Download Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos

Document related concepts

El capital wikipedia , lookup

Socialismo (marxismo) wikipedia , lookup

Acumulación del capital wikipedia , lookup

Anticapitalismo wikipedia , lookup

Marxismo wikipedia , lookup

Transcript
Tratado de métodos de análisis
de los sistemas económicos
mundialización capitalista y crisis sistémica
Autoridades
Directorio
Eudomar Tovar
Presidente
Armando León Rojas
José Félix Rivas Alvarado
José Salamat Khan Fernández
Julio César Viloria Sulbarán
Nelson J. Merentes D.
Jorge Giordani
Representante del Ejecutivo Nacional
Administración
Eudomar Tovar
Presidente
José Salamat Khan Fernández
Primer Vicepresidente Gerente (E)
Comité Permanente de Publicaciones
José Félix Rivas Alvarado
Presidente
Armando León Rojas
Carlos Mendoza Pottellá
Jaime Luis Socas
Iván Giner
Txomin las Heras
luciano vasapollo
Tratado de métodos de análisis
de los sistemas económicos
mundialización capitalista y crisis sistémica
Catalogación en fuente de Biblioteca Ernesto Peltzer
Vasapollo, Luciano
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos : mundialización
capitalista y crisis sistémica / Luciano Vasapollo. – Caracas: Banco Central de
Venezuela, 2013. – 920 p.–
Colección. –
ISBN: 978-980-394-088-1 (Ejemplar). –
1. Sistemas económicos 2. Economía comparada 3. Capitalismo 4. Socialismo
5. Marxismo 6. Producción (Teoría Económica) 7. Política económica
8. Imperialismo I. TÍTULO
Clasificación Dewey: 330.15/ R845
Clasificación JEL: B2; H1
Edición original en italiano: Trattato di economia applicata.
Analisi critica della mondializzazione capitalista,
Editoriale Jaca Book, Milán, 2006
© International Copyright Editoriale Jaca Book
Todos los derechos reservados
© De esta edición: Banco Central de Venezuela, 2013
Producción editorial
Gerencia de Comunicaciones Institucionales
Departamento de Publicaciones, BCV
Avenida Urdaneta, esquina de Las Carmelitas
Torre Financiera, piso 14, ala sur
Caracas 1010, Venezuela
Teléfonos: 801.5514 / 8380 / 5235
Fax: 536.9357
[email protected]
www.bcv.org.ve
RIF: G-20000110-0
Traducción
Hernán Carrera
Diseño gráfico y diagramación
Diana Chollett
Corrección de textos
María Bolinches
Impresión
Litoven C.A.
Hecho el Depósito de Ley
Depósito legal: lf35220133302856
ISBN: 978-980-394-088-1
Impreso en Venezuela – Printed in Venezuela
ÍNDICE
Prefacio a la presente edición
Agradecimientos Presentaciones otras Presentaciones Prefacio La economía: entre ciencia y “no ciencia”
XVII
XIX
XXI
XXXI
XXXV
PRIMERA PARTE PARA UNA CRÍTICA A LOS FUNDAMENTOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
Introducción Por una reconstrucción crítica de la fase actual
del capitalismo en proceso de mundialización
3
CAPÍTULO I ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
1. La esencia del capitalismo
2. Dimensiones fundamentales del funcionamiento de un sistema económico capitalista 3. Conceptos para la valoración del funcionamiento del sistema económico capitalista
17
19
21
4. La vigencia del análisis marxista del sistema capitalista: una discusión aún abierta para
la crítica de la economía política y aplicada
22
Capítulo II LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
1. Antes de Marx
2. La contribución de la escuela socialista
35
37
3. La utilización socialista de Ricardo
4. Thomas Hodgskin
5. John Gray
6. Robert Owen
7. Claude-Henry Saint-Simon
8. Sismonde de Sismondi
9. Pierre-Joseph Proudhon
10. Hacia el socialismo científico: Rodbertus, Weitling
11. La mistificación de la economía política, según Marx
38
39
40
41
42
43
44
47
51
CAPÍTULO III CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA
(EL CORAZÓN DEL PROCESO PRODUCTIVO)
1. Modo de producción capitalista y teoría marxista del valor
2. Plustrabajo-plusvalía
3. Las clases sociales
4. Marx y el valor: a manera de recapitulación
5. Por un uso del análisis marxista en los desafíos actuales
57
66
73
74
77
SEGUNDA PARTE CATEGORÍAS Y DINÁMICAS DEL SISTEMA CAPITALISTA
CAPÍTULO I FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
1. Las categorías marxistas y su traducción estadística
2. Limitaciones de los conceptos económicos neoclásicos convencionales
3. La centralidad del debate sobre trabajo productivo e improductivo
4. La contabilidad nacional
5. Los operadores económicos
6. El PNB y el PIB 7. Renta, consumo y ahorro
8. La inversión como categoría central del sistema capitalista
9. Inversión productiva e improductiva
10. La dinámica de las inversiones fijas
11. Distribución y redistribución de la renta
87
89
90
96
96
100
107
109
111
114
116
CAPÍTULO II CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE
1. Algunos problemas planteados por la contabilidad nacional
2. Análisis crítico del sistema de cuentas nacionales
VI
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
121
126
CAPÍTULO III PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL
1. El marxismo y el sistema de cuentas nacionales
2. Hacia una macroeconomía alternativa
131
133
CAPÍTULO IV LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
1. Indicadores macroeconómicos para los modelos de crecimiento cuantitativo
2. Modelos económicos
3. Dinámica económica y modelos: los límites teóricos de la economía dominante
137
144
149
TERCERA PARTE CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA A LA ESTRUCTURA DE GESTIÓN:
EL SISTEMA EMPRESA Y EL SISTEMA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
CAPÍTULO I POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
1. Los modelos de empresa y los sistemas de valoración
2. Aspectos particulares y determinación contable del autofinanciamiento
177
192
CAPÍTULO II LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO
1. Reglas básicas de funcionamiento
223
2. Algunas reflexiones sobre el doble carácter del proceso de gestión pública
de la empresa socialista
226
CAPÍTULO III POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
1. Evolución de las bases conceptuales de la Administración Pública
2. Los proceso de reforma en la gestión pública para la construcción socialista
3. Validez, eficacia y eficiencia en la Administración Pública
4. La necesidad de establecer sistemas e indicadores de control
5. Importancia y beneficios del control
235
238
242
245
252
CAPÍTULO IV ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO
Y POLÍTICA ECONÓMICA
1. Instrumentos y mecanismos
2. Las funciones actuales de la Administración Pública
3. El análisis de las políticas públicas como fuente de ejercicio de la Administración Pública
4. Del ciclo de la política pública al análisis de la política pública
255
257
259
260
VII
CAPÍTULO V POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA
APLICADA AL SISTEMA ESTADO
1. Bases conceptuales y fundamentos de la concepción del Estado y de la
Administración Pública contemporánea
263
2. Nota sobre algunas concepciones “débiles” del marxismo ortodoxo en lo referente
al Estado. El contexto actual del profit State
268
3. Para una aproximación al análisis del Estado en la fase neoliberal:
profit State contra welfare State
4. El servicio público en la construcción socialista
5. La gestión pública socialista y el proceso de construcción del socialismo
275
284
285
CUARTA PARTE CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA A LOS SISTEMAS ECONÓMICOS:
REGULACIÓN Y PLANIFICACIÓN EN EL CAPITALISMO Y EN EL SOCIALISMO
CAPÍTULO I CRÍTICA A LA TEORÍA DEL LIBERALISMO HEGEMÓNICO
1. Cuál liberalismo, cuál economía de mercado, cuál globalización
2. La financiarización de la economía
3. Liberalización financiera, el dinero capitalista y la asimetría monetaria
293
299
301
CAPÍTULO II SOBRE LAS ESTRATEGIAS DE PROGRAMACIÓN Y DE
PLANIFICACIÓN EN ECONOMÍA
1. Un repaso a los principios de la planificación
2. Reflexiones sobre el caso de Italia
3. Particularidad de la planificación socialista
4. Reflexión sobre la actualidad de la planificación socialista
311
314
320
322
CAPÍTULO III OBJETIVOS DEL MODELO ECONÓMICO SOCIALISTA
1. La transición al socialismo: los diversos enfoques
2. Cambios en los modelos económicos socialistas
3. Características particulares de algunos modelos de planificación económica
327
329
330
CAPÍTULO IV CUBA: LAS DIVERSAS FASES DE LA PLANIFICACIÓN
1. La visión de Guevara y la participación popular
2. De fines de los años sesenta al Período Especial
3. Elaboración del plan y poder popular
VIII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
343
350
353
CAPÍTULO V LA VALIDEZ DE ALGUNOS INSTRUMENTOS ANALÍTICOS DE
LA MACROECONOMÍA
1. Potencialidad analítica de las tablas input-output y de otros instrumentos. Su utilización
2. El alto potencial de las tablas de interdependencias sectoriales
357
359
QUINTA PARTE CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA MUNDO.
LA ECONOMÍA ABIERTA: EL COMERCIO INTERNACIONAL Y EL IMPERIALISMO
CAPÍTULO I COMERCIO INTERNACIONAL: DE LOS COSTOS COMPARATIVOS
A LAS VENTAJAS ABSOLUTAS
1. Ciclos largos e internacionalización de los mercados
2. El papel del comercio internacional
3. La teoría clásica del comercio internacional
4. La visión neoclásica del comercio internacional: el teorema de Heckscher-Ohlin (-Samuelson)
5. Crítica de la teoría de la especialización internacional a través del comercio
6. La crítica de Joan Robinson
7. Crítica marxista de los costos comparados
367
371
374
376
378
379
383
CAPÍTULO II EL ANÁLISIS ESTADÍSTICO-ECONÓMICO DE LAS RELACIONES
INTERNACIONALES
1. La estructura de la balanza de pagos
2. Algunos factores críticos
391
397
CAPÍTULO III LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACIONALES A PARTIR DE
LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO
1. El enfoque de Marx
2. Formación del capital financiero (Kf)
3. La teoría del imperialismo en Lenin
4. Estados Unidos como economía imperialista
5. Imperialismo económico
6. No solo Estados Unidos: el Europolo en la competencia global
401
402
403
407
409
423
CAPÍTULO IV IMPERIALISMO Y COMERCIO INTERNACIONAL EN ACCIÓN
1. El conflicto norte-sur, pero también este-oeste
2. El desarrollo desigual y combinado
435
440
IX
3. Neoliberalismo y desarrollo desigual también en los países de capitalismo maduro
448
4. Imperialismo y financiarización en la fase actual de la mundialización:
recaídas (no solo) económico-productivas de la competencia global
5. Imperialismo y economía militar estadounidense: el complejo militar-industrial
450
453
SEXTA PARTE
TENDENCIAS ACTUALES DEL CAPITALISMO: ENTRE EL CRECIMIENTO CUANTITATIVO
Y LA CRISIS ESTRUCTURAL
CAPÍTULO I ALGUNOS MODELOS Y CATEGORÍAS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA
FASE ACTUAL DEL CAPITALISMO MUNDIALIZADO
1. Cuatro criterios de relevancia general 2. Competencia, concentración, monopolio
3. Composición orgánica del capital y caída tendencial de la tasa media de ganancia
4. Renta y plusganancias
469
470
472
476
CAPÍTULO II LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y SU CRISIS
1. La primera revolución industrial
2. La segunda revolución industrial y el fordismo
3. El concepto de crisis
4. Retrato del poder de clase
5. La contraofensiva del capital
6. La revolución de la información o tercera revolución industrial
7. Pobreza en la abundancia creada por la revolución científico-técnica
481
483
485
489
491
494
500
CAPÍTULO III COMPORTAMIENTO CÍCLICO DE LA ECONOMÍA EN LA POSGUERRA
1. Cómo se generan las crisis de subconsumo y sobreproducción
2. Ciclos y crisis económicas
3. Los años de la gran crisis energética
505
506
508
4. El carácter internacional del ciclo capitalista durante los años setenta
y comienzos de los ochenta
5. El carácter internacional del ciclo capitalista
6. El papel del comercio exterior en la transmisión del ciclo
7. La dependencia de las materias primas
8. Las relaciones monetario-financieras y la transmisión del ciclo
X
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
510
512
513
514
515
9. Exportación del capital e internacionalización del ciclo
517
10. El ciclo económico de los años ochenta, la política macroeconómica y el nuevo
paradigma tecnológico
11. El proceso de formación de la política económica en Estados Unidos
518
519
CAPÍTULO IV UN INTENTO DE SALIR DE LA CRISIS ESTRUCTURAL:
LA INTERPRETACIÓN DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Y DE LA NUEVA
DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO
1. Consideraciones e interpretaciones en torno a la globalización neoliberal
2. La globalización como proceso objetivo 523
529
3. La globalización como fenómeno subjetivo: el proyecto político de la globalización
neoliberal se transforma en competencia global
4. La competencia global como fase actual del imperialismo
531
533
5. Aspectos del actual panorama económico-financiero mundial frente al mito globalizador:
el ejemplo de los fondos de pensión
540
6. De la globalización de la pobreza y la desigualdad a la globalización de los
derechos de la humanidad
542
SÉPTIMA PARTE ESCENARIOS NEOLIBERALES Y VIGENCIA DEL ANÁLISIS CIENTÍFICO DE MARX
EN LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA
CAPÍTULO I EL PARADIGMA POSFORDISTA Y LA NUEVA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
1. ¿Cómo continúa la revolución industrial?
2. ¿Choque entre modelos de capitalismo?
3. Nuevos esquemas en el gobierno de la empresa
4. Empresa posfordista y economía del conocimiento
551
556
559
561
CAPÍTULO II LA CONFIGURACIÓN SOCIOPRODUCTIVA DE LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO
1. Modelo comunicacional y control social
567
2. La economía del conocimiento para los paradigmas de la sociedad
de la comunicación desviante
572
3. Sociedad y procesos inmateriales en la economía del conocimiento:
una aproximación desde la teoría marxista
4. ¿El valor del conocimiento o el conocimiento creador de valor?
580
586
XI
CAPÍTULO III DINÁMICA Y ACCIÓN DE LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS
EN LA COMPETENCIA GLOBAL
1. El sistema internacional de dominación político-económica
2. El mercado del capital financiero global
591
597
3. Los instrumentos para la “interdependencia económica”; es decir, las estrategias
para imponer la dependencia en la competencia global
599
4. Los programas de ajuste estructural (PAE) como estrategia política
de la globalización neoliberal
5. Consideraciones generales sobre las reformas estructurales
6. Consecuencias de la aplicación de las políticas neoliberales
7. Los resultados de las políticas neoliberales: saqueo y explotación bajo ropaje “tecnocrático”
610
619
622
629
CAPÍTULO IV NUEVA COMPOSICIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO Y CONSTRUCCIÓN
DEL BLOQUE SOCIAL ANTICAPITALISTA
1. El proletariado moderno en las nuevas contradicciones capital-trabajo
2. La desocupación estructural y la precariedad como características del sistema posfordista
633
639
3. Colocados en la poscrisis: retomar las filas del conflicto capital-trabajo en la
dimensión internacional
644
OCTAVA PARTE CAPITAL CONTRA NATURALEZA
CAPÍTULO I CÓMO EL CAPITALISMO DESTRUYE A LA HUMANIDAD
1. Una “desnaturalizada” mundialización del capital
2. La sociedad del consumismo y del desarrollismo cuantitativo
657
663
CAPÍTULO II UN “DESARROLLO SUSTENTABLE” DE MERCADO, DENTRO DE LAS
DINÁMICAS DEL DESARROLLISMO CUANTITATIVO DEL CAPITAL
1. ¿Cuál desarrollo, sustentable cómo, por qué y por quién?
2. Los límites de un crecimiento sin progreso y sin desarrollo solidario y autodeterminado
669
671
CAPÍTULO III EL CAPITAL DESTRUYE Y LUEGO SE MIDE
1. Maldito PIB
2. Los llamados indicadores alternativos y las leyes ambientales. ¿Cuál “perspectiva verde”? 3. Los indicadores estadístico-empresariales para la medición del impacto ambiental
4. Las leyes ambientales: instrumentos de control para el análisis de gestión
5. Los indicadores de sustentabilidad
XII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
677
679
680
683
686
CAPÍTULO IV LAS ENERGÍAS “LIMPIAS” DEL CAPITAL: LOS AGROCOMBUSTIBLES
Y LOS CRÍMENES PROGRAMADOS CONTRA LA HUMANIDAD
1. Producir combustibles con alimentos: la monstruosidad del crecimiento
2. Ejemplos de cumbres y controversias
691
694
CAPÍTULO V LINEAMIENTOS CONCLUSIVOS: PARTIR DE LAS LUCHAS
DE LOS MOVIMIENTOS DE BASE Y DE UNA TEORÍA ECONÓMICA
SOCIOECOLÓGICA-POLÍTICA PARA UN DESARROLLO FUERA DEL MERCADO701
NOVENA PARTE LA CRISIS SE TORNA SISTÉMICA. LA SOLUCIÓN ES POLÍTICA
CAPÍTULO I UNA CRISIS LARGA Y PROFUNDA, QUE VIENE DE LEJOS
1. Un poco de historia y de teoría económica
2. Crisis del proceso de acumulación
713
716
CAPÍTULO II UNA COMPETENCIA GLOBAL CONTRA EL MUNDO DEL TRABAJO
1. Crisis contra trabajo
2. Armas y finanzas contra los trabajadores
3. Una competencia global con fuertes rasgos financieros
721
725
729
4. La crisis es provocada por la ruptura de los fundamentos de la economía y refuerza
las finanzas especulativas
735
CAPÍTULO III ¿EN QUÉ PUNTO ESTÁ LA CRISIS?
1. Crisis del mercado capitalista: la planificación socialista como única solución
2. Dinámica de la acumulación capitalista y crisis sistémica
3. Una época histórica en disolución: la crisis es también de civilización
741
750
752
CAPÍTULO IV EL PAPEL ACTUAL DEL EUROPOLO Y DE LOS PODERES FINANCIEROS
1. Cómo se llega al Eurobang
757
2. Globalización polarizada y acumulación flexible: cómo se llega a la crisis de
la deuda soberana
3. Por qué los keynesianos yerran el análisis de la crisis
760
763
XIII
CAPÍTULO V EL CONFLICTO CAPITAL-TRABAJO SIGUE SIENDO CENTRAL
1. Mundialización neoliberal y aumento de la desigualdad
769
DÉCIMA PARTE A CRISIS SISTÉMICA, SOLUCIONES POLÍTICAS
CAPÍTULO I NO HAY YA ESPACIO SIQUIERA PARA EL “WELFARE DE LOS MISERABLES”
1. El Europolo de la pobreza
2. ¿Cómo salir de la crisis del capital? Propuestas ante todo políticas y luego económicas
777
781
CAPÍTULO II EL CAPITALISMO NO CIERRA LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
1. Por un sistema de relaciones internacionales horizontales
787
2. Poner de nuevo en el centro los intereses del mundo del trabajo: un programa
mínimo de contratendencia
3. Propuestas posibles y practicables
791
798
CAPÍTULO III FORZAR EL HORIZONTE HACIA UNA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO
1. El problema trabajo-tecnología está en el centro de la política
801
2. Alias, la nueva alianza para la planificación socioeconómica solidaria y “libera”, la nueva
moneda a favor de los trabajadores
3. La crisis como oportunidad de transformación
805
808
BIBLIOGRAFÍA 811
XIV
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Dedico este libro a la memoria viva del Comandante Supremo de la Revolución
Bolivariana, Hugo Chávez Frías, maestro imprescindible en el aprendizaje teórico y en
el accionar de batallas pasadas, pero sobre todo de las que nos aguardan en el futuro
a todos los revolucionarios, patrimonio y ejemplo vivo en la lucha por la emancipación
de su pueblo y de toda la humanidad.
Nunca podré olvidar los encuentros, breves en su duración pero de estremecedora
intensidad emotiva y política, que tuve la fortuna –y en particular el honor–
de compartir con el Comandante y que llevo dentro de mí como recuerdo indeleble
y estímulo irrenunciable para continuar, cada vez con más fuerza y convicción, la dura
batalla por la construcción y el fortalecimiento del socialismo revolucionario.
A Ernesto Che Guevara y a todos los revolucionarios que aportan y obtienen
su contribución político-cultural de las luchas de resistencia, de autodeterminación
y de emancipación de los pueblos. Por tanto, a los estudiosos marxistas que, como
Alfredo González, poniéndose siempre en juego, coherentemente, desempeñan
un importante papel de intelectuales orgánicos del movimiento internacional de los
trabajadores, al lado de todos los rebeldes antiimperialistas y anticapitalistas en
busca de libertad.
L.V.
PREFACIO A LA PRESENTE EDICIÓN
Transcurridos casi seis años desde la primera edición de este Tratado de métodos de análisis de los sistemas
económicos, es una gran satisfacción conocer el juicio positivo de los tantos lectores italianos y cubanos,
que lo han conocido a través de las respectivas ediciones, acerca de su plena validez científica y políticocultural; juicio que, pienso, ha contribuido de alguna manera a que el Banco Central de Venezuela
decidiera traducir y publicar, bajo su prestigioso sello editorial, una versión actualizada y ampliada de
este texto originalmente impreso en Italia por la casa editora Jaca Book (2007).
Los tiempos y formas de la acción política de los Gobiernos neoliberales y occidentalocéntricos
dependen, cada vez más, de las condenadas decisiones de política económica asumidas por un modo de
producción capitalista que se encuentra ya sofocado por su propia crisis sistémica. Se percibe inmediatamente –y no solo entre los iniciados– que este sistema no tiene ya nada que ofrecer, en sentido
evolutivo y de progreso, a los destinos de la humanidad. La crisis sistémica es, al mismo tiempo, global
y también de civilización.
En el occidente imperialista, los actores político-sindicales, al igual que los integrantes de movimientos sociales que propugnan una alternativa socialista para la superación del modo de producción
capitalista, no han sabido estar a la altura del desafío, mientras que, en cambio, sí han sido capaces
de aprovechar la ocasión las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas de los países de la
Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), al dar vida a esa extraordinaria
experiencia que es el socialismo del, para y en el siglo xxi.
El antiguo problema central de las fuerzas del movimiento internacional de los trabajadores, esto
es, la fusión de la teoría y la praxis del cambio para una alternativa socialista como sistema, sigue sin
resolverse. Las dramáticas condiciones objetivas –sociales, ambientales– determinadas por los capitalismos no encuentran salida en una práctica real, concreta y factible para la superación del modo de
producción capitalista; o al menos así ocurre en todo el occidente de capitalismo maduro.
¿Qué hacer?
Continuar la batalla teórica, seguir impulsando un nuevo e incisivo protagonismo por parte de
las organizaciones del movimiento internacional del trabajo y del trabajo negado, a fin de crear las
condiciones subjetivas para una alternativa a través de la politización del conflicto social y, en especial,
del conflicto central entre capital y trabajo.
Por nuestra parte, seguimos involucrados como intelectuales militantes en las universidades, en
los centros de investigación, en los movimientos sociales y sindicales combativos, abiertos a la “mescolanza” de las culturas obreras, campesinas y de las nuevas figuras del mundo del trabajo que la
crisis sistémica impone dramáticamente bajo las mil formas de la pobreza –viejas y nuevas– y de
la precariedad del vivir social.
Es eso lo que cotidianamente nos empeñamos en hacer como intelectuales militantes en el Centro
de Estudios de Transformaciones Económicas y Sociales (Cestes) de la Unión Sindical de Base (USB)
que, con todos sus colaboradores internacionales, participa activamente en la Red de Redes de Intelectuales y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad.
Por tales razones, resulta motivo de orgullo el que este Tratado, siguiendo su edición de 2007, haya
sido publicado en Cuba en tres volúmenes y en número de 15.000 ejemplares, y se le utilice allí en
todas las facultades de Economía y en los centros gubernamentales de estudios económicos.
Ahora, a esta nueva edición venezolana se le suman importantes actualizaciones y revisiones, lo
que incluye nuevos capítulos y partes enteras, particularmente en lo concerniente al conflicto capitalnaturaleza y a la explicitación más reciente de la crisis sistémica del capitalismo.
Ha sido gracias a la asidua investigación de campo adelantada desde el Cestes, y en particular a la
incansable labor y las relevantes contribuciones científicas de Rita Martufi, así como a la importante
colaboración de Joaquín Arriola, que me ha resultado posible actualizar esta nueva versión.
Valga reiterar nuestra cálida gratitud científica y político-cultural, junto con nuestra fraterna amistad, a todos los colaboradores internacionales ya nombrados en los “Agradecimientos” de la primera
edición, especialmente a Efraín Echevarría, Hugo Pons y Esteban Morales, que, junto con el gentil
aporte de Joaquín Arriola –continuo hasta hoy–, hicieron más completa y estructurada la obra original.
Un sincero agradecimiento a todo el personal de la prestigiosa oficina de publicaciones del Banco
Central de Venezuela, que dedicó tiempo y profesionalismo a la aparición de este volumen.
Gracias de todo corazón al traductor de esta edición, el profesor Hernán Carrera, que con fuerte
empeño, gran profesionalidad y participativa pasión cumplió magistralmente la dura y fatigosa labor
de una traducción ciertamente no sencilla.
A todos ustedes estoy sinceramente agradecido.
XVIII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo ha sido posible gracias, también, a los aportes diversificados, que de seguidas se especifican, de muchos colaboradores del Centro de Estudios de Transformaciones Económico Sociales
(Cestes-Proteo).
En las diferentes fases de bosquejo y redacción del Tratado han colaborado con el autor Esteban
Morales, de la Universidad de La Habana, Centro de Estudios sobre Estados Unidos (Cuba); Efraín
Echevarría, director del Departamento de Marxismo, Universidad de Pinar del Río (Cuba); y Hugo
Pons, Universidad de La Habana, Centro de Estudios de Economía y Planificación (Cuba). Particularmente importante, incluso en materia de consejos para el planteamiento general, ha sido el aporte
de Joaquín Arriola, de la Facultad de Economía de la Universidad del País Vasco (España); sus valiosas
contribuciones permitieron hacer más completa y mejor estructurada la obra entera.
El autor agradece a los tantos colegas y amigos, colaboradores internacionales del Cestes y de
las revistas Proteo y Nuestra América (en particular a Ricardo Antunes, del Instituto de Filosofía y
Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas, Brasil; a Rémy Herrera, de la Universidad
de París 1 Pantheon-Sorbonne y del Centre National de la Recherche Scientifique (Centro Nacional de
la Investigación Científica, CNRS, Francia); a Andrea Micocci, Universidad de Malta-Link Campus y
Segunda Universidad de Nápoles, y Alejandro Valle, Universidad Nacional Autónoma de México, directivo de la Sociedad de Economía Política y Pensamiento Crítico de América Latina (Sepla), quienes
con su disposición a la lectura de los borradores y al intercambio de ideas facilitaron la sistematización de
este Tratado.
Un agradecimiento a Enzo Di Brango y a Grazia Orsati por sus excelentes traducciones, su participación y sus críticas estimulantes.
El autor expresa un afectuoso agradecimiento al espléndido grupo de jóvenes investigadores del
Centro de Estudios Cestes-Proteo, como Giampaolo Graziano y Biagio Borretti, por sus útiles contribuciones en la fase de elaboración y de revisión, que constituyeron una fuente importante para hacer
más orgánico el texto.
A lo largo de todo el trabajo fueron fundamentales para el autor algunos nexos político-culturales
y humanos; particularmente importantes han sido los llamados a la formulación científica, a la sugerencia crítica y a la amistad de Alfredo González, exdirector de Análisis Macroeconómico del Ministerio de la Economía (Cuba); Alessandro Mazzone, Universidad de Siena; Hosea Jaffe, Universidad de
Ciudad del Cabo (Suráfrica), y James Petras, Universidad Estadal de Nueva York y Universidad Saint
Mary (Halifax, Canadá).
Gracias, finalmente, a Sante Bagnoli y a toda la casa editorial Jaca Book, por la continua confrontación de ideas en plena libertad y por su valoración profunda y sincera de mi trabajo.
Sin la ayuda constante, el reclamo, los preciosos aportes y el espíritu de dedicación de Rita Martufi,
investigadora socioeconómica, responsable del Comité Científico del Cestes y de las revistas Proteo y
Nuestra América, este trabajo no habría podido realizarse.
A todos ustedes les estoy sinceramente agradecido por el intercambio científico mantenido durante
la formulación del Tratado, que consolida todavía más la espléndida colaboración en el debate políticocultural que, desde hace ya muchos años, mantenemos a través de la relación académica y, de manera
más general, con la actividad de investigación del Cestes; y, sobre todo, gracias, de todo corazón, por
el trato de fraterna amistad.
L.V.
Nota bene. Por todo cuanto pudiera corresponder a eventuales citas no correctamente transcritas, el autor y el editor
de la edición italiana se excusan a priori y, en caso de que les fueran señaladas, proveerán una errata y cuidarán de
una más acertada citación en posteriores reediciones. Las citas tomadas de textos en lenguas distintas a la italiana,
con fines divulgativos, fueron siempre traducidas al italiano por Enzo Di Brango, de manera de facilitar la tarea
del lector.
[Nota del traductor para la presente edición. Por la razón arriba expuesta, todas las citas de textos en lenguas
extranjeras han sido ahora vertidas al castellano a partir de su traducción italiana. Ello incluye los textos originalmente
escritos en español.]
XX
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
PRESENTACIONES
Hosea Jaffe
Universidad de Ciudad del Cabo (Suráfrica)
En este importante trabajo, Luciano Vasapollo se confronta con los temas más difíciles de la economía
contemporánea; con la ciencia de El Capital de Marx, más que con la política del Manifiesto Comunista. Y no es que Vasapollo no sea un político; las décadas que ha dedicado a escribir, hablar y actuar
en defensa del socialismo, el de Cuba en particular, y contra el imperialismo comandado por Estados
Unidos y la Unión Europea, son políticamente importantes; pero, como marxista científico, él da
prioridad a la economía respecto a la política.
En estos períodos de crisis rampante, de jugueteo poskeynesiano con las soluciones neoliberales
impuestas desde el Estado, que no pueden nunca funcionar y que, de hecho, nunca funcionan, no
tiene fin la lista de “nuevas” teorías y teóricos marxistas. A Vasapollo no se le puede encontrar en tal
lista. Él se aferra, con la obstinada tenacidad de un verdadero hombre de ciencia, al “buen viejo Marx”
y a los tres libracos de su nunca envejecido El Capital, para demostrar que la economía marxista, y solo
la economía marxista, puede analizar y darle un sentido pleno a los libros contables de las empresas
nacionales e internacionales.
Es quizá sobre todo por esa razón que este extenso y excelente Tratado de métodos de análisis de los
sistemas económicos de Luciano Vasapollo, debería ser lectura obligatoria para todo el que sepa apreciar
escritos económicos inteligentes, claros e, incluso, a trechos justificadamente airados.
Es por esas razones que resulta para mí un placer escribir esta presentación para un crítico de la economía política, un crítico de la ciencia, que ha devenido, en estos años de colaboración internacional,
en excelente amigo y colega. Juntos hemos pasado largos y agradables momentos, y esperemos que socialmente útiles, en conferencias internacionales sobre la así llamada (pésimo término) “globalización”,
en Roma, en Italia, en Europa, y sobre la economía política internacional, en La Habana, Cuba.
Juntos, también, hemos presentado en muchas ciudades italianas y en Cuba el libro que escribimos
conjuntamente, Introduzione alla storia e alla logica dell’imperialismo [Introducción a la historia y a la
lógica del imperialismo] (Milano, Madrid, Lyon, 2005). He tenido siempre gran placer al escuchar a Vasapollo dirigirse a los académicos, a los trabajadores y a los estudiantes. En mis reseñas de sus libros más
“divulgativos”, en italiano, español y aun en inglés, he hecho notar su estilo directo, que se evidencia
también en este libro. En este último trabajo, Vasapollo se mantiene fiel no solo a la economía política
marxista sino, sin anunciarlo mucho, al materialismo histórico del Marx que tanto tomó de bueno de
Hegel y de los enciclopedistas franceses. De un lado, el materialismo histórico ha sido un componente
intrínseco del más general materialismo dialéctico que fluye a través de todo el pensamiento escrito
de Marx. Del otro, ha motivado todos los escritos y los actos políticos de Luciano Vasapollo. Se trata de
la unidad de teoría y práctica.
Para Vasapollo, el pensamiento debe hacerse practicable para ser escribible. Al mismo tiempo, la
práctica sería un despilfarro de esfuerzo y tiempo humano si no pusiera de manifiesto, aunque fuese
indirectamente, un concepto fundamental; usualmente, en su caso, un concepto marxista. Sobre todo
en este libro, el concepto de fondo, sin el cual toda la actualidad económica sería inútil y carente de significado, es aquel del tiempo de trabajo humano como medida del valor de cambio. Como economista
marxista o, mejor, como marxista, Vasapollo no tiene tiempo para teorías a lo Habermas que sostienen
que las máquinas, como las computadoras o los robots, crean un valor de cambio cuantitativa y cualitativamente distinto de los valores de uso que en realidad, y obviamente, ellos crean, como bien consta
a muchos consumidores tras haber comprobado sus beneficios y sus costos. Es el trabajo humano, y
solo el trabajo humano, el que crea, ambos a una, la categoría de valor.
En la introducción y en la primera parte, que cuidadosamente colocan los fundamentos para las
partes siguientes, el libro muestra la evolución de las categorías y definiciones económicas marxistas
respecto a aquellas de los predecesores burgueses clásicos guiados, naturalmente, por David Ricardo
(1772-1823).
Las categorías discutidas van desde aquellas del valor hasta las de la productividad, la acumulación
de capital y los ciclos, la rotación y circulación del capital. Esta labor analítica preparatoria viene
seguida inmediatamente por otras profundizaciones, que examinan la división del capital en productivo, comercial y financiero; una división que toca muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. Esto
es especialmente válido (pero ciertamente no solo) para los así llamados países “ricos”, “avanzados” o
“industriales” que constituyen la parte alta de la fisiología, fisonomía y psicología del cuerpo político
del sistema capitalista que gobierna el mundo. Las leyes fundamentales que rigen este sistema son
tratadas en el libro sucesivamente: la tasa declinante de ganancia, la sobreacumulación de capital, su
centralización y concentración. En un apropiado orden histórico y lógico, esta categorización conduce a un tratamiento preliminar acerca de cómo y por qué se forman los monopolios capitalistas.
Después, en las últimas partes del Tratado, son estudiados y explicados los resultados y eventos concomitantes: la globalización y la competencia global e, inevitable e ineludiblemente, el imperialismo
económico.
Lo significativo en tal método es que no se trata de una diatriba contra el capitalismo, diatriba
que es todavía corriente en el socialismo eurocéntrico, y en consecuencia, permítaseme agregarlo,
también en lo que erróneamente se ha dado en llamar tercermundismo, de lo cual yo mismo he sido
acusado por, precisamente, aquellos “revolucionarios” que sueñan y combaten por lo que no es sino
XXII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
una contradicción en los términos: una Europa socialista. Para mí, Luciano Vasapollo no es uno de
ellos, ni este libro suyo es otra cosa que una contribución a la crítica científica de la economía política.
Tal contribución tiene por fuente el firme convencimiento de que, incluso 165 años después
del primer trabajo publicado por Marx –su tesis universitaria–, la unificación que este hizo de la
filosofía histórica materialista y de la economía política clásica abre camino a la macroeconomía.
En el presente trabajo, Vasapollo demuestra que es posible –y útil– comprender la contabilidad
nacional macroeconómica utilizando las categorías fundamentales de Marx, conjuntamente con su teoría del valor-trabajo y de la plusvalía. Más aún, aplica él tales categorías y teorías a la economía política
del imperialismo.
Me siento feliz y honrado de que mis Processo capitalista y teoria dell’acumulazione [Proceso capitalista y teoría de la acumulación] (Milano, 1973) y Marx e il colonialismo [Marx y el colonialismo]
(Milano, 1977) le hayan sido de alguna utilidad al escribir ciertos capítulos de este libro. Ese placer
personal nace del hecho de que los dos libros mencionados surgieron del trabajo desarrollado durante
los primeros años cincuenta, en Suráfrica, acerca de la economía política del capitalismo mundial, que
es precisamente el objeto de este nuevo texto de Vasapollo sobre la economía política aplicada.
Ya en la primera parte señala Vasapollo el elemento colonial en la génesis histórica del modo de producción capitalista. Posteriormente desarrolla esa tesis en las sucesivas partes que se ocupan de –para
usar sus términos– “colonialismo y modo de producción capitalístico”*. Y rememora para el lector al
Marx que escribe, en una carta a un ruso, dos años antes del Manifiesto Comunista:
Es la esclavitud lo que ha dado valor a las colonias, son las colonias lo que ha creado el comercio
mundial, y el comercio mundial es la condición necesaria de la gran industria mecanizada. (...) Sin la
esclavitud, Norteamérica, el país más desarrollado, se transformaría en país patriarcal.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África abrieron nuevos caminos a la
burguesía en ascenso. El mercado de las Indias Orientales y de la China, la colonización de América,
el intercambio con las colonias, el aumento de los medios de cambio y de las mercancías en general,
dieron al comercio, a la navegación y a la industria un auge nunca visto y, con ello, un rápido
desarrollo al elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición (Wage, Labour and
Capital, 1850) [Trabajo asalariado y capital].
Y que ha escrito estas famosas palabras en el primer volumen de El Capital, palabras que este Tratado en general, con sus secciones de economía pura y las de carácter histórico, revela ciertas:
El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, el exterminio, esclavización y
sepultamiento en las minas de la población aborigen, la incipiente conquista y saqueo de las Indias
Orientales, la transformación de África en un coto de caza comercial de pieles negras, son los rasgos
distintivos de los albores de la era de producción capitalista. Estos procesos idílicos constituyen
factores fundamentales de la acumulación originaria. Sobre sus talones pisan las guerras comerciales
de las naciones europeas, con el globo por teatro.
* (n.t.) En italiano, “capitalista” es sustantivo, y refiere a la persona que detenta grandes capitales, mientras que “capitalístico”
es adjetivo, y se aplica por tanto al sistema, modo de producción, etcétera. Hosea Jaffe utiliza el primero de esos términos para
ambas opciones, en tanto que Vasapollo, en este y otros casos, establece la distinción que rige en su lengua. En la presente
traducción, como es lógico, se aplicará en lo sucesivo el uso del habla hispana. La cursiva es nuestra.
presentaciones
XXIII
Estas palabras son el tráiler del film de la vida real de la globalización capitalista, con sus competencias y guerras del siglo xx y de nuestro siglo xxi. Al concentrarse, antes que nada, a lo largo de
las primeras partes de su Tratado en el primer tomo de El Capital de Marx, el autor ayuda al lector a
adentrarse sin temor en el terreno prohibido del colonialismo capitalista: el terreno prohibido por el
socialismo eurocéntrico. Ese adentramiento refuerza la idea que, desde hace mucho, vengo sosteniendo: que su autor, Vasapollo, quien es ya ampliamente conocido como un antiimperialista, en especial
por su defensa de la Cuba socialista, no es un miembro de la familia y ni aun un mero conocido del
socialismo eurocéntrico. Es, simplemente, un economista político marxista, científico y antiimperialista. No es para nada fácil ser antiimperialista y científico, porque mucho del antiimperialismo, si no
casi todo, es o bien anárquico o bien eurocéntrico-americocéntrico, o ambas cosas. No solo su crítica
de la economía, sino también sus muchos discursos y escritos sobre el capitalismo colonialista y el imperialismo capitalista, deberían atraer a aquellos lectores que procuran asimilar, de manera placentera,
la comprensión y la aplicación a la actualidad de la economía de Marx.
Como acabamos de sugerir, este libro no acepta ni considera la vetusta noción de que el capitalismo
nació de la “lucha de clases entre una burguesía en ascenso y las clases feudales”. Vasapollo se mantiene
leal al recién citado análisis de Marx sobre los orígenes globales y complejos del modo de producción
(y de cambio, se debería añadir siempre) capitalista. Esta lealtad se manifiesta asimismo en su trabajo
acerca de esa región semicolonial del mundo que sufre de ser llamada con el ridículamente racista y
eurocéntrico nombre de Latinoamérica, en lugar del más apropiado Indoafricano o Afroindio que han
escogido para sí los oprimidos y superexplotados no europeos que allí viven y trabajan. Esa moda de
llamarla “Latinoamérica”, sin embargo, no desluce en este excelente trabajo de economía política internacional. Luciano Vasapollo tiene, aparte de mí, muchos amigos que se preocupan por redesarrollar
la tesis original de Marx en relación con la verdadera génesis histórica del sistema capitalista y, en particular, la pregunta de si fue este un producto de la “lucha de clases entre la burguesía en ascenso y los
señores feudales” o, por decirlo educadamente, del “descubrimiento de América”. Existen ya muchos
libros sobre ese origen “americano”, entre ellos algunos de marxistas italianos. Esta discusión se haría
ciertamente más vivaz y sus temas se tornarían más penetrantes con la participación del convincente
autor del libro cuya presentación aquí escribo.
La cuestión clave acá analizada es la del valor, y en particular la plusvalía y su “actualidad”. Para
arribar a ese análisis, el autor habla no solo de Marx, sino también de muchos otros economistas
políticos, clásicos, neoclásicos y neoliberales. Siendo su principal tema de preocupación el de la teoría
del valor-trabajo, del salario y la plusvalía, ha tenido necesariamente que discutir la acumulación de
capital. Al hacerlo, no ha evitado la larga evolución de las teorías a ese último respecto.
Sabemos que hubo al menos ocho diferentes períodos en esa evolución. Primero, la escuela fisiocrática encabezada por Quesnay (1694-1774), que prácticamente a disgusto examinó la acumulación
“primitiva” u “original” a través de incursiones en América, África y Asia, conjuntamente con incursiones contra el feudalismo en decadencia. Después, en medio de la primera crisis comercial posnapoleónica, la de 1818-1820, vinieron Ricardo y Malthus (1766-1834); y luego, en la crisis que precedió a las
revoluciones de 1848, Rodbertus y Kirchmann. Solo entonces apareció Marx y, casi un siglo después,
Lenin, Luxemburg y los otros, que argumentaron contra los neoliberales de anteayer, Struve, Bulgakov
y los Narodniki. La evolución continuó con El imperialismo y la acumulación del capital, de Bujarin, y
con los trabajos de Grossman e Hilferding que usó Lenin para escribir su El imperialismo... Tras ellos
XXIV
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
vinieron Varga y el resto de la escuela de Stalin. Penúltimos hemos sido Sweezy, Baran, Amin, Frank,
Dos Santos, Emmanuel, yo mismo y otros que han examinado la todavía en funcionamiento economía
política del capital monopólico imperialista. Finalmente, el desastre de la economía neoliberal y la
ineficaz respuesta de Negri y otros.
De tal manera, el libro incluye asimismo fuertes referencias a algunas de las principales escuelas
de pensamiento en lo concerniente a la economía capitalista. Vasapollo trata la problemática de la
acumulación de capital en su estrecha conexión, en primer lugar, con la tasa de ganancia generalizada,
y generada por la misma plusvalía. Igualmente, toma en consideración la dinámica acumulativa de capital que acompaña e influencia la tasa de cambio de dicha acumulación; por ejemplo, el monto anual
de la suma del capital variable adicional (v) y el capital constante, y especialmente el fijo adicional
(matemáticamente, d(c + v) / dt).
Siguiendo a Marx, Vasapollo restringe estas variaciones de la acumulación de capital, paso a paso, a
las variaciones anuales de tiempo de trabajo total empleado para producir la suma del trabajo nacional
o global y los medios de producción nacionales o globales. Lo hace siguiendo asimismo su principio
básico; esto es, que la macroeconomía corriente (de un país o del mundo) puede y debe ser leída e
interpretada por medio y en términos de las categorías fundamentales de El Capital de Marx, a través
de las definiciones de tiempo de trabajo, valor de cambio, salario (la unidad de capital variable) y
plusvalía (convertida en ganancia).
Siempre en las primeras partes, pero no solo, leemos acerca de la “ley de la caída tendencial de la
tasa de ganancia”. En este caso, la reinterpretación marxista de la tasa de cambio de la acumulación
de capital como variación anual de tiempo de trabajo (por ejemplo) conforma la parte derecha de una
ecuación importante. La parte izquierda de esta es la tasa de cambio de la plusvalía (el numerador
de la tasa de ganancia). La parte a la derecha del signo de igualdad es la tasa de cambio del capital
acumulado (el denominador de la tasa de ganancia). Aquí, la validez del método de Marx se evidencia
en el hecho de que puede ser probado matemáticamente –mediante el análisis matemático– que la
condición para una tasa de ganancia declinante es la desigualdad (la tasa de cambio en el tiempo de
la plusvalía relativa debe ser menor que la tasa de cambio en el tiempo de la acumulación relativa
de capital). Matemáticamente viene esto dado por:
dS /dt /S < [d(c + v) / dt / (c + v)]
En palabras simples: la variación porcentual anual de las ganancias debe ser menor que la variación
porcentual anual de la acumulación de capital. Solo si esta condición se cumple plenamente, la tasa de
ganancia tiende a caer. Si la parte izquierda de la ecuación excede a la de la derecha, entonces la tasa
de ganancia tiende a crecer, no a caer. Tal crecimiento acontece en la mayor parte de las inversiones
imperialistas en el “Tercer Mundo”, donde la tasa de ganancia es en promedio dos o tres veces la del
“Primer Mundo”.
La tendencia periódica a caer que experimenta la tasa de ganancia en el bloque de los países imperialistas (los de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, u Organization for Economic Cooperation and Development) se debe no solo a un crecimiento de la masa de
capital constante, sino también a un aumento del capital variable y a una tasa de plusvalía (gananciassalarios) que en el Tercer Mundo (que a partir de 1990 pasó a incluir a Rusia y la Europa del Este) es
en promedio nueve veces más baja que en el bloque OCDE.
presentaciones
XXV
En sus partes finales, este libro explica cómo el imperialismo impone una tasa de plusvalía (S/V)
de entre 3 a 1 y 4 a 1 para los indígenas de Asia, África y América Latina, lo que causa un desempleo de
más de 50% y una pobreza en masa. Esa tasa de plusvalía es inversa para la mayor parte de los trabajadores del bloque OCDE. Esta sección es una lectura esencial.
El libro todo es un tratado fundamental cuando analiza la productividad, el dinero, la rotación de
capital, la diferencia entre la plusvalía producida por trabajadores al servicio del capital industrial y
la de aquellos que sirven al capital comercial, financiero y productor de renta. También en las partes
sucesivas se ocupa el autor, desde el punto de vista teórico, de la subdivisión de la plusvalía en las
formas representadas en la vida cotidiana por la ganancia productiva, la ganancia en la distribución
de mercancías –del transporte al comercio–, la renta y los intereses. Entre las preguntas a las que
brinda respuesta se encuentran estas: ¿cómo se mide la productividad? ¿En peso, en volumen o en
otras cuantificaciones de los valores de uso (por ejemplo, toneladas de carbón por minero por año)?
¿Es más estrictamente correcto calcular la productividad en euros o dólares de producto interno bruto
(PIB) por trabajador por año? El libro aborda estas preguntas en la teoría y con referencias estadísticas
nacionales, de la Unión Europea, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), para demostrar que es a partir de las fuentes oficiales de datos y
políticas económicas que aplica la crítica marxista de la economía.
Entre los muchos y complejos problemas examinados se encuentran las diferencias entre la centralización y la concentración de capital; el papel de cada una en la formación del capital financiero de
las multinacionales y de las otras variantes del capital monopólico; los escritos de Marx sobre el capital
monopólico y el colonialismo, en su propio tiempo y antes; Lenin, Hobson, Hilferding y otros sobre
el capital monopólico y el imperialismo de fines del siglo xix; en fin, un necesarísimo examen de la
economía liberal, de la revolución marginalista, y una cuidadosa crítica de los criterios de producción,
distribución y clasificación neoclásicos; todo esto para terminar con una defensa de la teoría marxista
contra los críticos keynesianos, los poskeynesianos, los sraffianos y los ambientalistas.
En estos tiempos nuestros en los que resulta cada vez más demostrable la devastación ecológica,
el papel de los monopolios nacionales y globales es convenientemente descuidado por los partidos
de derecha, de izquierda y de centro que juegan con el consumismo de masas. Entre estos se cuenta
la izquierda “antiimperialista” (sic) que vocifera contra la privatización pero garantiza la propiedad
y el uso de automóviles privados, grandes camiones, motocicletas y autobuses, que provocan 70%
del devastador recalentamiento global. La producción de esos medios de transporte constituye, por
mucho, la más grande industria capitalista (mucho más grande que la bélica). La industria de vehículos
propulsados por hidrocarburos es imperialista de origen y en sus vastos mercados petroleros, que a su
vez han sido causa importante de guerras internacionales. Hay actualmente en el mundo un millardo
de vehículos de propulsión petrolífera, 85% de los cuales se encuentra en los países de la OCDE. El
movimiento verde ha fallado miserablemente al rehusar oponerse a la industria de vehículos propulsados por derivados del petróleo, incluidos los aviones, que destruyen el ozono y son cada vez más
populares, y que son fabricados por gigantescos monopolios. Vasapollo ha hecho bien al analizar en
este libro también los problemas que preguntan por cuál desarrollo, malamente planteados por los
movimientos verdes, que han estado a la vanguardia en el ataque contra la economía política marxista.
Este Tratado analiza, asimismo, la problemática de la reproducción ampliada, sobre la base de los
capítulos xxi al xxv de El Capital. Marx mismo planteó la división del capital industrial en dos ramas
XXVI
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
principales, una que produce bienes de consumo (Pc) y la otra, medios de producción (Pp), con la
producción esclavista colonial de las plantaciones de algodón y con el mercado colonial alimentado
por los productos coloniales. La reproducción ampliada fue ubicada por Marx en el contexto del
capitalismo colonialmente globalizado de mediados del siglo xix. Vasapollo renueva esta conexión en
su análisis del imperialismo, del neoliberalismo y de su estructura centro-periferia.
Este libro es uno de los pocos, escritos después de Marx, que coloca la reproducción ampliada en
las matrices coloniales e imperialistas del modo de producción capitalista. Es ese último el fundamento
histórico, y político-económico en general, de la manera en la cual el libro escudriña y revela en su efectiva naturaleza las características y contradicciones de este particular modo de producción (que, como
el feudalismo, es eurocéntrico y no originario de las civilizaciones asiáticas, africanas o precolombinas).
Las partes finales del Tratado, enfocadas sobre la economía de nuestros días –interpretada siempre
por medio de la teoría económica marxista–, se ocupan de las fluctuaciones económicas y de la declinación del capitalismo en un vórtice de crisis. Nuevamente se trata de una lectura esencial, especialmente
en un tiempo en el que los medios –y algunas organizaciones de la izquierda de masas– aclaman el “fin
de la historia”, que no significa más que “capitalismo por siempre, socialismo nunca”.
La tesis de Vasapollo sobre la crisis es la marxista y esto es que las crisis económicas son inevitables
en el capitalismo. Hay conflictos entre la producción de mercancías y los mercados nacionales y mundiales. En los “buenos períodos”, el mercado atrae la mercancía producida. Después, de improviso
(como en 1818, 1929, 1973, 1987, etcétera), el mercado rechaza la producción, los precios se precipitan cuesta abajo y, con ellos, los valores capitales del mercado. Empujadas por esta crisis, se desarrollan
y explotan otras: el intercambio Pc-Pp deviene en desigualdad y se rompe, influenciando ambas ramas
de la reproducción ampliada; surgen contradicciones entre comercio e industria; el capital financiero
domina al capital industrial; el capital especulativo se enrosca en una espiral de crecimiento; se produce
la ruptura del “intercambio desigual” a causa de las revoluciones sociales en el Tercer Mundo que
exporta materias primas, minerales, petróleo y otros productos semicoloniales económicos; la competencia entre los monopolios de la Unión Europea, de Estados Unidos y de Japón, y entre los mismos
Estados, se transforma en característica principal de la “globalización”; e, igualmente inevitable, las
guerras mundiales interimperialistas se convierten en la única posible solución de las grandes crisis
(antes de 1914-1918, 1929-1939), y además existen las guerras neocoloniales (Vietnam, las guerras
por el petróleo en Iraq, Irán, Angola, etcétera) para resolver las crisis del capital y de la mercancía,
guerras que todavía hoy, en todos los casos, las empeoran.
El lector encontrará todo esto y mucho más. Cada una de las cosas que halle, arrojará luz sobre los
terribles sucesos de nuestros días; cosas como la invasión de Iraq, del Líbano y mañana, ¿de quién?,
¿Siria? ¿Irán?
Tenemos todos necesidad de una brújula para guiarnos a través de esta complicada madeja de hechos y causas, y este Tratado nos la provee. Por eso, y sobre todo por la devoción de Luciano Vasapollo
al método científico de estudio y de representación de la crítica de la economía política y aplicada,
estamos todos agradecidos.
presentaciones
XXVII
James Petras
Universidad Estatal de Nueva York (Estados Unidos) y Universidad de Saint Mary, Halifax (Canadá)
Conozco al profesor Luciano Vasapollo desde el punto de vista científico, además de en lo personal, desde hace más de diez años. Comencé a apreciarlo, primero, a través de sus escritos científicos;
después, participando en conferencias científicas y profesionales y, más tarde, como coautor de una
importante publicación académica.
Escribir una presentación para su libro, incluso sobrecargado de trabajo, es un placer en tanto
que para mí no se trata de un ejercicio de rutina, sino de una importante oportunidad para adquirir
conocimiento. Ya desde los primeros capítulos entendí que no me había equivocado y comencé a
tomar notas no solo para el prólogo mismo, sino también para mis propios escritos sobre la economía
política contemporánea. Es este un óptimo Tratado y también un fuerte estímulo para la investigación
académica.
El profesor Vasapollo es uno de los más versátiles e innovadores economistas políticos aplicados, en
el verdadero sentido de la palabra. En el ámbito de la economía aplicada, ha conducido investigaciones
avanzadas que analizan variables sociales, políticas y económicas en un marco explicativo histórico,
aplicado a la contemporánea “teoría de la crisis”. Sus publicaciones sobre teoría macroeconómica y,
especialmente, sobre las relaciones entre valor y trabajo, son muy citadas y pueden ser reencontradas
en las notas a pie de página y en las bibliografías de los trabajos de insignes estudiosos de Europa y de
Sur y Norte América.
El Tratado es una síntesis soberbia de las investigaciones y publicaciones previas del profesor Vasapollo. De una manera clara y precisa, pone los conceptos y categorías analíticas en el centro de
atención de los estudiantes de economía. El Tratado está escrito en un estilo pedagógico, concebido
para alcanzar varios objetivos. Brinda una visión del capitalismo como sistema operante, al proveer una
clara exposición de las dimensiones, de los principios operativos, de los conceptos y valores políticos,
XXVIII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
sociales y económicos que distinguen al sistema capitalista de las economías precapitalistas y poscapitalistas. Con objetivo rigor científico, el profesor Vasapollo produce una clara exposición de las categorías de la economía política clásica, examinando sistemáticamente valor, productividad, acumulación
del capital y distribución del valor en el proceso circulatorio de la producción.
La explicación objetiva de los principios de la economía política clásica es seguida por una precisa
exposición crítica y un análisis de las reglas fundamentales del sistema capitalista, que enfatiza en las
tendencias intrínsecas del capitalismo a la sobreacumulación y la crisis, la centralización, la concentración y la formación de monopolios, así como a la creación de un permanente “ejército de reserva de los
trabajadores”. El profesor Vasapollo propone una alternativa al “razonamiento lineal” de los teóricos
del “equilibrio”, y para ello recurre al método dialéctico, que muestra los elementos contradictorios del
sistema capitalista: cómo la competencia lleva a la concentración, cómo la acumulación comporta
exceso de capacidad y crisis de sobreproducción, cómo la expansión de las fuerzas productivas genera
una excedencia de mano de obra.
El Tratado tiene la virtud de ofrecer un preciso resumen histórico de las teorías liberales, del siglo
xviii a nuestros días, junto con una brillante crítica de los teóricos marginalistas y del equilibrio. Esto
lo consigue al detenerse en el desequilibro y las crisis de producción, y en la tendencia a las grandes
desigualdades socioeconómicas en la distribución. En esta parte, el profesor Vasapollo plantea una
brillante crítica filosófica de la “racionalidad” de la teoría neoclásica, demostrando la destrucción y el
atraso inherente a la lógica de la reproducción capitalista ampliada.
El autor examina y contrapone de manera crítica el keynesianismo, el marxismo y el ambientalismo
a las teorías neoclásicas. Resume sus contribuciones, ampliando y profundizando nuestras concepciones sobre la teoría económica contemporánea y avanzando más allá de las simplísticas fórmulas de la
economía neoclásica.
El valor del Tratado está en la manera en que une discusiones teóricas y analíticas con una brillante
exposición de análisis empíricos y estadísticos. En la parte consagrada al desarrollo de los nuevos
indicadores socioeconómicos, el autor propone medios y métodos precisos para la construcción de
los indicadores que miden las variables en las coyunturas contemporáneas. A diferencia de tantos
economistas políticos, Vasapollo es un economista estadístico aplicado o, mejor, un crítico marxista de
la economía aplicada, de nivel mundial, que tiene un perfecto dominio de las técnicas matemáticas y
estadísticas. Eso permite a los estudiantes aplicar los conceptos clave y provee una base para la experimentación de las hipótesis empíricas.
El Tratado conjuga una exposición concisa y crítica de los enfoques convencionales del neoliberalismo ortodoxo con una excelente discusión sintetizadora, así como con una aplicación del
marxismo del siglo xxi como un medio útil para entender el capitalismo contemporáneo. El profesor Vasapollo se detiene sobre las crisis y recesiones recurrentes en el contexto de las constantes
reestructuraciones dinámicas del capitalismo. Y procede mediante el examen de las dinámicas
de la Revolución Industrial, lo que él llama “fordismo”, su declinación y crisis socioeconómica y
la “solución” en el mundo “posfordista” del neoliberalismo. Aquí Vasapollo nos permite constatar su profundo conocimiento acerca de cómo la fuerza política y social del capital, bajo la forma de una contraofensiva al avance de los trabajadores en los años sesenta, condujo al crecimiento de la economía “globalizada”, con la cual el capital ha encontrado una manera de consolidar
su hegemonía.
presentaciones
XXIX
En las partes conclusivas propone Vasapollo una “prospectiva general” y pasa a analizar el crecimiento de un modelo de “acumulación de capital” centrado en Estados Unidos y alimentado por la
fuerza técnico-militar, en competencia con el modelo europeo y japonés –“concentrado en el mercado”– de construcción del imperio, basado en las relaciones neocoloniales con las colonias precedentes,
así como el relativo declive de la competitividad estadounidense en la manufactura. Vasapollo identifica la principal causa de debilidad en los proyectos concurrentes para la construcción del imperio:
la expansión dinámica de la arquitectura financiera global y su extrema inestabilidad, basadas sobre
esquemas “piramidales” (hedge funds) cada vez más especulativos y más lejanos, en todo momento, de
la producción de medios y servicios reales.
El profesor Vasapollo ha escrito un magnífico libro para los estudiantes universitarios, que ofrece
mucho más que los requerimientos de un texto universitario. El Tratado plantea una discusión fundamental y precisa de los modelos teóricos pasados y presentes. Adicionalmente, elabora una prospectiva
crítica alternativa que es compleja, pero clara y lógicamente desarrollada. El valor didáctico y divulgativo del texto de Vasapollo reside en la capacidad de hacer comprensibles para los estudiantes, de una
manera simple, ideas complicadas. Y no solo eso: ofrece los medios estadísticos y analíticos para poder
avanzar en la carrera científica de economía aplicada.
Este Tratado sobrepasa a los otros en su capacidad de proponer los lineamientos de una encuesta
científica y de estimular a los estudiantes a apartarse de la teoría para examinar los acontecimientos
contemporáneos. En otras palabras, este no es solamente un libro para un curso académico, sino
además una guía para todos aquellos que desean entender el mundo de una manera crítica pero
también práctica.
XXX
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
OTRAS PRESENTACIONES
Samir Amin
Presidente del Foro del Tercer Mundo y del Foro Mundial de Alternativas (Francia)
El economista desempeña en la sociedad capitalista contemporánea funciones análogas a las de las
grandes hechiceras en las sociedades de antaño: proveer fórmulas mágicas que legitimen el poder de
los dominadores. Su instrumento es una construcción cuya buscada complejidad está a la medida
de su carácter artificial: esa construcción, que plantea falsas preguntas para evitar las verdaderas, lejos de ser científica, como pretendería, es la negación perfecta de la ciencia. Vasapollo desmonta aquí
los mecanismos de esa producción paracientífica y, al mismo tiempo, contribuye a liberar a las clases
populares de una alienación que no las deja crecer para mejor tenerlas bajo dominio.
Ricardo Antunes
Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas (Brasil)
El nuevo libro de Luciano Vasapollo es una relevante contribución académica y científica a la comprensión del mundo productivo capitalista de hoy. Sostenido por una sólida formación en la crítica
de la economía política, tema sobre el cual ha demostrado ya gran competencia con la publicación de
numerosos libros y artículos tanto en Italia como en el extranjero, este nuevo Tratado será de gran utilidad a cuantos tengan por absolutamente insuficientes, para una verdadera comprensión del mundo
del capital en nuestros días, tanto la econometría como la teoría marginalista.
Atilio Borón
Universidad de Buenos Aires; secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano
de Ciencias Sociales (Clacso)
Luciano Vasapollo, uno de los más atentos estudiosos contemporáneos del capitalismo, nos ofrece
en esta obra un aporte de primerísima importancia para la comprensión de los grandes problemas
económicos, sociales y políticos de nuestro tiempo. Es un libro que recupera didácticamente las principales categorías teóricas del análisis marxista y que, al mismo tiempo, demuestra las potencialidades
explicativas de este a través de su aplicación al examen de los “capitalismos realmente existentes”. Tanto
los estudiantes como los militantes encontrarán en estas páginas una serie de instrumentos teóricos y
metodológicos de gran utilidad para comprender y cambiar el mundo en que vivimos.
Reinaldo A. Carcaholo
Departamento de Economía de la Universidad Federal de Espírito Santo (Brasil);
tutor del Programa de Enseñanza Tutorial PET-SESU-MEC
En los últimos años ha crecido el interés de los intelectuales y de muchos militantes sociales por un
retorno al estudio de Marx. Ese interés responde a una fuerte razón: la teoría económica de Marx
ofrece el único punto de partida sólido para una crítica a fondo, no superficial, de la actual realidad
capitalista. Ese retorno no puede agotarse en citas del autor; exige creatividad crítica (crítica de la
sociedad y del pensamiento socioeconómico contemporáneo). Y es justamente eso lo que podemos
esperar de este libro de Luciano Vasapollo, reconocido internacionalmente como investigador, analista
social y académico. Estamos, por tanto, felices con su publicación.
Guglielmo Carchedi
Universidad de Ámsterdam (Holanda)
Este Tratado es una actualización rigurosamente científica de las categorías marxistas. Está dirigido
no solo a estudiantes y estudiosos, sino también al mundo más propiamente político y sociocultural.
El lector encontrará, en un estilo accesible incluso a los no iniciados en estos trabajos, instrumentos
indispensables para la comprensión del capitalismo contemporáneo y para la formulación de proyectos
dirigidos a la superación del modo de producción capitalista.
Rémy Herrera
Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne y Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS, Francia)
El libro de Luciano Vasapollo es una contribución verdaderamente notable a la teoría marxista contemporánea. El autor ha cumplido con éxito el esfuerzo de proporcionar a los lectores, a un mismo
tiempo, una crítica sistemática de las dominantes corrientes neoclásicas y neoliberales en los diferentes
XXXII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
campos de investigación de la economía, y los poderosos instrumentos teóricos y empíricos de un
pensamiento alternativo en esa disciplina. De hecho, Vasapollo nos demuestra, con claridad y firmeza,
que el marxismo sigue siendo hoy un medio esencial, en manos de las clases populares, para la transformación radical de la sociedad.
Françoise Houtart
Universidad Católica de Lovaina (Bélgica); secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas
En momentos en los que se universaliza la ley del valor (la globalización) y todos los seres humanos
somos golpeados en nuestra propia cotidianidad por los efectos destructivos de la fase neoliberal del capitalismo, es muy importante hacer una nueva lectura de la crítica de la economía política de Marx, que
analizó la lógica del proceso desde su inicio. La obra de Luciano Vasapollo se percata de esa necesidad.
Alfredo Jam Massó
Director de Análisis Macroeconómico del Ministerio de la Economía y la Planificación (Cuba);
Premio Nacional de Economía 2006
A su incansable actividad en apoyo a la causa del socialismo, el profesor Luciano Vasapollo suma
ahora este trabajo en el campo de la teoría y de la enseñanza, además de su empeño en la divulgación
y clarificación de las ideas de los fundadores del marxismo. De esa manera honra el pensamiento del
comandante Ernesto Che Guevara, quien sostenía: “Sin conocer El Capital, no se es economista en el
sentido más completo de la palabra”. Y es precisamente ese el propósito de esta obra, enfilada a mostrar,
con aplicaciones absolutamente actuales, la esencia del pensamiento marxista y su absoluta actualidad.
David Laibman
Universidad de la Ciudad de Nueva York (Estados Unidos), editor de Science & Society
Este trabajo es de gran importancia, en un momento en que es particularmente fuerte la necesidad
de un texto claro, completo y crítico en el campo de la economía política. Vasapollo ofrece al estudiante los conceptos y los instrumentos clásicos de la tradición de la economía política, desarrollando
sistemáticamente cada idea, pero sin excesivo formalismo. Además, completa esa tradición con las
teorías y las argumentaciones económicas actuales, particularmente aquellas que tienen que ver con la
globalización y con los retos que hoy debe afrontar la economía internacional.
Al valorar los más significativos elementos de las economías ortodoxas, Vasapollo muestra cómo las
teorías principales no son erradas, sino más bien superficiales, y que pueden ser mejor utilizadas si se les
incorpora al más rico y profundo marco del marxismo. Este trabajo sigue la estela de la mejor tradición
de recuperación crítica y ocupará lugar relevante en el ámbito académico y político, favoreciendo la
superación del actual callejón sin salida del neoliberalismo.
otras presentaciones
XXXIII
Alejandro Valle
Universidad Nacional Autónoma de México; directivo de la Sociedad de Economía Política
y Pensamiento Crítico de América Latina (Sepla)
Un problema de la disciplina económica es su conexión con la realidad; la economía convencional es
autista, al decir de muchos estudiosos del mundo. La economía marxista ha sido siempre otra cosa
y el libro de Vasapollo lo confirma. El Tratado es una crítica de la economía burguesa aplicada y es
indispensable para comprender al enemigo, para definir las estrategias de los trabajadores y construir
un mundo diferente. No es solamente un trabajo importante en sí mismo, sino también un claro guion
acerca de aquello que debemos investigar quienes nos ocupamos del análisis concreto de la realidad
concreta.
Henry Veltmeyer
Universidad de Saint Mary, Halifax (Canadá)
Vasapollo ha creado una guía para el pensamiento y la acción en la economía política del desarrollo capitalista actual, que es absolutamente indispensable. No es solo que no existe nada como su libro, sino
que se trata de una obra excelentemente concebida y bien escrita. Estudiantes y activistas no tendrán que
buscar ya en otra parte un mapa que los guíe a través de la intrincada dinámica del capitalismo de estos
días. Se trata de un verdadero y realmente valioso tour de force por la crítica de la economía aplicada.
XXXIV
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
PREFACIO
LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”
Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos,
el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye
el socialismo. Parecía ciencia sabida, tan sabida como el sistema eléctrico concebido por algunos que se
consideraban expertos en sistemas eléctricos. Cuando decían: “Esta es la fórmula”, este es el que sabe. Como si
alguien es médico. Tú no vas a discutir con el médico acerca de anemia, de problemas intestinales, de cualquier
especialidad, al médico nadie le discute. Puedes creer que es bueno o malo, qué sé yo, puedes hacerle caso o no;
pero nadie le discute. ¿Quién de nosotros va a discutir con un médico, o con un matemático, o con un experto
en historia, en literatura o cualquier materia? Pero somos idiotas si creemos, por ejemplo, que la economía
‒y que me perdonen las decenas de miles de economistas que hay en el país‒ es una ciencia exacta y eterna, y
que existió desde la época de Adán y Eva. Se pierde todo el sentido dialéctico cuando alguien cree que esa
misma economía de hoy es igual a la de hace 50 años, o hace 100 años, o hace 150 años, o es igual a la época
de Lenin, o a la época de Carlos Marx. A mil leguas de mi pensamiento el revisionismo, rindo verdadero
culto a Marx, a Engels y a Lenin. Un día dije: “En esta universidad me hice revolucionario”; pero fue porque
hice contacto con esos libros, y antes de empatarme, por mi propia cuenta y sin haber leído ninguno de esos
libros, estaba cuestionando la economía política capitalista, porque me parecía irracional ya en aquella época,
y estudiaba economía política en el primer año por Portela, 900 páginas en mimeógrafo, durísima, casi
a todo el mundo lo suspendía. Era el terror aquel profesor. Una economía que explicaba las leyes del
capitalismo, mencionaba las distintas teorías sobre el origen del valor, y mencionaba también a los marxistas,
los utopistas, los comunistas, en fin, las más variadas teorías sobre economía. Pero estudiando la economía
política del capitalismo comencé a sentir grandes dudas, a cuestionar aquello*.
Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba
Discurso pronunciado el 17 de noviembre de 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana,
en ocasión del 60° aniversario de su ingreso a esa casa de estudios.
* (n.t.) La versión aquí transcrita ha sido tomada del original en español, según aparece reproducido en la página web www.cuba.
cu/gobierno/discursos/.
1. Este trabajo tiene un objeto delimitado en el tiempo y en el espacio. No es una exposición acerca de
la llamada “economía pura” (admitiendo que ella tenga estatuto científico, no solo en sentido formal,
sino de explicación de la realidad); ni tampoco una teoría del modo de producción capitalista (MPC)
en sus formas de movimiento, leyes y tendencias para cada época (es ese el altísimo nivel de abstracción
de la concepción marxista en El Capital). Se quiere ofrecer aquí, como indica el subtítulo, una guía para
la comprensión de la fase actual de mundialización de la producción y reproducción social en forma
capitalista, pero en referencia a la teoría del modo capitalista de producción como proceso comprehensivo. En ese sentido, se trata de economía aplicada y no de la acepción académica que individualiza las
varias economías aplicadas; por ejemplo, al ambiente, a la ingeniería, a la sociología, etcétera.
Presentar una crítica comprehensiva –aunque no exhaustiva, naturalmente– quiere decir asimismo indicar posibles líneas de indagación ulterior, bien sea afrontando el material empírico o bien
examinando aspectos aquí –por necesidad– apenas señalados, y desarrollando las determinaciones
conceptuales aquí propuestas, a veces con alguna simplificación por el uso también didáctico del texto.
2. La crítica marxista de la economía política concierne a las leyes y las categorías que regulan el
modo de producción capitalista y a la dinámica de sus contradicciones intrínsecas; y la economía
política no atañe a “la producción”, sino a las relaciones de los hombres en la producción. Ninguna
comunidad humana es pensable sin que actúe, trabajando, sobre la naturaleza externa, puesto que
la producción es siempre reproducción de una comunidad que, si dejase de trabajar y producir, se
extinguiría inmediatamente (también el campesino autosuficiente basa sus relaciones de trabajo en la
entidad familiar).
El error de reducir la economía política a la sola producción, sin las relaciones de producción, da
lugar no solamente a las “robinsonadas” que ya Marx evidenciaba, sino sobre todo a la “naturalización”
de la economía, como ocurre con el gran Ricardo, que estima naturales y eternas las relaciones que
conceptualiza (como capital, trabajo, tierra).
Pero los economistas burgueses consideran las categorías económicas como categorías naturales de
la producción y, por tanto, no modificables.
La crítica marxista de la economía política se ocupa de analizar los fenómenos de la sociedad
capitalista, develando tras ellos las leyes y categorías del modo de producción capitalista, como reflejo
de las relaciones sociales de producción y, por tanto, de las relaciones de clase de la sociedad capitalista.
Entonces: el objeto de la economía política, las “relaciones de los hombres en la producción”, es la
producción y reproducción de hombres, siempre, pero de vez en vez, en relaciones y condiciones determinadas. El modo específico en que el trabajo vivo y el así llamado “trabajo muerto”, es decir, los medios de
trabajo y, en general, los “medios de producción” en los que el trabajo vivo antecedente es depositado,
define las figuras fundamentales, epocales, de la producción y reproducción de hombres; es decir: los modos
de producción. En el MPC, el trabajo vivo tiene forma de fuerza-trabajo asalariado, el “trabajo muerto”
tiene forma de capital y la producción ocurre solo y en tanto el capital, en su proceso, incorpora el trabajo
vivo, como se explicará más adelante.
3. Admitida esa premisa, la mundialización es globalización financiera (movimiento instantáneo de los
capitales, competencia monetaria y guerra entre áreas monetarias). De otra parte, solo parcialmente se
ha cumplido la globalización de los movimientos de mercancías.
XXXVI
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Completamente distinto es el caso del trabajo, que se presenta ante todo empíricamente como entrada de centenares de millones de personas, de individuos que se convierten en trabajadores asalariados, en formas directas o más o menos enmascaradas. Puesto que estas masas de individuos coexisten
para el capital y lo hacen ya sea a escala mundial, de cada país, o de zonas y territorios de cada país, este
aspecto se presenta como segmentación de una clase trabajadora en ciernes, sujeta a diversos grados de
explotación y sistemáticamente colocada en situación de competencia consigo misma (son ejemplos
la tercerización, la deslocalización o producción dislocada en regiones y Estados diversos, la precarización, la desocupación fluctuante, la desocupación estancada, todo en los procesos internos de la fábrica
social generalizada). Pero esto es: a) continuidad de la producción, es decir, producción y reproducción
(si el trabajo de la hipotética comunidad, pequeña o grande, se detuviera del todo, incluso por un mes
solamente, todos estarían muertos, etcétera); lo que significa, por tanto, b) trabajo y por ende producción, siempre dentro de determinadas relaciones, llamadas por eso relaciones de producción. Todavía
más, eso significa c) que las fuerzas productivas de la comunidad, subjetivas u objetivadas (máquinas,
“tecnología”, etcétera) existen, se modifican, se desarrollan y también se deterioran, siempre dentro
de determinadas relaciones de producción. De hecho, un algo así como unas “fuerzas productivas”
inmovilizadas en su abstracción, sin las relaciones en las que se desarrollan y operan, no puede existir o
bien está fuera del proceso productivo: desechos que la herrumbre hará tornar al ciclo natural.
4. En este proceso ya pluridecenal1 (basta leer los datos estadísticos de las fuentes oficiales como el
Istat, la Eurostat, el Banco Mundial, etcétera) se modifica y se refuerza el triple comando sobre trabajo
asalariado.
Primer comando: frente a la masa segmentada, estratificada, disponible, de los vendedores de
fuerza-trabajo, el capital tiende a escoger en todo momento a cuáles y cuántos trabajadores incorporar
a la producción o, por el contrario, descartar; es decir, precarizar o simplemente invitar a considerarse
inútiles (como dice Mazzone, invitados a morir)2. El segundo aspecto del comando u ordenamiento
del capital es el ejercitado sobre el producir en sí mismo. Desde el momento en que se quiere realizar
un bien o servicio, es el capital el que tiende a asumirlo y hace aparecer como fuerza productiva suya el
uso de las técnicas, la organización del trabajo, las innovaciones de proceso y de producto, que hacen
posible la realización de ese producto dado o gama de productos en un tiempo determinado.
El tercer aspecto del comando del capital consiste en el hecho de que el producto (bien o servicio)
es mercancía y por tanto debe ser vendido, y solo con esa venta se lleva a cabo la valorización del capital.
En consecuencia, todo el proceso productivo de mercancías es regulado por las férreas leyes del
proceso de valorización.
En un mercado capitalista desarrollado, determinados sectores mercadológicos (y en perspectiva
todo el mercado) entran en crisis de sobreproducción en el momento en que la tecnología utilizada, la
fuerza-trabajo operante y la organización del proceso de trabajo permiten la producción de mercancías
en una cantidad tan elevada que no puede ser absorbida por el mercado (como no sea a precios tan
bajos que no posibiliten la valorización). Se tiene entonces exceso de oferta frente a una demanda
depauperada o, por lo menos, inferior. Entiéndase que eso no significa que tales mercancías no sean
“queridas”, deseadas por algún consumidor, dado que frecuentemente las crisis de sobreproducción
conviven con amplios estratos de pobreza difusa en los países de capitalismo avanzado y en todo el
mundo, sino que apenas indica que esas mercancías no son vendibles más que a determinados precios,
LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”
XXXVII
los cuales no permitirían la valorización (cierre positivo del ciclo de valorización) del capital invertido
en su producción.
Eso quiere decir que el capital invertido para producirlas se quema, se pierde, no se valoriza; no solo
no retorna con crecimiento, sino que no retorna en absoluto. Por tanto, no es un problema de cantidad
de mercancías producidas en exceso con respecto a las necesidades reales de la población; es un problema de mercancías que no pueden ser vendidas “a su valor”. Por eso los productos, las técnicas, las líneas
del producto, serán adoptados o descartados en función de la valorización y solo de la valorización.
Pero con eso, entonces, no solo el trabajador individual sino el trabajador en general es de nuevo
sometido en su mismo trabajo, no a los fines de aumentar la riqueza de la sociedad sino a los de la
valorización, sin cuya realización la unidad de producción (empresa) pierde su objetivo fundacional.
5. Si se prescinde de todo lo antes dicho, no se puede entender el proceso de mundialización capitalista
en curso. Es por eso que, en las diversas tentativas de construir una ciencia económica –pero también
una crítica de la economía–, un escaso conocimiento del capitalismo lleva a equivocar la ruta y a
terminar “atrapando hormigas creyendo cazar elefantes”.
Una parte sustancial del problema consiste en la falta de comprensión de las reglas del juego de
una sociedad en la cual el poder se distribuye en función del dinero que se posee, generando al mismo
tiempo una ideología según la cual el poder se distribuye en función de las capacidades innatas de
cada quien. El capitalismo es una forma de organización de la sociedad, cuyo dinamismo interno y
capacidad de cambio tienen una profunda unidad en las leyes de movimiento del mismo MPC. Pero
esta unidad escapa al análisis teórico de los economistas y de otros científicos sociales que consideran
solamente aspectos parciales del proceso, o fenómenos reportados en modelos matemáticos o estadísticos muy elaborados, pero aislados del contexto en el que surgen3.
En este Tratado no se pretende develar ningún secreto, ni presentar las claves de interpretación definitiva de un sistema tan complejo como el capitalista. Se trata más bien de reflexionar sobre algunos de
los principales elementos teóricos del estudio del capitalismo, cuya comprensión es fundamental para
poder luego desarrollar propuestas de acción en el marco de la realidad concreta en que viven los individuos: el ambiente de trabajo, el espacio de consumo, las relaciones internacionales, el contexto de la
familia y de las relaciones personales, sociales y culturales, los determinantes del conflicto social –con
el conflicto capital-trabajo en su centro–, en este punto ya flanqueados por las otras contradicciones
capital-ambiente, capital-Estado de derecho.
6. Después de haber discutido en anteriores trabajos científicos el papel y el desarrollo de los proce-
sos económico-productivos, incluidas las dinámicas del así llamado capital informativo y de los modelos capitalistas desde el punto de vista de las modernas ciencias empresariales, y después de haber
tratado los mismos temas en una lectura de carácter más directamente político-económico (véanse
algunos de mis libros publicados por Jaca Book desde 2003, en colaboración con autores extranjeros
como J. Arriola, H. Jaffe, J. Petras), es de hecho útil, a los fines de una mejor comprensión de la actual
fase de la competencia global, transferir con este texto dichas temáticas al plano de una crítica de la economía aplicada, en una explicación y determinación de las tendencias en curso en el mundo capitalista.
Una formulación de este género es diferente, y con frecuencia incluso opuesta, a algunos análisis
de autores citados en varias partes del texto. Tales referencias, que a veces no son compartidas en su
XXXVIII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
contenido, sirven para dar una panorámica sintética de los diversos puntos de vista “contra”; es decir,
de aquellas perspectivas que no tienen nuestra visión marxista de los problemas económico-sociales,
pero comparten el análisis de contratendencia respecto a los proyectos del capital.
7. Si el análisis propuesto en el texto hace referencia a la teoría marxista, específicamente a la crítica
de la economía política de Marx, no es ciertamente por una suerte de proselitismo ideológico o de
sectarismo político-cultural que se escoge ese camino: el hecho es que, al día de hoy, es solo gracias a
Marx que se puede entender y valorar críticamente el funcionamiento y las contradicciones del sistema
capitalista y, por tanto, de su modo de producción4.
Si bien es verdad que durante los últimos años, en Italia, parece que se estuviera recuperando un
poco del terreno perdido en décadas pasadas en materia de estudios sobre Marx y las teorías marxistas,
con la difusión de una literatura renovada en varios ámbitos disciplinarios5, es también cierto que en
el ámbito académico persiste un radical ostracismo, sobre todo cuando esa literatura es desarrollada
como crítica de la economía política y aplicada.
La marginalización –o, mejor dicho, la expulsión fuera del campo académico y sobre todo del
ámbito científico en general– de la crítica de Marx a la economía política y de la economía política
marxista, nos induce hoy con fuerza a desarrollar una visión actualizada de la función metodológica,
conceptual e ideológica de la crítica de los marxistas a la economía política y a la economía aplicada.
8. En el Tratado se propone una crítica a la economía aplicada. En efecto, la teoría económica domi-
nante contempla y difunde esencialmente modelos de reducción de los costos de producción, gracias
al despido y la precarización de un número cada vez mayor de trabajadores, inútiles en un mundo
productivo más y más mecanizado. Es esa la regla de un nunca mejor llamado mundo posfordista
de la acumulación flexible, que no tiene necesidad de reinsertar nuevamente al expulsado en el ciclo
productivo.
Se tiende así, por ejemplo, a considerar el tiempo del desempleo como una condena, una condición
de impotencia y de inutilidad, y no, en cambio, como un momento en el cual poder vivir y procurarse
enriquecimiento educativo, superando de tal forma la alienación causada por la desocupación y por
un trabajo –en la mayoría de los casos– impersonal, esclavizante, pero productivo. De allí deriva,
asimismo, el lugar común de considerar al desempleado como un peso para la sociedad, un trasto profundamente inútil; no se utiliza esa condición para prepararse para una nueva función ocupacional que
requiera mejor formación, para garantizar una renta y permitirle al desocupado elegir las formas del
vivir social en función, también, de un tiempo liberado del trabajo. La condición de desempleado debe
ser sometida al capital completamente, sin conflictividad, hasta el límite incluso de la marginalización,
la desesperación, el suicidio social.
Durante largos períodos de desempleo, los potenciales trabajadores viven en condiciones de gueto:
encerrados bajo llave en una situación de desesperación económica. ¿Cómo podría ser de otra manera,
si ninguno está produciendo? Si no se produce ningún boom o emergencia, algunos trabajadores de
reserva se adaptarán en los bajos fondos del mundo del trabajo, pero para todos los otros será la
ruina. Falta de asistencia médica, dietas inadecuadas y competencia violenta por recursos limitados
son los medios del sacrificio. Como el conjunto de los sacrificados por el trabajo en los campos,
en Estados Unidos el ejército industrial de reserva está constituido principalmente (y aún más:
desproporcionadamente) por miembros de las minorías. Esta macabra cosecha extiende sus efectos
LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”
XXXIX
más allá de los mecanismos de la remoción: no basta la reclusión espacial (los guetos). Desde el
punto de vista de los conservadores, se ha hecho necesario instalar nuevas señales para hacer menos
vagos los confines entre subeconomía y economía de superficie. Por ejemplo, los llamamientos a
restablecer los valores de la familia funcionan como llamados eufemísticos para que el horror del
sacrificio de la mano de obra excedente sea contenido o devuelto a la oscuridad. Los valores de la
familia son un eufemismo para la reocupación militante de lo visible por parte de las fuerzas del
orden social, y no son en ningún modo interpretados como reclamo de abolición de la subeconomía:
al contrario, esta representación es solo otra espectacular manera de reencontrar y controlar el oscuro
límite entre las dos economías (Critical Art Ensemble, 1998: 89).
La contradicción más absurda del imperio del capital está justamente en despreciar el tiempo libre
y el enriquecimiento intelectual y práctico del tiempo libre fuera de las lógicas del capital. La desocupación y la siempre creciente precarización del trabajo y del vivir, en las sociedades occidentales,
es el espejo del límite histórico al que está llegando la producción capitalista. Frente a ese límite, la
comunicación desviante es utilizada para tornar compatibles con el sistema incluso a sus víctimas más
evidentes, los desempleados, los precarizados, destruyendo de antemano toda voluntad y posibilidad
de rebelión.
9. En el texto se presta atención a las modalidades concretizables del proyecto del imperio del capital en
el actual proceso de mundialización y, en consecuencia, también a la gestión del capital desde el punto
de vista subjetivo, para identificar cómo se decide, se comunica, se sigue y se controla el conjunto de
las operaciones gerenciales encaminadas a lograr el dominio de la lógica del mercado sobre todas las
entidades de valores que se liberan en la esfera social.
Se advierte así que, para alcanzar esos objetivos, el capital asume una forma-empresa, que es la
fábrica social en general, y una forma-institución, que es el profit State (el Estado de la ganancia),
estructuras de representación del modelo capitalista con modalidades diversas y articuladas de ser y
de actuar, las cuales, sin embargo, responden todas a las escogencias del modelo neoliberal conocido como posfordista, fuertemente caracterizado por los recursos inmateriales de la información y la
comunicación.
Se trata de un modelo centrado, de manera cada vez más acentuada, en la búsqueda de formas
flexibles de acumulación; es decir, basadas en criterios de flexibilidad productiva, de precariedad del
trabajo y de todo el vivir social, a partir de la valorización de los nuevos modelos comunicacionales
desviantes, capaces de imponer en su territorio el dogma cultural del mercado, de la ganancia, del vivir
según los principios de la empresa.
Nace así una forma de verdadero totalitarismo cultural, que utiliza para sus propias afirmaciones
un capital humano e intelectual homologado: el intelectual se convierte en función orgánica de la
clase dominante del profit State, sometido y funcional exclusivamente a las exigencias, a los valores, a
la lógica de la ganancia, del mercado, de la empresa, para procurar por todos los medios la destrucción
social y cultural de los “rebeldes”, de los no homologados.
10. A todo ello se opone el Tratado desde una manera simple de afrontar un mundo complejo: más que
la pertenencia a una escuela, una forma de vida; es decir, la unión indisoluble entre teoría y praxis en
el intento de contribuir a la crítica para la superación del modo de producción capitalista. Un “estilo”
de vida que ha sido el de los grandes revolucionarios, como el Che Guevara.
XL
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
El 7 de octubre de 1959, Fidel Castro anuncia el nombramiento del Che como jefe del Departamento de Industrias del Instituto Nacional de la Reforma Agraria. Fue en ese período que se concibió
el sistema de presupuestos, aplicado solamente en el sector industrial de la economía cubana. Tal
sistema fue la manera en que se organizó la economía estatal de Cuba en el sector industrial, con la
centralización en un fondo único de todos los ingresos de las empresas pertenecientes a dicho departamento. De ese mismo fondo se extraían los recursos para la gestión, según las previsiones y de acuerdo
con programas de ejecución que, a su vez, respondían a un plan anual. Entre 1961 y 1962 se inicia
la aplicación del sistema presupuestario, para eliminar la anarquía heredada y para reforzar el Estado
revolucionario, utilizando formas avanzadas de control, contabilidad y programación de la producción
que se hallaban en vigor en algunas empresas extranjeras radicadas en el país, y cuyo sistema era,
generalmente, centralizado. Se partía del principio de que las formas de gestión económica, desde el
punto de vista técnico, debían tomarse de donde estuvieran más desarrolladas, para luego adaptarlas a
la nueva sociedad.
La conformación del sistema se basaba en:
– Técnicas contables avanzadas que permitiesen un mayor control y una eficiente dirección
centralizada.
– Técnicas de cálculo aplicadas a la economía y a la dirección, como los métodos matemáticos
aplicados a la economía.
– Técnicas de programación y control de la producción.
– Técnicas de presupuesto como instrumento de planificación y control por medio de las finanzas.
– Técnicas de control económico por vía administrativa.
– Experiencias de los países socialistas.
En este sistema, la empresa no tiene disponibilidad líquida en una cuenta propia; consigna todo
al presupuesto nacional y gasta también de acuerdo con un plan, del que recibe todos los recursos
necesarios, por lo que no requiere utilizar créditos. El propio Che fue decidido crítico del sistema
presupuestario, sobre todo por cuanto respecta al papel de los cuadros, a las fallas del mecanismo de
administración y de control de calidad, a la falta de aprovisionamientos y los inventarios ineficaces, a
los problemas derivados de la amplitud óptima de las fábricas, etcétera. Una vez fijados los sistemas de
organización del trabajo, las normas de trabajo, remuneración y estímulo, y un control riguroso
de los procesos y los costos desde el mismo ministerio hasta el más pequeño establecimiento, para
organizar la salvaguarda de los recursos nacionales y tomar decisiones dirigidas a corregir los procesos
en Cuba, se exigía disciplina financiera, respeto a la disciplina contractual y a los estándares cualitativos, procesos todos estos para los cuales se concebía la participación amplia de los trabajadores y
del sindicato.
La construcción del socialismo y del comunismo es para el Che un fenómeno de producción, organización y conciencia. No es solamente una tarea administrativa-técnica-económica, sino más bien
ideológica-técnica-política-económica. ¡He ahí la síntesis teórica y práctica!
Por ejemplo, en su escrito La planificación socialista: su significado, traducido al italiano por Baldini
y Castoldi (1996, pp. 139-140), pone el Che Guevara en evidencia la gran diferencia entre cálculo
económico mercantil y ética del sistema social de valores:
LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”
XLI
Al ir desarrollando pragmáticamente nuestro sistema llegamos a avizorar ciertos problemas ya
examinados y tratamos de resolverlos, siendo lo más consecuente ‒en la medida en que nuestra
preparación permitiera‒ con las grandes ideas expresadas por Marx y Lenin. Eso nos llevó a buscar la
solución a la contradicción existente en la economía política marxista del período de transición. Al
tratar de superar esas contradicciones, que solamente pueden ser frenos transitorios al desarrollo del
socialismo, porque de hecho existe la sociedad socialista, investigamos los métodos organizativos más
adecuados a la práctica y la teoría, que nos permitieran impulsar al máximo, mediante el desarrollo
de la conciencia y de la producción, la nueva sociedad; y ése es el capítulo en que estamos enfrascados
hoy (...)
5) Para nosotros, “la planificación centralizada es el modo de ser de la sociedad socialista”, etcétera, y,
por tanto, le atribuimos mucho mayor poder de decisión consciente que Bettelheim.
6) Consideramos de mucha importancia teórica el examen de las inconsecuencias entre el método
clásico de análisis marxista y la subsistencia de las categorías mercantiles en el sector socialista, aspecto
que debe profundizarse más.
7) A los defensores del “cálculo económico” les cabe, a propósito de este artículo, aquello: “de nuestros
amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo”**.
11. Hay entonces, esencialmente, dos maneras de comprender la realidad económica. Una es aquella
que considera exclusivamente la realidad que se contabiliza en mercancías, en precios. Según ese punto
de vista, la competencia del economista no atañe a la economía del vivir, del trabajo y de la convivencia civil, sino que se restringe al estudio de los aspectos de la realidad que tienen una expresión
monetaria (por ejemplo, de acuerdo con esta concepción, el objeto de la economía aplicada se limita
exclusivamente a lograr la estabilidad de los equilibrios contables fundamentales: oferta y demanda,
importaciones y exportaciones, gasto e ingreso nacionales, cantidad de dinero y cantidad de producción, etcétera). Tal concepción, absolutamente dominante en el moderno paradigma neoliberal, se
basa en la idea de que en los hechos existen tan solo individuos programados para actuar, de manera
casi unívoca, en función de la búsqueda racional y sistemática del interés personal. Cualquier otro
incentivo, de naturaleza relacional, ética, ideológica, o determinado por los valores de la persona, es
considerado como no pertinente para la praxis del análisis económico (Ormerod, 1994, 1998: 44).
La otra perspectiva toma en cuenta el hecho de que, más allá de la realidad de las mercancías y los
precios, se puede considerar un cuadro económico más amplio o, quizá mejor dicho, un cuadro amplio
y socialmente económico que incluye, por ejemplo, el mundo de los precios como uno de sus tantos
componentes: uno que corresponde a la realidad de los valores. Según esta concepción, los fenómenos
estrictamente monetarios interactúan con los fenómenos económicos que no se expresan en forma de
precios y que derivan esencialmente del trabajo.
Tales fenómenos adquieren, a nuestros ojos, connotaciones de naturaleza social, relacional, conductual, integrando y ampliando nuestra consideración de los hechos monetarios. Por ejemplo, esta
concepción estima como un fenómeno económico de primera magnitud la explotación del trabajo
asalariado y argumenta que un tratamiento exclusivamente contable de los problemas económicos no
permite encontrar soluciones a largo plazo. Las páginas que siguen abordan los argumentos económicos según ese punto de vista.
** (n.t.) El texto original –en español– fue publicado por Cuba Socialista en junio de 1964. La versión que aquí se inserta ha sido
tomada de www.archivochile.com, que a su vez lo cita de Guevara, E. (1977). Escritos y discursos (t. 8), La Habana: Editorial de
Ciencias Sociales.
XLII
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
12. En el presente texto se quiere analizar, en primer lugar, la diferencia cualitativa del capitalismo
en relación con los sistemas económicos precedentes, en tanto que se trata de un sistema que se
centra en el rol del dinero en el proceso de acumulación y en el carácter mercantil del dinero y de la
fuerza-trabajo. En consecuencia, se introducen algunas nociones básicas de teoría económica, sobre
inversiones, ocupación, comercio, en las relaciones internacionales, y sobre el papel económico del
Estado, para ver cómo se traducen estos conceptos en la dinámica histórica del capitalismo. Por eso
se confrontan, en las páginas que siguen, los conceptos de crecimiento cuantitativo de la economía,
de la revolución tecnológica, la globalización neoliberal y el papel de las transnacionales y multinacionales6, sin olvidar el análisis de los desequilibrios territoriales y geográficos que se están produciendo
y el modo en que golpean las periferias del mundo capitalista. Para adelantar esta investigación, se
introduce la noción fundamental de “crisis económica” y las teorías de la crisis. Se subraya el papel
del comercio internacional y el carácter mundial del capital productivo, cada vez más condicionado
por las decisiones del capital financiero, para así brindar una descripción actualizada de las principales
relaciones internacionales que tienen lugar en el campo de la economía.
Se busca, por otra parte, profundizar en el conocimiento de las dimensiones estructurales de las
políticas económicas que se aplican actualmente en todo el mundo, mediante la presentación de la
concepción que está en la base de los programas de ajuste estructural y de las propuestas neoliberales
esenciales en materia de instrucción, mercado de trabajo, sistema financiero, políticas sectoriales y
reforma del sector público.
13. Es solo mediante el desarrollo comprehensivo de los temas abordados en los varios capítulos del
Tratado que podrá el lector encontrar los aspectos específicos del proceso de mundialización capitalista
en su fase actual y las argumentaciones que explican los nexos.
Cuanto se ha afirmado hasta ahora, sin embargo, indica a grandes rasgos el objeto del presente
trabajo y las categorías que se utilizan para dar expresión conceptual a masas de datos que, de otra
forma, serían en sí mismas poco significativas, y a representaciones parciales del proceso extensamente
difundidas (“cultura empresarial”, “de lo social”), pero que, precisamente por parciales, obstaculizan
antes que facilitar la comprensión del todo.
Se trata de unilateralismos que pretenden presentarse como absoluto, asumiendo momentos del
proceso como verdad única (financiación, cultura, progreso tecnológico, uso de la ciencia, hasta llegar
a la “cultura de las tres i”: impresa, inglesa, informática).
Por ese motivo, los economistas del “fenómeno parcial” son expertos en explicar lo que ya ha
sucedido, encuentran dificultad en explicar lo que sucede y son incapaces de prever lo que sucederá
en el futuro.
14. El encuadramiento creciente de los organismos estructurados específicamente para potenciar la
generación de conocimientos (universidades y centros de investigación) forma ya parte integrante de
las relaciones industriales y transforma a sus propios trabajadores pensantes en asalariados sometidos
directamente a una relación capitalista, obligados a orientar su pensamiento y su conciencia hacia la
producción de un saber susceptible de rápida mercantilización; o, si forman parte de instituciones
públicas, herederas de la institución medieval de la libertad de cátedra, supeditados a una serie de
presiones y condicionamientos (financieros, políticos, mediáticos, de carrera) a fin de que el trabajo
de producción de conocimiento se adapte a las necesidades de la acumulación de capital.
LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”
XLIII
También por ese motivo, la economía política y sus anexos y conexos (economía aplicada, política
económica y un largo etcétera hasta llegar, en Italia, a disciplinas muchas veces inventadas con el fin
clientelar de ocupar cátedras) no han de considerarse ciencias.
En general, en los países de capitalismo maduro, la derrota de los países del bloque socialista europeo ha seguido justificando la idea del capitalismo como único y último horizonte de la humanidad,
y con ello la afirmación en el ámbito de los estudios económicos –y por extensión universitarios– del
predominio absoluto del pensamiento neoclásico en el análisis y estudio de la macro y microeconomía
y de otras disciplinas más específicas en el área de la economía aplicada.
Nunca como hoy, a todas estas, se había sentido la necesidad de la crítica de la economía política
de Marx y de un análisis actualizado de la crítica marxista de la economía aplicada, para afirmar su
vigencia y su capacidad científica de análisis interdisciplinario en las nuevas condiciones.
He allí por qué retornar a la crítica de la economía política. He allí por qué este Tratado busca representar una crítica de la economía aplicada a partir de Marx y de la determinación real de la economía
política marxista, reconociendo también límites y errores.
15. La posible instauración de una auténtica democracia participativa de base es la idea de fondo que
recorre todas estas páginas; pero para que la ciudadanía universal sea también un derecho y no una representación, mucho camino queda por andar. A la verdadera ciudadanía universal se opone el sistema
perverso del capitalismo, que le da a quien tiene ya mucho y le quita a quien no tiene, concediendo el
poder del dinero solo a quien ya lo detenta, a fin de que lo utilice con el objetivo de hacer más dinero
para obtener más poder. En el sistema de la así llamada “sociedad de mercado” se subordina, en
realidad, la sociedad al mercado y el mercado capitalista es medio para dominar a la mayoría de los
ciudadanos.
La historia enseña a desconfiar de las modas políticas, sociales, económicas, académicas, que tienen
una vida efímera. No pocos textos neoliberales –e incluso aquellos aferentes a corrientes de pensamiento de la izquierda liberal progresista– que hoy día causan “furor”, expresan las condiciones e
ilusiones de los países más ricos del mundo en este presente y huidizo momento. Los verdaderos hitos
literarios dedicados a la construcción de la conciencia social, en cambio, pueden ser por un cierto
tiempo dejados en el olvido, pero resisten. No hacen furor ni ruido. Brindan una contribución de
otro tipo, más sedimentada, más lenta, menos espectacular, menos escénica. Incluso, muchas veces,
circulan de mano en mano de forma casi clandestina. Cuando una obra posee auténtica capacidad
de explicación y de comprensión de los procesos sociales, continúa brillando a pesar de los años, con
una persistencia que no se apaga. Resiste las olas y las modas y deviene en instrumento de formación
cultural y político-social.
A este respecto, Fidel Castro sostiene en su discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 17 de noviembre de 2005, en ocasión del 60° aniversario de su ingreso a esa casa
de estudios:
cuando supe lo que era el comunismo utópico, descubrí que yo era un comunista utópico, porque
todas mis ideas partían de: “Esto no es bueno, esto es malo, esto es un disparate. Cómo van a venir las
crisis de superproducción y el hambre cuando hay más carbón, más frío, más desempleados, porque
hay precisamente más capacidad de crear riquezas. ¿No sería más sencillo producirlas y repartirlas?”.
Por ese tiempo parecía, como le parecía también a Carlos Marx en la época del Programa de Gotha,
XLIV
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
que el límite a la abundancia estaba en el sistema social; parecía que a medida que se desarrollaban las
fuerzas productivas, podían producir, casi sin límites, lo que el ser humano necesitaba para satisfacer
sus necesidades esenciales de tipo material, cultural, etcétera.
Todos se han leído aquel Programa, y es, por cierto, muy respetable. Establecía con claridad cuál era
la diferencia, en su concepto, entre distribución socialista y distribución comunista, y a Marx no le
gustaba profetizar o pintar futuro, era sumamente serio, jamás hizo eso.
Cuando escribió libros políticos, como El 18 Brumario, Las luchas civiles en Francia, era un genio
escribiendo, tenía una interpretación clarísima. Su Manifiesto Comunista es una obra clásica. Usted la
puede analizar, puede estar más o menos satisfecho con unas cosas o con otras. Yo pasé del comunismo
utópico a un comunismo que se basaba en teorías serias del desarrollo social, como el materialismo
histórico. En el aspecto filosófico, se apoyaba en el materialismo dialéctico. Había mucha filosofía,
muchas pugnas y disputas. Siempre, desde luego, hay que prestar la debida atención a las diversas
corrientes filosóficas.
En este mundo real, que debe ser cambiado, todo estratega y táctico revolucionario tiene el deber de
concebir una estrategia y una táctica que conduzcan al objetivo fundamental de cambiar ese mundo
real. Ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena***.
Es en ese contexto que intenta, con ansia, insertarse este libro. Se trata de una reflexión sobre el
marco económico nacional, regional y mundial en el que se desarrolla la actividad cultural militante.
No se ofrecen recetas, sino más bien indicaciones y orientaciones para que se cumpla, con la lucidez
más amplia y profunda posible, el trabajo del lector, en las respectivas dimensiones socioculturales (estudiantes, investigadores, estudiosos, sindicatos, partidos, asociaciones ciudadanas de carácter cultural,
de solidaridad internacional, etcétera). El deseo es que la lectura de este Tratado se convierta en un
estudio que pueda hacer crecer la idea de la necesidad y la posibilidad real de construir, en la cultura y
en la fatiga, la superación del modo de producción capitalista.
Vuelve aquí el ejemplo del Che Guevara, que en La planificación socialista: su significado (trad. Baldini
y Castoldi, 1996: 26) escribe: “Teoría y práctica, decisión y discusión, dirección y orientación, análisis
y síntesis, son las contraposiciones dialécticas que debe dominar el administrador revolucionario”****.
Reforzar esa convicción, dándole un amplio aliento de cientificidad a dicha afirmación, es el objetivo
último de estas páginas.
Todo eso quiere también decir que la interdisciplinariedad y la multidisciplinariedad, entendidas
como cultura básica que sepa derrotar esa cierta visión aplanada sobre la univocidad mercadocéntrica,
constituyen un imperativo ineludible para el avance de la ciencia de la transformación social que
objetivamente se encuentra en curso y que puede tener desenlaces catastróficos o, por el contrario, positivos. Asumir esto como un principio de nuestra función docente, de nuestro papel de investigadores
y de intelectuales orgánicos del movimiento internacional de trabajadores es nuestro mayor desafío.
El Che tenía claro que en una sociedad nacida del capitalismo no se puede renunciar a nuevos
mecanismos económicos, pero entendidos como mecanismos de sostenimiento del trabajo político
y revolucionario; tenía asimismo claro que el camino por recorrer sería largo y a ese respecto declaraba, en sus escritos políticos, que el objetivo que debía perseguirse para construir el socialismo del
*** (n.t.) La versión aquí transcrita ha sido tomada del original en español, según aparece reproducido en la página www.cuba.
cu/gobierno/discursos/.
**** (n.t.) El texto original –en español– fue publicado por la revista Trabajo en julio de 1961, con el título de “Discusión colectiva,
decisión y responsabilidad única”. La versión que aquí se inserta ha sido tomada de www.archivochile.com.
LA ECONOMÍA: ENTRE CIENCIA Y “NO CIENCIA”
XLV
siglo xxi, era el de crear finalmente un hombre nuevo, capaz de hacerse cargo de las experiencias, de
las derrotas y de las esperanzas de la época presente, para convertirlas en semilla de la nueva sociedad.
Sobre ese sendero estamos hoy en camino.
­— notas —
1Sobre el análisis de tales procesos, véanse los varios análisis-encuestas publicados en Proteo, revista cuatrimestral de carácter
científico y de análisis de las dinámicas económico-productivas y de las políticas laborales, bajo curaduría del Centro de Estudios
y Transformaciones Económico Sociales (Cestes-Proteo) y de la Federación Nacional de las Representaciones Sindicales de Base
(RdB) (Italia), años varios, 1997-2006.
2 Para los argumentos tratados en esta introducción como planteamiento general y de fondo, fueron fundamentales las suge-
rencias críticas de A. Mazzone y las referencias a muchos de sus trabajos (véase la bibliografía).
3 “Los economistas, en particular, tienen notable responsabilidad para bien y para mal: las acciones de los políticos serán tanto
más eficaces cuanto más rigurosos y realistas sean los análisis que deben prepararles. Y aquí nos encontramos frente al problema de las condiciones en que se encuentra la teoría económica. Como he tratado de argumentar en este libro, esas condiciones son bastante infelices: la estructura fundamental de la teoría dominante es estática, justo en una época en la que las
innovaciones juegan un papel de gran relevancia, transformando y a veces sacudiendo la vida económica, o más bien la entera
vida social. En la teoría dominante se cierra el paso para el análisis dinámico, o se le introduce por medio de expedientes como
aquel de asumir desplazamientos de curvas que son estáticas, es decir, hipotéticas y fuera del tiempo; pero sin explicación alguna para aquello que se asume. En la teoría dominante se hace amplio uso de métodos matemáticos, que, por norma, brindan
garantía de rigor; pero el rigor es solo uno de los dos requisitos de las propuestas científicas: el otro es la relevancia. Cuando
ambos requisitos son satisfechos, la propuesta tiene eficacia interpretativa, que después de todo es lo que cuenta en cualquier
ciencia”. Cfr. Sylos Labini (2004: 114-115).
4Es difícil retomar los hilos de un discurso sobre la teoría y el análisis marxista en los tiempos actuales, caracterizados frecuen-
temente por el oscurantismo cultural, por el “liquidacionismo” de la historia del movimiento obrero y de la teoría marxiana y
marxista, es decir, de una parte fundamental del análisis científico de la sociedad que se llevó a cabo en los siglos xix y xx. Parece
que se vive en un período en el que se está realizando con metódica tenacidad un verdadero apartheid político-cultural contra
el pensamiento marxista, llegando hasta el punto de excluir las teorías de Marx de la “ciudadanía” científica y académica. Estamos en presencia del intento de ejecutar un proyecto de abatimiento de la identidad científica en la diversidad de los enfoques
culturales; y la homologación en una suerte de “pensamiento único” neoliberal, en sus diversas variantes y articulaciones,
también de “izquierda”, golpea a los estudiosos que hacen referencia a aquellas ideas, excluyéndolos del enclave de la ciencia
oficial.
5 Piénsese, por solo citar algunas de las orientaciones, en los libros de Fineschi (2001), Carandini (2005), Gattei (ed., 2002),
Mazzone (ed., 2002), Mazzone (en Quaderni Lavoro e p., 2005), Musto (2005), Vasapollo (ed., 2002; 2003; 2005), Vasapollo,
Petras, Casadio (2004) Vasapollo, Jaffe, Galarza (2005).
6 Aun si en adelante se utilizará en el texto mayormente el término empresa multinacional, quede claro que en esta la casa matriz
desempeña un papel predominante en lo que toca al proceso de decisión estratégica, mientras que en la empresa transnacional
se conjugan las exigencias de coordinación con aquellas capaces de favorecer la autonomía en el conjunto de experiencias por
parte de las filiales, sujetas a la dinámica de integración y dirigidas al intercambio de conocimientos, productos y servicios. La
empresa transnacional deja en manos de sus unidades en el extranjero la facultad de decidir sobre las funciones empresariales
críticas, que varían de un país a otro. La empresa multinacional clásica, en cambio, no exporta solamente un producto, sino
también un sistema cultural y conductual, que es impuesto rígidamente, a diferencia de la empresa transnacional, que sigue
una estrategia de adaptación e integración en el contexto del macrosistema ambiental que la acoge.
XLVI
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
primera parte
PARA UNA CRÍTICA A LOS FUNDAMENTOS
DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
Introducción
Por una reconstrucción crítica de la fase actual
del capitalismo en proceso de mundialización
1. Es preciso ubicar la economía actual en el ciclo histórico en el que estamos inmersos. Ese ciclo
comienza en los años setenta con una gran, y todavía no resuelta, crisis capitalista de acumulación, más
que de sobreproducción1, y se caracteriza por generar grandes transformaciones estructurales, entre
estas la redistribución de la pobreza y de la riqueza. Hay actualmente un aumento de la pobreza en
los países ricos y un aumento de la riqueza entre ciertos sectores de la población de los países pobres.
Si la competencia global es una ley del sistema, también lo son las de concentración y centralización
del capital, que generan la evolución cotidiana propia del capitalismo. Del mismo modo, el actual proceso de acumulación flexible significa mayor concentración y centralización. La concentración implica
que, por el proceso de acumulación, los capitales individuales se hacen más grandes, más poderosos.
Las pequeñas empresas que no tienen un grado suficiente de concentración no son eficientes y, tarde
o temprano, terminan bajo el dominio del gran capital, representado por las multinacionales. A través
del proceso de centralización, el pez grande se come al pequeño: los capitales crecen no solo por su
propia dinámica interna, sino asimismo porque se unen mediante fusiones y adquisiciones.
Actualmente asistimos a un acelerado proceso en ese sentido: el sector automovilístico, la industria
farmacéutica, la banca y el comercio2 se están centralizando a gran velocidad, dando lugar a enormes
cadenas empresariales diseminadas a escala planetaria y fuertemente diversificadas.
En pocos años, casi todos estos sectores de la economía serán dominados por unas pocas empresas
de escala mundial. Este proceso ha llegado a un punto en que el comercio internacional está subordinado a los flujos determinados por las grandes empresas en sus estrategias de localización mundial.
El comercio de productos finales entre países cede cada vez más espacio al comercio de componentes
entre filiales de una misma empresa, ubicadas en diferentes países en razón de la deslocalización productiva y del uso imperialista de las inversiones directas en el extranjero (IDE) y del comercio exterior.
2. Cumplida la transición de la era industrial a la posindustrial (o sea, de la información), hoy podemos
tranquilamente afirmar que nos encontramos ya en la fase de la posinformación y de la comunicación
desviante; en una fase simplistamente llamada posfordista y de la economía del conocimiento. La
información se encuentra muy personalizada, en el sentido de que los mensajes no son ya dirigidos a
grandes masas de personas, sino que tienden a ser calibrados en función de las exigencias y características de grupos cada vez más pequeños, hasta llegar al individuo mismo, para después extenderse a
enteros enclaves sociales. Vivimos en la era de la competencia global, pero en un ámbito productivo
individual y de soledad social.
El sistema empresa, por tanto, debe saber operar una mezcla entre los diversos tipos de comunicación para obtener, de cada tipo de información, el resultado comercial y social determinado por las
exigencias empresariales: su destinatario es la entera sociedad, concebida como conjunto de sujetos
aislados e incapaces, en consecuencia, de organizar el disenso en relación con el imperio del capital,
para el cual el control de la información es igual a dominio técnico-social totalizador.
La comunicación no solo se ha homologado a sí misma, sino que tiende a homologar también el
tiempo y el espacio, para hacerlos funcionales a sus intereses. De hecho, en la concepción capitalista
toda forma de tiempo libre, sea que se le emplee para el reposo, la regeneración o el trabajo intelectual
(que, cuando es verdadero e independiente, resulta a estas alturas denigrado porque “no es materialmente productivo”), es considerado tiempo perdido y es reducido hasta llegar a cero. Entonces, la
comunicación orientada invade incluso la esfera privada del individuo, en un intento por difundir
cada vez más el verbo del consumismo, convertido en fundamental para no ser excluidos de la masa,
de un mundo que no consiente la idea de ser distinto, puesto que el “no homologado” es un “distinto”
peligroso al que es preciso marginar y derrotar.
Gracias a la comunicación desviante, en el imperio capitalista se tiende cada vez más a la homologación, a la anulación de aquello que es distinto del estándar, de lo que es “otro”, de la alteridad.
La individualidad del hombre no es funcional a la doctrina capitalista, desde siempre inclinada a
considerar las cosas simplemente con base en su valor de cambio y a las personas como fuerza-trabajo,
causando así una reificación y mercantilización total de los recursos humanos y sociales. El derecho a
la infuncionalidad ha sido, por tanto, completamente anulado; derecho que, por el contrario, habría
que replantear con fuerza para derrotar uno de los peores males del capitalismo: la anulación del
hombre. Un derecho reivindicable a través de las diversas formas de reapropiación del tiempo liberado
del trabajo asalariado. En cambio, la comunicación desviante impone estilos de vida que también al
tiempo libre lo hacen funcional al modo de producción capitalista.
4
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
El concepto de trabajo abstracto es la mejor introducción para comprender la digitalización del
proceso productivo, que la difusión de la microelectrónica ha hecho posible y luego propagado.
Cuando se habla del capital como contradicción en proceso, Marx prefigura la asombrosa historia del
Novecientos, el siglo en el cual el capital, por instinto de conservación de su modelo económico-social,
destruye la potencialidad que él mismo ha creado en la esfera técnica. Y cuando preconiza el desarrollo
de las facultades creativas, artísticas y científicas, Marx intuye la intelectualización del trabajo que
caracteriza la transición posfordista. Llegado un cierto punto del desarrollo de la inteligencia aplicada
a la producción, el modelo capitalista funciona como jaula paradigmática, aprisionando la actividad y
la inteligencia bajo las formas del salario, de la disciplina, de la dependencia (...) La historia moderna
no avanza dialécticamente hacia un resultado positivo, no se ve en sus horizontes alguna superación
dialéctica. Aparece más bien como un dispositivo patógeno, como una doble atadura. ¿Y qué es una
doble atadura? (...) Una forma de comunicación paradójica, en la cual el contexto relacional se ve
contradicho por el contenido de la comunicación (...) En el plano histórico podemos decir que el
capital semiotiza el proceso tecnológico según un código (el código de la valorización económica) que
no es el adecuado para su contenido material y social. De ello resulta un sistema de malentendidos,
instrucciones contradictorias, superposiciones perversas (Berardi, 1998: 48).
Por otra parte, el período actual del capitalismo se caracteriza asimismo por la hegemonía del capital
financiero. El sistema bancario, que constituye la parte central del sistema financiero, es el mecanismo
básico de la centralización (no de la concentración, puesto que esta es resultado de la acumulación
que cumple cada empresa o capital privado). Por medio del dinero de sus clientes, la banca convierte
un conjunto de pasivos (depósitos) en activos (créditos). Por ejemplo, los trabajadores de una empresa
depositan sus salarios en sus cuentas corrientes en un banco, y este concede ese dinero a la empresa,
como crédito, para hacer una inversión en nuevas tecnologías que determina el despido de una parte de
su planta laboral.
¿Qué clase de democracia económica es esa?
3. Hoy la comunicación que sostiene el proyecto de la nueva fase del capitalismo es una comunicación
por la comunicación, que se reproduce a sí misma y no comunica otra cosa que la cultura de la ganancia, y que tiende a transformarse en comunicación nómada desviante, total, global. También ella es
mercancía, por tanto; una mercancía estratégica que transmite la cultura del imperio del capital en un
mercado ya mundializado, en el que la crisis de producción ha sido completamente suplantada y sustituida por la crisis de la distribución social de los bienes, del beneficio y de la riqueza comprehensiva
y socialmente obtenida.
La lógica de esta cultura, vehiculada a través de la comunicación desviante, es bastante vulgar y
limitada, pues no hace sino ponerse de parte de la ideología burguesa y tiene por único objetivo el de
enmascarar los intereses de clase que están detrás de cada teoría. Ese esfuerzo es obviamente necesario
para la afirmación del pensamiento neoliberal, pero debería ser consciente de sus limitaciones y dejar
intactas las raíces gnoseológicas de la ciencia y de su método general de investigación.
Desde este punto de vista, las necesidades de la academia italiana no derivan de ningún juicio de
valor, puesto que es de las condiciones subjetivas de la ciencia capitalista de donde derivan los juicios
de valor, la ideología y las doctrinas políticas.
De otra parte, el predominio ideológico en la crítica conduce frecuentemente a negaciones en
bloque. Como sugiere Joan Robinson (1959: 362):
Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
5
debemos admitir que toda doctrina económica que no sea formalismo trivial, contiene juicios
políticos. Pero es ingenuo escoger las doctrinas que queremos aceptar por su contenido político. Es
tonto rechazar un análisis porque no estamos de acuerdo con el juicio político del economista que
lo sostiene.
