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TRAUMA CRANEOENCEFÁLICO (TCE) Y STATUS EPILEPTICUS Alba Galán Rodríguez Dpto Medicina y Cirugía Animal TRAUMA CRANEOENCEFÁLICO El trauma craneoencefálico (TCE) es una causa de mortalidad y morbilidad importante tanto en medicina humana como en veterinaria. Aunque el tratamiento en medicina veterinaria aun esta bajo debate, lo que es cierto es que una rápida actuación y un manejo adecuado de la situación del paciente puede suponer enormes diferencias en el pronóstico del paciente. Es necesario conocer una serie de conceptos antes de hablar de TCE: PIC: la presión ejercida sobre el cráneo por los diferentes componentes (sangre, LCR y parénquima encefálico). Sus valores oscilan entre 5-12 mmHg. PPC: presión de perfusión cerebral. Existe relación entre la PPC y la PIC: PPC=PAM-PIC Elevaciones de la PIC pueden tener impacto sobre la PPC conllevando una disminución en la PPC PC: el flujo de perfusión cerebral, es la cantidad de sangre que llega al encéfalo, regulada principalmente por la actividad metabólica cerebral, la PPCO2 y la PPO2. La relación entre la PPC, PC y la resistencia vascular cerebral (RVC) es PC=PPC/ RVC. Dependiendo RVC principalmente de la viscosidad sanguínea y del diámetro de los vasos. Autorregulación: la habilidad del encéfalo de mantener la perfusión adecuada a la situación En animal sano el cerebro controla su perfusión Autoregulación de la presión: (entre 50 -150 mmHg) Aumento de la PAM : Vasoconstricción Disminución de la PAM: Vasodilatación Autoregulación química: Aumento de la PaCO2: Vasodilatación Disminución de la PaCO2: Vasoconstricción Ajuste metabólico-flujo sanguíneo: Aumento de tasa metabólica cerebral: Vasodilatación Complianza: la habilidad de ajustar el contenido intracraneal, LCR y sangre, para mantener una PIC adecuada. Concusión: Es una paralización traumática de la funcionalidad del SN. Su efecto puede estar presente por un tiempo variable. No está relacionado con una patología concreta. Contusión: es resultado de un daño severo sobre la superficie del parénquima nerviso, a menudo asociado a concusión, sin que exista ruptura de las meninges o disrupción de la arquitectura encefálica. FISIOPATOLOGÍA DEL TCE Tras el traumatismo, el PC se ve reducido debido principalmente a elevaciones de la PIC (> 12-20 mmHg) causada por factores específicos tales como edemas, hemorragias y hematomas, compresión de vasos por efecto masa y vasoespasmo. Esta reducción en el PC (y por tanto en la PPC) conlleva la aparición de isquemia. La disminución del flujo sanguíneo a los centros vasomotores del tronco del encéfalo además del aumento de la PCO2, conlleva un estímulo simpático para aumentar la PAM. El resultado es una hipertensión sistémica en un esfuerzo por mantener el flujo sanguíneo al encéfalo. Sin embargo, los baroreceptores localizados en la aorta y en el seno carotideo detectan la hipertensión sistémica, enviando una señal a los centros vagales en el tronco del encéfalo (reflejo vagal), causando bradicardia. Este proceso es conocido como reflejo de Cushing. Por tanto, la presencia de hipertensión sistémica y bradicardia indican en la gran mayoría de ocasiones aumento de la PIC en pacientes con TCE. Tras el trauma el parénquima encefálico sufre dos tipos de daño o lesión: Lesión primaria: daño directo sobre el parénquima (laceración, contusión, lesiones vasculares). Es el daño biomecánico consecuencia del efecto de las fuerzas que provocan el trauma. Un impacto sobre el cráneo conlleva la aparición de fuerzas de aceleración, desaceleración y rotación sobre el encéfalo. Debido a an particular composición y a la ausencia de una estructura interna de soporte, el encéfalo es muy susceptibles a dichas fuerzas, siéndolo la sustancia gris principalmente a las fuerzas de aceleración y la sustancia blanca a las de rotación. Además de las fuerzas ejercidas durante el trauma, las lesiones penetrantes pueden causar fracturas, hemorragias y daño directo sobre el parénquima cerebral. Las