Download Dossier sobre Cambio Climático Nº 63

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15 de mayo de 2015
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Nº 63
El grave impacto del cambio climático requiere una respuesta colectiva
Los fondos forestales nacionales: una ayuda frente al cambio climático
El cambio climático y la Iglesia Católica, por Jeffrey D. Sachs
La cumbre del clima en París, por Teresa Ribera & Antxon Olabe Egaña
Un plan Marshall para el mundo, por Erik S. Reinert & Jomo Kwame Sundaram
El cambio climático ya tiene efectos en gente que todavía no ha nacido
El hambre y el cambio climático
El cambio climático está acabando con aves únicas en el mundo
1. EL GRAVE IMPACTO DEL CAMBIO CLIMÁTICO REQUIERE UNA RESPUESTA COLECTIVA
Graziano da Silva pide que los pobres “no paguen la factura” del cambio climático al
reunirse con parlamentarios italianos en preparación de la Cumbre del Clima en París
El cambio climático tiene graves implicaciones para la agricultura y la seguridad alimentaria
23 de abril de 2015, Roma - Se necesita un gran esfuerzo colectivo para hacer frente al
cambio climático, que ya está teniendo consecuencias “trágicas” y directas en la vida de la
gente, aseguró hoy el Director General de la FAO, José Graziano da Silva, ante un grupo de
parlamentarios italianos.
Los factores relacionados con el clima están contribuyendo a aumentar la inseguridad
alimentaria de muchas de las personas más vulnerables del mundo, empeorando una
situación que ya era de por sí bastante grave, aseguró.
“Cuando la agricultura no tiene la oportunidad de prosperar, y cuando la comida escasea, las
consecuencias pueden ser dramáticas”, advirtió Graziano da Silva.
“El hambre –dijo- puede obligar a la gente a abandonar sus familias y sus hogares en busca
de mejores oportunidades que no siempre se encuentran. La pérdida de vidas en el
Mediterráneo es un recordatorio trágico”.
Del mismo modo, las recientes tormentas tropicales en Filipinas y Vanuatu demuestran la
rapidez con que los cultivos alimentarios pueden ser destruidas por fenómenos
meteorológicos extremos, mientras que las sequías recurrentes tienen un efecto igualmente
letal, señaló el Director General de la FAO.
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Al intervenir en el Parlamento italiano en presencia del ministro de Medio Ambiente, Gian
Luca Galletti, Graziano da Silva señaló que la FAO está especialmente preocupada por el
cambio climático debido a sus vínculos evidentes con la seguridad alimentaria y la
agricultura.
“El cambio climático afecta a la producción agrícola y podría cambiar la geografía de la
producción alimentaria”, dijo. Añadió que el sector agrícola genera por si mismo emisiones
de gases de efecto invernadero, pero también tiene el potencial de almacenar más carbono en
los suelos y los bosques si se adoptan políticas de producción y de gestión sostenibles.
El mundo necesita un cambio de paradigma hacia sistemas alimentarios más sostenibles,
inclusivos y resilientes, lo que implicará conseguir que las técnicas producción sean menos
dependientes del uso intensivo de insumos y recursos naturales.
El camino hacia París
“En 2015 tenemos que transformar el compromiso político en acciones y resultados”, indicó
Graziano da Silva en referencia a la agenda diplomática de este año, que incluye un nuevo
conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible y la 21ª Conferencia de las Partes (COP) de
diciembre en París, que convoca la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (30 de noviembre al 15 de diciembre de 2015).
“Eso incluye garantizar los fondos necesarios para cubrir el costo de la transición hacia
sistemas alimentarios que apoyen la mitigación y la adaptación, que sean más sostenibles y
resilientes al cambio climático”, dijo.
La adaptación y mitigación de las tendencias del cambio climático es un interés colectivo,
pero “no podemos pasar la factura a los agricultores familiares, los pastores y productores
agropastoralistas de los países en desarrollo”, subrayó.
Y mientras que aumentar los ingresos rurales en los países en desarrollo es una prioridad, las
naciones más ricas también deben hacer frente al desperdicio de alimentos, recordando que
consumidores ricos desperdician alrededor de 222 millones de toneladas de alimentos cada
año, casi tanto como la totalidad de la producción neta de alimentos de África subsahariana.
Graziano da Silva elogió a Italia por acoger este año la Expo –evento centrado en los
alimentos que se celebra en Milán-, y que se espera promueva la importancia de la seguridad
alimentaria, el cambio climático y la gobernanza sostenible.
“La FAO está dispuesta a desarrollar una asociación estratégica con el gobierno italiano”, en
preparación para la reunión de la COP en París, concluyó Graziano da Silva.
Fuente: Nota informativa publicado en el portal de noticias de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 23 de abril de 2015 y
disponible en el sitio web: http://www.fao.org/
2. LOS FONDOS FORESTALES NACIONALES: UNA AYUDA FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO
El Fondo Forestal Nacional de Vietnam ha logrado que las compañías hidroeléctricas
paguen por los servicios ambientales que prestan los bosques aguas arriba
8 de mayo de 2015, Nueva York – Los fondos forestales nacionales -mecanismos de
financiación pública destinados a apoyar la gestión sostenible de los bosques- tienen un gran
potencial para catalizar mayores inversiones en el sector forestal, incluidas las destinadas a
hacer frente al cambio climático. Sin embargo, su papel sigue estando poco reconocido,
según un nuevo documento sobre políticas de la FAO.
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Con la aparición de nuevos mecanismos de financiación nacionales e internacionales -como
los relacionados con la mitigación y la adaptación al cambio climático-, ha aumentado la
envergadura de la financiación potencial. Sin embargo, también lo ha hecho la complejidad
de acceder a tales recursos, de acuerdo con el documento, presentado esta semana en el 11º
período de sesiones del Foro de las Naciones Unidas sobre los Bosques, donde el
financiamiento para la gestión sostenible de los bosques es una de las principales cuestiones
a debate.
Los fondos forestales nacionales (NFF, por sus siglas en inglés) bien diseñados y
gestionados pueden actuar como mecanismos de coordinación para canalizar flujos de
inversión de múltiples fuentes hacia la implementación de planes como el pago por servicios
ambientales o programas nacionales para la reducción de emisiones de carbono debidas a la
deforestación y la degradación forestal (REDD+), según indica el documento.
"Con el creciente reconocimiento del importante papel que desempeñan los bosques frente a
desafíos globales como el cambio climático, la seguridad alimentaria y la mitigación de la
pobreza, el apoyo a la gestión sostenible de los bosques sigue siendo una cuestión clave",
señaló Eva Muller, Directora de la División de Economía, Políticas y Productos Forestales
de la FAO. “A través de esta publicación –añadió- y el apoyo relacionado para la creación
de capacidad, la FAO espera contribuir al desarrollo de fondos forestales nacionales que
sean capaces de traducir inversiones forestales en acciones nacionales eficaces,
promocionando la sostenibilidad".
Lograr que los fondos funcionen
A pesar de la presencia de estos fondos en más de 50 países, existe una escasa información
sobre la forma en que funcionan y una serie de países tienen aún que transformarlos en
instrumentos de financiación eficaces.
"Uno de los requisitos clave para tal transformación consiste en tener una base normativa y
legal sólida para su creación y funcionamiento, que garantice la transparencia y la rendición
de cuentas. Esto permitirá a los gobiernos movilizar fondos de inversores nacionales e
internacionales y de los donantes", subrayó el autor de la publicación, Rao Matta.
