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Transcript
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AUGUSTO PEREZ LINDO
Filosofía, globalización y Educación Superior
Publicado en: Manuel Bernales Alvarado; Marcelo Lobosco (comps.) Filosofía, Educación y
Sociedad Global, UNESCO – Ediciones del Signo, Bs.As., 2005, pp.109-118
Resumen
Tratamos de mostrar en este trabajo las articulaciones entre la Filosofía, la globalización y la
Educación Superior. Indagamos primero sobre el sentido de los conceptos de “globalización”,
“mundialización”, “universalización”. Señalamos que la Filosofía apunta a la universalidad de
los conceptos mientras padece en muchos aspectos de etnocentrismo. En la era de la
globalización se impone asumir un pensamiento multicultural. Asimismo, se indica que la
Filosofía no enfrenta como debiera los cambios de paradigmas que se están produciendo. Se
proponen temas y cambios en la dinámica de la Educación Superior sudamericana para
enfrentar los desafíos de la globalización y del subdesarrollo. La búsqueda de la integración
regional conduce a repensar la consciencia histórica, el modelo cultural y la Educación
Superior. Tratamos de señalar los aportes de la Filosofía en este proceso.
FILOSOFIA, GLOBALIZACIÓN Y EDUCACIÓN SUPERIOR
I
Los conceptos de “globalización”, “mundialización” y “universalización” suelen
pasar por equivalentes en el lenguaje ordinario.1 Sin embargo, podemos distinguir en
cada uno de ellos matices diferentes. Tratándose de la Filosofía no debemos olvidar que
su proyecto encierra una búsqueda de la “universalización”. Idea que estuvo presente en
el Budismo, en el Catolicismo, en el Renacimiento, en el Iluminismo, en el Marxismo y
otras corrientes. En el fondo, como señala Claude Lévi-Strauss en “Raza e historia”2 , se
trata de realizar el movimiento constante de las culturas hacia la singularización y la
universalización.
El concepto de “globalización” se fue imponiendo hacia 1990. En todos los
foros se asumió que el mundo ahora está totalmente conectado a través de los medios
de comunicación, los transportes, la economía capitalista y los sistemas informáticos.
Todos coinciden en que por primera vez todas las culturas, los pueblos, los miembros
del planeta están conectados entre sí y constituyen un nuevo sistema-mundo. Los
Ver: Augusto Pérez Lindo, “Globalización, postmodernidad, mutaciones: cambios del mundo y cambios
de paradigmas”, en: A. Pérez Lindo (comp..) Nuevos paradigmas y filosofía, Oficina de Publicaciones
del CBC, Bs.As., v.3, 1997, pp.5-53
2
C.Levi-Strauss, Race et Histoire, Gonthier, Paris, 1961
1
2
movimientos ecologistas contribuyeron a destacar la globalidad de los problemas
ambientales.
Cuando Marx y Engels redactaron hacia 1844 el “Manifiesto Comunista”
reconocieron que la revolución industrial y el capitalismo estaban dejando atrás las
formas antiguas de producción y tendían a crear un espacio económico universal, lo que
consideraban como propio de la evolución histórica. Frente a la “mundialización” que el
capitalismo estaba operando opusieron la internacionalización de las luchas sociales, o
sea, la lucha de clases a escala internacional. El concepto de mundialización fue
asimilado por otra parte a la idea del progreso de la humanidad. Durante la mayor parte
de los siglos XIX y XX la mundialización capitalista (bajo las formas del progreso
económico-tecnológico o bajo las formas del colonialismo o el imperialismo) encontró
un correlato en la internacionalización de las luchas sociales e ideológicas que el
socialismo bajo sus distintas expresiones divulgó en todas partes durante más de un
siglo.
Si rastreamos un poco más atrás veremos que en distintos momentos históricos
se tuvo la intuición de que la humanidad podía encontrar su destino en un proyecto
global. Por ejemplo, los jesuitas desde el siglo XVI habían concebido un sistema de
colegios y bibliotecas conectados en los cinco continentes. Llegaron a intentar la
conversión al catolicismo del Emperador chino y por lo tanto de todos sus súbditos. En
América del Sur habían iniciado la evangelización mediante el aprendizaje de las
lenguas vehiculares aborígenes como el quechua y el guaraní. Fue uno de los intentos
más audaces que en el pasado se imaginaron para llegar a la mundialización mediante el
conocimiento.
