Download Artxibo rtf

Document related concepts

Caja Laboral wikipedia , lookup

Laboral Kutxa wikipedia , lookup

Corporación Mondragon wikipedia , lookup

Owenismo wikipedia , lookup

Cooperativa wikipedia , lookup

Transcript
“La tecnocracia en MCC, el Opus Dei y el PNV.”
El libro que camufla el GRAN FRAUDE del s. XXI
Este libro, publicado en 2002, y cuyo autor es Javier Lertxundi, está basado en
gran parte en los archivos de Andoni Esparza Gallastegi y en su experiencia
cooperativista -fue “gerente de Funcor S.Coop.; empresa pionera del Grupo
Cooperativo que daría lugar a Caja Laboral Popular, en cuya primera Junta
Rectora tomé parte y en la que llegué a ostentar los cargos de Tesorero y
Vicepresidente”-. Además el mismo Esparza prologa el libro.
La esperanza que el prologuista aporta en el libro es que “esperemos que la
semilla sembrada logre dar sus frutos y, tras la publicación del engaño que se
esconde detrás de la ikurriña con que se disfraza MCC, comience la
reconstrucción de un auténtico cooperativismo vasco cimentado en el
movimiento obrero”. Tras la ikurriña se esconde, según Javier Lertxundi, “el
fraude social (negación de la lucha de clases) y el fraude abertzale (la
identificación nacionalista vasca con el proyecto)”.
Como se puede apreciar desde sus primeras líneas, el libro pretende impulsar el
‘auténtico cooperativismo cimentado en el movimiento obrero’ con el que quiere
sustituir o codearse con la exitosa realidad del grupo de cooperativas de
Mondragón.
Aunque presenta algunos documentos, no es lo que se dice un libro
documentado orientado hacia empresa positiva: son los prejuicios, puritanistas
unos y marxistas otros, quienes se encargan de frustrar la dirección positiva. En
cierto modo en todo el libro se respira un ambiente revanchista y deslegitimador
de algo bueno y positivo como quien ha esperado mucho tiempo hacer algo por
el estilo y ha acabado con la sensación de fracaso.
El autor, Javier Lertxundi, empieza rebuscando aspectos menos presentables en
el currículo de José María Arizmendiarreta -el extraño giro que supone ser
primero represaliado por nacionalista y trabajar después en una Oficina de
información de la Capitanía General de Burgos hasta su licencia el 30 de julio de
1939; o que fuera nombrado Delegado del Frente de Juventudes de Mondragón
en 1944 después de que en 1940 se ordenara sacerdote; o sus relaciones con
dirigentes franquistas por medalla de oro al trabajo recibido-. Esto de la medalla
de oro al trabajo que Arizmendiarrieta recibió, en realidad era una medalla que el
régimen franquista se ponía así mismo por no haberse opuesto a dar vía libre a
un proyecto empresarial y social que resultó original, serio, creíble y moderno.
En ello -en dar y recibir la medalla- no hay nada malo ni reprochable. Es el
reconocimiento a un trabajo serio. Y los que dieron la medalla, aunque
franquistas, no eran tontos. Pero puestos a añadir, además, le añaden ahora
intenciones y el autor le atribuye a Arizmendiarrieta el presente perfil: “el perfil de
este
personaje
coincide
plenamente,
según
las
manuales
contrarrevolucionarios, con el de un espía destinado a apagar la sed
revolucionaria de Arrasate, mediante la instauración de un sistema alternativo al
socialismo, que lo vaciara de contenido”. El autor ha debido tener o bien, una
especie de lapsus lingue - pues lo habitual es que sea el manual revolucionario
quien establezca perfiles de espías contrarrevolucionarios- o bien, mala
voluntad. Y muy grave debe el pecado contrarrevolucionario que atribuye a
Arizmendiarreta al ‘instaurar -nada menos- un sistema alternativo al socialismo’:
¡ni que hubiera dedicado toda su vida a fomentar empresas capitalistas
accionariales!
Sin andar buscando oscuras tramas conspiradoras, ni etiquetas de manuales
revolucionarios reverdecidos por Lertxundi, la realidad es más limpia y sencilla.
Arizmendiarreta tuvo dos vocaciones: fue sacerdote y quiso incidir en las
relaciones sociolaborales de su época ayudando a hacer aportaciones positivas
a los trabajadores. Y estas dos vocaciones no fueron cedidas ni delegadas
