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Thesis Politica y cultura durante la transición democrática: 1975-1986 TANGO, Cristina Abstract L'objectif de ce travail de recherche doctorale fut celui de tisser une double narration de la transition démocratique (1975-1986) en Espagne: une narration "desde arriba", c'est-à-dire, une narration imposée depuis le pouvoir à travers la rhétorique de l'oubli et du consensus; une narration "desde abajo", c'est-à-dire, une narration souterraine et rhizomique qui jallit depuis le territoire de la culture populaire, cet espace critique et polémique qui, exploitant sa dimension textuelle, se démarque de la praxis politique et se transforme en espace productif et générateur. La politique et la culture sont, ainsi, les deux dispositifs discursifs qui encadrent et articulent toute la réflexion théorique et esthétique qui sous-tend le contenu d'une thèse qui vise à affranchir de la rhétorique de la "Ruptura Pactada" le passé national le plus récent d'Espagne et le transformer en un espace critique et polémique ouvert au dialogue et à la réflexion. Reference TANGO, Cristina. Politica y cultura durante la transición democrática: 1975-1986. Thèse de doctorat : Univ. Genève, 2010, no. L. 698 URN : urn:nbn:ch:unige-188040 DOI : 10.13097/archive-ouverte/unige:18804 Available at: http://archive-ouverte.unige.ch/unige:18804 Disclaimer: layout of this document may differ from the published version. UNIVERSITÉ DE GENÈVE FACULTÉ DES LETTRES Département des Langues et des Littératures Romanes Política y cultura durante la transición democrática: 1975-1986 TOMO I-II TESIS PRESENTADA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR POR Cristina Tango Bajo la dirección del Profesor Jenaro Talens Genève, 2010 -1- A la presencia ausente de mi madre, Lidia. In memoriam -2- «Sólo si se afirma la diversidad y se recorren todos los centros y todas las direcciones y caminos, todas las vías del pensamiento, de un pensamiento jamás “encauzado”, jamás “orientado”, “canalizado”… Sólo entonces se alcanza la afirmación más intensa: la afirmación de la dispersión». (Eugenio Trías) « ¿Ha servido de algo? ¿O ha sido únicamente la enésima estafa en nombre de la imaginación?». (Sabino Méndez, 2000: 34) -3- AGRADECIMIENTOS Este trabajo de investigación no hubiera podido escribirse sin contar con el apoyo, sin condiciones, de muchas y queridas personas, y con la preciosa ayuda de algunas instituciones académicas y otros organismos relacionados con la investigación y con la cultura. Quiero expresar mis más sinceros y profundos agradecimientos a: Jenaro Talens, por su entusiasmo y su apoyo, por su mirada inteligente, interrogativa y curiosa que, a lo largo de estos años, ha dado forma y coherencia a un sinfín de notas y apuntes dispersos e informes, por el privilegio que me acordó de compartir con él sus infinitas pasiones, tiempo(s) y espacio(s) y por haberme enseñado, en su día, que “La música no es ocio”. Giulia Colaizzi, por su amistad, afecto, apoyo, colaboración y por haber transformado mi estancia en la Universidad de Valencia, Departamento de Teoría de los Lenguajes, en un momento de crecimiento personal, intelectual y profesional. Antonio Méndez Rubio, por el constante e imprescindible intercambio de materiales sin el cual, difícilmente, se habría puesto un punto final a este trabajo y por aquellas fructíferas conversaciones que hicieron avanzar el texto con nuevas ideas, conceptualizaciones y reflexiones sobre temas como violencia y representación. Juan Miguel Company, por haber compartigo conmigo su libre y espontánea pasión por el cine y por haberme facilitado, en uno de los momentos más críticos del proyecto, aquel material audiovisual sin el cual un capítulo del presente trabajo no hubiera podido escribirse. Santiago Auserón, por haberme invitado a descubrir y a participar de su “escuela de calor” y por haber compartido conmigo, en la etapa más entusiasmante y satisfactoria de este trabajo, sus diferentes y múltiples inquietudes intelectuales y estéticas. Gabriel Sevilla, por haber apoyado todas las actividades relacionadas con el cine y por haber confiado, desde el principio, en mi proyecto. Algunos estudiantes de la Unidad de Español, Departamento de Lenguas y Literaturas Románicas, Facultad de Letras, Universidad de Ginebra, que asistieron a mis cursos y activaron con sus ideas y propuestas mis reflexiones y análisis. -4- La Universidad de Ginebra por su apoyo institucional y su ayuda económica (Beca du FNS): ambos fueron necesarios e imprescindibles para llevar adelante este proyecto de investigación y para la realización de la tesis. Departamento de Lenguas y Literaturas Románicas, Unidad de Español, Universidad de Ginebra, por haberme concedido un semestre de licencia durante el cual pude dedicarme exclusivamente a la investigación y por haberme dado la libertad de concentrarme en la escritura de la tesis. La Biblioteca d’Humanitats Joan Reglà de Valencia y la Filomoteca de Valencia (en la persona de Raquel Zapater) de cuyas hemerotecas obtuve gran parte del material incluido en el texto. Fuera de los límites académicos e institucionales, quiero expresar mis más profundos y sinceros agradecimientos a: Mi madre, Lidia, cuya presencia, repleta de cariño, inteligencia y generosidad ha hecho de mi la persona y la mujer que hoy he llegado a ser; cuya ausencia, tan presente e inconmensurable, me ha dado la fuerza y el valor de llegar a ver el final de un largo trabajo que, desde el principio, ha estado en la encrucijada entre la vida y la muerte. Mi familia, mi padre, Tino, y mi hermana, Veronica, por su apoyo afectivo, por haber creído, siempre, en mi y por haberme ofrecido, siempre, su incondicional ayuda. Matteo, por haberme dado la fuerza, en los momentos más difíciles y dubitativos, de llevar adelante el presente proyecto, por su infinita paciencia y cariño y por haberme enseñado que el futuro es, también, una cuestión de optimismo. -5- ÍNDICE TOMO I I INTRODUCCIÓN……..................................................................................................1-18 II La música rock, la Movida madrileña y los Radio Futura 2.1. 2.2. 2.3. 2.4. 2.5. 2.6. 2.7. La eclosión del rocanrol: deconstrucción de las prioridades ideológicas y estéticas de los discursos dominantes del pensamiento occidental............................................19-27 Del rocanrol al rock: ¿Proceso de “incorporación”?..............................................28-31 Recepción y Reproducción del rock en España: del Desarrollismo de los ’60 al «rrollo» underground..............................................................................................32-45 La Movida y los Radio Futura: ¿Qué fue la Movida madrileña?...........................46-52 Radio Futura: Del arranque de la Nueva Ola madrileña a la “Estatua del Jardín Botánico”................................................................................................................53-61 La evolución musical y conceptual de los Radio Futura.............................................62 2.6.1. Del rock experimental de “La Ley” al barroquismo de Un país en llamas......................................................................................................................62-67 2.6.2. La Canción de Juan Perro: Fin de un largo camino de aprendizaje.......... 68-71 2.6.3. Veneno en la piel: ¿Paso atrás en la trayectoria evolutiva de los Radio Futura? ................................................................................................................................72-74 2.6.4. Escueladecalor y Tierra para bailar: dos recopilatorios que nos quedan como “memorias del porvenir”.........................................................................................75-77 Las canciones de los Radio Futura.............................................................................78 2.7.1. “Enamorado de la moda juvenil”.................................................................78-82 2.7.2. “La Estatua del jardín botánico”..................................................................82-85 2.7.3. “Escuela de calor”........................................................................................86-90 2.7.4. “Semilla negra”...........................................................................................91-94 2.7.5. “El canto del gallo”....................................................................................94-98 2.7.6. “Veneno en la piel”...................................................................................98-100 ENTREVISTA A SANTIAGO AUSERÓN..............................................................101-122 -6- III La poética cinematográfica almodovariana: 1980-1986 3.1. La poética cinematográfica almodovariana: el pensamiento débil de una carne trémula...................................................................................................................123-141 3.2. Las distintas fases de la poética cinematográfica almodovariana.........................142-151 3.3. Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980)...............................................152-172 3.4. Laberinto de pasiones (1982)................................................................................173-197 3.5. Entre Tinieblas (1983)..........................................................................................198-220 3.6. ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (1984)......................................................221-243 3.7. Matador (1986).....................................................................................................244-259 TOMO II IV La « Nueva Comedia Madrileña»: (1977-1980) 4.1. «La Nueva Comedia Madrileña»: representación de la retirada progre del proyecto emancipador (de izquierda) de la Modernidad.....................................................260-283 4.2. Asignatura pendiente, José Luis Garci, 1977…………………………………...284-297 4.3. Tigres de papel, Fernando Colomo, 1977............................................................298-309 4.4. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Fernando Colomo, 1978......................................................................................................................310-318 4.5. Las verdes praderas, José Luis Garci, 1979........................................................319-328 4.6. Ópera prima, Fernando Trueba, 1980................................................................. 329-338 V Haight Ashbury, CBGB, King’s Road y la Plaza de Cascorro: idealismo, rebeldía y mediatización de las diferentes culturas del rock en la segunda mitad del siglo XX 5.1. 1966-1978: Del sueño hippie de Haight Ashbury al “No Future” de la “Blank Generation”.....................................................................................................................339 5.1.1. La Guerra de Vietnam y la eclosión del movimiento hippie.......................339-348 5.1.2. Rock progresivo, rock sinfónico y la crisis energética de 1973: virtuosismos, “aburguesamiento”y estancamiento del rock durante la primera mitad de la década de los setenta......................................................................................................................348-355 5.1.3 De la “dinosaurización” de la escena del rock a la implosión sonora y social del movimiento punk.....................................................................................................355-377 5.2. El “Año Cero” de la música pop-rock española: los Kaka de Luxe y la eclosión de la Nueva Ola y de la Movida madrileña......................................................................378-398 -7- 5.3. Alaska y los Pegamoides: desesencialización genérica, subversión extática de las narrativa(s) patriarcal(es) de la tradición musical falogocéntrica de Occidente y capitalización de la música disco............................................................................399-411 5.4. Alaska y Dinarama: masificación, mediatización y fetichización de la Movida madrileña.................................................................................................................412- 420 5.5. Análisis de las canciones más emblemáticas de los Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides y Alaska + Dinarama..........................................................................421-422 5.5.1. Las canciones de los Kaka de Luxe.......................................................................422-423 5.5.1.1. “Pero qué público más tonto tengo”.....................................................423-428 5.5.1.2. “Música para embrollar (Huye de mi)”................................................428-430 5.5.1.3. “Pondré mil voltios en tu lengua”.......................................................430-433 5.5.1.4. “Pero me aburro”.................................................................................433-436 5.5.2. Las canciones de Alaska y los Pegamoides...........................................................437-439 5.5.2.1. “Terror en el hipermercado”................................................................440-443 5.5.2.2. “Bote de Colón”...................................................................................443-446 5.5.2.3. “Bailando”...........................................................................................446-450 5.5.3. Las canciones de Alaska+Dinarama....................................................................451-452 5.5.3.1. “Rey del Glam”...................................................................................452-456 5.5.3.2. “Deja de bailar”..................................................................................457-460 CONCLUSIONES.............................................................................................................461-485 BIBLIOGRAFÍA................................................................................................................486-499 Apéndice I: Cronología de la transición democrática y de la Movida madrileña (1975-1986) y esquema de los marcos epistemológicos de la Modernidad y de la Postmodernidad..............................................................................................500-508 Apéndice II: Letras de las canciones analizadas..............................................................509-524 Apéndice III: Carteles de las películas analizadas...........................................................525-534 Apéndice IV: Miscelánea: · · · Entrevista de Bill Grundy a los Sex Pistols en el programa de la BBC Today..............................................................................................................................535 Inauguración de la exposición “Pistolas, Cuchillos y Cruces” de Andy Warhol, Madrid, Galería Vijande, 27 de diciembre de 1982...........................................536-538 Inaguración de la Galería Vijande, Madrid, 16 de octubre de 1981................539-542 -8- 1. Introducción Desde mediados de los años setenta y principios de los ochenta del pasado siglo, el estado español, como bien se sabe, vivió el cumplimiento de la así llamada transición democrática, aquel momento de tránsito que, mediante distintos pactos constituyentes1 y una consensuada retórica del silencio, del olvido y de la amnistía (¿amnesia?), marcó el paso del régimen dictarorial de Franco al asentamiento de la ¿democracia?. El final del franquismo y el inicio del periodo histórico y político de la Transición Española a la democracia coinciden, sin embargo, no sólo con un momento, muy productivo, de crisis política, social y cultural, sino también, con un momento fisural de crisis ideológica y narrativa que se produce, para Alberto Medina, en: « un mundo que parece haber dejado atrás el proyecto moderno y con él una determinada manera de “contar” (...) [y] donde los relatos ya no se pretenden totales y exclusivos, sino locales, fragmentarios y provisionales » (Alberto Medina, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 24). En este clima de renuncia a la totalización y la trascendencia; un clima de fragmentación, de múltiples referencias, de plurales intertextualidades estético-políticas y de incredulidad e inviabilidad de los Metarrelatos de la Historia (Jean-François Lyotard), es donde se sitúa y cobra cuerpo el presente trabajo de investigación doctoral que, sin afán de exhaustividad, pretende llevar a cabo una doble labor de lectura/escritura deconstructiva2 tanto del “nuevo” y hegemónico discurso 1 Nos referimos esencialmente a la Ley para la reforma política (16 de noviembre de 1976), expresión del “consenso” político para el desmantelamiento del aparato franquista y el establecimiento de un Estado democrático, liberal y de derecho; a Los Pactos de la Moncloa (27 de octubre de 1977), expresión del “consenso” económico y social entre las distintas fuerzas políticas; y, finalmente, a La Constitución (6 de diciembre de 1978), expresión del “consenso” jurídico e institucional, que acabará descentralizando el Estado español y organizándolo, jurídicamente, en diecisiete Comunidades Autónomas. 2 Por lectura deconstructiva entendemos, « una lectura que vigila las fisuras de [los] texto[s] (…), una lectura que lee entre las líneas y los márgenes [del poder], una lectura que se abre (…) a los elementos marginados y marginales para descubrir un texto semejante y, a la vez, muy distinto » (Cristina de Peretti, 1989: 152). -9- político del normalizador consenso democrático como de los diferentes dispositivos discursivos y estéticos (música y cine) que, desde abajo, han caracterizado la explosión cultural y artística de una nación, España, colgada entre dos paradigmas históricos distintos – un antes imaginado y un después no realizado – y lapsada entre dos distintas condiciones del saber: la Moderna y la Postmoderna. La España de la transición, ese espacio ideal de construcción nacional y de imposición de un consenso performativo y mediatizado, se presenta, por lo tanto, desde un punto de vista político, a los ojos de un observador crítico y desde la perspectiva que da el paso del tiempo, como una nación esquizofrénica, en trance de autorreconocimiento, tras un paréntesis de cuarenta años durante el cual Franco polarizó alrededor suyo todos los dispositivos discursivos políticos e ideológicos paralizando la Historia y convirtiéndose en único garante y depositario del destino histórico de « un Estado fuerte y católico (…) [cuya misión era] hacer justicia social y desarmar al Comunismo (…) no en nombre de un mito sino en nombre de Dios y de la grandeza de la Patria » (Javier Tussel, 1993: 136). Y, a la vez, se nos presenta, desde un punto de vista social y cultural, como, haciendo nuestras las palabras de Alberto Medina, «el escenario privilegiado donde se enfrentan, hasta confundirse, dos proyectos distintos de emancipación» (Alberto Medina, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 24): el proyecto de emancipación de los progres, aquella izquierda “nostálgica” obligada a desprenderse del monoteismo político e ideológico de la dialéctica materialista; y el proyecto de emancipación de los modernos, partidarios de una postmodernidad teórico-estética y vivencial volcada a la deconstrucción de aquel hegemónico monoteismo artístico y cultural impuesto, ideológicamente, hasta entonces, por el régimen franquista y sus aparatos censores. En el intento de deshacerse el uno, el proyecto de los progres, de aquel monoteísmo político e ideológico, de aquel idealismo revolucionario materialista que había fraguado, durante la larga y represiva Posguerra, el imaginario político de la izquierda, y de deconstruir, el otro, el proyecto de los (post)modernos, aquel monoteísmo cultural y los signos de una cultura nacionalcatólica, autoritaria y represiva, prótesis ideológico-estética del Aparato de Estado franquista, ambos proyectos de emancipación advocan y desembocan en la transformación de la sociedad española y la (de)construcción de su producción artística y cultural. La transformación de la sociedad española, o mejor dicho, de aquella parte (progre) ideológicamente nostálgica de lo que hubiese podido ser y no fue; políticamente decepcionada por la retirada de la izquierda (PCE y PSOE) de sus elementos fundacionales marxista-leninistas y por su renuncia a la oposición histórica a la monarquía, pasa por el Desencanto, aquel fenómeno social, de raigambre político-ideológica, que marca el tránsito, procesando el fracaso, de una modernidad - 10 - emancipadora, trascendental, histórica y utópica a una posmodernidad desparticipativa, libre de los compromisos y olvidadiza de los principios irrenunciables. La (de)construcción de la producción cultural ideológica del franquismo, impulsada tanto por la liquidación de la memoria histórica, por el relato mediático y performativo del “consenso” transicional como por el abandono del metafísico fundamentum absolutum et inconcussum y de « la certezza (…) e sicurezza del cogito cartesiano » a favor de « le intermittenze del cuore proustiane, i racconti dei media, le mitologie evidenziate dal psicoanalisi » (Gianni Vattimo, 2000: 61-62), pasa por la Movida, aquel efímero e impredecible momento de singularidad3(Gilles Deleuze), artística y vivencial, que, mediante una nueva escritura, desde las calles, intenta recuperar lo reprimido, lo lapsado, lo marginado, y que, mediante la frivolidad, (entendida en términos schopenauerianos en tanto que conexión hedonista y nihilista con el presente, con el instante), abdica de la Historia y de sus relatos en favor de un tiempo presente, artificialmente dilatado al infinito, que emancipado de la «estampa moderna de la historia» (José Luis Pardo, 2007: 33 y ss) y del desencantamiento ilustrado del mundo ya se presenta sin Gründe ni Télos. Estos dos proyectos de emancipación, que de manera diferente reaccionan y se oponen a la “nueva” narrativa hegemónica de la transición4, acaban, por lo tanto, confirmando el momento transicional como « un agujero negro, una fisura o quiebre en la sintaxis histórica que si bien permite por un lado iniciar en el posfranquismo una nueva escritura, agazapa en su seno todo un pasado conflictivo que el colectivo “pacto del olvido” reprimió » (Teresa Vilarós, 1998: 20). En esta doble tónica de implosiones políticas e ideológicas y explosiones culturales y artísticas, movidas por un doble y antitético afán construccionista y deconstruccionista, el periodo transicional se nos presenta, por consiguiente, como una densa amalgama de diferentes y contradictorios procesos de reforma, ruptura y continuidad histórica. 3 En términos deleuzianos, entendemos por singularidad una « organización propia sistémica que se origina cuando elementos previamente desconectados alcanzan un punto en el que empiezan a cooperar (u oscilar) como un bloque mayor. Según el esquema filosófico no lineal de Deleuze, estas aglomeraciones son difíciles de predecir y, lo más importante, son efímeras: se fusionan durante un tiempo limitado y después se dispersan, dejando huellas y reacciones afectivas en los círculos culturales », (Jeremy Gilbert & Ewan Pearson, 2003: 72). 4 De acuerdo con Gérard Imbert, consideramos que esta “nueva” narrativa hegemónica de la transición (discurso democrático por oposición al discurso franquista) se elabora entre diciembre de 1976, (referéndum nacional del 15 de diciembre de 1976 que desemboca en la aprobación de la Ley para la Reforma Política), momento en que el discurso necesita asentar una hegemonía, y diciembre de 1978, (referéndum nacional del 6 de diciembre de 1978 que desemboca en la aprobación de la Constitución), momento en que el discurso alcanza la hegemonía, (Gérard Imbert, 1990: 16). - 11 - El proceso de ruptura se estructura, esencialmente, alrededor del desmantelamiento del Aparato de Estado (AE) franquista y de sus Aparatos Ideológicos de Estado (AEI) mediante la Ley para la Reforma Política, la revisión del Código Penal5 y la indicción de las primeras elecciones libres a sufragio universal directo (15 de junio de 1977), elecciones que, tras cuarenta años de inexistencia sociopolítica, devolverán la soberanía al pueblo español. El proceso de Reforma (o de Ruptura Pactada), que se lleva a cabo desde dentro de una legalidad franquista nunca cuestionada ni procesada y que se realiza mediante distintos pactos (los Pactos de la Moncloa y la Constitución) basados y articulados por la retórica del olvido y del normalizador consenso democrático, « ”representa” el consenso ante los españoles, construye un esquema espectacular de cohesión social (...) y da paso a la representación de un meticuloso drama de reconciliación nacional » (Alberto Medina, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 29) y, por lo tanto, se niega a pensar, crítica y polémicamente, el pasado histórico y político más reciente de España como algo todavía integrado tanto en el espacio público como en el imaginario (colectivo) social de la España postfranquista. El proceso de continuidad histórica y de filiación institucional, política y religiosa con el régimen anterior, en tanto que punto de arranque de todo el periodo transicional, se cristaliza, esperpénticamente, en las figuras del rey Don Juan Carlos, sucesor legítimo de Franco y depositario del destino histórico de España tras la muerte del Caudillo (Ley de Sucesión, 1969), y de Adolfo Suárez, hasta la fecha, Secretario General del Movimiento Nacional. Ambos, de hecho, necesitan la democracia no tanto por razones políticas y/o ideológicas sino más bien para autolegitimar su protagonismo ( y poder) institucional y político: « Así como el rey Don Juan Carlos necesita la democracia para legitimar su trono, [Adolfo Suárez] la necesita para legitimar su poder » (John Hopewell, 1989: 12). Si es cierto, como bien se sabe, que el proceso de transición a la democracia arranca en el preciso momento en el que (biológicamente) Franco muere, – muerte que provoca un vacío de poder que arrastra consigo una estructura política, social y económica que, durante casi dos siglos, había transformado España en una nación impermeable a las revoluciones políticas e industriales que cambiaron las coordenadas geopolíticas de Occidente ubicándola en un fantasmagórico hors temps 5 La revisión del Código Penal permite la disolución de las instituciones históricas del régimen (el Movimiento Nacional, el Tribunal de Orden Público y el Sindicato Vertical); la legalización de todos los partidos políticos (inclusive el PCE, que será el último en legalizarse el 9 de abril de 1977); la garantía de todas las libertades políticas y sindicales. - 12 - histórico y hors lieu geográfico – , nos resulta imposible analizar la transición democrática como un proceso unitario y circunscrito a la súbita desaparición del Caudillo por muerte natural. Desde nuestro punto de vista, de hecho, es posible reconducir lo que, historiográficamente, se entiende por transición democrática a dos temporalidades históricas y dos momentos políticos distintos. El primer momento coincide con los años del Tardofranquismo – años de “dictablanda” que marcan ya el desfase entre una infraestructura en vía de modernización y con los ojos ya orientados hacia Europa y una superestructura inmovilista y reacia a cualquier tipo de apertura política – y viene impulsado por el tecnocrático Desarrollismo6 de la década de los sesenta, proceso de modernización técnica, económica y militar de España y artífice de aquella transición económica, social y cultural del Estado español que sentará las bases y marcará las pautas de la futura pacífica, milagrosa y ¿modélica? transición política de finales de los años setenta. El segundo momento se desarrolla en las postrimerías del franquismo y coincide con el asesinato, el 20 de diciembre de 1973, de la eminencia gris del régimen (Javier Tusell): el almirante Carrero Blanco7. La muerte del “segundo en la sombra”, responsable de “dejarlo todo atado, bien atado” y garante de una dictadura sin Franco, hace patente, de hecho, la inviabilidad de una continuidad franquista y muestra la posibilidad del fin (ideológico y político) del régimen y de una verdadera apertura democrática, dando inicio al proceso de transición política e inaugurando una etapa, muy prometedora, de interregno político, ideológico, moral y social. Desde la perspectiva que nos da el paso del tiempo, sabemos, sin embargo, que la “revolución” teorizada se realizó tan sólo en las vísperas y que la posibilidad de una verdadera apertura democrática fue tan sólo ilusoriamente real: la transformación, por parte de Adolfo Suárez y el baronismo político de la UCD – « anfibio de franquismo y democracia, juventud y viejo régimen » (Francisco Umbral, 1990: 57) respaldado, ideológica y hegemónicamente, por el “taranconismo”8 –, 6 Proceso que se realiza mediante el Plan de Estabilización (21 de julio de 1959), pacto ministerial de reforma política y económica, redactado por Laureano López Rodó, establecido por el Decreto-Ley 10/1959, cuyos principales objetivos eran: el abandono del dirigismo político en asuntos económicos y la liberalización del sistema económico mediante el abandono de un capitalismo autárquico en favor de un capitalismo financiero; la apertura de las fronteras; el intercambio con los mercados exteriores y la aproximación a la CEE (mercado único europeo). La importancia de ese pacto y de los futuros Planes de Desarrollo (1961-1964) fue doble: si por un lado, fueron el instrumento jurídico que permitió la transformación de un país secularmente atrasado; por el otro, fueron el punto de arranque de importantes cambios sociales que posibilitaron la aparición de nuevas formas de vida y la entrada de corrientes culturales hasta entonces censuradas por el poder franquista. 7 Carrero Blanco fue en 1951 nombrado Subsecretario a la Presidencia de Gobierno; en 1957 fue Vice-Presidente de Gobierno y en 1973 fue Presidente de Gobierno. 8 Aquella jerarquía eclesiástica que, liderada por el Cardenal Tarancón, colaboró « eficazmente a la continuidad de una pseudodemocracia administrada por quienes fueron franquistas hasta la muerte de Franco, y que empezaron a dejar de serlo justo al día siguiente », (José Luis Aranguren, 1979: 71). - 13 - de la « conquista de nuevos espacios de libertad [en] la ocupación de nuevos espacios de poder»9 dará, de hecho, inicio a un proceso de (in)transicción política durante el cual José Enrique Monterde se pregunta y nos obliga a pensar y a preguntarnos: « ¿Por qué el pueblo español se vio obligado a asumir tópicos mentirosos del tipo “Todos perdimos la guerra”, “No fue posible la paz”, o “la culpa fue de todos”, en vez de denunciar los fundamentos reales de la agresión antidemocrática que causó la guerra? » (José Enrique Monterde, 1993: 157). El periodo histórico y político que este trabajo, en sus varias lecturas y diferentes entradas textuales y discursivas, pretende analizar se presenta, por lo tanto, como un momento de eufórica (re)construcción de un presente ¿democrático? que, cobarde e hipócritamente, se basó en el olvido y en el escamoteo del pasado histórico nacional más reciente, y que manipulado, retóricamente, por «la estrategia verbal-transaccional del suarismo» (José Luis Aranguere, 1979: 130), en nombre de la estabilidad y de la paz social, concertó « alianzas políticas y morales con las instituciones, los valores y las representaciones más sombrías del pasado. Absolv[ió] sus crímenes. Encubr[ió] sus mitos y sus mentiras. Silenc[ió] su violencia. Limp[ió] las huellas del dolor pretérito con las esperanzas de un indefinido futuro (...) y anunc[ió] la era que ha[bía] de venir como el espectáculo maravilloso de un futuro emancipado del pasado» (Eduardo Subirats, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 72). 9 Santos Juliá, “La renuncia al marxismo”, en Memoria de la transición: Del asesinato de Carrero Blanco a la integración en Europa, El País, D.L., Madrid, 1995: 273. - 14 - 1.1. Objeto de estudio El presente trabajo forma parte de un proyecto de investigación que me acompaña desde hace mucho tiempo y que se vertebra alrededor de dos flancos a la vez complementarios y antitéticos: la transición política de España del régimen dictatorial de Franco a la ¿democracia? y la producción artístico-cultural durante esa década fisural (1975-1986) que, de vivir el vértigo de la ilusión, acabó succionada por el vórtice del Desencanto. El objeto del presente estudio, hecho desde un presente ajeno a todo tipo de operación/recuperación nostálgica, es, por lo tanto, el de dar testimonio de un periodo histórico-político, cuyo punto de partida es el final de la dictadura franquista y la meta ¿la democracia?, a través del filtro, crítico y polémico, de aquella producción cultural, sustituto de una verdadera transformación política, que desde los márgenes y mediante una nueva écriture y múltiples narraciones residuales, apuntó a hacer visible lo que el triunfalista discurso oficial del consenso democrático ocultó, y a la vez, a deconstruir aquel monoteísmo artístico-cultural y los signos de una cultura nacionalcatólica impuestos, hasta la fecha, ideológica y hegemónicamente, por el régimen franquista. Entre las diferentes y múltiples variantes discursivas y estéticas que, por un lado, integran el nebuloso y poliédrico marco de la producción artística y cultural de la Movida madrileña y que, por el otro, de manera diferente, testimonian y remantan el fenómeno social del Desencanto, hemos optado por acotar el análisis, que a continuación se presenta, al estudio de la música rock/pop (a través de la evolución/tensión estético-conceptual de los Radio Futura y del “avance involutivo”, incorporado y massmediático del trio Gara/Berlanga/Canut) y del cine (a través de la poética cinematográfica almodovariana y de las diferentes formaciones discursivas y espectralmente ideológicas de la Nueva Comedia Madrileña) por razones de tipo metodológico y epistemológico. Desde una perspectiva metodológica, hemos optado por el doble estudio de la música rock/pop y del cine por ser aquellos dispositivos discursivos y estéticos que, mejor que otros, al confluir en el mismo espacio histórico, político y significante, y al compartir una misma y plurilógica tipología de respuesta con respecto al espacio político y cultural que cuestionan, nos permiten analizar, en primer lugar, el “cambio” de la dictadura a la ¿democracia? en términos semióticos, esto es, como generador de nuevas narrativas residuales y de distintos y diferentes discursos textuales que, desde múltiples y plurales lugares de la enunciación, ponen en entredicho la “nueva” narrativa política de la transición. - 15 - En segundo lugar, testimoniando el tránsito/deslizamiento de una tipología discursiva (política), articulada por la imposición de un único espacio de consenso, a otra (cultural), articulada por la eclosión, efímera y espontánea, de múltiples y plurales espacios constructores de sentido, por ser el cine y la música rock/pop los que, mejor que otros, dejan constancia de la producción y del desarrollo inmanente de una « nueva memorización de la cultura » (Borja Casani, en Gallero, 1991: 154) híbrida, polifónica, plurilógica y antitética a una (hegemónica e ideológica) «memorización previa» en la que, en opinión de Jacques Attali: « escuchar, memorizar, [era] poder interpretar y dominar la historia, manipular la cultura de un pueblo, canalizar su violencia y su esperanza [porque] el Estado [franquista era] la gigantesca fuente única de emisión de ruido, al mismo tiempo que un centro de escucha general » (Jacques Attali, 1977: 16-17). Desde una perspectiva epistemológica, hemos ceñido el análisis a la música rock/pop y al cine por ser aquellos dispositivos discursivos y estéticos que, mejor que otros, dentro del marco de un proyecto investigativo que apunta a solicitar, epistemológicamente, las prioridades ideológicas y estéticas de la Metafísica de la Presencia, nos permiten postular, en términos benjaminianos, la distractiva pérdida del control cognitivo metafísico, mediante la(s) experiencia(s) de la «explosión» y de la « óptica/audición inconsciente »10 (Walter Benjamin), y al tiempo, desafiar, desde el territorio de la cultura popular y recurriendo a las diferentes y múltiples experiencias del Pop Art11, las formaciones discursivas de la epistemología metafísica y deconstruir aquella cultura letrada, articulada por una «inmersión contemplativa», que, hegemónica y fonologocéntricamente, quedó patentada y se impuso desde Platón. Hemos ceñido, por lo tanto, el análisis a las «negligentes» experiencias visuales del cine y rizomáticas de la música rock/pop – formaciones discursivas y textuales producidas por el circuito híbrido de hombres-máquinas (Pop Art) – por ser, en términos benjaminianos, las únicas experiencias inconscientes, « cuya recepción es consumida por una colectividad en un estado de distracción » (Walter Benjamin, I, 239, en Lindsay Waters, en Luis Puig y Jenaro Talens, eds., 1999: 68), que, al deconstruir « el lazo eléctrico que va del texto a la mente » (Id. 64) y al desposeer 10 « Hay una especie de negligencia en la narrativa visualizada de un filme unida a la movilidad de la cámara, y hay una negligencia en el flujo de una canción pop unida a la libertad y variabilidad de los aparatos de estudios de grabación. Estos distraen a un auditorio y abren la audiencia del filme a lo que Benjamin llama una “óptica inconsciente” (I, 237) y el público de la música pop a lo que podríamos llamar una “audición inconsciente” », (Lindsay Waters, en Luis Puig y Jenaro Talens, eds., 1999: 65). 11 « Lo que caracteriza al pop art es la manera con la que difumina la frontera entre humano y máquina. Benjamin señala que la máquina está inmersa en el ciclo de la creatividad. Hombre y máquina forman un híbrido que es el circuito que produce las obras de arte. Un nuevo circuito de agentes – uno humanos y otros no – es el productor de obras de arte, no el yo soberano de la teoría tradicional sobre el arte », (Lindsay Waters, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds., 1999: 60). - 16 - al Sujeto (entendido en términos metafísicos) de «su manto de divinidad y de realeza» (Id. 65), mientras oponen resistencia e impiden el total control cognitivo (metafísico), inician una nueva forma de cognición humana, « fuera de nuestros cerebros y de nuestros dedos [que] se sitúa en el circuito máquina-hombre » (Id. 61-62), que se realiza a través de la totalidad del cuerpo. Es decir, inician un nueva forma de cognición humana que, al convertir la epistemología metafísica (dialéctica Sujeto/Objeto) en algo incoherente, no sólo deconstruye todo el aparato tramoyístico de la episteme fonologocéntrica de la Modernidad, sino que también solicita la noción metafísica de un sujeto presente y esencializado Frente a la noción metafísica de un sujeto presente y esencializado, las múltiples y plurales experiencias del Pop Art, de hecho, al obligar el Yo a sacrificar y perder el total control congnitivo, permiten la eclosión de una diferente sujetidad, esto es: « dejan aparecer en nosotros un sentido de nuestros yoes como yoes sociales que no han determinado qué papeles interpretar [liberándonos] de las fantasías de control total que otros han promulgado con tanto éxito a través de los siglos (...), del ser social institucionalizado y [convirtiéndonos] en un ser desinstitucionalizado libre de nuevas combinaciones » (Id. 70-71). El estudio de las variantes discursivas y estéticas de la música rock/pop y del cine, pues, durante el periodo de la transición democrática, no sólo nos permite, confirmando la doble lectura/escritura que se lleva a cabo en el presente trabajo, dejar constancia de la eclosión de una nueva forma de cognición humana que «opera no en nombre del control, sino que busca shake, rattle and roll» (Id. 71), sino que también, y sobre todo, postula la emergencia de una diferente sujetidad que, distraída por la “calidad táctil” (Walter Benjamin) de la(s) experiencia(s) del Pop Art, no cesa de construirse y de devenir en un sinfín de combinaciones en las que, sensorialmente, « se pone en juego la totalidad de uno mismo: el cuerpo, el corazón, la memoria » (Giampiero Comolli, en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti, eds., 2000: 271). - 17 - 1.2. Hipótesis y objetivos de la investigación En el intento de transformar un periodo de olvido, de silencio, de encriptación histórica del pasado nacional más reciente en un espacio crítico y polémico abierto al diálogo y a la reflexión, y, al tiempo, de presentar una imagen de España como espacio productivo y generador en lo artístico, como espacio de explosiones culturales frente a un imagen de España como consenso consituyente y como espacio de implosiones políticas e ideológicas anestesiadas por una amnistía-amnesia generalizadas, hemos decidido tejer dos narraciones distintas de la transición a la democracia: una narración oficial, escrita desde arriba, desde el poder mediante la retórica del consenso, del olvido, de la amnistía y una política de borradura, de borrón y cuenta nueva, que se realizó bajo la noción consensuada de Ruptura Pactada; y una narración subterránea, rizomática, escrita desde abajo, desde las calles, desde el territorio de la cultura popular. Es el concepto artaudiano del “doble”, tal como Antonin Artaud lo postula y emplea en su obra, El teatro de la crueldad, el que nos permite llevar a cabo esta “doble” narración de la transición a la democracia y, a la vez, presentar una imagen de España, ya diferente, de la que, hegemónica e ideológicamente, se forjó desde el poder. El concepto artaudiano del doble, concepto que Artaud emplea para referirse a un teatro entendido como espectáculo de masa, nos permite, de hecho, utilizar la cultura como aquel medio vivo de expresión de los instintos, de recuperación del universo caótico de lo dionisíaco y de reinvindicación del cuerpo (lo Otro) con sus afectos e intensidades frente a la apolineidad de una cultura y de un orden social, ideológica y hegemónicamente, impuestos y establecidos, hasta la fecha, por el régimen franquista. La política y la cultura son, por lo tanto, los dos dispositivos discursivos que, al enmarcar el contenido del presente trabajo, a la vez sientan sus pautas investigativas y textuales y articulan su reflexión discursiva y estética. La noción de cultura a la que apelamos, en un momento en el que la totalidad de la producción artística y cultural de la España postfranquista se desmarca de la praxis (¿parálisis?) política y se constituye en tanto que punto de anclaje y de resistencia frente a los dispositivos discursivos hegemónicos12, es una noción dialógica, aglutinadora y comunitaria que remite a una(s) esfera(s) de 12 Este proceso de desmarcación de la cultura del discurso político es antitético al binomio política/cultura que se impuso, ideológica y hegemónicamente, a lo largo de toda la dictadura franquista: durante el régimen de Franco, de hecho, la cultura se impuso como ramificación ideológica del Aparato de Estado franquista y como prótesis estética del - 18 - enunciación, producción y recepción autónomas con respecto al discurso político dominante de la normalidad democrática, y que, por lo tanto, da pie a una producción cultural que, apelando a Jacques Derrida, acabamos definiendo como textualizada13. La producción cultural textualizada, síntoma de la eclosión de una cultura del existir volcada a la deconstrucción del represivo, monológico y arborescente lenguaje de la cultura del ser (Gilles Deleuze), de la que nos servimos, a través de sus diferentes y múltiples variantes discursivas y estéticas, es la que, por un lado, se realiza y brota, efímera y espontáneamente, del magma multiforme, hedonista y warholiano de la Movida madrileña en tanto que « un efecto cultural de superficie, no una obra de arte total (…) [que] pese a su banalidad, o precisamente por causa de ella, significó, sin embargo, una verdadera y radical transformación de la cultura [llevada a cabo mediante la neutralización de] cualquier forma imaginable de crítica social y de reflexión histórica ». (Eduardo Subirtas, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 78) Y, por el otro, es la que, en tanto que lugar del trauma y del duelo, se realiza a raíz del Desencanto de aquel cuerpo social de izquierda que, después de cuarenta años de narcosis política e ideológica, de una esperanza « de muerte – la de Franco – como de una vida – una nueva organización social de factura más menos marxista que sería la que (...) hubiera permitido la realización utópica » (Teresa Vilarós, 1998: 19), vive el desmoronamiento de las utopías de una transformación revolucionaria y radical, a la vez política y social, como un Mono porque, haciendo nuestras las palabras de Teresa Vilarós: « La utopía fue la droga de adicción de las generaciones que vivieron el franquismo [mientras que] la muerte de Franco señala la retirada de la utopía y la eclosión de un síndrome de abstinencia » (Teresa Vilarós, 1998: 19). Dúplice es, por lo tanto, el objetivo que subtiende este trabajo de investigación. discurso hegemónico oficial, es decir, como instrumento ideológico de dominación vertical y caja de resonancia y propaganda de la política oficial del régimen. 13 De la noción de texte que Jacques Derrida formula en estos términos: un sistema abierto, híbrido, irreductible a una unidad dada a priori; un sistema de reenvíos significantes que se constituye en tanto que urdimbre por medio de múltiples y plurales huellas textuales donde los diferentes hilos y las diferentes líneas de sentido se diseminan constantemente al mismo tiempo que anudan otros nuevos sin apuntar a la realización, ni tanto menos, a la transmisión de un único y universal significado trascendental. Empleamos, por lo tanto, esa noción de texte/textaulidad por contraposición a la noción metafísico-aristotélica de grammé – signo como unidad indiferenciada y arbitraria de significado y significante, como simple presencia y expresión de la autoridad del sentido como significado trascendental – y a la producción cultural fonologocéntrica (privilegio del Logos y de la Phoné como Grund y la consiguiente condena de la escritura como deriva de los sentidos) que de ella se desprende. - 19 - En primer lugar, promover un discurso, otro, distinto, de la “nueva” y oficial narración hegemónica de la transición a la democracia que, desde el presente y desde el territorio textual de la cultura popular, ponga en evidencia « la relación de continuidad entre una historia olvidada, la experiencia presente del sujeto y, sobre todo, una fundamental imposibilidad de sutura y cierre con un algo perdido pero no por ello desaparecido » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 22). En segundo lugar, confutar y desmentir la reaccionaria y conservadora opinión de la derecha, tal como resumida en las palabras del ex-alcalde de Madrid (1991-2003) José María Álvarez del Manzano (Partido Popular), según la cual: « La Movida no hay que enterrarla porque se ha evanescido, ni tan siquiera tiene cuerpo para enterrar. Era algo etéreo, una propaganda política, no ha dejado un solo poso. Yo no recuerdo un solo libro, un solo cuadro, un solo disco; nada, de la movida no ha quedado nada » (José María Álvarez del Manzano, en Héctor Fouce, 2002: 74). 1.3. Evolución del trabajo Voluntaria y necesariamente abierto, plagado más de preguntas que de respuestas concretas, y volcado más hacia la dispersión y las dudas que hacia las certezas, el presente trabajo de investigación se inicia y evoluciona como un Holzwege (Martin Heidegger), esto es, como un camino exploratorio de quien se adentra sin mapa en un territorio desconocido, cuya única brújula de orientación ha sido la intención de crear unos espacios abiertos para la reflexión y al diálogo entre diferentes espacios textuales y desde múltiples y plurales disciplinas. Cuatro son los capítulos que, redactados con vacíos temporales muy significativos y sin ningún tipo de voluntad totalizadora ni ningún tipo de unidad sistemática y/o dogmática, organizan, fragmentariamente, el presente trabajo, sentando las pautas de su evolución, y lo presentan como un réseau textual, en el que las diferentes y múltiples imágenes sonoras (Santiago Auserón) e imágenes en movimiento (Gilles Deleuze) se cruzan y entrecruzan hasta confundirse, fuera de cualquier tipo de ordenación narrativa, cronológica y/o histórica. - 20 - En el primer y cuarto capítulo analizamos, de manera distinta, el destape ontológico y artístico que se produjo durante la Movida madrileña – momento de ajetreo cultural, artístico y vivencial oposicional a la inercia del sistema atravesado por diferentes y antiéticas líneas de fuerza y válvula de escape del Desencanto político – en términos musicales porque fue la música el verdadero desencadenante de todo el fenómeno interdisciplinar e interdiscursivo y contracultural de la Movida; el elemento catalizador de nuevos anhelos sociales y culturales, de una nueva forma de interpretar la realidad y de vivir la vida, y aquel nuevo dispositivo de pensamiento que, contingentemente, tuvo más poder de modificar la realidad que la política en un presente, artificialmente dilatado al infinito, vaciado de toda referencialidad y sin un más allá político, ideológico y social. En el segundo y tercer capítulo analizamos aquellas narrativas residuales (desideologizadas, las almodovarianas, y traumatizadas, las de la Nueva Comedia Madrileña) que, desde la fragmentariedad y la serialidad de la pantalla cinematográfica y la pluralidad de los lugares textuales de la enunciación, abandonaron, de manera distinta, el « discurso del valor sutraído »14 (Gérard Imbert, 1990: 190) testimoniando el fracaso del proyecto del ¿cambio?, y nos obligan, por lo tanto, a una mirada bipolarizadora sobre la producción cinematográfica de la transición a la democracia, una producción atravesada por dos grandes corrientes que « vinieron a ser conceptualizadas como “cine de la reforma” y “cine de la ruptura”, traducción cinematográfica de las dos grandes posiciones políticas en debate durante el postfranquismo: reforma o rutpura pactada vs. ruptura democrática» (Julio Pérez Perucha y Vicente Ponce en Javier Hernández Ruiz, Pablo Pérez Rubio, 2004: 30). En el primer capítulo, que se presenta como un largo recorrido musical y teórico que comienza con el análisis de la eclosión del rocanrol en Estados Unidos y desemboca en la España postfranquista y postmoderna de la Movida madrileña, analizamos, mediante un doble prisma de lectura/escritura teórico que sienta sus pilares epistemológicos en el pensamiento rizomático del filósofo postestructuralista francés Gilles Deleuze, el vagabundeo sonoro nómada de los Radio Futura, grupo difícil de encasillar por su trayectoria multiforme, en constante evolución – una evolución alimentada por inquietudes intelectuales y sonoras, y mestizajes musicales – y en constante tensión entre la experimentación/fusión musical y la búsqueda de una poética popular, cuya doble labor sonora y conceptual apuntó, casi desde los inicios (etapa post-Molero), a fundamentar y dar raíces a un rock hispano, mediante una música concebida en tanto que plataforma cultural crítica y en tanto que dispositivo de pensamiento y de implicación/acción social, y a recuperar el sentido musical y 14 Para Gérard Imbert, el discurso de rechazo antifranquista: aquel discurso que apuntaba a desconsiderar el discurso oficial y negar la “negación de realidad” que era el franquismo, (Gérard Imbert,1990: 190). - 21 - reconstruir el tejido social de España a través de la actualización de sus tradiciones y sonidos mediante continuos movimientos de desterritorialización/reterritorialización líricos y sonoros que, inevitablemente, pasan por España y por el Caribe, por Cuba, recuperando « el lenguaje del Siglo de Oro y de la negritud americana» (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 154). En el segundo capítulo, analizamos, mediante un doble prisma de lectura/escritura exclusivamente teórico que sienta sus pilares especulativos en los diferentes enfoques filosóficos de Spinoza, Heidegger, Nietzsche y Derrida, la poética cinematográfica de Pedro Almodóvar, por un lado, en tanto que filtro cultural y artístico polémico de instanteneidad que, voluntariamente se olvida de Franco y que, con la misma voluntad, mediante una olvidadiza inmersión en el ahora, en el hic et nunc de un presente dilatado al infinito, participa, eufórica y celebratoriamente, de aquel proceso de desmemoria, de olvido y de silencio endémico de la transición a la democracia; y por el otro, en tanto que nueva y doble escritura visual y pictórica iconoclasta que, reivindicando el placer, el deseo y el cuerpo (lo Otro), se libera de los imperativos de la dimensión representativa del pensamiento moderno cartesiano, del sistema del querer-oírse-hablar15 absoluto de la Metafísica de la Presencia y participa en transformar el territorio de la cultura popular (española) en un nuevo espacio (inmanente) abierto de significatividad entramado por múltiples redes de ideas, imágenes, músicas y ficciones por las que todos (activamente) transitamos en calidad de espectadores. En el tercer capítulo, analizamos, a través de las diferentes propuestas cinematográficas de Garci, Colomo y Trueba, aquellas narraciones residuales, espectralmente ideológicas, que, en una España ya sin Franco pero todavía herida por los cuarenta años de un gobierno represivo, totalitario y autoritario, testimonian un momento histórico y político en el que se descargaron responsabilidades y utopías en provecho de la paz, de la armonía, de la unidad; hacen una crónica sentimental y vivencial de la realidad social, política e histórica de un país que privilegió la estrategia de la conciliación a la estrategia de la ruptura; denuncian nostálgica (Garci), cínica e irónicamente (Colomo y Trueba) el triunfalismo de la transición y su “nuevo” discurso hegemónico, y, finalmente, arremeten, crítica y polémicamente, contra un proceso de construcción democrática, muy greimasiano, en el que « la democracia ya no [fue] sólo un objetivo (...) [sino] una práctica que a la vez que se enunci[ó] se d[io] a si misma existencia » (Gérard Imbert, 1990: 79). 15 Modelo epistémico de la metafísica tradicional que, desde Platón, postula el privilegio de la presencia, un privilegio que se establece por medio de la supremacía del Logos (lugar de la verdad y del sentido) y de la Phoné (la voz que dice el sentido) sobre la escritura, es decir, sobre un significante exterior, sensible, espacial que interrumpe la presencia de sí. Una supremacía, por lo tanto, que impone, hegemónicamente, un significado definitivo trascendental, un significado puro que desprecia y repudia el cuerpo, un significado que ya contiene en sí los conceptos de verdad y de un sentido (complemento de la presencia y de la interioridad) previo y absolutizado. - 22 - En el cuarto capítulo, analizamos, a través de un recorrido teórico-musical que desde el idealismo utópico de Haight Ashbury y la “negative unity” del punk anglosajón de King’s Road desemboca en en el descaro estético y en los experimentos, intransitivos y tautológicos, musicales del Rastro madrileño, la evolución musical y estética (desde la reterritorialización del minimalismo musical, del volumen brutal de los Ramones, la materialidad genotextual y la estética-ética del Do-ItYourself del punk anglosajón hasta la contextualización, mercantilista e incorporada, del glam rock y de la música disco) del trio Gara/Berlanga/Canut, artífice del Big Bang del fenómeno musical de la Nueva Ola madrileña, para dar testimonio de un momento en el que la música, revolucionando todos los códigos éticos y estéticos, oponiéndose y reaccionando a la trascendencia ideológica y la militancia política del teleológico código de los progres, conectando con los sonidos de la calle y embrollando las vivencias de los jóvenes modernos, de fuerza revolucionaria y arma de lucha política quedó reducida a diversión, entretenimiento y performance y transformada en un dispositivo discursivo aglutinador de distintos códigos (musical, estético, lingüístico, social, visual, teatral), productor de diferentes efectos de sentido (sentido social, sentido estético, sentido político) y generador de una sensación (mitológica) de libertad emocional y corporal, más allá y fuera del mundo represivo del lenguaje (verbal). 1.4 Método de la investigación Diferentes postulados teóricos y distintos enfoques metodológicos se dan cita en un trabajo de investigación cuyas líneas, quizás innecesarias y superfluas, se han escrito en libertad, con mucha pasión y mucho esfuerzo, desde plurales y múltiples lugares textuales, en un momento en el que, en opinión de Norberto Bobbio: « il compito degli uomini di cultura è più che mai (...) quello di seminare dei dubbi non già di raccogliere certezze » (Norberto Bobbio, Politica e cultura, 1955). La polifonía de las voces y la pluralidad de las miradas con las que, voluntariamente, hemos urdido una investigación metodológicamente plural, interdisciplinar y pluridiscursiva que se sitúa en la encrucijada de diferentes discursos textuales y filosóficos y que, desde el principio, ha sido guiada - 23 - por constantes inquietudes e intereses teóricos canalizados hacia una misma tipología de respuesta, nos han permitido realizar, por un lado, un trabajo abierto a varias entradas y varias lecturas/escrituras – una lectura histórico-política que testimonia la aparición de una “nueva” y hegemónica narrativa de la transición y una lectura textual que testimonia la aparición de otras narrativas, distintas, desde el territorio de la cultura popular – y articulado por diferentes lugares de la enunciación; y por el otro, nos han permitido refractar y diseminar16 nuestra(s) mirada(s) en la representación de los diferentes procesos históricos, estéticos y discursivos por los que pasaron los españoles a la hora de constituirse como individuos en la bisagra de dos acontecimientos históricos enlazados: el final de la dictadura franquista y la democracia. Pese a considerar, influenciados por y de acuerdo con el pensamiento que George Steiner lleva a cabo en su artículo, “Comprendre c’est traduire”, la traducción en tanto que estructura de comprehensión de la alteridad y proceso textual que deconstruye la noción de escritura en tanto que objetivación privativa del “yo” del autor, hemos optado por no traducir al castellano las citas en francés, inglés e italiano que, puntualmente, dan forma y envergadura epistemológica al trabajo en cuestión para reproducir textualmente, desde un punto de vista lingüístico, la polifonía de las voces y la pluralidad de las miradas subyacentes al método investigativo. La (atrevida) ambición de los planteamientos teóricos y los desafíos de la interdisciplinariedad y la pluridiscursividad metodológica, además de los límites espaciales y temporales, nos ha obligado a optar por una exhaustividad de tipo cualitativo antes que una exhaustividad de tipo cuantitativo: los dos estudios, el de la música rock/pop y el del cine, que este trabajo pretende reunir son, de hecho, circunscritos al fenómeno de la Movida madrileña y del Desencanto y analizados según como se realizaron en la indiscernibilidad espacio-temporal del cronotopo urbano de Madrid, una ciudad que, perdida la falsa unidad de un centro articulador hegemónico, celebró los márgenes – culturales, sociales, sexuales y ontológicos – en detrimento de una realidad franquista panóptica de la cruz y de la espada. 16 A la hora de emplear el verbo “diseminar” remitimos, implícitamente, al proceso de diseminación que, para Jacques Derrida, es aquella polisemia universal (semántica, sintáctica, gráfica incluso), antitética a la práctica hermenéutica clásica (práctica articulada por la búsqueda de la verdad, del sentido último, del querer-decir del texto), que se deriva de un « proceso de significación que es siempre plural, que es despliegue de sistemas significantes que, a su vez, se transforman y se injertan en nuevos significantes, en un juego que podría calificarse de abismal y que no es otro que el juego de la différance », (Cristina de Peretti, 1989: 154). - 24 - 1.5 Dificultades « La principal dificultad de este trabajo estriba precisamente en la naturaleza del objeto: el cambio como objeto abierto en lo que respecta a su estructura (pluralidad de sus manifestaciones), y evanescente en cuanto a su propia definición » (Gérard Imbert, 1990: 189). A la dificultad epistemológica que Gérard Imbert ha advertido a la hora de analizar, semióticamente, un proceso de cambio y la pluralidad de sus manifestaciones (sociales, culturales, políticas y narrativas), una dificultad que a lo largo de este trabajo de investigación hemos tenido, varias y repetidas veces, modo y ocasión de compartir y comprobar y que, en cierta medida, ha sido el gran desafío que, desde el principio, ha guiado todo un proceso investigativo destinado a analizar el ¿cambio? histórico, político e ideológico de la dictadura franquista a la democracia y a cuestionar sus límites y sus descargas de responsabilidades desde abajo, desde el territorio de la cultura popular, se añaden otras clases de dificultades, de tipo metodológico y estructural, que han hecho de este trabajo una aventura intelectual imperfecta. Desde el punto de vista metodológico, la mayor dificultad de este trabajo, ambicioso y atrevido en cuanto a sus planteamientos epistemológicos y por los objetos de estudio que abarca, ha sido la de analizar los diferentes dispositivos discursivos y estéticos de la música popular contemporánea y del cine, en el marco histórico-político de la transición a la democracia y epistemológico de la Postmodernidad, a través de un privilegiado prisma de lectura/escritura teórico y filosófico. El entusiasmo inicial, producto de constantes inquietudes intelectuales y movido por unas inagotables “hambre” de saber y búsqueda de la jouissance du texte17 (Roland Barthes), se ha, enseguida, encallado en el vacío epistemológico creado por una academia, desde siempre, reacia y refractaria a abrirse, epistemológica y hermenéuticamente, al mundo subterráneo y rizomático de 17 Al plaisir de l’œuvre, «un plaisir de consommation: car si je puis lire ces auteurs, je sais aussi que je ne puis les réécrire (…) et ce savoir assez triste suffit à me séparer de la production de ces œuvres, dans le moment même où leur éloignement fonde ma modernité », Roland Barthes, en su artículo De l’œuvre au texte, define la Jouissance du Texte en tanto que «plaisir sans séparation (…) [car] le Texte accomplit sinon la transparence des rapports sociaux, du moins celle des rapports de langage : il est l’espace où aucun langage n’a barre sur un autre, où les langages circulent (…). Le Texte est cet espace social qui ne laisse aucun langage à l’abri, extérieur, ni aucun sujet de l’énonciation en situation de juge, de maître, d’analyste, de confesseur, de déchiffreur : la théorie du Texte ne peut coïncider qu’avec une pratique de l’écriture » (Roland Barthes, 1971 : 76-77). - 25 - « las capas bajas, [de] los escenarios de las barracas y ferias, [donde] suena el plurilingüsimo de los payasos, la ridiculización de las lenguas y dialectos, [y donde] evoluciona la literatura del fabliau y de las comedias satíricas, de las canciones de calle, de los proverbios y los chistes » (Mijaíl Bajtín, en Antonio Méndez Rubio, en Virgilio Tortosa, eds, 2009: 238) y partidaria y defensora de una jerarquización ilustrada, ideológica y hegemónica, entre Alta Cultura y Baja Cultura (Cultura Popular). La falta de una tradición académica, en España y en castellano, en estudios de cultura popular ha, de hecho, dificultado el desarrollo y la evolución del trabajo en cuestión no obstante las preciosas sugerencias y observaciones de Jenaro Talens y la imprescindible ayuda y entusiasmo de Santiago Auserón. Desde el punto de vista estructural, lo que principalmente ha dificultado tanto el proceso investigativo como la propia lectura/escritura de lo(s) texto(s) ha sido la escasez y la envergadura epistemológica de una bibliografía específica y la (casi) inexistencia “mercantil” del material discográfico y cinematográfico utilizados para el análisis, conseguidos, en su mayor parte, gracias a contactos personales. Quiero, por eso, reiterar las gracias a Jenaro Talens (Universidad de Ginebra), Antonio Méndez Rubio y Juan Miguel Company (Universidad de Valencia) cuya ayuda bibliográfica, discográfica y cinematográfica ha sido indispensable para llevar a cabo y finalizar el presente trabajo. - 26 - 2. La música rock, la Movida madrileña y los Radio Futura 2.1. La eclosión del rocanrol: deconstrucción de las prioridades ideológicas y estéticas de los discursos dominantes del pensamiento occidental « La música no es ocio »18. (Jenaro Talens) Le eclosión del rocanrol a mediados de los años cincuenta corre pareja a la entrada de las sociedades más desarrolladas en la edad llamada postindustrial y a una condición del saber que, con acierto, Jean-François Lyotard define como Postmoderna, es decir, una actitud que, además de coincidir con la incredulidad e inviabilidad con respecto a los Metarrelatos (Jean- François Lyotard), rechaza una interpretación positivista de la historia y, según afirma Quintín Racionero, se: « constituye en términos no históricos sino polémicos (…) como lugar de confrontación, de pugna y también de convivencia, de diálogo entre discursos, prácticas o intepretaciones respecto de las cuales el tiempo no marca ningún límite, puesto que tampoco introduce significación alguna » (Quintín Racionero, 1998: 15). En ese doble intento de la Postmodernidad de, por un lado, delegitimar el Gran Relato de la Historia en tanto que instrumento de normalización y dominación del pluralismo ontológico social 18 Jenaro Talens, “Cinco maneras de acabar agosto”, El sueño del origen y la muerte, en Cantos Rodados (Antología poética, 1960-2001), 2002: 377. - 27 - y cultural, de impugnar la Modernidad19 y, por el otro, de conquistar un espacio de diálogo, de liberación de la reflexión del sometimiento a la episteme20 moderna configurándose como movimiento cultural plural, como una cultura de la diversidad y de la diferencia, es donde toma forma nuestro análisis teórico sobre el rock. Haciendo nuestras las palabras de Wlad Godzich, queremos presentar el rocanrol como la banda sonora de la época Postmoderna, época que vive el fin de la armonía entre el conocimiento y la experiencia, por ser una música que « se localiza en la ruptura de la armonía entre el sujeto del saber y el sujeto de la experiencia, el noûs de los griegos y el sensus communis » (Wlad Godzich, en Luis y Jenaro Talens, eds., 1999: 124-125). Es decir, queremos presentar el rocanrol como una nueva expresión musical y cultural crítica y polémica que, a través de una ética-estética rizomática, crea nuevos espacios de libertad y placer, y que, a través de un doble proceso de desterritorialización y reterritorialización, permite establecer nuevos territorios ontológicos y epistemológicos. El rocanrol, más una cultura que aglutina distintos discursos que un simple ritmo que agarra los sentidos, nace de la unión de dos expresiones culturales y musicales distintas en el terreno de la música popular, el blues de los esclavos negroafricanos – canto triste, dolorido, de desahogo y portador de anhelos de libertad – y la Country Music norteamericana – música melódica en la que predominan la balada anglosajona y las jigas irlandesas. Es, por lo tanto, una música que fusiona el ritmo de los negros y la melodía de los blancos, una música apátrida que a través de su folklore universal ha sido capaz de romper barreras, interiorizar distintas fronteras culturales, sociales, raciales, éticas y estéticas, y hacer circular formas de vida distintas de las hegemónicas. Cuatro son los flancos que nos sirven para demostrar el potencial liberador y revolucionario del rocanrol, y para considerarlo como un fenómeno inscrito dentro de un movimiento crítico y oposicional con respecto a los discursos dominantes de la tradición occidental: el social, musical, cultural y hermenéutico. Desde un punto de vista social, el rocanrol, en tanto que expresión musical que arraiga en la tradición musical de la comunidad negra – música marginal, « manifestación artística de orígenes descastados » (Luis Ángel Abad, 1998: 13) y “tierra incógnita que sirve de suelo donde echa pie el espíritu del paria” (Santiago Auserón, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds.,1999: 155) – nace como 19 Tal como Habermas nos la presenta, es decir, como único modelo de configuración racional del mundo y único sistema de comprensión. 