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ISSN: 1130-3743
ALFABETIZAR EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN:
MÁS ALLÁ DEL DESARROLLO DE COMPETENCIAS1
Literacy in the media: beyond the competence development
Alphabétisation dans les médias: au-delà du
développement des compétences
Sandra Liliana CUERVO SÁNCHEZ y Concepción MEDRANO SAMANIEGO
Universidad del País Vasco. Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación.
Centro Carlos Santamaría. Elhuyar plaza, 2. 20018 San Sebastián (Gipuzkoa).
Correo-e: [email protected]; [email protected]
Fecha de recepción: marzo de 2013
Fecha de aceptación: junio de 2013
Biblid [(1130-3743) 25, 2-2013, 111-131]
RESUMEN
Este artículo tiene como objetivo plantear una reflexión teórica acerca de la
necesidad de abordar la alfabetización mediática en el contexto escolar. Parte de
la hipótesis básica de que los medios de comunicación, además de ser agentes
de socialización, también educan de forma paralela a la escuela. En primer lugar,
a manera de contextualización se analizan los medios de comunicación dentro de la
producción empresarial de la cultura y la sociedad democrática. A partir de ello, se
desarrolla una revisión conceptual sobre la educación en medios, la alfabetización
y la competencia mediática para finalizar con la propuesta acerca de la educación
1. Este artículo se ha realizado gracias a la ayuda concedida por el Ministerio de Economía
y Competitividad al proyecto EDU2012-36720 e igualmente ha sido apoyado por la UFI 11/04 de la
Universidad del País Vasco.
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SANDRA LILIANA CUERVO SÁNCHEZ Y CONCEPCIÓN MEDRANO SAMANIEGO
ALFABETIZAR EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN: MÁS ALLÁ DEL DESARROLLO DE COMPETENCIAS
en medios como punto de intersección entre el mundo del conocimiento, la cultura
y la ciudadanía.
Palabras clave: educación en medios, alfabetización mediática, competencia
mediática.
SUMMARY
This article aims to propose a theoretical reflection on the need to address
media literacy in the school context. We base our opinion on the basic assumption
that the media, as well as being agents of socialization, also educate in parallel to
school. First, in order to set a context it analyzes media within the corporate production of culture and democratic society. From this, it develops a conceptual review of
media education, literacy and media competence to end with the proposal on media
education as a point of intersection between the world of knowledge, culture and
citizenship.
Key words: media education, media literacy, media competence.
SOMMAIRE
Cet article vise à proposer une réflexion théorique sur la nécessité d’aborder
l’éducation aux médias dans le contexte scolaire. À partir de l’hypothèse que les
médias, en plus d’être des agents de socialisation, aussi ils éduquent en parallèle
à l’école. Dans la contextualisation du problème, on commence par analyser des
médias au sein de l’entreprise de production de la culture et de la société démocratique. À partir de ce premier analyse, on développe une révision conceptuelle de
l’éducation aux médias, l’alphabétisation et les compétences des médias pour finaliser avec une proposition sur l’éducation aux médias comme un point d’intersection
entre le monde de la connaissance, la culture et la citoyenneté.
Mots clés: éducation aux médias, alfabetisation mediatique, compétence des
médias.
1.
INTRODUCCIÓN
El desarrollo tecnológico de los medios de comunicación ha crecido
vertiginosamente durante este siglo XXI. Basta con una mirada dentro de los hogares
para comprobar que se cuenta con un amplísimo conjunto de herramientas de
audio y video que permiten la comunicación de manera inmediata, en conexión
permanente con un mundo global.
La vida cotidiana se transforma a través de las tecnologías y diariamente se
convive en medio de avalanchas informativas, tanto relativas al mundo privado de
las personas como al de los acontecimientos nacionales e internacionales.
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Este panorama facilita la comunicación, pero, al mismo tiempo, formula
retos en el ámbito de los valores sociales y en el desarrollo de las capacidades
individuales. La tecnificación de la comunicación no se ha limitado a modificar
aparatos, sino que ha llegado a plantear nuevas dinámicas de socialización. En
la actualidad, es necesario plantearse la alfabetización mediática como base de
los procesos educativos de cualquier ser humano (Aguaded, 2011; Bernal, 2009;
Jenkins, 2006).
Los medios de comunicación y la escuela comparten la característica de ser
agentes de socialización y, actualmente, son reconocidos como socioeducadores
en el mundo infantil y juvenil. De igual manera, están llamados a un compromiso
de acompañamiento que permita a los jóvenes enfrentarse de manera competente
a la re-significación de los mensajes emitidos por los medios de comunicación en
las mejores condiciones (Aguaded y Díaz, 2008).
La alfabetización en medios del mundo de la información se amplía a la
competencia mediática y, con ella, al compromiso pedagógico de proporcionar
herramientas que permitan a los estudiantes enfrentarse al desafío comunicativo
de ser críticos, soberanos y creativos frente a los medios de comunicación y la
información (Buckingham, 2005; Pérez y Varis, 2010; UNESCO, 2008).
2.
LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN DENTRO DE LA PRODUCCIÓN EMPRESARIAL DE LA
CULTURA
Cuando se plantea la alfabetización mediática en el proceso educativo, es
necesario incidir en la comprensión del trasfondo económico e ideológico de
los medios de comunicación, con el fin de superar análisis ingenuos de la
cultura comunicativa y avanzar en la construcción de un ciudadano crítico ante la
información.
Los medios están inmersos en un campo totalmente semiológico de imágenes,
sonidos, palabras y tecnología, por medio de los cuales se ideologiza (Schiller,
1996). Dichos mensajes circulan en los medios de comunicación tradicionales
como nuevos, cuestionando el lugar que cada quien tiene como ciudadano, sujeto
social y consumidor.
