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Inmanuel Kant (1724-1804)
1. El proyecto filosófico de Kant
Nació en 1724 en Königsberg -antes de Alemania, ahora de Polonia-, ciudad de la que sólo
salió en una ocasión. Fue un hombre profundamente religioso, extraordinariamente metódico y
disciplinado en su trabajo. Era hombre de buen corazón, de pueblo, que permaneció soltero durante
toda su vida -como Descartes, Espinosa, Locke y Leibniz-. Es el representante típico del
aburrimiento y abulia que producen una vida dedicada por entero al estudio y la enseñanza. Estaba
muy impregnado de los ideales ilustrados y simpatizó con los ideales de la independencia americana
y de la revolución francesa. En su tiempo dio testimonio de pacifista convencido, antimilitarista y
opuesto a toda forma de patriotismo nacionalista excluyente.
Kant fue el autor que con mejor fortuna intentó realizar la síntesis entre las dos grandes
corrientes filosóficas de la modernidad, el racionalismo y el empirismo. Kant resultó ser la figura de
mayor relieve del movimiento ilustrado y uno de los filósofos más creativos y originales de todos los
tiempos. El objetivo principal de su filosofía es aclarar en lo posible las cuestiones planteadas en la
actividad científica, la acción moral, la ordenación de la convivencia social y la realización de
proyectos históricos mediante la acción política.
OBJETIVOS DE LA FILOSOFÍA DE KANT:
1. Crítica de la razón como tarea fundamental del filósofo. Existían muchas y opuestas
interpretaciones sobre el objetivo de la filosofía. Para poner orden, Kant se propone someter a
juicio la razón y descubrir la raíz de las interpretaciones contrarias que la paralizan.
2. Ilustración y libertad como objetivos últimos de la razón. Un juicio es necesario por la
minoría de edad y falta de ilustración de los contemporáneos de Kant. La causa de esta minoría
de edad es la pereza y la falta de valor para atreverse a pensar por uno mismo. La crítica de la
razón pretende ser un ejercicio de libertad que lleve a superar las constricciones impuestas por
la autoridad, la tradición y la conciencia.
3. Concepción kantiana de la filosofía. La exigencia más acuciante de la razón es clarificarse
sobre qué es el ser humano, en qué consiste su libertad, cómo funciona su razón y cuáles
son sus últimos fines e intereses.
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La filosofía es para Kant «la ciencia de la relación de todos los conocimientos
con los fines esenciales de la razón humana». Esta definición mundana de la
filosofía supone que a la filosofía corresponde:
1º) Establecer los principios dentro de los cuales es posible un conocimiento
científico de la naturaleza, responder a la pregunta: ¿qué puedo conocer? De
ello se encargará la metafísica.
2º) Establecer y justificar los principios que deben regular la acción moral o política
y precisar las condiciones de la libertad: ¿qué debo hacer? Esta tarea
corresponde a la moral.
3º Perfilar, de cara al futuro, el destino último del hombre y las condiciones y
posibilidades de su realización: ¿qué me cabe esperar? Es lo que intentan
responder todas las religiones.
Pero responder a una de esas preguntas obliga a plantearse las demás, pues ninguna
es independiente de las otras. Existe una pregunta que las engloba a todas: ¿Qué es
el hombre? Por tanto, el proyecto y meta última de toda la filosofía kantiana es
lograr una clarificación racional al servicio de una humanidad más libre, más justa y
más encaminada a la realización de los últimos fines.
Kant se identificó plenamente con los ideales de la Ilustración europea. En un opúsculo
titulado ¿Qué es la Ilustración? escribe que el lema de la Ilustración es: "Atrévete a pensar por ti
mismo".
2. ¿QUÉ PUEDO SABER? La Crítica de la razón pura.
¿Qué puedo saber? es la primera de las preguntas que debe hacerse la filosofía y el tema de la
Crítica de la razón pura. Resolver este problema: ¿Es la metafísica una "ciencia"? Y si no lo es
todavía, ¿puede aspirar a convertirse en ciencia?