La movilización de recursos financieros es especialmente compleja cuando se trata de
aprovechar la financiación internacional, en particular las fuentes relacionadas con el cambio
climático. Hacerlo requiere estructuras nacionales capaces de absorber, reorientar y utilizar
grandes cantidades de dinero de manera eficiente, añadió Matta.
Contar con los marcos normativos e institucionales necesarios facilita un mejor acceso a la
financiación internacional. Este es el caso del Fondo Forestal Nacional de Costa Rica, que
ha sido capaz de acceder a la financiación del Fondo Cooperativo para el Carbono de los
Bosques (FCPF) del Banco Mundial, para implementar un programa de reducción de
emisiones.
Enfoque intersectorial
La colaboración intersectorial es fundamental para la implementación de esquemas como los
pagos por servicios ambientales y REDD+ y los fondos forestales nacionales deben
garantizar la participación de las partes interesadas de otros sectores, en particular el sector
financiero, el del turismo, el energético y de las infraestructuras, señala también la
publicación de la FAO.
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Por ejemplo, el Fondo Forestal Nacional de Viet Nam está colaborando estrechamente con el
Ministerio de Industria y Comercio para garantizar que las pequeñas y medianas centrales
hidroeléctricas paguen por los servicios ambientales que prestan los bosques aguas arriba.
Si se diseñan con esmero, los fondos forestales nacionales pueden evitar la fragmentación
de esfuerzos y la superposición de mandatos y actividades de las diferentes instituciones,
coordinar estos esfuerzos y mejorar los recursos financieros, poniéndolos bajo el mismo
paraguas organizacional.
Basada en experiencias prácticas, la publicación "Hacia fondos forestales nacionales
eficaces" (“Towards effective national forest funds”) describe la estructura general de estos
fondos y las posibles medidas para mejorar su rendimiento.
Fuente: Nota informativa publicado en el portal de noticias de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el 8 de mayo de 2015 y
disponible en el sitio web: http://www.fao.org/
3. EL CAMBIO CLIMÁTICO Y LA IGLESIA CATÓLICA, POR JEFFREY D. SACHS
El papa Francisco está pidiendo al mundo que adopte medidas contra el cambio climático y
muchos conservadores de los Estados Unidos están furiosos al respecto. El Papa debe
atenerse a la moralidad –dicen– y no aventurarse a hablar de asuntos científicos, pero,
cuando este año se desarrolle el debate sobre el clima, la mayoría de la Humanidad
considerará convincente el mensaje de Francisco: necesitamos tanto la ciencia como la
moralidad para reducir el riesgo para nuestro planeta.
Lo primero que es digno de mención es que una mayoría abrumadora de los americanos está
de acuerdo con el llamamiento de Francisco en pro de la adopción de medidas sobre el
clima. Lamentablemente, sus opiniones no están representadas en el Congreso de los
EE.UU., que defiende a las grandes empresas del carbón y del petróleo, no al pueblo
americano. La industria de los combustibles fósiles gasta mucho en cabildeo y en las
campañas de congresistas como, por ejemplo, los senadores Mitch McConnell y James
Inhofe. La crisis climática del mundo se ha agravado con la crisis democrática de los
Estados Unidos.
En una encuesta de opinión a los americanos hecha en enero de 2015, una mayoría
abrumadora de los encuestados que respondieron (el 78 por ciento) dijo que, “si no se hace
nada para reducir el calentamiento planetario”, las consecuencias futuras para los EE.UU.
serían “algo graves” o “muy graves”. La misma proporción, aproximadamente (el 74 por
ciento), dijo que, si no se hace nada para reducir el calentamiento planetario, las futuras
generaciones sufrirán sus consecuencias “en grado moderado”, “mucho” o “muchísimo”. Tal
vez sea más revelador que el 66 por ciento dijera que “más probablemente” apoyaría a un
candidato que diga que el cambio climático es una realidad y que pida una transición a la
energía renovable, mientras que era “menos probable” que el 12 por ciento apoyara a
semejante candidato.
En marzo de 2015, en otra encuesta se examinaron las actitudes de los cristianos de los
EE.UU., que constituyen el 71 por ciento de los americanos. Se clasificaron las respuestas en
tres grupos: católicos, protestantes no evangélicos y evangélicos. Las actitudes de dichos
grupos reflejan las de los americanos más en general: el 69 por ciento de los católicos y el 62
por ciento de los protestantes propiamente dichos respondió que el cambio climático es una
realidad y una mayoría menor de los evangélicos (51 por ciento) convino al respecto. Las
mayorías de cada uno de dichos grupos convinieron en que el calentamiento planetario
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perjudicará el medio ambiente natural y a las generaciones futuras y en que la reducción del
calentamiento planetario ayudaría al medio ambiente y a las generaciones futuras.
Entonces, ¿qué minoría de americanos se opone a las medidas climáticas? Hay tres grupos
principales. El primero es el de los conservadores partidarios del libre comercio, que parecen
temer la intervención estatal más que el cambio climático. Algunos han seguido su ideología
hasta el punto de negar principios científicos bien establecidos: como la intervención estatal
es mala, se dicen a sí mismos que dichos principios no pueden ser ciertos.
El segundo grupo comprende a los fundamentalistas religiosos. Niegan el cambio climático,
porque rechazan enteramente la ciencia que estudia la Tierra, por creer que el mundo es
fruto de la Creación, al contrario de lo que demuestran abrumadoramente la física, la
química y la geología.
Pero el tercer grupo es el más poderoso políticamente: los intereses de las empresas del
carbón y del petróleo, que contribuyeron con centenares de millones de dólares a la campaña
de 2014. David y Charles Koch, los mayores financiadores de campañas de los Estados
Unidos, son simples empresarios petroleros empeñados en multiplicar su colosal riqueza,
pese a los costos que represente para el resto de la Humanidad. Tal vez sean también
auténticos negadores del cambio climático. Además, como dijo con una famosa broma
Upton Sinclair: “Es difícil lograr que un hombre entienda algo, cuando su salario depende de
que no lo entienda”.
Los críticos derechistas de Francisco tal vez pertenezcan a los tres grupos, pero están
financiados –al menos en parte– por el tercero. Cuando la Academia Pontificia de Ciencias y
Ciencias Sociales y algunos de los más importantes científicos que estudian la Tierra y de
los científicos sociales se reunieron en el Vaticano el pasado mes de abril, el libertario
Instituto Heartland, apoyado durante años por los hermanos Koch, organizó una protesta
infructuosa en la plaza de San Pedro del Vaticano. Los científicos participantes en la reunión
celebrada en el Vaticano procuraron al máximo subrayar que la ciencia y la política del
clima reflejan principios fundamentales de la física, la química, la geología, la astronomía, la
ingeniería, la economía y la sociología, algunas de cuyas partes fundamentales se conocen
perfectamente desde hace más de cien años.
Sin embargo, los críticos derechistas del Papa están tan equivocados teológicamente como
científicamente. La afirmación de que el Papa debe atenerse a la moralidad revela una
incomprensión básica del catolicismo romano. La Iglesia es partidaria del maridaje entre la
fe y la razón. Al menos desde la publicación de la Suma Teológica de Santo Tomás de
Aquino (1265-74), la ley natural y la regla de oro están consideradas pilares fundamentales
de las enseñanzas de la Iglesia.
