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WORLD RAINFOREST MOVEMENT
MOVIMIENTO MUNDIAL POR LOS BOSQUES TROPICALES
Secretariado Internacional
Ricardo Carrere (Coordinador)
Maldonado 1858; CP 11200
Montevideo - Uruguay
Tel: +598 2 413 2989
Fax: +598 2 418 0762
E-mail: [email protected]
Sitio web: http://www.wrm.org.uy
Boletín 76 del WRM
Noviembre 2003
(edición en castellano)
EL TEMA CENTRAL DE ESTE BOLETIN: CAMBIO CLIMÁTICO
La presente edición del boletín del WRM está enteramente centrada en el crucial tema del cambio climático. Su
objetivo es proveer a la gente con información y análisis relevantes, como forma de empoderamiento para
enfrentar las falsas soluciones que están siendo promovidas por los gobiernos para servir los intereses de las
grandes empresas. El cambio climático nos afecta a tod@s y afectará aún más a las futuras generaciones. La
vida en la tierra está en riesgo y la sociedad civil debe intervenir para forzar a los gobiernos a cambiar de curso.
Esperamos que la información contenida en este boletín alentará a la gente a incluir el tema del cambio climático
en sus agendas sociales y ambientales a fin de aumentar la presión para hacer posibles las soluciones reales al
problema.
En este número:
* NUESTRA OPINION
- La necesidad de incorporar el tema del cambio climático a los programas de las organizaciones
populares
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* INTRODUCCIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO
- Para entender el cambio climático
- La Convención sobre Cambio Climático: de la esperanza a la traición
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* LOS MALOS DE LA PELÍCULA
- Los buenos y los malos de la película en las políticas de clima (y cómo distinguirlos)
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* LOS BUENOS DE LA PELÍCULA
- Quienes hacen lo que los gobiernos se niegan a hacer
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* BASUREROS DE CARBONO EN EL SUR
- Fondos de carbono del Banco Mundial en Brasil: nuevas fuentes de financiación para
plantaciones industriales de árboles
- Indonesia: el MDL, un ámbito para los negocios
- Laos: EcoSecurities ayuda al Banco Asiático a otorgar subsidios de carbono a la industria
de la celulosa
- Poco probable que fondos de carbono del Banco Mundial contribuyan a mitigar la pobreza
en Uganda
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BOLETIN 76 del WRM
Noviembre 2003
NUESTRA OPINION
- La necesidad de incorporar el tema del cambio climático a los programas de las organizaciones
populares
La Conferencia de las Partes del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático se reunirá en
Milán, Italia, del 1 al 12 de diciembre. Desafortunadamente, las expectativas de que de la reunión surjan
propuestas positivas son extremadamente bajas, dado que el proceso en su conjunto ha pasado a centrarse más
en el comercio de emisiones de carbono que en abordar el tema del cambio climático. A menos que la presión
pública obligue a los delegados gubernamentales a cambiar de curso en la dirección correcta, la reunión se
centrará mayormente en la búsqueda de fórmulas para hacer dinero.
La presión pública es sin embargo aún insuficiente. La razón principal para que eso sea así es que el problema
del cambio climático es presentado como un tema extremadamente complicado, perteneciente por ende al
ámbito de los expertos. Quienes son o serán más afectados por el cambio climático son así dejados enteramente
fuera del proceso. Para empeorar las cosas, muchas ONGs que participan en estas reuniones internacionales
han adoptado la jerga del proceso sobre clima y parecen incapaces o no deseosas de compartir su conocimiento
con el común de la gente. Le cuentan a la gente sobre el CMNUCC, COP, MDL, JI, PCF, LULUCF, "sumideros",
"fuentes", "aire caliente" y obviamente nadie puede entender una palabra de lo que están diciendo. Si su objetivo
es el de desempoderar a la gente, entonces están haciendo un excelente trabajo.
En ese contexto, en este boletín hemos intentado aportar a l@s lector@s información y análisis detallados de
una manera comprensible. Entender el problema es el paso previo necesario para involucrarse y hacer algo y
esperamos que este boletín sea una herramienta útil para empoderar a la gente proveyéndola de la información
necesaria.
El primer artículo se centra en explicar qué es el cambio climático, por qué está ocurriendo y cuáles pueden ser
sus consecuencias. El siguiente contiene una descripción de la historia del proceso de las Naciones Unidas y el
apoderamiento del mismo por grandes empresas deseosas de que nada cambie. Esos y otros actores relevantes
son analizados en detalle en el siguiente artículo (los malos de la película), así como las políticas de mercado
que permiten que esas mismas empresas continúen destruyendo la Tierra. El próximo artículo se centra en los
actores (mayormente invisibles para los negociadores del proceso) que están realmente haciendo algo para
evitar el desastre climático, a cuyo frente se encuentran los pueblos de los bosques y las comunidades locales
rurales y urbanas. Finalmente, el boletín aporta algunos ejemplos del tipo de "soluciones" que están siendo
instrumentadas por los gobiernos y las empresas.
Luego de leer el boletín, aspiramos a que más gente se dé cuenta de que tod@s necesitamos participar de una u
otra forma para enfrentar el problema del cambio climático. Al mismo tiempo, que se haga conciencia de que
tod@s tenemos el derecho de hacerlo, independientemente del nivel de "experticia" que podamos tener: el
cambio climático afectará a expertos y no expertos por igual. De hecho, muchos supuestos expertos deberían
tratar de aprender de las luchas que están siendo llevadas a cabo por pueblos de los bosques contra la
explotación petrolera y de las comunidades locales que luchan contra la contaminación urbana, en lugar de
plantear inútiles y complicadas soluciones centradas en mecanismos de mercado.
No es preciso que las personas y organizaciones de la sociedad civil se conviertan en "expertos" para
involucrarse. El tema es en realidad bien sencillo y también lo son las soluciones: no extraer más combustibles
fósiles de la tierra (que implica encontrar fuentes alternativas de energía) y detener la deforestación. Lo que es
sin embargo necesario es que el tema del clima sea incorporado a los programas de la multiplicidad de
organizaciones que trabajan sobre todos los tipos de temas imaginables, desde derechos humanos a
conservación de la biodiversidad, de la agricultura a la contaminación industrial, de los derechos de los pueblos
indígenas a las comunidades urbanas pobres. Sólo cuando esto comience a suceder podrá la Tierra y sus
habitantes humanos y no humanos tener una posibilidad de sobrevivir.
inicio
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BOLETIN 76 del WRM
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INTRODUCCIÓN AL CAMBIO CLIMÁTICO
- Para entender el cambio climático
El clima de nuestro planeta es un complejo sistema resultante de la interacción de cinco factores: la atmósfera,
los océanos, las regiones de hielo y nieve (criósfera), los organismos vivos (biósfera) y los suelos, sedimentos y
rocas (geósfera), a su vez todos ellos directamente vinculados con el sol.
Sólo en estos términos es posible comprender los flujos y ciclos de energía y materia de la atmósfera, lo cual es
imprescindible para investigar las causas y los efectos del cambio climático. Pero también, a estos factores hay
que agregar uno más: el factor antropogénico, resultante de la actividad humana.
De “invernadero” a “horno”
El clima, como ya dijimos, está directamente relacionado con la energía solar, que llega hasta la superficie de la
Tierra y vuelve al espacio en forma de rayos infrarrojos. Pero esa energía que sale, pasa por la atmósfera. La
atmósfera contiene, además de nitrógeno, oxígeno y argón, una mezcla de otros gases diferentes (dióxido de
carbono, metano, óxido nitroso, ozono, vapor de agua) que envuelve al planeta y forma un sistema ambiental
integrado con todos los componentes de la Tierra. Son esos gases los que permiten pasar la energía solar pero a
la vez atrapan y absorben parte del calor que “rebota” y vuelve a salir (aproximadamente un 30%; del resto un
45% es absorbido por la tierra y los océanos, y un 25% por la atmósfera). Este sistema de control natural de la
temperatura de la Tierra se asimila así al efecto de un invernadero, y a los gases que actúan en ese proceso se
los conoce como “gases de efecto invernadero”. El efecto invernadero permite también en gran medida la
presencia de agua en estado líquido.
El “efecto invernadero” no es en sí mismo un problema. Es más, el delicado equilibrio de dicho sistema es lo que
ha creado las condiciones que permiten la vida en el planeta. El problema surge porque se ha agregado una
carga artificial de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Se está poniendo una capa “de abrigo” extra que
no necesitamos, y que aumenta el calor. El invernadero se está convirtiendo en un horno.
El calentamiento global
Si bien el clima de la Tierra es inestable y más bien impredecible –y muy sensible a factores internos o externos–
, la temperatura probablemente no ha cambiado tanto en los últimos 200.000 años: las temperaturas de la última
era glaciar fueron solamente 5º C más frías que en el presente. La temperatura media de la Tierra es
actualmente de aproximadamente 14º C (sin el efecto invernadero sería de –18º C).
Sin embargo, en los últimos 200 años ha ocurrido un brusco aumento de temperatura. La temperatura media de
la superficie terrestre ha aumentado entre 0,3 y 0,6º C con respecto a la época preindustrial, y el mayor aumento
ha ocurrido en los últimos 40 años. El calentamiento del planeta se ha hecho evidente tanto en la superficie
marina como terrestre, lo cual es apoyado por indicadores indirectos como la retracción de los glaciares. A
escala mundial, 1998 fue el año más caluroso y la década de los 90 la más calurosa de la historia. Esta
tendencia está directamente relacionada con las actividades humanas, que están provocando un aumento de los
niveles de gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera.
El dióxido de carbono (CO2), uno de los más importantes de estos gases, cumple un complejo ciclo vital. Es
liberado por las erupciones volcánicas, por la respiración, por procesos del suelo, la combustión de componentes
de carbono y por la evaporación oceánica. A su vez, se disuelve en los océanos y es consumido por la
fotosíntesis de los vegetales. Con posterioridad a la revolución industrial y en especial después de la Segunda
Guerra Mundial, la actividad industrial ha emitido enormes cantidades de CO2 a la atmósfera a través de la
combustión de combustibles fósiles de depósitos subterráneos, de los cuales los tres principales son carbón,
petróleo y gas.
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La mayor parte de las emisiones de dióxido de carbono son producidas por la utilización de combustibles fósiles
para generar energía, los procesos industriales y el transporte, pero también son producidas por los procesos de
deforestación y tala de bosques. Las actividades agrícolas y los cambios del uso de la tierra producen emisiones
de metano y óxido nitroso, mientras que los procesos industriales también emiten productos químicos artificiales
llamados halocarbonos (CFCs, HFCs, PFCs).
Los gases clorofluorocarbonos (formados por moléculas de carbono, cloro y fluor) son totalmente antropogénicos
(es decir, creados por actividades humanas) y son producidos por aerosoles, refrigeradores y aparatos de aire
acondicionado. Se considera que estos gases han contribuido en gran medida al calentamiento global.
Más que una evolución lineal, el clima sigue un trayecto no lineal con sorpresas inesperadas y drásticas cuando
los niveles de gases de efecto invernadero alcanzan un punto crítico que desencadena otros procesos hasta
ahora desconocidos. Todo indica que las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por actividades
humanas pueden causar cambios climáticos drásticos en el siglo XXI y más allá, con efectos de amplio alcance
en el ambiente y en las sociedades y economías humanas.
La razón de la sinrazón
El aumento del dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero responsables del cambio climático es
una consecuencia de los actuales modelos de desarrollo –producción y consumo– que fomentan una utilización
excesiva de combustibles no renovables así como de modelos de utilización de la tierra inapropiados.
En general, las emisiones de gases de efecto invernadero de combustibles fósiles y el modelo de consumo
característico de la sociedad industrializada moderna van de la mano: cuanto más rico es el país, mayores son
las emisiones. Es así que Estados Unidos está a la cabeza, registrando alrededor de un 24% del total de
emisiones.
Los países industrializados han explotado y consumido más combustibles fósiles, bosques y otros recursos del
planeta, que el Sur, lo que les permitió alcanzar el grado de riqueza y poder actual. En ese camino, han colocado
a la humanidad en un estado de riesgo tal que corre peligro de sucumbir. Es justo que recaiga en ellos la mayor
parte de la responsabilidad de evitar la crisis social, ambiental y planetaria.
