Download Los cambiantes sentidos del trabajo

Document related concepts

Desempleo wikipedia , lookup

Precariedad laboral wikipedia , lookup

Trabajo decente wikipedia , lookup

Democracia inclusiva wikipedia , lookup

Trabajo garantizado wikipedia , lookup

Transcript
Towards Reducing Unemployment
1
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
Los cambiantes sentidos del trabajo
(secularizado vs humanístico)
y sus implicaciones para la nueva sociedad
Pierpaolo Donati
Universidad de Bolonia
1. -TRABAJO/DESEMPLEO COMO PROBLEMA SOCIOCULTURAL.
1.1 Al finalizar el siglo veinte el problema del desempleo se presenta en términos completamente
nuevos. Los cimientos de esta específica “civilización del trabajo”, que ha caracterizado la modernidad, deben ser abandonados y, con ellos, la conceptualización del desempleo que ha prevalecido hasta
ahora.
El tema del desempleo no es solamente imperativo por el hecho de que las estadísticas internacionales muestran que el fenómeno persiste y, por cierto, empeorando a escala mundial en todas sus
formas (OIT 1997). Ni esta nueva situación proviene de una renovada conciencia de que el desempleo
es el producto de una injusticia social profunda y que conduce a efectos sociales desastrosos puesto
que incluye la exclusión social, rompe el edificio de las relaciones humanas y erosiona las bases de la
solidaridad social. Nosotros ya sabemos esto, ya que investigaciones recientes han proporcionado nuevas evidencias y arrojado luz sobre las nuevas manifestaciones de este proceso general.
Lo que hace el problema del desempleo radicalmente nuevo es el hecho que, en él y a través de
él, se ha revelado una época de cambio histórico que está desconcertando el mundo entero del trabajo y
con él el conjunto de la sociedad. Las características cuantitativas - cualitativas que el desempleo está
tomando han revelado que:
i)
ii)
Un proceso está en marcha haciendo el trabajo precario a escala universal;
los límites tradicionales entre trabajo y no trabajo están cayendo o cambiando y, más generalmente, están emergiendo cambios radicales en las conexiones entre trabajo y actividad
social.
Si continuamos a ser prisioneros de la vieja dicotomía trabajo/desempleo, significando “trabajo
real” como una ocupación estable, regular, a largo plazo y desempleo como una falta de “trabajo real”,
nos encontraremos a nosotros mismos en una situación llena de una paradoja insalvable. Esta paradoja
no puede ser resuelta con soluciones lib-lab (una mezcla entre liberalismo y socialismo), esto es a través de remedios basados en balancear la desregulación (libertad, flexibilidad) y la regulación del trabajo (seguridad, control) entre el estado y los actores del mercado. En este contexto (lib_lab), a pesar de
todos los esfuerzos realizados, el desempleo continuó subiendo. Tenemos que preguntarnos, entonces,
a nosotros mismos si el contexto conceptual en el que se comprende y maniobra el problema del trabajo no está intrínsecamente distorsionado, o al menos insuficientemente comprendido. En mi opinión la
respuesta a esto debe ser afirmativa. Con el fin de comprender los nuevos términos del problema del
desempleo es necesario redefinir el trabajo, pero, con el fin de hacer esto, es necesario examinar el
contexto cultural en el que la modernidad ha conceptualizado el trabajo.
En este artículo no intento realizar un inventario, incluso de forma sintética, de la literatura sobre
este tema. La tarea que me he impuesto es la de definir el tema en un sentido dual:
i)
Por una parte, desde un punto de vista negativo, quiero exponer el contexto que normalmente domina el tema trabajo/desempleo en las discusiones;
Towards Reducing Unemployment
2
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
ii)
Por otra parte, desde un punto de vista positivo, la búsqueda de remedios al desempleo
debe confiarse a enfoques e instrumentos que consideren el trabajo como, completamente y
propiamente, una actividad social1.
En otras palabras intento abordar el problema de desempleo comenzando por el problema del
significado del trabajo. Este tema ha sido de alguna forma olvidado en las dos décadas pasadas (Castillo 1997). Solo recientemente el tema ha sido retomado con vigor (Casey 1995; Gamst 1995; Simpson
y Harper Simpson 1995; Morandé Court 1998). Yo quisiera mostrar como y porqué la lucha contra el
desempleo va a depender primariamente de la forma en la que la cultura comprende el significado del
trabajo, y las implicaciones que se derivan de esto para la organización de la sociedad.
1.2. El problema de falta de trabajo se define hoy día esencialmente en términos de escasez económica. Todo el mundo mantiene que el trabajo seguro y compensador se está convirtiendo en un recurso escaso y una suerte en la vida. Con vistas a esta observación, dos tesis proveen interpretaciones
competitivas en este tema.
i)
Por una parte, están aquellos que mantienen que precisamente porque el trabajo “real” se
ha vuelto crecientemente escaso esta deviniendo incluso más importante, y discriminador,
forjando los procesos y los procesos de vida de los seres humanos. El desempleo es visto sobre todo como un problema de justicia social en la distribución y redistribución de los recursos, y esto como un problema de lucha social, especialmente del lado de los desfavorecidos
(jóvenes, mujeres, grupos sociales no cualificados) (Pahl de. 1988; Kieselback de. 1997).
ii)
Por otra parte, están aquellos que mantienen, por el contrario, que nos estamos aproximando a “el fin de la sociedad del trabajo” (Arbeitsgesellchaft)2, o el “final del trabajo” (Rifkin 1995) en el sentido de que el plan de la sociedad “centrada en el trabajo” está quedando
anticuado. Aquellos que soportan estas tesis – la cual se presenta bajo muchas formulaciones
diferentes – mantienen que será necesario abandonar el concepto de trabajo y proponen substituirlo por el concepto de “actividades” o términos similares (Dahrendorf 1988). Los desempleados (aquellos que están descartados del sistema de trabajo “real”) podían ser eliminados
dando valor a actividades de todas clases de carácter no competitivo, con una lógica de producción diferente de aquellas propias de los sectores ocupacionales “centrales” del pasado
(bien remunerados y garantizados en términos de su seguridad), y dando más importancia a
lo que se llama “otium activo”, tiempo libre, y la calidad de vida fuera del trabajo (no orientada hacia el trabajo).
¿Quién tiene razón?. Obviamente la confrontación entre estas dos tesis debe ser fundamentada
correctamente. Con el fin de hacer esto debe clarificarse el significado, al que nos referimos, del trabajo. Los autores no son siempre explícitos a este respecto. El debate se fundamenta mal porque se usan
concepciones de trabajo que no pueden compararse. Más aun, ¿qué sentido existe en definir trabajo
como un recurso escaso que debe dejar sitio a “actividades libres”?.
Si el significado tradicional del trabajo se conserva como se definió en la sociedad industrial
Taylor-Fordista, es obvio que existe un problema de escasez. Pero debemos preguntarnos si solo este
tipo de trabajo es un “trabajo real”. La primera tesis (que es ampliamente apoyada por los sindicatos de
trabajadores) retiene la concepción moderna del trabajo: esto puede ser necesario para sociedades en
proceso de modernización y sigue en el estadio de industrialización, pero ya no es más deseable para
sociedades ya modernizadas. La segunda tesis propone abandonar el concepto de trabajo como activiEl afirmar que el trabajo es un “hecho social” es observar que tiene dimensiones relevantes económicas, políticas, jurídicas y culturales, pero que no puede ser reducida a ninguna de ellas en cuanto pertenece a un orden de realidad sui generis.
En su esencia, lo que es social es un hecho de “vida moral” (en un sentido sociológico) que se refiere tanto a personas como
sociedad.
2
El término fue acuñado en los 1980 por varios autores; cf. Offe (1983); Dahrendorf (1988), Gorz (1988).
1
Towards Reducing Unemployment
3
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
dad requerida y exalta la flexibilidad y creatividad, pero a menudo parece hablar el lenguaje de una
cultura que no tiene nada que ver con el trabajo porque se refiere a actividades expresivas u ocupaciones económicamente marginales que no son capaces de soportar una economía de desarrollo real.
Aquellos que mantienen esta segunda tesis miran a una sociedad difícilmente descifrable en términos
de características humanas.
En esta contribución deseo mantener una tercera tesis, diferente de las dos que acaban de ser
mencionadas. Contra la primera tesis observo que la transformación del trabajo en las economías
avanzadas son ahora tan radicales que no podemos evitar abandonar la definición moderna del trabajo.
Contra la segunda tesis observo que el concepto de “actividad” amplifica y diferencia el concepto y
realidad del trabajo en una forma morfogenética pero que no puede substituir nada de él. La sociedad
del futuro será tal que resaltará aun más que en el pasado la importancia del trabajo, pero por esta razón el significado y forma del trabajo debe ser radicalmente cambiado. Esto va tener enormes consecuencias para el sistema de derechos sociales conectados con el trabajo y para la total configuración de
la sociedad. Las áreas de elección y tensiones están marcadas por las alternativas entre desempleo masivo y liberación de trabajo (y no liberación del trabajo).
1.3. La línea roja que corre a través de los argumentos presentados aquí es la siguiente. Primero,
es una cuestión ce entender el desempleo como un producto específico de la cultura moderna (la cual
ha “inventado” trabajo y desempleo como categorías mentales y abstractas) con el fin de ver si las categorías trabajo/desempleo pueden ser redefinidas en un contexto de postmodernidad (Parte 2).
Segundo, analizaré los cambios culturales y estructurales del trabajo que están hoy avanzando en
las sociedades más avanzadas y su impacto posible en la reorganización de la sociedad. Yo mantengo
que la diferenciación entre las culturas del trabajo y, en particular, la división entre las culturas secularizadas y humanísticas devendrán una característica central en la organización de la sociedad (Parte 3).
Tercero, desarrollaré los argumentos básicos de mi contribución. Mi tesis es que mientras que en
el mundo premoderno el trabajo era principalmente una actividad servil de intercambio orgánico con la
naturaleza, y en el mundo industrial moderno era ante todo un característica mercadeable para la producción de bienes y servicios en el sentido de “objetos” (bienes manufacturados, construcciones artificiales), en la era postmoderna esta tomando primariamente un valor de relación social en el que se la
da un valor por las calidades relacionales que ofrece e implica, y, como tal, se diferencia en diferentes
actividades. Esto es verdad tanto para los que trabajan como para aquellos que disfrutan de los frutos
del trabajo, y también para las formas de interacción/entrelazamiento entre productores y consumidores. Por supuesto las precedentes culturas del trabajo no se han desbancado completamente y continúan
caracterizando los segmentos más tradicionales de las sociedades avanzadas y amplios estratos de gente en aquellas sociedades comprometidas en un proceso de modernización. Pero el trabajo está diferenciado en varias culturas que son asimétricas de unas respecto a otras, porque deriva de procesos de
morfogénesis social del trabajo que están, tanto cultural como estructural, más allá de la organización
industrial de la sociedad. Con el fin de comparar y evaluar las nuevas culturas del trabajo, es necesario
comprender los criterios básicos con los que cada una de ellas evalúa el trabajo en relación con el amplio conjunto de criterios espirituales y materiales que caracterizan cada cultura (Parte 4).
La conclusión de este artículo mantiene que si las concepciones reinantes del trabajo continúan a
ser las de la era industrial, como es el caso en las mayor parte del mundo, el problema del desempleo
esta siendo abordado con viejos instrumentos. Estos están caracterizados por la búsqueda de nuevas
formas de regulación de los intereses y transacciones que suceden entre los actores políticos y económicos, y que actúan a través de las relaciones entrelazadas entre el estado y el mercado y que son intrínsecamente inadecuadas para la tarea de abordar el problema del desempleo (puesto que se ocupan
del desempleo como un tema mecánico sin contenido social). Con el fin de enfrentarse a los cambios
culturales y estructurales en camino, un nuevo contexto es necesario el cual considerará el trabajo co-
Towards Reducing Unemployment
4
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
mo una actividad recíproca entre sujetos que interactúan como productores - consumidores en una
economía “civil” (civil significa aquí generalmente capaz de civilización, y no equivale como sinónimo con el llamado tercer sector).
Substancialmente mi tesis es que con el declive del orden industrial (Fordista) regulado por el estado del bienestar de la postguerra, la reducción progresiva del trabajo Fordista no significa el “fin” del
trabajo ni la exaltación del tiempo libre y la actividad voluntaria, sino de la redefinición del trabajo
como actividad significante y comunicativa en las muy diferenciadas redes producción-distribución–
consumo cuya dinámica debemos comprender.
