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SUPERIOR GENERALE
CONGREGAZIONE DEI SACERDOTI
DEL SACRO CUORE DI GESÙ
Dehoniani
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Prot. N. P0030/2011
Roma, 25 de febrero de 2011
Queridos todos:
Celebrar el nacimiento de una persona estimada y venerada es reconocer que su existencia es
para nosotros un don de Dios. El 14 de marzo, día del nacimiento del P. Dehon, merece ser
celebrado con acción de gracias y con la plegaria por nuevas vocaciones, religiosas y laicales,
que puedan llevar hacia delante el camino que nos ha transmitido. La fecha es también una
buena ocasión para conocer mejor su rica personalidad y la profunda experiencia de fe de
nuestro Fundador.
Este año invitamos a la Familia Dehoniana a repensar de nuevo, un aspecto fundamental
del carisma dehoniano, con la ayuda de una entrevista preparada por el P. Stefano Tertünte
(GE), a quien se lo hemos pedido y agradecemos cordialmente. Sobre el argumento, queremos
recordar lo que el P. Dehon había escrito en 1910:”He sido guiado por la Providencia para
abrir diversos surcos, pero dos dejarán, sobre todo, una huella profunda: la acción social
cristiana y la vida de amor, de reparación e inmolación al Sagrado Corazón de Jesús. Mis
libros, traducidos en varias lenguas, hacen llegar a todas partes esta doble corriente que brota
del Corazón de Jesús. ¡Gracias a Dios!” (NQT XXV/1910, 33)
Gracias a Dios, decimos también nosotros, por el nacimiento del P. Dehon, por su vocación y
misión. Y damos gracias al Señor por la gracia de poder ser discípulos de un maestro y pastor
“que siempre ha estado atento para estar presente entre los hombres de su tiempo, sobre todo
entre los más pobres, entre los que carecían de recursos, de razones para seguir viviendo, sin
esperanza alguna”.
Gracias también por la Iglesia, que continúa a proponer en formas nuevas su misión, como
hace 40 años, como se decía en el Sínodo de los Obispos en 1971: “El trabajar por la justicia y
el participar en la transformación del mundo, se nos aparece claramente como la dimensión
constitutiva del Evangelio”(Justicia en el mundo, 6).
Reverendo P. Dehon, dentro de poco, celebraremos su 168 aniversario de su nacimiento.
Acaso sería un buen momento para considerar desde una cierta distancia, algunos temas que
a usted, como Fundador, le eran muy presentes en su tiempo.
Querido hermano, mis años no me permiten ya largas entrevistas, si fuera tan amable como
para limitarse a algunos temas centrales… se lo agradecería.
Comencemos, pues, con una pregunta muy sencilla: ¿Qué año ha sido para Ud. como
Fundador de una Congregación, el más difícil?
Debes saber que, como Fundador de una congregación religiosa, estaba continuamente
confrontado a tantos problemas: la salvaguardia de la independencia de la Congregación de
frente a la Diócesis, era una lucha continua; los problemas económicos me han acompañado
hasta el fina de mi vida, el reconocimiento por parte de Roma era extremadamente difícil, la
calidad de los nuevos cohermanos dejaba mucho que desear. Todos estos son problemas que
forman parte de una nueva Congregación –creo que los habíamos resuelto y afrontado todos
bien. Pero la confrontación acerca de la dirección y el perfil que había que dar a la
Congregación, fueron causa de desilusiones y tuvieron sus consecuencias. En este sentido
1897, fue el año más difícil.
Pero¡el 1897 también fue un año grande para Ud! Las conferencias de Roma sobre la visión
cristiana de la sociedad, que han tenido un eco hasta en Francia; su empeño por la
Democracia cristiana y por la aceptación por parte de los católicos franceses, en congresos,
artículos y muchos encuentros con exponentes del catolicismo francés; su elección para el
consejo nacional de la Democracia Cristiana, el congreso de Lyon; la publicación de sus
libros Nos Congrés e Les Directions Pontificales…
Sí, sí todo esto es verdad. Pero Ud. me ha preguntado por un año difícil, como fundador de
una congregación. Está claro que se puede decir que 1897 ha sido un año, para mí, rico de
éxitos. Me he encontrado efectivamente a mi gusto. Como fundador era mi deseo que la
congregación participara, y se empeñase más intensamente en los desafíos actuales, referentes
al campo social, a la sociedad en su conjunto. La pastoral de los obreros, alrededor de la
figura del P. Charcosset a Val-des-Bois, formaba parte de nuestras primeras actividades, y el
P. Rasset, se ha ocupado por muchos años en San Quintín de los jóvenes obreros, En 1891, es
más, he dirigido una carta al Papa León XIII y lo he informado del proyecto que la nueva
Congregación tenía de la preparación y formación, ante todo, de cohermanos destinados al
apostolado específico en las grandes fábricas y barriadas obreras, y que debían seguir su
formación tanto en la universidad como en las fábricas de Val-des-Bois.
