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Historia de la Psicología
Cátedra I
Modulo IV
Primera Parte
Ana María Talak
- 2007 -
Primera parte: Los primeros desarrollos de la psicología en la Argentina
INDICE
INTRODUCCIÓN .................................................................................................................... 3
1. Los primeros desarrollos académicos: la psicología como una ciencia primera. ........... 4
La nueva psicología: "partir de la experiencia". .................................................................. 4
La nueva psicología experimental como psicofisiología y psicología clínica. .......................... 9
Las dimensiones científica y filosófica de la psicología. La psicología biológica de Ingenieros.11
La Sociedad de Psicología de Buenos Aires. ...................................................................... 18
Nuevos debates acerca de la naturaleza de la psicología. .................................................... 21
2. Los usos de la psicología ................................................................................................... 23
2.1. Introducción: ¿Se puede hablar de los inicios de una profesionalización? .......................... 23
2.2. Los usos de la psicología: presentación general. ............................................................... 27
Psicología y clínica. ......................................................................................................... 27
Psicología y criminología................................................................................................. 32
Psicología y educación..................................................................................................... 34
Bibliografía general............................................................................................................... 38
LISTADO DE SIGLAS UTILIZADAS
FFYL: Facultad de Filosofía y Letras
UBA: Universidad de Buenos Aires
INTRODUCCIÓN
Este módulo abordará los primeros desarrollos de la psicología en la Argentina, durante las primeras
décadas del siglo XX. En este período no había carreras universitarias de psicología ni un proyecto de perfil
profesional del psicólogo diferenciado de otras prácticas profesionales, como estuvieron presentes en cambio
en la psicología de los años sesenta, objeto de estudio de la segunda parte de este módulo. Sin embargo, a
partir de la creación de los primeros cursos universitarios de psicología, se observa un despligue de contenidos
de la disciplina a través de cursos, producción de investigaciones y saberes "psicológicos", debates acerca del
estatus de la disciplina, desarrollos institucionales que apoyaron la producción de estos saberes, y usos de
estos saberes en diferentes ámbitos, como la educación, la criminología, la clínica psicopatológica y la
interpretación de la sociedad. Los autores argentinos, además, tuvieron como referentes corrientes de
pensamiento europeo y norteamericano, del siglo XIX y principios del siglo XX. Sin embargo, leyeron a los
autores extranjeros sobre la base de problemas e intereses locales, y desde las perspectivas de diferentes
disciplinas y profesiones ya consolidadas o en vías de conformación. A partir del análisis de las revistas de la
época (especializadas en psiquiatría, en criminología, en ciencias sociales, en educación), de los programas
académicos de enseñanza de la psicología y ciencias consideradas afines, así como de los libros producidos
sobre la base de esa enseñanza universitaria, puede distinguirse una recepción médio-clínica, una recepción
criminológica (médico-jurídica), una recepción educativa y una recepción ensayística psicosocial relacionada con la
reflexión y la interpretación histórica y las ciencias sociales.
En primer lugar se abordará en este módulo el estudio histórico del desarrollo de la psicología,
teniendo en cuenta cuestiones teóricas e institucionales, y el fin práctico que se otorgaba a este conocimiento en
relación a la posibilidad de fundar intervenciones en la educación intelectual y moral, en la escuela, en la
familia, en la relación médico-paciente, en las prisiones y en la conducción de la sociedad. Estos primeros
desarrollos de la psicología asumieron la orientación de la "nueva psicología" como ciencia positiva basada en
la experiencia. Si bien en principio se consideraban válidos todos los métodos que permitieran el acceso a la
misma, la experimentación aparecía como el camino más seguro para legitimar como "científico" este estudio
de la experiencia frente a otras ciencias ya consolidadas. Así, la expresión "psicología experimental" se usó
muchas veces como sinónimo de "psicología científica". Pero más allá de la identidad unificada a la que
alude la expresión "psicología experimental", se constata una diversidad de concepciones y de prácticas. Por otra
parte, la creación de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires (que funcionó entre 1908 y 1913) debe verse en
relación a este interés de promover el desarrollo de un saber que iba definiendo sus límites teóricos a la vez
que se consideraba fundamental también en un sentido práctico.
En segundo lugar, se mostrarán los usos de la psicología en el cruce con otras disciplinas y prácticas
profesionales, tales como la educación, la psiquiatría y la neurología, la criminología y el pensamiento social.
Estos usos de los conocimientos psicológicos no fueron meras aplicaciones de saberes teóricos, sino que
contribuyeron a la producción misma de los conocimientos al permitir la formulación de problemas
específicos y aportar categorías conceptuales y ámbitos y prácticas de investigación de otras disciplinas. En
esos cruces disciplinares se produjeron y legitimaron nuevos conocimientos psicológicos y desde ellos se
pretendió justificar ciertas prácticas de intervención.
1. Los primeros desarrollos académicos: la psicología como una ciencia primera.
La nueva psicología: "partir de la experiencia".
Este "momento inaugural" de la psicología comenzó, aproximadamente, con la creación de los
primeros cursos universitarios de psicología (en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires), aunque tuvo sus antecedentes en el comtismo del grupo normalista de Paraná, y alcanzó su momento
culminante alrededor de 1910. Coincidió con la actividad desarrollada por la "tercera generación de
positivismo argentino", así llamada por Alejandro Korn, y con la época de los estudios de la psicología
basados en la fisiología y en el determinismo de las ciencias naturales. La anatomía y la fisiología del sistema
nervioso constituían el fundamento desde el cual la psicología aspiraba a desarrollarse como ciencia, y a
consolidar la base de la filosofía positiva.
El pensamiento positivista en la Argentina, desarrollado a partir de las últimas décadas del silgo XIX
(aproximadamente 1880) y los primeros años del siglo XX, se caracterizó a grandes rasgos por su naturalismo
y cientificismo. Según el naturalismo, todos los fenómenos deben verse como fenómenos de la naturaleza, y
por lo tanto, sometidos a leyes naturales. Se llama cientificismo a la postura que considera que el espíritu y los
métodos de la ciencia deben extenderse a todos los dominios de la vida intelectual y moral, y de ahí la
pretensión de fundar las hipótesis de carácter metafísico en los resultados fundamentales de la ciencia de la
época. Se llamaba en esa época filosofía positiva o filosofía científica a esta filosofía que buscaba fundar sus
razonamientos y conclusiones en los resultados positivos de las ciencias empíricas. En Argentina, la palabra
positivo comenzó a hacerse corriente en los escritos de los intelectuales en la década de 1830, para designar lo
que se consideraba objetivo, real, natural, y también lo que era progresista en lo social y político. Esta doble
referencia quedó asociada en los desarrollos del positivismo de fines del siglo XIX.
El positivismo no sólo fue un pensamiento que brindó un marco para plantear interpretaciones de la
realidad social en un momento en el que se buscaba consolidar el estado y la nación. También logró articular
sus ideas en instituciones que se ocupaban de modelar prácticas sociales en función de los objetivos de las
élites dirigentes. Oscar Terán ha destacado la intervención exitosa del pensamiento positivista en dos aspectos:
por un lado, al abordar la explicación de los efectos no deseados del proceso de modernización que vivía la
sociedad argentina en esas décadas y de detectar los obstáculos en la realización de ese proyecto de
modernización; por el otro, al hacerse cargo de pensar e inventar una nación. Volveremos a este tema al
analizar la articulación entre diversas prácticas profesionales y de intervención social con los saberes
psicológicos.
Es en este clima de ideas en el que hay que entender los primeros desarrollos de la psicología
académica. El primer curso universitario de psicología apareció en el plan de estudios de la Facultad de
Filosofía y Letras, de la UBA, creada en 1896. La ubicación académica de la psicología entre las disciplinas
filosóficas incidió también en las dificultades de su desarrollo autónomo posterior. El carácter "desinteresado"
de las disciplinas humanísticas y la ausencia de una estructura académica capaz de sostener actividades de
investigación de carácter profesional en la Argentina, contribuyó a que los egresados tuvieran
fundamentalmente la docencia como perspectiva laboral. La Facultad de Filosofía y Letras, entonces, tuvo
entre sus objetivos la formación de docentes de enseñanza secundaria en las áreas humanísticas, y este objetivo
docente, como veremos, marcó cierta orientación a los estudios universitarios de psicología.