2. –LA MODERNA CULTURA DEL TRABAJO Y EL FENÓMENO DEL DESEMPLEO.
2.1. Debemos comenzar del hecho que el desempleo no es un “hecho natural” sino una construcción social. ¿Cómo y donde se ha construido socialmente el desempleo?.
En su condición natural el ser humano es naturaliter llevado a realizar actividades de las cuales
deriva el soporte necesario para su existencia. Cuando los seres humanos no encuentran los recursos en
la naturaleza, ellos mismos crean instrumentos para satisfacer sus necesidades. Si ellos no pueden hacer esto es porque otros seres humanos les impiden hacerlo mediante la apropiación de las recursos o
mediante la creación de límites y barreras sociales.
Podemos también decir que allí donde el trabajo es u
na actividad natural y como tal una necesidad y un recurso que no es escaso, es la sociedad la
que conforma las condiciones bajo las que el trabajo deviene una necesidad no satisfecha y un recurso
escaso. Esto ha sido tanto el “descubrimiento” como la construcción de la modernidad (Rouseaux,
Marx, etc.) la que no debe ser olvidado. De hecho el concepto de desempleo era desconocido en las
sociedades premodernas y nació con la era moderna. Debe observarse que en la modernidad el desempleo ha sido un término constantemente redefinido en sus referencias técnicas y simbólicas (siempre
debe tener el carácter de una condición no voluntaria).
2.2. A través de un proceso histórico muy complejo, que no tengo tiempo de examinar aquí 3, la
concepción del trabajo llega a nosotros con características que puedo resumir de la forma siguiente.
a) La cultura moderna del trabajo intensifica sus propias contradicciones.
La modernidad ha introducido tensiones profundas en el significado del trabajo al que ha desligado de una actividad de la comunidad y lo ha hecho un producto. Quitando del trabajo una gran parte
de las mediaciones sociales que lo connotaba ha creado la figura del trabajador abstracto dispuesto para cualquier uso donde quiera. Esta concepción, que se ha desarrollado gradualmente, ha intensificado
conflictos, ambivalencias y contradicciones inherentes al trabajo. Concretamente ha acentuado la tensión entre los componentes del trabajo instrumentales y expresivos, entre la noción abstracta del valor
y la devaluación práctica de sus aspectos humanos; ha hecho crecer las contradicciones entre el trabajo
como un servicio funcional y el trabajo como autorealización del sujeto, creando una antítesis entre el
trabajo abstracto que produce valor para ser intercambiado y trabajo concreto que produce valor para
ser usado.
El debate sobre el tiempo de trabajo (el número de horas de trabajo) ha sido siempre emblemático a este respecto. Las demandas para reducir el tiempo de trabajo, por una parte, y aumentar la flexibilidad en el tiempo de trabajo, por la otra, revelan todos estos conflictos. Hoy estamos atestiguando el
rechazo de estas antítesis. Detrás de este rechazo podemos ver el final de las asunciones que han soportado la moderna cultura del trabajo. Podemos menciona tres presupuestos fundamentales.
En una versión más amplia de este ensayo desarrollo un análisis de las culturas históricas del trabajo que no puedo reportar aquí por el espacio asignado.
3
Towards Reducing Unemployment
5
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
Primero: mientras las sociedades premodernas tratan el trabajo como una relación social en la
que las esferas pública y privada se encuentran y solapan (actividad de la comunidad), la modernidad
ha inventado el trabajo en su forma pura, separado de las otras áreas de acciones y funciones sociales.
Concentra y polariza el trabajo en la esfera pública como opuesto a la vida privada. Enormes tensiones
se generan entre vida pública y privada. Un signo de la crisis en el orden moderno reside precisamente
en que la sociedad actual demanda que el trabajo se reconecte con la vida privada de forma significativa. Nuevas relaciones se están originando entre la esfera del trabajo y la esfera de la vida privada.
Nuevas tensiones se desarrollan entre la esfera del trabajo y la esfera de la vida privada que manifiesta
necesidades de conexión e interacción que la modernidad ha negado o simplemente olvidado. Nosotros
no podemos simplemente volver a la Gemeinschaft. Sin embargo es obvio que en los días presentes el
trabajo es incompatible con la caracterización “pública” de él como mercancía abstracta, que se configuró en la era capitalista clásica. El trabajo esta deviniendo, una vez más, un área de encuentro y solapamiento entre las necesidades de vida públicas y privadas.
Segundo: la jerarquía entre trabajo “humilde” y “noble” propia de las culturas antiguas que se reflejaba en la mayoría de las lenguas europeas (ponos/ergon, labor/opus, travail/oeuvre, labour/work,
Mühe/Werk, lavoro/opera) fue allanado e incluso introducido, siguiendo la Reforma Protestante, en las
elaboraciones teóricas de la política económica y de la revolución burguesa. Como dijo Saint-Simon,
lo imperativo es luchar contra los parásitos, contra aquellos que no trabajan, contra el dominio de las
clases improductivas. Como Durkheim dijo al final del siglo diecinueve, es la división (“orgánica”) del
trabajo la que deviene la principal fuente de solidaridad social. En el lugar de la ética señorial se alza la
ética del trabajo universal, y esto es algo que requiere especialización. Sin embargo durante el curso de
las tres décadas pasadas esta cultura del trabajo ha comenzado a declinar. La ideología del trabajo, tanto del Socialismo como del Marxismo, que ha personificado el trabajo en el tipo social del “obrero”, y
la visión funcional del trabajo “orgánico” han entrado en una crisis más profunda (se ha hablado de
“des-motivación”, “alergia”, “rechazo” al trabajo). La moderna ideología que vio en el trabajo la primaria y casi punto de referencia absoluto para la identidad personal y social y la única demanda para
legitimar la pertenencia a la sociedad (Accornero 1980) esta sufriendo una rotura radical y no está más
en el centro del sistema cultural. De ser una obligación, el trabajo se ha convertido en un derecho. Sin
embargo, el punto es que el trabajador esta deviniendo problemático como medida del valor de la persona humana y como título para su reconocimiento como miembro de la sociedad. La antropología
moderna del trabajo no es más tiempo sostenible y debe ser reemplazada por la idea de que el trabajo
no es una esencia del hombre sino una de las dimensiones esenciales del hombre como ser relacional.
Tercero: la modernidad ha conformado el trabajo siguiendo un tipo de racionalidad basada en el
objetivo del componente técnico (prosecución del objetivo en la relación entre hombre y naturaleza) y
en el componente de la estrategia económica (en la interacción entre los actores económicos). Marx
hace una distinción entre estos dos procesos llamándolos respectivamente “proceso de trabajo” y
“proceso de evaluación”. Él muestra como la modernidad los hace interdependientes y concomitantes.
Hoy, sin embargo, tiende a ser más y más diferenciado, y esto sitúa la concepción moderna en crisis
(volviendo atrás a Marx y los Socialistas) lo que hace al trabajo asalariado (en la oposición trabajadores asalariados contar los propietarios) el paradigma de los arreglos micro y macro sociológicos de la
sociedad. La racionalidad económica de la empresa y el mercado no representan más tiempo el paradigma en la que el conjunto de la sociedad pueda modelarse. En otras palabras, el trabajo y la posición
de los trabajadores en el proceso de producción no son más tiempo considerados los principios fundamentales organizativos de las estructuras sociales. La dinámica del desarrollo social no son más tiempo
conceptualizadas en términos de las consecuencias de los conflictos del poder intra empresarial extendidos al entero sistema económico. La racionalidad social no puede ser más tiempo definida sobre las
bases del modelo de “trabajo” que lo concibe como la optimización de las relaciones entre los medios
de organización técnica y los fines económicos.
Towards Reducing Unemployment
6
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
b) El desempleo aparece menos y menos como un fenómeno “funcional” y más y más como un fenómeno paradójico.
Es cierto que el desempleo es solo un capítulo en la historia más general del trabajo, por ello
puede ser instructivo ver como el significado del desempleo cambia gradualmente al cambiar la cultura
del trabajo.
La moderna teoría económica concibe el desempleo predominantemente de forma “funcional” al
referirse a aquellos trabajadores que deben ser despedidos por razones fuera de su control y que están
técnicamente relacionadas con el progreso técnico (tales como la adopción de nuevas tecnologías, reestructuración de empresas, etc.). Sin embargo dado que su número y los problemas que suscitan se han
convertido en un “problema social”, las consideraciones “funcionales” de la teoría económica no se
mantienen más tiempo y deben abrirse para discusión.
En sentido técnico el término “desempleo” – tal como se define por las organizaciones internacionales (informe 1998 de la UE) – aparece al final del siglo diecinueve4. Se refiere a la condición de
alguien que ha perdido su puesto de trabajo en una estructura social y cultural particular. La estructura
social consiste en un real y conveniente mercado de trabajo que es formalmente libre y con una alta
movilidad social mediante la que el trabajo puede ser obtenido y perdido. El contrato es preferentemente relacional (Williamson 1985) pero esta característica relacional se ha reducido a utilidad. La
cultura requiere que el trabajo sea concebido como una cosa comprable y vendible; negociable, como
una actividad transformable en un sentido adquisitivo (así como no estar limitado por adscribirse a características orientadas, afectivas, particulares, locales o comunitarias).
Sabemos que en ciertas sociedades el desempleo ha sido reducido o incluso eliminado a través
del uso de políticas de poder totalitarias (tales como en la anterior URSS). Pero esta forma de proceder
conduce a resultados económicos catastróficos (bajos salarios, baja productividad, bajo consumo, etc.)
y, sobre todo, devalúa el significado y la ética del trabajo. En las economías de mercado, el desempleo
ha sido mantenido bajo control durante décadas mediante sistemas de seguridad social que han atemperado sus efectos negativos, tanto a través de compensaciones de renta (u otros beneficios) como de
incentivos para el reempleo (reentrenamiento y puesta al día profesional, ayudas fiscales a las empresas, etc.). El hecho es que hoy día estas regulaciones del estado del bienestar están siendo más y más
costosas y problemáticas. Su utilidad marginal esta decreciendo. La experiencia de los estados, con un
régimen de bienestar neocorporativo, muestra que a pesar de todos los esfuerzos, para proporcionar
apoyo público al empleo, las esperanzas de introducir o reintroducir la “centralidad” del mercado del
trabajo están disminuyendo día a día. Al convertirse en un fenómeno estructural, el desempleo revela
paradojas sociales (Accornero y Carmignani 1986) que pueden sintetizarse de la manera siguiente:

Puede haber desarrollo económico incluso sin gran empleo; por el contrario, en las economías avanzadas, esta convirtiéndose en normal que el crecimiento económico esté acompañado por un incremento del desempleo.

A medida que el trabajo deviene menos central en el sistema de compensaciones sociales,
existe la paradoja de una creciente feminización del trabajo. Obviamente, la entrada de las
mujeres en el mundo del trabajo ha sido un hecho ampliamente positivo y útil para su emancipación, pero debe uno preguntarse porqué (y con que consecuencias) las mujeres están
Aunque el término desempleo apareció previamente (Oxford English Dictionary de 1882), fue definido en un sentido moderno por John Hobson (1896), seguido por W. H. Beveridge (1909). El desempleado no se refirió mas – como se había hecho previamente – a aquellos “no empleados”, inactivos u ociosos (como Marx todavía los define usando la palabra Unbeschaftige), sino a aquellos que han perdido su trabajo sin quererlo (Arbeitslosigkeit) y son distintos de los pobres (los desempleados no son necesariamente indigentes y, si lo son, su indigencia no es debida a la holgazanería).
4
Towards Reducing Unemployment
7
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
ocupando ampliamente aquellos trabajos que han sido abandonados por los hombres (a menudo aquellos menos remunerados y menos protegidos).

La ecuación “desempleado = pobre” ya no es verdad; ser desempleado ya no implica más un
estado de pobreza material; por el contrario, la categoría de empleado pobre esta aumentando; esto resalta, contrariamente a la representación cultural imperante, que el trabajo no tiene sobre todo una valencia instrumental.

La interacción entre oferta y demanda para el trabajo muestra contradicciones, a menudo
debidas a la rigidez con la que es demandado dentro del modelo industrial. Se abre una nueva competencia de puestos de trabajo que requiere mayores grados de libertad y condiciones contractuales mucho más elásticas que en el pasado; en la que la necesidad es diversificar, alternando fases en la vida, haciendo numerosas transiciones entre formación – trabajo
– otras actividades; esto solo incrementa el sentimiento de intranquilidad, ansiedad, incertidumbre y miedo del desempleo.
