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X CONGRESO INTERNACIONAL DE INGENIERIA DE PROYECTOS
VALENCIA, 13-15 Septiembre, 2006
CONOCIMIENTO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO EN EL DESARROLLO
TECNOLÓGICO Y LA INNOVACIÓN
L. Pons Puiggrós(p) I. Loera Hernandez, G. Espinosa Garza
Abstract
The aim of this work is to emphasize the determination of the main thinkers in staying as
much in the study of the philosophy like in science, this preceding is essential in the advance
of the technological development and the innovation. In the antiquity, the knowledge began
by the study of the human nature; a same thinker combined the science and the philosophy
in the same structure knowledge; from the philosophy, the thinker acquired the study of the
human nature.
Through of time the new sciences and new technologies makes possible to the
specialization. From that moment on the philosopher developed his thought of independent
form, isolated, and it makes specific; in consequence it caused to discord between the
philosophy and the science. Through an historical comparison between philosophical
knowledge and scientific knowledge, the innovation and the technological change are
evaluated. We are concluding, to separate the human factor in the scientific questions it
produced a deviation that remains at the present time; therefore it is necessary to return to
consider the factor human to improve the expectations of the economic and technical yields.
Keywords: knowledge, innovation
Resumen
El objetivo de este trabajo es enfatizar la determinación de los principales pensadores en
mantenerse tanto en el estudio de la filosofía como en la ciencia, tal precedente es esencial
en el avance del desarrollo tecnológico y la innovación. En la antigüedad, el conocimiento se
iniciaba por el estudio de la naturaleza humana; un mismo pensador unía la ciencia y la
filosofía como estructura; de ésta última adquiría el estudio de la naturaleza humana como
base en sus puntos de partida. Con el avance del tiempo sobrevienen nuevas ciencias y
nuevas tecnologías que hacen ineludible la especialización, provocando que el filósofo
desarrollara su pensamiento de forma independiente, aislada, y concreta. Esto causó una
desvinculación de la filosofía y de la ciencia que contribuyó a que se dejara perdido el
esquema básico de la antigüedad.
A través de una comparación histórica entre conocimiento filosófico y científico se evalúan la
innovación y el cambio tecnológico concluyendo que, separar el factor humano en las
cuestiones científicas, produjo un extravío que permanece en la actualidad, por tanto es
necesario volver a considerar el factor humano para mejorar las expectativas de los
rendimientos económicos y técnicos.
Palabras clave: Conocimiento, innovación
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1. Introducción
Este documento trata de resaltar la influencia del estudio de la filosofía, hebraica y helénica,
en la ciencia para reflexionar cómo y a través de qué medios se integraron estos dos
conocimientos esenciales en el avance del desarrollo tecnológico y la innovación.
Dos culturas importantes en la antigüedad fueron la griega y la hebrea, cada una desarrolló
un pensamiento propio y aportó razonamientos significativos para la ciencia. En el período
antes del cristianismo, no había conexión filosófica entre estas culturas y, en consecuencia,
desarrollaban sus teorías con explicaciones que demostraban sus propios criterios de
validez. Más tarde, después del cristianismo, empezó a producirse un vínculo de estudio
entre estas dos culturas, que ha sido muy importante para el desarrollo de la ciencia y la
comprensión de la naturaleza del hombre. El pueblo de Israel fue sometido por muchos
imperios en la antigüedad, los asirios lo conquistaron en el 720 a.C., los babilónicos en el
600 a.C., los persas en el 550 a.C. y los griegos en el 330 a.C., y a través de estas
conquistas se produjeron muchos cambios en la sociedad hebrea. Su lengua perdía utilidad
porque los judíos adquirían de los países que les conquistaban su idioma, con lo que daban
cabida más tarde a la formación del arameo, una mezcla de estos idiomas hablados por los
países conquistadores de Israel. Este acercamiento de culturas no produjo un sincretismo
filosófico, principalmente porque los documentos en Israel aún estaban en hebreo, y fue
durante el reinado de Filadelfo Ptolomeo (285-247 a.C.) donde se inicia una plausible
vinculación cuando ordenó traducir las Escrituras del hebreo al griego.
2. Comentarios previos
Una de las grandes contribuciones de los griegos, ya que su religión les proporcionaba
libertad para estudiar la naturaleza del hombre, fue la de identificar una forma estructural
bien definida como inicio en el estudio del conocimiento y de la naturaleza humana, pero las
limitaciones de su religión se evidenciaron después de que se comprobara el error de la
teoría geocéntrica, que Claudio Ptolomeo (85-165 d.C.) expuso en su obra Almagesto, y así,
la religión perdió sentido para los científicos en el estudio de la ciencia. En cambio, la
religión para los judíos fue una de las causas que frenaron el desarrollo del estudio de la
naturaleza humana porque sus escritos y leyes debían ser tomados por verídicos sin
ponerlos a prueba. Por otro lado, la cultura hebrea poseía ciertos elementos o principios que
fueron considerados por grandes científicos para valorizar los nuevos descubrimientos de la
ciencia como ciertos o falsos. También es cierto que influyó a grandes teólogos a negar la
ciencia cuando contradecía sus creencias.
