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SUPERIOR GENERAL
CONGREGACIÓN DE
SACERDOTES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Dehonianos
____________________________________________________________________________
Prot. N. P0071/2012
Roma, 25 de febrero de 2012
Carta para el 14 de marzo de 2012
Aniversario del nacimiento del P. Dehon
Queridos cohermanos y miembros de la familia dehoniana:
Ya se ha convertido en costumbre caracterizar el día del aniversario del nacimiento del
Padre Dehon como jornada de las vocaciones dehonianas. En muchas de nuestras
comunidades se ha convertido en un día de oración, un día para celebrar nuestra vocación
como dehonianos. Este año no es una excepción.
En los últimos años, la Administración general ha sugerido a la Congregación celebrar
nuestra vocación como dehonianos retomando cada año un aspecto específico de la vida y
vocación del P. Dehon, no para revivirlo literalmente, sino para proponerlo creativamente. En
esta óptica hemos dirigido nuestra mirada, bajo la perspectiva de nuestro tiempo, al carisma
que el Padre Dehon nos ha dejado. El mundo del P. Dehon (el momento histórico, los temas
socio-políticos y eclesiales de fin del siglo XIX y principios del XX) está alejándose cada vez
más de nuestra visión y sensibilidad. Lo que alimenta nuestro recuerdo del P. Dehon y lo que
confirma nuestra vocación dehoniana se basa cada vez menos en ejemplos concretos o
pequeños acontecimientos de su historia cotidiana. Efectivamente, encontramos con más
frecuencia al Padre Dehon en aquellos “acontecimientos de larga duración”, como los define
la historiografía francesa. A largo plazo estos recuerdos fueron provocados por aspectos de la
vida del P. Dehon que no surgen de la narración de una secuencia de acontecimientos, sino de
su sentido, que sólo se vuelve claro cuando estos se contemplan en el contexto de los
movimientos más vastos de su tiempo. Por ejemplo, nosotros reconocemos el sentido de la
vida espiritual del P. Dehon en el marco de otros movimientos espirituales de finales del siglo
XIX. Reconocemos su significado para nosotros en el modo en que el P. Dehon comparte las
esperanzas, sueños, luchas de nuestro tiempo. Justamente nos preguntamos hoy: ¿cómo
podemos traducir el carisma del P. Dehon en nuestro tiempo de modo que pueda estimularnos
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hacia una particular inserción en nuestro mundo? ¿Qué le da al P. Dehon una "larga
duración?"
Un aspecto particular puede ser su visión cosmopolita o internacional. Algunas veces,
nosotros dehonianos bromeamos sobre los muchos viajes del P. Dehon por la imagen que nos
da de ser un privilegio. Estos viajes, en cambio, como vienen recogidos en sus numerosos
diarios de viaje, muestran un gran interés por el mundo en su conjunto. Ciertamente León
Dehon ha visto el mundo con ojos franceses y fue profundamente consciente del papel
específico que la Francia “católica” jugaba en el mundo, pero las circunstancias y la
Congregación le han cambiado, le han hecho cada vez más un ciudadano del mundo. Nosotros
creemos que este aspecto de la persona del Padre Dehon que va más allá de los confines
étnicos y nacionales es parte de este sentido más amplio que adquiere su vida. Empezamos a
ver a Dehon y los Dehonianos como internacionales.
Este año la Administración general ha elegido precisamente la internacionalidad como
su centro de atención. El tema ha adquiere una mayor urgencia en nuestra reflexión desde el
lema del Capítulo general de 1997, “Nosotros Congregación”. El mundo en que vivimos, con
sus grandes movimientos de personas que transforman y rompen nuestra comprensión
estrecha de naciones y nacionalismo, requiere nuevos ciudadanos. Las identidades étnicas
modeladas por los estados nacionales son cuestionadas cada vez más. Jesús, llevado por la
tradición judía, es nuestro mejor ejemplo. De Él hemos recibido la vocación de ir y hacer
discípulos todos los pueblos. Para Él, el acto culminante de la historia fue la constitución de la
santa “asamblea” de todos los pueblos. Nuestro tiempo hace que esta llamada sea nueva y
diferente.