En la industria cultural actual, es cada vez más complejo apreciar cuándo un
texto narrativo se transforma en anuncio (Labio, 2008). Algunos autores (Blesa,
2006; Labio, 2008; Schiller, 1996; Vera, 2001) plantean que la cultura que se produce
actualmente en los medios de comunicación ha transformado su naturaleza de
textos narrativos, que en su dinámica de emisión se interrumpían ocasionalmente
por anuncios comerciales, a un contenido netamente publicitario. El constructo
cultural se ha remplazado por el comercial, haciendo que la oferta cultural deje de
responder a los intereses de los ciudadanos y responda a demandas claramente
empresariales (Giroux, 2003).
La homogeneización cultural a través del entretenimiento y el fomento de la
cultura del consumo se consolida instaurando prácticas tales como la necesidad
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de conexión permanente, la construcción de un presente continuo a través de las
redes sociales, la comunicación simultánea, insaciable e inmediata y la aceptación
del bombardeo constante de publicidad, tanto evidente, como asociativa, como
encubierta.
De ahí que, en las propuestas sobre una educación en medios, sea necesario
el desarrollo de competencias que permitan cuestionar quién emite el mensaje, sus
intereses y el lugar en el cual pretende situar al receptor o al usuario.
2.1. La industria del entretenimiento y la industria cultural
El desarrollo empresarial en los medios de comunicación se caracteriza por
un entramado de compañías, que controlan diferentes medios de producción de
la información. Unos pocos grupos empresariales, compuestos en gran parte por
banqueros, constructores y grupos editores, controlan el mercado de cadenas de
televisión, periódicos, emisoras, revistas, producciones cinematográficas, agencias
publicitarias y productos multimedia (Labio, 2008; Vera, 2001).
Una combinación de sectores y formación de macroempresas en el ámbito
de lo cultural y la multimedia, que rentabiliza el ocio, la vida privada y el trabajo
creativo-cultural. Estos capitales se rigen por cambios bursátiles, en una dinámica
de desaparición, creación y fusión de marcas. Tanto los avances en tecnología
comunicativa como el talento de los creativos en los medios son apropiados
rápidamente por las empresas para su beneficio, relegando los contenidos sociales
y culturales. Es un proceso de concentración de capitales e instrumentalización
de los medios (Labio, 2008; Schiller, 1996; Zygmunt, 2010). A este respecto, el
capitalismo, en este momento histórico, se configura alrededor del conocimiento,
la tecnología, la información y la comunicación (Mejía, 2012).
Estos grupos empresariales se construyen como eslabones para garantizar el
flujo de la información. De ahí, la interconexión entre compañías de telefonía,
ordenadores, industrias del entretenimiento y sistemas de cable, conformando
importantes grupos empresariales como Disney-ABC, Time Warner, AOL, Televisa,
Vocento, Planeta, Mediaset. Cada grupo conforma un conjunto de marcas que se
promocionan entre ellas como productos aparentemente independientes. Así, por
ejemplo, un informativo presenta como noticia de interés general el estreno de una
película o de una colección de moda, cuando lo que pretende es la promoción de
un producto realizado por una de las empresas accionarias del grupo.
La fortaleza de estos grupos empresariales permite la expansión y creación
de mercancías que se realimentan entre sí, buscando mayores beneficios. Así,
un producto visual, como cualquier película de Disney, se complementa con
diferentes artículos como muñecos, ropa, papelería, videojuegos, multimedia y
parques temáticos entre otros. El interés de estos conglomerados empresariales es
la obtención de una mayor capacidad de actuación e incidencia, tanto a nivel local
como global.
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2.2. Entre democracia y consumismo
Los avances tecnológicos en el campo de la comunicación han logrado
satisfacer intereses en el ámbito empresarial y político. Los medios de comunicación
consolidan principios fundamentales para la democracia como son: la libertad
de expresión, la formación de opinión, la pluralidad de espacios públicos, la
información y la participación ciudadana. A través de comunidades virtuales,
redes sociales y blogs, los ciudadanos pueden denunciar, opinar y discutir sobre
diferentes temas. Los mercados, desde estas mismas fuentes, logran posicionar sus
productos en escalas globales y locales consiguiendo el máximo de los beneficios
(Blesa, 2006).
Existen múltiples ejemplos donde los intereses políticos y mercantiles se articulan
a través de los medios de comunicación. Sin embargo, diferentes autores (Area y
Ribeiro, 2012; Muñoz y González, 2002; Vera, 2001) que trabajan la alfabetización
mediática y la comunicación llaman la atención sobre la importancia de realizar
una interpretación crítica de estas confluencias, de cara a la conformación de
ciudadanos y sociedades democráticas.
Los valores participativos, que aparentemente consolidan los medios de
comunicación, se distorsionan con prácticas consumistas. Lo que preferentemente
se hace público y de interés general se relaciona con el entretenimiento y el
ocio (Giroux, 2003). De esta manera, la libertad de expresión y la pluralidad de
información quedan condicionadas a la satisfacción de las audiencias. Se transmite
lo que bien se vende, en detrimento de la formación de opinión concienzuda
sobre la realidad social y política (Blesa, 2006).
Los espacios de debate se consolidan mayoritariamente a través de contenidos
superfluos. La veracidad de la información se subjetiviza al tipo de formato
(videoclip, informativo, programa de farándula) y a los protagonistas (periodistas,
presentadores, actores). Por ejemplo, no se exige ni social ni legislativamente la
misma rigurosidad en las intervenciones en un debate de farándula, aunque se
traten aspectos de la vida política, que en un plató especializado sobre el tema. Sin
embargo, los primeros suelen tener una mayor capacidad de consolidar imaginarios
sociales que los segundos, porque llegan a un grupo más amplio de espectadores,
utilizan la información con simpleza y en forma de eslogan.
Aunque existe una atomización y democratización de los medios de producción
de información (Jekins, 2006), son los que representan a conjuntos empresariales
los que mayor audiencia obtienen, reduciendo los alcances de las opciones
alternativas de información gestionadas por la sociedad civil o los movimientos
sociales.