Cuando el futuro nos alcance
Muy pocas personas ponen en duda seriamente que el clima de la Tierra está cambiando y que, de no adoptar
medidas, la humanidad entrará en un periodo de desequilibrio climático intensificado. Los modelos climáticos
predicen que si las tendencias de emisión actuales continúan incambiadas, para el año 2100 la temperatura
aumentará entre 1,4ºC y 5,8ºC. Son cambios sin precedentes en los registros históricos. Dentro de un siglo –que
es decir casi nada en la historia de la Tierra– nuestros descendientes y los de las demás criaturas vivas podrían
tener que soportar temperaturas muy por encima de las experimentadas durante la mayor parte de su proceso de
evolución. Las consecuencias para muchas especies, incluida la humana, podrían ser catastróficas.
Una de las predicciones centrales de los expertos en clima es que los fenómenos extremos tales como
tormentas, huracanes, inundaciones, sequías e inviernos severos, serían cada vez más frecuentes, con
consecuencias graves para las condiciones de vida humana. No obstante, los impactos no serán los mismos en
el planeta. Algunas regiones (particularmente las zonas secas del Tercer Mundo) se secarían, causando una
grave degradación de la tierra mientras que otras sufrirían un enfriamiento considerable debido a cambios en la
Corriente del Golfo. En general habría un aumento del nivel del mar (con proyecciones de 9 a 88 cm para el año
2100) a medida que el calentamiento del agua alcanzara las profundidades del océano.
Un posible impacto ecológico es la destrucción de la mayor parte del bosque amazónico para fines del siglo XXI,
producto de la sequía. La pérdida de bosques a escala mundial liberaría aún más dióxido de carbono,
exacerbando el cambio climático.
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Los más vulnerables a los impactos del cambio climático son los que viven en condiciones sociales y económicas
adversas: los sectores de menores ingresos de las poblaciones de los países del Sur, los sectores pobres
urbanos en general, los residentes de regiones costeras e islas, y los habitantes de tierras semiáridas. La
creciente exposición a desastres naturales tales como inundaciones, sequía, deslizamientos de tierra, tormentas
y huracanes, serán más graves para los sectores que están en mayor situación de riesgo.
Para ilustrar más claramente la gravedad de los impactos previstos, veamos caso por caso lo que predicen los
expertos:
* aumento del nivel del mar: si bien es difícil medir los cambios del nivel del mar, se calcula que en los últimos
100 años el nivel del mar ha crecido entre 10 y 25 cm. Esto indica que en gran medida ese cambio ha estado
relacionado con el aumento de la temperatura ocurrido en los últimos 100 años. En esta escala de tiempo, la
expansión del volumen del océano provocada por el calor podría ser parte de la causa, y el resto por la
contracción de los glaciares y la pérdida de capas de hielo. El grosor de los hielos árticos sumergidos en el mar
se redujo en la década de 1990 más de un metro con respecto a veinte o treinta años atrás. La pérdida
generalizada de las capas de hielo discontinuas del planeta desencadenará la erosión de las regiones árticas,
cambiando los procesos hidrológicos y liberando dióxido de carbono y metano a la atmósfera.
* zonas costeras: como corolario del aumento del nivel del mar, las regiones costeras sufrirán inundaciones
graves. Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, también es el más vulnerable al aumento del
nivel del mar. Su población está gravemente afectada por las tormentas. Las catástrofes naturales ya han
causado daños en hasta 100 km. tierra adentro, por lo que resulta pavoroso imaginar a qué punto llegarían con
un aumento acelerado del nivel del mar.
* precipitaciones: se ha observado un aumento en regiones de altas latitudes del Hemisferio Norte,
especialmente durante el invierno, mientras que con posterioridad a la década de 1960 han disminuido en los
subtrópicos y trópicos desde África a Indonesia. Las predicciones indican un aumento de las precipitaciones a
escala mundial, pero las tendencias a escala local son mucho menos seguras. Mayores lluvias y nieve
significarán condiciones del suelo más húmedas en los inviernos de latitudes altas, pero el aumento de la
temperatura podría implicar que en el verano los suelos estarán más secos.
* salud: la transmisión de numerosas enfermedades infecciosas está directamente relacionada con los factores
climáticos, ya que los agentes de infección y sus organismos transmisores son sensibles a factores tales como la
temperatura, el agua, la humedad en general y del suelo en particular, el viento. Esto se aplica en especial para
las enfermedades transmitidas por organismos vivos, como en el caso de la malaria que es transmitida por un
mosquito. Si bien no está unánimemente aceptado, algunas proyecciones indican que el cambio climático y el
cambio de los patrones meteorológicos afectarían el alcance (tanto en altitud como en latitud), la intensidad y la
estación propicia de numerosas enfermedades infecciosas.
* agricultura: el aumento de la tasa de evaporación contribuiría a la salinización de las tierras agrícolas irrigadas.
La degradación del suelo inducida por el clima sumada al aumento de plagas, sequía e inundaciones podría
provocar una pérdida de entre 10% y 15% de los rendimientos de granos de África, América Latina y Asia en los
próximos 50 años. De cumplirse esta previsión y de mantenerse incambiado el actual modelo de distribución
desigual de la apropiación de los recursos, el riesgo de que se exacerben las condiciones de hambre en los
países empobrecidos es muy grande.
* bosques: el cambio climático afectaría la salud y composición de los bosques del planeta. Algunas
proyecciones indican que en un plazo de cien años podría haber un desplazamiento de entre 150 y 550 km en
las zonas climáticas aptas para ciertos bosques. En las regiones montañosas, ciertas especies y comunidades
vegetales, en especial de árboles, podrían desaparecer totalmente por el desplazamiento hacia latitudes
superiores de especies que viven cerca de los bordes altos de las montañas. La migración, que se produce por la
adaptación de las semillas diseminadas en zonas más aptas, quedaría limitada por la falta de espacio para que
las semillas puedan establecerse. Los bosques caducifolios (que pierden las hojas anualmente) se desplazarían
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hacia latitudes más altas, reemplazando en muchas regiones a los bosques de coníferas. Estudios realizados en
Suiza sugieren que un aumento de 3º C en la temperatura provocaría una invasión de árboles caducifolios en el
cinturón subalpino y la invasión de árboles de coníferas en la zona alpina.
Por otro lado hay especies de árboles que han desarrollado una ventaja comparativa que les permite sobrevivir
en condiciones de suelo y clima muy específicas. Un cambio, siquiera mínimo, de las condiciones las afectaría
gravemente y podría provocar incluso su desaparición.
Pueden ocurrir numerosos cambios en los bosques como consecuencia de alteraciones sutiles del equilibrio
competitivo entre las especies. Por ejemplo, el aumento de las temperaturas seguramente cambiarían el
intervalo entre la época de floración y la estación en que pierden sus hojas, pero los efectos podrían ser
diferentes para las distintas especies.
Todo esto, en definitiva, implica que la diversidad biológica estaría en peligro ya que el posible ritmo del cambio
climático al cual estarían sujetos los bosques será mayor que el ritmo al cual éstos puedan adaptarse.
* los recursos hídricos: los cambios en las corrientes de los ríos podrían afectar las napas de agua subterránea.
El aumento del nivel del mar podría provocar el ingreso de agua salada en los acuíferos costeros. Las fuentes de
agua podrían ser degradadas o desaparecer, agudizando la competencia.
* aumento de las sequías y las inundaciones: se calcula que la alteración de los ciclos hidrológicos provocará la
extensión e intensificación de los procesos de desertificación en varias partes de África, mientras que en el
sudeste asiático ya se está experimentando la disminución de los monzones en algunas regiones. En otras
regiones, como Nepal, Birmania e India, esos cambios han causado inundaciones en gran escala.
* contaminación de la tierra y el agua: las inundaciones contribuirían a esparcir los productos químicos tóxicos
utilizados en los modelos agrícolas industriales.
Todos estos factores sumados implicarían el colapso de numerosos ecosistemas frágiles (bosques y arrecifes de
coral, por ejemplo), que no pueden responder con la suficiente rapidez a los cambios bruscos de temperatura,
con lo cual habría un aumento drástico del índice de pérdida de especies. La pérdida de la biodiversidad podría
incluso desencadenar una serie de catástrofes que podrían significar la extinción de la vida del planeta tal como
la conocemos.
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- La Convención sobre Cambio Climático: de la esperanza a la traición
La Cumbre de la Tierra, crisol de conciencia y esperanza
La primera Cumbre de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sustentable (Rio de Janeiro, 1992), o Cumbre de
la Tierra, fue un hito en el despertar de la conciencia ambiental mundial. A pesar de grandes desacuerdos en
cuanto a la vinculación entre medio ambiente y desarrollo, muchos dirigentes nacionales expresaron su
preocupación por la forma en que el modelo de desarrollo predominante ha tenido efectos nocivos para el
ambiente y no solo ha generado pobreza sino que la ha profundizado. Al fin, 20 años después de la Primera
Cumbre de la Tierra de 1972, el ambiente había entrado por la puerta grande, generando grandes esperanzas en
los cambios que los gobiernos prometieron aplicar.
Entre otros compromisos, se acordó establecer un convenio legalmente vinculante dirigido a impedir el cambio
climático mundial: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático
El texto de la Convención fue aprobado el 9 de mayo de 1992 y entró en vigencia el 21 de marzo de 1994, con
166 países firmantes y la opción de que los demás Estados puedan seguir adhiriendo.
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En la Convención hay un reconocimiento del cambio acelerado que ha experimentado el clima del planeta en los
últimos 200 años, y los graves efectos adversos que esto trae. También se admite que el origen de ese cambio
es el aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, el cual ha provocado un
calentamiento de la superficie de la Tierra y la atmósfera. También se señala que la mayor parte de esas
emisiones tienen su origen en los países desarrollados.
El objetivo final de la Convención es que las concentraciones en la atmósfera de los gases de efecto invernadero
resultantes de las actividades humanas se estabilicen en un nivel que no suponga un riesgo para el sistema
climático.
El Protocolo de Kioto, donde se gestó la traición
La 3ª Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático realizada en Kioto, Japón, aprobó el 11
de diciembre de 1997, el texto del Protocolo de la Convención. Hasta la fecha ha sido ratificado por 62 países;
los Estados pueden seguir adhiriendo. Entrará en vigor cuando se reúnan las dos condiciones de haber sido
firmado por 55 países, y que a su vez entre éstos figure un número tal de países industrializados que entre todos
respondan por el 55% del total de las emisiones de CO2 de 1990, como mínimo.
Si bien la cantidad mínima de países signatarios ya ha sido superada, no se ha cumplido el segundo requisito en
la medida que algunos países que son grandes emisores de CO2, como es el caso de Estados Unidos, no ha
ratificado el Protocolo.
Además, el propio Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio climático (IPCC, en inglés) -organismo oficial encargado de asesorar a la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático (CMCC)-- dijo que para evitar cambios peligrosos en los sistemas climáticos
es necesario hacer una reducción global de las emisiones de los gases de efecto invernadero del 60% para fines
del siglo con relación a los niveles de 1990. El Protocolo de Kioto prevé apenas una reducción de un 5,2% para
los países más contaminantes, pero no está en vías de alcanzar siquiera eso.
El Artículo 12 del Protocolo incluye lo que se denomina un “Mecanismo de Desarrollo Limpio”. Supuestamente se
trata de ayudar a lograr un desarrollo sustentable, pero en realidad --y así se declara incluso-- constituye una
“ayuda” para permitir a los países desarrollados el cumplimiento de los compromisos de reducción de emisiones
establecidos en el Protocolo. Este artículo permite la aforestación, la reforestación y las actividades que evitarían
la deforestación, a partir de 1990, como fórmulas de canje de emisiones. El mecanismo también acepta grandes
proyectos hidroeléctricos como “desarrollo limpio”, a pesar de sus consabidos impactos adversos sobre los
bosques (y la liberación de CO2 asociada a ello) y sobre las comunidades tradicionales, que a menudo han sido
desplazadas de sus bosques originales.
