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CELIBATO ECLESIÁSTICO – E. Cabellos
Las últimas declaraciones del papa Francisco sobre el papel de la mujer en la iglesia: “Donde se toman
las decisiones importantes es necesario el genio femenino”, y la posibilidad de replantear el celibato; al
tiempo de mostrarse abierto a escuchar al cristiano de la calle, pone sobre la mesa este tema.
La iglesia en su larga historia no ha tenido una postura uniforme sobre el celibato, sino que se ha ido
adaptando a diferentes momentos históricos con sensible manga ancha, y con gran disparidad entre lo
que dictaban concilios y papas, y la realidad de sus ministros. Este asunto ha estado siempre ligado a
una cierta consideración de la sexualidad vista muy negativamente desde S. Pablo.
Referencia histórica
Hay que partir de que el celibato no es “derecho divino” sino eclesiástico. Pedro y los apóstoles
escogidos por Jesús eran en su gran mayoría hombres casados. El Nuevo Testamento sugiere que las
mujeres presidían la comida eucarística en la Iglesia de los primeros siglos. El concilio de Elvira 306 no
prohíbe la convivencia marital, aunque la acota limitando su uso al día anterior a la impartición de los
sacramentos. Nicea en 325 da un paso más y prohíbe el matrimonio después del ordenamiento
sacerdotal, y mantiene la situación de matrimonios previos. El concilio de Laodicea prohíbe la
ordenación de las mujeres, lo cual demuestra que anteriormente existían mujeres sacerdotisas, tal como
sugieren las noticias de los siglos I – III. Sabemos que Siricio en 385 abandona a su esposa al ser
nombrado papa, mientras en esa época un decreto de menor rango indicaba que no se podía dormir con
la esposa, aunque se admitía su vínculo. En el s. V S. Agustín toma una primera postura radical
abominando del contacto con mujer. A finales del s. VI la situación es confusa, ya que mientras se
prohíbe la relación sexual (no la existencia de esposa), el papa Pelagio II no entra a discutir el celibato,
sino que solo se muestra opuesto a que los clérigos trasmitan su patrimonio a su esposa, lo cual indica
que existían muchos vínculos matrimoniales o concubinatos. En los siguientes siglos la situación se
mantiene. Mientras en 836 el Concilio de Aix-la-Chapelle admite abiertamente que en los conventos y
monasterios hay abortos e infanticidios para ocultar lo obvio, S. Ulrico obispo pide que se admita el
casamiento para evitar desmanes (algo parecido a la pederastia actual). El concilio de Letrán 1139
prohíbe y anula los matrimonios clericales, pero en pleno s XIV el obispo Pelagio se queja de las
numerosas mujeres que son ordenadas y administran sacramentos. Trento reactivó el rechazo del
matrimonio de clérigos como reacción a la reforma protestante que permitía e incluso promovía el
matrimonio de sacerdotes, pero siguió sin cumplirse y durante el XVI – XVII incluso algunos papas
vivieron con amantes o concubinas. Muy recientemente los papas Pablo VI y Juan Pablo II otorgan
dispensas y los curas casados son habituales en oriente.
La iglesia no consideró sacramento al matrimonio sus primeros 1.100-1.200 años de existencia. Solo en
XIII comienza a llamarlo sacramento. Antes solo lo consideraba una institución social que ordenaba la
sociedad y las parejas.
El Celibato y las religiones
Su origen reside en la India a través del hinduismo con sus anacoretas, basado en la doctrina de
Buda (560 - 480 a. C.). En el mundo occidental el celibato ha sido asociado a la iglesia Católica. En
Oriente practicó el celibato el budismo e hinduismo, y más tarde la iglesia Ortodoxa.
El celibato budista busca el distanciamiento de la realidad material como método de la realización plena.
Los griegos lo practicaron a través de Platón y Sócrates, quienes veían el celibato como un elemento
primordial para quien se dedica enteramente al conocimiento. No tiene ninguna connotación religiosa,
sino de ejercicio social y político.
