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PARECOXIB
DYNASTAT (Pharmacia)
GRUPO TERAPÉUTICO
- Grupo anatómico: (M) APARATO LOCOMOTOR.
- Grupo específico: M01AH. ANTIINFLAMATORIOS Y ANTIRREUMÁTICOS NO ESTEROÍDICOS.
Coxibes.
INDICACIÓN AUTORIZADA
Tratamiento a corto plazo del dolor postoperatorio.
DOLOR
El dolor es una experiencia sensorial y emocional de carácter desagradable que suele
asociarse a una lesión real o potencial. Puede ser clasificado de diversas formas,
ateniéndose a criterios variados. Según la duración, puede ser dividido en:
- Agudo: Generalmente implica una señal de alarma disparada por una lesión somática o
visceral, que generalmente dura lo que la lesión.
- Crónico: Es un dolor que persiste, al menos, durante un mes tras la resolución de la
lesión causal. En general, es un síntoma de una enfermedad que perdura y evoluciona.
Según la localización, el dolor puede ser clasificado en:
- Somático: Es un dolor bien localizado, circunscrito a la zona dañada y con sensaciones
claras y precisas. Suele afectar a la piel, las articulaciones, los músculos, los huesos,
los ligamentos, etc.
- Visceral: Está difusamente localizado y normalmente suele ir acompañado de intensas
reacciones vegetativas y motrices. Generalmente, está producido por lesiones en
vísceras, aunque puede no tener relación con una lesión, o incluso estar referido a
áreas superficiales distantes del origen.
También puede clasificarse la sensación dolorosa según el origen de los estímulos álgicos,
distinguiéndose entre el dolor nociceptivo o "fisiológico", que procede de los estímulos
relacionados con daños somáticos o viscerales, y el dolor neuropático o "patológico", que
procede del deterioro de estructuras del sistema nervioso, sin que existan lesiones en otros
órganos o sistemas.
Además, existen ciertos estados de hipersensibilidad que se traducen en el padecimiento
del dolor. Uno de los más característicos es la hiperalgesia, que supone una respuesta
exagerada a un estímulo normalmente doloroso pero de baja intensidad. Por su parte, la
alodinia indica un dolor producido por un estímulo que normalmente no suele causarlo
(estímulos táctiles, etc).
El dolor implica la transmisión de estímulos al Sistema Nervioso Central que delatan, en
general, situaciones peligrosas (“nocivas”, de ahí el término nocicepción) para el
organismo. En realidad, estos estímulos “nocivos” son absolutamente indispensables para
la subsistencia, ya que su ausencia impediría al cuerpo tomar ningún tipo de medida,
preventiva o paliativa, frente a cualquier agresión externa o trastorno interno.
Los “sensores” fisiológicos que generan tales impulsos son los nociceptores, que pueden
ser definidos como terminaciones nerviosas situadas en diversos órganos y tejidos, con
capacidad para discernir entre sucesos potencialmente lesivos y aquéllos de carácter
inocuo, y con capacidad de enviar información (estímulos) al Sistema Nervioso Central.
Los principales órganos sensoriales de los estímulos nociceptivos son los llamados
nociceptores polimodales (NPM), un tipo de fibras nerviosas carentes de mielina, sensibles
al dolor, al calor y a la presión.
Los nociceptores generan impulsos nerviosos que se propagan en sentido aferente (desde la
periferia hacia la estructuras nerviosas superiores). Esto exige la presencia de
despolarizaciones de la membrana neuronal, lo que provoca potenciales de acción. Las
despolarizaciones son consecuencia de las modificaciones iónicas inducidas, por diversas
sustancias, como resultado del flujo iónico a través de la membrana (fundamentalmente,
salida de potasio y entrada de calcio):
- Neurotransmisores: serotonina (potente algógeno), acetilcolina, histamina (leve
algógeno).
- Metabolitos celulares: ATP, ADP, K+.
- Dolor isquémico.
- Prostaglandinas: sin efecto directo. Potencian los efectos algógenos de serotonina y
bradicinina.
