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Resumen De La Economia Argentina De Aldo Ferrer
La economía Argentina- Las etapas de su desarrollo y problemas actualesIntroducción
Es posible definir cuatro etapas perfectamente diferenciables en el desarrollo económico
argentino. La primera de ellas abarca el período comprendido entre el siglo XVI y fines del siglo
XVIII. La definimos como la etapa de las economías regionales de subsistencia porque se
caracteriza por la existencia de varios complejos económicos sociales, en las distintas regiones del
país, que producían básicamente para el consumo interno y a muy bajos niveles de productividad.
La segunda etapa abarca desde fines del siglo XVIII hasta alrededor 1860 y la hemos definido como
la etapa de transición. Surge durante ese período la producción de cueros y otros productos de la
ganadería. Además, liberalizado el régimen comercial español a fines del siglo XVIII y lograda la
independencia en 1810, el puerto de Buenos Aires pudo aprovechar totalmente su ubicación
geográfica y convertirse en el punto de intermediación del comercio exterior. La tercera etapa,
que definimos como la de la economía primaria exportadora, se abre en torno de1860, cuando la
Argentina comienza a incorporarse vigorosamente en el expansivo comercio internacional y se
cierra con la crisis económica mundial de 1930. Durante este período, la expansión de las
exportaciones agropecuarias, el arribo de cuantiosos contingentes migratorios y la radicación de
capitales extranjeros, transformaron en pocas décadas la estructura económica y social del país.
Finalmente en 1930 se inaugura la etapa que hemos definido como de la economía semiindustrial
dependiente. Esta etapa se caracteriza por la existencia de una estructura económica y social
diversificada y comparable, en muchos aspectos, a la de las economías avanzadas modernas. El
carácter semiindustrial del sistema deriva de la insuficiente integración de las diversas fases de la
producción de la manufactura y de los altos precios relativos de los bienes industriales que reflejan
la inmadurez del desarrollo alcanzado. La magnitud del déficit entre las divisas que genera y
demanda el sector industrial, la dependencia tecnológica del exterior y el grado de
extranjerización del control de los sectores industriales dinámicos, configuran, a su vez, el carácter
dependiente del sistema.
Primera Parte- Las economías regionales de subsistencia (siglos XVI al XVIII)
I. El comercio como factor de disolución del orden feudal
1. Papel dinámico del comercio.
El aislamiento impuesto por la expansión musulmana (siglo VII) a los pueblos de Europa
Occidental sienta las bases del orden social de la Edad Media primitiva y de las economías
cerradas que producían para el autoconsumo. Las principales características de estas economías
eran la falta de mercados exteriores y la casi total ausencia de intercambio con otras regiones. La
agricultura constituía la base fundamental de la actividad económica y la población activa estaba
casi totalmente concentrada en la producción rural. La propiedad de la tierra, en manos de grupos
reducidos, proporcionaba el fundamento del orden político y social.
Desde un punto de vista dinámico, el rasgo distintivo de la economía feudal era la ausencia del
progreso técnico y el consiguiente estancamiento de la productividad. La acumulación de capital
era prácticamente inexistente. El bajo nivel de productividad sólo permitía a los trabajadores
rurales subsistir y pagar los tributos al señor. Cuanto más bajo es el nivel de productividad de una
economía, más alta es la proporción
de la población activa que se dedica a ocupaciones destinadas a producir alimentos y artículos
esenciales para la subsistencia. Siendo el comercio la única vía del aumento de la productividad
dentro de la economía feudal, constituía su sector por excelencia y posibilitó la acumulación de
excedentes económicos en otras manos que las de los señores feudales. Estos excedentes vinieron
a cumplir un papel totalmente distinto al de los excedentes apropiados por la clase feudal. Éstos se
consumían, aquellos volvían a volcarse a la actividad económica, intensificando el ritmo del
intercambio. La acumulación de riqueza en manos de los nacientes núcleos de comerciantes, el
aumento de la productividad del sistema a que dieron lugar sus actividades y las consecuentes
transformaciones en la estructura social y económica, sentaron las bases de la disolución del
orden feudal y del nacimiento del capitalismo comercial, una de cuyas consecuencias relevantes fu
la ocupación de las tierras americanas.
2. Las rutas mercantiles
Los dos centros dinámicos de la expansión comercial fueron en el norte, el Mar Báltico y el Mar del
Norte y, en el sur, el Mediterráneo Oriental. El tráfico por estas restableció paulatinamente el
intercambio entre Oriente y Occidente interrumpido por la expansión musulmana. A partir del
siglo IX el comercio de las ciudades de la península itálica dejó de estar limitado a Constantinopla y
los puertos cristianos del Asia Menor. El comercio con los pueblos musulmanes de África y Siria
comenzó a alcanzar una importancia creciente. En estas ciudades, principalmente Venecia, se
fueron creando núcleos económicos cuya principal
actividad no era la agricultura de subsistencia sino el comercio y las artesanías. Ellas se
constituyeron en los centros de irradiación de las fuerzas que irían disolviendo el orden feudal.
El comercio entre los pueblos cristianos de Occidente y los pueblos de Oriente se intensificó al
quedar librado el Mediterráneo del control musulmán. Los productos intercambiados eran
principalmente artículos de lujo provenientes de los pueblos orientales y materias primas y
alimentos producidos en Occidente.
En el norte de Europa el comercio, primitivamente impulsado por los escandinavos, recibió nuevos
estímulos con la expansión de los germanos hacia el este. El contacto entre el norte de Europa y el
Mediterráneo y el comercio del Oriente se restableció por vía marítima navegando en torno a la
península Ibérica y Brujas se constituyó en el centro del intercambio de los productos de los
pueblos eslavos y del norte de Europa con los provenientes del tráfico mediterráneo con Oriente.
3. Limitación de las transformaciones estructurales
El impacto producido en la estructura social y económica de Europa Occidental, por la expansión
comercial producida entre los siglos XI y XV, estuvo condicionado por las limitaciones objetivas
impuestas al intercambio de la época. Los primitivos métodos de transporte terrestre y los azares
de la navegación marítima hacían sumamente costoso el transporte, y los elevados márgenes de
ganancia de los comerciantes multiplicaban en los centros de consumo el precio original cobrado
por los productores. Estas condiciones imponían que las mercaderías objeto de tráfico fueran
especialmente aquellas de poco peso
y mucho valor, únicas que podían soportar los elevados gastos de comercialización. Los únicos
sectores en condiciones de adquirir los costosos productos de importación eran los miembros de
la clase terrateniente feudal, en parte la eclesiástica y la nueva clase de comerciantes.
Desde que comienza a reactivarse el comercio europeo hasta la revolución tecnológica del siglo
XVIII, la expansión del mercado a través de la ampliación de los contactos comerciales de los
países de Europa constituyó el elemento dinámico fundamental del desarrollo. La precariedad del
proceso técnico condicionaba el impacto que la ampliación del mercado podía provocar en la
transformación de la estructura productiva interna y, en última instancia, en el ritmo de
crecimiento de la producción.
Las nacientes ciudades, con el aumento de la población ocupada en las artesanías y los servicios
vinculados al tráfico comercial, plantearon problemas de abastecimiento que no pudieron ser
adecuadamente resueltos durante toda la Edad Media debidos a la escasa productividad de las
actividades agrícolas y las grandes dificultades del transporte a larga distancia de productos
voluminosos y pesados .
Las actividades comerciales fueron por excelencia el sector dinámico de la economía feudal, en
cuanto constituían el principal sector que permitía el incremento de la productividad del sistema
económico. Otro factor que complementó el impacto del comercio en este aspecto fue la presión
demográfica. El crecimiento de la población no podía ser totalmente absorbido por la oferta
limitada de tierras, a los mismos niveles tecnológicos y dentro de los mismos marcos
institucionales
del feudalismo. Esto provocó migraciones internas de los pueblos de Europa Occidental
principalmente hacia el este y la expansión de la ocupación territorial.
II. Formación de la economía colonial americana
Nuevos problemas de la expansión comercial europea
La dinámica del capitalismo comercial naciente llevaba de manera obligada a procurar la
expansión del mercado. La expansión turca de la segunda mitad del siglo XV y la conquista de
Constantinopla, interrumpieron las tradicionales rutas comerciales con el Cercano y Extremo
Oriente, estrechando repentinamente el campo operativo de las ciudades comerciales,
particularmente las italianas. Portugal, a través de las empresas precursoras de Enrique el
Navegante, abre la ruta marítima hacia Oriente en torno al África y le siguen España, Inglaterra,
Francia y Holanda.
El desplazamiento del centro de gravedad del comercio del Mediterráneo Oriental al Océano
Atlántico, puso fin a la preponderancia comercial de las ciudades italianas y trasladó el principal
teatro de los acontecimientos comerciales a los estados europeos de la cuenca del Atlántico y del
Mar del Norte. El descubrimiento de América fue un episodio clave de la expansión comercial
europea, repentinamente estrangulada por el control turco de Asia Menor y el Mediterráneo
Oriental.
El capital comercial europeo no penetró en la organización de los pueblos de oriente con quienes
mantenía relaciones económicas. Los despojaban por la fuerza de parte de su riqueza o, cuando
esto no era posible, comerciaban.
Pero como norma general, los comerciantes occidentales no organizaron en la periferia, como se
diría más
tarde, empresas industriales o agrícolas, manejadas por ellos, en las que pudieran cumplir un
auténtico papel de empresarios, esto es, combinar los factores productivos en una rama concreta
de la producción.
La realidad encontrada en América rompió los moldes operativos tradicionales de la expansión
comercial europea. En este Continente, los europeos se encontraron con civilizaciones indígenas
sometibles por la fuerza o con regiones de vastos recursos naturales inexplorados.
El primer tipo de relación económica establecido, dadas las condiciones imperantes, fue,
lógicamente, el pillaje. Pero esta relación económica, necesariamente transitoria, dejó en pie la
distinta naturaleza de la nueva empresa que implicaba América para todas las potencias
coloniales. Por primera vez, en la historia de la expansión comercial europea, se planteaba en gran
escala la necesidad de organizar la producción directamente, esto es, conjugar factores
productivos, capital y mano de obra, en el aprovechamiento de los recursos naturales.
Esta nueva realidad planteó problemas concretos, como el de la mano de obra y la organización de
la unidad productora, la ocupación territorial en gran escala, la organización política e institucional
de los nuevos territorios y, finalmente, la captación de riqueza para los gobiernos metropolitanos.
La necesidad de organizar la producción planteó principalmente el problema de la disponibilidad
de mano de obra. El imperio español era el que contaba con más abundancia de fuerza de trabajo
indígena aprovechable y su movilización hacia la producción fue el principal objeto de la política
colonial y de los colonizadores. Las
tradicionales organizaciones de la mita y el yanaconazgo, entre otras, regulaban las relaciones de
los trabajadores indígenas con la empresa productiva. Ninguna de las otras naciones coloniales
contó con una oferta preexistente de mano de obra como en el caso de España.
El envío de misiones avanzadas de conquista y colonización y la posterior población de los
territorios ocupados constituyó también un aspecto fundamental de la política colonial. La
organización política e institucional de los nuevos territorios operó en dos planos distintos. Por un
lado, la creación de las instituciones y organismos que fueron la manifestación de la soberanía de
la potencia colonial en los territorios de su dependencia. Por el otro, las medidas tendientes a
establecer el equilibrio político buscado ente las fuerzas sociales predominantes en las colonias.
Finalmente, las potencias coloniales debieron crear en sus relaciones con sus dominios americanos
loas cauces adecuados para volcar en las arcas fiscales parte de la riqueza obtenida en el Nuevo
Mundo. Esto se logró mediante métodos indirectos de captación de recursos, como impuestos y
contribuciones, o directamente a través de la explotación de ciertos recursos naturales por
funcionarios de la corona, como en el caso de la explotación de minerales preciosos en la América
española, o mediante la participación de capitales públicos en empresas productivas privadas.
El rasgo distintivo de la organización económica fue el régimen del monopolio excluyente
impuesto por las metrópolis.
La producción colonial y su localización
Las principales características de la economía de la época eran las
siguientes: a) las potencias metropolitanas eran eminentemente agrícolas y su intercambio
exterior estaba limitado a un número determinado de comestibles exóticos y productos
suntuarios, destinados a los grupos de poder político y económico, ya ciertas materias primas y
materiales; b) la precariedad de los medios de transporte, en virtud de las primitivas artes de
navegación y peligros del tráfico marítimo, elevaba enormemente los fletes de tal manera que
sólo los productos de gran valor y poco peso podían soportarlos. Entre este tipo de productos, el
descubrimiento de yacimientos de oro y minerales preciosos fue la preocupación principal de
todas las potencias europeas.
La actividad económica se localizó allí donde estaban ubicados los recursos naturales para
producir bienes buscados en la época, en primer lugar oro y plata, luego las tierras tropicales y las
zonas de las pesquerías y los bosques. EL factor distancia impedía la explotación de los recursos
ubicados en el interior del Continente y alejados de las vías de navegación. Esta gravitación del
factor distancia explica el bajo grado de desarrollo alcanzado por el actual territorio argentino
durante la época colonial.
El tipo de productos buscados y el factor distancia fijan lo límites a la extensión de la ocupación
territorial. Allí donde se explotan metales preciosos, los conquistadores entran hasta los puntos
más inaccesibles y lejanos del Continente. Cuando la actividad económica se concentra en los
cultivos tropicales son las zonas vecinas al mar o insulares las que se desarrollan: la expansión
territorial ocupa entonces sólo una estrecha franja del litoral marítimo.
Lo mismo ocurre donde se explotan las pesquerías, los bosques o ciertos productos agrícolas de
las zonas templadas.
Dinámica de las economías coloniales.
Las actividades económicas dinámicas en la economía colonial fueron aquellas ligadas al comercio
exterior. La minería, los cultivos tropicales, las pesquerías, la caza y la explotación forestal,
dedicadas fundamentalmente a la exportación, fueron las actividades expansivas que atrajeron
capital y mano de obra.
No siempre las actividades se desarrollaron en gran escala y con mano de obra esclava o servil,
como ocurrió con la minería y la agricultura tropical. Algunas de ellas, radicadas principalmente en
el hemisferio norte como la explotación forestal y la construcción naval, dieron pie a la empresa
en pequeña y mediana escala con trabajadores independientes.
En estas condiciones, al mismo tiempo que el sector exportador era muy poco diversificado. La
composición de la demanda tampoco favorecía la diversificación de ka estructura productiva
interna. Cuanto más se concentraba la riqueza en un pequeño grupo de propietarios,
comerciantes e influyentes políticos, mayor fue la propensión a adquirir bienes manufacturados
de consumo y durables en el exterior y menor fue la proporción del ingreso total de la comunidad
gastado internamente.
Tanto la estructura del sector exportador como la concentración de la riqueza constituyeron
obstáculos para la diversificación de la estructura productiva interna, la elevación consecuente de
los niveles técnicos y culturales de la población y el surgimiento de grupos sociales vinculados a la
evolución del mercado interno y a la búsqueda
de líneas de exportación no controladas por la potencia metropolitana.
El proceso de urbanización que se registró en estas colonias fue consecuencia del crecimiento de
mano de obra destinada a servir a los núcleos detentadores del poder político y económico y a la
presión demográfica de la población, que excedía los moldes de la economía colonial y no era
absorbida por las actividades productivas existentes.
Las regiones que más se desarrollaron durante la América Colonial fueron aquellas en que se
asentaron las actividades exportadoras. Mientras que las que se dedicaron a satisfacer el consumo
interno o su propia subsistencia, tuvieron poca importancia relativa dentro de la economía de la
época. De las actividades destinadas al mercado interno, sólo aquellas que de alguna manera se
vinculaban a un centro dinámico exportador experimentaron cierto grado de desarrollo.
III. Las economías regionales de subsistencia del actual territorio argentino
Ubicación de estos territorios en la economía colonial del Nuevo Mundo
Dados los elementos condicionantes de la localización de la actividad económica en la América
Colonial, se explica que el actual territorio argentino haya sido uno de los menos desarrollados
durante la época. Sus tierras no ofrecían elementos de atracción para la producción destinada a la
exportación. La principal característica del medio físico en estos territorios era la pradera de la
zona templada excepcionalmente apta para el cultivo de cereales y la producción ganadera.
La agricultura y la ganadería de zona templada, tanto en el norte como en el sur del Continente, se
mantuvieron ajenas durante
todo el período colonial al sector eminentemente dinámico: el comercio exterior. Constituyeron
actividades principalmente destinadas al autonconsumo de los productores o al estrecho mercado
local.
El actual territorio argentino no guardaba en el macizo andino y en las zonas montañosas del
centro y el noroeste, yacimientos de oro y otros minerales preciosos. Por otro lado, las tierras y los
bosques de la zona tropical del Noreste, a pesar de la posibilidad de su acceso marítimo a través
del río Paraná, no podía competir con el Brasil, las Antillas y las costas del Mar Caribe, en términos
de aptitud de sus tierras para los cultivos tropicales y facilidad de acceso a los puertos de
embarque.
El elemento impulsor de la conquista de estos territorios fue, como en todo el Imperio colonial
español, la búsqueda de metales preciosos y la ocupación efectiva de las tierras de la corona. La
población indígena existente en la época de la conquista se concentraba principalmente en la
actual zona de Cuyo, las provincias del noroeste en las estribaciones del Imperio incaico y en el
centro del país. Estas poblaciones indígenas fueron económicamente aprovechadas por los
conquistadores, dado su carácter pacífico y organizado. Las tribus de la zona Pampeana y de la
Mesopotamia constituidas por indígenas de muy bajo nivel cultural, nunca fueron incorporadas a
la economía colonial.
Desde el siglo XVI al XVIII ningún punto del territorio argentino fue testigo de una actividad
productiva fuertemente vinculada al comercio exterior. Esto determinó el escaso flujo de mano de
obra y capitales hacia estas provincias y el carácter eminente de sistemas cerrados
que tuvieron las economías regionales durante todo el período colonial.
La región del noroeste
Esta región incluía a las actuales provincias de Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca y
Tucumán. Durante el siglo XVI se introdujeron en la región los cultivos y haciendas que habrían de
desarrollarse posteriormente. De Chile provino el trigo y el algodón, del Brasil la caña de azúcar y
del Perú la hacienda en pie. La producción de metales alcanzó escasa importancia y estaba
fundamentalmente destinada al mercado interno. La organización de la producción respondía
básicamente al siguiente esquema. Por un lado, grandes fincas, propiedad de europeos, dedicadas
a la producción de algodón y a la ganadería para las minas de Alto Perú y de alimentos para el
autoconsumo. La mano de obra era proporcionada por indígenas organizados en encomiendas. El
resto de la actividad agraria estaba en manos de trabajadores que producían fundamentalmente
para su propia subsistencia y para un reducido intercambio. Algunas actividades de la región
gozaron de cierta prosperidad por su vinculación al comercio interregional.
El noroeste constituyó durante toda la época colonial la región de mayor importancia relativa
dentro del actual territorio argentino, debido, fundamentalmente a su cercanía a un centro
exportador dinámico: Potosí. Estos hechos no empañan, sin embargo, la característica básica de la
estructura económica de la región: su carácter eminentemente primario y de subsistencia.
La región de Cuyo
Esta región estaba compuesta por las actuales provincias de Mendoza, San Juan y La Rioja. Junto
con las primeras corrientes inmigratorias
se introducen en la región los cultivos y la hacienda que habrían de desarrollarse posteriormente.
Se explotan bajo riego los valles de las planicies orientales y la producción se concreta en la vid y
los frutales. Los pastos secos y las pasturas artificiales en la zona de riego dan pie a la producción
de ganada bovino, ovino y caballar.
La organización de la producción se ajusta a los mismos lineamientos imperantes para el Noroeste.
Por un lado, grandes propietarios territoriales titulares de encomiendas indígenas. Por el otro,
agricultores produciendo para su subsistencia y para el estrecho mercado local.
Alejado de todo centro exportador dinámico, el comercio externo de la región es pequeño y no
alcanza siquiera la significación del intercambio del Noroeste. La característica básica de la
economía regional es su carácter primario y de subsistencia.
La región del Centro
Comprende la actuales provincias de Córdoba y San Luis. Los primeros asentamientos europeos en
la región provinieron del Perú. La actividad agrícola estuvo frecuentemente vinculada a la
subsistencia de los productores y al consumo del estrecho mercado local. La ganadería, en cambio,
gozó de cierta prosperidad debido a que Córdoba fue el lugar de producción de hacienda,
particularmente animales de carga para el Alto Perú. La estancia colonial fue la forma típica de
organización de la producción ganadera.
La región del Litoral.
Esta región abarca históricamente las actuales provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y
Santa Fe. La población indígena existente en esta zona estaba constituida por tribus nómadas de
muy bajo
nivel cultural. Su trabajo nunca pudo ser sistemáticamente aprovechado por los colonizadores.
El Litoral fue durante el período colonial la región más atrasada, y menos poblada del actual
territorio argentino. La actividad agrícola languideció durante toda la colonia y los agricultores se
dedicaban fundamentalmente a producir para su propia subsistencia y para el estrecho mercado
local. La producción ganadera se apoyaba en el aprovechamiento de las haciendas cimarronas que
se habían reproducido en la pampa partiendo de las primeras cabezas introducidas por los
colonizadores.
El surgimiento de algunas posibilidades de comercio sistemático en cueros provocó la terminación
de la libertad de captura del a hacienda cimarrona y, hacia mediados del siglo XVII, comenzó el
otorgamiento de licencias para vaquear a grupos autorizados. Más adelante fue surgiendo la
crianza y aprovechamiento de las haciendas en rodeo que sienta las bases de la estancia como
forma de organización del sector ganadero.
La pobreza y la ausencia de producción exportable significativa de su misma zona de influencia, el
Litoral, y el escaso intercambio con las otras regiones del actual territorio argentino, explican que
los grupos comerciales de Buenos Aires hasta fines del siglo XVIII no hubieran alcanzado un
desenvolvimiento apreciable.
El Noreste y la Patagonia
El noreste abarca las actuales provincias de Misiones, Chaco, Formosa y norte de Corrientes. La
población prehispánica de estos territorios estaba compuesta por indígenas de un bajo nivel
cultural y no fueron integradas en la economía colonial. En cuanto a la Patagonia, con una
superficie equivalente
a una tercera parte del territorio nacional, no fue ocupada permanentemente durante todo el
período colonial.
IV. Estructura y dinámica del sistema
Durante todo el período en consideración, esto es desde el siglo XVI hasta fines del siglo XVIII, no
hubo en el actual territorio argentino una economía nacional por cuanto no existía un mercado
con un flujo recíproco, en escala significativa, de capitales, mano de obra y productos entre las
distintas regiones. El período se caracteriza, pues, por la existencia de economías regionales
autosuficientes separadas entre sí por grandes distancias, la ausencia de comunicaciones
marítimas y/o fluviales y la precariedad de los medios de transporte terrestres de la época. En
consecuencia, todo análisis de la estructura y la dinámica del sistema debe realizarse básicamente
a nivel de cada región.
Estancamiento de la población
La evolución de la población estuvo sometida en medida importante a las fluctuaciones en el
número de indígenas incorporados a las economías regionales.
Debilidad del sector exportador y la estructura productiva interna
En todas las regiones operaban básicamente los mismo factores que determinaban el círculo
vicioso del estancamiento y, en primer término, la ausencia de una actividad exportadora
expansiva y de significación en la producción total de cada región.
La debilidad del sector externo permite comprender el estancamiento de los diferentes sistemas
regionales. Pero también explica el hecho, frecuentemente apuntado en la literatura sobre el
pasado económico del país, de la diversificación de las estructuras productivas de cada
región y del autoabastecimiento de los principales productos y servicios consumidos por cada una
de ellas. En ausencia de una capacidad de importación apoyada en un volumen significativo de
exportaciones y/o el ingreso de capitales del exterior, la demanda de cada región se volcaba
internamente. La estructura de la oferta respondía lógicamente a la diversificación de la demanda
proporcionando alimentos, manufacturas y servicios requeridos por aquélla.
La baja productividad de cada sistema regional determinaba la existencia de un estrecho mercado
interno que reducía las posibilidades de la división del trabajo y de la expansión del intercambio
dentro de cada región.
La producción agropecuaria ocupaba entre el 80 y el 90% de la mano de obra total. El resto estaba
empleado en los servicios y las manufacturas. Aquellos estaban compuestos principalmente por
los servicios personales, los del gobierno y el comercio.
El bajo nivel tecnológico y escasa densidad de capital del sector exportador determinaban que, a
pesar de ser el más productivo del sistema, el producto por hombre ocupado en él no superase
sustancialmente al correspondiente al de la mano de obra ocupada en actividades de subsistencia,
en los servicios o en las manufacturas destinadas al mercado local.
Distribución del ingreso y acumulación de capital.
La distribución del ingreso entre los distintos sectores sociales dentro de cada región estaba
fuertemente condicionada por las relaciones concretas de los distintos grupos en el proceso
productivo. Tomando todas las regiones de conjunto, los únicos núcleos que poseían ingresos por
encima del nivel de subsistencia
eran los grupos de encomenderos y propietarios territoriales y, en menor medida, los
rudimentarios grupos comerciales. La importancia del sector de subsistencia que se desenvolvía
fuera de la economía del mercado determinaba que la economía monetaria estuviera
escasamente difundida. La economía monetaria sólo penetró en las transacciones destinadas
básicamente al comercio exterior a la región misma.
Dados los bajos niveles de productividad, la casi totalidad de la producción debía destinarse al
consumo. La estrechez del mercado externo e interno reducía enormemente el inventivo a la
inversión para expandir la capacidad instalada en las actividades agropecuarias y en las
manufacturas o para abordar nuevas empresas en los mismos campos.
Los ingresos del sector público, basados principalmente en tributos sobre las transacciones
exteriores y contribuciones sobre ciertos artículos de consumo, se invertían casi totalmente en los
gastos de defensa y administrativos.
El carácter eminentemente cerrado de las economías regionales se manifestaba también en la
ausencia de incorporaciones significativas de población y de capital provenientes del exterior.
Equilibrio entre las economías regionales.
La localización de las corrientes inmigratorias europeas se realizó en las zonas en que existían
poblaciones de indígenas cuyo trabajo pudo ser aprovechado por los colonizadores. En el actual
territorio argentino no existieron los factores de atracción de población europea, de capitales y de
la actividad económica, que influyeron en el desarrollo de otras zonas del mundo colonial
americano.
El equilibrio entre las distintas economías
regionales se explica fundamentalmente porque en todo el período en ninguna de ellas surgieron
actividades exportadoras dinámicas que hubieran provocado el desplazamiento masivo del centro
de gravedad de la economía.
Privada de todo estímulo externo para su crecimiento y ausente toda posibilidad de desarrollo
autónomo apoyado sobre la expansión de la demanda y la productividad internas, cada economía
regional era un sistema cerrado y autosuficiente. En toda la etapa en consideración no existió, por
cierto, una región que fuera el centro del sistema y un conjunto de regiones satélites de aquélla,
como ocurriría más tarde.
La autosuficiencia no fue, pues, desde el siglo XVI al XVIII, la característica distintiva del desarrollo
sino del estancamiento.
Segunda Parte- La etapa de transición (Fines del siglo XVIII hasta 1860)-
V. El puerto de Buenos Aires como intermediario comercial
El carácter cerrado y autosuficiente de las regiones comprendidas en el actual territorio argentino
y el equilibrio entre ellas, comienza a ser conmovido por el surgimiento de dos factores dinámicos
del desarrollo. El primero, es la apertura del Río de la Plata para el comercio colonial; el puerto de
Buenos Aires surge de este modo como el intermediario natural para el comercio de las regiones
meridionales del imperio sudamericano de España. El segundo, es la importancia creciente que la
ganadería del litoral va adquiriendo como actividad orientada hacia la exportación.
Ventaja locacional del puerto
EL Río de la Plata poseía una ubicación geográfica que lo constituía en la mejor vía de acceso al
corazón del imperio colonial
español al sur del Perú. El tramo de Buenos Aires a Potosí taraba 2 meses en recorrerse y los
caminos eran llanos. Por el contrario, de Lima a Potosí se tardaban 4 meses por caminos de
montañas. De esta manera, las mercaderías importadas puestas en Potosí tenían precios muy
distintos, según fuese su puerto de entrada Lima o Buenos Aires. Sin embargo, Buenos Aires pudo
hacer valer su ventaja competitiva frente a Lima recién en la segunda mitad del siglo XVIII en
virtud de las reformas liberales de los reyes borbones.
La importancia estratégica del Río de la Plata y el cambio de la política de España
La modificación radical de la política española frente al Río de la Plata, concretada
fundamentalmente con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 y en el Reglamento
de Comercio Libre de 1778, obedeció principalmente a cambios en la estrategia global de la
corona. La descentralización del poder administrativo, político y militar respondió a necesidades
estratégicas de defensa de estos territorios frente a la creciente penetración portuguesa e inglesa
en la región. La autorización acordada a Buenos Aires y Montevideo de comerciar en igualdad de
condiciones a los otros puertos de la América española, proporcionó la base material del
desarrollo indispensable a esta zona, que seguía dependiendo fundamentalmente de su papel de
intermediaria como base de su desenvolvimiento.
Significación de la creciente importancia comercial del puerto
Las reformas liberales de los borbones sentaron las bases de cambios profundos en el
funcionamiento dinámico de las economías regionales del actual territorio argentino. Buenos
Aires se convierte en el intermediario natural de la producción exportable del interior y en el
centro de abastecimiento de los productos importados del extranjero. Sin embargo, el escaso
desarrollo de la zona pampeana y la ausencia de una actividad fuertemente integrada en el
mercado colonial habría mantenido dentro de límites muy estrechos las posibilidades de
expansión de Buenos Aires como puerto de intermediación. Se necesitaría la expansión de una
actividad orientada hacia la exportación. La producción ganadera del Litoral habría de dar
respuesta a este problema. El nuevo papel de Buenos Aires permitió el desarrollo de un sector
comercial que fue ganando fuerza paulatinamente y acumulando capital e influencia en el proceso
de desarrollo. Por el otro, enfrentó en medida creciente a las economías regionales prácticamente
autosuficientes del interior con la competencia de la producción importada del exterior.
VI. Expansión del a ganadería
Condiciones favorables al desarrollo pecuario.
La producción ganadera es la primera actividad en la historia económica de estos territorios que
en escala significativa y en medida creciente se orienta hacia la exportación. Su desarrollo en el
Litoral constituye conjuntamente con la actividad comercial del puerto de Buenos Aires, el factor
dinámico del crecimiento económico en el período de transición.
Las exportaciones de cueros constituyeron el rubro ampliamente preponderante del comercio en
la etapa de transición. También surgieron rubros de exportaciones ganaderas como el tasajo y la
lana, pero en menor medida que los cueros.
Las condiciones que facilitaron el desarrollo
de la ganadería fueron básicamente las siguientes: abundancia de tierras fértiles en la zona
pampeana; expansión de la demanda mundial y liberalización del régimen comercial; escasa
complejidad de la empresa ganadera y finalmente, la escasa demanda de mano de obra de la
producción pecuaria.
La mejora paulatina de los medios de transporte marítimos y el crecimiento de la demanda de
productos ganaderos en Europa y América, abrió nuevos mercados. El incipiente proceso de
industrialización de las economías europeas estimuló el comercio mundial de productos tales
como los cueros y las lanas. Además, la producción de tasajo para el consumo de la mano de obra
esclava de las economías de agricultura tropical, constituyó otro factor de expansión estimulado
por la demanda externa.
Los factores apuntados determinaban una alta productividad del trabajo empleado en la
producción pecuaria, que superaba con exceso las necesidades de subsistencia de los productores.
La demanda externa creciente permitía obtener altos precios por los productos ganaderos. Los
márgenes de ganancia de la actividad ganadera se fueron acrecentando y echando las bases de
una de las principales fuentes de la acumulación de capital en el Litoral. Para aprovechar las
nuevas oportunidades ofrecidas por el desarrollo pecuario, debían solucionarse dos problemas
básicos: la expansión de la frontera y la apropiación territorial, por un lado, y la elevación de la
productividad en la producción ganadera por el otro.
La expansión de la frontera y la apropiación territorial
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII la expansión de las exportaciones de cueros
llevó inevitablemente a la necesidad de racionalizar la explotación pecuaria. No había ya suficiente
hacienda cimarrona para vaquear y la matanza incrementada la había alejado más y más de los
centros poblados.
De este modo, se plantea sistemáticamente, por vez primera, la necesidad de aumentar la
extensión de las tierras disponibles. Al mismo tiempo, la formación de unidades de producción,
estancias, para criar ganado y la necesidad de ejercer el derecho de propiedad sobre los rebaños,
llevó obligadamente a la apropiación privada de la tierra. El proceso de ocupación territorial en la
zona pampeana se desenvuelve ininterrumpidamente durante todo el siglo XIX hasta culminar con
la campaña de Roca de 1879 y la derrota definitiva del indio.
La apropiación privada de las tierras fue paralela al proceso de ocupación territorial. La política de
distribución de las tierras públicas, particularmente en la provincia de Buenos Aires, llevó a una
distribución de la mayor parte de la región pampeana ente reducidos grupos de personas. Hacia
mediados del siglo XIX se había consumado el proceso de apropiación privada de las tierras más
fértiles y mejor ubicadas de la pampa.