En las culturas semitas, de donde procede Jesús, la procreación es un precepto y un don divino. El
celibato en el judaísmo bíblico era visto más bien como una maldición divina. El Génesis ordena “poblar
la tierra”, Dios bendice a Adán y Eva y les dijo: “multiplicaos, llenad la tierra”. Mandamiento que se
repite después del Diluvio. Sara entrega a Abraham su esclava para que tenga hijos con ella. Jacob (gen
25-35) tiene 12 hijos entre esposas y esclavas. La cultura procreadora y anti celibato llega al tiempo de
Jesús con las figuras de Isabel y Zacarías. Esta idea es la misma del islam como una ley divina, que da
origen en ciertos ámbitos a la poligamia.
En esta cultura judaica era normal que los jóvenes se casasen incluso antes de los 13 – 15 años, ya que
lo contrario se consideraba un desprecio a la ley de Dios. ¿Vivía Jesús en Israel?. Lucas aporta un
comentario bastante críptico (Lu 4,14-16): “Jesús volvió a Galilea y su fama se extendió”, “fue Jesús a
Nazaret donde se había criado”. Parece que después de criarse estuvo lejos. ¿Dónde adquirió esa
“fama” inicial?. Una influencia oriental podría explicar no solo su celibato, sino muchas otras ideas.
El Celibato cristiano
El sacerdocio cristiano de los primeros siglos no contempla el celibato como precepto obligatorio para la
condición del sacerdote. Nacido en el seno del judaísmo, el cristianismo ve la reproducción humana
como precepto divino, sin embargo, surgen matices que lo distinguen. Si para el judaísmo bíblico la no
procreación era signo de maldición o castigo, para el cristianismo dicha perspectiva puede ser asumida
desde otra posición cuando la no procreación es por opción religiosa. El cristianismo primitivo, quizá por
una influencia helénica, crea una cierta dicotomía entre la dimensión espiritual y los que «viven según la
carne» como dice S. Pablo. A diferencia de Buda, Cristo no plantea el celibato como medio obligado
para alcanzar la meta divina. Por el contrario, utiliza múltiples figuras que corresponden plenamente a
la cosmogonía semita, por ejemplo, cuando se refiere al matrimonio recuerda la tradición:
“¿No habéis leído que el Creador desde el comienzo los hizo varón y hembra y que dijo: Por eso dejará
el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos harán una sola carne?” (Mat 19,4)
repitiendo el (gen 2,24).
Y poco después menciona la continencia voluntaria: “Porque hay eunucos que nacieron así del seno
materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el
Reino de los Cielos”. (Mat 19,12)
Este texto rompe la tradición semítica y algunos biblistas ven una invitación de Jesús al celibato para
consagrarse al reino de los cielos. Dicha mención será vital para el desarrollo del celibato cristiano y su
desarrollo en S. Pablo (Corintios) de connotaciones misóginas para el mundo actual.
El N. Testamento nunca se refiere a una jerarquía ministerial, sino que se dirige a todo el cuerpo de los
creyentes. Solo S. Pablo menciona al obispo (Timoteo):
“Es necesario que sea irreprochable el obispo, casado una sola vez, casto, ... Que sepa gobernar su
propia casa, mantener sus hijos obedientes y bien criados”. (Timot 3.2-5)
Los ministros de la Iglesia primitiva tenían la opción del celibato o podían casarse. Esta definición
permanecería inamovible para la iglesia Ortodoxa hasta la actualidad en donde los candidatos al
ministerio sacerdotal pueden optar por el celibato o el matrimonio antes de recibir el orden diaconal,
mientras se prefiere la elección de obispos del clero ortodoxo célibe. En la iglesia Latina dicha práctica
permanecería hasta el siglo XV, tiempo en el cual se optó por el celibato sacerdotal obligatorio, aunque
su cumplimiento fue menos que regular.