- Cininas (quininas o kininas): péptidos producidos por escisión proteolítica a partir de
precursores plasmáticos inactivos: bradicinina.
- Otras sustancias: capsaicina (que provoca la depleción de sustancia P).
Los nociceptores producen y liberan mediadores químicos de acción rápida en respuesta a
la estimulación. Generalmente, se trata de aminoácidos (ácido glutámico) o pequeños
péptidos (cadenas de hasta 25 aminoácidos), tales como la sustancia P, formada por 11
aminoácidos, considerado como el principal neurotransmisor nociceptivo en las fibras de
tipo C.
El impulso nociceptivo es transmitido por diversos tipos de conducciones nerviosas
(formadas, obviamente, por neuronas). La velocidad de transmisión del impulso varía
según el grado de mielinización de estas conducciones, al actuar la mielina como un
auténtico aisla nte eléctrico. Así, se ha estimado en un valor de 6 metros por segundo (6
m/s) por cada micra (µm) de grosor de la capa de mielina.
Dado que el diámetro neuronal es de 2 a 20 µm, la velocidad de conducción fisiológica de
los estímulos dolorosos está comprendida entre 12 y 120 m/s. En casos especiales, el
diámetro neuronal alcanza valores tan bajos como 0,2 µm, lo que implica velocidades de
transmisión de apenas 0,8 m/s.
Este tipo especial de neuronas juega un papel decisivo en la transmisión de los impulsos
que dan origen al dolor lento, y son denominadas fibras C. Las fibras con mayor grosor en
la capa de mielina (entre 1 y 6 µm) son denominadas fibras Aδ, que conducen los impulsos
causantes del dolor rápido (la velocidad de transmisión es de 6 a 35 m/s). Este último tipo
de fibras son las únicas activadas en los procesos en los que hay un intenso estímulo
cutáneo como, por ejemplo, el que se produce por el pinchazo de un alf iler.
El “viaje” de los impulsos nociceptivos es largo y complejo. Básicamente, implica un
recorrido desde los nociceptores, presentes en la piel y prácticamente los restantes
órganos y vísceras del cuerpo, hasta la corteza cerebral. No deja de ser una curiosidad el
hecho de que el propio cerebro carezca de receptores del dolor, cuando es el órgano, por
antonomasia, capaz de “traducir” los estímulos dolorosos.
El impulso nociceptivo recorre los nervios periféricos, llega a las capas superficiales del
asta dorsal espinal, asciende por alguna de las múltiples vías medulares, pasando por el
cerebro medio, para acabar en el tálamo, desde donde se distribuye hacia la corteza
cerebral.
Según el tipo de fibra (lenta o rápida), el acceso al tálamo se produce por vías medulares
diferentes. El complejo ventrobasal del tálamo (formado por los núcleos laterales y
posteriores) recibe conexiones neuronales procedentes del sistema de conducción rápida.
En estos núcleos están representados topográficamente la cara, la cabeza y el cuerpo, lo
que implica un elevado grado de especialización y selectividad en la ulterior interpretación
de los impulsos dolorosos a nivel de la corteza cerebral.
Las neuronas que siguen el sistema ascendente múltiple de la médula transmiten los
impulsos lentos (dolor lento), pasan por la formación reticular y terminan en los núcleos
medial e intralaminal del tálamo. A diferencia de los otros núcleos talámicos antes
indicados, estos últimos no muestran ninguna organización topográfica. Esto quiere decir
que no existe, o bien no se conoce, reciprocidad entre áreas determinadas de estos
núcleos y una localización orgánica específica. De los núcleos medial e intralaminal
irradian fibras aferentes en dirección a la corteza, al sistema límbico (relacionado con las
emociones y la memoria) y a los ganglios basales (implicados en el control de los
movimientos voluntarios).
Por todo esto, el tálamo aparece como el gran “discriminador” de los estímulos dolorosos
que ascienden por la médula.