La economía política, “en el sentido más amplio de la palabra, es la ciencia de las leyes que rigen la
producción y el intercambio de los medios materiales de vida en la sociedad humana” (Engels)3. Ella
estudia el sistema de leyes que rigen la producción, la distribución, el intercambio y el consumo de
bienes materiales. La relación económica es una relación práctica, productiva, en la cual las personas
o clases sociales se realizan por medio de los productos de su trabajo, y viceversa. En estas relaciones
se define quién dirige el proceso de producción, qué se produce, cómo producirlo, quiénes y cuántos
tendrán acceso al mercado y en cuáles condiciones. Por este motivo, la economía política debe ser
considerada como un conjunto de leyes sociales que regula un sistema de producción y distribución
socialmente determinado.
4. Es costumbre considerar que la sustitución de la economía política por la así llamada economics*
se consuma a fines del siglo xix. La obra de Alfred Marshall y su esposa, Economia dell’industria [The
Economics of Industry], es presentada como el primer tratado sobre esta postura. En efecto, parece
pertinente comentar brevemente las premisas de ese trabajo desde el punto de vista del desarrollo de
la ciencia. La ciencia empírica moderna, que viene a desarrollarse a partir de los siglos xvi y xvii en la
Europa del Renacimiento, recorre constantemente las creaciones de representación idealizada de la realidad como base de los experimentos, los razonamientos y las proyecciones sobre la realidad. Trabajar
con esas idealizaciones no solo no es criticable, sino que constituye un instrumento esencial de la labor
científica, tanto para las ciencias naturales y matemáticas como para las sociales. El problema surge,
en el caso de estas últimas, cuando se pretende convertir tales idealizaciones en imaginarios compartidos de sociedades perfectas, a los cuales deberíamos aproximarnos a pasos cuantitativos, calculados y
calculables. Este tipo de utopía ocupa un lugar central en el pensamiento neoclásico, y parece ser una
característica de la ciencia de la modernidad. La competencia perfecta, la libertad de mercado, el libre
cambio, el equilibrio general, la teoría de la planificación estratégica de mercado, el funcionalismo y
su propuesta de institucionalización equilibrada, y muchas otras, asumen las hipótesis de previsión
perfecta (omnisciencia).
En el siglo xix se generaliza la filosofía del positivismo, la idea de la “tangibilidad” y el “realismo
formalizado” como evidencia principal de la ciencia. Las supuestas enormes virtudes del cálculo diferencial e integral, como el modelo matemático, comienzan a crear un ambiente de integralismo
científico, una especie de metafísica que sustituye la realidad concreta del mundo y, en la vida diaria,
los modelos teóricos.
El pensamiento neoclásico introduce profundos cambios en la metodología de la economía, que
comienza a caracterizarse por su renuncia a la teoría de la división social del trabajo, seguida por la
negación de la ley del valor y el abandono de la teoría del superávit o surplus, de la plusvalía y, por tanto, del análisis de las contradicciones de clase. Ello introduce una visión mercadocéntrica, en la que el
mercado de competencia perfecta es el criterio de medida y de regulación de toda la actividad humana.
* (n.t.) Economía a secas.
6
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
La renuncia del pensamiento neoclásico a la teoría del valor constituye un importante retroceso.
Mientras la economía fue concebida como ámbito de reproducción de la vida humana, la teoría del
valor pareció adecuada para tal análisis; pero cuando la economía, como ciencia burguesa, deviene
en administración de la escasez, desaparece ese elemento. Hacer de la administración de la escasez el
objeto de la propia teoría o análisis, significa orientar la visión económica sobre la base de la oferta y la
demanda. Es por ese motivo que se establece la teoría subjetiva del valor, primero el valor de utilidad
y luego la simpleza empirista y fetichista de la sujeción de los precios a la oferta y la demanda y sus
conceptos derivados: competencia, escasez, etcétera4.
En este rechazo no deben olvidarse los elementos ideológicos acerca de las consecuencias clasistas del análisis de Marx. Según Knut Wicksell (1851-1926), la teoría del valor-trabajo preocupaba
extremadamente a los neoclásicos porque se había transformado en un arma terrible contra el orden
existente: si el trabajo era la única fuente de valor, entonces todos los demás factores de producción
privados debían ser considerados como parásitos de la producción y su retribución, como un robo, al
ser el trabajo el único elemento con derecho a la remuneración.
De manera independiente surgieron la “escuela austríaca” y la de Jevons, en Inglaterra. A estas
siguieron Marshall, Walras y Pareto, de la así llamada escuela de Lausanne, quienes crearon las bases
generales del pensamiento económico marginalista. Esta escuela, que fue llamada de la utilidad marginal, refleja el desplazamiento de la oferta y el costo hacia la demanda del consumidor, haciendo así
de la utilidad un pertinente instrumento de análisis de las decisiones económicas. Estas categorías no
eran el resultado de un costo real, sino de la utilidad (subjetiva) marginal de las mercancías. Tales ideas
fueron sucesivamente refinadas hasta demostrar que no es la utilidad total la que determina el precio,
sino la utilidad para el último comprador. Esta interpretación alejaba ulteriormente del peligro de
contaminación de los clásicos, facilitando el uso de la matemática en la economía.
Los factores de producción comenzaban a abrirse camino en forma independiente y así el valor de
cada factor podía presentarse como una función de los precios de la mercancía que producía; ello dio
origen a la teoría de la utilidad marginal. En esta fase del pensamiento económico, el ciclo productivo
comienza a ser presentado como algo que tiene origen en las decisiones del consumidor y no en la
necesidad de autocrecimiento del capital.
Paul Samuelson, en su libro Economics, publicado en las principales lenguas del mundo, define la
economía como el estudio de la manera en que los hombres y la sociedad deciden, con o sin empleo del
dinero, usar recursos productivos limitados, que podrían tener aplicaciones alternativas, para producir
variadas mercancías en el tiempo y distribuirlas, para el consumo, entre las diversas personas y grupos
de la sociedad (Samuelson y Nordhaus, 2001: 25). Obsérvese cómo el objeto de estudio cambia hacia
el análisis costos-beneficios del mejoramiento de la distribución de los recursos.
Se sustituye así el proceso de producción y reproducción de la vida económica de la sociedad por
procesos de selección y cálculos para determinados fines. El objeto de la economía es para los neoclásicos la mejor forma de localización de los recursos para elevar su rendimiento; por tanto, la reproducción y la acumulación del capital se corresponden con la exigencia de esta racionalidad económica.
5. Las críticas contra esta interpretación de la economía no se hicieron esperar. Sismonde de Sismondi
(1773-1842) se lamentaba de cómo la economía política inglesa, envuelta en cálculos cada vez más
ocultos, se hacía progresivamente incomprensible, señalaba la necesidad de acercarse más a la vida y
Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
7
a la realidad, y llamaba a estar en guardia contra el surgimiento de todo tipo de ideas que llevasen a
perder de vista los hechos, como el considerar que el bien público se identifica con el aumento de la
riqueza, al margen del sufrimiento de los seres humanos.
Era ya entonces evidente el camino errado emprendido por los economistas, que había llevado a la
ciencia a un callejón sin salida por su total desprecio de los problemas reales. Se podría citar todavía a
un gran número de estudiosos, entre ellos, Leontief, Robinson, Galbraith (Assmann, 1997: 93-193),
que criticaron la persistente indiferencia de la ciencia económica en relación con su aplicación práctica
y con la explicación de los hechos reales. Actualmente existen ramas enteras de la teoría económica que
tienen como presupuesto una especie de inmunización, de negación ideológica de las críticas.
Sin embargo, la actitud de los así llamados “economistas clásicos”, con la cual se estrenaba la historia de esta pseudociencia, había sido todo lo contrario que tecnicista y, mucho menos, dogmática: las
obras de Marx, Malthus, Ricardo y Smith parecen realmente poco para los ejercicios de abstracción o
modelización, al privilegiar más bien la comparación con los fenómenos históricamente determinados
que caracterizaron la época y las naciones en las que vivieron, como fue, por ejemplo, el largo ciclo de
crecimiento registrado en vastas áreas de Europa y de América a mediados del ochocientos.
De aquella lección de realismo queda bien poco en la ciencia económica actual, en la que, con frecuencia, el modelo pretende incluir forzosamente la realidad de las cosas, con peligrosas desviaciones
ideológicas. Los credos ideológicos no se sostienen si no hay quien los asuma como base para aplicarlos como reglas del juego. Según Robinson (1959: 362), aunque muchos presupuestos de las teorías
económicas no puedan ser probados, tienen la capacidad de proveer hipótesis que pueden servir para
orientar la acción económica de las naciones y de las empresas. Estando así las cosas, el pensamiento
presupone los fundamentos ideológicos de la burguesía como clase dominante.
He ahí por qué la “no ciencia” económica hace del economista un cazador que va a atrapar hormigas cuando creía estar cazando elefantes...
6. Parece claro que la economía política marxista y el pensamiento neoclásico parten de presupuestos
ideológicos y científicos diferentes, aunque no necesariamente excluyentes (Figueroa, 2004: 198-199).
Estos dos puntos de vista deben coexistir y entrar en conflicto para explicar la realidad económica de
hoy. Esa coexistencia es parte de la dialéctica del pensamiento científico: la administración de la escasez
es hija de la dialéctica instrumental del medio y el fin (Marx, 1976: III, 49).
La teoría valor-trabajo es hija de la razón productiva en función de la vida humana. Adoptar la
teoría del valor-trabajo no significa rechazar los aspectos válidos de las otras. La ley de la oferta y
la demanda, por ejemplo, suministra una serie de indicaciones útiles acerca de las fluctuaciones de los
precios. No se debe pretender descartarla, pero es bueno integrarla dentro de una visión fundamental
que explique el nivel en torno al cual fluctúan los precios, nivel que es determinado por la teoría del
valor-trabajo.
Marx planteaba que si al salario, la plusvalía, el trabajo necesario y adicional se les despoja del
carácter capitalista, se mantienen en pie las bases que son comunes a todas las modalidades sociales de
producción. Por tanto, ambos análisis son necesarios y legítimos, y en la docencia y la investigación
se requiere una síntesis capaz de evidenciar el motivo por el cual entran en conflicto, cuáles son los
intereses sociales en juego.
8
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Desde el punto de vista académico, científico y práctico, la relación entre la economía política marxista
y el pensamiento neoclásico debe plantearse en términos de no exclusión absoluta, puesto que es
necesario considerar que este se compone de múltiples escuelas y tendencias, muchas veces contrapuestas entre sí; la acepción “pensamiento único” es útil solamente desde el punto de vista político general, pues sus aplicaciones en todos los modelos capitalistas no son iguales ni determinan los
mismos resultados.
7. Como hace evidente Ernesto Che Guevara (1964):
En El Capital, Marx se presenta como el economista científico que analiza minuciosamente el carácter
transitorio de las épocas sociales y su identificación con las relaciones de producción; no da paso a
las disquisiciones filosóficas.
El peso de este monumento de la inteligencia humana es tal que nos ha hecho olvidar frecuentemente
el carácter humanista (en el mejor sentido de la palabra) de sus inquietudes. La mecánica de las
relaciones de producción y su consecuencia, la lucha de clases, oculta en cierta medida el hecho
objetivo de que son hombres los que se mueven en el ambiente histórico**.
Es por eso que la crítica marxista de la economía, a partir de la crítica de Marx a la economía política, se desarrolla cada vez más sobre bases científicas, produciendo contenidos de crítica real y libre de
prevenciones, no solo ante la economía burguesa, sino también ante la economía política marxista, en
relación con la forma en que fue desarrollada y aplicada en muchos casos en los países del socialismo
del área soviética.
Queda claro que la economía política marxista es simultáneamente ciencia e ideología crítica, como
todas las demás. Paradójicamente, ella limitó su propio desarrollo al definirse únicamente como ciencia, con lo cual se paralizó e ignoró determinadas realidades en nombre de una verdad preconcebida
(Hinkelammert, 1997; 2001). La crítica no puede tener por objetivo el transformar la ciencia en un
poder absoluto; en Marx, la crítica del pensamiento que lo precede conduce a un pensamiento de
síntesis.
La racionalidad de tipo económico debe conectarse con la racionalidad social del modelo, y no al
contrario; en otras palabras, la racionalidad social necesita de la realidad económica como premisa,
pero esta última no expresa automáticamente la racionalidad social. No se trata ni de la cantidad ni de
la calidad de los bienes o servicios, sino más bien del modo en que estos se producen y de las relaciones
sociales que a largo plazo derivan de ese modo de producción.
Por ejemplo, según las ideas del Che Guevara, ese elemento podía poner en peligro la existencia
misma del socialismo, preparando su reversibilidad. A este respecto, refiriéndose a un párrafo del
Manual de economía política de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, en el cual se afirmaba
que no existía una fuerza capaz de restaurar el capitalismo en aquel país y de minar el campo socialista,
escribió Guevara:
** (n.t.) La presente cita ha sido aquí transcrita del original en español, según lo reproduce el sitio web www.marxist.org.
Corresponde a un texto publicado por primera vez bajo el título “Sobre el sistema presupuestario de financiamiento”, en
Nuestra Industria, Revista Económica, Nº 5, febrero de 1964, La Habana.
Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
9
Afirmación que puede ser objeto de discusión. Las últimas revoluciones económicas de la URSS
se asemejan a las que tomó Yugoslavia cuando eligió el camino que la llevaría a un retorno gradual
hacia el capitalismo. El tiempo dirá si es un accidente pasajero o entraña una definida corriente de
retroceso.
Todo parte de la concepción de querer construir el socialismo con elementos del capitalismo sin
cambiarles realmente la significación. Así se llega a un sistema híbrido que arriba a un callejón sin
salida o de salida difícilmente perceptible que obliga a nuevas concesiones a las palancas económicas,
es decir al retroceso (2006: 112)5.
Por otra parte, es necesario contextualizar la crítica, considerando las hipótesis y condiciones de
cada modelo y fase del capitalismo.
8. Hoy, en la actual fase de la competencia global capitalista, hay la propensión a someter completa-
mente el mundo, en toda dimensión y no solo en la económica, en todos los campos de lo humano,
a la configuración de la empresa y de la ganancia, y quien sufre las mayores consecuencias es el individuo –singular y socialmente–, que se deja homologar sin oponerse, renunciando a su libertad y
personalidad; cosa quizá ya por demás descontada, puesto que cotidianamente se reciben estímulos
para convertirse en masa homologada, para asimilarse al imperio del capital.
De hecho, los espacios y tiempos se hacen cada vez más reducidos y funcionales a la difusión de
las ideas dominantes del capital comunicacional. Los medios de comunicación de masas, las computadoras y la telefonía móvil han convertido el globo en un pueblo pequeño, no solo por motivos
informativos y culturales, sino también para hacer frente a las exigencias de un mercado día a día más
mundial y para difundir e inculcar en la gente la mentalidad de la mercantilización: cada cosa tiene un
precio, un preciso valor de cambio.
Entonces la ideología capitalista y la cultura de empresa transmitida de variadas maneras a través
de la comunicación nómada desviante, influencian no solo el intercambio sino también la producción
y el consumo, en tanto que la primera deviene en comunicación –piénsese tan solo en el ejemplo del
teletrabajo– y el consumo, como consumo de mercancía-mensaje y viceversa, resulta en comunicación;
y aquellos que controlan la comunicación desviante son los agentes de la nueva clase dominante en el
imperio del capital posfordista.
La comunicación, en su forma social capitalista, se caracteriza por la tendencia a realizarse de manera total, sea en lo que concierne a la extensión, sea en lo que respecta a aquello que puede ser
comunicado en el ámbito de la circulación de personas, bienes (y servicios) y mensajes. Bajo el modo de
producción capitalista, comunicación es mercado, y el intercambio es esencialmente intercambio
de mercancías (...) también los mensajes se convierten en mercancías, de la misma manera como
las mercancías no podrían ser mercancías si no fuesen también mensajes. Como la circulación de
mensajes-mercancía –antes que mercancías-mensaje–, y como la circulación de personas mediante
medios de circulación que son también mercancía, toda la comunicación resulta convertible en
mercado (Ponzio, 1997a: 53).
El “tiempo libre de los pocos”, el de aquellos que, como clase dominante, detentan el control de la
comunicación, es visto bajo la misma exigencia de evitar la pérdida de tiempo –mediante la aceleración
de la comunicación y la eliminación de los intervalos y las mediaciones entre propósito y realización–
que caracteriza “el tiempo libre de los muchos”. Con la evidente diferencia, sin embargo, de que los
primeros pueden generalmente, y en ciertos aspectos exclusivamente, disponer de los medios para hacer
cumplir tal exigencia (Ponzio, 1997a: 56).
10
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Sin embargo, a pesar de ese intento de hacer funcional el tiempo libre, el capitalismo sigue produciéndolo, y de manera siempre creciente, bajo la forma de desempleo estructural y de empleos
intermitentes y precarios, con modos de vida y de reacción sometidos a las dinámicas del imperio del
modo de producción capitalista. Marx pensaba que el sistema fabril había resuelto los problemas de
la producción, vale decir, la escasez del producto y de sus frutos. Pero intuyó un nuevo problema: el
de la distribución. La crisis de la distribución habría a su vez conducido a la revolución, con la cual
los victoriosos trabajadores habrían cambiado radicalmente los itinerarios de la distribución burguesa.
Esta especulación siguió tomando forma incluso mucho más tarde, en las visiones utópicas –tanto
como bien ejemplificadas– de René Clair en la película A nous la liberté [Para nosotros la libertad].
El film describe una época ubicada tras la gloriosa revolución, en la cual los trabajadores disfrutan la
vendimia de un “cero trabajo” y viven solamente para festejar, beber y cantar, mientras las máquinas
trabajan para producir los bienes necesarios para el advenimiento de esa utopía. Todas las principales corrientes del arte moderno (futurismo, constructivismo, Bauhaus) ilustraron esa inminente
utopía secular.
Sería, sin embargo, injusto endilgar a Marx la culpa del frecuentemente embarazoso optimismo
del Novecientos. Aun habiendo demostrado que una economía capitalista racionalizada podría poner
fin al problema de la producción, Marx comprende también que no basta con las mercancías para
satisfacer a las personas. Y prevé que, en la era del capitalismo, al aumento de la producción correspondería un aumento de la alienación de nuestra humanidad con respecto a los procesos económicos, los
productos de la economía y los demás seres humanos. En términos de condiciones psíquicas individuales, las cosas no mejorarían, sino más bien empeorarían de una torcida manera. Según Marx, una
vez examinadas otras variables, más allá de las productivas, no existía ningún avance social “unilineal”
(Critical Art Ensemble, 1998: 63-64).
9. Actualmente, en plena época de declinante “éxito” ideológico del neoliberalismo, existen variadas
fuerzas, partidos, instituciones y estudiosos –muchos de los cuales habían tenido algo que ver con el
marxismo– que discuten el beneficio real, para algunos sectores sociales de masas, particularmente
los menesterosos, de haber implementado la política económica del capital. Si se tiene en cuenta que
el proyecto social (capitalismo atemperado de carácter social) de reestructuración capitalista consiste
esencialmente en procesos regresivos de distribución de la riqueza, que permiten incrementar la acumulación mientras se reduce el consumo por parte de la población, no hay duda de que también este
modelo tiene efectos positivos solo para algunos sectores de la sociedad; vale decir, los privilegiados.
La profunda transformación que ha sufrido el mundo con la así llamada globalización de los procesos económicos y sociales, hecho que configura la actual fase imperialista de competencia global, ha
permitido exponer con claridad los límites de muchos paradigmas teóricos, cuyos núcleos duros se
ven debilitados o superados. Para Guadarrama (1996: 325), “ninguna concepción del desarrollo de la
sociedad ha podido transitar sin tropiezos por el complicado sendero de la historia”.
Toda teoría económica es signo del período en que fue escrita y aquellas que tienen la fortuna de
predominar están en constante lucha con otras concepciones. La desaparición del campo socialista
y el paso del bloque de Europa Oriental a la economía de mercado, han obligado a una profunda
transformación en el sistema de referencia internacional por parte de los marxistas y, sobre todo, de
países socialistas como Cuba, incluso con formas de acomodamiento económico interno que inciden
Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
11
sobre aspectos importantes del modelo económico allí aplicado. Pero es en los países capitalistas,
y particularmente en los llamados avanzados, donde se cierra con mayor violencia el debate con el
pensamiento marxista, postulando el capitalismo y la economía burguesa como única verdad para la
humanidad. Esto se verifica sobre todo en la academia, en la docencia y –valga como ejemplo– en los
programas de estudio de los cursos de economía. Hasta los años setenta fue tangible la presencia de
materias de crítica al pensamiento dominante: una diversidad de textos de autores marxistas, en los
cuales predominaba un enfoque global de la economía como ciencia social.
En los últimos años, el sistema imperante de dominación ideológica ha llevado incluso a muchos
estudiosos a renegar del marxismo para no ser acusados de anticientificidad; ese ha sido, en la academia
italiana, el precio que muchos han escogido pagar para afirmarse, hacer carrera, convertirse en hombres
de poder, sin renegar del método de análisis de clase, sino más bien pasando a defender los intereses de
la otra clase. Poniéndose de parte del capital contra los trabajadores.
Se introducen así, en la instrucción universitaria, cursos orientados exclusivamente a la profundización del pensamiento neoclásico, produciendo la expulsión, fuera del ámbito científico oficial, de
la crítica marxista de la economía e impidiendo la confrontación directa entre la economía política
marxista, la macro y microeconomía y otras así llamadas ciencias económicas aplicadas de contenido
más específico, que parten de la perspectiva teórica e instrumental neoclásica.
Las relaciones interdisciplinarias, en todo caso, constituyen un complejo problema metodológico
y científico, dado que el objetivo final de la interacción no es la ciencia en sí, sino el perfil profesional
del futuro graduado y su campo de aplicación en el mercado. En un sentido general, afirmar, como
se hace hoy en las universidades italianas, que nosotros los críticos marxistas de la economía no merecemos espacio científico porque el marxismo no se adapta a la interdisciplinariedad de los currículos
estudiantiles, significa esconder que la interdisciplinariedad así entendida es aquella que se centra en
las reglas del mercado y la ganancia, en las lógicas neoliberales, sepultando así la cultura general que
debería exaltar la diversidad. Para hacer pasar ese mensaje se recurre una vez más a todos los recursos de
la comunicación desviante, no solo a través de los “nuevos” contenidos de las disciplinas académicas,
sino utilizando el conjunto de medios de una propaganda omnipenetrante que hace del estudiante un
cliente; de la universidad, una empresa; de la cultura, una mercancía.
10. Aun cuando el pensamiento económico actual homologa y engloba en sí mismo cualquier trabajo
intelectual y todo tipo de ciencia, se sigue mirando en esa dirección con expectativa y deseo de continuas innovaciones tecnológicas que puedan acelerar no solo los tiempos de producción sino también
los del intercambio y la venta.
Keynes, los poskeynesianos y los neoclásicos encuadran la economía en un modelo en el que pocas
constantes dirigen el mecanismo entero. El modelo que necesitamos debería hacer ver la economía
como ecología, ambiente, y estar compuesto por unas cuantas esferas interactivas: una microeconomía
de los individuos y de las empresas, especialmente multinacionales; una macroeconomía de
gobiernos nacionales y una economía del mundo. Toda teoría económica precedente postulaba que
una economía controlase totalmente las otras, como simples funciones independientes (...) Pero la
realidad económica está hoy compuesta de variables parcialmente dependientes. Ninguna controla
totalmente las otras. Ninguna es controlada totalmente por las otras. Y ninguna es plenamente
independiente. Una tal complejidad puede a duras penas ser descrita. No puede ser analizada y no
permite predicciones. Para hacernos de una teoría económica que funcione, necesitamos una síntesis
12
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
capaz de simplificar esta complejidad. Pero por el momento no hay señales de esa teoría. Y si no surge
una nueva síntesis, podemos decir que hemos llegado al fin de la teoría económica (Drucker, 1988:
149-150).
11. Escribir hoy de marxismo sería un mero ejercicio teórico si no fuésemos capaces de “actualizar” las
categorías marxistas para comprender el capitalismo contemporáneo. Si es cierto que uno de los más
grandes legados del revolucionario de Tréveris*** es el representado por su metodología, a través de la
cual es posible leer e interpretar las tendencias de la economía capitalista para poder luego accionar por
su destrucción y superarla en el socialismo, entonces ningún marxista debe preocuparse por el hecho
de que Marx no lo haya “dicho todo”: ¡sería tonto, más bien, pensar lo contrario!
Por curso inexorable de sus propias leyes económicas, el capitalismo será superado, sin duda, por
un nuevo régimen de producción, seguramente capaz de resolver las contradicciones latentes en la
economía y la sociedad capitalistas.
Parafraseando a Engels: la organización social de los hombres, impuesta por la naturaleza y la historia, será a partir de un determinado momento, y como resultado de la acción de las leyes económicas,
obra propia y libre. Los poderes objetivos y externos de la historia se desplegarán bajo el dominio del
hombre mismo. Solo a partir de ese momento esbozará el hombre su historia con plena conciencia de
lo que hace. Y solo a partir de entonces comenzarán las causas sociales a producir, prevalentemente y
cada vez en mayor medida, los efectos deseados; será como el salto de la humanidad del reino de la
necesidad al reino de la libertad.
A medida que crecía el movimiento de masas, crecía también la necesidad de comunicar a esas
masas, de una manera accesible, los contenidos principales del marxismo, teoría que representaba los
intereses de los explotados. Hacia 1893 comenzaron a circular en Europa los primeros resúmenes de
la obra de Marx y fue Engels en esa tarea el más grande sostén. En 1921 se publica el primer texto
sobre marxismo, de Bujarin, fuertemente criticado por Gramsci y Lukács en razón de su contenido
reduccionista de la complejidad y su esquematización. Esa limitación real de los manuales y textos hace
que se produzca, tras la muerte de Lenin, una pérdida de la cosmovisión revolucionaria del marxismo
y un profundo déficit de nuevas ideas y conocimientos. El marxismo ortodoxo se oficializó en la dimensión propagandística burocrática y se dogmatizó. Fueron criticados, y a veces además etiquetados
como antimarxistas, con la consecuente exclusión de la corriente principal, pensadores como Gramsci,
Lukács, Althusser, Che Guevara y otros que no quisieron renunciar a su propia originalidad.
El dogmatismo condujo a diversas interpretaciones extremas del marxismo, a un cierto teoricismo y
a la pérdida de contacto con la realidad, tanto del mundo socialista como del capitalista; es esa una de
las razones por las cuales el marxismo crítico e innovador no pudo concentrarse y denunciar eficazmente y a tiempo las contradicciones existentes en el campo socialista, que lo llevaron más tarde al colapso.
12. Ya Engels, en varias cartas (a Francisco Mehring en 1883 y a Bloch en 1890), reconocía con
honestidad que el énfasis puesto por él y Marx en el contenido económico había llevado al excesivo
economicismo de sus discípulos. Hoy puede afirmarse, más de un siglo después, que una parte considerable del marxismo desde entonces difundido ha manifestado una incapacidad real de desmentir
esta sentencia de Engels.
*** (n.t.) Trier, la ciudad alemana donde nació Carlos Marx.
Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
13
Fueron difundidas muchas verdades que no eran tales, como aquella del mito de la crisis general
del capitalismo, olvidando el principio marxista de la unidad entre lo absoluto y lo relativo como
camino para comprender la práctica en general. La interpretación del sistema de contradicciones del
capitalismo como un proceso lineal, que marcha hacia el socialismo a través de etapas sucesivas de
profundización de su crisis general, no solo es inconsistente, sino que no concuerda con la práctica.
Se cometió un grave error de previsión al sobrevalorar las crisis de crecimiento del sistema en determinados períodos e interpretarlas como una crisis estructural del modelo de producción capitalista.
Esto creó la confusión de concebir esta crisis como la posibilidad real de una caída de los pilares fundamentales del sistema en un tiempo no lejano; el mundo subdesarrollado, donde las contradicciones del
capitalismo son cada vez más agudas, era presentado como el lugar de la expansión del ideal socialista y
revolucionario. Todo ello provocó un gran conflicto con la práctica: una situación revolucionaria tiene
diversos niveles de maduración y, por tanto, puede arribar o no a niveles de ruptura; al mismo tiempo,
la maduración de una situación prerrevolucionaria y su conversión en revolucionaria propiamente
dicha, no es de por sí garantía del triunfo de una revolución que, a su vez, puede no ser necesariamente
socialista. Estas condiciones reclaman todavía un conjunto de factores adicionales, como el papel de la
subjetividad comunista y de las vanguardias, la forma en que se articulan los diferentes movimientos
políticos y la importancia de la correlación internacional de fuerzas.
Lenin descubrió que la transición del capitalismo a un régimen superior podía realizarse en un solo
país, y aun bajo determinadas circunstancias aparentemente desfavorables, acaso en los eslabones más
débiles del sistema y no en aquellos donde el capitalismo hubiese agotado sus posibilidades de desarrollo, como previeron Marx y Engels. Esto torna más traumática toda transición, con el riesgo, incluso,
de que sea esa la causa del fracaso de algunos movimientos revolucionarios, y ello no solamente en los
países donde el capitalismo no había concluido siquiera con la formación del Estado-nación.
Tras la crisis de la Europa del Este, se reestructuró el sistema de contradicciones del mundo
contemporáneo: el conflicto entre socialismo y capitalismo fue transferido al de las contradicciones
intercapitalistas, como la que se da entre los intereses de los Estados imperialistas y los de los países
explotados del Tercer Mundo, o en la competencia global entre bloques imperialistas, hoy disfrazada
de globalización de las interdependencias e interconexiones.
No se pierda de vista la tesis del Che Guevara, según la cual muchos países subdesarrollados, a
pesar de ser objeto de la más brutal explotación, tienen gobiernos – hasta democráticos y progresistas–
aliados al capital financiero internacional: son, en una perspectiva más realista, polos semiperiféricos
de expansión del capital.
Contra la ortodoxia y la superficialidad que con frecuencia han infectado asimismo a muchos
intelectuales que, en las décadas pasadas, han competido en la triste batalla de las citas, para aducir a
su favor esa frase de Marx, aquella expresión recóndita; contra esos mismos pensadores que, cuanto
más han utilizado el verbo marxista para apalear a los “desviacionistas”, tanto más rápidamente se han
pasado, con armas y bagaje, al servicio del capital; contra esa utilización impropia y mística, además de
políticamente (partidistamente) interesada, de Marx y de su obra, hoy los militantes, los intelectuales
marxistas, partiendo de la lección del “maestro de la crítica de la economía política”, deben estar en
grado de conducir una cerrada y despiadada crítica contra las nuevas formas que ha asumido el capital.
Al intentar un esbozo de ese camino, nos ceñiremos a algunos temas que consideramos centrales en la
actual dinámica del modo de producción capitalista.
14
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
13. Una de las características esenciales del modo de producción capitalista es que los empresarios
“compran” a los trabajadores, o mejor dicho su fuerza de trabajo, para producir bienes y servicios con
el objetivo de obtener una ganancia.
En un sistema económico capitalista, la mayoría de los bienes y servicios son producidos en las dependencias de un patrón (los llamados hombres de negocios, capitalistas o directivos de empresa) que
busca obtener ganancias vendiendo esos bienes y servicios en el mercado. La mayoría de las personas
que producen mercancías en una sociedad capitalista, trabajan para otra persona (el patrón) y reciben a
cambio un sueldo o salario. Incluso en la subeconomía o sector informal, la mayor parte de los trabajadores son asalariados6. Por tanto, en la economía capitalista el trabajo se organiza en función de la ganancia; los productores de mercancías (para el mercado) no son los trabajadores, sino el capitalista o
gerente que en ellos delega la tarea; y los bienes, los servicios y el tiempo de las personas (trabajo) se
intercambian a través de los mercados.
Para comprender el capitalismo debemos responder algunas preguntas fundamentales:
– ¿Cómo se organiza el trabajo?
– ¿Cómo funcionan los mercados?
– ¿Quién determina el monto de la ganancia y el monto de los salarios?
– ¿Quién determina las tecnologías?
– ¿Por qué algunos trabajadores ganan más que otros?
Las posibles respuestas que se pueden dar a estos interrogantes dependen, en gran medida, de la perspectiva con la que veamos la realidad económica; es decir, del tipo de teoría que se decida adoptar para
interpretar la realidad. Nuestra escogencia de campo es la de la crítica de la economía política de Marx.
Ciertamente, la teoría marxiana, y luego el marxismo****, no tienen las características típicas de las
así llamadas “ciencias burguesas”. El marxismo interpreta las leyes de las ciencias naturales, sociales
y económicas como un aspecto de la realidad concreta, un aspecto real y casi siempre independiente
de la voluntad del individuo; hechos estrechamente conectados con las relaciones –y la correlación de
fuerzas– entre las clases y con la modalidad del conflicto capital-trabajo en un determinado período
histórico.
Para llegar a ese resultado, se necesitan los más de 40 años de estudio que permitieron a Marx,
en primer lugar, apropiarse de los instrumentos de la economía política, para luego someterlos a una
crítica cerrada; elaborando así, siempre en clave científica, una teoría compleja para su superación y,
con ello, para la superación del modo de producción capitalista.
14. En las varias partes del Tratado se colocará siempre al centro del análisis la esfera productiva (el pro-
ceso productivo, como unión de proceso de trabajo, proceso de valorización y proceso de circulación),
identificando, en la relación capital-trabajo, la dialéctica que funda el modo7 de producción capitalista,
que es también la contradicción inmanente y fundamental del modo-movimiento mismo y de la cual
**** (n.t.) Como es usual en italiano y algunas otras lenguas, el autor utiliza aquí –y a todo lo largo de su Tratado– el término
“marxiano” para referirse a la obra de Marx, propiamente dicha, y “marxista” o “marxismo” para aludir al pensamiento al que
esta, posteriormente, ha dado pie. En la presente traducción, sin embargo, se ha optado por el uso común de “marxismo” o
“marxista” para ambos casos, como se encuentra ya asentado en habla hispana.
Por una reconstrucción crítica de la fase actual del capitalismo en proceso de mundialización
15
derivan –o por la cual son en cualquier caso influenciadas– las demás contradicciones internas de
la sociedad capitalista. Si la contradicción capital-trabajo es la fundamental, entonces es fuente del
dinamismo pero también de la contradicción del modo-movimiento de producción capitalista.
En este Tratado, en todo caso, por su misma naturaleza, no se podrá afrontar de manera orgánica
el análisis del proceso laboral, en todas sus facetas e implicaciones. Se buscará, de todos modos, poner
de relieve su centralidad en la explicación de buena parte de los fenómenos y de las tendencias típicas
del modo de producción capitalista.
­— notas —
1Sobre este tema en particular, cfr. Pala (1981), donde entre otras cosas se someten a férrea crítica todas las varias teorías “sub-
consumistas” acerca de las crisis económicas (de Luxemburg a Keynes y a Sweezy).
2Ese proceso, fácilmente observable desde hace décadas –si no siglos– por cuanto concierne a la formación de monopolios y
oligopolios de las materias primas, hoy es pavorosamente creciente aun en ámbitos poco menos que vírgenes unos pocos años
atrás: piénsese en el agua, la biodiversidad, etcétera (hemos llegado incluso a la gestión monopólica del proceso de elaboración
de mapas del DNA de poblaciones enteras: véase el caso de Islandia). Sobre esta y el conjunto de caracterizaciones directas e
indirectas –en términos económico-productivos y sociopolíticos– de la actual fase de la mundialización capitalista, de aquí en
adelante serán frecuentes en el Tratado las referencias, aun si no siempre explícitas, a trabajos previos del autor y particularmente a Martufi, Vasapollo (1999; 2000a; 2000b; 2000c; 2003); Cararo, Casadio, Martufi, Vasapollo, Viola (2001).
3Citado en Muñoz (2004: 55-63).
4 Para una reconstrucción crítica de los orígenes de la escuela marginalista y una confrontación directa de esta con la crítica de
la economía política marxista, cfr. Bujarin (1970).
5 A este respecto, en el XX aniversario de la caída en combate del Che, señalaba Fidel: “hay muchas ideas del Che que son de
una vigencia absoluta y total, ideas sin las cuales estoy convencido de que no se puede construir el comunismo, como aquella
idea de que el hombre no debe ser corrompido, de que el hombre no debe ser enajenado, aquella idea de que sin la conciencia, y solo produciendo riquezas, no se podrá construir el socialismo como sociedad superior y no se podrá construir jamás el
comunismo” (Castro, 1987: 93-117).
6La relación de trabajo asalariado va por tanto más allá de la forma jurídica más o menos válida, “encarnándose” en la sustancia
de la relación social instaurada entre el que “da trabajo” y el trabajador.
7 “Marx siempre usó la locución ‘modo de producción capitalista’. No casualmente, porque ‘sistema’ es un concepto ‘absoluto’,
indeterminado, inconexo, siempre idéntico a sí mismo y, como tal, una abstracción ‘mental’, contraria entonces al método de
Marx, fundado en la ‘abstracción real” (Ciufo, 2001: 195).
16
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
­c apítulo i
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
1. La esencia del capitalismo
1. En primera instancia, debe paragonarse aquello que es capitalismo con lo que no es capitalismo, a
través de estas dos fórmulas:
M - D - M*donde M = M* (circuito no capitalista)1
D - M - D*donde D < D* (circuito capitalista)
M = mercancía
D = dinero
En este enunciado se resumen casi 100 años de comprensión de la economía, desde la clásica,
pasando por Marx, hasta Keynes2 (salvo la ortodoxia liberal, que interpreta la realidad de manera muy
distinta). En estas dos fórmulas está la diferencia específica de lo que es el capitalismo.
2. No era capitalista la economía china del siglo vii, o la de los romanos en el Mediterráneo, porque
ambas se correspondían con la primera de las fórmulas del párrafo anterior. En todas esas economías,
incluida la de los viejos países socialistas de la Europa Oriental, la actividad económica consistía en
un intercambio de mercancías por otras mercancías, por medio del dinero. En estos intercambios, las
mercancías tienen el mismo valor: M = M*. Un zapatero vende sus zapatos y el dinero que obtiene lo
utiliza para comprar dos camisas. Por tanto, las dos camisas tienen el mismo valor que los zapatos. Es
un intercambio equitativo: quien da, recibe el equivalente de aquello que da. Es el principio fundamental de la igualdad; el principio del intercambio es un principio igualitario: así funcionan todas las
economías que se definen como economía “con mercado”.
A fin de que este sistema funcione, basta con que las personas se especialicen en producir algo que
otros necesiten, vendan su producto en el mercado y reciban por ello un dinero; en pocas palabras, la
división social del trabajo es una premisa. En estas economías, “dinero” no es equivalente a “poder”. El
dinero es un medio de cambio y un equivalente universal de los valores. La gente puede tener dinero,
pero eso no les otorga un poder de decisión sobre la dinámica de la sociedad. En las sociedades arcaicas
construidas sobre este modelo, el poder político estaba en manos de los patricios, de los senadores, de
los políticos o de los reyes, que no necesariamente eran quienes controlaban la actividad económica.
3. El capitalismo no es una economía con mercado, sino una economía de mercado. Y hay en esto algo
más que una sutil diferencia sintáctica.
Si en los otros sistemas económicos de intercambio la división del trabajo permite un mejoramiento
del nivel de vida y del disfrute de los bienes materiales, en el capitalismo el objetivo no es el intercambio equivalente. La actividad no comienza con dos personas que cumplen un trabajo productivo y
venden sus productos en el mercado para así conseguir mejorar su propio nivel de consumo. El circuito
económico comienza con el dinero (D). El dinero, entonces, no es ya un medio para organizar el
mercado y facilitar el intercambio, sino que se convierte en el principio y fin de la actividad económica.
El dinero sirve para comprar fuerza de trabajo y medios de producción, que a su vez sirven para
cumplir un proceso productivo y fabricar una mercancía (M) que se pueda vender para, así, obtener, en
conclusión, una cantidad de dinero que necesariamente debe ser mayor que la que se tenía al comienzo
(D').
Por tanto, para que el capitalismo funcione debe obligatoriamente producirse acumulación, de
manera que en cada intercambio lo que se obtenga al final sea mayor que lo que se tuvo al inicio.
Y es que, de no ser así, el capitalista no perdería su tiempo, por ejemplo, en construir un edificio o
en contratar obreros para producir zapatos. El capitalismo se basa en un principio de desigualdad y
desequilibrio3.
4. En el capitalismo es preciso controlar el principio y el final del proceso. Solo quienes controlan el
dinero tienen control de la propia vida, porque controlan su economía. Por ese motivo, en el capitalismo el dinero es igual a poder.
Esto nos lleva a importantes conclusiones, una vez que se descubre que la mayor parte de la población no determina su propia actividad económica. Casi toda la población es fuerza-trabajo. Así, mientras el sastre es sujeto de su actividad económica, dado que tiene una cierta autonomía productiva, el
trabajador de una fábrica textil es objeto de un proceso económico que no controla.
18
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Por tanto, hay un implícito y fundamental desequilibrio de poder que es consustancial al sistema y
sin el cual ese sistema no existiría. Tomar conciencia de estas cosas contribuye a entender dónde están
los nudos gordianos de las propuestas económicas y sociales y los límites reales de los proyectos que
pueden realizarse a largo plazo.
2. Dimensiones fundamentales del funcionamiento
de un sistema económico capitalista
1. Tradicionalmente, la metodología de análisis del sistema capitalista partía de la consideración de una
estructura económica articulada con una superestructura jurídica-política y otra cultural e ideológica.
Esta concepción parece hoy algo obsoleta debido a los cambios que se están produciendo, que hacen
que la esencia económica sea cada vez más información-comunicación-conocimiento y que la dimensión cultural sea crecientemente objeto de acumulación capitalista.
En consecuencia, es mejor analizar el sistema capitalista en tres dimensiones: la competencia –y
por consiguiente la rivalidad–, el poder y el cambio. Estas tres dimensiones son consustanciales e
irrenunciables para el funcionamiento de tal sistema.
2. a) Competencia. Teóricamente, la competencia siempre existe en el capitalismo4. La existencia del
mercado es la garantía y la institución a través de la cual se realiza la competencia.
Tradicionalmente se habla de competencia entre empresas y entre capitales. Aun si hubiese solo una
empresa en un mercado, que gozaría por tanto de una posición monopólica, es al mirar el mercado
entero que no podremos hablar sino de competencia generalizada de capitales diferentes. Sería impensable, de hecho, la existencia de un único capital monopólico para todos los sectores económicos, con lo
cual la competencia estaría anulada en todo el mercado5. Por otra parte, ocurre con frecuencia que un
capital que actúa como monopolio en un sector, esté presente en otro en condiciones no monopólicas6
y, en consecuencia, sometido a un nivel de competencia mayor7.
Otra competencia fundamental es la que se desarrolla entre capital y trabajo, debido a que la fuerza
de trabajo absorbe una parte del dinero que se genera al final del ciclo. Cuanto mayor sea la parte que
absorban los trabajadores, menor será el grado de remuneración del capital, incluyendo en esto lo
destinado a la acumulación, es decir, lo que se retiene para recomenzar el ciclo.
La compensación proporcionada a los trabajadores a cambio de su obra es el salario global (de
clase); salario en forma directa, indirecta y diferida, que en esencia [l’entità del quale è] es fruto de la
así llamada “redistribución” de los réditos. Cuando se habla de redistribución, sin embargo, es preciso
distinguir entre un nivel primario y otro secundario. Mientras la retribución primaria es, en general,
aquella que ocurre sobre la base de las relaciones sociales de producción, la redistribución secundaria
es la recaudación de réditos a través de los impuestos y su posterior erogación bajo la forma de gasto
social. Esa redistribución secundaria no podrá nunca sustituir la redistribución primaria que se realiza
en el sistema capitalista. Por ese motivo, el hecho de que existan países con un alto nivel de protección
social, de gasto social, de Estado social, se explica por el accionar histórico de los trabajadores, que a
través de sus luchas han conseguido apropiarse de una parte sustancial de la riqueza generada en el
proceso productivo.
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
19
Finalmente, la competencia, como categoría, refiere directamente al fenómeno de la competencia
entre trabajadores. Esa competencia existe siempre porque el capital, en su movimiento, tiende a reducir el número de trabajadores ocupados, en relación con la masa creciente de medios de producción.
En una sociedad capitalista concreta, ese fenómeno puede también presentarse como competencia.
Sobre todo entre trabajadores ocupados y desocupados, pero también entre trabajadores urbanos y
rurales, entre trabajadores asalariados del sector privado y trabajadores del Estado, trabajadores “internos” e inmigrantes, trabajadores de empleo estable y de empleo precario.
En muchos casos, esta situación de competencia da lugar a conflictos entre los mismos trabajadores,
con consecuencias ventajosas para la parte patronal que, con frecuencia, procura crear a su favor las
condiciones de la competencia entre trabajadores. Un ejemplo de esto es la así llamada flexibilización
del mercado laboral, que consiste en deteriorar las condiciones contractuales de una parte de los asalariados para romper la unidad de los trabajadores ante el capital; vale decir, para reducir las exigencias
en materia de producción y distribución del excedente entre los trabajadores8.
3. b) Poder. El poder es una dimensión económica y política fundamental en la sociedad capitalista.
A diferencia de las economías no capitalistas, en aquella la jerarquía social se estructura en función
del mayor o menor control que se ejerza sobre el circuito del capital. La jerarquía social reproduce la
jerarquía del control del dinero: “dime cuánto dinero tienes y te diré cuánto poder tienes”.
Es sin embargo verdad que, al dibujar los mapas y los entresijos del poder, se deberá tener en cuenta
una multiplicidad de factores que actúan en el ámbito social, capaces de complicar enormemente el
análisis de tales relaciones.
Abandonada la dicotomía arriba apuntada: dinero-poder / ausencia de control sobre el dineroausencia de poder (dicotomía útil en niveles muy elevados de abstracción), y descendiendo a un grado
de análisis menos abstracto, esas relaciones deben ser engranadas en estructuras analíticas mucho más
complejas y difusas. Es al tener que experimentar esos pasos que se nos hacen necesarias las “teorías
cojinete”, que nos permitan pasar de niveles altísimos de abstracción, típicos del análisis que hiciera
Marx de los MPC, a niveles intermedios, útiles para el análisis económico, sociológico y político de
las relaciones de poder (y, en general, de todas las relaciones sociales activamente operantes en el tejido
humano)9.
4. c) Cambio. El capitalismo es un sistema que ha cambiado y cambia continuamente. Por ese motivo
es fundamental hacer un continuo y permanente análisis de las transformaciones que se están produciendo en el sistema a todos los niveles, tanto el de la economía mundial, la mundialización, la globalización, etcétera, como el de la economía nacional: cambios de la estructura productiva, del mercado
de trabajo, de la propiedad del capital, de las inversiones estratégicas, cambios jurídico-legislativos sin
los cuales ningún mercado funcionaría, etcétera.
Sin solución de continuidad se están produciendo transformaciones en las estructuras de poder y
de competencia.
Por tanto, seguir el paso de los cambios que se producen en el ámbito de la economía que queremos
analizar, es indispensable para garantizar la viabilidad de las propuestas que puedan elaborarse.
20
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
3. Conceptos para la valoración del funcionamiento del sistema económico capitalista
1. De seguidas, procedamos a una breve caracterización de los conceptos de eficiencia, justicia, igual-
dad y democracia, típicos del modo de producción capitalista, que deben, por tanto, servirnos de guía
en la comprensión de sus dinámicas y, sobre todo, de la diferencia entre aquello que la realidad nos
muestra y lo que ella es en su totalidad.
2. a) Eficiencia. La eficiencia (maximizar los ingresos y minimizar los costos) es uno de los conceptos
que más se escuchan nombrar, actualmente, en la civilización de la técnica. Es un criterio estratégico
de valoración de toda actividad económica. Una empresa, pública o privada, una ONG o cualquier
otra institución que no estime su eficiencia y que no desarrolle instrumentos adecuados de eficiencia,
está expuesta al fracaso.
No obstante, se discute el contenido del concepto de eficiencia. Desde el punto de vista más
técnico-contable, se considera eficiente solo aquello que tiene un precio, que cuesta dinero. Así, por
ejemplo, el empresario mide el grado de eficiencia de sus trabajadores en función de cuánto les paga.
Desde una perspectiva macroeconómica, empero, habría que introducir toda una serie de factores
que no tienen un precio, un costo monetario directamente contabilizado, como por ejemplo los factores ambientales. Es decir, el grado de transformación en las condiciones ecoambientales que genera
toda actividad económica10.
3. b) Justicia. Incluso la eficiencia tiene una dimensión social. Por ejemplo, la justicia, en términos
económicos, es una de las dimensiones sociales que derivan de la actividad económica. El concepto
de justicia, en este caso, corresponde a la distribución de las tareas y los beneficios de esa actividad,
distribución en la que se establece a quién le toca el peso de la producción económica y quién utiliza
aquello que se produce.
Sobre este tema se determinan cosas curiosas. Shaikh y Tonak (1994) hicieron una investigación
acerca de los sistemas de seguridad social en cinco países desarrollados, durante 20 años11. Tras estudiar
el gasto público y el sistema de determinación del ingreso en esos países, concluyeron que todo el gasto
social derivaba de los impuestos que pagaban los trabajadores, salvo en el período correspondiente a
mediados de los años sesenta, cuando hubo una verdadera redistribución social. En la práctica, el así
llamado “Estado de bienestar” había sido hecho posible gracias a una actividad de solidaridad entre los
trabajadores (Diego Guerrero, de la Universidad Complutense de Madrid, realizó una investigación
similar sobre el caso de España, arribando a los mismos resultados)12.
4. c) Igualdad. El sistema capitalista se caracteriza por generar y reproducir desigualdad. Tender hacia
la igualdad en la repartición de los costos y las ganancias implica el llevar a cabo políticas de intervención social contra la lógica del capitalismo, que actualmente tiene muchos nombres: eficiencia,
competitividad, crecimiento... Producir igualdad quiere decir, en definitiva, frenar el funcionamiento
del sistema.
5. d) Democracia. La democracia es otro aspecto fundamental que ha de evaluarse en las estrategias del
capitalismo. Se trata de un proceso con tres características: responsabilidad del poder, libertad pública
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
21
e igualdad política. La democracia supone que todos los encargados de las decisiones económicas
deben poder participar en la toma de tales decisiones.
Desde comienzos de los años setenta, este criterio es fuertemente cuestionado por sectores que están
interesados en renunciar al principio de igualdad y, por tanto, en evitar que esa igualdad se traslade al
ejercicio del poder. Tal posición es teorizada por varias organizaciones internacionales con argumentos
que denuncian “excesos de democracia” en los países desarrollados. Sostienen que los problemas de la
economía mundial derivan de una hipertrofia democrática, que llevarían a la clase política a adoptar
decisiones “irresponsables” en materia de gasto público, impuestos y financiamiento del déficit13.
6. En los programas económicos se habla siempre de eficiencia, pero nunca de democracia o de justicia,
que son conceptos relativos a los programas políticos y que el Estado tiene el deber de tutelar. Pero un
cambio de valores, incluso en la esfera económica, pasa necesariamente por la introducción de criterios
de equidad, participación, igualdad, democracia y justicia en la gestión de los procesos.
De otra parte, el esquema tradicional de la crítica marxista de la economía evidencia que la estructura, la dimensión económica, determina la superestructura ideológica y política, representada en
última instancia por el Estado; luego, no tiene sentido pensar en un ejercicio de la democracia a nivel
de superestructura si ello no modifica también los órdenes de la estructura.
Uno de los problemas que registró la economía mundial en los años setenta fue el agotamiento de
los espacios de acumulación de capital, por falta de productos o actividades nuevas que pudieran ser
objeto de compra y venta en el mercado; es decir, de conversión en mercancía. El resultado fue que las
industrias culturales comenzaron a formar parte del mercado, con una amplia perspectiva de desarrollo
futuro. Los productos intelectuales (música, discos, imágenes, etcétera), incluso los que en sí mismos
no tienen carácter directamente económico, se van transformando en mercancías. Por otra parte, desde
la dimensión económico-productiva se van generando regulaciones que no pasan por la mediación
político-institucional tradicional, que tienen mucha influencia en la reproducción del cuerpo social y
en la vida de las personas.
Así, de la misma manera en que se puede decir “dime cuánto dinero tienes y te diré cuánto poder
tienes”, se puede también decir: “dime cómo trabajas y te diré cómo vives”. O sea, hay una evidente
determinación de las formas de vida y de pensar de la gente por parte del proceso económico y del
proceso de trabajo. Por tanto, seguir pensando en esquemas de estructura, infraestructura y superestructura, sin una actualización crítica en el contexto del capitalismo actual, nos hace perder de vista
muchos fenómenos de interpenetración, como estos que hemos apenas mencionado.
4. La vigencia del análisis marxista del sistema capitalista:
una discusión aún abierta para la crítica de la economía política y aplicada
1. Desde sus orígenes, el comunismo fue visto como un “fantasma”14 que recorría amenazante Eu-
ropa, debido a las derivaciones ideológico-clasistas de sus conclusiones. Por vez primera, una teoría
abarcaba la posibilidad de sustituir el capitalismo como parte del propio orden de funcionamiento de
ese sistema15.
22
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Según Engels, “Marx era un hombre de ciencia (...) para Marx la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria (...) porque Marx era un revolucionario”. El propósito de
desentrañar la ley económica que preside el movimiento de la sociedad moderna fue cumplido a
partir de la aparición de El Capital; la concepción materialista de la historia no es ya una hipótesis,
sino una tesis científica demostrada. A partir de ese momento, Marx comienza a ser considerado
como un estudioso con un especial interés por lo político; algo similar a lo ocurrido con Demócrito, cuya obra enciclopédica, a diferencia de la de Aristóteles, dejó de ser transmitida en la tradición
manuscrita.
En el epílogo de la segunda edición del primer tomo de El Capital, Marx se lamentaba de que el método de su libro había sido poco entendido en Europa, donde se le tachaba de metafísico y deductivo,
con todos los inconvenientes de la escuela económica inglesa. Marx fue también acusado, en esa época,
de utilizar el método de Hegel, pero en sentido negativo, es decir, idealista. Después de 1894, año
en que se publica el tercer tomo de El Capital, nace la famosa polémica acerca de las contradicciones
entre el primer tomo y el tercero, tanto desde la derecha, con Eugen Böhm-Bawerk, como desde la
izquierda, con Eduard Berstein y Werner Sombart en Alemania y Tugan-Baranovsky en Rusia, quienes
sometieron a una fuerte crítica el método y las conclusiones de Marx.
En dos trabajos, Marxismo y revisionismo y Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico
del marxismo, Lenin recoge las críticas al marxismo, no solo las provenientes de teorías hostiles, sino
también las surgidas desde dentro del pensamiento marxista.
Lenin observaba cómo los cambios que se habían producido en el desarrollo capitalista, así como
la imposibilidad de interpretarlos teóricamente desde el punto de vista marxista, produjeron entre
los estudiosos divergencias que podían desembocar en una crisis interna extremadamente grave, y
utilizaba ya la expresión “crisis del marxismo”, muy en boga hoy. Lenin apuntaba también la necesidad
de la cohesión de todos los marxistas en el rescate y la defensa de los fundamentos teóricos y de las
tesis fundamentales del marxismo. En otro trabajo, Vicisitudes históricas de la doctrina de Marx, explica
magistralmente el hecho de que los cambios en la práctica social, como la Revolución de 1848 y la
Comuna de París, convierten al marxismo en una doctrina que comienza a ser relevante y que reafirma
su fuerza y su veracidad a partir de la Revolución Rusa de 1917.
2. Como resulta claro para Lenin, el contenido del marxismo, al igual que el de otras doctrinas sociales,
puede ser dañado por una práctica que apunte fuertemente al politicismo y al economicismo. En el
caso específico del marxismo, el asunto es comprender en todo momento que no se trata de un dogma
ni de una doctrina acabada, sino de una guía para la acción que tiene la capacidad de asumir cada tanto
los cambios que se producen en la vida social e interpretarlos.
La caída del socialismo en la Europa del Este, el auge de la ideología neoliberal y neoconservadora,
el grave retroceso de la izquierda y de los movimientos revolucionarios, han hecho bajar el telón sobre
los problemas del capitalismo y propiciado una contraofensiva en torno a la crisis del marxismo16.
Como en otros tiempos, estas ideas toman cuerpo tanto a lo interno de las fuerzas revolucionarias
como fuera de estas.
3. Los cambios actuales nuevamente relativizan los paradigmas homogeneizadores, en la pretensión de
establecer un paradigma único: el neoliberal.
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
23
Francis Fukuyama, por estos días, ha descubierto de nuevo el fin de la historia17; se proclama el fin
de los paradigmas, de las utopías, del Estado y, como es lógico, del marxismo. Todos estos anuncios
no son otra cosa que maneras de construir principios abstractos, en nombre de los cuales se adquiere
legitimidad para continuar destruyendo las condiciones que hacen posible la vida de los seres humanos18. Sería necesario retomar el imperativo categórico de Marx en la Crítica de la filosofía del derecho
de Hegel: “el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones sociales en que el hombre sea
un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”.
Es necesario recordar que Marx le hizo notar en una ocasión a su yerno Lafargue que él mismo no
se consideraba “un marxista”, queriendo con ello evitar el habitus dogmático y doctrinario para poder
afrontar libremente la crítica de la economía política y el examen del pensamiento filosófico que lo
había precedido.
4. Es necesario reconocer, además, que después de Lenin se instauró una ortodoxia marxista que poco
a poco se fue alejando del pensamiento clásico, hasta transformarlo en una caricatura. Existen muchas
explicaciones acerca de por qué pudo esto ocurrir. Algunas interpretaciones asocian esta cuestión al
autoritarismo de Stalin, que intentó transformar el marxismo en una ciencia funcional al poder constituido, despojándolo de su carácter crítico. En esta misma perspectiva, los críticos del marxismo no
ahorran energías para señalar que las deformaciones no son otra cosa que el fruto evidente de las semillas de dogmatismo y autoritarismo contenidas en la obra de Marx, potenciadas por el “despotismo
asiático” que se habría albergado en la persona de Lenin. Para ellos el estalinismo, con todos sus errores,
no es más que la continuidad natural de una suerte de autoritarismo ya inherente al pensamiento de
Marx y a la teoría y la acción política de Lenin, y con ello se liquida toda la concepción general de los
clásicos del marxismo.
La respuesta no consiste en canonizar a los clásicos del marxismo. Se trata más bien de rescatar el
espíritu esencial de su obra, en medio de un creciente revisionismo, reconociendo las indiscutibles
enseñanzas de su legado.
Frecuentemente se pretende hacer análisis positivistas de la obra de Marx; ello constituye un deplorable error metodológico. No es el marxismo lo que está en crisis, sino las interpretaciones del marxismo caracterizadas por el dogmatismo y la esquematicidad. Esas versiones reduccionistas del marxismo
se presentan a sí mismas como oficiales y rompen la delicada y compleja relación entre sistema y
método, a beneficio del sistema. De esa manera se transfiguró el marxismo en un sistema cerrado,
al concebir la ciencia como una construcción lógica de categorías congeladas en el tiempo. Es esa
caricatura del marxismo la que está en crisis y en su esclerotización perdió, incluso, la capacidad de asimilar a importantes representantes de esta ciencia que sostuvieron un pensamiento crítico en Europa
Occidental y en América Latina.
5. Hay variadas interpretaciones de las causas de esta crisis, y también diversas actitudes o maneras de
actuar en consecuencia. La primera ve en la crisis del socialismo real una señal de descomposición de la
concepción marxista. Se ignora con ello que en los escritos clásicos del marxismo no estaban, ni podían
estar, todos los componentes del modelo socialista, y que aquellos que estaban fueron ignorados en
la práctica; las referencias al socialismo eran solo una serie de principios fundamentales, no siempre
tenidos en cuenta.
24
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
La segunda actitud es aquella que podría considerarse dogmática e incluye a quienes, fieles al legado
marxista, pretenden, sin embargo, hallar respuestas clásicas a todas las preguntas, más allá de la realidad
y de la práctica.
Consideramos que tales posiciones no favorecen hoy ni al marxismo ni al socialismo. Es muy
importante erradicar de la teoría revolucionaria la incapacidad de comprender los cambios sin revisionismo ni dogmatismo. La crítica marxista de la economía política y aplicada debe abarcar también la
economía política marxista, es decir, la estudiada y concebida hasta ahora por los marxistas.
Actualizada, la teoría de Marx, de hecho, produce no solo una nueva filosofía y una nueva economía política y aplicada, basada en las posiciones de clase del proletariado, sino también su crítica
y su constante afinamiento; las contradicciones son el motor propulsor de todo progreso, incluido el
progreso de la inteligencia. Para Lukács, el dejarse instruir constantemente por la realidad, el asimilar
lo nuevo, es una condición esencial, de absoluta prioridad, en la praxis de la teoría marxista, que en
todo caso mantiene, como dice Bujarin, el siguiente objetivo estratégico: “En la sociedad socialista,
la economía política perderá toda razón de ser: quedará solo una ‘geografía económica’ –ciencia de
carácter monográfico– y una ‘política económica’, ciencia normativa”19.
Las ciencias sociales han desarrollado en los últimos años un amplio y complejo sistema de
categorías, muy esnob, que frecuentemente es impuesto desde los grandes centros de poder intelectual de la burguesía y acríticamente asumido, también con frecuencia, por la llamada izquierda
alternativa y radical. Los nuevos hechos deben ser explicados con nuevos modelos de análisis. Pero
los viejos conceptos son defendibles mientras sigan siendo válidos para interpretar la realidad.
De hecho, no se trata de condenar la ciencia a la repetición de aquellos viejos conceptos, pero sí
de estar alertas contra el esnobismo cultural y de precisar la medida en que lo viejo y lo nuevo
se presentan en cada caso concreto, como momentos de la realidad que se somete a análisis. Tomar seriamente en consideración esta actitud, enriquecería notablemente nuestra relación con las
obras de los clásicos y nos pondría en guardia contra el exceso de teorización. Detrás de la excusa
de “lo nuevo que avanza”, muchas veces se ocultan nuestra ignorancia y pereza analítica.
La tercera actitud frente al marxismo es innovadora; o sea, considera el análisis marxista como
algo vivo, capaz de adecuarse a las nuevas circunstancias superando todo dogmatismo y haciendo
valer lo mil veces repetido y pocas veces comprendido: que el marxismo no es un dogma sino una
guía para la acción. La teoría marxista del MPC refiere precisamente a las formas de movimiento del
modo de producción y a sus tendencias intrínsecas en cada época. Está, además, formulada en un
nivel de abstracción en el que no comparecen ni pueden comparecer, singularmente, los capitalismos
históricos reales (esos que ya A. Labriola llamaba las configuraciones del modo de producción). Es
necesario introducir teorías y modelos de menor nivel de abstracción para llevar cuenta de los datos
de partida, de las tradiciones y condiciones de la capacidad productiva, de la habilidad y competencias
técnicas, de las instituciones y de la cultura en general. Es dentro de ese medium que vienen actuando y modificándose las “leyes generales” del MPC (cfr. Marx, El Capital, tomo I, cap. XIII), y es a
través de ese proceso cognoscitivo que se desarrolla, y eventualmente se modifica, incluso la teoría
más general (como sucede en toda ciencia). Esta última es la única posición correcta, siempre que
quede claro en qué dirección se intenta renovar y no se pretenda fundir el marxismo con supuestas
corrientes actuales20.
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
25
6. En la discusión científica se hace necesario que los economistas de izquierda trabajen también sus
modelos matemáticos y estadísticos y demás instrumentos, que, en todo caso, deben estar fuertemente
caracterizados por la renovación de la crítica de la economía política y aplicada y centrarse en el
análisis de clase, en la vigencia del análisis económico de Marx, en la cientificidad del materialismo
histórico y del materialismo dialéctico. Asimismo, se debe partir del análisis de la fase actual de la
globalización neoliberal, que, particularmente en los países de capitalismo maduro, modifica las mismas modalidades de producción y las relaciones sociales, siempre y de cualquier modo centradas en
la extorsión de plusvalía; vale decir, en el mismo modo de producción capitalista, en la explotación
capitalista.
En la fase actual se asiste a una globalización de los mercados o, mejor dicho, a una cada vez
más feroz competencia global21, causa y efecto del aumento de la competitividad y productividad del
sistema económico en su conjunto y, en particular, de los operadores económicos individualmente.
El mejoramiento de los transportes y de la comunicación electrónica, así como el desmantelamiento progresivo de las barreras arancelarias, incluidos los renovados acuerdos políticos y económicos
internacionales, tienen aparentemente el carácter de una liberalización aumentada, pero en los hechos muestran una fuerte connotación proteccionista y competitiva, y han llevado a las empresas
a confrontarse más directamente y a comportarse como si operasen en un mercado sin fronteras
territoriales.
El mercado, convertido en cada vez más dinámico y competitivo, parece hoy presentar una clara
tendencia a convertirse en mercado único; pero se trata, en cambio, de un mercado que tiene una dimensión de feroz competencia mundial, en el cual se van definiendo las áreas de influencia de al menos
tres polos imperialistas: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón (o, mejor, variable imperialista
del área asiática). Estas dinámicas se aceleran particularmente en el marco de la crisis de valorización
iniciada en los años setenta, que todavía continúa.
7. Junto con la internacionalización del proceso productivo se registran profundos cambios en los
modelos conductistas subjetivos y sociales, que se hallan en la base de la manifestación de la demanda
de bienes y servicios producidos. En los países que hasta no hace mucho eran definidos como industrializados, y que hoy se prefiere definir como área del capitalismo avanzado, el consumidor se ha
convertido en un sujeto mucho más complejo con respecto al pasado, desde el momento en que la
densa red de información de que dispone lo lleva a asumir conductas cada vez más flexibles y multidimensionales22. Esto deriva de un contexto general en el cual la información electrónica nómada y la
conexa comunicación desviada y desviante han asumido un rol estratégico y dominante, tanto en el
terreno de la producción y la acumulación como en el del consumo y, sobre todo, en el plano social,
como hipótesis de un totalitarismo cultural orientado a vaciar de contenido la democracia y destruir
el papel de la política.
Los paradigmas del progreso y la cohesión social son abandonados discretamente para ser sustituidos,
respectivamente, por la comunicación y el mercado. La impresión general es que el mundo se ha
desplomado en el caos. Cabalgamos estas grandes transformaciones, pero ignoramos a dónde nos
están llevando. ¿Cuál será el escenario político, económico, social, cultural, ecológico del planeta
cuando este tremendo terremoto del siglo llegue a su fin? Actualmente, nadie parece en capacidad de
describirlo (Ramonet, 1999: 113).
26
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
El flujo comunicacional electrónico es una de las más evidentes representaciones del poder, recurso clave y determinante de los profundos cambios socioeconómicos que han caracterizado estas
últimas décadas, influenciando, al mismo tiempo, de manera notable, el ambiente territorial y social;
un ambiente en el cual todo sistema de producción ha modificado profundamente su modo de ser, de
presentarse y de actuar.
Los cambios mencionados han empujado y empujan a los centros responsables de las empresas a
elaborar y adoptar modelos decisionales apropiados para mantener y mejorar su propia posición en el
mercado, en un esfuerzo por restablecer y reinventar la empresa no solo en el orden estructural, sino
también y sobre todo en el de sus mecanismos de funcionamiento y de condicionamiento de toda
estructura social. De tal manera, sean las opciones de tipo microeconómico o sean aquellas de carácter
macroeconómico, imponen la cultura y los parámetros competitivos, de eficiencia empresarial, como
valores sociales, como nuevos paradigmas del devenir social. Este novedoso totalitarismo, inducido
por la sociedad del capital-información, es inicialmente de carácter empresarialista, pero en la realidad
deviene en cultura de empresa que se impone en el territorio como idea competitiva general, como
ideal de la “escala social” y, por tanto, como distribución de la forma política del vivir social23.
8. Para cumplir dichas transformaciones se hace necesario actuar según el llamado principio de flexibili-
dad, que solo puede ser adoptado si la empresa y todo el cuerpo social están en capacidad de adecuarse
con rapidez a los cambios en curso, haciéndose vehículo de la representación del poder en una fase de
darwinismo socioeconómico, en la que el capitalismo escoge rasgos cada vez más salvajes24.
Cuando se habla de sociedad de mercado, queda implícito que ella esté basada cada vez más en la
flexibilidad empresarial, entendida como capacidad del empresario, del top management, de los centros
decisionales de la empresa, para actuar de manera tal que se optimice el uso de los recursos, incluidos
los informativos y comunicacionales, en el curso de vías adaptativas que permitan no solo producir
bienes y servicios diversos dirigidos a mercados diversos, sino también, al mismo tiempo, gerenciar el
delicado diseño estratégico empresarial de total condicionamiento social a la cultura de empresa.
Se utilizan para tal fin estructuras sociales y recursos cada vez más inmateriales, siguiendo el principio del mínimo costo y máximo beneficio; recurriendo a recursos del llamado capital intangible, de
un capital de la abstracción como conjunto de recursos inmateriales, a partir de la información, de la
comunicación y el conocimiento; cumpliendo, en clave crecientemente estratégica, la lógica del máximo grado de adaptabilidad a las exigencias de un mercado que es también mercado del vivir social.
9. Tales dinámicas identifican al bien llamado posfordismo, basado de manera cada vez más acentuada
en la acumulación flexible, cumplida a través de los recursos del capital inmaterial de la abstracción. Se
trata de un paradigma de la acumulación, capaz de imponer el paso de organizaciones sociales y empresariales fuertemente jerarquizadas a otras basadas en la progresiva descentralización de las funciones
y en nuevas formas de asociación, de trabajo precario, flexible, con escaso contenido de garantías25. Es
el mundo computarizado y matematizado, es la informatización de los procesos productivos y de las
formas del vivir y el devenir social.
En todo caso, el principio de flexibilidad incide, más allá de las relaciones con la fuerza de trabajo,
también en los aspectos internos y típicamente propios de la dirección de empresa. Asimismo, experimenta importantes recaídas estructurales, comunicacionales y decisionales sobre la manera de
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
27
establecer la planificación y el control, y hace de la comunicación el recurso central también a lo
externo de la empresa, hacia el cuerpo social en su conjunto, en las nuevas dinámicas de los flujos
electrónicos de un capital de información nómada.
En efecto, los procesos decisorios y evaluativos fundamentales de la empresa tienen posibilidad de
ser aplicados y transformados en eficientes planes operativos de carácter social, en tanto que subordinados a una nueva función empresarial de valencia estratégica que invada la sociedad con un modelo
de comunicación eficiente, que sepa concretizarla en programas de control, en una representación del
poder capitalista como valencia total, dominio de los mecanismos sociales, económicos y culturales;
por eso la definimos como comunicación desviada y desviante al mismo tiempo.
La concatenación de la función estratégica empresarial con los modelos decisorios institucionales
da vida a los procesos comunicacionales desviantes. Se trata de verdaderos planes ejecutivos con fases
de control, que se vierten sobre los trabajadores y los sujetos presentes en el territorio, caracterizando la
nueva fase de gestión del capitalismo, ahora orientada al dominio tecnosocial de todo el cuerpo social
en un ámbito de competencia global totalizante.
10. La verdadera renovación del marxismo parte, precisamente, del análisis de las transformaciones
en curso, y puede ser ciencia del cambio radical solamente si conserva el dinamismo intelectual de
su núcleo duro. La continua evolución de la crítica de la economía debe basarse, obviamente, en la
asimilación crítica de cuanto de positivo se ha elaborado a lo largo de la historia del marxismo. Es
necesario, además, entender con claridad que ninguna teoría puede explicar cada uno de los aspectos
de una realidad que cambia velozmente, y aceptar con honestidad un cierto retraso gnoseológico del
marxismo como producto de la actitud asumida por los propios marxistas, que han pretendido ubicar
cada nuevo acontecimiento en marcos teóricos ya establecidos.
En el plano ideológico ha habido un profundo retroceso del prestigio del marxismo en la conciencia de las masas, producto de la ofensiva ideológica del imperialismo, de la indiscriminada cadena de
errores que se han cometido en la práctica de la construcción del socialismo real y de la influencia
de este fenómeno en el movimiento obrero y comunista internacional.
11. Ningún científico marxista coherente puede negar la necesidad objetiva de un profundo proceso de
renovación del modelo sociopolítico-económico instrumentado en el viejo campo socialista. Mucho se
ha escrito sobre este asunto; aquí nos concentraremos solamente en un aspecto que consideramos no
suficientemente tratado al analizar la caída del socialismo.
En el análisis marxista, las clases y la misma clase obrera, son un proceso real y relacional: constituyen una relación social históricamente construida; por tanto, ninguno de los condicionamientos
objetivos o subjetivos viene dado de una vez y para siempre. Con la intención política de mantener
el empuje de las masas, se difundió un grupo de “verdades” que en realidad no eran tales, como la
absoluta armonía entre ideología individual e ideología oficial, la supuesta solución de los problemas
de la nacionalidad o la juventud anagráfica como garantía del cambio político generacional.
Todas esas interpretaciones negaban, en realidad, que la ideología se forma en un proceso muy
heterogéneo de relaciones sociales y de influencias, y que es entonces necesario distinguir entre país
social y país político. Se ignoró, por ejemplo, que los diversos sectores sociales de un país pueden ser
atraídos, y en cierta medida pueden también ser organizados en formas y con motivaciones políticas
28
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
que no reflejan sus intereses. Ya Lukács subrayaba la inconsistencia metodológica de considerar como
definitivos determinados hechos que representaban únicamente momentos aislados e inmóviles de
determinados procesos. En realidad, el proceso mediante el cual un sistema social, desde sus bases
estructurales, va formando gradualmente en los hombres nuevas dimensiones de comportamiento
ético, de conducta cotidiana, etcétera, no responde a una relación causa-efecto. Incluso, es este proceso
lo que realmente revela si el ser social determina la conciencia social. La legitimación del sistema
social se da en el nivel individual y, por ese medio, en el colectivo y, finalmente, en el de las masas en
movimiento; eso es cierto si el sistema está legitimado individualmente, dado que la mayoría de los
hombres se comunica en la historia construyendo su propia vida cotidiana.
En los países de la Europa del Este se fue perdiendo lo que nosotros llamamos afirmación individual
de la naturaleza clasista de la sociedad, toda vez que los principios esenciales del socialismo se distorsionaron gradualmente como norma cotidiana, dejando de ser aspiración común de la mayoría de los
miembros de la sociedad, que a mediados de los años ochenta desconfiaba de la capacidad del sistema
para resolver los problemas existentes. La población de los países de la Europa del Este y de la Unión
Soviética aceptó pasivamente la destrucción del socialismo, no solo por la manipulación ideológica,
sino también porque al centro de las necesidades y aspiraciones de las personas se habían asentado
valores, modelos de conducta y expectativas que negaban los intereses esenciales del socialismo. Se
produjo una suerte de desnaturalización clasista del sistema social, tanto en el plano de la reforma estructural como en el de los valores y el “marxismo oficial” no tuvo ante ello la capacidad de ponerse en
guardia y mantenerse atento, sobre todo entre los muchos estudiosos marxistas “de cátedra”, desligados
de los movimientos reales, que tienen el deplorable hábito de aplicar modelos y teorías sin ningún
análisis crítico.
En efecto, todas las teorías nacen refutadas y mueren refutadas, y esto es así tanto para las ciencias
naturales como para las sociales: el marxismo no constituye una excepción. No obstante, en este
caso no se trata de una crisis gnoseológica, puesto que el marxismo tiene todavía los instrumentos
fundamentales para analizar el capitalismo y la realidad que este instaura26. La interpretación científica
de la historia a través de sus diferentes formaciones socioeconómicas en conflicto, esa que se conoce
con el nombre de materialismo histórico, permitió y permite a los hombres comprender y conocer las
verdaderas leyes que rigen la sociedad.
12. Por otra parte, la teoría acerca del modo de producción capitalista, la teoría de la forma del valor,
la ley de la plusvalía y la ley general de la acumulación capitalista permiten un análisis en profundidad
de las relaciones de producción de este sistema en su interrelación con las fuerzas productivas.
La teoría del ciclo económico y la teoría de las crisis aportan una aproximación muy precisa a una
de las regularidades más importantes entre las leyes fundadoras del sistema capitalista. Los clásicos
no solo descubrieron de esta manera las leyes generales del proceso de producción, sino que también
estudiaron, en la medida en que fue necesario, algunas leyes aparente o más inmediatamente perceptibles (es decir, visibles) del modo de producción capitalista, como la ley de la competencia, que, según
Marx, “no explica las leyes ni las produce, simplemente las pone en evidencia”. Así como todas las leyes
sociales se cumplen solamente a través de la acción de los hombres, también la competencia cumple
las leyes económicas de la sociedad capitalista: “aquello que está implícito en la naturaleza del capital
es hecho explícito como necesidad externa [mediante] la competencia” (K. Marx, Grundrisse, trad. it.,
Lineamenti, vol. II, p. 333).
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
29
Sin la competencia no puede cumplirse la ley económica fundamental, la de la plusvalía y su repartición como ganancia, renta, interés, etcétera. Fundamentalmente, la competencia es, en la concepción
marxista, una ley imperativa externa, es decir, actúa a través de la circulación. La competencia, un
potente motor de regulación de las relaciones entre los capitalistas, es al mismo tiempo un poderoso
instrumento de fetichización: mientras más abandonamos el proceso de valorización del capital, más
vemos manifestarse la relación externa entre los capitalistas y más oculto queda el secreto de su mecanismo interno.
El fetichismo de la mercancía es, de una parte, resultado del carácter privado del trabajo, que hace
que la relación de producción entre hombres que producen mercancías aparezca como relación de
cosas dotadas de valor. Pero cuando en el MPC se lleva a cabo la producción de mercancías y todo
entra en el proceso productivo y sale como mercancía, el fetichismo se desarrolla posteriormente.
En la superficie de la sociedad se muestran solo intercambios equivalentes de M - D, o también FT - D
(donde por FT entiéndase fuerza de trabajo). A espaldas de estos intercambios se desarrolla el proceso
que aparece fetichistamente como resultado de tres factores, capital, tierra y trabajo, de cada uno de
los cuales brotan, como de un “árbol perenne”, las tres fuentes de ingreso: ganancia, renta y salario27.
La vieja economía política no se ocupó de este problema. Para ella, la correspondencia entre factor
de producción y réditos tenía un carácter natural y necesario; por eso no comprendió la característica
propia del capitalismo, en el cual el proceso de producción, actuado por hombres, se impone sobre los
hombres como automovimiento del capital.
En todo esto, junto con la repulsión recíproca (la competencia) de los capitales, se desarrolla la
atracción de unos por otros, que determina la acumulación de medios de producción bajo un solo
capital; existe, como se puede ver, una estrecha relación entre competencia y centralización.
13. En la teoría de Marx sobre el MPC, el movimiento que va de lo abstracto a lo concreto permite
mostrar el fundamento de la producción burguesa, basada en el capital y la plusvalía, y luego también
el proceso de esta producción, tal como se manifiesta a través de leyes visibles. Sin estas leyes visibles no
se puede realizar la propiedad capitalista. Constituye así otra gran contribución de Marx al pensamiento clásico el esclarecimiento de la transfiguración de las categorías fundacionales (valor y plusvalía) en
categorías de superficie (ganancia, precios); es decir, del fetichismo mercantil del dinero y el capital,
mediante los cuales las relaciones reales, derivadas de una división del trabajo basada en la propiedad
privada y en la explotación del trabajo vivo, aparecen transfiguradas en el sistema de relaciones económicas y sociales concretas. El fetichismo expresa un fenómeno real, pero es necesario trascenderlo para
comprender el movimiento real del modo de producción.
En el método aportado por Marx al criticar y superar a los clásicos, el análisis económico viene
acompañado por la visión comprehensiva del proceso social a través del prisma de las relaciones y de las
consecuencias políticas, dado que el desarrollo de todo sistema se realiza sobre la base de la división de
los hombres en clases y grupos sociales que, conforme a su propia posición en el modo de producción,
generan un sistema de intereses que los empuja a comprometerse con una u otra posición política
respecto al sistema en cuestión.
Es precisamente sobre la base de este punto de vista que los clásicos, primero, y Marx, más directamente después, analizan el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en
el capitalismo, cuyas contradicciones indican el límite histórico y la posibilidad allí dispuesta para la
30
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
transición a una nueva forma de asociación y reproducción de los hombres en la naturaleza. He allí el
carácter históricamente transitorio del capitalismo, puesto en evidencia justamente en las bases de sus
leyes internas. Una renovación del marxismo, hoy, debe seguir antes que nada estos principios:
a) Unidad orgánica entre teoría y praxis.
b) Fusión entre objetividad científica y acuerdo ideológico con las masas trabajadoras.
c) Adecuada unidad entre lo empírico y lo teórico.
d) Dialéctica de lo universal, lo particular y lo singular.
e) Dialéctica de lo absoluto y lo relativo, atención sistemática a la realidad.
f ) Humanismo; vale decir, el hombre como protagonista verdadero de los cambios sociales.
g) Receptividad crítica ante todo elemento positivo concebido dentro o fuera del marxismo.
De esa manera debe entenderse la proclama de Marx y Engels, cuando dijeron que “el comunismo
no es para nosotros un estado de cosas que deba ser instaurado, un ideal al cual la realidad deberá
conformarse. Llamamos comunismo al movimiento real que ha de abolir el actual estado de cosas”28.
­— notas —
1 Para un análisis más profundo, podemos en cambio sostener que este proceso M - D - M* es típico también del modo de
producción capitalista (MPC), en la medida en que el proceso de trabajo finalice en la realización de un output (valores
de uso) y, por tanto, de mercancías. La particularidad del MPC, sin embargo, radica en el hecho de que el proceso de trabajo
está “flanqueado” y “dominado” por otro proceso (que caracteriza el MPC en cuanto tal): el de valorización. La distinción
neta entre proceso de trabajo y proceso de valorización corresponde a la producción capitalista, en la cual se generaliza la
forma de mercancía y la misma fuerza de trabajo se convierte en tal: “Como unidad de proceso de trabajo y proceso de
creación de valor, el proceso de producción es un proceso de producción de mercancías; como unidad de proceso de trabajo
y de proceso de valorización, el proceso de producción es un proceso de producción capitalista, la forma capitalista de la
producción de mercancías” (K. Marx, El Capital, tomo I, p. 231. Ed. Riuniti, Roma 1989, 1964. Si se quiere, véase también K.
Marx, El Capital, tomo I, cap. I, nota 32). El proceso de valorización se efectúa solamente en el terreno mental, conceptual,
puesto que es inexistente en lo práctico o material. Para un tratamiento más profundo de estos temas, véase más adelante,
pero también Vercelli (1973).
2Marx utiliza este esquema interpretativo para explicar, en el capítulo III del primer libro de El Capital, la metamorfosis de la
mercancía y, en el libro segundo, como esquema de interpretación del proceso de circulación del capital. Keynes leyó poco y
mal a Marx, pero, cuando presenta su teoría sobre las inversiones, reproduce implícitamente el esquema de acumulación de
Marx (ver, por ejemplo, la definición de inversión en la teoría general de Keynes).
3 Algunos autores prefieren hablar de “construcciones asimétricas”.
4 Aun cuando puede variar en intensidad, ser dislocada espacial y geográficamente, etcétera, es impensable, en todo caso,
la ausencia total de competencia y la consecuente formación de un único capital mundial (tesis, sin embargo, sostenida en
un pasado).
5 De otra parte, cuando se habla hoy de mercado (de cualquier tipo y mercancía), debemos necesariamente referirnos al mercado
mundial.
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
31
6Resta añadir, y con mayor razón si pensamos en el nivel global, que difícilmente nos encontremos frente a monopolios verda-
deros y propiamente dichos, en sentido técnico; es más correcto hablar de oligopolios.
7La competencia es fundamental en el modo de producción capitalista, porque de otra forma cederían algunas piedras angula-
res del funcionamiento mismo de su mecanismo. Esto es demostrable a nivel lógico, antes que empírico.
8Marx utiliza las tres formas de la competencia para desarrollar las leyes fundamentales del capitalismo: la ley de la sobrepobla-
ción relativa, la ley de la concentración y centralización del capital y la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancias (cfr., a
este respecto, el capítulo XXIII del tomo I de El Capital y los capítulos XIII-XV del tomo III).
9Sobre la necesidad de tales “teorías cojinete”, cfr. Mazzone (2005) y Fineschi (2001).
10La externalidad ambiental (vale decir, los efectos sobre el ambiente) y la crítica a la ineficiencia ambiental del mercado como
mecanismo de asignación de los recursos, están en la base de los asuntos que se plantea la economía ecológica. Para una visión
crítica del pensamiento económico a partir de los postulados de esta última, cfr. Nardo (1987). La revista Capitalism, Nature,
Socialism promueve un análisis marxista de la ecología y de los problemas ambientales. Sobre el tema ha escrito el director de
la revista O’Connor (1997) y ha intervenido Bellamy Foster (2000; 2002).
11 Por último, véase también Shaikh (2003).
12Guerrero (1992).
13Crozier, Huntington, Watanuku (1975).
14 Así lo definieron los propios Marx y Engels en el preámbulo del Manifiesto del Partido Comunista.
15Las hipótesis de superación del MPC por un MP más progresista e igualitario se fundamentan, precisamente, en la historicidad
del mismo MPC. Siendo este una formación económico-social históricamente determinada, sería inconcebible e ilógico, y aun,
justamente, antihistórico, postular su hipotética eternidad. Es precisamente contra el enfoque ahistórico de los clásicos, que
daban por descontada la insuperabilidad del capitalismo y de sus “suertes magníficas y progresivas”, que se batieron en el plano teórico-científico Marx y Engels. Y es precisamente la historia (Althuser solía decir que Marx había abierto para los hombres
el “continente Historia”), con su incesante movimiento, lo que ocupa el corazón del método por excelencia de la teoría y la
práctica marxista: el materialismo histórico.
16 Acerca de la “crisis del marxismo”, véanse dos diferentes problematizaciones: La Grassa, Soldani, Turchetto (1979) y Mazzone
(2003).
17Solo para volver a ver la misma tesis, algunos años después, en uno de sus últimos trabajos.
18 Alejandro Mazzone, en sus tantos trabajos (véase la bibliografía final), desde hace años afirma justamente que el problema del
hambre en el mundo es en realidad planificado exterminio; es decir, negativa a destinar a la seguridad alimentaria de millones
de seres humanos recursos que están disponibles y que se destinan, en cambio, al armamento, a políticas de apoyo a intereses
estrictamente privados, etcétera.
19 Aunque, en verdad, más que en la sociedad socialista, esto tal vez solo pueda ser posible en el comunismo, siendo en cambio
necesaria una economía política marxista en la etapa de transición.
20Este tipo de análisis no es nuevo en absoluto, pero requiere ser muy diligentes en evitar los extremos y las mecanizaciones (no
se debe olvidar, por ejemplo, que la teoría keynesiana perdió su vigor cuando fue adaptada al modelo IS-LM).
21Sobre estos temas, cfr. Martufi, Vasapollo (2000a); Vasapollo, Petras, Casadio (2004); Vasapollo (ed., 2003).
32
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
22Sobre estos conceptos, a lo largo del presente texto se hará frecuente referencia a investigaciones previas del autor, en particu-
lar a Martufi, Vasapollo (1999; 2000c; 2003).
23 “A lo interno del proceso de elaboración tecnosocial, del proceso de programación, se delinean las alternativas que, por el con-
trario, han desaparecido completamente de la escena de representación política e ideológica. Dependiendo de la interfaz de uso
que el programador realiza, la tecnología puede funcionar como elemento de control o como elemento de liberación del trabajo. El problema político es absorbido completamente por la actividad misma del trabajador mental, y particularmente del
programador. El problema de la alternativa, del uso social alternativo, no puede ya ser separado de las formas de la actividad
misma” (Berardi, 1998: 206-207).
24 “La sociedad capitalista, para poder funcionar como sociedad fuertemente democrática, debe prescindir de la concreta existen-
cia de los seres humanos; es decir, debe no tomar en cuenta la manera como las mujeres y los hombres viven realmente. Sobre
la base de esta consideración, definimos como sociedad abstracta la organización capitalista de la sociedad, regulada por las
instituciones de la democracia formal. Abstracta, no en el sentido de que sea una sociedad irreal, sino en el sentido de que hace
abstracción de la realidad social. Sociedad abstracta, entonces, en el sentido de que es un sistema indiferente a las condiciones
existenciales de los hombres y las mujeres de carne y hueso. El sistema de indiferencia social es el resultado de la combinación
de la realidad del capitalismo con la forma de la democracia. Tal resultado se ha de imputar no a la forma democrática, sino a
la realidad capitalista. Un rasgo fundamental de la sociedad sometida al capital en forma de democracia, es la separación de
hecho de la esfera política con respecto a la esfera social. En la esfera política se afirman principios de participación, libertad,
igualdad, fraternidad, justicia. La sociedad capitalista formalmente democrática es, por tanto, una sociedad ambigua. De una
parte proclama principios, de la otra, crea presupuestos estructurales para que no se cumplan. En sustancia, es una sociedad
amañada” (Viola, 1989: 15).
25La jerarquía no desaparece, aunque de interna pasa a ser externalizada y difuminada sobre la red empresarial en su conjunto.
Sobre estos temas se hará en lo sucesivo frecuente referencia a Martufi, Vasapollo (2000c; 2003).
26Dos buenos ejemplos de lectura de la realidad económico-social contemporánea con instrumentos marxistas, una referida al
capitalismo, en general, y la otra, más específicamente, a una de sus formas particulares (el liberalismo), son Saad-Filho (ed.,
2002) y Saad-Filho, Johnston (ed., 2005).
27 Vercelli (1973: 74 ss.) apunta cuatro formas fundamentales del fetichismo: 1) una relación social se manifiesta como relación
entre dos cosas; 2) las leyes sociales se presentan como leyes naturales; 3) una relación social se presenta como relación entre
una cosa y ella misma; y 4) las fuerzas productivas sociales del trabajo se presentan como fuerzas productivas del capital. Mientras las formas 1, 2 y 3 se fundamentan en la esfera de la circulación y derivan del intercambio de productos provenientes de
los varios procesos laborales privados que producen mercancías diversas (división social del trabajo), la 4 se basa en la esfera
productiva y surge de la división técnica (“manufacturera”) del trabajo, que se origina en un preciso plan del capital (voluntad
extraña a los trabajadores e, incluso, contrapuesta a ellos). Sobre estos argumentos, cfr. todo el cap. III de Vercelli (1973).
28Marx, Engels (1974: t. III, 510); Marx, Engels (1972: t. v, 34).
ORÍGENES HISTÓRICOS DE LAS CATEGORÍAS ECONÓMICAS
33
Leyenda
Se presentan a continuación los símbolos y abreviaciones más utilizados en las páginas que siguen, a
fin de evitar el enlentecimiento de la lectura con continuas precisiones y tornar más ágil la consulta:
A
C
Δ
E
j
tvus
amortizaciones
de la fuerza-trabajo
consumos privados
movimiento de un valor
expresión monetaria de la hora-trabajo
jornada laboral
total de los valores de uso y servicios histórica y socialmente necesarios para la reproducción
G gasto público
gf grado de explotación
I inversiones
K capital fijo
L factor productivo trabajo
v capital variable
TN trabajo necesario para la reproducción de la fuerza-trabajo, que coinciden con el trabajo pagado
TV trabajo vivo
PST plus-trabajo, que coincide con el trabajo no pagado
π
productividad
vn valor necesario para la reproducción de la fuerza-trabajo
W plusvalía
ss salario social real
X exportaciones
FL fuerza-trabajo
34
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Capítulo II
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX1
1. Antes de Marx
1. El principio que está en la base de las obras de economía política que Marx leyó en París en 1844 –y
sobre todo en Indagación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776), de Adam
Smith– es que la felicidad de los individuos depende del bienestar de la sociedad; el bienestar de la
sociedad crece con el aumento de la riqueza de las naciones; la riqueza tiene por fundamento el trabajo;
el trabajo, en efecto, valoriza los productos naturales y está, de hecho y de derecho, en el origen de la
sociedad.
La economía política2 clásica, si bien por una parte ponía el trabajo en la base del progreso humano, por la otra identificaba al sistema capitalista, fundado sobre la propiedad privada de los medios
de producción y sobre el trabajo asalariado, como el único sistema económico racional y, por tanto,
natural. Había que dejar hacer a las leyes naturales de la economía. Tal principio, que Smith heredó
de los fisiócratas, devino en palabra de orden del liberalismo económico. Además, dejando hacer a
la técnica, el progreso que ella reporta deviene en progreso general. Por poner un solo ejemplo, la
“economía política” defiende la división técnica3 del trabajo porque de esa manera se incrementa la
fuerza productiva, y ello se transmuta, naturalmente, en más riqueza para toda la sociedad.
David Ricardo toma de Smith los fundamentos de su doctrina económica. En los Principios de
economía política, lleva él adelante la investigación smithiana, al tiempo que la critica en sus puntos
débiles. Ricardo comenzaba su obra afirmando de manera indiscutible que “el valor de una mercancía
(...) depende de la cantidad relativa de trabajo que es necesaria para su producción”.
2. En tiempos más recientes, Sylos Labini (2005) invitó, en un libro de fácil lectura, a “reestudiar los
clásicos” de la economía política, apreciable invitación a la heterodoxia en un panorama donde la
cansada teoría marginalista, en todas sus variantes y no de último también por parte del neoinstitucionalismo (Ankarloo 2002), todavía hace las veces de dueña de casa. En ese texto, y aun cuando no
le dedica capítulos específicos, Sylos Labini mantiene frecuente diálogo con Marx, a quien ubica en la
categoría de los “clásicos” junto a otros gigantes del pensamiento: Ricardo y Smith. Condición para la
inclusión de Marx entre los clásicos, avisa el autor, es que se deje “de lado su proyecto revolucionario”
(2005: 30)4.
Una lectura radicalmente distinta, en la que Marx es interpretado como crítico incansable de la
economía política clásica, la ofrecen Grossmann (1971) y Milios, Dimoulis, Economakis (2002: viii):
La crítica de la economía política de Marx no constituye una “corrección” de los “errores” o de
las “incomprensiones” de la economía política clásica, sino la formación de un nuevo campo
teórico, que modela un nuevo objeto teórico de análisis y un nuevo “paradigma” de argumentación.
A diferencia de la teoría del valor de Ricardo, la marxista es una teoría de la forma de valor del
producto-mercancía, conectada por eso desde el inicio con su forma de dinero, y después de precio,
y por tanto a la teoría monetaria. El valor de una mercancía no puede ser determinado en cuanto tal,
sino solamente a través de su forma de aparición; no puede ser determinado aisladamente, sino solo
en relación con todas las otras mercancías presentes en el proceso de intercambio. Esa relación del
valor de cambio se materializa con el dinero. En el sistema marxista no puede existir ninguna otra
“incorporación material” de trabajo (abstracto), ni ninguna otra forma cuantitativamente definida de
aparición (o de medida) del valor. En la medida en que el dinero incluye la única forma de aparición
del valor, las dos cantidades no pertenecen al mismo nivel de abstracción. En otras palabras, ellas
son inconmensurables y, consecuentemente, no pueden ser materia de comparaciones cuantitativas
y cálculos matemáticos. En el sistema de Marx, el valor no pertenece al mundo de las cantidades
empíricamente individualizables (y mensurables): solo el dinero puede hacer tal cosa.
3. En sus Principios..., Ricardo precisa que no es el genérico costo de producción –que incluye, además
del trabajo, la ganancia y los intereses–, ni el trabajo que una mercancía puede comprar, sino el trabajo
empleado en su efectiva producción, el trabajo fijado en la mercancía misma, lo que determina su valor. Y así critica a Smith, reprochándole el haber considerado válida la teoría del valor-trabajo solo para
los tiempos primitivos que precedieron la apropiación del suelo y la acumulación de capitales, pues de
tal manera no se atribuye a esa teoría un significado rigurosamente científico. Ricardo se opone a ello y
sostiene que la intervención del capital no modifica en absoluto la validez de la ecuación valor-trabajo;
que también en las sociedades precapitalistas, al igual que en la sociedad burguesa, los medios de producción, que en el capitalismo asumen la forma de capital, intervienen en la producción e influencian
el valor, pero lo influencian en función de la cantidad de trabajo fijada justamente en el capital, la
cual se suma a la cantidad de trabajo directamente empleado en la producción. En consecuencia, es
36
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
únicamente el trabajo lo que regula el valor. El valor, entonces, corresponde al costo de producción,
pero el costo de producción se resuelve sobre todo en trabajo.
2. La contribución de la escuela socialista
1. La capacidad de incidir del socialismo premarxista residía precisamente en la crítica dura y feroz en
relación con el capitalismo, el comercio, el mundo de la industrialización. La sociedad industrial es
entonces el escenario socioeconómico del primer socialismo, e inherentes a ese tipo de desarrollo son
los terribles daños de orden físico, cultural y moral provocados por la Revolución Industrial (trabajo
infantil masivo, una expectativa de vida disminuida para la clase obrera a menos de 25 años, depauperación, degradación, prostitución, etcétera).
El socialismo “premarxista” se originaba justamente de esos daños. Del examen del mundo del
trabajo y de sus condiciones laborales se formó la conciencia de que la fábrica capitalista constituía
una ruptura en la historia del trabajo humano, al reunir a un vastísimo número de trabajadores en un
único espacio físico de ocupación, pero, al mismo tiempo, privarlos del resultado final del trabajo, la
mercancía. Los “premarxistas” se plantearon, pues, el problema –que más adelante será centro de
la discusión para Marx y Engels– de la reconstrucción de la posibilidad, por parte de los trabajadores,
de intervenir en el proceso productivo, eliminando la apropiación capitalista de su resultado. Esto
se resolvía en la previsión de la posibilidad, al alcance de todos los hombres, de vivir bajo una nueva
organización social, en la cual habría una subdivisión equitativa de los productos, derivada de una
producción racional, organizada comunalmente o influenciada por la colectividad, aun si continuara
siendo privada.
Planteada la cuestión en esos términos, se comienza a entrever una cierta diferenciación, entre los
primeros socialistas, respecto al tema central de la propiedad privada. Consecuentemente, variaban
las propuestas según se tratara de derrotar, reformar o condicionar a esta última. Algunos pensadores
consideraban que la sociedad capitalista se podía reformar; otros sostenían que una transformación
solo podía darse a través de una revolución, incluso violenta. Muchos, en cambio, tenían posiciones
intermedias: estaban los asociacionistas, los colectivistas, los organizadores del trabajo, los cooperativistas, y no se olvide a aquellos que predicaban la insurrección permanente: los libertarios. Frente a esa
multiplicidad de opciones, es posible identificar los puntos que aproximan a todos estos pensadores
que legaron propuestas tan aparentemente divergentes.
2. El primer punto de encuentro lo forman el rechazo pleno al mundo burgués y la propuesta de una
sociedad democrática. En todos los socialistas “utópicos” se encuentra un concepto sustancial y no
formal de democracia, que no se refiere nunca, o casi nunca, a formas políticas democrático-liberales.
La suya es una democracia con participación directa del pueblo en la vida política, mediante la comunidad de vivienda, el asociacionismo, la unidad de producción industrial o agrícola, etcétera; una
participación que, en la práctica, supera incluso las más avanzadas formas liberales-constitucionales.
Y que con frecuencia corresponde a una democracia de clase que se expresa en la dictadura de la clase
obrera, que no solo niega la sociedad conservadora, sino que tampoco tiene ningún punto de contacto
con las instancias democráticas pluripartidistas.
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
37
3. Al pasar del premarxismo inglés al francés, las diferencias doctrinarias y de formulación salen in-
mediatamente a la luz. En el primero hemos notado una acentuada tendencia al análisis económico
e, incluso, propiamente, al verdadero estudio y profundización de una ciencia, la economía política.
En el movimiento socialista francés encontramos, en cambio, no a los desarrolladores o críticos de las
teorías smithianas o ricardianas, sino a teóricos que se ponen en primera fila de los sucesivos asaltos
revolucionarios y de las revueltas populares. En Francia el socialismo ganó, sin duda, por lo que respecta a la praxis, a la verdadera práctica revolucionaria, a expensas no tanto de la teoría como tal (de
hecho, hubo también teóricos puros en el protosocialismo francés), como del desarrollo teórico en
clave socialista de la ciencia económica.
3. La utilización socialista de Ricardo
1. El elemento filosófico que confirió características propias al núcleo central de una ideología socialista
y que creó, por tanto, las condiciones para un espacio político propio del movimiento obrero, fue
derivado de la teoría económica de Ricardo.
La teoría ricardiana del valor-trabajo fue la base de la ideología socialista, particularmente la inglesa.
El trabajo humano aparecía así como el elemento central de todo el desarrollo productivo, y el producto que de ello se obtenía retornaba solo en parte –en el salario– al trabajador que lo había constituido.
Y, viceversa, la ganancia del capital aparecía como ganancia obtenida directamente del trabajo obrero5.
El resultado político de esta ideología era clarísimo: el objetivo del movimiento obrero pasaba a ser la
eliminación de esas condiciones de subordinación económica y la adquisición, para los trabajadores, de
un papel social que se correspondiera con el económico, en el cual los trabajadores son los proveedores
de trabajo, como elemento de valoración de las mercancías. Las posiciones teóricas ricardianas y su
consecuente concepción de la ganancia, unidas a las cuestiones antes mencionadas, están presentes,
aun con matices y acentos diferentes, en todas las principales figuras del socialismo premarxista, y
especialmente en los teóricos del movimiento obrero inglés, de Owen a William Thompson, de Gray
a Hodgskin y a John Francis Bray.
En ese marco ideológico, dos elementos resaltan por su gran importancia: in primis, los temas
socialistas tomados de la economía política sitúan los objetivos socialistas en el corazón del proceso industrial capitalista, antes que en la restauración de relaciones sociales que el industrialismo ha
efectivamente trastornado. En segundo lugar, la ideología socialista se desarrolla sobre el mismo
terreno de la nueva ciencia del industrialismo: la economía política, la ciencia de la cual se había
recabado con mucha frecuencia la argumentación ideológica acerca de la inevitabilidad de la condición obrera. Es en este contexto que la teoría ricardiana del trabajo como medida del valor de
cambio se transmitirá a la reflexión de Marx sobre la formación de la plusvalía. Finalmente, la clarificación del hecho de que la ganancia industrial nace del trabajo asalariado estuvo en la base del
movimiento de cooperativas de producción, que fue característico del primer socialismo inglés. Si
la producción ocurre mediante la libre asociación de los trabajadores, la ganancia queda eliminada y la cuota salarial se hace más elevada, próxima, vale decir, a la cuota de valor que el trabajo
ha producido.
38
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
2. Se puede entonces afirmar que en el período de la economía política ricardiana surge, simultánea-
mente, la oposición de los pensadores socialistas premarxistas. Si para Ricardo el interés predominante
es comprender las relaciones de la producción capitalista y hacerlas valer como formas absolutas de la
producción, estos otros se apoderan de las contradicciones y de los “misterios” inherentes al modo
de producción capitalista para combatirlos desde la perspectiva del proletariado industrial. Ya estos
autores comienzan a designar el surplus o la ganancia directamente con el término de “plusvalía”,
producto del trabajo que el obrero cumple gratuitamente una vez concluido el tiempo de trabajo que
reintegra o paga el valor de su fuerza-trabajo, y que produce el equivalente a su salario.
En la misma medida en que había sido importante hallar la ecuación valor-trabajo, lo era también
–y será este el punto central del análisis económico marxista– representar como plusvalía el plustrabajo
que se cumple en un plusproducto*. Logran ellos, pues, por primera vez, intuir que si el valor tiene
su origen en el trabajo, entonces la ganancia es sustracción del producto elaborado por el trabajador,
y que se resuelve esto directamente en apropiación de un tiempo de trabajo por el cual el obrero no
recibe retribución alguna. Luego, cualquiera que sea la forma del interés pagado a los capitalistas –sea
en forma de renta o de interés monetario o de ganancia industrial–, es pagado por el trabajo ajeno. Por
tanto, los intereses de capital, en general, se resuelven todos en plustrabajo, que a su vez se representa
en un plusproducto; solo este último es propiamente capital. Todavía estos elementos se presentan de
diversa manera en las varias figuras del movimiento socialista.
4. Thomas Hodgskin
1. Thomas Hodgskin atribuye solamente al trabajo la capacidad de producir valor y desarrolla el tema
ricardiano con sentido clasista; vale decir, identificando el conflicto entre trabajo y capital. Denuncia
él la forma de apropiación de los capitalistas, quienes reducen al obrero al salario más bajo posible y se
embolsillan indebidamente toda la excedencia del valor producido por el trabajo.
2. En particular, sobre la acumulación de capital y la relación con la ganancia, escribe:
El capital fijo pertenece a una clase de persona que ni lo fabrica ni lo usa (...) El capitalista, en
tanto que simple poseedor de los utensilios, no es un trabajador. Él no contribuye en modo alguno
a la producción. Él adquiere la propiedad del producto de un obrero y la cede a alguien más, bien
por un lapso de tiempo determinado, como ocurre con la mayor parte de los tipos de capital fijo,
o para siempre, como en el caso del salario, si piensa que puede ser usado o consumido en su
beneficio. No permitirá jamás que el producto de un obrero, venido en posesión suya, sea usado o
consumido por otro obrero, si no es en su favor. Él utiliza o presta su propiedad para obtener una
parte del producto y del rédito natural de los trabajadores, y toda acumulación de tal propiedad
en sus manos significa extensión de su poder sobre el producto del trabajo e impedimento para
el incremento de la riqueza nacional. Es eso lo que sucede actualmente (...) Al no permitir a los
obreros fabricar o utilizar los instrumentos de trabajo a menos que obtenga por ello una ganancia
* (n.t.) Entiéndese por “plustrabajo” el que cumple el obrero cuando –como ha explicado antes el autor–, una vez satisfecho
mediante el salario el valor de su fuerza-trabajo, se dedica a generar plusvalía; y el “plusproducto”, como la mercancía que
produce en ese tiempo adicional de su jornada laboral.
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
39
superior a lo que cuesta el mantenimiento de esos mismos obreros, el capitalista, como poseedor
de todo el producto, le pone evidentemente al trabajo productivo límites mucho más restringidos
que los que prescribe la naturaleza. A medida que el capital se acumula en las manos de terceros,
aumenta la tasa de ganancia pretendida por los capitalistas, y así nace un impedimento artificial
para la producción y para el incremento de la población (...) En el estado actual de la sociedad, en el
que los obreros no son nunca los poseedores del capital, cada acumulación de capital incrementa el
monto de la ganancia que a estos se les exige y elimina todo trabajo capaz de procurar una cómoda
existencia (...) Si se admite que el trabajo lo produce todo, incluido el capital, es absurdo atribuir
una fuerza productiva a los instrumentos que el trabajo construye y emplea (…) Los salarios, como
los instrumentos, no promueven la producción. Es el trabajo, y no el capital, lo que paga todos los
salarios (…) La invención y el uso del papel moneda han revelado que el capital no es cosa de ahorro.
Mientras el capitalista, para lograr su riqueza o para disponer del trabajo de otros, tenía que poseer
una verdadera montaña de metales preciosos o de mercancías, se podía pensar que la acumulación
era verdaderamente el resultado de un ahorro, y que de ella dependía el progreso de la sociedad. Pero
desde el momento en que fueron inventados el papel moneda y los títulos, y el poseedor de simples
pedazos de papel o pergaminos obtiene un rédito anual en pedazos de papel, con los cuales consigue
todo aquello de lo que pueda tener necesidad para su uso y consumo, si este poseedor se encuentra
al final del año más rico que al comienzo, porque no ha gastado todos sus trozos de papel, o si al
año siguiente tiene el derecho de cobrar un número mayor de trozos de papel, que le da la facultad
de disponer de una cantidad todavía mayor del producto del trabajo, no hay duda de que el capital
no es cosa de ahorros y que el capitalista individual no se enriquece por un ahorro real, material,
sino mediante una operación que lo pone en condiciones (…) de adquirir una parte más grande del
producto del trabajo (…) El empresario industrial posee moneda en metálico o papel, con la que
paga los salarios. Sus obreros intercambian los salarios por productos de otros obreros, quienes a su
vez tampoco conservan su salario, ni en moneda ni en papel. Eso regresa al industrial, quien les da
a cambio el paño producido por sus obreros. Con eso paga de nuevo los salarios y así la moneda,
metálica o en papel, reinicia su circuito6.
Y Marx, en su Storia dell’economia politica (Teorie sul plusvalore), al analizar la obra de Hodgskin en
relación con la caída de la tasa de ganancia, sostiene:
Yo he explicado la caída de la tasa de ganancia, a pesar de la estacionalidad e incluso del aumento
de la tasa de plusvalía, con el hecho de que el capital variable disminuye respecto al capital
constante; es decir, el trabajo vivo presente disminuye con respecto al trabajo pasado, empleado y
reproducido. Hodgskin y el autor de The Source and Remedy of the National Difficulty lo explican
con la imposibilidad, por parte del obrero, de hacer frente a las pretensiones del interés compuesto,
vale decir, de la acumulación del capital (…) El sentido general es el mismo. Si digo que la tasa
de ganancia disminuye con la acumulación porque el capital constante aumenta en relación con
el capital variable, eso significa que, al prescindir de la forma determinada por parte del capital, el
capital empleado crece respecto al trabajo empleado. La ganancia cae, no porque el obrero sea menos
explotado, sino porque en general se emplea menos trabajo en relación con el capital empleado
(1993a: 321-322).
5. John Gray
1. También John Gray toma de Ricardo y de Owen el tema de la crítica al capital y el principio del
valor-trabajo. Se hace él portavoz de una polémica contra la aristocracia terrateniente desde el punto
40
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
de vista de los fisiócratas y, como estos últimos, piensa que en la industria no hay creación de plusvalía.
En cambio, los “agricultores pueden consumir todo su ingreso y todavía enriquecer al Estado, porque
su trabajo crea un excedente llamado renta”7.
Y Marx, al analizar la obra de Gray, sostiene:
Es este el único escrito importante que se enlaza directamente con la doctrina fisiócrata (…) Este escrito contiene, en primer lugar, un óptimo y conciso resumen de la doctrina fisiócrata (…) Hay
que distinguir netamente entre producción de plusvalía y transferencia de plusvalía (…) Y esta es
la grandeza de la fisiocracia. Se pregunta ella cómo se produce y reproduce la plusvalía (que en él
[Gray] equivale a renta). La cuestión de cómo se reproduce a escala ampliada, de cómo se acrecienta,
pasa a un segundo plano. Se debe primero descubrir la categoría, el secreto de su producción (1993a:
411-412).
Partiendo de premisas mercantilistas, Gray consigue explicar, como los fisiócratas, que la ganancia
de la industria no es otra cosa que profit upon alienation.
Y continúa Marx: “Este inglés llega a la lógica conclusión de que esa ganancia solo es tal si el
producto de la industria se vende en el exterior. De la premisa mercantilista extrae la lógica conclusión
mercantilista” (1993a: 413).
Entonces, esa ganancia solo es tal si la industria vende sus mercancías en el extranjero. Escribe en
efecto Gray:
Ningún industrial, sea cual fuere su ganancia personal, añade algo a la renta de la nación si su
mercancía es vendida y consumida en el país. De hecho, el comprador (…) pierde exactamente
tanto (…) cuanto gana el industrial (…) entre comprador y vendedor se produce un intercambio
del cual no deriva ningún incremento de renta. Para remediar la falta de un excedente, el empresario
agrega una ganancia de 50% a lo que gasta en salario; o seis peniques por cada chelín pagado en
salario… y si el producto es vendido en el extranjero, esa será la ganancia nacional para tantos y
tantos trabajadores8.
2. Y, regresando directamente al problema de la ganancia, prosigue:
Un industrial puede enriquecerse solamente en tanto sea un vendedor (en tanto produzca su producto
como mercancía). Si deja de ser un vendedor, inmediatamente cesa su ganancia, porque no es una
ganancia natural, sino artificial. El agricultor, en cambio (…) puede existir, prosperar y hacer crecer
la suya, aun sin vender nada (…) Los vendedores no se enriquecen como resultado del aumento del
valor nominal del producto (…) dado que lo que ganan como vendedores, lo pierden en la misma
exacta medida en calidad de compradores9.
6. Robert Owen
1. Considerable fue también el análisis teórico realizado por Owen sobre temas del trabajo y la riqueza.
Afirmó, siguiendo a Ricardo, que el valor de las mercancías únicamente podía medirse por el trabajo
y que solo el progreso científico podía acrecentar el valor del trabajo; de esa manera, los trabajadores
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
41
no tendrían ya que estar sujetos a los sistemas de esclavitud que los habían oprimido en el pasado, sino
que –haciendo referencia a los tiempos de trabajo efectivamente empleado para producir la riqueza
nacional y más allá de todo “típico problema” de acumulación capitalista y por tanto de riqueza– se
llegaría a la conformación de la nueva organización social.
2. Escribe Owen:
la unidad de medida natural del trabajo es, en principio, el trabajo humano, o las fuerzas humanas,
manuales y mentales, que conjuntamente intervienen en él (…) del mismo modo se quiere calcular
la media del trabajo y de la fuerza humana; y desde el momento en que ello constituye la esencia
de toda riqueza, se puede también calcular el valor contenido en todo producto, y procediendo en
modo análogo para todos los productos se pueden determinar las relaciones de intercambio entre
ellos; el conjunto de estos valores permanecería constante por un determinado período. El trabajo
humano vendría de esa manera a asumir su valor natural o intrínseco, que aumentaría con el progreso
de la ciencia; es ese, en efecto, el único objetivo realmente útil de la ciencia. La demanda de trabajo
humano no estaría ya sometida al capricho, ni el sostenimiento de la vida humana sería, como ahora,
un artículo de comercio de valor siempre cambiante, y las clases trabajadoras no serían esclavizadas
por un sistema artificial de salarios, más cruel en sus efectos que cualquier esclavitud jamás practicada por una sociedad, bárbara o civilizada (1971: 184-193).
Owen intentó materializar su proyecto en la fábrica y ciudad cooperativa de New Lanark, en Escocia, organizada sobre principios de propiedad cooperativa de los trabajadores. Más allá de eso, New
Lanark se convirtió además en una pequeña ciudad socialista, con asilos, escuelas, asistencia sanitaria,
vida cultural, todo ello gestionado sobre bases comunitarias.
7. Claude-Henry Saint-Simon
1. Saint-Simon, uno de los más fecundos y geniales socialistas “utópicos”, dedicó toda su vida a proyec-
tos de reorganización económica, política y social. Pero, aun cuando su mensaje fue radical, no puede
ser clasificado como un socialista, si con tal definición se identifican los ideales de ruptura definitiva
con el sistema capitalista. El suyo puede ser considerado un socialismo “industrial”, que se apoyaba en
el progreso económico. Al criticar, pues, el atraso económico y social de las civilizaciones precapitalistas
y atacar duramente la “anarquía” capitalista –incapaz de resolver los problemas sociales, puesto que era
guiado por especuladores–, el problema emergente del análisis saintsimoniano era el de la adecuación
de las estructuras sociales y políticas a un proceso de rápida industrialización y expansión productiva
mediante la “reorganización” del capitalismo, para dar vida a una nueva dimensión de la sociedad, a un
nuevo Estado de científicos, organizado jerárquicamente pero no autoritariamente. Los científicos, al
administrar de manera más funcional los asuntos del Estado, debían sustituir a todo Gobierno político.
En la célebre parábola de Saint-Simon (1819) se argumentaba acerca de la inutilidad de la nobleza,
los senadores, los ministros, etcétera, frente a los verdaderos “productores”: obreros, maestros de arte,
industriales, banqueros, etcétera10.
42
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
2. En todo el pensamiento de Saint-Simon es el mundo del trabajo lo que tiene importancia primaria.
Los trabajadores, en cuanto productores de riqueza social, debían ser los llamados a asumir, junto
con los científicos, la dirección del Estado. De un lado están los “productores”, aquellos que quieren
construir la sociedad valiéndose de su propio trabajo y del conocimiento científico adquirido; del otro,
los ociosos, los ineptos, esto es, nobles, curas, aristócratas que, aprovechándose de sus posiciones de
privilegio, no solamente no son útiles al capitalismo industrial, sino que amenazan su sobrevivencia.
El industrialismo saintsimoniano es por tanto progresista; su objetivo es organizar el sistema capitalista, pero manteniendo al individuo subordinado a la sociedad, es decir, al capitalismo renovado y
reformado.
Saint-Simon no distingue entre intereses de los patrones e intereses de los obreros; para él, se trata
siempre de “productores”, a niveles diferentes; y si privilegia a los asalariados es solo porque quiere
que mejore la situación de la clase más numerosa y más pobre. Nos encontramos, entonces, ante una
sociedad en la que reina la colaboración entre las clases y desaparecen los antagonismos. Pero aun si el
pensamiento de Saint-Simon pareciera interclasista, lo cierto es que, efectivamente, arrojó luz sobre la
existencia de una lucha de clases entre los “productores” y los sectores más atrasados de la sociedad, los
estratos improductivos. Aunque considerara que los empleadores y los obreros formaban parte de una
única clase, con intenciones comunes pero sociológicamente diferenciados, al final de su vida cambió
completamente de opinión.
