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1 AUGUSTO PEREZ LINDO Filosofía, globalización y Educación Superior Publicado en: Manuel Bernales Alvarado; Marcelo Lobosco (comps.) Filosofía, Educación y Sociedad Global, UNESCO – Ediciones del Signo, Bs.As., 2005, pp.109-118 Resumen Tratamos de mostrar en este trabajo las articulaciones entre la Filosofía, la globalización y la Educación Superior. Indagamos primero sobre el sentido de los conceptos de “globalización”, “mundialización”, “universalización”. Señalamos que la Filosofía apunta a la universalidad de los conceptos mientras padece en muchos aspectos de etnocentrismo. En la era de la globalización se impone asumir un pensamiento multicultural. Asimismo, se indica que la Filosofía no enfrenta como debiera los cambios de paradigmas que se están produciendo. Se proponen temas y cambios en la dinámica de la Educación Superior sudamericana para enfrentar los desafíos de la globalización y del subdesarrollo. La búsqueda de la integración regional conduce a repensar la consciencia histórica, el modelo cultural y la Educación Superior. Tratamos de señalar los aportes de la Filosofía en este proceso. FILOSOFIA, GLOBALIZACIÓN Y EDUCACIÓN SUPERIOR I Los conceptos de “globalización”, “mundialización” y “universalización” suelen pasar por equivalentes en el lenguaje ordinario.1 Sin embargo, podemos distinguir en cada uno de ellos matices diferentes. Tratándose de la Filosofía no debemos olvidar que su proyecto encierra una búsqueda de la “universalización”. Idea que estuvo presente en el Budismo, en el Catolicismo, en el Renacimiento, en el Iluminismo, en el Marxismo y otras corrientes. En el fondo, como señala Claude Lévi-Strauss en “Raza e historia”2 , se trata de realizar el movimiento constante de las culturas hacia la singularización y la universalización. El concepto de “globalización” se fue imponiendo hacia 1990. En todos los foros se asumió que el mundo ahora está totalmente conectado a través de los medios de comunicación, los transportes, la economía capitalista y los sistemas informáticos. Todos coinciden en que por primera vez todas las culturas, los pueblos, los miembros del planeta están conectados entre sí y constituyen un nuevo sistema-mundo. Los Ver: Augusto Pérez Lindo, “Globalización, postmodernidad, mutaciones: cambios del mundo y cambios de paradigmas”, en: A. Pérez Lindo (comp..) Nuevos paradigmas y filosofía, Oficina de Publicaciones del CBC, Bs.As., v.3, 1997, pp.5-53 2 C.Levi-Strauss, Race et Histoire, Gonthier, Paris, 1961 1 2 movimientos ecologistas contribuyeron a destacar la globalidad de los problemas ambientales. Cuando Marx y Engels redactaron hacia 1844 el “Manifiesto Comunista” reconocieron que la revolución industrial y el capitalismo estaban dejando atrás las formas antiguas de producción y tendían a crear un espacio económico universal, lo que consideraban como propio de la evolución histórica. Frente a la “mundialización” que el capitalismo estaba operando opusieron la internacionalización de las luchas sociales, o sea, la lucha de clases a escala internacional. El concepto de mundialización fue asimilado por otra parte a la idea del progreso de la humanidad. Durante la mayor parte de los siglos XIX y XX la mundialización capitalista (bajo las formas del progreso económico-tecnológico o bajo las formas del colonialismo o el imperialismo) encontró un correlato en la internacionalización de las luchas sociales e ideológicas que el socialismo bajo sus distintas expresiones divulgó en todas partes durante más de un siglo. Si rastreamos un poco más atrás veremos que en distintos momentos históricos se tuvo la intuición de que la humanidad podía encontrar su destino en un proyecto global. Por ejemplo, los jesuitas desde el siglo XVI habían concebido un sistema de colegios y bibliotecas conectados en los cinco continentes. Llegaron a intentar la conversión al catolicismo del Emperador chino y por lo tanto de todos sus súbditos. En América del Sur habían iniciado la evangelización mediante el aprendizaje de las lenguas vehiculares aborígenes como el quechua y el guaraní. Fue uno de los intentos más audaces que en el pasado se imaginaron para llegar a la mundialización mediante el conocimiento. También podemos evocar la experiencia más lejana de la Biblioteca de Alejandría. que dio origen desde el siglo IV a.C. al desarrollo de un sistema de educación superior libre, cosmopolita, pluralista.3 Los reyes Ptolomeo idearon el proyecto de un centro que contuviera los conocimientos de todas las culturas en todos los campos disciplinarios. Recibían alumnos de la India, de China, de Arabia, de Africa, de Europa, de todo el mundo conocido entonces. El acceso a los libros era libre, lo mismo que el contacto con los sabios y especialistas de distintas disciplinas que eran invitados a residir en el Museion. La ciudad-puerto se convirtió en el primer mercado 3 Ver: A. Pérez Lindo (2003). Universidad, conocimiento y reconstrucción nacional, Biblos, Bs.As., Cap. 2: “La evolución de la educación superior”. 