nunca en nadie. Las desarrolló él de motu propio y bajo su propia
responsabilidad.
De trayectoria nacionalista, Arizmendiarreta, tuvo que acoplar su vida a esas dos
vocaciones. Por un lado, como sacerdote, se apartó de la línea activista de los
llamados curas nacionalistas, que fundamentalmente hacían antifranquismo
propagandista, y en el que no veía su futuro. Por otro, sus inquietudes sociales le
llevó crear en 1943 la Escuela de Formación Profesional de Mondragón de
donde obtuvo, años después, los primeros dirigentes cooperativistas.
Hay que indicar que desde los años veinte del s.XX en Euskadi fue cogiendo
fuerza toda la problemática social que hacía referencia a cooperativas,
autogestiones, etc. Alfa fue la primera gran realización de este tipo realizada por
socialistas eibarreses, en los años veinte, (simultaneada con otros fines menos
elevados aunque legítimos) pero que después no reverdeció laureles. En los
años cuarenta y cincuenta del s.XX, hubo varias cooperativas de consumo,
agrarias, pesqueras, con diversa suerte y con orígenes varios aunque la mayoría
de inspiración cristiana e impulsada por sacerdotes de la zona. Quizás la zona
más densa de cooperativismo durante la década de los cincuenta fue la zona
Elorrio-Durango en Bizkaia. Zona en la que estaba ya ubicada Funcor cuya
gerencia ostentaba el mentado Andoni Esparza, antes que Arizmendiarreta y los
suyos hicieran su primera cooperativa Ulgor en Vitoria. “La Cooperativa Funcor
nace en 1955 con un proyecto muy concreto y considerándose partícipe del
movimiento obrero y comprometido por el cambio hacia una sociedad más justa
y solidaria”.
La relación entre Arizmendiarreta y Esparza, parece que viene a raíz de una
propuesta de Andoni Esparza en 1957 de crear una cooperativa de crédito, idea
que también Esparza compartió anteriormente con cooperativistas de la zona de
Durango pero que no prosperó. Arizmendiarreta cogió la propuesta y se puso
manos a la obra moviendo sus amistades, al parecer sin el beneplácito o
entendimiento de los suyos. Su condición de sacerdote ayudó a su gestión, pidió
apoyos y empezó a mover los demás hilos que necesitaba, hasta que dos años
más tarde obtenía la autorización de crear la cooperativa de crédito, lo que hoy
es Caja Laboral. Entre los miembros de la primera junta rectora se encontraban
varios del grupo de Arizmendiarreta, el propio Esparza, y otros de otras
cooperativas, y también Jesús Azcarate, conocido empresario y miembro del
Opus Dei que les ayudó en sus primeras andaduras.
Esparza encontró en Arizmendiarreta el hombre adecuado para llevar a efecto la
creación de la cooperativa de crédito. Posiblemente él mismo no hubiera podido
en persona acceder a ello dadas las trabas y condiciones impuestas por el
franquismo. Y Arizmendiarreta vio, en su propuesta, condiciones de futuro y
fortalecimiento de todas las cooperativas, no sólo las de su inspiración. Y los dos
hombres se complementaron.
De todos es sabido, que una parte de los beneficios de las cooperativas -lo
mismo que los de las Cajas de Ahorro- se dedican por ley a fomentar obras y
actividades sociales sociales. Y aquí había varios proyectos. Uno era el de
Andoni Esparza, que era partidario de crear una caja única, al que todas las
cooperativas representadas en Caja Laboral debían hacer sus aportaciones para
sostener un proyecto nacional socio-cultural. Otros no eran partidarios de la caja
única. Otro punto de fricción era que “Funcor luchaba porque el movimiento
cooperativo formara parte del mundo obrero, (mientras) en Mondragón se
trabajaba para formar ‘pequeños empresarios felices’ ” . Fricciones también por
acusación a cooperativas que no hacían las aportaciones mínimas legales para
fondos sociales o por el poco esfuerzo de concienciación obrera que se realizaba
en las cooperativas, etc.
Escudado un poco en estas diferencias, además de traiciones personales,
justifica el autor del libro la salida de Esparza de la Junta Rectora de Caja
Laboral. Muestra documentación acerca de los numerosos donativos y apoyos