Bastantes años antes de que, en marzo de 1543, saliera de la imprenta de Johannes
Petreius en Nurnberg la primera edición del DE REVOLUTIONIBUS ORBIUM
COELESTIUM el fantasma del heliocentrismo o, si se prefiere, del copernicanismo,
preocupaba ya a las cabezas visibles de la ortodoxia católica y protestante [1]
Una observación del propio Martín Lutero, fechada el 4 de junio de 1539, señala:
Un astrólogo advenedizo que pretende probar que es la Tierra la que gira, y no el
cielo, el firmamento, el Sol o la Luna…Este loco echa completamente por tierra la
ciencia de la astronomía, pero las Sagradas Escrituras nos enseñan que Josué
ordenó al Sol, y no a la Tierra, que se detuviese [1]
De lo escrito anteriormente, se puede observar la influencia que tenía el pensamiento
hebreo en los pensadores antiguos, tanto para aceptar como para negar la ciencia. De los
griegos provenía la teoría geocéntrica, que explicaba que todo giraba alrededor de la tierra,
y que hoy en día sabemos que era falsa. Galileo publicó una objeción a la cosmología
aristotélica un siglo después de la obra De revolutionibus, (1543) del sacerdote Copérnico.
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Ciertamente, nunca nadie las observó antes que nosotros, por lo que de tantas veces
repetida inspección de las mismas hemos derivado la opinión, que tenemos por
firme, de que la superficie de la Luna y de los demás cuerpos celestes no es de
hecho lisa, uniforme y de esfericidad exactísima, tal y como ha enseñado de ésta y
de otros cuerpos celestes una numerosa cohorte de filósofos… Tenemos aquí un
argumento notable y óptimo para eliminar los escrúpulos de quienes, aceptando con
ecuanimidad el giro de los planetas en torno al Sol según el sistema Copernicano, se
sienten con todo turbados por el movimiento de la sola Luna entorno a la Tierra, al
tiempo que ambas trazan una órbita anual en torno al Sol, hasta el punto de
considerar que se debe rechazar por imposible esta ordenación del universo [2].
Por otro lado, aunque no haya una explicación de datos científicos directos, la inspiración
científica provino de otra civilización: la hebrea. En esa época, el pensamiento científico no
se inspiró en la cultura griega, sino que embistió contra esa vieja ciencia a fin de obtener un
nuevo punto de partida. Científicos como Galileo no reiniciaron la investigación que los
antiguos griegos habían dejado, se consagraron a una aventura totalmente nueva del
espíritu humano. Asimismo Johannes Kepler, autor de las tres leyes que gobiernan los
movimientos de los planetas, enseñaba la hipótesis mecanicista como la evidencia en que la
gloria de Dios se manifiesta en la perfección cronométrica del universo material. Igualmente
Pascal, cuyo genio matemático abrió el camino al cálculo diferencial, expresó su fe en el
Dios de la Biblia como contrapartida al "motor inmóvil" de la filosofía aristotélica [3]. Como
Kepler, Pascal, Newton y otros, los hombres de ciencia del siglo XVII dedicaban tanta
atención y esmero a la reflexión teológica como al estudio de los objetos de interés científico
[4].
3. La forma del conocimiento a través de los grandes pensadores
En la antigüedad, el conocimiento se iniciaba por el estudio de la naturaleza humana y no
era utilizado para su aplicación en una sola disciplina (ciencia). Un mismo pensador unía la
ciencia y la filosofía como estructura, de esta última adquiría el estudio de la naturaleza
humana como base en sus puntos de partida. En los griegos, la moral era un vínculo que
permitía desarrollar cada teoría con pocos desacuerdos, de modo que cuando se abordaba
un punto económico, se desarrollaba con gran ingenio científico, y al mismo tiempo se
enriquecía una razón de ser. Las grandes discrepancias (entre religión y filosofía) no fueron
causadas por motivos propios de tener la misma estructura, más bien se suscitaron de lo
desconocido y de las diferencias de fe (credo), porque no se sabía cuál era el punto de
partida y porque faltaba asumir lo que aportó el cristianismo en los posteriores pensadores.
Con el avance del tiempo sobrevienen nuevas ciencias y nuevas tecnologías que hacen
ineludible la especialización, y esto fue un empuje más para forjar al filósofo a desarrollar su
pensamiento de forma independiente, aislada y concreta, igualmente que el científico, el
matemático, e inclusive el artístico, de tal forma que entre ellos se observa un gran
desacuerdo (choque) entre ciencia y filosofía, debida principalmente a que el punto de
partida de cada uno ha cambiado.
Un asunto que ha repercutido siempre, y es necesario considerar, es que cuando se enseña
la técnica se espera un aprendizaje de ésta, pero no se asegura que se asimile la filosofía
implícita en esa técnica. En otras palabras, se contribuye a la separación del estudio de la
naturaleza del hombre del de la ciencia. Un asunto primordial que estaba contenido en el
estudio de la naturaleza humana fue el planteamiento y descripción de las teorías del
conocimiento. Sabemos que, aunque tuvieron grandes diferencias en este tema (religión y
filosofía), la importancia consiste no en saber si las teorías del conocimiento fueron
inexactas, sino en entender que fue la forma más adecuada en que cada uno las desarrolló
(estructura).
