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CAPOFERRI, A.
La "misionariedad" en el P. Dehon
Dehoniana 2004/1, 65-86
Per la citazione: DEH2004-04-ES
La “misionariedad” en el P. Dehon
Alessandro Capoferri, scj
1 En el último Capítulo general de nuestra Congregación –el XXI-, al
trazar las líneas para una “refundación”, se volvieron a confirmar algunos
ámbitos preferentes de nuestra misión dehoniana. Entre ellos, se incluyó el
de la “missio ad gentes” (cf. Síntesis del XXI CG, n. 56).
2 Esto recuerda lo ya afirmado por las Constituciones, al hablar del
enfoque dado por el P. Dehon a la Congregación: “La actividad misionera es
para él una forma privilegiada del servicio apostólico” (Cst 31 c).
3 Ciertamente, este sector de actividad pertenece al camino y a la
experiencia de la Congregación desde sus comienzos, siendo uno de los
primeros ámbitos en los que el P. Dehon quiso insertar a sus cohermanos y
discípulos. Pero el P. Dehon no lo codificó en los documentos oficiales como
un punto central de la vida de su Congregación.
4 Por ello, me ha parecido útil releer algunos escritos del P. Dehon, para
redescubrir el rico patrimonio que él nos ha dejado como herencia y
reencontrar (o intentarlo, al menos) las motivaciones que han llevado a las
opciones misioneras del Fundador.
5 Creo que sólo a partir de la fuente que es la experiencia de fe y de vida
del Fundador, la refundación podrá alcanzar en verdad también a la opción
misionera de la Congregación, empujándola siempre por los caminos del
mundo con “corazón abierto y solidario”.
“El corazón nos recuerda a Juan León Dehon y la necesidad de volver
a los fundamentos de su experiencia de fe, sobre los que ha construido
su admirable proyecto de vida personal y el Instituto religiosoapostólico al que pertenecemos” (cf. Síntesis XXI CG, n. 3).
1. LOS COMIENZOS: UNA SORPRESA
6 Indudablemente, provoca cierta sorpresa, cuando se lee la historia de
nuestra Congregación de Sacerdotes del Corazón de Jesús, el modo como se
desarrolla lo que yo llamaría “el filón misionero” de la Congregación misma.
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Habían pasado apenas diez años de la fundación (el día de la primera
profesión religiosa de su Fundador, el 28 de junio de 1878), y vemos que se
abre para la joven congregación la oportunidad de surcar los mares.
7 Dos cohermanos del P. Dehon se embarcan para Ecuador. La iniciativa
es completamente del P. Dehon, que había entrado en contacto con el P.
Matovelle1, gran apóstol del Sagrado Corazón en Ecuador. La ida a Ecuador
era un intento de iniciar una fase de unificación de los dos grupos religiosos
fundados por ambos Padres, que parecían tener un mismo fundamento en
cuanto a espiritualidad, y finalidades y obras comunes. El P. Dehon parecía
estar convencido de esta semejanza fundamental de intenciones entre las
diferentes realidades de los nacientes Institutos.
8 De hecho, el P. Dehon escribía de este modo al P. Matovelle:
“En cuanto a las obras externas, tenemos los mismos puntos de vista:
parroquias, seminarios y misiones. Aquí tenemos nosotros un colegio,
pero es una excepción” (Carta del 22 de abril de 1888 al P. Matovelle:
AD, B 24/8-B; inv. 501.03)
9 La idea de la fusión de las dos sociedades había nacido tras los contactos
iniciados a raíz de la lectura de una revista. Después le llegó al P. Dehon una
carta del 22 de febrero de 1888 del mismo P. Matovelle, que aceptaba la
iniciativa.
10 Pero, antes aún de tener noticias del P. Matovelle, ya pensaba el P.
Dehon en la posibilidad de tener una misión de su Congregación, y había
hecho gestiones en este sentido: en sus “Notes Quotidiennes” escribía el P.
Dehon el día 19 de febrero de 1888, dos días antes de recibir la carta del P.
Matovelle:
“Hoy he dirigido a Roma mi petición de una misión lejana. Esta fecha
será, sin duda, el comienzo de algo importante” (NQT IV/1888, 22v).
11 La idea de “surcar los mares” no nace de la posibilidad de hecho de unir
dos realidades que parecen semejantes. Es muy anterior.
12 La citada petición era para una misión en Nueva Guinea y, puesto que
era colonia alemana, hacían falta Padres alemanes. Como entonces no había
más que estudiantes, no se hizo nada2.
13 Una vez preparados los dos primeros misioneros, tiene lugar su salida.
El 10 de noviembre de 1888, los PP. Gabriel Grison e Ireneo Blanc dejan
Europa en dirección a Ecuador.
1
El P. José Julio Matovelle era un sacerdote ecuatoriano, fundador del Instituto de los
Oblatos del Divino Amor. Nacido en 1852, murió en 1929. Fue un hombre de profunda fe y
piedad. Su causa de beatificación está introducida en Roma. Para ulterior información:
DORRESTEIJN, H., Vita e personalità di P. Dehon, Bolonia 1978, p. 652.
2 Sobre esta cuestión, se puede leer: NQT I, 512, nota 16; y también MANZONI, G., Leone
Dehon e il suo messaggio, Bolonia 1989, p. 330.
2
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14 Su partida fue precedida (el 8 de noviembre) de una ceremonia de
despedida que el P. Dehon recuerda de este modo:
“Conmovedor adiós a nuestros misioneros... Rito del beso de los pies.
Nuestros alumnos estaban muy emocionados, era para ellos como unos
segundos ejercicios” (NQT IV/1888, 74r).
15 Y, cuando parten, el día 10 de noviembre, el P. Dehon escribía:
“Son días de gracia y de emoción” (NQT IV/1888, 74r).