Capitalización y mejoras técnicas del sector.
Para consolidar su proceso de desarrollo, el sector pecuario debía introducir las mejoras
organizativas y técnicas básicas para elevar su rentabilidad. La mejora organizativa fundamental
consistió en la consolidación del sistema de la explotación en una gran propiedad territorial con
unidad de administración y empleando trabajo asalariado. La estancia es la primera empresa
capitalista en gran escala y expansiva que surge
en la economía del país.
La difusión del alambrado constituyó otra mejora técnica de importancia que permitió la elevación
de la rentabilidad de la estancia al consolidar los derechos jurídicos de propiedad, permitir al
productor un aprovechamiento más racional de las tierras y reducir la necesidad de mano de obra
al evitar las pesadas “rondas nocturnas” para vigilar la hacienda en campo abierto.
La importancia creciente de la producción de tasajo permitió una cierta integración de la
economía del sector pecuario mediante la complementación de la cría de hacienda con su
industrialización y el abastecimiento de la sal necesaria para el salado.
VII. El desarrollo del Litoral
Durante la etapa de transición no se formó aún la economía nacional, porque subsistían las
condiciones de aislamiento de las economías regionales y el escaso flujo entre ellas de capitales,
mano de obra y productos.
En esta etapa, pues, el análisis debe distinguir claramente la situación correspondiente al Litoral y
al resto de las regiones argentinas.
La apropiación de los derechos de aduana por Buenos Aires y la intermediación obligada de todo
el comercio exterior por su puerto, concentraba en ella los recursos fiscales y los ingresos
generados en la actividad comercial. Estas restricciones limitaron el impacto que la expansión
ganadera podía ejercer sobre Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes.
El aumento de la población
La población de las provincias del Litoral creció sostenidamente durante toda la etapa de
transición, particularmente en Buenos Aires, ciudad y campaña. Pese al aumento en el Litoral no
debe olvidarse que el mismo fue
paralelo con la expansión de la frontera, de tal modo que la densidad de población en las tierras
efectivamente ocupadas aumentó en mucha menor proporción de lo que podría deducirse.
Expansión de las exportaciones y evolución de la estructura productiva
La apertura de los puertos del Río de la Plata en la segunda mitad del siglo XVIII, la liberalización
total del intercambio después de la independencia y la expansión ganadera en el Litoral se refleja
naturalmente en el aumento de las exportaciones. En toda la etapa de transición se produjo un
desplazamiento del origen de las exportaciones desde las regiones del Interior hacia el Litoral y
que fue éste el que asimiló la mayor parte de los efectos expansivos del crecimiento del comercio
exterior.
El desarrollo de las actividades destinadas al mercado interno cuando comienza la etapa de
transición era insignificante. El consumo, en la medida que superaba los niveles de subsistencia, se
satisfacía en gran parte con productos importados. La expansión del ingreso en el Litoral durante
la etapa de transición provocó naturalmente una elevación de la demanda efectiva y una mayor
diversificación de la misma. El libre cambio se convirtió en la filosofía de los comerciantes y
ganaderos y, de hecho, el objetivo económico de la revolución de independencia fue eliminar
definitivamente las trabas al comercio que aún subsistían en la reglamentación colonial.
Exportaciones libres implicaban importaciones libres. El hecho de que la casi totalidad de artículos
manufacturados de cierta complejidad fueran adquiridos en el exterior determinó la ausencia de
producción interna de tal tipo de
bienes. Los sectores que se desarrollaron en la etapa de transición fueron la producción ganadera
fuertemente orientada a la exportación, las manufacturas y artesanías atraídas en su localización
por la demanda (como la industria de la construcción y los talleres de reparación de vehículos y
elementos mecánicos) y ciertos servicios.
La elevación del nivel de ingresos y la importancia que iban adquiriendo las ocupaciones
comerciales y urbanas provocó el crecimiento de la población de las ciudades del Litoral.
Distribución del ingreso. Acumulación de capital
El hecho de que el sector pecuario generara alrededor del 30% al 35% del producto del Litoral y
que la producción ganadera se realizara básicamente en grandes propiedades, fue el principal
factor determinante de la concentración del ingreso en una reducida parte de la población. La
actividad comercial estaba también fuertemente concentrada en los círculos vinculados al
comercio exterior y esto contribuía a aumentar la participación de los sectores empresarios en el
ingreso del Litoral.
Por otro lado, las depreciaciones del papel moneda registradas después de la independencia,
particularmente en la provincia de Buenos Aires, debidas básicamente a los fuertes déficit fiscales
y a la emisión de moneda para conjugarlos, contribuyeron a acentuar la concentración del ingreso
en los grupos ganaderos y comerciantes. La retribución de los trabajadores del campo y las
ciudades crecía en menor proporción que la devaluación del peso y que el nivel general de los
precios internos.
Dada la práctica imposibilidad de desarrollo de actividades manufactureras internas de cierta
complejidad
es probable que la mayor parte del ahorro de los sectores de altos ingresos se haya destinado a
financiar la expansión del sector ganadero, del comercio y de las construcciones urbanas,
particularmente en Buenos Aires. Los bancos y los sistemas financieros de intermediación se
fueron desarrollando en toda la etapa.
Estos factores sentaron la base incipiente del mercado financiero y de capitales del Litoral,
particularmente en la ciudad de Buenos Aires, que habría de desarrollarse más intensamente en la
etapa de la economía primaria exportadora.
El comportamiento del sector público
Los gastos públicos alcanzaron altos niveles en toda la etapa. No menos del 60% de los gastos
totales de los gobiernos del Litoral correspondían a los gastos militares. El resto era prácticamente
absorbido por las erogaciones para mantener o expandir la maquinaria administrativa del Estado.
Por otro lado, los ingresos corrientes de los gobiernos del Litoral provenían en alrededor de un
90% de los derechos de aduana y de puertos. La dependencia casi absoluta de los derechos
aplicados sobre el comercio exterior otorgaba una gran inestabilidad a los ingresos públicos. Otras
fuentes de recursos, como la colocación de títulos públicos en el exterior y la venta de tierras
fiscales fueron de escasa significación. Pero hubo otras dos fuentes significativas de obtención de
recursos para el fisco, particularmente el de la provincia de Buenos Aires, que completaban los
derechos de aduana y puertos. Ellas fueron la colocación de empréstitos internos y la emisión de
papel moneda. Los empréstitos internos adoptaron el carácter de contribuciones forzosas
aplicadas a los grupos que disponían de recursos en la época, esto es, comerciantes y
terratenientes.
En la medida que la política fiscal tendió a conjugar los déficit con emisión y no con empréstitos
internos, se trasladó el peso de la financiación de aquellos sectores de terratenientes y
comerciantes a los sectores de ingresos reducidos de la población. Estos últimos realizaron, así, un
verdadero ahorro forzado por la caída de sus ingresos reales frente al aumento del nivel de
precios.
El ahorro del sector público fue prácticamente insignificante durante toda la etapa de transición.
Los déficit prácticamente permanentes de los fiscos provinciales indicaban su incapacidad de
conseguir suficientes fondos para financiar sus gastos corrientes. La escasez del ahorro del sector
público determinó la ausencia casi total de obra pública durante toda la etapa, particularmente en
inversiones de infraestructura, especialmente la mejora de caminos.
Limitaciones al desarrollo del Litoral en la etapa
El proceso de transformación y de crecimiento de la economía del Litoral estuvo limitado en toda
la etapa de transición. A tal punto que la región siguió siendo escasamente poblada y las
condiciones de vida, particularmente de poblaciones más alejadas de los centros urbanos,
continuó siendo muy primitiva. Los principales factores de limitación del desarrollo del Litoral eran
básicamente los siguientes. En primer lugar, hasta la primera mitad del siglo XIX no se había
consumado la integración y formación del mercado mundial con las características que adquiriría a
partir de la segunda mitad del siglo. La 1 revolución industrial
no había transformado aún en profundidad las estructuras económicas de los países europeos y
los sistemas de transporte marítimo no habían recibido el impacto de las mejoras técnicas de la
utilización del acero y del vapor en los buques de ultramar, manteniendo los fletes excesivamente
altos para la economicidad del transporte de numerosos productos agropecuarios. Tampoco se
habían producido aún innovaciones técnicas, como la refrigeración de carnes, que abrirían más
tarde horizontes revolucionarios a la producción ganadera. En segunda lugar, 2 no se habían
incorporado al país cantidades suficientes de capital y mano de obra como para poblar la región
pampeana y aprovechar racionalmente la tierra disponible. La utilización de la tierra en todo el
período de la transición fue sumamente precaria y extensiva, el nivel tecnológico de las
actividades pecuarias sustancialmente bajo, la producción agrícola limitada a producir para el
mercado interno, la población rural muy reducida.
En la etapa de transición se cristalizó el régimen de propiedad de la tierra que influiría
sensiblemente en el desarrollo posterior. El crecimiento del sector agropecuario, que adquiriría un
papel dinámico revolucionario de la estructura y del desarrollo del país en la etapa de la economía
primaria exportadora, estuvo frecuentemente influido por este hecho.
VIII. El estancamiento del Interior
Evolución de la población
La población de las regiones del Interior creció durante la etapa de transición. Este aumento tuvo
origen básicamente en el crecimiento vegetativo ya que aquéllas no recibieron corrientes
inmigratorias. Por el contrario, es
posible que durante la etapa se haya producido un cierto desplazamiento poblacional del Interior
hacia el Litoral como reflejo del desarrollo de éste en contraste con el estancamiento de aquél.
Estrangulamiento del sector externo
Durante la etapa de transición las exportaciones realizadas por el puerto de Buenos Aires sufrieron
un cambio radical, tanto en cuanto su composición como al origen regional de las mismas. Hacia
1750 las exportaciones estaban compuestas en un 80% por plata del Alto Perú y en un 20% por
“productos de la tierra”, esto es, cueros casi en su totalidad. La composición de las exportaciones
revela que la gran mayoría de ellas, incluyendo las de plata del Alto Perú, tenían su origen en el
Interior.
La situación se modificó totalmente un siglo más tarde. Las exportaciones de plata habían
prácticamente desaparecido por al caída de la producción del Alto Perú y los “productos de la
tierra” representaban la totalidad de las exportaciones. Los cueros seguían ocupando un lugar
preponderante pero también el tasajo, la lana y el sebo tenían un lugar importante.
Un hecho fundamental para el desarrollo de las exportaciones del Interior fue la política de libre
cambio seguida por la provincia de Buenos Aires desde la independencia. El mercado del Litoral
era el único cuya demanda interna crecía al influjo de la expansión de las exportaciones. Pero esta
demanda interna se satisfacía fundamentalmente con bienes importados del exterior. El Interior
pudo haber recibido por vía indirecta los beneficios de esa expansión de las exportaciones, a
través del incremento de sus propias ventas para satisfacer la demanda creciente
del Litoral. La libertad de imposiciones seguida por Buenos Aires ahogó esta posibilidad y, con ello,
toda posibilidad de difundir los impulsos dinámicos generados por la expansión de las
exportaciones del Litoral.
En algunas provincias del Interior ciertas actividades destinadas al comercio interregional
subsistieron y aún se consolidaron durante la etapa de transición. Tal fue, por ejemplo, el caso de
la producción de azúcar en Tucumán. Por otra parte, en el sureste de la provincia de Córdoba el
desarrollo de la ganadería jugó un papel parecido al resto del Litoral. De todos modos, estas
excepciones no varían el marco general de estancamiento en que se desenvolvió el sector
exportador de las economías del Interior.
Permanencia de las condiciones del estancamiento
El estancamiento de las exportaciones del Interior cerró cualquier posibilidad de desarrollo en la
etapa de transición. Ausente toda perspectiva de crecimiento dentro de cada frontera regional
mediante la aplicación de innovaciones técnicas y el aumento consecuente de la productividad, el
ingreso y la demanda efectiva, el estrangulamiento del sector externo impidió la ruptura del
estancamiento tradicional.
La importancia real de la introducción de productos extranjeros en los mercados del Interior era
muy limitada porque la capacidad de absorción de productos foráneos por parte de las provincias
mediterráneas era muy reducida por su baja capacidad de importar , las tarifas y restricciones
aplicadas por los gobiernos provinciales para defender su propia producción y las grandes
distancias que elevaban enormemente los precios de los bienes importados
puestos en los mercados mediterráneos.
La naturaleza de las economías del Interior no se modificó durante la etapa de transición. La
producción de cada región se siguió utilizando dentro de cada mercado interno y una parte
sustancial de la población activa continuó ocupada en actividades de subsistencia.
Incapacidad financiera de los fiscos del Interior
El papel que los gobiernos de las provincias mediterráneas jugaron en el proceso de desarrollo fue
muy limitado durante la etapa. En ausencia de toda actividad expansiva y frente a los bajos niveles
de ingresos imperantes, poco era lo que podían hacer los gobiernos para reorientar la utilización
de los recursos económicos o impulsar el crecimiento.
Los ingresos fiscales estaban fuertemente limitados. El bajo nivel de ingresos y de transacciones
comerciales impedía que los tributos proporcionaran recaudaciones apreciables. Dada la alta
proporción de la población que vivía fuera de la economía del mercado y ocupada en actividades
de subsistencia, la posibilidad del gobierno de hacerse de ingresos a través de la emisión de papel
moneda era muy limitada. Muy escaso era, en efecto, lo que podía obtenerse por esta vía de
comunidades empobrecidas. El gobierno podía hacerse de pesos emitiendo, pero con ellos era
muy poco lo que podía comprar en términos de bienes o de sueldos puestos en manos de los
servidores públicos. La penuria financiera es historia común de todas las provincias del Interior.
El creciente desequilibrio interregional
La independencia creó la “cuestión” de la provincia de Buenos Aires en el seno del país y con ello
rompió el equilibrio tradicional
que existió durante la colonia. La autonomía de la provincia le permitía beneficiarse
exclusivamente de su posición privilegiada frente a los mercados de ultramar y del hecho que la
zona pampeana húmeda, asiento natural de la producción ganadera, estuviera contenida en su
mayor parte dentro de sus límites territoriales. Frente a esta situación la provincia se abrazó
firmemente a la defensa de su autonomía bajo la bandera del federalismo.
La posición de Buenos Aires durante la etapa de la transición se expresó no solamente en la
defensa de la política de libre cambio y el uso exclusivo de las rentas de la aduana, sino también
en la exclusión de otras provincias del Litoral del libre uso de los ríos para traficar directamente
con el exterior.
Tercera Parte- La economía primaria exportadora (1860-1930)
IX. El progreso técnico y la integración de la economía mundial
A partir de 1860 se inaugura una nueva etapa del desarrollo económico argentino. Dos factores
concurrentes echan sus bases: la expansión e integración crecientes de la economía mundial y la
gran extensión de tierras fértiles, escasamente pobladas, en la zona pampeana.
La revolución tecnológica inaugurada en Europa a fines del siglo XVIII y la industrialización de los
países más avanzados del Viejo Mundo, determinaron, entre otras, la apertura de posibilidades de
desarrollo de los territorios aptos para la producción agropecuaria de clima templado. La fértil
pradera pampeana se constituyó, así, en un centro natural de atracción de los intereses europeos,
particularmente de los británicos.
Corresponde analizar en primer término, los principales cambios ocurridos
en la economía mundial a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
Papel dinámico del progreso técnico
Tanto en Europa como en América hasta fines del siglo XVIII, fue la expansión del comercio y de las
actividades exportadoras lo que proporcionó el impulso dinámico fundamental para romper los
esquemas económicos de subsistencia, posibilitar la acumulación de capital, diversificar las
estructuras económicas y elevar los niveles de ingreso.
Pero el horizonte económico de la expansión comercial era necesariamente limitado. La expansión
comercial, por si sola, no podía llevar a los niveles de productividad y de ingreso más allá de los
límites impuestos por el desarrollo tecnológico de la época.
Era el estancamiento del progreso técnico la barrera infranqueable para el aumento sostenido y
generalizado de la productividad del trabajo y el ingreso. El conjunto de innovaciones técnicas que
comienzan a surgir a fines del siglo XVIII, conocidas como la “revolución industrial”, iniciaron la
ruptura de aquella barrera y abrieron una frontera ilimitada al desarrollo económico.
El aumento de la productividad y los ingresos generados por la revolución tecnológica
determinaron una expansión del mercado dentro de las propias fronteras nacionales de los países
en desarrollo.
Dados los límites que naturalmente tenía la capacidad de consumo de esos sectores de altos
ingresos, la variable económica fundamental determinante del nivel de la demanda era la
inversión. Las posibilidades de inversión estaban condicionadas por el crecimiento de la demanda
interna de bienes de consumo e inversión y también por la expansión de la demanda
externa. La ampliación del merado mundial a partir de fines del siglo XVIII, aumentó las
oportunidades de inversión en las actividades destinadas a la exportación.
La acentuada desigualdad en la distribución del ingreso que caracterizó el desarrollo inicial del
capitalismo, lejos de ser un factor retardatorio del crecimiento al restringir la demanda interna y
consecuentemente las oportunidades de inversión, fue un factor que estimuló el crecimiento al
ampliar el ahorro y la disponibilidad de recursos existentes para la acumulación de capital.
A mayores niveles de ingresos la demanda cambia de composición creciendo la importancia
relativa de los artículos manufacturados y los servicios y perdiéndola proporcionalmente la de
alimentos y artículos esenciales para la vida. Estos cambios en la composición de la demanda
provocan modificaciones consecuentes en la estructura productiva al orientar proporcionalmente
más capital y mano de obra hacia los sectores en expansión.
El progreso técnico constituye el elemento dinámico fundamental del desarrollo desde fines del
siglo XVIII y reemplaza a la simple ampliación de la frontera geográfica del mercado como factor
determinante básico del crecimiento de la productividad.
Carácter integrador de la tecnología
El progreso tecnológico tiene un carácter eminentemente integrador de la actividad económica. El
aumento de productividad e ingresos que provoca su penetración creciente en campos
especializados de la producción determina una complementación cada vez mayor de los distintos
campos de actividad, la expansión de la división del trabajo, la dependencia creciente de unos
productos
con otros.
El carácter integrador del progreso técnico no se agotó ni se agota dentro de las fronteras
nacionales con la interdependencia creciente de los productores y las distintas regiones. Se
extiende al ámbito internacional, y la formación del mercado mundial, a parir de la segunda mitad
del siglo XIX, es una manifestación de aquel carácter integrador.
La revolución producida en los barcos de navegación de ultramar en las últimas décadas del siglo
XIX posibilitó reducir radicalmente los costos de transporte y acortar las distancias en el tiempo.
Flujo de capitales, migraciones y expansión comercial. El sistema multilateral de comercio y
pagos.
La integración de la economía mundial se realizó por tres vías principales: el movimiento
internacional de capitales, las corrientes migratorias y la expansión del comercio mundial.
a) Movimiento internacional de capitales: Entre 1874 y 1914 las inversiones extranjeras totales a
largo plazo ascendieron de 6 mil millones a 44 mil millones de dólares corrientes. Del aumento
registrado entres esos años, 27 mil millones de dólares correspondieron a Inglaterra, Francia y
Alemania.
La apertura de los mercados europeos a la producción de alimentos y materias primas del
exterior fue consecuencia del proceso de industrialización de los países de Europa, la
especialización creciente de éstos en la producción manufacturera y la mejora de los medios de
navegación de ultramar que rebajaron radicalmente los costos de transporte. Esto abrió a las
economías de los países ajenos a la revolución tecnológica grandes posibilidades de inversión en
las actividades destinadas a producir
para los mercados de los países industrializados. Los que más posibilidades ofrecían fueron
aquellos de grandes recursos naturales y escasa población.
b) Migraciones: La gran corriente de emigración de Europa comienza hacia 1830. El principal
destino fue los Estados Unidos. Otros países americanos , especialmente Argentina, Canadá y
Brasil, recibieron también cantidades sustanciales de emigrantes europeos. Las corrientes
migratorias permitieron incorporar a los países de grandes recursos naturales y escasa densidad
de población al proceso formativo de la economía mundial.
c) Comercio mundial: La expansión del comercio mundial completa el cuadro del proceso de
integración de la economía mundial durante el período. La composición del comercio mundial
sufrió cambios sustanciales. A partir de la últimas décadas del siglo XIX la diversificación de las
estructuras económicas europeas, el desarrollo del ferrocarril, la revolución tecnológica en los
navíos de navegación de ultramar y el desarrollo de técnicas de conservación de productos
perecederos provocaron un crecimiento vertiginoso de las exportación de productos
agropecuarios y minerales.
d) Sistema multilateral de comercio y pagos: El movimiento internacional de capitales y la
expansión del comercio se manifestaron en una multiplicación del flujo de pagos internacionales.
Las cuentas internacionales se saldaban en el marco de un amplio sistema multilateral de
comercio y pagos. La convertibilidad de monedas y su vinculación con un patrón único de valor, el
oro, facilitaban las transacciones y la cancelación de los pagos internacionales. El sistema
multilateral de pagos
comenzó a expandirse desde las últimas décadas del siglo XIX hasta su quiebra como resultado de
la crisis mundial de 1929.
Cauces de la integración económica
En todo el período Inglaterra jugó un rol fundamental como exportador de capitales y fuente de
las corrientes migratorias. Durante el período considerado las inversiones extranjeras británicas
fueron reorientadas desde Europa a países no europeos y una parte de las nuevas inversiones en
éstos últimos fueron financiados con la liquidación de inversiones británicas en Europa. Inglaterra
proporcionó también parte sustancial de la población que emigró hacia los nuevos países.
Inglaterra registraba un fuerte exceso de importaciones sobre exportaciones, esto es, un déficit en
su balanza comercial, que financiaba con los ingresos generales generados por sus inversiones en
el exterior y por los servicios comerciales y financieros que prestaba Londres como centro del
sistema del comercio multilateral de comercio y pagos.
El aspecto más importante del proceso integrador de la economía mundial a partir de las últimas
décadas del siglo XIX es la incorporación dentro de ella de un grupo numeroso de países en calidad
de productores y exportadores de materias primas y alimentos. Los Estados Unidos cumplieron un
doble papel en todo el proceso porque habiendo surgido como el principal exportador de
alimentos y materias primas, comenzó, como consecuencia de un vigoroso desarrollo industrial, a
convertirse en un fuerte exportador de productos manufacturados.
Las economías industriales buscaron en las economías periféricas fuentes de abastecimiento de
alimentos y de materias primas
condiciones más económicas de las que podían producir internamente u obtenerse en los
proveedores tradicionales. También procuraron ampliar sus mercados de colocación de productos
industriales penetrando con ellos en los mercados internos de los países de producción primaria.
Canalizaron sus capitales hacia estos países en búsqueda de mayores rendimientos y con la
finalidad de capacitar a sus economías para cumplir las funciones señaladas en los dos puntos
anteriores.
Las inversiones de capital extranjero cumplieron el papel fundamental de capacitar a los países
deudores para cumplir su función de exportadores de alimentos y materias primas mediante el
suministro de recursos para el desarrollo de obras de infraestructura; de los mecanismos
comerciales y financieros básicos para la movilización de la producción exportable y la distribución
de importaciones en el mercado interno y el desarrollo directo de actividades destinadas a la
exportación. Este proceso sentó las bases de una división internacional del trabajo.
En los países industriales el proceso de integración de la economía mundial aceleró la
transformación y diversificación de sus estructuras económicas y aumentó el ritmo de desarrollo.
La importación de alimentos y materias primas a precios más baratos que los producidos
internamente provocó la disminución de la importancia del sector primario dentro de sus
economías y el traslado acelerado de la mano de obra hacia actividades industriales. El sector
industrial recibió estímulos con el surgimiento de una demanda creciente de productos
industriales en los países de producción primaria. En los países de producción primaria
el proceso integrador de la economía mundial conmovió profundamente sus estructuras
económicas y sus ritmos de desarrollo.
Así como el progreso técnico desencadenó las fuerzas expansivas en las economías europeas, así
también el tipo particular de relaciones establecidas bajo la forma específica de división
internacional del trabajo resultante, condicionó la futura capacidad de los distintos países para
generar y asimilar el progreso técnico. De hecho el hoy llamado “mundo subdesarrollado” está
compuesto básicamente por el mismo conjunto de países que hacia la segunda mitad del siglo XIX
se incorporó a la economía mundial como productor y exportador de productos primarios e
importador de manufacturas.
En la medida en que el cauce fijado para la integración mundial propició la especialización en la
producción primaria y obstaculizó la diversificación de las estructuras económicas y la
industrialización de los países periféricos, se convirtió uno de los factores fundamentales que,
después de un primer impulso inicial, frenó el desarrollo de sus economías.
Ubicación de la Argentina en la economía mundial
La zona pampeana constituyó uno de los principales centros de atracción del flujo migratorio
europeo y del movimiento internacional de capitales. El objetivo y el resultado de este proceso
fueron el vigoroso aumento de las exportaciones argentinas y la ubicación del país en un lugar
destacado en la economía mundial, tanto por el volumen de su comercio exterior como por la
magnitud de los capitales extranjeros invertidos en él.
X. Factores condicionantes y expansión agropecuaria.
Los factores condicionantes.
La
incorporación de la economía argentina al expansivo mercado mundial a partir de mediados del
siglo XIX se efectuó sobre la base de la expansión de las exportaciones de productos
agropecuarios. La expansión de las exportaciones y de la capacidad de pagos sentó el basamento
de un complejo sistema de relaciones económicas y financieras del país con el exterior.
El incremento de las exportaciones fue posible por dos motivos. El primero fue la fuerte expansión
de la demanda mundial de productos agropecuarios. El segundo, que el país disponía de enormes
extensiones de tierras fértiles en su zona pampeana no explotadas. Pero estos factores no
bastaban para posibilitar la expansión de la producción agropecuaria y el consecuente aumento de
las exportaciones. La escasez de mano de obra impedía el aumento de la producción y de las
exportaciones agropecuarias. Por otro lado, los medios de transporte terrestres continuaban
siendo prácticamente los mismos de la colonia. Finalmente, la separación de la provincia de
Buenos Aires de la Confederación y la guerra civil, creaba un clima de inestabilidad política que
obstaculizaba seriamente el poblamiento de la zona pampeana, el trazado de ferrocarriles, la
entrada de capitales del exterior, en fin, el funcionamiento mismo del sistema.
Inmigración y ferrocarriles
La solución a la escasez de mano de obra se encontró en la incorporación de fuertes contingentes
migratorios del exterior. Bajo el fuerte estímulo de la incorporación de inmigrantes, la población
rural de la región pasó de aproximadamente 600 mil habitantes en 1869 a 1.300.000 en 1895 y
1.900.000 en 1914, cuando culmina
el proceso migratorio y el desarrollo de la etapa. Dicho aumento conjuntamente te con las mejoras
técnicas y la mecanización introducida en las explotaciones, permitió la fuerte expansión de la
producción rural registrada en la etapa.
El ferrocarril fue la respuesta al problema de transporte, rebajando radicalmente los fletes y
posibilitando, con su sola presencia, la puesta en producción de las tierras más alejadas de los
puertos de embarque y de los centros de consumo. En 1857 existían solamente 10 km de vías
férreas en el país, cuando concluye la etapa, en 1930, la extensión de la red ferroviaria ascendía a
38.634 km. La financiación de las inversiones en ferrocarriles se realizó fundamentalmente con
capital extranjero.
La organización nacional
El régimen de autonomías provinciales anterior a la caída de Rosas y el posterior enfrentamiento
ente la provincia de Buenos Aires y la Confederación, impedía el establecimiento de un clima de
estabilidad institucional. Administrativa y política, indispensable para el desenvolvimiento de la
nueva etapa. La reincorporación de la provincia de Buenos Aires a la Unión Nacional en 1861 y la
elección de Mitre como presidente del país unificado en 1862, consuma, en el plano institucional,
el último d los requisitos básicos para el funcionamiento de la economía primaria exportadora.
a) Régimen presupuestario: Hasta la caída de Rosas cada provincia tenía su propio presupuesto.
Producida la separación de Buenos Aires de la Confederación, la provincia siguió con su régimen
financiero y la Confederación estableció los primeros presupuestos nacionales. Pero,
naturalmente, el problema
fundamental era la fuente de recursos. La aduana de Buenos Aires aportaba no menos del 80% al
90% de todos los recursos públicos consolidados. Como consecuencia lógica, había que
nacionalizar la aduana de Buenos Aires. Esto tuvo lugar en el año 1862 durante el régimen
presidencial de Mitre. La nacionalización de las recaudaciones de aduana y el establecimiento del
primer presupuesto nacional efectivo sentaron las bases de un fisco cuyos recursos se irían
expandiendo al compás del aumento del comercio exterior y el desarrollo general del país. El
establecimiento del presupuesto nacional y la nacionalización de la aduana permitieron expandir
vigorosamente los gastos totales del sector público y apelar, sobre la base de fuerte respaldo de
las recaudaciones de aduana, al ahorro externo.
b) Sistema monetario: No bastaba la existencia de un presupuesto nacional para crear las
condiciones totalmente satisfactorias para la entrada de capital extranjero. Era necesario, además,
establecer un sistema monetario que permitiese condiciones de estabilidad para el valor de la
moneda nacional y asegurase el puntual cumplimiento de los compromisos exteriores del sector
público. Después de 1862, la facultad de emitir papel moneda de los bancos llevó frecuentemente
a la expansión monetaria para financiar los déficit fiscales. La expansión monetaria se produjo en
condiciones de contracción del comercio exterior y de reducción de las fuentes normales de
recursos, especialmente las recaudaciones de la aduana. El aumento del dinero en circulación
llevaba a una fuerte depreciación del peso que encarecía las compras de oro que el gobierno debía
realizar
para pagar los intereses y amortizaciones de su deuda externa. Conforme a la teoría dominante
era necesario vincular estrechamente el circulante interno a las disponibilidades de oro y emitir
solamente como contrapartida de depósitos del metal. La convertibilidad del oro en pesos y del
peso en oro por un solo instituto emisor, aseguraba la estabilidad del tipo de cambio y evitaba la
creación de dinero. Recién en 1899, con la creación de la Caja de Conversión, la centralización en
la misma de la facultad de emitir y el establecimiento de la convertibilidad se sentaron las bases
monetarias para el funcionamiento adecuado del sistema.
La organización política e institucional del país proporcionó, pues las garantías necesarias para la
entrada de capitales e inmigrantes del exterior y posibilitó la adopción de una política económica
que facilitó las fuerzas de la integración de la economía argentina en el mercado mundial dentro
de los moldes de una economía primaria exportadora.
El régimen de tenencia de la tierra
La intensidad del desarrollo del sector rural y la conformación social resultante del mismo,
estuvieron fuertemente condicionadas por el régimen de tenencia de la tierra heredado de la
etapa de transición. El proceso de expansión de la frontera durante el siglo XIX fue acompañado
por la apropiación de grandes extensiones de tierras en pocas manos. Este hecho obstaculizó el
acceso a la propiedad de la tierra de los trabajadores rurales que se incorporaban a la expansiva
economía agropecuaria de la región pampeana y dio origen a la característica institucional básica
de la misma: la explotación de una
parte sustancial de la superficie disponible por arrendatarios y de otra parte también significativa
en grandes unidades productivas.
El elevado grado de concentración de la propiedad territorial y de difusión del sistema de
arrendamiento se refleja naturalmente en la estructura social del sector agropecuario. Las
características del régimen de tenencia disminuyeron las posibilidades de crecimiento de la
producción rural. Por un lado, porque la falta de acceso a la tierra redujo la capacidad del campo
de absorber las corrientes migratorias del exterior. Por otro lado, la capacidad de capitalización del
sector se vio limitada por la falta de interés de los arrendatarios en realizar inversiones fijas
permanentes en tierras que no les pertenecían y por la alta inclinación de los grandes propietarios
a destinar una proporción de su ingreso al consumo de tipo suntuario y a realizar inversiones fuera
del sector.
La concentración de la propiedad territorial en pocas manos aglutinó la fuerza representativa del
sector rural en un grupo social que ejerció, consecuentemente, una poderosa influencia en la vida
nacional.
Expansión agropecuaria
Bajo el influjo de condiciones excepcionalmente favorables para el desarrollo agropecuario, se fue
ampliando rápidamente la cantidad de las tierras de la región pampeana puestas en producción.
La expansión de la superficie explotada acompaña durante todo el período el crecimiento de la
producción y de las exportaciones agropecuarias.
El hecho más notable de la expansión de la producción rural desde la década de 1870 hasta la
primera década del siglo XX, radica en la fuerte expansión de la
producción agrícola, fundamentalmente cereales y lino. Dentro de las exportaciones de productos
ganaderos también se produjeron cambios sensibles en todo el período. Los más notables se
refirieron al aumento de las exportaciones de lana, primero y, hacia fines del siglo XIX, la vigorosa
expansión de las carnes, al introducirse el frigorífico y la exportación de carnes enfriadas,
fundamentalmente al Reino Unido.
