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IN-SISTENCIA Y PAZ SOCIAL
Antonio Víctor García Salas
Resumen
El presente trabajo pretende mostrar los aportes que la filosofía in-sistencial puede
hacer al problema de la paz social, pretende afirmar que la paz social es posible,
primeramente por la esperanza que tenemos en el ser humano y en su naturaleza (insistencial), y luego, porque esta naturaleza está sustentada en Alguien más cuya naturaleza
misma es la Verdad, el Bien, la Amistad y la Sabiduría infinita (in-Sistencial). Más aún,
porque nuestra inter-in-sistencia (naturaleza social), que da lugar a la sociedad, también
está sustentada, cobra su pleno sentido en la Sistencia Absoluta, el nosotros es una inter-inSistencia.
Introducción
La pregunta por el hombre, por su esencia, por su origen y por su destino es tan
antigua como el hombre mismo. Sin embargo, creemos que el angustioso problema de la
esencia y destino del hombre ha atormentado, más que en ninguna otra época, al mundo
contemporáneo. En el siglo pasado y en los albores de este siglo – ante la falta de valores
trascendentes que han hecho y hacen presente en nuestro mundo las angustias más
profundas: pérdida de sentido, nefastas matanzas y guerras, violaciones impunes de los
derechos humanos y violencia e inestabilidad social – se ha acrecentado el afán por
responder, por encontrar la esencia, el origen y el destino del hombre. ¿El motivo? Salvar la
dignidad humana, salvar el profundo anhelo de paz entre los hombres.
Ahora bien, nosotros creemos, como ha quedado asentado en el artículo 2 del
Estatuto de la Fundación “Ser y Saber”:
a) que la filosofía in-sistencial del R.P. Ismael Quiles S.J. expresa una concepción
integral del ser del hombre, la cual es concorde con las auténticas experiencias y
expresiones de la naturaleza humana;
b) que aclara su esencia y dignidad de persona, coincidente con la filosofía cristiana,
con una misión individual, social y trascendente recibida de Dios;
c) y que, en consecuencia, puede aportar un particular esclarecimiento a los
problemas individuales y sociales del mundo contemporáneo.
Convencidos de que indudablemente es así, el presente trabajo pretende mostrar los
aportes que la filosofía in-sistencial puede hacer al problema de la paz social, pretende
afirmar que la paz social es posible, primeramente por la esperanza que tenemos en el ser
humano y en su naturaleza (in-sistencial), y luego, porque esta naturaleza está sustentada en
Alguien más cuya naturaleza misma es la Verdad, el Bien, la Amistad y la Sabiduría
infinita (in-Sistencial). Más aún, porque nuestra inter-in-sistencia (naturaleza social), que
da lugar a la sociedad, también está sustentada, cobra su pleno sentido en la Sistencia
Absoluta, el “nosotros es una inter-in-Sistencia.
2
I.
La filosofía in-sistencial como base para la comprensión y solución de los
problemas humanos.
Los problemas humanos son los que afectan al hombre de manera más profunda y
radical. Sin embargo, todos los problemas humanos se plantean en función del hombre
mismo. Por tanto, lo primero es el hombre, la esencia última del ser humano1.
Ahora bien, la filosofía in-sistencial es entendida como la experiencia ontológica del
hombre que está firmemente en sí mismo, y que de esta manera de ser (in-sistencia) alcanza
sus fines mediatos y su Fin Último. Es decir, la novedosa visión del padre Quiles radica en
hablar de la interioridad o, mejor dicho, de la in-sistencia no como un simple método o una
acción, sino fundamentalmente como la estructura metafísica, como el “centro óntico” en el
cual se apoya toda la realidad del hombre, aquello que nos explica su manera de ser y de
obrar. La in-sistencia, pues, no hace referencia directa a la acción, ni al conocimiento, sino
al ser (sistere). De hecho, así lo indica, en su acepción más profunda, el mismo término insistencia: estar firmemente situados en la interioridad del ser2
Sin embargo, la in-sistencia también es un método (fenomenológico-realista) que va
hacia dentro del hombre con la descripción de los fenómenos y del ser que se manifiesta en
ellos. Asimismo, en la vuelta reflexiva hacia la in-sistencia, el ser del hombre aparece como
un yo, es decir, como una conciencia individual (in-sistencia-conciencia). En síntesis, el
entrar en sí significa tomar conciencia de las cosas y de sí mismo, por lo tanto, la insistencia no sólo es el primer ser, sino también el primer conocer del hombre3.
Por otra parte, Quiles sostiene también que en la experiencia in-sistencial está el
primer y más inmediato contacto con el ser y por eso la experiencia in-sistencial es el
fundamento originario de la metafísica. Es decir, la experiencia ontológica del hombre que
está firmemente en sí mismo, la experiencia del sí, de la “sistencia” humana, es también
experiencia del ser o experiencia metafísica y, por ende, el punto de partida de la filosofía,
el centro ontológico que fundamenta todas las vivencias humanas4.
Por todo lo anterior, la filosofía in-sistencial se propone como base para la
comprensión y solución de los problemas humanos.
1
Si reducimos al hombre a su existencia, a un mero fluir de actos, como pretendía el existencialismo,
alejándonos de toda metafísica, de la esencia última del hombre, el sujeto individual se disuelve en un mero
actualismo, y si se disuelve el sujeto en un mero actualismo, ya no podemos hablar de la persona, ya no
podemos hablar de la antropología, y en consecuencia, perdemos el referente último de toda ética, de toda
justicia, de toda paz social, he aquí porque lo primero es el hombre, la esencia última del ser humano, y he
aquí porque no podemos aceptar una filosofía que niegue la esencia del hombre, que mire sólo hacia afuera.
