Download Sacerdotes según el Corazón de Jesús, en el corazón de la Iglesia

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
FERREIRA DE FARIAS, J. J.
Sacerdotes según el Corazón de Jesús
En el corazón de la Iglesia
Dehoniana 2010, 15-30
Per la citazione: DEH2010-02-ES
Sacerdotes según el Corazón de Jesús, en el
corazón de la Iglesia
José Jacinto Ferreira da Farias, scj
1 Benedicto XVI proclamó el Año sacerdotal -de junio de 2009 a junio de
2010- como una posibilidad en la Iglesia de reavivar la conciencia de lo que
en ella representa el don del sacerdocio, y también como forma de encontrar
renovadas energías para afrontar los desafíos de nuestro tiempo; el cual,
desde el punto de vista crítico, quizá tenga como denominador común no
tanto la secularización o el ateísmo, sino la globalización de una nueva gnosis
o, tal vez aún con mayor rigor, la del neopaganismo triunfante en el mundo
contemporáneo.
2 Las nuevas ideologías dominantes -que, en una especie de “revival” del
fenómeno religioso, tienen su manifestación en el postmodernismo
neonóstico de la new age, de la ideología del género, de la ecología profunda,
de los derechos de los animales- constituyen la señal más evidente de que los
tiempos que corremos nos aproximan a otras etapas de la historia de la
humanidad, incluso del inicio del cristianismo, en las que era cuestión de vida
y muerte para la Iglesia la confrontación con la gnosis, que, entre otros
atributos, se caracterizaba por el rechazo del misterio de la Encarnación con
todas sus consecuencias: cosa que hoy, con moldes muy parecidos, sucede
de nuevo.
3 En este contexto, el Año sacerdotal se convierte en una oportunidad para
que tomemos conciencia de la gravedad de esta hora, en relación no sólo con
la renovación de la espiritualidad y de la moral sacerdotal, que las ideologías
contemporáneas intentan desacreditar de distintas formas, por fuera o por
dentro y de un modo orquestado, sino sobre todo para tomar conciencia de
que lo que está en cuestión es todavía más grave, pues tiene que ver con la
esencia del cristianismo, el misterio de la Encarnación del Verbo, que se hace
carne, se hace hombre, y ese Verbo es Jesucristo, que continúa presente en la
© Copyright riservato Centro Studi Dehoniani Roma – Sacerdoti Sacro Cuore di Gesù.
Consentita la riproduzione integrale in fotocopia e libera circolazione senza fine di lucro.
È vietato il plagio e la copiatura integrale o parziale di testi e disegni a firma degli autori – a qualunque fine – senza citare la fonte
(Repubblica italiana, legge 18/08/2000 nº 248).
Dehoniana
Iglesia, su cuerpo y esposa, del que el sacerdote es sacramentalmente
representante, “in persona Christi Capitis”, como dice el Concilio (LG 10;
PO 2). Es mucho más que una cuestión de misterio, en el sentido de la
administración o el gobierno de los grupos y de las sociedades, que pudiera
basarse en competencias; lo que está en cuestión es la propia identidad del
cristianismo, en general, y del catolicismo, muy en particular, por ser el
sacerdocio, que expresa y garantiza la cuestión apostólica, uno de sus pilares
fundamentales. Puesto que se trata de los fundamentos mismos del
catolicismo, el sacerdocio es en la Iglesia una cuestión de vida o muerte, de
ser o no ser.
4 Para nosotros, que somos una Congregación sacerdotal (la afirmación de
las Constituciones, según la cual somos en la Iglesia un Instituto clerical1,
presupone una teología del sacerdocio, más que una normativa canónica)
debería ser hoy una ocasión providencial para volver a las fuentes, lo mismo
del misterio del sacerdocio según el sentir de la Iglesia, como de su
espiritualidad. Uno de los capítulos de la teología que recuperar habría de ser
la teología del carácter, -algo olvidado en los últimos tiempos- de los tres
sacramentos en los que existe. En esta breve reflexión, con todo, y
presuponiendo estos temas, voy a limitarme a ofrecer algunas observaciones
metodológicas, sugiriendo un camino que comience en los testamentos
espirituales de nuestro Fundador y continúa por algunos textos inspirantes de
nuestras Constituciones, como un posible itinerario de una especie de
peregrinación meditativa, que ayude a reavivar la conciencia de nuestra
vocación y nuestra misión en la Iglesia; con el fin de que el misterio de la
Encarnación no sea olvidado y el hombre contemporáneo, en cuanto nos sea
posible, no pierda el sentido de su dignidad, profundamente amenazada hoy
por las nuevas ideologías triunfantes.