16 Mientras tanto, el P. Dehon no se consideraba satisfecho con esta
presencia en Iberoamérica. El impulso misionero no se había agotado con
este envío. Su espíritu misionero lo empujaba a algo más.
17 De hecho, escribirá al P. Grison:
“Cuando vaya a Roma el invierno que viene, me informaré acerca de
una auténtica misión en un país pagano” (Carta del año 1890: AD B
24/8; Inv. 500.21).
18 La petición de una misión estaba también justificada por el deseo de
obtener la aprobación de Roma para su obra. Se consideraba, con razón, que
Roma veía con buenos ojos a las congregaciones que se comprometían en el
campo misionero3.
19 Pero descubriremos que esto no basta para justificar y comprender la
tensión misionera del P. Dehon.
20 La historia de la primera presencia de la Congregación en Ecuador nos
dice después que la unificación con la Congregación del P. Matovelle no fue
adelante. Pero por esto no se apagó ni se agotó el proyecto de Ecuador y la
presencia misionera. Aquella experiencia se interrumpió más tarde por
cuestiones políticas, debidas a la expulsión de los misioneros a raíz de una
revolución de tipo “francmasónico”, en 1896. Nuestros religiosos fueron
expulsados, y volvieron a Europa4.
21 ¿Había terminado todo, tras esta amarga experiencia?
2. ¿EL SEGUNDO PASO?
22 ¡Aquí tenemos otra sorpresa! La experiencia de Ecuador, humanamente,
terminó “mal”. Se podía leer la desilusión en el rostro del Fundador y de los
celosos primeros misioneros de la joven Congregación.
23 Pero parece verdaderamente que en el corazón del P. Dehon arde un
ferviente espíritu misionero. Y, por eso, todo lo sucedido en Ecuador no es
hecho, el P. Dehon escribía a Mons. Thibaudier, su obispo: “En Roma gustan mucho
las congregaciones que solicitan misiones”, como se recoge en NHV XV, 44.
4 Sobre esta cuestión, tanto acerca de cómo se llegó a la imposibilidad de unir las dos
congregaciones religiosas, como acerca de los hechos que llevaron a la expulsión de Ecuador,
léase: MANZONI, G., Leone Dehon e il suo messaggio, Bolonia 1989, pág. 335; lo mismo
que DORRESTEIJN, H., Vita e personalità di P. Dehon, Bolonia 1978, pp. 653-655, nota 5.
3 De
3
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un freno para el ideal misionero: el P. Dehon vuelve a lanzar a la
Congregación por los caminos de la misión. En febrero de 1897, escribe a
Propaganda Fide, reiterando el deseo, ya expresado de palabra, de que se
confíe a la Congregación una nueva misión.
24 Lo hacía en estos términos:
“Eminencia: Tuve ya el honor de verle a propósito del deseo de que
nuestra Congregación de Sacerdotes del S. Corazón de Jesús obtenga
una misión... Teníamos dos misiones en Ecuador, pero la revolución nos
obliga a dejarlas... Tenemos tres escuelas apostólicas con 200 alumnos,
de los que la mitad son alemanes. La mayor parte de estos jóvenes están
destinados a las misiones. Nuestros misioneros de Ecuador han dado
allí prueba de celo y de resistencia durante diez años. Están prestos
para incorporarse a otra misión... Espero que la S. Congregación de
Propaganda se dignará confiarnos una misión. A ella nos dedicaremos
de todo corazón, con la ayuda de la gracia de Dios” (AD B 24/12, Inv.
507.01: copia mecanográfica).
25 Sabemos que, después de esta carta, el deseo de tener una misión se
concretó en un coloquio con el procurador de los Franciscanos, que
proporcionó al P. Dehon un providencial encuentro con el secretario del
Estado Independiente del Congo, Barón M. Van Eetvelde. Éste le ofreció
evangelizar la Provincia Oriental del Congo, a partir de Stanley-Falls5. Aquí
tenemos el nuevo horizonte de la Congregación: el corazón de África, en el
Congo.
26 El P. Dehon comenta en este momento:
“La Virgen María, en el día de la Anunciación, es quien nos ha abierto
el gran continente negro. Espero que esta misión sea bendecida” (NQT
XII/1897, 41, 24 de marzo).
27 La Santa Sede, por conducto del cardenal Ledochowski, dio su plácet a
la presencia de los Sacerdotes del Sagrado Corazón en el Congo, mediante
una carta de 1897:
“El Cardenal Prefecto de la Propaganda anima gustoso a los
Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús a cooperar en las misiones
del Congo belga, bajo la jurisdicción del Vicario apostólico del Congo
belga...” (carta de 18 de mayo de 1897: AD B 83/3, Inv; 1112.04).
28 Esta nueva misión no fue aceptada tranquilamente por los miembros de
la joven Congregación. El P. Dehon hubo de asumir personalmente la
responsabilidad de abrirla. El Consejo era contrario, al no haber personal
suficiente en las casas de Europa y existir dificultades económicas.
Efectivamente, la desilusión y esta postura contraria a nuevas “aventuras”
5 Acerca de este encuentro y de cuanto el P. Dehon escribe en su Diario, cf. NQT XII/1897,
40-41, 24 de marzo.
4
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misioneras se encuentran consignadas en las memorias de Mons. Philippe,
que juntamente anotó también cómo fue tratada la cuestión por el P. Dehon,
cuando dijo que “hay gracias que Dios da a los fundadores y no a sus
religiosos, ni siquiera a sus consejeros” (cf. DEH XXV, 1996, p. 29).
29 Para la misión del Congo se pensó precisamente en los “regresados” de
Ecuador, aun cuando, después, la decisión sobre el nuevo compañero de
Grison recayó sobre el P. Lux. En poco tiempo se prepararon las cosas
necesarias para un primer viaje, considerado sólo de exploración, con billete
de ida y vuelta. Los dos primeros misioneros estaban dispuestos a volver a
salir6.