fracturas se describen en base a su patrón (deprimidas, abiertas, lineares..), localización y tipo (abierta o cerrada). Las fracturas abiertas y deprimidas son más frecuentes en las porciones dorsales y laterales del cráneo. Las hemorragias pueden ser intra o extraaxiales. Las extraaxiales pueden suceder en el espacio, epidural, subaracnoideo o subdural. Tras un TCE la licalización más frecuente es la intraaxial o en el espacio subaracnoideo. Las hemorragias en la cavidad craneal tienen efectos deletéreos graves. La presencia de hematomas contribuye a elevaciones de la PIC y reducción del PC. Además las hemorragias son sustrato para la formación de radicales libres y promueven la inflamación, así como la liberación de aminoácidos inflamatorios, los cuales exacerban el daño en el parénquima. Lesión secundaria: cascada bioquímica e inflamatoria como consecuencia del daño primario. La presencia de edema y hemorragias a consecuencia del trauma reducen el PC y PPC. Los daños celulares que comienzan tras el daño primario se mantienen durante horas o días conllevando la muerte de neuronas y células de glía. Los principales mediadores del daño celular secundario son los radicales libres, los aminoácidos excitatorios (glutamato) y óxido nítrico. Tras el trauma las neuronas liberan glutamato, el cual causa una depolarización masiva a la vez que el influjo de Ca. El acúmulo excesivo de Ca intracelular conlleva al daño celular y a la formación de radicales libres. La combinación del incremento de Ca intracelular y la formación de radicales libres causa la aparición del oxido nítrico y la liberación de más aminoácidos excitatorios. La presencia de óxido nítrico perpetúa la formación de radicales libres y la peroxidación lipídica de las membranas celulares causando mayor liberación de aminoácidos excitatorios. Toda esta cascada de eventos bioquímicos hace que el daño celular se retroalimente y mantenga en un ciclo vicioso originnado a su vez isquemia, infarto edema cerebral y la subsecuente elevación en la PIC. Así el edema cerebral se desarrolla tras el daño primario y continúa desarrollándose como consecuencia del daño secundario, siendo más severo en las primeras 24-48h del traumatismo. Hay dos tipos principales de edema: - Edema vasogénico: que ocurre secundario al daño en la barrera hematoencefálica (BHE) y a la vasodilatación. La vasodilatación se debe a la hipercapnia asociada al daño encefálico. Inicialmente el encéfalo es capaz de compensar para este incremento de fluidos mediante el ajuste que le permite la complianza. - Edema citotóxico: ocurre secundariamente a fallo en las membranas celulares y conlleva la muerte celular La teoría de Monro-Kellie describe la relación entre estos componentes y la capacidad que existe para compensar incrementos de volumen dentro de la cavidad intracraneal. Tras el TCE el volumen de los contenidos intracraneales pude aumentar debido a la presencia de edema, hemorragia o acúmulo de LCR. El encéfalo tiene la capacidad de tolerar limitados aumentos de volumen ajustando la presencia de LCR y sangre (complianza). El primero sobre el que se actúa es el LCR, provocando la salida de este a través del espacio subaracnoideo, limitando su producción e incrementando su absorción. Durante este periodo de compensación, si no ha existido una lesión primaria grave, los signos neurológicos que muestre el paciente pueden ser moderados. Una vez que la complianza se ve comprometida, pequeñas elevaciones en la PIC pueden causar un grave deterioro en el estado del paciente, ya que se han agotado los recursos para compensarla, pudiendo conllevar en muchos casos herniaciones cerebrales. ABORDAJE GENERAL DEL PACIENTE CON TCE Y MONITORIZACIÓN La habilidad para reconocer los signos que acompañan a las elevaciones en la PIC asi como el deterioro neurológico del paciente son claves para un manejo adecuado del paciente. Además en muchas ocasiones el TCE es suficientemente grave para causar efectos sistémicos directos por lo que una correcta evaluación sistémica