1. LOS TESTAMENTOS ESPIRITUALES DEL PADRE DEHON
1.1. El primer testamento del Padre Dehon
5 El Padre Dehon escribió su primer testamento espiritual en 1912, cuando
cumplió 70 años, pensando que sus días estaban llegando a su fin, en este
testamento, que se incluye en sus memorias, el Padre Dehon pasa revista a su
larga vida y a los momentos destacados en los que obtuvo el discernimiento
que le llevó a fundar la Congregación, así como a las iniciativas pastorales a
las que ésta se fue dedicando: el cultivo y la formación de las vocaciones, el
compromiso educativo, pastoral y misionero. Sugiero que meditemos el
“La Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús es un instituto
religioso clerical apostólico, de derecho pontificio, constituido por Provincias, Regiones y
Distritos dependientes” (Cst 8).
1
2
Dehoniana
siguiente texto de los Souvenirs2, en el que el Padre Dehon concentra lo que
siente y piensa el que debe ser el futuro de la Congregación:
6 “XV. Resoluciones: Nuestras resoluciones nos serán dictadas por los
consejos del Papa y por nuestras Constituciones.
Tenemos un triple fin: un celo apostólico ardiente, la adoración reparadora y
la oblación cotidiana de nosotros mismos al Sagrado Corazón.
Un celo ardiente: queremos trabajar por las almas: en la enseñanza, en la
predicación, en las misiones, de acuerdo con las necesidades de la
Congregación y en los lugares en que nos ponga la obediencia.
Nuestras Constituciones nos indican las obras que hemos de preferir: la
enseñanza de la infancia, sobre todo de los seminaristas que son, como
Samuel, los preferidos de Dios; la predicación de ejercicios espirituales; el
ministerio con los pequeños y los humildes, con los obreros y los pobres, y
las misiones lejanas que piden entrega y sacrificio.
La adoración reparadora al Santísimo Sacramento: es necesario dedicarse a
ella con firmeza.
Es nuestra audiencia real diaria, nuestra vocación. Debemos ser como los
amigos de Betania con los que descansaba Jesús. Expliqué al Papa que
nosotros no éramos puramente apostólicos, sino que teníamos una vida mixta,
como algunas otras congregaciones, como los de Picpus o las Franciscanas
Misioneras de María, y él quiso insistir en ello en sus recomendaciones
escritas. Es preciso, por tanto, que nos examinemos sobre este punto y
veamos si hacemos lo que hay que hacer. Todas las cosas deben tener sus
días de Exposición del Santísimo, y todos deben pasar al menos media hora
cada día junto a Nuestro Señor.
Los chambelanes tienen el privilegio de pasar una parte del día en la
antecámara de los reyes, y están orgullosos de ello. Somos los chambelanes
del Rey de reyes y su Guardia de honor.
La oblación cotidiana de nosotros mismos al Sagrado Corazón: esta oblación
es precisada por nuestras Constituciones y por el Acto de oblación que
unimos a nuestros votos. Se trata de la ofrenda diaria, cordial y sincera, de
todo lo que somos, de nuestras acciones, de nuestros trabajos, de nuestros
sufrimientos, en espíritu de sacrificio y de inmolación, para la reparación al
Corazón de Jesús y para la salvación de las almas. Conviene que la oblación
hecha por la mañana sea renovada algunas veces durante el día.
¿Qué propósitos debemos hacer aún? Me las inspira el oficio de la Sagrada
Familia. Somos una familia de hermanos, y debemos ser una familia muy
unida y muy santa, porque somos hijos de Dios, hermanos del Salvador, hijos
espirituales de la Virgen María.
2
Oeuvres Spirituelles VII, 227-229.
3
Dehoniana
Pero la Iglesia ha escogido, para trazárnoslo en su liturgia, el cuadro de una
familia santa, con una página de la carta de san Pablo a los Colosenses:
“Revestíos, pues, como hijos elegidos de Dios, santos y amados, sancti et
dilecti, de las virtudes del nuevo Adán: la bondad de corazón, la benignidad,
la humildad, la modestia, la paciencia. Soportaos unos a otros. Si os sucede
que sois ofendidos, perdonad caritativamente como Dios os ha perdonado.