Además de los estímulos nociceptivos aferentes (periféricos), existen vías descendentes de
los centros superiores que participan en la transmisión ascendente. Este sistema de
“control de apertura” o “barrera” permite modular la entrada de los impulsos aferentes.
El sistema inhibitorio descendente, en el que se basa el mecanismo de control de
apertura, parte de la actividad de neuronas encefalinérgicas de la sustancia gris presente
en torno al acueducto (Area Gris Periacueductal).
Estas neuronas excitan a las neuronas serotonérgicas (utilizan serotonina como
neurotransmisor) de un núcleo próximo, el Núcleo del Rafe Dorsal que, a su vez, excitan a
otras neuronas - también serotonérgicas - pertenecientes al Núcleo Magno del Rafe, las
cuales conectan directamente con la Sustancia Gelatinosa del asta dorsal de la médula
espinal, lugar donde actúan sobre neuronas encefalinérgicas, responsables últimas de la
acción inhibidora sobre la aferencia de estímulos nociceptivos.
Uno de los elementos esenciales del denominado “control de apertura” (barrera) es el
sistema inhibitorio descendente. Gracias a él, el propio cerebro es capaz de modular,
parcialmente al menos, la percepción de estímulos dolorosos. Este sistema inhibitorio
descendente basa su actividad en varios tipos de neurotransmisores, entre ellos la
serotonina y unas sustancias de carácter peptídico conocidas como encefalinas. Estas
sustancias actúan como transmisores inhibitorios, uniéndose a receptores específicos
situados en las membranas de las neuronas “encefalinérgicas”. La estimulación de tales
receptores parece capaz de anular la liberación de neurotransmisores excitatorios,
bloqueando así la transmisión del impulso doloroso. Estos receptores no son otros que los
receptores opioides, sobre los que actúan en mayor o menor medida los analgésicos
opiáceos (morfina, etc), de ahí que a las encefalinas también se las denomine como
"opioides internos" o endorfinas.
DOLOR POSTOPERATORIO
Constituye un dolor de carácter agudo que aparece como consecuencia de la estimulación
nociceptiva provocada por la agresión quirúrgica. El dolor postoperatorio tiene unas
características y su mayor intensidad se alcanza en las primeras 48-72 horas, disminuyendo
paulatinamente en días posteriores. Su incidencia, intensidad, calidad y duración depende
de diversos factores: del lugar y tipo de incisión, fisiología y psicología del paciente, la
preparación preoperatoria, técnica anestésica utilizada y la presencia de complicaciones
intraoperatorias, entre otros.
Las principales características del dolor postoperatorio son:
- Corta duración (persiste 2-5 días)
- Bien localizado
- Se acompaña de ansiedad y signos físicos autonómicos
- Puede evolucionar a dolor crónico
- Conlleva una serie de efectos adversos:
- Complicaciones respiratorias
- Complicaciones cardiocirculatorias
- Complicaciones digestivas
- Complicaciones metabólicas
- Complicaciones psicológicas
Otras complicaciones
La administración de analgésicos a intervalos regulares previene el dolor de forma superior
a la analgesia a demanda en el dolor postoperatorio, siendo los opiáceos los fármacos más
utilizados. En la actualidad, la técnica de PCA (analgesia controlada por el paciente)
proporciona un tratamiento del dolor postoperatorio más adecuado que con el tratamiento
convencional.
Otros tratamientos no convencionales, como la estimulación eléctrica transcutánea (TENS)
“per se”, no alivian el dolor postoperatorio. Sin embargo, usado junto con los opiáceos,
puede reducir las necesidades de los mismos y producir una disminución de la
complicaciones postoperatorias (atelectasias, íleo), así como la intensidad del dolor.
La premedicación con opiáceos y el bloqueo analgésico con anestésicos locales a distintos
niveles retarda el tiempo de requerimiento de analgesia en el postoperatorio.
En relación a la población infantil, existe un control inadecuado del dolor postoperatorio,
por lo que es necesario una mejora importante en su tratamiento.