En el largo proceso de sucesivas Conferencias de las Partes (COPs), países de peso como los Estados Unidos -responsable del 25% del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero-- se negaron a cumplir los
compromisos acordados en Kioto en 1997. Esto hizo pensar a algunos observadores que el Protocolo podría
naufragar. En ese contexto, Japón --otro de los grandes contaminantes-- presionó en la COP 8 (2002) para llegar
a un acuerdo que “salvara” al Protocolo (aunque no al planeta), que permite que las plantaciones sean descritas
como “sumideros de carbono”. Con ese remate final, se traicionaron las expectativas de llegar a soluciones
reales. Por su parte, Estados Unidos sigue negándose a ratificar el Protocolo. El Presidente Bush dijo claramente
que el Protocolo lesionaría la economía de su país y su política energética, la cual está en primer lugar --es decir,
por encima de los intereses de la humanidad y los intereses a largo plazo de sus conciudadanos.
Con licencia para contaminar
Las emisiones de carbono, que en un principio fueron consideradas un peligro inminente, se convirtieron en
mercancía. Empezaron a predominar criterios comerciales y las acciones vinculadas al clima comenzaron a ser
consideradas principalmente en términos contables y especulativos. Las industrias productoras y consumidoras
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de combustibles fósiles, varios funcionarios de los Estados Unidos y algunos gobiernos del Norte, y una serie de
intereses creados en torno al negocio del carbono promovieron un mercado del carbono. En la base de esta
propuesta estaba la noción de que todas las emisiones de dióxido de carbono son aceptables en la medida que
pueden ser “compensadas” por otra actividad que absorba CO2 --como plantar árboles que, por la fotosíntesis,
convierten el CO2 en carbón vegetal-- o haya reducido sus niveles de emisiones.
Los grandes consumidores de combustibles fósiles compran la autorización de seguir contaminando al invertir en
actividades que han aplicado un cambio en la forma de producción que, si bien siguen liberando emisiones de
carbono, supuestamente lo hacen en niveles inferiores a los que hubieran alcanzado de seguir con el sistema
anterior.
Estas propuestas descartan totalmente que en el futuro se utilice menos carbono. Los países industrializados
pueden así seguir adelante con sus emisiones, componiendo su imagen mediante el pago de algunos dineros a
los países pobres, que terminan “vendiendo” su medio ambiente. Acosados por la pobreza, muchos son
presionados a establecer plantaciones para que actúen como sumideros de carbono. Prevalece la misma mirada
mercantil: los bosques no son ecosistemas vitales sino madera para la industria, celulosa, chips, y ahora
sumideros con un valor de mercado.
Desde un punto de vista contable, la conservación de un bosque no puede ser considerada una medida para
mitigar el calentamiento global. Pero se sigue ignorando que la conservación de los bosques debe ser
considerada como una medida para evitar que el problema se agrave. Incluir la conservación de los bosques en
un mecanismo de mercado seguramente no fue una buena opción, pero ignorar que es necesario contar con
financiamiento y con voluntad política para mantener y recuperar los bosques --aunque sea como medida para
evitar cambios peligrosos del clima-- significa perder una oportunidad. Y eso tal vez lo paguemos muy caro. En la
retorcida lógica de los negociadores del clima, ¡es más conveniente talar un bosque primario y reemplazarlo por
una plantación de árboles de rápido crecimiento, que supuestamente absorben más carbono (lo cual a menudo
no es así)! La idea de que cuando la vegetación está en crecimiento la absorción de carbono es mayor que el
carbono liberado permitió eclipsar el hecho de que los bosques nativos almacenan grandes cantidades de
carbono, manteniendo en circunstancias normales un equilibrio básico a lo largo del tiempo entre el carbono
liberado y el absorbido.
La idea era seguir con el mismo tren de consumo, sin reducir las emisiones, y dar cabida y promover las
plantaciones con el argumento de que la absorción temporal o incierta, siquiera por unos pocos años, tiene
efectos positivos. Un negocio redondo para unos pocos. Pero ¿qué es lo que sigue? Si las plantaciones se talan,
vuelven a liberar CO2 y estaríamos casi como al principio. La alternativa sería seguir plantando indefinidamente
hasta que los árboles --¿quizá de una sola especie conveniente, como el eucalipto?-- inunden la faz de la Tierra.
Tendríamos así millones de hectáreas de basureros de carbono ocupando superficies que deberían proveer a las
poblaciones locales de alimentos y sustento ¿suena ecológico?
En otras palabras, los sumideros de carbono contemplados en el Protocolo de Kioto, son malas noticias para el
planeta y para sus habitantes. No revierten ni detienen el cambio climático, y es muy controvertido que puedan
ser considerados medidas paliativas para una etapa de transición hacia otras energías no contaminantes. Han
pasado 13 años de los primeros enunciados y hay muy pocos signos de un cambio estructural hacia fuentes de
energía alternativa, o parecen estar muy lejanos. Por el contrario, la extracción y el consumo insustentables de
combustibles fósiles continúan.
De culpables a salvadoras
Un actor fundamental que queda escondido --últimamente no tanto-- en todas las instancias oficiales sobre clima,
es el mundo empresarial vinculado con la energía, y en especial las empresas petroleras.
Con sus actividades altamente contaminantes y su política de expansión dentro de un modelo de desarrollo
basado en los combustibles fósiles, estas empresas figuran entre los principales responsables de las emisiones
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de CO2 y por ende del cambio climático. A pesar de ello, todavía no están obligadas por ningún acuerdo
internacional a reducir sus emisiones, rinden cuentas ante unos pocos y son muy difíciles de regular
precisamente por el poder que ejercen.
Algunas de las compañías más poderosas involucradas son: Exxon/Mobil (Estados Unidos), Shell (Holland),
BP/Amoco (Reino Unido), Totalfinaelf (Francia/Bélgica), Chevron/Texaco (Estados Unidos), Repsol/YPF
(España/Argentina), ENI/AGIP (Italia), OXY (Estados Unidos). Sin embargo, actualmente, estas mismas
empresas presentan propuestas tecnológicas para salvar al mundo de la catástrofe, la mayoría basadas en el
uso extensivo del espacio y los recursos –provocando así nuevos impactos y desequilibrios ambientales. Algunos
ejemplos son las plantaciones de grandes empresas transnacionales, que están transformando los ecosistemas
y desplazando a las poblaciones originarias, o los proyectos de gigantescos paneles solares o parques eólicos
en suelos agrícolas, la construcción de represas que inundan grandes superficies con los embalses asociados
que generan emisiones de carbono y metano, o inmensas tuberías de petróleo o gas que atraviesan áreas
protegidas o zonas pobladas, poniendo en riesgo a las poblaciones locales.
¿Hay salida?
Las “compensaciones de emisiones de carbono” como los monocultivos a gran escala de árboles, no son
soluciones. Entre muchos otros males, agravan la pérdida de la biodiversidad que, como ha reconocido un grupo
de científicos del Centro de Biología Poblacional del Imperial Collage de Silwood Park, Reino Unido, en un
artículo publicado en Nature, “puede reducir la capacidad de los ecosistemas terrestres de absorber CO2
antropogénico”.
La verdadera solución es la conservación de energía, la reducción del consumo, una utilización más equitativa de
los recursos, y un desarrollo y distribución equitativas de fuentes de energía limpias, renovables y de bajo
impacto. En realidad, es algo simple y de perogrullo, pero para eso hace falta la voluntad política de los
gobiernos, que escasea o, cuando existe, debe enfrentarse a intereses muy poderosos e implacables.
La garantía para lograr los cambios imperativos e imprescindibles que eviten las catástrofes anunciadas sigue
siendo la participación de la sociedad civil exigiendo que se cumplan los compromisos que ya fueron asumidos
pero aún permanecen incumplidos, y cuestionando los criterios mercantilistas predominantes a nivel empresarial
y gubernamental. El enfoque predominante es criminal, y a la larga suicida.
Artículo basado en información obtenida de: “The Carbon Shop: Planting New Problems”, Larry Lohmann,
http://www.wrm.org.uy/plantations/material/carbon.html ; “Climate and Equity: After Kyoto”, Compilado por Aubrey
Meyer y Nicholas Hildyard, http://www.thecornerhouse.org.uk/briefing/03climate.html ; “Climate Change Overview
- Vital Climate Graphics”, http://www.climateark.org/vital/01.htm
inicio
LOS MALOS DE LA PELÍCULA
- Los buenos y los malos de la película en las políticas de clima (y cómo distinguirlos)
La crisis del clima se parece mucho a otras crisis ambientales. Ponerse de acuerdo con la interpretación
científica es el menor de los problemas; lo más difícil es organizar estrategias eficaces y democráticas para la
acción. ¿En qué panorama político deben actuar los activistas del clima? ¿Con quién se puede hacer alianzas y
cómo? ¿Quiénes son los malos y quiénes los buenos?
Para muchos ambientalistas, especialmente del Norte, todo parecía bastante simple.
Los buenos eran los que prestaban atención a las advertencias de los científicos expertos en el clima, los que
promovían la conservación de la energía y las fuentes de energía renovables, los que lograban que las
negociaciones internacionales se centraran en buscar soluciones para el calentamiento global. Con ellos, uno se
aliaba e intentaba presionar a los gobiernos para que tomaran medidas para detener la liberación de gases de
efecto invernadero a la atmósfera.
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Los malos eran los que negaban que el clima estaba cambiando, o decían que los seres humanos no podían o
no debían hacer nada respecto de estos cambios. Eran los que afirmaban que las cosas debían seguir más o
menos como antes. Uno trataba de convencerlos, a ellos y a otros, de que estaban equivocados, y resistía sus
esfuerzos de bloquear las negociaciones internacionales. Los detalles podían quedar para otro momento.
En algunos rincones del planeta todavía puede parecer que de esto se trata la política del clima. Después de
todo, todavía hay facciones poderosas que dicen que el clima no es nada para desesperarse, incluso el
presidente de los Estados Unidos, George Bush y el grupo de compañías a las que representa. Quien se centre
sólo en esta retaguardia, probablemente todavía vea el debate actual sobre el clima como un enfrentamiento
entre quienes quieren “hacer algo” y quienes no. La mayoría de los periodistas que se ocupan del clima se
ubican dentro de esta categoría y siguen elaborando sus historias en torno a un análisis político simplista del tipo
“Estados Unidos malo, Kioto bueno” o “Exxon/Mobil malo, verdes buenos”.
Pero esta forma de analizar las cosas rápidamente va quedando obsoleta. Ya no es tan fácil distinguir a los
buenos de los malos. Y es todavía más difícil plantear estrategias eficaces para la acción.
Es evidente que algo raro está pasando cuando la British Petroleum, admitiendo que el planeta se está
calentando, cambia su nombre a “Beyond Petroleum" (Más allá del Petróleo) y Shell International monta un
molino de viento frente a su oficina de Londres para “hacer algo” sobre el cambio climático, mientras ambas
empresas siguen intentando aumentar sus ventas de petróleo y gas.
Resulta revelador que tanto la Unión Europea (UE) como la renombrada empresa de venta de energías Enron,
exijan al Presidente Bush que reconozca la gravedad del cambio climático -mientras las emisiones de la UE
siguen aumentando y Enron no muestra signos de abandonar el negocio de la energía fósil.
Y algo huele mal cuando empresas grandes y pequeñas afirman que están ayudando a resolver el problema del
cambio climático invirtiendo en plantaciones de árboles, y los delegados a la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre Cambio Climático --que alguna vez se sintió como una gran esperanza para la acción sobre el
clima-- concentran su atención en programas comerciales y proyectos de desarrollo que solo contribuyen a
agravar el calentamiento global.
En resumen, mientras cada vez más gente afirma estar haciendo algún tipo de acción respecto al clima, las
cosas sólo parecen empeorar. No es de extrañar que los ambientalistas estén confundidos.
Demasiado carbono fósil sin ubicación
Evidentemente es hora de reevaluar la política del clima. Pero, ¿por dónde empezar?
Un camino es volver a la vieja idea de que el calentamiento global es, como otros problemas ambientales, no
tanto un fenómeno físico sino en mucho mayor medida un problema político, social y económico. Desde esta
perspectiva, la crisis del clima no es un tema nuevo. Es solamente un ejemplo más de un problema que lleva
siglos --la saturación de los basureros de desechos-- y que está estrechamente vinculado con el poder y los
derechos.
