Download File

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
1
Tema 11
LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
11.1. La crisis de 1808: La Guerra de independencia y los comienzos de la
revolución liberal.
11.2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
11.3. Fernando VII: absolutismo y liberalismo.
1. El Sexenio Absolutista (1814-1820)
2. El Trienio Liberal (1829-1823)
3. La Década Ominosa (1823-1833)
11.4. La emancipación de la América española.
11.1. LA CRISIS DE 1808: LA GUERRA DE INDEPENDENCIA Y LOS
COMIENZOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL
Carlos IV (1788-1808) intentó continuar la política reformista de su padre. No
obstante, su reinado marcó el inicio de de la crisis del Antiguo Régimen y, por tanto, el fin
de la sociedad estamental y la monarquía absolutista.
El reinado de Carlos IV viene marcado por varios rasgos fundamentales:
a) El gobierno de un valido.
Carlos IV mantuvo, al principio, el equipo político de su padre y confió en
Floridablanca y Aranda. No obstante, pronto se decantó por la figura de un valido, Manuel
Godoy, que entre 1792 y 1808 fue el responsable de la política de la monarquía. Sin
embargo, a finales del siglo XVIII, este sistema de gobierno era obsoleto y debilitó mucho
el poder y la imagen de los gobernantes y de los propios reyes ante sus súbditos y ante las
potencias extranjeras.
b) La influencia de la Revolución Francesa.
Iniciada en 1789, la Revolución influyó en los ilustrados y, por tanto, en la política
española. El proceso revolucionario dividió a los partidarios de la Ilustración. Algunos
moderaron sus ideas, aterrados por las noticias provenientes de Francia. Así, Floridablanca
quiso evitar que llegara a España cualquier periódico o libro procedente de Francia e incluso
concedió nuevos poderes a la Inquisición, y muchos ilustrados fueron encarcelados o
perseguidos; otros intelectuales, por el contrario, cansados de la lentitud de las reformas,
se radicalizaron y vieron en Francia un ejemplo que debía imitarse, aunque sin los excesos
de la Convención.
2
Los revolucionarios franceses, por su parte declararon la guerra a las monarquías
europeas, entre ellas a la española (1793-1795). El enfrentamiento con la Francia
revolucionaria fue presentado aquí como una “cruzada” contra los enemigos de la monarquía
y la Iglesia.
Los franceses cruzaron los Pirineos y ocuparon Guipúzcoa, Vitoria, Bilbao y parte de
Cataluña (Figueras, Rosas). España se vio forzada a pedir la paz. A cambio de la retirada de
las tropas, los franceses obtuvieron Santo Domingo, y algunas ventajas comerciales.
c) La creciente dependencia de Francia.
España volvió a la tradicional alianza con Francia frente al Reino Unido. El
acercamiento desembocó en la firma de una serie de tratados que aislaban a España del
resto de Europa. Mientras las monarquías europeas se enfrentaban a Francia, España
suscribía los tratados de San Ildefonso (1796 y 1800). Con ellos España se convertía en un
satélite del Estado francés y ponía a disposición de éste sus recursos económicos y su flota
naval.
Los resultados fueron nefastos para España, ya que los británicos pusieron en
marcha un bloqueo marítimo (1796) que perjudicó el comercio y las comunicaciones con
América. Además, la flota española fue destruida por los ingleses en un enfrentamiento
frente a las aguas del cabo de San Vicente (1997). Alguno años más tarde, la marina
española volvió a ser derrotada en la Batalla de Trafalgar (1805).
En 1807, el Tratado de Fontainebleau establecía la invasión y reparto territorial de
Portugal entre España y Francia. Para facilitar el ataque a Portugal, Carlos IV autorizó la
entrada en España de unos 60.000 soldados franceses, que en un mes habían conseguido
ocupar el territorio portugués. De este modo, Napoleón confiaba en que sería posible el
bloqueo de Gran Bretaña.
d) Los graves problemas de la Hacienda.
Las deudas heredadas del reinado de Carlos III y las guerras contra los británicos
(constantes entre 1796 y 1808), pusieron a la Corona al borde de la bancarrota. Los
recursos extraordinarios aportados por las Indias no llegaban con regularidad a causa del
bloqueo naval impuesto por el Reino Unido.
Tan agobiado se encontraba el gobierno que suspendió el pago de sus deudas y
rebajó en una tercera parte los sueldos de todos los empleados al servicio de la monarquía.
Además, las continuas subidas de los precios de los alimentos extendieron el descontento
entre el pueblo.
Para aliviar el fuerte déficit de la Hacienda y solucionar los apuros financieros, se
recurrió a:
- los préstamos de bancos extranjeros.
- la petición de donativos voluntarios a los obispos y aristócratas más adinerados.
- la emisión de deuda pública (los denominados “vales reales”)
- la venta en subasta de una séptima parte de las propiedades amortizadas o en “manos
muertas” de la Iglesia. Esta medida dio origen a la desamortización.
Pese a todo, la situación de la Hacienda estatal siguió siendo crítica.
e) Un gran malestar social.
En los primeros años del reinado de Carlos IV estallaron varias epidemias (como la
de la fiebre amarilla y cólera en Andalucía entre 1800 y 1804). Los motines por la carestía
y las subidas del precio del pan fueron constantes, a ellos se sumaron los problemas
económicos derivados del bloqueo británico y una inflación generalizada que deterioró el
nivel de vida de los grupos sociales más populares.
Algunas actividades como el textil catalán, sufrieron una grave crisis. En otros
puntos de España estallaron revueltas contra los diezmos.
3
El desmantelamiento de la red de beneficencia de la Iglesia debido a la
desamortización empeoró la situación de los más necesitados.
f) Una oposición política creciente.
La política de Godoy suscitó una oposición cada vez más organizada. Encontramos:
- Por un lado, los enemigos del absolutismo, partidarios de una constitución o ley
fundamental que limitara el poder del rey.
- Por otro, los defensores de una mayor participación de la aristocracia en el poder, de la
moderación en el ataque al clero y de la salida de Godoy del Gobierno.
Otras tensiones contribuyeron a acelerar el desprestigio y la descomposición de la
monarquía. El ambiente de la Corte era caótico, ya que se producían continuas intrigas
contra Carlos IV y Godoy. Los enemigos de éste último, en la nobleza .y el clero, supieron
aprovechar la impopularidad del favorito del rey para buscar y encontrar el respaldo del
heredero. De este modo, el hijo del monarca participó activamente en las conspiraciones
para derribar a Godoy y destronar a su propio padre.
El primer intento tuvo lugar en El Escorial (1807), pero el complot fue descubierto
y el príncipe de Asturias fue arrestado y obligado a confesar el nombre de sus cómplices
(todos ellos miembros de la alta aristocracia), para obtener el perdón de su padre.
El motín de Aranjuez.
La conspiración de marzo de 1808 marcó el final del reinado de Carlos IV. Godoy,
receloso de las intenciones de Napoleón (que había introducido sus tropas en la Península
para conquistar Portugal), planeó trasladar a los reyes a América. Cuando este proyecto se
difundió entre la población, estalló el motín en Aranjuez. Godoy fue encarcelado y a Carlos
IV se le obligó a abdicar en su hijo Fernando, cuyos partidarios habían financiado y
organizado la revuelta. El motín se reprodujo en Madrid.
El que un monarca legítimo fuera derrocado por una revuelta popular inducida por su
propio hijo, era un hecho sin precedentes en la historia de España y puso de manifiesto el
grado de descomposición política al que había llegado la monarquía española.
Todos estos acontecimientos eran observados con interés por Napoleón, quien
desde 1807 y tras vencer a las tropas austriacas, prusianas y rusas, ya tenía planes para
invadir España.
Así pues, durante la primavera de 1808, Napoleón decidió aprovechar los conflictos
familiares entre los reyes y la presencia de las tropas francesas en la Península (60.000
hombres llegados tras la firma del Tratado de Fontainebleau en 1807, que fueron recibidos
amistosamente por el nuevo rey) para eliminar a la dinastía real borbónica y apoderarse del
territorio español.
Las abdicaciones de Bayona
Tras una entrada triunfal en Madrid, Fernando VII se encontró en manos de Murat,
instalado ya en la capital. La tensión iba en aumento en la ciudad, pese a las llamadas a la
calma del propio monarca. Pronto se precipitaron los acontecimientos. Napoleón invitó a
Fernando a dirigirse hacia el norte para tener una entrevista con él.