Está claro que es el concepto mismo de desempleo el que necesita ser redefinido y vuelto a regular. Solo podemos salir de esas paradojas cambiando los conceptos de desarrollo social, de relaciones
entre el mercado de trabajo y otras esferas de la vida, y de la racionalidad social; resumiendo, los sistemas de intercambio sobre los que esta organizado, en un sentido amplio, el trabajo. Ante todo es manifiesta la necesidad para construir redes producción – distribución - consumo en las que cada uno
pueda se más que un sujeto, tanto como productor como consumidor, o como ambos juntamente (prosumer).
c) La hendidura emergente entre las culturas de trabajo secularizado y humanístico.
La modernidad nos ha dejado herederos de un conflicto fundamental en el significado y experiencia del trabajo: el conflicto es entre los procesos de secularización y humanización. Vamos a clarificar los términos de esta discusión y el significado de esta confrontación.
En general una cultura esta secularizada si, y hasta el extremos que ella sea, opuesta a una cultura inspirada religiosamente. “Secularizada” significa aquello que no tiene relación con asuntos espirituales o religiosos (esto es, puramente de la tierra, del mundo) y aquello, por lo tanto, que ve el trabajo
como una actividad que no tiene valencias o fundamentos religiosos. Una cultura secularizada conduce
a exponer el trabajo al mercado o al estado como opuesto a la orientación dada por la religión. No hay
duda que la cultura moderna del trabajo ha seguido básicamente esta dirección. Sin embargo no parece, a pesar de los muchos frutos positivos que ha habido en el pasado, que el resultado final es satisfactorio. Si es privado el trabajo del significado transcendente (religioso), pierde algo que le es esencial en
orden a producir significado y, a su vez, a realizar un acto con significado y a regenerar la propia motivación.
Indudablemente, las concepciones secularizadas del trabajo han ganado a las restantes culturas
del trabajo. Hoy, sin embargo, el proceso de secularización del trabajo muestra signos profundos de
crisis, especialmente porque las bases de motivación y simbólicas que lo han favorecido están declinando. Las culturas secularizadas se encuentran en la encrucijada: pueden tomar el camino hacia una
mayor secularización o devenir de - secularizadas. Se han tomado los dos caminos. El primero sigue
el camino de “secularización de la secularización” que conduce al trabajo a ser depreciado como lugar
de humanización. El segundo camino es una recreación del mundo, y con él el del trabajo, que conduce
a una nueva preocupación por las “otras” culturas del trabajo que lo entiendes como una actividad naturaliter humana, y que le atribuyen significado intrínseco positivo y no primariamente instrumental,
pero que expresa necesidades primarias del ser humano y de la sociedad. Estas son las concepciones
humanísticas del trabajo que lo consideran como una condición del ser humano no “superable”, no
obstante históricamente modificable, y como tal esencial – en todas las épocas y lugares – para el desa-
Towards Reducing Unemployment
8
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
rrollo de la persona y como título para pertenecer a la sociedad (en las formaciones sociales concretas
en las que este trabajo se realiza). El principio conductor de la concepción humanística del trabajo reside en la visión del trabajo como relación social en un sentido pleno, y no solamente en su valencia
económica (como en la concepción secularizada). Una cultura es humanística si, y hasta el extremo
que ella valore los elementos propiamente humanos (subjetivos e intencionales) como opuestos a aquellas características que no son distintivas de la especie humana sino que pueden pertenecer a otros seres vivos o a máquinas (tales como el esfuerzo físico o las capacidades mecánicas).
Occidente ha interpretado y construido la distinción humanista/no humanista de forma particular: concretamente acentuando la distinción entra la orientación de valor y la orientación instrumental.
Así, podemos decir que una cultura del trabajo es instrumental (orientada a una racionalidad instrumental) cuando ella considera esencialmente el trabajo como fin - orientado a fines instrumentales o de
consumo, tales como renta (poder económico) y prestigio social (símbolo de posición social), con beneficios complementarios adjuntos, consumo y tiempo libre. Por otra parte, podemos decir que una
cultura esta orientada al valor (a una racionalidad substantiva) cuando ve valores en el trabajo mismo
que expresan y realizan la humanidad de la persona y el bien común. El trabajo es un buen fin en si
mismo (actividad creadora) para el sujeto que lo realiza y para los otros (es un fin que sirve a otras personas y a otros fines últimos – no propósitos meramente situacionales).
La era moderna ha dado solo valor nominal a la humanización del trabajo, mientras en la práctica
se lo ha negado. El conflicto entre trabajo humanizado y no humanizado está emergiendo hoy precisamente en la forma de la muerte de un sueño (especialmente el Marxista), lo que equivale a una síntesis
entre naturaleza y humanidad mediatizada por la tecnología (la llamada “tecnología humanista”).
2.3. Con el fin de los argumentos aquí presentados, puede ser útil intentar y realizar una clasificación conceptual. Una cultura secularizada puede ser orientada tanto en sentido instrumental como
substantivo, y lo mismo es verdad para la cultura religiosa. Si entrecruzamos estos dos ejes (secularizada/religiosa, instrumental/humanística) tenemos cuatro celdas: secularizada - instrumental, secularizada – humanística, religiosa – instrumental, religiosa – humanística.
Ejemplos históricos de las culturas de trabajo pueden ser alojadas en estas celdas.
1. En la casilla secularizada – instrumental podemos colocar aquellas culturas que ven el trabajo como un hecho puramente material, a saber un intercambio “biológico” con la naturaleza,
tanto respecto a la sociedad en su conjunto como al trabajador individual (como en gran parte
de los pensamientos positivista y Marxista);5
2. en la casilla religioso – instrumental podemos colocar aquellas culturas del trabajo que lo
consideran como un deber religioso pero no la expresión de un proceso de humanización (ver
la ética protestante de acuerdo con la interpretación Weberiana);
3. en la casilla secularizada – humanística podemos colocar aquellas culturas que ven en el trabajo valores esenciales y positivos para la humanidad, sin ninguna referencia a la transcendencia (aquí muchas interpretaciones del pensamiento liberal y socialista del siglo diecinueve
y ciertas versiones marxistas, incluso aquellas que combinan marxismo con corrientes humanísticas, tales como los católicos – marxistas);
En esta casilla, hay que colocar también algunos autores aparentemente lejos, tales como Hannah Arendt y Jurgen Habermas, quienes entienden el trabajo solo como una relación con la naturaleza. Debe señalarse que Habermas (1990) ve un
dualismo entre trabajo (definido como una actividad instrumental, para la producción y el intercambio, lo que caracteriza el
mercado) e interacción (definida como una actividad de dialogo, de una naturaleza expresiva y que caracteriza la política).
Este dualismo es engañoso en aquello que se deriva de una romantización de los conceptos de “acción” (praxis) y de la esfera pública en Aristóteles que Habermas utiliza para oponer entre si la acción estratégica y la acción comunicativa. Lejos
de clarificar la naturaleza del trabajo como una relación social, un enfoque tal introduce el trabajo en la zona de alienación
(de acuerdo con el esquema clásico marxista, compartido también por Méda, 1995).
5
Towards Reducing Unemployment
9
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
4. en la casilla religioso – humanística podemos colocar aquellas culturas que consideran el trabajo como un enlace entre lo humano y lo divino, como lugar y medio de humanización que
no se opone sino más bien conduce – a través del trabajo – a Dios; aquí hay que situar la ética
católica del Vaticano II.
Desde el punto de vista empírico observamos que las culturas 2 y 3 muestran una gran inestabilidad; ellas tienden a polarizarse hacia las culturas 1 y 4. La religioso – instrumental (tal como la ética
protestante descrita por Weber) tiende hacia el tipo secularizado – instrumental o, aunque en menos
medida, hacia el tipo religioso – humanístico. La cultura secularizada – humanística tiende a acentuar
su secularización o, aunque en menos medida, mueve hacia una nueva religiosidad.
Esto indica que la distinción más importante está representada por la cultura 1 (a la que llamo
simplemente secularizada) y la cultura 4 (a la que denomino simplemente humanística). Esta es la distinción que guía la evolución moderna de la cultura del trabajo y nos llega en la distinción entre:
a) una cultura secularizada que entiende el trabajo como una mera actividad instrumental dirigida a derivar de él recursos para una vida adecuada o más adecuada; de acuerdo con este
punto de vista, debe trabajarse a menos que los recursos puedan obtenerse de otra forma (tales como el disfrute de una renta privada o la disponibilidad de beneficios de la sociedad del
bienestar);
b) una cultura humanística que entiende el trabajo en última instancia como una actividad subjetiva, con un significado humano que la persona no puede dejar, no solo por una abstracta
obligación social, sino más bien porque la falta de trabajo reduce, o conduce a la pérdida, de
la propia humanidad. Este tipo de orientación implica una visión de la persona humana como
sujeto capaz de transcendencia.
Mezclas de estas culturas son siempre posibles, pero la distinción es esencial en orden a comprender la fenomenología y las diferentes consecuencias de estas paradigmáticas formas de ver el trabajo que están incorporadas en sistemas empíricos (organizaciones de trabajo) complejos que son enteramente diferentes. Podemos analizar por medio del diagrama (Fig. 1) que interpreta el trabajo como
una relación social con cuatro dimensiones: condiciones materiales (recursos y medios técnicos), fines
prácticos (objetivos situacionales), normas contractuales (reglas jurídicas), y significado de la actividad con referencia a su valor “último”.
G
Fijación de fines (prácticos)
(objetivos de situación)
A
Condiciones materiales del trabajo
(recursos y medios técnicos)
I
Normas contractuales del trabajo
(normas jurídicas)
L
Significado del trabajo
(con referencia a su valor último)
____________________________________________________________________________________
Fig. 1 – Trabajo como relación social (sistema complejo de relaciones entre cuatro dimensiones fundamentales).
Las culturas secularizada y humanística no difieren una de otra tanto porque propongan diferentes condiciones materiales y establezcan diferentes fines. De hecho, ambas se orientan a mejorar tanto
las condiciones materiales como las físicas (ver los estudios ergonómicos y las preocupaciones por un
Towards Reducing Unemployment
10
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
medio de trabajo ambientalmente más sano, etc. ) y los medios técnicos. Los objetivos fijados de las
actividades prácticas (objetivos, planes de trabajo, etc. ) también son compartidos en gran medida
igualmente por las culturas secularizada y humanística.
Lo que claramente distingue la cultura secularizada de la cultura humanística tiene que ver, en
cambio, con:
i)
ii)
iii)
El sujeto del trabajo
Las características de las relaciones del trabajo (en referencia a la concepción de la justicia conmutativa, distributiva y redistributiva y, por ello, con la naturaleza de los contratos, y
El significado del trabajo (en lo que está relacionado al valor último de la persona).
De hecho la concepción secularizada ve el tema del trabajo en el individuo como tal y/o en las
organizaciones colectivas; tiene una concepción utilitaria de la relación de trabajo (y por ello de la justicia y de los contratos), y valora el trabajo en relación con la autorealización del individuo como tal.
La concepción humanista, por otra parte, ve el tema del trabajo en la persona como una relación individual con “otros significantes”; tiene una concepción de la relación de trabajo como un “hecho social
total” (lo que implica una concepción substantiva de la justicia y de los contratos conducentes a completar derechos – obligaciones humanas básicas), y valora el trabajo como un bien común, de hecho un
bien relacional. Por ello mantiene la importancia de los vínculos sociales primarios y secundarios, y de
las formaciones de intermediación social – también del trabajo – porque mantiene que si la persona no
esta integrada socialmente, empezando desde la empresa como organización social, los problemas de
la persona de humanización no están resueltos y entonces el primer fin del trabajo se anula o distorsiona.
2.4. Las diferentes visiones del desempleo pueden ser comprendidas a la luz de este marco. En el
caso de las visiones secularizadas el desempleo es el resultado del juego de la utilidad. En el caso de la
visión humanista es el síntoma de una distorsión moral en la sociedad.
Para utilizar las palabras de A. Margalit (1996), una sociedad es decente si no humilla al hombre
quien – en su trabajo – depende de otro hombre. En una sociedad decente puede haber también explotación del trabajador (limitada a las condiciones materiales, fijación de objetivos y condiciones contractuales). Con el fin de no humillarlo, el trabajador debe ser reconocido en su dignidad como persona.