Desde la revolución industrial, algunas sociedades humanas han extraído grandes cantidades de carbono nuevo
del subsuelo, y al quemarlo, lo han liberado a la superficie. En los hechos han acumulado ese carbono en la
atmósfera y los océanos como dióxido de carbono, y en la vegetación y rocas superficiales bajo la forma de otros
compuestos de carbono.
Esos sistemas superficiales tienen bastante mayor capacidad de manejar el carbono superficial liberado a través
de la combustión diaria de biomasa. Pero no están hechos para reciclar de forma segura todo el carbono nuevo
proveniente del subsuelo --que representa una cantidad mucho mayor. El carbono de origen fósil tiende a
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acumularse en la atmósfera, donde produce el calentamiento global. Pero esta liberación no puede continuar en
forma indefinida. Si se extrajera de la tierra todo el carbono fósil remanente y se liberara a la superficie, la tierra
probablemente se volvería inhabitable.
La respuesta de una persona criteriosa ante este grado de gravedad de la saturación de los vertederos sería
reducir el ritmo o detener la producción de la sustancia que desborda el vertedero. ¿Cómo reducir los peligros del
DDT, los clorofluorocarbonos o el cloruro de polivinilo vertidos? Dejando de producirlos. ¿Cómo reducir los
peligros del cambio climático? Dejando de extraer combustibles fósiles.
No hay nada nuevo ni sorprendente en esta conclusión. Incluso el ex ministro de petróleo de Arabia Saudita,
Sheikh Zaki Yamani, ha señalado que "la Edad de piedra no terminó por falta de piedra, y la Edad del petróleo
terminará mucho antes de que se acabe el petróleo del planeta". La mayoría de los combustibles fósiles deberá
quedar en el subsuelo, así como la mayoría de las piedras del mundo nunca se van a transformar en puntas de
flechas o monumentos de piedra como el de Stonehenge en Inglaterra.
Esto no es nada trágico. El mundo no terminó cuando se dejaron de construir Stonehenges. Y no hay por qué
sufrir innecesariamente si se hacen planes ahora para asegurar que la mayoría del carbonoi que todavía está
bajo tierra nunca vea la luz del día.
Pero, lamentablemente, las compañías que utilizan la mayoría de los vertederos de carbono no ven las cosas de
esa manera. No está en su naturaleza ni en la del sistema que integran, dejar de producir el material que llena
los vertedero o aceptar tecnologías nuevas que podrían invadir sus actuales mercados básicos. Así como los
comerciantes de caballos no estaban entusiasmados con invertir en las primeras industrias automovilísticas, las
compañías petroleras no están dispuestas a abandonar los hidrocarburos, ni los fabricantes de autos están
dispuestos a dedicarse a otra actividad. En vez de reducir el flujo de carbono proveniente de fuentes
subterráneas, estas empresas -y sus colaboradores- esperan, contra todo pronóstico, encontrar nuevos
vertederos superficiales donde verterlo. O confían poder excluir a otros del uso de los vertederos existentes.
Existe un eufemismo común que se puede aplicar a este proceso. Los vertederos de carbono, como antes el
petróleo, se han convertido en un recurso económicamente escaso. Esto no sólo significa que hay más personas
utilizando un espacio físicamente limitado. También significa que los vertederos de carbono actualmente forman
parte de un sistema económico que hace difícil que la mayoría evite que un pequeño grupo de élites los utilice en
exceso --o que las propias élites se planteen dejar de hacerlo.
Fallas del mercado
El criterio predominante para enfrentar esta crisis es formalizar, intensificar y manejar esa escasez, convirtiendo
los vertederos en una mercancía e intentando "asignarles un precio". Pero ese método no está funcionando.
Otro ejemplo de este enfoque orientado a la privatización es el Protocolo de Kioto. Kioto concedería a las
industrias del Norte derechos por valor de miles de millones de dólares para usar los espacios de vertedero de
carbono existentes, permitiéndoles vender los derechos que no utilicen. Pero inmediatamente surgen dos
problemas. En primer lugar, el derecho de vender estos espacios de vertedero se concedería sólo al Norte, que
ya utiliza prácticamente la mayoría. Si bien se permitiría a los países del Sur seguir usando el espacio existente,
éstos no tendrían derecho a venderlo. En segundo lugar, se concederían muchos más derechos que los
espacios de vertedero existentes. Para 2012, se permitiría a los países del Norte beneficiarios del protocolo de
Kioto seguir efectuando casi un 100% de las transferencias de carbono subterráneo hacia la superficie con
relación a las que hacían en 1990. El consenso de los científicos es que se debería alcanzar una reducción de
entre 20% y 40% con respecto a los niveles de 1990 para evitar la saturación de los vertederos. Esta es una de
las razones por las cuales el precio de los espacios de vertedero de carbono no tengan ninguna relación con su
valor climático.
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Dentro de los países, también, los derechos a comprar y vender los espacios de vertedero existentes quedaría
en manos casi exclusivamente de los grandes usuarios -y nuevamente, superaría en gran medida lo que hay
para distribuir. Por ejemplo, en el Reino Unido, según el programa de comercio de emisiones de la UE, entre la
mitad y los dos tercios de los derechos de uso de vertederos con un valor de miles de millones de libras serán
entregados a las empresas generadoras de energía, y más del 10% a empresas productoras de petróleo y gas.
Casi ninguno de los demás usuarios de estos espacios de vertedero que se está entregando --un espectro que
abarca desde cultivadores de arroz bangladeshíes a empleados de oficina londinenses-- ha sido consultado
sobre ese acuerdo.
Otro problema es que al igual que a principios del siglo pasado la mercantilización y la fijación de un precio al
petróleo impulsó a las empresas privadas y a los países a buscar nuevas reservas de ese mineral, de la misma
forma la mercantilización y la fijación de un precio a los vertederos de carbono existentes está promoviendo la
búsqueda de nuevos vertederos. Las industrias basadas en el combustible fósil quieren bajar los precios de los
vertederos de carbono encontrando otros nuevos. Un número creciente de empresas y países esperan hacer
dinero vendiendo nuevos vertederos. El Banco Mundial, los comerciantes de carbono y las firmas consultoras
intervienen como intermediarios.
El resultado es que se están creando dos nuevos vertederos. Uno surgirá a partir de tierras, bosques, suelos,
agua, incluso parte de los océanos. Se prevé que el carbono sería absorbido por vegetación nueva o vertido al
mar. Un segundo nuevo vertedero se extendería hacia el futuro: los usuarios de combustibles fósiles comprarían
el permiso para seguir vertiendo carbono mediante la inversión en actividades que, si bien contribuirían a
aumentar los flujos de carbono fósil hacia la superficie de la tierra, supuestamente lo harían en un grado menor a
lo que “hubiera sido” el caso de no existir ese mecanismo. Se descartarían como imposibles las alternativas
futuras que implicaran utilizar menos carbono. En los hechos, el carbono se acumularía en el futuro.
La trampa es que el proyecto de crear estos nuevos vertederos es imposible. El carbono fósil, el carbono
biosférico y el hipotético carbono futuro pertenecen a categorías diferentes. No se pueden sumar y restar unos y
otros en el mismo libro de contabilidad climática. Debido a una variedad de razones técnicas, ninguno de los
presuntos nuevos "vertederos" podría demostrar que tiene la capacidad de recibir una cantidad especificada de
carbono nuevo. Cualquier precio que se les asignara sería arbitrario, y cualquier mercado creado en torno a los
mismos, es casi seguro que exacerbaría el cambio climático. La International Energy Agency ya prevé un
aumento del 70% de las emisiones mundiales entre 1997 y 2012. El proyecto de "nuevos vertederos" --apoyado
por el Protocolo de Kioto-- no haría más que aumentar esta cifra sancionando ilegítimamente que se continúe
transfiriendo carbono subterráneo hacia los vertederos biosféricos y atmosféricos existentes (y saturados) de la
superficie. Para bien o para mal, el mundo deberá conformarse con los vertederos de carbono de superficie ya
existentes.
En este punto el contraste con la exploración y el desarrollo petroleros es fuerte. Hasta cierto punto es posible
localizar nuevas reservas de petróleo cuando las actuales se agoten. Pero ya no existen extensas áreas donde
encontrar nuevos y grandes vertederos de carbono. Los recursos de combustible fósil pueden ser "no
renovables", pero los "nuevos vertederos de carbono" son, mayoritariamente, un producto de la imaginación.
Para empeorar las cosas, el intento de habilitar nuevos vertederos de carbono ficticios agravaría aún más las
desigualdades sociales existentes a nivel mundial. Los países del Sur en particular, ya están destinando tanto
tierras escasas como ingenio humano a los contraproducentes esfuerzos de inaugurar nuevos vertederos de
carbono para el Norte, con la esperanza de que se conviertan en una fuente permanente de dólares. Esa
esperanza carece de fundamento. Pero antes de que termine malográndose, la resistencia local le hará la vida
imposible a muchos promotores de vertederos de carbono en todo el mundo. Ya ha surgido oposición a los
nuevos programas de carbono en Hawai'i, donde los pobladores locales luchan contra un experimento
estadounidense-japonés de vertido en el océano; en Tanzania, donde los agricultores fueron estafados por un
proyecto de plantaciones para absorción de carbono patrocinado por Noruega; en Brasil, donde agricultores y
sindicatos enfrentan a una empresa productora de hierro en lingotes que solicita subsidios climáticos; y en
muchos otros lugares.
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Una cuestión de estrategia
Una mejor forma de avanzar que el enfoque que prioriza al mercado es dejar de tratar a los combustibles fósiles
y a los vertederos de carbono como si fueran recursos. La supervivencia humana estará en juego en la medida
que cualquiera de ellos siga sujeto a la actual dinámica incesante de conversión, agotamiento y búsqueda de
nuevas reservas al servicio de una pequeña élite.
Así como se deberá dejar bajo tierra la mayor parte del carbón y el petróleo remanente, también se deberá
suspender la búsqueda --basada en un autoengaño-- de vertederos de carbono nuevos que reciban las
emisiones del mundo rico. El carbono fósil, el carbono biosférico y el carbono hipotético no pueden ser incluidos
en el mismo sistema de contabilidad y tratados como un mismo "recurso". No es posible demostrar que cinco o
seis árboles o una inversión de US$ 50 en una planta generadora de energía alimentada a biomasa son
"climáticamente iguales" a la extracción de una tonelada métrica de carbón. Lo que debe surgir, en cambio, es
una nueva política para distribuir de forma equitativa la capacidad existente en el mundo de reciclar el carbono.
¿Quiénes son los aliados más firmes que probablemente se sumen a un movimiento de este tipo? ¿Quiénes, por
otra parte, son los que tal vez deban ser convencidos? Separar a los "buenos" de los "malos" de esta forma no
es hacer un juicio moral. Es simplemente hacer intentos realistas de adivinar dónde podrían hacerse alianzas
climáticas inmediatas más fructíferas.
Algunas de las respuestas resultan sorprendentes. Por ejemplo, muchos de los aparentemente "buenos", que
quieren que EE.UU. y Rusia firmen el Protocolo de Kioto, probablemente se enfrenten con uñas y dientes al
enfoque constructivo que acabamos de describir. El Protocolo de Kioto se está convirtiendo cada vez más en un
estatuto para facilitar nuevas transferencias no sustentables de carbón de fuentes subterráneas a la superficie y
para anexar los recursos de los países pobres que se destinarían a nuevos vertederos de carbono imaginarios.
Esto arrastra a quienes se han comprometido a lograr a cualquier costo la ratificación del Protocolo, a territorios
cada vez más turbios.
Tampoco estar a favor de plantar árboles o de utilizar energías renovables es ya necesariamente una muestra de
compromiso con una política climática constructiva. Actualmente, todo un espectro de actores empresariales está
dispuesto a apoyar estas tecnologías, meramente como forma de "compensar" y allanar el camino para continuar
con la explotación de carbón y petróleo, con escaso interés por su eficacia climática o los impactos que sufren
los pueblos locales.