En el nuevo cristianismo, además de presentar un cristianismo renovado, una religión social que
tuviera en cuenta la fe individual, se afirmaba sobre todo el principio de la conflictividad de clase en la
historia y particularmente en la sociedad dominada por la propiedad privada de los medios de producción. Uno de los conceptos dominantes del ensayo era el relativo a la liberación del hombre, del obrero,
de la opresión material, y el uso de la religión para lograr ese fin. Se concluía que, mientras en las
reflexiones precedentes había buscado reorganizar el capitalismo para darle una mayor funcionalidad,
ahora se planteaba en primer término organizar a la masa de trabajadores mediante una reforma de la
religión que deviniese en cultura popular universal. Así comenzó por la realización terrena de la justicia
y la emancipación de la “clase más numerosa y más pobre”.
3. Al pensamiento de Saint-Simon hicieron referencia muchos seguidores que, aun con diferencias
internas, conformaron la escuela saintsimoniana. El saintsimonismo fue un gran movimiento intelectual que encaró los argumentos típicos de las doctrinas socialistas: desde el tema de la igualdad hasta
el de la libertad, la democracia, la propiedad, pero partiendo siempre de la consideración crítica del
liberalismo y planteando la desaparición de la propiedad privada.
8. Sismonde de Sismondi
1. En el ginebrino Sismondi hallamos un análisis económico que ve en el “valor constituido” del
tiempo de trabajo la fuente de todas las contradicciones de la industria y el comercio modernos.
El valor mercantil de una cosa –dice– es fijado siempre, en última instancia, con base en la cantidad
de trabajo necesario para crear la cosa evaluada; pero ese valor no corresponde al costo (de tiempo)
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
43
actual, sino al que se obtendría con medios quizá más perfectos; y esa tal cantidad, en tanto que
difícil de valorar, viene siempre a ser fijada fielmente por la competencia (…) Tanto la demanda del
vendedor como la oferta del comprador son calculadas sobre esa base. El primero podrá afirmar que
esa cosa le costó diez jornadas de trabajo, pero si al segundo le parece que puede ser hecha en ocho, y
si la competencia les ofrece a ambos la demostración, es en ocho jornadas que se estabilizará el costo
de mercado y se reducirá el valor. Ambos contratantes tienen la percepción de que la cosa es útil,
que es deseada, y sabrán que sin deseo no habría venta alguna, pero la determinación del precio no
mantiene relación alguna con la utilidad11.
2. Y Marx escribe:
Sismondi, en sus Nouveaux principes, acepta la explicación exacta de la distinción smithiana (en el
mismo sentido en que es aceptada como evidente también por Ricardo): la verdadera diferencia entre
clases productivas e improductivas es esta: “Una intercambia siempre su propio trabajo por el capital
de una nación, la otra lo intercambia por una parte del ingreso nacional” (…) Sismondi –siguiendo
también aquí a Smith– escribe a propósito de la plusvalía: “Aunque el obrero haya producido con su
trabajo diario mucho más que su remuneración diaria, es raro que tras la repartición del producto
con el propietario inmobiliario y con el capitalista le quede algo más que lo estrictamente necesario”
(1993: 163).
Sismondi se da cuenta de que su época está caracterizada por el desarrollo cíclico del capitalismo,
con sus crisis. Percibe que, en efecto, a los trabajadores se les da lo estrictamente necesario para sobrevivir; luego, entre el salario del obrero y el valor de lo que produce existe una diferencia, que él denomina
como el “mejor valor”. Y dado que de esa plusvalía solo pueden beneficiarse los empresarios, es ella
causa de una enorme desigualdad en la distribución de la riqueza; desigualdad que, por otra parte, está
destinada a agravarse continuamente:
Por una parte, en efecto, la plusvalía se hace tanto más grande en cuanto mayores son los progresos
alcanzados por las artes y las ciencias en su aplicación a los procesos productivos; por la otra, la
competencia entre los empresarios tiene el efecto de reducir su número. En realidad, quien inventa
un nuevo procedimiento se cuida de no divulgarlo y de que no se haga colectivo, sino que antes bien
lo utiliza en exclusiva, a gran escala, para reducir sus propios costos y arruinar de tal manera a su
competencia (Denis, 1973: 41-42).
9. Pierre-Joseph Proudhon
1. La figura de este pensador domina la historia del socialismo, el francés y el europeo, en toda la etapa
central del siglo xix. Economista y filósofo, o ni lo uno ni lo otro según el juicio de Marx12, con él
nos encontramos ante una propuesta de socialismo, o más propiamente de socialismo libertario, que
tiene por premisa no a la clase obrera como entidad modernamente concebida, sino a ciertos artesanos
o, mejor, a la pequeña burguesía colocada a los márgenes en la sociedad de alto desarrollo industrial.
En efecto, Proudhon no fue un socialista –“Yo estoy limpio de las infamias socialistas”, dice en su
Filosofía de la miseria–, como no fue un utopista en el sentido exacto de la palabra. Fue un reformador
que colocaba al centro de su pensamiento los problemas del crédito, del préstamo sin intereses, capaz
44
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
de hacer sobrevivir a una pequeña burguesía productora ya condenada por el desarrollo del capitalismo: fue, ante todo, un crítico de la sociedad industrial.
Por cuanto atañe a su figura, Marx sostiene:
El buen Proudhon confunde el dinero como medio de circulación con el dinero como capital (…)
puesto que el capital es prestado en forma de dinero, él cree que es el capital-dinero –vale decir, el
dinero en efectivo– el que posee esta cualidad específica. Todo debe ser vendido, nada prestado. En
otras palabras: del mismo modo como aceptaba la mercancía, pero no el que se convirtiera en dinero,
aquí acepta la mercancía y el dinero, pero no que se desarrollen hasta convertirse en capital. Lo cual,
si lo despojamos de todas sus formas fantásticas, quiere decir simplemente que no debe pasarse de
la pequeña producción campesina y artesanal a la gran industria. (…) Y por último, la plusvalía en
forma de moral: “Todo trabajo debe suministrar un excedente”. Y con ese precepto moral queda,
naturalmente, muy bellamente definida la plusvalía (1993a: 562-563).
En una de sus obras más apreciadas, Che cos’è la proprietà? [¿Qué es la propiedad?], Proudhon estudia
el derecho de propiedad en el mundo moderno, con sus derivaciones socioeconómicas y, tras calificar
de irracional a la propiedad privada, arriba a la famosa conclusión de que “la propiedad es un robo”.
De hecho, en esa obra el acto de apropiación es visto todavía como violencia y fraude; el trabajador,
aun después de haber recibido su salario, tiene un derecho natural de propiedad sobre aquello que
ha producido. Estando así las cosas, las líneas de desarrollo del proudhonismo estaban claras, pero la
aplicación de su definición de la propiedad al análisis y a la perspectiva de acción en la sociedad lo
llevaron hacia algunas posiciones que se desviaban de la línea trazada.
Si la propiedad, vista en su origen, “es un principio en sí mismo viciado y antisocial, está sin embargo destinada a convertirse, por su misma generalización y por el concurso de otras instituciones, en
el perno y el alma de todo el sistema social” (Proudhon, 1903).
2. Proudhon hablaba de “conciliación” entre las clases, negaba la necesidad de la coalición y organi-
zación obrera y no se proponía en absoluto oponer al capitalismo algún otro sistema, sino que quería
intervenir en él con medios reformistas, como los “bancos del pueblo”13 y, finalmente, el “crédito
gratuito”.
Afirmaba que desde el momento en que hay tantas necesidades que satisfacer, ello presupone tantos
bienes que producir y tantos hombres comprometidos en la producción; estando así las cosas, hay
que presuponer un ciclo productivo basado en la división del trabajo, pero al suponer tal división es
necesario pensar también en el intercambio y, en consecuencia, en el valor de cambio.
Escribe Proudhon (1945):
Los economistas han evidenciado muy bien el doble carácter del valor, pero no han conseguido
dar cuenta con similar claridad de su naturaleza contradictoria, y allí se inicia nuestra crítica (…)
No basta que hayamos señalado ese sorprendente contraste, propensos a enjuiciarlo como algo
extremadamente simple: es preciso además mostrar que esa pretendida simplicidad esconde un
pensamiento profundo que debemos penetrar. En términos técnicos, el valor de uso y el valor de
cambio están en razón inversa uno del otro.
Proudhon asimila el valor de cambio a la “rareza” y el valor de uso a la “abundancia”, de manera que
a la escasez de oferta de productos –en relación con la demanda– corresponde un precio alto.
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
45
En realidad, no considera la demanda como categoría económica válida por sí misma, sino
que identifica el valor de uso con la oferta y el valor de cambio con la demanda: lo que él llama
la opinión; por tanto, habrá una eterna lucha entre lo que es útil y la opinión, entre productor
y comprador.
3. A estas alturas, se podría verdaderamente decir que toda la teoría del valor de Proudhon se basa en
la sustitución del valor de uso y del valor de cambio, de la oferta y la demanda, por nociones completamente abstractas como la rareza y la abundancia, lo útil y la opinión. Pero Proudhon va todavía más
allá, al introducir el concepto de valor “constituido” o valor venal. Parte para ello de la premisa de que,
si se admite la utilidad y que el trabajo es la fuente del valor, y dado que la medida del trabajo es el
tiempo, entonces el valor relativo de los productos es determinado por el tiempo de trabajo cumplido
para producirlos. Finalmente, el precio no es más que la expresión monetaria del valor relativo de un
producto y el valor “constituido” de otro producto cualquiera no es sino el valor que se constituye al
considerar el tiempo de trabajo preestablecido. Consecuentemente, las conclusiones a las que arriba
Proudhon –al partir del valor constituido basado en el tiempo de trabajo– llevan al hecho de que una
cierta cantidad de trabajo y una jornada de trabajo equivalen a cualquier otra jornada de trabajo: en
paridad cuantitativa, en términos de tiempo y de trabajo, el producto de uno puede ser intercambiado
por el producto de otro sin que exista, entonces, ninguna diferencia cualitativa en el trabajo. Sostiene,
además, que “el trabajo de todo hombre puede comprar el valor que ello contiene”. De seguir por
ese camino, se podría también afirmar que todos los salarios son pagados en igual medida para un
mismo tiempo de trabajo. En efecto, Proudhon supone que una cierta cantidad de trabajo contenida
en un determinado producto equivale a la retribución del trabajador, es decir, al valor del trabajo, sin
considerar en absoluto la formación de la plusvalía.
4. En la práctica, Proudhon establece una relación –aún más: instituye una equivalencia– entre una
cierta cantidad de trabajo y los productos que con ello se han creado, sin percatarse de que en tal forma
se llegaría a suponer una sociedad compuesta por trabajadores que reciben como salario su propio
producto y en la que las jornadas de trabajo equivalen todas unas a otras, pasando así completamente
por alto el problema de la ganancia industrial y de su origen. Y si con la categoría de ganancia entramos
en la oscuridad más completa, no es más clara su explicación del “excedente de trabajo”.
Escribe Proudhon a ese propósito:
un axioma generalmente admitido por los economistas es que todo trabajo debe dejar un excedente.
Esta afirmación es para mí de una verdad universal y absoluta: es el corolario de la ley de la
proporcionalidad, que puede considerarse como el sumario de toda la ciencia económica. Pero, y me
disculpo con los economistas, el principio de que todo trabajo debe dejar un excedente no tiene en su
teoría ningún sentido y no es susceptible de demostración alguna (…) Este principio del excedente
del trabajo vale para los individuos solo en la medida en que ello emana de la sociedad, que así les
confiere el beneficio de sus leyes (Proudhon, 1945).
En otras palabras, quiere él afirmar que la producción del individuo social supera la del individuo
visto aisladamente, que el excedente de trabajo se explica con la sociedad-persona y que los economistas no han captado la “personalidad de este ser colectivo”.
46
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Proudhon explica que el trabajo debe dejar a todo productor un excedente y que esto ocurre en
tanto que toda nueva invención que permita producir con la misma cantidad de trabajo una mayor
cantidad de mercancías, reduce el valor venal del producto. Y así afirma:
He demostrado con la teoría y con los hechos que todo trabajo debe dejar un excedente (…) Pero
este principio, tan cierto como una afirmación aritmética, está todavía lejos de cumplirse para todos.
Y así, mientras cada jornada de trabajo individual va logrando, como consecuencia del progreso de la
industria colectiva, un producto cada vez mayor, y el trabajador tendría por eso mismo que hacerse
cada vez más rico, aun con el mismo salario, existen sin embargo en la sociedad algunas categorías
que hacen progresos y otras que decaen (Proudhon, 1945).
5. En pocas palabras, aun queriendo apoyar su anarquismo en un análisis económico, Proudhon cae
continuamente en verbalismos y malas abstracciones.
Es preciso, sin embargo, reconocerle el mérito de haber sido el primero en plantear una concepción
antiestatal de la gestión económica. La Revolución de Febrero vio florecer en París y en Lyon una
espontánea explosión de asociaciones obreras de producción. Y fue esa naciente autogestión de 1848,
más que la revolución política, lo que para él constituyó el “hecho revolucionario”. El dato más importante era el hecho de que hubiese sido el pueblo quien le dio el primer impulso y no un teórico o un
doctrinario o el Estado mismo. Pero su “colectivismo”, si quiere llamársele así, rechaza asimismo categóricamente el estatismo. En cuanto al comunitarismo, el preconizado por los comunistas era para él
opresión y esclavitud; en consecuencia, Proudhon busca una combinación de comunidad y propiedad,
y la encuentra en la “asociación”. Los instrumentos de producción y de intercambio, afirma, no deben
ser gestionados ni por compañías capitalistas ni por el Estado, sino que su gestión debe ser encomendada
a asociaciones obreras. Y del análisis de estas asociaciones pasa a teorizar sobre la “comuna autónoma”,
como grupo natural que los hombres forman entre ellos, sobre una base local. Ella debe concebirse como un “ser soberano”, que tiene el derecho de gobernarse por sí mismo, de administrarse, de imponerse impuestos, de disponer de su propiedad: como la autogestión es incompatible con la existencia
de un Estado autoritario, la comuna no puede coexistir con un poder centralizado de arriba abajo.
10. Hacia el socialismo científico: Rodbertus, Weitling
1. A través de la Renania, el socialismo premarxista había ido penetrando en Alemania. De Fichte a
Marlo y a Rodbertus, el radicalismo crítico se trasladaba del terreno filosófico al económico. De Gall
a Weitling, el utopismo derivado de Owen, Fourier y Saint-Simon se orienta hacia las formas del
colectivismo, bien conocidas en la literatura francesa e inglesa.
La “Liga de los Justos”, tras penetrar y difundirse en Suiza e Inglaterra, mantiene su centro ideal
en aquellas poblaciones renanas donde se inicia la educación política de Marx, quien de la “Liga de
los Comunistas” –sucesora de la primera– deriva uno de los elementos principales de la doctrina del
Manifiesto: el internacionalismo.
En ese marco, recordemos que los orígenes del socialismo científico se encuentran precisamente en
Alemania, patria de Johann Karl Rodbertus (1805-1875), quien desde el punto de vista del análisis
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
47
económico representa el punto de ruptura entre socialismo ante litteram y socialismo científico; y
patria de Wilhelm Weitling (1808-1871), gracias a cuyo pensamiento se llegó al fortalecimiento de la
“Liga de los Justos”, organización obrera de los weitlingianos que fue la primera en plantear el problema de la necesidad de un partido autónomo de clase. El socialismo moderno, con todas sus variadas
posiciones internas, halló su basamento en la economía política burguesa y en particular se refirió, casi
exclusivamente, a la teoría del valor de Ricardo. Las dos tesis que Ricardo planteó, en 1817, como
premisas de sus Principios, fueron:
a) El valor de toda mercancía está determinado solo y únicamente por la cantidad de trabajo
requerido para su producción.
b) El producto del trabajo social es repartido en su totalidad entre las clases de los propietarios terratenientes o inmobiliarios (renta), de los capitalistas (ganancia) y de los trabajadores (salario).
Tales premisas, como ya hemos visto, habían llevado en Inglaterra a conclusiones socialistas.
2. Pero es solo en 1842, en Alemania, que un pensador consigue, a partir de las dos afirmaciones de
Ricardo, extraer conclusiones completamente socialistas. El logro es de Rodbertus, que, de hecho, es
considerado el fundador del socialismo prusiano.
También Rodbertus sostenía que la renta de los terratenientes y la ganancia de los capitalistas
constituían una deducción o exacción sobre lo producido por los trabajadores. Lo que en la economía
marxista será definido como tasa de ganancia o tasa de la renta inmobiliaria, aparece en Rodbertus con
el nombre de “magnitud de la ganancia del capital y del interés o magnitud de la renta”:
La magnitud de la ganancia del capital y del interés es resultado de su relación con el capital (…)
en todas las naciones civilizadas, la suma de capital = 100 es aceptada como una unidad de medida
para calcular esta magnitud. Cuanto mayor sea la relación entre el monto de la ganancia y del interés
correspondiente al capital y 100, o, en otras palabras, cuanto mayor sea el porcentaje que rinde un
capital, tanto mayores serán la ganancia y el interés14.
En ese punto, Marx lo contradice decididamente:
Esto no está bien. La tasa de la renta inmobiliaria es calculada ante todo sobre el capital; luego, en
cuanto excedente del precio de una mercancía, sobre el precio de sus costos de producción y sobre la
parte del precio que constituye la ganancia (1993a: 65).
Pero veamos todo el razonamiento de Rodbertus:
Para un determinado valor producido o para el producto de una determinada cantidad de trabajo, o,
lo que también es lo mismo, para un determinado producto nacional, la magnitud de la renta está en
proporción inversa a la magnitud del salario, y en proporción directa a la productividad del trabajo.
Más bajo es el salario, más alta es la renta; cuanto más alta es la productividad del trabajo, tanto
más bajo es el salario y tanto más alta la renta (…) La magnitud de la renta depende del tamaño de
la parte que le queda a la renta una vez deducido el salario del producto total, sin tomar en cuenta
todavía la parte del valor producido que sirve para reponer el capital, que puede ser descuidada (…)
48
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
El salario es igual al importe del mantenimiento necesario; es decir, a una determinada cuantía real
de producto, más o menos igual para un determinado país y un determinado período de tiempo (…)
si el salario –en cuanto mantenimiento necesario– es una determinada cuantía real del producto,
representará un valor mayor si el valor producido es alto, un valor menor si es bajo; y, en consecuencia,
suponiendo igual el valor producido que debe ser dividido, absorberá una parte mayor si el valor
producido es alto y una parte menor si es bajo, y finalmente dejará para la renta una cantidad mayor
o menor del valor producido. Pero si es válida la regla según la cual el valor producido es igual a la
cantidad de trabajo que este ha costado, la magnitud del valor producido es determinada únicamente
por la productividad del trabajo, o por la relación entre cantidad del producto y cantidad de trabajo
empleado para producirlo (…) De hecho, si una misma cantidad de trabajo se traduce en menos
producto, o, en otras palabras, si la productividad disminuye, esa cantidad de producto contiene
más trabajo. Pero la cantidad de trabajo determina el valor del producto, y el valor relativo de una
determinada cantidad de producto determina la magnitud del valor-producto (…) Entonces, la renta
será tanto más alta cuanto más alta sea la productividad del trabajo (…)
Si para un determinado valor-producto se da la magnitud de la renta, la magnitud de la renta de la
tierra y la de la ganancia del capital tienen entre sí una relación inversa (…) Cuanto más alta o baja
sea la renta de la tierra, tanto más baja o alta es la ganancia del capital, y viceversa (…) La magnitud
de la ganancia del capital es simplemente determinada por la magnitud del valor-producto en general
y del valor del producto bruto, y del valor del producto manufacturado en particular, o por la
relación de productividad entre el trabajo en general, el trabajo de producción bruta y el trabajo de
manufactura en particular.
Y he aquí algunas conclusiones a las que llega para Europa:
1. (…) en las naciones europeas, la productividad del trabajo –del trabajo de producción bruta y
de manufactura– generalmente aumenta (…) tras lo cual la parte de la ganancia nacional destinada
al salario es disminuida, mientras se aumenta la que queda para la renta (…) Por tanto, la renta es
generalmente aumentada (…)
2. (…) la productividad de la industria aumenta en mayor proporción que la de la agricultura (…),
y así, a pesar del aumento general de la renta, aumenta solamente la renta de la tierra, mientras
disminuye la ganancia del capital15.
Al leer atentamente el análisis de Rodbertus, entendemos que hemos llegado a un punto de fractura
en el pensamiento económico socialista: en él se afronta el problema de la plusvalía no en términos
emotivos, como había sido el caso de muchos protosocialistas, sino en términos de crítica económica
basada en datos científicos. Y es también Rodbertus quien, además de adherir al principio de la propiedad colectiva de los medios de producción, explica –quizá por primera vez– la crisis de sobreproducción sobre la base del escaso poder adquisitivo de los obreros, contribuyendo así de manera notable a
difundir la teoría del “subconsumo”.
A esto se agregan las varias propuestas utópicas de Rodbertus, como el “bono de trabajo”, emitido
por el Estado como anticipo a los capitalistas industriales, para que con él pagasen a los obreros. A
su vez, estos comprarían productos con los bonos que recibirían en pago, con lo cual se produciría el
retorno del papel moneda a su punto de partida.
El economista alemán sostuvo que el socialismo sería fruto de una lentísima evolución, sin necesidad de lucha de clases o de revoluciones; los obreros eran invitados a esperar el transcurso de esa larga
transición, sin hacer revoluciones que pudieran anticipar lo que históricamente había de cumplirse.
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
49
Entretanto, había que aceptar la renta de la tierra y la ganancia, puesto que los terratenientes y capitalistas cumplían algunas funciones socialmente útiles, pero económicamente improductivas. No es
preciso hacer notar, en este punto, que Rodbertus arriba a conclusiones diametralmente opuestas a las
de Marx.
3. Otro momento importante y de tránsito hacia el nacimiento del socialismo científico, en torno al
cual se fue coagulando el primer movimiento obrero alemán e internacionalista, con objetivos generales
de clase y de resistencia enmarcados en una visión comunista, fue la “Liga de los Justos”, organización
clandestina pero con apéndices legales, como las asociaciones de mutuo socorro y de prevención, tanto
en Francia como en Inglaterra y en la misma Alemania.
El estudioso, que puede ser considerado, hasta la aparición en escena de Marx y Engels, como el
jefe reconocido de la “Liga de los Justos”, fue Wilhelm Weitling (1808-1871). Teórico de un nuevo
modo de presentarse ante la clase –esto es, como estructura de partido internacionalista–, fue él mismo
obrero y tuvo numerosos seguidores, los weitlingianos, quienes fueron más agitadores y organizadores
de sociedades obreras que teóricos. Entre ellos surgió August Becker (1814-1871), tenaz difusor del
comunismo no obstante las violentas persecuciones policiales que sufrió.
4. En sus obras, y partiendo de un llamado al cristianismo primitivo, Weitling deducía un sistema
igualitario en el que, además de satisfacerse la capacidad de los individuos, se aseguraba la libertad de
todos los hombres, en un cuadro de armonía para toda la colectividad. Imaginaba una comunidad
social, caracterizada por la obligación común de aportar una contribución en obras a la colectividad,
a cambio de lo cual se obtenía la satisfacción de las necesidades primarias. Se basaba esa contribución
no en el dinero, sino en la puesta a disposición de “horas comerciales”; vale decir, bonos de trabajo mediante los cuales se pondría en práctica la igualdad entre tiempo de trabajo y valor de una mercancía.
Sus propuestas partían de una dura crítica del sistema burgués y, en consecuencia, de la propiedad
privada, que debía ser abolida para llegar a un nuevo sistema “obrero”. El instrumento para alcanzar
esa nueva sociedad debía ser la revolución, concebida como espontaneidad repentina, afincada en la
preparación teórica y militar de un grupo organizado jerárquicamente.
La revolución habría debido apalancarse no solo en la minoría organizada, sino también en los
obreros, en todas las masas explotadas y en el subproletariado. Después de la revolución se habría de
pasar por un período de transición en el que la propiedad privada sería abolida gradualmente, tras lo
cual se llegaría a la completa comunidad de los bienes, o sea el comunismo.
El comunismo de Weitling fue quizá infantil, pero contenía ya algunos principios del socialismo
científico: la lucha de clases como elemento propulsor de la vida político-económica de la sociedad; la
necesidad, para todos los explotados de organizarse políticamente, en plena independencia y fuera de
toda influencia burguesa, para contraponerse como fuerza autónoma al capital.
Aun si en su visión aparecen elementos utópicos, las ideas de Weitling se corresponden de manera
precisa con las concepciones y posturas del movimiento obrero en el cual se desenvolvía e, incluso,
por el que fue directamente inspirado, pues una característica de su teoría fue el no ser de escritorio,
sino elaborada en la vivacidad de las discusiones de las ligas obreras, que por entonces se formaban. La
descripción del porvenir de felicidad y perfección no obstaculizaba el accionar político en su presente,
ya que la acción sindical era puesta siempre en primer plano.
50
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
En la historia del movimiento obrero y del pensamiento socialista, Weitling se ubica como momento de tránsito entre el protosocialismo y el socialismo marxista, organizado políticamente en el partido
de la clase obrera. Este partido de nuevo tipo, después de largos debates con intervención de Marx y
Engels, se funda en 1847 y lo constituye la Liga de los Comunistas, que agrupaba a obreros, trabajadores e intelectuales de todos los países, aun cuando prevalecían entre sus miembros los alemanes. De hecho, la Liga de los Comunistas es hija de la Liga de los Justos, y nace cuando Marx entra en esa última
organización y conduce una dura batalla política que hace prevalecer las tesis del socialismo científico.
Efectivamente, la Liga de los Comunistas no tiene ya nada que ver con el protosocialismo, aun si
representó su conclusión natural. Con la Liga de los Comunistas nos encontramos ante una concepción muy contemporánea: las tesis desarrolladas fueron aquellas que todavía hoy son comunes a las
diversas tendencias del socialismo y la estructura organizativa concebida era similar a la de algunos
de los partidos socialistas actuales de tipo “movimiento”; en particular, por ejemplo, los de América
Latina o de otros países de la semiperiferia.
Con la Liga de los Comunistas se cierra el discurso sobre ese socialismo frecuentemente llamado
utópico, que todavía halló una precisa y efectiva confirmación histórica por muchos decenios y que,
sin importar cómo se le juzgue, representó una etapa fundamental del pensamiento político en el
mundo contemporáneo.
11. La mistificación de la economía política, según Marx
1. Con Marx, la crítica socialista a la sociedad capitalista gana un espesor teórico científicamente
fundamentado y de nivel seguramente superior a la realizada por sus predecesores.
La primera y fundamental mistificación de la economía política es, según Marx, tomar por objeto la
producción, sin indagar en la formación de las relaciones de los hombres en la producción; relaciones
que, por sí mismas, vienen a constituir una determinada forma de producción y de reproducción de la
propia comunidad humana. En los clásicos se deriva una segunda mistificación: asumir un cierto tipo
de economía, una particular forma social de la reproducción humana, como la economía y la sociedad
tout court**. De tal manera, la economía no ve el capitalismo como una realización histórica que tuvo
un inicio y tendrá seguramente un final. Luego, la historicidad de la formación económico-social
queda obliterada en la economía política clásica. A fortiori, valdrá esto en la economía marginalista,
que con respecto a los clásicos perderá también el enfoque dinámico, en el intento de calcular simultáneamente, estadísticamente, el equilibrio económico –de los salarios, de la distribución, etcétera– dado
por la pluralidad de “factores productivos”.
En las teorías marginalistas, distribución, cantidades producidas y precios relativos solo pueden ser
determinados simultáneamente en la relación de unos con otros, sobre la base de los datos constituidos
por los gustos de los consumidores, la dotación de “factores de producción” y las condiciones técnicas
de producción. La determinación de estos datos es vista como algo que cae por amplio margen fuera
de la esfera de la economía (Garegnani, 1981: 16).
** (n.t.) La economía y la sociedad a secas.
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
51
Y es justamente la ausencia de una perspectiva histórica lo que permite ese proceso de “naturalización” de las instituciones capitalistas entendidas en calidad de “datos”, como marco en el cual resolver
los problemas de optimización de la distribución de la riqueza.
Resulta evidente que en dicha óptica la cuestión de la transformación social no puede ser objeto siquiera de hipótesis, puesto que el plano en que ello actúa es un dato externo a la indagación
económica16.
El estudio de la realidad del capitalismo en el país de su mayor desarrollo, Inglaterra, al que llega a
través de los trabajos de Engels sobre la situación de los trabajadores ingleses, y de otra parte, el estudio de los autores socialistas, los premarxistas o socialistas utópicos como Proudhon, Fourier, Owen,
convencieron a Marx de la irreconciabilidad de los presupuestos teóricos de la “economía política” y la
realidad de la sociedad burguesa.
Primero, en los Manuscritos económico-filosóficos (1844), Marx se refiere a los resultados del duro
análisis al que la propia economía política somete a la sociedad industrial moderna. Los teóricos de la
economía política afirman que el valor de una mercancía viene dado por el trabajo socialmente necesario para producirla, pero de igual forma demuestran que, con el salario, el trabajador obtiene apenas
una pequeñísima parte del producto del trabajo. Al mismo tiempo, el salario es el precio de venta de la
prestación, venta que el trabajador se ve necesitado de hacer, aceptando así, bajo la máscara de un libre
contrato, una esclavitud similar en sus contenidos, si no en la forma, a la de la antigua sociedad esclavista.
Los economistas defienden el progreso técnico, pero si bien es cierto que este incrementa siempre
las ganancias de los capitalistas, también es verdad que significa para el obrero bajos salarios, pésimas
condiciones de trabajo, desempleo y continua miseria. Además, la división del trabajo, al reducir la
actividad laboral a operaciones mecánicas repetidas al infinito, le quita al trabajo todo atractivo y
produce, aparte de daños a la salud del obrero, un embrutecimiento moral sin retorno.
2. Si todo lo anterior es cierto, entonces la sociedad capitalista no es, en absoluto, un mundo de
relaciones armónicas, sino más bien el lugar de una guerra generalizada. Obreros y capitalistas están
en conflicto por la determinación del salario; terratenientes e industriales están en lucha porque los
primeros quieren hacerse pagar el precio más alto posible por los productos de la tierra que sirven
para el sustento de la clase obrera; mientras, a los industriales les interesa que el salario sea el más bajo
posible; los pequeños propietarios y los grandes industriales están enfrentados porque las leyes de la
competencia provocan la concentración del capital y la ruina de los primeros; los banqueros –el capital
financiero– están en conflicto con el capital productivo –los industriales– por la tasa de interés sobre
los préstamos. Los desempleados y los depauperados están enfrentados a los empleados estables en la
guerra por la conquista o la preservación de una forma de sobrevivencia. Sobre todo, los “vendedores
de trabajo”, siempre y necesariamente en sobrepoblación, están en permanente competencia entre sí.
En síntesis, se puede sostener que en los Manuscritos del 44 Marx llegó a señalar la historicidad
de las relaciones de producción y a percibir el carácter “contradictorio” de la sociedad capitalista. En
ese momento, sin embargo, faltaba todavía una teoría económica marxista que diese razón de esas
contradicciones y que explicase el funcionamiento de la sociedad capitalista.
3. De Petty a Ricardo, la economía política clásica ha indagado en el nexo interno de las relaciones
burguesas de producción, aportando importantes análisis sobre la estructura y sobre las dinámicas
52
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
socioeconómicas, aun cuando desde la hipótesis del modo de producción capitalista como forma
natural, y por tanto eterna, de la sociedad.
La primera formulación socialista se desarrolla sobre el mismo terreno de la ciencia del industrialismo, sobre el terreno de la economía política, de la cual derivó la argumentación ideológica acerca de
la inevitabilidad de la condición obrera. Es en ese contexto que la teoría ricardiana del trabajo como
medida del valor de cambio influirá en los estudios de Marx y en la formación de la doctrina de la
plusvalía. La propia identificación de la ganancia industrial que surge del trabajo asalariado, está en
la base del movimiento de cooperativas de producción, que fue característico del primer socialismo
inglés. Si la producción es realizada por trabajadores en libre asociación, entonces la ganancia queda
eliminada y la cuota salarial será cada vez más alta, hasta hacerse próxima a la cuota total de valor que
el trabajo ha producido.
Los diversos pensadores del movimiento socialista inglés, aun cuando presentaban de maneras diferentes sus análisis, estaban preocupados por el hecho de que los salarios de los trabajadores pudieran
siempre resultar –dada la teoría de la ganancia, derivada de la ecuación valor-trabajo– inferiores al valor
de los bienes producidos. Así determinan, en efecto, una diferencia, de la cual el capitalista se apodera
indebidamente, con la consecuencia de generar explotación y miseria; consecuencias que solo pueden
ser eliminadas restituyendo el superávit sustraído arbitrariamente al trabajo. Los protosocialistas ingleses, en particular, parten en realidad de los problemas ricardianos. Estos pensadores comienzan ya
a designar la plusvalía, o ganancia, directamente con el término de “plustrabajo”, o sea, como trabajo
que el obrero realiza gratuitamente una vez cumplido el tiempo necesario para reintegrar el valor de su
fuerza de trabajo y producir el equivalente de su salario17.
Así como había sido importante hallar la ecuación valor-trabajo, resultaba ahora vital –y será esto
piedra de toque en el análisis económico maduro de Marx– mostrar el carácter fetichista de esa ecuación, al cual habían quedado atados tanto Smith como Ricardo.
Así, aunque solo con base en una teoría en la que el trabajo tiene una estructura conceptual que se
articula en diversos grados de abstracción, se desarrolla una teoría coherente del valor y de la plusvalía.
Los premarxistas, los socialistas utópicos, llegaron por primera vez a intuir que si el valor tiene origen
en el trabajo, entonces la ganancia es sustracción del producto del trabajador y que esto se resuelve
conceptualmente en apropiación de un tiempo de trabajo por el cual el obrero no recibe retribución
alguna. Luego, toda forma de interés o forma de remuneración a los capitalistas, sea como renta,
interés monetario o ganancia industrial, es una detracción, derivada del trabajo de otros.
Todavía estos elementos se presentan diversamente ordenados en las varias figuras del movimiento
socialista.
Esta tendencia a la conformación de una economía vulgar, que Marx encuentra ya en los economistas
que más admira, traduce los límites de clase de la economía política. A partir del momento en que
la preocupación por la coherencia formal del sistema de categorías se impone sobre la voluntad
de penetrar la realidad, al punto de enredarse si hiciera falta en soluciones contradictorias, en
formulaciones equívocas, resulta de hecho inevitable que el fetichismo de la mercancía se trastoque
en una especie de misticismo de las formas categoriales. Las abstracciones de la economía política,
llenas de un contenido no explicado, parecen formar una ciencia rigurosa, autónoma, segura de
su método, pero que en los hechos expresa una realidad mutilada, parcialmente cancelada. Esto
hace que los economistas estén predispuestos a sucumbir a las presiones de la clase dominante, a
asumir una actitud negativa en oposición a quienes ejercen la crítica de la economía política en clave
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
53
socialista, tanto como a desembarazarse de las categorías más consistentes (valor, trabajo, etcétera)
para limitarse a aquellas que hacen de la economía una disciplina que concierne a un orden natural
(Vincent, 1970: 224).
­— notas —
1Sobre algunos temas tratados en este capítulo, cfr. el prefacio a Vasapollo (ed., 2002) y Vasapollo (1996); en particular, para las
escuelas y los pensadores del socialismo premarxista, véase la tesis de grado de Vasapollo: La categoria del profitto dal socialismo utopistico al socialismo scientifico [La categoría de la ganancia, del socialismo utópico al socialismo científico] Roma, 1980.
2El objeto de estudio de la economía política, las causas de la riqueza nacional y las leyes de su distribución (como resuena en
su nombre alemán: Nationalökonomie), cambia después de la “ruptura epistemológica” de sello marginalista (los primeros
años setenta del siglo xix ven aparecer las obras de Jevons, Menger y Walras). Para una reconstrucción crítica de ese paso, cfr.
De Marchi, La Grassa, Turchetto (1994: 15-41). Un clásico de la historia del pensamiento económico que reconstruye bien ese
período, aunque concentrándose sobre todo en la problemática de la teoría del valor y de la distribución, es Dobb (1999).
3 Hay diferencia entre división técnica y división social del trabajo. Si esta última siempre ha existido y presupone la pluralidad de
actividades laborales en el seno de cualquier sociedad posible, comenzando por la familia –es, luego, un “producto natural” de
la evolución humana–, la división técnica es mucho más reciente y se sostiene en lo interno del proceso laboral. En la fase manufacturera fue impuesta por el capitalista para aumentar las tasas de productividad del trabajo, al especializar a los trabajadores
en tareas individuales: es, entonces, una consecuencia “artificial” del desarrollo organizativo del proceso laboral (que adquiere
nuevas formas, especialmente con la Revolución Industrial y en la evolución de la manufactura en industria). En el siglo xx (fase
tayloriana), la totalidad del trabajo humano fue fragmentada en una pluralidad de tareas privadas de sentido para el ejecutor.
Sobre este asunto, cfr. las clásicas páginas de Braverman (1998). Sobre el sinsentido del trabajo asalariado en la llamada fase
posfordista y sobre la necesidad de reencontrar el sentido integral de la actividad laboral, cfr. Antunes (2002; 2006).
4La operación dirigida a despojar a Marx de su valencia o lado político es de vieja data, y hoy es desempolvada incluso por auto-
res que alguna vez fueron rigurosamente marxistas y militantes revolucionarios. En algunos ambientes académicos se tiende a
ceder ante presiones ideológicas adversas que intentan marginar excesivamente ese lado político –cuando es ese el verdadero
objetivo de la crítica marxista de la economía política: “la comprensión de las leyes de movimiento de la sociedad burguesa”–,
en favor de aproximaciones “reduccionistas” y confinadas al mero limbo de la academia. Tal es el peligro en el que parece
incurrir uno de los mejores estudiosos marxistas actualmente vivientes, Fred Moseley (1995: 92), cuando escribe: “Considero
que la probabilidad de una revolución de la clase trabajadora contra el capitalismo debe ser una cuestión completamente
separada de la teoría económica de Marx, que no tiene ninguna relación con la validez de la teoría de Marx. El problema de la
revolución implica una elaboración política acerca de cómo los trabajadores reaccionan ante el desarrollo capitalista, y no atañe,
en cambio, a las teorías de Marx relativas a las tendencias objetivas de ese desarrollo”. Si bien es cierto que no sostenemos la
identidad de lo político y lo económico, y que convenimos con Moseley en que ambos campos tienen tiempos y características
de comportamiento completamente diferentes, debería sin embargo servir para algo, en la vertiente política, el conocimiento
de las leyes objetivas del modo de producción capitalista.
5 “Precisamente en consecuencia de su éxito en poner a la luz el estrecho nexo que une salarios y ganancias, el trabajo de Ricardo
había revelado el potencial antagonismo que caracteriza la repartición del producto entre las dos clases. Con ello había debilitado
seriamente la posibilidad de una visión armónica de la sociedad capitalista, y la influencia que su trabajo tendrá en los escritores
socialistas del período inmediatamente posterior a su muerte, se encargará pronto de revelarlo” (Garegnani 1971: 22-23).
6 Hodgskin (1827). Del mismo autor, cfr. Hodgskin (1970), una parte del cual puede ser leída también en Papi (ed., 1976), que
recoge asimismo escritos de Owen y Ferguson.
54
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
7Gray (1797), cit. en Marx (1974: 335).
8Ibíd., vol. I: 335-336.
9Ibíd., vol. I: 337.
10Cfr. la bibliografía saintsimoniana de A. Mazzone, I.H. Mazzone (1962).
11Cit. en Marx (1974: 49).
12Reléase el celebérrimo Preámbulo de Marx a su Miseria de la filosofía (1988: 3): “El señor Proudhon tiene la desventura de ser
singularmente desconocido en Europa. En Francia tiene él derecho de ser un mal economista porque pasa por buen filósofo
alemán. En Alemania tiene derecho de ser mal filósofo, porque pasa por uno de los mejores economistas franceses. Nosotros,
en nuestra doble calidad de alemanes y economistas, hemos querido protestar contra este doble error”.
13El acta de fundación y los estatutos de la sociedad del “banco del pueblo” fueron suscritos el 31 de enero de 1849. Se proponía
organizar el crédito y procurar a todos, al más bajo precio, el uso de la tierra, de las casas, de las máquinas, los capitales y los
servicios de todo género, así como facilitar a todos la venta de los productos y la colocación del trabajo en las condiciones más
ventajosas.
14Rodbertus (1851), cit. en Marx (1974, vol. II: 7-75).
15Rodbertus (1851), cit. en Marx (1974, vol. II: 7-75).
16No por ello, sin embargo, puede definirse la economía marginalista como científica y “neutral”, en términos weberianos, ya
que su escogencia inicial, consciente o no, es un juicio de valor: la aceptación del “sistema capitalista” como el mejor en producir y distribuir la riqueza nacional. Para algunas reflexiones al respecto, cfr. en particular el prefacio a Vasapollo (ed., 2002) y
Vasapollo (1996).
17Enrique Dussel, en el curso de sus profundos estudios sobre la obra de Marx, ha escrito intensas páginas acerca del trabajo vivo
y el plustrabajo como única fuente del valor, haciendo una distinción importante entre fuente (quelle, en alemán) y fundamento
(grund) de valor. Para una profundización de estos problemas, cfr. Dussel (1999; 2004a; 2004b; 2005).
LA TEORÍA ECONÓMICA: DEL SOCIALISMO UTÓPICO A MARX
55
Capítulo III
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA
(EL CORAZÓN DEL PROCESO PRODUCTIVO)1
1. Modo de producción capitalista y teoría marxista del valor
1. El trabajo ha sido de siempre una actividad socioeconómica-productiva fundamental. Sea que fuese
actividad de caza, pesca o pastoreo, desarrollada en comunidad o en régimen de apropiación privada de
sus frutos, y aun si evaluada de distintas maneras según el período histórico y la pertenencia a un determinado estrato, clase, raza o etnia, y, en consecuencia, asumida bajo acepciones tanto positivas como
negativas, ha sido la única actividad funcional –y necesaria en cuanto tal– a la supervivencia del género
humano. Esto era inmediatamente perceptible durante los milenios de reproducción de la comunidad
arcaica, en la que el trabajo cumplido socialmente era igual al trabajo necesario para la reproducción
de la comunidad, y el plustrabajo general era inexistente o solo excepcional. Las economías en las que
el superávit es nulo son llamadas estacionarias. En aquellas en las que existe un superávit, al sistema
económico se le denomina progresivo2.
Un modo de producción es un complejo, una totalidad de relaciones que estructuran las modalidades de interrelación entre los individuos que conforman una determinada comunidad3.
Es el modo en que esas relaciones determinan cómo han de producirse los bienes y servicios necesarios para la reproducción de una comunidad humana, históricamente determinada y espacialmente
delimitada (el modo en que la naturaleza es apropiada y transformada por el hombre). Al vivir el
hombre en comunidad y no aisladamente (excepto en las fantasías robinsonianas, que alguien ha
pretendido que fuesen bases espistemológicas válidas de la teoría económica moderna)4, las relaciones
que se desarrollan en ese contexto de vinculaciones humanas, intersubjetivas, son relaciones sociales.
Todo modo de producción ha desarrollado sus propias relaciones sociales, que con el tiempo han
definido también las diversas pertenencias a estratos, a castas, a clases, “creando” diferenciaciones ad
hoc, incluso en forma pseudoracial.
El modo de producción capitalista (MPC) se diferencia de modos de producción precedentes principalmente porque “libera” al hombre de los vínculos preexistentes de tipo personal, de sangre, de
familia, esclavistas, típicos de las épocas anteriores. Así, al destruir –aun si no completamente– los
viejos modos de producción (MP) y, en parte, su legado jurídico, el modo de producción capitalista
genera una “revolución” en el ámbito social del derecho, consecuencia de la cual los hombres son todos
formalmente libres e iguales ante la ley. El trabajador, entonces, no es ya el esclavo que tiene necesariamente que trabajar y servir a su patrón, no es el campesino enfeudado en la esfera jurídico-territorial
de su “señor”; es ahora un hombre “libre” que puede, por iniciativa propia, vender su fuerza de trabajo
en el mercado y alienarla al mejor postor. Luego, no hay constricción al trabajo, sino solamente conveniencia, oportunidad, interés.
Históricamente, el proceso de “liberación” del hombre de los viejos vínculos feudales está desconectado de otro proceso paralelo, que Marx definió como “acumulación originaria” (del modo de
producción capitalista). Se caracteriza este por la “carrera” hacia la privatización de los medios de producción, concentrados en las manos de (relativamente) pocas personas: piénsese en la privatización de las tierras (enclosures, cercamientos), en la progresiva destrucción de la práctica artesanal, que sustrae a los “maestros” de taller y a sus aprendices los instrumentos necesarios para la
producción, etcétera.
La privatización de los medios de producción implica que la mayoría de la población activa, en
términos laborales, sea “expoliada” de toda posibilidad concreta (y no formal) de trabajar libremente
por cuenta propia, al no tener acceso a esos medios, que pasan a ser apropiados privadamente y no
colectivamente, como ocurría, por ejemplo, en muchas sociedades primitivas5. En el modo de producción capitalista, el trabajador (potencial), expropiado de los medios de producción necesarios para
ejercer su propia actividad de manera libre, independiente y autónoma, posee solamente su fuerza de
trabajo (que es también la única mercancía que, una vez vendida, le garantiza la supervivencia). En
el mercado del trabajo (de la fuerza-trabajo), el trabajador vende la única mercancía que posee (cuyo
valor de uso es el trabajo vivo); una mercancía fundamental para el capital, la única capaz de producir
un valor excedente respecto al necesario para la propia reproducción.
2. El trabajador parece, entonces, libre de vender su propia mercancía y el capitalista-comprador es
libre de comprar la mercancía que necesite. Pero ninguno de los dos es libre de desentenderse uno del
otro: su relación de producción es a un mismo tiempo funcional y conflictiva6.
El trabajador, que posee solamente su propia fuerza de trabajo como mercancía de supervivencia,
no puede hacer otra cosa que venderla al capital. Y el capital no puede no comprar fuerza de trabajo,
58
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
desde el momento en que es esa la fuente de su valorización. El trabajador, en este proceso de nexos
dialécticos en el que los dos polos se necesitan mutuamente, es libre e igual solo formalmente, pero no
sustancialmente. Porque, en comparación con un dador de trabajo, no tiene él una fuerza contractual
que le permita escoger si venderse o no, y ni siquiera cuándo, a qué precio, etcétera. El dador tiene
siempre una fuerza adquiriente superior que la fuerza cedente (como lo había señalado ya A. Smith).
El dador de trabajo, entonces, en la medida en que hay abundancia de oferta de fuerza de trabajo, tiene
la libertad tanto formal como sustancial de comprar no ya la fuerza de trabajo en general –en cuanto
está constreñido, de cualquier modo, a comprarla–, sino una particular fuerza de trabajo: tiene el poder de escoger, cosa que está negada para el (aspirante a) trabajador. En el poder-libertad de escogencia,
que se origina en la propiedad de los medios de producción, se funda el poder del dador de trabajo,
tanto en el mercado de la fuerza de trabajo como en el proceso productivo (triple comando del capital
sobre el trabajo; véanse páginas anteriores).
3. La libertad formal del trabajador actual no hace desaparecer un elemento que, en lo sustancial, ha
sido común a todos los modos de producción en los que la propiedad de los medios de producción es
ajena al trabajador. Este elemento es la relación de dependencia que se instaura entre patrón y trabajador; entre quien detenta el poder del comando y quien lo sufre. Es más que evidente que las formas
de subordinación y de sumisión del factor trabajo al factor de señoría (que en el modo de producción
capitalista asume las formas del capital) son muy diversas de un modo de producción a otro; lo persistente es el vínculo de dominación que existe entre los dos polos de la relación y que en el modo de
producción capitalista asume la forma de relación de explotación.
Podemos afirmar, entonces, que la producción capitalista es el reino de la “formalidad”, que oculta
la sustancia de las relaciones sociales que en ella se instauran (véanse, a ese propósito, las categorías
de fetichismo de la mercancía y fetichismo del capital). Más aún, la producción capitalista tiende a
hacerlas desaparecer en el mundo de lo no dicho.
La neutralidad de las instituciones sociales y la igualdad, garantizadas ambas por el derecho, son
construcciones de origen histórico-social que derivan, en última instancia, de las relaciones de fuerza
entre las clases (hegemonía).
4. El punto de partida del análisis económico, o, mejor, de la exposición marxista, es la mercancía; es
decir, la descomposición de un organismo complejo hasta llegar a su célula y, en esta, a la contradicción
interna entre valor de uso y valor de cambio. Pero “en el análisis de las formas económicas de nada
sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que disponemos, en este terreno, es
la capacidad de abstracción” (Marx, Prólogo al tomo I de El Capital).
El método de abstracción, al que Marx recurre, sirve para identificar en el fenómeno estudiado
los elementos fundamentales, determinantes, abstrayéndolos de los secundarios o derivados, que solo
posteriormente serán tomados en consideración.
No se trata, pues, de plantar en el ruedo generalizaciones vacías de contenido real o empírico, sino,
por el contrario, de distinguir, en la exposición científica, más niveles de abstracción. Los aspectos
históricamente determinados, que representan la esencia, la verdadera clave de lectura de un modo
de producción, se combinan en la realidad con muchos otros que determinan y especifican el modus
operandi. Estos aspectos pueden ser analizados y desarrollados en un nivel de abstracción más bajo,
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
59
según el método consistente en remontar de lo abstracto a lo concreto; esto es, de reconstruirlo todo
en sus momentos constitutivos. En la teoría de Marx, “el” capitalismo no existe (y el mismo término
de capitalismo aparece raramente: se habla, por abreviación, de capital y de producción capitalista);
objeto de la teoría es el MPC, en sus abstractas categorías fundamentales de especificidad históricosocial, y luego, a partir de allí, las configuraciones históricas efectivas de ese modo de producción: los
diversos “capitalismos”, nacionales, internacionales, etcétera.
A ese respecto escriben Roncaglia y Sylos Labini (2002: 7): “La economía, como todas las ciencias
que estudian la sociedad, está históricamente determinada, ya que la sociedad misma cambia de manera irreversible en el tiempo histórico: las ciencias sociales han de ser vistas como cercos que en parte
se superponen y que se mueven en la historia”.
En los procesos de abstracción que los economistas construyen a partir de la realidad concreta,
restringen ellos necesariamente su propio análisis (y las construcciones de sus propias teorías) a solamente unos determinados ámbitos: “aíslan algunos aspectos que escogen como objeto para su trabajo
de análisis, y luego proceden a la construcción de teorías, introduciendo hipótesis simplificadoras
para aislar aquellos elementos que consideran principales en el problema que se disponen a afrontar.
Las diferencias entre los distintos enfoques dependen de las escogencias cumplidas en este proceso, y
particularmente en su primera fase” (Roncaglia y Sylos Labini, 2002: 3)7.
Es cierto que todas las épocas comparten características peculiares en cuanto al modo de producir,
pero “las determinaciones que cuentan para la producción en general deben ser aisladas, de manera
que en la unidad (…) no sea luego olvidada la diferencia esencial. En ese olvido consiste, por ejemplo,
toda la sabiduría de los economistas modernos que demuestran la eternidad y la armonía de las relaciones sociales existentes” (Marx, 1978a: 7).
La tarea que se plantea Marx es la de “develar la ley económica del movimiento de la sociedad
moderna”, partiendo de la característica específica, históricamente determinada, de esa sociedad, como
muy lúcidamente lo sugiere Alessandro Mazzone (1987b: 253):
El modo de producción capitalista es un proceso en determinación de forma; por eso es infinitamente
expansivo sobre sus propias bases, y trata sus propias precondiciones históricas como naturwüchsig,
como presupuestos dados. Esto no excluye, sino que más bien implica, las contradicciones. De hecho,
“a lo interno” del movimiento de las formas, o, para decirlo correctamente, como su contenido
formado, se despliega otro proceso: el de la universalización del trabajo o cooperación. El “límite”
de la producción capitalista es “el capital mismo” porque el contenido formado es infinidad positiva,
y esta entra en contradicción con la forma de movimiento que le es (fue) propia. La teleología
del modo de producción según sus portadores (“agentes” del “valor que se valoriza”, “verdaderos
productores de mercancías”, en fin: capitalistas y derivados) es superada por la teleología del
trabajo social, que es teleológico en cuanto trabajo, y cuya fuerza productiva social se incrementa
incondicionalmente.
5. La primera y fundamental diferencia del modo de producción capitalista con respecto a los prece-
dentes, es el constituirse como producción generalizada de mercancías. Cada mercancía se presenta,
ante todo, como un objeto con características muy precisas, listo para ser utilizado en cualquier modo.
Esas características, sus cualidades naturales, como la forma, el color, la medida, el material, etcétera,
distinguen una mercancía de otra. Está claro que el individuo que se ha procurado la mercancía por
medio del intercambio, la consume. La consume porque las particulares cualidades naturales que ella
60
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
le aporta le son útiles, en cuanto puede usarlas. La utilidad de un objeto determina su valor de uso.
Luego, el valor de uso de una mercancía es función directa de la utilidad que ella tiene para quien la
consume o la usa8.
Se puede decir, entonces, que en cuanto al valor de uso las mercancías son distintas entre sí porque
tienen cualidades diferentes. A cada necesidad en particular corresponde una mercancía con cualidades
particulares. Las mercancías son intercambiadas precisamente porque sus valores de uso presentan
cualidades diferentes.
El valor de uso está, pues, estrechamente ligado a la cualidad intrínseca de esa mercancía o, mejor,
de esa cosa. La posesión de un valor de uso no es en absoluto característica únicamente de la mercancía
(capitalista), entendida como cosa producida para el intercambio; en toda época y sociedad, los objetos
de consumo poseen un valor de uso o utilidad.
Marx considera de manera innovadora el valor de uso en el campo de investigación de la economía
política, en tanto que esta última es la ciencia social de las relaciones entre seres humanos, y el valor de
uso no implica en sí mismo, directamente, una relación social.
En todo caso, el valor de uso tiene, sin embargo, un papel particular en la economía, puesto que es
siempre necesario para el consumo.
Pero la conexión entre los diversos tipos de valor ocurre solo mediante el intercambio de productos.
En las formaciones económicas preburguesas, la característica fundamental de los productos era ser
objetos de utilidad, valores de uso, y solo excepcionalmente se convertían en mercancías; en la formación económica capitalista, en cambio, es ante todo mercancía, valor de cambio. La utilidad de la mercancía es solo una condición para que pueda producirse el valor de cambio; es decir, para que la
mercancía pueda tener un mercado, haciendo que se encuentren un comprador y un vendedor.
6. Si es entonces cierto que las mercancías se distinguen por valores de uso diferentes, también es ver-
dad que solo en el intercambio se establece una confrontación entre cosas, entre mercancías diversas;
confrontación que en el intercambio presupone un “algo” común a las varias mercancías, y ese “algo”
está ya presente antes del intercambio, en la esfera de la producción.
Se debe ahora responder algunas preguntas: ¿Qué es el valor de cambio? ¿Sobre la base de qué
elemento, de cuál principio, son las mercancías iguales entre ellas? ¿Qué cualidad, aparte de la de ser
valor de uso, debe poseer una mercancía para tener la misma cualidad que tienen todas las mercancías?
En primer lugar, Marx afirma decididamente que el valor de cambio es una relación cuantitativa,
que corresponde a la proporción en la cual mercancías (valores de uso) de un determinado tipo se
intercambian por mercancías (valores de uso) de otro tipo; por ejemplo: 2 metros de tela = 1 sombrero. Luego, desde el punto de vista del valor de cambio, es indiferente que un comerciante tenga
un sombrero o dos metros de tela, en el sentido de que, a los fines del intercambio, ambas cosas son
equivalentes, aun si tienen cualidades distintas. Se desprende de esto que el valor de cambio de una
mercancía no está directamente relacionada con su valor de uso.
Para responder las otras interrogantes, Marx se pregunta una vez más: ¿qué es lo que se intercambia?
Mercancías. ¿Qué son las mercancías? Productos para el intercambio, que son valores de uso para
quien los consume. No son realmente productos, sino productos para otros, que devienen realmente
para otros solo a través de la mediación del intercambio. Lo que distingue inmediatamente a los productos respecto a los objetos de la naturaleza es el hecho de que los hombres han empleado trabajo para
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
61
transformarlos. Pero eso no es suficiente para convertirlos en mercancías: producto y mercancía son dos
categorías distintas.
Luego, para decir que dos mercancías tienen, en una relación determinada, el mismo valor de cambio, hay que precisar cuál es la característica que las emparenta. Por ejemplo, ¿qué tienen en común dos
metros de tela y un sombrero? No el valor de uso, que ciertamente es distinto, pero sí el hecho de que
para producir ambas cosas fue necesario invertir la misma cantidad de trabajo abstractamente humano.
Así como los valores de uso de cada producto no son iguales, tampoco lo son los trabajos necesarios
para su producción: son equivalentes solamente en el hecho de ser producidos por el trabajo abstractamente humano.
7. El valor es el resultado del trabajo abstracto universal. Su magnitud se mide por la cantidad de
trabajo que lo ha producido. La medida de valor está determinada, en consecuencia, por lo que dure la
erogación de trabajo abstractamente humano: por el tiempo de trabajo empleado para producirlo.
Si esto es así, como ya fue evidenciado por Marx, se podría concluir que mientras mayor sea el
tiempo exigido para la producción de una mercancía, tanto más grande será su valor. De allí se podría
deducir que un obrero lento produce mercancías que tienen un valor mayor que las que produzca otro
que trabaje rápidamente; pero no se puede asumir, como escala de magnitud del valor, la prestación
laboral de un productor en particular y su tiempo de trabajo individual. Para esto se debe partir de un
nivel social medio de habilidad, en condiciones sociales medias de producción. Entonces, para las relaciones
que se desarrollan en esas condiciones, se utiliza el concepto de tiempo de trabajo socialmente necesario,
o tiempo medio necesario para producir un determinado objeto o servicio.
Por consiguiente, el valor incorpora trabajo social, en el sentido antes explicado, y trabajo abstracto.
¿Pero qué es el trabajo abstracto? Desde el momento en que se ha dicho que en el intercambio
no se considera el valor de uso de las mercancías, desaparece toda diferencia entre las características
particulares de los trabajos que las han producido. Los trabajos, por tanto, no se diferencian ya uno del
otro, sino que son reducidos a un tipo de trabajo general, que es el mismo para toda actividad humana.
Trabajo abstracto, entonces, porque se le considera en abstracción de las características particulares
de todo tipo de prestación de fuerza de trabajo. Por ejemplo, un obrero que pasa de una fábrica de telas
a una de sombreros, gasta igualmente energía muscular y mental, aunque produzca mercancías que
tienen valores de uso diferentes. Luego, el trabajo es abstracto, en el sentido de que se ignoran todas las
características particulares, específicas, especiales, que diferencian un género de trabajo de otro.
El trabajo abstracto no es el trabajo en general: mientras este último existe en todos los modos de producción, el trabajo abstracto es la forma específica que asume el trabajo en general en este modo de
producción. Entre ambos hay relación, pero no coincidencia. Marx tiene un nombre muy preciso para
identificar esa relación: fetichismo de la mercancía.
8. En este punto se introduce, en la teoría marxista, un cambio de horizonte que lleva a pasar del valor
del trabajo al valor de la fuerza de trabajo, superando así aquellos problemas inherentes a la determinación del valor trabajo que la economía política clásica no había podido resolver.
Uno de los elementos fundamentales que diferencian la teoría del valor de Marx de la de Ricardo
es la distinción entre trabajo y fuerza de trabajo. El trabajo abstractamente humano es la medida del
valor, no es entonces una mercancía y, como tal, no tiene sentido hablar de valor del trabajo.
62
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Pero la economía política clásica era incapaz de entender completamente este cambio de terreno o
este desplazamiento de la problemática, dado que para ello habría tenido que superar el horizonte del
modo de producción capitalista. Ciertamente, sería erróneo pensar que los más grandes pensadores
de la economía política se sometieron directamente a los intereses de la burguesía y se negaron
conscientemente a llevar más allá sus búsquedas. Marx, en las Teorías sobre la plusvalía, afirma por el
contrario que la grandeza de Ricardo, con respecto a sus adversarios sentimentales (Sismondi, por
ejemplo), es la de haber visto en el modo de producción capitalista el modo más favorable al desarrollo
de las fuerzas productivas y a un superior desarrollo de la individualidad, y haber defendido, en
función de ese punto de vista, el progreso de las relaciones de producción capitalistas, incluso, si fuese
necesario, contra la burguesía misma. Tanto en él como en Smith se encuentra frecuentemente esa
honestidad científica que no teme ni a las contradicciones que reflejan lo real, ni a las consecuencias
de los nuevos conocimientos. Pero todo su mundo intelectual se insertaba, contemporáneamente,
en un contexto burgués, y no lo inmunizaba contra las tentaciones de popularizar las categorías
económicas, o sea, de limitarlas a su descripción superficial. Según Marx, el mismo Smith tenía ese
defecto, ese tosco empirismo que quiere ignorar las contradicciones de lo real y se sublima mitificando
las representaciones más inmediatamente conformes con la organización mental del investigador,
y dejando de lado, por considerarlos secundarios, algunos aspectos fastidiosos, aberrantes, de la
realidad (Vincent, 1970: 223-224).
9. Es la mercancía fuerza-trabajo la que se vende y no el trabajo. Consecuentemente, lo que se cons-
tituye es un mercado de la fuerza de trabajo y no del trabajo. Cobra sentido, entonces, hablar solo de
valor de la fuerza de trabajo9. Veamos por qué: la fuerza de trabajo se puede definir como la capacidad
que tiene todo individuo de ejecutar un trabajo en términos genéricos. En una sociedad capitalista, los
obreros tienen la característica especial de intercambiar en el mercado, con los dueños de los medios de
producción (y por tanto de las mercancías), una mercancía particular: su fuerza de trabajo; es decir, su
capacidad laboral, su “energía, músculos, sudor, intelecto”, para decirlo con Marx. Desde el momento
en que el obrero vende (intercambia) su fuerza de trabajo; esta es una mercancía y como tal tiene un
valor.
¿Cuál es ese valor? Se puede decir que es un valor parejo a la cantidad de trabajo necesario para
la producción, para el adiestramiento y la reproducción del trabajador mismo; esto es, a los medios
necesarios para su subsistencia y para la procreación históricamente necesaria. El valor de la fuerza de
trabajo, por tanto, no guarda relación alguna con la cantidad de trabajo que el obrero pueda ejecutar,
es decir, con el valor de las mercancías que produce. Por ejemplo: para vivir un día, un obrero necesita
un total de mercancías equivalentes a cuatro horas de trabajo; el patrón, entonces, lo remunera con
el equivalente en salario a cuatro horas laborales, pero puede hacerlo trabajar cuanto quiera10 (nueve
horas, pongamos), apropiándose del producto de esas cinco horas adicionales de trabajo. Se entiende,
entonces, que en ese intercambio el capitalista se apropia –sin remunerarlo– del valor correspondiente
a cinco horas laborales.
En otros términos, se podría decir que en la mercancía se cristaliza el trabajo de toda una jornada
laboral, pero el obrero recibe en forma de salario el equivalente a solo una parte de ella: la parte que
corresponde al valor de su fuerza de trabajo, valor definido por los medios necesarios para su mantenimiento y para la reproducción de la especie de los trabajadores. El salario, pues, corresponde solamente
a una parte de las horas laborales diarias; las horas restantes crean la plusvalía, es decir, un valor que es
producto del trabajo gratuito sustraído a los obreros, del plustrabajo, y del cual se apodera el capitalista
en tanto que propietario de los medios de producción.
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
63
10. La relación capitalista de producción (es decir, la relación capital-trabajo) bien puede ser definida
como el corazón del modo de producción capitalista, ya que determina (aunque no de manera mecánica ni lineal) la peculiar combinación (Verbindung)11 de los trabajadores y los medios de producción
que caracteriza un específico modo de producción12. El proceso de producción capitalista, a su vez, está
sin embargo compuesto por la unión de dos procesos: el de producción inmediata y el de circulación.
El proceso de producción inmediata (PPI), por su parte, también está constituido por dos procesos:
a) laboral; b) de valorización13. El PPI está dirigido a la transformación de valores de uso existentes en
otros nuevos y diferentes, así como a la conservación de los viejos valores de uso, a fin de que puedan seguir
desempeñando sus funciones. Sin embargo, no son solo valores de uso los que “produce en cadena”,
sino también valores de cambio.
Y además:
el proceso capitalista de producción, enfocado en conjunto o como proceso de reproducción, no
produce solamente mercancías, no produce solamente plusvalía, sino que produce y reproduce
el mismo régimen del capital: de una parte al capitalista y de la otra al obrero asalariado (Marx,
1989: 634).
Internamente, en ese proceso se hallan inmediatamente contrapuestas las clases sociales de los
asalariados y de los capitalistas.
Aun si en apariencia un trabajador se percibe a sí mismo (sobre todo en el proceso laboral) en una
relación-posición de tipo técnico-funcional entre hombre y máquina14, una relación fundada en la
racionalidad técnica y organizativa (de la cual el gerente es solo un “ejecutor”), en realidad es una
relación social lo que se instaura entre capital variable y capital constante (entre quien proporciona
el trabajo vivo y quien detenta el trabajo muerto que lo funcionaliza a sí mismo y al trabajo vivo).
Esa contraposición no se plantea entre un trabajador y un capitalista, sino entre la clase trabajadora
(trabajador colectivo) y la capitalista (o, mejor, clase de los capitalistas). En cada unidad de producción
tenemos, por una parte, una fracción del trabajador colectivo –portador de fuerza de trabajo y proveedor de trabajo vivo–, organizada sobre la base de principios de cooperación, y por la otra, al capitalista
individual, personificación del capital.
Es en el proceso laboral15 (PRL) donde se provee concretamente el trabajo vivo, donde resalta el
trabajo concreto16 (trabajo entendido cualitativamente), y ese proceso está determinado por el modo en
que el capitalista (individual) organiza su propia empresa, por la manera como combina los factores
productivos17 (entre los cuales se cuenta la fuerza de trabajo) y organiza en la práctica la actividad
empresarial. Es el “lugar” en el que el capitalista y el gerente ejercitan su mando y (re)producen las
jerarquías internas de la empresa, que reverberan así a lo interno de la sociedad (véase, al comienzo, el
triple comando del capital sobre el trabajo).
El análisis del proceso laboral es entonces fundamental para comprender las novedades que incesantemente se introducen tanto en el ámbito de la organización técnica como en el de la gerencia de
la empresa y del factor trabajo (y no solo allí), pero también, sobre todo, para entender las relaciones
sociales, de poder y de subordinación que se generan18.
El PRL es el corazón “técnico-organizativo” del proceso de producción inmediato: allí se experimentan las técnicas extractivas de plustrabajo. Sin embargo, no es “independiente”. Puede ser organizado de las maneras más diversas (que van desde la persistencia, todavía hoy, de sistemas de tipo
64
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
decimonónico, hasta los más modernos, incluso combinados eficazmente entre sí), pero debe en cualquier modo ser funcional a otro proceso, que determina las características generales: el de valorización
(es decir, el proceso productivo de plusvalía: PRV).
Si una empresa capitalista solo tiene razón de existir en la medida en que produce ganancias, y si la
única fuente de plusvalía es el trabajo vivo, es consecuencia lógica que el proceso laboral no pueda ser
organizado siguiendo criterios no rentables, sino respetando las exigencias dictadas por el proceso de
valorización, que pretende que la plusvalía sea siempre mayor que cero (W > 0); por tanto, podemos
sostener que el PRL está subordinado al PRV.
11. Mientras el PRL está orientado a producir valores de uso, el PRV produce valores de cambio. En
el PRL se evidencia el plustrabajo. El PRV, en el que es en cambio relevante la plusvalía, está dirigido a
producir más valor que el que haya sido introducido en el proceso (y más de cuanto sea necesario para
reproducir la fuerza de trabajo). Lo que se evidencia en el PRV no es el trabajo concreto, cualitativamente diferenciado, sino el abstracto (que es la medida del valor y, por tanto, de la plusvalía). El trabajo
abstracto prescinde de las cualidades específicas del trabajo concreto o específico (el peón cumple determinadas funciones y operaciones que no son las mismas del obrero metalmecánico o del trabajador de
la construcción); luego, el trabajo es considerado solo desde el punto de vista cuantitativo (como gasto
de energía muscular e intelectual), y calculado en horas-tiempo de trabajo efectuado.
El trabajo abstracto es adecuado como medida del valor19 debido a su intrínseca característica de
homogeneidad20, que se presta para ser medida cuantitativamente, a diferencia del trabajo concreto
que es siempre desigual.
En el capitalismo, el valor de las mercancías viene dado por el nuevo trabajo abstracto empleado en
su producción, más el trabajo abstracto contenido en los medios de producción; esto es, por la suma
del trabajo nuevo y del trabajo pasado. Ese es el valor contenido en las mercancías. Solo el trabajo
abstracto es valor de una mercancía (Carchedi, 2002: 122).
A título de una mayor –aunque fugaz– precisión: la cantidad de trabajo contenida en una mercancía no es igual al precio de producción.
Mientras el PRL está entonces orientado a producir un valor de uso (en el que destaca esa misma
calidad: se compra un “objeto” por el valor de uso que posee, por sus “cualidades intrínsecas”), el
PRV tiene por objetivo la producción de valores de cambio; el valor de cambio es la otra cualidad de
la mercancía que permite realizar la plusvalía en el mercado. Ambos procesos están inseparablemente
conectados, porque la misma mercancía producida es unión de valor de uso y valor de cambio.
12. Pero el valor de cambio, con el avance del capitalismo, no es solamente un concepto que utilizamos
para analizar la duplicidad del proceso de producción inmediato y por tanto de los valores (de uso y de
cambio) de las mercancías, sino también una cualidad que cada vez más caracteriza concretamente el
trabajo como actividad específicamente cumplida.
Con el desarrollo del maquinismo (y con la incorporación de las funciones del trabajo vivo y del
saber a las máquinas, trabajo muerto), el trabajo vivo es expropiado (por subsunción) cada vez con
mayor fuerza de sus características, especificidad, particularidad, cualidad. Una consecuencia de esta
tendencia es que el trabajo vivo resulta cada vez más homogeneizado; por ejemplo, el trabajo obrero
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
65
es frecuentemente reducido a funciones de control completamente similares, si no iguales, entre sí.
Piénsese en los nuevos trabajadores así llamados “cognitivos”, para quienes la actividad de carácter “inmaterial” prevalece sobre la manual, allí donde las capacidades de problem solving o de procesamiento
de datos, etcétera, son más o menos tendencialmente homogéneas, para no hablar de las funciones
laborales típicas de los “nuevos servicios”.
El trabajo abstracto, entonces, no es ya solo un concepto (solamente) intangible, sino el resultado
de la necesidad del capital de usar una fuerza de trabajo tendencialmente cada vez más descalificada21,
menos especializada, flexible, adaptable (Cleaver, 2000: 112).
Es el proceso de “banalización”, de nueva estandarización descalificada y precarizada del trabajo, del
que se habla desde hace años en el ámbito de la así llamada fase posfordista. Estamos en presencia de
una suerte de “metafisicación” del trabajo vivo.
2. Plustrabajo-plusvalía
1. De acuerdo con los principios de funcionamiento de la economía burguesa, el “factor” trabajo
(productor de bienes y servicios) es remunerado con el “precio justo”. La prestación laboral es fruto
de un intercambio (igualitario) entre el trabajador y el empleador: uno aporta su actividad laboral y el
otro la remunera. Ambos son sujetos jurídicamente libres e iguales. Al encontrarse en el mercado, han
concordado en el interés de suscribir un contrato22 que, en condiciones de concurrencia perfecta y de
equilibrio de los poderes recíprocos y de conocimientos, satisface a ambos: a uno porque ha vendido
su prestación laboral al mejor oferente, al precio más alto obtenible al momento, en esas determinadas
condiciones; al otro, porque la ha comprado al precio para él más conveniente, dadas las mismas
circunstancias23.
Pero está claro que si queremos analizar concretamente la sociedad capitalista y su movimiento,
debemos abandonar el mundo de las formulaciones marginalistas y retornar al análisis de clase.
Para Marx, el salario (social, puesto que de clase) no es otra cosa que el precio que paga la clase
capitalista a la clase trabajadora por su reproducción como fuerza de trabajo. El salario es un precio
(expresión monetaria del valor) histórica y socialmente determinado. Y aquí es necesario un breve
asomo de crítica a la convicción generalizada de que hubo en Marx una teoría del empobrecimiento
absoluto del proletariado, es decir, de la reducción constante del salario hasta más allá de los niveles de
sobrevivencia de la clase trabajadora. Es bueno y prioritario precisar que Marx, cuando habla de leyes
del capitalismo, se refiere a tendencias, y nunca a leyes mecánicas (a la manera de las leyes químicas,
biológicas o físicas)24.
El salario, además de su forma directa, comprende también la indirecta y la diferida, con una multiplicidad de componentes como, por ejemplo, prestaciones y aguinaldos, vacaciones, liquidaciones,
pensiones, servicios de seguridad social, precios subvencionados y tarifas reguladas.
2. El capitalista compra la fuerza de trabajo en su valor; es decir, paga al trabajador un salario apenas
suficiente para adquirir los medios para su propia subsistencia25. Si, como hemos ya supuesto, ese valor
es producto de un trabajo de cuatro horas, eso significa que cuando el obrero termina de trabajar las
66
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
primeras cuatro horas, ha agregado ya al valor de las materias primas y de las máquinas un superávit de
valor suficiente para cubrir los medios necesarios para su propia subsistencia. Si el proceso productivo
concluyese en ese momento, el capitalista vendería el producto a un precio igual a los gastos sostenidos.
Pero el obrero se ha vendido al capitalista por una jornada completa. Si, como supusimos previamente,
la jornada laboral es de nueve horas, en las cinco horas restantes el obrero continúa agregando valor, que
excede ahora el destinado a comprar los medios para la subsistencia. Se trata, en términos marxistas, de
plusvalía, de la cual el capitalista se apropia para su solo provecho. En otras palabras: en la producción
capitalista, el producto del trabajo necesario va a manos del trabajador en forma de salario, mientras la
parte no retribuida del trabajo, el plustrabajo, se la embolsilla el capitalista en forma de plusvalía.
También en las sociedades esclavistas o feudales, de una parte del trabajo se apropiaba una clase en
particular que de maneras diversas tenía el control de los medios de producción. Lo característico del
modo capitalista de producción no es el hecho de que exista explotación de una parte de la población
por otra, sino la forma que tal explotación asume; es decir, la producción de “plusvalía, por la cual el
capitalista no paga ninguna equivalencia. Es sobre esta forma de intercambio entre capital y trabajo
que se funda la producción capitalista, el sistema de trabajo asalariado, llamado a reproducir continuamente al obrero como obrero y al capitalista como capitalista” (Mandel, 1997b: 81).
3. La producción de la plusvalía nace, entonces, de la prolongación del trabajo más allá de los límites
del trabajo necesario para reintegrarle al capitalista el salario o precio de la fuerza de trabajo.
En El Capital, Marx subraya, sin embargo, que no es solamente a través del alargamiento de la
jornada laboral que el capitalista obtiene ese excedente: junto con esa forma de plusvalía, que denomina absoluta, analiza él la plusvalía que llama relativa, por cuanto depende de la incorporación de
maquinarias e innovaciones tecnológicas, del incremento de los ritmos, de la reducción de los llamados
“tiempos muertos”, del aumento de la productividad. Las nuevas tecnologías, en efecto, acrecientan la
productividad del trabajo, al reducir el tiempo laboral necesario para remunerar el salario y aumentar
correlativamente –invariable como queda la duración de la jornada laboral– la parte de plusvalía embolsillada por el capitalista, lo que equivale a decir que aumenta el plustrabajo con respecto al trabajo
necesario.
De lo hasta aquí escrito resulta que el valor de toda mercancía producida en la sociedad capitalista
puede ser descompuesto en tres partes. La primera parte representa el valor de las materias primas y de
las máquinas, y eso no sufre en el ciclo productivo ninguna variación cuantitativa de valor, siendo capital
constante, que se representa simbólicamente como c. La segunda parte, la que incorpora el valor de la
fuerza de trabajo, sufre en cambio una alteración de valor, en tanto que, además de reproducir el equivalente de su propio valor, produce también un excedente, la plusvalía, y es llamada, por tanto, capital
variable, representado por la letra v. La tercera parte es la plusvalía en sí misma, designada con la letra p.
Se puede, por tanto, escribir el valor de una mercancía con la siguiente fórmula:
c + v + p = valor total
4. El capitalista, cuando anticipa el salario, compra por una cierta cantidad de tiempo la fuerza de
trabajo de sus “dependientes”, que inserta en su empresa. La fuerza de trabajo es el trabajo vivo en potencia, es la capacidad laboral que un sujeto posee y vende al capitalista para poder sobrevivir (siendo
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
67
esa su única fuente de acceso a valores de uso, por medio de valores de cambio). Esa fuerza solo tiene
valor en el momento en que es subsumida en el capital y se transforma en trabajo vivo. Es un no-valor,
no-capital, en cambio, si se mantiene al margen de esa subsunción y permanece por tanto improductiva
de valor26. El trabajador, aun manteniéndose independiente del capitalista27, es expropiado, pierde
la propiedad de su fuerza de trabajo: mientras dure ese tiempo, no es ya propietario sino portador de
fuerza de trabajo. Al adquirirla, el capitalista asume su mando, su disponibilidad.
En el plano de los objetivos, un capitalista no crea una empresa para permitir a los trabajadores
sobrevivir gracias a su actividad empresarial, sin que pueda él obtener algo más28; tampoco lo hace, en
verdad, para satisfacer necesidades expresas del mercado. Esto último es más bien un instrumento para
alcanzar su verdadero objetivo: obtener ganancia.
5. El problema, entonces, es identificar la “fuente” de la ganancia. Las teorías sostienen puntos de vista
que explican de manera diversa esta característica del MPC: hay quien sostiene que todos los factores
productivos (capital, trabajo, medios de producción) producen ganancia29, y hay en cambio quien
(Marx), partiendo de los clásicos de la economía política y diferenciando trabajo de fuerza de trabajo,
sostiene que la ganancia tiene su fuente únicamente en el trabajo vivo (TV ) humano.
Trabajo vivo es el que cumple concretamente el trabajador (actividad laboral transformadoraconservadora de valores de uso) en un proceso laboral. Al decir de la teoría marxista, una vez adquirida
la fuerza de trabajo, el capitalista puede disponer de ella despóticamente y según sus exigencias, como
propiedad suya30. El capitalista no se contenta con una cuota de TV = TN (TN: trabajo necesario),
sino que en la jornada laboral (j) le impone a los trabajadores la obligación de proporcionar una cuota
de TV > TN: ese superávit de horas laborales constituye el plustrabajo (PST ).
El PST es precisamente esa parte del TV no pagada (se paga solo el TN) que determina la plusvalía31
(W ), que a su vez representa la forma valorativa del PST, así como el valor necesario (VN) es la forma
valorativa del TN. Una empresa capitalista solo tiene razón de existir si el PST > 0. Ese es el núcleo
de la teoría marxista de la explotación, que no tiene nada de “humanista”, piadosa o moral: es una
teoría científica, en la medida en que es capaz de demostrar “fríamente” el origen de la W (que genera
ganancia).
6. El límite de la jornada laboral, apartada la exigencia física (si se supera ese límite, a la fuerza de
trabajo se la destruye, no se la reproduce), está determinado no de manera natural, sino histórica y
socialmente por la lucha de clases32, que cristaliza aquí en la definición contractual del horario máximo
de dicha jornada; ese límite es fijado por la capacidad de la clase trabajadora para hacer bajar el límite
máximo legal de horas laborables y, por tanto, de aumentar la cuota de TN en la j.
El PST absoluto reacciona contra ese límite contractual y busca desplazarlo hacia lo alto; una vez
alcanzado el tope, procura aumentar el grado de densidad, reduciendo todos los tiempos muertos de
la jornada laboral e incrementando, de hecho, la carga del trabajador (aumenta el tiempo en el cual
se genera TV ). Esta tendencia es típica de las últimas décadas: véase el ejemplo del toyotismo, que,
reduciendo a cero los “poros” improductivos y el desperdicio, ahorra tiempo de trabajo que sería de
otra manera perdido; ello alarga la jornada de trabajo, aun habiendo sido determinada su duración
máxima. Pero esta operación tropieza frecuentemente con limitaciones de diverso tipo, y el capitalista
debe, por tanto, recurrir a la extracción de PST relativo. Ello opera sobre la productividad gracias a
68
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
la introducción de nuevas máquinas y de formas organizativas del proceso laboral más racionales,
eficaces, eficientes y cooperativas, liberando, en consecuencia, excedentes de fuerza de trabajo.
El aumento de la productividad implica una mayor cantidad de output producido por unidad
laboral (o tal vez una menor cantidad de trabajadores en ella) y, una vez generalizado ese aumento,
también para la producción de bienes que se “insertan” en la cesta de sobrevivencia-reproducción de
la fuerza de trabajo.
Escribe Mandel en su Tratado, a propósito de la W absoluta y relativa:
El aumento de la plusvalía absoluta puede derivar de una intensificación del trabajo, lo que equivale
en el fondo a una prolongación de la jornada laboral (…) Esta intensificación puede a su vez derivar
de diversos procedimientos: aceleración del ritmo de trabajo, aceleración de la velocidad de las
máquinas, aumento del número de máquinas que se debe controlar.
El aumento de la plusvalía relativa deriva esencialmente del incremento de la productividad del
trabajo gracias al uso de nuevas máquinas, de métodos de trabajo más racionales, de una más avanzada
división del trabajo, de una mejor organización del trabajo, etcétera (1979b: 229).
7. Si se quiere determinar en qué medida el capital se ha valorizado, se debe partir de la constatación
de que la plusvalía deriva solamente del trabajo vivo. Por tanto, al calcular el grado de valorización del
capital se puede considerar como igual a cero la parte del capital constante. Para determinar el grado
de valorización se hace referencia solo al producto en valor realizado ex novo (v + p). La plusvalía debe
por ello ser puesta en relación con el capital variable anticipado. Se obtiene así la fórmula de la “tasa
de plusvalía”:
tasa de plusvalía p' = p / v
Durante una parte de la jornada laboral, el obrero produce, por tanto, un valor que es el de los
medios de subsistencia para la reproducción de su fuerza de trabajo. Esta parte de la jornada es definida por Marx como “tiempo de trabajo necesario”, y el trabajo que se cumple en ella, como “trabajo
necesario”. El trabajo que el obrero desempeña durante la segunda parte de la jornada laboral, produce
solamente plusvalía para el capitalista. Ese trabajo lo llama Marx “plustrabajo”, y a la parte de la jornada en la cual ello ocurre, “tiempo de trabajo excedente”.
La plusvalía es determinada por la duración de la parte excedente de la jornada laboral. De ello
se desprende que la plusvalía se comporta en relación con el capital variable como el plustrabajo en
relación con el trabajo necesario.
La tasa de plusvalía es, pues, exacta expresión del “grado de explotación” a que es sometido el obrero
por parte de los capitalistas. Se deduce de todo lo arriba expuesto que la ganancia no es entonces otra
cosa que la plusvalía misma. Incluso, la ganancia es más propiamente la forma fenoménica de la plusvalía, es decir, el resultado del capital anticipado en su conjunto. La ganancia del capitalista deriva del
hecho de que tiene para la venta algo que no ha pagado. La ganancia consiste en el excedente del valor
de la mercancía sobre su costo; vale decir, en el excedente de la suma total de trabajo incorporado a la
mercancía, respecto a la cantidad de trabajo pagado que esa mercancía contiene.
8. Sobre una base rigurosamente científica, y como consecuencia de su análisis de la teoría del valor,
Marx prueba que, a diferencia de todas las otras mercancías, el valor de la fuerza de trabajo se compone
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
69
de dos elementos. El valor de los medios vitales indispensables para la supervivencia de un obrero
conforma solamente el límite inferior del valor de la fuerza de trabajo, su mínimo físicamente puro de
sobrevivencia. El valor de la fuerza de trabajo es influenciado, más allá de factores culturales, históricos
y sociales, por el nivel de vida tradicional en un determinado país, por las modas, etcétera. Pero, apunta
Marx, también el volumen de las necesidades básicas y su modo de satisfacción dependen en notable
medida del nivel cultural de la sociedad y son resultado de la historia. El límite de sobrevivencia
inferior del valor de la fuerza de trabajo tiene tendencia a bajar (como consecuencia de la innovación
tecnológica y de los aumentos de la productividad del trabajo, y, por tanto, de la disminución de la
cuota de valor incorporado a los medios de subsistencia del obrero), mientras que su límite social,
en viceversa, aumenta al crecer el nivel tecnológico, sociocultural y social en su conjunto de la clase
obrera y esto a medida que el trabajo deviene en más complejo y que su grado de especialización crece
junto con su cualificación. Con la revolución científico-técnica, el crecimiento del aporte intelectual,
del conocimiento y de las capacidades inmateriales de los trabajadores, se convierte en una necesidad
social, de lo cual toma gradualmente conciencia la clase que los agrupa, mientras los capitalistas se
esfuerzan por todos los medios en obstaculizar su satisfacción.
Luego de haber desarrollado, pues, la teoría de la plusvalía, Marx revela, por primera vez en la historia de la ciencia económica, el mecanismo de la explotación capitalista y lo hace de manera rigurosamente científica, partiendo del análisis del capital como trabajo apropiado, no pagado a la clase obrera.
9. Pero Marx fue todavía más allá, para mostrar que la apropiación por los capitalistas del trabajo no
pagado de los obreros se realizaba conforme a las leyes internas del capitalismo.
Es fundamental, a este respecto, lo que explica con lucidez Alessandro Mazzone:
La expresión “misión histórica del capital” no debe entenderse en sentido reductivo, como simple
desarrollo cuantitativo “ilimitado” de las fuerzas productivas. Ad oculos, la expansión de la producción
posible tiende ya a superar la de las exigencias relevantes, si bien no la de la demanda solvente de
efectos útiles, que como valores de uso tienen forma de mercancía. Pero esto es un efecto derivado.
Es en primer lugar el “desarrollo incondicional de la fuerza productiva del trabajo social o fuerza
productiva social del trabajo” lo que, como medio infinitamente recurrente de la valorización, entra
en contradicción con ese objetivo, primero, y por eso con la figura de relación, o de medida, en que
ello aparece (el quantum de la ganancia). La contradicción, por tanto, es la del contenido formado,
la fuerza productiva del trabajo capitalista, con su forma, el modo de producción; y esta se mueve
dentro de la relación teleológica del producir, donde la incondicionalidad (¡como categoría!) del
incremento de la fuerza productiva del trabajo social (“común” y “universal”) se opone al “objetivo
limitado” de la valorización (…)
Pero la expresión marxista “misión histórica del capital” tiene un sentido válido, incompatible con
el utopismo (y, a fortiori, con el ilusionismo chiliástico, positivo o negativo). En ese sentido, merece
ser retomada. La negatividad contenida en el concepto de “incremento incondicionado de la fuerza
productiva del trabajo social” remite a la contradicción específica del modo de producción y, por tanto,
a la posibilidad real de una nueva forma de movimiento de la actividad “trabajo humano” dentro
y junto a las potencialidades y las actividades naturales que constituyen el “producir”. La teleología
libre del trabajo, que su universalización capitalista ha hecho posible, es posibilidad real, puesta
como libre en la dinámica del modo de producción en la época. Es meramente ilógico no ver que,
en cuanto simple eventualidad, o posibilidad abstracta, esta posibilidad real tiene el mismo valor
que otras, incluida la de la destrucción de la biósfera. Pero la materialidad del proceso es el tiempo
real, y la actividad finalística, teleológica, es ella misma material. Así lo es la cualidad nueva del
70
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
continuum naturaleza-hombre que resulta de la universalización del trabajo. La posibilidad real
del autogobierno racional de este continuum, que llamamos también libertad o comunismo, es dada
por el movimiento del modo de producción, en su temporalidad específica como proceso material.
Si –al final del siglo xx– pueda valer para el capitalismo el verso famoso de Schiller, “Der Mohr Hat
Seine Schuldigkeit Getan / Der Mohr Kann Gehen”*, dependerá sin embargo de condiciones y
variables, en laxo sentido sociopolíticas, que no aparecen en este nivel de análisis (1987: 259-260).
Se deduce de ello que la clase obrera solo puede liberarse de la explotación capitalista mediante la
superación del modo de producción capitalista. Esta deducción tenía, y tiene todavía, una importancia
muy grande, puesto que pone resueltamente en discusión toda clase de ilusiones acerca de la superación de las contradicciones capital-trabajo dentro del modo de producción capitalista, por medio de
reformas, cualesquiera que sean. Y esto es todavía más cierto para las leyes del desarrollo general.
Sostiene Engels en su Anti-Dühring que, con la superación del capitalismo y la abolición de la
propiedad privada sobre los medios de producción, al pasar esta a manos de los trabajadores se verán
ellos liberados del yugo de las relaciones económico-sociales, porque habrán tomado así conciencia de
las leyes objetivas y las aplicarán, también a plena conciencia, en interés de toda la sociedad33.
10. Es solo en la medida en que son válidas las tesis arriba expuestas que podemos sostener, con Marx,
que la ganancia no se origina en el intercambio, sino que proviene del hecho de que las mercancías se
venden, precisamente, en su valor (la “paradoja de la ganancia”).
Por otra parte, en el tomo II de El Capital evidencia Marx, de manera explícita, que en el costo del
producto comparecen todos los elementos constitutivos de su valor, por los que el capitalista ha pagado
o puesto su equivalente en la producción; y que, en consecuencia, esos costos deben ser reintegrados,
para permitir que el capital se conserve y recupere su entidad original. Por eso, el valor de una mercancía viene dado por la duración del trabajo que se requiere para su producción, y solo una parte del
total de ese trabajo es pagada. De otra parte, los costos de la mercancía son, en cambio, solo esa parte
del trabajo que el capitalista ha remunerado.
Tradicionalmente se ha buscado en el capítulo 9 del tomo III de El Capital la explicación de Marx
acerca de la formación de una tasa general de ganancia (tasa media de la ganancia) y la transformación
de los valores de las mercancías en precios de producción, partiendo del punto de que los precios de
producción no son otra cosa que precios realizados al hacer la media de las varias tasas de ganancia
de los diversos ámbitos productivos. Al agregar esa media a los precios de costo sostenidos por los
mismos ámbitos productivos, se tiene la definición “clásica” de precio de producción. Los precios de
producción, entonces, se basan en el hecho de que existe una tasa tendencial general de la ganancia, la
cual a su vez se basa en el hecho de que las tasas de ganancia de cada ámbito productivo, en particular,
han sido ya transformadas en otras tantas tasas medias de ganancia.
Hace más de 30 años, Roman Rosdolsky escribía muy claramente:
La plusvalía terminará por revestir la forma modificada de la ganancia, así como la tasa de ganancia
adoptará la de la tasa de plusvalía. Pero este último desarrollo, escribe [Marx] en los Lineamientos
fundamentales, entra “solamente en el análisis de numerosos capitales y no tiene todavía un puesto
* (n.t.) “El Moro ha pagado su culpa, el Moro puede marcharse”.
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
71
aquí”, considerada la existencia de una tasa media de ganancia y la correspondiente transformación de
valores en precios de producción, causada por la concurrencia, cuyo análisis queda excluido del sector
del “capital en general”. Este desarrollo se desprende por completo del proyecto de obra económica
trazado por Marx en los Lineamientos fundamentales. Como se ve, el esbozo de 1857 es, en el fondo,
el programa de su obra definitiva. De hecho, según el mismo Marx, los tomos I y II de El Capital
contienen solamente, como los Lineamientos fundamentales, “el análisis abstracto del fenómeno de la
formación del capital”, o del proceso de reproducción y de circulación bajo su “forma fundamental”;
en pocas palabras, del “capital en general”.
El método solo cambia, efectivamente, con el tomo III. En este último, de hecho, Marx se esfuerza
en analizar las formas económicas que “tienden progresivamente a sucederse en la esfera del capital”
y “que aparecen en la superficie de la sociedad por la acción de los distintos capitales, unos sobre
otros; por la concurrencia, en fin, así como se presentan en la conciencia normal de los trabajadores
ocupados en la producción”. Es solo en este punto que la investigación sale de la esfera del “capital en
general”, aunque Marx repita a ratos en el tomo III que lo que más que nada le interesa comprender
es “la organización interna del modo de producción capitalista en su media ideal”, y que la teoría
de la concurrencia propiamente dicha “se encuentra fuera del proyecto de su obra” y representa una
“eventual continuación” (…) Son estos, entonces, los problemas que Marx dejó para una “eventual
continuación”, y que trató en El capital solo de manera fragmentaria o en relación con otros temas.
Nos parece que los problemas más importantes son los del mercado mundial, las crisis económicas
y el “movimiento real de los precios corrientes” (que Marx declaró explícitamente querer conectar “a
una particular investigación sobre la concurrencia”). Cabe lamentarse del hecho de que los marxistas
hayan prestado muy poca atención a todas estas observaciones metodológicas (1970).
En efecto, como lo explica Marx ampliamente en el tomo III de El Capital, las condiciones sociales
de la producción son tomadas por cosas, y las condiciones materiales de la producción son entendidas
como el resultado de hechos puestos en marcha arbitrariamente por los individuos.
La teoría económica de Marx, como el resto de la teoría marxista en su conjunto, está caracterizada
por su clara naturaleza social, por una intrínseca tendencia a la acción, a la práctica, por una estrecha
ligazón entre teoría y práctica. Para los marxistas, conocer el mundo ha significado siempre transformarlo. Las leyes económicas objetivas de la sociedad capitalista se manifiestan en el curso de la lucha
de clases por la superación del capitalismo.
Marx reveló la tendencia objetiva de la producción capitalista a la máxima explotación de la clase
obrera. Tal tendencia se ha verificado y verifica en el curso de toda la historia del capitalismo. La
tendencia del capitalismo avanzado es a combinar la extracción de PST absoluto y relativo. Como la
extracción de la W absoluta encuentra límites, también el aumento del PST relativo mediante la introducción de nuevas maquinarias comporta problemas. Un aumento de productividad puede implicar
un incremento de los salarios reales en términos absolutos34 (dado que cada unidad laboral produce
más valor).
Las prácticas de aumento de la productividad pueden tener, por eso, efectos contradictorios sobre los
salarios. Un aumento de la productividad del trabajo35 comporta la reducción del valor de la fuerza
de trabajo (y por tanto del TN) y, en consecuencia, la reducción del salario (o al menos el relativo). El
efecto contradictorio es el siguiente: si el aumento de la productividad “envilece el valor y los precios
de muchos productos de lujo, desarrolla la producción en serie (…) incorpora en el mínimo vital una
serie de nuevas mercancías (…) tiende por el contrario a acrecentar el valor de la fuerza de trabajo”
(Mandel, 1997b: 244).
72
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Esto significa que el [capital variable] del trabajo colonial es constreñido a subsidiar el [capital
variable] del trabajo de los países imperialistas, y este último recibe una parte de [plusvalía] colonial
que contiene la reducción del [capital variable] colonial. Por esta razón la alta productividad no ha
reducido los salarios en Estados Unidos y otros países (Jaffe, 1973: 98).
A ese respecto, Jaffe habla, recordando a Engels, de desproletarización de la clase trabajadora occidental y de su progresivo aburguesamiento; es a partir de esa convicción que desarrolla de seguidas el
concepto de plusvalía negativa:
Al contrario, [el capital variable] ha aumentado en los Estados imperialistas, no obstante una
declinación relativa del número de trabajadores productivos (…) Inversamente, [el capital variable]
en las colonias ha disminuido relativamente, no obstante un incremento absoluto del número de
trabajadores productivos coloniales (minería, yacimientos petrolíferos, plantaciones, transporte)
(Jaffe, 1973: 98).
Este fenómeno solo puede ser comprensible si se le interpreta como una cantidad de valor y no
como una masa física (número de trabajadores).
3. Las clases sociales
1. Si Marx dejó alguna herencia “pesada” a la posteridad, es la de una definición orgánicamente comple-
ta de las clases sociales. Incluso aludir solamente a tal problemática nos resulta imposible: intentaremos
solo delinear a grandes trazos qué es una clase social y con base en cuáles parámetros puede ser definida
(obviamente, cuanto esbocemos en ese sentido deriva orgánicamente de lo expuesto más arriba).
Contra la deriva weberiana de tanta izquierda local (pero, ¿ha habido nunca un verdadero análisis
de clase no mezclado con idealismo mal digerido, en Italia y no solo en ella?), que sostiene el criterio de
los ingresos como parámetro identificador de las clases sociales –¡pero no el único!–, nosotros sostenemos la necesidad de regresar a la esfera de la producción, a las relaciones de producción.
Las clases sociales se definen sobre la base de las relaciones que mantienen en la esfera de la producción; el criterio de última instancia es jurídico: el de la propiedad de los medios de producción y, todavía
más, el de la propiedad del producto terminado (Bordiga, 1980). El criterio, en su esencia, divide a la
sociedad humana en dos macrogrupos: uno que es propietario de los medios de producción y de los
productos, y otro que está privado de tal propiedad (la propiedad en sí, ontológicamente, es privación,
negación: exclusión). Es el caso que en el MPC la clase que detenta los medios de producción y los
productos tiene la necesidad de llevar estos últimos al mercado y venderlos para realizar una ganancia,
que de seguidas, al menos en parte, es invertida: el modelo conductual del capitalista es dinámico.
El motor de sobrevivencia de esta clase es la acumulación: lo recabado en el mercado es reinvertido
(→ capital) en la esfera productiva para comenzar otro ciclo productivo. La clase capitalista no está
fundada sobre privilegios de sangre, religiosos o culturales: esencial es la propiedad y, por tanto, la
disponibilidad de capital.
Frente a esta clase social y en oposición a ella se encuentra la de los trabajadores, que se define
por su extrañamiento del capital, por su exclusión del libre acceso a los medios de producción y a los
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
73
productos: con el primero de esos elementos entra en contacto solo en cuanto trabajo vivo, y con el
segundo, como consumidor36. No posee más que su propia capacidad de trabajar (fuerza de trabajo).
Y su supervivencia, como clase, deriva de la venta de esa fuerza de trabajo (así como la clase capitalista,
para valorizar su propio capital, necesita comprar fuerza de trabajo y “ponerla en acción”, esa fuerza es
el único “factor productivo” especial, porque produce más valor de lo que vale). La clase trabajadora se
divide internamente en “sector” productivo y “sector” improductivo (de plusvalía)37.
2. Definidas las clases sociales fundamentales (atención, las de aquí arriba son definiciones muy abs-
tractas y “puras”, y en la realidad difícilmente se les encontrará como han sido descritas), hay que aludir
ahora a los criterios de “adscripción”, de pertenencia de un sujeto individual a una clase38 u otra: el
criterio utilizado es el de la función que desempeña el sujeto en el PRT.
Un sujeto es capitalista si desempeña las funciones del capital y es propietario de los medios de
producción y/o de los productos terminados (y por ende del capital); es en cambio un trabajador si
cumple las funciones del trabajador colectivo. Con el desarrollo del capitalismo y del sistema organizativo empresarial, las tareas fundamentales del capitalista (coordinación y unidad del proceso de trabajo,
decisiones, dirección, control y, de allí, coerción al trabajo) no son ya ejecutadas por un solo sujeto –el
capitalista propiamente, que es también empresario y director material de su propia empresa–, sino por
una pluralidad de sujetos que no pertenecen a la clase capitalista, puesto que no son propietarios de los
medios de producción ni de los productos, y que solo tienen el dominio y el poder de disposición. Aun
así, desempeñan algunas funciones del capital (por ejemplo, dirección, decisiones no finales, control).
Es ese el fenómeno que da origen a las clases medias, con frecuencia caracterizadas por la mezcla de
funciones pertenecientes tanto al ámbito del capital como al del trabajo. El grado de preponderancia
de unas u otras define su mayor cercanía a la clase capitalista o a la trabajadora. Como resultado de
reestructuraciones y de la incorporación de nuevas máquinas que cumplen por sí mismas actividades
de control y de gestión (funciones del capital) anteriormente desempeñadas por las clases medias, estas
pueden estar sujetas a la descalificación (superfluidad) de la fuerza de trabajo: son en tal caso víctimas
de lo que se ha denominado “proletarización” del segmento medio, que no es una cuestión reducida
al ingreso. Esa reducción es más bien solo un síntoma, un efecto de la función desempeñada por
miembros de esta clase, que pierden el ejercicio de las tareas del capital y son “degradados” al rango del
trabajador colectivo39.
4. Marx y el valor: a manera de recapitulación
1. Si para muchas teorías económicas (las marginalistas en primer lugar) la ganancia es fruto de diversas
fuentes, independientemente de todos los “factores productivos” (trabajo, tecnología, capital), para la
teoría marxista la única fuente de “creación de nuevo valor”40, y por tanto de plusvalía, es el trabajo
vivo. Define este término a esa particular actividad humana, manual e intelectual, subsumida en el
proceso de valorización del capital, que al transformar valores de uso dados en nuevos valores de uso,
y al transferir valor al valor de cambio generado por el proceso de valorización, incrementa el valor del
objeto de esa transformación. La plusvalía consiste en una cierta cantidad de valor creada por el trabajo
74
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
vivo (el trabajo, por tanto, es sustancia del valor), pero cuya contraprestación en términos salariales
simplemente no existe. El plustrabajo es esa parte del trabajo regularmente cumplido durante la jornada laboral que el capitalista no paga: es la fuente de la plusvalía. Luego, es solamente en la medida
en que el capitalista logra extraer cuotas de PST a sus asalariados, que consigue “procurarse” el capital
necesario para comenzar un nuevo ciclo productivo (expansivo).
2. La teoría marxista del valor (de la producción del valor) se fundamenta entonces, necesariamente, en
la teoría de la explotación, que “científicamente” (puesto que demostrable objetiva y empíricamente)
ha sido derivada del modelo de “división” de la jornada de trabajo (cfr. arriba).
Esa teoría de la explotación tiene un gran valor heurístico no solo desde el punto de vista de la ciencia económica y de las ciencias sociales en general, sino también en lo político. La fijación de límites
a la jornada laboral y las mismas prácticas de clase desarrolladas en el proceso de trabajo, dirigidas a
elevar las tasas de plusvalía (absoluta y relativa), son intrínsecamente políticas, ya que en última instancia rigen todo el modo de producción capitalista. Si el trabajo vivo (TV), y específicamente el PST,
es la única fuente (viva) creadora de plusvalía (W ), y por ende de capital y de riqueza en la sociedad
capitalista, todo el modo de producción entraría en crisis si viniera a faltar esa fuente. Y es ahí que
se revela el carácter inmanentemente político de la lucha en torno a la jornada laboral y a las cuotas
de PST.
Pero la teoría del valor se desarrolla a todo lo largo del ciclo (re)productivo del capital, no solo en
la esfera del proceso laboral (PRL). Actúa también en la esfera de la circulación (realización del valor
de cambio contenido en las mercancías), donde produce, incluso, efectos desestabilizantes para el
mercado capitalista.
Si el valor de una mercancía es determinado por el tiempo de trabajo humano, ¿cómo puede
calcularse ese tiempo? Hay al menos dos tesis principales a ese respecto. Una se remonta a las más
antiguas civilizaciones chinas, de donde sigue un “hilo conductor” que en Europa podemos remontar,
por intensidad de exposición y de elaboración, a Locke. Sostenía él no solo que la propiedad privada
era la justa contraprestación del trabajo (“sudor”) propio, sino que el valor de una mercancía fuese
determinado por las horas laborales invertidas en producirla. Una interpretación similar se desarrolló
gradualmente hasta llegar a Ricardo y fue abrazada incluso por muchos marxistas (incluido Engels)
que no comprendieron el fundamental paso adelante cumplido por Marx.
3. Si la teoría clásica del valor hablaba de la cantidad de trabajo contenida en la mercancía, Marx (suya
es la segunda tesis) se distancia de esa interpretación mecánica.
La primera diferenciación importante sostenida por Marx es entre precios de mercado y valor. Si
los primeros son algo empíricamente tangible e inmediatamente evaluable, y están sujetos a la ley de
la oferta y la demanda (son clarísimos los pasajes al respecto en los Grundrisse). El segundo, el valor,
es un concepto que no tiene un inmediato correlato material, visual; antes bien, es exclusivamente un
cálculo, que puede llevarse a cabo sobre períodos más o menos largos, y es resultado de la media de los
precios de mercado que efectivamente se realizan. El valor, luego, es una media, un cálculo (determinado necesariamente ex post, después de la venta de las mercancías).
El valor no representa más que el trabajo socialmente necesario (dada la tecnología, dada la fuerza
de trabajo) para producir la cantidad de mercancías que la “demanda” ha pedido. El valor es ajeno a
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
75
las interpretaciones y enfoques subjetivistas que pretenden poder calcularlo ex ante, con anterioridad
a la venta de las mercancías, mediante un cálculo banal de la cantidad física de trabajo necesaria para
producir una unidad de un producto (¡que todavía no se ha convertido siquiera en mercancía!). Con
un procedimiento como ese no solo se salta el momento de la determinación de precios (sujeto a las
leyes del mercado), sino que se pretende reducir el valor, que es una “magnitud” social, a un “número”
aislado del contexto social, que determina el valor de una mercancía.
4. En Marx (que no utilizó nunca la expresión “valor-trabajo”), la teoría del valor se fundamenta, en
cambio, en un enfoque objetivo, que no prevé cálculos subjetivos, quizá propios de cada capitalista.
Según Marx, los precios de producción de las mercancías terminan por coincidir con los precios realizados en el mercado. Ellos se separan siempre del valor, que es una media y un “punto” en torno al
cual oscilan los precios (hacia arriba o hacia abajo). No hay, por tanto, coincidencia entre el valor de
las mercancías y su precio de mercado. El valor es algo distinto que el precio de la mercancía y no tiene
nada que ver con la cantidad física de horas de trabajo invertidas por un (grupo de) trabajador(es)
para hacer el producto. Pone en evidencia, en cambio, solamente la cantidad de tiempo de trabajo
socialmente necesario para la elaboración de esa mercancía (de la cual, ex post, se calcula precisamente
el valor, como media). Pero esa magnitud es fundamental.
Si se quiere, la economía política burguesa puede ser considerada como provista de lentes deformantes
que, aun cuando permiten ver, le impiden penetrar hasta la base de las formas fenoménicas. Le
resulta prácticamente imposible, sin superar las espontáneas representaciones de los agentes de la
producción y el intercambio, arrojar luz sobre las relaciones entre la apariencia y la esencia, sea que
considere estos fenómenos como manifestaciones de misteriosas esencias ubicadas fuera del campo
del análisis económico, sea que se fie de las apariencias. Para Marx, por el contrario, las relaciones
entre la apariencia y la esencia, que no son las descritas por Hegel en su Lógica, son relaciones
analizables entre los movimientos visibles de los fenómenos y las fuerzas que dan origen a esos
fenómenos y explican el movimiento. Solo arrancando el velo que cubre el mundo de la mercancía,
hay posibilidad de descubrir la ley del movimiento del modo de producción capitalista, y es solo
así que se pueden comprender tanto las variaciones de los fenómenos como el desarrollo de las
contradicciones de ese mismo modo de producción. La esencia está indudablemente escondida, pero
su naturaleza no tiene nada de misterioso, a partir del momento en que se elimina el obstáculo de la
mística fetichista de la mercancía.
Marx pudo así demostrar, en El Capital, que la renta y la ganancia tenían origen en la plusvalía y que
el sistema de precios se explicaba como expresión fenoménica de la ley del valor en una economía
capitalista (…) Los precios, en sus diversas oscilaciones, en sus desviaciones respecto al valor,
manifiestan la necesaria relación con el tiempo-trabajo socialmente necesario. Aun si el valor no es un
orden de magnitud concretamente mensurable con criterios microeconómicos o macroeconómicos,
no es solamente una hipótesis del sistema. (Nota: estas pocas observaciones no pretenden, ciertamente,
agotar el problema. Parten ellas de la idea de que el famoso problema de la transformación es un falso
problema. Los precios, precios de producción, precios de mercado, no son formas modificadas de los
valores –sobre todo no de los valores individuales–, sino formas fenoménicas autónomas que, a través
de la concurrencia, expresan la ley del valor y sus contradicciones) (Vincent, 1970).
Correspondió a Engels y a Marx encontrar una crítica de la teoría económica y política que demoliera los viejos esquemas, una teoría capaz de adaptarse y dialectizarse en todo momento con la
realidad de clase. Para hacerlo se debía, y se debe, desembarazarse del enfoque de la ciencia económica
76
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
clásica y colocar la economía política en su justo punto: como elemento fundamental de una estructura dialéctica, articulada en diversos niveles, que diese razón también de las dimensiones jurídica,
política, etcétera.
5. Por un uso del análisis marxista en los desafíos actuales
1. La situación actual de la clase trabajadora se caracteriza, en parte, por una brecha tendencialmente
creciente entre el verdadero valor de la fuerza de trabajo y el salario real obtenido. Este hecho se explica
por un aumento de las necesidades socialmente indispensables para la sobrevivencia de los trabajadores, y se debe también a la intensificación de los ritmos de trabajo y de la productividad social, con un
crecimiento del nivel material, social y cultural de toda la sociedad. Como resultado, el salario real está
fuertemente desfasado con respecto al valor social creciente de la fuerza de trabajo; el salario social integral sigue perdiendo en confrontación con la cuota destinada a la ganancia y, en general, a la apropiada
por los capitalistas a manera de retribución del capital. La amenaza siempre inminente y creciente del
desempleo –en particular, la actual convivencia de la desocupación coyuntural con la estructural– y
el paradigma de acumulación flexible de la así llamada era posfordista, responden a la automatización
de la producción y a la intensificación del trabajo. Todo ello ejerce una influencia sustancial en el empeoramiento generalizado de la situación mundial de la clase trabajadora en sus más diversos aspectos.
La “inseguridad de la existencia”, de la que habló Engels, sigue acentuándose. Estos hechos objetivos
son una confirmación convincente de la vigencia de la teoría marxista del empobrecimiento relativo.
El desarrollo mismo del capitalismo contemporáneo ratifica completamente otra tesis fundamental de
Marx: la de la intensificación del proceso de proletarización en el seno de la sociedad capitalista, y del
incremento, si bien en formas diversas y articuladas, del trabajo subordinado y del trabajo asalariado.
El actual problema económico-social del trabajo no está conectado solamente con el desempleo,
de carácter cada vez más estructural, sino que atañe a una serie de temas, al mismo tiempo, de tipo
cuantitativo y cualitativo, y por ende a las nuevas figuras del trabajo: en particular, al precario, al
trabajo negado y al no-trabajo, figuras de cualquier modo internas, propias del modo de producción
capitalista. El problema del trabajo existe, prácticamente, incluso para aquellos que tienen un empleo,
dado que se trabaja cada vez más en condiciones más y más precarias, con un salario social absoluto
–y también relativo para el trabajador individual– cada vez menor y con altos niveles de movilidad e
intermitencia.
2. La crisis actual del capitalismo –crisis también de sobreproducción y de demanda, a causa de la
tendencia a la contracción en su conjunto del salario social de toda la clase trabajadora–, se debe por
otra parte al pase de la acumulación material a formas inmateriales de acumulación del capital. Los
nuevos procesos de acumulación están ligados a fuertes incrementos de productividad no redistribuida
y a procesos de tercerización, que se acompañan con significativos desplazamientos en la renta financiera. Todo esto evidencia que el así llamado ciclo posfordista de la fábrica social generalizada produce,
además de desempleo estructural, mil formas de trabajo atípico y flexible –es decir, precario–, que
sin embargo corren paralelas a un fuerte crecimiento de la riqueza social, debido a los significativos
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
77
incrementos de productividad. Pero se trata de una riqueza social que, en modo alguno, retorna al
factor trabajo.
Así, se llega a identificar una economía marginal que evoluciona en el tiempo replanteando nuevas
figuras sociales, nuevos sujetos que, si hasta no hace muchos años tenían garantías y eran funcionales
al desarrollo, hoy en cambio son excluidos, precarizados, expulsados, marginados, hasta constituir esas
áreas de pobreza en fuerte crecimiento que el actual modelo tiende a reproducir en formas parcialmente nuevas. En Italia, por ejemplo, ha habido en los últimos años un enorme aumento en la apertura de
las llamadas “partida IVA”**, que se corresponde con el surgimiento de nuevos trabajadores autónomos, nuevos pequeños empresarios, atrapados como nunca en las reglas y los vínculos de explotación
típicos de los regímenes de subordinación. Se trata de nuevas figuras del mercado de trabajo, que no
son sino resultado de la decisión del capital de expeler mano de obra, de crear una actividad económica
inducida y de carácter predominantemente terciario, mal retribuida y sin su carga contributiva; es ese
el producto de un recurso generalizado a formas más o menos veladas de trabajo a destajo, en contraposición a toda forma de rigidez en lo laboral y retributivo. De esta manera, el mercado de trabajo se
hace cada vez más flexible y compatible con el sistema de centralidad de la empresa y de la ganancia,
al adaptar todo el cuerpo social, a través de las funciones del profit State –es decir, del Estado de la
empresa y la ganancia– a la organización de la fábrica social generalizada.
Hoy, en todo caso, la mayoría aplastante de la población de los países capitalistas está compuesta
por trabajadores asalariados y el trabajo asalariado constituye la base del capitalismo –a una escala
mucho mayor que en tiempos de Marx– en los procesos y las dinámicas de funcionamiento del modo
de producción capitalista de siempre.
3. Los cambios más recientes en la estructura de la clase trabajadora indican la extrema importancia de
la categoría del obrero “colectivo”, introducida y analizada en El Capital. Esa categoría comprende por
igual a los operarios del trabajo material y mental que participan directamente en la fabricación de un
producto y que, en cualquier modo, son, respecto al capital, trabajadores asalariados, subordinados.
Y así, a pesar del paso de la era fordista a la llamada posfordista, del obrero-masa al “obrero social”,
de la centralidad de la fábrica a la fábrica social generalizada, de los “overoles azules” a los cuellos
blancos, del trabajo material a los trabajadores del conocimiento y la inteligencia, aun así, también en
los países de capitalismo avanzado se mantiene y arraiga el trabajo asalariado, con formas cada vez más
sofisticadas e incisivas de explotación.
En el capitalismo contemporáneo, el carácter colectivo del proceso laboral se acentúa todavía más al
incrementarse la socialización de la producción, al ir más allá del llamado “obrero colectivo” y asumir
el aspecto de los grandes complejos productivos, aun con externalizaciones y deslocalizaciones, pero
de cualquier modo con modalidades que reúnen a todos los trabajadores en un mismo ámbito de
subalternidad, de coerción y explotación. Con hechos como el aumento del número de trabajadores
asalariados que son empleados fuera de la producción material propiamente dicha; con el aumento
en general del número de los empleados, los flexibles, los precarios, los temporarios, los atípicos; con
el incremento de la tasa de trabajo intelectual o del falso trabajador autónomo en la composición del
trabajador colectivo, las tendencias actuales dan amplio testimonio de la “desproletarización” de la
clase obrera o de la clase trabajadora en general41.
** (n.t.) Código fiscal obligatorio para todo aquel que ejerce una actividad sujeta a impuestos.
78
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Desde siempre, los trabajadores pertenecientes a estas nuevas categorías, al igual que el proletariado
industrial, han sido constreñidos a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. Hoy más que ayer, los
obreros y los trabajadores en general están amenazados por el desempleo que sigue a la introducción de
la automatización. Sus salarios son a veces inferiores al mínimo umbral de sobrevivencia; se acentúan
así las diferencias con aquella parte de los trabajadores privilegiados que va a constituir la llamada
“aristocracia obrera”.
Estas diferencias –como por ejemplo el nivel salarial, el grado de satisfacción de las necesidades,
la diversidad, incluso dentro de una continua precarización de todo el vivir social– pueden ser, sin
embargo, factores de acercamiento. La misma inserción de las leyes fundamentales de la producción
material en la esfera de la ciencia y de la cultura, es un factor que, aunque a primera vista parezca
improbable, puede facilitar la superación del capitalismo.
“Técnica” y “uso capitalista de la técnica” son dos cosas distintas. Y además, también la técnica del
dominio tiránico puede ser estudiada y entendida. La tiranía del capital “global” no puede reproducir
burguesías “orgánicas” ni en las metrópolis, donde ellas más bien se reducen, ni mucho menos en los
países de la periferia, o en aquellos en los que ha sido derrotado el protosocialismo “real”. Las formas
de dominación –desde la manipulación hasta la violencia bélica– pueden perpetuar la dominación,
bloquear la vida que le está asociada, forzarla a una decadencia incluso prolongada. A ese respecto,
nihil novi sub sole. Extraño y verdaderamente “nuevo” sería que la dominación, de por sí, se hiciese
plena y progresiva hegemonía, forma al menos relativamente progresista de desenvolvimiento del
corpus collectivum en sus configuraciones e instituciones, desarrollo de los individuos y de la sociedad
sobre la base de lo que ha devenido posibilidad real, y por tanto actuación y ampliación de las
potencialidades sociales humanas.