Por encima de todo, amad la caridad, que es el vínculo de la perfección. Amad
la paz, la paz de Cristo, que alegra el alma. Sed agradecidos. Que vuestras
conversaciones sean sabias, edificantes, llenas de alabanzas a Dios. Todo lo
que hacéis hacedlo por Dios, en unión con nuestro Señor. Que los inferiores
obedezcan con sencillez, por amor a Dios. Amad la oración, consagrad a ella
vuestras iglesias. Orad también por los sacerdotes, para que Dios ponga en
sus labios palabras fecundas de apostolado…” (cf. Col 3,12-17).
¿Podríamos imaginar algo más hermoso que este cuadro de una familia
santa? Me gustaría que lo meditaseis con frecuencia.
Con san Pablo, añado: orantes simul et pro nobis… Rezad también por mí,
para que Dios me conceda la gracia de dirigiros santamente y de haceros
progresar en el camino de la virtud.
Soy un viejo. Quiero terminar mi exhortación con las palabras que repetía el
apóstol san Juan en su vejez, “Amaos los unos a los otros”.
Os suplico, como lo hacía san Juan: nada de divisiones entre vosotros.
Pasemos por encima de todo para permanecer unidos. Soportemos
pacientemente las ofensas y los disgustos. Queramos a todas las naciones. Ya
no habrá naciones en el cielo. Somos todos hermanos del Salvador e hijos de
María. Amémonos en el Sagrado Corazón de Jesús.
Rezad por este viejo que os bendice de todo corazón. Rezad mucho por él,
porque tiene mucha necesidad de la misericordia divina.
Honor y gloria a Dios por los Sagrados Corazones de Jesús y de María por la
eternidad.
+ Juan, del Corazón de Jesús.
7 Casi un siglo después de haberse escrito este documento, las condiciones
y circunstancias históricas del mundo y de la Iglesia han sufrido muchos
cambios. A pesar de ello, la validez de los tres principios continúan en pie y
de actualidad: el celo ardiente, que se puede llamar pasión por el Reino, en
cuanto mensaje de salvación para el hombre contemporáneo, debe continuar
siendo proclamado y vivido; la adoración reparadora sigue siendo el
momento de escucha del silencio cordial de aquel que se deja ver -es el
sentido de la oración como simple mirar. La intensidad de la vida espiritual
y apostólica puede discernirse por la fidelidad a este momento, importante
no sólo para quien lo vive, sino también para aquellos por los cuales se vive,
para quién y para qué lo vive. Aquí está el sentido reparador, cuestión que
será importante recordar, repensar y reavivar. Finalmente, está el tercer
4
Dehoniana
principio, el de la oblación, como configuración existencial con la oblación
de Cristo, que afecta al núcleo más profundo de su misterio, de nuestro
misterio.
8 Las últimas palabras del presente testamento son también muy
importantes, una paráfrasis o comentario de las palabras que Jesús lega a sus
discípulos. El Padre Dehon dice en muchos lugares de sus escritos que sus
hijos espirituales deberían meditarlas constantemente en el evangelio de san
Juan, ya que su regla se encuentra en el Evangelio.
9 En el escenario de la última cena -aquel reclinar la cabeza sobre el pecho
del maestro- habla de la dádiva que el sacerdote del Corazón de Jesús -los
Oblatos, como el P. Dehon le agradaba decir- está llamado a acoger y a vivir.
Esta exhortación – Os suplico, como lo hacía san Juan: nada de divisiones
entre vosotros. Pasemos por encima de todo para permanecer unidos.
Soportemos pacientemente las ofensas y los disgustos. Queramos a todas las
naciones. Ya no habrá naciones en el cielo. Somos todos hermanos del
Salvador e hijos de María. Amémonos en el Sagrado Corazón de Jesús –
tiene mucho sentido y actualidad en nuestros días, en los que el riesgo del
endurecimiento del corazón es, sin duda, tan real. Sería una terrible paradoja
que los Sacerdotes del Corazón de Jesús se volviesen insensibles u hombres
sin corazón.