En la ganadería la zanja primitiva para demarcar los límites de la estancia y el pozo y la aguada
natural comienzan a ser reemplazadas por el alambrado, los molinos de viento y el tanque
australiano. Por otro lado la introducción de reproductores importados permitió un rápido
mejoramiento de la calidad de las haciendas y las prácticas organizativas de la producción pecuaria
fueron mejoradas en muchos establecimientos por la incorporación de personal especializado
provenientes del Reino Unido y Escocia.
En las actividades agrícolas la introducción de semillas importadas y la importación de maquinaria
fueron los principales estímulos a la mejora de la productividad agrícola.
XI. Estructura y dinámica del sistema
Exportaciones y endeudamiento externo
a) Exportaciones: Tanto el volumen como el precio de los productos rurales exportados por
Argentina estaban condicionados por el nivel de la demanda externa y éste, a su vez, por el de la
actividad económica de los países industrializados que absorbían la mayor parte de los productos
agropecuarios comercializados en el mercado mundial. Merece recordarse que la fluctuación de
los precios de los productos primarios fue, y sigue siendo, más fuerte que la de los productos
industriales. De esta manera, la caída o aumento del volumen de las exportaciones de alimentos
y materias primas ha sido generalmente acompañada por el empeoramiento o mejora,
respectivamente, de los términos de intercambio de tales productos por bienes industriales. El
volumen, los precios y el poder de compra de las exportaciones argentinas estuvieron en toda la
etapa condicionados básicamente por la fase del ciclo económico por el cual atravesaban los
países industrializados importadores de los productos del país.
b) Endeudamiento externo: Desde la segunda mitad del siglo XIX, Argentina recibió una proporción
importante del flujo de capitales exportados por los países industrializados , particularmente
Inglaterra, hacia las áreas en desarrollo. El capital extranjero radicado en el país producía intereses
y utilidades que, juntamente con las amortizaciones del mismo, se remitían al exterior en
concepto de servicios de ese capital. La magnitud del endeudamiento externo determinaba que
estos servicios representaran una proporción elevada del oro y divisas generadas por las
exportaciones argentinas. Por otra parte, la composición del endeudamiento externo del país
otorgaba una elevada rigidez a los servicios del capital extranjero. Los intereses y amortizaciones
de la deuda pública eran fijos independientemente de la evolución de la economía del país y de los
ingresos fiscales. Las garantías de rendimiento mínimo otorgadas a ciertas inversiones extranjeras,
particularmente en ferrocarriles, creaba compromisos adicionales al fisco cuando las ganancias
generadas por las empresas extranjeras garantizadas no alcanzaban a cubrir
los rendimientos mínimos.
En la práctica, el oro y las divisas necesarias para pagar los servicios del capital extranjero
fueron proporcionados no solamente por los recursos generados por las exportaciones del país
sino también por nuevas radicaciones de capital extranjero. La importancia de la entrada de
nuevas inversiones del exterior fue fundamental en toda la etapa porque, en ausencia de ellas, la
incidencia de los servicios del capital extranjero sobre las disponibilidades de oro y divisas del país
y sobre los ingresos fiscales era tan alta que provocaba invariablemente una situación crítica en el
balance de pagos y en las finanzas públicas.
El nivel de actividad económica en los países industrializados condicionaba simultáneamente
los principales factores del desenvolvimiento económico de Argentina: las exportaciones y la
radicación de capitales extranjeros.
La vulnerabilidad exterior
La vulnerabilidad exterior de la economía argentina operaba en tres planos interdependientes: el
nivel de ocupación e ingresos internos, el balance de pagos y las finanzas públicas.
c) Nivel de ocupación e ingreso internos: En el sector agropecuario estaba ocupado alrededor del
35% de la fuerza de trabajo y el 25% del capital existente. Los salarios, arrendamientos, utilidades
e intereses estaban directamente condicionados por el valor de las exportaciones. Pero la
expansión de las exportaciones no sólo repercutía en el nivel de ocupación y de ingresos de los
factores de la producción ocupados en el sector agropecuario. Ella determinaba también el
proceso de crecimiento del conjunto de la economía nacional mediante
la movilización del mecanismo multiplicador del ingreso interno. El aumento del valor de las
exportaciones colocaba mayores ingresos en manos de los trabajadores y empresarios rurales.
Estos ingresos se gastaban, en parte, en importar bienes del exterior y el resto en adquirir bienes
de consumo e inversión en el mercado interno. La proporción del ingreso gastado dentro del país
generaba ocupación de mano de obra y de capitales en los sectores de actividad destinados a
producir para satisfacer la creciente demanda interna.
La contracción de las exportaciones determinaba una disminución de los ingresos de los
productores agropecuarios y la reducción tanto de sus compras en el exterior como del gasto
realizado en la compra de bienes y servicios producidos internamente. Esto provocaba la
desocupación de capitales y mano de obra en lo sectores destinados a producir para el mercado
interno y la consecuente reducción de los ingresos y el gasto de estos sectores.
Las entradas de capital extranjero tenían tres destinos principales: la financiación de
importaciones de maquinaria y equipo para proyectos de inversión, el pago de gastos locales
vinculados a proyectos de inversión y la compra de títulos públicos que el gobierno a su vez
destinaba para financiar gastos corrientes, pero preferentemente inversiones públicas.
La proporción del producto bruto dedicada a la acumulación de capital, o sea el coeficiente de
capitalización, sufrió fuertes fluctuaciones en toda la etapa. El promedio para los treinta años
considerados fu del 32%. En esos treinta años pueden distinguirse dos períodos: el primero que
corre de 1900 a 1914
en el cual las inversiones netas del exterior superan las utilidades e intereses del capital extranjero
existente en el país. La segunda de 1915 a 1929 en que las utilidades e intereses son
sensiblemente superiores a las inversiones netas del exterior.
Como determinante básico del monto de inversiones, el endeudamiento externo del país jugó
un papel muy importante en toda la etapa en la determinación del nivel de ocupación en ingresos
internos.
d) Balance de pagos: las importaciones tendían a ajustarse a las disponibilidades de divisas
generadas por las exportaciones. La expansión de las exportaciones tendía a incrementar la
demanda de importaciones y viceversa.
Salvo en situaciones extremas, como en la crisis de 1890, la gravedad del desequilibrio no llegaba
a paralizar el funcionamiento del sistema y obligar a la suspensión de los pagos de los servicios del
capital extranjero. De todos modos, en toda la etapa de la economía primaria exportadora, el
balance de pagos estuvo fuertemente sujeto a este tipo de desequilibrios.
e) Finanzas Públicas: Los gobiernos de la Nación y de varias provincias recurrieron en gran escala al
crédito externo colocando sus papeles públicos en los mercados financieros internacionales. La
deuda pública externa representó aproximadamente entre 2 y 4 veces el monto de los ingresos
fiscales corrientes.
La contratación de nuevos empréstitos permitía afrontar con más facilidad el pago de los
servicios de la deuda pública y sumando los ingresos fiscales corrientes y los nuevos recursos
obtenidos con los empréstitos, los servicios absorbieron, como promedio en la etapa, alrededor
del 20% de esos
recursos totales.
Los mecanismos de compensación
Pueden distinguirse dos tipos de mecanismos de compensación a los desequilibrios del sistema de
la economía primaria de exportación. El primero, referido a la demanda mundial de productos
agropecuarios y al flujo internacional de capitales a largo plazo, esto es, factores exógenos al
sistema mismo. El segundo, vinculado a la propia dinámica interna del sistema, o sea, un
mecanismo endógeno.
El nivel de exportaciones estaba condicionado por el nivel de la demanda mundial de productos
agropecuarios. En el largo plazo, el crecimiento de la producción rural de la región pampeana y de
las exportaciones fue posible por el crecimiento sostenido de la demanda mundial. En el corto
plazo, los volúmenes exportados y los precios obtenidos estaban condicionados por la fase del
ciclo económico porque atravesaban los países industrializados y su efecto sobre sus
importaciones de productos primarios. En cuanto al flujo de capitales extranjeros, estaba
condicionado, en el largo plazo, por el crecimiento de las economías industrializadas y la capacidad
de las economías de producción primaria de expandir las exportaciones y, en el corto plazo, por la
fase del ciclo económico por que atravesaban los países industrializados con sus consiguientes
repercusiones en todos los países integrados al mercado mundial. En la Argentina las
exportaciones y la entrada de inversiones extranjeras fluctuaron en toda la etapa. El aumento de
las exportaciones y la entrada de nuevas inversiones del exterior expandían el nivel de ocupación e
ingresos internos. La caída de las exportaciones y la reducción
o inversión del flujo de capitales extranjeros, contraía el nivel de ocupación e ingresos y creaba
situaciones críticas en el balance de pagos y las finanzas públicas. El mecanismo básico de ajuste
que invertía una tendencia depresiva o expansiva estaba dado desde el exterior.
Conviene distinguir en el comportamiento del sistema dos tipos de situaciones. La primera
vinculada a la vigencia del patrón oro, la segunda al del papel moneda inconvertible. El patrón
rigió durante casi treinta de los sesenta años de la etapa y el papel monedad inconvertible los
cuarenta restantes. Cuando regía el patrón oro, el papel moneda era convertible en oro y
viceversa, la cantidad circulante estaba vinculada a la existencia de oro y divisas convertibles.
Teóricamente el patrón oro proporcionaba un mecanismo automático de ajuste que permitía
estabilizar el balance de pagos y el nivel de precios internos. Cuando el país tenía un superávit en
sus transacciones con el exterior se producía una entrada neta de oro y divisas convertibles lo que
elevaba automáticamente la cantidad de dinero en circulación. El superávit del balance de pagos
indicaba que los productores agropecuarios tenían altos ingresos, que su gasto interno crecía y
expandía la ocupación y los ingresos de los sectores destinados a producir para el mercado local.
Esta situación provocaba una demanda creciente de mano de obra que tendía a elevar el nivel de
salarios y, consecuentemente, el nivel general de precios. Las exportaciones y los productos
destinados al consumo interno se encarecían y esto tendía a desalentar las exportaciones y a
estimular las importaciones. Se producía, de este
modo, una contracción y eventual desaparición del superávit en las transacciones con el exterior,
que reducía los medios de pago y el nivel de ocupación y actividad interna. Los salarios y el nivel
general de precios disminuían en consecuencia y se restablecía el equilibrio del sistema. En la
práctica el mecanismo de ajuste bajo el patrón oro no operaba como suponía la teoría. La razón
radica en que el nivel de las exportaciones no dependía básicamente de los precios argentinos sino
de la situación de la demanda mundial. El encarecimiento de las exportaciones argentinas no
disminuía sus posibilidades de colocación en el mercado mundial. En cuanto al comportamiento
de las importaciones, el aumento de los ingresos y del nivel de precios en la Argentina
efectivamente las estimulaba, introduciendo un efecto compensador. El mismo efecto
compensador se producía cuando la caída del nivel de precios y de los ingresos internos reducía las
importaciones.
El mecanismo de ajuste bajo el patrón oro tropezaba con otro tipo de dificultades. El
endeudamiento externo del país aumentaba la repercusión del efecto de los cambios producidos
en las exportaciones. Cuando las exportaciones crecían también lo hacía el flujo de capitales
extranjeros elevando el efecto expansivo sobre el nivel de la actividad e ingresos internos.
Veamos ahora el comportamiento del sistema bajo el régimen del papel moneda inconvertible.
Bajo este régimen, la cantidad de medios de pagos no estaba condicionada por la existencia de oro
y divisas. El papel moneda era inconvertible en oro y el sistema bancario podía emitir contra la
entrega de papeles públicos o documentos comerciales.
Los períodos de inconvertibilidad se caracterizaron por la depreciación del peso en términos de
oro. La depreciación del peso papel tenía una profunda incidencia sobre los precios de los distintos
bienes producidos en el país y sobre el nivel de salarios. La depreciación del peso abarataba las
exportaciones en términos de oro y de divisas convertibles pero este hecho, del mismo modo que
bajo el patrón oro, no estimulaba las exportaciones argentinas que dependían de la situación del
mercado mundial. La depreciación del peso y el encarecimiento de las importaciones era la
consecuencia natural de este proceso y ello tendía a ajustar la demanda de importaciones a la
efectiva capacidad de importar del país. La depreciación del papel moneda tenía otros efectos
importantes sobre el desenvolvimiento de la economía nacional. Mientras los servicios de la
deuda pública debían pagarse en oro o divisas convertibles los ingresos fiscales estaban
compuestos por pesos papel depreciados con respecto al oro. Esto encarecía el costo en peso
papel de los servicios de la deuda pública complicando la situación financiera del fisco en
momentos en que, como normalmente ocurría, la contracción de las exportaciones, de las
importaciones y del nivel de actividad económica interna empujaba a la baja los ingresos fiscales.
Este problema era en si mismo un nuevo factor de expansión monetaria ya que el gobierno
recurría a los institutos emisores para hacerse de pesos contra entrega de títulos públicos, lo que
aumentaba la depreciación del peso.
En última instancia, bajo el régimen de papel moneda inconvertible, el mecanismo efectivo de
ajuste de un
desequilibrio dependía, tanto como bajo el régimen de patrón oro, de los factores externos. La
depreciación del peso pudo haber estimulado la sustitución de importaciones. En la práctica, sin
embargo, este estímulo fue muy transitorio y errático ya que la recuperación de las exportaciones
y la entrada de nuevos capitales del exterior tendían inmediatamente a valorizar el peso y a
abaratar las importaciones. Por otra parte, la ausencia de una política sistemática de protección al
desarrollo industrial impedía la apertura de oportunidades de inversión con posibilidades
promisorias y permanentes en los sectores destinados a la producción de bienes que competían
con los productos importados.
La distribución del ingreso
En la etapa de la economía primaria exportadora, el elemento condicionante fundamental de la
distribución del ingreso entre los distintos sectores sociales participantes en el proceso productivo
fue la concentración de la propiedad de la tierra de la zona pampeana en pocas manos. Aunque en
menor medida, la concentración del capital invertido en la industria también influyó. Puede
estimarse que alrededor del 70% del ingreso bruto del sector agropecuario se concentraba en no
más del 5% de la población activa ocupada en el sector.
La concentración de la propiedad territorial fue, pues, el principal factor condicionante del nivel de
remuneraciones del trabajo en las actividades agropecuarias y urbanas y de la participación de los
trabajadores en el ingreso neto. Esa causa básica fue reforzada por hechos complementarios que
agudizaron la desigualdad de la distribución del ingreso: las fluctuaciones del tipo
de cambio, la debilidad de las organizaciones de trabajadores rurales y urbanos y la política fiscal.
La inestabilidad del valor del peso se reflejaba en el nivel de precios internos y, consecuentemente
en los salarios reales de los trabajadores. Los salarios rurales crecían en menor proporción que la
depreciación del peso y que los precios de los productos agropecuarios, lo cual, obviamente,
aumentaba los márgenes de ganancia de los empresarios rurales y disminuía la participación de los
trabajadores agrícolas en el ingreso del sector. En cuanto a las ocupaciones urbanas, el impacto de
la depreciación sobre los salarios era aún mayor que en el caso de los trabajadores agrícolas.
Los períodos de valorización del peso con respecto al oro fueron menos frecuentes que los de
depreciación pero también producían su efecto en la distribución del ingreso. Las entradas de los
exportadores en moneda nacional disminuían porque la misma cantidad de divisas y oro les
proporcionaban menor cantidad de pesos. Los salarios de los trabajadores rurales y urbanos
mejoraban consecuentemente por el mayor poder adquisitivo de sus ingresos monetarios.
Otro factor que concurría a reducir la participación de los trabajadores urbanos y rurales en el
ingreso nacional radicaba en la debilidad de sus organizaciones sindicales.
Finalmente, la estructura de los ingresos fiscales agravaba la desigualdad en la distribución del
ingreso. En casi toda la etapa los impuestos indirectos, que recaían fundamentalmente sobre la
gran masa consumidora, representaba entre el 70% y el 80% de los ingresos corrientes de los
fiscos. Dentro de la estructura de gastos de los
gobiernos nacional y provinciales, los servicios, como educación y salud pública que beneficiaban
básicamente a los sectores populares, no llegaban a compensar el carácter regresivo del sistema
impositivo.
La estructura productiva
La estructura ocupacional de la población no se modificó sustancialmente entre 1900 y 1930 y
hacia este último año las actividades industriales absorbían alrededor del 26% de la población
activa, los servicios el 38%, y la actividad agropecuaria el 36% restante. Las causas de esta relativa
diversificación de la estructura ocupacional obedecen a la elevada producción por hombre
ocupado en el sector agropecuario y la concentración de la propiedad territorial. La característica
básica del sector rural consistía en un aprovechamiento extensivo de la tierra disponible y de una
relativamente alta cantidad de capital por hombre ocupado en la agricultura.
Por otro lado, el régimen de tenencia de la tierra impidió una expansión más acelerada de la
producción agropecuaria mediante la incorporación de una mayor proporción de población a las
actividades rurales y la constitución de una poderosa clase de medianos propietarios en
condiciones de aprovechar la mecanización y la tecnología modernas.
La estructura productiva difería sustancialmente de la composición de la demanda. Este hecho
gravitaba tanto en la cantidad de mano de obra absorbida por el sector manufacturero destinado
a la satisfacción de consumo interno y en el tipo de industrias que componían el sector fabril de
la economía nacional. La industria nacional satisfacía sólo aquella parte de la demanda interna
representada por los artículos
de consumo de menor grado de elaboración o por bienes de capital cuya producción, como la
industria de materiales de construcción, está fuertemente atraída en su localización por el
mercado. Las industrias de transformación de productos agropecuarios para la exportación, como
los frigoríficos, ocupaban también un lugar importante dentro del sector manufacturero.
La ausencia de una política de fomento de sectores determinados de la actividad manufacturera
limitaron el desarrollo industrial del país a las industrias de menor densidad de capital y
complejidad técnica.
La desigualdad en la distribución de ingreso gravitó en el aumento de las importaciones de bienes
de consumo e inversión suntuaria y desalentó el desarrollo de actividades orientadas hacia el
mercado interno.
Crecimiento y dependencia del sistema
El crecimiento de la economía primaria exportadora fue relativamente acelerado. La población
también creció intensamente. EL desarrollo no fue uniforme en toda la etapa. La tendencia
general es al crecimiento sostenido de la población, la producción y el capital existente pero
ciertos períodos fueron de crecimiento más intenso y otros más lentos. Estos distintos ritmos de
crecimiento estuvieron directamente vinculados a la evolución de la economía mundial y al
volumen y expansión de la demanda internacional de los productos agropecuarios producidos en
el país.
Pese a los factores que redujeron la capacidad expansiva del sistema, como el régimen de tenencia
de la tierra heredado de la etapa de transición, su desarrollo puede considerarse intenso. Este
desarrollo dependía, sin embargo, del aumento permanente de la
superficie explotada, de la expansión continuada de las exportaciones y del arribo de nuevas
inversiones extranjeras. Sin embargo, el carácter endeble y dependiente de las bases últimas del
crecimiento económico salta a la vista. Si desaparecía el efecto estimulante de los factores
externos o se acababa la frontera productiva de la zona pampeana por la explotación de todas las
tierras disponibles, el sistema debía entrar en crisis. Así ocurrió a partir de 1930, inaugurando una
nueva etapa del desarrollo económico del país.
XII. Quiebra del equilibrio interregional
Evolución de la población
La causa principal de los diferentes ritmos de crecimiento poblacional obedece a la concentración
en el Litoral del 90% de las corrientes migratorias entradas al país a partir de mediados del siglo
XIX. Las viejas zonas del Interior, asiento de los principales núcleos de población y de actividad
económica en la etapa de las economías regionales de subsistencia y que aún conservaban
posiciones dominantes en la etapa de transición, fueron perdiendo importancia relativa.
Paralelamente al proceso de crecimiento de la población del país de su concentración en el Litoral,
se produjo un aumento acelerado de la población urbana. El proceso de urbanización se concentró
fundamentalmente en las ciudades del Litoral y en particular en Buenos Aires, debido a la
existencia de fuentes de trabajo en las manufacturas y los servicios y la disponibilidad relativa de
servicios sociales básicos como vivienda, educación y salud pública. La alta productividad por
hombre ocupado en la agricultura y la concentración de la propiedad territorial son los
principales elementos condicionantes del proceso de urbanización.
Ruptura del antiguo equilibrio.
La vigorosa expansión de la producción agropecuaria exportable y su concentración en la zona
pampeana, la política de libre cambio de las autoridades nacionales y, finalmente, el vertiginoso
desarrollo de los ferrocarriles y la formación del mercado nacional, sellaron definitivamente la
suerte del Interior y lo convirtieron en zona periférica y dependiente del centro dinámico, el
Litoral. Se consumaba así el proceso iniciado en la etapa de transición.
Es recién a partir de la segunda mitad del siglo XIX bajo el efecto de la mejora vertiginosa de los
medios de navegación de ultramar, del ferrocarril y de la integración del mercado mundial que
Argentina recibe el pleno impacto de los factores externos actuando masivamente sobre su
desarrollo económico. Mientras las zonas tradicionales del Interior permanecen ajenas a esas
influencias, la región pampeana se puebla, se ponen sus tierras en pie de producción y comienza a
generar volúmenes crecientes y diversificados de saldos agropecuarios exportables.
La política de libre cambio seguida por las autoridades nacionales a partir de la organización del
país, influyó decididamente en las posibilidades de desarrollo del Interior. Es claro que no se
trataba de impedir las importaciones sino de seguir una política selectiva con vistas a proteger el
desarrollo de las actividades domésticas que hubieran permitido la integración y diversificación
paulatina de la economía nacional. La política de libertad de importaciones determinó la exclusión
del Interior de los efectos dinámicos de
la expansión de las exportaciones agropecuarias de la zona pampeana.
La formación del mercado nacional consumó la subordinación del Interior al tiempo que abrió
algunas posibilidades de desarrollo en algunas provincias. La red ferroviaria vinculó a todas las
zonas del Interior con Buenos Aires y los puertos del Litoral. Por primera vez en la historia del país
la distancia desaparecía como barrera de protección de las economías regionales. Los productos
importados llegaban ahora fácilmente al Interior y esta competencia fue mortal para las precarias
zonas industriales locales. La orientación de los ferrocarriles de las zonas periféricas al centro
dinámico del Litoral, mantuvo las dificultades del acceso de las regiones del interior entre sí,
ahogando aun más al comercio interregional. El ferrocarril provocó la desarticulación definitiva de
las viejas economías cerradas y autosuficientes. Pero, al mismo tiempo abrió en algunas de ellas
posibilidades de desarrollo que provocaron el surgimiento de actividades expansivas y destinadas
a la satisfacción de la demanda interna que ahora era, auténticamente, la demanda nacional. Este
es el caso del desarrollo de la caña de azúcar en Tucumán y Jujuy, de los viñedos en Cuyo, de la
producción de frutas en el Alto Valle del Río Negro, del algodón en Chaco y Formosa y de la yerba
mate en Misiones.
Las economías regionales se especializan y su eficiencia aumenta al integrarse en el mercado
nacional y abordar empresas de alta productividad. Pero en varias provincias, como La Rioja, Salta
y Santiago del Estero, en que no se produce un desarrollo semejante, el proceso de pérdida de
importancia relativa
dentro de la economía nacional se acelera, el retorno a las actividades de subsistencia se
incrementa y los niveles de ingreso por habitante alcanzan los índices más bajos dentro del
conjunto del país.
La etapa de la economía primaria exportadora deja una huella profunda en la distribución
geográfica de la población y de la actividad productiva del país. EL Interior se convierte
decididamente en la periferia dependiente del centro dinámico del Litoral quebrando así el viejo
federalismo económico de las economías regionales de subsistencia.
Subordinación del Interior
El debilitamiento relativo creciente de las economías del Interior agravó la situación financiera de
los fiscos provinciales que fueron dependiendo en medida creciente de los subsidios del Gobierno
de la Nación.
El viejo federalismo económico de las etapas de la economía primaria de subsistencia y de
transición, debía reemplazarse por la formación del mercado nacional y la articulación de una
política de desarrollo integrado de la economía argentina. En esta alternativa sigue aún el país
después de haber andado durante más de 40 años la etapa de la economía semiindustrial
dependiente.
II PARCIAL
Cuarta Parte – La economía semiindustrial dependiente (1930-
)
XIII. La economía mundial a partir de 1930
Hacia 1930 concluye la etapa de la economía primaria exportadora. Convergen en esa época dos
factores de origen interno y la transformación radical del contexto externo que encuadró el
desarrollo del país desde mediados del siglo XIX.
En el plano interno, la ocupación total de las tierras dentro de la frontera pampeana ponía
término al proceso tradicional de crecimiento de la producción rural destinada a la exportación. La
producción exportable pasó a depender de los rendimientos por hectárea, esto es, del cambio
tecnológico y la mecanización de las explotaciones rurales.
Por otro lado, el tamaño y la complejidad de la economía argentina imponían la integración
creciente de la actividad productiva a través del desarrollo industrial.
En el plano internacional, la pérdida de dinamismo en la demanda de productos primarios, alteró
radicalmente el papel que la economía internacional había jugado, desde mediados del siglo XIX,
en el desarrollo argentino.
Este conjunto de circunstancias, determinó la pérdida del rol hegemónico del sector agropecuario
de la región pampeana como actividad promotora del desarrollo del conjunto de la economía
nacional.
La gran depresión y la Segunda Guerra Mundial
La depresión mundial de 1929 comenzó como tradicionalmente había ocurrido con las crisis del
sistema. La contracción de la producción, de los ingresos y de los niveles de ocupación en los
países industrializados provocó la disminución de sus importaciones y, a través de esto, del
volumen del comercio internacional. La profundidad y prolongación de la crisis de 1929 llevó a los
países industrializados a adoptar una larga serie de medidas proteccionistas: la formación de
bloques, la formalización de acuerdos bilaterales y el abandono de los cauces multilaterales del
comercio, la devaluación de las monedas y el abandono del patrón oro, la adopción de controles
de cambio, el establecimiento de cuotas de importación y la adopción de tarifas sustancialmente
mayores
que las imperantes antes de la crisis. El volumen de las exportaciones mundiales cayó en 25%
entre 1929 y 1933 y los precios en más de 30%.
Después de los puntos más bajos de la depresión, en 1932 y 1933, comenzó una lenta
recuperación.
El movimiento internacional de capitales también fue fuertemente afectado por la crisis. Ésta no
sólo detuvo su flujo tradicional, sino que, además, los países exportadores de capital comenzaron
a recuperar parte de las inversiones radicadas en el exterior, provocando un trastrocamiento del
sentido de la corriente internacional de capitales.
El comportamiento posterior a 1929 del comercio internacional y del flujo de capitales afectó
particularmente a los países especializados en la producción y exportación de productos primarios.
La caída del volumen físico de las exportaciones fue agravada por el empeoramiento de la relación
de intercambio entre los productos primarios y los industriales. Al mismo tiempo, el flujo de
capitales internacionales hacia los países deudores especializados en la producción primaria,
quedó fuertemente alterado después de la crisis. El debilitamiento de la posición externa de los
países de producción primaria aumentó sensiblemente la incidencia de los servicios de la deuda.
Simultáneamente se registra, durante la década de 1930, un cambio radical en la orientación de
las inversiones extranjeras. En los 70 u 80 años anteriores a la crisis las inversiones a largo plazo en
los países de producción primaria se orientó hacia la compra de títulos públicos hacia las
inversiones directas en ferrocarriles y otras obras de infraestructura. A partir de la crisis, en
cambio,
las inversiones en estos campos prácticamente desaparecieron. Ello obedeció a las crecientes
dificultades financieras de los gobiernos de los países deudores y, en muchos casos, al
incumplimiento de los servicios de la deuda existente. La inversión privada extranjera a largo plazo
se orientó en aquellos pocos productos primarios, que como el petróleo y los minerales no
ferrosos, siguieron gozando de una fuerte demanda a pesar de la depresión. Estas inversiones se
realizaban con vistas a producir bienes que se exportaban directamente a los propios países
originarios de la inversión. En los países especializados en la exportación de productos primarios
de mayor mercado interno la inversión extranjera directa se orientó hacia la industria
manufacturera. Ejemplos típicos de esta clase de inversiones fueron las realizadas en las fábricas
de armado de automóviles.
La caída del poder de compra de las exportaciones, la imposibilidad de comprimir a la misma
velocidad las importaciones, el trastrocamiento del flujo de capitales extranjeros y el abandono de
la libre transferibilidad de divisas, plantearon problemas inéditos en los países de la periferia. Este
proceso se profundizó con la Segunda Guerra Mundial, que interfirió en las rutas tradicionales de
comercio y en el funcionamiento de los mercados internacionales de capitales.
Composición del comercio internacional, corporaciones multinacional y progreso técnico
Las tendencias del comercio mundial revelaron en el período una notable estabilidad en la
participación relativa de los productos primarios y las manufacturas. La estabilidad en la
composición del comercio internacional
es un hecho notable, visto el fuerte avance de la industrialización en el período y la pérdida de
importancia relativa de la producción primaria en la producción total. El debilitamiento de la
participación de los alimentos y materias primas agropecuarias fue compensado con el incremento
de los minerales no ferrosos y el petróleo.
Con el impacto de la depresión sobre la economía mundial en la década del ’30, se acentuó la
influencia de algunas tendencias que estaban operando desde el comienzo del siglo y que
modificaban profundamente la composición de la demanda y la producción mundiales. A medida
que crece el ingreso se modifica la composición del gasto porque se tiende a gastar menos en
alimentos, cuya participación va disminuyendo en relación con el consumo total. En el caso de las
materias primas, los factores en juego son mas complejos y deben mencionarse, entre ellos, el uso
de materiales sintéticos en cambio de materias primas naturales.
El progreso técnico, a su vez, impacta profundamente en la composición de la demanda y la
producción, porque genera permanentemente nuevos bienes y servicios que atraen proporciones
sustanciales del gasto y porque determina la cantidad de mando de obra que es necesario emplear
para obtener determinadas cantidades de producción. En el caso de la agricultura, la demanda
tiende a crecer lentamente mientras que el progreso los hace muy rápidamente. En el caso de lo
servicios, el proceso es inverso al de la agricultura. La demanda crece rápidamente y la
productividad muy poco, ya que el progreso técnico tiende a concentrarse en la producción en la
producción de bienes y no de servicios.
Los
cambios en la composición de la demanda y en la estructura de la producción y el empleo, bajo el
impacto de las elasticidades ingreso en la demanda y el progreso técnico, se registran también
dentro de la agricultura, la industria y los servicios. Las llamadas industrias dinámicas (químicas y
mecánicas) tienden a crecer más rápidamente que las tradicionales (textil, alimentos y bebidas,
maderas, etc.).
Los cambios mencionados influyen también en los precios relativos de los distintos bienes y
servicios. En general, tienden a abaratarse relativamente los bienes en que el progreso técnico y la
productividad avanzan más rápidamente. De allí, la caída generalizada de los precios relativos de
la agricultura, y esto explica, en gran medida, el deterioro de los términos de intercambio de estos
productos en el comercio internacional.
En el plano del comercio internacional, las tendencias de la demanda de los productos primarios a
que se hizo referencia son agravadas por las fuertes políticas proteccionistas aplicadas por los
países desarrollados. La participación de los productos primarios en las exportaciones mundiales
declinó del 66% en la década del ’30 al 46% en 1960 y al 35% en 1970.
La expansión internacional de los grandes conglomerados industriales de los Estados Unidos y
otros países avanzados, es un hecho que surge con gran impulso en las décadas del 60’ y ’70.
Conviene destacar dos características operativas de las subsidiarias de las corporaciones
norteamericanas. La primera, que destinaban alrededor del 80% de su producción a los mercados
internos donde operan. La segunda, que la mayor parte del financiamiento para
su expansión, en torno también del 80%, proviene de recursos internos generados en los propios
países en que operan.
Los países avanzados dedican una proporción importante de recursos a gastos de investigación y
desarrollo, vinculados a la promoción de la investigación científica, las innovaciones y su aplicación
al proceso productivo. El vertiginoso efecto del progreso científico sobre la producción circula
activamente en la economía internacional por diversos cauces: incorporando en maquinarias y
equipos que exportan los países avanzados; como inversiones de las corporaciones
multinacionales; como transferencias de patentes, licencias y know – how.
Organización de la economía internacional después de 1945
Ente 1945 y 1970 la economía internacional registra una expansión sin precedentes históricos,
tanto en términos de producción como de comercio, transferencias de capital y tecnología.
El sistema monetario se asentó en los acuerdos de Bretton Woods de 1944, que establecieron un
régimen monetario apoyado en paridades cambiarias fijas y normas de disciplina fiscal y
monetaria de los países miembros del FMI, creado entonces. A su vez, se avanzó firmemente en el
proceso de liberación del comercio de manufacturas mediante el GATT. Este proceso abarcó
fundamentalmente las relaciones entre los países avanzados, mientras que los países
especializados en la producción y exportación de productos primarios continuaron tropezando con
elevadas barreras a sus exportaciones y con dificultades crecientes para mantener la expansión de
su comercio exterior y el equilibrio de sus transacciones internacionales. Los países periféricos
declinaron su participación en las exportaciones mundiales del 30% en 1937 al 17% en 1970. La
expansión del comercio internacional se apoya, por lo tanto, en el rápido crecimiento de las
exportaciones de manufacturas entre los mismos países industrializados. El comercio entre los
países avanzados se realiza al nivel de productos dentro de las mismas ramas industriales,
fundamentalmente de las industrias intensivas en investigación. No se trata de una especialización
entre industrias sino dentro de cada industria a nivel de productos terminados, componentes y
bienes de capital.