Nuestro modo de ver esta llamada no puede ser como aquel de la perspectiva
colonialista del siglo XIX. Quizás no somos todavía post-coloniales, pero, en todo caso,
tenemos que trabajar para destruir esta ideología corrosiva; vemos con interés que esto ya está
sucediendo en muchas partes del mundo actual. El Padre Dehon no habría podido imaginar el
mundo como lo percibimos hoy. En muchas partes de la Congregación personas de naciones
diferentes se han encontrado o se han reunido en nuevas comunidades. En esta unión de
pueblos y personas no faltan tensiones; los dolores de parto por el nacimiento de un nuevo
mundo pueden ser intensos, pero también hay oportunidades y nuevas formas de vida.
Un nuevo mundo está a punto de nacer y, como nos indica el tema de la
internacionalidad, nosotros queremos formar parte de él. Esto quiere decir participar en el
cambio de mentalidad, en la que “nuevos” religiosos puedan vivir y trabajar juntos. El mundo
busca una vanguardia de lo que puede ser la nueva humanidad en esta nueva configuración de
pueblos. La Congregación nos desafía este año a abrir de par en par esta ventana.
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Para permitirnos ver este mundo como parte de un más “amplio significado” del P.
Dehon, os enviamos en anexo una reflexión más profunda sobre la experiencia de la
internacionalidad que el Padre Dehon ha tenido.
Celebrando el aniversario del nacimiento del Padre Dehon, nuestro Fundador,
deseamos que él nos inspire para mirar nuestra vocación con una nueva luz. Rogando para
que nazcan nuevas vocaciones dehonianas, pidamos también que tengamos la valentía de ir
más allá de nuestros estrechos “nacionalismos” y las fronteras que nosotros mismos hemos
construido, y que compartamos nuestra cultura y nuestros valores con otros para así
manifestar que nosotros, a pesar de todas nuestras diferencias, somos miembros de una única
familia y que podamos testimoniar la unidad en la diversidad en el seguimiento de Cristo. Es
el desafío que queremos compartir con vosotros este año.
Sobre las huellas del Padre Dehon os invitamos a alabar a Dios en el Corazón de
Cristo.
P. José Ornelas Carvalho
y su Consejo
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León Dehon y la internacionalidad de su Congregación
Todos conocemos los muchos viajes hechos por el Padre Dehon, sea en su juventud
como después de la fundación de la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón.
Sin embargo, nos preguntamos, ¿ha sido un aspecto marginal o estos contactos con
personas, situaciones, culturas diversas han influido en su recorrido personal tanto como
para incidir incluso en su acción como fundador? ¿Su experiencia personal ha favorecido la
dimensión internacional que la Congregación ha mostrado desde sus inicios?
Tratando de rastrear el pensamiento del P. Dehon sobre esta cuestión, notamos que
varios temas de sus escritos nos ofrecen diversas pistas que son convergentes y
complementarias, aunque la mayor parte de las veces raramente son desarrolladas por sí
mismas. El tema no lo encontramos directamente tratado en sus obras, pero sí cuando él
hace frecuentes alusiones en sus muchas cartas a familiares, amigos y misioneros, donde
testimonia una viva sensibilidad por la misión universal de la Iglesia y una evangelización que
quiere abrazar el mundo entero.
Aunque si lo pensamos bien, antes que fijarnos en sus escritos, hemos de ver en la
vida de León Dehon como se fue desarrollando en su experiencia humana y en su formación
intelectual una mirada que siempre iba más allá de las fronteras nacionales y se abría a la
universalidad. Se trata de dirigirnos hacia el interior de su personalidad, a sus rasgos a la vez
más humanos y cristianos. Porque es cierto que la visión teologal de la universalidad e
internacionalidad que él tuvo de su Congregación se apoyó siempre en los aspectos
personales, afectivos y emocionales, que contaron tanto en su vida.