La mayoría de las personas saben que la Iglesia se opuso a la defensa por parte de Galileo
del heliocentrismo copernicano, por lo que el Papa Juan Pablo II se disculpó en 1992, pero
muchos ignoran el apoyo de la Iglesia a la ciencia moderna, incluidas muchas contribuciones
importantes a la biología, la química y la física por parte de clérigos católicos de importancia
mundial. De hecho, la fundación de la Academia Pontificia de Ciencias se remonta a más de
400 años atrás, a la Academia de los Linces (Accademia dei Lincei), que admitió como
miembro a Galileo en 1611.
Naturalmente, el propósito de Francisco es el de maridar la ciencia moderna, tanto natural
como social, con la fe y la moralidad. Se debe utilizar nuestro conocimiento científico,
conseguido con gran esfuerzo, para fomentar el bienestar humano, proteger a los vulnerables
y los pobres, preservar los frágiles ecosistemas de la Tierra y cumplir con las generaciones
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futuras. La ciencia puede revelar los peligros medioambientales causados por la Humanidad,
la ingeniería puede crear instrumentos para proteger el planeta y la fe y el razonamiento
moral pueden brindar la sabiduría práctica (como habrían dicho Aristóteles y Tomás de
Aquino) para adoptar opciones virtuosas en pro del bien común.
En la reunión celebrada el pasado mes de abril en el Vaticano participaron no sólo
climatólogos de importancia mundial y premios Nobel, sino también representantes
superiores de los credos protestantes, hindúes, judíos, budistas y musulmanes. Como
Francisco, los dirigentes religiosos de todas las religiones más importantes del mundo están
instándonos a que recurramos a la sabiduría de la fe y de la ciencia del clima para cumplir
con nuestros deberes morales para con la Humanidad y el futuro de la Tierra. Debemos
prestar atención a ese llamamiento.
Fuente: Jeffrey D. Sachs, es profesor de Desarrollo Sostenible, Profesor de Política
Sanitaria y Gestión, y Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia, también es
Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de
Desarrollo del Milenio. Este artículo fue publicado en el portal de Project Syndicate el 3 de
mayo de 2015 y se encuentra disponible en el sitio web: http://www.project-syndicate.org/
4. LA CUMBRE DEL CLIMA EN PARÍS, POR TERESA RIBERA & ANTXON OLABE EGAÑA
La alteración del clima de la Tierra ha sido causada por la masiva emisión de gases de efecto
invernadero desde la revolución industrial. Entre 1750 y 2010, las emisiones totales han
alcanzado los 2.585.000 millones de toneladas de CO2 equivalente. Como consecuencia del
efecto invernadero generado por esos gases, la atmósfera se ha calentado 0,85ºC desde 1880.
El incremento de la temperatura no ha sido homogéneo en el tiempo sino que se ha
acelerado en décadas recientes. La temperatura es ya, o está cerca de serlo, la más elevada
en el actual período interglacial que se inició hace 12.000 años.
La comunidad científica comenzó a alertar sobre los riesgos del cambio climático hace más
de 30 años. Algunas de las personas decisivas en la temprana comprensión del problema
fueron los científicos norteamericanos Stephen Schneider y Jim Hansen, quienes basaron sus
análisis en el excelente trabajo de campo llevado a cabo por Charles David Keeling en la Isla
de Mauna Loa. El climatólogo sueco Bert Bolin desempeñó, asimismo, un papel
fundamental convenciendo a las Naciones Unidas de la necesidad de crear el Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), cuyos cinco informes desde 1990
han sentado las bases científicas de la comprensión del problema.
Este Documento de Trabajo (DT) busca aportar reflexión y debate sobre algunos de los
aspectos más relevantes de la política climática internacional en el contexto de la
preparación de la importante cumbre de París en diciembre de 2015. De manera implícita se
considera que el elemento decisivo en la reconducción de la alteración del clima es la
voluntad política de las naciones, en especial la de los Estados decisivos de la comunidad
internacional.
El Documento comienza por contextualizar las importantes decisiones presentadas
recientemente por las tres mayores economías –la UE, EEUU y China– a la luz de los datos
más recientes sobre las emisiones históricas, las de los últimos años (desde 1990) y las
emisiones per cápita. Un mensaje importante de esta primera parte es que si tras esas
decisiones otros grandes emisores adoptan una posición proactiva y presentan compromisos
relevantes, la cumbre de París puede suponer un positivo punto de inflexión. En ese caso, los
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dos escenarios climáticos más disruptivos de los presentados por el IPCC en 2014 quedarían
descartados.
El Documento defiende que una de las razones que han movido a la diplomacia
norteamericana a fraguar el histórico acuerdo con Pekín ha sido la creciente consideración
del cambio climático como un problema que afecta a su seguridad nacional. En ese sentido
se presenta un detallado recorrido acerca de la evolución de esa reflexión, desde las
posiciones pioneras europeas (informe Solana, tras los antecedentes del Pentágono y los
intentos británicos de llevar el asunto al Consejo de Seguridad), hasta el desarrollo más
sistemático en años recientes en EEUU. El Documento defiende que sólo la consideración
de la crisis del clima como un problema de seguridad nacional e internacional por parte de
los Estados decisivos será capaz de movilizar la energía política que se necesita para situar
la trayectoria de las emisiones a lo largo de varias décadas en una dirección compatible con
la preservación del umbral mencionado de los 2ºC.
A continuación se analiza la importancia de la adaptación y del fortalecimiento de la
resiliencia, en especial en los países más vulnerables. En ese sentido, se subraya cómo la
adaptación no puede considerarse exclusivamente una necesidad doméstica y residual.
Requiere un mejor entendimiento de sus efectos transnacionales y un planteamiento
estratégico que permita medir y analizar convenientemente las vulnerabilidades y las
prioridades de acción. En estrecha relación con la problemática de la adaptación está el
debate sobre la financiación climática. El acceso a financiación suficiente y previsible por
parte de los países en desarrollo y el apoyo de las economías desarrolladas sigue siendo uno
de los elementos más delicados de la política climática internacional, al continuar existiendo
interrogantes acerca del cumplimiento de las promesas realizadas al respecto en cumbres
anteriores. El DT explora, asimismo, los cambios que precisa el sistema financiero
internacional para convertirse en una fuerza motriz en la transición hacia una economía
global de bajas emisiones. En esa dirección se defiende la plena integración de la dimensión
climática en el corazón mismo de las decisiones de inversión pública y privada, nacionales e
internacionales.
A la hora de reflexionar sobre las respuestas, la salida a la crisis del clima requiere una
transformación del sistema energético internacional hacia una economía de bajas emisiones,
una transición hacia un modelo bajo en carbono en el horizonte 2050. En esa dirección, el
Documento presenta algunas de las líneas básicas que en nuestra opinión habrían de orientar
esa transición: la formulación de una visión estratégica a largo plazo, una hoja de ruta en el
horizonte 2050; la extraordinaria importancia de la eficiencia energética y la apuesta por las
energías renovables; la progresiva eliminación de los 540.000 millones de dólares de
subsidios a las energías fósiles; y una nueva aproximación a la valoración de los crecientes
riesgos asociados a aquellas reservas de recursos fósiles que pueden quedar sin explotar en
el subsuelo si las naciones se comprometen con una trayectoria de bajas emisiones para
2050.