Es precisamente le impacto del progreso técnico sobre la estructura productiva y en la
composición de la demanda de consumo e inversión, lo que explica su creciente especialización
intraindustrial. El avance continuado y la economía creciente en los sistemas de transporte
marítimo, aéreo y terrestre, la difusión de los sistemas de computo y procesamiento de datos y la
revolución en las comunicaciones contribuyeron también a fortalecer la interdependencia entre
las economías avanzadas. La difusión del progreso técnico y la semejanza entre las estructuras
productivas, lejos de hacer desaparecer las ventajas comparativas y disminuir las posibilidades de
intercambio, ampliaron vertiginosamente las oportunidades de comercio entre los países
desarrollados.
Simultáneamente, las inversiones de las corporaciones multinacionales se orientan cada vez más
hacia la industria manufacturera y hacia los propias economías avanzadas.
La especialización intraindustrial se manifiesta también al nivel de desarrollo científico y
tecnológico. Esta especialización es singularmente
manifiesta en los países desarrollados de menor dimensión económica, que pueden abarcar un
frente de desarrollo industrial y tecnológico menos amplio.
La especialización intraindustrial al nivel del comercio de manufacturas y del desarrollo
tecnológico se registra entre economías integradas, crecientemente abiertas al proceso de
interdependencia de los países avanzados. La tradicional división del trabajo entre países
industriales y economías especializadas en la exportación de productos primarios ha perdido
vigencia dinámica y no constituye un camino viable para el estrechamiento de las relaciones
económicas internacionales. Ha surgido un nuevo sistema de división internacional del trabajo al
nivel del intercambio de manufacturas, tecnología y capitales, entre países industrialmente
avanzados, que encuadra el proceso de integración de la economía internacional impuesto por el
progreso técnico. La cobertura de este sistema es mucho más restringida que la del anterior y
margina de las corrientes dinámicas del comercio mundial a los países de la periferia.
Por otra parte, el crecimiento de los países de la periferia genera una demanda dinámica de
importaciones, particularmente en maquinarias, equipos y otras manufacturas. Se genera así un
problema de “brecha de divisas”. En tales condiciones, el estrangulamiento externo es un
obstáculo severo para la formación de capital.
Las transferencias de capital de fuente pública desde los países industrializados hacia los países
subdesarrollados ha compensado sólo en parte el deterioro de las relaciones de estos últimos.
Estas transferencias están fuertemente vinculadas con la promoción
de los intereses de los países exportadores de capital, incluyendo la expansión de sus
exportaciones y el afianzamiento de sus posiciones de predominio político en numerosos países. El
deterioro de la posición internacional de los países subdesarrollados se refleja en su creciente
endeudamiento exterior.
Ruptura de las posiciones hegemónicas y consecuencias
Al fin de la Segunda Guerra Mundial la economía norteamericana surgió en una posición
hegemónica incuestionable en el mundo capitalista. A su dimensión continental y al nivel de
desarrollo alcanzado se agregó la destrucción sufrida por los otros países avanzados durante el
conflicto bélico. La gravitación económica se proyectó al plano militar y político, asumiendo los
Estados Unidos el papel de líder y protector del “mundo libre” frente a las potencias comunistas.
Los Estados Unidos contribuyeron a la recuperación de Europa Occidental y Japón mediante una
cuantiosa transferencia de recursos (Plan Marshall) que facilitó al proceso de reconstrucción de
posguerra de esos países.
Desde los acuerdos de Bretton Woods el sistema se apoyó crecientemente sobre el dólar. En esto
contribuyeron dos factores principales. Por un lado, la posición hegemónica de los Estados Unidos
y por el otro el lento crecimiento de la producción de oro. El sistema se apoyaba en al confianza
sobre la convertibilidad del dólar en oro y, en última instancia, sobre la solidez de la posición
financiera internacional de los Estados Unidos. Esto quedó crecientemente comprometido por el
deterioro progresivo del balance de pagos norteamericano. Esto generó una progresiva pérdida de
las reservas de
oro de los Estados Unidos. De allí las frecuentes crisis del sistema monetario internacional en la
década de 1960, que culminaron con la inconvertibilidad del dólar y una serie sucesiva de medidas
adoptadas por los principales países industriales para paliar la crisis del sistema monetario
internacional. En otros términos, el dólar no pudo conservar su papel de principal activo de
reserva y de generador de liquidez internacional.
La crisis financiera internacional refleja el deterioro de la posición relativa de los Estados Unidos
en el plano mundial y el surgimiento de nuevos centros de poder económico en el mundo
capitalista.
La quiebra progresiva de la hegemonía norteamericana ha sido acompañada por fracturas dentro
del bloque de países comunistas.
La ruptura de los vínculos coloniales ha contribuido a profundizar el proceso de ruptura de las
posiciones hegemónicas que las grandes potencias han ejercido tradicionalmente en el plano
internacional.
Este rápido panorama de las relaciones económicas internacionales de posguerra debe incluir la
gravitación de los gastos militares y de los enfrentamientos de la “guerra Fría” entre Estados
Unidos y la Unión Soviética.
Resulta claro que el comercio y los capitales han debilitado su función de correa de transmisión
del crecimiento de las economías industriales avanzadas hacia los países de la periferia. El
progreso técnico y científico de los países avanzados se transmite ahora a la periferia por vías
distintas a las tradicionales. La industrialización de los países menos avanzados ha ensanchado
notablemente el frente de captación tecnológica. La venta de tecnología, de maquinarias
y equipos y las inversiones directas se han convertido en los principales agentes de transferencia
tecnológica. La tecnología importada continúa siendo la principal fuente del cambio tecnológico
en la periferia.
La Economía mundial y el desarrollo de Argentina
Hacia 1930, el país había adquirido ya una dimensión económica considerable en términos de
población, e ingreso por habitante. Esto implicaba una demanda interna amplia y diversificada
que, sin embargo, no tenía su réplica en la estructura productiva, debido al precario desarrollo
industrial. El crecimiento posterior del sistema productivo requería la incorporación de la industria
como agente dinámico del crecimiento y la transformación de la estructura productiva.
A los cambios internos que redujeron la gravitación relativa del sector agropecuario en el sistema
productivo del país se agregó la crisis del comercio mundial, que restringió severamente la función
dinámica de las exportaciones agropecuarias. La incapacidad del país para dar respuesta a los
nuevos problemas y formar una economía industrial avanzada, determinó el progresivo
aislamiento de la economía argentina respecto de las corrientes dinámicas del comercio y las
inversiones internacionales.
El viejo esquema de la dependencia externa era compatible con el aumento sostenido de la
producción, dentro de la economía primaria exportadora. El esquema actual de dependencia, por
el contrario, constituye un obstáculo grave al crecimiento, conforme alo revela la baja tasa de
desarrollo en el largo plazo, y somete a la economía a graves tensiones como las recurrentes crisis
cíclicas y la alta tasa de desempleo.
XIV.
Las nuevas condiciones del desarrollo
Modificación del comportamiento de la demanda global
En la etapa de la economía primaria exportadora las exportaciones constituyeron el elemento
dinámico fundamental del crecimiento económico. Las exportaciones eran, pues, el componente
autónomo de la demanda global. El sistema estaba en condiciones de responder al crecimiento de
la demanda externa, porque se disponía de tierras para ampliar la superficie explotada y se habían
realizado los ajustes internos que permitían poner esas tierras en producción. De este modo, el
aumento de la demanda externa provocaba realmente el aumento de la producción y de las
exportaciones agropecuarias.
Es natural que las exportaciones agropecuarias dejarán de ser en la Argentina el componente
dinámico de la demanda global cuando, a partir 1930, se estanca el comercio mundial de
productos agropecuarios. Desde 1930 en adelante, la expansión de la demanda global dependería
del comportamiento de sus otros componentes y no de las exportaciones.
Las exportaciones agropecuarias desaparecen a partir de 1930 como elemento dinámico del
desarrollo del país y la inversión, tanto pública como privada, se convierte a partir de entonces en
el factor capaz de expandir de manera autónoma la demanda global y, al mismo tiempo, de elevar
la capacidad del sistema para producir mayor cantidad de bienes y servicios con destino al
consumo y acumulación de capital. En 1930 la expansión económico descansa primordialmente en
la inversión y su canalización eficiente.
En el plano de su incidencia en la demanda global, la inversión puede operar en el corto plazo
como un factor expansivo, con cierta independencia del nivel de ahorro interno y de la posición
del balance de pagos. Pero en el mediano y largo plazo debe respaldarse, necesariamente, en el
ahorro interno y en la capacidad de pagos externos.
El proceso de sustitución de importaciones
La sustitución de importaciones no es un proceso estático de producción interna de una
determinada cantidad de bienes anteriormente importados, sino que abarca dinámicamente la
satisfacción de la mayor y cambiante demanda que se va creando como consecuencia del
desarrollo. Desde el punto de vista de la demanda de importaciones, la sustitución de las mismas a
través del proceso de industrialización reduce el grado de apertura externa del conjunto de la
economía, esto es, el coeficiente de importaciones. Sin embargo, la disminución del coeficiente de
importaciones tropieza, al profundizarse el proceso de industrialización, con ciertos límites difíciles
de superar. La transformación de la estructura industrial y el creciente peso relativo de las
industrias con tecnología de vanguardia generan, inevitablemente, una demanda acrecentada de
importaciones, que puede compensar y aun exceder el efecto de la sustitución de importaciones.
La sustitución de importaciones es en los países de desarrollo industrial tardío, como la Argentina,
un proceso clave para adecuar la estructura de la producción a la composición de la demanda y su
permanentes cambios impuestos por el crecimiento del ingreso real. Es también un instrumento
decisivo para incorporar la tecnología moderna al sistema productivo mediante la integración
crecientes de los sectores productivos.
Estructura
industrial y apertura externa.
La complejidad del sistema industrial está determinada por los siguientes factores: desarrollo
tecnológico, tamaño y estructura del mercado y el comercio exterior.
El nivel de ingreso por habitante es uno de los factores condicionantes del tamaño y la estructura
del mercado. Otros dos factores condicionantes del tamaño y la estructura del mercado son la
distribución del ingreso y la población. Con una excesiva concentración del ingreso en un reducido
grupo social, la demanda de los grupos privilegiados puede ser tan o más sofisticada que en un
país desarrollado. La población determina el tamaño del mercado y la dimensión de cada uno de
los estratos de ingresos. Del tamaño del mercado y su estructura depende la posibilidad del
desarrollo de ciertas actividades industriales que requieren escalas mínimas de producción para
ser viables.
En los países de economía de mercado de desarrollo industrial tardío el juego de las fuerzas
económicas tienden a concentrar la producción en las industrias tradicionales. Éstas, por su menor
demanda de inversiones, más baja complejidad tecnológica, más fácil organización y menor escala
de producción compatible con la eficiencia, atraen más fácilmente la inversión privada. En cambio,
las industrias básicas tiene características opuestas y se obstaculiza la canalización de inversiones
privadas a las mismas. Estas industrias requieren la inmovilización de grandes montos de capital
por tiempos prolongados y con rendimientos inseguros.
Como la industria dinámica requiere para su establecimiento decisiones explícitas del poder
administrador en
términos de nivel de la protección arancelaria, créditos, exenciones para importar maquinarias,
equipos y materiales y otras cuestiones a nivel de cada proyecto, se comprende que la tasa de
desarrollo de las industrias dinámicas, su control y su nivel de eficiencia descanse en las decisiones
de política económica.
La elevación del coeficiente de importaciones. Impulsado por la transformación de la estructura
productiva, una vez superadas las primeras fases del proceso de sustitución por importaciones,
plantea dos cursos de acción para un país de desarrollo industrial tardío. Uno es cubrir la creciente
demanda de importaciones con divisas producidas por las exportaciones de productos primarios.
Otro curso de acción consiste en hacer converger los cambios en la estructura de la oferta con la
transformación de la composición de las exportaciones, haciendo participar crecientemente en las
mismas productos de los sectores que están liderando el desarrollo, esto es, manufacturas. El
primer curso de acción lleva inevitablemente al estrangulamiento externo, por lo que el segundo
es el único compatible con la formación y desarrollo de una economía industrial avanzada.
El papel del sector público
La nueva etapa abierta en 1930 impuso la necesidad de cambios profundos en el comportamiento
del Estado.
En la etapa de la economía primaria exportadora, ante el desafío impuesto por las tendencias
abiertas a partir de mediados del siglo XIX, la respuesta del Estado era vital para el éxito del
proceso y ella fue, en conjunto eficiente. A través de la organización nacional, la promoción de las
inversiones en ferrocarriles e infraestructura
y el impulso al poblamiento de la zona pampeana, sentó las precondiciones necesarias para el
desarrollo de la economía argentina dentro del modelo primario exportador. Simultáneamente,
integró al país en el sistema de división internacional del trabajo de la época y el régimen
multilateral de comercio y pagos, organizando el sistema monetario argentino en torno del patrón
oro y una política arancelaria abierta a la importación de manufacturas. Organizó el estado de
derecho liberal, elevó la calidad de los recursos humanos y articuló el sistema de decisiones dentro
del Estado.
La complejidad creciente del proceso económico, de las fuerzas sociales actuantes y del contexto
internacional en la nueva etapa a partir de 1930, plantearon al Estado un conjunto de problemas
inéditos, de cuya respuesta dependió, en gran medida, el curso del desarrollo del país en las
últimas décadas.
Un de esos problemas es el de la ampliación del campo de acción del sector público en áreas como
la infraestructura, servicios sociales básicos y la promoción de la investigación. Esto plantea dos
problemas principales. Primero, la movilización de recursos para hacer frente a las nuevas
demandas del desarrollo sobre el sector público. El segundo problema se refiere a la formación de
estructuras de gestión y control eficientes para hacer frente a las nuevas responsabilidades
ampliadas del sector público.
Otra de las cuestiones abiertas a partir de 1930 se refiere a la política de desarrollo industrial. Al
asumir la industria el papel protagónico del proceso de desarrollo, y la protección arancelaria y
otras medidas de fomento, un rol central en la evolución
de la economía, el Estado asumió responsabilidades mucho más complejas. Entre ellas se incluye
no sólo el nivel y la estructura de la protección arancelaria sino, también, la política de
financiamiento, de promoción del cambio tecnológico, de precios relativos agroindustriales y otras
cuestiones importante.
A partir de 1930 y, sobre todo, después de 1950 convergieron dos tendencias principales: el
avance en el país de las industrias dinámicas y la expansión internacional de las corporaciones de
los países avanzados, concentrada en ese mismo tipo de industrias. El Estado sienta las bases de
la articulación de los procesos y, en última instancia, el grado de control nacional y extranjero en
las industrias dinámicas.
Nuevas condiciones del desarrollo agropecuario.
En la nueva etapa, la producción agropecuaria de la zona pampeana perdió el dinamismo y la
función de liderazgo que registró bajo el modelo primario exportador. La economía argentina a
partir de 1930 requería que el conjunto de la producción rural cumpliera dos funciones esenciales.
Por un lado, el abastecimiento de la creciente y diversificada demanda interna de alimentos y
materias primas. Por otro, la generación de excedentes exportables que contribuyeran a formar
una capacidad de pagos externos suficientes para abastecer a la industria en expansión de
materias primas y bienes intermedios y de las maquinarias y equipos necesarios en el proceso de
expansión de la capacidad productiva.
No existía una contradicción entre el desarrollo de la producción agropecuaria y la industria
manufacturera.
XV. Desarrollo del sistema y sus límites
Transformación
de las relaciones externas
Las relaciones de la economía argentina con el resto del mundo sufrieron transformaciones
profundas a partir de 1930.
Veamos, primero, los cambios registrados en las relaciones de la economía argentina con el resto
del mundo en el subperíodo 1930-1950. La crisis mundial influyó en el volumen de las
exportaciones argentinas pero mucho más fuertemente en los términos de intercambio. La caída
de los precios internacionales de los productos agropecuarios fue mucho más pronunciada que la
de los bienes manufacturados importados por el país y así se explica el drástico deterioro de los
términos de intercambio. Como consecuencia de esos hechos, el poder de compra de las
exportaciones se redujo casi un 40%. El volumen físico de las importaciones se contrajo
prácticamente en la misma proporción, como consecuencia de una disminución de la demanda
interna y de la escasez de divisas. También disminuyó la entrada de capitales del exterior.
Pese al bajo nivel de las exportaciones y de las entradas de capital extranjero durante la guerra, la
fuerte contracción de las importaciones en el período permitió acumular importantes reservas de
divisas. Las reservas de divisas y la recuperación del poder de compra de las exportaciones
permitieron hacer frente a una acrecentada demanda de divisas en el quinquenio 1945-1949. las
importaciones, fuertemente restringidas durante la Segunda Guerra Mundial, prácticamente
duplicaron su volumen físico con respecto a 1940-1944. La política de repatriación de la deuda
externa y la nacionalización de servicios públicos, principalmente los ferrocarriles, generaron una
salida de capitales
de alrededor de 1.500 millones de dólares.
Estos acontecimientos provocaron una drástica reducción del peso relativo de los factores del
exterior en la economía argentina. La demanda global y la oferta monetaria dejaron de depender
directamente del nivel de las exportaciones y de las reservas de divisas. El gasto del sector público
y la inversión privada pasaron a constituir los principales elementos impulsores de la demanda
global, y la oferta monetaria se vinculó crecientemente a la política fiscal y crediticia. Sin embargo,
como veremos en seguida, estos procesos no implicaron un mayor grado de autonomía de la
economía argentina y una menor vulnerabilidad exterior.
En el segundo subperíodo, que se extiende desde principios de la década de 1950 hasta 1970, se
consolidaron algunas de las tendencias de las dos décadas anteriores y se pusieron de manifiesto
otras de profunda gravitación en el desarrollo del país. Las exportaciones se mantuvieron durante
toda la década de 1950 en muy bajos niveles, pero a principios de 1960 se insinúa un repunte. La
relación entre las exportaciones y el producto bruto interno, que declinó del 24% al 10% entre
1925-1929 y 1945-1949, no se recuperó en las dos décadas siguientes.
Otro hecho importante en el comportamiento del sector externo a partir de 1950 fue la
estabilización del coeficiente de importaciones en torno del 10%. La drástica reducción del
coeficiente de importaciones repercutió negativamente en el proceso de acumulación de capital.
Pero la economía de divisas generada por la sustitución de importaciones permitió enfrentar la
declinante capacidad de pagos externos.
La nueva
situación creada por ese comportamiento del coeficiente y el lento crecimiento de las
exportaciones dio lugar al surgimiento de desequilibrios crónicos del balance de pagos en cuenta
corriente. Éste entró en déficit cada vez que la expansión económica interna impulsó las
importaciones. La respuesta inicial a estos desfasajes fue el financiamiento externo, hasta que el
peso de la deuda se convirtió en un nuevo factor de desequilibrio.
Otra de las características del período es el bajo nivel de entradas netas de capital extranjero,
sobre todo, si se lo compara con los niveles alcanzados antes de la crisis mundial. Un aspecto
fundamental del comportamiento del sector externo desde fines de la década de 1950 es la
participación creciente de la inversión privada directa extranjera en el desarrollo del sector
industrial del país. Así se advierte el fuerte aumento de las remisiones al exterior en concepto de
regalías, comisiones y otros servicios, que aproximadamente duplicaron su valor entre principios y
fines de la década de 1960.
Las exportaciones no son ya le factor determinante del nivel de la demanda global y de ocupación
del sistema económico. Pero como principal componente de la capacidad de pagos externos del
país, condicionan el nivel de importaciones y la posibilidad de hacer frente a los compromisos
financieros con el exterior. El capital extranjero invertido en el país no representa ahora una
proporción tan importante de capital fijo total, como antes de la crisis mundial, pero ejerce, a
través de la inversión privada directa en los sectores industriales dinámicos, un papel hegemónico
en el desarrollo económico del país.
El creciente endeudamiento externo, la gravitación de la empresa extranjera y la dependencia
tecnológica del país, provocan las remisiones netas al exterior en concepto de utilidades,
intereses, regalías y otros conceptos que gravitan pesadamente en el balance de pagos. Esta
situación instalada en el balance revela la magnitud de la vulnerabilidad exterior de la economía
argentina. La sustitución de importaciones, la industrialización del país y el aumento del
autoabastecimiento de la demanda de consumo e inversión, han desembocado en una
dependencia financiera externa tanto o más grande que la existente en la etapa de la economía
primaria exportadora. De allí deriva uno de los puntos críticos del sistema semiindustrial
dependiente.
El lento crecimiento de la demanda de alimentos y materias primas y el fuerte aumento de la
productividad en las actividades primarias, lleva a un deterioro progresivo de sus términos de
intercambio. Esto se advierte no sólo analizando las relaciones de precios en el mercado
internacional sino, también, en los precios relativos dentro de las economías industrializadas.
Expansión industrial y tendencias
La etapa abierta en 1930 registra el desplazamiento del núcleo dinámico del crecimiento desde el
agro hacia la industria. Dentro de la misma actividad manufacturera se produce una
transformación profunda. En la primera fase del proceso de sustitución de importaciones, entre
1930 y fines de la década de 1940, el liderazgo del crecimiento es ejercido por las industrias
tradicionales, fundamentalmente la textil y, en menor medida, por el agrupamiento de alimentos,
bebidas y tabaco. El comportamiento
de las diversas ramas industriales se modifica sustancialmente en torno de 1950, una vez que
queda consumada la sustitución de manufacturas sencillas.
A partir de 1950 son las industrias dinámicas las que asumen el liderazgo del crecimiento. En el
caso de las industrias metalmecánicas, por ejemplo, de la producción de bienes relativamente
sencillos se fue pasando progresivamente a la fabricación de máquinas-herramientas, máquinas
agrícolas e industriales, equipos eléctricos y de comunicaciones, material de transporte, artefactos
eléctricos y productos electrónicos. En la industrial automotriz se pasó del ensamblado a la
producción de vehículos con una elevada participación de componentes locales. La industria
química también registró cambios profundos, con una mayor gravitación de productos básicos e
intermedios y de la petroquímica. El proceso de penetración del capital extranjero en la nueva
etapa está, pues, íntimamente ligado a la fase de expansión de las industrias dinámicas.
La composición de las importaciones sufrió el impacto de las transformaciones operadas dentro de
la economía nacional y del sector industrial. La importación de textiles prácticamente
desapareció.
En esta etapa, el sector rural y la industria derivada del él genera más del 90% de las exportaciones
totales. Las manufacturas de origen industrial no agropecuario contribuyen con menos del 10%. En
cuanto a la demanda de importaciones, se observa que la industria manufacturera absorbe
alrededor del 45% de las correspondientes a bienes de capital y el 90% de las importaciones de
bienes intermedios. En conjunto, la industria manufacturera absorbe alrededor
del 75% del total de las importaciones.
La expansión industrial y los cambios en la composición de la producción manufacturera ejercieron
una profunda influencia sobre la asignación de los factores productivos: trabajo y capital. Durante
la fase de expansión de la industria tradicional, la ocupación industrial creció rápidamente. Esas
industrias son generalmente intensivas en el uso de mano de obra, sobre todo con la tecnología
disponible en la época y generaban, consecuentemente, una expansión de la demanda de mano
de obra pari passu con el crecimiento de la producción. Posteriormente, el desplazamiento del
desarrollo industrial hacia las ramas dinámicas coincidió con una drástica reducción de la tasa de
crecimiento del empleo en la industria. Además, el progreso técnico en algunas ramas
tradicionales también se orientó hacia tecnologías capital-intensivas.
El estancamiento agropecuario
El crecimiento del sector fue particularmente bajo entre 1930 y 1950, en que la tasa anual fue del
1% contra el 2% de los veinte años siguientes. En las cuatro décadas en consideración, también se
registraron cambios bruscos, en la producción de la agricultura y la ganadería. El lento crecimiento
en todo el período provocó una disminución de los saldos exportables. Otro hecho significativo en
la evolución del sector rural en la etapa abierta en 1930 fue el desplazamiento de la producción de
cereales y oleaginosos por la ganadería vacuna en la zona pampeana, particularmente hasta
principios de la década de 1950. En esto influyó la mejora de los precios relativos de la ganadería y
la congelación de arrendamientos, que estimuló la
retención de tierras por los propietarios y su dedicación a la actividad pecuaria. Además. La
migración de la población rural afectó fundamentalmente a la agricultura, que demanda mayor
mano de obra que la ganadería. Por otra parte, los precios relativos agricultura/ganadería se
movieron en contra de la agricultura hasta mediados de la década de 1950.
En la evolución de la producción pampeana incidieron un conjunto de factores. Los precios
relativos de la producción de la región se deterioraron desde principios de la década de 1930 hasta
principios de la de 1950. En el plano internacional los precios agropecuarios tienden a
deteriorarse, como consecuencia del fuerte incremento de la productividad rural en los países
avanzados y el lento crecimiento de la demanda de sus productos. Estas tendencias se
transmitieron a la Argentina a través de la evolución de los precios del intercambio exterior. Desde
mediados de la década de 1950 los precios relativos internos de la producción agropecuaria
estuvieron generalmente por encima de los términos del intercambio exterior. De este modo, la
evolución de los precios relativos e la producción agropecuaria en la Argentina muestra un sesgo
ascendente en las últimas dos décadas. Los cambios en las políticas de precios provocan
modificaciones pronunciadas en los precios relativos. Este factor de inestabilidad en los precios y,
consecuentemente, en los rendimientos de las explotaciones agropecuarias, seguramente ha
conspirado contra un proceso ordenado de capitalización y cambios en el sector.
Otros dos factores tiene particular importancia: el régimen de tenencia de la tierra y el rezago del
cambio
tecnológico. Conforme a una investigación sobre el tema, se estima que alrededor del 50% de la
tierra es explotada en forma deficiente, debido a las características del régimen de tenencia. La
producción por hectárea es en los latifundios 1/3 inferior a la de las explotaciones familiares. El
tercer factor que influyó negativamente en el desarrollo de la producción en la zona pampeana
fue el rezago en la introducción de las nuevas tecnologías agropecuarias. Si se considera que el
rápido avance de la productividad agropecuaria se apoyó en los países avanzados en la
investigación y las tareas de extensión respaldadas por los gobiernos, en la difusión de los insumos
químicos y, además, en un rápido proceso de capitalización, se comprende el rezago del país en
todas esta áreas haya contribuido decisivamente al lento crecimiento de la producción.
La evolución de la producción agropecuaria refleja cambios profundos en la utilización de los
factores productivos. A partir del momento de la ocupación de la totalidad de las tierras aptas de
la zona pampeana, el crecimiento de su producción pasó a depender primordialmente del
incremento de los rendimientos por hectárea. El proceso de capitalización tendió a sustituir mano
de obra antes que provocar un incremento de los rendimientos por hectárea.
La estructura productiva
Al comenzar la etapa de la economía semiindustrial dependiente, la distribución de la fuerza de
trabajo del país estaba relativamente diversificada. Durante la etapa en consideración, se
produjeron cambios importantes en al estructura de la ocupación. Deben distinguirse dos
subperíodos dentro de la etapa. El
primero, que corres desde 1930 hasta 1950 y el segundo, desde el último año hasta 1970.
En el primer subperíodo, el desarrollo industrial y la sustitución de importaciones atrajeron una
parte sustancial del incremento de la población activa. El comportamiento de la demanda de
productos agropecuarios y el régimen de tenencia de la tierra contrajeron la ocupación en el
sector rural. La expansión del gasto público determinó la absorción de una parte sustancial del
crecimiento de la fuerza de trabajo en esas dos décadas.
A partir de 1950, las tendencias en el empleo de la industria manufacturera modificaron
radicalmente la distribución de la población activa entre los distintos sectores de la actividad. El
empleo industrial continuó creciendo hasta mediados de la década de 1950. Desde entonces, la
ocupación industrial se mantuvo prácticamente estancada en los mismos niveles. A su vez el
empleo en el sector agropecuario se mantuvo prácticamente estancado a partir de mediados de la
década de 1950, profundizando la pérdida de su significación relativa en el empleo total. La
expansión del empleo en las otras actividades productoras de bienes y en servicios de
infraestructura no alcanzó a compensar el comportamiento de la industria y el agro. Los servicios
se convirtieron, a partir de mediados de la década de 1950, en la principal fuente de generación de
empleo, absorbiendo el 80% del incremento de la fuerza de trabajo en los últimos quince años.
El lento crecimiento del sector industrial y la expansión de las industrias dinámicas más intensivas
en el uso de capital, como así también la difusión de técnicas capital intensivas en las
industrias tradicionales, determinaron que el crecimiento de la producción manufacturera se
generar por el incremento de la productividad del trabajo sin aumento del empleo.
La incapacidad del sector manufacturero de absorber nueva mano de obra obligó a la población
activa a buscar ocupación en otros sectores.
En última instancia, este proceso implica el desperdicio de una parte sustancial de la fuerza de
trabajo y, en consecuencia, la limitación de las posibilidades de desarrollo.
En resumen, a partir de 1930 las estructuras del empleo y de la producción sufrieron cambios
profundos, que reflejan la modificación de la importancia relativa de los diversos sectores de la
actividad económica. La pérdida de importancia relativa de la producción agropecuaria y el
incremento de la que corresponde a la industria manufacturera reflejan el impacto de la
sustitución de importaciones y la industrialización. La expansión del peso relativa de los servicios
de transportes, comunicaciones y energía indican la creciente complejidad de la infraestructura
para responder a las demandas de una economía más diversificada. Los servicios personales, del
comercio, finanzas y del gobierno debían también expandirse como consecuencia del mismo
proceso de desarrollo. Las distorsiones en el empleo y en los precios relativos con el
estancamiento de la ocupación en la industria, el agolpamiento de mano de obra y deterioro de
los ingresos en los servicios revelan la frustración del proceso formativo de una economía
industrial avanzada.
Distribución del ingreso
La distribución del ingreso en la etapa abierta hacia 1930 estuvo sujeta a diversas influencias
de signo contradictorio en el largo plazo. Además, los cambios bruscos en niveles de la actividad
económica, los saltos en la tasa de inflación y las modificaciones en los precios relativos y las
políticas de salarios, provocaron alteraciones significativas en la distribución del ingreso en el corto
plazo.
Operaron en un sentido de mayor igualdad distributiva los cambios en la estructura de la
producción y la creciente organización y capacidad negociadora de los sindicatos a partir de fines
de la década de 1940. En un sentido opuesto operaron la concentración del ingreso generado por
el capital y la actividad empresaria en la industria y servicios y el desempleo abierto. Además la
intensificación del uso de capital en la generalidad de los sectores productivos provocó la
sustitución de mano de obra y, consecuentemente, una disminución de la participación de los
salarios en los ingresos sectoriales. En las actividades agropecuarias la remuneración del trabajo
representa alrededor del 25% del ingreso neto generado en el sector, el capital y al empresa
absorben el 75%. En el conjunto de actividades no agropecuarias la participación de los salarios se
eleva a 40%.
Un aumento de la proporción de la población activa, ocupada en la industria y los servicios y una
disminución de la correspondiente a las actividades agropecuarias, incrementa la participación de
la remuneración del trabajo en la distribución del ingreso.
Por otra parte, el fortalecimiento de las organizaciones sindicales también operó en el sentido de
hacer más igualitaria la distribución del ingreso.
El aumento de la ocupación en la industria y los servicios
y el consiguiente proceso de urbanización provocó un fortalecimiento de las organizaciones
sindicales, pudiendo los trabajadores, de esta manera, defender más efectivamente su
participación en el ingreso. Factores políticos, sin embargo, condicionaron en buena medida la
actividad sindical.
Frente a las tendencias que influyeron para hacer más igualitaria la distribución del ingreso
operaron otras que, en el largo plazo, tendieron a compensar a las primeras. La distribución del
ingreso en la industria y los servicios fue influida por la concentración de la propiedad del capital y
de la actividad empresaria en las unidades productivas de mayor tamaño. Por otra parte, la
instalación de una elevada tasa de desempleo crónico, del subempleo y de actividades de bajos
niveles de productividad, presionan a la baja el nivel de salarios reales y la participación de los
trabajadores en el ingreso nacional.
En el corto plazo, la distribución del ingreso tuvo un sesgo regresivo en épocas de depresión
económica y aumento del desempleo, como así también, cuando se aceleró la tasa de inflación,
dejando atrás los ingresos reales de los grupos de menores ingresos. Las políticas redistributivas a
favor del agro también provocaron traslaciones de ingresos contrarias a los grupos asalariados y,
en general, a los de menores ingresos.
En los primeros años del gobierno peronista. 1947-1949, se siguió una política redistributiva a
favor de los trabajadores. Los aumentos de salarios, controles de precios, subsidios y el deterioro
de los precios relativos del agro, fueron los principales instrumentos de esa política redistributiva.