30 La salida fue el 6 de julio de 1897, junto con el Vicario Apostólico del
Congo. El P. Dehon definió a los dos padres como “nuestros dos
exploradores” (NQT XII/1897, 71).
31 A partir de este momento, el impulso misionero de la Congregación fue
mucho más allá de las fronteras de los países europeos en los que había
nacido. Aún en vida del Fundador, la Congregación fue a Finlandia (1907),
Camerún (1912), USA (Dakota del Sur, 1923), Indonesia (Sumatra, 1923),
Sudáfrica (1923).
3. PERO, ¿POR QUÉ?
32 Si éstos son algunos datos históricos (aunque sean superficiales, lo justo
para hacerse una idea de “cómo comenzó todo”), queda una pregunta, la
pregunta fundamental, a la que sería de interés intentar dar una respuesta: ¿es
posible descubrir en qué consistían, en el trasfondo, las opciones misioneras
del P. Dehon? ¿Es posible descubrir el “porqué” de estas opciones, de este
celo por la misionariedad?
33 Para descubrir de dónde nace la misionariedad del P. Dehon, se podrían
leer y estudiar los textos oficiales, como las Constituciones o el Directorio
Espiritual.
34 Pero me ha parecido más interesante buscar entre los papeles escondidos
cualquier cosa que pudiese arrojar una nueva luz sobre este aspecto. Así, me
he detenido a dar una lectura y hacer un examen (superficial y rápidamente,
a causa de la brevedad de esta pequeña investigación), sobre todo, de los
cuadernos manuscritos, en los que el P. Dehon anotó casi a diario sus
pensamientos y reflexiones, y las cartas escritas, particularmente a los
misioneros.
6 Por lo que toca a los comienzos y al desarrollo de la misión del Congo: MANZONI, G.,
Leone Dehon e il suo messaggio, Bolonia 1989, pp. 336-341; o la colección de documentos y
cartas en PALERMO, S., Pour l’amour de mon peuple, Roma 1997, pp. 53-541; y el segundo
tomo de la misma obra: Chronique et chronologie raisonnées, pp. 1755-1783.
5
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35 Los primeros pensamientos que surgen de la lectura de esta gran mole
de documentos se refieren, ciertamente, al camino espiritual del P. Dehon,
que desde los inicios de su vida tenía en el corazón el deseo de ser misionero.
36 Así lo escribirá en las NHV, recordando el tiempo de sus estudios:
“¡Con qué interés leía los relatos de la Propaganda de la Fe y de la
Santa Infancia! Desde los comienzos, soñaba en darme sin reservas.
Quería ser religioso o misionero...; en mis momentos de generosidad,
aspiraba al martirio” (NHV I, 29r).
37 Esta “relectura” de los sentimientos que lo animaban en el origen de su
vocación, nos hace entrever la intimidad del P. Dehon. Se podría intuir ya en
ello el futuro desembocar de su obra en una dimensión apostólica bien clara.
Aunque llamado por la contemplación y por el estudio, no perderá nunca de
vista el aspecto de la “pastoralidad”, inserto en su dimensión espiritual y
sembrado desde los inicios de su crecimiento.
38 Será éste un aspecto sobre el que el mismo P. Dehon ponga el acento en
otro breve texto de la misma página de las NHV. Escribía así refiriéndose a
su vocación, que se había reafirmado en la noche de Navidad de 1857:
“Lo que me atraía en mi vocación era, a la vez, el atractivo de la unión
con Nuestro Señor, el celo por la salvación de las almas y el deseo de
gracias abundantes para salvarme” (NHV I, 29r).
39 Se trata de una intuición o una iluminación sobre el doble vertiente de
la profunda espiritualidad y de la misión; de la mística y de la acción. Esta
semilla es, precisamente la que se ha ido después desarrollando en la
experiencia personal del P. Dehon y que él mismo infundió más tarde a su
Congregación.
40 Aún en el seminario, en Roma, toma contacto con la correspondencia de
un mártir en Corea, a través de su hermano, condiscípulo suyo. Escribe el P.
Dehon:
“M. de Bretenières era hermano de Justo de Bretenières, el mártir de
Corea, que subirá un día a los altares. Me daba a leer a veces cartas de
su hermano, y esas cartas me encantaban. He copiado más de un pasaje
en mi colección de textos escogidos. ¡Qué alma más apostólica! ¿Qué
amor tan ardiente por la mortificación y el sufrimiento! ¡No sorprende
que un alma de este temple haya obtenido la gracia del martirio!”
(NHV N, 145-146)7.
7 Léase la nota 1 que aparece en el texto citado. Se refiere a la costumbre que tenía el P.
Dehon de copiar textos que le parecían importantes, costumbre que tuvo, sobre todo, durante
el tiempo del seminario y de los primeros años de sacerdocio. Entre otros muchos textos, el P.
Dehon copia también una carta de Bretenières, que se reproduce como apéndice en la edición
crítica de las “Notas sobre la Historia de mi Vida”.
6
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41 Estas lecturas le edificaban; pero eran también lecturas que estimulaban
en él la sensibilidad por la misión, por el anuncio del Evangelio, por el
sacrificio de sí mismo a favor de la difusión del mensaje cristiano hasta los
extremos confines de la tierra. El sueño o deseo del joven seminarista se
traspasaron después a la Congregación por él fundada.
42 No por nada, cuando en los escritos del P. Dehon se encuentra la palabra
“misioneros” o “misiones”, se hace en referencia también a las misiones que
sus cohermanos predicaban y animaban en las poblaciones y ciudades de
Francia. El “celo por las almas”, en definitiva: ésta es la preocupación
revelada en los comienzos de su vocación y vivida, después, y hecha vivir en
la Congregación.