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Lo que se pretende decir no es el que la fe (dogma) de los antiguos fuese la correcta, sino
que su estructura, sin lugar a dudas, fue la óptima, si se toma en cuenta que los recursos y
conocimientos que tenían fueron diferentes a los nuestros. Esa estructura se fue perdiendo
en los pensadores posteriores; algunos encontraron nuevos conceptos y mejoraron su
desarrollo, otros, en cambio, permanecieron divagando, perdidos, añadiendo nuevas teorías
del conocimiento, que más que enriquecernos nos han llevado a permanecer en esta
ceguera, y han evitado, en parte, que el hombre vuelva a considerar la estructura del
pensamiento antiguo, sobre todo al considerar que todos los nuevos aportes que tenemos
hoy en día pueden enriquecernos con el simple hecho de conocerlos y estudiarlos desde su
propia naturaleza. En los siguientes párrafos, se verá cómo a través del tiempo se fue
perdiendo este sentido, y cómo algunos, con el deseo de revelarlo, dedicaron gran parte de
su vida a descifrar este enigma.
3.1 De Platón a San Agustín
Se escoge la antigüedad como inicio, y el centro de atención principal es la disputa de
Platón y Aristóteles, quienes ya hablaban de las teorías del conocimiento, y contaban con
una buena estructura de pensamiento, aunque cada uno la explicó de forma diferente. Es
importante mencionar que no es la intención aquí ampliar el pensamiento de cada uno de
ellos, sino sólo remarcar cuál fue su diferencia y cómo fue su evolución, en el sentido de
aceptación y negación. Esta primera época que se analiza, marca el punto de partida de la
mayoría de los pensadores posteriores, y se podrá observar en los escritos de ellos cómo se
decantaban o por Platón o por Aristóteles.
Platón (427 a.C. - 347 a.C.) desarrolló su pensamiento (diferente del de Aristóteles) al
suponer la preexistencia y la inmortalidad del alma individual, lo cual se convirtió en la base,
en cuanto a estructura, de los posteriores pensadores cristianos. La teoría platónica situaba
el conocimiento de las ideas universales como el conocimiento auténtico y previo al
conocimiento de los individuos. En definitiva, el verdadero conocimiento es aquel que se
tiene, no acerca de las cosas sensibles, sino acerca de las ideas, y no por medio de los
sentidos, sino por medio de la memoria. Conocer, por tanto, es recordar lo que el alma vio
en el mundo de las ideas [5].
Por sus teorías, se puede considerar a Platón como un racionalista cuyo problema de
planteamiento fue cómo conciliar la fe y la razón, problema que identifica a todo racionalista,
sobre todo cuando existe una fe (credo) que no puede ser entendida de forma racional. Hay
que tener presente que tanto Platón como Aristóteles no tenían el credo judeocristiano que
tuvieron los grandes pensadores quienes tomaron las bases de aquéllos.
Aristóteles (384 a.C.- 322 a.C.) afirmará que el proceso es contrario al de Platón: el
entendimiento conoce lo particular antes que lo universal; y más aún, a lo universal se llega
por medio de lo particular, siendo éste el origen del conocimiento, en general, del mundo
sensible. El hombre tiene un conocimiento sensible que es posible gracias al cuerpo y a la
facultad sensitiva de su alma, y un conocimiento racional o intelectual posibilitado por la
tercera de las funciones del alma, que son pensar y entender [6]. Aunque las ideas de
Aristóteles significaban un conflicto en el pensamiento cristiano, Tomás de Aquino observó
su importancia estructural y, aunque no consideró como ciertas todas sus ideas, sí aceptó
los movimientos de la mente y el corazón del hombre como Aristóteles los planteaba.
Para Aristóteles los sentidos son la única fuente de conocimiento porque a través de ellos,
conocemos los particulares, con base en los cuales el intelecto se encarga de abstraer las
características esenciales, y así formar lo universal, o para decirlo más exactamente: la
sensación conoce las formas sensibles, esto es, formas presentes en la materia; la
inteligencia conoce formas inteligibles abstraídas de la materia.
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Aunque sería erróneo afirmar que Aristóteles fue un categórico empirista, sí se acierta al
decir que se inclinó más por definir que el conocimiento se adquiere a través de la
experiencia, aunque era un asunto en el que no estaban muy de acuerdo los posteriores
pensadores racionalistas quienes no veían cómo o el por qué no podían estar unidas la fe y
la razón. Esto fue una de las causas que se mantuvo en el olvido por algunos pensadores.
La siguiente época fue de mucha importancia porque a través del cristianismo se introdujo
en los gentiles la filosofía judía y, después, el mismo cristianismo. Anteriormente la ley
(Escrituras) y sus principios eran exclusivos de los judíos, el cristianismo rompió con esas
trabas, que impidieron la consideración de esta gran filosofía en el pensamiento antiguo.
Con el cristianismo (inicio de la era cristiana) se introdujeron nuevas filosofías teológicas que
fueron usadas por filósofos que partían de Platón y Aristóteles, y que no encontraron sin
ésta una explicación naciente. Desde el inicio del cristianismo se observa ya en Orígenes, y
después en San Agustín, el proceso de asimilación o conversión de las teorías del
conocimiento de pensadores no judeocristianos como Platón y Aristóteles.