También podemos evocar la experiencia más lejana
de la Biblioteca de
Alejandría. que dio origen desde el siglo IV a.C. al desarrollo de un sistema de
educación superior libre, cosmopolita, pluralista.3 Los reyes Ptolomeo idearon el
proyecto de un centro que contuviera los conocimientos de todas las culturas en todos
los campos disciplinarios. Recibían alumnos de la India, de China, de Arabia, de Africa,
de Europa, de todo el mundo conocido entonces. El acceso a los libros era libre, lo
mismo que el contacto con los sabios y especialistas de distintas disciplinas que eran
invitados a residir en el Museion. La ciudad-puerto se convirtió en el primer mercado
3
Ver: A. Pérez Lindo (2003). Universidad, conocimiento y reconstrucción nacional, Biblos, Bs.As.,
Cap. 2: “La evolución de la educación superior”.
3
mundial de bienes culturales e intelectuales. Se traficaban a precios altísimos
manuscritos filosóficos, religiosos, médicos y otros. Este ensayo precursor de un centro
científico y universitario libre, cosmopolita y pluralista quedó trunca en el siglo IV d.C.
y recién en el siglo XX encontramos tentativas equivalentes.
II
La evocación de estas experiencias históricas sirve para destacar que la idea de
“mundializar” las culturas y los conocimientos tiene antecedentes lejanos. En este
sentido la “globalización” actual no es una novedad absoluta, aunque tenga
características inéditas. Si profundizamos un poco más el análisis constataremos que la
búsqueda de una comunidad universal estuvo presente en distintos momentos de la
historia de la humanidad. Podríamos entonces sostener esta tesis: tanto la
particularización (o sea, la construcción de la identidad étnica y luego la
individualización) como la universalización forman parte de la evolución humana
desde hace varios milenios. En el libro “Raza e historia” que Lévy-Strauss escribiera
para la UNESCO en 1952 encontramos la tesis de que las culturas humanas parecen
oscilar entre la afirmación de las particularidades y la búsqueda de lo universal.
La invención de la filosofía por los filósofos jónicos en la Grecia Antigua y por
los budistas en la India hacia el siglo VI a.C. tiene una particular relevancia en la
formación de una “conciencia universal”. Podemos considerar que así como las
religiones monoteístas, 10.000 años atrás,
habían combatido el animismo y el
politeísmo introduciendo la idea de Un ser trascendente al mundo que religaba a todas
las conciencias humanas entre sí y con la naturaleza, la Filosofía introdujo la idea de
que era la razón (o el conocimiento entre los budistas) lo que sostenía la construcción de
un universo compartido por todos los humanos. Es cierto que los filósofos jónicos
identificaron los primeros principios con el aire, el sol, la tierra, el agua y otros
elementos. Pero muy pronto se impuso la conciencia de que el principio universal surgía
del Logos, de la Razón. Los budistas, por su parte, siempre rechazaron toda
representación substancialista prefiriendo hablar del “conocimiento” sin presuponer ni
la existencia de un alma individual ni un universo organizado a través de totalidades.
La Filosofía aparece entonces en la historia de la humanidad como una reflexión
que revela al ser humano dotado de una capacidad universal para pensar el mundo. Y
aunque en principio se creyó que esto fuera un atributo de unos pocos iniciados en el
uso sistemático de la inteligencia muy pronto se reconoció que la búsqueda del saber y
4
de la verdad estaban al alcance de cualquier ser humano, algo que estaba implícito,
pero negado, en diversas culturas anteriores al desarrollo de la filosofía.
Una de las particularidades de la filosofía es que postuló la “universalidad”
como atributo necesario de todo enunciado que pretendiera ser “verdadero”. La
amalgama verdad-universalidad fue claramente percibida por San Pablo, fundador de la
idea del “catolicismo” (katholos en griego designa lo universal). Y aunque este
predicador renegara de la Filosofía a favor de la Fe entendió que la trascendencia del
cristianismo dependía de su caracterización como un mensaje universal y nó como
expresión de una comunidad particular.