Los métodos utilizados para conseguir una correcta analgesia postoperatoria que
proporcione al paciente el máximo confort, libre de dolor y colabore en lo posible en el
tratamiento postoperatorio son:
- Tratamiento farmacológico:
- Analgésicos no opiáceos (AINE).
- Analgésicos opiáceos.
- Opiáceos por vía epidural.
- Bloqueos analgésicos con anestésicos locales:
- Bloqueo del nervio femoral.
- Bloqueo intercostal.
Bloqueo paravertebral.
- Bloqueo plexo braquial.
- Bloqueo interpleural.
- Bloqueo epidural.
- Bloqueo caudal.
- Otros métodos:
- Oxido nitroso.
Crioanalgesia.
Estimulación nerviosa transcutánea.
El principal efecto farmacológico de los AINE está relacionado con su capacidad para
inhibir la síntesis de prostaglandinas, mediante el bloqueo de la actividad ciclooxigenasa
de COX-1 y COX-2. Sus efectividades terapéuticas como analgésicos, antipiréticos,
antiinflamatorios y antitrombogénicos es debida a esta capacidad de bloqueo, pero
también esta propiedad es responsable de su perfil toxicológico.
Durante mucho tiempo se consideró que el mecanismo de acción de los antiinflamatorios
no esteroídicos era único; es decir, la inhibición de la COX-1 (la única COX que se conocía),
tal como sugirió Vane y colaboradores. En 1976 se había conseguido purificar la COX-1 a
partir de las glándulas vesiculares ovinas y bovinas.
No fue hasta 1990 que Masferrer formuló la hipótesis de la existencia de dos COX
diferentes, basándose en la evidencia de que los esteroides inhibían el incremento de la
actividad COX inducida por lipopolisacáridos bacterianos en macrófagos, sin afectar a la
producción basal de prostaglandinas o de leucotrienos. Esto condujo al aislamiento de la
isoenzima COX-2 en 1991, a partir de fuentes humanas y animales.
La COX-1 es expresada de forma constitutiva en prácticamente todos los tejidos, mientras
que la COX-2 parece estar constitutivamente restringida sólo a cerebro, riñones, huesos,
testículos, ovarios, útero, células epiteliales de la tráquea e intestino del gado, en niveles
muy bajos.
La COX-1 es responsable de la producción local de prostaglandinas, necesarias para el
mantenimiento de la función renal, integridad de la mucosa gástrica, hemostasis vascular y
respuesta autocrina a las hormonas circulantes. Frente a ello, la COX-2 es un enzima
inducible capaz de incrementar su producción hasta 20 veces en macrófagos, monocitos,
sinoviocitos, condrocitos, fibroblastos, osteoblastos y células endoteliales, por acción de
multitud estímulos inflamatorios: IL-1, TNF, lipopolisacáridos, mitógenos (forboles),
factores de crecimiento diversos, etc.
Asimismo, se ha observado un notable aumento de la expresión de COX-2 en adenomas y
carcinomas colorrectales. También se ha apreciado esto mismo en cánceres de mama y de
cuello y cabeza.
Ambos enzimas están codificados en genes separados en diferentes cromosomas. La COX-1
está en el cromosoma 9, mientras que la COX-2 está en el cromosoma 1. El gen que
codifica la COX-2 contiene regiones características de genes de respuesta rápida, que
permiten una rápida sobreexpresión en respuesta a estímulos inflamatorios, así como una
rápida infraexpresión en ausencia de una estimulación continuada. Por el contrario, la
expresión del gen que codifica la COX-1 se produce de forma natural en prácticamente
todos los tejidos sanos y no es sobreexpresado por los estímulos antiinflamatorios, lo que
implica una expresión constitucional o constitutiva.
Aunque ambos enzimas presentan un 60% de homología, hay algunas diferencias en la
secuencia de aminoácidos que delimita loas zonas activas de las COX. En este sentido, la
zona de unión inhibitoria es un 25% más grande en la COX-2 que en la COX-1, debido a la
sustitución de un único aminoácido (valina por isoleucina en la posición 523) y la COX-2
tiene un hueco interno secundario fuera de la zona inhibitoria, no observado en la COX-1.