La tarea, para nosotros, parece ser más bien la de reproducir, a la altura de los tiempos actuales, el
análisis de todo el espectro de la reproducción social en su conjunto, y de las formas de hegemonía.
Debemos averiguar cómo está hecha la cadena –es mucho allí el trabajo por hacer– antes de poder
quizá identificar nuevamente, si lo hay, algún “eslabón” en el cual hacer presa verdaderamente, más
allá de la justificada denuncia y condena.
La tiranía moderna puede dominar, manipular, bombardear, exterminar. Pero no puede “resolver
prácticamente” el problema planteado por Rousseau, resuelto de diferente manera por Hegel y después
por Marx, y desde entonces devenido mucho más maduro en las cosas: el autogobierno racional de la
comunidad humana. Por eso, me parece, todo aquello que es “razón”, “dignidad humana”, “cultura”
y (obviamente) “democracia”, está hoy bajo ataque y se encuentra objetivamente de la misma parte.
Aun el mostrar estas cosas será un trabajo largo. Pero no inútil, y no vano (Mazzone, 2000).
4. Se llega así a una fase en la cual están aflorando rápidamente sobre la escena económico-social
nuevas subjetividades, nuevas pobrezas y, por tanto, nuevas figuras que reagrupar en un proyecto
de recomposición y organización del conflicto capital-trabajo, a partir de una ofensiva por parte de
todos los trabajadores. Se trata de forzar el horizonte, a partir de la superación de las fronteras sociales entre la clase obrera propiamente dicha y los intelectuales, las nuevas figuras del trabajo, del
trabajo negado, del no-trabajo, acomunando a estos grupos sociales en su lucha por la emancipación
social y haciéndolos reencontrarse en los hechos del conflicto capital-trabajo, para superar en la lucha
los esquemas de lo que algunos estudiosos –incluso de origen marxista– han decretado como el fin
del trabajo.
¡Pero cuál final del trabajo! Está cada vez más vivo el análisis científico de Marx sobre el trabajo
asalariado, sobre la “proletarización” y el empobrecimiento, absoluto y relativo, de estratos cada vez
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
79
mayores de la sociedad del capitalismo avanzado, para no hablar de los niveles de esclavitud, de feudalismo y de miseria absoluta en el Tercer o Cuarto Mundo.
Los exmarxistas, que hoy adoran definirse críticos del marxismo para caer en los brazos del neoliberalismo, que hablan al respecto de un final del trabajo, plantean falsos problemas. En la mejor de las
hipótesis, se trata de una incorrecta lectura de la realidad que retoma los viejos esquemas sociales, económicos y teóricos: los liberales y neoliberales, los que quieren el capitalismo como fin de la historia.
­— notas —
1También para algunos contenidos de este capítulo, cfr. Vasapollo (1996; ed., 2002).
2 Para una introducción sucinta pero eficaz a tales problemas, cfr. Romagnoli (2001: 63 ss.).
3 “Si consideramos la sociedad burguesa en su conjunto, se presenta siempre, como resultado último del proceso social de pro-
ducción, la sociedad misma, es decir, el hombre mismo en sus relaciones sociales. Todo lo que tiene una forma definida, como
producto, etcétera, se presenta solo como momento, como momento evanescente, en este movimiento. El mismo proceso
de producción inmediato se presenta aquí exclusivamente como momento. Las condiciones y objetivaciones del proceso son
igualmente momentos de éste, y como sus sujetos aparecen solamente los individuos; pero los individuos ligados por relaciones recíprocas que ellos reproducen y producen ex novo. Es su peculiar y constante proceso de movimiento, en el que ellos se
renuevan a sí mismos tanto como al mundo de la riqueza, que ellos crean”. Marx (1997: II, 410-411)***.
4 Para una penetrante crítica de estos fundamentos de la “ciencia” económica burguesa de inspiración marginalista, con refe-
rencia sobre todo a la “escuela austríaca”, cfr. Bujarin (1970).
5En un proceso lento que llevará de la subsunción formal del trabajo al capital a una real (hoy en un estadio extremadamente
avanzado y generalizado en todo el mundo).
6Cfr. Cazzaniga (1981).
7En su texto, Roncaglia y Sylos Labini (2002: 4) sostienen de seguidas que la principal diferencia entre el planteamiento clásico
y el marginalista es que, mientras los clásicos concebían la economía política como ciencia que estudia la sociedad y su movimiento, y es por tanto una ciencia social, el segundo elabora una teoría totalmente centrada en el problema de la escogencia
racional: optimizar la utilización de recursos escasos. En cuanto tal, es ese un problema de naturaleza lógica, susceptible de
ser “plegado”, “restringido” a las lógicas cuantitativas de la matemática. En cuanto tal, esta aproximación es también eminentemente ahistórica: al abstraerse del contexto social en el que la escogencia racional debe cumplirse, y revelar solamente
su lógica, su racionalidad (recuérdense los asomos de completud, transitividad y monotonicidad de la escogencia racional), y
estando esta última orientada a la maximización de la ganancia (empresa), del bienestar individual (consumidor) y del sueldosalario (trabajador), la naturaleza de esa escogencia-comportamiento será siempre la misma, en prescindencia pues del contexto socioinstitucional en el que se toma y en que produce sus efectos (más aún, tales instituciones serían redundantes o incluso
un estorbo para una formulación de este tipo). Es por eso que las instituciones políticas, jurídicas y sociales son “dadas” y no
investigadas, y escapan de las preocupaciones intelectuales de los marginalistas. La escuela marginalista da vida, pues, a una
ciencia axiomática, mientras que la clásica es una ciencia social.
*** (n.t.) La cita se reproduce aquí a partir de la edición de los Grundrisse por la editorial Crítica, Barcelona, 1978.
80
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
8 Cfr. Grossmann (1971: 104) y Carchedi (1991: cap. 2).
9Cuando algún teórico, incluso de izquierda, clama contra la mercantilización del trabajo, no se da cuenta de que el trabajo
(vivo) es el valor de uso de la fuerza de trabajo y no es producido como mercancía, por lo que no es mercantilizable; antes bien,
es el único “factor de producción” que toma parte en el proceso laboral en condición de no-mercancía (cfr. Pala: 1981). Es
justamente ese error el que anima el fetiche del intercambio simétrico entre “dador de trabajo” y trabajador. Es ese intercambio
entre supuestos iguales lo que funda la discrepancia entre trabajo vivo y trabajo pagado, entre trabajo necesario y plustrabajo.
Que se continúen cometiendo errores similares, todavía hoy, es rendir las armas.
10Está claro que en este punto estamos abstrayendo los conceptos de una serie de vínculos (contractuales, organizativos, etcé-
tera) que en la realidad material son fruto tanto del desarrollo de la tecnología y de la ciencia organizativa, en general, como
de las diversas prácticas de clase, y que varían según las coyunturas económico-sociales y la lucha de clases. Piénsese en el
contrato de trabajo, que “garantiza” la existencia de límites en la utilización-explotación del trabajo vivo por parte del dador de
trabajo. El contrato de trabajo es, precisamente, uno de esos vínculos (eminentemente político, por cuanto expresión formal de
la relación de fuerza entre las partes de clases involucradas) que, en el nivel de abstracción en el que estamos aquí razonando,
no hemos tomado en consideración.
11Hemos preferido traducir el término alemán Verbindung como “combinación”, antes que “unión” (a la manera en que fre-
cuentemente lo hacen los traductores de Marx), por considerar que expresa mejor el proceso de organización y complementarización de factores productivos que determina el mismo proceso productivo.
12 “El modo de producción (…) no depende tanto, y de seguro no directamente, de las fuerzas productivas como de las relaciones
sociales de producción” (Jaffe, 1990: 69).
13Tal distinción, es bueno subrayarlo, no significa que existan dos procesos separados (laboral y de valoración), sino que se trata
de dos aspectos diferentes del único proceso de trabajo que se da en la relación de producción capitalista. Al respecto, cfr.
Vercelli (1973: 44 ss.).
14Mientras en la primera fase del desarrollo capitalista, en la que prevalecían todavía los artesanos y después la manufactura, la
herramienta estaba en función del hombre y de su calidad “artesanal”, con el desarrollo del maquinismo y de la división no
ya subjetiva sino objetiva del trabajo, el sistema de máquinas se convierte en un gran autómata del cual los trabajadores son
apéndices funcionales.
15 “El proceso laboral es una actividad orientada a la producción de valores de uso, a la transformación para fines humanos de los
elementos naturales, a las condiciones de ‘recambio orgánico’ entre hombre y naturaleza. Es entonces, en sus relaciones más
simples, condición ineludible e inmodificable de cualquier sociedad humana” (Vercelli, 1973: 44).
16El trabajo debe ser entendido en su doble composición de trabajo concreto y trabajo abstracto.
17El modo en que se estructura la relación inmediata entre trabajo vivo y máquinas, y las estrategias y tácticas de gestión y do-
minio de tal relación y de todas aquellas que surgen dentro de la empresa.
18En materia de estudios sociológicos del proceso laboral, el panorama italiano es, cuando menos, decepcionante. Si los primeros
de esos análisis (piénsese en Panzieri), que “hicieron escuela” en diversas partes del mundo, se remontan a 30 o 40 años atrás,
y los últimos aportes apreciables se detienen a fines de los años ochenta, es innegable que no se ha “explotado” nunca el
estudio del proceso laboral en Italia, más allá de determinados ambientes (como la articulada experiencia obrerista). Todo esto
a diferencia, por ejemplo, de Estados Unidos o la Gran Bretaña, donde todavía se producen análisis profundísimos y de largo
alcance.
19 Ha sido un error constante de mucha publicística marxista, que se remonta a Engels (cfr. Weeks, 1981: especialmente el cap.
I), sostener que el valor de una mercancía es equivalente a la cantidad de trabajo incorporado (horas de trabajo) a la mercan-
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
81
cía misma (embodied labour), valor entonces definible subjetivamente, a priori, antes de la realización de la mercancía en el
mercado. Weeks (1981: 56), en cambio, recuerda que el valor aparece solamente como precio (en lo cual concuerdan muchos
teóricos marxistas contemporáneos que se han ocupado del problema del valor: de Carchedi a Moseley, Laibman, Shaikh, por
solo citar algunos, ni siquiera pertenecientes todos a las mismas “escuelas”). El valor de la mercancía es solamente una “media” elaborable ex post, que define el trabajo socialmente necesario para producirla.
20Fue justamente la ausencia de homogeneidad entre los miembros de la ecuación lo que creo problemas de medida a los prime-
ros clásicos (por ejemplo, Smith): cantidad de horas trabajadas-cantidad de output agrícola. Sobre este punto, cfr. Garegnani
(1981: 16 ss.).
21Más que de descalificación, Rieser (2004) prefiere hablar de “calificación alienada” –es decir, no controlada ni controlable– del
trabajador. De cualquier manera, al hablar de descalificación hay que tener siempre presente que se hace con esto referencia
a una tendencia. Pero no solo. Se tiene en cuenta también el hecho de que hay al menos dos interpretaciones diferentes, y
no necesariamente coexistentes, de descalificación: una en sentido smithiano, como parcelización cada vez más avanzada de
las funciones laborales y, por tanto, pérdida de profesionalidad; y otra, marxista, que abarca la superfluidad del trabajo vivo
expulsado del proceso laboral por haber sido sustituido por máquinas.
22Según la teoría marxista, “el contrato de trabajo (...) es un contrato de abdicación, de sumisión al capital, es la expresión de una
relación de domino” (Gianquinto, 1976: 55). La relación jurídica que se instaura con el contrato de trabajo entre el capitalista y
los trabajadores es una relación social de producción, una relación entre clases. Es un contrato que presupone la existencia de
la clase capitalista y de la clase trabajadora, y que se fundamenta en el proceso de explotación (lo legitima al regularlo), que,
en cuanto tal, es coerción al plustrabajo.
23Lo presupuesto es que las decisiones económicas sean entonces tomadas por sujetos racionales que actúan sobre bases utilita-
ristas: “Las empresas buscan maximizar cuanto más la ganancia; los consumidores buscan obtener la mayor satisfacción posible
de sus compras y, como trabajadores, buscan maximizar sus salarios hasta el saldo neto de los costos de mantenimiento”
(Sloman, 2002: 32).
24Por ejemplo, el revolucionario de Tréveris teorizó acerca de una tendencia al empobrecimiento claramente relativo y no ab-
soluto (cosa esta última que sí hicieron algunos marxistas esclerotizados de la Unión Soviética. Mandel reporta en su Tratado
(1997b) algunos ejemplos en las pp. 250 ss.).
25La subsistencia no es la biológica (aun cuando no faltan casos, períodos y lugares en los que el salario se ubica en esos niveles
o incluso por debajo), sino la histórica y socialmente determinada; es decir, la que está en correspondencia con el desarrollo
comprehensivo de toda la riqueza de la sociedad.
26 “El trabajador asalariado existe en la medida en que puede vender su fuerza de trabajo, y toda otra forma de existencia ha sido
para él, hasta ahora, prácticamente inimaginable” (Sottile, 2004: 1).
27Esta es una de las grandes diferencias del MPC con respecto a modos de producción anteriores, en los cuales los trabajadores
estaban ligados por vínculos serviles o “naturales” a sus patrones, que disponían de sus vidas no solo durante el tiempo de
trabajo, sino a todo lo largo de su existencia. El trabajador no era siquiera formalmente (como en el MPC) igual al patrón.
28En términos “ortodoxos”, el empresario no tendrá motivo alguno para invertir si no prevé al menos una “ganancia normal”; o
sea: tasa de ganancia normal (%) = tasa de interés libre de riesgos + premio por el riesgo (Sloman, 2002: 56 ss.).
29La clásica y fundamental función de producción marginalista, es decir, y = f (L, K) –donde L es trabajo y K es el capital que com-
prende las materias primas–, presupone que todos los elementos de la función sean cualitativamente iguales, intercambiables,
lo que niega la peculiaridad típica de la fuerza de trabajo; al proceder de esa manera, desaparece la diferencia fundamental,
identificada por Marx, entre fuerza de trabajo y trabajo: la primera es la única mercancía que, adquirida e inmersa en el pro-
82
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
ceso productivo, puede producir más que lo que cuesta. A ese respecto escribe Pala (1981: 57): “Todos ellos [Bayles, Ricardo,
Jevons, Marshall, Keynes, Sraffa] siguieron considerando, al menos para fines económicos, es decir capitalistas, productivos (o,
mejor, ‘rentables’, para decirlo con Keynes), diversos elementos además del trabajo, y en primer lugar el capital como objeto,
fetiche incluso, torvamente enmascarado como tiempo (...) Sobre eso reposa la errónea tesis de la pluralidad de los factores de
producción, voluntariamente confundida con la real pluralidad de los determinantes del precio y de las formas de apropiación
del producto. Todos esos factores son colocados como cualitativamente idénticos en el plano del proceso social de producción,
es decir, como formalmente intercambiables (a la manera de Wicksell) en el ámbito de una función de producción o de una
tecnología”.
30El análisis que venimos adelantando se cumple en un nivel de abstracción muy elevado; está claro que, en el terreno de lo
concreto, las manifestaciones del poder empresarial y el de su comando de trabajo están limitadas por toda una serie de “topes” físicos, jurídicos, organizativos y prácticos, así como por la misma lucha de clases en general y por la resistencia que en el
ámbito empresarial oponen los trabajadores al comando capitalista.
31 “La plusvalía no es otra cosa que la diferencia entre el valor creado por el trabajador y los costos de su mantenimiento” (Mandel
1997b: 154).
32 Y por tanto políticamente. Aquí la política se pone de relieve en la medida en que es interpretada en la acepción más global
del término (políticas de clase, de organización empresarial, de gestión de conflictos industriales, etcétera, solo por dar los
ejemplos más cercanos a la materia que tratamos). Para dar también un ejemplo actual y concreto, piénsese en la directiva
europea en materia de horario laboral aprobada el 12 de mayo de 2006. Esta permite una total “liberalización” de las gestiones
de horario de trabajo (a favor del capital), de manera tal que el total de horas laborables es anualizado para posibilitar una
flexibilidad extrema de los turnos laborales. Un trabajador no debe ya trabajar por una cantidad x de horas al día o a la semana.
Dónde, cómo y cuándo trabajar, lo establece la empresa, o esta en concertación con los sindicatos. Con este sistema se puede
llegar a trabajar 74 horas/semana. En ese caso, la lucha de clases ha reportado ventajas al capital europeo.
33Es cierto, sin embargo, que hoy esa problemática se ha hecho más compleja, para evitar que el socialismo se reduzca a la mera
abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción (y las mercancías), mientras se deja tal vez persistir modelos
organizativos típicos, si no idénticos a los de la burguesía (ontológica y teleológicamente diferentes a aquellos que deberían ser
desarrollados en una sociedad socialista y comunista). Sobre estos puntos, cfr. Carchedi (1987; 2006a).
34 Pero ello es posible solo cuando: a) el ejército industrial de reserva es limitado; b) las organizaciones sindicales reducen o elimi-
nan la competencia entre los trabajadores y los organizan para reclamar, con sus luchas, aumentos salariales (Mandel, 1997b:
240-241).
35El aumento de la productividad por medio de la incorporación de nuevas maquinarias (que para ser rentable desde el punto
de vista del capital debe ser labour saving y profit-increasing) implica una modificación en la composición orgánica del capital
(K / v), en la cual el componente del capital fijo (K) aumenta con respecto al componente del capital variable (v). La relación
entonces no es entre la masa material de los instrumentos de trabajo y el número de trabajadores, sino entre el valor de los
medios de producción y el precio de la fuerza de trabajo (Mandel, 1997b: 280). También Jaffe (1973: 17 y 77 ss.) sostiene esta
tesis: la “composición orgánica del capital, que es un concepto de valor, es frecuentemente confundida con la ‘composición’
físico-técnica; por ejemplo, el número de máquinas por obrero en una determinada industria, o el capital constante (valor) por
obrero (un concepto que no es de valor)”.
36Las relaciones con los medios y los productos son mediadas, en el primer caso, por relaciones de producción, y en el segundo
caso, por relaciones mercantiles, a su vez intermediadas por el dinero. Es solo al pasar al mercado que el trabajador deviene
en consumidor y puede apropiarse de las mercancías que él mismo (como trabajador colectivo) ha producido, pagándolas por
otra parte a un precio mayor, porque incluye la ganancia capitalista. En este caso la exacción se cumple dos veces: la primera, con la sustracción de la plusvalía; la segunda, con la exacción de dinero en cantidad superior al costo de producción de
la mercancía.
CATEGORÍAS FUNDAMENTALES DEL ANÁLISIS MARXISTA...
83
37Sobre la productividad de plusvalía por parte de la clase trabajadora (los trabajadores productivos, precisamente), cfr. más
adelante.
38Las clases sociales son siempre “indiferentes” a los sujetos individuales que a ellas pertenecen. Por poner un ejemplo, la movili-
dad social y el “éxito” de un sujeto que escala hacia la jerarquía clasista del capitalismo no implica el fin o la inexistencia de las
clases sociales, sino apenas que la movilidad subjetiva es posible solo a lo interno de clases sociales que existen objetivamente
y como totalidad, prescindiendo de la presencia individual de un sujeto u otro.
39 Acerca de este tema, aquí apenas insinuado, cfr. Carchedi (1977).
40Sobre el neovalor (Neuwert), léase Perri (1997: 211-217).
41 Por años, a causa de deformaciones y perezas teóricas (sostenidas también por traducciones “interesadas”), se ha confundido a
la clase obrera con la clase que es referencia en los análisis de Marx. En verdad, el sujeto intermodal es la clase trabajadora entendida en su conjunto, en su generalidad y heterogeneidad (a este respecto son utilísimos los numerosos trabajos de Costanzo
Preve y Gianfranco La Grassa). Fineschi (2001: 156) escribe a este propósito: “Forma asalariada (…) no significa en absoluto
solo fábrica, sino realizar el proceso laboral como momento del capital. De hecho, Arbeiter significa literalmente ‘aquel que
trabaja’, aquel que realiza el proceso laboral. Si la división entre capital y trabajo es una Verhältnis, es decir, una relación en
sentido fuerte, ello es exhaustivo de la totalidad, y por tanto se deberá entender ‘clase de los trabajadores’ y no ‘clase obrera’
(quedando como obvio que también los obreros son trabajadores). Si los obreros de fábrica, como tales, no son el sujeto histórico, entonces esa figura debe ser reconstruida a la luz de las determinaciones objetivas del conjunto de la reproducción social
en su forma capitalista”. La tesis del autor se desprende tanto de una atenta lectura filológica de los textos de Marx, como de
un profundo estudio del fundamento lógico de El Capital, que confirma la identificación de las clases sociales a partir de su
noción lógico-funcional.
84
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Segunda parte
CATEGORÍAS Y DINÁMICAS DEL SISTEMA CAPITALISTA
Capítulo I
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL1
1. Las categorías marxistas y su traducción estadística
1. Como hemos visto previamente, las categorías fundamentales del análisis económico marxista se
expresan en términos de valor, de tiempo de trabajo: K (capital constante) representa el tiempo de
trabajo social indirecto incluido en los inputs físicos del proceso de producción; v (capital variable)
representa el valor (de reproducción) del tiempo de trabajo social directo empleado en la producción
de las mercancías, y W (plusvalía), el tiempo de trabajo social directo empleado en el mismo proceso
de producción de las mercancías.
Con tales categorías se construyen las relaciones fundamentales del análisis económico marxista: la
tasa de explotación o tasa de plusvalía W/v, que expresa la relación entre tiempo de trabajo directo no
pagado y pagado; la composición orgánica del capital K/v, que se presenta también como K/K + v, la
cual expresa la distribución del capital entre tiempo de trabajo social indirecto y directo; y la tasa de
ganancia W/K + v, o relación entre plusvalía realizada y capital anticipado.
Estas categorías de valor son esenciales para establecer la dinámica del capitalismo. En realidad, las
leyes principales y el funcionamiento del sistema capitalista –la competencia, la concentración y centralización del capital, la determinación del salario en función de la existencia de una sobrepoblación
(laboral relativa permanente) o la tendencia a la caída de la tasa de ganancia– se explican a través de
estas categorías y relaciones.
2. Un problema de gran importancia es la traducción de las categorías de valor en precios. En efecto,
los valores-tiempo, como tales, no tienen una expresión contable en la sociedad capitalista, donde
todas las relaciones económicas aparecen medidas en precios. Las categorías en valores-trabajo (o valortiempo) tienen una correspondencia en términos de precios que no siempre resulta evidente. Esta
traducción de las categorías y relaciones, en términos de valor, a sus equivalentes monetarios o en
precios, ha dado lugar a una abundante literatura económica en torno al llamado “problema” de la
transformación2.
El tema se complica, de otra parte, porque la economía convencional incluye un conjunto de
nociones similares a las de Marx, pero con un contenido sustancialmente diferente.
El más importante es el concepto de “capital”, que en Marx es una relación social (la relación que
se expresa en el proceso de producción de mercancías-apropiación privada de la plusvalía), mientras en
la economía convencional es un concepto polisémico, útil para designar indistintamente:
a) El capital monetario.
b) Los bienes de capital.
c) La inversión productiva.
d) La inversión financiera.
e) El flujo de rendimientos en distintos períodos de producción, determinados por la tasa de
descuento temporal, etcétera.
Además, en la economía convencional no se considera la diferenciación fundamental que hace la
economía marxista entre actividades productoras de nuevo valor y actividades consumidoras del valor
creado; es decir, entre actividades productivas y consumidoras de plusvalía.
3. La diferencia de perspectiva entre la economía marxista y la convencional impide, por tanto, utilizar
directamente las estadísticas económicas para indagar en la evolución del proceso de acumulación
capitalista. Para hacerlo se requiere un proceso previo de “reelaboración” de los indicadores estadísticos, de los agregados y de las funciones macroeconómicas, a fin de adaptarlos a las nociones y a los
agregados propios de la economía marxista3.
La imposibilidad práctica de hacer una traducción completa de los datos estadísticos a partir de las
nociones marxistas, obliga igualmente a trabajar en muchas ocasiones con datos aproximados; es decir,
con valores que no miden exactamente aquello que quieren medir, pero cuya evolución coincide, en
gran medida, con la de la categoría en referencia. Por el mismo motivo, la lectura de los indicadores
estadísticos y agregados convencionales, desde un punto de vista marxista, supone una relectura que
hace decir a los datos “otras cosas”, diferentes a aquellas a las que alcanzan los analistas convencionales.
88
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
2. Limitaciones de los conceptos económicos neoclásicos convencionales
1. La teoría económica convencional –esto es, la que interpreta la realidad en función de la perspectiva
del capital– tuvo su bautismo a fines del siglo xix, en una espiral de popularización creciente, cuyo
objetivo principal omitió la interpretación de la dinámica económica de la sociedad para devenir en
justificación del orden existente. Las tentativas de Léon Walras (1900) (equilibrio general), de Alfred
Marshall (1920) (equilibrio parcial) o Vilfredo Pareto (1945) (equilibrio óptimo y eficiente), entre
otros, para desarrollar una “economía positiva” –es decir, neutral frente a los fenómenos sociales y
basada en el principio de la información perfecta–, se produce paradójicamente en el mismo período
histórico-científico (1870-1930) en el cual se establece el así llamado principio de indeterminación
de Heisenberg (1927) en las ciencias físicas; principio que establece que, en las observaciones de la
naturaleza, el acto mismo de observar modifica el comportamiento de los parámetros físicos y por
tanto no corresponde nunca, teóricamente, a un conocimiento exacto de la realidad. Disponemos solo
de una información relativa (probable), sujeta siempre a un margen de error.
En consecuencia, desde fines del siglo xix venía la economía transformándose en una ideología que
intentaba ocultar, tras un aparato de creciente complejidad matemática, un simplismo teórico cada vez
más inútil a los fines cognoscitivos de la realidad.
Habrá que esperar las grandes crisis de los años veinte y treinta para que entre los economistas de la
academia surja un cierto espíritu de venganza contra el pensamiento analítico clásico4.
Después de la Segunda Guerra Mundial se impone un pensamiento ecléctico que, sin renunciar al
componente ideológico de la teoría económica, busca también una cierta capacidad normativa, a fin
de administrar la intervención pública en el ciclo económico y en el cambio estructural a largo plazo.
Esta nueva orientación dominante, conocida con el nombre de síntesis neoclásica, supone el control de
la evolución de la ciencia económica, particularmente en Estados Unidos, donde se utiliza al stablishment académico para imponer esta nueva concepción doctrinaria de la economía.
De esta manera, el desarrollo de los sistemas estadísticos y contables es un intento de crear una
economía funcional a la necesidad de gestionar el capitalismo en la era del consumo de masas y de la
producción fordista-taylorista.
2. Con la publicación en 1936 de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, J.M. Keynes
coloca en el centro de su análisis –fuertemente influenciado, como es obvio, por la gran crisis del 29– el
hecho de que en el sistema económico capitalista no se cumplía automáticamente la plena ocupación,
cosa que solo podía ocurrir mediante el sostenimiento de la demanda por parte del Estado y, por
tanto, con intervenciones en términos de gasto público. Esto reforzaba el filón de estudios sobre la
renta nacional y la ocupación, así como sobre la moneda, la balanza de pagos y la inflación, y entraba
en abierta polémica con los neoclásicos. Sobre la huella de Keynes, se profundizan los estudios sobre
las fluctuaciones cíclicas y sobre el desarrollo –es decir, sobre la dinámica económica, completamente
abandonada por la formulación neoclásica–, para retomar temáticas ya analizadas por los clásicos y
tratar de actualizar contenidos a lo largo de estas líneas de razonamiento, que llegan sucesivamente
a desarrollar teorías sobre el comercio internacional, sobre la actualidad del intervencionismo estatal
en la economía y sobre los problemas del subdesarrollo. Son precisamente las ideas de J.M. Keynes
las que contribuyen en mayor medida a la aplicación práctica de la teoría económica. Las primeras
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
89
generaciones de economistas neoclásicos muestran una bien marcada tendencia teórico-empírica en la
elaboración de sus análisis. A partir de los análisis pioneros de discípulos de Keynes como Roy Harrod,
o de Jan Tinbergen (1939) y Ragnar Frisch, y a partir de los trabajos también pioneros de la Econometric Society, toda una generación de economistas norteamericanos –como Evsey David Domar,
Lawrence Klein, Simon Kuznets, etcétera– se dedicó a la creación de modelos estadístico-económicos
y contables que permitieron desarrollar la contabilidad nacional.
Pero el aporte más relevante lo da Wassily Leontief, quien elabora las primeras tablas de inputoutput, el más sofisticado instrumento de la contabilidad macroeconómica capitalista. Esas tablas,
por otra parte, descienden directamente de los instrumentos soviéticos de planificación. Si las tablas
input-output son el instrumento estadístico “clásico” (marxista-ricardiano) de análisis de la economía,
la contabilidad nacional es la traducción estadística de la visión neoclásica o convencional.
Pero procedamos con orden, partiendo de la identificación de los fundamentos de la contabilidad
nacional.
3. La centralidad del debate sobre trabajo productivo e improductivo
1. A diferencia de lo que ocurría en el pasado, hoy no se puede hacer referencia a un sistema a fin de
cuentas estable, que determinaba las condiciones para la reproducción del trabajo, sino que más bien
hay que vérselas con una realidad en la que el crecimiento de la productividad se corresponde con
un fenómeno de desempleo en masa. Tal desocupación se muestra como una evidente contradicción
ligada a los procesos de acumulación. Con ello, seguramente, ha entrado en crisis el sistema de relaciones que hasta ahora había involucrado a los agentes sociales y el mismo Estado social cuyas acciones
resultan ahora inadecuadas, y además ineficaces frente a las transformaciones que interesan los aspectos
diversos del desarrollo del capitalismo maduro posfordista.
La brecha entre crecimiento de la riqueza financiera y contracción de la riqueza real, entre economía real y economía financiera, ha sido favorecida en nuestro país no solo por la especulación
internacional, por la falta de control, sino sobre todo por las decisiones de política económica que no
producen ni distribuyen trabajo, renta y riqueza, sino que destruyen recursos.
Si bien en lo inmediato la urgencia de una reforma es de naturaleza financiera, el proyecto neoliberal abarca bastante más que el intento de sanear el balance. No obstante los repetidos ataques, el welfare
State sobrevive como residuo gastado pero todavía simbólico de la socialdemocracia keynesiana. Hasta
que esa anomalía no sea removida, la revolución liberal posfordista de la acumulación flexible seguirá
incompleta. La política social debe, en todo caso, mantenerse al paso de los tiempos de los nuevos
procesos de acumulación del nuevo ciclo capitalista.
Las decisiones de política económica forman parte de un proceso más general, basado en una
total recomposición de los conflictos y de las tensiones sociales a través de una reestructuración de las
relaciones económicas e industriales, con base en las lógicas del capitalismo salvaje. Todo esto se realiza
a través de modalidades del consenso que se difunden mediante políticas de un nuevo consociativismo,
que atraviesa e involucra el sistema de partidos, los sindicatos confederados, las asociaciones empresariales, las instituciones bancario-financieras y el sistema conexo de las comunicaciones de masas. Si el
90
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
consociativismo nace y se desarrolla ya a partir de los años setenta, es en los años ochenta y noventa que
la tendencia clasista de la cogestión y concertación de las organizaciones históricas de los trabajadores
encuentra su máxima expresión y su punto de no retorno.
También el desarrollo del Estado social dependió en gran medida del modelo de acumulación
fordista, del trabajo asalariado, del crecimiento y la plena ocupación; y como premisa tuvo la normalización del trabajo asalariado de un número creciente de personas, es decir, su transformación en
ciudadanos-trabajadores, lo cual condujo a la generalización de la relación de trabajo fordista. Esa generalización encuentra hoy límites en la acumulación posfordista, que cuestiona el modelo tradicional
del Estado social.
Según ese modelo, la participación social de los ciudadanos estaba ligada esencialmente al estatus
de trabajador asalariado y de ese vínculo se desprendía para los individuos la posibilidad de organizar
el conflicto capital-trabajo, con el fin inmediato de mejorar los niveles de bienestar y de justicia social.
La crisis del mercado de trabajo –vale decir, del principio predominante de distribución de la actividad
y la renta– crea en cambio una situación en la cual el desempleo, así como las dificultades en aumento
que para el vivir social confrontan estratos crecientes de la población, no pueden ya ser regulados
a través de simples retoques de las magnitudes en el ámbito de las estructuras institucionales ligadas a
la modalidad del welfare y de las premisas económicas de políticas expansivas. Entonces, es el modelo
keynesiano lo que se pone en duda: la actual crisis del mercado de trabajo no encuentra explicaciones
creíbles en la simple relación entre demanda de consumo y demanda de fuerza de trabajo, y no es
regulable a través de una política económica y fiscal expansiva.
El salario del trabajo está hoy cada vez más desconectado de la productividad, que sirve solo a la
ganancia. Se corresponde esto con la separación que establece el posfordismo entre crecimiento de
la producción y crecimiento de la ocupación, así como con la decidida financiarización de la economía,
que implica una distribución de la renta todavía más desplazada hacia fuertes determinaciones del proceso de acumulación. La cada vez más inicua estructura redistributiva de la renta implica la decadencia
del papel del Estado social, ya que el Estado se convierte en un agente que interviene directamente en
el sistema económico para apoyar la acumulación, y que regula y controla no solo la redistribución de
la renta sino todo el orden social en respaldo exclusivamente a la ganancia.
La creciente internacionalización de los flujos financieros, así como el desarrollo del proceso de
desindustrialización de los países occidentales, ha llevado a una disminución de la influencia de las
políticas económicas impulsadas individualmente por los Estados, frente a mecanismos de acumulación cada vez más globales. Bajo un modelo de acumulación flexible, el Estado abandona el sistema
de protección social porque este solo representa una rigidez y, como tal, debe ser abolido para poder
asumir las funciones del profit State.
2. El sistema empresa se afirma y desarrolla creando una simbiosis socioeconómica, psicológica y cultural,
con los consumidores reales y potenciales y con todo el cuerpo social. Lejos de seguir de manera pasiva
la evolución de la demanda genérica del mercado, impone a la sociedad todas las reglas de la ganancia
y la cultura de mercado, fracturando la solidaridad del cuerpo social y rompiendo la unidad de clase.
La comunicación desviante es así parte fundamental de los modelos estratégicos del capitalismo
posfordista, que van a articularse exitosamente tanto con los procesos y los productos como con las
dinámicas socioculturales –más que económicas– de la sociedad entera.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
91
En esta evolución posfordista pierde terreno la comunicación publicitaria clásica, en tanto que
surgen formas alternativas de modelos comunicacionales desviantes que utilizan nuevos instrumentos, como expresión del carácter y del modo de presentarse del sistema capitalista en su conjunto.
Instrumentos como las campañas de opinión, la sponsorización o la participación en iniciativas
de aparente contenido social, se convierten, en manos de los mass-media y de las diversas formas
que asume el Profit State, en mensajes directos e indirectos de subordinación y sumisión a la única compatibilidad tenida por posible: la de las reglas del mercado, considerado como la única gran
divinidad social5.
Esa comunicación, a la vez nómada, estratégica y desviante, está entonces integrada y entendida
como competencia de la empresa y de las instituciones, del profit State, en tanto que impresa en la
cultura gerencial de la fábrica social generalizada. Con adecuados instrumentos y técnicas, se le difunde para activar, perdurablemente, procesos productivos de recursos inmateriales compatibles con la
acumulación flexible posfordista.
Se alcanzan así nuevas fronteras para el incremento del valor de empresa, para la acumulación flexible. Se trata de oportunidades para crear recursos innovadores y cualificadores de toda la estructura de
acumulación del capital intangible. Una estructura buscada por el profit State mediante la transmisión
de la cultura de la ganancia en todo contexto del vivir social, a través de la dominación técnico-social.
A los bienes intangibles de gran relieve, como por ejemplo las competencias profesionales y tecnológicas, la cultura, la formación, se suma el recurso intangible de la comunicación nómada desviante.
Pero todo es coartado por el patrón unívoco de la idea de mercado, de la cultura empresarial, capaz de
interactuar con lo externo a esta y envolverlo, poniendo en marcha elaborados procesos de recíproco
conocimiento para hacer plegar la sociedad al pensamiento único neoliberal.
La comunicación, a su vez, asume valor de función de dominio técnico-social en el momento en
que produce y difunde nuevos recursos intangibles como la imagen y la “cultura empresarial en lo social”. Comunicación estratégica desviante integrada, entonces, como función institucional estratégica
que permite lograr la competitividad social de todo el sistema, a través de la adquisición y transmisión
del nuevo conocimiento y la cultura del profit State. Es este el verdadero totalitarismo del profit State,
del imperio del capital que aniquila el vivir social, al hombre y su humanidad, su ser, como centro de
la organización social.
La introducción de la producción con bajo contenido de trabajo ejecutivo no suprime el interés
de los grupos del gran capital, más que de la pequeña empresa, por los espacios de producción deslocalizada con bajo salario; simplemente los impulsa a buscar sus bases importantes más cerca de los
polos productivos tradicionales. Estos últimos siguen ofreciendo para la acumulación capitalista una
combinación difícilmente igualable en cuanto a concentración de consumidores solventes, frecuentemente de alto ingreso. Zonas, pues, de libre cambio, con sistemas productivos caracterizados por
especializaciones susceptibles de ser explotadas mediante procesos intensos de externalización de las
partes del ciclo productivo con bajo valor agregado. Se trata de zonas caracterizadas por una movilidad
total de las mercancías y de los capitales, y con marcada flexibilidad en las formas de trabajo y de
salario. Son las áreas económicas impulsoras de la misma Unión Europea, donde el movimiento hacia
la integración ha caracterizado y reforzado muchas variables, excepto las relativas a los salarios, a las
condiciones de trabajo y a la seguridad social. De hecho, existen diferencias muy marcadas entre los
salarios de los distintos países y regiones de la Unión Europea, diferencias cuyo fundamento se halla
92
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
no tanto en la productividad como en la desregulación de la relación salarial para hacerla funcional a
la nueva acumulación posfordista.
3. Es así que, en la sociedad de la acumulación flexible basada en los recursos del capital inmaterial, de
la comunicación y el conocimiento, se hace fundamental discutir si, desde el punto de vista material,
el mismo trabajo puede ser productivo o improductivo, si puede o no puede ser incluido en el sistema
capitalista de producción según esté o no organizado bajo la forma de empresa capitalista.
Según la definición de trabajo productivo aportada por Marx, el trabajo del empleado público, del
policía, de los soldados y sacerdotes, no tiene nada que ver con el trabajo productivo. No porque sea ese
un trabajo “inútil”6, o porque no se materialice en “cosas” o en servicios, sino tan solo porque está
organizado sobre principios de derecho público y no en la forma de empresa capitalista privada. Un
empleado del servicio estatal de correos no es un trabajador productivo, pero si ese servicio fuese
organizado en la forma de una empresa capitalista privada que recabase dinero por la entrega de cartas
y paquetes, los trabajadores asalariados de esa empresa serían trabajadores productivos. Está claro que
la actual liberalización y privatización de los exservicios públicos en los países de capitalismo maduro,
más allá de la forma aparentemente ajustada en muchos casos al derecho público, en términos reales se
concretiza en formas de trabajo cuya finalidad es la extracción de plusvalía y, por tanto, esos servicios
son identificados como la nueva frontera de un trabajo en todo caso productivo.
Como vemos, cuando Marx define el trabajo productivo, lo abstrae totalmente de su contenido, del
carácter y del resultado concreto y útil del trabajo. Lo considera únicamente desde el punto de vista de
su forma social. El trabajo organizado en una empresa capitalista es trabajo productivo. El concepto
de “productividad”, como los demás conceptos de la crítica de la economía política de Marx, tiene un
carácter histórico y social. Por esa razón, sería sumamente incorrecto atribuir un carácter “material” a
su teoría del trabajo productivo.
Desde esa perspectiva, no se puede considerar como productivo solamente el trabajo útil para
la satisfacción de necesidades materiales, excluyendo por ejemplo los que responden a necesidades
culturales, ético-morales o espirituales. La naturaleza de la necesidad no tiene ninguna importancia.
Del mismo modo, Marx no atribuyó un significado determinante a la diferencia entre trabajo físico
e intelectual. De ello habló en un conocido pasaje del capítulo XIV de El Capital. Se supone que los
trabajadores intelectuales, o también llamados cognitivos, sean “indispensables” para el proceso de
producción y, por tanto, que “ganen” retribuciones derivadas de los productos creados por los trabajadores materiales7. Según Marx, sin embargo, aquellos crean un nuevo valor. Por ese valor reciben
una retribución parcial, y dejan otra parte en manos del capitalista como forma de valor no pagado,
de plusvalía.
El trabajo intelectual necesario para el proceso de producción material no difiere en ningún aspecto
del trabajo físico. Es “productivo” si está organizado sobre principios capitalistas. En este caso, es absolutamente igual que el trabajo intelectual esté organizado conjuntamente con el trabajo físico en una
misma empresa, oficina técnica, laboratorio químico u oficina de contabilidad, o que sea separado en
una empresa independiente, como podría ser un laboratorio químico experimental que tenga la tarea
de mejorar la producción, etcétera.
La siguiente diferencia entre tipos de trabajo tiene un importante significado para el problema
del trabajo productivo: se trata de la diferencia entre el trabajo que “se concreta en valores de uso
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
93
materiales y el trabajo o los servicios” (Marx, 1978a, tomo I: 143) que no asumen forma objetiva.
Es preciso recordar que se trata de una definición “secundaria”, válida solo si se aceptan las premisas
mencionadas, es decir, si preliminarmente se supone el trabajo organizado en forma capitalista. En
realidad, el mismo Marx señaló con frecuencia que el trabajo productivo –en el sentido ya definido– y
el trabajo que produce riqueza material no coinciden, y que divergen en dos aspectos. El trabajo
productivo, en efecto, incluye el trabajo que, aunque no se vea representado en cosas materiales, está
organizado sobre principios capitalistas. De otra parte, el trabajo que produce riqueza material pero
no está organizado en la forma de producción capitalista, no es trabajo productivo desde el punto de
vista de la producción capitalista (Marx, 1993a). Si no adoptamos la “definición secundaria”, sino la
“característica determinante” del trabajo productivo, que Marx define como trabajo que crea plusvalía,
veremos que toda traza de trabajo concebido en clave materialista queda eliminada de la definición
de Marx.
4. A primera vista, la concepción del trabajo productivo desarrollada en algunos escritos de Marx no
considera en esa categoría a los trabajadores y empleados del comercio y del sector crediticio (Marx,
1978a, tomo II: cap. VI; tomo III: cap. XVI-XIX). Marx no considera productivo ese trabajo. Según
muchos científicos sociales, incluida una gran parte de los marxistas, Marx se negó a considerar productivo ese trabajo porque no produce cambios en las cosas materiales. Según ellos, esto es un residuo
de las teorías “materialistas” del trabajo productivo.
Al referirse a la oposición de la “escuela clásica” a tal concepto8, alguien se ha preguntado con
estupor: ¿cómo pudo Marx cometer ese error después de haber descubierto, con tanto ingenio, la
psicología fetichista del productor de mercancías? Algún otro, después, ha criticado las teorías que
separan los aspectos “intelectual” y “material” del trabajo, para luego agregar que esas concepciones de
la economía política clásica no fueron sometidas por Marx a la crítica que ameritaban, dado que, en
general, Marx apoyó esas concepciones.
¿Corresponde a la verdad la aseveración de que los tomos II y III de El Capital están empapados
de esa concepción “materialista” del trabajo productivo, que Marx sometió a una crítica detallada y
destructiva?
En realidad, no hay contradicción evidente en las ideas de Marx. No renuncia él al concepto de
trabajo productivo como trabajo organizado sobre principios capitalistas, independientemente de su
carácter concreto y utilitarista, típico del modo de producción capitalista. Pero si no es así, ¿por qué
Marx no considera el trabajo de los vendedores y los empleados organizados en una empresa comercial
capitalista como trabajo productivo? Para responder a esta pregunta debemos recordar que cuando
Marx, en numerosos análisis previos a El Capital, escribía sobre trabajo productivo, comenzaba con
el problema del capital productivo. Según esa teoría, el capital pasa por tres fases en su proceso de
reproducción: capital-dinero, capital-productivo y capital-mercancías.
Las fases primera y tercera representan el “proceso de circulación del capital”. En este esquema,
el capital “productivo” no se opone al improductivo, sino al capital en “proceso de circulación”. El
capital productivo organiza directamente el proceso de creación de bienes de consumo, en el sentido
más amplio. Este proceso incluye todo el trabajo necesario para la adaptación de los bienes a los fines
de consumo; por ejemplo, el almacenaje, el transporte, el empaquetamiento, etcétera. En el proceso de
circulación, el capital organiza la “circulación pura”: la compra y la venta, por ejemplo, o la transferencia
94
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
del derecho de propiedad, abstraída de la transferencia real de productos. Este capital supera la fricción del sistema mercantil capitalista; fricción que, por así decirlo, obedece al hecho de que el sistema
se encuentra escindido en unidades económicas individuales: precede y sigue al proceso de creación
de bienes de consumo, aunque esté ligado a ello indirectamente. La “producción de capital” y la
“circulación de capital” son en el sistema de Marx independientes y tratadas separadamente, aunque
al mismo tiempo este no pierda de vista la unidad de todo el proceso de reproducción del capital. Esa
es la base de la diferenciación entre el trabajo usado en la producción y el empleado en la circulación.
Pero esa división no tiene nada que ver con una división del trabajo en “trabajo que produce cambios
en los bienes materiales” y trabajo que no tiene esa propiedad. Marx distingue entre el trabajo utilizado
por el “capital productivo”, o más precisamente por el capital en la fase de producción, y el trabajo
utilizado por el capital-mercancías o el capital-dinero, o más precisamente por el capital en la fase de
circulación. Solo el primer tipo de trabajo es “productivo”, no porque produzca bienes materiales, sino
porque es utilizado por el capital “productivo”, y esa es la forma del capital en la fase de la producción:
produce plusvalía.
La participación del trabajo en la producción de bienes para el consumidor –no necesariamente
bienes materiales– representa, para Marx, una propiedad adicional del carácter productivo del trabajo,
pero no el criterio para establecerlo. Ese criterio sigue siendo la forma capitalista de organización del
trabajo: el carácter productivo del trabajo es una expresión del carácter productivo del capital. El
movimiento del capital por sus fases determina las características del trabajo que se utiliza. Aquí Marx
permanece leal a su idea de que en la sociedad capitalista es el capital la fuerza motriz del desarrollo:
sus movimientos determinan el movimiento del trabajo, que está subordinado al capital.
Así, según Marx, es trabajo productivo todo tipo de trabajo organizado en las formas del proceso
capitalista de producción o, más precisamente, el utilizado por el capital “productivo”, es decir, por
el capital en su fase de producción. El trabajo del vendedor no es productivo porque es contratado
por el capital en su fase de circulación (no aporta, pues, transformaciones en el valor de uso, ni preserva del deterioro su integridad)9.
El trabajo del actor cómico al servicio del empresario teatral es productivo, aunque no provoque
cambios en los bienes materiales y, desde el punto de vista de las exigencias de la economía social, sea
menos útil que el trabajo del vendedor10. El trabajo del actor es productivo porque lo usa el capital
en su fase de producción. El resultado de la producción no consiste en este caso en bienes materiales,
sino en juegos, en chistes, pero esto no modifica el asunto. Los chistes del actor tienen valor de uso y
valor de cambio. Su valor de cambio es mayor que el valor de la reproducción de la fuerza de trabajo
del actor, es decir, supera su salario y los gastos en capital constante. Luego, el empresario obtiene
plusvalía. Por otra parte, el trabajo del taquillero que vende los boletos para asistir al espectáculo del
actor es improductivo, porque es contratado por el capital en la fase de circulación11, es decir, ayuda
solamente a transferir el “derecho de ver el espectáculo”, el derecho de una persona a disfrutar de
los chistes del actor (derecho adquirido mediante un intercambio de tipo mercantil: dinero contra
mercancía-diversión).
Es evidente, a estas alturas, que interpretar las categorías económicas de una manera y no de otra,
incluso en el campo del socialismo realizado, implica un sistema de contabilidad nacional completamente diferente, con representación de órdenes socio económico-productivos también del todo
diferentes.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
95
4. La contabilidad nacional
1. Toda ciencia –sea social, natural o humana– tiene necesidad, para poder avanzar y elaborar tesis, de
una base de conocimientos de la cual partir, de datos, de un complejo de informaciones sobre el cual
operar y desde el cual moverse para sus análisis.
La ciencia económica burguesa, en sus diversos intentos de comprender y “dominar” o “provocar”
una pluralidad de fenómenos sociales12, se resolvería en mero ejercicio mental improductivo si no
tuviese un “campo de aplicación” (la sociedad) para sus propias teorías y no pudiese hacer uso de
datos –y por tanto de los instrumentos que los proveen– para conocer ese “campo operativo” en el que
pretende actuar13.
Para desarrollar análisis económicos y proponer políticas económicas, un dato fundamental del cual
partir es el de la riqueza nacional, conocible gracias al instrumento de la contabilidad nacional 14. Sirve
esta, precisamente, para el cálculo de la riqueza producida en una nación y por una nación15.
2. Partiendo de la expresión contable implícita en las tablas de input-output, en las que el consumo
intermedio equivale al consumo del capital constante en un período, y el valor agregado, al tiempo
de trabajo directo pagado (remuneración de los asalariados-capital constante) y no pagado (excedente bruto de la explotación-plusvalía), se obtienen los principales conceptos contables. Pero antes de
afrontarlos, describamos brevemente la naturaleza y función de los llamados “operadores económicos”.
En la base de la contabilidad nacional “está la idea de que todo el sistema productivo depende, en
su funcionamiento, de cuatro (…) grandes categorías de operadores económicos: familias, empresas,
administración pública, exterior” (Cozzi y Zamagni, 1995: 78).
5. Los operadores económicos
1. Los operadores económicos son agentes-sujetos que permiten leer los movimientos productores y
consumidores de riqueza en un determinado territorio. Se les define por la función que cumplen en el
ciclo de producción-consumo y por la utilización que hacen de los bienes y servicios adquiridos (según
sean finales o intermedios). Son, pues, los agregados de sujetos económicos homogéneos que permiten
la identificación de amplios movimientos económicos dentro de un país.
Mientras las familias individualizan al operador económico que desempeña exclusivamente la actividad de empleo –vale decir, el consumo de bienes y servicios adquiridos–, el operador empresas
desempeña exclusivamente la actividad de producción de bienes y servicios (sean estos finales o intermedios)16. Entonces, mientras la empresa es el sujeto económico que ofrece en el mercado bienes y
servicios, la familia demanda bienes y servicios. Tal es la diferenciación fundamental utilizada por el
SEC (Sistema Europeo de Cuentas Económicas Integradas) y que luego ha sido utilizada también en
Italia por el Istat*, aun si deslindándose esta última, en algunos puntos, del modelo SEC.
Al tomar en consideración las actividades de producción y consumo, debemos tener un espacio productivo y mercantil determinado como referencia para nuestros cálculos, o de otra forma
* (n.t.) Instituto Nacional de Estadística.
96
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
tendremos un modelo indeterminable de contabilidad nacional. “Las acciones económicas pueden
ser definidas con respecto al territorio y/o a los operadores que las desempeñan” (Alvaro, 1999: 21).
Eso significa que, con base en los resultados que tengamos intenciones de obtener, podemos hacer
cálculos a partir de los operadores residentes en un determinado territorio (sea una nación, una región,
una provincia, una ciudad, etcétera) u operantes en él. La distinción es importante si consideramos
una economía no cerrada, en la que los operadores bien pueden cumplir su actividad en el exterior o
desde el exterior.
En lo que respecta a la población, esta puede ser dividida en una “porción” residente (habitualmente) y otra presente. Mientras con la primera definición excluimos a quienes no son residentes
habituales, con la segunda no tomamos en consideración a los residentes que no están presentes, los
que temporalmente se encuentran fuera de los confines. Es evidente que según el criterio escogido,
obtendremos resultados diferentes.
2. Si para la familia la identificación y la descripción son tareas más simples, para el operador empresa
esto se complica un poco. Según el modelo tradicional, las empresas se clasifican en tres sectores económicos: agrícola, industrial y terciario. Las unidades estadísticas de definición son la firma o empresa,
la unidad local y las instituciones17.
A los fines del cálculo estadístico, la empresa es la
unidad jurídico-económica que produce bienes y servicios destinados a la venta y que, con base en
las leyes vigentes o en sus propias normas estatutarias, tiene la facultad de distribuir las ganancias
obtenidas entre los propietarios, sean estos privados o públicos. El responsable está representado por
una o más personas naturales, en forma individual o asociada, o por una o más personas jurídicas.
Entre las empresas se incluyen: las empresas individuales, las sociedades de personas, las sociedades
de capital, las sociedades cooperativas, las empresas especiales de municipalidades o provincias o
regiones. Son considerados como empresa también los trabajadores autónomos y quienes ejercen
profesiones liberales (definición de la Istat)18.
Elemento determinante para esta definición son los fines de lucro.
La unidad local, en cambio, es un establecimiento o un cuerpo de establecimientos situado en un
determinado lugar, en el que materialmente se realiza la producción o la distribución de bienes o la
prestación de servicios. Las unidades locales se subdividen en operativas y administrativas (que difieren,
estas últimas, física o al menos funcionalmente de las operativas).
La institución es una unidad con contabilidad propia y dotada de autonomía en sus decisiones,
cuyas funciones principales son la producción de bienes y la provisión de bienes no destinados a la
venta. Se financia ella predominantemente mediante:
a) Pagos obligatorios que inciden en las familias y las empresas (y este es el caso de la Administración Pública, de aquí en adelante AP).
b) Contribuciones voluntarias de familias y/o sujetos cuya organización esté dirigida a la gestión de
intereses comunes (como es el caso de las instituciones sociales privadas).
3. La Administración Pública, o las administraciones públicas, tercero de los operadores anteriormente
citados, puede subdividirse en tres subsectores:
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
97
a) La administración central, cuya actividad principal es ejercida en la mayor parte del territorio
nacional. Comprende ella el Estado y los entes nacionales de investigación, de asistencia y
económicos.
b) Las administraciones locales, cuya actividad incide solo en una parte limitada del territorio nacional (por ejemplo, región, provincia, comuna, servicio sanitario local –ASL–, ente económico
local, etcétera).
c) Entes de previsión (por ejemplo, INPS, Inail**).
Si bien los servicios que presta la AP son tanto de consumo final como intermedios o productivos,
en el sistema italiano de contabilidad nacional (calcado servilmente, en este caso, del modelo SEC),
convencionalmente, todos esos servicios son considerados finales, es decir, para consumo de las familias.
4. El operador “exterior”, llamado “resto del mundo” (RdM), que hoy adquiere un papel todavía más
decisivo en las economías nacionales, está conformado por todas las personas –naturales y jurídicas–
que, sin tener residencia en el país considerado, mantienen con él alguna actividad económica. La
residencia de la persona jurídica coincide con el concepto de centro de interés, mientras que la de la
persona natural mantiene su acepción habitual.
5. Es oportuno, de pronto, entender mejor algunas configuraciones particulares relativas a los operado-
res y agentes económicos, para analizar mejor el contexto en que se opera. Por ejemplo, es importante
establecer una distinción entre dos tipologías de empresas públicas: de un lado, aquellas cuyo capital
social pertenece total o mayoritariamente al Estado; del otro, la empresa que se caracteriza por la
presencia de factores extraeconómicos y, que por tanto, es diferente de la privada, sea por la propiedad
o por su propia esencia. Este último caso se refiere a las empresas creadas para solventar problemas
sociales (como, por ejemplo, para mantener el índice de empleo) o para facilitar el mantenimiento de
un justo equilibrio de la economía entre lo público y lo privado.
Es también oportuno hacer una clasificación de las diversas tipologías de empresa que pueden ser
definidas como “públicas”. Se tienen así empresas del Estado, empresas que son propiedad del Estado
y empresas financiadas por el Estado.
Empresas del Estado son aquellas que están sometidas a su control directo y cuya contabilidad se
inserta totalmente o en gran parte en los balances estatales. Las empresas propiedad del Estado, en
cambio, son en todo similares a las empresas privadas, pero se caracterizan por una fuerte participación
del operador público, lo que garantiza su control. Finalmente, las empresas financiadas por el Estado,
aun siendo de carácter público, tienen en su gestión un determinado grado de autonomía.
El objetivo de las empresas públicas no está en la maximización de la ganancia, sino en una serie de
metas que deben ser alcanzadas en nombre de los intereses de la colectividad. Está claro, de hecho, que
aun siendo para ellas fundamental el alcanzar resultados de gestión positivos, el reverso de esa exigencia es la necesidad de considerar seriamente todos los factores vinculados con la economía nacional.
En ese sentido, puede decirse que entre los objetivos principales de una empresa pública está el lograr
eficiencia en la asignación de los recursos, una eficiencia redistributiva y social que permita brindar la
** (n.t.) Instituto Nacional de Previsión Social e Instituto Nacional para la Aseguración contra Infortunios en el Trabajo.
98
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
máxima satisfacción a los consumidores, asegurar la mayor transparencia posible y corregir los fallos
del mercado.
Hay sectores específicos de la economía que desde siempre han estado sujetos a control por parte
del Estado, en tanto que proveen servicios estratégicos esenciales para los ciudadanos y para otras
empresas. Nos referimos a empresas que operan en el campo de la energía, del agua, de las telecomunicaciones, el transporte, etcétera, por no citar también los consumos colectivos, públicos por excelencia,
como los de asistencia social, sanidad, defensa, previsión, formación escolar; vale decir, la “producción
de welfare”. En estos sectores, la intervención del Estado es garantía para todos de un acceso igualitario
a la calidad de los bienes y servicios producidos, que en caso contrario podrían estar distribuidos de
manera no uniforme ni equitativa, sea en términos económicos o en un sentido social general.
En confirmación de lo dicho baste recordar, por ejemplo, cuán importante fue en Italia, y especialmente en el Mezzogiorno (sur), la intervención del Estado durante la delicada fase de la reconstrucción
de posguerra. La presencia de las empresas públicas en la economía caracterizó también a los demás
países europeos, en particular a los más gravemente golpeados por los daños de la Segunda Guerra
Mundial, en tanto que la intervención estatal fue capaz, por ejemplo, de cubrir la insuficiente oferta
de capital de las empresas privadas.
El viejo modo de ser de la empresa pública y el papel de la economía pública en su conjunto entran
en crisis en los países de capitalismo maduro y, por tanto, también en Italia, en el momento en que
naufraga el modelo keynesiano de sostenimiento del desarrollo. El éxito de las políticas keynesianas
radica en su capacidad de hacerse intérpretes de las nuevas formas de acumulación fordista, neutralizando al mismo tiempo la carga revolucionaria y subversiva de las ideas de la revolución bolchevique
del 17. La aplicación del modelo keynesiano es, ciertamente, una conquista debida a las luchas del
movimiento obrero (Antoniello, Vasapollo, 2006), una conquista dirigida a favorecer formas de progreso civil y de mejoramiento de las condiciones de vida de las clases más desposeídas; pero al mismo
tiempo es un proyecto de mediación, instrumental, porque funge de amortiguador del conflicto social:
sirve a un desarrollo con una cierta redistribución, pero que, sin embargo, no toca los márgenes de
rentabilidad de las grandes y medianas empresas capitalistas.
La crisis del modelo fordista implica la crisis de las políticas keynesianas, desde el momento en que
estas últimas representan la más avanzada síntesis del compromiso social.
Desde comienzos de los años ochenta se ha verificado en todos los países de modelo capitalista, e incluso donde más marcada era la apuesta por la economía mixta, un proceso de redimensionamiento de
la presencia pública en la economía. Ha sido esto así, al menos en la intención declarada, para tratar
de adecuar la gestión productiva pública a las nuevas condiciones de la competencia internacional. En
esencia, las motivaciones principales estaban más vinculadas con razones político-formales que con
exigencias reales de eficiencia económico-productiva. Por tanto, la motivación de lograr para las empresas públicas una mayor competitividad, se vio después necesariamente sometida a lentitudes y controles
burocráticos que con frecuencia no les permitieron un funcionamiento más ajustado e innovador.
El variado papel asumido por el Estado en la regulación de la gestión de las empresas públicas ha
pasado por el reforzamiento de los procesos de “privatización”, que han afectado incluso la producción
dirigida a satisfacer necesidades colectivas básicas. Se llega así a una consecuente reducción del poder
del “Estado-empresario” y, al mismo tiempo, a forzar el proceso de privatización del welfare State, imponiendo una restricción de sus características de universalidad en la prestación de servicios públicos
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
99
fundamentales. Se ha incentivado, de esta manera, el recurso creciente a la asistencia médica privada,
a la instrucción y formación de connotaciones empresariales, a los sistemas integrados de pensión de
carácter privado.
6. EL PNB y el PIB19
1. El macroagregado más ampliamente utilizado hasta hace poco tiempo para el cálculo de la riqueza
nacional es el producto nacional bruto (PNB), cuyos orígenes se remontan a las obras de Simon
Kuznets (1901-1985). La importancia de este concepto reside en la posibilidad que brida de medir el
valor total de la producción de un país y, por tanto, para decirlo con Samuelson y Nordhaus (1987: 98),
de “medir el rendimiento de todo un sistema económico”20.
El PNB es la medida monetaria21 del valor producido y leído en su dinámica de flujo: flujo de bienes
y servicios finales, más inversiones (privadas), más el gasto de la Administración Pública.
A ese respecto escriben conjuntamente Cozzi y Zamagni (1995: 82):
En la definición de PNB (… ) se ha hecho referencia al flujo anual de la producción global de bienes y
servicios. Se ha llevado a cabo, por tanto, una agregación de producciones heterogéneas (pan,
automóviles, etcétera) que solamente pueden sumarse unas con otras en términos de valor. Cada
cantidad producida, expresada en su propia unidad de medida, ha sido entonces evaluada en su propio
precio unitario.
Samuelson y Nordhaus (1987: 101) justifican esa decisión: “Porque (…) los precios de mercado
reflejan el valor económico relativo de los diversos bienes y servicios, es decir, los precios relativos de los
diversos bienes reflejan el valor que los consumidores atribuyen a las unidades últimas (o marginales)
de consumo de esos bienes”. Como se puede ver, el cálculo del PNB está estrechamente ligado a (y
depende de) la teoría marginalista del valor. Que después esa correlación, en la realidad, no se corresponda con la verdad, ya es otra cosa.
En pocas palabras, el producto nacional bruto es la cifra que se obtiene al aplicar la medida monetaria
a los diversos tipos de computadoras, naranjas, cortes de cabello, naves de guerra y máquinas que
toda sociedad produce empleando la tierra, el trabajo, los recursos de capital y el know-how de que
dispone. Es igual a la suma de los valores monetarios de todos los bienes de consumo y de inversión,
más las compras por parte del sector público (Samuelson y Nordhaus, 1987: 99).
2. Ya con esto se puede empezar a entrever una particularidad típica de la contabilidad nacional de
corte marginalista. Cualquier bien o servicio (excepto los intermedios y los “malos”, como los negocios
ilícitos, criminales) produce valor y riqueza. El cambio de perspectiva con respecto a los clásicos es evidente. Estos últimos (incluido el más sólido crítico de la economía política clásica, Marx) reconducían
las categorías constitutivas de la riqueza nacional a una distinción central (que lo será también para la
teoría marxista del valor y de la explotación): la que hay entre trabajo productivo y trabajo improductivo
(de valor) (sobre estos problemas, cfr. más adelante; por ahora, remítase a Shaikh, Tonak, 1994).
100
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Para simplificar al máximo la diferencia que cursa entre ambos enfoques, considérese que, según
las actuales metodologías de contabilidad nacional, incluso la actividad profesional, de consultoría,
de un abogado, produce valor, riqueza, y por tanto es calculada en la categoría de servicios finales a los
que hemos aludido antes. Para un estadístico o un economista de enfoque clásico –o en cualquier caso
heterodoxo–, eso resulta un absurdo imperdonable (desde el momento en que falsea enormemente las
estadísticas nacionales): un abogado no produce valor, sino que más bien absorbe, en forma de dinero,
el valor producido por otros en otras esferas.
La diferencia fundamental entre estas dos perspectivas radica en el modo de ver el funcionamiento
de la economía en la práctica. Los marginalistas buscan discernir, por medio de mediciones, si la economía se expande o contrae, o si hay una amenaza de recesión, o cuál es el nivel de desarrollo. Quien
se inspira en los clásicos, como los marxistas, quiere entender las leyes económicas que atañen a las
modalidades de acción y redistribución de la riqueza social, y no simplemente medir el funcionamiento estructural de la economía.
3. Siendo el PNB una expresión monetaria del valor total, se enfrenta a las variaciones de precios que
determina la inflación. Es evidente que si se adelantaran cálculos sin considerar esas variaciones, tendríamos estadísticas completamente inexactas en relación con la situación real de los flujos de riqueza
nacional. Es para resolver ese problema que se recurre al deflactor (instrumento que, en pocas palabras, es
una media ponderada de los precios que permite calcular la diferencia entre el PNB nominal y el real)22.
Al referirnos más arriba a los bienes y servicios (a los precios de los bienes y servicios) utilizados
para el cálculo del PNB, los hemos calificado como finales. La necesidad de calcular exclusivamente los
bienes y servicios finales (los adquiridos por los consumidores) es evidente: de esa manera se eliminan
del cálculo todos los bienes y servicios intermedios, que de otra forma implicarían una duplicación de
los cómputos23. Es con esa finalidad que se utiliza el concepto de valor agregado, destinado a restituir el
equilibrio de las cuentas: para obtenerlo, del valor de las ventas de una empresa debemos sustraer el valor
de los materiales y servicios adquiridos de otras empresas; en términos más técnicos, el valor agregado24
se obtiene al sustraer, del valor de la producción vendible, el valor de los bienes y servicios intermedios.
Definidos, pues, los elementos rudimentarios para el cálculo del PNB, podemos concluir con la
fórmula clásica para una economía cerrada:
PNB = C + I + G
donde C son los consumos privados, I son las inversiones y G es el gasto público, es decir, los consumos públicos. En una economía abierta se considera también (X - M), donde X son las exportaciones
y M las importaciones.
Hay que agregar, sin embargo, que I representa las inversiones brutas, incluidas las amortizaciones,
por lo que el valor representado en el PNB se ve alterado o, mejor, no logra describir acertadamente
la realidad de la riqueza “corriente” del país. Es para evitar tal inconveniente que se utiliza otro índice,
a pesar de ser más difícil de determinar por la escasez o imprecisión de los datos que comporta: el
producto nacional neto (PNN), que viene dado por los consumos privados, más las adquisiciones del
sector público, más las inversiones netas.
Recapitulando con Samuelson y Nordhaus (1987: 108)25, el PNB (y el PNN) pueden ser definidos
como suma de tres componentes principales:
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
101
a) Gasto personal por consumo de bienes y servicios.
b) Gasto por inversiones, sean inversiones internas o exportaciones netas.
c) Gasto público por bienes y servicios.
Antes de proseguir, conviene recordar una diferenciación ulterior: mientras el PNB expresa el valor
total de la actividad económica realizada dentro y fuera de un determinado país por sus residentes, el
PIB mide solo el valor total de la actividad económica realizada dentro del país en cuestión, tanto por
residentes como por no residentes.
Hoy el PIB es más conocido y utilizado entre los economistas burgueses que el PNB. Se determina
el primero de dos posibles maneras, completamente equivalentes: con el método de flujo de productos
y con el de costos o réditos. El resultado es siempre el mismo:
PIB = C + I + G + X - M
Corresponde al conjunto de los réditos del trabajo y los réditos del capital (amortizaciones, rentas,
intereses, dividendos, etcétera).
La equivalencia se obtiene, entonces, al considerar genéricamente los componentes de la ganancia
(junto con salario y renta), lo que se traduce en un saldo que se adecúa automáticamente a las variaciones de costos, réditos y valores.
Mientras el concepto de PIB coincide con la sumatoria del valor agregado de las empresas que operan en el ámbito del país estudiado, el de PNB representa el producto interno más una cuota ideal de
producción realizada en el exterior con factores productivos pertenecientes a los residentes del país en
cuestión, a lo cual se resta la cuota ideal de producción realizada en el país con factores de producción
que pertenecen a residentes del operador “resto del mundo”.
El PIB y el PNB son los indicadores más utilizados para comparaciones internacionales y para
cuantificar la tasa de acumulación, aunque en este caso sea mal empleado.
4. Como acabamos de decir, el término “bruto” en el PIB, o en el PNB, señala que en el indicador se
está agregando el valor de la amortización de capital, es decir, el valor monetario de la “reconstrucción”
o sustitución de los bienes de capital consumidos en el período precedente. Por tanto, para medir el
incremento neto de la producción habría que deducir la amortización del capital:
PIB - A = PIN
o, mejor,
PNB - A = PNN
donde PIN es producto interno neto y PNN es producto nacional neto.
El producto se mide a precios de mercado o al costo de los factores. La diferencia consiste en la
inclusión, en el primer caso, de los impuestos indirectos netos, vale decir, al neto de las transferencias,
obtenidas del Estado o sobre el valor de la producción.
102
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
La naturaleza de estos impuestos puede ser considerada de dos maneras: como una exacción sobre
el valor monetario de la producción –caso en el cual se deducen del tiempo de trabajo no pagado o
plusvalía–, o mediante la consideración de que para su pago se proceda a un incremento del precio de
venta de los productos por encima de su precio de producción. La contabilidad nacional adopta esta
segunda modalidad, con el resultado de que, cuando se agregan al producto, esto se llama “a precios de
mercado” y, si no es así, se procede a medirlos “al costo de los factores”.
El producto nacional neto al costo de los factores es el que, en términos de remuneración a los
factores productivos, se denomina “renta nacional” (RN) en sentido restringido.
El PNNCF o RN es la macromagnitud más significativa. Permite ella medir la renta per cápita
(por persona) de manera más precisa que el PIB per cápita habitualmente utilizado, ya que deduce
las variaciones de precios inducidas por las cargas impositivas a la producción, que pueden diferir
sustancialmente entre países y entre períodos, distorsionando así las comparaciones internacionales.
Si de la renta nacional se deducen el importe de los dividendos no distribuidos, los impuestos a las
empresas y las cargas sociales (es decir, la parte de la plusvalía que se mantiene en la RN), se obtiene la
renta personal (RP), que representa una medida aproximada de la capacidad de gasto de las economías
internas, tanto de los trabajadores como de los capitalistas.
Si de la RP se deducen los impuestos directos –en particular, el impuesto a la renta–, obtenemos
la renta disponible (RD), que mide el potencial de consumo de las economías familiares en bienes de
consumo y bienes de lujo durante un período determinado.
5. El cuadro que sigue sintetiza los diferentes conceptos utilizados para medir “la producción” y su
equivalente aproximado en términos de las categorías de valor-trabajo: capital constante (K) y plusvalía
(W). La c minúscula corresponde al capital (constante) circulante, parte integrante –junto con el
capital fijo– de K. Las letras griegas expresan una fracción de la categoría considerada:
Valor bruto de la producción
c+v+W
– Consumo intermedio
c
v + W + αK
Valor agregado = producto interno bruto a precios de mercado (PIB)
– Impuestos indirectos – transferencias
= Producto interno bruto a costo de factores
–Amortización
αK
[v + W ]a
Producto interno neto a costo de factores
+ ingresos de los factores nacionales en el exterior – pagos a los factores extranjeros en el país
[v + W ]b
Producto nacional neto a costo de factores = renta nacional
– (Utilidades no distribuidas + impuestos sobre la sociedad + cotizaciones sociales)
+Transferencias (prestaciones de la prevención social + intereses del débito público)
= renta personal
v + χW
– impuestos directos
= renta disponible
β(v + χW )
α = proporción destinada a la amortización de K.
β = 1 – impuesto directo por unidad de rédito.
χ = 1 – α – inversiones netas por unidad de plusvalía.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
103
6. El cálculo del valor de la producción puede realizarse, en función de la disponibilidad de estadísticas,
desde tres perspectivas:
a) Desde el punto de vista de la producción, o de la oferta, o de la formación, uniendo los valores
agregados de las distintas ramas de producción. Sería el método seguido mediante la utilización
de las tablas de input-output, o de otros sistemas de estimación del valor agregado sectorial.
b) Desde el punto de vista de la distribución de la suma total de valores agregados entre los factores, equivale, en cambio, al importe bruto de los ingresos o réditos de los trabajadores (sueldos
y salarios), de los capitalistas (utilidades o ganancias) y de los rentistas (renta e intereses). Mediante la estimación del total de los ingresos obtenemos otro método de cálculo del valor de la
producción en un período dado, es decir, de la distribución entre los factores.
c) Desde el punto de vista de la utilización, mediante el cálculo de los consumos o las demandas
de los distintos sectores institucionales se computa el total de consumos, que debe coincidir con
el total de ingresos por rubro o definición, esto es, con el valor de la producción. Tradicionalmente, la contabilidad nacional desagrega esos consumos en sus diversas formas de utilización:
consumo privado (C), consumo de capital fijo o inversión (I), consumo o gasto público (G)
y saldo neto del comercio exterior (si el saldo [X - M] es positivo, supone un consumo en el
exterior o ahorro; si es negativo, un exceso de consumo o endeudamiento nacional).
La comparación de estas tres vías de cálculo es el fundamento sobre el que se basa la teoría del
“equilibrio” entre oferta (producción) y demanda (consumo), que se postula como situación óptima
de funcionamiento de la economía capitalista.
En efecto, si
consumo + inversiones + gasto público + (exportaciones-importaciones) = PIB; y
réditos salariales + réditos capitalistas + rentas = PIB; y
valor agregado agrícola + valor agregado industrial + valor agregado de los servicios = PIB; entonces
valor agregado = producción = oferta; y
C + I + G + (X - M) = consumo = demanda; entonces
oferta = demanda
Nótese, de paso, que en esta igualdad no se toma en consideración la existencia del Estado, salvo
en la estimación del PIB por medio de la demanda; en la estimación por el ingreso o por la oferta
se le considera, por tanto, en términos de distribución primaria o producción bruta al costo de los
factores.
7. Pero esta serie de igualdades o identidades no deja de ser, en definitiva, un conjunto de tautologías
sin contenido teórico real. Si aplicamos los criterios de la producción material (tiempo y trabajo),
propios de la teoría marxista, resulta evidente que la identidad final solo se sostiene si se elimina una
de las dos variables reales del sistema analítico; es así que el tiempo desaparece en la teoría convencional de la oferta y la demanda, por cuanto, en realidad, la producción del período en consideración
precede, temporalmente, al consumo de la mercancía final y, al mismo tiempo, esto es posible porque
104
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
la producción deriva de un proceso precedente de consumo (de bienes de producción y de fuerza
de trabajo). La identidad es solo aparente, porque el contenido material del proceso de “consumoproducción-consumo” cambia en cada uno de los procesos, y en realidad el valor monetario de cada
fase de producción difiere del valor monetario de la fase previa de consumo y de la fase siguiente de
producción.
Esta dificultad analítica y esta incomprensión teórica del ciclo de la producción (D - M - D'), más
los problemas de medición y cálculo estadístico, explican el hecho de que, cuando se busca paragonar
el valor del PIB según las estimaciones de los distintos procedimientos, este difiere sistemáticamente
en mayor o menor medida.
8. Los datos básicos de la contabilidad nacional, como se ha dicho, nos permiten identificar los grandes
trechos de la evolución de la economía. Se podrá identificar, por ejemplo, e incluso con el valor agregado bruto (PIB) como único dato, la tendencia sostenida al estancamiento de la economía capitalista,
con un crecimiento (tasa de acumulación) cada vez más reducido.
La contabilidad macroeconómica permite identificar solamente en el trabajo la fuente de valor
agregado del proceso de producción, por cuanto, obviamente, el gasto de materias primas no forma
parte del valor agregado, pero sí incluye el valor de sustitución del capital en forma de amortización,
al margen del valor neto de la producción.
9. El valor agregado neto –agregado el PIN o el PNN, según se consideren los factores exteriores
utilizados en el propio país (PIN) o los factores nacionales que se utilizan fuera (PNN)– es el indicador
que mide con mayor aproximación la autovalorización del capital26. Si se considera tal agregado en
relación con el tiempo de trabajo productivo, obtenemos una categoría analítica de gran utilidad: la
expresión monetaria de la hora laboral (E )27 que, puesta en relación con la expresión monetaria del
salario por hora (CL), nos permite identificar la evolución estadística de la explotación del trabajo, ya
que E > CL (al menos a nivel macroeconómico, aun si no necesariamente al nivel microeconómico de
cada empresa en particular).
Como vemos, la primera categoría estadística de la economía marxista exige disponer simultáneamente de dos datos: la ocupación asalariada productiva y el valor agregado neto de la economía.
10. Si recordamos que el PIN = PIB - A, es decir, que el producto interno neto a precios de mercado
viene dado por el producto interno bruto menos las amortizaciones y que el PIN representa el valor de
los bienes y servicios que, al pasar por el mercado, están destinados al consumo final, a las inversiones
netas y a las exportaciones (PINPM = C + [I - A] + X - M)28, entonces resulta que dicho valor abarca la
transformación del contexto ambiental.
Se toma en consideración el hecho de que el PIB, y por ende la renta interna bruta (RIB), engloban
el desvalor agregado (DISVA), vale decir, el deterioro del ambiente en el que operan las empresas; si tales
partidas de costos, conectadas con la transformación del contexto ambiental, no deben ser consideradas como elementos de remuneración de los factores productivos, entonces el monto de los recursos
producidos que deben ser distribuidos entre los factores productivos estará dado por RIB - DISVA,
donde DISVA representa el conjunto de costos conectados con la transformación o, mejor, el deterioro
ambiental provocado por las empresas.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
105
El DISVA se ha convertido en una variable económica importante y actual, particularmente
en los estudios sobre valoración del impacto ambiental, ya que el deterioro del ambiente ha llegado a niveles tan elevados, que condicionan no solo el desarrollo económico sino todo el futuro de
la humanidad.
Si se quiere separar esos costos del valor de los bienes destinados a usos finales, se tendrá PINN
= PIN - DISVA, y esto significa que el producto interno, el neto de las amortizaciones y del consumo de los elementos ambientales, viene dado por un PIN del que se sustrae el desvalor agregado. El concepto de desvalor agregado es muy importante en los estudios de valoración del impacto
ambiental29.
Es precisamente en el intento de elaborar nuevos modelos de medición de la riqueza nacional, pero
que tengan presente también el impacto que las actividades económicas producen en el ambiente, que
Samuelson y Nordhaus consideran oportuno sustituir el PNB por otro patrón de medida: el BEN
(bienestar económico nacional) , que podría calcular toda una serie de “partidas” hoy no tomadas en
cuenta (por ejemplo, la economía sumergida, el tiempo libre o, en lo que respecta a las “partidas con
signo menos”, los daños causados al ambiente).
11. Habiendo definido los principales instrumentos necesarios para calcular los valores totales de una
economía nacional en su conjunto, adentrémonos ahora en los meandros de la producción de valor de
una empresa o de un complejo de empresas.
En un proceso productivo, la materia prima ma, una vez que ha cruzado los confines de la empresa
A, es transformada, por los factores productivos trabajo (L) y capital (K), en producción vendible (pv).
Si se considera la totalidad de las unidades que constituyen el sistema económico de un país, todas operando en el mismo intervalo de tiempo, se hablará entonces de producto interno bruto (PIBpm = PIBcf
+ IIN, donde IIN representa los impuestos indirectos netos). En este caso la producción vendible, o la
producción o demanda final, está dada por el flujo de bienes y servicios que haya cruzado las fronteras
de la totalidad de las empresas y haya sido encaminado hacia las unidades de consumo del país, o bien
hacia las unidades de consumo o de producción de otros países (exportaciones), o que habrían podido
cruzar la frontera de la empresa (destinada a la formación de capital). Si es cierto que el valor agregado
a los costos de producción está dado por la suma del producto de los bienes y servicios destinables a
la venta y el de los servicios no destinables a la venta (que es, este último, el producto predominante
de la AP), se deduce en consecuencia que, al sumar al valor agregado los costos de producción y los
impuestos indirectos al neto de las contribuciones corrientes a la producción, se tiene el producto
interno bruto a precios de mercado.
Dado que los servicios de la AP no tienen un precio de mercado y no es posible calcular la diferencia entre producción y costos intermedios, en el caso de las administraciones públicas se evalúan
directamente los elementos que constituyen el valor agregado, método que se sigue también para las
instituciones sociales privadas y, en general, para los demás servicios que, junto con la AP, forman el
ramo de servicios no destinables a la venta. Se considera, pues, para este ramo, lo facturado igual al
costo, que está representado por los gastos de retribución del personal, de intereses y rentas, de compra
de materiales y servicios corrientes: en síntesis, por las cuotas de amortización. Se suman, pues, las
remuneraciones de los factores productivos y la amortización, puesto que los servicios son brindados
sin contraprestación inmediata.
106
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
7. Renta, consumo y ahorro
1. La renta, en líneas generales, puede ser definida como el incremento, calculado en términos mone-
tarios, de la riqueza de un sujeto30 en un determinado período. Es una variable de flujo, contrapuesta
al concepto estático de patrimonio, que identifica la cantidad de riqueza en un momento dado. Luego,
mientras el primero es medido en referencia a un lapso determinado (usualmente un año) e identifica
el flujo de moneda (riqueza) ganada o de alguna otra manera percibida (en razón de sueldo-salario,
de eventuales réditos mobiliarios o inmobiliarios, beneficios, pensiones, etcétera), el segundo refiere al
fondo monetario (riqueza) que un sujeto posee en un momento dado: he allí la estaticidad del concepto de patrimonio con respecto al de renta (cfr. Samuelson y Nordhaus, 1987: 548 ss.).
Las transferencias de renta pueden ocurrir entre el operador familias, por una parte, y la AP y el
resto del mundo por otra; o entre la AP y familias y el resto del mundo, por otra.
Por renta nacional (RN) entendemos el agregado obtenido mediante la suma de todas las rentas
personales producidas en un período de tiempo determinado. Para ser todavía más precisos, podemos
definirla como el “flujo neto de bienes y servicios” (Graziani, 1977: 67) concretados en un período que
va de t0 a t1, donde por “neto” se entiende que se le han sustraído todos los bienes y servicios integral o
parcialmente “destruidos” (utilizados) para producir nuevos bienes y servicios31.
Por “empleo” de la renta nacional se entiende generalmente el conjunto tanto de transferencias de
renta, con carácter obligatorio o voluntario, que acontecen entre los operadores económicos finales
(y se habla en tal sentido de redistribución), como de consumos, es decir, las erogaciones de renta
disponible realizadas por los operadores para la compra de bienes y servicios finales.
Como renta disponible (RD) se conoce la cantidad de renta de que dispone realmente un sujeto,
una vez deducida de su renta personal (RP) la cuota de los impuestos personales (IP). Se tendrá
así que
RD = RP - IP
2. La RD se divide, entonces, en gastos de consumo (incluidos los pagos por intereses) y ahorro
personal neto.
La renta disponible del operador familias, por ejemplo, se obtiene al sumar a la renta atribuida
el excedente de las transferencias recibidas de la AP, sobre las hechas a la misma AP y, además, del
excedente de transferencias recibidas del resto del mundo, sobre las erogadas al resto del mundo.
Consecuentemente, la renta disponible de la AP se obtiene al sumar a la renta atribuida el excedente
de las transferencias recibidas de las familias con respecto a las hechas a las mismas familias y, al mismo
tiempo, el excedente de las transferencias recibidas del mundo con respecto a las que ha hecho a este
último operador. Si se consolidan las dos sumas anteriores, desaparecen las transferencias entre AP y
familias y quedan solo las que se producen entre familias y resto del mundo, y entre AP y resto del
mundo. En todo caso, para obtener la renta disponible del país es preciso todavía sumar el ahorro de
la sociedad, es decir, el autofinanciamiento (renta no distribuida).
La renta disponible del operador familias es en parte destinada a la adquisición de bienes y servicios
corrientes, y en parte ahorrada32, y lo mismo ocurre en la AP, que en parte destina la renta disponible
a la compra de bienes y servicios corrientes (consumos públicos) y en parte a la formación del ahorro.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
107
Con referencia en particular a Alvaro (1999), y también a la simbología allí utilizada, considérese
RNBDPM = CFN + ANB; donde se sabe que el primer miembro representa la renta nacional bruta
disponible a precios de mercado, CFN son los consumos finales nacionales y ANB, el ahorro nacional
bruto. Se define como propensión media al consumo la relación CFN/RNBD, o sea, cuál parte de
cada posible unidad monetaria de RNBD es destinada al consumo, mientras que ANB/RNBD es la
propensión media al ahorro; por eso se tendrá que CFN/RNBD + ANB/RNBD = 1. Como se infiere
de allí, podemos sostener que la propensión media al consumo y la del ahorro son dos conceptos
especulares, pues, dado que R = C + A, toda unidad adicional de renta es subdividida entre C adicional
y A adicional. Luego, al conocer a una se obtiene la otra.
Pero más allá de la propensión media al consumo y al ahorro, estamos en capacidad de conocer
también las propensiones marginales al consumo (PMC) y al ahorro (PMA), obtenidas del siguiente
modo: ΔC/ΔR; ΔA/ΔR. Un cálculo como este identifica las variaciones de un tiempo t0 a un tiempo
t1 de C y A al variar de R.
3. El ahorro es llamado positivo cuando, cubiertos ya los gastos de consumo, la familia consigue
“conservar” una cantidad monetaria que va a engrosar el ahorro. El ahorro es llamado negativo si la
renta de una familia no es suficiente para sostener todos los gastos de consumo y, por tanto, recurre a
préstamos: en este caso es evidente que la cuota de ahorro no solo no es positiva, sino que encima es
(algebraicamente) negativa. De una familia que no ahorra ni positiva ni negativamente, se dice que ha
alcanzado el punto de equilibrio.
Los gastos sostenidos para la “destrucción” (consumo) de bienes y servicios de la compra doméstica son los consumos privados (excepto la adquisición de viviendas, que son consideradas bienes de
inversión). Por eso, los consumos privados coinciden con el total de los gastos efectivos y figurativos
sostenidos por las familias –residenciadas en el país considerado, y en un intervalo de tiempo dado–
para adquirir bienes y servicios corrientes que son parte de la esfera doméstica. Se admite entonces que
el consumo coincida con el gasto; es decir, que un bien, por el solo hecho de ser adquirido dentro de un
período, debe ser considerado como “destruido”, o completamente consumido, en ese mismo período.
Si las convenciones de base son esas, entonces, a pesar de que en el precio de mercado de un determinado bien o servicio se incluya la imposición fiscal o parafiscal introducida por la AP en diversas
fases del circuito de la renta, los impuestos debidos a la AP por servicios generales y las tasas por
servicios particulares no deben ser incluidos en el cómputo de los consumos.
De allí se deduce que los impuestos pagados (sea por las familias o por las empresas) deben considerarse una simple transferencia unilateral a la AP, ya que convencionalmente se considera que no
constituyen la contraprestación de un servicio. Luego, los servicios colectivos no pueden ser tratados
como servicios consumidos por las familias y las empresas, y lo son entonces como servicios que la
AP produce y ella misma consume. La AP es así un operador al que se considera asimilado a las empresas, puesto que produce y presta servicios, y al mismo tiempo asimilado a las familias, en vista de
que, convencionalmente, se parte de la hipótesis de que autoconsume los servicios que ha producido.
Los consumos finales comprenden tanto los consumos de las familias (consumos privados) como los
consumos colectivos de la AP y de las instituciones sociales privadas.
Los consumos colectivos pueden ser clasificados según varios criterios; en cualquier caso, son servicios no destinados a la venta, y su prestación no depende de una demanda efectiva del mercado.
108
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Al no existir, para fines de contabilidad, un precio de mercado, los consumos colectivos son valorados
con base en los costos asumidos para producirlos; es decir, por el gasto efectivo o figurado en que
incurre la AP para la adquisición de bienes y servicios corrientes y para la remuneración de los factores
productivos empleados en ello (la suma, por tanto, de los gastos de remuneración de personal, de compra de bienes y servicios corrientes, de alquiler de oficinas e inmuebles y de amortización de capitales
fijos empleados por la misma AP).
4. Se ha precisado ya que los operadores finales utilizan la renta en parte para el consumo y en parte
para el ahorro, entendido este como el equivalente del valor de los bienes producidos pero no consumidos, y añadidos al capital preexistente. Identificado y definido el agregado de los consumos finales nacionales, queda con eso determinado el agregado del ahorro nacional bruto disponible, es decir, el valor
que expresa y permite el proceso de acumulación del país en consideración. Generalmente, el ahorro
no es utilizado por los operadores económicos finales para la compra de bienes de producción, sino
que es puesto a disposición de las empresas, que lo emplearán para la formación bruta de capitales fijos,
en inversiones fijas brutas y variaciones de existencias, vale decir, como capital de trabajo. No entran en
el cómputo de las inversiones fijas brutas (que incluyen las amortizaciones) los bienes inmateriales
(patentes, etcétera) ni los bienes no reproducibles (terrenos, yacimientos, obras de arte, etcétera), como
tampoco los bienes duraderos adquiridos por las familias –salvo edificaciones de uso habitacional– o
los adquiridos por la AP para fines de defensa militar de la nación, ya que son de rápida obsolescencia
técnica y económica.
8. La inversión como categoría central del sistema capitalista
1. Para poder emprender una crítica sostenida de las actuales teorías y prácticas económicas, es nece-
sario introducir algunos conceptos fundamentales utilizados por la ciencia económica dominante, que
se han hecho también parte de nuestro lenguaje y de la vida cotidiana.
Uno de los fenómenos más difíciles de entender y aceptar, en nuestro sistema económico, es la
existencia simultánea, casi todo el tiempo, de fábricas improductivas y personas que buscan trabajo,
a la vez que siguen habiendo necesidades humanas insatisfechas. Las personas tienen necesidad de
productos que los trabajadores desempleados podrían producir si entraran a trabajar en las fábricas
improductivas. Y sin embargo, no ocurre tal cosa. ¿Por qué?
Porque en el sistema capitalista el objetivo de la actividad económica no es producir cosas útiles,
bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas. Esa actividad, en efecto, es solo instrumental.
El objetivo de la actividad económica es obtener una utilidad o ganancia.
La inversión es el motor del proceso de acumulación de la economía capitalista, lo que determina
la dimensión del proceso económico. La relación entre ganancia e inversión asocia las dos variables
fundamentales en la dinámica económica de corto y largo plazo. La inversión solo se realiza si se prevé
la obtención de una ganancia. La utilidad esperada determina la inversión, y la inversión determina el
volumen de producción que se obtiene, el empleo y el desempleo.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
109
La acumulación, y no la necesidad, es el origen de la producción capitalista. Es por eso que en la economía de mercado puede encontrarse un gran despilfarro: el uso que se hace de los recursos disponibles
depende exclusivamente de la ganancia que con ellos se obtiene.
Ganancias actuales y ganancias esperadas son, en la economía capitalista, los dos indicadores fundamentales, los que definen el nivel de la inversión y, por tanto, de la producción de mercancías. La tasa
de ganancia dirige la conducta tanto de cada empresa en particular, como de la mayoría de las empresas
y los sectores que constituyen y determinan las dinámicas macroeconómicas. Esta idea fundamental se
expresa en cinco tesis básicas:
a) El funcionamiento de la economía en su conjunto está estrechamente vinculado con el volumen
de la inversión.
b) La magnitud de la inversión que hacen los capitalistas depende de la tasa esperada de utilidad,
del rendimiento que creen obtendrán con ella.
c) La economía de un país forma parte de la economía capitalista mundial. Los niveles de inversión, ocupación y producción de la economía de un país no dependen solamente de la inversión
y la renta nacionales, sino también de la inversión y de las ganancias existentes en otras partes
del mundo.
d) El volumen de producción y el número de personas empleadas dependen en el corto plazo de
la demanda total de bienes y servicios. La inversión constituye una parte de la demanda total;
por tanto, sus dinámicas dan lugar a oscilaciones de la demanda total y, en consecuencia, a
fluctuaciones de la producción y la ocupación.
e) La demanda de trabajo es siempre inferior a la oferta de trabajo. Eso hace que el desempleo sea
un rasgo permanente del sistema capitalista.
El volumen de producción y, por ende, de población ocupada, depende de la demanda total de
bienes y servicios en un período determinado.
Una de las características de la economía capitalista es que tiene fronteras, pero no conoce fronteras.
La acumulación se realiza a escala nacional, pero también a escala mundial, de manera que la tasa
de ganancia esperada depende de las condiciones nacionales de acumulación, pero también de la
posible ganancia que se pueda obtener fuera del espacio nacional.
2. Con lo hasta aquí escrito se puede definir un modelo del funcionamiento de los fundamentos
económicos más relevantes. En todo caso, hay que tener en cuenta el hecho de que un modelo es
una visión simplificada de la realidad: hay tantos modelos posibles como variables que considerar
fundamentales. Por este motivo, todo modelo refleja las ideas de quien lo elabora, al mostrar algunas
variables y esconder otras; se escoge siempre lo más relevante en función de las opiniones de quien
establece el modelo. Luego, todo modelo tiene un carácter “no neutral”.
En el modelo arriba descrito, se deduce que el nivel de producción final depende, en última instancia, del nivel de inversión inicial. La inversión está ligada a una demanda de bienes y servicios, a una
demanda de materias primas, y determina el volumen de producción, vale decir, la oferta, que tiende
siempre a adaptarse a la demanda.
110
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Como siempre hay recursos improductivos, el grado en que un euro invertido se transforma en un
euro de producción, depende también del grado de utilización de los recursos productivos, y esto será
un factor de determinación de la tasa de crecimiento de la economía. Cuanto más bajo sea el nivel de
utilización, más habrá que invertir para obtener el mismo nivel de crecimiento de la economía. Ese
nivel de inversión determina también la situación de la fuerza de trabajo. El desempleo, hemos dicho,
es la diferencia entre la oferta de trabajo y la demanda de trabajo33.
Los economistas “ortodoxos” endosan el fenómeno del desempleo a una pluralidad de factores:
rigidez del mercado de trabajo (a causa de organizaciones sindicales demasiado fuertes y “egoístas”:
piénsese en las vehementes acusaciones que a este respecto lanzara contra los sindicatos una de las
más feroces escuelas económicas, la “escuela austríaca”), salarios demasiado elevados y rígidos “hacia
abajo” (que son, entre otras cosas, consecuencia del excesivo poder sindical), sistemas asistenciales y de
previsión excesivamente onerosos. Las causas de la ausencia de equilibrio en este particular mercado
serían, en fin, factores exógenos. El mercado, si se le dejara estar, libre de actuar según sus propias
leyes, a largo plazo conduciría a la desaparición del desempleo. La explicación es simple: así como
el precio de equilibrio de una mercancía x se alcanza cuando la demanda iguala la oferta, así, si los
trabajadores aceptaran las “reglas del juego mercantil” y accedieran a las rebajas salariales, los recortes
en la seguridad social, etcétera, tales que el precio de su fuerza de trabajo se redujese a los niveles de
la demanda, se alcanzaría el equilibrio y el desempleo quedaría eliminado. En tal estado de cosas, la
única forma de desocupación que eventualmente sobreviviría sería la “natural”, “friccional”, necesaria
y transitoria al ser causada por los desplazamientos interocupacionales de los trabajadores y por la
búsqueda de nuevos empleos. Con toda justicia sostiene Cersosimo (1996: 27), en referencia a la teoría
neoclásica, y con mayor razón en lo que toca a sus planteamientos sobre el desempleo, que ella es de
“signo deliberadamente clasista”.
9. Inversión productiva e improductiva
1. El uso de los recursos es un factor muy importante para distinguir entre la inversión que genera
nueva capacidad de producción y la que se dedica solo a producir medios de producción que ya
existían previamente. La inversión neta es aquella que amplía los medios de producción disponibles,
y la verdadera acumulación es la diferencia entre la inversión bruta y la depreciación o amortización
del capital.
A veces parece que la inversión es poco eficiente; esa constatación introduce el problema del grado
de utilización de los recursos. Si es bajo, el volumen de esfuerzo de inversión que se requiere para
ampliar la capacidad productiva será mayor.
La eficiencia de la inversión está determinada por su propio volumen, por la utilización de los
recursos que se invierten y por el nivel de producción que se obtiene.
2. Inversión es también la financiera, que consiste, simplemente, en acumular más dinero (las inversiones financieras son del tipo D - D' sin pasar por M), si bien, como se ha subrayado, la inversión
real es la llamada formación bruta de capital fijo (FBCF). En el lenguaje común, “inversión” tiene
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
111
un significado diferente, más amplio, más ambiguo. Invertir en la bolsa, en la compra de acciones,
de oro o de viviendas, son actividades que por sí mismas no aumentan la capacidad productiva de la
economía: se limitan solamente a redistribuir la riqueza o, mejor, en este caso, a destinar cuotas de PIB
cada vez más altas a la renta, y no a la ganancia o los salarios. Por eso, los instrumentos para medir la actividad económica son muy ineficientes, puesto que las estadísticas públicas no ponen suficientemente
en evidencia las diferencias de peso entre este tipo de inversión financiera y la inversión productiva.
Invertir para construir una casa, genera un producto físico. Si se invierten € 500.000 y la casa se
vende por € 700.000, los € 200.000 de diferencia pasan a ser parte del producto interno bruto (PIB,
cuya definición veremos más adelante) por incremento de actividades inmobiliarias, aunque se trate
de la misma casa. Si la casa se incendia o se derrumba por un terremoto y se percibe el pago de un
seguro por € 700.000, también eso forma parte del PIB (aunque no exista ya la casa, el indicador del
PIB nos dice, sin embargo, que la actividad económica está aumentando)34. O sea que, en teoría, si
bien estamos hablando de la misma casa, hay más dinero. Este es un claro ejemplo de contradicción
entre la estadística económica y la riqueza social. La riqueza social es solo una parte de aquello que la
estadística económica mide.
Desde el punto de vista del bienestar social, la inversión es más estratégica que la demanda o el
consumo, ya que la demanda total (que es el consumo total) está formada por el consumo privado,
el consumo público y la inversión. Un euro consumido por un ciudadano se agota al momento del
consumo, dando por válida una decisión anterior de inversión y producción de una determinada
mercancía, pero un euro gastado en inversión genera un efecto multiplicador, porque se traduce en
demanda de fuerza de trabajo, que a su vez se traduce en demanda privada, en forma de salario, y
genera finalmente un nuevo producto que consumir.
3. La inversión da valor a una mercancía ya producida en el pasado (la compra de una máquina, por
ejemplo) y promueve la creación de nuevas mercancías, proyectando hacia el futuro la decisión actual
de invertir. Dado que los consumos públicos y privados varían muy lentamente, la variación de la
demanda total depende, en buena medida, de la variación en las inversiones. El control de la inversión
se transforma así en la variable clave del circuito de acumulación. Formalmente:
Demanda total = demanda de consumo + demanda de inversión
+ demanda del Estado (gasto público)
Por ese motivo, los recursos disponibles para la inversión de hoy están condicionados por el consumo público y privado de ayer.
Ahora bien, ese excedente de recursos disponibles para la inversión puede provenir también del
exterior. Precisamente, el objetivo básico de los ajustes estructurales (que explicaremos más adelante)
es reducir el consumo para aumentar el excedente.
Como puede verse, temporalmente no es cierto que la inversión sea producto del ahorro nacional,
como normalmente sostiene la teoría generalmente aceptada. Esto es todavía más evidente en el llamado mundo globalizado en que vivimos. Si el ahorro viene dado por la renta (o también el producto)
menos el consumo, no es verdad que para invertir mañana debamos ahorrar hoy. Es posible aumentar
la inversión sin reducir el consumo, gracias a la ayuda exterior.
112
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
4. Lógicamente, los agentes claves para imprimirle mayor o menor dinamismo a la economía son aque-
llos que controlan la inversión. Los inversionistas son los capitalistas. Por tal motivo, es importante
saber por qué los inversionistas deciden invertir o no invertir.
Los factores que determinan la decisión de invertir son claves en la economía. Lo que se invierte es
el excedente. Originalmente se consideraba el excedente como un conjunto de mercancías (toneladas de
acero, de maíz, de azúcar, etcétera), pero es mejor contemplarlo como “cantidad de dinero”. El excedente,
entonces, es la cantidad que le queda a los capitalistas después de pagar la maquinaria y a los trabajadores.
¿Por qué invierten las personas? ¿Quién toma la decisión de invertir? Podemos diferenciar las sociedades en función de quiénes son los que toman esa decisión y en función de las razones que la
determinan. Por eso en las sociedades capitalistas la mayor parte de las decisiones de inversión las
hacen empresarios que buscan obtener ganancias. Los capitalistas controlan el proceso de realización
de inversiones porque controlan la mayor parte del excedente. Ellos pueden emplear sus utilidades de
seis maneras diferentes:
a) Invirtiéndolas en el país.
b) Elevando su propio consumo.
c) Enviado los recursos al exterior para construir allí establecimientos, filiales, fábricas (inversión
en el exterior).
d) Buscando elevar esas utilidades mediante la inversión en actividades improductivas, como publicidad y gastos políticos.
e) Prestando esas utilidades a cambio de intereses.
f ) Reduciendo el pago de intereses, al utilizarlas para cubrir las deudas que han contraído.
5. Los capitalistas invierten para tener una utilidad futura. Dado que la razón para invertir es obtener
utilidades, el volumen de la inversión dependerá de cuán elevada piensen que será la tasa de rendimiento. El orden de las seis mencionadas posibilidades de uso de las utilidades refleja también un orden que
va de mayor a menor inversión productiva.
La tasa de rendimiento no se puede conocer anticipadamente. Por ese motivo, los inversionistas
potenciales establecen sus expectativas a partir de dos elementos centrales: la tasa esperada de rendimiento de los bienes de capital (bienes de producción) que se considera hoy y la utilización futura que
se espera hacer de los medios de producción35.
Las posibilidades futuras de venta de la producción y los costos de producción determinan la tasa
de rendimiento. En consecuencia, los precios de las mercancías y el salario son los dos elementos de
más arduo control –y más complejos– en la economía de mercado.
Esto supone que las condiciones de la oferta y la demanda afectan la inversión y se influencian
mutuamente, de manera que si las condiciones del costo son favorables (por ejemplo, una reducción
de los costos salariales), las de la demanda tenderían a ser negativas (disminuyen las ventas porque
los trabajadores asalariados tienen menor poder adquisitivo) y viceversa (aumenta la utilización de la
capacidad instalada; mejoran las condiciones de la demanda; pero aumentan los salarios y disminuye
el desempleo; empeoran las condiciones de costo).
Para que el nivel de inversión sea elevado, la economía debe alcanzar un equilibrio entre las condiciones de costo y la demanda. Cuando las condiciones de la demanda o de costo son muy desfavorables,
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
113
el nivel de inversión es muy bajo; el excedente se utiliza para invertir en otros países o para elevar el
consumo de productos de lujo. Una característica de los países desarrollados es tener una FBCF superior al 25% del PIB, mientras que en los países de semiperiferia menos desarrollados la FBCF es de
menos de 15% del PIB.
10. La dinámica de las inversiones fijas
1. En macroeconomía, las inversiones están representadas por el complejo de bienes producidos por
un sistema económico en un determinado período de tiempo, los cuales, al configurarse como bienes
de fecundidad repetida y con largo ciclo de utilización, no sirven ni directa ni inmediatamente para
satisfacer necesidades, sino para producir a su vez otros bienes y servicios; en microeconomía, la inversión corresponde a la compra o la producción propia de bienes de capital inmovilizados a mediano o
largo plazo, o en todo caso temporalmente, como maquinarias, muebles, automóviles, plantas fabriles,
equipamientos, instalaciones o suministros.
Las inversiones se pueden subdividir en inversiones reales, que tienen el objetivo de fortalecer la
estructura del patrimonio, el valor de los bienes productivos y la potencialidad de la renta; e inversiones financieras, que están constituidas por acciones, obligaciones, títulos del Estado, participaciones,
productos financieros varios, etcétera. Una segunda subdivisión las diferencia en inversiones fijas, que
se cuentan entre las reales y tienen que ver con la compra, por parte de la empresa, de maquinarias,
equipamientos e instalaciones, que generalmente tienen un largo ciclo de utilización; e inversiones
en suministros, que están representadas por variaciones en el stock de existencias o inventario de la
empresa y que tienen por lo general una vida más breve que las fijas: usualmente un solo ejercicio contable, aunque de cualquier manera constituyen inmovilizaciones temporales y, por tanto, inversiones
de corto período (sobre estos temas, véase Alvaro, Vasapollo, 1999).
2. En primer lugar hay que subrayar que las inversiones, y más precisamente los procesos decisorios de
la inversión, constituyen un objetivo prioritario y estratégico para el sistema empresa y, por tanto, vistas
aquellas en su conjunto, para el sistema país. Desde el momento en que cualquier inversión presupone
el empleo de recursos financieros con el fin de producir una utilidad en el futuro, resulta de inmediato
evidente que la ausencia de certezas acerca de la efectiva realización y el monto de tal utilidad, hace
que la decisión de invertir comporte la asunción de riesgos, debidos a la divergencia entre rendimiento
efectivo alcanzado y rendimiento esperado. Una sana y eficiente gestión de empresa, en la lógica de
la economía de mercado, implica una continua producción de propuestas y decisiones de inversión,
en relación con las cuales se cuantifican y evalúan los respectivos flujos de caja; cumplido esto, siguen
necesariamente otros momentos de decisión, referentes a la selección de las propuestas de inversión, en
los que es preciso adoptar criterios oportunos de aceptación, que a su vez podrían plantear una revisión
crítica de toda la decisión de inversión, incluso después de la fase de aceptación. El conjunto de estas
decisiones lleva a la planificación estratégica de los procesos de expansión y de acumulación del capital.
Los procesos decisorios de inversión pueden referirse a la expansión de procesos productivos y/o
de productos existentes, o a la determinación de nuevos procesos y productos. La sustitución y la
114
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
expansión de activos inmovilizados, y el desarrollo de recursos intangibles como la investigación, el
conocimiento y otros, son parte del proceso de acumulación del capital. En cualquier caso, el problema de toda actividad económica de tipo capitalista es la adecuación de la capacidad productiva
a las dinámicas evolutivas de la demanda futura o, mejor, a las dinámicas futuras del mercado, en
una óptica de acumulación continua mediante previsiones y acciones económicas que se definen a
través de momentos decisorios que, necesariamente, deben ser capaces de enlazar los programas de
producción con los programas de inversión y de acumulación. Las decisiones de inversión se convierten así en valencia estratégica y son, por tanto, planificadas a través de técnicas de capital budgeting; es decir, técnicas capaces de definir reglas y procedimientos con base en los cuales se puedan
disponer los medios de producción en forma de hacer frente a las dinámicas evolutivas del mercado.
Todo ello, al mismo tiempo, preservando el grado máximo de economía y de conveniencia financiera, como fundamento para decidir la aceptación y realización de proyectos de inversión (Insinga, 1992) compatibles con los planes de desarrollo de la empresa y las necesidades de acumulación
de capital.
3. Las decisiones de inversión tienen que ver con múltiples aspectos de la vida empresarial y de los
mecanismos de desarrollo del capital: desde la sustitución o ampliación de los bienes de instalación, las
inversiones de tipo financiero o las relacionadas con bienes inmateriales, hasta todas las llamadas inversiones indirectas, basadas en la continua disminución de los costos, como por ejemplo las reducciones
salariales, el aumento de los ritmos de trabajo, la intensificación de la explotación del obrero, los incrementos de productividad no redistribuidos al trabajo, el ahorro en los costos referentes a la protección
ambiental y a la prevención de accidentes. En todo caso, las decisiones de inversión forman parte de
los procesos de planificación estratégica empresarial relacionados con la identificación y valoración
de la nueva capacidad productiva que el sistema empresa debe adquirir en función de las dinámicas de
acumulación. Los modelos decisorios de inversión son contrastados con las previsiones de evolución
de la estructura del mercado y de la tipología de la demanda futura, además de, obviamente, con las
potencialidades de la competencia y el previsible o hipotético desarrollo tecnológico, y no digamos con
el progreso que efectivamente es posible aplicar al propio proceso productivo. Pueden ser diversas las
tecnologías o tipologías de instalación o de recursos inmateriales por emplear en el ciclo productivo:
precisamente, la gerencia está llamada a elegir la más conveniente entre aquellas que el progreso técnico
torna disponibles. En su conjunto, un problema de capital budgeting tiene que ver con procesos de
análisis global de costos, de la demanda, del precio, todo ello exhaustivamente y en relación con la
adquisición de nueva capacidad productiva. Un modelo óptimo de decisión de inversión no puede
prescindir, por otra parte, de la consideración de la variable tiempo, ni de todos aquellos elementos
que, en algún sentido, puedan reconducir a la variable riesgo-incertidumbre (incertidumbre respecto a
los rendimientos de los factores productivos, incertidumbre acerca del nivel de competencia presente
en el mercado, incertidumbre sobre los precios, los gustos y las escogencias del consumidor, etcétera).
Los criterios, pues, que deben inspirar y guiar la escogencia entre modelos alternativos de decisión
para las inversiones empresariales, deben también estar en capacidad de evaluar la variable tiempo, en
consideración del grado de incertidumbre acerca de los flujos de caja originados por cada una de las
alternativas posibles. Al desfase temporal vinculado con la determinación de costos e ingresos se suma
la incertidumbre en la estimación de sus montos efectivos.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
115
El proceso decisorio puede llevar a la realización o no de las inversiones y a la modificación, con
base en criterios de economía, complementariedad y sustituibilidad, de las fases y los procesos de
acumulación de capital que se contemplan entre los proyectos alternativos de inversión. En todo caso,
realizar una inversión es algo que, en la economía capitalista, requiere del empleo de recursos que sean
capaces, a través del proceso productivo, de acrecentarse y producir así utilidad económica.
En su complejidad, un proceso de inversión no es sino un conjunto de operaciones referentes a
la transferencia de recursos en el tiempo. Tal procedimiento se compone de varias fases, las primeras
de las cuales se caracterizan, predominantemente, por un egreso monetario neto, mientras que las
finales ven prevalecer el ingreso monetario neto. En todo caso, los modelos decisorios de inversión se
distinguen según las condiciones y el grado de certeza en la ejecución de los flujos de caja respectivos,
más que por la predeterminación de los objetivos por los que el proyecto mismo es puesto en marcha.
4. En lo que respecta a esa última especificación, la de los objetivos o fines, doctrinariamente se habla
de “inversiones de expansión” cuando se persiguen incrementos cuantitativos o cualitativos de la capacidad productiva; de “inversiones de sustitución” cuando no es ese incremento lo que se busca y el
dinero es empleado para remediar la obsolescencia técnico-económica de los bienes instrumentales;
de “inversiones de racionalización” cuando se procura hacer disminuir los costos unitarios de producción, aumentando la productividad y los estándares cualitativos y cuantitativos; y, finalmente, están
las llamadas “inversiones estratégicas en recursos inmateriales”, que tienen por objetivo primario el
aumentar la productividad y ocupar nuevos nichos de mercado, acrecentando en su conjunto el capital
intangible de la empresa.
11. Distribución y redistribución de la renta
1. La renta es atribuida a los factores productivos por la función que estos cumplen. La distribución
funcional considera como uno solo los flujos de renta de capital y de trabajo, aun si en la práctica hay
que tomar en cuenta su forma mixta. Dado que la producción se logra mediante el empleo de trabajo
y capital, su equivalente monetario es repartido por las empresas entre quienes detentan tales factores
productivos, para lo cual se representa la renta interna bruta a precios de mercado. Se intuye, por tanto,
la siguiente igualdad: PIBPM = RIBPM36, en la que el primer miembro representa la fase de formación o
producción de la renta o los recursos y el segundo, la fase de distribución.
2. Detectar la distribución de la renta es tarea que presenta dificultades por varios motivos: por la pre-
sencia de rentas mixtas, por el hecho de presentarse la AP como empresa y como unidad de consumo,
porque el operador “resto del mundo” se presenta como fuente y como destinatario de flujos de renta.
Valga precisar que la PA, cuando es considerada como unidad de consumo, recibe rentas, intereses y
dividendos sobre los capitales que posee.
3. Si recordamos que PIBPN = PIBCF + INN (donde PIBCF es producto interno bruto a costos de fábrica
e INN son los impuestos indirectos netos), eso significa que el PIB representa para la empresa el costo
116
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
de empleo de los factores productivos trabajo y capital (vale decir, sueldos, salarios, intereses, dividendos, ganancias, renta, amortizaciones). No obstante, para quienes detentan esos factores productivos,
todo ello equivale en primera instancia a elementos de renta.
Si se consideran analíticamente los componentes de la renta, se pone de relieve que una parte de
la renta producida no da lugar a flujos, puesto que la unidad productora de renta es la misma a la
que pertenecen los factores productivos (por ejemplo, las rentas mixtas de las empresas individuales);
luego, esa renta es producida y atribuida, pero no distribuida. Tampoco en la sociedad es distribuida
toda la renta, ya que una parte es reservada para autofinanciamiento, en forma propia e impropia (es
decir, en forma de dividendos no distribuidos y de reservas para fondos varios y amortizaciones).
Tomando en cuenta lo antes dicho, la renta nacional bruta disponible a precios de mercado puede
ser destinada a consumos finales nacionales y al ahorro nacional bruto. Si además se considera que
entre residentes y no residentes del país se pueden dar transferencias en cuenta de capital, entonces el
ahorro nacional bruto disponible vendrá dado por la suma algebraica del ahorro nacional bruto y las
transferencias netas a cuenta de capital en el exterior.
Para que se produzca el paso de renta producida a renta distribuida, solo hace falta que una parte de la renta nacional bruta al costo de los factores fluya a la Administración Pública en calidad
de imposición fiscal directa e indirecta. De allí que la AP tiene una renta disponible proveniente de
los impuestos directos, de las contribuciones sociales y de los impuestos indirectos netos (impuestos
indirectos percibidos por la AP menos las contribuciones corrientes a la producción).
4. La renta bruta disponible de las familias es destinada al consumo final nacional de las familias y al
ahorro bruto. El ahorro nacional disponible está conformado por la suma total del ahorro bruto de las
familias y de la AP, más la renta producida y no distribuida de las empresas.
­— notas —
1Frecuentes en este capítulo serán los llamados a importantes obras sobre el tema; en particular, se tendrán como puntos de
referencia los contenidos de Álvaro (1999), De Meo (1975), Giannone (1992), Guarini, Tassinari (1996), Samuelson, Nordhaus
(1987) y Graziani (1977).
2Cfr. al respecto Vasapollo (ed., 2002). La crítica clásica de la teoría del valor-trabajo aparece en el texto de 1896 de Eugen von
Böhm-Bawerk (1975).
3Son muchos los autores que han utilizado los datos de la contabilidad nacional para adaptarlos a una lectura bajo categorías
marxistas. Un trabajo pionero a ese respecto es el de Eugen S. Varga (1948), al igual que el análisis de Shigeto Tsuru sobre comparabilidad de las categorías marxistas con los agregados keynesianos, Sugli schemi della riproduzione [Acerca de los esquemas
de la reproducción], incluido como apéndice en Paul M. Sweezy (1942). El economista que mayores progresos ha hecho en esta
reformulación de las estadísticas en categorías marxistas es Anwar Shaikh (1990); cfr. también Shaikh, Tonak (1994).
4 Joseph Alois Schumpeter es quien mejor expresa la dimensión política e histórica de este razonamiento. Otros autores, como
Michal Kalecki o Piero Sraffa, dotaron de perspectiva histórica esta suerte de pensamiento neoclásico. Será John Maynard
Keynes quien, en sus obras de los años treinta, formulará el concepto de ruptura con el pensamiento vulgar.
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
117
5Sobre el papel del Estado-empresa y las formas de control social a través de la comunicación desviante, cfr. Martufi, Vasapollo
(1999; 2000b).
6Repetimos: no es la utilidad social, el contenido del trabajo, lo que determina ni mucho menos la productividad, sino la forma
social en que este se produce (lo determinante es el aspecto formal y no el material, es decir, qué se produce).
7Es evidente que al definir a un trabajador como material o mental, establecemos a nivel conceptual una diferenciación que en la
realidad no existe: de hecho, el trabajo, en el ejercicio concreto de la actividad laboral, es siempre tanto material como mental.
No obstante, al definirlo como material o mental identificamos el aspecto predominante (desde el punto de vista social) del
trabajo. Para profundizar en estos asuntos, cfr. Carchedi (1983; 1987; 1991).