Napoleón se había negado a reconocer a Fernando y envió una escolta armada para
proteger a Carlos. Fernando y sus consejeros, aunque desconfiaban de los proyectos
napoleónicos, optaron por descartar cualquier tipo de resistencia (carecían de fuerza
suficiente) y confiaron en alcanzar una acuerdo negociado con el emperador.
Pero el plan napoleónico consistía en atraer a Carlos y a su hijo Fernando hasta
Bayona para obligarles a renunciar a todos sus derechos al trono. Carlos, con la esperanza
de recuperar el trono, se dejó conducir hasta Bayona por los que consideraba “sus
4
protectores franceses”. Por el contrario, Fernando realizó el viaje porque carecía de
alternativas; estaba convencido de que si se negaba a acudir, Napoleón le encarcelaría para
restablecer en el trono a su padre y en el gobierno a Godoy.
En Bayona tuvieron lugar unas negociaciones vergonzosas. Napoleón exigió la
renuncia al trono de la familia al completo. El 6 de marzo Fernando abdicó a favor de sus
padres, éstos lo habían hecho a favor de Napoleón.
El estallido del conflicto
El 2 de mayo de 1808 comenzaron en Madrid los levantamientos populares contra el
ejército invasor. En esa fecha los franceses se disponían a trasladar al infante Francisco
de Paula (hijo menor de Carlos IV) a Francia para impedir que ningún miembro de la familia
real pudiera convertirse en el símbolo de la resistencia antibonapartistas. Pero una
multitud de cientos de madrileños se congregó a las puertas del palacio real e intentó
impedírselo, comenzando así los enfrentamientos y los primeros disparos. Las noticias de
este tumulto se difundieron con rapidez por toda la ciudad y los soldados napoleónicos
empezaron a ser atacados por una población enfurecida pero desarmada. A pesar de
tratarse de una revuelta desorganizada, los combates callejeros entre los madrileños y los
franceses fueron extraordinariamente violentos, especialmente en los alrededores de la
Puerta del Sol. A las pocas horas, el mariscal Murat (comandante en jefe de las tropas
francesas) logró concentrar unos 30.000 soldados en Madrid, con los cuales sofocó el
levantamiento e inició una brutal represión, fusilando a cientos de civiles.
Las tropas francesas convergieron sobre la ciudad y al anochecer, la resistencia
había cesado. Murat dictó un bando en el que proclamó su autoridad absoluta en todo el
territorio y decretó la pena de muerte para los resistentes. Un centenar de prisioneros
fueron fusilados aquella misma noche en la montaña del Príncipe Pío y en El Pardo.
El ejército español se mantuvo al margen y sólo algunos oficiales desobedecieron y
sublevaron el cuartel de artillería de Monteleón.
Las clases privilegiadas y las instituciones del antiguo Régimen acataron la
autoridad francesa. Pero la reacción popular fue muy distinta. En la misma tarde del día 2,
el alcalde de Móstoles dictaba un bando llamando a las armas contra los franceses. Otras
autoridades hicieron lo mismo, y en los días siguientes la rebelión se extendió por todas las
ciudades. En todas partes, la multitud saqueó los depósitos de armas y exigió a las
autoridades locales la declaración de guerra contra los franceses.
Hubo gobernadores de provincia y alcaldes que preocupados sólo por mantener el
orden y temerosos por los incontrolados alborotos populares o por una posible represalia
francesa, dudaron y no se atrevieron a tomar ninguna iniciativa contra los invasores. En
estos casos, las autoridades fueron destituidas e incluso asesinadas por los patriotas
exaltados.
La guerra
El carácter de la guerra
El levantamiento generalizado se convirtió en una prolongada y cruenta guerra de
resistencia contra los franceses, que duró seis años.
La guerra fue un suceso complejo en el que se distinguen tres vertientes:
● Formó parte de un conflicto internacional.
La guerra fue un episodio de un conflicto internacional más amplio que se inició en la
Francia revolucionaria a partir de 1792, Napoleón lo continuó y finalizó en 1815 (Congreso
de Viena).
● Adquirió carácter de guerra civil.
5
Los franceses, como en otros países, no entraron en la Península como invasores,
sino como colaboradores. Las ideas que traían (nación, libertad, igualdad ante la ley,
reformismo social y económico) calaron entre un sector de las élites intelectuales que
colaboraron con los franceses. A estos colaboracionistas se les llamó “afrancesados”.
Sin embargo, muchos se opusieron a la ocupación, tanto entre los ilustrados como
entre los grupos populares, que organizaron tropas improvisadas y formaron cuadrillas
armadas. Este sector encontró el apoyo de numerosos nobles y eclesiásticos, partidarios de
la legitimidad de los Borbones y de la integridad de la Iglesia, amenazada por las reformas
que pudiera realizar la administración en manos de los franceses. Algunos, simplemente, se
oponían a los invasores para defender sus privilegios estamentales.
● Estuvo acompañado por una crisis política.
La ausencia del monarca legítimo provocó un vacío de poder y, por tanto, una grave
crisis política. Como buena parte de la administración española colaboraba con el ejército
francés, se improvisó un poder político alternativo, que actuaba en nombre del rey, aunque,
en realidad, lo ejercían sus súbditos, que iban a construir su propio Estado. Éste era un
hecho revolucionario y dio lugar a un proceso en el que surgieron las Cortes de Cádiz y se
aprobó la Constitución de 1812.
Fuerzas en presencia.
En principio, la relación de fuerzas era muy desigual. Frente a un ejército francés
amplio y hasta entonces invencible, los restos del español, compuestos por unos 100.000
hombres, estaba en clara inferioridad de condiciones, aunque demostraron una gran
capacidad de lucha. Además, la intervención de unidades inglesas y de los restos del
ejército portugués reforzó considerablemente la resistencia española.
El nivel de eficacia del ejército francés tampoco fue tan alto como en otros
conflictos. Durante la mayor parte de la guerra el número de soldados franceses fue
limitado, y en general eran fuerzas recién reclutadas y con escasa cohesión entre sí.
Muchos soldados eran extranjeros, reclutados a la fuerza. Y es que la invasión española fue
a encontrar una resistencia seria. Cuando ésta se organizó y surgió la acción guerrillera,
que les impedía abastecerse sobre el terreno, los generales no supieron reaccionar y
acabaron actuando por su cuenta, desobedeciendo incluso las órdenes de José I.
Las etapas.
Desde la perspectiva militar, la guerra se desarrolló en tres etapas fundamentales:
● Primera fase: mayo-octubre de 1808.
A lo largo de estos meses, las tropas francesas, que estaban dirigidas por Murat y sumaban
casi 150.000 hombres, fueron incapaces de ocupar el país con rapidez y fracasaron en su
intento de tomar Gerona, Zaragoza y Valencia. Por el contrario, los españoles vencieron en
la Batalla de Bailén y obligaron al ejército invasor a evacuar Madrid, mientras que las
tropas británicas expulsaron a los franceses de Portugal y desembarcaron en las costas
gallegas.
Estas derrotas obligaron al ejército francés a replegarse hacia el País Vasco.
● Segunda fase: octubre de 1808 – julio de 1812.
Napoleón entró en España para dirigir las operaciones al frente de 250.000
soldados de la Grand Armée. Con ellos atraviesa el Pirineo en noviembre y en una campaña
fulgurante, derrotó a las tropas españolas que le salieron al paso y avanzó hacia la capital.
Madrid se rindió el 4 de diciembre.
Napoleón tuvo cuidado de evitar nuevas humillaciones: aceptó garantizar vidas y
bienes a los vecinos, comenzó a dictar órdenes y decretos para acelerar las reformas
sociales y económicas con el fin de mejorar la imagen del ejército y del Gobierno francés.
En enero continuó la campaña, derrotando a los ingleses en Galicia y obligándolos a
reembarcar. Ese mismo mes, el emperador volvió a Francia, y durante los años siguientes, el
6
ejército francés consiguió imponer su superioridad militar y fue conquistando territorios
con un elevado coste de vidas humanas. Así en 1810, los franceses ya habían ocupado
Aragón, Cataluña y casi toda Andalucía, excepto algunas zonas de Huelva y Cádiz, que
permaneció sitiada. Sin embargo, el ejército inglés impidió que los franceses recuperasen
Portugal.
