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CUAUHTÉMOC, EL ÁGUILA EMPRENDE SU VUELO1
Fernando Díaz Reynoso,
Cronista del Plantel Cuauhtémoc y
Joaquín Hernández González
La escuela, prácticamente, nació el lunes 24 de septiembre de 1973. El 7
de enero de 1974, cuatro meses después de ser fundado nuestro recinto
educativo, le es asignado el nombre de Cuauhtémoc, patentizándolo un
documento a la vista en la dirección del plantel por más de veinte años y que a
la letra dice:
En respuesta a Maestros y Estudiantes de esta Escuela Preparatoria No.3
dependiente de nuestra Máxima Casa de Estudios, se acordó en nuestra presencia
lleve en nombre esta Institución de 'CUAUHTÉMOC', debido a las virtudes de tan
ilustre personaje de nuestra Historia Patria. Ciudad Universitaria, Toluca, Estado de
México.
El conocimiento del personaje histórico motiva una sólida identidad en este
centro de enseñanza. Fueron sus méritos los que le dieron un lugar privilegiado en
la historia nacional mexicana.
Sus biógrafos señalan que nació en Tenochtitlán en 1502. Su nombre deriva
del náhuatl cuauhtlí, águila y témoc, que baja. Cuauhtémoc significa águila que
desciende, modo de aludir al sol, cuyo atributo era el águila, en el lapso en que
declina del cenit al poniente. Para nosotros, es el águila que desciende para
luego volver a emprender, vigoroso, el vuelo de la gloria.
Perteneciente a la nobleza, fue hijo de Ahuízotl, rey de Tenochtitlán, y de la
princesa Tiyacapantzin, quien enviudó cuando el heredero contaba con cuatro
años, aunque algunos autores sostienen que tenía un solo año de vida. En su
infancia, como noble indígena, ingresó al Calmecac donde se nutrió de las
enseñanzas tlaltelolcas, se le instruyó en la laboriosidad, la devoción a los dioses y
a la sobriedad con gran rigor. A partir de los 15 años su formación consistió en
prácticas más severas y fue iniciado en los secretos de la religión mexica, en la
astrología y en la ciencia del calendario.
Cuauhtémoc, entre sus 20 y 22 años, además de Señor de Tlaltelolco, había
ocupado, por encargo de su primo Cuitláhuac, los puestos de sumo sacerdote
del culto particular a Huitzilopochtli y jefe de los ejércitos. Fue un guerrero
formidable de la encumbrada clase águila que imponía un gran respeto a sus
subordinados, muchos temblaban ante su presencia y recia personalidad.
Al morir Cuitláhuac, víctima de la viruela, el 6 de diciembre de 1520,
Cuauhtémoc en enero de 1521, ocupó el trono de Tenochtitlán, sin suntuosa
ceremonia, pues siguió trabajando para fortalecer la defensa de la capital
UAEM. Sucesivas Aproximaciones de Nuestra Historia. Crónicas de la Universidad Autónoma del
Estado de México. Tomo III. Toluca, México, 2002, pág. 75-78
1
azteca ante el ataque que Hernán Cortés preparaba, ya repuesto de su anterior
desastre, desde Texcoco, donde estableció su base de operaciones militares.
Desde enero de 1521 la capital del reino azteca estuvo sitiada y rodeada
por los españoles y sus aliados, más de 10 veces mayor en número y muy superior
en armas y otros aditamentos militares. El momento crucial de la resistencia es
cantando con noble gallardía:
Donde se posan las águilas,
Desde donde se yerguen los tigres,
El sol es invocado.
Como un escudo que baja,
Así se va poniendo el sol.
En México está cayendo la noche,
La guerra merodea por todas partes,
¡Oh dador de la vida!
Se acerca la guerra.
Orgullosa de sí misma,
Se levanta la ciudad de México-Tenochtitlán.
Esta es nuestra gloria.