La Iglesia primitiva vería surgir otro tipo de opción célibe: la de los monjes del desierto en Egipto. Con un
curioso paralelo a los anacoretas de la India, muchos cristianos egipcios buscaron el desierto para
seguir los mandatos evangélicos en un proceso de fuga. Lo ilustra la historia de Atanasio sobre S.
Antonio del desierto (362). La vida de los monjes del desierto tendría una gran influencia en el desarrollo
del concepto de celibato como abandono del mundo para seguir radical de Cristo. Dichos monjes del
desierto abrirían la experiencia de la vida consagrada tanto en la iglesia latina como griega hasta S.
Benito y las órdenes medievales y sus votos.
En la iglesia católica el celibato sacerdotal incumbe a los diocesanos y no a los religiosos del monacato
que es mucho más antiguo. Tal vez la razón principal fue la relajación en los hábitos sexuales (como las
numerosas mujeres públicas que acompañaron las deliberaciones del concilio de Constanza siglo XV)
que provocaron la firmeza de Trento que tan solo aminoró la sexualidad más visible. Otra razón fue la
propiedad de sacerdotes casados cuyos hijos reclamaban todos los haberes de sus padres al morir
estos, incluso la parroquia.
Ante la abundante lista de papas casados, o con hijos, o hijos ilegítimos de otros papas o clero, parece
que la iglesia hace bien al plantearse la cuestión.
EL CELIBATO ECLESIASTICO – Raúl Celestino
¿Por qué despierta tanto interés este asunto, incluso fuera del mundo religioso?
Si un sacerdote o a una monja, porque supongo que también se refiere a ellas, puede casarse, debería
tener impacto sobre aquellos a los que les afecta. ¿O es que también nos afecta a los que no formamos
parte de ese grupo?
No sigo a los movimientos del mundo religioso, a no ser que tengan un reflejo en los medios de
información general, pero, o algo se me ha pasado, no soy consciente de que haya habido un anuncio
de fuente solvente, que haga prever un cambio de postura sobre este tema.
Supongo que los discursos y decisiones aperturistas del Papa Francisco, expresadas en otros asuntos,
ha hecho que se dé por supuesto que este es un asunto a tratar, junto con otros, como pueden ser la
relación con la religión de los divorciados vueltos a casar, o la excesiva jerarquización de una Iglesia
impermeable a los cambios.
Pero sigamos con el tema que nos afecta. Parece razonable pensar que el hecho de que no se permita
el matrimonio a los eclesiásticos, tiene que ver con la aversión que existe en la “Iglesia oficial” al sexo,
que tan solo se admite cuando el fin es el mandato de “creced y multiplicaos”, aunque bien con otras
condiciones. Por ejemplo, que en el acto no haya concupiscencia (Juan Pablo II, bien reciente)
He dicho en la “Iglesia oficial”, porque no hace falta recordar lo que la Historia nos cuenta lo que ha
ocurrido en la “Iglesia real”, o mejor en lo que sigue ocurriendo, como demuestra la cantidad de causas
pendientes que tiene por probados o presuntos actos de pederastia, violaciones, etc.
Por lo demás, los católicos, fieles que deberían seguir las instrucciones que sobre este asunto le da la
Iglesia, deciden no hacerles caso, creándoles muchas veces problemas de conciencia, cuando no de
convivencia con sus parejas.
Por ello, a mi entender en un asunto del que no soy experto pero, como a casi todos, ha tenido influencia
en mi vida, el levantamiento de una prohibición que siempre me pareció absurda, llevará consigo una
Iglesia más coherente, entre lo que dice qué se debe hacer y lo que realmente se hace.