En la búsqueda de este tipo de inhibidores selectivos de la COX-2, se desarrollaron
estructuras del tipo arilmetilsulfonas y arilmetilsulf onamidas que fueron objeto de un
intenso análisis como inhibidores competitivos, selectivos y reversibles de la COX-2. Los
primeros precursores fueron ciertas oxicamas que, como meloxicam, mostraron una cierta
selectividad hacia COX-2 (tres veces más selectiva frente a COX-2 que sobre COX-1). Sin
embargo, ninguno de ellos mostró una selectividad lo suficientemente elevada hacia la
COX-2 como para presentar un perfil de efectos adversos significativamente diferentes de
los antiinflamatorios convencionales.
El primer antiinflamatorio comercializado (en Estados Unidos) capaz de actuar de forma
eficazmente selectiva sobre COX-2, sin afectar sustancialmente a COX-1, fue el celecoxib.
Posteriormente, otro fármaco de la misma familia, el rofecoxib, recibió la pertinente
autorización por parte de la FDA norteamericana. En España, sin embargo, el orden de
comercialización fue a la inversa.
ACCIÓN Y MECANISMO
Parecoxib tiene acciones analgésica, antiinflamatoria y antipirética. En realidad es un
profármaco del valdecoxib, el cual es formado tras la hidrólisis prácticamente total del
parecoxib en el plasma sanguíneo, tras su administración parenteral.
Valdecoxib es un inhibidor selectivo de la ciclooxigenasa de tipo 2 (COX-2). En pruebas
realizadas in vitro, empleando enzimas humanos recombinantes, mostró ser 28.000 veces
más selectivo a COX-2 con relación a COX-1.
En ensayos empleando sangre humana entera, los valores correspondientes de IC50 para la
producción de PGE2 inducida por lipopolisacáridos bacterianos (una función fisiológica
ligada a la COX-2), en relación a la producción de TXB2 (una función típica de la actividad
COX-1) fue de 28,5. Esta relación fue de 1,5-6,6 para celecoxib, de 35,5 con rofecoxib y de
105 con etoricoxib.
Tras la administración IM o IV de 40 mg de parecoxib, la actividad analgésica comienza a
percibirse al cabo 7-13 minutos, con analgesia significativa a los 23-29 minutos, alcanzando
un efecto máximo que se mantiene durante al menos dos horas. El efecto analgésico se
mantiene entre 6 y 12 horas en la mayor parte de los pacientes.
La administración IM o IV de 40 mg de parecoxib se considera equipotente con la
administración de 60 mg de ketorolaco IM o 30 mg IV.
Parecoxib, en dosis terapéuticas, no parece tener ningún efecto sobre la agregación
plaquetaria ni sobre el tiempo de hemorragia en sujetos sanos, ni parece afectar al efecto
antiagregante plaquetario del ácido acetilsalicílico.
ASPECTOS MOLECULARES DEL NUEVO FÁRMACO
El parecoxib es un profármaco del valdecoxib, formado por desacetilación hidrolítica del
resto sulfamídico N-sustituido. La utilización como profármaco deriva del hecho de que el
valdecoxib es muy poco soluble en agua, lo que dificultaría su administración en forma de
solución líquida. Parecoxib es muy hidrosoluble (en forma de sal sódica).
Los coxib se encuadran dentro de las estructuras del tipo aril-metilsulfonas y arilmetilsulfonamidas, aunque con sorprendentes semejanzas estructurales con "viejos
conocidos", como las pirazolidinodionas
(fenilbutazona, oxifenbutazona), potentes
aunque tóxicos antiinflamatorios, ya en plena
decadencia clínica.
Debido a la gran similitud existente entre COX1 y COX-2, resulta complicado identificar las
condiciones físico-químicas y estructurales
útiles para el diseño de inhibidores selectivos
de COX-2. A pesar de ello, continúan
desarrollá ndose diversos métodos de análisis y
diseño molecular para revelar las zonas más
adecuadas de la COX-2 para el diseño de
ligandos selectivos y la identificación de grupos
químicos que podrían ser añadidos al núcleo
básico para incrementar la selectividad del
ligando.