A modo de recapitulación, el trabajo concluye con las que, en nuestra opinión, son las claves
para el éxito de la próxima cumbre de París. En dicha cumbre se espera alcanzar, al amparo
de la vigente Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, un
acuerdo que integre, por primera vez, los compromisos de mitigación de emisiones de todos
los países- desarrollados, emergentes y en desarrollo-, para el período posterior a 2020. Una
de las claves sin duda será asentar las bases de confianza y colaboración entre las naciones
para activar un proceso dinámico de revisión y mejora de los acuerdos de mitigación a lo
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largo de los próximos años con el objetivo de reconducir la trayectoria de las emisiones
globales. En ese sentido, el Documento propone que la próxima cumbre de alto nivel
político tenga lugar en 2020 en Pekín, al ser China el mayor emisor y, en consecuencia, el
país que tiene la llave principal de la reconducción de dichas emisiones globales.
Fuente: Teresa Ribera, es directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones
Internacionales (IDDRI), SciencesPo. en París – Francia; Antxon Olabe Egaña, es
economista ambiental y experto en cambio climático. Este artículo fue publicado el 16 de
abril de 2015 en el sitio web del Real Instituto El Cano de España y se encuentra disponible
en el sitio web: http://www.realinstitutoelcano.org/
5. UN PLAN MARSHALL PARA EL MUNDO, POR ERIK S. REINERT & JOMO KWAME SUNDARAM
El esfuerzo internacional para impulsar la cooperación global para el desarrollo no se
detiene, pero los últimos años encontró grandes obstáculos. Felizmente, los líderes
mundiales tienen una oportunidad de superarlos, ahora que se avecinan importantes
reuniones internacionales programadas en la segunda mitad de 2015.
No sería la primera vez que se logre algo parecido. A inicios de este siglo, las negociaciones
internacionales sobre desarrollo económico también habían llegado a un atasco. La reunión
ministerial de la Organización Mundial del Comercio en Seattle había concluido sin
decisiones, y tras las dos décadas del Consenso de Washington, los países en desarrollo
estaban disconformes con las instituciones financieras internacionales lideradas por Estados
Unidos. Las negociaciones para la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Financiación para el Desarrollo en Monterrey, México, parecían no tener rumbo.
Pero el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos fue blanco de graves ataques terroristas, y
de algún modo ese acontecimiento trágico obró como un catalizador. Los líderes mundiales
acordaron iniciar la Ronda de Desarrollo de Doha, para asegurar que las negociaciones sobre
comercio sirvieran a las aspiraciones de desarrollo de los países rezagados. Y la conferencia
de 2002 en Monterrey se saldó con enormes avances en temas de inversión nacional e
internacional, deuda externa, cooperación internacional, comercio y gobernanza sistémica.
Es obvio que no se necesitan tragedias para destrabar el progreso. Este año deben ser
estímulo suficiente las próximas grandes reuniones globales (la Conferencia sobre
Financiación para el Desarrollo en julio, la reunión de las Naciones Unidas para la adopción
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en septiembre y la Conferencia de París sobre
Cambio Climático de las Naciones Unidas en diciembre). Y los esfuerzos que se hicieron en
su preparación indican que hay voluntad de avanzar.
Sin embargo, es fundamental definir el programa correcto. El mundo necesita una estrategia
bien diseñada y de amplio alcance para estimular la industrialización, según el modelo del
Programa de Recuperación Europea (la iniciativa estadounidense que permitió la
reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial). El Plan Marshall (como
se lo suele denominar) implicó una inyección masiva de ayuda estadounidense para apoyar
las iniciativas nacionales de desarrollo en Europa, y todavía muchos europeos consideran
que fue el momento más alto de los Estados Unidos.
El Plan Marshall tuvo repercusiones mucho más allá de las fronteras europeas, y en la
década siguiente se convirtió en lo que probablemente haya sido el proyecto de ayuda al
desarrollo económico más exitoso de la historia de la humanidad, que continuó con la
implementación de políticas similares en el noreste de Asia, tras la creación de la República
Popular China y la Guerra de Corea.
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Es cierto que la ampliación del Plan Marshall tuvo motivos políticos. Con ella, Estados
Unidos esperaba contener la expansión del comunismo al inicio de la Guerra Fría, mediante
la creación de un “cordón sanitario” de países prósperos entre Europa occidental y el noreste
de Asia. Los países en desarrollo que no sirvieran a esos fines políticos quedaban fuera del
plan.
Pero en esencia, el Plan Marshall fue una estrategia de carácter económico, y como tal, fue
razonable. Lo más importante es que fue un giro de 180° respecto del Plan Morgenthau que
lo precedió, un intento de desindustrialización con pobres resultados. Su objetivo (articulado
por el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Henry Morgenthau, Jr., en su libro de
1945 Alemania es nuestro problema) era convertir al antiguo enemigo en un país
“mayormente agrícola y pastoril”, a fin de prevenir que se involucrara en otra guerra.
Pero a fines de 1946, las penurias económicas y el desempleo en Alemania motivaron al ex
presidente de los Estados Unidos Herbert Hoover a visitar el país en una misión de estudio.
En su tercer informe, con fecha del 18 de marzo de 1947, Hoover declara que la idea de
reducir a Alemania a un estado pastoril era una “ilusión”, que no podía lograrse sin
exterminar o relocalizar fuera del país a veinticinco millones de personas.
La única alternativa era la reindustrialización. Menos de tres meses después, el secretario de
Estado George Marshall pronunció un discurso histórico en la Universidad de Harvard en el
que anunció la cancelación de la política anterior y declaró el objetivo de reindustrializar
Alemania y el resto de Europa, incluso mediante la aplicación de fuertes medidas de
intervención estatal, por ejemplo altos aranceles, cuotas y prohibiciones de importación. El
libre comercio debería esperar hasta después de la reconstrucción, cuando los países
europeos pudieran competir en los mercados internacionales.
En su breve discurso, Marshall señaló otros tres puntos importantes. En primer lugar, tras
observar que la interrupción del comercio entre áreas urbanas y rurales de Alemania tenía un
papel en la desaceleración de su economía, recuperó una idea que los economistas europeos
conocían hace siglos: que todos los países prósperos tienen ciudades con un sector fabril. “El
remedio”, explica Marshall, “reside en (…) restaurar la confianza del pueblo europeo”, para
que “el fabricante y el agricultor (…) puedan y quieran intercambiar sus productos por
divisas cuya estabilidad no esté en duda”.
En segundo lugar, Marshall sostuvo que las instituciones participativas surgen del progreso
económico, y no al revés (lo opuesto a la idea comúnmente aceptada en la actualidad). En
sus palabras, el “propósito [de las medidas] debería ser recrear una economía funcional en el
mundo, para permitir la aparición de condiciones políticas y sociales que den cabida a la
existencia de instituciones libres”.
En tercer lugar, Marshall recalcó que la ayuda debía ser integral y estratégica, a fin de
promover un progreso y un desarrollo reales. “Esa asistencia”, declaró, “no debe darse a
cuentagotas conforme se sucedan las crisis. Toda asistencia que este gobierno ofrezca en el
futuro debe ser un remedio y no un simple paliativo”.
Las ideas de Marshall tienen mucho que enseñar hoy a los líderes mundiales sobre cómo
acelerar el desarrollo, comenzando por la necesidad de revertir los efectos del Consenso de
Washington sobre las economías en desarrollo y transición, que son similares a los del Plan
Morgenthau. Hubo algunos países (entre ellos, grandes economías como China y la India
con una tradición de proteger sus industrias locales) que pudieron sacar provecho de la
globalización económica; pero otros experimentaron una caída del crecimiento económico y
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del ingreso real per cápita, a la par de la disminución de su capacidad industrial y agrícola,
sobre todo en las últimas dos décadas del siglo pasado.
