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“INICIATIVAS LOCALES A LA CRISIS GLOBAL. EL CAPITALISMO Y SUS DESCONTENTOS”
GT 20. MOVIMIENTOS SOCIALES, ACCIÓN COLECTIVA Y CAMBIO SOCIAL
EIDER MUNIATEGI AZKONA (PHD) – UNIVERSIDAD DE LOYOLA-ANDALUCÍA (SEVILLA)
1. Introducción. Tres interpretaciones de la crisis
Al tratar de comprender y explicar la crisis financiera global 2007-2008, uno de
los principales enfoques la sitúa en un marco temporal más bien estrecho, es decir,
desde el periodo 2007-2008 en adelante. De esta manera, el desplome actual queda
retratado como un nuevo fenómeno en la historia del capitalismo que no hace sino
obviar la larga lista de crisis endémicas ocurridas desde el desarrollo del dinero y de los
mercados financieros (Reinhart y Rogoff, 2009). De acuerdo a esta interpretación, dice
Wieviorka (2010), la única opción sería la de esperar pacientemente hasta que las
disfuncionalidades sean reabsorbidas por el sistema.
Este tipo de interpretaciones (emitidas no sorprendentemente por las élites
políticas y socioeconómicas) están normalmente acompañadas de una clara idea de
continuidad y confianza en el mismo sistema financiero que nos ha llevado hasta el
actual colapso económico. David McNally (2011: 16) denuncia que esta mezcla de
negación, amnesia y mistificación mostrada por la clase dirigente es una forma de frenar
las posibles indagaciones críticas sobre lo ocurrido. Esta clase dirigente, además, a pesar
de sus primeras reacciones a la crisis caracterizadas por la conmoción, el pánico y el
reconocimiento del fin de una era1, han estado centradas principalmente en volver a lo
de siempre (business as usual). De manera similar, Shaikh (2010: 44) argumenta que
aquellos que han escogido ver cada episodio de crisis como un evento singular, una
aparición fortuita de un cisne negro, han olvidado las dinámicas de la historia que
pretender explicar.
Similar al patrón de negación denunciado por Mcnally (2011) y Shaikh (2010,
Reinhart y Rogoff (2009) dan cuenta del síndrome esta vez es diferente, que consiste en
que los profesionales financieros y los líderes de gobierno aseguren que las cosas se
están haciendo mejor que antes, debido a que se han aprendido las lecciones derivadas
de los errores pasados2. La razón para el sostenimiento de este síndrome se explica en la
medida en que se niega la dinámica endémica del sistema capitalista a través del tiempo
y las diferentes regiones, es decir, un ritmo de auge y quiebra caracterizado por un
exceso de deuda adquirida por los países, los bancos, los individuos y las empresas en
1
Por ejemplo, Michel Camdessus (ex director del FMI y actual Director de la Societé de Financement de
L’Economie Française) dijo en el 2009 que la crisis era un desastre ético que se parecía además a una
crisis de civilización.
2
“Todo está bien gracias a la globalización, al boom tecnológico, a nuestro mejor conocimiento de la
política monetaria y al fenómeno de la titularización de la deuda” – según Reinhart y Rogoff (2009: 20),
esta sería la retórica específica en lo que respecta a esta crisis.
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los buenos tiempos sin la suficiente preocupación por los riesgos que esto implica
especialmente en el momento de la inevitable recesión. Así, esta última crisis sería la
última manifestación de este patrón.
Sin embargo, tal y como McNally (2011: 2) argumenta, existe la necesidad de
recordar que la crisis del 2008 es señal del fin del sistema de los últimos treinta años, al
que él se refiere como la era de la expansión económica neoliberal. De hecho, al
adoptar un marco temporal más amplio, podría situarse el origen de la crisis 2007-2008
en el periodo neoliberal que comienza en la década de 1970. Según McNally (2011: 4260), este periodo se caracteriza por tres procesos interconectados que han dado forma al
modelo socioeconómico actual: a) la derrota de la fuerza de trabajo y la emergencia de
nuevas desigualdades3; b) flexibilidad en la producción y reconstrucción de la industria,
y c) la reorganización espacial del capitalismo global.
La puesta en marcha de políticas neoliberales estuvo precedida por la época de
crecimiento y expansión económica tras la segunda guerra mundial (1948-1973), que
según Panitch y Gindin (2010) fue un proyecto de los EEUU para la creación de un
capitalismo global, el advenimiento de las compañías multinacionales y el crecimiento
de la financialización4 en las décadas de 1950 y 1960. Así, la expansión económica de
la posguerra, también conocida como los años dorados del capitalismo occidental y que
interesantemente coincide con la época dorada del Estado de Bienestar, dio paso a una
forma más virulenta del capitalismo que superó la ola inflacionista de las décadas de
1970 y 1980 y que introdujo un patrón de crecimiento basado en el aumento de las
desigualdades sociales, de la pobreza global y de la inseguridad humana (Panitch y
Gindin, 2010: 26). De hecho, el periodo neoliberal es tristemente conocido por la forma
en la que golpeó el tejido social, esencialmente mediante la reconfiguración del papel
histórico de las ideologías de izquierda en general y de los sindicatos en particular, las
3
O lo que comúnmente en alguna de la literatura científica se conoce como nuevos riesgos sociales
(NRS). Rubio Lara (2013: 44-46) destaca “cuatro procesos importantes en relación con los NRS: 1) la
mayor participación de la mujer en el mercado laboral; 2) el incremento del número de personas mayores;
3) las nuevas necesidades de personal cualificado que exige el mercado de trabajo y las consecuencias de
no disponer de la cualificación necesaria, como el (des)empleo precario 4) la privatización de los
servicios públicos cuando no están bien regulados y sometidos a estándares rigurosos de calidad.”