y estabilización es de urgencia en la mayoría de los casos. Primeramente hay que valorar la función respiratoria y cardiovascular. Debemos procurar mantener las vías aéreas libres de obstrucciones, siendo en muchos casos necesaria la intubación endotraqueal. La alteración en los patrones respiratorios pueden ser causadas por una lesión torácica directa pero también pueden ser consecuencias de un daño encefálico. La administración de Oxígeno debería considerarse asi como la ventilación manual o mecánica en casos de daño pulmonar. La valoración del estado cardiovascular del paciente mediante la monitorización de la FC, presiones sangíneas y ECG. Una alteración del ECG pude demostrar arritmias secundarias a miocarditis traumáticas, shock sistémico o daño cerebral. La gasometría, las concentraciones de lactato, pueden ayudar a monitorizar la perfusión y la función respiratoria. El control de la Tª es importante en el paciente con TCE. El ratio metabólico cerebral es proporcional a la Tª corporal y aumenta 5-7% por cada grado C. Por ello la hipertermia debería evitarse en estos pacientes y técnicas de refrigeración debería considerarse si se aprecia incremento en la Tª corporal del paciente. Hipotermia reduce el ratio metabólico cerebral y el PC, pero aunque esto puede ser ventajoso para controlar el daño sobre el parénquima cerebral puede conllevar alteraciones cardíacas. La incapacidad para controlar la Tª corporal en un paciente que ha sufrido TCE es un signo de mal pronóstico. Una vez que se ha realizado el examen físico completo, que se ha procurado la estabilización cardiorespiratoria del paciente y este está estable está indicada la realización de radiografías de tórax y abdomen, así como evaluación de la columna vertebral (cuello, tórax y región lumbar). Las contusiones pulmonares son frecuentes en los TCE, sobre todo por ser la mayoría de ellos causados por atropellos, y pueden no mostrar signos hasta las 24 horas siguientes. Está indicado la realización de una analítica sanguínea y bioquímica sérica de control y análisis de orina durante el seguimiento. La aparición de hemorragia escleral 12 a 24 horas tras el TCE (la cual normalmente se resuelve sin incidencias tras 7-10 días) debería considerarse como indicador de presencia de hemorragia subarecnoidea. En los días o semanas siguientes al TCE los pacientes pueden desarrollar patologías endocrinas relacionadas con un daño hipotalámico/hipofisario. Parámetros a monitorizar Examen neurológico cada 30 a 60 minutos (tras estabilización inicial) Presión sanguínea Objetivo Escala Galsgow Modificada (EGM) >15 Tratamiento Asegurar elevación cabeza (30º) Considerar manitol Considerar cirugía PAM 80-120 mmHg Gases sanguíneos PO2 ≥80 mmHg PCO2< 35-40 mmHg SPO2≥95% Evitar taqui y bradicardias Evitar arritmias 10-25/min Control del edema pulmonar neurogénico 37-38,5ºC Ajustar fluidoterapia Vasopresores (dopamina 2-10µgr/kg) Suplementar con O2 Considerar ventilación mecánica Pulsioximetría (SPO2) Frecuencia y ritmo cardíaco Frecuencia y ritmo respiratorio Tª Ajustar fluidoterapia,Tratar el dolor Vaciar la vejiga,Valorar la PIC Considerar ventilación Considerar calentamiento o enfriamiento AINES si pirexia Electrolitos Según valores de referencia Ajustar-Suplementar fluidos Glucosa sanguínea 4-6 mmol/l Considerar administración de dextrosa PIC 5-12 mmHg Asegurar elevación cabeza (30 grados) Considerar manitol Considerar cirugía PRUEBAS COMPLEMENTARIAS GENERALES ESPECÍFICAS Monitorización de la cantidad de orina: >2 Radiografía craneal: identificación fracturas de 3ml/kg/h podría indicar diabetes insípida central cráneo por daño hipotalámico grave TAC: identificación alteraciones óseas y Radiografías torácicas: control del edema hemorragias pulmonar neurogénico RM: más valor pronóstico, identificación de Ecografía abdominal pequeñas lesiones ABORDAJE NEUROLÓGICO MONITORIZACIÓN DEL PACIENTE CON TCE Y El examen neurológico debería formar parte de la valoración de cualquier paciente que ha sufrido un traumatismo. En