Los mecanismos de participación también se ven afectados, en tanto son
utilizados de manera indiscriminada. Se realizan plebiscitos esporádicos sobre
casi cualquier tema. Se suscriben actitudes consumistas de inmediatez que se
confunden con la libertad y la soberanía. La opinión y la votación en encuesta
de programas o páginas web se igualan con el derecho al voto, consolidando la
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figura del ciudadano de sillón. Mejía (2012) plantea que en los espectadores se
genera una ilusión de participación social fruto de la observación de la realidad
a través de los medios. Se cree que, por participar de ese acto comunicativo
de ver la realidad presentada como espectáculo, se está inmerso en una esfera
pública de participación y decisión. De esta manera, el valor social de los medios
de comunicación en las sociedades democráticas se minimiza, dando pie a la
concepción de los medios como instrumentos del poder para la manipulación de
amplios sectores sociales (Blesa, 2006; Giroux, 2003).
Los avances tecnológicos permiten que los usuarios filtren la información
y seleccionen con detalle lo que desean ver, escuchar y leer, entorpeciendo la
pluralidad y diversidad social (Muñoz y González, 2002). La formación de opinión
queda sujeta a las agendas que se comparten. Por ejemplo, entre los jóvenes suele
referirse a su vida cotidiana, a su ejercicio como seguidor o fans, a hacer público
lo íntimo y el cuerpo. Los nodos de socialización suelen ser restringidos a amigos
y familiares (Bringué y Sádaba, 2010).
La concepción de ciudadanía y participación política se cuestiona de cara
a los roles que las personas asumen frente a los medios de comunicación. Se
puede hacer uso de los medios tanto como sujetos, consumidores, usuarios,
seguidores, productores y ciudadanos (Castells, 2009). Una multiplicidad de roles
que dificulta el análisis de las acciones y las incidencias en la vida pública. Ante
ello, se presentan enfoques que ven las nuevas redes de comunicación como el
ágora digital del siglo, donde las dinámicas sociales que se establecen podrían
favorecer la democracia y la participación del ciudadano de cara a las posibilidades
que ofrecen las nuevas tecnológicas (Jenkins, 2009; Mejía, 2010). Otros, discursos
escépticos de estos beneficios, ven en la atomización de roles una concentración
de actitudes consumistas que deterioran el ejercicio de los derechos civiles (Blesa,
2006; Giroux, 2003; Zygmunt, 2010).
3.
LA
ALFABETIZACIÓN MEDIÁTICA COMO NECESIDAD EN LOS PROCESOS ESCOLARES
Uno de los retos de la educación en medios es la construcción de estrategias
para que los estudiantes, de manera autónoma, comprendan dos aspectos
fundamentales. El primero, que los medios de comunicación, a pesar de ser un
servicio social, están ligados en este momento histórico a intereses empresariales,
condición que cuestiona la veracidad de la información que circula, al tiempo que
evidencia el poder de los medios para transformar y posicionar a nivel masivo
símbolos y mensajes que influyen en las decisiones de las personas, tanto en la
vida privada como pública.
El segundo aspecto, la necesidad de generar una autoconciencia crítica
sobre las actitudes que se desarrollan como usuario, receptor y productor en los
medios de comunicación. Este aspecto se subdivide en dos cuestiones. Una, que
se relaciona con el conocimiento de los mecanismos de producción y persuasión
de la industria del entretenimiento y el aprendizaje del lenguaje audiovisual y
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digital de los medios. El desarrollo, tanto de capacidades axiológicas y cognitivas
como afectivas para la decodificación de los valores que se presentan. Y dos, que
tiene que ver con la actitud responsable sobre la información que se produce.
La información que se publica debe responder a normas éticas y solidarias de
la sociedad, debe fomentar la democracia y la participación y estar abierta a la
construcción de escenarios de convivencia, pluralidad y conocimiento.
3.1. Entre la educación en medios, la alfabetización mediática y la competencia
mediática
La alfabetización mediática se fundamenta en un proceso político y pedagógico
denominado Educación en Medios. Desde este enfoque, se considera que la
ciudadanía participativa, activa y crítica de este siglo necesita desarrollar capacidades
que le permitan comprender los medios de comunicación (Buckingham, 2005;
Gutiérrez y Tyner, 2012).
La educación en medios se refiere a una dimensión estructural sobre la cultura
comunicativa, el papel de los medios en la sociedad y la transmisión del conocimiento
(Krucsay, 2007). Es un planteamiento que se integra con tradicionales y nuevos
medios de comunicación, el aprendizaje de su funcionamiento, la comprensión
y la creación de mensajes. Se entiende que la educación en medios no se limita
al ámbito de lo académico y escolar, sino que se desarrolla en una variedad de
contextos como la familia, los espacios formales e informales de aprendizaje,
las instituciones gubernamentales y los espacios culturales (Pérez y Varis, 2010;
UNESCO, 2008).
Buckingham (2005) hace hincapié en la educación mediática como un proceso
de enseñanza y aprendizaje sobre los medios, diferenciándola de la educación por
medio de o con los medios. Este proceso pretende la formación de ciudadanos
críticos y conscientes del poder de los medios de comunicación, contrario a la
simple instrucción en la utilización de los medios o la formación de consumidores.
A su vez, Pérez (2003) plantea la educación en medios como una tarea filosófica,
epistemológica de primera magnitud que afecta a nuestra conciencia como seres
humanos y a nuestra faceta de ciudadanos.
La educación en medios propone mejorar los procesos comunicativos, la
promoción de la creatividad individual, la formación en el análisis de contenidos,
el impulso de la interpretación subjetiva de la acción comunicativa y la disminución
de la brecha de inequidad que existe entre quienes el contexto (social, político,
económico o geográfico) les permite o les niega el acceso a los medios de
comunicación; entre quienes tienen acceso a los medios de comunicación, porque
el contexto (social, político, económico o geográfico) se lo permite, y entre quienes
tienen negado este acceso a los medios porque el contexto se lo impide (Ambros y
Breu, 2011; Pérez y Varis, 2010; Parlamento Europeo, 2008; UNESCO, 2008). Desde
el año 1999 los organismos internacionales abogan por la educación mediática,
junto a la libertad de expresión, al derecho a la información y a la construcción y
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mantenimiento de la democracia como un derecho básico de todos los ciudadanos
del mundo.