20 En términos foucaultianos, sistema único de comprensión (= estructura de dominación) donde los tipos de discursos posibles devienen dominantes. - 28 - una forma de resistencia a una cultura de opresión y segregación racial, como portavoz de un mensaje revolucionario y liberador en defensa de los derechos civiles, como comunicación más física que espiritual que, a través de su retórica social de la emancipación, articula nuevas identidades individuales y sociales, establece vínculos de solidaridad y construye nuevos espacios sociales integradores y no excluyentes. Es, por lo tanto, una música que, recuperando elementos viscerales, primitivos, populares y espontáneos, pone de relieve la diferencia entre el discurso hegemónico y la realidad verdadera y sus discursos censurados, convirtiéndose en una huella estética de una voluntad de ruptura y de cambio. Desde un punto de vista musical, el rocanrol recupera, a través del ritmo, el cuerpo, el baile, la fisicalidad, la materialidad y borra los límites entre el materialismo y el idealismo dando vida a una música que « abandona su estado ideal (inmaterial y atemporal) para presentarse como algo esencialmente físico y existencializable » (Luis Ángel Abad, 1998: 9). A partir del rocanrol – no sólo una nueva expresión musical, sino una nueva manera de expresarse sin la servidumbre de la palabra – la música se transforma en creadora de significados y generadora de sentidos, en algo que « nos hace abandonar el mundo de las cosas y de las personas y nos hace entrar en el mundo de los pensamientos y de los sentimientos » (Nicholas Cook, 2001: 13), poniendo en solfa toda la tradición musical eurocéntrica que desde Platón pone la música al servicio del discurso metafísico, discurso que se asienta y se sustenta sobre la dicotomía mente/cuerpo, materialismo/idealismo. El rocanrol, pues, al recuperar la fisicalidad y la materialidad del sonido, transforma la experiencia musical en una experiencia que « opera en el terreno fisiológico del oyente (…) [actuando] simultáneamente sobre el espíritu y sobre los sentidos (…) [sacudiendo] a la vez las ideas y las emociones (…) [fundiéndolas] en una corriente donde cesan de existir unas junto a otras (…) [combinando] los sonidos de la voz humana y los sonidos de los instrumentos… » (Claude Lévi-Strauss, 1968: 25-36) y que es, por lo tanto, inseparable de la experiencia del oyente con su propio cuerpo. Frente a los imperativos de la metafísica occidental que pretenden erradicar las cualidades de fisicidad y ritmo, de eliminar la materialidad de la música en virtud de un discurso dominante logocéntrico21 que se asienta en el olvido del oído, que considera el habla (Logos) como el medio privilegiado que conduce al conocimiento de la verdad, y la música en sí misma, por su capacidad 21 Es Jacques Derrida quien describe la filosofía y la cultura occidental en términos logocéntricos, es decir, una cultura que considera el Logos como el lugar de la verdad y el estado acabado del pensamiento. - 29 - de alterar el significado preestablecido, como fuerza peligrosa y desestabilizadora, el rocanrol recupera un tipo de música que al mismo tiempo es representación y emoción, que rehabilita el oído como órgano y que al logos- lugar de la verdad y estado acabado del pensamiento- opone el grano de la voz22- materialidad y fisicalidad de la voz- como amplificador del significado. Dos son los elementos que permiten al rocanrol llevar a cabo con éxito esa deconstrucción musical de la economía discursiva logocéntrica: el lenguaje y el sonido. ¿Qué entendemos cuando hablamos del lenguaje y del sonido del rocanrol? De acuerdo con el análisis que Luis Ángel Abad hace en su libro “El rock y su doble”, es nuestra intención analizar el lenguaje y el sonido del rocanrol en términos artaudianos, es decir, considerar su lenguaje como un lenguaje físico y concreto: « destinado a ser captado por los sentidos de manera independiente de la palabra (…) un lenguaje que se manifiesta y se expresa desde la materialidad (…) dirigiéndose antes que nada a los sentidos, en lugar de hacerlo al espíritu (…) sin que esto le dificulte o impida desarrollar, a continuación y en plenitud, un contundente efecto intelectual (…) un lenguaje vivo y en acción que supera las reglas habituales que operan como dique de contención de sentimientos y palabras (…) un lenguaje que empuja el pensamiento a adoptar (…) una metafísica en acción » (Antonin Artaud, 2002: 33-39). y su sonido « que no sirva sólo de mero decorado que acompañe a un pensamiento, sino que lo moviliza, lo dirige, lo destruye, lo altera en su esencia … » (Id. 34). Desde un punto de vista cultural, dos son los conceptos que el rocanrol pone en tela de juicio: el invento del sujeto moderno y la distinción que a lo largo del siglo XIX se opera entra música clásica y música popular, alta cultura y baja cultura. El sujeto moderno nace de la interacción y del compromiso entre los dos discursos principales que articulan la metafísica logocéntrica y el pensamiento burgués desde el siglo XVIII: el Capitalismo y el Individualismo Posesivo. Estos dos discursos inventan e imponen el sujeto moderno como único sujeto racional que subsume cualquier distinción entre el sujeto del saber y el sujeto de la experiencia, como individuo autónomo y unitario que, hostil hacia cualquier forma de placer físico y social, controla al mismo tiempo la vita afectiva y cognitiva. 22 « El “grano” es (…) la materialidad del cuerpo que habla en su lengua materna (…) es el cuerpo en la voz que canta, la mano que escribe, el brazo que actúa (…) la simple consideración del “grano” en la música podría configurar una historia de la música distinta de la que ahora conocemos… », (Roland Barthes, “El cuerpo de la música”, en Lo obvio y lo obtuso, 1995: 241-304). - 30 - Esta noción de sujeto moderno – unidad cerrada y herméticamente irreductible, agente racional y categoría coherente de la experiencia humana – se ve amenazada por el rocanrol, una música esencialmente negra, una música para bailar que introduce una metafísica de la acción y de la experiencia contra una metafísica de la contemplación y del pensamiento, una música cuya función no es ya la de potenciar y perpetuar la episteme establecida sino, al contrario, es la de establecer un sistema horizontal, rizomático, cuyo fin es la conquista de nuevos espacios, individuales y sociales, desde dentro del sistema. En otros términos, y apoyándonos en la filosofía deleuziana, es una música que ya no participa de la lógica del ser – una lógica de los sujetos, de la identidad, del lenguaje de los contornos fijos – sino de la lógica del devenir – una lógica de las relaciones, del placer, del deseo, de las intensidades donde lo importante es lo que pasa, lo que atraviesa, lo que cambia. Es una música que, oponiéndose al sistema hegemónico arborescente, se hace rizoma, es decir: « un tallo subterráneo que se distingue radicalmente de las raíces y raicillas (…) un sistema acentrado, no jerárquico y no significante definido únicamente por una circulación de estados (…) un sistema que se opone al modelo occidental jerárquico del árbol (…) un punto de fuga y de ruptura que desde el afuera, a través de un doble proceso de desterritorialización y reterritorialización se opone al dominio estático-sedentario del aparato de Estado ». (Gilles Deleuze, Félix Guattari, 2004: 12-29) En definitiva, es una música que al Sujeto (racional y esencializado) moderno opone un Cuerpo sin órganos, es decir: « un cuerpo desorganizado que no cesa de deshacerse, un cuerpo vaciado (…) que sólo puede ser ocupado, poblado por intensidades (…) es el huevo lleno anterior a la extensión del organismo y a la organización de los órganos, anterior a la formación de los estratos (…) es el campo de inmanencia del deseo (…) [donde]el deseo es el único medio que tiene una persona para volver a encontrarse a sí misma … » (Id. 158-161). Con respecto a la distinción que a lo largo del siglo XIX se opera entra música clásica y música popular, alta cultura y baja cultura, sabemos que el discurso de la música clásica es un discurso fundamentalmente burgués, metafísico y eurocéntrico, basado en la idea del sujeto burgués moderno y en la represión del placer social y de los placeres del cuerpo, un discurso que se sustenta en la separación de la vida de la mente de los afectos del cuerpo, y que emplea los dispositivos discursivos del individualismo posesivo y del solipsismo para controlar la respuesta del oyente. - 31 - A esta música clásica, producto de la tradición culta europea al servicio del discurso logocéntrico y basada en la notación de las clases pudientes, se oponía la música popular o folklórica, producto de una conciencia colectiva y reflejo del alma popular basada en tradiciones musicales distintas carentes de notación. Fue el arqueólogo inglés Williams J. Thoms quien, con una gran carga de romanticismo, inventó el término folklore al unir las dos palabras Folk – pueblo, grupo étnico, Communitas23 – y Lore – sabiduría y conocimiento – , para segregar la música popular de la tradición culta en cuanto emanación espontánea y colectiva del ser del pueblo por medio del sonido y no emanación « de la visión individual de un compositor inspirado » (Nicholas Cook, 2001: 61). Nos encontramos una vez más frente a un dualismo que se inspira y que potencia el discurso musical metafísico cuyo intento es la eliminación de la materialidad y la corporeidad de la música, un discurso que, encorsetado dentro de las prioridades de los dispositivos discursivos de la modernidad burguesa, perpetúa la platónica antítesis mente/cuerpo, idealismo/materialismo a través de los conceptos de sonido y de visión. El sonido encarna la materialidad, lo corpóreo, lo social, lo exterior, el fluir del yo al tú mientras que la visión, representa lo ideal, lo intelectual, la idea del sonido sin la mediación del oído en cuanto órgano, lo interior, el lugar de la verdad. Es Luce Irigaray quien, en sus acertados análisis de deconstrucción de los discursos dominantes de Occidente, propone esta distinción musical entre sonido y visión como antítesis al servicio del discurso logocéntrico cuando afirma que: « La visión impulsa la proyección hacia el mundo, la ocupación y el control de la fuente de la experiencia. El sonido estimula una percepción del mundo tal como se recibe, más reveladora que encarnada. El sonido recuerda a la gente que hay un profundo mundo exterior a ella, que la rodea, que le llega simultáneamente de todas partes, y que, con su fluidez y dinamismo, exige una respuesta constante. A diferencia de la visión, que constituye el medio de diferenciación y de control, el sonido sirve para recordar a la gente su relación tangible con los mundos naturales y sociales. El sonido – a diferencia de la visión que se asimila exclusivamente mediante el cerebro – es el único medio de comunicación esencial que vibra de forma activa dentro del cuerpo » (Luce Irigaray en Jeremy Gilbert&Ewan Pearson, 2003: 166). 23 Victor Turner opera una distinción puntual entre lo que es una sociedad y una Communitas, considerando la sociedad como un sistema cerrado, estructurado, jerárquico basado en ordenamientos jurídicos, políticos y económicos, y la Communitas como un sistema desestructurado, dinámico y abierto que representa lo inmediato de la interacción humana, un sistema que implica al hombre en su totalidad en relación con otros hombres. (Victor Turner, El proceso ritual, 1988: 133). - 32 - De esta jerarquía del saber sobre la experiencia, de la visión sobre el sonido, se deriva la distinción moderna entre Alta Cultura y Baja Cultura: por alta cultura se entiende una cultura dominante hegemónica que se sustenta y se mantiene a través de la imposición de un único significado; por baja cultura se entiende una cultura dinámica y crítica que se sustenta y se mantiene mediante la producción de distintos sentidos. De acuerdo con Luis Ángel Abad (Luis Ángel Abad, 2002: 99-100), consideramos la alta cultura como una concepción despótica que impone una mirada pasiva apriorísticamente guiada desde arriba, y la baja cultura como una concepción comunitaria que se basa sobre una recepción activa y crítica por parte de la individualidad del receptor. A una estructura en términos de dominio entre el productor y el receptor oponemos una estructura dinámica que transforma el receptor en agente activo en el proceso de producción de sentidos. Dos son los elementos que ensartan la música clásica dentro de la categoría de alta cultura: la idea de autoría y la recepción del concierto. La idea de autoría postula la presencia de un compositor como único proprietario del significado y único intérprete insostituibile y irreductible que desde arriba comunica e impone una serie de valores inmanentes a través de una música « concebida para la reproducción. En otras palabras, está concebida para oírse como “una interpretación de” algo que ya existe y posee su propia historia e identidad » (Nicholas Cook, 2001: 106). Esta estética de la “interpretación de” – estética que postula la exclusión del oyente del proceso creativo – es la que dirige e impone un cierto tipo de recepción del concierto de música clásica. La experiencia de un concierto de música clásica es una experiencia auditiva, de quietud contemplativa en un lugar fijo lo cual presupone, por un lado, una recepción estática basada en el control del cuerpo y, por el otro, el control de la respuesta del público dentro del espacio de la interpretación. En otras palabras, los conciertos de música clásica hacen que la música « pase de ser una actividad participativa por naturaleza a ser una actividad pasiva en la que el oyente mantiene la estasis física empleado la fuerza cultural de la voluntad contra los deseos del cuerpo » (Richard Leppert, en Jeremy Gilbert&Ewan Pearson, 2003: 251). Pasando a la música popular dos son los elementos que la ensartan dentro de la categoría de baja cultura: la falta de una idea de autoría y la recepción dentro de una estética de interpretación. - 33 - Con respecto al primer elemento, baste con decir que a la presencia logocéntrica del “genio compositor” se le opone la voz impersonal del pueblo que ya no pretende comunicar valores inmanentes sino sentimientos y emociones; con respecto al segundo queremos hacer hincapié en el paso de una estética de la “interpretación de” a una estética de interpretación, esto es, una estética que incluye el oyente en el proceso creativo de manera crítica y dinámica. Llegados a este punto del análisis cabe preguntarnos: ¿Cómo la eclosión del rocanrol deconstruye ese tipo de recepción despótica y hegemónica borrando el dualismo antitético burgués entre alta y baja cultura? Desde nuestro punto de vista lo hace a través de lo que se podría llamar su “prótesis industrial y capitalista”, es decir, a través de los aparatos de reproducción tecnológica. Haciendo síntesis y parafraseando al mismo tiempo a Walter Benjamin, tres son los cambios tanto teóricos como prácticos que la tecnología y la reproudctibilidad mecánica llevan a cabo en el campo de la música, en particular, y en el de la cultura, en general: la pérdida de la noción burguesa aureolada de la obra de arte, el concepto de ubiquidad y el aparato electrónico. La noción burguesa aureolada del arte basada en el Hic et Nunc de la obra de arte, en su unicidad y autenticidad, es sustituida por una noción utilitarista y capitalista que al concepto de autenticidad opone el concepto de reproducción, es decir, un concepto que « met à la place d’une existence unique, une existence en série et permet à la chose reproduite de s’offrir en n’importe quelle situation » (Walter Benjamin, 1991: 91). Con respecto a la música, este concepto de reproducción se sustituye tanto a la noción logocéntrica de la autoría del compositor como a la estética de la “interpretación de”. El concepto de ubiquidad no sólo anula el espacio musical como lugar fijo y controdado, y con ello el control de la respuesta del oyente, sino que transforma la música en un no-lugar, en una « expresión del territorio entendido como vector de movimiento » (Maite Larrauri, 2000: 35) convirtiéndola en nómada, es decir, en un movimiento continuo de « desterritorialización y reterritorialización» (Id. 43), en un continuo « deshacer o borrar estratos de contornos fijos (…) [para establecer] conexiones, circuitos, tránsitos y devenires… » (Id.) La emergencia de los aparatos electrónicos y con ellos del CD, además de transformar el rock y la música en general en un fenómeno vivo de los medios de comunicación de masas, transforma la música en un producto que forma parte integrante de nuestra cotidianidad, en banda sonora de nuestras actividades sociales y personales que llega electrónicamente a todos sin cortapisas distorsionantes y que, a través de un proceso de privatización de lo público, cambia la manera de - 34 - producir, consumir y concebir la música conviertiendo al mismo tiempo en clásico al rock y la música clásica en rock. Finalmente, desde un punto de vista hermenéutico, la eclosión del rocanrol abre grietas en el modelo hermenéutico moderno en favor de un modelo hermenéutico crítico, dinámico y polémico, y deconstruye el sujeto hegemónico en favor de la eclosión del individuo como ser social a través de un nuevo tipo de recepción que, si por un lado introduce una nueva frontera entre el saber y el individuo frente al hegemonismo cultural del Estado, por el otro, desactiva los dispositivos de control y de dominio propios de la cultura hegemónica de la Modernidad. La recepción que el rocanrol propone es polémica hermenéuticamente y epifánica ontológicamente. Es polémica hermenéuticamente porque, frente a una recepción pasiva guiada y controlada desde dentro del sistema basada en la unicidad y autenticidad del significado, opone una participación activa del individuo en la interpretación del mensaje y en la construcción del sentido. Frente al ritual estático del conocimiento, tal como mediado y filtrado por el intervencionismo estatal, opone un tránsito dialógico entre el emisor y el receptor, « una dialéctica entre sujeto y objeto por medio de la estética » (Th. W. Adorno, en Luis Ángel Abad, 2002: 83). Para reificar ese concepto Abad recurre a la oposición museo/concierto de rock considerando el museo como una visualización del intervencionismo y mediación por parte del Estado, como una institución que filtra y condiciona la recepción de la obra de arte, una obra de arte engarzada en la órbita institucional del Estado cuya recepción proporciona una intensidad ideal; y el concierto de rock como un territorio dialéctico que, al proporcionar una intensidad existencial, desatasca al individuo del patio de butacas, y como una institución viva que no proyecta su influencia categorizadora de arriba a abajo, sino que se reconstruye períodicamente a la caída de la noche (Luis Ángel Abad, 2002: 35-88). Es epifánica ontológicamente porque el individuo « en trance de reconocimiento crítico del objeto (…) en una relación dialéctica que escapa a una situación de dominio … » ( Id. 39) se deshace de las ataduras del sujeto hegemónico y, sustituyendo la estabilidad de la idea por el pulso vibrátil de la carne» (Id. 91), se autorreconoce en tanto que ser social. Es decir, se constituye en tanto que individuo desde las emociones, erosionando y liberándose de su condición de sujeto impuesto y forjado desde las instituciones, y al mismo tiempo se abre críticamente a la existencia, empleando el concepto existencia en términos heideggerianos como inder-welt-sein, esto es, como estar-en-el-mundo, como devenir humano. - 35 - 2.2. Del rocanrol al rock: ¿Proceso de “incorporación”? El rocanrol nace como una música y una cultura que brota y existe fuera de los dispositivos discursivos del logocentrismo occidental, fuera de las fuerzas de dominio de las instituciones y fuera de los intereses utilitarios del capitalismo. En otras palabras, se constituye desde dentro el marco de una cultura crítica como vector revolucionario para la conquista de nuevos espacios políticos, sociales y culturales, para conferir nuevas identidades sociales y culturales, y para la formación de una nueva conciencia individual y social. En tanto que música conscientemente física, primaria y rítmica, recuperadora de elementos viscerales e instrumentales, y portadora de valores contraculturales, lo que el rocanrol se propone llevar a cabo es la parcelación del espacio político-hegemónico a través de una ética-estética de la negritud basada en las nociones de autenticidad, pureza y libertad. ¿Qué ocurre con la urbanización del rocanrol, es decir, con la transformación del rocanrol en rock? Durante ese proceso mediático que convierte esta música negra – música natural, espontánea y expresión directa y auténtica de la vida y sufrimientos de toda una raza – en música blanca, el rocanrol deja de ser una música de verdad para transformarse en una música como artificio, es decir, en una forma musical e industrial vaciada de significados sociales, culturales y políticos. De ser un territorio crítico y polémico para la negociación de nuevos espacios políticos se transforma en «capital cultural» (Pierre Bourdieu) y/o «capital estético» (Nicholas Cook). En otras palabras, y en opinión de Greil Marcus, el rocanrol surgido « como fuerza cultural más que como latiguillo, ya no parece querer decir nada. Ya no parece hablar en lenguas extrañas que se convierten en idiomas nuevos y comunes, ya no parece decir nada que no se vaya a traducir - 36 - inmediatamente en el discurso dominante de nuestros días » (Greil Marcus, en Jeremy Gilbert &Ewan Pearson, 2003: 24). Dos son los conceptos, los dos gramscianos, que nos sirven para definir con mayor exactitud ese fenómeno que convierte el rocanrol en parte de la cultura dominante capitalista contemporánea: el concepto de «Americanismo» y el de «Incorporación». Gramsci define el «Americanismo» como una nueva formación social estadounidense basada en un nuevo modo de producción cuyos rasgos principales son: la primacía en lo económico, la mobilización de la esfera de la cultura al servicio de la economía y la imposición de la hegemonía cultural. En otros términos, cuando habla de «Americanismo» se refiere al hegemonismo cultural estadounidense. ¿Cuándo el rocanrol de vector musical y social de emociones y sentimientos, de medio de comunicación racial que acompaña la transformación social de una raza y sus primeros pasos hacia la libertad, se transforma en «americano», es decir, en objeto de consumo al servicio del poder económico-industrial estadounidense, en objeto de entretenimiento y de ocio controlado y manipulado desde el sistema, esto es, en una forma de esclavitud postmoderna? Cuando esta música, en cuyo ritmo late la vitalidad de la negritud, deja el Delta del Mississipi y llega a Chicago cautivada por la Industria del Disco. Cuando, tras un doble proceso de sumisión a los imperativos y necesidades capitalista-utilitarias y de fruición por medio de los medios de comunicación de masas, deja de ser la huella musical de la invasión negra en la música blanca, una música a través de la cual « el blanco se rebaja al nivel del negro (…) parte de un complot para socavar la moral de la juventud blanca [por] su carácter sexual e inmoral »24, para transformarse en una música deseable a la clase media blanca. Es, por lo tanto, a través de los medios de comunicación de masas, en general, y de la radio, en particular, que el rocanrol de música popular se transforma en música industrial, de poesía en simulacro, de territorio de reivindicación social, política y cultural se transforma en ocio25y en banda sonora del capitalismo, de una música de fusión que interioriza fronteras culturales, musicales, sociales y sonoras se transforma en una «frontera musical interiorizada por el consumo» (Santiago Auserón, 1998: 5). 24 A. Carter, del Consejo de Ciudadanos Blancos de North Alabama (1956) en José Ramón Pardo, La Música Pop, Grandes Corrientes 1955-1984, 1985, pág. 7. 25 En términos marxianos, el ocio tiene tres objetivos para el Capital: el descanso físico del trabajo de modo que se pueda volver a trabajar el día siguiente; el descanso ideológico para que se tenga ganas de trabajar de nuevo al día siguiente y la creación de un mercado para el consumo de bienes de modo que pueda desarrollarse la plusvalía. - 37 - Son, por consiguiente, los medios de comunicación de masas que presentándose « como difusores y garantes de la comunicación [musical] pero[que] en realidad la bloquean para someterla a intereses políticos y comerciales » (Santiago Auserón, 1999: 150) y la radio, que de medio de control estratégico y geopolítico pasa a ser el medio de comunicación responsable de la llegada de nuevos mensajes musicales, y el medio de poder de la emergencia y de la difusión del rocanrol, los principales artífices de la “americanización” del rocanrol, esto es, de su transformación en un bien de consumo del imperialismo cultural estadounidense y en el « más interesante y vivo fenómeno de los medios de comunicación de masas (…) que pertenecen a toda la cultura capitalista contemporánea » (Simon Frith, 1980: 11-19). El concepto de «Incorporación», aplicado a este breve análisis de la dimensión práctica y teórica del rocanrol, no hace sino corrobar y complementar el de «Americanismo» en cuanto proceso según el cual un grupo, subcultura o formación discursiva que en un tiempo existió fuera de la cultura hegemónica y en oposición a ésta, es absorbido por dicha cultura y queda neutralizado, pasando a formar parte de aquello a lo que antes se oponía. Es apoyándonos en este concepto gramsciano que consideramos el paso del rocanrol al rock como un proceso de «incorporación», es decir, como el paso de una música y cultura excéntrica cuya exteriorización estética apuntaba a la consumición de espacios políticos, sociales y culturales a una música integrada en y potenciadora de la formación discursiva dominante y hegemónica. En otros términos, consideramos el paso del rocanrol al rock como un proceso que transforma una música para bailar, conscientemente física y de timbre, en una música que se pone al servicio de los imperativos del logocentrismo occidental y que cumple con las exigencias más profundas del discurso metafísico, esto es, con los conceptos claves de significado, verdad y autenticidad. ¿Cuándo ocurre este proceso de transformación o mejor dicho de «incorporación»? De acuerdo con Jenaro Talens y Luis Puig, consideramos que este proceso empieza con la transformación eléctrica de Bob Dylan en 1964 porque fue Dylan quien, abandonando el movimiento de protesta folk americano y adheriendo al rocanrol, « llevó el rock ’n’roll a un territorio donde las palabras cumplían un nuevo sentido, en vez de subrayar solamente el ritmo frenético de sus compases » (Jenaro Talens y Luis Puig, en Jenaro Talens, 2000: 251). - 38 - En ese proceso que lleva el folk al territorio del rocanrol, el rocanrol se convierte en una música logocéntrica, es decir, en una música donde la voz – lugar de la verdad y de la autenticidad –, el sentido, la armonía y la melodía priman sobre el timbre, el sonido, el ritmo y el cuerpo, al mismo tiempo que el grano de la voz barthesiano – elemento clave del discurso teórico sobre el rock y excelente metáfora de la corporeidad y materialidad de esta música – en vez de cuestionar los imperativos del discurso musical metafísico « llega a participar en el discurso metafísico [convirtiéndose] en el punto de significado auténtico y fiable más que en el punto problemático » (Jeremy Gilbert & Ewan Pearson, 2003: 140). Es, precisamente, en este proceso de «incorporación» donde, desde nuestro punto de vista, se sitúa más llamativamente el gran fracaso del rock con respecto al rocanrol, un fracaso en la negociación de nuevos espacios que acaba convirtiendo al rock en un postmoderno «Aparato Ideológico de Estado»26. Es con razón que, Santiago Auserón, con respecto a la actual situación del rock, afirma que « desde hace más de dos décadas el rock está en decadencia, es un asunto de catacumbas » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 157), es decir, está agotado en su potencial revolucionario y rizomático porque absorbido en y al servicio de los dispositivos discursivos e ideológicos dominantes. Y es, precisamente, frente a esta situación moribunda del rock donde se sitúa la gran apuesta de los Radio Futura – de la cual hablaremos detenidamente en los capítulos siguientes – una apuesta musical, cultural y social que apunta a la recuperación de una música con raíces, de la autenticidad y de la pureza del rocanrol de los orígenes frente a la sagacidad de la industria y de las demandas del mercado a través de un camino inverso y vagabundo que de la mundanidad de la radio vuelve al ritmo de la tribu, que de los intereses del capitalismo vuelve a la belleza y a la espontaneidad de la naturaleza. 26 En términos althusserianos, los AIE (Aparatos Ideológicos de Estado) son un cierto número de realidades que se presentan bajo la forma de instituciones distintas y especializadas, vinculadas a un aparato represivo de Estado, que se diferencian de los AE (Aparatos de Estado) – que pertenecen al dominio público y que funcionan mediante la violencia – por provenir del dominio privado y por funcionar mediante la ideología como forma predominante pero que utilizan secundariamente, y en situaciones límites, una represión simbólica. Según Althusser, son AIE las siguientes instituciones: las iglesias, las escuelas, los partidos, los sindicatos, las familias, la mayoría de los diarios, las instituciones culturales, etc., etc. (Louis Althusser, Ideología y aparatos ideológicos de Estado. Freud y Lacan, 1970: 23-27). - 39 - 2.3. Recepción y Reproducción del rock en España: del Desarrollismo de los '60 al «rrollo» underground Los dos acontecimientos que durante la década de los cincuenta, además de marcar un antes y un después en la larga noche del régimen totalitario, represivo y autárquico de Franco, y de vitalizar económica y culturalmente la sociedad española, fomentan la llegada del rock en España y sientan las bases de su futura recepción y reproducción son la ratificación de Los Pactos de Madrid27 (26 septiembre de 1953) y la aprobación por Las Cortes franquistas de El Plan de Estabilización (21 julio de 1959). Estos dos pactos esencialmente estratégicos, políticos y económicos, por un lado, proporcionan la modernización técnica, económica y militar de España, su integración en los mecanismos de defensa del mundo occidental en detrimento de su secular aislacionismo político, un desbloqueo económico que reduce la inflación, pone fin al racionamiento y la aproxima a la Europa comunitaria en detrimento de su autárquico aislacionismo económico y de su desfase metafísico con Europa. Por el otro deben de ser considerados como fautores de aquella transición económica, social y cultural que, frente a una imposible modernización y apertura política del régimen, marca ya las pautas y sienta ya las bases para la futura transición política a la democracia a finales de los años setenta. Y fue, precisamente, el rock – que a finales de los cincuenta había llegado a España para quedarse y con él había brotado ya por toda la geografía ibérica una auténtica explosión de “música moderna” – uno de los principales artífices de este revolucionario despertar social y cultural de la sociedad 27 Pacto tripartito y estratégico con los EE.UU que se apoya en tres convenciones distintas: una convención militar – que otorga a España suministros militares a cambio de bases aéreas y navales (de ahí la construcción de la base naval de Rota y las bases aéreas de Morón, Torrejón y Zaragoza) – , una convención económica – que otorga a España una ayuda económica directa mediante un crédito financiero de 2.209 millones de dólares y un abastecimiento en materias primas americanas y en alimentos a precios reducidos, y una convención de defensa recíproca – que, si por una lado integra España geográficamente en el sistema SAC (Comando Aéreo Estratégico), por el otro, establece durante dos décadas una presencia militar americana en el territorio español. - 40 - española después de haber transcurrido los últimos “veinte años de paz” como último centinela de Occidente de cara al exterior, y martillo de los herejes de cara al interior. Llegados a este punto cabe preguntarnos: ¿De qué modo y manera el rock llega a España? ¿En qué medida Los Pactos de Madrid y El Plan de Estabilización favorecen la recepción y la reproducción del rock en una sociedad esencialmente desmusicalizada y desprovista de una conciencia musical colectiva? El rock llega a España a mediados de los años cincuenta metafóricamente de la mano de Eisenhower, es decir, mediante una de las tres convenciones que integran el Pacto Tripartito con EE.UU., aquella convención militar que a cambio de suministros militares a Madrid otorga a Washington la creación de bases aéreas y navales en el territorio ibérico. ¿Por qué? Porque con los Marines y los soldados de las FAS americanas llegan a Morón, Rota, Torrejón y Zaragoza también, sus emisoras radiofónicas, esto es, aparatos electrónicos de matriz capitalista que de ejercer un mero control geopolítico, armamentístico y estratégico pasan a desempeñar el importantísimo papel de la diseminación de la música rock americana de los cincuenta transformándose en elementos mediáticos de poder en la difusión del rock. El rock, por lo tanto, llega a España, por supuesto controlado y manipulado por la censura del régimen que además de limitar la programación de estas emisoras prohibe la difusión de cualquier tipo de música de carácter no lenitivo, como «producto de una potencia imperialista que ha conseguido hacernos bailar al ritmo marcado por sus compañías de plásticos»28, es decir, como protésis estética de un proyecto geopolítico a través de un proceso musical de «colonización insconsciente» (Luis Puig y Jenaro Talens, eds., 1999: 17). A pesar de que el rock llegue a España como una música «americana»29, impuesta por un sistema de mercado capitalista con bases militares estadounidenses, es su impacto vital y sonoro y su potencial revolucionario y libertario lo que más rizomáticamente mina desde dentro los pilares de la ya fisurada sociedad española porque, no obstante fuese una música nueva, rítmica y de timbre acompañada de la asignificatividad de las letras, lo importante era que las canciones « tuviera[n]un ritmo con que “mover el esqueleto”», que simbolizasen « la rebelión contra la cultura dominante » y que funcionasen « como signo de liberalización» (Jenaro Talens, Luis Puig, en Jenaro Talens, 2000: 255). 28 Job, El rocanrol murió beibi, pero los mitos rescuscitan, en Disco Exprés, n° 470, 31 de marzo de 1978. Empleamos aquí una vez más el término «americana» en su estricta acepción gramsciana, es decir, en tanto que expresión del hegemonismo cultural estadounidense. 29 - 41 - Lo revolucionario de la llegada del rock a España y su “recepción a medias” fue exactamente lo de ser percibido únicamente como un mensaje musical y sonoro, un mensaje portador de dinamismo y vitalidad en un idioma extranjero, un mensaje espontáneo, natural, auténtico y puro nacido de la lucha racial antisegregacionista, portador de anhelos de libertad y anunciador de nuevas conciencias e identidades sociales, políticas y culturales. A este propósito son, una vez más, las palabras de Santiago Auserón las que nos dan testimonio del potencial contracultural y oposicional de esta musica extranjera cuando afirma que: « recibimos de pronto la influencia de una música llena de vitalidad, llena de energía y, en algunos casos, llena de corazón (…). Asumimos, incluso con placer, el hecho de que la música que nos gustaba estuviera hecha en otra lengua; eso nos permitía alinearnos, extranjerizarnos, distanciándonos de un pasado inmediato que era un poco áspero y desagradable … »30. La importancia de El Plan de Estabilización con respecto al rock es esencialmente económica, industrial y social. De hecho, este programa ministerial de reforma tanto política – la llegada al Gobierno de los Tecnócratas y del Opus Dei en detrimento del Movimiento y de Falange da estabilidad y coherencia política a un régimen ya obsoleto y vacilante – como económica – la liberalización del mercado interno y la consiguiente inversión extranjera fomentan un ingente y rápido crecimiento económico – acompañado en los años siguientes de tres distintos Planes de Desarrollo Económico y Social31 si por un lado es el instrumento jurídico que permite la transformación económica de un país secularmente atrasado, las mejoras en los sistemas productivos, de distribución y de servicio abriendo las puertas al desarrollismo y llevando España al umbral de la CEE, por el otro es, el punto de arranque de importantes cambios sociales que posibilitan la aparición de nuevas formas de vida, la entrada de corrientes culturales (entre otras la de la música rock) hasta entonces desconocidas, y la creación de nuevas expectativas (sobre todo sociales, culturales y políticas) que preparan ya el terreno para los cambios definitivos que años más tarde conducirán España a la transición política y al establecimiento de un régimen democrático. 30 Santiago Auserón en Santiago Auserón, De Radio Futura a Juan Perro, por José Ribas, Ajoblanco, abril de 1993: 43. Tres distintos planes que a lo largo de más de una década – el I Plan de Desarrollo entra en vigor el 1 de enero de 1964, el II el 11 de febrero de 1969 y el III el 9 de mayo de 1972 – incrementan y fortifican el rápido crecimiento económico español inaugurando una política de planificación económica que procura conjugar los intereses estatales con los de los inversionistas privados para potenciar el tejido industrial y el de los servicios. 31 - 42 - Con esto queremos decir que si cuando el rock llega a España su penetración y difusión en el tejido social y cultural español quedan reducidas, controladas y manipuladas por el gran gigante del Norte por chocar frontal y brutalmente con una infraestructura económica e industrial débil cuando no inexistente, y con una superestructura totalmente represiva y silenciadora de cualquier atisbo de libertad, con el desarrollismo y el boom económico de los sesenta es la misma sociedad española que de sociedad receptora en pleno retroceso se transforma en sociedad productora y emisora, en caja de resonancia autónoma e independiente de las nuevas formas de vida y de las nuevas exigencias culturales cuyo germen es ínsito en y vehiculado por la música rock. Cinco son los elementos que conducen la sociedad española de una «colonización insconsciente» musical a una «colonización consciente» discográfica y económica: la creación y el subsiguiente desarrollo de las compañías discográficas32, la retransmisión de programas musicales en la radio33 y en la televisión34, la publicación de revistas musicales35, la organización de conciertos y festivales36 (verdadero caldo de cultivo que hizo posible la aparición de muchos grupos de rock) y la eclosión multitudinaria de un sinfín de grupos de rock a imagen y semejanza de los anglosajones. Esta repentina explosión de creatividad y modernización de la infraestructura transforma la década de los sesenta en “la edad de oro” del el pop & rock español, una década mágica donde « se comenzaron a romper muchos moldes y donde la juventud pujante impuso sus criterios, arrasando a una sociedad muy caduca … » (Salvador Blesa, en Salvador Domínguez, 2004: 113). Es decir, una década donde el rock sirvió de vehículo contracultural, de metalenguaje revolucionario a través del cual los jóvenes empezaron a expresar sus ganas de romper con las costumbres y las presiones impuestas por el sistema, un sistema que no pudo impedir la invasión capilar de esta nueva música de ritmo extranjero ni el desarrollo de nuevos cauces informativos 32 El sello Zafiro, el primero de capital enteramente español, fue fundado en 1957 por Esteban García Morencos y Luis Sagi-Vela. Tuvo tres subsidiarias: Montilla, Novola y a partir de 1964 Nueva Ola, subdivisión moderna del sello. 33 Los principales programas en la Radio fueron: “Cabalgata fin de semana”, clásico de la radio española de los cincuenta, presentado por Bobby Deglané; “Fantasía” y “El Show de las 2”, desde Radio Barcelona, presentados por Joaquín Soler Serrano; “Discomanía”, emitido por Radio Madrid desde 1959, presentado por Raúl Matas; “Caravana Musical”, programa más involucrado con los nuevos sonidos que venían del otro lado del charco, presentado por Ángel Álvarez. 34 Los primeros fueron: “Escala en Hi-Fi”, emitido desde julio de 1961 hasta 1967, realizado por Fernando García de la Vega; y “Último Grito”, programa netamente Pop y primer espacio televisivo dedicado a la música joven, presentado por José María Íñigo y Judy Stephen. 35 “Discóbolo”, primera e histórica revista musical, se publica desde el mes de abril de 1962 hasta el 3 de abril de 1971; “Fonorama”, revista que desde 1963 a la línea musical trazada por “Discóbolo” añade comentarios de corte ideológico sobre la difícil relación entre los rockeros y la estrechez mental de la sociedad española de entonces. 36 Los 24 legendarios conciertos que, durante los años 1962 y 1963, se montaron en el Circo Price de Madrid de manos de los hermanos José y Ángel Nieto abriron las puertas de las ciudades, el corazón y las cabezas de los jóvenes al rock, transformando este ritmo negroide y liberador en un medio de comunicación susceptible de ser utilizado como válvula de escape de frustraciones y vehículo de expresión de todas aquellas ideas y emociones silenciadas y prohibidas hasta entonces. Estos concietos fueron un éxito de público – por primera vez los jóvenes podían bailar, chillar y divertirse como nunca lo habían hecho – hasta cuando las autoridades gubernativas competentes los prohibieron para salvaguardar la integridad moral de la última reserva espiritual de Occidente frente a un ritmo tan salvaje y amoral. - 43 - alternativos porque demasiados intereses norteamericanos alimentaban y fomentaban la Industria del Disco. Hasta aquí nos hemos limitado a analizar el gran potencial revolucionario del rock en sus flancos más bien económicos, sociales e infraestructurales, pero: ¿Qué ocurre musicalmente, qué tipo de metamorfosis revolucionaria lleva a cabo la llegada del rock en la realidad musical española? Baste con decir que el rock llega a España en el preciso momento en que se va agotando la creatividad y la influencia de la canción nacional, única forma musical popular castiza permitida desde arriba por ser expresión de la sentimentalidad de la España franquista y « sublimación canora al servicio de la ideología oficial (…) [entregada] a glosar todo lo oficialmente peculiar español: el individualismo (en oposición al colectivismo y comunitarismo marxista), las peculiaridades raciales, la exaltación del destino histórico,las excelencias de todo lo nuestro » (Manuel Vázquez Montalbán, 2000: xix). Es decir, por ser una canción moldeada e impuesta desde el sistema al servicio de un discurso ideológico bien preciso cuya función primordial era la exaltación y la sublimación de la organización política, económica y social del régimen. Tres son los factores – dos endógenos y uno exógeno – que llevan la crisis de la canción nacional a su punto más álgido: 1) el anacronismo temático y estético de una canción forjada por e impregnada de los valores de la Victoria, unos valores ya inviables en una sociedad en pleno desarrollo y con los ojos orientados ya hacia Europa37; 2) la falta de una voluntad receptora en los jóvenes que empiezan a no participar de la mentalidad de sus padres, que empiezan a no reconocerse en los recuerdos de la Guerra Civil, y que empiezan a rechazar esta música española por ser producto de la estética oficial y asumen nuevos códigos musicales y culturales en oposición a las formas de vida autoritarias y totalitarias tal como vehiculadas por los «Aparatos Ideológicos de Estado» del régimen; 3) el ingreso en el mercado nacional de la avalancha musical estadounidense y anglosajona que, al pasar, arrasa todo lo que sale a su encuentro. 37 Una Europa no solamente política, económica y jurídica sino también social y cultural. Musicalmente hablando, el interés es dirigido hacia la música ligera italiana (Festival de la Canción Italiana de San Remo y cantautores como Celentano, Peppino di Capri, Carosone, Modugno, etc.) y la canción de autor francesa surgida después de la Segunda Guerra Mundial (Brassens, Leo Ferre, Jacques Brel). - 44 - El impacto de los ritmos y de las melodías de esa nueva música, a pesar de la asignificatividad de las letras, fue para los jóvenes españoles alumbrador y revolucionario: la acogida y la inmediata asunción de estos nuevos patrones y moldes musicales y culturales, que en sus inicios empezaron a penetrar en círculos minoritarios universitarios de modo clandestino y subterráneo, fueron enseguida sinónimo de rebeldía y oposición al sistema, y válvula de escape del páramo cultural nacional. que ya a finales de los años cincuenta empezaron a proliferar muchos grupos que, en el intento de imitar a los grupos rockeros estadounidenses, hacían una música rítmica y bailable que, aunque artesanal38, llegaba a parecerse bastante al rock. Tres son las principales ciudades españolas en las que empezaron a detectarse los primeros atisbos rockeros, a pesar de que las primeras versiones en castellano de temas de Bill Halley, Elvis Presley, Gene Vincent y Little Richard fueran realizadas por dos grupos hispanoamericanos, uno cubano – Los Llopis39 – y el otro mejicano – Los Teen Tops40 – : Madrid, Barcelona y Valencia. En Madrid, entre los muchos grupos rockeros que en pocos años se montan, destacan Los Estudiantes, Los Pekenikes, Los Relámpagos y Los Sonors. Los Estudiantes fueron el primer y mejor grupo español de rock durante la década de los cincuenta, los primeros en adaptar al castellano los clásicos del rockabilly americano y los que « abrieron brecha, los primeros en dar ejemplo y transformarse en mito » (Salvador Domínguez, 2004: 28). Se formaron en 1957 en Madrid y sus influencias más directas fueron: Elvis Presley, Ricky Nelson y The Shadows a partir de 1960. Los Pekenikes41, los más directos contrincantes de Los Estudiantes cuya rivalidad sirvió de acicate y detonante de la primera oleada semi-rockera en España, fueron la mejor banda instrumental, uno de los grupos más importantes y rentables en la década de los cincuenta. Los Relámpagos se formaron en Madrid en 1962 en el programa radiofónico “Que ruede la bola” y desde sus comienzos hicieron una música a base de rock instrumental, convirtiéndose en uno de los grupos más populares y originales de los primeros sesenta. 38 Salvador Domínguez afirma que a finales de los cincuenta en Madrid « Las guitarras eléctricas brillaban por su ausencia: la primera que se vio por la capital fue la de Kurt Savoy en 1960 cuando grabó el tema “Full and Rock” », (Salvador Domínguez, 2004: 27). 39 Se formaron en 1957 y fueron los primeros en introducir los ritmos cubanos en las versiones en castellano de canciones rockeras norteamericanas. 40 Se formaron en 1957 y fueron los primeros en hacer y popularizar el primer rocanrol hispano a través de versiones al castellano de temas ya clásicos del rocanrol. 41 Se formaron en 1959 en Madrid en el Instituto Ramiro Maetzu, en la Calle Serrano. En 1964 consiguen su primer disco de oro en Radio Nacional de España con el tema instrumental “Los Cuatro Muleros”. - 45 - Los Sonors se formaron en 1961 y fueron « una banda de calidad musical inusitada para le época (…) Anticipándose a Los Beatles y su enorme influencia, Los Sonors ya en 1961 eran un quinteto con formación instrumental de rock que cantaba utilizando armonías corales al estilo Platters (…). Junto a Los Estudiantes, representan la infraestructura del pop & rock español, que poco después estalla como fenómeno comercial con Los Brincos y Los Bravos ». (Manolo Díaz, guitarrista de Los Sonors, en Salvador Domínguez, 2004: 49). En Barcelona a abrir brecha y en poco tiempo a transformarse en el primer grupo ídolo de la juventud española fue una formación esencialmente Pop, el Duo Dinámico. Manolo de la Calva y Ramón Arcusa fueron los primeros en combinar de manera casi perfecta y natural todas las influencias musicales que llegaron a España entre los últimos cincuenta y los primeros sesenta y, al adaptar las baladas de rocanrol americano a las canciones de autor italianas y francesas, fueron los pioneros de la primera canción moderna española. Los primeros indicios de un despertar rockero en la Ciudad Condal se detectan con la aparición de tres bandas rockeras en particular: Los Pájaros Rojos, Los Mustang y Los Sírex. Los Pájaros Rojos se formaron en Barcelona en 1959 y fueron los primeros, entre los muchos grupos españoles, en electrificarse. El primer disco que graban en 1959 se llama “Can anyone explain?”, es decir, que como la mayoría de los grupos de rock & pop de la década de los sesenta no sólo se limitan a hacer versiones al castellano de los principales éxitos rocanroleros guiris sino que cantan también en inglés por dos motivos en particular: la dificultad de adaptar el castellano a los ritmos de una música extranjera, y por motivos de rentabilidad, es decir, que eran las compañías discográficas las que, imponiendo una homogeneización musical, pedían que se produciera más de cara al mercado europeo que al español. Los Sírex se formaron en Barcelona en junio de 1959 y fueron uno de los grupos catalanes más emblemáticos de los años sesenta porque, a pesar de formarse musicalmente bajo el influjo de Elvis Presley y de la música de corte italiano de Celentano y Peppino di Capri, fueron los primeros en adoptar una verdadera actitud rockera mediante una agresiva puesta en escena. Recuerda Jesús Ordovás: « Los Sírex es un conjunto que hace furor en Barcelona y que sostiene, sin ambajes, que en Madrid el ambiente musical es muy provinciano. Su estilo es espectacular, diferente, electrizante. Ver a Los Sírex actuar es un auténtico espectáculo. Lo que quieren es ante todo aportar un nuevo estilo, sacudirse el complejo de inferioridad que parece haberse adueñado de los conjuntos y cantantes españoles en relación con el extranjero » (Jesús Ordovás, 1987: 54-55). - 46 - Los Mustang, que se formaron en 1960, fueron uno de los grupos más representativos de la escena musical barcelonesa de los sesenta y uno de los más comerciales porque, a pesar de que iniciaron bajo el influjo musical e instrumental de The Shadows, de pronto se dedicaron a hacer versiones en castellano de temas de Cliff Richards y de Los Beatles después, y sobre todo de temas clásicos de la canción italiana y francesa. Es Santi Carulla, cantante de Los Mustang, quien mejor que nadie nos explica el por qué de esa voluntad de mimetismo casi generalizada entre los primeros grupos rockeros en la España de los sesenta cuando afirma que: « No nos preocupábamos de componer canciones, porque lo que nos preocupaba en aquel momento era mimetizar lo que los artistas y grupos extranjeros punteros hacían en aquel momento, y nuestra máxima aspiración era llegar a hacerlo tan bien como nuestros ídolos, que podrían ser Elvis Presley, Cliff Richards&The Shadows o Johnny Hallyday» (Santi Carulla, en Salvador Domínguez, 2004: 104). Esta última afirmación nos sirve para explicar parte del título que encabeza este apartado del trabajo: «Recepción y Reproducción del rock en España», es decir, que esa década prodigiosa del rock & pop español se asienta fundamentalmente en las versiones y reproducciones al castellano de temas clásicos del rock norteamericano y de las canciones de autor italianas y francesas por falta de una producción rockera autóctona debida en parte a los interese económicos de las compañías discográficas, hostiles a apuestas musicales arriesgadas, y en parte a la incapacidad de las primeras bandas rockeras nacionales de adaptar el idioma castellano a los nuevos sonidos y ritmos que provenían de allende el charco. En Valencia los primeros atisbos de una aspiración musical rockera se registran con la aparición de tres grupos: Los Milos (1960), Los Huracanes (1965) y Los Protones (1964). Los tres grupos se dan a conocer, monopolizando la escena musical valenciana, produciendo versiones de los primeros y revolucionarios rockeros norteamericanos: Bill Halley, Elvis Presley, Little Richards, Gene Vincent y Chuck Berry. Esta es la situación musical de España que se nos presenta hasta el verano de 1965, momento crucial en que se da el giro de tuerca en el mundo de la música rock & pop española. Dos son los acontecimientos que cambiarán ya para siempre el panorama musical español transformándolo en terreno fértil para la futura producción – en la década de los ochenta – de un rock hispano verdaderamente autóctono. - 47 - Estamos aludiendo a la llegada de Los Beatles a España42 y a la formación de nuevos grupos rockeros españoles43 que, por primera vez, empiezan a plantearse la necesidad de producir un rock autóctono indagando en las temáticas, en los sonidos y los ritmos esencialmente ibéricos distanciándose del hechizo extranjero. La llegada de Los Beatles marca, verdaderamente, un antes y un después en el panorama musical español, tanto desde el punto de vista musical y cultural como desde el punto de vista discográficoeconómico. Desde el punto de vista musical y cultural, la llegada de Los Beatles con sus sonidos y su cultura urbana, además de desencadear en España como en el resto de Europa una vertiginosa fiebre pop, se convierte de pronto en un hecho cultural trascendental para una sociedad española que había sido anquilosada y anestesiada social y culturalmente a lo largo de los últimos veinticinco años de paz. La influencia tanto cultural como musical de la ola beatle se manifiesta de pronto en dos frentes: por un lado, a través de la floración de nuevos grupos rockeros que en la música, en los sonidos, en la ropa y hasta en las melenas se ajustan a la imagen beat del “Cuarteto de Liverpool”; por el otro, a través de la eclosión una nueva cultura joven, una cultura que transforma a los jóvenes en consumidores otorgándoles un enorme poder adquisitivo, una cultura que introduce « un halo de aire fresco y grandes dosis de esperanza para todos los que soñábamos con llevar el pelo largo, montar un grupo beat y romper con el sistema … » (Salvador Domínguez, 2004: 249). Desde el punto de vista discográfico-económico, su llegada supuso una importante modernización de la infraestructura de la Industria del Disco española seguida de una repentina renovación musical, una industria que empieza a apostar por nuevos sonidos dentro y fuera de España gracias al carisma y a la intuición de dos productores revolucionarios: Alain Milhaud44 y Rafael Trabuchelli45. Cada uno a su manera y con su talento impulsó, en palabras de Salvador Domínguez: « dentro y fuera de España los nuevos sonidos que proponían bandas españolas como Los Bravos, Los Canarios y Los Pop Tops, en el caso de Milhaud; y de Los Pekenikes, Los Ángeles y Los Módulos, en el de Trabuchelli (…) [dando] grandes momentos a la denostada industria discográfica española que llegó a concebir esperanzas de codearse con la de 42 Hicieron dos presentaciones en España: el 2 de julio de 1965 en la Plaza de Toros de Las Ventas en Madrid y el 3 de julio de 1965 en La Monumental de Barcelona. 43 Fueron Los Brincos (1966) los primeros en avanzar propuestas musicales de corte hispano, antes de sufrir el influjo beat, recuperando por ejemplo en su canción de éxito “Flamenco” acordes musicales típicamente andaluces. 44 Alain Milhaud trabajó por las compañías discográficas Belter, Emi-Odeon y Columbia, la primera y más antigua compañía discográfica totalmente española. 45 Rafael Trabuchelli trabajó por Hispavox como director artístico y productor, grabando muchos de los temas más emblemáticos y populares de aquellos días. - 48 - países como Inglaterra y EE.UU., verdaderos artífices y magnates de la música rock & pop de aquellos días » (Id. 266267). Volviendo a la inflación de conjuntos beat, pop y rock de aquellos años queremos hacer particular hincapié en aquellos que más que otros protagonizaron, revolucionándola, la escena musical española de finales de los sesenta, es decir: Los Brincos y Los Bravos, con respecto a la música rock & pop, Los No y Los Canarios, con respecto a la música soul y rythm‘n’ blues. Los Brincos se formaron entre 1965 y 1966 como un conjunto beat español y de pronto se transformaron en un fenómeno de masas, restando protagonismo y popularidad al Duo Dinámico, el grupo pop más cotizado y rentable hasta la fecha. La novedad introducida por Los Brincos, que tanto revolucionó el panorama musical español y que tanto los diferenció de los grupos del momento, fue la de empezar a interpretar composiciones propias, aunque en la estela sonora de Los Beatles, muy comerciales y con sonido netamente pop. Los Brincos abrieron brecha en el campo de la música moderna española e hicieron posible el nacimiento de Los Bravos en 1966, el grupo de mayor dimensión nacional y extranjera, la primera auténtica banda de rock española. Los Bravos hicieron su debut oficial en 1966, en una edición de “Gran Musical”, y se convirtieron en el grupo rock español más importante dentro y fuera de España, y con proyección internacional gracias al éxito de su tema estrella “Black is Black” que, retransmitido en el agosto de 1966 por Radio Caroline46, se convirtió en pocos meses en éxito mundial, colocándose en los Hits Parades británicos y llegando a alcanzar el segundo puesto en la lista por encima de Los Kinks, de Los Beach Boys y de los propios Beatles. Como nos recuerda Alain Milhaud: « Los Bravos, durante varios años, fueron un revulsivo muy notable por la incipiente industria discográfica española y para la juventud de esa época, dividida entre Los Brincos, apoyados por el establishment y Los Bravos, que representaban la rebelión y el anticonformismo … » (Alain Milhaud, en Salvador Domínguez, 2004: 318). Quizás su única laguna haya sido, a pesar de su excelente sonido y vocalización anglosajona, la de no haber sido ni compositores ni autores de sus temas. Con respecto a Los Brincos, que además de componer temas propios que rezuman la sonoridad beat ajustaron su imagen a la imagen educada de los “melenudos de Liverpool”, Los Bravos cimentaron su carrera musical en la estela sonora de Los Rolling Stones, quinteto londinense que, enfrentándose a la moda oficial mediante la recuperación de viejos rocks negros y viejas sonoridades del más 46 Emisora pirata, de propriedad de Phil Solomon, que guiaba la difusión de la música rock & pop en Europa desde sus estudios en aguas del Canal de la Mancha. - 49 - antiguos rythm‘n’blues negro, proporcionaba la cara más agresiva, con una sexualidad apenas disimulada, del rock británico de los sesenta. El influjo de Los Rolling Stones, tanto desde el punto de vista musical como desde el de la imagen, caló tan hondo en Los Bravos que, en el momento de su mayor éxito, se llegó a afirmar que fueron « al rock & pop español lo que los Rolling Stones [fueron] al inglés (…). La personalidad de Mike Kogel [cantante] representaba algo sacrílego en aquella España austera, prusiana y recatada que creó la dictadura ». (Manolo Díaz, en Salvador Domínguez, 2004: 295) Desde el punto de vista de la música rock & pop, con Los Brincos y Los Bravos la música española de los sesenta llega al límite de sus posibilidades, arrollada una vez más por las novedades sonoras y rítmicas provenientes del mundo anglosajón y norteamericano. Los No y Los Canarios fueron los primeros en introducir con vehemencia la música soul y rythm‘n’blues en el ceñido panorama musical ibérico. Los NO, que se formaron en Barcelona en 1966, revolucionaron el mundillo musical de los sesenta no sólo por proponer un tipo de música que era puro r’n’b, sino también por su imagen agresiva en el escenario al estilo de Los Who, el cuarteto mod londinense, cuyo cantante Pete Townshend solía destrozar ritualmente su guitarra contra los amplificadores. Objeto de escándalo, además de su imagen pública, fue en aquellos días su canción “El Moscovit” (1967) tema censurado por el Movimiento « ya que en un régimen tan orgulloso de su desatado anticomunismo de los abyectos soviéticos no se podía hablar » (Salvador Domínguez, 2004: 331). Los Canarios, (ex The Canaries, ex Los Ídolos), se formaron en 1966 y su intento fue desde el principio el de adaptar su temas musicales en inglés a ritmos y sonoridades puramente soul, es decir, el de propulsar en España una música soul en inglés realizada por músicos españoles. Grabaron su primer tema en 1967, tema que servirá de banda sonora a la película de Carlos Saura “Peppermint Frappé”, alcanzando su mayor éxito el año siguiente con el tema “Get on your knees”, banda sonora del verano del ’68. Los Canarios serán los únicos que a finales de los sesenta, cuando una nueva revolución musical esta vez más psicodélica, progresiva, underground se adivina en el horizonte, estarán en condiciones de adaptarse a las nuevas corrientes reciclándose, es decir, pasando de una música soul beat a una música soul más progresiva. El verano del '68 fue un momento emblemático, un momento que cerró una época – la de la revolución teorizada y abrió otra – la de las semióticas del Capital. - 50 - Fue el momento en el que tras « el preludio de una revolución que jamás tuvo lugar (…) el frenesí de unas vísperas ilusorias » (Gabriel Albiac, 1993: 19) sólo quedó « el largo desierto de esperanzas (…) y el despertar de la conciencia dentro de la tradición de los grandes momentos de la Historia » (Id. 19 y 130). ¿Cómo ese momento político en el que los poderes fácticos lograron hacerse cargo de la situación silenciando las manifestaciones estudiantiles en contra de la Guerra en Vietnam, del poder establecido y de la culminación de la lógica del Capitalismo, se repercutió en el ámbito musical? En el ámbito musical este nuevo despertar de la conciencia se manifiesta en dos maneras distintas, las dos contestatarias y en lucha contra el sistema: en el mundo anglosajón y en la West Coast estadounidense mediante el psicodelismo y el movimiento hippie47, en el mundo de la East Coast mediante un movimiento de vanguardia underground, en busca de la provocación intelectual, que se ciñe en torno a la Factory de Andy Warhol y al rock duro de Los Velvet Underground. Esta nueva revolución musical y cultural no tardó en llegar a España, a una España en donde desde finales de los sesenta las cosas habían cambiado radicalmente porque: « de la inocencia de los días de Los Brincos y Los Bravos poco quedaba ya , y se iniciaba una nueva etapa marcada por Cream, Jimy Hendrix, Led Zeppelin (…) [donde] el consumo de porros y ácidos entre músicos y público que acudía a los conciertos estaba al orden del día (…) [donde] la progresía derivada del jipismo y el flower power empezaba a cobrar forma, y muchos adeptos » (Salvador Domínguez, 2004: 521-522). En la España de los primeros setenta, pues, se codeaban dos vertientes perfectamente definidas y perfectamente divergentes: por un lado, se seguía haciendo un rock convencional, un rock beatpsicodélico, por el otro, íban surgiendo grupos de rock netamente progresivos, underground en abierta ruptura con y disidencia contra el régimen. Entre los muchos grupos que se suben al carro del rock progresivo y underground queremos hacer un especial hincapié en los que principal y más hondamente marcan el panorama musical español de los primeros setenta: los sevillanos Smash, los madrileños Cerebrum y los barceloneses Maquina!. Son los sevillanos Smash los que abren brecha y matizan el «rrollo» underground en toda España a través de una música que a los ritmos y sonidos anglosajones más revolucionarios mezcla tintes andaluces, los primeros que a su música acompañan planteamientos estéticos e ideológicos 47 Movimiento musical e ideológico que, frente a los estragos en Vietnam y en lucha contra el sistema, pide un mundo de amor y paz a través de un rock psicodélico que se hace portavoz de reivindicaciones políticas y sociales. - 51 - resumidos en lo que se dio a conocer como el “Manifiesto del Borde”, documento en el que estos “hombres de las praderas”48 si por un lado denuncian la opresión y la marginación a las que les sometía la cultura oficial del régimen, por el otro lado se plantean el hacer música como algo indisolublemente unido a una visión del mundo y a una forma de vida. Los madrileños Cerebrum, pioneros del rock duro madrileño, proponen una música nueva y diferente tanto a nivel sonoro como a nivel conceptual y en su repertorio, basado exclusivamente en la música underground anglosajona y norteamericana, rezuma la influencia de Jimy Hendrix y Black Sabbath. Para el “Mariscal” Vicente Romero, idealizador de la emisión radiofónica “Musicolandia” – primer programa de radio que desde 1968 plasma toda esa avanzadilla progresiva y underground – : « hay tres historias que marcan la vanguardia rockera española: Maquina!en Barcelona, Smash en Sevilla y Blue Bar en Madrid, que era la prolongación de Cerebrum (…). Blue Bar fue la primera imagen en que vimos reflejada como en un espejo la música que estábamos mamando … » (“Mariscal” Vicente Romero, en Salvador Domínguez, 2004: 585). Y, finalmente, los barceloneses Maquina! son los últimos que, haciendo un rock progresivo de corte anglosajón underground, completan el panorama del rock progresivo español de los setenta. Desde sus inicios se dieron a conocer por sus planteamientos ideológicos rebeldes y por sus planteamientos musicales experimentales destapando en 1970 con un álbum revolucionario “Why” « en el que explotaron territorios musicales hasta entonces inaccesibles, con extensas improvisaciones y diálogos de órganos y guitarras … » (Salvador Domínguez, 2004: 542). Hasta aquí hemos presentado como ha evolucionado, a lo largo de dos décadas, el panorama musical español, un panorama musical que a pesar de las múltiples avanzadillas tanto desde el punto de vista musical como conceptual ha avanzado revolucionariamente pero bajo el signo del simulacro. En los siguientes capítulos es nuestra intención demostrar cómo, a partir de finales de los setenta, la música española evoluciona hacia la búsqueda y la investigación en unos conceptos sonoros propios para la creación de un rock español autóctono. 48 “Los hombres de la praderas”, como Bob Dylan, Jimy Hendrix, Mick Jagger, etc., « son los únicos que están en el rrollo y que han salido del huevo. Sus carnets de identidad son sus caritas. Los hombres de las montañas (Hitler, Manson, etc.) se enrollan por el palo de la violencia y la marcha física. Los hombres de las cuevas lúgubres (funcionarios) se enrollan por el palo del dogma y te suelen dar la vara chunga. Los hombre de las cuevas suntuosas (presidentes de consejos de administración, grandes mercaderes) se enrollan por el palo del dinero y del roneo », “Manifiesto del Borde” (Jesús Ordovás, El rrollo, 1977: 67). - 52 - Y lo haremos a través del grupo rockero que más que otros ha invertido sus capacidades musicales e intelectuales en la recuperación e interiorización de una música con raíces, el que más que otros ha contribuido a que la “música moderna” española se liberase del simulacro para volver a la poesía: los Radio Futura. - 53 - 2.4. La Movida y los Radio Futura: ¿Qué fue la Movida madrileña? « Éramos jóvenes. Ingenuos. Irreverentes. Inquietos. Agitadores ... Creativos ... ¡Larga vida al Rock’n’Roll! » (Alberto García Alix, 2008) « Hablar de Movida es dar entidad a algo que tiene mil cabezas y mil formas … », (Pedro Almodóvar, en Gallero, 1991: 212), es hablar de un momento de euforia, de explosión cultural y de marasmo artístico que coincide con una la tardía conquista española de la “Bastilla democrática” después de la larga y oscura noche del franquismo. Imprescindible se nos hace, por lo tanto, contextualizar políticamente ese ajetreo cultural y vital que testimonia la salida metafísica de España de la Modernidad, una Modernidad alargada, anacrónica y artificialmente, por la dictadura de Franco, y su entrada en los circuitos sociales, políticos, económicos y culturales de la Postmodernidad. Con la muerte de Franco, España se encuentra de pronto huérfana de un padre carismático y totalitario que durante casi cuarenta años había polarizado alrededor suyo todos los dispositivos discursivos políticos e ideológicos, de un padre que, paralizando la Historia, se había convertido en el depositario y único garante del destino histórico de « un Estado fuerte y católico (…) [cuya misión era] hacer justicia social y desarmar al Comunismo (…) no en nombre de un mito sino en nombre de Dios y de la grandeza de la Patria » (Javier Tussel, 1993: 136). Las reacciones de los españoles frente a ese vacío de poder que, por un lado, arrastra consigo una estructura política, social y económica que durante casi dos siglos transformó a España en una - 54 - nación impermeable a las revoluciones políticas e industriales que cambiaron las coordenadas geopolíticas occidentales ubicándola en un hors temps histórico y en un hors lieu geográfico con respecto a Europa, y que por el otro libera a España de la durée49 de un pasado anacrónico lanzándola hacia un presente democrático y libre, son contradictorias y antitéticas. La alegría y el dolor, la euforia y el Desencanto se apoderan de una nación esquizofrénica, en trance de autorreconocimiento. La alegría y la euforia de un cuerpo social y colectivo que después de cuarenta años de parálisis, de aislamiento y de excentricidad con respecto al curso de la historia occidental europea necesita satisfacer un deseo de historia que se manifiesta a través de una « necesidad vital de participar, de influir en los acontecimientos en la calle [y desde la calle] » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 100). El dolor y el Desencanto de un cuerpo social de izquierda que después de cuarenta años de narcosis política e ideológica, de una esperanza « de muerte – la de Franco – como de una vida – una nueva organización social de factura más menos marxista que sería la que nos hubiera permitido la realización utópica » (Teresa Vilarós, 1998: 19), vive el desmoronamiento de las utopías de una transformación revolucionaria y radical a la vez política y social como un Mono porque, haciendo nuestras las palabras de Teresa Vilarós: « La utopía fue la droga de adicción de las generaciones que vivieron el franquismo [mientras que] la muerte de Franco señala la retirada de la utopía y la eclosión de un síndrome de abstinencia » (Id. 19). La euforia y el Desencanto son, por lo tanto, las dos caras de un momento fisural de la historia de España, el de la transición a la democracia, un momento que si por un lado vertebra democráticamente la Península Ibérica mediante tres pactos50 que la reposicionan política, económica, social y culturalmente en el concierto de las naciones europeas, por el otro, impone la dinámica del olvido y de la amnistía (¿amnesia?) – dinámica que silencia el pasado más reciente 49 En términos bergsonianos, la durée es « le devenir profond du moi, où règnent la qualité et l’intériorité, où les éléments s’interpénètrent et ne cessent d’être créateurs dans la durée pure (…) [es] la profondeur qualitative où tout se mêle et se fond en un processus évolutif créateur [que se opone a la] représentation spatialisée de ce devenir (…) où règnent l’extériorité, la quantité et, de façon générale, tout ce qui exclut les signes distinctifs de l’authentique moi profond (…) [es] l’extériorité quantitative où tout est juxtaposé, nommé, quantifiable, bref ramené à l’objectivité des choses » (en Jeanne Hersch, 1993 : 332). 