Ahora bien, esta ubicación de la psicología entre las disciplinas filosóficas y su definición a la vez
como ciencia natural, como ciencia positiva, concordaba con el desenvolvimiento de la psicología en Europa. En
Alemania, la enseñanza de la "nueva psicología", de carácter empírico, se desarrolló dentro de las mismas
cátedras de filosofía. Se esperaba de la psicología una contribución al tratamiento de los problemas del
conocimiento, desde los métodos empíricos que recientemente había incorporado. En Francia, la psicología era
"oficialmente" una rama de la filosofía, no obstante los anuncios proclamados por Théodule Ribot (La
psychologie anglaise contemporaine 1870; La psychologie allemande contemporaine 1879) e Hyppolite Taine (De
l´intelligence 1870) acerca de la necesidad de desarrollar una nueva psicología científica, positiva, y
experimental en lo que fuera posible. En la Argentina, la primera cátedra universitaria de la psicología en la
Universidad de Buenos Aires asumió estas representaciones. Rodolfo Rivarola, primer profesor del curso de
psicología, la reconoció estrechamente relacionada con la filosofía pero la proclamó al mismo tiempo como
ciencia positiva, producto de un proceso de particularización del saber, de acumulación de conocimientos y de
un aumento de precisión y rigor en sus resultados gracias al concurso de los métodos objetivos.
Fragmento del "Discurso inaugural de la Cátedra de Filosofía" de R. Rivarola (1898). "El
reconocimiento de la evolución como ley universal, es la base del sistema concebido más
amplia y sólidamente en los tiempos modernos, aplicándose lo mismo a la biología, que a la
psicología, a la sociología, a la política o a la moral." (p. 127) "La acumulación de los diversos
datos referentes a cada una de las partes en que el espíritu de clasificación divide la ciencia,
tiende a particularizarlas cada vez más, creándoles una independencia que las convierte en
ciencias especiales; y esto se manifiesta hoy en la filosofía como en todas las ciencias." "Esa
particularización convierte la psicología en una ciencia especial, cuyos límites se extienden a la
vez que se definen a medida que avanza el examen diario del hecho concreto, y se le asigna a
una clasificación." (p. 128) "Una psicología que limite su investigación a los fenómenos
puramente humanos, será una psicología especial, la psicología humana. Una psicología en que
se trate particularmente, como en la obra de Romanes, de la inteligencia de los animales, es una
psicología particular, con relación a la humana. Una ciencia que sin entrar en el detalle de los
hechos, de las analogías y de las comparaciones, trate de comprender en un cuadro único los
hechos de los detalles que son innumerables, y que se esfuerce en hacer la síntesis,
aprovechando los análisis hechos por la psicología humana y por la psicología comparada;
será la psicología general. (Richet)" (p. 129) Fuente: Rivarola, R. (1898), "Discurso inaugural de
la Cátedra de Filosofía", Anales de la Universidad de Buenos Aires, 14, pp. 111-130.
Al mismo tiempo, la creación de laboratorios de psicología experimental como complemento de las
cátedras universitarias de psicología científica debe verse dentro de un marco más amplio que definía la nueva
psicología ante todo como aquella que "partía de la experiencia". La observación era vista como la base segura e
indiscutible de cualquier conocimiento verdadero. La filosofía positiva de la ciencia postulaba la inducción a
partir de los datos de la experiencia. En este contexto, la observación ante todo, y la experimentación como una
de sus variantes, eran los caminos privilegiados para el estudio de la experiencia.
En la enseñanza de la psicología también estaba presente una dimensión práctica, la de fundar una
intervención racional sobre las problemáticas sociales e individuales que afectaban los procesos de
modernización de la sociedad y del estado argentino en ese período. El conocimiento psicológico de la
evolución individual y de las sociedades, y de sus manifestaciones patológicas, se ofrecía como la base
científica a partir de la cual los educadores, los políticos, los intelectuales y los hombres de ciencia podrían
deducir las formas más eficaces de intervención.
La búsqueda de un reconocimiento del carácter científico de la psicología, llevó a destacar
discursivamente el valor del método experimental, y estimuló la creación de espacios académicos dedicados
explícitamente al desarrollo de la orientación experimental en psicología (cátedras y laboratorios). Esta
voluntad de fundación institucional y su relación con los fines teóricos y prácticos antes mencionados, era
destacada por los mismos hombres que participaron en los primeros desarrollos de la enseñanza de la
psicología, tanto en la justificación de la selección de los contenidos y de los resultados limitados alcanzados,
como en la interpretación histórica que los mismos formulaban acerca de lo ya realizado en el país.
Se produjo así un deslizamiento semántico entre los términos "experiencia" y "experimentación", en el
cual se mantenía el significado emotivo favorable del último en relación con el estatus científico que este
suponía. Carroy y Plas muestran que los términos "expérimentalisme" y "expérimentaliste" aparecieron por
primera vez en el Larousse du XIXe siècle en la edición de 1870, definidos respectivamente como "un sistema
científico fundado en la experiencia" y como "un científico que basa sus estudios en la experiencia". El experimentalista
no era entonces alguien que realizaba experimentos, sino "un adepto a la doctrina experimental". En la práctica, la
expresión psicología experimental terminó aludiendo tanto al método como a una posición doctrinaria, la cual
podía ser asumida sin llevar a cabo experimentos concretos en psicología.
Las formulaciones difundidas por los primeros profesores que se hicieron cargo del curso de
psicología en la UBA (Rodolfo Rivarola, Nicolás Matienzo, Norberto Piñero), pueden entenderse en relación
con estas ideas. Eran abogados, que no realizaban prácticas experimentales de psicología, pero difundían las
nuevas corrientes de una psicología científica basada en la experiencia y que recurría a los aportes de las
ciencias naturales.
La nueva psicología experimental como psicofisiología y psicología clínica.
No obstante, un nuevo paso en la institucionalización de esta dirección se realizó cuando Horacio G.
Piñero, un médico, se hizo cargo del curso de Psicología y fundó un laboratorio de psicología experimental en
1902. El curso adoptó explícitamente la orientación "experimental", la cual era fundamentalmente, para Piñero,
psicología fisiológica, en tanto "verificación y control de los fenómenos fisiológicos que acompañan a los estados de
conciencia". La introspección no quedaba excluida, ya que siempre se debía partir del "examen de conciencia".
Sin embargo, lo que se llamaba investigación experimental en psicofisiología incluía más que
experimentos psicofisiológicos en sentido estricto. Como “experimentos psicofisiológicos” se desarrollaron
estudios e inscripciones gráficas de las funciones de circulación central y periférica, respiración, contracción
muscular, fonación, etc. También se llevaron a cabo estudios de fisiología general (trabajos que Piñero
desarrollaba ya en el Laboratorio de Fisiología en la Facultad de Ciencias Médicas). Los estudios de
estesiología y estesiometría estaban destinados a explorar y medir la acuidad (agudeza) de los órganos de los
sentidos, para lo cual tenían múltiples aparatos y, más tarde, incorporaron la colección de aparatos de
estesiometría de Toulouse y Piéron, dados a conocer en 1904. También realizaron experimentos llamados
"psicométricos", destinados a medir la duración de los actos psíquicos a través del estudio de los tiempos de
reacción. Por último, existía un instrumental específico para desarrollar estudios antropométricos, que
apuntaban a determinar la "fórmula física del sujeto" a través de la medición de aspectos físicos en grandes
cantidades de sujetos.
Esta nueva psicología incluía también la observación clínica como fuente importante de abordaje de la
experiencia psicológica. La llamada psicología patológica ocupaba un tercio de los contenidos del curso de
psicología. La inclusión del estudio de los fenómenos psíquicos "anormales" dentro del curso de psicología
experimental retomaba la tradición psicopatológica francesa. La observación clínica suponía la observación del
fenómeno "anormal" como una variación producida no por el investigador, sino por la naturaleza. La
vinculación entre fisiología y patología desarrollada durante la primera mitad del siglo XIX en Francia, que
apuntaba al establecimiento de una terapéutica racional fundada en un saber científico, fue extendida
programáticamente al campo de la psicología a partir de los prefacios de las mencionadas obras de Taine y
Ribot de 1870. Definida la enfermedad como un "experimento natural" y dentro de un marco evolucionista, lo
anormal era conceptualizado como una variación de los fenómenos normales (que podían ser explicados
fisiológicamente y ser tomados como control, esencial para llevar a cabo una investigación “experimental”) o
bien, como una regresión a estados de evolución más primitivos. Estas conceptualizaciones fundaban, a su
vez, las posibilidades y límites de las intervenciones terapéuticas.