La dirección “hacia afuera”, sin el punto de contacto con la interioridad, dice Quiles, es lo opuesto a la
persona humana, es el paso de la dignidad humana a la degradación del instrumento y de la cosa. Es por esto
que Quiles vuelve al interior del hombre, es por esto que la filosofía in-sistencial pone, al centro del ser y del
obrar del hombre la vida interior, no para aislarlo en un ensimismamiento solipsista, sino porque considera
que la condición esencial de toda relación auténtica del hombre con el mundo exterior es que la misma parta
desde dentro, o que por lo menos, si se provoca desde afuera, sea reconocida y aceptada en el interior de cada
hombre. Cf. Ismael Quiles, “Presentación” a la Antropología filosófica in-sistencial, Buenos Aires, Depalma,
1983, XI-XVII.
2
Cf. Ismael Quiles, Antropología filosófica in-sistencial, Buenos Aires, Depalma, 1983, 48-49.
3
Cf. Ibid., 60-61.
4
Cf. Ibid., 280-281.
3
II. Antropología filosófica in-sistencial: filosofía del ser y la dignidad del hombre.
La experiencia más original del hombre, su característica esencial es estar-en-sí, por
tanto, el hombre es in-sistencia. Pero esta realidad tan simple, que es lo primero y
fundamental, presenta ciertas notas, características esenciales: una, simple, transparente,
autónoma, precaria, necesitada del absoluto, inter-in-sistencia, encarnada5.
De las características de la in-sistencia quiero destacar, en este momento, aquellas
que nos permitan comprender, de manera completa, lo que es el hombre. La primera de
estas características es que la in-sistencia se halla sumergida en la materia constituyendo
una unidad sustancial, lo que nos habla del carácter superior del hombre ya que es el puente
entre el espíritu y la materia, pero, además, nos habla del carácter misional del hombre en el
universo sensible: el hombre es el rey, sacerdote y poeta del universo sensible, es el
encargado de gobernar y dirigir la materia hacia un mayor progreso, el encargado de asumir
todas la perfecciones materiales del universo, que por sí mismas no pueden elevarse a su
Creador, y referirlas al Ser Supremo y, siendo que es el único que puede con propiedad
percibir la belleza material, tiene la misión de cantarla6. La segunda característica es la
necesidad del Absoluto. Al entrar en sí, el hombre se descubre como contingente y finito,
pero también descubre que su ser hace referencia al Absoluto, se reconoce fundado en la
Sistencia Absoluta. Es decir, el hombre es in-sistencia, está en sí, y sólo desde su “estar en
sí” es hombre. Sin embargo, la in-sistencia por sí sola se diluye. Por tanto, es claro que sólo
con ambos términos, in-sistencia e in-Sistencia, se expresa, de manera completa, la realidad
humana:
Si la in-sistencia no desemboca en la in-Sistencia, se pierde a sí misma, precisamente
porque pierde una capa óntica propia y fundamental.
In-sistencia es no sólo un método, sino una metafísica. No solo nos da el método de
interioridad, sino que expresa, además, sus mismos resultados, es decir las estructuras
ónticas del hombre7.
Sólo en esta interna dialéctica in-sistencia e in-Sistencia, es decir, en el fundamento
de la Sistencia el hombre halla su pleno sentido, su meta aparece desde sí mismo. Por tanto
es una dialéctica interna esencial. Así pues, la in-sistencia humana se encuentra
esencialmente ligada al Absoluto, a la Sistencia Absoluta y, por consiguiente, abierta a la
trascendencia. De esta manera, de acuerdo con Ismael Quiles, podemos definir al hombre
como in-Sistencia encarnada. Así mismo, reafirmamos la superioridad del hombre sobre
todas las realidades terrenas y reafirmamos que la dignidad de la persona está en su
interioridad, en la in-sistencia. Al ser la in-sistencia la esencia originaria, el núcleo más
esencial, el ser del hombre, la filosofía, la antropología in-sistencial es la filosofía del ser y
la dignidad del hombre.
II. In-sistencia, origen y fundamento de la auténtica sociedad
5
Cf. Ibid., 265-270.
Cf. Ibid., 56.
7
Ibid., 140.
6
4
Otra de las características de la in-sistencia es la inter-in-sistencia, es decir, la
relación esencial con los otros, con las otras in-sistencias. La in-sistencia no está cerrada
sobre sí misma, sino que se muestra abierta, vertical y horizontalmente (mundo, prójimo y
Dios). Y, precisamente, con su estructura relacional, con la inter-in-sistencia, se confirma el
carácter social del hombre, no como un simple accidente, sino como algo necesario,
esencial. A este respecto Todoli escribe:
La persona humana, aun siendo un todo substancial y autónomo, como hemos visto, no es
algo cerrado en sí mismo al estilo de las mónadas leibnitzianas, sino que, por el contrario,
es algo abierto, por su misma naturaleza, hacia fuera, donde encuentra su realización y
plenitud8.
Ahora bien, Todoli señala tres tipos de relaciones: subordinación, coordinación y
superposición. La primera, subordinación, creemos equivale a lo que Quiles llama insistencia y Dios (De la in-sistencia a la in-Sistencia); la segunda, coordinación, a lo que
llama in-sistencia y prójimo (inter-in-sistencia); finalmente, la última, superposición, a la
in-sistencia y mundo (in-ex-in-sistencia)9.
3.1. Subordinación
Hemos señalado cómo en el análisis de nuestra íntima e integral experiencia
humana, condensada en el fondo del “yo”, contingente y finito, lo primero que encontramos
es el sentimiento de apoyo en un punto de contacto, que da la estabilidad definitiva y sacia
toda inquietud del hombre. Esto es la Sistencia, que a diferencia del hombre no “es” o
“está-en-otro”; sino “es” o “está-por-sí-mimo”, y el hombre está, se funda en Él. Por tanto,
el hombre es in-sistencia, y sólo desde su “estar en sí” es hombre. Sin embargo, la insistencia por sí sola se diluye. Es decir, sólo en la interna dialéctica in-sistencia e inSistencia, el hombre halla su pleno sentido, su meta aparece desde sí mismo.
