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LA FILOSOFÍA DE LA ILUSTRACIÓN:
1.- ÉPOCA Y ÁMBITO.La Ilustración es un conjunto de movimientos culturales que comienza con la
revolución inglesa, 1688, y termina con la revolución francesa, 1979. Es una época de
luz, de iluminación, de brillo y esplendor de la razón. Se cultivó y hasta se idolatró la
razón, pero de un modo distinto al racionalismo.
El ámbito geográfico en el que se desarrolla se sitúa fundamentalmente en
Europa occidental:
-Inglaterra es el lugar de donde proviene, tanto si nos referimos a ideas políticas
como si se trata de corrientes científicas o teorías filosóficas.
-Francia será el lugar donde se reelaboran estas ideas y desde donde se
difundirán posteriormente.
-Alemania se incorporará más tarde, debido fundamentalmente, a la fidelidad a
la propia tradición (Leibniz), pero luego alcanzará cotas superiores a las de cualquier
otro país, como muestra ahí tenemos a Kant.
-España, por la vinculación de nuestro siglo XVIII con Francia en lo político y
en lo cultural, la ilustración será una etapa cultural de marcado signo francés. No
alcanzaría aquí el esplendor que tuvo en otros países.
2.- LA ILUSTRACIÓN Y LA FILOSOFÍA.Como protagonistas de la Ilustración debemos destacar a Newton
en el ámbito de los saberes positivos y a Locke en el de los estrictamente filosóficos.
Ambos se aceptan como modelos en el quehacer de la Ilustración. El primero nos dijo
cómo hay que hacer las cosas, tuvo una gran fuerza en el terreno del método. Del
segundo se imitó su método empírico, su modo de estudiar al hombre y a los fenómenos
de conciencia, sus ideas políticas liberales, etc. Se le quiere hasta el punto de que en
Francia decrece la admiración por Descartes en favor suyo.
Dentro de los principales ilustrados podemos hablar de tres
generaciones:
a) En conexión con Locke, Montesquieu y Voltaire.
b) Hume, Diderot, D’Alambert, Rousseau, Condillac, etc.
C) Lessing... y Kant.
En cuanto a la orientación de la filosofía hay que señalar que, frente a la
filosofía del XVII, que se caracterizaba por una alta envergadura metafísica, una
inclinación a la teología filosófica y una contextura rigurosamente sistemática, la
filosofía del XVIII frecuenta la crítica a la metafísica, desarrolla un pensamiento laico o
secularizado y sus autores son enemigos de sistemas cerrados desde los cuales se
explicaban los tres ámbitos de realidad: yo, mundo y Dios. La filosofía se pliega a la
experiencia y, salvo en Kant, es asistemática. Dios va dejando de ser objeto de
especulación racional y va quedando reservado a las reflexiones de la teología revelada
y de la fe religiosa.
Con estos presupuestos se potenciarán en el siglo XVIII la epistemología, la
psicología, la moral y el pensamiento político.
Bajo el título de “filosofía moral” se encuadraba todo lo que hoy llamamos
ciencias humanas. Todos estos saberes se centraban en el estudio del hombre y su
dinamismo, de ahí la importancia de la psicología. Pero los análisis psicológicos no eran
un fin en sí mismos, sino medios para encontrar explicación a los procesos
cognoscitivos. Como esto se hace en simbiosis con la ciencia contemporánea, se trató de
lograr al mismo tiempo una teoría general del conocimiento humano y una aplicación de
esta teoría al campo de la ciencia. Por ello se debe hablar de epistemología como teoría
del conocimiento científico.
El alejamiento de la metafísica trajo consigo un giro hacia la reflexión ética y
moral: si debido al fenomenismo no podemos explicar totalmente la naturaleza del
hombre, su origen, destino, etc., ayudémosle a encontrar una explicación y una cierta
normativa de su conducta. Por otra parte, si tenemos en cuenta las circunstancias
políticas del XVIII, es lógico que una de las preocupaciones fueran las teorías políticas.
3.- HISTORIA Y PROGRESO EN EL PENSAMIENTO ILUSTRADO.Los ilustrados tienen conciencia de que se está produciendo una transformación
total de las ideas, especialmente gracias a Locke y a Newton. Aparece una nueva forma
de racionalidad y una nueva concepción de la Naturaleza. De aquí surge una gran
confianza en el progreso. En consecuencia, se renuevan también las esperanzas de una
transformación social.