Kant ante el racionalismo y el empirismo. La teoría del conocimiento de Kant intenta
resolver la oposición entre racionalismo y empirismo. Para el racionalismo todo nuestro
conocimiento tiene su origen en la razón, y ésta, aplicando el método correcto, puede aspirar a
conocerlo todo. Para el segundo, el origen y el límite de nuestro conocimiento es la experiencia y por
ello, siguiendo a Hume, la sola razón es imposible. La solución kantiana pasa por realizar una
síntesis de racionalismo y empirismo. Esta consiste en afirmar que sólo hay conocimiento cuando a
los elementos racionales del conocimiento se les suma la experiencia sensible. Kant despertó del
«sueño dogmático» tras leer las críticas de Hume al racionalismo, y quedó convencido de que
nuestro conocimiento no puede extenderse más allá de la experiencia. Pero respecto a los conceptos
que no proceden de la experiencia afirma que son útiles en la medida en que no son aplicados fuera
de los límites de la experiencia. Sin un concepto como el de sustancia no podríamos hablar de
ningún objeto del universo y la ciencia y el estudio de la naturaleza sería imposible.
De este modo Kant toma distancia frente al racionalismo y frente al empirismo. Mientras el
empirismo sostiene que todos nuestros conceptos proceden de la experiencia, Kant sostiene que el
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entendimiento posee conceptos que no proceden de la experiencia, aunque solamente puedan
ser aplicados en el ámbito de lo empírico.
3. ¿QUÉ DEBO HACER? LA TEORÍA KANTIANA DE LA MORAL.
La razón práctica y el conocimiento moral
La actividad racional del ser humano no se limita sólo al conocimiento de los hechos/
objetos. La razón se preocupa también de responder a la pregunta ¿qué debo hacer? ¿Cómo he de
actuar? Mientras la razón teórica se ocupa de lo primero, la razón práctica se ocupa de responder a
tales preguntas. Razón teórica y razón práctica no son dos razones diferentes en el hombre, sino dos
funciones perfectamente diferenciadas de una misma y única facultad racional. La razón teórica
se ocupa de conocer la naturaleza, de cómo son las cosas; la razón práctica se ocupa de cómo
deberían ser, de cómo orientar la conducta humana.
A la razón práctica no le interesa conocer cómo es, de hecho, la conducta humana, ni cuáles
son los motivos empíricos y psicológicos -deseos, sentimientos, intereses, etc.- que impulsan a los
hombres a actuar; sólo le interesa conocer cuáles deben ser los principios que han de guiarle si quiere
actuar racionalmente, moralmente. Según Kant, la ciencia -razón teórica- se ocupa del ser, mientras
que la moral -razón práctica- se ocupa del deber ser. Mientras la razón teórica formula juicios -«El
calor dilata los cuerpos»-, la razón práctica formula imperativos o mandamientos morales -«no
matarás»-.
Éticas Materiales y Éticas Formales.
A) ÉTICAS MATERIALES. Son materiales aquellas éticas en las cuales la bondad o la maldad
de la conducta humana depende de algo que se considerar bien supremo para el hombre: en
la medida que nuestras acciones nos aproximen a ese bien supremo, serán buenos; y si nos alejan
de él serán malos. Por consiguiente, en toda ética material encontramos siempre dos elementos: 1º.
Se da por supuesto que existen bienes, cosas buenas para el hombre, y se busca cuál es el mayor de
todos ellos, el bien supremo o fin último -placer, felicidad, etc. 2º. Una vez identificado ese bien
supremo, se establecen unas normas o preceptos que indican el camino a seguir para alcanzarlo.
B) CRÍTICA A LAS ÉTICAS MATERIALES. Kant rechazó las éticas materiales por una serie
de deficiencias que precisó claramente:
1ª. Las éticas materiales son empíricas, a posteriori. Cualquier norma de una ética material
podrá ser explicada como generalización a partir de la experiencia. (Ejemplo: sabemos que el
placer es un bien supremo para el hombre porque la experiencia nos dice que, desde niños, los
humanos buscamos el placer y huimos del dolor). La única objeción de Kant contra la
fundamentación de las normas en la experiencia es que no sirve para construir una ética
universal, cuyos imperativos y principios sean universalmente reconocidos.