8 Para la escuela clásica, la concepción de Marx es tautológica: el trabajo productivo, o trabajo que crea valor, debe estar cierta-
mente representado en cosas “materiales”.
9 Porque, como ya hemos dicho, son estos tipos de actividad (transformación, conservación) los que hacen productivo el trabajo.
10El actor produce, en cualquier caso, una mercancía inmaterial: la mercancía-diversión.
11El capitalista, en esa fase, no compra fuerza de trabajo para ponerla en el proceso productivo; o sea, no es utilizada para la
transformación o conservación de valores de uso.
12 Que ella, sin embargo, “naturaliza” las más de las veces, y con frecuencia, aplicando al estudio de los fenómenos sociales, los
mismos presupuestos epistemológicos, los mismos métodos y las mismas técnicas utilizadas por las ciencias naturales.
13Leamos lo que escribe Alvaro (1999: 28) a ese respecto: “La economía política necesita ‘confrontarse’ continuamente con los
datos de la observación, con la realidad económica medida y ‘estadisticada’. Es decir, con la estadística económica, porque sin
la estadística económica la economía política se convierte en estudio, análisis, elaboración de modelos teóricos, aptos para
describir el funcionamiento de sistemas económicos hipotéticos, cuya validez se agota en la verificación formal de su coherencia interna, en tanto que construidos sobre proposiciones deducidas del comportamiento de un irreal e imaginado homo
oeconomicus”.
14 Para un tratamiento más profundo de los temas confrontados en este parágrafo, cfr. Alvaro (1999).
15Esta distinción está en la base de la diferencia que corre entre producto interno bruto (PIB) y producto nacional bruto (PNB).
Pero este tema se abordará más adelante.
16En verdad, esa diferenciación neta no refleja fielmente la realidad social. Bien pueden haber casos en los que algunos opera-
dores desempeñen una actividad no relacionada con las incluidas en los modelos estadísticos, como, por ejemplo, familias que
produzcan bienes y servicios, y sin embargo no sean calculados porque no pasan por el mercado.
17 Para una profundización en los problemas relacionados con la definición e identificación de los operadores económicos, y para
una más intensa descripción de las diferentes desagregaciones factibles en el marco de las categorías de operadores, cfr. Alvaro
(1999: 31-71).
18Mientras que las empresas individuales y las sociedades carentes de personalidad jurídica (por ejemplo, empresas agrícolas,
de servicios o industriales con, respectivamente, menos de 20, 50 o 100 asociados) son incluidas en la categoría “familias”.
Por tal motivo es difícil distinguir, en estos casos, los gastos destinados a adquisición final (es decir, de consumo), de aquellos
necesarios para la actividad empresarial. No obstante, y a diferencia del modelo utilizado por el SEC, el Istat distingue en dos
cuentas separadas las actividades de consumo y de producción que cumplen las familias, en modo tal que logra proveer datos
más precisos y desagregados en lo que respecta a las diversas actividades realizadas por estos sujetos.
118
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
19Tanto en este como en los sucesivos parágrafos 7 y 9, aun cuando se incluyen llamados a algunos de los manuales introducto-
rios a la economía política y la contabilidad nacional más utilizados en las universidades italianas, se hará referencia predominante a la destacada escuela de estadística económica de la Facultad de Estadística de la Universidad La Sapienza, de Roma,
y a cuanto se expone detalladamente en las obras básicas de sus más importantes representantes, De Meo (1975), Giannone
(1992) y Alvaro (1999).
20“Naturalmente, la gente no vive solo de pan, ni la sociedad vive solamente de su producto nacional bruto. Pero en nuestro
camino hacia ese utópico estado de opulencia en que desaparecerá toda preocupación por el bienestar material, tendremos
necesidad de una medida que resuma el rendimiento económico agregado” (Samuelson, Nordhaus, 1987: 98).
21El cálculo se basa en “precios de mercado”.
22 PNB real = PNB nominal/deflactor PNB.
23“Quedan excluidas todas las adquisiciones de materiales y servicios de otras empresas (…) porque esas adquisiciones serán
debidamente calculadas en el PNB con base en los estados de cuenta de dichas empresas” (Samuelson, Nordhaus, 1987: 104).
24En relación con esto, valga subrayar la diferencia entre “valor de la producción vendible” (que es el valor, en su conjunto, del
bien producido) y “valor agregado” (el incremento de valor que una empresa lleva a cabo: en resumidas cuentas, su “cuota de
participación” en la formación de la riqueza-renta nacional). Cfr. Graziani (1997: 68).
25Se ha utilizado en esta parte la terminología de Samuelson y Nordhaus, dada su difusión en el ámbito didáctico y académico.
26Como tema no resuelto se mantiene la necesidad de definir qué ramos o actividades no se deben considerar en este indicador,
por ser simplemente consumidores de renta y no generadores de valor. Cfr. Gouverner (2002: cap. III).
27Este indicador es el inverso de la productividad aparente del trabajo.
28Donde C son los consumos finales; X, los “bienes y servicios destinados a la exportación”; I, los “bienes de inversión o forma-
ción de capital”; y M, el “monto de las importaciones de bienes y servicios”.
29También sobre este tema, de particular importancia son las consideraciones de Giannone (1992) y Alvaro (1999).
30Sea que se trata de una persona natural o jurídica, un conjunto de tales sujetos (operadores) o un país completo.
31En palabras de Graziani (1977: 65): “Se entiende por renta nacional el flujo neto de bienes y servicios que afluyen periódica-
mente a favor de una determinada colectividad, en el curso de un período de tiempo dado”. Aún más, la RN puede ser leída
desde otra perspectiva: flujo de productos o flujo de pagos (desde el punto de vista de quien cede renta). Sobre estos temas,
cfr. Samuelson, Nordhaus (1997: 957 ss.) y Graziani (1977: 71-73).
32El ahorro es, claramente, la parte de la renta que no es consumida. Por tanto, tenemos que S = Y - C, donde, como ya sabemos,
S es igual a ahorro, Y a renta y C a consumo.
33En economía, la oferta de trabajo está constituida por las personas que quieren trabajar (no por las ofertas de empleo, que
son la demanda de trabajo). En general, según la teoría económica dominante, cuando la demanda y la oferta se igualan hay
equilibrio de mercado (con precio y cantidad de equilibrio relativos). En el mercado de trabajo encuentra la economía neoclásica una de las excepciones más estruendosas y problemáticas: el equilibrio entre demanda y oferta de fuerza de trabajo no se
alcanza prácticamente jamás.
34El ejemplo de la casa incendiada ha sido tomado de Wim Dierckxsens (1998; 2002; 2004a).
FUNDAMENTOS DE CONTABILIDAD NACIONAL
119
35El análisis de la influencia del uso de la capacidad instalada en los niveles de inversión es abordado por Josef Steindl (1976), un
clásico en la materia.
36Con tal relación se establece la igualdad “desde el punto de vista cuantitativo”, tomando en cuenta que los dos agregados
hacen referencia a “dos fases distintas del circuito de la renta”.
120
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Capítulo II
CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE
1. Algunos problemas planteados por la contabilidad nacional
1. A partir de la Segunda Guerra Mundial se desarrollan de manera articulada los sistemas de contabi-
lidad nacional, con el objetivo de conocer el comportamiento de los principales agregados macroeconómicos y los efectos de las políticas económicas y sociales internas.
El sistema socialista elaboró el modelo de balance de la economía nacional, desarrollado en la
Unión Soviética en los años veinte y posteriormente transferido al resto del campo socialista y al sistema del Comecon1.
En los países caracterizados por el libre mercado, los intentos de representación cuantitativa de
la economía se remontan a William Petty (Sandoval González, 2004) y se desarrollan luego con los
fisiócratas. Sin embargo, es solo a fines del siglo xix que nace la contabilidad nacional contemporánea.
Las principales referencias conducen a Richard Stone. Sus trabajos dieron origen al sistema normalizado de contabilidad y sirvieron de base para la elaboración del sistema de Naciones Unidas.
Para Stone, “un sistema de contabilidad social es un medio práctico para describir lo que ocurre en una
economía, en la medida en que ello puede ser expresado en términos de transiciones y en un conjunto
de cuentas enlazadas bajo el principio de la partida doble” (2004: 12). Según este estudioso, el sistema
se compone de cuatro clases de operadores: empresas, familias, Administración Pública y resto del
mundo. Cada uno de ellos produce, consume y ahorra.
Entre los trabajos pioneros en la construcción del sistema de cuentas nacionales (SCN en adelante)
es necesario recordar también los del Grupo de Oslo, que organizó la disciplina en torno a un centenar
de conceptos macroeconómicos, con una serie de ecuaciones de marco coherente.
Mención particular exigen los trabajos de W. Leontief, quien, conocedor del sistema de balances de
la vieja Unión Soviética, diseño el método input-output, ampliamente utilizado en muchos países; algo
parecido, el balance intersectorial, había sido concebido por los planificadores de la Unión Soviética.
La diferencia sustancial entre un sistema y otro es que en el campo socialista se tomaba en cuenta el
indicador “producto social global”, que se centra en la producción de bienes y servicios directamente
vinculados con la producción, circulación-distribución y comercialización de bienes materiales, según
una particular interpretación de los esquemas marxistas.
El primer SCN fue adoptado por la ONU en 1953 y desde entonces ha sido objeto de sucesivas
adaptaciones. En 1989 comienza la aproximación entre el sistema que se aplicaba en el campo socialista y el utilizado por la ONU; entre ambos existen profundas diferencias. A partir de la “caída del
muro”, esa dicotomía desaparece con el tránsito de los países del Este hacia la economía de mercado.
2. Los principios de la contabilidad nacional implican la valoración de la actividad económica en un
espacio (un país) y un período de tiempo (un año) determinados. Si bien los conceptos que sustentan
la contabilidad macroeconómica se basan en teorías que describen valores y precios, la necesidad de
alcanzar un cierto realismo en las mediciones permite vislumbrar cómo tras las naciones desarrolladas
existe una teoría implícita del valor-trabajo.
En la contabilidad nacional el valor agregado se interpreta, de manera realista, como la agregación
de valor en el proceso de producción, sea que se clasifique este en términos sectoriales o globales. Sin
embargo, un primer problema se deriva ya de las actividades comprendidas bajo la idea de “producción”. Por todo un período prevaleció la opinión de algunos autores que consideraban que la mayor
parte de las actividades de servicios no debían sumarse a la producción material2. Pesenti (1984: 918919) sostiene que el enfoque objetivista, clásico y marxista, se distingue del subjetivista posricardiano y
de las modernas escuelas económicas porque el primero considera que la renta nacional está compuesta
por el “flujo de nuevas mercancías, es decir, de bienes materiales producidos dentro del mismo año”.
Para esa escuela del pensamiento, entonces, lo relevante es el “aspecto material del producto nacional”
(918). Pesenti continúa asegurando que para la contabilidad nacional de los países socialistas, fundada
sobre tales criterios, era fundamental la distinción entre “la esfera de la producción material y la de los
servicios” (919). Tales diferencias, y la consecuente elaboración de un cierto modelo de contabilidad
nacional alternativo –pero, como veremos, insuficiente– al ortodoxo, surgen de una bien precisa distinción entre trabajo productivo y trabajo improductivo, fundamentada en el aspecto material del primero e inmaterial del segundo (entendido como servicios; de allí, a través de los años, nacen también
las diversas teorías que ven “productividad” solamente en la clase obrera de las fábricas). Esa diferenciación ha conllevado el surgimiento de enormes errores en el curso de la evolución del pensamiento
122
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
marxista, hasta hacer prevalecer, en lo que toca a este tema, el aspecto material del producto a los fines
de calificar como productiva o improductiva la actividad que lo produjo, en lugar de valorar el aspecto
formal preminente: el de las relaciones sociales de producción en las que se desenvuelve el proceso laboral.
Es solo después de haber identificado las relaciones productivas (relevantes, repetimos, desde el punto
de vista formal) que se puede pasar a una segunda fase: la de diferenciación entre las varias y diversas
actividades que se cumplen en el mismo proceso de trabajo; esto es, entre trabajo productivo e improductivo (y no entre trabajo y no-trabajo), según esté o no dirigido a la transformación o conservación
de un determinado valor de uso en un nuevo valor de uso (sobre estos problemas, véanse, por ejemplo,
los textos de Carchedi, 1983; 1987; 2001). Pero ese proceso de transformación-conservación puede
ser de naturaleza material o intelectual, por lo cual la materialidad del producto no es relevante a los
fines de calificar el trabajo empleado en producirlo. Relevantes, en definitiva, son más bien: a) las relaciones sociales de producción (aspecto formal); b) el aspecto ontológico del trabajo empleado (si está
o no dirigido a la transformación-conservación del viejo valor de uso, sea este material o intelectual,
en un nuevo valor de uso). Es por ese motivo que la contabilidad de tipo soviético, en la que se tenía
por predominante el aspecto material del bien producido, era insuficiente a los fines del cálculo de
la riqueza nacional, y lo sería hoy todavía más: el marxismo soviético se encontraría completamente
desconcertado en la lectura de la “sociedad de la información”, del “conocimiento”, etcétera, en las
que una miríada de “trabajadores intelectuales” son altamente productivos (de plusvalía). Léase, por
ejemplo, lo que escribe Pesenti: “La mescolanza de mercancías y servicios, establecida según la concepción y la contabilidad occidental, para la cual la producción es producción de ‘utilidad’ y no de bienes
materiales, confunde las cosas y hace más difícil entender la correlación de fondo entre producto,
renta y gasto”. A la luz de cuanto acabamos de sostener, está claro que una tesis como esta resulta
insatisfactoria y desencaminada. Podemos, sin más, estar de acuerdo acerca del carácter equívoco de
la contabilidad nacional neoclásica, que a todos los trabajos (y no-trabajos) los hace productores de
valor, pero, en todo lo demás, hay que rechazar una definición como esa. Sobre el problema aquí
expuesto, planteado por los diversos modelos de contabilidad nacional, cfr. en general Graziani (1977:
66 ss.), donde se alude a la encendida discusión que suscitó en el siglo xix y en la que participaron
economistas italianos del calibre de Francesco Ferrara (también ellos sosteniendo, entre otras cosas, la
“materialidad” de los bienes por calcular a los fines de la contabilidad nacional).
Actualmente predomina la idea de que las actividades de distribución y transporte, que absorben
una gran cantidad de trabajo asalariado, implican modificaciones en las mercancías y, por tanto, deben
sumarse en los cálculos del valor de la producción nacional.
Más controversial es el caso de las actividades financieras y las de arrendamiento (inmobiliarias,
leasing, etcétera). Estas actividades no producen valor nuevo, sino que simplemente absorben rentas
provenientes del sector productivo.
Un problema similar se presenta con los servicios públicos. Al no ser trabajo destinado a la producción de valor-capital, algunos autores sostienen que no se trata de trabajo productivo y que, por tanto,
deberían excluirse del cálculo del valor (social) agregado. En este caso, a diferencia de las actividades
que se basan en la obtención de una renta a partir de un derecho de propiedad (sobre un activo fijo
material o sobre activos financieros), puede considerarse que los empleados públicos realizan una
actividad funcional al proceso de reproducción capitalista y están, entonces, indirectamente sometidos
al capital. Pero no por ello se insertan en la categoría de trabajo productivo, en sentido marxista3.
CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE
123
Trabajo productivo, en los términos de Marx (que, como se ha visto en el parágrafo 3 del capítulo
anterior, se contraponen radicalmente al modelo prevaleciente de contabilidad nacional), es solamente
el utilizado por el capital para su propia valorización. Un trabajo de idéntico contenido puede ser
productivo e improductivo. Ello depende de una consideración sobre la naturaleza del trabajo: si ese
trabajo en concreto genera directamente plusvalía –es decir, revaloriza directamente el capital– o no.
Es, pues, independiente del carácter más o menos útil de ese trabajo y se expresa cada vez más como
trabajo colectivo, como “capacidad de trabajo socialmente combinada), menos vinculada a la forma y
el contenido de los trabajos individuales. Es productivo (de plusvalía) el trabajo que tiene por objeto
la transformación material o intelectual de un valor de uso, que es cambiado o conservado a los fines
del proceso productivo4. Por largo tiempo prevaleció en el ámbito marxista una idea completamente
“clásica”, debida a una incomprensión de fondo de los textos (en verdad, algunos no clarísimos) de
Marx (aunque el todo se hace más comprensible si se tiene presente la naturaleza de muchos textos
suyos que permanecían en forma de cuadernos no definitivos y no publicados). En concordancia con
esa concepción “clásica”, se consideraba productivo solamente el trabajo material que produjese, es
decir, un producto tangible, material también él. A partir de esas tesis, se nos privó por decenios de instrumentos de lectura de las transformaciones internas del MPC (piénsese en el variado y heterogéneo
sector de los “servicios” –cfr. Carchedi, 2004–, todos igualmente considerados improductivos por “intangibles”). Para un análisis crítico de tal literatura, véase Guerrero (1990), donde el autor, entre otras
cosas, señala el justo método, desde el punto de vista marxista, para identificar la productividad –o no–
de la plusvalía. Es esa una determinación formal, no material. No tiene nada que ver con la materialidad
o no materialidad del trabajo o del producto. El aspecto material, simplemente, no tiene relevancia
para estos fines. Lo que cuenta es la inserción del trabajo (asalariado) en una organización capitalista y
que sea empleado en la esfera de la producción. Y, como escribe Guerrero (1990): “ninguno de estos
elementos hace referencia al contenido material del trabajo o al valor de uso obtenido”, tras lo cual precisa que “en Marx, el análisis ‘material’ o ‘técnico’ se refiere a los contenidos invariables del proceso de
producción, mientras que el análisis ‘formal’, o específicamente ‘económico’, se ocupa de las variaciones de las formas, o sea de la dinámica de las relaciones de producción históricamente determinadas”.
3. El concepto de trabajo productivo es de difícil traducción estadística, dado que en la contabilidad
nacional se toma en consideración todo tipo de trabajo mercantil. Estas diferencias conceptuales y
metodológicas obligan a introducir reacomodos en los datos estadísticos, a fin de adaptarlos a las
categorías útiles para el análisis de clase.
Estamos hoy en capacidad de elaborar estadísticas muy detalladas sobre la composición de la población activa, vista desde la óptica de la actividad laboral que desempeña y de las modalidades en que
la ejerce. Piénsese en los datos que indican no solo las tendencias generales del MPC, sino también
algunas variaciones ocurridas durante los últimos años en los varios “sistemas” capitalistas objeto de
estudio5. Sin embargo, esos datos no nos dicen nada sobre la productividad6 o no productividad de los
trabajadores tomados en consideración.
Los asalariados son la mayoría de la población7 (en la Zona Euro, los 115,6 millones de asalariados
de 1994 se convirtieron en 131,3 millones en 2005, lo que significa pasar de 82,3% a 83,7%). El
número de capitalistas ha disminuido como consecuencia de la centralización del capital, mientras
que el número de trabajadores autónomos ha aumentado, como efecto de la precarización creciente
124
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
del mercado de trabajo y de las nuevas formas de externalización o tercerización de los contratos en
las empresas8.
Más de la mitad de los ocupados de la Unión Europea de los 12* trabaja en la industria manufacturera y el comercio. El único cambio perceptible en los años más recientes es el incremento de la
externalización de actividades por parte de las empresas industriales, que ha incrementado el volumen
de los ocupados en servicios a las empresas que hoy desempeñan el mismo trabajo cumplido antes en
la empresa matriz y que era imputado a la industria. El peso de los empleados públicos ha disminuido
en la Unión Europea de los 12 en los últimos años.
4. Donde se presentan las mayores dificultades para la estimación cuantitativa de los datos disponibles,
es en lo que respecta a los criterios de la distribución del valor agregado que se expresa en los datos de
la contabilidad nacional. No es casual que, en esta interpretación macroeconómica, la disputa mayor se
plantee en torno a la definición de “capital” que utiliza la economía convencional. Es de sobra conocido que el concepto de “capital” empleado en la teoría económica dominante corresponde a un término
polisémico, que incluye tanto el capital-dinero o capital financiero (del cual se obtiene una renta en
forma de intereses) como los medios de producción de los cuales se obtiene la ganancia capitalista. Lo
que esa teoría no explica es el origen de tales rentas y ganancias. Fue John Bates Clark, economista de
la “nueva generación” posclásica, quien se preocupó por proponer diversas fuentes para las diversas formas de ingresos, con el propósito de eliminar el análisis de la explotación. Según él, en la producción
intervienen permanentemente cuatro factores: el capital, que rinde intereses al capitalista; los bienes
de capital, los medios de producción y la tierra, que reportan una renta empresarial; la actividad de los
empresarios, que genera su ganancia; y el trabajo del obrero, que se remunera con el salario: “la libre
competencia intenta dar al trabajo lo que crea con el trabajo; a los capitalistas, lo que se crea con el
capital; y a los empresarios, lo que se crea con la función de coordinación” (Clark, 1899). Cuarenta
años antes, Marx denunciaba ya la manera en que las formas transfiguradas de las relaciones capitalistas
identificaban el proceso de trabajo con el proceso de creación del valor de la mercancía y hoy, en forma
de teoría de los factores de producción, se presentan como una nueva apología que, bajo la máscara de
la teoría económica burguesa, crea la apariencia de que las rentas de la sociedad dependen del papel
que desempeñan la tierra (condiciones naturales), los medios de producción elaborados (capital) y el
trabajo en el proceso de distribución del mercado9.
Desde la formación del primer pensamiento neoclásico (marginalista), hacia fines del siglo xix, hasta nuestros días, la ganancia ha sido considerada desde una doble determinación: por una parte, como
recompensa por la “abstención” de consumo, y por la otra, en una forma que genera un incremento
del valor del capital mediante un proceso de autocrecimiento autónomo. De cualquier modo, esta
explicación resulta excesivamente subjetiva hasta para sus defensores. Se aduce entonces la existencia
de un rendimiento marginal decreciente de los factores, que reproduce la teoría de Ricardo aplicada a
los medios de producción producidos, haciendo abstracción del hecho de que la tierra no “se produce”,
mientras que los medios de producción sí. Esta segunda dimensión fue refutada definitivamente por
Sraffa y los economistas neoricardianos hace casi cincuenta años10. Sin embargo, el argumento moral
* (n.t.) La de los países que se integraron a ella antes de 1995: Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Gran
Bretaña, Irlanda, Dinamarca, Grecia, España y Portugal.
CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE
125
de la recompensa por la abstención sigue siendo, en última instancia, la base de la explicación que
reciben los neófitos decididos a adentrarse en los arcanos de la ciencia económica dominante.
La idea de que la remuneración del capital-medios de producción, o del capital financiero, o de la
tierra, provenga exclusivamente de un derecho de propiedad sobre tal medio de producción, sea este
dinero o tierra, precisamente, no forma parte de la realidad que quiere analizar la teoría convencional.
Se termina así por considerar científico el argumento de la abstención, pero no se quiere admitir el
justo peso jurídico-político de la propiedad.
2. Análisis crítico del sistema de cuentas nacionales
1. Para el sistema de contabilidad de la economía nacional, la producción se limita a las actividades que
generan bienes materiales y servicios pertenecientes a la llamada esfera productiva. Las demás actividades –educación, salud, cultura, deportes, defensa, administración, etcétera– no crean producción: son
clasificadas en la esfera no productiva y tratadas como servicios no productivos. En el SCN se computa
como producción toda actividad socioeconómica que tenga un contenido mercantil, independientemente del hecho de que su origen sea o no productivo.
En cuanto al ámbito territorial, el sistema de balance material (de enfoque soviético) se limita al
espacio económico de un país, mientras que el SCN incluye los flujos de y hacia el exterior, vinculando
así la economía interna con el operador “resto del mundo” mediante las relaciones que se establecen
entre las cuentas que lo componen. De esta manera, se considera que el SCN suministra informaciones
periódicas sobre las variables que permiten describir todo el estado de la economía de un país en su
conjunto, en calidad y en valor. Las cuentas nacionales proveen el marco conceptual para describir
las relaciones entre las variables macroeconómicas fundamentales: la producción, la renta y el gasto11.
Se ha dicho igualmente que, en sentido general, la contabilidad nacional es un registro sistemático
de los hechos económicos que cumplen los operadores de un país; en su acepción más restringida y
práctica, es el conjunto de las diversas estadísticas sobre la formación y utilización del producto bruto,
del gasto y de otros conceptos macroeconómicos, presentados en cuadros y computados según las
normas generalmente aceptadas de la contabilidad. Otros autores consideran, más específicamente,
que el SCN es una técnica estadística directa que brinda una representación cuantitativa, completa y
coherente de la economía nacional.
De un modo u otro, la intención es presentar el sistema como un modelo perfecto, tanto en el plano teórico como en relación con el tipo de información que provee. El objetivo, también en este caso,
es construir una ciencia económica absoluta e indiscutible por su nivel de formalización: un intento,
pues, de construir modelos que no necesariamente se preocupen por adherir a la realidad o al conjunto
de las relaciones sociales. Y se trata, en cambio, de reconocer los límites de ese análisis y, después de
haberlos determinado, buscar, con el máximo de objetividad, superarlos.
Se debe empezar por reconocer que este análisis impone límites en el campo de los fenómenos
que abarca; de hecho, solo permite tratar los fenómenos que son cuantificables en términos de mercado, excluyendo aquellos que no lo son o que son de difícil o imposible cuantificación, aunque se
reconozca su importancia. Al utilizar la moneda como única unidad de medida, se tiene la ventaja
126
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
de poder agregar, modelar y presentar cuadros numéricos y análisis comparativos, pero de otra parte se dejan fuera todos los fenómenos no cuantificables o de difícil cuantificación en términos de
valor monetario.
Según Shaikh y Tonak (1994: 32-34), el SCN es de inspiración neoclásica y constituye una idealización de la realidad que se presupone de previsión perfecta. En la concepción neoclásica, una actividad es productiva siempre que sea considerada socialmente necesaria, es decir, con tal de que tenga
demanda y las personas estén dispuestas a pagar directamente por ese producto. Sobre esa base, todas
las actividades potencialmente mercantilizables son consideradas productivas. Por tanto, lo que no
llega al mercado no entra en esta definición.
Podrían discutirse muchos elementos de ese sistema, pero a los efectos de este trabajo nos limitaremos a algunas críticas de importancia indiscutible.
2. El SCN presenta todas las relaciones de la sociedad en un único nivel metodológico, el estadístico-
formal, e ignora en su totalidad los procesos reales que se dan tras ellas. Así, por ejemplo, detrás de la
distribución de los capitales en los distintos ramos está el proceso general de distribución en el ámbito
de la división internacional del trabajo. En el pensamiento clásico, en cambio, y sobre todo en Marx,
se analiza la relación entre los productores de mercancías, que ante todo tienen como base la ley del
valor-trabajo.
La concepción de trabajo productivo que se asume en las cuentas nacionales introduce una permanente distorsión del sistema. En el capítulo 14 del tomo I de El Capital, escribe Marx:
La producción capitalista no es ya producción de mercancías, sino que es, sustancialmente, producción
de plusvalía. El obrero no produce para sí mismo, sino para el capital. Por eso, ahora, no basta con
que produzca en términos generales, sino que ha de producir concretamente plusvalía. Dentro del
capitalismo, solo es productivo el obrero que produce plusvalía para el capitalista o que trabaja por
hacer rentable el capital. Si se nos permite poner un ejemplo ajeno a la órbita de la producción
material, diremos que un maestro de escuela es obrero productivo sí, además de moldear las cabezas
de los niños, moldea su propio trabajo para enriquecer al patrono. El hecho de que este invierta su
capital en una fábrica de enseñanza en vez de invertirlo en una fábrica de salchichas, no altera en
lo más mínimo los términos del problema. Por tanto, el concepto de trabajo productivo no entraña
simplemente una relación entre la actividad y el efecto útil de esta, entre el obrero y el producto
de su trabajo, sino que lleva además implícita una relación específicamente social e históricamente
dada de producción, que convierte al obrero en instrumento directo de valorización del capital
(1976: 425-426).
En otras palabras, trabajo productivo es aquel “que se intercambia directamente por capital”; vale
decir, el trabajo que el capitalista compra, como capital variable, con el propósito de utilizarlo como
valor de cambio y plusvalía. Trabajo improductivo, nos precisa Marx, es aquel que no se intercambia
por capital, sino directamente por renta, por salario o ganancia y, naturalmente, por los diversos elementos que forman la ganancia del capitalista, como pueden ser el interés y la renta del suelo.
De las definiciones de Marx se deducen necesariamente dos conclusiones:
a) Todo trabajo que el capitalista compre como capital variable con el fin de sacar de allí una plusvalía es trabajo productivo, independientemente de que este se materialice o no en objetos12,
CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE
127
o de que sea o no objetivamente necesario o útil para el proceso social de producción; por
ejemplo, el trabajo de un payaso, usado por un empresario de circo.
b) Todo trabajo que el capitalista no compre como capital variable es no productivo desde el punto
de vista de la economía capitalista, aun cuando pueda ser objetivamente útil y pueda materializarse en artículos de consumo que satisfagan necesidades humanas de subsistencia.
A primera vista, estas dos conclusiones son paradójicas y contradicen el concepto corriente de trabajo productivo. En la mayoría de los textos de economía política, y en el SCN, el trabajo productivo
es abordado, de hecho, desde el punto de vista de su necesidad objetiva para la producción social en
general, o para la producción de bienes materiales. En estos análisis, el factor decisivo es el contenido
del trabajo, es decir, su resultado, que usualmente es un objeto material creado mediante la acción del
trabajo.
El asunto que aborda Marx no tiene nada en común con este concepto, salvo el nombre. Para Marx,
trabajo productivo significa trabajo incorporado al sistema social de producción13.
Al pensador de Tréveris le interesaba el problema del tipo de producción social, de cómo se explicita, en términos sociales, la actividad laboral de las personas que no están empleadas en esa producción
(por ejemplo, el trabajo dirigido a la satisfacción de necesidades personales o al servicio de una casa).
¿Cuál es el criterio que permite incluir la actividad laboral de los hombres en la producción social?
¿Qué hace de esa actividad un trabajo “productivo”? A ese problema dio Marx la siguiente respuesta:
todo sistema de producción se caracteriza por el conjunto de relaciones de producción determinadas
por la forma social de organización del trabajo. En la sociedad capitalista, el trabajo está organizado en
forma de trabajo asalariado y la economía se estructura en forma de empresas capitalistas, donde los
asalariados trabajan bajo el mando de un capitalista.
Los trabajadores productivos crean mercancías, producen servicios y, de cualquier manera, rinden al
capitalista una plusvalía. Solo el trabajo organizado en las empresas capitalistas bajo la forma de trabajo
asalariado, adquirido por el capital con el propósito de extraerle plusvalía, se agrupa valorativamente
en el sistema de producción capitalista. Ese trabajo es trabajo “productivo”. Todo tipo de trabajo que esté
comprendido en este sistema de producción inmediata puede ser considerado como productivo, es
decir, todo tipo de trabajo organizado en la forma social característica del sistema de producción aquí
considerado. Dicho de otra manera, el trabajo es considerado productivo o improductivo no por su
contenido –es decir, no en términos del carácter de la actividad laboral concreta–, sino desde el punto
de vista de la forma social de su organización, de su compatibilidad con las relaciones de producción
que caracterizan el orden económico de la sociedad capitalista.
Marx señaló frecuentemente esta característica, que diferencia su teoría de las más corrientes sobre
el trabajo productivo, las cuales asignan un papel decisivo al contenido de la actividad laboral.
128
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
­— notas —
1Consejo de Ayuda Mutua Económica, instituido en 1949 por los países socialistas de Europa Oriental (Unión Soviética, Albania,
Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Rumanía y Ungría), con excepción de Yugoslavia, en contraposición al Plan Marshall y para
coordinar las economías de los países comunistas. Posteriormente se incorporaron Cuba, Mozambique y Vietnam, mientras
que Albania lo abandonó en 1962. Fue disuelto en 1990.
2Sobre este debate, cfr. Guerrero (1990).
3 “Los funcionarios pueden convertirse en asalariados del capital, pero no por ello se transforman en trabajadores productivos
(…) El trabajo productivo se intercambia directamente por dinero en cuanto capital, es decir, por dinero que en sí mismo es capital, que está destinado a funcionar como capital y que como capital se contrapone a la capacidad de trabajo” (Marx, 1985a:
83).
4 “El valor y la plusvalía producidos [en el proceso laboral productor de plusvalía] son resultado de la acción de una sola categoría
de agentes: aquellos que, por medio de su trabajo concreto, transforman las características materiales e intelectuales de los
objetos y de los instrumentos de trabajo en un valor de uso diferente, que es el del producto” (Carchedi, 1991: 31). Sobre este
punto, cfr. también Carchedi 1977; 1987.
5 Alessandro Mazzone es uno de los estudiosos más atentos a diferenciar entre MPC, que es un concepto concebido a un nivel
muy abstracto de razonamiento, con leyes que norman su comportamiento general, sus tendencias, etcétera, y, de otra parte,
los capitalismos en particular, que de manera concreta, en la cotidianidad económica, social, humana, geográfica, se manifiestan y se diferencian.
6Nos referimos aquí a la productividad de plusvalía y no a su acepción corriente.
7 Y esto, póngase atención, en los países de capitalismo avanzado, donde debería más bien extenderse, al decir de algunos
científicos atolondrados y superficiales, el fin de la clase obrera y del trabajo. Si se piensa en países como China, India, etcétera,
las tasas de población asalariada son todavía más elevadas.
8Tras las cuales se esconden con frecuencia formas solo jurídicas y no sustanciales de “autoempresarialismo”. En Italia, la gran
incidencia de trabajadores conocidos como “en partida IVA” ha llevado desde hace años a hablar de “trabajadores autónomos
de última generación”, para identificar a un falso “autoempresariado” que nombra a asalariados atípicos expulsados, despedidos y obligados a “inventarse” un trabajo aparentemente propio pero absolutamente precario.
9 “Por eso la economía vulgar no tiene ni la más remota idea de que la fórmula tripartita de que parte, a saber, tierra-renta,
capital-interés, trabajo-salario o precio del trabajo, encierra tres combinaciones evidentemente imposibles. En primer lugar,
tenemos el valor de uso tierra, que no tiene de por sí ningún valor, y el valor de cambio renta del suelo, con lo que se establece
una proporción entre una relación social, considerada como una cosa, y la naturaleza, es decir, se establece una relación entre
dos magnitudes inconmensurables. Luego, viene la relación de capital a interés. Si el capital se concibe como una determinada
suma de valor expresada sustantivamente en dinero, es absurdo que un valor represente mayor valor de lo que vale. La fórmula
capital-interés hace desaparecer, precisamente, todo eslabón intermedio y reduce el capital a su fórmula más general y, por
tanto, inexplicable por sí misma y absurda. Es por eso que el economista vulgar prefiere la fórmula de capital-interés, con su
cualidad oculta de valor desigual a sí mismo, a la fórmula de capital-ganancia, que nos acerca más a la relación real y efectiva
del capital. Luego, movido por la intranquilidad de conciencia que le dice que 4 no es igual a 5 y que, por tanto,100 táleros, no
pueden ser 110 táleros, salta del capital como valor de la sustancia material del capital, a su valor de uso como condición de
producción del trabajo, de la maquinaria, de las materias primas, etcétera. Con lo cual consigue, a su vez, establecer, en lugar
de la inconcebible primera proporción según la cual 5 = 5, una proporción perfectamente inconmensurable entre un valor de
uso, una cosa material, de una parte, y de otra una determinada relación social de producción, la plusvalía, como ocurre en lo
referente a la propiedad de la tierra. Tan pronto como llega a esta relación entre magnitudes inconmensurables, el economista
vulgar lo ve ya todo claro y no siente la necesidad de seguir reflexionando, pues con ello ha llegado, en efecto, a lo ‘racional’
CONTABILIDAD NACIONAL EN LA ECONOMÍA DOMINANTE
129
de la idea burguesa. Finalmente, la relación entre el trabajo y el salario o precio del trabajo es, como se demostró en el libro
I, una expresión que contradice antes que todo el concepto de valor y también el de precio, que no es de por sí, en términos
generales, más que una determinada expresión del valor; hablar del ‘precio del trabajo’ es algo tan irracional como lo sería
hablar de logaritmos amarillos. Pero al llegar aquí el economista vulgar se siente verdaderamente satisfecho, puesto que ha
llegado a la profunda concepción del burgués, que paga dinero por trabajo, y además la contradicción de la fórmula frente al
concepto de valor lo exime de comprender este mismo valor” (Marx, 1978a: tomo III, cap. XXIII).
10Sraffa (1982); Harcourt (1975).
11 Dornbush, Fisher (1985).
12Piénsese en un software, que es hoy el prototipo de la mercancía inmaterial, aun si debe ser incorporado, para su uso, a un
soporte material.
13Como dijimos anteriormente, el aspecto relevante y calificador es el formal, que identifica las relaciones sociales en las cuales
se desarrolla la actividad laboral.
130
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Capítulo III
PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL
1. El marxismo y el sistema de cuentas nacionales
1. Para interpretar de manera exacta la idea de Marx, es necesario comprender con claridad que la fase
de circulación del capital no equivale a una circulación del capital, no corresponde a una distribución
real de productos, es decir, a un proceso de transferencia de manos de los productores a las de los
consumidores, necesariamente acompañado de servicios de transporte, almacenamiento, empaquetamientos, etcétera. La función de la circulación del capital, que consiste solo en transferir de una
persona a otra el derecho de propiedad de un producto, es por tanto una transformación del valor, de
su forma mercancía a su forma dinero o, inversamente, una realización del valor producido. Son estos
los “gastos de circulación, derivados del simple cambio de forma del valor, de la circulación idealmente
considerada” (Marx, 1966: 120-121). “Aquí nos referimos solo al carácter general de los gastos de
circulación que surgen de la metamorfosis puramente formal” (121). Marx demostró claramente la
siguiente afirmación: “La ley general es que los gastos de circulación que corresponden simplemente a
un cambio en la forma de la mercancía no agregan a esta ningún valor” (132).
Marx diferenció entre esta “metamorfosis formal”, que es la esencia de la fase de circulación, y
la “función real” del capital-mercancía (1978a: 265). Y como parte de esa función real incluyó el
transporte, almacenamiento, “distribución de las mercancías bajo una forma distribuible” (1966: 264),
“expedición, transporte, distribución, venta al detal” (276-282). Debe entenderse que la realización
formal del valor es la transferencia del derecho de propiedad sobre productos y se limita a servir de
vehículo a su realización, y con ello, al mismo tiempo, al verdadero intercambio de las mercancías, a su
paso de unas manos a otras, al metabolismo social. Pero teóricamente la realización formal, la función
genuina del capital en la circulación, es totalmente diferente de las mencionadas funciones reales, que
son, en esencia, ajenas a ese capital y tienen un carácter “heterogéneo”.
En las empresas comerciales corrientes, estas funciones formales y reales se mezclan y entrelazan
habitualmente. El trabajo del vendedor de un negocio sirve a la función real de la conservación, del
embalaje, del transporte, y a las funciones formales de la compra y la venta. Pero es posible separar estas
funciones, con base tanto en las personas como en los lugares: “Las mercancías preparadas para ser
compradas o vendidas pueden imaginarse también en muelles y otros lugares públicos” (282) como,
por ejemplo, en depósitos comerciales y de transporte. Marx consideró todas las funciones reales como
“procesos de producción que simplemente se prolongan en la circulación, y cuyo carácter productivo
se esconde bajo la forma de esta última” (tomo II: 121).
2. Así, el trabajo que se aplica a estos “procesos de producción” es trabajo productivo, que crea valor
y plusvalía. Si el trabajo del vendedor consiste en llevar a término funciones reales (conservación,
transporte, empaquetamiento, etcétera), entonces es trabajo productivo, y no porque se encarne en
bienes materiales (la conservación no produce tales cambios), sino porque es empleado en el “proceso
de producción” y, por tanto, es empleado por el capital productivo. El trabajo del mismo empleado
comercial es improductivo solo si sirve exclusivamente para la “metamorfosis formal” del valor, para
su realización, para la transferencia ideal del derecho de propiedad del producto de una persona a
otra. La “metamorfosis formal” que se produce en la oficina de ventas y que está separada de todas las
funciones reales, exige también ciertos gastos de circulación y gastos de trabajo: llevar la contabilidad
y los libros comerciales, la correspondencia, etcétera. Este trabajo no es productivo, pero, insistamos
una vez más, no porque no crea bienes materiales, sino porque se utiliza en la metamorfosis formal, en
la fase de circulación del capital en forma pura1.
A pesar de cuan rigurosamente expone el análisis de Marx, a partir de una visión actual del problema se presentan algunos límites evidentes; sin embargo, las bases esenciales de análisis conservan su
vigencia, y justamente al considerar el concepto de producción y reproducción reales de las relaciones
capitalistas de producción.
3. De cuanto se ha dicho, resulta evidente la enorme diferencia que existe entre una conta-
bilidad nacional a la manera de Marx2 y la de corte neoclásico. Que, a pesar de todo, es el único instrumento que actualmente nos permite conocer algunos comportamientos de los sistemas
económicos.
Aunque, de cualquier forma, sea actualmente de una considerable utilidad, las grandes limitaciones
de este sistema (SCN) han sido señaladas desde el inicio por sus defensores y críticos. Graves limitaciones se encuentran, por ejemplo, en la descripción integral del proceso de desarrollo: aspectos como el
132
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
mejoramiento de la calidad de vida de la población y el efecto sobre los recursos naturales han quedado
explícitamente fuera de ese sistema.
Como parte de la macroeconomía contemporánea, el SCN asume, en cambio, un conjunto de
reglas –conocidas y planteadas a priori– que evidencian incertidumbre y una infinidad de hipótesis
teóricas que no necesariamente colocan sus principales puntos de referencia en la realidad, aunque se
sostenga que el objetivo central de todo proyecto de contabilidad nacional sea el de buscar la estabilidad del sistema macroeconómico y su funcionamiento equilibrado.
Sobre esa base, se encuentran en la literatura dos maneras principales de recoger los resultados de la
macroeconomía contemporánea: el análisis clásico y el keynesiano.
Se diferencian uno de otro, fundamentalmente, por sus presupuestos y sus conclusiones, así como
por una multiplicidad de modelos y teorías que no en todos los casos cuentan con un mismo nivel de
reconocimiento y difusión, pero que sirven de base a las políticas de ajuste estructural que durante los
últimos años han sido aplicadas en todo el mundo.
2. Hacia una macroeconomía alternativa
1. Aunque frecuentemente ignorado por la ciencia económica oficial al servicio de las clases domi-
nantes, es justamente El Capital de Karl Marx lo que permite delinear un modelo de reproducción
del capital social que podría constituir la base para el desarrollo de una macroeconomía alternativa,
centrada en la ley del valor, y a partir de la cual podría analizarse –enmarcados de otra manera– todo
un grupo de procesos económicos y sociales.
En el tomo II de El Capital se describe el proceso de reproducción simple y ampliada del capital
social, y se demuestra que la reproducción del capital constante consumido en la producción del sector
1 está unida a la reproducción de las clases sociales en el sector 2. Según Marx (1966, tomo II: 351),
la esencia del problema consiste en “cómo se repone a base del producto anual el valor del capital
absorbido por la producción, y cómo se entrelaza el movimiento de esta reposición con el consumo de
plusvalía por parte de los capitalistas y el de salario por parte de los obreros”.
En otras palabras, en la reproducción macroeconómica se entrelazan dos procesos: el de reproducción del capital social y el de las clases sociales, al mismo tiempo. Para Marx, también en la macroeconomía se manifiesta el sistema de relaciones de clase.
La categoría central que se desprende de la sección tercera del tomo II de El Capital es la de capital
global nacional. El capital global representa el conjunto de los capitales individuales de un país, lo que
es igual al capital fijo, como base material para la reproducción, más el producto social, que es el valor
anual de todos los bienes y servicios logrados por la sociedad, expresión del valor de todo el trabajo
social y de todas las utilidades (Marx, 1966, tomo II: 382).
Como es posible observar, de esta manera se suman tanto el valor de las partes del producto social
que corresponden al capital, como las partes que corresponden al fondo de consumo.
Esquemáticamente, el capital global puede ser representado como en el gráfico que sigue más abajo.
Tanto para la reproducción simple como para la reproducción ampliada, Marx asume las mismas
hipótesis:
PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL
133
a) Se trata de una economía completamente capitalista y existen solo dos clases sociales: la de los
trabajadores y la de los capitalistas.
b) El precio de las mercancías coincide con el valor3.
c) Se prescinde del comercio exterior.
d) Se supone que O = D (con O por oferta y D por demanda).
Producto social global
Producto constante fijo
Producto social
Plusvalía
Capital constante circulanteCapital constante circulante
Capital variable Producto del valor anual
La división de la sociedad en dos sectores (el sector 1, productor de medios de producción, y el
sector 2, productor de artículos de uso y consumo) sirve de base para prever hipótesis acerca de las
relaciones intersectoriales basadas en intercambios de valor.
Para Marx, “todo el valor social del producto se descompone en renta, en salario más plusvalía o,
según su expresión, en salario más ganancia (interés), más renta del suelo” (Marx, 1966, tomo II: 386).
Este concepto constituye una muestra de genio, por la cual deberían estar agradecidos los macroeconomistas modernos.
2. El estudio de la reproducción del capital social debe basarse en el análisis del ciclo M-M ', ya que esta
fórmula expresa la realización de la mercancía.
A su vez, en la reproducción del capital social en su conjunto debemos diferenciar la producción
social en dos sectores fundamentales: el que produce medios de producción (MP) y el que produce
medios de consumo (MC).
En ambos sectores debe tenerse en cuenta tanto el valor de cambio y el valor de uso como la proporcionalidad entre ellos.
También en este nivel de análisis, el problema básico es la realización del capital social. En el análisis
de Marx, el único factor que convierte la reproducción simple en ampliada es que una parte de la
plusvalía no se consume, se invierte.
El sector 1 acumula y garantiza así una reproducción ampliada. Esto genera la necesidad y la
posibilidad de que también el sector 2 acumule y desarrolle una reproducción ampliada. Por tanto, se
garantiza así que los dos sectores de la producción crezcan y que el capital social en su conjunto cumpla
el proceso de reproducción ampliada.
Podemos ahora formular, a partir de allí, algunas consideraciones:
134
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
a) El desarrollo del sector 1 impulsa el desarrollo del sector 2.
b) La reproducción ampliada del sector 2 presupone la reproducción ampliada del sector 1.
c) Del desarrollo del sector 1 depende el desarrollo del sector 2. De aquí se deduce el papel preponderante de la producción de medios de producción con respecto a la producción de medios
de consumo a nivel social.
Una economía subdesarrollada se apoya más en la producción de bienes de consumo personal que
en la industria. Esto puede condicionar tres tipos de situaciones:
a) Crisis de sobreproducción.
b) Exportación de los excedentes al mercado mundial.
c) Inyección externa de recursos para incrementar el consumo de las clases sociales (remesas, créditos, transferencias).
3. Una interesante aplicación del método marxista de análisis de las cuentas nacionales es la que presen-
tan Shaikh y Tonak (1994). Estos autores someten a fuerte crítica el concepto neoclásico de actividad
productiva, que considera como tal todo aquello para lo que existe una demanda social, aquello por
lo que la gente está dispuesta a pagar y tiene, por tanto, un precio de mercado. Asimismo, ponen en
discusión la concepción neoclásica presente en el SCN, en el que no se distingue entre las formas de
consumo y las formas de producción. Así, por ejemplo, especifican que el trabajo de un guardia
de seguridad es un trabajo necesario que garantiza consumo, pero no es un trabajo productivo (Shaikh
y Tonak, 1994: 17-19). Presentan estos autores un análisis alternativo que se mueve entre el sistema de
balance material aplicado antaño en el bloque socialista y el SCN, al considerar ambos como extremos.
El comercio, la actividad militar, la policía y otras actividades alternativas no son consideradas por ellos
como productivas, sino como formas de consumo social. El centro de su propuesta es la separación
de las actividades no productivas que puedan ser necesarias pero no pertenecen a la esfera productiva.
Shaikh y Tonak no establecen una proporcionalidad entre el incremento de la ocupación y el crecimiento de la producción, pero la correlacionan con el incremento del consumo; consideran, además,
que detrás de las cuentas de producción está el trabajo humano que asume el concepto de trabajo
productivo de Marx, al cual nos referíamos anteriormente. El objetivo de estos autores es presentar
un análisis comparativo entre el sistema de categorías macroeconómicas, derivado del marxismo, y el
modelo input-output para demostrar la posibilidad real de interpretar el SCN desde una perspectiva
marxista y sin que, necesariamente, sean excluyentes el uno con respecto al otro.
Por ejemplo:
Categoría marxista Modelo input-output
Capital constante Demanda intermedia
Capital variable Costo del trabajo
PlusvalíaGanancia
Valor total
Producto total (bruto)
K + V + WMaterias primas (consumos intermedios), salarios, ganancias
PARA UNA CRÍTICA DE LA CONTABILIDAD NACIONAL
135
En lo que respecta al uso, se podría proceder del mismo modo:
Categoría marxista Modelo input-output
Costo de producción Consumo intermedio
Producto necesarioConsumo entre los trabajadores
Plusvalía
Consumo del capital e inversión total
Valor total Producto bruto
Partiendo de estos presupuestos, Shaikh y Tonak estiman empíricamente las principales variables
macroeconómicas –como plusvalía, ganancia, crecimiento, productividad del trabajo, etcétera– de
Estados Unidos, tanto desde el punto de vista marxista como del tradicional, y al comparar, en cada
caso, los resultados, obtienen desviaciones entre un método y otro que tal vez puedan ser significativas.
Otros economistas, como Mandel, Tonak, Aglietta y Vargas, han realizado, desde 1920 hasta hoy,
el estudio de diferentes variables y procesos mediante el método marxista, demostrando el gigantesco
potencial heurístico de esta teoría para el análisis macroeconómico.
Estos estudios han sido ignorados o minimizados porque presentan un modelo de la realidad a
través del lente de las variables reales y de las relaciones de clase.
Al mismo tiempo, sin embargo, es preciso subrayar que no se ha sistematizado suficientemente el
análisis macroeconómico marxista, lo que no implica imposibilidad de hacerlo ni niega la necesidad
de ese enfoque alternativo.
— notas —
1Guerrero (1990) escribe al respecto: “Marx diferencia muy claramente la circulación ‘real’ o ‘material’ de la circulación ‘pura’
o ‘económica’, y sostiene que la primera no es auténtica circulación: ‘las industrias de la conservación y de la conservación de
mercancías (…) deben considerarse como procesos de producción que persisten dentro del proceso de circulación’ (Marx). La
circulación ‘pura’ consiste apenas en la transmisión de derechos de propiedad (o de arrendamiento, de uso, etcétera) sobre la
mercancía, transmisión que aparece como una necesidad solamente en la producción mercantil”.
2 Que no sirve, ciertamente, para satisfacer la aproximación puramente ideológica de algún militante marxista incapaz de un
enfoque científico, pero permite conocer los verdaderos procesos de movimiento del modo de producción capitalista, los modos de acumulación, los sectores impulsores, productivos e improductivos, y, en fin, los orígenes sociales de la crisis. Estudios
profundos en este sentido han sido llevados a cabo por Moseley (1991) y Wolff (1986).
3En este caso razonamos utilizando una “cláusula de abstracción” por la cual se supone que precios y valor coincidan, cosa que
en la realidad no sucede porque el valor es solamente una media de los varios precios de mercado y, mientras estos últimos
están sujetos a la ley de la oferta y la demanda, el valor es la media que escapa de las oscilaciones causadas por esa ley e identifica el trabajo social necesario para la producción de las mercancías.
136
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Capítulo IV
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO1
1. Indicadores macroeconómicos para los modelos de crecimiento cuantitativo
1.1. Generalidades sobre la modelística del movimiento del capital
1. El modo de producción capitalista, como significativamente expresa Alessandro Mazzone, es tam-
bién movimiento de producción capitalista. Su dinamismo, a despecho de todas las teorías que buscan
extirparlo quirúrgicamente para el propio uso y consumo, es intrínseco, inmanente al modo mismo.
Por definición, no existe capitalismo sin dinamismo. Si el capital sobrevive solo en la medida en que
se acrecienta, el mundo social en que vivimos necesita comprenderlo en su dinamicidad, en su procesualidad, en su movimiento continuo (y es justamente ese movimiento continuo el que nos constriñe a
tener siempre presente la totalidad del modo en sí mismo)2.
Toda forma de capitalismo nace en determinadas condiciones histórico-sociales, se desarrolla modificando su propio espacio social, humano y también geográfico, produce trastornos tan intensos que
modifican la faz de la tierra, e induce, incluso, profundísimas perturbaciones antropológicas. Todo ello
sucede, además, a velocidades tan altas que tornan ridículos los tiempos de transformación típicos de
los modos de producción precedentes. Y no porque, por obra de algún teórico chistoso, el capitalismo
sea estático o el reino de lo económico esté “detenido”. Antes bien, porque el capital, por primera vez
en la historia de la humanidad, pone en movimiento fuerzas transformadoras tan poderosas e intensas,
gracias, precisamente, a su continua acumulación y, por tanto, a su continuo movimiento.
Como hemos hecho notar en otras partes de este trabajo, el movimiento del capital, sin embargo,
no es “indoloro”. Produce en su propia interioridad una tal cantidad de contradicciones (mucha atención a esto: contradicciones internas, endógenas y no exógenas), que vuelve sus vías de acumulación
cada vez más frenéticamente convulsas y tormentosas, críticas. Luego, el mismo crecimiento de los
“sistemas económicos nacionales” sufre esas consecuencias, aun si de manera distinta de un país a otro
(las diferencias dependen también del grado de integración de cada “sistema-país” y del contexto de
mundialización del capital).
2. En el intento de elaborar instrumentos conceptuales idóneos para comprender los fenómenos de
crecimiento de cada país, la economía dominante ha pasado los últimos siglos construyendo una
múltiple variedad de modelos de crecimiento cuantitativo y de métodos de cálculo de la riqueza y del
movimiento de la riqueza de un país, todo ello dirigido, por caminos diferentes y a veces contrapuestos, a alcanzar un conocimiento mejor del funcionamiento del sistema capitalista.
Un modelo, en palabras de Graziani (1977: 17), es “toda teoría que establezca relaciones cuantitativas entre magnitudes”3. Es entonces un conjunto de ecuaciones que define y da solución a esas relaciones cuantitativas. Un modelo es, por tanto, una construcción mental, teórica, dirigida a la descripción
y comprensión de la realidad económica. Característica fundamental es su extrema abstracción de
toda una serie de variables y matices4 que enriquecen enormemente la realidad en comparación con
la representación simplificada del modelo, con la consecuencia de que, frecuentemente, la realidad es
completamente otra cosa, algo muy distinto a lo estudiado.
Es por ese motivo que frecuentemente son objeto de ataque por parte de críticos o de una particular
construcción teórica5.
Con las siguientes palabras resume Graziani (1977: 17) la naturaleza y objetivo de un modelo
económico:
La construcción de un modelo económico representa un intento de describir la realidad económica
mediante un sistema de ecuaciones. Este intento se corresponde con la idea de que el sistema
económico está constituido por un conjunto de magnitudes, ligadas entre sí por vínculos de
interdependencia recíproca, y que tales vínculos pueden ser determinados y descritos sintéticamente
como nexos funcionales entre variables.
El complejo de ecuaciones –que siempre tiene al menos una solución– que dan vida a la estructura
de un modelo, puede ser dividido en cuatro familias: a) técnicas; b) de comportamiento; c) definitorias; d) de equilibrio. Sin embargo, mientras las dos primeras categorías son verdaderas ecuaciones,
las sub c), más que ecuaciones, son identidades, y las sub d), más que ecuaciones son condiciones de
equilibrio (Graziani, 1977: 21-22).
Para concluir brevemente el discurso introductorio a la modelística, léase una rápida clasificación
de algunos tipos de modelos:
138
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
a) Integrado: la solución de todas las incógnitas del sistema de ecuaciones debe ser simultánea.
b) No integrado: las incógnitas son agrupadas en conjuntos diferentes, cada uno de los cuales es
resuelto con un conjunto distinto de ecuaciones.
c) Causal: en presencia de varios subgrupos de ecuaciones (véase arriba), hay uno autónomo y los
demás dependen de este para su solución.
d) Completo o incompleto: el primero subsiste cuando todas las incógnitas encuentran solución en
él*, y viceversa para el segundo caso.
e) Estático: tiene una sola solución, que es la misma para todo lapso temporal que se considere.
f ) Dinámico: desemboca en una serie de soluciones que se suceden ordenadamente.
g) Analítico: dirigido a reproducir los mecanismos de funcionamiento de la realidad económica.
h) Estratégico-político-económico: además de desempeñar la función del analítico, está dirigido también a ejercer influencia en la solución.
A continuación se introducen algunos indicadores macroeconómicos que son cotidianamente utilizados, en los mencionados modelos, para el estudio de aspectos particulares de la vida del sistema
económico nacional e internacional.
1.2. La relación consumo-renta
1. La relación existente entre el agregado consumo y el agregado renta fue objeto de los estudios
pioneros de Ernst Engel (1897), quien fue el primero en observar las relaciones cuantitativas de bienes
y servicios con respecto a grupos familiares con diversa renta, lo que lo llevó a formular las primeras y
famosas “curvas de Engel”.
Estas curvas son construidas en modo tal de precisar cómo varían los consumos de familias con
distinta renta (o los consumos de la misma familia al variar su propia renta), identificando para ello los
bienes y servicios que más están sujetos a esa variación.
En la base de la relación entre consumos y renta está una “ley psicológica fundamental” identificada por
Keynes, quien sostuvo que al crecer la renta crece el consumo, pero en proporción inferior que aquella.
Por tanto, al aumentar la renta tiende a disminuir la propensión marginal al consumo (PMC). Adicionalmente, se deduce de allí que los incrementos de renta deben ser superiores que los incrementos
de consumo.
2. Si tenemos la propensión marginal al consumo y la propensión media y las relacionamos entre sí,
obtenemos otro indicador: el de la elasticidad del consumo con respecto a la renta, que, en caso de ser
mayor que 1, en términos absolutos, indica que el consumo de bienes y servicios aumenta en medida
más que proporcional al aumento de la renta. En caso de ser menor que la unidad, nos dice entonces
que el consumo aumenta menos que proporcionalmente respecto a la renta, y por tanto los bienes
y servicios tendrán una demanda inelástica. Para un análisis más a fondo de las relaciones entre renta y
consumo, cfr. Alvaro (1999: 531 ss.), que trata las distintas teorías.
Por ejemplo, la tesis de Duesenberry acerca de la naturaleza fundamentalmente proporcional en
el largo plazo –pero no en el corto– de tal relación, en la que este identifica un proceso de lenta
adaptación de los consumos con respecto a la variación de la renta. Allí se reporta también la tesis de
* (n.t.) Al suo interno.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
139
Friedman (1957), quien elabora la “teoría de la renta permanente”, según la cual la renta y el consumo
están compuestos por dos sumandos, uno de carácter permanente y otro transitorio.
El consumo permanente, que indica las preferencias usuales del consumidor, tiene una naturaleza
más bien estable. El consumo transitorio depende, en cambio, de circunstancias cambiantes que se
desarrollan en el tiempo. La renta permanente es esa parte de la renta que se percibe de manera estable
(y la que se cree que se percibirá de esa manera en el futuro). La renta transitoria proviene de eventos
accidentales, no previsibles ni calculables ex ante. Para Friedman, entonces, la única relación de proporcionalidad que se puede identificar es la que se da entre renta y consumos permanentes6.
1.3. El multiplicador
1. El multiplicador es un coeficiente que indica la magnitud del incremento de producción que viene
determinado por cada incremento unitario de las inversiones. Cuando Keynes7 concibe este instrumento, parte del presupuesto de que un aumento de las inversiones (I) conlleva un aumento del PNB
en una cantidad multiplicada, mayor que la cantidad de la inversión misma. Eso es, justamente, el
efecto multiplicador. Según el cual
+ΔI → +Δ producción y ocupación;
y
-ΔI → -ΔI producción y ocupación.
Una vez que se ha efectuado un gasto primario, con base en el efecto del multiplicador se deriva
una cadena infinita de gastos de consumo secundarios. Cadena infinita, pero convergente, al ser finita
su suma final. La consideración fundamental que surge de esa teoría keynesiana es que el nivel de
equilibrio de la renta nacional está determinado por la igualdad entre ahorro e inversión, y que la
divergencia ex ante entre estos dos agregados produce variaciones no intencionales de las existencias;
por tanto, en términos ex post, la inversión estará dada por la suma de la inversión conjeturada y de la
variación de las existencias.
De esta manera queda claro, como lo destaca Gandolfo (1975), que los principios básicos de la
teoría de la determinación de la renta nacional son colocados ex ante, y solo así el ahorro y las inversiones encuentran igualdad contable. Cosa muy diferente es la fase ex post de control, en la que
necesariamente se realizan las separaciones entre los agregados de referencia del ahorro y los de las
inversiones. Solo en ese sentido es comprensible la llamada teoría del multiplicador, que indica cómo,
en una situación de equilibrio de subempleo, un aumento de la inversión autónoma produce un
incremento de la renta de e-quilibrio como múltiplo del aumento de la inversión; simplificando, el
efecto ocurre sencillamente porque los incrementos de gasto autónomo conducen a aumentos de la
renta que, a su vez, por medio de la propensión al consumo, determinan aumentos de los consumos y,
por tanto, ulteriores aumentos de la renta. El coeficiente multiplicador viene dado por el recíproco de
la propensión marginal al ahorro.
2. El valor del multiplicador, que depende de la propensión marginal al consumo, puede ser expresado
también con la propensión marginal al ahorro. Leamos qué dicen al respecto dos manuales muy utilizados en los cursos introductorios de economía política de los primeros años universitarios:
140
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Mayor es el gasto adicional de consumo, tanto mayor es el multiplicador. En viceversa, tanto mayor
es la propensión marginal al ahorro, y por tanto la “dispersión” debida a nuevo ahorro en cada ciclo
de gasto, menor será en definitiva el multiplicador (Samuelson, Nordhaus, 1987: 150).
El incremento de las inversiones provoca, directamente, un incremento igual de la demanda
global, la cual determina un incremento a la par de la renta. Este último dispara un mecanismo
de retroalimentación (feedback). De hecho, provoca un incremento de los consumos y, por tanto, de
demanda y de renta, el cual, a su vez, actúa nuevamente sobre los consumos, y así de vuelta. El
proceso converge en un valor finito porque los sucesivos incrementos de la demanda son cada vez
inferiores y tienden a cero (Cozzi, Zamagni, 1995: 335).
La importancia del multiplicador para la economía de vocación neoclásica es enorme. Posibilita, en
primer lugar, ese optimismo de fondo que impulsa las soluciones de política económica. Con su simplicidad y aplicabilidad, y sobre todo con su adherencia a fenómenos que aparentemente –pero solo en
una visión superficial– podrían desencadenarse, el multiplicador enciende la atención del estudiante
de macroeconomía cuando llega a estudiar las teorías poskeynesianas.
1.4. Relación capital-producto
1. Una empresa, para poder producir, necesita combinar los dos factores productivos: K (capital, en-
tendiendo por ello las instalaciones) y L (trabajo).
La relación capital-producto indica cuántas unidades de capital es necesario invertir para lograr,
anualmente, un cierto número de unidades de producto nacional, precisando así, en efecto, el grado
de utilización de los recursos productivos disponibles, cuyo mejoramiento debería obtenerse sin constreñir al colectivo a un ahorro excesivo. Efectivamente, la relación capital-producto será más baja en
la medida en que los recursos productivos estén en régimen de pleno uso, y en esto puede ser fundamental, según los keynesianos y poskeynesianos, el papel intervencionista del Estado, al estimular las
inversiones y el progreso tecnológico, asegurando la utilización plena del capital y el trabajo.
Al utilizar las relaciones funcionales ligadas a la relación capital-trabajo, se pueden identificar los
siguientes indicadores:
1.4.1. Productividad del trabajo
1. Por productividad del trabajo se entiende la renta producida por cada empleado en un determinado
intervalo de tiempo. La productividad puede ser calculada tanto para el factor trabajo como para el
capital, e incluso, si bien con mayor dificultad, para ambos factores simultáneamente. Se puede calcular la productividad media del trabajo mediante la división de la renta producida entre el número de
empleados o el número de horas trabajadas (dos maneras diferentes, entonces, de calcular el factor L).
Podemos además calcular la productividad marginal del trabajo, que indica el incremento reditual
por unidad adicional de trabajo.
De igual manera, se puede calcular la productividad del capital (producto o renta lograda por una
unidad de K) sustituyendo en L el factor K.
2. La productividad de L y de K puede ser clasificada de distintos modos: genérica, específica y global.
Para el sistema económico en su conjunto se recurre a la relación entre PIBt (o el PINt ) y el número
total de empleados o de las horas trabajadas. Esa productividad es conocida como producto por unidad
de trabajo (PUL).
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
141
a) Productividad genérica: Por productividad genérica de L o K se entiende la relación entre la pro-
ducción total alcanzada en un determinado tiempo y la cantidad de L o K empleada en el
proceso productivo.
b) Productividad específica: Indica la relación entre una parte del producto elaborado en un determinado tiempo por L o K y la cantidad total de L o K empleada en la producción.
c) Productividad global: Combina la productividad de ambos factores (tanto L como K) utilizados
en un proceso productivo para obtener la producción x. Una premisa para ese cálculo es, obviamente, que los dos términos sean sumables (homogéneos), por lo que es necesario reducirlos a
una unidad de valor.
1.5. Relación deuda pública-PIB
1. Casi cotidianamente oímos hablar por televisión o leemos en los periódicos, artículos que aluden a la
relación entre deuda pública y PIB. Sobre todo desde que, incorporados a la Unión Europea y suscritos
los acuerdos de Maastricht y Ámsterdam, esa relación se convirtió en uno de los índices fundamentales
de la “salud” de la economía nacional, al que es preciso tener bajo control para respetar los parámetros
básicos fijados por las políticas comunitarias en materia económica8. Tratándose de un dato de stock,
se puede calcular la deuda pública de un año t1 con solo sumar a la deuda pública del lapso precedente
t0 las necesidades del sector público en el mismo año t1.
La deuda pública equivale en la práctica al total de los préstamos acumulados por el Estado, esto es,
incluyendo el total de obligaciones que ha emitido y, por tanto, al conjunto de los pasivos del Estado;
el déficit es un flujo y no un dato de stock del nuevo débito en que incurre el Estado en un año cuando
gasta más de lo que obtiene en ingresos.
Los criterios de Maastricht establecen que, para entrar en la Unión Monetaria Europea (UEM), un
país debe tener baja inflación y una sana política fiscal. En otras palabras, las tasas de interés nominales
deben ser bajas (lo que significa que los mercados confirman expectativas de baja inflación) y, al menos
por los dos últimos años, estar exentos de devaluación.
El déficit de balanza no debe sobrepasar el 3% del PIB, y la relación deuda-PIB no debería superar
el 60%. Muchos economistas han puesto en duda la validez de los criterios de Maastricht y, sobre todo,
su rigidez.
1.6. El principio de aceleración
1. Según el principio de aceleración9, y partiendo de la hipótesis de que el stock de capital sea utilizado
plenamente10, a un aumento de producción debe corresponder un aumento del stock de capital, tal
que la relación fija entre capital invertido y producción permanezca inalterada.
En la base del principio de aceleración está, pues, la convicción de que, al menos en el corto plazo,
existe y puede mantenerse esa relación fija entre stock de inversión y producción, a la que hemos
apenas aludido.
La variación de la renta determina, entonces, el coeficiente de aceleración. Es importante hacer
notar que, mientras la teoría de la “dependencia de la inversión respecto al nivel de la renta” sostiene
que “existe un flujo de inversión neta incluso si el flujo de la renta se mantiene constante”, según el
principio de aceleración “la inversión (neta) es nula si la renta no varía” (Gandolfo, 1975: 36).
142
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
2. En cierto sentido, el principio del acelerador es el inverso del multiplicador: el acelerador representa
el efecto de la variación de la renta sobre las inversiones y el multiplicador analiza la influencia de las
inversiones sobre la renta.
La inversión depende de las variaciones de la renta y, al menos en el corto plazo, existe una relación
fija entre stock de capital y producción; por tanto, si la producción aumenta, aumentará también
el stock de capital –es decir, la inversión, ya plenamente utilizada–, de manera tal que se mantenga
inalterada la relación antes mencionada, según lo establece el principio del acelerador. Este principio
fue expuesto por primera vez en 1917, por G.K. Clark, para señalar, en efecto, que las variaciones en
la demanda de bienes de consumo pueden ampliarse sobre la demanda de instrumentos de producción, ya que para producir un bien de consumo adicional se tendrá que recurrir a la adquisición de
nuevas maquinarias, en el entendido, obviamente, de que los instrumentos de producción estuvieran
en utilización plena. Se deriva de allí, como bien lo ha evidenciado Gandolfo (1975), que mientras el
principio del acelerador analiza los efectos de una variación en la demanda de mercancías adicionales
sobre el monto de gastos en maquinarias, el multiplicador, como se ha visto, considera el fenómeno
inverso, es decir, los efectos de una variación de las inversiones sobre el monto del gasto en bienes de
consumo en una –por así decirlo– cadena de relaciones causa-efecto. De manera simplificada: aumenta
la ocupación entre los trabajadores o su salario; ello conduce al aumento de la renta y, en consecuencia,
de la demanda de bienes de consumo, y esto determina una mayor actividad productiva, tanto en las
empresas que producen bienes de consumo como en aquellas que producen maquinarias.
Todo esto ocurre, justamente, bajo los términos de
una relación en la que el incremento de la inversión
Multiplicador k = 1/1 - c
Renta
Inversión
neta provoca un aumento cada vez mayor de la
Acelerador
renta nacional, y ello según el coeficiente descubierto por Kahn: el multiplicador, que es igual al
inverso de la propensión marginal al ahorro.
1.7. Indicadores de distribución
1. Los indicadores de distribución reciben en la economía convencional menos atención, a pesar de
que el mismo Keynes consideró, con una visión próxima a la clásica, que la norma de distribución determina a largo plazo la senda de crecimiento. La distribución fundamental entre salarios y ganancias
puede calcularse con relativa facilidad.
Hay muchas otras formas de calcular esta distribución. Por ejemplo, en la relación PIB por ocupado y salario real, o bien considerando los costos unitarios del trabajo, que se determinan al dividir
la remuneración salarial entre el valor agregado. Una caída de estos indica una distribución del valor
agregado negativa para los trabajadores y, en consecuencia, una relación de fuerza peor para ellos. Es lo
que se registra con claridad desde mediados de los años setenta en los principales países de capitalismo
maduro.
2. En la época de la llamada globalización capitalista, la distribución de la renta entre ganancia capita-
lista y rédito se ha transformado en un factor clave de la evolución económica. Hay diversas maneras
de poner en evidencia esta evolución, analizando directamente el valor del excedente bruto empresarial
en los sectores productivos y en los sectores rentistas. Pero puede hacerse también indirectamente.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
143
Una regla clave es la relación entre la tasa de crecimiento del valor agregado y la tasa de interés a largo plazo. Si esta última crece más que el producto, se está en presencia de un proceso de transferencia
creciente de valor del sector productivo al rédito financiero.
Como puede observarse a partir de los datos oficiales, hay un claro cambio de tendencia desde
1980, comienzo de las políticas neoliberales en Estados Unidos y Gran Bretaña. Desde esa fecha, la
tendencia a la evolución creciente de las rentas de capital hacia formas de rédito financiero, en desmedro de posibles usos productivos (salarios o ganancias), ha sido una constante en el funcionamiento
del capitalismo global.
2. Modelos económicos
2.1. La formulación de modelos
1. Los indicadores económicos de los que se ha hablado nos permiten alcanzar “apreciables” niveles de
conocimiento acerca del aspecto cuantitativo de los fenómenos económicos analizados. Sin embargo,
presentan fuertes limitaciones, más allá de la crítica que se planteará a continuación; de hecho, no
están en capacidad de decirnos nada sobre las causas y las modalidades de producción y desarrollo de
los fenómenos económicos estudiados.
Leamos lo que escribe Alvaro (1999: 611) a tal respecto:
El sistema de cuentas económicas es un conjunto de identidades contables. Los agregados económicos
que aparecen, en tanto que agregados determinados en términos ex post, cuando mucho indican
cómo se manifestaron los fenómenos; no presentan referencia alguna en torno a la naturaleza de las
causas que están en la base de su manifestación.
Es justamente para hacer frente a tales lagunas que los economistas construyen modelos, con base
en los cuales intentan una lectura más completa y compleja de los fenómenos económicos, con ayuda
de la estadística. El modelo económico es una construcción conceptual o empírica que trata de explicar
las “leyes de movimiento” del capital o ciclo económico. El ciclo económico está caracterizado por
cuatro diferentes fases:
a) Expansión o coyuntura favorable, con incrementos continuos de producción, ocupación de los
factores productivos, precios y renta.
b) Crisis, o interrupción del movimiento de crecimiento, con colapso de los precios de algunos
bienes (se trata del llamado punto de inversión superior).
c) Coyuntura desfavorable como fase de recesión o, en términos más generales, de contracción
de la producción, de la ocupación de los factores productivos, de los precios y de la renta en su
conjunto.
d) Punto de inversión inferior, como preparación para una nueva expansión, es decir, una recuperación del crecimiento en cuanto a volumen de producción.
2. La historia de la “modelística económica” puede ser dividida, simplificando, en dos macroperíodos.
El primero surge con la economía política clásica y prevalece en los estudios económicos hasta fines
144
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
de los años cincuenta del siglo xx: es ese que, siguiendo un razonamiento de tipo deductivo, construye
“modelos teóricos de economía pura” (Alvaro, 1999: 612) y les atribuye una validez temporal de largo
alcance, concebidos como han sido para identificar y explicar las “leyes fundamentales” del sistema
económico.
La segunda fase es la que pone el viento a su favor a partir de la segunda mitad de la centuria. Se
caracteriza por modelos sustentados en un enfoque metodológico de tipo inductivo, que trabaja sobre
la base de datos observacionales y, a partir de ellos, identifica relaciones funcionales entre los varios
agregados económicos, para darle así vida a esa rama de la economía bien conocida como econometría.
Si el modelo keynesiano del multiplicador es seguramente prodrómico respecto a todos los desarrollos posteriores en materia de modelística, entre los primeros en ser formulados y entre los más
seguidos figuran otros como el de Harrod y Domar que, entre otras cosas, fundan la moderna teoría
del crecimiento cuantitativo y pertenecen a la primera categoría de modelos antes señalada, es decir, a
los de “economía pura”.
2.2. Los modelos de Harrod y Domar
1. El problema que se plantean Harrod y Domar es el de encontrar-determinar la evolución de la renta
que permite al sistema económico, a partir de una situación de equilibrio, continuar creciendo en
equilibrio; es decir, igualando el nivel de la demanda agregada y el de la producción que se obtiene al
utilizar de modo normal los bienes capitales que están a disposición.
A continuación se hará una primera presentación de sus modelos, para retomarlos posteriormente
como síntesis y en confrontación con el modelo de Keynes y al análisis de Marx.
2. Bajo el modelo de Harrod, el tipo de medidas que podrían aplicarse para mejorar el crecimiento
de una economía no debe asentarse en una política mixta, de combinación de medidas monetarias y
fiscales. Según este modelo, para generar una senda de crecimiento sostenido a largo plazo es necesario
reducir el ahorro; en otras palabras, se trata de evitar la existencia de un nivel de ahorro que esté por
encima de las necesidades que la economía plantee para alcanzar la plena ocupación e introducir
innovaciones tecnológicas. Por eso resulta fundamental la reducción del ahorro y la política económica
debe enfocarse directamente hacia ese fin (Galindo, Malgesini, 1994: 21).
En cuanto a la política fiscal, Harrod sugiere distribuir mejor el nivel de ahorro en la economía.
El sector público debe ahorrar, si los agentes privados no lo hacen, y llevar a término las inversiones
necesarias pero con un bajo volumen, sin incurrir en una inflación de la demanda derivada por una
política fiscal expansiva.
Para que el Estado pueda ahorrar más, tendrá que sacar fondos de los operadores privados, por lo
que la demanda será menor y, en definitiva, los empresarios obtendrán menos ingresos. Según Galindo
y Malgesini, puede suceder que los empresarios no estén ya dispuestos a invertir, y el esfuerzo habrá
sido inútil.
La solución que ofrece Harrod ante esa perspectiva es la introducción de la llamada “planificación
indicativa”, que consiste en establecer, por ejemplo, una tasa de crecimiento que pueda cumplirse en
cinco años y llamar a los empresarios a alcanzarla, tratando de obtener de ellos un compromiso activo.
Si están de acuerdo, se sigue adelante y el Estado garantiza que la demanda se mantendrá e, incluso,
podrá aumentar. Se deduce que la política fiscal y la política monetaria, juntas, pueden asegurar un
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
145
crecimiento de la demanda, conjuntamente con el potencial de oferta de la economía, pero esto puede
conducir también a una inflación de la demanda. Es en ese sentido que la planificación indicativa
desempeña un papel fundamental.
Domar formuló posteriormente y de manera independiente su propio modelo de crecimiento.
Publicado después del de Harrod, llega, aunque por vías distintas11, a las mismas conclusiones de este
último.
2.3. La generalización de la macrodinámica: el modelo de Harrod-Domar
1. Los modelos macroeconómicos elaborados independientemente por el inglés Harrod y el estadouni-
dense Domar parecen estar basados en un modelo análogo, elaborado en 1928 por el economista
soviético Feldman. Tales modelos son frecuentemente reunidos bajo el nombre de modelo HarrodDomar, aun si las fuertes diferencias entre los dos modelos originales no permitirían esa unión. Como
se ha mencionado y se comprueba de la exposición previa, los modelos de Harrod y Domar, aun
cuando invierten las posiciones de las variables, llegan al mismo resultado:
Una variación de la demanda, y en particular de las inversiones, genera un incremento de producción,
cuyo monto es definido por el multiplicador. A su vez, ese incremento pone en movimiento el
acelerador, determinado así una ulterior expansión de las inversiones, y esto provoca un sucesivo
aumento de producción, que corresponde al multiplicador, y el ciclo se reinicia (Alvaro, 1999: 621).
[La ecuación Harrod-Dumar,] en sus términos más simples, indica que para lograr y mantener en el
tiempo la plena ocupación de la fuerza de trabajo disponible en el sistema, como también la plena
utilización de la capacidad productiva, hace falta que, en función de asegurar el financiamiento de
las inversiones, la propensión al ahorro se iguale con el producto de la tasa natural de crecimiento
y el coeficiente de capital producido. Y esa condición se debe verificar independientemente del
modelo conductual de los operadores económicos y del marco institucional en que se opera (Alvaro,
1999: 623).
2. El modelo de Harrod-Domar amplía las ideas de Keynes a través de la macroeconomía dinámica, es
decir, del análisis de las fuerzas determinantes de las tasas de incremento de las principales categorías
de la demanda (bienes de capital, exportaciones, etcétera). En este sentido, según Galindo y Malgesini
(1994), el modelo expone la importancia de las expectativas como factor que podría tener influencia
sobre esas variables.
Este modelo le agrega un punto de vista dinámico a las teorías de Keynes y establece, al mismo
tiempo, una base para sucesivos y mejores desarrollos a través de la introducción de nuevas hipótesis
o variables. Se llega así a determinar el hecho de que la tasa de crecimiento de la renta nacional
debe ser igual a la relación que existe entre la propensión media al ahorro y la relación marginal
capital-producto12.
3. Frente a los elementos similares en ambos modelos, existen algunos aspectos que los diferencian,
especialmente el hecho de que a Harrod le interesa la propensión media al ahorro y Domar, en cambio,
considera relevante la propensión marginal. Por otra parte, este último no determina implícitamente la
función de inversión, mientras el primero desarrolla la teoría a través del acelerador.
En cuanto a los períodos de largo plazo, estos autores exponen dos dificultades distintas, a las que
deben hacer frente las economías. Para Harrod es la escasez de mano de obra lo que puede perjudicar
146
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
el crecimiento. En cambio, para Domar es la escasez de inversión lo que puede llegar a ser perjudicial.
Finalmente, son también distintas las visiones respecto a la situación económica. Mientras para Harrod el objetivo básico es eliminar la desocupación, en tanto que situación habitual, para Domar lo que
perjudica la evolución de un país es la capacidad productiva no eficientemente utilizada.
La tasa de crecimiento garantizada del modelo de Harrod está basada en la teoría de la demanda
efectiva, de Keynes, la cual solo puede entenderse en el contexto de la demanda efectiva insuficiente
y de la desocupación voluntaria. Pero la experiencia de los países en vías de desarrollo sugiere que
la desocupación no es del tipo keynesiano; y si existe desempleo de tipo estructural, es evidente
que la formulación del modelo de Harrod no ofrecería un marco conceptual adecuado para entender
sus verdaderas causas.
El problema de desempleo que preocupaba a Keynes se caracterizaba por la existencia de un exceso
de capacidad instalada. El problema de la desocupación en los países en vías de desarrollo surge porque la capacidad productiva y la demanda efectiva no han estado nunca en un nivel apropiado.
2.4. El modelo de Solow
1. El modelo de crecimiento económico de Solow, también llamado modelo de crecimiento econó-
mico neoclásico, es el más conocido. Se basa en una función de producción neoclásica, en la cual el
producto depende de la combinación de trabajo y capital, y utiliza las típicas premisas neoclásicas:
productividad marginal decreciente, competencia perfecta, etcétera. Su principal conclusión es que
las economías alcanzarán un estado estacionario, en el cual el crecimiento del producto per cápita es
nulo. En ese estado estacionario, el nivel de producción depende de la función de producción, vale
decir, de la tecnología y de la dotación de los factores. Sin embargo, en ese estado el capital aumenta
la tasa de crecimiento de la población, y lo mismo hace la producción. Por eso, la producción per
cápita se mantiene invariable si la tecnología no evoluciona a través del tiempo. Sucede esto porque la
hipótesis de competencia perfecta en todos los mercados elimina las potenciales ganancias por mejorías
tecnológicas, para las que no existen incentivos, ni recursos para invertir en tecnología.
La regla de oro del crecimiento económico nos dice que la mejor tasa de ahorro es aquella que
maximiza el consumo. Con una tasa de ahorro menor es posible aumentar el consumo. Sin embargo,
una tasa de ahorro mayor implica un stock de capital tan elevado, que gran parte del ingreso debe ser
utilizado para financiar su depreciación y no es entonces posible utilizarlo para el consumo.
Solow consideró como eje central de la acumulación el capital físico, la creación de grandes empresas, la producción en serie y a gran escala. Solo después emergen como variables principales el
capital humano, la instrucción y la calificación, por su capacidad para generar nuevo conocimiento y
provocar, así, retornos crecientes (crecimiento endógeno).
2. En el modelo de Solow, la acumulación de conocimiento como resultado del crecimiento económico tiene dos funciones. En primer lugar, el progreso tecnológico puede ayudar a explicar el “residuo de
Solow”; segundo, permite que la formación de capital se incremente cada vez más.
Según Weitzman (1996), la nueva teoría del crecimiento determina el residuo de Solow y la relevancia de la “endogenización” del conocimiento.
En este modelo, el nivel del producto a largo plazo por habitante, en estado estacionario, depende
de la tasa de ahorro de la economía, que es la que determina el stock de capital, y de la función de
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
147
producción, que depende del estado de la tecnología. En estado estacionario, la tasa de crecimiento
de la producción agregada depende de la tasa de crecimiento de la población y de la tasa de progreso
tecnológico, mientras que la tasa de crecimiento de la producción per cápita es independiente de la tasa
de ahorro (inversión) y depende solo de un cambio tecnológico exógeno.
Cuando el sencillo modelo elaborado por Solow, que sirvió y sigue sirviendo como marco analítico
para el desarrollo de otras investigaciones teóricas –que analizan algunas cuestiones abstractas relativas
al funcionamiento del sistema económico de mercado–, tiene como punto de referencia el modelo de
Harrod, modifica la problemática de conjunto; el de Solow se caracteriza por ser un modelo de oferta,
en el cual los problemas de mercado están ausentes y el ahorro es igual a la inversión; además, por
hipótesis, la ley de Say queda verificada.
3. Según Galindo y Malgesini (1994), el modelo de Solow parte de tres consideraciones:
a) La población y la fuerza de trabajo crecen a una tasa proporcional constante, que se considera
independiente de otros aspectos y variables económicas.
b)El ahorro y la inversión son una proporción fija del producto neto, en cualquier punto del
tiempo.
c) Por lo que respecta a la tecnología, se supone que ella esté condicionada por dos coeficientes constantes; concretamente, la fuerza de trabajo por unidad de producto y el capital por
producto.
Para Galindo y Malgesini, el factor relevante en el crecimiento económico, desde la perspectiva del
modelo de Solow, es la relación que existe entre el capital y el producto.
Se formulan entonces las siguientes hipótesis: se supone que en la economía se produzca un solo
tipo de bien, cuyo nivel de producción se expresa con la variable Y; además, se supone que al final todo
el ahorro será invertido, lo que implica, a su vez, que no es necesario incluir una función de inversión.
El modelo de Solow establece que el capital está positivamente relacionado con el ahorro y negativamente con el incremento de la población; además, integra las partes de la formalización del
equilibrio general de Walras o, dicho de otra manera, admite la posibilidad de sustituir el capital y el
trabajo; es decir, que una determinada cantidad de producción puede ser obtenida a partir de diferentes combinaciones de capital y trabajo.
Por otra parte, el modelo admite la igualdad entre el ahorro y la inversión, de manera que el exceso
o la insuficiencia de demanda, que jugaba un papel fundamental en el modelo de Harrod, está aquí
ausente.
Una de las conclusiones del modelo elaborado por Solow es que en un régimen transitorio, o
breve, se observa una correlación entre tasa de inversión y tasa de crecimiento, mientras que la tasa de
crecimiento a largo plazo no depende de la tasa de inversión.
En los modelos que contemplan el progreso tecnológico, el crecimiento es más rápido cuanto mayor sea el nivel de conocimiento humano acumulado. En la visualización del modelo de crecimiento
de Solow es posible reconocer tres factores determinantes de la acumulación: capital, progreso técnico
y capital humano.
148
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
4. En el ámbito de la teoría del crecimiento, el problema del nivel de desarrollo de una economía fue
inicialmente considerado como un tema vinculado a los niveles de producto y capital per cápita con
los que cuenta una economía: un país menos desarrollado se caracteriza por un producto o patrimonio
de capital per cápita menor que el de uno desarrollado.
5. Siguiendo el modelo de Solow, el estudio se detiene a indagar la posibilidad de que los países menos
desarrollados alcancen, a largo plazo, a los más avanzados: es ese el terreno del análisis de convergencia
del crecimiento.
A tal fin, valgan las siguientes consideraciones sintéticas:
a) El residuo de Solow se refiere a la parte del crecimiento del producto nacional que no puede ser
atribuida a la acumulación de los factores.
b) Desde la posición neoclásica respecto al crecimiento, el modelo de Solow, desarrollado a finales
de 1950, está entre los más reconocidos. En un artículo publicado en 1956 por el Quaterly
Journal of Economics, Robert Solow describe una manera diferente de analizar el crecimiento.
Se pone allí en discusión la conclusión central del modelo de Harrod, en el sentido de que el
crecimiento es inestable en las economías de mercado por una tendencia crónica al ahorro en
exceso, por sobre las necesidades del capital.
c) El estado estacionario hace referencia a una situación en la cual las variables crecen a una tasa
constante, posiblemente igual a cero.
d)El modelo tiene un punto estacionario único y estable que será alcanzado sean cuales fueren
las condiciones iniciales, dado que, si el progreso técnico se difunde por el mundo entero, es
posible prever que habrá convergencia de las tasas de crecimiento per cápita y los niveles de renta
per cápita; es decir, que las economías en las que el capital por habitante es inicialmente bajo
(regiones pobres), crecerán a tasas superiores a las de aquellas economías donde esa proporción
es mayor (regiones ricas). Esa situación se señala como hipótesis de convergencia.
e) Recuérdese que en la literatura sobre crecimiento económico, este modelo es conocido como
neoclásico, pero también es clasificado como parte de la síntesis clásico-keynesiana.
f ) Las hipótesis de convergencia económica entre países ricos y pobres, o entre sectores tecnológicamente avanzados y atrasados y en los procesos de acumulación, tienen en la teoría del
crecimiento, como base, la estructura del modelo neoclásico de Solow-Swam.
3. Dinámica económica y modelos: los límites teóricos de la economía dominante
3.1. La “revolución” de Keynes
1. Uno de los progresos de Marx respecto a su tiempo fue el desarrollo de un modelo que explica el
comportamiento general de la economía a partir de conceptos elaborados en un nivel agregado. El
comportamiento microeconómico, en este caso, deriva del comportamiento macroeconómico en su
conjunto: en Marx los fundamentos de la microeconomía son macroeconómicos.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
149
Esta manera de analizar la realidad es diametralmente opuesta a todo lo que la escuela marginalista
o utilitarista desarrolló en los últimos treinta años del siglo xix. En esta última, el comportamiento
de las variables macroeconómicas (los precios, el bienestar y la utilidad) es determinado a partir de la
agregación de conceptos creados para definir el comportamiento microeconómico de los agentes. Para
la escuela marginalista, la macroeconomía tiene fundamentos microeconómicos13.
La “revolución” de Keynes, en la primera mitad del siglo xx, consistió en un retorno a la visión
que fue de Marx, con un modelo de interpretación económica basado en conceptos definidos a nivel
general o macroeconómico (la “demanda efectiva”). Keynes, que no conocía muy bien la obra de Marx
y era profundamente anticomunista, no reconoció nunca la paternidad de Marx sobre el “método
agregado”14. El núcleo central de la revisión que hace Keynes del pensamiento neoclásico consiste en la
refutación de la ley de Say (Sweezy, 1946) y del principio fundamental del equilibrio15.
La teoría keynesiana no es sino un intento de encontrar salida a la crisis capitalista, y ese esfuerzo
lo cumple poniendo inmediatamente en discusión que la situación normal, de equilibrio, del sistema
económico, sea la de plena ocupación, o que las fuerzas espontáneas del sistema reporten automáticamente las situaciones críticas transitorias en la vía hacia la plena ocupación. El planteamiento keynesiano sostiene decididamente que el sistema puede no moverse de manera espontánea en situaciones
de equilibrio estable de desempleo, y que a tal fin resulta indispensable la intervención del Estado,
sin que esto signifique, de su parte, asumir la propiedad de los medios de producción. Por tanto, la
intervención pública tiene el propósito de contribuir a regular una economía de crecimiento y de
pleno empleo utilizando los instrumentos del gasto público, los instrumentos fiscales y monetarios,
para combatir la fase de crisis.
2. Sin embargo, las limitaciones propias del pensamiento económico de su época impidieron a la
crítica formulada por Keynes ir más allá16, lo que facilitó a sus discípulos, sobre todo norteamericanos,
la reelaboración de muchas de sus contribuciones en lo que vendría a ser conocido como la “síntesis
neoclásica”: un Keynes “equilibrista”, que él mismo no consiguió refutar firmemente17.
A pesar de todo ello, será Keynes, con su nueva visión, quien permitirá desarrollar los modelos de
análisis macroeconómico que buscan mostrar la dinámica de la acumulación capitalista. Esos modelos
constituyen el desarrollo más importante de su teoría y su crítica permite identificar mejor los progresos teóricos de la economía de Marx18.
3.2. Keynes según Harrod
1. La contribución más popular de la economía keynesiana es el modelo de crecimiento llamado
de Harrod-Domar. Propuesto inicialmente por Harrod (1939: 14-33) y desarrollado más tarde por
Domar (1948), estuvo en la base de las teorías del crecimiento en la posguerra19.
Harrod usa el análisis de corto plazo de Keynes y lo introduce en un modelo de crecimiento de
largo plazo. En la teoría de la demanda efectiva, la inversión es el motor principal de la demanda. Pero
en el largo plazo, dice Harrod, la inversión es endógena y no solo crea demanda, sino que modifica
también la capacidad productiva (Shaikh, 2006).
Para elaborar un modelo de esta doble dimensión de la inversión, Harrod subraya que en el
largo plazo:
150
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
a) El ahorro efectivo en la economía es una propensión constante de la renta total (producción).
b) La fuerza de trabajo crece a una tasa constante, sin que esto signifique la existencia de rendimientos decrecientes: por el contrario, estos también son constantes (con esa hipótesis se aleja
Harrod de los modelos neoclásicos).
c) Se supone que exista una única combinación de capital y trabajo en la función de producción y,
además, que no exista progreso técnico que pueda alterar esa relación, ni tampoco depreciación
del capital.
d) La inversión deseada por los empresarios es una proporción constante de la diferencia entre la
producción de un año y la del año precedente.
Por tanto, el nivel de producción es una función lineal de la producción del año precedente. Si se
conoce el nivel de un período inicial y se precisan además las propensiones al ahorro y a la inversión,
se pueden estimar los niveles de producción para todos los períodos que siguen.
En el modelo de Harrod, un incremento de capital asociado con un aumento de la producción se
expresa como aumento efectivo del stock de capital en un determinado período, subdividido entre el
incremento efectivo de la producción. El stock de capital que se genera debe ser el que los empresarios
consideran adecuado en función de las necesidades derivadas del nuevo nivel de producción y renta.
Siempre según este modelo, cuando se produce un aumento de la renta, el nivel de ahorro es
escasamente suficiente para cubrir la inversión deseada por los empresarios, dado que el ahorro cubre
la inversión ya realizada.
2. Para encontrar un equilibrio entre deseo y realidad, Harrod comienza por aceptar la igualdad entre
ahorro e inversiones, de la cual se deriva lo que él mismo denominó ecuación fundamental. Establece
dicha ecuación que, si se quiere que la economía mantenga en el tiempo el equilibrio entre las inversiones y el ahorro, la tasa de crecimiento de la renta nacional debe ser igual a la relación que existe entre la
propensión media al ahorro y la relación capital-producto. Este tipo de crecimiento está representado
por la “tasa de crecimiento efectivo”.
De todo esto deriva Harrod, asimismo, la llamada “tasa de crecimiento garantizado”, que es la tasa
de crecimiento que debe haber para lograr que los empresarios mantengan una tasa estable de inversión.
Para hacer coincidir ambas tasas de crecimiento y llegar a un cierto equilibrio, es necesario que el
incremento del stock de capital realizado por los empresarios sea igual al requerido, para que el stock
obtenido se adapte a las necesidades del nivel de renta.
En definitiva, el stock de capital que se posee llega a adecuarse al deseado cuando la producción
aumenta al ritmo de la tasa garantizada.
Por tanto, en opinión de Harrod, se tiene una senda de equilibrio que garantiza que las decisiones
de inversión de los empresarios coincidan con la creación de una renta tal que permita, con la ya
existente propensión al ahorro, llegar a un nivel de ahorro suficiente para cubrir la inversión de los
períodos sucesivos. Cualquier desviación fuera de esta senda provocaría a su vez desviaciones y desequilibrios en la trayectoria del crecimiento económico.
En otras palabras, para este autor existe un nivel de producto que crece a una tasa natural. Para que
se dé un crecimiento sostenido y equilibrado con pleno empleo, esa tasa debe ser igual al crecimiento
efectivo, que a su vez debe ser igual al crecimiento equilibrado.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
151
El modelo de Harrod asigna al sector público una función reveladora: debe ahorrar, si no lo hacen
los agentes privados, para así llevar a cabo las inversiones necesarias y, al tiempo que mantiene la plena
ocupación, asegurar un crecimiento de la demanda agregada que sea acorde con el potencial de la
economía, desde el punto de vista de la oferta.
3.3. Marx y Keynes según Domar
1. Domar formuló su modelo de crecimiento independientemente de Harrod. Partió para ello de la
combinación de lo que se conoce como un “modelo keynesiano simplificado” y un “modelo marxista
simplificado”.
El primero pone en evidencia que el consumo y el ahorro equivalen a la renta nacional o producto
nacional (el Estado, y por tanto las tasas, no existen en el modelo: el ahorro es función de la renta, las
inversiones son función de la renta y de las expectativas, la inversión es igual al ahorro y la renta es igual
a la capacidad productiva en plena ocupación). A ese marco añade el modelo simplificado de Marx,
que coincide con lo anterior salvo en que:
a) No hay una función de inversión.
b) Cuando el stock de capital se mantiene por debajo de una cierta “cantidad crítica”, las inversiones coinciden con la variación en el tiempo de dicho stock.
Ello significa que Domar introduce, gracias a esta versión modificada de los esquemas de Marx, la
posibilidad de una acumulación del capital. Esa referencia a una “cantidad crítica” del stock de capital
documenta una versión del aumento de la composición orgánica del capital que, según Marx, reduce
la tasa de ganancia tendencial. En la versión keynesiana de las expectativas, por tanto, las modifica
hacia abajo20.
2. El modelo de síntesis de Domar coincide con su versión simplificada del modelo de Marx, al
cumplir una función más: la capacidad productiva de una economía de plena ocupación depende del
stock de capital y varía de modo continuo (lo cual expresa Domar con una ecuación diferencial) bajo
la forma de una proporción constante de dicho stock. Esa proporción es la relación entre la capacidad
productiva y el capital requerido por las condiciones técnicas del momento. La capacidad productiva
de plena ocupación depende, por tanto, del nivel del stock de capital y de su grado de utilización.
De esta manera establece Domar que la economía estará en equilibrio solamente si la tasa de
crecimiento coincide con la multiplicación de la propensión al ahorro sobre la renta por la constante
producción-capital (que, a su vez, es la tasa máxima de crecimiento que puede alcanzar la economía).
Se trata, entonces, de una expresión muy similar a la que Harrod había llamado ecuación fundamental
o tasa de crecimiento efectivo.
Muestra asimismo Domar que la acumulación depende del mantenimiento de la distribución del
valor agregado entre capital y trabajo:
las rentas del capital (ganancias e intereses) se mantienen como fracción constante de la renta nacional; entonces [si las condiciones técnicas no cambian] se puede demostrar que el rendimiento medio
del capital no se modifica, a pesar de la continua acumulación. Por lo que concierne a nuestro
sistema, esa situación se puede prolongar indefinidamente (1949: 310).
152
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Pero si la tasa de crecimiento es inferior a la de equilibrio, parte del capital se mantiene inmóvil
mientras baja la tasa de rendimiento sobre las inversiones; esto hace caer las inversiones y deja sin uso
una porción todavía mayor del capital, por lo que la rentabilidad cae aún más: se pone así en marcha
un proceso en cadena que conduce a una depresión y a la crisis. El modelo muestra, por eso, cuál debe
ser la tasa de crecimiento de las inversiones para alcanzar el máximo nivel de crecimiento potencial
en una senda de equilibrio y de renta efectiva. De allí la necesidad, sostiene Domar, de inversiones
públicas, a fin de garantizar la tasa de crecimiento requerida para sostener la rentabilidad del capital y
el equilibrio de la acumulación.
3. Ambos modelos (o su síntesis) permiten deducir la existencia de una serie de dificultades inherentes
al proceso de crecimiento en el tiempo, que pueden llegar a impedir un crecimiento equilibrado con
plena ocupación.
Harrod explica que no existe ningún mecanismo seguro para evitar que una economía llegue a
igualar la tasa natural y la garantizada, siendo esta última inestable. Por su parte, Domar ubica el origen
del problema en la existencia de una inversión de nivel demasiado bajo para la economía.
Estos modelos muestran que la tasa de acumulación es función de las decisiones empresariales
encaminadas a lograr ganancias, sin garantía alguna de que el nivel de inversión se ajuste al requerido
por una economía de libre mercado. Una situación de depresión a largo plazo –que genera un volumen
de desempleo mayor, junto con la subutilización de los recursos– es resultado de una posible evolución
del proceso económico capitalista, y no de una perturbación externa al funcionamiento del sistema.
El problema de desempleo que preocupaba a Keynes se caracterizaba por la existencia de un exceso
de capacidad instalada.
Los autores hasta aquí abordados son complementarios, en cuanto analizan el problema por sus
dos lados: la tasa de crecimiento garantizado de Harrod se basa en la doctrina de la demanda efectiva
de Keynes: solo puede entenderse en un contexto de demanda efectiva insuficiente y desocupación
involuntaria. Harrod se concentra en el problema potencial de la subutilización de la mano de obra,
que puede perjudicar el crecimiento: el desempleo es una de las situaciones habituales y eliminarlo
debe ser el objetivo principal para garantizar el nivel de la demanda agregada. En cambio, para Domar
es la escasez de inversiones lo que puede resultar dañino. Si el problema se enfoca especialmente desde
el lado de la producción o de la oferta agregada, es la capacidad productiva no eficientemente utilizada
lo que perjudica el crecimiento económico.
3.4. La respuesta neoclásica: hacia la síntesis
1. La conclusión central del modelo Harrod-Domar –el hecho de que el crecimiento es inestable en
las economías capitalistas por causa de una tendencia crónica al exceso de ahorro, por encima de las
necesidades del capital– produce fastidio en la economía ortodoxa, que busca siempre el modo de
justificar la tendencia innata al equilibrio óptimo en el proceso económico capitalista de libre mercado.
La carrera por asegurarse el control de África y Asia cambió la política de todas las naciones europeas,
hizo surgir alianzas contrarias a todas las líneas naturales de simpatía y de asociación histórica,
constriñó a toda nación del continente a consumir una parte cada vez mayor de sus recursos
materiales y humanos en el equipamiento naval y militar, condujo a la nueva gran potencia, los
Estados Unidos, de una posición de aislamiento a rivalizar de lleno en la competencia internacional;
y, por el número, el alcance y la urgencia de los problemas que ha impulsado a las marquesinas de
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
153
la política, se ha convertido en un factor constante de amenaza y de perturbación de la paz y del
progreso de la humanidad. La nueva política ha ejercido una influencia enorme en el arte de gobernar
de las naciones que se han involucrado (…) Mientras Alemania y Rusia han sido quizá las más claras
en su confesa decisión de considerar el beneficio material de su propio país como único criterio al
cual conformar su conducta, otras naciones no han tardado en aceptar el mismo modelo. Y, aun si la
conducta de las naciones en sus relaciones recíprocas ha sido en todos los tiempos determinada por
consideraciones egoístas y miopes, la adopción consciente y deliberada de este criterio, en una época
en la que el intercambio entre las naciones y su interdependencia para todas las cuestiones esenciales
de la vida humana han crecido enormemente, representa un paso atrás, presagio de graves peligros
para la causa de la civilidad21.
La ortodoxia liberal no encontrará una alternativa hasta llegar a 1956. En ese año publicó Robert
Solow su conocido modelo de crecimiento, que le valió el reconocimiento del mundo académico, del
stablishment político y, como era inevitable, le facilitó la obtención del premio Nobel en 1987 (Solow,
1956: 65-94).
Al comienzo parece que el modelo de Solow va a explicar cómo el ahorro, el crecimiento demográfico y el avance tecnológico influyen en el aumento del producto en el tiempo. Pero que el verdadero
objetivo es contradecir las conclusiones fundamentales del modelo Harrod-Domar, resulta evidente
desde la primera página del artículo: “Cuando los resultados de una teoría parecen desprenderse directamente de una suposición especialmente crucial, entonces, si esa suposición es dudosa, los resultados
también lo son. Quisiera probar que esto es así en el modelo de Harrod-Domar de crecimiento económico” (Solow, 1956).
Si se le mira sin dejarse desviar por los ecos mediáticos y académicos, la respuesta de Solow se basa
en un argumento más bien pobre desde el punto de vista teórico: el hecho de que el crecimiento equilibrado sea un filo de navaja a cuyos lados hay desequilibrio y estancamiento. Se basa eso únicamente
en la suposición harrodiana de que la producción tiene lugar en proporciones fijas. Si se asume, en
cambio, que capital y trabajo son perfectamente sustituibles por cualquier combinación de proporciones recíprocas, Solow considera que el argumento del filo de navaja se transforma en un caso particular
y no puede ser aplicado al funcionamiento del capitalismo en general:
La conclusión básica de este análisis es que cuando la producción tiene lugar bajo las usuales
condiciones neoclásicas de proporciones variables y rendimientos constantes a escala, no es posible
establecer una oposición simple entre tasas de crecimiento naturales y deseadas. Puede ser que no
exista –y en el caso de la función Cobb-Douglas no existe nunca– un filo de navaja. El sistema puede
ajustarse a cualquier tasa de crecimiento de la fuerza de trabajo y llegar a un estado de expansión
estable y proporcionada (Solow: 1956)22.
2. El punto de partida de la acumulación no es, para Solow, la inversión, sino la demanda y oferta
de bienes. Para determinar el volumen de la oferta, utiliza él la conocida función de producción23: el
producto es el resultado de una determinada combinación de dos factores, capital y trabajo, cuyos rendimientos a escala son constantes: el incremento de la producción es siempre proporcional al aumento
del uso de los factores y cada factor es retribuido conforme a su “productividad marginal”24.
La función de producción es la clave del sistema neoclásico, dado que ella sirve para “demostrar”
aquello que Clark proclamó, al principio del siglo xx, como el objetivo fundamental de la teoría
marginalista:
154
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
la teoría debe orientarse hacia el capital, no al trabajo, al producto extra que un aumento de capital
asegura [y que por tanto] bajo la influencia de la competencia completamente libre, el pago de todo
el trabajo debe igualar el producto de todo el trabajo, y que el interés sobre todo el capital debe ser
conforme al producto de todo el capital [y por tanto demostrar que] la ley natural (…) excluye toda
explotación (1899).
3. En los supuestos del modelo, si la economía se mantiene en estado estacionario –es decir, en un
equilibrio de largo plazo–, el capital por trabajador alcanza un valor de equilibrio y permanece invariable. En consecuencia, también el producto por trabajador alcanza un estado estacionario. Luego, en
un estado estacionario tanto K como Y alcanzan un nivel permanente.
Ese estado estacionario se alcanza en el capitalismo por vía de la definición misma de los supuestos
del modelo, que establece que el ahorro per cápita debe ser igual al aumento del capital, sin cambio
técnico; es decir que el ahorro se invierte, o que se invierte solo cuanto se ha ahorrado y todas las
inversiones amplían la capacidad de producción, pero no la intensifican.
Si por alguna razón se produce un cambio tecnológico, o una variación en el volumen de la población (que es igual a la fuerza de trabajo), y la economía se aleja del estado estacionario, sea por exceso
o por insuficiencia de capital por trabajador, hay fuerzas que la impulsan hacia el equilibrio de largo
plazo del estado estacionario. Solow encuentra un ancla nueva para el equilibrio del crecimiento: los
salarios. Una caída de los salarios en el momento justo (para compensar un aumento de la población,
o un cambio del coeficiente capital-producto, derivado de nuevas tecnologías) resuelve el problema.
“Este resultado contradice la posición de Harrod, según la cual se necesitará una tasa de interés en perpetua disminución para mantener el equilibrio” (Solow, 1956: 83). Las “consecuencias catastróficas”
del desequilibrio en el modelo Harrod-Domar, derivadas de la hipótesis de las “proporciones fijas”,
desaparecen, por cuanto en el modelo de proporciones variables de Solow la reducción del precio de la
fuerza de trabajo se traduce en una disminución de la oferta de trabajo (o sea que los trabajadores, de
allí en adelante, se desvanecen en el aire o se transforman en vagabundos) y el crecimiento reemprende
su senda equilibrada.
Suele decirse que el modelo de Solow constituye un progreso respecto al de Harrod-Domar, dado
que toma en cuenta la influencia de un tercer factor de producción, ese al que hoy llamamos “tecnología” o “capital inmaterial”.
Solow plantea que el cambio tecnológico incrementa la calidad del trabajo y el rendimiento de los
trabajadores mediante la especialización, la instrucción y otros factores. El progreso técnico permite un
crecimiento sostenido de la producción por trabajador, porque cambia la función de producción, que
a su vez modifica la función del ahorro. La tasa de cambio tecnológico determina la tasa de crecimiento
en estado estacionario de la renta per cápita, es decir, el crecimiento del producto por persona. Una
vez que la economía se encuentra en estado estacionario, la tasa de crecimiento de la producción por
trabajador depende solamente de la tasa del progreso tecnológico. De esta manera, el modelo de Solow
demostraría que el progreso tecnológico es la única explicación del aumento constante del nivel de vida.
Sin embargo, Solow considera un tipo de cambio tecnológico neutral, que no influencia las proporciones entre los factores, y que mueve la curva de la función de producción solamente hacia la derecha.
Como él mismo reconoce, “cambios perfectamente arbitrarios en la función de producción (es decir,
cualquier cambio tecnológico no proporcional) (…) difícilmente pueden conducir a conclusiones
sistemáticas” (1956: 85)25.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
155
3.5. Los modelos neoclásicos de crecimiento económico internacional
1. El modelo neoclásico estándar de crecimiento presupone la hipótesis de convergencia si las econo-
mías tienen un estado estacionario común, por lo que aquellas que se sitúan a un nivel inicial inferior
crecerán más rápidamente.
La convergencia económica se refiere a la tendencia que tienen los niveles de producción per cápita
a igualarse a través del tiempo. La convergencia económica simple se verificará cuando los países o
regiones con mayor producción per cápita tengan un nivel de crecimiento económico menor que
los países con menor producción per cápita. En presencia de factores idénticos, como instituciones,
funciones de producción (tecnología) y tasas de ahorro, todos los países convergerán hacia un mismo
estado estacionario. Dado que no todos los países tienen las mismas características, estudios empíricos
indican que la convergencia solo se verifica entre países o regiones que posean características similares.
Los países europeos con menor índice de PIB per cápita en 1960, crecieron durante los siguientes 40
años más rápidamente que sus contrapartes continentales con índice mayor. La misma cosa se verifica
entre los países de América Latina. Sin embargo, entre los países de África no parece verificarse la
convergencia económica. En el caso de México, datos recientes muestran una diversidad de resultados:
los estudios de Esquivel (1999), que examinan el período 1940-1995, presentan una convergencia
de 1,64% anual entre diferentes Estados, pero estudios realizados para el período 1985-2003 no dan
resultados similares.
2. La hipótesis neoclásica de convergencia es excesivamente abstracta, no solo por las hipótesis que
asume respecto a la existencia de una función de producción lineal del tipo Cobb-Douglas, sino también por su incapacidad para expresar las dinámicas reales de desarrollo de regiones enteras del mundo
–desde el punto de vista de los ingresos, desarrollo tecnológico y nivel de vida en general– donde se
verifica una profundización de la brecha frente a las regiones más avanzadas.
3.6. Contabilidad del crecimiento económico
1. La contabilidad del crecimiento económico se basa en el modelo neoclásico de crecimiento econó-
mico, y es utilizada en análisis empíricos para explicar cuáles son los factores que contribuyen a ese
crecimiento. Esta contabilidad representa un punto de vista descriptivo.
La ecuación básica para explicar las fuentes del crecimiento es la siguiente:
pΔy = wΔL + (ρ + δ) ΔK + R (ecuación 1)
Donde:
p: nivel de precios (constante).
Δy: variación en el producto (PIB).
w: salario real (constante).
ρ: tasa de retorno real del capital.
δ: tasa de depreciación real del capital.
ΔL: variación en la ocupación de mano de obra.
ΔK: variación en el capital.
R: residuo. Crecimiento no explicado por los incrementos en los factores tradicionales.
156
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Operando algebraicamente, se llega a la siguiente ecuación:
Tasa de crecimiento económico = tasa de participación del trabajo en el PIB
x tasa de crecimiento de la cantidad de trabajo + tasa de participación
del capital en el PIB x tasa de crecimiento del capital + residuo
2. Las búsquedas empíricas dieron como resultado, en la mayoría de las economías, que gran parte del
crecimiento fuera “explicado” con el argumento del residuo: con frecuencia el residuo “explicaba” más
del 50% del crecimiento económico.
La explicación que a su vez se dio como respuesta a esos resultados fue que para calcular la contribución del trabajo y del capital al crecimiento económico, debe agregarse el mejoramiento en la
calidad del trabajo (capital humano) y el mejoramiento en la calidad del capital (progreso técnico).
Bajo las premisas neoclásicas de competencia perfecta, el mercado adquiriría estas mejoras mediante la
remuneración de los factores; es decir, las diferencias en la productividad de los diversos tipos de trabajo se reflejarían en salarios diferentes y las diferencias en la productividad de los distintos tipos de
capital se reflejarían en diferentes remuneraciones al capital.
En la contabilidad del crecimiento económico, la ecuación que incluye los mejoramientos en la
calidad de los factores sería entonces:
Tasa de crecimiento económico = tasa de participación del trabajo en el PIB
x tasa de crecimiento de la cantidad de trabajo + tasa de crecimiento de la calidad del trabajo
+ tasa de participación del capital en el PIB x tasa de crecimiento del capital
+ tasa de crecimiento de la calidad del capital + residuo (R')
En esta última fórmula, el residuo R' no incluye la contribución del cambio en la calidad del
trabajo, ni la del cambio en la calidad del capital, al crecimiento económico.
Las causas de la variación del residuo han sido analizadas por los economistas de distintas maneras.
Algunos hablan de “cambio tecnológico”, otros de “incremento de la productividad total de los factores” y hay quien prefiere hablar de “reducción” de costos reales.
El cambio tecnológico pide a los economistas que analizan las causas del crecimiento económico
comenzar por las invenciones, la investigación y desarrollo, las innovaciones técnicas.
El mejoramiento de la productividad total de los factores lleva a pensar, según diversas formulaciones teóricas, en externalidades de diferente tipo: economías de escala, distribuciones y complementariedad. La reducción de costos reales lleva a contemplar todas las mejorías posibles, desde el punto de
vista gerencial de un director de producción o un empresario.
3. Los economistas han ido concentrándose en algunas formas particulares de reducción de costos
reales. Paul Romer (1986) se concentró en las recaídas que produce el “conocimiento”. Robert Lucas
(1988)26 se concentró en las externalidades que producen los incrementos del capital humano. Estos
autores desarrollaron modelos de crecimiento que intentaban hacer endógeno el factor R o R ' (por eso
se llaman modelos de crecimiento endógeno), pero no representan la multiplicidad de la reducción de
costos reales.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
157
Desde esta perspectiva, los obstáculos al crecimiento económico pueden provenir solamente de las
políticas económicas públicas o estatales.
4. Por otra parte, hay determinados conceptos que, si bien no son condición necesaria para pasar de un
estado de bajo crecimiento económico a uno elevado, pueden tornarse útiles para alcanzar un elevado
nivel de crecimiento por un período prolongado. Dicho de otra manera, estos modelos constituyen
el arquitrabe ideológico de los ajustes recomendados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM) como fórmulas mágicas para aplicar en todos los países del mundo.
Los programas de ajuste estructural hunden sus raíces en el artículo 1 de la carta programática del
FMI, donde puede leerse que se “favorecerá el crecimiento equilibrado del comercio internacional”.
Por tanto, los países que regularmente presentan déficit comercial necesitan ser sostenidos financieramente para no ser excluidos del comercio internacional de bienes y servicios. Para responder a los
problemas de balanza de pagos, a disposición de los países miembros que tienen bajo ingreso, ha puesto el FMI financiamientos en condiciones particulares, que de hecho se han revelado como auténticas
condiciones de subalternidad política y de usura económica, bajo el dominio de los poderes de las
multinacionales y del capital financiero internacional.
Este tipo de financiamiento comenzó a ser ofrecido en 1986, en el marco del Servicio de Ajuste
Estructural (SAE), que posteriormente, en 1987, se convierte en Servicio Reforzado de Ajuste Estructural (SRAE) y se constituye en elemento central de la estrategia de la institución para ayudar –así se
declara– a los países pobres.
En general, la aplicación del SRAE en los países se da en contextos de inestabilidad macroeconómica, en los cuales los problemas más relevantes son los déficit fiscales y de cuenta corriente, la
declinación pronunciada de los ingresos reales y el aumento de la deuda externa.
Para el FMI, esos países fueron llevados a tales condiciones de insostenibilidad por años de pésimos
Gobiernos en lo económico y de shocks externos adversos.
Por tanto, los programas del SRAE, con el total condicionamiento económico que comportan,
constituyen para el FMI el instrumento perfecto para “ayudar” a esos países a superar los problemas
externos y retornar al camino del crecimiento, mediante la aplicación de políticas económicas “correctas” y de reformas estructurales que posibiliten la asignación eficiente de recursos a través del mercado.
5. Las recomendaciones en materia de política económica –que condicionan la posibilidad de perci-
bir ayuda a través del SRAE– provienen del paradigma teórico neoclásico, según el cual el mercado
funciona cuando, en condiciones “adecuadas”, se maximiza el beneficio para el productor y la utilidad
para el consumidor, con lo que se maximiza también, de hecho, el bienestar de la sociedad. Así, las
reformas están dirigidas a transformar las anticuadas estructuras económicas de países con bajo ingreso
y convertirlas en exitosas economías de mercado.
En ese esquema, los mercados deben funcionar libremente, para lo cual hay que eliminar las regulaciones que enlentecen su funcionamiento y apostar por fuertes proceso de privatización. Igualmente,
se privatizan las funciones del Estado, con excepción de los “bienes públicos” (orden público y defensa
nacional).