Este es tu mandato.
¡Oh dador de la vida!
Tenedlo presente, oh príncipes,
No lo olvides.
¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlán?
¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo?
Con nuestras flechas,
Con nuestros escudos
Está existiendo la ciudad.
¡México-Tenochtitlán subsiste!
(Colección de Cantares Mexicanos)
Gran decisión por defender Tenochtitlán, hasta el último instante se tenía la
esperanza de salir victorioso del difícil trance. Cuauhtémoc y su ejército sufrieron
periódicamente ataques de los invasores, dando muestra de inteligencia y
habilidad de estrategia militar; al sonido ronco del caracol los tenochcas
emprendían las acciones para atacar a los españoles. La situación se agravó por
falta de alimentos debido al estado de sitio y a la escasez de agua por la
destrucción del acueducto de Chapultepec. La suerte de la larga contienda,
convertida en una verdadera masacre, se decidió el 13 de agosto de 1521 en
que los aztecas resistieron el último ataque de sus enemigos hasta ser derrotados.
Un poeta anónimo de Tlaltelolco nos dejó el dolor de los vencidos:
Y todo esto pasó por nosotros,
Nosotros lo vivimos,
Nosotros lo admiramos,
Con esta lamentosa y triste suerte
Nos vimos angustiados.
En los caminos yacen los dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
Ensangrentados tiene sus muros.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia
una red de agujeros.
Se nos puso precio.
Precio al joven, al sacerdote,
al niño y a la doncella.
Y todo eso que era precioso
en nada fue tenido.
(Fragmento. Manuscrito anónimo de Tlaltelolco 1520)
El 12 de octubre de 1524, Hernán Cortés llevó consigo a Cuauhtémoc a la
expedición a las Hibueras, hoy Honduras. El 28 de febrero de 1525 dando oídos al
rumor de que se tramaba una conjuración contra él y los españoles esparcidos
por el reino de México y, sin que hubiera juicio de por medio, mandó ahorcarlo
junto con el Señor de Tlacopan.
En uno de sus Diálogos, Salvador Novo nos presenta a un joven indígena
platicando, en la sierra de Guerrero, con la profesora Eulalia Guzmán, quien le
asegura que encontrará los restos de Cuauhtémoc, el niega toda responsabilidad
señalándole que ni ella ni nadie los localizará porque el emperador azteca no ha
muerto. Afirma categórico:
No morirá nunca. Los españoles no lograron matarlo. No lo logra ningún extranjero,
Cortés, Maximiliano, Wilson, todos pasan, mueren. Cuauhtémoc permanece. Lo
explotan, lo roban, lo azotan, lo engañan, lo ensalzan, lo humillan, saquean sus
tesoros, lo enganchan a labrar las tierras que eran suyas. Pero él no muere. Él es la
tierra, en la que usted inútilmente busca sus restos; el aire que acaricia su pelo
negro y lacio; el agua que pinta sus flores; la carne oscura que sabe callar bajo las
estrellas y perdurar por siglos sin muerte.
Indiscutiblemente la historia rescata las virtudes y características de
Cuauhtémoc. Parafraseando a Luis González, en su historia de bronce, hablar de
Cuauhtémoc es ocuparnos de un hombre de estatura extraordinaria y no de un
simple monumento digno de imitación.
En el mejor de los casos desearíamos que estas líneas sirvan para orientar
conciencias en nuestra comunidad preparatoriana y universitaria. Recordar que
Cuauhtémoc muere joven, se dice, de veintitrés años, que el último emperador
azteca hizo mucho en tan poco tiempo. Hoy, su sacrificio ha dejado huella
imborrable, símbolo de resistencia a la conquista, convirtiéndolo en personaje
inmortal, cuyo nombre, en términos de identidad y pertenencia, orgullosamente
lleva nuestro Plantel Cuauhtémoc de la Escuela Preparatoria de la UAEM.