2ª. Las normas o imperativos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales: no
tienen un valor absoluto, sino condicional, como medios para conseguir otro fin. (Ejemplo: el
precepto «no bebas en exceso» quiere decir, en realidad: «no bebas en exceso, si quieres tener
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una vida larga y placentera». Y esa norma deja de tener valor para quien no se haya propuesto
vivir larga y placenteramente).
3ª. Las éticas materiales son heterónomas. Si la «autonomía» consiste en la capacidad de un
individuo para darse normas y leyes a sí mismo, la «heteronomía» consiste en aceptar leyes o
normas impuestas desde el exterior e irreflexivamente a nuestra razón. Las éticas materiales
son heterónomas porque en ellas la voluntad del hombre es impulsada a actuar por deseos o
inclinaciones.
C) LA ÉTICA FORMAL DE KANT.
1. SENTIDO DE UNA ÉTICA FORMAL. Una ética verdaderamente universal y racional
no puede ser empírica -sino a priori-, ni hipotética en sus imperativos -estos han de ser
absolutos, categóricos-, ni heterónoma -sino autónoma: el sujeto es quien debe darse a sí
mismo sus normas, sin imposición externa alguna. Además no puede ser material: sólo
puede ser formal. Significa esto que ha de estar vacía de contenido, es decir: no puede
establecer ningún fin o bien supremo ni nos dirá exactamente qué hemos de hacer. Sólo nos
dirá cómo hemos de actuar.
2. EL DEBER. La ética formal no establece lo que hemos de hacer: se limita a señalar
cómo debemos actuar siempre, independientemente de cuál sea la acción concreta que nos
ocupe (Ejemplo: las leyes que rigen la conducta de los funcionarios no dicen: «Adelaida
Pinzón, administrativa de la Universidad de Cuenca, no puede comprar impresoras láser porque
valen más de 50.000 Pts.», sino: «El personal administrativo deberá contar con la autorización
expresa de su inmediato superior jerárquico para comprar material de oficina por un valor
superior a 50.000 Pts.»). El segundo precepto indica un modo de obrar, válido para cualquier
situación, mientras que el primero sólo es una norma concreta para un caso concreto.
Según Kant, los humanos sólo actuamos moralmente cuando lo hacemos por deber.
Define el deber como «la necesidad de una acción por respeto a la ley». Esto significa que
actuar moralmente supone someternos a una ley, no por la utilidad o satisfacción que su
cumplimiento pueda proporcionarnos, sino por el respeto que toda ley merece, porque ese es
nuestro deber.
Kant diferencia entre acciones contrarias al deber, acciones conformes al deber y
acciones por deber. Solamente estas últimas poseen valor moral. El político que dice la verdad,
actúa conforme al deber. Pero no por eso actúa moralmente: puede hacerlo únicamente para
ganar votos, que es lo que le interesa. Según Kant, el político actúa moralmente cuando dice la
verdad porque ése es su deber, independientemente de que gane o pierda votos al hacerlo. La
acción hecha por deber no es un medio para alcanzar un fin, sino algo que debe ser hecho
por sí mismo. El valor moral de una acción no depende del fin o propósito a conseguir, sino de
la máxima, móvil o intención que la inspira, siempre que esa intención coincida con el deber:
«una acción hecha por deber tiene su valor moral, no en el propósito que por medio de
ella se quiera alcanzar, sino en la máxima por la cual ha sido resuelta; no depende, pues,
de la realidad del objeto de la acción, sino meramente del principio de la voluntad».
3. EL IMPERATIVO CATEGÓRICO. A diferencia de los imperativos hipotéticos de las
éticas materiales, las exigencias de obrar moralmente derivadas de una ética formal son
categóricas. Una formulación de este imperativo categórico: «obra sólo según una
máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley
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universal». Este imperativo no establece ninguna norma concreta, sino el esquema o forma
que ha de tener cualquiera de las normas con las que nos orientamos en nuestra conducta
concreta Ejemplo: «No apropiarse del dinero público para beneficio privado»). Otra
formulación: «Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona
como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo
y nunca meramente como un medio». En las dos formulaciones destaca la exigencia
de universalidad.
Los Postulados de la Razón Práctica.