Orígenes (184-253) abogó por la utilización de pruebas filosóficas en la especulación
teológica. Como exponente privilegiado de la gnosis ortodoxa, fue de los primeros en
concebir un sistema completo del cristianismo, al integrar las teorías neoplatónicas [7]. San
Agustín (354-430), por otro lado, utilizó la estructura de Platón en sus argumentos, pero
partiendo de nuevos conceptos que introdujo el cristianismo. Consiguió ser uno de los
mejores pensadores, tanto filosóficamente como teológicamente, que hemos tenido.
3.2 Desde Boecio y justo antes de Spinoza
En este período subsiguiente, al que se considera como principio de la pérdida del sentido
del cual hemos hablado; es Boecio en quien observamos un último esfuerzo por intentar
unificar y continuar con la estructura antigua. Anicio Boecio (480-562) empezó a introducir a
Aristóteles en el pensamiento de su época. El tratado sobre la unificación de las ideas de
Platón y Aristóteles fue su principal aportación en el desarrollo de la cultura medieval [8]. Al
cabo de los años van siendo menos los grandes pensadores que obtuvieron renombre
gracias a sus obras. Entre ellos encontramos a Juan Escoto.
Juan Escoto (810-877) se puede inferir que siguió a Platón (el conocimiento parte de lo
universal a lo particular), y también a Aristóteles (de lo particular a lo universal) en su forma
estructural. Sin dudar se puede decir que su obra más importante fue: Sobre la División de
la Naturaleza. En ella afirma que el estudio de la naturaleza debe realizarse mediante un
doble movimiento: la "división" (de lo universal a lo particular) y el "análisis" (de lo particular
a lo universal). Esto no sólo obedece a una razón lógica, sino porque los mismos seres
individuales descienden jerárquicamente de los géneros universales [9].
Para muchos, Tomás de Aquino (1225-1274) fue el último que intentó recobrar el
pensamiento antiguo después de un período que, como se dijo antes, se perdió a través del
tiempo y debido a la entrada de nuevas ciencias y nuevas tecnologías. Es considerado
como el más grande de los escolásticos. Su interés primordial fue encontrar el camino que
se había perdido en los tiempos de los grandes filósofos griegos, como Platón y Aristóteles,
para volver a unificar la filosofía y la teología, tal como habían hecho los antiguos. Tomás de
Aquino fue consciente de que la filosofía y la teología eran compatibles, hecho que observó
de Aristóteles, pero su debilidad se encuentra en no saber interpretar cuál fue el mecanismo
que podía hacer esto posible. Aunque su metodología integraba la filosofía y la teología en
una misma educación, no supo, o no pudo, adherirlas de forma que ambas tuvieran un
mismo principio de partida. Su obra cumbre, Suma Teológica, nos revela que no encontró la
forma de hacer este conocimiento posible y concluyó, para resolver este problema en los
momentos de enfrentamiento entre fe y razón, que la filosofía era muy importante y debía
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estudiarse, y que la teología también era importante y debía estudiarse, pero cuando
hubiera un encuentro violento entre filosofía y teología, esta última llevaría la razón [9].
Aisladamente, se puede observar cómo algunos artistas como en el caso de Leonardo da
Vinci (1452-1519) lograron permanecer con la estructura antigua, es decir, con una adhesión
entre ciencia y filosofía, sobre todo en momentos anteriores a la revolución industrial.
Leonardo da Vinci no sólo fue un gran artista fue también un gran científico; las pinturas,
dibujos, bocetos, y otras obras que se pueden observar, lo confirman [10].
3.3 Desde Spinoza hasta Marx
Benedict De Spinoza (1632-1677). Su Ética, formula los medios de adquirir conocimiento
estudiándolos a partir de la propia naturaleza, su descripción de una forma puramente
intelectual de cognición, y su idealización de la geometría como modelo para la filosofía, lo
consagró como uno de los más importantes filósofos del racionalismo [11]. Vivió justo antes
de la revolución industrial y siguiendo a Descartes en su racionalismo, fue de los primeros
desde Platón y Aristóteles en describir la estructura antigua y analizarla y sintetizarla desde
la propia naturaleza de las cosas, es decir, fue de los primeros en preocuparse por descifrar
tanto la estructura como el contenido de las cosas, y además, de una manera muy eficiente.
La culminación de los aportes de la especialización, entre otras cosas, ya se observa en los
tiempos de Marx (1818-1883), que como se explicó antes al hablar de filosofía y ciencia,
implicaron el desentendimiento de la necesidad de unificación de estas dos, como la mejor
metodología de enfrentar y resolver un problema determinado. Marx ya consideraba en él
mismo esta falta de capacidad de unir el pensamiento con la técnica, lo cual es necesario
conocer, de acuerdo con la opinión de los grandes escritores actuales. Es primordial
mencionar que al margen de la propia consideración que hacía Marx de sí mismo, hay
autores que opinan que alcanzó niveles más aceptables de los que él se atribuía [12].
Con lo recién mencionado, más el análisis de las obras de cada uno de los pensadores que
se han citado, es fácil observar que separar el estudio del factor humano en las cuestiones
científicas, produjo un extravío que permanece en la actualidad; y en discrepancia respecto
de lo que dicen algunos escritores al referir que el factor humano es la pequeña
irracionalidad que hay que integrar para hacer funcional los rendimientos, se puede concluir
que el factor humano es la gran irracionalidad que se necesita volver a integrar a fin de que
puedan funcionar con mejores expectativas los rendimientos tanto económicos como
técnicos.
