Download Transformadas por el encuentro

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
INSTITUTO MARIA AUXILIADORA
Fundado por san Juan Bosco
y Santa María Dominica Mazzarello
N. 950
Transformadas por el encuentro
Queridísimas hermanas,
Me siento muy contenta al retomar con vosotras este camino de
compartir que nos permite encontrarnos cada mes a través de la
circular. Llego a vosotras allí donde os encontráis en cada lugar
del mundo, me pongo a la escucha y en actitud de diálogo y de
comunicación familiar. Cuando pienso en vosotras, en los
jóvenes que están con vosotras, en tantas personas que forman
parte de nuestra vida, mi corazón se llena de alegría y se
ensancha para abrazar a toda la familia mundial. En la oración
invoco del Espíritu Santo su luz y pido el parecer de María
Auxiliadora, la Madre y verdadera Superiora del Instituto.
Me encuentro llena de esperanza por el dinamismo que está
suscitando en todo el Instituto la transmisión del Capitulo general
XXIII. Doy las gracias a las Inspectoras y a las Delegadas por la
calidad de la comunicación de la experiencia vivida y por las
reflexiones que juntas hemos compartido en el CG XXIII. Las
resonancias que me han llegado al respecto son muy buenas.
FMA, laicos/as y jóvenes se han interesado por cuanto la
Asamblea capitular ha indicado para la vitalidad del carisma
salesiano en las distintas partes del mundo. La participación en la
trasmisión del CG XXIII en las Inspectorías de laicas, laicos y
jóvenes que estuvieron presentes algunos días en el Capitulo
general en representación de las comunidades educativas, ha
sido muy positiva y os doy las gracias por las iniciativas llevadas
a cabo en esta línea. Estoy segura que todas nosotras nos
sentimos responsables de realizar las indicaciones del CG XXIII
con pasion nueva, con la certeza de que Dios guía hoy nuestra
historia como guió la de Valdocco y Mornese.
1
En la presentación de las Actas del Capítulo decía que éste será
fecundo en la medida en que sea vivido en las comunidades
locales, allí donde el carisma se desarrolla, entra en la historia y
fermenta la vida y las acciones cotidianas.
Querría que cada FMA, cada comunidad dijese con convicción y
responsabilidad: el CG XXIII está en nuestras manos, en
nuestros pensamientos, en el compromiso de acoger los retos
educativos como un regalo de Dios, como una oportunidad para
dar un impulso nuevo a la misión que nos es confiada.
Soy consciente de que, a veces, pueden nacer en nosotras
actitudes de duda, de incerteza por el futuro, de débil esperanza,
de escasa vitalidad, de timidez al hacer propuestas de altura a
las jóvenes generaciones. Estas actitudes se comprenden en un
contexto complejo y variado como el nuestro; son la
consecuencia de nuestra fragilidad humana, pero deben ser una
llamada a abrirnos a la confianza. Las jóvenes y los jóvenes,
durante el Capítulo, nos han dicho que no tengamos miedo de
ellos y nos han pedido expresamente: «Dadnos confianza para
proyectar juntos los cambios, consideradnos interlocutores
protagonistas, creando espacios de diálogo para vivir el
mandamiento del amor en el espíritu familia.»
Tengo mucha esperanza en vuestra disponibilidad a acoger la
nueva etapa postcapitular como una llamada del Espíritu Santo
que os dice: Ampliad la mirada. Con los jóvenes sed misioneras
de la esperanza y la alegría (cf Actas CG XXIII).
Querría compartir y profundizar con vosotras, a través de las
circulares, los principales aspectos del Documento capitular que
están interconectados y reflejan, con mucha claridad, la
dimensión misionera de nuestra espiritualidad partiendo del
dejarnos transformar por el encuentro. Transformadas por Jesús
podemos ser, junto con los jóvenes, misioneras de esperanza y
de alegría, como os ha pedido el Papa Francisco: «Sed para
todos misioneras de esperanza y de alegría, testimoniando los
valores propios de vuestra identidad salesiana, especialmente la
2
categoría del encuentro» (Audiencia a las Capitulares, 8
noviembre 2014).
La categoría del encuentro es el tema de esta circular que pongo
en las manos de María Auxiliadora para que nos ayude a vivir en
el día a día el encuentro por excelencia del que nace cada uno
de los otros encuentros: el encuentro con el Señor Jesús. El
icono de los discípulos de Emaús, que nos ha acompañado
durante todo el camino a capitular, nos guiará paso a paso para
alcanzar esta meta.