Como resultado de las
diversas fuerzas operantes sobre la distribución del ingreso, se observa que en la década de 1960
la participación de los trabajadores en el ingreso se ubicó, con oscilaciones, ligeramente por
debajo del 40%. Es decir, aproximadamente en los mismos niveles vigentes en la década de1930.
La política fiscal no contribuyó a rectificar sensiblemente la situación existente. Los impuestos
directos no cumplieron un rol significativo.
Crecimiento del sistema
El debilitamiento de la acumulación de capital en los sectores básicos de la economía fue
acompañado de un crecimiento más acelerado de la acumulación en aquellos no productivos de
bienes (Estado, vivienda, comercio, finanzas y servicios personales).
La formación de capital desde 1930 hasta fines de 1940 estuvo fuertemente influida por las
consecuencias de la depresión y la Segunda Guerra Mundial. El deterioro de la posición externa
del país en la década de 1930, debido al comportamiento de sus exportaciones tradicionales,
produjo una sensible contracción en la importación de maquinarias y equipos que, en la época,
constituía la principal fuente de abastecimiento de ese tipo de bienes. Por otra parte, durante la
guerra, quedaron prácticamente interrumpidas las fuentes normales de provisión de bienes de
capital. De este modo, hacia 1945, el país había soportado tres lustros de muy bajo nivel de
capitalización en maquinarias y equipos. Durante la década de 1950 se produjo un repunte en ese
tipo de inversiones, por la utilización de las reservas de divisas acumuladas durante la Segunda
Guerra Mundial.
Si se dispusiera de cifras globales de capitalización en los sectores productores
de bienes y en la infraestructura se advertiría que su ritmo de crecimiento continúa siendo lento.
La productividad del capital probablemente tampoco ha registrado avances significativos en la
última parte de la etapa en consideración, por la persistencia de factores tales como los altos
precios relativos de los bienes de capital y los márgenes de capacidad ociosa que imperan en
algunos sectores industriales.
El estrangulamiento externo ha sido uno de los factores determinantes de os altos márgenes de
capacidad ociosa con que normalmente opera la economía argentina, particularmente en la
industria manufacturera. Las crisis de balance de pagos que inevitablemente se generan cada vez
que se expande el nivel de la actividad productiva y, consecuentemente, la demanda de
importaciones, impone una restricción permanente al pleno empleo de la capacidad productiva
instalada. Se comprende que los altos márgenes de capacidad ociosa contribuyen a disminuir la
productividad del capital y a explicar la baja relación producto/capital. La formación de capital
descansó en toda la etapa en el ahorro interno. Sin embargo, la inversión privada directa
extranjera en el sector industrial dinámico y su avance apoyado en la movilización del mercado y
los recursos financieros internos, le han permitido adquirir una gravitación que es uno de los
rasgos distintivos del sistema semiindustrial dependiente.
XVI. Consolidación del desequilibrio interregional
Crecimiento y distribución de la población
La concentración de la población en la Capital Federal y sus alrededores constituye la característica
destacada de la distribución de
la población en el territorio nacional durante la etapa. La población del distrito federal aumentó
lentamente entre 1914 y 1947, para decrecer ligeramente entre este último año y 1970. Se
produce así un proceso de suburbanización que es típico de las grandes ciudades. Este proceso de
suburbanización explica la mayor parte de la urbanización en la Argentina.
El censo de 1914 revelaba que el 49% de la población total del Gran Buenos Aires era de origen
extranjero. La posterior disminución de la importancia relativa de las corrientes migratorias hizo
caer la población de habitantes extranjeros. A partir de la década de 1940 se produce la migración
masiva desde el Interior hacia el Gran Buenos Aires. La corriente migratoria provino
fundamentalmente de la región pampeana. Si se considera que las ciudades de esa región también
crecieron significativamente, por encima de sus crecimientos vegetativos, se concluye que fueron
sus zonas rurales las que generaron las corrientes migratorias hacia el Gran Buenos Aires y las
ciudades pampeanas.
El despoblamiento relativo del resto del territorio estaba consumado hacia principios del siglo XX.
Ese “resto” del país, con ¾ del territorio nacional, no superó, en las últimas décadas, a 1/3 de la
población total. El Noroeste continuó deteriorando su posición relativa y generando corrientes
emigratorias. El Nordeste aumentó su participación del 1,5% al 5%. Córdoba mantuvo su
participación ligeramente superior al 9%. Es interesante destacar que el desarrollo industrial de
esta provincia fue insuficiente para retener la totalidad de su incremento demográfico. Cuyo
mantuvo su participación en la población
total del país entre el 5% y el 6%. La única región que registró un aumento poblacional
significativo es la Patagonia, pero su gravitación relativa en el total de la población del país siguió
siendo muy baja.
La concentración en el Gran Buenos Aires
Según se ha visto, la industria y los servicios absorben en medida creciente la mano de obra del
país. Concurrentemente a esta tendencia, se acelera el proceso de urbanización, debido a que la
mayor parte de esas actividades se desarrollan en los centros urbanos. El Gran Buenos Aires
ejerció una fuerte atracción en las últimas décadas sobre la radicación de nuevas industrias en la
expansión de diversos servicios. La principales fuerzas fueron las siguientes: En primer término, el
hecho de que la región metropolitana contase con mayores instalaciones de servicios básicos. En
segundo lugar, el hecho de que hacia 1930 el gran Buenos Aires representase cerca del 30% de la
población total y que el nivel de ingreso de la misma fuera superior al del promedio del país,
determinó una concentración del mercado nacional en esa zona. En tercer lugar, dado que las
actividades industriales requerían una proporción elevada de materias primas, productos
intermedios, equipos y combustibles importados, una buena parte de las industrias, sobre todo
aquéllas influidas en su localización por la fuente de las materias primas, tendieron a establecerse
cerca del interior. En cuarto lugar, el GBA disponía de una abundante oferta de mano de obra, con
un nivel de capacitación relativamente más alto que el promedio del país, lo que ejerció un fuerte
poder de atracción sobre la industria y la radicación
de nuevas empresas. Finalmente, la expansión del gasto público, especialmente a partir de 1945, y
la concentración del mismo en el GBA, creó una fuente adicional de ocupación e ingresos.
La concurrencia de esos factores determinaron pues, la localización de la población y la actividad
productiva en la región metropolitana. En 1964 el valor de la producción industrial del GBA
representaba el 56% del total del país. El ingreso per capita era 70% o más alto que el promedio
del país.
En la etapa bajo análisis, la estructura productiva dentro de ese espacio del territorio nacional
sufrió cambios profundos. La actividad industrial y los servicios adquirieron un rol predominante y
la actividad rural perdió participación relativa en la generación de la producción y el ingreso. Este
cambio en la estructura productiva debía reflejarse necesariamente en la distribución espacial de
la población y la actividad productiva.
Comportamiento de las regiones del Interior
El resto del país participó limitadamente en el desarrollo industrial a partir de 1930. Los datos
censales revelan que, en 1963, esa regiones, con el 75% del territorio nacional y el 33% de la
población, sólo generaban el 20% de la producción industrial del país. Una de las características
fundamentales del proceso de industrialización es la integración e interdependencia creciente
entre las diversas actividades económicas. Este proceso de integración e interdependencia
industrial se registró, fundamentalmente, dentro del GBA. La industrialización del país localizó su
efecto integrador en un espacio limitado del territorio nacional, dejando fuera de su alcance
al resto de las regiones. De este modo, el desarrollo industrial del resto del país se concentró en la
transformación de la producción primaria de las respectivas regiones. Deben señalarse algunas
excepciones significativas a esta consideración general. La más importante es la del desarrollo de
la industria metal mecánica en la provincia de Córdoba.
Las relaciones entre la zona industrializada y el resto del país se forjaron, fundamentalmente, al
nivel de la producción primaria. El crecimiento industrial generó una demanda creciente de
insumos de origen agropecuarios, como algodón y lana, y de insumos de origen minero,
incluyendo petróleo. Por otra parte, el mercado del GBA y de la zona pampeana concentró la
mayor parte de la demanda de productos tales como azúcar, yerba, vino, frutas, tabaco y té. Esto
generó una corriente de estas producciones desde el Interior hacia el GBA. Por otro lado, el
interior utilizó los incrementos del ingreso, generado por sus “exportaciones” a la zona industrial,
en “importaciones” de manufacturas desde esta misma zona. Se formalizó, de este modo, dentro
del territorio nacional, una relación centro periferia entre la zona industrial y el resto del país.
Las regiones y provincias que registraron un crecimiento apreciable y pudieron generar empleos
para retener su población fueron aquellas que desarrollaron actividades de exportación al GBA y la
zona pampeana. Otras provincias quedaron fuera de las corrientes dinámicas del sistema de
relaciones centro periferia (Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, San Luis, Entre Ríos y
Corrientes). Uno de los fenómenos típicos del subdesarrollo fue la insuficiencia
de generación de empleo en la actividad primaria y la industria que aparte de expeler población
fuera de las fronteras concentró mano de obra en servicios de muy baja productividad.
El comportamiento de los fiscos provinciales está estrechamente ligado a las tendencias
experimentadas en el desarrollo de cada provincia. En aquellas tradicionalmente importantes los
gobiernos provinciales dispusieron de una cantidad significativa de ingresos propios que le
permitió cumplir un papel más o menos activo. Los gobiernos de las provincias económicamente
estancadas, por el otro lado, carecieron de recursos propios como para realizar una gestión
eficiente de gobierno, y el mantenimiento de las administraciones provinciales y de los planes de
obras recayó, básicamente, en las prestaciones directas del gobiernos federal y en los aportes del
mismo.
La etapa del sistema semiindustrial dependiente consolida el proceso de descomposición del viejo
federalismo económico y fortalece el papel del GBA como núcleo dinámico y dominante del
desarrollo económico y social del país.
XVII. La política económica a partir de 1930
En la etapa que se abre a partir de 1930, diversas razones aconsejan analizar separadamente los
principales lineamientos de la política económica. Por un lado, la contemporaneidad de los
problemas determina que esos lineamientos conserven vigencia actual. Por otro, la realidad es
mucho más compleja y la política económica no adoptó a partir de 1930 un rumbo definido de
largo plazo. La conducción económica estuvo fuertemente influida por la inestabilidad política.
Hacia 1950 se registra una serie de cambios importantes
que diferencian los problemas que debió enfrentar la política económica en las dos décadas
anteriores y posteriores a ese año. Entre 1930 y 1950 los problemas, con ser agudos, eran menos
complejos y podían ser enfrentados al nivel de las grandes herramientas de la política económica
que operan sobre la demanda global, la oferta monetaria, los precios relativos, el tipo de cambio,
el déficit y el gasto público. A partir de 1950, en cambio, van surgiendo crecientemente los
problemas del sistema semiindustrial dependiente. Por estos motivos analizaremos la evolución
de la política económica en dos apartados. El primero abarca el período 1930-1950 y el segundo
1950-1970.
La política económica entre 1930 y 1950 - La década de 1930 y la guerra
Se ha visto el impacto de la crisis mundial sobre las exportaciones argentinas y la imposibilidad
creciente de la economía primaria exportadora de encuadrar el desarrollo de la economía
argentina a partir de 1930.
La conducción económica buscó, con bastante éxito, compensar el efecto deprimente de los
factores externos y mantener el nivel de producción y empleo. Con este fin, procuró desvincular el
nivel de la oferta monetaria y la demanda interna de la crisis de divisas por la que atravesaba el
país, introduciendo el control de cambios a fines de 1933. Esto, junto a una revisión de los
aranceles de importación, tendió a encarecer las importaciones y a estimular la sustitución de las
mismas por producción nacional. La política fiscal fue relativamente restrictiva en los primeros
años de la década de 1930. Además, el gasto público declinó un 30% entre 1930 y 1932. El nivel de
actividad
económica reflejó la convergencia de la caída de las exportaciones y las políticas fiscales y
monetarias recesivas. Entre 1929 y 1932 el producto cayó en 14%. Hacia la misma época, los
intereses dominantes propiciaron un entendimiento con Gran Bretaña para preservar la posición
de las carnes vacunas argentinas en ese mercado (Pacto Roca Runciman en 1933).
A partir de mediados de la década de 1930, la política fiscal y monetaria comienza a seguir un
sesgo francamente expansivo, que permitió recuperar el nivel de precios internos, mientras que
en los principales países industriales su declinación era muy marcada. El manejo del sector externo
incluyó una activa política de movilización de recursos para compensar la fuerte caída de la
entrada de capitales, provocada por la depresión, el impacto de los servicios de la deuda externa y
la acumulación de cuentas impagas en el exterior. La política económica de la década de 1930
tendió a preservar la posición de los grupos económicos dominantes de la época.
Los años de la guerra tuvieron un efecto contradictorio sobre el desarrollo de la economía
argentina. Por un lado, al restringir severamente las importaciones, proporcionaron nuevos
estímulos a la sustitución de importaciones. Pero, al mismo tiempo, entorpecieron severamente el
proceso de capitalización, al suspender las importaciones de maquinarias y equipos que eran
indispensable para la expansión de la capacidad instalada en las industrias y su diversificación.
La primera fase del gobierno peronista
Al iniciar su gestión en 1946, el nuevo gobierno heredó, junto a una importante masa de reservas
internacionales,
una economía descapitalizada, como resultado de la fuerte restricción del equipamiento durante
la década de 1930 y la guerra mundial. En este contexto, durante el trienio 1946-1948 el gobierno
llevó hasta sus últimas consecuencias lo que podríamos llamar la fase clásica del proceso de
sustitución de importaciones en el marco de una redistribución de ingresos a favor de los sectores
populares. En ese período se siguió una política fuertemente expansiva. Simultáneamente, el
gobiernos ejecutó una política de nacionalización de servicios públicos y repatriación de la deuda
pública. El capital extranjero que en 1913 equivalía al 50% del activo fijo total cayó al 5% en 1955.
A través del control de precios para artículos de consumo popular, el subsidio al consumo de los
mismos, la política de salarios mínimos urbanos y rurales, la aplicación del sueldo anual
complementario y la mejora de las prestaciones del sistema de seguridad social, se produjo una
fuerte expansión de la demanda de consumo y una fuerte redistribución de ingresos a favor de los
grupos de menores ingresos.
Estas políticas tuvieron un importante efecto expansivo. Las importaciones crecieron rápidamente
en esos años. Esto, sumado a la repatriación de la deuda y la nacionalización de los ferrocarriles y
otros servicios públicos, provocaron una fuerte caída de las reservas internacionales.
La política económica desde 1950 - La segunda fase del gobierno peronista
Cuando en 1949 el gobierno concluye, en el breve plazo de tres años, la fase expansiva de su
política, se agota, al mismo tiempo, la fase clásica del proceso de sustitución de importaciones. La
crisis
de la política peronista se extiende hasta 1952 y, al salir de ella, el gobierno adopta un nuevo curso
de acción.
En 1949, tanto las exportaciones como las importaciones cayeron en 1/3. Al mismo tiempo que la
contracción de las importaciones disminuía la disponibilidad de bienes, el crecimiento de la
producción interna tropezaba con el estrangulamiento de la capacidad productiva generada en un
largo período de baja capitalización. El gobierno mantuvo hasta los inicios de la década de 1950 su
política monetaria, fiscal y salarial expansiva. En 1951 el crecimiento de los precios alcanza límites
gasta entonces sin precedentes en lo que iba del siglo. El índice del costo de vida registró un
aumento del 37%. Trabado por el estrangulamiento del balance de pagos y el estancamiento de la
capacidad productiva interna, el gobierno peronista se embarcó en un nuevo curso de acción a
partir de 1952.
El nuevo programa económico incluyó una severa política de ingresos, con la creación de una
comisión nacional de precios y salarios, la concertación de convenios laborales cada dos años y el
mantenimiento de un estricto control de precios. La política de ingresos logró evitar caídas
sustánciales en los salarios reales y mantener la participación de los trabajadores en el ingreso
nacional. El gobierno siguió apelando a fuerte subsidios para abaratar los precios internos de los
artículos agropecuarios de consumo popular. Esto permitió, al mismo tiempo, elevar los precios
percibidos por los productores agropecuarios, a pesar del deterioro de los términos de
intercambio del comercio exterior. La estrategia para enfrentar el estrangulamiento externo
se apoyó en dos pivotes. Uno, estimular la producción agropecuaria mediante la mejora de los
precios relativos del sector rural. Otra, la promoción de la entrada de inversiones y préstamos. La
política de capital extranjero se articuló a través de un conjunto de decisiones, incluyendo la
adopción de una nueva ley en la materia, que elevó el límite permitido de remisiones al exterior, y
los acuerdos con empresas extranjeras para el establecimiento de fábricas de tractores y para el
desarrollo de la industria automotriz.
Un aspecto que debe destacarse en la política económica internacional fue el énfasis, durante el
gobierno peronista, al estrechamiento de los vínculos con los países latinoamericanos,
particularmente los limítrofes. La política fue articulada principalmente a través de acuerdos
bilaterales, en cuyo encuadre se produjo una apreciable expansión del comercio.
La Revolución Libertadora
En el período comprendido desde la caída de Perón en septiembre de 1955 hasta el acceso de
Frondizi a la Presidencia en mayo de 1958. se adoptó un conjunto de medidas orientadas a
debilitar el poder sindical, redistribuir el ingreso en beneficio de los grupos afectados por la
política peronista, vincular al país con los círculos financieros y económicos internacionales y
desmantelar el aparato intervensionista montado por el peronismo. Se invirtió drásticamente el
signo de las políticas de distribución del ingreso y articulación del poder político de los nuevos
grupos sociales surgidos durante el peronismo. La nueva política ser articuló a través de un
conjunto de medidas. Entre ellas, debe destacarse la intervención de la CGT,
el desmantelamiento del IAPI, la privatización de los depósitos bancarios, la incorporación del FMI
y el Banco Mundial, el abandono de los convenios bilaterales de comercio exterior y la adhesión
como país asociado a la Unión Europea de Pagos, formalizada en el llamado Club de París. Se
aflojaron progresivamente los controles de precios y se inició un proceso que habría de
consumarse, más tarde, con la rectificación de la política de congelación de arrendamientos
rurales y alquileres urbanos. La expansión de las exportaciones agropecuarias y el ingreso de
capitales extranjeros siguieron constituyendo los elementos claves para enfrentar el
estrangulamiento externo.
Después de la caída de Perón se liberalizaron las importaciones y se eliminaron las restricciones
cuantitativas. El control de las importaciones se realizó mediante el tipo de cambio y los depósitos
previos de importación. Sin embargo, esto no fue suficiente y el deterioro del saldo del balance de
comercial llevó al restablecimiento de restricciones cuantitativas al iniciarse 1958. El impacto de la
devaluación sobre los precios internos fue mayor que el previsto, lo que generó una creciente
agitación sindical hacia fines de 1956. Se volvió así a la política seguida a partir de 1952, de
conceder aumentos masivos bianuales en el mes de marzo. La política fiscal y monetaria tuvo un
efecto relativamente neutro sobre el nivel de la demanda global. La traslación de recursos a los
grupos de altos ingresos no provocó un incremento de la capitalización.
La experiencia frondicista
En 1958, Frondizi introdujo cambios drásticos en la política económica y una nueva estrategia
para enfrentar el estrangulamiento el balance de pagos. La tesis central era que éste obedecía al
subdesarrollo de las industrias básicas y, consecuentemente, a la dependencia de importaciones
de materiales industriales como el acero, papel de diario y productos químicos. El déficit en la
producción petrolera completaba este cuadro de dependencia externa, fincada en la insuficiente
producción nacional de combustibles y de productos industriales de base. La composición de las
importaciones respaldaba estas afirmaciones. Las exportaciones no figuraban como elemento
clave de la nueva estrategia. En la formulación de la política frondicista, las exportaciones,
atrapadas por el deterioro de los términos de intercambio y el control foráneo de los mercados de
exportación, empobrecían al país, al trasladar ingresos de lo s productos argentinos a los
importadores del exterior. El financiamiento de la expansión de la capacidad productiva
descansaba en la entrada masiva de capital extranjero y en un aumento de la tasa interna de
ahorro. La articulación de esta política tuvo dos fases. La primera, en que se siguió una violenta
expansión de la demanda a través de un ajuste masivo de salarios, una fuerte expansión de la
oferta monetaria y el incremento del déficit fiscal. Las tensiones introducidas por estas políticas
sobre el nivel de precios y el balance de pagos fueron enfrentadas a partir de principios de 1959,
cuando se inaugura la estrategia económica de fondo, con un conjunto de medidas tendientes a
establecer la confianza necesaria en los círculos financieros internacionales y en los grupos
internos dominantes. También se adoptaron
una serie de medidas para estimular a inversión, entre ellas, desgravaciones impositivas para la
capitalización, la reducción de los recargos y derechos aduaneros para la importación de
maquinarias y equipos y la elevación de la protección a al industria nacional. En respuesta a esto,
el aumento de la inversión en maquinarias y equipos generó un rápido incremento de las
importaciones. Las entradas de capital extranjero en el período estuvieron vinculadas al
financiamiento de éstas.
Como las exportaciones se mantuvieron muy bajas durante todo el gobierno de Frondizi el balance
comercial registró un fuerte déficit. La entrada de capitales permitió financiar el déficit y elevar las
reservas internacionales del Banco Central. Esta evolución del balance de pagos se reflejó en un
fuerte aumento de la deuda pública y privada externa.
Luego de la fuerte devaluación del peso vinculada a la liberación del mercado cambiario, a fines de
1958, el peso se estabilizó. La devaluación generó una fuerte traslación de los ingresos al sector
rural. Sumado al arrastre de las políticas del año anterior, más la devaluación y la liberación de
controles de precios, generaron un aumento del precios sin precedentes. Como los salarios
quedaron a la zaga, se produjo una nueva redistribución del ingreso en perjuicio de los
asalariados. Al mismo tiempo, la situación fiscal tendía a mejorar progresivamente, debido al
aumento de la recaudación tributaria y a la disminución del déficit de explotación de varias
empresas públicas. El efecto de este conjunto de medidas sobre la asignación de recursos fue
realmente notable. La traslación de ingresos hacia sectores
del capital y la empresa y la entrada de créditos y otros capitales del exterior provocaron un salto
de la tasa de capitalización al 24% anual en 1961.
El ascenso de la demanda global se apoyó en la inversión privada y pública, ya que el consumo
privado declinó en el período. En 1961 saltaron a la superficie las contradicciones del proceso. La
resistencia sindical a la caída de los salarios reales intensificó la tensión social. El sector externo
entró nuevamente en crisis bajo el efecto de un bajo nivel de exportaciones, el peso creciente del
endeudamiento externos y una creciente falta de confianza en la estabilidad del peso.
La política económica del gobierno de Frondizi reveló la posibilidad de lanzar con rapidez una
política agresiva de inversiones orientada a la expansión de la capacidad productiva en sectores
estratégicos. Al mismo tiempo, las bases en las que esa política se asentó eran endebles y debían
llevar a su quiebra en el corto plazo y a su inviabilidad en el largo plazo. La estrategia del gobierno
de Frondizi concentró su acción en la sustitución de importaciones. El supuesto implícito era que
podía comprimirse indefinidamente el coeficiente de importación y permitir el crecimiento con
una permanente reducción de la apertura externa de la economía. El límite de este proceso es
naturalmente la autarquía. La estrategia frondizista llevaba, inevitablemente, a un nuevo
estrangulamiento del balance de pagos, agravado por el peso creciente de los servicios de la
deuda externa. La segunda limitación fue el descuido acerca de las condiciones en que se producía
el desarrollo industrial de base. El énfasis en la integración
vertical de la industria era correcto, pero la instalación de un excesivo número de empresas en
sectores que requieren una alta concentración de la producción y elevadas dimensiones de planta
para alcanzar las economías de escala que las caracterizan, generó unja excesiva dispersión de la
producción y fuertes costos operativos. Si la estrategia seguida no genera una aumento sostenido
de la producción y de la capacidad de acumulación al mismo tiempo que se expande el consumo,
entonces se reinstala, inevitablemente, la puja por la distribución del ingreso y la inflación de
costos. Esto fue precisamente lo que ocurrió hacia fines del gobierno de Frondizi.
La incorporación de recursos del exterior no soslaya el hecho de que la fuente fundamental de la
acumulación en la Argentina es el ahorro interno. Su movilización constituye, pues, la clave del
financiamiento del desarrollo, y la estrategia del gobierno de Forndizi, con su énfasis prioritario en
el capital extranjero, no tiene, por tanto, vigencia.
La restauración liberal
Con la caída de Forndizi se instaló, nuevamente, la política liberal en su versión más pura entre las
experiencias de esa línea a partir de 1955. En 1962, la política liberal produjo una recesión sólo
comparable a la de los peores años de la crisis mundial de 1930. Esto revela elocuentemente el
agotamiento de la vigencia histórica de la política liberal.
Las medidas puestas en práctica a partir de abril de 1962 incluyeron una nueva devaluación del
peso, la disminución de las retenciones a las exportaciones tradicionales, una fuerte restricción de
la oferta monetaria y la reducción del gasto público.
La recaudación tributaria cayó como consecuencia de la recesión y, en consecuencia, el déficit
fiscal, en vez de disminuir, como se pretendía, aumentó bruscamente.
Los resultados fueron catastróficos. El producto bruto interno y el consumo per capita cayeron a
su nivel más bajo en un década. En 1963 se estima que estaba inutilizada cerca del 50% de la
capacidad industrial instalada, y el desempleo de la fuerza de trabajo se ubicaba en el 10%. La
fuerte concentración de la demanda más la devaluación y la restricción del crédito interno,
colocaron a gran número de empresas, fuertemente endeudadas con el exterior durante el
gobierno de Frondizi, en situación insostenible. Esto dio lugar a cuerees de fábricas y quiebras. Los
precios no pudieron frenarse. La recesión y la contracción del consumo interno permitieron elevar
los saldos exportables de productos agropecuarios. Al mismo tiempo, la recesión interna provocó
una caída de las importaciones de casi el 305 entre 1961 y 1963. La transitoria superación
superación del estrangulamiento externo sentó las bases para la política de expansión de la
demanda global y recuperación del nivel de producción y empleo que inauguraría la
administración radical a partir de fines de 1963.
El gobierno radical
La administración radical del presidente Illia abarcó desde fines de 1963 a mediados de 1966. En
ese período las exportaciones alcanzaron niveles sustanciales superiores a los de los años
anteriores. Las importaciones se mantuvieron en bajos niveles en todo el período. Dentro de este
contexto, la política económica procuró evitar devaluaciones masivas, con sus efectos sobre la
distribución del ingreso, y adoptó, un prudente ajuste periódico y en pequeñas proporciones, del
tipo de cambio. Al mismo tiempo, se reimplantaron controles cambiarios sobre las transferencias
de capital y los rubros invisibles del balance de pagos. En el sector externo, el gobierno adoptó,
asimismo, un conjunto de medidas para poner en práctica compromisos asumidos durante la
campaña electoral, particularmente, la anulación de los contratos petroleros. Además se puso
término al acuerdo stand by vigente con el FMI. Estas actitudes del gobierno implicaron una
drástica ruptura de la línea de entendimiento con la comunidad financiera internacional seguida,
aunque en distintos contextos de política económica global, por las tres administraciones
anteriores. No es extraño que se produjera una salida de capitales atribuible a la fuerte
contracción de las importaciones de maquinarias y equipos cuyo correspondiente financiamiento
constituye una de las vías principales de incorporación de capitales del exterior. Por otra parte, la
política cambiaria desalentó la entrada de capitales de corto plazo que constituye la segunda
fuente importante de incorporación de capitales del exterior. La mejora del balance comercial
permitió seguir una firme política de expansión de la demanda global a través del aumento de la
oferta monetaria, el gasto público y los aumentos de salarios.
Pese al repunte del empleo y los salarios reales, el movimiento obrero mantuvo una permanente
hostilidad contra el gobierno. La debilidad política del gobierno influyó decisivamente en su
incapacidad de imponer una política de ingresos para contener la espiral de precios
salarios. En el sector fiscal la evolución tampoco fue favorable. La expansión del gasto público se
apoyó en los gastos corriente mientras tendía a deteriorarse la participación de las inversiones.
Hacia el final de la gestión radical comenzó a agotarse la posibilidad de expandir la actividad
productiva sobre la base del aumento del ingreso monetario y la ocupación de la capacidad
instalada ociosa.
La política del gobierno de Illia rectificó los lineamientos de la política liberal restablecida en 1962.
En el contexto de una situación externa relativamente favorable, tuvo éxito en promover una
rápida recuperación del nivel de la actividad productiva y el empleo. Sin embargo, no aportó
soluciones significativas a los problemas básicos de la economía nacional. La capitalización y el
cambio tecnológico quedaron rezagados, el déficit de las empresas públicas se agravó y no hubo
avances importantes en la sustitución de importaciones, a través de la integración del sistema
industrial, ni en la promoción de las exportaciones.
El régimen militar
Después de la caída del gobierno radical, en junio de 1966, la política económica del régimen
militar no introdujo cambios apreciables hasta fines del año. En marzo de 1967 se puso en marcha
una política respaldada por los sectores tradicionales. Sin embargo esa política incluyó cambios
importantes con respecto a las seguidas por las anteriores experiencias del mismo origen. En
primer lugar, el sector ganadero y de grandes propietarios de la zona pampeana quedó al margen
de los beneficios directos de la nueva política económica. Los principales beneficiarios fueron las
empresas extranjeras
que operaban predominantemente en las industrias dinámicas, el sector financiero y las empresas
del Estado. Pese a estas orientaciones de la política económica, el sector tradicional, apoyado en la
producción agropecuaria exportable, le prestó, en un primera etapa, su apoyo.
La política de marzo de 1967 partió del supuesto correcto de que la inflación es eminentemente
de costos y puso en marcha un conjunto de medidas tendientes a contenerlos. En un primer
momento, se produjo una devaluación importante, aumentaron las tarifas de los servicios
públicos; las escalas de salarios de los convenios colectivos de trabajo fueron ajustados por etapas,
para restaurar su poder adquisitivo promedio de 166. de allí en más se congelaron estos
determinantes principales de costos. La política fiscal procuró el equilibrio del presupuesto
mediante un fuerte aumento de impuestos y cargas sociales, que implicaron una importante
traslación de ingresos al sector público. Por otra parte, las altas tasas de interés en le mercado
financiero, la perspectiva de la estabilidad del tipo de cambio y la aparente solidez política del
gobierno militar, estimuló la entrada de capitales de corto plazo que vino a reforzar la mejora
experimentada en el balance de pagos.
A mediados de 1969 los disturbios en la ciudad de Córdoba y en otras partes del país echaron por
tierra la aparente estabilidad del régimen militar. Aparentemente, el aumento de las reservas
internacionales, el crecimiento del producto y la contención de los precios indicaban un franco
éxito de la conducción económica. Sin embargo, estos avances se apoyaban en bases endebles y
habrían de desmoronarse
en el curso de 1970.
En primer término se profundizó el proceso de concentración industrial y se amplió el área de
influencia del capital extranjero en el sector industrial y financiero. El avance del proceso de
extranjerización se afincó sobre el control de los recursos internos del país y el financiamiento de
la empresa extranjera con recursos generados internamente. En el curso de 1970 la inversión del
ciclo ganadero provocó una drástica reducción de la oferta de hacienda, que determinó un fuerte
aumento de los precios internos de la carne vacuna. Además, la resistencia sindical a una política
que mantenía sin cambios apreciables los salarios reales, al tiempo que aumentaba la
productividad y la traslación de ingresos en perjuicio del sector obrero, agudizó drásticamente las
tensiones sociales. Para completar el cuadro, el sector externo entró nuevamente en crisis. El
proceso se estaba gestando desde 1969, en que, por primera vez desde 1962, se registró un déficit
sustancial de balance de pagos en cuenta corriente. El aumento de los precios internos, frente a la
inmovilidad del tipo de cambio, generó una crisis de confianza en la estabilidad del peso que
alentó la salida de capitales. La crisis del sector externo estalló hacia mediados de 1970 con una
contracción de las exportaciones, el mantenimiento de un alto nivel de importaciones y la salida
de capitales.
La experiencia de marzo de 1967 concluía, pues, con una nueva crisis del balance de pagos, la
reactivación de las presiones inflacionarias y la ruptura de la política de ingresos.