4. Lo radical como estímulo de la naturaleza del hombre
Algunas innovaciones incrementales en determinados sistemas (industria de la laminación)
suelen tener una gran resistencia para su implementación, debido a factores esenciales
como son los problemas técnicos combinados con los problemas de naturaleza humana,
cuya ejecución determinan estos últimos en gran medida. Por el contrario, las innovaciones
radicales parece que solapan con los problemas humanos y que excitan la reaparición de
innovaciones incrementales con una significativa disminución del problema humano; si se
entiende el problema humano bajo una perspectiva de conformismo, resistencia,
incapacidad decisiva, irresponsabilidad económica, ceguera, apatía, y algunos otros
factores, que impiden resolver los problemas.
Lo radical induce bajo algún mecanismo una fuerza que, en el hombre y en la industria,
provoca la necesidad de cambiar para evitar desaparecer, y consigue en un primer momento
borrar la adversidad que se generaría si estos problemas humanos fuesen resueltos. Si
analizáramos la historia de la laminación nos encontraríamos que el ferrocarril y el método
Bessemer fueron dos innovaciones radicales que impulsaron los pequeños cambios con los
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que se enfrentó esa industria, y que no podían haberse resuelto sin ellas. Bajo esta
perspectiva se recomienda no esperar a que haya una innovación radical que nos canalice
los problemas humanos con la obligación de que sean analizados y llevados correctamente,
sino repasar la propia naturaleza humana en cuanto su propia esencia, y con esto, intentar
ver la posibilidad de determinar si existe una solución a través de ella.
5. Causa y efecto, una razón del estudio de la naturaleza humana.
Aplicar el verdadero sentido de la naturaleza humana puede llevarnos a resolver grandes
conflictos, tanto personales como técnicos. Para solventar cualquier preocupación que
tengamos, empezaremos a entender las causas y efectos de las cosas. Toda causa lleva
consigo un efecto, por consiguiente el conocimiento del efecto depende del conocimiento de
la causa, y lo implica de manera que el verdadero conocimiento de éstos nos conduce a la
perfección de la razón. Cada cosa tendrá una causa de existir, como de no existir. Si la bola
de billar (ejemplo de los empiristas) existe, tendrá una causa por la que existe, y si no existe,
también tendrá una causa que imposibilite que exista, o que le impida su existencia. Los
fenómenos que le suceden a esta bola de billar a causa de su naturaleza, igualmente deben
asignárseles a una causa, tanto de su existencia como de su no existencia.
Como muchos están acostumbrados a inducir sólo de las cosas que proceden de causas
externas, hay que considerar si el conocimiento de las causas y efectos se debe analizar
desde la propia esencia o fuera de ellas, inclusive ambas, es decir, considerar si las causas
y efectos dependen solamente de ellos, o si existe un agente externo (vínculo) que es
necesario estudiar y que los modifica. Las cosas que se producen en virtud de causas
externas, sean de muchas partes o pocas, deben su perfección o realidad a ella y su
existencia surge únicamente de la perfección de la causa externa, y no de la suya propia. En
cambio, la perfección de una sustancia se debe a sí misma y su existencia debe inferirse de
su sola naturaleza, es decir, de su esencia. Esta causa, o está incluida en la naturaleza de la
cosa, o fuera de ella. En el ejemplo anterior, la causa por la que una esfera (la bola de billar)
cuadrada no existe, lo muestra su propia naturaleza porque evidentemente es imposible. En
cambio, la causa por la que existe una cosa, se sigue de su sola naturaleza, porque
evidentemente su naturaleza pertenece a su existencia. Pero la causa por la que una esfera
(bola de billar) existe o no existe no se infiere de su naturaleza, se infiere del orden de la
naturaleza corpórea como un todo; porque de este orden debe inferirse que esa esfera
existe ahora obligatoriamente, o que es absurdo que exista ahora. De esta manera inferimos
que existe necesariamente aquello de lo que no se da causa suficiente que impida que
exista. Si esto se acepta, faltaría determinar si entre causa y efecto existe la posibilidad de
encontrar el verdadero vínculo, o al menos el más significativo.
Si se considera que los empiristas creen que no hay posibilidad de llegar a conocer este
vínculo, a no ser que a través de la experiencia y la suma de hechos repetibles se
compruebe una cierta relación y se pueda establecer la posibilidad de que este vínculo sea
verdadero, se seguirá un planteamiento diferente al intentar conocer la verdadera naturaleza
de las cosas (esencia) y se descubrirá que es posible, en algunos casos, conseguir ligar el
vínculo entre causa y efecto de forma racional y no de forma empirista. El empirismo está
relacionado de alguna forma con los sentidos y afectos, si éstos son variables en un mismo
hombre en igualdad de circunstancias, pero en distintos tiempos, entonces el vínculo entre
causa y efecto cambiará también. Esto no resultaría así en una forma racionalista. Para
continuar con este análisis hay que asumir que la verdadera unión entre dos cosas aparece
cuando existe algo efectivo en común, aunque dos cosas tengan en común algo entre sí.
Mientras ese algo no sea efectivo, la realidad es que nada tienen en común.