Las dimensiones de la educación mediática se relacionan con la comprensión
crítica de los medios y la expresión a través de éstos, es decir, identificar e
informarse a través de los medios, desarrollar la conciencia crítica en relación con
el universo mediático y expresarse a través de éstos (Bernabéu, Esteban, Gallego y
Rosales, 2011). En esta línea, nos remitimos de nuevo a Buckingham (2005), quien
agrupa estas dimensiones en tres aspectos: el acceso referido a los elementos
técnicos y éticos de accesibilidad a la información; la comprensión relacionada
con la semiótica de los medios de comunicación y la naturaleza ideológica de
los intereses de producción; y la creación de mensajes utilizando los medios y
reconociendo su papel dentro del mundo social tanto en lo público como en lo
cotidiano. Dentro de la práctica de la educación mediática, Buckingham (2005)
plantea que su desarrollo se puede establecer a través de cuatro conceptos clave:
producción, lenguaje, representación y audiencia. Señala que son aspectos que
pueden ser analizados en todos los medios de comunicación, que son flexibles
en su articulación y que reflejan la fundamentación teórica sobre la educación en
medios. Esta propuesta se esquematiza más adelante en el Gráfico 1.
En este orden, algunas de las habilidades que se desarrollan con este tipo de
educación tienen que ver con el uso de las tecnologías, la comprensión de los
intereses presentes en los contenidos mediáticos, el análisis crítico de los mensajes
emitidos en los distintos formatos, el uso creativo de los medios, la identificación y
selección de contenidos y la comprensión de la dimensión afectiva en los medios
de comunicación (Ferrés y Piscitelli, 2012).
No obstante, la alfabetización mediática, lejos de ser una novedad pedagógica,
es una reclamación que se viene haciendo a la escuela desde hace varias décadas y
que está relacionada con los ámbitos de la comunicación y la educación. Desde el
desarrollo epistemológico de la acción comunicativa, los enfoques sobre educación
en medios se han venido abordando desde varias concepciones. El enfoque
proteccionista plantea el análisis lineal de causa-efecto entre los medios y las
audiencias; el enfoque sociológico analiza las motivaciones, hábitos y costumbres
de las personas frente a los medios; el enfoque semiótico analiza los diferentes
lenguajes en los medios y el enfoque cultural estudia las representaciones sociales
y las relaciones de poder inmersas en los medios de comunicación (Morduchowicz,
2008).
Es preciso señalar que en el ámbito de lo educativo el tratamiento de la
información y los cambios tecnológicos han derivado en la conceptualización de
cuatro clases de alfabetización: 1) la audiovisual, que se relaciona con los medios
masivos de comunicación y la imagen; 2) la tecnológica, relacionada con lo digital,
que se centra en la utilización de las TIC; 3) la informacional, que se refiere a la
capacidad de encontrar, analizar y evaluar la información, y 4) la mediática, que
agrupa a todos los medios de comunicación, tanto tradicionales como nuevos
(Bernabéu, Esteban, Gallego y Rosales, 2011).
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Al tratar de realizar una conceptualización sobre la alfabetización mediática,
lo primero que se debe señalar es su naturaleza polisémica y de solapamiento con
otras definiciones, debido a que los campos de alfabetización, diferenciados en lo
teórico y en lo práctico, se entremezclan en las dinámicas de uso de los diferentes
medios. A ello se suman las posibilidades que permiten los avances tecnológicos
de trasmitir y emitir mensajes y en la materialización pedagógica de la educación
en medios.
En concreto, Buckingham (2005) señala que la alfabetización mediática es el
resultado de la educación en medios. Se refiere al conocimiento y las habilidades
que se adquieren para poder comprender y crear mensajes a través de los medios
de comunicación. Es un proceso dinámico, que se reconfigura dependiendo de las
necesidades básicas de cada época. También la UNESCO relaciona la alfabetización
mediática con la capacidad de acceder, analizar y evaluar el poder de las imágenes,
los sonidos y los mensajes. Una vez adquirida, favorece la democracia, en tanto
eleva el nivel de conciencia sobre los medios y promueve condiciones para ejercer
una ciudadanía plena y activa. La Unión Europea la define como un área de
conocimiento que promueve la lectura y la recepción crítica de los mensajes.
Siguiendo esta línea conceptual, la Media Literacy Resource Guide desarrollada
en Ontario-Canadá plantea que la alfabetización en medios supone una comprensión
razonada de la naturaleza de los medios de comunicación y la capacidad para
crear productos mediáticos. Posteriormente, en el Gráfico 2, se presentan las cinco
preguntas claves que pueden cambiar el mundo. En el mismo sentido, la Asociación
de Alfabetización Mediática (AML) concreta esta alfabetización en el desarrollo de
la capacidad de codificar, evaluar y comunicarse en los diferentes tipos de medios
que existen en la actualidad, ya sean impresos, audiovisuales o electrónicos, así
como la capacidad para distinguir entre la ficción, la información y lo artístico.
A partir de esta definición se propone una base teórica de siete elementos
que sustentan las teorizaciones sobre medios de comunicación y alfabetización que
recoge diferentes discusiones sobre el tema.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
Todos los medios son construcciones.
Cada persona interpreta los mensajes de manera diferente.
Los medios de comunicación tienen intereses comerciales.
Los medios de comunicación contienen mensajes ideológicos y de valor.
Cada medio tiene su lenguaje, su estilo, sus técnicas, sus códigos, sus
convenciones y su estética.
Los medios de comunicación tienen implicaciones sociales y políticas.
Forma y contenido están estrechamente relacionados en los medios de
comunicación.