En resumen, las preguntas que deben plantearse aquellos que estén buscando aliados para una acción climática
constructiva ya no son preguntas como: "¿quién toma en serio la evidencia del cambio climático producido por el
ser humano?", "quién se ha comprometido a ‘hacer algo’ en relación con el calentamiento global?", "quién está a
favor (o en contra) de Kioto?" o "¿quién apoya (o está en contra de) fuentes de energía alternativas?"
En su lugar, las preguntas son:
* ¿Qué grupos sociales tienen mayor interés en trabajar para detener la liberación de carbono fósil a la
atmósfera?
* ¿Quién tiene mayor motivación para insistir en un uso más igualitario de los vertederos de carbono superficiales
existentes?
* ¿Quién tiene las mejores razones para tratar de impedir que las empresas y los gobiernos sigan apoderándose
de tierras y agua para instalar posibles vertederos de carbono nuevos?
* ¿Quién tiene integridad como para sostener una opinión científica en contra de incluir el carbono fósil y el
carbono biosférico en el mismo libro contable?
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Desde el punto de vista negativo, algunas preguntas importantes son:
* ¿Quién continuaría comprometido con el enfoque destructivo que prioriza el mercado y que apunta a transferir
cada vez más carbono del subsuelo a la superficie terrestre, sobrecargando los vertederos existentes?
* ¿Quién tiene intereses estructurales en restringir el acceso a los vertederos de carbono existentes por parte de
las elites?
* ¿Quién tiene mayor incentivo para seguir buscando nuevas soluciones extravagantes para la crisis del clima,
basadas en el control de la contaminación al final del proceso y no en la prevención?
Oteando el panorama
Las respuestas dan mucho que pensar.
Por ejemplo, los criterios mencionados sugieren que algunos de los partidarios más acérrimos del enfoque
constructivo con relación al cambio climático probablemente sean los pueblos indígenas y otras comunidades
locales que luchan en forma directa contra la extracción de combustibles fósiles, las plantas alimentadas a
combustible fósil, la expansión de aeropuertos o sistemas de transporte alimentados a combustible fósil; los
movimientos de justicia ambiental; los movimientos enfrentados a las plantaciones industriales de árboles o a
destructivos proyectos "de compensación"; etc. (Por más detalles, ver el artículo siguiente).
También sugieren que habrá una amplia gama de actores enfrentados al enfoque constructivo, con distintas
motivaciones y grados de compromiso.
Un de esos grupos, por supuesto, abarca a varios de los mayores extractores y usuarios de combustibles fósiles:
* Las compañías petroleras, sean "progresistas" como Shell o "dinosaurios" como Exxon/Mobil, seguirán
demostrando su compromiso con la transferencia indefinida de carbono fósil a la atmósfera y la privatización de
los vertederos de carbono. BP-Amoco, por ejemplo, quizás haya prometido reducir su propias emisiones
empresariales, pero sigue buscando subsidios para proyectos como un nuevo oleoducto de un millón de barriles
diarios que transfiere carbono subterráneo desde el Mar Caspio a los tanques de combustible estadounidenses y
europeos, y un proyecto de desarrollo de reservas siberianas de US$ 7.700 millones. También es un inversor
líder en el intento de crear nuevos vertederos de carbono a través del Banco Mundial.
* Los generadores de energía con uso intensivo de combustible fósil como la Electric Power Development
Company de Japón o TransAlta invierten en "proyectos de compensación" --plantaciones de árboles, energía
renovable o control de las emisiones de metano del ganado--, como parte de programas integrados para
continuar la explotación de combustible fósil.
* Otras industrias pesadas como la automovilística, transporte, hierro y acero, productos químicos, construcción,
celulosa y papel y metales no ferrosos, aún cuando se ven obligadas por la legislación a tomar en cuenta el
cambio climático, también apoyan soluciones que implican comerciar el carbono superficial o hipotético para
poder continuar con la extracción de combustibles fósiles.
* Millones de consumidores con buen poder adquisitivo se han vuelto dependientes en gran escala de un uso
excesivo de combustibles fósiles.
Es necesario individualizar a esos actores, para refutar la afirmación simplista de que "todos somos responsables
del cambio climático". No se debe perder de vista en ningún momento el hecho de que los oleoductos más
importantes que transportan carbono bajo la superficie de la tierra se abren y se mantienen abiertos para
beneficio de una pequeña minoría de habitantes del mundo.
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Sin embargo, el problema mayor no lo constituyen quienes hacen un consumo excesivo de los combustibles,
sino que es el sistema que produce y mantiene modelos de uso excesivo. El problema no es que un pequeño
grupo que son los malos de la película y que por naturaleza gustan usar carbón, petróleo y gas, haya logrado de
alguna forma apoderarse de las palancas del poder. Si fuera sólo eso, la crisis del clima sería menos
atemorizante de lo que es.
Aunque tampoco es cierto que el sistema que deja al mundo “atrapado” en el uso desmedido y desigual de
vertederos de carbono surja de una "necesidad económica" impersonal o de la nada. Se trata, por el contrario, de
un sistema mantenido a plena conciencia por otro grupo de actores que merecen que le dediquemos una mayor
atención. Por ejemplo:
* Las instituciones financieras internacionales subsidian la extracción continua de combustible fósil con una
mano, y con la otra intentan crear un mercado para nuevos vertederos de carbono imaginarios. Por ejemplo, a lo
largo de la última década, el Banco Mundial ha apoyado 22 veces más proyectos de energía alimentados por
combustible fósil que por fuentes de energía renovable, y continúa apoyando proyectos de extracción como el
oleoducto Chad-Camerún. Al mismo tiempo, a través del Fondo del Prototipo de Carbono, el Fondo de Carbono
para el Desarrollo Comunitario y el BioCarbon Fund, combate los esfuerzos de los pobladores locales por
mantener sus tierras, su agua, su aire y su futuro fuera de las garras de los que invierten en vertederos de
carbono, como Mitsubishi, Deutsche Bank, Tokyo Electric Power, Gaz de France y los gobiernos de Holanda,
Noruega, Finlandia, Canadá, Suecia y Japón.
* Los gobiernos del Norte, incluso los defensores más férreos del Protocolo de Kioto, siguen a la vez subsidiando
proyectos basados en combustibles fósiles y apoyando la privatización de vertederos de carbono y programas
insostenibles de "comercio de carbono". En julio, por ejemplo, la Comisión Europea, que pretende presentar a los
estados miembros de la UE como los "héroes del clima", en oposición a EE.UU., propuso permitir que las
compañías privadas ayuden a crear nuevos vertederos de carbono especulativos en el exterior, en lugar de
reducir su propio uso de combustibles fósiles. Esto podría llegar a significar que la UE podría quemar tanto así
como un tercio más de carbón, petróleo y gas de lo que se le permitiría en virtud del Protocolo. Gobiernos como
el de Holanda, mientras tanto, están haciendo los máximos esfuerzos para ayudar a preparar proyectos de
vertederos de carbono que les permitirían seguir emitiendo más gases de efecto invernadero en su país.
* Los grupos de poder de las empresas internacionales también están presionando para que se creen nuevos
vertederos de carbono privados que recibirían emisiones de combustibles fósiles. Algunos son la Cámara
Internacional de Comercio, la Asociación Internacional del Comercio de Emisiones y la Asociación de
Comercialización de Emisiones.
Un grupo en rápido crecimiento integrado por empresas, organizaciones e investigadores, ha creado mientras
tanto su propio nicho ofreciendo "servicios de vertederos de carbono", ayudando a promover el auge del
comercio de nuevos vertederos y evitando la democratización de los vertederos existentes. Al hacerlo están
ayudando a minimizar la amenaza que representa la reacción pública y legislativa ante las advertencias de
científicos y de las Naciones Unidas sobre el peligro del calentamiento global, para los intereses a corto plazo de
los explotadores de combustibles fósiles. Estos actores también han ejercido una fuerza gravitatoria que ayuda a
"arrastrar" la estructura sobre clima de las Naciones Unidas, incluso a sus asesores climatológicos, hacia una
posición empresarial que apoya el aumento de la quema de combustibles fósiles junto con la creación de más
vertederos. Sus motivaciones, sin embargo, tienden a ser muy diversas. Por ejemplo:
* Firmas del sector financiero como EcoSecurities (ver artículo de Laos), NatSource, CO2e.com y Climate
Change Capital venden servicios de asesoría, corretaje e intermediación financiera para firmas que buscan
nuevos vertederos de carbono, especialmente como forma de resolver el volumen creciente de legislación sobre
el clima en todo el mundo. Con frecuencia son conscientes de que el impacto climático de su trabajo está sujeto
a críticas, pero han aprovechado y ampliado hábilmente una nueva oportunidad de mercado.
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* Empresas de gestión de riesgo o contables como Det Norske Veritas y Societe Generale de Surveillance
"validan" y "verifican" las cantidades de carbono fósil "absorbidas" o "compensadas" por los nuevos vertederos.
También son conscientes de los cuestionamientos que los activistas locales y otros ambientalistas plantean con
relación a su trabajo, pero a menudo están divididas entre las presiones para respetar las reglamentaciones de
las Naciones Unidas o las normas científicas o contables, por un lado, y la necesidad de captar futuros clientes
empresariales, por el otro.
* Los organismos de las Naciones Unidas como la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD por sus siglas en inglés), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ayudan al sector empresarial a investigar y
crear nuevos vertederos de carbono. Todos comprenden la posible importancia futura del "dinero de mitigación
climática" para las burocracias del desarrollo.
* Compañías de explotación forestal, plantaciones, represas y "carbón limpio" están listas para poner sus
instalaciones industriales de árboles o de generación de energía al servicio de los emisores de combustible fósil.
* Los gobiernos del Sur tienen la esperanza de que las empresas y los organismos internacionales y bilaterales
ansiosos de crear nuevos vertederos de carbono financien sus proyectos de desarrollo y sus burocracias. Pero a
menudo eso implica que puedan llegar a enfrentarse a los intereses de los pobladores locales.
* Investigadores académicos de universidades e instituciones nacionales de investigación, en campos que van
desde la economía a las ciencias del suelo, la biología, la ingeniería genética, el manejo forestal, la ingeniería y
la geología, aportan más investigaciones (y con frecuencia bien financiadas) sobre cómo crear y justificar nuevos
vertederos de carbono.
* Los think tanks (centros de investigación y análisis de políticas públicas) como Point Carbon, ayudan a las
empresas interesadas a analizar el mercado del carbono. Las ONGs que aplican enfoques de mercado a los
problemas ambientales, como World Resources Institute, Pew Center for Climate Change, Environmental
Defense y National Resources Defense Council, también colaboran en esta dirección.
* Algunas firmas comercializadoras afirman estar en condiciones de crear proyectos "de compensación", como
por ejemplo bosques, para absorber "todo el dióxido de carbono nocivo" emitido por personas, empresas o
reuniones de las Naciones Unidas. Un ejemplo destacado es Future Forests, con sede en el Reino Unido, que
vende a sus clientes una etiqueta patentada como "carbono neutral". A diferencia de compañías como
EcoSecurities, Future Forests se dedica menos a ayudar a sus clientes a enfrentarse a la nueva legislación
relativa al clima, y más en ayudarles a publicitarse ante la opinión pública como empresas con una actitud
responsable ante el clima.
* Las ONG que comparten la posición predominante, como The Nature Conservancy, Forest Trends y Pelangi,
esperan traducir la financiación proveniente de los vertederos de carbono en apoyo a proyectos de conservación
de la naturaleza o fomento rural. Menos limitadas por normas profesionales que los validadores, sus programas
para utilizar fondos resultantes de actividades vinculadas al clima en apoyo de sus actividades centrales tienden
a ser incluso de mayor alcance.
Y en algún lugar del medio, mientras tanto, están las organizaciones que siguen confusamente primero una
corriente y luego otra. La lista es larga, pero a continuación presentamos algunos de los ejemplos más
interesantes.
* La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático sigue dividida por intereses
contradictorios. Por un lado están los resultados científicos que resaltan la importancia de reducir los flujos de
transferencia hacia los vertederos de carbono biosféricos y atmosféricos, junto con las presiones de los países
del Sur para democratizar el acceso a los vertederos de carbono existentes. Por otro, las presiones de las
empresas para privatizar los vertederos de carbono y ampliar su capacidad. La influencia de las empresas ha
ganado en el Protocolo de Kioto, pero la situación del tratado sigue siendo incierta.
