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HISTORIA DE LA IGLESIA EN BRASIL
PerÃodo colonial
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PRESENTACIÓN
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La novedad de esta Historia de la Iglesia, que Maria Valéria Rezende ha escrito, aparece, con un impacto de
entrada, en el propio tÃtulo del libro: «No se puede servir a dos señores».
Esas palabras serÃan normales tal vez en un sermón, en una meditación o en un comentario bÃblico.
Aquà son el tÃtulo y el espÃritu de un libro de Historia. Un tÃtulo evangélicamente dialéctico, que responde
a la «señal de contradicción» que el propio Jesucristo es, y que debe ser -si es cristiana- la Iglesia de Jesucristo.
La providencial y perseguida Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en América Latina, CEHILA, nos
presta con este libro un favor impagable. Por primera vez se escribe, entre nosotros, popularmente, la historia de todo
ese perÃodo de esclavitud bautizada. Y se escribe con la verdad y la libertad que la Historia y el Evangelio requieren.
Sin agresividades innecesarias, con muchas referencias estimulantes. Pero desadulterando la memoria.
La simple lectura del Ãndice equivale a una regeneración mental. La verdad libera, decÃa Jesús. La verdad
histórica de este libro es un espléndido servicio a la caminar de liberación de nuestra Iglesia.
El lenguaje utilizado es muy comunicativo.
Se trata de una «versión popular», lo que no significa que sea menos cientÃficamente precisa. Porque es
«popular», es clara y realista, sin eufemismos, contando la verdad como el pueblo la sabe contar.
Este manual, vivo y directo como un relato, puede devolver al pueblo crÃticamente sus orÃgenes cristianos.
Sacudirá a muchos, como la memoria desnuda de un pasado que debe ser corregido. Leer este libro con fe lleva a
comprometerse renovadamente con el servicio del Reino.
Muchas gracias, Valéria. Muchas gracias, CEHILA.
El pueblo de Dios de nuestras comunidades sabrá agradecer, con la práctica evangélica de una Historia
nueva, este esclarecimiento sorprendente de la vieja Historia.
Dom Pedro Casaldáliga,
obispo de São Félix do Araguaia, Mato Grosso, Brasil.
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ÕNDICE
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1. Cómo era Brasil antes de 1500.