“Ha tenido lugar un cambio notable en todas nuestras ideas, y ese cambio, debido a su rapidez,
promete mayores cambios futuros(...) Nuestra época gusta llamarse la “época de la filosofía”. Y, de
hecho, si examinamos sin prejuicios la situación actual de nuestros conocimientos, no podremos negar
que la filosofía ha realizado entre nosotros grandes progresos. La ciencia de la naturaleza se enriquece día
a día; la geometría ensancha sus fronteras y lleva su luz a los dominios de la física, que le son más
cercanos; se conoce, por fin, el verdadero sistema del mundo, desarrollado y perfeccionado(...) El
descubrimiento y el uso de un nuevo método de filosofar despierta, a través del entusiasmo que
acompaña a todos los grandes descubrimientos, un incremento general de las ideas. Todas estas causas
han colaborado en la producción de una viva efervescencia de los espíritus. Esta efervescencia, que se
extiende a todas partes, ataca con violencia todo lo que se pone por delante, como una corriente que
rompe sus diques. Todo ha sido discutido, analizado, removido, desde los principios de las ciencias hasta
los fundamentos de la religión revelada, desde los problemas de la metafísica hasta los del gusto, desde la
música hasta la moral, desde las cuestiones teológicas hasta las de la economía y el comercio, desde la
política hasta el derecho de gentes y el civil. Fruto de esta efervescencia general de los espíritus, una
nueva luz se vierte sobre muchos objetos y nuevas oscuridades los cubren, como el flujo y el reflujo de la
marea depositan en la orilla cosas inesperadas y arrastran consigo otras. (D’Alambert, “Ensayo sobre los
elementos de la filosofía, 1)
La idea de progreso –una de las ideas dominantes en la Ilustración- es
relativamente nueva. El mecanicismo de Descartes y Newton, por ejemplo, no podía
concebir que este mundo fuera producto de una evolución: Dios había creado el
universo en su situación actual, y lo seguía conservando inalterablemente. Leibniz, al
afirmar que “este mundo es el mejor de los mundos”, tampoco podía pensar en un
progreso del mismo. En la antigüedad había dominado el mito de “la edad de oro”, o la
concepción circular de la Historia. Sólo el cristianismo había aportado la idea de la
Historia como plan providencial de Dios (aunque el tema del “paraíso perdido” podía
actuar como contrapeso). Pero a finales del siglo XVII se suscitó una viva polémica en
Francia acerca de “los antiguos y los modernos” ( en la que intervino, por ejemplo, el
famoso Perrault), y comenzó a difundirse la idea de progreso. Es, pues, en Francia
donde esta idea cobró mayor arraigo.
En primer lugar, la actitud crítica ante el pasado eliminaba cualquier tipo de
dudas acerca de si la humanidad había progresado o no: era evidente que se estaba el
siglo de las luces. Y la oposición al optimismo de Leibniz hacía ver que la Humanidad
no había hecho sino comenzar su camino: este no es el mejor de los mundos sino que el
“mundo mejor” está no en el pasado, sino en el futuro. Por otro lado tanto el deísmo
francés (no el inglés), como el ateísmo, negaban que existiera una providencia divina: el
progreso es el resultado de las leyes inmanentes de la Naturaleza. De este modo la
Historia se seculariza. Ahora bien, la fundamentación del progreso varía bastante de
unos autores a otros:
1º.- El naturalismo, al elaborar una incipiente teoría de la evolución (Buffon,
embriología transformista, etc.), abría el camino a la idea del progreso. Pero incluso el
materialismo mecanicista encontró el camino para justificarlo: La Mettrie, por
ejemplo, cree que la medicina puede mejorar al hombre.
2º.- Las ideas de Bacon acerca del desarrollo técnico calaron en muchos autores
al comienzo de la revolución industrial; y nada tiene de extraño que un economista
como Turgot cifrara en el progreso técnico la posibilidad de liberar al hombre de la
miseria.
3º.- El empirismo de Locke, al considerar que la mente humana nace como una
página en blanco, hacía ver que las diferencias de talento se debían a factores
ambientales o de aprendizaje. En consecuencia, la educación se convirtió en el medio
por excelencia para hacer progresar a la sociedad (Helvetius). La razón, pues, puede
perfeccionarse indefinidamente no solo en el individuo, sino en toda la humanidad.