4
Hay al menos dos usos para el término financialización. Por un lado, puede ser descrito como los
múltiples procesos a través de los cuales las relaciones entre personas quedan incrustadas en
transacciones financieras, en comprar y vender, lo que resulta en una mayor dependencia en los mercados
y el dinero para obtener todo tipo de bienes y servicios como el agua, la vivienda, la salud, la educación y
las pensiones. Por otro lado, el término se refiere a la creciente dependencia de la economía capitalista en
el crédito y en que la riqueza y los beneficios se destinen a los bancos y otras instituciones financieras y
no tanto a las instituciones industriales. (McNally, 2011: 195)
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asociaciones más anti-sistema en la época de la industrialización. Junto con esto, la
clase media, tal y como ha sido históricamente definida, es decir, como la clase
promotora de democracia, se ha evaporado, dando paso a una nueva tipología de clases
sociales que consiste en: una supraclase que vive en la seguridad de los barrios
residenciales
de
élite,
una
infraclase
puesta
en
cuarentena
en
entornos
indescriptiblemente deprimentes y a menudo violentos5, y una nueva clase ansiosa
atrapada en el frenético esfuerzo que supone preservar su estatus y llegar a fin de mes,
algo que a menudo consiguen gracias al pluriempleo (Bellah et al. 2008: xxi).
Por lo tanto, al adoptar esta segunda perspectiva, la crisis actual sería un
indicador de un cambio más general que implica una redefinición de los aspectos
colectivos de la vida y que finalmente desemboca en una redefinición del sistema
capitalista neoliberal, financiero, global.
La tercera, tal vez más radical interpretación de la crisis financiera actual vuelve
la vista atrás a los orígenes del capitalismo mediante la puesta en cuestión de la lógica
emancipadora pero individualista, propietarista y acumulativa burguesa, que se cree
contiene la semilla no solo de la crisis financiera actual sino de la desigualdades y
contradicciones más generales que pueden encontrarse dentro de los sistemas
socioeconómicos capitalistas.
El trabajo clásico de Max Webber La ética protestante y el espíritu del
capitalismo, publicada inicialmente en los años 1904-1905, trata sobre la
racionalización religiosa que dio lugar al capitalismo. Weber estudió la ética económica
de cada religión para comprender hasta qué punto las ideas religiosas y las creencias del
mundo occidental, y particularmente la ética protestante, influyeron en el desarrollo del
capitalismo como un sistema económico racional así como en el desarrollo de la
racionalización de la sociedad en general. El análisis de Weber no explica el capitalismo
en un sentido material sino en lo que respecta a su espíritu6, sus valores y su ética de
trabajo.
El trabajo de Weber es extremadamente relevante en la medida en que retrata no
solo una serie de procedimientos sino que un sistema de normas éticas, valores y,
5
Mitchell Schwarzer se refiere a este tipo de entornos como zonas desconectadas y abandonadas en las
que los sueños han sido sustituidos por pesadillas y en las que el peligro y la violencia se han convertido
en el pan nuestro de cada día. Citado en Bauman (2006b) Confianza y temor en la ciudad: vivir con
extranjeros, page 18.
6
Weber define el espíritu capitalista como la mentalidad que aspira a obtener ganancias legítimas y
racionales a través del ejercicio sistemático de una profesión.
3
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eventualmente, una estructura de carácter que emerge como consecuencia de la doctrina
de la predestinación (todo ser humano está predestinado bien a salvarse bien a
condenarse) en virtud de la cual la única opción es actuar como un hombre (persona)
honorable (salvada) mediante el logro del deber profesional de obtener beneficios y
acumular capital. De acuerdo a esta filosofía de la avaricia, dirá Weber, el acto de
obtener ganancias es legítimo, siendo la riqueza igualmente legítima, y, lo que es más,
el hecho de no trabajar y de no obtener ganancias es considerado como una negligencia
del deber de obtener beneficios. Contrariamente a la ética del trabajo tradicional de
trabajar para vivir, la ética capitalista, racional, del trabajo está fundamentada en la
idea de vivir para trabajar, algo que se traduce en trabajar no para satisfacer las
necesidades sino que para obtener el mayor volumen de ganancias posible.
Independientemente de esta lógica racional, añade Webber, aquellos que profesan una
ética profesional capitalista se comportan de manera irracional debido a su devoción
total por el trabajo. Además, se considera que el calvinismo, la religión protestante
específica en la que se centra Weber, porta una de las concepciones más negativas de la
naturaleza del ser humano, dado que al confiar exclusivamente en Dios, no hay
necesidad de contar con la ayuda o el apoyo de los otros y por lo tanto el creyente debe
centrarse en su propia salvación.
Desde una perspectiva de las ciencias políticas, Velasco (2002) se refiere al
individualismo posesivo como el paradigma liberal surgido en el contexto de la
Ilustración inglesa y que, en el siglo XVII, dio paso a una nueva sociedad7. Velasco
resume sus cimientos en siete puntos8 que todavía hoy están presentes en el paradigma
moderno liberal. Las teorías liberales clásicas junto con la mentalidad burguesa
justifican el objetivo individual de acumulación de riqueza así como la posesión
mostrándolas como comportamientos implícitos y racionales que en última instancia
benefician a la sociedad (Velasco, 2002).
7
De hecho, las dos Grandes Declaraciones de Derechos del siglo XVIII (la americana y la francesa) están
fundamentadas en una concepción individualista de la sociedad sin la cual no sería posible justificar la
democracia (Velasco, 2001: 115-208).
8
Esta podría ser una condensación de los siete puntos: 1) lo que hace de un individuo un ser humano es
ser libre de la dependencia con respecto a otras personas, excepto cuando las relaciones/dependencias
resultan en beneficio de los propios individuos; 2) el individuo es dueño de sí mismo y de sus capacidades
y por lo tanto no debe nada a la sociedad; 3) la propiedad es vista como un derecho natural y al sociedad
como una serie de relaciones mercantilizadas entre propietarios o individuos libres; 4) la libertad
individual solo puede regularse para garantizar esa misma libertad a otros individuos, y 5) la sociedad
política es una invención humana para proteger las propiedades individuales.
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Jorion (2010), McNally (2011), Reinhart y Rogoff (2009) y Shaikh (2010)
coinciden en señalar que las crisis son producto del impulso incansable de acumular
capital inherente al sistema capitalista. De hecho, independientemente de los varios y
significativos cambios en las instituciones, las regulaciones y las estructuras políticas,
este sistema está profundamente enraizado en el objetivo del beneficio, que además ha
sido el elemento regulador esencial del comportamiento comercial a través de la
historia.