el paciente con TCE, tras la estabilización del paciente y las pruebas diagnósticas de primera elección se debe realizar el examen neurológico, inicialmente cada 30-60 minutos para valorar la progresión de su estado, monitorizar la eficacia del tratamiento y reconocer el posible deterioro. En un primer momento, los resultados del examen neurológico permiten determinar el grado de daño neurológico y la localización de la lesión en un primer momento. Dentro del examen neurológico las partes más importantes a considerar en un paciente con TCE son el estado mental, función motora, valoración de los pares craneales dando especial importancia al estado de las pupilas y su capacidad de respuesta a la luz y a la posición y movimiento de los ojos, ya que esta información nos permite valorar de forma precisa el daño a nivel troncoencefálico. En medicina veterinaria se ha desarrollado la Escala de Glasgow modificada (EGM) (a partir de la escala de Glasgow usada en medicina humana), para valorar el estado neurológico y facilitar el seguimiento y la monitorización en pacientes con TCE. Los resultados obtenidos al emplear dicha escala son de gran importancia la hora de establecer un plan de tratamiento y pronóstico. ACTIVIDAD MOTORA Marcha normal, RE normales Hemi / Tetraparesia o rigidez por descerebración Postración, rigidez extensora intermitente Postración, rigidez extensora constante Postración, rigidez extensora constante y opistótonos Postración, hipotonía muscular, RE disminuidos REFLEJOS DEL TRONCO DEL ENCÉFALO RP y NF normales RP lentos, NF normal o disminuido Miosis bilateral sin respuesta, NF normal o disminuido Pupilas puntiformes, NF disminuido o ausente Midrisis unilateral no responsiva, NF disminuido o ausente Midriasis bilateral no responsiva, NF disminuido o ausente NIVEL DE CONSCIENCIA Periodos de alerta, responde a estímulos ambientales Predomina la depresión o delirio ante estímulos Estupor, responde ligeramente a estímulos visuales Estupor, responde ligeramente a estímulos auditivos Estupor, responde a estímulos dolorosos mantenidos Comatoso, no responde a estímulos dolorosos Puntuación 6 5 4 3 2 1 6 5 4 3 2 1 6 5 4 3 2 1 RE: reflejos espinales RP: reflejo pupilares NF: nistagmo fisiológico La EGM evalúa fundamentalmente la función motora, los reflejos troncoencefálicos y el nivel de conciencia. Las puntuaciones más bajas se obtienen en los casos más graves. La primera categoría de la EGM se ocupa de la actividad motora que puede ser clasificada como normal, paresis o parálisis. Normalmente pacientes con daños graves a nivel IC suelen mantener cierto grado de movimiento voluntario. Una función motora anormal refleja, en la gran mayoría de casos daño grave a nivel troncoencefálico. La postura del paciente puede ayudar en la localización principal del daño tras el TCE. La rigidez por descerebración, hiperextensión las extremidades anteriores y posteriores, opistótonos y estado mental alterado, normalmente estupor o coma, sugiere un daño grave a nivel de la corteza cerebral y tronco del encéfalo. La rigidez por descerebelación, hiperextensión de las extremidades anteriores y flexión o extensión del las posteriores y estado mental normal, aparece en casos de lesiones cerebelares. La segunda categoría de la EGM se ocupa de los reflejos troncoencefálicos, siendo el tamaño pupilar, simetría y reflejos fotomotores asi como el reflejo oculocefálico los fundamentales para el seguimiento del paciente. El control de estos reflejos de forma tan frecuente como sea posible nos permiten detectar un empeoramiento en el estado neurológico. La respuesta de las pupilas a la luz indica función de la retina, nervio óptico, quiasma y parte rostral del tronco del encéfalo. La presencia de miosis puede indicar lesiones en el diencéfalo, ya que la inervación simpática del ojo se origina en el hipotálamo, sin embargo puede ser causa también de daño a otros niveles de estas vías simpáticas del ojo (a nivel cervical, plexo braquial o bulla timpánica). Una midriasis no responsiva