“La Naturaleza no ha puesto límite al perfeccionamiento de las facultades humanas; la
perfectibilidad del hombre es realmente infinita; los progresos de esta perfectibilidad, de ahora en
adelante independientes de quienes desearían detenerlos, no tienen más límites que la duración del globo
al que la Naturaleza nos ha arrojado. Indudablemente, esos progresos podrán seguir una marcha más o
menos rápida, pero tiene que ser continuada y jamás retrógrada...” Condorcet: “Bosquejo de un cuadro
histórico de los progresos del espíritu humano”.
4º.- Es evidente que el pesimismo de Rousseau en sus Discursos a la Academia
de Dijon tenía que chocar frontalmente con el entusiasmo de los demás ilustrados.
Rousseau parece no creer en el progreso, o incluso parece afirmar la degeneración del
hombre. Sin embargo, no por ello deja de creer en un posible mejoramiento del
individuo mediante la educación, y de la sociedad mediante la reforma, aunque la
felicidad del hombre natural es definitivamente irrecuperable.
La justificación de esta creencia optimista del progreso de la historia en la época
de la Ilustración no se debe a ninguna ley hipotética que opere inevitablemente, sino a la
educación, o sea, a la ilustración racional, la reforma política y la reforma moral. En la
Ilustración, el verdadero motor de ese progreso no es otro que el desarrollo de la
racionalidad humana por medio de la educación. El hombre, dueño y señor de la
Naturaleza en el pensamiento medieval, pasa a ser dueño de sí mismo, por cuanto su
futuro depende de su capacidad para llevar a cabo esa ilustración. Es por ello que Kant
propone como lema del espíritu ilustrado su famoso “sapere aude” (atrévete a saber)
que sintetiza el reto y el riesgo del conocimiento, dejando entrever las implicaciones
éticas de este atrevimiento.
Vemos, pues, como en el tema del progreso y de la historia hay implícito otro
tema propiamente ilustrado, a saber, la confianza en el poder de la razón humana.
4º.- RAZÓN Y LIBERTAD.La Ilustración crea un nuevo modelo de racionalidad, en claro contraste con la
racionalidad cartesiana:
1º.- Razón empírica y analítica:
El cartesianismo había propuesto como modelo de racionalidad la razón
matemático-geométrica, es decir, la razón sintética, deductiva (a partir de principios
generales considerados como ideas innatas) y sistemática (en el sentido de que
construye sistemas omnicomprensivos). La Ilustración rechaza este modelo, y propone
otro: la razón empírica y analítica. Los inspiradores son, como sabemos, Locke y
Newton.
Se trata, pues, de partir de la experiencia: la sensación es el origen de todo
conocimiento, no poseemos primeros principios ni primeras verdades innatas de las que
pueda deducirse todo. Se trata, por tanto, de una nueva lógica: no la lógica de los
principios sino la lógica de los hechos. Los principios sólo se encuentran –
paradójicamente- al final, después de una penosa labor de experimentación con los
hechos. Newton había procedido así al preconizar el método experimental, y al negarse
a “fingir hipótesis”. Voltaire, el gran divulgador de Newton en Francia, escribía:
“Nunca debemos apoyarnos en puras hipótesis; ni comenzar con el descubrimiento de
cualquier principio, y proceder luego a explicarlo todo. Debemos empezar por la
desarticulación exacta del fenómeno conocido. Si no nos ayudamos con el compás del
matemático y la antorcha de la experiencia, jamás podremos dar un paso hacia
adelante”.
Condillac, en su lógica, indica que “el análisis es el método que hemos
aprendido de la naturaleza misma (del hombre)”. En efecto, si abrimos la ventana para
contemplar un paisaje, una rápida mirada de conjunto (una síntesis) no nos bastará:
deberemos observar los objetos uno por uno (análisis) y luego relacionarlos entre sí. Si
este es el método “natural” de contemplar, lo mismo debe hacer la razón.
El método analítico se aplica a todos los campos: Condillac lo aplica a la
psicología ( descubriendo la sensación como el último componente de los contenidos
psíquicos); Montesquieu al estudio de la sociedad y el Estado (intentando descubrir las
fuerzas que los constituyen); Helvetius a la moral (investigando las raíces últimas del
comportamiento moral),etc. Con frecuencia se añade el método genético de Hobbes: se
describe cómo de los componentes que descubre el análisis se engendra el todo
(conocimiento, sociedad, actividad moral).