Por una parte, es claro que no podemos dudar de la pasión del P. Dehon por su
nación francesa, del orgullo de haber nacido en una familia de tradición cristiana, de la
devoción y amor que él profesaba a su patria chica, su región, su cultura y sobre todo a la
Iglesia de Francia. Pero por otra, vemos que ya desde su infancia las vicisitudes de su vida le
hicieron abrir su mente más allá de los confines de su pequeño mundo en La Capelle, y
después en la Francia de su tiempo. No es indiferente el hecho de haber nacido en el seno
de una familia de bienestar material, con posibilidades de grandes viajes, originaria de una
región de empresarios y fábricas, dotada de un rico ambiente cultural y seguidora de la
evolución de la sociedad, que entonces pasaba del artesanado a la sociedad técnica e
industrial moderna.
El proceso de apertura de su espíritu a la internacionalidad va a comenzar pronto,
cuando es enviado por sus padres al colegio de Hazebroeck. Aquí el adolescente Dehon se
traslada con tan solo doce años a un ambiente diverso del suyo: estamos en la Flandes
francesa, en la frontera con Bélgica, y eso comienza a ensanchar su mente, tan
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impresionable y sensible (él habla de las virtudes del clero del Norte). Apertura hacia nuevos
horizontes, intelectuales y espirituales, como él dejó escrito en las “Notas sobre la historia
de mi vida”1. En el mismo año que entra en dicho colegio, 1855, hace su primer largo viaje, y
visita con su padre la exposición universal de París. A esta primera impresión “universal” del
joven Dehon seguirán muchos otros viajes, que pronto serán a través de innumerables
fronteras, lo que irá formando en su mente y corazón un horizonte de mirada y pensamiento
tan vastos como el mundo.
Su estancia en París, como estudiante de Derecho, le hará vivir en una ciudad
cosmopolita, en plena ebullición de “modernidad”, y le facilitará conocer a personas de
muchas latitudes y de los más variados ambientes sociales. Lo dice con sus palabras: “Recibí
allí muchas gracias. Allí encontré un gran desarrollo intelectual. Aprendí a conocer el mundo
sin mancharme”2. Con su compañero Palustre, influyente amigo de los años de estudiante
en París, visitará toda Inglaterra, Escocia e Irlanda en 1862. Un año antes había estado él en
Londres aprendiendo inglés. Este amigo le transmitirá su afición por el arte, la literatura y la
arqueología. Con él hará también en estos años un viaje al norte de Europa, donde conocerá
Alemania, Dinamarca, Suecia y Noruega. En 1863, terminando este viaje, encontramos a los
dos amigos en Austria, donde tiene lugar una visita al pretendiente al trono de Francia, el
Conde de Chambord (Enrique V). Y al terminar los estudios de Derecho, con su buen amigo,
hace un nuevo viaje a Holanda y Bélgica.
El más importante de esta etapa de su vida fue, sin embargo, el viaje al Oriente en
1864, donde visitando los Santos Lugares se fortaleció su llamada al ministerio presbiteral. El
hecho de hacerlo por mar y tierra, únicos medios de la época, le hará tomar contacto con
muchos países: Italia, Dalmacia, Albania, Grecia, Egipto, Palestina, y a la vuelta la ciudad de
Roma. En las notas de sus viajes de estos años se refleja su constante interés por la
actualidad, el cuidado de la información, el gusto por los intercambios, por las relaciones.
Todo ello hará que en el tiempo de su madurez, como infatigable lector y escritor, famoso
congresista, interesado por la cultura y propagandista, podamos calificarle de verdadero hijo
de la Iglesia universal de su tiempo y ciudadano del mundo.
Más tarde, la estancia en Roma, en sus años de seminarista de 1865 a 1871, el vivir y
estudiar en una de las ciudades con más posibilidades de conocer las diversas culturas del
mundo le permitirá experimentar con viveza la riqueza de la internacionalidad de la Iglesia,
ahora bajo el signo de “la catolicidad”, concepto teológico más amplio que el de la simple
universalidad. Dos hechos van a contribuir al enriquecimiento de su experiencia eclesial de
catolicidad: el hecho de estudiar en la Universidad Gregoriana, donde junto a los jesuitas
1
2
Cf. NHV I, 13v.
NHV I, 31v.