Así, en el curso de psicología, el “método patológico” incluía la observación clínica, la comparación de
manifestaciones mórbidas con manifestaciones normales de las funciones psíquicas y el establecimiento de
correlaciones con el funcionamiento orgánico, y el estudio de los fenómenos de hipnotismo y sugestión. Estos
últimos, también eran utilizados como procedimientos para indagar los fenómenos anormales, y, en tanto
tales, eran considerados procedimientos "experimentales" inducidos. La psicología científica en tanto psicología
experimental abarcaba entonces tres tipos de experimentación: la "experimentación provocada" (las
investigaciones psicofisiológicas y de tiempos de reacción), la "experimentación inducida" (estudios sobre y por
medio del hipnotismo y la sugestión) y la "experimentación natural" (el llamado método “patológico”).
Las dimensiones científica y filosófica de la psicología. La psicología biológica de Ingenieros.
El desarrollo de este curso de psicología experimental no significaba, no obstante, el desarrollo de
toda la psicología científica. Horacio Piñero aclaraba que la psicología científica era esencialmente la que "con
amplitud de miras", partía de los hechos, sin detenerse en cuestiones metafísicas, y recurría al aporte de todas las
ciencias positivas, entre ellas especialmente la fisiología. En 1904 Piñero manifestó la necesidad de crear un
segundo curso de psicología que abarcara los contenidos que su curso, de carácter experimental, no abordaba.
Estos contenidos pertenecerían a una psicología "filosófica", y complementarían los de su curso, brindando a la
enseñanza de la psicología un sentido más acorde al ámbito académico en el cual se desarrollaba (es decir,
entre las disciplinas filosóficas, en la FFYL). De esta manera, por primera vez apareció formulado como un
problema la definición de la psicología y su inserción institucional. Por un lado, la psicología científica era más
que la psicología experimental, pero cuando se planteaba crear otro curso que abarcara lo que la psicología
experimental no desarrollaba, se lo consideraba psicología filosófica. Además, el desarrollo de una orientación
exclusivamente experimental en el seno de una Facultad de Filosofía sin su correspondiente articulación
"filosófica" con las demás asignaturas, se veía como incoherente y requería ser solucionado.
El problema de la definición de la psicología y su relación con las ciencias naturales y con las
disciplinas filosóficas se puso de manifiesto en los problemas de articulación de los dos cursos de psicología.
Una vez creado el segundo curso de psicología en 1906, y luego del fracaso de Krueger en conseguir respaldo
académico para desarrollar sus contenidos, José Ingenieros asumió como profesor en 1908. Desde allí y desde
su participación en la Sociedad de Psicología de Buenos Aires (creada ese mismo año), elaboró una formulación
teórica de la psicología que fue aceptada y, durante algunos años, constituyó un marco unificado en el cual se
reconocieron como pertenecientes a un mismo campo disciplinar hombres de diversas inserciones
profesionales que contribuían a la enseñanza de la psicología o desarrollaban prácticas en las que la aplicación
del conocimiento psicológico resultaba fundamental . El primer trabajo donde Ingenieros explicita esta
formulación teórica es el artículo "La psicología biológica", aparecido en el primer volumen de los Anales
publicados por la Sociedad de Psicología, que luego fue incorporado con modificaciones en su obra Principios
de psicología biológica (publicada en 1911).
Si bien la orientación filosófica y la científico-naturalista habían estado presentes ya en las ideas de
Horacio Piñero (1901) y en las de Rodolfo Rivarola (1898), Ingenieros fue el primero en desarrollar
sistemáticamente los problemas de la articulación entre ambas orientaciones y en analizar las consecuencias de
la adopción del marco naturalista y los postulados básicos que la definían: el evolucionismo, el naturalismo, el
determinismo y el monismo energetista. Formuló los lineamientos generales de la psicología como ciencia
natural, como un capítulo de la biología, y desarrolló al mismo tiempo los aspectos filosóficos de sus
fundamentos y su relación epistemológica con las ciencias en general y con la filosofía, ubicando su propia
reflexión en el terreno de la filosofía.
De acuerdo con esta concepción naturalista, las funciones psíquicas se producen en los seres vivos y, por
consiguiente, debían estudiarse como funciones biológicas. Por lo tanto, la psicología era un capítulo especial de
la biología, la cual estudiaba además de las funciones psíquicas otras funciones biológicas.
El monismo energetista aludía a la unidad de lo real a partir de la concepción de una energía que se
transforma y se manifiesta de diferentes formas especializadas: como energía mecánica, energía química,
energía vital y energía psíquica. Todas estas formas de energía obedecen a las leyes de la energía que son leyes
naturales.
En el esquema de Ingenieros, el evolucionismo y el determinismo aparecían articulados de una forma
necesaria con el monismo energetista, ya que éste era sustentado en una concepción evolutiva de la energía y de
las funciones a través de las cuales se manifestaba. La adaptación al medio, clave de la evolución, produce
necesidades cada vez más complejas en la materia viva, que promueven el desarrollo de funciones a su vez
cada vez más complejas. De ahí que las funciones psíquicas no se consideraran como propias sólo del ser
humano, sino que se manifestaban en todas las especies en diversos grados de complejidad.. Ingenieros
afirmaba que la forma más elemental en que se manifestaban la funciones psíquicas era la irritabilidad
protoplasmática, mientras la más compleja, en su otro extremo, era la imaginación creadora. Desde esta
definición biológica de las funciones psíquicas, como la capacidad de reaccionar a las acciones del medio,
podía considerar a las funciones psíquicas como una propiedad de todos los seres vivos, propiedad que sólo
variaba en cuando a su grado de complejidad, y que se desarrollaba evolutivamente en una continuidad en la
que no cabían saltos cualitativos. La conciencia, por ejemplo, para Ingenieros, lejos de caracterizar las
funciones psíquicas, sólo representaba una parte de ellas.
Ingenieros retomó entonces la definición del objeto de la psicología desde el marco evolucionista
como el estudio de las funciones psíquicas en su cambio continuo, en la evolución en las distintas especies, en
la evolución del individuo y en la evolución de las sociedades que estudiaba la psicología social. Esta
"psicología genética" tenía métodos genéticos, definidos como el abordaje sistemático de la evolución continua
de las funciones psíquicas en todas sus manifestaciones, desde las más rudimentarias hasta las más complejas.
Sin embargo, en la práctica, estos "métodos genéticos" constituían más bien un marco interpretativo que definía
la dirección en la que otros métodos, como la observación, la experimentación, etc., eran usados.
En función de los nuevos criterios, Ingenieros cambió la valoración jerárquica entre los métodos. El
"método genético" era el propio de la "psicología genética", mientras que todos los demás constituían "métodos
particulares", subordinados a ese "criterio" general. Todos los métodos particulares eran vistos como formas
especiales de observación: extrospectiva, introspectiva, a través de los propios sentidos o con instrumentos de
registro, observación experimental. Entre ellos, la observación "extrospectiva" era la fundamental, ya que el fin
de la psicología era estudiar las funciones "evolutivamente". La experimentación aparecía en este esquema
sumamente relativizada, no en cuanto a su valor y rigurosidad como método objetivo (el único que
posibilitaba la cuantificación), sino en cuanto a los aportes limitados que podía brindar a la psicología genética.
Estos aportes se circunscribían por un lado, al estudio evolutivo del individuo que había aportado la
psicología infantil y la psicopedagogía (sobre todo los trabajos de Víctor Mercante, Rodolfo Senet y Alfredo
Calcagno en la Universidad de La Plata), y por el otro, los trabajos de química biológica, de fisiología del
sistema nervioso y de los órganos de los sentidos, y de etología, que eran la base de la psicología comparada.
El resto de la psicología genética se basaba en la observación y en el traslado de conclusiones sobre el
conocimiento de la evolución individual a aspectos de la evolución filogenética y sociogética. Esta traslación
de las conclusiones se justificaba sobre la base de la ley biogenética fundamental de Haeckel, según la cual la
evolución del individuo era paralela a la de la especie a la que pertenecía.
La teoría de la recapitulación, es decir, la idea de una analogía entre la vida del individuo y la vida de
la especie humana (y por extensión, la evolución de las naciones, de las sociedades), se había convertido en un
lugar común, en un supuesto no cuestionado, en diferentes disciplinas de la época: embriología, fisiología,
antropología humana y antropología criminal, teoría de la raza, psicología de la infancia, teoría de la
educación y psicoanálisis. Más allá de los diferentes significados que las ideas pueden asumir en contextos
diferentes, Paolo Rossi señala que para el caso de la teoría de la recapitulación puede hablarse de "una suerte
de paradigma de la cultura".