Es hora de aumentar la capacidad productiva y el poder adquisitivo de las economías pobres,
como ocurrió en Europa en la década que siguió al discurso de Marshall. Lo que él
comprendió entonces, hoy es tan válido como siempre: el desarrollo económico compartido
es la única forma de crear una paz duradera.
Fuente: Erik S. Reinert, es el autor del libro “Cómo los países ricos se hicieron ricos ... y
por qué los países pobres siguen siendo pobres” & Jomo Kwame Sundaram es Coordinador
de Desarrollo Económico y Social de la Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO). Este artículo fue publicado en el portal de Project
Syndicate el 20 de abril de 2015 y se encuentra disponible en el sitio web:
http://www.project-syndicate.org/
6. EL CAMBIO CLIMÁTICO YA TIENE EFECTOS EN GENTE QUE TODAVÍA NO HA NACIDO
Los expertos en la materia ya han advertido sobre las consecuencias que tendrá para
América Latina y el Caribe un aumento de la temperatura promedio del planeta en 4ºC:
habrá un 20% más sequías, un 80% más ciclones tropicales, y los glaciares andinos casi
desaparecerían, según el estudio “Bajemos la temperatura”, del Banco Mundial.
Sin embargo, aún no se sabe mucho sobre los efectos que ya podrían estarse sintiendo en la
salud de las nuevas generaciones. Un reciente estudio sobre el impacto de eventos climáticos
extremos en Colombia reveló que la salud de las mujeres embarazadas y, en consecuencia, la
de los recién nacidos, se ven afectadas por estos fenómenos. Una ola de calor que dure un
mes, por ejemplo, puede aumentar la posibilidad de nacimientos prematuros, con las
consecuencias que eso puede tener en el futuro desarrollo de los bebés.
Los efectos que encontró el estudio no son muy fuertes: se reduce en 0,5 puntos porcentuales
la probabilidad de nacer a término y en 0,4 puntos porcentuales los nacimientos de bebés
sanos. Pero lo preocupante, dice el estudio, es que el cambio climático hará que haya más y
más frecuentes olas de calor, tanto en Colombia como en el resto del mundo. Con lo cual, es
probable que los efectos negativos también aumenten.
Sobre estos temas, hablamos con Carlos Rodríguez-Castelán, coautor del reporte y
economista del Banco Mundial.
¿Cómo puede afectar el cambio climático la salud de los bebés aún no nacidos?
Los eventos climáticos extremos pueden afectar la salud al nacimiento de diferentes
maneras, particularmente en áreas rurales.
En primer lugar, los choques climáticos extremos tienen un impacto sobre el ingreso real de
los hogares, por la fluctuación de los precios o la incertidumbre de si las cosechas serán
buenas o malas. Es posible que esto esté pasando en las poblaciones rurales en La Guajira y
otros estados del noreste de Colombia, por el reciente fenómeno de El Niño, que ha
golpeado a la región con sequías severas y olas de calor.
Algunos estudios muestran que en la India, por ejemplo, si no se toman medidas para
adaptarse al calentamiento global, un aumento anual de temperatura de un grado centígrado,
ocasionará una disminución promedio del consumo de los hogares de cerca de 11%.
El clima extremo puede también afectar la salud de los niños porque aumentan los niveles de
estrés de las embarazadas de una manera impredecible e inusual. Por ejemplo, el fenómeno
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de la Niña en 2011, con sus lluvias torrenciales e inundaciones, destruyó muchas viviendas
hogares y hasta provocó el desplazamiento temporal de algunas familias.
Hay evidencia que este evento climático podría haber causado estrés en ciertos segmentos de
la población, en particular las mujeres embarazadas.
Un estudio hecho en Kenia muestra que la disminución de apenas 1 milímetro anual en las
lluvias provoca un incremento de 0,9% del nivel de cortisol (la hormona del estrés, que se
manifiesta por tensión sicológica o física). Un nivel elevado de esta hormona de manera
crónica contribuye al desarrollo de ciertas enfermedades.
Finalmente, los eventos climáticos pueden tener consecuencias en la salud de las madres
embarazadas y sus hijos al crear un entorno cambiante, donde las enfermedades se pueden
propagar más rápidamente. Por ejemplo, con las inundaciones se pueden propagar más
fácilmente enfermedades que se transmiten por el agua (como el cólera).
¿Qué eventos climáticos afectan más la salud de mujeres embarazadas y sus hijos?
La evidencia varía según los países. En el caso de áreas rurales en Colombia, encontramos
que las olas de calor, que han sido bastante ignoradas por la literatura previa, afectan
negativamente la salud del recién nacido. Esto sugiere que las mujeres embarazadas no
pueden proteger totalmente de una ola de calor a sus hijos que aún no han nacido.
Las olas de calor pueden afectar la probabilidad de nacer a término y de ser un recién nacido
saludable. Esto se mide con una puntuación de Apgar, un examen que evalúa la condición
física de un recién nacido, y que incluye la frecuencia cardiaca, los reflejos, el tono muscular
y la frecuencia respiratoria.
Por ejemplo, estar expuesto a temperaturas más altas del promedio durante por lo menos un
mes del embarazo lleva a la reducción de 0,5 puntos porcentuales en la probabilidad de
nacer a término.
Un estudio hecho en Estados Unidos muestra que si una mujer embarazada está expuesta a
temperaturas extremamente altas durante el segundo o tercer trimestre del embarazo, habrá
una reducción de 7 a 11 gramos del peso del recién nacido.
Otro estudio en el nordeste de Brasil reveló que una reducción del 31% en la cantidad de
lluvia reduce en 1,9 gramos el peso al nacer y en 0,6 puntos porcentuales la probabilidad de
embarazos a término. Sin embargo, un estudio en las áreas rurales en México no encontró
efectos de un exceso de lluvias en la altura y el peso de los niños.
¿Cómo afecta esto la salud a largo plazo?
La evidencia sugiere que una mala salud al nacer es un importante factor de mala salud en el
futuro, menor rendimiento en la escuela e incluso menores ingresos laborales.
Unos estudios asocian un menor peso al nacer con una mayor probabilidad de muerte
infantil, otros muestran evidencia de posibles enfermedades de pulmón, del corazón, de
diabetes tipo II, habilidades cognitivas menores y dificultades de aprendizaje. Otros estudios
usan datos de gemelos, y descubrieron que hay efectos positivos de un mayor peso al
nacimiento sobre el rendimiento escolar y el éxito en el mercado laboral.
¿Qué se puede hacer para proteger la salud de las madres y los niños de las amenazas
climáticas?
Esperamos que los resultados de nuestro estudio sean útiles para motivar que se adopten
políticas para que haya respuestas rápidas durante los eventos climáticos extremos.
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Para proteger la salud de las madres y los recién nacidos se deberían evaluar algunas
políticas, cómo las de seguridad alimentaria para apoyar la nutrición de las familias,
particularmente aquellas con mujeres embarazadas y niños pequeños.
También los programas de transferencias condicionadas de efectivo (como Prospera en
México o Bolsa Familia en Brasil) pueden ayudar a proteger el ingreso de los hogares contra
los factores negativos. Otra opción sería incrementar las inversiones en salud pública para
monitorear regularmente la salud de la madre y el feto durante el embarazo.