5/9
convive cuatro años con estudiantes de muchos países3, y el de participar como taquígrafo
en el Concilio Vaticano I (1869-1870). Allí podrá conocer de primera mano la mentalidad y el
latir de la entera Iglesia católica, incluidas las Iglesias orientales. Su “diario del Concilio”
contiene textos que atestiguan esta experiencia excepcional4. Su oración al comenzar el
Concilio será: “Dios mío, el mundo tiene hambre de paz, de fe, de religión. Reúnelo en tus
sendas. Ilumina a las naciones sobre lo que os deben, fortifica la unidad y la autoridad de tu
Iglesia…”5.
De vuelta a Francia, Dehon no se queda encerrado en su pequeño mundo de S.
Quintín, su primer destino diocesano, al contrario. Su piedad, cada vez más centrada en la
devoción al Corazón de Cristo, le lleva a diseñar un proyecto de sociedad que él llamará “el
Reino social del Corazón de Jesús”, pero esto no sólo en Francia, sino que en su mente tiene
claro que este Reino debe extenderse “a las sociedades”. De ahí su admiración por lo que
sucedía en el lejano país de Ecuador y su presidente García Moreno, que consagró la nación
de este país americano al Corazón de Jesús. Apenas fundada su Congregación religiosa en
San Quintín, enseguida concibe un proyecto apostólico cuya finalidad es que el “Reino
social” llegue a todas las naciones, porque ese Reino, el de Cristo, es un Reino universal.
Supone el anuncio evangélico al mundo entero en el espacio y en el tiempo, y debe
impregnar todos los sectores de la sociedad y toda dimensión de la realidad humana6.
Por esta razón organiza ya desde los comienzos un noviciado internacional y escuela
apostólica en Watersleyde-Sittard (Holanda, 1883), donde conviven novicios y religiosos
holandeses, alemanes y franceses. Un año antes quiso fundar en Inglaterra, pero no pudo
llevarse a cabo por la oposición del obispo de Soissons. Después vienen las fundaciones
belgas, (Clairefontaine, Bruselas), luego Limpertsberg-Luxemburgo y Roma. Y en esta época
inicial nacen también las misiones lejanas de Ecuador, Brasil y Congo. En cuanto le es
posible, organizará dos casas de formación con carácter internacional, la del escolasticado
en Lille (1884) y el de Roma (1894). Que él fue profundamente patriota, pero exento de todo
sentimiento ciego de chauvinismo, se mostró en lo ocurrido en torno a la primera guerra
3
Dehon se maravilla que la mitad de estudiantes de filosofía en la Gregoriana sean laicos, porque este estudio
se les exige para otras carreras. Y haciendo alusión a los muchos países que allí están representados afirma
escribiendo a sus padres: “es una babel (por los diversos colores del hábito de los estudiantes). No os extrañará
que todos los cursos se hagan en latín. Es la única lengua conocida por todos. Hay en esto un signo
conmovedor de la universalidad de la Iglesia. Se olvidan las envidias de las naciones y se discute fraternamente
entre ingleses, alemanes, españoles, americanos, irlandeses, belgas, polacos, etc.” (Carta de 5-3-1866). Citado
en G. Manzoni, Leone Dehon e il suo messaggio, EDB, Bologna 1989, 111-112.
4
Cf. la edición de V. Carbone: León Dehon SCJ, Diario del Concilio Vaticano I, Ed. El Reino del Corazón de Jesús,
Madrid 1962.
5
L. Dehon, NQT I/1869, 22 (6 de diciembre).
6
“Conquistar el mundo para Jesucristo… cada día me uno a todas estas almas. Querría elevar mi ideal hasta su
altura. Amo ardientemente a Nuestro Señor y quiero promover su Reino del Sagrado Corazón”. NQT XLV (1925)
2-3.
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mundial. Él reaccionó enérgicamente ante “los defectos del carácter nacional” y los excesos
de nacionalismo que él presenció durante la guerra. Para Dehon, “las naciones son la obra
de Dios”, y el “sint unum” de su espiritualidad excluye todo patriotismo exagerado y racismo
intolerante, puesto que en el cielo no habrá nacionalidades, sino la comunión de los santos,
por lo que la caridad debe primar absolutamente entre los suyos.