Desde una perspectiva pedagógica, Gutiérrez y Tyner (2012) plantean que la
alfabetización mediática es una preparación básica para la vida actual y por ende
obligatoria en el desarrollo escolar, que debe ser crítica, dignificante y liberadora,
oponiéndose a la idea funcional de enseñar a utilizar aparatos o educar a receptores
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como consumidores audiovisuales y tecnológicamente entrenados. La alfabetización
mediática es el desarrollo de una actitud de constante cuestionamiento sobre el
origen de la información, los intereses de los productores y las relaciones que se
establecen entre los cambios tecnológicos, los desarrollos sociales y culturales
(Gabelas, 2007).
En los últimos años se ha venido liderando desde organismos internacionales
y académicos la idea de conjugar en una sola alfabetización lo mediático y lo
informacional, en tanto que son procesos que, con los cambios tecnológicos y
comunicativos de estos tiempos, convergen en la cotidianidad de las personas.
A esta idea se la ha denominado alfabetización mediática e informacional (AMI),
que se entiende como el proceso educativo de «empoderar a las personas en
todos los ámbitos de la vida para buscar, evaluar, utilizar y crear la información
de una forma eficaz para alcanzar sus metas personales, sociales, ocupacionales y
educativas. Esto es un derecho básico en un mundo digital y promueve la inclusión
social de todas las naciones» (Wilson, Grizzle, Tuazon, Akyempong y Cheung,
2011, 16). La alfabetización mediática e informacional (AMI) se fundamenta en tres
elementos claves: las funciones de los medios en las sociedades democráticas, las
condiciones y el contexto en el cual se desarrollan estas funciones y las estrategias
de evaluación de las funciones, los contenidos y los servicios que promueven los
medios (Bernabéu, Esteban, Gallego y Rosales, 2011).
La AMI se propone como un conjunto de competencias individuales que
se desarrollan frente a los medios de comunicación. Se articula en tres niveles
piramidales de competencias: el primero, la base, referidas a las competencias de
acceso y uso de los medios; las segundas, las competencias relacionadas con la
comprensión y la crítica; las terceras, las competencias de producción comunicativa
y creativa. Todas estas competencias repercuten en la adquisición de normas
de conducta, en la relación cognitiva con los medios de comunicación y en el
desarrollo del lenguaje (Pérez y Varis, 2010).
A partir de la investigación que Joan Ferrés y un grupo de académicos en
17 universidades del contexto español vienen desarrollando desde el año 2005
sobre la competencia mediática, se ha desarrollado una propuesta de dimensiones
e indicadores sobre esta nueva categoría de competencia, que se basa en
la necesidad de discernimiento que los ciudadanos de estos tiempos tienen
frente a los medios de comunicación. La propuesta plantea que, como todas las
competencias en educación, debe reflejarse como un dominio en la esfera del
conocimiento, la destreza y las actitudes. La competencia mediática se desarrolla,
como podrá observarse posteriormente en el Gráfico 3, en seis dimensiones
básicas de la educación en medios: lenguaje, tecnología, procesos de interacción,
procesos de producción y difusión, ideología y valores, y estética. Para cada
dimensión se desarrolla un conjunto de indicadores, que se agrupan en el ámbito
del análisis (interacción con los mensajes) y en el ámbito de la expresión (la
producción de mensajes). El objetivo de esta competencia mediática es contribuir
al desarrollo de la autonomía personal, al compromiso sociocultural y al desarrollo
de una ciudadanía crítica y participativa con los medios de comunicación.
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En consecuencia, respecto al desarrollo teórico sobre la educación en medios,
la alfabetización mediática y la competencia mediática se centran en las capacidades
que los individuos desarrollan para enfrentarse a la información y su mundo de
producción, desde un contexto de ciudadanía activa. Atrás quedan las nociones
de protección frente a los medios, de educación para un determinado medio de
comunicación y la concepción de audiencias pasivas.
En este artículo se propone que la construcción de sujetos críticos frente a la
información y mediáticamente alfabetizados pasa necesariamente por un proceso
de reflexión que permita entender dos aspectos fundamentales de la acción
comunicativa en el mundo globalizado. En primer lugar, entender que en los
medios de comunicación confluyen intenciones empresariales, políticas, sociales y
culturales que, a través de los mensajes que emiten, buscan influir en la percepción
del mundo y en las decisiones que se toman en la sociedad. Y, en segundo lugar,
comprender que la urgencia en desarrollar la competencia mediática debe centrarse
en reconocer el papel de ciudadanos y consumidores en el actual mundo de la
comunicación, con el fin de desarrollar, a través de programas educativos, las
capacidades cognitivas, axiológicas y afectivas que hagan consciente al ciudadano
del lugar de la tecnología y la comunicación en su vida cotidiana.
4.
EL
DESARROLLO DE LA COMPETENCIA MEDIÁTICA COMO PUNTO DE INTERSECCIÓN
ENTRE LO EDUCATIVO Y EL MUNDO COTIDIANO
El hecho de reconocer que los medios de comunicación juegan un papel
preponderante en la actual cotidianidad del ser humano ha llevado durante varias
décadas a perfilar la necesidad de educar en las competencias mediáticas, para
analizar y tomar una posición crítica sobre la información que se ve, se oye o se
lee (Orozco, 1997).
En la actualidad, existe evidencia empírica respecto a que los medios de
comunicación son agentes socializadores que influyen en la construcción de los valores
y de la identidad, por delante de la escuela (Medrano y Martínez de Morentín, 2010).
Los medios de comunicación son referentes culturales que vehiculizan y configuran
elementos de identidad, simbolismo y representación de una hegemonía cultural y
un imaginario compartido, de normas, convenciones y conductas sociales (Martín,
2009). Independientemente del mensaje y su mediación, éstos son protagonistas
del mundo social, e influencian de manera directa o indirecta el comportamiento
de las personas. Así, la exposición permanente a contenidos violentos desfigura la
visión de la realidad e incrementa la reacción violenta en los niños. Con el caso
de la publicidad, sucede algo similar, pues la exposición a mensajes sobre calidad,
sexo, moda, felicidad y éxito prioriza valores en los consumidores contrarios a
los socialmente deseables que son los que se trabajan en la escuela (Medrano y
Martínez de Morentín, 2010; Moro, 2007).