Según Ingenieros, el sueño de que la psicología alcanzara un carácter científico por medio de la
cuantificación de todos sus conocimientos no se había logrado. Si bien la utilización de procedimientos
experimentales había mostrado frutos innegables en el terreno de la psicofísica, de la psicofisiología, de la
medición de la duración de procesos psíquicos y su relación con el trabajo intelectual, etc., los límites de los
dominios en los que había dado resultado no se habían podido extender en lo más mínimo. La interpretación
de esta situación por varios autores de la época como una crisis de la psicología experimental muestra un
escenario complejo ya en los mismos orígenes en cuanto a la definición de la psicología y su estatuto
epistemológico.
Pero según Ingenieros no sólo no debían desconocerse los resultados de la psicología experimental en los
campos restringidos en los que se había desarrollado, sino que también había cumplido una importante tarea
al enseñar a los “psicólogos espiritualistas que las funciones psíquicas están condicionadas por el
Haeckel y la ley biogenética fundamental
"En los escritos de Ernst Haeckel publicados
entre 1866 y 1899, la doctrina de la recapitulación encontró su más conocida y popular
expresión con el nombre de "ley biogenética fundamental". Es oportuno recordar que una de
las obras divulgadoras de Haeckel, El enigma del universo (1899), vendió cien mil ejemplares en
el año de su publicación, tuvo diez ediciones en veinte años y fue traducida a veinticinco
idiomas. Según esa "ley fundamental", la ontogénesis, o sea, el desarrollo individual de los
embriones, es una recapitulación, abreviada e incompleta, de la filogenia o del desarrollo
evolutivo de la especie. Para retomar la terminología de Haeckel: "La ontogénesis es la breve y
rápida recapitulación de la filogenia (...) En el curso de su rápido desarrollo, un individuo
repite las más importantes mutaciones de forma que evolucionaron en sus antepasados
durante su lento desarrollo paleontológico". Haeckel 1) hacía referencia a antepasados adultos;
2) hacía referencia a un proceso de "aceleración"; 3) veía en la filogenia "la causa mecánica" de la
evolución; 4) concebía la historia de la vida sobre el modelo de la ontogénesis; 5) afirmaba la
existencia, en aquella historia, de una ley del progreso y del perfeccionamiento. Él mezclaba
temas tomados contemporáneamente de Goethe, Lamarck y Darwin. A pesar de sus
entusiasmos darwinianos, se movía en el ámbito de la "biología" lamarckiana y (por todas estas
razones) era, como ha escrito Jacques Roger, "un predarwiniano". Fuente: Paolo Rossi (2003),
El pasado, la memoria, el olvido, Buenos Aires, Nueva Visión, p. 133
funcionamiento del organismo y puso en evidencia la posibilidad de conocer algo de nuestra vida mental
independientemente de la reflexión introspectiva”.
Ingenieros discutió también la interpretación dominante de considerar el método patológico como un
método experimental. Théodule Ribot, el autor de referencia en los primeros desarrollos de la psicología en la
Argentina, había vinculado la psicofisiología con la biología, no con las ciencias físicas y matemáticas. Ribot
había relacionado la psicofisiología con la patología mental, siguiendo a Claude Bernard quien a partir del
conocimiento de la relación entre las perturbaciones funcionales y las lesiones orgánicas había tratado de
conocer las funciones normales. Según Ingenieros, este método patológico, clínico, no era experimental, sino
extrospectivo, descriptivo y comparativo como el de las ciencias naturales. Excluía la cuantificación y las
fórmulas matemáticas. Sólo en la investigación en psicofisiología el investigador producía la lesión para
observar las perturbaciones psíquicas que sobrevenían. Si no se podía previamente determinar las condiciones
del fenómeno, la observación no podía ser considerada experimental. No obstante, Ingenieros consideraba que
el método patológico era el más fecundo de la psicología científica. Redefinida ésta desde las ciencias
biológicas, Ingenieros relativizó el aporte del método experimental y la dependencia que la psicología tenía de
él para ser considerada como ciencia. Al mismo tiempo revalorizó la observación y el método patológico desde
el marco evolucionista.
Ingenieros pensó la psicología en su doble faz de ciencia natural y disciplina filosófica. Su propia obra,
Principios de psicología biológica, era un desarrollo filosófico de la psicología. En tanto la psicología como
disciplina científica formaba parte de la biología, las hipótesis filosóficas podían construirse a partir de sus
desarrollos basados en la experiencia, se conectaban con los problemas básicos de la filosofía científica en
general. Esos problemas eran: la materia viva, la personalidad consciente y el pensar. Estos tres problemas
fueron abordados desde los postulados básicos ya mencionados (naturalismo, evolucionismo, determinismo y
monismo energetista).
Por último, mientras Horacio Piñero desde una concepción paralelista psicofísica aceptaba los aportes
de la introspección como complemento de todos los trabajos de psicología experimental, Ingenieros, desde una
concepción monista y desde una posición de crítica filosófica sostuvo reparos serios a la introspección.
Luego del alejamiento de Ingenieros en 1911, Carlos Rodríguez Etchart se hizo cargo durante varios
años del segundo curso de psicología. Mantuvo los contenidos delineados por Ingenieros, agregando
algunos temas de propia elaboración sobre los sentimientos y la psicología energética.
La Sociedad de Psicología de Buenos Aires.
En el mes de noviembre de 1908 se fundó la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, fundamentalmente por
iniciativa de Francisco de Veyga, titular de la cátedra de Medicina Legal en la Facultad de Ciencias Médicas, y
de Horacio G. Piñero, como ya vimos, titular del primer curso de Psicología en la Facultad de Filosofía y
Letras. Por esa fecha se elaboraron los estatutos de la Sociedad, pero sus sesiones científicas mensuales se
iniciaron en abril de 1909. Los trabajos producidos entre 1909 y 1913 (último año de funcionamiento de la
Sociedad) fueron publicados en tres volúmenes como Anales de la Sociedad de Psicología de Buenos Aires, en
1910, 1911 y 1914.
Los miembros de esta sociedad, cuyo principal objetivo era “el cultivo de esta ciencia y la difusión práctica
de sus principios”, tenían en común más allá de sus diferentes formaciones académicas (médicos, abogados,
educadores, criminólogos, etc.), la dedicación a la enseñanza superior de la psicología o de disciplinas
estrechamente relacionadas con ella. En ese sentido, la Sociedad permitió reunir en un campo común de
investigaciones a los estudiosos en Biología, Psicología Normal y Patológica, Psicopatología Legal,
Pedagogía, Estudios Sociales y Culturales, “evitando de esta manera que los numerosos aportes científicos se
malograran en revistas de limitada circulación, de vida efímera y de diversa índole”. La Sociedad se organizó en
cuatro secciones: Psicología Normal, Anormal, Pedagógica y Social.
Entre los artículos publicados en los Anales, se encuentra una serie de textos que tematizaron la situación
de la psicología en tanto saber académico teórico. Todos estos textos además de analizar la situación vigente
de la psicología, discutían lo que ella debía ser, hacia dónde debía tender su desarrollo. De ahí el carácter
programático de estos textos.
Entre ellos, los trabajos de José Ingenieros (La psicología biológica) y de Francisco De Veyga (La
enseñanza de la psicología) tuvieron una importancia especial. Por un lado, ambos tenían un carácter
inaugural. El de Ingenieros introdujo el primer volumen de los Anales y formulaba los fundamentos del marco
teórico de la psicología. El de Francisco de Veyga, por su parte, inauguró las sesiones científicas de la
Sociedad, en abril de 1909. Por el otro, ambos abordaban cuestiones clave en relación a la creación y
desenvolvimiento futuro de la Sociedad recién fundada. Al formular los fundamentos teóricos de la psicología
que orientaría la producción de los trabajos de la Sociedad, Ingenieros logró una articulación teórica que
permitiría un trabajo diversificado pero identificado como en un mismo campo de producción por sus
protagonistas; y de Veyga, al abordar los problemas de la enseñanza de la psicología y establecer la relación
entre estos y el estado de la disciplina, definía en forma precisa el papel que cumplían -y podrían cumplir- los
miembros de la Sociedad, dedicados a la tarea docente, en el campo disciplinar y en el de la enseñanza.
Ya vimos la caracterización de la psicología que realizó Ingenieros en el artículo "La Psicología Biológica"
que abrió el primer volumen de los Anales. Los cuatro postulados ya mencionados caracterizaban el marco
común tanto de los desarrollos filosóficos como científicos del proyecto de psicología que proponía Ingenieros.