Por todo lo dicho y a los fines del análisis, es posible dividir el SRAE en dos fases complementarias:
la primera incluye la estabilización económica a corto plazo, que tiene como objetivo facilitar el rápido
158
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
retorno del país en cuestión a los mercados mundiales, a través de medidas económicas dirigidas,
principalmente, a reducir el déficit fiscal y mantener bajo control la inflación; la segunda fase consiste
en las reformas estructurales de la economía, propiamente dichas, que el FMI considere necesarias, las
cuales permitirán al país una inserción exitosa en los mercados mundiales, a largo plazo, y por tanto
pondrán fin a la necesidad del financiamiento facilitado.
3.7. Equilibrio sin tecnología
1. Las teorías se deben confrontar continuamente con la realidad. El funcionamiento de la economía capitalista no responde casi nunca al funcionamiento de los modelos. Esa falta de realismo, sin
embargo, no parece fastidiar a la economía dominante, que sigue difundiendo, en los libros de texto
que se usan, todo el aparato del keynesismo cocinado en salsa marginalista por la síntesis neoclásica.
Como escribe Weeks (1989):
El argumento generalmente difundido de que la economía capitalista tiende automáticamente al
pleno empleo ha sido vaciado de varios contenidos básicos, a los que podemos encontrar todos en la
literatura económica más avanzada:
1. El mecanismo walrasiano del equilibrio de los mercados no es una guía adecuada para el
funcionamiento de las economías reales (no existe ninguna buena teoría, como lo ha puesto en claro
Hahn, de los movimientos que van de situaciones de menos que plena ocupación a situaciones de
plena ocupación).
2. Si hubiese una teoría satisfactoria del ajuste en desequilibrio, ello no implicaría necesariamente
que moverse hacia la plena ocupación signifique, consecuentemente, una reducción del salario real
(las parábolas que se basan en modelos de una mercancía no sobreviven a la prueba de un modelo
multi-mercancías).
3. Si hubiera una tendencia automática al pleno empleo y esta estuviera asociada a una reducción del
salario real, el resultado no sería único (en el mundo real, el dinero no es neutral).
Naturalmente, ningún libro de texto se toma en serio el argumento de que las economías capitalistas
tienden automáticamente al pleno empleo. Pero, prácticamente sin excepción alguna, los textos
estándar, tanto para licenciaturas como para especializaciones, repiten que, en abstracto, las cosas
funcionan así; que la teoría pura es correcta en su lógica y que, en todo caso, se trata de una
aproximación óptima, en relación con la cual se pueden juzgar los resultados del mundo real. Esa
solución de compromiso perpetúa un dogma y su poderoso mensaje ideológico. Constituye esto una
prepotencia ideológica no empíricamente probada y un caso especial desde el punto de vista lógico.
Es grano para el molino de los ideólogos de derecha y una barrera para el desarrollo de una teoría que
vaya a los problemas fundamentales de una economía capitalista.
En particular, hay elementos muy relevantes cuyo tratamiento es completamente insatisfactorio en
ambos tipos de modelo. De un lado, la formalización de los modelos se efectúa a través de ecuaciones
algebraicas basadas en el principio de identidad. Del otro, el dinamismo tecnológico, una de las características que más claramente definen el modo de producción capitalista, recibe un tratamiento que
fluctúa entre lo inadecuado y lo inexistente, según de cuál modelo se trate.
2. Entre los modelos keynesianos y neoclásicos (así como en la síntesis de ambos, las curvas IS-LM)
hay algunos lugares comunes: todos definen la existencia de caminos o trayectorias de equilibrio,
más estrechos en el caso de los modelos keynesianos, más anchos en los modelos neoclásicos. Todos
muestran que la acumulación capitalista puede desplegarse con un funcionamiento regular, siempre
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
159
que la tasa de acumulación se produzca dentro del sendero estrecho, o en las grandes “aeropistas”,
del equilibrio.
Nada mas lejano del modelo marxista de acumulación, aun cuando, como se ha visto, en algunas
versiones keynesianas originales se recurre a la inspiración en el autor de El Capital para encontrar una
solución que se presume satisfactoria.
Para Marx, la acumulación capitalista no se produce nunca en condiciones de equilibrio. Al contrario, para Marx el capitalismo es una formación económico-social en la que el equilibrio es solo una
excepción, y su verdadera condición “natural” es la de no-equilibrio27. La regularidad o irregularidad
del proceso no depende de la verificación de determinadas identidades macroeconómicas, sino de algo
más prosaico y menos formal, como es la lucha de clases y, como consecuencia de esta, de la forma en
que se lleva a cabo la distribución del excedente productivo, o valor agregado. Marx pone en evidencia
cómo el capitalismo, en su desenvolvimiento dinámico, implica una tendencia a la reducción de la tasa
de ganancia, como consecuencia directa de la existencia de la competencia. Marx demuestra que lo que
provoca esa caída no es un factor natural, como la evolución demográfica, la fertilidad decreciente de
los suelos o la entrada en escena de un nuevo capital venido de fuera, sino una tendencia inherente al
proceso de aumento del poder productivo del capital. Este es uno de sus principales aportes teóricos,
vinculado al descubrimiento de la reproducción del capital constante, que no había sido analizado por
sus contemporáneos de la escuela clásica28.
El paradigma marxista es, por el momento, el único que le da a la tecnología el tratamiento interdisciplinario que requiere, si es que se busca comprender su papel en el proceso de acumulación. Las
categorías de “fuerzas productivas” abarcan la intuición de Marx en el sentido de que el crecimiento
capitalista incorpora siempre alguna forma de progreso técnico, precisamente por la necesidad de
mantener a flote la tasa de ganancia y la participación de mercado frente a la competencia.
De esa intuición deriva Marx su teoría de la acumulación, que no es una teoría del equilibrio
sino una teoría de la crisis. El capitalismo no se desarrolla sobre un sendero de equilibrio, ni ancho ni
estrecho; y lo contrario de esto no es una teoría del crecimiento no equilibrado, como la desarrollada
por discípulos de Keynes durante varios decenios (Joan Robinson, Nicholas Kaldor et al.).
En la concepción de Marx, la acumulación se expresa tanto en términos de equilibrio de pleno empleo (neoclásico) o de subempleo (keynesiano), como en términos de desequilibrio (poskeynesiano),
y conduce siempre al estancamiento y la crisis, que acontecen en términos de exceso de mercancías
(crisis de sobreproducción) o de exceso de capital (crisis de sobreacumulación), como crisis cíclicas o
grandes depresiones.
Al poner la crisis y no el equilibrio en el centro del análisis, la economía marxista permite entender
mejor lo que ocurre en la realidad.
3.8. La “no identidad” entre crecimiento económico cuantitativo y desarrollo real cualitativo
1. A lo largo de la historia, la idea de desarrollo ha sido concebida en su dimensión esencialmente
económica y la teoría del desarrollo se mantuvo ligada a su concepción neoclásica de crecimiento económico, es decir, a su identificación con el crecimiento de la riqueza29. Se usaron conceptos similares,
incluyendo sinónimos del desarrollo como riqueza, evolución económica, industrialización, modernización, etcétera, pero el más utilizado fue y es la dimensión cuantitativa del crecimiento económico,
entendida como aumento de la producción total de bienes y servicios durante un período, que se
160
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
evidencia a través del crecimiento del PIB de un país a mediano y largo plazo, y que se transforma en
términos redistributivos, desde el punto de vista contable, con el incremento de la renta per cápita,
etcétera.
Un concepto más amplio, que recoge los aspectos no considerados por el producto bruto, es el de
desarrollo económico comprehensivo, que incluye, aparte de aspectos como el nivel de producción, también datos estructurales como el grado de instrucción de la población, los indicadores de mortalidad,
la expectativa de vida, etcétera. En el concepto de desarrollo comprehensivo se integran asimismo
nociones más abstractas, como la libertad política, la previsión social y muchas más.
¿Por qué no se usa el concepto de desarrollo económico y social comprehensivo, u otras mediciones
del bienestar, en lugar del concepto de PIB, para medir el crecimiento económico? Esencialmente, por
la dificultad de medir el desarrollo económico, que es un concepto muy amplio y sin consenso general
para su definición exacta. Por otra parte, es también muy difícil llevar una observación de desarrollo
económico a una medida numérica: por eso las comparaciones interregionales o intertemporales son
muy dificultosas. El producto interno bruto es una medida numérica de fácil interpretación; además,
se define y cuantifica bien en los modelos económicos, donde por lo general el producto de una economía es el resultado de la combinación de insumos o input.
Entre otras cosas, eso le permite a la economía de mercado mantener escondidas, en la contabilidad,
sus limitaciones y contradicciones; esto es, la dramática realidad de que la exaltación del crecimiento
cuantitativo en el modo de producción capitalista conlleva necesariamente explotación, desigualdades,
pobreza, desocupación, inequidad, enfermedades, guerras; vale decir: falta de verdadero desarrollo en
términos sociales y políticos.
Y todo esto porque un crecimiento económico no implica necesariamente una mejoría del bienestar social, de la igualdad de oportunidades entre todos los miembros de la sociedad.
2. Los aportes del mundo científico e institucional a la discusión de la identidad entre crecimiento
económico y desarrollo real han sido múltiples; se subrayan, en general, el carácter históricamente
condicionado del desarrollo y la necesidad de la participación del Estado y de otras instituciones. No
obstante, no son pocos los que consideran que el crecimiento económico automático, en condiciones
de mercado, genera una especie de círculo virtuoso de desarrollo, por lo que las únicas políticas posibles son las congruentes con un mercado abierto y desregulado.
En síntesis, este pensamiento postula cuanto sigue:
a) Una baja tasa de interés es un atractivo para acceder a créditos que incrementen la producción
y la recuperación de sectores deprimidos. Además, permite tener más recursos disponibles para
el consumo, el ahorro o la inversión.
b) La inversión real se incrementa con tasas más favorables, por el principio de actividad generadora de recursos.
c) Cuando la inversión real se incrementa, conduce a la producción de recursos económicos que
son usados para atraer nuevos capitales.
d)Por esto se generan más puestos de trabajo, ya que se necesita mano de obra adicional en la
nueva producción.
e) Una mayor ocupación aumentará los ingresos de las unidades familiares.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
161
f ) Con ingresos adecuados, el consumo se estimula, y del mismo modo, si existen excedentes, estos
serán destinados al ahorro.
g) Este ahorro se canaliza hacia el sector financiero y, a su vez, retorna al círculo virtuoso como
crédito generador de más inversión, empleo y consumo.
3. Una visión fuertemente crítica establece que la pobreza no es causa sino consecuencia del subde-
sarrollo, y que los problemas que condicionan esta situación deben ser buscados, sobre todo, en las
relaciones de dependencia existentes entre el norte y el sur, que entrañan la necesidad de reformular
el marco de las relaciones internacionales y la cooperación para el desarrollo. Para esta corriente de
pensamiento, el subdesarrollo y el desarrollo son dos caras de una misma moneda, una característica
del sistema de relaciones internacionales del capitalismo30.
Desde ese punto de vista se acentúa el hecho de que las causas del subdesarrollo son estructurales,
en oposición a la corriente desarrollista, que ponía el peso en las causas endógenas. Como argumenta
Paul Barán (1956), no se puede hablar de una sola historia del capitalismo, ni de la estructura que este
ha tenido, sino de una colección de historias con una estructura similar, cada una de las cuales atraviesa
en fechas distintas sus principales etapas.
Se deduce que el objeto de estudio tiene que ser cambiado: no puede ser el desarrollo como crecimiento económico cuantitativo, sino el subdesarrollo como consecuencia de aquel, junto con la
búsqueda de causas y soluciones para un problema tan extendido mundialmente como este.
Uno de los núcleos fundamentales del debate de los años sesenta del pasado siglo fue el de las
relaciones entre comercio y crecimiento. La teoría convencional del comercio internacional, tanto la clásica como la neoclásica, apostaba y sigue apostando por una relación positiva entre ambas
variables.
La atención de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) se dirigió a los
beneficios crecientes obtenidos por los países ricos gracias a una transferencia sistemática de recursos
sustentada en el deterioro de los términos de intercambio, mediante el cual se refieren los índices de
precios de las exportaciones e importaciones y su variación respecto a un año considerado como base.
Tras las conclusiones de la Cepal, muchos fueron los estudios sobre la relación de intercambio, y no
pocos de ellos contradictorios entre sí por el horizonte de las investigaciones: las premisas adoptadas,
los objetivos expuestos, los períodos contemplados, los productos incluidos o excluidos, las regiones
abarcadas, etcétera. Pero una realidad es indiscutible: la relación entre comercio, crecimiento cuantitativo y desarrollo no es lineal, ni demuestra por qué deba ser necesariamente positiva para todos, como
postula el pensamiento económico dominante.
Todos, sin embargo, parecen convenir en los siguientes elementos como causa del deterioro:
a) Inelasticidad de la demanda de productos primarios, motor del desarrollo de muchos países.
b) Estructuras diferentes del mercado de trabajo entre los países desarrollados y los subdesarrollados, lo que se yergue como obstáculo para que las ganancias en productividad de estos últimos
sean absorbidas a través del incremento de los salarios.
c) Las prácticas proteccionistas y discriminatorias contra los países subdesarrollados.
d) Los efectos de la relación de intercambio repercuten también sobre la capacidad de adquisición
de las exportaciones.
162
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
3.9. Crítica del desarrollismo: PIB, desarrollo humano y más
1. La medición del crecimiento económico es usualmente utilizada para valorar los resultados econó-
micos de un país en un determinado lapso y se calcula, generalmente, en términos reales para tomar
en cuenta los efectos de las variaciones en los niveles de precios. Implícitamente, se supone que un
alto crecimiento económico sea ventajoso para el bienestar de la población, por lo que, dicho de otra
manera, sería ese un resultado deseado por las autoridades políticas y por la población misma del
país en cuestión. Tanta credibilidad se le otorga a esta opinión, que se concibe una especie de círculo
virtuoso del crecimiento, según el esquema presentado anteriormente. El creer que las cosas realmente
funcionan según estos esquemas automáticos ha conducido a considerar que toda política racional
debe ser congruente con tales postulados; se concluye, así, que son factores externos los que conducen
a los países hacia la crisis y la inestabilidad.
La utilización de la medida del crecimiento económico como parámetro del incremento del desarrollo comprehensivo equilibrado acarrea todos los problemas que surgen al considerar el producto
interno bruto como medida del bienestar. Esa medida es limitada, de una parte, por problemas de
medición, ya que, por ejemplo, no incluye algunas actividades como el trabajo doméstico o el trabajo
“negro”, ni la dimensión social –como calidad de la enseñanza, salud, impacto ambiental–, para no
hablar ya del impacto global del llamado desvalor agregado y, entre estas cosas, de los efectos de la
economía de guerra. La magnitud de las actividades que no son incluidas en la medición del producto
interno bruto varía de un período a otro y entre países; por tanto, las comparaciones intertemporales e
interregionales del crecimiento económico se ven ligeramente distorsionadas cuando estas actividades
alcanzan magnitudes considerables. Por otra parte, como medida del bienestar social, el PIB sufre de
una serie de deficiencias conceptuales. Brevemente se puede decir que:
a) No toma en cuenta los efectos negativos en el bienestar de muchas actividades que aumentan
el producto interno bruto, como es el caso de algunos factores externos (por ejemplo, polución
ambiental, producción bélica, etcétera).
b) No considera la totalidad de los efectos positivos de actividades que incrementan el bienestar
(por ejemplo, mejor distribución de la riqueza y de la renta).
c) No registra aspectos intertemporales, como por ejemplo el consumo acelerado de recursos naturales, la depreciación del capital o el endeudamiento de una economía, que puede implicar que
la generación actual goce de un alto crecimiento económico a costas de un menor producto para
las generaciones futuras.
Por estas razones, un mayor crecimiento económico cuantitativo no representa necesariamente un
aumento del bienestar para la mayoría de la población.
2. El PIB, al que se presenta como el indicador sintético más importante del sistema de cuentas
nacionales, es la expresión máxima de ocultamiento de las diferencias entre la economía formal y la
economía real. El concepto de valor agregado que le sirve de base presupone que el simple hecho de
que el dinero pase de mano en mano significa generación de riqueza, no obstante la vacuidad del
contenido de este movimiento. El PIB es esencialmente la medida del output neto, como sumatoria de
las actividades económicas privadas: se asume que todo producto o servicio ofrecido como mercancía
o moneda constituye, por definición, un aumento de la riqueza nacional.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
163
El PIB no hace diferencias entre costos y beneficios reales, ni entre actividad productiva o improductiva (o incluso destructiva) y, menos aún, entre economías sustentables e insustentables. Es una
especie de sumatoria que contabiliza el cómo hacer dinero, sin preocuparse de cómo se le ha obtenido
ni para qué, por lo cual no incluye los costos sociales ni los naturales. Un indicador ignorante de todo
aquello que sucede fuera del campo monetario (Dierckxsens, 2004b).
El PIB mide todas las actividades que incluyan una transacción monetaria y hace caso omiso de todas
las demás. Por ejemplo, si una persona sufre un accidente automovilístico e ingresa en graves condiciones a una clínica u hospital, se produce, por causa de los gastos de hospitalización, un crecimiento del
PIB; la economía de guerra, las guerras de agresión contra los pueblos, al sostener la demanda por medio de los gastos militares, primero, y luego mediante la reconstrucción de los países destruidos por la
guerra misma, seguramente acrecientan el PIB. E incluso, por ejemplo, la extracción de minerales o la tala de bosques producen riqueza, pero no se contabilizan las graves pérdidas ocasionadas al ambiente.
Por otra parte, si el PIB crece más deprisa que la población, es indicio de un mejoramiento de la
calidad de vida, mientras que, al contrario, el nivel de vida empeora si el PIB crece más lentamente que
la población. Dado que el PIB per cápita no tiene en cuenta el costo de la vida en cada país, no puede
ser considerado como un indicador válido del nivel de calidad de vida, desde el momento en que no
considera el verdadero desarrollo humano, sea que se le mida por el poder adquisitivo real o por los
beneficios sociales que recibe la población.
Como ha quedado dicho, el PIB ignora la riqueza natural existente y, de esa manera, es incapaz
de considerar el despilfarro y deterioro del ecosistema. El uso de los recursos naturales es considerado
solo en términos de creación de ingreso monetario, de riqueza, mientras se desdeña e ignora el proceso
simultáneo de pérdida de riquezas naturales y sociales relacionadas con esos recursos. Desarrollo y
ambiente no deben ser objetivos antagónicos.
Con el método actual, al tener que contabilizarse los gastos hospitalarios, el deterioro de la salud
de la población termina siendo, en lugar de una pérdida, una ganancia. De la misma manera, resulta
poco claro cómo la actividad especulativa y las actividades de bolsa puedan conducir a la creación de
riqueza, si generan incluso crisis del mercado de valores y ataques especulativos capaces de desarticular
social y económicamente a países enteros y aun regiones31.
3. Incluso los economistas neoclásicos reconocen que existen tres grandes categorías de problemas de
mercado: la tendencia de la competencia a autoeliminarse, el carácter corrosivo del interés material
sobre el contexto moral de la sociedad y la existencia de bienes públicos y de factores externos.
El término “factor externo” es muy controversial: presupone que los mercados son perfectos y que
los problemas y contradicciones son supuestamente externos a estos, así como lo son en el pensamiento
neoclásico. Uno de los factores externos más evidentes es el daño ambiental, tema que el SCN es
completamente incapaz de analizar.
En su análisis, Karl Marx (1966: 473) arriba a un resultado de gran actualidad: “la producción
capitalista solo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción, minando
al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre”.
Para el autor de El Capital, la lógica de la plusvalía impone una tendencia al suicidio colectivo de
la humanidad: aun con las debidas actualizaciones, está claro que Marx tenía plena conciencia de este
problema.
164
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Este tipo de factor externo fue definido por Meade (1952) como una propiedad de la función de
producción, aun cuando lo valorase en términos de mercado y lo asociara al hecho de que el output de
una empresa no depende solamente de los factores de producción que utiliza, sino también del output
de factores usados para otras cosas. No hay duda de que en las últimas décadas el problema que ha
recibido más atención es el relativo al impacto ambiental de la producción.
El SCN ignora los efectos de la actividad económica en el ecosistema y la función que este cumple,
tanto en la absorción de emisiones y desechos como en el suministro de recursos. En su contabilidad
se calculan solo algunos recursos naturales cuyo precio es establecido por el mercado, pero no los
procesos naturales que tienen lugar en los ecosistemas y que constituyen incrementos o decrecimientos
del patrimonio natural; tampoco se calculan recursos como el patrimonio genético, la flora, la fauna o
las funciones ecosistémicas.
Todo ello es consecuencia de considerar la economía como un sistema cerrado y autosuficiente. El
SCN, en síntesis, muestra algunas limitaciones en lo que respecta a la relación entre producción de
riqueza y ambiente (Claude, 1997); en particular, no considera el agotamiento de los recursos naturales como depreciación. Por el contrario, lo registra en la producción e incrementa el PIB, lo que no
permite una orientación hacia un desarrollo eco-socio-sustentable. La mayoría de los expertos coincide
en señalar que el agotamiento del capital natural debe ser registrado del mismo modo que el de otros
bienes productivos.
La degradación del ambiente no es contemplada en el SCN, principalmente en razón de la gran
dificultad que entraña la estimación monetaria de los fenómenos ambientales, locales o globales. Los
gastos de protección del ambiente contra la contaminación son incluidos en las cuentas de la renta
junto con el consumo intermedio y final, y no son desagregables. Los bienes y servicios no comercializados se excluyen de la contabilidad o se consideran de manera inadecuada. Tampoco los esfuerzos
realizados por un grupo de países, al adoptar un sistema de cuentas satélite, resuelven a fondo el
problema, aunque al menos se han dado así los primeros pasos en la llamada contabilidad ambiental,
en términos físicos y monetarios.
4. El desarrollo, en lugar de lo anterior, debería ser capaz de combinar tres necesidades: la dismi-
nución de la pobreza, el crecimiento socioeconómico y la tutela del ambiente y de los ecosistemas
naturales.
El desarrollo del siglo xx favoreció exclusivamente a los países ricos, ligado como estuvo a la acumulación capitalista. El concepto de desarrollo, por el contrario, no debe estar ligado al concepto de
crecimiento cuantitativo, en tanto que para poder lograr un desarrollo también en los países pobres,
es necesaria una renuncia al desarrollo sin límites de los países ricos, al tiempo que su medición debe
tener connotaciones socioambientales cualitativas.
Frente al PIB, que analiza el progreso económico, Halstead y Cobb (1996) proponen un indicador
alternativo: el indicador del progreso genuino (IPG). Este último mide el consumo y el deterioro
de los recursos naturales, renovables y no renovables; de hecho, el IPG sustrae del PIB los costos de
contaminación del agua y del aire, el consumo de energía no renovable y el deterioro de la capa de
ozono. En este indicador no se consideran los gastos improductivos, sino solo aquellos que son útiles,
es decir, que aumentan directa o indirectamente el bienestar humano, como las prestaciones sociales
o la seguridad social; el principio de prevención, incluso, está por encima del de reparación. De esta
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
165
manera, se reclaman nuevas formas de medir la productividad, de forma tal que se garantice en cada
caso una renta suficiente a los ciudadanos.
5. La concepción del desarrollo como mero crecimiento del PIB entra en crisis ya en los años setenta,
con la caída del sistema monetario internacional, la primera crisis energética y otros factores que golpean sensiblemente la dinámica del comercio internacional. Se hace evidente, además, la incapacidad
del modelo existente para asimilar el crecimiento demográfico, mientras que las crecientes demandas
de financiamiento externo terminan por generar, en los años ochenta, la crisis de la deuda externa y la
detención del desarrollo.
La respuesta teórico-ideológica de las clases dominantes fue el consenso para las políticas económicas de Washington y los programas de ajuste estructural, como condición reclamada por el FMI y el
Banco Mundial a todo país que aspire a un auxilio financiero.
Al decir de muchos economistas, la emergencia del neoliberalismo y la caída del campo socialista
cambiaron la correlación de fuerzas a nivel internacional. Si en los años setenta se consideraba la
propuesta del Nuevo Orden Económico Internacional (NIEO)32, con la cual se postulaba que el norte
debía fundamentalmente adaptarse al sur del mundo, en los años ochenta es ya el sur el compelido a
adaptarse supinamente al norte.
La convicción de que indicadores monetarios como el PIB no están en capacidad de revelar el
empeoramiento y empobrecimiento de los recursos, ha estimulado esfuerzos correctivos como los que
llevaron a la creación del “PIB verde”, un indicador que toma en cuenta la degradación del ambiente
y sus consecuencias para el desarrollo económico; sin embargo, se trata de un instrumento muy difícil
de calcular, ya que es casi imposible definir los efectos del cambio climático, de las transformaciones
culturales y científicas o de las recaídas de las crisis económicas.
Emerge, pues, un nuevo concepto de desarrollo, en el que se asume el carácter más complejo, multidimensional, incluyente, plasmable, de todo el proceso y cuyo objetivo no es solo el crecimiento económico sino la erradicación de la pobreza, la redistribución de la renta y la protección del ecosistema.
Es con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a fines de los años ochenta,
que surge finalmente una manera de atender al desarrollo humano que presupone un cambio radical
de los proyectos antes expuestos33. A partir de 1990, con la publicación de los Informes sobre Desarrollo Humano del PNUD, se abre una nueva etapa no solo en la concepción del desarrollo, sino en
su medición34.
El informe de 1994 se refiere a un nuevo paradigma de desarrollo, capaz de colocar al ser humano
en el centro y de considerar el crecimiento como un medio y no como un fin, que proteja las oportunidades de vida de las generaciones futuras y respete los sistemas naturales de los cuales dependen todos
los seres vivos. A tal fin, considera también la posibilidad de proceder a una reestructuración de los
esquemas de distribución de la renta, la producción y el consumo a escala mundial, como condición
necesaria y prioritaria. En el informe de 1997 se estudia el problema de la reducción de la pobreza,
mientras que el de 2000 analiza los derechos humanos como parte fundamental del desarrollo y considera el desarrollo humano como medio para hacerlos realidad.
En lo que toca a las mediciones, el PNUD diseñó un índice de desarrollo humano con base en
tres componentes: longevidad, educación y renta per cápita. Aun siendo este un índice general, está
claro que cuando las personas disponen de esos tres elementos pueden encontrarse en condiciones de
166
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
acceder a otras oportunidades, en términos cualitativos. Aun en su imperfección, es una alternativa al
PIB per cápita y se le utiliza cada vez más para evaluar el atraso de algunos países del mundo.
Aunque la concepción del desarrollo humano representa un indudable paso adelante, es también
cierto que no ha significado una verdadera recuperación del concepto de desarrollo, ya que ha predominado la tendencia –muchas veces ideologizada– de identificar, por ejemplo, como modelos únicos de
desarrollo, aquellos que coinciden con el supuesto éxito de algunos países en determinadas etapas
de su evolución: en el siglo xx fue así con el modelo japonés, primero, y en los años sesenta-setenta,
con el de los “tigres asiáticos”.
Pero es más tarde, con los programas de ajuste estructural, que el FMI y el Banco Mundial consiguen imponer nuevamente el ideal de un modelo único centrado en el equilibrio macroeconómico.
Los Informes de Desarrollo Humano del PNUD han evolucionado en el tiempo. No obstante, y
sin disminuir su mérito, es preciso admitir que se han convertido en una especie de certificación de
agencia de rating internacional, que clasifica los países por su más alto o bajo desarrollo humano y
mide las etapas y fases de su camino, etcétera35.
De cualquier manera, estos indicadores no resuelven el problema, sino que lo postergan –ya que
los costos humanos y monetarios de hoy tendrán necesariamente que recaer sobre las generaciones
futuras–, y además lo desplazan en el espacio, aunque no pasa de ser una ilusión la idea de que existan
todavía en el planeta lugares en los que se puedan revertir los estragos que hemos causado al ambiente.
3.10. Modelos neoliberales, nueva macroeconomía clásica y teorías
keynesianas de última generación: acumulación sin crecimiento
1. Frente a la aplicación de políticas neoliberales a partir de los años ochenta, la economía política
convencional retomó, incluso, la defensa de los mismos modelos que Keynes había criticado en los
años treinta del pasado siglo.
Esta “nueva” macroeconomía se manifiesta inicialmente con los llamados “modelos de oferta”36. Tal
versión de la macroeconomía convencional se asienta en la constatación de la falta de operatividad de
las políticas anticíclicas de demanda y propone actuar con medidas estructurales orientadas principalmente a la reducción del costo de la mano de obra y a la desregulación de la economía, o al
relanzamiento de la demanda mediante el keynesianismo militar, con el argumento de que un contexto
de mayor competitividad y salarios reducidos permitirá un incremento en la ocupación de la fuerza de
trabajo y mayores tasas de crecimiento económico. Estos argumentos, que no han encontrado nunca
comprobación en los resultados económicos y que se basan en un principio tan antiguo como la
ley de Say (“toda oferta crea su demanda”), criticado tanto por Marx como por Keynes, sirvieron,
sin embargo, como plataforma ideológica de los programas de privatización y desregulación –y de
debilitamiento de las organizaciones de los trabajadores– impulsados por Margareth Tatcher y Ronald
Reagan a comienzos de los años ochenta.
La economía de la oferta fue el ataque más abiertamente político a las políticas keynesianas basadas
en el pacto social y el gasto público. La desfiscalización de las rentas más elevadas se justificó con
argumentos como la “curva de Laffer”, construido por encargo del Gobierno republicano norteamericano, que defiende la disminución de impuestos a los ricos con la tesis de que estos muestran una
tendencia marginal al consumo inferior a la de los pobres y, dado que, por definición, todo lo que
no se consume se ahorra; y dado además que el ahorro, también por definición, es igual a inversión,
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
167
entonces dejar el dinero en manos de los más ricos favorece la formación de una tasa mayor de
inversión-acumulación37.
Que el resultado principal de esta política fuera un largo período de estancamiento económico,
acompañado por una redistribución brutal de los ingresos de los sectores medios y pobres hacia los
ricos, con un aumento del gasto superfluo por parte de estos, así como por una orgía de inversiones
especulativas financieras e inmobiliarias, no conmovió los fundamentos de la economía políticamente
aceptable y acentuó todavía más el retorno al siglo xix. En particular, los nuevos modelos macroeconómicos consideran los recursos del capital intangible –la comunicación y la información, por ejemplo– como la nueva fuerza productiva en el marco metodológico neoliberal. Por ello postulan que a
medida que los flujos de información circulan entre los operadores económicos, continúan reforzando
la calidad de las decisiones, dado que el procedimiento que implementan los agentes de la información
económica –y las consecuentes respuestas– se caracterizan por la racionalidad. De esa manera, sostienen, este postulado es garantía de equilibrio en la asignación del tiempo de trabajo social a las diversas
producciones y, por tanto, de un equilibrio entre oferta y demanda que garantizará el crecimiento
cuantitativo más elevado de la economía.
Poco importa que la “racionalidad” sea tan antigua como Adam Smith, ya que no es otra cosa que la
versión sofisticada, con formalismos matemáticos, de un comportamiento postulado doscientos años
atrás por el homo oeconomicus; esto es, que las decisiones relativas a la asignación del tiempo económico
individual deben tomarse en función, exclusivamente, de la obtención intertemporal del máximo rendimiento económico, medido en unidades monetarias. Este reduccionismo fue aplicado por autores
como Gary Becker para tratar de explicar el comportamiento humano en su conjunto38. Poco importa
que se trate de un psicologismo baratillo y más viejo que el capitalismo mismo: su única supuesta
virtud es postular que el contexto más adecuado para el comportamiento racional de los individuos
es el de una economía basada en los principios del mercado capitalista. Esta cualidad de justificación
ideológica compensa, sin duda, las limitaciones eurísticas de la teoría.
2. Estos postulados acerca del comportamiento básico de los seres humanos han dado vida a una
columna cerrada de economistas que se proclaman fundadores de una nueva macroeconomía clásica39.
Con el argumento de que los postulados microeconómicos de los modelos keynesianos no están suficientemente fundamentados, la nueva macroeconomía pretende basar el análisis de la acumulación en
los comportamientos individuales de los agentes económicos que, se supone, toman decisiones con el
objetivo de buscar la máxima ganancia monetaria hoy posible, o su incremento potencial en el futuro,
y que para ello relacionan el beneficio potencial con el costo de oportunidad del “dulce ocio”, del no
hacer nada: este criterio único de comportamiento se define como “expectativa racional” o razonable.
A fin de que estas expectativas puedan manifestarse, se requieren algunas condiciones ambientales que
eviten confusiones y ruidos en las señales que reciben los operadores. Estas condiciones son el punto de
partida (racional) de toda actividad económica y se corresponden con las del modelo abstracto del equilibrio walrasiano. Se parte, entonces, de la hipótesis de que todos los mercados están siempre en
equilibrio y son flexibles en precios y cantidades, condiciones que además son las únicas con las que
puede funcionar correctamente la acumulación.
La principal diferencia con respecto a los modelos de hace un siglo es que ahora la información no
es perfecta y a los operadores les cuesta obtenerla, de manera que el costo de su obtención se incluye en
168
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
el tratamiento óptimo de las decisiones y en la anticipación del comportamiento de los mercados. Tal
novedad está asociada al peso creciente de los mercados financieros y especulativos durante las últimas
décadas. En realidad, los modelos de equilibrio basados en expectativas racionales fueron usados para
intentar predecir el comportamiento de los mercados financieros globales, con el doble resultado de
favorecer tanto la asignación de varios premios Nobel a los economistas que los crearon, como sonoros
fracasos prácticos en la compraventa de títulos financieros, culminados en la explosión de la burbuja
especulativa de la “nueva economía” y la quiebra de importantes agentes privados (y la consecuente,
pero esta sí silenciosa y no teorizada, socialización de los costos).
Esta nueva macroeconomía clásica persigue, sin embargo, el mismo objetivo ideológico que la
economía de la oferta, y lo hace con modelos todavía más sofisticados desde el punto de vista matemático, pero con idéntica vulgaridad teórica: toda intervención pública que busque poner remedio a
los desequilibrios –supuestamente siempre temporales–, en cualquier mercado, por ejemplo mediante
estímulos generales o selectivos a la demanda, será siempre anticipada por los agentes, racionales, que
anticipadamente adaptarán su propio comportamiento a las decisiones del sector público, eliminando
así el impacto correctivo que este perseguía.
Tal argumentación, tomada de las relaciones entre autoridades monetarias y mercados financieros,
omite el hecho de que en este caso el volumen de los operadores privados es mayor que el de los Gobiernos (calculado por los activos líquidos que poseen, es decir, los respectivos portafolios de valores y
reservas internacionales) y que operan además en un contexto de movimientos instantáneos y de desregulación total. No es ese el caso del resto de las actividades económicas, pero no tiene esto importancia
cuando el propósito que se persigue es la justificación ideológica del neoliberalismo.
3. De la manera como lo define la nueva macroeconomía clásica, el crecimiento económico cuantita-
tivo tiene siempre origen en un factor externo, un shock, nunca explicado teóricamente, pero a partir
del cual se postula un proceso de amplificación en ondas, como consecuencia de las pésimas decisiones
a las que se ven impelidos los operadores por causa de las falsas percepciones a las que induce el factor
externo perturbador. Cuando los economistas de dicha corriente han querido explicar el origen de
estos factores perturbadores, se han limitado a recurrir al tema del carácter monetarista de las perturbaciones. Más recientemente, para dotar de mayor realismo al modelo, han postulado fluctuaciones
vinculadas a la productividad. De esta manera, han construido modelos de crecimiento asociados a los
ciclos de mercado, en los cuales los movimientos de acumulación se vinculan con decisiones posteriores de producción y consumo, mientras que el uso de la fuerza de trabajo, su oferta, se presenta como
un factor externo, no explicado por el llamado modelo “real”40.
La respuesta keynesiana a este tipo de modelos ha sido particularmente ambigua. Por una parte,
apoyada en trabajos de don Patinkin o de A. Leijonhufvud, se ha desarrollado una corriente keynesiana
que analiza el movimiento de la acumulación en términos de desequilibrios fundamentales de los mercados41, en abierto contraste con los modelos de equilibrio general en boga, pero que, sin embargo, en
relación con la dinámica del crecimiento económico no dice nada relevante que no pueda encontrarse
en el fundador de la escuela. Los acomodos, en estos modelos, se realizan más sobre las cantidades que
sobre los precios, ya que critican la hipótesis de ajuste instantáneo de los modelos neoliberales. Edmond Malinvaud ha llegado a explicar la existencia de dos causas del desempleo: el desempleo clásico,
asociado a la existencia de salarios reales demasiado elevados, y el desempleo keynesiano, vinculado a
una insuficiente demanda efectiva42.
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
169
Sin embargo, las teorías keynesianas de última generación no logran vincular la existencia de la
desocupación, como rasgo permanente del capitalismo, con la tendencia a la formación de una sobrepoblación relativa, única garantía de que, a largo plazo, los trabajadores aceptarán, sin excesivo
conflicto, las condiciones capitalistas de explotación.
4. Otros autores, tras asumir la crítica a la falta de consistencia microeconómica del keynesismo, han
pretendido reforzar esos fundamentos, dando así lugar a la conocida “nueva economía keynesiana”43,
que acepta la hipótesis de que la gente se comporta correctamente cuando responde a expectativas
racionales, pero argumenta que en la formación de esas expectativas y en las decisiones consecuentes
pueden producirse rigideces, sobre todo en los precios, que derivan precisamente de decisiones racionales de los operadores.
La diferencia básica entre la nueva macroeconomía clásica y la nueva economía keynesiana radica,
por tanto, en que la primera considera que no existe la desocupación involuntaria y que la única cosa
que debe hacer la autoridad pública es favorecer la flexibilidad de los precios, particularmente en el
mercado de trabajo; mientras que para la segunda sí existe la desocupación involuntaria, que debe ser
combatida, temporalmente, con intervenciones públicas, sobre todo si van dirigidas a modificar las
rigideces de cantidad, como, por ejemplo, facilitando los incrementos de productividad, más que de
los precios.
En líneas generales, por tanto, se asiste en las últimas décadas a una convergencia entre corrientes
de pensamiento ortodoxas, en un intento de explicar el funcionamiento de la acumulación de capital
como la simple agregación de comportamientos individuales. De todo esto deriva, a los efectos prácticos, una puesta en foco de políticas económicas que, por una parte, cargan sobre los trabajadores la
responsabilidad de la situación de desempleo que sufren y, por otra, promueven intervenciones públicas orientadas a la flexibilización de los precios y de las cantidades en los mercados (en primer término,
flexibilización hacia abajo del precio de la fuerza de trabajo), a la promoción de la inversión privada y
de la oferta de bienes y servicios, al incremento de la productividad y de la cantidad de valores de uso
que son llevados al mercado para producir ganancia (privatizaciones de servicios públicos).
­— notas —
1Entre otros importantes llamados, también en este capítulo serán referencia fundamental los escritos de la Escuela de Estadísti-
ca Económica de la Facultad de Estadística (Universidad de Roma La Sapienza), en particular De Meo (1975), Giannone (1992),
Alvaro (1999) y Guarini, Tassinari (1966).
2Sobre el concepto de totalidad y su centralidad para una teoría materialista y dialéctica de la sociedad contemporánea, siguen
siendo fundamentales las páginas de Lukács (1991).
3 Para un abordaje en profundidad de los problemas vinculados con la elaboración de un modelo y con sus varias tipologías, cfr.
Graziani (1977: 17-34).
4Léase de nuevo lo escrito por Graziani (1977: 18): “Un modelo (…) está constituido por un conjunto de ecuaciones. Pero un
conjunto de ecuaciones no puede representar más que el esqueleto de un fenómeno; en el esquematismo del modelo, los
matices, las excepciones, los casos particulares, se pierden irremediablemente. Un modelo, entonces, solo puede dar una representación aproximada y parcial de la experiencia”.
170
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
5Es en el intento de superar la debilidad típica de los “modelos cerrados”, que muy frecuentemente, se les “abre” para dejar
solo incógnitas sustituibles con datos exógenos y, por tanto, variables basadas en factores no incluidos en el modelo.
6Una teoría ulterior, a este respecto, es la elaborada por Modigliano, Ando y Brumberg: la “hipótesis del ciclo de vida”. Acerca
de ella, cfr. Alvaro (1999: 538-539).
7 “La proposición central de la economía keynesiana es que el nivel de equilibrio de la renta nacional se determina en correspon-
dencia con el punto en que hay igualdad entre ahorro e inversión. En otros términos, dada la inversión (…) la renta de equilibrio
es aquella que genera un volumen de ahorro exactamente igual a la inversión dada” (Gandolfo, 1975: 37).
8Con el Tratado de Maastricht, la Unión Europea ubicó en 60% del PIB el tope máximo para la deuda pública. Hoy día, Italia
supera largamente ese límite (entre 2001 y 2006 su media fue de 108%).
9 “El principio de aceleración (acelerador) es una teoría de las determinantes de la inversión. Establece que el capital necesario
para la sociedad, sea que esté constituido por suministros o por equipos, depende principalmente del nivel de producción: los
agregados al capital, las inversiones netas, ocurrirán solamente cuando la producción esté creciendo (Samuelson, Nordhaus,
1987: 190).
10El acelerador determina “la cantidad adicional de capital técnicamente necesaria para hacer posible un incremento unitario de
la producción, cuando un elevado grado de utilización de las instalaciones induce a efectuar nuevas inversiones para afrontar
los incrementos esperados en la demanda final” (Cavalieri, 1994: 322).
11Mientras para Harrod la variable independiente es Y y la dependiente es I, para Domar es a la inversa.
12Se entiende por relación capital-producto el coeficiente de stock de capital requerido por las empresas, tomando en cuenta el
crecimiento de la renta.
13Simplificando, se puede sostener que el sujeto microeconómico que toma en consideración la escuela neoclásica es el mismo
sujeto, pero agregado, que opera a nivel macroeconómico. Así, una operación de suma elimina una infinidad de problemas
ligados al comportamiento de los grandes agregados-operadores económicos. La operación haría temblar a cualquier científico
social, pero qué importa. En el fondo, a los fines de la teoría marginalista, interesa solamente la actuación racional imputada,
por axioma, al operador microeconómico de la misma manera que al macroeconómico. Para una crítica de estas operaciones
de ábaco, cfr. Lunghini (2002).
14En su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, Keynes afirma: “El gran enigma de la demanda efectiva, con el que
Malthus había luchado, se desvaneció de la literatura económica. (…) solo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones
del bajo mundo de Marx, Gesell y Douglas” (Keynes, 1963: 32).
15“(...) el principio de Say, según el cual el precio de la demanda global de la producción en su conjunto es igual al precio de
la oferta global para cualquier volumen de producción, equivale a decir que no existe obstáculo para la ocupación plena.
Sin embargo, si esta no es la verdadera ley respecto de las funciones globales de la demanda y la oferta, hay un capítulo de
importancia capital en la teoría económica que todavía no se ha escrito y sin el cual son fútiles todos los estudios relativos al
volumen de la ocupación global” (Keynes, 1963: 26). Keynes cita favorablemente a Malthus cuando este afirma, en sus Principios de economía política: “De todas las opiniones expuestas por hombres capaces e inteligentes que he encontrado, la de Say,
quien afirma que ‘un produit consommé ou detruit est un débouché fermé’ (1, 1, cap. 15) me parece ser la más directamente
opuesta a la teoría acertada y la más uniformemente contradicha por la experiencia” (Keynes, 1963: 364).
16“Keynes, de igual manera que los economistas que él mismo criticó, no ha considerado nunca el sistema en su totalidad,
nunca ha estudiado la economía en su marco histórico; no ha apreciado nunca, de un lado, la interconexión de los fenómenos
económicos, y del otro, de los fenómenos tecnológicos, políticos y culturales” (Sweezy, 1946: 104).
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
171
17 Por ejemplo, considérese la buena acogida que le dio a la interpretación que de su teoría general hiciera el joven Hicks en un
artículo publicado en 1937 en la revista Econometria, “Mr. Keynes and the Classics: A Suggested Interpretation”, que serviría
luego de base para el proyecto del modelo IS-LM, la más convencional de las interpretaciones del pensamiento keynesiano.
18No profundizaremos aquí en la crítica del modelo neoclásico, ni en su versión ortodoxa, keynesiana, ni en la de síntesis. El
lector interesado puede consultar en Weeks (1989). También Dalle Magne (1972) y Linder, Sensat (1977) critican algunos
planteamientos del manual de introducción a la economía (neoclásica, naturalmente) más vendido. Katouzian (1982) analiza
la dimensión ideológica (vale decir, de falsa conciencia) que se oculta bajo la postura neoclásica. Un texto más breve es el de
Herb Thompson (1079: 291-305).
19La presentación del modelo de Harrod se puede estudiar en Cardona Acevedo, Zuluaga, Díaz, Cano Gamboa y Gómez Alvis
(2004).
20La diferencia principal entre la versión de Harrod y la de Domar consiste en la posibilidad de acumulación de capital y en el
concepto de tiempo discreto, en el primer caso, y continuo en el de Domar: “Las variables de Harrod son discretas en el tiempo:
cada una se mide en varios períodos finitos que están uniformemente distanciados. Las variables de Domar son continuas a
través del tiempo: el elemento de continuidad necesita la medición de las variables como tasas de crecimiento en este preciso
momento, más que como suma de un período” (Huang, 1970: 174).
21Cfr. Hobsbawm (1987: 62-63).
22Solow concentra su ataque en la versión temporal discreta de Harrod, olvidando que en el método de Domar se establece la
posibilidad de variación marginal de los factores, a través de la ecuación diferencial que define la relación entre el stock de
capital y el potencial máximo de producción.
23 “La función de producción muestra la productividad marginal decreciente del capital: cada incremento del capital en una uni-
dad causa en la producción un aumento menor que el derivado de la unidad de capital anterior. Esto significa que cuando se
dispone solo de un pequeño capital, una unidad adicional de capital es muy útil y añade una gran cantidad de producción; cuando el capital es muy grande, en cambio, una unidad adicional es menos útil y acrecienta solo un poco la producción” (Ledesma
2004: cap. 13).
24Solow (1956: 67-68, 77-79, 90) insiste en esto reiteradamente.
25 Vale decir, que los cambios tecnológicos no son contemplados en el modelo.
26Un abordaje más extenso del tema se encuentra en Lucas (2005: 1-16).
27 Aquí hay que precisar que frecuentemente se confunden desequilibrio y no-equilibrio. Los dos conceptos son completamente
diferentes. Mientras el primero indica un estado de ruptura de una condición “natural”, que es la del equilibrio (y, en consecuencia, del desequilibrio se tiende al equilibrio y por eso es este un concepto utilizado también por el neoclasicismo), el
no-equilibrio, en cambio, es el “estado normal de una economía, y el equilibrio (…) una excepción casual” (Carchedi, 2006b:
101). Y es justo aquí que yace una importantísima divergencia de fondo entre marginalistas (y también muchos marxistas) y lo
que sería una lectura más correcta desde el punto de vista del propio Marx.
28Itoh (1980: 100). Se trata del principio que está detrás de la “masa crítica” de capital que recoge Domar en su modelo, a partir
de la cual la tasa de ganancia cae poco a poco a medida que se desarrolla la acumulación, pero que, como él mismo dice,
requiere un mayor análisis para ser entendida correctamente en su funcionamiento efectivo.
29 Para una introducción válida a la economía del desarrollo, como crítica de las teorías desarrollistas ortodoxas, cfr. Volpi (1999). Pa-
ra una crítica radical de la idea burguesa de desarrollo económico que, para la ideología dominante, coincide con el progreso
tout court, cfr. Jaffe (1990), donde se sostiene que la idea de “progreso” se desarrolla hacia fines del siglo xix en un “sentido
172
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
específico: ‘progreso’ significa proceder cada vez más rápido, producir cada vez más en un año, en un día o incluso en un
segundo, conquistar cada vez más espacio, y, el más peligroso y errado de los significados, la idea de que la especie humana
pueda ‘controlar’, y hasta ‘dominar’, la propia fuente originaria, la prehistoria y el ambiente, la ‘naturaleza’ misma”. Para una
fuerte crítica del desarrollismo cuantitativo capitalista, cfr. Vasapollo (ed., 2006).
30 Para Hosea Jaffe, el subdesarrollo es más bien consustancial, inmanente al MPC, y especialmente en la forma particular pro-
ducida por el colonialismo. Para una lectura original de la literatura marxengelsiana, a la luz de la teoría y de la práctica colonialistas, cfr. Jaffe (1977), un clásico de este autor, donde elabora sus tesis fundamentales, como las que atañen a la plusvalía
negativa y al aburguesamiento de la clase trabajadora occidental, integrada a las estructuras y los mecanismos de explotación
de las democracias occidentales, opulentas, imperialistas y colonialistas (en prejuicio de la clase trabajadora de los países
coloniales).
31 De otra parte, como escribe Lunghini (2001), podemos, cuando mucho, pensar que la bolsa es un juego de suma cero, pero
nada más. Es impensable, es absurdo pensar en la posibilidad de que la bolsa pueda “crear” riqueza, cuando puede solo redistribuirla. Sobre estos temas, desde la visión actual de los científicos cubanos, cfr. Vasapollo (ed., 2006).
32 Véase la “Declaration and Action Programme on the Establishment of a NIEO” en Ebb, Kallab (1982). El NIEO fue propuesto
en 1974 por los países del sur del mundo, bajo el impacto de la crisis petrolera de 1973.
33Esta noción se inspiraba, entre otras cosas, en los trabajos del premio Nobel Amarthya Sen, que plantean la necesidad de hacer
del ser humano el centro y el fin mismo del desarrollo. No se confunda el concepto de desarrollo humano con otros como
desarrollo económico, atención a las necesidades primarias o al bienestar humano, o con teorías sobre la formación del capital
humano.
34No obstante las muchas críticas formuladas a la metodología del PNUD, lo cierto es que esta ha ido perfeccionándose y resulta
hoy la más completa de todas.
35El tema puede ser profundizado en Vasapollo (ed., 2006).
36 Hailstones (1983); Raboy (1982).
37Una crítica de la curva de Laffer, en la que se expone, además, cómo se argumenta tal formulación, puede verse en Bowles,
Gordon, Weisskopf (2000) y en Sharpe (1990).
38Becker (1976; 1981; 1993).
39Sargent, Lucas (1981); Lucas (1985); Fisher (1992).
40 Kydland, Prescott (1982: 1.345-1.370), (1988: 343-360); Cooley (1995).
41Benassy (1982); Drèze (1991).
42Malinvaud (1983).
43Mankiw, Romer (1991).
LOS MODELOS DE CRECIMIENTO ECONÓMICO CUANTITATIVO
173
Tercera parte
CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA A LA
ESTRUCTURA DE GESTIÓN: EL SISTEMA EMPRESA Y EL
SISTEMA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
Capítulo I
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
1. Los modelos de empresa y los sistemas de valoración
1. En la práctica empresarial moderna se ha establecido un sistema de valoración de la empresa que,
mediante modelos de cálculo del valor inmaterial, le agrega al valor material de sus inversiones (actividades) la consideración de aspectos como la capacidad organizativa, su inserción en los mercados,
las redes de relaciones o la valoración del grupo de trabajo que labora por contrato o comisión para
la empresa.
En una comparación audaz, Gallino ha equiparado la empresa moderna con una república. Se
trata de una imagen que solo calza parcialmente, ya que en la empresa el peso de las decisiones no se
reparte equitativamente entre los actores (como sucede, al menos en principio, con los cargos electorales en las democracias modernas), pero que sin duda es útil para arrojar algo de luz sobre uno
de los aspectos fundamentales de la actividad empresarial, caracterizada por relaciones que –en última instancia– pueden definirse como políticas, puesto que son “esencialmente relaciones de poder”
(Gallino, 2005: 19).
En cualquier contexto capitalista, la empresa tiene como objetivo fundamental el maximizar la
ganancia a través de la optimización de los índices de eficacia y eficiencia. De esta manera, se tiende
a satisfacer a todas las partes interesadas o “poseedores de interés” (stakeholders) que, a diverso título,
participan en la vida y los acontecimientos de la empresa.
Las categorías de stakeholders directos son tres: los accionistas, los gerentes y los trabajadores, aunque en contextos de capitalismo como el renano o el japonés, a esas tres clases directamente interesadas
se suman también los proveedores, los bancos, los clientes, los inversionistas financieros y la Administración Pública.
Si es fácil recordar que entre los opositores de la empresa –es decir, quienes tienen intereses contradictorios con respecto a los objetivos y la finalidad de esta– se cuentan la competencia, los accionistas
minoritarios y adversos, y las fuerzas hostiles de naturaleza política, social y del mundo de la información, también es preciso recordar, con igual claridad, que los poseedores de interés positivo (los
verdaderos stakeholders) obtienen beneficios por su participación en los resultados de la empresa, la
comunidad de objetivos y la solidaridad de propósitos. A ellos compete el control real de la empresa.
Ese control no ha de entenderse en términos jurídico-formales (sentido en el que, de hecho, corresponde a la mayoría accionaria); se trata, en cambio, del control gerencial ejercido por los sujetos que
deciden las estrategias empresariales y la medida y distribución de los resultados económicos obtenidos.
Esas tareas son potestad de los sujetos económicos que efectivamente guían la empresa y que determinan y modifican, de ser el caso, los lineamientos de la planificación estratégica.
En esa determinación, que llega a redefinir los modelos mismos de la empresa, los accionistas
devienen, con frecuencia, en espectadores y, entonces, el control de los stakeholders deja de ser formal
para hacerse sustancial y se divide de distintas maneras entre ellos. Esta tendencia es mayoritaria en el
capitalismo de tipo anglosajón, en el cual prevalece el modelo de public company, que se traduce en un
capitalismo gerencial en el que lo continuo es el reacomodo entre propiedad y control.
2. Con base en las modalidades de gestión de la empresa, en los procesos de reacomodo entre propiedad
y control, y en las escogencias que llevan a cada país a ubicarse en una u otras de las áreas de influencia
del capitalismo internacional, muchos estudiosos1 identifican y distinguen tres formas principales de
capitalismo. Con la primera de esas formas, la más signada por una fuerte competencia empresarial e
individual, se refiere al capitalismo de los Estados Unidos, que, desarrollado a partir del nacimiento de
la gran empresa, se caracteriza por la presencia de un eficiente aparato gerencial, dotado de imponentes
medios financieros en los que es perceptible la presencia de un mercado bursátil dominado por el alto
accionariado empresarial.
En razón de este modelo se habla, desde hace ya casi un siglo, de capitalismo gerencial, término
cuya formulación acabada aparece ya en una histórica investigación de Berle y Means (1932, 1966),
adelantada en Estados Unidos durante los años treinta con el beneplácito del Consejo para las Ciencias Sociales de la Universidad de Columbia, Nueva York. Según estos dos estudiosos, la transformación entonces en curso del capitalismo norteamericano, que mostraba –al menos en su superficie– el
ascenso y la afirmación de las figuras empresariales por sobre los mismos propietarios de empresa,
estaba determinada por una tendencia natural en la evolución del capitalismo nacional, dominado,
en medida cada vez mayor, por las grandes compañías. La introducción de nuevas y costosas tecnologías, y la expansión de regímenes de competencia más despiadados cada vez, habían provocado, en
178
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
efecto, procesos de agregación y selección que solamente permitían la sobrevivencia y el éxito de los
organismos capaces de afrontar las economías de escala. En esos contextos, como es obvio, la figura del
patrón o dueño perdía materialidad, ya que no existía ningún capital privado individual que estuviese
en capacidad de resistir ante aquellos gigantes empresariales. La difusión del accionariado entre esos
colosos favoreció la emergencia de la figura del gerente: un técnico que asume la conducción de la
empresa, en sustitución del propietario, y que por otra parte garantiza la separación entre el interés del
dueño y el interés de la empresa.
Son numerosas las críticas formuladas a esa visión2, pero de particular relevancia son aquellas que
niegan del todo su validez y sostienen que el llamado capitalismo gerencial no ha llegado a ser del
todo una realidad ni siquiera en Estados Unidos. El argumento más persuasivo, a ese respecto, es el
que pone en evidencia el hecho de que los grandes gerentes son, por lo general, también accionistas
destacados de las compañías que dirigen, de manera que resulta imposible separar, por principio, el
interés de la empresa del interés del capital privado (Baran, Sweezy, 1968). Dos breves consideraciones
pueden formularse: a) con frecuencia los gerentes son también propietarios de una ingente –o al menos
suficiente– cuota accionaria que les permite “dictar la ley”, lo que implica, entonces, una difícil diferenciación entre ejercicio del poder de mando y propiedad privada; b) el gerente desprovisto de todo
título accionario, y por tanto del derecho de propiedad, está obligado a responder ante alguien por su
propio desempeño. ¿Y ante quién, si no los accionistas? Es decir, ante los propietarios. Quede claro que
la posesión de acciones, por sí misma, no convierte a un hombre en capitalista: ese hombre puede ser
tan solo un ahorrista. Es aquí que opera el engaño de la participación accionaria democrática, cuando
una inversión de ahorros se hace pasar por un título de propiedad con poderes concretos de dirección
y decisión. De ese poder están dotados solamente los grandes accionistas, que frecuentemente llegan,
entre otras cosas, a controlar grupos enteros de accionistas con cuotas reducidas; esto, además, facilitado por la enorme dispersión del accionariado “popular”.
Aunque similar en muchos sentidos al estadounidense, el modelo de capitalismo personal-individual, que refiere sobre todo al capitalismo británico, es de una naturaleza más personal-familiar. Esa
naturaleza familiar y no gerencial de la propiedad ha llevado en Inglaterra al desarrollo de un sistema
económico y social cerrado, atento, más que nada, a la conservación de privilegios adquiridos. A su
vez, esta situación ha impedido el nacimiento de un sistema gerencial eficiente y competitivo, capaz de
estimular un adecuado desarrollo de la economía británica.
Alemania, en cambio –y de un modo similar el Japón–, le ha dado a su propio desarrollo capitalista
características comunitarias: en ese orden, la empresa está constituida por diversos sujetos económicos,
cada uno de los cuales desempeña su papel en aras de un objetivo común: el desarrollo a largo plazo.
La ganancia inmediata reclamada por los stakeholders estadounidenses es sustituida por un incremento
del valor de la empresa a largo plazo, de manera que la ganancia inmediata es menor, mientras en
contrapartida es mayor la preocupación por una larga vida para la empresa. Parecido al capitalismo
alemán, como ya hemos dicho, es el modelo existente en Japón, que quizá se sostiene más en el sentido
de pertenencia a la “comunidad-nación”. Entre muchos estudiosos, el sistema de estos dos países recibe
el nombre de modelo renano-japonés.
Hay, entonces, países en los cuales resulta más interesante que en otros analizar los modelos operantes de capitalismo, dado que, además de representar las condiciones ya expuestas en áreas territoriales
muy extensas, se caracterizan a veces por el éxito y por la originalidad de los modelos mismos. Entre
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
179
esos modelos, merecen particular atención los sistemas de gestión adoptados en Estados Unidos e
Inglaterra (public company), en Japón y Alemania (empresa consociativa de tipo renano y japonés) y en
Italia (empresa patronal-familiar).
En el modelo anglosajón de capitalismo, las public companies se caracterizan por la fluidez del
capital, ya que los accionistas, para minimizar riesgos, tienden a conservar sus paquetes accionarios
por poco tiempo. El carácter predominantemente especulativo de la inversión, que busca resultados a
corto plazo, hace que sean poco apreciadas las inversiones que no produzcan rendimientos inmediatos.
Está claro que la reducción de la incertidumbre al mínimo, elemento característico de las Public
Companies, tiene como consecuencia principal una menor rentabilidad del capital: los accionistas, en
efecto, enfrentan un riesgo mínimo en sus inversiones, pero también obtienen un retorno muy inferior
al de las inversiones calificadas de alto riesgo. Para suplir esa carencia resulta necesaria la intervención
de gerentes altamente calificados, capaces de asumir la responsabilidad de las inversiones y del uso de
los capitales adquiridos por la empresa.
Es precisamente en ese contexto de “revolución gerencial” que las public companies han caracterizado el mercado. La diferenciación entre quienes poseen el capital y quienes efectivamente ejercen el
control de la empresa es favorecida por la capilarización del capital accionario. Al estar el capital repartido entre una miríada de pequeños accionistas, los consejos de administración se ven imposibilitados
para establecer las líneas de acción; de allí el papel fundamental del gerente, que, desvinculado de la
propiedad de los capitales, condiciona y decide la política de la compañía.
Los objetivos de la alta gerencia, en cualquier modo, tienden al logro de ganancias inmediatas para
así satisfacer las exigencias de rentabilidad planteadas por los accionistas, quienes al final del ejercicio
son los llamados a evaluar el desempeño del gerente y a aprobar o rechazar su continuidad al frente
de la empresa. La consecuencia de esta visión es que el carácter exiguo de las inversiones destinadas al
desarrollo futuro, a la expansión, imprime a estas compañías un cierto grado de rigidez e inmovilidad.
En general, el modelo capitalista anglosajón se ha basado fundamentalmente en el mercado financiero, en el cual se llevan a cabo, en efecto, fuertes procesos de financiarización de la economía, toda
vez que las finanzas se han convertido en autorreferente. Es justamente en ello que se basan, a su vez,
los procesos de la llamada fase de globalización, mejor definida como competencia global.
De hecho, en esta lógica el capital se desplaza a donde obtiene el mayor rendimiento: se persigue
la ganancia a todo costo y en toda condición. Para ello, se utiliza el trabajo donde este cuesta menos, la
producción se lleva a cabo allí donde menores son los controles sobre el impacto ambiental, se absorbe
el ahorro y se adelanten procesos crecientes de separación respecto a la economía real. Se viene a
crear, de esta manera, una realidad en la que es cada vez mayor la brecha y el desdoblamiento entre
economía real y finanzas; incluso, una realidad en la que las finanzas premian los resultados negativos
de la economía real (como por ejemplo la flexibilización de los salarios y la reducción de la ocupación).
Se trata, en última instancia, de un modelo de capitalismo –y su correspondiente sistema empresarial– que se concreta en una economía financiera fuertemente especulativa, la cual prevalece sobre –y
se lleva a pique– las exigencias de la producción y de la economía real. En ese sistema, globalización
significa dominación del mundo por medio del empleo de un capital especulativo; a través de la
expulsión, fuera del mercado, de las empresas que se demuestren débiles en la exclusiva carrera por
la ganancia; mediante el crecimiento del desempleo y la utilización de un trabajo cada vez más superexplotado3, todo lo cual se traduce en la ampliación de las bolsas de miseria y de las áreas en que esta
180
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
prevalece en su forma más absoluta. Y esto no solo en las periferias del imperialismo, sino también en
su seno. Piénsese en la manera en que son organizados amplios sectores de los llamados “servicios”, o
de la “producción inmaterial” (¿quién ha visto alguna vez cómo, a qué ritmos y con qué intensidad trabajan los jóvenes informáticos?), o de la “tradicional” producción material en fábricas reestructuradas
ad hoc y conforme a los “principios japoneses”. Todavía hoy, por tanto, sigue siendo central el “tiempo
de trabajo”, y la nuestra es, fundamentalmente, una economía del tiempo de trabajo.
La empresa consociativa, típica del sistema alemán y japonés, se caracteriza –como hemos dicho–
por la tendencia a incrementar su valor a largo plazo, así como por la fuerte presencia de operadores
financieros entre los accionistas y de una alta gerencia. Pero además, se da en ella una estructura
particular de la composición accionaria. Se distinguen, de hecho, un “núcleo duro”, constituido por
los accionistas estables, dueños de la mayor parte del capital, y una multitud de accionistas menores,
que poseen aquella otra parte que efectivamente se transa en el mercado. Los bancos, los inversionistas
financieros y los más fuertes “poseedores de interés”, como los propietarios originales, controlan elevadas sumas de capital; no obstante, en este tipo de empresa no hay la posibilidad de que algún accionista
alcance posiciones de mayoría absoluta. Consecuentemente, y en interés del desarrollo y crecimiento
de la compañía, adquiere una importancia fundamental la figura del gerente, que tiene como objetivo
prioritario la maximización del valor de la empresa en una óptica de expansión. Su papel es procurar
una mezcla óptima de crecimiento, rentabilidad del capital invertido y dinamismo del desarrollo en
su conjunto.
Alemania se caracteriza por sus numerosas analogías con el sistema de empresa japonés. En su modelo se producen, en efecto, equilibrios entre accionistas, estructuras públicas y bancos. Sin embargo,
en cuanto concierne a la estructura accionaria, hay que subrayar que en los últimos treinta años se ha
verificado una caída consistente en la presencia de accionistas privados y del sector público, a favor de
una creciente irrupción de las aseguradoras y los bancos.
Rasgo principal del capitalismo alemán es el papel fundamental que desempeña la “banca universal”.
En Alemania, el sistema bancario se caracteriza por la propiedad privada de los bancos y la existencia de
la Hausbank* es decir, por una relación bancaria fundamental y fiduciaria, que nace de la convicción
de que la estabilidad de las relaciones de financiamiento e intercambio cooperativo entre la banca y la
empresa constituye un factor imprescindible para el crecimiento de esta última. Se manifiesta esto en el
conferimiento al sistema bancario, directamente, de importantes tareas específicas en lo que respecta al
mercado de capitales de riesgo, así como en la presencia de directivos del Hausbank en cuestión en los
consejos de vigilancia de la empresa, con la finalidad de reducir las asimetrías informativas y de lograr
una más correcta evaluación de los créditos y de su costo relativo.
Al igual que el japonés, el modelo alemán se caracteriza asimismo por la existencia de un sistema
de “cogestión”. En esencia, significa eso que entre los stakeholders presentes en la gestión se cuentan
también los trabajadores, a través de sus representantes sindicales. En la práctica, la corresponsabilidad
se aplica a través de los sindicatos y de su presencia en el consejo de empresa, en el cual se interpela a
los trabajadores por los asuntos que atañen al personal, y en el consejo de vigilancia, que designa a los
directivos, o sea el o los gerentes responsables de la gestión.
Se determina, de esa manera, una compresión forzada de los conflictos sociales y una ausencia casi
total de conflictos internos en la empresa; el sentido de pertenencia y de cooperación hacen muy fuerte
* (n.t.) Banca de empresas: aquella cuya actividad principal y rentabilidad se basan en la relación con determinadas compañías.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
181
y estable la organización empresarial alemana. Los trabajadores que, como contrapartida de esta “paz
laboral y social”, obtienen en este contexto salarios más elevados y horarios de trabajo más reducidos
con respecto a las medias anglosajonas, demuestran un mayor sentido de “fidelidad” a la empresa, lo
que fortalece la potencia del sistema económico alemán.
A partir de los años ochenta, en Estados Unidos comenzó a plantearse la necesidad de limitar el
excesivo poder de los gerentes. Se busca hacer más estable el accionariado mediante la intervención
de inversionistas también estables, capaces de propiciar una mejor concentración de la propiedad. En
esa perspectiva, se ha producido una disminución del número de inversionistas privados, acompañada
por el nacimiento de las relationship investing: sociedades financieras que obtienen un rol directo en la
gestión de las empresas al adquirir elevadas participaciones accionarias en ellas. Siempre en la óptica
de concentrar la propiedad, se ha pensado en convertir a los gerentes en accionistas, para involucrarlos
más directamente en la suerte de la compañía. Por otra parte, se busca también que los consejos de
administración de las grandes sociedades, además de reunirse más frecuentemente, se manejen
de manera tal que permitan una relación directa con los propietarios, en presencia de solo uno o
máximo dos gerentes.
3. La más importante y evidente limitación que condiciona el proceso de desarrollo real de las em-
presas, así como la recuperación de la competitividad de la economía, está en la estructura misma
del sistema industrial y en la escasa propagación de los factores indispensables para la adquisición de
características éticosociales, incluso en compatibilidad con la economía de mercado.
La estructura de la economía italiana, por ejemplo, está compuesta por un número demasiado
reducido de grandes empresas –en relación con la dimensión real de la economía nacional–, y por
una pluralidad de pequeñas y medianas empresas, cuya dimensión promedio es inferior a la de sus
similares en otros sistemas industriales. Se llega así a entender que la pequeña empresa es una realidad
heterogénea, ya que responde a una diversidad de funciones que le permiten existir en el capitalismo
maduro. Esa configuración empresarial responde a exigencias específicas de reestructuración del capital
internacional y de división internacional del trabajo, así como a modalidades locales del capitalismo
mismo, que en diversas zonas de Italia determinan algunas peculiaridades para un desarrollo explosivo.
Para la pequeña empresa existen, de hecho, mecanismos de sobrevivencia que son comunes bajo los
diversos modelos de capitalismo, pero que además encuentran terreno fértil allí donde el mercado
de trabajo asume dinámicas particulares, como es el caso italiano. Por esto se desarrollan fenómenos
económico-productivos que derivan su importancia no tanto del capital, como de la forma en que se
evalúa la ubicación de Italia en la división internacional del trabajo.
Más allá de lo dimensional, el elemento de mayor debilidad estructural en el sistema industrial
italiano es la naturaleza de las estructuras de la propiedad y su difícil adaptabilidad a las exigencias que
ese mismo sistema plantea actualmente, a los fines de su relanzamiento.
Como es cada vez más frecuente en el mundo occidental –y desde hace algunos años también en los
países de la Europa del Este–, los cambios tecnológicos, la introducción de nuevas técnicas de gestión
empresarial y la especialización de los recursos humanos y financieros, requieren continuas adaptaciones en la propiedad del capital. En los últimos años se ha producido una evolución gradual de
los sistemas de propiedad y de gobierno de las empresas, para tratar de equilibrar y minimizar las
perturbaciones que estos modelos conllevan.
182
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
En esencia, se asiste a una aproximación progresiva de estos modelos opuestos, el de las public
companies y el de empresas consociativas: mientras el modelo capitalista anglosajón se pone en marcha hacia un accionariado más estable, en el modelo renano-japonés disminuye la incidencia de
las llamadas participaciones cruzadas y tiende a ampliar la participación y la dependencia directa de las
empresas respecto al mercado financiero.
4. En Italia, como lo ha documentado ampliamente la revista Proteo (años 1998 a 2006) a través de
encuestas sobre perfiles locales del desarrollo (que se resumirán de seguidas en sus líneas generales),
la situación que realmente se ha venido a crear es la de una cada vez más efectiva concentración
jerárquica en la gestión y en la propiedad de las empresas. Las formaciones de allí derivadas implican
numerosos problemas; in primis, los relativos a la estabilidad de las decisiones empresariales: Gallino
(2005: 70-71) observa que, al sucederse las generaciones, las grandes familias ven crecer el número de
sus miembros interesados a título diverso en la conducción de la empresa, lo que hace más difícil el
logro de una síntesis cuando no hay delegación en una gerencia autorizada4.
A esta configuración del modelo italiano de capitalismo le resulta funcional la marginalización de
la economía del sur del país y la formación periférica del centro-norte-este (C - N - E), al tiempo que
se mantiene firme el hecho de que en el noroeste (N - O) existe todavía una formación industrial con
características específicas que, por varias décadas, se ha plantado como la dominante en el desarrollo
nacional, tanto en lo territorial como en sus varias articulaciones sectoriales.
Este capitalismo de propiedad concentrada en las manos de grandes familias, por demás dominante
en la economía italiana, se configura como centralista y se basa en una industria caracterizada por
las mayores dimensiones de la empresa, mayor intensidad de capital fijo, mayor uso de tecnologías
modernas y mayor innovación, así como por un carácter más estratégico de la producción, en relación
con los restantes sectores. Sobre esas bases, el N - O ha parecido ser por mucho tiempo la única región
en respetar los términos impuestos por tales parámetros, propios de la economía del capitalismo de
grandes familias, y que, de alguna manera, también ha condicionado y hecho funcional a sus propios
intereses el papel productivo y el peso político de las empresas públicas y de la economía pública en
general, moldeando además todo el territorio circundante a sus propios imperios empresariales (piénsese en el ejemplo clásico de Torino).
También el mundo de las pequeñas y medianas empresas (PYME) ha llegado a un momento crucial. En añadidura a las dificultades asociadas con la expansión e intensificación de la competencia, las
PYME italianas enfrentan un importante y fundamental paso generacional que podría resultar decisivo, no solo desde el punto de vista de las estructuras de propiedad, sino también para la organización
y la división del trabajo entre las empresas5.
La condición fundamental para la consolidación del sistema local está entonces signada por variables como la innovación tecnológica-organizativa, el sistema informativo desarrollado, el recurrimiento
creciente a los recursos inmateriales, pero, sobre todo, por la capacidad de controlar el mercado de trabajo, de desregularizar y precarizar las relaciones de trabajo, y por la flexibilidad de las remuneraciones.
En otras palabras: por formas de regulación social compatibles con la nueva estructura productiva, que
expulsen y marginen a los sujetos sociales no homologables, conflictivos y no compatibles. Y entonces
el modelo de desarrollo local se adapta, se transforma en una multiplicidad de variantes locales, en el
intento de plegar por cualquier forma la “resistencia” de la fuerza de trabajo y de los sujetos sociales.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
183
Al contrario de lo que ocurre en otros sistemas de PYME, las italianas son típicas empresas en las
que propiedad y control coinciden en las mismas manos. Esta característica no representa, por supuesto, una limitación en sí misma: puede llegar al serlo en el momento en que, frente a una transición
generacional, el control familiar no encuentre continuidad y, por tanto, la propiedad sea puesta en
discusión.
Cuando estas dificultades golpean empresas fuertemente integradas en el seno de distritos industriales, como ocurre con frecuencia en Italia, entonces los efectos de la transición pueden extenderse,
incluso, a las organización de la producción y a la división del trabajo entre las empresas, para provocar
el fraccionamiento de dichos distritos y la consiguiente pérdida de las economías asociadas a ese particular tipo de organización productiva.
En cualquier caso, el modelo italiano asume todavía como recurso principal las nuevas formas del
distrito industrial y de la economía de signo local. Eso significa especialización de las estructuras y de la
fuerza de trabajo en el seno de redes de empresas en continua transformación, cuya actividad se reparte
en múltiples localizaciones y se cumple bajo estructuras dinámicas y cambiantes. Al mismo tiempo, se
recurre masivamente a la flexibilidad salarial, a la intensificación de los ritmos y a la acentuada división
del trabajo, todo lo cual empuja a la precarización y a la negación de los derechos sindicales. Se arriba
así al surgimiento de nuevos sujetos locales del trabajo, frecuentemente en los márgenes del sistema productivo oficial, que realizan labores subpagadas, trabajo “en negro”, y que, para garantizarse un mínimo ingreso, se ven obligados a aceptar condiciones cualitativas de trabajo típicas de comienzos de siglo.
Más allá de esas limitaciones y de los elementos estructurales, el crecimiento del sistema industrial
italiano está seriamente amenazado por la escasa propagación de los factores indispensables para un
desarrollo equilibrado y socioambientalmente compatible. Resalta en ese sentido, en primer lugar, la
ausencia misma de reglas de competencia en el mercado, todavía hoy falseadas por vínculos de corrupción con estructuras institucionales y con el sistema político-partidista, en lo que es mejor conocido
como “sistema tangentopoli”6.
Además de contribuir a alimentar el proceso inflacionario, la falta de competencia en el mercado no
incentiva a las empresas a procurar innovaciones o una mejor calidad en sus productos y servicios. A
ninguno de estos problemas, entre otros que amenazan la competitividad de la industria italiana, se les
ha querido nunca resolver, ni aun en parte, mediante una acción de gobierno de la industria, es decir,
una política industrial que debería estar acompañada por una eficaz política de competencia, todo ello
unido al nuevo papel, no clientelar ni asistencial, de un Estado intervencionista y empleador.
Aun aceptando por un momento las reglas liberales de mercado, la industria italiana habría necesitado, para poder adquirir una mayor competitividad, no solo un más elevado nivel de eficiencia en
los mercados de factores productivos y de servicios, sino también un desarrollo y un reglamento de
control estatal del mercado de derechos de propiedad, al mismo tiempo que la fijación de nuevas reglas
redistributivas del valor, pero sobre todo de la riqueza, del nuevo patrimonio de la empresa.
En el momento en que la Comisión de la Comunidad Europea volvió a hablar de política industrial
–luego de que el término hubiera entrado casi en desuso–, en Italia no se comprendió la importancia
y necesidad de una acción de gobierno de la industria, ni la propuesta de un modelo de desarrollo
diferente y moderno, basado también en un papel productivo y estratégico de la empresa pública.
Para la reapertura de un debate sobre los procesos de transformación de la economía y la sociedad,
la reflexión habría tenido que partir de una primera fase de estudio, de profundización científica,
184
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
dirigida a clasificar la economía y las modalidades de desarrollo de un territorio, de un área económicogeográfica, según las características de las unidades productivas allí localizadas, y así llegar, consecuentemente, a identificar la forma que espacialmente asumen la distribución y la interdependencia de las
actividades productivas. Habría tenido que verificar, luego, si surgían especializaciones económicas
capaces de generar modificaciones en el mercado de trabajo, en las tipologías de trabajo, en el tejido
social, en la cantidad y calidad de los recursos humanos expulsados o puestos al margen del nuevo
ordenamiento socioproductivo que se estaba definiendo.
Siguiendo ese enfoque, una economía pública apropiada, articulada y orientada, incluso de carácter
local, puede hacer que un determinado territorio adquiera nuevos rasgos sobre los cuales poner en
marcha un desarrollo socialmente compatible, a partir de las nuevas características sociales y demográficas de su población residente. Para hacerlo, hay que saber identificar la forma que pueden asumir las
empresas públicas en una economía tercerizada y, en algunas fases, lugares y sectores, con caracteres
posfordistas; como también cuáles grupos sociales y en cuáles condiciones socioeconómicas estarían en
capacidad de contraformar una economía pública diferente, comprehensiva y eficiente, de contenido
y valor social.
Y de allí, una cierta conformación también social del desarrollo, como, al menos en parte, fue
anteriormente propio de la fábrica y en esta se identificaba y organizaba.
En cambio, nunca más se ha elaborado alguna propuesta seria y alternativa de desarrollo. Tras haber
eliminado la anomalía que representó el Ministerio de la Participación Estatal, se cometió el error de
duplicar nuevamente la política industrial con dos ministerios, el de la Industria y el del Tesoro, que se
hizo cargo del proceso de privatización.
Solo a través de una ampliación de las bases de las grandes empresas públicas y del reforzamiento
del tejido de las PYME, en el marco de una economía pública equilibrada y eficiente, habría podido
la industria italiana remprender la carrera y recuperar aquellos márgenes de competitividad con características también sociales. Era importante para el país la recuperación tecnológica en sectores tradicionales, al igual que lo era aprovechar la adaptabilidad a las exigencias y alternativas que se presentan
de tanto en tanto, como solamente es posible con un Gobierno serio, orientador del desarrollo, que
no puede prescindir de la fundamental presencia pública en los servicios esenciales y en los sectores
estratégicos de la economía.
Era necesario entender el nexo indisoluble entre los cambios en los lineamientos del desarrollo y el
papel local y central de la industria pública (y de la economía pública, en general). Por el contrario, se
mantiene el viejo modo de entender y hacer política industrial: la industria tradicional (de producción
estandarizada) es ubicada y utilizada en las áreas periféricas, con bajo costo del trabajo y baja conflictividad, elevando así los niveles de precariedad social; mientras que con la industria innovadora (de
producción creativa), asentada en las áreas centrales, con un mercado de trabajo altamente especializado, se impulsa y determina una suerte de aristocracia salarial, convirtiendo así en marginales a los otros
sujetos económicos del trabajo. Piénsese en los empleados públicos, en los artesanos, en los pequeños
comerciantes, en los que desempeñan trabajos precarios, en los subocupados, en la creciente masa de
desocupación abierta o más o menos oculta, hasta llegar a las áreas cada vez más densas de expulsión y
completa marginalización productiva y social, carentes de toda forma de ingreso.
Si la primera fase del llamado paso al posfordismo consistió en la introducción masiva de tecnología
del tipo labour-saving, en la drástica reducción del personal de planta y en la destrucción de toda
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
185
forma de contrapoder obrero en los lugares de trabajo, en la siguiente se procede a desestructurar
la relación laboral misma, alterando el esquema establecido de la unidad de tiempo, lugar y acción
que caracterizaba la producción en masa. Se generalizan entonces los contratos atípicos: a término, a
tiempo parcial, de formación-trabajo, los trabajos socialmente útiles, el trabajo “gris” y “negro”, todos
caracterizados por la precariedad y por el redimensionamiento de los derechos y de la flexibilidad del
vivir social.
Simultáneamente cambia la forma misma de la empresa, que se vuelve descentralizada, deslocalizada y externalizada en su producción, mientras se refuerzan los nexos organizativos internos y de
red. Continúa así la tendencia de nuestro esquema productivo a la tercerización, muchas veces lograda
mediante la flexibilización del trabajo y de la remuneración.
El proceso de reestructuración y redefinición del modelo italiano de capitalismo se desarrolla según
las nuevas lógicas interpretativas del neoliberalismo: nuevos instrumentos de análisis económico que
se ciñen al enfoque de la globalización neoliberal o, para decirlo mejor, a las reglas de la competencia
global entre países y entre áreas económicas. Estos procesos de transformación crean nuevos sujetos
económicos: precarios, no protegidos y frecuentemente ni aun considerados, ya que lo predominante
es la cultura de la compatibilidad industrial.
Es importante, en todo caso, interpretar la evolución del modelo de desarrollo considerando también el tercer agregado en su repartición territorial y social, ya que ello confirma la superación tanto de
la vieja concepción del “dualismo industrial” como la del desarrollo económico basado en el llamado
modelo de “piel de leopardo”, aun si esta última hipótesis, caracterizada por mil localismos sin denominador común alguno, no tiene ya confirmación posible.
5. Dentro de la situación que genera en Italia el sistema de gestión empresarial que algunos estudiosos
llaman “patronal”, se hacen presentes serias limitaciones financieras: antes de efectuar inversiones,
la gerencia debe considerar los recursos inmediatamente disponibles, a menos que esté dispuesta a
incurrir en fuertes endeudamientos. Hay, además, limitaciones económicas: un alto costo del capital,
debido a las exiguas posibilidades que tienen los accionistas de diversificar su propio portafolios de
inversiones. Finalmente, a menudo es poca la profesionalidad de la clase gerencial, en tanto que los
cambios en su conducción siguen lógicas dinásticas, político-clientelares y no profesionales.
Por otra parte, los objetivos de rentabilidad a corto plazo se han traducido en escasez de inversión
en desarrollo tecnológico y, por tanto, en una limitada competitividad de las empresas italianas frente
a las europeas en general.
La empresa familiar siempre ha frenado el desarrollo de la cultura gerencial y, con ello, su propio desarrollo competitivo; ocurre así porque el pasar de manos, como herencia, no presupone continuidad
en esos desarrollos. Una compañía con fines de lucro no puede fundarse en factores de continuidad
genética, sino que debe dotarse de una gerencia activa, dinámica, capaz de promover estrategias eficientes. La familia patronal ha condicionado siempre la vida toda de la empresa y no es de extrañar que
casi nunca logre actuar en sintonía con los gerentes.
En ese contexto, la intervención del Estado se hizo fundamental –y hasta indispensable– para el
capitalismo italiano y aun para las diversas modalidades de desarrollo equilibrado de la economía en
el país. Fue eso lo que permitió implementar aquel modelo de “economía mixta” que pudo compensar
las ineficiencias estructurales típicas del capitalismo familiar italiano y, al mismo tiempo, garantizar
186
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
una mínima salvaguarda de los intereses colectivos que ese mismo modelo, de características oligopólicas, habría, sin duda, descuidado y oprimido.
Desde la perspectiva de esos propósitos –salvar a las empresas más débiles, incapaces de resistir el
impacto oligopólico de las grandes familias y, simultáneamente, evitar la conformación de monopolios
en los sectores económicos estratégicos del país–, se entiende el papel fundamental e irrenunciable que
asumieran el ENI, el ENEL y el EFIM**.
Para comprender mejor la importancia de estos entes de gestión estatal, baste recordar que durante
el decenio 1971-1981 se ubicaron los tres, en términos de empleo, entre los diez grupos industriales
más importantes de Italia.
En los años setenta esa importancia estuvo en continuo crecimiento, sobre todo en lo referente a
contener la crisis que golpeaba a la mayor parte de las empresas privadas, así como a la voluntad de
concentrar los esfuerzos públicos en favor de las deprimidas áreas del sur o mezzogiorno. No hay más
que reflexionar acerca de la fuerte incidencia de las inversiones en las participaciones estatales y su
concentración en el sur de Italia. Por ejemplo, sobre el alto porcentaje que ello representó, respecto al
total de inversiones realizadas en 1971 y 1972 por los mencionados entes.
En esas circunstancias, y hasta el inicio de los años ochenta, el único accionista de dichos entes
fue el Estado; el capital social, llamado fondo de gestión, financiaba las sociedades de participación
estatal a través de la compra de acciones o mediante la concesión de préstamos. La masiva cantidad de
inversiones realizadas por estos entes en el curso de los años, llevó no pocas veces a una insuficiencia
del mencionado fondo que, aunque resulta por medio de la emisión de obligaciones o con préstamos
bancarios, condujo a largo plazo a una situación de subcapitalización y al crecimiento de la relación
entre endeudamiento y facturación.
Se llegó así a una dependencia cada vez mayor respecto a los flujos de transferencia monetaria por
parte del Ministerio del Tesoro y, por tanto, a un debilitamiento de la autonomía operativa de los entes
de gestión.
La gestión de empresas, realizada en Italia siempre en interés de unos pocos sujetos económicos,
está llegando seguramente a una declinación –sobre todo en el nivel nacional– como resultado de las
estrategias de globalización financiera y de competencia global del capitalismo internacional. El capitalismo italiano no ha sido capaz de construir empresas de nuevas características, dotadas de dinamismo,
de autonomía, con facilidad de acceso al financiamiento y, más que nada, que no sean manejadas desde
estrechos vértices, sino por una variedad de actores económicos.
En Italia parece estar en curso un intento de adaptación al modelo de desarrollo del capitalismo
anglosajón, más que al sistema renano. La escogencia no está necesariamente relacionada con el referente financiero respectivo: el mercado bursátil, en el caso del modelo anglosajón, y el vínculo bancaempresa para el renano-japonés. La decisión se juega más bien en las diferencias de interpretación de
las funciones del Estado social, del sistema de solidaridades, de las garantías sociales. En el panorama
económico-financiero italiano parece asomar una tesis de liberalismo salvaje, poco preocupado por
las compatibilidades sociopolíticas del modelo de desarrollo económico, en el cual se querría otorgar
progresivamente más espacio a los procesos de financiarización de la economía. Una financiarización
cada vez más virtual y ligada a las lógicas de los grandes potentados financieros internacionales.
** (n.t.) Los entes nacionales de hidrocarburos, de energía eléctrica y de financiamiento a las industrias manufactureras,
respectivamente.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
187
6. En el profit State, la centralidad de la empresa se constituye para todas las instituciones en un factor
de determinación política, social y económica que, a través de procesos de completa reestructuración
económica e institucional –característicos de la época–, reafirma el ataque contra las condiciones de
vida de los trabajadores y de los segmentos más débiles de la sociedad. Se convierte, además, en un
intento por romper la unidad de clase para provocar y consolidar en la sociedad procesos de cambio
sujetos a una lógica individualizante y solipsista, con el declarado propósito de instituir un pacto social
omnímodo que, afincado en el consociativismo, aniquile toda forma de antagonismo y conflictividad.
La crisis del Estado social es manifestación de una crisis general: la de la formación política y social
a través de la cual el Occidente capitalista desarrolló una cierta relación entre momento productivo
y momento social. La creciente internacionalización de los flujos financieros, primero, y después la
ampliación del proceso de desindustrialización de los países occidentales, ha hecho que las condiciones
económicas –y las políticas económicas– de cada país en particular tengan escasa incidencia en los
mecanismos de acumulación, cada vez más globales y flexibles.
Desde ese punto de vista, el proceso de internacionalización de la economía mundial transcurre
en los cauces de un profit State global, fundamentado en una división del trabajo que lleva a los países
occidentales a detentar, en concentraciones cada vez mayores, el poder financiero y tecnológico y el
control de los flujos comerciales, lo que les permite someter a sus contrapartes en el Tercer Mundo.
Resulta así más fácil globalizar también la cultura del “desastre mundial” que se produciría de no ser
aceptadas las recetas del neoliberalismo: la cultura del mercado salvaje se convierte en “salvación de la
humanidad”, ya que pareciera estar siempre a punto de producirse, en la economía internacional, una
debacle que arrastraría incluso a los países occidentales a niveles de pobreza absoluta. Con ese mensaje
se pone en marcha un terrorismo social que es perfectamente funcional a los planes de reestructuración
del capital y a su redefinición de las áreas de influencia; un mensaje que han hecho suyo, incluso,
Gobiernos de centro-izquierda, como también algunos antiguos líderes de lo que hoy, en forma de
degeneración, queda del socialismo reformista, que han terminado por asumir el capitalismo como
última posibilidad de gobierno de la humanidad.
7. En el contexto de la financiarización de la economía, la comunicación asume connotaciones cada
vez más financieras. En el modelo anglosajón, se trata de una comunicación que se orienta más a la
adquisición y reforzamiento de la estructura accionaria, a la recuperación de recursos de capital de
riesgo mediante la ampliación del accionariado difuso; en el modelo renano-japonés, en cambio, está
más dirigida a reforzar e involucrar a los financistas externos en el largo plazo7.
En ambos modelos se toma en cuenta que, en general, la comunicación financiera desviante tiene
un fuerte valor informativo de carácter social. Se trata de una información atenta a todos los procesos
comunicacionales que, de alguna manera, permiten no solo ejercer directa influencia, por ejemplo,
en el precio de las acciones emitidas por la empresa, sino también, en clave indirecta, de conducir a
todos los sujetos de un territorio hacia la financiarización de la economía. Se provoca así un impulso,
incluso por parte de las clases populares, a la subscripción de acciones y títulos, como parte de un falso
e ilusorio accionariado popular que lleva al sujeto a sentirse “dueño de casa” hasta en la misma empresa
que explota su trabajo y le extrae plusvalía.
De hecho, el principal objetivo de la comunicación financiera desviante es involucrar a los estratos populares, a los pequeños ahorristas, en calidad de operadores económicos fundamentales, con
188
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
supuesta capacidad de incidir en la evolución y los cambios de toda la estructura financiera de la
empresa y en el desempeño de los títulos que conservan en sus propios portafolios, todo ello en clave
útil, se entiende, al gran capital en esa su fase económico-bursátil.
Lo que varía en la nueva sociedad globalizada no es solamente la modalidad de ejecución de los
procesos productivos, sino el modo mismo de ser y presentarse del sistema empresa y, sobre todo,
la coordinación de las tareas, el modelo que se establece para la toma de decisiones y su posición y
función en la nueva estructura organizativa del trabajo y de lo social, en general8.
La formación de los trabajadores, el modo de decidir y de imponer el consenso social y los procesos comunicacionales desviantes que le son propios, constituyen, pues, problemas complejos que de
manera específica afronta la fábrica social generalizada, las instituciones del poder administrativo. Posiblemente no exista todavía hoy una base suficiente de investigaciones empíricas que permita ofrecer –si
es que alguna vez ello es posible– un cuadro representativo de estos procesos.
Se puede, sin embargo, ofrecer instrumentos para comenzar a identificar algunas de las modalidades de escogencia del sistema informativo conectado con la adaptación activa, con la flexibilidad, con
la competencia global, con los cada vez más intensos procesos de aceptación de las compatibilidades
y lógicas de la empresa. Tales procesos pueden jugar un papel extremadamente importante en los
resultados –en el éxito, en la falta de éxito y muchas veces también en los fracasos– de un nuevo modo
de entender y de hacer vivir el sistema de relaciones sociales y políticas a los trabajadores todos, los
ocupados y los no ocupados, y en general al macrosistema ambiental.
Sigue siendo cierto, por otra parte, que los hechos, problemas y procesos sociales fundados en las
lógicas de la empresa y en los modelos decisionales del neoliberalismo son, en diversa medida, interdependientes. Los problemas son siempre interpretados por hombres e instituciones, por intelectuales
que han aceptado convertirse en instrumento del totalitarismo neoliberal, en condición de expertos
empresariales. Ellos interpretan y actúan en y sobre el cuerpo social con un enfoque propagandístico,
difusor de la cultura del capital, utilizando un lenguaje y una cultura de tipo empresarial. Ni uno ni
otra son nunca “objetivos”: las decisiones dependen siempre del sujeto transmisor y evaluador. Se
concluye que los juicios de valor no revelan otra cosa que una “relación” entre el sistema-sujeto y el
sistema-objeto en lo que respecta al proceso decisorio.
En consecuencia, la definición de los problemas y las decisiones conexas dependen de la percepción
global de cada uno de los sujetos que toman las decisiones, siempre dentro de su propia experiencia.
De igual manera, el grado de acuerdo entre diversas personas, sobre un determinado problema, depende de qué tanto compartan una misma “visión del mundo”; en este caso, homologada al dominio
tecnosocial de un capitalismo cada vez más centrado en las exigencias, las lógicas y la cultura de
la empresa.
La idea de fondo es que no basta con trabajar sobre las actitudes en sí mismas –aun si puede ser
ese, a corto plazo, un método útil–, sino que es preciso remover las causas por las que se establecen
actitudes negativas y promover, en cambio, aquellas que permiten instaurar posturas positivas hacia la
cultura de empresa en el cuerpo social, por parte de los trabajadores y de todos, bajo un modelo fuerte,
comprehensivo, de concertación y consociativismo. Es este un ámbito de totalitarismo que impone la
cultura y los valores de la empresa como único referente en los procesos comunicacionales y decisorios,
que así devienen en un modo del vivir social en el imperio del capital.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
189
8. Estas nuevas modalidades de determinación del valor empresarial reflejan el carácter social de la
producción, como lo sostuvo Marx mucho tiempo atrás:
la forma mercancía (…) proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo de estos como si fuese
un carácter material de los propios productos de su trabajo, un don natural social de estos objetos,
y como si, por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la
sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores
(1978a, tomo I: cap. I).
En efecto, fijarle un precio al capital de relaciones, organizativas o humanas, con un reflejo inmediato en la valoración financiera de la empresa, equivale a atribuirles un potencial de rendimiento
ampliado como consecuencia de la mera forma empresarial, del proceso concreto de valoración del
capital. El capitalismo ya ha transformado en mercancía la capacidad de generar valor (la fuerza de
trabajo) y la expresión monetaria del valor (el dinero). Hoy, el propio proceso social de organización
de la producción, la forma que reviste el proceso de valorización del capital –es decir, la empresa–, se
convierte igualmente en mercancía, valor que se valora, expresión de la riqueza social capitalista, que
adopta siempre la forma de una “ingente acumulación de mercancías”, a la cual se incorpora ahora el
mismo instrumento de producción de mercancías, el capital social en marcha, la empresa.
Las empresas socialmente difundidas en el sistema territorial apuntan hoy a sujetos económicos
cada vez más complejos, consumidores expertos e informados, atentos no solo al precio de los productos sino también, y sobre todo, a los servicios que ofrecen, a la calidad y a los valores intangibles
contenidos en el producto, pero que al mismo tiempo se hacen más susceptibles, de hecho, a los
procesos de homologación conductual, a los imperativos y a las lógicas competitivas y meritocráticas
de la empresa, de la ganancia, del mercado. En consecuencia, la fábrica social generalizada debe, en
esencia, alcanzar una posición estratégica definida, de largo aliento, desde la cual transferir su propio
perfil de marca, de imagen, de cultura, para llegar a adquirir el consenso de producto, pero sobre todo
de comportamiento valorativo de un vasto número de consumidores.
En el desempeño de su función productiva –que en todo caso tiene siempre por objetivo principal
la creación de valor económico–, las empresas se están orientando de manera creciente hacia proyectos
estratégicos de exaltación de la calidad, del capital humano, de los valores intangibles de comportamiento y, por tanto, de la comunicación desviante. Esta última se convierte en recurso intangible
estratégico, irrenunciable, para la expansión del sistema empresa, para la afirmación del mensaje social
y, en consecuencia, para los procesos de acumulación flexible, que necesitan de continuos recortes en
la ocupación y ahondan la demanda social de trabajo, de cultura, de bienes, de tiempo liberado del
trabajo.
Si a esto se añade el nuevo tipo de distribución de la economía posfordista, caracterizada más por la
producción de servicios y de información que por la simple distribución física de productos, se puede
entender que ya las empresas no contemplen el área de ventas sino como simple medio de guerra
comercial-comunicacional: como primer eslabón en la cadena decisional enfilada hacia los clientes y
dirigida a imponer las reglas de la competitividad del mercado en todo el cuerpo social.
Los consumidores son inducidos a ver el producto desde una perspectiva distinta: quieren siempre
encontrar alguna nueva línea, su atención se desplaza del producto-mercancía a su contenido en términos de servicio, de recurso inmaterial. En ese sentido, el punto de venta, en sí mismo, se convierte
190
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
en dispensador de servicios y de comunicación del modelo de vida deseado por el capitalismo, y es solo
posteriormente que se configura en mercancía-sustancia.
En la práctica, el producto se hace protagonista, ya que se propone como punto de referencia de
la iniciativa empresarial en lo que respecta al vivir social. Asimismo, se sintoniza con las tendencias en
curso del modelo capitalista de referencia, en tanto que constituye no solo un objeto de consumo, sino
un portador de “valores generalizados” que tienen por fin, con frecuencia cada vez mayor, los procesos
de acumulación flexible basados en el capital intangible. Este nuevo tipo de producto debe saber
imponer las tendencias socioculturales que penetran en los estratos más diversos de la sociedad, para
así poder sumar los múltiples tipos de consumidores, de individuos sociales en general, a un proyecto
de consenso en torno a la empresa y a los modelos valorativos del mercado y de la ganancia, todo
ello a través de una guerra comercial definida por la comunicación estratégica desviante. Una guerra
comercial comunicacional, en cuanto comunicación del modo de producir, de distribuir, de consumir,
de vivir en el imperio del capital.
De cualquier modo, la nueva tecnología influye, desde una óptica de control generalizado, en la
sociedad que se está formando; sociedad en la que estarán presentes, de manera creciente y masiva, el
comercio electrónico, el teletrabajo, la telemedicina, etcétera Elementos que condicionarán, seguramente, no solo el mercado de trabajo y el de consumo, sino el vivir social en su conjunto, el modo de
ser del sujeto en el territorio.
De todo lo anterior se desprende que el modo más eficaz de expandir y conquistar una red es disponer de información lo más rápidamente posible. Se tornan por eso esenciales los recursos relativos al
uso, en términos productivos, del capital intelectual: es la guerra capitalista por la homologación y la
conquista de las mentes, por la transformación de los hombres y de las mentes en factores del capital.
9. Está claro, en todo caso, que la revolución de la información ha influido en la gestión de la lógi-
ca y de las necesidades empresariales de capital intelectual, sea este el de carácter más humano o el
estructural; actualmente se le ha dado prioridad al desarrollo del primero, por ser más rentable. Sin
embargo, esto ha creado problemas para el capital humano, que se ha visto impelido a perseguir su
homologación en el eficientismo empresarial para poder mantenerse en el mercado, sometiéndose así
completamente al imperio del capital y obligándose a vender “inteligencias” adecuadas a los tiempos
cada vez más veloces del ciclo productivo capitalista.
Se puede decir, entonces, que el capital intelectual, humano y estructural, está constituido por todos
los conocimientos, informaciones y experiencias capaces de crear nueva riqueza. Se trata, en esencia,
de elementos del capital humano y de la abstracción, de nuevos recursos humanos y no tangibles, que
en estas últimas décadas adquieren importancia creciente en razón de estrategias de diferenciación
para la competencia global. Estrategias que se llevan a cabo porque los procesos productivos acusan
los efectos de todos los progresos obtenidos en el campo de la información, de la comunicación y del
conocimiento.
¿Pero dónde encontrar el capital humano de la empresa? Suele buscársele entre las personas que
componen el sistema empresa, entre las estructuras empresariales y entre los clientes. Hay entonces tres
tipos de capital intelectual: el humano, el estructural y el de los clientes.
El capital intelectual humano está representado por todas las capacidades de las personas que actúan
en función de las lógicas de la empresa y que son capaces de ofrecer soluciones para las necesidades
empresariales:
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
191
el capital humano (…) es el lugar donde se inician todas las escalas: la fuente de la innovación, la
home page de la intuición. Si el capital intelectual es un árbol (…) los seres humanos son la savia (…)
que lo hace crecer. El dinero habla, pero no piensa; las máquinas cumplen, ejecutan, con frecuencia
mejor que cuanto pueda hacerlo un ser humano, pero no inventan (Stewart, 1999: 136).
Para atrapar lo mejor del capital intelectual humano, es necesario reducir lo más posible los trabajos
que no requieren razonamientos. Un obrero que trabaja ocho horas al día en una cadena de montaje,
no aporta en ese sentido nada realmente útil a la empresa, pues, para empezar, no externaliza nada de
lo que conoce o podría conocer. El capital humano se hace mentalmente disponible solo al asumir la
forma de capital intelectual humano homologado a los paradigmas del imperio del capital.
Relevante, para esta nueva función del capital intelectual humano, es la capacidad de hacerse “portador calificado” de la comunicación nómada desviante, que podrá así difundirse mejor en el territorio
e impulsar en la empresa flujos informativos de entrada y salida dirigidos al consenso social. De esta
manera, el bagaje de experiencias de ciertos hombres de cultura, de aquellos que son tradicionalmente
sensibles a las sirenas del poder, se transforma en patrimonio empresarial, en acumulación flexible, para recibir y distribuir en el cuerpo social, a los exclusivos fines de la empresa, el recurso información,
para destruir las oportunidades creativas e innovadoras presentes en ese cuerpo.
Impulsado, pues, por el sometimiento a las lógicas de la ganancia sobre el capital intelectual humano, el aumento del valor patrimonial de la empresa halla a su vez correspondencia en un incremento
de su valor social. Un incremento capaz de enriquecer y caracterizar los procesos de desarrollo de
todo el sistema económico, al exportar exclusivamente cultura empresarial a todo el territorio y al
enriquecer en particular, cualitativamente, la función cultural de la empresa, a través de la adquisición
de flujos informativos dirigidos a ejercer control sobre la complejidad y turbulencia del ambiente
socioeconómico.
De hecho, la función empresarial es así gobierno de lo diversificado, de lo multiforme, ya que, al
difundirse en el territorio, crea imágenes y consenso dentro y fuera de la empresa y aumenta su valor
prospectivo, sea en términos de capital intangible y de capital intelectual humano, o de posterior
retorno como capital material y financiero. Finalmente, incrementa de esta manera los procesos de
acumulación flexible9.
2. Aspectos particulares y determinación contable del autofinanciamiento
2.1. Dinámicas, valores y valoraciones de la empresa
1. Todo proceso conductual y relacional se ve hoy determinado en función del nuevo modelo econó-
mico-social neoliberal, a su vez sustentado en una institución que ha devenido ya en divinidad social:
la empresa. Y es solo a partir de los diferentes sistemas de empresa propuestos por las distintas formas
de capitalismo y de sus interrelaciones con el macrosistema ambiental en su conjunto (accionistas,
bancos, financistas varios, gerentes, trabajadores, Administración Pública, clientes, proveedores, instituciones, etcétera), que se puede realmente entender el alcance efectivo del choque que se viene
produciendo entre los diversos componentes del “liberalismo global”.
Todo modelo de empresa es fruto de las condiciones económicas, de la historia, de las tradiciones
y de la cultura del país en el que actúa. Por tanto, la finalidad de todas ellas –la creación de valor
192
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
económico, el incremento de su propio valor por medio del proceso de acumulación, en sus diversas
formas– puede ser alcanzada a través de diferentes modalidades de desempeño y objetivos de gestión,
que, naturalmente, cambian en el curso del tiempo y deben tomar en consideración los aspectos
económico-competitivos, culturales, tecnológicos, conflictivos y sociopolíticos.
El control de una compañía, la facultad de tomar las decisiones estratégicas y operativas fundamentales, son elementos que dependen de las posiciones que asuman los operadores económicos.
Varía esto desde el control típico de las public companies del modelo anglosajón, en el que los objetivos
son establecidos por el vértice, hasta la situación opuesta en el modelo germano-japonés, en el cual
la función de la gerencia es sobre todo de mediación, y su tarea es diseñar y ejecutar estrategias cuya
decisión incumbe a los varios componentes de la empresa.
En los últimos años se viene verificando una evolución gradual en los sistemas de gobierno de las
empresas, para tratar de equilibrar y minimizar los inconvenientes que estos modelos presentan. Se
asiste, en esencia, a un acercamiento progresivo de esos modelos opuestos, el de las public companies y
el de las empresas consociativas. Mientras en Estados Unidos se inicia un movimiento hacia un accionariado más estable, en Japón disminuye la incidencia de los cruces accionarios y se tiende a ampliar la
participación y la dependencia del mercado financiero. Ocurre que el modelo anglosajón, concebido
sobre principios mucho menos igualitarios –y entre los que, antes bien, predominan la agresividad,
el individualismo y el darwinismo económico–, se está difundiendo cada vez más, no obstante las
evidentes injusticias socioeconómicas que implica, a expensas de las clases sociales más desfavorecidas.
2. Son diversos los métodos utilizados por las diferentes disciplinas económico-empresariales para
valorar las inversiones de la empresa y para considerar a esta misma como “inversión”, como proceso
continuo de acumulación10.
Mediante el conjunto de recursos informativos sobre los que se apoyan los procesos decisorios en
este ámbito, resulta posible estimar la cantidad y calidad de las operaciones de las que es preciso partir
para implementar nuevas formas de inversión. Al momento de emprender cualquier nuevo proyecto,
deben estar ya bastante claros los procedimientos evaluativos de su rentabilidad y sus potenciales
caídas en el curso de los procesos globales de acumulación de capital. La solución de ese problema
puede provenir de aproximaciones de naturaleza subjetiva, basadas en valoraciones intuitivas que
inmediatamente se traducen en momentos decisorios, o ser resultado de metodologías de carácter
objetivo, con explícita estimación cuantitativa de los costos y beneficios de toda la inversión, incluido
el retorno esperado. En otras palabras, se trata –a los fines de los procesos decisorios de inversión– de
procedimientos de acción basados en la medición real de los procesos de acumulación vinculados con
la rentabilidad global y la inversión misma11.
Hasta no hace muchos años, los modelos decisorios eran esencialmente derivados de la contabilidad de gestión –es decir, de los valores inscritos en balance–, y había una fuerte correlación entre la
dimensión de la compañía y la capacidad de crear valor a través de procesos de acumulación basados en
inversiones materiales, de lo cual derivaban ventajas competitivas las grandes empresas, en relación con
las pequeñas. Hoy, en cambio, una de las tareas más marcadamente estratégicas que cumple la gerencia
posfordista es la de conocer y aumentar el valor de la compañía mediante procesos de acumulación
flexible sustentados en recursos inmateriales, lo que le permite cumplir una gestión eficiente en medio
de condicionamientos mayores, derivados de una desenfrenada competencia. La turbulencia misma
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
193
de los mercados y la desintegración de los viejos modelos de acumulación y de inversión, impulsan
a la alta gerencia posfordista a reexaminar las decisiones de carácter estratégico, e influencian cada
vez más los modelos relativos a la creación y distribución del valor empresarial mediante formas de
acumulación de capital intangible.
A diferencia del pasado, hoy se difunden también entre las pequeñas y medianas empresas los
elementos que más fuertemente impulsan e influencian las decisiones empresariales de carácter estratégico, como la disponibilidad de –y la especulación con– factores de capital financiero, el recurso
humano calificado, los procesos de deslocalización productiva y la externalización de algunas fases de
su ciclo, en busca siempre de costos cada vez menores del trabajo, de disponibilidad de infraestructuras
y servicios de alta calidad y de valorización de la información, de la comunicación y de todos los
recursos del capital inmaterial.
3. Se arriba así a una nueva manera de concebir la inversión, a una acumulación flexible creciente-
mente basada en aspectos financieros y en la inversión sobre activos fijos inmateriales, más allá de las
dimensiones de la empresa.
Si bien se asiste, en efecto, a una disminución significativa de esas dimensiones, también es evidente
un proceso cada vez más intenso de globalización de la economía en sentido financiero, y particularmente bajo formas flexibles de acumulación macroeconómica y empresarial, con importantes y
decisivas consecuencias sobre los modelos estratégicos, societarios y sectoriales que se adoptan para
hacer frente a las circunstancias –siempre nuevas– que se presentan en la competencia capitalista
internacional.
Todo ello crea situaciones particulares que van a influir y modificar también los sistemas de valoración de las inversiones. En mercados más o menos estables, o en todo caso fácilmente controlables,
bastaban simples reglas de corrección contable para derivar procesos decisorios; en un sistema de
globalización, de internacionalización y de financiarización de la economía, en una época dominada
por los servicios telemáticos e informáticos, en presencia de continuos procesos de reestructuración y
de acumulación flexible, de tomas de control (takeover), de fusiones y concentraciones con sus respectivos e intempestivos cambios en los modelos decisorios de inversión, se hace más difícil cuantificar y
monetarizar la acumulación de capital en su conjunto, así como es más difícil identificar cuáles son los
modelos decisorios realmente capaces de crear y expandir el valor empresarial.
Los procesos de competencia global en la economía y su financiarización, las nuevas formas de
acumulación flexible y la turbulencia de los mercados, se convierten, por tanto, en factores de extrema
importancia, capaces de influir fuertemente en los procesos decisorios de cuanto concierne a la creación de valor de las inversiones y a la acumulación en su sentido más amplio.
4. Desde esta óptica, los sujetos del vértice empresarial –la gerencia en general– no pueden descuidar
jamás el papel social y político que representa la empresa en su propio ambiente de operaciones.
La comunicación desviada y desviante constituye, entonces, un recurso generador a su vez de otros
recursos empresariales, pero sobre todo de valores sociales. Los pasos de los procesos comunicacionales
deben ser desarrollados orgánicamente, con el propósito de incrementar la acumulación de capital y de
inducir, a través de la información, a la persuasión social acerca de las virtudes del modelo neoliberal
posfordista; todo en un marco de destrucción de la cultura existente en el territorio, para imponer
194
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
socialmente la cultura de la eficiencia empresarial, para romper la unidad de clase de los trabajadores
mediante procesos de cooptación consociativa, en un modelo social de concertación que des-solidarice
al cuerpo social en su conjunto12.
Acompañados por verdaderas tragedias étnico-nacionales –ocasionadas por la redefinición y repartición de los territorios nacionales en función de los equilibrios entre potencias y de las necesidades
del capitalismo internacional–, los resultados macroeconómicos evidenciados en estos últimos años
han comenzado a poner en tela de juicio, de manera clara y definitiva, lo que se configuraba como un
auténtico e irrefutable dogma socioeconómico, basado en un modelo de desarrollo no compatible ni
con lo social ni con lo ambiental.
Los verdaderos resultados emergen claramente: hacer de las finanzas un campo de especulación significa exportar por doquier un capitalismo financiero que ataca toda forma de solidaridad en nombre
del individualismo, del darwinismo económico-social, y que crea aversión hacia todo lo que es público,
hacia cuanto signifique relaciones sociales con valores no mensurables a través de la moneda.
5. Esta serie de consideraciones hace ver claramente la necesidad de establecer un criterio de referencia
para la guía de las sociedades. Muchos autores, especialmente los vinculados a la escuela japonesa, han
ubicado ese criterio en la capacidad de gestionar y crear valor empresarial.
Según esto, es fundamental optar por inversiones que produzcan ese valor, en lugar de destruirlo
(Copeland, Koller y Murrin, 2002: 21-40). Y es que frecuentemente la remuneración del capital invertido (capital-gain) se consigue cuando este es desinvertido o liquidado a un valor superior al original.
Pero el valor empresarial se crea y desarrolla manteniendo y reforzando los nexos con el ambiente
externo a la empresa. Resulta cada vez más importante, entonces, vincular el microsistema empresarial
al macrosistema ambiental.
En las estrategias de inversión se ha visto ya que el empresario debe, ante todo, establecer las
combinaciones óptimas de producto en función del mercado y evaluar, asimismo. las limitaciones
derivadas tanto de la disponibilidad de recursos como –y muy especialmente– del contexto ambiental
y de la estructura organizativa de la empresa. Como es evidente, en primer lugar hay que evaluar y
determinar cuáles son las exigencias y necesidades que el nuevo producto puede satisfacer, en relación
sobre todo con la tecnología, con las dimensiones y los segmentos del mercado que la compañía cubre.
Siguen luego las investigaciones encaminadas a conocer y comprender el comportamiento de los consumidores y el de la competencia. Objetivo fundamental es acertar en la determinación de la “ventaja
competitiva” en términos de eficiencia interna y externa de la empresa, ventaja que puede referirse o
bien a los costos de producción o bien al precio del producto; se trata, en todo caso, de comprender el
grado de diferenciación que alcanza la empresa con respecto a otras.
6. Una vez efectuado un cuidadoso examen de la situación inicial de la empresa, se identifican las pers-
pectivas futuras, aquellas que le permitirán adoptar comportamientos adecuados para llevar a cabo, en
el curso de los años, sus objetivos estratégicos. Para ello es necesario, en primer lugar, determinar cuáles
podrían ser los factores críticos en sus ámbitos de acción, principalmente a través de un análisis de sus
fortalezas y debilidades. Asume también fundamental importancia, en lo que toca a las perspectivas
estratégicas, el comportamiento social de la empresa, es decir, el complejo de relaciones que esta pone
en marcha para vincularse con todo el macrosistema ambiental.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
195
En cuanto al análisis de los factores críticos para el éxito, vale recordar que se alude con ello a variables que caracterizan a la empresa en un determinado sector y que le otorgan una ventaja competitiva
respecto a otras (por ejemplo, su propia imagen, los precios de venta, la distribución, etcétera). Es evidente que esos factores están ligados a sus llamadas fortalezas y debilidades, así como a las actitudes que
asume el empresario ante el mercado; actitudes que pueden ser defensivas o, por el contrario, agresivas.
En cualquier caso, las perspectivas estratégicas están estrechamente correlacionadas con la actitud
social que asume la gerencia. No está de más recordar que toda empresa, en el cumplimiento de
su propia actividad, provoca innumerables efectos sociales, por lo que resulta fundamental analizar
la actitud de la alta gerencia en lo que respecta al ambiente, al compromiso social y a los valores de la
sociedad. Esto último es de esencial importancia, ya que permite a la empresa dar el salto de la lógica
económico-operativa –cortoplacista, ligada a las vicisitudes internas, atenta a maximizar la renta que
se ha de distribuir en dividendos– a una visión valorativa de largo plazo, basada principalmente en las
relaciones con el ambiente externo y dirigida al incremento continuo del valor de la empresa, en su
más amplio sentido.
7. Si a través del sistema de valores de la transformación económica-gerencial es posible obtener flujos
de información acerca de la situación financiera patrimonial, y si a través del monto del resultado
económico del ejercicio (REE) se obtienen flujos similares sobre la gestión económica en particular,
entonces se puede afirmar, ciertamente, que para una empresa en plena actividad, la cuantificación
de la renta ocurre de manera conjunta con la del capital de trabajo, ya que toda operación gerencial
influye tanto en la potencialidad de la renta como en el capital13. Expresado esto en símbolos, es por
tanto válida la siguiente relación:
CNF (t) = CNI(t) + REE
De donde
CNF (t) - CNI(t) = REE
Donde CNF es el capital neto final (es decir, el saldo del estado patrimonial al concluir el ejercicio), CNI es el capital neto al inicio del ejercicio y REE es el saldo del balance del mismo período
contable.
Si REE = RN (renta neta) > 0, la empresa ha conseguido una utilidad o, en términos genéricos, una
ganancia. Se puede entonces sostener que el REE se deriva de la contraposición de ingresos y costos
de competencia del ejercicio, y no del aumento del monto del capital de trabajo; es más, se logra un
incremento de dicho capital si la transformación económica obtiene utilidades.
Al ser válida la relación CNI(t+1) = CNF(t), entonces el capital de trabajo está representado por el
sistema de valores capaces de conectar un período contable con el siguiente, de modo de asegurar la
continuidad de gestión.
Nótese como con esta formalización contable se expresa, precisamente, la fórmula básica del análisis marxista. Basta identificar el capital neto al inicio de ejercicio (CN ) con el capital monetario (D)
que se emplea para adquirir medios de producción (c) y trabajo (v): CNF es el capital neto final, con el
valor de c que resta al final del período, y REE es el saldo del balance del mismo período contable, con
la diferencia entre D' y D, es decir, la plusvalía.
196
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
De esta manera el ciclo D - M - D', en el cual D' > D, expresa un rendimiento neto positivo.
Pero el nuevo ciclo comienza como acumulación ampliada, en función de: a) el capital constante no
consumido en el período antecedente (no amortizado) y b) la tasa de ganancia (en nota contable, la
relación REE - CNI ).