43 De esta actitud nacen aquellas expresiones que se han tomado
frecuentemente como “lemas” de la acción del P. Dehon: “Ir al pueblo...”,
“Salir de las sacristías...”.
44 Aquí está también el porqué de aquella frase que escribe en las “Notes
Quotidiennes”, al recordar la salida de sus misioneros:
“Ceremonia de besar los pies. Nuestros alumnos están muy
emocionados, supone para ellos como unos segundos ejercicios” (NQT
IV, 1888, 74r).
45 Son los pies de los evangelizadores los que el P. Dehon y sus religiosos
besan, dejando resonar el grito de Isaías 52,7:
“¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del mensajero que
anuncia la paz, que pregona la buena nueva, que anuncia la salvación,
que dice a Sión: ‘Tu Dios es rey’!”.
46 Nótese que este gesto parecía ser frecuente en las celebraciones de
despedida de los misioneros. Como ejemplo, lo que el P. Dehon apuntó en
“Notes Quotidiennes” de octubre de 1902:
“El 18, emotiva ceremonia de adiós a nuestros misioneros en Bruselas.
Por la tarde, dirijo la palabra a una nutrida asistencia y abrazamos los
pies de nuestros misioneros; todos se deshacen en lágrimas” (NQT
XVIII/1902, 25).
47 Otro aspecto que podemos encontrar en el P. Dehon y que, en cierto
modo, es “fundante” en el estilo misionero que él da a su Congregación, es
la inserción de la misión “ad gentes”, en situación de incomodidad -incluso
física- y de peligro, dentro del espíritu de oblación y de abandono, vértice de
la espiritualidad reparadora del P. Dehon8.
48 En las numerosas cartas a sus misioneros, de modo particular en la
correspondencia con el P. Grison, reconocemos este espíritu. He aquí algunos
8 Para
una comprensión de las raíces de esta espiritualidad: MANZONI, G., Leone Dehon
e il suo messaggio, Bologna 1989, pp. 233-244; y DORRESTEIJN, H., Vita e personalità di
P. Dehon, Bologna 1978, pp. 399-426.
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ejemplos de esta espiritualidad misionera que el P. Dehon comunica al P.
Grison, aún en Ecuador:
“No se desanime nunca, la inmolación es siempre buena, vale más que
los éxitos fáciles. Bendigo a todos afectuosamente” (Carta del 8 de julio
de 1889: AD 24/8, Inv. 500.03).
49 La misión realiza el espíritu de inmolación, que caracterizaba la
espiritualidad y que infundió él en las Constituciones de 18819.
“Querido hijo: Sus buenas disposiciones me consuelan. Sea siempre
una buena y humilde víctima del Sagrado Corazón... No se desanime
nunca... Usted es el mayor, salve su obra de Ecuador mediante su
inmolación y su sacrificio. No se extrañe de las dificultades. Debemos
engrandecer en la muerte. ‘Quotidie morior’ (1 Cor 15,31)” (Carta del
14 de diciembre de 1890: AD B 24/8; Inv. 500.04).
50 Inmolación, víctima10, sacrificio: con estas palabras se pone de
manifiesto lo que el P. Dehon encontraba en la misión. Ir lejos, dejar el propio
país y la familia11, vivir en situación de incomodidad, incluso afrontar
riesgos: todo esto es oblación, es ser víctima.
51 El P. Dehon, en la partida de sus misioneros, en los sufrimientos que
soportaban y en las dificultades que afrontaban veía la más hermosa imagen
de la víctima ofrecida al Corazón de Jesús.
52 Y escribe aún al P. Grison, en Ecuador:
“Querido amigo, ha hecho bien en comunicarme sus noticias. Sea
siempre una buena y humilde víctima del Sagrado Corazón.
Abandónese a Nuestro Señor y permita que le inmole como él quiera.
Trabaje por mantener la unión entre todos ustedes” (Carta del año
1890: AD B 24/8; Inv. 500.21).
9 “Su nombre de Oblatos se ha elegido para expresar esta vida de inmolación”, Cst 1881,
cap. 1. Este capítulo es el único que ha llegado a nosotros.
10 En cuanto a la reparación y la inmolación, el P. Dehon esclarece su idea en una carta del
18 de febrero de 1913 al P. Guillaume: “He querido hacer una obra de reparación y de
víctimas... Somos sacerdotes víctimas. Nuestro espíritu propio es ‘spiritus amoris et
reparationis’...” (cf. AD B 44/7; inv. 751.38). Para la conexión entre espiritualidad y
ofrecimiento misionero, cf. Lettere Circolari, n. 162: “Es evidente que el Sagrado Corazón
será especialmente honrado si el celo por su gloria se ejerce en condiciones difíciles, como en
las misiones lejanas”.
11 En 1902 escribía de este modo al P. Slangen, que expresaba dudas sobre abandonar a su
familia: “Por otra parte, estamos en las manos de Dios, que puede abreviar o prolongar la vida,
tanto en Congo como en Bruselas. No creo que haya que preocupar a su madre con tanta
antelación. Bastará con un mes. Hace el sacrificio de dejar a su familia. El P. Vilibrordo y el
P. Melchor han dejado también a su madre, muy indispuesta. La vida es corta, volveremos a
encontrar a nuestros padres allá arriba. ‘Quis reliquerit patrem et matrem’ (Mc 10,29)” (AD B
19/3ª; Inv. 233.01).
8
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53 Por tanto, podemos anticipar una idea, una constatación: para el P.
Dehon, la espiritualidad del amor, la reparación al Corazón de Jesús y el
espíritu de inmolación desembocan casi naturalmente en la dimensión
misionera: una dimensión privilegiada y bendita.