En realidad, las tropas francesas estaban lejos de haber vencido. Aún quedaban
unidades del ejército español, y se había organizado un gobierno de guerra, la Junta
Central. Comenzaba ahora una guerra de desgaste, caracterizada por la imposibilidad de
que las tropas napoleónicas ocuparan efectivamente el territorio, ya que los 350.000
soldados franceses fueron continuamente hostigados por los guerrilleros españoles.
Esta novedosa forma de lucha armada adoptada por los españoles se caracteriza por la
actuación de pequeños grupos de combatientes que realizaron ataques rápidos y por
sorpresa contra las tropas enemigas. Como consecuencia de la supremacía del ejército
invasor, las partidas de guerrilleros renunciaron a las tácticas militares convencionales y
rehuyeron los enfrentamientos masivos en espacios abiertos, donde su inferioridad (en
número, adiestramiento y equipamiento) hacía imposible una victoria.
Por el contrario, la táctica de combate guerrillera se basaba en el aprovechamiento
de la máxima movilidad y del mejor conocimiento del terreno para desgastar al enemigo
mediante la realización de sabotajes contra sus depósitos de armamento, contra sus líneas
de comunicaciones y contra sus abastecimientos. Además, las cuadrillas de guerrilleros
recibieron la colaboración de la población civil en las zonas rurales (alimentos, refugios
seguros, información sobre los movimientos y los efectivos de las tropas francesas).
Las partidas estaban formadas por paisanos civiles sin experiencia de combate,
exmilitares procedentes de las unidades ya desmanteladas del ejército regular español, e
incluso, delincuentes. Algunos de los cabecillas guerrilleros más conocidos fueron Juan
Martín “el Empecinado”, Francisco Espoz y Mina, y Juan Díaz Porlier.
El efecto de la guerrilla sobre el ejército francés era doble:
- minaba la moral de los soldados.
- obligaba a mantener un elevado número de hombres dedicados a misiones de escolta,
vigilancia y retaguardia, lo que mermaba las tropas que participaban en operaciones de
guerra convencional. Además, los guerrilleros colaboraron con las unidades de los ejércitos
regulares español e inglés.
● Tercera fase: julio de 1812 – 1814.
En la primavera de 1812, Napoleón tomó la decisión de reducir los efectivos en la
Península a poco más de 100.000 hombres, para destinarlos a su campaña en Rusia y sus
frentes en Italia y Alemania.
Las tropas francesas irán progresivamente retrocediendo hacia la frontera
pirenaica empujadas por los españoles y por el ejército anglo-portugués dirigido por el
general Wellington. Las batallas más importantes se producen en Arapiles, Vitoria y San
Marcial (Guipúzcoa). José I abandonó el país. El 11 de diciembre de 1813 se firma el
Tratado de Valençay por el que se restituía la Corona de España a Fernando VII.
Consecuencias de la guerra.
En cuanto a las consecuencias del conflicto, entre ellas cabe destacar:
● Supone un enorme colapso demográfico. Se calcula que hubo medio millón de muertos. Una
cifra considerable para una población total de unos 11 millones en 1807. A las bajas en
combate hay que añadir las debidas a las epidemias y a las hambrunas, como la que asoló
Madrid en 1812, sin olvidar el exilio de miles de afrancesados que habían colaborado con
José I y que debieron atravesar la frontera junto con las tropas francesas al término de la
guerra.
7
● Los daños materiales no fueron menores. Ciudades como Zaragoza, Gerona o San
Sebastián quedaron totalmente arrasadas, en otras muchas fueron destruidos edificios y
monumentos artísticos. Además, los franceses también llevaron a cabo un importante
expolio de obras de arte.
● Por lo que se refiere a los daños económicos, el textil catalán perdió el ritmo de
progresión de los años anteriores y numerosas fábricas y, lo que es más grave, el mercado
colonial.
Pero fueron los campesinos quienes soportaron el peso principal: campos arrasados,
miles de cabezas de ganado perdidas, etc.
Por otra parte, la guerra arruinó definitivamente la Hacienda Real.
● Respecto a la repercusión internacional, la guerra española fue decisiva para la derrota
napoleónica. El bloqueo contra Inglaterra quedó roto. Bailén reactivó la resistencia europea,
al demostrar que los ejércitos del emperador eran vulnerables. Además, los franceses se
vieron obligados a mantener grandes contingentes en la Península.
● La guerra activó el proceso de independencia de la América española. Ante el vacío de
poder creado, los grupos de criollos optaron por negarse a acatar la nueva monarquía
francesa, sustituyeron las viejas autoridades, organizaron sus propias Juntas y
establecieron un régimen de autogobierno que está en el inicio del proceso de emancipación
de las colonias.
La Revolución liberal.
Durante la guerra se asiste a la creación de dos modelos políticos, de un doble
poder:
- El reformista francés, encarnado por José I.
- El liberal español, que se fue gestando a lo largo de la guerra y culminó en las Cortes de
Cádiz.
El modelo político de José Bonaparte presenta dos notas características
fundamentales:
1. Se rodeó de ilustrados y afrancesados españoles para dar a su reinado una legitimidad de
la que carecía. Para ello, incluso antes de venir a Madrid, convocó una Asamblea de notables
españoles en Bayona con el fin de aprobar una nueva ley fundamental para el reino, el
Estatuto de Bayona (julio de 1808). Esta carta otorgada no se llegó aplicar en toda su
extensión a causa de la guerra. Con esta ley se creaba un régimen autoritario basado en un
poder casi absoluto del rey, aunque se reconocía algunos derechos individuales (libertad de
imprenta, de movimientos, de industria y comercio, igualdad fiscal) y la supresión de los
gremios, de los mayorazgos y de las torturas a los detenidos. También afirmaba la religión
católica como única permitida, garantizaba el mantenimiento de algunos privilegios
estamentales y continuaba reservando al rey la práctica totalidad de sus poderes,
incluyendo las atribuciones gubernamentales y legislativas. El estatuto preveía la
celebración de elecciones a representantes en Cortes cada tres años, mediante un sistema
de sufragio muy restringido y por estamentos.
Su contenido fue completado, algunos meses después, por otros decretos
ordenando la abolición de la Inquisición y de los derechos señoriales, supresión de las
órdenes militares, de la mayoría de los consejos, división del país en prefecturas o distritos
y continuación de la desamortización. Medidas todas ellas abolidas por Fernando VII al
finalizar la guerra.
2. intentó desligarse en cierto modo de Napoleón. El emperador le desautorizaba
interviniendo de forma continua en el gobierno de España. Por su parte, la población se
resistía a aceptar su autoridad y los propios generales franceses actuaban en sus zonas al
margen del Gobierno, de modo que no pudo crear un régimen autónomo.
8
En cuanto al modelo político nacional, hay que tener en cuenta que mientras que, en
general, las instituciones y máximas autoridades del Antiguo Régimen aceptaban las
abdicaciones de Bayona, la mayoría del país rechazó su legitimidad y formó sus propios
órganos de gobierno. Se trataba de una auténtica revolución política, pues surgieron una
serie de instituciones nuevas que decían actuar en nombre del rey, pero cuya única
legitimidad procedía del pueblo español, que las creó y las apoyó. Entre estas instituciones
las más importantes fueron las Juntas, organismos de ámbito local y provincial que se
forman inmediatamente después de conocerse las abdicaciones de Bayona. Entre sus
componentes predominaban los hombres más distinguidos de cada localidad (miembros de
los grupos sociales influyentes), ricos y poderosos, nobles, jueces, abogados, profesores,
miembros del clero y algunos comerciantes burgueses.
Dentro de las diferentes Juntas hubo frecuentes discrepancias ideológicas, ya que
sus miembros no compartían los mismos valores y propósitos. Incluso no faltaron Juntas
donde se impusieron los puntos de vista de los más tradicionalistas e inmovilistas, como
sucedió en la Junta de Cataluña o en la de Granada.
En septiembre de 1808 se creó la Junta Central en Aranjuez, integrada por 36
miembros en representación de las 18 diferentes juntas provinciales. Estaba presidida por
el conde de Floridablanca e integrada por Jovellanos y el liberal Lorenzo Calvo de Rozas.
Entre sus componentes se contaban 17 nobles, 8 juristas, 5 clérigos y 3 comerciantes.