puede indicar lesiones graves a nivel del mesencáfalo o metencéfalo, incluyendo las herniaciones cerebrales. Otras causasa de midriasis incluyen disminución de la perfusión cerebral, cambios postictales, trauma en el iris o retina (o alteraciones oculares previas al traumatismo) y traumatismo periorbitario grave. La progresión de miosis a midriasis indica un deterioro en el estado neurológico, haciendo necesario la instauración de una terapia agresiva. Cambios unilaterales pueden ser vistos en estados incipientes del empeoramiento del paciente. El reflejo oculocefálico (nistagmo fisiológico) debería evaluarse moviendo la cabeza del paciente de un lado a otro y de arriba abajo siempre que sea posible. Este reflejo queda suprimido en lesiones troncoencefálicas, auqnue puede también hacerlo en lesiones corticales extensas. La valoración del nivel de conciencia nos da información sobre la actividad de la corteza y el SARA del tronco del encéfalo. El nivel de conciencia puede describirse como normal, deprimido u obtundado, estuporoso o comatoso. Estos términos describen diferentes niveles de conciencia y por tanto del grado del daño de daño cerebral. La valoración del patrón respiratorio, aunque no forma parte de la EGM, es interesante en pacientes con TCE ya que este puede conllevar la aparición de patrones respiratorios anómalos. La asociación de estos patrones con localizaciones específicas de daño no ha sido establecida en veterinaria, sin embargo nos puede ayudar a monitorizar la evolución del paciente. PRUEBAS DIAGNÓSTICAS EMPLEADAS EN EL PACIENTE CON TCE El diagnóstico de TCE se basa fundamentalmente en la historia clínica y la evaluación del paciente, sin embargo para un diagnóstico más asertivo del grado de daño asi como de la localización del mismo se recurren a pruebas complementarias como la tomografía computerizada (TC) y la resonancia magnética (RM). Antes de estas técnicas hay que considerar la radiografía simple que puede poner de manifiesto fracturas y en menor medida la ecografía. La TC permite el diagnóstico de hemorragias intracraneales y edemas graves, alteraciones del tamaño y simetría ventricular, desplazamientos de la línea media. Con la TC no se obtienen buenas definiciones del parénquima, pero es preferido en muchas ocasiones, también en medicina humana, para valorar el daño tras un TCE debido a la rapidez de la técnica frente a la RM. La RM permite obtener imágenes con una mejor definición de las lesiones que suceden en el parénquima tras un TCE, sobre todo a nivel de fosa posterior. Mediante la RM se pueden detectar lesiones que pudieran pasar desapercibidas en la TC, siendo evidentes las zonas de parénquima encefálico afectadas por edema, hemorragias o hematomas. Normalmente, en medicina veterinaria, CT y RM se emplean en pacientes que no responden a la terapia médica agresiva en las primeras horas o en pacientes cuyo estado neurológico se deteriora a pesar del tratamiento médico. Existe una correlación entre los resultados obtenidos en la RM y el pronóstico en pacientes con TCE TRATAMIENTO DEL PACIENTE CON TCE El tratamiento en el paciente con TCE debería dirigirse hacia la estabilización sistémica y neurológica y en minimizar los daños secundarios. Como decíamos anteriormente, en un primer momento debemos atender a la estabilización sistémica, la cual consiste en controlar la función cardiorespiratoria, establecer fluidoterapia y oxigenoterapia. Tras esto el objetivo principal del tratamiento será el control del aumento de la PIC y el ratio metabólico cerebral, para ello disponemos fundamentalmente de: fluidoterapia, oxigenoterapia, diuréticos, hiperventilación e hipotermia, y control de la actividad epiléptica si la hubiera. La fluidoterapia y oxigenoterapia deberían administrarse a todos los pacientes que han sufrido TCE. Los diuréticos deberían administrarse a los pacientes que tengan una puntuación en la EGM <8. La hiperventilación e hipotermia deberían emplearse cuando pacientes con una EGM <8 no responden a los diuréticos. Aunque