Parecoxib
está
muy
relacionado
estructuralmente
con
rofecoxib
y,
especialmente, con celecoxib.
EFICACIA CLÍNICA
La eficacia y seguridad clínicas del parecoxib ha sido adecuadamente contrastadas en
varios estudios clínicos controlados.
En un estudio doblemente ciego y controlado con placebo realizado sobre 60 mujeres
sometidas a cirugía ginecológica, se les administró parecoxib IV (20 o 40 mg) o placebo
cada 12 horas, cuando las pacientes solicitaron medicación analgésica tras la intervención.
Todas las pacientes tuvieron acceso a un sistema de analgesia controlada por el propio
paciente, mediante morfina IV. Las cantidades de morfina empleadas por las pacientes a
las 6, 12 y 24 horas de la operación fueron de 25, 34 y 51 mg con placebo, de 16, 24 y 34
mg con la dosis de 20 mg de parecoxib, y de 17, 23 y 33 mg con la dosis de 40 mg. Los
índices de dolor postoperatorio y la incidencia de efectos adversos fueron similares en
todos los grupos de tratamiento.
En otro estudio se valoró también en pacientes sometidos a cirugía ginecológica, pero en
comparación con ketorolaco y morfina. El estudio en cuestión, multicéntrico y doblemente
ciego, se llevó a cabo sobre 202 pacientes sometidas a histeroctomía abdominal o
miomectomía, que presentaron dolor moderado o intenso tras la recuperación anestésica
de la intervención. Las pacientes recibieron por vía IV una dosis de parecoxib (20 o 40 mg),
ketorolaco (30 mg), morfina (4 mg) o placebo. La eficacia analgésica y la tolerabilidad
fueron evaluadas durante las 24 h siguientes a la dosis o hasta que la paciente solicitó
analgesia de rescate. Al final del estudio, las dos dosis de parecoxib y el ketorolaco
demostraron ser significativamente superiores al placebo y a la morfina.
En otro estudio doblemente ciego, multicéntrico y controlado con placebo realizado sobre
208 pacientes sometidos a cirugía ortopédica de rodilla, se les administró una única dosis
IV de parecoxib (20 o 40 mg), morfina (4 mg), ketorolaco (30 mg) o placebo. El nivel y la
duración de la analgesia fue significativamente superior con parecoxib y ketorolaco, en
relación a la morfina y al placebo. No se observaron diferencias entre parecoxib y
ketorolaco.
La eficacia analgésica del parecoxib en pacientes sometidos a cirugía dental menor
(extracción de dos o más piezas molares) se evaluó en un estudio doblemente ciego y
controlado con placebo, realizado sobre 304 pacientes. Estos recibieron una única dosis de
parecoxib (20 o 40, IV o IM), ketorolaco (60 mg, IM) o placebo. Los resultados indicaron que
las dosis iguales de parecoxib IM o IV fueron comparables en cuanta a eficacia, aunque los
tratados por vía IM tardaron más tiempo en solicitar la medicación analgésica de rescate.
Ambas dosis de parecoxib fueron comparables al ketorolaco IM en tiempo de obtención de
la analgesia, aunque la dosis de 40 mg de parecoxib tuvo una duración de acción
significativamente más prolongada.
En otro estudio controlado y doblemente ciego, realizado sobre pacientes que acababan de
ser sometidos a una endoscopia, un conjunto de sujetos sanos con edades comprendidas
entre los 66 y los 75 años fueron tratados con parecoxib IV (10 mg/12 h), naproxeno oral
(500 mg/12 h) o placebo, durante una semana; o con placebo durante dos días, y
ketorolaco (15 mg/12 h) durante cinco días. Al final del tratamiento, volvió a realizarse
una nueva endoscopia, observándose entre los primeros 17 sujetos estudiados la existencia
de úlceras en todos aquellos que no habían sido tratados con parecoxib (4/4 con
ketorolaco, 2/4 con naproxeno y 2/5 con placebo. Debido a estos resultados, se dio por
terminado el estudio.