El terreno de lo educativo está llamado en estos tiempos a ser un punto
de intersección entre los ámbitos de la producción del conocimiento, la cultura
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y la construcción de ciudadanía. La educación en medios y el desarrollo de la
competencia mediática dentro de los currículos puede convertirse en el elemento
articulador dentro de la práctica escolar. Este proceso de articulación tiene algunos
aspectos a señalar.
El primero, el protagonismo de los niños y los adolescentes dentro de la era
digital. Los adolescentes del siglo XXI forman parte de una generación que convive
con múltiples medios de comunicación, al que algunos investigadores denominan
«nativos digitales» (Aguaded, 2011; Jackson, 2011; Jun y Pow, 2011; Koltay, 2011;
Mejía, 2010) y otros «generación interactiva» (Bringué y Sádaba, 2010). Estos
términos describen a los niños y jóvenes del presente, que disponen de un precoz
uso de la tecnología, que acceden de manera universal a múltiples sistemas de
pantallas y que emplean los medios, a diferencia de generaciones antecesoras,
para comunicarse, conocer, compartir, divertirse y consumir.
En un diagnóstico realizado en España (Bringué y Sádaba, 2010), se señala
que los jóvenes de esta generación están altamente equipados, son autónomos
en el uso de los diferentes aparatos tecnológicos, interactúan constantemente, se
divierten con la tecnología digital y necesitan de ésta para relacionarse con sus
pares y el mundo adulto.
Así diversos autores (Jackson, 2011; Jun y Pow, 2011; Koltay, 2011) caracterizan
a los nativos digitales como personas que absorben rápidamente la información
multimedia, consumen datos simultáneamente de múltiples fuentes, generan
y solicitan respuestas inmediatas e instantáneas, permanecen comunicados
permanentemente, crean sus propios contenidos, se apropian de los recursos
tecnológicos para su vida diaria y poseen habilidades para el uso de equipos y
para el manejo de información.
A pesar de esta innata vivencia del mundo tecnológico y de los medios de
comunicación, los niños y adolescentes desconocen todo sobre ese lenguaje
comunicativo del que son asiduos usuarios (Hurtado, Puig y Romero, 2007).
Estos usuarios están en un alto grado de riesgo de ser influenciados por un
agente socializador, que se soporta en el poder económico y político, y que
captura su atención a partir del estímulo de los sentidos y de las emociones
(Moro, 2007).
Diferentes investigaciones sobre el grado de alfabetización mediática de los
niños y adolescentes, especialmente en los medios audiovisuales y la publicidad,
afirman que éstos son inconscientes del mundo en el cual se sumergen
cotidianamente, que carecen de puntos independientes para la recepción de los
mensajes, que confunden la realidad con la ficción y crean realidades inventadas.
Así mismo, dichas investigaciones señalan que tanto niños como adolescentes
desconocen la polisemia de los discursos y que tienen un alto grado de confianza
en la veracidad de los contenidos emitidos. Igualmente hacen hincapié en que
sus razonamientos son simples o débiles frente a las connotaciones simbólicas de
los mensajes, que se centran en elementos visuales y sonoros, y que su análisis
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tiene una forma literal y pragmática (Bernad y Sola, 2007; Martin, 2009; Moro,
2007).
Como ya se ha señalado anteriormente, los medios de comunicación
son agentes socializadores (Hurtado, Puig y Romero, 2007; Medrano, Aierbe
y Orejudo, 2009) y tanto los niños como los jóvenes viven inmersos en un
mundo digital que les es cotidiano. Sin embargo, la inmersión y el consumo
de los diferentes mecanismos y plataformas comunicativas, tanto de los medios
tradicionales como de las nuevas tecnologías, no garantizan en los usuarios la
comprensión global de los contenidos, ni la actitud crítica frente a los valores
que se transmiten (Camps, 2009; Pérez, 2003; Ramírez de la Piscina, Zarandona,
Basterretxea e Idoiaga, 2006).
El adolescente, como receptor activo, está en medio de una constante
negociación cultural del significado de los mensajes y de los valores. Por una parte,
atiende al mundo adulto, que le indica el deber ser; por otra, atiende al mundo
de sus pares, que marca las necesidades de grupo, identificación y ocio, y, por
último, está el mundo del consumo, que se basa en la inmediatez y el espectáculo
(Gabelas, 2005; González, Rodiño, Goris y Carballo, 2008; Mejía, 2010).
El segundo aspecto tiene que ver con la recuperación de la escuela como
espacio para desarrollar los valores democráticos. La función cívica de la educación
en las sociedades democráticas consiste en mantener los valores de justicia,
libertad e igualdad (Giroux, 2003). En el desarrollo industrial de los medios de
comunicación, estos valores se desplazan constantemente por valores de orden
consumista. Los educadores deben generar espacios y dinámicas, en los cuales
se revalorice el poder de los medios como elementos para el desarrollo de la
cultura popular y el fortalecimiento de la ciudadanía. Es decir, recuperar la función
social de la cultura y los medios de producción a través de la práctica pedagógica
cotidiana.
Diferentes estudios evidencian que los valores sociales en los adolescentes
se retroalimentan en la multiplicidad de los medios de comunicación y en la
naturaleza de persuasión que éstos tienen sobre sus necesidades psicológicas
de identidad y pertenencia. Al estar en conexión constante, están expuestos a
continuos flujos de mensajes que moldean la percepción del mundo. De acuerdo
con las investigaciones de Medrano, Cortés y Palacios (2009), Aierbe y Medrano
(2008) y Medrano y Martínez de Morentín (2010), sobre los valores presentes en los
adolescentes, encuentran que éstos conviven internamente en una contraposición
entre valores personales e individualistas, que se desarrollan en la esfera de lo
privado, y valores colectivistas vinculados a lo público y comunitario.