El hombre no puede compararse a alguna cosa determinada por le hecho de decir que esa
cosa es común porque existe el acuerdo de que no se parecen a una tercera cosa. En
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realidad aunque tengamos en común que coincidimos en ese algo, ese algo es inexistente,
de modo que la realidad sigue siendo que carecemos de conexión con esa segunda cosa.
Por ejemplo: ¿En una familia qué es lo común? El padre y el hijo tienen en común que viven
en una familia y que se diferencian de otra familia, pero también tienen en común que
ambos tendrán vidas separadas (por su propia naturaleza). En el primer sentido existe una
verdadera vinculación, pero en la segunda afirmación, el vínculo no existe porque se
comparan con algo que es inexistente. Intentar relacionar como positivo esto que ya de por
sí es negativo, es concluir que no tienen nada en común.
¿Por qué se tienen tantos conflictos en una familia cuando un hijo tiene una determinada
edad en la que empieza a madurar? En muchos casos los conflictos entre padres e hijos
aparecen desde los primeros días en que los niños vienen a este mundo. ¿Cuál es la causa
y el efecto de este conflicto? ¿Se debe analizar este conflicto desde una perspectiva
familiar, o en un contexto que implique todo lo que está fuera de ella? Lo más adecuado
siempre será adquirir el verdadero conocimiento del efecto y conocimiento de la causa para
llegar a la simple deducción de que esto sucede así porque es la verdadera naturaleza de
una familia, es decir, la separación de la familia es necesaria para el funcionamiento de la
sociedad. Intentar concluir como positivo algo que es negativo siempre nos llevará a
desagradables desencuentros. Es decir, un padre y un hijo no siempre tienen en común la
misma familia.
Causa y efecto no pueden existir aisladas una de la otra. De lo cual se sigue que esto lleva
un orden, y la multiplicidad de causas y efectos parece un desorden, pero dependerá de lo
ajustado que analicemos un sistema determinado. Generalmente si analizamos un sistema
globalmente encontraremos cierto orden, pero a medida que nuestro sistema sea más
pequeño encontraremos un desorden total. Esto parece responder a que nuestro análisis en
lo particular toma en cuenta los aspectos visibles que están a nuestro alcance, en otras
palabras, nuestras afecciones, que naturalmente tienen un límite, parece que responden
mejor en los sistemas concretos. Orden y desorden, unión y separación, suelen ser
conceptos mal concebidos y empleados. ¿Cómo saber cuándo es orden y cuando es
desorden? ¿Cómo se podría delimitar a cada uno? Lo mismo sucede con la unión y
separación.
El núcleo de una sociedad es la familia. ¿Cómo se puede pretender que haya unión en la
familia cuando por naturaleza esta concebida para la separación? ¿No habrá previsto esta
dificultad el Creador al decretar en su decálogo “honrarás a tus padres”? Porque quizás él
concibió esta lucha de los padres por esforzarse y hacer todo lo imposible por cuidar de sus
hijos, hasta más allá del límite permitido, y generar así una especie de rebelión justificada y
natural de los hijos. ¿Cuáles son los límites? La respuesta parece encontrarse en las
afecciones, que normalmente dominan a la razón.
Después de haber hecho este pequeño análisis, se puede concluir que el papel de los
afectos y las pasiones ha sido el gran problema en el estudio de la naturaleza del hombre.
También se sabe que la posible resolución de los problemas técnicos siempre estará
influenciada por éstas, y lo que podríamos decir será, no que se dejaran a un lado, sino más
bien, habría que entenderlas y volverlas a considerar como se hacía anteriormente; quizás
llegue el tiempo en que tengamos respuesta para esto.
6. Análisis comparativo de la ciencia, paralelismo científico contra filosófico
Un aspecto importante para el análisis de un algo determinado se puede obtener mediante
un paralelismo, y podría sacar a la luz aspectos que anteriormente no teníamos en cuenta, o
simplemente apoyar formas que funcionan del mismo modo en distintos campos. Para esto
se hará una cronología de la ciencia y la filosofía, en la que se toman en cuenta los sucesos
más importantes y los personajes que se han citado anteriormente. Con ello se verá si hay
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alguna correspondencia entre lo que ha sucedido en ciencia y lo que ha sucedido en
filosofía.
Las preguntas serán las siguientes:
1. ¿Existe alguna relación entre la aparición de descubrimientos científicos y la visión
de grandes pensadores?
2. Asimismo, ¿el surgimiento de algún descubrimiento implica un renacimiento en el
pensamiento filosófico?
3. ¿Es necesario que la ciencia y la filosofía subsistan adheridas?
4. ¿Existe algún mecanismo, estructura, enfoque o formación que nos impida relacionar
las ciencias por el simple hecho de ser diferentes?
5. ¿Podría ser posible la aplicación de los avances, entre ciencias distintas, con mucha
anterioridad a la que se realiza en la actualidad y de manera no fortuita? Es decir, de
forma estudiada.
6. ¿Sería una forma potencial de acrecentar las innovaciones incrementales, la unión
ciencia con ciencia y a su vez con la filosofía?