3 mundial de bienes culturales e intelectuales. Se traficaban a precios altísimos manuscritos filosóficos, religiosos, médicos y otros. Este ensayo precursor de un centro científico y universitario libre, cosmopolita y pluralista quedó trunca en el siglo IV d.C. y recién en el siglo XX encontramos tentativas equivalentes. II La evocación de estas experiencias históricas sirve para destacar que la idea de “mundializar” las culturas y los conocimientos tiene antecedentes lejanos. En este sentido la “globalización” actual no es una novedad absoluta, aunque tenga características inéditas. Si profundizamos un poco más el análisis constataremos que la búsqueda de una comunidad universal estuvo presente en distintos momentos de la historia de la humanidad. Podríamos entonces sostener esta tesis: tanto la particularización (o sea, la construcción de la identidad étnica y luego la individualización) como la universalización forman parte de la evolución humana desde hace varios milenios. En el libro “Raza e historia” que Lévy-Strauss escribiera para la UNESCO en 1952 encontramos la tesis de que las culturas humanas parecen oscilar entre la afirmación de las particularidades y la búsqueda de lo universal. La invención de la filosofía por los filósofos jónicos en la Grecia Antigua y por los budistas en la India hacia el siglo VI a.C. tiene una particular relevancia en la formación de una “conciencia universal”. Podemos considerar que así como las religiones monoteístas, 10.000 años atrás, habían combatido el animismo y el politeísmo introduciendo la idea de Un ser trascendente al mundo que religaba a todas las conciencias humanas entre sí y con la naturaleza, la Filosofía introdujo la idea de que era la razón (o el conocimiento entre los budistas) lo que sostenía la construcción de un universo compartido por todos los humanos. Es cierto que los filósofos jónicos identificaron los primeros principios con el aire, el sol, la tierra, el agua y otros elementos. Pero muy pronto se impuso la conciencia de que el principio universal surgía del Logos, de la Razón. Los budistas, por su parte, siempre rechazaron toda representación substancialista prefiriendo hablar del “conocimiento” sin presuponer ni la existencia de un alma individual ni un universo organizado a través de totalidades. La Filosofía aparece entonces en la historia de la humanidad como una reflexión que revela al ser humano dotado de una capacidad universal para pensar el mundo. Y aunque en principio se creyó que esto fuera un atributo de unos pocos iniciados en el uso sistemático de la inteligencia muy pronto se reconoció que la búsqueda del saber y 4 de la verdad estaban al alcance de cualquier ser humano, algo que estaba implícito, pero negado, en diversas culturas anteriores al desarrollo de la filosofía. Una de las particularidades de la filosofía es que postuló la “universalidad” como atributo necesario de todo enunciado que pretendiera ser “verdadero”. La amalgama verdad-universalidad fue claramente percibida por San Pablo, fundador de la idea del “catolicismo” (katholos en griego designa lo universal). Y aunque este predicador renegara de la Filosofía a favor de la Fe entendió que la trascendencia del cristianismo dependía de su caracterización como un mensaje universal y nó como expresión de una comunidad particular. En la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel (1832) encontramos más de una clave para entender el proceso de universalización humana a través de la Filosofía. Se trata tal vez del mayor intento por explicar la evolución de la humanidad a través del progreso dialéctico de las ideas filosóficas. Muchos criticaron esta visión por considerarla idealista o reduccionista. La trascendencia del pensamiento hegeliano en este punto reside no tanto en su sistema teórico sino en la intuición que le da origen, a saber, que la