en su soberbia, que creen más en el poder del dinero, que en el Señor
de las cosas, que miran a los demás como un objeto, una mercancía, que como un sujeto, alguien amado
por Dios.
Esta es la misión de la Iglesia y de todos los cristianos, encarnar el evangelio en lo social, o vivir la
doctrina social de la Iglesia con el evangelio. Y rezar, y trabajar mucho, porque hay muchos como Zaqueo,
que están esperando que lo miren, que lo atiendan, que le hablen, que lo escuchen, que lo acojan, que lo
visiten. Y veremos muchas sorpresas que haré el Señor
Oración: Señor, que pasas por el camino de nuestra vida, que podamos descubrir tu voz también en los
hermanos que nos invitan a acercarte más a tu casa la Iglesia y a tu casa, tu corazón divino. Señor,
ayúdame a reparar mis pecados y recibir tu salvación, y bajar del árbol de mi comodidad. Amen
Padre Luis Alberto Boccia. Cura Párroco. Parroquia Santa Rosa de Lima. Rosario