En otras palabras, Dios es el origen y el fin del hombre, motivo por el que a esta
relación Todoli la llama subordinación: “El estudio de la persona nos dio, en su perspectiva
dinámica, una tensión hacia Dios, causa primera y final, explicación de nuestra
dependencia fundamental, y para el cual nuestra relación es de simple subordinación”10.
3.2. Superposición
Somos una in-sistencia encarnada, por tanto existe una comunidad de ser entre
hombre y mundo, comunidad que hace posible nuestra acción en él. El hombre experimenta
al mundo a partir de la propia interioridad que parte de la in-sistencia a la ex-sistencia y se
regresa a la in-sistencia (in-ex-in-sistentencia)11. Ahora bien, gracias a esta dinámica triple
la in-sistencia, y, por tanto, el hombre, está más rico en su ser y más pleno en su
8
José Todoli, El bien común, Madrid, CSIC, 1951, 32.
Para profundizar sobre estos tres tipos de relaciones véase Ismael Quiles, Antropologìa filosófica insistencial, Buenos Aires, Depalma, 1983, 65-190. Consideramos que las diferencias que se puedan señalar, en
estos tres tipos de relaciones, entre Quiles y Todoli, son realmente superficiales, motivo por el que las
tomamos como equivalentes. Sin embargo, no perdamos de vista que nosotros partimos de la concepción insistencial del hombre.
10
José Todoli, op. cit., 49.
11
Cf. Ismael Quiles, op. cit., 77-80.
9
5
autoconciencia. Asimismo, el hombre por ser in-sistencia encarnada, espíritu en materia, da
su sentido definitivo al mundo y no al revés. Todoli apunta:
Encontramos otra tensión hacia los seres inferiores, hacia el mundo a mano, en cuyo
complejo la inteligencia se enriquece, la voluntad se perfecciona y todo el supuesto humano
encuentra el camino, los medios oportunos, para llegar a su perfección última: Dios. Estos
bienes del mundo a mano no son buscados por sí mismos, sino como instrumentos o medios
para el fin. Por eso nuestra relación con ellos es de superposición12.
3.3. Cooperación
Además del hecho innegable de esta dinámica triple: in-ex-in-sistencia, es decir, de
nuestra experiencia del mundo, Quiles señala el hecho de que en mi in-sistencia se arraiga
la in-sistencia de los demás, hasta el punto de que no podamos prescindir el uno del otro y
nos hallemos unidos como en una misma realidad. Las in-sistencias se condicionan
mutuamente para reconocerse y afirmarse13. Es decir, existe un mutuo condicionamiento
que consiste en el descubrimiento de la comunidad de situación, la pertenencia a una misma
naturaleza que Quiles llama co-sistencia y que es la “experiencia originaria” previa a
cualquier reflexión y comunicación14. De esta manera, la comunicación con los otros surge
de manera espontánea, motivada por una “atracción ontológica”, por una tendencia radical
y originaria hacia el otro, basada sobre un “campo ontológico” común y designada como
inter-in-sistencia.
He aquí que la in-sistencia confirma con su estructura relacional el carácter social
del hombre. Así de esencial es para la vida del hombre la sociabilidad que de lo contrario se
cae en el vacío, en la muerte espiritual, que no pocas veces lleva a la muerte física, por el
tan frecuente suicidio a causa de la soledad15. Todoli lo expresa de la siguiente manera:
Pero existe todavía otra tensión de la persona, radica en su mismo modo de ser, en su
misma naturaleza: es la tensión social, un nisus, una fuerza que le lleva a buscar a sus
semejantes para apoyarse en ellos y convivir con ellos. Eso que vulgarmente se llama, mal
llamado desde luego, instinto social. Puesto que la naturaleza nos ha dotado a todos de una
igualdad fundamental, todo hombre es siempre “animal racional”, la relación entre los
hombres sólo puede ser de cooperación16.
Veamos ahora qué es la sociedad concretamente.
IV. La sociedad.
Según Todoli lo que hace que una sociedad sea sociedad y no un simple agregado
de individuos es la libertad, que implica el conocimiento del fin y la voluntad de buscar los
medios que conducen al mismo. En otras palabras, podemos decir que la sociedad tiene su
origen en la libre voluntad del hombre. Pero el libre albedrío del hombre no es la causa
absoluta de la sociedad. La sociedad responde a nuestro libre albedrío y a una serie de
exigencias objetivas y subjetivas que se imponen: objetivas tales como la geografía, las
12
José Todoli, op. cit., 49.
Cf. Ismael Quiles, op. cit., 104.
14
Cf. Ibid., 117.
15
Cf. Ibid., 119.
16
José Todoli, op. cit., 49.
13
6
circunstancias históricas, la familia, el Estado; y subjetivas como las originadas en el
individuo por el medio ambiente: trabajo, modo de vida, etc., y las circunstancias de
herencia17.
Sin embargo, según el mismo Todoli, con estos elementos lo que tendríamos son
comunidades y no sociedades. Por tanto, antes de arribar a nuestro tema central, nos vemos
en la necesidad de delimitar los elementos esenciales de unas y otras.
4.1. Comunidad.
Para Todoli, la comunidad hace referencia a lo vital y real en la vida del hombre. De
manera textual escribe:
Existe una solidaridad entre todos los hombres, sin que esto llegue a formar una verdadera
sociedad. Esta solidaridad nace de la semejanza, de la unidad de destino, en la comunidad
humana; del trabajo, de la semejanza en el lenguaje, en la cultura, en las costumbres,
cuando se trata de comunidades inferiores18
Como podemos observar, el elemento esencial de la comunidad, según Todoli, es la
solidaridad de semejanza, la unidad de destino, la comunidad humana.