No obstante, la educación no ha tenido en cuenta estos aspectos y los
medios de comunicación han venido siendo utilizados por los maestros como
instrumentos para vehiculizar la información y como herramientas para atraer la
atención de los estudiantes. Así se puede observar que con las TIC muchos de los
esfuerzos escolares se han centrado en la instrucción sobre el funcionamiento de
los ordenadores, el software y el establecimiento de búsquedas. Sin embargo, el
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desarrollo de la competencia mediática en su aspecto crítico, sobre los contenidos,
sobre el contexto de la producción y sobre su incidencia en la cultura, continúa
siendo la carencia de la educación en medios.
De ahí, que sea necesario que los maestros y formadores, quienes también
son usuarios y consumidores de los medios de comunicación, desarrollen unos
conocimientos previos sobre el tema. La UNESCO (2011), en su programa de
formación para maestros, propone una tríada temática orientativa de los aspectos a
ser desarrollados: a) el conocimiento y entendimiento de los medios de información
para los discursos democráticos y la participación social, b) la evaluación de los
textos mediáticos y fuentes de información y c) la producción y el uso de los medios
y la información.
El tercer aspecto se vincula con la creación en el aula de espacios de intersección
entre la cultura y la ciudadanía, a través de los medios de comunicación. Los
medios y la escuela comparten la característica de ser agentes de socialización
y, actualmente, son reconocidos como socioeducadores en el ámbito infantil y
juvenil. De igual manera, están llamados a un compromiso de acompañamiento
que permita a los jóvenes enfrentarse de manera competente a la re-significación de
los mensajes emitidos por los medios de comunicación en las mejores condiciones
(Aguaded y Díaz, 2008).
Los educadores, reconociendo el cambio cultural sobre la construcción del
conocimiento, deben forjar una mediación social entre el mundo social de los
estudiantes y la ciudadanía activa en la sociedad democrática. Una estrategia es
la reflexión sobre los elementos que fundamentan el campo de la educación en
medios. A través de los siguientes gráficos (1, 2 y 3), se resumen tres propuestas.
Estas propuestas, que ya se han abordado anteriormente, se pueden materializar
tanto en unidades didácticas, como en temas dentro de asignaturas, hasta la
incorporación al currículo general en una propuesta de educación en medios. Los
maestros deberán adaptarlas con propuestas lúdicas, según la edad y el contexto
de la labor educativa.
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GRÁFICO 1. PROPUESTA
DE
DAVID BUCKINGHAM (2005)
GRÁFICO 2. PROPUESTA DEL CENTER FOR MEDIA LITERACY (2004).
CINCO PREGUNTAS CLAVES QUE PUEDEN CAMBIAR EL MUNDO
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GRÁFICO 3. PROPUESTA DE JOAN FERRÉS Y PISCITELLI (2012).
DIMENSIONES BÁSICAS DE LA EDUCACIÓN EN MEDIOS
En nuestra opinión, la elección de estas tres propuestas, tras la revisión del
estado del arte, se justifica porque son las que mejor recogen tanto los conceptos
claves como las dimensiones que deben estar presentes a la hora de elaborar
cualquier instrumento para educar en la competencia mediática e informacional de
la ciudadanía. De hecho, estas propuestas han posibilitado la construcción de un
esquema conceptual de autoría propia que integra en cuatro dimensiones y once
categorías el desarrollo de estos autores, tal y como se puede observar en la Tabla
1. Este esquema conceptual nos facilitará la creación de un instrumento para medir
la competencia mediática e informacional.
TABLA 1. ESQUEMA CONCEPTUAL DE LAS DIMENSIONES
Y CATEGORÍAS DE LA COMPETENCIA MEDIÁTICA E INFORMACIONAL
DIMENSIÓN
Acceso y uso de los medios
de comunicación
Lenguaje y comprensión crítica
Procesos de producción
y programación
Transformación de la realidad
a través de la comunicación
a.
b.
c.
d.
e.
f.
g.
h.
i.
j.
k.
CATEGORÍA
Mecanismos de producción
Herramientas telemáticas y tecnologías
Uso del medio y la información
Lectura y argumentación de imágenes
Creación a partir de imágenes
Criterios estéticos y juicios de valor
Fases de producción
Función cultural de los medios y la información
Conciencia receptora y crítica
Competencia comunicativa
Apropiación tecnológica
Asimismo, otra estrategia es la apropiación de los medios de comunicación
como herramientas de expresión y construcción de la cultura popular. Ésta es
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una de las capacidades que desarrolla la alfabetización mediática. Sin embargo,
la apropiación de los medios por parte de los usuarios, con frecuencia, es
instrumentalizada para beneficio de los mercados (Margalef, 2010; Sarramona,
1986). No obstante, dentro del trabajo de aula, se pueden generar actividades que
refuercen los procesos educativos con la construcción de productos culturales de
autoría propia: fotografías, videos, videoclips, periódicos, informativos, campañas
publicitarias, carteles, etc. Igualmente, a través del trabajo colaborativo, se puede
hacer uso de herramientas para la construcción de conocimiento y la movilización
de propuestas democráticas responsables a través de wikis, blogs, foros, marcadores
y redes sociales. Mayoritariamente, son espacios utilizados para el ocio, de ahí
la importancia de poder trabajar con los estudiantes otro tipo de utilizaciones
(Medrano, 2008).
Finalmente, los aprendizajes específicos que, en nuestra opinión, se deberían
estimular dentro de lo educativo a través de los medios de comunicación son los
siguientes:
•
•
•
La capacidad cognitiva: el desarrollo de la metacognición, la reflexión
sobre aspectos de la realidad no inmediata, la formulación de hipótesis,
la posibilidad de otras soluciones, el aislamiento de lo superfluo, la complejización de las situaciones, en definitiva, no quedarse en lo obvio y
superficial, e ir más allá de los contenidos presentados. Los programas
y películas de ciencia ficción, que tienen unos altos niveles de audiencia
entre la juventud, pueden ser adecuados para trabajar la capacidad de
abstracción.