humanidad avanza contradictoriamente hacia una toma de conciencia universal que las filosofías contribuyen a explicitar. El legado de Hegel es la incorporación de la historicidad en todos los fenómenos humanos. III ¿Cuál sería el lugar de la Filosofía en la era de la “globalización”?. En general podemos percibir actualmente un serio desfase entre la filosofía y la comprensión del proceso globalizador en curso. Por ejemplo, el currículo universitario en Occidente sigue siendo etnocéntrico. Los estudios de filosofía están centrados en los autores europeos o norteamericanos, siguen repitiendo al infinito que la invención de la filosofía “universal” fue exclusiva de los griegos. Se deja el estudio del pensamiento en India, Africa, América del Sur y otros lugares, como parte de las “filosofías particulares”, como singularidades étnicas. También podemos acotar que la producción filosófica académica sigue siendo marcada por la exégesis de autores reconocidos y en cambio se dedica muy poco al estudio de las transformaciones actuales: globalización, informatización, cientificación de la sociedad, el surgimiento de las biotecnologías, de la realidad virtual o de nuevas 5 subjetividades. Son excepciones los estudios multiculturales y los estudios de género en numerosas universidades, sobre todo de Estados Unidos, los estudios sobre el pensamiento sudamericano o el pensamiento asiático. Podemos considerar como un agravante del desfase de la Filosofía el hecho de que la corriente post-moderna euro-norteamericana ha tendido a interpretar como una actitud universal el desengaño o el nihilismo que predomina en las culturas dominantes occidentales sin tomar en cuenta que mientras en Europa se consuma la realización de ciertos modelos de pensamiento en otras culturas asistimos a la emergencia de nuevas realidades: el integrismo islámico, el capitalismo asiático, el post-liberalismo sudamericano, etc. Estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo mundo, a la emergencia de nuevas realidades que reclaman ser interpretadas por los filósofos y otros especialistas.4 Pero los filósofos postmodernos decretaron el fin de las nociones de verdad y realidad, del sujeto y de otras categorías que remiten al pasado. Richard Rorty propone diluir la filosofía en las ciencias humanas o en la literatura, Gianni Vattimo hace la apología del “pensamiento débil”, Baudrillard afirma que ya no tienen sentido los grandes discursos sobre la humanidad. Al mismo tiempo que esto sucede en la “academia filosófica”, en el “agora mundial” miles de movimientos sociales defienden los discursos sobre los derechos humanos, numerosas organizaciones ecologistas pugnan por imponer una nueva concepción de la naturaleza, las empresas de avanzada desarrollan la “gestión del conocimiento” y el “pensamiento estratégico”, las instituciones científicas se abocan a la reflexión sobre la ciencia y sus alcances éticos, las corrientes religiosas y míticas emergentes cuestionan ideas y creencias dominantes. La des-orientación de muchos filósofos es patente. En el Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía de Córdoba 1987 el filósofo ruso Vadim Semenov, de la Academia de Ciencias de Moscú, intentó explicar de qué modo se estaba planteando la “reforma” (“perestroika”) en la Unión Soviética. Participamos de un foro particular con Semenov donde nos relató de qué manera algunos pensadores próximos de Gorbachov habían preparado las condiciones ideológicas para cambiar el sistema vigente. (Notemos que la mayoría de los analistas fueron sorprendidos por la caída del muro de Berlín en l989). Una de las cosas que 4 Ver: A. Pérez Lindo (comp..), El concepto de realidad. Teorías y mutaciones, Biblos, Buenos Aires, 2003 6 destacó, siendo dialéctico consecuente, es que las realidades habían cambiado mientras que las formas de pensar seguían siendo las mismas. En una actitud casi desesperada la sección de Filosofía publicó una serie de artículos en la revista de la Academia de Ciencias de Moscú bajo el lema “Ahora o nunca”. La gente no estaba en la Plaza Roja pidiendo la democracia pero los filósofos se anticiparon al cambio de mundo que necesitaban. El fenómeno de la “globalización” convoca por su propio alcance a la reflexión filosófica. Pero el quehacer filosófico se encuentra arrinconado en las universidades entre el pesimismo postmoderno, la exégesis tradicional de autores, los particularismos o la reproducción del canon occidental. Asumir