En mi enfoque relacional, esto requiere al trabajo referirse a la persona humana y de este modo
ser comprendido como un hecho no instrumental sino con un valor último propiamente humano. Una
sociedad es éticamente social no solamente hasta el extremo de que no haya humillación sino cuando,
entre aquellos que dan y reciben trabajo, existe una promoción recíproca. Esto significa que las condiciones contractuales de trabajo y sus compensaciones deben establecerse de forma justa.
En el área de las contradicciones culturales y estructurales propias de la modernidad, el desempleo es tanto una manifestación como una necesidad para superar el conflicto entre las visiones secularizada y humanística del trabajo.
¿Es necesario trabajar?. ¿Solo para procurarse una renta o para la realización individual?. ¿Pero
si la finalidad instrumental del trabajo puede conseguirse de otra forma, por qué es necesario trabajar?.
¿Y si uno puede realizarse de otra forma, por qué es necesario trabajar?. Es en este terreno en el que,
en nuestros días, se ha establecido el debate.
2.5. Merece la pena mencionar el hecho de que estos dilemas han estado presentes en el mundo
cristiano, desde sus comienzos. Para abreviar una larga historia, permítaseme recordar que entre, mediados del siglo diecinueve y mediados del siglo veinte, vemos una amplia brecha. Por una parte, la
Towards Reducing Unemployment
11
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
ética protestante considera el trabajo como una tarea (beruf, profesión) impuesta al hombre como un
siervo de Dios. En la versión Calvinista valora al hombre y al trabajo sobre la base de los resultados,
interpretados como un signo externo de salvación o condenación; considera al desempleo (como la pobreza) como signo de incapacidad personal (culpando a la víctima), y de esta forma dio un fuerte y
concreto impulso a las llamadas actividades seculares.
Por otra parte, la ética católica considera el trabajo como una tarea requerida al hombre como hijo de Dios; aquí la vocación humana abarca la vocación profesional; esta visión evalúa el trabajo por
sus aspectos morales subjetivos (su intencionalidad como distinta de los resultados); proporciona una
valoración ética del trabajo que subordina los criterios del mercado a criterios de no mercado; considera el desempleo (como la pobreza) como un fallo ético de aquellos que tienen la responsabilidad de
crear y/o proporcionar trabajo, y por ello requiere a los sujetos sociales realizar esfuerzos para dar trabajo, aunque no forzado ni improductivo, a aquellos que no lo tienen. Sin embargo, tiene la limitación
de proclamar una noción ahistórica del trabajo y de considerarlo de nuevo – de forma Aristotélica –
como “inferior” a la actividad que es realizada por aquellos que han elegido la vida religiosa.
Desarrollos posteriores, desde 1960 hasta nuestros días, han llevado a algunas diferencias y algunas convergencias. Las diferencias entre las éticas protestantes y católicas se encuentran en el hecho
de que en el mundo protestante la teología y la ética del trabajo se han crecientemente secularizado
(Seligman 1992), en el mundo católico una nueva doctrina social se ha desarrollado que reconoce el
carácter esencial positivo del trabajo hasta el punto de describirlo como una co-creación divina y una
forma específica de santificación. Este camino es distinto por su carisma desde una estricta vocación
religiosa (concebida como una separación del mundo, contemptus mundi), pero ya no es más vista como falta de entrega religiosa ya que el mismo mundo - como actividad secular – es una vocación divina.6
Convergencias se encuentran en la evaluación común del trabajo como un instrumento de progreso y paz social (Obispos Católicos de Estados Unidos 1986; Schasching 1998; Carlotti 1998). Sin
embargo, en estas convergencias no está siempre claro que la división secularización/humanización no
es externa al mundo cristiano en su conjunto sino que se desarrolla en cada una de la Iglesias Cristianas en el extremo que acepten el compromiso entre liberalismo y socialismo (lib/lab) o, por el contrario, tiendan hacia alternativas humanísticas. A nivel práctico de la actividad económica se anota que
las diferentes denominaciones religiosas continúan soportando, en algunos casos, diferentes éticas de
negocios (Kennedy y Lawton 1998).
Quizás nuevas soluciones a las contradicciones dentro de la cultura cristiana comiencen solamente a verse hoy día cuando es necesario rebasar los dilemas que surgen cuando nos confrontamos
con la elección entre la ascesis religiosa tradicional que ve la salvación “fuera del mundo” (práctica
mística propia de la cristiandad monástica), y la ascesis intra mundo que ve la salvación en la transformación del mundo (propia de algunas corrientes secularizadas o utópicas). En contraste con el pasado, en tiempos recientes se ha abierto un nuevo camino: a saber la salvación buscada a través de la
santificación del trabajo como un lugar y ocasión para encontrarse con Dios, pero como hijos y no más
como sirvientes. Este enfoque no coincide con el tipo de cristiano bendición del capitalismo. No puede
limitarse a mostrar la reconciliabilidad entre la ética católica y el espíritu del capitalismo (Novak
1996), sino más bien debe proponer una visión del trabajo que es profundamente diferente de la visión
capitalista. Es cuestión de crear una cultura que esté tanto inspirada religiosamente como tener una visión secular, pero no secularizada, del trabajo.
Esto comenzó a ocurrir desde el Segundo Concilio Vaticano (Gaudium et Spes) y se hizo explícito en la encíclica de Juan
Pablo II Laborem exercens. Entre los precursores de este giro, están los pensamientos de San Josémaria Escrivá (cf. Llanes
1980).
6
Towards Reducing Unemployment
12
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
El idioma inglés no es muy sensible en la distinción entre “secularizado” y “secular” que se ha
desarrollado en el mundo latino. Mientras en el lenguaje anglosajón “secular” es opuesto a religioso (el
profano se asimila al no creyente), en la cultura latina el concepto de “seglar” no se opone a religioso
sino que indica una persona seglar que se santifica el/ella en el mundo a través del trabajo mediante
una teología ascética ultramundana (Del Portillo 1969). Este es un punto enormemente importante
porque indica el principio conductor de una nueva forma de vivir el trabajo que va más allá del dilema
de la modernidad.
3. CAMBIOS ACTUALES EN EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO Y SU IMPACTO EN LA REORGANIZACIÓN DE LA SOCIEDAD.
3.1. La modernidad ha creado el desempleo a través de una cultura específica secularizada–
instrumental del trabajo y una estructura social relacionada. Hay una correspondencia más bien estrecha entre la concepción del trabajo como un servicio por un individuo abstracto (que puede ser comprado o vendido en un mercado formal libre) y concibe al desempleo como una necesidad funcional
inherente en la división del trabajo (estratificación social). Hoy estamos siendo testigos de una crisis de
este orden, a pesar de que esta muy lejos de ser transcendente. Nos maravillamos si, o no, el problema
históricamente generado de esta forma puede ser abordado con los instrumentos culturales y estructurales de la modernidad.
La respuesta puede ser solamente compleja pero, de manera más bien importante, sostengo que
tiende a ser negativa. Estamos en presencia de nuevas interacciones entre los modelos culturales y las
estructuras organizativas, mediatizadas por las interacciones entre los agentes-actores sociales, que están transformando el significado y funciones del trabajo, y con ello el desempleo.7
i)
Los estudios sociales muestran que están en marcha tres procesos principales: el fin de la
división del trabajo Taylor–Fordista , lo inapropiado de las metáforas culturales que sostienen
el trabajo industrial, y la emergencia de una nueva subjetividad del trabajo. Vamos a observarlas en forma sintética.
ii)
El proceso de morfogénesis de la estructura del trabajo en la organización industrial (división social del trabajo, de acuerdo con la terminología marxista) y en sociedad (división del
trabajo, de acuerdo con la terminología de Durkheim) ocurre aproximadamente de esta forma:
(T1) dada una estructura del sistema económico micro (empresa) y macro (sociedad) modelados según la organización Taylorista y Fordista.
(T2) a través de las interacciones estructurales entre modelos y sistemas organizativos,
(T3) hay un pasaje a nuevos modelos de trabajo y esquemas organizativos y, de este modo,
a nuevas profesiones que devienen menos y menos jerárquicas, dependientes, especializadas, y
rígidas, y más y más circulares, autónomas, adaptativas y flexibles.
La división del trabajo que resulta de esto ya no esta más polarizada entre capitalista y proletariado (como en el tiempo de la primera revolución industrial), o estratificado entre trabajadores manuales y de oficina, sino más bien adquiere un carácter reticulado, compuesto por interacciones e interdependencias entre modos de trabajo que son tanto relativamente más autónomos y
El modelo analítico que tengo en mente se refiere al de morfoestático/morfogenético (Archer 1995) y está basado en tres
procesos mayores: i) las modificaciones de las estructuras sociales del trabajo, ii) las modificaciones de las culturas del trabajo, iii) las interacciones entre actores–agentes que conducen las estructuras (social y cultural) a nuevas configuraciones.
Estos cambios se desarrollan en tres, distintas analíticamente y empíricamente, subsecuentes fases de tiempo (T1), (T2) y
(T3). Entre los procesos i), ii), iii) no hay, y no puede haber, relaciones determinantes, pero hay influencias recíprocas.
7
Towards Reducing Unemployment
13
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
ahora más interrelacionados que en el pasado, dentro de una vasta red constituida por comunicaciones y transacciones altamente “descentralizadas”.
iii)
Las modificaciones culturales siguen más bien un proceso morfogenético análogo en el
sentido que:
(T1) comenzando por un sistema cultural general inspirado por la metáfora de la máquina
(Rabinbach 1998),
(T2) a través de interacciones con nuevos modelos culturales que son inspirados por valores, representaciones y no metáforas maquino-similares que usan lenguaje simbólico que es menos instrumental y más expresivo,
(T3) hay un transición a nuevas formas de comprensión tanto del significado del trabajo
(como soporte y solución de necesidades subjetivas) como de las profesiones (más fragmentadas
pero también más autónomas).
La cultura moderna pierde su “centro” y se vuelve altamente “des localizada” (Featherstone
1995) y esto es un reflejo del mundo del trabajo. Si las esferas privadas (tales como los mundos
de la familia y de la vida) son des-institucionalizados y fragmentados , esto tiene enormes repercusiones en las instituciones laborales. El trabajo se hace diferenciado y generalizado: ahora el
término genérico para trabajo incluye tanto el empleo como la ocupación, en el sentido de una actividad profesional (EU Report 1998, p. 45).
iv)
¿Cómo cambian los agentes-actores en estos procesos de morfogénesis cultural y estructural?.
Encuestas sobre la satisfacción personal y el significado subjetivo del trabajo revelan como
los agentes-actores modifican las estructuras y los modelos culturales a través de sus actos libres,
pero condicionados. En general se puede decir que:
(T1) al comienzo, los agentes-actores están insertados en un sistema industrializado que
condiciona fuertemente sus valores, deseos y expectativas en un sentido “mecánico”.
(T2) a través de sus interacciones, los agentes-actores crean nuevas relaciones más competitivas, libres y participativas,
(T3) entonces hay una transición a una situación en la que los agentes-actores son decididamente más exigentes y reorientados que en el orden anterior; el agente-actor está menos obligado que en el pasado, más móvil, más interactivo, más orientado a la calidad de la vida y a la calidad del trabajo, del producto y del consumo.
i)
Transformaciones objetivas y subjetivas del trabajo, a nivel micro (empresa) así como macro (sistema económico), cambian las características cuantitativas y cualitativas
del trabajo (Perret 1995). Orientaciones, actitudes y expectativas son transformadas, en al
menos, tres direcciones fundamentales;
ii)
Las preferencias crecen para el trabajo autónomo y atípico, o, allí donde el trabajo
no cambia, necesita crecer hacia una mayor autonomía, incluso si ello incluye una mayor
interdependencia y a menudo tiene el peligro (u oculta la existencia) de nuevas dependencias;
iii)
iv)
Crece la expectación hacia trabajos más creativos;
Las Preferencias se incrementan hacia una relación más equilibrada entre vida y trabajo en términos de tiempo y negociaciones (con menos asimetría entre ellos) y con pasajes más reversibles y menos traumáticos entre las dos. Trabajo, de ser un servicio espe-
Towards Reducing Unemployment
14
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
cializado funcional solo para la producción, se formula más cercano a un paradigma de
acción intencional subjetiva con una valencia social.
Resumiendo, la morfogénesis del trabajo expresa tendencias que conducen el trabajo en las siguientes direcciones: de asalariado a autónomo; de abstracto a concreto; de rígido a flexible; de instrumental a expresivo; de útil individualmente a útil socialmente; de ser medido en términos de tiempo
cuantitativo a ser evaluado en términos de tiempo cualitativo.