1.2. La vocación o disposición de fondo del Sacerdote del Corazón
de Jesús en el Directorio Espiritual
10 Lo que podría llamarse la actitud de fondo de cada uno de los miembros
de la Congregación -en el sentido de la interiorización de la espiritualidad
que brota de la contemplación del Corazón de Jesús- está expresa en una
frase que por muchas razones puede parecer chocante, y lo es en cierto modo,
pero que por eso mismo obliga a pensar. Desde el Directorio Espiritual, en el
párrafo 1 de la Primera Parte, trata del Espíritu de nuestra vocación,
comentando la visita de los Reyes magos a Belén, que ofrecen al Niño oro,
incienso y mirra, aplica a nuestro espíritu lo que estos dones representan:
“Los dones que el Señor espera de nosotros son un corazón para amar, un
cuerpo para sufrir y una voluntad para sacrificarla, para renunciar a ella y, en
su lugar, amar por encima de todo la voluntad de Dios y tratar de cumplirla”3.
11 La edición que sigo, de 12 de agosto de 1985, contiene una presentación
del P. Manzoni y un estudio sobre la espiritualidad del Directorio del P.
Bourgeois, Superior general de la Congregación en los revueltos tiempos del
postconcilio y que puede ser considerado muy bien, por la profundidad de
sus estudios y de sus escritos como Superior general, como un profundo
pensador de nuestra espiritualidad hasta el punto de refundarla
3
Directorio Espiritual de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús. Madrid 2007.
5
Dehoniana
teológicamente. Su lectura será de gran utilidad en este contexto de reavivar
el Don de Dios”. Pero, por ahora, y ciñéndome a la cita aludida, pienso que
en ella está todo dicho, en torno a tres palabras que se refieren,
respectivamente, a otros tantos símbolos antropológicos que son símbolos
reales, pues la realidad representada no es exterior al símbolo -como sucede
en los signos o señales-, sino que está presente en ella con lo que sucede en
teología sacramental. Esas palabras son: amar, sufrir, sacrificar, y los
símbolos son, respectivamente corazón, cuerpo, voluntad.
12 Si lo observamos bien, se da una perfecta circularidad entre las tres
palabras, pues no hay amor sin sufrimiento ni sacrificio, siendo en ese caso
el sufrimiento y el sacrificio señales o expresión de la verdad y la autenticidad
del amor, que necesita ser radicalmente purificado para que pueda llegar a
ser lo que debe ser o tiende a ser, una oblación olvidada de sí misma; y los
símbolos antropológicos tienen igualmente una profunda circularidad entre
sí, en la medida en la que el corazón evoca lo profundo de la voluntad, que
es lo que confiere la unidad al cuerpo como espacio de encuentro y de
relación, donde se siente el movimiento de la voluntad y la vibración del
corazón. Por la combinación de las palabras y de los signos antropológicos
es ya posible presentir hacia dónde quiere llevar la espiritualidad cordial, es
decir, claramente, hasta el centro del misterio del hombre que, si es purificado
y transformado, puede ser elevado hasta el centro del misterio de Dios, como
concluye el Directorio: “para, en su lugar, amar por encima de todo la
voluntad de Dios y tratar de cumplirla; dado que esa voluntad de Dios el
Padre Dehon la ve ya cumplida en el Corazón de Jesús con el que los
Sacerdotes del Corazón de Jesús están llamados a conformarse.
13 A vivencia profunda de lo que aquí queda dicho podría llevar al cambio
de corazones, tema que se encuentra en algunas experiencias místicas de
santos como Catalina de Siena, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola o Felipe
Neri, para citar a los más conocidos. El cambio o trueque de los corazones que resultaría de la purificación del corazón y del amor por el sufrimiento y
por el sacrificio- sería la expresión de la perfección de la humanidad que
discurre del misterio de la Encarnación, que es el caso ejemplar de esta
permuta, cuando el Corazón de Dios asume un corazón humano,
humanizando lo divino y divinizando lo humano.
1.3. El segundo testamento espiritual
14 El segundo testamento espiritual del Padre Dehon se encuentra al final
del Directorio, y empieza así: “Muy queridos hijos: Os dejo el más
maravilloso de los tesoros: el Corazón de Jesús”. Nunca lo haremos
demasiado, pero especialmente hoy, el “revisitar” los grandes temas y los
grandes símbolos de nuestra espiritualidad, siendo el mayor y el más
importante de ellos el Corazón de Jesús, del que somos sacerdotes.