la globalización implica ponerse en actitud de descubrimiento frente a las nuevas realidades que la acompañan: informatización de la sociedad, surgimiento de un nuevo proletariado mundial, nuevas fronteras de las ciencias cognitivas, centralidad de los medios audiovisuales, expansión de las biotecnologías, deterioro del medio ambiente y aparición de nuevas concepciones sobre la naturaleza, etc. Viendo las cosas desde este punto de vista podríamos decir que el océano de cuestiones filosóficas a tratar augura una demanda creciente de especialistas y estudiantes de filosofía en las próximas décadas. Siempre y cuando las facultades de filosofía no rehuyan el compromiso ético y epistémico con el objeto de su reflexión: el mundo. IV Si nuestra hipótesis del “desfase” entre la “academia” y el “agora” resulta plausible entonces cabe preguntarse ¿qué propondríamos en la educación superior para afrontar desde la filosofía los problemas emergentes con la globalización? . Ante todo, siendo coherentes con los propósitos de la UNESCO que patrocina este libro, propondríamos la construcción de un currículo filosófico que contemple los aportes más relevantes de todas las culturas de oriente y de occidente. Todavía carecemos de una Enciclopedia Mundial de la Filosofía lo que es un síntoma de las barreras culturales, metafísicas y epistémicas que se interponen ante tremenda tarea. Para abordar la globalización la Filosofía tiene que globalizarse, tiene que descubrirse como expresión de las múltiples formas del pensamiento humano. Una segunda manera de aproximar la filosofía a los problemas mundiales sería establecer un sistema internacional de becas para estudios filosóficos de postgrado en 7 diversos países y contextos. Los sudamericanos sabemos tanto de la India como Cristóbal Colón hace 500 años. Los intercambios con India, China, países islámicos, Africa y sudeste asiático deberían equilibrar los flujos académicos casi exclusivos hacia Estados Unidos y Europa. Esta forma de “intercambio académico desigual” tiende a perpetuar el etnocentrismo y la dependencia intelectual respecto a los centros dominantes. En la Educación Superior en general se habla del currículo abierto como un recurso para evitar la endogamia y la mono- disciplinariedad. En el caso de la Filosofía la necesidad de apertura hacia diversos problemas es mayor que en cualquier otra disciplina. Por lo tanto, sugerimos que al menos un veinte por ciento del plan de estudios de Filosofía esté abierto a materias optativas (dentro de la institución) y electivas (en cualquier institución del país o el extranjero). Esta sería una manera simple de promover la transdisciplinariedad. V Las iniciativas antes mencionadas (currículo global, becas y intercambio de postgrado, currículo abierto) apuntan a cambios en la formación de los estudiosos de filosofía. Ahora deberíamos preguntarnos ¿qué aportes puede hacer la Filosofía a los problemas actuales?. Proponemos la construcción de una “agenda de problemas actuales relevantes para la Filosofía” donde deberíamos afrontar por lo menos estas cuestiones: - la reelaboración del concepto de “realidad” a partir de los cambios que se han producido en los contextos del mundo y de las diferentes disciplinas; - la redefinición del concepto de la vida a partir de los procesos de manipulación biotecnológica de la naturaleza, de la vida, de las especies y de las estructuras del ser humano; - la sustitución progresiva de la memoria y de la inteligencia humana por las computadoras y el surgimiento de una “inteligencia supra-individual” a través de los sistemas de información; - las transiciones de la realidad “objetiva” a la “realidad virtual” en la cultura informática, en la educación a distancia, en las economías simbólicas, en las comunicaciones intersubjetivas del ciberespacio; - la crisis de la socialidad y de la solidaridad como consecuencia de la crisis del Estado, de la familia, de las relaciones sociales y de los valores; 8 - el deterioro progresivo de las capacidades de reflexión en la sociedad y en los sistemas educativos debido a la influencia de los medios de comunicación de masas, al avance del pensamiento mítico y a la desvalorización del pensamiento científico; - la contemporaneidad y la pluralidad de las culturas en un contexto donde al mismo tiempo los medios de comunicación social dominantes tienden a la homogeneización de la cultura. Frente a estas cuestiones caben posiciones distintas porque