Recuerdo un chiste, viejo pero que viene a este asunto. Se muere Sofía Loren y va al cielo. Allí se
encuentra a la madre Teresa de Calcuta, que la mira asombrada. Sofía le dice “no era pecado”
NOTA. Aunque “la Iglesia” somos todos, aquí se refiere a la ESTRUCTURA ECLESIÁSTICA
EL CELIBATO SACERDOTAL – Antonio Cortés
La reflexión vigente en la Iglesia Católica sobre el tema del celibato sacerdotal, está recogida en la
Encíclica “Sacerdotalis Caelibatus” promulgada por el Papa Pablo VI en 1967, dando respuesta al
compromiso que había adquirido con miembros del Concilio Vaticano II y en particular como
consecuencia de la confusión que se había generado entre la realidad de lo que sobre este tema era la
opinión de los padres conciliares y lo que por parte de terceros se divulgaba como si hubiera sido criterio
del Concilio modificar el estado vigente.
La citada Encíclica, que entra en profundidad en los diversos aspectos que supone el celibato
sacerdotal, comienza haciendo un repaso sobre las objeciones contra ese celibato. Desde el primer
momento, deja claro que Jesucristo “no puso esta condición previa en la elección de los doce, como
tampoco los apóstoles para los que ponían al frente de las primeras comunidades cristianas”.
Sin embargo, la Encíclica confirma la vigente ley del celibato que debe estar unido al ministerio
eclesiástico: el sacerdote hace una elección exclusiva perenne y total del único y sumo amor de Cristo y
de la dedicación al culto de Dios y al servicio de la Iglesia
El mismo Concilio Vaticano II declaró que a pesar de que la virginidad no es exigida por la naturaleza
misma del sacerdocio, confirmó solemnemente la ley vigente del celibato sacerdotal.
En la Iglesia de Oriente, la norma sobre el celibato es diferente, tal y como fue allí establecido en el año
692. Pero solamente los sacerdotes célibes son ordenados obispos y los sacerdotes mismos no pueden
contraer matrimonio después de la ordenación sacerdotal.
En la Iglesia de Occidente, basándose en su conveniencia para permitir la total dedicación del sacerdote
al servicio de Dios y de la comunidad eclesial, desde los principios del siglo IV se extiende y sanciona
esta práctica. Fue el Concilio de Trento el que sanciono esa obligación, que quedó recogida en el
Código de Derechos Canónico.
No obstante, y a pesar de la confirmación que hace la Encíclica de la elección libre y perpetua del
celibato para aquellos que son admitidos al sacerdocio, permite el estudio de condiciones particulares
para aquellos ministros sagrados casados pertenecientes a Iglesias cristianas no católicas que deseen
su plena adhesión a la Iglesia Católica y ejercitar en ella su ministerio.
En base a lo anterior, el Papa Benedicto XVI publicó la Constitución Apostólica “Anglicanorum Coetibus”
en noviembre de 2009 que daba respuesta al creciente número de anglicanos que desean entrar en la
plena comunión con la Iglesia Católica. Mediante esta Constitución, se organizan Ordinariatos
personales, con personalidad jurídica equiparable a una diócesis. Ejemplo de ello, es el denominado
“Ordinariato personal de la Cátedra de San Pedro” en el territorio de la Conferencia Episcopal de
Estados Unidos y cuya sede principal está en Houston, Texas.
EL CELIBATO SACERDOTAL – Abel Yebra
Verdad es, como expresa en su aportación Raúl, que no es un tema que nos afecte directamente. Pero
a los que, de una manera más o menos cercana, pertenecemos a la Iglesia, quizá estemos interesados
en conocerla mejor en sus ritos y costumbres y, si fuera posible, incluso en mejorarla. El hecho de que la
Iglesia esté decreciendo en el mundo civilizado, quizá tenga algo que ver también con esto. Por otra
parte, el gran número de sacerdotes (y monjas) que han dejado su ministerio, ha supuesto una
indudable merma en el servicio de la Iglesia. En muchos casos, estas personas se han pasado al
estatus matrimonial, dejando a un lado el celibato. Por eso, quizá la reflexión sobre esto puede resultar
de interés. Efectivamente, “otro cristianismo es posible” y ¿por qué no?, otra Iglesia.