“Bendigo muy especialmente a nuestros misioneros, que son una
agrupación de honor en la familia del Sagrado Corazón” (A mis
misioneros: AD B 38/6; inv. 668.03).
54 La necesidad de la misión nace del Corazón de Cristo: es la ofrenda total
y radical de la vida al servicio del Reino del Corazón de Jesús. En esta óptica,
se entiende por qué el P. Dehon une también, a la idea de las misiones lejanas,
la del martirio.
55 Así se expresaba, según el P. Falleur, en una conferencia a los novicios,
el 1 de abril de 1881:
“Todo aquello que consume la vida es, de algún modo, una efusión de
sangre. Y hay dos cosas que la consumen más que cualquier otra: el
amor y el sufrimiento. Por esto nos resulta posible dar nuestra sangre.
Algunos tendrán, quizá, la gracia de derramarla de un modo clamoroso
por el martirio, porque tendremos misiones...” (CFL V, 70; STD 10, pp.
181-182).
56 Hay, pues, en el P. Dehon una dimensión profundamente espiritual del
compromiso misionero. Aún más: visto así, el compromiso misionero para
con los alejados (también los físicamente alejados) es parte esencial de la
realización de la vocación de la Congregación. Es más, según el P. Dehon, es
su parte más bella y gloriosa, la cumbre más alta del compromiso al servicio
del Reino del Corazón de Jesús12.
57 A la muerte del P. Keiser en el Congo, el P. Dehon escribe:
“Es 14 de marzo, aniversario de su nacimiento, cuando se ha ido
piadosamente al cielo. Tengo confianza en que los misioneros, que van
allá, con la certeza moral de dar su vida en poco tiempo, tendrán la
palma del martirio en el cielo. Son mártires de su celo apostólico”
(NQT XVII/1902, 143).
58 En los escritos del P. Dehon se advierte una preocupación recurrente en
mucha literatura de su tiempo. Se hablaba (y el P. Dehon lo hace) de servicio
a las “almas abandonadas”, a las gentes aún inmersas en el “paganismo”.
Seguramente, el lenguaje que utiliza es herencia del vocabulario utilizado
entonces para describir los países o regiones en los que el cristianismo era
todavía inexistente o, en todo caso, aún no había penetrado en profundidad.
“¡Y nuestros muertos del Congo, de Brasil, de Ecuador!... Un santo Cardenal me decía
que el mero hecho de ir allí, exponiéndose al peligro de una muerte próxima les valdría allá
arriba la palma de los mártires” (Lettere Circolari, 381).
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59 Lo que interesa destacar aquí es cómo y cuánto sentía el P. Dehon el
grito de la gente y advertía la urgencia de enviar misioneros. Así, escribe en
1911:
“El P. Gaborit pide gente. Se desenvolverán allá mientras queramos.
¿Encuentra usted alguien que darle? Mons. Grison necesita gente.
Millares de negros piden sacerdotes. Parvuli petierunt panem...(Lm
4,4) (Carta del 23 de marzo de 1911 al P. Guillaume: AD B 44/7; Inv.
751.03).
60 Para el P. Dehon, ésta es la desembocadura natural de toda la tensión
por el Reino que caracterizó su vida, desde los comienzos de su ministerio en
San Quintín.
61 En relación con las misiones, el P. Dehon siente con urgencia la llamada
que proviene de los pueblos lejanos. Aunque su Congregación estuviese ya
extendida en distintos países y hubiese tenido ya una serie de cohermanos
que habían salido para las misiones (y también un buen número de fallecidos
en esta actividad apostólica), en 1920 escribe el P. Dehon:
“Lo triste de este momento es que nos faltan sacerdotes disponibles
para nuestras misiones. Harían falta más en el Congo, y el Camerún los
pide. Hay miles y miles de almas que piden el sacerdote y somos
insuficientes... Messis multa, operarii pauci (Mt 9,37). Parvuli petierunt
panem el non erat qui frangeret eis (Lam 4,4). Me preocupo del
reclutamiento y solicito oraciones” (NQT XLIII/1920, 117)13.
62 La preocupación por el “número” de apóstoles que enviar, por
cohermanos disponibles para la misión fue un punto bastante frecuente en sus
Cartas.
63 En el P. Dehon emerge también otra dimensión. Conocemos el amor que
tenía por Francia, su país. Pero sabemos también cómo, en virtud de sus
numerosos y largos viajes, era un “ciudadano del mundo”. El conocimiento
de las regiones lejanas de la tierra que consiguió no se agotó en un gusto
estéril por lo nuevo y lo bello14. Se transformó en él en una fuerza que lo
empujó a obrar para que en todo lugar se instaurase el Reino del Corazón de
Jesús. Aquí vemos cómo la idea del Reino del Corazón de Jesús se convierte
en el centro de la misión de la Congregación. El P. Dehon lo sabe: el Reino
debe ir y va, de hecho, más allá de las fronteras de un país, de una patria. Así
escribía durante los últimos años de su vida.
13 Frecuentemente pedía oraciones con este fin, y animaba por esta intención a la oración
y a la tarea de la animación vocacional: “Rezad por nuestros reclutamientos; ¡piden tanta gente
nuestras misiones! (Lettere Circolari, 287). “Trabajemos valerosamente por nuestras misiones
y reclutemos misioneros” (Lettere Circolari, 295).
14 Véase la explicación que el mismo P. Dehon dio de sus viajes, en Lettere Circolari, 389.
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“Hemos vuelto a asumir la misión del Camerún. Fundamos en España.
¡Hay que extender por todas partes el Reino del Sagrado Corazón!”
(NQT XLIII/1920, 130).
64 Los misioneros del P. Dehon salen, precisamente, para la extensión del
Reino. Este “salir” e “ir” es considerado por el P. Dehon como una vida de
inmolación. Todo se explica desde el punto de vista del Reino que se
extiende.