50 Los tres pactos a los cuales hacemos referencia son: La Constitución de 1978 (pacto político y expresión jurídica de la voluntad de “consenso” político entre los distintos partidos); Los Pactos de la Moncloa de 1977 (expresión del “consenso” económico y social) y el Título VII, Artículo 2 de la Constitución que reorganiza territorialmente, con demasiada ambigüedad, el Estado español en dicisiete Comunidades Autónomas y reconoce las tres nacionalidades históricas de Cataluña, País Vasco y Galicia. - 55 - encriptándolo en un no-lugar – y que a la utopía de la reforma sustituye una voluntad de consenso político y constituyente – la Ruptura Pactada51 – que transforman el momento transicional en: « un espacio fisural o tiempo lapsado, como un intervalo entre un antes imaginado y un después no realizado (…) colgado entre la modernidad y su pos, entre el duelo y la celebración, entre la producción y la destrucción, entre la esperanza y el desencanto (…) un espacio donde se procesa el olvido, agujero negro que chupa, hace caer y encripta los desechos de nuestro pasado histórico (…) que si bien permite por un lado iniciar en el posfranquismo una nueva escritura, agazapa en su seno todo un pasado conflictivo que el colectivo “pacto del olvido” reprimió » (Teresa Vilarós, 1998: 11-21). Son las dos caras de este momento fisural, de tránsito que transforma España en una nación experimental, en un laboratorio de futuro tanto político como social y cultural, que dan lugar, en el momento postmoderno de la inviabilidad y muerte de los Grandes Metarrelatos, a una nueva narratividad que se sustenta en dos narraciones antitéticas: por un lado, la narración oficial, desde arriba, escrita por la retórica del olvido, del consenso y de la amnistía, y por el otro, la narración subterránea, desde abajo, escrita desde la calle, desde esa máquina cultural que, al parafrasear Deleuze y Guattari, se constituye en tanto que máquina deseante, es decir, en tanto que « sistema no centrado, no jerárquico y no significante (…) definido únicamente por una circulación de estados » (Gilles Deleuze, Félix Guattari, 2004: 12-29). Es en la bisagra de este doble momento de implosiones políticas e ideológicas y de explosiones culturales, sociales, artísticas y musicales, donde primero se gesta y luego florece el fenómeno de la Movida madrileña como resaca tardía de un 68 no vivido y como reacción vitalista, eufórica y generadora de nuevos espacios culturales frente a la debacle y al desarme de las ideologías, frente a ese « Grand soir sin consumación [que sólo cedió] su territorio devastado a la resaca… » (Gabriel Albiac, 1993: 174). La Movida nace, por lo tanto, como un movimiento (como su nombre lo indica) de liberación colectiva en el que todo parece posible, como un movimiento de exploración vivencial lúdica y cultural hedonista–warholiana, como un movimiento de acción y sublimación contracultural frente a la inercia del sistema en el que se intenta devolver a la calle el liderazgo de una ética-estética postmoderna. 51 Proceso de ruptura y no de reforma consensuado por todas las fuerzas políticas que desmanteló los aparatos políticos, jurídicos, fácticos e ideológicos del franquismo desde dentro del sistema y desde dentro de la “legalidad” (Las Leyes Fundamentales y la Ley de Sucesión, 1969) del régimen, una legalidad nunca puesta en causa por la España democrática. - 56 - Dos son los conceptos que, desde nuestro punto de vista, forjan ese momento a la vez hedonista y nihilista de conexión con el presente, ese momento « luminoso y siniestro (…) ese claroscuro interesante (…) donde la gente tenía ganas de ir de fiesta, de probar cosas nuevas, de airear los instintos y, digamos, acariciar lo ilusorio, al límite de lo posible » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 159): el de reterritorialización/ corporeización de la realidad y el de destape artísticoontológico. Al hablar de reterritorialización/corporeización de la realidad nos referimos esencialmente a los años de la Movida como a un proceso polémico de libertad, de euforia, de alegría y de expansión cultural y vivencial que se gesta desde la calle y desde la calle transforma al Madrid franquista,un Madrid hipermediocre, hipergris, vacío, arquetipo del inmovilismo político del régimen, en la ciudad más estimulante del mundo donde, una vez liberada de los tabús que la tenían encorsetada, todo era posible y en una nueva frontera cultural y social donde nunca dejaban de pasar cosas. La transformación de lo urbano de un lugar excluyente en un lugar integrador al que todos pertenecen se lleva a cabo a través de la proliferación de bares, de clubs nocturnos y de galerías de arte (Buades y Moriartry, principalmente) que al cercenar espacios a la ciudad – espacios hasta entonces controlados ideológica y socialmente desde el aparato político – se convierten en espacios de ocio y de diversión, en focos para la creación cultural no segregados en los que las divisiones culturales, sociales e históricas, al quedar relegadas, desaparecen, y en los que se forja un nuevo sistema mental y cultural de funcionamiento que marca el paso de una España cerrada y austera a una España postmoderna donde las calles, los bares y las salas de concierto se transforman en vehículos de experimentación y de intercambio, de exteriorización de las pasiones, de espontaneidad, de energía, de liberalidad y de tolerancia como si la sociedad quisiera « prestar atención a lo prohibido, a lo marginado, a lo negado hasta entonces (…) como si quisiera recuperar su parte de sombra » (Santiago Auserón, Id.). Esta reterritorialización de las calles y de lo urbano por medio de las emociones y de una gran carga de creatividad artístico-cultural que, después de cuarenta años de adormecimiento, devuelve la ciudad a sus habitantes como lugar de pensamiento y de acción contracultural corre pareja a lo que venimos llamando destape artístico y ontológico. Entendemos por destape ontológico la necesidad de los españoles de empezar una etapa de individualización, de ruptura con un destino común y de búsqueda de uno propio con respecto a un pasado de homogeneización existencial en un presente dilatado en el que ni la política ni los movimientos colectivos tienen ya sentido ni tanto menos cabida. - 57 - Consideramos este destape existencial, a raíz de un proceso de ruptura con las verdades absolutas, en términos bajtinianos, es decir, como un proceso de : « affranchissement provisoire de la vérité dominante et du régime existant, d’abolition provisoire de tous les rapports hiérarchiques, privilèges, règles, et tabous (…) d’affranchissement de la conscience de l’emprise de la conception officielle (…) [qui permet] la renaissance et la rénovation de l’individu, de jeter un regard neuf sur le monde, un regard critique et [une]appréhension artistique de la réalité [antithétique] (…) à la relativité du pouvoir et à la vérité dominante, éternelle, immuable et péremptoire » (Mikhaïl Bakhtine, 1970 : 18 y 273). Dicho de otra manera, este destape ontológico “democrático” ocurre en el preciso momento en que se desmorona el sistema hegemónico52 franquista y con ello desaparece el Sujeto Barrado53 del que brota el individuo. En esta etapa de individualización llevada a cabo mediante un proceso de “desamortización” social y cultural oposicional al gran caos/consenso político que lo invade todo y a la gran crisis económica, en este momento de creación y despolitización, de búsqueda del placer instantáneo, de floración de una cultura hedonista, consumista y nihilista es donde se origina el gran destape artístico de la Movida entendido no ya como un movimiento – ya que no existía la conciencia de serlo como no existía ningún tipo de coherencia teórica o programática – ni como una generación ya que sus protagonistas abarcaban edades distintas sino como la unión de distintas personas unidas por el doble nexo de la amistad y del arte, y como la eclosión de distintos fragmentos culturales heterogéneos y rizomáticos a lo largo de un warholiano momento de frivolidad54. Y fue, precisamente, la frivolidad la que actuó como elemento aglutinante en uno de los momentos más eufóricos del país, como: « un componente lúdico muy independiente, como manifestación de una falta de complejos (…) es decir [lo] que permitía que toda una ciudad viviera por encima de sus posibilidades (…). Todo era posible en la rutilante borrachera en la que unos y otros se mezclaban y donde la música jugaba un papel infinitamente más importante que la política… » (Borja Casani, en Gallero, 1991: 12). 52 Empleamos aquí la palabra hegemónico en términos hegelianos, es decir, como aquella organización política que se constituye en tanto que universalidad aniquiladora mediante exclusiones y que requiere la incompletitud en la formación del sujeto. (En Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Žižek, Contingencia, Hegemonía y Universalidad, Diálogos contemporáneos en la izquierda, 2002: 27). 53 Empleamos aquí la palabra Sujeto Barrado en términos lacanianos, es decir, como aquel sujeto incompleto oposicional al sujeto moderno cartesiano incapaz e imposibilidado de exteriorizarse a través de sus obras porque es el poder hegemónico el que filtra la comprensión y aprehensión de lo cotidiano, que manipula las relaciones sociales y que orquesta las maneras en que estas relaciones se reproducen anulando al individuo como tal (Id. 27-30). 54 Empleamos aquí la palabra frivolidad en términos schopenhauerianos, es decir, como el momento en que se vive demasiado en y del presente, en y del instante. - 58 - Es nuestra intención analizar este destape artístico en tanto que flujo de diversión continuo y de frivolidad, de válvula de escape del Desencanto político, y momento de desahogo sociocultural de la transición en términos musicales puesto que es la música el verdadero desencadenante de todo el fenómeno interdisciplinar, interdiscursivo y contracultural de la Movida, y el elemento catalizador de una nueva forma de interpretar la realidad y de vivir la vida. Desde un punto de vista musical, el Madrid de la Movida reacciona al declive de la postprogresía barcelonesa55(fracaso del politizado underground barcelonés) y se opone a la politización musical de la canción protesta catalana (La Nova Cançó) a través de la recuperación de una música rock & pop totalmente despolitizada de raigambre anglosajona cuyo núcleo germinal y cobijo fue el Ateneo Politécnico de la Prospe56, y cuyo epifenómeno y detonante fue el grupo musical punk Kaka de Luxe57. Kaka de Luxe, primera banda punk en España y big bang del fenómeno musical nuevaolero, empieza a cobrar forma en 1977 desde el ámbito de los fanzines, cuyo epicentro era el Rastro madrileño,58 mediante La Livianidad del Imperdible, fanzine dedicado a « teorizar sobre el punk y el futurismo »59, y al año se constituye en tanto que banda rock tomando como referencia al punk anglosajón en un momento en que todo en España, desde el punto de vista musical, era aburrido y deprimente, y el rock & pop español sufría, en palabras de Santiago y Luis Auserón, «la debilidad del querer ser»60. Con Kaka de Luxe empieza un proceso de distanciamiento y de ruptura con la mainstream musical del momento – lo importante ya no era vehicular mensajes políticos mediante composiciones musicales sin raíces sino divertirse, huir del mundo gris que envolvía la España de entonces, en una palabra “colocarse” – y un proceso de acercamiento a un tipo de música, el punk, que en España aún no existía a través de una actitud no conformista defendida en la calle « con una forma de 55 La manifestación más importante de la Postprogresía catalana de aquel momento fue el festival rockero Canet Rock (cuatro ediciones de 1975 a 1978), primer festival rockero masivo donde se potenciaba el ángulo más rockero de la música – una suerte de Woodstock español tardío – y primer espacio de libertad donde se rompieron muchas barreras musicales desde dentro de la dictadura. El principio de la fin de esa primeriza movida barcelonesa coincide con las dos Jornadas Libertarias del Parque Güell (22 y 25 de julio de 1977), movimiento antiautoritario-libertario convocado por la CNT (Sindicato Anarquista) en contra de los Pactos que iban a hacer posible la transición a la “democracia”. 56 Antiguo Colegio de mandos fascistas en el barrio madrileño de la Prosperidad, convertido desde finales de los setenta en espacio autogestido para los ensayos musicales y la promoción de las distintas artes plásticas. Fue el lugar donde se gestó aquella avanzadilla musical que años más tarde, a través de un proceso de capitalización política y económica por parte del PSOE, se dio en llamar Movida madrileña. 57 Primer grupo punk de la Nueva Ola madrileña formado por Alaska (Olvido Gara), Manolo Campoamor, El Zurdo (Fernando Márquez), Carlos Berlanga, Enrique Sierra, Nacho Canut y Pablo Martínez. 58 Por aquel entonces submundo cultural y doble de la sociedad española que política y económicamente se estaba vertebrando, y punto de encuentro de todas aquellas personas que años más tarde se darán por conocer como los fautores de la Movida. 59 En palabras de Fernando Márquez en Radio Futura, EduardoGuillot, Efe Eme, n°60, Julio/Agosto de 2004: 33. 60 Los Corazones Automáticos (Hermanos Auserón) en Santiago Auserón, De Radio Futura a Juan Perro, José Ribas, Ajo Blanco, Abril de 1993: 41. - 59 - pensar, de vestir y de actuar diferente de lo que nos rodeaba … » (Enrique Sierra, en Salvador Domínguez, 2004: 539). Doble es la vertiente de ese caldo de cultivo nuevaolero: musical y estética. Desde el punto de vista musical, Kaka de Luxe recibe a través de sus múltiples y heterogéneos integrantes distintas influencias musicales que van desde el rock & pop inglés de los setenta – David Bowie, Queen, Roxy Music, etc.,– al rock americano – Lou Reed, Velvet Underground, The Doors, Alice Cooper – y al recién estrenado punk anglosajón – Los Ramones, Siouxsie&The Banshees, Los Sex Pistols, etc. Todo esto es lo que les permite renovar y dar un nuevo pulso al estancado y estéril panorama musical y cultural español de finales de los setenta, renovar y modernizar la infraestructura musical, y a la vez abrir brecha hacia la formación de una producción rockera autóctona. Desde el punto de vista estético, los componentes de Kaka de Luxe, e in primis Alaska, adaptan a una música de naturaleza esencialmente intransitiva, es decir, sin objetivos intelectuales y/o políticos cuyo único fin era la búsqueda del placer y de la diversión, y de naturaleza esencialmente tautológica, cuyo único intento era lo de celebrar la celebración, una estética descaradamente provocadora y deliberatamente fea (maquillajes estrafalarios, absurdos cortes de pelos multicolores, imperdibles, cadenas…), portadora de una voluntad de ruptura, y epítome de aquel flujo contracultural que en aquellos años se estaba gestando y que acabó por conquistar al Madrid de la recién estrenada democracia. A pesar del poder detonante de Kaka de Luxe de la Nueva Ola madrileña, « realmente fue a España lo que Los Sex Pistols al Reino Unido: la mecha de algo que rápidamente la trascenderá… » (Fernando Márquez, “El Zurdo”, en Salvador Domínguez, 2004: 553). Y es, precisamente, en esa trascendencia musical y, sobre todo, intelectual donde cobra forma nuestro análisis del rock español durante los años de la transición a la democracia a través del grupo rock puntero y el más pretencioso desde el punto de vista intelectual de aquellos años de marasma y magma creativo, momento sin ninguna pretensión de futuro alimentado únicamente por un descarado afán de diversión y por la intención de épater le bourgeois: los Radio Futura, grupo difícil de encasillar por su trayectoria multiforme y en constante evolución, una evolución alimentada por inquietudes intelectuales y sonoras, y mestizajes musicales cuyo doble intento fue el de utilizar « la energía salvaje del rock [como] circuito excepcional para hacer circular entre los jóvenes determinadas formas de pensamiento » (José Luis Gallero, 1991: 94) y el de evitar tanto el aniquilosamiento artístico como la banalización musical. - 60 - 2.5. Radio Futura: Del arranque de la Nueva Ola madrileña a la “Estatua del Jardín Botánico” El embrión de los hoy míticos Radio Futura empieza a gestarse a finales de los años setenta en el momento más álgido de la Nueva Ola madrileña abanderada bajo el descaro musical y estético de Kaka de Luxe, y en el apogeo del afán creativo multidisciplinar e interdiscursivo del Madrid democrático todavía no capitalizado políticamente ni rentabilizado económicamente por el primer gobierno del PSOE (1982-1986) « cuando lo único que quedaba eran los restos del naufragio » (Pedro Almodóvar, en Rafa Cervera, 2003: 15). Radio Futura61 nace, por lo tanto, en el momento más eufórico y espontáneo del renacimiento cultural, artístico y musical de una sociedad española en aras de posmodernidad, y gracias a la conexión tanto casual como fructífera de cinco personas provenientes de ámbitos heterogéneos y complementarios al mismo tiempo: Herminio Molero – pintor de vanguardia, poeta plástico y pionero de la música electrónica adaptada al castellano –, los hermanos Auserón,– provenientes los dos del ámbito literario de “Corazones Automáticos”, y Santiago licenciado en Filosofía, asiduo a la cátedra parisina de Gilles Deleuze –, Enrique Sierra y Javier Pérez Grueso – los dos ex componentes de Kaka de Luxe, punto de arranque nuevaolero y punta de lanza de la apertura mental, musical y estética del Madrid contracultural que, al desahcerse, se reproduce dando origen al contingente musical más revolucionario y experimental de la década de los ochenta. 61 La primera formación de Radio Futura (1978) está formada por: Herminio Molero, Santiago y Luis Auserón, Enrique Sierra y Javier Pérez Grueso (el Furia). El nombre del grupo, que en un primer momento era Orquesta Futurama, deriva de una radio libre italiana, Radio Città Futura. Es en Italia donde, de hecho, se desarrolla el fenómeno de las radios libres en tanto que « sistema de implosión insinuado desde el interior en todos los intersticios de la vida y territorio movedizo, pero de todos modos, refractario al espacio político homogéneo. Por eso el sistema se ve obligado a silenciarlas, no por sus contenidos políticos o militantes, sino como localizaciones peligrosas, no extensibles, no explosivas, no generalizables » (en Jean Baudrillard, Cultura y Simulacro, 1978: 99). - 61 - Esta primera formación refleja, por lo tanto, el espíritu relacional y la estética sinestésica de aquellos años cruciales de salida social y cultural a la libertad, y de ruptura de moldes, esquemas y formas con respecto a la cultura tradicional cuando lo más importante era utilizar la música no sólo como una nueva y crítica plataforma cultural sino también, y sobre todo, como nuevo dispositivo de pensamiento y de implicación/acción social. Y serán, precisamente, estas tres vertientes – la artística y plástica, la musical y sonora, la filosófica y cultural – las que guiarán y acompañarán a lo largo de trece años el camino sinusoidal, enlosado de búsquedas y encuentros, de esta “emisora sonora nómada” hacia el asentamiento de las bases teóricas y musicales, y la creación de un terreno fértil para el desarrollo de un rock hispano verdaderamente autóctono. En el momento en que el proyecto Radio Futura arranca, más como laboratorio de ideas y palestra de experimentación/divergencia tanto musical como teórica bajo el influjo y la égida electrónica, warholiana y massmediática de Herminio Molero, el pulso musical en España es desolador: por un lado, falta, después de más de cuarenta años de desmusicalización, una conciencia musical colectiva de lo que es el rock y de aquello para lo que sirve, y por el otro, en el ámbito de la producción o más bien reproducción rockera, falta aquel «trabajo secreto que produciría “extranjero” desde dentro»62. Esta última afirmación por Corazones Automáticos se refiere al último Canet Rock (1978), ese Woodstock español tardío que, a pesar de que en sus inicios brote como festival musical crítico que aglutina todo el underground y la postprogresía catalana, y como espacio de libertad creativa y expresiva desde dentro del sistema, a finales de los setenta acaba convirtiéndose en un sucedáneo musical que, manipulado por las compañías discográficas, se hace portavoz de un nacionalismo – catalán y andaluz – que al encerrar «las gentes en sus formas de conciencia»63 impide la institución de mitos propios. El primer revulsivo contra esa tendencia mimética más progre y el principal detonante de un cambio en la manera de hacer y concebir la música en España es Kaka de Luxe, grupo que lo apuesta todo hacia la creación de un pop&rock postmoderno a través de una música punk inteligente e irritante, descarada y divertida que, al revitalizar el mundillo musical madrileño mediante un tirón fuerte, creativo y provocador, crea circuitos y abona el estéril terreno musical ibérico para la floración de una música constructora de mundos contra todo tipo de espejismo, una música constructora de una multiplicidad de sentidos contra la imposición de un pensamiento unidimensional, una música 62 Los Corazones Automáticos, en Santiago Auserón, De Radio Futura a Juan Perro, José Ribas, en Ajo Blanco, abril de 1993, pág. 41. 63 Id. 41. - 62 - creadora de afectos y de espacios para la producción de un pensamiento vivo donde pensar es resistir y agir frente a la vulgaridad. Es en la estela de esta avanzadilla vanguardista ya pegamoide64 donde se gesta y brota el fenómeno Radio Futura, grupo que a lo largo de trece años revolucionará el panorama musical y cultural español a través de una música fronteriza que a la vez pasa por España, recuperando las tradiciones castizas más propias y las imágenes « todavía palpitantes de la España rural (…) de los pueblos (…) [con su] misterio, rasgos fuertes, ecos de otro tiempo, palabras con sonido hechicero » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 152), y por el Caribe y Cuba, recuperando el sincretismo sonoro y cultural de una música – El Son Cubano – que interioriza la frontera poética del Al-Andalus (lirismo y misticismo popular español) y la frontera musical negroamericana (vitalidad y timbre de las tradiciones polirrítmicas africanas), una música que irá creando un tejido proprio, « un tejido musical y poético, cada vez más colorista, latino y callejero » (Jesús Ordovás, 1989:4). La primera etapa de este grupo rock tan innovador y portador de un nuevo mensaje musical y social alimentado por una música de ruptura creativa, inteligente y conceptual coincide con los tres años de la gestión Molero (1979-1981), años abanderados bajo los imperativos warholianos y pragmáticos del consumismo publicitario, las prioridades consumistas del mercado discográfico y la necesidad de utilizar los medios de comunicación de masas (los 40 Principales y la cadena radiofónica SER) para salir de la excentricidad y acceder a más amplios cauces de difusión. Radio Futura, por lo tanto, se da a conocer inicialmente como un grupo de fans, un producto de moda del despegue nuevaolero y de marcado carácter plástico construido sobre la ligereza, la frivolidad y la mundanidad, obligado, por un lado, a cumplir con las exigencias discográficas – Hispavox a lo largo de los cuatro años de contrato se aplica en dar al grupo un forzada “imagen pública” comercial y adolescencial, y un forzado contenido populista cuya única intención era la de sacar tajada – y encorsetado por el otro por las exigencias musicales de Molero, « hombre que no vivía de la música más que como idea y [a quien]a la hora de praticarla realmente le faltaba una relación físico-corporal »65, quien con vistas a someterse a las leyes de la industria y a cumplir con la comercialidad massmediática al material sintético, electrónico y experimental (el sonido Molero)66 mezcla toques rockeros de finales de los sesenta y aspectos de la música popular española, compaginando de esta manera la carga experimental de los temas con una vertiente comercial. 64 En 1979 del estallido del núcleo germinal del big bang nuevaolero, Kaka de Luxe, derivan tres grupos con pretensiones musicales y estéticas diferentes: Paraíso (Creado por el Zurdo y Carlos Berlanga), Radio Futura, y Alaska y Los Pegamoides (agrupación residual de Kaka de Luxe formada por Alaska, Carlos Berlanga, Nacho Canut y Ana Curra). 65 Emilio Cid, para RPM, La página de Juan Perro, http://www.juanperro.net (19 de octubre de 2004). 66 Sonido que recupera la carga electrónica y experimental de la música de los Kraftwerk y de Brian Eno para adaptarla a la tradición musical más castiza, la de los pasodobles. - 63 - El primer resultado de este “casticismo punk” que de golpe lleva a los Radio Futura sobre el tapete de la actualidad nuevaolera es su primer disco “Música Moderna” (1980). Un disco «divertido, vacilón, tentado por el abismo de la publicidad»67; un disco que, por un lado, a través de la inmediatez del pop más banal y comercial, cumple con las expectativas del fenómeno fans, justifica el contrato con Hispavox y ajusta la imagen del quinteto a la de un grupo pop que lo único que busca es la frivolidad de la adolescencia. Y, por otro lado, a través de su carga musical experimental, de sus sonoridades provenientes del glam rock anglosajón y de sus letras que, sin pretensiones culturales pero con constantes guiños al cómic, al cine fantástico, al fetichismo homoerótico y a la ciencia-ficción, dejan entrever ya en filigrana un sólido bagaje conceptual y un fértil arsenal de ideas, rompe con la mainstream y empieza a dinamitar el compromiso con la tradición musical española y con el «plagio de grupos guiris hecho en castellano»68a lo largo de las décadas de los cincuenta y sesenta en nombre de un futuro, de “un futuro que ya está aquí”69. La aparente frivolidad y sutileza de los planteamientos además de ocultar un « milenarismo y una perversión muy propia de los años ochenta, un mensaje que sólo fue comprendido por la vanguardia [y] un sarcasmo evidente que poca gente entendió »70 camufla la verdadera intención del combo nuevaolero: infiltrarse en aquel mercado que hasta entonces había sido dominado por el fenómeno fans imponiéndose como la referencia favorita de las vanguardias madrileñas de aquel momento. De hecho, inmediatamente después de la salida de “Música Moderna” el nombre de Radio Futura empezó a circular por los circuitos culturales del Madrid vanguardista, y donde más apoyo encontró fue entre las gentes dedicadas a las artes plásticas « provocando una especie de veto contra Radio Futura que no fue exclusivamente de la compañía, sino de todo el ambiente musical tradicional español [que se dio] cuenta de que había un movimiento y tuvieron miedo de que ese movimiento fuera ya la llegada irreversible del rock a España » (Santiago Auserón, en Eduardo Guillot, 1992: 29). 67 Santiago Auserón, Rueda de prensa en ocasión de la presentación del recopilatorio “Paisajes Eléctricos” en La página de Juan Perro, http://www.juanperro.net (19 de octubre de 2004). 68 Id., en palabras de Enrique Sierra. 69 “Enamorado de la moda juvenil”, en “Música Moderna” (1980). 70 Santiago Auserón en Santiago Auserón, El movimiento se demuestra andando, Borja Cassani y Juan Carlos De Laiglesia, La Luna de Madrid, n°4, 1984: 8. - 64 - A pesar de la popularidad y del éxito cosechado a lo largo de 1980 tras la salida del primer elepé y de los dos singles “Enamorado de la moda juvenil” y “Divina”71 – año en el que se realizan treinta y dos conciertos recorriendo toda la geografía española, y entrando ya en la dinámica típica del rock – distintos factores comienzan a enturbiar la fulgurante dinámica musical del grupo. Por un lado, el forzado contrato con Hispavox les transforma en un juguete en las manos ávidas de los empresarios para quienes la dimensión del disco como mercancía primaba sobre la de los contenidos hasta tal punto que Santiago Auserón llegó a afirmar que: « no teníamos el control del grupo. Eramos un especie de colectivo que andaba bromeando un poco y midiendo nuestro interés y capacidad para hacer grupo » (Santiago Auserón, en Eduardo Guillot, 1992: 28). Por el otro, el planteamiento mismo del grupo deja de ser unitario: frente a la postura utilitarista y publicitaria de Molero, los hermanos Auserón y Enrique Sierra empiezan a ver las cosas a través de otros cristales prismáticos. Frente a una música de los negocios, de los intereses mercadotécnicos, del poder empresarial, de los mass-media, Santiago, Luis y Enrique se proponen la recuperación de una música de la calle, del pueblo, del individuo, del los sentimientos no capitalizados por las ideologías ni manipulados por los ejecutivos discográficos para: 1) recuperar el sentido musical de España mediante la formación de una nueva conciencia musical y popular; 2) utilizar la música como un nuevo dispositivo de pensamiento postmoderno72, como plataforma de implicación social; 3) fundamentar y dar raíces al rock hispano forjando una música rock totalmente española a la vez popular y callejera, folklórica y poética, en condiciones de compaginar un activismo estrictamente musical con un activismo social basado en la recuperación de una ética-estética de la negritud. Santiago Auserón, cantante, líder y catalizador de ideas de la “emisora sonora nómada”, intelectual que recién llegado al Madrid predemocrático (1977) – caldo de cultivo de trascendentes transformaciones políticas, económicas y sociales, y revolucionarias aperturas culturales y mentales – se deja llevar por «un pulso de la tribu que [le] calienta los ánimos» (Santiago Auserón, en 71 Reconversión al castellano del tema de Marc Bolan “Ballrooms of Mars” al cual Molero, en palabras de Santiago Auserón, añade una estrofa dedicada a Alaska «Divina, estás programada para el baile (…). Te veo bailar con pegatinas en el culo y mueves con tu ritmo la cara de tus fans, eres una bruja de oro, eres un pequeño gangster, estuviste con Kaka de Luxe pero no te oí cantar» para crear sensación de actualidad y relación. 72 Un pensamiento que ya no se sustenta en los imperativos modernos de la razón sino que se asienta en las emociones y afectos del cuerpo para utilizar la razón de manera distinta. - 65 - Cristina Tango, 2006: 158) a hacer un uso práctico de la filosofía utilizando la música popular contemporánea como una herramienta de pensamiento. A más de veinte años de distancia recuerda en estos términos las intenciones musicales y sociales de aquel entonces: « A través del rock en español, nosotros queríamos recuperar una función originaria de la canción, una especie de epos, pero más bien raro y contradictorio, pues intentaba capturar, a través de tradiciones fragmentadas, unas propias y otras extrañas, algo de realidad que parece huir a través de los medios » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 152). Es en la bisagra de esa dialéctica entre ataduras utilitario-consumistas y planteamientos artísticomusicales, entre la postura de Molero concorde con la imagen de un grupo de fans manipulado en y por los medios y la antitética de Santiago, Luis y Enrique decididos en no caer en las redes del negocio, entre los intereses mercantiles del uno y las prioridades éticas y estéticas de los demás, donde se produce la primera fricción entre los componentes del grupo, fricción que en pocos meses acabará convirtiéndose en ruptura definitiva. La reformulación del grupo en 1981 con la salida de Molero y Javier Pérez Grueso y la entrada de Solrac (cuyo verdadero nombre es Carlos Velázquez) como batería, coincide con la renovación de los planteamientos tanto artísticos como musicales y abre una nueva etapa, una etapa más radical y más experimental para un grupo en búsqueda de una nueva propuesta musical y de raíces propias de la tradición hispánica para la definición de un rock latino. Desde el punto de vista musical, la trayectoria de este grupo camaleóntico que intenta utilizar la música como vector y canalización de pulsiones y anhelos artísticos, sociales e intelectuales, decanta hacia un rock híbrido, de fusión que si por un lado se hace más duro, más radical y experimental, por el otro empieza ya a fagocitar las cadencias y los sonidos de la música negra, como medio de aproximación al rock latino. La apuesta, bajo la fórmula musical del Funky Punky73, es una « apuesta artística en términos de poesía popular eléctrica en la calle »74, es decir, es la de forjar, desde la inexistencia de un sentido musical compartido y mediante un destape acústico crítico y polémico, una música popular, un rock hispano con raíces artísticas y poéticas, un rock rizomático con respecto a una música meramente concebida como producto mercantil. 73 Música con corte rítmico muy marcado, de origen negro, aliada con la forma de tocar europea, más fría y blanca, heredada del punk, (Jesús Ordovás, 1989: 9). 74 Santiago Auserón, Rueda de prensa en ocasión de la presentación del recopilatorio “Paisajes Eléctricos” en La página de Juan Perro, http:// www.juanperro.net (19 de octubre de 2004). - 66 - Con la adopción de esta nueva fórmula musical que fusiona la música punk anglosajona con ritmos, sonidos y timbres de corte negro, los Radio Futura recuperan también un pulso de implicación social de la música, una implicación social directa que, en palabras de Santiago Auserón, arrastró una implicación política indirecta no ya adscribible a las ideologías europeas tradicionales sino en relación con la negritud, con los sonidos negros y comprometida con una ética-estética de la negritud que « nos tocaba más en nuestra fibra negra, desde el punto de vista del placer, del goce inmediato y nos situaba en un extraño estado de conciencia » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 153). Dos son las razones que inducen a los Radio Futura a servirse de esta ética-estética de la negritud y a utilizarla a lo largo de toda su carrera como la única « línea de supervivencia, energía y estrategia moral »75: la primera es esencialmente musical-filosófica, la segunda rizomáticamente social. Desde el punto de vista musical-filosófico, esta ética-estética de la negritud hace posible recuperar el concepto pre-socrático de fúsis, concepto que, para Santiago Auserón: « La negritud expresa principalmente a través del sonido (…) una fúsis del sonido, de la palabra, un logos musical que no se reduce a las estructuras del lenguaje (…) que excede el concepto tradicional de logos, límite de la invisibilidad trascendente (…) y [que apunta] hacia una relación más compleja con lo visible y con los formatos trascendentales que, de un modo u otro, son abstracciones a partir de lo visible » (Id. 136). Es decir, les permite recuperar ese sonido negro que es espiritual y físico al mismo tiempo, un sonido que al golpear el lenguaje crea zonas fronterizas de contacto y de careo entre el Logos y el cuerpo, un sonido que al inventar nuevos cauces hermenéuticos y epistemológicos libera a la reflexión de la episteme moderna y contagia al receptor tanto en sus ideas como en sus afectos. Desde el punto de vista social, esta ética-estética de la negritud, que nace históricamente como reacción sonora a la violencia de la segregación racial, como canto de desahogo y portador de anhelos de libertad, deconstruye rizomáticamente ese « concepto de lo humano que los moralistas de Occidente todavía confunden con la animalidad, y que en realidad pone en tela de juicio la animalidad misma de la razón, sin necesidad de renunciar a ella »76. La remodelación de los Radio Futura, la renovación de los conceptos musicales, estéticos y éticos, el paso de ser un laboratorio de ideas musicales comerciales a un grupo sólido que utiliza la música como medio privilegiado para investiagar en la vida, corren parejas a un cambio importante en el ámbito de la industria discográfica española, cambio que afecta al grupo liberándolo de los rígidos y 75 Santiago Auserón en Santiago Auserón, De Radio Futura a Juan Perro, José Ribas, Ajo Blanco, Abril de 1993: 49. Id. 76 - 67 - mercadotécnicos lazos con Hispavox, y que lo lanza hacia una renovada libertad conceptual, musical, estética y empresarial. El año 1982 es, de hecho, un año clave para la evolución de la música rock&pop como industria discográfica en España: frente a la infraestructura caduca de las compañías discográficas que « creyeron que las mismas tácticas que les habían hecho millionarios [durante la década de los sesenta] les servirían para encumbrar a Nacha Pop, Radio Futura o los Zombies (…) y en lugar de tratar de adecuarse y remozar su infraestructura catalogaron de fracaso la nueva ola » (Eduardo Guillot, 1992: 35) algunos grupos decidieron crear su propio sello discográfico77 dando vida a compañías independientes que, en seguida, se transformaron en cobijo y punta de lanza de las nuevas ideas musicales y estéticas de los principales grupos nuevaoleros, minando desde dentro el inmovilismo discográfico nacional ya incompatibile con las exigencias de los nuevos grupos. A raíz de eso, en Hispavox también se desata un caos desestabilizador que, si por un lado, la llevará a crear un propio subsello independiente, FLUSH!Records, para dar cabida a las exigencias musicales de los principales grupos rock & pop, por el otro, la obligará a dar riendas sueltas a los Radio Futura que, si hasta entonces habían sido obligados a proporcionar un producto comercial y mundano para copar con los esquemas caducos y los condicionamientos empresariales de los medios, a partir de 1983 podrán, por fin, poner en marcha un aprendizaje tanto artístico como conceptual que los llevará en pocos años a moldear el sustrato del rock hispano y a fundamentar sus bases más sólidas y repletas de porvenir. Síntoma de la evolución del grupo hacia una producción musical no ya intencionada de cara al mercado, y epítome de un giro conceptual y musical que llevará a los Radio Futura desde la rebeldía punk, al baile funk, a las cadencias reggae, a los sonidos negros y finalmente a los ritmos latinos, es el single de “La Estatua del jardín botánico” – single que contiene dos canciones: “La Estatua del jardín botánico” y “Rompeolas” – cuya aparición en 1982 coincide con un momento clave en la radicalización de su música y en el asentamiento de sus pilares teóricos. El giro de tuerca que se da con el paso de “Música Moderna” a “La Estatua del jardín botánico” es radical y sin solución de continuidad: de un producto de puro divertimiento en el que contaba más la estética que la música, de un producto descaradamente pop y comercializable, los Radio Futura se deslizan hacia una música popular conceptual, poética y postmoderna que les hace tomar conciencia teórica de lo que están haciendo. 77 Entre otros, DRO, Tres Cipreses, Gasa, Lollipop, Goldstein, Dos Rumbos. - 68 - La aparición de “La Estatua del jardín botánico”, canción tótem del grupo, y de un segundo single “Dance Usted” – single que contiene dos canciones: “Dance Usted” y “Tus Pasos” – abre, por lo tanto, una nueva etapa para los Radio Futura: una etapa enfocada desde la perspectiva de un rock experimental que luce ya, tímidamente, sus primeros tintes negros y que coincide con los primeros pasos hacia la estabilización del grupo como banda de rock artie78, y una mayor independencia discográfica79. Estos dos primeros singles son, por lo tanto, el punto de arranque de una música cuya primeriza fusión rítmica, cuyos primeros pasos hacia la creación de una musicalidad fronteriza, y cuya originalidad conceptual rompen ya con el corsé de un modelo, impuesto desde arriba, caduco y moldeado por aquellos patrones anglosajones que sirvieron de base para la emergencia del rock durante la década de los sesenta. 78 Los círculos vanguardistas plásticos y musicales avalan y participan en la difusión de “La Estatua del jardín botánico” subsumiendo al grupo en sus circuitos artísticos: El Hortelano lo hace a través de un Art-Work que intitula “La Estatua del jardín botánico” y el guitarrista Jaime Stinus, ex Brakaman y Orquesta Mondragón, participando en la producción del videoclip, el primero en la historia del rock español. 79 Gracias a la ayuda económica del inversor José Alexaindre y a la dirección de su nuevo mánager Paz Tejedor, los Radio Futura crean su propia oficina de menagement (Party?), oficina independiente que les permite controlar directamente sus intereses tanto musicales como económicos, para gestionar los directos. - 69 - 2.6. La evolución musical y conceptual de los Radio Futura « Tras algún signo de vida voy no sé quién soy ni dónde nací pero llevo un africano dentro de mi ». “Un africano por la Gran Vía” (Radio Futura) 2.6.1. Del rock experimental de “La Ley” al barroquismo de Un país en llamas Después del éxito de “La Estatua del jardín botánico” (1982), canción que al fusionar inquietudes metafísicas y conceptuales, musicales y sonoras edulcoradas por tintes poéticos, estabiliza totalmente al grupo como una sólida banda de rock artie, y de “Dance Usted” (1982), primer intento de hacer una música de baile inteligente jaspeada ya por « la influencia de la música de New Orleans » (Jesús Ordovás, 1989: 9), después de distanciarse de la densa amalgama pop y consumista nuevaolera, y de afirmarse como cabezas parlantes y pensantes en el vacío ideológico de la España de los ochenta, los Radio Futura, grupo en constante tensión entre la exigencia de una experimentación artístico- sonora y la búsqueda de una poética popular, emprenden un doble proceso de careo con la tradición y la actualidad en el intento de crear un rock español autóctono, un rock basado en la fusión de los sonidos, de las cadencias lingüísticas y de la musicalidad propia del castellano con la más pura y espontánea musicalidad de la negritud. - 62 - Los Radio Futura, finalmente libres de controlar totalmente su trabajo después de cuatro años de un contrato prácticamente de por vida con Hispavox80, hacen frente al reto de fundamentar las bases de un rock latino recuperando, por un lado, las raíces propias de la tradición hispánica retratando musicalmente a la España más profunda y eterna (la del pueblo interior y la mediterránea) para «encontrar esa vena poética (…) y darle a la música ese clima romántico del viaje por España», (Santiago Auserón, en Jesús Ordovás, 1989: 51), y, por el otro, replanteando musicalmente el rock a través de una evolución por el camino de una música de fusión, una música que superpone a las «imágenes o huellas sonoras de música rock y de música eléctrica vivida en las calles españolas»81una atrevida incursión en lo latino82. El producto discográfico de esa música experimental que al sonido de un rock creativo, vivo, más duro y radical, repleto de referencias arties83 que lo desmarcan de la producción musical del momento, fusiona ritmos calientes y cubanos traídos al territorio del rock español, es el segundo elepé de los Radio Futura: La Ley del desierto/La Ley del mar (1984). Este segundo elepé, en su intento de fundir una dimensión poética popular con una búsqueda todavía experimental de nuevas sonoridades y ritmos, es el punto de partida de futuros logros musicales y líricos que llevarán a los Radio Futura a sembrar el territorio del rock español de “semillas negras”, un territorio que a través de la naturalidad rítmica, de la plasticidad y de la sonoridad propia del castellano se desvinculará ya para siempre de la utilización forzada de acentos y sonoridades extranjeras. “La Ley”, contropartida musical-teórica experimental y alternativa a un debut pop y esencialmente comercial, y punto de arranque de un largo y sin embargo acertado proceso de adaptación del castellano a la música rock, marca por un lado el inicio – como nos sugiere el grupo al decir “la guerra no ha hecho más que empezar”84 – de un camino disipador85 a través del entrópico desierto 80 En 1983 caduca su contrato con Hispavox. Es José María Cámara – jefe de Producto nacional del sello Ariola – quien, interesado por su música, les propone un ventajoso contrato con Ariola y la posibilidad de grabar en los estudios Doublewtronics de Madrid. Producto de estas favorables condiciones discográficas y artísticas es el segundo elepé del grupo, La Ley del desierto/La Ley del mar (1984). 81 Santiago Auserón, Rueda de prensa en ocasión de la presentación del recopilatorio “Paisajes Eléctricos” en La página de Juan Perro, http:// www.juanperro.net (19 de octubre de 2004). 82 Nos referimos esencialmente a los temas “Semilla Negra” y “Un africano por la Gran Vía”, temas influidos ya por ritmos cubanos que, al enriquecer el formato del rocanrol con nuevas sonoridades latinas, rompen con los patrones musicales tradicionales. 83 Nos referimos esencialmente a la presencia de las fotos de Pablo Pérez Mínguez y Juan Rulfo, y a la canción “Hadaly” inspirada en “La Eva Futura” de Villiers de L’Isle Adam. 84 En la canción “Oscuro Affaire”, en La Ley del desierto/ La Ley del mar. 85 Empleamos aquí el término disipador, tal como lo emplea Ilya Prigogine, para referirnos a un sistema que disipa energía, cuya disipación, en lugar de conducir hacia la entropía, conduce a la formación de un nuevo orden, es decir, de nuevas estructuras. (En Omar Calabrese, La Era Neobarroca, 1989). - 63 - musical español para salir del mimetismo, de la reproducción de los tópicos y de la inercia del pop, y de un esfuerzo constante del grupo para « hacer intervenir en [sus] canciones otro tipo de contenidos que los habituales (…) [para] recoger parte de la herencia cultural de algunas cosas musicales y literarias y convertirlas en lenguaje común, en algo que sea de dominio público (…) [sin] caer en el lenguaje académico, de élite o cultureta »86, y por el otro el inicio – como nos sugiere Santiago al cantar “Con un suave balanceo voy por ahí (…) sin sonreir más de lo necesario (…). No sé quién soy ni dónde nací/pero llevo un africano dentro de mí, oh sí”87 – de un acercamiento atrevido a ritmos y sonidos negroafricanos, reproducidos por medio del protagonismo del bajo y de las percusiones. Dos son, por lo tanto, las vertientes que llevarán a los Radio Futura de “una historia de play back”, donde «alguien dicta en la sombra y tú/sólo mueves los labios»88, a consolidarse como «tribus ocultas»89 al amparo de una “escuela de calor”: la vertiente conceptual que, al llevar el rock a un territorio donde las palabras producen otros sentidos, cumple con las exigencias de reconstruir una nueva memoria colectiva cultural y musical, y la vertiente musical que, al adentrarse por los territorios hasta la fecha no sondeados de la polirritmia africana, cumple con las exigencias de inventar un rock totalmente hispano alimentado por un nuevo folklore a la vez primitivo y callejero, un folklore que, al interiorizar fronteras musicales y romper barreras culturales, se vuelve nómada90. Desde el punto de vista de los contenidos, las canciones, además de reflejar esa doble vertiente conceptual-musical que hace del segundo elepé de los Radio Futura, el primero autoproducido, una unidad no homogénea, reflejan ya la vida de un grupo rock de carretera que, en pos de un aprendizaje artístico, se desmarca de las leyes comerciales de la industria, emprende el camino de la música como un viaje y «una lucha por la independencia y el conocimiento de la realidad», (Santiago Auserón, en Jesús Ordovás, 1989: 48), y se vuelve nómada, porque « sólo los nómadas conocen los caminos secretos del desierto y del mar » (Eduardo Guillot, 1992: 66). Y son, precisamente, el desierto y el mar los dos flancos temáticos que dan forma a este disco, espacio textual-musical que se ofrece al oyente como un lugar privilegiado de fusión y de encuentro entre poesía y música, entre sentimientos cotidianos y nuevas sonoridades. 86 Santiago Auserón en La otra cara de Radio Futura , Juan Manuel Bellver, Boogie, Mayo de 1990, n°29: 52. En la canción “Un africano por la Gran Vía”, en La Ley del desierto/ La Ley del mar. 88 “Historia de play back”, en La Ley del desierto/ La Ley del mar. 89 “Escuela de calor”, en La Ley del desierto/ La Ley del mar. 90 Empleamos aquí la palabra “nómada” en términos deleuzianos, es decir, como una música que en un movimiento continuo de desterritorialización y de reterritorialización se deshace y borra los contornos fijos para establecer conexiones, circuitos, tránsitos y devenires, (en Maite Larrauri, 2000: 43). 87 - 64 - Está la temática del desierto, temática que refleja las experiencias del grupo en viaje por España, por la España interna y profunda cuyos pueblos, lugar de encuentro entre las fronteras líricas y musicales castizas, árabes y judías, guardan aún las imágenes y los sonidos de una tradición hispánica polimorfa, está el desierto « como lado solitario, de travesía (…) [que] da la impresión de que somos una tribu de nómadas »91. Está la temática del mar, temática que refleja las experiencias mediterráneas del grupo, está ese mar inmenso que “cruzado por ojos negros cautivos” permite el enlace musical y poético entre el oeste y “una tierra lejana”. Entre la salida de este disco, que a la provocación intelectual une una inédita y alumbradora experimentación musical, y el tercero, De un país en llamas (1985), los Radio Futura deciden remezclar el tema “Semilla Negra”, de cara a editarlo en maxi, y potenciar su incursión rítmica en lo latino y sus sonoridades descaradamente hispanas añadiendo la guitarra gitana de Raimundo Amador, miembro del grupo rock gitano Pata Negra. Después del éxito de “La Ley” – primer intento de desvincular el rock español de la servidumbre del simulacro y de lanzarlo hacia la creación de una nueva poética mediante la búsuqeda de uno swing negroide, y primera producción musical-conceptual fractal y oposicional a la estandardización de una industria musical unidimensional – , y de cara a la elaboración de un tercer elepé, se hace necesaria la definición de un sonido propio, un sonido que además de recuperar la musicalidad y plasticidad propia del lenguaje hablado potencie los rasgos de la tradición hispana y del mestizaje para crear nuevos espacios musicales habitables, « tramas de sonidos y de silencios (…) que comunica[n] de forma no evidente, sino hermética, con otras esferas, otros ritmos de la naturaleza, otras lecturas de la temporalidad » (Santiago Auserón, 1998: 15-16). De un país en llamas marca, por lo tanto, un paso en adelante en la puesta en orden de ideas y en la puesta al día de un sonido en evolución por el camino de la música de fusión, un sonido más rebuscado tecnológicamente mediante la inserción de baterías electrónicas y manipulaciones tecnológicas. Desde un punto de vista meramente musical, si por un lado este tercer elepé – primero grabado en Londres en The Music Works Studios y Marcus Studios, producido por Joe Dworniak y Duncan Bridgeman – testimonia la avanzada más depurada y definida hacia una completa asimilación sonora de la herencia musical latina en pos del hallazgo de un espacio musical y poético «en el que los sones caribeños o la rumba puedan cruzarse con el rythm’n’blues o el rocanrol»92, por el otro sella el incio de la fin de la colaboración con Solrac quien, más propenso a revisitar herencias 91 Santiago Auserón en Santiago Auserón, El movimiento se demuestra andando, Borja Cassani y Juan Carlos De Laiglesia, La Luna de Madrid, n°4, 1984: 9. 92 Santiago Auserón en Radio Futura , Eduardo Guillot, Efe Eme, n°60, Julio/Agosto 2004: 37. - 65 - musicales anglosajonas, decide dejar al grupo que queda reducido a trío antes de la incorporación temporánea y esporádica en 1986 de otros músicos como Carlos Torero (batería, sustituido más tarde por Óscar Quesada y Antonio Vázquez), Pedro Navarrete (teclados) y Javier Monforte (guitarra). Si, estéticamente, este disco, a decir de los expertos, se vuelve más barroco por el esmero de los arreglos tecnológicos hasta la fecha desconocidos en España y en el que pesa más la producción que las canciones, musicalmente recupera la vitalidad rítmica de lo swing negroide adaptado al formato del rocanrol93, y temáticamente recupera tanto la vitalidad colorista rural, callejera y mediterránea94 como esa poética de los sentimientos ya presentes en “La Ley”, una poética en la cual, además, se asoma, en filigrana, un intento de recuperación de la memoria del pasado histórico nacional más reciente, un pasado tan silenciado y anestesiado por los hombres que hicieron posible la transición de la dictadura a la democracia en virtud de una vertebración consensual política, económica y constituyente de España95. Lo que sí lo diferencia del disco precedente es que se presenta como un disco de viaje forjado por una estética de carretera, es decir, que « prácticamente todo el material del disco ha estado elaborado a partir de notas que se han ido haciendo con el grupo en carretera, en la furgoneta, en hoteles, o incluso en casa pero con el feeling de los viajes », y que todas las canciones que lo componen son « distintos fragmentos de realidad que [el grupo] ha podido agarrar en el transcurso de los viajes »96. Con este disco, pues, los Radio Futura se confirman como rockeros de carretera, como “músicos ambulantes”que, en oposición al estatus de artistas institucionalizados e “incorporados” por el sistema (músicos de negocio) y en pos del “hechizo de un ritmo extranjero”, van «por el límite del mundo/haciendo [su] casa en un rincón»97. De un país en llamas ha de ser considerado, por lo tanto, como un disco de transición que transborda a los Radio Futura de la orilla movidiza y arriesgada de la experimentación a la orilla estable y acertada de una música fronteriza y popular que empieza a comunicarse con la música y los sonidos de otros pueblos lejos de los manejos y de los condicionamientos de la industria, una música que, al comunicar afectos y significados permite el ajuste perfecto entre el pensamiento y la realidad, una música de resonancia en la cabeza y de impacto en el cuerpo que de « horizonte 93 Nos referimos esencialmente a canciones como “El tonto Simón”, “El viento de África” y “Han caído los dos”. Nos referimos esencialmente a canciones como, por un lado, “No tocarte” y “El tonto Simón”, y por el otro “En el Chino” y “La vida en la frontera”. 95 Nos referimos esencialmente a canciones como “El tonto Simón” en la estrofa que dice: “Dicen que siempre cuentas la misma historia/Es lo que esperan todos, se sienten mejor/Que tu padre murió por quemar la iglesia/Que tu desdicha es castigo del Señor”; y “En el Chino” en la estrofa que dice: “Se oye el grito de fuego/Por las calles del Chino/Hay un loco borracho/Con el rostro encendido/Persiguiendo un fantasma/De la Guerra Civil/En el Chino/En el Chino”. 96 Jesús Ordovás en http:// www.juanperro.net (19 de octubre de 2004). 97 Estrofa de la canción “Mercuriana”, en el disco Veneno en la piel (1990). 94 - 66 - incierto [se transforma] en lugar donde se funden ética y estética » (Santiago Auserón, en Jesús Ordovás, 1989: 48). De un país en llamas es el paso más acertado de un largo camino de aprendizaje que llevará a los Radio Futura de la frontera hispánica de un rock latino en ciernes a, pasando por “Juan Perro”, Cuba, lugar que representa para el grupo « la unión del lirismo popular más aventurero y místico español con las tradiciones rítmicas africanas, un choque de culturas que acaba en sincretismo (…) donde lo hispano ha florecido en contacto con lo más diverso y se ha enriquecido »98. 98 Santiago Auserón en Santiago Auserón,De Radio Futura a Juan Perro, José Ribas, Ajo Blanco, abril de 1993: 43. - 67 - 2.6.2. La Canción de Juan Perro: Fin de un largo camino de aprendizaje Después de la extraordinaria y merecida cosecha de éxitos discográficos y del multitudinario reconocimiento popular, ambas cosas acompañadas de la vida en carretera, de la presión del directo y de la industria, los Radio Futura deciden emprender un proceso evolutivo de autocrítica y de depuración, tanto desde el punto de vista creativo como profesional. Musicalmente se hace efectivamente necesario un corte creativo para ahondar aún más en las raíces del terreno de lo latino, sin perder sin embargo pegada con el rocanrol, en alas de la definición del área del rock hispano y de la consolidación del grupo como músicos de rock español. Profesionalmente, durante un año, deciden apartarse de los escenarios, del contacto directo con el público y de su “imagen pública” para dedicarse exclusivamente a la búsqueda de lo propio mediante un swing negroide que revele « lo extranjero en lo natal, lo impensado en el camino de la normalidad aparente » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 151), y, como nos sugiere Santiago Auserón, para « conseguir algo positivamente bello (…) [alertando]todas nuestras antenas, tanto musicales como literarias » (Santiago Auserón, en Eduardo Guillot, 1992: 70). De cara, pues, a la evolución tanto musical como conceptual del grupo hacia una total asimilación de la herencia latina alejada de los estándards – iniciada ya a la sordina con las canciones “Semilla Negra” en el disco “La Ley”, y “El viento de África” en el disco De un país en llamas – y a la elaboración de un cuarto elepé, los Radio Futura se lanzan hacia un proyecto de riesgo e inventiva basado en la investigación de aquellos orígenes africanos que atraviesan tanto el rock como la música hispana para recuperar la función primitiva de la música y para abrir el camino musical del rock español hacia nuevas sonoridades. Este doble intento de ensanchar, por un lado, los límites musicales de un rock español para que cumpla, dentro del terreno del rock internacional, esa función de síntesis entre la frontera líricopoética hispánica y la frontera rítmico-musical americana, y de recuperar, por el otro, un rock primitivo – espacio de confluencia natural entre ritmos y sonoridades negroamericanas y afrolatinas - 68 - – que reanude el flujo de la tradición frente a un rock transnacional – forma musical reducida a mercancía de consumo y vaciada de su función inicial de territorio privilegiado para un destape ontológico epifánico y hermenéutico polémico –, ídolo con los pies de barro99, « que prosigue su deriva dialogando con el santoral sincrético americano » (Santiago Auserón, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds., 1999: 159) pasa inevitablemente por el Caribe, por Cuba, a través de la recuperación del son cubano, sincretización de elementos culturales provenientes de Europa (la tradición lírica española) y elementos musicales provenientes de África (polirritmia de los sonidos negros), «música en la que el español ha alcanzado un estado cristalino, que devuelve a la sílaba toda su eficacia sonora (…) ejemplo modélico de depuración musical a partir del mestizaje » (Id. 149-168). Es en esa maravillosa síntesis de ingredientes melódico-poéticos europeos y rítmico-musicales africanos; en ese cruce multicultural y fronterizo donde el lenguaje dialoga con la música; en esa música que « a la vez habla el lenguaje del Siglo de Oro y de la negritud americana » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 154), donde los Radio Futura recogen nueva savia para abrir la puerta a la evolución del rock hispano y para establecer un nuevo tipo de comunicación, a la vez más física y espiritual, que cambie tanto las estructuras musicales como sociales de España, y en la que lata el pulso musical y social de la negritud. Arrastrados lejos de los manejos comerciales, sociales, culturales de la industria por una ola musical y cultural proveniente de una “tierra lejana”, y “hechizados por el perfume de un ritmo extranjero”, los vagabundos Radio Futura dan un paso más en el largo camino de interiorización de lo fronterizo a través de un proceso involutivo que, metafóricamente, les lleva de la radio a la tribu, del consumismo a la recuperación de la fúsis. Es decir, de una música que “incorporando” el blues ha convertido en mercancía el canto dolorido de la vida de una raza a una música que, cada vez más sinérgica, sinestésica y ambarina100, recorta “tierras para bailar” al territorio del hibridismo tecnológico y de la universalización publicitaria. El producto discográfico de ese camino de depuración en pos de un rock primitivo que establezca una nueva narratividad y que vuelva ser aquel « instrumento privilegiado para el desciframiento de las oscuras fuerzas del presente y (…) territorio fronterizo que permita escapar a las amenazas de una actualidad en crisis perpetua » (Santiago Auserón, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds., 1999: 153162) es el cuarto elepé del grupo, La Canción de Juan Perro (1987), disco que, musicalmente, fusiona el minimalismo del rock con el barroquismo rítmico del son cubano. 99 Santiago Auserón en Santiago Auserón, de Radio Futura a Juan Perro, José Ribas, Ajo Blanco, abril de 1993: 45. Empleamos aquí estos tres términos tal como nos lo sugiere Santiago Auserón. Entendemos por música sinérgica una música que «condensa diversas impresiones sensoriales en una zona de convergencia»; por música sinestésica una música que «traduce en sonidos la impresión que proviene de los diversos sentidos, la idea expresada verbalmente, a través del canto»; por música ambarina una música en la que «suele quedar atrapada alguna impureza, un fragmento de realidad», (Santiago Auserón, 1998: 16-26). 100 - 69 - El disco se graba en Nueva York en los estudios Sigma Sound, con la producción de Joe Dworniak, y desde el punto de vista de los arreglos musicales es una grabación que se plantea como opuesta a la de Londres: si en Londres el grupo, en busca de la definición de un nuevo sonido que fusione la tradición hispana con el formato del rocanrol, consigue un disco barroco al estar cargado de manipulaciones tecnológicas, en Nueva York, una vez ya sentadas las bases tanto musicales como conceptuales de sus replanteamientos evolutivos, se hace necesaria la elaboración de un nuevo sonido, un sonido más natural tratado con un mínimo de tecnología, un sonido que refleje sobre todo el acercamiento del grupo a uno swing más negroide y a ritmos caribeños, un sonido depurado que consiguen contratando a Daniel Ponce, percusionista especialista en tambores cubanos, y a los Uptown Horns como sección de viento. El resultado de ese acercamiento a un rock más natural, un rock que incorpora elementos de la música negra y al mismo tiempo crea conexiones con la música caribeña y las tradiciones sudamericanas, un rock que recuperando ritmos y sonidos más naturales y espontáneos establece una comunicación directa y emocional con el público, es un disco que se nos ofrece como la materialización de todo el soporte musical y teórico que hasta entonces había hecho evolucionar los Radio Futura por la senda de la experimentación hacia la creación de un rock español con raíces. La Canción de Juan Perro, por lo tanto, cierre de una etapa de aprendizaje, base para la eclosión de un rock hispano autóctono, principal artífice de un destape acústico en una sociedad (la española) fundamentalmente desmusicalizada, producto musical encorsetado dentro de una red de interferencias extramusicales y literarias101, es un disco que acierta en un doble nivel: en el nivel musical y en el nivel de las canciones. Desde el punto de vista musical, propone una asimilación total de la herencia latina y negroamericana alejada de los estándards comerciales, y una síntesis de ritmos y colores musicales que llevan el rock casi al límite de la complejidad y que, acercándolo a las armonías del jazz, esbozan ya el futuro proyecto “Juan Perro”, proyecto musical y conceptual en el que Santiago Auserón de rockero se transforma en un trovador latino que dialoga con el son. Las canciones, en ese disco más que en los precedentes, se nos ofrecen como imágenes sonoras sinérgicas y sinestésicas que nos devuelven verbal y musicalmente fragmentos de realidad y ensueños que el músico ambulante « va vendiendo de lugar en lugar recordando en su canto tristezas de otros hombres para olvidar la suya »102. 101 La portada del disco es de Juan Navarro Baldeweg; la canción “Annabel Lee es la adaptación de un poema de Edgar Allan Poe; títulos de algunas canciones como “La mala hora” remiten al realismo sudamericano de Gabriel García Márquez y Max realiza el dibujo de “El Canto del gallo”. 102 “El Canto del Gallo” dibujado por Max. - 70 - Como soniquetes que al musicalizar imágenes del mundo a lo largo del tiempo, al « recomponer ese tejido colectivo que la sociedad está destruyendo, que los medios de comunicación están destruyendo a diario (…) son revolucionarios porque [crean] un territorio o vehículo sonoro casi impalpable que es capaz de resistir el paso del tiempo (…) porque [crean] un momento de alegría en ese momento de amenazas (…) y [dan] a la gente un contento que no sea mero embrutecimiento sistemático »103. Y como sones con luz que « nos permiten ver las cosas con el color de cada día y no con el color malicento que nos imponen desde los medios de la realidad »104. Es ese denso entramado de sonidos americanos, cadencias caribeñas, atmósferas negroides y herencias culturales que permiten el diálogo entre tierras lejanas y la reconciliación entre distintos pueblos por medio del vehículo cultural y social de una música de fusión, producto híbrido de cruces multiculturales y multiraciales, donde se sitúa el mayor acierto de los Radio Futura. Es decir, donde se plasma de verdad la “escuela de calor”, norte musical y teórico que desde los inicios ha guiado sus “pasos y pensamientos vagabundos” por el mundo en búsqueda de “semillas negras”, fértil abono musical, poético y popular que ha favorecido la floración de un rock hispano cuyas “raíces al viento” tienden puentes líricos y musicales hacia el infinito, hacia “amigos desconocidos”, y permiten la construcción de territorios existenciales habitables, « lugares privilegiados en que se ofrece al espíritu la posibilidad de regenerar su energía [y] al pensamiento una lente desde la que contemplar el mundo huidizo » (Santiago Auserón, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds., 1999: 170), devorador de ensueños. 103 Santiago Auserón en El son luminoso, Jesús Rodríguez Lenin, Reportaje El mito de Radio Futura, Dominical, 22 de agosto de 2004: 47-49. 104 Id. 49. - 71 - 2.6.3. Veneno en la piel: ¿Paso atrás en la trayectoria evolutiva de los Radio Futura? Después del barroquismo de De un país en llamas (1985) y de la complejidad sinestésica y sinérgica de los heterogéneos y folclóricos ritmos y colores musicales de La Canción de Juan Perro (1987), dos distintas y sin embargo complementarias imágenes sonoras que, además de sentar las bases del rock hispano, estimulan y cimentan la eclosión de una nueva conciencia emocional y musical colectiva mediante un pensamiento sonoro rizomático y nómada que, desde dentro del sistema capitalista y frente a la muerte del rock “incorporado” en y por el discurso hegemónico dominante, se lanza en búsqueda de raíces culturales propias, de la autenticidad frente al artificio, los Radio Futura deciden consolidar el desarrollo de una escritura musical propia como lugar privilegiado de confluencia de distintos intereses éticos y estéticos, y enriquecer la creación de mundos sonoros y visuales recuperando la sencillez musical del sonido básico del rocanrol con sus estribillos y la poesía de las relaciones humanas más íntimas y cotidianas. Los Radio Futura, grupo que desde los inicios ha vivido y se ha alimentado de la tensión constante entre la exigencia de una experimentación musical y la búsqueda de una poética popular para encontrar el sustrato del rock hispano y devolver al « rocanrol el sentido de la música primitiva que cumple una función ritual en la sociedad, que cumple una función en lo cotidiano que es necesaria para vivir »105, deciden dar un paso más en su camino musical y conceptual, siempre evolutivo y metamórfico, y realimentar su relación con el público mediante un doble proceso de involución y de innovación hacia la depuración musical, el equilibrio poético, y un mayor acercamiento a lo cotidiano. Lo consideramos, por un lado, como un proceso involutivo porque frente al paroxismo musical y al simbolismo metafórico de La Canción de Juan Perro el grupo decide emprender una etapa de ligereza y sencillez en búsqueda de un sonido depurado, más limpio, más claro, más acústico en el 105 Santiago Auserón en La Plusvalía del placer, Miquel A. Queralt, Rock de Lux, n°38, febrero de 1988: 8. - 72 - que lo creativo prima sobre los adornos tecnológicos, y de unas letras menos rebuscadas poética y conceptualmente, más directas, más sencillas, aunque no inocentes, que establezcan conexiones con lo cotidiano de manera irónica, y que reflejen la complejidad social y existencial del tiempo en que nos ha tocado vivir. Después de la búsqueda de una música con raíces – una búsqueda que desde los toques ácidos y radicales del punk les conduce por los entresijos del jazz, de la rumba, del blues y del son – los Radio Futura deciden mirar hacia atrás, hacia el sonido básico del rocanrol para recrear las atmósferas del rock tradicional, nuevos cristales sonoros que les permiten revisitar la tradición musical hispana, y para «crear sensaciones sonoras rescatadas a la tradición»106 mediante un lenguaje poético más espontáneo y accesible. Por otro lado, lo consideramos como un proceso innovador porque, a pesar de que recuperen los timbres claros y los riffs clásicos del rock tradicional, miran hacia atrás, hacia el sonido básico del rock, hacia los tintes ácidos de la poesá dylaniana, y hacia la música pop española de los sesenta a través de unos ojos que ya “han cruzado el mar”. Es decir, vuelven a la tradición con nuevas ideas y nuevos fraseos musicales que les permiten sazonar la herencia musical del rock tradicional con toques latinos y aires caribeños. El producto discográfico de ese “avance involutivo” que, pasando por Cuba, intenta recuperar las fórmulas musicales más tradicionales de la historia del rock y el lenguaje más claro y sencillo de una poética popular común, es el quinto elepé del grupo, Veneno en la piel (1990), disco que elaboran después de la conversión, de cara al maxi, de “La Negra Flor”107 en rap, y después de la grabación del directo Escueladecalor (1989)108, disco que confirma el éxito tanto discográfico como de público del grupo y en el que los toques latinos y los ritmos caribeños están más rockizados. Son las vertientes musical y temática las que vertebran ese nuevo proyecto musical de un grupo que cada vez más se vuelve caja de resonancia de ecos musicales-poéticos a la vez fronterizos y multiculturales, y receptora-emisora nómada de sonidos y colores que, a través de continuos movimientos de desterritorialización y reterritorialización, intentan sustraer al rock de su vulgarización, banalización e incorporación mercantil y capitalista. 