2. Cómo vivÃan los indios.
3. Educación y religión de los indios.
4. Cómo llegó el Evangelio a Brasil.
5. Los portugueses querÃan ser misioneros.
6. El Papa encargó al Rey que evangelizara a los pueblos.
7. Los portugueses querÃan aumentar su imperio.
8. Cómo entró el Evangelio en nuestro paÃs en los primeros tiempos.
9. La riqueza de la tierra atrajo a otros extranjeros.
10. Los portugueses querÃan aprovecharse ellos solos.
11. La caña de azúcar.
12. Los portugueses necesitaban mano de obra.
13. Lo que los portugueses pensaban de los indios.
14. Los portugueses trajeron misioneros.
15. Cómo entendÃan los colonizadores la evangelización.
16. Los descendimientos.
17. Lo que los misioneros hacÃan en las aldeas.
18. La vida y la evangelización de las aldeas.
19. Los colegios de los jesuitas.
20. La colonia sólo podÃa ser esclavista.
21. Los misioneros y la esclavitud.
22. La guerra «justa».
23. Los conflictos entre misioneros y colonos.
24. El caso de ParaÃba.
25. Cómo reaccionaban los indios ante la esclavitud.
26. Cóo veÃan los indios la religión de los blancos.
27. El fracaso de las primeras aldeas.
28. La experiencia hace cambiar la forma de pensar.
29. El rey dominaba la Iglesia.
30. Las nuevas aldeas.
31. Las aldeas del interior nordestino.
32. Más persecuciones contra indios y misioneros.
33. Cambian los poderosos pero no cambia la opresión.
34. Las misiones de Paraguay.
35. La codicia de los paulistas contra la comunidad de los guaranÃes.
36. La fraternidad realizada de las comunidades guaranÃes.
37. No habÃa necesitados entre ellos.
38. La libertad de las reducciones tenÃa enemigos.
39. El Evangelio vivido en las reducciones de Paraguay.
40. Una república libre pero perseguida.
41. El lucro acaba por destruir la obra del Evangelio.
42. Los cristianos llegan a Maranhão.
43. Nuevas aldeas. La lucha por la libertad de los indios.
44. Persecución y expulsión de los jesuitas.
45. La esclavitud de los africanos.
46. La Iglesia y la esclavitud de los africanos.
47. La vida en los ingenios azucareros.
48. El catolicismo en los ingenios.
49. Cómo veÃan los esclavos la religión de los blancos.
50. La lucha entre señores y esclavos.
51. La religión en los palenques (quilombos).
52. Dificultades de la Iglesia en tiempo de esclavitud.
53. Tentaciones de la Iglesia colonial.
54. Era obligatorio ser católico en Brasil.
55. Las misiones ambulantes y las «desobrigas».
56. Los grandes misioneros.
57. La Iglesia en la religión de las minas.
58. Los ermitaños.
59. Las hermandades y cofradÃas: una Iglesia de laicos.
60. Las hermandades: asociaciones de seres humanos iguales.
61. Las hermandades de los pobres.
62. La religión de los ricos.
63. La religión de los pobres.
64. La herencia de la Iglesia colonial.
Para una utilización pedagógica de este libro.
BibliografÃa.
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APRECIACIÓN
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Una de las mayores tristezas que afligen al pueblo es la falta casi absoluta de memoria respecto de su pasado.
Por donde pasaron los europeos, y después los norteamericanos, desde el siglo XVI en adelante, destruyeron el
recuerdo del pasado, quemando las casas y los cultivos de los indÃgenas, transportando africanos por el océano
Atlántico, desplazando poblaciones enteras, matando la cultura incluso antes de matar los cuerpos.
El resultado está ahÃ: el pueblo, no conoce su pasado sino de manera adulterada. Es vÃctima de una
importación cultural a través de la televisión. También a través de las iglesias y de la escuela.
Los libros didácticos sobre la historia de Brasil no enseñan sino hechos interpretados por los poderosos y
los ricos: una visión que margina y humilla a los pequeños y a los humildes.
Sólo la tradición bÃblica es capaz de sacarnos de este terrible "desenraizamiento" en que nos encontramos.
Sólo ella nos hace valorar el pasado como medio para formar un proyecto diferente para el futuro, pues "un pueblo
que desconoce su pasado está condenado a repetirlo". El pasado es nuestro "gran maestro de la vida".
Este trabajo muestra que el conocimiento de la historia puede ayudar mucho a nuestra pastoral de hoy, pues
la historia revela las raÃces de los principales problemas con los que nos enfrentamos hoy. La historia no es una
simple presentación de hechos pasados: es una excelente orientadora de nuestros trabajos presentes.
Eduardo Hoornaert,
CEHILA
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INTRODUCCIÓN
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Este folleto ha sido escrito con una intención pastoral, no académica. Además, como no podrÃa ser de otra
forma, ha procurado ser fiel a la verdad de la Historia de Brasil y de la Iglesia, según la lÃnea de interpretación
propuesta por la CEHILA (Comisión de Historia de la Iglesia Latinoamericana).
Esperamos que este texto sirva sobre todo a las comunidades populares de base, a sus miembros más
interesados en la vida eclesial, que asumen tareas pastorales. Creemos que es muy educativo para los cristianos de
hoy conocer las raÃces de las formas como vivimos hoy -correcta o falsamente- el Evangelio en nuestra tierra. Muchas
de esas raÃces las podemos encontrar en la historia de la implantación del cristianismo en Brasil. Esperamos que
ello nos, ayude a comprender mejor, la realidad que tenemos hoy, asà como a descubrir cómo convertirla cada vez
más en verdadera realidad evangélica. Creemos que esta tarea compete principalmente a los pobres. Por eso, este
texto ha sido escrito en un lenguaje sencillo, para que sea accesible a todos, sin dar por supuesto un determinado
grado de escolarización, que es privilegio de pocos.
Dedicarnos este texto a los cristianos que hoy dÃa luchan por la liberación, con la esperanza de conseguirla
Ãntegra y perfecta en el futuro. Deseamos que el pasado de la Iglesia, de sus misioneros y de sus fieles, pueda ser
para nosotros un espejo que nos ayude a ver mejor el peligro que corremos hoy de salirnos de los caminos del
Evangelio. La fe, la caridad, las dificultades y persecuciones, incluso las infidelidades de los cristianos del pasado
ayudan a ver con claridad mayor lo que el Evangelio nos pide en la vida de hoy.