En la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel (1832) encontramos más de una
clave para entender el proceso de universalización humana a través de la Filosofía. Se
trata tal vez del mayor intento por explicar la evolución de la humanidad a través del
progreso dialéctico de las ideas filosóficas. Muchos criticaron esta visión por
considerarla idealista o reduccionista. La trascendencia del pensamiento hegeliano en
este punto reside no tanto en su sistema teórico sino en la intuición que le da origen, a
saber, que la humanidad avanza contradictoriamente hacia una toma de conciencia
universal que las filosofías contribuyen a explicitar. El legado de Hegel es la
incorporación de la historicidad en todos los fenómenos humanos.
III
¿Cuál sería el lugar de la Filosofía en la era de la “globalización”?. En general
podemos percibir actualmente un serio desfase entre la filosofía y la comprensión
del proceso globalizador en curso. Por ejemplo,
el currículo universitario en
Occidente sigue siendo etnocéntrico. Los estudios de filosofía están centrados en los
autores europeos o norteamericanos, siguen repitiendo al infinito que la invención de la
filosofía “universal” fue exclusiva de los griegos. Se deja el estudio del pensamiento en
India, Africa, América del Sur y otros lugares, como parte de las “filosofías
particulares”, como singularidades étnicas.
También podemos acotar que la producción filosófica académica sigue siendo
marcada por la exégesis de autores reconocidos y en cambio se dedica muy poco al
estudio de las transformaciones actuales: globalización, informatización, cientificación
de la sociedad, el surgimiento de las biotecnologías, de la realidad virtual o de nuevas
5
subjetividades. Son excepciones los estudios multiculturales y los estudios de género en
numerosas universidades, sobre todo de Estados Unidos, los estudios sobre el
pensamiento sudamericano o el pensamiento asiático.
Podemos considerar como un agravante del desfase de la Filosofía el hecho de
que la corriente post-moderna euro-norteamericana ha tendido a interpretar como una
actitud universal el desengaño o el nihilismo que predomina en las culturas dominantes
occidentales sin tomar en cuenta que mientras en Europa se consuma la realización de
ciertos modelos de pensamiento en otras culturas asistimos a la emergencia de nuevas
realidades: el integrismo islámico, el capitalismo asiático, el post-liberalismo
sudamericano, etc.
Estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo mundo, a la emergencia de
nuevas realidades que reclaman ser interpretadas por los filósofos y otros especialistas.4
Pero los filósofos postmodernos decretaron el fin de las nociones de verdad y realidad,
del sujeto y de otras categorías que remiten al pasado. Richard Rorty propone diluir la
filosofía en las ciencias humanas o en la literatura, Gianni Vattimo hace la apología del
“pensamiento débil”, Baudrillard afirma que ya no tienen sentido los grandes discursos
sobre la humanidad.
Al mismo tiempo que esto sucede en la “academia filosófica”, en el “agora
mundial” miles de movimientos sociales defienden los discursos sobre los derechos
humanos, numerosas organizaciones ecologistas pugnan por imponer una nueva
concepción de la naturaleza, las empresas de avanzada desarrollan la “gestión del
conocimiento” y el “pensamiento estratégico”, las instituciones científicas se abocan a
la reflexión sobre la ciencia y sus alcances éticos, las corrientes religiosas y míticas
emergentes cuestionan ideas y creencias dominantes. La des-orientación de muchos
filósofos es patente.
En el Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía de Córdoba 1987 el
filósofo ruso Vadim Semenov, de la Academia de Ciencias de Moscú, intentó explicar
de qué modo se estaba planteando la “reforma” (“perestroika”) en la Unión Soviética.
Participamos de un foro particular con Semenov donde nos relató de qué manera
algunos pensadores próximos de Gorbachov habían preparado las condiciones
ideológicas para cambiar el sistema vigente. (Notemos que la mayoría de los analistas
fueron sorprendidos por la caída del muro de Berlín en l989). Una de las cosas que
4
Ver: A. Pérez Lindo (comp..), El concepto de realidad. Teorías y mutaciones, Biblos, Buenos Aires,
2003
6
destacó, siendo dialéctico consecuente, es que las realidades habían cambiado mientras
que las formas de pensar seguían siendo las mismas. En una actitud casi desesperada la
sección de Filosofía publicó una serie de artículos en la revista de la Academia de
Ciencias de Moscú bajo el lema “Ahora o nunca”. La gente no estaba en la Plaza Roja
pidiendo la democracia pero los filósofos se anticiparon al cambio de mundo que
necesitaban.