106 Santiago Auserón en Radio Futura, Diego A. Manrique, Carlos Núñez, Ricardo Aldarondo y Jordi Fabregas, Rock de Lux, n°63, abril de 1990: 66. 107 Uno de los dos discursos rítmicos (el otro es “El Canto del Gallo”) del disco La Canción de Juan Perro. De cara al maxi, Santiago cambia las letras y Luis la música convirtiéndolo en un rap de 7 minutos y 39 segundos, posiblemente el rap más largo de toda la historia de la música rock española. 108 El directo Escueladecalor se graba en Valencia el 28-29 de octubre de 1989, bajo la supervisión de la Agencia de Management del grupo, Animal Tour. - 73 - Desde el punto de vista musical, Veneno en la piel es un disco que, huyendo del barroquismo, de las mezclas rítmicas y de los adornos tecnológicos, retorna a la inmediatez y sencillez acústica de “La Ley” recuperando el sonido rockero más puro de las guitarras eléctricas para recrear atmósferas sesenteras sin, sin embargo, caer en el mimetismo ni en el revivalismo. Es, por lo tanto, un disco clásico que, recuperando ecos de un rock hispano cada vez más depurado, intenta volver a las fórmulas tradicionales para entramar, después de haber roto con los tópicos, una nueva narratividad musical en la que « sale a la luz la herencia del soul, Dylan y el rock ácido (…) y [en la que] hay cierto “deje” español y bastante “sixtie” »109. Desde el punto de vista temático, las canciones revelan un mayor acercamiento a lo cotidiano mediante una poética que, heredera de las sombras dylanianas, retrata historias de relaciones humanas « tomadas tanto desde el punto de vista general como desde la perspectiva más privada, relaciones amorosas afectadas por la supervivencia »110, y mediante unas letras que, desprendiéndose de la carga metafórica y simbólica característica del grupo, se vuelven más sencillas, directas y asequibles para todos pero que al mismo tiempo, recuperando la poética de un lenguaje común y sus varios niveles semánticos, logran expresar « una idea tan extraña y casi metafísica como la del veneno en la piel » (Santiago Auserón, en Eduardo Guillot, 1992: 74). Con ese disco los Radio Futura logran verdaderamente transformar la música en un vehículo de comunicación privilegiado entre poesía, filosofía y tradición, en un territorio sonoro cotidiano, y por lo tanto revolucionario, en el que el receptor se convierte en intérprete de « un universo de decires, sonidos y silencios (…) reinterpretando desde el ámbito de lo privado el sentido implícito de lo comunitario » (Santiago Auserón, 1998: 16). 109 Santiago Auserón en Radio Futura, Diego A. Manrique, Carlos Núñez, Ricardo Aldarondo y Jordi Fabregas, Rock de Lux, n°63, abril de 1990: 66. 110 Id. 67. - 74 - 2.6.4. Escueladecalor y Tierra para bailar: dos recopilatorios que nos quedan como “memorias del porvenir” Estos dos recopilatorios se sitúan fuera del proceso evolutivo unitario del grupo hacia una constante búsqueda e interiorización de nuevas fronteras musicales y culturales, y marcan dos momentos cruciales de un largo camino de encuentros que lleva nuestra “emisora nómada” del límite continental de un territorio mimético y comercial – el del primer disco Música Moderna – al territorio fértil de “una tierra sin dueño” en donde ha sido posible cosechar “semillas negras” para fundamentar y dar raíces a un rock hispano autóctono. El primer recopilatorio, Escueladecalor (1989), coincide con el cierre de una decenal etapa de aprendizaje artístico, a la vez musical y conceptual, de un grupo que ha logrado distanciarse del marasma musical y de los efectos perversos del pop y de la cultura warholiana de la Movida madrileña, y destacar, acertando, mediante un rock inteligente alimentado por una ética-estética de la negritud, norte moral, social y artístico que les ha permitido rellenar el formato mercantil del rock de nuevas ideas, sensaciones, vibraciones, y « recuperar el pulso social de una música nacida de la violencia y de la injusticia de la segregación racial, de la lucha por la defensa de los derechos civiles, de la esperanza de la libertad y «producto del chispazo del encuentro de las culturas negroamericanas »111. El segundo, Tierra para bailar (1992), es el gozne que articula, en la cúspide de su popularidad y en la frontera de un crecimiento incontrolado, el cierre de una larga carrera en la que desde sus inicios Radio Futura « ha estado trabajando duro en varios frentes a la vez por un lado en el terreno artístico, avanzando en búsqueda de una música autóctona, por otro participando activamente en la formación de un circuito de rock, en un país que atravesaba un momento muy específico de 111 Santiago Auserón, Rueda de prensa en ocasión de la presentación del recopilatorio “Paisajes Eléctricos” en La página de Juan Perro, http:// www.juanperro.net (19 de octubre de 2004). - 75 - transición »112, y el inicio de otra etapa artística individual en la que cada miembro del grupo, arrinconando premeditadamente la política de los grandes negocios y contratos con el fin de no convertirse en « grandes mastodontes, en monstruos engordados por el sistema » (Santiago Auserón, en Eduardo Guillot, 1992: 58) y frente al peligro de un posible deterioro y empobrecimiento de su producto, decide dirigir sus pasos hacia nuevos encuentros artísticos para «refrescar [sus] sentidos y seguir luchando por una música mejor»113. Escueladecalor (1989) – título emblemático y epítome de la trayectoria artística y conceptual del grupo hacia la definición y el asentamiento de un rock hispano autóctono apartado de los estándards y libre de la servidumbre del mimetismo – es un disco coyuntural, de transición, que si por un lado tiende puentes líricos y musicales entre la más lograda y perfecta expresión de una música con raíces (La Canción de Juan Perro, 1987) y la más acertada vuelta al rock de los orígenes y a las tradiciones hispanas mediante un sonido depurado, claro y limpio, por el otro confirma la evolución constante del grupo hacia una música que fusiona toques latinos, aires caribeños, ritmos calientes pero siempre comprometida con los toques más ácidos y los ritmos más duro del rock. Los once temas114 que lo componen reflejan, de hecho, el panorama de la trayectoria artística de los Radio Futura y compendian los principales aciertos y éxitos que han jalonado su atrevido, arriesgado e inventivo aprendizaje musical y moral. A pesar de las críticas hechas al directo por el esmero en demasía de los nuevos arreglos musicales de las canciones, « más como una colección de temas vendedores que como un repertorio de directo», (Juan M. Bellver, en Eduardo Guillot, 1992: 72) y por la frialdad en la relación con el público, « el sonido es demasiado perfecto y el vinilo no despide un ápice de humanidad (…) Santiago no suelta una palabra en todo el concierto… » opina Eduardo Guillot (Id. 71), el disco ha servido al grupo para dar un paso más en el intento de romper los límites del rock español en cuestiones musicales, de inventar nuevas posibilidades y combinaciones sonoras para “producir lo extranjero desde dentro”, para inventar un folclore de la urbe recuperando una música primitiva animada por una nueva poética popular. 112 Comunicado de Radio Futura a los medios para comunicar la disolución del grupo en la primavera de 1992 en Eduardo Guillot, 1992: 62-63. 113 Id. 62-63. 114 Los once temas se reparten de la siguiente manera: “La Estatua del jardín botánico” (1982); dos temas de “La Ley” (1984) – “Escuela de Calor” y “Semilla negra”; cuatro temas de “De un país en llamas” (1985) – “El tonto Simón”, “No tocarte”, “En el Chino” y “Han caído los dos”; cuatro temas de “La Canción de Juan Perro” (1987) – “A cara o cruz”, “Luna de Agosto”, “El Canto del Gallo” y “Paseo con la Negra Flor”. - 76 - Con razón Enrique Sierra considera el directo Escueladecalor como el disco que ha servido al grupo « para madurar que parte de nuestras tradiciones – que es un suelo movidizo – permiten pasar al lenguaje del rock, de la música de la calle no capitalizada por las ideologías ni los medios de comunicación, ni la industria »115. Tierra para bailar (1992) – otro tanto título emblemático y compendio final del logrado intento de recuperar una música primitiva que cumpla una nueva función ritual en la sociedad y que rehabilite la fisicalidad, el instinto y aquellas « relaciones de enganche del cuerpo de la gente con la tierra, [aquella tierra] que el primitivo pisaba cuando bailaba »116 para utilizar la razón de manera distinta – es el disco que sella la conclusión de la actividad musical y artística de los Radio Futura, un disco que, remezclando las canciones más bailable del grupo (“Dance Usted” y “Escuela de Calor”), jaspeando de tintes negros canciones que, como “Corazón de tiza”, se ajustaron en su día a una vertiente más rock, y acentuando los aires caribeños de canciones como “El tonto Simón”, “Paseo con la Negra Flor” y “Semilla Negra”, queda como el legado más importante y verídico de la inteligente trayectoria del grupo que, desde «una lucha contra fantasmas» (Luis Auserón, en Jesús Ordovás, 1989: 20), ha logrado dar un suelo fértil y raíces ricas en savia creativa para la eclosión de un rock hispano autóctono. En ese nuevo recopilatorio destacan, por un lado, la incursión musical y poética en el difícil terreno del cantante brasileño Caetano Veloso con la versión de su tema “Tierra”, y por el otro, un tema nuevo, el último compuesto por el grupo, “El Puente Azul”, tema que al recuperar «los acordes de bossanova, los riffs ácidos, la historia de encuentros de blancos y negros, la vida del mestizaje londinense»117nos da pistas sobre la futura evolución tanto musical como conceptual de los miembros del grupo por distintos derroteros para recuperar nuevas bases, a la vez más naturales y creativas, para el florecimiento de una música que siempre más fomente la participación del individuo en el medio social, en la que el pensamiento, el sonido y el lenguaje se empapen para actuar sobre la realidad e investigar en la vida. El proyecto Radio Futura, legado de la honestidad artística y moral del grupo, debe de ser considerado, por lo tanto, como el punto de partida de investigaciones musicales y conceptuales que si en sus inicios les permitió sobrevivir, ahora les permite florecer hacia nuevos mundos musicales, y tejer nuevas narratividades poéticas y sociales. 115 Enrique Sierra en Radio Futura, José María Rey, Boogie, n°10, febrero de 1989: 20. Santiago Auserón en La Plusvalía del placer, Miquel A. Queralt, Rock de Lux, n° 38, febrero de 1988: 18. 117 Enrique Sierra en La página de Juan Perro, http:// www.juanperro.net (4 de abril de 2005). 116 - 77 - 2.7. Las canciones de los Radio Futura 2.7.1. “Enamorado de la moda juvenil” “Enamorado de la moda juvenil”, primer éxito comercial y de público de los Radio Futura, es la canción que marca un hito fundamental en la larga carrera de un grupo que, desde unos inicios nuevaoleros, logra destacar e imponerse como la propuesta más sólida, creativa e inteligente para la creación y asentamiento de un rock hispano autóctono, y para la inserción de España en los circuitos del rock internacional. Esta canción, punta de lanza del primer elepé del grupo Musica Moderna (1980) – disco que les lleva sobre el tapete de la actualidad y popularidad nuevaolera –, coincide con el despegue de la Movida madrileña, momento de apertura social, mental, musical, sexual, y de renacimiento contracultural y económico de una ciudad anestesiada y de un pueblo barrado118 durante más de cuarenta años; momento abismal que testimonia el tránsito del vértigo de la ilusión a la vorágine del Desencanto, momento de desorden semántico en el sistema de la representación cuyo fin es el bloqueo temporal, la dilatación del presente, la abdicación de la Historia. Dos son los niveles de lectura que “Enamorado de la moda juvenil” nos proporciona: el nivel musical y artístico, portador de un mensaje de futuro, analizado en relación con la eclosión musical de los Radio Futura y el “destape acústico” de la sociedad española, y el nivel social, reflejo de la situación de la España de finales de los setenta, portador de un mensaje de modernización económica, despolitización política e intervencionismo/dirigismo del Estado. 118 Empleamos aquí, una vez más, la palabra «barrado» en términos lacanianos. Entendemos por «pueblo barrado» un pueblo incompleto, alienado, incapaz de exteriorizarse a través de sus obras, un pueblo cuya comprensión y aprehensión de lo cotidiano están filtradas y manipuladas por la universalidad aniquiladora del poder hegemónico. - 78 - Desde la perspectiva de una lectura en clave musical y artística, esta canción sella el esbozo del proyecto Radio Futura, proyecto en ciernes y sin embargo prometedor que, bajo la égida experimental, electrónica y warholiana de Herminio Molero, apunta a delimitar los contornos de un rock español y ensanchar sus límites en cuestiones musicales y sonoras. Es, por lo tanto, un tema que a pesar de su comercialidad, necesaria para copar con las exigencias de los 40 Principales y las cláusulas del contrato con Hispavox, de sus tintes descaradamente pop para enganchar a los adolescentes y transformarles en receptores y consumidores activos en el mercado, de la aparente frivolidad consumista y ligereza publicitaria de sus planteamientos, abre brecha en el panorama mimético y estéril de la música española. Debe de ser considerado, por lo tanto, como el primer intento del atrevido y arriesgado proyecto de fundamentar y dar raíces a un rock hispano autóctono. Ese primer paso de un largo camino, alternativo y oposicional, de luchas y satisfacciones, de búsquedas y de encuentros, se da desde el terreno de la música pop recuperando los sonidos y los ritmos del rock español de los sesenta, débil sustrato musical que, sin embargo, en la década de los ochenta, hace surgir la conciencia de la necesidad de un rock hecho en español. Esa vuelta a la tradición, lejos de ser mimética y al servicio de los estándards, es por el contrario revolucionaria, porque se hace desde los cauces de la música experimental de Herminio Molero, una música que apuesta por llevar el sonido de Brian Eno119, de los Roxy Music120 y los planteamientos musicales y conceptuales de los Talking Heads121 al territorio de un rock hecho en español. El producto es un disco, Música Moderna, inédita síntesis entre una revolucionaria carga experimental y melodías pop, equilibrio perfecto entre una música inteligente y una música comercial, y unos temas como “Enamorado de la moda juvenil”, “Divina”, “Yvonne” y “Regreso a las minas del Rey Salomón” que, además de sintetizar un pop electrónico moderno y los sesenta españoles, compendian « en unos cuantos versos repletos de referencias, el universo sentimental de un movimiento que se inició en los días de Kaka de Luxe »122. 119 Uno de los primeros que durante la década de los setenta, junto a Bryan Ferry y David Bowie, sienta las bases para nuevas músicas y nuevas intepretaciones del rock mediante la utilización y el descubrimiento de nuevos sonidos. Lo que propone, cuando miembro de los Roxy Music, es un rock experimental, producto de la mezcla del rocanrol de los años cincuenta y el futurismo. 120 Grupo rock que, durante la década de los setenta, hace historia y cuyas formas musicales y estéticas marcan un antes y un después en la historia del rock. Liderado por Bryan Ferry, intelectual fascinado por el glamour hollywoodiense e interesado por la conversión del rock en una faceta más del arte contemporáneo, se impone como única alternativa válida al mundo pop y como alternativa humorística al glam rock. 121 Grupo neoyorquino que durante la década de los setenta se plantea la búsqueda de una música con raíces frente al estancamiento de los sonidos occidentales. Sus planteamientos musicales asimilan distintas músicas hasta entonces menospreciadas por la masa rock, música que asimila ritmos africanos, tribalismos y melodías pop. 122 Tomás Cuesta, Radio Futura: Protohéroes, Protomártires, ABC, 13 de marzo de 1981. - 79 - “Enamorado de la moda juvenil”, por lo tanto, pese a ser una canción elaborada de cara a los 40 Principales, coloreada por los tintes de un pop obligado a copar con los hits, fusión perfecta entre el sonido Eno y pasodobles españoles, « fue la gran broma pero también el gran triunfo de demostrar que se podía pasar de lo experimental a los 40 Principales sin transición » (Herminio Molero, en Gallero, 1991: 224). Es la canción que, pese a no haber soltado del todo las amarras de la estética de los productos más vendidos del pop español de finales de los sesenta, se distancia ya del mimetismo y empieza a liberarse ya del yugo del simulacro al grito de “El futuro ya está aquí”. Al juntar la comercialidad, la difusión por los cauces mediáticos, la estética warholiana, los imperativos mercadotécnicos con una inusitada y violenta carga experimental que, al abrir grietas, deja entrar el futuro, “Enamorado de la moda juvenil” debe de ser considerado como el primer tema que participa en el “destape acústico” de una sociedad española que empieza a considerar la música, frente al desarme de las ideologías, como un nuevo dispositivo de pensamiento con más poder de modificar la realidad que la política, como el primer tema que, al introducir elementos dinámicos que erosionan el estancamiento de un sistema cultural caduco y anacrónico, lleva el rock español de la «debilidad del querer ser»123 al ser. Desde la perspectiva de una lectura del tema en clave social, tres son los mensajes que se desprenden de las palabras de un texto aparentemente frívolo y considerado, erróneamente, como un incentivo al más desenfrenado consumo capitalista. El primer mensaje es el que testimonia la modernización económico-capitalista de España por medio de la moda, empleado como concepto modernizante y como impulso modernizador de la sociedad española pre-democrática. La moda, por lo tanto, es presentada dentro de los límites textuales y semánticos del tema como la punta de lanza del cambio a la modernidad económica de España, del paso a una economía de mercado en donde protagonista es la juventud, no sólo receptora del mensaje sino sobre todo consumidora que detiene la más amplia parcela del poder adquisitivo, y del paso al neocapitalismo, ese espacio socioeconómico del consumo estructuralmente insatisfecho, cuya insaciada satisfacción es artificialmente provocada. 123 Los Corazones Automáticos, Disco Exprés, 1978, artículo a propósito del Canet Rock de 1978, en Santiago Auserón, De Radio Futura a Juan Perro, José Ribas, Ajo Blanco, abril de 1993: 41. - 80 - La moda, por lo tanto, imponiendo unos consumos y deshechando otros, se nos presenta como un espacio centrado en el consumo por el consumo, movido más por ilusiones que por realidades: « Y yo caí, enamorado de la moda juvenil, de las chicas, de los chicos, de los maniquís, de los precios y rebajas que yo vi, enamorado de ti »124. El estallido de la moda en España conlleva consecuencias a nivel económico y cultural-estético, además de ser un síntoma más de la despolitización de la sociedad española, una sociedad que, a través de la sublimación del consumo y del dinero, favorece una toma económica del poder en detrimento de una toma y/o activismo político. Desde el punto de vista económico, la moda es el principal artífice de un acercamiento a los valores de consumo y por lo tanto muestra de la alteración generalizada de los modos de vida y de los valores de una sociedad dinámica en pleno desarrollo que transforma al individuo en consumidor y lo integra como objeto en la cadena de consumo del mercado. Desde el punto de vista cultural-estético, la moda desempeña una doble función: por un lado, en su dimensión estética, no es reductible a un simple “estar a la page” sino que realmente tiene que ser considerada como un aglutinante de claves de identidad, por el otro, en su dimensión cultural, potenciando el universo massmediático y warholiano de la mercancía, se transforma en un medio de comunicación más porque vestirse es una manera de comunicar, de expresarse. El segundo mensaje es el que testimonia la despolitización de la sociedad española y el Desencanto debidos a la debacle y al desarme de las ideologías, al desencuentro entre las utopías y la realidad, al desencuentro entre la lucha por el poder y en el poder de los políticos y la necesidad de una participación social y solidaria de los ciudadanos (sobre todo de los jóvenes). La moda, por lo tanto, puede ser considerada como el testimonio del paso de una militancia política cohesionada, unificada en torno a las utopías de izquierda, a la «llamada de la sirena consumista postindustrial» (Teresa Vilarós, 1998: 74), es decir, tanto como expresión de un deseo de libertad que se exterioriza a través de un deseo de voluntad consumista como la traducción a mercancía de consumo que la sociedad española hace de sus valores e ideologías políticas. 124 Estribillo de la canción “Enamorado de la moda juvenil” en Música Moderna (1980). - 81 - El tercer mensaje es el que nos presenta la moda como “protésis estética” del intervencionismo y dirigismo del Estado, es decir, como mecanismo productivo estético del capitalismo que, al imponer y filtrar modos y patrones de consumición desde arriba, no sólo uniforma y homogeneiza la producción, distribución y consumición, sino que controla, domina al individuo y participa en su construcción previa y categórica como sujeto hegemónico. La moda, por lo tanto, se nos presenta como un postmoderno «Aparato Ideológico de Estado» – según la definición que nos sugiere Althusser – que no crea individuos sino plasma simulacros. 2.7.2. “La Estatua del jardín botánico” Quizás sea con esta canción “La Estatua del jardín botánico” (1982) – tema que marca el paso de los Radio Futura de un grupo de fans, comercial y mundano, a un conjunto musical y artístico comprometido con inquietudes intelectuales, conceptuales y sonoras, y en tensión constante entre la exigencia de evolutiva experimentación musical y la búsqueda de una poética popular para dar raíces al rock hispano – que cobre forma el proyecto de los Radio Futura de utilizar la música como un nuevo y postmoderno dispositivo de activismo intelectual que haga circular entre los jóvenes determinadas formas de pensamiento, como lugar rizomático privilegiado para el encuentro entre la teoría y la práctica, la realidad y el pensamiento, como vehículo que mediante una ética-estética de la negritud apunta hacia el asentamiento de un nuevo orden y nuevas estructuras sociales, y de utilizar sus canciones – artefactos musicales en los que la conciencia teórica prima sobre la forma emotiva de consumo – como medios para devolver la filosofía a la calle. A partir de “La Estatua del jardín botánico” – primer tema que inaugura la etapa post-Molero y canción tótem del grupo de la cual se realiza el primer videoclip125 de la historia de la música rock & pop española – los Radio Futura se dedican a la elaboración de una música de resonancia en la 125 Producto de la estética postmoderna, a la vez producto de los medios de comunicación de masas e intento de transformar la imagen en algo musical, que establece un discurso polisémico fragmentario más icónico que semántico mediante la confluencia de tres sistemas de generación de sentido – el musical, el verbal y el icónico – y la sustitución de la duración (argumentación) por la velocidad, (en Marta Pérez-Yarza, 1986: 1-3). - 82 - cabeza y de impacto en el cuerpo mediante unas canciones que, a través del espacio del sonido, del ritmo y del lenguaje, generan significados y crean afectos, sensaciones. Son la inquietud intelectual y el mestizaje musical-cultural los dos imperativos que, en esa segunda etapa, transforman al grupo en la formación más sólida y exigente, artística e intelectualmente, de la década de los ochenta y que les acompañarán camaleónticamente a lo largo de toda su carrera. Es precisamente “La Estatua del jardín botánico” el primer producto discográfico no intencionado de cara al mercado, alimentado ya por inquietudes intelectuales y por la búsqueda de nuevas sonoridades musicales, símbolo y síntoma de la evolución del grupo hacia la formación de una nueva conciencia musical y cultural mediante un doble careo con la actualidad (musical) y la tradición (filosófica). Son las vertientes musical y teórico-filosófica las que vertebran un tema tan revolucionario y excéntrico con respecto al mimetismo y a la parálisis del panorama musical español. Desde el punto de vista musical, la aparición del single “La Estatua del jardín botánico” abre una etapa de acercamiento a un rock más radical y experimental, un rock que si por un lado intenta sintetizar las influencias sonoras del punk londinense y de la estética del underground neoyorquino, por el otro, intenta ya explotar la naturalidad rítmica, la musicalidad, la flexibilidad y los acentos propios del castellano lejos de los patrones anglosajones «utilizando el lenguaje en una estética de guerra»126. El resultado es una música experimental, alimentada por un rock duro y radical, y evocadora de unas imágenes sonoras que « raspando en el torbellino de las emociones [mediante] una letra universal e intemporal [vislumbran] la ansiedad española que empieza a arder de alegría en nuestras habitaciones »127. Desde el punto de vista teórico-filosófico, “La Estatua del jardín botánico” sintetiza poéticamente, a través de distintas imágenes sonoras, la dualidad irreductible de la realidad, una realidad que – como nos sugiere Santiago Auserón (en Cristina Tango, 2006: 167) inspirándose en la Monolología de Leibniz – se nos presenta como mundos dentro de mundos. La clave de lectura que nos abre la puerta y nos deja entrar dentro de ese mundo dual, irreductible a una verdad única e inmanente y descompuesto, por el contrario, en distintas y múltiples verdades relativas, es la estatua pétrea que al oír la música abre los ojos, cobra vida y lanzándose hacia la naturaleza para redescubrir y recuperar su pálpito vital « da vida al hermoso jardín atemporal y 126 Santiago Auserón en Santiago Auserón, El movimiento se demuestra andando, Borja Cassani y Juan Carlos De Laiglesia, La Luna de Madrid, n°4, febrero de 1984: 9. 127 El Hortelano, Somos protónicos en los jardines atónitos, Art-Work de “La Estatua del jardín botánico, Madrid, Edición Moriartry, Otoño 1983. - 83 - descubre la medida de un tiempo más amplio a través de una mecánica secreta de peces, plantas y órbitas elípticas »128. Son, por lo tanto, La Estatua, metáfora de la filosofía en tanto que forma revolucionaria de oposición y de resistencia al paso del tiempo, y la música, « remanso del movimiento del cual emerge la naturaleza » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 167) y creadora de mundos paralelos ilusorios y efímeros pero habitables, los dos medios que nos permiten dejar la realidad, una realidad que nos transforma en seres metálicos, es decir, en seres prisioneros de la decadencia de un sistema que convierte «la visión de la realidad inmediata en una orquídea en la tierra de la tecnología»129 y adentrarnos en un jardín maravilloso, imaginario, ilusorio, lugar donde « se gestan realmente, de forma lenta y silenciosa, cuerpos más aptos para la velocidad de los espíritus »130: « Un día más me quedaré sentado aquí En la penumbra de un jardín tan extraño (…) Esperando un eclipse me quedaré Persiguiendo un enigma al compás de las horas (…) Junto al estanque me atrapó la ilusión Escuchando el lenguaje de las plantas Y he aprendido a esperar sin razón Soy metálico En el jardín botánico Con mi pensamiento sigo el movimiento De los peces en el agua »131. Este jardín, por lo tanto, válvula de escape de un mundo que para engordar y fortalecer el sistema llega a transformar industrial y tecnológicamente la fúsis, y espacio ilusorio y efímero al margen de 128 Santiago Auserón, Un misterio de amor, en el metal reposa (Gérard de Nerval) en El Hortelano, Art-Work de “La Estatua del jardín botánico, 1983. 129 Walter Benjamin, Iluminaciones I, 1988: 233 en Lindsay Waters, La peligrosa idea de Walter Benjamin, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds., 1999: 65. 130 Santiago Auserón, Santiago Auserón, Un misterio de amor, en el metal reposa (Gérard de Nerval) en El Hortelano, Art-Work de “La Estatua del jardín botánico, 1983. 131 “La Estatua del jardín botánico” en Santiago Auserón, Canciones de Radio Futura, 1999: 30. - 84 - un mundo cruento y decadente alimentado por falsos valores burgueses y capitalistas132, puede considerarse como espacio interior del pensamiento, única herramienta que, pese a crear mundos paralelos e ilusorios, nos libera de las ataduras de una vida estéril y mecánica, de la rutina ciudadana cotidiana que nos aliena convirtiéndonos en híbridos133, y que hace crecer « con su empuje imperceptible, nuevos brazos y cerebros nuevos »134. Santiago Auserón nos da una doble lectura del tema: « Por un lado, explica la canción como metáfora poética de la añoranza, de la nostalgia de la naturaleza perdida que se expresa a través de un deseo esquizoide, autista del retorno a la inmovilidad, al estado inorgánico, mineral; por el otro, como la imagen sonora del conflicto urbano en el que en cualquier instante hay fuerzas de la fúsis que entran en juego, porque “entre el sol y el corazón” siempre hay un eclipse en un momento u otro del giro anual ». (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 167) Tanto la letra como la música de esta canción producen una sarta de imágenes que, musical y verbalmente, objetivan por un lado la dualidad irreductible del mundo, y por el otro la alienación del ser humano obligado a vivir como “ser metálico” y condenado tan sólo a soñar con mundos imaginarios que le hacen “escuchar el lenguaje de las plantas” y “seguir con el pensamiento el movimiento de los peces” porque, como nos sugiere Gilles Deleuze, c’est toujours avec des mondes que l’on fait l’amour. 132 La dualidad entre el mundo real, mundo alimentado y fortalecido por falsos valores capitalistas, y el mundo ilusorio pero maravilloso del pensamiento se hace patente en el videoclip cuando Santiago, hombre de negocios y estatua en movimiento por los entresijos de la naturaleza, a través de un telescopio nos deja vislumbrar la oposición entre la alienante rutina ciudadana y el hermoso jardín intemporal, espacio abierto a la música, a la ilusión, a los sueños. 133 Empleamos aquí la palabra «híbrido» en términos benjaminianos. Para Benjamin, el sujeto humano actual no es sino el producto de la unión entre lo humano y lo no humano, un eslabón más en la cadena de producción capitalista. 134 Id. - 85 - 2.7.3. “Escuela de Calor” Son el acertijo conceptual, pese a la aparente sutileza y frivolidad de planteamientos, de Música Moderna (1980), la experimentación musical hacia un rock más duro, radical alternativo y oposicional a los intereses del mercado y la conciencia intelectual desplegada, poéticamente, en el fascinante arsenal de ideas de “La Estatua del jardín botánico” (1982) los tres nortes que guian a los Radio Futura a través del largo desierto del mimético panorama musical español y les lanzan hacia la creación de la “Escuela de Calor”, una música inteligente, creativa y de ruptura para el asentamiento de un rock español autóctono, centrado en una música que fusiona los ritmos negros del rock con la naturalidad rítmica del lenguaje hablado, y en la búsqueda de un sonido135 que fusione las sonoridades del rocanrol, del soul, del rythm’n’blues con las de los acentos de la tradición lírica hispana y de la tradición musical afrolatina y afrocubana. La fórmula musical y conceptual que marca el punto de partida de un largo, difícil y arriesgado “camino de perfección”en búsqueda de una música con raíces que, mediante un doble careo fronterizo con la tradición lírica popular y la actualidad musical, recupera los ritmos negros y el pulso social de un rock primitivo oposicional al rock transnacional para la definición de un territorio propio del rock español, es la del funky-punk, fórmula que propone la fusión de sonidos duros y cadencias negras como medio de aproximación a un rock latino autónomo, independiente y alejado de los estándards. El producto discográfico de esta arriesgada y sin embargo acertada avanzadilla en lo latino es el tercer elepé del grupo, La Ley del desierto, La Ley del mar (1984), disco que al afinar la música y el 135 Fenómeno social y colectivo, físico y espiritual al mismo tiempo, que depende no sólo de los artistas que hacen las canciones sino también de la sociedad que las recibe. Preocupación principal de los Radio Futura a lo largo de toda su carrera a tal punto que Santiago Auserón llega a afirmar que todas las canciones del grupo han sido construidas desde el ámbito de la sonoridad, sitio que permite la circulación y la escucha de las ideas, (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 152-154). - 86 - lenguaje, «armamientos en una estética de guerra»136, con matices coloristas, aires latinos y fragrancias poéticas y viajeros, permite al grupo crear una música que, recuperando los patrones y los moldes de tradiciones populares y adaptándolos a las sonoridades contemporáneas, establece un sistema musical alternativo, subversivo y rizomático con respecto al sistema del rock transnacional, sistema que al « rozar los términos del viejo pacto diabólico con el poder » (Santiago Auserón, en Jesús Ordovás, 1989: 48) es irreversible e irremediablemente ensartado en un circuito capitalista y mercadotécnico. Y ese sistema musical alternativo y rizomático que, a través de un proceso musical y cultural de interiorización de lo fronterizo, se opone a la música rock actual en su condición de «frontera interiorizada por el consumo» (Santiago Auserón, 1998: 5) y que, a través de un doble movimiento de desterritorialización y reterritorialización, intenta devolver al rock su cara primitiva y su función ritual en la sociedad otro no es que la “Escuela de Calor”, excelente metáfora y maravillosa imagen sonora que sintetiza los esfuerzos de la “tribu” para oponerse a la mainstream y sentar bases sólidas para el florecimiento de una música con raíces que, mediante el sonido, hace circular nuevas ideas y nuevas formas de pensamiento pero que mediante el “calor” de los ritmos hace sudar la piel, hace volver hacia el instinto para utilizar la razón de manera distinta. Dos son las metáforas que, desde nuestro punto de vista, esta postmoderna “Escuela de calor” cataliza y ofrece a la escucha, esto es, al oído, al cuerpo y a la mente, de un rizomático y expectante receptor. La primera es la que nos lleva a considerar el rock no sólo como una música subversiva que exclusivamente agarra los sentidos y hace mover el esqueleto sino también y sobre todo como una música que se constituye en tanto que escuela de pensamiento, un pensamiento que ya no se asienta sobre las bases de la reflexión y la argumentación al servicio de la episteme moderna sino que, con mucho “valor”, las derrumba y sobre sus ruinas se construye en tanto que entusiasmo desde el terreno de las emociones, de los sentimiento, de los afectos y de las intensidades. La segunda es la que nos lleva a considerar el lenguaje del rock, no sólo como un lenguaje que empapa sinestésica y sinérgicamente palabras, música e imágenes, sino también como una cultura que además de aglutinar distintos discursos y dispositivos de pensamiento, proporciona « una especie de culto iniciático que confiere una pseudo-identidad cultural a masas considerables de jóvenes, y les permite establecer para sí un mínimo de territorios existenciales » (Félix Guattari, en Santiago Auserón, 1998: 9). 136 Santiago Auserón en Santiago Auserón, El movimiento se demuestra andando, Borja Cassani y Juan Carlos De Laiglesia, La Luna de Madrid, n°4, febrero de 1984: 9. - 87 - Esta afirmación de Félix Guattari nos lleva a hacer detenidamente hincapié en la estrofa-estribillo más emblemática desde el punto de vista teórico-musical y más epifánica desde el punto de vista existencial: « Arde la calle al sol de poniente Hay tribus ocultas cerca del río Esperando que caiga la noche Hace falta valor, hace falta valor Ven a la escuela de calor »137. Dos son los términos que más que otros han llamado nuestra atención: el primero es el de «tribus ocultas» y el segundo el de «noche» en relación con el «sol de poniente». Con respecto al término «tribus ocultas» se nos ocurren tres interpretaciones, apelando a tres pensadores distintos, en el orden: Gilles Deleuze, Simon Frith y Victor Turner. Retomando el pensamiento filosófico de Gilles Deleuze y ajustándolo a los intentos tanto éticos como estéticos de los Radio Futura, consideramos el empleo del término «tribus ocultas» como metáfora teórico-musical del grupo en tanto que “emisora sonora nómada” y de todos aquellos rockeros que, a través de continuos movimientos musicales y culturales de desterritorialización y reterritorialización, utilizan la música como un vector de movimiento para que las ideas y las mentes se muevan y los cuerpos se agiten, para decir « lo que no se deja decir de otra manera (…) la vida misma en devenir » (Maute Larrauri, 2000: 35) y para « salir fuera de los estratos de nuestra identidad como personas, fuera de la lógica binaria (…) [para] deshacer o borrar esos estratos de contornos fijos [y] permitir conexiones, circuitos, tránsitos y devenires (…) [para] combatir el uno de nuestra identidad y hacernos múltiples » (Id. 43) De acuerdo con el análisis sociológico y estético que Simon Frith hace de la música popular, consideramos el empleo del término como metáfora existencial de aquellos adolescentes que durante el momento de transición de la juventud, momento que les sitúa en una posición liminal con respecto a la sociedad porque desprovistos de estatus y poder social, buscan en la música rock « una experiencia inmediata de identidad colectiva » (Simon Frith, en Marta Pérez Yarta, 1996: 21). 137 “Escuela de Calor” en La Ley del desierto/La Ley del mar (1984). - 88 - Es decir, buscan y encuentran en el rock un territorio sinestésico que, por un lado, les brinda la oportunidad de organizar nuevas identidades sociales y personales, y que, por el otro, les permite reposicionarse y ubicarse activamente en el tablero social como receptores y consumidores, es decir, les permite participar activamente en el medio social como individuos y afectar económicamente las cadenas de producción-distribución-consumición que sustentan el edificio del sistema capitalista. El rock, por consiguiente, si, por un lado, « nos sitúa (…) y también [nos] sugiere que nuestras circunstancias sociales no son inmutables » (Simon Frith, en Luis Ángel Abad, 2002: 152), por el otro, « parece ser una recreación espontánea del rito de paso al mundo adulto en una sociedad que protege al niño de fricciones trágicas (…) y adquiere el gran valor iniciático en una sociedad despótica que nos quiere siempre niños, que proyecta un plan indefinido de delegación de responsabilidades ante la figura paterna de un Estado al que no nos atrevemos a matar en un trance edípico » (Id.73). Con respecto a la última interpretación del término, apelamos a Victor Turner en la medida en que él utiliza el término Communitas (Víctor Turner, 1988: 133) para referirse a un sistema desestructurado, dinámico y abierto que representa lo inmediato de la interacción humana, cuya naturaleza espontánea, concreta e inmediata implica un aspecto existencial, es decir, implica al hombre en su totalidad en relación con otros hombres considerados también en su totalidad y que por eso se opone a la sociedad, sistema cerrado, estructurado, jerárquicamente basado en ordenamientos jurídicos, políticos y económicos, cuya naturaleza es regida por la norma, es decir, es institucionalizada. Apoyándonos en esa definición tal como Turner nos la sugiere, llegamos a considerar «las tribus ocultas» como metáfora de distintas communitas musicales en donde se intenta recuperar el ritmo ancestral del hombre primitivo para forjar una música que permita el éxtasis, es decir, el estar fuera de todas las posiciones estructurales, impuestas desde arriba, que uno ocupa normalmente en la sociedad, y el desvincularse de todas las cadenas que atan a los hombres al estamiento social. Es el adjetivo «ocultas» el que nos permite pasar al análisis del término «noche» en relación con el «sol de poniente», momento que cierra el recorrido de Apolo138 alrededor de la Tierra y del cual brota Dionisos. 138 Según la mitología griega, Apolo es el Dios de la luz, de lo comprensible, del pensamiento lógico, mientras que Dionisos es el Dios de los sentimientos, de los instintos, de la espontaneidad, de la danza, de la música que entra en el cuerpo a través del oído, esto es, de la música. - 89 - Es nuestra intención analizar, por lo tanto, la antítesis sol/noche en términos nietzscheanos, es decir, considerar el sol, lo apolíneo, como metáfora del orden establecido, y la noche, lo dionisíaco, lo que permite el alborear de las «tribus ocultas», como metáfora del rock o, mejor dicho, de los conciertos de rock, « institución viva, institución que no proyecta su influencia categorizadora de arriba a abajo, sino que se constituye períodicamente a la caída de la noche » (Luis Ángel Abad, 2002: 35). El rock y las heterogéneas culturas del rock se sitúan, por consiguiente, en una dimensión oposicional dionisíaca cuyo intento y anhelo es abrir grietas en el orden apolíneo establecido. Llevando esa análisis nietzscheana de lo apolíneo y dionisíaco al terreno musical y conceptual de los Radio Futura, consideramos su “Escuela de Calor” como dionisíaca en la medida en que al “caer la noche” abre las puertas a “tribus ocultas” cuya música, que apela a los sentidos, a las emociones, a los instintos para mover las ideas y las mentes de otra manera, anhela quebrantar la mainstream, el sistema musical-económico establecido (lo apolíneo), por ser un sistema engordado por los intereses capitalistas y fortalecido, tras el proceso de “incorporación”, por los dispositivos y los imperativos del discurso hegemónico dominante. Es dionisíaca en la medida en que vuelve hacia las raíces para recuperar el pulso de la tribu, el ritmo ancestral del hombre y su folclore primitivo para crear un nuevo folclore urbano y callejero que, frente a los intereses del mercado y a los imperativos de la “imagen pública”, establezca una nueva narratividad desde el terreno de la poesía, de las emociones y de los sonidos. - 90 - 2.7.4. “Semilla negra” Quizás sea “Semilla Negra” el tema, hasta la fecha, mejor acabado musicalmente y más acertado conceptualmente de esa rizomática y postmoderna “Escuela de Calor”, tema que debe de ser considerado, por su atrevida y primeriza incursión en lo latino alejada de los estándards, como el punto de partida de un camaleóntico y sinusoidal aprendizaje artístico que llevará, a lo largo de un decenal camino de búsquedas y de encuentros, a nuestra “emisora sonora nómada” hacia la recuperación de un rock primitivo – espacio de confluencia natural entre patrones y moldes negroamericanos y afrolatinos – y la asunción de una ética-estética de la negritud para fundamentar y dar raíces a un rock hispano, un rock que a la vez desempeñe una función ritual en la sociedad y devuelva a la música su pulso social. “Semilla negra”, tema en la frontera del rock hispano y primer producto de un intento de ósmosis musical entre sonidos y ritmos distintos, entre la sonoridad del rock y los ritmos de una música negra en la que late el pulso afrolatino, es la primera huella sonora de un largo y difícil proceso de aproximación y síntesis, lejos de los clichés del área latina, de culturas rítmicas próximas y a la vez ajenas, y de experimentación, de nuevas ideas y sonidos que llevará al grupo hacia la recuperación de un rock auténtico no capitalizado por las ideologías y los medios de comunicación, ni engordado por los manejos del mercado, y hacia la creación de una cultura del rock como sistema de producción de significados y sentidos musicales y sociales alternativo al sistema mediático y capitalista del rock como industria de entretenimiento. Son las dos vertientes musical y conceptual-temática las que vertebran ese tema que, encorsetado dentro del formato del rocanrol y enriquecido por sonidos experimentales, rompe ya « el fuego de los contenidos hispanos » (Jesús Ordovás, 1989: 12). Desde el punto de vista musical, “Semilla Negra” marca el inicio del camino del grupo mediante un doble careo con la tradición y la actualidad hacia una música de fusión, un camino que arranca con la fusión de la música negra como medio de aproximación al rock latino, y como lugar privilegiado para la recuperación de la función poética y social de una música que nacida « de la profundidad de conflictos sociales [ha sido capaz de] extraer novedades rítmicas » (Santiago Auserón, 1998: 6) frente al estancamiento musical de Occidente. - 91 - Doble es el intento del grupo al recrear un nuevo universo musical basado en la búsqueda de un equilibrio estético entre los moldes rítmicos y líricos de una música fronteriza contaminada por elementos de las tradiciones africanas y europeas, y las sonoridades contemporáneas: por un lado, intentan devolver al rock su condición de folclore universal, de música apátrida desprovista de barreras tanto musicales como culturales, y por el otro, devolverle su capacidad de síntesis, su « noble función de catalizar otros sones y abrirles caminos hacia la actualidad (…) [función de la que] se ha ido vaciando conforme la publicidad lo ha convertido en tópico de consumo (…) en una forma superflua vaciada de contenido » (Santiago Auserón, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds., 1999: 167). Este doble intento de devolver a la música rock su potencia creadora frente al simulacro, su sugerencia poética frente a la banalización de los contenidos, su pulso social frente a la dimensión actual de mercancía, su conciencia teórica frente a una forma emotiva de consumo capitalizada por el sistema, pasa obligatoriamente por el Caribe, por Cuba – ese universo lírico y musical sincrético que al seleccionar elementos de la tradición hispana los ha impregnado de nuevos tintes en el roce con los ritmos negros – y apunta al deslizamiento139 hacia el son cubano, forma musical mestiza que al fusionar formas melódicas (europeas) y rítmicas (africanas) crea un folclore popular y primitivo a partir de la evolución y transformación de los ritmos importados de África mediante su contaminación por parte de elementos poéticos y estróficos europeos. “Semilla Negra”, por lo tanto, es el punto de partida de un largo viaje musical y poético que llevará a los Radio Futura a las orillas de una “tierra lejana”, una tierra que es pura celebración de ritmos, y hacia la recuperación de una rítmica popular que, en tanto que lugar privilegiado de encuentro entre ética y estética, en opinión de Santiago Auserón: « induce a pensar en una filosofía musicológica que reún[e] teoría y práctica, proporcionando al pensamiento modelos en consonancia con una visión relativista y cuántica del universo, más aptos para la supervivencia en el porvenir que las categorías intelegibles y las esencias, las cuales, abstraídas a partir de modelos eminentemente visuales, sirvieron para justificar todos los excesos dogmáticos de las religiones, las ideologías políticas y la ciencia ». (Santiago Auserón, en Luis Puig, Jenaro Talens, eds., 1999: 162-163) 139 Ese deslizamiento musical hacia el son, como nos sugieren Luis Puig y Jenaro Talens, influye en el empleo de la métrica castellana: desde la métrica italianizante y los ritmos endecasílabos de los inicios, pasan a una métrica más octosilábica (propia del son y del romancero) y popular, (en Santiago Auserón, 1999: 20). - 92 - Es ese deslizamiento musical, poético, cultural y ético hacia una rítmica negra y popular – microcélula musical fronteriza y punto de convergencia de inquietudes culturales y sociales – el que permite al grupo edificar un nuevo universo musical amueblado de imágenes sonoras, sinestésicas y sinérgicas, un universo que al musicalizar y sintetizar distintas imágenes del mundo, distintas tradiciones populares hace comunicar pueblos distintos ahí donde la política, las religiones y las ideologías han fracasado, un universo que al crear nuevos mundos habitables intenta oponerse a las amenazas del presente con unas canciones que « hablan al mismo tiempo del mundo exterior y de sí mismas, como mundo que se atreve a suplantarlo » (Id. 160). Desde el punto de vista conceptual-temático, “Semilla Negra” poetiza, metafóricamente, no sólo el deslizamiento musical del grupo hacia el son, sino también y, sobre todo, su errar nómada en búsqueda de una música con raíces y su intento de transformar la música en un territorio fronterizo donde la teoría y práctica se funden, un territorio que permita un passage à l’acte en cuestiones sociales y culturales. Dos son las partes que construyen semánticamente el tema: la primera parte – que comprende las primeras cuatro estrofas – es una obertura que sintetiza, poéticamente, el deseo de recuperar los ritmos de una música nacida de la violencia, de la esclavitud, unos ritmos que se reifican en los límites textuales en «esos ojos negros cautivos que cruzan el mar» y hacerlos «crecer en una tierra lejana». La segunda parte – que comprende la última estrofa – se compone a su vez de dos partes distintas: los primeros dos versos objetivan poéticamente los intentos musicales de los Radio Futura, los últimos tres encierran la excelente metáfora de una música cuyo pulso social y ritmo negro es compartido por esa nuevas “tribus ocultas”que con mucho valor edifican de la nada “escuelas de calor”: « Yo tengo un pensamiento vagabundo Voy a seguir tus pasos por el mundo Aunque tú no estás aquí Te sentiré Por la materia que me une a tí »140. 140 “Semilla Negra” en La Ley del desierto/ La ley del mar (1984). - 93 - Los dos primeros versos confirman, por lo tanto, nuestra hipótesis de considerar a los Radio Futura como esa “emisora nómada” que, en su doble intento de recuperar una música con raíces y dar nuevas raíces al rock hispano, vagabundea por el mundo catalizando sones y ritmos primitivos para devolver a la música su función ritual y para sembrar el árido y estéril territorio musical español de “semillas negras”. Los últimos tres confirman la trayectoria musical del grupo en pos de una “materia”, ese pulso social y musical de los ritmos afrolatinos, ese «pulso de la tribu que calienta los ánimos» (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 158), que al brindarles una ética-estética de la negritud les permite utilizar la música como vehículo de acción social y cultural, como memoria histórica de un pasado fácilmente olvidado y como plataforma indirecta de activismo político en una nación, España, experimental desde el punto de vista democrático y en construcción desde el punto de vista social. 2.7.5. “El Canto del Gallo” Entre la “Ley” (1984) y La Canción de Juan Perro (1987) pasan tres años, tres años durante los cuales los Radio Futura, receptores y emisores nómadas de los ritmos y los sonidos que marcarán el futuro de la música española, viajan por un “país en llamas”, España, en pos de una nueva poética popular extraída de la carretera, de las calles y de los pueblos españoles para reconstruir una conciencia musical común en una sociedad totalmente desmusicalizada; husmean en todos los portales sonoros y rítmicos del mundo, en pos de una música con raíces, para fundamentar un rock hispano autóctono, y logran, con acierto, los tres objetivos que, desde la etapa post-Molero, han guiado, a través de un camino evolutivo y metamórfico de autocrítica y depuración, sus pasos: 1) recuperar el sentido musical de España; 2) crear una música rock española frente a una tradición vaciada de una conciencia musical; 3) adaptar la musicalidad del castellano a la musicalidad de lo swing negroide y a la estética minimalista y callejera del rock. - 94 - La Canción de Juan Perro, cuarto disco del grupo, marca por lo tanto la culminación de continuos movimientos de desterritorialización y reterritorialización que apuntan hacia la creación de una música popular con raíces – éticas y estéticas – frente a una música como mercancía y/o objeto de consumo massmediático. Doble es el acierto de este disco, sólido y depurado, que apuesta por el ritmo, por la comunicación directa con el público a través de un proceso de identificación141 que aporta nuevas sonoridades en el panorama musical español y que debe de ser considerado como la base del rock hispano. Por un lado, sintetiza la búsqueda de la naturalidad y la espontaneidad de los ritmos negros del soul y del rythm’n’blues frente a la artificiosidad de los sonidos occidentales y la asimilación total de una herencia latina alejada de los estándards cerrando la etapa de aprendizaje artístico del grupo, por el otro lado marca el primer paso de un camino artístico y poético de vuelta a España, un camino que llevará a los Radio Futura a sembrar el yermo territorio de las tradiciones populares españolas de “semillas negras”. La “negra flor” que con más colores latinos y perfumes caribeños brota de ese territorio revitalizado por esas semillas provenientes de una fértil y lozana tierra lejana y se “desoculta ya de la maleza” es precisamente la canción “El Canto del Gallo”. Desde nuestro punto de vista, dos son las vertientes que vertebran ese tema que, paradójicamente, si por un lado marca el cierre del aprendizaje artístico del grupo, por el otro abre el camino hacia nuevas evoluciones tanto musicales como poéticas que tejerán con más nitidez los hilos de la narración de su próximo capítulo artístico, “Veneno en la piel” (1990): la primera atañe al contenido, la segunda a la forma. En lo que se refiere al contenido, “El Canto del Gallo” se nos presenta como un corte de colorido local que sintetiza, mediante dinámicas y vitalistas imágenes sonoras, el jaleo, los preparativos, la alegría y la euforia de hombres, mujeres, niños y ancianos de los días de feria en un pueblo de la España más profunda, el todo visto a través de los ojos de un forastero, un músico ambulante que «va vendiendo ensueños de lugar en lugar recordando en su canto tristezas de otros hombres para olvidar la suya, como, si al fin y al cabo, tras cumplir su papel nada fuera con él, pero de todos modos él se fuera con todos», (Max, 1987: 8) y objetivado, poética y musicalmente, en los límites textuales de una tonada «inventada para la ocasión»142. 141 Nos referimos esencialmente a la elección del nombre Juan Perro, alter ego de Santiago Auserón, en su proyecto post-Radio Futura, proyecto artístico que transformará a nuestro rockero en un trovador latino. En Málaga, se llama a Juan Perro a un Don Nadie, a un vagabundo, es decir, que cualquiera es un Juan Perro en un momento dado de la vida. 142 “El Canto del Gallo”, en La Canción de Juan Perro (1987). - 95 - Dos son las ideas principales que, semánticamente, estructuran el texto: la primera es la que evoca y sugiere, sinestésicamente, la trayectoria musical de los Radio Futura, músicos vagabundos que, hechizados por un ritmo extranjero, van por el límite del mundo husmeando en todos los portales para encontrar nuevos ritmos y sonoridades que les permitan entonar su “canto del gallo”. La segunda es la que sintetiza la labor conceptual del grupo cuyo «corazón extranjero palpita por la flor de su tierra natal» (Max, 1987: 3), es decir, su intento de devolver a España, mediante una música fronteriza, un sentido musical y proporcionar a los españoles, mediante un doble careo con la tradición (lírica) y la actualidad (musical), una conciencia musical compartida, a la vez individual y social. Desde nuestro punto de vista, por lo tanto, esta canción retrata, poética y musicalmente, el camino de búsquedas y de encuentros del grupo, un camino de ida hacia tierras lejanas en búsqueda de una música con raíces y de vuelta a España, a sus tradiciones más populares, vistas a través de unos ojos que “ya han cruzado el mar” y revisitadas a través de una música que, sembrada de “semillas negras”, además de producir ritmos extranjeros desde dentro se nos ofrece como lugar privilegiado de convergencia de distintos intereses éticos y estéticos, como dispositivo de pensamiento postmoderno activado para cambiar las estructuras sociales y musicales de España, como un « ritmo de los brazos y de las piernas que, puesto en marcha para cambiar nuestras vidas, nos protege de la incertidumbre »143. Y es, precisamente, esa vuelta a la tierra natal, la recuperación de sus tradiciones más populares desde dentro del terreno del rock tal como evocadas por las imágenes sonoras de dos estrofas de la canción las que nos crean más problemas desde el punto de vista hermenéutico: « Y mientras tanto corría la sangre En la plaza como vino común Y las plumas de los gallos Por el aire volaban aún Quítese usted de en medio, forastero Que ya no quedan señoritas en el bar Ya cantó como el gallo de pasión Pero ésta es mi canción y el baile va a empezar ». (El subrayado es mio) 143 Santiago Auserón en Ritmo de Rock, n°3, marzo/abril de 1987: 10. - 96 - ¿Cómo interpretar semánticamente el contenido de estas dos estrofas? La dificultad hermenéutica reside en el hecho de que, si por un lado, esas dos estrofas parecen evocar, rememorar y actualizar musicalmente una tradición popular-religiosa arraigada en el “ser” más profundo y ancestral de España – la de las Ferias Mayores organizadas por y en el pueblo para celebrar la Semana Santa –, por el otro, no nos proporcionan todas las claves para poder interpretar simbólicamente parte del texto como paráfrasis sonora que alude a la celebración popular de la Pasión de Cristo: tan sólo los elementos (incompletos) subrayados parecen evocar el reniego de Pedro (el canto del gallo), la crucifixión de Jesucristo y el sacramento de la eucaristía, sacramento instituido por Jesucristo mediante el cual, por las palabras que el sacerdote pronuncia, se transubstancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo (corría la sangre/como vino común). A pesar de que la falta de elementos nos impida ir más allá en esas especulaciones exegéticas y nos obligue a dejar inacabada y abierta la interpretación simbólica del texto, insistimos en el considerar “El Canto del Gallo” como el lugar de convergencia de distintos intereses musicales y líricos, y como el punto de arranque de una nueva poética popular cuyas letras confluyen con la tradición lírica de España y cuya musicalidad confluye con la tradición rítmica africana. Volviendo a la segunda vertiente que articula la canción, “El Canto del Gallo”, en lo que se refiere a la forma, se nos presenta como un discurso rítmico encorsetado dentro de unos moldes líricos propios de la tonada – canto tradicional español cuyos orígenes arraigan en la tradición popular de los Romances y del Cante Jondo – llevados al terreno del rock y de los ritmos africanos del soul y del rythm’n’blues. Desde el punto de vista formal, por lo tanto, “El Canto del Gallo”, canción que navega entre la estética minimalista del rock, el barroquismo de la polirritmia afrolatina, el protagonismo de la voz de Santiago y de las percusiones a modo de compendio de aprendizajes anteriores, si por un lado confirma el intento del grupo de recuperar el lirismo popular y místico propio de la tradición popular española dentro del esquema tradicional del rock y desde la perspectiva de una éticaestética de la negritud, por el otro compendia y remata su labor conceptual que desde sus inicios (etapa post-Molero) ha sido la de reconstruir el tejido musical y social de España mediante el encuentro entre distintas etnias y de actualizar la memoria de sus tradiciones y de sus sonidos mediante creativas y arriesgadas transformaciones y sinestesias líricas y sonoras. - 97 - Desde ambos puntos de vista, el del contenido y el de la forma, “El Canto del Gallo” es, por lo tanto, una canción que vuelve a las fuentes, a las raíces recuperando, por un lado, la naturalidad de una música rock artificiosa lo menos posible y lo más posible alejada de los clichés del área latina sin por lo tanto dejar de husmear en los legados musicales afrolatinos y afrocubanos, y por el otro, musicaliza la más pura y popular tradición lírica española, « una lírica que a la vez habla el lenguaje del siglo de oro y de la negritud americana » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 154) en el intento de trabajar la literatura como música y la música como literatura y de « dar a la gente energía positiva y una sabiduría nueva extraída de la carretera y, en cierto sentido, del caos » (Santiago Auserón, en Jesús Ordovás, 1989: 51). 2.7.6. “Veneno en la piel” Después de La Canción de Juan Perro (1987), de su vuelta a las raíces de la tradición lírica española, de la tradición rítmica negroamericana – sustrato para la eclosión de una música rock autóctona – y de su paroxismo sinestésico de ritmos y colores musicales llevado al límite de la complejidad, los Radio Futura emprenden una etapa de limpieza y desnudez musical, de ligereza y sencillez lírica que desemboca en el quinto disco del grupo, Veneno en la piel (1990). Veneno en la piel, si por un lado, en su intento de arrinconar el barroquismo rítmico-musical y de recuperar la inmediatez del lenguaje hablado frente a la carga metafórica y metafísica, supone el punto opuesto a La Canción de Juan Perro, por el otro, en su crear sensaciones sonoras rescatadas a la tradición (los sesenta españoles) y en su intento de establecer, mediante un lenguaje cotidiano pero no inocente y unas canciones que hablan de relaciones humanas y de sentimientos, una poética popular común accesible para todos, lo completa y compendia la labor musical y conceptual del grupo: devolver a España una música popular vitalista y dinámica, una música rock que cumpla una función ritual y social en la sociedad y en lo cotidiano, crear un territorio sonoro que arrastrando imágenes cotidianas establezca una memoria orgánica viva, revolucionaria y rizomática, capaz de resistir al paso del tiempo, capaz de producir alegría y libertad, capaz de - 98 - « recomponer ese tejido colectivo que la sociedad está destruyendo (…) y darle a la gente un contento que no sea mero embrutecimiento sistemático »144. La canción que más destaca en lo que se refiere al contenido y que confirma la involuciónevolución musical del grupo es la que da título a ese disco, “Veneno en la piel”, disco orientado a actualizar el sonido más clásico y depurado del rock sin renunciar a los toques latinos, a recuperar las atmósferas musicales de los sesenta españoles sin caer en el mimetismo y a retratar las relaciones humanas, sobre todo amorosas, desde la perspectiva de la herencia poética dylaniana. Tal como a través de la sencillez y de la inmediatez del lenguaje cotidiano de la letra de “Veneno en la piel” se expresa en realidad, como nos sugiere Santiago Auserón, « una idea tan extraña y casi metafísica que es la del veneno en la piel »145, a través de las distintas imágenes sonoras que aparentemente parecen retratar una relación de atracción-repulsión entre una mujer, femme fatale, “hecha de plástico fino” y “con tacto divino” y un hombre en paro, un antihéroe, que mientras “va heciéndose la cuenta de cabeza” se siente atraído por ella, en realidad se expresa una acérrima crítica a una sociedad que, en aras de un capitalismo tardío, rinde culto al producto, a los objetos de consumo como culminación de toda actividad humana, y una intransigente denuncia de los falsos valores de la sociedad contemporánea (como el consumismo, el derroche, la opulencia) y del culto a la imagen, al look, a la apariencia física tal como puesto en marcha y fomentado por los medios de comunicación de masas, la jet-set y la publicidad. Dos son las ideas principales que articulan, por lo tanto, ese tema: por un lado la idea de una sociedad que ya no tiene valores a no ser falsos valores consumistas, idea vehiculada por la imagen de una mujer opulenta y lujosa146, símbolo de una sociedad capitalista, falsa, falta de humanidad y de inocencia; por el otro, la idea del veneno, en realidad un veneno social que nos contagia y nos afecta en los cuerpos, esto es, la idea de una sociedad que nos droga con « sustancias permitidas, productos tóxicos sancionados por la ley como el culto a la imagen, el dinero, la moda, la televisión, la publicidad »147 haciendo entrar la falsedad y la apariencia como valores en nuestra vida cotidiana, falsos valores que en realidad nos hunden en un vacío existencial: 144 Santiago Auserón en El Son luminoso, Jesús Rodríguez Lenin, Dominical, Reportaje El Mito de Radio Futura, 22 de agosto de 2004: 49. 145 Santiago Auserón en La otra cara de Radio Futura, Juan Manuel Bellver, Boogie, n°29, mayo de 1990: 52. 146 El personaje de cómic que sale en el videoclip a medio camino entre la deformidad y la caricatura como metáfora de los antivalores de la sociedad contemporánea confirma « el empleo de una representación icónica que recurre a lo deforme y a lo feo para mostrar las figuras semánticas subyacentes en el discurso », (Marta Pérez-Yarza, 1996: 18). 147 Definición de Eduardo Haro Tecglen en Disco Exprés, n° 470, 31 de marzo de 1978. - 99 - « Dicen que tienes veneno en la piel Y es que estás hecha de plástico fino Dicen que tienes un tacto divino Y quien te toca se queda con él »148. A través de esa mujer “intoxicada y disfrazada de pecadora”, los Radio Futura quieren denunciar el culto a la imagen, las manipulaciones estéticas y las relaciones de poder que ese veneno social establece en la sociedad del bienestar, ese espacio socioeconómico estructuralmente y artificialmente insatisfecho, donde el consumo es movido más por ilusiones que por realidades. Como nos sugiere Santiago Auserón, doble es el intento de esa canción: « Por un lado quiere denunciar el concepto de la imagen, “concepto que desde mediados del siglo [pasado] hasta ahora se ha acentuado como moneda al mismo tiempo que el propio dinero [se ha convertido] en imagen” »149, y, por el otro, quiere denunciar la superficialidad de la era Regan, es decir: « la era del actor en el poder, la expresión máxima [del culto a la imagen], [era en la que] los poderes públicos no sólo dependen de la imagen sino que, muchas veces, acaban siendo sólo imagen: una imagen fatua, evanescente, que se 150 pincha como un globo y cae » . Si, desde el punto de vista temático-conceptual, esta canción marca el inicio de un proceso de mayor acercamiento a la realidad mediante conexiones críticas y simbólicas más explícitas con lo cotidiano, desde el punto de vista musical muestra la vertiente más rockera del grupo y confirma su involución-evolución hacia el sonido básico del rock (guitarra, bajo, batería y voz), aunque siempre jaspeado por tintes y toques latinos. 148 Estribillo de “Veneno en la piel”, en Veneno en la piel (1990). Santiago Auserón en La otra cara de Radio Futura, Juan Manuel Bellver, Boogie, n°29, mayo de 1990: 52. 150 Id. 52-53. 149 - 100 - ENTREVISTA A SANTIAGO AUSERÓN 1. PROBLEMAS TEÓRICOS Los Radio Futura nacen como grupo de rock en uno de los momentos más críticos, desde el punto de vista político, de la transición a la democracia: ¿Hubo en algún momento un espectro político detrás del proyecto musical del grupo? Hubo un doble compromiso político: indirecto al considerar y al interpretar la política conforme a las ideologías de la izquierda tradicional, directo desde la música, al interpretar la música como parte de la ciudad que interviene inmediatamente en el trabajo de la convivencia y por medio de la recuperación de una música negra, de la negritud. Frente al desarme ideológico de la izquierda – precipitado abandono del combate del pensamiento y del combate ciudadano después de dos siglos de conciencia del proletariado –, a la debacle de las ideologías del siglo XIX – liquidadas por obsoletas – y del armazón teórico del materialismo dialéctico – demasiado hegeliano y venido a menos en cierto sentido, más esquemático que otra cosa – había que regenerar un nuevo lenguaje, un nuevo estilo de pensamiento heredero de la tradición de la izquierda europea. Fue la recuperación de una música negra, herencia de la lucha por los derechos civiles y del problema de la segregación racial en Estados Unidos y música en la que late un pulso social que nada tiene que ver con las historias de las ideologías en Europa, la que nos permitió una implicación política no textual sino proveniente de la ética-estética de la negritud. Es esta ética-estética de la negritud la que hace posible recuperar algunos conceptos que están ya latentes en el pensamiento pre-socrático y que reaparecen cíclicamente a lo largo del pensamiento europeo (Spinoza y Nietzsche). 