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VICARIA ZONA SUR
Pastoral de Espiritualidad
LECTURA ORANTE DE LA PALABRA
EVANGELIO DE LUCAS 7, 11-17
Domingo 5 de Junio de 2016.
Preparación. La Lectura Orante nos da una pauta para leer y orar un texto bíblico, bajo la
Luz del Espíritu Santo. Lo más importante es tener el corazón abierto y estar preparado para
escuchar lo que Dios dice en el texto y lo que quiere decirnos hoy, para nuestra vida actual.
Preparemos entonces el ambiente exterior, un lugar y tiempo tranquilo. Así también,
preparemos nuestro templo interior, alejando los pensamientos que puedan distraernos,
porque vamos al encuentro del Señor de la Palabra.
INVOCACIÓN.
Alabemos a Dios, que en Su Palabra nos revela el designio salvador,
y digamos en súplica confiada: "Renuévame por dentro, mi Señor".
No cerremos el alma a Su llamada ni dejemos que arraigue el desamor:
aunque dura es la lucha, Su Palabra será bálsamo suave en el dolor.
Caminemos los días de esta vida como tiempo de Dios y de oración;
Él es fiel a la Alianza prometida: "Si eres Mi pueblo, Yo seré tu Dios".
Tú dijiste, Jesús, que eres Camino para llegar al Padre sin temor;
concédenos la gracia de Tu Espíritu que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.
LECTURA.- ¿Qué dice el texto de Lucas 7, 11-17?
Introducción. Este texto, propio del evangelista Lucas, nos presenta
uno de los encuentros más bellos de Jesús con el mundo del dolor y
la muerte. Veremos cómo Jesús cambia una procesión de muerte en
una procesión de vida que brota por la fuerza de Su misericordia.
La procesión de la vida ha comenzado en Cafarnaún, donde el sirviente de un centurión fue
sanado de su fiebre mortal por el poder de la Palabra de Jesús (Lc 7,1-10).
Por su parte, la procesión de la muerte se inicia en el corazón del poblado de Naín, cerca de
Nazaret, donde la muerte del hijo único significa para su madre, ya viuda, la soledad y el
abandono total al perder al único varón que puede darle apoyo afectivo, social y económico.
En este Año de la Misericordia, centremos nuestra Lectura Orante precisamente en la
Misericordia de Jesús.
Lectura. Leamos el texto en voz alta, lentamente, más de una vez. Pongamos atención a los
gestos y palabras de Jesús, contemplando con asombro y admiración Sus acciones:
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Jesús fue a un pueblo llamado Naín (v.11). Jesús camina, recorre los pueblos, va a las
“periferias geográficas y existenciales”, no se queda cómodamente instalado en casa,
va al encuentro de las personas.
Llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda (v.12). Jesús observa, ve y
escucha, se informa de los acontecimientos a Su alrededor, no se encierra en Su
divinidad, presta atención a las realidades humanas, se fija en el cortejo fúnebre, se
involucra.
El Señor, al verla, se compadeció de ella (v.13). Jesús se hace vulnerable, se deja tocar
por el sufrimiento ajeno, ve y escucha con el corazón, permite que el dolor de otros lo
remezca íntimamente “hasta las entrañas”, comprende los sentimientos de una madre
viuda y sin hijos (como lo será María Madre cuando Él muera…), empatiza con los
sufrientes y abatidos, solidariza de corazón con ellos, no se queda sólo en las palabras,
se dispone a hacer algo grande por ellos.
… y le dijo: “¡No llores!” (v.13). Jesús actúa de inmediato, se contacta con la persona
más afligida y necesitada, habla poco y con precisión, dice palabras de aliento y
consuelo, se hace hermano o padre para esta mujer y viene a llenar el vacío que la
rodea en ese momento.
Y acercándose, tocó el féretro (v.14). Jesús se aproxima, se hace prójimo, entra en
contacto directo, toca y percibe la frialdad de la muerte, se hace parte de los dolientes,
se arriesga a ser considerado impuro y a ser rechazado por la gente.
Después dijo: “¡Joven, a ti te digo, levántate!” (v. 14). Jesús habla al joven fallecido, le
da una orden, le comunica Su fuerza para revivirlo, con Su Palabra eficaz lo retorna a
la vida familiar y social.
Jesús se lo entregó a su madre (v.15). Jesús se responsabiliza por la vida del joven y su
madre, fraterniza íntimamente con ellos, reconstituye el vínculo roto en la familia y
con la sociedad.
En las acciones de Jesús vemos que la Misericordia no es sustantivo: es verbo, es obra
concreta.
MEDITACIÓN.- ¿Qué me dice o nos dice el texto de Lucas 7, 11-17?