1.- La doctrina católica.
- Vaticano II. Afirma que, siendo un asunto recomendado por nuestro Señor (Mt 19, 12), siempre
ha sido tenido en gran aprecio, especialmente para la vida sacerdotal. Ciertamente, no es exigido por la
naturaleza misma del sacerdocio. El celibato, que al principio se recomendaba a los sacerdotes, fue
impuesto por ley después en la iglesia latina a todos los que eran promovidos al orden sagrado.
Este santo concilio comprueba y confirma esta legislación… y pide a los fieles que aprecien
cordialmente este precioso don del celibato sacerdotal.
- Encíclica “Sacerdotalis Coelibatus”, del Papa Pablo VI, 1967. (Ver escrito de Antonio).
- Catecismo de la Iglesia Católica.- Por el bautismo, todos los fieles participan del sacerdocio de
Cristo; esto se llama “sacerdocio común de los fieles”. A partir de este sacerdocio y al servicio del
mismo, existe otra participación en la misión de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del
Orden. Es el “sacerdocio ministerial. Este difiere esencialmente de aquel, porque confiere un poder
sagrado para el servicio de los fieles.
Nadie tiene derecho a recibir el sacramente del Orden. A este sacramento se es llamado por
Dios. A la autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la
ordenación. Corresponde a los Obispos conferir el sacramento del Orden en sus tres grados
(subdiaconado, diaconado y sacerdocio). Todos los ministros ordenados de la iglesia latina, excepto los
diáconos permanentes, son elegidos, ordinariamente, entre los creyentes que viven como célibes, y que
tienen la voluntad de guardar el celibato “por el Reino de los cielos” (Mt. 19,12). En la iglesia latina, el
sacramento del Orden para el presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están
dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por
amor del Reino de Dios y el servicio de los hombres. En las iglesias orientales, desde hace siglos, está
en vigor una doctrina distinta: Los obispos son elegidos únicamente entre célibes; y los hombres
casados pueden ser ordenados diáconos y presbíteros.
- Encíclica “Virginidad y castidad”, de Pio XII. 1954.- Esta encíclica se marca, como objetivo, salir
contra los que exaltan el matrimonio, llegando a anteponerlo a la virginidad, a la castidad y al celibato
eclesiástico. La virginidad y la castidad son “tesoros de la Iglesia”. “Piensa la Iglesia que hay que
conservar el celibato de los sacerdotes; pues sabe que es y será fuente de gracias espirituales, que los
unirá cada vez más estrechamente con Dios”.
- Fundamento en el Nuevo Testamento.- “Dijéronle los discípulos: si tal es la condición del
hombre con la mujer, preferible es no casarse. Él les contestó: No todos entienden esto, sino aquellos a
quienes ha sido dado. Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que
fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que así mismos se han hecho tales por amor del reino de
los cielos. El que pueda entender, que entienda”(Mt.19, 10-12).
“Acerca de las vírgenes, no tengo precepto del Señor; pero puedo dar consejo” (I Cor.7,25).
“El célibe se cuida de las cosas del Señor. El casado ha de cuidarse de las cosas del mundo, de cómo
agradar a su mujer, y así está dividido”… (I Cor. 7,33).
- Múltiples documentos de la patrística…
- Resumen.- El celibato, no es un dogma de fe; es una disciplina eclesiástica, sujeta a cambio. La
Iglesia Católica cree que el celibato es un don de Dios y que, hoy por hoy, sería un error cambiar la
legislación actual.
2.- Evolución histórica.- Tres momentos:
a) - Hasta el s. IV. “Que (los obispos- presbíteros) sean irreprochables, maridos de una sola
mujer”… (Tito, 1,6). San Pablo recomienda a los fieles que sean como él: pero les señala un límite, no
una obligación: “Sin embargo, a los no casados y a las viudas les digo que les es mejor permanecer
como yo. Pero si no pueden guardar continencia, cásense, que mejor es casarse que abrasarse”… (I
Cor. 7, 8-9).