Aún más, al reflexionar críticamente sobre el escenario socioeconómico actual,
emerge, inevitablemente, la cuestión de la gran contradicción que existe entre la
igualdad política (democracia) y la actual estructura de clases (capitalismo) que
distribuye de manera desigual las recompensas materiales y simbólicas entre la
población (Crompton, 1997). En su obra Las contradicciones culturales del capitalismo
publicada inicialmente en 1976, Bell (2010) argumenta que la burguesía, radicalmente
liberal en lo que se refiere a la economía, se volvió pronto conservadora en cuanto a la
moral y la cultura, algo que resultó en una desconexión entre la esfera económica y la
política y cultural. O, dicho en palabras de Erich Fromm (2006: 24), que “la victoria
final de la clase burguesa”, supuso una liberación de la clase media “no sólo de sus
grilletes políticos, sino de todos los vínculos con el amor y la solidaridad, y creyó que
vivir sólo para uno mismo significaba ser más y no menos”.
Velasco (2002) denuncia que la absoluta supremacía de las leyes económicas ha
sido impuesta políticamente para proteger los intereses económicos de los que cuentan
con una fuerte presencia en los mercados, y que, por lo tanto, existe una necesidad
urgente de que la esfera política tome el mando. Según Lanceros (2005: 178-183), al
mercado – una presencia histórica constante no muda y sin vida sino que institución
hacedora de historia que abrió las rutas comerciales para que circulasen por ellas las
mercancías, las personas, las ideas, los hábitos y las formas de pensar y de hacer, pero
que pronto adquirió un carácter hegemónico en la medida en que la modernidad
despegaba y al ámbito económico penetraba en todos los espacios sociales al mismo
tiempo que las esferas política y cultural se encontraban en declive – en tanto en cuanto
se encuentra intrínsecamente ligado a intereses privados, nociones como el bien común
o la justicia social le son ajenos, y por lo tanto estos conceptos han de ser defendidos
desde posturas políticas.
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Contrariamente a lo que sucede en las sociedades actuales, los tipos de
economías y sistemas de intercambio pre-industriales estudiados por Mauss (1971) –
que funciona(ba)n sin dinero y que esta(ba)n profundamente orientados hacia el
bienestar colectivo dado que la noción de individuo todavía no resultaba aplicable – no
se encontra(ba)n desconectados del resto de ámbitos sociales, especialmente en lo que
respecta a la moralidad9. De hecho, una sociedad que promueve una creciente
autonomía totalitaria de la economía sobre la política y la cultura y consecuentemente
una dominación del mercado como un mediador esencial de las relaciones humanas,
rechaza la dimensión igualitaria y solidaria de la coexistencia humana (Velasco, 2002).
2. Significados y perversiones del dinero y la cultura monetaria
Desde un punto de vista sociológico, hay dos maneras clásicas contrarias de ver
el fenómeno del dinero. Para el filósofo, historiador, sociólogo y economista Karl Warx,
crítico feroz del sistema de producción capitalista, el dinero es el representante universal
del valor de todas las cosas, de todos los humanos y de todas las relaciones e
interacciones entre ellos. Según Marx, el dinero permite una infinita divisibilidad de las
mercancías y, por lo tanto, se vuelve una fuente alienante de explotación y un
instrumento de destrucción que reduce las relaciones sociales a su valor monetario
(Wieviorka, 2010). Por el contrario, para el filósofo y sociólogo George Simmel, tal y
como dan cuenta de ello d’Amato (2010) y Wieviorka (2010), el dinero es un
instrumento neutral sin características específicas que minimiza la dependencia,
conlleva una infinidad de usos potenciales y funciona como un factor emancipador y
liberador de la autonomía de los individuos y del progreso político, condiciones sine
qua non para el desarrollo de la democracia. De acuerdo a Simmel, con el advenimiento
de la Revolución Industrial, el salario y consecuentemente el dinero, se convierten en
factores de independencia y emancipación personal: el dinero, a través del desarrollo de
la industria, supone un final de las obligaciones personales y derrota la extremadamente
fuerte interdependencia que existía hasta entonces.
La aproximación de Simmel resulta un tanto naïve en la medida en que al
ensalzar exclusivamente el aspecto emancipador del dinero, deja de lado otro tipo de
significados del dinero que desvelarían las asimetrías entre aquellos que lo tienen – para
9
La moralidad, tal y como lo expresa Bauman (2006: 72a), dictamina la responsabilidad hacia el otro y
comienza a operar una vez que esta responsabilidad es adquirida.
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quienes el dinero opera como un factor emancipador – y aquellos que no lo tienen –
para quienes el dinero, o mejor dicho su ausencia, se convierte en un objeto de deseo
opresivo. Además, tal y como ha quedado demostrado a lo largo de los últimos treinta
años de capitalismo financiero neoliberal, el dinero tiene algo específico/propio que
expresar en tanto en cuanto ha desarrollado una lógica autónoma imperialista y por lo
tanto ha creado una economía diferenciada con su propio mercado, actores, empresas
especializadas, normas y lógica. Más precisamente, tal y como Wieviorka (2010) nos
recuerda, todos los días se llevan a cabo transacciones de miles de billones de euros y
dólares y solo un pequeño porcentaje de estas transacciones corresponden a pagos
efectivos de mercancías, siendo el resto puramente especulativo y financiero. Jorion
(2010), quien trabajó en el sector de la banca comercial durante once años, considera la
creación ex nihilo de dinero y la circulación de capital ficticio10 un escándalo debido al
permanente riesgo de pánico bancario que representa.
Básicamente, lo que Marx y Simmel hacen, por separado, es mirar las dos caras
de un mismo fenómeno: progreso e individualismo por un lado, y explotación y
alienación por otro; por decirlo en una sola palabra: modernidad. La ambivalencia del
dinero se traduce en una paradoja que consiste en que el dinero es un instrumento de
emancipación a la vez que uno de opresión. Por un lado, es emancipador porque en su
simple y fácil manipulación – que permite a cualquiera que disponga de él el acceso a
servicios y bienes materiales – no hay necesidad de que interfiera la dimensión personal,
pues el dinero es parte de relaciones que (aparentemente) son objetivas, y por lo tanto
no importa si a uno le gusta el vendedor o si uno está subordinado a la persona por la
que está siendo pagada (Wieviorka, 2010). Por otro lado, el dinero es opresivo en tanto
en cuanto expone de manera obscena las desigualdades en los ingresos y los
patrimonios (Soriano, 2010). Precisamente, de acuerdo a d’Amato (2010), el dinero es
al mismo tiempo una causa y un símbolo de la ambivalencia de la modernidad, y de
manera similar a la religión, abarca e incluye todas las contradicciones que se
encuentran en el mundo.