“Quiero transmitir un estímulo particular a mis queridos misioneros.
Ellos se van lejos a trabajar en el Reino del Sagrado Corazón, al precio
de grandes sacrificios y de grandes fatigas. Su vida es una vida de
reparación y de inmolación, como pide nuestra vocación” (A mis
misioneros: AD B 38/6; Inv. 668.01).
65“También en Brasil hemos dado ya algunas víctimas al Reino del
Sagrado Corazón” (A mis misioneros: AD B 38/6; Inv. 668,01)
66 El Reino: esta realidad misteriosa y, sin embargo, presente, es el
horizonte de la misión de Jesús. El Reino del Sagrado Corazón es el horizonte
de la misión del P. Dehon y de su Congregación15. Podemos considerarlo
como el telón de fondo en el que se cuelgan todas las iniciativas del Fundador,
como si fuese un panel que poco a poco, pero con tenacidad, llenó de
fundaciones, actividades y envío de misioneros.
67 Y cuando, casi al final de su vida, empieza el último cuaderno de sus
“Notes Quotidiennes”, escribirá:
“Experimento el deseo de unirme a todos los fundadores... Ganar el
mundo, conquistar el mundo para Jesucristo... Querría elevar mi ideal
a la altura del suyo. Amo ardientemente a Nuestro Señor y quisiera
procurar el Reino del Sagrado Corazón” (NQT XLV/1925, 2-3).
68 Pero en el P. Dehon aparece aún otro aspecto, muy interesante. En
distintos escritos y en breves notas aparece una especie de presentimiento:
siente que, con la actividad misionera, la obra fundada por él recibe un
precioso don que la hará desarrollarse aún más y la fortificará. Hasta la
salvará de otras crisis. Por eso, invita a sus misioneros a ofrecer los
sufrimientos por la obra:
“Ofrezca sus cauces por la Obra. Sufrir es mejor que gozar. Relea y
medite el breviario de Margarita María. Su devoción a María lo
sostendrá siempre. Lo tenemos todo, nada menos que una madre”
(Carta del 14 de diciembre de 1890 al P. Grison: AD B 24/8; Inv.
500.04).
15 Recuérdese que la revista fundada por el P. Dehon tenía, precisamente, el título de “El
Reino del Corazón de Jesús en las almas y en las sociedades”. Para la historia de esta
fundación, el espíritu que la animó, la finalidad y el estilo asumidos, véase: MANZONI, G.,
Leone Dehon e il suo messaggio, Bologna 1889, pp. 397-401; y DORRESTEIJN, H., Vita e
personalità di P. Dehon, Bologna 1978, pp. 353-356.
11
Dehoniana
69 Dirige el mismo pensamiento a las religiosas Misioneras Franciscanas
de María, colaboradoras en la misión del Congo:
“Reverenda Madre: He recibido su felicitación navideña y me ha
conmovido. Me he encomendado al alma de su santa fundadora, que
será su protectora en el cielo; y saludo a su nueva superiora general.
¡Que nuestras Obras del Congo sean para ambas Congregaciones una
fuente de gracias!” (Carta del 13 de enero de 1905 a las Franciscanas
Misioneras de María: AD B 108/3; inv. 1167.10).
70 El P. Dehon había intuido que la misión del Congo tenía que ser una
fuente de bendiciones para toda la obra iniciada por él, y, de hecho, muchas
vocaciones fueron atraídas precisamente por este empeño misionero, que
favoreció también la internacionalización de la Congregación.
71 El P. Dehon había visto bien, eligiendo y atreviéndose con la misión del
Congo, hasta el punto de llegar a hacer la confidencia de que el Congo había
salvado a la Congregación:
“Hay entre nosotros debilidad y mediocridad; entonces, pienso en los
sacrificios de nuestros misioneros en el Congo, y eso me deja tranquilo”
(Philippe, scj, Souvenirs, p. 111).
72 Y lo mismo ocurrirá con las demás misiones. Él escribía:
“El 6 de febrero, cuatro de nuestros misioneros salían de Amberes para
el Congo... No pude presidir su partida... Es una bendición para la obra,
ofrecer al Corazón de Jesús un generoso sacrificio como el del
apostolado en África” (NQT XII/1898, 126).
73 Poder abrir nuevas obras y, en concreto, misiones, es visto por el P.
Dehon como un don recibido. Antes de ser una donación que la Congregación
hace al Corazón de Cristo, poder ir a misiones es un don que la Providencia
de Dios hace a la Congregación.
“Este año nos ha traído muchas gracias, a pesar de nuestras
infidelidades. La aprobación, las misiones y la fundación de Fourdrain,
entre otros, son grandes dones de la Providencia” (NQT IV/1888, 75v76r).
74 El poder evangelizar no es para envanecerse. Es parte de los dones que
Dios concede a sus siervos, atentos a su voz, a su voluntad. San Pablo
afirmaba esto mismo, cuando decía: “¡Ay de mí si no evangelizare!”.
75 Cuando leemos textos dehonianos, merece mención aparte un texto del
P. Dehon, a mi parecer, de mucho interés. Es el texto archivado con el título
(autógrafo del P. Dehon) “A mes missionaires” (AD B 38/6; inv.
668.01/02/03). Se trata de tres cartas a los misioneros de Brasil, de Canadá y
de Suecia. No consta que estas cartas hayan sido enviadas nunca ni
recibidas16.
16 Véase
el editorial de TESSAROLO, A., en DEH 2/1996, pág. 11. Sobre la fecha de estas
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Dehoniana
76 En las tres, el P. Dehon, además de dar consejos, se detiene a ayudar a
sus misioneros en la comprensión de la realidad en la que se encuentran, en
atención a su conocimiento de lugares y situaciones, debido a los frecuentes
y largos viajes y a las numerosas lecturas y estudios.