Los problemas básicos con los cuales la psicología se conectaba con la filosofía científica era: la materia viva,
la personalidad consciente y el pensar. Las respuestas a estos tres problemas se basarían en una hipótesis de
carácter filosófico: la formación natural de todos esos procesos.
Desde otra perspectiva, el trabajo de Francisco de Veyga, abordaba el tema del estado de la disciplina
como causa de los problemas de la enseñanza de la psicología. Señalaba, además, que el principal interés de
los miembros de la Sociedad, e incluso la razón de la constitución de la misma, debía ser la enseñanza de la
psicología.
Si bien, según Francisco de Veyga, no se podía poner en duda que la psicología era una ciencia, varios
aspectos del estado de la misma iban en contra de esta idea. Estos aspectos eran: la falta de un orden interno y
de un método en el trabajo científico; la ausencia de obras que abarcaran el conjunto de la disciplina con un
“espíritu científico” (es decir, sin dedicarse sólo a una escuela o a ciertos temas); y las relaciones estrechas y
parciales que se establecían entre la psicología y las demás disciplinas científicas y filosóficas (por ejemplo, se
rechazaba la filosofía; se subordinaba la psicología a la biología sólo en palabras, pero no en los desarrollos
concretos; el distanciamiento cada vez mayor con respecto a la matemática). Este estado de cosas era la única
causa de la “anarquía de opiniones sobre la enseñanza de la psicología”.
No obstante, proponía que para modificar esa situación no había que buscar actuar sobre la causa, sino
sobre la cátedra. La misma estaba al alcance de la esfera de acción propia y, además, la cátedra terminaría
modificando con el tiempo el ambiente científico. De ahí que la solución propuesta se formulara en el ámbito
de la tarea docente: en él había sido planteado el problema original; era en ese ámbito donde era posible actuar
y lograr cambios concretos; y era la enseñanza de la disciplina la que terminaría influyendo en el estado de la
disciplina. Proponía que la enseñanza de la psicología incluyera: el conocimiento previo de las ciencias
naturales (base del estudio de la psicología); el conocimiento de la historia de la psicología (para mostrar el
progreso de la ciencia y, a partir de la comparación, fijar los límites de una cuestión en el momento vigente); la
práctica de las reglas del método experimental; la amplitud de miras en la investigación; y la aplicación de los
conocimientos psicológicos “al terreno de las demás ciencias”. Por último, señalaba la necesidad de retomar el
estudio de la filosofía, supeditándola a la psicología, y como punto terminal y ámbito “práctico” de aplicación
de la psicología.
El análisis de estos dos textos muestra que desde perspectivas diferentes se buscaba la formulación de un
proyecto de saber psicológico autónomo, en cuanto a la autorrepresentación de los miembros de la Sociedad, y
que permitiera identificar en un campo teórico común las diversas producciones teóricas y prácticas.
Nuevos debates acerca de la naturaleza de la psicología.
En 1917, el debate sobre la articulación entre los dos cursos volvió a mostrar la permanencia del
problema de la definición de la psicología. Frente a una propuesta de Rivarola de eliminar el segundo curso
de psicología, se debatió acerca del estado de la disciplina y del valor de los métodos que contribuían a su
desarrollo. Alejandro Korn veía el naturalismo como un modelo ya perimido "...Es también lícito disentir de
este dogmatismo naturalista un tanto anticuado y afirmar que después de cuarenta años de laboratorio, la
psicología todavía no es una ciencia natural de carácter objetivo y que mantiene el noble fuero de ser la
primera de las ciencias del espíritu". Rodolfo Rivarola, en ese momento decano de la FFYL, sostuvo que era un
error considerar que la psicología tenía una naturaleza doble, científico-experimental y filosófica, ya que su
objeto de estudio presentaba una unidad fenoménica. Horacio Piñero, profesor titular de psicología durante casi
dos décadas, volvió a reafirmar la concepción dualista que se señaló anteriormente (una base fisiológica y
experimental y un desarrollo filosófico y en conexión con los otros desarrollos científicos), apelando a
criterios de diferente tipo: uno de carácter político-institucional, la pertenencia a una facultad de filosofía, y
otro de carácter epistémico, el nuevo interés por la filosofía "de moda" -nombró a los franceses Bergson y
Boutroux- y su articulación con la ciencia.
El debate continuó en 1918, y se dejó en claro que el problema de la definición de la psicología no
tenía por el momento resolución y se optó por una salida política: la seguridad del naturalismo había quedado
atrás; la filosofía mostraba que podía y debía complementar los resultados de la ciencia, para darles una
valoración más ajustada; por lo tanto, los dos cursos se mantenían con sus respectivas orientaciones (uno de
carácter experimental y el otro de carácter teórico y filosófico), para que posibilitaran la recepción de los
aportes de las diversas corrientes contemporáneas, siempre con la esperanza de que la unidad se alcanzaría en
algún momento.
El problema de la enseñanza respondía a un problema más profundo: el de la naturaleza de la
psicología. El problema radicaba en las formas inconciliables de concebir la psicología como ciencia natural o
como ciencia del espíritu. Quedó claro para todos los participantes que la decisión adoptada no resolvía el
problema, sino que se trataba de una decisión institucional, que, con "criterio amplio y desinteresado",
posibilitara el desarrollo de todo lo que contribuyera a la disciplina, a la espera de un momento en que las
condiciones de su definición fueran más favorables
En suma, vimos que en el desarrollo académico de la psicología en la Universidad de Buenos Aires
primó la voluntad de fundar institucionalmente un desarrollo "positivo" de la psicología. En esa dirección se
lograron resultados concretos. De ahí la creación del laboratorio y la orientación de las cátedras. En general,
se llamaba "experimental" a todo aquello que posibilitara el estudio controlado de la experiencia. La inserción
institucional dentro de la Facultad de Filosofía, y los debates en torno a la definición académica de la
psicología incidieron en las diferentes valoraciones e interpretaciones de lo que eran "investigaciones
experimentales", y su relación con la clínica y la observación. En estas divergencias, no pueden desconocerse el
papel que cumplieron los protagonistas individuales mencionados.
Discursivamente, se intentó definir la psicología como una ciencia primera en un doble sentido: primera
en cuanto al orden del saber, ya que todas las ciencias se basan en el conocimiento que puede desarrollar el ser
humano y la psicología estudia cómo conoce el hombre, cómo produce ciencia a partir de su experiencia
psicológica; y primera porque su saber sobre las relaciones humanas y el desarrollo psíquico individual y
social, permitiría intervenir en las relaciones humanas en las que se ejercen influencias para dirigir y modelar
conductas, sea en forma explícita o inconsciente. De ahí la articulación entre psicología y pedagogía; entre
psicología experimental y pedagogía científica; entre conocimiento e intervención.
2. Los usos de la psicología
2.1. Introducción: ¿Se puede hablar de los inicios de una profesionalización?
Se ha dicho ya que durante estas primeras décadas del siglo XX se desarrolló una psicología sin
psicólogos, y que no estuvo presente el proyecto de constituir un rol profesional autónomo de psicólogo. Sin
embargo encontramos diferentes prácticas profesionales en las que fue surgiendo una necesidad de tener
conocimientos psicológicos, para poder abordar ciertos tipos de problemas. A la vez, a estos profesionales
que podían usar los conocimientos psicológicos, o que dentro de su profesión tenían una mirada "psicológica",
se los llamaba a veces psicólogos. Podría plantearse entonces la pregunta de si no podrían considerarse estas
prácticas en donde se usaban los conocimientos psicológicos de un modo central (no simplemente secundario)
como un temprano desarrollo profesional de la psicología.
Según Geuter,
la profesionalización de disciplinas académicas constituye el proceso de
institucionalización de áreas específicas de aplicación del conocimiento en una disciplina determinada. Una
profesión constituye un campo de actividad que no sólo requiere la aplicación de conocimiento científico
sistemático sino también de una institución educacional de carácter superior con el propósito específico de
adquirir ese conocimiento científico. Y fundamentalmente que esa adquisición sea documentada mediante
determinados procedimientos de certificación, los cuales califican al individuo para llevar a cabo ciertas
actividades profesionales y constituyen un requisito en el mercado de trabajo para acceder a cierta labor
específica.