Procesamiento de la información: la recogida de información y conocimiento de otras etnias y/o culturas, la atención en aspectos relevantes
acerca de fenómenos y acontecimientos concretos, la presentación de
ideas diferentes y contrapuestas; así como la ordenación de la información desde diferentes fuentes o posicionamientos ideológicos, etc. Los
documentales, informativos, incluso las series, pueden resultar apropiados para desarrollar esta competencia.
La competencia socioemocional: la conquista de la identidad en los adolescentes, la capacidad para saber cómo actuar en determinadas situaciones, la resolución de conflictos interpersonales, la adaptación ante
situaciones nuevas y en culturas diferentes (saludos, convenciones, reglas
del juego), la capacidad de escucha, de expresión y, sobre todo, la capacidad de explicitar las emociones y actitudes no adecuadas o éticamente
rechazables que se transmiten en determinados contenidos mediáticos.
El análisis de un programa deportivo, las teleseries con personas de diferentes contextos culturales, las películas en las que se plantea claramente
el problema de los modelos autoritarios y las emociones pueden resultar
adecuados para trabajar esta competencia.
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5.
A
MODO DE DISCUSIÓN FINAL
Las nuevas relaciones sociales, cognitivas y simbólicas que han venido
surgiendo a partir de la revolución comunicativa en estos últimos tiempos son un
escenario de posibilidades que se presentan a la educación para generar un punto
de intersección entre el mundo de lo cotidiano y el conocimiento. De esta manera,
se logra reducir la brecha que existe entre la realidad que vive el alumnado, la
estructura escolar y las demandas sociales del mundo de hoy.
Si bien el universo de los medios de comunicación está matizado por la industria
del ocio y el entretenimiento, ello no ha evitado generar diversos cambios en la
forma de participar, construir, interpretar, archivar y crear significados en el mundo
contemporáneo. Las audiencias cada vez se apropian más de mecanismos virtuales que
les sirven para relacionarse con productores y compartir contenidos (Jenkins, 2009).
Los escenarios pedagógicos deberían retomar esas transformaciones comunicativas
como la oportunidad privilegiada de subvertir las prácticas del mundo digitalizado
hacia nuevas formas de aprender, crear y generar conocimiento (Mejía, 2012).
La cultura participativa desarrollada en medio de los avances tecnológicos en
comunicación se traduce en una cotidianidad juvenil que transcurre en medio de
pantallas y comunidades virtuales, que se agrupa por actividades de ocio, intereses
comunes y prácticas de socialización, en donde se comparte, se interpela, se innova
y se movilizan significados (Bernete, 2010; Morduchowicz, 2008). Los participantes se
apropian de herramientas y técnicas de la comunicación para mediar en la construcción
de la cultura popular. Aunque en su mayoría están desarrolladas en medio de la
industria cultural y el espectáculo, se evidencian prácticas de autonomía y soberanía
sobre los contenidos a los cuales se accede (Jenkins, 2009). La educación escolar
podría, a partir de estas prácticas, incentivar y recuperar las acciones democráticas
de deliberación, discusión y construcción de opinión que se han difuminado en la
mediación consumista de la realidad como pasatiempo. De esta manera, se retomaría
en la práctica su labor social de transmisión de valores civiles, a la vez que generaría
estrategias alternativas para formar comunidades que superen el entretenimiento y
fortalezcan la construcción de conocimiento científico.
De la mano de este proceso, vendría la consolidación de la conciencia popular
y la formación de opinión. Ello implicaría el avance en estrategias de negociación
cultural dentro del aula y el desarrollo de la competencia mediática, desde sus
aspectos cognitivos, sociales y afectivos. Los educadores precisan reconocer en
este proceso que la digitalización de la cotidianidad genera en las personas nuevos
lugares de experiencia y conocimiento (Mejía, 2012). Desde esta perspectiva, donde
lo cotidiano irrumpe en lo escolar, repercutiría en la actualización de los currículos
y en la transformación del quehacer colectivo. Los imaginarios, significados y
conocimientos dejarían de relacionarse de manera unívoca en la figura de un docente
proveedor de información y un grupo de estudiantes receptores pasivos. El desafío
está en la apertura de espacios para la decodificación de los valores presentes en
los medios de comunicación, en la comprensión de las transformaciones culturales
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que implican los adelantos técnicos en la vida cotidiana y la construcción colectiva
de representaciones y mediación cultural.
A través de la educación en medios y el desarrollo de la competencia mediática,
los docentes pueden desarrollar propuestas alternativas del uso y comprensión de
la tecnología comunicativa, reconstruyendo la ética inmersa en el papel del usuario/
espectador desde valores sociales colectivistas y abriendo la práctica educativa a
diversos escenarios de enseñanza-aprendizaje. Los docentes ejercerían ese punto
de intersección urgente entre las necesidades individuales de los estudiantes y las
expectativas de la sociedad en esta época de la información y el entretenimiento.
Estas posibilidades son factibles, en la medida que se realicen opciones
políticas y pedagógicas sobre el uso de los medios de comunicación dentro
de la educación, no como una adecuación técnica de uso, sino como una
reivindicación de la construcción del conocimiento, el pensamiento y el desarrollo
axiológico desde la escuela. De ahí, la imperante necesidad de socializar y crear
constantemente, en el terreno de la educomunicación, experiencias y prácticas de
aula que materialicen los horizontes conceptuales desarrollados por académicos
y organismos internacionales y que en algunos casos forman parte de la política
pública educativa de los países.
La necesidad de materiales que orienten desde la práctica sobre las estrategias
para consolidar las competencias básicas en el tema comunicativo y que desarrollen
desde lo didáctico las dimensiones de la educación en medios es un reto que
se plantea a los maestros e investigadores, como parte de la consolidación de
este proceso de creación de escenarios alternativos y críticos con los medios
de comunicación. Una empresa a desarrollar con todos los agentes educativos y,
necesariamente, desde la cotidianidad de las clases.
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