En conjunto, pueden encontrarse varias consecuencias sociales perversas en
sociedades en las que el dinero no es simplemente una moneda, un medio, sino un fin en
sí mismo (d’Amato, 2010; McNally, 2011). Al final, el dinero y la cultura del dinero
10
Capital ficticio entendido como declaraciones de papel sobre futuros beneficios en forma de stock,
bonos, deuda y más (McNally, 2011: 81).
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son fenómenos sociológicos, formas de reciprocidad entre gente que deberían ser
contempladas de la misma manera que las ciencias, la religión y las artes (d’Amato,
2010), en la medida en que todos ellos penetran y de cierta forma transforman las
relaciones e interacciones sociales en las que toman parte. De hecho, Marx y Simmel
coinciden en que el dinero ha sido investido con el poder de transformar (según
Simmel) o alienar (según Marx) las relaciones sociales en las que opera. Además, al
tratar del capitalismo y los instrumentos y valores que le rodean, no emerge únicamente
la estructura socioeconómica sino que todo un sistema de creencias, hábitos y ética. En
este sentido, el actual ethos social podría caracterizarse por, entre otros, una cierta
interrelación de características tales como (a) el declive de la afiliación y del capital
social; (b) el auge del individualismo y el consumismo, y (c) la emergencia de
estructuras de carácter que apuntan hacia la infelicidad.
Bellah et al. (2008) señalan que la actual crisis cultural y de valores de la
sociedad norteamericana es fácilmente observable si se mira a la generalizada falta
confianza en las instituciones, la clase política, los vecinos, etc. junto con la baja
participación política y cívica de la población11, lo que resulta en un declive del capital
social. El debilitamiento de las conexiones y los lazos (bridging and bounding) se
traduce en un aislamiento del individuo actual que se detecta en la preeminencia de las
conexiones sobre las relaciones que dentro del contexto de la realidad virtual, ni
siquiera requieren de proximidad topográfica (Bauman, 2006a). El individualismo – uno
de los valores centrales del protestantismo y, consecuentemente, de la cultura y la
construcción nacional norteamericanas – ensalza la independencia personal y la
autosuficiencia por encima de todo; al mismo tiempo, admira la dureza y la fuerza y
adula a los ganadores, y, por el contrario, teme la dulzura y la debilidad y culpa a los
perdedores de su situación.12
En lo que respecta al énfasis que las sociedades actuales ponen en el
individualismo y el consumismo, pueden encontrarse fuertes vínculos entre estas dos
11
Bellah et al. (2008) dan cuenta del descenso de la afiliación (social) en la sociedad norteamericana:
desde las ligas de bolos hasta la asociación nacional de padres y alumnos, desde la liga de mujeres
votantes a asociaciones tradicionalmente masculinas.
12
Aún así, tal y como afirman Bellah et al., el individualismo solo puede ser sostenible cuando es
sobrellevado y vigilado por otras comprensiones morales más generosas que permitan a la gente aceptar
ciertas realidades básicas sobre la dimensión social de la vida humana. En el caso norteamericano, estas
visiones sobre la dimensión social de la vida humana son proporcionadas por el republicanismo cívico,
que a pesar de ensalzar el valor de la independencia de los individuos, cree igualmente en la participación
ciudadana en la vida en común de la sociedad.
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tendencias en la comercialización de las relaciones sociales e inter-personales, lo que
significa que el mercado se ha convertido en agente recurrente para satisfacer también
las necesidades no-materiales. Ciertos patrones reproductivos podrían ser ejemplos
específicos del individualismo y el aislamiento (soltería) combinados con el consumo de
la opción de mercado (la inseminación artificial y los vientres de alquiler). Tal y como
lo expresa Ulrich Beck, el consumismo se ha convertido en la única estrategia para
encontrar soluciones biográficas a problemas producidos socialmente13.
Así, el consumismo se ha convertido en uno de esos comportamientos
individuales normalizados en contextos sociales patológicos (Hamilton, 2006), a la vez
que sirve como un canal para la expresión individual y la definición social. De acuerdo
a Hamilton, el acto de consumir ya no sirve para satisfacer necesidades sino para crear
identidades, dado que es una forma de evitar confrontar el hecho doloroso de vivir vidas
vacías y aburridas y de crear la ilusión de encajar en la sociedad y de tener un yo
significativo. Según Bellah et al. (2008) en la medida en que la tradicional estructura de
clases se disuelve, el número de individuos y de grupos sociales que quiere ser
identificado no atendiendo a su ocupación sino que a sus preferencias culturales y su
estilo de vida, está creciendo (Bell, 2010), y esto es posible principalmente mediante la
exhibición de los bienes y servicios consumidos.
Los costes personales, sociales y medioambientales de la sociedad consumista
no deben ser subestimados. En la dimensión personal, debido al constante bombardeo
publicitario – especialmente diseñados para evadir las defensas conscientes que ayudan
a distinguir entre los productos que realmente necesitamos y los que no – que incita a
comprar para ser (o parecer ser) feliz y con éxito, el acto de comprar se ha vuelto un fin
en sí mismo y ha dejado de ser un medio. Al tratar sobre el consumismo actual, la
cuestión esencial reside en la confusión entre lo cualitativo y lo cuantitativo, es decir,
entre el hecho de ser y el hecho de tener (Velasco, 2002). El tener, en lugar del ser, es
el vector predominante para la auto-identificación, la identidad y la integración social14.
13
Citado en Zigmunt Bauman (2006a) Amor Líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos,
página 66.