4.2. Sociedad.
Lo que hace que exista una verdadera sociedad es el fin, el ideal: causa determinante
de la elección voluntaria de la persona para entrar a la sociedad. En otras palabras, es el
ideal común el que atrae las voluntades de los individuos. Es decir, lo que distingue
realmente y constituye la sociedad es la unidad de sus miembros con vistas a un fin, la
causa de la unidad social es el ideal19:
Este ideal engendra como cosa inmediata una conciencia colectiva, un querer común que
anima los miembros todos y hace que se constituya una verdadera sociedad: estatal,
deportiva, económica, etc.
Hasta que esta voluntad común, hasta que esta conciencia colectiva no surge, no existe
verdadera sociedad, sino simple agrupación de individuos unidos tenuemente por lazos de
semejanza, trabajo, sueldo, etc. Existe comunidad, no existe verdadera sociedad. Tenemos,
por consiguiente, que el elemento formalmente constitutivo de la sociedad es la unidad en
un ideal colectivo, en un querer común20.
Pero, ¿qué clase de unidad es la que constituye a la sociedad? A esta pregunta
Todoli responde, con Santo Tomás, que se trata de una “unidad de orden”. Esta unidad se
basa en el accidente relación:
La unidad de orden está compuesta por sustancias, pero ella misma no tiene una forma
sustancial propia; su “forma” es el mismo orden entre las partes, las relaciones que vinculan
mutuamente a los individuos; por ejemplo, las relaciones de paternidad y filiación, junto
17
Cf. Ibid., 54.
Ibid., 55.
19
Cf., Ibid., 55-56.
20
Ibid., 57.
18
7
con las de fraternidad, dan origen a la familia. El punto de arranque de estas sociedades, y
como fundamento, es la conciencia de todos sus componentes en un mismo fin21.
Tener en cuenta esto es fundamental. Sin embargo, debemos aclarar aún más este
punto ya que si la sociedad no constituye nada real, distinto de la suma de los individuos,
estará totalmente en función de los mismos; por otra parte, si la unidad es algo real que
llega a ser una unidad sustancial, los individuos estarán totalmente en función de esta
unidad sustancial. Por tanto, hay que aclarar que:
La sociedad tiene un valor en sí: la ordenación de los bienes particulares entre sí y con
relación a un fin común que es la unidad y la paz social. Pero ese ser de la sociedad es un
ser accidental, engastado en la substancialidad de los miembros que la componen, pero
siempre de orden accidental. Es el orden entre los miembros con vistas a un mismo fin22.
Bien, la sociedad no es una unidad sustancial, sino que su unidad es el orden entre
las partes, por tanto el individuo permanece con su ser y con su fin propio. Pero, supuestos
los individuos, las conciencias de todos sus componentes en un mismo fin, tiene existencia
real.
Sin embargo, a pesar de haber delimitado los elementos esenciales tanto de la
comunidad como de la sociedad, nos faltan aún dos elementos necesarios para mantener la
estructura de ésta: la autoridad y la organización. Veamos, pues, en qué consiste cada una.
4.3. Autoridad y organización
La autoridad no es el elemento formal especificativo de la sociedad, es decir, no es
la que explica a la sociedad. No obstante, es la condición necesaria para que exista la
unidad de orden, la sociedad. Esto quiere decir que la autoridad tiene la función de hacer
que todas las voluntades se mantengan con miras al fin, al bien común. En otras palabras,
tanto la autoridad como los miembros de la sociedad están ordenados al fin que originó la
sociedad: el bien común. Pero, la autoridad es la que tiene una doble perspectiva: la que
mira a la realización positiva y directa del bien común y la que mira a la realización de la
paz como tal23:
La autoridad ejerce su función por el gobierno, por la organización, que tiene dos aspectos:
el imperio, por el cual da las leyes oportunas y organiza a los individuos en el sentido del
bien común, de acuerdo con sus circunstancias y posibilidades, y la coacción, por la cual
hace entrar a los disidentes en el orden del mismo24.
Por otra parte, es necesario distinguir entre los tipos de sociedad que existen para
poder plantearnos el problema de las relaciones entre individuo y sociedad.
Antes de hablar de las sociedades de orden humano, hablemos de la sociedad que es
causa ejemplar de todas las sociedades, la sociedad universal. La sociedad universal es el
género humano, cuyo fin viene dado en su apetito innato de la felicidad, del bien, en el cual
todos, al menos materialmente, coinciden. En esta sociedad la autoridad viene de Dios,
21
Tomàs Alvira, Luis Clavel, Tomás Melendo, Metafísica, Pamplona, Eunsa, 2001, 166-167.
José Todoli, op. cit., 61.
23
Cf. Ibid., 63-64.
,24 Ibid., 64.
22
8
autor del género humano y de su providencia y gobierno, mediante la ley natural. Esta
sociedad no tiene como causa eficiente la voluntad humana libre y deliberada, ya que a la
misma voluntad se le impone el amor de la felicidad25.
Sin embargo, la sociedad que es causa ejemplar de todas las sociedades, la sociedad
universal, aun cuando no tiene como causa eficiente la voluntad humana libre y deliberada,
es la sociedad modelo por la unidad de naturaleza y de fin de todos los hombres. De ahí
que debe ayudarnos a mantener la unidad y la paz social universal. Todoli dice al respecto:
De ahí que esas dos cosas, naturaleza y destino, son anteriores y superiores a toda
organización y a todo derecho. Están directamente ordenados a Dios como causa primera y
a Dios como causa final, respectivamente. De ahí que los valores religiosos no solamente
sean por orden de su jerarquía y proximidad al ser Absoluto, los primeros entre todos los
valores, sino que, aun partiendo de persona misma, son los más profundos, ya que radican
en su misma constitución metafísica26.