El estado de célibe era raro en los primeros siglos. Era preciso fundar comunidades cristianas
con lo que había. Además, tenían que adaptarse a las muy diversas costumbres de las distintas iglesias
locales.
b) – Del s. IV al XII.- El Concilio de Elvira (España, entre 295 y 302) manda que los obispos,
sacerdotes y diáconos admitidos a las órdenes sean célibes, o bien dejen a sus legítimas mujeres, si
quieren recibir las órdenes sagradas. Hay testimonios de sacerdotes que vivían con sus esposas, pero
se encontraban “en el campo”, lejos de sus obispos. “Algunos tomaban mujer”… El concilio romano,
convocado por el papa Siricio, año 386, prohíbe a los sacerdotes continuar relaciones con sus ex
mujeres. Varios concilios de los siglos VI y VII reglamentan explícitamente que los obispos deben dejar a
sus esposas una vez ordenados, mientras que para los sacerdotes y diáconos parecía no exigirse la
separación.
Cada iglesia local aplicaba sus costumbres. En el siglo VIII, el papa Zacarías no quiso aplicar a
todas las iglesias las costumbres de algunas.
c) – Del s. XII a nuestros días.- En el concilio lateranense, 1123, se reglamentó que el candidato
a las órdenes debía abstenerse de mujer, y que el matrimonio de una persona ordenada era inválido.
Esta norma siguieron los concilios posteriores. La Iglesia no define el celibato como una necesidad
absoluta, pero lo ve como el mejor medio para que el siervo de Dios y de su pueblo pueda actuar “sin
divisiones”. La Iglesia no impone ni obliga al celibato, porque nadie está obligado a ser sacerdote.
3.- Nuevos aires: Hans Küng, de su libro “El credo”, pg. 132-33. Desde mediados de los años 60 se
calcula que más de 100.000 sacerdotes católicos se han casado. “La falta de sacerdotes se ha
agudizado dramáticamente en la Iglesia católica, pero en lugar de abolir por fin la medieval ley del
celibato, inhumana y carente de base bíblica, y de admitir al sacerdocio a los casados y a las mujeres,
se echa mano desesperadamente de los laicos y se elaboran ilusorios planes pastorales… En conjunto,
se trata de una política pastoral bajo el signo de la catástrofe, una política de la que los responsables
tendrán que justificarse ante Dios y la historia, exactamente igual que sus obstinados predecesores de la
época de la Reforma”.
4.- Mi opinión.- El celibato sacerdotal es una obligación impuesta por los jerarcas de la Iglesia católica
latina, que ha tenido como consecuencia la separación excesiva entre la jerarquía y los fieles. A éstos
apenas se les ha dado poder real de intervención en la Iglesia. El celibato se ha utilizado como un signo
de distinción, de prestigio y de separación del vulgo. Es algo parecido a lo que ha sucedido en la política.
Ellos por un lado, y el pueblo por otro. El clero por un lado y los fieles por otro. En vez de ser servidores,
son servidos, respetados y reverenciados. No digo que no lo merezcan, pero deberían de hacer que
desaparecieran los signos externos de prestigio, de boato y de riqueza. Quizá hoy siguen siendo válidas
aquellas palabras que Cristo dirigía a los sacerdotes de entonces:”Hipócritas”…. La concepción
medieval del mundo como centro y origen de pecado (el demonio, el mundo y la carne) ha ayudado a
sostener la idea de la necesidad de la distinción por el celibato (por otra parte, con demasiada frecuencia
saltado a la torera, aunque, hemos de ser justos, la gran mayoría cumple este mandato). El Papa
Francisco está dando positivos y esperanzadores pasos de gigante en muchos temas “crujientes”. La
Iglesia puede cambiar este mandato. A mí me parece interesante la propuesta de Hans Küng. Creo que
la Iglesia se enriquecería, se humanizaría y crecería considerablemente.