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Chile: La reconquista española en el siglo XXI
Por Andrés Figueroa Cornejo
Desde hace 20 años campea el capital europeo y en especial, el español, en la economía
chilena. Ello transformó la organización del trabajo y abre nuevos desafíos para el sindicalismo.
En 1998, por primera vez en el siglo XX y lo que va del XXI, los capitales europeos desplazaron
a los norteamericanos en Chile, Brasil y Argentina. Si bien, las políticas de ajustes estructurales
impuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional a la economía global son
tuteladas por EE.UU., es Europa quien las ha aprovechado mejor en los últimos 20 años.
Y del conjunto de capitales europeos que ordenan la economía chilena, el 50 %, es español.
Sobre todo en el sector de servicios públicos, que antiguamente eran asunto del Estado. Es así
como el agua potable es controlada por el grupo Barcelona; telecomunicaciones por Telefónica;
y la electricidad por Endesa. En la industria bancaria, el Banco Santander y BBVA, suman más
de la mitad del mercado financiero que existe en el país. El 90 % de los capitales españoles se
explican apenas por 8 empresas. “Ello significa dos cosas”, sentencia el economista y
académico Claudio Lara Cortés, “alta concentración de la industria y máximo aprovechamiento
de las privatizaciones”.
LOS GOBIERNOS: CÓMPLICES DE LA USURA
Lara indica que la manera en que el capital europeo, y el español en particular, invaden Chile
es a través de la “acumulación por desposesión”. Las empresas nacionales que fueron
vendidas durante los gobiernos de la Concertación y antes por la dictadura, se entregaron a
precios bajísimos. Sin contar que previo a la venta, el Estado se encargó de las deudas de las
empresas, disciplinó la fuerza laboral, despidió trabajadores y fragmentó los sindicatos. Es
decir, pasó las empresas “sanitas” para la explotación europea. Estas prácticas deben
considerarse como extra económicas, “de lo contrario es imposible explicarse cómo el capital
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español acumuló tanto en tan poco tiempo. Los bancos, por ejemplo, han contado con la
complicidad de los gobiernos para cobrar por servicios sin fundamento”, dice Claudio Lara. EL REINADO DEL HOLDING
Pero se supone que el arribo de las empresas hispanas generaría en Chile mayor y mejores
empleos, fortaleciendo el mercado interno. Asimismo, ingresarían mejores tecnologías
(“modernidad”); y en materia de gestión (o “tecnologías blandas”), llegarían las últimas
versiones de la administración de la empresa.
“Sin embargo, los efectos fueron negativos”, indica Lara, y pone el ejemplo paradigmático de
EMOS como tendencia internacional. Porque, en realidad, los capitales hispanos representan
intereses de holding o grupos económicos muy diversificados que, entre otras cosas, cambian
proveedores nacionales por miembros de su propio grupo, aunque salga más caro. “Y esto
ocurre porque lo que importa es la rentabilidad general del holding.”
Las consecuencias de estas políticas españolas son el aumento de las importaciones. “Chile,
paradójicamente se presenta como país exportador, pero por muchos años importó más que
exportó. Y las exportaciones de Chile (cobre, celulosa) sólo fueron favorecidas por la coyuntura
de la alta demanda internacional de recursos primarios (2003-2008). Aquí sólo funcionó el
efecto precio”, cuenta Lara.
En teoría, las empresas europeas debían completar aquello que no existe en la economía
chilena, es decir, aportar con ahorro externo al ahorro interno. Pero eso no pasa porque más
del 70 % de las transacciones se da en forma de compra o fusión de empresas. Es decir, el
capital europeo y español no crea nada nuevo. Dice Claudio Lara que “el aporte a la inversión
es casi nulo. Sólo cambia el propietario de lo que ya existe.”
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Este movimiento tiene fines estratégicos. Por ejemplo, el aterrizaje de Endesa España a Chile
afines de los 90’ tiene objetivos transnacionales. La jugada estaba puesta en quién asume el
protagonismo del sector eléctrico a escala latinoamericana. Chile no es el objetivo principal.
Sólo opera como plataforma para expandir el dominio del holding Enersis en cinco países.
“Chile, en términos proporcionales –asegura Lara- es el país latinoamericano con mayor
presencia de capitales extranjeros. Aquí no hubo ninguna defensa de la industria nacional: se
vendió todo.” LAS CONDICIONES PARA UN NUEVO SINDICALISMO
Abajo, en el mundo del trabajo, en la realidad de las grandes mayorías, el capital español y
europeo promueven el subcontratismo y la fragmentación industrial y geográfica. El fenómeno
se advierte en el sistema eléctrico, super dividido regionalmente. Y sobre todo en la banca
(BBVA). Naturalmente, la fragmentación de la industria (que es inversa a la concentración de
su propiedad) se refleja en la propia fragmentación del sindicalismo. De hecho, las huelgas son
atacadas con la subcontratación de servicios externos mientras duran, y luego esos servicios
terminan por quedarse en la empresa. Y la subcontratación siempre es sinónimo de
precarización y temporalidad del empleo.
-¿Y qué tipo de sindicalismo crees que demanda la actual organización del trabajo?
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“Hoy el trabajo sufre un alto nivel de rotación al interior de la empresa. Esto dificulta la
construcción de sindicalismo. La única solución es reunificando, retejiendo. Hay que retomar la
importancia de las federaciones que aglutinen sindicatos aunque sean pequeños; tratar de
imponer la negociación por rama. Una dificultad, es que el sindicalismo chileno se constituyó
sobre fuerzas de trabajo muy estables. Y ahora lo que crece es el trabajador precario e
informal.”
Entonces el nuevo sindicalismo debe ser flexible en sus formas e inflexible en sus principios.
Al sindicalismo tradicional nunca le interesó organizar a los desempleados. Pero ahora el
desempleo es algo común para parte significativa de la fuerza de trabajo. Sólo el 2009, según
cifras de la Dirección del Trabajo, se presentaron un millón 560 mil cartas de despido. Ello
corresponde a casi uno de cada cuatro trabajadores en Chile. Por tanto, “se demanda un
sindicalismo con otros criterios de unificación. Por rama, por profesiones. Este es un tema
clave. Y por otra parte están los trabajadores estables, que precisan tender lazos bajo lógicas
mucho más amplias”, termina Claudio Lara.
Andrés Figueroa Cornejo
Abril 23 de 2010
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