Todavía en 1895 conversando con el Papa he habado de la Congregación, de una
Congregación que tenía como prioridad el anuncio en el campo social, el apostolado de los
obreros y la Misión. Pero, no mucho más tarde, en 1897, he podido constatar que la mayor
parte de nuestros cohermanos non compartía esta impostación y, puede, que no podían ni
siquiera condividirla.
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Resistencias contra Ud. como Superior General ya se habían manifestado antes, al principio
de los años 90, por ejemplo.
Sí, es verdad. Ya en el capítulo general de 1893, algunos cohermanos han intentado no
reelegirme como superior general. Entonces me echaban en cara un gobierno defectuoso de la
Congregación. Por poco no lograron su intento, pero las tensiones dentro de la Congregación
permanecieron. En 1897 hubo otra tentativa de escisión que no salió adelante. Pero esta vez
quedó evidente que no se trataba de la calidad de mi gobierno. Estaba claro que se trataba
sobre el perfil de nuestra Congregación, se puede decir, sobre nuestro carisma.
¿Piensa Ud. en la carta del P. Blancal y de otros cinco cohermanos?
Exacto. En realidad era más un manifiesto que una carta. En el fondo era un escrito muy
honesto en el que se ponía toda la carne el asador, los problemas. Para los autores estaba en
juego la pregunta sobre la verdadera vocación de nuestra Congregación. Habían ingresado en
una comunidad que, a su parecer, estaba consagrada sobre todo a la santificación personal
mediante una devoción al Corazón de Jesús, en el sentido de la reparación por las numerosas
ingratitudes, sobre todo de los sacerdotes y religiosos hacia el Amor divino. Con respecto al
apostolado se privilegiaba la adoración eucarística perpetua, las misiones en las comunidades
parroquiales y los ejercicios espirituales. Todo lo demás era, según sus palabras, algo
secundario de lo que se podía prescindir.
Ellos, han visto esta vocación traicionada por mí, por el rápido crecimiento de la
Congregación, la expansión por países lejanos, el empeño en los problemas sociales más
actuales. Por tanto, lógicamente, exigían una separación.
También este tentativo de escisión ha fracasado, a pesar de todo. Muy pronto alguno de los
firmantes ha presentado sus excusas. Al final, Ud. ha vencido el desafío. ¿No es verdad, P.
Dehon?
No se trata de una victoria o de una derrota. Se trataba más bien de cómo definir de qué
manera específica nuestra Congregación debía servir a la Iglesia y al mundo. En los primeros
años de la fundación habría dado, probablemente, mi aprobación incondicional. a la
descripción de la vocación hecha por el P. Blancal y de los otros cohermanos. Pero creo que
todavía no habíamos entendido lo que Dios quería, con y mediante, esta Congregación.
Después de la carta del P. Blancal, ¿estaba más claro lo que Ud. pensaba cuál era el
carisma de la Congregación?
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La carta del P. Blancal nos hacer ver que, los cohermanos habían entendido muy bien que este
empeño, habría debido caracterizar también nuestra Congregación. Y esto tiene motivaciones
que ahondan sus raíces profundas en la espiritualidad, en la experiencia de fe –esto hoy es
mucho más claro que entonces. Para mí el empeño en la política, por una sociedad más justa,
la voluntad de promover sacerdotes dedicados al mundo del trabajo, no eran solo accesorios
que se podían poner o no poner, sin tocar el núcleo de nuestra vocación.
Pero, acaso, muchos cohermanos, piensan que este compromiso social y político era, por
decirlo de algún modo, su pasión personal, pero no algo específico de la Congregación,
La carta del P. Blancal demuestra que los cohermanos habían entendido muy bien que este
empeño debería haber caracterizado también nuestra Congregación. Después de 1897 he
callado. Solo en 1912, treinta y cinco años después de la fundación de la Congregación, para
decirlo de algún modo como mi testamento espiritual, donde una vez más ponía en evidencia
que los dos apostolados estaban dentro de mi corazón: llevar a los hombres al Amor del
Corazón de Jesús, y promover una sociedad más justa especial para los obreros y los
pequeños. Cuanto estas cosas eran parte de mí mismo, y cuánto eran inseparables, lo he
podido formular solo más tarde en mi vida, aunque lo he vivido ya en los años 90, que para
mí fueron de mucha actividad. Muchos cohermanos no obstante olvidaron una pequeña
palabra en estas frases.
¿Qué palabra era ésta?
La palabra “E”. Muchos cohermanos son piadosos y activos en la acción pastoral, algunos en
el decurso de nuestra historia se han entregado con mucha generosidad al servicio de los
pequeños y de los oprimidos, poquísimos se ha dedicado en modo competente a la
profundización de la doctrina social, a los caminos y al análisis de la sociedad.
Frecuentemente los cohermanos se deciden por uno u otro apostolado. Para mí, los dos
caminan juntos.
Muchos hombres, y también cohermanos, se preguntarán todavía que cosa ha de compartir el
compromiso social con la piedad.