14
El nuevo fenómeno de las enfermedades sociales, tales como la adicción a las compras y los desordenes
alimenticios, se están esparciendo entre las poblaciones de los países ricos. Estas enfermedades son
consideradas sociales en la medida en que la razón para su aparición, además de en una cierta
predisposición personal, hay que buscarla en la presión social que existe para alcanzar la perfección de
acuerdo a los parámetros dominantes actuales. Ver, por ejemplo, el documental Consumidos, disponible
en http://www.youtube.com/watch?v=uwJ4XcLZJZM
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En su dimensión social, en partes del mundo en las que la mayoría de la gente tiene todo
lo que razonablemente puede desear a su disposición en el mercado, el tener que seguir
comprando/gastando/consumiendo – algo para lo que hay que convencer a la gente de
sus necesidades de consumo – está dándose debido a razones macroeconómicas
(Hamilton, 2006). En este sentido, el consumismo se ha convertido en la forma de
servidumbre voluntaria que condena al consumidor a permanecer constantemente en
una situación de insatisfacción continua (Velasco, 2002), en la medida en que busca
tener algo un poco más nuevo y un poco mejor un poco antes que el resto. Aún más, el
deseo de consumir empuja a la gente a pedir créditos y endeudarse – uno de los pilares
del capitalismo financiero actual junto con el propio consumo y el crecimiento por el
crecimiento – lo que es expresión de un círculo vicioso que acaba generando más
frustración y ansiedad en los individuos endeudados. En términos del medio ambiente,
desde la perspectiva de la abundancia, la tierra se considera una fuente ilimitada de
recursos naturales capaz de sostener cantidades ilimitadas de desperdicios. Es ahora,
con la toma de conciencia sobre la capacidad limitada de la naturaleza para sostener la
humanidad y su comportamiento medioambiental irresponsable, cuando la cuestión de
la sostenibilidad del medio natural comienza a ser incluida en las agendas políticas, algo
que lleva a repensar los patrones y expectativas de consumo15.
En cuanto a la emergencia de nuevos tipos de estructuras de carácter, d’Amato
(2010) da cuenta de cuatro tipos universales y trans-históricos humanos que producen la
relación monetaria, a saber: el avaro, el cínico y el apático. La avaricia es la forma
extrema a través de la cual el dinero se convierte en el fin absoluto. Una persona avara
no es más que el sirviente de su sirviente en tanto en cuanto solamente obtiene
satisfacción del hecho abstracto de tener dinero (cuanto más mejor), y no gastándolo
para disfrutarlo en sus posibles formas concretas. Para el cínico y el apático, el dinero
también es el fin, siendo este tipo de caracteres la respuesta psicológica a la dominación
del dinero. El cínico reduce el valor de todas las cosas a la vez que admite que el dinero
tiene el menor de los valores, pero al mismo tiempo insiste en demostrar que todo valor
es ficticio y que, al final, simplemente oculta el sórdido atractivo del dinero. El apático
o el aburrido sería aquel que practica deportes extremos/de riesgo o utiliza drogas para
15
Ver,
por
ejemplo,
el
documental
http://www.youtube.com/watch?v=iob5r7GoEeE
10
Comprar,
tirar,
comprar,
disponible
en
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combatir el inmenso cansancio que bloquea al individuo sumiso al dinero y su
adquisición16.
Junto con la aparición de la cultura monetaria y la comercialización de las
relaciones sociales e interpersonales, nociones como el honor y la gloria declinan dando
paso a una serie de valores burgueses basados en la racionalidad, el interés, los
beneficios, etc. resultando finalmente en una afectividad neutral, en la indiferencia y en
la indolencia (d’Amato, 2010). Dicho con otras palabras, lamentablemente, cuando se
trata de dinero, valores y actitudes como la confianza, la generosidad y la simpatía
parecen desvanecerse (Soriano, 2010), dado que el dinero, a la vez que permite el
anonimato, obliga a los individuos a comportarse como extraños entre sí. Si los sujetos
estudiados por Mauss (1971) son descritos como generosos y felices y en última
estancia libres, los tipos de carácter que emergen en escenarios donde la adquisición y
la acumulación de dinero se considera un fin en sí mismo, están lejos de ser felices y
libres: el avaro, el apático y el cínico son ejemplos de la lógica perversa y de las
estructuras de carácter creadas por la dominación del dinero y de la cultura monetaria
en/de las estructuras materiales y simbólicas actuales.17
3. Cuestiones de emancipación. Toma de conciencia y alternativas
Además del discurso centrado exclusivamente en la crisis, emerge un nuevo
debate público centrado en la necesidad de implementar medidas y regulaciones que
resulten en una transformación de, al menos, los efectos más destructivos del
capitalismo financiero. Por lo tanto, puede pensarse que existe una cierta toma de
conciencia o al menos una comprensión general de cuestiones vitales, que puede ayudar
en el camino hacia horizontes más emancipadores.
16
Merece la pena señalar que la erosión del carácter del individuo moderno comienza con el nihilismo
como el proceso final de la racionalidad calculadora del ethos burgués que resulta en una pérdida de la
espontaneidad irreflexiva, en un escepticismo radical y en una constante puesta en cuestión de mano de
un tipo de ser humano extremadamente consciente de sí mismo (Bell, 2010). Por lo tanto, parece que el
individuo desencantado con el mundo encuentra difícil mantener el entusiasmo por la vida debido a sus
insuficientes fundamentos morales (Velasco, 2001: 67-113).
17
Podría también decirse, de manera más general y siguiendo al psicoanalista y filósofo humanista Erich
Fromm (2006: 24-25), que “en nuestra sociedad somos claramente infelices: solitarios, angustiados,
deprimidos, destructivos y dependientes”. En este sentido, Morin (2008: 19) da cuenta del aumento de la
prescripción y el consumo de psicotrópicos y de antidepresivos, habiéndose multiplicado por seis en
veinticinco años, y del incremento del número de suicidios y de hospitalizaciones psiquiátricas, que desde
1962 se han multiplicado por tres. La soledad y el aislamiento son males que nos acechan, si bien existen
alternativas en forma de, por ejemplo, “programas que promueven que ancianas que viven solas ofrezcan
vivir con ellas a jóvenes, beneficiándose ambas partes” (Lodeiro, 2008: 327).