ASPECTOS INNOVADORES
El parecoxib forma parte del grupo de coxibes de los AINE. Su eficacia analgésica es
equiparable a la de otros AINE empleados en la indicación ahora autorizada para este
nuevo fármaco, la analgesia postquirúrgica. Esa, evidentemente, no es la cuestión
principal, dado que es tan obvia como ajustar las dosis a la equipotencia con los AINE de
referencia, y en este caso con ketorolaco.
Así pues, la eficacia del nuevo producto está en la línea de lo esperado en el grupo general
de los AINE. Lo que no está tan claro es la cuestión de la seguridad, no tanto porque el
parecoxib haya demostrado ningún riesgo especial, sino más bien por lo contrario.
En efecto, el argumento que ha avalado, con mayor o menor sentido, la innovación de los
coxib ha sido, justamente, el de la supuesta menor ulcerogenicidad de estos fármacos,
fruto de su acción antagonista selectiva sobre la COX-2. Aunque, en general, esta
afirmación tienden a considerarse como válida, lo cierto es que esto requiere ser
adecuadamente matizado. Lo que parece demostrado en cuanto a seguridad de los coxib es
su menor incidencia de eventos digestivos graves (hemorragias, úlceras, etc) en
tratamientos prolongados. Que esto mismo pueda decirse en tratamientos cortos, o incluso
en dosis únicas es harto cuestionable y, desde luego, los datos clínicos no parece ayudar
mucho en este terreno.
Cierto es que hay algún estudio de uso a corto plazo que podría sugerir una imagen de
seguridad del parecoxib sobre el resto de alternativas, pero los datos son difíciles de
interpretar y el hecho de que hasta en los pacientes tratados con placebo se hubiesen
registrado casos de úlcera, pero no en los tratados con parecoxib, no permite sacar
conclusiones generalizables sobre seguridad. Que el parecoxib pueda reducir el riesgo de
úlcera con respecto a otros AINE puede ser una hipótesis aceptable, pero que se comporte
como un gastroprotector para pacientes previamente sanos que se vuelven ulcerosos en
pocos días por el simple arte de ser incluidos en un ensayo clínico, eso ya es arena de otro
costal.
En fin, el producto es eficaz y los datos de seguridad no muestran elementos que hagan
sospechar riesgos especiales. En definitiva, una alternativa más a considerar en la
analgesia postoperatoria, pero sin que se aprecien elementos innovadores.
El día 22 de marzo de 2002 la Comisión Europea emitió una autorización de
comercialización válida para toda la Comunidad Europea para Dynastat®, basada en el
dictamen favorable y en el informe de
evaluación realizado por el Comité de
Especialidades Farmacéuticas (CPMP) emitidos el día 15 de noviembre de 2001.
OTROS FÁRMACOS SIMILARES REGISTRADOS ANTERIORMENTE EN ESPAÑA
Fármaco
Celecoxib
Rofecoxib
Especialidad
Celebrex
Vioxx
COSTES DIRECTOS DEL TRATAMIENTO
Indicación: Dolor postoperatorio (vía IM).
Dosis diarias y coste
Dosis adulto
Coste/dosis
Laboratorio
Monsanto
Merck Sharp & Dohme
PARECOXIB
40 mg
10,73 €
Año
2000
2000
KETOROLOACO
60 mg
3,14 €
VALORACIÓN
PARECOXIB
DYNASTAT (Pharmacia)
Grupo Terapéutico (ATC): M01AH. ANTIINFLAMATORIOS Y ANTIRREUMÁTICOS NO
ESTEROÍDICOS. Coxibes.
Indicaciones autorizadas: Tratamiento a corto plazo del dolor postoperatorio
VALORACIÓN GLOBAL: SIN INNOVACIÓN. No implica ninguna mejora farmacológica
♣
ni clínica en el tratamiento de las indicaciones autorizadas.
BIBLIOGRAFÍA
-
-
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