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1.- CÓMO ERA BRASIL ANTES DE 1500
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Todo brasileño que haya frecuentado la escuela primaria se habrá acostumbrado a pensar en Brasil como
una realidad que comenzó en el año 1500. "¿Quién descubrió Brasil? Fue Pedro Õlvares Cabral el 22 de abril
de 1500".
Esta pregunta, con su respuesta, es la primera cosa y a veces la única que aprendemos de la Historia de
Brasil. Uno tiene la impresión de que antes de eso no habÃa nada... sólo indios. Esto quiere decir que tenemos la
impresión de que los indios no eran nada, no valÃan nada. AquÃ, en Brasil, no pasaba nada antes de que llegara
Cabral. A medida que vayamos leyendo este texto vamos a comprender mejor por qué nos hemos quedado con esa
idea de Brasil y de los indios.
El hecho que nos interesa subrayar ahora es que antes del año 1500, antes de que llegara Cabral, habÃa ya
muchas cosas aquÃ. Esa inmensa tierra que llamamos Brasil existÃa ya, con sus selvas, montañas, rÃos, campos y
playas, muchos años antes de que Pedro Õlvares Cabral desembarcara en una de esas playas. Y lo que es más
importante: en esas tierras vivÃa mucha gente.
En las tierras brasileñas vivÃan muchos pueblos, de gente como nosotros, personas humanas, hijos de Dios,
que aquà nacÃan, vivÃan, trabajaban, sufrÃan y se alegraban, festejaban y rezaban, como hacen todos los pueblos
en su propia tierra.
Esos primeros habitantes de Brasil formaban varios pueblos diferentes, cada uno con su lengua, sus
costumbres y sus territorios, y con su propio nombre. Fueron los portugueses, cuando llegaron aquÃ, quienes les
pusieron el nombre de 'indios". Como eran muchos pueblos y, por tanto, muchos nombres diferentes, por facilidad,
también nosotros vamos a llamarlos "indios".
En aquel tiempo, las costas de nuestra tierra estaban casi enteramente cubiertas de selvas tupidas, con mucha
caza y muchos frutos. En esas selvas del litoral, de norte a sur de Brasil, habÃa gran número de habitantes, pueblos
o naciones indÃgenas diferentes. ExistÃan también otros indios que vivÃan más hacia el interior, sobre todo en las
selvas de la Amazonia. Todos esos pueblos ya habÃan "descubierto" el Brasil muchos millares de años antes que
los portugueses.
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2.- CÓMO VIVÕAN LOS INDIOS
"Todos los que creÃan, pensaban y sentÃan del
mismo modo. Nadie decÃa que las cosas que poseÃa eran
solamente suyas, sino que todos repartÃan con los demás
todo lo que tenÃan. No habÃa entre ellos ningún
necesitado..." (Hechos 4,32 y 34).
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Los distintos pueblos indÃgenas que vivÃan en las tierras brasileñas vivÃan distribuidos en tribus, y cada tribu
estaba dividida en varios grupos o aldeas.
La tierra pertenecÃa al conjunto de los miembros de la tribu, y no habÃa propiedad particular de la tierra.
Para alimentarse, los indios dependÃan de la caza, de la pesca, de la recolección de frutos en las selvas, y
de los cultivos de maÃz, mandioca y otras plantas que cultivaban. Estas tareas eran repartidas equitativamente entre
todos los adultos de la tribu. En general los hombres se ocupaban de la caza y de la pesca, y las mujeres cuidaban de
los cultivos y de la recogida de frutos.
Todo este trabajo era realizado en grupos y el producto del trabajo era repartido entre toda la tribu o toda la
aldea, de forma que nunca ocurrÃa que unos pasaran hambre mientras que en casa de otros sobrara comida.
Tampoco ocurrÃa que personas adultas, con buena salud, viviesen sin trabajar, a costa del trabajo de los
demás.
Todos trabajaban, y todos recibÃan su parte en la distribución de los productos del trabajo.
Los indios no conocÃan todavÃa el Evangelio, pero, en la forma de organizar su sociedad, tenÃan mucho del
ideal evangélico de la igualdad, de la justicia y de la fraternidad: todos eran iguales y vivÃan de la colaboración y
participación de todos.
