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APÉNDICE
CELEBRACIÓN PENITENCIAL
PARA EL TIEMPO DE CUARESMA
Canto
RITO DE ENTRADA
Saludo (sacerdote)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
R./ Amén.
Que el Señor Jesús los encamine hacia el amor de Dios Padre
y les dé la perseverancia
para renovar su compromiso bautismal,
y que su amor misericordioso
descienda y esté con todos ustedes.
R./ Y con tu espíritu.
Monición (lector)
La Cuaresma de este Año Jubilar de la Misericordia, es para todos un tiempo favorable
para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a
las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los
hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras
que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar,
enseñar, perdonar, amonestar, rezar. No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable
para la conversión. (Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2016,
Vaticano, 4 de octubre de 2015)
Oración (sacerdote)
Padre misericordioso y Dios de todo consuelo,
que quieres la conversión
y no la muerte del pecador,
ven en ayuda de tu pueblo,
para que se convierta a ti y viva.
Ayúdanos para que,
escuchando tu palabra,
reconozcamos nuestros pecados
y te demos gracias por el don recibido
y, siendo sinceros en el amor,
nos santifiquemos en Cristo, tu Hijo,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R/. Amén.
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LITURGIA DE LA PALABRA
Primera Lectura
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los cristianos de Éfeso 2, 1-10
Ustedes estaban muertos a causa de las faltas y pecados que cometían, cuando vivían
conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el
mismo Espíritu que sigue actuando en aquellos que se rebelan. Todos nosotros también
nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales
y satisfaciendo nuestra concupiscencia y nuestras malas inclinaciones, de manera que
por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. Pero Dios,
que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando
estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo –¡ustedes
han sido salvados gratuitamente!– y con Cristo Jesús nos resucitó y nos hizo reinar con
él en el cielo. Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza
de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque ustedes han sido salvados
por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que es un don de Dios;
y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación suya:
fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó
de antemano para que las practicáramos.
Palabra de Dios.
Salmo 102, 1-4. 8-9. 11-12
R./ El Señor es bondadoso y compasivo.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura. R.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente. R.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados. R.
Evangelio
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Se puede hacer un canto apropiado.
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 9,9-13
Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de
recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús
estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a
comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué
su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No
son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan
qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a
los justos, sino a los pecadores».
Palabra del Señor.
Homilía (sacerdote)
Se pueden usar estas u otras palabras que preparen a la comunidad para recibir el sacramento de la
penitencia. (Catequesis del Papa Francisco sobre el Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación
19/02/2014)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
A través de los sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía,
el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora, todos lo sabemos, llevamos esta vida «en vasijas
de barro» (2 Cor 4, 7), estamos aún sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a
causa del pecado, podemos incluso perder la nueva vida. Por ello el Señor Jesús quiso que la
Iglesia continúe su obra de salvación también hacia los propios miembros, en especial con el
sacramento de la Reconciliación y la Unción de los enfermos, que se pueden unir con el nombre
de «sacramentos de curación». El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de
curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo
que hice y no funciona bien. La imagen bíblica que mejor los expresa, en su vínculo profundo, es
el episodio del perdón y de la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo
tiempo médico de las almas y los cuerpos (cf. Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 17-26).
El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación brota directamente del misterio pascual.
En efecto, la misma tarde de la Pascua el Señor se aparece a los discípulos, encerrados en el
cenáculo, y, tras dirigirles el saludo «Paz a vosotros», sopló sobre ellos y dijo: «Recibid el Espíritu
Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20, 21-23). Este pasaje
nos descubre la dinámica más profunda contenida en este sacramento. Ante todo, el hecho de
que el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no
puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión
pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo,
es un don del Espíritu Santo, que nos llena de la purificación de misericordia y de gracia que
brota incesantemente del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En
segundo lugar, nos recuerda que sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre
y con los hermanos podemos estar verdaderamente en la paz. Y esto lo hemos sentido todos en
el corazón cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza; y cuando
recibimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz del alma tan bella que sólo Jesús
puede dar, sólo Él.