La apertura nacionalista
A fines de octubre de 1970 se produjo el
relevo del equipo económico y la instalación de una nueva política económica. El punto de partida
de la nueva política fue señalar que la potencia económica del país, su base de recursos humanos
y financieros y su excepcional dotación de recursos naturales en un inmenso territorio, le
permitían enfrentar la crisis de coyuntura y lanzar, simultáneamente, un agresivo programa de
desarrollo y de argentinización de la economía nacional. Para evitar que el nivel de actividad
interna y la oferta monetaria quedaran atrapadas por la crisis del sector externo se introdujeron
controles a la salida de capitales y las transferencias financieras. Simultáneamente se persiguió
una política de elevación de las inversiones públicas con el doble propósito de la expansión de la
infraestructura y de la demanda global. Asimismo, se puso al día una cuantiosa deuda con
proveedores del sector público. Se resolvió, también, reabrir las negociaciones de los convenios
colectivos de trabajo. Para controlar la explosión de las expectativas inflacionarias se dispuso la
adopción de controles directos de precios. Se pusieron en marcha un conjunto de medidas
tendientes a expandir las exportaciones, movilizar los recursos internos, argentinizar la economía y
reformar el comportamiento del sector público para integrarlo en un proceso del desarrollo
acelerado con creciente control nacional. En el sector externo, la restricción a las importaciones
suntuarias y la veda al consumo interno de carne vacuna tendieron a eliminar el déficit de la
balanza comercial. En el campo de la movilización de los recursos internos se creó el Banco
Nacional de Desarrollo. En el campo
de la movilización de los recursos externos, fue rectificada la política tradicional de vincular las
realizaciones internas a la obtención de créditos internacionales, mediante prolongadas gestiones
en el exterior. Por el contrario, se enfatizó que los créditos del exterior vienen cuando existe una
política agresiva de inversiones en torno de proyectos bien concebidos. La rectificación del
creciente proceso de extranjerización del aparato productivo del país, a través de lo que se definió
como la “argentinización” de la economía nacional, fue otro aspecto central de la política
económica iniciada a fines de octubre de 1970. La política de argentinización persiguió varios
objetivos principales. En primer lugar, lograr que el crecimiento de las industrias dinámicas se
asiente progresivamente en empresas controladas por intereses locales. En el campo financiero,
se dispuso la orientación progresiva del crédito hacia las empresas de capital nacional. En materia
de petróleo se puso en marcha un apolítica tendiente a dar a la empresa estatal (YPF) un rol
decisivo en todas las etapas de la economía petrolera, al tiempo que se expandían sus
operaciones. Otro problema enfrentado fue el de las empresas medianas y pequeñas de capital
nacional en situación crítica. Se pusieron en marcha comisiones sectoriales destinadas a diseñar y
ejecutar las medidas de apoyo crediticio, fiscal y de diverso tipo, tendientes a expandir las escalas
de producción, a expandir las exportaciones y otros objetivos prioritarios. En el campo de la
operación del sector público la llamada ley de “compre nacional” impuso condiciones estrictas,
que obligaron al sector
público comprar bienes y servicios producidos internamente. Al nivel de las grande obras de
infraestructura se aceleró el proceso de decisiones, superando largas demoras en proyectos como
Zárate Brazo Largo, Salto Grande y Yaciretá. En materia petrolera se puso en marcha un programa
de aceleración de las exploraciones, para aumentar las reservas comprobadas.
El capitalismo argentino
(Aldo Ferrer)
Primera parte- Desarrollo y subdesarrollo en el mundo global
I. El sistema internacional
La globalización no es un hecho nuevo ni reciente. Comienza alrededor del año 1500 con el
descubrimiento y la conquista de América y la llegada de los portugueses a Oriente por vía
marítima. Desde entonces, la trayectoria del desarrollo económico de los países, tanto como sus
problemas actuales y perspectivas futuras, es, en gran medida, resultado de la resolución del
contrapunto realidad interna-contexto mundial.
Principales tendencias del orden mundial
En los últimos 150 años el orden económico mundial presenta cuatro rasgos principales:
- Aceleración de la tasa de crecimiento en un reducido número de países y expansión de las
relaciones económicas internacionales: desde fines del siglo XVIII y en el transcurso del XIX, se
difundió en los países de Europa Occidental y en Estados Unidos la revolución industrial iniciada en
Gran Bretaña. La incorporación masiva del progreso técnico abarcó, en una primera etapa (17501850), la máquina de vapor y la producción de energía, la industria textil, la producción
siderometalúrgica, la industria metalmecánica, los ferrocarriles y el telégrafo,
la agricultura y la minería, e incorporó, en la segunda (1850-1913), la electricidad, las industrias
electrometalúrgica, química y farmacéutica, las comunicaciones (cables submarinos, telefonía y
transmisión inalámbrica), la navegación a vapor y la construcción de canales interoceánicos. La
revolución industrial fue acompañada por una rápida expansión del comercio internacional y de
los movimientos de capitales y por una gigantesca migración de europeos hacia los nuevos
espacios abiertos en el Nuevo Mundo y Oceanía. Las relaciones económicas y financieras
internacionales crecieron más rápido que la producción mundial. Las economías industriales y las
abastecedoras de alimentos y materias primas quedaron estrechamente asociadas en un sistema
multilateral del comercio y pagos. Entre 1914 y 1945, el orden mundial fue sacudido por dos
grandes guerras y la depresión de los años treinta. En ese período, se desaceleró el crecimiento y
se debilitaron las relaciones económicas y financieras internacionales. Después de la Segunda
Guerra Mundial, una nueva ola de innovaciones tecnológicas (electrónica, informática,
biotecnología, energía nuclear) provocó otro impacto masivo sobre el desarrollo económico y las
relaciones internacionales. En el llamado “período dorado de posguerra” los movimientos de
capitales crecieron más que la producción y el comercio e incorporaron dos protagonistas
decisivos: las inversiones de las corporaciones trasnacionales y los fondos de corto plazo. Desde la
primera crisis del petróleo en 1973, el desarrollo de las principales economías industriales se
desaceleró.
- Surgimiento de una nación líder en el despegue
de cada una de las fases del desarrollo y globalización de la economía mundial: En el Primer Orden
Económico Mundial (1500-1800), en el cual se construyó el primer sistema de relaciones
planetarias, el liderazgo descansó en las naciones ibéricas (Portugal y España) y, en seguida,
además, en Francia, Holanda y Gran Bretaña. A partir de la Revolución Industrial, es decir, desde
fines del siglo XVIII, la situación cambió drásticamente. En efecto a partir de entonces, en cada una
de las fases de aceleración de la globalización, existió una sola potencia hegemónica. En la
primera, que abarca el siglo XIX y concluye con la Primera Guerra Mundial, la nación protagónica
fue Gran Bretaña. La City de Londres era entonces el principal centro financiero internacional y la
libra esterlina la principal moneda de denominación de las transacciones. En la siguiente fase de
globalización, iniciada en 1945, la hegemonía fue asumida decisivamente por Estados Unidos. En
1950, Estados Unidos, con el 6% de la población, representaba el 50% de la producción mundial y
2/3 de la correspondiente al mundo industrializado. La confrontación con la ex Unión Soviética, en
el contexto de la guerra fría, indujo a Estados Unidos a contribuir en la reconstrucción de
posguerra, incluso de sus enemigos en el conflicto. El dólar se constituyó en el principal activo de
reserva del resto del mundo y en la principal fuente de aumento de la liquidez internacional.
- Dispersión de los niveles relativos de desarrollo ente, por una parte, la potencia líder y un
reducido grupo de naciones industrializadas y, por otra, el resto de los países que representan 2/3
de la
población mundial: La aceleración del desarrollo en la potencia líder y en un reducido grupo de
países industriales abrió una brecha entre éstos y los que quedaron al margen. En efecto, antes de
la revolución tecnológica e industrial, los ingresos medios y las estructuras productivas de las
principales civilizaciones de Europa y Asia eran comparables. A mediados del siglo XVIII, el ingreso
per cápita de la población de lo que luego se llamaría “tercer mundo” representaba el 80% del
verificado en la potencia entonces líder, Gran Bretaña. La situación cambió radicalmente a partir
de la Revolución Industrial.
Actualmente, el ingreso medio de la periferia es apenas el 10% del verificado en la potencia
hegemónica, Estados Unidos. Los pobres están cada vez más lejos de los ricos.
- Convergencia de un reducido grupo de países con la potencia líder en cada fase de la
globalización del orden mundial.
Asimetrías y poder en el sistema internacional
Los países exitosos se acercaron y, en algunos casos, superaron al líder. Se formó así, en cada
período de la globalización, el núcleo central y hegemónico del sistema internacional. Los países
rezagados, con más de 2/3 de la población mundial, conformaron la periferia atrasada y
subordinada del orden global. Las asimetrías en el sistema internacional se reflejan, en cada
período de la globalización, en marcos regulatorios y relaciones bilaterales que privilegian los
intereses de los centros. En la actualidad, el grupo hegemónico abarca la tríada Estados UnidosUnión Europea-Japón.
Las reglas del juego del orden global son establecidas por los países centrales y se formalizan
actualmente
a través de los organismos multilaterales.
¿Cuales son los países exitosos?
Los países exitosos o ganadores, es decir, aquellos que convergieron con el líder y, a su turno,
conformaron con él el centro hegemónico del sistema mundial, son un número relativamente
reducido. Se trata de países de desarrollo tardío respecto del líder y del núcleo de naciones más
avanzadas de cada período. No todos estos países eran periféricos al tiempo de su despegue. Raúl
Prebisch difundió a fines de la década de 1940, las expresiones centro periferia para caracterizar la
división internacional del trabajo entre países industrializados y economías abastecedoras de
alimentos y materias primas. La periferia estaba compuesta por economías satélites de los
centros. La transformación de los sistemas productivos de los países periféricos estaba seriamente
limitada por su especialización en la producción primaria y su dependencia del abastecimiento de
manufacturas diversas, máquinas, equipos y tecnología. Esta relación no era conveniente a la
periferia porque determinaba una concentración de los frutos del progreso técnico en los centros
y generaba una tendencia sistémica al déficit externo en la periferia. La solución consistía,
entonces, en la industrialización y la transformación del comercio exterior.
En el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial los ejemplos más importantes de países de
desarrollo tardío que convergieron con la potencia entonces hegemónica, Gran Bretaña, son:
Estados Unidos y Alemania. Los ejemplos contemporáneos más exitosos resultan estar en Asia: la
reconstrucción y el fenomenal desarrollo del Japón hasta la
década de 1980 y de dos países de dimensión territorial reducida y mediana población, Corea y
Taiwán.
La caracterización del éxito se refiere exclusivamente a una mayor tasa de desarrollo respecto de
la del líder, convergencia con su nivel de ingreso medio y ampliación de la libertad de maniobra en
el sistema internacional para definir estrategias autocentradas de desarrollo y objetivos propios en
el orden mundial. En tal sentido, el éxito no incluye variables relativas al desarrollo humano como
la libertad, la democracia y la paz. Si nos atenemos a indicadores vinculados con el desarrollo
humano, probablemente Suecia y Dinamarca proporcionen los ejemplos más notables de
convergencia simultáneamente con la exaltaciones de valores fundamentales.
Diferencias entre los países exitosos
Los países incluidos en la muestra presentan situaciones muy diferentes entre si. Las diferencias
principales se refieren a las siguientes cuestiones:
- Dimensión territorial, población, recursos naturales y mercado interno.
- Magnitud de la brecha con el país líder al tiempo del despegue.
- El contexto mundial.
El debate actual sobre la globalización y las estrategias de desarrollo
Las tensiones emergentes de las crecientes disparidades dentro del orden mundial y entre
diversos sectores sociales, incluso en los países industriales, están generando un activo debate
sobre las cuestiones. El mismo abarca dos temas principales. A saber:
- La naturaleza y los alcances de la globalización de la economía mundial: ¿tienen o no los países
periféricos o subdesarrollados, hoy en día, capacidad para decidir el rumbo de su desarrollo?
La visión fundamentalista de la globalización plantea que no por dos motivos. Primero, que
actualmente, las principales transacciones tienen lugar en el mercado mundial. Segundo, que las
decisiones fundamentales de inversión y localización de la producción las adoptan los mercados
financieros y las grandes corporaciones trasnacionales. Los mercados y estados nacionales serían
testigos pasivos e impotentes de acontecimientos fuera de su control. Ésta es una visión
deformada de la realidad.
- Las distintas estrategias que diversos países han seguido para superar su atraso y,
eventualmente, convertirse ellos mismos en líderes del sistema internacional: todos los países
ganadores fundaron su desarrollo en sistemas de capitalismo nacional autocentrado en los
mercados internos y los recursos propio, en el comando del proceso por los grupos hegemónicos
internos y en la proyección del mercado mundial.
II. El sendero del desarrollo
La experiencia de los países de desarrollo tardío que resultaron exitosos presenta dos rasgos
sorprendentes. El primero radica en la gran diversidad de situaciones contextuales, dimensión y
nivel relativo de desarrollo al tiempo del despegue en cada uno de los casos de la muestra. El
segundo se refiere a que el sendero seguido por esos países presente, pese a todas las diferencias
recordadas y a la singularidad de cada experiencia histórica similitudes notables. Tales semejanzas
se refieren a dos áreas principales. A saber:
Las condiciones sociopolíticas
• Marco institucional y político
Bajo distintos regímenes políticos, los países exitosos lograron mantener la estabilidad de largo
plazo de las instituciones y, en el caso de fractura de las mismas, recuperar la estabilidad políticoinstitucional en plazos relativamente breves.
• Las elites
En todos los países exitosos, los grupos sociales hegemónicos revelan una disposición a acumular
poder en sus respectivos espacios nacionales y, sobre estas bases, proyectarse al escenario
internacional.
De este modo, la expansión de las actividades dinámicas en el agro y la industria actuó como
locomotora de la acumulación del capital, el crecimiento y la transformación del sistema
económico.
El capital nacional prevalece en el comercio interno e internacional y en el sistema financiero. Esto
fue esencial para el financiamiento de la inversión en los sectores dinámicos y el protagonismo de
los intereses nacionales.
En todos los países exitosos, las raíces nacionales de sus respectivos capitalismos a asociar a las
empresas con los sistemas nacionales de ciencia y tecnología.
• Ideas económicas
Los países exitosos no adhirieron a las ideas económicas prevalecientes en los centros. Por el
contrario, fundaron ideas e ideologías propias y compatibles con el desarrollo de sus economías
nacionales.
• El Estado
Con el respaldo de ideas y visiones propias del desarrollo, en todos los países exitosos, el Estado
jugó siempre un papel fundamental. Estas estrechas relaciones del poder político y administrativo
con los intereses privados provocaron diversos grados de cohecho y corrupción y la generación de
rentas privadas resultantes de las decisiones públicas. Sin embargo, la corrupción, que siempre es
un flagelo social, no constituye una variables explicativa
del éxito o el fracaso de los países.
• Derecho de propiedad y costos de transacción
La seguridad en el ejercicio del derecho de propiedad y la reducción de los costos de transacción
en los mercados son aspectos esenciales del comportamiento de los países exitosos.
• Integración social
En todos los casos de la muestra, el desarrollo incorporó la mayor parte de la sociedad al proceso
de crecimiento. Las actividades líderes durante el siglo XIX y en la segunda mitad del XX generaron
eslabonamientos con el resto del sistema productivo. Esto permitió aumentar el empleo e
incorporar a la mayor parte de la fuerza laboral en el proceso de crecimiento.
Las variables económicas
El comportamiento de las principales variables económicas presenta similitudes notables a pesar
de las diferencias contextuales, dimensión y niveles relativos de desarrollo al tiempo del despegue
de cada uno de los países exitosos.
• Ahorro e inversión
Como el ahorro interno es la fuente fundamental del financiamiento de la inversión, en los
diversos períodos históricos, los países exitosos lograron tasa de ahorro interno superiores a las de
las economías líderes.
• Ventajas competitivas
Un rasgo común en todos los países exitosos es que su inserción en el sistema internacional se
fundó en la generación de ventajas competitivas dinámicas fundadas en el cambio técnico y la
incorporación de conocimientos y valor agregado a la producción. Ninguno descansó a largo plazo
en las ventajas comparativas reveladas por la dotación de recursos naturales o bajos salarios. La
tecnología incorporada fue asimilada a través de un fuerte sector
nacional productor de bienes de capital y, además, las importaciones de máquinas y equipos.
Todos los países de la muestra terminaron siendo exportadores de tecnología y bienes de capital.
Los países exitosos introdujeron reformas organizacionales en las firmas y en los mercados y
promovieron la capacitación de recursos humanos. Los países exitosos lograron una disminución
de la asimetría en el contenido tecnológico de las importaciones y exportaciones. El cambio de la
composición de las exportaciones fue posible por la transformación de la estructura productiva
interna y el crecimiento de las industrias dinámicas.
• Balance de pagos
En los diversos períodos históricos, los países exitosos han mantenido el equilibrio de sus pagos
internacionales y evitado incurrir en déficit sistémicos de largo plazo. A largo plazo éstos evitaron
la dependencia de los capitales financieros para cerrar la brecha de sus pagos internacionales. En
tales países, las entradas de capital extranjero están asociadas al aumento de la capacidad
productiva y de las exportaciones. El capital extranjero realizó una contribución, en algunos casos
importante, pero marginal en el proceso de acumulación de capital y generación de capacidad de
pagos externos.
• Precios
Los países exitosos mantuvieron en equilibrio las relaciones macroeconómicas de base: situación
fiscal, pagos externos y oferta-demanda de dinero.
El caso argentino
La Argentina no forma parte de los países exitosos. Su tasas de desarrollo en la segunda mitad del
siglo XX fue baja e inferior a la de las economías desarrolladas. De este modo, en vez de converger,
aumentó la brecha
que separa a la Argentina del conjunto de las economías industrializadas. La deuda externa y la
magnitud y persistencia del déficit en la cuenta corriente han contribuido a la subordinación, sin
precedentes, de la política económica a las expectativas de los mercados financieros y de los
centros de poder internacional. En el transcurso de su desarrollo histórico la Argentina no logró
conformar un sistema de capitalismo nacional
Segunda parte- La trayectoria del capitalismo argentino-
I. La economía primario exportadora (1860-1930)
En la segunda mitad del siglo XIX, la Argentina se incorporó al orden mundial como una exportador
importante de alimentos y materias primas de origen agropecuario. Esta etapa del desarrollo
argentino concluyó con la crisis económica internacional de los años treinta. En este período, el
liderazgo del crecimiento descansó en las exportaciones. En virtud de la extraordinaria dotación de
recursos naturales en relación con la reducida magnitud de su población, la Argentina alcanzó, en
la década de 1920, un alto ingreso per cápita e indicadores sociales. Su economía era, sin
embargo, vulnerable y dependiente.
Las condiciones sociopolíticas
• Marco institucional y político
Desde la Organización Nacional hasta el fin del período, que coincide cronológicamente con el
golpe de estado de 1930, el sistema operó con una considerable estabilidad institucional y
política.
• Las elites
Como la tierra era el principal recurso y su dominio la mayor fuente de poder, el comportamiento
de los terratenientes y la debilidad relativa de los otros sectores sociales fueron decisivo en el
curso
de los acontecimientos. El latifundio resultó así la unidad económica dominante y su explotación
descansó en su mayor parte en arrendatarios, medieros y otras formas de ocupación precaria de la
tierra.
Gran Bretaña era entonces el principal mercado de las exportaciones agropecuarias y la fuente
principal de financiamiento externo y de inversiones privadas directas en la Argentina. La
concentración del poder económico y la ausencia de una masa crítica de intereses asociados a la
industria y los servicios, convirtieron a la economía argentina en un satélite de la potencia
hegemónica. No existió, pues, un liderazgo empresario con vocación de acumulación de poder en
el seno del espacio nacional. De este modo, la asignación de recursos, la estructura productiva y la
composición del comercio exterior quedaron libradas a las fuerzas del mercado y a las señales del
sistema de precios y de las ventajas comparativas estáticas. El grado de extranjerización del
sistema productivo fue extraordinario . en 1913 el capital extranjero radicado en el país
representaba el 50% del valor total de activos existentes. La generación de ahorro estaba en
manos de intereses extranjeros. Una situación antitética con la registrada en los países exitosos.
• Las ideas económicas
Dado el comportamiento de la elite, el librecambio se convirtió en la ideología oficial del sistema y
prevaleció en todo el período. La derrota de la postura proteccionista del mercado interno e
industrialista en la Argentina coincidió con un cambio de tendencia política comercial en el resto
del mundo. Todos los países que hemos incluidos en la muestra de los exitosos aumentaron
las tarifas de importación para defender su producción doméstica y mercados internos.
• El Estado
Bajo el régimen conservador, se puso en marcha una política de educación pública de vasto
alcance. Pero, a diferencia de los países exitosos, en los cuales la educación formó parte de
procesos de industrialización y generación de ventajas competitivas dinámicas, en la Argentina su
impacto quedó reducido a los límites el modelo primario exportador. El Estado no hizo diferencia
alguna entre el capital nacional y extranjero y, a menudo, las reglas del juego privilegiaban al
segundo sobre el primero. De este modo, fueron las fuerzas espontáneas del mercado lasque
decidieron la asignación de recursos y la presencia de los intereses extranjeros en la economía
Argentina. El sistema primario exportador y la ideología y política librecambista entraron en crisis
con la caída de la Bolsa en 1929. Comenzó entonces otra época y, en verdad, no se partía de cero.
Porque, a pesar de la vulnerabilidad del sistema económico argentino, la magnitud de los recursos,
incluso la incipiente base industrial disponible, el nivel educativo y la capacitación de la fuerza de
trabajo, la dimensión del mercado interno y otros factores favorables, proporcionaban una
importante base de sustentación para el cambio de rumbo.
• Derecho de propiedad y costos de transacción
La estabilidad de las instituciones y política configuró un cuadro de plenas garantías a la inversión
privada nacional y extranjera.
• Integración social
Un rasgo notable del sistema fue la incorporación de la mayor parte de la población del país y de
las corrientes inmigratorias
a una economía de mercado de alcance nacional. Ningún segmento social significativo, salvo en las
regiones periféricas del Noroeste, quedó al margen de la economía de mercado. El liderazgo de las
exportaciones se derramó sobre la mayor parte del sistema económico y social. El ingreso estaba
fuertemente concentrado en los grandes propietarios territoriales y en los sectores vinculados con
la red de infraestructura, comercial y financiera.
Las variable económicas
• Ahorro e inversión
Dado su ingreso per cápita, la Argentina alcanzó en el período tasas de ahorro e inversión
considerables. El aumento de la inversión contribuyó a sostener la expansión del empleo y la
incorporación a la fuerza de trabajo de los contingentes inmigratorios. La integración territorial fue
facilitada por el rápido desarrollo de la red ferroviaria.
• Ventajas competitivas
El desarrollo de la producción agrícola y ganadera se basó en la expansión de la frontera
productiva y en la penetración del cambio técnico en las explotaciones. La mecanización, rotación
de cultivos, empleo de fertilizantes y agroquímicos y mejora de los rodeos formaron parte de una
incorporación ampliada de equipamiento y tecnología en la producción primaria; lo mismo sucedió
con las industrias transformadoras, como los frigoríficos. El avance tecnológico se derramó a otras
actividades asociadas con el desarrollo urbano, la infraestructura, la construcción y servicios
diversos. Pero éstos fueron los límites del desarrollo tecnológico del período. De este modo, en
todo el período, las exportaciones estuvieron compuestas totalmente por productos primarios e
industriales
de origen agropecuario. La brecha en el contenido tecnológico del comercio exterior se mantuvo
sin cambios. En tales condiciones, el país era incapaz de generar ventajas competitivas dinámicas
asentadas en la difusión del progreso técnico más allá de la producción primaria.
• Balance de pagos
El excedente del comercio exterior permitía pagar, con ocasionales sobresaltos, los servicios de la
deuda externa y las utilidades del as inversiones privadas directas radicas en los ferrocarriles y en
otras áreas.
• Precios
En la mayor parte de la etapa, prevaleció la estabilidad de precios y el tipo de cambio el peso. Esto
fue posible por la solidez de las relaciones macroeconómicas de base, es decir, los equilibrios del
presupuesto, la cuenta corriente del balance de pagos y la relación demanda-oferta de dinero.
II. La industrialización sustitutiva de importaciones (1930-1975)
El colapso del orden mundial que había encuadrado el crecimiento fundado en las exportaciones
de productos primarios reveló la inviabilidad del sistema primario exportador. Ante la caída de las
exportaciones, la capacidad de pagos externos era insuficiente para sostener el nivel previo de
importaciones, hacer frente a los pagos de los servicios de la deuda externa y transferir las
utilidades de las empresas extranjeras radicadas en el país. En ese contexto, la política
librecambista sólo podía agravar la profundidad de la crisis y fue progresivamente abandonada. A
mediados de la década de 1930, el régimen conservador había creado un instrumental de
intervención en el mercado (control de cambios, regímenes reguladores de la producción
de cereales y carnes, banca central, reforma impositiva, acuerdos comerciales con Gran Bretaña,
etc.) y había comenzado a adoptar medidas de reactivación de la demanda. Las nuevas
condiciones internacionales y el cambio de rumbo en el comportamiento del Estado argentino,
contribuyeron al crecimiento de la producción industrial sustitutiva de importaciones.
En la Argentina la proporción de exportaciones de manufacturas de origen industrial respecto de
la producción manufacturera total continuó siendo baja y las exportaciones siguieron
descansando esencialmente en los productos primarios.
El primer tramo del proceso abarca desde 1930 hasta mediados de los años cuarenta. En su
transcurso, se ocupó prácticamente toda la frontera sustitutiva en la industria liviana (textiles,
alimentos industrializados, mecánica y química livianas y bienes de consumo durable). A partir de
allí, la industria abarcó ramas más complejas que incluían la producción de insumos industriales
(acero, papel, petroquímicos, aluminio) y, notoriamente, la industria automotriz. El crecimiento
del período fue bajo pero no despreciable. Sin embargo, en todo el período, a diferencia de los
países exitosos, la Argentina no había logrado converger con los países líderes.
El país no había logrado aumentar su grado de autonomía en el manejo de sus relaciones
internacionales. Después de la nacionalización de las empresas extranjeras de servicios públicos y
de la repatriación de la deuda pública externa, durante el gobierno peronista (1946-1955), la
economía argentina se enfrentó nuevamente un severo estrangulamiento externo. El crecimiento
de la producción tropezaba
con la insuficiencia de la capacidad de importar maquinarias, equipos e insumos esenciales y el
crédito externo era sólo un paliativo que, a corto plazo, aumentaba la demanda de divisas para el
pago de sus amortizaciones e intereses. La vulnerabilidad externa y el desorden fiscal terminaron
por crear las condiciones propicias para caer, a partir del golpe de Estado de 1976, en la trampa de
la deuda externa. Dado el desorden del sistema político argentino en el período, lo sorprendente
es que la economía no hubiera tenido un comportamiento peor.
Durante el período de la industrialización sustitutiva de importaciones el país no logró, por lo
tanto, construir un sistema de capitalismo nacional.
Las condiciones sociopolíticas
• Marco institucional y político
El golpe de Estado de 1930 inauguró un largo período de inestabilidad institucional y política.
Entre aquel año y 1976, se produjeron cinco golpes militares y otros tantos frustrados regresos a la
democracia. La fractura del orden institucional agravó los desequilibrios macroeconómicos de
base, debilitó la posición negociadora internacional, desalentó a la iniciativa privada y, finalmente,
culminó en una espiral de violencia trágica.
• Las elites
La antigua elite dirigente cedió paso a nuevos cuadros asociados a la producción industrial y los
servicios. Un rasgo muy importante y presente en todos los países exitosos es el protagonismo de
los capitalistas y empresarios locales en el desarrollo de las actividades líderes, que constituyen la
principal fuente de ganancias y acumulación. En la Argentina, tempranamente el liderazgo fue
delegado en subsidiarias de
corporaciones trasnacionales. Estas tendencias condicionaron la integración posible entre el
sistema nacional de ciencia y tecnología y el aparato productivo.
• Ideas económicas
La elite conservadora que condujo la política económica durante los años treinta hasta el golpe
militar de 1943 no cuestionó los principios del enfoque ortodoxo.
Con el ascenso de Juan Domingo Perón al poder, a mediados de la década de 1940 el librecambio
fue rechazado frontalmente y la intervención del Estado plenamente justificada en un amplio
espectro de funciones: desde la regulación de los mercados hasta la producción de bienes y
servicios. La doctrina peronista, sin embargo, no era consistente con el éxito. El lanzamiento de
políticas de fuerte contenido nacionalista y confrontativas con los centros de poder mundial, la
nacionalización de los servicios públicos y las políticas activas desmesuradas, conformaron un
escenario conflictivo, de puja distributiva e incertidumbre, que debilitó la posibilidad de los nuevos
cuadros empresarios, asociados a la industrialización, de asumir decididamente la puesta en
marcha de un proceso acumulativo de transformación y crecimiento.
El aumento de la intervención del Estado era una tendencia observable en el resto del mundo.
Pero fue llevada, en la Argentina, hasta límites incompatibles con el desarrollo económico de largo
plazo, los equilibrios macroeconómicos y el funcionamiento de las instituciones democráticas.
Después de la caída de Perón en 1955 hubo nuevos aportes al pensamiento y a la política
heterodoxa. El desarrollismo durante la presidencia de Frondizi es uno de los ejemplos más
notorios.
• El Estado
En todo el período y en resumen, el Estado fue un obstáculo más que un agente promotor del
éxito. Entre 1930 y 1975, la relación entre el gasto público y el producto bruto interno creció del
10% al 40%. Lo grave fue la mala calidad de la intervención pública. El estado fracasó en sus
responsabilidades básicas de asegurar los equilibrios macroeconómicos de base, la estabilidad de
los precios y relaciones sociales razonablemente armoniosas. Fracasó, también , en la aplicación
de políticas activas que generaran rentas palanca del crecimiento en vez de privilegios espurios.
Fue también incapaz de establecer reglas de juego que consolidaran la presencia del capital
nacional en los sectores líderes y promovieran la proyección de la producción argentina al
mercado mundial.
El sistema de seguridad social y las normas laborales no lograron sustentarse sobre una economía
de alto crecimiento y, consecuentemente, sobre un sector público con fuentes genuinas y
suficientes de recursos. Las tentativas de mejorar la distribución del ingreso culminaron en el
agravamiento de las tensiones inflacionarias. Las pretensiones de autonomía frente a los centros
de poder internacional concluyeron con un aumento de la vulnerabilidad externa y el recorte de la
libertad de maniobra del país en el escenario internacional.
• Derecho de propiedad y costos de transacción
El derecho de propiedad, como principio fundamental del orden social nunca fue cuestionado o
seriamente amenazado. Pero su ejercicio fue interferido por infinidad de regulaciones públicas.
Esto desalentó la inversión privada. Por las mimas razones y, además, por el aumento
de la burocracia y de la interferencia pública en los asuntos privados, los costos de transacción
tendieron a aumentar.
• Integración social
La industrialización sustitutiva, como había sucedido también en el período de la economía
primario exportadora, abarcó al conjunto de la economía y de la fuerza de trabajo.
El proceso de urbanización y la expansión industrial generaron nuevos empleos, suficientes para
absorber el incremento de la población en edad activa. La expansión del sector público también
contribuyó a mantener condiciones de alto empleo en el largo plazo.
Las variables económicas
• Ahorro e inversión
Al final del período, la tasa de ahorro era del orden del 20% del producto, comparable pero no
superior a la de los países líderes. El aporte del capital extranjero al financiamiento de la inversión,
en todo el período, fue del orden del 1%. Es decir que el 99% de la formación de capital se financió
con ahorro interno.
• Ventajas competitivas
La competitividad internacional de la economía argentina siguió vinculada con su dotación de
recursos naturales. El aporte de las ventajas competitivas dinámicas generadas por la
industrialización y el cambio técnico fue marginal en todo el período. En consecuencia, prevaleció
la brecha del contenido tecnológico del comercio exterior y, consecuentemente, la tendencia al
déficit estructural crónico de la economía argentina.
• Balance de Pagos
El comportamiento del comercio exterior indujo a un desequilibrio persistente de la cuenta
corriente del balance de pagos. El clima de incertidumbre deprimió las expectativas empresarias y
desalentó la acumulación
de capital.
• Precios
A partir de 1945, se instalaron endémicamente desequilibrios macroeconómicos de base. El
resultado fue una inflación continua que, en el tramo 1945-1975, registró un ascenso promedio
anual de precios del 25%. La inflación fue promovida, además, por la interferencia del Estado en la
distribución del ingreso a través de decisiones inconsistentes. EL golpe de Estado de 1976 puso
punto final a las posibilidades penosamente acumuladas desde 1930 de construir una economía
industrial avanzada.
III. La crisis económica y la reconstrucción democrática (1976-1989)
La dictadura aplicó una política de liberación de las importaciones y desregulación financiera con
una fuerte revaluación del tipo de cambio. En un contexto de globalización de las relaciones
financieras internacionales la deuda externa creció vertiginosamente. En 1975, alcanzaba a U$D 3
mil millones y a cerca de U$D 50 mil millones en 1983. América Latina fue la región del mundo que
más se endeudó en aquellos años y la Argentina el país que batió el récord. El período constituye
la segunda renuncia a una estrategia de industrialización y desarrollo integrado de la economía
argentina. La primera se registró cuando la postura librecambista se impuso a la estrategia
industrialista de Lopez y Pellegrini. Existe una gran diferencia entre ambas experiencias. En la del
siglo XIX, se ofrecía un rumbo alternativo de desarrollo fundado en la plena inserción de la
economía argentina en el mercado mundial. En éste, los productos primarios constituían 2/3 del
comercio internacional. La renuncia de 1976, en cambio, fue un salto al vacío y una opción
inviable porque el desarrollo de largo plazo es imposible con el desmantelamiento de la industria y
crecientes endeudamiento y vulnerabilidad externa.
En toda América Latina la década de 1980 arrojó resultados negativos pero en la Argentina fueron
peores que en el conjunto de la región. En ese período, el producto per cápita latinoamericano
cayó 9% y en Argentina 21%.
