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miércoles 8 de julio del 2015
el comercio .A21
Opinión
El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural,
el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.
Rincón del autor
La importancia de las inversiones mineras
El desdén por el crecimiento
Si Ollanta
fuese mosca
- Alfredo Torres -
Presidente ejecutivo Ipsos Perú
E
l tamaño del Estado y el
crecimiento económico
han sido dos campos en
que la derecha y la izquierda ideológicas se han enfrentado en el Perú. La izquierda ha
abogado por un Estado más grande
y ha mirado con cierto desdén el crecimiento del PBI, especialmente si
este era de carácter “extractivista”;
mientras que la derecha ha tomado
la posición opuesta: el Estado debe ser más chico y lo fundamental
es el crecimiento impulsado por la
inversión privada. Con el tiempo,
un sector de la derecha peruana ha
ido revisando sus posiciones con
respecto al tamaño del Estado. Hoy
existe un amplio consenso en que
se debe incrementar el presupuesto
público en educación y seguridad,
tanto en infraestructura y tecnología como en pagar mejores sueldos
a maestros y policías. No se observa
la misma evolución en la izquierda
peruana con respecto al crecimiento
económico, ni siquiera en la centroizquierda.
El desdén hacia el crecimiento
proviene de la percepción de que lo
fundamental son los programas sociales. Quien mejor lo ha expresado
ha sido el propio presidente Ollanta
Humala: “El desarrollo de un país
requiere cambiar la estrategia de
crecer para aumentar la inclusión
social por el proceso de incluir para
crecer... Es un grave error pensar
que el crecimiento sacará a un pueblo de sus problemas”. Este desdén
se torna en abierta oposición en
sectores más radicales –como los de
Tierra y Dignidad– que actúan con
violencia para impedir el desarrollo
de grandes proyectos mineros. El
problema es que ni unos ni otros parecen entender que sin crecimiento
económico no hay recursos fiscales
que sostengan los programas sociales.
El desdén presidencial y la oposición de los grupos extremistas han
generado, según el IPE, que en lo
que va de este gobierno se hayan
retrasado inversiones mineras por
más de US$21.500 millones, con
lo cual se habría perdido
un promedio de 3,2 puntos
porcentuales del PBI anualmente. Es decir, no estaríamos ahora en un mediocre
ritmo de 2% de crecimiento, sino en un vigoroso 5% o
más. Los partidarios del fortalecimiento del Estado deberían tomar
nota de que este mayor crecimiento habría generado US$4.734 millones más de impuestos. Con este
En busca de una Salida
Muchos miran a la minería con
aprensión, frecuentemente
justificada, pero es muy claro
también el impacto de los grandes
proyectos en el desarrollo.
monto se habría podido duplicar anualmente los presupuestos de inversión de
los ministerios de Educación y del Interior, potenciando significativamente
la infraestructura y el equipamiento de escuelas y comisarías
en todo el país.
El estudio del IPE, denominado “El costo económico de la no
ejecución de proyectos mineros”,
presenta también algunos cálculos
sobre su impacto en el empleo que
parecen exagerados. El IPE estima
que del 2011 al 2014 se habrían
dejado de crear 791 mil empleos
en la fase de inversión y 1,16 millones de empleos directos e indirec-
ilustración: giovanni tazza
tos en la fase de producción. Aunque estos cálculos pueden resultar
demasiado optimistas, no cabe
duda de que las grandes inversiones mineras generan miles de empleos formales bien remunerados
tanto directos como indirectos, a
través de las empresas que les proveen servicios.
En cambio, el cálculo del impacto sobre la reducción de la pobreza
es bastante más sólido. El IPE parte
de estimar que la elasticidad promedio entre pobreza y PBI fue de
-0,36 en los últimos cinco años, con
lo cual la pobreza podría haberse
reducido en 5,7 puntos adicionales
del 2008 al 2014. Es decir, si hoy la
pobreza es 22,7%, de haberse ejecutado los proyectos mineros esta
se habría reducido hasta 17%. Es
decir, habría 1,8 millones menos
de pobres.