Mi convicción y experiencia me decían siempre que el Amor de Cristo quiere cambiar el
mundo, tanto el pequeño, el privado, como las realidades más amplias sociales…
Ciertamente, hubiera sido más sencillo limitarse a la pastoral parroquial y a las misiones
populares. Hubiera sido también más simple decir: la sociedad va por derroteros equivocados
– pero nosotros no participamos en ello. Actuando de este modo, ¿hubiéramos respondido a
las esperanzas ya la dinámica de Cristo? No lo creo.
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Por mucho tiempo Ud. ha apostado por una sociedad, guiada por un monarca cristiano, tal
como lo habían urgido las visiones de Santa Margarita María de Alacoque.
Yo mismo, por mucho tiempo, he soñado con cosas que ya estaban superadas, he pensado con
nostalgia a los buenos tiempos pasados, en los que el cristianismo condicionaba cada fibra de
la vida social. Si, todavía este pensamiento conserva aún una cierta fascinación para mí. Y por
mucho tiempo he caminado al lado de católicos que se han empeñado por un retorno a la
sociedad de otros tiempos. Los llamaban contrarrevolucionarios. Pero Cristo ha vivido el
presente, lo ha cambiado, lo ha mejorado.
En 1900, he preguntado a los sacerdotes participantes a un congreso en Bourges: ¿hemos
amado suficientemente la sociedad actual, o nos hemos echado para atrás ante
sus desafíos temiendo el quedar mal? La pregunta sigue abierta hasta nuestros días.
Parece que en el curso de su vida usted ha vivido una evolución muy notable.
Ciertamente sí. En fin, de estudiante y joven sacerdote, he sido un ardiente defensor de la
monarquía. Pero el precio hubiera sido alto, y con el tiempo me he clarificado. No importa
tanto que un país sea gobernado por un monarca, un presidente o un parlamente. Lo que es
importante es, si la justicia y la solidaridad aseguran a todos los hombres una vida digna. El
pueblo en Francia quería la república –mi objetivo era luchar para que la república llevara lo
más posible un sello cristiano; en la cual, la Iglesia fuera reconocida como aliada de los
débiles, sobre todo de los trabajadores, y de su esperanza de justicia.
Si he entendido bien, ha debido pagar un precio alto por este empeño: amigos que lo han
abandonado, cohermanos que no lo han entendido…
Cuando era joven estudiante y sacerdote, no me hubiera imaginado llegar a ser un día
criticado y rechazado por un obispo como “republicano recalcitrante”. Sí, abbés como
Lemire, Naudet, Six, yo mismo y otros, no éramos bien vistos en muchas partes del mundo
católico en Francia. Aun con hombres como Latour de Pin, de quien era amigo, han
disminuido los contactos, porque permanecía monárquico y no quería mancharse las manos
en la nueva sociedad. Cuando leo lo que he escrito en los años 90, en artículos, cartas y libros,
me sorprendo yo mismo de mi evolución y la claridad de mis posiciones. Vuelvo a repetirlo:
Cristo no se ha retirado nunca en un gheto social para ponernos mala cara – pues entonces
podría enseguida renunciar a la encarnación. Se ha puesto al lado de la gente sencilla, de los
despreciados y marginados. He intentado hacer la misma cosa.
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Con su “Sí”, comprometido con república francesa, su atención por la Democracia
Cristiana, ¿en el fondo, usted, ha traicionado el espíritu de Paray-le Monial y de Margarita
María de Alacoque?
El mensaje de Paray-le- Monial, desde el principio era un mensaje muy político. En su carta al
rey de Francia, Margarita María de Alacoque, habla muy claramente de una devoción al
Sagrado Corazón que sea relevante y efectiva para la sociedad. Ninguna señal de una
reducción a la esfera privada, todavía Margarita María no se había enfrentado con una
sociedad en la que, el acceso al poder y su ejercicio, funcionasen totalmente separados de la
Iglesia y en la que los monarcas no desempeñaban ningún papel. Para mí, la cuestión estaba
muy clara: solo al lado del pueblo, solo en una república deseada por el pueblo, sería posible
permanecer fiel a la relevancia social de la devoción al Sagrado Corazón – así como lo había
pedido Santa Margarita María de Alacoque. No, ciertamente, no he traicionado a Margarita
María, acaso he dado un paso adelante – pero, ¿existe otra posibilidad si el mundo ha dado
tantos pasos hacia delante desde los tiempos Margarita María?
Queridos hermanos y hermanas en la Familia Dehoniana, es cierto que el mundo continúa a
cambiar. Demos también nosotros nuevos pasos, poniéndonos como el P. Dehon, al servicio
de una sociedad según el Corazón de Cristo.
Por esto, rezamos y pedimos la oración de otros, para crecer en la fidelidad del carisma
dehoniano. El Señor de la mies suscite nuevas vocaciones en nuestras familias y
comunidades.
En comunión Cristo.
P. José Ornelas Cravalho
Superior General y Consejo
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