A lo largo del tiempo, la celebración de este sacramento pasó de una forma pública —porque al
inicio se hacía públicamente— a la forma personal, a la forma reservada de la Confesión. Sin
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embargo, esto no debe hacer perder la fuente eclesial, que constituye el contexto vital. En
efecto, es la comunidad cristiana el lugar donde se hace presente el Espíritu, quien renueva los
corazones en el amor de Dios y hace de todos los hermanos una cosa sola, en Cristo Jesús. He
aquí, entonces, por qué no basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio
corazón, sino que es necesario confesar humilde y confiadamente los propios pecados al
ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a
Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros,
que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que le alienta y le
acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Uno puede decir:
yo me confieso sólo con Dios. Sí, tú puedes decir a Dios «perdóname», y decir tus pecados, pero
nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Por ello es necesario pedir
perdón a la Iglesia, a los hermanos, en la persona del sacerdote. «Pero padre, yo me
avergüenzo...». Incluso la vergüenza es buena, es salud tener un poco de vergüenza, porque
avergonzarse es saludable. Cuando una persona no tiene vergüenza, en mi país decimos que es
un «sinvergüenza». Pero incluso la vergüenza hace bien, porque nos hace humildes, y el
sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios perdona. También
desde el punto de vista humano, para desahogarse, es bueno hablar con el hermano y decir al
sacerdote estas cosas, que tanto pesan a mi corazón. Y uno siente que se desahoga ante Dios,
con la Iglesia, con el hermano. No tener miedo de la Confesión. Uno, cuando está en la fila para
confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza, pero después, cuando termina la
Confesión sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la
Confesión! Quisiera preguntaros —pero no lo digáis en voz alta, que cada uno responda en su
corazón—: ¿cuándo fue la última vez que te confesaste? Cada uno piense en ello... ¿Son dos
días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga cuentas, pero cada uno
se pregunte: ¿cuándo fue la última vez que me confesé? Y si pasó mucho tiempo, no perder un
día más, ve, que el sacerdote será bueno. Jesús está allí, y Jesús es más bueno que los sacerdotes,
Jesús te recibe, te recibe con mucho amor. Sé valiente y ve a la Confesión.
Queridos amigos, celebrar el sacramento de la Reconciliación significa ser envueltos en un
abrazo caluroso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos la hermosa,
hermosa parábola del hijo que se marchó de su casa con el dinero de la herencia; gastó todo el
dinero, y luego, cuando ya no tenía nada, decidió volver a casa, no como hijo, sino como siervo.
Tenía tanta culpa y tanta vergüenza en su corazón. La sorpresa fue que cuando comenzó a
hablar, a pedir perdón, el padre no le dejó hablar, le abrazó, le besó e hizo fiesta. Pero yo os
digo: cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta. Sigamos adelante por este
camino. Que Dios os bendiga.
Examen de Conciencia (lector)
Es conveniente que se guarde un tiempo de silencio para examinar la conciencia y suscitar la verdadera
contrición de los pecados. En determinadas circunstancias, puede utilizarse este formulario propuesto a
continuación.
A la luz de la Palabra de Dios repasa tu propia vida.
a) En relación con Dios mi vida
¿está centrada en Dios como valor supremo? ¿rezo habitualmente? ¿leo asiduamente la Palabra
de Dios? ¿participo activamente en la Eucaristía dominical y la valoro como fuente principal de
mi vida cristiana? ¿mis obras hacen patente mi condición de seguidor Cristo?
b) En relación con el prójimo
¿Cómo es mi trato con mis familiares? ¿contribuyo a hacer que en casa reinen el amor, la
comprensión y la fe? ¿busco el bien de los demás miembros de la familia? ¿soy persona de paz?
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¿impongo siempre mis criterios y hago difícil el diálogo? ¿procuro ponerme en el lugar de los
demás y estoy dispuesto a ayudarles? ¿pido perdón cuando es preciso? ¿si me han molestado,
me encierro en el silencio y hago mala cara durante días? ¿sé perdonar de corazón y disimular
las faltas ajenas? ¿vigilo mi mal genio, ahorrando malestar a los demás? ¿como padre o madre,
me preocupo también del crecimiento en la fe de mis hijos? ¿mantengo fidelidad al amor
matrimonial? ¿como hijo, respeto y ayudo a mis padres? Si tengo responsabilidad sobre los
demás ¿sé respetarlos y tratarlos con delicadeza y justicia?
c) En relación a mí mismo
¿Cumplo con los deberes de mi estado (esposos, padres, hijos, consagrado/a, sacerdote…)?