El trabajo no es más valorado por el número de horas que absorbe (como en la era industrial manufacturera de Marx), sino por la calidad humana incorporada (calidad del trabajador y del producto,
incluyendo la perfección técnica) y por ello por el tiempo cualitativo en el sentido de atención, creatividad, desarrollo de habilidades y sensibilidades humanas. El tiempo cuantitativo se ha ciertamente reducido pero debido al proceso de automatización y con el fin de distribuirlo entre más sujetos. Pero el
tiempo cuantitativo se reduce ante todo porque el valor del trabajo depende más y más de la calidad de
vida del sujeto que lo realiza, en relación con las condiciones del proceso de trabajo y el uso del producto final.
En la economía basada en la información y los servicios, esta emergiendo una nueva “subjetividad del trabajo” en el sentido que el trabajo es cada vez menos el dominio de un proletariado ganador
de un jornal, sino una sociedad de productores y consumidores con altas necesidades subjetivas de autorealización e influencia en el proceso económico. El criterio conductor de estos cambios reside en
modelar el trabajo de forma a obtener mejores productos cualitativos, importantes desde muchos puntos de vista, tanto para aquellos que trabajan como para aquellos que usan los productos del trabajo.
Desde muchos puntos de vista, una nueva antropología del trabajo esta haciendo grandes progresos situando en sinergia la dimensión no material (dimensión intelectual) y la práctica (trabajo manual), la dimensión gestora y la ejecutiva, entre las que se establece una interacción circular que era
desconocida en épocas previas. El trabajo puede ser orientado más hacia la completitud de la persona
humana de tal forma que anteriormente no era posible (no era socialmente pensable).
3.2. Los procesos actuales de morfogénesis del trabajo tienen enormes repercusiones en la organización social general y en particular nos traen (Fig. 2):
 La institucionalización de los procesos vitales (profesional y no profesional) que formalmente conformaba la secuencia: formacióntrabajojubilación; se hacen posibles periodos alternativos entre formación, ocupación y tiempo de no trabajo; el fenómeno exalta la diversidad de ocupaciones, hace el proceso más inseguro y más críticos los estadios de transición,
pero constituye un conjunto (pool) de nuevos significados y oportunidades para el trabajo; el
trabajo requiere ahora una mayor capacidad personal, espíritu empresarial y capacidad de
riesgo;
 El final del “estado de bienestar del trabajo”, esto es, el modelo de estado social basado en el
trabajo para dar acceso a las instituciones del bienestar social; es necesario pensar en un desligamiento progresivo entre el trabajo y las garantías relacionadas con los derechos humanos
y sociales (Martini 1999).
 El fin de la visión del trabajador como un individuo de un cuerpo colectivo y la emergencia
de una nueva visión del trabajador como sujeto personal dentro de una formación social reticulada; desde el lenguaje de las necesidades hay un pasaje a los derechos/obligaciones humanas del trabajador.
El triángulo formado entre ocupación, procesos vitales (profesionales y no profesionales) y derechos del bienestar típicos del orden industrial han cambiado radicalmente. En el nuevo orden estos tres
Towards Reducing Unemployment
15
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
polos no pertenecerán más a la primacía funcional del trabajo, sino a los derechos/obligaciones de la
persona humana. La necesidad fundamental deviene la de “personalizar la persona” del trabajador.
Si hay un auténtico significado humano en la creciente necesidad de personalizar el trabajo, este
significado debe ser visto en las nuevas relaciones (input-output y compensaciones) entre estas cuatro
polaridades del trabajo: trabajo, procesos vitales, bienestar, persona humana (Fig. 2). La dimensión
G
Procesos vitales, desde procesos señalados
por rendimientos (en una sociedad moldeada
por la industria) a la gestión de las transiciones
y transacciones entre vida y trabajo
A
Trabajo, desde el trabajo dependiente
(empleo) a la ocupación o
actividad flexible en una red
I
Bienestar, desde la asistencia material
a los derechos-obligaciones del bien estar (a ser
producidos como un bien relacional)
L
Modelo cultural del trabajador,
desde un individuo de un cuerpo colectivo
hasta la persona humana en
una formación social reticulada
____________________________________________________________________________________
Fig. 2 – El viejo y nuevo modelo de relaciones entre trabajo y organización social.
instrumental (A) ya no es el criterio conductor que da significado y normas a las otras relaciones; debe
ponerse el mismo en relación con el modelo cultural del sujeto trabajador (L) que toma el papel conductor en el orden de la sociedad postfordista.
Más generalmente cada término en la discusión asume un carácter relacional. La relación trabajo-bienestar, por ejemplo, cambia por los cambios relacionales entre los otros términos de la discusión
tales como la definición del trabajador y los procesos vitales.
3.3. ¿Cómo está entonces cambiando el significado actual de desempleo y las formas en la que
los sistemas social y cultural intentan maniobrarlo?. El desempleo esta tomando muchas nuevas formas
y significados.8
a) En primer lugar es necesario hacer la distinción entre desempleo como falta de trabajo debida a
condiciones externas involuntarias ( p. ej. siendo despedido), o debida a necesidades subjetivas
del trabajador en una de las transiciones de la vida o transacciones entre trabajo y otras actividades (pero siempre de naturaleza involuntaria). La toma de datos de las estadísticas oficiales
no son todavía adecuadas para comprender estas distinciones. Hay diferentes formas de desempleo que requieren diferentes evaluaciones e intervenciones.
b) Siguiente, es necesario distinguir entre la experiencia subjetiva del desempleo (sintiéndose excluido del trabajo y las consecuencias sociales de ello), y la experiencia colectiva (o representación colectiva) del desempleo: ¿cómo son definidos culturalmente los desempleados? En un
tiempo eran vistos como “perezosos” y “pobres indignos” (esta característica permanece fuerte
en países con una cultura protestante). Hoy día estamos menos inclinados a despreciar a las
La Fig. 2 puede constituir un mapa para investigar estos significados: el desempleo puede ser definido en relación con cada uno de los otros cuatro polos (A, G, I, L), esto es, desempleo respectivamente como una falta de trabajo por razones inherentes al sistema económico, como una falta de trabajo por procesos vitales, como un efecto distorsionante de ciertas medidas de bienestar, o como un problema relacionado con la identidad subjetiva.
8
16
Towards Reducing Unemployment
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
víctimas sino más bien a tener piedad de ellas o elaborar nuevos derechos relativos a las diferentes situaciones típicas de desempleo (cursos para recalificación profesional, servicios de
consejo profesional, asignación de ayudas de renta temporales, etc. ). Con vistas al significado
del trabajo es decisivo si estos derechos se han reconocido como una concesión graciosa del estado social o, siguiendo el principio de subsidiariedad, representan el fruto de una sociedad civil madura que las elabora y gestiona por propia iniciativa. En cualquier caso debemos hacer
una distinción entre el desempleado en sentido estricto (involuntario) y aquellos que no trabajan porque lo rehusan (aquellos que ellos mismos se excluyen del mundo del trabajo tales como vagabundos y voluntariamente sin hogar, etc. ), aquellos que se apartan ellos mismos de los
derechos/obligaciones de la solidaridad social. Nosotros sabemos muy poco de la llamada “cultura del no trabajo”.
c) Desde que en una parte considerable de los países industriales avanzados el desempleo no es
más sinónimo de pobreza, debe hacerse una distinción entre los desempleados pobres y los
desempleados que no son pobres porque la pobreza y el desempleo son el resultado de diferentes condiciones de vida y procesos.
¿En que forma y hasta que punto toman en cuenta estas distinciones los sistemas conducentes a
luchar contra el desempleo (Fig. 3)?. Se puede decir más bien poco, aunque hay investigaciones en
marcha que intentan describir la figura del “(verdadero) desempleado con riesgo”, es decir, con riesgo
de exclusión social9. Estamos interesados, en particular, en comprender el papel de la cultura (significados del trabajo y del desempleo) en las formas de combatir el desempleo.
G
Gobierno político
(políticas públicas)
A
Medios económicos
(instrumentos de mercado)
I
Reglas de asignación
(normas de intercambio social)
L
Modelos culturales del valor
en estilos de vida
(derechos humanos)
____________________________________________________________________________________
Fig. 3 – Sistemas para luchar contra el desempleo: elementos analíticos (y, entre paréntesis, elementos
empíricos.
Estos remedios para el desempleo:
a. puede todo ser interno a cada subsistema (A, G, I, L); por ejemplo todo puede ser responsabilizado a las políticas públicas (G) o al mercado (A), o basarse en las normas de intercambio social (I), o en la aplicación de estilos de vida (L); este camino es menos válido porque se responsabiliza a una sola dimensión;
b. dos o más de estos subsistemas pueden combinarse; de hecho la solución predominante hoy
día prevé regulaciones políticas del mercado en la búsqueda de un equilibrio entre las garantías
Encuestas sociológicas actuales revelan que el desempleo conduce a la exclusión social si los individuos afectados: están
parados mucho tiempo con riesgo continuo de paro, sufren apuros financieros, no son capaces de estructurar su tiempo en
una forma significativa, muestran pérdida de autoestima debido a la alta orientación hacia el empleo y la irrelevancia de
otras áreas de la vida de las que derivar autoestima, muestra sentimientos de culpa como resultado de la estigmatización
experimentada y la atribuciones internas de culpa, falta de soporte social (individual, grupo, familiar y niveles institucionales).
9
Towards Reducing Unemployment
17
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
sociales y la libertad de iniciativa; estas soluciones tienen una valides limitada porque no cambian las asunciones normativas y culturales, en el corazón del desempleo;
c. todas estas dimensiones y sus relaciones pueden ser tomadas en consideración; en el caso más
completo la regulación política del mercado se refiere a normas de intercambio entre los sujetos
del trabajo y los modelos culturales y estilos de vida; estas son las soluciones más válidas.
En principio, ver el desempleo como un hecho cultural derivado de la adopción de ciertos estilos
de vida y evaluado como el producto de unas reglas particulares de asignación en los intercambios sociales puede ser tanto, sino más instructivo, que considerarlo simplemente como una necesidad funcional del mercado o un fallo del sistema de la política del gobierno.
3.4. Hay mucha discusión acerca de si existe un “derecho al trabajo”, universal o no (Archer y
Malinvaud eds. 1998). Esto está mencionado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
proclamada por las naciones Unidas en 1948 (“Todo el mundo tiene el derecho al trabajo, a elegir libremente su profesión, a condiciones de trabajo justas y ventajosas y a la protección del desempleo), y
de forma similar en muchas constituciones nacionales y tratados internacionales. Pero la cuestión,
¿Hay un derecho al trabajo?, sigue suscitando más dudas y perplejidades.
John Elster (1988) proclamó la tesis por la que no hay y no puede haber un “derecho al trabajo”
como un derecho positivo. Su argumento es que en orden a mostrar que un valor debería ser dado como un derecho, sería necesario demostrar que es individualmente posible hacerlo así y que este valor
es tan importante como para tener prioridad sobre otros derechos que se le oponen. El razonamiento
que él utiliza con el fin de verificar esta tesis se basa en algunas premisas restrictivas. En primer lugar,
derechos reales son solamente aquellos producidos legalmente pro procesos democráticos de toma de
decisiones (Elster excluye los derechos humanos naturales) y concretamente el derecho al trabajo es un
problema de intersección entre la teoría democrática y la teoría del estado del bienestar. Segundo, el
derecho al trabajo puede solamente ser justificado basándose en la demostración de que tiene un valor
prioritario diferente del derecho de tener un ingreso por el hecho que ello provee ventajas y responde a
necesidades que son previas al simple ingreso, tales como la estima para uno mismo y otros, contactos
sociales necesarios para la integración social, una estructura no alienante de la vida diaria, y al auto
realización requerida por la naturaleza humana.
Basándose en estas asunciones, Elster argumenta que: primero, el derecho al trabajo no puede ser
un derecho legal (impuesto por ley) porque no es compatible con el mercado basado en contratos entre
individuos; en resumen, el argumento es que la democracia no puede ser reducida al estado del bienestar; segundo, en su opinión encuestas empíricas indican que la naturaleza humana se adapta tanto al
trabajo como al no trabajo y por ello la ventaja primaria invocada para justificar el derecho (autoestima, integración social, etc. ) no son necesariamente aseguradas por el trabajo.