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GT 20. MOVIMIENTOS SOCIALES, ACCIÓN COLECTIVA Y CAMBIO SOCIAL
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Especialmente, nos hemos dado cuenta de que la recuperación económica no ha
estado basada en un cuestionamiento oficial del modelo socioeconómico actual, sino
que, muy contrariamente, en su continuación. Al mismo tiempo, la desconexión entre la
economía financiera y la economía real ha quedado patente si atendemos a la rápida
recuperación del sistema financiero y su centro nervioso (Wall Street) y a la
implementación de planes de austeridad que afectan sobre todo a la clase trabajadora
(Main Street). Lamentablemente, a pesar del colapso del sistema financiero, de la toma
de conciencia pública y de la crítica social, al final, las cosas han seguido igual, sino
peor. Tal y como lo expresa Cassidy (2010), en Wall Street la recesión no duró mucho:
apenas un año y medio después del colapso de Lehman Brothers, Wall Street volvió a la
actividad obteniendo beneficios que batieron records anteriores – la industria de las
emisiones de títulos generó 55 billones de dólares en beneficios en 2009 y pagó 20,3
billones de dólares en bonos tras haber tenido pérdidas de 42,6 billones en 2008. Como
resultado, Cassidy afirma que el sistema financiero tiene el mismo aspecto que el que
tenía en 2007. En este sentido, es obvio para McNally (2011) que la clase gobernante ha
retomado su posición, en la medida en que la fuerza económica, política y social más
poderosa de los EEUU antes de la crisis, es decir, Wall Street, sigue siendo la fuerza
económica, política y social más poderosa de los EEUU tras la crisis (Henwood, 2010:
83).
Adicionalmente, el sistema financiero se ha recuperado gracias a la intervención
de los gobiernos que han rescatado a los bancos y las instituciones financieras con
fondos públicos, una decisión política impopular que ha causado rechazo y descontento
entre los ciudadanos (Cassidy, 2010). Tal y como Albo y Evans (2010) lo expresan, las
estrategias masivas de rescate para parar el colapso de los mercados, un tipo de formas
de intervención estatal no vistas durante décadas, transformó la crisis financiera más
grande de la historia en una crisis del sector público. Es ahora cuando somos testigos de
la lógica perversa que supone privatizar las ganancias y socializar las pérdidas en tanto
en cuanto hemos entrado en una era de austeridad, un eufemismo que en términos de
efectos prácticos se traduce en un asalto a los derechos sociales de las clases
trabajadoras en general (Panitch et al. 2010) y de los sectores más vulnerables de la
población en particular (niños, ancianos, mujeres, familias mono-parentales, gente sin
techo, los desempleados y los trabajadores precarios, las poblaciones migrantes y las
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minorías étnicas), quienes son los más dañados como consecuencia de los recortes en
sanidad, educación y programas de asistencia social (McNally, 2011: 23).
A pesar de que la deuda privada ha jugado un papel ciertamente relevante en las
crisis estudias por Reinhart y Rogoff (2009: xxxiii), la deuda de los gobiernos es a
menudo el problema común en el amplio rango de las crisis financieras que examinan.
Resulta interesante comprobar que, aún así, las políticas económicas neoliberales van
acompañas de discursos neoconservadores que desplazan el foco de la responsabilidad
desde la clase dirigente hacia la clase trabajadora. Tras casi una década de crisis, en
1979 Paul Volcker18 dijo que los estándares de vida de los americanos debían disminuir
(McNally, 2011: 25), algo que puede traducirse en que la gente debía prepararse para
asumir la culpa moral de haberse vuelto demasiado auto-satisfecha, demasiado confiada
en que la vida seguiría siendo cada vez mejor. Un discurso similar puede oírse hoy en
día tanto desde posiciones de la derecha política como desde el sector de la democracia
social (Albo y Evans, 2010: 284); tal y como lo argumenta McNally:
“Perhaps sensing that the storms are far from over, the ruling class is at work
shifting the very terms of debate. Rather than discuss what ails capitalism, it is
devising a rhetoric designed to blame its victims. No longer are global banks or
giant corporations at fault. Government officials and regulators need no longer be
scrutinized for their failures to prevent lies, scams, and swindles – and the
meltdown that accompanied them. No, the real culprits are poor and working class
people who expected too much. Having bailed out the very banks and global
corporations that created the crisis, political elites are now scapegoating their
victims: poor racial minorities in the U.S. who were conned into taking out
mortgages designed to explode, or Greek teachers and public employers who think
they have a right to decent pensions after a lifetime of service. As they construct the
discourse, our rulers hope to soften us up for a decade of pain – a period of high
unemployment, falling incomes, and huge cuts to health care, education and socialwelfare programs”. (McNally, 2011: 21)
De hecho, los efectos de la crisis no solamente alcanzan a los gobernantes, los
bancos y las empresas. Sobre todo afectan a las familias y los individuos que, en todo el
mundo, ven como sus sueños, proyectos y deseos se evaporan. Se ha vuelto obvio
quiénes son los mayores perjudicados por la última crisis financiera internacional:
ciudadanos comunes en virtualmente todos los países que bien han perdido sus trabajos
bien han visto sus jornadas laborales y sus sueldos reducidos. Por decirlo en palabras de
Brenner (2011: 64), el Main Street (familias de la clase trabajadora) se enfrenta al Wall
Street (elites irresponsables que se sirven a ellas mismas): la familia que trabaja duro y
18
Economista estadounidense, director de la Reserva Federal desde 1979 hasta 1987.
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que cuida de ella misma se mantiene como paradigma de las estrategias de
supervivencia actuales con las que la mayoría de la clase trabajadora se identifica, y, por
lo tanto, también se mantiene como el centro de las definiciones de la ciudadanía, la
virtud y la buena vida. Según Reinhart y Rogoff (2009), el actual desplome tendrá un
efecto profundo en el estudio de las conexiones entre los mercados financieros y la
economía real. De hecho, la crisis, independientemente de sus trágicas consecuencias,
conlleva una cierta verdad ideológica según la cual se rompe con la idea dominante
durante la década de 1990 de que la economía financiera se encuentra disociada de la
economía real (Wieviorka, 2010). Es ahora, cuando las consecuencias de la crisis
afectan a la economía (micro) real, a la sociedad y a la política al igual que a la calidad
de vida y de empleo, que las conexiones entre los dos universos se han vuelto evidentes.