¿trabajo con honradez y justicia? ¿busco siempre la justicia y el bien común? ¿amo la verdad, o
he calumniado o difamado a alguien? ¿estoy siempre descontento y murmurando? ¿vivo con
esperanza cristiana o me dejo dominar por el pesimismo? ¿practico la caridad con los
necesitados? ¿respeto con castidad mi cuerpo y el de los demás? ¿soy limpio de corazón? ¿me
dejo llevar por la envidia? ¿controlo la ira? ¿sé resistir a las tentaciones materialistas de? ¿soy
fiel al matrimonio? ¿amo a la Iglesia, escuchando sus orientaciones y siendo miembro activo?
¿me doy cuenta de las necesidades materiales de la Iglesia y contribuyo a su sostenimiento?
¿colaboro en lo que puedo en las diversas tareas de mi parroquia? ¿Colaboro en algún
voluntariado? ¿Participo en espacios de compromiso ciudadano?
RITO DE LA RECONCILIACIÓN
Confesión general de los pecados (sacerdote)
No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si
dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y
vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o
prisionero (cfr. Mt 25,31-45).
Pidamos juntos perdón por nuestras faltas de misericordia respondiendo: Crea en
nosotros, Dios nuestro, un corazón puro. (cfr. Sal 50,12)
• Porque no ayudamos a superar la duda, que hace caer en el miedo y en ocasiones
es fuente de soledad. R.
• Porque no fuimos capaces de vencer la ignorancia en la que viven millones de
personas, sobre todo los niños privados de la ayuda necesaria para ser rescatados
de la pobreza. R.
• Porque no fuimos capaces de ser cercanos a quien estaba solo y afligido. R.
• Porque no perdonamos a quien nos ofendió ni rechazamos cualquier forma de
rencor o de odio que conduce a la violencia. R.
• Porque no tuvimos paciencia siguiendo el ejemplo de Dios que es tan paciente
con nosotros. R.
• Porque no encomendamos al Señor en la oración nuestros hermanos y
hermanas. R.
• Porque no luchamos contra la violencia usada para amasar fortunas que escurren
sangre. R.
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• Porque fuimos promotores o cómplices de corrupción desde nuestros gestos
cotidianos que destruyen los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres.
R.
Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos hacen en común la fórmula de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión;
Y, golpeándose el pecho, dicen:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
R./ Amén.
Donde las circunstancias lo permitan, se puede hacer también un ejercicio piadoso como la adoración de
la cruz o el Vía Crucis, el rito de aspersión o el saludo de la paz, como signo de reconciliación; respetando
las costumbres de cada comunidad.
Finalmente se puede cantar o rezar el Padre nuestro.
Concluyamos nuestra oración comunitaria pidiendo al Padre que perdone nuestros
pecados como nosotros nos perdonamos mutuamente.
Padre nuestro…
RITO DE DESPEDIDA
Oración final
Señor Jesucristo,
porque eres rico en perdón
quisiste asumir la humildad de nuestra carne,
para dejarnos ejemplo de humildad
y hacernos fuertes en toda adversidad;
concédenos, a quienes nos preparamos
a celebrar las próximas fiestas pascuales,
mediante el sacramento de la reconciliación,
seguirte con un corazón sincero
manifestando la alegría del perdón
en la vida de la comunidad y del todo el Pueblo de Dios.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R./ Amén.
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Bendición (sacerdote)
El Señor esté con ustedes.
R./ Y con tu espíritu.
Que nos bendiga el Padre,
que nos engendró a la vida eterna.
R./ Amén.
Que nos de la salvación el Hijo,
que por nosotros murió y resucitó.
R./ Amén.
Que nos santifique el Espíritu Santo,
que infundido en nuestros corazones
nos conduce por el camino de la salvación.
R./ Amén.
Y la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R./ Amén.
El sacerdote se despide diciendo:
Sean misericordiosos como el Padre es misericordioso.
Pueden ir en paz.
R./ Demos gracias a Dios.
Canto de acción de gracias
CONFESIÓN Y ABSOLUCIÓN INDIVIDUAL
Ahora los que deseen recibir el perdón sacramental de Dios pueden acercarse a los sacerdotes presentes
para manifestar sus pecados brevemente y recibir la absolución.
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