Si tomamos como ejemplo la actividad de la Sociedad de Psicología, vimos que la pertenencia a la
Sociedad estaba condicionada por la dedicación a la enseñanza de la psicología o a la producción de trabajos
que contribuyeran a la misma, y no por haber obtenido una certificación de un estudio específico en psicología
que los habilite para una actividad ocupacional.
La Sociedad de Psicología se creó en un período en el cual se estaban llevando a cabo los primeros
desarrollos de enseñanza universitaria de la psicología, y durante el cual se buscaba definir más
concretamente su perfil teórico y las posibilidades de aplicación de los conocimientos psicológicos en
diferentes ámbitos profesionales y teóricos. La regulación de las primeras actividades especializadas en las que
la aplicación de la psicología aparecía como eje central o, por lo menos, como un instrumento indispensable,
provino de los mismos colegas que tenían en común su actividad docente en torno a la psicología, y no de una
organización educacional específica que habilitara como tal para una actividad diferenciada de otras. El
criterio de reconocimiento era la trayectoria intelectual y docente.
Si bien la creación de la Sociedad de Psicología supuso un proceso de diferenciación (de delimitación de
saberes específicamente psicológicos) y de distancia social (ya que no cualquiera podía participar en esta
Sociedad y era necesario ser admitido por los pares según la contribución realizada a la disciplina psicológica
o a la enseñanza de la misma), ambos procesos no estaban institucionalizados a través de un control y una
habilitación estatales, sino a través de criterios provenientes de un cuerpo colegiado que tenía en cuenta más la
contribución específica al campo que la habilitación de un título universitario específico.
Si se tiene en cuenta que los miembros de la Sociedad poseían estudios académicos de carácter superior
obtenidos en instituciones de organización estatal, y que los roles profesionales en los cuales se aplicaba la
psicología, en su mayoría, se encontraban en el sector público, puede verse el papel del estado en ese
proceso de articulación entre saber académico y prácticas psicológicas, mediatizado en este caso por los
criterios de los miembros de la Sociedad. Estos definieron por primera vez un marco teórico compartido que
permitió determinar con claridad los límites de los saberes y prácticas psicológicas legítimas, esto es,
científicas, y promover aplicaciones de la psicología en diferentes campos ocupacionales con tradiciones más
establecidas.
El intento de conformar un ámbito de producción común en torno a la psicología, se realizó desde
diferentes ocupaciones. Si bien hubo conciencia de un marco común de producción teórica y práctica, no hubo
un proyecto de desarrollar una psicología profesional con una identidad propia en tanto actividad
ocupacional. Los usos de los conocimientos psicológicos siempre aparecían supeditados, en lo que se refiere a
actividad ocupacional, a otras profesiones ya constituidas y reconocidas como tales. Encontramos
fundamentalmente: 1) el ámbito médico-psiquiátrico y la clínica, 2) el ámbito médico-legal y la criminología, y
3) la educación. Además, se puede distinguir un cuarto grupo de problemas y de planteos en torno a la
interpretación de la sociedad y los problemas de la evolución. La psicología, como instrumento intelectual de
comprensión, constituía un medio indispensable para lograr una comprensión de la propia realidad y la
transformación de la misma. Por lo tanto, aún este cuarto grupo posee una dimensión práctica explícita, ya
que al conocimiento, a la comprensión de los problemas de la realidad social era inherente la intención de su
utilización en una intervención promotora del cambio.
En consecuencia, al indagar la articulación entre el saber académico y diversas prácticas psicológicas,
vemos que al mismo tiempo que se buscaba una articulación entre un saber reconocido como científico y una
actividad fundada en él, estuvieron ausentes otros aspectos imprescindibles para la configuración de una
profesión en sentido estricto, como la conformación de un campo ocupacional específico, diferenciado de
otros, y el control del entrenamiento y la habilitación por parte de quienes ejercían el papel de regular las
relaciones entre las demandas sociales de expertos y los productores de ese saber especializado.
Los procesos de articulación entre saberes y prácticas psicológicas desarrollados en Alemania y en Estados
Unidos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, ilustran los rasgos específicos de estos procesos en
diferentes contextos nacionales.
En Alemania, la institucionalización de las prácticas psicológicas basadas en los saberes académicos se
realizó tardíamente, durante el período nazi. Tal como lo muestran Geuter y Danziger, antes de este período,
la articulación entre los saberes académicos y diversas aplicaciones del mismo debió afrontar obstáculos
principalmente de carácter académico para lograr cierto reconocimiento como campo autónomo de saber y
ocupacional. En sus comienzos, la psicología académica tuvo que desarrollarse primero dentro de las cátedras
de filosofía. Cualquier incremento de cargos para la enseñanza de la psicología, fue duramente resistido por
los profesores de filosofía. La polémica adquirió progresivamente un carácter definidamente político. Al
mismo tiempo, las posibles aplicaciones de este saber psicológico eran definidas en primer lugar como la
contribución, a través de sus nuevos métodos empíricos, a la resolución de problemas filosóficos,
especialmente los de carácter epistemológico. En el siglo XX, la utilización de conocimientos psicológicos
aplicados en la industria y en la guerra permitió la adquisición de cierta reputación de la psicología entre un
público más amplio que el estrictamente académico. Luego, el interés por la psicología aplicada,
principalmente desde el Ministerio Prusiano de Ciencia, Arte y Educación, y desde el Ministerio de Trabajo e
Industria, alrededor de los años '20, se tradujo en medidas estatales que favorecerían la institucionalización de
las prácticas psicológicas, al mismo tiempo que crearían condiciones favorables para abandonar la
subordinación casi exclusiva a la filosofía que la psicología había tenido desde el siglo XIX
En cambio en EEUU el proceso de la institucionalización de las prácticas y saberes psicológicos fue
radicalmente diferente. En 1892 en la Universidad de Clark, Stanley Hall, el primer doctor en filosofía con
orientación en psicología en EEUU, junto con 31 especialistas en psicología que venían trabajando en el país,
fundaron la primera asociación de psicólogos del mundo, la American Psychological Association. Contribuyeron
a este acontecimiento no sólo la ausencia de una subordinación de los estudios de psicología respecto a la
filosofía en los ámbitos universitarios, que permitiría una rápida implantación del saber psicológico académico
autónomo, sino también el contexto institucional y político norteamericano, a finales del siglo XIX, que
favorecía una rápida legitimación institucional de los resultados de las investigaciones psicológicas. Este
temprano proceso de profesionalización de la psicología supuso la existencia de un grupo de especialistas
que definieron, sin mayores obstáculos, una “identidad profesional”, la del psicólogo, en la medida que el
producto de sus estudios tuvo una rápida aplicación en los ámbitos sociales, económicos, educativos y hasta
militares y por ende una legitimación estatal y privada, ya que la joven Nación Norteamericana requería de
soluciones a las problemáticas que la consolidación de su modelo capitalista moderno generaba.
2.2. Los usos de la psicología: presentación general.
Brevemente, realizaremos una presentación general de los diversos usos de la psicología en los
ámbitos mencionados.
Psicología y clínica.
Hemos visto que las líneas fundamentales de esta nueva concepción de "psicología científica"
siguieron las vías abiertas por dos modelos básicos: el de la fisiología y el de la psicopatología, vinculadas con
la tradición psiquiátrica (y su objeto privilegiado en la locura), la tradición neuropatológica (y las
enfermedades nerviosas) y la tradición "psicosocial". Nos interesa destacar en esta presentación la articulación
entre el modelo fisiológico y la tradición psicopatológica francesa en los desarrollos de una psicología de la
anormalidad y de una clínica psicoterapéutica, diferenciada del clásico tratamiento psiquiátrico.
Todas las dimensiones de la experiencia eran estudiadas en su funcionamiento normal y patológico,
dentro de un enfoque evolutivo, que abarcaba diferentes "ramas" de la psicología: el estudio de las funciones
psíquicas en diferentes especies dentro de una psicología comparada, el estudio evolutivo del niño al adulto
dentro de una psicología evolutiva y el estudio del desarrollo de las sociedades, desde las más primitivas a las
más civilizadas, y desde su desarrollo histórico, entendido como la génesis de la sociedad actual, dentro de
una psicología social íntimamente vinculada a las ciencias sociales y a la historia.