Su conclusión es la de que “el derecho al trabajo que podría ser creado no es un derecho que merezca la pena tener”. Personalmente pienso que esta postura es muy discutible. Uno puede estar de
acuerdo con Elster acerca del hecho, conceptualmente y prácticamente, que el derecho al trabajo no es
de la misma clase que la de los derechos al bienestar.10 Ciertamente tiene que ver primero y previamente con un derecho moral. Sin embargo, el hecho de que sea primariamente un derecho moral no
significa que sea abstracto ni que no pueda ser expresado en términos económicos y políticos y por
La justificación que yo mantengo de tal diferencia es sin embargo diferente de una adelantada por Elster. Elster mantiene
que la diferencia fundamental entre los derechos al bienestar y el derecho al trabajo residen en el hecho que mientras los
valores del bienestar (salud, seguridad, servicios personales, educación, alojamiento, etc. ) pueden proporcionarse indiferentemente en dinero o en especie (ya que, en cualquier caso, el dinero los puede comprar), lo opuesto ocurre para el trabajo que no puede ser comprado. En mi opinión la diferencia reside más bien en el hecho de que el derecho al trabajo tiene
que ver con los derechos humanos y no con los derechos sociales al bienestar (para ver la distinción, ver Donati 1993, conclusiones).
10
Towards Reducing Unemployment
18
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
ello también en normas jurídicas. El hecho de que sea primariamente un derecho moral no significa
que no existan sujetos concretos que deban observarlo y asegurar su observancia. Significa a su vez, y
propiamente hablando, que tiene que ver con un derecho humano en su significado sociológico del
término.
A la luz de mi esbozo (Fig. 3)el límite de la argumentación de Elster reside en el hecho que él ve
el remedio al desempleo solo a través de instrumentos económicos (A) y político-jurídicos (G), aparte
completamente del problema social de justicia (I) y de los modelos culturales, los estilos de vida y, en
el análisis final, los derechos humanos (L), que se hacen residuales y puramente derivados de las necesidades económicas y juridico-políticas.
Es obvio, sin embargo, que los derechos humanos no actúan solos. Son puntos de referencia para
otros componentes del sistema para luchar contra el desempleo y así constituye solo un elemento que
debe ser combinado con las soluciones avanzadas en otros subsistemas. A la luz de esto, está claro que
sería mejor hablar acerca de “un deber de todos los sujetos sociales” (empresas, estado, etc. ) para asegurar las condiciones que valoren el trabajo en lugar de hablar acerca de un “(subjetivo) derecho al
trabajo” como un derecho abstracto que no tiene un referente empírico concreto responsable de garantizarlo. En la misma forma no puede hablarse acerca de un “derecho subjetivo a la salud”, sino más
bien de un deber por parte de la sociedad para asegurar la existencia de condiciones ambientales y servicios de salud necesarios para combatir la enfermedad. Hablar de un derecho al trabajo implica reconocer un derecho de los sujetos sociales para dar valor a todas las relaciones que crean trabajo y no solamente para regular sus efectos (ahora comprendemos como puede ser acometida una regulación
promocional de todas las formas de trabajo).
Es aquí donde la separación entre las concepciones de trabajo secularizada y humanística entran
en juego. Debemos preguntarnos si el sistema de mercado del trabajo puede ser “fin orientado” de los
valores y derechos humanos o si debería ser dejado a la lógica evolucionaria inherente al sistema económico. Las respuestas que los estudiosos y gobiernos dan a esta pregunta sigue siendo muy ambiguas.
En gran parte mezclan una visión puramente adaptativa (funcional) y una visión finalista (humanística)
que no pueden ser realmente reconciliadas. A menudo tiene que ver con una retórica que, detrás de un
velo de apariencia humanista, esconde un funcionalismo sustantivo.
a) La visión adaptativa (secularizada) contempla el trabajo como un instrumento para objetivos
que, aunque incluyan fines meta económicos (tal como cohesión social), son sin embargo
evaluados en forma económica. Incluso cuando están hablando acerca de modelos culturales
referentes a la persona y a los derechos humanos, son interpretados económicamente. En esas
líneas, el trabajo es solo una expresión de la energía humana que puede y debe ser hecha más
eficiente a través de instrumentos más convenientes, lo que puede ser evitado si un individuo
posee un patrimonio o beneficios suficientes para vivir sin trabajar.
Una gran parte de la lógica que regula el trabajo y lucha contra el desempleo sigue el modelo
lib/lab (Donati 1998) de compromiso entre libertad y justicia social (o seguridad) que tiene como
objetivo una mayor modernización del trabajo (incluyendo las formas del llamado trabajo negro,
sumergido, gris, informal y, a menudo, ilegal). Esto es la apoteosis del neofuncionalismo: “A
l’avenir une capacité d’adaptation accrue sera la clé du succès” (en el futuro una habilidad creciente de adaptación será la llave del éxito) (Comisión Europea 1998, p.7). ¿Pero que significa
“habilidad creciente para adaptarse”?.
Cuando el modelo lib/lab intenta tomar en consideración el significado del trabajo, lo que se
considera siempre sigue siendo como siempre la economía (reglas del mercado) y los mecanismos políticos (intervenciones por el estado del bienestar); por ello desaparece el significado del
trabajo en las soluciones propuestas como remedios para el desempleo. Se acuñan nuevos eslóganes que tienen el carácter de contradictorios, tales como “flexible rigidez” (acuñado por Ro-
Towards Reducing Unemployment
19
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
nald Dore refiriéndose al Japón), o contrapuntos al derecho al trabajo como el “derecho al ocio”
(Lafargue y Russel), o el “derecho al ocio activo” (Domenico De Masi).
El hecho es que el enfoque secularizado no sabe que significado humano darle al trabajo. Esta
visión acaba dando al trabajo el carácter de una mera obligación social (el caso inglés y el modelo holandés son dos ejemplos actuales), o virtualiza el trabajo en aquello que se refiere al trabajador como un sujeto impersonal que debe estar disponible y adaptable en todos los casos.
b) La visión finalista (humanística) ve el trabajo como una actividad social entre sujetos que están en relaciones de intercambio. El trabajo se considera como un medio pero con calidades
particulares y una dignidad por si mismo dentro de un más complejo sistema relacional de
acción. El trabajo es ante todo un derecho/obligación moral de la persona, y la sociedad debe
valorarlo como tal, y no sujetarlo a procesos adaptativos que le son extraños. El significado
del trabajo no es para representar el fin del hombre, por el contrario, para manifestar su ser
(el trabajo es la expansión de la persona humana y no viceversa). Las relaciones con los procesos vitales y con las medidas del bienestar no deben introducir nuevas formas de alienación
sino, más bien tender hacia la liberación del trabajo promocionando la subjetividad auto teleológica de la persona humana (Wojtyla 1995). El trabajo es así configurado como un “sistema de significado” y como relación crucial para la estructura de la comunidad (Zampetti
1997). Al final, esta perspectiva insiste que es urgente la tarea de analizar y comprender la interdependencia y la interacción entre mercado y sociedad para regular los mercados de forma
que hagan lo que se espera de ellos y pueda prevenirse la generación de tragedias no intencionadas e innecesarias.
Hoy la discusión acerca del trabajo y el desempleo esta volviéndose más y más una cuestión de
confrontación entre la interpretación secularizada (el orden lib/lab basado en garantías sociales para
una libertad vista como “libertad de”), y la interpretación humanística (que reivindica un orden de justicia substancial en la que la libertad sea configurada en sentido positivo, como “libertad para”, de
acuerdo con la bien conocida distinción hecha por Amartya Sen). La “tercera vía (third way)”, teorizada por Anthony Giddens y Tony Blair, es un ejemplo de una concepción lib/lab, en la que la doctrina
social de la Iglesia representa parte de la alternativa humanística. La diferencia reside en el hecho de
que mientras la “tercera vía” es una mezcla de capitalismo (lib) y de socialismo (lab), la doctrina social
católica propone un orden que transciende tanto el liberalismo como el socialismo.
4. –TRABAJO COMO UNA RELACION SOCIAL: NUEVOS HORIZONTES PARA EL SIGLO VEINTIUNO.
4.1. Desde una amplia perspectiva sociológica, el trabajo (como una ocupación) puede ser definido como: (i) una actividad personal orientada a un fin social útil, (ii) del que se obtienen recursos
para vivir para aquellos que lo realizan y/o para aquellos a quienes este sujeto puede desear distribuirlo. La definición parece obvia pero no lo es en ningún caso. Sitúa el énfasis en dos características,
una general y una específica, que son materias de discusión.
i)
Hay algunos que niegan, en teoría o en la práctica, el carácter fin-orientado del trabajo
diciendo que solamente es un servicio funcional (rendimiento), un tipo de expresión extrínseca vital (este es el núcleo del enfoque secularizado). Hay aquellos que reconocen su carácter
finalista pero ven su propósito solo en términos de compensaciones instrumentales (dinero,
prestigio, etc. ), esto es, adoptan una ética utilitaria. Por otra parte están aquellos que reconocen que el trabajo es una acción humana y, por ello, recurren a una ética no utilitaria (este es
el núcleo de la aproximación humanística). Los últimos mantienen que, propiamente hablando, la ética comienza donde y en el momento en el que el ser humano concibe su vida – y así
su trabajo – como una tarea (Utz 1998).
Towards Reducing Unemployment
20
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
Las observaciones puramente empíricas de que muchas personas – la mayoría según las encuestas de opinión (ver el informe de la “International Social Survey Programme: ISSP 1997”) – no son
conscientes del carácter ético del trabajo sino solo lo consideran por su utilidad, no desmiente la definición sociológica que he dado. Para ello sería suficiente analizar las vidas de la gente más profundamente desde un punto de vista sociológico. Esto puede ser visto, por ejemplo, en la investigación de
los efectos del desempleo que arroja luz en el drama de las personas desempleadas precisamente como
una extinción de su vida moral (ver las investigaciones de Kelvin y Jarrett 1985, Kieselbach 1997). En
una sociedad compleja es la falta de trabajo la que muestra, a posteriori, los contenidos éticos del trabajo.
ii)
La característica que distingue el trabajo de todas las otras relaciones fin-orientadas, o la
característica específica que sustenta su significado (distinción orientadora) es el hecho de
que obtener los recursos necesarios para vivir depende de esta actividad. Si este no fuera el
caso, la actividad no sería trabajo sino otro tipo de relación.
Hasta ahora ha habido una relación directa entre trabajo y recursos obtenidos directamente en la
relaciones de mercado, aunque son reguladas por el sistema político y encauzadas por organizaciones
colectivas, tales como los sindicatos. El hecho nuevo es que la conexión es cada vez menos y menos
directa (en el mercado) y cada vez más indirecta, esto es, mediatizada por tercera parte. Una tercera
parte asegura obtener recursos para vivir. En las pasadas décadas, el papel de esta tercera parte ha sido
tomado por el estado del bienestar pero ha absorbido demasiadas funciones mediadoras de salvaguarda
de los trabajadores, generando efectos perversos, y hoy tiene problemas de gestión. ¿Habría otras
agencias, mecanismos o relaciones que hiciesen este papel?. Pienso que precisamente en este punto
somos testigos del nacimiento de una nueva configuración social. El trabajo no puede ser desligado de
su carácter fin-orientado con el fin de conseguir lo necesario para vivir, pero la conexión puede ser
mediatizada por nuevos sistemas de relaciones sociales que reconfigurarán la libertad del trabajo, por
una parte, y la seguridad de vida, por otra, a través de nuevas instituciones asociativas diferentes del
estado.
Mi tesis es la de que la era postmoderna tenderá a poner más énfasis en los aspectos relacionales
del trabajo tanto – por así decir – los aspectos “externos” (visibles en las relaciones de intercambio), y
– por así decir – los aspectos “internos” que tienen que ver con el hecho de que el objetivo de la actividad y la forma de realizarla están socialmente mediatizadas a través del subjetivismo de personas individuales.
Con el fin de presentar esta visión voy a presentar dos argumentos. El primero concierne las
transformaciones empíricas del trabajo como relación social; el segundo tiene que ver con la actual
morfogénesis de las profesiones.
4.2. En una forma general, el trabajo ha sido transformado porque sus limites están cambiando y
entrelazándose con actividades que no caen dentro de la definición moderna de trabajo. Estamos moviéndonos hacia un tipo de sociedad en la que la pluralidad de concepciones teóricas y culturas prácticas del trabajo coexistirán en competencia entre sí. Pueden distinguirse y clasificarse sobre la base de
los significados que resaltan: trabajo como valor de intercambio (cosa, producto), como una actividad
que es legitimizada por propósitos políticos de descosificación (fines no condicionados por el mercado), como una relación de comunicación o de servicio recíproco, como acción virtuosa que responde a
necesidades humanas primarias (Fig. 4). En este último significado se revela un cierto proceso de redescubrimiento cultural y, quizás también, religioso.