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* Las empresas reaseguradoras que deben enfrentar el riesgo financiero de eventos climáticos catastróficos,
como Swiss Re y Munich Re tienen fuertes incentivos para presionar en favor de la reducción de la liberación del
carbono subterráneo a la superficie y poseen una mayor conciencia comercial sobre el cambio climático. Pero al
mismo tiempo han sido seducidas por el espejismo de que la construcción de los nuevos vertederos de carbono
es una respuesta "proactiva" al problema.
* Los científicos del clima, si bien a menudo resaltan los peligros de la transferencia continua de carbono fósil a la
superficie, también son vulnerables a las presiones y prestan apoyo a proyectos de vertederos insostenibles.
* Algunas ONGs influyentes, activas en la red internacional sobre clima Climate Action Network, como World
Wide Fund for Nature, reconocen que es insostenible tratar los proyectos de “sumideros” de carbono --como las
plantaciones de árboles-- como vertederos de carbono. Pero buscando ingenuamente influenciar a los que
promueven los vertederos, han aceptado la idea de nuevos tipos de vertederos siempre que cumplan con las
normas de calidad propuestas. Tales normas tienden a ser inalcanzables en la práctica y deberán ser mitigadas
para permitir que haya una cantidad suficiente de proyectos de vertederos como para justificar su existencia.
¿Un nuevo panorama?
Este esbozo del nuevo panorama de la política del clima sugiere que es el momento oportuno para revisar las
antiguas nociones estratégicas. A medida que los viejos límites se desvanecen, aparecen en el escenario nuevas
alianzas entre ambientalistas, especialistas, financistas, gobiernos y empresas en busca de beneficios comunes.
En especial, un grupo de ONGs poderosas se está alineando en forma cada vez más evidente con las empresas
y en contra de los pueblos afectados por el cambio climático y los nuevos proyectos destructivos de vertederos
de carbono. Al mismo tiempo, quizás se avecinan alianzas nuevas e impredecibles entre otros grupos
comprometidos tanto con el cambio climático como con la democracia de base.
Por: Larry Lohmann, The Cornerhouse, correo electrónico: [email protected]
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LOS BUENOS DE LA PELÍCULA
- Quienes hacen lo que los gobiernos se niegan a hacer
Para el común de la gente, el tema del cambio climático parece ser una cuestión demasiado complicada, cuya
solución está exclusivamente en manos de técnicos y gobiernos. Sin embargo, hay muchos sectores de la
sociedad civil organizada que están haciendo contribuciones positivas para abordar el problema, a menudo
enfrentados a los mismos gobiernos que se han comprometido a resolver el problema.
Los pobladores del bosque
Numerosos pueblos indígenas y comunidades tradicionales del bosque llevan a cabo luchas de resistencia
contra actividades que no sólo impactan sobre sus condiciones de vida sino que además agravan el problema
del cambio climático.
Como se señala más arriba, la principal causa del cambio climático radica en la extracción y combustión de
combustibles fósiles, en particular petróleo. Por lo tanto, las luchas locales contra la explotación petrolera
contribuyen a evitar que el carbono almacenado en los hidrocarburos sea liberado y se sume a la capa de gases
que agravan el efecto invernadero.
En ese sentido, son muchas las luchas que actualmente llevan a cabo comunidades del bosque, entre las que se
destacan las de los Ogoni en Nigeria, los U'wa en Colombia, los Cofanes en Ecuador, que han logrado evitar o
detener la extracción de petróleo en sus territorios.
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La deforestación es también una causa importante del cambio climático, ya que implica la liberación del carbono
almacenado en la biomasa del bosque, que también pasa a engrosar la capa de gases que hacen elevar la
temperatura en la tierra. Por lo tanto, todas las luchas de defensa de los bosques constituyen también un aporte
importante para evitar el agravamiento del cambio climático.
Son muchos los pueblos y comunidades locales que están resistiendo la corta de sus bosques por parte de
actores externos (empresas madereras, mineras, petroleras, camaroneras, agrícolas, ganaderas, etc.). Las
luchas se extienden por todos los continentes, donde las poblaciones locales se enfrentan a un tipo de
"desarrollo" impulsado por los gobiernos que resulta en la destrucción de los bosques para beneficio casi
exclusivo de grandes empresas.
Las comunidades locales urbanas
Gran parte de la liberación de gases de efecto invernadero se produce en los propios centros urbanos y en los
parques industriales cercanos a los mismos. Tanto la industria como el transporte son grandes emisores de
dichos gases, que no sólo impactan sobre el clima, sino también sobre la salud de la gente.
En respuesta, numerosas comunidades urbanas –del Sur y del Norte- se han organizado para enfrentar el
problema, obligando con su lucha a los gobiernos a imponer medidas de control en materia de emisiones. Es así
que en muchos sitios se ha logrado forzar a la industria y al transporte a reducir sustancialmente sus emisiones.
Medidas sencillas, como la generación de condiciones para posibilitar el uso de la bicicleta como medio de
transporte, también han sido adoptadas en algunas ciudades. Todas estas luchas contribuyen sustancialmente a
la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y por ende son un aporte muy importante para la
solución del problema del cambio climático.
Las organizaciones no gubernamentales
Como en tantos otros temas, las organizaciones no gubernamentales están jugando un papel fundamental, tanto
en la concientización de la población en general, como en la promoción de soluciones al problema. También son
muchas las que participan en los procesos oficiales, intentando lograr que los gobiernos se comprometan a
adoptar e implementar las medidas necesarias para evitar el cambio climático global.
Dicho lo anterior, es también necesario destacar que en la actualidad existen profundas divisiones en el
movimiento ambientalista y que un grupo de organizaciones está de hecho apoyando las falsas soluciones
acordadas en el Protocolo de Kioto (ver artículo anterior).
Dicha situación ha determinado la necesidad de hacer un seguimiento a los proyectos y procesos que comienzan
a instrumentarse en torno al Mecanismo de Desarrollo Limpio y al comercio de emisiones de carbono, con el
objetivo de informar al público acerca de los problemas que implica y apoyar a las comunidades locales que
serán afectadas por los mismos. Dentro de las organizaciones enfocadas en esa temática, queremos hacer una
breve reseña de tres de ellas.
Una de esas organizaciones se llama SinksWatch (que se podría traducir como vigilancia de sumideros de
carbono). SinksWatch es una iniciativa del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, radicada en la
Oficina de Apoyo en el Norte e implementada por FERN. El objetivo de SinksWatch es identificar y hacer un
seguimiento a proyectos de secuestro de carbono vinculados al Protocolo de Kioto y a señalar la amenaza que
significan para los bosques y otros ecosistemas, para los pueblos de los bosques y también con respecto al
cambio climático. SinksWatch se enfoca sobre los proyectos de plantaciones de árboles como sumideros de
carbono, en especial en áreas donde existen conflictos sobre tenencia o derechos de uso de tierras
SinksWatch reconoce que existen vínculos importantes entre bosques y cambio climático y apoya el abordaje de
esos vínculos de manera tal que se reconozca el importante papel que los bosques juegan en la adaptación al
cambio climático y en salvaguardar contra los impactos de accidentes climáticos extremos, sin justificar la
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emisión continuada, adicional y permanente de carbono resultante de la quema de combustibles fósiles (correo
electrónico: [email protected] ; página web: http://www.sinkswatch.org ).
Una segunda organización se denomina CDM Watch (vigilancia del Mecanismo de Desarrollo Limpio-Clean
Development Mechanism-CDM). CDM Watch es una pequeña ONG con sede en Indonesia, que brinda
asistencia en mejorar la capacidad de la sociedad civil para comprender y responder al MDL y a proyectos
vinculados al MDL. Aporta análisis sobre las reglas emergentes del MDL y sobre temas vinculados a ese
mecanismo, así como materiales para ser utilizados por ONGs de países del Sur en su trabajo sobre el MDL.
CDM Watch también ha estado involucrada en el desarrollo de redes y campañas Norte-Sur sobre el MDL, con
un énfasis especial en evitar que se convierta en un nuevo subsidio para tecnologías insustentables como las
grandes represas y los proyectos de sumideros de carbono basados en plantaciones (correo electrónico:
[email protected] ; página web: http://www.cdmwatch.org ).
Una tercera organización se llama Carbon Trade Watch (vigilancia del comercio de carbono). Carbon Trade
Watch fue fundada en 2002, siendo el proyecto más nuevo del Transnational Institute. Enfocada en el mercado
emergente de gases de efecto invernadero, Carbon Trade Watch monitorea el impacto del comercio de
emisiones contaminantes sobre la justicia ambiental, social y económica.
La inclusión del comercio de emisiones contaminantes en el Protocolo de Kioto muestra una histórica
proliferación de los principios del libre mercado en el ámbito ambiental. A través de investigación y análisis,
Carbon Trade Watch busca cuestionar la idea de que un mercado liberalizado es el único escenario en el que se
pueden resolver los problemas ambientales.
Carbon Trade Watch también pone a disposición el trabajo de otros y actúa como lugar de reunión para
investigadores, campañistas, actores culturales y comunidades que se oponen a los impactos negativos del
comercio de emisiones contaminantes. El objetivo es el de facilitar la oposición efectiva a políticas económicas
ambiental y socialmente destructivas y a crear espacios para que surjan soluciones y alternativas aportadas
desde la base (correo electrónico: [email protected] ; página web: http://www.tni.org ).
El movimiento por la justicia climática
Como en la mayoría de los problemas que enfrenta el mundo actual, el tema del cambio climático se debe
abordar desde el ángulo de la justicia. Un amplio grupo de organizaciones sociales y ambientales resolvieron en
el año 2000 organizar una Cumbre sobre Justicia Climática paralela a la Conferencia de las Partes de la
Convención sobre Cambio Climático. A partir de allí se continuó avanzando y en el año 2002 se discutieron y
aprobaron en Bali (Indonesia) los "Principios sobre Justicia Climática" (disponibles en inglés en
http://www.wrm.org.uy/actors/WSSD/Bali.html ), donde se parte de la base de que las comunidades tienen el
derecho a no tener que sufrir el cambio climático, sus impactos y otras formas de destrucción ecológica y que por
ende se necesita reducir (para posteriormente eliminar) la producción de gases de efecto invernadero y
contaminantes locales asociados. Se enfatiza que los gobiernos son responsables del abordar el cambio
climático de una manera que sea a la vez democrática con respecto a sus pueblos y en línea con el principio de
responsabilidades comunes pero diferenciadas. En ese sentido, Justicia Climática exige que las comunidades,
en particular las afectadas, jueguen un papel de dirección en los procesos nacionales e internacionales para
abordar el cambio climático, a la vez que se opone al papel que juegan las empresas transnacionales en la
generación de condiciones para modelos de producción y consumo y estilos de vida insustentables, así como en
su inaceptable rol en materia de influenciar tomas de decisiones tanto a nivel nacional como internacional.
El proceso de Justicia Climática fue un actor protagónico durante la Conferencia de las Partes de la Convención
sobre Cambio Climático que tuvo lugar en Nueva Delhi (India) en el 2002. Allí organizó una manifestación
multitudinaria nunca antes vista contra el cambio climático, donde se hicieron presentes todos los actores
sociales relevantes. Como era de esperar, no se autorizó la llegada de los manifestantes al local de la
Convención y apenas se dejó ingresar a un puñado de representantes a los jardines del local. Sin embargo, fue
una clara demostración de que el cambio climático no es una cuestión de técnicos y delegados
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gubernamentales, sino un tema donde los afectados presentes y futuros reclaman su derecho a participar en
forma decisiva en la adopción de las decisiones que los gobiernos se niegan a adoptar.
La Red Oilwatch
La red Oilwatch nació inspirada en la necesidad de desarrollar estrategias globales de las comunidades
afectadas por actividades petroleras y de apoyar los procesos de resistencia de las comunidades que luchan
contra las mismas.