En la KRV Kant había mostrado la imposibilidad de la MF como ciencia, y por tanto
nuestra incapacidad para obtener conocimiento objetivo acerca del mundo, del alma y de Dios. Pero
la inmortalidad del alma y la existencia de Dios constituyen interrogantes que siempre han interesado
al ser humano y que no puede dejar de plantearse. Nunca negó Kant la inmortalidad del alma o la
existencia de Dios: sólo se limitó a señalar que alma y Dios no son asequibles al conocimiento
científico, pues no son objetos de la experiencia a los que podamos aplicar nuestras categorías. Pero
lo original de su aproximación estriba en plantearse el tema de Dios y del alma no en la razón
teórica, sino en la razón práctica.
Libertad, inmortalidad del alma y existencia de Dios son, para Kant, postulados de la
razón práctica. «Postulado» significa aquí algo que no es demostrable, pero que necesariamente
hemos de suponerlo como condición que hace posible la moral misma. Obrar moralmente, conforme
al deber, sólo es posible si existe libertad para vencer las inclinaciones, deseos y condicionamientos.
La inmortalidad del alma se comprende mejor si tenemos en cuenta que la razón nos
ordena alcanzar la virtud, la mayor honradez posible, la perfecta adecuación de nuestra voluntad a la
ley moral. Pero la cima de la honradez jamás puede alcanzarse en una existencia tan limitada como
la nuestra. Su alcance exige una duración ilimitada, en un proceso indefinido de ajuste: la
inmortalidad.
La existencia de Dios. La virtud consiste en la intención y la lucha por someterse al
deber "por el deber". La felicidad - bien supremo de ser humano, recuérdese a Aristóteles- queda
excluida como motivo determinante de la acción moral; pero no como "premio" de la virtud. Para
los epicúreos y los estoicos, virtud y felicidad coincidían. Pero tal coincidencia no es evidente. A
menudo observamos que el cumplimiento del deber lleva aparejado normalmente lo contrario a la
felicidad. Para que el deber y la moral tengan sentido es necesario que Dios exista y haga coincidir
virtud y felicidad en el futuro.
4. ¿QUÉ ME CABE ESPERAR? La Religión.
La tercera pregunta - ¿Qué me está permitido esperar?- es abordada en obras
mucho más breves. El esperar se refiere al futuro, y por eso desborda el marco de la ciencia y de la
moral, que sólo se ocupan de lo que "es" y lo que "debe ser" ; pero no de lo que se espera que
"será". Pero, de hecho, el esperar presupone el concepto de finalidad: se espera siempre la
consecución de un "fin". Justamente, el concepto de finalidad es estudiado en la tercera de las
"críticas", la Crítica del juicio (1790). En la Crítica del juicio Kant reconoce que aunque no hay
fines en la naturaleza ni en la historia pues todo sucede mecánicamente. Pero el ser humano necesita
la finalidad para poder dar sentido a los acontecimientos. La finalidad permite "pensar" la realidad
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de un modo adecuado a las necesidades del ser humano. Supuesto esto, ¿qué finalidades puedo
esperar que se realizarán?
1. La felicidad. La única garantía de que alcanzaremos la felicidad es Dios. La esperanza en la
felicidad es objeto, pues, no de la moral, sino de la religión, entendida ésta como "religión
natural" o fe racional.
2. El triunfo del bien. En el ser humano habitan dos principios contrapuestos: el principio
bueno y el principio malo, los cuales se encuentran en lucha por dominarlo. El principio malo
conduce a subordinar el respeto a la ley -único móvil moral legítimo- al amor propio, y radica
en la fragilidad de la libertad humana para practicar la ley moral. Pero es lícito esperar un
triunfo del principio bueno, es decir, de la recta motivación moral. Tal triunfo no es posible
fuera de una comunidad de seres humanos organizada, precisamente, sobre una base moral. La
constitución de una "comunidad ética" es lo único que puede liberarle del mal.
3. La paz perpetúa. La paz es, en primer lugar, el sentido último del progreso y de la
historia. También debe ser el objetivo del ordenamiento político. Kant traza el esbozo de un
Derecho internacional fundado en una federación de Estados libres.
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