6
Dehoniana
15 Se trata de un tema riquísimo en la espiritualidad cristiana, pero que -
sorprendentemente para muchos- no tiene su origen directamente en la
meditación de la Escritura y, por eso, es un camino que no conduce a ninguna
parte intentar justificar la devoción y la espiritualidad del Corazón de Jesús a
partir de la Sagrada Escritura: por ejemplo, de las veces que aparece
“corazón”; como, a la inversa, será también un camino que no conduce a
ningún sitio el de partir de la antropología del corazón, pues no ha sido desde
estas simbologías intencionalmente románticas como la devoción y la
espiritualidad se originaron y se estructuraron. Según cualquiera de estos
caminos conduce a resultados que se apartan de la riqueza que la devoción y
la espiritualidad tuvieron en la historia de la Iglesia hasta el Concilio
Vaticano II. La paradoja del punto de partida antropológico puede
confirmarse con el hecho de que hay culturas en las que el corazón no dice
nada, como -por lo que he oído- en Indonesia, en donde lo que en Occidente
se dice con el símbolo del corazón se expresa con el término de hígado…
16 El punto de partida de la espiritualidad y de la devoción al Corazón de
Jesús fue la meditación sobre la Pasión de Cristo, muy intensa en la Edad
Media: una contemplación que llevó a la devoción de las llagas, que se
concretó en las Cinco Llagas -de las manos, de los pies y del costado- en un
movimiento que, en la contemplación de la escena de Tomás tras la
Resurrección -mete tu mano en mi costado (Jn 20,27)-, se fijó en la llaga del
costado y de él se abrió camino -según interpreta san Agustín- hacia el
corazón. San Agustín es, sin duda, el primer gran teólogo del corazón: que
pone en práctica verdaderamente una Theologia cordis, ya que para él, en el
marco de su metafísica de la interioridad, el corazón es -como dirá el P.
Arrupe, la palabra fontal, esa palabra que dice lo que somos. Después de san
Agustín, leyendo el texto joánico como apertura del camino a la interioridad,
hacia el Corazón de Dios, la encontraremos primero en san Bernardo de
Claraval y, después, en san Buenaventura, santa Gertrudis, santa Matilde,
santa Catalina de Siena, con la cuestión ya aludida del intercambio de los
corazones: movimiento que culmina en el siglo XVII con santa Margarita
María y, a partir de ella, se extiende a toda la Iglesia.
17 La mística del Corazón de Jesús corona, por tanto, una espiritualidad que
se cultiva y se alimenta de la contemplación de la pasión de Cristo y de los
vestigios en su cuerpo, que son las llagas; se trata de contemplar lo mismo
que san Pablo y sacar las mismas conclusiones que él sacó, a saber, “me amó
y se entregó por mí” (Gal 2,20).
18 En lo que se refiere al siglo XVI y a las revelaciones a santa Margarita
María, me gustaría llamar la atención sobre el contexto espiritual en el que
apareció la devoción al Corazón de Jesús y la importancia que tuvo durante
los siglos siguientes, hasta el Concilio Vaticano II.
7
Dehoniana
19 El siglo XVII es, sin duda, un tiempo de paradojas, marcado en Francia
por dos grandes ideologías -de hecho, es habitual decir que, así como el siglo
XVI es el siglo de los pueblos peninsulares, los siglos XVII y XVIII son del
francés, el siglo XIX es alemán y el siglo XX, americano-, que representaban
un auténtico terrorismo teológico y espiritual para la conciencia cristiana,
representar por el calvinismo y por el jansenismo. Pues fue en este contexto
de terrorismo teológico y espiritual en el que surgió la espiritualidad del
Corazón de Jesús, que revela a Cristo -en la expresión del Ecce venio- con el
corazón en las manos- como un amor que sufre y no es correspondido… Ese
motivo continuará caracterizando a los siglos siguientes con otros tipos de
terrorismo: racionalista (en el siglo XVIII), ideológico-positivista (en el
siglo XIX), tecnológico (en el siglo XX) y, en el siglo XXI, con una mezcla
de todos los terrorismos, con las ideologías postmodernas del relativismo, del
género, de la ecología profunda, de los derechos de los animales, etc., todo
expresado en la apoteosis contemporánea del neopaganismo que domina las
grandes instituciones y estructuras mundiales de poder y que no dejan de
ejercer su presión y su influencia en muchos ambientes eclesiales.
20 Tener el Corazón en las manos es la expresión del misterio de Dios que
se revela en Cristo, nada indiferente y sí contradictoria del deísmo o el teísmo
modernos o del panteísmo contemporáneo. El deísmo iluminista aceptaba la
existencia aséptica de un ser supremo distante, de tipo matemático o
geométrico, como defienden las distintas logias masónicas del pasado más
reciente y en nuestros días: un dios senil, que ya no puede distinguir a sus
criaturas, a semejanza de Isaac, que se deja engañar por la astucia y la
destreza de los hombres; esa es la imagen que los distintos terrorismos
pretenden inculcar, pero que la espiritualidad del Corazón de Jesús contraría
e impide que se establezca en el interior de la espiritualidad cristiana.