Entre las funciones de la red están el intercambio de información sobre las operaciones de las compañías
petroleras en cada país, sus prácticas de operación y los distintos movimientos de resistencia y campañas
internacionales contra compañías específicas.
Oilwatch busca aumentar la conciencia ambiental a nivel global, desentrañando los impactos que tiene la
actividad petrolera sobre los bosques tropicales y sobre las poblaciones locales, denunciando además el vínculo
con la destrucción de la biodiversidad, con el cambio climático y con la violación a los derechos humanos.
Desde 1997 Oilwatch ha planteado un llamamiento para la moratoria de nuevas exploraciones petroleras en base
a dos argumentos centrales:
- la necesidad de abordar seriamente el cambio climático mediante la reducción de la principal fuente de gases
de efecto invernadero: los combustibles fósiles
- la necesidad de evitar los impactos sociales y ambientales resultantes de la actividad petrolera.
La moratoria a nuevas exploraciones petroleras no sólo es necesaria: también es posible. El caso de Costa Rica
es muy claro en este sentido. Su Presidente no sólo declaró al país libre de actividades petroleras, sino que
incluso canceló un contrato con una empresa estadounidense (Harken) que mantiene estrechos vínculos con el
Presidente Bush. Costa Rica y su gobierno han así mostrado al mundo que aún es posible proteger los
ecosistemas locales y los medios de vida de las poblaciones que allí habitan, al mismo tiempo contribuyendo a
contrarrestar el cambio climático global. Lo que un pequeño país del Sur como Costa Rica puede hacer, puede
obviamente también ser hecho por países económicamente más poderosos … en caso de que tengan la
voluntad política de hacerlo (Oilwatch, correo electrónico: [email protected] ).
Otros actores emergentes
El cambio climático ya está ocurriendo y sus impactos se hacen sentir en todo el mundo. Ello implica que
aumenta el número de los afectados, que comienzan a entender las raíces del problema y se suman a las filas
de quienes ya están en la lucha. Entre ellos se destacan:
- afectados por huracanes, sequías, inundaciones e incendios resultantes del cambio climático global
- afectados por proyectos de sumideros de carbono tales como los monocultivos de árboles plantados con ese
objetivo o por grandes represas hidroeléctricas
- población y gobiernos de países condenados a desaparecer total o parcialmente si no se adoptan medidas para
contrarrestar el efecto invernadero (en particular los pequeños estados insulares y los países costeros bajos)
- sectores académicos comprometidos con el ambiente y la gente, capaces de aportar investigación y análisis
para enfrentar el problema
- organizaciones e individuos que trabajan en la defensa de la biodiversidad y que comprenden que el cambio
climático compromete la sobrevivencia de numerosos ecosistemas y de las especies que allí viven.
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En definitiva, la realidad está mostrando que las soluciones al problema del cambio climático sólo serán posibles
si la sociedad civil organizada –en el Sur y en el Norte, en las áreas boscosas, agrícolas y urbanas- asume el rol
protagónico que le corresponde y obliga a los gobiernos a adoptar todas las medidas necesarias para torcer el
rumbo que lleva al desastre climático global.
inicio
BASUREROS DE CARBONO EN EL SUR
- Fondos de carbono del Banco Mundial en Brasil: nuevas fuentes de financiación para plantaciones
industriales de árboles
El proyecto Plantar del Fondo Prototipo de Carbono (PCF, por su sigla en inglés) del Banco Mundial ha sido muy
criticado por organizaciones no gubernamentales y movimientos de la sociedad civil desde que surgió como la
primera plantación industrial de eucaliptos que reclamaba créditos para sumidero de carbono en el marco del
Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto. El proyecto Plantar abarca 23.100 hectáreas de
monocultivos de eucaliptos para la producción de carbón vegetal, el cual a su vez será utilizado en la producción
de hierro en lingotes. El proyecto es uno de los mayores del PCF; contempla créditos por un valor de 12,8
millones a lo largo de 21 años, una cifra mayor que la cantidad total requerida por los 13 proyectos energéticos
renovables incluidos actualmente en la página web del PCF. El argumento de Plantar es que de no contar con el
ingreso adicional de los créditos de carbono, la producción de carbón vegetal no sería rentable y la compañía
tendría que cambiar y empezar a utilizar carbón mineral importado. Además de este componente, el proyecto
también pide créditos para el carbono que sería absorbido por las nuevas plantaciones. Según los documentos
del proyecto, los fondos que se obtengan de esos créditos de carbono son fundamentales para asegurar los
préstamos bancarios necesarios para replantar.
Hay múltiples motivos de preocupación por este proyecto, entre ellos los impactos ambientales y sociales
perjudiciales del proyecto, así como la aparente capacidad del proyecto para cambiar de forma y así cumplir con
las normas variables del Mecanismo de Desarrollo Limpio. En varios artículos de boletines anteriores (ver
Boletines 74 y 63 del WRM) se han señalado los problemas ambientales y sociales vinculados con el proyecto.
En este artículo exploraremos algunos de los aspectos más profundos y escondidos de este proyecto PCF.
El apoyo del Banco Mundial a la industria forestal de Minas Gerais dedicada a plantaciones de árboles es
anterior al PCF y su proyecto prototipo Plantar. Entre 1986 y 1996, el Banco concedió 48,5 millones de dólares
de los 100 millones de dólares del Proyecto de Desarrollo Forestal de Minas Gerais, destinado a aumentar la
producción industrial de madera y carbón vegetal. En el año 2000 este fondo otorgó un pequeño préstamo a
Plantar. El Banco creó el PCF --el instrumento del Banco para promover proyectos en el marco del Mecanismo
de Desarrollo Limpio-- recién tres años después de la clausura formal del Proyecto de Desarrollo Forestal.
Plantar fue uno de los primeros proyectos promovidos, y según el Documento de Evaluación del Proyecto
Plantar, de abril de 2002 ( http://www.prototypecarbonfund.org ), el Banco espera abrir la puerta para que otros
productores de hierro en lingotes de Minas Gerais hagan un uso similar de los fondos de carbono.
Esto plantea la cuestión de la sustentabilidad financiera de un sector de plantaciones que parece ser viable
únicamente cuando le conceden subsidios. Hasta mediados de la década de 1980, las plantaciones en Brasil
contaron con importantes subsidios estatales. Cuando éstos se suspendieron, algunos productores de hierro en
lingotes comenzaron a utilizar carbón mineral y los que no lo hicieron argumentan que lo que los detiene es
únicamente la perspectiva de recibir un ingreso adicional por los créditos de carbono que les permita seguir
utilizando carbón vegetal. Muchos cuestionan la credibilidad de este argumento, pero aún si fuera cierto,
entonces la viabilidad económica que el Consejo de Manejo Forestal (Forest Stewardship Council) exige como
requisito para certificar el buen manejo de una plantación, no está garantizada. Esto a su vez plantea dudas
sobre el almacenamiento de carbono a largo plazo en las plantaciones utilizadas para la producción de carbón
vegetal: ¿qué ocurrirá con el carbono almacenado cuando se acaben los subsidios?
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La realidad del proyecto Plantar es claramente contradictoria con el discurso del Banco Mundial sobre los
beneficios sociales y ambientales de los proyectos de sumideros de carbono. El Banco Mundial aduce que “el
secuestro de carbono ofrece la mayor convergencia entre el mercado de carbono y el desarrollo sustentable, y
entre el cambio climático, la adaptación y la reducción de la pobreza”. Sin embargo, Plantar --por el momento el
único proyecto de sumidero de carbono del PCF-- está promoviendo un desarrollo insustentable que no
solamente no hace nada por combatir el cambio climático, sino que además agrava los problemas ambientales y
las desigualdades sociales locales, las tensiones de la zona y los problemas de acceso a la tierra que ya existían
en la región.
Si se compara el proyecto Plantar con el fondo del Banco Mundial dedicado a sumideros de carbono --el
BioCarbon Fund-- es posible apreciar cómo proyectos de sumideros supuestamente eficientes son tan solo un
“maquillaje verde”, y que cualquier uso significativo de los sumideros de carbono inevitablemente implicará la
presencia de plantaciones industriales de árboles. El Banco Mundial ha estado a la cabeza de la venta de
sumideros de carbono y ha intentado despejar los temores de que el mercado de carbono sea inundado por
créditos derivados de las plantaciones de árboles. En un taller realizado en abril de 2003 en París, Ken
Newcombe, Gerente del Fondo PCF, se refirió específicamente a estos temores y argumentó que no habría una
propagación de plantaciones porque no podrían cumplir con los requisitos de adicionalidad. Esto resulta irónico,
ya que el PCF es el único actor del mercado que actualmente promueve un proyecto de plantaciones como
sumideros de carbono que no tiene componentes adicionales: Plantar. Sin embargo, la comparación entre
Plantar y el BioCarbon Fund es sugestiva: la totalidad del BioCarbon Fund (incluyendo al Mecanismo de
Desarrollo Limpio, la Implementación Conjunta y los proyectos no vinculados al Protocolo de Kioto) generarán
menos créditos que el componente de plantación del proyecto Plantar.
Además, al impulsar el primer proyecto de plantaciones como sumideros de carbono, el Banco Mundial sienta un
precedente y facilita la promoción de proyectos similares en el futuro. A pesar de las recientes declaraciones
públicas del Banco Mundial asegurando que los proyectos de plantaciones no serían el componente principal del
Mecanismo de Desarrollo Limpio, sin duda que el Banco Mundial siempre consideró al proyecto Plantar como un
prototipo que otros se sentirían alentados a imitar. El Documento de Evaluación del Proyecto 2002 para Plantar
es explícito: “Se espera que el proyecto prepare el terreno para proyectos similares en el futuro”. Es decir,
proyectos basados en plantaciones industriales de monocultivos de árboles que generarían créditos, los cuales
eclipsarían los esfuerzos de relaciones públicas cuidadosamente montados por el BiocCarbon Fund y fondos
similares de maquillaje verde.
El Panel de Metodologías del Directorio del Mecanismo de Desarrollo Limpio ha advertido recientemente que la
aprobación de una metodología que Plantar utiliza para argumentar su registro en el Mecanismo de Desarrollo
Limpio --la llamada metodología de línea de base-- representa un “riesgo moral”. La comisión estaba
comentando sobre el proyecto similar de V&M de Brasil, también en Minas Gerais, que utiliza el mismo
argumento de que sin créditos de carbono, la compañía tendría que pasar a utilizar carbón mineral en lugar de
carbón vegetal en el proceso de producción de hierro en lingotes. Dado que los proyectos utilizan la misma
metodología para plantear este argumento, el comentario es directamente aplicable a Plantar.
A pesar de todo esto, el proyecto sigue buscando ser registrado en el Mecanismo de Desarrollo Limpio e,
increíblemente, conserva el apoyo de los inversionistas gubernamentales europeos supuestamente contrarios a
los sumideros. Es necesario que se retire de inmediato el apoyo público al proyecto Plantar; no hacerlo implicará
apoyar un prototipo que convertirá al Mecanismo de Desarrollo Limpio en un mecanismo para que continúe la
devastación.
Por: Jutta Kill, SinksWatch, correo electrónico: [email protected] ; página web: http://www.sinkswatch.org
inicio
- Indonesia: el MDL, un ámbito para los negocios
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Es muy posible que el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kioto, en el marco de la
Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, no sirva para abordar la problemática del
cambio climático. En cambio, tal vez para algunos resulte un buen negocio. Se parte de la base de que a cambio
de invertir en proyectos que suspendan o reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero en un país del
sur, las empresas obtendrán reducciones certificadas de emisiones (CERs, por sus siglas en inglés) que los
países industrializados pueden utilizar para cumplir con los compromisos asumidos en el marco del Protocolo de
Kioto.
Las autoridades oficiales de Indonesia e incluso una ONG --Pelangi-- están ansiosas por obtener dinero de la
"venta" de buenas prácticas de manejo forestal y de plantas de generación geotérmica. Supuestamente el país
percibiría por ello un monto aproximado de 500 millones de dólares. Con este negocio estaría autorizado a
mantener sus niveles de emisión de gases de efecto invernadero, los que serían "compensados" con la
reducción asumida por Indonesia.