Fuente: Centro de Noticias del Banco Mundial, publicado el 21 de abril de 2015 y
disponible en el sitio web: http://elpais.com http://www.bancomundial.org/
7. EL HAMBRE Y EL CAMBIO CLIMÁTICO
Ya son más de 1.000 millones las personas aquejadas por el hambre en el mundo, y el
cambio climático amenaza con disparar el número de personas en riesgo de padecer hambre
y desnutrición.
Las previsiones indican que presenciaremos sequías y tormentas más frecuentes y de mayor
magnitud que ocasionarán una devastación aún mayor. La elevación del nivel del mar
arruinará tierras aptas para la agricultura. Los cambios en los regímenes de las
precipitaciones harán menguar las cosechas. Y la escasez cada vez mayor de recursos
agravará las tensiones sociales y podrá desencadenar conflictos.
Millones de personas más se enfrentarán con el riesgo de padecer hambre y desnutrición. Y
la mayoría de ellas serán habitantes de los países más pobres donde el hambre, la
desnutrición y la inseguridad alimentaria ya constituyen un problema generalizado.
Es probable que la región más afectada sea el África subsahariana. Para el año 2020, el
rendimiento de los cultivos de secano de algunos países podría descender en hasta el 50%.
Además, la reducción de la disponibilidad y la calidad del agua y el incremento de su
demanda también plantearán inmensas dificultades.
Los efectos que tendrán estos cambios en el problema del hambre y la desnutrición se harán
sentir en todo el mundo, pero el impacto será tremendo en las comunidades vulnerables de
los países menos desarrollados, aquellos que tienen menos recursos y capacidades para
adaptarse y resolver las dificultades.
Cómo hacer frente al impacto del cambio climático
El PMA aborda el desafío que plantea el cambio climático desde el punto de vista de su
impacto en el hambre y la nutrición. En el marco de su colaboración con los gobiernos y los
asociados, aprovecha su amplia experiencia y sus innovadores programas y mecanismos de
reducción del riesgo para ayudar a las poblaciones pobres y vulnerables a mitigar los efectos
del cambio climático vinculados con el hambre y a adaptarse a ellos.
Además de prestar ayuda de emergencia a corto plazo a quienes las catástrofes naturales
dejan en situación de hambre e indigencia, desde hace cuatro decenios el PMA diseña
diversas actividades y proyectos para intervenir ante situaciones de emergencia cíclicas de
origen climático.
También ha elaborado sofisticados mecanismos y servicios orientados a fortalecer la
capacidad de los gobiernos y los asociados para prever catástrofes naturales y tomar medidas
adecuadas que ayuden a mitigar su impacto.
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Desde la previsión de las crisis hasta la intervención rápida en caso de una catástrofe,
pasando por el fortalecimiento de la capacidad de resistencia de las poblaciones a las
amenazas futuras, o la consolidación de los sistemas de protección social y redes de
seguridad, el PMA ofrece una esperanza a millones de personas cuyas vidas y medios de
subsistencia se ven afectados y amenazados por la degradación ambiental, la pobreza y los
efectos acumulativos del cambio climático en la seguridad alimentaria y el hambre.
Historial de lucha contra las situaciones de hambre relacionada con el clima y los
fenómenos meteorológicos
Como principal organismo de ayuda humanitaria que lucha contra el hambre en todo el
mundo, el PMA lleva a cabo operaciones a lo largo de todo el planeta, allí donde las
poblaciones se ven particularmente amenazadas por el hambre derivada de los fenómenos
meteorológicos y el cambio climático.
Gracias a su personal experimentado, repartido en 76 oficinas en los países y 270 sub
oficinas, y a su extraordinaria y arraigada presencia aun en los lugares más remotos, el PMA
y sus asociados aplican soluciones sobre el terreno orientadas a resolver una gran variedad
de dificultades en materia de alimentación y nutrición relacionadas con el clima.
Además, sigue empeñándose en mejorar su capacidad operacional, tanto a nivel regional
como mundial. Por ejemplo, en América Central, donde el número de emergencias
vinculadas con fenómenos meteorológicos ha aumentado significativamente en los últimos
años, el PMA estableció reservas de artículos de socorro para intervenir de manera oportuna
y eficaz ante las catástrofes que han afectado a Cuba, El Salvador, Haití, Honduras y
Nicaragua.
Además, presta apoyo a países donde normalmente no opera, como Belice y México.
A nivel mundial, está fortaleciendo su capacidad —y la de la comunidad de asistencia
humanitaria en general— para intervenir con eficacia ante las catástrofes cada vez más
frecuentes y graves vinculadas con las condiciones meteorológicas y climáticas. El PMA
tiene a su cargo cinco depósitos de suministros de asistencia humanitaria de las Naciones
Unidas en Dubái, Ghana, Italia, Malasia y Panamá por cuenta de 31 organizaciones, para
garantizar que los artículos de socorro indispensables puedan enviarse a cualquier zona del
mundo afectada por una catástrofe en un plazo de entre 24 y 48 horas.
Diversidad de programas y experiencia operacional
En estas cuatro décadas, el PMA ha acumulado una experiencia extraordinaria en las tareas
de salvar vidas y recuperar medios de subsistencia, facilitar el acceso de las poblaciones
vulnerables a los alimentos y mejorar la capacidad de adaptación y supervivencia a nivel de
los países y las comunidades. Además de la asistencia alimentaria en situaciones de
emergencia, los programas de protección social (como los de alimentación escolar y
nutrición materno-infantil) han favorecido el establecimiento y fortalecimiento de medios de
subsistencia y sistemas de protección social, contribuyendo así a mejorar la seguridad
alimentaria de las poblaciones más vulnerables.
En el marco de los programas de empleo selectivo que prestan asistencia a las comunidades
afectadas por la inseguridad alimentaria, el PMA lleva a cabo actividades relacionadas con
la conservación ambiental, la forestación y reforestación, la gestión de tierras y recursos
hídricos, y la producción agrícola y de alimentos en África, Asia y América Latina. Estas
actividades han ayudado a las comunidades a desarrollar y aprovechar sus recursos naturales
y sus sistemas de seguridad alimentaria de forma sostenible.
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La rehabilitación de la infraestructura básica dañada por fenómenos meteorológicos
extremos y la construcción de sistemas de drenaje y riego, carreteras y vías de acceso a los
mercados también han formado parte de las intervenciones realizadas por el PMA en
muchas zonas remotas expuestas al riesgo de catástrofes.
Estos programas, que se formulan conjuntamente con los gobiernos asociados de todas
partes del mundo, han representado y representan una esperanza concreta y generan
beneficios que pueden cuantificarse. Por ejemplo, en Kenia se han rehabilitado miles de
hectáreas de tierras, en Afganistán se han reparado cientos de pozos y depósitos de agua, y
en Malí se plantó un cinturón verde para evitar que varias aldeas fueran invadidas por el
desierto del Sahara.
Mecanismos y servicios sofisticados de reducción del riesgo
El PMA ha desarrollado sofisticados mecanismos de alerta temprana y análisis de la
vulnerabilidad que emplea y comparte con los interesados para prever los riesgos que
pueden correr los medios de subsistencia y la seguridad alimentaria, y realizar una
cartografía de los mismos. Esto a menudo posibilita la adopción de medidas encaminadas a
mitigar el impacto en las poblaciones afectadas. El PMA ha ayudado a los gobiernos a
prevenir el aumento de las necesidades derivadas del hambre mediante el apoyo a las
iniciativas en materia de preparación para los casos de catástrofes, reducción del riesgo y
adaptación. Asimismo, sus mecanismos y servicios fomentan el desarrollo de las
capacidades para la preparación e intervención en casos de catástrofes a nivel local, nacional
y regional.