De este modo, la racionalidad del siglo XVIII es mucho más modesta que la del
siglo anterior. La razón ya no es posesión de la verdad ( en los primeros principios),
sino búsqueda nunca del todo acabada, y, por tanto, actividad inquisitiva. De ahí la
insaciable curiosidad de los ilustrados, su “inquietud”.
Por otro lado, sin perder la vinculación con la matemática, esta nueva
racionalidad separa las fronteras de la filosofía y las matemáticas, y hace ver que estas
últimas no pueden agotar el campo de la investigación.
2º.- Razón Crítica:
La actitud crítica es una característica común a todos los ilustrados. Está
presente en los empiristas (sobre todo en Hume), en los filósofos franceses, y culminará
en la tres Críticas de Kant. El análisis es, precisamente, el gran instrumento de la crítica,
la cual se ejercita en todos los campos.
-Crítica de la propia razón, que conduce a fijar los límites de la capacidad de
conocimiento del hombre. Los racionalistas no habían hecho esta crítica, sino que
habían aceptado dogmáticamente el poder ilimitado de la razón. Son los empiristas los
que desvincularán a la razón de todo contenido o contacto trascendente (ideas innatas,
iluminación divina), reduciéndola a su propia naturaleza y a los límites de la experiencia
sensible. Para todos los ilustrados, la sensación es el límite del conocimiento: la
Metafísica desaparece de un sólo golpe.
Es completamente erróneo hablar del “racionalismo” de los ilustrados. Como
también es erróneo considerarles como “intelectualistas”. De hecho, todos ellos dan
gran importancia a los sentimientos, considerándolos como el impulso radical de la
vida anímica. Así, pues, la razón parece tener raíces irracionales, en la medida en que
sin los impulsos y las pasiones la razón no se sentiría movida a crear sus mejores obras.
Sobre esta cuestión hay un total acuerdo en autores como Condillac, Voltaire, Helvetius,
Diderot, Rousseau...Además, como ya se vio en Hume, existen parcelas de la realidad –
como la moral- que no pueden justificarse por la sola razón, sino que hay que recurrir a
los sentimientos, instintos o hábitos.
-Crítica de la tradición, que se considera llena de errores y supersticiones. Esta
crítica se hará, sobre todo, mediante un estudio histórico de los orígenes de las ideas
recibidas, y no se limita a las ideas, sino que también la emprende con las instituciones:
religión, Iglesia, sociedad, Estado, educación, derecho, etc.
Así, pues, la Ilustración significa una radical ruptura con el pasado, lo cual hizo
pensar a los filósofos románticos que el siglo XVIII había carecido de sentido histórico.
Apreciación errónea, puesto que ya sabemos que los ilustrados, aunque no todos,
poseían un agudo sentido del carácter histórico de la razón, y hacían consistir el
progreso de la humanidad en el progreso de la razón.
3º.- Razón autónoma:
La razón, aun reconociendo sus propios límites, es la única guía del
hombre, ya que se ha rechazado la guía de la tradición. Ello supone que la razón se
considera ya liberada de toda tutela exterior, de toda autoridad, especialmente de la
religión. Al contrario, es ahora la razón la que juzga sobre el valor de la religión
(deísmo). La razón, pues, se ha secularizado.
“La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La
incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro.
Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia, sino
de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella si la tutela de otro. Sapere aude.
¡Ten valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la Ilustración”. Kant,
¿Qué es la Ilustración?”
Sabemos que el esfuerzo de Kant fue un proyecto encaminado a hacer a la
humanidad más libre. Esto a veces se pierde de vista dentro de una filosofía que da tanta
importancia a la crítica de la razón, pero no se nos debe escapar que la tarea de la crítica
de la razón tendrá como objetivo primordial la realización de la libertad, la superación
de sus constricciones: la constricción civil y la constricción de conciencia (ya sea por la
religión, ya sea por las normas social e históricamente recibidas). Estas limitaciones de
la libertad coartan el uso de la razón sometiéndola a instancias ajenas a la legalidad
impuesta por ella misma. La crítica de la razón será, pues, la exigencia de clarificación
que el ser humano se impone sobre lo que es y sobre sus últimos fines e intereses. Esta
unión entre la autonomía de la razón y la libertad podemos apreciarla en toda la época
ilustrada. La nueva idea de hombre, desligado de la divinidad, también favorece la
libertad del hombre en los pensadores ilustrados.