101 ¿A qué conceptos estás aludiendo? Principalmente al concepto de fúsis, que la negritud expresa principalmente a través del sonido, y que en Occidente sólo encuentra parecido si nos remontamos a los fragmentos de Heráclito o, después de Sócrates a la lógica de los estoicos. Hay una fúsis del sonido, de la palabra, un lógos musical que no se reduce a las estructuras del lenguaje, que guarda con él una relación particularmente compleja. Desde la antigüedad helénica, hay que dar un salto hasta Spinoza y su teoría de la substancia única, divina y enigmática, cuya mejor representación es el cuerpo, y que el conocimiento solamente alcanza deshaciéndose de las pasiones tristes, para encontrar algo equivalente en filosofía al pensamiento musical de la negritud. Después, una vibración comparable está en Nietzsche, pasa por Bergson y su teoría mnemónica de las imágenes, desemboca en el extraño linaje nietzscheano contemporáneo: Foucault, Deleuze. Finalmente, creo que hay que investigar el pensamiento de Simondon, para considerar un modelo físico del psiquismo relacionado con los objetos técnicos. No sé si estas filosofías forman exactamente ciclos, desbordamientos del espíritu que se libera periódicamente de la ortodoxia. Quizá sea una fantasía histórica poco justificable. Ese linaje de ideas, que estuvo de moda entre los 60 y los 80, y dio lugar luego a una reacción supuestamente humanista y racionalista, parecía apuntar a una noción de lo sonoro que excede el concepto tradicional de lógos, el límite de la invisibilidad trascendente. El sonido, que en sí mismo es invisibilidad inmanente, se relaciona de forma compleja con lo visible, y con los formatos trascendentales que, de un modo u otro, son abstracciones a partir de lo visible. ¿Es posible, o siquiera necesaria, la abstracción a partir de lo sonoro?¿Cabe articular un pensamiento de lo concreto y efímero? Estas preguntas tienen una formulación práctica algo más candente: ¿Estamos en puertas de un pensamiento que se ha dejado influir por el encuentro con la africanía? ¿O con Oriente lejano? ¿Hasta que punto está dispuesta la cultura occidental a transformarse en su relación con otras culturas? ¿Conlleva necesariamente la relación de mercado otras transformaciones, musicales, espirituales, o bien el poder militar y tecnológico de Occidente puede ponerles límite? Esa búsqueda de la negritud, ¿puede intepretarse como el intento de recuperar esa parte inocente, pura del rocanrol (frente a “un rocanrol como juego de niños malos/ y te has creído que estamos aquí para llevarnos los palos”, Imagen Pública, “Veneno en la piel”, 1990), es decir, esa música de la calle, del pueblo, del individuo (frente a una música de los negocios, del poder, de los mass-media), de los sentimientos no capitalizados por las ideologías, ni los medios de comunicación, ni la industria? No hay música inocente. Y menos que ninguna la música popular. Quizá sea más inocente el intento de los compositores cultos de ajustar su sensibilidad y su escritura a los requerimientos del poder, a los relatos míticos, a los versos de los poetas oficiales. La música popular está plagada de implícitos muy condensados, que crean zonas aparentemente confusas, rítmicas, melódicas y de sentido, en las cuales uno aprende a desenvolverse por contagio gestual, por aprendizaje directo de los otros. En el terreno de la música culta algunos grandes maestros transmiten del mismo modo su conocimiento, pero tan sólo a unos pocos elegidos. El medio de la música popular puede ser también muy cruel, pero se trata de una crueldad que no hace tanto daño, en el fondo, como la disciplina de los conservatorios, pues proporciona una clave compartida, una posibilidad de expresión, de desahogo inmediato, aunque el aprendiz tenga que 102 afrontar, tarde o temprano, el estudio de las técnicas instrumentales, de la teoría musical, y de la dificultad de hacerse oír a través de los medios de comunicación. No hay música del individuo, de la calle o del pueblo, ajena a los negocios, a los mass-media, al poder, a las ideologías que organizan los relatos de la tradición. Lo que hay es una posibilidad de fragmentar toda esa información y reorganizarla por medio de formas musicales condensadas, puestas a prueba por diversas tradiciones: folclóricas y urbanas, negras y blancas, cultas y populares, orientales y occidentales. Todas ellas confluyen de un modo u otro en la música popular contemporánea, producida con medios electrónicos. ¿La recuperación del pulso social y rítmico de la negritud implica la recuperación de cuáles valores éticos y estéticos en concreto para su viabilidad en la España de los 80 y 90? Los valores éticos (o estéticos, que en el fondo, para mí, debieran ser los mismos) no pueden ser transmitidos verbalmente, excepto en forma de reglas de cumplimiento obligatorio. Cuanto más generales son estas reglas, más se alejan de la realidad, y se prestan a una fantasía maligna. Fuera de ellas – es decir, fuera del marco del lenguaje –, la ética es una práctica singular, que se sirve de informaciones fragmentarias, experimentadas individualmente, aunque conservadas en grupo. La ética es la manera que cada individuo encuentra para mantener su equilibrio relativo con el medio. Es igual que la forma de tocar de cada músico para integrarse en un conjunto: su carácter particular, su sentido del tempo y de la plasticidad acústica, sólo se revelan realmente en el proceso de integración en un grupo sonoro. Se aprende mucho de los buenos músicos. Pero no sé si esta información, a la vez ética y estética, es transmisible al terreno político. ¿Qué impacto tuvo en España la llegada del fenómeno del rocanrol, del soul, de la música negra y con ella de la negritud? La llegada de la cultura, de la música, del ritmo de los negros en la sociedad española tuvo un impacto y una incidencia directa: vuelve a despertar la memoria de que aquí (Tarifa) estamos a catorce kilómetros de África, de que la negritud estuvo presente en España durante siglos (durante la ocupación/invasión musulmana el 15% de la población en Sevilla eran negros) aunque nunca tuvo una incidencia directa en la sociedad española. La llegada del rock conlleva fenómenos de conciencia pública y privada que entran en proceso de transformación. En España fue una modalidad de colonialismo consciente e inconsciente. Es decir, si por un lado, así de crudo y chungo, la recepción del rock fue posible por las bases militares americanas ( de las matrices bélicas del capitalismo nace un tipo de poesía urbana), por otro lado lo que viene de las emisoras militares es ya el germen que se va a oponer a Vietnam, es ya el germen de la lucha integracionista a pesar de que no tuviese una trascendencia o una radicalidad política. La llegada de la negritud a través del rock ha introducido una ética-estética popular, a través de las canciones ha aportado algo con el cual tenemos que seguir jugando. Hoy la negritud es presente en Europa por la presencia física directa de la inmigración. Para nosotros la soul music y el comunismo significaban dos cosas parecidas, no a nivel ideológico sino a nivel de feeling. 103 ¿Puede desarrollar más esta última idea? Me refiero a un momento muy particular de nuestra adolescencia, en torno a los quince o dieciséis años, en los que se confundía la oposición a la dictadura, las ideolgías revolucionarias todavía clandestinas, con el efecto sorprendente de la música de la negritud norteamericana, del rock y la contracultura, que heredaron el sentimiento de la lucha por los derechos civiles, el espíritu del “verano del 63” en el sur de los Estados Unidos. Nuestra necesidad adolescente de fortalecer un nuevo sentimiento comunitario, que superase la dramática escisión entre “las dos Españas”, vivida todavía en el interior de cada casa, utilizaba indiscriminadamente argumentos de la educación cristiana de nuestra infancia, de las ideologías revolucionarias europeas y de la sonoridad elecrificada anglosajona. En una entrevista en Rock de Lux, n°38, febrero de 1988, afirmas que « el rock es como la venganza de los negros a través de la música». ¿Cómo actualizar o dar cabida a esta afirmación en la España de la transición? O dicho de otra manera, recuperando y/o yendo en pos de la negritud presente en el rock, ¿Hay algo parecido a nivel de “venganza” detrás de esta búsqueda? Solía precisar, cuando me expresaba en esos términos, que la “venganza de la negritud” produce armonía en situaciones de precariedad extrema. De cualquier modo, no conviene caer en el error de idealizar el influjo de la negritud, ni oponerlo radicalmente a las expectativas de la raza blanca, si realmente queremos servirnos de él. ¿Por qué queremos servirnos de ese influjo? Porque en su enseñanza rítmica hay pensamiento condensado, una ética y una estética que pueden ser útiles en la ciudad actual y en el futuro. Hay que tratar de distinguir qué es lo realmente útil. Para reforzar su sentido de identidad cultural, los negros de los ghettos, en las grandes metrópolis, inventan continuamente formas de moverse, de vestir o de hablar que los blancos imitan, y la industria convierte en moda. Puede llegar a resultar muy ridículo un blanco que intenta imitar esas formas, pero quizá no tanto capturar algo de habilidad rítmica, de comprensión de los intervalos musicales. Lo cierto es que la negritud responde históricamente a la violencia de la expatriación, de la esclavitud y la segregación, con un concepto de lo humano que los moralistas de Occidente todavía confunden con la animalidad, y que en realidad pone en tela de juicio la animalidad misma de la razón, sin necesidad de renunciar a ella, por supuesto. ¿Estás de acuerdo en considerar la música como lugar donde es posible reorganizar nuevas identidades sociales y personales? Si, estoy de acuerdo. ¿Estás de acuerdo en considerar la música como dispositivo que subsume la individualidad del ser humano creando al individuo en tanto que ser social frente al sujeto hegemónico? Si, estoy de acuerdo. 104 ¿Estás de acuerdo en considerar el rock como una música postmoderna que se sitúa en la fractura entre el sujeto del saber y el sujeto de la experiencia? Si, estoy de acuerdo. ¿ Y en una música que pone en tela de juicio la hermenéutica? También, en la medida en que la hermenéutica tiene que ver con el texto sagrado, con la sacralización del texto. ¿Cómo consideras el rock? Considero el rock como la manifestación, la irrupción de la naturaleza en el seno del discurso del orden social, de la lógica que exige la transformación del orden, de las relaciones del orden, como una música que lleva la visceralidad en el seno del capitalismo, como una zona de ambigüedad entre el discurso y las formas pre-lógicas o casi-estructurales, como una música en la frontera entre la naturaleza y la cultura. El rock es por naturaleza ambiguo y mestizo, es una música que tiene constantemente dos caras: la cara de integración en el sistema y la cara del romper, hasta cierto punto, momentáneamente las reglas. ¿Puede ser el rock una alternativa al sistema? No, no creo que pueda ser una alternativa al sistema porque nace del sistema, pero eso no quiere decir que tenga que morir en el sistema, la mainstream no tiene que vencer siempre necesariamente, el sistema predominante del capitalismo, en la música y en la política, no tiene porque funcionar siempre. Darlo como un hecho, sería cometer un error. También sería un error teórico y práctico creer que uno se puede enfrentar globalmente a la globalidad en tanto que modo de funcionamiento del sistema tal como controlado por los centros de poder. La revolución posible, por lo tanto, no puede ser global. La oposición ha de estructurarse desde centros locales. Lo importante es tener la posibilidad de disponer de territorios abiertos. Hubo un momento en los 60 y 70 – momento de la eclosión del pensamiento de vanguardia contemporáneo en Europa y en el que la teoría parecía acercarse a la práctica – en el que el rock y las radios libres intentaron la recuperación del territorio. Puesto que hablas de radios libres, ¿El nombre del grupo tiene algo que ver con el fenómeno de las radios libres? Si, el nombre del grupo deriva de la radio libre italiana Radio Città Futura (es en Italia donde nace el fenómeno de las radios libres para extenderse pronto por toda Europa, por ejemplo en Francia con las radios Montmartre y Radio Cité Future), radio que se citaba en la cultura de los fanzines en Madrid. 105 ¿Qué piensas del desarrollo mediático de la radio? La radio, a partir de la difusión del rock, de instrumento de control armamentístico, estratégico y geopolítico pasa a significar otra cosa, se transforma en elemento de poder hasta cuando vienen las grandes compañías a reterritorializar económicamente el asunto. Desde entonces, sin embargo, no se va a detener esta oscilación pendular territorio abierto y territorio recuperado por el sistema. Ahora esta lucha está en internet, todavía no capitalizado por el sistema. Hoy el problema está en las compañías de descarga de la música: ¿Cómo hacer para que la gente pague para escuchar la música? Para mí la radio es algo que tiene que ver con la interioridad, con la voz interior, algo que revela el potencial de la voz interior,algo que tiene que ver con la resonancia interna de tu propia conciencia. La radio es algo que renueva la oralidad pero, al mismo tiempo, lo que cambia drásticamente es la dimensión del auditorio. La oralidad trasmite la tradición y la voz de un pueblo a través de la memoria del individuo y su capacidad de almacenarlas, a través de un auditorio que tiene la capacidad de recibirlas. Con la radio, el auditorio se hace prácticamente ilimitado (es una cuestión virtualmente planetaria) y tiene que ver con el poderío militar de quien sustenta esa tecnología. Con la electrónica, la electricidad pasa a ser evidente como vínculo social, proporciona una extraña correlación entre el poder de transmisión electrónico de la voz y la velocidad del pensamiento. Es como si la tradición cristiana occidental hubiera dispuesto el auditorio simbólico que todos llevamos dentro para que en él irrumpiesen las voces a saco. ¿Y de los medios de comunicación de masas? Considero los medios de comunicación como una nueva oralidad, una segunda oralidad, como algo que revitaliza la oralidad. Considero la radio y la telvisión como un fuego, como dos naturalezas salvajes. La televisión como una hoguera en la que están colocando imágenes pre-fabricadas, como electricidad pura golpeándote el cerebro, como electricidad pura para los ojos, lo cual es muy peligroso. ¿Estás de acuerdo con Luis Ángel Abad cuando en su análisis aplica la noción artaudiana de grito al rock? No considero la música rock como grito. La necesidad de gritar o de llorar está en el lenguaje. Considero la música como algo que sirve para golpear el lenguaje, para golpear las superficies del tímpano, de la caja de resonancia de la zona del habla. Lo que me interesa es la zona de la música que pega con el lenguaje o la zona del lenguaje que está fronteriza con la música. Lo que me interesa es ¿Cómo naturalizar una música eléctrica, urbana, contemporánea y popular a través de la proximidad con el decir, con el habla coloquial? Es algo que en Radio Futura lo he sentido venir sin un programa de trabajo de base. Lo he sentido venir en la relación con los compañeros, con la gente…De pronto el lenguaje cabía, que la rítmica heredada de los negros, del rock mestizo negro y blanco de pronto cabía en la expresión coloquial española. La música encierra claves que pueden permitir un análisis distinto del lenguaje, complementa y enriquece un análisis estructural del lenguaje, es el medio a través del cual la cultura adquiere la fuerza de lo natural. 106 ¿Consideras la música cómo constructora de mundos frente a los espejismos? La música construye espacios habitables. No son “mundos” duraderos, sino situaciones efímeras, aunque hasta cierto punto repetibles. ¿ Cómo constructora de una multiplicidad de sentidos frente a un pensamiento unidimensional (Marcuse, “El hombre unidimensional”)? La multiplicidad de sentidos no está propiamente contenida en la música. Al revés, la música genera una situación en cierto modo única, aparentemente excluyente, en principio; una especie de totalidad efímera en la que estás o no estás, siguiendo leyes implícitas; de la que puedes salir, en la que puedes entrar. Hay un pragmatismo en la música que no se deja elevar hacia horizontes utópicos. La multiplicidad de sentidos, incluidos los utópicos, pertenece propiamente al campo de posibilidades del lenguaje, de la letra, cuando entra en relación de resonancia con la música. ¿ Cómo arte libre, “arte verdadero”, cuyo destino es revelar a su modo a Dios en la conciencia, expresar los intereses más profundos de la naturaleza y las verdades más comprehensivas del espíritu? (Hegel, Lecciones de estética)? Es decir, ¿El arte como proceso o movimiento de la razón en el mundo, como una de las figuras en la que se manifiesta la verdad? Esa visión hegeliana del espíritu, del lógos como historia del mundo, roza el límite de la psicodelia. En cierto modo recuerda a los estoicos, porque en ellos las representaciones del espíritu y el lenguaje surgen del mundo, o como decía Rilke con mayor precisión, de la tierra. Están, en todo caso, entre las cosas, sin confundirse con ellas. Pero la dialéctica hegeliana, llevada por el deseo de superación racional de las contradicciones, engloba al mundo en la esfera del lenguaje, donde la historia del espíritu culmina en un feliz alumbramiento definitivo. La existencia misma del mundo y de las cosas depende en Hegel de una razón que, en última instancia, sólo puede ser divina, y el modo exclusivo de participación del hombre en lo divino. La fenomenología se mantiene en ese horizonte idealista hasta que Merleau-Ponty vuelve a situar las palabras en el límite de la sonoridad de los cuerpos. La relación frecuente de la música con las drogas alude a otra modalidad de encarnación de lo divino, que hasta cierto punto – aunque la idea parezca a primera vista excesiva – ,admite comparación con el idealismo. Ambos temas se juntan en un límite interesante, si bien no absolutamente pertinente. Lo divino es un concepto que delimita el mundo de lo humano, expresa el deseo de apropriación de la naturaleza a través del lenguaje. La música es quizá la cara interna de ese límite, actúa en un “más acá” del lenguaje; y las drogas pudieran ser su cara externa, el afán de realización de lo absoluto gestionado a través de la química, en vez de la sonoridad. El problema es que la gestión del absoluto a nivel individual exige asumir necesariamente serias pérdidas, desemboca en un mal negocio. Pero el lenguaje (epos, mitos, lógos) puede tender a hacerse implícito, sutil como una vibración musical, en vez de cosificarse, prestarse a que se trafique con él como ideología, a confundirse en el cerebro con una droga. Conviene tomar literalmente la “metáfora” de Marx que compara la religión con el opio, valorar sin prejuicios la potencia física y los inconvenientes de ambos, a la vez farmacológica y sociológicamente. Una misma fe justifica los excesos dominantes y consuela a los afligidos. 107 ¿Hasta qué punto la fe funciona químicamente, como el instinto gregario de los insectos, o como los virus, haciendo ventajosa la fantasía imaginaria que agrupa y unifica las energías espirituales? El carácter pragmático de la fe, característico del protestantismo anglosajón, está también en la apuesta pascaliana: si me equivoco no pierdo nada, si acierto lo gano todo. La música, por su parte, representa el lado material, que devuelve el afán de absoluto del lenguaje a su relación de vecindad con las cosas, a la vibración de los objetos. Por eso nunca me ha parecido práctica la idea de que la música sea modelo privilegiado de las artes, porque la encierra en un horizonte trascendental propiamente lingüístico. Lo mismo ocurre con la idealización del estro poético. Yo creo que la Musa por excelencia está en la posibilidad de comunicar entre artes o técnicas diversas, yendo de lo visible a lo invisible, del sonido al silencio. Hay que ser precavido, para no transformar lo sonoro en paradigma contrapuesto al paradigma visual, que hasta el siglo veinte ha predominado en nuestra cultura, por motivos quizá más cercanos al reparto de la tierra que a la condición exclusivamente eidética del pensamiento. ¿Cómo arte sinestésica (= arte total de Adorno), es decir, cómo recuperación del lenguaje como signo, como sonido, como imagen? No creo en la música como “arte total”, ni en la armonía como modelo cósmico o totalidad duradera, sino solamente en la situación musical efímera, a reconstruir, con algo de trabajo y diálogo, pero también confiando en las fuerzas de la naturaleza. En estas condiciones, la “totalización parcial” de la música, - o del amor-, siempre es posible. Ahora bien, ¿Es siempre deseable totalizar, aunque sea parcialmente, crear inmediatamente armonía? En música, la cuestión más bien está en equilibrar armonía y tensión, meter un poco de “guerra” en la relación entre los músicos, con el oyente, mantenendo, mientras se pueda, el buen humor. De todas formas tu pregunta se orienta hacia una interpretación arriesgada de la relación entre la música y la representación, como si el sonido pudiera ocupar el lugar vacante dejado por la idea, en tanto forma o imagen de una relación oculta, sinérgica, entre los sentidos. Los efectos de sinestesia traducen inexplicablemente sensaciones sonoras en imagen o viceversa, pero no representan una ratio musical que lo relaciona todo. La relación posible – ilusoria, pero afectiva – entre “todas” las cosas no está sólo en un “más allá”imaginario propio del lenguaje, sino también en un “más acá” vibratorio de la música, en la proximidad de ambos. No se trata de sustituir lenguaje por música, regresar desde las ruinas quemadas del espíritu de la filosofía alemanna hacia la Musa primigenia, contemplada desde el refugio de la dialéctica, aunque sea negativa. Parece ser que el vacío escénico – wasted land – dejado por el ideal convive con la propagación electrónica de la onda sonora. Al buen gusto musical, elevado y burgués, de Adorno, que preservaba un resto de idealismo en su nostalgia de los valores pre-industriales ( y en la desdicha de la conciencia alienada en la sociedad de mercado) Benjamin oponía la relación directa y cruda entre la técnica, la mercancía, y el psiquismo trascendental, la física de “lo cristalino” en la mente. Me siento más cerca de Benjamin que de Adorno, aunque sin duda me convendría conocer mejor sus escritos sobre música. ¿La música como creadora de efectos (Deleuze)? Deleuze habla de “efectos de superficie” en la Lógica del sentido, y en su obra sobre el cine, o en su postfacio a Beckett, explora la relación entre signos ópticos y signos sonoros, entre los cuales se produce la “cortadura irracional”, la línea de irrupción de la exterioridad en la conciencia. 108 Podría parecer “superficial” ese lenguaje, que sin duda tiene cierta intención provocadora: el sentido trascendente es un efecto de superficie, ilusión de totalidad entre dos series desfasadas o divergentes, los signos sonoros y las imágenes visibles. El efecto de superficie está efectivamente extento de toda posibilidad de envolver lo que pasa en la profundidad, en la memoria de los cuerpos. El “concepto” no contiene, solamente remite, deja pasar, funciona como un trazado, un mapa, un diagramma, huella de un estrato de realidad en otro distinto y próximo. En las últimas décadas se ha producido una reacción (iniciada por los “nouveaux philosophes” en Francia, coincidente con el reflujo conservador en la política de Europa y los Estados Unidos) contra lo que se ha llamado impropriamente “filosofía irracionalista” del post-estructuralismo. Creo que aún no se ha evaluado el alcance de la aportación de pensadores como Deleuze o Foucault, pese a haber sido hasta hace poco pensadores de moda. La crítica de la representación no desemboca necesariamente en el irrazionalismo, ese fantasma de anarquía que enciende los ánimos de la “gente de orden”, sino que permite avanzar en la comprensión del funcionamiento real de los signos. Hay algo de neoplatónico, se ha dicho, incluso de “gnóstico”, en Deleuze, pero no por el lado del fanatismo numénico, sino por el de una comprensión de las “materias espirituales”. Conviene situar los “efectos” de sinestesia asociados con la música en el plano de consistencia de una “máquina abstracta” que va más allá de la totalidad ilusoria, de la singnificación lingüística, aunque sin desligarse de ella. Es decir, hay que llevar adelante un análisis material de la sonoridad, de la música y del lenguaje, que proporcione nuevas ideas acerca del funcionamiento de los signos. Hay que entender el signo como marca territorial (no sólo como sustituto de lo ausente, reiterada según cierta frecuencia sobre una superficie materialmente dispuesta para ello, como el papel, o la tabula rasa cartesiana, por abstracta que parezca su presentación. No hay nada de “superficial” en ello. Deleuze avanza un paso en el umbral en que los grandes pensadores materialistas europeos anteriores a él (pongamos Bergson y Merleau-Ponty), dejaron interrumpida su obra, señalando insistentemente hacia el territorio de la sonoridad. Su trabajo sobre las imágenes cinematográficas proporciona herramientas para continuar la descripción de la “imagen” sonora. ¿Cómo la filosofía: territorio de resistencia frente a la vulgaridad (Deleuze)? La resistencia del pensamiento a la que aluden Deleuze y Guattari se opone tanto a la banalización mediática como al elitismo culto. Se trata de una resistencia física, más que nada, espacial y territorial, antes que desterritorializadora. Dormir (tal vez soñar) antes de pensar… ¿Cómo lo que libera la vida del lenguaje del ser y de los juicios trascendentes para llevarnos hacia una lógica del devenir (Deleuze)? El lenguaje del ser no es opuesto a la vida, sino es la vida misma, que adopta forma de un código extraño, particularmente excitado en determinados círculos. ¿Por qué adopta esa forma la vida misma? ¿Por qué esa necesidad de autorreflexión del lenguaje sobre la cópula que liga sujeto y predicado? El viejo problema de la filosofía sigue en pie: qué significa es. Lo hizo posible, según defienden algunos autores (Havelock), el paso de la oralidad a la escritura. La épica antigua, llevada por el verso en alas de la música, no interponía cópula entre el nombre del héroe y su epíteto ornamental, pero eso no quiere decir que la música haga inútil la reflexión meta-física, que es una reflexión del lenguaje sobre sus condiciones de posibilidad, sobre su escena o fundamento. 109 Artaud creía en un uso escénico concreto de las potencias de la representación, un uso activo y “cruel” de la metafísica. Sin salir incluso del terreno de la representación, cabe un uso del lenguaje en la dirección del devenir y no de la totalidad. ¿Cómo lugar privilegiado de contagio del deseo (Deleuze)? La música favorece la holganza y la molicie, decía la vieja moral reaccionaria, fundando su opinión en las ambigüedades de Platón con respecto al tema poético y musical. Conviene reforzar el modo en que, la música, además de dar lugar al delirio dionisíaco, o afrodisíaco, pudiera favorecer el conocimiento, la resistencia física que el conocimiento requiere. El deseo en Deleuze es heredero del conatus spinozista, que es resistencia en un modo de ser. La virtud (vis) no tiene otro sentido. Adorno afirma que «el arte tiene necesidad de la filosofía para desplegar su propio contenido». ¿Compartes esa idea? Si sí, ¿En qué medida? Si no, ¿Por qué? No la comparto en la medida en que pueda dar lugar a preservar una relación jerárquica obsoleta. La filosofía es un arte especializado en posición de igualdad con otras artes, a las que en modo alguno subordina, y que pueden producir conocimiento sin necesidad estricta de ella. Tal vez Adorno apunte en una dirección más refinada, que en su formulación no queda explícita: todas las artes se relacionan con la filosofía en cuanto rebasan los límites de sus técnicas propias y se aproximan a otras artes, o bien: el lenguaje – particularmente el lenguaje abstracto – es adecuado para explorar las zonas de contacto entre diversas artes. Pero eso no le confiere absoluta independencia con respecto a ellas. ¿Podemos considerar el rock cómo una estructura disipadora que se opone a una estructura basada sobre un equilibrio entrópico? El rock también padece la entropía del sistema. Ha sido casi completamente absorbido por la publicidad, convertido en eslogan desechable. Sus efectos – positivos o negativos – se producen en el “sistema” mismo, forman parte de él. Pero, justamente, señalan el límite en que el “sistema”, es decir, interés prioritario por el dinero, la supremacia del tiempo y los números, llegan a cuestionarse, se ponen en entredicho ante una ética situacional, efímera, que deja “ver” lejos, intuitivamente, como – según los físicos – “ven” las partículas en ciertas situaciones turbulentas. ¿Cómo producción musical-conceptual fractal frente a una industria cultural unidimensional que, además de imponer un proceso de estandardización en la producción y recepción, reduce el arte a lo pre-artístico e infra-artístico? Lo fractal es alucinante, psicotrópico, pero al fin y al cabo sólo indica que los modelos geométricos de la percepción pueden reproducirse al infinito, probablemente porque están condicionados por el instrumento de cálculo u observación. O sea, que lo fractal no se opone enteramente a la estandardización, sino que revela el modo aparentemente “mágico” en que los patrones – los números – están siempre implícitos en toda representación controlada o manipulable de lo real. Llevado al terreno rítmico, este hecho es el dominio habitual de los músicos, quienes “fractalizan” la composición en patrones o incluso “tics” gestuales, infraestructurales. Aquí está el quid de la 110 cuestión: ¿Hay un umbral en que la figura rítmica se disuelve? ¿Hay un patrón numérico, binario o ternario, más allá de los límites de la percepción, del cálculo por ordenador? ¿O bien hay siempre un corte pragmático, una dispersión activa de los signos, en la “zona de indiscernibilidad” entre los cuerpos, que permite que se haga operativa la función de los números, la cuenta dentro del fluir del ritmo? ¿Realmente necesitamos describir con palabras las partículas ínfimas, los umbrales últimos del ser? La cuestión es delicada: por un lado tenemos que operar con estándares – con patrones industriales – y por otro asistimos a un aparente “borrado” primitivo de la memoria en los umbrales mismos de la razón. Ambas cosas no se oponen, como si fueran dos políticas enfrentadas, sino que forman parte de la máquina del signo. Yo creo que lo pre-artístico, como sugiere Simondon, no es simplemente un estadio superado, al que la producción en serie nos devuelve, sino una parte sustancial del arte y del pensamiento, que éstos ocultan en segundo plano en sus presentaciones más formales, o bien hacen emerger en sus períodos “informalistas”. Pero tanto el formalismo como el in formalismo son estrategias de representación, estrategias negociables. Guattari afirma que «la música rock es como un culto iniciático que confiere una pseudoidentidad cultural a masas condensadas de jóvenes y les permite establecer para sí un mínimo de territorios existenciales». ¿Compartes esa idea? Si sí, ¿En qué medida? Si no, ¿Por qué? Yo creo que podemos probar a dar un paso más allá de la crítica del sujeto: el sonido eléctrico no necesita ser concebido en forma de “pseudo-identidad existencial”, ni practicado únicamente como rito, sino como hecho fundamentalmente físico y la vez psíquico, social. Me parece que Guattari apunta en la dirección correcta, pero su lenguaje necesita actualizarse. ¿Radio Futura: se situó en una posición de excentricidad? Nunca me ha gustado la excentricidad. Siento aversión por las poses, especialmente las del “genio” artístico. Me interesa más revelar lo extranjero en lo natal, lo impensado en el camino de la normalidad aparente. Radio Futura como grupo rock puntero en España durante el periodo de la Condition Postmoderne (Lyotard): ¿Hay en la música de Radio Futura el intento de proporcionar una nueva narratividad? ¿Una nueva comunicación basada en la comunicación de los negros, es decir, una comunicación a la vez más física y más espiritual? Como escritor de canciones, hubo una época en la que me esforzaba por salir del esquema relacional propio de los “standards” americanos, del bolero, de la ranchera , o de la canción romántica europea: el “tú y yo”, la relación de pareja como formato de canción. Me propuse encontrar temas nuevos, e intenté narrar historias en tres minutos, reducir la historia al mínimo. El cine todavía me parecía “mucha historia”. Me resultaba más cercano el esquematismo propio del cómic, un formato desplegable en dos páginas. Durante un tiempo me serví también de los poetas franceses: la intensidad con la que Baudelaire miraba la ciudad, las luces crepusculares de Flaubert, los sentidos difusos de Mallarmé, a la vez sensuales y abstractos, en la frontera entre la música y las letras, me resultaban atractivos. Intenté 111 incorporar en las canciones, a partir de ellos, un elemento poético no estrictamente narrativo, pero a través de esos cristales miraba la realidad española. Me propuse incorporar algunas imágenes todavía palpitantes de la España rural. Mientras las ciudades en España se desvivían en vano por imitar la velocidad de las grandes metrópolis, en los pueblos quedaba misterio, rasgos fuertes, ecos de otro tiempo, palabras con sonido hechicero. Quizá la verdadera “movida madrileña” aconteció en los pueblos. Allí se hacían los mejores conciertos, y asistíamos a situaciones interesantes, transformaciones que se producían ante nuestros ojos, en la infraestructura y en la gente. Los grandes metarrelatos están organizados por ideologías que intentan unificar el sentido de lo humano; o más bien, la visión de lo humano propia de un pueblo, una lengua, una etnia, una religión. A través del rock en español, nosotros queríamos recuperar una función originaria de la canción, una especie de epos, pero más bien raro y contradictorio, pues intentaba capturar, a través de tradiciones fragmentadas, unas propias y otras extrañas, algo de la realidad que parece huir a través de los medios. Pusimos en práctica nuestra modalidad de “negritud”, que tiene que ver con lo que el “cantaor” flamenco Manuel Torre llamaba los “sonidos negros”. El sonido era nuestra preocupación principal, en la música y en la letra. El sonido es a la vez físico y “espiritual”. Todas las canciones de Radio Futura han sido construidas en función del ámbito de la sonoridad, son canciones en las que se plantea antes que nada la sonoridad porque si construimos el ámbito de la sonoridad probablemente las ideas tengan sitio para poderse escuchar. Ahora volviendo a tí: tu paso de la filosofía a la música, ¿Podemos considerarlo como un passage à l’acte? Quizá sea más nietzscheano, un passage à la puissance, la prolongación de la fórmula nietzscheana “Todo placer quiere eternidad”. Mi acercamiento a la filosofía no fue para hacer un oficio, fue puramente vocacional. La música pudo más como oficio con respecto a la filosofía. ¿Por qué? Porque nos tocaba más en nuestra fibra negra, desde el punto de vista del placer, del goce inmediato y la música vivida en estos momentos nos situaba en un extraño estado de conciencia, te hacía ver a través de la sociedad. Nos interesaban las dos dimensiones de la música: la del goce inmediato y la que nos situaba en un extraño ámbito de conciencia. Para mí la música era algo a medio camino entre el goce inmediato y una especie de uso de la conciencia, de uso del pensamiento y de uso del lenguaje cercano a la música, al ritmo, a la visión que te proporciona la conciencia sonora, la conciencia de que el lenguaje mismo antes de ser una estructura lógica es sonido, que tiene relación con formas de sonido, y que tiene una relación indudable con estructuras lógicas también. Radio Futura en sus inicios, momento de perplejidad, estupor y alegría, ha sido una faena que me daba el privilegio de sentirme atravesado por fuerzas del destino, por líneas de la historia, me sentía como un “medium”. En dos momentos me he sentido como en medio de un lío que tenía que ver con el destino: en el inicio de Radio Futura y en relación con la música cubana, el son, una música que a la vez habla el lenguaje del siglo de oro y de la negritud cubana, una música que explica lo que es una ciudad. El son africano integra motivos de la lírica española tal como en la rítmica de Garcilaso, Fray Luis de León y San Juan hay una presencia de motivos de son africano. El sonero integra en su canto, con palabras del siglo de oro español, la realidad. Para mí ha sido una sensación, un chock tremendo. 112 El encuentro con la música – con la nueva ola y con el son cubano – no ha sido sólo un encuentro placentero, ha sido un encuentro trascendente , en el sentido temporal, que proviene de una historia tramada mucho antes y que va a crear consecuencias mucho después. No ha sido sólo un momento de “entusiasmo” – en el sentido griego del término, en un sentido casi divino – sino me sentía arrastrado de una ola que venía de una costa lejana. ¿O cómo un paso dado para convertirte, a través de la música, en productor activo de sentido? Fue una decisión tomada de forma a la vez instintiva y teórica. Estando en París, en el 77, para seguir los cursos de Deleuze, me dí cuenta de que no quería convertirme en un intelectual de oficio. Dudaba de si hacerme o no profesor. Quería hacer un uso práctico de la filosofía, servirme de ella para entender mi entorno complejo y cambiante, que no se ajustaba del todo a las ideologías derivadas del marxismo y el psicoanálisis. Sentía que había dejado en Madrid un proceso de transformación cultural vivo. Entonces, aparte de la Facultad de Filosofía, tenía contacto principalmente con pintores, escultores y escritores agrupados en torno a la galería Buades. Cuando regresé de París, se oían canciones en español que captaban algo de lo que estaba pasando. Entré en el local de ensayo de lo que sería Radio Futura interiormente dispuesto para un cambio de rumbo, y me ví envuelto por los acontecimientos. La filosofía había sido para mí una elección vocacional, cuando tenía dieciséis años. Por la música en cambio me dejé llevar, asumiendo el riesgo de cometer errores. Sin embargo, a partir de ahí la música popular contemporánea se fue convirtiendo en una herramienta de pensamiento. Y ahora ya no hago distinción entre la teoría y la práctica. Uno no puede producir sentido por sí mismo, son las situaciones, los colectivos, los que producen sentido, y únicamente de vez en cuando. La respuesta a la cuestión del paso de la filosofía al rock es puramente situacional y colectiva. Ahora bien ¿Por qué la necesidad de la teoría, además de tener un oficio, el de músico popular, el de profesor o cualquier otro? Esta quizá es una pregunta más difícil de responder. La teoría en sí misma no puede ser un oficio, es una necesidad de tiempo libre, liberado de las presiones de la actualidad. Esa necesidad, hoy por hoy, no es compartida por la mayor parte de la gente. Al contrario, la mayor parte de la gente necesita – o admite – que le den resuelto lo que tiene que hacer con su tiempo libre. El ocio, propio de las clases dirigentes, era considerado en la antigüedad como una condición para el ejercicio de la filosofía. Hoy el tiempo de ocio, el tiempo libre es una nueva forma de esclavitud. La cuestión hoy es como hacer compatible la filosofía con el trabajo, y con la llamada cultura del ocio. Detrás del proyecto Radio Futura ¿ Hubo la intención de trabajar según un programa estético y/o político preestablecido? No, no lo hubo. Desde el punto de vista político los Radio Futura, como toda la gente joven, vivimos el final del franquismo y el inicio de la transición con preocupación, era un momento en el que estábamos preocupados y a la vez ilusionados. En el período previo a la transición, la idea de revolución intervenía de manera utópica, éramos desconfiados con respecto a los partidos políticos 113 (repelentes por naturaleza), tenían un aspecto religioso que no me atraía. El PCE eran gente muy ortodoxa, mantenían un diálogo jesuítico; el PSOE no existía, apareció de pronto, los sindicalistas eran los que mantenían un diálogo más abierto. Los “sociales” , la policía secreta, eran los más peligrosos, torturadores natos. Entre la Escuela de Caminos y la Facultad de Filosofía, era el centro muy conflictivo. Desde el punto de vista musical, han sido fenómenos de orden social, colectivo, musical y de sensibilidad los que han tomado la delantera. El proyecto de Radio Futura, proyecto que sigue el curso de lo tiempos, era ir anotando ideas y pensar en voz alta, salvar el pescuezo anotando algunas ideas para seguir reflexionando. Los trabajos musicales son medios para encontrar los elementos que hacen necesario el pensamiento, que hacen necesaria la filosofía. La filosofía es necesaria porque sino apenas se puede sobrevivir. Antes de llegar a la “Escuela de calor” éramos conscientes de que debíamos atravesar un largo desierto hasta poder salir del mimetismo, la nueva ola ochentera era revivalista, consciente de estar mimetizando. ¿Qué es lo que hace falta hoy el ámbito musical? Hoy hace falta hacer un trabajo teórico, hace falta pensar, hace falta hablar y escuchar a quien trabaja en la música y en el lenguaje. Hace falta encontrar ese límite de ambigüedad, esa “zona de indiscernibilidad” (Deleuze y Guattari) entre la música y el habla, la música y el discurso. La distinción en la música rock entre ritual y discurso es demasiado drástica. El problema es intentar lograr entender de dónde proviene la lógica misma del lenguaje y hasta dónde alcanza, cuál es su verdadera virtud práctica, es decir, en relación con la ética-estética de la negritud. ¿Qué es lo que entiendes por ritual? Por ritual entiendo un modo de organización de los instintos o latencias pulsionales que no tienen un orden explícito, que no tienen un lenguaje, que no entran en las medidas de los conceptos del lenguaje. ¿Qué es lo que un análisis musical puede aportar a la filosofía del siglo XXI? La posibilidad de elaborar una lógica del sentido por el camino de Deleuze, una lógica no necesariamente regida por la lógica tradicional derivada de la geometría de Euclídes o la lógica aristotélica. ¿Piensas que los planteamientos artaudianos de “El teatro y su doble” son aplicables al rock? Sí, son aplicables. Como aplicable es su noción de metafísica como activité, passage à l’acte, una metafísica que no renuncia a la teoría sino que trata de revelar el punto de inserción de la teoría en el nivel de la cotidianidad. 114 ¿Estás de acuerdo en considerar el paso del rock de los 60 al rock de los 80-90 como el paso de la poesía al simulacro? Sí, porque el rock de los 60 nace como un nuevo modo de poesía, una nueva poesía eléctrica y sonora. Es una nueva poesía que da poder adquisitivo a la mano de obra negra. En el mercado del disco, los negros adquieren un poder adquisitivo para poder que la industria del disco pueda reproducir su música y hacerla deseable a la clase media blanca. El rock en los años 60 y 70 se oponía a los AIE (Althusser) porque siempre que hay estructura se empieza un proceso de descomposición de la estructura. Hoy el rock forma parte de la estructura. En el rock de los 80-90 y hasta 2000 lo que predomina es el mimetismo de las fórmulas que se inventaron en los 60 y principios de los 70. Lo que falta es ese pulso de implicación social…Desde hace dos décadas el rock está en decadencia, es un asunto de catacumbas. Su vigencia está en y a través de los medios de comunicación. ¿Para que sirven las canciones? Las canciones sirven para revelar el lado multiplicador de la sonoridad, una sonoridad entendida no como orden, consigna o restricción del sentido, al contrario como algo que despierta una voz interior, que despierta entre personas distintas de la misma manera algo comunicable pero distinto en cada una de ellas. Una sonoridad que se opone a todos los modelos de conciencia pública o privada por ser modelos regidos por un orden jerárquico, por una lógica estructurada. ¿Por qué la disolución de Radio Futura en 1992? Para no convertirnos en mastodontes sólo rentables a nivel de estadio, para no convertirnos en una estructura macroeconómica. 115 2. LA MOVIDA Radio Futura como proyecto musical cobra forma durante el periodo de la Movida madrileña. Es más, nace como grupo de rock nuevaolero bajo la égida electrónica- warholiana de Molero y con la necesidad de copar con los imperativos mediáticos del sistema para desmarcarse después, en la etapa post-Molero. ¿Podemos afirmar que la relación de Radio Futura con respecto a la Movida ha sido una relación de distanciamiento? Sí, para nosotros durante los años de la Movida – años de vitalidad, de ritmo, de capacidad de expresión –, en ese magma creativo lo más importante era la música, la música de los negros. La movida tenía un cierto morbo en oponerse a los progres, de ahí la asunción del pop y de la cultura warholiana, asunción que tenía un cierto doblez perverso. Radio Futura se desmarca de la movida por su pragmatismo pubblicitario, por su defensa del kitch, del consumismo y sus efectos perversos. Nosotros, gente de clase obrera que accede a la cultura, que llega por primera vez a la universidad, no nos sentíamos cómodos con respecto a los criterios consumistas de la movida. Radio Futura nace como un juego, porque era interesante pese a todo, y no como medio para alcanzar el éxito y dejar nuestros respectivos trabajos. Para mí, había una continuidad entre la filosofía y los locales de ensayo. Mi intención nunca fue la de dejar de ser un estudiante de doctorado para estar en locales de ensayo de Radio Futura. La música me daba más motivos para pensar que la filosofía. Cuando llegué a Madrid iba de intelectual, la música me dio ese pulso de la tribu me calienta los ánimos. ¿No hubo una contradicción teórica y musical entre lo que afirmabas cuando escribías por Disco Exprés (Corazones Automáticos, artículo acerca del Canet Rock de 1978: el rock español sufre la debilidad del querer ser, hace falta producir extranjero desde dentro) y el primer disco del grupo, “Música Moderna”? Puede que tengas razón… ¿Cómo defines la Movida? La Movida fue una realidad social, apolítica, una chispa creativa…un momento luminoso y siniestro, un claroscuro interesante, un momento luminoso, un cuarto de hora de gloria un poco tonto del uso warholiano del pop. Fue un momento de actualidad plana y sin profundidad ideológica 116 pero que tenía una vitalidad extraña…un punto de tensión/ equilibrio milagroso entre lo retrógrado y algo que podía tirar por otra parte, en otra dirección. Fue un momento luminoso que se produjo por la fortuna, el hado…fuerzas inconscientes históricas, sociales y geopolíticas contribuyeron a ello. Para nosotros era divertido, era divertido escuchar Alaska cantar “El bote de Colón”, ejemplo de la sinrazón de la llaneza, de la tontería de las fórmulas publicitarias. Era divertido porque era una reacción al franquismo, un momento de destape, de invasión del erotismo en la calle. Dos fueron las tendencias: por un lado el punk y el deseo de los punks de anular el pensamiento, detrás de su fórmula “No future” había una actitud metafísica muy interesante, por el otro el pop, momento luminoso, intrascendente, divertido para todo el mundo…momento perdido con demasiada facilidad, la gente no pelea para conservar ese territorio. La pérdida del territorio es la clave del problema. ¿Estás de acuerdo en considerar la movida como un momento de reterritorialización/corporeización de la realidad, es decir, como conquista parcial de territorios y espacios concretos de la ciudad que antes eran controlados desde arriba y ahora se utilizan como espacios de vitalidad artística y cultural, como espacios de diálogo intergeneracional? Sí, estoy de acuerdo…El problema ha sido después…Lo más triste y desesperante es cuanto rápidamente se extiende ese territorio tanto rápidamente se pierde sin que haya ninguna lucha, combate, reflexión teórica… A la facilidad de la conquista le corresponde la facilidad de la pérdida. Lo desesperante es que nada del intelectualismo que apuntaba a la fiesta luche por defender el territorio de la fiesta. Por aquellos años en Madrid, se apuntaba hacia la disolución del Yo…El alcohol y la droga eran los medios para obtenerla lo antes posible…Para mí fue más una fórmula publicitaria, un efecto del capitalismo que un combate ideológico en donde hay territorios por conquistar o defender. Por el alcohol, las drogas, la fiesta estuve viendo a gente enclaustrarse en una aparente postura de libertad, meterse en un círculo en el cual, tras el liberalismo aparente, estaban adoptando posturas reaccionarias. Yo creo que la movida acabó vendiendo posturas reaccionarias. Frente al concepto de orden occidental jerarquizado, que considera la naturaleza como caos, salvajismo, vorágine, destriparse unos a otros me atrae un concepto de orden no jerarquizado (que no es desorden) que viene la naturaleza misma, un concepto que es herencia del anarquismo español, no un anarquismo presentado por y desde el sistema como desorden (o como él mismo se presenta), sino me atrae una parte del discurso anarquista en el cual palpita la confianza, la seguridad, la condición, la certeza, en el que el ser natural aporta orden, además de caos, en el que nosotros, seres racionales hasta cierto punto, podemos favorecer, trabajar, ilusionarnos con órdenes variables y nunca con un modelo de orden. No me atrae el anarquismo como fiesta. ¿Se puede entender la Movida como momento de liberación colectiva, en el que todo parece posible, es decir, como momento de transformación y acción frente a la inercia del sistema? La palabra “movida” se usaba en la calle como un sobreentendido entre gente cómplice, comprometida en una situación. Quizá se refería inicialmente, en los ambientes de la delincuencia, a un atraco. También se usaba la expresión “hacerse una movida” para ir a comprar droga. Luego se empezó a usar en medios artísticos, donde una movida era, por ejemplo, montar una fiesta, un 117 concierto, una exposición, conseguir equipo o transporte para ir a tocar a algún sitio, etc. Creo que en ese deslizamiento de sentido hay algo interesante, que habla por sí solo. Sin duda en los últimos años del franquismo, digamos entre el 70 y el 75, se generalizó en la sociedad española la sensación de que el horizonte se empezaba a despejar. Se hablaba ya en voz alta, aunque no sin riesgo, de realidades políticas y culturales ajenas a la ideología oficial, el nacional-catolicismo mostraba síntomas de cansancio, sufría el enfrentamiento declarando con sus propios hijos. Esto hizo que mucha gente comenzase a prestar atención a lo prohibido, a lo marginado, a lo negado hasta entonces, como si la sociedad quisiera recuperar su parte de sombra. La amnistía general fue una consigna importante, España necesitaba cerrar viejas heridas, regenerarse y fortalecerse para retos nuevos. En ese contexto se produjo un deslizamiento semánticos como el de la palabra “movida”. Ciertamente hubo un momento en que “todo” parecía posible. Había gente que creía en la inmanencia de la revolución, y se comportaba en consecuencia, de un modo fanático e intransigente. Pero las cosas en realidad iban por otro lado. La sociedad española, mayoritariamente, quería ser como la europea o como la norteamericana: dos modelos de evolución de las clases medias-bajas hacia la sociedad del bienestar que recientemente han entrado en conflicto, al menos aparente. Las oposiciones, en un terreno como este, el de la transición española, no son tan drásticas como en principio aparecen. Para ser precisos hay que afinar los conceptos, investigar en zonas a menudo confusas. La acción frente al sistema era una necesidad de dominio público: “hay que hacer algo”, también eso se oía y se decía a menudo en aquellos años. Primero contra el régimen franquista, ( la palabra “majo” y/o “maja”, palabra de tradición goyesca, se utilizaba para él que estaba por la labor, él que estaba interesado por cosas culturalmente nuevas, él que tenía la expectativa de derribar políticamente el franquismo; luego al final del franquismo se utilizará la palabra “enrollao”) luego en relación con un universo indefinido de posibilidades, de modos de vida, de prácticas culturales que no se habían experiementado hasta entonces, o se habían iniciada y quedado truncadas en la generación, la generación, del exilio. Publicaciones, teatro y cine, conciertos, galerías de arte, seminarios y conferencias, todo el circuito cultural empezó a ser concebido como iniciativa libre, a veces desde la calle, organizada por gente que nunca antes había dispuesto de medios. La generación del exilio estaba compuesta por gente culta, de “buena familia”, generalmente. Pero ahora se acercan por primera vez algunos hijos de obreros a la Universidad, si bien muchos no aprecian el ambiente académico. Ahora, si no hay medios, uno se los inventa, se las arregla, se las apaña. Y enseguida aparece alguien, como por arte de magia, que pudiera estar interesado, invertir en el asunto. En eso consistió realmente “la movida”: gente que quiere hacer cosas y gente que sabe, por las experiencias del extranjero, lo que puede dar de sí la mercancía cultural en un mercado en expansión, como el de la contra-cultura. ¿Fue una afirmación lúdica de la vida frente a la duda sobre el porvenir, frente al desencanto, para satisfacer un deseo de historia? O al revés, ¿Una reacción contra el aburrimiento (Nietzsche: saturación de la historia)? Sí, todos esos elementos estaban en juego. La gente tenía ganas de ir de fiesta, de probar cosas nuevas, de airear los instintos y, digamos, acariciar lo ilusorio, al límite de lo posible. A veces parecía que se trataba de construir a pulso un horizonte imaginario deseable, otras la cosa tornaba hacia una especie de banquete de pordioseros en ausencia de los señores, al estilo de Buñuel. Creo que en los años de la transición se empezó a aludir al desencanto con cierta precipitación, sin que antes se hubiera dado alguna situación realmente encantadora. Ni los revolucionarios fervientes dibujaban en su utopía un paisaje del todo idílico, ni los reformistas conseguían despejar 118 completamente la sospecha de que la integración en el Mercado Común Europeo nos llevase más allá de una medianía gris. Pero el desencanto, por sí mismo, como fórmula generacional, tampoco parecía justificable inmediatamente después del fin de la dictadura. Personalmente me parecía dudosa esa precipitación en declararse vencido por lo obvio. Había prisas en el desencanto, y había prisas en muchas cosas, en aquellos años: en la propaganda de los partidos reformistas, que aparecieron de la noche a la mañana con nuevas siglas en los ambientes universitarios. Y también en declararse rockero, todo el mundo era rockero de repente, los “progres” más existencialistas y aburridos, y por supuesto los hombres de negocio. Me parece interesante eso de “satisfacer un deseo de historia”. España, se dice, estuvo durante años aislada, fuera del curso de la historia, dejó sin hacer su revolución burguesa, o la reforma agraria. ¿Pero cuál era el curso de la historia? El de la democracia occidental, el del mercado libre, el de las nuevas mercancías culturales. A nivel personal, puede que cada cual sintiese en esos años una necesidad vital de participar, de influir en los acontecimientos, en la calle o, por lo menos, a través del voto. La palabra “historia” tiene en español (como en francés) un sentido coloquial muy próximo a la palabra “movida” o la palabra “rollo”: “qué historia” alude a una complicación siniestra, poco agradable. Este uso coloquial modera los excesos ilusorios en relación con el “deseo de historia”, que pueden hacerse pasados en el terreno de la política o de la cultura. Claro, el espíritu de Nietzsche, radicalmente enfrentado al idealismo histórico, frecuentaba nuestras reuniones, en los seminarios de la Universidad y en los bares. La transición, en realidad, fue larga, se estuvo gestando desde las años sesenta y para algunos exiliados desde los años siguientes a la guerra civil. Por eso, para cuando se abrieron algunas puertas, muchos llegaban con un lenguaje enviejecido, el de las ideologías decimonónicas, los más jóvenes hablaban ya de otra manera. ¿Fue una momentánea toma de poder por parte de la imaginación? Aunque aún resonaban los eslógans del mayo francés entre la gente más o menos activa en “la movida”, conviene precisar que, sólo unos pocos años más tarde, las cosas iban adquiriendo en España un tinte más pragmático. Quizá la gente empezó a intuir que la imaginación y el poder son cosas distintas, y que confundirlas es peligroso, sobre todo porque esa confusión tiende a acabar con las posibilidades reales de lo imaginario. ¿ Fue el tiempo de la Movida la unidad de tiempo warholiano? Dentro de esa tendencia al pragmatismo, al disfrute inmediato de las impresiones físicas y de las imágenes seductoras, más que de las “historias”, entre algunos artistas incipientes fue influyente el pop warholiano. El cuarto de hora de gloria era reclamado por cada hijo de vecino, “todos somos estrellas”, se decía. No dejaba de ser divertido, cualquiera se permitía comportamientos excéntricos, dalinianos. Dalí salía mucho por televisión, en los últimos años del franquismo. ¿Tiene que ver algo Dalí con Warhol? El culto al dinero, la emergencia de la mercancía cultural masificada, eso es el “pop”. Las estrellas arden y lucen durante mucho tiempo en el firmamento, pero el cuerpo no, sobre todo el cuerpo del consumidor proletario que no controla lo que lo venden. La mitología serial o industrial de Warhol, su “filosofía de A a B y de B a A”, lo único interesante que tenía era el humor cínico. Sus consejos, empero, no son tan prácticos como él aparentaba creer. Por ejemplo: comprar siempre calcetines negros, para poder ponerse luego cualquiera sin mirar 119 después del lavado. No funciona: es complicado emparejarlos al cabo de un tiempo, el fabricante no hace ya el mismo tono, la misma textura, uno acaba calzándose con cierta incomodidad, aunque no se note a la vista. La cuestión de los calcetines negros, traducida al lenguaje filosófico, pudiera ser esta: no se puede llamar pensamiento a un discurso cansado, saturado. El pensamiento en el asfalto, en medio de la prisa urbana, ha de ser cultivado con esmero, con obstinación, antes de que asome un brote siquiera. Necesita más de quince minutos, un poco de resistencia física. Cuando uno está cansado o saturado, debe descansar, dormir, antes de ponerse a pensar. Si no, no otra ley que la del consumo ciego, y todo acaba siendo aburrido. ¿Hay un nexo entre Radio Futura y el fenómeno de “La bola de cristal”? El programa de televisión al que haces referencia tuvo mucho éxito en los años 80, representó el horizonte educacional de los hermanos pequeños o los hijos de la gente que tomaba parte en “la movida”, y que a su vez se alimentó de otros programas de televisión, como por ejemplo, “Imágenes”, dirigido por Paloma Chamorro. En el segundo canal de la televisión pública española cabía una oferta cultural interesante en los últimos años del franquismo. La verdadera “movida” aconteció en esos años, y lo que pasó en los ochenta fue la capitalización de un periodo de transformación cultural previo. “La bola de cristal”, ya en los ochenta, fue un fenómeno excepcionalmente significativo, la gente que ahora tiene treinta años se educó con ese programa. Por aquel entonces la escuela primaria española era un completo fracaso. En cuanto hubo televisión privada, toda la programación, privada o pública, se volcó en dirección de la tele-basura y el “reality-show”. El problema educacional, en las escuelas o en la televisión, sigue siendo vital entre nosostros, ni los gobiernos socialistas ni la derecha lo han dejado orientado por buen camino. De todo ello resulta que los que éramos marginales hacia veinte o treinta años hemos ido enfrentándonos a la necesidad de preservar cierta memoria de lo contemporáneo, y de su relación con el pasado, responsabilidad que las instituciones públicas han abandonado. Por eso es necesario retomar la “historia” (o la “movida”, hasta cierto punto), pensar, más allá del “revivalismo” generacional, en el fenómeno de masificación de la mercancía cultural, que para nosotros es todavía reciente. ¿Cómo explicas tu participación en la película de Pedro Almodóvar: “Laberinto de pasiones”? Para mí no significó más que un hecho ocasional, explicable en un momento activismo generalizado, en el que Radio Futura aún no había despegado del todo, habíamos dejado los trabajos y había que buscarse la vida como fuera. No me pareció interesante el trabajo de actor, los rodajes, los platós, me resultan insufribles. Con Pedro Almodóvar tenía en común, en los años inmediatamente anteriores, el hecho de intentar hacer compatible el aprendizaje artístico con un horario de trabajo, él en Telefónica y yo como delineante de una empresa constructora. Ese espíritu de trabajador que necesita construir sus medios de producción artística, muy cercano a lo cotidiano, está en las primeras películas de Almodóvar. 120 ¿Qué opinas sobre la etapa Molero de Radio Futura? La etapa Molero ha sido un momento de ambigüedad, de tardo adolescente, de confusión, un momento en que los instintos no eran discernibles, un momento en el que había mucho ambiente, mucho diálogo con las artes plásticas. La línea Molero – ideología utilitaria, warholiana, publicitaria – representa la tendencia general de la industria acercándose a lo moderno, es encontrarle el morbo a lo publicitario, a la imagen warholiana del producto de consumo. El material y la actitud de Molero era interesante por su “casticismo punk”. En la canción “Divina”, Molero añade la estrofa de Alaska para crea actualidad, relaciones, sensación de actualidad. La conciencia en Molero y Radio Futura era la de problemas culturales interesantes, aunque todos no tiraban por los mismos derroteros. Pasando ahora a “La Estatua del jardín botánico”, canción que marca un antes y un después en la trayectoria musical y conceptual de Radio Futura, ¿Sería acertado considerarla como una canción que, desde el punto de vista teórico-filosófico, sintetiza poéticamente a través de distintas imágenes sonoras la dualidad irreductible de la realidad, una realidad irreductible a una verdad única e inmanente y descompuesta, por el contrario, en distintas y múltiples verdades relativas?¿Considerar la estatua como metáfora de la filosofía, en tanto que forma revolucionaria de oposición y de resistencia al paso del tiempo? Y la música ¿Cómo creadora de mundos paralelos ilusorios y efímeros pero habitables? Pues, nunca he oído una interpretación tan acertada y tan alumbradora para mí mismo… La idea me vino pensando en la Monolología de Leibniz, un texto muy psicodélico, un texto que habla de mundos dentro de mundos… Se pueden dar dos lecturas distintas: la primera, la añoranza, la nostalgia de la naturaleza perdida que se expresa a través del deseo esquizoide, autista del retorno a la inmovilidad, al estado inorgánico, mineral; la segunda es que en cualquier instante del conflicto urbano que nos rodea hay fuerzas de la fúsis que entran en juego, entre el sol y el corazón siempre hay una eclipse en un momento u otro del giro anual. Es una canción que retoma el pensamiento de los estoicos que piensan a la vez en la ciudad y en el cosmo, una canción que objetiva la música como pausa relativa, como remanso del movimiento del cual emerge la naturaleza. Fue una canción deseable por mucha gente en un momento importante de la historia de la cultura popular en España, hoy es completamente ignorada. ¿Sería acertado considerarla como una canción que objetiva a Benjamin cuando afirma que «la visión de la realidad inmediata se ha convertido en una orquídea en la tierra de la tecnología»? Más bien el contrario … Las flores son emergencia en la realidad cotidiana, ciudadana, nos están hablando. Para convertirlas en objetos culturales tenemos que asesinarlas primero. Las flores son 121 como la música de los negros … las sacas de su país natal, las sometes a la esclavitud y ellas te devuelven el son, el r’n’b y el jazz. ¿Cuál es tu actitud frente a la vida? La de optimismo trágico, yo me considero un optimista trágico. 122 3. La poética cinematográfica almodovariana: 1980-1986 3.1. La poética cinematográfica almodovariana : el pensamiento débil de una carne trémula « En los intervalos de la percepción, las cosas no existen »151. (Ludwig Wittgenstein) Nuestro análisis de la obra cinematográfica almodovariana se sitúa dentro de esa máquina deseante, « sistema no centrado, no jerárquico, no significante (…) definido únicamente por una circulación de estados » (Gilles Deleuze, Félix Guattari, 2004: 12-29), de la cual brotó, a finales de los años setenta, toda la poliédrica y nebulosa producción artístico-cultural de la Movida madrileña. Creación textual fílmica viva, dinámica, en movimiento, en devenir, que nunca llegará a constituir una totalidad cerrada « avalada por la identidad de un sentido, de un “querer-decir” definitivo e inmutable y por la identidad del nombre del propio autor » (Cristina de Peretti, 1989: 18); lugar excéntrico – al estar el centro dispersado en todas partes – en permanente gestación y, por lo tanto, siempre expuesto a modificaciones y fluctuaciones contingentes opuestas a la forma acabada y cerrada del corpus, la poética cinematográfica almodovariana proporciona, a un potencial sinfín de “espectadores-deconstructores”, una nueva écriture152 que, desde el territorio de las imágenes en movimiento (Deleuze), teje una nueva narración a través del placer, del cuerpo y del deseo153. 151 Ludwig Wittgenstein, Ludwig Wittgenstein und der Wiener Kreis, 1967: 48, en Diego Marconi, “Wittgenstein y las ruedas que giran en el vacío”, en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti (eds), 2000: 235. 152 Por écriture, apelando a Jacques Derrida, entendemos una proliferación discursiva y textual plural, heterogénea, excéntrica, dialógica e interdisciplinar sin un referente último fundacional que se propaga en la heterogeneidad del espacio y del tiempo mediante un lenguaje múltiple y unas huellas textuales que diseminan una serie infinita de reenvíos 123 El espacio textual fílmico almodovariano, por lo tanto, al romper con la idea de una totalidad lineal, cerrada y acabada, y al desencadenar un juego infinto de espejos deformantes y germinales que constantemente incluye cada vez otros textos, se presenta como un denso entramado laberíntico de recortes, injertos y reenvíos textuales tejido por una escritura doble, múltiple y descentrada que, liberada de los imperativos de la dimensión representativa del pensamiento cartesiano moderno y del sistema del querer-oírse-hablar absoluto de la Metafísica de la Presencia, queda arrastrada por un infinito proceso de diseminación. La escritura almodovariana, este: « demócrata errante como un deseo o como un significante liberado del logos (…) que se dedica por igual a todos los placeres, a todas la actividades (…) este aventurero que (…) simula todo al azar y en verdad no es nada, entregado a 154 todas las corrientes, forma parte de la masa, no tiene ni esencia ni verdad ni patronímico ni constitución propia » introduce, pues, al otro, al doble (peligroso), a lo exterior, a lo sensible, a lo espacial, al cuerpo (esa materialidad exterior al Logos), subvirtiendo, por un lado, el sistema jerarquizado de oposiciones dialécticas de la Metafísica de la Presencia, y diseminando, por el otro, una lógica de la subversión y del exceso que, mediante una inversión del sentido, amenaza el orden (masculino) instituido y supone una usurpación del poder (del padre). Frente al discurso metafísico falocéntrico de Occidente, un discurso cuya lógica asume, justifica, corrobora la primacía del orden masculino (un orden que se impone como punto de referencia privilegiado) y que con el logocentrismo155 forma « un único y mismo sistema: erección del Logos paterno (el discurso, el nombre propio dinástico, rey, ley, voz, yo, velo del yo-la-verdad-hablo, etc.) y del falo como “significante privilegiado” (Lacan) » (Jacques Derrida, en Cristina de Peretti, 1989: 35), significantes que impulsan la eclosión afectiva de múltiples sentidos inmanentes frente a la imposición racional y logocéntrica de un único significado trascendente. 153 En términos deleuzianos, entendemos el “cuerpo” como campo de inmanencia del deseo; el “deseo” como fuente de sentidos no estructurados, no centrados, no jerárquicos. 154 Platón, La República, 557d, en Jacques Derrida, “La pharmacie de Platon” en La dissémination, 1972: 166-167 (en Cristina de Peretti, 1989: 64). 155 Dispositivo discursivo hegemónicamente articulado por el privilegio de la presencia (privilegio que se establece por medio de la Phoné y del Logos en detrimento de la escritura ) y la imposición de un significado definitivo trascendental (mito de la presencia total y absoluta que sólo se alcanza por medio del habla pura, un habla que no necesita del cuerpo y que lo repudia) que «funcionan, en el pensamiento occidental, con toda la fuerza fanática y ciega de los engaños» (Cristina de Peretti, 1989: 32). 124 Almodóvar, pues, a nuestro modo de ver, arrastrando y diseminando su discurso textual fílmico tras el pensamiento de la huella derridiano, lleva a cabo una labor deconstructiva del discurso falogocéntrico occidental mediante una escritura que no vuelve al padre. Una escritura « sin presencia y sin ausencia, sin historia, sin causa, sin archia, sin telos » (Jacques Derrida, en Cristina de Peretti, 1989: 111) que, por consiguiente, se desliga del orden masculino como un punto de referencia privilegiado mediante un doble proceso de desterritorialización/reterritorialización que niega la autoridad del autor como único proprietario del significado (la voz que dice el sentido) y de la la archia (del origen, del Logos, del pensamiento) distorsionando « absolutamente toda dialéctica, toda teología, toda teleología, toda ontología » (Id.) y descomponiendo el pensamiento en imágenes, una imágenes que, al suspender un único significado, deconstruyen una unilateralidad hermenéutica a favor de una diseminación interpretativa. El espectador, por lo tanto, ya no se nos presenta como un hermeneuta en búsqueda de una potencia de verdad que debe sacar a la luz, sino como un deconstructor atrapado dentro de una textualidad remarcada por el gesto, doble y múltiple, de toda lectura y de toda escritura156. El espectador delante de la pantalla almodovariana – un ojo que mira desde fuera y, al rato, queda atrapado dentro de un entrecruzarse de preguntas y de respuestas –, frente a la labor de mediación interpretativa del hermeneuta tan sólo destinada a hacer presente el texto, debe llevar a cabo una doble labor de lectura/escritura como operación activa y transformadora del «espacio textual» (Company/Talens) en texto y, por lo tanto, producir su estructura significante arrastrada, diseminada por un proceso de semiosis infinita157. A la noción metafísica de verdad – el Ontos On platónico, la idea de una verdad absoluta, preexistente, trascendental e inmutable – la propuesta cinematográfica almodovariana opone, por lo tanto, la noción gadameriana (hermenéutica) de verdad: la verdad como el movimiento del intérprete hacia el «espacio textual» (Talens, Company). 