Discípulas de Jesús transformadas por el encuentro con Él
Durante el Capítulo nos hemos sentido, como los dos discípulos,
en camino de Jerusalén a Emaús y de Emaús a Jerusalén.
Ellos se dejaron transformar por el encuentro con Jesús, que les
abre los ojos y les hacer comprender las Escrituras en todo
aquello que a Él concierne y se ha cumplido en su persona.
Habían salido de Jerusalén desconsolados y desilusionados. Un
velo de tristeza empañaba sus esperanzas.
Ahora tenían que regresar a su pueblo: no había nada de nuevo
bajo el sol. Sólo habían perdido el tiempo.
En este estado de ánimo, el primer paso lo da Jesús que se pone
junto a ellos en el camino. Ellos le narran su desilusión,
comparten con Él su dolor.
Sabían todo de las Escrituras, pero tenían una idea del Reino
como restauración de la justicia, como esplendor y como gloria.
Ahora Jesús está muerto y con Él se han desvanecido las
ilusiones. Sólo aquel forastero parece no darse cuenta de nada.
Sin embargo será su paso y su compañía quien desvele la
verdad contenida en las Escrituras. Es Jesús en persona que
peregrina, que camina al lado de ellos, sigue sus razonamientos
y acompaña el recorrido hacia la plena comprensión del misterio
pascual.
También nosotras, durante el Capítulo general hemos vivido una
experiencia similar. Hemos salido de la realidad con sus desafíos,
problemas y esperanzas y nos hemos abierto a la experiencia
3
internacional e intercultural del mundo entero por medio del
compartir en asamblea y en los grupos, escuchando en directo al
mundo de los jóvenes, de los laicos adultos. Sus voces nos han
permitido interpretar mejor nuestra realidad como FMA y como
comunidades educativas. Nos hemos puesto juntas a la escucha
de la llamada de Dios.
En nuestro camino hemos vivido la gran experiencia de Jesús
que caminaba con nosotras. Lo hemos sentido presente en todo
el tiempo capitular, también en los momentos de mayor dificultad.
Y ahora, a su luz, podemos releer esta experiencia: un acontecimiento que supera nuestras expectativas y esperanzas.
Sentimos que el encuentro con Él nos abre al encuentro con los
otros y a una nueva comprensión de la realidad.
Estamos convencidas que sólo una verdadera experiencia de
encuentro cambia la vida. “Al inicio del ser cristiano, como nos
recuerdan las Actas del CG XXIII que retoma la reflexión del
Papa Benedicto XVI, no hay una decisión ética o una gran idea,
sino el encuentro con una acontecimiento, con una persona que
da a la vida un nuevo horizonte y con ello la dirección decisiva”
(Deus caritas est, citada en las Acta CG XXIII, 55)
Nuestras comunidades, los jóvenes y sus familias tienen hambre
y sed de espiritualidad, sed de Dios. ¿Sabremos hacernos
compañeras de camino para que no se pierdan a lo largo del
camino?
Vivimos en un tiempo complejo, en una sociedad líquida, donde
muchas certezas se han esfumado. En algunos contextos parece
prevalecer una cultura de renuncia y fragmentación, replegada
sobre sí misma, orientada únicamente al beneficio, incapaz de
grandes proyectos y arriesgados ideales.
Sólo las comunidades transformadas por el Resucitado pueden
testimoniar una propuesta diferente con la fuerza de la
experiencia vivida en el encuentro con Jesús. Cuando nos
encontramos desilusionadas y desalentadas, podemos advertir
Su paso que se acerca con delicadeza y nos pide compartir la
4
esperanza y desilusiones. La palabra de Jesús caldea el
corazón, devuelve la confianza, ayuda en el discernimiento
porque permite releer, con ojos nuevos, los acontecimientos. La
presencia de Jesús se introduce en nuestra vida, en nuestras
pequeñas historias, en nuestro día a día y hace arde el corazón
con su palabra de luz y esperanza.
El encuentro con Él no termina con la escucha de la Palabra.
Jesús nos regenera con el Pan de la vida. Sólo en la fracción del
pan, los discípulos de Emaús lo reconocen. Y, si desaparece de
sus ojos, es sólo para ponerse en camino con todos aquellos que
aún están en búsqueda. Los discípulos están preparados ya para
regresar a Jerusalén, para transmitir la buena noticia a los otros
discípulos.