21 En las Memorias de Sor Lucía, el mensaje celestial de 1917 en Fátima en medio del pavor, del terrorismo y del odio que marcaron el comienzo del
siglo XX, en plena 1ª guerra mundial y en la apoteosis del terror lanzado
contra los católicos en Portugal por la primera República- quiero recordar el
sufrimiento de los corazones de Jesús y de María por la falta de
correspondencia al amor, siendo muy significativo el mensaje del ángel,
cuando invita a los niños a consolar a nuestro Dios.
22 Estos breves apuntes son suficientes para ponernos alerta sobre la
urgencia de pensar y meditar en el don de Dios que está escondido en la
espiritualidad del Corazón de Jesús, expresión eminente del misterio de la
Encarnación que las diversas y seductoras formas de nueva gnosis
contemporánea procuran hacer olvidar.
23 Son complejas las causas que llevaron a la crisis de la espiritualidad y de
la devoción al Corazón de Jesús después del Concilio Vaticano II, que me he
atrevido a identificar con los dos aspectos que presentados como caminos sin
8
Dehoniana
salida, recorridos por la teología posterior al Concilio, tan fecunda en muchos
puntos; pero que en éste fue asfixiante al recorrer en esta cuestión caminos
que no conducen a ninguna parte. En este sentido, mi reflexión tiene una
preocupación esencialmente metodológica, como invitación a volver al
camino de la Pasión de Cristo, de las razones profundas que llevaron a que,
en el pensamiento divino y en su concreción histórica, la Encarnación tuviese
que culminar en la cruz y la salvación haya requerido tan elevado precio. El
contemplativo llegará a la misma conclusión de san Pablo -Me amó y se
entregó por mí (Ga 2,20)-, verdad que impresionó a san Francisco de Asís –
el amor no es amado-, e igualmente el Padre Dehon, que hizo suyas las
mismas palabras del seráfico santo. Los estudios recientes del P. Perroux
hacen ver que la cita paulina es, con mucho, el texto bíblico más citado por
el Padre Dehon en sus escritos.
2. LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES, EN LAS
CONSTITUCIONES
24 En la misma propuesta metodológica, sugiero que recordemos algunos
textos de nuestras Constituciones, que tienen por sí mismas un inagotable
valor de inspiración, en la medida en que nos invitan a enfocar nuestra visión
en lo esencial. Llamo la atención en los textos siguientes, que corresponden
a facetas o perspectivas por las que, en mi opinión, pasa nuestra identidad
eclesial.
2.1. Un común acercamiento al misterio de Cristo
25 Leemos, efectivamente en Cst 16:
“Llamados a servir a la Iglesia
en la Congregación de los Sacerdotes
del Sagrado Corazón de Jesús,
nuestra respuesta supone una vida espiritual:
Un común acercamiento al misterio de Cristo,
bajo la guía del Espíritu,
y una atención especial a todo aquello que,
en la inagotable riqueza de este misterio,
corresponde a la experiencia del Padre Dehon
y de nuestros mayores”.
26 Lo que propongo subrayar del texto es lo que llama, precisamente común
acercamiento del misterio de Cristo, con especial atención a la mediación
histórica que está en nuestro origen, es decir, la experiencia del Padre Dehon
y también de sus primeros compañeros en la historia de nuestra
Congregación. Saco de ella dos brevísimas observaciones, que son también
sugerencias, derivadas del sentido que encierra la propia expresión.
9
Dehoniana
27 En primer lugar, la razón eclesial de nuestro vivir en común es una
espiritualidad claramente cristológica, y a partir de esa razón de nuestro vivir
juntos debe pensarse o renovarse todo lo demás. En términos prácticos, esto
significa en su aplicación a nosotros, por un lado, que hemos sido elegidos
personalmente, que es el alcance teológico fundamental de lo que en la
Iglesia se llama vocación, el que encuentra en la vocación apostólica su
referencia paradigmática, como dice claramente san Juan: No me habéis
elegido vosotros a mí, soy yo quien os elegí a vosotros (Jn 15,16). Nunca se
meditarán bastante estas palabras evangélicas, que deben constituir nuestra
memoria más profunda.