El fenómeno de la “globalización” convoca por su propio alcance a la reflexión
filosófica. Pero el quehacer filosófico se encuentra arrinconado en las universidades
entre el pesimismo postmoderno, la exégesis tradicional de autores, los particularismos
o la reproducción del canon occidental. Asumir la globalización implica ponerse en
actitud de descubrimiento frente a las nuevas realidades que la acompañan:
informatización de la sociedad, surgimiento de un nuevo proletariado mundial, nuevas
fronteras de las ciencias cognitivas, centralidad de los medios audiovisuales, expansión
de las biotecnologías, deterioro del medio ambiente y aparición de nuevas concepciones
sobre la naturaleza, etc.
Viendo las cosas desde este punto de vista podríamos decir que el océano de
cuestiones filosóficas a tratar augura una demanda creciente de especialistas y
estudiantes de filosofía en las próximas décadas. Siempre y cuando las facultades de
filosofía no rehuyan el compromiso ético y epistémico con el objeto de su reflexión: el
mundo.
IV
Si nuestra hipótesis del “desfase” entre la “academia” y el “agora” resulta
plausible entonces cabe preguntarse ¿qué propondríamos en la educación superior para
afrontar desde la filosofía los problemas emergentes con la globalización? . Ante todo,
siendo coherentes con los propósitos de la UNESCO que patrocina este libro,
propondríamos la construcción de un currículo filosófico que contemple los aportes más
relevantes de todas las culturas de oriente y de occidente. Todavía carecemos de una
Enciclopedia Mundial de la Filosofía lo que es un síntoma de las barreras
culturales, metafísicas y epistémicas que se interponen ante tremenda tarea. Para
abordar la globalización la Filosofía tiene que globalizarse, tiene que descubrirse como
expresión de las múltiples formas del pensamiento humano.
Una segunda manera de aproximar la filosofía a los problemas mundiales sería
establecer un sistema internacional de becas para estudios filosóficos de postgrado en
7
diversos países y contextos. Los sudamericanos sabemos
tanto de la India como
Cristóbal Colón hace 500 años. Los intercambios con India, China, países islámicos,
Africa y sudeste asiático deberían equilibrar los flujos académicos casi exclusivos hacia
Estados Unidos y Europa. Esta forma de “intercambio académico desigual” tiende a
perpetuar el etnocentrismo y la dependencia intelectual respecto a los centros
dominantes.
En la Educación Superior en general se habla del currículo abierto como un
recurso para evitar la endogamia y la mono- disciplinariedad. En el caso de la Filosofía
la necesidad de apertura hacia diversos problemas es mayor que en cualquier otra
disciplina. Por lo tanto, sugerimos que al menos un veinte por ciento del plan de
estudios de Filosofía esté abierto a materias optativas (dentro de la institución) y
electivas (en cualquier institución del país o el extranjero). Esta sería una manera simple
de promover la transdisciplinariedad.
V
Las iniciativas antes mencionadas (currículo global, becas y intercambio de
postgrado, currículo abierto) apuntan a cambios en la formación de los estudiosos de
filosofía. Ahora deberíamos preguntarnos ¿qué aportes puede hacer la Filosofía a los
problemas actuales?.
Proponemos la construcción de una “agenda de problemas actuales relevantes
para la Filosofía” donde deberíamos afrontar por lo menos estas cuestiones:
-
la reelaboración del concepto de “realidad” a partir de los cambios que se han
producido en los contextos del mundo y de las diferentes disciplinas;
-
la redefinición del concepto de la vida a partir de los procesos de manipulación
biotecnológica de la naturaleza, de la vida, de las especies y de las estructuras
del ser humano;
-
la sustitución progresiva de la memoria y de la inteligencia humana por las
computadoras y el surgimiento de una “inteligencia supra-individual” a través de
los sistemas de información;
-
las transiciones de la realidad “objetiva” a la “realidad virtual” en la cultura
informática, en la educación a distancia, en las economías simbólicas, en las
comunicaciones intersubjetivas del ciberespacio;
-
la crisis de la socialidad y de la solidaridad como consecuencia de la crisis del
Estado, de la familia, de las relaciones sociales y de los valores;
8
-
el deterioro progresivo de las capacidades de reflexión en la sociedad y en los
sistemas educativos debido a la influencia de los medios de comunicación de
masas, al avance del pensamiento mítico y a la desvalorización del pensamiento
científico;
-
la contemporaneidad y la pluralidad de las culturas en un contexto donde al
mismo tiempo los medios de comunicación social dominantes tienden a la
homogeneización de la cultura.