La Junta Central pasó a convertirse en la suprema y legítima institución política
que, en ausencia del rey, asumió el gobierno del país hasta 1810, dirigió la resistencia
contra los franceses, firmó un tratado de alianza antinapoleónica con el gobierno británico
y tomó la iniciativa de convocar a los representantes de la nación para una reunión
extraordinaria de las Cortes en Cádiz. Ésta fue una iniciativa completamente revolucionaria
ya que, hasta entonces, el derecho de convocatoria de Cortes quedaba reservado
exclusivamente a los reyes.
La Junta Central tuvo que establecerse en Cádiz huyendo del ejército francés, dio
paso a un Consejo de Regencia en enero de 1810, que a su vez entregó toda la autoridad a
las Cortes en septiembre de ese año, consumando así el proceso revolucionario.
11.2. LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE
1812.
La Junta Central en ausencia del rey, asumió el gobierno del país hasta 1810 y tomó
la iniciativa de convocar a los representantes de la nación para una reunión extraordinaria
de las Cortes en Cádiz. A finales de enero, la Junta dio paso a un Consejo de Regencia y se
eligieron los representantes a Cortes. Durante los diez primeros meses del año y con
enormes dificultades, los diputados que consiguieron atravesar el territorio en plena
guerra fueron llegando a Cádiz, una ciudad permanentemente sitiada. La mayor parte de
ellos habían sido elegidos en representación por las distintas Juntas provinciales, pero
muchos otros asistieron a las reuniones en calidad de suplentes. Los representantes
sufrieron mil penalidades para poder llegar a Cádiz, y se adoptó la solución de que fueran
sustituidos aquellos que no pudieron atravesar las líneas francesas.
Se congregaron, con poderes ilimitados, unos 300 diputados. Predominaban los
individuos pertenecientes a las clases medias y con una sólida formación intelectual y
académica: eclesiásticos, abogados y expertos juristas, altos funcionarios públicos,
catedráticos, militares y algunos burgueses propietarios de negocios industriales o
9
comerciales. Por el contrario había una escasa presencia de nobles (sólo 9) y de miembros
del alto clero (3 obispos). Pronto aparecieron entre los diputados tres grandes
tendencias ideológicas diferentes: los liberales, los jovellanistas y los absolutistas.
El grupo de los liberales consiguió desde el primer día dominar los debates e
influir así decisivamente en toda la labor de las Cortes. Eran partidarios de emprender
cambios radicales y dotar a las Cortes de toda la soberanía. Entre ellos destacó Agustín de
Argüelles.
Los jovellanistas recibieron este nombre por su fidelidad a las propuestas teóricas
de Jovellanos, que murió en 1811. Inspirados en el modelo existente en Gran Bretaña,
pretendían reformar y mejorar el sistema político español limitando parcialmente el poder
del rey e introduciendo innovaciones graduales, con prudencia y poco a poco. Sus proyectos
para modernizar el país se fundamentaban en la conveniencia de evitar una violenta ruptura
con las instituciones tradicionales y, por este motivo, se oponían a la revolución y al
principio de soberanía nacional.
Los absolutistas fueron llamados despectivamente “serviles”, defendieron el viejo
absolutismo monárquico (aunque depurado de los vicios y la corrupción de la etapa de
Godoy) y se opusieron sin éxito a las medidas legislativas reformistas impulsadas por los
liberales. También intentaron justificar el mantenimiento de los privilegios nobiliarios.
Las Cortes iniciaron sus sesiones en septiembre de 1810. Los representantes
liberales consiguieron imponer sus ideas y propuestas. En consecuencia, las Cortes
aprobaron rápidamente una declaración donde se proclamaba como legítimo rey a Fernando
VII (a quien se consideraba secuestrado por los franceses), pero donde también se
rechazaba el absolutismo y el origen divino del derecho del monarca a gobernar. Estas
primeras decisiones de las Cortes estuvieron condicionadas por la necesidad de ofrecer una
respuesta alternativa y renovadora a las reformas impulsadas por los franceses mediante
el Estatuto de Bayona.
Dos van a ser las intenciones de los diputados del sector liberal en las Cortes:
● Efectuar una profunda y radical reforma de las instituciones políticas, económicas y
jurídicas españolas.
● Redactar una Constitución.
El primero de estos objetivos se llevó a cabo mediante la aprobación de una serie de
decretos y leyes entre 1810 y 1813:
● Libertad de imprenta y supresión de la censura (1810).
● Supresión del régimen y de los derechos señorial (1811). No obstante, la nobleza consiguió
salvar casi todos sus bienes porque las viejas posesiones territoriales señoriales fueron
convertidas en títulos de propiedad privada.
● Abolición de la Inquisición (1813). Esta medida fue recibida con hostilidad por la mayor
parte del clero. Las Cortes respondieron con firmeza ordenando la expulsión del nuncio
vaticano (que había protestado ante la medida) y castigando a los obispos desobedientes
con el destierro.
● Eliminación de las organizaciones gremiales e introducción de la libertad económica,
comercial, de trabajo y de fabricación y supresión de las aduanas internas (1813).
● Supresión de los antiguos privilegios que beneficiaban a los propietarios de rebaños de
ganado ovino de la Mesta para que los dueños de las tierras pudieran cercar, cultivar o
arrendar sus parcelas con plena libertad (1813).
● Incautación y venta de los bienes de las órdenes militares y de los jesuitas (1813). Se
trataba de una nueva desamortización que se aplicó también a las propiedades de los
afrancesados y a las tierras municipales (bienes de propios y baldíos). Estos bienes se
venderían en pública subasta.
10
En las Cortes de Cádiz también se redactó una Constitución de carácter liberal que
fue promulgada el 19 de marzo de 1812. El texto, de gran trascendencia a pesar de
carecer de aplicación en la vida política española, constaba de 384 artículos y su contenido
se basaba en cinco principios fundamentales: la afirmación de la soberanía nacional, la
introducción de la división de poderes, la declaración de igualdad de todos los ciudadanos
ante la ley, el establecimiento de elecciones por sufragio universal indirecto y el
reconocimiento de amplios derechos y libertades individuales. Es una Constitución que
reconoce expresamente la confesionalidad del Estado y la exclusividad de la religión
católica.
Respecto a la administración del Estado, el país se divide en provincias, y se
establece la elección popular de los alcaldes.
Los aspectos más destacados recogidos en el texto constitucional son:
1. Soberanía nacional.
Según este principio liberal, el poder político pertenecía a la nación en su conjunto,
aunque su ejercicio era delegado en los representantes elegidos en votación por los
ciudadanos. Su inclusión en el texto constitucional gaditano significó el abandono del
antiguo principio absolutista de soberanía monárquica legitimada por origen divino.
2. División de poderes.
El poder legislativo reside en unas Cortes unicamerales con el rey. Las leyes las
hacen las Cortes y el rey, quien las promulga y sanciona (con derecho de veto). El poder
ejecutivo lo ejerce el rey, que nombra libremente a sus secretarios. Éstos responden ante
las Cortes pero no pueden ser cesados por ellas, no obstante la Constitución recogía hasta
doce limitaciones a la autoridad real. El poder judicial quedó depositado en los tribunales.
De este modo se puso fin a la anterior acumulación (casi ilimitada) de poderes en manos del
rey, que era una de las características esenciales de la forma de gobierno durante el
Antiguo Régimen.
3. Sistema político parlamentario y representativo.
La constitución de Cádiz recortó las atribuciones y prerrogativas del monarca, de
manera que la potestad del rey quedó subordinada al poder superior de las Cortes. Así, el
monarca tenía prohibido contraer matrimonio o ausentarse del país sin el consentimiento
expreso de las Cortes, perdía sus funciones judiciales y la potestad de establecer
impuestos, tampoco podía efectuar alianzas diplomáticas o tratados comerciales
internacionales, y sus órdenes quedaban invalidadas en caso de no llevar la firma del
ministro correspondiente (quien en consecuencia era el único responsable ante la cámara
legislativa de las decisiones tomadas durante su gestión en el gobierno). Además, como
demostración de la desconfianza que sentía la mayoría de los diputados hacia Fernando VII
(por su sospechosa trayectoria personal en el pasado) y como medida para impedir un
posible retorno al absolutismo, el texto constitucional proclamaba que el monarca no podía
disolver las Cortes, y que sólo poseía un derecho de veto suspensivo transitorio, durante
dos años, sobre las leyes aprobadas en Cortes; después, el rey quedaba obligado a aceptar y
sancionar la ley si así lo estimaba oportuno la mayoría de los diputados (de forma que el rey
únicamente tenía capacidad para retrasar la entrada en vigor de un proyecto de ley). Sin
embargo, el monarca conservaba la atribución para designar libremente a los ministros del
gobierno que, eso sí, debían contar con el apoyo mayoritario de las Cortes.