77 Así, describe el Protestantismo, la Masonería, el Positivismo. Traza a
grandes rasgos la historia de la Iglesia en esos países. Prevalece en toda su
descripción un lenguaje apologético. Invita a sus misioneros a abrirse a la
confrontación con estos pueblos y estas realidades, con la necesaria
prudencia, pero sin miedos.
78 Invita también a sus misioneros a dar con buenos colaboradores laicos,
fundando asimismo asociaciones del Sagrado Corazón (cf. AD B 38/16; inv.
668.01, pp. 10-11). Se trataba de una observación para que la tarea de
evangelización fuese más penetrante. Va en la misma línea de la observación
que se encuentra en el escrito enviado a Propaganda Fide tras la “vuelta al
mundo” de 1911, concerniente a la urgencia de la formación del clero local17.
Reclama, así, el gran valor de que la evangelización no es un trabajo sólo
para el clero venido de fuera (o misionero), sino que debe encontrar
protagonistas en los mismos pueblos evangelizados, los laicos y el clero
local. Es un camino de inculturación del mensaje del Evangelio.
79 Les pide, después, que mantengan alta la “espiritualidad” misionera. De
hecho, afirma con claridad en estos textos que el éxito de la misión proviene,
precisamente, de la profundidad espiritual del misionero.
“Ante todo, queridos misioneros, recuerden que la primera condición
de éxito en las misiones es la santidad” (AD B 38/16; inv. 668.11, p. 9).
80 Y también:
“No será edificante su actitud más que si son verdaderamente hombres
interiores, hombres de oración” (AD B 38/6; inv. 668.03, pp. 7-8).
81 Recuerda aquí el P. Dehon que la Congregación, en cualquier parte del
mundo en que se encuentre, debe conservar la fidelidad a la “práctica
característica”, la Adoración:
“La adoración reparadora es entre nosotros un ejercicio fundamental,
es la práctica característica de nuestra Congregación... Este acto de fe
y de piedad será el que os conquiste los pueblos” (AD B 38/6; Inv.
668.01, p. 10; cf. también inv. 668.02, p. 11, e inv. 668.03, p. 8).
82 En las palabras del P. Dehon descubrimos que la Adoración no es sólo
una práctica personal, ni tampoco cerrada en sí misma, en el círculo de la
relación entre el hombre adorador y el Señor adorado: se convierte en un
poderoso instrumento apostólico que “conquistará a las gentes” para el Reino
del Corazón de Cristo. No se trata de practicar la Adoración, buscando sólo
cartas, ver DEH 2/1996, pp. 15-16.
17 Texto citado por RYDER, A., en STD 41, 1997, p. 91.
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Dehoniana
la santidad personal, como fin en sí misma. El P. Dehon está firmemente
convencido de que la santidad es el camino para la edificación del Reino y es
necesaria para un testimonio auténtico.
83 Otro punto en el que el P. Dehon insiste se refiere a la necesidad de vivir
la comunión fraterna en las comunidades: ni ve, ni acepta de buen grado el
hecho de que sus misioneros tengan que vivir solos, aislados:
“Sufro de verlos aislados ahí. Quisiera que fuesen al menos tres en cada
parroquia. Nuestras Constituciones lo exigen. La vida común es nuestra
fuerza y nuestra salvaguardia” (AD B 38/16; inv. 668.03, p. 7).
84 Por estas breves notas, creo poder afirmar que la misión (entendida
como missio ad gentes) no es sólo uno de los “ámbitos” en que la
Congregación mantiene la fidelidad a sus orígenes dehonianos, sino que
parece, precisamente, que sea un “estilo” y un “cometido” que le asignó como
algo característico su Fundador. Parece que es imposible colocar a la misión
y, en este caso, a la “missio ad gentes”, simplemente, como una de las
“opciones” preferenciales. Es algo más profundo: es un proprium que surge
de la experiencia espiritual del P. Dehon.
85 Ciertamente, resulta difícil encontrar en el P. Dehon una
sistematización, en éste como en otros puntos. Sin embargo, en sus escritos especialmente, en los más personales- destaca su capacidad de intuición y de
recibir “luces” que iluminan sus opciones.
86 Así, por ejemplo, oteando el camino de la Congregación, el P. Dehon
expresa la intuición sobre la finalidad para la que existe la Obra. Y señala dos
aspectos: la adoración y la misión:
“La finalidad de nuestra querida obra... es doble: el apostolado de la
Adoración reparadora y el apostolado de las misiones... Para cumplir
nuestra segunda finalidad, misionamos en Europa, pero vamos también
con gusto a las misiones lejanas, aunque sean difíciles y peligrosas”
(NQT XXV/1909, 5-6).
87 La misión se coloca al lado de la Adoración: se trata de la doble cara de
la misma tensión espiritual, la doble expresión del mismo compromiso de
reparación y ofrecimiento. La pasión por Dios se transfunde en pasión por el
hombre. Creo que es posible defender que esta actitud es profundamente
dehoniana. Es un componente característico del modo de entender la
Congregación por parte del P. Dehon.
88 Aun cuando estas “intuiciones” o miradas iluminadoras no hayan
hallado siempre reflejo en los documentos oficiales de la Congregación, creo
que es importante tenerlas presentes. Nos proporcionan una clave para leer
las vicisitudes que han acompañado a la historia de la misión y de las
misiones en la Congregación.
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Dehoniana
4. EN CONCLUSIÓN
89 Podría poner el acento en distintos aspectos. Me limito a dos
observaciones en las que poder insertar ulteriores y más amplias reflexiones.