También tenÃan su polÃtica. Cada tribu o cada aldea tenÃa su jefe, o cacique, que tenÃa la responsabilidad
de organizar la distribución de los trabajos y de los productos. DebÃa cuidar de que todos diesen su colaboración a
la comunidad y de que recibiesen también su parte con justicia. DebÃa también organizar la defensa de la tribu en
caso de peligro o de guerra.
El cacique no tenÃa nada de parecido a un rey o presidente que se queda en el palacio dando órdenes,
mientras el pueblo trabaja. El cacique participaba en el trabajo como todos, vivÃa en una casa de paja como la de los
demás, quizá un poco mayor, y en caso de guerra era él quien iba al frente de todos.
Por todo ello, el cacique era escogido entre los más fuertes, entre los que podÃan producir más para el bien
de la tribu, entre los más valerosos y respetados por toda la tribu. TenÃa que superar varias pruebas de coraje y de
resistencia para ser aceptado como cacique. La función del cacique era servir al bien de su pueblo, y no ser servido
por él. En esto también vemos que los indios, aún sin saberlo, estaban próximos al ideal del Evangelio que dice
"que aquél que gobierna sea como el que sirve" (Lc 22,26).
El jefe no gobernaba en solitario. Todas las decisiones importantes para la tribu eran tomadas por los jefes
junto con todos los hombres adultos de la tribu, que acostumbraban a reunirse todas las noches en torno a la hoguera
para discutir los problemas y los hechos de la vida de la tribu. La palabra de los más ancianos tenÃa una importancia
especial, pues los indios veÃan en ellos gente que tenÃa más experiencia y más sabidurÃa, y nunca eran dejados
de lado.
Todo esto no quiere decir que los indios viviesen en un paraÃso sin ningún mal. TenÃan sus problemas,
sufrÃan enfermedades y peligros en las selvas, tenÃan guerras entre ellos mismos, tenÃan también enemistades y
defectos propios de las personas humanas. Pero el modo coÂmo ellos organizaban su sociedad, normalmente,
garantizaba una igualdad y una justicia básica para todos. No estaba basado en la explotación de una clase de
oprimidos por una clase de poderosos.
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3.- EDUCACIÓN Y RELIGIÓN DE LOS INDIOS
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Como los ancianos, también los niños tenÃan mucha importancia en la vida de los indios, y eran respetados.
Eran criados con mucho cariño por los padres y por todos los adultos. Nunca habÃa niños abandonados, pues cada
niño era considerado hijo no sólo de sus padres, sino de toda la tribu. Los indios no pegaban ni castigaban a los
niños, que tenÃan libertad para ir participando del trabajo y de todas las actividades de los adultos. Ésa era la
escuela ‑la vida misma‑ en la que aprendÃan todo lo que era necesario para ocupar bien su lugar en la vida de la
comunidad tribal. Ningún niño quedaba sin esa escuela.
Los niños eran considerados la gran riqueza de la tribu. Y ésa es la razón por la que para los indios ninguna
mujer debÃa quedar soltera, sino que debÃa siempre casarse y dar hijos para la tribu. Por ello, cuando habÃa más
mujeres que hombres en una tribu, un hombre podÃa tomar más de una esposa, y era normal una familia de un
marido y muchas mujeres, que vivÃan en armonÃa. Esto se llama poligamia y era practicado normalmente en muchas
tribus. Cuando la tierra ocupada por una tribu ya no daba el sustento necesario para todos, por falta de caza, mala
cosecha, falta de pescado, sequÃa o cualquier otra razón, la tribu se iba en busca de otras tierras. Entonces podÃa
ocurrir que una tribu invadiese la tierra de otra, y en ese caso surgÃan las guerras.
Algunas tribus tenÃan una costumbre que se llama canibalismo, o antropofagia: cuando apresaban a un
guerrero intrépido y fuerte de otra tribu, lo mataban y repartÃan su carne para que todos los de la tribu comieran.
CreÃan que asà todos recibirÃan un poco de las cualidades de fuerza y coraje del guerrero muerto. No se trataba de
comer a alguien para calmar el hambre, como se come la carne de los animales, sino de una forma de alimentarse de
las buenas cualidades del otro, y era algo que sólo se hacÃa muy rara vez.