Análisis y cartografía de la vulnerabilidad (VAM) — el PMA obtiene información esencial
sobre las poblaciones pobres que padecen hambre determinando así sus necesidades
potenciales. También ofrece datos de referencia sumamente valiosos que contribuyen a
fortalecer las capacidades de los gobiernos en relación con la cartografía, la reducción del
riesgo y la forma de seleccionar a los beneficiarios en función de la vulnerabilidad.
Establecimiento de índices de hambre y vulnerabilidad al cambio climático — El PMA
realiza un análisis detallado de los impactos del cambio climático en el hambre, a nivel
mundial, basado en indicadores socioeconómicos y medioambientales. Esta información
resulta valiosa para fundamentar políticas y para establecer un orden de prioridad de las
intervenciones, favoreciendo tanto el proceso de adaptación al cambio climático como el
fomento de la seguridad alimentaria.
Preparación para situaciones de emergencia — el PMA ofrece conocimientos especializados
para la alerta temprana en relación con riesgos inminentes dado que permiten prever
catástrofes naturales y establecer medidas de protección.
Reducción del riesgo de catástrofes — las estrategias y enfoques del PMA pueden contribuir
a fortalecer la capacidad de los gobiernos en un área crítica de competencias especializadas.
La función concreta del PMA en esta esfera está en consonancia con el Marco de Acción de
Hyogo y la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres.
Sistema de información geográfica (SIG) — en particular, la teledetección y las imágenes
satelitales, han mejorado la capacidad del PMA para intervenir de modo eficaz y eficiente
ante los fenómenos meteorológicos extremos.
Actividades a nivel regional — el PMA trabaja en estrecha colaboración con las
instituciones regionales para fomentar el establecimiento de amplios marcos normativos y de
coordinación en la lucha conjunta contra los efectos del cambio climático en hambre y la
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desnutrición. Por ejemplo, en África colabora con la Comisión de la Unión Africana, la
Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD) y otras instituciones regionales, como
el Comité Interestatal Permanente de Lucha contra la Sequía en el Sahel (CILSS), a fin de
fortalecer los sistemas y las capacidades en materia de análisis de los riesgos a los que están
expuestos los medios de subsistencia, la cartografía de la vulnerabilidad y el seguimiento de
la seguridad alimentaria.
Ejemplos en los países
Los programas y las competencias especializadas del PMA favorecen las iniciativas de
adaptación de los países.
En Kenia, los programas de empleo selectivo del PMA ejecutados en las regiones áridas y
propensas a las sequías han contribuido a la rehabilitación de 28.000 hectáreas de tierras.
En Malawi, el PMA está impulsando el desarrollo basado en los activos y el fomento de las
capacidades en materia de preparación para la pronta intervención y de reducción del riesgo
de catástrofes a nivel de las comunidades. Uno de los principales objetivos del PMA y sus
asociados es establecer un sistema coordinado de gestión de catástrofes y fomentar las
capacidades conexas en todos los niveles. Este propósito se encuentra en consonancia con el
programa nacional de acción para fines de adaptación, que establece la realización de
proyectos de adaptación prioritarios con objeto de reducir la frecuencia y los efectos de las
inundaciones, las sequías y los corrimientos de tierra.
En Malí, el PMA presta apoyo a la Estrategia de desarrollo rural del Gobierno para luchar
contra los devastadores efectos de la desertificación y el cambio climático en la seguridad
alimentaria.
Como integrante del equipo de las Naciones Unidas en Mozambique, el PMA lleva a cabo
un programa conjunto de integración de la protección del medio ambiente y de adaptación al
cambio climático, que contribuye directamente a la ejecución del programa nacional de
acción para fines de adaptación.
En Bangladesh, el PMA desempeña un papel principal en el fortalecimiento de los sistemas
nacionales de alerta temprana del Gobierno y en el fomento de la gestión de catástrofes, lo
que incluye las capacidades de preparación e intervención. Desde 2000, gracias a las
estrategias y actividades de reducción del riesgo y adaptación al cambio climático, 30.000
hogares se han elevado por encima de los niveles de inundación y 1,6 millones de mujeres
han recibido capacitación sobre preparación para la pronta intervención y capacidad de
adaptación.
Lo que opina la ciencia
Los conocimientos científicos sobre el impacto previsto del cambio climático han
evolucionado significativamente en los últimos 15 años. El Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y el Instituto Internacional de Investigaciones
sobre Políticas Alimentarias (IIPA) señalan los diferentes impactos en el clima y en la
seguridad alimentaria que se registrarán en las distintas regiones.
Pequeños Estados insulares
Impacto general del cambio climático
 La elevación del nivel del mar —que se prevé será de 5 milímetros por año en los
próximos 100 años— agravará la erosión de los suelos, la pérdida de tierras, la pobreza y
el desplazamiento de las poblaciones, aumentará el riesgo de marejadas, reducirá la
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resistencia de los ecosistemas costeros y llevará a la salinización de los recursos de agua
dulce.
 Los arrecifes de coral se verán afectados por la decoloración y la reducción de las tasas
de calcificación debido al aumento de los niveles de dióxido de carbono.
 Los manglares, las praderas marinas y otros ecosistemas costeros, así como la
biodiversidad vinculada a ellos, sufrirán las consecuencias del aumento de las
temperaturas y del nivel del mar.
Impactos concretos en la seguridad alimentaria
 Los sistemas de producción agrícola de los pequeños Estados insulares ya se encuentran
bajo gran presión, con lo cual son especialmente sensibles al cambio climático desde el
punto de vista de la seguridad alimentaria.
 En caso de prolongación de la estación seca o de incremento significativo de las
precipitaciones, se prevé una reducción del 30%-50% de la producción de maíz, del 10%35% de la producción de caña de azúcar, y del 35%-75% de la de malanga.
 En los pequeños Estados insulares que disponen de pocas tierras, la producción de
alimentos de subsistencia es vital para la seguridad alimentaria, por lo cual el impacto del
cambio climático es la principal causa de la pérdida de medios de subsistencia y del
aumento de la vulnerabilidad en la región.
América Latina
Impacto general del cambio climático
 El retroceso y la desaparición de los glaciares afectarán a la escorrentía y las reservas de
agua en las zonas donde el derretimiento de las nieves constituye un importante recurso
hídrico.
 En las zonas que ya son áridas, el cambio climático ocasionará el aumento de la salinidad
de las tierras aptas para la agricultura y la desertificación.
 A causa del aumento de la temperatura y la frecuencia de las sequías, se deteriorará la
calidad del agua y la región amazónica oriental se transformará gradualmente en una
sabana.
 Al acentuarse la intensidad de los ciclones tropicales, aumentarán los riesgos que
amenazan la vida de las personas, las propiedades y los ecosistemas.
Impactos concretos en la seguridad alimentaria
 Se prevé que el cambio climático reduzca en un 4,6% el rendimiento de los cultivos más
importantes de América Latina y el Caribe, con lo cual la disponibilidad de alimentos
disminuirá en unas 300 calorías por persona por día.
 Para el año 2050, un total de 6,4 millones de niños padecerán malnutrición a causa del
cambio climático, lo que significa que se verán afectados por el hambre 1,4 millones de
niños más.
África
Impacto general del cambio climático
 El aumento de las sequías, las inundaciones y otros fenómenos extremos acrecentará la
presión sobre los recursos hídricos, la seguridad alimentaria, la salud humana y la
infraestructura.