la comunidad mundial vive los impactos de las mutaciones de manera diferenciada y porque el pluralismo cultural legitima la diversidad de interpretaciones. De modo que no debemos esperar que haya un consenso intersubjetivo homogéneo sino complejo, asumiendo las incertidumbres que siempre subsistirán. VI. La Educación Superior se encuentra en el “ojo de la tormenta”, es decir, en el corazón de las mutaciones en la medida en que el uso del conocimiento determina muchas de las alternativas de la sociedad. Sin embargo, es necesario subrayar que tanto como la ciencia, la tecnología y la educación, en la sociedad operan factores de poder y procesos que dependen de otras instancias. Sería incorrecto esperar de la educación una fuerza de transformación que ella misma no tiene sobre sí ya que depende de decisiones políticas, de condiciones económicas y sociales. Dicho esto, cabe destacar que la Educación Superior en América del Sur involucra a más de 14 de millones de estudiantes en carreras de grado y de posgrado y a más de 600.000 profesores. Las clases dirigentes, los profesionales y los especialistas surgen de las universidades. Desde este punto de vista la centralidad de la Educación Superior es evidente. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la producción científica y tecnológica donde la baja inversión (cercana al 0,50% del PBI en promedio), la baja productividad, el bajo impacto, la dispersión de proyectos y la escasa capacidad para liderar procesos de innovación tecnológica colocan a América del Sur en situación vulnerable. Salvo sectores y países destacables el conjunto se encuentra en desventaja con la capacidad de las empresas trasnacionales y de los países industrializados incluyendo los emergentes como China, India, Corea y otros. 9 Sin tomar en cuenta los factores económicos y los avatares políticos, que han sido variados y dramáticos en las últimas décadas, podemos observar que las políticas universitarias y de investigación no estuvieron fundadas en “políticas de conocimiento”, es decir, en análisis serios sobre la evolución de las ciencias, de las tecnologías y de las demandas sociales a escala nacional, regional y mundial. Las políticas institucionales estuvieron fuertemente dominadas por las demandas crecientes de diplomas profesionales y consecuentemente por los problemas de acceso masivo a la educación superior, por la diversificación de las ofertas académicas y por la calidad de la enseñanza. Por supuesto que estas cuestiones son relevantes, pero al concentrarse la preocupación en los problemas de adecuación a una demanda imaginaria del mercado profesional y en las cuestiones organizacionales se ha perdido de vista que lo que está en juego es la producción, la organización y la distribución de los conocimientos para asegurar el desarrollo de la sociedad. En las empresas se ha producido un giro en la temática gerencial al introducir como una dimensión importante la “gestión del conocimiento”. Lo cual significa reconocer que la competitividad de la empresa depende de cuánto valora la calidad de sus recursos humanos, la capacidad innovadora y la capacidad para satisfacer necesidades de la sociedad. El “giro cognitivista” , que ya había sido anunciado por Peter Drucker y por Alvin Toffler, no solo significa revalorizar los “bienes intangibles” de la empresa sino también admitir que toda organización está marcada por los procesos y teorías de conocimiento que pone en marcha. En la Educación Superior la “gestión del conocimiento” todavía no ha cobrado similar relevancia, lo cual resulta paradójico pues las universidades constituyen por definición centros de producción y de transmisión de conocimientos. Pero los administradores han estado más ocupados en problemas de financiamiento, de funcionamiento, de acreditación, de reforma curricular, sin asumir que todas estas cuestiones podrían ser encaradas de manera más pertinente partiendo de una “política del conocimiento”. VII Para América del Sur y para el MERCOSUR en particular, la cuestión de las “políticas del conocimiento” es decisiva por varias razones. En primer lugar, porque la región posee ya una masa crítica de universitarios, científicos y tecnólogos, capaces de producir un “salto hacia delante” en el proceso de desarrollo regional. 