156 El doble gesto (o un solo gesto desdoblado) de la estrategia textual derridiana, la deconstrucción, que lejos de apuntar a la verdad o al sentido, al hegeliano “Saber Absoluto”, remite constantemente a una archi-huella, una huella (devenir inmotivado que impugna la noción de origen) ya sin fondo (Grund) ni fin (telos). 157 Dentro el marco de unas reflexiones deconstructivas, consideramos la lectura como un proceso que regenera indefinidamente el tejido y/o el entramado textual permaneciendo éste siempre imperceptible. Para Jacques Derrida, leer ya no es « el querer mirar el texto sin tocarlo, sin poner la mano en el “objeto”, sin arriesgarse a añadirle nada, [leer es] la única posibilidad de entrar en el juego pillándose los dedos en algún nuevo hilo. Añadir no es aquí sino dar a leer », Jacques Derrida, “La Pharmacie de Platon”, en La dissémination, 1972: 71 y 72, (en Cristina de Peretti, 1989: 149). 125 Una verdad que no es sino que deviene, cambia, se transforma a medida que cambian los espectadores – portadores de posibilidades ocultas de comprensión, de interpretación y de experiencia – cuya mirada, arrastrada por unas líneas de fuga que, incesantemente, circulan por una red infinita de preguntas y de respuestas, es guiada por un ojo de cristal: « el ojo de ver las diferencias, los detalles, los defectos, el ojo calidoscopio que deshace las cosas y descompone la luz blanca en la gama de colores, el que se deslumbra con la sombra, el ojo cinemascope que todo lo ve y al que todo le mola, el ojo que ve en el caos, el ojo que desordena (…) el ojo que inventa (…) [y que] cuanto más mira más desaprende » (Celia Montalbán y Javier Gallego, en Lolo Rico, 2003: 215). Cine epidérmico, visceral, superficial, émulo del pensamiento débil158 propio del marco epistémico postmoderno; universo creativo-poético rizomático, con respecto a los parámetros establecidos de la cinematografía tradicional nacional e internacional, la obra almodovariana queda incardinada en y definida por la doble tónica que marca el compás del periodo transicional de la “reforma” – periodo articulado por la noción consensuada de la Ruptura Pactada y definido por el “nuevo” discurso político de la normalidad democrática – : la del Desencanto y de la Movida madrileña. Por un lado, en tanto que nuevo espacio textual fílmico y producto del Desencanto, el cine almodovariano se nos presenta como un filtro cultural y artístico polémico de instantaneidad que, voluntariamente, se olvida de Franco y que, con la misma voluntad, mediante una olvidadiza inmersión en el ahora, en el hic et nunc de un presente dilatado al infinito, participa de aquel proceso de desmemoria, de olvido, de amnistia (¿amnesia?) endémico y crónico de la transición política a la democracia sin denunciar ni revisitar históricamente el pasado nacional más reciente. Por el otro, en tanto que variante discursiva y estética del polimorfo y poliédrico universo creativo de la Movida madrileña, alimentada – pese a trascender enseguida el marco histórico contingente – por su espíritu libertario, hedonista, nihilista y warholiano, se nos ofrece como una nueva escritura visual y pictórica iconoclasta que, impregnada de una pátina de superficialidad, transitoriedad, 158 Un pensamiento de la diferencia, es decir, un pensamiento que apunta a disolver las estructuras y los fundamentos totalizadores del pensamiento “fuerte” de la Metafísica de la Presencia, esto es, un pensamiento caracterizado por la ley de la reductio ad unum, los fines últimos, las verdades trascendentales definitivas, los fundamentos universales cuyo punto de convergencia y de irradiación es el sujeto (racional cartesiano) que se presenta como unidad que articula y estructura, de manera totalizadora y dominadora, todos los actos cognoscitivos. En palabras de Gianni Vattimo y Pier Aldo Rovatti, el pensamiento débil « señala un camino, una dirección posible, un sendero que se separa del que sigue la razón-dominio – traducida y camuflada de mil modos diversos – , pero sabiendo al mismo tiempo que un adiós definitivo a esa razón es absolutamente imposible (…) [cuya] pretensión es [la] de resquebrajar tanto al que conoce cuanto a lo conocido (…) postula[r] una modificación tanto del objeto del conocimiento cuanto del sujeto que conoce [en] el intento de quebrar el poder o, si se quiere, la “fuerza” de la unidad, el uno al que se adecua el conocimiento », (en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti (eds.), 2000: 16 y 62). 126 inmediatez contemporánea, voluntariamente, abdica de la Historia159, se desmarca del proyecto epistémico (hegemónico) universalizante y totalizante de la Modernidad160, y de un pasado histórico nacional (católico) espeluznante (que, por de pronto, no merece la pena recordar). De ahí que el universo almodovariano – un universo en el que ya no hay pasado ni futuro y en el que tan sólo se celebra el presente, el instante, el ahora, y que se impregna del hic et nunc de la sociedad española de los ochenta – sea a la vez un cine transicional y un cine de la transición. Por cine transicional, entendemos un nuevo espacio textual fílmico que sirve de puente entre dos condiciones distintas del saber, la Moderna y la Postmoderna. La propuesta cinematográfica almodovariana entronca con el cambio del marco epistémico postmoderno desde el territorio de las «imágenes en movimiento» (Gilles Deleuze): un territorio cuyo paradigma diegético dinámico, en devenir, y línea de fuga de las emociones, permite a los espectadores actualizar, con sus propios cuerpos, ya libres de las ataduras de las cadenas metafísicas de las estructuras hermenéuticas logocéntricas, la diégesis a medida que la construyen161. En una pantalla en la que, constantemente, se celebra la corporeidad de la cotidianidad y el entrecruzarse topológico y ontológico de distintas modalidades de la experiencia, es el cuerpo, con sus sensaciones y sus afectos, el que da sentido mientras que el pensamiento sólo advierte la carencia plena del mismo. La narración almodovariana es, pues, una narración en la que todo el Yo pro-pende, y no sólo el pensamiento, y en la que « al referir se pone en juego la totalidad de uno mismo: el cuerpo, el corazón, la memoria » (Giampiero Comolli, en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti, eds., 2000: 271). El cuerpo, pues, cuyo desprecio y rechazo en el marco de la retórica del “fármaco platónico” corren parejos al desprecio y al rechazo de la escritura, se transforma en texto162, esto es, en un tejido de huellas que remiten indefinidamente a algo otro, que están referidas a otras huellas diferenciales en 159 Empleamos aquí el concepto de Historia en términos hegelianos, es decir, como aquel movimiento de fundación de lo originario, aquella totalidad expresiva y autoridad privilegiada regidas por una temporalidad lineal y por un sujetoconciencia que le da sentido. 160 Nos referimos esencialmente al proyecto de la Metafísica de la Presencia, pensamiento “fuerte” que, desde Platón, ha informato y forjado el pensamiento filosófico occidental imponiéndole sus mitos: la racionalidad del discurso instituido articulado por las nociones de Logos y Phoné; la imposición de los fundamentos y los referentes inmutables e inconmovibles; la imposición de una ontología como origen y fundamento del sentido. 161 La experiencia cinematográfica almodovariana es, esencialmente, una experiencia visual y corporal, y lo que hace es establecer una comunicación corpórea que ya no pasa por el Logos sino por el cuerpo del espectador, generador activo de múltiples sentidos. 162 Dicha transformación se hace presente dentro de una realidad concebida en términos de textualidad general – un lugar que dispersa el centro y un espacio en el que se disemina el principio de identidad y tan sólo se deducen unos textos de otros – porque « No hay nada fuera de texto » (Jacques Derrida, en Cristina de Peretti, 1989: 82-83). 127 una red diferencial de significaciones que remiten constantemente a y se entrecruzan con otros textos de forma ininterrumpida e infinta. Por cine de la transición, entendemos un cine que, voluntariamente, se desmarca del discurso político oficial y que remata, desde el espacio horizontal, fragmentado, serial de la pantalla, el proceso de desmemoria de la reforma democrática y que, al mismo tiempo, celebra la estetización de la existencia163. Partiendo de la actualidad para, en términos nietzscheanos, “revolver los bajos fondos”; comprometido únicamente con la realidad – es un cine que se alimenta de la realidad española, actualizando una imagen de España en el momento en que Madrid es la ciudad más divertida del mundo, a la vez que da cuerpo a la esencia de la sociedad occidental postmoderna – , el cine almodovariano transmite una visión del mundo al mismo tiempo que crea un mundo distinto, otro, que sólo existe en y por la pasión, en y por el deseo, y que mediante la reivindicación del cuerpo se hace rizoma y rompe con lo real-convencional y con lo establecido. Apelando a la teoría deconstructiva derridiana, la pantalla almodovariana representa, por lo tanto, el mundo del “fármaco platónico”164: aquel mundo de los placeres, de la fiesta, de las máscaras y de los afeites donde la Paidia (el placer, la diversión, el juego, el gasto sin reservas) subvierte la Spoudè (lo serio, el saber absoluto). Un mundo que, en términos derridianos: « transforma el orden en adorno, el cosmos en cosmético [en el que] la máscara, los afeites son la fiesta que subvierte el orden de la polis [y donde] el juego y la fiesta no dejan nunca de ir acompañados de cierta urgencia y de cierto aflujo de esperma » (Jacques Derrida en Cristina de Peretti, 1989: 45). 163 De acuerdo con el análisis que Gianni Vattimo propone en La società trasparente, 2000, consideramos la “estetización de la existencia” como aquel proceso, que se da en la sociedad postmoderna, de indiferenciación entre el empirismo de la vida subjetiva y la trascendencia aurática del arte, posible gracias a la reproducibilidad técnica (lo que pone fin a la distinción entre el metafísico “valor de uso” y el alienado “valor de cambio”; que postula la pérdida del valor cultual y aurático de la obra de arte en beneficio de su valor expositivo, y que cambia el Wesen del arte: el significado estético de una obra de arte ya no es impuesto a priori y de manera definitiva, universal y trascendental por el artista como genio creador, sino es producto de su Wirkung, esto es, de su recepción en un determinado momento histórico y contexto social y cultural) y a la eclosión de los mass-media (que, proporcionando, una nueva cultura del espectáculo, de la imagen, del simulacro, participan a la disolución de los puntos de vista unitarios, fomentan la eclosión de un pluralismo hermenéutico que transforma al receptor en el punto de convergencia o línea de fuga de distintos sentidos inmanentes, y llevan a cabo un proceso de desrealización de la realidad). 164 El mundo del “fármaco platónico” es, en términos derridianos, aquel mundo que introduce al otro (doble peligroso), lo exterior, lo diferente, lo sensible, lo dionisiaco, lo rizomático, lo espacial, subvirtiendo el sistema jerarquizado de las oposiciones dialécticas de la metafísica tradicional y amenazando el sistema logofonocéntrico de la Metafísica de la Presencia. 128 Al hilo de esta reflexión, podemos llegar a afirmar que, el almodovariano, es un arte cinematográfico que se quiere y se presenta, a nuestro modo de ver, como ahistórico, intersubjetivo y “representativo”. Es, en primer lugar, ahistórico por solicitar la noción moderna y hegeliana de arte histórico, esto es, un arte que nace como forma de pasado, como síntoma, como documento de lo que pasó. Frente a un arte que nace ya muerto al servicio de los poderes dominantes, cuya finalidad es, justificar, a posteriori, la marcha histórica de las sociedades, el cine almodovariano se nos presenta como un arte cinematográfico inestable, instantáneo, ex-céntrico, siempre en devenir cuya finalidad es celebrar, frívola y hedonísticamente, el presentismo del ahora. Es, en segundo lugar, intersubjetivo por solicitar el concepto de arte como producto de la excepcionalidad del artista (arte como sujeto y como capitalización) y reivindicar el arte, ya pérdida su “aura”, como “gracia”, como placer, como producto de un instante de suspensión de la realidad en el que la Wirkung de un sinfín de receptores remplaza ya para siempre la unicidad, la universalidad, la trascendencia del Wesen. Y, finalmente, es “representativo”, concepto que aquí empleamos, por un lado, para impugnar la dimensión representativa del pensamiento tal como postulada por Descartes165 y tal como se impuso, desde la Modernidad, a todos los dispositivos discursivos y estéticos que han, hegemónicamente, fraguado la cultura de Occidente; y, por el otro, para reivindicar la representación en tanto que artificio, fábula, simulacro, invención, es decir, como aquella operación textual que, al interpretar y al reduplicar el sentido de una realidad tautológica y aburrida, la modifica y con ella modifica la identidad del Yo que la “representa”166. Y es, precisamente, esta dimensión “representativa” la que, al solicitarla, tacha la “cultura de la presencia”, diseminando la poética cinematográfica almodovariana, mediante el pensamiento de la huella167 y la lógica de la différance168, dentro de una “cultura del simulacro”169. 165 Descartes considera la representación como Cogitatio, como fundamento, como « objetivación que domina y lo impulsa todo [hacia] la unidad de lo objético », (Martin Heidegger, en Cristina de Peretti, 1989: 26), cuyo punto de partida es el sujeto, origen y fundamento del sentido, un sentido que se impone como único significado trascendente. 166 Esa operación de reduplicación del sentido, – debida a la superposición de la realidad y su representación –, produce dos imágenes, la real y la diegética, que al no coincidir crean una zona vacía que ya no puede ser habitada por el pensamiento, por el entendimiento, sino por el cuerpo con sus sensaciones, emociones, afectos, intensidades y recuerdos. 167 Pensamiento que « por una parte, pone en cuestión – tacha – la idea misma de inicio (archia, origen) y de fin (teleología), (…) y, por otra parte, el pensamiento de la huella rompe con la evidencia de la irreversibilidad del tiempo (concepción lineal de la temporalidad), acaba con todo recurso a una lógica de la identidad, con todo recurso a la estructura centrada que no es otra que la historia de la metafísica como discurso teórico centrado alrededor de un centro privilegiado: la presencia (…) », (en Cristina de Peretti, 1989: 73-74). 129 Entendemos por cultura del simulacro, apelando a Jean Baudrillard, una cultura en la que: « ya no existen ni la escena ni el espejo; en su lugar están la pantalla y la red. En lugar de la trascendencia reflexiva del espejo y la escena hay una superficie no reflectante, una superficie inmanente donde se despliegan las operaciones – la lisa superficie operativa de la comunicación » (Jean Baudrillard, en F.J. Vidarte y J.F. Rampérez, 2005: 293). Es decir, una cultura que, perdido ya todo referente, difuminada toda distinción entre el original (el aura) y la copia (eídolon), recurre al simulacro como aquella fuerza rizomática que subvierte y deconstruye el «mundo del espectáculo»170 (mundo de la representación idolátrica de lo real) a favor de un universo en el que, al dejar de ser la imagen secundaria a su modelo, se celebra tan sólo la ausencia del origen, y que solicita la ilusión ontológica del mito platónico de la caverna. La realidad que los relatos almodovarianos representan es, por lo tanto, una realidad hiperreal – captada desde el ángulo de lo que lo cotidiano puede tener de ridículo y de farsa – en la que se plasma y se gesta el “juego del mundo” nietzscheano, esto es, aquel juego que rechaza todo origen (archia), toda teleología, todo centro. La almodovariana se nos ofrece, pues, como una nueva formación discursiva y estética que, mediante una Verwindung171 del “principio de realidad” por medio del “principio de placer”, nos devuelve múltiples representaciones de una realidad, no ya mimética sino diegética172, dentro de una dimensión plural, laberíntica, caleidoscópica, babélica, y siempre en proceso de transformación. 168 En términos derridianos, el caballo de Troya de la Metafísica de la Presencia, es decir, la lógica, el movimiento mismo de la huella (del origen tachado, del simulacro de la presencia) que se constituye en tanto que movimiento de la dispersión, de la diseminación que « se disloca, se desplaza y remite a otra huella, a otro simulacro de presencia que, a su vez, se disloca, etc. », (en Cristina de Peretti, 1989: 75). 169 Empleamos aquí el término “simulacro” apelando a Jean Baudrillard, y no ya a Platón, para quien el simulacro (eídolon) en el Sofista, en el Teéteto y en La República, viene definido como una methexis, es decir, una copia fiel de la realidad, una copia de la copia, una imitación en segundo grado, una apariencia, una imagen secundaria que no participa de la Idea, del modelo original y que nunca alcanzará los significados verdaderos. Para Jean Baudrillard, en cambio, el simulacro es una Verschwindung, es decir, una cancelación del referente, de lo real, una reproducción simbólica ilimitada en la que se pierde toda referencia y, en definitiva, toda realidad; o dicho de otra manera, en la que la realidad queda reducida a un universo de relaciones simbólicas en el que se pierde toda ontología “fuerte”. 170 En términos platónicos, el mundo de la reduplicación ilusionística de la realidad, de la falsa apariencia, cuyo valor expositivo y contemplativo (de specere, acción de contemplar) lo destinaba tan sólo a una contemplación ateorética y apráctica (el “domingo de la vida” hegeliano), es decir, una contemplación no destinada a la experiencia del conocimiento y vaciada de implicaciones epistemológicas, ontológicas y/o políticas. 171 Superación, distorsión, la “caída distorsionante”, es el término que Martin Heidegger emplea para transformar el pensamiento dialéctico de la Metafísica de la Presencia en pensamiento débil. 172 Frente a una concepción del mundo como estabilidad susceptible de ser imitada o copiada, la propuesta cinematográfica almodovariana, entroncando con el nihilismo nietzscheano, nos devuelve una concepción del mundo como artificio, como fábula, como cuento, como mentira, un mundo en el que ya no hay hechos, sino tan sólo representaciones, un mundo en el que la verdad es « une multitude mouvante de métaphores, de métonymies, d’anthropomorphismes, bref une somme de relations humaines qui ont été rehaussées, transposées, et ornées par la poésie et par la rhétorique, et qui après un long usage paraissent établies, canoniques, contraignantes aux yeux d’un 130 El soporte textual fílmico173 y la doble mirada174 del director manchego – una mirada fenoménica, crítica y polémica, que le permite aprehender lo real; y una mirada subterránea, rizomática, que, desaprendiendo para desenseñar175, le permite subvertir la representación de lo real mediante el deseo, la pasión, los cuerpos – son los elementos que ensartan el discurso fílmico almodovariano dentro de una dimensión cultural polémica postmoderna y lo transforman en un discurso antinormativo que intenta subvertir el discurso hegemónico desde dentro porque el protagonismo inmanente de las pasiones, del deseo y del cuerpo desafía constantemente la supremacía metafísica y trascendental del Logos. Frente a la episteme moderna que postula, en la expresión del fenómeno, la supremacía del Logos (apofántico y ante-predicativo) y de la Phoné sobre la escritura mediante un Sujeto que, desde Descartes, se impone como Res Cogitans, y que con Kant queda imbricado, definitivamente, dentro de una dimensión ontológica sustancial176, el discurso almodovariano reivindica, mediante el cuerpo y sus deseos, al Ser como individuo. Esto es, reivindica el individuo como espacio ontológico plural en el que el devenir se sustituye al ser; como punto de convergencia de múltiples identidades en devenir, fluidas, flexibles; y como punto de irradiación de una subjetividad trémula177 cuya “emancipación positiva” ya no se alcanza por medio del progreso vertical fenomenológico del Geist y de un movimiento dialéctico de superaciones acumualtivas escandidas por la carcajada de la Idea Absoluta, sino mediante las peuple : les vérités sont des illusions dont on a oublié qu’elles le sont, des métaphores usées qui ont perdu leur force sensible … », ( Friedrich Nietzsche, 1975: 282). 173 Almodóvar emplea el dispositivo discursivo y estético fílmico – en palabras de Walter Benjamin, dispositivo que produce un efecto ilusorio de segundo grado mediante la representación de la realidad y el montaje – como artificio: el intento no es ya aquel de imitar la realidad (mímesis) sino de mejorarla mediante una diégesis que procesa la prioridad metafísica del Logos, reivindica la inmanencia del cuerpo y borra constantemente las fronteras entre realidad y ficción, arte y vida. 174 La mirada fenoménica es la que, constantemente, guía la diégesis visual y la que, mediante el montaje, ensarta las distintas y fragmentarias imágenes en movimiento; la mirada rizomática es la que, en los entresijos del espacio textual fílmico, deja aflorar distinta(s) semiótica(s) del deseo que, corporeizando la realidad, remplazan la semiótica del Logos, una semiótica que racionaliza, ordena, y hegemoniza la visión de la realidad, imponiéndola como única estructura estable, fija, permanente y universal. 175 Uno de los objetivos de La bola de cristal, programa que tras cuarenta años en los que « nos habíanos enseñado a aprender, o sea, se nos había enseñado la diligencia y la docilidad suficiente como para que nos formáramos aprendiendo tópicos y estereotipos, pero tópicos y estereotipos que no tenían nada de inocente porque eran enemigos de la libertad (…) intentó, más o menos inconscientemente, que la única enseñanza que se impartiera a los espectadores fuera a reflexionar críticamente, sometiendo a juicio cualquier cosa que la vida nos pusiera delante de los ojos. (...) [y que intentó] aprender a desenseñar, a desenseñar todo lo que nos imponen ... » (Lolo Rico, en Lolo Rico, 2003: 197198). 176 Entendemos por “dimensión sustancial” una dimensión que desatiende al cuerpo convirtiéndolo en algo invisible, marginal, negativo y peligroso. 177 Empleamos aquí el adjetivo “trémula”, haciendo eco al título de una de las más bellas realizaciones almodovarianas, Carne trémula, como sinónimo de débil, esto es, para referirnos a una subjetividad no sustancialista, práxico-vital, descentrada, en continuo devenir que constituye al individuo, de carne y hueso, como lugar en el que se cruzan una multitud de estructuras plurales y diferentes frente al Sujeto “fuerte” del racionalismo cartesiano que se sustenta en la poderosa lógica de la presencia, de la verdad, del Logos, de la Phoné. 131 conexiones espaciales y horizontales que el cuerpo, constantemente, teje por medio del deseo en tanto que fuente de legitimación de la fluidez ontológica. Dicho de otra manera, la forma hipotética e interrogativa, nunca dogmática, de la pantalla almodovariana parece hacer eco de las dudas y de la “sospecha” de Pier Aldo Rovatti: « El sujeto mengua, mientras que crece la experiencia. ¿Desaparece el sujeto? ¿O más bien se torna tan “pequeño” que puede finalmente reconocerse en su propia experiencia? Por su parte, la experiencia ¿se multiplica, se confunde, deviene ilegible? (...) ¿El sujeto se ha deshojado, se ha fragmentado y diseminado? ¿O más bien al transformarse en algo imperceptible se ha reconocido, y al disolverse ha vuelto a tomar contacto consigo mismo? ». (Pier Aldo Rovatti, en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti, 2000: 73) Y al hacerse eco, las disemina confirmándolas. Ese tránsito rizomático de una subjetividad racional a una subjetividad trémula – tránsito mediante el cual el sujeto racional cartesiano se difumina en el individuo, un individuo nómada178, débil179, línea de fuga de una multiplicidad de identidades en devenir que niega la identidad originaria y se transforma en un Cuerpo sin Órganos – se realiza mediante las nociones de deseo y événement, tal como postuladas por el filósofo postestructuralista francés: Gilles Deleuze. Con respecto a la noción de deseo, Gilles Deleuze, heredero y epígono del pensamiento filosófico spinoziano y retomando su concepto de gozo180, concibe el deseo como un modo de ser rizomático, como un devenir heterogéneo, anárquico, nómada, que trasforma al sujeto racional metafísico – fundamentum absolutum inconcussum veritatis – en máquina deseante, y como una infraestructura productiva que, mediante una economía libidinal, se opone a las estructuras sedentarias del poder y permite al individuo distintos y plurales procesos de reterritorialización ontológica en una realidad 178 En términos deleuzianos, un sujeto itinerante en vez de reiterante, ambulante en vez de reproductor : « El nómada crea el desierto en la misma medida que es creado por él. El nómada es un vector de desterritorialización. […] El nómada, el espacio nómada, es localizado, no delimitado », (Gilles Deleuze y Félix Guattari, 2004: 386). 179 Tomamos prestado el término débil de la noción de pensamiento débil tal como postulada por Gianni Vattimo y Pier Aldo Rovatti y, al aplicar ese adjetivo al ser, concebimos el ser bajo el signo de la finitud, de la mortalidad, de la caducidad, un ser débil producto del fin de la aventura de la Metafísica de la Presencia. En un mundo en el que “Dios ha muerto” – negación de los valores fundacionales y de las verdades trascendentales, en el que se descubre que los sistemas de valores son producciones humanas – del cual brota el Übermensch – el hombre del compromiso, el hombre que ha aprendido a convivir con la nada – Vattimo y Rovatti reontologizan la existencia mediante un ser débil, piadoso, es decir, mortal, finito y caduco porque « No es posible lanzarse a volar y cruzar los espacios libremente como el pájaro en el aire; tal vez la única alternativa que se nos ofrece sea la de aprender a arrastrarnos, imitando a la serpente, pues sólo si nos adherimos a la tierra tendremos la posibilidad de elevarnos por encima de ella », (Pier Aldo Rovatti, en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti, eds., 2000: 44-45). 180 Dentro del marco de su Ontología Práctica articulada por la noción de causalidad interna del ser, noción que postula el ser en términos de causa sui (producto en movimiento, en devenir de relaciones componibles) frente a la hegeliana causa per accidens, Spinoza considera la experiencia del gozo, de la alegría, como el momento álgido de la constitución práctica y afirmativa del ser, aquella « chispa que pone en movimiento la progresión ética» de unos cuerpos concebidos en términos de fábrica de relaciones y punto de partida de un proyecto ético práctico en movimiento, (en Michael Hardt, Deleuze, 2004: 192). 132 concebida no ya en términos de estabilidad, permanencia, y trascendencia, sino en términos de transformación, devenir e inmanencia. El deseo, vector de intensidades y « el único medio que tiene una persona para “volver a encontrarse a sí misma”… » (Michael Hardt, 2004: 161), es lo que transforma al individuo en una proliferación, sin principio ni fin, de multiplicidades, y que le permite establecer un sinfín de relaciones y conexiones rizomáticas con el Otro que le metamorfosean a medida que se establecen y que le desvinculan de la lógica hegemónica de la reductio ad unum. Esa concepción corporal y material del ser – ya no concebido como unidad fija articulado por una estructura interna estable y/o estática sino como dinámica productiva, inestable temporal y espacialmente, atrapada dentro de un flujo continuo de creación y producción cuya estructura interna queda definida por las relaciones dinámicas que él mismo establece dentro de un horizonte de afectividad – postula, en términos spinozianos y en el marco de un pensamiento filosófico volcado a transformar la especulación en práctica mediante una ontología inmanente, positiva y creativa, la prioridad de la ratio essendi (poder ontológico de existir y de actuar) sobre la ratio cognoscendi (poder epistemológico de pensar y de conocer). Una supremacía, pues, cuyo principal objetivo es “combatir los privilegios del pensamiento” desarticulando, desvinculado la dinámica del ser (agente corporal y deseoso) de la dinámica mental de la reflexión. Esa primacía de la ratio essendi sobre la ratio cognoscendi, primacía que postula el ser como causa sui, como interioridad sustancial y necesaria, solicita la dialéctica negativa hegeliana del ser per accidens (dialéctica de la Omnis determinatio est negatio, que postula el ser como “exterioridad subsistente”, es decir, como exterioridad accidental, ni necesaria ni sustancial) mientras transforma a los individuos en cuerpos en movimiento frente al hegeliano “ser pensado”. Es decir, en individuos infundidos de deseo que se mueven dentro de un horizonte, plural y en devenir, de afectividad, sensibilidad, sensación, únicamente impulsados desde abajo (desde la esfera corporal) por el pathos181 y el conatus182. 181 Empleamos aquí el concepto de pathos en términos nietzscheanos para referirnos a todos aquellos afectos que marcan la actividad del cuerpo, que confirman positivamente el individuo como agente deseante y corporal, que actualizan el individuo mediante sus relaciones corporales y encuentros casuales con otros cuerpos. 182 Empleamos aquí el concepto de conatus en términos spinozianos para referirnos a todas aquellas afecciones activas (poder de actuar) y afecciones pasivas (poder de sentir o de padecer) que permiten al individuo llegar a ser activo, a ser adecuado, a ser alegre, a devenir ser. 133 La pantalla almodovariana, siguiendo las líneas maestras de la reflexión hasta aquí llevada a cabo, parece ser aquel lugar ex-céntrico privilegiado donde se realiza la primacía de la ratio essendi sobre la ratio cognoscendi mediante unos individuos, los personajes de sus películas, tan sólo movidos por el pathos, el deseo, el apetito, y guiados por el orden de unas pasiones que se constituyen como tales a medida que éstos establecen relaciones corporales adecuadas, afirmativas, alegres con los otros183 en una realidad que, ya no concebida metafísicamente en términos de ob-iectum184, se nos presenta como mundo compartido185. Las consecuencias principales de ese proceso de corporalización del ser, mediante una ontología práctica y su reubicación en un mundo superficial, visceral y epidérmico, que constantemente arremete contra la estabilidad arborescente de la realidad, son esencialmente dos: una dúplice reterritorialización de la realidad y de la ética. Entendemos por reterritorialización de la realidad aquel proceso – que en términos bajtinianos llamaríamos Proceso de degradación – de corporalización de la Norma, de lo ideal, de la reductio ad unum que Almodóvar, con acierto, lleva a cabo mediante grotescas y esperpénticas inversiones paródicas que, revelando el anverso y la cara oculta de la sociedad, atacan sus mismas estructuras hegemónicas y apuntan a la deconstrucción de los valores patriarcales que están en la base de la sociedad occidental. Entendemos por reterritorialización de la ética aquel proceso que, mediante la epojé, esto es, la abstensión ó suspensión de todo juicio sobre la realidad, invalida la moral como significado trascendente y la afirma como sentido inmanente. La pantalla almodovariana invalida la dimensión histórica de la ética (idealismo fenomenológico hegeliano), niega su dimensión de imperativo categórico (idealismo trascendental kantiano), es decir, de categoría apriorística, estable, fija, permanente, trascendente y universal, y la presenta como el producto inmanente de una praxis contingente, como el producto del ser en acción con su propio cuerpo. 183 Los otros, en el fenómeno del mundo heideggeriano, « no aparecen como aquellos frente a los cuales yo me distingo, sino al revés, como aquellos de los que, por lo común, no me destaco », (Ramón Rodríguez García, 1994: 101). 184 En el sistema racional cartesiano – sistema que postula toda objetividad en términos de subjetividad y que, por lo tanto, preconiza la dominación de lo real por medio de un sujeto entendido como fundamentum absolutum – es lo que está frente al sujeto, « fundamento que está debajo de toda representación y que la hace posible », (Ramón Rodríguez García, 1994: 167), y que por lo tanto queda pensado, representado por él, cuya conciencia es la única condición de posibilidad. 185 En términos heideggerianos, una forma inobjetiva de ser fenómeno sin ser objeto, una totalidad de significado abierta, «Esa totalidad de relaciones ensambladas, intrínsecamente referidas al Dasein y a las que éste permanentemente se refiere », (Id. 99). 134 Frente al sistema idealista hegeliano en el que « la Ética o teoría de la moral es la Filosofía del derecho y abarca : 1) el derecho abstracto; 2) la moralidad; 3) la Ética que, a su vez, engloba la familia, la sociedad civil y el Estado … » (Friedrich Engels, en Carl Marx y Friedrich Engels, 1955: 381) el universo almodovariano, mediante un acratismo moral y una suspensión del juicio, postula una nueva moral subjetiva opuesta a la opresora y castrante moral cristiana – en sus películas, todos los personajes son principio y fin de su propia moral, una moral más allá del bien y del mal – basada en el imperio de los sentidos, en la ruptura de los tabúes y los tapujos corporales, y en lo que podríamos llegar a definir en términos de polimorfismo/nomadismo sexual186. Con respecto a la noción de Événement, heredera y producto del primer renversement del platonismo llevado a cabo por los estoicos, Gilles Deleuze define los événements, en su oposición con respecto a los cuerpos y a los états des choses, como effets de surface. ¿Qué entiende Deleuze por effets de surface? Para él, esos effets de surface : « ne sont pas des corps, mais à proprement parler des "incorporels". Ce ne sont pas des qualités et propriétés physiques, mais des attributs logiques ou dialectiques. Ce ne sont pas des choses ou états des choses, mais des événements. On ne peut pas dire qu’ils existent, mais plutôt qu’ils subsistent ou insistent (…) ce ne sont pas des agents ni des patients, mais des résultats d’actions et de passions, des "impassibles" (…) exprimés par des verbes, ils n’ont rien à faire avec l’être, mais ils expriment une manière d’être [qui] se trouve à la limite, à la superficie de l’être … ». (Gilles Deleuze, 1969, 13-14) Precisamente esta noción de Événement, entendida como una manera de ser que está en la superficie del ser y que es el resultado de acciones y pasiones, y la noción de devenir-fou187 que de ella se desprende, son las dos nociones que dejan aflorar en el universo cinematográfico almodovariano el universo maravilloso carrolliano de Alicia en el País de las Maravillas, y la realidad rizomática y subversiva de Del otro lado del espejo. 186 Ese polimorfismo/nomadismo sexual se sitúa dentro una labor deconstructiva del Gender – deconstrucción que, con acierto y una ironía grotesco-esperpéntica, se lleva a cabo en la mayoría de sus realizaciones fílmicas – en tanto que estructura hegemónica, producto de una construcción “histórica” consensuada y universal que articula, binaria y bífidamente, las relaciones sociales y sexuales dentro de una sociedad, la occidental, que se impone como centro privilegiado mediante la supresión de la(s) diferencia(s) y la negación del Otro. 187 « le pur devenir, l’illimité (…) la matière du simulacre en tant qu’il esquive l’action de l’Idée (…) l’identité infinie des deux sens à la fois, du futur et du passé, de la veille et du lendemain, du plus et du moins, du trop et du assez, de l’actif et du passif, de la cause et de l’effet … », (Gilles Deleuze, 1969 : 9-11). 135 En un universo donde se procesa el tránsito del ser al devenir, de los états des choses a los événements, de la profundidad de la idea a la superficialidad de la epidermis, el espectador frente a la pantalla almodovariana, tal como Alicia tras la caída en la guarida del conejo blanco, abandona el mundo de la realidad, – mundo de la profundidad, de los états des choses y mundo gobernado por Chronos188, ordenado y articulado por las categorías intelectuales las más sólidas (el tiempo, el ser, el lenguaje, el espacio), y por la doxa (sentido común y bon sens) – , y, de la profundidad del ser, es llevado a la superficie del devenir en un mundo rizomático del placer y del deseo gobernado por Aiôn189, por la simultaneidad del devenir, aquella simultaneidad que provoca la pérdida de una identidad originaria, de un sentido y un saber únicos a beneficio de un pluralismo ontológico, hermenéutico y epistémico. La pantalla almodovariana, sustituyéndose al espejo carrolliano – instancia que, además de actualizar el tránsito del ser al devenir, de los états de choses a los événements, al reflejar la realidad representa su doble190 – , proporciona al espectador una doble línea de fuga del mundo de lo realconvencional, del above-ground system of meaning, y lo ubica en el mundo del lawless underground. Es decir, en ese mundo que, rizomáticamente, se extiende tras la superficie de un universo convencionalmente construido, y que le ofrece un camino textual (siempre subjetivo) maravilloso y subversivo que apunta a la deconstrucción de las convenciones que cimientan y rigen la realidad: el espectador, una vez sentado en el patio de butacas y abandonado commonplace191, entra en un universo donde le plus profond, c’est la peau (Paul Valéry, en Gilles Deleuze, 1969: 20). Es decir, entra en un universo subjetivo donde el “principio de placer” – línea de fuga del deseo – y el devenir deconstruyen el Cogito ergo sum cartesiano y todas las hipóstasis de una realidad concebida en términos de mónada racional y en un universo de la volonté de puissance donde un conjunto de singularidades movedizas y nómadas, refutando Dios y sus hipóstasis, « sans cesse, remette[ent] en cause toute voix, toute origine» (Roland Barthes, 1968: 61-66). 188 « le présent toujours limité, qui mesure l’action des corps comme causes, et l’état de leurs mélanges en profondeur (…) [Temps] physique et cyclique du vivant présent variable (…) animant un éternel retour physique comme retour du Même », (Id. 77-79). 189 « pure ligne droite à la surface, incorporel, illimité, forme vide du temps, indépendant de toute matière (…) c’est le temps des événements-effets (…) le présente comme être de raison, qui se subdivise à l’infini en quelque chose qui vient de se passer et quelque chose qui va se passer, toujours fuyant dans les deux sens à la fois (…) l’Aiôn subdivise à l’infini ce qui le hante sans jamais l’habiter, Evénement pour tous les événements… », (Id. 79-81). 190 Empleamos aquí el concepto artaudiano de “doble” para remitir a una realidad que, al recuperar los instintos, el cuerpo, el universo caótico de lo dionisíaco, se opone a los dispositivos ideológicos apolíneos de la cultura occidental logocéntrica y al orden social establecido. 191 El mundo logocéntrico del saber y del poder, de los contornos fijos, de los límites sedentarios de la finitud de un sujeto estable, mundo en el que priman la lógica y las convenciones del ser, las que estructuran y rigen el sistema hegemónico establecido. 136 Ese nomadismo ontológico, sin embargo, no toma lugar en Wonderland sino en una metrópoli, en la realidad urbana de Madrid, telón de fondo de la diégesis, lugar de un vagabundeo ex-céntrico ya sin Grund ni Télos y territorio nómada en cuyas calles los personajes de sus películas, inventando una nueva mitología madrileña postmoderna al ritmo de sex, drugs and rock ’n’ roll, construyen al Madrid cosmopolita y su leyenda, existen192 y se encuentran193. Y son, precisamente, estos personajes los que, al presentarse como seres en construcción que se hacen presentes a través de la realización y la proyección anticipativa de sus posibilidades a lo largo de una existencia que todavía no es y que nunca será del todo, difuminan el abismo ontológico (metafísico) entre lo posible y lo real, confirmando la tesis ontológica heideggeriana según la cual lo posible (existencial) es real, forma parte de lo que uno es porque « (...) en la medida en que lo que [uno] actualmente [es] es una posibilidad realizada (…) es perfectamente legítimo decir que [es] sus posibilidades» (Ramón Rodríguez García, 1994: 109). El Madrid de la películas de Almodóvar es, por lo tanto, ese espacio abierto a la significatividad, ese punto de rotación194 en el que el Yo – concebido en términos heideggerianos como Dire-je comme fugacité195 – siempre se mueve como posibilidad y solicita, por lo tanto, ya para siempre el kantiano Dire-je saisi comme dire-Je-pense, cuyo être du Je est compris comme réalité de la Res Cogitans196. El Madrid almodovariano, espacio integrador, aglutinador, comunitario, constructor de múltiples sentidos, se constituye, por consiguiente, como nuevo marco de acción y de identificación para unos personajes que, reterritorializando y resignificando la noción barroca del mundo como gran teatro, proyectan su vida individual y social como espectáculo. Un espectáculo que, sin embargo, ya no se pondrá en escena dentro de los límites castizos y hegemónicos de un corral de comedias, sino más bien que fluctuará, sin norte, dentro de los límites 192 Empleamos aquí la noción de existir en términos heideggerianos (Dasein), al considerar la existencia de los personajes de sus películas como « algo que construir y no algo fijo en lo que reposar», (Ramón Rodríguez García,1994: 70 ), es decir, como poder ser, como realizaciones de posibilidades, y por ser los personajes mismos sus posibilidades, es decir, seres en construcción que se hacen presentes, constantemente, mediante la proyección sobre sus posibilidades a lo largo de una existencia que todavía no es, y que nunca lo será del todo. 193 Empleamos aquí la noción de “encontrarse” en términos heideggerianos (Befindlichkeit), noción que expresa la condición/la dimensión afectiva de la existencia humana y la fundamental forma de apertura del ser humano al mundo, por encima del conocimiento. 194 Apelando a Georg Simmel, esa red de conexión de ideas, personas y mercancías. 195 La finitud absoluta de la existencia (para Heidegger, el Ser es un ser para la muerte, y la muerte no es sino una posibilidad peculiar de la existencia que, si por un lado, imposibilita la existencia misma, por el otro, ofrece la perspectiva de totalidad de la existencia desde ella misma) imposibilita concebir ya al Sujeto como enclave último del proceso de fundamentación, es decir, como fundamento de sí mismo y de su propio mundo. 196 Lectura de Alain De Libera – dada en el marco de un curso dedicado a Le Souci de Soi, Universidad de Ginebra, Otoño de 2007 – de la reontologización “débil” del ser tal como Heidegger postula en Sein und Zeit. 137 permeables y caleidoscópicos de una bola de cristal197, es decir, dentro de un espacio subversivo cuyos reflejos inteligentes, al romper moldes y esquemas, crearán un mundo imaginario, explosión de audacia y librepensamiento, poniéndolo todo patas arriba. Al igual que La bola de cristal, ese rincón televisivo de libertad, ese espacio demoledor, irreverente, corrosivo, políticamente incorrecto que, desde los estudios televisivos de Prado del Rey, hacía eco de la efervescencia de la Movida madrileña, del vacío ideológico y de la incertidumbre política de la sociedad española de los ochenta, la obra almodovariana intenta construir, con imágenes caleidoscópicas y sin “aura”, aquella libertad recientemente reconquistada, sin esparcimiento de sangre, tras la larga y oscura noche del franquismo. Asimismo, intenta proporcionar un nuevo espacio de encuentro (a y para los “modernos”), una rizomática cercanía y solidaridad emocional y estética (ya desvinculada y desmarcada de la zarpa del discurso político) en un momento en el que Madrid, súbitamente olvidadizo del Madrid hegemónico, gris, burocrático y ministerial de Franco, era una ciudad en la que, para Manuel Soriano: « existía en cada individuo una espontánea autoexigencia de creatividad (…) ciudad en las que sus locales … de copas, sus instituciones … siempre a la cola y la calle … siempre a la vanguardia, participaban de esa necesidad de expresión artística, en definitiva de comunicación cultural. Una ciudad en la que pintores, músicos, diseñadores, actores, directores de cine, escritores, fanzineros y “yo hago un poco de todo”, se juntaban todos los días en los mismos bares, en las mismas exposiciones, en los mismos conciertos … habían varios todos los días, en las mismas fiestas … también había varias todos los días » (Manuel Soriano, en Lolo Rico, 2003: 102). La narración almodovariana, una narración rizomática que, mediante unas imágenes portadoras de contenidos semióticos fuertes, perentoriamente rechaza ya para siempre el “orden del relato”, nos devuelve, pues, un Madrid que es la vez “representativo” y “utópico”. Empleamos, en primer lugar, el término “representativo” en el sentido de ficticio, artificial, soñado, dionisiaco, como antitético y “doble” de aquel Madrid real y apolíneo en el que, súbitamente olvidadas la cruz y la espada a favor de la corona democrática, se estaba fraguando representativamente (dimensión escenográfica y televisiva de la política) un futuro común a través de un pasado inexistente. Protagonista más de unos “relatos” que procesan y tachan la pérdida del “aura” teológica y teleológica, el Madrid que Almodóvar representa es un simulacro de realidad en el que sus 197 Definición que tomamos prestada del título de aquel mítico programa para niños, La bola de cristal, creado y dirigido por Lolo Rico, emitido en TVE desde el 6 de octubre de 1984 hasta finales de septiembre de 1988. Programa insólito que trataba a los niños y los jóvenes, por fin, como seres pensantes, cuyas intenciones, políticamente incorrectas, irreverencia y corrosividad son las que nos permiten, hoy, establecer un paralelo con la pantalla almodovariana. 138 habitantes existen sin ser; que experimentan la realidad no ya como reflexividad inmanente, esto es, como producto de experiencias a-perceptivas, sino como entelequia; y que ya no buscan su lugar en el mundo, sino más bien construyen su espacio en un universo de marionetas en el que se mueven entre mentiras y fingidos acontecimientos. El gran teatro del mundo almodovariano, « representación bien aplaudida (…) que toda la vida humana representación es » (Calderón de la Barca, 1997: 41 y 53), por consiguiente, responde rizomáticamente, desde el escenario serial, fragmentado y horizontal de la pantalla, al espectáculo de la política española de la Transición, ese: « espacio público de la representación escenográfica [cuya] obra maestra ha consistido en la fabricación de la imagen de Adolfo Suárez (…) [y en el que] el español, convertido en espectador, mayoritariamente vota “sí” a lo que le dicen » (José Luis Aranguren, 1979: 82-84). Y, por consiguiente, hace de puente entre la fantasía, la imaginación y la realidad representando otras realidades para una distinta apertura emocional, estética, y mental y, al mismo tiempo, forja un nuevo imaginario colectivo, explotando los elementos presentes en el imaginario popular, ya diferente de aquello hasta entonces vehiculado por los subgéneros del franquismo (la Españolada, el Landismo), o por el recién estrenado y desencantado universo progre de la Nueva Comedia Madrileña. En segundo lugar, empleamos el término “utópico”en la acepción originaria de sin topos, sin lugar fijo, como no-lugar, por ser una ciudad siempre en movimiento y en evolución donde nunca cesan de pasar cosas. Una ciudad frontera, una ciudad “movida”, acelerada, poblada por singularidades impersonales, pre-individuales, nómadas, que tan sólo movidas por la volonté de puissance « piensa[n] en el ahora y no en el mañana/moviendo la adrenalina en su interior»198. Una vez más, el Madrid “utópico” almodovariano, esa escuela de calor cuyas tribus ocultas, esperando que caiga la noche199, se encuentran en unas calles que, dentro de una dimensión textualizada, proporcionan una explosión discursiva y estética fuera de los límites de fruición impuestos por la tradición filosófica de inspiración kantiana y hegeliana y existen en una ciudad que, desempeñando las funciones de pertenencia, representación y identificación, se constituye en tanto que lugar de pensamiento y acción contracultural, es antitético al Madrid predemocrático y “utópico” de la transición – el de la utopía española de 1976, es decir, la utopía de la democracia, 198 Kaka de Luxe, “Música para embrollar (huye de mí)”, de Enrique Sierra, en Las Canciones Malditas, 1983, Madrid, Zafiro. 199 Radio Futura, “Escuela de calor”, en La Ley del desierto, La Ley del mar, Madrid, Ariola, 1984. 139 «ideal alcanzable y nunca alcanzado» (José Luis Aranguren, 1979: 21-23), que tan sólo se realizará en los meses de su víspera – que, arrastrado por la estrategia de un “gobierno-orfebre” que labrará a la perfección la pugna entre la legalidad franquista y la legalidad democrática, cederá el paso al Madrid del Desencanto. La temporalidad en la que cobra cuerpo ese juego infinito de espejos que es la pantalla almodovariana, unos espejos que, si por un lado, ponen fin a todas las versiones metafísicas de la identidad y de la presencia mediante unos seres-arrojados200 que, en sus múltiples y plurales aventuras seminales201, solicitan el cogito me cogitare cartesiano, por el otro, “representan” el doble de esa realidad en la que ya se celebra la muerte de Dios, es la de la medianoche nietzscheana. Por “medianoche nietzscheana” entendemos aquella temporalidad en espiral, siempre presente, aquel momento focal, en el que se celebra, por medio del cuerpo y del deseo, la transmutación del pensamiento en acción, del conocimiento en creación, de la negación determinada (Hegel) en afirmación diferente (Spinoza), de la interioridad dolorosa en exterioridad gozosa. Una transmutación que toma cuerpo en un tiempo/espacio diferido, producto del doble movimiento de la différance derridiana del devenir-espacio del tiempo (espaciamiento) y del devenir-tiempo del espacio (temporización), es decir, un tiempo/espacio que se sitúa más allá de la disyuntiva presencia/ausencia, en el que todo se invierte y que disloca al sujeto, separándolo de sí mismo y transformándolo en un sujeto lleno de fisuras. Una transmutación que acontece en el horizonte oscuro de la Lichtung202 heideggeriana, ese juego de luz y sombra, claridad y oscuridad, que contrasta con la total luminosidad de la metafísica de la luz, en la que « la nada resulta postergada, a favor del ente » (Leonardo Amoroso, en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti, eds., 2000: 210). Lichtung que, para Heidegger, es esa « luz oscura del vino [que] no hace perder la cordura, sino que la eleva –por encima de aquella mera apariencia de claridad que es propia, también, de todo cuanto puede ser calculado de una manera chata – hasta la altura y la vecindad 200 En términos heideggerianos, el ser inacabado que no es sino que existe (y existe para la muerte) y se hace presente en el mundo (In-der-welt-sein) mediante la proyección y la realización (siempre temporal) de sus posibilidades. Para Heidegger, ese ser que cada cual de nosotros tiene que construirse, tiene que hacer presente « se presenta siempre como propio, como mío, radicalmente individuado, y nunca un caso o un ejemplar de una esencia universal [porque] la existencia es siempre un “quien” y no un “qué” », ( Ramón Rodríguez García, 1994: 95). 201 Empleamos aquí el término seminal dialógicamente. Por un lado, y apelando a la deconstrucción derridiana, como sinónimo de dispersión, diseminación, de origen (archia) tachado; por el otro, apelando a ese mundo del “fármaco platónico”, a ese aflujo de esperma que siempre introduce la fiesta y el juego (la Paidia) subvirtiendo la Spoudè. 202 En términos heideggerianos, la luz oscura del acontecer, del suceder del ser (ser-ahí, ser-arrojado-en-el-mundo), antitética a la total luminosidad de la metafísica tradicional, claridad ya dada, siempre presente y disponible, cuya presunción es la de garantizar por sí sola la verdad, el ser y el “Saber Absoluto”. 140 de lo más alto (…) [cuya] embriaguez nos eleva hasta la luminosa claridad en la que se abre la profundidad de lo escondido y la oscuridad se muestra como hermana de la claridad »203. Embriaguez cuerda, juego de luz y sombra, que toman cuerpo en largas noches aventureras, seminales; noches que revelan el anverso y la cara oculta de la sociedad – lo reprimido, lo lapsado, durante cuarenta años alumbrados por la luminosa claridad de « un sol [que] no se ponía en nuestro Imperio»204 – atacando sus mismas estructuras hegemónicas y que apuntan a la deconstrucción de los valores patriarcales que están en la base de la misma sociedad occidental. Unas noches acompañadas por una luna de agosto, madre y señora del vino, tan sólo cerradas por la fragilidad de unas mañanas ebrias de mosto dorado205. 203 Martin Heidegger, Erläuterungen zu Hölderlins Dichtung, 1971: 119-120, en Leonardo Amoroso, “La Lichtung, de Heidegger, como lucus a (non) lucendo”, en Gianni Vattimo, Pier Aldo Rovatti (eds.), 2000: 210. 204 Los Nikis, El imperio contrataca, Madrid, Dro/tres cipreses, 1985, en http://www.losnikis.com (12 de abril de 2006). 205 Radio Futura, “Luna de agosto”, en La canción de Juan Perro, Madrid, Ariola, 1987. 141 3.2. Las distintas fases de la poética cinematográfica almodovariana (1980-1986) La contemporaneidad de Pedro Almodóvar rinde difícil reducir su poética cinematográfica a una exposición sistemática y conceptual. Por lo tanto, a lo largo de este capítulo del trabajo de investigación, intentaremos analizar, sin ánimo de ser exhaustivos, las distintas fases de ese universo cinematográfico en devenir mediante un (postmoderno) doble prisma de lectura: epistemológico y hermenéutico. Un prisma de lectura privilegiado y deconstructivo que, diseminando y tachando el “querer-decir” de la metafísica tradicional, nos permite hacer gestos, es decir, producir múltiples e ilimitados efectos y distintos sentidos que atraviesan (es decir, van más allá) la retórica y los contenidos estrictamente discursivos de una obra cinematográfica absolutamente personal que, renunciando a la totalización y a la trascendencia; recurriendo a la fragmentación y a la diseminación de las huellas y de las referencias; evolucionando – mediante continuos procesos de resignificación de referentes éticos, estéticos y diegéticos – al evolucionar la sociedad de la cual brota sin ninguna pretensión de conceptualizarla (dominarla) y/o de remitir a ella como último y único referente fundacional, dinamita el compromiso (hegemónico, histórico e ideológico) con el “monadismo” cultural del franquismo y participa en la construcción de una « nueva memorización de la cultura » (Borja Casani, en Gallero, 1991: 54) en el presente y desde el presente. Por razones de economía interna, de pertenencia argumental y de la propia idiosincrasia del trabajo, nuestro análisis se ceñirá a los años 1980-1986, años que marcan el paso y el deslizamiento de una tipología discursiva hegemónica, la de la normalidad democrática, a otra, aglutinadora, comunitaria y rizomática, que es la de la proliferación y la sublimación contracultural de la Movida madrileña. 142 En la estela del esteticismo y del “cromatismo” convencionales, hemos destacado cuatro fases de la obra cinematográfica almodovariana, es decir: la fase underground, el Periodo rosa, el deslizamiento hacia el melodrama y el Periodo negro. La fase underground almodovariana coincide con sus primeras realizaciones cinematográficas en Super 8, unos cortometrajes (de Dos putas o historia de un amor que termina en boda,1974, hasta Folle, folle, folléme Tim, 1978) que, pese a ser obras caseras, experimentales, de amateur, desdibujan ya la futura tipología discursiva del director manchego. Los rasgos principales, que serán una constante evolutiva y en devenir de su universo cinematográfico, son esencialmente: la literalidad de los títulos, el protagonismo de los personajes marginales y los marginados por el cine comercial dominante, el polimorfismo/nomadismo sexual, la deconstrucción del Gender y el protagonismo de la mujer, desencadenante y motor de la acción. Es este un cine que, émulo de las primeras realizaciones surrealistas de los años veinte de René Clair (Entr’acte, 1924) y Luis Buñuel (Un chien andalou, 1929), de los primeros experimentos cinematográficos independientes de Paul Morrissey, John Waters y Andy Warhol en el marco del New American Cinema de los años sesenta, se propone, desde los ámbitos del underground, contextualizado y ajustado al Madrid de los ochenta, tres objetivos: 1) rechazar el cine político, el cine protesta del tardofranquismo (1973-1975) – rechazo que correrá parejo, en su producción futura, al doble proceso de desterritorialización/reterritorialización (esperpéntico-grotesco-paródico) de las tradiciones españolas (culturales y no) más castizas – en el doble intento de dar la palabra a todo lo que había sido, hasta entonces, olvidado y excluido, y de rescatar aquella “parte maldita” de la cultura que los vencedores habían, histórica e ideológicamente, descartado y eliminado; 2) deconstruir, desde dentro, el cine comercial dominante; 3) revelar lo lapsado, lo reprimido, lo censurado, lo negado, durante cuarenta años, mediante la sexualización de la pantalla, potenciada ésta por el destape erótico y posible por la abolición (de iure pero de no facto) definitiva de la censura (Decreto/Ley 3071, 11 de noviembre de 1977). El blanco principal de ese cine irreverente, corrosivo, políticamente incorrecto, fue esencialmente el de chocar, escandalizar al espectador mediante unas imágenes subversivas, una temática y unos personajes hasta la fecha considerados como marginales y, por lo tanto, marginados por el cine dominante. 143 El periodo rosa almodovariano (1978-1982) reverbera, desde el espacio horizontal, fragmentario y serial de la pantalla, la doble tónica que marca el periodo transicional, la del Desencanto y de la Movida madrileña. Las dos películas que realiza, los primeros largometrajes comerciales siempre autofinanciados por falta de la tan añorada Ley de Cine, única garante jurídica de una verdadera política cinematográfica, – Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) y Laberinto de Pasiones (1982) – son, en su doble dimensión testimonial y documental, producto del Desencanto y de la Movida madrileña y representación de los mismos, una representación rizomática guiada por una mirada subterránea que se despliega desde las entrañas del Madrid postfranquista devolviéndonos la imagen de una España que vive como si Franco nunca hubiera existido. Dentro del marco de un cine underground, cine independiente y experimental que constantemente arremete y subvierte los paradigmas estéticos y diegéticos del cine comercial dominante206, Almodóvar elige como paradigma diegético de referencia la comedia (hollywoodiense), recontextualizando y resignificando paródicamente, mediante una estética pop y unos contenidos irreverentes y corrosivos, tanto el fondo como la forma. El resultado es un doble espacio textual fílmico (al considerar la segunda película complementaria y continuación de la primera, se nos hace imprescindible llevar a cabo una lectura única, mas distinta, de las dos películas) tendido, elástica e irreverentemente, entre el punto del disparate y los muchos puntos de un humor corrosivo, grosero, cáustico. El año 1983 marca un antes y un después tanto en la reciente historia de la España democrática como en la obra cinematográfica almodovariana. Tras el fracaso de la intentona de Golpe de Estado del General Tejero (23 febrero de 1981), el desmembramiento ideológico y coalicionista de la UCD, y a raíz de la rotunda victoria del PSOE con mayoría absoluta en las urnas (28 de octubre de 1982) y su consiguiente llegada al poder, la España postfranquista y ¿democrática? se apresta a vivir el cambio político con entusiasmo y euforia. 206 Cinema que, con acierto, Noël Burch en El tragaluz del infinito, 1987, define como Modo de Representación Institucional, y que se impone como hegemónico, desde 1910, a raíz de la mayoría de los cortos de Griffith. Es este un cine que: a) explota las convenciones diegéticas del teatro y de la novela del siglo XIX, otorgando a la gran pantalla los mismos poderes; b) es destinado al espectador medio, un espectador que busca en el cinema la diversión y el entretenimiento; c) mediante un conjunto de mecanismos, maniobras retóricas y premisas ideológicas, fomenta y corrobora los valores, morales y sociales, que están en la base de la sociedad (burguesa) occidental; d) apunta a crear una impresión de verosimilitud. 144 Desde el punto de vista político, muchas son la expectativas que la sociedad española repone en la primera legislatura socialista de Felipe González (1982-1986), tras años de olvido, consenso, amnistía, en fin, de Ruptura/Reforma Pactada, en los que, José Enrique Monterde se pregunta, por qué el pueblo español se vio obligado a: « ¿(…) asumir tópicos mentirosos del tipo “Todos perdimos la guerra”, “No fue posible la paz”, o “la culpa fue de todos”, en vez de denunciar los fundamentos reales de la agresión antidemocrática que causó la guerra? ». (José Enrique Monterde, 1993: 157) Una vez más, en la breve y, sin embargo, intensa y controversa vida democrática del Estado español, las expectativas de tantos años de oposición no se realizan. Una vez más la ilusión de ayer deja el paso al Desencanto de hoy, un segundo desencanto (socialista), en el que se registra la fractura entre el poder (político) y la sociedad debido esencialmente a la mercantilización/capitalización de la política, es decir, a la evacuación de los contenidos políticos a favor de la economía de mercado. Es en ese momento en el que la política va a remolque de la economía cuando la (utópica) transición democrática de antaño se disuelve, alienantemente para la mayoría, en una estéril transacción económica. Para legitimar ese novedoso y tan añorado cambio político de la España democrática y vender, en el libre mercado de la aldea global, la imagen de una España de la que « dicen que ya no es diferente, (…) que es maravillosa, única, (…) que está incluida en las listas in de todo el mundo (…) como país aconsejable para viajar, para presenciar su arte… »207, Felipe González y el alcalde de Madrid (1979-1986), Tierno Galván, « père attentif d’une ville pour longtemps orpheline ; maire, le plus festif et le plus inventif que Madrid ait connu »208, acuden a la Movida como ultima ratio, explotándola políticamente y rentabilizándola económicamente, «cuando lo único que quedaba eran los restos del naufragio » (Pedro Almodóvar, en Rafa Cervera, 2003: 15). 207 Javier Gurruchaga, en “La cuarta parte, Noticiario: España está de moda”, en La bola de cristal, Edición especial n°5, Selección de contenidos, Lolo Rico, Madrid, Círculo Digital, S.L., bajo licencia de RTVE, S.A., 2003. 208 Morgensztern, Isy y Bergonzat, Maryse, La Movida, realizado por Diego Mas Trelles y T. Celal, Arte, noviembre de 1982. 145 Desde el punto de vista cultural, por el contrario, la política socialista, una vez establecido y consolidado definitivamente el sistema democrático, se consolida enseguida bajo la noción de cambio. En el ámbito cinematográfico, ese cambio supuso el paso, cuanto menos rápido, de la ausencia de una verdadera política cultural cinematográfica a la tan codiciada promulgación de la Ley de Cine, objetivo que, tras el nombramiento de Javier Solana como Ministro de Cultura (3 de diciembre de 1982) y de Pilar Miró como Directora General de Cinematografía (15 de diciembre de 1982), se cristaliza jurídicamente bajo la forma del Decreto-Ley 3304 (28 de diciembre de 1983), conocido como la “Ley Miró”, herencia de los postulados del I Congreso Democrático de Cine Español209 (14-17 diciembre de 1978). Hito fundamental de la legislación socialista y de su política proteccionista en ámbito cinematográfico, la pieza clave de la “Ley Miró” fue la introducción de la subvención anticipada, siempre inferior al 50% del presupuesto y retornable tras la explotación comercial210. Subvención de la que se aprovechó el mismo Almodóvar para la realización de su tercer largometraje comercial y su primera película producida por Tesauro S.A. y Luis Calvo, Entre Tinieblas (1983). Película de transición, que marca un nuevo camino, después del debut pop y underground, Entre Tinieblas hace de bisagra entre su “ópera prima” (a la vez, producto y detonante de la dinámica contracultural de la proliferación artístico-cultural de la Movida) y el inicio de una producción comercial. Una producción que, rumbo hacia Hollywood, quedará articulada y totalmente succionada, desde finales de los años ochenta, por lo que Vicente Molina Foix define en términos de Almodrama, esto es, la versión almodovariana del melodrama clásico, convencional y comercial de Hollywood que logrará imponerse, a lo largo de la década de los noventa, como nuevo paradigma cinematográfico subgenérico. 209 Primera medida alternativa a la no-política cinematográfica de la UCD, reunió a la mayor parte de los partidos políticos – con la ausencia de la UCD, luego incorporada como observadora – , de agrupaciones sindicales y profesionales (AIPCE), y de organismos culturales. 210 Entre otras medidas, queremos hacer hincapié en: la reducción de la cuota de distribución a cuatro licencias de doblaje por cada película española distribuida; la ampliación de la cuota de exhibición al 3x1, reducida al 1x1 para los filmes españoles con más de cuatro años de antigüedad; la reducción de 5 a 4 años para el cómputo del 15% de subvención sobre los rendimientos en taquilla; la supresión de una dotación económica cerrada para los filmes de “especial calidad”, convirtiéndose en un 25% sobre el bruto de taquilla; una subvención adicional para aquellos filmes que superasen un coste de 55 milliones; un apoyo específico en la concesión de ayudas a las obras propuestas por realizadores noveles y las destinadas al público infantil; y una ayuda a los cortometrajes. 146 A medio camino entre una tipología discursiva contracultural y una tipología discursiva incorporada, Entre Tinieblas marca el deslizamiento estético y diegético de la obra almodovariana hacia el melodrama, esto es, hacia un nuevo espacio textual fílmico ordenado, o mejor dicho, diseminado por criterios sentimentales y emocionales potenciados y amplificados por el empleo musical del bolero. El intento del director manchego nos parece ser, con respecto a esto, la recuperación, la recontextualización y la resignificación de lo sentimental y de lo emocional, desde el territorio de lo masivo y de lo popular, cuyo objetivo último es la creación de un imaginario colectivo (español) ya válido para todos y ya diferente de aquello hasta entonces ideológicamente vehiculado por los subproductos genéricos del franquismo. En el momento en que Andy Warhol llega a Madrid (17 de enero de 1983) y el PSOE lleva a cabo una resignificación mercantil y capitalista de la(s) distinta(s) movida(s) que, entre 1977 y 1982, se dieron cita en la capital ibérica, esto es, transforma los múltiples y poliédricos productos culturales en mercancías dentro un sistema productivo capitalista cuyo único fin era la legitimación políticodemocrática de un gobierno que, tan sólo en la apariencia, se proclamaba de izquierda mientras, en la sustancia, quedaba embrujado por el “reajuste” de las políticas conservadoras occidentales211, Almodóvar vuelve, subversivamente, al melodrama. Vuelve, por lo tanto, a esa producción hegemónica que el franquismo había utilizado, a lo largo de su oscura noche, como instrumento de propaganda ideológica y caja de resonancia de los valores morales y sociales del régimen, subvirtiendo esperpénticamente sus patrones ético-estéticos y diegéticos. Mediante un guiño pop al cine religioso, cine hegemónico que a lo largo de la década de los cincuenta212fue señal patente de la vinculación político-espiritual entre el régimen y la Iglesia, Almodóvar desterritorializa y reterritorializa paródicamente un genéro cinematográfico, el melodrama, que, hasta la fecha, celebraba paroxísticamente el amor (heterosexual), corroborando y fomentando los valores patriarcales que estaban en la base de la sociedad franquista. 211 “Reajuste” que se da a raíz de la “revolución conservadora” de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, cuyos gobiernos « en el Reino Unido y los Estados Unidos respectivamente marcar[á]n unas pautas de actuación que se mantienen vigentes en la actualidad » (Manuel de la Fuente, 2006: 20). 212 Década bisagra entre el consenso y el apogeo del régimen (hasta 1956, fecha que marca el inicio de una oposición política que en 1959 quedará, irreversiblemente, cristalizada en el paso del control ideológico de Falange al aperturismo político de los tecnócratas del Opus Dei) y el comienzo de su disidencia interna (política) y externa (social y estudiantil). 