Los indios tenÃan también su religión. Practicaban el culto de las tradiciones y de los antepasados, de quien
habÃan recibido las enseñanzas sobre la vida, las técnicas para construir sus casas, sembrar los campos, curar
enfermedades, fabricar objetos de madera, barro, piedras, paja, tejer ropas de fibras y plumas de animales, fabricar
las armas para la caza, la pesca y la guerra.
TenÃan su vida muy ligada a la naturaleza. VeÃan en los seres de la naturaleza ‑animales, plantas, rÃos o
astros del cielo‑ espÃritus buenos que los protegÃan. Los indios respetaban, rezaban y daban culto a los espÃritus
en que creÃan.
Cada tribu tenÃa una especie de sacerdotes, encargados de velar para que fuesen observadas las tradiciones
de la tribu, para que no se perdiesen las enseñanzas y la sabidurÃa transmitida por los antepasados, y encargados
de cuidarse del culto a los espÃritus y del respeto a la naturaleza.
Como vivÃan en un clima caliente, los indios iban prácticamente desnudos, apenas adornados con collares,
pulseras, tangas de plumas de aves. No venÃan en ello ninguna maldad. Para ellos era normal.
Como podemos ver, la vida de los indios estaba bien organizada, y sus costumbres tenÃan una razón de ser
para la supervivencia y la paz de la comunidad tribal.
Se calcula en cerca de cinco millones los indios que vivÃan en Brasil en el momento de la llegada de los
primeros blancos, esparcidos principalmente en las regiones de las grandes florestas, es decir, en el litoral y en la
Amazonia.
Hasta el año 1500, los indios vivieron su vida, a su modo, sin saber que existÃan seres humanos blancos y
negros, sin saber que existÃan otras tierras y otros pueblos del otro lado del océano.
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4.‑ CÓMO LLEGÓ EL EVANGELIO A BRASIL
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Como sabemos, la Palabra de Dios fue revelada primero al pueblo hebreo. Fue en medio de ese pueblo donde
Jesús nació y predicó el Evangelio. Partiendo de Palestina, los cristianos fueron esparciendo el Evangelio hacia
otras partes del mundo. Asia, Õfrica y Europa tenÃan comunicación por los navÃos. Por eso fue posible que el
Evangelio se extendiese en aquellos continentes.
Pero existe un gran continente, América, que está separado de los otros por dos grandes océanos. Durante
casi 1500 años, desde el nacimiento de Jesús, no habÃa comunicación posible entre América y los otros
continentes donde ya se conocÃa el Evangelio. Era preciso atravesar el océano, y para eso eran necesarias
embarcaciones grandes y fuertes que los pueblos de aquel tiempo todavÃa no eran capaces de construir. Brasil está
en América.
Sólo por el año 1450, es decir, 1450 años después del nacimiento de Jesucristo, los europeos,
principalmente los portugueses, consiguieron perfeccionar sus navÃos y sus conocimientos de navegación hasta el
punto de que fueran posibles aventuras mayores por los océanos.
Los portugueses, en aquel tiempo, eran grandes comerciantes. Procuraban llegar a tierras lejanas donde
pudiesen recoger mercancÃas y venderlas a otros paÃses de Europa, con bastante ganancia. AsÃ, fueron
conquistando puntos diversos de Õfrica, dieron la vuelta por el sur de Õfrica y llegaron al otro lado, a la India, ya en
Asia.
En marzo de 1500, Pedro Õlvares Cabral salió de Portugal, enviado por el rey portugués Don Manuel, para
uno de esos viajes a la India, con una flota de varios navÃos, movidos a vela.
Muchos libros dicen que en el viaje, a causa de la falta de viento, Cabral y su flota se perdieron y vinieron a
parar, sin querer, aquÃ, a las playas de Brasil. Pero parece que lo cierto es que los portugueses ya sabÃan de la
existencia de estas tierras, y que el rey mandó que Cabral, dirigiéndose hacia la India, diera una vuelta por el lado
de poniente y viniese aquà a tomar posesión de la tierra en nombre suyo.
Y asà fue. Los portugueses llegaron, desembarcaron en una playa donde hoy está BahÃa, y luego trataron
de tomar posesión de la tierra para el rey de Portugal. Como señal de esa posesión construyeron en seguida sobre
la tierra un mojón de piedra que tenÃa grabadas las señales del rey y de la cruz. A partir de entonces la tierra,
según entendÃan los portugueses, pertenecÃa al rey de Portugal.