Frente a estas cuestiones caben posiciones distintas porque la comunidad
mundial vive los impactos de las mutaciones de manera diferenciada y porque el
pluralismo cultural legitima la diversidad de interpretaciones. De modo que no debemos
esperar que haya un consenso intersubjetivo homogéneo sino complejo, asumiendo las
incertidumbres que siempre subsistirán.
VI.
La Educación Superior se encuentra en el “ojo de la tormenta”, es decir, en el
corazón de las mutaciones en la medida en que el uso del conocimiento determina
muchas de las alternativas de la sociedad. Sin embargo, es necesario subrayar que tanto
como la ciencia, la tecnología y la educación, en la sociedad operan factores de poder y
procesos que dependen de otras instancias. Sería incorrecto esperar de la educación una
fuerza de transformación que ella misma no tiene sobre sí ya que depende de decisiones
políticas, de condiciones económicas y sociales.
Dicho esto, cabe destacar que la Educación Superior en América del Sur
involucra a más de 14 de millones de estudiantes en carreras de grado y de posgrado y a
más de 600.000 profesores. Las clases dirigentes, los profesionales y los especialistas
surgen de las universidades. Desde este punto de vista la centralidad de la Educación
Superior es evidente.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con la producción científica y tecnológica
donde la baja inversión (cercana al 0,50% del PBI en promedio), la baja productividad,
el bajo impacto, la dispersión de proyectos y la escasa capacidad para liderar procesos
de innovación tecnológica colocan a América del Sur en situación vulnerable. Salvo
sectores y países destacables el conjunto se encuentra en desventaja con la capacidad de
las empresas trasnacionales y de los países industrializados incluyendo los emergentes
como China, India, Corea y otros.
9
Sin tomar en cuenta los factores económicos y los avatares políticos, que han
sido variados y dramáticos en las últimas décadas, podemos observar que las políticas
universitarias y de investigación no estuvieron fundadas en “políticas de conocimiento”,
es decir, en análisis serios sobre la evolución de las ciencias, de las tecnologías y de las
demandas sociales a escala nacional, regional y mundial.
Las políticas institucionales estuvieron fuertemente dominadas por las demandas
crecientes de diplomas profesionales y consecuentemente por los problemas de acceso
masivo a la educación superior, por la diversificación de las ofertas académicas y por la
calidad de la enseñanza. Por supuesto que estas cuestiones son relevantes, pero al
concentrarse la preocupación en los problemas de adecuación a una demanda imaginaria
del mercado profesional y en las cuestiones organizacionales se ha perdido de vista que
lo que está en juego es la producción, la organización y la distribución de los
conocimientos para asegurar el desarrollo de la sociedad.
En las empresas se ha producido un giro en la temática gerencial al introducir
como una dimensión importante la “gestión del conocimiento”. Lo cual significa
reconocer que la competitividad de la empresa depende de cuánto valora la calidad de
sus recursos humanos, la capacidad innovadora y la capacidad para satisfacer
necesidades de la sociedad. El “giro cognitivista” , que ya había sido anunciado por
Peter Drucker y por Alvin Toffler, no solo significa revalorizar los “bienes intangibles”
de la empresa sino también admitir que toda organización está marcada por los procesos
y teorías de conocimiento que pone en marcha.
En la Educación Superior la “gestión del conocimiento” todavía no ha cobrado
similar relevancia, lo cual resulta paradójico pues las universidades constituyen por
definición centros de producción y de transmisión de conocimientos. Pero los
administradores han estado más ocupados en problemas de financiamiento, de
funcionamiento, de acreditación, de reforma curricular, sin asumir que todas estas
cuestiones podrían ser encaradas de manera más pertinente partiendo de una “política
del conocimiento”.
VII
Para América del Sur y para el MERCOSUR en particular, la cuestión de las
“políticas del conocimiento” es decisiva por varias razones. En primer lugar, porque la
región posee ya una masa crítica de universitarios, científicos y tecnólogos, capaces de
producir un
“salto hacia delante”
en
el
proceso
de desarrollo regional.