4. Participación de los ciudadanos en las decisiones políticas.
Según las normas electorales contenidas en el articulado constitucional, los diputados
actuaban en representación de todos los ciudadanos españoles, quienes debían elegirlos
mediante un complicado procedimiento por sufragio universal indirecto en cuarto grado.
Todos los hombres mayores de 25 años tenían derecho a reunirse en las llamadas juntas de
parroquia para votar a unos compromisarios o intermediarios, quienes luego elegían a un
11
delegado; todos los delegados electos en los diferentes pueblos se reunían posteriormente
para nombrar (en esta ocasión mediante voto secreto) a los compromisarios de distrito, los
cuales debían trasladarse a la capital de la provincia para celebrar otra asamblea y elegir
finalmente al diputado a Cortes por su provincia. Asimismo, los ciudadanos de las provincias
americanas (excluyendo a los indios y los negros) obtuvieron el derecho a elegir a sus
representantes en las Cortes. Los alcaldes y concejales municipales también debían ser
escogidos democráticamente por los vecinos.
5. Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
Significó el fin de las diferencias estamentales y de los privilegios fiscales, militares
y jurídicos que había beneficiado a los nobles durante siglos. La intención de los diputados
consistía en eliminar los obstáculos que impedían el ascenso de los mejores individuos a los
puestos más destacados.
6. Afirmación de los derechos y libertades individuales.
Su reconocimiento aparecía disperso en varios apartados: libertad de imprenta (art.
306), derecho de propiedad (art. 4) y derecho a la educación (art. 25). Por el contrario, la
proclamación del catolicismo como única religión permitida y la negación de la libertad
religiosa fueron gestos de prudencia condicionados por la guerra y la necesidad de
conservar la colaboración de la Iglesia en la lucha contra los franceses. Las Cortes tampoco
suprimieron la esclavitud por las repercusiones que podría tener sobre la economía agraria
colonial.
7 Reorganización del Ejército.
En la Constitución se remodelaron las fuerzas armadas y se redefinieron sus
funciones, fijándose la obligación (para todos los varones mayores de edad) de contribuir a
la defensa de la patria mediante la realización del servicio militar. Además, se distinguían
entre un Ejército permanente encargado de la defensa exterior de la nación y la llamada
Milicia Nacional, un nuevo cuerpo militar eventual formado por ciudadanos civiles armados,
creado para defender el régimen liberal de sus posibles enemigos internos.
La Constitución tuvo tres períodos de vigencia: de marzo de 1812 a marzo de 1814, de
enero de 1820 a noviembre de 1823, y de agosto de 1836 a junio de 1837
11.3. FERNANDO VII: ABSOLUTISMO Y LIBERALISMO.
Tras las guerras napoleónicas, se inició en Europa el período conocido como la
Restauración: desde 1814, los monarcas legítimos retornaron a sus tronos y restablecieron
los regímenes absolutistas destruidos por la oleada revolucionaria iniciada en 1789. En
España también se produjo la restauración del Antiguo Régimen tras la revolución política
impulsada por la Guerra de la Independencia. El retorno de Fernando VII a España supuso
la anulación de las reformas liberales y de los principios revolucionarios emanados de las
Cortes de Cádiz y el restablecimiento de la monarquía absoluta (1814-182). Comienza así el
primer período de su reinado.
1. EL SEXENIO ABSOLUTISTA (1814-1820)
En marzo de 1814 regresaba a España, en virtud del Tratado de Valençay firmado con
Napoleón el 11 de diciembre de 1813. El rey llega a Valencia y recibe presiones por parte de
altos oficiales del ejército, de la Iglesia y de políticos conservadores para anular la
Constitución y disolver las Cortes, reunidas en Madrid. El hecho más destacado de estos
12
grupos fue el Manifiesto de los persas, un documento firmado por un grupo de diputados
que fue entregado al rey en Valencia en abril de 1814. En este texto se criticaba el poder
asumido por las Cortes y las juntas durante la Guerra de la Independencia y se solicitaba el
restablecimiento de las instituciones tradicionales españolas y la colaboración del monarca
con la aristocracia. Los firmantes eran contrarios al liberalismo, pero también al
despotismo de la época de Floridablanca y Godoy.
El Manifiesto de los persas justificaba ideológicamente un verdadero golpe de
estado, que el propio rey dio el 4 de mayo de 1814 al promulgar en Valencia un decreto que
anulaba todas las reformas aprobadas en las Cortes, incluida la Constitución de 1812.
Además, fueron suprimidas las leyes desamortizadoras, la libertad de imprenta y la
reforma de los impuestos. Se restituyeron los privilegios de la nobleza y de la Iglesia
(jurisdicciones, tierras, edificios, derechos, etc.). Se restablecieron el Tribunal de la
Inquisición y la Mesta, y se permitió incluso el retorno de los jesuitas.
Al decreto siguió la detención de todos los políticos liberales más importantes y la
disolución por la fuerza de las Cortes. Finalmente, Fernando VII entró en Madrid aclamado
por sus súbditos. Comenzaba, así, el exilio de numerosos liberales que huían de la
persecución.
Sin embargo, el restablecimiento de la monarquía absoluta pronto se enfrentó a una
serie de problemas insalvables:
● Una gran inestabilidad en el Gobierno. Los ministros eran relevados continuamente, en
especial el de Hacienda, debido, en parte, a la influencia de la camarilla 1, aunque también a
la incapacidad de gobernar con un sistema político obsoleto. Ni había una línea clara de
actuación ni los consejeros del rey tenían capacidad política para dirigir un país que,
quisieran o no, ya no podía ser gobernado como antes. El auténtico Gobierno en la sombra lo
constituía la camarilla, que impedía cualquier cambio. Resultado de ello fueron seis años
caóticos, en los que los problemas se fueron agravando progresivamente.
● La situación económica era desastrosa. Tras el largo período de guerras en toda Europa
se produjo una caída de los precios gracias a una racha de buenas cosechas, lo que acabó
perjudicando a los campesinos. Además, el país estaba devastado, la producción industrial
hundida y el comercio paralizado por la pérdida del mercado colonial.
Pero el problema más grave era la quiebra financiera del Estado. Cada año se gastaba
más de lo que se ingresaba, y los intereses de la enorme deuda acumulada iban en aumento.
La deuda del Estado español era un problema antiguo, pero se agravó con la Guerra, que
había generado graves trastornos económicos. A éstos se unió el proceso de emancipación
de los territorios americanos, que privaba a la corona de unos ingresos fundamentales,
dificultaba las relaciones comerciales y el desarrollo de la industria y obligaba al Estado a
efectuar un gasto extraordinario por el continuo envío de tropas a las colonias para sofocar
las rebeliones que allí estallaban. Sucesivos ministros fracasaron en su intento de resolver
el problema. Eran conscientes de que la causa estribaba en que los propietarios de la mayor
parte de las tierras del país no pagaban impuestos. Pero ni los privilegiados ni el rey
estaban dispuestos a cambiar la situación.
● La crisis social. La restitución de sus bienes y privilegios a la nobleza, y sus
consecuencias, hicieron subir la tensión en las zonas agrarias, hasta desencadenar
sucesivos movimientos de protesta.
Camarilla: conjunto de personas que gozaban de la confianza del monarca. Recibían este nombre porque su
relación con el rey les permitía el acceso a las habitaciones privadas (la cámara) del soberano. Este grupo influyó
en las decisiones políticas durante los reinados de Fernando VII y el de su sucesora
1
13
El descontento no se limitó al campo. Se extendió también paulatinamente en las
ciudades. La represión, el hundimiento del comercio colonial y el paro afectaban a los
grupos burgueses y a los trabajadores de los talleres.
El ejército se vio también perjudicado. Fernando VII se negó a integrar en él a los
jefes guerrilleros. El retraso en el pago de las soldadas, las míseras condiciones de vida en
los cuarteles, y, sobre todo, el envío de tropas a América para intentar sofocar la rebelión
independentista multiplicaron el malestar.