Para gente sensata puede ser difícil entender por qué una empresa del norte tendría derecho a contaminar en un
país pagando a otro país por hacer algo que de todas formas debería hacer: manejar los bosques en forma
adecuada y utilizar fuentes de energía más limpias. Además, todo el asunto resulta engañoso, porque detrás de
la fachada de "buen manejo forestal", se introducen programas de forestación y reforestación. La forestación es
una actividad directa para transformar zonas no boscosas en plantaciones de árboles, en tanto que la
reforestación implica plantar árboles en áreas originalmente boscosas. Esto, en realidad, significa abrir las
puertas a las plantaciones de monocultivo de árboles en gran escala, las cuales --como ya saben los pueblos
locales de Indonesia-- habitualmente se hacen a expensas de los bosques y/o tierras agrícolas de los pueblos
locales.
Con razón, a pesar del apoyo, el director de Pelangi, Agus P. Sari fue citado en la prensa reconociendo que
podrían surgir conflictos entre los pueblos locales y las autoridades locales cuando éstas conviertan las tierras
que actualmente ocupan los pueblos, en plantaciones de árboles. Los pobladores locales conocen demasiado
bien los impactos nocivos de las plantaciones sobre sus formas de sustento.
Indonesia es un país castigado por proyectos social y ambientalmente destructivos como las fábricas de celulosa
y papel que provocan contaminación y deforestación (UPM Kymmene, APRIL, Indorayon), plantaciones de
monocultivos que reemplazan las tierras de cultivo y los bosques (palma aceitera, acacia, eucalipto) y la minería
destructiva (PT Kem, PT Freeport, la mina de oro en Irian Jaya). Antes de intentar vender sus "reducciones de
emisiones", el gobierno debería tratar de poner su casa en orden y escuchar los reclamos de desarrollo
sustentable y equitativo de su propio pueblo. Eso, a la vez, contribuiría a una verdadera reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero.
Lo mismo se aplica a los eventuales compradores de esas presuntas "reducciones de emisiones". Lo que
deberían hacer es reducir las emisiones en el país donde operan, para que la gente tenga así un medio ambiente
más limpio y contribuyendo al mismo tiempo a resolver el problema del cambio climático.
Pero, los negocios son los negocios y, claramente, el Mecanismo de Desarrollo Limpio no tiene nada de
desarrollo limpio y sí todo de negocios. Ni el clima ni el pueblo de Indonesia, ni los habitantes de los países
compradores se beneficiarán de este proyecto. El dinero desaparecerá sin duda en los bolsillos de los
poderosos. ¿No será que alguien cambió la definición de "desarrollo sustentable"?
Artículo basado en información obtenida de: “RI may annually earn $500m from carbon trade”, Moch. N.
Kurniawan, The Jakarta Post, Jakarta, 28 de mayo de 2003, en
http://www.angelfire.com/nt2/fipa/FIPA/News%20&%20Events/INCL%206-22a%201%20June%202003.htm#RI
may ; “Indonesia to ‘sell’ carbon emissions”, Jakarta Post, 8 de setiembre de 2003, en
http://www.cdm.or.id/en/news/?nid=10
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- Laos: EcoSecurities ayuda al Banco Asiático a otorgar subsidios de carbono a la industria de la
celulosa
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El Banco Asiático de Desarrollo (ADB por sus siglas en inglés) tiene grandes planes para establecer plantaciones
en Laos. El Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales obtuvo un informe que se filtró de una misión
reciente del ADB en Laos, en el cual se describe cómo el Banco piensa atraer a las compañías internacionales
productoras de celulosa y papel para que inviertan en Laos.
En los últimos diez años, el ADB ha financiado actividades en un área de aproximadamente 12.000 hectáreas en
Laos a través de su "Proyecto de Plantaciones Industriales de Árboles" por valor de US$ 11,2 millones. En el
marco de su "Proyecto de Plantaciones Forestales para el Sustento", el Banco pretende financiar 30.000
hectáreas de plantaciones.
Como parte de las actividades preparatorias para este proyecto, una misión del ADB visitó Laos entre el 19 de
junio y el 4 de julio de 2003. En el informe de la misión que se filtró, el Banco argumenta que “la mejor forma de
desarrollar el subsector de plantaciones es atraer y facilitar la entrada de las MPCs [Compañías multinacionales
de plantaciones] para que establezcan LCPs [Grandes plantaciones comerciales]”. El ADB tiene pensado crear
un “paquete de incentivos” para fomentar que las multinacionales establezcan 500.000 hectáreas de
plantaciones. Además, el Banco espera que ingresen compañías que construyan dos fábricas de celulosa por
valor de 1.000 millones de dólares cada una, ambas con una capacidad de producción anual de un millón de
toneladas.
De acuerdo al informe de la misión del ADB, varias multinacionales ya están interesadas en establecer
plantaciones en Laos, entre ellas Stora Enso (Finlandia-Suecia), Riau Andalan (Indonesia), y Phoenix Pulp and
Paper (Tailandia). El Banco piensa realizar un seminario sobre inversión internacional que “proporcionará una
buena oportunidad a las firmas interesadas para mejorar su comprensión sobre el importante potencial de
establecer grandes plantaciones comerciales en el país”, informa el documento de la misión del Banco.
La misión del ADB también propuso establecer una Corporación para el Desarrollo de las Plantaciones de Laos,
con el fin de facilitar la inversión en plantaciones en el país. El Banco “ya está explorando” la posible financiación
de la Corporación a través del gobierno francés y el Fondo de Desarrollo Nórdico.
Otro incentivo posible para el desarrollo de plantaciones en Laos es la financiación a través del Mecanismo de
Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kioto. En el marco del MDL, los países del norte pueden obtener
“créditos de carbono” (en realidad permisos para continuar contaminando) a través de la financiación de
proyectos de plantaciones (y otros tipos de proyectos) en el Sur, que supuestamente reducirán o absorberán las
emisiones de carbono.
Sin embargo, el cálculo de cuánto carbono absorberá una plantación y durante cuánto tiempo, implica asumir
muchas hipótesis. Para calcular cuánto carbono absorbería una plantación es necesario realizar una
comparación con lo que podría haber sucedido sin la plantación. Una vez que se planta, la plantación podría
quemarse. El fuego podría expandirse a bosques vecinos. Distintas plagas podrían invadir grandes áreas de la
plantación. La tasa de crecimiento de los árboles plantados podría verse afectada por sequías o inundaciones, y
junto con ella la tasa de absorción de carbono de esos árboles. Los pobladores podrían decidir talar los árboles y
reclamar sus tierras. Podrían decidir despejar otra área de bosque para reemplazar las tierras de cultivo perdidas
por el establecimiento de las plantaciones.
Afortunadamente existe una nueva raza de expertos clarividentes que pueden otear el futuro por nosotros.
Louise Aukland, una “especialista en secuestro de carbono”, fue una de las asesoras de la misión del ADB en
Laos. En ese momento la Sra. Auckland trabajaba para EcoSecurities, una firma consultora que “se especializa
en asesorar sobre estrategias en problemas de calentamiento global”. Entre los servicios ofrecidos por
EcoSecurities está el asesoramiento a clientes en diseño de proyectos para aumentar sus posibilidades de
obtener financiación en el marco del MDL.
Actualmente la Sra. Aukland ya no trabaja para EcoSecurities, y su colega Jan Fehse ha asumido la
responsabilidad por su trabajo. Fehse es un experto: un “especialista en manejo forestal y proyectos de carbono
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vinculados con el de la tierra” con un profundo conocimiento de la política de cambio climático mundial en
relación al uso de la tierra, el cambio en el uso de la tierra y el manejo forestal”, según reza el sitio web de
EcoSecurities.
Le pregunté a Fehse cómo intenta EcoSecurities determinar cuánto carbono podría absorber una plantación,
cómo calcula EcoSecurities qué podría suceder si las plantaciones no estuvieran plantadas y cómo determina
EcoSecurities qué podría suceder con una plantación en un plazo, digamos, de 100 años.
Fehse no contestó mis preguntas. En su lugar, explicó que las preguntas son “sobre metodologías para
establecer líneas de base, la determinación de los límites del proyecto, el diseño de la dinámica del carbono
dentro de los límites del proyecto y fuera de ellos (fuga)”. Y agregó: “le sugiero que lea primero los Acuerdos de
Marrakech”.
Los Acuerdos de Marrakech fueron aprobados en la Séptima Conferencia de las Partes (COP7) celebrada en
Marrakech en 2001. Los temas que abarca son altamente técnicos. Afortunadamente, como señalara Fehse,
“EcoSecurities tiene gran experiencia en estos temas altamente técnicos”. Lamentablemente, Fehse no parece
muy deseoso de explicar estos temas altamente técnicos.
EcoSecurities puede argumentar que su actividad está dedicada a suministrar financiación para el desarrollo
sustentable de los países pobres. Pero a través de su participación en los proyectos de plantaciones del ADB en
Laos, esta compañía está ayudando a otorgar subsidios a la industria internacional de la celulosa y el papel, una
industria que ha producido grandes problemas ambientales y sociales en la vecina Tailandia.
En 1995, el economista tailandés Pasuk Pongpaichit escribió: “la teoría económica nos dice que es correcto
subsidiar la educación porque beneficia a toda la sociedad. Pero las industrias del eucalipto, la celulosa y el
papel generan ganancias para algunos, al tiempo que causan problemas para toda la sociedad. Por tanto, la
teoría económica nos dice que hay que cobrarles impuestos. El gobierno, sin embargo, hace todo lo contrario”.
El ADB tiene intenciones de otorgar subsidios a la industria de la celulosa y el papel, sin el beneficio de una
discusión amplia sobre sus impactos en Laos o sobre si la conversión de grandes áreas del país a plantaciones
de monocultivos es realmente “desarrollo sustentable”. La conclusión de Pasuk sobre los subsidios en Tailandia
resulta igualmente aplicable en Laos: “es un problema de influencia y poder”.
Por: Chris Lang, correo electrónico: [email protected]
inicio
- Poco probable que fondos de carbono del Banco Mundial contribuyan a mitigar la pobreza en Uganda
En el correr de este año, varios funcionarios del gobierno de Uganda recibieron importantes concesiones de
tierras para realizar en ellas actividades de forestación y reforestación en el marco del Mecanismo de Desarrollo
Limpio del Protocolo de Kioto (ver Boletín 74 del WRM). Por su parte, el Ministerio de Aguas, Tierras y Medio
Ambiente, en respuesta a presiones públicas, emitió una declaración aduciendo que esas asignaciones de tierras
debían ser consideradas como parte de un proceso emprendido por el ministerio para “revitalizar” los bosques
degradados, a través de proyectos privados con la mediación del Departamento Forestal. Pero el ministro omitió
referirse a la casi segura conexión con el Mecanismo de Desarrollo Limpio, que ofrece créditos para sumideros
de carbono a compañías que plantan árboles.
Es muy pronto aún para que surjan proyectos concretos de esas concesiones de tierras, pero son un indicio de
una tendencia preocupante, a saber, que los créditos para sumideros de carbono acelerarán la participación del
sector forestal privado de Uganda. Prueba de esto también es que las comunidades vecinas de las zonas que
serán dadas en concesión también se presentaron como interesadas, pero se volvieron con las manos vacías.
Este sesgo en las concesiones, a favor de las empresas privadas, podría tener un doble efecto negativo. En
primer lugar, niega a las comunidades locales la posibilidad de participar activamente en la recuperación de esas
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zonas, y en segundo lugar, la asignación de esas tierras públicas a empresas privadas seguramente limitará el
acceso público --que hasta ahora ha sido sin restricciones-- a esas tierras, agravando con ello la situación de por
sí precaria de muchos sectores pobres de las zonas rurales de Uganda.
Es difícil pensar cómo los fondos de carbono del Banco Mundial, que han escogido a Uganda y a Kenya como
países clave para la asignación de financiación, contribuirán a mitigar la pobreza, si no solo permitirán que
continúen las nuevas tendencias de privatización de tierras públicas hasta ahora de libre acceso, sino que
además las favorecerán al respaldar proyectos concedidos a través del Mecanismo de Desarrollo Limpio.
Por: Jutta Kill, SinksWatch, correo electrónico: [email protected] ; página web: http://www.sinkswatch.org
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