Una de las prioridades subrayadas en el Capítulo es la
importancia de ser discípulas de Jesús, viviendo en profundidad
la experiencia del encuentro con Él, que cambia nuestra mirada,
nuestra misma existencia, nuestra mentalidad, nos hace capaces
de discernimiento, nos envía a los hermanos y hermanas con un
impulso misionero lleno de alegría y de esperanza.
¿Qué quiere decir para nosotras que el encuentro con Jesús
cambia la mentalidad, el modo de pensar, de hablar, de hacer?
¿Tengo, de verdad, el deseo de dejarme cambiar o hago lo
posible por evitar que Él me alcance por medio de las diferentes
mediaciones? Intentar justificar todo lo que pensamos o hacemos
es un obstáculo para el cambio, para cada renovación. Hoy es el
tiempo favorable para dejarse interpelar y decidir cambiar.
Para hacer nuevos los encuentros en nuestras comunidades
En la experiencia que han vivido los discípulos de Emaús, antes
o después, todas nos encontramos. Dicha experiencia nos hace
comprender dónde y de qué forma podemos encontrarnos con el
Señor Jesús. Es sorprendente cómo lo podemos encontrar a lo
largo del camino, en el cotidiano, lleno de expectación y
desilusiones, de esperanzas y de incertidumbres, de oscuridad y
de luz.
5
Los dos protagonistas lo encuentran cuando sienten que su
ánimo es presa de la desilusión y del fracaso, cuando cualquier
esperanza parece que se desvanece en la nada. Pero es justo en
ese momento de desencanto en el que Jesús se hace cercano,
se da a conocer, entra en la casa y come con ellos. Es un
encuentro que marca para siempre sus vidas, las transforma y les
da una identidad nueva: ser misioneros con un ardor nuevo en el
corazón, capaz de anunciar con audacia.
Sólo el encuentro con Jesús puede transformar nuestra vida
personal y la de nuestras comunidades en una casa que acoge,
alivia el sufrimiento, envía hacia nuevos horizonte, evangeliza.
Hablando con muchas de vosotras, en las distintas partes del
mundo, he percibido un deseo urgente de experimentar, en la
propia comunidad, relaciones evangélicas, humanizantes, para
poder mirar a cada hermana, a cada persona con la mirada de
Jesús; para testimoniar la comunión y así poder mostrar la
felicidad de ser FMA llamadas a una estupenda y actual misión
entre los jóvenes (cf. Actas CG XXIII, 47).
Esto se da en los encuentros cotidianos, ocasionales o
programados. Los encuentros tienen en sí la potencialidad para
transformar. Siempre éstos conservan una belleza sorprendente,
a veces desconocida o inexplorada. Estamos todas sedientas de
encuentros bellos, portadores de bien, que invitan a bendecir, a
caminar juntas para construir comunidades que irradien y
manifiesten concretamente el amor de Dios, en cada relación,
hacia cada persona que encontramos. Comunidades
profundamente humanas, comprometidas en vivir la caridad
fraterna, que hace creíble, sobretodo, la calidad de nuestra fe (cf
C 50)
Es urgente, hoy, una vida consagrada que sepa tener relaciones
comunitarias humanas y humanizadoras, animadas por el diálogo
y el discernimiento fraterno, donde se activan procesos de
corresponsabilidad y de participación. Una vida profética que no
se deja robar la esperanza ni la gratuidad. En un mundo donde
todo se compra, nosotros religiosos, debemos testimoniar la
6
gratuidad y el amor de Dios (cf José Rodríguez Carballo OFM al
CG XXIII, 30 septiembre 2014)
Este es el deseo, el sueño de Dios sobre nuestro Instituto.
Hagamos de tal modo que no lo desilusionemos. Con
determinación, sin timidez, ayudándonos a repetir con frecuencia,
no sólo con palabras, sino acciones concretas: “¿No ardía
nuestro corazón en el pecho mientras conversaba con nosotros a
lo largo del camino, cuando nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,
32).
Cómo querría, queridas hermanas, que descubriéramos de
manera nueva la riqueza y la belleza del encuentro con Jesús
como único y verdadero origen del encuentro entre nosotras.