Ahora bien, las sociedades de orden humano las podemos dividir en perfectas e
imperfectas. Perfectas27: políticas y religiosas; imperfectas: que concurren esencialmente a
la formación del bien común o que simplemente se subordinan a la sociedad civil.
De lo anterior deducimos que son sociedades perfectas aquellas que se consideran
independientes de cualquier otra sociedad, que intentan la perfección total de sus
individuos. Por tanto, existen dos órdenes de sociedades perfectas: el de su relación o
sociedad con un Ser Trascendente (religiosas) y el de sus relaciones con sus semejantes (la
sociedad civil).
Las sociedades imperfectas, aun con su propia jurisdicción, personalidad, etc.,
tienen su fin subordinado a los fines de las sociedades perfectas.
4.4. Bien común
En este momento tenemos todos los elementos necesarios para plantear nuestra
propuesta de paz social (los conceptos de persona y de sociedad, y sus valores respectivos).
Sin embargo, aún es necesario aclarar algunos aspectos sobre el fin que originó la sociedad,
es decir, el bien común.
Lo primero que debemos señalar es que nos referimos a un bien común
estrictamente social, humano28.
El contenido de este bien común Merkelbach lo sintetiza de la siguiente manera:
25
Cf. Ibid., 65.
Ibid., 35.
27
Según José Todoli no existen sociedades perfectas ya que toda sociedad es dependiente, en su fin, de aquel
fin superior y perfecto correspondiente a la sociedad universal. Al respecto Todoli dice: “El excesivo deseo de
hacer de las sociedades humanas, que se llaman perfectas, algo cerrado y absoluto en sí misma, lleva en los
tiempos actuales a aberraciones y a violencias de los derechos más sagrados que el hombre tiene como
hombre”. Ibid., 66.
28
Todoli realiza un estudio exhaustivo sobre este punto. En él se aclara de manera suficiente el bien común al
que nos referimos: “Se trata por consiguiente aquí de un bien común social, humano, en contraposición a
aquel bien trascendente que afecta a la finalidad última de todas las criaturas. Se distinguen aquí, pues, tres
órdenes perfectamente diferentes, no opuestos, sino subordinados: el bien común (social), el bien común
trascendente (que llamamos bien divino y no creemos que en modo alguno deba llamarse bien común si no
quiere incurrirse en grandes equívocos) y el bien sobrenatural, que para el caso que nos interesa en estos
momentos en nada difiere del bien divino”. José Todoli, op. cit., 75.
26
9
El bien común es la común felicidad temporal, o sea la perfecta suficiencia de vida,
debidamente subordinada a la bienaventuranza eterna; el buen vivir humano o la armónica
plenitud de los bienes humanos, el bien humano en la plenitud y según la proporción que
requiere la naturaleza humana, el bien común perfecto en cuanto puede tenerse en este
mundo29.
Asimismo, de acuerdo con Todoli, este “buen vivir humano” ha de estar integrado
sobre todo por la plenitud de aquello que es específicamente humano, es decir, en la
operación de sus potencias específicamente humanas: la inteligencia y la voluntad; o lo que
es lo mismo, en la contemplación de la verdad y la práctica de la virtud. Y eh aquí que la
amistad y la paz son consecuencia inmediata del ejercicio de la virtud30.
V. Paz social
En la presentación de la obra Encíclicas sobre la paz se asienta: “El bien común es
paz en trance de realización, porque es el respeto a todos en la libertad para hacer el bien de
cada uno, sin choques con el bien de la colectividad”. Y más adelante sigue diciendo: “La
paz es tranquilidad en el orden31, es obra de la justicia, se obtiene por la caridad y por el
respeto a la persona y a sus derechos, así como por el cumplimiento de sus obligaciones”32.
El bien común es paz en trance de realización porque el bien común es el “buen
vivir humano”, que está integrado, sobre todo, por la contemplación de la verdad y la
práctica de la virtud; y, de ésta última, la paz es consecuencia inmediata. Ahora bien, el
bien común está debidamente subordinado a la bienaventuranza eterna, es decir, a Dios33.
Por tanto, la paz es el respeto, la aceptación del orden impuesto por Dios, que nos da la
tranquilidad en dicho orden. Asimismo, el respeto a este orden es condición de la
realización, de la felicidad común e individual que redunda en bien común. Pero la
aceptación, el respeto, que es tranquilidad en el orden, es obra de la virtud (justicia, caridad,
respeto, cumplimiento de las obligaciones), de la cual la paz es consecuencia inmediata.
En síntesis, el bien común, debidamente subordinado a la bienaventuranza eterna, es
la común felicidad, el buen vivir humano que se alcanza mediante el desarrollo de aquello
que es específicamente humano (inteligencia y voluntad), es decir, mediante la
contemplación de la verdad y la práctica de la virtud, virtud que tiene como consecuencia la
paz social, paz social que depende del respeto al orden establecido por Dios. Al respecto
Juan XXIII dice: “LA PAZ EN LA TIERRA, profunda aspiración de los hombres de todos
los tiempos, no se puede establecer ni asegurar si no se guarda íntegramente el orden
establecido por Dios”34.
Ahora bien, esto es precisamente lo que nosotros entendemos por paz. Por tanto,
proponemos que es posible ya que como hemos visto, la sociedad no es sino un aspecto de
la estructura relacional de la in-sistencia, es decir, la in-insistencia abierta a otras in29
MERKELBACH, Summa Theologiae Moralis (vol. II). Apud. José Todoli, op. cit., 80-81.
Cf. José Todoli, op. cit., 81.
31
El orden al que se refiere es el orden establecido por Dios. Nosotros lo veremos cuando hablemos del
fundamento cósmico de la ética in-sistencial.
32
Encíclicas sobre la paz, Mejico, 1963, 8.
33
Cf. José Todoli, op. cit., 80-81.