bajo mucha discrepancia, actualmente los especialistas en neurología clínica veterinaria no recomiendan el uso de corticoides tras un TCE, asociándoles unos efectos perjudiciales (inmunosupresión, hiperglicemia y alteraciones gastrointestinales) mayores que los beneficios obtenidos. Fluidoterapia: el objetivo es restaurar el estado normovolémico del paciente y mantener la PPC. Nunca está recomendado limitar el suministro de fluidos hasta la deshidratación en un pacinete para disminuir el riesgo de edema cerebral. Los cristaloides se pueden emplear inicialmente a dosis de shock a dosis de 90ml/kg en perros y 60ml/kg en gatos, sobre todo si el paciente se encuentra en estado de shock. Debido a que la duración de su efecto está limitada a aproximadamente las primeras horas (por rápida extravasación al intersaticio), se requiere fluidoterapia adicional. Los coloides y soluciones hipertónicas restauran el volumen plasmático rápidamente con bajas dosis, además tienen un efecto más duradero que los critaloides. Las soluciones hipertónicas pueden ser las de elección en pacientes hipotensos, con hipovolemia y con incremento de la PIC, ya que mejoran la PPC y su alto contenido en Na ayuda a eliminar fluidos acumulados en el intersticio o a nivel intracelular (edema) en el parénquima nervioso. Las soluciones hipertónicas (7,5% NaCl) se administran a 5-6ml/kg en perros y 2-4ml/kg en gatos y permanecen activas una hora tras su administración, siendo necesario que sean seguidas de la administración de coloides, a dosis máximas de 20ml/kg/día, para maximizar sus efectos. Durante la administración de fluidos la presión sanguínea debe controlarse y mantenerse a niveles de PAM de 80-100mmHg. La hipotensión debería tratarse con fluidoterapia pero si persiste a pesar de esta se deben emplear agentes vasoactivos como la dopamina (2-10g/kg/min). La hipertensión sistémica puede suceder como consecuencia del reflejo de Cushing, en estos casos el tratamiento debe ir dirigido a disminuir la PIC y sólo nos plantearemos tratar la hipertensión si los intentos en disminuir la PIC han sido nulos. Los pacientes deberían ser colocados con la cabeza elevada 30º y a ser posible sin compresión sobre el cuello, para favorecer el retorno venoso, por tanto la fluidoterapia será administrada inicialmente empleando vías periféricas. Oxigenoterapia: es recomendada en todos los pacientes con TCE. Control de la PaO2 y de la PaCO2 es fundamental ya que afecta a la hemodinámica cerebral y a la PIC. La hipercapnia debería evitarse por su efecto vasodilatador cerebral que conlleva aumento de la PIC. La hipocapnia produce vasoconstricción y por tanto una disminución directa de la PIC y disminución de la producción de LCR (aunque esto es un proceso lento que puede tardar incluso horas tras ligeras variaciones de la PaCO2). El éxito de la oxigenoterapia y el mantenimiento de la ventilación adecuada es mantener la PaO2 ≥90mmHg y la PaCO2 entre 35 y 40 mmHg. Si el paciente mantiene la capacidad ventilatoria de forma adecuada y los valores de las Pa se mantienen estables, el empleo de mascarillas o sondas nasales podría ser más perjudicial que beneficioso, ya que podrían causar estrés y este influir sobre la PIC. En algunos pacientes con daños graves es necesario la ventilación mecánica para mantener las Pa. Diuréticos: Se reservan para pacientes graves, ≤8 puntos en EGM o que no responden a la fluido y oxigenoterapia de la forma esperada en las primeras horas. No deberían emplearse en pacientes deshidratados y/o sin haberlos sometido previamente a una fluidoterapia adecuada por el riesgo de provocar un fallo renal. El manitos (0,5-2g/kg) mejora el PC y disminuye la PIC sobre todo por disminuir el edema cerebral. Tras su administración, el manitol actúa como expansor del plasama reduciendo la viscosidad sanguínea, mejorando el PC y la oxigenación del tejido cerebral. Como consecuencia del aumento de la oxigenación (podríamos considerar un aumento en la PaO2) se produce una vasoconstricción cerebral, actuando