28 La segunda observación tiene carácter subsiguiente y afirma que tampoco
nosotros nos escogemos unos a otros: los cohermanos -al igual que los
hermanos- no se eligen, se aceptan, se acogen. Esto es fundamental, y
olvidarlo tendría como consecuencia una total distorsión del sentido
teológico de nuestro vivir juntos, que tiene como origen una vocación y como
fin una misión, lo que exige de cada uno de nosotros la doble fidelidad a la
vocación y a la misión.
29 Sobre esta base puede construirse verdaderamente la comunidad fraterna.
2.2. La koinonía comunitaria
30 Para ilustrar esta cuestión, sugiero meditar dos textos de las
Constituciones de un alcance verdaderamente extraordinario y que, si no son
bien entendidos, pueden comportar un exceso que, en vez de liberar, oprima.
31 El primero se encuentra en Cst 7: “El Padre Dehon espera que sus
religiosos sean profetas del amor y servidores de la reconciliación de los
hombres y del mundo en Cristo”.
32 El segundo es Cst 59: “En la Iglesia estamos llamados a seguir a Cristo y
a ser en el mundo los testigos y servidores de la comunión de los hombres en
una comunidad fraterna”.
33 Ambos textos encierran una gran densidad espiritual, eclesial e incluso
cultural.
34 Desde el punto de vista de la herencia espiritual, las Constituciones
evocan el deseo más profundo del Fundador respecto a sus hijos espirituales:
que unos hombres perfectamente reconciliados por la contemplación del
misterio de Cristo al alcanzar el sentido de su Corazón, sean profetas y
servidores de la reconciliación y el amor que se revela en el Corazón de
Cristo. Hemos desarrollado y sublimado muchas veces el significado del
deseo del P. Dehon y de sus implicaciones, olvidando tal vez, incluso sin
querer, sus condiciones de posibilidad no solo formales, presentes en el texto,
sino también las reales, de hombres verdaderamente convertidos al Corazón
de Jesús y purificados y reconciliados por él; porque no puede liberar quien
10
Dehoniana
no es libre; no puede dar testimonio quien no vive; no puede pacificar quien
no está en paz; y no puede reconciliar quien no está reconciliado.
35 La sobreabundancia del deseo del Padre Dehon y de nuestra misión como
profecía y como servicio sólo podrá ser realidad si presupone una gran
humildad y si comienza por vivir la comunidad como experiencia de
purificación diaria constante, antes de pensar que, en nuestra condición de
peregrinos, pudiera algún día ser una plena y feliz realidad. Aunque para
muchos de nosotros no sea popular, quizá no sea inconveniente recordar por
qué san Juan Berchmanns decía que para él la vida comunitaria era su mayor
penitencia: ¡mea maxima paenitentia vita comunis! La verdad de este axioma
depende del sentido que se dé a la noción de penitencia. Sugiero que se
entienda la penitencia como el esfuerzo que exige de cada uno la vida diaria
en comunidad, en términos de disposición para la conversión, para el cambio,
para el respeto y la aceptación de los demás, en perspectiva de delicadeza, de
cortesía, de sufrir con paciencia las limitaciones, de perdón; pero también de
sentido del humor, para no tomarse cada uno a sí mismo demasiado en serio,
pues eso quiere decir colocarse en el centro de las atenciones, cuando el
centro no deba estar en otros, sino en Aquél que está en el origen de nuestro
mismo vivir juntos, es decir, el Corazón de Jesús, que nos convoca (como
agradaba decir al Padre Dehon) a la delicadeza del amor; pero de un amor
como disponibilidad para la muerte, aquel morir de amor que es el
significado más profundo del misterio de Cristo.
36 Los sentimientos y los afectos son muy importantes, pero en comunidad
deben ser permanentemente purificados, y por eso en comunidad no está
nunca nadie a su voluntad, sino que debe preocuparse de hacer que los demás
estén bien, de que exigirá de cada uno el heroísmo de la virtud. Y no, de
ningún modo, la medianía de un comportamiento fútil y banal.
2.3. La Virgen María
37 La devoción a Nuestra Señora es una dimensión fundamental de la
vivencia eclesial y, sorprendentemente, en ciertas expresiones tradicionales
la Virgen casi supera en importancia la centralidad cristológica, trinitaria y
sacramental del ser cristiano.