Jesús nos invita a estar con Él, a acogerlo con un corazón que
ama. Nos pide, aún dejándonos libres, acogerlo cuando su paso
se acerca. Él siempre da el primer paso. Es maravillosa y
confortante esta actitud suya. A veces nos alcanza mientras
estamos en camino y puede que no lo reconozcamos, como les
sucedió a los discípulos de Emaús; otras veces nos alcanza en
los momentos de oscuridad de la vida y se convierte para
nosotros en luz que aclara, ilumina, transforma.
Nuestros Fundadores nos sirven de gran ejemplo. Para Madre
Mazzarello, Jesús era el confidente, el consolador: Confiad en
Jesús, poned todas vuestras dificultades en su Corazón, dejadle
hacer a Él. Él lo arreglará todo” (L25,3); el Corazón de Jesús era
su morada habitual: “Estoy en el corazón de Jesús” (L19,3) Es la
constante posibilidad de diálogo que acorta y elimina las
distancias: “Entrad con frecuencia en el Corazón de Jesús,
entraré también yo y así podremos encontrarnos a menudo cerca
y podremos decirnos tantas cosas” (L17,2). El horizonte vital de
Madre Mazzarello se caracteriza por esta presencia eucarística
de Jesús, una presencia constantemente buscada, deseada y
testimoniada.
El fuego de amor que arde en su corazón lo envuelve todo, es
irradiante, luminoso y contagia el ambiente y las personas que se
le confían: “Si yo doy un buen ejemplo a mis hermanas, las cosas
7
irán siempre bien, si yo amo a Jesús con todo mi corazón, sabré
también hacerlo amar por las otras” (L11,2)
Para don Bosco era fuerte la atracción eucarística que daba
sabor a cada uno de sus encuentros. Estaba convencido que de
ese encuentro nacía una potente energía capaz de transformar lo
cotidiano. De esto son ejemplo los muchos jóvenes que con él
han iniciado la Congregación salesiana, realizando juntos
maravillosos milagros educativos.
Os confío estas reflexiones con la seguridad que las acogeréis
como posibilidades reales y no como simple ilusiones. Soy
consciente que, a veces, el encuentro, sobre todo con las
personas más cercanas, puede ser fatigoso, provocar sufrimiento
y crear conflictos que es necesario aprender a gestionar cada
día, sin rendirse nunca. Las relaciones cotidianas, muchas veces,
nos hacen entrar en el misterio pascual de Jesús que lo ha dado
todo, hasta la cruz, para nuestra felicidad.
¿Estamos dispuestas a afrontar incluso el martirio cotidiano, que
el encuentro nos puede exigir, con tal de hacer felices a nuestras
hermanas, a las personas que Dios ha puesto en nuestro camino,
a los jóvenes sedientos de Dios, de escucha, de amor, de una
sonrisa sincera, a las familias en dificultad?
¿Creemos que si permanecemos en Jesús, nuestros encuentros
pueden llegar a ser lugar de conversiones, de crecimiento en la
caridad, de confrontación a la luz del Espíritu Santo? ¿Estamos
convencidas que el encuentro con Jesús transforma nuestra vida
y nuestras relaciones y estalla en el deseo de comunicarlo?
Os agradezco por el compromiso de ser, con renovado
entusiasmo, colaboradoras de Dios, dispuestas a construir casas
que evangelizan y comunidades en salida, para anunciarlo
después de haberlo encontrado y haber compartido entre
vosotras la riqueza de esta experiencia.
8
Vivir la misión con corazón apasionado y renovado
El encuentro con Jesús, cuando es auténtico, lleva
inevitablemente al encuentro con las personas en las que Él se
identifica. Tocar a Jesús, encontrarlo profundamente, es tocar la
carne de los otros, por usar una expresión del Papa Francisco; es
abrazar con corazón salesiano a las jóvenes y los jóvenes en
particular, porque ellos son periferia privilegiada para nosotras
FMA.
Se sabe que, en la sociedad, los jóvenes son más periferia que
los adultos: tienen menos perspectivas, menos trabajo, menos
protagonismo social. Sin embargo, para alcanzarlos, es necesario
revitalizar, no sólo las periferias de nuestro corazón, sino las
mismas “periferias” que no faltan en nuestras comunidades.