La estrecha vinculación entre psicología y fisiología en los primeros desarrollos de la psicología en la
Argentina seguía una tradición que veía el estudio de los fenómenos patológicos como el complemento
necesario del estudio de la fisiología normal. Esta tradición francesa se había desarrollado en el ámbito de las
prácticas clínicas, ámbito que destacaba ciertos problemas y buscaba realizar una intervención terapéutica para
restablecer el funcionamiento normal. Esta tradición se diferenciaba claramente de las prácticas investigativas
en psicología llevadas a cabo en Alemania, por ejemplo, en donde se privilegiaba la determinación del
funcionamiento normal del hombre adulto y los problemas de investigación estaban más estrechamente
ligados a problemas de carácter teórico y filosófico.
Dos temas fueron fundamentales en el proceso de expansión de los problemas y herramientas
conceptuales de la fisiología experimental hacia las prácticas investigativas en psicología. Por un lado, las
características funcionales del movimiento reflejo, que desembocó en la postulación de la unidad funcional de
todo el sistema nervioso y en el reconocimiento de un automatismo que sirvió para explicar tanto actividades
"normales" realizadas cotidianamente, como los fenómenos de hipnotismo y sugestión, y a partir de ahí ciertos
fenómenos mórbidos estudiados por la clínica. Por otro lado, la fisiología sensorial, que dentro del campo de
investigación propiamente fisiológica condujo a planteos en relación a aspectos "psicológicos" de las
variaciones de estimulación sensorial (tales como la intensidad, la ubicación espacial y la duración temporal).
La sensación y la percepción se convirtieron en los objetos privilegiados de la investigación psicológica
experimental, a los que pronto se incorporaron la memoria y la atención.
Estos temas fueron abordados desde un enfoque proveniente de la tradición de investigación de la
psicopatología francesa, que se centró más en investigaciones que permitieran abordar otro tipo de problemas
planteados desde la clínica, que incluían la inhibición y el automatismo psicológico, el psiquismo inferior y
superior, conciencia e inconciencia desde las hipótesis de la desagregación poligonal, la herencia fisiológica,
psicológica y patológica, así como el hipnotismo y la sugestión.
Lo normal y lo patológico eran considerados por los autores argentinos de este período como "hechos"
objetivos que formaban parte de la "experiencia". Siguiendo tesis del siglo XIX, se consideraba que los
fenómenos patológicos eran idénticos a los fenómenos normales respectivos, excepto por determinadas
variaciones cuantitativas. De esta manera, no se pensaba en una diferencia cualitativa esencial entre lo normal
y lo patológico, sino sólo en una diferencia cuantitativa, de grados, que se manifestaba como un hiper o un
hipo funcionamiento de la actividad fisiológica normal.
Siguiendo la idea positivista fundamental de "saber para actuar",
se veía toda técnica, toda
intervención, como una aplicación del saber científico.
La terapéutica, por consiguiente, debía ser una
intervención racional, basada
en el conocimiento "objetivo" de los "hechos". Ya se señaló que el método
patológico, surgido primero en el terreno de la clínica médica y apoyado en el terreno de la fisiología, veía “lo
anormal” a partir de su distanciamiento con respecto a algo tomado como norma. Los planteos de Auguste
Comte y Claude Bernard, acerca de la identidad de los fenómenos normales y patológicos llegó
a
constituirse en el siglo XIX un dogma de carácter científico, y se constituyó en un marco dentro del cual todos
los demás planteos podían adquirir sentido y credibilidad. Una vez constituido en dogma indiscutible, fue
posible extenderlo a la psicología, operación que fue iniciada durante la segunda mitad del siglo XIX por H.
Taine y, fundamentalmente, por Théodule Ribot.
Ribot fue el que decididamente retomó la definición de la enfermedad como un "experimento natural"
y la utilizó para interpretar los fenómenos de la patología mental. Si la experimentación era considerada como
una “observación provocada” (o inducida), la enfermedad como un experimento de la naturaleza era vista como
una “observación aducida”. A su vez la concepción claramente evolucionista reorientó la interpretación de la
psicopatología y buscó fundar una terapéutica basada en la posibilidad de intervenir sobre la enfermedad
entendida como una regresión a estadios previos de la evolución individual. Ribot instauró como objetos
legítimos de investigación el niño y el primitivo, y fundó la orientación patológica evolutiva a través de la
publicación de tres libros: Les maladies de la mémoire (1881), Les maladies de la volonté (1883) y Les maladies de la
personnalité (1885).
En la Argentina, el estudio de los fenómenos mentales patológicos se asociaba a la exigencia de pensar
un intervención fundada racionalmente, ya sea en la clínica, en las prácticas criminológicas, en la educación,
y en los problemas sociales, los cuales eran interpretados desde categorías de la psicopatología. Desde el punto
de vista conceptual, se buscaba la explicación de los fenómenos anormales en la fisiopatología. Esta incluía
conceptos relativos al funcionamiento del sistema nervioso y el esquema del polígono de Grasset, que
postulaba la división del psiquismo en un “psiquismo superior” y un “psiquismo inferior”, integrados en el
centro o de la conciencia, o bien con la posibilidad de diferentes grados de desagregación, lo cual permitía
explicar tanto las disociaciones fisiológicas, como las patológicas que se manifestaban en los accidentes
histéricos.
Las neurosis, y en especial las manifestaciones histéricas, al ser abordadas como enfermedades del
funcionamiento del sistema nervioso, se convirtieron en el objeto privilegiado de las intervenciones
terapéuticas, distanciadas de los modelos de la psiquiatría y del hospicio. Como señala Vezzetti, la recepción
de la obra de Charcot, desde el trabajo inaugural de José María Ramos Mejía, Estudios clínicos sobre las
enfermedades nerviosas y mentales (1893), y la obra Histeria y sugestión de José Ingenieros (1904), significó un
"punto de partida de un verdadero giro en la concepción de las perturbaciones psíquicas", "un paso decisivo
hacia un "paradigma" neuro y psicopatológico renovados, que se funda en las neurosis, se distancia de la
filiación pineliana, de la nosología de la enajenación mental y de la institución del manicomio para reencontrar
otros orígenes: Mesmer y los magnetizadores".
El uso del hipnotismo era predominantemente con un fin terapéutico. Pero Ingenieros delimitó su
utilidad a través de una triple finalidad. Además del objetivo terapéutico, concebido como una especie de
reeducación y de prevención de nuevos ataques o de la aparición de los “accidentes”, el uso experimental del
hipnotismo permitía precisar el diagnóstico y contribuir al conocimiento de los procesos normales y de la
fisiología. El diagnóstico podía ser precisado si, “experimentalmente”, se provocaba por hipnotismo el mismo
síntoma que el paciente relataba. Así se podía observar con cuidado y detenimiento las características de los
mismos y no depender exclusivamente del relato del paciente, que muchas veces podía, sino simular, sí tal vez
exagerar las características del padecimiento, debido a una sensibilidad más acentuada. La última finalidad
mencionada, se relacionaba estrechamente con la finalidad docente y de investigación.
La definición de la criminología esencialmente como una psicopatología del delincuente, ilustra esta
convergencia de los discursos naturalistas aplicados para entender la lógica de los conflictos sociales, morales
y jurídicos. La simulación y la degeneración fueron otros temas investigación criminológica, para cuyo abordaje
se recurrió a categorías psicológicas desde una concepción evolucionista y en términos de explicación de las
funciones psíquicas como funciones biológicas de adaptación. Ambos temas aparecieron planteados en el
campo criminológico, en el campo médico-clínico, en la interpretación ensayística "psicosocial" y en el campo
educativo, en relación a cómo pensar la intervención educadora en esos casos. Por otra parte, en la
interpretación de los fenómenos sociales, y, específicamente, la relación entre las multitudes y las élites,
también estuvo presente el modelo del automatismo psicológico ya mencionado, a la vez que se recurrió, con
diferentes variantes, a términos de la psicología naturalista para explicar la evolución de las sociedades y de la
conformación de la identidad nacional, analizando el papel de la herencia y de la educación en una visión que
combinaba elementos spencerianos con lamarckianos, que no dejaba de recurrir a la vinculación entre
psicología, fisiología y patología que caracterizó la psicología de este período en la Argentina.
Psicología y criminología.