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 Se prevé que en 2020 entre 75 y 250 millones de personas se enfrentarán con mayores
dificultades en cuanto a la disponibilidad de agua, y que los cambios en los regímenes de
las precipitaciones y el aprovechamiento intensivo de las tierras acelerarán aun más la
desertificación.
 La elevación del nivel del mar afectará a las poblaciones costeras, provocando
inundaciones y la erosión de las costas, especialmente en el África sudoriental.
 Dado que los principales ríos son sensibles a las variaciones climáticas y que la reducción
de la escorrentía y la disponibilidad de agua afectan a la agricultura y los sistemas
hidroeléctricos, es posible que se generen más tensiones transfronterizas.
Impactos concretos en la seguridad alimentaria
 La vulnerabilidad al cambio climático se verá acentuada por la dependencia respecto de
la agricultura de secano, los elevados niveles de pobreza, los bajos niveles de capital
humano y físico y una infraestructura en su mayor parte deficiente y poco desarrollada.
 En el África subsahariana, para el año 2050, los rendimientos de la producción de arroz,
de trigo y de maíz habrán disminuido en el 14%, el 22% y el 5%, respectivamente,
agravando las condiciones de pobreza y vulnerabilidad de la ya numerosa población
pobre, cuya supervivencia depende de la agricultura.
 La disponibilidad de alimentos se reducirá en un 21%, lo que implica 500 calorías menos
por persona para el año 2050. El número de niños afectados por la malnutrición
aumentará en más de 10 millones, disparando el total a 52 millones en 2050 en la sola
África subsahariana.
Asia
Impacto general del cambio climático
 En Asia, los fenómenos extremos —como inundaciones, sequías, incendios forestales y
ciclones tropicales— son cada vez más frecuentes.
 En los países de las regiones áridas, tropicales y templadas, la reducción de la humedad
de los suelos podría acentuar la degradación de las tierras y la desertificación, afectando
así a la seguridad alimentaria.
 Es probable que la producción agrícola aumente en las regiones septentrionales, pero el
deterioro de las condiciones en Asia meridional hace prever un importante incremento del
número de personas afectadas por el hambre.
 La elevación del nivel del mar y la intensidad de los ciclones tropicales ocasionarán el
desplazamiento de millones de personas en las zonas costeras bajas de las regiones
templadas y tropicales del continente.
Impactos concretos en la seguridad alimentaria
 En comparación con los niveles registrados en 2000, para 2050 la región de Asia sufrirá
una reducción de hasta el 50% y el 17% en los rendimientos de los cultivos de trigo y
arroz, respectivamente. La caída de los rendimientos agrícolas representará una amenaza
para la seguridad alimentaria de más de 1.600 millones de personas.
 El cambio climático socavará considerablemente los avances logrados en la reducción de
la proporción de niños malnutridos. Además, según se estima, será responsable por sí
solo de un aumento de unos 11 millones del número de niños malnutridos.
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 En Asia se encuentra el 89% de las víctimas de catástrofes naturales a nivel mundial. La
subsistencia de aproximadamente el 60% de la población económicamente activa y de las
personas a su cargo (2.200 millones de personas) depende de la producción agrícola.
Fuente: Documento elaborado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y disponible
en el sitio Web: http://documents.wfp.org/
8. EL CAMBIO CLIMÁTICO ESTÁ ACABANDO CON AVES ÚNICAS EN EL MUNDO
La tórtola de Socorro (Zenaida graysoni) es una ave endémica de México. Hasta hace unas
décadas no era extraño verla en los cielos de la isla del mismo nombre, en el estado de
Colima. Hoy es tan endémico que ya no se encuentra en libertad y para ver a los pocos
centenares que quedan hay que ir a algún zoo. Aunque es un caso extremo, un estudio
muestra que el país americano está perdiendo gran parte de su biodiversidad aviar. La causa
vuelve a ser el calentamiento provocado por el cambio climático.
México alberga más de un centenar de aves endémicas. Son poblaciones que tienen áreas de
distribución pequeñas y preferencias ecológicas muy específicas, por lo que son
particularmente vulnerables a los cambios del ambiente. También en México está en marcha
desde hace años aVerAves, una potente iniciativa de ciencia ciudadana para avistar y recabar
datos sobre la distribución de las aves en tierras mexicanas. Combinando ambos hechos, la
avifauna mexicana puede ser el mejor sensor para medir el impacto del cambio climático a
escala regional o local.
Un grupo de investigadores mexicanos y estadounidenses ha comparado la distribución de
las aves endémicas que había hasta mediados del siglo pasado con los últimos datos
obtenidos por aVerAves. De la primera época obtuvieron 331.000 registros con la especie y
lugar de avistamiento. De la segunda, desde 2000, la plataforma de ciencia ciudadana
contaba con casi 900.000 anotaciones. Así pudieron crear tres mapas de la avifauna
mexicana: el del pasado, el del presente y un tercero destacando los cambios que ha habido
en este tiempo.
"Los resultados de nuestros análisis muestran que en el balance ha habido más pérdidas que
ganancias en términos de los sitios ocupados por las especies analizadas", dice el biólogo de
la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Enrique Martínez Meyer. "Esto no
quiere decir que hay extinción de especies, quiere decir que hay una tendencia a que, en las
especies estudiadas, las distribuciones se han reducido más de lo que han aumentado. Desde
luego, si esta tendencia se mantiene o aumenta en el mediano y largo plazo, podríamos
esperar que algunas de estas especies se vean en serias dificultades", añade.
Aunque en este primer estudio no han calculado aún un porcentaje de pérdida o ganancia, el
estudio, publicado en Science Advances, muestra que se han perdido poblaciones en más
sitios de las que se han ganado en otros lugares.
Los investigadores dividieron el mapa de México en cuadrículas y volcaron sobre él los
registros de avistamiento de los dos periodos estudiados. En la comparación entre el pasado
y el presente, vieron que se produjeron unas pocas ganancias de especies en solo dos zonas
del país: en el norte y centro del enorme desierto de Chihuaha y en la región noroccidental
de Baja California. Las mayores pérdidas se han producido en los estados de Sonora,
Sinaloa, en la zona sur del desierto de Chihuaha y el sureste de Chiapas.
Aprovechando la alta resolución espacial del mapa, los biólogos buscaron también el porqué
de esta pérdida de biodiversidad. Manejaron tres variable principales, una directamente
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humana, como es la alteración del paisaje por medio del aumento de población, la extensión
de infraestructuras, cambios en el uso de la tierra.. en las últimas décadas. Las otras dos
variables son climáticas: el régimen de precipitaciones y la temperatura.
Vieron que la variable que mejore se ajusta a los cambios en la distribución de las aves era la
temperatura. "No sorprende que sea el factor climático que más influencia tiene en los
cambios de distribución que observamos, pues es este factor el que determina en muchos
casos los límites en donde pueden vivir las especies, no solo las aves", explican los autores
del estudio. Para estos biólogos mexicanos, "si la temperatura continua en aumento, las
especies tendrán menores posibilidades para responder y estarán en mayor riesgo".
Fuente: Nota informativa del periódico español El País, publicado el 15 de mayo de 2015 y
disponible en el sitio web: http://elpais.com
Tel: 591 2 2799673
Fax:591 2117326
Calle 21 de Calacoto, Edificio Lydia, Piso 2 Of. 201
La Paz – Bolivia
Página Web: www.institutoprisma.org
Correo electrónico: [email protected]
Edición a cargo de Rodrigo Fernández Ortiz