Por lo tanto, no es difícil ver y comprender que a pesar de “habernos
acostumbrado a vivir con excesivas dosis de injusticia y de indignidad” (Velasco,
2011), esta última crisis del capitalismo ha provocado un interés en propuestas y
visiones socioeconómicas alternativas al mismo tiempo que ha creado áreas de
resistencia a la vez que prácticas de democracia radical opuestas a la lógica capitalista.
Si bien estos movimientos existían antes de la crisis financiera 2007-200819, es ahora
cuando se están volviendo más visibles y están atrayendo un mayor interés público. A
continuación se expone un intento de categorización en tanto en cuanto agrupación y
síntesis, de algunas de estas contra-tendencias20.
Alternativas socio-financieras: La banca ética (que promueve el derecho al
crédito), los bancos de tiempo (basados en el intercambio de servicios y tiempo en lugar
de servicios y dinero) y el crowfunding o financiación en masa (que consiste en
pequeñas aportaciones que en conjunto sirven para financiar proyectos de los que el
financiador se siente cerca) serían algunos ejemplos de alternativas socio-financieras
que ponen en práctica y contribuyen al debate sobre nuevas formas de relación socio19
Como ejemplo, Lodeiro (2008: 45-52) da cuenta de una serie de resistencias llevadas a cabo en la India
que merece la pena mencionar. El gobierno del estado de Kerala destaca por su plan de tres años para
hacer de este estado indio un espacio libre de Microsoft, Coca-Cola y Pepsi. Un grupo de mujeres de
Kerala pusieron en marcha una serie de protestas, sentadas y marchas en contra de la compañía CocaCola y finalmente consiguieron que se cerrara – la fábrica estaba causando grandes daños
medioambientales, económicos, políticos, sociales y de salud pública. Parece que la India está decidida a
hacer frente a estas industrias: los espacios libres de Coca-Cola y de Pepsi se están extendiendo por todo
el país; la cafetería del parlamento Indio no sirve estas bebidas, y 10.000 escuelas y universidades han
sido declaradas espacios libres de estas marcas y productos.
20
Lodeiro (2008) ofrece un exhaustivo listado de este tipo de contra-tendencias, siempre encaminadas
hacia la reducción del consumo y la búsqueda de la felicidad.
14
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económica. Adicionalmente, desde un punto de vista macro, el análisis económico
tradicional centrado en el Producto Interior Bruto ha sido parcialmente desplazado (o
completado) por otro tipo de índices como el propuesto por Amatya Sen (2005), Premio
Nobel de Economía y precursor del Índice de Desarrollo Humano21 como medición de
una serie de aspectos de la calidad de vida a través de una lista de capabilidades, es
decir, lo que somos libres de ser y hacer en oposición a los bienes y productos
materiales que tenemos. Esta es una invitación para cuestionarse uno de los mitos más
arraigados según el cual el aumento del PIB y de los ingresos está correlacionado con el
aumento del bienestar y la felicidad22. Finalmente, lo que este tipo de miradas tienen en
común es que dejan de lado la visión puramente economicista para alejar la idea de que
el dinero y el bienestar, una buena calidad de vida y la felicidad van de la mano,
apoyando aquellos estudios que demuestran que la felicidad y el dinero “sí crecen
conjuntamente en el caso de los individuos y las sociedades cuando el punto de salida o
comienzo es la pobreza”, pero que “tan pronto como es alcanzado un nivel moderado de
prosperidad económica, esta última puede incrementarse dramáticamente mientras que
la felicidad permanece igual o incluso decrece” (Borgmann, 2005: 89).
Soberanía alimentaria y producción ecológica: El objetivo último y principal
de este tipo de corrientes es promover y procurar una alimentación sana y nutritiva,
alimentando a toda la población con cosechas libres de pesticidas y preservando los
recursos para las futuras generaciones (Lodeiro, 2008: 205 y ss.; Sacristán, 2011). En
concreto, la producción ecológica “combina la formación científica con el saber
tradicional para producir alimentos sanos y de calidad, respetando el medio ambiente y
el bienestar animal” (Lodeiro, 2008: 217). Se trata de una economía ecológica que
provee productos locales y biológicamente garantizados y que, de esta forma, da lugar a
una resistencia cada vez mayor a la alimentación industrial (Morin, 2008: 36) y al
21
Existen otros índices como el Índice de Progreso Real/Genuino (IPR/G), el Índice de Bienestar
Económico Sostenible (IBES) y el Índice de Calidad de Vida. Lo interesante de estos índices es que
contrariamente al PIB, capturan otra serie de factores, dimensiones y variables sociales, políticas,
medioambientales, etc. que inciden en el bienestar de las personas, tales como la salud, la sanidad y la
protección social; la igualdad (de género) y la inclusión; la libertad personal, el trabajo y el tiempo libre o
de ocio; el voluntariado; la vida familiar, el trabajo doméstico y el cuidado de familiares; la estabilidad y
la libertad política. Igualmente, es cuanto menos curioso el caso de Bután, país asiático cuyos gobernantes
buscan incrementar el Índice de Felicidad Bruta de sus ciudadanos, para lo que llevan a cabo estudios y
encuestas sobre aspectos relacionados con el bienestar psicológico y el uso del tiempo libre de sus
ciudadanos (Sevilla, 2011).
22
La felicidad según Lyubomirsky (2008) como “aquella experiencia de alegría, satisfacción o bienestar
positivo, combinado con la sensación de que nuestra vida es buena, tiene sentido y vale la pena”.
15
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consumo extra que suponen el transporte, los envases y otros métodos de conservación
como las cámaras de frío y las sustancias químicas (Lodeiro, 2008: 115). Por otro lado,
la soberanía alimentaria es una propuesta política que defiende la capacidad que cada
persona, comunidad y estado tiene para decidir su alimentación así como el derecho de
los pueblos a decidir sobre las propias políticas agrarias y alimentarias, dirigidas hacia
el desarrollo sostenible y la seguridad alimentaria, en beneficio propio y del medio
ambiente y con independencia de los mercados (Ibid: 219; Sacristán, 2011).