34
Encíclicas sobre la paz, Mejico 1963, 11.
30
10
sistencias (inter-in-sistencia) es la que da lugar a la sociedad. Y, desde su estar en-si (insistencia), el hombre tiene la capacidad de entablar relaciones auténticas35 en busca del bien
común, que tendrá como resultado la paz social.
La in-sistencia lejos de estar cerrada sobre sí misma, es una capacidad de apertura
auténtica, distinta a la ordinaria ya que parte desde el ser en sí mismo36. Y más aún, porque
este ser en sí mismo está sustentado en alguien más cuya naturaleza misma es la Verdad, el
Bien, la Amistad y la Sabiduría infinita (in-Sistencial); y porque nuestra inter-in-sistencia,
que da lugar a la sociedad, también está sustentada en la Sistencia Absoluta (inter-inSistencia).
Ahora bien, si la paz es consecuencia inmediata del ejercicio de la virtud, esto
quiere decir que la auténtica vida social no es sino un aspecto más de la vida moral. De
hecho así lo señala Todoli:
La vida social no es más que un aspecto de la vida moral. Y toda la moral según Santo
Tomás y los grandes comentaristas no es sino una ciencia subalternada a la psicología y
subordinada, fundamentalmente anhelada en la metafísica. La vida social está toda ella
ordenada por la ética y en consecuencia subalternada a la psicología, al conocimiento del
hombre, aunque este conocimiento no puede ser perfecto sin el estudio de sus fundamentos
metafísicos37.
La vida social está ordenada por la ética y la ética subalternada al conocimiento del
hombre, conocimiento que no puede ser perfecto sin el estudio de sus fundamentos
metafísicos. Ahora bien, siendo la in-sistencia una metafísica del hombre, podemos hablar
de una capacidad de entablar auténticas relaciones, de una ética in-sistencial que tendrá
como resultado la auténtica y verdadera vida social, y por ende, la paz social.
5.1. Ética in-sistencial
La in-sistencia no es solamente una metafísica del hombre, sino que es un auténtico
método de filosofar. Y a saber los pasos de la filosofía in-sistencial son: estar en soledad
frente al mundo, encontrarse a sí mismo a través del choque ontológico y psicológico,
conocer y experimentar la propia contingencia, rebelarse contra la nada como exigencia
ontológica, buscar auténticamente la felicidad y unirse al Absoluto38.
En la experiencia primordial del filosofar se nos revela lo que es el hombre (esencia
de la filosofía in-sistencial). Sin embargo, el fin del filosofar es buscar auténticamente la
felicidad y unirse al Absoluto. Y sólo de dicho conocimiento, unión, dependerá la
orientación definitiva que el hombre dará a su conducta, a sus obras, a su vida entera.
35
Cuando hablamos de relaciones auténticas nos referimos a aquellas que parten de la autenticidad del
hombre, de su estar en sí. Quiles lo expresa de la siguiente manera: “Es un señalar, aclarar y repetir
incesantemente la necesidad de un retorno a la autenticidad. Es un permanente trabajo de análisis y
dilucidación de la ciencia del hombre como ser que tiene un centro interior, una autoconciencia, y que tiene
que actuar desde sí, como ser libre y no guiado desde afuera, al margen o contra su conciencia”. Ismael
Quiles, Autorretrato filosófico, Buenos Aires, Depalma, 1992, 48.
36
Cf. Ismael Quiles, Cómo ser en sí mismo, Buenos Aires, EUS, 1990, 58. Préstese atención principalmente a
la primera ley ontológica del diálogo del amor.
37
José Todoli, op. cit., 12.
38
Cf. Ismael Quiles, Filosofar y vivir. La esencia de la filosofía, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1948, 28-36.
11
Ahora bien, la actitud que el hombre ha de tomar para dirigir su vida es parte del
horizonte ético de la filosofía. De esta manera, la concepción quilesiana de la filosofía es
entendida como la experiencia ontológica del hombre que está firmemente en sí mismo, y
que de esta forma de ser (in-sistecia) alcanza sus fines mediatos y su Fin Último39.
5.1.1. In-sistencia, fundamento próximo de la ética
La in-sistencia es el centro, principio motor y responsable de toda nuestra actividad,
por tanto, es la in-sistencia la que fundamenta a la ética. Quiles lo expresa de la siguiente
manera: “In-sistencia nos da las estructuras esenciales del hombre, porque es conciencia y
es espíritu, y es personalidad y es libertad, y es contingencia y es estar por esencia
apoyándose en un Fundamento Absoluto”40.
Ahora bien, dado que la ética se apoya en la in-sistencia, la esencia de la ética insistencial, consiste en concebir el acto moral fundado en la in-sistencia humana y a partir de
ésta asumir la experiencia del deber o de la obligación41. De hecho Ismael Quiles señala
que el ser egocéntrico del filosofar se da por una obligación moral de que el hombre se
conozca así mismo para conducirse y moverse por sí mismo hacia el destino que tiene que
alcanzar, para ocupar el puesto que le corresponde entre sus semejantes. Pero no sólo es un
deber moral, sino también una necesidad y un deber ontológico, es decir, radicado en la
misma esencia de mi realidad, y de la cual no puedo prescindir porque el filosofar mismo
me está exigiendo el camino más sólido para comprender los problemas humanos, este es
precisamente el propio yo42.
5.1.2. In-sistencia, fundamento próximo de la paz social
Por otra parte, también la paz social dependerá, en gran medida, de la paz interior
individual, y la paz interior se encuentra en la in-sistencia; ya que en cuanto más se es en sí,
se es más auténticamente ser, y es más perfecta la realización de la dignidad de la persona.