En el fondo, lo que revelan estas
cifras es que los políticos y analistas
de izquierda deberían prestar más
atención al crecimiento económico. Si en lugar de luchar contra la
riqueza se abocaran en serio a combatir la pobreza, entenderían que,
antes que pensar en más controles
o mayores impuestos, la clave está
en reactivar los motores del crecimiento. La opinión pública lo tiene
claro. En una encuesta reciente de
Ipsos sobre cuán importante es para su vida diaria que el Perú crezca
económicamente, el 85% respondió “muy importante” y solo 1%
“nada importante”.
Es evidente que en muchos lugares del país la población rural
mira a la minería con aprensión.
Y que esta desconfianza está frecuentemente justificada. Pero también es muy claro el impacto de los
grandes proyectos en el desarrollo
del país. Corresponde a las autoridades nacionales y regionales abocarse a la tarea de sacarlos adelante con beneficios concretos para la
población colindante, pero sin perder de vista su relevancia nacional.
Es inaceptable que un líder político
mire el crecimiento económico con
desdén.
mirada de fondo
Sin brillantez, oportunidad
ni transparencia
- Carlos Adrianzén Cabrera-
Decano de la Facultad de Economía de la UPC
D
urante meses hemos
discutido sobre cómo
se disipó el ritmo de crecimiento que tuvimos
durante una década. Debatimos acerca de si la caída de las
exportaciones tradicionales podría
ser compensada por el aumento del
gasto público y por soltar el crédito
bancario.
Abrir la brecha fiscal no funcionó.
Pasamos de un superávit anualizado
de US$4.551 millones a mediados
del 2012 a un déficit de US$3.344
millones a mayo pasado. Pese a la
arremetida fiscal, nuestra economía
no dejó de enfriarse. Pasó de crecer
en términos reales de 6% de mediados del 2011 al mediocre 1% actual.
No crecer se refleja en la
reducción de las exportaciones tradicionales, en las cada
vez menos inversiones privadas, en los retrocesos de
reformas de mercado y en el
apresuramiento a cerrar megaobras públicas con transparencia
más que discutible.
La receta oficial que no funciona
y proyectos de costo turbio e indefinido no son nuestros únicos problemas. Las cosas se deterioran no tan
discretamente.
Mantener controlado el dólar
local no solo tiende a distorsionar
la baja competitividad de nuestra producción transable, sino que
nos ha costado, en los últimos dos
años, perder alrededor de
US$20 mil millones. Pese
a esta enorme quema de
divisas y a que la inflación
del componente importado
registra una tasa negativa,
la inflación local ni siquiera cumple su compromiso inflacionario.
Aunque se busquen explicaciones mágicas, como persistentes
shocks de oferta o la retroalimentación de expectativas devaluatorias,
a nadie sorprende esta longeva inconsistencia del manejo monetario
local.
En medio de este controlismo
monetario y un Ministerio de Economía que gasta como loco, la re-
caudación tributaria se derrumba.
Pese a las medidas introducidas en
los últimos tres años, la recaudación
anualizada en dólares del Impuesto
a la Renta y del Impuesto General a
las Ventas cae. A mayo pasado, ambas recaudaciones ya se comprimen
cerca del 4% anual. Nótese aquí que
los precios de exportación dejaron
de caer y que la correlación entre
menor crecimiento y menor recaudación es cada mes más difícil de esconder.
Ofrecer aligerar más el manejo de
los gastos burocráticos en un período preelectoral y prometer dadivosos incentivos tributarios no parecen iniciativas brillantes, oportunas
ni transparentes.
Fernando
Vivas
Periodista
S
i Ollanta fuese mosca, plantearía –no a través de Cateriano,
sino él mismo– que la clase política necesita dar ejemplo de
madurez y concordia al país y,
por eso, el nacionalismo plantea a la oposición elegir un candidato de consenso a
la presidencia del Congreso. Y así se ahorraría una guerrita en la que se van a desangrar todos los partidos, empezando por
Gana Perú.
Si Ollanta fuese noble y grande, como
obliga a un hombre corriente la circunstancia de tener la sartén nacional por el
mango, se dejaría ver en la foto con sus
opositores. Él mismo hubiera acompañado a Cateriano en su ronda de diálogo con
los partidos. Lamentablemente, desde su
primera temporada en el gobierno, Humala se labró una imagen de hombre que no
conversa, ni oye, ni pacta. Y dejó a Jiménez
y luego a Jara la tarea de conducir un diálogo nacional en el que poco cree. La única
excepción –protocolo patrio obliga– fue en
la coyuntura del fallo de La Haya.