esto como factor que disminuye la PIC. Además el efecto osmótico del manitol reduce la cantidad de fluido a nivel intraparenquímatoso, disminuyendo el edema cerebral. El manitol se administra en bolos durante 15 min para optimizar su efecto expansor del plasma. Si se administrara en infusión continua incrementaría la permeabilidad de la BHE potenciando, en tal caso, el edema. El manitol comienza a actuar reduciendo el edema 15 a 30 min tras su administración y tiene una duración aproximadas de 2 a 5 horas. Repetidas dosis de manitol pueden causar diuresis, a la larga hipovolemia, incremento de la osmolaridad, plasmólisis celular, hipotensión e isquemia, por lo tanto es esencial el empleo de una fluidoterapia adecuada sobre todo si se administran varias dosis de manitol. La administración de furosemida (0,7mg/kg) previa a la administración de manitol tienen efectos sinérgicos y beneficiosos para la disminución de la PIC. Hasta la fecha no hay evidencias que contraindiquen el uso de manitol en presencia de hemorragias, por lo que puede emplearse antes de plantear la TC o RM. Hiperventilación: ha sido empleado en medicina humana (PaCO2 ≤ 35mmHg) para disminuir rápidamente la PIC, sin embargo no ha sido probado en veterinaria. El empleo prolongado de la hiperventilación, ya sea manual o mecánica, tiene sus riesgos pudiendo ser causa de disminución del PC e isquemia. Hipotermia: es un tratamiento experimental que tampoco ha sido completamente validado en medicina veterinaria. Tras el trauma el ratio metabólico cerebral se ve aumentado lo que conlleva a potenciar la lesión secundaria. La hipotermia controlada e inducción de un estado comatoso disminuye el ratio metabólico cerebral, y por tanto la necesidad de flujo sanguíneo que debe llegar al cerebro. En veterinaria hasta la fecha se considera que una Tª rectal de 32-35ºC reduce el metabolismo cerebral y el consumo de O2, conllevando una disminución de la PC y de la PIC. Sin embargo la disminución de la Tª corporal lleva riesgos como pueden ser el desarrollo de arritmias, coagulopatías, alteraciones electrolíticas, hipovolemia y resistencia a la insulina. Administración de progesterona: ha sido empleada de forma experimental en ratas y humanos con TCE para reducir el edema cerebral y por su efecto neuroprotector, ya que reduce los efectos del glutamato y potencia los efectos del GABA. En ratas se ha demostrado que la progesterona disminuye el daño neuronal (por muerte celular directa), disminuyue la satelitosis, la inflamación y el edema vasogénico y citotóxico. Además presenta propiedades antioxidantes, previniendo la peroxidación de los lípidos de membrana y el estrés oxidativo, disminuyendo la formación de radicales libres y potenciando los mecanismos celulares para la eliminación de estos. Terapia antiepiléptica: Las crisis epilépticas deberían tratarse de forma agresiva con la finalidad de disminuir sus efectos secundarios sobre el parénquima encefálico y la probabilidad de aparición de nuevas crisis. Las crisis pueden suceder inmediatamente tras el trauma u horas, días, meses o años tras el mismo. Lógicamente las que aparecen durante el periodo de convalecencia del paciente son de mayor gravedad por aumentar el daño sobre el parénquima nervioso lesionado e inestable. En humana, los pacientes tratados de forma profiláctica tan sólo durante los primeros 7 días tras el TCE parecen tener un menor riesgo de padecer crisis postTCE. STATUS EPILEPTICUS El status epilepticus (SE) tiene al TCE como principal causa junto con tumores e inflamaciones del SNC (entre el 32-40% de los casos), e intoxicaciones y desórdenes metabólicos (entre el 7 y 23% de los casos). En casos de pacientes sin signos clínicos previos en los que no haya historia previa de crisis epilépticas las intoxicaciones deberían considerarse en primer lugar. De todos los pacientes que sufren epilepsia generalizada por diferentes causas hasta un 30% pueden manifestar SE (siendo <5% en pacientes con epilepsia idiopática adecuadamente tratados