Cultura y software libre: A diferencia de los propietarios de software que
mantienen su código fuente secreto sin permitir que los programas informáticos puedan
ser copiados o modificados, el software libre mantiene que estos no deberían ser
propiedad privada secreta de ciertas empresas sino que públicos y disponibles para los
usuarios en general (Lodeiro, 2008: 430 y ss.). Así se impulsaría el control sobre la
tecnología para que los ordenadores puedan trabajar para beneficiar a los individuos y
las comunidades y no a las grandes compañías informáticas que controlan el mercado
del software. Junto con esto, existe Copyleft, un movimiento político-cultural a favor de
la transformación social de la distribución de la cultura y el conocimiento que asegura
que liberar las copias y su distribución fomenta una mayor creación y hace que esta sea
además más diversa e independiente (Ibid.: 389 y ss.).
Participación política de la ciudadanía: Al contrario que el conservadurismo,
que propone políticas para despolitizar la sociedad civil, los nuevos movimientos
sociales se distinguen por tratar de politizar la sociedad civil más y mejor (Velasco,
2001: 415-472). Recientemente se han dado ejemplos de proyectos y voces
democráticas y democratizadoras que han resultado directa o indirectamente de la crisis
financiera 2007-2008 y que llaman a una transformación de la vida en común, de la
política y del escenario socioeconómico actual. La Primavera Árabe (iniciada en enero
del 2011), la Revolución Islandesa (silenciada por los medios pero que se ha convertido
es un magnífico ejemplo de ejercicio de la soberanía popular23) y la Spanish Revolution
(visible fundamentalmente a gracias al movimiento 15M y cuyos efectos a medio plazo
están emergiendo ahora con la consolidación de la plataforma Stop Desahucios) serían
claros ejemplos de participación política por parte de un sector de la ciudadanía hastiada
23
Soberanía popular porque en Islandia se adopta una nueva constitución surgida de asambleas
compuestas por ciudadanos sin vinculaciones políticas previas.
16
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no tanto de la crisis económica sino de la política, es decir, de la manera en la que los
gobernantes políticos han gestionado el declive financiero.
Cabe mencionar, por último, el movimiento decrecentista, que bien podría
considerarse como un lugar común para el tipo de alternativas medioambientalistas. El
decrecimiento es un movimiento compuesto por una mezcla de tendencias y una
variedad de grupos que si bien en muchos casos no son conscientes de pertenecer a este
corriente, tienen varios objetivos en común, como el de desmontar parcialmente las
economías actuales. Junto con este objetivo último, uno de sus puntos clave consiste en
desmitificar la creencia de que el crecimiento económico convencional genera cohesión
social, empleo, bienestar y felicidad. Además, sus puntos comunes son los siguientes: a)
respetar el medioambiente mediante la recuperación de una producción más lenta pero
de mayor calidad; b) moderar el consumo y evitar los excesos; c) trabajar menos para
interactuar más socialmente, y d) hacer de la humanización de nuestros actos una
prioridad y unir la búsqueda de la felicidad con el respeto. Y, por encima de todo, son
movimientos con una visión a largo plazo. La cuestión esencial a tener en cuenta al
pensar en clave decrecentista es que el crecimiento de los países ricos está basado en el
saqueo de los países empobrecidos, a menudo causando un daño medioambiental
irreparable (huella ecológica) y, en términos individuales, que promueve un tipo de
esclavismo que nos hace pensar que cuanto más trabajemos, más dinero ganaremos, más
consumiremos y más felices seremos. (Sacristán, 2011)
La puesta en marcha de políticas y estilos de vida decrecentistas podría
salvarnos del lugar oscuro incierto al que nos dirigimos y liberarnos de la servidumbre
voluntaria en la que nos encontramos. Para conseguir esto, deberíamos revisar nuestros
patrones y comportamientos como consumidores así como las políticas de crecimiento
basadas en recursos infinitos. Sin embargo, tal y como afirma Lodeiro (2008), al ser
probable que el sistema dificulte la puesta en marcha de este tipo de alternativas y otras
similares, es importante no sucumbir a la frustración. El decrecimiento, tal y como
afirma Taibo24, no es un proyecto que nos invite a ser infelices, sino que debería
ayudarnos a ser más felices dado que nos proporciona más interacción social, más
tiempo de ocio y disfrute en la medida en que nos desmarcamos de la obsesión por el
consumo.
Citado en Cristina Sacristán (2011) “Nuevas formas de consumo. Los mitos del crecimiento”, página
69. Carlos Taibo es profesor de ciencia política en la Universidad Autónoma de Madrid.
24
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4. Breves Conclusiones
La crisis es múltiple (económico-financiera, ecológico-alimentaria, política,
social, de seguridad, moral y de valores, demográfica) y – o debería decir pero – las
contra-tendencias y los movimientos de resistencia alternativos también lo son.
Además, el hecho de que estos diferentes movimientos se hayan encontrado y hayan
conectado supone una variación con respecto a las dinámicas previas en las que parecía
existir una dispersión, y falta de madurez, entre las variadas resistencias, tanto
individuales como colectivas. Tal y como afirma Morin (2008: 36-37), para que se den
una regeneración política y una metamorfosis de la civilización, es necesario que
previamente las fuerzas de resistencia se (re)unan para conseguir un todo – tal vez
estemos asistiendo a este momento (histórico).
Por lo tanto, podría concluirse que parte de la sociedad civil se ha movilizado y
ha decidido organizarse y funcionar al margen del establishment económico y
sociopolítico, y que un ethos social más abierto y crítico está emergiendo, guiado por
estilos de vida, relaciones económicas, conceptos socioculturales, comportamientos
morales y estructuras que rechazan los excesos, las exclusiones y las perversiones
típicas del capitalismo más salvaje.
Probablemente la mayor lección aprendida tras los recientes acontecimientos es
que es necesario otro tipo de visión y ambición sociopolítica y socioeconómica. La
corriente mayoritaria económica debería ser revisitada y repensada para una mayor
profundidad y expansión de la democracia, constantemente cobijada por la filantropía
tal y como la entendía Hannah Arendt, es decir, la humanidad conseguida a través del
discurso de la amistad demostrando así la disposición a compartir el mundo con los
otros25. La resistencia social, civil, con la colaboración y la solidaridad como
estandartes.
25
Citado en Zygmunt Bauman (2006a) Amor Líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos,
página 194.
18
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