6.1 Resultados primera etapa
La conexión de tres períodos (Platón-Aristóteles, Cristianismo, San Agustín) parece tener un
orden. El primer contenido a relucir es que en las tres épocas se estudió la naturaleza del
hombre y la ciencia. El segundo punto es que durante este proceso, que se mantuvo mil
años, no sucedieron avances científicos importantes. La conclusión parece ser que no hay
una correlación directa entre pensamiento y ciencia. Sin embargo, el pensamiento de Platón
y el de Aristóteles fueron necesarios para el desarrollo del correspondiente en el tiempo de
San Agustín. Y a su vez, el cristianismo fue el vínculo inevitable para llegar a él. Es como si
fuera la respuesta a un orden predeterminado, como el mismo orden de la causa y el efecto;
ahora la correlación podría ser que un pensamiento es la causa del efecto de otro
pensamiento. El orden predeterminado es una filosofía calvinista que encaja perfectamente
en este esquema, si consideramos que el pensamiento del cristianismo fue trascendental
para la época anterior y posterior a éste. Tal como si fuese una predeterminación para que
tal acontecimiento tuviese un impacto programado, y además proporcionó el verdadero
sentido a la época anterior, como si esa época también fuese determinada para lograr un
avance, no total, pero si contribuyente para el futuro. Para concluir, se puede decir que
estudiar la naturaleza humana y las ciencias proporcionaron buenos resultados, y que si no
fueron buenos los avances científicos, no fue causa de una mala estructura, sino que quizás
no era el tiempo aún. Lo que sí se puede asegurar es que al seguir el orden de la causa y
efecto, todo esto contribuyó para que el resultado final fuera preparar a la sociedad. En otras
palabras, los descubrimientos son el resultado de la suma de conocimientos adquiridos a
través del tiempo.
6.2 Resultados segunda etapa
Durante los siguientes mil años, desde Boecio y justo antes de Spinoza, encontramos una
separación entre el estudio de la naturaleza humana y la ciencia. Es justo decir que antes de
la revolución industrial, Tomás de Aquino intentó despertar a la humanidad como
previniendo a ésta de tal porvenir, sobre todo porque los anteriores mil años fueron la
preparación intelectual para responder como sociedad a los nuevos cambios; pero la
introducción de la filosofía y las ciencias en las escuelas (propuesta de Aquino), ocasionó
sólo que las universidades fuesen las emisoras, y no implicó que el individuo fuera el
receptor.
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Los avances científicos aparecen con una amplia dispersión en lo referente a su aplicación o
uso. Esta amplitud podría ser la consecuencia de la especialización, ya que por ejemplo,
entre el papel moneda y el inodoro, o el molino de viento y la imprenta, no parece haber
correlación entre sus aplicaciones. Con lo cual, llegamos a una comprensión de que la base
del pensamiento proporcionada por el estudio de la naturaleza humana y las ciencias ya
adquirido con anterioridad, facilitó el desarrollo de todas las ciencias.
Al final de esta etapa la invención del telescopio provocó una serie de revoluciones
cosmológicas y filosóficas por parte de Galileo, y una relación entre descubrimiento y
filosofía, que se vieron desencadenadas por la invención casual de un artilugio óptico que se
aplicó para satisfacer a la República de Venecia, con lo que obtuvo un contrato vitalicio y la
duplicación de su sueldo. Galileo lo concibió en un principio como un instrumento militar
para sacar dinero, y sólo varios meses después de su invención el 4 de agosto de 1609, se
le ocurrió enfocarlo hacia los cuerpos celestes [13]. Hasta este punto parece que la relación
del pensamiento y la ciencia es importante y nada despreciable, aunque su influencia está
vinculada a través del tiempo. Es decir, no hay una relación instantánea entre ciencia y
pensamiento; por otro lado, entre pensamiento y pensamiento sí hayamos una relación
inmediata y también futura.
6.3 Resultados tercera etapa
En un cuarto de siglo, desde Spinoza hasta Marx, encontramos una unión entre el estudio
de la naturaleza humana y la ciencia. Para comprender este período será necesario dividirlo
en dos etapas.
a) La época de Spinoza fue muy importante, Descartes ya había dado muestras de su gran
genio, Leibnitz lo hizo posteriormente, y asimismo, un gran número de pensadores como
Hume, Rousseau, Kant, Hegel y otros. Sin embargo, Spinoza fue el que empezó al creer
que la forma estructural que tenía el pensamiento en la antigüedad era necesaria para
comprender correctamente cualquier cosa. Todo conocimiento iniciaba con el estudio de la
naturaleza de las cosas. La causa y el efecto están íntimamente relacionados y tienen
múltiples interdependencias con otras causas y otros efectos, algunos inmediatos y otros
futuros, por lo que es necesario conocer todos para su comprensión. Es decir, para Spinoza
era necesario adherir el conocimiento de la naturaleza del hombre con el conocimiento de la
ciencia. Es curioso, pero parece observarse un paralelismo con la antigüedad. Descartes
inicia el racionalismo y es apoyado por Spinoza y Leibnitz. Inmediatamente después surge
Hume con el empirismo y es apoyado por Rousseau, y posteriormente Kant intenta ser el
intermediario entre el racionalismo y el empirismo. En la antigüedad Platón inicia su teoría
del conocimiento. Inmediatamente Aristóteles desarrolla su crítica a Platón, y Boecio y Juan
Escoto intentan ser los intermediaros. Con esto se corrobora la amplia relación que existe
entre pensamiento y pensamiento, aunque se advierte que sucedió con mayor rapidez. Los
avances científicos empiezan a tomar una velocidad muy considerable. Hasta aquí la
relación entre pensamientos llega a un estado cumbre; la revolución industrial estaba en sus
albores, pero ahora hacía falta una explicación para el uso dentro la sociedad de todos estos
descubrimientos. En esta nueva etapa la relación del pensamiento y la ciencia es muy
importante y nada despreciable, y su influencia está vinculada casi instantáneamente.