Interpretados en un sentido analítico estos significados corresponden a cuatro dimensiones fundamentales del trabajo como relación social. En todas partes y en cada caso el trabajo implica – aunque
quizás solo en una forma latente – un valor de intercambio (A), un fin situacional de tipo extra econó-
Towards Reducing Unemployment
21
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
mico (G), una forma de comunicación para la integración social recíproca (I), una respuesta a necesidades humanas primarias conforme con los valores de uso (L).
Interpretados en un sentido empírico estos significados pueden guiarnos a identificar áreas materiales en la que prevalecen cada uno de los cuatro códigos simbólicos. Por ejemplo, una posible translación de la Fig. 4 en términos empíricos es la siguiente: A corresponde con el mercado del trabajo, G
con el trabajo cívico (obligaciones cívicas), I con el trabajo en redes de tipo asociativo (sector terciario,
servicio voluntario, solidaridad económica, etc. ), L con el trabajo de tipo doméstico y en redes informales.
G
Trabajo como una actividad que produce valor
desde fines extra económicos
(política de decosificación (decommodification))
A
Trabajo como un valor
de intercambio (cosa, producto)
(cosificación (commodification))
I
Trabajo como una relación
de servicio recíproco
(comunicación en solidaridad)
L
Trabajo como producción
de valor útil
que responde
a necesidades humanas primarias
____________________________________________________________________________________
Fig. 4 – Diferenciación en la significación del trabajo.
¿Cómo están diferenciados e integrados estos diferentes significados del trabajo?. Para responder
a esta pregunta es necesario tener una teoría generalizada del trabajo como una relación social. Desde
este ventajoso punto (como una relación) el trabajo puede ser interpretado a través de tres códigos semánticos principales: esto es, una referencia simbólica, un vínculo estructural, y un fenómeno emergente.
a) Como una referencia simbólica (refero), el trabajo es una búsqueda de significado. Esto
puede ser visto muy claramente en gente joven para quienes el trabajo tiene el principal valor
para involucrarse en la búsqueda de significados existenciales: la búsqueda del primer trabajo
de uno significa realizar la elección de un compromiso simbólico que puede - sobre todo –
ofrecer un significado humano. Por ejemplo, investigaciones empíricas revelan como las jóvenes generaciones en Europa enfatizan la separación del valor instrumental del mero provecho y a su vez resaltan los valores de relaciones humanas intensas con los compañeros de trabajo y/o con los clientes.
b) Como un vínculo social (religo), el trabajo es el recurso estructural que construye el tejido
conectando los agentes con un sistema de expectativas, reglas y modelos de interacción común. Es por tanto una base esencial de cohesión social.
c) Como un efecto de intercambio (wechselwirkung), el trabajo es lo que emerge de las interacciones recíprocas entre los trabajadores y entre aquellos que trabajan y aquellos que utilizan
los productos. Como un efecto emergente de este sistema de intercambio, el trabajo muestra
su carácter funcional (y no meramente el servicio funcional) en que regenera los vínculos sociales entre los miembros de la red producción - consumo.
Considerar el carácter de género del trabajo es también una parte de esta teoría. De hecho, todo
lo que hemos dicho acerca de las nuevas culturas del trabajo y, en particular, acerca de la importancia
de no utilizar estrictamente criterios económicos y políticos para valorar el trabajo, puede ser visto
Towards Reducing Unemployment
22
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
como una manifestación y efecto de la crisis en el trabajo masculino (o, de los modelos masculinos del
trabajo industrial) con respecto a la emergencia del trabajo de la mujer. La ética masculina enfatiza la
capacidad del rendimiento individual, el valor instrumental de la tarea, la estructura jerárquica de mando, el poder, el valor del servicio, en resumen, logros instrumentales. La ética femenina acentúa el valor expresivo de la tarea, el proceso, la relacionabilidad, el cuidado, la calidad del producto y del servicio, en resumen, el trabajo como una realización coordinada, menos segmentada que esta atenta al hecho que la autonomía se expresa en responsabilidad. En forma mejor que el hombre, la mujer conecta
la calidad del trabajo con sus resultados y comprende la utilidad social del trabajo.
No es el tema afirmar la supremacía de un modo cultural del trabajo sobre otro, o de bloquear los
tipos sexuales de trabajo o invertirlos. Es más bien una observación de que la entrada masiva de mujeres en el mercado del trabajo, que ha tenido lugar en las décadas pasadas, ha contribuido a aumentar
los cambios en el significado del trabajo y también en el fin del “destino por género” asignando un tipo
de trabajo a un género o a otro. Los intentos de institucionalizar esta nueva situación a través de “cuotas” de trabajo reservadas para uno de los dos géneros, o la adopción de un “modelo no afectivo” (neutralidad afectiva) del trabajo han probado ser una desilusión y un fallo.
Los modelos de valor y simbólicos del trabajo desarrollados de acuerdo con el género permiten
esperar desarrollos interesantes en la emergencia de nuevas culturas del trabajo.
Mantener que las transformaciones del trabajo lo están conformando más y más como una relación social significa afirmar que:
a) El trabajo está cada vez más mediatizado socialmente, incluso en relación con la naturaleza y
con las cosas materiales producidas: asume relaciones; tiene su puesto dentro de las relaciones sociales; guía las relaciones sociales. Por ello la sociedad está interviniendo más y más en
la actividad del trabajo y dándole valor (compensaciones y sanciones) de acuerdo con nuevas
normas.
b) Actualmente la sociedad enfatiza la importancia que el trabajo tiene en las relaciones entre el
sujeto que actúa y aquel a quien él/ella se dirige (empleador, cliente o usuario en general) y el
tipo de vínculo que existe entre aquellos que crean los bienes y aquellos que los utilizan. Una
nueva economía civil esta naciendo; las culturas del juego limpio se están afianzando.
Estas nuevas mediaciones y los cambios relativos en los procesos de devaluar ciertas formas de
trabajo y de valorar otras formas de cultura deben ser tomadas seriamente.
4.3. El segundo argumento considera estas transformaciones como una morfogénesis de ocupaciones y profesiones. Una mirada sintética sobre los cambios en ocupaciones, trabajos y profesiones
muestran que hoy: (A) en el mercado, (G) en las ocupaciones cívicas, (I) en el sector terciario (economía de relaciones), (L) en las redes informales, hay una explosión de nuevos perfiles y estilos de trabajo a las que las regulaciones jurídicas existentes no pueden controlar y que los sindicatos y las estructuras del neocorporativismo no pueden gestionar (Donati ed. 1993; Chiesi 1997).
Pocos ven en este proceso la emergencia de nueva relacionabilidad social. Las culturas del trabajo están todavía condicionadas en gran medida por un viejo enfoque que tiende a definir el trabajo sobre la base de los diferentes contenidos materiales y formales de rendimientos funcionales, donde hay
una falta significativa de la visión relacional del trabajo. La relacionabilidad es vista, como mucho, en
aquella parte de la así llamada economía social que produce servicios de asistencia.
Estos procesos han suscitado teorías acerca del fin del trabajo (como empleo) y se ha señalado
una transición desde el estatus de “empleo” al estatus de estar “activo” (Boissonat Report 1995; Prietsly 1995; Gaudu 1995). Un cambio de este tipo parece impracticable para mucha gente. Lo que parece
a muchos correcto y posible es generalizar el concepto de trabajo desde el de empleo al de “actividad
Towards Reducing Unemployment
23
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
de trabajo” en el sentido de que hace referencia a una acción que está vinculada por contrato, tanto si
este contrato se ha tomado voluntariamente o resulta de un papel social vinculante para la persona, distinguiendo de este modo el concepto de trabajo del de simple actividad que no implica obligaciones jurídicas relativas a un contrato (EU Report 1998, párrafos 205 – 209).
El enfoque relacional esta en acuerdo con este punto de vista con una salvedad: el contrato de
trabajo debe ser la expresión regulativa de una relación que no es meramente instrumental sino también comunidad–orientada. El trabajo se refiere más y más a circuitos de intercambio que implican el
bien común (como un bien relacional)11 de una red de productores y consumidores que ocupan papeles
cada vez más interactivos e incluso reversibles.
4.4. El límite insuperable de las éticas modernas (burguesa y marxista, liberal y socialista) y por
ello el límite estructural de las soluciones lib/lab que están, hoy día, tan de moda, reside en el hecho de
que ven el significado del trabajo fuera de su contenido relacional, o al menos no ven la riqueza humana del trabajo como relación social. No ven como la categoría del trabajo es central cuando ya no es
definido más como una relación de explotación con la naturaleza, o en términos de relación entre servidor y propietario, trabajador y capitalista, o trabajador y empleador, sino como una compleja relación de intercambio entre las personas humanas y entre sus comunidades.
Desde ya los tiempos de Aristóteles, occidente ha hecho una distinción fatídica con perversas
consecuencias: a saber, la distinción entre la actividad del hombre como una bios practicos y la actividad humana como una bios teoreticos, el primer significado del trabajo (pesado y necesario) y el último una actividad libre y no condicionada (“action”, como la llama Hannah Arendt). Marx sacó todas
las consecuencias de esta separación que se desarrolló a lo largo de la historia, y delineó sus antítesis
entre trabajo alienado y actividad vital del hombre (menschliche Lebenstatigkeit), consciente (bewuste
Tatigkeit) o actividad libre (freie Tatigkeit). Sobre estas bases, a través de meras antítesis dialécticas
desarrolla su teoría acerca del fin del trabajo y de la sociedad del trabajo.
Hannah Arendt (1964) deriva sus ideas de pensar que nosotros vivimos en una sociedad del trabajo en la que el trabajo podría estar ausente. Sin embargo, al pensar de esta forma, Arendt también
permanece prisionero de las categorías griegas del trabajo y da rienda suelta a la idea que es posible
vivir en una sociedad sin trabajo. Do forma solidaria, Dominique Méda (1965) mantiene que es necesario “desencantar” el trabajo, en el sentido de alejar el peso simbólico que la modernidad le ha asignado (como instrumento de progreso y como sinónimo con la esencia humana), y reducirlo a uno de
los muchos componentes de la vida del individuo y de su cuerpo colectivo.
En realidad, las distinciones aristotélicas y las antítesis marxistas, con referencia a las cuales se
ha definido una gran parte del pensamiento liberal, han quedado atrás. Estas categorías de pensamiento
pierden significado cuando pensamos en el trabajo como una relación social que implica simultánea e
interactivamente una vida activa y una vida contemplativa (bios practicos y bios teoreticos), porque
involucra más y más a la entera persona humana. Incluso la antítesis de Kant entre acción autónoma y
actuación heterónoma desaparece porque en la relación de trabajo (nosotros deberíamos decir : en el
trabajo como una relación social) ambas están presentes y no pueden separase ni teórica ni prácticamente.
Para libertar el trabajo, en esta forma, significa verlo como una “acción entre” sujetos, que es calificado intersubjetivamente. El momento crucial reside en el hecho que el trabajo ya no es realizado
más tiempo para obtener un salario para sobrevivir o para la producción de un bien a ser dado en intercambio de producto; es más para producir un bien del que productores y consumidores dependen para
sus vidas. Esto no sucede en cualquier sitio sino allí donde es posible el trabajo “fin orientado”.
Sobre la teoría del “bien relacional” como una forma específica para comprender el bien común ver Donati 1993, capítulo 2.
11
Towards Reducing Unemployment
24
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
Cuando se concibe y se toma de esta forma, el trabajo se convierte no solo en “mérito deseado”
sino también y ante todo en una “relación deseada” (Donati 1993, capítulo 2). Y esto es así no solo
porque el sistema de relaciones para la actividad, que se ha definido como trabajo, condiciona su significado, sino porque el trabajo llega a consistir de (“y esta hecho por”) relaciones sociales de las que
dependen todos aquellos que están involucrados.
4.5. Si nosotros comenzamos desde la idea de que el trabajo es una relación social, podemos salir
del marco conceptual que ha aprisionado la cultura occidental en la que el trabajo había sido definido
como un instrumento de servicio que es el objeto de apropiación y/o contrato en la dialéctica entre sirviente/propietario, proletario/burgués, trabajador/empleador.
