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Las neuronas espejo Alicia García Bergua Cada vez es más evidente que el cerebro humano y el de los primates son distintos de los del resto de los mamíferos por unas neuronas llamadas espejo. Los numerosos experimentos conducentes al descubrimiento de estas neuronas, conllevan una idea sumamente novedosa del funcionamiento del cerebro humano: un cerebro programado a lo largo de la evolución para actuar e interactuar con el medio ambiente. Se demostró que el sistema neuronal motor de nuestro cerebro no es periférico, sino que sus circuitos funcionan también para integrar las informaciones sensoriales y perceptuales que nos permiten actuar. El hecho de que las informaciones sensoriales y motoras sean conducidas por la misma vía y codificadas por los circuitos neuronales parietofrontales, sugirió que el sistema de neuronas motoras no sólo se encarga de nuestra movilidad sino de procesos cognitivos considerados de orden superior como el sentido de identidad, la percepción de los actos ajenos y por lo tanto de los otros individuos; la imitación y la comunicación gestual y vocal. En esta integración de la información que se realiza en la corteza parietofrontal, el sistema neuronal motor no juega un papel pasivo, como se pensaba antes; es decir, no sólo actúa según la información recibida, sino que contribuye como si fuera una caja de resonancia, a crear una respuesta veloz y simultánea a la información que estamos recibiendo del medio ambiente. Por ejemplo, ahora se sabe que para que nuestra mano pueda simplemente tomar una taza, necesita de un mecanismo capaz de traducir la información sensorial que recibe en la forma en que los dedos la agarrarán. Muchos tendrían la impresión de que el primer proceso sigue al segundo, pero gracias a la investigación actual sobre las neuronas de la corteza motora del cerebro se sabe que ambos son simultáneos. Experimentos de electroestimulación de las neuronas de la corteza motora del cerebro han demostrado que en ella hay unas llamadas F4 que se activan no sólo cuando se ejecutan actos motores como alcanzar la taza, sino a partir de la información sensorial: por ejemplo, la información visual sobre el objeto que está al alcance. Las neuronas que se activan ante estímulos somatosensoriales como el tacto, lo hacen a la vez por percepciones visuales; están también enfocadas en lo que un sujeto está observando y no sólo reaccionan ante los estímulos sino que contribuyen a localizar visualmente los agentes del medio ambiente que los provocan. A diferencia de otras neuronas, estas neuronas llamadas espejo codifican no sólo simples estímulos visuales sino lo próximo, lo lejano y la tercera dimensión, en un mapa que no es unitario; es decir, en cada caso ayudan a representar activamente el espacio. Esto quiere decir en resumidas cuentas que están proyectando una posibilidad de acción y por eso también se les llama así. Otras neuronas espejo de la corteza visual motora del cerebro de primates y humanos, llamadas F5, intervienen en actos que se encadenan como que alguien acerque la comida a un primate, que éste lo vea y la agarre en consecuencia. Se activan en los actos transitivos en el caso de los monos, pero no en los intransitivos. Las neuronas espejo F5 en el hombre tienen la diferencia de que se activan también en los actos intransitivos, es decir, en alguien que está solamente contemplando actuar al otro, y posibilitan que ese alguien reproduzca o haga un acto análogo, o que aprenda un patrón de acción nuevo, como acordes en el piano y la guitarra; o que simplemente disfrute viendo un partido de futbol. Estas neuronas espejo contribuyen también en primates y humanos a la empatía, pues permiten observar las acciones y emociones de los otros, un rasgo evolutivo esencial para nuestra sobrevivencia como animales sociales. Gran parte de las interacciones humanas con el entorno y con el comportamiento de los demás humanos dependen de nuestra capacidad de compartir las emociones ajenas. La percepción cada vez más desarrollada que el ser humano va teniendo de éstas emociones (los bebés muy pequeños distinguen las caras tristes de las alegres, no sólo permite identificar en los otros gestos de asco, de miedo, de alegría o de dolor, sino también conducir a la empatía o identificación que refuerza nuestros lazos sociales afirmativa o negativamente. Es decir, esta empatía e identificación no conducen necesariamente a una reacción similar en la otra persona (como suele suceder con los gestos de asco o con el vómito) o a un gesto de compasión por parte de ésta. Nuestras relaciones emotivas son de una gran complejidad como podemos ver en Shakespeare, por ejemplo. Referencias Giacomo Rizzolatti y Corrado Sinigaglia, Las neuronas espejo. Los mecanismos de la empatía emocional, Editorial Paidós, 2006