10 Comparativamente el MERCOSUR tiene un potencial de este tipo mejor definido que el que tenía China al iniciar la década de 1970. Pero China definió a partir de este período una estrategia de crecimiento fundada en el uso intensivo de la investigación, la innovación tecnológica junto con una articulación muy fuerte con los sectores productivos. Dejando de lado la cuestión del liderazgo estratégico hegemonizado por el PC chino y el Estado, las potencialidades científico-técnicas eran de escala semejante. El caso chino, como el japonés, el coreano y otros en cuanto al uso intensivo del potencial científico para el crecimiento ponen en evidencia que la posibilidad de crecer con uso intensivo de conocimientos no depende en el caso de América del Sur de la existencia de los factores sino del despliegue de los mismos, es decir, de las políticas de desarrollo. Pero quienes deben llamar la atención sobre este aspecto, los universitarios, los científicos, se comportan como usuarios de la renta pública en busca de mayores recursos para reproducirse en lugar de colocarse en la función del liderazgo estratégico para modificar el modelo de desarrollo regional. Frente a la globalización, a la cientificación e informatización de la sociedad, la Filosofía tiene la responsabilidad de contribuir al análisis de los procesos de conocimiento que tienden a configurar la región y su futuro. Esto supone salir del pensamiento especulativo o meramente crítico para insertarse en la dinámica de la educación superior, del sistema científico y tecnológico. En lugar de quedarse en el lugar de los comentarios sobre lo que acontece la filosofía puede anticipar los criterios o las actitudes adecuadas para fortalecer el bienestar de la sociedad. VIII Los filósofos alemanes encontraron hacia 1809 la ocasión para redefinir el estatuto de la universidad y de la sociedad alemana con la reapertura de la Academia de Berlin liderada por Humboldt. La Filosofía ocupó allí un lugar central pero como un camino para fortalecer el acceso a la ciencia y la cultura nacional. Para la Educación Superior sudamericana el desafío es equivalente: necesitamos fortalecer el conocimiento científico y humanista al servicio del desarrollo de nuestros pueblos. Esta premisa debiera orientar el esfuerzos de las escuelas filosóficas para redefinir el currículo de grado, los estudios de post-grado y la investigación a fin de que las comunidades académicas puedan operar como sujetos de pensamiento capaces de responder a los desafíos de la globalización y de los cambios del mundo. En este sentido resulta importante insistir en la formación interdisciplinaria de los estudiantes para 11 evitar que el “paradigma profesionalista” dominante siga produciendo graduados con poca capacidad de reflexión epistemológica, filosófica y social. Por su propia naturaleza la Filosofía trasciende las fronteras y las contingencias históricas, aspira a la universalidad. En este sentido las singularidades y diferencias serían accidentes dentro de un proyecto mayor que nos vincula con la construcción de una ciencia y de una humanidad universal. Pero, por otro lado, atender a los desafíos singulares que presentan nuestras sociedades sudamericanas es el camino obligado para que aprendamos a valorizar el uso del pensamiento filosófico en la resolución de nuestros problemas. De modo que inevitablemente la Filosofía en la Educación Superior sudamericana ha de admitir esta tensión profunda y creativa entre la pretensión de universalidad y la afirmación de su singularidad. En la medida en que asistimos al surgimiento de un nuevo modo de producción y de transmisión de conocimientos5 la Filosofía vuelve a ocupar un lugar de relevancia en tanto reflexión epistémica que puede resultar decisiva para comprender y orientar las derivas inciertas de la sociedad del conocimiento que se instala a escala mundial. Pese a los anuncios nihilistas o escépticos el pensamiento filosófico puede seguir siendo un faro para iluminar las alternativas que podemos elegir. En América del Sur la enseñanza de la filosofía a nivel superior puede contribuir a la formación de ciudadanos creativos, científicamente lúcidos y socialmente solidarios para afrontar al mismo tiempo los desafíos de la globalización y del subdesarrollo regional. 5 Ver: M.Gibbons: C. Limoges; H. Nowotny; S. S; P. Scott; M. Trow, La nueva producción del conocimiento. La dinámica de la ciencia y la investigación en las sociedades contemporáneas, Pomares-Corregidor, Barcelona, 1997; H.Wowotny; P. Scott; M. Gibbons, Re-Thinking Science. Knowledge and the Public in an Age of Uncertainty,Blackwell, Oxford, 2002