38 Nuestras constituciones son también en este punto bastante moderadas y
dicen lo esencial, pues se limitan a evocar en actitud de fondo ante el misterio
de la Encarnación y lo que vivió como madre de Dios: el Ecce ancilla,
paralelo del Ecce venio del Verbo de Dios en su seno, en la plenitud de los
tiempos. El texto dice: “Por su Ecce ancilla, nos incita a la disponibilidad de
la fe y es la imagen perfecta de nuestra vida religiosa” (Cst 85).
39 Un comentario que sacase de este texto todas las virtualidades latentes nos
llevaría muy lejos, no solo por el significado suficientemente comentado y
11
Dehoniana
asimilado del ecce ancilla, sino sobre todo por lo que el texto insinúa, cuando
dice que María es la imagen perfecta de nuestra vida religiosa.
40 Este texto debe leerse a la luz de Lumen Gentium 53, en el que el Concilio
declara a la Virgen imagen excelsa de la Iglesia. La metáfora de imagen es
muy fecunda, como densa evocación de que estamos llamados a ser en ella,
es decir, en la Iglesia, que halla en María su figura perfecta. Importa que nos
detengamos en esa relación entre mariología y eclesiología, en el sentido de
la virginidad, de la maternidad, de la Inmaculada Concepción y de la
Asunción, temas a los que el Concilio llama la atención. Y vemos cómo
estamos insertos en el misterio de la Virgen María -porque la imagen implica
un movimiento ontológico y existencial de lo que somos, más que una simple
y superficial imitación en el sentido de sentire cum Ecclesia, que es condición
de pureza, de fecundidad y de esperanza de todo nuestro ser y obrar en la
Iglesia y en el mundo, el participar y sumergirnos en el seno de María/Iglesia,
en la victoria de la fe sobre la incredulidad, en la victoria de la
Mujer/María/Iglesia contra las fuerzas del mal que se yerguen siempre contra
ella durante todo el tiempo de nuestra peregrinación histórica.
41 Tal vez a partir de aquí se entienda mejor la exclamación de san Bernardo:
De Maria nunquam satis. Sabía él por qué, tenía sus razones.
3. LA CONDICIÓN DE PEREGRINOS
42 Llegamos al último paso de esta breve reflexión, es decir, a la percepción
de nuestra condición de peregrinos, de que no pertenecemos a este mundo,
estamos en tránsito, de paso. Los griegos, con la tragedia, nos enseñaron el
sentido de lo efímero; la teología nos enseña y nos da eucarísticamente la
posibilidad de vivir lo efímero en el cruce “cairológico” con la eternidad,
pues ya vivimos en la plenitud de los tiempos, en los tiempos perdurables,
porque son los últimos: aunque todavía no es la visión, existe la fe y el
sacramento.
43 El carácter provisional no quita valor al momento o al instante, pero le
imprime la seriedad de la necesidad escatológica que hace de cada instante
una epifanía de la eternidad, si se vive según su lógica: vivir el tiempo a la
luz de la eternidad. De aquí la seriedad de cada momento, como si cada uno
de ellos fuese el primero y el último. De aquí también la urgencia teológica
de coger cada oportunidad, cogerla por el pelo, porque si pasa ya no se
recupera. Se trata del significado inexcusable de la verdad del axioma latino
clásico: fugit irreparabile tempus! Estamos llamados a vivir en la frugalidad
del existir a percibir el instante como don, como gracia. En la fluidez y en la
movilidad del tiempo se refleja la inmóvil oscuridad, a través del éxtasis
supremo del reencuentro final con Aquél que nos llamó para que
12
Dehoniana
estuviésemos siempre con él: “Para que donde yo esté, estéis vosotros
siempre conmigo” (cf. Jn 14,39).
44 San Agustín comprendió como nadie esta dinámica de transitoriedad de
nuestra existencia, tanto personal como, sobre todo, vivida en la comunidad
eclesial, cuando refiriéndose a la Iglesia -pero en ella podemos incluirnos
personal y comunitariamente- decía que peregrinaba en la historia entre las
persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios4.
4 “Sed in hoc saeculo, in his diebus malis, non solum a tempore corporalis praesentiae
Christi et Apostolorum eius, se dab ipso Abel, quem primum iustum impius frater occidit, et
deinceps usque in huius saeculi finem, inter persecutions mundi et consolations Dei
peregrinando procurrit Ecclesia” (De civ. Dei, XVIII, 52).
13