Si el presidente fuese un tipo sabio,
práctico y moderno, diría que en casa no
hay cositos ni doñas sino igualdad de género –de paso, se gana a las feministas– y que
su esposa Nadine es una mujer honrada
que, para probarlo, colaborará con las investigaciones sobre sus cuentas (pelearte
con tus investigadores solo abona el terreno de las sospechas).
Si fuese un político hecho y derecho,
haría una lectura provechosa de su desaprobación, y la achacaría a una crisis de
confianza en las instituciones, de la que
la figura del presidente es una de las tantas golpeadas. Y propondría, al Congreso,
concentrarse en una reforma del sistema
electoral y de financiamiento de los partidos. Diría, además, que Gana Perú ha padecido, en sus orígenes, la precariedad de
nuestro sistema político.
Si fuese un estadista prudente, se cuidaría de no comprometer la política exterior por cálculos menores. Hizo bien en
promover la Alianza del Pacífico y tuvo un
desempeño discreto durante la cumbre en
Paracas, pero una semana atrás fue ligero
al firmar un comunicado con Evo Morales
que hacía tambalear nuestra neutralidad
en el diferendo chileno-boliviano. En ocasiones previas, ha llegado a la irresponsabilidad de usar políticamente los resabios
de antichilenismo, para distraernos de
otras tensiones de coyuntura.
Si fuese un presidente con ganas de
aprender, se hubiera dejado de hablar de
desaceleraciones, políticas contracíclicas
y otros conceptos que, al manejar mal y
pronunciar en exceso, extienden la idea de
que estamos jodidos. Cada vez que habla
de economía, asusta en vez de promover.
Si fuese sagaz, no hubiera pedido facultades legislativas a tontas y a locas; hubiera
promovido él mismo el debate sobre temas
y reformas de consenso, para dejarnos con
el sabor de que el gobierno reflexiona y ataca los grandes problemas nacionales; y no
los toma por mera tramitología. El único
debate de ‘contenido’ se dio a raíz de la ‘ley
pulpín’ y tuvo que recular.
Si fuese un hombre de equilibrio, se haría asesorar por voces serenas y diversas;
desconfiaría de los ayayeros y ‘chicheñores’
que lo alientan a enfrentarse contra la oposición y estrellarse contra la coyuntura. Haría como Obama, quien, inteligentemente,
gobierna en lo que puede con el Congreso, y
avanza solo, con decisiones políticas administrativas, hasta donde puede. Y, así, deja
constancia de sus principios.
Por cierto, si tuviera principios declarados, no viviríamos en la impredictibilidad
a la que nos ha acostumbrado.
habla culta
- martha Hildebrandt -
Mamacita. Según el académico Diccionario de americanismos (2010) este formal
diminutivo del viejo galicismo mamá se aplica por varones a una mujer físicamente
hermosa y atractiva. En gran parte de la América hispana, el Perú incluido, se usa
como piropo ante la mujer que es objeto de este elogio. Véase un uso de Vargas Llosa
en Conversación en La Catedral: “La silbaban, decían rica, mamacita, hacían muecas
obscenas” (Barcelona 1996, p. 659).
Director General: FRANCISCO MIRÓ QUESADA C.
Director Periodístico: Fernando Berckemeyer Olaechea
Directores fundadores: Manuel Amunátegui [1839-1875] y Alejandro Villota [1839-1861]
Directores: Luis Carranza [1875-1898] -José Antonio Miró Quesada [1875-1905]
-Antonio Miró Quesada de la Guerra [1905-1935] -Aurelio Miró Quesada de la Guerra [1935-1950]
-Luis Miró Quesada de la Guerra [1935-1974] -Óscar Miró Quesada de la Guerra [1980-1981]
-Aurelio Miró Quesada Sosa [1980-1998] -Alejandro Miró Quesada Garland [1980-2011]
-Alejandro Miró Quesada Cisneros [1999-2008] -Francisco Miró Quesada Rada [2008-2013]
-Fritz Du Bois Freund [2013-2014]