Al respecto Quiles escribe:
De más está decir, también, que la realización de este ser en sí (in-sistencia) es el acto en
que el hombre encuentra satisfecha su propia naturaleza, su ser propio y, por tanto, su
realidad perfecta (cumplida) y, en consecuencia, se siente realizado, feliz y en paz consigo
mismo. Ésta es la condición de la paz y la serenidad interior, suprema aspiración del
hombre y de la humanidad. Esta paz que no es pasiva ni negativa, sino la armonía interior
de la vida, que surge de la realización del propio ser, de acuerdo con su naturaleza. No se
siente “forzado”, “oprimido”, “ignorado” en su esencia, sino que se realiza desde sí, en un
acto a la vez de autoafirmación y de comunicación43.
39
Cf. Ibid., 36.
Ismael Quiles, Antropología filosófica in-sistencial, Buenos Aires, Depalma, 1983, 57.
41
Hemos visto que la experiencia de responsabilidad nos demuestra cómo sin la in-sistencia es imposible la
conciencia moral: “Sólo reconozco como actos imputables para mí los que brotan de ese centro interior y en
el grado en que brotan de él”. Ibid., 354.
42
Cf. Ismael Quiles, Filosofar y vivir. La esencia de la filosofía, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1948, 43-44.
43
Ismael Quiles, Autorretrato filosófico, Buenos Aires, Depalma, 1992, 50.
40
12
Por su parte Juan XXIII también escribe: “De hecho no se da paz en la sociedad
humana si cada cual no tiene paz en sí mismo, es decir, si cada cual no establece en sí el
orden prescrito por Dios”44.
Pero no sólo la paz individual depende de establecer en sí el orden prescrito por
Dios, sino que también la paz social depende del respeto a este orden. Ismael Quiles es
conciente de este hecho. Por tanto, veamos cómo es que este autor fundamenta la ética y,
por ende la paz social, en este orden, fundamento cósmico.
5.1.3. Fundamento cósmico de la ética in-sistencial
Quiles afirma que el hombre, por ser la criatura superior del universo sensible, tiene
una misión que debe asumir. Ahora bien, hablar de una misión es hablar de una finalidad, y
lo que vaya en detrimento de dicha finalidad, por ende, ha de ser algo malo. Y, si la insistencia es la que funda la ética, alcanzar el Fin Último del hombre y cumplir con esa
misión propia depende de su ser, de su estar-en-sí mismo. Por tanto, es necesaria y clara la
posibilidad de una ética basada en la in-sistencia.
En la experiencia in-sistencial, el yo aparece dentro de un conjunto de entes
interrelacionados necesariamente entre sí, y estas interrelaciones se cumplen dentro de un
orden cósmico, que el hombre comprueba, descubre, y que no puede impedir. Este orden
depende de un Principio Supremo Trascendente. La adaptación y el respeto a este orden es
condición de la realización individual. La actitud ética fundamental consiste en aceptar o
rechazar el orden cósmico:
Este orden podemos aceptarlo o rechazarlo, en todo o en parte: esto constituye nuestra
actitud ética fundamental; insertarnos o no en ese orden cósmico, respetarlo o romperlo, con
la consecuencia inevitable para nosotros, en cada caso, de realizarnos, ser más nuestro ser, o
de atomizarnos en la medida en que no respetemos ese orden. Ésta es la raíz de la ética y su
primera opción en la autoubicación del hombre en el universo. Se trata de la primera opción
fundamental, que decide nuestra actitud ética interior original45.
Hemos hallado la clave de la ética in-sistencial: la auto-ubicación del hombre en el
orden cósmico como una opción fundamental, auto-ubicación en el orden al ser y al obrar
en busca de la felicidad, requiriendo que el hombre in-sista. La in-sistencia actualiza
automáticamente las características esenciales del hombre como son la libertad la razón y la
voluntad. Por tanto, la ética sólo será buena en cuanto ayude al hombre a encontrar su autoubicación en el orden al ser y al obrar en búsqueda de su felicidad, haciendo bueno al que la
tiene y ordenándolo a su Último Fin.
Asimismo, es la ética in-sistencial, con miras a la auto-ubicación del hombre en el
orden cósmico, la que posibilita la paz social, que como hemos visto, depende del respeto al
orden cósmico establecido por Dios.
5.1.4. Fundamento último de la ética in-sistencial
Por otra parte, si bien es cierto que el fundamento próximo de la ley moral es la
naturaleza del hombre (in-sistencia), el fundamento último de dicha naturaleza es Dios,
supremo legislador del universo (in-Sistencia). En otras palabras, Dios resulta indispensable
para conferirle a la moral un fundamento verdaderamente absoluto ya que de lo contrario la
44
45
JUAN XXIII, Pacem in terris. En: Encíclicas sobre la paz, Mejico, 1963, 67.
Ismael Quiles, Autorretrato filosófico, Buenos Aires, Depalma, 1992, 58.
13
moral se funda en algo relativo, mudable y contingente, lo que a la postre destruye a la
moral misma.
Por tanto, la filosofía in-sistencial – que no es solamente una metafísica del
hombre, sino un auténtico método de filosofar que descubre el Fundamento Absoluto sobre
el que reposa el orden moral, es decir, a Dios, Supremo Legislador del universo – no es sólo
una ayuda, sino una verdadera alternativa para la fundamentación, próxima y última, de la
ética.
Asimismo, si la experiencia del filosofar incluye tanto la actividad racional teórica,
búsqueda de las soluciones a los problemas trascendentales del hombre, como la práctica
que asume en la vida las respuestas encontradas46, el método in-sistencial de filosofar, en la
percepción inmediata de Dios, nos da un conocimiento (sentimiento de la presencia divina)
que no sólo habla a la inteligencia, sino al hombre entero:
Pero es necesario confesar que cuando se les une la prueba por percepción inmediata de
Dios, por el sentimiento de la presencia divina en la inteligencia y en el alma toda, entonces
las pruebas racionales no hablan tan solo a la inteligencia sino al hombre entero y descubren
mucho mejor su verdadero valor y eficacia47.