En Buenos Aires, durante la primera década del siglo XX, se constituyó el dispositivo público
criminológico a partir del funcionamiento de varias instituciones estatales que respondían a la necesidad de
producir conocimientos en el campo del saber criminológico, de constituir ámbitos de observación y
experimentación de estos fenómenos sociales ligados al delito y de intervenir en la asistencia y control de los
mismos. Estas instituciones eran: el Instituto de Criminología de la Penitenciaria Nacional, el Servicio de
Observación de Alienados de la Policía de la Capital, el Hospicio de las Mercedes y su sala de alienados
delincuentes, que funcionaban en coordinación con las cátedras de Medicina Legal, Clínica de las
Enfermedades Nerviosas, Clínica de las Enfermedades Mentales, los mencionados cursos de Psicología de la
Facultad de Filosofía y Letras, y publicaciones médicas y jurídicas, sobre todo los Archivos de Psiquiatría,
Criminología y ciencias afines, que comenzaron a publicarse a partir de 1902. La llamada criminología moderna
de finales del siglo XIX y principios del siglo XX recurrió a un marco biológico-evolucionista en el que el papel
de los médicos adquiría una función significativa. Desde un enfoque naturalista y cientificista, la criminalidad
era definida como una patología, que afectaba tanto al individuo como a la sociedad.
El tratamiento de los problemas relacionados con la delincuencia debe verse en relación al proceso de
modernización del país y al intento de consolidar un proyecto de Nación, que significaron grandes
transformaciones en la trama social, económica y cultural. Buenos Aires, constituida ya como una urbe
cosmopolita, padecía el fenómeno del incremento de la delincuencia como uno de los males modernos que
acompañaban a los procesos de urbanización. El Estado y sus instituciones encararían la criminalidad
mediante el recurso a una intervención práctica-disciplinaria que convocaba a los científicos y sus saberes
académicos.
La criminología argentina, con la obra de autores como Francisco de Veyga y José Ingenieros, partió
del agotamiento del paradigma lombrosiano: el peso de la antropología criminal debía ser sustituido por una
psicopatología del delincuente, y la utilización de la categoría de degeneración biológica debía ser
reinterpretada a partir de las causas sociales que incidían en la conducta del delincuente. Sin dejar de estar
presente, el marco naturalista sería reinterpretado en función de un abordaje psicosocial de la problemática
criminal. Hacia 1910, después de una década de producción de textos, la publicación de una profusa casuística
y la elaboración de un marco de análisis psicocriminológico muestran la consolidación de una nueva
especialidad de la psicología, la psicopatología criminal, que tomaba a la personalidad del delincuente como
objeto de conocimiento psicológico y a la llamada “mala vida” como la problemática a intervenir.
La cátedra de Medicina Legal contaba con un Servicio de Observación de Alienados, pensado como
un laboratorio de psicopatología social. Allí recibían formación práctica los estudiantes de la cátedra (luego
también los estudiantes del primer curso de Psicología de la FFYL) y desde allí, se brindaba asesoramiento
médico-legal a la Policía. Este asesoramiento consistía en discriminar dentro de la población de delincuentes
los que padecían algún cuadro de alienación mental o bien diversos tipos de patología mental que, sin
coincidir con la alienación mental, suponían diferentes grados de responsabilidad con respecto a sus acciones.
Esta actividad exigía una atenta observación de los casos y algún tipo de clasificación psicológica de los
delincuentes, y fue en relación a ella que se desarrolló durante las primeras décadas del siglo XX una práctica
pericial de tipo "psicológica" que fue diferenciándose cada vez más de la pericia psiquiátrica, aunque nunca
llegó a independizarse totalmente de ella durante este período.
Psicología y educación
La utilización del saber psicológico en la educación se enmarcaba en un problema más amplio y
complejo: el del logro de una identidad nacional y la necesidad de diseñar formas de intervención que
transformaran la sociedad en la dirección deseada. La conformación de un sistema de educación pública debe
verse en relación a estos problemas. La psicología aparecía como un instrumento indispensable para diseñar
una didáctica y una pedagogía científicas.
Desde la obra de Sarmiento, la educación pública se veía como el medio que permitiría alcanzar un
doble objetivo. Por un lado, la adquisición del conocimiento y el desarrollo de la cultura civilizada como
patrimonio universal. Por el otro, la concepción y utilización de la educación pública como medio para
desenvolver los valores propios de la nacionalidad, comprometida en la formación de un sujeto social y moral:
el niño argentino. Las Escuelas Normales creadas a partir de 1880, el Instituto Nacional de Profesorado
Secundario (que después de varios inconvenientes, comenzó a funcionar en 1908), la Sección Pedagógica de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de La Plata (a partir de 1906, convertida en
Facultad de Ciencias de la Educación en 1914), así como la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires, abordaron el problema de la formación docente como la clave para incidir en la transformación
del sistema educativo.
En los discursos sobre educación, la pedagogía y la didáctica se presentaban como disciplinas
científicas, objetivas y neutras, que basaban sus conclusiones en el conocimiento psicológico científico (sobre
los procesos de conocimiento y sobre la evolución psicológica de los niños y los adolescentes) y en la reflexión
filosófica “positiva”, en tanto reflexión a partir de lo que los hechos muestran y como complemento de los
mismos.
En este contexto, se privilegió el estudio de aquellas "aptitudes" que se consideraban involucradas en
el desarrollo cognitivo y afectivo de los individuos, y sobre las que podía intervenirse pedagógicamente. Si
bien los autores argentinos de este período (Rodolfo Senet, Víctor Mercante, Antonio Vidal entre otros)
consideraban la herencia biológica como básica y determinante en muchos aspectos, les interesó indagar sobre
todo las posibilidades que dejaba esta herencia para la intervención educativa. La noción misma de "aptitud"
articulaba las ideas de "lo dado biológicamente" y "lo desarrollado a partir de la influencia del ambiente y del
ejercicio". De ahí que se convirtiera en el objeto privilegiado de indagación de una nueva disciplina: la
"psicopedagogía". Esta
se ocupaba de producir conocimientos psicológicos para responder problemas
pedagógicos y didácticos, y usaba tanto los trabajos de investigación del Laboratorio de Psicopedagogía
(creado en la Universidad de La Plata) como la aplicación de tests psicopedagógicos en forma de cuestionarios,
a grandes cantidades de poblaciones infantiles, cuyos resultados luego eran analizados estadísticamente. Los
problemas educacionales que guiaban la selección y desarrollo de los trabajos de investigación eran:
determinar las aptitudes de cada raza, sexo y edad dentro del grupo de la escuela; determinar los efectos
diferenciales de la cultura; determinar la edad para comenzar los aprendizajes escolares, en el nivel primario y
secundario; determinar los procedimientos didácticos más eficaces, en relación a la rapidez de la adquisición, a
su precisión y a la persistencia del conocimiento; determinar la capacidad del hombre y de la mujer, para
enseñar ciertas asignaturas y a un grupo escolar dado; determinar las crisis psico-morales (las crisis evolutivas,
por ejemplo, el estudio de la pubertad realizado por Mercante en su obra La crisis de la pubertad y sus
consecuencias pedagógicas, 1918).
La escuela era vista como el "laboratorio" de una psicología evolutiva y pedagógica científicas. Y los
educadores, como los principales contribuyentes al desarrollo de la misma. La escuela permitía acceder a gran
cantidad de sujetos, en contraste con el laboratorio, que suponía el trabajo con muy pocos sujetos y que, por lo
tanto, brindaba una base más parcial para realizar después las generalizaciones. El conocimiento psicológico
de los niños no apuntaba a conocer sus diferencias individuales, sino la "colectividad infantil", para poder
aplicar los resultados de las investigaciones a la educación de los mismos. A diferencia de la aplicación de tests
y cuestionarios en la psicología diferencial de Galton, en la cual se buscaba conocer las diferencias específicas
de los individuos en relación con una población, las investigaciones llevadas a cabo en la Argentina se
acercaban más a la forma de trabajo de Stanley Hall, el cual se basaba en la recolección de información por
parte de los docentes, y en el estudio, de esta forma, de grandes poblaciones de niños y adolescentes.
Los trabajos de investigación en los laboratorios tomaron la orientación y sus criterios de investigación
científica de las diversas prácticas vigentes de psicología experimental (psicofisiología, psicofísica, mediciones
de tiempos de reacción, mediciones antropométricas) y del conocimiento de la evolución mental (que incluía el
uso de "tests mentales"). Entre las investigaciones psicológicas también se incluyó el estudio de las "anomalías"
o "trastornos" del desarrollo evolutivo, tanto en relación con intereses clínicos, como en relación con problemas
educativos (la indisciplina, la educación de los "anormales") y criminológicos (delincuencia infantil,
posibilidad de rehabilitación "pedagógica" y "psicológica" de los delincuentes). La delincuencia infantil y la
indisciplina escolar eran vistas como desviaciones con respecto a una norma evolutiva ideal; esta norma ideal
se expresaba en una esperada adaptación al medio escolar y las desviaciones eran identificadas con patologías.
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