La cuenta corriente del balance de pagos reflejó un creciente déficit impulsado por el aumento de
las importaciones y de los servicios de la deuda externa. La inflación se desbocó como resultado de
la crisis fiscal originada, principalmente, en el crecimiento de los servicios de la deuda pública
externa. La nacionalización de la deuda externa privada y la desregulación financiera generaron
rentas privadas espurias de una dimensión desconocida en la experiencia histórica del país. Las
consecuencias de la política económica de la dictadura, la aventura de Malvinas, provocaron el
colapso del régimen de facto y el retorno al orden constitucional en diciembre de 1983.
La presidencia de Raúl Alfonsín heredó una economía con una gigantesca deuda externa y con
profundas desequilibrios macroeconómicos. Hacia la misma época, se produjo un deterioro de los
términos de intercambio de los productos agropecuarios exportados por la Argentina. La
Argentina no fue excepción a este proceso a este proceso generalizado que ha sido definido como
la “década perdida de los años 80”. La vulnerabilidad instalada con la deuda externa introdujo en
la Argentina y los otros países deudores de América Latina restricciones sin precedentes en la
administración de la política económica. El FMI
adquirió así una presencia permanente. Las recomendaciones de políticas de ajuste estructural
incluían la profundización de la desregulación financiera, el equilibrio fiscal, la liberación de las
importaciones, las privatizaciones de las empresas públicas y el achicamiento del Estado a sus
mínimas expresiones. Estos criterios, fundados en la llamada política neoliberal o del Consenso de
Washington, fueron prevaleciendo hasta convertirse en el paradigma dominante en los últimos
años en gran parte de América Latina.
Las tensiones políticas de la transición democrática de 1989 culminaron en un desborde
inflacionario.
IV. Las reformas del gobierno de Menem
Se inició en 1989 un importante cambio de rumbo en la política económica y en el desarrollo del
capitalismo argentino. Menem logró una convergencia inesperada para sustentar una política
neoliberal. Esta política, que sería definida como de realismo periférico y relaciones carnales con
Estados Unidos, es insólita en un político peronista.
La estabilidad de precios después de las angustias desatadas por los procesos hiperinflacionarios,
contribuyó a ampliar las bases de sustentación del gobierno. La incapacidad de servir los
compromisos externos con recursos propios ha instalado en la Argentina, desde la década de los
80, una dependencia continua de las decisiones de los acreedores. El sistema es muy vulnerable a
la volatilidad de los capitales especulativos y a los cambios en la tasa de interés en las plazas
centrales.
El gobierno de Menem ha profundizado la vulnerabilidad externa y ha reducido, hasta niveles
desconocidos en la experiencia argentina, el espacio de autonomía
de la política económica. Desde el mismo inició de su gestión, el presidente Menem formuló un
discurso de alineamiento incondicional con Washington y puso en marcha la política de
desregulación financiera.
Sólo a comienzos de 1991, con la aplicación del Plan de Convertibilidad, el gobierno logró afianzar
su estrategia de cambio estructural en la estabilidad de los precios. El éxito estabilizador de la
convertibilidad fue posible porque, hacia la misma época, volvió a reiniciarse la corriente positiva
neta de recursos hacia América Latina. En otro contexto, el Plan de Convertibilidad no hubiera sido
viable. Los recursos externos, los ingresos generados por las privatizaciones y el repunte inicial de
la recaudación tributaria permitieron recuperar el comando de las finanzas públicas. Observada en
perspectiva histórica y en el contexto de la experiencia internacional, la estrategia del gobierno de
Menem está en las antípodas de la observable en los países exitosos.
Las condiciones sociopolíticas
• Marco institucional y político
Después de más de medio siglo de repetidos golpes de Estado y frustrados retornos a la
democracia, Argentina está logrando consolidar sus instituciones. Existe ahora otro tipo de
problemas vinculado con el aumento del delito y de la violencia contra las personas y la propiedad.
Este grave problema de la inseguridad refleja el deterioro de las condiciones sociales y es un
obstáculo importante para el desarrollo económico del país.
• Las elites
El sistema económico argentino revela actualmente extraordinario grado de extranjerización. En la
facturación total de las primeras 500 firmas
industriales, las filiales de empresas extranjeras aumentaron su participación del 33,6% al 51%
ente 1990 y 1995.
El financiamiento de las privatizaciones se realizó en parte importante mediante la capitalización
de deuda externa. La extranjerización de la banca avanzó también rápidamente. La participación
local se reduce principalmente a la banca oficial y a los bancos cooperativos. El avance de la
presencia extranjera ha dado lugar a alianzas estratégicas entre los principales grupos económicos
de capital local y los intereses foráneos para desarrollar negocios específicos. Este proceso de
extranjerización y de alianzas incluye la explotación de recursos naturales.
A diferencia de la experiencia observable en los países exitosos, la elite local ha delegado
nuevamente el liderazgo del proceso de acumulación y cambio técnico en empresas extranjeras a
las cuales se asocia, generalmente, en una posición de segundo rango.
Las dificultades actuales del sistema nacional de ciencia y técnica se explican, principalmente, por
la extranjerización de las empresas públicas y las industrias dinámicas, el comportamiento de los
grupos locales y la fractura de sus vínculos con el sector productivo.
En la medida en que las utilidades de las filiales no se reinvierten y se remiten al exterior,
disminuye la capacidad interna de acumulación capital. La transferencia al exterior de utilidades e
intereses genera nuevas demandas de divisas. Como las transacciones externas de filiales suelen
tener un saldo deficitario, el proceso de extranjerización contribuye al agravamiento del
desequilibrio estructural del balance de pagos.
• Las ideas económicas
Actualmente,
la sabiduría convencional se sustenta en la visión fundamentalista de la globalización y ejerce un
predominio notable en la difusión de las ideas económicas y en el debate sobre el
comportamiento del sistema internacional y de la economía argentina. Se trata de un proceso de
alineación cultural y subordinación ideológica que está en las antípodas de las ideas
predominantes en los países exitosos durante el siglo XIX y la segunda mitad del XX.
• El Estado
El comportamiento del sector público ha sido plenamente funcional a la penetración del capital
extranjero y a las alianzas estratégicas de los grupos económicos locales con las filiales de
corporaciones trasnacionales. La desregulación financiera y la convertibilidad con tipo de cambio
fijo pegado al dólar facilitaron la plena inserción de la plaza argentina en el mercado internacional.
La desregulación de los mercados fue completada con disminuciones de los aranceles de
importación.
• Derecho de propiedad y costos de transacción
El gobierno de Menem ha dado todas las señales posibles sobre el pleno ejercicio del derecho de
propiedad para el capital nacional y extranjero. La única cuestión que es objeto de debate es la
transparencia de la justicia.
• Integración social
La estrategia del gobierno de Menem tendió a geberar una economía dual. Existen, en efecto, un
segmento asociado al mercado internacional, la inversión extranjera en la industria y los servicios
públicos y a los grupos económicos locales radicados en las actividades dinámicas en la industrial,
los servicios y la explotación de diversos recursos naturales. Fuera de este
núcleo hegemónico opera la mayor parte de las empresas medianas y pequeñas de capital
nacional, la fuerza de trabajo y las economías regionales. La fractura se refleja en tres planos
principales. Primero, el aumento del desempleo abierto, el subempleo y las ocupaciones
marginales de baja productividad. Segundo, la mayor concentración del ingreso. Tercero, el
deterioro de los niveles de educación, salud y vivienda de los sectores de menores ingresos como
consecuencia de la reducción de la presencia del Estado en la prestación de servicios sociales
básicos. El sistema tiende así a generar una sociedad de incluidos y marginados del proceso de
crecimiento y de aumento de la productividad y el bienestar. Estas tendencias están en las
antípodas de las verificadas en los países exitosos.
Las variables económicas
• Ahorro e inversión
La tasa de ahorro y acumulación se recuperó de los deprimidos niveles de la década de 1980. La
inversión extranjera contribuyó con alrededor del 3% para elevar la tasas de acumulación de
capital alrededor del 23%. El 90% de la formación de capital corresponde a las inversión privada.
La inversión privada directa extranjera bajo el gobierno de Menem consistió, en su mayor parte,
en la compra de activos existentes y no en la ampliación de la capacidad productiva. Este
capitalismo de compra-venta de activos, antes que de creación de empleos y riqueza, aumenta la
vulnerabilidad externa del país por dos vías: el aumento del componente importado de los bienes
y servicios producidos por las empresas extranjerizadas y la remisión de las utilidades al exterior.
• Ventajas competitivas
En la Argentina
actual, la competitividad descansa esencialmente en las ventajas comparativas estáticas basadas
en la dotación de recursos naturales. Las incipientes ventajas competitivas dinámicas generadas
durante el período de la industrialización sustitutiva han ido desapareciendo como consecuencia
de la fractura de los eslabonamientos del sistema industrial. La existencia del MERCOSUR ha
evitado que esta tendencia fuera aún mas marcada. En efecto, Brasil es el destino de 2/3 de las
exportaciones argentinas de manufacturas industrial.
• Balance de pagos
El desequilibrio se ubica en el límite de lo que los mercados financieros consideran tolerable para
mantener la confianza y las corrientes de recursos que son indispensable para la viabilidad del
actual plan económico. El déficit tiende a aumentar por el agravamiento del desequilibrio
estructural del comercio exterior argentino, el peso de las transferencias de utilidades y
amortizaciones de las empresas extranjeras radicadas en el país y lso servicios de la deuda
externa.
• Precios
El logro estabilizador del Plan de Convertibilidad es espectacular. La Argentina, que tenía el récord
de inflación mundial por su duración y magnitud, ha logrado, en los últimos años, se el país con
menor inflación en el mundo. Sin embargo, la estabilización depende del comportamiento de los
movimientos de capitales de corto plazo y del aumento de la deuda externa. La convertibilidad fue
un recurso de última instancia en una situación crítica. La convertibilidad es un signo de debilidad
antes que de fortaleza económica. No fue aplicada, por cierto, en ninguno de los países exitosos
durante el siglo
XIX ni en la segunda mitad del XX.
Hechos y ficciones de la globalización
(Aldo Ferrer)
Los vínculos con el contexto mundial han gravitado siempre sobre el desarrollo de los países. De
este modo, el diseño de las conexiones entre una economía nacional y su entorno plantea
interrogantes fundamentales cuya resolución determina el crecimiento o el atraso. Los países
rezagados deben cerrar la brecha que los separa de los líderes. La historia del desarrollo y
subdesarrollo puede escribirse en virtud de la forma en que cada país ha resuelto el dilema de su
inserción internacional. El fracaso de América Latina para derrotar el atraso, la pobreza y la
dependencia es la consecuencia de malas respuestas a las oportunidades y desafíos planteados
por el orden global. Los avances de la ciencia y la tecnología profundizan los vínculos entre los
países y su contexto externo. El desarrollo en un mundo global plantea dilemas cada vez más
complejos.
EL debate actual sobre la naturaleza y alcances de la globalización no es nada nuevo. Se refiere al
mismo problemas histórico: como resuelve cada país el dilema de su desarrollo en un mundo
global para no quedar atrapado en el sistema de relaciones articulado, en su beneficio, por los
intereses y potencias dominantes.
I. Los hechos
La globalización de la economía mundial se manifiesta actualmente en cuatro terrenos principales:
el comercio internacional, las corporaciones trasnacionales, las corrientes financieras y los marcos
regulatorios.
1. Comercio internacional
Desde 1945 hasta la actualidad, el comercio ha crecido más rápidamente que la producción. El
producto mundial
aumentó la tasa anual del 4% y el comercio internacional del 6%.
2. Corporaciones trasnacionales
Las inversiones privadas directas aumentaron rápidamente en las últimas décadas. La presencia de
las corporaciones trasnacionales está fuertemente concentrada en el sector manufacturero,
particularmente en las ramas de mayor densidad tecnológica. La internacionalizaciónd e la
producción al interior de las corporaciones trasnacionales se refleja en un intenso comercio de
materiales, productos finales, tecnología y servicios entre las matrices y sus filiales. El proceso es
de tal importancia que se considera que alrededor de ¼ del comercio mundial consiste en
relaciones intrafirma.
3. Corrientes financieras
La expansión del comercio internacional y de las inversiones privadas directas empalidece frente al
vertiginoso crecimiento de los mercados financieros globales. Desde fines de la Segunda Guerra
Mundial, las operaciones financieras internacionales han crecido de tres a cuatro veces más rápido
que las inversiones en activos reales y la producción mundiales.
Las corrientes financieras consisten principalmente en operaciones de capitales de corto plazo
desvinculadas de la actividad real de producción, comercio e inversión.
Los mercados financieros son protagonistas del proceso de globalización. Los operadores
financieros cuentan con una libertad absoluta para el desplazamiento de fondos y montar, en
horas, ataques especulativos contra cualquier moneda.
4. El marco regulatorio
Las transacciones económicas y financieras internacionales se fueron liberalizando desde fines de
la Segunda Guerra Mundial. La reducción
de aranceles se concentró en los productos manufactureros. En cambio, los países industriales
mantienen altas las barreras arancelarias y no arancelarias sobre los productos agrícolas.
El elemento decisivo del crecimiento de los mercados financieros fue la desregulación que ha sido
generalizada y, prácticamente, total para las transacciones en cuenta corriente como, así también,
en las de capital. Este proceso coexistió con la transformación del sistema monetario internacional
desde el régimen de las paridades fijas a otro de tasas de cambio fluctuantes.
En los países en desarrollo, el FMI ha sido instrumental en la promoción de la desregulación
financiera.
II. Cambios estructurales del orden global
Estas tendencias en el comercio internacional, las inversiones de las corporaciones trasnacionales,
las corrientes financieras y los marcos regulatorios coexisten con profundas transformaciones
estructurales del orden global. Antes de la Segunda Guerra Mundial, 2/3 del comercio
internacional consistía en productos primarios y 1/3 en manufacturas. Actualmente, 2/3 del
comercio mundial consisten en manufacturas, con una participación creciente de las de mayor
contenido tecnológico, como los bienes de capital y productos electrónicos. Cerca del 70% del
comercio mundial se realiza entre los Estados Unidos, Europa y Japón.
En el orden global están apareciendo nuevos protagonistas. Son los países asiáticos de más rápido
desarrollo. China, Corea, Taiwán y otras economías emergentes de la región están aumentando su
participación en las transacciones internacionales sobre la base del intenso crecimiento de las
perspectivas economías
nacionales. Esta evolución es el resultado del aumento de la competitividad internacional
promovida por el desarrollo endógeno.
En cambio, América Latina ha perdido progresivamente posiciones en el mercado mundial. La
participación de las exportaciones de la región en el mundo cayó de más del 10% en 1950 a menos
del 5% en la actualidad. África es la otra gran región estancada y de participación declinante en el
mercado mundial.
III. Las ficciones
Estos son los hechos dominantes de la globalización. A partir de los mismos se ha construido una
ficción de la realidad. Sus contenidos centrales son los siguientes:
La revolución tecnológica
Los extraordinarios avances tecnológicos han puesto en marcha fuerzas que escapan del control
de los actores sociales y de los estados.
Comando de recursos
La mayor parte de los recursos de la economía mundial está bajo el comando de actores
trasnacionales: las megacorporaciones y los mercados financieros globalizados. Las decisiones se
adoptan fuera de los espacios nacionales. Las fronteras han sido borradas por la revolución
tecnológica y los estados son impotentes para influir en las cuestiones cruciales.
Condiciones de la competencia.
En el mercado global compiten firmas, no países. La globalización ha impuesto inexorablemente
un darwinismo en el cual sobrevive el más apto para adecuarse a las exigencias del hábitat
planetario.
Globalización sin precedentes históricos
La ficción globalizadora sugiere que la revolución científico tecnológica contemporánea ha
provocado una fractura en el desarrollo histórico de la humanidad y en el comportamiento
del orden mundial gestado desde el Renacimiento y la formación de los estados nacionales. En
materia económica y financiera, al menos, la soberanía de los estados habría sido desbaratada por
la globalización.
IV. La visión fundamentalista
Una visión fundamentalista de la globalización sugiere que el dilema del desarrollo en un mundo
global ha desaparecido. Por la simple razón de que, en la actualidad, las decisiones principales no
las adoptan hoy las sociedades y sus estados sino los agentes trasnacionales. El mensaje es
contundente: lo único que actualmente puede hacerse es adoptar políticas amistosas para los
mercados. Estas políticas incluyen la apertura de la economía, la desregulación de los mercados
reales y financieros, el achicamiento del Estado a las expresiones mínimas. Las políticas adecuadas
permitirían que los actores trasnacionales sean atraídos y promuevan el crecimiento económico y
la competitividad internacional de los países elegidos. La visión fundamentalista constituye hoy la
sabiduría convencional en cuestiones económicas y financieras.
La perspectiva fundamentalista de la globalización sugiere también la existencia de un orden
natural pero fundado, lisa y llanamente, en la estructura de poder del orden mundial
contemporáneo. Es el retorno al poder absoluto y al discrecionalismo, no ya de la monarquía sino
de los mercados. La visión fundamentalista influye, asimismo, en el debate actual sobre la
gobernabilidad de la democracia. Si el poder radica efectivamente en los mercados, de lo que se
tata es de lograr que las democracias generen políticas amistosas, para los mismos.
V. El mundo real
y la globalización
La observación de la realidad revela que el mundo no se comporta tal y como supone la sabiduría
convencional:
Los marcos regulatorios y la globalización mediática.
Gran parte de lo que se concibe como globalización surge del proceso de desregulación de las
transacciones financieras y de la liberación del comercio de bienes y servicios. No es consecuencia
inevitable de la revolución tecnológica ni escapa al control de los actores sociales y los estados
nacionales. El comportamiento de los mercados financieros radica en factores políticos más que
en los reales. En buena medida, la globalización es, por otra parte, un fenómeno mediático. La
actividad que transcurre fuera de la atención de la globalización mediática comprende la mayor
parte del proceso económico. Las pequeñas y medianas empresas que operan en todos los
sectores productivos, los servicios básicos de educación y salud, la inversión pública de mediano
porte, buena parte de la investigación y desarrollo realizada en universidades, laboratorios y
empresas, la vivienda y la infraestructura construidas en las grandes ciudades y en los pequeños
pueblos y otras actividades constituyen el ámbito en el cual nace, crece, ama, trabaja, cría a sus
hijos y termina sus días la mayor parte de las personas. Y es allí donde se genera también en
grueso de la producción, el empleo, el intercambio, el ahorro y la acumulación de capital.
El mercado y el comando de los recursos
La mayor parte de las transacciones económicas no se realizan en los mercados globales sino en
los nacionales. La gigantesca masa de recursos financieros que circula en las
plazas globales es una burbuja de transacciones en papeles, opciones, derivados y otros
instrumentos que constituyen operaciones desvinculadas en su mayor parte de la actividad real de
producción, inversión y comercio. Alrededor del 95% de la acumulación del capital en el mundo se
financia con el ahorro interno de los países. En varios países como la Argentina y otros de América
Latina, un parte significativa de las inversiones privadas directas de las corporaciones
trasnacionales consiste en compras de activos existentes, particularmente a través de las
privatizaciones de empresas públicas. Por lo tanto, la contribución efectiva a la ampliación de la
capacidad productiva es menor que la que sugieren aquellos indicadores.
Las condiciones de la competencia
En el mundo real, los que compiten son los países y sistemas antes que las firmas. Las
corporaciones trasnacionales son lo que son por sus raíces en la realidad económica, social y
política de sus países de origen. El argumento fundamentalista de que la reforma laboral es
esencial para generar empleo es francamente inconsistente. Siempre es posible y preciso mejorar
los marcos regulatorios en todos los mercados, incluso en el laboral. Ninguna rebaja de costos
laborales puede compensar la caída de la tasa de crecimiento ni las consecuencias depresivas de la
concentración del ingreso.
VI. Cinco siglos de globalización
La globalización no es un fenómeno históricamente inédito, como propone la visión
fundamentalista. En el pasado tuvieron lugar acontecimientos que impactaron tanto o más que
los actuales en los países integrantes del orden mundial, como por ejemplo
la conquista del Nuevo Mundo.
Antes de la Primera Guerra Mundial, indicadores clave de la globalización como la relación entre el
comercio y la producción mundiales y los movimientos internacional de capitales y de personas
habían alcanzado proporciones semejantes o aun superiores a las observables en estos últimos
años del siglo XX.
Respecto al ejercicio del poder de las principales potencias y los intereses hegemónicos merece
señalarse que tampoco constituye un rasgo inédito del actual orden global. En el transcurso de los
últimos cinco siglos fue aplicado con recursos, a menudo, más coercitivos que los empleados
actualmente.
VII. Una mala combinación: globalización y neoliberalismo
En las últimas décadas, la globalización de las relaciones económicas y financieras coincide con la
aplicación de políticas neoliberales en los principales países industriales.
La estabilidad de los precios se convirtió en el objetivo dominante de la política económica. La
estrategia estabilizadora fu exitosa porque logró reducir la tasa de inflación hasta los mismo
niveles imperantes en la década de 1960. Pero en el plano real de la producción, la inversión y el
comercio, las políticas neoliberales produjeron malos resultados. En las economías avanzadas que
integran la OECD, la tasas de crecimiento del producto cayó del 5% anual en el período 1945-1975
al 2,6% desde 1976 hasta la actualidad. A su vez, la inversión bruta interna declinó entre ambos
períodos. Es interesante contrastar estas caídas del crecimiento del producto y la tasa de inversión
en los países industriales con el aumento vertiginoso del sistema financiero y los
movimientos internacionales de capitales de corto plazo. El contraste es revelador de la
desvinculación del área financiera con la economía real. En las economías europeas, el desempleo
aumentó drásticamente. En términos de crecimiento, inversión, empleo y equidad distributiva, las
políticas neoliberales en los países centrales no producen buenos resultados. Al mismo tiempo, se
registró una declinación de la expansión del comercio internacional.
Las únicas economías que lograron mantener altas tasas de crecimiento del producto, la inversión,
el empleo y el comercio exterior son las de los países emergentes de Asia y China. Éstos han
profundizado sus vínculos con la economía mundial global sin seguir políticas neoliberales. Por el
contrario, han mantenido los equilibrios macroeconómicos simultáneamente con políticas activas
de industrialización, aumento del ahorro interno, control de las corrientes de capitales
especulativos, educación y desarrollo de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología, defensa
del mercado interno y de las empresas de capital nacional y promoción de exportaciones. Estos
casos revelan que no es cierto, como pretende la visión fundamentalista, que haya desaparecido el
dilema del desarrollo en un mundo global, que las decisiones las adopten hoy inevitablemente
agentes trasnacionales y que las sociedades y Estados nacionales hayan perdido toda posibilidad
de decidir su propio destino. El crecimiento de aquellos países revela que las políticas nacionales
siguen ejerciendo una gravitación decisiva.
VIII. Los orígenes de la ficción globalizadora y la visión fundamentalista
En un mundo unificado
en tiempo real por la difusión de información e imágenes no es difícil caer en la ficción
globalizadora. La apariencia es, en efecto, un mundo sin fronteras.
Es imposible ignorar la existencia de un orden global y de un sistema de poder en las relaciones
internacionales. Pero, de todos modos, la ficción globalizadora y la visión fundamentalista
constituyen una gigantesca deformación de la realidad.
En América Latina, la deuda externa y la vulnerabilidad financiera contribuyen decisivamente a la
información de la visión fundamentalista. Los servicios de la deuda son causa principal del déficit
del balance de pagos en cuenta corriente y de la consecuente demanda de financiamiento
externo. De este modo, la política económica debe satisfacer las expectativas de los mercados con
políticas alineadas con los criterios neoliberales. La sabiduría convencional sugiere que la
aplicación de estas políticas es el resultado inexorable de la globalización y que no existen cursos
alternativos posibles sino a riesgo de provocar una fuga de capitales y el colapso financiero
económico.
La ficción globalizadora se construye, en gran medida, en los medios académicos. Según algunos
observadores, estas inclinaciones revelan una pereza intelectual para aceptar el desafío de la
realidad y una claudicación de la responsabilidad política de resolver los problemas concretos.
Dado que la ficción globalizadora y la visión fundamentalista constituyen la ideología de los
centros de poder, cabe afirmar que los países de la periferia, en los cuales prevalece la sabiduría
convencional, están sometidos a un proceso sin precedentes de colonización cultural.
El
análisis económico predominante en la actualidad ha perdido de vista la dimensión histórica y la
complejidad económica, cultural y política del desarrollo. Por lo tanto, resulta, en su mayor parte,
superficial e intrascendente.
IX. Conclusiones
Suele depositarse sobre la globalización la responsabilidad de las asimetrías crecientes en el
sistema internacional pero sin embargo, el problema radica en la aplicación de políticas
inadecuadas en un contexto internacionalmente globalizado. Como propone el creciente
Consenso de Brasilia, es indispensable gobernar la globalización. Vale decir, son necesarias las
políticas nacionales activas y marcos regulatorios internacionales que liberen las fuerzas de
crecimiento de los mercados, al mismo tiempo que se controlan sus efectos deletéreos.
La acumulación de capital, el cambio técnico, el aumento de la productividad y la distribución del
ingreso dependen potencialmente, en primer lugar, de decisiones de los agentes privados y
públicos nacionales. El desarrollo descansa, antes que nada, en factores endógenos tales como la
modernización del Estado, la estabilidad institucional, los equilibrios macroeconómicos, los
incentivos para la inversión privada y la capacitación de los recursos humanos. La resolución del
dilema del desarrollo en un mundo global sigue descansando en el ejercicio de la libertad de
maniobra con la cuenta cada país. La experiencia reciente cuestiona la viabilidad de la sabiduría
convencional y ratifica, al mismo tiempo, la necesidad de los equilibrios macroeconómicos y la
estabilidad. En efecto, nada se construye en el desorden, el despilfarro y la irresponsabilidad
en el manejo de los grandes instrumentos de las políticas fiscales, monetarias y de balance de
pagos.
Cada país debe enfrentar su propia realidad y reconocer que, en definitiva, es el responsable de su
propio destino. Esta característica endógena del desarrollo adquiere en la actualidad, en el Cono
Sur de América Latina, una nueva dimensión: El MERCOSUR.
La relación Argentina Brasil y la construcción del MERCOSUR
A pesar de que el MERCOSUR significa sólo el 3% de la población, producto y comercio mundiales
su extensión territorial, riqueza de recursos naturales y perspectivas de crecimiento lo convierten
en un protagonista significativo del orden mundial contemporáneo. Argentina y Brasil representan
más del 95% del espacio territorial, la población, el producto y el comercio exterior del
MERCOSUR.
Los acuerdos bilaterales de integración
El 30 de noviembre de 1985, los presidentes de Argentina y Brasil “expresaron su firme decisión
política de acelerar el proceso de integración bilateral, en Foz de Iguazú. La convergencia
argentino brasileña continuó con la firma del Acta para la Integración Argentino-Brasileña el 29 de
julio de 1986.
La estrategia de integración fue radicalmente modificada a partir del Acta de Buenos Aires suscrita
por los presidentes Menem y Collor el 6 de julio de 1990. Ambos mandatarios decidieron acelerar
el proceso conformando definitivamente un mercado común, para el 31 de diciembre de 1994,
sobre la base de rebajas generalizadas, lineales y automáticas para todo el universo arancelario
con la eliminación simultánea de barreras para-arancelarias.
Las nuevas relaciones argentino-brasileñas
Desde
el Tratado de Tordesillas hasta la declaración de Foz de Iguazú, los dos grandes países de la región
mantuvieron una rivalidad latente y, en los hechos, vivieron de espaldas uno del otro. En esto
influyeron decididamente los sistemas económicos prevalecientes hasta hace poco tiempo. Bajo
los modelos de crecimiento hacia fuera, fundados en la exportación de productos primarios, las
relaciones fundamentales de Argentina y Brasil fueron con lo países destinatarios de sus
principales exportaciones y originarios de sus importaciones. Europa y los Estados Unidos eran los
referentes externos de ambos países. La situación continuó cuando, después de la crisis de los
años treinta, Argentina y Brasil se embarcaron en procesos de industrialización asentados en la
sustitución de importaciones. El proteccionismo afectó principalmente el comercio bilateral.
Desde las últimas décadas del siglo XIX no subsistieron disputas reales por el control territorial o
los mercados entre Argentina y Brasil. Hasta mediados del siglo XX, el mayor desarrollo relativo de
Argentina determinaba que su industria manufacturera y su economía fueran mayores que las de
Brasil. La situación cambió radicalmente en las últimas dos décadas. Actualmente, la economía
brasileña es tres veces mayor que la argentina y la diferencia es aún mayor en la industria
manufacturera.
El retorno casi simultáneo de Argentina y Brasil a la democracia al promediar la década de 1980
conformó el escenario propicio para que las fuerzas centrípetas de la proximidad disolvieran las
rivalidades latentes y permitiesen, en tan pocos años, los notables avances alcanzados en la
integración
subregional. La relación argentino-brasileña ha demostrado una extraordinaria capacidad de
sobrevivir a los cambios de gobierno, procesos hiperinflacionarios, profundas fluctuaciones de la
producción y la demanda y drásticas alteraciones en la paridad de las monedas. Estos hechos
influyeron en las corrientes de intercambio y los saldos del balance de pagos argentino-brasileño
pero no impidieron el crecimiento continuo del comercio.
El tratado de Asunción
Con la incorporación de Uruguay y Paraguay, el 29 de marzo de 1991 se firmó el Tratado de
Asunción que culminó el acercamiento de Argentina y Brasil. El tratado dispone la libre circulación
de bienes y servicios y factores productivos dentro de la región, el establecimiento de una tarifa
externa común, la coordinación de las políticas macroeconómicas y sectoriales, la harmonización
de las legislaciones respectivas y la coordinación de las posiciones de los países miembros en los
foros internacionales.
Los resultados alcanzados son extraordinarios. Entre el año fundacional y 1996, el comercio
intrarregional aumentó a una tasa del orden del 20% anual que quintuplica la del crecimiento del
comercio extrazona.
El contexto mundial y latinoamericano
La formación del MERCOSUR es parte de un proceso más amplio de crecimiento del intercambio
intralatinoamericano. La crisis de la deuda y la fuerte contracción de las importaciones en la
década de 1980 redujeron el intercambio regional. A partir de 1985-1986 comenzó la recuperación
y el proceso se aceleró en el curso de los años 90. Las razones explicativas de estas tendencias
incluyen la desaceleración del crecimiento
en los países industriales en el quinquenio (1989-1994) y el debilitamiento de la demanda de
productos de origen latinoamericano.
Existen importantes factores adicionales que explican el auge actual de los intercambios intra
latinoamericanos. Los considerandos de la Declaración de Foz de Iguazú destacan los
acontecimientos que indujeron la aproximación argentino-brasileña: la deuda externa, las políticas
proteccionistas de los países centrales y el deterioro de los términos de intercambio. Estos mismos
hechos repercutieron también en los otros países de América Latina.
La estrategia económica de la mayor parte de los países de la región experimentó cambios
radicales. Las nuevas circunstancias y la influencia de los acreedores internacionales indujeron a la
aplicación de políticas de estabilidad y ajuste estructural basadas en la apertura del mercado
interno, las privatizaciones, la desregulación de las actividades económicas y la disciplina fiscal. La
liberación de las importaciones y la búsqueda de una inserción más estrecha en el mercado
mundial produjeron su mayor impacto en el espacio regional.
Dinamismo del MERCOSUR
El comercio intra MERCOSUR ha crecido mucho más que los otros intercambios latinoamericanos.
Existen razones que explican el mayor dinamismo del Mercado Común del Sur. La principal de ellas
radica en sus dos principales socios cuentan con las economías más diversificadas e
industrializadas de América del Sur. Las fuerzas centrípetas de la proximidad son tanto más intensa
cuanto más diversificada es la estructura de los países que integran el espacio común. Altos
niveles de desarrollo previos a los acuerdos
de integración amplían las posibilidades de división del trabajo fundada en la especialización
intraindustrial, a nivel de productos, no de ramas. Éste es el modelo dominante y el más dinámico
de expansión del comercio en el mundo. Otros dos factores influyeron en el mismo sentido. Por
una parte el aumento progresivo de la preferencia regional fue creando inventivos al comercio.
Por otra, el acercamiento político y diplomático de Argentina y Brasil.
Los problemas pendientes y su nuevo marco de referencia
El MERCOSUR hereda la agenda pendiente en el desarrollo económico y social de cada uno de sus
miembros. La pobreza y el desempleo, la marginalidad y exclusión de segmentos fundamentales
de sus sociedades son los mayores problemas que enfrentan estos países. En mayor o menor
medida, pero en todos ellos, la cuestión social es crucial.
Cuando la interdependencia era insignificante, las asimetrías entre Argentina y Brasil eran
irrelevantes. En el nuevo escenario de una aproximación creciente, tales asimetrías plantean
problemas nuevos de cuya remoción depende la profundidad y la orientación del proceso
integracionista.
Las asimetrías
Las asimetrías en el MERCOSUR se refieren a tres campos principales: las visiones sobre la
globalización del orden mundial contemporáneo, la competitividad de las economías y las
estrategias de desarrollo nacional.