147 A partir de esa primera película melodramática, lo que será una constante en su futura producción cinematográfica, Almodóvar sitúa el melodrama donde el espectador no está acostumbrado a buscarlo213. Esta vuelta esperpéntico-paródica a una tradición cinematográfica manipulada, ideológica y hegemónicamente, por el franquismo corre pareja, en la obra almodovariana, al inicio de un proceso de rememorización histórica que acabará en 1997 con la película Carne Trémula. Película cuya secuencia inicial sitúa explícitamente, por primera vez, la historia dentro de un marco político a través de la evocación de la España franquista: el nacimiento de Víctor, en un autobús vacío, viene acompañado por la voz de Manuel Fraga anunciando el Estado de Excepción de 1970214extendido a todo el territorio nacional, uno de los últimos coletazos de un régimen aún bélico y asesino pero en biológica descomposición. En un momento en el que « Por suerte (…), hace mucho tiempo que en España hemos perdido el miedo »215, Almodóvar, frente a un pasado cinematográfico en el que prefería « negar el pasado, no [quería] ni siquiera permitir al recuerdo del franquismo el existir a través de [sus] pelis »216, deja atrás las ilusiones indirectas al pasado y las transforma en componentes biográficas decisivas de la vida de sus personajes. Serán precisamente estas alusiones indirectas al pasado más reciente de España las que inauguran la última fase de la obra cinematográfica almodovariana tomada en consideración en nuestro análisis, la conocida bajo el marbete de Periodo Negro, – así llamada por acabar ambas películas que en ella se realizan, ¡Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) y Matador (1986), con la muerte como elemento diegético definitivo – y que abarca los años 1984-1986, años que coinciden con la política conservadora217 y el apogeo del Reaganismo en Occidente. 213 Aquí el melodrama representado, tra il serio e il faceto, es aquel de la relación amoroso-pasional entre dos personajes homosexuales (La Madre Superiora e Yolanda), relación que brota rizomáticamente desde una realidad en la que, Dios muerto, brilla por su ausencia. 214 « La defensa de la paz, el progreso de España y los derechos de los españoles obligan al Gobierno a suspender los artículos del Fuero de los Españoles que afectan a la libertad de expresión, libertad de residencia, libertad de reunión y asociación, así como el Artículo 18 según el cual ningún español podrá ser detenido, sino en los casos que prescriben las leyes », en Pedro Almodóvar, Carne Trémula, Madrid, El Deseo S.A., 1997. 215 Afirma Víctor dirigiéndose a su hijo, y metonímicamente a todas las generaciones que no vivieron el franquismo, en Pedro Almodóvar, Carne Trémula, Madrid, El Deseo S.A., 1997. 216 Pedro Almodóvar, declaraciones a “Paris-Match”, Julio de 1988, en Pilar Martínez-Vasseur, “La España de los 80 en Mujeres al borde de un ataque de nervios”, en Almodóvar: el cine como pasión, Actas del Congreso Internacional “Pedro Almodóvar”, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2005: 109. 217 Una política comunicativa y mediática que, mediante el apoyo y la influencia de la derecha fundamentalista cristiana, una retórica de la mentira que a la par legitima el gobierno y viene empleada como instrumento de control político y de glorificación del capitalismo impone « una ideología dominante que niega el resto de discursos ideológicos» (Manuel de la Fuente, 2006: 98). 148 En los umbrales de un proceso perverso de mcdonalización218 de la sociedad occidental, esto es, de un proceso de: « homogeneización cultural basada en la inserción, en las comunidades locales, de los modelos del sistema cultural norteamericano que, siguiendo unos criterios de supuesta eficacia y control de éstos, acaban difuminando los sistemas culturales de estas comunidades locales » (George Ritzer, en Manuel de la Fuente, 2006: 19), Almodóvar da un salto más en su trayectoria conceptual y estética en devenir introduciendo en su pantalla, y en el doble deformante que en ella queda plasmado, la memoria, la poesía y la muerte. En primer lugar, recupera una memoria, la de la historia más reciente de España y aquella hasta la fecha retóricamente olvidada, reprimida, escamoteada, que bien quedará representada crítica y polémicamente (será éste el caso de ¡Qué he hecho yo para merecer esto?, 1984) mediante un guiño tragicómico al desarrollismo y al Boom económico de la década de los sesenta, década articualda por la modernización (siempre ideológica) llevada a cabo por los tecnócratas del Opus Dei; y bien quedará representada irónicamente durante el desfile de moda La Matanza de Francis Montesinos, alias de Pedro Almodóvar, donde el director manchego rememorará mordazmente el Mito de las dos Españas (será éste el caso de Matador, 1986). En segundo lugar, introduce la poesía en la filigrana de unos entresijos textuales extendidos, dilatados, elásticamente entre lo local y lo universal y teñidos, por un lado, nostálgicamente, en las palabras y en los anhelos de la abuela, del amarillo ocre, trigal, tosco, de los machadianos Campos de Castilla – esa tierra ingrata y fuerte, pero, sin embargo, tierra mía, esa ¡Castilla varonil, adusta tierra, /Castilla del desdén contra la suerte, /Castilla del dolor y de la guerra,/tierra inmortal, Castilla de la muerte! – ; y por el otro, del rojo vivo, lorquiano, de una sangre derramada que ya viene cantando a las cinco de la tarde219, aquella sangre derramada por unos asesinos que, en el horizonte último del placer y tan sólo volcados a la consecución del placer total (un placer total que, en términos freudianos coincide con la muerte) matan para conseguir ese mismo placer. Y, finalmente, introduce la muerte que, degradada irónicamente en el caso del marido de Gloria y ensalzada poéticamente en el caso de Diego y María, queda reducida a un espectáculo intrascendente. 218 Concepto que Ritzer G. emplea para titular su libro La mcdonalización de la sociedad. Un análisis de la racionalización en la vida cotidiana, 1996, en Manuel de la Fuente Soler, 2006: 19. 219 Federico García Lorca, “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” [1934], en Diván del Tamarit, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Sonetos, 1998: 111-122. 149 La muerte viene representada aquí como aquella última y peculiar posibilidad de la existencia que, en términos heideggerianos: « es la más irrelacional, la más instransferible y exclusiva (…) [por ser] la posibilidad que contiene la imposibilidad de mi existencia (…) [y por ofrecernos] así la perspectiva de totalidad de la existencia en el propio seno de ésta » (Ramón Rodríguez García, 1994: 117-118). Entroncando tanto con el nihilismo de los modernos de la Movida, para quienes el “principio de placer” distorsionaba constante y paroxísticamente el “principio de realidad”, como con los atavismos de la tradición española más castiza (la de la Inquisición, de la Leyenda Negra, de la Tauromaquia), en estas dos películas, Almodóvar, restaura la presencia de la muerte, una presencia que, perdidos ya los tintes trascendentales, metafísicos y te(le)ológicos del cristianismo, forma parte de la existencia, de una experiencia (de placer) que se asume voluntariamente. Pese a ser el modelo digético de la tragicomedia el que fragua discurisva y estéticamente ¡Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) y Matador (1986), estas dos películas tan sólo parcialmente, se desvinculan del underground incial. En efecto, si desde el punto de vista formal y estético, Almodóvar, se aleja total y definitivamente de sus dos primeras películas (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y Laberinto de Pasiones), unas comedias corrosivas, experimentales, irreverentes y desenfadadas, construidas, como afirma Santos Zunzunegui, «bajo los principios del feismo, del amateursimo, de lo informe y de lo grosero» (Santos Zunzunegui, en en José Luis Castro de Paz, Julio Pérez Perucha, Santos Zunzunegui, Directores, 2005: 288), por contraste, en lo que atañe a los personajes, siempre definidos inmanente y dinámicamente por sus pasiones, deseos y adicciones, el cineasta español, no logra desengancharse de la adicción a la pluma220 de la transición. La ambientación profundamente impregnata de tintes sociales, en el caso de ¡Qué he hecho yo para merecer esto?, y de ecos poético-existenciales, en el caso de Matador, de hecho, « aparece siempre superada por personajes insólitos y tan desmadrados como lo pudieran ser los de sus anteriores películas (...) en fin, una galería de personajes imposibles en un ambiente realista ». (Josetxo Cerdán y Javier Pena, en José Luis Castro de Paz, Julio Pérez Perucha, Santos Zunzunegui, Directores, 2005: 288) 220 « Desordenados, desmadrados y escandalosamente ruidosos, homosexuales, drogadictos, prostitutas, desposeídos, locos y marginales forman la “pluma” de la transición” », (Teresa Vilarós, 1998: 183). 150 Personajes imposibles que dan vida a un nuevo cuerpo social que rechaza un pasado « contruido artificialmente, donde la historia comenzaba con los almogávares y los reyes católicos, y donde se enfatizada la recreación del imperio español (…) [sustituyéndolo] por un deseo inmediato de placer instantáneo » (Tatjana Pavlovic, en Raquel Medina y Barbara Zecchi, eds., 2002: 238). En fin, esos personajes que, sustituyendo la estabilidad de la idea por el placer puro, dan vida a ese cuerpo emplumado « compuesto sobre todo de heroína, sangre y semen, [que] emerge de un espacio de tránsito en el que colapsan temporalmente nuevas y viejas formas de conducta social, económica, religiosa y política, tanto global como local (…) aquel que va a desplazar y dislocar de forma violentemente espectacular las tradiciones narrativas al uso hasta aquel momento » (Teresa Vilarós, 1998: 183). Abriendo caminos, y sin embargo, sin crear una escuela, « al menos en el sentido estricto de todo un núcleo de cineastas inspirados por las enseñanzas o el éxito del director de Mujeres al borde de una ataque de nervios » (Josetxo Cerdán y Javier Pena, en José Luis Castro de Paz, Julio Pérez Perucha, Santos Zunzunegui (Directores), 2005: 290), Almodóvar desplaza y disloca las tradicionales narrativas cinematográficas (tanto nacionales como internacionales), deconstruyendo, desde dentro, los modelos y los patrones diegéticos y estéticos a los que acude, mediante una « escritura históricamente desplazada y fálicamente descentrada » (Id.183) que, tejida y entramada por la acumulación de las voces y de los cuerpos de personajes imposibles, apunta a diferir los límites (ontológicos, sociales y sexuales) y a barrer, cáusticamente, « alocadamente, desaforadamente, los residuos históricos de una sexualidad a la espera, de una historia sexual y religiosa compuesta (o descompuesta) de trozos y partes, de arrebatos místicos y masacres generalizadas, de Vírgenes dolorosas y Cristos flagelados, de Caudillos y Caídos gloriosos (…) [cuyo] resultado es un [texte à perte de vue] compuesto, ruidoso y cacofónico y que, multitudinario y desbordante, no va a contenerse en género alguno, ya sea éste sexual, ya literario, cinematográfico o escénico » (Id. 189-193). Una escritura, en fin, en la que resuenan los ecos de la palabra poética heideggeriana – (noción con la que, en parte, queda, explicado el título del apartado del trabajo dedicado a la obra cinematográfica almodovariana) – esto es, una palabra que « abre, instituye un mundo, muestra las cosas a una nueva luz, en vez de operar sobre lo ya visto y conocido (…) [una palabra en la que] se escuch[a] aún la iluminación del ser (…) [y que] al no entregarse sin más a lo presente (…) deja las cosas ser lo que son, no invita a su análisis o a su dominación sino que las deja en su lugar ». (Ramón Rodríguez García, 1994: 199-200). 151 3.3. Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) Primer largometraje comercial de Almodóvar y espacio textual fílmico irreverente, subversivo y experimental, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), junto con Laberinto de Pasiones (1982), nos devuelve una nueva imagen de aquella parte de España que, rechazando los valores centristas y reformistas del discurso dominante de la normalidad democrática (dispositivo discursivo hegemónico en el que se construye y se impone el consenso) y mediante un patológico proceso de olvido, vive como si Franco nunca hubiera existido, desde los ámbitos artísticos y culturales del Madrid underground – una ciudad «que alumbraba la llamada Movida, que tenía vocación de metrópoli moderna pero que se resistía a perder condición rural de “poblachón manchego”» (Santos Zunzunegui, en J.L. Castro de Paz, J. Pérez Perucha, S. Zunzunegui (Directores), 2005: 240) – mediante una estética pop, el pastiche, el kitsch221. Película pop por antonomasia – en el fondo y en la forma – , producto de una mirada subterránea y rizomática del Madrid postfranquista, Pepi marca el tránsito, en palabras de Vicente Molina Foix, «del sueño privado a la luz pública, de lo underground a lo madrileñamente urbano»222. La película, de hecho, transcurre en la realidad urbana de Madrid – metrópoli que en casi todas las realizaciones fílmicas del director manchego será el telón de fondo de la diégesis – : aquel territorio nómada y rizomático, no-lugar de pertenencia, representación y actuación donde personajes marginales, metropolitanos – subjetividades nómades, débiles – emprenden un vagabundeo excéntrico que, pese a ser ya sin Grund ni Télos, es, sin embargo, guiado, únicamente, por las pasiones y el deseo. 221 Entendemos por Kitsch aquella mezcla arbitraria, ahistórica, representativa, intersubjetiva, de estéticas pasadas y presentes; aquel collage/bricolaje estético que, articulado por el mal gusto, la imitación, la artificialidad, confirma la benjaminiana pérdida del “aura” de la obra de arte, y asimismo celebra el rechazo postmoderno de la noción de autenticidad, de archia, de presencia. 222 Vicente Molina Foix, “Pedro y la Infame Turba: anomalías almodovarianas en el contexto del cine español”, en Almodóvar: el cine como pasión, Actas del congreso Internacional “Pedro Almodóvar”, 2005: 133. 152 A diferencia de los personajes beckettianos de la Trilogía (Molloy, Malone meurt et L’innomable) – unos vagabundos errantes que, lanzádose a la quête (ontológica) de soi en un mundo en el que Dios ha muerto y en el que la vida queda reducida a un calvario sin crucifixión, se transforman en unos Ulysses qui n’arriveront jamais à Ithaque223 – los personajes almodovariano erran como nómadas en un presente dilatado al infinito, sin fin, en búsqueda de una subjetividad fluida, diseminada, posible más allá de los confines del Yo; una búsqueda que se consuma en y por el placer, en y por el deseo mediante un cuerpo que, atravesado por múltiples y distintas líneas de fuga, no cesa nunca de deshacerse y de encontrarse a si mismo, un si mismo siempre atrapado dentro de un devenir cuya presencia queda constantemente diferida. La realidad, pues, que Almodóvar representa queda reducida a una superficie fotográfica, pelicular, evanescente, en la que se celebra el nomadismo (ontológico y sexual) eufórico de los individuos, una vez perdidos los puntos de referencia estables, fijos, permanentes, y arrastrado el lastre de la profundidad de la presencia por el movimiento superficial del devenir, y en la que se arremete, constantemente, contra la imposición histórica, y por lo tanto ideológica y hegemónica, de un mundo pre-babélico. Es Pepi – rica heredera, mujer independiente que tan sólo vive de y por su imaginación, y símbolo de una España ya diferente – el personaje principal de la película y motor de la acción quien, mediante una disparatada y divertida historia de venganza, amistad y sex, drug, and rock ‘n’ roll, nos introduce en los entresijos más sórdidos del utópico Madrid postfranquista, esto es, en un Madrid desencantado « donde [parte] los españoles, ya sin miedo ni traumas, cambian el pensar por el peinar, el libro por el cómic, la poesía por la música, la política por la droga » (Teresa Vilarós, 1998: 43) y donde un concurso de Erecciones Generales atrae más, en una ciudad despolitizada en la que se traducen a mercancías todas las ideologías y los valores políticos, que el proceso de “reforma política” hecho a golpes de compromiso y olvido y pasto de manipulaciones retóricas alimentadas por la noción consensuada de Ruptura Pactada. A través del mundo personal y privado de Pepi – metonimia de aquel espíritu libertario y hedonista, ya sin norte ni futuro, que por aquellas fechas se estaba apoderando de los “modernos” – tenemos el 223 Lectura de David Spurr de la Trilogía de Samuel Beckett presentada en el marco del ciclo de conferencias Les chefsd’œuvre de la littérature universelle, Universidad de Ginebra, otoño de 2007. 153 acceso al Madrid urbano de los ochenta, a un Madrid víctima de la ola de erotismo que [lo] invad[ía] todo224. Es decir, tenemos el acceso a una realidad superficial, epidérmica, visceral que, constantemente, arremete contra la estabilidad arborescente de lo real-convencional, y donde se celebra, sin enfado, la impugnación, o más bien, la corporalización de la moral, y la liberación de las costumbres. En un presente dilatado al infinito, sucedáneo de la paroxística efervescencia libertaria postfranquista, del que se inspira y con el que dialoga, Almodóvar representa, mediante una Verwindung constante del “principio de realidad” por medio del “principio del placer”, los antihéroes de la Movida. Esto es, representa a unos personajes – prototípicos de la forma narrativa del cómic por su falta de desarrollo psicológico – en busca de identidad (sexual y no) en un momento de destape ontológico después de cuarenta años de anonimato y de unidad de destino en lo universal. Una búsqueda que, únicamente encarrillada hacia la consecución del placer máximo, se consuma en las drogas (por de pronto, mundo artificial de diversión y evasión), en el rock (nuevo dispositivo de pensamiento postmoderno que, haciendo sudar la piel y mover el esqueleto, crea nuevos territorios ontológicos epifánicos y hermenéuticos polémicos, y nuevos espacios de libertad mediante el placer y el cuerpo) y en el sexo (bien fuente de placer, bien objeto de consumo, mercancía, o, en palabras de Baudrillard, capital) mediante el cuerpo y el deseo. Una búsqueda constantemente diseminada por las huellas de aquella fluidez ontológica, genérica y sexual, específica de la polimórfica y dinámica subjetividad postmoderna, débil, consciente, en términos heideggerianos, de su fugacité, de su ser para la muerte, que deviene, acontece, mediante múltiples y plurales proyecciones anticipativas, en un mundo concebido en términos de Jemeinigkeit, es decir, como mienneté, como ipséité, como ce qui est à chaque fois mien225. Abandonada la realitas kantiana moderna, determinatio positiva et vera, que postula lo real en términos de quiddité, choseité, cogitabilité, y que a la par introduce la res en el espacio y en el tiempo dentro del horizonte del Vorhandenheit226 en el que el sujeto, sustancial y trascendental, es solo, acompañado tan sólo de sus representaciones, el Yo postmoderno, vacío, indeterminado, diseminación y proyección constante de pluralidad(es), iluminado dentro del horizonte de la Lichtung, se hace presente con su mundo, es su mundo, deviene mundano (ser-en-el-mundo) dentro de los límites claroscuros de un mundo compartido. 224 Le dice Luci a su marido, antes de irse de groupie con Bom y Los Bomitoni, en Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films,1980. 225 Lectura de Alain De Libera – dada en el marco de un curso dedicado a Le Souci de Soi, Universidad de Ginebra, Otoño de 2007 – de la reontologización “débil” del Ser tal como Heidegger la postula en Sein und Zeit (Ser y Tiempo). 226 El mundo concebido en términos de obj-ectum, producto de la representaciones del sujeto, – forma de la representación y estructura formal del representar –, que es y se realiza dentro del horizonte de la presencia y de la subsistencia. 154 Desde las primeras secuencias de la película, son precisamente la droga, el sexo, y el rock ‘n’ roll los elementos articuladores de un espacio textual fílmico coral, polifónico y lúdico, cuyo núcleo embrional es el cómic punk-underground227, legado de aquella escritura gráfica y literaria marginal que, mediante una sublimación contracultural y la exaltación de formas de vida alternativas, diferentes de la realidad gris, represiva de la dictadura y basadas esencialmente en el consumo de drogas, en el sexo y en la música rock, se convirtió en los años del tardofranquismo en el vehículo privilegiado de un nuevo modo de vida, de una cultura al margen de la oficial y en una herramienta textual volcada a la ruptura del sistema establecido y a la deconstrucción de aquellos valores culturales, sociales y políticos, expresión de un «nacionalismo de cruzada», que durante cuarenta años, impusieron anacrónica y ideológicamente la imagen de una España «monolíticamente nacional y monolíticamente católica» (José Luis Aranguren, 1979: 30). La primera secuencia, mediante un paneo bastante torpe desde la ventana de un bloque de apartamentos situado en un barrio madrileño periférico, nos introduce en el dormitorio de Pepi donde un primer plano guía la mirada del espectador hacia una colección de macetitas de marijuana, índice de un uso trivial de drogas que formaba parte de la vida cotidiana de los modernos de la España de los 80, una España todavía no vampirizada228 por la marca invisible, y sin embargo, mortal del SIDA, y cuyo consumo, dentro de una dimensión lúdica, jocosa y frívola, respondía, únicamente, a un deseo de evasión y a la búsqueda de un placer paroxístico sin límites. En ese uso y consumo de drogas esencialmente lúdico, trivial y frívolo, que tan sólo apuntaba a la evasión y a la diversión, resuenan las letras de la canción ¡Suck it to me!, escrita e interpretada por el dúo Almodóvar-McNamara, que mediante una lírica y estética punk carnavalesca, rabelaisiana, 227 El punto de partida de la película es la fotonovela Erecciones Generales, escrita por Almodóvar para la revista El Víbora. La revista El Víbora, fundada por Josep María Berenguer en diciembre de 1979, fue la mejor adecuación y contextualización del cómic underground español de los setenta a la nueva estructura social, política y cultural que se estaba fraguando en la España pre-democrática de la reforma. « Marcada por su carácter alternativo, transgresor y provocador, su militancia y volontarismo, con el sello “solo para adultos” por bandera, la revista se convirtió en un soporte sólido y rentable para toda una generación de dibujantes españoles, que, con sus obras, llegaron a todas las capas sociales de la sociedad, transgrediendo sus tabúes, denunciando sus frustraciones y realizando una crónica social diferente a la oficial, centrada en la picaresca y en un costumbrismo marginal que también parodiaban, reflejando como nadie el lado más salvaje y canalla de la España democrática. En general, su temática insistía en el triángulo contracultural formado por el sexo, las drogas, la violencia, sin olvidarse de la música rock (…) sitúandose en la frontera de la pornografía visual y verbal », (Pablo Dopico, 2005: 320). 228 Tomamos prestado el verbo vampirizar de la Saga Vampírica de Las Costus, esa colección de retratos en serie, realizada por los pintores madrileños entre 1983 y 1987, en el momento en el que el SIDA llega a España y en el que España llora a los primeros de una larga serie de héroes caídos de la Movida: « Los trece retratos que la componen (…) son de los que en su momento fueron conocidos participantes del barullo de la movida madrileña. Son retratos cada uno con nombre y apellido ímplicito, y reconocibles por todos aquellos y aquellas que “entienden” el silencioso código en el que se enlazan (…). Todos los retratos [entre ellos sus autores] nos afectan como imágenes de seres “tocados”, infectados por un “algo” fatal (…) [y quedan representados] como “vampiros”, como seres cazados y congelados en un perpetuo estado no-del-todo-muerto », (Teresa Vilarós, 1998: 265266). 155 en las que resuenan los ecos de los excesos y de las provocaciones estéticas del Glam Rock anglosajón, exaltan el consumo de drogas y sus efectos sin reservas229. Y es, precisamente, la droga el elemento que pone en marcha y desencadena la acción dramática de la película. La vista de las macetas de marijuana en el balcón de Pepi es, de hecho, el escamotage que permite al policía, metonimia esperpéntica de la España franquista, entrar en casa de la joven, y el que introduce el segundo elemento articulador, el sexo, representado aquí como mercancía y negocio. La violación de Pepi, por el policía reaccionario y machista, es lo que impedirá a Pepi llevar a cabo su plan de vender su virgo por 60.000 pesetas. A partir de ese momento la joven está sedienta de venganza no tanto por la violación de su cuerpo sino por haber fracasado su negocio basado en la venta de favores sexuales. Una vez pérdida la rentabilidad de una sexualidad hasta entonces no consumida no ya por razones morales y/o éticas sino específicamente económicas, el sexo para Pepi se transforma en fuente de placer, dentro de una dimensión jocosa, carnavalesca y divertida, a las antípodas de la dimensión pecaminosa de la castrante moral católico-cristiana tal como impuesta por el Nacional-Catolicismo durante la España franquista. A tal punto Almodóvar subvierte, grosera y cáusticamente, la dimensión (teo)ideológica de la moral, por medio de una ética corporeizada y subjetiva, que cuando Luci le sugiere un zurcido para restaurar su virginidad Pepi le contesta: «De momento me apetece seguir utilizándolo»230. En ese clima de absoluta libertad y permisividad sexual, de una sensibilidad amoral y lúdica – legado del enfoque underground del New American Cinema de los sesenta de las películas de Paul Morrissey y John Waters – lo que Almodóvar realmente celebra es un nomadismo/polimorfismo sexual que, desafiando el orden establecido, a la par procesa el Gender, en tanto que construcción/representación hegemónica del sujeto, y apunta a la deconstrucción del binarismo sexual, en tanto que formación discursiva hegemónica y dispositivo de poder que, mediante el dominio bífido y heterosexual de los cuerpos, no hace sino reproducir, fomentándolo, el sistema hegemónico establecido. Son Roxy – el Drag Queen camello, presidente del club de fans de Los Bomitoni, interpretado magistralmente por Fabio McNamara, pareja artística de Almodóvar en el dúo AlmodóvarMcNamara, y doble madrileño de la estrella del Glam Rock anglosajón, David Bowie, – y la pareja 229 Como botón de muestra, una de las estrofas más significativas de la canción: «Cocaína, tonifica/marihuana coloca/bustaid relaja/cicloro estimula/cicuta desinfecta/nembutal es mortal/amoniaco reactiva/cetrina enloquece/sosegón alucina/el opio amodorra…», (Antonio Holguín, 1994). 230 En Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films, 1980. 156 sadomasoquista Luci/Bom los personajes que permiten al director manchego, por un lado, desafiar, desde dentro del sistema, el orden sexual tradicional establecido, y, por el otro, deconstruir la instituciones del matrimonio y de la familia en tanto que células sociales de reproducción del sistema hegemónico. Roxy, luciendo una sexualidad escandalosa y divertida, parodia, deconstruyéndolo, el Gender mediante un travestismo que le da plena libertad de colocarse en cualquier lado de la frontera sexual y que mediante « el maquillaje, el teatro y la seducción (…) [permite convertir] el sexo en un juego total, gestual, sensual y ritual» (Jean Baudrillard, en Mark Allison, 2003: 124). Su cuerpo, por medio del travestismo, se convierte, pues, en aquel lugar nómada, en aquella línea de fuga que permite la deconstrucción del Género (sexual) y la reterritorialización de la sexualidad. Es decir, su cuerpo se convierte en un « espacio de complejidad y transgresión [que] rompe todas las normas del género sexual e imagina un paradigma completamente diferente del cuerpo, de la masculinidad y de la femineidad ». (Tatjana Pavlovic, en Raquel Medina y Barbara Zecchi, eds., 2002: 242). Es a partir de esa sexualidad carnavalesca, rabelaisiana, basada en y alimentada por la Verschwindung (la cancelación del referente) que Almodóvar intenta desestabilizar y subvertir el modelo binario positivo (el heterosexual) y, al mismo tiempo, legitimar tanto la sexualidad como el Gender en tanto que conceptos flexibles ó, dicho en términos derridianos, en tanto que noconceptos. Para Jacques Derrida, los no-conceptos, términos indecibles, impensables, dentro de una escritura plural, múltiple, asimétrica, bífida, que constantemente solicita toda centralidad, todo sentido, toda archia, son: « unidades de simulacro que no se dejan encerrar en ningún tipo de definición o significado último ni ser incorporados de forma habitual en la cadena tradicional de oposiciones metafísicas sino que, por el contrario, introducen una fisura mortal en el campo jerarquizado de éstas al mostrar la posibilidad de establecer en todo concepto o noción una multiplicidad de sentidos inseparables, resaltando de este modo lo absurdo de la pretensión metafísica del querer-decir y minando las tendencias hacia un centramiento teórico, hacia una verdad, hacia una congelación ». (Jacques Derrida, en Cristina de Peretti, 1989: 157). 157 Recurriendo a la noción deconstructiva derridiana de no-conceptos para referirnos a la sexualidad y al Gender, queremos decir que Almodóvar los emplea como términos indecibles que, al quedar desvinculados de las delimitaciones hegemónicas, postulan la identidad en términos de flexibilidad sexual y fluidez genérica. Es decir, postulan una identidad que, desvinculada del Ser y arrastrada por el devenir-fou, deja de ser una estructura estable, fija, permanente, trascendente dada a priori, y se constituye en tanto que evento231 inmanente a un proceso dinámico. La pareja sadomasoquista y lesbiana Luci/Bom es el otro elemento que sirve a Almodóvar para cuestionar el heterocentrismo judeo-católico, desestabilizar los fundamentos del sistema patriarcal y de la moral católica, y subvertir de manera esperpéntica, paródica, grotesca e hiperbólica una de las instituciones básicas, un Appareil Idéologique d’Etat en términos althusserianos, del aparato franquista: el matrimonio, y por ende, la familia. En el doble proceso de negación de la Norma y de normalización de la alteridad, de la otredad identitaria frente a un imperativo heterosexual categórico, Luci/Bom, mujeres cuya felicidad sexual ya no depende de los hombres, inician una relación lesbica sadomasoquista que, por un lado, subvierte los roles femeninos tradicionales impidiendo al poder masculino poder ya construir, hegemónica e ideológicamente, a la mujer en tanto que « madera de futura madre y esposa, digna descendiente de Isabel la Católica, (…) [cuyas] virtudes más importantes eran la laboriosidad y la alegría (…) inexcusables para moldear la mujer de una pieza, la esposa española… », (Carmen Martín Gaite, 2001: 40, 82-83). y, por el otro, subvierte, de manera paródico-grotesca, la sumisión, social, sexual de la mujer a las leyes patriarcales, producto de una sociedad capitalista burguesa. En esta relación entre Luci, cuarentona y blandita, y Bom, cantante del grupo punk-rock Los Bomitoni – homenaje intertextual a los personajes marginales del cine underground de los sesenta de Andy Warhol, Paul Morrissey y John Waters, y cita cinematográfica indirecta, por su indumentaria y comportamiento, a Jubilee (1978) de Jarman Dereck, la película más representativa del punk inglés – construida a golpes de inversiones paródicas del sadomasoquismo232, lo femenino (en calidad de principio activo, desencadenante y motor de la acción) remplaza lo masculino (la 231 En términos deleuzianos, una manera de ser que está en la superficie del ser y es el resultado de acciones y pasiones. Caricaturesco es el masoquismo de Luci quien declara haberse casado con un policía porque creía que la tratara como una perra; tal como paródico y escatológico es el sadismo de Bom, perversión sexual que llega a su clímax cuando la meada de Bom encima de Luci, una de las principales transgresiones de la película, y escena estéticamente provocadora. 232 158 imagen almodovariana del hombre es siempre aquella de un hombre problemático, en crisis) poniendo en tela de juicio el mito de la superioridad masculina233, las relaciones sexuales de poder entre el hombre y la mujer, las instituciones de la familia234 y del matrimonio235. El enfrentamiento al orden sexual tradicional llevado a cabo por la pareja Luci/Bom es rematado, a lo largo de la película, desde el ámbito de la música, de la juerga nocturna madrileña (cuando el concurso Erecciones Generales) y de la cinematografía clásica hollywoodiense. Desde el ámbito de la música, es la canción Murciana, Marrana236, canción que Bom dedica a Luci, la que, mediante una letra que juxtapone lo escatológico con el sexo y que glorifica una relación sexual con una prostituta, subvierte el discurso amatorio tradicional ensalzando las cualidades más negativas de la amada y describiendo las relaciones sexuales repulsivas de los amantes237. Desde el ámbito de la juerga nocturna, es el concurso Erecciones Generales que, además de parodiar las nuevas obsesiones políticas del periodo pre-democrático y solicitar, satíricamente, la retórica del consenso, del olvido, de la desmemoria que estuvieron en la base del proceso de reforma política, parodia un concurso de belleza femenina mediante una doble estrategia articulada por la inversión del papel de la mujer, desde siempre espectáculo y objeto sexual pasivo, y la objetivización sexual del hombre, reducido a objeto de deseo pasivo de una mirada voyeurística y polimórficamente sexual: en un concurso en el que se ofrece un premio al hombre que tenga la mejor erección, ya no es el cuerpo de la mujer el objeto pasivo de deseo de una mirada activa 233 El machismo ibérico es aquí representado, grotesca y paródicamente, por el policía, hombre de extrema derecha y símbolo de uno de los poderes fácticos del régimen, quien, si por un lado, respeta a su mujer como si fuera su madre, por el otro, se ve obligado a violar a Pepi y a abusar de la vecina y ama de casa Charito, es decir, a usar la violencia, para restablecer las tradicionales relaciones de poder dominante/dominada entre el hombre y la mujer. 234 En la mayoría de las películas almodovarianas se procesa la deconstrucción de la familia tradicional y se legitima, desde el terreno del deseo y de la pasión, la formación de familias alternativas al sistema patriarcal tradicional. En Pepi, como dos años más tarde en Laberinto de Pasiones (1982), es el vínculo de la amistad el lazo social más fuerte frente a unas familias tradicionales patriarcales totalmente disgregadas y disfuncionales. (El padre de Pepi tan sólo aparece en la película metonímicamente por medio de su voz cuando insta a Pepi a buscarse la vida por su cuenta. Lo que le permitirá, finalmente libre, llevar adelante un tipo de vida hedonista). 235 Luci y el policía son el ejemplo perfecto de la deconstrucción paródica de la institución del matrimonio : Luci, masoquista, se casa con el policía únicamente con vistas y con la esperanza de obtener alguna violencia doméstica. 236 Una de las canciones más radicales del movimiento punk madrileño y reflejo de la subcultura del Madrid de la Movida, endeudada ésta con el punk inglés en lo que atañe a su estética pero alejada de él por su contenido. Compuesta por Pedro Almodóvar y los Pegamoides e interpretada por el grupo Los Bomitoni (alias Alaska y los Pegamoides), expresa la filosofía vivencial hedonista y nihilista de la generación de la Movida. 237 Como botón de muestra, véase una estrofa de la canción : «Te quiero porque eres sucia/guarra, puta y lisonjera/ la más obscena de Murcia/y a mi disposición entera/ ¡Sólo pienso en ti, Murciana/ porque eres una marrana!/ Te meto el dedo en la raja, / te arreo un par de sopapos, te obligo a hacerme una paja/ soy más violento que el Grapo/ ¡Sólo pienso en ti, Murciana/ porque eres una marrana!/Te voy como anillo al dedo/conmigo tienes orgasmos/ Si en la boca de echo un pedo/me aplaudes con entusiasmo », en Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films,1980. 159 masculina, sino es el órgano masculino que se transforma en objeto pasivo de deseo de una mirada activa sexualmente polimórfica. Desde el ámbito de la cinematografía clásica hollywoodiense, es la cita intertextual directa al melodrama de Hollywood La Gata sobre el tejado de Zinc (1958, Cat on a hot tin roof, de Richard Brooks, con Elizabeth Taylor, Paul Newman, Burl Ives), cita canibalizada y fagocitada por el episodio de la mujer barbuda en el que él[ella] declara, «Son cuarenta días y cuarenta noches que no jodemos (…) estoy como una gata sobre un tejado de zinc caliente»238, la que, mediante una parodia esperpéntica y grotesca de la frustración sexual y de la homosexualidad, defiende la homosexualidad y cualquier forma de amor. Este enfrentamiento al orden sexual tradicional, que corre parejo a la subversión y la deconstrucción de las relaciones sexuales de poder hombre-mujer y del paradigma genérico dominante basado en la imposición del hombre como sujeto (quien conduce la mirada) y de la mujer como objeto (objeto de la mirada masculina), se acompaña a una subversión y deconstrucción de los patrones del cine clásico de Hollywood. Es decir, de un cine que, desde el principio, se impuso como dispositivo discursivo y estético reaccionario y conservador que, mediante la imposición de la mirada masculina de la cámara y su asociación con el público masculino, construye a los hombres como sujetos y a las mujeres como objetos, y que, por lo tanto, defiende y propaga el binarismo sexual tradicional, los valores sociales y morales patriarcales que están en la base de la sociedad capitalista burguesa. Almodóvar, a través de un doble proceso de borradura de las binarias y hegemónicas fronteras sexuales y de valorización de la mujer239, una mujer no ya dominada por los mecanismos patriarcales y genéricos que la mantienen en posición subordinada respecto a los hombres, subvierte las estrategias cinematográficas que están en la base del cine de Hollywood, unas estrategias que no hacen sino mantener y fortalecer los valores morales, sociales que articulan la sociedad occidental moderna. El final reaccionario de la historia de Luci – Luci decide volver con su marido, símbolo de las leyes represoras del franquismo, un regreso paródicamente aprobado y avalado por la Iglesia (una de las últimas tomas de Luci en la camilla del hospital es presidida por la presencia en la pared de un 238 Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films, 1980. La “mujer almodovariana” es siempre una mujer independiente, apasionada, inteligente, ingeniosa que domina la acción y la narración, y que está dispuesta a todo, guiada únicamente por la ley del deseo, con tal de lograr el objeto de su pasión y/o perversión. 239 160 crucifijo, metonimia de las leyes de la Iglesia católica y ataque frontal a una de las instituciones ideológicas de la dictadura por su vinculación con el poder) – tan sólo aparentemente parece contradecir lo que hasta aquí se ha afirmado. Pese a regresar con su marido, Luci no lo hace para someterse, social y sexualmente, una vez más a la autoridad machista y patriarcal del policía, sino por su perverso goce en el masoquismo. Frente al pasmo de Pepi, que la amonesta diciéndole «te volverá a tratar como si fueras su madre» y al histerismo de Bom, que al tratarla de estúpida le da un aut aut « elige entre él o yo, es tu última oportunidad », Luci decide quedarse con su marido por ser él un monstruo. Y da las gracias a las dos amigas porque «si no hubiera sido por vosotras, no me trataría él como lo que soy», y confiesa a Bom: « No me conoces lo suficiente … Bom, yo soy mucho más perra de lo que tú te imaginas, y tú no eres tan mala como pretendes. No has sabido darme todo lo que yo merecía, y últimamente me tratabas como si fuera tu chacha. No es que me quejes, pero creo que me merecía algo mucho peor … Sin embargo, fíjate, casi me mata … Me odia con toda su alma y no me puede perdonar lo que le he hecho en estos últimos meses … Sería tonta si me dejara perder una 240 oportunidad como ésta … » . Luci, cuyo comportamiento y palabras encontrarán, años más tarde, su corrosivo eco televisivo en el diálogo entre dos de los electroduendes, Maese Cámara, boxeador fracasado, mentecátodo consumado, y la Bruja Truca, la cantora de flamenco yugoslava de la península que arruina su carrera para casarse con un boxeador que ni siquiera [la] pega241, es símbolo de la nueva mujer española. Una mujer que, cómplice la llegada de la democracia, súbitamente deja los bigudís, el delantal y las clases de punto por la droga, el sexo y el rock ‘n’ roll, se enfrenta al sistema, desafía la Norma, y sale con la suya mediante el goce, el placer y el deseo, en un mundo en el que la eorté (la fiesta) constantemente distorsiona la spoudé. El último elemento articulador que nos queda por analizar es el de la música rock – más bien en su vertiente punk, a lo largo de toda la película –, elemento que desde el principio, bien de manera extradiegética, bien de manera intradiegética, acompaña y marca el compás de la diégesis y nos remite al contexto contracultural y underground del submundo madrileño de la Movida. 240 241 Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films, 1980. Guiones de los electroduendes, diálogo entre Maese Cámara y la Bruja Truca, en Lolo Rico, 2003: 232. 161 Desde el comienzo, la película queda enmarcada dentro del contexto contracultural, subterráneo y rizomático de la Movida mediante la música extradiegética de fondo que acompaña los títulos de crédito: la canción que se oye – cuyas rupturas y cortes en la banda del sonido además de dificultar la escucha, presagian ya la ausencia de un montaje fluido, rematado la dimensión experimental, underground y de amateur de la película – es Do the swim de Little Nell, cantante coestrella de la película de Jim Sharman The Rocky Horror Picture Show (1975). Dentro de un espacio textual fílmico constantemente diseminado por una intertextualidad que, al mismo tiempo, dispersa el centro y construye un espacio en el que no sólo se deducen unos textos de otros sino también en el que se disemina el principio de identidad (del autor), la cita cinematográfica y musical directa, marca la filiación intertextual almodovariana con el underground anglosajón (la letra en inglés subraya la importancia en aquel entonces de la cultura anglosajona como punto de anclaje e referencia cultural para los artistas españoles a punto de vivir la resaca tardía de un 68 no vivido) y ensarta el primer largometraje comercial de Almodóvar dentro de una dimensión pop lesteriana. Las paradigmáticas películas con Los Beatles del director anglosajón, Richard Lester, hechas a golpes de música rock y de un ritmo frenético de las imágenes, se juxtaponen, de hecho, constante e intertextualmente a lo largo de una película que, desde las primeras secuencias, apunta a producir lo extranjero desde dentro de un país, por aquel entonces, en llamas. A continuación, son Bom y su grupo punk-rock de Los Bomitoni (alias paródico del grupo glam nuevaolero de Alaska y los Pegamoides) los que nos introducen en el ambiente nocturno del Madrid de los ochenta y los que ubican a los personajes dentro de unas referencias sociales y culturales underground de un mundo que, constantemente, borra las fronteras entre la realidad y la ficción, la vida y el arte. Un mundo que Almodóvar, siguiendo las fantasmagóricas andanzas de la razón de la sinrazón de otro extravagante manchego de cuyo nombre no quiero acordarme (Miguel de Cervantes, 1998: 9798), al igual que un Don Quijote postmoderno transforma en obra de arte, huyendo de la realidad tautológica de la reforma democrática. La canción Murciana, Marrana, muestra representativa de la lírica punk de raigambre anglosajona que en aquel momento se estaba produciendo en Madrid, en tanto que reacción al declive de la postprogresía barcelonesa (fracaso del politizado underground barcelonés) y en oposición a la politización musical de la canción protesta catalana (La Nova Cançó), confirma la música rock como el verdadero desencadenante del fenómeno interdisciplinar e interdiscursivo de la Movida madrileña. 162 Elemento catalizador de una nueva forma de interpretar la realidad y vivir la vida, espacio constantemente atravesado por múltiples y diferentes vectores sociales, culturales, éticos y estéticos, la música rock, en particular, y toda la producción nuevaolera de la Movida, en general, son, de hecho, epítome de aquel proceso de desplazamiento de una tipología discursiva a otra, propio del periodo de la transición democrática, es decir: de la tipología discursiva (hegemónica) de la política a la tipología discursiva (rizomática, dialógica y performativa) de la música popular contemporánea. Una tipología discursiva, la musical, alternativa a las formas culturales hegemónicas que, enfrentándose a la política, la reemplaza haciendo perder todo interés por aquella y que, mediante la teatralidad de la ejecución y la escenificación de lo corporal, al celebrar la fiesta de los sentidos, proporciona unos diferentes canales de acción, identificación y representación antagónicos a los del discurso político del momento. Esta canción refleja el Desencanto político de la sociedad española, una sociedad en la cual lo más importante era ser un bote de colón y salir anunciando por la televisión242, recurriendo a los sonidos crudos, ruidosos, enmarañados del punk anglosajón. Sonidos, sin embargo, vaciados ya de los contenidos políticos, sociales y/o ideológicos propios del movimiento musical renovador inglés a favor de unos contenidos intransitivos (sin objetivos intelectuales y/o políticos, cuyo único fin es la búsqueda del placer y la diversión) y tautológicos (cuyo único fin es aquello de celebrar la celebración) que, abanderados por el “No future”, invitaban a « vivir el día a día con la máxima intensidad posible (…) [a] corromper todas las formas (…) [a] utilizar la imaginación; [y] proclamaba[n] que (…) la verdadera actividad nace del caos ». (McNeil, L. y McCain, G., en Héctor Fouce, 2002: 55). Sonidos, sin embargo, acompañados de unas letras voluntariamente irreverentes y chocantes. Unas letras que, corrosiva y provocativamente, remiten a una sexualidad grotesca y repulsiva cuyo intento era el de desarticular la estructura de las canciones de amor de la música pop tradicional y que, acompañadas de una estética descaradamente provocadora y deliberadamente fea, arremetían contra las estructuras artificiales y convencionales de la belleza. Asimismo, es una canción que confirma la Movida madrileña como flujo continuo de diversión y como un momento warholiano de frivolidad durante el cual la gente, con los huesos desencajados, se pasaba el día bailando, bebiendo y la coctelera agitando llena de soda y de vermut (…) Con el 242 Alaska y los Pegamoides, “Bote de Colón”, Grandes Éxitos, Madrid, Hispavox, 1982. 163 cuerpo muy mal, pero con una gran vida social243; un momento en el que arte, pérdido ya su “aura “y reducido a objeto de consumo mediante la indiferenciación entre el metafísico “valor de uso” y el alienado “valor de cambio”, era tan sólo celebrado en su valor expositivo y/o, retomando el análisis crítico que Baudrillard hace del marxismo, en su valor simbólico244. Testimonio de un movimiento musical renovador y creativo, epifenómeno de una nueva filosofía vivencial que, epicúreamente, celebra el cuerpo y sus disfrutes, la música rock sirve a Almodóvar para llevar a cabo una reflexión sobre la producción artístico-cultural que se hacía en aquel momento en Madrid y tejer, al mismo tiempo, un diálogo intertextual con otros textos, producto aquel de un proceso de indiferenciación entre la Alta Cultura y la Cultura Popular. Doble es la intertextualidad, entendida aquí en términos derridianos como aquella práctica textual que transforma el texto en un « tejido de textos, [en] un entramado de diferencias diseminado al infinito (…) [en un] texto “à perte de vue”, al infinito » (Cristina de Peretti, 1989: 164), que teje constantemente la obra cinematográfica almodovariana, transformándola en un laberinto caleidoscópico y polifónico de referencias culturales y subculturales; en un mosaico abierto, en devenir, constantemente actualizado por el doble gesto de la lectura/escritura (de un receptor) en detrimento de un autor entendido como poseedor único de la esencia de la obra y como instancia trascendente que, desde fuera, domina la obra imponiéndole un significado último y definitivo. Por un lado, nos referimos a una intertextualidad que podríamos definir como moderna, es decir: una intertextualidad que Almodóvar entrama mediante la recuperación, recontextualización y resignificación paródica de los principales atavismos culturales literarios ibéricos, cuales el esperpento, la picaresca, el sainete, la zarzuela. Por el otro, nos referimos a una intertextualidad postmoderna, es decir: una intertextualidad que el mismo Almodóvar actualiza mediante la asimilación activa de textos culturales populares mediáticos, cuales el cómic, las revistas de corazón, la fotonovela, las pinturas, los comerciales publicitarios, entre otros, es decir, de aquellos textos que proceden de una cultura de masas y que son el producto de una sociedad postindustrial y postmoderna, aquella sociedad caótica que, en palabras de Gianni Vattimo, corre pareja a la eclosión de los mass-media, es decir, aquellos medios de comunicación de masas que, llevando a cabo una pluralización de los puntos de vista, actualizando la eclosión de distintas y múltiples Weltanschauungen y banalizando los mensajes 243 Alaska y los Pegamoides, “Bailando”, Grandes Éxitos, Madrid, Hispavox, 1982. Para Jean Baudrillard, el valor de uso y el valor de cambio, ambos propios del capitalismo, esconden un tercer valor previo al de la dualidad uso/cambio: el valor simbólico, sígnico, es decir, « el que surge al considerar cada objeto en el entramado de intercambios de sentidos en el cual encuentra valor precisamente por sus posibilidades de diferencia o intercambio », (Jean Baudrillard, en Francisco J. Vidarte y José Fernando Rampérez, 2005: 92). Para Baudrillard, no es el trabajo ni el consumo lo que define al hombre sino un entramado de relaciones simbólicas que ubican al hombre dentro de un universo donde todo es simulacro, es decir, donde todo es falsificación, simulación y reproducción ilimitada, un universo alimentado por la cancelación del referente, esto es, de lo real. 244 164 participan en la disolución de los puntos de vistas centrales (en términos lyotardianos, les Grands Métarécits de l’Histoire) e invalidan el principio kantiano de realidad como Realitas a favor de una realidad entendida, en términos derridianos, como différance, esto es, como « multiplicidad irreductible y generadora» que irreparablemente remite a una «presencia diferida » (Cristina de Peretti, 1989: 111). A tal punto los mass-media diseminan, dispersan lo real a favor del simulacro de la presencia que para Gianni Vattimo: « Si attua forse, nel mondo dei mass media, una “profezia” di Nietzsche: il mondo vero alla fine diventa favola ». (Gianni Vattimo, 2000: 14) Esta doble intertextualidad, que definiremos en términos de literario-paródica y massmediática underground, recurre a lo popular y a lo contracultural como fuentes de legitimación de contenidos no autorizados por el discurso hegemónico falogocéntrico. Es, por lo tanto, una intertextualidad que sitúa la obra almodovariana dentro de una dimensión rupturista con respecto a los códigos y los moldes cinematográficos ibéricos a la vez que dentro de una estructura textual dialógica, aglutinadora, comunitaria y polimorfa que apunta, por un lado, a renovar el discurso fílmico y cultural de la España de los ochenta, dinamitando el compromiso con la tradición nacional, y a homologar, por el otro, la producción cinematográfica española con la europea y la mundial. Esta doble filiación intertextual, realizada mediante una calibrada alternancia entre lo irreverente, lo grotesco y lo experimental, se da en Pepi desde el comienzo de la película. El paratexto – los carteles245, los títulos de crédito que forman parte del contenido de la película y participan a su desarrollo diegético – realizado por Ceesepe246 nos introduce ya de partida dentro de una dimensión cultural pop y underground mediante el empleo del cómic. Es decir, aquella escritura gráfica cultural, popular, marginal que, al ofrecernos, una imagen narrativa de la película fragmentaria y fragmentada, anticipa ya una diégesis que huye de los 245 El cartel, mediante una forma gráfica bidimensional y una imagen fija, informa ya el espectador sobre el contenido y la esencia argumental de la película. 246 Carlos Sánchez Pérez (Ceesepe), dibujante, guionista, ilustrador y pintor autodidacta que, pasando del cómic a la pintura, se convirtió en uno de los artistas más destacados de la Movida madrileña. Aprendido su oficio en la calle, en los años de la reforma democrática, Ceesepe participa en la realización de una las primeras revistas marginales de la Cascorro Factory que se vendían en las mañanas del domingo en el Rastro de Madrid, junto con Ouka Lele, El Hortelano y Alberto García Alix. Sus primeras realizaciones, alimentadas gráficamente por el mundo del cómic underground y impregnadas de sexo, droga, violencia y música rock, eran historietas protagonizadas por Slober, « un loco medio calvo, de larga melena, que vivía aventuras improbables, mezcla de sadismo, inocencia y chulería, paseaba por mundos oníricos y ambientes mágicos y se rodeaba de los mitos y estrellas de la música rock de aquella época (…). Dibujos violentos y paranoicos (…) [y] unos relatos que rebozaban un cierto tono pesimista, llenos de laberintos pasionales, borracheras épicas y personajes procedentes de los bajos fondos de las grandes ciudades en medio del absurdo », (Pablo Dopico, 2005: 349-350). 165 modelos tradicionales de la narración lineal, del principio de verosimilitud y de todos los poderes narrativos (y no) que a este mecanismo retórico e ideológico se le otorgan. Ese homenaje intertextual al cómic sigue y se realiza en el espacio textual fílmico almodovariano en distintos niveles: a) en el plano gráfico, porque cada núcleo narrativo va precedido de una viñeta que, intercalada a la acción y a la diégesis, anuncia de manera condensada y dramatizada la acción siguiente; b) en el plano estructural, porque, haciendo nuestras las palabras de Román Gubern247, la diégesis avanza por una acumulación de microepisodios independientes; c) en el plano estético y del decoro, porque, desde las primeras tomas del dormitorio de Pepi hasta las últimas que se hacen en la casa de los pintores madrileños Costus248 – casa en la que viven Bom y Luci, ese espacio nómada, underground, arrebatado desde el cual Las Costus tejen su nueva escritura pictórico-política, una escritura superficial mediante la cual « la historia de España deja (…) por un momento de ser cita, simulacro, fantasma o Mono, para presentarse simplemente como realidad plana, presente y cotidiana » (Teresa Vilarós, 1998: 265) – nos parece que personajes del cómic cuales Superman, Wonderwoman y los personajes de un cómic underground que Pepi regala a Luci, tomen cuerpo, cotejando, con su vida de papel y de colores chillones, la no menos colorada y evanescente vida de Pepi, Luci y Bom; d) en los personajes, prototípicos del código que parecen « bailar en las viñetas, sus cuerpos siempre en movimiento (…) [dentro de] laberintos pasionales, borracheras épicas (…) en medio del absurdo» (Pablo Dopico, 2005: 349-350). La primera secuencia de la película, la que nos introduce en el dormitorio de Pepi, remata, de hecho, ese homenaje al cómic mediante una toma que, utilizando el primer plano, nos devuelve la imagen de Superman, a la vez que, focalizando la revista Interview (revista del underground neoyorquino de los sesenta, realizada y producida por Andy Warhol, homenaje indirecto a Warhol) ubica la película misma, los personajes y su entorno, dentro de unas coordenadas sociales y referencias culturales underground. 247 Román Gubern, “Las matrices culturales de la obra de Almodóvar, en Almodóvar, el cine como pasión, Actas del Congreso Internacional “Pedro Almodóvar”, 2005: 47. 248 Los pintores Juan Carrero (1955-1989) y Enrique Naya (1953-1989), cuyo pincel emplumado, mediante una escritura pictórico-política underground, rescató, vampirizó, desterritorializó, mística y paródicamente, a la más castiza mitología nacional, a Franco y a los principales protagonistas del momento político de la transición democrática española. 166 A continuación, en la misma escena de la violación de Pepi, Almodóvar pasa, repentina y rizomáticamente, de una intertextualidad mediática postmoderna a una intertextualidad literaria moderna mediante una resignificación paródica de la tradición muy castiza del “Código de Honor”, marca de las obras teatrales del Siglo de Oro, cuando Pepi, amenazada por el policía249, afirma: «Soy virgen, y no quiero perder de momento la honra»250. Pérdida la virginidad y fracasado su negocio de vender favores sexuales, Pepi, como nos sugiere la viñeta que anticipa y dramatiza la acción siguiente, está sedienta de venganza. Esta venganza se realizará en dos tiempos: en un primer tiempo, organizando un atraco al policía mediante la ayuda del grupo punk-rock Los Bomitoni; en un segundo tiempo, fracasado el primer intento de venganza, mediante la amistad con Luci, mujer del policía. Será el primer intento de venganza aquel que nos devuelve una cita intertextual literaria, cita que remite a tradiciones culturales populares muy castizas, mediante una recontextualización paródica de la zarzuela, de los personajes y la iconografía sainetescos en los que resuenan los ecos de los sainetes de Don Ramón de la Cruz251 y las pinturas de Goya. Pepi, de hecho, contrata al grupo de Los Bomitoni para actualizar su venganza contra el policía, servicio que será recompensado con todas sus macetitas de marihuana. Los componentes del grupo de punk-rock liderado por Bom, para llevar a cabo la venganza de Pepi, aparecen en escena disfrazados de majos acompañados por una canción típica de la zarzuela, La verbena de la paloma252. Tanto el disfraz como la canción anticipan y sugieren la acción siguiente, el atraco al policía (en realidad será el gemelo del policía, Juan, el que recibirá la paliza), mientras Pepi observa la escena impregnada de un voyeurismo sádico. Esa recontextualización paródico-grotesca de las tradiciones culturales más populares de España, recontextualización que apunta a una deconstrucción rizomática de las mitologías nacionales, sigue en dos momentos distintos y especulares, aunque asimétricos, de la película. En un primer momento, cuando el deseo de venganza de Pepi se consuma en la amistad con Luci, mujer del policía, que de ama de casa, por amor de Bom, se vuelve groupie de los Bomitoni; en un 249 La posición de la cámara colocada encima de Pepi participa en reproducir en la pantalla el sentimiento de amenaza que Pepi siente cuando se enfrenta al policía. 250 Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films, 1980. 251 Principal y más fecundo autor de sainetes a lo largo del siglo XVIII, Don Ramón de la Cruz introduce en el género el elemento costumbrista y popular, retratando la realidad española bajo el reinado de Carlos III, la vida civil y las costumbres de los españoles en sus aspectos más pintorescos y populares. Sin embargo, De la Cruz, en el intento de provocar la risa en el espectador y movido por una cierta voluntad denunciadora moralizante, capta mediante su escritura cómica, caricaturesca y pictórica tan sólo aquel mundo poblado por majos, majas, petimetres, damiselas, artesanos, vividores, idéntico al mundo que Goya lleva a sus tapices. 252 Escrita en 1894 por Ricardo de la Vega con música de Tomás Bretón. 167 segundo momento, cuando el policía, largado por Luci, se pone en busca de su mujer movido únicamente por un deseo machista de venganza. La amistad entre Pepi y Luci, empezada con unas clases de punto, pretexto para vengarse del policía violador, se transforma enseguida en una amistad a tres cuando el primer encuentro entre Luci y Bom. Y será ese primer encuentro entre la masoquista Luci y la sádica Bom, marcado por la escena estéticamente provocadora y sexualmente transgresora de la meada de Bom, aquel que acompañado musicalmente de un Paso de Semana Santa arremeterá abiertamente contra la religión – vaciada de contenidos trascendentales y utilizada únicamente en su dimensión estética – , otra de las mitologías nacionales que Almodóvar apunta a deconstruir mediante la ironía y la parodia. El empleo de la música religiosa, dentro de una dimensión irónico-paródica, desempeña una función antitética: hace de contrapunto paródico a la transgresión sexual que Luci y Bom, grotesca e irriverentemente, están protagonizando. El intento de venganza del policía ultraconservador, reaccionario, y de extrema derecha253, disgustado por lo que es la “Nueva España” – al comentar la paliza a su hermano gemelo, afirma: «Este país. Con tanta democracia, no sé dónde vamos a llegar»254 – es acompañado musicalmente por un pasodoble, aquella música nacional marcial que, glosando la acción del policía, sugiere un nexo, retórico, hegemónico e ideológico, entre la policía española – atavismo de uno de los poderes fácticos y Appareil d’Etat represor del franquismo – y la producción cultural musical nacional española que, durante la dictadura, se impuso como caja de resonancia y propaganda de la retórica oficial del régimen, y como prótesis estética de su política hegemónica. Será en la casa-taller de Las Costus, espacio rizomático, underground y lugar de encuentro dinámico, emocional, vivencial, artístico, donde la pluma y los “modernos” de Madrid se daban cita, donde Almodóvar superficialmente vuelve, antes de diseminar sentimentalmente el relato, a una intertextualidad mediática underground y lo hace llevando a la superficie fotográfica, pelicular y serial de la pantalla cinematográfica la escritura pictórico-política de Las Costus, esa escritura emplumada255: 253 Deducible de su comportamiento, indumentaria y de leer el periódico reaccionario El Imparcial. Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films, 1980. 255 Solicitando la(s) retórica(s) del olvido, de la desmemoria, de la Ruptura-Reforma Pactada, de acuerdo con Teresa Vilarós, pensamos que la pluma-pincel de Las Costus, restituyendo histórica y rizomáticamente, en la superficie de sus pinturas, los protagonistas de la Historia más reciente de España, «estos personajes que parecen representados en la frontera de lo muerto y de lo vivo, del presente y del pasado (…) a la espera de una resolución» (Id. 265), produjo, paradójicamente, una escritura política en los entresijos textuales de una España en la que, sin enfado, se estaba celebrando nihilísticamente el Mono del Desencanto. 254 168 « en que las referencias a Franco y/o al franquismo quedan literal y visiblemente explicitadas. Y no solamente como anécdota ó nota a pie de página, sino como protagonista principal de su escritura, como objeto y sujeto histórico de peso y presencia propia (...) [ese] espacio fisural desde donde se retraen [los principales protagonistas de la escena política transicional], [cuya] representación visual en el presente cotidiano de la transición [remite subversivamente a] un pasado encriptado » (Teresa Vilarós, 1998: 265). La última cita intertextual dentro de esta estructura cinematográfica que, apelando a Lévy-Strauss, asume la forma distintiva del bricolaje, es decir, se transforma en un dispositivo discursivo y estético que constantemente lleva a cabo un proceso dinámico de recontextualización de objetos (estéticos) para comunicar nuevos significados, es la que introduce la secuencia final de la peli cuando Pepi y Bom, liquidado el asunto Luci, hacen proyectos de futuro. Y lo hace entramando al tejido textual fílmico el territorio sentimental y pasional del bolero. Su conversación, de hecho, viene acompañada musicalmente por el bolero de Monna Bell256 Estaba escrito. Doble es, a nuestro modo de ver, la envergadura de tal cita: si por un lado, efectivamente, indica los planes de futuro de Bom (hacerse cantante de boleros257), por el otro, anuncia ya, epifánicamente, el cambio estético, conceptual y genérico que se va a producir en la obra almodovariana, aquel cambio que marcará el paso de una comedia pop y underground disparatada, desenfadada, chocante, que tan sólo apunta a épater le bourgeois a un melodrama sentimental, universo de sentimientos y pasiones femeninos, en cuyo centro estará la mujer con sus amores, ilusiones, penas, dolores, trabajos, desilusiones y alegrías, que, mediante pasiones paroxísticas, apunta a emocionar el espectador, un espectador activo que construye y actualiza la diégesis mediante su cuerpo y sus afectos. Junto con la intertextualidad, para Umberto Eco, epítome de la respuesta postmoderna a la Modernidad desde el ámbito de la cultura y de la estética, y con el reciclaje de los motivos de una cultura popular ya indiferenciadamente moderna y massmediática, reciclaje que, mediante la técnica del nomadismo estético del collage, la proyecta hacia una glorificación del presente donde las coordenadas topológicas remplazan las coordenadas cronológicas, la obra cinematográfica almodovariana en su fase underground explota el modelo genérico de la comedia – genéro que apunta a provocar la risa en el espectador mediante la acumulación de elementos cómicos y 256 Cantante chilena de boleros, símbolo de la canción popular latinoamericana, llega a España, donde arrasa y triunfa en 1958 en el Festival de Benidorn con la canción La vida es una tómbola. 257 Esta frase parece desdibujar ya el arrebatado personaje de Yolanda Bell, cantante de boleros y protagonista de la tercera película almodovariana Entre Tinieblas (1983). 169 disparatados, y que siempre acaba con un Happy End, un final que confirma las expectativas del espectador – subvirtiendo, sin embargo, sus códigos tradicionales con respecto al fondo y a la forma. En la forma, Pepi es una comedia ex-céntrica que, articulada por una perpendicularidad diegética y alimentada por una inflación de personajes hasta entonces marginales y marginados por la cinematografía comercial dominante, rompe con una narración lineal y progresiva tradicional sin lograr, sin embargo, desvincularse del esquema tradicional de prólogo-nudo-desenlace. El espacio textual fílmico nos remite constantemente a esta ruptura diegética tradicional desde el ámbito de la estética mediante el recurso al cómic (mediante el empleo de las viñetas intercaladas a la diégesis y a la acción que, sustituyendo a los fundidos tradicionales, anticipan y condensan el desarrollo dramático de la película) y desde el ámbito de la diégesis misma mediante los anuncios publicitarios de Pepi. Estos anuncios publicitarios, enmarcados dentro de una dimensión paródica, rematada ésta por el empleo intertextual de la música clásica de Tchaikovsky que hace de contrapunto musical al contenido cuyo intento es la subversión del contenido tradicional del comercial258, nos devuelven una narración en abyme estructurada por múltiples microepisodios independientes. Esto es, una narración dentro de la narración que, además de confirmar la ruptura de una avance lineal de la diégesis, confirma el cine almodovariano como artificio, como representación, como dispositivo discursivo y estético, no mimético sino diegético, que ya no apunta a representar (en el sentido de reproducir) un efecto de verosimilitud sino, por el contrario, que apunta a la deconstrucción de la realidad como proceso unitario mediante la construcción de un espacio imaginario de representación que activa una mirada liberadora que ya no pretende desocultar una única verdad preexistente, sino más bien negar la existencia de una verdad unidimensional en beneficio de la construcción retórica de una verdad plural, ambigua y tallada. Dicho de otra manera, un cine que, en lugar de proporcionar soluciones, ensarta la duda en el espectador respecto del orden existente. 258 Nos referimos a los anuncios de las Bragas Ponte, acompañados de la música de Tchaikovsky, que mediante una juxtaposición intertextual, posible gracias al proceso postmoderno de indiferenciación entre Alta Cultura y Cultura Popular, del spot publicitario – producto comercial de una sociedad massmediática y epítome de una estética postmoderna simbólica que celebra el simulacro en detrimento del referente y de lo real – y de la música clásica – ápice de la tradición musical logocéntrica y parte integrante de la episteme moderna – participan en aquella desterritorialización y reterritorialización paródica y rizomática de los géneros que está en la base de la producción cinematográfica almodovariana. 