A. Revalorizar la “missio ad gentes”
90 Hemos visto cómo en el P. Dehon fue una dimensión esencial para la
vida de la Congregación. El P. Dehon no agotó su acción misionera con las
misiones populares en Francia, ni aceptó que la Congregación se cerrase en
sí misma. La lanzó valerosamente al mundo. Soñó y llevó a cabo “presencias”
en territorios “paganos”. Más allá del lenguaje, propio de su tiempo,
descubrimos en él el afán misionero, la tensión que lo empuja a “salir” de la
sacristía, a dejar su tierra.
91 El amor produce inquietud. El P. Dehon aceptó ser una persona inquieta,
por amor.
92 Hoy, ante el riesgo de replegarnos en nosotros mismos, sigue fuerte la
necesidad de reavivar en nuestras comunidades una gran pasión universal.
93 Nuestro mundo está viviendo el proceso de la globalización, que
experimenta nuevos modos de comunicación, el dominio de una sola
potencia, la prevalencia de la economía neoliberal. Al mismo tiempo, se vive
la fragmentación, el resurgir de fundamentalismos, cerrazones y
replegamientos en los provincialismos, y la preponderancia del
individualismo. Entonces, ir a la gente se revela como un precioso “servicio
a la unidad y a la paz entre los pueblos, las culturas religiosas, las
civilizaciones y las religiones mismas”18.
94 Entonces, esto nos llevará a volver a dar el justo valor y espesor a la
opción de “salir” para la misión “ad extra”, y a sentir una efectiva solidaridad
congregacional con quienes han hecho de este “salir” la opción fundamental
de su vida.
95 En el fondo, la historia de nuestra Congregación es la de una comunidad
que se sintió misionera: las vicisitudes de personas que optaron, con la propia
vida, por recorrer el camino de la misión, como el propio P. Dehon decía de
sí mismo:
“El ideal de mi vida, el voto que formulé con lágrimas en mi juventud,
fue el de ser misionero y mártir. Me parece que lo he cumplido.
Misionero, lo soy por los más de cien misioneros que he enviado a todas
las partes del mundo” (NQT XLV/1925, 1-2).
18 RICCARDI, A. Dio non ha paura, Ed. San Paolo 2003, p. 199. Cf. también pp. 13-14 y
189-205.
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Dehoniana
B. Un nuevo estilo de entender la misión
desde el punto de vista dehoniano
96 En línea dehoniana, la misión no es tanto o sólo una actividad. En sí
misma, es un estilo: abrirse al otro, confrontarse con el “diferente”, vivir la
solidaridad. Y esto, a la luz de la espiritualidad del Corazón de Cristo, un
Corazón abierto a la humanidad y al mundo. En esto se descubre el valor
espiritual de las opciones misioneras.
97 También hoy se puede reafirmar lo que decía el P. Dehon en relación
con el valor de oblación e inmolación que la opción misionera exige y
comporta. Es llevar la cruz con Cristo por la salvación del mundo y
caminando por los caminos del mundo.
“La caridad en la acción, en la compasión, en el culto eucarístico y la
oración, es también nuestro fin... En la acción: misiones en el mundo
rural, misiones en América y en África... (Jesús) nos ha permitido llevar
la cruz con él, tanto para nuestra purificación como para la salvación
de las almas” (NQT XVIII/1903, 105-106).
98 En este contexto, diré que es una actitud profundamente dehoniana la de
apreciar el diálogo con las culturas y los pueblos del mundo. El
acontecimiento terreno de nuestro Fundador nos dio un modelo. No estamos
llamados a repetir las opciones que él hizo ni a copiar sus iniciativas. Pero sí
a interiorizar lo que a él le animó y las características que guiaron sus
opciones: su gusto por el conocimiento, la atención a los problemas de la
sociedad y del mundo entero, la capacidad de relacionarse con todos, la
preocupación de no quedarse en la superficie de los problemas y de las
situaciones19.
99 La misión ha llegado hoy a conectar con mundos, pueblos, religiones,
culturas que no habían sido nunca tocados por la también larga historia del
anuncio del Evangelio.
100 Nuestra Congregación tiene hoy fronteras no pensadas hace pocos
decenios. Ha cambiado la “geografía de la Iglesia” y también, seguramente,
la “geografía” de nuestra Congregación.
101 Todo esto nos recuerda que estamos llamados a pensar en los horizontes
del mundo: nuestra Congregación no puede cerrarse en el ámbito de la
“comunidad provincial”.
102 Creo que, precisamente por las actitudes interiores del P. Dehon, somos
hoy relanzados, como congregación, a los caminos de nuestro mundo.
19 Véase, en NQT XXXIV/1911, 5-9, lo que el mismo P. Dehon escribió sobre cómo
transmitió oficialmente a la Santa Sede, y comunicó después en audiencia privada al Santo
Padre, sus pareceres, observaciones y notas tras el largo viaje alrededor del mundo, de agosto
de 1910 a marzo de 1911.
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103 Y, en este momento, el lema del XXI Capítulo general se llena de
significado. Como hijos del P. Dehon, estamos llamados a recorrer los
caminos del mundo con un corazón abierto y solidario, un corazón que no
tiene miedo y no se cierra en el pesimismo, un corazón que sabe ponerse al
lado de los hombres de nuestro tiempo y compartir dolores y alegrías, fatigas
y esperanzas.
104“Nuestra profesión de los Consejos evangélicos,
lejos de convertirnos en seres extraños a los hombres,
nos hace más solidarios con su vida”
(Cst 38a).
--------------------------------El P. Sandro Capoferri (de la Provincia de Mozambique), nacido en
Italia en 1958, hizo la primera profesión en 1978 y fue ordenado sacerdote
en 1984, tras haber terminado sus estudios de Teología en Bolonia. Trabajó
durante tres años en el seminario menor scj (primero, como diácono y
después, como sacerdote) de Padua. Desde 1986, está en Mozambique,
donde ha trabajado al servicio de la comunidad cristiana; a continuación,
como responsable del secretariado diocesano de pastoral; finalmente, como
formador.
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