La globalización del orden mundial
Existe un conflicto de visiones acerca del lugar que ocupan en el mundo estos países y las fuerzas
determinantes de su desarrollo económico social. Las asimetrías observable en torno a estas
cuestiones abarcan las actitudes de los gobiernos
y de diversos sectores de las sociedades nacionales. Las diferencias entre Argentina y Brasil son
notorias. Predomina en aquélla la visión fundamentalista del proceso de globalización y del
desarrollo en un mundo global. En Argentina, bajo la administración Menem, ha sido muy rigurosa
la aplicación de políticas de estabilidad y ajuste estructural identificadas con el llamado “Consenso
de Washington”. Prevalece, en efecto, un realismo periférico según el cual sólo queda espacio a
acomodarse a fuerzas exógenas inmanejables. En Brasil se observan enfoques y propuestas
contradictorios sobre estas cuestiones.
Ventajas comparativas y competitividad
La competitividad de las economías nacionales refleja las ventajas comparativas determinadas por
la dotación de recursos naturales y los costos de los factores de la producción. Los marcos
regulatorios de la actividad económica vigentes en cada país ejercen, además, una influencia
decisiva. Las ventajas comparativas estáticas determinadas por la dotación de recursos son
influidas por los marcos regulatorios. Pero éstos son aún más importantes en la formación de
ventajas comparativas dinámicas asentadas en el cambio técnico, las externalidades y la formación
de recursos humanos. Tales marcos pueden ser más o menos racionales y eficientes pero reflejan,
en última instancia, de la convergencia de los objetivos nacionales de los países miembros del
MERCOSUR.
Las estrategias nacionales de desarrollo
El comportamiento de Argentina y Brasil refleja aquellas asimetrías en las visiones sobre el
proceso de globalización y la posición de cada país en el mundo. Brasil es, tradicionalmente,
más industrialista que Argentina y más proteccionista de su mercado interno. En Argentina, el
Estado fue un actor decisivo de la puja distributiva por el ingreso y lo hizo mal. En Brasil, el Estado
se asoció preferentemente a cuestiones básicas del desarrollo y del poder nacional. Los casos que
ejemplifican las asimetrías de las estrategias nacionales de desarrollo de los dos países son
innumerables. A partir del golpe de Estado de 1976, Argentina abrió su mercado de bienes
electrónico-informáticos a las importaciones y desmanteló los considerables progresos que la
industria nacional había alcanzado en ese campo. Hacia la misma época, Brasil ponía en marcha su
política de reserva de mercado del sector. El desarrollo hidroeléctrico brasileño fue mucho más
amplio y rápido que el argentino y las empresas brasileñas se convirtieron en firmas de escala
internacional. Cediendo a la presión ejercida por el gobierno de los Estados Unidos, Argentina
resolvió desmantelar las instalaciones y equipos para el desarrollo del llamado proyecto Cóndor en
Falda del Carmen. En el mismo terreno, la experiencia de Brasil es exactamente contraria. El país
sostiene un importante desarrollo del sector aeroespacial. Una estrategia de desarrollo nacional le
permite a nuestro socio del MERCOSUR formar parte del grupo de ocho países que dominan la
tecnología aeroespacial. Brasil sostiene tradicionalmente políticas de tipo de cambio consistentes
con la competitividad internacional de su industria. Argentina, en cambio, registra prolongados
períodos de sobrevaluación de su moneda que fueron fatales para su desarrollo industrial. La
resolución del dilema entre
estabilidad y competitividad, que atraviesa la cuestión del tipo de cambio tanto en Argentina
como en Brasil, es un problema que deberá enfrentarse más temprano que tarde.
División regional del trabajo
La composición del intercambio argentino-brasileño y su evolución desde 1985 muestran los
siguientes rasgos dominantes:
- En los dos países, el comercio bilateral tiene un componente de bienes manufacturados mayor
que en sus respectivas exportaciones al resto del mundo.
- Las exportaciones tradicionales perdieron participación relativa.
- Pese al fuerte crecimiento del comercio de manufacturas, la composición de las exportaciones
brasileñas no ha cambiada sustancialmente a partir de 1985. En el caso de Argentina se registran,
en cambio, algunas modificaciones significativas, el liderazgo correspondió a las commodities
industriales y la industria automotriz.
- Argentina sigue registrando un superávit en las exportaciones tradicionales y un déficit en las
manufacturas. El comercio de manufacturas es un componente dinámico del comercio bilateral y
contribuye al desarrollo industrial de los dos países. Sin embargo, las asimetrías de las estrategias
nacionales de desarrollo plantean dilemas importante para la división regional del trabajo. La
reindustrialización de Argentina constituye, en efecto, la clave para el desarrollo del mercado
subregional. Si así no fuera, la formación de un polo industrial y tecnológico hegemónico en Brasil
reproduciría, en el espacio común, una relación centro periferia que es incompatible con el interés
de todos los socios del MERCOSUR y el crecimiento del sistema. La división del trabajo
intraindustrial,
al nivel de productos y no de ramas, en las actividades manufactureras y, también, en múltiples
productos primarios y servicios es una condición necesaria del crecimiento futuro del MERCOSUR.
En lo que se refiere al intercambio de manufacturas, las tendencias recientes de la relación
bilateral no apuntan en ese sentido por tres motivos principales: El menor peso relativo de las
manufacturas en las exportaciones argentinas. La distinta composición de las exportaciones de
manufacturas de los dos países. El comercio administrado tiene mayor importancia relativas para
las exportaciones argentinas que para las brasileñas. En cambio, las exportaciones brasileñas de
manufacturas reflejan principalmente la competitividad de su industria por factores estructurales,
lo marcos regulatorios y/o circunstanciales. De este modo, la difusión, eslabonamientos y
externalidades del comercio intrarregional tienden a tener efectos más industrializantes y de
promoción del cambio tecnológico en Brasil que en Argentina.
Empleo e inversiones
Estas tendencias tienen considerable influencia en la demanda de empleo, que es un problema
crítico para los dos países. Las exportaciones argentinas están más concentradas en los productos
tradicionales y las commodities industriales que en Brasil, que son relativamente las que tienen
menor capacidad de generar empleo. Consideraciones semejantes caben respecto de las
inversiones inducidas por la formación del MERCOSUR. Para Argentina, como para sus tres socios
en el MERCOSUR, el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas es vital en todos los terrenos
calve del desarrollo económico. Las inversiones
inducidas por el MERCOSUR pueden clasificarse en inversiones extra zona (correspondientes a las
inversiones directas de empresas extranjeras) e intra zona. Estas últimas abarcan, por una parte,
las que las empresas realizan en cada uno de sus países con vistas la mercado regional y, por otra,
las inversiones privadas directas de empresas radicadas en uno de los países miembros del
MERCOSUR realizadas en otro de ellos. En todos los casos, la seguridad jurídica y la estabilidad de
las reglas de juego son esenciales para estimular la realización de las inversiones inducidas por el
MERCOSUR. Es interesante observar, que cuando se analiza el impacto posible del MERCOSUR
sobre la acumulación de capital se presta atención casi exclusiva a las inversiones extra zona. Sin
perjuicio de prestar atención a las políticas de atracción de inversiones directas extranjeras no
debería olvidarse de que la acumulación de capital en la región depende esencialmente del
aumento del ahorro interno.
Decisiones estratégicas de primera y segunda generación
Los acuerdos argentino-brasileños y el Tratado de Asunción constituyen la primera generación de
decisiones estratégicas para orientar el curso de los acontecimientos e impulsar la integración
hacia fines compartidos en beneficio común. Aquella primera generación de decisiones
estratégicas provocó la necesidad de resoluciones administrativas para armonizar normas y
marcos regulatorios que viabilizaran la expansión del intercambio y de diversas corrientes de
factores de la producción. Resultan indispensables decisiones estratégicas de segunda generación
que consoliden la identidad del MERCOSUR
y conformen un sistema de división regional del trabajo, generación de empleo, cambio
tecnológico y acumulación de capital, compatible con el desarrollo humano sustentable de todos
los países miembros.
La segunda generación de decisiones estratégicas en el MERCOSUR forma parte del replanteo de
las estrategias del desarrollo que han predominado en los últimos lustros en varias partes de
América Latina. Se plantea ahora, pues, la urgente necesidad de una apreciación más realista de
las reformas para avanzar en el replanteo de la función del Estado, la mayor inserción en el
mercado mundial y la liberación de las energías de la iniciativa privada. Es indispensable formular y
poner en práctica decisiones estratégicas de segunda generación para resolver la agenda
pendiente y seguir avanzando en la formación del MERCOSUR.
La agenda pendiente y las decisiones estratégicas de segunda generación
La agenda pendiente. Cuya resolución reclama nuevas decisiones estratégicas de vasto alcance,
abarca los siguientes campos principales:
- Coordinación de políticas macroeconómicas y tipo de cambio: El considerable nivel de
interdependencia alcanzado, la vulnerabilidad financiera externa y la necesidad de ejecutar
prudentes políticas de estabilidad y ajuste del balance de pagos no tolerarían, sin generar
tensiones probablemente inmanejables, la repetición de las condiciones que caracterizaron la
mayor parte de la última década. Se plantea ahora, con urgencia, la necesidad de coordinación de
las políticas macroeconómicas prevista en los documentos fundacionales del MERCOSUR, pero
que no ha recibido hasta el presente la atención que merece.
Es indispensable la estabilidad de la paridad real-peso en niveles compatibles con la
competitividad de las economías de Argentina y Brasil.
- Viabilidad financiera y movilización de recursos: Se trata, en verdad, de recuperar capacidad de
maniobra en el manejo de las políticas económicas nacionales y superar las extremas condiciones
de vulnerabilidad financiera externa prevalecientes. De allí la importancia de la concertación de las
políticas de los bancos centrales referida al tratamiento de los capitales de corto plazo, la
administración de las reservas internacionales y las negociaciones con la comunidad financiera
internacional. Es necesario un marco regulatorio de la actividad financiera acordado por los
gobiernos y las autoridades monetarias. Tal marco debería prever la creación de un régimen de
incentivos y preferencias para aquellas inversiones que son vitales para la integración y el
desarrollo humano sustentable.
- Políticas referidas a lo sectores económicas, las regiones de los países y los tejidos productivos.
- Desarrollo tecnológico y cultural: La aproximación de los acervos científicos y tecnológicos
nacionales es indispensable para ampliar las bases de sustentación del desarrollo endógeno y
autocentrado del sistema y para aumentar su capacidad de captar y adaptar tecnologías
provenientes del resto del mundo. La convergencia de las políticas nacionales de ciencia y
tecnología es necesaria para remover las asimetrías observables en el desarrollo de ciertas
tecnologías críticas, promover las relaciones empresas-gobierno-ciencia-tecnología a nivel
subregional y capacitar recursos humanos calificados. En los cincos
siglos del desencuentro de Argentina y Brasil las raíces históricas comunes y las afinidades
culturales quedaron relegadas por el aislamiento recíproco y los enfrentamientos reales o
imaginarios. Ahora se abren nuevas fronteras. La riqueza de la cultura de estos pueblos se está
reflejando en nuevas aproximaciones en todos los terrenos. La tenue barrera del lenguaje se está
disolviendo con un mayor conocimiento de los dos idiomas.
- Desarrollo humano y medio ambiente: Aun cuando el MERCOSUR permita acelerar la tasa de
crecimiento de sus miembros, esto no garantiza que contribuya a resolver los problemas
fundamentales del desarrollo humano y la protección del medio ambiente. Si el MERCOSUR queda
reducido a sus contenidos comercialistas no contribuirá a resolver los problemas cruciales de
nuestros países. Los contenidos sociales y ambientales deben formar parte de las políticas
nacionales de crecimiento y estabilidad.
- El andamiaje institucional del MERCOSUR: Los órganos comunitarios indispensable deberían
referirse a cuestiones concretas, como la solución de controversias y la aplicación del emergente
derecho comunitario.
Más allá del MERCOSUR
La consolidación del MERCOSUR fortalecerá la capacidad de sus países miembros de elevar su
competitividad y ampliar su participación en el mercado mundial. El dinamismo revelado por el
comercio intralatinoamericano en los últimos diez años muestra el potencial de los intercambios
del MERCOSUR con el resto de América Latina. En este terreno los dos acontecimientos más
importantes hasta ahora son los convenios con Chile y Bolivia.
La cuestión de las relaciones entre el MERCOSUR y los
Estados Unidos quedó encuadrada con el esquema de la negociación 4+1 entre dicho país y el
MERCOSUR. La existencia del MERCOSUR ha sido determinante en definir una estrategia de
aproximación entre bloques subregionales para la conformación de la eventual zona de libre
comercio continental.
Respecto de la Unión Europea, la Declaración Solemne Conjunta, de diciembre de 1994 culminó en
el Acuerdo de diciembre de 1995 que propone una asociación con contenidos políticos y
económicos entre ambos bloques.
Los vínculos con el Área Asia-Pacífico constituyen el otro gran espacio con el cual se abren
posibilidades de formalización de entendimientos comercial y de diverso tipo.
MERCOSUR: entre el Consenso de Washington y la integración sostenible
El MERCOSUR confronta dos modelos alternativos de desarrollo, integración e inserción
internacional. Uno de ellos refleja la visión fundamentalista de la globalización (Consenso de
Washington). Desde esta perspectiva, el MERCOSUR es un área de preferencias transitorias de
intercambios, dentro de la cual los mercados reflejan, sin interferencias del Estado, las fuerzas
centrípetas de la geografía y la globalización del orden mundial. El otro proyecto concibe el
crecimiento económico como un proceso en el contexto de la economía mundial. Supone que la
convergencia de la acción pública y las fuerzas del mercado es indispensable para elevar la calidad
de vida y preservar el medio ambiente. Este proyecto concibe al MERCOSUR como una zona
preferente de comercio, dentro de la cual los gobiernos y los agentes económicos y sociales
conciertan estrategias y políticas activas. El objetivo es lograr
metas de desarrollo y equilibrio intrarregional inalcanzables sólo con el libre juego de los
mercados. Éste es el contenido de la integración sostenible.
La declaración de Foz de Iguazú de noviembre de 1985 y los acuerdos bilaterales argentinobrasileños fueron decisiones inspiradas en la integración sostenible. Más tarde, predominó el
enfoque del Consenso de Washington. EL Acta de Buenos Aires de julio de 1990 sustituyó la
estrategia de integración asentada en la especialización intrasectorial de las principales áreas
productivas por la desgravación acelerada, lineal y automática de todo el universo arancelario. El
aparente triunfo de la ortodoxia neoclásica, instalada como visión hegemónica a partir de la crisis
de la deuda externa, tropieza ahora con la creciente insatisfacción que producen sus resultados en
amplios segmentos sociales.
El MERCOSUR según el Consenso de Washington- Las reglas de juegoLas fuerzas del mercado operan libremente dentro de las preferencias comerciales establecidas
por el MERCOSUR. El Estado se limita a asegurar los derechos de propiedad y a no interferir en las
transacciones entre los particulares. El modelo neoliberal organiza los vínculos externos del
MERCOSUR conforme a las ventajas comparativas estáticas. La desregulación financiera cumple un
papel crucial. La desregulación y profundización financiera vinculan las políticas de estabilidad y
equilibrios macroeconómicos a la libertad de los movimientos de capitales. En la práctica, esto
subordina el tipo de cambio y el ajuste del balance de pagos a los objetivos de la estabilización y a
la atracción de capitales de corto plazo. Se excluye
cualquier tentativa de orientar el crédito y subsidiar actividades específicas a la japonesa o
coreana. Se diluye el concepto de sistema nacional de ciencia y tecnología autocentrado en
objetivos propios y en el aumento de la oferta endógena de conocimientos.
La distribución del ingreso y el empleo la determina el mercado. Si éste produce consecuencias
indeseables, el Estado puede introducir correctivos que no violenten las reglas del juego del
sistema.
La división internacional del trabajo
La estrategia neoliberal refuerza la especialización en las exportaciones de productos primarios y
tiende a acrecentar la brecha del contenido tecnológico de las exportaciones e importaciones. La
crisis de la deuda, los procesos de ajuste, la apertura de las economías y la revaluación de los tipos
de cambio observables, en distintas proporciones y en varios momentos, en Argentina y Brasil han
tenido efectos negativos sobre la actividad industrial y la competitividad de las actividades no
tradicionales.
El comercio exterior de la subregión conserva así una tendencia estructural al desequilibrio. La
demanda interna de bienes de alto contenido tecnológico tiende a crecer más que el ingreso y las
exportaciones. De allí el déficit de largo plazo de la balanza comercial. En tales condiciones, las
economías están permanentemente sujetas al ciclo de contención-arranque, es decir, a fases
transitorias de auge frustradas por la aparición del déficit del comercio exterior.
Los equilibrios macroeconómicos
La desregulación financiera, en condiciones de alto endeudamiento externo y dependencia de los
capitales de corto plazo, agrava la inestabilidad
originada en la composición del comercio exterior. En tales condiciones, las estabilidad de precios
queda sujeta al anclaje del tipo de cambio y a la existencia de latas tasas de interés para atraer el
capital externo. Los resultados son las negociaciones interminables con los acreedores y la
subordinación de toda la política económica a las expectativas de los mercados. La estrategia
neoliberal agrava los desequilibrios macroeconómicos.
El tipo de cambio
Uno de los puntos del decálogo del Consenso de Washington es la existencia de tipos de cambio
competitivos para facilitar el crecimiento de las exportaciones no tradicionales. Éste es el único
punto que no fue cumplido en los países que siguieron estrictamente los otros principios
neoliberales.
La revaluación cambiaria no es conveniente para los países. Su impacto sobre la vulnerabilidad
externa y la competitividad internacional de la producción doméstica es evidente. Sin embargo, la
revaluación es funcional a los intereses de los mercados financieros. Genera una dependencia
creciente del financiamiento externo y altos márgenes entre las tasas de interés en las plazas
deudoras y las acreedoras. La inestabilidad de las paridades de las monedas nacionales introducen
factores de distorsión en el proceso de integración.
Crecimiento, empleo y distribución del ingreso
EL predominio de las políticas neoliberales y la crisis de la deuda en los países miembros del
MERCOSUR se reflejan en la brusca desaceleración del crecimiento. Los indicadores relativos del
desempleo, los salarios reales, la concentración del ingreso y la pobreza revelan un deterioro en el
mismo período.
Es previsible que la continuidad de la aplicación de los criterios del Consenso de Washington en el
mediano plazo siga produciendo los mismos resultados.
Las privatizaciones de empresas pública, especialmente en las áreas de rápido cambio tecnológico,
como las telecomunicaciones, contribuyen al proceso de concentración del capital y del ingreso. La
sustitución de monopolios públicos por monopolios privados poco tiene que ver con al eficiencia
en la asignación de recursos, la equidad y los equilibrios macroeconómicos.
Relaciones intra MERCOSUR
La división del trabajo reflejará las ventajas comparativas estáticas en el contexto del margen de
preferencias para el comercio intrazonal. La acumulación de capital y el desarrollo científico
tecnológico responderán al libre juego de las fuerzas del mercado. La estrategia neoliberal excluye
las políticas comunitarias activas de desarrollo sectorial y tecnológico, incluyendo el crédito
orientado y los subsidios para actividades específicas. Se descarta el concepto mismo de
actividades prioritarias que merecen el respaldo de las decisiones públicas.
La división del trabajo intrarregional en torno de las ventajas comparativas estáticas reproduce
dentro de la región el modelo centro-periferia. La experiencia revela que la estrategia neoliberal
especializa a la economía Argentina en las exportaciones de alimentos, materias primas y
energéticos y a la brasileña en manufacturas. El desequilibrio inherente a la relación predominante
entre Argentina y Brasil afecta también las posibilidades de desarrollo de los otros socios del
sistema.
La corrupción
La idea básica implícita es que
la estrategia neoliberal es correcta y asegura el crecimiento y el bienestar. Si esto no se alcanza
sería, precisamente, por la corrupción y la mala calidad de la justicia. No hay duda de que una
Justicia eficiente y la ausencia de corrupción en el manejo de los asuntos públicos son requisitos
del sistema democrático y del bueno gobierno. Lo que no es tan evidente es que el cumplimiento
de esas condiciones garantizarían por si mismas el éxito de la ortodoxia.
En plena crisis de la deuda, la nacionalización de deudas privadas sirvió para proteger a los
acreedores del riesgo que, por otra parte, ya había sido previsto en las mayores tasas de interés
pagadas por los deudores. Se trató de una flagrante violación a las reglas de juego del mercado
libe y la generación de rentas privadas espurias de una gigantesca dimensión.
El MERCOSUR según la integración sostenible- Las reglas del juego
La estabilidad de los precios es un requisito de la ejecución de políticas activas exitosas y se funda
en los equilibrios macroeconómicos de base: la solidez de las finanzas públicas, la capacidad de
pagos externos asentada en las exportaciones y el aumento del ahorro interno. El tipo de cambio,
como proponía el requisito incumplido del Consenso de Washington, estimulará la competitividad
y el crecimiento de las exportaciones. Los países concertarán sus estrategias financieras y
cambiarias para facilitar la ejecución de las políticas nacionales de estabilidad, promover la
integración y fortalecer la posición negociadora externa.
Los vínculos con el exterior se organizan en torno de las ventajas competitivas dinámicas que
amplían el potencial
exportador. L inversión privadas es el motor del crecimiento en el contexto de políticas activas que
resuelven las insuficiencias e imperfecciones de los mercados. El ahorro interno y la capacidad de
pagos externos fundada en las exportaciones constituyen las bases fundamentales de la
acumulación de capital. La inversión privada directa extranjera realiza una contribución
importante pero marginal en el financiamiento de la inversión. Los capitales especulativos de
corto plazo son desalentados y sujetos a las regulaciones de la autoridad monetaria. El crédito
dirigido y los subsidios a las actividades promovidas, son instrumentos en el fomento del ahorro
interno y la inversión.
El cambio técnico se funda en una secuencia importar-copiar-adaptar-innovar que enriquece el
acervo propio de conocimientos.
Las políticas de empleo y sociales se integran a la estrategia de acumulación de capital y cambio
técnico y a las políticas activas para impulsar las actividades prioritarias. De este modo la elevación
del empleo y del bienestar es inherente al desarrollo.
La división internacional del trabajo
Las importaciones de bienes que incorporan tecnologías avanzadas crecen más que el producto.
Las mismas serían crecientemente financiadas con las exportaciones de bienes dentro de los
mismos sectores y productos primarios con mayor contenido de conocimientos y valor agregado,
en un sistema de especialización intraindustrial con el resto del mundo. Contribuye a eliminar el
ciclo tradicional de contención-arranque ligado a los déficit generados por la composición
tradicional del comercio exterior, agravado en los últimos lustros por los
servicios de la deuda externa y las políticas de ajuste.
Los equilibrios macroeconómicos
La estabilidad de los precios se sostiene en el equilibrio fiscal, las exportaciones y el ahorro
interno. Las entradas de capital extranjero se orientan a expandir la capacidad productiva y las
exportaciones y generan las divisas necesarias para las futuras transferencias de utilidades. La no
dependencia de los movimientos externos de corto plazo reduce la tasa de interés y posibilita la
existencia de tipos de cambio competitivos para promover las exportaciones no tradicionales y el
equilibrio del balance de pagos. La estabilidad se sustenta así sobre la solidez de los equilibrios
macroeconómicos de base y no queda sujeta a las condicionalidades de los acreedores. La
reducción del riesgo en países sólidamente estables atrae inversión no especulativa. La
vulnerabilidad frente a las expectativas de los mercados no depende de la aceptación o no del
Consenso de Washington sino de la solidez de los equilibrios macroeconómicos. Cuando éstos
existen, los ataques especulativos son poco probables y, si ocurren, pueden soportarse con costos
moderados.
La paridad de las monedas de cambio responde estrictamente al criterio incumplido del Consenso
de Washington. La estabilidad de las paridades de las monedas nacionales del MERCOSUR
estimula el intercambio y la toma de decisiones de los agentes económicos privados.
Crecimiento, empleo y distribución del ingreso
Cabe esperar que la solidez de los equilibrios macroeconómicos, el aumento del ahorro y la
inversión y la expansión de las exportaciones contribuyan a un aumento sostenido de la
productividad
y del empleo. En tales condiciones, podría reducirse la pobreza. La convergencia de las estrategias
nacionales y las políticas activas comunitarias contribuyen a la eficiencia, al crecimiento y la
equidad.
Relaciones intra MERCOSUR
La división del trabajo dentro del espacio subregional se funda en la especialización intraindustrial
y en la generación de ventajas competitivas dinámicas en todos los socios del sistema. La brecha
del contenido de conocimientos entre las importaciones y exportaciones de cada uno de los países
dentro del actual comercio intrarregional tiende a cerrarse como reflejo del crecimiento y
transformación de todos ellos. La transformación de la composición del intercambio intra
MERCOSUR es simultánea con la del comercio de la región con el resto del mundo.
La estabilidad de precios fundad en los equilibrios macroeconómicos y la convergencia de las
políticas nacional de tipo de cambio viabilizan la aplicación de políticas activas para la promoción
de la integración sostenible.
La integración de los mercados financieros nacionales y la concertación de las políticas de las
autoridades monetarias estimulan la formación de ahorro, canalizan ahorro complementario del
exterior y expanden el financiamiento disponible para la acumulación de capital.
La reforma del Estado, la transparencia de las decisiones públicas y el desempeño efectivo de las
instituciones democráticas y de otros medios de participación social contribuyen a respaldar las
decisiones comunitarias destinadas a generar rentas-palanca y no rentas espurias incompatibles
con la eficiencia en el uso de los recursos y el objetivo de las políticas
activas.
Perspectivas
El futuro del MERCOSUR está aun indeterminado. El aumento de las relaciones intrarregionales en
la última década refleja las convergencias potenciales que estaban aletargadas por el prolongado
desencuentro histórico de Argentina y Brasil. Es previsible que la prevalencia de las políticas
neoliberales en uno o en los dos socios principales aumente la inestabilidad y los desequilibrios del
sistema. A mediano y largo plazo, no es éste un escenario promisorio.
El Consenso de Washington tropieza, sin embargo, con un grave problema: sus consecuencias
sobre la economía y la sociedad. En la actualidad prevalecen el lento crecimiento, la vulnerabilidad
financiera, la concentración de la riqueza y el ingreso, el desempleo y la pobreza, la fractura de la
economía entre sectores productivos dinámicos y marginados. Estos hechos están cuestionando la
estrategia neoliberal y erosionando sus bases de sustentación política. Un eventual replanteo de
las estrategias de estabilidad y crecimiento en los países miembros se proyectaría en el
MERCOSUR. La integración sostenible reclama decisiones políticas. Es preciso la convergencia de
las estrategias nacionales, entre los mercados y la acción pública, para promover el desarrollo y la
integración sostenibles. Éste es el gran desafío de la democracia en el MERCOSUR. Desde la
perspectiva del desarrollo y la integración sostenibles, la gobernabilidad se refiere a la
funcionalidad de la democracia para asegurar los equilibrios macroeconómicos y la seguridad
jurídica, promover el desarrollo humano y proteger el medio ambiente. El problema actual es, en
gran medida, la gobernabilidad
de los mercados.
Caso Argentino: Lecciones macroeconómicas
(Roberto Lavagna)
Argentina tuvo programas macroeconómicos caracterizados por la sobrevalorización del peso en
17 de los últimos 27 años. Cada una de esas experiencias terminó en colapso, fruto de la
acumulación de déficit fiscales y de una muy fuerte expansión de la deuda externa pública total.
1. La primera lección que extraemos de la experiencia argentina es contraria a una idea dominante
en el saber convencional sobre flujo de capitales que está implícita en casi todos los análisis que se
hacen en esta materia. Esto es la preocupación con que numerosos analistas perciben las
reducciones en los flujos de financiamiento externo y su efecto sobre el crecimiento. El
razonamiento implícito en ese análisis es que la reducción en los flujos financieros tiene efectos
negativos sobre el crecimiento. Con una mirada de corto plazo, puramente coyuntural y financiera
eso puede ser así. Nuestra posición al respecto es que los daños mayores, en términos de
crecimiento pero sobre todo en términos de desarrollo con equidad, se producen en los períodos
de alta liquidez internacional cuando el flujo de capitales financieros es mayor. Es durante estos
años que es posible financiar “fantasías macroeconómicas”, que no son sustentables y que cuando
se prolongan en el tiempo generan efectos estructurales indeseables y muy duraderos. La
experiencia internacional ratifica la necesidad de reglar los movimientos de capitales especulativos
que pueden generar un elevado grado de vulnerabilidad e inestabilidad monetaria y cambiaria, en
especial en economías de limitado tamaño
como la nuestra.
Existe la necesidad sistémica de establecer nuevos criterios y una vigilancia mucho mayor sobre la
sustentabilidad de los programas económicos en los períodos de liquidez.
2. Si la primera lección que extraemos del caso argentino tiene relación con la sustentabilidad del
Programa macroeconómico, esta segunda refiere a cuestiones institucionales. Cualquier arreglo
institucional o ingeniería normativa por más sofisticada que sea es insuficiente para preservar los
contratos o el derecho de propiedad si no se combina con un programa macroeconómico
sustentable. Por supuesto, lo inverso es igualmente válido. No hay sustentabilidad
macroeconómica sin un sistema institucional y normativo sólido y creíble. Es claro que las normas
institucionales cada vez más rígidas no aumentan la sustentabilidad de un modelo que es
intrínsecamente errado.
3. A estas dos lecciones básicas pueden agregarse algunas cuestiones que tiene que ver con
nuestra experiencia pero que importan en términos del funcionamiento del sistema financiero
internacional.
i) Para países tomadores de precios en el mercado internacional resulta altamente inconveniente
llevar adelante políticas cambiarias y monetarias muy diferentes a las de sus mayores socios
comerciales o de las políticas predominantes en los mercados centrales. En 1992, luego de varios
meses de lanzada la convertibilidad, se inician en el mundo una suerte de reacomodamientos en
las paridades monetarias y un creciente uso de sistemas de tipo de cambio flexible. La asincronía
de la política argentina se hizo cada día más palpable. Sin equilibrio fiscal, con permanente
realineamientos
del tipo de cambio y volatilidad en los flujos de capitales financieros y sin una real apertura
comercial relevante a nuestros intereses, el modelo de la convertibilidad era
macreconómicamente insostenible. En realidad se prolongó artificialmente la vigencia del modelo
por espacio de siete años mediante el recursos sistemático al endeudamiento externo.
ii) El uso de indicadores de performance como por ejemplo deuda/PBI, debe hacerse con extremo
cuidado dada la facilidad con que cuestiones de tipo de cambio pueden deformar las relaciones
entra ambas variables y transformarlos en el momento de crisis en absolutamente irrelevantes.
iii) El descalce (missmatching) de moneda crea gran fragilidad en los sistemas financieros. El
financiamiento con depósitos en dólares de actividades ligadas estrictamente al mercado interno y
por tanto generadores de ingresos en pesos hace que la fragilidad de las estructuras de
financiamiento de estas empresas se traslade, con efectos sociales mucho más graves al sistema
financiero como un todo.
iv) La concentración de crédito al sector público, tanto a gobierno central como a estados
provinciales, debe ser tomada como un indicador de fragilidad potencial del sistema.
Crecientemente el Estado central y las provincias con la garantía del gobierno nacional de la
coparticipación fueron produciendo un crowding out crediticio que restó y encareció los recursos
disponibles para financiar al sector privado, haciendo además al sistema financiero
crecientemente prisionero de los créditos al sector público.
v) Debido a la información asimétrica entre colocadores de bonos altamente sofisticados y el
público,
colocadores locales e internacionales ha inducido a tomadores no conscientes a tomar papeles
cuyo riesgo era ciertamente alto.
vi) El carácter de acreedor privilegiado de los organismos multilaterales de crédito está basado en
razones económicas pero, sin hipocresías, ha estado también basado en la experiencia que ante
una crisis de solvencia y liquidez los organismos multilaterales han actuado como prestamistas de
última instancia.
4. Una reflexión final que surge de la reciente negociación con el FMI pasa por destacar la extrema
importancia de afirmar como componentes centrales de políticas exitosas dos cuestiones: la
autoría de las políticas económicas y el timing en la aplicación de dichas políticas. El como
enfrentar situaciones críticas no puede depender de programas prefabricados. Las grandes
reformas estructurales deben hacerse en los momentos de bonanza, precisamente aquellos en
que todos parecen mirar para otro lado y disfrutar de falsas e insustentables bondades.
Nosotros, los argentinos, pero también la comunidad financiera internacional, podemos sacar
lecciones de este proceso de crisis. Lecciones que nos sirvan para definir un programa de
crecimiento sustentable. También lecciones para el funcionamiento del sistema financiero
internacional como un todo. La repetición de crisis a lo largo del planeta está indicando que algo
no funciona y que debe y puede ser modificado. Que Argentina haya sido capaz de estabilizar y
normalizar su economía, aun reduciendo deuda externa neta con los organismos multilaterales de
crédito y que ello haya ocurrido con un programa que no contaba con acuerdos externos, no es un
dato menor.