Es decir, dicho conocimiento ayudará a la orientación definitiva que el hombre dará
a su conducta, a sus obras, a su vida entera. En otras palabras, Dios es el fundamento último
de la ética in-sistencial, ética cuya clave es la auto-ubicación, el respeto del hombre al
orden cósmico como una opción fundamental que posibilita, establece y asegura la paz
social. Por tanto, el conocimiento del fundamento último de la ética ayudará al hombre en
su auto-ubicación en el orden cósmico y en la consecución de la paz social.
5.2. Capacidad de una relación auténtica y paz social
La in-sistencia es una capacidad de apertura distinta a la ordinaria, ya que parte de
ser, estar en sí mismo (in-sistencia). La in-sistencia sale al encuentro con lo otro (exsistencia) para retornar al sí mismo con una riqueza óntica mayor (in-ex-in-sistencia)48.
Ahora bien, esta riqueza óntica mayor capacita al hombre para entablar relaciones
cada vez más auténticas que lo hagan capaz de enriquecer a las otras in-sistencias con las
que nos relacionamos (inter-in-sistencia) en el ser y en el actuar.
La experiencia del otro como “mi prójimo” se basa sobre una atracción ontológica
originaria a partir de la cual se tiende a buscar una relación personal. El otro ya no es “el”
(semejante), sino “tu” (prójimo). Asimismo, descubrir al tú es la condición de la revelación
de mi núcleo personal. Así, tras una comunicación auténtica, la apertura al otro significa
encontrarse con mayor plenitud y seguridad49.
Por otra parte, el encuentro con el prójimo, de acuerdo con Quiles, se rige por leyes
ontológicas. La primera de ellas es la comunión, cuya ley máxima es el respeto a la libertad
del otro. Se trata de ver al otro como un tú, como una libertad con la que contribuyo para su
perfeccionamiento, esto es la verdadera inter-in-sistencia.
46
Cf. Ismael Quiles, Filosofar y vivir. La esencia de la filosofía, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1948, 18.
Ismael Quiles, Antropología filosófica in-sistencial, Buenos Aires, Depalma, 1983,187.
48
En esta dinámica triple: in-ex-in-sistencia, la in-sistencia, el hombre, está más rico en su ser y más pleno en
su autoconciencia, una autoconciencia que ayudará a entablar auténticas relaciones con las otras in-sistencias.
49
Cf. Ismael Quiles, Antropología filosófica in-sistencial, Buenos Aires, Depalma, 1983,124-125.
47
14
Asimismo, el verdadero respeto al prójimo sólo se obtiene por el amor. Por tanto, el
amor es la culminación de la inter-in-sistencia. En síntesis, “sólo en presencia del amor el
respeto es verdadero y surge la inter-in-sistencia, en la cual nos hallamos ónticamente
instalados. Pero también de este respeto verdadero, de esta auténtica inter-in-sistencia surge
la paz social”50.
Además, la experiencia in-sistencial no termina en la inter-in-sistencia. El
“nosotros” carece de estabilidad, por tanto, en el nosotros descubrimos también una
exigencia ontológica del Absoluto. Es decir, sólo en el Tu Absoluto el nosotros cobra
plenitud, nuestra inter-in-sistencia se convierte en una inter-in-Sistencia. Nuestras
relaciones se fundamentan en la Verdad, el Bien, la Amistad, la Sabiduría infinita, es
decir, el nosotros, nuestras relaciones, encuentran fundamento en el Absoluto que es
plenitud y garantía de auténticas relaciones y paz social:
La conciencia de “nuestra” inter-in-sistencia “nos” revela también a Dios más interior al
“nosotros” que nosotros mismos. Entonces es cuando el “nosotros” adquiere toda su
consistencia y toda su plenitud, precisamente porque ha encontrado su fundamento último51.
El culmen del actuar ético no es otro que alcanzar la trascendencia, la plenitud de su
ser, el Absoluto, que se revela y alcanza de manera más auténtica y clara en el amor. El
culmen es el amor. De ahí que la persona humana se convierte en un valor; en la relación de
una in-sistencia con otra, este valor posibilitará, en primer lugar relaciones auténticas, la
paz social y finalmente la realización o el alcance del Bien Supremo, de su Fin Último:
Dios.
A manera de conclusión
Sin duda la Filosofía in-sistencial del R.P. Ismael Quiles permite alcanzar una
concepción integral del ser, en concordancia con las experiencias y expresiones de la
naturaleza humana, y aclara la esencia y dignidad de la persona.
Así pues, a la luz de la filosofía in-sistencial reafirmamos nuestra confianza en el ser
humano y en su naturaleza (in-sistencial), ya que como hemos visto esta naturaleza está
sustentada en Alguien más cuya naturaleza misma es la Verdad, el Bien, la Amistad y la
Sabiduría infinita (in-Sistencial). Por tanto, a la pregunta ¿es posible la paz social?
Respondemos afirmativamente, por la confianza sí, que tenemos en el ser humano, y
también porque nuestra inter-in-sistencia (naturaleza social), que da lugar a la sociedad,
está sustentada, cobra su pleno sentido en la Sistencia Absoluta, el “nosotros es una interin-Sistencia.
Desde luego que no pretendemos creer que con este pequeñísimo trabajo, o con el
gran trabajo que realizó el padre Quiles, quede solucionado el problema del hombre y de la
inestabilidad social (paz social). No consiste en eso el trabajo del filósofo, sino que amante
y fiel a la verdad, el filósofo se cuestiona, indaga y articula sus reflexiones esperando sean
constatadas por la razón y por la vida.
50
51
Ismael Quiles, Antropología filosófica in-sistencial, Buenos Aires, Depalma, 1983, 128-129.
Ibid., 135.