En el P. Dehon el núcleo de donde partía el compromiso que hoy llamaríamos
“global” de sus religiosos era la centralidad de Cristo en sus vidas, para hacer presente el
Reino universal de caridad y justicia social que brotan del Corazón del Salvador. Es la
mediación única y universal de Cristo-Mesías la que lleva a Dehon a diseñar su ambiciosa
Obra, de carácter internacional: la del Reino del Corazón de Cristo en “las sociedades”, en
plural. Algunos textos son significativos:
“Nuestro Dios no es solamente el Dios de la vida privada, el Dios del santuario, es también el
Rey de reyes, el Dios de la vida social. Su ley y su gracia deben esclarecer y penetrar la vida
civil y económica de los pueblos. Su Iglesia es depositaria de los principios que vivifican y
elevan tanto la vida pública como la vida privada”7.
Hablando a los alumnos de la escuela de Bergen-op-Zoom (Holanda) les explica su obra: “Por
todos los medios, trabajar por el Reino del Sagrado Corazón en las familias y en las
sociedades. Ningún ideal más bello que éste” (2 de enero de 1919). Y a los novicios italianos
el 20 de diciembre de 1921: “fidelidad a nuestro ideal: trabajar por el Reino del Sagrado
Corazón en el mundo entero, comenzando por su reino en nosotros por la unión a nuestro
Señor”.
El celo por la extensión de ese Reino le llevará con más de sesenta años a emprender
un viaje alrededor del mundo, partiendo de Francia, para participar en 1910 en un congreso
eucarístico en la ciudad canadiense de Montreal. Desde allí visitará Canadá, Estados Unidos,
Japón, Corea, China, Filipinas, Indonesia y la India. Terminó este viaje con su segunda visita a
Tierra Santa, entrando por el Mar Rojo. En sus diarios no sólo apuntaba noticias de los
lugares visitados, sino que estaba interesado por las culturas, costumbres y religiones de los
pueblos visitados, de modo que su mirada se parece mucho a la que hoy harían los
sociólogos. Pero su mayor interés estaba en las misiones y la obra de evangelización de la
Iglesia en estos países lejanos de Europa. Sus relaciones con obispos de todo el mundo,
desde Canadá a Brasil pasando por países de Asia o América latina facilitarán con el tiempo
la expansión de su Congregación.
El compromiso de extensión del Reino del Corazón de Jesús se manifiesta en el
carácter internacional que da a su Congregación también a través de las misiones en tierras
7
L. Dehon, La Rénovation sociale chréteinne (1900), en: OSC III, 310. Cf. también la meditación del 16 de enero,
Le règne social du Sacré Coeur, en: OSP III, 62-64; y la meditación 26 de su obra Le Coeur sacerdotal de Jésus.
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lejanas desde los inicios de la misma8. La expansión colonial de los países europeos sirvió de
plataforma al P. Dehon para realizar fundaciones fuera del ámbito de Europa. El primer país
será americano: Ecuador (1888); luego vendrá África con el Congo belga (1897), Camerún
(1912), Sudáfrica. Pero su pensamiento va también hacia el mundo de mayoría protestante,
y organiza la misión de Suecia, Canadá, Finlandia (1907). Y en América será importante
Brasil. Terminada la primera guerra mundial, en plena reconstrucción de la Congregación, no
deja de enviar misioneros al Camerún, al Congo y a la misión de Gariep en Sudáfrica, pero
también a Sumatra (Indonesia), estas dos últimas misiones comenzadas en 1923. De este
mismo año data la misión del Sur de Dakota, en Estados Unidos. Fruto de la presencia en
Camerún de religiosos alemanes, se fundará también en España, cuando los misioneros
huidos de Camerún llegan al sur de España y en pocos años organizan un colegio y una casa
de formación (1919).
En este contexto, no deja de ser significativo el hecho de que el P. Dehon llegase a
comprar en Palestina un terreno, en el pueblo de Nazaret, con ayuda del Conde de Piellat, a
fin de tener una presencia de sus religiosos en el ámbito del imperio turco-otomano. De
igual modo es sorprendente el hecho de que en 1921 tenía preparada una presencia en
Afganistán, que hubiera sido iniciada con algunos religiosos holandeses. Por otra parte, con
el P. Meneses, trató de aportar capellanes de entre sus religiosos para reproducir en Brasil la
experiencia de una fábrica modelo, a imagen de lo realizado en Val-des-Bois.