que Funcor proporcionaba a sindicalistas, sindicato ELA, artistas, y becas de
estudio a jóvenes del pueblo de Elorrio, lugar donde estaba situada la
cooperativa, durante los años sesenta, casi hasta 1970. No creo que fuera la
causa fundamental, porque nadie le exigía a Esparza que para ayudar tuviera
que arruinar la empresa. Pero lo cierto es que Funcor cayó en quiebra y
desapareció como cooperativa.
La parcialidad con que Javier Lertxundi y su mentor Andoni Esparza trata la
cuestión social y la labor desarrollada por los cooperativistas de Mondragón y
por el padre Arizmendiarreta en particular resulta insultante sobre todo en cuanto
al fraude se refiere. Los prejuicios revolucionarios de atribuir gratuitamente a los
de MCC la denostada ‘tercera vía” entre capitalismo y socialismo así como la
negación, en rigurosa exclusiva, de la lucha de clases, carece de toda
objetividad. ¿Es que la cooperativa Alfa, creada por socialistas, en la que todos
los trabajadores eran también socios, había también lucha de clases entre
propietarios y trabajadores? ¿O es que todo aquel que no delega ‘en el
movimiento obrero’ sus creaciones sociales está en la ‘tercera vía’ que apoya el
capitalismo y se opone al socialismo? ¿O atribuyen a escabrosas conspiraciones
las dificultades que encuentra el sindicalismo para instalarse en el mundo
cooperativo?. Este subjetivismo absurdo -de manual- en cargar culpas e
intenciones gratuitamente se hacen sobre personas singulares que, aunando
precisamente pensamiento y acción práctica, dejan un legado.
Y atendiéndonos a los hechos, Andoni Esparza, el impulsor del ‘auténtico
cooperativismo cimentado en el movimiento obrero’ ¿qué legado nos deja? No
se conoce ninguna empresa o ‘cooperativa auténtica’ fundada por él que esté
actuando como Funcor o mejor. La verdad es que no se puede esperar otro
resultado de quien deposita su confianza en el ‘movimiento obrero’. Los
dirigentes del ‘movimiento obrero’ no han hecho ninguna realización a lo largo
y ancho del mundo para liberar al trabajador de la explotación del propietario
durante muchas décadas: en amplias zonas del planeta donde se hizo la
revolución se implantó el capitalismo estatal -llamado socialismo-, más asfixiante
que el privado, y cuando aquello fracasó han dejado vía libre al neoliberalismo
rampante y especulador. Han dejado eso sí, retazos propagandísticos acerca de
la bondad de empresas autogestionadas, cooperativas, y cogestiones varias,
que, además de haber sido el chocolate del loro de los regímenes socialistas,
desaparecieron con ellos. De ahí que poco se pueda fiar de quien delega su
vocación en quienes han alardeado de ‘defender los intereses de los
trabajadores’ sin haber acreditado ninguna realización de fuste en todo el
mundo. El impulso que actualmente proporcionan a la economía neoliberal sus
propios detractores, confirma que la ‘dirección del movimiento obrero’en
cualquier país del mundo, nunca ha estado interesado en resolver la
contradicción burguesía- trabajadores, sino que ha estado utilizando y siguen
utilizando en la actualidad esa contradicción al servicio de un mayor
alienamiento del que es víctima Andoni Esparza y otra mucha gente buena. Es el
gran fraude universal del s.XX con visos de prolongarse en el s.XXI que Javier
Lertxundi ni siquiera vislumbra en su libro. Y difícilmente puede acusar a alguien
de ‘vaciar de contenido al socialismo’ si ésta no tiene contenido en el ámbito que
se le supone. La cosa, creo, sucede justo al revés: es el legado de José Maria
Arizmendiarreta quien denuncia con hechos que el socialismo y el ‘movimiento
obrero’ nunca han tenido el contenido de transformación social que predican sus
dirigentes.
Llama poderosamente la atención, la referencia que el autor trae de la ETA de
1962: “Esta misma idea la recoge y profundiza ETA cuando da a conocer sus
principios fundacionales, en mayo de 1962, insistiendo especialmente en la
socialización de los recursos mediante la primacía del trabajo sobre el capital
y el impulso cooperativo.”
Estamos hablando en este caso de unos principios fundacionales de ETA