10
Comparativamente el MERCOSUR tiene un potencial de este tipo mejor definido que el
que tenía China al iniciar la década de 1970. Pero China definió a partir de este período
una estrategia de crecimiento fundada en el uso intensivo de la investigación, la
innovación tecnológica junto con una articulación muy fuerte con los sectores
productivos. Dejando de lado la cuestión del liderazgo estratégico hegemonizado por el
PC chino y el Estado, las potencialidades científico-técnicas eran de escala semejante.
El caso chino, como el japonés, el coreano y otros en cuanto al uso intensivo del
potencial científico para el crecimiento ponen en evidencia que la posibilidad de crecer
con uso intensivo de conocimientos no depende en el caso de América del Sur de la
existencia de los factores sino del despliegue de los mismos, es decir, de las políticas de
desarrollo. Pero quienes deben llamar la atención sobre este aspecto, los universitarios,
los científicos, se comportan como usuarios de la renta pública en busca de mayores
recursos para reproducirse en lugar de colocarse en la función del liderazgo estratégico
para modificar el modelo de desarrollo regional.
Frente a la globalización, a la cientificación e informatización de la sociedad, la
Filosofía tiene la responsabilidad de contribuir al análisis de los procesos de
conocimiento que tienden a configurar la región y su futuro. Esto supone salir del
pensamiento especulativo o meramente crítico para insertarse en la dinámica de la
educación superior, del sistema científico y tecnológico. En lugar de quedarse en el
lugar de los comentarios sobre lo que acontece la filosofía puede anticipar los criterios o
las actitudes adecuadas para fortalecer el bienestar de la sociedad.
VIII
Los filósofos alemanes encontraron hacia 1809 la ocasión para redefinir el
estatuto de la universidad y de la sociedad alemana con la reapertura de la Academia de
Berlin liderada por Humboldt. La Filosofía ocupó allí un lugar central pero como un
camino para fortalecer el acceso a la ciencia y la cultura nacional. Para la Educación
Superior sudamericana el desafío es equivalente: necesitamos fortalecer el conocimiento
científico y humanista al servicio del desarrollo de nuestros pueblos.
Esta premisa debiera orientar el esfuerzos de las escuelas filosóficas para
redefinir el currículo de grado, los estudios de post-grado y la investigación a fin de que
las comunidades académicas puedan operar como sujetos de pensamiento capaces de
responder a los desafíos de la globalización y de los cambios del mundo. En este sentido
resulta importante insistir en la formación interdisciplinaria de los estudiantes para
11
evitar que el “paradigma profesionalista” dominante siga produciendo graduados con
poca capacidad de reflexión epistemológica, filosófica y social.
Por su propia naturaleza la Filosofía trasciende las fronteras y las contingencias
históricas, aspira a la universalidad. En este sentido las singularidades y diferencias
serían accidentes dentro de un proyecto mayor que nos vincula con la construcción de
una ciencia y de una humanidad universal. Pero, por otro lado, atender a los desafíos
singulares que presentan nuestras sociedades sudamericanas es el camino obligado para
que aprendamos a valorizar el uso del pensamiento filosófico en la resolución de
nuestros problemas. De modo que inevitablemente la Filosofía en la Educación Superior
sudamericana ha de admitir esta tensión profunda y creativa entre la pretensión de
universalidad y la afirmación de su singularidad.
En la medida en que asistimos al surgimiento de un nuevo modo de producción
y de transmisión de conocimientos5 la Filosofía vuelve a ocupar un lugar de relevancia
en tanto reflexión epistémica que puede resultar decisiva para comprender y orientar las
derivas inciertas de la sociedad del conocimiento que se instala a escala mundial. Pese a
los anuncios nihilistas o escépticos el pensamiento filosófico puede seguir siendo un
faro para iluminar las alternativas que podemos elegir. En América del Sur la enseñanza
de la filosofía a nivel superior puede contribuir a la formación de ciudadanos creativos,
científicamente lúcidos y socialmente solidarios para afrontar al mismo tiempo los
desafíos de la globalización y del subdesarrollo regional.
5
Ver: M.Gibbons: C. Limoges; H. Nowotny; S. S; P. Scott; M. Trow, La nueva producción del
conocimiento. La dinámica de la ciencia y la investigación en las sociedades contemporáneas,
Pomares-Corregidor, Barcelona, 1997; H.Wowotny; P. Scott; M. Gibbons, Re-Thinking Science.
Knowledge and the Public in an Age of Uncertainty,Blackwell, Oxford, 2002