● La acción de la oposición política liberal. Poco a poco se organizó un movimiento
clandestino liberal. Surgieron sociedades secretas y sociedades masónicas 2 en las
principales ciudades, sobre todo entre los oficiales jóvenes formados durante la guerra.
Establecieron contactos con los exiliados y organizaron conspiraciones. Entre 1814 y 1819
se sucedieron hasta siete pronunciamientos 3 por parte de los mandos militares, la mayor
parte de los cuales pagaron el fracaso con su vida.
El levantamiento protagonizado por el comandante Riego, en enero de 1820,
desencadenó un cambio político que inició una nueva etapa.
2. EL TRIENO LIBERAL (1829-1823)
El 1 de enero de 1820, Riego, jefe de las tropas expedicionarias acantonadas en las
Cabezas de San Juan para ser enviadas a América, se pronunció con éxito a favor de la
Constitución. Durante dos meses Riego recorrió buena parte de Andalucía sin obtener
demasiado respaldo, hasta que el apoyo de las guarniciones de otras regiones obligó a
Fernando VII a restablecer la Constitución de Cádiz. Semanas más tarde se celebraron
elecciones a Cortes, mientras los liberales retornaban del exilio.
Los liberales aprobaron, a lo largo de los tres años que permanecieron en el poder, un
conjunto de audaces y radicales medidas legislativas:
● la Inquisición quedó abolida, el pago del diezmo reducido a la mitad y se prohibió a la
Iglesia la compra de nuevos bienes inmuebles. Además, los jesuitas fueron disueltos y cerca
de 1.000 monasterios y conventos de todas las órdenes religiosas fueron cerrados (Ley de
Supresión de Monacales). Sus propiedades y tierras fueron nacionalizadas y vendidas por el
gobierno para castigar el respaldo del clero regular al absolutismo y para obtener fondos
con el objetivo de reducir las deudas estatales.
● Los mayorazgos fueron suprimidos, las libertades económicas fueron recuperadas e
incluso se aprobó un proyecto de reforma judicial para implantar los juicios, con tribunales
populares integrados por ciudadanos. Al mismo tiempo, los derechos y libertades de
imprenta, expresión y opinión fueron reestablecidos.
● Se aprobó la primera legislación sobre la enseñanza, el primer Código Penal y una nueva
división del territorio español en 52 provincias.
● Se creó una Milicia Nacional, tal como habían acordado las Cortes de Cádiz, concebida
como un cuerpo de carácter civil formado por ciudadanos armados dispuestos a defender la
Constitución y el régimen liberal, al margen del ejército. Se pretendía que fuera una milicia
reservada a aquellos ciudadanos que dispusieran de propiedades, pues los miembros debían
costearse su uniforme y equipo. Fue organizada en cada localidad, y los ayuntamientos
empezaron a sufragar el armamento de los milicianos, por lo que pudieron incorporarse a
Masonería: sociedad secreta que aspiraba a conseguir la libertad y la hermandad universal.
Pronunciamientos: sublevaciones de militares que pretendían derribar al Gobierno existente atrayendo el
respaldo del resto del ejército y de la opinión pública. En esta época los protagonizaron militares y oficiales
descontentos, especialmente los que habían logrado ascensos y notoriedad durante la Guerra de la Independencia,
y que ahora se sentían marginados. Junto a ellos colaboraron también comerciantes, intelectuales y profesionales
de la burguesía urbana, que criticaban la falta de reformas del régimen absolutista. En ocasiones, los liberales
exiliados participaron también en su organización, sin embargo, fue escaso el respaldo popular.
2
3
14
ella las clases populares urbanas. La Milicia Nacional se convirtió en un importante aliado
del ala radical del liberalismo.
● Se abordó el problema de la Hacienda. Se devaluó la moneda, se recortaron gastos y se
pidieron créditos al extranjero. Las Cortes iniciaron una reforma fiscal que no llegó a
ponerse en marcha.
Durante el trienio existió siempre una fuerte tensión entre el rey y los liberales. La
mutua desconfianza, los enfrentamientos y las discrepancias fueron permanentes. Fernando
VII intentó continuamente bloquear y entorpecer como pudo las reformas, mientras que los
liberales obligaron en ocasiones al rey a firmar las leyes bajo amenazas. Además, Fernando
mantuvo, desde 1821, contactos secretos con los monarcas absolutistas de la Santa Alianza
solicitando su ayuda para recuperar el poder pleno.
Entre las propias filas liberales fueron creciendo las discrepancias y formándose dos
facciones cada vez más definidas:
- Los doceañistas o moderados (líderes históricos del liberalismo, protagonistas en
Cádiz), partidarios de actuar con mesura, preferían evitar excesos, temían los
desórdenes y estaban a favor de buscar un acercamiento al rey, el clero y la
nobleza.
- Los liberales exaltados, decididos a romper por completo con el pasado y a solicitar
el apoyo de los grupos sociales menos favorecidos para emprender reformas más
radicales.
Los primeros gobiernos del Trienio, hasta agosto de 1822, estuvieron en manos de
moderados como Argüelles y Martínez de la Rosa. Los exaltados como Riego, Álvarez de
Mendizábal y Alcalá Galiano, lideraron algunas protestas urbanas a finales de 1821. Los
exaltados se hicieron cargo del gobierno en 1822.
Estos gobiernos tuvieron que hacer frente a un endeudamiento creciente. Sus planes,
que confiaban en los efectos positivos de la liberalización económica para generar mayor
desarrollo y riqueza (y en consecuencia más impuestos para el Estado), no se cumplieron.
Por este motivo se vieron obligados a subir los impuestos al campesinado, a rebajar los
tipos de interés de los títulos de deuda pública y a suspender los pagos, provocando así el
descontento de todos.
A los pocos meses del levantamiento de Riego, los partidarios del absolutismo
reaccionaron y comenzaron a reorganizarse. En sus filas estaban un sector de la oficialidad
del ejército, la nobleza y la mayor parte del clero. Éste último atrajo a su causa a las clases
populares, sobre todo en las áreas rurales.
Los componentes de la oposición contrarrevolucionaria se conocen como absolutistas,
realistas o apostólicos, y más despectivamente como serviles. Su acción se manifestó en
distintas rebeliones militares urbanas, como la que tuvo lugar el 7 de julio de 1822 en
Madrid, cuando la Guardia Real protagonizó un intento de golpe de Estado absolutista con la
complicidad del monarca. La rebelión fue abortada por el Ayuntamiento, las Cortes y la
Milicia Nacional, ante la pasividad del Gobierno.
Los realistas también organizaron una guerra de guerrillas en las zonas rurales que
actuaron en el interior, norte de Cataluña, Galicia, Asturias, Álava, etc.
En el Pirineo catalán se llegó a formar un Gobierno absolutista, paralelo al liberal,
conocido como la Regencia de Urgel, eliminado por las tropas gubernamentales.
No obstante, no fue la presión contrarrevolucionaria la que acabó con el Trienio, sino
la intervención militar extranjera. Los monarcas absolutos de la Santa alianza, reunidos en
1822 en el Congreso de Verona, decidieron intervenir en España para acabar con el régimen
liberal. De este modo, un cuerpo de ejército formado por unos 125.000 soldados franceses
a las órdenes del duque de Angulema, conocido como los Cien mil hijos de San Luis,
15
penetró en España en abril de 1823 para ayudar a Fernando VII a restablecer su autoridad
absoluta. El Gobierno liberal, falto de apoyo popular, se trasladó a Sevilla y después a
Cádiz, llevándose al rey consigo. Finalmente, se vio obligado a capitular y a liberar al
monarca (octubre de 1823). Barcelona, la ciudad que resistió más tiempo, con Espoz y Mina
al frente, se rindió en noviembre.
Se abría la última etapa del reinado de Fernando VII.
3. LA DÉCADA OMINOSA (1823-1833)
Cuando Fernando VII volvió a gobernar con poderes absolutos, se entregó a la
inmediata destrucción de todo lo realizado por los liberales durante el Trienio. Comienza la
década absolutista, que los liberales llamaron “ominosa”.
Durante los primeros meses, el rey desencadenó una feroz represión. Unos 130
militares liberales (entre ellos Riego y Juan Martín el empecinado) fueron ejecutados. El
resultado fue el desmantelamiento del cuerpo de oficiales, lo que obligó al rey a pedir al
ejército francés que permaneciera en España. Su desconfianza en la fidelidad de los
oficiales del Ejército le llevó a crear un cuerpo paramilitar de civiles armados, los
“voluntarios realistas”, con la función de defender al gobierno absolutista de sus enemigos
en cualquier rincón del país.