8. Prosiguiendo, pues, con la nota contable, se puede decir que:
K de funcionamiento y ganancia = PNFIN + RN
↓
si REE = RN > 0
↓
PNF > PNI (con REE = resultado económico del ejercicio;
RN = renta neta; PNI = patrimonio neto inicial)
Se han realizado entonces, en la compañía, transformaciones económicas positivas y el stock de
recursos se equipara a la RN; luego, RN es la medida de la nueva riqueza lograda en el ejercicio. De aquí
se sigue que RN > 0 (ganancia) es igual a la medida de la riqueza que, de ser distribuida (retirada), no
afectará el stock de factores disponibles al final del ejercicio, con respecto a los existentes al momento
del inicio. Si PNF = PNI, toda RN > 0 es distribuida en dividendos; si PNF > PNF, no toda RN > 0 es distribuida en dividendos, sino que parte permanece en la empresa como medio de autofinanciamiento.
Pérdida y endeudamiento
Si REE = RN < 0
Si al final del ejercicio se quieren mantener intactos los factores productivos –como stock de factores iguales a los del inicio del ejercicio– y no hay nuevas aportaciones de los socios, entonces se hace
necesario incrementar los pasivos financieros (PF), es decir, el endeudamiento.
Si la empresa quiere mantener intacto su stock de factores (A = AR + AF = CI; donde A = actividades, AR = actividades reales, AF = actividades financieras y CI = capital invertido) tras haber obtenido
una transformación económica negativa que redujo A, debe entonces contraer nuevos pasivos (PF),
financieros o de funcionamiento (comerciales, de reglamento). Las deudas no cubren la pérdida, pero
permiten reconstruir el mismo stock de factores (A), es decir, el mismo CI.
9. Se ha visto el capital de funcionamiento como el conjunto de factores disponibles para las futuras
transformaciones productivas, al conectar el pasado y el futuro con respecto al instante t. Se distinguen
además, otras configuraciones del capital14:
a) El capital de venta o cesión determina el valor de la empresa como complejo económico en
funcionamiento. Ese valor lo representa el precio contratado entre las partes y alcanza una
magnitud mayor o menor en función de la capacidad de renta o beneficio que, según se puede
prever, tendrá ella en los años futuros (capital económico). El capital de venta es, entonces, un
precio que no viene dado por la suma algebraica de activos y pasivos, ya que a su formación
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
197
concurre el valor de rendimiento de la empresa (cálculo del K económico). De hecho, el precio
de venta es acordado entre las partes sobre la base de la renta que esta sea capaz de producir
en los ejercicios futuros, lo cual a su vez se determina mediante un conjunto de factores (la
fidelidad de la clientela, la ubicación física de las plantas, la capacidad de mercadeo, el buen
servicio de transportes, etcétera). Ese valor de rendimiento es un modo de ser de la empresa, una
cualidad que le es inherente.
b) El capital de liquidación –o disolución– se determina en el momento en que la empresa deja de
funcionar, es decir, cuando cesa su actividad y el objetivo es establecer el monto –monetario–
de la realización o venta de sus bienes; monto que no es sino el resultado de la suma algebraica de
activos y pasivos, sin considerar las posibles conexiones subsistentes entre tales valores. Tampoco
hay consideración de condiciones futuras, por lo que la evaluación refiere únicamente al instante de la liquidación.
c) El capital de fusión o de incorporación establece, en un proceso de fusión –por unión o por
incorporación–, el valor de los capitales de las empresas participantes y, luego, el de la empresa
resultante.
d) El capital de transformación determina el valor de la empresa tras un cambio en su personalidad
jurídica.
10. El capital económico es el valor de la compañía ya constituida y activa, considerada como objeto
unitario de negociación (muy utilizado en las ventas y fusiones). El valor de rendimiento, como activo
fijo inmaterial del adquiriente tras la compra, no es un elemento del capital de trabajo de la empresa
activa y vendida. Es, en cambio, el mayor valor que se atribuye al capital de una empresa vendida
en bloque, respecto al neto que se obtiene, y marca la diferencia entre el total de activos y el total
de pasivos.
El valor de rendimiento se origina en la organización eficiente, en la ubicación, en la clientela fiel
y numerosa; vale decir, en el conjunto de condiciones que hacen próspera una compañía y le aseguran
una renta. Solo figura entre los elementos activos del capital cuando ha dado lugar a un costo (lo que
ocurre únicamente si se compra una empresa en funcionamiento) y en tal caso se amortiza en un plazo
mínimo (normalmente no superior a cinco años).
11. La doctrina concuerda en el hecho de que deben ser, al menos, tres los requisitos que cumpla una
metodología eficaz y confiable de valoración del capital económico de la empresa15: la racionalidad –ha
de tener firme consistencia teórica y validez conceptual intrínseca–, la generalidad y la objetividad, en
el sentido de que debe fundamentarse en datos comprobados o por lo menos particularmente creíbles
–y por tanto aplicables– y prescindir, por otra parte, de los intereses particulares de los sujetos involucrados en la negociación, en el caso de una valoración que tenga por fin la eventual compra-venta.
Al ser el capital económico, entonces, una entidad de carácter abstracto, el proceso de estimación
debe llevar a un concepto de valor que pueda considerarse general y común, y no a determinaciones
individualizadas y ligadas a posiciones subjetivas específicas.
A las concepciones empresariales que apuntan a resaltar el valor de rendimiento, concentrando
esfuerzos en la conquista de segmentos de mercado y en el incremento de la ganancia, se contrapone
hoy, definitivamente, otra que sostiene que el valor de una compañía no depende únicamente de las
198
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
utilidades que alcance. Según esta última concepción, ello más bien puede producir –y lo haría muy
frecuentemente– una reducción del retorno en los flujos de caja y del valor creado para los accionistas,
por lo que la actuación empresarial ha de ser medida cada vez más en términos de eficacia en el mercado de control societario. Atribuye esta postura un valor estratégico al volumen y a la composición de
los distintos elementos de la empresa, incluidos los recursos de naturaleza intangible.
12. Se considera entonces que16:
AUTF = AUTFP + AUTFI
AUTFI = AUTFI+ - AUTFI–
Donde
AUTF = autofinanciamiento.
AUTFP = autofinanciamiento propio.
AUTFI = autofinanciamiento no propio.
AUTFI + = las reservas acumuladas en el ejercicio.
AUTFI –= son las reservas utilizadas en ese mismo ejercicio.
Asimismo, si UB = utilidades de balance y DIV = dividendos,
UB = DIV + AUTFP
Se tiene que
AUTF = AUTFP + AUTFI + - AUTFI –
Donde, en tal caso, AUTF representa el autofinanciamiento neto total, puesto que refiere a la
dinámica de las inversiones netas en el ejercicio considerado.
13. Desde el punto de vista patrimonial, el autofinanciamiento puede considerarse como crecimiento
neto de los recursos; desde una perspectiva financiera, en cambio, ofrece a la empresa la posibilidad de
satisfacer parte de sus necesidades financieras sin recurrir –o, mejor, recurriendo en medida menor– a
fuentes externas de financiamiento.
Puede decirse, en un primer análisis, que el autofinanciamiento está constituido por las utilidades
netas ahorradas, no distribuidas, a lo que se suman las amortizaciones del período y los fondos acumulados para gastos, riesgos y pérdidas, de los que es preciso restar los fondos efectivamente utilizados
en gastos durante ese mismo lapso. Por tanto, la autofinanciación se puede definir como la suma de
las utilidades netas ahorradas, de las ganancias y de las amortizaciones y reservas efectuadas al término
del período en cuestión.
Como puede verse, el autofinanciamiento total se determina de tal modo que equivale a la suma del
autofinanciamiento propio y el autofinanciamiento no propio. Estas dos configuraciones provienen de
dos fases diferentes del proceso de formación de la renta.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
199
En la fase de determinación, la renta asume una forma que es más la de un resultado de naturaleza
contable que la de un efectivo rédito económico de la gestión y, en consecuencia, en términos contables es posible influir en la determinación del autofinanciamiento al actuar con base en los fondos de
amortización y los fondos para gastos, pérdidas y riesgos futuros; por eso, en esta fase cobra relevancia
el financiamiento no propio. En la fase de asignación de la renta es posible actuar sobre la entidad del
autofinanciamiento propio; se autogeneran así recursos de capital, al retener utilidades que no se
distribuyen entre los accionistas. De esta manera, al proceso de autogeneración se destina solamente
una parte de las utilidades: la correspondiente a aquella ganancia cuya entidad no está condicionada
por la determinación de la renta y las políticas de repartición de dividendos.
14. El autofinanciamiento se puede definir en relación con todos los componentes, es decir, glo-
balmente, en las dos fases mencionadas, o también por vía de una diferenciación entre inversiones
netas (capital invertido, CI) finales y endeudamiento total (capital de crédito, CACR) final, una vez
deducidas las inversiones iniciales del neto del endeudamiento total inicial. Recordando los símbolos
ya utilizados, se tiene:
AUTFt +1 = (CIt+1 - CACR t+1 ) - (CIt - CACR t )
Naturalmente, habrá formación de autofinanciamiento si esta ecuación es positiva y a condición de
que, si se han producido aumentos o nuevos aportes de capital social, estos sean de magnitud menor
que el autofinanciamiento global.
En efecto, si en el período considerado se han producido modificaciones del capital social (CASO),
será necesario rectificar la fórmula anterior para deducir los nuevos aportes y sumar las reducciones por
rembolsos. Y entonces, con los símbolos apuntados:
AUTFt +1 = (CIt+1 - CACRt+1) - (CIt - CACRt ) - ΔCASO +t + 1 + ΔCASO -t + 1
De todo lo anterior se desprende que las fuentes de autofinanciamiento son cuatro:
a) Utilidades ahorradas.
b) Enajenación de bienes ya amortizados.
c) Acumulación de reservas para futuros gastos, pérdidas y riesgos.
d) Amortizaciones computadas en los costos plurianuales.
Como se dijo anteriormente, podría también considerarse la línea de crédito de suministros como
una quinta fuente. A primera vista, los flujos de ese origen podrían ser valorados conjuntamente con
las utilidades ahorradas; no obstante, si se toma en cuenta rígidamente el significado contable –y
sobre todo económico– del autofinanciamiento, esto no resulta aceptable, ya que la adquisición de
este tipo de flujos implica el correspondiente endeudamiento con los proveedores que, en la práctica,
anula el flujo financiero activo. Valga de todas formas recordar que, en la realidad gerencial, el crédito
de suministros y la dilación en los pagos que genera constituyen, de hecho, una forma indirecta de
autofinanciamiento.
200
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
2.2. Privatizar para contrarrestar la devaluación del capital 17
1. El valor de la empresa es siempre expresión de su propia capacidad –en cuanto manifestación de la
relación social capitalista, es decir, de la propiedad privada de los medios de trabajo y producción– para
a) incrementar el valor agregado en el proceso de producción y b) garantizar la apropiación por parte
del capital, en forma de ganancia, de ese valor agregado, o de su mayor parte18.
En los últimos veinte años ha cambiado notablemente el contexto en el que las empresas compiten.
– Las cuotas de mercado de las grandes sociedades –y sus respectivas ganancias– han sufrido el
embate de empresas de dimensiones menores que, gracias a su flexibilidad operativa y estratégica, logran incrementar su valor empresarial.
– La disponibilidad de capital monetario, de capital financiero, no es ya prerrogativa exclusiva de
las grandes empresas, sino también de las medianas y pequeñas. El capital, en efecto, busca y
crea nuevas oportunidades de inversión, y de otra parte la disponibilidad aumenta por efecto de
la presencia en el mercado financiero de nuevos operadores e instrumentos (bancas de inversión,
fondos comunes, sociedades de inversión de capital variable, fondos de pensión, contratos de
arrendamiento –leasing– y de venta de cuentas por cobrar –factoring–, financiamiento de proyectos –project financing–, etcétera).
– Internamente, ha crecido en las empresas la importancia relativa de los servicios de soporte
(transporte, distribución, colaboración externa, etcétera). Estos servicios son ahora un factor
determinante para el éxito de las actividades empresariales, incluso las de modestas dimensiones.
– El ciclo de vida del producto ha experimentado súbitamente una notable aceleración: ciclos cada
vez más cortos exigen frecuentes inversiones futuras, capaces de preservar el valor de la compañía y, por tanto, de sus acciones19. Esto se traduce en una reducción del tiempo de rotación del
capital y, por consiguiente, en un incremento de la plusvalía apropiada por el capitalista.
– La mundialización de los mercados es ya un dato fáctico, que se evalúa atentamente en los procedimientos estratégico-decisorios y que exige a las empresas, allí donde sea posible, transformar
los riesgos en ventajas competitivas. Ese objetivo solo pueden alcanzarlo mediante oportunas
decisiones estratégicas, dirigidas a crear valor o al menos mantenerlo.
– La integración vertical y horizontal y las sociedades multibusiness (los llamados conglomerados)
han perdido importancia, en tanto que frecuentemente no están en capacidad de lograr las
sinergias previstas y son muchas veces, por el contrario, fuente de deseconomías.
– La volatilidad de las tasas de cambio y de interés ha inducido a las empresas a dotarse de eficientes
estructuras financieras, capaces de preservar el flujo de caja existente y, con ello, su propio valor.
2. A diferencia del pasado, también entre las pequeñas y medianas empresas es posible observar la
difusión de los elementos que hoy más fuertemente impulsan e influencian las decisiones empresariales
de carácter estratégico, como la disponibilidad y la especulación con factores del capital financiero,
los recursos humanos calificados –y de allí el capital intelectual homologado–, los procesos de deslocalización productiva y de externalización de fases del ciclo –en busca de costos cada vez más bajos
del trabajo–, la disponibilidad de infraestructuras y servicios de alta calidad, y la valorización de la
información, de la comunicación y de todos los recursos del capital inmaterial. Se llega así a una nueva
manera de desarrollar los mecanismos de acumulación, hoy ciertamente de características financieras,
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
201
basados en inversiones en activos fijos inmateriales y en capital intelectual humano muy calificado,
pero también en búsqueda de nuevas oportunidades para inversiones productivas funcionales al paradigma de la acumulación flexible y de la producción ajustada (lean production), centrada en el control
del sistema de red internacional.
Por tanto, la empresa socialmente difundida en el sistema territorial, que podemos definir como el
sistema de fábrica social generalizada, es una entidad abierta y dinámica que para crecer y desarrollarse
debe saber crear, más allá de la producción de bienes, flujos adicionales de recursos inmateriales. En esos
flujos, la información, la comunicación desviante y el capital intelectual homologado son elementos claves, ya que están en capacidad de circular libremente y sin obstáculos para el condicionamiento social.
3. Para evitar la devaluación del capital ha sido adoptado un conjunto de medidas, como, por ejemplo,
las operaciones cambiarias y con tasas de interés, las privatizaciones y la desregulación. El fenómeno
de las privatizaciones, que ha caracterizado estos últimos veinte años, se ha manifestado en los países europeos con diversas modalidades e intensidad, precisamente como necesidad de los diferentes
modelos del capitalismo internacional. Punto en común, sin embargo, ha sido el poner en tela de
juicio las conquistas del movimiento obrero, comenzando por considerar incompatibles las políticas
de mediación económico-social de sello keynesiano.
Se comienza a configurar así para el Estado un papel que no es ya el de regulador y mediador del
conflicto, sino el de un Estado-empresa que poco a poco derriba el welfare State, que destruye con las
privatizaciones el papel de la economía pública: un profit State que transmite por todo el tejido social
la idea-fuerza de las compatibilidades de la empresa, de la competitividad del mercado, de la ganancia.
Es por eso mismo interesante analizar más de cerca las diferentes modalidades con las que este
proceso se ha revestido.
Valga recordar, en primer lugar, que son diversas las técnicas con las que es posible ejecutar las
operaciones de privatización; todas, en cualquier caso, dirigidas a favorecer procesos de redefinición y
repartición de la economía entre las grandes familias del capitalismo. Entre los sistemas más aplicados
por varios países, en particular europeos, se encuentra sin duda la oferta pública de venta (OPV). En
Inglaterra, en Francia y Alemania fue muy utilizado este método para las grandes privatizaciones, que
también a escala internacional ha tenido amplio uso (baste recordar que en los años que van de 1984
a 1992, 45% de las empresas privatizadas y 75% del valor total de las operaciones respondieron a esta
técnica). Además, es importante considerar que países como Austria, Holanda, Japón, Francia, Gran
Bretaña, Malasia, Tailandia y Portugal procesaron a través de las OPV casi 100% de sus privatizaciones.
En los países del este europeo, en cambio, se recurrió mucho más a la subasta pública; de hecho, un
procedimiento mucho más cónsono con la privatización de establecimientos de medianas y pequeñas
dimensiones. De igual modo se dieron en estos países privatizaciones mediante “bonos”, convertibles
luego en acciones, que fueron distribuidos al público a precios ventajosos, impulsando así una suerte
de accionariado popular. En naciones caracterizadas por situaciones de extrema gravedad financiera
y que necesitaban métodos de venta muy rápidos y simples, se apeló predominantemente a la negociación privada. Fue esta la opción adoptada por muchos países de América Latina, como México,
Bolivia, Argentina, Chile, Brasil y Costa Rica.
El sistema de employees buy out (o sea, la venta de las acciones a los empleados y gerentes de la propia
empresa) ha sido muy frecuentemente utilizado en Francia, Chile, Venezuela, Inglaterra, Argentina,
202
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Costa de Marfil, Estados Unidos, Portugal, Nigeria y Pakistán. La concesión por contrato de actividades, aunque practicada solo a nivel local, ha encontrado alguna aplicación en Japón, Canadá, Estados
Unidos e Inglaterra.
Antes de presentar las diferentes aproximaciones al proceso de privatización cumplido en el ámbito internacional, es oportuno asentar algunas reflexiones de carácter general sobre los argumentos
considerados, o voluntariamente adoptados, para justificar la venta de empresas públicas por parte del
Estado; una política que alcanzó, incluso, a aquellas que presentaban buenos niveles de eficiencia económica y que respondió a la exigencia de rediseñar el desarrollo capitalista para revitalizar los procesos
de acumulación en sus diversas formas.
4. Si algo resulta inmediatamente evidente, desde la perspectiva actual, es que todo proceso de pri-
vatización ha tenido efectos negativos, cuantitativos y cualitativos, en la ocupación. Muchas veces,
antes, las nacionalizaciones se dieron precisamente para preservar el puesto de trabajo en empresas
que atravesaban momentos de seria crisis y que se exponían a ser expulsadas por un mercado salvaje
y no reglamentado. En estos casos quedó afirmado el principio keynesiano de un Estado empleador y
garante en los conflictos, y de un mercado regulado y tendente a la plena ocupación.
Igualmente es preciso tener en cuenta que, aun en los casos en que una privatización resulta exitosa (en el sentido de que se crean condiciones económicas generales de estabilidad, que podrían,
pues, posibilitar la absorción de algunas franjas de desocupación), ello de todas formas repercute
en la reducción de los costos directos e indirectos del trabajo, así como de los gastos en una serie de
factores: en la protección ante riesgos e infortunios, en la manutención ordinaria y extraordinaria, en
el mejoramiento del impacto ambiental de la producción. Es precisamente al bajar esos costos que
se obtienen, en el pase de lo público a lo privado, buenos resultados, que mejoran los valores de los
indicadores de eficiencia y eficacia. No debe olvidarse, por ejemplo, que, en el mejor de los casos, con
ese pase aumentan la movilidad y la flexibilidad del trabajo y del salario, y se incide negativamente en
los ritmos, la condensación y los turnos de trabajo. A esto debe añadirse que casi siempre los procesos
de privatización han provocado una disminución de garantías y limitación de derechos sindicales, hasta
llegar, particularmente en los países de más bajos niveles de desarrollo económico y democrático, a la
falta absoluta de toda forma de garantía en cuanto al ingreso, a lo sindical y a los derechos plenos de
los trabajadores.
5. La eficiencia, la competitividad y la mejor rentabilidad que, supuestamente, deberían resultar de la
venta de una empresa pública, son también ilusorias y no hallan comprobación en los hechos; sobre
todo porque es muy difícil establecer una relación de pertinencia entre la propiedad de una empresa
y su eficiencia y, además, porque los indicadores típicos de productividad, eficiencia y eficacia empresarial no son casi nunca “transportables”, mediante simples criterios cuantitativos, de lo privado a lo
público, o viceversa.
No existen reglas fijas, precisas, dogmas económicos. La economía, en particular la empresarial, se
estudia en los procesos de interacción entre realidades internas y externas, leyendo los vínculos reales
–no los que vienen forzados por determinaciones político-partidistas y de negocios–, interpretando las
dinámicas empresariales y las consecuencias sociales que tienen lugar entre macrosistema empresarial
y macrosistema socioambiental.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
203
Se entiende así que, cualquiera sea el modelo de capitalismo en referencia, la opción por los procesos de privatización se hace fundamental para el neoliberalismo como exaltación del libre mercado;
un mercado en el cual, aun bajo formas diferenciadas, prevalece siempre y en todo caso la economía
financiera especulativa, en desmedro del factor productivo trabajo. Las privatizaciones, savia vital del
capitalismo, resultan determinantes para hacer surgir los principios dominantes y tensar las fuerzas en
pos de objetivos de ganancia, inmediata o a mediano plazo, que jamás se transforman en procesos de
redistribución equitativa y utilidad social generalizada. Los equilibrios, la estabilidad, la rentabilidad,
las metas que a través de las privatizaciones busca alcanzar el sistema capitalista internacional, el profit
State global, se han revelado simplemente como procesos de desestabilización de los equilibrios políticos, sociales y ambientales.
6. No hay que perder de vista el hecho de que, en última instancia, el valor de la empresa depende de su
capacidad para explotar el trabajo, es decir, para sustraer, en beneficio del capital, ese valor agregado. La
sustracción del valor agregado o plusvalía exige un control riguroso del tiempo, pues toda dilación en
el uso productivo del capital (esto es, en poner en marcha la explotación del trabajo, o su convalidación
en la distribución y venta) retarda el inicio de un nuevo ciclo de acumulación: el tiempo es oro cuando
se emplea para explotar el trabajo. Por este motivo, el crédito de proveedores, el retraso en el pago de
la mercancía adquirida, representa una apropiación de tiempo por parte de la empresa deudora y un
retardo equivalente en el proceso de valorización de la empresa suministradora. Es en este contexto
que se ubican los procesos de privatización forzada de los que se ha venido hablando, impuestos por el
neoliberalismo a partir de los años ochenta del pasado siglo y dirigidos a una drástica rebaja del costo
del trabajo mediante despidos, precarización, externalización y deslocalización.
2.3. El valor de la empresa
1. Como resultado de cambios notables en el ambiente competitivo de las empresas, en los últimos
veinte-veinticinco años ha surgido la necesidad, tanto en el ámbito gerencial-operativo como en el
académico, de reforzar o sustituir los principios y las teorías tradicionales de la actividad empresarial
con nuevos planteamientos, capaces de dar cuenta de los principales aspectos de este cambio. Implica
esto no solamente una aceleración de los procesos de centralización (acumulación autónoma) y concentración (fusión de capitales autónomos) del capital, sino también un cambio cualitativo implícito
en el proceso de internacionalización y de valoración inmaterial propio de la actual fase de desarrollo
capitalista.
Hoy día, el principio que cumple papel fundamental en la economía moderna, que constituye el
perno central de la actividad empresarial, es el concepto de valor de la empresa20. La razón es simple: la
realidad económica y la actitud de sus operadores se han hecho cada vez más competitivas y agresivas
(desafíos, competencia, ansia de éxito, etcétera). Además, junto al mercado de productos y servicios
ha nacido el mercado de control de la sociedad; la disminución del déficit y, consecuentemente, de las
tasas de interés pasivas pagadas por la deuda pública del Estado, ha liberado una enorme cantidad de
recursos, que fluye hacia el mercado financiero.
Por tanto, el número de accionistas se ha incrementado notablemente, y estos se encuentran cada
vez menos dispuestos a tolerar resultados insatisfactorios, lo cual los lleva a hacerse mucho más partícipes de la actividad gerencial de la empresa. Por otra parte, también los capitales derivados del circuito
204
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
bancario han aumentado y están irrumpiendo en los mercados, sobre todo estadounidenses. De allí
que a los gerentes modernos se les plantee el nuevo problema de la “gestión del valor”. Por eso, en este
marco global de cambios, muchos autores apuntan a una misma teoría de referencia para el manejo de
las empresas: la teoría de la creación de valor, que se muestra capaz de orientarlas en relación con las
nuevas características de los mercados y, en líneas más generales, de todo su ambiente externo.
2. Es importante recordar, sin embargo, que en la historia de las disciplinas empresariales son varios
los principios y teorías que han contribuido a adecuar las funciones de la empresa a las cambiantes
exigencias de la actual realidad competitiva. Estos principios y teorías pueden ser resumidos de la
siguiente manera:
– El principio de orientación al mercado. La evolución de los estudios de mercadeo ha enfocado
hacia el cliente y el mercado la atención de las empresas (que en este caso son llamadas marketoriented). Asume entonces particular importancia la valoración de algunos bienes inmateriales:
la marca, la imagen, etcétera. El capital, en su fase de expansión, amplía la esfera del mercado
para insertar en este no solo las actividades del trabajo, crecientemente limitadas y controladas
en su tiempo de vida por exigencia del proceso de acumulación (ciclo producción-distribución,
o su equivalente para el trabajador: trabajo-consumo).
– El principio de la ventaja competitiva. La búsqueda de condiciones de ventaja frente a la competencia es una de las principales vías que la empresa escoge, tanto para generar ganancias como
para reforzar su propia posición en el mercado.
– El principio de programación a largo plazo y el principio de orientación estratégica. Complementarios uno del otro, el primero de estos principios obliga a la empresa a tomar previsiones sobre
posibles escenarios futuros, de manera que le sea posible poner en marcha diversas alternativas
de desarrollo y de gestión. El segundo se caracteriza por una perspectiva temporal aún más
prolongada, en tanto que su propósito principal es establecer o redefinir los fines de la actividad
empresarial, el ámbito competitivo en que se concentra y las áreas que incluye.
– El principio de excelencia. Desarrollado esencialmente en Japón, es solo recientemente que ha encontrado aplicación en Europa y, específicamente, en Italia. Su objetivo no apunta únicamente
a la calidad del producto y del proceso (entendida como cumplimiento de las normas vigentes),
sino que refiere principalmente al mejoramiento de toda la organización empresarial a través de
la responsabilidad del personal, la flexibilidad organizativa, la participación de los proveedores
(partnership), etcétera (Guatri, 1994: 4-6).
Estos principios determinan la capacidad de la empresa para influir tanto en los ritmos que aceleran
la composición orgánica del capital –y, por tanto, la tendencia a la caída de la tasa de ganancia (principio de la calidad total)–, como en el incremento de la plusvalía relativa (principio de excelencia) y en la
recepción de plusvalía generada fuera de la empresa mediante el alza de los precios de venta por encima
del precio de producción (principio de orientación al mercado). Además, le confieren capacidad para
prever las diferencias de rendimiento por sector y le brindan movilidad intersectorial a sus propios
activos (principio de programación a largo plazo y principio de orientación estratégica).
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
205
2.4. La teoría de la creación de valor
1. La teoría de la creación de valor se basa en el presupuesto de que la sobrevivencia y el desarrollo
a largo plazo de una compañía solo se aseguran al generar nuevo valor. Es fundamental, entonces,
elegir inversiones que produzcan valor empresarial, en lugar de destruirlo21. Esta “creación de valor”
se refiere implícitamente al proceso de transferencia intersectorial de valor, analizado por Marx en los
esquemas de acumulación, como consecuencia de las diferencias relativas en la composición orgánica
del capital. No obstante, incorpora asimismo la idea (y el intento de cuantificar la capacidad en ese
sentido) de alterar los precios de venta también a través de los precios de producción, a fin de obtener
una “renta mercantil” en el proceso de valorización de las mercancías producidas, a expensas de las de
otros capitalistas, sean del mismo sector o no. Es esa capacidad lo que se esconde tras expresiones como
la “competitividad” o el “valor” de la empresa.
Esa teoría puede ser analizada desde dos aproximaciones diferentes: la europea y la anglosajona. En esta última perspectiva, el objetivo primario es la maximización del valor de mercado del
capital, mientras se da por implícita la optimización del capital económico. Se explica esto porque
en los países anglosajones (Gran Bretaña y Estados Unidos) la eficiencia de los mercados financieros es superior a la de sus pares europeos, tanto por número de sociedades inscritas como por volumen de transacciones. Se desprende de allí que la vinculación entre el resultado que la empresa obtiene en el mercado de bienes reales y el que consigue en el mercado financiero es, sin duda,
más directa.
Sin embargo, en relación con este tema existen fuertes contradicciones, ya que los mercados financieros filtran los datos de la economía real según una lógica ligada únicamente a la ganancia (renta)
financiera. Pero el rendimiento financiero de un activo no está necesariamente vinculado con los
fundamentos económicos de la empresa –vale decir, con su capacidad de extraer plusvalía–, como sí lo
está con las condiciones especulativas asociadas a un mercado en el cual no son solamente precios de
producción los determinados directamente por la evolución de la oferta y la demanda (la mercancía
que se compra y se vende no es la empresa cuyos activos fijos e inmateriales incorporan trabajo, sino
su título de propiedad, que no incorpora trabajo alguno).
Al respecto basta considerar que, como ocurre con creciente frecuencia, incluso si el desempeño de
la economía real es negativo, el valor de los títulos que se transan en el mercado experimenta fuertes
incrementos. Por ejemplo, en una fase de recesión económica es muy posible que, a causa del estancamiento del consumo, la inflación baje y, consecuentemente, crezcan las expectativas sobre una baja
de la tasa oficial de descuento; esto favorece un crecimiento del mercado accionario que, sin embargo,
refleja un momento negativo de la economía: un momento en el que la caída de dicha tasa no señala
una posible recuperación económica, sino una oportunidad inmediata de ganancia22. Es oportuno,
entonces, subrayar que el desempeño del mercado financiero puede divergir del verdadero estado de la
economía. Sería por tanto deseable pasar de una noción de valor económico-financiero a una de valor
económico-competitivo. De esa manera, el concepto de valor se completa y favorece al mismo tiempo
la recuperación de la función socioeconómica de la empresa.
Desde la óptica europea, la teoría de la creación de valor se refiere a la medida del valor del capital
económico que representa una valoración de la empresa, ya no ligada a los valores del mercado, sino
efectuada de manera general, racional, demostrable y objetiva23. El punto de referencia para la creación
del valor no es el mercado accionario, sino la empresa misma en su capacidad de valorizar el capital,
206
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
de generar plusvalía y apropiarse de ella. Luego, los flujos de renta y de caja que se producen en lo
inmediato tienen un significado modesto para la valoración del capital económico, mientras que revisten gran importancia las potencialidades acumuladas para producir tales flujos positivos en un futuro.
En esencia, el crecimiento del valor del capital económico es asegurado mediante la capacidad de
generar flujos de caja positivos en el largo plazo, o una rentabilidad económica también positiva. Una
vez creado el valor, en términos de capital económico, es deseable que este sea transferido a los precios
de bolsa (que sea reconocido, pues, por el mercado), para que el accionista pueda obtener un beneficio.
Recordemos que la ganancia de capital (capital gain) constituye el objetivo primario del accionista,
quien, sea que participe o no participe en la gestión, es afectado por los resultados en tanto que titular
de la sociedad, en sentido jurídico.
Por tanto, si la gerencia no lograra transferir las variaciones del capital económico a los precios
de bolsa, no estaría en capacidad de distribuir24 el valor obtenido y con ello penalizaría al accionista
y a la propia empresa, ya que los posteriores aumentos de capital no podrían ser obtenidos a precios
adecuados y esta última vería así comprometida su situación financiera.
2. La teoría de la creación de valor requiere, pues, una sana gestión empresarial, basada en una visión de
largo plazo que sea capaz de identificar una serie de objetivos claramente definidos, ciertos e integrados
entre sí. En un sentido práctico, la relevancia de esta teoría es reconocible en su capacidad de:
a) Motivar a la gerencia, mediante incentivos sujetos al logro de desempeños factibles en el largo
plazo.
b) Integrar el contexto estratégico con el financiero.
La estrategia y las finanzas tienen diferentes objetivos y utilizan conceptos diferentes de valor. La
estrategia busca maximizar el valor para los clientes, mientras que las finanzas procuran maximizar para
el accionista el rendimiento de la inversión. Sin embargo, en una perspectiva de largo plazo ambos
objetivos pueden convergir; de hecho, una estrategia válida permite alcanzar una ventaja competitiva
sostenible que, al tiempo que genere valor, resulte compatible desde el punto de vista financiero con el
objetivo de crear nuevo valor.
En 1974, desde The Wall Street Journal se criticó abiertamente el método de estimación del valor con
base en la utilidad por acción, que resulta demasiado simple, por cuanto ignora muchos componentes
contables. Como alternativa se propuso el método basado en los flujos de caja descontados (discounted
cash flow), que tiene la ventaja de tomar en cuenta todos los posibles elementos que influyen en el valor
societario. El flujo de caja es descontado a una cierta tasa que refleja el nivel de riesgo, mientras que
en el método anterior el único dato de interés era la utilidad contable, que al ser multiplicada por un
determinado coeficiente (por ejemplo, la relación precios-utilidad) daba el valor.
La debilidad de este método se hace visible en un ejemplo simple: si tuviésemos que confrontar dos
sociedades y sus utilidades resultaran las mismas, tendríamos que concluir que sus respectivos valores
se igualan. Y esto es cierto solo si la utilidad refleja con buena aproximación el flujo de caja; en ese caso,
el método es bueno. Pero cuando las cosas divergen, el enfoque resulta inconsistente. En efecto, puede
ocurrir que una sociedad necesite invertir más capital para tener el mismo nivel de ventas y de utilidad
que la otra, y entonces el valor de la primera será inferior al de la segunda. Además, este método no
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
207
considera la importancia de los ciclos, y el desempeño de las inversiones y de sus rendimientos no es
tan fácilmente previsible, etcétera.
3. Antes de identificar las intervenciones capaces de crear valor, es necesario identificar también, en
un nivel estratégico, los factores determinantes del valor que constituyen la palanca que habrá que
controlar y gestionar para incrementar los flujos de caja futuros. Esos factores son:
–El spread o diferencial, o sea, la rentabilidad económica que para la gestión se deriva de la diferencia entre la tasa de rendimiento del capital propio (ROE) y el costo de ese mismo capital (CK):
spread = ROE - CK
– La tasa de crecimiento del capital propio (cp) que se expresa en la relación entre el ROE y la tasa
de reinversión de las utilidades periódicas no distribuidas en forma de dividendos (rein):
cp = ROE x rein
– La duración temporal del spread. Es bueno recordar que en condiciones de competencia perfecta la ganancia es nula, según la teoría neoclásica, lo que debe ser interpretado como si no
existieran diferencias entre las tasas de ganancia obtenidas por las diferentes empresas. Por
tanto, para mantener en el tiempo una situación de ganancia, el comportamiento estratégico
de la empresa debe estar dirigido a crear situaciones de ventaja competitiva, ya que solo de
esa manera es posible mantener una condición de equilibrio y por tanto de ganancia (Guatri,
1994: 31-35).
La previsión del flujo de caja disponible consta esencialmente de cuatro fases:
a) Definición de los componentes relevantes de los flujos de caja disponibles.
b) Desarrollo de una perspectiva histórica de la sociedad.
c) Desarrollo de hipótesis de previsión para los elementos del flujo de caja y los escenarios relevantes.
d)Cálculo y valoración de los flujos de caja disponibles que se prevén en términos de creación
de valor.
2.5. Identificación de las intervenciones aptas para crear valor
1. Para acrecentar su capital económico, una empresa debe apelar a todas las intervenciones –sin dis-
tinguir entre operaciones de carácter ordinario o extraordinario– que le permitan alcanzar su objetivo.
Y, cuando resulta necesario, debe también volver a ponerlo todo continuamente en discusión.
Esquemáticamente, se pueden identificar tres categorías de intervenciones capaces de crear valor:
– Intervenciones internas. Son aquellas que se basan en las potencialidades internas de la compañía y que pueden desarrollarse a través de: a) el logro de una posición sostenible de ventaja
208
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
competitiva, alcanzable esencialmente mediante el liderazgo en los costos, la diferenciación, la
focalización, etcétera; b) una eficiente política de control de riesgos, que en sí misma constituye
un instrumento válido a los fines de aumentar el valor; c) una estrategia de la calidad, que
sea compatible con las características del producto y con el mercado en el que este se posiciona; d) una política de mercadeo dirigida a maximizar la cuota de mercado, con respecto a la
competencia; e) una política de dividendos que, al definir la tasa de retención de utilidades,
determine el autofinanciamiento y, en consecuencia, el crecimiento. Este conjunto de intervenciones contribuye a modificar las condiciones de generación y realización de valor. La ventaja
competitiva permite obtener una tasa de rendimiento superior a la media (normal) del sector de
actividad y, por tanto, obtener superganancias. La reducción de los riesgos implica, asimismo,
disminución de los costos de financiamiento y, por ende, de las transferencias de renta financiera, con lo cual se maximiza la parte del excedente que se mantiene como utilidad para la
empresa. La estrategia de producto y la estrategia de mercadeo permiten maximizar la diferencia
entre precio de producción y precio de mercado. La política de menores dividendos reduce el
consumo capitalista en beneficio de la reinversión y, en consecuencia, del aumento de la tasa de
acumulación.
– Intervenciones de tipo externo. Consisten en el ingreso de la empresa a nuevos mercados o segmentos de estos, o en su salida de aquellos en que opera. Se realizan a través de la adquisición
o la fusión con otras empresas o partes de ellas, y también mediante la venta de participaciones o
de otros bienes o componentes de la empresa que se consideren superfluos a los fines de alcanzar
sus objetivos. Apuntemos aquí que Marx señala cómo la expropiación de los pequeños capitalistas por la intervención de los grandes –hecho que acelera la centralización del capital– se deriva
de la reducción de la tasa de ganancia, consecuencia a su vez de las presiones competitivas de las
empresas. Sin embargo, este mismo proceso acelera la masa de la acumulación, aun cuando su
tasa, ligada a la tasa de ganancia, esté disminuyendo25.
– Intervenciones de reestructuración financiera y societaria. Las primeras se caracterizan por una
modificación de la estructura financiera, o también solamente de la composición del capital
propio o del capital de crédito. Las segundas refieren al logro de las potenciales sinergias que se
podrían obtener con operaciones de adquisición y fusión con otras sociedades que operen en
mercados más o menos vinculados.
2. El mérito por la citada diferenciación de categorías ha de atribuirse a Copeland, Koller y Murrin
(2002). De hecho, en su texto sobre el valor de la empresa se analiza primero la conducta estratégica y
operativa del director general de una sociedad multibusiness y, de seguidas, se reelaboran y clasifican las
intervenciones capaces de crear valor.
En esta obra, además, se presenta un modelo denominado Pentágono para la valoración de las oportunidades de reestructuración, que puede ser de ayuda para poner en práctica el método del valor y para
escoger la estrategia más conveniente desde el punto de vista económico:
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
209
Valor actual de mercado
1
Divergencias
de percepción
Valor de la
empresa tal como
se encuentra
(valor efectivo)
Máximo valor potencial para
un takeover
2
5
Oportunidades
estratégicas y operativas
Valor potencial con
mejoramientos externos
Valor óptimo
tras la
reestructuración
Oportunidades de
reestructuración financiera
de la empresa
3
4
Oportunidades de
venta-adquisición
Valor potencial con
mejoramientos internos
Fuente: Copeland, Koller y Murrin (2002).
Este modelo pentagonal sobre la creación de valor permite a la gerencia observar la empresa desde
un punto de vista particularmente crítico: el de un hipotético comprador que pone en marcha un
proceso sistemático de adquisición de acciones para llegar a controlarla (takeover). Esto conlleva, por
una parte, a constatar las lagunas y puntos débiles de la compañía y, por la otra, a analizar mejor las
preferencias de los accionistas. Los vértices del pentágono hacen referencia al proceso de valorización
del capital en una situación de competencia abierta y en dinámicas sectoriales diversas.
El valor actual de mercado y el valor efectivo reflejan el valor actual del capital y se diferencian solo
por la tasa de descuento o devaluación del capital percibido. El valor potencial con mejoramientos internos solamente puede ser superior al anterior si existen condiciones sociales que permitan obtener un
incremento en la plusvalía relativa. El valor potencial con mejoramientos externos incluye el cálculo del
rendimiento potencial de la relación del capital con los activos-inversiones de la empresa en cuestión.
El valor óptimo tras la reestructuración es superior al anterior si la centralización efectuada mejora la
relación de fuerzas con el capital financiero y reduce el débito que este deduce –en forma de renta
financiera– de las ganancias de la empresa. En la consideración del valor de mercado se incluye, por
tanto, la diferencia entre el valor actual de su actividad y la rentabilidad potencial, mejorada esta última
por medio de un proceso de intensificación de la explotación del trabajo y de otros cambios –tanto en
las condiciones de competencia intrasectorial como en el rendimiento neto a través de transferencias
de renta– realizables por vía de la centralización del capital.
210
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Por tanto, según este modelo, el primer elemento que se debe determinar –sobre la base de las estrategias internas en curso– es el valor efectivo de la empresa. Luego, al confrontarlo con el valor actual
de mercado –obtenido directamente de la cotización corriente de las acciones–, se puede verificar si
entre ambos valores existen divergencias, que se generan a partir de las diferentes percepciones que,
con respecto a la visión interna, tienen los accionistas, los mercados financieros y el ambiente externo.
Si entre el valor efectivo (el que tiene la compañía tal como está) y el de mercado hay una divergencia
negativa, la empresa se encontrará en riesgo de ser objeto de un intento de compra o toma de control
(takeover), y se deberá entonces proceder a una mejor gestión de las actividades. Resulta entonces
necesario eliminar esa divergencia a través de la búsqueda sistemática de posibles oportunidades para
aumentar el valor. Esas oportunidades, que se dividen en las tres categorías anteriormente citadas, son
analizadas en un orden preciso: oportunidades realizables con mejoramientos internos, oportunidades
ejecutables con mejoramientos externos y, finalmente, oportunidades concretables mediante operaciones de reestructuración.
Por medio del análisis de las posibles mejoras internas se identifican y evalúan las principales palancas de que dispone la empresa para alcanzar su valor potencial. Ejemplos de esas palancas son la
reducción de los costos operativos, el aumento de la eficacia en las actividades de investigación y
desarrollo, o la puesta en marcha de una política de mercadeo más efectiva para aumentar los ingresos
(punto 3 del pentágono de reestructuración).
En la fase siguiente (punto 4 del pentágono) se considera el potencial incremento del valor de la
compañía que podría lograr la gerencia con toda una serie de posibles mejoras externas; por ejemplo,
la adquisición o la venta de actividades o de áreas enteras del negocio.
Por último, la empresa puede también alcanzar su máximo valor potencial (punto 5 del pentágono)
mediante un cambio en su estructura financiera, sea por vía de la disminución del costo del capital o de
su recomposición. El hipotético comprador podría entonces renunciar a su propósito, al desaparecer
su eventual ganancia: la constituida por la diferencia entre el valor de mercado y el valor real de la
compañía reestructurada26.
3. Llegados aquí, resulta indispensable circunscribir y definir el objeto del que estamos hablando: el
concepto de valor de la empresa. El valor es el fruto de una estimación que puede hacerse en cualquier
momento, en relación con determinadas exigencias. Valorar una compañía significa apelar a conceptos, criterios y métodos aptos para dar cuenta de una medida del capital; medida que ha de estar
dotada de:
–
–
–
–
Racionalidad: debe derivar de un proyecto claro.
Demostrabilidad: debe ser posible atribuir valores controlables a los parámetros y a
las variables.
Objetividad: ha de excluir el influjo perturbador de quien hace la estimación.
Estabilidad: no puede sufrir variaciones continuas por cambios de opinión.
Pero el factor que le imprime realismo a esa valoración es necesariamente, como ya se ha dicho, el
contenido de los recursos del capital intangible, ligados al conocimiento, al capital intelectual.
¿Cómo valorar y cuantificar esa forma de capital?
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
211
Hay quienes no consideran muy ventajoso el invertir en la comunicación, en el capital intelectual,
en el conocimiento, pues no ven los beneficios que se puedan derivar de ello. Por tal razón, muchos
empresarios siguen prefiriendo las inversiones en “recursos financieros y materiales”, como dinero y
maquinarias, inventarios, etcétera27. Sin embargo, “el capital fijo hoy necesario para crear riqueza no
es la tierra ni el trabajo físico, ni las máquinas-herramientas ni las plantas fabriles: es un capital hecho
de conocimiento” (Stewart, 1999: 8). Pero, ¿qué tanto de este capital está oculto y cómo se le puede
clasificar?
Para responder a esa pregunta hay que recordar que el capital intelectual se distingue por:
a) El conjunto semipermanente del saber: en sustancia, la experiencia adquirida en el tiempo a través de la utilización del personal técnico interno, de gerentes y dirigentes, de obreros, empleados
y cuadros, de consultores externos y de intelectuales “de área” disponibles y condescendientes.
b) Los medios que acrecientan el conjunto del saber, como datos, conocimientos e informaciones,
comunicaciones que “forman” a los trabajadores en la cultura de empresa gracias al papel desempeñado por los intelectuales homologados, internos y externos.
Es fundamental, entonces, brindar a los trabajadores una formación adecuada, que les permita
contribuir con ideas y soluciones a resolver los problemas y posibilitar una mejoría de la eficiencia
productiva, de manera que asuman también ellos el papel de capital intelectual homologado.
Se forma así el capital intelectual humano, un capital homologado a los esquemas de valores del
totalitarismo capitalista por medio de la comunicación desviante estratégica y del propio capital intelectual homologado.
2.6. La valoración de la empresa
1. El desarrollo de la teoría de la creación de valor ha suscitado, como lógica consecuencia, el interés
tanto del mundo académico como del gerencial-operativo por los métodos de valoración empresarial.
Para valorar una compañía hay que tomar en cuenta todos los elementos que la componen, lo
cual conduce a la estimación de su capital económico. Esa estimación puede ser obtenida mediante
métodos directos e indirectos de valoración.
Los primeros son aquellos que refieren a valuaciones efectuadas por el mercado. Por esa vía resulta fácil precisar el valor de las sociedades cotizadas en la bolsa, mientras que para aquellas cuyas acciones no se transan en el mercado, el único referente son los precios efectivamente pagados
por ellas.
Sin embargo, los métodos directos se revelan poco confiables. En efecto, el valor negociado en
el mercado está frecuentemente condicionado por circunstancias subjetivas de negociación, muchas
veces transitorias y contingentes. Además, es bueno precisar que las negociaciones desarrolladas en las
bolsas europeas (excluida la inglesa) tienen por objeto, en lo cuantitativo, partidas más bien modestas
y limitadas de títulos accionarios, que representan solo una pequeña parte del capital propio de las
sociedades en cuestión. Eso significa que los precios de esos títulos no pueden dar cuenta del valor de
una participación mayoritaria o de control y, por tanto, no son idóneos para facilitar la estimación del
capital económico de una compañía. Se hace entonces necesario recurrir a metodologías indirectas,
que no se basan en los datos del mercado.
212
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
2. En general, este tipo de evaluaciones se plantea cuando resulta necesario:
–
–
–
–
–
Determinar si la compañía está en riesgo de sufrir un intento de compra hostil.
Establecer el precio de compras y ventas.
Precisar el precio de colocación para la cotización en bolsa.
Recurrir a un aumento del capital por pagar.
Estimar el momento oportuno para efectuar esa inversión de capital (Calori y Ubago Vivas,
1990).
Los métodos indirectos son procedimientos típicos para la estimación del capital económico. Se
basan fundamentalmente en tres tipos de información:
– Financiera: los flujos de caja que generarán, en el futuro, las inversiones acordadas.
– Rentística: las rentas que producirán esas inversiones, también en un futuro.
– Patrimonial: el valor patrimonial actual de las inversiones escogidas.
Del uso de cada uno de estos tipos de información, toman nombre los siguientes métodos de valorización indirecta del capital económico: método patrimonial, método rentístico y método financiero.
2.6.1. El método patrimonial
1. El método patrimonial es el más simple y el más utilizado en la evaluación empresarial. Equipara
el valor de una compañía con el de su patrimonio; a la par, pues, del valor del capital neto rectificado
(rectificado por el eventual ajuste de los activos a los valores de mercado y de los pasivos a los valores
de liquidación).
El método patrimonial define el capital neto de balance como la diferencia entre los elementos
activos y pasivos del capital de la empresa. En particular, al analizar esto último, se procede a la revisión
contable de los elementos activos y pasivos y a la reformulación a valores corrientes de cada uno de los
elementos activos no monetarios (por ejemplo, los inmobilizados técnicos) y pasivos del patrimonio,
para determinar así una serie de plusvalías y minusvalías. De manera que el capital neto del balance de
ejercicio nos informa sobre el estado actual del uso de las inversiones y de sus fuentes, pero no acerca
de su valor de mercado (valor corriente); en consecuencia, se hace necesario transformar su valor
contable en valor corriente, a través de las siguientes operaciones:
a) Revisiones contables de cada elemento activo y pasivo.
b) Reformulación a valores corrientes de los elementos activos no monetarios, para determinar así
plusvalías o minusvalías.
c) Actualización del valor de los débitos y créditos sin intereses.
Más allá de este método de valoración patrimonial, definido como “simple” porque contempla en
los activos solo los bienes materiales –además de los créditos y la liquidez–, existe también el método patrimonial complejo, así denominado porque comprende asimismo la valorización de los bienes
inmateriales no contabilizados (marcas, capital humano, tecnología, etcétera). Este último se utiliza
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
213
cuando los bienes inmateriales adquieren una notable importancia, es decir, cuando se les considera la
fuente más importante para el éxito a largo plazo.
2. Naturalmente, los bienes inmateriales están sobre todo relacionados con las áreas de mercadeo
y de tecnología, y reflejan las condiciones relevantes para conservar y desarrollar la capacidad de renta
de la empresa28.
Estos métodos, aunque tienen aspectos positivos (la simplicidad, la capacidad de informar sobre la
amplitud y la solidez patrimoniales de la compañía), presentan algunos importantes elementos negativos; en particular, al darle relevancia al costo individual de los elementos patrimoniales –por sobre la
combinación de los factores productivos–, ignoran completamente los resultados que se obtendrán en
el futuro, descuidando así el aspecto dinámico y limitándose, de hecho, a un análisis de estado, de tipo
agregado, sin llegar al análisis de sistema.
En conclusión, puede afirmarse que este método, a los fines de conocer el capital económico, es
necesario, en tanto que dicho valor se origina en el patrimonio, pero no es suficiente, ya que, como se
ha dicho, el valor del capital económico no depende solamente de los elementos patrimoniales, sino
de cómo estos se integran y funcionan en el transcurso del tiempo.
2.6.2. El método rentístico
1. Para el método rentístico, el valor de una empresa está en función de su capacidad de producir
rentas en el futuro. Ese valor puede entonces expresarse en la siguiente fórmula:
W = f(R)
Donde
W = valor de la empresa.
R = renta futura.
Pero si bien es esta una fórmula de fácil enunciación y de inmediata comprensión, se constata
enseguida que es difícil traducirla en términos de cálculo, por ser demasiado simplista y escasamente
explicativa. A fin de determinar ese valor, hace falta entonces especificar:
– La función que conecta a W con R.
– La definición de los parámetros de la función escogida.
– La manera en que R debe ser definida y medida.
2. El riesgo general de una empresa se sintetiza en la posibilidad de sufrir en su gestión pérdidas
que amenacen el capital propio y su remuneración. La recompensa que por ello se espera puede ser
deducida de la apreciación global de dicho riesgo. Por tanto, para su estimación resultan determinantes
no solo los elementos de riesgo internos y externos y sus posibles desarrollos futuros, sino también la
intuición y la experiencia del evaluador (Guatri, 1994: 65-67)29.
La valoración rentística presenta algunas limitaciones. En particular, descuida algunos aspectos de
la realidad empresarial (los relativos a su potencialidad) y, además, adolece de algunas incertidumbres
214
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
y dificultades que se hacen patentes, por ejemplo, al momento de estimar la renta media-normal
prospectiva y la tasa de capitalización (Paganelli,1990: 47).
2.6.3. El valor neto actual o Net present value (método financiero)
1. La literatura anglosajona, y en especial la norteamericana, ha identificado en el Net present value
(NPV) –también conocido como modelo de flujos de caja netos y actualizados– el mejor método
para determinar el valor de la empresa. De hecho, la sucesión de flujos netos de caja –a los que una
empresa dará potencialmente origen en el curso de su vida– es considerada actualmente como el único
parámetro que permite precisar correcta y objetivamente ese valor y sus variaciones.
Al contrario de lo que ocurre con los métodos rentístico y patrimonial, la utilización de los flujos
de caja permite superar las rigideces convencionales que introducen los principios contables para poder
medir aquellos componentes de la renta que no tienen expresión monetaria (amortizaciones, aprovisionamientos, inventarios de almacén). Este método obliga a considerar todas las variables; vale decir,
aquellas de las que se derivan los flujos de entrada y salida, que tienen la capacidad de crear (o destruir)
valor, sin omisiones ni duplicaciones (Paganelli, 1990: 49).
Para determinar el NPV es preciso actualizar los flujos de caja que se producirán en el futuro, a una
tasa de interés que tenga en cuenta el nivel de riesgo y la inflación esperada. En lo sustancial, esa tasa de
actualización está constituida por el costo del capital, de débito y de riesgo, que grava sobre la empresa.
El esquema procedimental para obtener el flujo neto de caja es el siguiente:
Cuadro 1
2. El monto del NPV, determinado de esa
manera, puede tener signo positivo, negativo o
neutro.
+ amortizaciones
En el primer caso, el flujo que prevé generar
+ inversiones en capital fijo y circulante
la empresa, dadas las previsiones de inversión, es
positivo. Eso significa que crea valor en beneficio
Flujo de caja operativo
de los accionistas, por un monto que en núme+ disponibilidad de caja
ros absolutos es igual al valor estimado del NPV.
+ capital social
Esta afirmación puede ser fácilmente explicada si
- rembolsos de préstamos
se analiza la tasa de actualización utilizada en el
denominador del término NPV.
Flujo de caja disponible
Si el NPV presenta signo negativo, quiere decir
- gastos discrecionales
que la empresa destruirá valor a menos que modifique los planes de acción preseleccionados. De
Flujo neto de caja
otra forma, se entiende que no podrá perseguir los
Fuente: Calori y Ubago Vivas (1990).
objetivos que se había planteado y que se expondrá de hecho al peligro de una compra hostil.
Un valor nulo del NPV indica que si la empresa pusiera en marcha el plan previsto, no acrecentaría
el valor económico de su propio capital, pero tampoco lo destruiría. En ese caso, en efecto, los flujos
previstos serían suficientes para pagar los intereses pasivos a los acreedores, distribuir dividendos y
recuperar las inversiones contempladas en la planificación, pero no dejarían beneficio alguno para el
accionista. Sin embargo, conviene precisar que un plan de acción que prevea un flujo de caja nulo no es
Utilidad neta
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
215
descartable a priori, ya que en algunas situaciones, caracterizadas por una fuerte competencia, podría
ser con frecuencia el único viable (Calori y Ubago Vivas, 1990).
El NPV no es el único método de valoración financiera, aunque se le considera ya, en su ámbito,
el único instrumento idóneo para medir el valor de la empresa. Sin embargo, en la literatura no todos
concuerdan con este juicio. Guatri, en particular, pone en evidencia que solo es utilizable si el horizonte temporal del análisis es limitado, ya que la confiabilidad de las previsiones sobre los flujos de caja
resulta inversamente proporcional al paso del tiempo (al pasar más allá de 10 años, existe el riesgo de
hacer cálculos carentes por completo de significado). Además, las pruebas empíricas de comprobación
del método no siempre se han demostrado confiables30.
Por tanto, el método financiero depende de la norma de distribución de la plusvalía entre la utilidad
neta empresarial y la renta financiera. En la fase de la globalización neoliberal, el incremento del peso
de las rentas financieras ha deprimido el valor neto actual del capital productivo, sin que ello haya
implicado una alteración previa en las condiciones de producción y generación de valor; alteración
que solo se ha producido en las condiciones de distribución de la plusvalía entre el capital productivo
y el capital financiero.
2.6.4. El método mixto patrimonial-rentístico
1. Los métodos mixtos han sido ampliamente discutidos por la doctrina y son muy aplicados en el
perfil operativo. Se les define como mixtos en tanto que representan una mediación entre los métodos
patrimoniales y los rentísticos.
El más simple entre los mixtos es el llamado método del valor medio, que atribuye el mismo peso
al componente patrimonial y al rentístico. En ese marco, el valor del capital económico viene dado por
la media aritmética simple del valor del patrimonio neto rectificado y del valor de capitalización de la
renta esperada, estimada mediante la fórmula de la renta perpetua (R/i).
En otros métodos mixtos, ese valor es estimado autónomamente y en su monto completo. De ellos,
los principales son:
– El método de capitalización limitada de la ganancia media.
– El método de capitalización ilimitada de la ganancia media.
Si bien los métodos mixtos son fruto de un compromiso, presentan en su aplicación una validez
suficiente para que, con las debidas limitaciones, sean todavía aplicables.
2. En definitiva, los diversos métodos de valoración de la empresa se basan en la estimación del
rendimiento objetivo del capital, tomando en consideración tanto la evolución pasada como las previsiones capitalistas de rendimiento futuro.
Pero estos métodos no necesariamente estiman ese valor objetivo. Por una parte, como se ha señalado antes, la norma de distribución del excedente (es decir, de la plusvalía) entre ganancia empresarial
y rentas, sobre todo financieras, modifica el rendimiento esperado de la inversión productiva. Y, sin
embargo:
Esto no afecta para nada el nivel de la cuota general de ganancia, pues para estos efectos la ganancia
es igual a interés + ganancias de todas clases + renta del suelo, siendo indiferente, en cuanto a dicha
216
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
cuota general de ganancia, la distribución que de ella se haga entre estas diversas categorías (Marx,
1978a, tomo III: cap. XIV).
Por otra parte, el desarrollo del capital mediante acciones bursátiles supone algo más que una nueva
forma de participación en la propiedad de los medios de producción y en el capital, es decir, en la
ganancia. Su mera existencia distorsiona los cálculos contables sobre el valor de la empresa, ya que el
rendir siempre una ganancia inferior a la media en forma de dividendo, permite una estimación de
ese valor muy por encima del rendimiento real de la empresa, si se compara su ganancia media con el
rendimiento (dividendo) proveniente del capital por acciones.
Es precisamente esa la causa que se esconde tras el auge de la llamada new economy, basada en una
capitalización bursátil de las empresas de comunicación e informática a un valor muy superior al real,
es decir, al que se deriva de la explotación directa del trabajo. La dificultad de traducir en ganancia
capitalista media esa valorización empresarial, explica a su vez el hundimiento de su cotización en una
de las crisis de devaluación más agudas de las últimas décadas.
3. La moderna teoría de la empresa no es capaz, sin embargo, de determinar cuál es el nivel que
puede adoptar el llamado valor ampliado, ese valor agregado extendido que se expresa en el precio
asignado a un proceso específico de organización del trabajo social.
En ausencia de una teoría real del valor –como la del valor-trabajo–, la teoría de la creación de
valor de empresa puede solamente especificar los mecanismos de manifestación de ese valor y lo hace
elaborando diversas técnicas para cuantificarlo en un momento dado, a partir de las señales que emite
el mercado.
El mercado, por su parte, remite a las transacciones financieras, en tanto que en el capitalismo la
eficacia en la asignación de cantidades de trabajo social a la producción de mercancías se expresa y
cuantifica en forma de dos cantidades de dinero que se relacionan entre sí, D y D', entre las cuales la
mediación del proceso de producción es contingente: en el ciclo D - M - D', lo que importa es únicamente que la relación [D' - D] = Δ > 0. Y por eso no se puede, ni siquiera, pasar por la cuantificación
de la magnitud de un valor de uso nuevo para el mercado (X ), sino solo lograr la asignación de dos
magnitudes diferentes en dos momentos distintos para la misma cantidad monetaria.
En el capitalismo, el dinero genera más dinero. La empresa, cuantificada en dinero, se manifiesta en
la circulación de bienes en forma de más dinero (D') que el valor de sus actividades materiales.
Pero la magnitud de esta D', en la que se expresa el valor de la empresa, tiene algunos límites
bien definidos por el proceso de valorización social o, propiamente, por el proceso de valoración del
capital, por la capacidad de gestionar una parte del trabajo social y traducirlo en valores capitalistas, en
mercancías de un valor acrecentado.
El valor de mercado de una empresa, en última instancia, expresa el ritmo al cual ella incrementa la
capacidad productiva del trabajo:
Por aumento de la capacidad productiva del trabajo entendemos un cambio cualquiera sobrevenido
en el proceso de trabajo, por virtud del cual se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario
para la producción de una mercancía; es decir, gracias al cual una cantidad más pequeña de trabajo
adquiere potencia suficiente para producir una cantidad mayor de valores de uso (Marx, 1978a,
tomo I: cap. 10).
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
217
En definitiva, ese valor de mercado está en relación directa con la capacidad y velocidad con la
que contribuye a incrementar la plusvalía relativa. O, lo que es lo mismo, el valor de cambio de esta
expresión contingente de la fuerza social de trabajo que es la empresa aumenta en proporción inversa
a su contribución a la reducción del valor de cambio de las mercancías en general, disminuyendo así la
fuerza de trabajo, los medios de producción o ambos tipos de capital al mismo tiempo:
Al capitalista que la produce le tiene sin cuidado, de suyo, el valor absoluto que la mercancía tenga.
A él solo le interesa la plusvalía que encierra y que puede realizar en el mercado. La realización de
la plusvalía incluye ya por sí misma la reposición del valor que se desembolsó. El hecho de que la
plusvalía relativa aumente en razón directa al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, mientras
que el valor de las mercancías disminuye en razón inversa a este desarrollo, siendo, por tanto, el
mismo proceso que abarata las mercancías el que hace aumentar la plusvalía contenida en ellas, nos
aclara el misterio de que el capitalista, a quien solo interesa la producción de valor de cambio, tienda
constantemente a reducir el valor de cambio de sus mercancías (Marx, 1978a, tomo I: cap. 10).
Las diversas técnicas de determinación del valor de mercado de la empresa esconden así, bajo la
cuestión del precio individual, la valorización social de la economía de recursos en la organización
(actividad intangible) de la fuerza de trabajo social para la formación de nuevos contenidos de valor
(valores de uso) en condiciones de mayor rentabilidad capitalista, es decir, de mayor producción de
plusvalía relativa. Pero no debe olvidarse que:
Toda empresa de producción de mercancías es, al mismo tiempo, una empresa de explotación de la
fuerza de trabajo; pero bajo la producción capitalista de mercancías, la explotación se convierte en
un sistema formidable que, al desarrollarse históricamente con la organización del proceso de trabajo
y los progresos gigantescos de la técnica, revoluciona toda la estructura económica de la sociedad y
eclipsa todas las épocas anteriores (Marx, 1978a, tomo II: cap. 1).
Por tanto, la evolución del valor de la empresa debe reflejar, inmediatamente o en forma mediata,
la evolución actual y potencial de la explotación del trabajo. Esta determinación se establece entre el
valor de la empresa a breve plazo y el que ha de tener a largo plazo. Cuando se produce una evolución
en la determinación del precio de las inversiones (actividades), acompañada por factores que modifican
el precio en el breve plazo –factores vinculados a la oferta y la demanda de actividades empresariales,
como la disponibilidad de fondos de inversión y de ahorro, la evolución de las cotizaciones bursátiles,
etcétera–, podemos detectar una evolución a largo plazo, necesariamente influenciada por el rendimiento asociado a las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo.
­
218
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
— notas —
1Sobre estos temas, y también para lo que sigue, véase por ejemplo Vasapollo (1996) y Martufi, Vasapollo (1999; 2003).
2 Que sigue siendo, con todo, muy aclamada, incluso en sus variantes extremas. Desde esa perspectiva, la propiedad privada
de los medios de producción, tras la irrupción del gerente, ha dejado de ser relevante (si no en lo formal, al menos sustantivamente): esa propiedad ha sido despojada de todo poder dentro de la empresa. Y por eso, los gerentes no solo serían los
nuevos empresarios –en lo cual se podría muy bien concordar–, sino que se habrían convertido también en los “patrones” de
la empresa. Ferrarotti (2005) da continuidad a la tesis central de la revolución gerencial cuando escribe: “Se produce un divorcio
clamoroso entre poder y propiedad. Los gerentes profesionales tienen el poder sin tener la propiedad. El accionista, incluso el
gran accionista, debe delegar el poder: no siempre está en capacidad de controlar las decisiones cotidianas, y ni siquiera las
estratégicas. Se convierte, cada vez más, en un propietario ausente, una figura desvaída, en vías de extinción”(10).
3Sobre las transformaciones en curso en el proceso de trabajo y sobre las técnicas de organización laboral y de taylorización
de amplios sectores anteriormente ajenos a tan intensos grados de explotación, véase el bien compilado libro de Linhart y
Moutet (2005).
4La familia Agnelli cuenta hoy con cerca de 200 miembros; los Michelin, industriales del caucho, son 400; los alemanes Haniel
son ya 900 (Gallino, 2005: 70).
5Los estudios sobre las PYME y sus distritos abundan desde hace décadas. Para una profundización en la crisis de este modelo
empresarial –crisis reconocida incluso por los máximos exponentes del Club de Distritos italiano– y sobre la necesidad de
promover procesos de centralización e integración, remitimos al número 3-2002 de la revista Economia Italiana, del grupo
bancario Capitalia, donde, entre otras, se encuentran intervenciones de Geronzi, Becattini, Bellandi y Onida.
6 Para una explicación sociológica e histórico-materialista del fenómeno tangentopoli*** y de la experiencia de Manos Limpias,
cfr. Carlo (2000: 266-272).
7 Acerca del dominio social de la comunicación desviante, véase, también para lo que sigue, Martufi, Vasapollo (2000).
8Sobre tipologías de empresa, modelos decisorios y procesos valorativos, como también para lo que sigue, cfr. Alvaro, Vasapollo
(1999).
9Si se habla de capital intelectual humano, la organización en redes resulta mucho más adecuada que la que se construye sobre
bases jerárquicas. Las redes permiten relacionar a las personas entre sí, a través de datos e informaciones. En estas, al contrario
de lo que sucede en los canales jerárquicos, la información puede llegar simultáneamente a todos los interesados, sorteando
muchos pasos burocráticos; el control y la supervisión se ven reducidos, pero aumentan los resultados en términos de eficiencia
empresarial.
10Los procesos decisorios de inversión deben, en todo caso, responder a requisitos que son de extrema importancia. Un primer
aspecto es el que atañe al análisis de las tendencias previstas en materia de ventas y recuperación, de los cuales se obtiene una
referencia inicial para los presupuestos operativos y de caja del ejercicio administrativo subsiguiente, útil a su vez para estimar
el importe bruto de los financiamientos que las operaciones corrientes hacen posibles. Referencia básica de las inversiones,
dicho importe suministra respuestas adecuadas acerca de la eficacia de las diversas formas de actividad empleadas. Se trata, en
última instancia, de un test de decisiones sobre los posibles desempeños de las inversiones o desinversiones.
11La técnica de análisis de costos-beneficios permite confrontar inversiones diversas, independientemente de su tipología o del
sector productivo al que pertenecen. No obstante, los proyectos de inversión difieren entre sí en razón del desembolso inicial,
*** (n.t.) Tangentopoli deriva de tangente, comisión o soborno; Manos Limpias fue el nombre con que se conoció un célebre
proceso anticorrupción a comienzos de los años noventa, de inmensa repercusión en Italia.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
219
de las características y los tiempos del flujo de caja, de la extensión de su vida económica y de la economía global que representen uno a uno. Vale también considerar la tesis, muy frecuente en la realidad, de que el análisis de costos-beneficios no
necesariamente concierne a la confrontación de proyectos diferentes, sino que puede estar dirigido, como proceso decisorio,
a la implementación –o no implementación– de un único proyecto de inversión; por ejemplo, a los fines de poner en marcha
procesos de expansión o modificación de estructuras de un componente cualquiera del activo patrimonial o, por el contrario,
perseverar en su estructura actual.
12Sobre este tema, cfr. Martufi, Vasapollo (1999; 2000b) y Vasapollo (1996).
13Sobre los temas que siguen, véase, por ejemplo, Alvaro, Vasapollo (1999).
14Obsérvese que las diversas configuraciones del capital que se suman en la valoración mercantil de la empresa expresan, en
última instancia, la contribución relativa que esta hace al mejoramiento de las condiciones generales de valoración del capital,
contribución que puede manifestarse por distintas vías: en el aumento del rendimiento de las restantes empresas, al liberarlas
de parte de la competencia (capital de liquidación); en el reforzamiento del proceso de centralización y concentración de capital
(capital de fusión); en la reducción de las rentas que pesan sobre las utilidades del capital productivo (capital de transformación); o en el potencial conjunto de todas estas vías de incremento del rendimiento del capital social (capital de venta).
15 Véase al respecto Guatri, 1987.
16Cfr. Alvaro, Vasapollo (1999), también para lo que sigue acerca de los diversos métodos.
17 Para una profundización en el tema del Estado social y las privatizaciones, como también para lo que sigue del texto, cfr. Mar-
tufi, Vasapollo (2003).
18 Para profundizar también en el valor de la empresa y los problemas que ello plantea, cfr. Alvaro, Vasapollo (1999).
19 Actualmente, gracias a la informática y a la innovación tecnológica en materia de productos y procesos, la inversión inicial es
rápidamente recuperada –si el producto ha sido bien concebido– y debe entonces ser sustituida por una nueva serie de inversiones, si es que se quiere aumentar o al menos preservar la cuota de mercado, por una parte, y por otra el valor de la empresa.
20El valor de la empresa se diferencia de la renta financiera (D'-D) derivada de la actividad empresarial, incluida la renta futura,
por incluir el conjunto de los activos tangibles e intangibles; vale decir, la organización colectiva del trabajo social, como una
nueva mercancía que puede representar en sí misma un valor (de cambio).
21Cfr. Copeland, Koller, Murrin (2002: 21-40).
22Otro ejemplo es el que se verifica cuando el valor de las acciones que una sociedad mantiene en bolsa se incrementa por efecto
del despido de personal, ya que la mejoría de los resultados de gestión hace más rentable la compra de esos títulos.
23Una valoración se define como general cuando se produce en situaciones normales, o sea, haciendo abstracción de toda
contingencia; por ejemplo, cuando una compañía debe ser comprada o vendida. Una valoración racional implica que el procedimiento evaluatorio debe ser coherente, inteligible y compartible. Una valoración es demostrable y objetiva cuando los valores
utilizados para obtenerla son suficientemente creíbles (Guatri, 1990: 15-16).
24No casualmente, la teoría de la creación de valor es conocida en Europa también como teoría de la creación y distribución de
valor.
25Cfr. Marx (1978a, tomo III: cap. XV).
26Cfr. Copeland, Koller, Murrin (2002: 240-241).
220
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
27 “Para resumirlo todo en una frase, capital intelectual es todo aquel material intelectual –saber, información, propiedad intelec-
tual, experiencia– que puede ser puesto a punto para crear riqueza” (Stewart, 1999: 8).
28Un bien inmaterial debe presentar las siguientes características: 1) transferibilidad (tiene que ser cedible o traspasable a terce-
ros); 2) mensurabilidad; 3) debe estar en el origen de costos con utilidad diferida en el tiempo.
29La dificultad mayor, sin embargo, estriba en el hecho de que R no es la misma si la empresa mantiene su actividad como capital
privado, independiente, o si incluye un proceso de centralización que modifique las condiciones de competencia en su sector
de actividad específica.
30Se puede profundizar en esta temática consultado Guatri (1990: 185-188); el texto, además, sigue siendo referencia funda-
mental para la teoría de la creación de valor y los métodos evaluativos.
POR UNA TEORÍA CRÍTICA DE LA EMPRESA
221
Capítulo II
LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO
1. Reglas básicas de funcionamiento
1. El socialismo puede tener, sobre todo en el plano político-económico, un carácter más o menos
centralizado o descentralizado, y asumir por tanto muy diversas modalidades de organización sin
comprometer los principios básicos de funcionamiento del sistema. En lo que toca a la planificación,
la relación entre centralización y descentralización es un debate que nunca se ha cerrado. En algunas
ocasiones se ha señalado que el grado de centralización depende del nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas, de manera que en países subdesarrollados la planificación debe ser, en sus fases iniciales,
fuertemente centralizada, con muy poca autonomía de las unidades productivas. Por el contrario,
en condiciones de desarrollo y de acceso a las tecnologías de la información y la comunicación, el
mecanismo decisorio permite una mayor descentralización del proceso de planificación, sin que ello
implique pérdida alguna de eficacia (obtención de los objetivos perseguidos) o de eficiencia (obtención
de esos objetivos con el mínimo costo).
En todo caso, cualquiera que sea la modalidad de organización socialista de la economía, el ámbito
individual de decisión de los agentes económicos –vale decir, de las unidades productivas (empresas)
y de los trabajadores y ciudadanos– requiere el desarrollo de nuevas técnicas microeconómicas para la
toma racional de decisiones, como lo subraya Hugo Pons en muchos de sus trabajos, a los que se hará
frecuente referencia en este capítulo y en los sucesivos de esta tercera parte.
En ese sentido, se debe diferenciar entre nacionalización y socialización de las empresas, ya que la
desaparición de la propiedad privada de los medios de producción no implica su socialización inmediata. De hecho, la “propiedad estatal” no garantiza el control de los trabajadores sobre su propio trabajo,
pues de no avanzarse en la democratización de las relaciones económicas, estos se encontrarán, respecto
al producto de su trabajo, en una situación de alienación similar a la vivida bajo el capitalismo1. La
propiedad estatal, en sí misma, no quiere decir nada, ni garantiza el socialismo. Ella solamente implica
un proceso de centralización, en un único sujeto jurídico-económico, de una serie de capitales, cuya
propiedad pasa de una pluralidad de sujetos titulares y cotitulares a manos de uno solo. Hay entonces
una reductio ad unum de los sujetos titulares. No sirve de nada sostener –como sin embargo se hizo en
el pasado– que el Estado socialista, al centralizar los poderes directivos y la propiedad de las empresas
estatizadas, garantiza de por sí, como representante de los intereses de la mayoría de la población, un
correcto desempeño de la actividad empresarial a los fines sociales. Antes bien, ese monopolio resulta
peor que la competencia capitalista: si no es controlado directamente por las masas populares, no puede ser sino presagio de ulterior autoritarismo, burocratismo e ineficiencia. El socialismo, en cualquier
nivel, no es pensable ni construible si no está fundado sobre una sólida base de democracia directa. Sin
ese control democrático, la propiedad estatal termina por crear y privilegiar una nueva clase social, que
surge de la gestión monopólica estatal de los medios de producción.
Solo cuando se produce el control social sobre el proceso de producción, la posesión de los medios
de producción es ejercida por las propias unidades productivas y estas, desde su entorno espacial, toman decisiones acerca de las inversiones y el cambio tecnológico, se puede hablar de autonomía relativa
de dichas unidades; autonomía que puede estar acompañada –o no– de la correspondiente forma jurídica que garantice la condición de “sujeto jurídico” (Betterlheim, 1993: 101-110). Cuando se pasa a
la socialización del proceso económico, la dimensión microeconómica adquiere más importancia. En esta fase, la planificación debe articular las decisiones macroeconómicas, propias del nivel global de
producción, con las microeconómicas, relativas a la organización del proceso de trabajo y las referentes
al consumo.
2. En este campo, la primera gran diferencia entre el sistema capitalista y el socialista concierne a las
decisiones sobre precios. En el capitalismo, como se ha dicho, esa decisión se establece mediante un
procedimiento microeconómico, fragmentado a nivel de las empresas y de los sectores. Estos determinan las normas de distribución, las estructuras de costos y los niveles factibles de diferenciación de
ganancias, que se expresan en forma de precio de mercado. Por el contrario, en el socialismo se habla
de precios de producción macroeconómicos, que expresan la asignación relativa de tiempo de trabajo
social en cada producción.
Esa característica implica una diferencia enorme en materia de contabilidad empresarial. Los elementos financieros del análisis contable pierden en el socialismo importancia, en beneficio de criterios
más técnicos, reales, que permiten el desarrollo de una contabilidad física en términos de tiempos de
224
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
trabajo, calculados en forma directa e indirecta. No se trata de precios, sino de la contabilidad del
vínculo entre unidades de producción; así, la agregación de las contabilidades de esas unidades deviene
en un gran mapa de la contabilidad social. Las técnicas contables son sometidas a un cambio radical.
Los libros de partida doble ceden su sitial de honor a las tablas microeconómicas de input-output.
No es posible describir los desafíos teóricos y prácticos que plantea ese cambio. En breve recuento,
de un lado vemos que la teoría económica convencional, que en el sistema capitalista cumple un
papel principalmente apologético, encuentra en el socialismo una funcionalidad práctica; del otro,
hallamos que en este último se tornan obsoletas las técnicas contables que conocemos en la empresa
del sistema mercantil. Los criterios de eficiencia microeconómica reclaman una mayor atención. Una
vez más, sin embargo, la eficiencia financiera se ve sustituida por la eficiencia real. El objetivo central
del análisis “empresarial” es ahora la reducción de los consumos intermedios sin pérdida de eficacia y,
naturalmente, se requiere desarrollar nuevas técnicas de internalización de las deseconomías externas,
tales como los costos ambientales de la producción. Bajo el socialismo, los sistemas de contabilidad
ambiental adquieren relevancia. Aunque estos existen desde hace un tiempo, no son factibles en un
sistema de precios de mercado vinculados a la generación social con apropiación privada del valor
agregado (Nardo, 1987: capítulos 26-27; Georgescu-Roegen, 1973).
3. Otros elementos que experimentan una notable mutación en el sistema socialista son el contenido y
la forma de las funciones de utilidad microeconómicas. El socialismo no solo mantiene la posibilidad
de distribuir el tiempo entre ocio y trabajo, sino que se organiza, justamente, para ampliar progresivamente las posibilidades de escogencia de la población en torno a este asunto, que se convierte en
objetivo central del aumento de la productividad2.
Uno de los errores de los sistemas socialistas del siglo xx fue, precisamente, desconocer esta dimensión, esencial para mantener la motivación y el consenso social.
En el capitalismo, la expresión de las necesidades (la función de utilidad) se cumple a posteriori,
una vez efectuada la distribución del valor agregado. El límite de las necesidades es establecido para la
persona por la renta de que dispone; si esta es nula o casi nula, incluso las manifestaciones de la necesidad de sobrevivir le serán negadas. El gasto a cuenta de la renta personal torna válidas las decisiones precedentes en materia de asignación del trabajo social. En el socialismo, por el contrario, la expresión de
las necesidades se convierte en un input del proceso de toma de decisiones en la producción. Es sobre
la base de las necesidades individuales y colectivas (sociales, empresariales, ambientales, etcétera), corporizadas en su expresión a través de procedimientos técnicos adecuados, que resulta posible planificar.
Así, en lugar de una fundamentación microeconómica de la macroeconomía, como ocurre en
un sistema descoordinado de decisiones privadas, el socialismo requiere una fundamentación macroeconómica de la microeconomía, en la que los precios se hacen endógenos y las decisiones sociales
determinan las decisiones de las unidades de producción, al tiempo que las decisiones relativas a la
función de utilidad personal, que se suman en forma de función agregada del bienestar social, orientan
las decisiones de inversión.
4. Los elementos aquí señalados son solo principios o reglas básicas de funcionamiento. Sin duda, son
muchas las posibles formas de organización social del proceso de producción socialista. El debate reciente, posterior a la desaparición de los Gobiernos socialistas de tipo soviético, testimonia la existencia
LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO
225
de posiciones relativamente divergentes. Partiendo de la inevitable centralidad de la democracia económica (Devine, 1998), los modelos propuestos divergen sustancialmente, desde aquellos que plantean
un socialismo basado en la socialización de la inversión, pero que mantenga la independencia jurídica y
social de las empresas, incluida la propiedad privada (Schweickart, 1996), hasta los que piden un socialismo descentralizado, con un sistema de planificación construido por agregación de abajo hacia arriba
(Albert, Hanhel, 1991; Albert, 2003). Hay, también, quienes ven en el desarrollo de las tecnologías de
la información y la comunicación una posibilidad de poner en marcha la planificación centralizada3.
En última instancia, la sustitución del capitalismo por el socialismo es una cuestión política e
histórica y exige una reflexión que se aleja de los objetivos del presente trabajo. Sin embargo, al señalar
los principios económicos básicos de este sistema, queremos mostrar que existe una teoría económica
del socialismo, que puede incluso adoptar parcialmente los instrumentos técnicos de la economía
neoclásica; naturalmente, con otros fundamentos teórico-prácticos, diferentes a los de la economía
capitalista que los vio nacer.
2. Algunas reflexiones sobre el doble carácter del proceso
de gestión pública de la empresa socialista
2.1. Los estudios sobre las modalidades de acción de la empresa socialista
1. El proceso de reforma de la Administración Pública ha suscitado, durante los últimos años, un
fuerte interés entre profesionales y académicos, políticos y electores, ricos y pobres. La readaptación
de sus elementos ha sido y es un objetivo en la mayor parte de los países, dadas las condiciones que
ha impuesto el neoliberalismo. El estudio de la Administración Pública, fundamental también para
comprender las modalidades de acción de la empresa socialista, ha adquirido con el tiempo un carácter
multidisciplinario, con un continuo intercambio entre disciplinas (Stillman, 1991) que lo nutren de
diversas maneras; así, por ejemplo:
– De la ciencia política ha tomado debida nota de la importancia del poder, de la política misma
y de las políticas públicas.
– De la ciencia administrativa ha recibido elementos relativos a las funciones de gestión, a la toma
de decisiones y a los sistemas de información.
– De la sociología ha heredado elementos de aproximación a los sistemas, así como la valoración
de la importancia de la teoría organizativa y de la teoría de los recursos humanos.
– La historia, la economía y la psicología, finalmente, han introducido el análisis de las decisiones
administrativas, los instrumentos económicos sobre finanzas públicas, sobre balances y sobre
política fiscal, y los estudios acerca del comportamiento de los actores y de los grupos que
forman parte de las organizaciones públicas.
Partiendo de dichas consideraciones, se busca seguidamente evidenciar algunos aspectos que signan
el actual proceso de desarrollo de la Administración Pública, particularmente en los países subdesarrollados. Se procura asimismo presentar algunas ideas que, dentro de una estructura adecuada y
226
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
en una primera aproximación al problema, contribuyan a un análisis lógico que ayude a explicar las
particularidades del papel de la empresa socialista y de su aparente doble carácter.
2. Estar de acuerdo con Stillman no es un buen motivo para dejar de analizar otras opiniones u otras
reflexiones que difieren de esa multidisciplinariedad en el análisis del proceso del sector público, en
particular del vinculado a las actividades de gestión pública en la sociedad capitalista. Es necesario, por
ejemplo, tener presentes las consideraciones de aquellos que afirman (Henderson, 2003) que, desde
el momento en que los economistas introdujeron las categorías de producto nacional bruto (PNB) y
producto interno bruto (PIB), estas se han convertido en punto de referencia incontestable para los
políticos de todo el mundo.
Basada desde siempre en valores patriarcales, la economía ha ignorado el trabajo de las mujeres en
la educación de los hijos, la asistencia a los ancianos o las labores comunitarias de carácter voluntario,
actividades que se consideran “no económicas” en términos de PNB; mientras, por el contrario, son
apreciados como “económicos” los valores monetarios alcanzados mediante la destrucción ambiental,
las catástrofes y las guerras.
Los economistas han pasado a formar parte de los organismos gubernamentales para impartir
consejos acerca del crecimiento económico cuantitativo, sin cuidar de su compatibilidad ecosocial y
desde ese enfoque han pretendido organizarlo todo, de la educación a la salud, de la asistencia social al
sistema de pensiones, y hasta las políticas comerciales y militares.
Las cifras del PNB y del PIB han dominado los vértices del Grupo de los Ocho4, también conocido
como G-8. Los economistas teóricos y aplicados han sobresalido con respecto a sus críticos y sus rivales
de otras disciplinas como la ciencia política, la sociología, la psicología, el derecho5, la antropología,
la ecología, la termodinámica, las teorías de sistemas y del caos, y los han sustituido en materia de
políticas públicas. Así, por ejemplo, armados con sus modelos econométricos sobre la inflación y la
ocupación, han logrado que, mediante la introducción de las políticas restrictivas y monetaristas y con
la financiarización neoliberal, se provoque el desempleo de millones de trabajadores, la miseria y el
hambre para 80% de la población mundial6.
Al evaluar el estado actual del desarrollo humano, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) pone el acento en las pésimas consecuencias derivadas de los años noventa (Capdevila,
2003). En ese período se registró una fuerte diferencia entre los países del sur que crecieron de manera
dinámica y los que permanecieron paralizados. Durante esa década, el índice de desarrollo humano
disminuyó en 21 naciones. En el plano económico, 54 tuvieron una tasa de crecimiento negativa,
la matrícula escolar disminuyó en 12 y en 14 aumentó la mortalidad infantil. En el mismo lapso, la
pobreza se incrementó en 37 de los 67 Estados de los que hubo datos disponibles.
Es evidente, entonces, que el punto de partida para analizar el proceso de gestión pública, en las
condiciones presentes, radica en el hecho de que este se basa en el reforzamiento del papel de coerción
y dominio ejercido, en primer lugar, a través de las políticas neoliberales que actualmente dominan el
mundo. Esto lleva a los países subdesarrollados a una reducción virtual de su capacidad para afrontar,
de manera unilateral, un proceso de Administración Pública en beneficio de sus propias compatibilidades ecosociales. El impacto de las relaciones internacionales sobre las relaciones internas de cada
país se hace, en virtud de la óptica de mercado, cada vez más agudo, hasta cancelar para las economías
dependientes toda especificidad de los mencionados procesos.
LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO
227
2.2. El proceso de gestión pública
1. Hay una cierta y reciente tendencia a caracterizar la gestión pública como una articulada multiplici-
dad de procesos que se circunscriben a la esfera de la actividad económica y social, pero que se articulan
con la proyección exterior de la política de cada país. En este ámbito no se valora el impacto externo
de las políticas nacionales. Todo ello asume expresión particular en los países subdesarrollados, donde
condiciona la situación de dependencia respecto a las formas superiores de dominación ejercidas por
los países capitalistas desarrollados.
La fragmentación de los procesos y de los componentes de la Administración Pública es usada
como instrumento de sumisión y de dislocación de los países subdesarrollados, para así reducir su
capacidad de maniobra frente a las economías desarrolladas y sus instrumentos de poder.
Por otra parte, se tiende siempre a menospreciar la interrelación de la gestión pública y la política
pública, olvidando que son dos caras de una misma moneda: la Administración Pública. De la misma
manera, para eliminar el carácter integral de esa gestión, se enmascara su condición global y se deja de
lado que sus acciones y resultados deben ser medidos por el impacto social que tengan.
2. La gestión pública es la puesta en marcha de recursos propios por parte de una autoridad pública,
con el propósito de ejecutar proyectos concretos, específicos e individuales (Meny, Thoenig, 1992). Esa
autoridad dispone de distintos medios –personas, materiales, una imagen o créditos financieros–, que
utiliza para transformarlos en bienes y servicios capaces de satisfacer las necesidades de la sociedad en
la que se cumple el proceso de gestión.
Es posible también encontrar estudiosos del tema (Robbins, De Cenzo, 1996) que ponen el énfasis
en la planificación, la organización, la dirección y el control, como elementos esenciales para alcanzar
los objetivos de la gestión pública. A ese fin se considera que:
a)La planificación abarca objetivos, establece estrategias y desarrolla planes para coordinar
iniciativas.
b) La organización determina qué se necesita, cómo se hará y quién lo hará.
c) La dirección se ocupa de encauzar y motivar a todas las partes involucradas, de escoger los
canales de comunicación más efectivos y de resolver los conflictos.
d) El control permite hacer el seguimiento de las actividades, para garantizar que se cumplan tal
como fue planificado y para corregir cualquier desviación significativa.
3. No hay por qué no estar de acuerdo en el hecho de que muchas cosas han cambiado, durante el
último cuarto de siglo, al influjo de la teoría y la práctica del Estado. Así, se ha puesto en tela de juicio
el papel del sector público y sus mecanismos de intervención. El avance del proceso de globalización ha
hecho que las transformaciones del Estado se tornen propicias para la difusión de ideas que prometen
soluciones, no obstante su escasa fundamentación científica (Echevarría, 2001). A ello se puede agregar que la desaparición del campo socialista, por la derrota del socialismo en Europa, sepultó lo que
aparentemente era un nuevo paradigma para el proceso de administración y gestión pública. Desde el
punto de vista de esa gestión, es necesario señalar que los cambios no ocurren en la oscuridad y que
los relativos a la Administración Pública no se producen en el contexto de las acciones burocráticas,
técnicas o metodológicas. Los cambios producidos deben modificar profundamente la fisionomía, el
228
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
estado y la participación de las clases sociales y de los grupos profesionales (Espina Prieto, 1994), así
como su dinámica interna y de cambio; además, deben también reflejar de manera diversa las diferentes generaciones de ciudadanos (Domínguez, 1994).
4. A partir de los temas presentados, que permiten caracterizar la gestión pública, es necesario hacer
también referencia a una concepción diferente, como es aquella que se determina en el momento en que
se construye el socialismo. Desde ese punto de vista, es posible definir la gestión pública socialista como:
el proceso en el que el conjunto de las reglas y las decisiones están dirigidas a incentivar y a coordinar
acciones y recursos con un grado de eficiencia y eficacia tal, que contribuya a garantizar la satisfacción
equitativa de las necesidades sociales, en un contexto de justicia social y donde la condición empresarial
esté sujeta a la capacidad de aportar mayores beneficios materiales y espirituales, que garanticen una
amplia reproducción de las condiciones socioeconómicas en las que actúa la sociedad, protegida por
el contexto de sus propias restricciones jurídico-políticas (Pons, González, 2002).
Al margen de las insuficiencias del modelo tradicional de intervención del Estado en el desarrollo
económico y en el proceso social, como también de la incapacidad del modelo neoliberal, está demostrado que es necesario aumentar la eficiencia en los procesos de gestión pública, para impulsar su
administración hacia el perfeccionamiento.
Son dos los motivos que llevan a todo Estado a desarrollar un enfoque particular de la gestión y
administración públicas. Por un lado, todo sistema político tiene sus propias tradiciones, sus características, su contextualización, sus condiciones; por el otro, no hay una sola forma o una mejor manera
de administrar y dirigir el Gobierno y los asuntos públicos. Hay una capacidad o competencia de intervención, como conjunto articulado y diferenciado de ideas, de modelos y de proyectos, cada uno con
sus ventajas y desventajas, sus debilidades y fortalezas. La unión o combinación de esos dos motivos se
ha llevado a cabo de manera muy diversa en las distintas modalidades de gobierno de la Administración
Pública y de sistemas de gestión pública existentes en el ámbito internacional. Ciertamente, se pueden
encontrar algunas similitudes, pero incluso allí donde los sistemas políticos presentan características
comunes –por ejemplo, el de cuño británico que rige en Canadá, Australia y Nueva Zelandia, además
de la propia Gran Bretaña–, existen importantes diferencias, puestas de relieve por diferentes autores.
5. La gestión pública actúa y se desarrolla en ámbitos sectoriales. Está constituida por los organismos e
instituciones que tienen responsabilidades públicas hacia la población y, como tal, establece las reglas
de buen comportamiento y de control de las iniciativas en beneficio colectivo, al tiempo que ofrece
directamente servicios públicos en los casos que considera necesarios.
La dimensión, la estructura y las características del sector público varían de un país a otro. La
particularidad de esta gestión puede ser analizada a partir de su comportamiento estructural, pero ese
análisis debe contemplar también su impacto social. Una de sus características, que puede ser reconocida socialmente, es la calidad y la eficacia del servicio que ofrece a la población. Hay que considerar
que la gestión pública está sometida a continua y cotidiana supervisión en cuanto tiene que ver con los
servicios que abarca o que están sujetos a sus reglas. De allí la necesidad de introducir innovaciones en
los métodos y procedimientos de trabajo, que aumenten la calidad de ese servicio y su eficiencia,
en función de satisfacer las exigencias de los ciudadanos.
LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO
229
Se hace entonces necesario, para prestar atención a las necesidades y prioridades, establecer un
estrecho nexo con las comunidades locales, aumentando la capacidad de respuesta a sus exigencias
e informando oportunamente a las personas o agrupaciones, cuando no sea posible satisfacerlas por
limitación de recursos u otras causas.
Naturalmente, la calidad y la eficacia no están separadas de la eficiencia al momento de utilizar los recursos. Se puede ofrecer un servicio de calidad y hacerlo eficientemente dentro de los límites impuestos
por la disponibilidad de recursos, siempre que se busquen soluciones idóneas para ello. La adopción de
métodos modernos de dirección y organización puede ser particularmente útil a ese respecto, sobre todo
al existir un mayor conocimiento y dominio de las actividades gracias al permanente progreso humano.
6. Es sabido que en la gran mayoría de los países se exige al Estado la creación de condiciones para el
buen funcionamiento de la gestión empresarial privada, y que ello se hace a costas de su papel en la
distribución de los ingresos en favor de las grandes mayorías nacionales, lo cual está agravando los ya
altísimos índices de pobreza y marginalidad. Por otro lado, está claro que los esfuerzos en ese sentido
y los recursos destinados al desarrollo continúan siendo fundamentales y, sobre todo, que son un problema de naturaleza interna, más allá de las soluciones que planteen los capitales privados nacionales
o las inversiones gubernamentales (Aguilera et al., 2001).
En la realidad, en cambio, se ha creado un movimiento que apunta hacia la virtual extinción de la
participación del Estado nacional, en favor del reforzamiento del poder del gran capital transnacional
y de las oligarquías nacionales, cada vez más dependientes estas de aquel. En ese contexto se ha promovido la liberalización de los mercados, la desregulación y la privatización, mientras la equidad y la
justicia social pasan a ser asuntos secundarios.
La llamada crisis del Estado ha sumido a los países pobres y subdesarrollados en una posición de
debilidad para todo lo que concierne a sus intereses nacionales frente al proceso de globalización neoliberal, limitando sus posibilidades de ejercer una política independiente, en favor de sus respectivas
poblaciones, y empeorando su ya precaria situación en el plano económico y social.
2.3. El impacto de los cambios en la participación del Estado
1. Los cambios político-económicos que han tenido lugar en el plano internacional durante los últimos
veinte años, han generado una concepción distinta del papel de lo público; a ese propósito ha sido
acuñado el concepto de nueva Administración Pública, que pierde toda coherencia de no ser sustentado
en los elementos de la nueva gestión pública.
En realidad, la denominación asignada a este nuevo concepto elude a las raíces que determinan el
carácter y las particularidades de los procesos de Administración Pública, así como el contenido de
esas características.
No obstante, las versiones y consideraciones coherentes con el advenimiento del modelo neoliberal,
y con su impacto sociopolítico, pretenden identificar las potencialidades que ofrece la gestión empresarial con las de la gestión pública. Estas innovadoras versiones podrían ocultar algunas hipótesis y
esconder ciertas intenciones (Barzelay, 1993):
a) La tendencia que se manifiesta en el sector público de algunos países occidentales, donde el
aparato ejecutivo del Estado ha sido transformado mediante la introducción de técnicas de
gestión empresarial y de organización económica.
230
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
b) La identificación de la nueva gestión pública como perspectiva innovadora para el análisis y la
comprensión de los problemas de Administración Pública; perspectiva cuya contribución se
basaría en el empirismo y en la aplicación de valores tradicionales del modelo administrativo.
c) La concepción de la nueva gestión pública como un modelo, es decir, como una serie de principios, de políticas y de técnicas que son considerados de nivel superior y cuya aplicación,
implícita o explícita, sería recomendable.
2. Una característica de la llamada nueva gestión pública es que, en lugar de plantearse como objetivo
la transformación de las instituciones políticas dentro y fuera del poder ejecutivo, persigue la preservación y consolidación del poder político, en el sentido de que no contempla, para esas instituciones,
cambios que puedan influir en sus basamentos, su distribución o sus formas de legitimación, como
tampoco en la naturaleza del régimen político, en las relaciones entre los poderes del Estado, en la
estructura territorial del poder o en los sistemas de representación. Por otra parte, las reformas sustanciales, lejos de concentrarse en el carácter institucional y en el papel del Estado, se focalizan en las
políticas públicas, desde las económicas hasta las sectoriales en materia de educación, salud, vivienda
y otras más.
En lo esencial, es en los países subdesarrollados donde los cambios en la gestión pública han tenido
manifestaciones más peculiares. El eje en torno al cual han girado estos cambios es la búsqueda de una
estabilidad macroeconómica basada en la aplicación de medidas de carácter fiscal y monetario. Estas
medidas, que se ciñen a las políticas neoliberales, han provocado la reducción del papel del Estado y
el abandono, por parte de este, de importantes responsabilidades públicas. Las economías subdesarrolladas, sujetas a los flujos de financiamiento multilateral, provenientes de instituciones internacionales
–como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial–, han terminado por encontrarse más
destrozadas de lo que ya estaban, en la medida en que la aplicación de soluciones que propician la
expansión del capital privado –y sobre todo de las transnacionales, como su forma más presente y
organizada– ha conducido a una reducción del impacto positivo que para lo social podría tener la
nueva gestión pública.
Una vez más, el proceso mismo establece los límites de sus soluciones y crea las causas de su necesaria desaparición.
2.4. Empresa pública socialista y relaciones socialistas de producción
1. Hay una posibilidad de abordar, desde ese punto de vista, la dualidad del proceso que se cumple en
la empresa socialista, en el sentido de que esta se desdobla en dos formas: la empresa gubernamental
socialista y la empresa pública socialista.
Desde esa perspectiva, el concepto de empresa pública socialista puede ser discutible. A primera vista aparece como un ente de carácter temporal, condicionado por una determinada etapa de evolución
de las relaciones sociales en el proceso de construcción socialista.
No obstante, hay aspectos que deben ser tomados en consideración y cuya explicación trasciende
el objetivo de este libro:
a) El concepto y el carácter del Estado como representante de los intereses de la clase que detenta
el poder.
b) Las particularidades propias del grado de maduración de la propiedad social socialista.
LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO
231
c) El nivel, las formas y las soluciones en la realización de la propiedad social socialista.
d) El nivel de desarrollo del proceso de socialización de la producción.
Se hace entonces necesario introducir de inmediato aspectos estratégicos de análisis, en consideración del hecho de que el Estado desaparece o, mejor dicho, se extingue. Y si bien ello marca un
nuevo escalón en el desarrollo humano, su concreción debe ser puesta en relación con la materialidad
representada por la empresa pública.
2. Este simple razonamiento se confronta con una pregunta: ¿será la empresa pública socialista la
manifestación más avanzada de la maduración de las relaciones socialistas de producción, como expresión del carácter de las relaciones de propiedad? Obviamente, la respuesta requiere de un estudio más
profundo. En todo caso, se pueden esbozar algunos elementos que habría que considerar:
a) La empresa socialista constituye el eslabón de base de la economía; concentra y representa el
peso fundamental de la propiedad socialista sobre los medios de producción más importantes.
La empresa pública socialista basa la propiedad social en los medios llamados a satisfacer las necesidades fundamentales para el ejercicio de la calidad de vida del ciudadano, como la educación
y la salud, y con ello puede representar el proceso de construcción del socialismo.
b) La satisfacción de las necesidades básicas para la reproducción material de la sociedad está condicionada por el funcionamiento de la empresa estatal socialista; el producto que realiza debe
estar, cualitativamente, en capacidad de contribuir al beneficio social a través del mercado, pero
sobre todo de otros tipos de distribución con los que realiza el intercambio. La empresa pública
satisface las necesidades fundamentales de la sociedad sin recurrir al intercambio, a través de
la acción directa. No es lo mismo recibir las medicinas a través del mercado, de una red de
distribución minoritaria que pertenece a una empresa estatal socialista, incluso subvencionada,
que recibirlas directamente de las farmacias de los hospitales sin costo alguno para el paciente.
c) Con la empresa estatal socialista se cumple una particularidad de la propiedad social socialista:
mientras se manifiesta en el proceso de producción a través del mercado, introduce todavía
un momento de compromiso, de mediación, en el carácter de la socialización de la propiedad
socialista. No obstante, ella debe estar de inmediato en capacidad de realizar efectivamente la
propiedad social socialista de una manera más directa y madura, al no existir ya la necesidad
ni del mercado ni del cambio, para arribar así a una distribución social sin distinciones, que
establezca como parámetro real la más completa equidad.
Otros aspectos y contenidos pueden ser desarrollados con mayor profundidad. Por el momento,
el objetivo es introducir solamente aquellos que nos resultan necesarios para extraer conclusiones y
contribuir, de alguna manera, a desarrollar las bases conceptuales que nos permitan enfrentar y dar
directamente respuesta a ideas distorsionadas y malintencionadas, que desvían los contenidos ideológicos propios del proceso de construcción socialista.
3. Como posibilidades superiores de autogobierno de la sociedad, los modelos de organización
socioeconómica y política del y para el pueblo deben marcar, de manera efectiva, la ruptura en la
232
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
continuidad y el desarrollo de sus mecanismos de gobierno, por medio del reforzamiento de la acción
colectiva y del perfeccionamiento innovador del principio de representación en la explicitación de la
economía socialista sobre una base territorial.
Junto con el reconocimiento de la diversidad de las comunidades –condicionadas por los principios
históricos, las tradiciones, las relaciones económicas y los espacios geográficos, como también por
intereses comunes–, es necesario adoptar para la economía un nuevo papel social, como parte del cual,
de una manera u otra, se hagan propias las competencias gubernamentales en toda la actividad productiva y de servicios distribuida en el territorio y se vincule, además, todo ello a la actividad política
de gobierno, a las organizaciones de masas y a las entidades económicas más importantes (Instituto de
Filosofía, 1997).
Por otra parte, en el proceso de construcción socialista la gestión pública debe mejorar el trabajo de
dirección y administración de las entidades económicas de carácter local y diferenciar claramente las
funciones de gobierno de las administrativas; ello a su vez hace posible erradicar el desdoblamiento y
separar la gestión política pública de la gestión pública.
Obviamente, la preminencia que corresponde a la primera, con el ejercicio del poder público,
se materializa en la definición de las tendencias que se expresan en sus políticas, en la valoración de
coyunturas y en las funciones de control, que pueden ejercerse en una dimensión más amplia. Como
forma esencial de organización popular, la política de gobierno de la economía debe ejercer una acción
preferencial en la gestión de las políticas públicas, al igual que un papel de análisis y de estímulo de ese
proceso en su contexto.
De esta manera, vista a través del prisma de las particularidades del proceso de construcción socialista, la gestión pública está en condiciones de alcanzar su verdadero objetivo.
Se puede afirmar, además, que solo de esa manera se muestra ella realmente como algo nuevo y
sustancial en el devenir de un proceso de globalización solidario y socialista, en el que lo global sean
los derechos de la humanidad, como un alto grado de dignidad humana y un profundo contenido de
equidad social.
­— notas —
1 Véase el vívido recuento que del trabajo en la Hungría socialista hace Miklos Haraszti (1989), en el que se ilustra la alienación
del individuo por parte de la máquina productiva estatal: “Al final, la única cosa que me ayuda es transformarme en máquina”
(54); “arriba, en sus oficinas, en la cocina secreta de la economía” (138); “y cuando los jefes hablan de ‘nosotros’, la cosa se
torna peligrosa, ya que sin duda significa ‘debemos sacrificarnos’, equivalente a ‘deben sacrificarse” (10).
2En la Crítica al Programa de Gotha, de 1875, Marx escribió: “En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad
común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseída por ellos, pues aquí, por oposición
a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante
un rodeo, sino directamente. La expresión ‘el fruto del trabajo’, ya hoy recusable por su ambigüedad, pierde así todo sentido.
De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de
una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el
económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede. Congruentemente con esto,
en ella el productor individual obtiene de la sociedad –después de hechas las obligadas deducciones– exactamente lo que ha
LA EMPRESA SOCIALISTA: MICROECONOMÍA DEL SOCIALISMO
233
dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo
se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la
parte de la jornada social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha
rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca
de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de
trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de ésta bajo otra distinta. (…) En una fase superior de la sociedad
comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo y, con ella, el
contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera
necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y
corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte
del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡Dé cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus
necesidades!” (http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/oe3/mrxoe303.htm). *
3Cockshott, Cottrell (1993). Una primera presentación de estas posiciones puede encontrarse en Arriola (2006).
4Grupo de coordinación de políticas integrado por las que han sido consideradas como las principales potencias del mundo capi-
talista y que, en cierto sentido, dirigen la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Está compuesto
por Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Francia, Japón, Italia, Alemania y Rusia.
5En el mundo anglosajón, y desde hace algunos años también en Italia, halla cada vez más difusión el “análisis económico del
derecho”, completamente fundado en metodologías neoclásicas, aun si con frecuencia mezclado con análisis institucional. Cfr.
uno de los manuales más difundidos en Italia y en Estados Unidos: Cooter, Mattei, Monateri, Pardolesi, Ulen (1999).
6 Además de lo ya señalado, vale la pena considerar el hecho de que el Fondo Monetario Internacional impone políticas de esta-
bilización que deprimen todavía más las condiciones sociales en los países sometidos a su “cuidado”, tanto así como para dar
razón a Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, cuando declara: “Si Argentina le hubiese hecho caso al Fondo Monetario
Internacional, estaría ahora mucho peor”; o también al director del Centro de Desarrollo Internacional de Harvard, Jefrey Sachs,
quien ha manifestado: “El FMI recomienda soluciones anticuadas o falsas: cura los síntomas, pero no las causas”.
* (n.t.) [La presente versión en español fue tomada de www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gotha.htm.
234
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Capítulo III
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO
DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
1. Evolución de las bases conceptuales de la Administración Pública
1. En los estudios sobre organización de la Administración Pública1, a partir de los años cuarenta y
todavía hoy, se difunden las teorías de Max Weber, por ese entonces ya muerto. Weber explicó lo que
llamaba “modelo ideal” de burocracia, basado en la división del trabajo, en la jerarquización y en la
existencia de reglas y normas, con énfasis en la comunicación escrita y los funcionarios competentes.
La teoría de Weber2 sobre la administración burocrática fue retomada, explicada o criticada a todo
lo largo del siglo xx. Si bien su concepto de burocracia no fue un aporte nuevo (las jerarquías venían
siendo utilizadas desde tiempos antiguos en la estructura militar y lo mismo cabe decir de normas y
reglamentos), hay que recordar que sistematizó y caracterizó la estructura organizativa de la Administración Pública. Por otra parte, los análisis críticos de su obra se sostenían en el hecho de que en su
visión la burocracia constituye una estructura despersonalizada y formal, que se refleja en los resultados
de la gestión pública.
Tras el establecimiento del sistema socioeconómico capitalista, como ineludible consecuencia de
la naturaleza de su base económica, la Administración Pública es esencialmente neutral durante su
primera etapa. Más tarde, frente a la urgencia y las exigencias de la colectividad, desarrolla formas
propias que tienden a convalidar su actividad, pero sin transformar la base en la que se apoya. Nacen
así fórmulas, instrumentos sostenidos en el derecho administrativo capitalista.
2. Si esa es, en lo fundamental, la situación que se presenta en la Administración Pública de los paí-
ses capitalistas, no se puede dejar de mencionar la evolución de otra Administración Pública que,
primero en la Unión Soviética y luego en los demás países del llamado campo socialista, habría podido
crecer y consolidarse bajo principios de igualdad y justicia social para la mayoría de la población.
La actividad administrativa de un país que ha escogido el socialismo como vía de desarrollo pone
su acento, durante la primera etapa de transformación de la base económica, en la conversión de la
propiedad de los medios e instrumentos de producción. A tal propósito, esa actividad se intensifica,
en expansión de la ya creada en condiciones de capitalismo monopolista, para cambiar la estructura
clasista –y, con ella, la de esa base económica–, al tiempo que establece una democracia de base, en
oposición a la democracia burguesa.
Esta nueva Administración Pública conlleva el despliegue de una actividad capaz de determinar los
desafíos del nuevo sistema en su período de transición, así como de crear las condiciones para afirmar
jurídicamente la construcción del socialismo (Garcini, 1982).
Para esta nueva administración, la socialista, las formas y fórmulas adoptadas por su predecesora no
son del todo adecuadas. Aunque su uso y aplicación puedan ser válidos en determinadas circunstancias
y condiciones, según las particularidades de la etapa en curso y las necesidades coyunturales, en términos reales no son apropiadas. Su aplicación está históricamente condicionada.
3. La crisis económica que estalla en los años setenta del pasado siglo, caracterizada en su última etapa
por el estancamiento económico y la inflación (fenómeno combinatorio conocido como “estanflación”), golpea duramente al sistema capitalista, aun si no tan profundamente como la vivida entre
1929 y 1933.
Es por esos años cuando se ponen en boga las teorías del neoliberalismo, impulsadas por Milton Friedman y basadas en viejas doctrinas del liberalismo económico que se fueron desarrollando a partir de los
años cincuenta, aun cuando durante todo el período keynesiano se mantuvieron en un segundo plano.
Los neoliberales desprecian la teoría keynesiana, acusan al Estado de ser el responsable de la inflación existente y proponen un cambio en la forma de intervención estatal en la economía, por
considerar que el único factor que regula esta última es el mercado. Entre otros aspectos, promueven
la disminución del gasto público, con el argumento de que niveles elevados no incentivan el trabajo3.
Todo ello implica, como consecuencia, la contradicción entre el desarrollo económico cuantitativo de
un país y el bienestar real de la mayoría de sus ciudadanos.
La política neoliberal4, hoy imperante en el mundo, tiene repercusiones directas en la Administración
Pública. Se manifiesta en la actualidad una fuerte crisis de los servicios que el Estado, obligatoriamente,
debe proveer a los ciudadanos. La falta de soluciones, ante problemas cada vez mayores, provoca la desilusión de las mayorías hacia las llamadas sociedades democráticas. Los pobres son los más golpeados,
pero los sectores que sufren el deterioro de su calidad de vida están en continuo incremento5.
236
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
El neoliberalismo hace que el Estado se ubique cada vez más lejos de los intereses de la mayoría de
la sociedad, y que sea con capacidad y empeño cada vez menores que se dedique a resolver sus problemas. Sobre la Administración Pública se descarga el descontento social, pero también mucho más que
eso, si se tiene en cuenta que en muchos países ella se ha ido contaminando con el fenómeno de la
corrupción, que corroe sus estructuras y su credibilidad.
4. Sin embargo, habría que analizar otros factores que influyen en los cambios y las reformas que se
vienen produciendo en la Administración Pública a partir de los años noventa del pasado siglo. Veamos
algunos:
– Las crisis económicas: se manifiestan como crisis fiscales e incrementan la deuda externa, los
déficit presupuestarios, la desocupación y la inestabilidad, no solo económica sino también
social. Indiscutiblemente, los Gobiernos deben afrontar esa realidad y su repercusión en la Administración Pública, que ve cada vez más restringidos los recursos que destina a la solución de
los problemas de los ciudadanos.
– La globalización neoliberal: “La globalización neoliberal constituye la más impúdica recolonización del Tercer Mundo” (Castro Ruz, 2003). Su consecuencia más directa es provocar la dependencia de la industria y de los mercados menos favorecidos, respecto a los grandes capitales de
los países desarrollados, lo que brinda a estos la hegemonía mediante una mayor penetración
y control de las economías nacionales. Aumenta el movimiento de capital internacional, pero
no con la misma rapidez la producción y los servicios. Se establecen nuevos tratados comerciales, desventajosos para los países del Tercer Mundo. Los Estados nacionales van perdiendo su
sustento económico, en un marco globalizado. Crisis de valores y de la cultura nacional. Todo
esto impone cambios en la Administración Pública, por la necesidad de adecuarse a las nuevas
demandas de un mundo globalizado. “La globalización neoliberal destruye rápidamente la naturaleza, envenena el aire y el agua, deforesta las tierras, desertifica y erosiona los suelos, agota
y dilapida los recursos naturales, cambia el clima. ¿Cómo y de qué vivirán los 10 millardos de
seres humanos que muy pronto seremos?” (Castro Ruz, 1999b)6.
– Los cambios políticos de los años noventa: la caída de la Unión Soviética y la disgregación del campo socialista generaron cambios importantes en el marco político internacional, que repercutieron en los ámbitos económicos y sociales del planeta entero. Se modifica así la geografía política
del mundo, se agudizan las contradicciones étnicas y religiosas y los conflictos territoriales. El
planeta asume un carácter unipolar, que da vía libre a la política impuesta por las potencias
imperialistas. La contradicción fundamental es ahora entre norte y sur, entre centro y periferia,
entre áreas y países desarrollados y subdesarrollados. Al mismo tiempo surge en los movimientos
de izquierda una crisis de escala mundial y aumenta el escepticismo ante las propuestas políticas
de cambio.
– El desarrollo técnico-científico: la revolución ocurrida en la esfera tecnológica, y fundamentalmente en las comunicaciones, repercute con fuerza en la Administración Pública de los distintos
países. Las nuevas formas de control y seguridad de la información, más allá de permitir un mejor uso de la gestión administrativa, marcan cambios importantes en este campo. La informática
se tradujo en modernización de los servicios públicos, si bien significó también la sustitución del
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
237
hombre por máquinas, con la consiguiente y frecuente desocupación allí donde los cambios no
se sostuvieron en una política dirigida a enfrentar dicho problema.
– La crisis de gobernabilidad: el término gobernabilidad empezó a utilizarse con fuerza en los años
setenta, frente al deterioro de la autoridad de los partidos políticos, los líderes, las instituciones y
los Gobiernos, que ponía en peligro la estabilidad del sistema político. Las políticas económicas
introducidas producen mayores crisis de gobernabilidad, dado que deterioran las condiciones de
vida y aumentan las contradicciones, la pobreza, la marginalidad y la desocupación, al tiempo
que se reducen los servicios y la previsión social, se resquebraja el sistema social de relaciones y
todo ello se transforma en descontento crecientemente manifiesto. Esta situación, que puede
observarse fácilmente en todo el mundo capitalista –sea avanzado, intermedio o de bajo nivel
de desarrollo–, reimpulsa la reacción de los diversos sectores de la población, que comienzan a
reanimarse en busca de soluciones ante las ineficiencias del sistema.
5. Todo lo antes dicho conlleva la búsqueda de cambios en el modo de administrar los recursos para el
bienestar social. Nacen nuevas ideas, o renacen algunas ya experimentadas, con el objetivo de dar solución a las cambiantes situaciones que debe afrontar la humanidad. Las transformaciones o reformas que
de allí derivan tienen por meta común alcanzar decisiones para adecuar la organización del servicio público en las estructuras del ejercicio de gobierno, en cuanto gestión política del Estado (Aucoin, 2001).
2. Los procesos de reforma en la gestión pública para la construcción socialista
1. Las reformas de la Administración Pública están condicionadas, en cada país, por la dependencia
del Gobierno respecto a los grupos de poder7, por las condiciones sociales y económicas, por el papel
de los líderes, etcétera, lo que implica que no existe una forma única de administrar los recursos en la
función pública y que no podemos, entonces, hablar de modelos ideales o simplemente mejores.
Algunos estudiosos8 afrontan el análisis de esas reformas desde dos diferentes niveles, que se fundamentan en las categorías de eficiencia y eficacia. Con esa óptica, para evaluar la eficiencia se analiza el bajo rendimiento de la Administración Pública (en este caso preferimos referirnos al operador
Administración Pública) en relación con su elevado gasto, y se toman en consideración la cantidad
de funcionarios públicos existentes, el despilfarro de recursos y de energía institucional y el uso de
técnicas administrativas obsoletas.
A partir de ese análisis, se recomienda la aplicación de fórmulas de reordenamiento de los aparatos
administrativos y el uso de técnicas y métodos modernos, orientados a la reducción de las estructuras
de personal necesarias para su operatividad. En general, son acciones tendentes a la reducción de
costos, con las cuales se limita la responsabilidad del Estado hacia la sociedad: sirven a veces como
justificativo para evadir esa responsabilidad frente a los contribuyentes.
Estos dos niveles de análisis condicionan a su vez un tercero que refiere a la crisis de legitimidad, el
cual permite afirmar que la no credibilidad en la gestión de gobierno genera la necesidad de cambios
en la Administración Pública, pero que, al mismo tiempo, la ineficiencia y la ineficacia provocan una
ulterior desconfianza. Se desarrolla así un círculo vicioso.