Dios quiere que la vida de los seres humanos sea “muy
buena” (cf. Gén 1,26-31), por eso, no le basta con crearnos
sino que se empeña en cuidarnos. A lo largo de nuestra
existencia, el Señor nos regala nuevos impulsos de vida, con
acciones concretas de empatía, dulzura y delicadeza, con
sentimientos profundos –hasta las entrañas–, con amor de
Padre, Madre, Hermano de todos.
Con algunas de estas preguntas, reflexiona acerca de tu vida actual a la luz de la Palabra del
Señor. No necesitas responderlas todas, sólo las que toquen más fuertemente tu corazón.
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¿En qué momentos de mi vida he escuchado a Jesús que me dice: “¡A ti te digo,
levántate!”?
¿Soy una persona que vive entre cuatro paredes, o me involucro de corazón con la
gente a mí alrededor? ¿Cómo puedo crecer en misericordia y solidaridad?
Actualmente, ¿hay alguna situación de dolor o necesidad al interior de mi familia,
barrio o comunidad? ¿Cómo nos estamos apoyando, dando consuelo y vida?
¿Cuáles son las “periferias geográficas y existenciales” más próximas a mi entorno?
¿Cómo puedo informarme acerca de sus recursos y sus necesidades? ¿A qué me
desafía esto?
¿Cómo estoy contribuyendo a que mi familia y comunidad seamos portadores de vida
para los demás?
¿Me dejo contagiar por la urgencia del Amor y la Misericordia de Jesús? ¿A qué me
invita el Señor?
¿Cómo puedo agradecerle a Jesús toda la Misericordia que Él siempre ha tenido
conmigo?
ORACIÓN.
¿Qué le digo a Dios luego del regalo de Su Palabra?
Después de haber leído y meditado la Palabra, deja que surja de manera natural tu oración.
Exprésale al Señor tu gratitud, súplicas y alabanzas. Ruega a Dios por los que amas y por las
necesidades de nuestro país y del mundo.
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¿De qué quiero darle gracias hoy al Señor?...
¿Cómo le expreso a Jesús mi alabanza y adoración?...
¿Qué le pido hoy a Jesús para el mundo, para nuestro país, para nuestra Iglesia?...
¿Qué le ofrezco al Señor? ¿A qué me comprometo hoy con Él?...
Menciono los nombres de mis amigos y familiares enfermos o necesitados. Jesús los
conoce y los ama; los confío a Su infinita Misericordia.
CONTEMPLACIÓN.
Dejo que el Señor me ame y me ame
 Haz silencio en tu corazón. Contempla a Jesús el Señor
Crucificado Resucitado, que ha vencido el pecado y la muerte
para darnos Su Perdón y Vida en abundancia.
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Contempla a Jesús, el Señor, que se acerca a todo hombre y
toda mujer sufrientes, para tocarlos con Su Ternura y
Misericordia. Tú también, déjate amar y transformar por Él.
Contempla a Jesús, el Señor, que quiere renovarnos con el
Sacramento de la Reconciliación y alimentar nuestra vida y
nuestra esperanza con la Eucaristía. Déjalo actuar en tu
corazón.
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Escucha al Señor; quizás hoy Él quiere presentarte nuevos desafíos: las pasiones y
compasiones de Su Corazón ardiente. Deja que Él te una a Su misión; confía, Él está
contigo.
ACCIÓN. Y ahora, ¿cómo hago vida esta Palabra?
Únete a la procesión de la vida que Jesús sigue encabezando por los caminos de nuestra
historia.
 ¿Qué realidades de mi entorno voy a considerar con mayor compasión y misericordia?
 ¿Cómo voy a dar testimonio de la Misericordia de Jesús, en mi relación con los jóvenes,
las madres viudas y los sufrientes de nuestro tiempo?
 ¿Qué obras de misericordia corporales o espirituales me comprometo a poner en
práctica esta semana?
CANTO.
¡Misericordiosos como el Padre! ¡Misericordiosos como el Padre!
Damos gracias al Padre porque es bueno
Ha creado el mundo con sabiduría
Conduce a Su pueblo en la historia
Acoge y perdona a Sus hijos.
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
Damos gracias al Hijo, Luz de las gentes
Él nos ha amado con un corazón de carne
De Él recibimos, a Él nos damos
El corazón se abra a quien tiene sed y hambre.
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
Pedimos los siete dones del Espíritu
Fuente de todo Bien, dulcísimo Descanso
Confortados por Él, ofrecemos consolación
El amor espera y todo lo soporta.
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
Pedimos la paz al Dios de toda Paz
La tierra espera el evangelio del Reino
Gracia y gloria a quien ama y perdona
Habrá un cielo y una tierra nueva.
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!
¡Es eterna Su Misericordia!