anteriores a 1966, cuando en su V Asamblea, los agentes comunistas de la
época coparon la dirección de la organización y la declararon de obediencia
marxista-leninista, abriéndose desde entonces una etapa diferente tanto para la
propia organización como para el país.
En efecto. Estamos hablando del impulso-fuerza que la cuestión social cogió en
Euskadi desde 1920. Hemos hablado de la creación de Alfa. Durante los años de
la II República hubo efervescencia por el tema en los círculos del PNV, y su
sindicato ELA, Emakumes, y en ciertos ámbitos eclesiásticos. Se hablaban de
crear cooperativas de consumo, agrarias, pesqueras, para mejorar las áreas
deprimidas o menos industrializadas de Euskadi. Su impulso llegó hasta
Congreso Nacional Vasco de1956. Abarcó toda la posguerra civil, la guerra
mundial, y la gran parte de la época de la Guerra Fría. Se crearon cooperativas
de diversos orígenes y tuvieron suertes varias. El concepto de la supremacía
del trabajo sobre el capital, corresponde a esta época y nace en Euskadi y su
origen no es socialista, ni siquiera marxista (aunque en el texto, el autor, lo
mezcla con ‘socializar los recursos’ que sí es idea socialista). Digamos como
inciso, que con Alfa los socialistas querían financiar actividades del partido
socialista, que aunque loable, supeditan ‘la supremacía del trabajo’ a otros fines.
Este concepto está tal cual recogido, por ejemplo, en los primeros estatutos de la
cooperativa Ulgor y carece de matiz político lo cual es de agradecer.
A raíz de la V Asamblea de ETA, se acaban sus buenas intenciones respecto a
‘la supremacía del trabajo sobre el capital’, como no podía ser de otra forma y
comienzan a criticar las realizaciones cooperativistas durante los setenta, sin
aportar, por su parte ninguna realización mejorable de las de Arizmendiarreta.
Treinta años más tarde siguen la misma tónica de no ofrecer ninguna realización
reseñable en tal sentido. Y es que no puede ser, por lo visto, de otra forma.
Parece que la misión del MLNV no es transformar la sociedad vasca
solucionando sus tensiones y contradicciones, sino la de agudizar éstos y
utilizarlos para captar voluntades que fíen su GRAN FRAUDE NACIONAL Y
SOCIAL del s.XXI al resto de la sociedad. Ataques injustos como las propiciadas
por este libro, están al servicio del camuflaje de este gran fraude.
No es de recibo que en circunstancias en que las empresas multinacionales
campean sus privilegios a lo ancho del planeta, donde las decisiones
económicas y financieras se alejan cada vez más de los cánones de la
democracia y se concentran cada vez más en menos manos, muchos
demócratas y entre ellos los socialistas de todo pelaje callen como muertos y
alienten el proceso. Estamos más lejos que nunca de crear nuevas formas de
producción al servicio del hombre y la comunidad. En nuestro entorno vasco, no
se ve en los socialistas del PSOE proyectos renovadores similares a Alfa que
tanta popularidad les dio en su momento, se limitan a gestionar ‘lo que hay’; por
parte de los sectores cercanos al PP no hay ninguna sensibilidad a este respecto
y qué decir del entorno social de ETA y del MLNV que sus únicas aportaciones
en este terreno son empresas accionariales. Y otros sectores sociales, como los
nacionalistas, se aproximan al modelo de éxito existente pero no tienen
preocupaciones para promover otros modelos sociales tanto en industria como
en servicios. Ante este escaso ambiente promocional de sistemas productivos
alternativos, MCC no tiene la culpa de que sea, hoy por hoy, la única referencia
social como modelo de transformación de la empresa al servicio del trabajador y
de la comunidad en la que esta inserta.. Pero, ya se sabe, las especies con un
único elemento, en biología, desgraciadamente suelen desaparecer, aunque
sean relativamente buenos. Esperemos que la sociedad vasca, al margen o
junto a los partidos oficiales, y en todo caso, junto con sus instituciones públicas,
tenga arrestos de creatividad social que empujen al país hacia delante
combatiendo, al mismo tiempo, el gran fraude que denunciamos.
Jon Mimentza.