Se emprendió una auténtica caza de brujas. Se calcula que cerca de 60.000 civiles
partidarios del liberalismo perdieron sus empleos, sus propiedades o fueron encarcelados.
Además se estableció una rígida censura para evitar que pudieran difundirse o publicarse
opiniones liberales.
Hasta 1825 la represión fue durísima. Si se atenuó algo en los años finales de la
década fue porque la persecución estaba dejando a la administración sin personal
cualificado.
La mayoría de los liberales se exiliaron, sobre todo en Gran Bretaña, donde el
ambiente liberal permitía publicar periódicos, desarrollar actividades culturales y conspirar
para derrocar el régimen absolutista español. A partir de 1830, Francia se convierte en
lugar de acogida para los exiliados españoles.
En la década de los 30 se produjeron varios intentos de insurrección. Numerosos
líderes liberales, como Riego, el Empecinado y José María de Torrijos, fueron ejecutados.
La granadina Mariana Pineda corrió la misma suerte por bordar una bandera con el lema
Ley, libertad, igualdad.
Tras la represión de los primeros momentos, Fernando VII encargó la gestión de los
asuntos de gobierno a algunos burócratas como Cea Bermúdez, el conde de Ofalia o Luis
López Ballesteros, que introdujeron algunas reformas administrativas. Entre los motivos
que empujaron al rey a hacer esto están:
- la insostenible situación financiera del Estado.
- la necesidad de realizar algunos cambios mínimos para modernizar y mejorar el sistema
absolutista con intención de garantizar su supervivencia.
De esta forma, se crean, por ejemplo, el Consejo de ministros (1823) un órgano
encargado de coordinar las actuaciones del Gobierno, y un nuevo ministerio, el de Fomento
(1832), destinado a promover el desarrollo económico del país.
López Ballesteros (ministro de Hacienda) se propuso pagar las deudas del Estado,
impedir que los gastos superaran a los ingresos e impulsar las actividades económicas
mediante, el Tribunal de Cuentas, de la Bolsa de Madrid y el Banco de San Fernando. Sin
embargo, todos sus esfuerzos concluyeron sin resultados positivos: continuó la decadencia
de la ganadería ovina, la caída de las exportaciones de lana, la paralización del comercio y la
disminución de los ingresos fiscales aduaneros. Y además, se agravó la catastrófica
situación de la Hacienda Pública, que no parecía posible arreglar manteniendo las
16
exenciones fiscales en beneficios de los nobles, los clérigos y los habitantes de los
territorios forales vasco-navarros. Por todo ello, el endeudamiento estatal creció
multiplicándose casi por diez entre 1823 y 1833, de manera que el gobierno no tuvo más
remedio que solicitar créditos a bancos franceses pagando intereses cercanos al 50%.
La presencia de reformistas en los gobiernos de Fernando VII provocó el rechazo
de los absolutistas más extremistas. Esta facción ultra presiona al rey para que
reintrodujera la Inquisición, endureciera aún más la represión antiliberal y sustituyera a los
ministros reformistas. Para conseguirlo recurrieron a las intrigas en el entorno personal
más próximo a la familia real, a la creación de organizaciones clandestinas (con nombres tan
expresivos como “El Ángel Exterminador”, “la Purísima”, “el Ejército de la Fe”) e incluso a la
formación de grupos armados.
Estos grupos van a protagonizar la revuelta de los malcontents o agraviados
(1827). Consiguieron aprovechar el descontento del campesinado catalán para poner bajo su
control algunas localidades. La enérgica actitud del rey, que ordenó el fusilamiento de
varios cabecillas, hizo fracasar todos los esfuerzos de los absolutistas más intransigentes.
En 1828, estos absolutistas ya estaban definitivamente decepcionados con el rey y
se agruparon en torno al infante don Carlos María Isidro. Es el comienzo del carlismo.
En este contexto se desencadenó la crisis sucesoria. Fernando no había tenido
descendencia en sus tres primeros matrimonios. Pero en 1829 contrajo matrimonio con su
sobrina María Cristina, que a los pocos meses quedó embarazada, lo que planteó
abiertamente el problema sucesorio.
Fernando VII quiso garantizar la descendencia en su futuro hijo o hija. En marzo de
1830 publicó una Pragmática Sanción que eliminaba la Ley Sálica y restablecía la línea
sucesoria de las Partidas, favorable a la sucesión femenina. Se trataba en realidad de
poner en vigor una decisión que había sido aprobada por las Cortes de 1789. Era una medida
polémica que provocó las protestas airadas de los carlistas. Don Carlos consideró que la
medida era ilegal y atentaba contra sus derechos al trono.
El conflicto quedó abierto cuando en octubre nació la princesa Isabel. Frente a los
carlistas se formó un sector de absolutistas moderados, con apoyos liberales, partidarios
de introducir ciertas reformas políticas y económicas, y que pasaron a defender los
derechos de la princesa.
En septiembre de 1832 se desencadenaron los llamados sucesos de La Granja,
cuando diversas intrigas palaciegas, ante el lecho del rey agonizante, quisieron que
Fernando firmara la supresión de la Pragmática. Pero, el rey se restableció y volvió a
ponerla en vigor. Inmediatamente sustituyó a los ministros carlistas y puso a Cea
Bermúdez, absolutista moderado, al frente del Gobierno, al tiempo que la reina María
Cristina era autorizada a presidir el Consejo.
Cea decretó una amnistía general que liberó a los presos políticos y permitió la
vuelta de algunos exiliados. Los capitanes generales más intransigentes fueron sustituidos
por mandos fieles a Fernando, y en abril Carlos abandonó la Corte y se trasladó a Portugal,
antes de que su hermano le comunicara oficialmente el destierro.
El 29 de septiembre de 1833 moría Fernando VII, y se iniciaba la regencia de María
Cristina.
11.4. LA EMANCIPACIÓN DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA.
1. Causas del independentismo.
En poco tiempo España perdió sus posesiones en América. Varios factores están en
la base del proceso emancipador que surge en las colonias americanas:
a) La difusión del pensamiento ilustrado y de la propaganda liberal durante los años finales
del siglo XVIII, junto con el éxito de los revolucionarios norteamericanos (1776) y
17
franceses (1789), sirvieron de estímulo a los hispanoamericanos para luchar por su
liberación política.
b) El descontento de los criollos. Estos descendientes de españoles nacidos en América
formaban un grupo social poderoso y minoritario (entre un 10 y un 15% de la población total
a principios del siglo XIX), controlaban las haciendas y plantaciones y la producción
manufacturera.
Los indios, mestizos y negros, mezclados en multitud de cruces raciales, constituían
una masa campesina y minera explotada tanto por los criollos como por los peninsulares.
Estos últimos integraban, por su parte, un reducido grupo de administradores, altos
funcionarios y representantes de las compañías comerciales enviados desde España, y
ocupaban todos los cargos públicos de importancia en los territorios coloniales; virreinatos
presidencias de Audiencias, capitanías generales, etc.
La minoría criolla rechazaba el trato discriminatorio recibido por el Gobierno
español, que les impedía tanto ocupar cargos públicos como expandir su poder económico. El
monopolio español les impedía poder establecer sus propias relaciones comerciales con el
exterior en beneficio de una economía peninsular de carácter colonial.
Casi todos los líderes separatistas fueron criollos blancos.
c) La ruptura de las comunicaciones por mar con la Península. Los barcos ingleses, en guerra
con España desde 1796, controlaban las aguas del Atlántico y contribuyeron así a
incrementar el aislamiento de las colonias americanas. Al mismo tiempo, los comerciantes
británicos consiguieron también aumentar el control sobre una gran parte de los
intercambios mercantiles ultramarinos, entre el continente europeo y el continente
americano.
d) La invasión y ocupación de España por las tropas napoleónicas provocó un vacío de poder
en los territorios americanos. Esto aceleró el derrumbe del sistema colonial. La anómala e
incierta situación creada por las abdicaciones de Bayona, el cautiverio de Fernando VII y la
guerra fue aprovechada por los criollos americanos para crear sus propios órganos de
gobierno independientes cuando parecía que el control español había desaparecido. Además,
los criollos contemplaban con temor la amenaza de una posible invasión en su propio
territorio por parte de los franceses, ingleses e incluso portugueses, quienes parecían
ansiosos de ocupar el lugar de los españoles. Pocos años antes, las derrotas militares ya
habían obligado a España a ceder Santo Domingo a Francia (1795) y entregar la isla de
Trinidad a Gran Bretaña (1797).