b) El vínculo entre aplicación y ciencia es el pensamiento, de otra manera se perdería la
adhesión entre ellas. Marx respondió a las necesidades que introdujo la naciente revolución
industrial porque observó que en la sociedad se introducían mecanismos injustos, tal como
en la antigüedad, como se mencionó anteriormente la moral era en los griegos una manera
de hacer las cosas bien en una sociedad. El mismo Marx, posterior a Hegel, y en resumen,
toda la filosofía inmediatamente anterior, tuvo que reconocer la necesidad de usar una
técnica en conjunto con su filosofía, y que además fuese justa. Aquí se aprecia un nuevo
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paralelismo, idéntico al de años anteriores y que consiste en buscar una justa retribución de
los desarrollos científicos para la mayoría de los hombres, y no sólo para algunos cuantos.
En todos los apuntes de este apartado, es posible inferir, que un descubrimiento científico
implicó el surgimiento de una explicación lógica, filosófica de un pensador, para funcionar
correctamente en la sociedad. También es posible inferir que el pensamiento en ciertos
períodos fue como una preparación de la sociedad para el surgimiento de la ciencia. Si
sucedió casualmente o no, y hasta el punto de pensar que de no haberse aplicado así no
hubiese sucedido, no se puede afirmar; aquí sólo se deduce que la unión entre ciencia y
pensamiento fue necesaria.
Por último, es oportuno mencionar que todos los grandes sucesos, tanto científicos como
filosóficos, estuvieron relacionados con personajes que conocían muchas disciplinas y que
manejaban conjuntamente la filosofía y la ciencia. Algunos han asegurado que la difusión de
la ciencia y la tecnología ha sido muy rápida, pero no se han preguntado si esta rapidez es
motivada o generada por algún estímulo que impulsa la rapidez óptima, o si es accidental y
generada en la actualidad por los nuevos medios de Internet y TIC (tecnologías de la
información y comunicación). En otras palabras, no hay un estudio realmente completo que
determine como se podría realizar alguna acción que desarrolle esta rapidez. Asimismo se
han puesto en boga estudios que ponen el énfasis, cada uno en su justa dimensión, en la
confluencia de conocimientos, en su interacción e integración recíprocas, o en su
transformación y superación. Este estudio trata de enfocar este tema desde una perspectiva
diferente. El conocimiento también genera un adelanto científico, y resolver la producción
más que la difusión, podría despertar las innovaciones incrementales. Además, hay pocas
propuestas para que se institucionalice, desde la misma educación, la integración
multidisciplinaria como un mecanismo de producción científica.
Referencias
[1] Elena, A. (1982). Traducción, introducción y notas. In Opúsculos sobre el movimiento
de la tierra. Madrid: Alianza Editorial.
[2] Galileo. (1610/1984). La gaceta sideral. In El mensaje y el mensajero sideral. Madrid:
Alianza Editorial, S.A. introducción y traducción de Carlos Solís Santos.
[3] Pascal. (1670/1998). Pensamientos. Madrid: Ediciones Cátedra S.A. edición y
traducción de Mario Parajón.
[4] Cohen, B. (1989). Revolución en la ciencia (Z. Daniel, Trans.). Barcelona: Editorial
Gedisa S.A.
[5] Platón. (trad.1963). Platón: La república. UNAM. traducción de J. M. Pabón y M.
Fernández Galiano.
[6] Bréhier, É. (1962b). Historia de la filosofía (5 ed. Vol. 1,2). Buenos Aires: Editorial
Sudamericana.
[7] Bréhier, É. (1962a). Historia de la filosofía (5 ed. Vol. 1). Buenos Aires: Editorial
Sudamericana.
[8] Pérez, G. (1997). Introducción. In La consolación de la filosofía. Madrid: Ediciones
Akal. S.A.
[9] Bréhier, É. (1962c). Historia de la filosofía (5 ed. Vol. 2). Buenos Aires: Editorial
Sudamericana.
[10] Colas, R., Cabrera, J. M. (1998). Il seminario de tecnología metalúrgica, laminación
en caliente. Barcelona: CPDA.
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[11] Spinoza. (1677/1988). Ética. Madrid: Alianza Editorial S.A. introducción, traducción y
notas de Vidal Peña.
[12] Vegara, J. (1989). Ensayos económicos sobre innovación tecnológica. Madrid:
Alianza Editorial S. A.
[13] Solís, C. (1984). Introducción y traducción. In El mensajero y el mensajero sideral.
Madrid: Alianza
Correspondencia
Gerardo Espinosa Garza. Universidad Politècnica de Catalunya. Departament de Projectes
d´Enginyeria. Av. Diagonal 647 planta 10, 8028 Barcelona, España. Teléfono: (34)
934010705. E-mail: [email protected]
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