y de hasta 37% en pacientes). El protocolo diagnóstico en un paciente en SE incluye determinar si ha sufrido TCE o ha estado expuesto a tóxicos. Tras la palpación cuidadosa de la zona del cráneo, buscando asimetrías o zonas de crepitación, que nos indicaran un traumatismo, se debe realizar medición de glucosa, sodio y calcio, y colinesterasa, así como valorar la función hepática y renal mediante analítica sanguínea. Hay que tener en cuenta que las enzimas hepáticas y musculares incrementan tras sufrir una crisis epiléptica debido a la hipoxia, hipotensión y actividad convulsiva. Obtener información básica de hematología, bioquímica sérica y urianálisis podría ayudar a evaluar posibles alteraciones metabólicas que sean causa de SE o valorar el daño sistémico causado por el propio SE. Si el paciente es epiléptico y toma medicación deberían valorarse niveles plasmáticos de los fármacos. Si el paciente está lo suficientemente estable, una vez que la actividad epiléptica ha sido controlada, sería interesante realizar una TC o RM para valorar posibles causas estructurales del SE. El análisis de LCR debería considerarse tras la realización de las técnicas de imagen si se sospecha de procesos inflamatorios. TRATAMIENTO DEL SE El tratamiento del paciente en SE debería enfocarse hacia: Estabilización sistémica Corrección de disturbios electrolíticos, bioquímicos, hematológicos… Parar la actividad epiléptica Estabilización sistémica El SE puede ser causa de hipoxia. El mantenimiento de una vía aérea en un paciente en SE puede ser difícil sin embargo puede ser crucial en pacientes que no respondan al tratamiento y las crisis se prolonguen. Se recomienda la administración de oxígeno 100%, y si llegara a ser necesaria la intubación y ventilación mecánica. MONITORIZACIÓN DEL PACIENTE CON SE Control de ritmo cardíaco: mantener a 60-120 en perro y 140-180 en gato Frecuencia respiratoria: 8-34 perro, 10-20 gato Control de la producción orina: 1-2ml/kg/h. Densidad entre 1.030-1.035 Presión sanguínea: mantener la PAM entre 70-80 mmHg Oxigenación/Ventilación: saturación oxígeno a 95%, PCO 2 2 35-40mmHg, PaO2 75-100mmHg Tª rectal: perro 36,9-39 perro y 37,8-39 en gato Examen neurológico de forma seriada que permita detectar signos de mejoría o empeoramiento TRATAMIENTO DEL PACIENTE CON SE Lo ideal es comenzar cuanto antes con administración de fármacos antiepilépticos vía intravenosa. Al inicio, debido que no hay acceso intravenoso, pueden considerarse otras vías como la rectal o sublingual. Diazepam (0,5-2mg/kg iv, 20mg dosis maxima) Puede ser administrado vía rectal, alcanzando las concentraciones plasmáticas más elevadas a los 15min. Pacientes en tratamiento con Fenobarbital pueden requerir dosis más altas. Si el bolo de diazepam controla la crisis, mantener una infusión 0,51mg/kg/h) durante 6h e ir evaluando. El equipo de administración debería protegerse de la luz y cambiarse cada 2h. Si la segunda administración de diazepam falla en el control de la crisis, hay que plantearse el uso de otros fármacos. Fenobarbital (2-4mg/kg iv) Puede administrarse dosis de carga de hasta 12-24mg/kg (sin exceder los 24mg/kg en 24h). Puede administrarse im y su empleo debería, tan pronto como fuera posible, normalizado a la administración rutinaria (2-4mg/kg BID o TID), siempre que se haya ocntrolado el SE. Levetiracetam (20-60mg/kg) Cuando el empleo de Fb no es considerado apropiado (enfermedad hepática). El levetiracetam causa mínima sedación y parece tener efectos neuroprotectores, reduciendo el daño cerebral asociado a las crisis epilépticas mantenidas. Como en el caso del FB, su empleo vía oral (10-20mg/kg TID) debería mantenerse tras el control del SE, con la ventaja de que tras más de 6-8 meses sin crisis el fármaco podría retirarse. Si el paciente no responde a estos fármacos y las crisis se mantienen: Propofol (1-2mg/kg bolo iv o hasta 6mg/kg/h en infusión continua) Ketamina (5mg/kg bolo iv seguido de 5mg/kg/h en infusión continua) Anestesia inhalatoria: Isofluorano y Sevofluorano.