Entonces podemos ver el trabajo como una actividad en un sistema de intercambio que se ha diferenciado de otros, que tiene (o podría tener) diferentes formas de moneda, con diferentes reglas de
equivalencia, intercambio y redistribución. Lo que nosotros llamamos “moneda” es solo una de las
formas posibles de instrumentos de crédito para adquirir bienes y servicios. La diferenciación de la sociedad trae consigo el aumento de esferas diferenciadas con sus códigos simbólicos de transacción, y
con sus propias “monedas” y reglas de intercambio. Estas esferas no están necesariamente separadas
sino que pueden (o podrían) estar asociadas o alcanzar un acuerdo unas con otras a través de más formas de intercambio que harían los bienes y servicios accesibles a todos los miembros a través de formas de conversión de las monedas individuales en vigor en cada esfera relacional en la que el trabajo
adquiere su propio significado de ser realizado, organizado y evaluado.
La idea de Salario Mínimo Ciudadano es no solo compatible con esta visión de las cosas sino
que la favorece. De hecho, suponiendo que los individuos pueden disfrutar de una renta mínima en
efectivo, ellos podrían añadir a su renta unas series completas de “instrumentos de crédito” (otras formas de moneda) que cada persona obtendría a través de su actividad en varias esferas de la vida y trabajo, en forma de acceso a beneficios, bienes y servicios que no tienen y a los que no puede darse valor
monetario (en términos de moneda).
El proceso de transición a esta nueva economía de trabajo está favorecida por el hecho que en las
esferas de intercambio reguladas sobre las bases de aquellas actividades que son diferentes del trabajo
en un sentido tradicional (ocupación es la principal fuente de renta), la relación social que el trabajo
expresa en un sentido amplio (y que lo contiene) es revaluado y enormemente fortalecido. Aquí las relaciones trabajo se convierten en un bien en si mismo y de dimensión comparable a otras dimensiones
en términos de utilidad y del “dinero” (instrumentos de crédito) que él provee.
Esta perspectiva puede ser criticada y opuesta por una objeción fundamental que todavía expresa
todo el peso, abstracto y mecánico, de la modernidad. La objeción se basa en que el dinero monetario
(el instrumento de crédito expresado en moneda) es mucho más ventajoso que todas las otras formas
de “dinero” porque tiene la calidad de la abstracción, esto es, puede ser intercambiado con cualquier
otro bien sin estar subordinado a condiciones relacionales; de hecho, funciona precisamente con la
condición que puede ser transferido solo si mantiene o incrementa las posibilidades de ser utilizado sin
ninguna limitación extra económica, esto es, si incrementa las condiciones de contingencia comunicativa (como lo expresó Niklas Luhmann 1984).
Sin embargo, en mi opinión, la objeción no es seriamente detrimentativa. Nosotros podemos
conservar las ventajas del “dinero” como un medio de intercambio generalizado, simbólico, producido
como una “evolución universal” por la modernidad, mientras damos vida a nuevos sistemas de intercambio diferentes del mercado típicamente capitalista. Esto puede hacerse por alguna buenas razones:
i)
Primero, porque el proceso de financiación ilimitada de la economía a través de moneda
produce efectos perversos (por ejemplo, los fenómenos de inestabilidad de los mercados financieros mundiales son bien conocidos y el arruinamiento de áreas enteras del globo a tra-
Towards Reducing Unemployment
25
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
vés de simples decisiones monetarias tomadas en lugares que no tienen ninguna relación con
las áreas involucradas en los movimientos financieros); estos efectos perversos indican que
hay umbrales más allá de los cuales la extensión de solo una moneda a escala mundial no debería ir (límites de utilización de la moneda como moneda virtual y cibermoneda);
ii)
Segundo, porque formas de uso generalizado de instrumentos de crédito no monetario
pueden encontrarse (por ejemplo, el tiempo usado en el “bancos de tiempo” podría ser transferido de un banco a otro);
iii)
Porque el equilibrio entre la abstracción y la concreción de los instrumentos de crédito
puede ser más apropiado en áreas de intercambio precisamente donde deseamos limitar la cosificación de los que se intercambia, y en general de bienes humanos no negociables (no comercializables).
En resumen, pensar que sistemas de intercambio pueden ser creados con diferentes formas de dinero no significa mantener que el trabajo pueda ser reconocido solo si pertenece a un grupo social específico o particular, círculos sociales exclusivos y limitados. Por supuesto abrir la “economía” a la relación dimensional no implica volver atrás a una economía de trueque o una de tipo premoderno. Por
el contrario significa inventar formas postmodernas de intercambios complejos en las que el trabajo
mismo es visto como una actividad compleja (gestión del propio tiempo en esferas diferentes). Ello
significa mantener que el trabajo puede ser valorado hasta el máximo grado como una relación de significado sui generis en cada uno de los diferentes círculos sociales.
Towards Reducing Unemployment
26
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
BIBLIOGRAFÍA
A. Accornero, Il lavoro come Ideologia (Bologna, il Mulino, 1980).
A. Accornero y F. Carmignani, I Paradossi della Disocupazione (Bologna, il Mulino, 1986).
M. Archer, Realist Social Theory. The Morfogenetic Approach (Cambridge, Cambridge University Press,
1995).
M. Archer y E. Malinvaud, The Right to Work: Towards Full Employment, Vatican City, Porceedings of
the Third Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (1998).
H. Arendt, Vita Attiva, la Condiziones Humana (1958), (Milano, Bompiani, 1964).
W.H. Beveridge, Unemployment. A problem of Industry (London, Longmans, 1909).
R. Boisonat, Le Travail dans Vingt Ans, Commisariat général du plan, Paris, O. Jacob (1995).
P. Carlotti, ‘L’Etica Sociale nel Pensiero Protestante. Un Confronto con la DSC (doctrina sociale
cattolica)’, La Società, a. VIII, n. 2, (1998), pp. 335-352.
C. Casey, Work, Self, ans Society, After Industrialism, (London, Longmans, 1909).
J.J. Castillo, ‘Looking for the Meaning of Work’, Work and Occcupations, vol. 24, n. 4, (1997), pp. 413425
A. Chiesi, Lavori e Professioni (Roma, Nis, 1997)
Commission Européenne, ‘Une Monde du Travail en Mutation’, in Programme d’Action Sociale 19982000, Bruxelles, EC-DG V, avril (1998).
R. Dahrendorf, ‘Dalla Società del Lavoro alla Società dell’Attività’, in P. Ceri, Impresa e Lavoro in
Trasformazione (Bologna, il Mulino, 1998), pp. 113-123.
A. Del Portillo, Laizi e Fedeli nella Chiesa (Milano, Edizioni Ares, 1969).
P. Donati, Teoria Relazionale della Società (Milano, Angeli, 1991).
P. Donati, La Cittadinanza Societaria (Roma-Bari, Laterza, 1993).
P. Donati, ‘Freedom vs. Control in Post-Modern Society, A Realtional Approach’, The Annals of the
International Institute of Sociology (New Series, vol. 9, n. 7, 1998).
P. Donati, Sociologia del Terzo Settore (Roma, Nuova Italia Scientifica, 1993).
P. Donati, Quale Stato Sociale in Italia?, Milano, Mondadori.
J. Elster, ‘Is There (or Sholuld There Be) a Right to Work?’, in A. Gutmann, Democracy and the Welfare
State (Princeton NJ, Princeton University Press, 1988), pp. 53-78.
G. Esping-Andersen and M. Regini, The Effects of Labour Market De-Regulation on Unemployment. A
Critical Review of the Different Research Approaches and the Empirical Evidence, Report to the
European Commission (DG XII), January 1998.
EU Report, The Changing Nature of Work and the Future of Labour Law in Europe, Report of the Expert
Group, Brussels, EC-DG V (1998).
M. fatherstone, Undoing Culture, Globalisation , Postmodernism and Identity (London, Sage, 1995).
F.C. Gamst, Meanings of Work, Considerations for the Twenty-first Century (Albany, State University of
New York Press, 1995).
F. Gaudu, ‘Du Statut de l’Emploi au Statut de l’Actif’, Droit Social, 535, (1995).
A. Gorz, Méthamorphoses du Travail. Quête du Sens (Paaris, Galilee, 1988).
J. Habermas, ‘Lavoro e Interazione’, in Conoscenza e Interesse (Roma-Bari, Laterza, ch. II, 1991).
Towards Reducing Unemployment
27
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
J. Hobson, The Problem of the Unemployed. An Inquiry and an Economic Policy (London, Methuen,
1896).
ISSP, Work Orientations – 1997, Chicago, International Social Survey Programme, Norc (1997).
P. Kelvin and J.E. Jarrett, Unemployment, Its Social Psychological Effects (Cambridge, Cambridge
University Press, 1985).
E.J. Kennedy aand L. Lawton, ‘Religiousness and Business Ethics’, Journal of Business Ethics, vol. 17,
n. 2 (1998), pp. 163-175
T. Kieselbach, ‘Unemployment, Victimization, and Perceived Injustices, Future Perspectives for Coping
with Occupational Transitions’, Issue of Social Justice Research, vol. 10, n. 2, June (1997), pp.
127-152.
T. Kieselbach, ‘Job Loss, Unemployment and Social Injustice’, Social Justice Research, vol. 10, n. 2,
June (1997)
J.L. Llanes, La Santificación del Trabajo (Madrid, Ediciones Palabra, 1980).
ILO, World Employment Report (Geneva, ILO, 1996)
S. Latouche, La Megamachina Ragione Tecnico-scientifica. Ragione Economica e Mito del Progresso
(Torino, Bollati Boringhieri, 1997).
N. Luhman, Soziale Systeme. Grundriss einer Allgemeinen Theorie (Frankfurt a. M., Suhrkamp, 1984).
A. Margalit, ‘Unemployment’, in The Decent Society (Cambridge Mass, Harvard University Press, ch. 15,
1996).
M. Martini, ‘Il Lavoro tra Esigenze di Sicurezza e Nuove Condizione di Rischio’, in –P. Donati, Quale
Stato Sociale in Italia? (Milano, Mondadori, 1999).
D. Méda, Le Travail, une Valeeur en Voie de Disparition (Paris, Aubier, 1995).
P. Morandé Court, ‘El Desarrollo de una Nueva ‘Cultura del Trabajo’ en la Perspectiva de la Reducción
de la Integración Social a Través del Empleo’, in M. Archer and E. Malinvaud, op. cit. (1998), pp.
343-367.
M. Novak, Business as a Calling. Work and the Examined Life (New York, The Free Press, 1996).
C. Offe, ‘Arbeit als Soziologische Schlüsekategori?’, in J. Marthes, Krise der Arbeitgesellschaft?
(Farkfurt a. M., Campus, 1983), pp. 38-65.
R. Pahl, On Work. Historical, Comparative and Theorettical Approaches (Oxford, Osfors University
Press, 1988).
B. Perret, L’Avenir du Travail (Paaris, Seuil, 1995).
Th. Priestly, ‘A Prpopos du Contract d’Activité’, Droit Social, 955, (1995).
A. Rabinbach, ‘The End of the Utopias of Labor, Metaphors of the Machine in the Post-Fordier Era’,
Thesis Eleven, n. 53, (1998), pp. 29-44.
J. Rifkin, The End of Work. The Decline of the Global Labor Force and the dawn of the Post-Market Era
(New York, Putman, 1995).
J. Schasching, ‘Catholic Social Teaching on Labour, Work and Employment’, Vatican City, report
prepared for the Pontifical Academy of Social Siencies (1998).
A. Seligman, The Idea of Civil Society (New York, The Free Press, 1992).
R.L Simpson and I. Harper Simpson, ‘The Meaning of Work’, in Research in the Sociology of Work, vol.
54, Greenwich, CT, JAI (1995).
Towards Reducing Unemployment
28
Proceedings of the Fifth Plenary Session of the Pontifical Academy of Social Sciences (3–6 March, 1999)
(traducción I.S.O.)
US Catholic Bishops, Economic Justice for All, Catholic Social Teaching and the US Economy
(Washington D.C., National Conference of Catholic Bishops, 1986).
A. Uz, Etica Económica (Madrid, Unión Editorial, 1998).
O. E. Williamson, The Economic Institutions of Capitalism, Firms, Markets, Relational Contracting
(New York, Free Press, 1985).
K. Wojtyla, Perche l’Uomo. Scritti Inediti di Antropologia e Filosofia (Milano, Mondadori, 1995).
P.L. Zampetti, L’uomo e il Lavoro nella Nuova Societá, la Participazione come Fattore di Svilupo
(Milano, Rusconi, 1997).