2. Rasgos del proceso emancipador.
El proceso de emancipación de las colonias tuvo las siguientes características:
a) La independencia fue el resultado de acontecimientos diferentes en cada territorio. En
cada región estallaron revoluciones sin ninguna conexión entre ellas. Aunque más tarde
existió cierta coordinación, las fuerzas políticas y sociales locales fueron decisivas en la
configuración del mapa de Hispanoamérica.
En este sentido, cabe destacar que los dos virreinatos más antiguos, Nueva España
(México) y Perú eran regiones más conservadoras y fieles a la metrópoli que otras. Fueron
también los últimos territorios que se emanciparon.
Por el contrario, los de Nueva Granada y Río de la Plata, creados más
recientemente, con una menor relevancia desde el punto de vista económico y menor
vinculación a la metrópoli, fueron los motores de la independencia. En estos virreinatos
surgieron los principales líderes: Simón Bolívar y José San Martín, respectivamente.
b) El proceso fue largo y complejo, pues se prolongó desde 1808 hasta 1825. Se produjeron
rebeliones contra los españoles, pero también guerras civiles entre americanos y conflictos
entre diferentes regiones. Los indígenas y las masas populares combatieron
18
indistintamente en el bando español y en el criollo. En algunos casos, los indígenas
constituyeron el grueso de las tropas de la corona.
c) El proceso de independencia americano estuvo vinculado a las vicisitudes de la política de
la metrópoli: primero (1808-1814) se aprovechó la confusión creada en España, y su
impotencia militar y nula capacidad de respuesta, para proclamar las independencias;
después (1814-1820), los dirigentes regionales se apoyaron en el liberalismo, para promover
la lucha contra el absolutismo español. Finalmente, en 1820 las tropas españolas preparadas
para ir a América se sublevaron e hicieron la revolución en la península: como consecuencia,
a las colonias no llegaron refuerzos militares. El Trienio liberal fue decisivo para la
culminación de los procesos de emancipación.
3. La independencia.
Se puede analizar el proceso emancipador estableciendo tres fases:
● La primera fase (1810-1816) se inicia con los sucesos de Bayona y la formación de Juntas
similares a las españolas que deponen a los virreyes y ocupan el poder en nombre de
Fernando VII. Surgen en las ciudades comerciales más activas políticamente. Envían sus
representantes a las Cortes, pero su demanda principal, la libertad de comercio será
rápidamente rechazada en Cádiz, ciudad que vivía del monopolio. En 1810 las Juntas
rechazan la autoridad de la Junta central y se transforman en Juntas Revolucionarias.
A partir de estas Juntas se inicia la Guerra de Emancipación de las colonias. Las
juntas inician conversaciones con Inglaterra y los Estados Unidos, organizan ejércitos y
proclaman su independencia: Argentina en 1816, Paraguay, Venezuela y Chile en 1811. Sin
embargo en 1814 regresa Fernando VII al trono y con él la monarquía absoluta. El envío de
tropas al mando de Pablo Morillo en 1815 acaba con esta primera fase y con la reconquista
de Nueva Granada. Desde el alto Perú el virrey Abascal hará lo mismo con Chile, obligando a
exiliarse a los líderes como O`Higgins
Un caso aparte es el mexicano. El virreinato de Nueva España sigue un camino
paralelo pero diferente a la revolución sudamericana. Su característica diferencial es el
papel predominante de la revolución social. Aquí son los problemas económicos, el hambre y
la sequía los que desatan una revuelta campesina en 1810 dirigida por el cura Manuel
Hidalgo, párroco de Dolores. Sus primeras medidas fueron de carácter reformista y social:
fin de la esclavitud, abolición de los tributos, reparto de tierras, etc. Estas medidas
asustaron a los criollos, que se unieron al ejército español y detuvieron y ejecutaron a
Hidalgo. Su relevo lo toma otro cura, Morelos, quien reanuda el movimiento y proclama en el
Congreso de Anahuac la independencia. Es capturado en 1815 y ejecutado
● En la segunda fase (1816-1820) surgen disputas entre las diferentes formas de organizar
los nuevos estados: la unitaria y la federal. En Venezuela Bolívar reanuda las operaciones y
se extiende hasta Colombia, ayudado ahora por los indígenas debido a la dura presión de las
tropas y la política represiva de Morillo. En el Congreso de Angostura proclama la República
de la Gran Colombia 1819, de la que será presidente y que incluye a Venezuela, Ecuador y
Colombia.
Desde Argentina San Martín emprende la reconquista de Chile. Con la victoria de
Chacabuco en 1817 completa la independencia y Bernardo O’Higgins será su primer
presidente (1818).
● Tercera fase (1820-1825). Pero será a partir de 1820 cuando la Independencia se
complete y las dos posturas enfrentadas se unifiquen para conseguir su objetivo: expulsar
definitivamente a los españoles. La ocasión se ve favorecida por la situación en la Península.
En 1820, las tropas al mando del coronel Rafael Riego, destinadas a América se pronuncian
en Cabezas de San Juan y se inicia el Trienio Liberal. Los problemas de Hacienda unidos a la
difícil situación de los liberales y a los pronunciamientos realistas impiden enviar nuevas
tropas
19
Desde el Norte Bolívar “el Libertador” y desde el Sur San Martín “el Protector” se
dirige hacia Perú, el último centro del realismo fiel a los españoles por el temor a la mayoría
indígena. Con la batalla de Ayacucho finaliza la conquista del Perú y en los meses siguientes
Sucre consigue la del Alto Perú, que ahora se llamará Bolivia en honor al Libertador.
En México la burguesía criolla se suma al movimiento emancipador y Agustín de
Itúrbide proclama en el Plan de Iguala la independencia del país que quedará constituido en
una Monarquía de la que finalmente él mismo toma las riendas con el nombre de emperador
Agustín I. Su actitud autoritaria provoca un golpe de estado y la declaración de México
como República Federal en 1824 pero de carácter conservador en todo caso.
4. Consecuencias de la independencia.
Los efectos inmediatos de la emancipación fueron la pérdida de casi todas las
posesiones coloniales españolas (sólo se retuvieron las islas de Cuba y Puerto Rico) y la
aparición de nuevas naciones en el continente americano. Todos los intentos de crear unos
Estados Unidos de América del Sur (la ilusión de Bolívar) fracasaron y el continente quedó
fragmentado: de los 8 países existentes en 1825 se pasó, veinte años después, a 16, que se
enzarzaron pronto en guerras y disputas por cuestiones fronterizas.
Para España, las repercusiones económicas y financieras fueron profundas: la
pérdida de los recursos generados por las minas de plata y los beneficios procedentes de
los intercambios comerciales. Desde el punto de vista internacional, la pérdida de América
demostró la incapacidad para mantener su posición de gran potencia a escala europea.
Otra consecuencia relevante fue la supresión de la esclavitud en los nuevos
territorios independientes, donde casi un millón de trabajadores de raza negra y origen
africano resultaron favorecidos por la prohibición de la trata y el comercio de esclavos.
La situación surgida en Hispanoamérica tras la separación quedó caracterizada,
además, por los siguientes rasgos:
- Persistencia de las desigualdades sociales y del dominio de los criollos, mientras que la
población india y mestiza (unos 13 millones de individuos hacia 1810) continuó siendo
excluida del poder, discriminada socialmente, marginada, explotada, pobre y sin tierras.
- Inestabilidad política, frecuentes conflictos civiles y numerosas experiencias
dictatoriales. En casi todas partes se frustró el desarrollo de libertades y pocas veces se
consolidó la democracia en las nuevas naciones hispanoamericanas.
- Predomino político de los altos mandos del ejército: los generales americanos lograron
controlar el poder durante mucho tiempo en México, Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y
Venezuela.
- Dependencia económica de británicos y estadounidenses. Los países americanos del centro
y del sur se especializaron el la exportación de materias primas y productos naturales,
quedando así truncadas las posibilidades de modernización económica y desarrollo
industrial.