Al desembarcar, los portugueses ya encontraron en la playa muchos indios, que los recibieron muy bien,
alegres y amistosos, y que incluso les ayudaron a cargar agua y leña para los navÃos y les obsequiaron con frutos
de la tierra. Los indios no comprendÃan las intenciones de los portugueses ni sus señales de propiedad. Y los
portugueses tomaron posesión de la tierra para el rey, sin pedir licencia a los indios.
Como eran cristianos, los portugueses llevaban siempre capellanes en sus barcos, y un momento de la toma
de posesión de la nueva tierra fue la celebración de la primera misa en tierras de Brasil, por Fray Enrique de Coimbra.
A la nueva tierra encontrada los Portugueses le dieron el nombre de tierra de Santa Cruz, y continuaron su viaje hacia
la India.
Asà fue como se abrió el camino para la llegada del Evangelio de Jesús a las tierras brasileñas.
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5.‑ LOS PORTUGUESES QUERÕAN SER MISIONEROS
"¡Hipócritas, IsaÃas estaba en lo cierto cuando dijo
de ustedes: Este pueblo ‑dice Dios‑ me honra con sus
palabras pero, en la verdad de su corazón, está lejos de
mÃ. No sirve de nada que me adoren, porque enseñan
doctrinas humanas como si fuesen mandamientos de
Dios."(Mt 15,7‑9)
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Los indios todavÃa no conocÃan el Evangelio de Jesús, pero los portugueses, por el contrario, eran todos
cristianos. Para comprender bien lo que pasó aquà en Brasil necesitamos saber cómo entendÃan los portugueses
el cristianismo, y la situación de la Iglesia en Portugal en aquel tiempo.
Sabemos que, en sus primeros tiempos, la Iglesia de Jesucristo fue una Iglesia de pobres y perseguidos, como
se puede leer en los Hechos de los Apóstoles. AsÃ, en los primeros siglos de vida cristiana, sólo se hacÃa cristiano
aquel que tenÃa fe en la palabra de Jesús y estaba dispuesto a ser perseguido a causa de la fe, a cambiar de vida
para seguir el Evangelio de Jesús. En aquellos tiempos, ser cristiano no daba a nadie ventajas, ni riqueza, ni poder.
Asà fue hasta que los poderosos, principalmente el emperador de Roma, Constantino, comenzaron a aceptar
el cristianismo y a hacer de él la religión oficial e incluso obligatoria en sus reinos. A partir de entonces, los reyes
pasaron a dar privilegios y ventajas a la Iglesia y a los cristianos, de modo que para poder vivir bien en la sociedad
todo el mundo se veÃa obligado a hacerse cristiano. Esto ocurrió principalmente en Europa.
La Iglesia de Jesús dejó de ser una Iglesia de pobres y pasó a ser una Iglesia dominada por los poderosos
y a la que todo el pueblo estaba obligado a pertenecer. Y como los poderosos no estaban dispuestos a dejar sus
riquezas y su poder, la forma que encontraron para ser cristianos fue ir cambiando o perdiendo el verdadero sentido
del Evangelio.
Cuando los portugueses llegaron a Brasil, todo esto habÃa ocurrido también en Portugal, hacÃa ya muchos
siglos.
En Portugal, todo el pueblo, asà como el rey y los poderosos, estaban bautizados y pertenecÃan a la Iglesia
católica, y no podÃan ni siquiera pensar en otra cosa. EntendÃan que Portugal era un paÃs cristiano, que sus leyes,
sus costumbres, su manera de vivir... era el cristianismo mismo. No hacÃan distinción entre las verdaderas
enseñanzas del Evangelio, que se dirigen igualmente a todos los seres humanos y a todos los pueblos, y aquello
que eran las costumbres del pueblo portugués, la forma portuguesa de entender las cosas, los intereses de los
portugueses. Para ellos, ser cristiano era ser como ellos en todo. Toda costumbre, toda forma de ser de otro pueblo,
que no fuese como la de ellos, era mirada como algo diabólico que era preciso destruir.
Y por ello pensaban que era misión del pueblo portugués ir a conquistar a los otros pueblos que no eran
cristianos, para salvarlos. Pensaban que Dios habÃa escogido a Portugal para convertir a todo el mundo a la fe
cristiana.
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6.‑...
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