Es necesario estar atentas al dolor, a las lágrimas, a los
sufrimientos escondidos de tantas personas “últimas” y
“distantes”, a veces, presentes incluso entre nosotras y
acogerlas, asumirlas como “carne de Cristo”, llevarlas junto a Él
para que reciban consuelo, sean confortadas y redimidas. Sólo
entonces se puede pedir, con eficacia, ir con alegría evangélica,
conscientes, sin miedo, hacia las periferias humanas fuera de
nuestras casas.
En nuestro corazón, en nuestras comunidades, ¿vibra esta
actitud de misericordia, de compasión, de bondad evangélica?
Pidámoslo con sinceridad y verdad, con la certeza que esta
actitud llegará a ser semilla de nuevas vocaciones, de fecundidad
apostólica y de un futuro mejor.
El CG XXIII nos ha pedido ser hoy con los jóvenes casa que
evangeliza.
Para evitar que esto se reduzca a un simple eslogan de
circunstancia, o incluso venga olvidado en la historia del pasado,
subrayo la estrecha relación entre la transformación del corazón,
el testimonio comunitario y la misión.
Estamos llamadas a testimoniar un ideal de comunión fraterna
entre nosotras, con sentimientos de acogida recíproca,
aceptando los límites y valorando las cualidades y los dones de
9
cada una, según nos enseña Jesús: “Por esto sabrán que sois
discípulos míos: si os amáis los unos a los otros” (Jn.13.35)
Como ya he citado anteriormente, el Papa Francisco desea que
seamos para todos misioneras de esperanza y de alegría,
testimoniando los valores propios de nuestra identidad salesiana,
especialmente la categoría del encuentro, aspecto fundamental
del carisma salesiano, que es una fuente siempre fresca y viva
de donde poder sacar aquel amor que revitaliza la pasión por
Dios y por los jóvenes (cf Papa Francisco a las capitulares, 8
noviembre 2014)
¿Estamos disponibles para entrar en este camino, en esta
dirección, entre nosotras, con la comunidad educativa, con los
jóvenes y con cuantos deseen trabajar por el bien de las nuevas
generaciones?
Es verdad que este recorrido requiere un cambio de mentalidad,
una fuerte pasión apostólica. Pide una conversión pastoral
sostenida por un camino de fe que nos lleva a una decidida
adhesión personal a Jesús, para que Él siga fascinándonos, nos
encuentre de tal manera enamoradas, que no podamos callar y
demos testimonio, como los discípulos de Emaús, que él es el
Señor de nuestra vida. Formemos así a los jóvenes, para que
ellos lleguen a ser agentes de evangelización para otros jóvenes.
“El verdadero misionero, que no deja nunca de ser discípulo,
sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él,
trabaja con él. Siente a Jesús vivo junto a él en medio de los
compromisos misioneros… Una persona que no está convencida,
entusiasta, segura, enamorada, no convence a nadie” (EG 266).
Queridas Hermanas, comprometámonos a ampliar nuestra
mirada, como nos pide el Santo Padre, para reconocer las
necesidades más auténticas y las urgencias de una sociedad y
de una generación en continuo cambio y sedienta de valores
verdaderos: sedienta de Dios.
Es urgente dejarse transformar por la mística del encuentro que
desemboca inevitablemente en la cultura del encuentro, tan
necesaria en nuestras realidades. “Espero, pues, que mantengáis
vivas las «utopías», pero que sepáis crear «otros lugares» donde
10
se viva la lógica evangélica del don, de la fraternidad, de la
acogida de la diversidad, del amor mutuo.” (Carta Apostólica del
Papa Francisco para el Año de la Vida Consagrada).
Concluyo deseando a todas, una buena y fecunda vivencia del
Bicentenario del nacimiento de don Bosco y del Año de la Vida
Consagrada.
En este tiempo de gracia excepcional viviremos también esta
Cuaresma como un camino de formación del corazón. Un
corazón abierto a Dios, que se deja impregnar por el Espíritu y
guiar por los caminos del amor que conducen hacia los hermanos
y hermanas. (cf. Mensaje del Papa para la Cuaresma 2015) y yo
añado, hacia los jóvenes más pobres y solos, hacia las familias
que viven en situaciones de precariedad.
Que María nos acompañe. Ella, que se ha dejado transformar en
el encuentro con su Hijo Jesús, nos sostenga con su presencia
de Madre solícita.
Dios os bendiga.
Roma, 24 febrero 2015
Aff.ma Madre
Sor Yvonne Reungoat fma
11