238
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
La crisis de legitimidad se deriva de la incapacidad del Estado para satisfacer las demandas de los
ciudadanos y dar solución a los problemas más agobiantes de la sociedad. El intercambio políticoeconómico entre clase trabajadora y Estado, que es base del “compromiso histórico” en el mundo
occidental –vale decir, el origen del welfare State–, se fundamenta precisamente en el reconocimiento
político-jurídico de esa clase social, de las organizaciones que representan sus intereses (los sindicatos)
y de su practicabilidad institucional, así como en la obtención, para ella, de sistemas asistenciales, de
prevención y de pensiones, y en la existencia de servicios “gratuitos” (aunque, en verdad, estudios
recientes demuestran que buena parte del “peso” del Estado social fue sostenido por las mismas clases
subalternas; cfr. Shaikh, 2003) o a precios subvencionados. A cambio, la clase trabajadora garantiza el
respeto a las reglas, la no conflictividad, relaciones laborales más mórbidas, el control de los focos revoltosos, la moderación salarial: en definitiva, la paz social. Roto ese equilibrio, difícilmente los actores
logran recompensarse alternadamente y con mayor razón cuando el Estado, justamente en crisis de
legitimidad, no consigue ya garantizar la contrapartida de la paz social.
La ineficiencia de los métodos de ejercicio del poder provoca el cuestionamiento del papel del
Estado. Esta crisis se manifiesta en la escasa participación de los ciudadanos en las elecciones y en las
decisiones gubernamentales, lo que a su vez impulsa tendencias a ampliar la consulta popular. Como
respuesta, surgen en la sociedad civil las organizaciones no gubernamentales (ONG)9, que promueven
la participación colectiva y la instauración de métodos más democráticos para la toma de decisiones.
2. Es posible ahora analizar las reformas que se están adelantando en la Administración Pública como
respuesta a los problemas de eficiencia, eficacia y crisis de legitimidad (Aucoin, 2001):
a) Restricción del gasto. Se manifiesta en la racionalización de los servicios; es decir, en el recorte
de los servicios públicos, en la reducción de los aparatos administrativos, en la disminución del
personal y en el desechamiento de nuevos proyectos. El análisis que conduce a la escogencia de
estas medidas tiene por único punto de mira la eficiencia, entendida como racionalización de los
recursos para obtener mayores resultados. Esto, lejos de resolver los problemas, los exacerba, aun
cuando en muchos casos sea real y preocupante el aumento considerable de los costos públicos
en instituciones momificadas por el exceso de estructuras, ineficientes en su nivel de dirección
y no en su componente trabajo. Este tipo de reforma provoca el incremento del desempleo.
Podemos citar como ejemplo las reformas ejecutadas en el Reino Unido durante el gobierno de
Margaret Thatcher –un clásico de las reformas administrativas–, proceso en el cual el número
de los empleados públicos se redujo de 750.000 a 500.000. Para 250.000 personas, eso significó, entonces, la pérdida del puesto de trabajo. Pero la reducción de los gastos se logra también
al comprimir el costo del trabajo: no hay sino que pensar en los cambios que en el ámbito del
trabajo siguen a la privatización de entes públicos (económicos o no) y a la externalización o tercerización de funciones. Cambia la relación laboral, cambia el respectivo contrato y empeoran
o desaparecen las garantías que antes estuvieron aseguradas. Piénsese, si no, en el caso de Italia,
donde la externalización se ha masificado incluso en la Administración Pública.
b) Privatizaciones. Esta modalidad ha sido muy utilizada en países de América Latina y Europa10: la venta de concesiones, a la empresa privada, para la prestación de servicios públicos; de
esta manera se reducen costos –sobre todo el del trabajo y el de mantenimiento ordinario y
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
239
extraordinario– y el Estado se exime de la responsabilidad respectiva. Durante los años ochenta
y noventa, en todos los países capitalistas, el Estado vendió a empresarios privados todo tipo de
servicios (cementerios, autopistas, parques y jardines, empresas productoras de servicios)11, con
lo cual muchas veces cedió partes de la soberanía nacional a otros Estados o a multinacionales.
La venta de servicios públicos aporta inicialmente al Estado algún pequeño capital, pero esta
opción se ha ido cerrando porque no queda ya mucho que privatizar.
c) Cobertura. El análisis se confronta con la realidad actual: ¿servicios públicos para todos?, ¿servicios públicos solo para los más necesitados? Basta revisar algunas estadísticas de países latinoamericanos para darse cuenta de que con las privatizaciones, lejos de resolverse la situación
social, se incrementan la pobreza, la desocupación, las perturbaciones sociales, las necesidades
más urgentes de la población. Como paliativo para estos problemas, se crean entonces nuevas
estructuras que regulan la actividad de la empresa privada en el sector público. Como parte del
proceso de privatización, se establece también la competencia, que puede ser externa (entre los
sectores público y privado, como por ejemplo en salud y educación) o interna (entre diversos
organismos del sector público). La competencia resulta ser así el falso elemento caracterizador
que mantiene determinados servicios en la esfera de uno u otro sector. ¿Pero cuál competencia?
La privada, orientada a la ganancia y no a las necesidades sociales, incluida la competencia entre
los empleados del sector, basada en “el empeño en hacer bien”. Los servicios a la población se
rigen por las normas del mercado (Aucoin, 2000: 23)12.
d) Subcontratación y externalización. Se subcontrata al sector privado para la prestación de servicios y productos, sobre todo a lo interno, es decir, en el aparato administrativo (limpieza,
servicios informáticos, etcétera)13. Aunque esta modalidad no sea algo nuevo, sí alcanza nuevas
cotas: actualmente se están subcontratando servicios tales como el control de las prisiones, con
el objetivo de reducir costos.
e) Reconversión. Se procede a la liberalización o creación de estructuras estatales que operan con
cierta independencia, sujetas a las presiones del mercado. Por otra parte, con la intención de
reestructurar el servicio público se crean organismos basados en el cumplimiento de tareas
de mercado, con metas y presupuestos que se determinan de acuerdo con objetivos económicos,
y no ya sociales. Este es el caso de las reformas adoptadas inicialmente en Gran Bretaña y Nueva
Zelanda. Se manifiesta esto en algunos casos como un proceso de reestructuración, con cambios
de proyecto y en la gestión de procesos y operaciones, que se traducen en disminución de
personal y de los costos del trabajo.
f ) Politización de la burocracia. Se ignora la profesionalidad del servicio público, dado que se considera esto un obstáculo para el cambio y, en consecuencia, dejan de valorarse el mérito y el
conocimiento adquirido por el personal. En su remplazo, algunos líderes políticos tienden a
nombrar en esos cargos a dirigentes del sector privado o a seguidores de sus partidos (piénsese
en el spoil system o clientelismo y en la consultoría externa). De esta manera, se promueve el
favoritismo, elemento que conlleva, entre otros males, la corrupción del sector público.
g) Descentralización del Estado. Esta reforma se manifiesta no solo en el área administrativa, sino
también en la esfera económica, social e institucional, por lo que repercute en toda la estructura
de la sociedad. Actuando contra el interés general, se reorganizan instrumentalmente las funciones para otorgar mayor posibilidad de decisión y de gestión a los entes locales y territoriales,
240
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
a los organismos y sectores. Las medidas que tienden a la descentralización pretenden ofrecer a
los ciudadanos una mayor participación en el campo de las decisiones y reforzar así el concepto
de democracia14. Sin embargo, para que esto funcione en su plena dimensión, el Estado debe
descentralizar recursos, lo que parece ser la parte más crítica del proceso15.
3. Cuando se analizan las reformas que tienen lugar en la Administración Pública, el punto central
es identificar los esfuerzos por asumir técnicas y procedimientos de la administración privada. La idea
es “hacer el gobierno lo más parecido posible a los negocios”.
No podemos negar algunas semejanzas entre el sector privado y el público, pero las diferencias entre
ambos marcan un límite para la extrapolación de métodos; de otra forma, el Estado se transforma en
empresa, y abandona así el interés general para asumir como central el interés privado de la empresa.
Eso, justamente, es el profit State.
El sector público tiene como objetivo fundamental y primario la prestación de servicios para alcanzar el bienestar social, y esto sobre la base del interés colectivo, no individual. Además, esos fines deben
ser trazados por los Gobiernos centrales y locales, en representación de la sociedad.
Por otra parte, en el análisis se considera como una importante diferencia la falta de responsabilidad del sector público para atender al tema de la eficiencia a partir de la rebaja de los costos, sea
por escaso interés de sus funcionarios o por las repercusiones políticas de su propia gestión. Se olvida
que los ingresos de la Administración Pública provienen de fondos también públicos; vale decir, de
un aporte financiero que se cumple en términos de contribución social, precisamente para recibir
ventajas sociales.
La tendencia a recurrir a métodos del sector privado implica también la propuesta de que el sector
público se rija por los mecanismos del mercado, de la oferta y la demanda, para así aceptar que sean
el sistema de precios y la elección del consumidor los que eleven la oferta, y que sea la pertinencia del
resultado económico, como objetivo, lo que haga caer la ineficiencia. Sin embargo, con la introducción de mecanismos de mercado en la Administración Pública se pone en peligro la satisfacción de las
necesidades colectivas y el logro del bienestar social.
Todo esto presupone la idea de que al asumir las técnicas y los métodos del sector privado se
estaría reinventando la Administración Pública en clave de mercado. Lo que no es más que un absurdo
conceptual.
4. En el proceso de desarrollo de la Administración Pública contemporánea, el principio de la dicotomía política-administración constituye el objeto de un importante debate. La administración puede
considerarse como algo separado y distinto, pero siempre subordinado a la guía política (Aucoin, 2000).
La función de la Administración Pública se concentra en aconsejar a los dirigentes políticos y en
hacer aplicar la ley. Esta diferencia de funciones no es absoluta, ya que existe una estrecha interrelación
entre la información para quienes deciden y la aplicación de normas, reglamentos y leyes, lo que
provoca en muchos casos que ambas se interfieran. Si bien este elemento constituye una forma ideal
de manifestación de la Administración Pública, en la práctica se comporta de manera diferente y no
siempre las funciones de ambas partes están bien delimitadas.
Quien gobierna necesita de la Administración Pública para delinear sus propias políticas, pero por
otra parte hay que estar siempre atentos a su buen funcionamiento, en función de los intereses sociales.
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
241
3. Validez, eficacia y eficiencia en la Administración Pública
1. Detrás del accionar público en su conjunto están las particularidades que la propiedad imprime al
proceso en sí mismo. De esta manera, el Gobierno puede influir en la propiedad privada mediante
el sistema legal y los mecanismos regulatorios, con el otorgamiento de subsidios directos e indirectos
(subsidios provistos por vía fiscal, también conocidos como costos y beneficios fiscales), a través de
la concesión de créditos (directos o en forma de garantías crediticias) o por la provisión de servicios
públicos (Stiglitz, 1988).
Para el estudioso, se trata de analizar los orígenes del gasto público y su impacto en la sociedad
en su conjunto. Eso conduce directamente a la determinación de la eficacia del Gobierno o, mejor,
del Estado como productor y distribuidor de recursos en favor del bienestar social. De igual manera,
la eficiencia en el sector público es función de la provisión de bienes y servicios en relación con los
objetivos y con los recursos asignados: es esto lo que permite hablar de productividad, como bien se
argumenta en The Search for Government Efficiency, la obra publicada por Downs y Larkey en 1986
(Lane, 1995: 244).
Considerada, pues, desde el punto de vista de la productividad, esa eficiencia se mide a partir de
datos que cubren un determinado período, de duración generalmente intermedia. La validez, por otra
parte, puede ser focalizada de modo directo, al preguntarse cuándo un programa alcanzará sus metas
y objetivos (Trillo, 2002).
Es así que las categorías económicas de validez, eficacia y eficiencia alcanzan una dimensión que
trasciende su valor económico, para llegar a su verdadera dimensión social desde el momento en
que expresan, de manera particular, las interrelaciones existentes entre la base económico-productiva
y su proyección en el conjunto de relaciones –ciertamente no solo económicas– que determinan el
sistema político.
En el contexto de la actividad económica, es necesario tomar en cuenta algunos aspectos conceptuales que desempeñan un papel determinante en el comportamiento de la economía y en la valoración de sus resultados. Esto adquiere todavía mayor importancia en el caso de una práctica económica
orientada hacia la equidad y la justicia social, en la consolidación de un modelo que satisfaga las
verdaderas exigencias del desarrollo humano.
Ese conjunto de medidas está condicionado por la objetividad de las metas y los fines trazados,
cuya expresión se concreta en los planes a través de sus distintos niveles y escenarios. Eficacia, en otros
términos, es aquello que demuestra el grado de dominio –entendido como máximo conocimiento–
ejercido sobre el ambiente o, mejor dicho, el macroambiente económico-social, más allá de la claridad
y precisión de sus proyecciones. En ese sentido, se debe hablar de diversos grados de eficacia o de logro
porcentual de los objetivos. Puede suceder que dos instituciones alcancen el mismo objetivo utilizando
una cantidad de recursos completamente distinta cada una. Al analizar la eficacia no se evaluarán los
beneficios adicionales que se deriven del logro de los objetivos, ni la posibilidad de que existan fórmulas alternativas para alcanzarlos (Trillo, 2002).
El análisis de la llamada productividad, en este caso como productividad parcial de los factores, puede
contribuir a la solución del mencionado problema. Para ello es preciso disponer de indicadores que
establezcan la relación entre el resultado y los recursos económicos y sociolaborales necesarios para
obtenerlo. Sin embargo, los indicadores de productividad, generalmente, tienen como límite lo que
242
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
puede obtenerse y, por tanto, pueden existir dos indicadores iguales con niveles diferentes de ingresos
y egresos. También puede suceder que unidades eficaces se clasifiquen en posiciones peores que otras
porque no aprovechan todas las posibilidades de la producción. El problema podría resolverse si se
establece una correlación entre los indicadores de eficacia y el costo de la prestación de servicios,
mediante un análisis de costos-beneficios (entendidos también como costos y beneficios sociales).
Tales categorías cumplen un papel crucial en la proyección, el análisis, la formulación, la implementación y evaluación de las políticas públicas y, sobre todo, de la económica. Es de particular importancia el tener presente, en el análisis del sector público, que la política económica es determinante
para el desarrollo y la evolución de las demás políticas.
Mientras la Administración Pública socialista se ejerce a través de la propiedad social sobre los medios de producción, concentrada en el Gobierno como representante de los intereses de la sociedad, en
las sociedades de economía de mercado la posibilidad de proyectar o planificar la política económica
está sujeta a la aceptación de los propietarios-empresarios, que están fragmentados y carecen de la identidad de intereses comunes. Eso hace que, en este caso, el peso fundamental de la reglamentación de las
políticas públicas se concentre en la política fiscal. De cualquier modo, la prestación y la aplicación de
esas políticas está ligada de manera indisoluble a una categoría fundamental: la eficiencia.
2. Las decisiones relacionadas con cambios de política tienen efectos tanto en la equidad como en
la eficiencia económica. Consecuentemente, la literatura relacionada con temas de políticas públicas afirma que esos criterios son los modelos de base para la evaluación del bienestar en la sociedad
(Hernández, Granadillo, 2003). En concordancia con lo señalado por Joseph Stiglitz, Hernández y
Granadillo (2003), hacen referencia a la diversidad –y controversialidad– de las opiniones que a ese
respecto se expresan en los debates actuales sobre los efectos de las políticas públicas. Hay quienes dan
mayor importancia a la reducción de la desigualdad, por considerar que es ese el problema fundamental de la sociedad, mientras otros afirman que lo esencial, a largo plazo, es la eficiencia, puesto que
garantiza un aumento de los niveles de producción y de renta, que llevará a su vez a la disminución de
las desigualdades.
En su trabajo Análisis costo-beneficio, Hernández y Granadillo dejan entrever algunos aspectos que
han estado presentes en la conceptualización de la eficiencia y que en su contenido se asocian inevitablemente con el “principio de Pareto”, cuyo postulado establece que una acción es eficiente u óptima
si mejora la situación de personas o entes sin perjudicar o empeorar la de otros. Ese mismo principio
establece que una asignación de recursos será mejor que otra si con ella al menos un individuo pasa
a encontrarse en una situación mejor que con las otras, mientras los demás individuos se mantienen
en idéntica situación. Sobre esta base, cualquier cambio que mejore al menos las condiciones de un
individuo, sin empeorar las de los demás, constituye un mejoramiento del bienestar social. Por el
contrario, un cambio que no mejore la situación de nadie y empeore al menos la de uno, constituye
una disminución de ese bienestar social.
3. Así, según este criterio, para que una economía sea eficiente debe satisfacer tres condiciones, a
las cuales se alude, indistintamente, como condiciones para la optimización o la eficiencia de Pareto.
Se trata de la eficiencia en la producción (o asignación de factores), la eficiencia en el intercambio
(o el consumo) y la eficiencia conjunta de intercambio-producción. Una vez alcanzadas estas
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
243
condiciones, no es posible efectuar otras redistribuciones de bienes o consumos que resulten eficientes
en el sentido de Pareto.
La eficiencia económica es expresión de la racionalidad determinada por la obtención de resultados
cada vez mayores con un menor costo en recursos, al focalizar la atención en la optimización de los
resultados a partir de los recursos empleados. Esto implica que la eficiencia, en su proyección práctica,
conlleva la comparación; en otros términos, su comportamiento expresa una tendencia. La noción de
eficiencia económica introduce la relación entre producción y recursos, mediante la aplicación de un
principio de comparación entre comportamientos diferentes. Desde la perspectiva del sector público,
interesa esta visión de eficiencia relativa, puesto que no se sabe cuál será el mejor entre los posibles
comportamientos (Trillo, 2002).
Según muchos autores, sin embargo, el estudio de la eficiencia técnica o productiva debe centrar su
atención en el uso de los recursos humanos, o del capital, para la producción de uno o más bienes y
servicios. Habrá eficiencia técnica si es posible aumentar la producción a partir de un determinado
nivel de recursos, o si es posible reducir el uso de estos para lograr un cierto nivel de producción.
4. En el caso de una sociedad que construye el socialismo, la eficiencia es el objetivo central de la
política económica y constituye una de sus más importantes potencialidades. Esta afirmación reclama
de la sociedad un mejor uso de los recursos, el incremento de la productividad del trabajo, el logro de
mejores resultados económicos, pero con un alto impacto de compatibilidad social y con costos menores, también aquí económicos y ecosociales a un tiempo. De esa manera, se tendrá un efecto positivo
en el balance financiero, se facilitará la participación en el comercio internacional y el acceso a los
mercados de capital y de inversión, y se equilibrará el efecto negativo de acciones que puedan ser
adoptadas y aplicadas por los enemigos políticos contra el país y su soberanía nacional16.
A partir de la infraestructura económica y social existente, así como de los recursos humanos y naturales y de un desarrollo técnico-científico que debe ser usado eficientemente, crece la importancia del
análisis de los componentes subjetivos que están detrás de la categoría de eficiencia y, especialmente,
la acción del hombre sobre el ambiente, la forma en que hace uso de los recursos, el modo en que los
asigna, distribuye y consume, y el impacto global que en lo social tienen las relaciones y las actividades
productivas y económicas.
Los problemas materiales que afronta un país en vías de desarrollo están acompañados por deficiencias de funcionamiento e ineficiencias que a veces concurren para agravar las dificultades. Las insuficiencias en el control interno y la contabilidad, la mala práctica de proyectar actividades económicas
y hacer planes sin medir los costos ni exigir calidad, la tendencia a tomar decisiones no coordinadas
con los intereses sectoriales, territoriales o de empresa, el olvido de que la primera misión de todo ente
productivo es contribuir cada vez más a resolver las necesidades económicas y sociales del país –y no de
las multinacionales o de los países imperialistas y neocolonialistas–, la actitud de algunos funcionarios
que se dejan engatusar con regalos o invitaciones, la falta de iniciativas o de voluntad para promoverlas
y el no tomar decisiones en el tiempo justo, por descuido o por exceso de precaución, son fallas que
tienen un impacto social negativo y atentan contra la eficiencia del proceso económico y social.
Al igual que las transformaciones que se suceden, la eficiencia de la sociedad debe mostrarse siempre en todas sus dimensiones: en el plano macroeconómico, a través de los procesos de regulación que
favorecen la estabilidad a ese nivel, que promueven y garantizan la acción equilibrada de las políticas
244
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
económicas; en el plano de la microeconomía, con la aplicación de un conjunto articulado de medidas, integrado en el sistema de perfeccionamiento empresarial, que contribuya al incremento de la
eficiencia en el proceso productivo, concebido este en su sentido más amplio, como interrelación de
la producción, de la distribución y del consumo.
Además, los elementos determinantes de la eficiencia no pueden referir solo a la reducción de
costos y al margen de ganancia empresarial, ni hacer de esa reducción el instrumento fundamental para
medirla. Las manifestaciones de la eficiencia deben alcanzar el plano institucional, mediante la simplificación del momento de la toma de decisiones, a fin de que estas sean las adecuadas y se asuman en el
momento justo, para así poder responder lo más rápidamente posible, de la manera más objetiva y con
los necesarios reglamentos, con estructuras apropiadas y formas organizativas idóneas, a las demandas
de la sociedad. Responder, pues, no solo en términos directamente económicos, sino también en los de
una equidad social entendida en su sentido más amplio.
5. Finalmente, valga decir que para una sociedad que construye el socialismo, el concepto de eficiencia
real debe estar estrechamente ligado a la calidad del consumo final, ya que la no satisfacción del consumo, tanto social como individual, y tanto cualitativa como cuantitativamente, conduce al despilfarro
de recursos. De allí se deduce que la eficiencia, en términos prácticos, debe ser analizada en su doble
expresión: como costo cada vez menor de los productos, gracias al aumento de la productividad, y
como incremento cada vez mayor de la satisfacción de las necesidades de la población.
La eficiencia económico-social es una categoría en la que debe basarse el análisis detallado y exhaustivo
para describir la capacidad de los recursos y las condiciones que pueden, por una parte, ampliar la capacidad de respuesta frente a las amenazas externas y, por la otra, potenciar la independencia económica.
4. La necesidad de establecer sistemas e indicadores de control
1. En términos de economía de gestión, de eficiencia y eficacia, solo es posible obtener resultados
cuando los dirigentes del servicio público están activamente involucrados en la búsqueda y aplicación
de soluciones en estos ámbitos, cuando eso es parte del desarrollo de sus funciones y ponen en práctica
las medidas que contribuyan a su cumplimiento.
Al referirse a estos aspectos, algunos estudiosos (Aucoin, 2001) señalan que la implementación de
estos criterios es un proceso interactivo, que exige tener en cuenta que la especificación de los objetivos
no es una simple función gerencial. De hecho, es también una función de la conducción política el
establecer y aclarar, tanto como sea posible, los objetivos que deben cumplirse en cada una de las áreas
de la actividad política o económica.
Mediante la identificación de un conjunto razonado de indicadores de control de gestión, es posible obtener un instrumento muy eficaz para la evaluación de los resultados, cuya adopción representará
un significativo paso adelante para toda la organización.
Por norma, en el sector público, los dirigentes informan acerca de los recursos utilizados en la
ejecución de las actividades; sin embargo, muchas veces se limitan al análisis de los consumos, a
la comparación con las asignaciones previstas en el presupuesto y con los niveles de ejecución y de
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
245
consumo en períodos previos, con alguna referencia discrecional a la marcha de los planes. Esto no es
suficiente. Es fundamental que se precise, de igual modo, si la utilización de esos recursos se corresponde con la correcta implementación de los objetivos trazados por la organización. Desde esa perspectiva,
la introducción de un buen sistema de indicadores de implementación y cumplimiento, previamente
definidos y aprobados por las instancias superiores, puede facilitar la evaluación necesaria, siempre
que haya una clara correspondencia entre dichos indicadores y los recursos previstos y empleados en
cada caso.
2. Naturalmente, es importante asegurar la operatividad de los indicadores para medir el resultado y,
cuando sea necesario, proceder a adaptarlos a través de ajustes en la información y en su estructura
inicial. A ese fin, se entiende que todo indicador debe presentar las siguientes características:
a) Tener una adecuada relación con el objetivo.
b) Reflejar con claridad el nivel de dificultad del objetivo que se ha de alcanzar en un determinado
período.
c) Ser mensurable.
d) Ser practicable, es decir, que permita obtener datos ciertos sobre el desempeño.
e) Ser rentable: que los costos de obtención de la información sean económicamente justificables.
f ) Ser confiable en la información que ofrece, que además debe ser oportuna y comparable en el
tiempo y el espacio.
Por consiguiente, se considera importante que el sistema de indicadores sea completo, lo que implica que debe reflejar los aspectos más relevantes –y la importancia relativa de cada uno– del objetivo
que se quiere alcanzar y hacerlo en el tiempo oportuno. Además, su estructura debe facilitar el análisis
del resultado en términos de eficiencia, eficacia, relación costos-ingresos y calidad (Ministerio de Economía de España, 1997).
3. Existe una gran cantidad de indicadores, que se refieren a materias distintas y a puntos particulares.
En este sentido, se pueden señalar los tres tipos siguientes (Ávalos, 2001: 6-7; véase también Alvaro,
Vasapollo, 1999):
a) Indicadores de gestión:
– Indicadores de eficacia.
– Indicadores de eficiencia.
b) Indicadores de resultados.
c) Indicadores de impacto social.
Ávalos (2001) propone una segunda clasificación, para la cual señala:
según su orientación, los indicadores se pueden dividir en cognoscitivo-previsionales, normativos y
prospectivos (de control y concomitantes de gestión). Además, existen propuestas para identificar
la naturaleza de su construcción con base en cuatro distintos niveles: A = medios o recursos; B =
246
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
resultados o productos, bienes o servicios; C = usuarios, beneficiarios o clientes; D = contexto, de
cuya relación se confirman los criterios de manera específica.
A esto agrega Ávalos (2001) la tipología de indicadores que concibe:
a) Indicadores de estructura:
– Estructura de medios.
– Estructura de actividades o productos.
– Estructura de usuarios o clientes.
b) Indicadores de relación medios-actividad:
– Indicadores de capacidad.
– Indicadores de productividad.
c) Indicadores de resultados o de satisfacción al usuario:
– Indicadores de eficacia.
– Indicadores de eficiencia.
– Indicadores de calidad del servicio o producto.
d) Indicadores de resultados hacia el contexto:
– Indicadores de cobertura o penetración.
– Indicadores de incidencia.
– Indicadores de impacto.
– Indicadores de cambio contextual.
4. Es preciso tener en cuenta que el sistema de indicadores debe estar en sincronía con las particula-
ridades y características propias de cada proceso de gestión pública, o sea, del sistema político, país
y coyuntura en que se actúa. Del mismo modo, los factores que determinan el carácter de la gestión
de la política pública imprimen su sello en la concepción del sistema de indicadores que debe ser
seleccionado y establecido.
Durante los últimos veinticinco años, en los países de capitalismo maduro, el modelo de base
keynesiana –en todas sus diversas formas de presentación– ha terminado por disolverse, cancelando así
el concepto mismo de civilidad burguesa que, no obstante las enormes contradicciones, pervivía en él.
El desmoronamiento de toda la estructura productiva preexistente destruye las formas de convivencia
civil que ese modelo de mediación social llegó a determinar. Así, toda forma de garantía de la época
fordista es eliminada de raíz por la transformación productiva propia del nuevo modelo capitalista, el
posfordista de acumulación flexible.
Lo que ahora hay es la univocidad de los propósitos perseguidos a través de los procesos de financiarización, así como de las nuevas modalidades de explotación del trabajo y de reestructuración del
mercado, que únicamente determinan procesos expansivos de las ganancias empresariales. Esto es posible gracias a una función gerencial-empresarial puntual, que se vale del modelo de concertación con
intervención directa del profit State17; vale decir, del Estado como portador de cultura e intereses de
empresa, encaminados al logro de metas que se miden no tanto ni solo en la capacidad de hacer uso
de técnicas, métodos y actitudes innovadoras, como en la imposición de modelos conductuales que
sepan expresar el más alto nivel de coherencia con la programación estratégica que está al fondo de esa
cultura de empresa que se busca transmitir al cuerpo social.
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
247
5. El cambio más profundo se ha verificado en el sistema trabajo y en el sistema protección social. La
crisis del sistema trabajo ha modificado sensiblemente la sociedad actual, en tanto que –como ya
hemos visto– se ha producido una explosión de la desocupación estructural, junto con el fin de la
fábrica como centro de la producción, la transformación del trabajo en sentido de inmaterialidad y el
aumento de sus formas subordinadas y libres de toda norma, desarrolladas sobre todo entre las filas del
nuevo ejército posindustrial de reserva, con la consecuencia de un creciente transvase del mundo de
las garantías al de las no garantías.
Prevalece cada vez más la economía financiera especulativa en perjuicio del factor productivo, sea
en términos de ataque directo al salario y a las condiciones de vida de los trabajadores –aumento de
los ritmos de trabajo, pérdida creciente de garantías y tutelas, flexibilidad y precarización laboral– o de
minimización del salario indirecto, con embestidas cada vez mayores a toda la esfera de los derechos
universales, a través de un redimensionamiento a fondo del Estado social.
El activo papel desempeñado por el profit State en los nuevos procesos de acumulación flexible, en
la reestructuración capitalista de la era posfordista, arrasa con el Estado social, garante del equilibrio
entre capital y trabajo, que hasta los años setenta funcionó como un sistema que integraba en su seno
las instituciones del trabajo, la participación de los trabajadores en la producción y las organizaciones
de masas. Ese sistema, con las distintas formas de protección social que estaban ligadas a su organización, ha venido sufriendo desde hace veinte años un proceso de progresivo empantanamiento. Se ha
acompañado esta política con la hipótesis de que la desocupación no debería tener causas estructurales
y que, por tanto, no deberían favorecerse los procesos de desarrollo sostenido, por ser causa de una
fuerte inflación. Así, el inicio de los años noventa se caracteriza, de hecho, por una auténtica renuncia
a las políticas de desarrollo por parte de los Gobiernos y del nuevo pensamiento económico liberal.
El objetivo del sistema capitalista así configurado no es ya la plena ocupación. Se inicia entonces,
simultáneamente, una etapa de desmantelamiento del Estado social, que es visto como la persistencia
de elementos de “socialismo” derivados de aquel consociativismo que, a lo largo de las décadas en que
el movimiento obrero manifestaba toda su fuerza, atenuó los conflictos de clase.
6. El Estado social que en los años de posguerra se planteó en los países occidentales, estaba basado
en un modelo cuyo funcionamiento puede ser esquematizado de la siguiente manera: el desarrollo de
la economía garantizaba el empleo y ese desarrollo avanzaba regularmente, de manera que el mercado
debía ser capaz de resolver el problema de la ocupación; entretanto, el Estado intervenía colateralmente
para cubrir las interrupciones temporales o las situaciones de marginación de la fuerza de trabajo y
para asegurar así las condiciones de paz social, mediante la implementación de formas diversas de
“solidaridad”, en los momentos en que decaía la relación con el mercado, fuese por causa de desempleo
temporal, enfermedad, vejez o necesidades educativas.
Ese modelo se fundamentaba en una organización social a su vez basada en el trabajo fordista a
tiempo completo de los hombres, así como en la disponibilidad de las mujeres para garantizar las actividades de reproducción, frente a las cuales la intervención del Estado era completamente marginal.
Tras esa organización se hallaba una fuerza contractual determinante, que se manifestaba en una alta
y victoriosa conflictividad por parte del movimiento obrero. Tal modelo era posible gracias también
a una visión de largo plazo –en clave antiobrera– de los Gobiernos conservadores y moderados, los
cuales entendían que al no haber en el sistema espontaneidad alguna que tendiese al pleno empleo,
248
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
debía entonces ser imputada al Estado –en función de suplencia respecto a los empresarios privados– la
carga de mantener la estabilidad de la demanda y la plena ocupación.
El bienestar o welfare garantizaba la relación entre economía, política y sociedad como proyecto
de gobierno político de la crisis, con propuestas de welfare compatible que definían ese pacto social,
centrado en el gasto público que sostenía el viejo modelo de Estado. Con el incremento del gasto, era
inevitable que surgiese el problema de la solvencia de los fondos del Estado y, con ello, de los límites
que debían ponerse a su expansión.
Los Gobiernos de los países occidentales, que solo parcialmente habían digerido la revolución
keynesiana, tuvieron por tanto que empezar a confrontarse con el problema del bloqueo del gasto
público. Pero apenas ese bloqueo se produjo, a partir de los años ochenta, la desocupación comenzó a
crecer vertiginosamente en todas partes. La supuesta improductividad del Estado generó una auténtica
redefinición política, económica y social, de signo restaurador, contra aquello que, por causa de la
conmoción, se presentaba como verdadero despilfarro de recursos.
Los cambios debidos al ciclo posfordista de acumulación flexible, que provocan también la crisis fiscal del Estado, determinan que los costos del bienestar o welfare no sean ya compatibles en un sistema
de alta competitividad internacional, en el que no hay espacio para la mediación con las necesidades
colectivas irrenunciables. Se llega así a una situación de profunda crisis, en la cual el Estado no puede
ya ayudar a la masa cada vez más amplia de desocupados y de trabajadores precarizados: ha dejado
de ser compatible con los modos de acumulación capitalista la existencia de un Estado que pueda
garantizar una red de protección social mínima para todos y para las sucesivas fases de la vida; no es ya
posible asegurar una relación estable de trabajo, que esté flanqueada por una oferta eficaz de servicios
básicos y por políticas de sostenimiento hacia el más débil.
7. El profit State funciona con escogencias de política económica que forman parte de un proyecto
más general, basado en un rediseño total de los conflictos y tensiones sociales a través de la reestructuración de las relaciones económicas e industriales, que pasan a sustentarse en las lógicas del
capitalismo salvaje. Todo esto se lleva a cabo mediante modalidades del consenso que se difunde por
medio de las políticas de un nuevo consociativismo, que atraviesa e involucra el sistema de partidos,
los sindicatos confederados, las asociaciones empresariales, las instituciones bancarias y financieras y
el sistema conexo de la comunicación de masas. Si el consociativismo nace y se desarrolla a partir de
los años setenta, es dos décadas después que la tendencia desclasada de la cogestión y la concertación
encuentra en las organizaciones históricas de los trabajadores –sindicales y partidistas– su máxima
expresión. Ese momento marca asimismo el punto de no retorno del proyecto neoliberal, sustentado
en el desmantelamiento del Estado social y en intensos procesos de privatización.
Si bien en lo inmediato la urgencia de la reforma del welfare es de naturaleza financiera, el proyecto
neoliberal contiene bastante más que el simple intento de saneamiento de los balances. No obstante
los repetidos ataques, el Estado de bienestar sobrevive como residuo desgastado pero todavía simbólico
de la época keynesiana.
La crisis actual del welfare State está ligada a una realidad que es de cambio en marcha del papel del
Estado, ya que la extraordinaria fase de transformación que está viviendo la economía, de industrial a
posindustrial, reclama una mayor flexibilidad del mercado de trabajo y torna inadecuada la forma estatal del ciclo fordista. Al cambiar también el papel y las figuras típicas del trabajador industrial masivo
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
249
–para el que ahora está prevista una presencia intermitente en el mercado de trabajo, con escasísimas
perspectivas de conservar “el puesto” por tiempo indeterminado–, se determinan y se agregan nuevos
y graves problemas a los que ya caracterizaban el sistema de protección tradicional. En el caso italiano,
no es ya compatible siquiera el giro “clientelar-asistencial” que se había impuesto al Estado social
nacional en razón de sus peculiares categorías. El crecimiento de las prestaciones se había producido
en Italia por medio de una contratación política y corporativa en la que se confrontaron, por un lado,
las individualidades preocupadas solo por mejorar su propia situación, sin importarles los demás y, del
otro lado, los partidos políticos interesados únicamente en incrementar su propio consenso social, lo
que de hecho dio lugar a un sistema asistencial corporativo, clientelar y basado en la desigualdad.
8. La acumulación flexible tiende cada vez más a manifestarse como eliminación gradual y reducción
real de las ventajas aseguradas por el welfare, pero sobre todo como empobrecimiento progresivo de las
capas sociales tradicionalmente protegidas por todas las áreas de la función pública: cuadros medios del
sector terciario, artesanos y pequeños comerciantes; esto es, aquellas capas profesionales cuya identidad
y seguridad estaban aseguradas por la presencia más o menos firme y garantizada de la protección
social y de los servicios públicos. Las soluciones tecnocentristas que se van delineando en la Europa de
Maastricht* prefiguran la conformación de un bloque de fuerzas económico-sociales cuya afirmación
no puede dejar de producir, como consecuencia, el abandono de los excluidos y de las áreas geográficas
mayormente expuestas a la marginalización, al tiempo que procura difundir la cultura rampante y
autoafirmativa del mercado para crear el consenso del pensamiento único neoliberal, tan formidablemente interpretado por los Gobiernos europeos de centro-izquierda o de raigambre socialdemócrata.
Efectivamente, desde los años ochenta, y particularmente desde inicios de los noventa, se acentúan
en Italia las decisiones que llevan a formas de capitalismo con rasgos de auténtico darwinismo social.
Tales decisiones se deben a la escogencia europeísta acríticamente asumida por el poder político, económico y financiero del país, que acepta, se somete e, incluso, sirve de promotor de las compatibilidades monetaristas de la Europa de Maastricht.
La causa de la crisis estructural del welfare State reside en el hecho de que los esquemas de protección social –ante riesgos como el desempleo, la vejez, la invalidez, etcétera– entraron en contradicción
con las necesidades y apetencias de control social producidas por la sumisión total a la cultura de
empresa del profit State.
La implantación de propuestas político-económicas se concentra ahora, con gradaciones varias,
en políticas de recorte del gasto público, en incentivos y transferencias cada vez más conspicuos a las
grandes empresas, en reformas institucionales y constitucionales de carácter presidencialista y crecientemente autoritarias, en el sofocamiento de las minorías y de las diversas incompatibilidades, al
punto de poner en discusión hasta derechos democráticos elementales como la ley de representaciones
sindicales unitarias y el derecho a huelga.
Es evidente que la crisis del Estado social y la determinación de las formas del conflicto social
deben ser asumidas como problemas centrales, al momento de reflexionar sobre la crisis de la idea
de desarrollo y de elaborar una perspectiva de cambio radical del modelo de desarrollo. De hecho,
hay que entender que la reforma del welfare es, simplemente, la manera institucional de secundar los
* (n.t.) Por referencia al tratado constitutivo de la Unión Europea, suscrito en esa localidad holandesa en 1992.
250
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
nuevos procesos de acumulación flexible: es el profit State, que interviene en la confrontación con las
nuevas estrategias de inclusión y de exclusión planteadas por la globalización del modo de producción
capitalista y del mercado.
La afirmación de las culturas financieras y sus nuevos horizontes, que marcan la metamorfosis de
los sistemas económicos y sociales del mundo capitalista, ha producido profundas transformaciones
en el imaginario colectivo. Ideas-fuerza nacidas en el terreno propiamente económico-productivo del
nuevo ciclo posfordista, han sido impuestas en la cultura social hasta instituir la imagen dominante
del mercado global y de la individualidad sin vínculos sociales, sin solidaridad de clase.
9. El Estado, en su función de garante de la seguridad social (en el campo de la salud, de la educación,
de la prevención y la asistencia, en la tutela de las capas más débiles de la población), necesita no solo de
un desarrollo económico equilibrado, sino también de altos niveles de ocupación y de un ponderado
sistema tributario.
En Italia, durante la fase anterior de desarrollo –la fordista y taylorista–, se configuró en lo sustancial una tendencia a la unificación del mundo laboral en algunas pocas figuras, capaces de representar
toda el área del trabajo dependiente. Hoy, la nueva modalidad de la acumulación flexible impulsa,
en cambio, una tendencia a la división, a la fragmentación, a la precarización de dicho mundo. Se
organiza el mercado de trabajo de manera tal que la división, la intermitencia y la flexibilidad sean
sus elementos característicos. Y el primer elemento divisorio es la implantación del desempleo como
fenómeno masivo, permanente y estructural, que se acompaña con la redefinición privada de todo el
vivir social.
Es en esa perspectiva que el proceso de privatización comienza en Italia por golpear fuertemente el
welfare, apuntando al desmantelamiento de la universalidad de los derechos y postulando un Estado
social ahora dirigido exclusivamente, y de manera ineficiente, a la cobertura de las necesidades de los
estratos más pobres de la población.
Es así que nace y se desarrolla en Italia el nuevo consociativismo político y económico, el de la
era de la globalización neoliberal, que también aquí plantea políticas económico-fiscales y de gasto público, etapas de privatización desenfrenada, el desmantelamiento del welfare State y reformas
político-constitucionales, en general con el único condicionamiento de estar todo ligado a la lógica del
mantenimiento del consenso electoral, con lo cual, de tanto en tanto, se satisfacen intereses particulares
vinculados al mundo de la empresa, así como a una nueva partidocracia todavía más sedienta de poder
que sus predecesoras, pero más compatible con los nuevos esquemas de reestructuración capitalista. Y las
nuevas necesidades, por su parte, se basan no solo en el consumo de mercancías, sino sobre todo de servicios, para hacer también compatible la organización de la producción, sustentada en procesos de
tercerización cada vez más intensos y funcionales a la adecuación general a la nueva realidad del capital.
10. Se perfila para los trabajadores un horizonte más y más precario. Las clases menos favorecidas verán
cómo se recorta cada vez más su salario directo e indirecto, sin que se establezca alguna política seria
para estimular la ocupación, sin redistribución alguna de la renta, con incentivos y desgravámenes
crecientes para las empresas, que se contrabalancean con la falta o la intermitencia de rentas para los
bolsillos de la mayor parte de los ciudadanos, restringidos también en su acceso a aquel salario indirecto que, a través del welfare, garantizaba la universalidad de los derechos.
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
251
Incluso en una óptica reformista y absolutamente minimalista, los nuevos enfoques de una política de inspiración socialista deben estar completamente dirigidos a la lucha contra el desempleo
estructural, para crear nuevas posibilidades de trabajo con utilidad social y colectiva, para impulsar
una producción no necesariamente mercantil, para ampliar las posibilidades de empleo de las mujeres,
de los inmigrantes, de los jóvenes y favorecer así, también, el reforzamiento del sistema público de
prevención. Es necesario, además, poner en marcha una política seria de reducción generalizada del
horario laboral, en correspondencia con el salario, que abarque también y decididamente el sector
terciario –público y privado–, la pequeña empresa y la microempresa, así como reconocer una renta
social mínima a los desempleados, a los precarizados y a quienes solo cuentan con la pensión mínima;
en pocas palabras, dar impulso a un nuevo, moderno y eficiente welfare State.
La capacidad de análisis científico y de iniciativa política debe hoy manifestarse en lineamientos de
contratendencia frente a la sociedad de la empresa y la privatización; en la determinación de reglas para
que el Estado vuelva a ser no solo el garante de los equilibrios, el contralor, sino al menos un Estado
interventor y ocupador, que cree nuevos y diversos trabajos no mercantiles, que sea capaz de impulsar
y regular la eficiencia de un sistema orientado hacia el reforzamiento de un nuevo welfare State, que
garantice los derechos adquiridos de los trabajadores, de los pensionados, de todos los ciudadanos,
que satisfaga nuevas necesidades, en un nuevo y más moderno sistema signado por la calidad de vida.
5. Importancia y beneficios del control
1. El proceso de control puede ser definido como el conjunto de acciones que permiten comprobar que
las actividades en marcha se desarrollan según lo dispuesto en los planes correspondientes, y dentro
de las normas y principios fijados por la organización pública o entidad para el logro de los objetivos
previstos, al tiempo que facilitan la información necesaria para rectificar oportunamente ante cualquier
desviación significativa que pueda provocar lo contrario. Una definición más breve permite también
decir que “se trata de un proceso dirigido a garantizar que las actividades reales se adecúen a las actividades planificadas” (Stoner, Freeman, 1994: 638).
Una vez que se disponga de planos correctamente elaborados y hayan sido bien definidos los objetivos de la organización o del ente público, es preciso verificar periódicamente si las medidas y acciones
previstas para alcanzar esos objetivos se están cumpliendo en los tiempos y en la forma. Por ese motivo,
para el proceso de dirección y de gestión resulta complemento indispensable un sistema de control
bien proyectado y estructurado, que tome en cuenta las características de la actividad y cuyo costo y
complejidad se mantengan dentro de los límites racionales, desde el punto de vista del impacto social
en su conjunto.
2. Si se analizan los criterios de los diferentes autores que estudian este proceso, se ponen en evidencia
puntos en común en lo que atañe a los pasos fundamentales que se deben cumplir para organizar un
buen sistema de control. Esos pasos básicos buscan una secuencia lógica que permita, desde el inicio,
identificar con claridad y precisión lo que se quiere controlar, para así poder diseñar un instrumento
apropiado que facilite, en función de sus resultados, introducir las rectificaciones necesarias en el
252
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
desempeño de la actividad. Una vez conocidos los pasos básicos que deben ser considerados en todo
el proceso, será útil ahora una breve información acerca de los tipos de control a los que se refieren
algunos autores.
También a este respecto se encuentran puntos comunes. En general, se hace referencia a tres
grandes tipos:
a) Aquellos que se establecen con carácter preventivo, antes de iniciar la actividad (ex ante).
b) Los llamados controles concomitantes, que se ponen en marcha mientras la actividad se está
cumpliendo.
c) Los de feedback, que se utilizan después que la actividad ha concluido (ex post).
A cada una de estas tipologías corresponde un conjunto de indicadores de gestión de tipo preventivo (ex ante), de actividad (concomitantes) o de control final (ex post).
Se reconoce que los controles concomitantes tienen la ventaja de funcionar mientras la actividad
está en desarrollo, por lo que facilitan la aplicación de medidas inmediatas que permiten rectificar a
tiempo cualquier desviación en los parámetros de actuación.
Más complejo resulta establecer los preventivos, particularmente si no se dispone con anticipación
suficiente de la información requerida.
Los controles de feedback tienen el inconveniente de que su aplicación es posterior a la ejecución de
la actividad: se trata de hechos cumplidos, que ya no es posible rectificar.
En definitiva, la adopción de una u otra tipología, o de todas, depende de la actividad y de la
situación coyuntural que vive la organización en un determinado momento.
­— notas —
1Con el término Administración Pública se aludirá en lo sucesivo a la implementación de decisiones y políticas del sector público,
además de identificar al operador público AP (Administración Pública) propiamente dicho.
2En el curso de toda su vida, Weber –consciente o inconscientemente– osciló con frecuencia entre posiciones fuertemente idea-
listas y posiciones decididamente materialistas. Carlo (2000) revalúa muy cuidadosamente este segundo enfoque weberiano,
utilizado tanto en el análisis de la religión –aunque no siempre– como en el de las clases sociales, fundadas en las relaciones de
propiedad, y diferenciadas de las capas o estratos, fundados en cambio en las desigualdades de ingresos; así como en el análisis
de la misma burocracia y de su papel de dominio, funcional a los intereses capitalistas.
3 Al analizar este problema, Fidel Castro ha dicho: “Uno de estos estudios muestra cómo de 48 programas de ajuste del FMI,
puestos en práctica entre 1986 y 1990, el 78% incluía la reducción del gasto público, sobre todo en la esfera social, y esta
exigencia fue acogida de las siguientes maneras por los gobiernos de los países deudores: en 92% de los casos se redujeron
los fondos relativos a la alimentación, a la salud o a la asistencia económica a la población; el 62% disminuyó los recursos
destinados a dos de esos tres sectores, y un 29% rebajó todo el gasto social en más de 20%” (Castro Ruz, 1999b).
4 Para una reconstrucción de los procesos de transformación de la Administración Pública en respuesta a las políticas y exigencias
liberales, cfr. Cassese (2005), donde se recorre más de un siglo de historia de la organización de la AP italiana, con detenimiento
especial en los últimos decenios, abrumadoramente influenciados por los parámetros dictados por la Unión Europea.
POR UN USO SOCIALISTA DEL EJERCICIO DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
253
5 A medida que el Estado se retira, se promueve masivamente el desarrollo del llamado non profit sector o sector sin fines de
lucro que, sobre la base del subsidio –que no de la gratuidad, como se verá en las páginas que siguen–, ofrece toda una serie
de servicios sociales anteriormente provistos por la AP. La enorme diferencia es que mientras la antigua actividad de la AP respondía al principio de la obligatoriedad y a la búsqueda de la igualdad cualitativa en la prestación de los servicios, en el caso
del non profit solo pueden reclamárseles al voluntarismo y a la capacidad de emprendimiento de los sujetos que lo integran.
6 Véase también Castro Ruz (1999a), recopilación de discursos dedicados en su mayor parte a la globalización, al desastroso
neoliberalismo y a las contradicciones del capitalismo actual.
7 Piénsese una vez más cómo en Europa los grupos de poder han logrado, mediante instrumentos como el reglamento comu-
nitario, la Directiva y la Corte de Justicia Europea, transformar profundamente en las últimas décadas las formas de la AP y, en
general, de los Estados miembros de lo que fuera primero la Comunidad y luego la Unión Europea.
8En el texto The Search for Government Efficiency, de Downs y Larkey, escrito en 1986, se habla mucho de este tema, retomado
también por Lane (1995).
9Las ONG de los países desarrollados pueden también constituir un vehículo de penetración de las ideas y acciones de los respec-
tivos Gobiernos y grupos de poder, que a través de ellas promueven financiamientos e iniciativas en los países del Tercer Mundo. Para una crítica de las ONG, cfr. Petras, Veltmeyer (2002: 185-201), que dedican todo un capítulo al tema, como también
Petras (2003: 313-328) y Pala (2001). Con esto, ciertamente, no se pretende sostener que todas las ONG son instrumentos de
control y penetración, utilizados por el capital para actuar sobre y dentro de la “sociedad civil”.
10Sobre las privatizaciones en Italia y, en general, en Europa, cfr. Martufi, Vasapollo (2003). Con el sistema de concertación,
durante los años noventa se cumplieron en Italia una serie de experimentos favorables al capital.
11 Víctimas del frenesí privatizador fueron incluso los sistemas de alcantarillado y cloacas.
12Considérense los avanzados procesos de privatización, en distintos lugares del mundo, de un bien como el agua (¡!). En Italia,
muchas comunas traspasaron a gestión privada sus sistemas de acueductos y redes de distribución del agua. Ciertamente, en
respuesta han surgido movimientos ciudadanos de protesta (como es el caso de la significativa lucha napolitana).
13Este es, por otra parte, un proceso muy acentuado en el sector privado, donde las más modernas y grandes redes empresariales
se basan en tal principio.
14En tal dirección apunta en Italia, por ejemplo, la ley del 8 de junio de 1990, Nº 142 (Ordenamiento de las Autonomías Locales).
15No se debe confundir el proceso de descentralización que implica la transferencia de poder de un nivel superior a uno inferior,
con la descentralización que solo se refiere a la creación de organismos territoriales en los que el poder se mantiene en el nivel
central. Estos dos procesos pueden ocurrir de manera paralela o independiente, si bien ambos son importantes para el desarrollo de la Administración Pública.
16 Vale la pena recordar aquí la experiencia de Cuba, víctima de un bloqueo, por parte de Estados Unidos, que se ha prolongado
por cerca de 45 años y cuyo impacto negativo en la economía del país supera los 80.000 millones de dólares**. En esas condiciones, resulta obligación política preguntarse cómo medir la eficiencia de la economía cubana.
17Sobre estos temas, cfr. Martufi, Vasapollo (1999).
** (n.t.) Para el momento de la primera edición de este libro, en el año 2006.
254
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Capítulo IV
ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE
ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA
1. Instrumentos y mecanismos
1. Al día de hoy, sobre 200 Estados que hay en el mundo, más de la mitad mantiene en sus manos par-
ticipaciones accionarias relevantes en empresas proveedoras de servicios como el agua, la electricidad,
el transporte, etcétera En muchos otros ámbitos, el “inversionista público” controla cuotas de capital
privilegiadas, o bien opciones que le permiten tener la última palabra en las decisiones cruciales de la
industria respectiva y, en definitiva, de la economía nacional.
Basten algunos datos gruesos para refutar ese lugar común que, desde hace una veintena de años,
proclama el fin de la intervención estatal en la economía, bajo el signo de los procesos de desregulación
y del avance de las privatizaciones en gran parte del mundo occidental (y no solo en este). Esa tendencia, en realidad, es todo menos indiscutible: en algunas situaciones que marcan ejemplo, la cesión al
sector privado de cuotas de control tradicionalmente públicas ha generado dificultades y colapsos. Se
reconoce tranquilamente que las privatizaciones han fallado en sectores como el energético, en el que
con ellas se han registrado incrementos de hasta 300% en las facturas y notables disminuciones del
servicio (Gallino, 2005: 51; Martufi, Vasapollo, 2003).
El renovado interés hacia el papel del Estado en los sectores fundacionales de la economía nacional
(energía, infraestructura, transporte) reabre hoy el debate en torno a un siglo de intervención estatal en
la economía, que ha caracterizado al capitalismo occidental mucho más de lo que la historiografía está
dispuesta a admitir. Surgida frecuentemente de exigencias coyunturales (la gran depresión estadounidense o la crisis del sistema industrial y bancario italiano que llevó, en los años treinta, a la creación del
Instituto para la Reconstrucción Industrial, IRI), la actuación episódica del Estado en la economía se
transformó muchas veces –como puede históricamente demostrarse– en intervenciones estructurales y
programáticas que determinaron el curso del desarrollo capitalista, mucho más de cuanto haya podido
hacerlo la “libre evolución del mercado”.
2. La intervención del Gobierno en la economía es tan antigua como el capitalismo, pero es solo duran-
te el período de la Primera Guerra Mundial que comienzan a surgir preocupaciones acerca del control
de los ciclos. La tradición neoclásica había olvidado este fenómeno y es en 1913, con la obra de Wesley
Mitchel, Business Cycles [Los ciclos económicos], que se inicia su estudio social. Hasta ese momento,
Estados Unidos había pasado por 30 ciclos. Fue entonces que se empezaron a aplicar algunas medidas:
a) La primera medida “neutralizadora” del ciclo que se pensó implementar fue la de política monetaria, o sea, la organización de los agregados monetarios (M1, M2, M3).
b) Posteriormente nace la política fiscal, lo que históricamente da lugar a dos variantes de política
económica: la monetaria y la fiscal.
La llamada gran depresión, o “crisis de 1929-1933”, demostró que la política monetaria, por sí sola,
no era del todo eficaz como instrumento anticíclico. En condiciones de prosperidad, la organización
de los agregados monetarios no puede, por sí misma, controlar el boom, y en períodos de depresión, la
política monetaria más liberal no es capaz de impulsar la recuperación. Por tanto, es necesario utilizar
otros instrumentos, considerados más poderosos. En realidad, es iluso pensar que los instrumentos de
la política económica son infalibles, de la misma manera que sería un esquematismo el considerar que
no pueden cumplir función alguna. Por lo que respecta a la política fiscal y en términos conceptuales,
para el Estado se trata de organizar el gasto público, los impuestos, los préstamos que el propio Estado
percibe y la deuda pública, de manera tal que permitan modificar los comportamientos y las decisiones
de los diversos operadores económicos. Se pueden establecer dos grandes grupos de instrumentos
concretos de política fiscal:
a) Mecanismos estabilizadores.
b) variación de las tasas.
3. Adicionalmente, se puede hablar de otros instrumentos que, de hecho, controlan la llamada diná-
mica de movimiento de los mecanismos, como por ejemplo:
a) Subsidios agrícolas: aumentan durante la depresión y disminuyen con la recuperación.
b) Impuesto a la renta: de estructura progresiva, aumenta a la par de la renta1.
256
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
c) Seguro de desempleo: aumenta cuando se incrementan los salarios, transformándose en reserva
para tiempos de depresión.
d) Pagos por previsión social: disminuyen durante la recuperación, cuando aumenta el número de
puestos de trabajo y se incrementan durante la depresión, cuando estos se reducen.
Como puede observarse, se trata de mecanismos que –según lo establecido por la política fiscal–
buscan controlar el flujo de los recursos estatales, adecuándolo a las necesidades concretas de cada
momento del ciclo. Naturalmente, los cambios que se verifican en la economía pueden hacer que estos
mecanismos, a su vez, sean cambiados o eliminados, para poner en marcha otros que respondan mejor
a las necesidades de la dinámica cíclica de la economía.
Todo ello pasa a través de las peculiaridades que la confrontación política y las dinámicas electorales
imprimen al proceso de formulación y ejecución de la política económica, como resultado del debate
político.
2. Las funciones actuales de la Administración Pública
1. Según el razonamiento de muchos autores (Aucoin, 2000), la Administración Pública afronta hoy
desafíos en cuatro dimensiones: la gestión de las políticas públicas, la gestión de los organismos de
Gobierno, la gestión de los servicios públicos y la gestión de los recursos humanos. Entre las cuatro
existen interrelaciones que, si no se atienden eficientemente, pueden provocar irregularidades en la
actividad administrativa:
a) Gestión de las políticas públicas: la formulación de estas políticas ha pasado actualmente de
un incrementalismo desarticulado2 a la planificación estratégica3; en consecuencia, se trabaja
con estrategias que se mejoran en el curso mismo de su implementación. Bajo el enfoque del
incrementalismo desarticulado se corre el riesgo de prestar poca atención a las innovaciones,
disminuyen las posibilidades de coordinación interna y externa y se pueden perder de vista
los objetivos o resultados originalmente planteados en las políticas públicas. Pasar al enfoque
de la planificación estratégica permite descubrir nuevas opciones, mejorar el nivel de análisis,
desarrollar proyectos alternativos, adecuar el número de participantes y diseñar una evaluación
más eficaz de esas políticas4. Es un fenómeno “empíricamente” perceptible que la planificación
asume una importancia cada vez mayor en la gestión de los asuntos públicos. Piénsese en el caso
de Italia, donde, tras los fallidos intentos de “planificación global” de los años sesenta y setenta,
durante los últimos años se ha reacentuado la tendencia a asumir la planificación –sobre todo a
nivel local: región, provincia, ciudad metropolitana, comuna– como un auténtico instrumento
de gobierno (en materia económica, territorial, urbana, ambiental, etcétera). Piénsese asimismo en la nueva forma de planificación “horizontal” (la llamada “programación negociada”: del
acuerdo de programa al contrato de programa, y de allí al pacto territorial y así hasta el contrato
de área). Un eminente estudioso del derecho administrativo, Palma (1966), sostiene que la programación es un verdadero “método de gobierno, es decir, se programa gobernando, se gobierna
programando” (64).
ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA
257
b) Gestión de los organismos de gobierno: existen diversas maneras de organizar las estructuras administrativas, en consonancia con las características de cada país y cada Gobierno. Sin embargo, en
ese campo el debate fundamental está centrado en la relación entre autoridad, responsabilidad,
rendición de cuentas y centralización-descentralización. El equilibrio en este último binomio
es muy complejo, por lo cual la discusión acerca de cómo y cuándo descentralizar o centralizar
constituye un importante reto para la Administración Pública contemporánea. Por otra parte,
la organización del Gobierno puede implementarse a través de estructuras especializadas y de
coordinación, si bien el problema fundamental es, justamente, conseguir la coordinación y la
cooperación entre ellas para lograr eficiencia en su gestión. En ese sentido, también la desburocratización de los organismos constituye un desafío. Para ese fin se aplican hoy sistemas modernos de control, que permiten hacer más ágiles los servicios públicos. Con idéntico objetivo se
trabaja para implementar estructuras colegiadas y para incrementar la flexibilidad en el uso de
los recursos.
c) Gestión de los servicios públicos: en este caso se afianza la tendencia a la evaluación del desempeño
como elemento ideal para mejorar los servicios públicos, ya que permite fijar objetivos, determinar resultados concretos y establecer normas. El enfoque se centra en los resultados y distingue
entre la calidad del servicio y el servicio de calidad. Requiere, para ser eficaz, de una verdadera
interacción entre funcionarios públicos y ciudadanos, en la que estos últimos participen más
en las decisiones y avancen en el conocimiento y ejercicio de sus derechos como consumidores.
Con el objetivo de mejorar los servicios públicos, se generan constantemente incentivos que se
pueden resumir en la defensa de las normas de servicio y de los derechos de los ciudadanos, al
darles a estos la posibilidad de participar en el proceso de mejoramiento a través de la consulta popular y mediante la implementación de sistemas de atención a los reclamos y protestas.
La base de todas las mejoras está en un mayor acercamiento a los usuarios, para conocer sus
necesidades y principios y exigir una también mayor responsabilidad de los funcionarios. Sin
embargo, estas medidas no llegan a resolver completamente los problemas que se presentan.
d) Gestión de los recursos humanos: el tema de los recursos humanos adquiere una gran importancia
y constituye la prioridad en la estructura administrativa. Este concepto, que aparece en los
años setenta, refiere a las personas que tienen una determinada y necesaria competencia y están
dispuestas a ponerla en función de los objetivos de la organización. Entre otros aspectos que
merecen aquí atención, destaca la relevancia de los valores morales de los funcionarios de la
Administración Pública, dado el impacto que esto tiene en la aplicación de las políticas correspondientes. En este sector, esos valores se convierten en requerimiento indispensable para el
desempeño laboral. La capacidad y el talento de los hombres constituyen un importante recurso
para la organización. El trabajo de recursos humanos requiere de planificación y competencia
por parte del personal que lo adelanta. En la Administración Pública se trabaja actualmente
para hacer que los funcionarios ingresen a estos servicios por méritos profesionales y éticos, para
evitar el proteccionismo político y el nepotismo, que tanto daño hacen al buen desarrollo de las
actividades, así como la corrupción, uno de los desafíos de esta dimensión.
2. Otro aspecto que se ha de tener en cuenta en este ámbito, para encontrar soluciones innovadoras a
los problemas y al estudio y para conocer los planos de análisis, es la definición del carácter estructural
258
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
de las políticas públicas, que cobran expresión a través de los programas, los objetivos y los resultados
que se espera alcanzar. Por otra parte, la capacidad de gestión de políticas públicas eficientes ha de
considerarse sin comprometer ni sustituir la dinámica de la sociedad y del sistema político, con lo cual
se manifiesta la influencia de la política en la gestión y viceversa.
En este análisis hemos hecho referencia al contenido de la Administración Pública, lo que permite una aproximación a las condiciones actuales, a los retos que se deben afrontar y a los debates
más frecuentes acerca de las reformas que podrían hacerla más eficiente. Contrariamente a lo que
se supone, hay todavía mucho que hacer. Y en primer lugar, siguiendo la línea principal que debe
caracterizar la política de la Administración Pública y de su operador (AP), hay que centrar siempre
la atención en disminuir las desigualdades sociales, en lugar de aumentarlas. Quizá sea esta la misión
más importante.
3. El análisis de las políticas públicas como fuente de ejercicio
de la Administración Pública
1. En los últimos tiempos, la racionalidad y complementariedad de las políticas públicas son linea-
mientos trazados por los Gobiernos en los procesos de reforma, modernización y perfeccionamiento
de la Administración Pública, que pueden estar en capacidad de resolver los problemas de la sociedad
contemporánea.
El concepto de Administración Pública corresponde a una estructura –la de las políticas públicas– que enuncia un proceso y un resultado. El primero –el proceso– es un concepto de stock, y el
segundo –que corresponde a los resultados obtenidos– es una magnitud de flujo. La administración es
un concepto de equilibrio y las políticas corresponden a un concepto de dinámica (Lahera, 2000). Las
políticas públicas constituyen procesos dinámicos, en los que se mezclan aspectos de hegemonía y de
interacción entre la sociedad y el sistema político en cuestión.
2. Desde el punto de vista conceptual, existen definiciones tanto de políticos como de académicos que
se ocupan del tema.
En las definiciones, incluso muy articuladas, puede casi siempre notarse que hay un conjunto de
factores que es interesante tener en cuenta:
a) Las políticas públicas son acciones que los Gobiernos deciden cumplir o no cumplir.
b) Las políticas públicas apuntan a problemas concretos.
c) Conocer los objetivos de la sociedad o del sistema político que se toma como marco de referencia para la definición de las políticas públicas.
Si el análisis se adelanta en una sociedad en la que existe la propiedad social de los medios fundamentales de producción, el camino se hace más complejo, pero a veces más objetivo y socialmente más
válido, cuando la participación popular se lleva a cabo a través de las diversas formas organizativas de
la sociedad, en cuyo caso la política pública podría definirse de la siguiente manera (Pons, 2000):
ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA
259
Una vía propuesta por el Gobierno para resolver una necesidad o un problema social, que se presume vinculado a las condiciones históricas concretas que lo crean y a los intereses sociales, y en la
cual las medidas aplicadas contribuyen al creciente bienestar y perfeccionamiento de la sociedad en
su conjunto.
3. Existen diversos criterios y enfoques conceptuales a partir de la reforma más general, concebida
como política en su contenido tradicional, en el que se inscribe el conjunto de las materias que conciernen al Estado.
Se deduce que las políticas pueden ser de distinto tipo (Pons, González, 2001: 30-31):
a) Política pública: se manifiesta en un conjunto de decisiones, que abarcan el contenido previamente expresado en un contexto global.
b) Política pública sectorial: se aplica en determinadas esferas de actividad socioeconómica, como
las de la educación, la salud, el ambiente, la prevención social, etcétera.
c) Políticas públicas institucionales: lineamientos que guían y enmarcan el proceso de gestión de un
ente o de un organismo no directamente productivo. Declaraciones o acuerdos implícitos que
generan pensamiento y acción en la toma de decisiones del ámbito en que se actúa; es decir,
que limitan el área en el que deben adoptarse y tienden a asegurar la coherencia de los objetivos
preestablecidos por el ente en cuestión.
d) Políticas públicas empresariales: lineamientos que guían y enmarcan el plan de una empresa pública. Ese plan se convierte en el instrumento por excelencia de la política empresarial, en tanto
que establece y determina sus vías de acción. En este caso, la política pública puede ser considerada como el mecanismo que articula la política de la empresa con los intereses socioeconómicos
que se expresan en las políticas macroeconómicas y mesoeconómicas.
4. Del ciclo de la política pública al análisis de la política pública
1. En el estudio de la política pública, lo primero que debe tener presente un analista es el ciclo que
recorre una política desde el momento en que se define y estructura el problema hasta llegar a la
evaluación de esa misma política.
El análisis de las políticas constituye una búsqueda para la acción e implica todo el proceso de la
política pública, que se puede centrar en:
a) Los aspectos externos a la Administración Pública, al ocuparse de un determinado problema, de
sus dimensiones, gravedad, número de personas que afecta, etcétera.
b) La implicación y el comportamiento de los actores sociales críticos involucrados en el proceso.
c) Los objetivos y los resultados, para conocer los ajustes necesarios entre las previsiones y los
resultados efectivamente alcanzados.
d) Los medios utilizados –recursos humanos, financieros, organizativos y tecnológicos– para desarrollar la política (Tamayo Sáez, 1997: 282).
260
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
2. Las políticas públicas conforman un proceso y su análisis busca responder a una serie de requeri-
mientos que se plantean en cada una de las fases del ciclo. El papel del analista consiste en aplicar, en
tanto le sea posible, sus conocimientos técnicos y la visión política del problema.
El análisis de las políticas públicas es preventivo e incluye en sí mismo posibles alternativas en
relación con los numerosos problemas que existen en la sociedad. Xavier Ballart (1996) sostiene que
ese análisis se propone como una disciplina científica que produce información, útil para el proceso
decisorio, acerca de las respuestas institucionales frente a situaciones problemáticas. Por otra parte,
William N. Dunn (1994), uno de los autores más citados sobre el tema del análisis de políticas,
sugiere que estas producen información muy importante, en el plano decisorio, acerca de las políticas que se deben aplicar y que pueden ser utilizadas para resolver problemas en circunstancias
políticas concretas.
3. Cualquier política puede quedarse rezagada en sus objetivos o resolver solo una parte de un gran
problema. Considérese que (Patton, Sawicki, 1993):
a) La política es eficaz a medida que logra, en breve tiempo, resolver el problema que le da origen,
al alcanzar los objetivos y las metas que se propuso y generar impactos o efectos positivos en el
objeto para el que fue planteada, todo ello con una utilización racional de los recursos en juego.
La eficacia es expresión de la objetividad de las metas y de los fines trazados, que se concretizan
en el plan a través de sus diversos niveles y distintos escenarios. A veces se piensa que la eficacia
de una política o de un programa es el punto central de la optimización de los recursos. La
eficacia o logro de las metas supera las cuestiones económicas y de eficiencia, aun cuando en
términos de medida no sea posible cuantificarla o evaluarla sin hacer referencia a los costos y a
la productividad, por lo cual en ámbitos políticos se habla de política eficaz en términos económicos. Podría darse el caso de que la política programada y ejecutada consiga sus propósitos y
con ello, sin embargo, llegue a crear la posibilidad de programar otra política, sin restar por eso
mérito a su eficacia. Y es que resulta normal, en un ámbito dinámico, que las políticas cambien
o se combinen con otras.
b) La política es válida cuando los resultados obtenidos son precedidos por un conjunto de acciones
y medidas adelantadas por los actores políticos y ha habido una correcta selección de instrumentos políticos capaces de propiciar el logro de resultados extraordinarios, en correspondencia con
un uso racional de los recursos asignados por el Gobierno para la ejecución de dicha política.
La validez se explica como el conjunto de medidas y acciones necesarias para obtener resultados
extraordinarios, en consonancia con los requerimientos de la sociedad en determinadas situaciones, que se alcanzan sobre la base de la racionalidad en la asignación de recursos apropiados,
tanto en calidad como en cantidad.
4. Por otra parte, para abarcar el papel del funcionario público, el análisis político ha de considerar
que los responsables del servicio público deben estar dispuestos a desarrollar su propia visión, misión
y tareas por vías que hagan posible la activación de nexos con otras organizaciones.
Si los dirigentes no actúan en esa dirección, la coordinación interdepartamental sufrirá las consecuencias, sea en el terreno de la formulación de políticas o en el de su implementación.
ANÁLISIS CRÍTICO DE LAS RELACIONES ENTRE ESTADO Y POLÍTICA ECONÓMICA
261
Es esa perspectiva sectorial o amplia lo que se espera de todos los dirigentes; vale decir, el consenso y
la capacidad de ser parte de todo el accionar público del Gobierno, y no funcionar simplemente como
dirigentes de organismos aislados e independientes (Aucoin, 2001).
De esa manera se podrá lograr un adecuado servicio público, sustentado en políticas válidas y
eficaces, que den solución a problemas sociales cruciales para toda la colectividad y favorezcan el uso
adecuado de los recursos disponibles por parte de todos los actores políticos y económicos.
­— notas —
1 Aunque existe también el criterio proporcional. Explicado en palabras simples: mientras el criterio progresivo (progresividad de
la tasa) prevé una pluralidad de alícuotas ascendentes, que van a incidir sobre la renta a medida que esta aumenta, en el sistema proporcional existe, en cambio, una sola alícuota que vale para todas sus magnitudes y que se aplica, consiguientemente,
a quienquiera que sea titular de una renta.
2Incrementalismo (o potenciamiento) desarticulado: tratamiento de las políticas sin visión de sistema; en la medida en que
se reciben los resultados, se trabaja para mejorarlos. Implica una proyección hacia el futuro que parte únicamente de lo ya
obtenido.
3 Planificación estratégica: proceso que consiste en la búsqueda de una o más ventajas competitivas para la organización y en la
formulación e impulso de estrategias en esa dirección.
4 Para una introducción general a la función programática de la Constitución italiana y a las varias ramas de aplicación de los
instrumentos programáticos en Italia, cfr. Tucci (2003), a quien remitimos también para una ampliación de la bibliografía de
ámbito jurídico.
262
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Capítulo V
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA
ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO
1. Bases conceptuales y fundamentos de la concepción del Estado
y de la Administración Pública contemporánea
1. El estudio de la Administración Pública y de sus fundamentos ha sido objeto de análisis por parte
de especialistas pertenecientes a diversas disciplinas y corrientes del pensamiento. En el ámbito internacional es posible encontrar una infinidad de definiciones, si bien entre ellas es una constante el
considerar la Administración Pública en vinculación con las funciones del Estado que tienden a la
satisfacción de las necesidades colectivas de los ciudadanos.
Otra constante es la ausencia de indicaciones precisas acerca de las relaciones de propiedad, elemento necesario como punto de partida para conocer el contexto histórico en que se mueve la definición y
para saber cómo se plantea alcanzar su objetivo fundamental: la satisfacción de las necesidades colectivas mediante actos concretos (González, Pons, 2001).
2. Los enfoques actuales analizan la Administración Pública desde diversos puntos de vista. Algunos
centran su atención en las instituciones que la componen y en el comportamiento de sus trabajadores,
otros consideran las diferencias o semejanzas con la administración privada y, finalmente, algunos
estudiosos se interesan particularmente por las decisiones que llevan a la ejecución y desarrollo de las
políticas públicas. En general, no se toman en cuenta las connotaciones de clase ni las particularidades
del sistema político en el que la administración se desenvuelve.
Para ciertos especialistas y estudiosos no es necesario, sino inútil, trabajar en una definición de la
Administración Pública (Garcini, 1982). Pero, según la visión hoy más difundida, es necesario caracterizarla tomando en cuenta su función en la distribución de los recursos en la sociedad, para el bienestar
colectivo, y esto es fundamental en el proceso de construcción de la economía y de la sociedad sobre
una base socialista.
3. Para tratar de definir un concepto de Administración Pública, es preciso considerarla no solo en
su estructura sino también en su dinámica, complementada por los hechos concretos en que se exterioriza, para así poder comprenderla integralmente. Se debe entonces delimitar el contenido de las
funciones que ella cumple en tanto que parte del Estado.
Naturalmente, existe un estrecho vínculo entre Gobierno y administración. La importancia de
esta relación fue subrayada por Lorenz von Stein en su concepción estructural de la Administración
Pública: “El Gobierno debe no solo aplicar la ley, sino, hasta un cierto punto, dotarla de contenido”
(Stein, 1987: 133). En este caso, el concepto de Gobierno se coloca directamente en el campo político,
frente al cual se encuentra la administración (Forsthoff, 1958: 32). En consecuencia, negar la existencia de una función política claramente diferenciada de la administrativa, equivale a negar la presencia
del gobierno y su expresión en la estructura y en los fines del Estado, lo que significaría afirmar su
inexistencia (Garcini, 1982).
En realidad, en su significado más amplio (Amato Muñoz, 1954: 23), la Administración Pública es
el Gobierno; es decir: todo el conjunto del proceder humano que determina cómo distribuir y ejercer
la autoridad política. Hay diversos enfoques para discernir sus problemas; uno de ellos diferencia la
Administración Pública de otras ramas del Gobierno, la legislativa y la judicial, que respectivamente
consisten en la creación de normas y en su aplicación para garantizar los derechos.
4. Existen, además, diversas versiones y definiciones del concepto de Administración Pública, surgidas
en épocas sucesivas con el desarrollo de las ciencias políticas. Sin embargo, es posible señalar su coincidencia en ciertos elementos comunes:
a) Se observa que el proceder de la Administración Pública está estrechamente vinculado a la
función del Estado, en sus aspectos internos y externos, para alcanzar sus fines y objetivos.
b) No se evidencia el sistema político, que vendría a ser el escenario desde el cual se puede arribar
a una visión clara tanto de la Administración Pública en sí misma como de su finalidad en la
sociedad.
c) No se alude a la participación popular en la toma de decisiones para trazar las políticas públicas
ni, por tanto, a su contenido de clase.
264
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
d) No se señalan las relaciones de propiedad, que servirían como punto de partida para saber en
qué contexto histórico se inserta la definición y cómo sería posible alcanzar el objetivo fundamental: la satisfacción de las necesidades colectivas mediante actos concretos.
Es entonces necesario, para fines de trabajo, plantear una definición del concepto de Administración Pública, que será entendida como
El proceso en el que la política pública es capaz de expresarse en el conjunto de decisiones que se
adoptan para alcanzar las metas sociales y satisfacer prioritariamente las necesidades de la mayoría
de la sociedad, a través de la gestión pública, por los actores que participan en ella, mediante la
planificación, distribución y control eficiente de los recursos disponibles y la coordinación precisa,
organizada y eficaz de sus capacidades, bajo el amparo de los principios jurídicos, éticos y políticos
que reflejan la capacidad creciente del autogobierno social (González, Pons, 2001)*.
Hay criterios que vinculan el nacimiento de la Administración Pública al Estado. Sin embargo,
en términos reales, la existencia del Estado está condicionada por un conjunto de hechos que, históricamente, se producen después de que el hombre se ve en la necesidad de organizar, reglamentar y
distribuir los recursos a su disposición entre los miembros de su grupo o tribu.
5. Según lo dicho hasta ahora, es absurda la pretensión de buscar en situaciones culturales diversas,
relativas a etapas anteriores, las características de un fenómeno que por definición es exclusivamente
contemporáneo. Las peculiaridades culturales de la polis griega, del Imperio Romano, del feudalismo
medieval o de cualquier otra situación histórica, resultan significativas para nuestros problemas si, en
lugar de imponerles categorías actuales, se analizan como experiencias pasadas, con objetividad, para
considerar la importancia de diferencias y similitudes (Garcini, 1982).
Es preciso reconocer que en esas formaciones culturales no existía la diferenciación de funciones
de gobierno en sus ramas legislativa, ejecutiva y judicial, como ocurre hoy; no obstante, dado que la
administración judicial, sistematizada desde la antigüedad, presenta analogías muy instructivas para
la rama ejecutiva contemporánea y que el ordenamiento de los procesos políticos ha tenido siempre un
significado fundamental para la Administración Pública, su historia tiene mucho que enseñar para la
comprensión de los problemas administrativos de la actualidad1.
Max Weber (1994) demuestra que en la antigüedad hubo ejemplos de una burocracia más bien desarrollada: el Egipto del período del Imperio Nuevo, el principado romano y, sobre todo, la monarquía
diocleciana y el Estado bizantino fundado sobre esta última.
El Estado, que hoy desempeña un papel fundamental en la administración de los recursos de la
sociedad, tiene antecedentes que objetivamente se explican a través de la historia. Como entidad,
nace cuando la sociedad primitiva se divide en clases sociales y aparece la esclavitud como forma de
explotación de algunos hombres por otros.
La propiedad privada es anterior al surgimiento del Estado; solo con la propiedad se inicia para
los hombres la posibilidad de cambiar de posición respecto a los medios de producción: nacen así los
* (n.t.) La presente versión en español fue tomada de “Reflexiones sobre las políticas públicas en la construcción del socialismo
del siglo xxi”, ponencia presentada por Evelin González Paris en la III Conferencia Internacional sobre la obra de Carlos Marx y
los desafíos del siglo xxi, según se reproduce en http://www.nodo50.org/cubasigloXXI/congreso06/conf3_gparis.pdf.
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO
265
desheredados –los nadatenientes– y los propietarios. Es de esa manera que se constituye la clase social
dominante y, con esta, la necesidad de ejercer la coerción en defensa de sus intereses. El Estado y el
derecho devienen en instrumentos para el ejercicio del poder y la defensa del privilegio conquistado
por quienes detentan los medios de producción.
En esta perspectiva, la existencia del Estado estuvo condicionada a la aparición y el desarrollo de la
división de la sociedad en clases; por tanto, no siempre existió2. Su origen está indisolublemente ligado
a esa su función primaria, que Weber esclarece con acierto, de aplicar sistemáticamente la violencia
y de someter con ella a los hombres. Se trata de un producto de la sociedad cuando esta arriba a un
determinado nivel de desarrollo: destinado a mantener el orden y el poder mismo, nace de la sociedad
pero se coloca sobre ella y se distancia. Eso es el Estado, que existe, bajo diversas formas, para defender
los intereses de la clase social que preserva y conserva el poder de propiedad sobre la parte fundamental
de los medios de producción; es decir, aquella que concentra bajo su dominio la objetivación de la base
económica de una sociedad3.
En el papel de propietario que ejerce la fuerza pública, esa clase asume el derecho de recabar impuestos a través de funcionarios que actúan como órganos de la sociedad; necesitará, entonces, tomar
en cuenta la posibilidad de que esos funcionarios se sientan en la prerrogativa de colocarse por encima
de la sociedad.
6. Como hemos visto, la Administración Pública no puede reducirse en su accionar a la llamada
función ejecutiva. Sus actividades van mucho más allá de la simple aplicación de la ley. Se trata de una
acción y una actividad dirigidas a cumplir finalidades estatales.
Se puede entonces definir la función administrativa como la gestión de entidades económicoproductivas, a objeto de dar satisfacción a las necesidades colectivas de los ciudadanos, en el marco de
las directivas dictadas por los gobernantes (Garcini, 1982: 6).
El proceso de desarrollo de las instituciones del Estado, más allá de los elementos que permiten
explicarlo, se basa en la evolución económica de un período histórico determinado, con el que se
corresponde el comportamiento de la Administración Pública en su trayectoria evolutiva, a través de
las diversas formaciones económico-sociales4. Es en esas condiciones que se manifiesta un significativo
interés por el estudio de los métodos tendentes a lograr una administración más eficaz y eficiente,
ligada a las prácticas de la actividad privada, en particular cuando el capitalismo entra en su fase
imperialista.
En ese primer momento, el estudio constata la influencia de los postulados de Taylor5, que responden a las necesidades del período de surgimiento y desarrollo de la fase imperialista del capitalismo.
Una de las principales áreas de interés para Taylor, en cuanto científico de la organización del trabajo,
eran los estudios sobre la eficiencia, en términos de movimiento y tiempo, aplicados al trabajo de los
individuos y de las organizaciones industriales. Sus propios estudios se concentraron en la medición
precisa de los movimientos de los obreros en relación con el tiempo, con la finalidad de proponer
procedimientos más eficientes y económicos.
Más allá de esto, Taylor advertía que los estudios sobre el tiempo y el movimiento, sobre la supervisión funcional, la contabilidad de los costos, los salarios diferenciados y otros elementos similares, eran
solo detalles de su filosofía fundamental: la de la revolución intelectual, la del nuevo enfoque (Taylor,
1911). La clave de su sistema era la aplicación del método científico –mas no por eso neutral– a todos
266
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
los problemas y niveles de la administración, incluida la formación de los trabajadores y su cooperación con el patrono, para hacer sentir sus efectos benéficos en todas las fases de las relaciones sociales.
Los discípulos de Taylor (Stoner, Freeman, 1994: cap. I), entre los que se cuentan Gantt, Gilbreth,
Emerson, Cooke, Brandeis, ampliaron luego el ámbito de su teoría y elaboraron postulados.
7. En un segundo momento, el estudio de la Administración Pública adquiere un carácter más cien-
tífico. No obstante, ese carácter estaba condicionado por la creencia de que los principios enunciados
eran permanentes y que, una vez descubiertos y aplicados, sería posible incidir en los resultados del
trabajo administrativo.
El enfoque del llamado movimiento de la administración científica, que parte de la administración
en el ámbito empresarial, ha dado contribuciones válidas a la disciplina, sobre todo por su insistencia en
el método científico, por su interés en los problemas concretos de la práctica cotidiana y por haber
elaborado técnicas específicas que se aplican con provecho a los organismos públicos. Esto es evidente
en la organización y en los métodos, en la gestión de recursos humanos, en la planificación, en la
administración financiera, en las relaciones humanas y en otras esferas de actividad.
El proceso de nacimiento del socialismo como sistema socioeconómico, en la Unión Soviética,
marcó un nuevo momento de desarrollo de las técnicas administrativas. En el mismo período en que
el mundo se dividía en dos sistemas socioeconómicos, nacía una nueva manera de administrar y también, como resultaba evidente, una etapa de competencia por el desarrollo teórico en este campo. Sin
embargo, en términos reales, el desarrollo de la teoría de la administración socialista fue insuficiente.
El proceso de estudio y creación se concretó más en los elementos funcionales de la gestión que en
su concepción como sistema. Por otro lado, la base teórica para el desarrollo de esta disciplina en el
socialismo se concentró fundamentalmente en la teoría del Estado, con lo cual se limitó su proyección
hacia los aspectos de la administración como proceso, que por su parte se centró básicamente en el
terreno empresarial.
En los años treinta del siglo xx se agudizan las contradicciones imperialistas; entre 1929 y 1933,
el capitalismo sufre una gran crisis económica, proceso que al final resulta inherente a la estructura y
dinámica de este sistema.
El nuevo contexto, signado por esa difícil situación, pone en evidencia la necesidad de una nueva
elaboración teórica sobre la economía capitalista, ante el agotamiento de la teoría del liberalismo
económico y la crisis de la economía política burguesa previa. Lo importante era salvar el sistema.
Hacia ese objetivo dirige sus esfuerzos Keynes6, que basa su teoría en un capitalismo regulado,
propone soluciones a corto plazo y establece la necesidad de la intervención directa del Estado en
las cuestiones económicas. Particularmente, Keynes sostiene que es necesaria esa intervención en el
campo de las obras públicas, como instrumento para regular la intervención privada y provocar un
incremento de la producción y del ingreso, que a su vez hará posible una mayor demanda de consumo.
Esto produjo un cambio en el carácter de la Administración Pública, al aumentar la participación del
Estado en la economía.
8. Desde los años treinta y hasta aproximadamente los setenta, se desarrolla entonces el Estado social
o Estado del bienestar, que refuerza sus características una vez terminada la Segunda Guerra Mundial
(Fernández, 2001).
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO
267
A todo esto se debe unir el papel de potencia principal que, como resultado de las transformaciones
ocurridas a partir de ese conflicto bélico, pasó a desempeñar Estados Unidos. Este país no solo ha
dado impulso a la tendencia moderna de la administración, sino que en la segunda mitad del siglo se
convirtió en el principal centro de poder imperialista, con lo que amplió la capacidad de influencia y
proyección de su modelo de Administración Pública.
El funcionamiento del welfare State repercute en el desarrollo de esa administración mediante el
incremento de los servicios, fundamentalmente los relativos a la previsión social, la educación y la
salud; así, esta etapa trae consigo el nacimiento de vastos aparatos públicos y el aumento del número de
empleados dedicados a esas actividades. Luego, con la crisis del welfare State en los últimos decenios, la
maquinaria burocrática estatal es sometida a profundas transformaciones que inciden en las funciones
del Estado y de la Administración Pública. Se abre paso un aparato que deja de actuar como instrumento de conciliación de intereses contrapuestos, que ya no busca promover compromisos interclasistas, sistemas participativos más amplios, sistemas retributivos más igualitarios o, en el proceso laboral,
sistemas de relaciones industriales más “democráticos”7. Todo ello, naturalmente, en beneficio de la
acumulación de capital bajo condiciones de aguda y avanzada lucha de clases (con la clase trabajadora
en posiciones de fuerza paritaria, si no predominante, respecto a la clase capitalista).
El Estado que sigue al “social”, tras la crisis de este último, asume otras formas y también funciones fuertemente orientadas a favorecer la lucha de clases que conduce la clase capitalista. Solo hay
que pensar en las experiencias de Margaret Thatcher, de Reagan8 y, en fin, de la construcción de lo que
hemos llamado el profit State.
Los estudiosos modernos de la administración definen el servicio público como la actividad que
esta realiza cuando considera que la iniciativa privada no satisface, o no está en capacidad de satisfacer,
una necesidad colectiva que no es posible desconocer, por lo que procede a ocuparse de ella directamente o a través de una empresa privada a la que encarga, mediante una concesión, la prestación del
servicio, delegando a ese fin parte de sus poderes9.
Lo hasta aquí dicho permite enmarcar la Administración Pública desde el punto de vista conceptual
y estructural, en vinculación con los intereses de las clases sociales que detentan el poder político y
económico, y en correspondencia con la base económica de cada sistema socioeconómico. Es así
que al esclavismo, al feudalismo y al capitalismo corresponde una Administración Pública que está
en función de la minoría en el poder. Esta característica se modifica con el surgimiento y desarrollo de la Administración Pública socialista, a partir de lo cual comienza a representar los intereses
de la mayoría.
2.Nota sobre algunas concepciones “débiles” del marxismo ortodoxo
en lo referente al Estado. El contexto actual del profit State
1. Un rasgo de la globalización –convertida en proyecto universal neoliberal– radica en pretender que
se la pueda identificar con una suerte de despolitización y que, por eso mismo, pueda ella consistir,
en última instancia, en la extinción de los Estados nacionales. Esta visión es fuertemente contradictoria, ya que justamente las concepciones neoliberales más rigurosas en el plano teórico, reclaman un
268
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
redimensionamiento estatal como condición para alcanzar el nuevo constitucionalismo necesario para
un neoliberalismo disciplinado.
La concepción que plantea como necesaria la extinción del Estado-nación se apoya en la dimensión
supranacional que ocupan las empresas multinacionales. Con el acercamiento cada vez mayor a una
economía mundial altamente internacionalizada, se avanzará probablemente hacia entidades políticas
y económicas propias de Estados redimensionados en su proyección funcional regional, pero también,
al mismo tiempo, hacia la creación de Estados capaces de cumplir un papel importante en el ejercicio
–convenientemente articulado– de las regulaciones, así como en la formación y desarrollo de bloques de
integración económica y en la conciliación de los conflictos de orden político que puedan presentarse.
La internacionalización del capital y la producción, como ley económica del capitalismo, es expresión de las leyes universales de desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción. Obviamente, la acción crítica no debe estar orientada a luchar contra la internacionalización
de esas fuerzas y esas relaciones, sino contra los efectos negativos de su forma capitalista y de las leyes
que la regulan y, por consiguiente, contra los efectos y contra las propias relaciones sociales productivas
del capitalismo.
2. En el pasado, incluso en los estudios marxistas más meticulosos, no se entendía en profundidad
la naturaleza del capitalismo monopolista de Estado (en lo sucesivo CME), independientemente de la
forma en que se manifestaba y del tipo de políticas que ponía en práctica. Parece que todavía hoy, entre
los marxistas se atestigua un análisis bastante claro acerca de la creciente influencia del Estado burgués
en el proceso de desarrollo, pero la idea de su subordinación total a los intereses de los monopolios no
es del todo exacta.
En realidad, el Estado en todo momento favorece más a algunos sectores del capital que a otros, de
manera que estos compiten –como parte del juego político– por acaparar para sí esos favores, aunque
el Estado en todo caso debe cumplir una serie de funciones de regulación macroeconómica y social en
beneficio del propio modelo de capitalismo. El CME no es solamente una modificación del capitalismo monopolista para lograr una forma más adecuada de funcionamiento del sistema, sino un medio
con el cual el capital multiplica su capacidad para desarrollar las fuerzas productivas con base en los
progresos tecnológicos y en la transnacionalización.
Ello le da al capitalismo una gran capacidad de maniobra y adaptabilidad al poder, con la función principal de manipular permanentemente el conjunto de contradicciones para así evitar que su
maduración conduzca a la destrucción del sistema. Esa capacidad ha sido decididamente mejorada
en los últimos años, a través del dominio de las nuevas tecnologías de la información y mediante un
poderoso andamiaje de manipulación ideológica mundial, nunca antes visto, que exalta las relaciones
de producción del capital y se orienta, con fuerza cada vez mayor, a obstaculizar por todos los medios
las posibilidades de lucha contra la construcción económico-social capitalista, al tiempo que se apoya
en el hecho de que las condiciones para la maduración del factor subjetivo son mucho más complejas
que las contradicciones objetivas10.
Un elemento poco estudiado, y mal interpretado por la ortodoxia del marxismo, es el mecanismo
de funcionamiento de la economía capitalista actual. De hecho, aun si se llega a reconocer el capitalismo monopolista de Estado, ello rara vez conduce a un análisis correcto y concreto de los cambios
ocurridos en el mecanismo de mercado y de sus consecuencias políticas.
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO
269
Como para otras cuestiones, también en este caso se ha perdido la capacidad de llevar el análisis de
lo abstracto a lo concreto. Como se ha adelantado, el CME le brinda a la economía capitalista un mecanismo de regulación macroeconómica consciente, en el que interactúan dos contrarios: la influencia
centralizadora del Estado y las relaciones del mercado monopólico. La recomposición espontánea de
los contrarios se ha considerado siempre un atributo de la reproducción capitalista. Sin embargo, esa
representación refleja en realidad solo un rasgo esencial del sistema capitalista, en una determinada
etapa de su desarrollo.
En el curso de este último siglo se ha producido un notable crecimiento de la intervención pública
en la economía y en la producción. El nuevo rol asumido por el Estado con el compromiso fordistakeynesiano, el de un Estado empresario, intervencionista y empleador, caracterizó a casi todos los
países industriales al menos hasta fines de los años setenta11.
3. En las últimas décadas, con el desarrollo de los mercados telemáticos, la propaganda, la televisión,
las bolsas, etcétera, ha evolucionado la información que está al alcance de los sujetos activos en el campo de la economía, hasta desarrollar en ellos la capacidad de conocer el mercado antes de llegar allí con
mercancías y servicios. A nivel macroeconómico, esta economía altamente diversificada y compleja
requiere todavía la participación del Estado, la ayuda de la inversión estatal directa. Al ejercer así su
influencia en la dinámica del sector privado –a través de la política fiscal, monetaria, de inversión, de
competencia comercial, etcétera–, el Estado brinda posibilidades de desarrollo.
Esto no significa, en modo alguno, que con el desarrollo del capitalismo crezca absolutamente la
intervención del Estado, que puede ser mayor o menor de un período a otro. En todo caso, el Estado
neoliberal modifica la forma mediante la cual se ejerce la regulación de los mercados, pero sin que eso
altere su capacidad real para regular los fenómenos políticos y sociales en beneficio del capital.
De cualquier modo, la división dogmática entre anarquía total de la producción bajo el capitalismo
y planificación absoluta en el socialismo no solo es poco concreta, sino antimarxista e incorrecta. Ya Lenin ponía de relieve que esa dicotomía extrema solo servía para simplificar y distorsionar el problema.
La planificación no siempre es garantía de desarrollo armónico y equitativamente distribuido,
como se demostró en la práctica. Puede surgir, en cambio, lo que se dio en llamar anarquía planificada,
cuando las proporciones impuestas por el plan no concuerdan con las necesidades del desarrollo y con
las expectativas de los agentes económicos. No puede identificarse planificación con estatismo.
4. En el contexto antes delineado, la definición del modelo liberal de desarrollo centrado en el profit
State12 (un Estado del todo funcional a los intereses de la empresa) hace también plenamente comprensible el papel que la empresa pública debe cumplir en la economía total del país. Además, se entiende
mejor cómo las diferentes funciones específicas atribuidas a la economía pública –a nivel central y en
las áreas locales– son el tejido conectivo capaz de “enlazar” en un todo homogéneo el nuevo modo de
ser y de presentarse del desarrollo capitalista.
Es de esa manera que la empresa posfordista, devenida en empresa socialmente difundida en el
territorio, una fábrica social generalizada, descompone las tareas, crea nuevos trabajos atípicos, rompe
la unidad de clase de los trabajadores y basa sus procesos de acumulación flexible en el capital información, en la comunicación desviante, en la imagen de la competencia capitalista, en los recursos del
capital de la abstracción, para irrumpir en el cuerpo social a través del papel de control total asumido
270
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
por el Estado-empresa, por un profit State que tiene todavía un papel fundador en los procesos de
acumulación, muy al contrario de cuanto sostiene Berardi:
El dinero (es decir, la economía) y el Estado (es decir, la política) no pueden ya gobernar ni
disciplinar el mundo productivo, cuando al centro del mundo productivo encontramos no ya
la fuerza descerebrada, el tiempo de trabajo manual igual, cuantificable, sino el fluido psíquico, la
etérea sustancia de la inteligencia, que escapa a toda medida, que no se puede plegar a regla alguna
sin producir enormes patologías, sin producir una verdadera locura, una auténtica parálisis en la
cognición y en la afectividad (Berardi, 1998: 211).
Pero a estas alturas, en la práctica es algo más lo que se requiere para responder a la complejidad
real de las necesidades empresariales posfordistas: la cantidad y calidad de información, definida y
reelaborada como capacidad de escogencia por parte del destinatario, debe transformarse en comunicación desviante total, que invade el cuerpo social para imponer la cultura de mercado y la imagen de
la idea-empresa, con fuertes rasgos de coerción social global.
5. Al transformarse el mecanismo de mercado, se transforman las relaciones de competencia, que
se hace más aguda, y todo es arrasado por el dominio de los mercados mediante la expansión de la
competencia global: todo eso está sucediendo, por ejemplo, en una fase como la actual, en la que
el dominio de las condiciones de producción está determinado no por los factores tradicionales,
sino por factores del capital intangible, como conocimientos, habilidades, innovaciones, formación
continua, etcétera.
En la teoría clásica de la información, asume relevancia fundamental la trayectoria de la cadena de
transmisión que, a partir de la búsqueda y obtención de las informaciones, las transforma en procesos
decisorios. De esa manera se producirá comunicación por parte del sistema, que tendrá la tarea de
seguir programas operativos que posteriormente serán sometidos a definiciones que apuntan al control
social, con un modelo unívoco de política comunicacional desviante que crea y gestiona imágenes13.
La interacción e integración de las formas específicas de actividad comunicacional hacen posible
transmitir e imponer la “idea-fuerza” empresarial en el tejido social, hasta condicionarlo y someterlo
a la lógica de la ganancia. Se desarrollan de esa manera las sinergias comunicacionales desviadas y
desviantes, en el sentido de que los flujos comunicacionales son orientados casi exclusivamente no ya
a la conquista de cuotas de mercado por parte de una empresa en particular, sino al interés de homologación de la cultura y al modo de ser de la sociedad competitiva de la ganancia.
Tales sinergias determinan un modelo único de comunicación estratégica desviada y desviante, que
crea la estructura y la instrumentación estratégicas capaces de absorber y desarrollar conocimiento, al
tiempo que valoriza e incrementa el patrimonio de imagen y credibilidad de la fábrica social generalizada, favoreciendo así los procesos de capitalización de estos recursos intangibles, como paradigma
de acumulación flexible para el modelo neoliberal posfordista: el profit State del dominio tecnosocial.
El paso a un sistema informativo automatizado, con la consecuente sustitución de las comunicaciones en papel por las de tipo telemático, plantea un intenso y peculiar nivel de sociohomologación
dirigido a la cooptación, subordinación e individualización de la fuerza de trabajo. Sobre estos temas,
por otra parte, no hay todavía un conocimiento lo suficientemente sólido como para traducirlo en
criterios de proyección plenamente social del sistema comunicacional estratégico desviante.
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO
271
La revolución informática es la revolución finisecular que ha contribuido notablemente al cambio
económico, político y social de los últimos veinte años, al modificar la organización del trabajo y las
formas de acción de la comunicación. Es posible ahora estar en relación con otros de una manera
absolutamente abstracta, que permite compartir el espacio, los contenidos, el modo y el tiempo de
la presencia. Hay en la relación con la realidad un deslizamiento hacia formas más virtuales, pero del
todo conformistas y coercitivas, incluso impuestas en función de la paz social y sometidas al dominio
de la cultura del mercado.
Esta mutación de la comunicación, que se ha hecho cada vez más abstracta, más descontextualizada,
más privada de referencias a las lógicas valorativas de las personas, cada vez más desviada y desviante,
se ha reducido progresivamente a una autorrepresentación de los individuos, que quedan privados de
referencias internas a la clase social: individuos aislados que solo tienen vínculos y espacios sociales en
el contexto de la cultura de empresa.
La representación del trabajo es cada vez más individualizada: el trabajador se siente cada vez menos
parte de un grupo, de una clase, y pierde toda posibilidad de valorizar y socializar su escaso tiempo
libre. Ocurre así no solo por causa de la elevadísima fragmentariedad de la clase trabajadora, que desde
hace décadas sufre reestructuraciones a escala mundial, sino también debido al rol que ha asumido la
forma-comunicación y a sus evidentes contenidos desviantes.
6. La comunicación se convierte así en proceso de valorización económico-patrimonial del capital
de la empresa socialmente difundida; por tanto, capital acumulado mediante nuevas y diversas modalidades. Este proceso de acumulación flexible deriva, sin embargo, de un modelo integrado, capaz
de reconducir, coherentemente unidos, los flujos informativos y las varias formas de comunicación
desviante impuestas al cuerpo social por el imperio del capital14.
Es este un aspecto crucial en la interacción hombre-sistema informativo. Se deben definir, de hecho, las vías comunicacionales mediante las cuales el operador social recupera la información necesaria
para establecer o experimentar una escogencia. Se trata, para el sistema de empresa, de formular planes
de acción no automáticos, sino basados en conocimientos que hay que organizar, de manera consciente, en función de metas u objetivos explícitos, derivados de una programación táctico-operativa y
de la planificación estratégica, determinada en el momento por el modelo de capitalismo y el respectivo sistema de empresa: una estrategia que para el trabajador individual puede ser poco visible. En
sustancia, se trata de reglas de jerarquización en la presentación de la información y de los procesos
comunicacionales desviantes, que a su vez van a influir en los procesos decisorios de toda la sociedad y
que el trabajador, como operador, debe seguir.
Para llegar a tales determinaciones, la organización empresarial y social institucional no necesita
establecer reglas precisas, sino algunos principios que sirven de guía y que median, además de otras
cosas, entre dos aspectos particularmente relevantes. Por un lado, tales principios se resienten de la
estructura organizativa que el capital se ha dado en ese momento, a la que está conectado todo sistema
hombre-comunicación. Por el otro, los principios-guía pueden también resultar no congruentes con
las otras estructuras organizativas del modelo capitalista y dar así pie a comunicaciones ambiguas.
En consecuencia, se tendrá que reforzar de seguidas el sistema de control del contexto social, precisamente a través de una más correcta supervisión de cuanto debe llegar al operador social por medio
del canal comunicacional.
272
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
La comunicación interna y externa, implícita y explícita, comercial, institucional y organizativa, personal, impersonal y telemática, de carácter estratégico o más estrechamente operativa: todas
las formas de comunicación convergen en un único modelo comunicacional, nómada, integrado,
desviado y desviante, buscado y determinado por el vigente modelo capitalista en su conjunto y
transmitido en su territorio a través de la fábrica social difundida, trátese de la empresa privada o
pública o, incluso, de la propia institución pública. Asume así un rol estratégico el profit State, sea
como propuesta y mecanismo institucional central, o en las miles de formas de las unidades locales
y periféricas.
Toda planificación es, en el mejor de los casos, el resultado de un proceso de optimización en el
que se toman en cuenta los numerosísimos parámetros y vínculos que todo modelo capitalista y todo
sistema de empresa imponen a través del profit State, y que deben mantenerse claros y presentes a
lo largo de la trayectoria que cumple el proceso comunicacional nómada desviante. Solo una parte
de estos vínculos, y no necesariamente la preponderante, está constituida por criterios relativos al
modo en que socialmente se reciben la información y las modalidades concretas de implementación
de la comunicación desviante. Ya la sola optimización de las variables referidas a la transmisión de la
información, por parte de cualquiera de las formas que asume el profit State, puede conducir a resultados no particularmente brillantes, sobre todo cuando se privilegian algunos vínculos con respecto
a otros.
Se hace preciso en todo caso, ya en la fase de planificación, recurrir a modelos comunicacionales
desviantes suficientemente avanzados, así como proceder constantemente a la verificación de un criterio fundamental para la confiabilidad del modelo en cuestión, como es la capacidad de control que se
requiere ejercer, genéricamente, sobre el operador social. En ese sentido, el control capitalista –ejercido
a través de la fábrica social generalizada y del profit State– concierne no solo a los sistemas productivos
de bienes, sino también a las actividades que implican el uso de tecnologías con base informática.
Para ello se produce y desarrolla comunicación desviante, como recurso intangible y estratégico que se
utiliza una y otra vez para los fines del proceso continuo de acumulación flexible del capital material,
del financiero, pero también y crecientemente del intangible, del capital de la abstracción. Una suerte
de economía virtual que devora la economía productiva real15.
Surge así, para el neoliberalismo posfordista, la necesidad de una gestión unitaria, integrada, de
una comunicación desviante encomendada directamente a un organismo empresarial-institucional
de alto nivel: el profit State en sus miles de formas, capaz de coordinar el conjunto de las actividades
comunicacionales desviantes y de superar todo conflicto de competencia, especialmente la separación
funcional, la desorganización y contradicción ínsitas en el manejo fragmentado de esas actividades por
distintos cuerpos de la estructura capitalista16.
Todo esto está estrechamente ligado a la financiarización de la economía –resultado de las crisis
energéticas de los años setenta–, con la cual se ha inmerso el capitalismo internacional en un proceso
de mutación de carácter cada vez más degenerativo, en la ilusión de que el incremento de los medios de
pago en papel o electrónicos pueda estar en capacidad de crear riqueza real.
Pero hacer finanzas especulativas no significa crear riqueza real, no significa crear nuevos puestos
de trabajo, no significa crear nuevos bienes, resolver nuevas y antiguas necesidades, dar respuesta a las
aspiraciones individuales y colectivas de disfrutar de tiempo libre mediante la reducción del horario
laboral. Significa, en cambio, exportar por doquier un capitalismo financiero que ataca toda forma
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO
273
de solidaridad, en nombre del individualismo, y crea aversión hacia todo lo que es público, hacia
todo lo que implique relaciones sociales cuyo contenido y valor no puedan ser medidos a través de
la moneda.
7. Ese es el verdadero significado de la globalización neoliberal: una globalización de los mercados
financieros, en la que solo encuentra campo abierto la libertad absoluta de movimientos de capital, en
desmedro del trabajo, mientras que el movimiento de las personas y de las mercancías sigue sometido
a políticas proteccionistas, muchas veces de connotaciones explícitamente racistas. El movimiento de
capitales en clave global es un fenómeno nuevo, que ha asumido características de irreversibilidad, en
perjuicio del desarrollo de la economía real, al concentrar la riqueza en un número cada vez menor de
sujetos, aumentar en el planeta las áreas de pobreza, los niveles y grados de marginalidad, y producir
actividades extrañas y contrarias a la utilidad social colectiva.
Es en ese contexto que se configuran, también en Italia, los ataques al Estado social, en una carrera
hacia el individualismo utilitarista anglosajón, hacia el modelo del neoliberalismo salvaje y las políticas
monetaristas –convertidas ya en ideología hegemónica–, que desarticula y arrasa hasta los principios
mismos de la civilidad, como los de la tolerancia y la solidaridad entre grupos y generaciones diferentes.
La superación de la era fordista abre una fase de redefinición del capitalismo, de características
posindustriales que, de hecho, supera las lógicas interpretativas de tipo industrialista y obrerista, para
pasar a una jerarquización de los modelos de desarrollo que se basa, principalmente, en modalidades
de transformación social y económica de las que, crecientemente, emergen nuevos sujetos sin garantías.
Se trata de una población directa o indirectamente ligada a esa nueva empresa socialmente difundida
en el territorio, la fábrica social generalizada, que por otra parte está dotada de una muy específica
capacidad de autocontención en relación con la oferta y la demanda de trabajo, que ejerce mediante la
marginalización, la precarización, la desregulación y la expulsión de los sujetos económicos y productivos no compatibles. Es ya este un pueblo de nuevos desempleados y de extrabajadores regulares que
han sido, de hecho, precarizados, privados de toda garantía de continuidad en el trabajo, expulsados
de la empresa madre y sometidos a una nueva forma de trabajo a destajo, superexplotados; se trata
muchas veces de nuevas formas de trabajo subordinado, de trabajos atípicos que quedan fuera de las
garantías legales y retributivas, sociales y asistenciales, propias del trabajo dependiente. Baste ver, como
ejemplo pasmoso, la institucionalización del precariado en la Administración Pública, con el empleo
de personal que recibe garantías y salario fuertemente reducidos. También el enorme aumento de las
partidas IVA, es decir, de los nuevos trabajadores autónomos, los nuevos pequeños empresarios, que
no son sino el resultado de la decisión del capital de expulsar mano de obra, de procrear la llamada
tercerización –mal retribuida, libre de cargas contributivas–, de apelar, por regla general, a formas
más o menos disfrazadas del destajo corporativo en contraposición a toda forma de rigidez laboral y
retributiva, hasta hacer que todo el cuerpo social sea flexible y compatible con el sistema de la centralidad de la empresa y de la ganancia, adaptándolo así, a través de las funciones del profit State, a la
organización de la fábrica social generalizada.
El mensaje social que cotidianamente se transmite en toda Europa, aun si con modalidades a veces
diferentes, está siempre basado en la dogmática validación de los criterios de eficiencia del enfoque
capitalista norteamericano, para así impulsar un auténtico darwinismo económico a través de todas
las formas de flexibilidad social, laboral y salarial. Se busca la derrota de todo comportamiento que
274
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
se revele rígido, conflictivo, no homologable a las compatibilidades de la ganancia, a las leyes de un
mercado cada vez menos regulado y cada vez más salvaje. Y esto se acompaña con continuos recortes
del gasto público en todo el continente. El ciclo productivo se ha saltado los muros de la fábrica, para
generalizarse en la sociedad entera.
8. No obstante todo lo expuesto, las principales carencias cognoscitivas de la teoría marxista no se
manifiestan en el estudio y explicación de la sociedad capitalista, sino en la explicación de los procesos
de la sociedad socialista en construcción. Contra lo que es opinión corriente, la teoría económica de
los primeros marxistas no atañe, en general, a los países socialistas: sus análisis son relevantes para
estudiar la prospectiva del funcionamiento de las economías capitalistas. Con la expansión geográfica
del capitalismo hacia el este de Europa, se hicieron además útiles para estudiar las tendencias de las
nuevas economías de mercado. Por otra parte, como bien lo explicaron ellos mismos en sus trabajos,
Marx y Engels solo pudieron esbozar ese análisis en términos muy generales; y Lenin, que vivió pocos
años de la construcción socialista, se ocupó mucho más de la resolución de problemas prácticos que del
análisis del sistema. Por eso, una de las grandes carencias de los estudios marxistas es la que viene dada
por la inexistencia de una teoría que explique científicamente la transición al socialismo17.
Ciertamente, no se debe culpar por ello a los “padres”. Para Engels, por ejemplo, la sociedad socialista no se hacía de una vez y para siempre: como todas las otras, estaba sometida a constantes cambios
y transformaciones. Fueron los marxistas y los científicos sociales de los países del socialismo realizado
quienes perdieron precisión y capacidad crítica al explicar las transformaciones en curso. No pudo determinarse siempre con claridad la velocidad de los cambios, ni medirse las consecuencias a largo plazo
para decidir su aceleración. En concreto, no se desarrolló una ciencia acerca del ejercicio democrático
del poder en los países socialistas. La relación entre poder y hegemonía, los problemas de liderazgo, los
problemas del ejercicio democrático bajo la guía de un partido único, fueron temas poco estudiados.
En sentido general, consideramos que el único dogma que se desprende de las obras de los padres
es la ausencia de dogmatismo. En esas obras no encontramos las respuestas de todas las interrogantes
(¿y cómo podría ser de otra manera?), pero hay un método de análisis que permite hallarlas.
3. Para una aproximación al análisis del Estado en la fase neoliberal:
profit State contra welfare State
1. Con la consolidación de las políticas neoliberales, el Estado social se transforma en Estado-empresa,
en profit State que asume como central la lógica del mercado, la salvaguarda y el incremento de la
ganancia; que transforma los derechos sociales en donativos de beneficencia, que impulsa una comunicación social que lleva a asumir la ganancia, la flexibilidad y la productividad como nuevas formas de
“divinidad social”, como filosofía inspiradora del único modelo de desarrollo posible18. El profit State
sigue tributando condiciones favorabilísimas a los empresarios y aplicando descuentos excepcionales
a la ganancia. Eso no se traduce siquiera en mejoras del gasto social (también porque disminuye el
peso contributivo de las empresas), ni en incrementos de las inversiones en el mercado italiano, ni en
reducciones del horario de trabajo, ni en aumentos de salario o en operaciones redistributivas a favor
POR LA ACTUALIDAD DE LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA APLICADA AL SISTEMA ESTADO
275
del trabajo, ni crece el empleo. A todo ello se agrega la fuerte contracción que está sufriendo, en las
más diversas formas, el welfare, el bienestar, con reducciones del gasto social que significan reducción
del salario indirecto, del salario social.
Sindicatos confederados, empresarios y Gobierno plantean continuamente mensajes apocalípticos
sobre la caída y la privatización de las diversas formas de gasto social, que no son ya financiables por
causa de la tendencia demográfica a un envejecimiento de la población y, consecuentemente, de la
elevada incidencia que adquiere el gasto en pensiones y salud.
Son tantos los métodos con los cuales es posible adelantar la llamada flexibilización y privatización
del welfare… Piénsese, en primer lugar, en la venta de bienes de propiedad pública (las empresas, las
viviendas de edilicia popular), y aun en el traspaso a organismos privados del manejo y provisión de
servicios esenciales, incluso a través de la posibilidad de remplazar el servicio público por el privado
(por ejemplo, las pensiones sociales, sustituidas por las pólizas de las compañías aseguradoras).
También a manera de ejemplo, recordemos que dentro de esa óptica, dirigida a favorecer las políticas de flexibilidad y de privatización del welfare, se introdujo en Italia el trabajo interino; se privatizaron las oficinas de colocación o empleo (ya en 1997, con el Gobierno de centro-izquierda), que
cedieron lugar a las agencias especializadas de los nuevos “caporales”; se optó por la descentralización
y la privatización también de los servicios de empleo a nivel regional y provincial; y se propusieron
todavía otras reformas, todas orientadas a la institucionalización del precariado y del trabajo “negro”,
con incentivos para las empresas y ninguna garantía para los trabajadores.
2. La formulación general de las políticas atinentes al trabajo está fuertemente inspirada en las lógicas
contributivas y previsionales privadas, que no producen más que la disminución de las tutelas y promueven un empleo y un salario flexibles, sin regulaciones, con escasas garantías de conjunto. Un papel
fundamental han jugado en esto la precarización (del trabajo y de las retribuciones) y la movilidad (son
ya millones los que se han visto obligados a cambiar de sector laboral y constreñidos, muchas veces, a
aceptar formas diversas de flexibilización del salario).
Lo que hoy domina la escena económica es el derrumbamiento de cualquier rigidez en los costos y
las normas, para favorecer a la empresa. Se trata de propuestas encaminadas al control de las capas más
débiles de la sociedad, hasta hacerlas chantajeables y condicionadas por el poder. Para ello se activan,
sin duda, factores que favorecen la conflictividad horizontal entre los varios componentes sociales, se
obstaculiza la recomposición unitaria del mundo del trabajo y se estimula, en cambio, el surgimiento
de verdaderos “asistidos sociales”, funcionales a una nivelación hacia abajo del conflicto social y político. Se cumple así, también, una utilización instrumental del sector terciario, acorde a las reglas de
la eficiencia capitalista, mediante el aprovechamiento de la economía non profit [sin fines de lucro], de la
llamada economía social y de la autorganización, que suplen el papel del Estado social.
También a través de las modalidades de ejecución de los procesos de privatización es posible advertir cómo el neoliberalismo internacional se está remodelando, en términos sobre todo financieros, para
reducir las opciones y las formulaciones de tipo público y colectivo que caracterizaron a las llamadas
economías mixtas. En efecto, se asiste hoy, como ya hemos dicho, a una aproximación gradual de dos
modelos opuestos: el de las public companies y el de las empresas consociativas. Mientras en Estados
Unidos se avanza hacia un accionariado más estable, en Japón disminuye la incidencia de los cruces
accionarios y se tiende a ampliar la participación directa del mercado financiero, con una creciente
dependencia de las empresas respecto a este último.
276
Tratado de métodos de análisis de los sistemas económicos
Considerando que el modelo renano se ha demostrado económica y socialmente superior, sería
lógico esperar que ese sistema empresarial prevaleciera, en detrimento del modelo anglosajón. Pero
eso no sucede. En la realidad, de hecho, este último tiende a imponerse, no solo en los países que
buscan adoptar una vía media entre uno y otro, sino también en aquellos donde se originó el modelo
renano-japonés.
Pero la gestión de la crisis o, mejor, la forma de redefinición del proceso de acumulación capitalista
hasta ahora usada, muestra elementos de debilidad: de un lado, acentúa la dicotomía del sistema oestenuevo este; del otro, produce, en el occidente de capitalismo avanzado, efectos sociales que vuelven a
poner en discusión, ante todo, los propios arreglos políticos. Desde el punto de vista financiero, lleva
al predominio de un ciclo de acumulación acrecentado y de tipo flexible, que no llega a pasar a través
de intermediario productivo alguno: no hay transformación del capital en medios de producción, en
producción efectiva y en realización del surplus de inversión productiva. En el plano local, la financiarización se suma a la sobrecarga enorme de la desigualdad en la distribución interna de la ganancia,
que tiene por consecuencia un retroceso en las formas políticas y económicas que eran típicas de las
democracias en Occidente.
Hoy el capital reclama siempre mayores ganancias, con la excusa de la creciente competitividad
internacional y de la globalización. A través de los modelos comunicacionales de la fábrica social
generalizada y de las funciones del profit State, el pensamiento único neoliberal transmite a toda la
sociedad su cultura de darwinismo económico y social, en nombre del mercado y de los exclusivos
intereses de la empresa.
3. Las informaciones necesarias para que las instituciones puedan desempeñar a cabalidad una decidida
función estratégica de control social, acompañada por un coherente y eficiente programa operativo de
ruptura de la solidaridad de clas