Todo este despliegue de internacionalidad no es una simple estrategia de promoción
de su Congregación, sino que es una consecuencia de su vivencia espiritual: “consolar a
Nuestro Señor, fortificar la Iglesia ante las tristezas que ella experimenta en Europa, en
Francia” (carta del 13 de diciembre de 1910); “Las misiones deben ser entre nosotros
ejercicios de caridad y de reparación” (carta del 24 de marzo de 1923). Por eso, al final de su
vida podrá escribir en una carta a sor María de S. Ignacio: “Desde mi juventud, yo he
deseado ser misionero y mártir: misionero lo soy a través de mis cien sacerdotes en las
cuatro partes del mundo; mártir yo lo he sido por las grandes cruces 1878-1884… Nuestro
Señor aceptó mi voto de víctima del 28 de junio de 1878”9. La centralidad de la Encarnación
del Verbo, y las consecuencias que tiene este hecho para la universalidad de la salvación, lo
cual hace que su Iglesia como nuevo Israel y pueblo mesiánico sea una comunidad
“católica”, es el motivo más profundo que lleva a Dehon a la misión universal: “El Corazón de
Jesús, sol de justicia que se eleva sobre el mundo de las inteligencias y los corazones,
destinado a irradiar en el universo entero, mediante el Evangelio que debe llevar a todas las
naciones la dulce influencia de sus claridades divinas…”10.
8
Cf. P. Paul Mc Guire, en: Dehoniana (2002/2), 169-186; Lettere circolari n. 326.
9
Carta del 8 de diciembre de 1924; texto retomado en igual forma en NQT XLV (1925) 1-2.
10
L. Dehon, Mois du Sacré Coeur. Dixseptième jour, en: OSP I, 503-504.
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Adherirse a Cristo implica, en la forma de sentir Dehon esta adhesión, el deseo de
servir a la “realeza” del Verbo encarnado extendiéndola por el mundo entero, pues según la
mentalidad del tiempo él es “Cristo-Rey”, y su Reino tiene que ver con la misión de instaurar
el Evangelio en la vida social de los pueblos que se abren a la democracia y la modernidad.
La centralidad de Cristo en la vida del P. Dehon le lleva también a las consecuencias
eclesiológicas de la Encarnación: “Nuestro Señor nos invita a escuchar a su Iglesia que nos
habla por la enseñanza de su doctrina, por su culto, por el oficio divino… Dios nos hace
entender su justicia infinita satisfecha por el Dios-hombre; su infinita misericordia que nos
eleva hasta él por su encarnación…”11. “Todos los hombres son niños en las cosas de la fe y
tienen necesidad de la dirección de la Iglesia de Dios. Antes bien, tienen derecho, y privarles
de ello es una tiranía”12.
Dirigiendo de nuevo la mirada a los viajes, a tantos contactos internacionales y a los
diferentes contextos culturales con los que el P. Dehon se ha encontrado, nos damos cuenta
de que esta visión e interpretación se basan en una comprensión espiritual diferente de la
nuestra. No se trata de la internacionalidad como nosotros la entendemos. Para el P. Dehon
el interés hacia las otras naciones y culturas se nutre de la centralidad que él da a la
Encarnación del Verbo en las diferentes situaciones del mundo. En el Verbo Encarnado el P.
Dehon ha reconocido y apreciado la universalidad del Reino de Cristo. Y ha transmitido esta
sensibilidad a la Congregación que en el momento de su muerte era presente en veinte
países de cuatro continentes. A pesar de que las fronteras del mundo tal como nosotros lo
conocemos ahora fuesen vagamente visibles en su tiempo, nosotros no debemos esperar del
P. Dehon las bases para una nueva comprensión del vivir y trabajar juntos en el siglo XXI. Lo
que él nos ha dado son los impulsos iniciales. Los encontramos en el gran interés que el P.
Dehon tuvo por el mundo que se estaba abriendo con las nuevas posibilidades de viajes. Hoy
nuestra responsabilidad es encontrar caminos que nos lleven hacia los otros en nuestro
mundo.
11
L. Dehon, NQT I/1868, 60-61 (10 de marzo).
12
Ibid., 71 (30 de marzo).
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