170 Un espectador activo que, según Jenaro Talens, ya no reacciona: « pasivamente ante los estímulos emotivos y sentimentales del objeto para reconstruir un significado perfectamente inscrito dentro de dicho objeto [sino que es] parte fundamental e integrante del proprio proceso fílmico en cuanto tal (…) y “espacio” no cerrado, socialmente articulado, pero discursivamente desarticulable, que interviniendo activamente frente a lo que transcurre sobre la pantalla construy[e] el sentido del film y [es] construido, como tal sujeto, por ese mismo proceso de producción-construcción de sentido » (Jenaro Talens, 2000: 165). El intento de Pepi de realizar una película sobre la vida y la historia de amistad entre ella, Luci y Bom – tan sincrónica ésta al desarrollo y al avance de la película de Almodóvar que se ensarta en el espectador la duda (visual) de que la película misma se esté haciendo sobre la marcha – además de confirmar la estructura de mise en abyme del primer largometraje comercial almodovariano, remata la idea del cine almodovariano como artificio. Y lo hace mediante una cita autorreferencial que Pepi, alter ego de Almodóvar y personaje a través del cual el director manchego nos informa que la artificialidad constituye uno de los valores de su estética cinematográfica, nos da a la hora de conversar con Luci y Bom sobre el rodaje de su película. Pepi, frente al miedo de actuar y de estar delante de la cámara tal como expresado por Luci cuando dice: « ¿Y quieres que yo actúe también? ... Ahi, no sé si sabré … yo eso no lo he hecho nunca», afirma: «(…) No sólo tenéis que ser vosotras mismas, sino tenéis que representar vuestros propios personajes … y la representación es 259 siempre algo artificial … El cine no tiene nada que ver con la vida, porque en el cine todo es falso » . A esa forma underground, rematada por una imperfección y torpeza técnica y estilística debidas principalmente a la falta de dinero y de los medios, por una libertad creadora que subvierte y deconstruye los patrones y códigos cinematográficos tradicionales, se acompaña un fondo contracultural confirmado, tanto en la estética, por el uso de la intertextualidad, del bricolaje, el reciclaje, del collage, como en los contenidos, por explotar, subvirtiéndolo, el modelo genérico de la comedia. 259 Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón, Madrid, Pepón Corominas por Fígaro Films, 1980. 171 Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, de hecho, se nos ofrece como una comedia que ya no remite a una dimensión ni a unos contenidos y valores costumbristas, sino a una dimensión y unos contenidos lúdicos, divertidos, desenfadados, irreverentes que celebran la frivolidad, la libertad individual, el hedonismo, la filosofía del “todo vale” y del “todo está permitido” bajo el lema sex, drugs, and rock ’n’ roll; y como una comedia equidistante tanto de la americanización de la comedia hollywoodiense como del desencantado universo progre vehiculado por la Nueva Comedia Madrileña, aquella producción cinematográfica costumbrista, legado de la “tercera vía” tardofranquista volcada a analizar y representar los traumas sociales, sexuales y políticos de una generación, la de los treintañeros, que, aun protagonizando la reforma, todavía no lograba liberarse del espíritu de Franco. Película coral, polifónica, antimarginal y sin centro, Pepi conecta enseguida con las distintas tribus estéticas de la(s) Movida(s) y mediante la representación de ese cuerpo emplumado que en la Movida madrileña se gesta y de la cual brota, reivindica el cuerpo, sus emociones, sus afectos y los flujos del deseo en los que se mueve y en los que el Yo, un Yo siempre diferido y diseminado, se encuentra a si mismo. 172 3.4. Laberinto de Pasiones (1982) Continuación de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), de la que es complemento y consecuencia, Laberinto de Pasiones (1982) nos sitúa, desde las primeras imágenes en movimiento, en el entorno rizomático, contracultural y underground del Madrid de los ochenta: una ciudad que, abdicando de la Historia al grito de el futuro ya está aquí260, desde abajo, desde la calle, desde los instintos, celebra rabelaisianamente el tránsito de la dictadura a la ¿democracia?. Son las entrecruzadas y polimórficas miradas sexuales de Sexilia, hija de un bio-ginecólogo especializado en inseminación artificial y fecundación in-vitro, ninfómana y cantante de rock, y Riza Niro, hijo del derrocado emperador de Tirán y homosexual, las que desde la primera secuencia nos introducen en el Rastro, epicentro del fenómeno interdisciplinar e pluridiscursivo de la Movida madrileña. Submundo cultural y doble de aquella “nueva realidad española” que políticamente, desde arriba, se estaba vertebrando, el Rastro es, en el espacio textual fílmico almodovariano, metonimia de un Madrid urbano laberíntico que, perdida la falsa unidad de un centro articulador hegemónico261, celebra los márgenes – culturales, sociales, sexuales y ontológicos – en detrimento de una realidad franquista panóptica de la cruz y de la espada. Es en ese postmoderno y metropolitano laberinto de calles, miradas y pasiones, en el que se celebra un fluir vivencial alimentado por los flujos desterritorializantes del deseo, donde toma cuerpo esta segunda propuesta cinematográfica almodovariana. 260 Radio Futura, “Enamorado de la moda juvenil”, Música Moderna, Madrid, Hispavox, S.A., 1980. Empleamos aquí el término hegemónico apelando a la noción gramsciana de Hegemonía, es decir, aquel dispositivo discursivo que, mediante diferentes maniobras retóricas e ideológicas, « establece pautas morales, sociales e intelectuales en la vida social para difundir su propia “concepción del mundo” en todo el entramado de la sociedad, equiparando así sus propios intereses con los de la sociedad en su conjunto », (Eagleton, T., Ideología. Una introducción, 1997: 153, en Héctor Fouce Rodríguez, 2002: 122). 261 173 Una propuesta cinematográfica underground que se nos presenta en tanto que espacio textual fílmico emplumado, arrebatado, subversivamente entramado por paroxísticos intercambios de sexo, drogas y semen que constantemente anulan los contornos fijos y preestablecidos de un sujeto presente y sustancial; y alimentado por unos flujos que, si por un lado, participan en la construcción del individuo en términos de devenir262, por el otro, sumergen al mismo individuo en una realidad que « si presenta con caratteri più molli e fluidi, in cui l’esperienza può acquistare i tratti dell’oscillazione, dello spaesamento, del gioco » (Gianni Vattimo, 2000: 83). Comedia disparatada, divertita, ex-céntrica, cuya presencia queda diferida à perte de vue por el ritmo frenético de unos planos fragmentariamente acompañados de una música rock en su vertiente punk y glam, Laberinto de Pasiones sublima, paroxísticamente, la búsqueda del placer y exalta, hiperbólicamente, el cosumo de drogas y alcohol en un universo simbólico que, falto ya de referentes fundacionales trascendentes, reivindica la inmanencia del cuerpo y de sus pasiones. Manifiesto cinematográfico, vivencial y emocional, de aquellas tribus urbanas y estéticas que, en un warholiano momento de frivolidad, desde el territorio del sonido, de los ritmos, de las imágenes en movimiento fraguaron distintas y plurales escuelas de calor263, Laberinto de Pasiones, en su doble dimensión documental y testimonial, subsume al espectador en la realidad delirante, eufórica y pasota del Madrid democrático a la vez que le ensarta la duda, (¿verdad o ficción?) en lugar de darle soluciones con respecto del orden existente, mediante una diégesis hiperreal que, explotando el “espejo cóncavo” valleinclanesco, juega con las nociones de artificio, de representación, de simulacro, difuminando las ya borrosas fronteras entre realidad y ficción, vida y arte. Perdido, diseminado entre l’oscillazione y lo spaesamento264, el espectador (almodovariano), con [su] alma en [su] cuerpo y [su] libre albedrío, al igual que el desocupado lector cervantino, puede « decir de la historia todo aquello que [le] pareciere, sin temor que [le] calumnien por el mal ni [le] premien por el bien que dijer[e] della» (Miguel de Cervantes, 1998: 79-80). 262 Lo que confirma el giro ontológico postmetafísico que, mediante un proceso de An-denken (rememoración) oposicional al moderno olvido del ser, postula el ser como Événement en detrimento del metafísico, sustancial y presente Sujeto racional cartesiano. 263 Empleamos aquí el título de la canción de los Radio Futura “Escuela de Calor” en La Ley del desierto, La Ley del mar, 1984, como metáfora de todas aquellas formaciones discursivas y estéticas que se fraguaron durante la Movida madrileña en términos de nuevos dispositivos de pensamiento que, volviendo al cuerpo, a sus pasiones, sus afectos y sus emociones, intentaron liberar la reflexión del sometimiento a la episteme moderna y tejer una nueva écriture desde el territorio de los instintos para utilizar la razón de manera distinta. 264 Empleamos aquí los términos oscillazione y spaesamento tal como Gianni Vattimo los emplea en “L’arte dell’oscillazione” en La società trasparente, 2000, para describir las nociones de shock benjaminiano y stoss hedeggeriano. Ambas nociones remiten a la experiencia de la obra de arte en la época de la reproducibilidad técnica . Esto es, época en la que, en términos benjaminianos, se lleva a cabo un proceso de indiferenciación entre el “metafísico” valor de uso y el “alienado valor de cambio”; y, en términos heideggerianos, época en la que, la obra de arte, perdido el domino absoluto de lo dado y huella de la no presencia, se constituye en tanto que nueva apertura ontológico-epocal del ser y en tanto que un nuevo espacio donde la verdad se hace presente como Lichtung, como desocultamiento. Para Heidegger, en efecto, la obra de arte es «la puesta en obra, el acontecer de la verdad que abre un mundo y lo mantiene sobre el fondo oscuro del que surge », (Ramón Rodríguez García, 1994: 199). 174 Subjetividad débil en un universo plural de la différance265 donde la emancipación ya no se alcanza de manera, universalizante y totalizante, por medio del Logos, sino por medio de la pluralización de los puntos de vista y la erosión del “principio de realidad”, el espectador (almodovariano) vive la experiencia ética-estética que le proporciona la obra almodovariana de manera problemática, es decir, como «oscillazione continua tra appartenenza e spaesamento» (Gianni Vattimo, 2000: 19). Es precisamente ese spaesamento del espectador, legado de la nociones benjaminiana de Shock266 y heideggeriana de Stoss267, lo que transforma la experiencia estética en la Postmodernidad en una experiencia de doble extrañamiento, epistémico y hermenéutico. Esto es, una experiencia que, al desplazar el Wesen (esencia) de la obra de arte hacia su Wirkung (recepción), invalida su Geborgenheit (la conciliación entre su esencia y su existencia) a la vez que postula la obra de arte no ya como lugar de catarsis y de belleza, sino al revés como lugar desde donde se actualiza una nueva Auf-stellung (exposición) del mundo y una nueva Her-stellung (producción) de la tierra. Es más, para Gianni Vattimo, en un mundo, el postmoderno, en el que se procesa el tránsito – no ya actualizado fenomenológicamente por medio de superaciones críticas y dialécticas, sino por una Verwindung268 – del dominio racional y hegemónico de la naturaleza, por medio de la ciencia y de la técnica269, a la construcción de la realidad como imagen: 265 En términos derridianos, la noción de différance, noción que remite a la negación de cualquier proyecto racional centralizador, es la que actualiza la transformación del principio de la “différence” de principio organizador, taxonómico, clasificador y, por lo tanto racional, en principio subversivo y desestabilizador que participa en la eclosión de múltiples Weltanschauungen. 266 Walter Benjamin emplea la noción de Shock, legado de la poética vanguardista dadaísta, para describir la experiencia cinematográfica en un mundo donde la reproducibilidad técnica ha remplazado ya el unicum de la obra de arte negando su valor aurático y cultual. La experiencia cinematográfica es, para Benjamin, una experiencia estética que provoca en el espectador un Efecto de Shock porque el film, en tanto que flujo continuo de imágenes en movimiento, en lugar de confirmar sus expectativas epistémicas y hermenéuticas, le llega como múltiples proyéctiles que le obligan a formatear constante y repentinamente su visión y su percepción, una visión y una percepción no estáticas sino ensartadas dentro de un proceso dinámico. 267 Legado de la noción heideggeriana de angustia, es decir, aquel estado emotivo del ser frente a su condición de esserci, de essere-gettato nel mondo, en un mundo insignificante y gratuito. Heidegger emplea la noción de Stoss para describir la obra de arte como puesta en obra de la verdad, como nueva apertura ontológico-epocal del ser que ya no remite miméticamente a un sistema de significados preestablecidos sino que, a raíz de su función fundacional, « non si inserisce semplicemente all’interno del mondo com’è, ma pretende di gettare su di esso una nuova luce». Para Heidegger, la fundación y el desfondamiento son los dos elementos constitutivos de la obra de arte, es decir: « l’esposizione (Auf-stellung) del mondo y la pro-duzione (Her-stellung) de la terra. Il mondo esposto dall’opera è il sistema di significati che essa inaugura; la terra è pro-dotta dall’opera in quanto messa in avanti, mostrata come il fondo oscuro, mai totalmente consumabile in enunciazioni esplicite, su cui il mondo dell’opera si radica », (Gianni Vattimo, 2000: 70 y 74). 268 En términos heideggerianos, aquel « atteggiamento nei confronti del moderno che è allo stesso tempo “trasmutante” e interpretante », (Gaetano Chiurazzi, 1999: 156). Heidegger emplea la noción de Verwindung en su doble sentido de transmisión e infidelidad con respecto al original, esto es, como traición y distorsión del original. 269 El dominio del Ge-Stell (la esencia de la técnica moderna) que, para Heidegger, reduciendo el ser al ente, representa el punto álgido del metafísico olvido del ser endémico a la Modernidad. 175 « Lo shock caratteristico delle nuove forme d’arte della riproducibilità è il solo modo in cui si realizza di fatto, nel nostro mondo, lo Stoss di cui parla Heidegger, l’essenziale oscillazione e spaesamento che costituisce l’esperienza dell’arte (…). Lo Shock-Stoss è il Wesen, l’essenza, dell’arte (…) è cioè il modo in cui si dà a noi, nella tarda modernità, l’esperienza estetica; ed è anche, ciò che ci appare essenziale per l’arte, cioè il suo accadere come nesso di fondazione e sfondamento, nella forma dell’oscillazione e spaesamento … » (Gianni Vattimo, 2000: 76-81). Tanto la obra cinematográfica almodovariana como el espectador de sus textos fílmicos, esos artefactos de sentido(s) que desvelan lo que la realidad constantemente lapsa y reprime, quedan imbricados en y definidos por este doble proceso de Shock-Stoss, ese doble proceso fundacional y deconstructivo que está en la base de la producción artística postmoderna, es decir, una producción que ya no se centra en la obra de arte como monumentum aere perennis sino en la experiencia estética y en la recepción: esos dos momentos estéticos productivos de distintos y múltiples sentidos inmanentes que fundan un mundo plural, caótico, fluido que, falto ya de un centro articulador y monopolizador, permite la comunicación entre distintas racionalidades periféricas. Unas racionalidades periféricas que, para Gianni Vattimo, son aquellas: « razionalità “locali” – etniche, sessuali, religiose, culturali o estetiche – che prendono la parola, finalmente non più tacitate e represse dall’idea che ci sia una sola forma di umanità vera da realizzare a scapito di tutte le peculiarità, di tutte le individualità limitate, effimere, contingenti, [y en las que] si fa strada un ideale di emancipazione che non fa appello all’unità ma alla moltiplicazione, alle differenze,non alla stabilità ma all’oscillazione, fluidificazione (… ) che ha a la propria base la pluralità, e in definitiva l’erosione dello stesso “principio di realtà” » (Id. 15-17). El espacio textual fílmico almodovariano se despliega bajo la consigna postmoderna del ShockStoss benjaminiano-hedeggeriano, en primer lugar, mediante una estética que, comprometida con la warholiana mercantilización del arte y con una intertextualidad mediática underground, recurre al cómic para comunicar visual y sintéticamente el contenido narrativo; y, en segundo lugar, mediante una diégesis que, aun cuando se inspira en la realidad, no remite a ella miméticamente sino la supera mediante una Verwindung que apunta a desvelar su cara oculta, lo lapsado, lo reprimido, para fundar una nueva visión del mundo articulada por múltiples, plurales y diferentes Weltanschauungen. Tanto la estética como la diégesis apuntan a un mismo objeto: chocar, extrañar al espectador, que problemáticamente, oscila entre l’appartenenza y lo spaesamento, mediante la deconstrucción paródico-grotesca de la Norma (cultural, social, sexual y estética) y la desmitificación esperpéntica 176 de aquello valores indiscutibles, generalmente aceptados y transmitidos, que están en la base y perpetúan hegemónicamente el sistema patriarcal capitalista burgués establecido. La estética almodovariana, en la que resuenan los ecos de los postulados vanguardistas dadaístas270, del Pop Art271, de la serialidad underground warholiana272, recurre, en su primera fase underground, al cómic para romper la tradicional linealidad y progresión diegética, y, a la vez, para devolvernos una imagen narrativa fragmentada y fragmentaria que ya no apunta al status de obra de arte sino más bien a producir en el receptor un cierto “trauma emotivo” (stoss) mediante la representación de una realidad, que perdido su referente único, es superficial, fotográfica, pelicular. El cómic, uno de los más explotados medios de comunicación de masa, remite al empleo de unas imágenes que, reproducidas tipográficamente por la tecnología industrial, marcan, por un lado, el paso del unicum a la serialidad procesando la pérdida del aura de la obra de arte en beneficio de su valor expositivo y simbólico; y testimonian, por el otro, la mercantilización de la obra de arte que, no ya destinada a una contemplación estática, elitista, hermenéuticamente pasiva sino a un consumo de masa, se transforma en mercancía. Al postular una recepción colectiva, simultánea y hermenéuticamente activa y al introducir el arte en la cotidianidad mediante un proceso de indiferenciación entre Alta Cultura y Cultura popular, tanto el cómic como las demás variantes discursivas y estéticas de una cultura marginal y underground deniegan el precepto hegeliano de relegar el arte a ser el domingo de la vida. 270 Movimiento literario y artístico deliberadamente antiestético puesto en marcha, desde el Cabaret Voltaire de Zurich, el 5 de febrero de 1916 por Tristan Tzara, poeta rumano, Hugo Ball, dramaturgo alemán y discípulo de Nietzsche, Emmy Hennings, cantante alemana, Hans Arp, artista alsaciano, Marcel Janco, pintor rumano, y Richard Huelsenbeck, poeta alemán. Movimiento antiburgués, nihilista e iconoclasta, el dadaísmo se proponía la deconstrucción del sistema establecido mediante incursiones desmitificadoras en el territorio del arte, reducido éste a objeto de escándalo, y de la política, cuyo único intento era aquel de chocar, épater le bourgeois. Para Greil Marcus, « Balayant toutes les vestiges de l’esthétique, de la philosophie, de l’éthique, dada devint peut-être ce qu’il avait tjs voulu être : une simple voix, un son… », (Greil Marcus, 1998 : 267). 271 Movimiento artístico y estético que nace y desarrolla en Estados Unidos durante la conflictiva década de los sesenta. Sus postulados principales eran la desacralización de la obra de arte llevada a cabo mediante un doble proceso de banalización/decontextualización de la obra de arte y de transformación de los objetos de consumo, de la cotidianidad, de las mercancías en obra de arte. Su principal exponente fue Duchamp quien, con la estética del ready-made, procesa el tránsito de la noción moderna de arte (basada esencialmente en las ideas de nuevo, unicum, original, trascendencia aurática) a la noción postmoderna (basada esencialmente en las nociones de reproducibilidad, cambio, mercancía y cotidianidad). El ready-made, producto de la transformación de objetos comunes, antiestéticos, de uso cotidiano, en obras de arte, « si muove infatti in un rapporto estremamente ironico con l’estetica del nuovo: se il nuovo, l’originale artistico, pretende sottrarsi alla riproduzione e allo scambio (…) il ready-made è un oggetto qualsiasi, rintracciabile sul mercato in migliaia di copie – che quindi non è affatto “nuovo”, ma già preso all’origine nella catena della riproducibilità tecnica e del mercato – e che diventa, con un gesto sovversivo e spaesante, “oggetto d’arte” », (Gaetano Chiurazzi, 1999: 37). 272 Junto con Duchamp, Andy Warhol rompe con el mito de la novedad, con el culto metafísico al unicum propios de la Modernidad y pone fin a las utopías de las vanguardias artísticas (basadas en una tensión estética hacia el nuevo cuyo fin era la anticipación del futuro y la ruptura con el pasado y la tradición) mediante las Serigrafías, reproducción en serie de la misma imagen, que, si por un lado, postulan la pérdida de un referente único, fundacional y jerárquico reduciendo la realidad a un simulacro, por el otro, testimonian el proceso de banalización y masificación que cualquier producto sufre una vez prendido dentro de un ciclo de producción, distribución y cambio. 177 La diégesis, explotando, en Laberinto de Pasiones, el modelo paradigmático genérico de la comedia y a la vez subvirtiendo sus patrones tradicionales mediante una perpendicularidad narrativa que sólo superficialmente rompe el hilo de la narración y una inflación de personajes ex-céntricos, fluidos, confrontados a profundos conflictos ontológicos, sexuales y genéricos, nos presenta un mundo alternativo, rizomático, arrebatado: ese Madrid emplumado donde continuamente se transgrede el arborescente orden de lo real-convencional, sus convenciones sociales y sus leyes morales, mediante una exaltación lúdica y jocosa de las drogas y del alcohol y una sublimación carnavalesca y desenfadada de una sexualidad polivalente y polimórfica. Desde las primeras secuencias de la película – secuencias que nos hunden en un espacio urbano absurdo y delirante, lugar periférico y marginal donde toman cuerpo los deseos y las pasiones más básicos en un clima de desenfrenada libertad erótica – son una vez más el sexo, la droga y el rock ’n’roll los elementos articuladores de un espacio textual fílmico que tan sólo apunta a spaesare al espectador mediante una transgresión corrosiva y grosera del orden establecido y de la Norma, aquel emperador273 para quien « Uno es uno y siempre uno (…). Y no hay dos » y quien, en búsqueda del uno, « H[a] degollado más de cuarenta muchachos que no lo quisieron decir » (Federico García Lorca, 1991: 138). Es ese triángulo contracultural aquel que desde la calle – lugar de reterritorialización/ corporeización de la realidad, individualización ontológica y destape artístico – participa en la construcción de unas individualidades nómadas atrapadas dentro de una multiplicidad y reversibilidad ontológica, sexual, genérica, en un momento en el que, consolidado el proceso democrático, todos se pueden amar libremente sin tener que avergonzarse de nada274. Una reversibilidad ontológica, sexual y genérica que tan sólo en el caso de Sexi y Riza se resuelve, por medio del amor, un amor verdadero que es a la vez remedio y refugio a los traumas infantiles, en el encuentro (casual) con el Otro, aquel encuentro casual y feliz que, en términos spinozianos y dentro del marco de su ontología práctica275 (alegre), acontece entre dos cuerpos juntos para, por un 273 En El público, metáfora lorquiana de las convenciones sociales, sexuales y genéricas basadas en y articuladas por la estricta y castrante moral católica, y símbolo del poder hegemónico apolíneo establecido antitético a las dionisíacas y polimórficas leyes del deseo basadas en los instintos y en los afectos del cuerpo. 274 Paráfrasis de un diálogo de Patty Diphusa, en Pedro Almodóvar, 2005: 46. 275 La ontología spinoziana es una ontología que, por medio del gozo (lo que pone la ética en movimiento), deja de ser especulativa y se convierte en práctica. Es una ontología en la que el ser se presenta como pura espontaneidad, como causa sui, como emanación creativa, afirmativa y positiva, y no ya como, en términos hegelianos, determinación negativa a priori. 178 lado, componer una nueva relación que confirma la producibilidad y productividad afirmativas del ser desde abajo, desde la esfera corporal, y para, por el otro, aumentar el poder (ontológico) de actuar, un poder alimentado por el gozo276 y la alegría277, y por el que se expresa la plenitud del ser. En el marco de la ética práctica spinoziana, una ética puesta en movimiento por el gozo y articulada más bien por una física de los cuerpos que por una lógica del pensamiento, son estos encuentros casuales los que confirman el ser, no ya como « unidad fija con una estructura interna estable o estática » (Michael Hardt, 2004: 182), sino como relación dinámica productiva que se realiza dentro de un horizonte de afectividad, y que lo transforman espontánea y afectivamente en un autómata corporal y/o en una fábrica de relaciones necesariamente felices278. Al ser una película, pues, en la que el orden de las pasiones es el orden de los fortuitus occursus (de los encuentros casuales), podemos llegar a decir que en ella se reproduce, se representa, el encontrarse279 (Befindlichkeit) heideggeriano, esto es, aquella fundamental forma de apertura al mundo por encima del conocimiento que confirma la “facticidad” (la condición afectiva) del Dasein (la existencia humana) y afirma la disposición anímica280 del nuestro encontrarnos, en tanto que seres arrojados, en el mundo. El sexo, la droga y el rock son, por lo tanto, los elementos que además de articular el argumento de la película, medir el compás de la acción, tejer los hilos de la narración, definen unos personajes, aquellos antihéroes de la Movida madrileña, que, viviendo al margen de las instituciones tradicionales de la España franquista – el Estado, la Iglesia y la Familia –, se constituyen en tanto que Cuerpos sin Órganos en búsqueda de su centro mediante el deseo. 276 En términos spinozianos, la experiencia del gozo es el momento álgido de la constitución activa y afirmativa del ser, es aquella « chispa que pone en movimiento la progresión ética [del ser] », (Michael Hardt, 2004: 192). 277 En términos spinozianos, la alegría es « la afirmación del ser en el momento de su constitución práctica », (Id. 189). 278 Por relaciones necesariamente felices Spinoza entiende unas relaciones compatibles que, al favorecer las pasiones alegres y evitar las pasiones tristes, transforman los cuerpos en movimiento en cuerpos infundidos de deseo y confirman al ser en tanto que producto en movimiento, en devenir, de relaciones componibles que, si por un lado, « garantiza[n] la compatibilidad y la oportunidad de componer una nueva relación mediante la cual aumentará nuestro poder » (Michael Hardt, 2004: 189), es decir, la creación de una nueva relación (más poderosa) y un cuerpo nuevo (más poderoso), por el otro, impiden ya concebir el ser en tanto que entidad prefabricada, ideal, constituida a priori. 279 « Lo que el encontrarse “abre” es ante todo el puro hecho de existir, lo que Heidegger llama la “facticidad” », (Ramón Rodríguez García,1994: 106). 280 « Las disposiciones anímicas, lejos de ser ciegas, tienen un esencial carácter informativo: nos colocan ante nuestra propia situación de seres que tienen que ser en el mundo y nos dicen cómo “lo llevamos” (…). Los estados de ánimo (…) ontológicamente tiene[n] una función clave: “abrirnos” nuestro propio ser, darnos a entender nuestra situación original », (Id. 1994: 106). Para Heidegger, el estado de ánimo « es la forma de ser original del Dasein en que este es “abierto” para sí mismo antes de todo conocer y querer y muy por encima del alcance de lo que éstos son capaces de “abrir” », (Martin Heidegger, en Ramón Rodríguez García, 1994: 107). 179 Arrastradas, en la fugacidad de un presente dilatado al infinito, por un fluir vivencial físico y corporal, en el que el ser queda desestabilizado a la vez que encuentra su equilibrio en el devenir, estas subjetividades metropolitanas débiles quedan definidas por múltiples identidades inmanentes, producto contingente de un proceso activo de formación del sujeto, cuyo Grund es el cuerpo y cuyo Télos es la realización de unos deseos que se sitúan fuera del paradigma cultural dominante, procesan el Gender y deconstruyen el binarismo sexual heterocéntrico hegemónico. Las alternativas y entrecruzadas tomas de las miradas de Sexi y Riza en la primera secuencia de la película, además de establecer al hombre como objeto pasivo de una mirada sexual activa polimórfica, tanto femenina como masculina, que pone en tela de juicio el mito de la supremacía masculina y deconstruye las hegemónicas relaciones sexuales de poder hombre-mujer, postulan un polimorfismo/nomadismo sexual que a la vez difumina las fronteras sexuales binarias (positivas), se opone a la lógica hegemónica del Uno y confirma la noción de identidad en términos de inestabilidad, fluidez y oscilación ontológica. Encarnación de la debilidad y de lo spaesamento postmodernos, la ninfómana Sexi – mujer sedienta de todo tipo de experiencia281, doble fílmico y evolutivo de Pepi, símbolo de una mujer autónoma e independiente, apasioanda y amoral que se mueve con absoluta libertad en un universo donde el único valor relevante es la realización de los deseos y que mediante el sexo ejerce un poder absoluto sobre los hombres282 – y el homosexual Riza – hijo del derrocado emperador de Tirán más enganchado a la cosmética, a los ligues y a la juerga nocturna que interesado por la política –, frente a un pasado traumático, fuente para ambos de sus orientaciones y furores sexuales, huyen de él, de su identidad y a través del placer, del deseo y del cuerpo se construyen otra identidad, distinta, cuya presencia queda constantemente dislocada por un devenir infinito e inmanente. Símbolo y epítome de una polidisponibilidad sexual que constantemente arremete contra lo realconvencional y sus normas, Sexi y Riza, abandonados y rechazados por sus respectivas familias, se lanzan a unas aventuras azarosas en un universo en el que el cuerpo es lo único que cuenta y en el que las únicas consignas son la transgresión de las leyes y de las convenciones sociales, la exaltación del consumo de drogas y alcohol, la sublimación de la identidad en el goce y en unas pasiones sexuales heterodoxas y transgresoras. 281 Descripción de Addy Possa, una de las insignificantes y monstruosas amigas de Patty a través de las cuales es posible enterarse de muchas cosas al pasar ellas todas las noches en la calle, (en Pedro Almodóvar, 2005: 21). 282 Primer diálogo entre Sexi y Susana Díaz, su psicóloga: Sexi: « Ayer estuve en el Rastro…no me se lió nada mal… », Susana: « ¿Compraste algo? », Sexi: « No, encontré a unos chicos y me los llevé a casa gratis…todavía no tengo que pagar por eso… », Susana: « ¿Insinúas que te acostaste con ellos? », Sexi:« ¡Claro! », Susana: « ¿Y cuántos eran? », Sexi:« Pues, ocho, diez, no los conté… », Susana: « ¿Y las chicas? », Sexi: « Yo, nunca invito a chicas a mis fiestas porque me basto sola… », Susana: « Sexi, ¡Pero eso quiere decir que tú eres… », Sexi:« Ninfómana…desde niña… », en Pedro Almodóvar, Laberinto de Pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. 180 Personajes que viven al límite de sus emociones en un Madrid urbano, abstracto, absurdo, al límite del ensueño, espacio sensual y vibrante, Sexi y Riza, al margen de unas familias disfuncionales ambas obsesionadas por la reproducción283, emprenden un desacralizador camino de perfección284 y de construcción ontológica que pasa por el encuentro (casual) con el Otro y se realiza por medio del amor; un amor que será para ambos fuente de perfección, de “redención”, tras quince años de peregrinaciones y peripecias sexuales. La “anagnórisis” ontológica y sexual de ambos, al final de una película que, atraviéndose a competir con Heliodoro (Miguel de Cervantes, 1982: 65), queda enmarcada paródicamente dentro de las convenciones narrativas y retóricas de la novela bizantina285 se realiza en el encuentro (casual) con el Otro. Es decir, un encuentro – en realidad, es un re-encuentro reprimido, lapsado, eclipsado por la luz del abrasador sol de España – que, además de confirmar la productividad y la producibilidad del ser por medio de relaciones componibles alegres, es decir, unas relaciones que al engendrar pasiones alegres afectan creativa y afirmativamente la estructura de un ser dinámico, en devenir, móvil, aumentando su poder (ontológico) de actuar, confirma la tesis spinoziana de los poderes del ser. La spinoziana es, de hecho, una tesis que postula la plenitud dinámica, creativa, afirmativa del ser en virtud del doble poder de afectar (producción) y de ser afectado (sensibilidad), donde « el poder de ser afectado, que corresponde al poder de existir, se colma por completo con afecciones activas y pasivas » (Michael Hardt, 2004: 151-152). Es decir, se nos ofrece como una tesis ontológica práctica que postula la existencia como acción y afección, como producción y sensibilidad al tiempo que postula al ser en tanto que estructura híbrida, en movimiento, en devenir y por venir, que se produce, activa y eficientemente, a medida que experimenta una práctica gozosa y alegre. 283 Desde las primeras secuencias, el espectador queda informado sobre la personalidad del Doctor de la Peña, bioginecólogo que « logra por primera vez la reproducción asexuada de seis periquitos genéticamente idénticos…estamos a un paso de la reproducción de mamíferos en serie … ». Con respecto al Emperador de Tirán, es el mismo Doctor de la Peña quien, mediante un flash-back, nos informa sobre el proyecto de reproducción del Emperador, a raíz de las teorías del padre de Sexi, cuando afirma: « Tenía una idea … quería tener muchos hijos … quería que media nación llevara su sangre … », en Pedro Almodóvar, Laberinto de Pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. 284 Nos parece que Almodóvar recurra, de manera desacralizadora y cáustica, al metafísico-místico camino de perfección (ontológica), distorsionándolo paródicamente. Esto es, aquel camino espiritual por el que el alma, contemplando plenamente a Dios, logra el último estado de perfección: la unión amorosa con Dios; aquella unión transformadora entre el ser y el no-ser (la eternidad), unión que se realiza, más allá del tiempo y del espacio, en una interioridad que, en términos agustinianos, se presenta como Interior Intimo Meo. Al vaciarlo de sus contenidos y fondos metafísico-trascendentales, Almodóvar transforma, subversiva y corrosivamente, ese camino de amor a lo divino (San Juan de la Cruz) en una búsqueda inmanente y sexual que se realiza por medio del cuerpo, sus instintos, afectos y pasiones, y que se actualiza por medio del encuentro extático con el otro, aquella unión trasformante de amor que redimirá la ninfómana Sexi y el homosexual Riza de sus “furores” sexuales. 285 Novela en la que personajes de distinto origen, status social, se encuentran por casualidad, entrecruzando sus vidas e historias, determinando así el argumento. 181 Al ser hegeliano, un ser per accidens meramente pensado, y por lo tanto puro y vacío, Spinoza opone un ser abierto y en devenir que se constituye en tanto que causa sui por medio de la práctica de la alegría, aquella única práctica que permite « la construcción de combinaciones ontológicas y, por lo tanto, la constitución activa del ser » (Id. 223). Una constitución activa del ser que confirma al individuo como agente corporal y deseoso, cuya componibilidad, productividad y producibilidad (ontológica) está basada en la afectividad286, en la sensibilidad, en la sensación. La fluidez e inestabilidad identitaria de la que hablamos antes, fuente de legitimación de un polimorfismo sexual y genérico que desautoriza las consignas del hegemónico discurso falogocéntrico, viene confirmada, dentro del espacio textual fílmico, desde el ámbito estético y musical. Son el ritmo frenético de los planos y el contenido hedonista, nihilista y warholiano de la canción La Gran Ganga los dos elementos que confirman nuestra lectura. El ritmo frenético de los planos, dentro de una dimensión pop lesteriana que, rápida y febrilmente, capta y reproduce la instantaneidad y la fugacidad del presente, epítome de una imagen fílmica superficial, frontal y proliferante que ya no apunta a la reproducción de una realidad mimética sino más bien a la construcción de una realidad diegética, parece, de hecho, reproducir, desde la fragmentación serial de la pantalla, la inestabilidad de un fluir existencial y la fugacidad de un presente en los que el ser se constituye en términos de événement. Un ser, pues, que, apelando a Deleuze y a su lectura de la ontología práctica de Spinoza, ya no queda determinado por una doble negación ontológica287 que lo reduce a una fijeza trascendental arraigada en el tiempo cuya causa es per accidens288, sino más bien por un devenir ontológico positivo, inmanente y superficial arraigado en el espacio y en el devenir que postula el ser en términos de causa per se, es decir, postula el ser en tanto que causa material y eficiente de sí mismo que se produce y se actualiza, en la praxis, por medio de las interacciones superficiales de los cuerpos; un ser cuyo « acto continuo de autoproducción conlleva todas las determinaciones reales del mundo » (Michael Hardt, 2004: 144) solicitando la dialéctica hegeliana, una dialéctica 286 Empleamos aquí la noción de afectividad en términos nietzscheanos, es decir, para definir « la receptividad de un cuerpo, no como una pasividad, sino como una “afectividad”, una sensibilidad, una sensación », (Gilles Deleuze, Nietzsche y la filosofía, 1998: 62, en Michael Hardt, 2004: 122-123). 287 En términos hegelianos, el ser queda determinado, pasiva y negativamente, por todo lo que no es, esto es, la nada. Hegel es quien, en su Fenomenología del Espíritu, postula una doble negación ontológica como fundamento del ser. Una negación que es a la vez pasiva – resultado de la submisión de la nada – y activa – resultado de un movimiento negativo de determinación que niega la diferencia, la diferencia como exterioridad absoluta. 288 La dialéctica negativa hegeliana, alimentada por una dinámica en la que la causa es siempre y absolutamente exterior a su efecto, postula el ser como causa per accidens, es decir, como exterioridad subsistente, es decir, ni necesario ni sustancial. 182 articulada por una doble determinación negativa en aplicación del principio omnis determinatio est negatio. Rechazando toda interpretación metafísica del ser, negando toda subordinación al pensamiento como forma suprema del ser, postulando el gozo como valeur ajoutée del pensamiento, Deleuze concibe el ser en términos de evento que se produce en las relaciones de fuerzas materiales mediante el cuerpo en tanto que campo de inmanencia del deseo. Haciendo nuestras las palabras de Michael Hardt, al movimiento negativo de determinación, Deleuze opone el movimiento positivo de diferenciación; a la unidad dialéctica de lo Uno y de lo Múltiple, le opone la irreductible multiplicidad del devenir (Id. 23). Para Deleuze, el ser ya no queda determinado a priori por una dialéctica negativa que subsume la diferencia, la oposición, entre el ser y la nada, oposición que está en su esencia misma y que lo fija en el tiempo mediante un « contraste estático basado en la finitud de las cualidades y un conflicto dinámico basado en el antagonismo de las diferencias » (Gilles Deleuze, en Michael Hardt, 2004: 38). Al contrario, se realiza, indeterminada y sustancialmente, en un devenir positivo como evento mediante la différence: una diferencia eficiente que fundamenta activamente el ser, su necesidad y su sustancialidad, y le transforma en causa sui en un proceso dinámico de emanación positiva y creativa que le libera de la idealidad negativa hegeliana. La letra prosaica de La Gran Ganga289, canción intradiegética que participa de la acción glosándola al tiempo que conduce emocionalmente al espectador dentro del submundo contracultural del Madrid de los ochenta, recontextualizando y resignificando, mediante la ironía y la parodia, las tópicas dudas existenciales – ¿Quién soy yo?, ¿Adónde voy?, ¿De dónde vengo? –, reproduce la inestabilidad, la no determinación, la debilidad ontológica de unos personajes que quedan atrapados dentro de un mundo frívolo e intrascendente donde los valores supremos son el sexo, la diversión, el placer y el juego290; y al tiempo, sublima una búsqueda ontológica que ya no se realiza por medio de la razón, en una dimensión trascendental y metafísica, sino más bien por medio del cuerpo en el campo de inmanencia del deseo. 289 Canción compuesta por el mismo Almodóvar, cronista y protagonista privilegiado de las noches madrileñas de la Movida, y cantada en Laberinto de Pasiones por el grupo rock Ellos, símbolo de aquellas tribus urbanas que, durante la Movida, ya no recurren a la música para transmitir mensajes de contenido político sino explotan el territorio polisémico del punk-rock para producir nuevos sentidos y crear nuevos espacios de libertad mediante el placer y el juego. 290 Como botón de muestra, una de las estrofas más significativas de la canción: « Vivo en continua/temporada de rebajas/sexo, lujo y paranoia/Ese ha sido mi destino/¿Quién soy yo?/y ¿Adónde voy?/¿Quién es él?/ y ¿Adónde va?/¿De dónde vengo?/¿Qué planes tengo?/Mi vida es puro vicio,/ y esto me saca de quicio,/ y así voy y vengo/ y por el camino/me entretengo/Lo que no da morbo/tú sabes bien/es un estorbo », en Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. 183 Las letras de esta canción, canción que reaparecerá en otras partes de la película bien anticipando y glosando la acción (el episodio del tintorero), bien como música de fondo (títulos de crédito finales), resuenan diegéticamente en las palabras de Fabio, estrella de una fotonovela porno sadomasoquista y primer compañero homosexual de Riza, cuando al comienzo de la película, hablando con Alaska en la terraza del mítico bar de reunión de la Movida en el Rastro, La Bobia, afirma: « Sin dinero, no coche, no chica, no tate, no vicio, no rimmel … ¡Estoy histérica! ... Voy a esnifar un poquito de esmalte … ¡Ah! ¡Qué overdose! ... ¡Qué síndrome! ... Alcohol por un tubo! ... ¡Qué overdose!»; e, intentando ligar con Riza recién llegado a Madrid, con un lipstick, le pone una nota que dice: «Sí, me gustaría hacerte pheliz (taylor) exta 291 tarde» . Si Fabio, con su talante ambiguo y afeminado, remata esa fluidez e inestabilidad identitaria mediante la solicitación paródica de un binarismo sexual (positivo)292 y la deconstrucción del Gender293, es el personaje de Queti el que postula la identidad en términos de multiplicidad y reversibilidad. Abandonada de su madre Remedios, quien se fuga del hogar familiar con un cliente de la tintorería, víctima de los impulsos sexuales de su padre quien, al confundirla voluntaria y perversamente, con su madre, la viola un día sí y otro no, fan de Sexi, Queti tan sólo sueña con abandonar su vida anodina e incestuosa y transformarse en un doble de Sexi. Acusada de esquizofrénica y de viciosilla294 por un padre impotente que para ponerse cachondo toma afrodisíacos, Queti tan sólo logra evadirse de una realidad alienante y degradante mediante la música, por ser « lo único que [la] hace olvidar[se] de [s]í misma»295, y llevando los trajes de Sexi porque « en el fondo [le] encantaría ser cantante como es ella »296. 291 En Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. En la misma secuencia, unas veces se define “histérica” otras, en el intento de ligar a Riza, afirma: «Estoy aquí desnudo pero no estoy para vosotras», en Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. (El subrayado es mio). 293 Cuando, so Queen y marcada a vicio aparece, en el plató de rodaje de la fotonovela sadomasoquista Toda Tuya, y se define como « la esthéticienne más cotizada en las alcantarillas de New York, Los Angeles y Berlín… », en Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. 294 Le dice el padre cuando con fuerza la ata a la cama, escena paródicamente avalada por la Iglesia cuya presencia metonímica se da en el crucifijo colgado en la pared, : « Eres una viciosilla … Me he casado con una mujer que además de tener dos personalidades es una viciosa … Pero yo te quiero igual … cuando dices que eres mi hija y cuando dices que eres mi mujer … », en Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. 295 Id. 296 Id. 292 184 Ese proceso de acercamiento de Queti a su ídolo roquero tan pronto se transformará, pasando por distintas fases de amistad, en un proceso de transformación identitaria que culminará en una “reproducción en serie” de Sexi, reproducción ésta que a la vez parodia, intradiegéticamente, los experimentos de reproducción asexuada del Doctor de la Peña, confirma la identidad en tanto que presencia diferida, dislocada, repetición, y solicita el pensamiento metafísico tradicional, pensamiento que postula la primacía de una identidad presente, absoluta, inmutable y plena. Pasando por la Clínica Nuestra Señora de la Belleza y con un golpe de farsa almodovariano, Queti, reproducción perfecta de Sexi, podrá finalmente no sólo cambiar de vida y de status social, entregándose a su pasión, la música, sino también de identidad, curando así al Doctor de la Peña de su obsesión por el sexo y pemitiendo a Sexi coronar su sueño de amor con Riza. En un mundo, articulado por el consumo de lo que se puede disfrutar al instante – la música, la droga, el alcohol, el sexo – , en el que el éxito profesional no lo es todo y donde el juego es lo que más excita, todos los personajes, epítome de una nueva mitología nacional pop-underground ya vaciada de los contenidos culturales e ideológicos tanto de derecha como de izquierda, están movidos por el sexo, manifestación, entre otras, de las ganas de vivir, de aquella urgencia de vivir que de repente se había apoderado de un Madrid que de golpe rechazaba todos los tabúes que durante años le habían tenido encorsetado. Todos los personajes, cuyas vidas, fortuitamente entrecruzadas, producen la diégesis al entrecruzarse unas con otras, plano tras plano, forman esa realidad laberíntica donde la única ley que existe es la ley del deseo en un mundo en el que ya no existe la idea de pecado y donde la suspensión del juicio moral (la epojé) y de la ética los sitúa en una dimensión artificial más allá del bien y del mal. Un mundo artificial, soñado, en el que se celebra, hedonísticamente, el tránsito del hegeliano trabajo del esclavo297 a los deseos298, al tiempo que se embiste, radical y frontalmente, contra la noción establecida de esencia del hombre. Es, de hecho, el paso del trabajo al deseo, esto es, el paso de la negación dialéctica a la afirmación positiva, creativa, afirmativa, alegre del ser, el que permite deconstruir lo que se ha establecido 297 Empleamos aquí la noción de trabajo en términos hegelianos, es decir, como aquella forma externa y negativa del ser que permite al ser alcanzar su verdadera autorrealización y, por lo tanto, llegar a ser consciente de lo que realmente es. Es ésta una autoconciencia que se alcanza por medio de permanentes negaciones parciales y dialécticas, y que es, por lo tanto, antitética al gozo, al deseo, a la afirmación. 298 Son los deseos en movimiento, en acción, los que, en términos deleuzianos, se constituyen en tanto que fuerzas productivas, positivas y creativas que, al deconstruir la esencia negativa del ser, una esencia basada en la exteriorización parcial, dialéctica, negativa del ser por medio de la labor y del trabajo, permiten descubrir nuevos territorios de gozo y creación, territorios en los que se fragua una esencia del ser basada en una interioridad afirmativa, gozosa y en devenir. 185 como la esencia del hombre, crear nuevos términos de existencia y construir nuevos territorios de creación y gozo. Deconstruyendo, solicitando, desedimentando las nociones (hegelianas idealistas) de determinación negativa y exterioridad sustancial, la existencia queda articulada por la bergsoniana noción de diferenciación, esto es, por una emanación positiva y creativa del ser, un ser que, por lo tanto, queda definitivamente desvinculado de la idealidad negativa y exterior hegeliana. Refutando tanto el “instinto virtual” como la “función fabuladora”299, esa emanación positiva y creativa del ser, mediante un proceso positivo e inmanente impulsado por un élan vital300, celebra el paso de la virtualidad (ser puro) a la actualidad (ser actualizado) al tiempo que establece el ser en tanto que emoción creativa y multiplicidad, aquella irreductible multiplicidad del devenir. Son las pasiones y las historias de sexo y amor, recontextualización paródica de los códigos y del lenguaje de la fotonovela y de las revistas de corazón, las que otorgan contingentemente una identidad incompleta y tangencial a unos personajes in cerca d’autore en un mundo que es pura representación; un mundo en el que, participando del giro epistemológico postmoderno, es la vida real la que imita constante e irremediablemente la realidad evanescente y fantasmagórica de las fotonovelas. Los personajes principales, estereotipos paródicos de la jet-set y de la prensa del corazón, quedan definidos por su sexualidad, unas veces “por exceso” y otras “por defecto”. Si para Sexi, la primera divoratrice del país, «mujer que no le teme al placer» (Patty Diphusa, en Pedro Almodóvar, 2005: 26), sus pasiones transgresoras y heterodoxas son las que le otorgan una plena libertad de acción a la vez que un control absoluto sobre los hombres; para Riza, Sadec, el padre de Sexi y el padre de Queti su sexualidad fóbica y/o traumática procesa y problematiza una masculinidad en crisis. Riza, cuya homosexualidad es legado de un trauma infantil del que Toraya tiene la culpa, abandona a su padre en el lecho de dolor para vivir un alegre exilio en Madrid y entregarse a sus dos principales vocaciones, la música y los hombres. Atormentado por un pasado doloroso y traumático, Riza se entregará a los tíos, a la cosmética, a las saunas, a los bares de locas hasta el día en el que se enamorará, esto es, diseminerá contingente e inmanentemente sus huellas identitarias y sexuales en el amor por Sexi. 299 Para Gilles Deleuze, aquellas fuerzas “históricas” que conducen a la creación de las obligaciones y de los dioses al tiempo que niegan la creatividad humana. 300 En términos bergsonianos, aquel proceso de diferenciación, proceso que conduce a la producción positiva de la actualidad y de la multiplicidad de la realidad, que anima al ser y que vincula la esencia pura y la existencia real del ser (Michael Hardt,2004: 57). 186 Un amor verdadero que lo redimirá y por le cual se dará cuenta de que la culpa de todo la tiene Toraya, su madrastra, repudiada del Emperador de Tirán por su infertilidad, quien quince años antes en la Costa del Sol intentó abusar de él para obtener el semen del Emperador y pagar la deuda con su padre y con el pueblo tiraní. Esta parodia al psicoanálisis freudiano, cita indirecta a los melodramas de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta, que empieza con la psicóloga de Sexi, Susana Díaz, obsesionada por el juego, la comida y el sexo, prosigue en la caricaturización del Doctor de la Peña, el padre (ausente) de Sexi. Metonimia esperpéntico-paródica de la castrante moral católico-burguesa, el doctor de la Peña, hombre totalmente entregado a su profesión, frígido sexual y emocionalmente, nunca interesado en el sexo porque « hay algo sucio, algo repugnante en la unión de dos cuerpos… »301, “resolverá” su fobia al sexo, esperpéntica y problemáticamente, por medio de un encuentro de amor, esa unión de amor trasformante, “incestuosa”, que a la vez rematará una sexualidad traumática, y de ahí una identidad en crisis, ex-céntrica, y dará paródicamente razón a Susana, psicoanalista que lo diagnostica todo recurriendo a Freud y al Complejo de Electra. La temática del incesto vuelve con el padre de Queti, hombre impotente que reacciona a la fuga de su mujer tomando Vitopens302 y violando a su hija, a quien de nada sirve intentar atenuar sus impulsos sexuales con el potente antídoto Benzamuro, fuerte atenuador del ansia sexual [que] en épocas de celos neutraliza los ímpetos sexuales de los animales de fuerte constitución303. El espectador “moderno” está avisado, desde las primerísimas imágenes, de que la historia del tintorero será una historia de sexo, lujo y paranoia porque la melodía de La Gran Ganga, canción en la que se exalta la búsqueda paroxística del placer al tiempo que la debilidad ontológica, acompaña y glosa la acción anticipando su contenido sexualmente transgresor. Tanto la sexualidad fóbica del padre de Sexi como la traumática del padre de Queti, además de testimoniar una masculinidad en crisis, sirven a Almodóvar para asentar un ataque frontal al franquismo, desarticulando y subvirtiendo de manera paródico-grotesca una de sus principales instituciones y Appareils Idéologiques d’État, la familia, que, en ambos casos, se nos ofrece como 301 En Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. Un potente afrodisíaco que «proporciona al pene consistencia y dureza durante largo tiempo. Muy indicado para hombres maduros, impotentes e inapetentes», Id. 303 Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. 302 187 disfuncional y disgregada y sustituida por la amistad, el vínculo social más fuerte a lo largo de toda la película. El último personaje, cuya historia, además de confirmar una masculinidad en crisis y deconstruir el hegemónico esquema heterocéntrico, procesa el Desencanto, el pasotismo y el apoliticismo de la generación de los “modernos” de la Movida, es Sadec. Homosexual, estudiante de medicina y terrorista islámico, Sadec es, paródicamente, dotado de un olfato muy desarrollado y anormal que le permite volver a encontrar a una persona tan sólo con oler una de sus prendas. Sin embargo, tanto sus capacidades olfativas como sus ambiciones políticas son comprometidas y neutralizadas por el amor de Riza, un amor que es para él más importante que el destino de todo un pueblo. Esto nos lo confirma Sadec mismo cuando, durante una conversación con sus amigos, afirma: « Con mi olfato no contéis … lo tengo totalmente embotado … Cuando me enamoro me impregno de tal modo del olor 304 de la otra persona que no puedo oler otra cosa » . Una vez más en el caso de Sadec, tal como en el caso de Riza, el amor puede más que la “Razón de Estado”. Una vez más, son la pasión y el deseo aquel Élan vital (Bergson), aquella emoción creativa, que, al invalidar la fabulation (Deleuze), conducen a la creación de una sociedad, la almodovariana, abierta, múltiple, plural, horizontal, en la que les dipositifs de pouvoir305 quedan suplantados definitivamente por les agencements de la puissance306. Es decir, una sociedad en la que, en tanto que lugar de producciones activas e inventivas, los encuentros casuales entre los cuerpos y las relaciones componibles que de ellos se desprenden suplantan las estructuras verticales del orden; una sociedad que, alimentada por la interacción de fuerzas (corporales) inmanentes, evoluciona libremente ya sin seguir las pautas preestablecidas y predeterminadas de un diseño hegemónicamente impuesto desde arriba, desde los despliegues del poder. 304 Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. En términos deleuzianos, aquellos dispositivos que conforman la estructura de un orden social impuesto desde arriba, desde un espacio externo de trascendencia. 306 En términos deleuzianos, aquellos mecanismos que articulan una organización surgida desde abajo, desde el plano social e inmanente, es decir, una sociedad horizontal e inmanente, aquel « sitio abierto que nutre tanto la creación y la composición prácticas como la destrucción y la descomposición », (Michael Hardt, 2004: 227). 305 188 Dentro de una narración que, impregnada de una iconografía popular a medio camino entre el kitsch español y el pop underground, reproduce en el ámbito cinematográfico el desarrollo diegético propio de la fotonovela307 y cuya circularidad308 queda enmarcada por aquellos puntos de rotación que son el Rastro madrileño y el aeropuerto Barajas de Madrid, el espectador se acerca, massmediáticamente, a los protagonistas y a su sexualidad mediante los periódicos, las fotonovelas, las revistas de corazón, aquellas referencias textuales propias de una cultura marginal, pop y underground hasta entonces despreciada, silenciada, y censurada por el discurso hegemónico. Es, de hecho, a través de unos medios de comunicación de masa, los periódicos y las revistas, que el espectador entra en una realidad que se despliega conforme a los códigos narrativos y gráficos de la fotonovela; una realidad pueblada por personajes distorsionados paródicamente y sacados directamente de la prensa, las revistas de corazón, las revistas underground y el cómic. Es El País, emblema periodístico de la transición a la democracia e intelectual colectivo del momento, el que nos acerca indirectamente a la doble historia de construcción e individualización ontológico-sexual de Sexi y Riza – historia principal que ramifica en distintas conexiones (casuales) que complican, multiplican el argumento y a la vez hacen avanzar la diégesis hacia un epílogo estrafalariamente bizantino – y lo hace mediante la presentación de sus respectivos padres: el Doctor de la Peña, bio-ginecólogo que logra por primera vez la reproducción asexual de seis periquitos genéticamente idénticos, y el Emperador de Tirán, parodia del Sha de Persia Mohamed Reza Palevi309, que al abandonar EE.UU se refugia en la Isla Contadora en el Caribe. A continuación es la revista Vibraciones310 en las manos de Riza la que nos introduce en el mundillo underground de Patty Diphusa, la famosa estrella internacional del porno al tiempo que 307 Nos referimos esencialmente a la superficialidad y frontalidad de la puesta en escena, a la multiplicación de los marcos dentro de una estructura en caja china, a la fragmentación laberíntica de los lugares donde toman cuerpo las distintas historias y al hecho de que todas las situaciones se resuelven en viñetas. 308 Una circularidad anticipada por medio de la música inicial que acompaña los títulos de crédito, una sardana. Referencia positiva a la tradición cultural popular española, la sardana es, para Nuria Vidal « una música perfecta para dar la idea de un conjunto de personajes entrelazados entre sí que acaban cerrando un círculo abierto hace quince años», (Nuria Vidal,1988: 62). Una circularidad rematada, a continuación, desde el ámbito de la estructura diegética misma de la película mediante el recurso a los flash-backs. Homenaje indirecto a Hitchcock, los flash-backs, además de cortar la narración, explicar los traumas de los personajes, desvelan como los encuentros fortuitos de los personajes, unos personajes que al principio parecen guardar ninguna conexión entre ellos, son en realidad la repetición en la diferencia de encuentros pasados lapsados y reprimidos. 309 Sha de la dinastía Palevi (1925-1979) que estará en el poder desde 1941 hasta 1979, año en el que Ayatolá Jomeini, padre de la Revolución Islámica en Irán y Líder Espiritual, encabeza la revuelta que acaba con el reinado del Sha y funda la Républica Islámica de Irán, anclando la sociedad persa en un sistema profundamente marcado por el Islám y a una estrategia internacional deliberadamente contraria a la política estadounidense. 310 Revista musical dirigida por Ángel Casas, cuya parte musical estaba a cargo de Damián García Puig, que se empieza a publicar en Barcelona desde 1974 hasta 1981, año en el que desaparece y queda sustituida por la revista Rock 189 proporciona al espectador una cita intertextual y autorreferencial del personaje de cómic creado por Almodóvar, Patty Diphusa: una actriz porno siempre en busca de emociones fuertes, que sólo vive de noche, que nunca duerme, mujer dotada de una capacidad inagotable para el placer y de ninguna capacidad para la decepción, « chica … naif, tierna y grotesca, envidiosa y narcisista, amiga de todo el mundo y de todos los placeres, y dispuesta siempre a ver el lado mejor de las cosas. Alguien que a base de reflexionar sólo acerca de la superficie de las situaciones acaba obteniendo lo mejor de ellas » (Pedro Almodóvar, 2005: 10), y protagonista descarriada de unas aventuras seminales que aparecen por primera vez en La Luna de Madrid311, por antonomasia el magazine de la Movida, del que Borja Casani fue el primer Director y José Tono Martínez el Jefe de Redacción. Nacido como personaje imaginario de un cómic underground, Patty cobrará vida (cinematográfica) a lo largo de la película gracias a la interpretación magistral de Fabio De Miguel, cuando éste representará su doble sadomasoquista en el plató donde se está rodando la fotonovela Toda Tuya. Es esta una de las escenas que, a lo largo de una película fragmentada y laberínticamente fragmentaria, cortan la narración mediante una cita autorreferencial directa al tiempo que confirman la noción almodovariana del cine como artificio mediante un mecanismo de distanciamiento: la aparición del cineasta en la pantalla durante el rodaje de la fotonovela. Tanto Riza Niro como Toraya son dos personajes sacados de las revistas de corazón. De Riza, de hecho, nos enteramos directamente de su verdadera identidad mediante la revista Diez Minutos, en cuya cubierta saldrá la foto del hijo del Emperador de Tirán, imagen que al devolverle una identidad otra, distinta, de la creada artificialmente con la ayuda de los disfraces y colorines de Fabio, minará su plan de entregarse totalmente a la música bajo el seudónimo de Jhonny, y de quedarse para siempre en Madrid, bajo falsa identidad. En el caso de Toraya312, que desde el principio sabemos ser la ex-Imperatriz de Tirán y mujer repudiada del Emperador por su infertilidad, es la camarera del hotel en el que aloja la que nos Espezial. Dedicada a la cultura marginal underground y al rock, de pronto se transforma en el estandarte de la Contracultura y en la caja de resonancia del magma artístico y cultural de la Movida. 311 La Luna de Madrid nació en torno a la librería y galería de arte Moriarty, lugar en el que tenían lugar unas tertulias a las que participaban el núcleo duro de la revista: Ouka Lele, El Hortelano, Almodóvar, García Alix, Ceesepe, etc. El primer número salió a la calle en 1983, con distribución tan sólo en Madrid. A partir del éxito, el número dos ya tuvo distribución nacional. La Luna desapareció definitivamente en 1986, tras cincuenta números, con una tirada máxima de 35.000 ejemplares. 312 Parodia de Soraya Esfandiary “la princesa de los ojos tristes”, segunda esposa del Sha de Persia repudiada siete años después del matrimonio (12 de febrero de 1951) por no haberle dado un heredero. 190 confirma su status de personaje de prensa de corazón cuando afirma: « Está usted tan guapa como en las revistas »313. Tanto en el caso de Riza como en el de Toraya es la imagen, ya falta de un referente único y fundacional, la que participa en la construcción de una identidad múltiple, plural, fluida e inmanente que ya no queda fijada en el tiempo sino que es un puro devenir creativo que, contingentemente, toma cuerpo en el espacio de una realidad simbólica que, al denegar la unidad dialéctica de lo Uno y de lo Múltiple, transforma lo social en un lugar positivo de producciones inventivas articulado por un doble pluralismo: un pluralismo del orden y de la organización314. La última referencia marginal underground y cita intertextual indirecta es la que se hace al cómic mediante el traje que Sexi lleva durante los conciertos en la sala rock Carolina315. La noche del concierto de Ellos y la mañana siguiente, tras una orgía malograda por la presencia metonímicamente diferida de Riza en la melodía de La Gran Ganga, Sexi, desafiando por amor de Riza la luz del día, llevará el traje del personaje de cómic Barbarella; uno de los personajes más emblemáticos de los Swinging Sixties, original de Jean-Claude Forest, el padre de los “cómics adultos y eróticos”, que apareció por primera vez en la revista francesa para intelectuales V Magazine en la primavera de 1962 cuando el cómic en Estados Unidos enfrentaba uno de sus periodos de mayor censura, y que Roger Vadim llevó a la gran pantalla en 1968 con Jane Fonda en el papel de protagonista. Doble cinematográfico de una guerrera del espacio cuyas aventuras galácticas giran en torno a su vida sexual y de una heroína de acción liberada sexualmente que, pese a su independencia, necesita de los hombres para existir, Sexi, al igual que Barbarella, plagará sus aventuras, en el “universo espacial” de Madrid, doble de celuloide del Planeta Lythion de papel, de experiencias sexuales múltiples, variadas y en serie hasta cuando descubrirá el amor, aquella debilidad humana que, contingente e inmanentemente, diseminerá su Dasein (su existencia afectiva) a través de unas huellas perdidas en el exilio, en este caso, un exilio cinematográfico en la Isla Contadora que confirmará, derridianamente, la vida como huella, diferición, retraso, rodeo, en la que la presencia puede tan sólo ser una presencia dislocada. 313 En Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. Ese doble pluralismo, postulado por Bergson y retomado el siglo pasado por Deleuze, procede de una nueva concepción de la multiplicidad. Es decir, una multiplicidad que, totalmente liberada de la dialéctica negativa de atracción-repulsión de lo Uno y de lo Múltiple, repudia el preformismo de la multiplicidad en la unidad al tiempo que la Filosofía de Estado hegeliana en favor de una dinámica de la organización de lo actual original, libre y plural. 315 Una de las muchas salas de concierto míticas para la juventud madrileña de la Movida y el local más grande de Madrid en lo que a conciertos en vivo se refiere, la sala rock Carolina se inauguró el 13 de septiembre de 1980 bajo la dirección artística de Miguel Ángel Arenas, y se cerró definitivamente en 1985. 314 191 Es a través de los protagonistas de la Movida madrileña que Almodóvar, mediante un doble y antitético movimiento centrífugo y centrípeto que desde la exterioridad de las calles – lugar de encuentros fortuitos, de ligues, de frivolidad y de diversión – nos lleva a la interioridad de unos espacios cerrados – lugar de intimidad, deseos y pasiones – , nos conduce del mundillo pop y underground de la fotonovela y de la prensa de corazón al mundillo punk y glam de la música rock. Dispersados entre la mítica sala de conciertos Carolina y el legendario local de ensayo Tablada 25, lugar de ensayo de la mayoría de los grupos de la Nueva Ola madrileña, los principales protagonistas del Madrid nuevaolero, traspasan a la gran pantalla almodovariana, a medio camino entre la realidad y la ficción, detrás del conjunto de rock Ellos. Conjunto rockero que en palabras del mismo director manchego, quien participa directamente al evento musical con su pareja artística, Fanny McNamara, cantando uno de sus principales éxitos, Suck it to me, es un grupo que «no lo conocéis y que odiáis y que habéis oído muchas veces en la radio en sus maquetas y que no gustan nada … »316. Detrás de los componentes del grupo, Santi y Ángel, y de su agente, Gonzalo, se esconden, de hecho, tres músicos míticos de aquella edad de oro del rock español. Santi y Ángel, interpretados respectivamente por Javier Pérez Grueso317, “El Furia”, y Santiago Auserón, llevan a la gran pantalla el embrionario proyecto de los Radio Futura: aquella “emisora sonora nómada” que casi desde el principio ha invertido todas sus inquietudes musicales e intelectuales en la recuperación e interiorización de una música con raíces ; el grupo más pretencioso desde el punto de vista intelectual que, desmarcándose del magma creativo warholiano y consumista de la Movida, a través de una doble apuesta musical, social e intelectual – la de inventar nuevas posibilidades de un rock hispano autóctono y la de utilizar la música como vehículo de pensamiento y acción – logró liberar la música moderna española del simulacro y devolverle la poesía. Su presencia, para nada baladí y que confirma el gran valor documental de la película, viene rematada y ensalzada gráficamente por los carteles colgados en las paredes del camerino que reproducen, uno, la portada del sencillo Divina318, y, el otro, la primera gira del grupo para promocionar su primer LP Música Moderna319 (1980). 316 En Pedro Almodóvar, Laberinto de pasiones, Madrid, Alphaville, 1982. Ex pegamoide, Javier Pérez Grueso participó al proyecto de Radio Futura durante la “época Molero” (1978-1981) para pasar luego a ser corista de Dinarama (1982-1989), grupo montado por Carlos Berlanga y Nacho Canut en 1982 y formado inicialmente por Johnny Canut (batería), Marcos Mantero (teclados), Javier Amezúa (saxo), Javier Pérez Grueso (coros) y Mavi (coros). 318 Reconversión al castellano del tema de Marc Bolan, “Ballrooms of Mars”, en la que Molero, para crear sensación de actualidad, añade una estrofa dedicada a Alaska: «Divina, estás programada para el baile (…). Te veo bailar con 317 192 El agente, Gonzalo, no es sino Poch, el guitarrista donostiarra Ignacio Gasca, quien de Pegamoide pasóó a integrar en 1980 los Ejecutivos Agresivos320 para asombrar el país en 1983 con los Derribos Arias321. Tanto la presencia de estos músicos como la actuación en directo del dúo Almodóvar-McNamara confirman, en una película laberíntica en su dimensión espacial, temporal y diegética, la música como el verdadero desencadenante del fenómeno interdisciplinar y pluridiscursivo de la Movida; el elemento catalizador de una nueva forma de interpretar la realidad y vivir la vida, y como el principal elemento articulador de unos personajes caleidoscópicos donde “cada giro” nos desvela una faceta distinta, múltiple y fluida de su identidad. Desde un punto de vista musical, si la canción La Gran Ganga, al celebrar el hedonismo sexual de unos personajes cuya vida es puro vicio, confirma nuestra lectura de la fluidez ontológica como aquella dinámica inmanente y superficial que alimenta incesantemente unas subjetividades débiles indeterminadas, y por lo tanto necesarias, es la canción Suck it to me, epítome de aquella vertiente rockera punk y glam que, despojada ya de contenidos sociales y fondos ideológicos, la que exalta el cosumo de drogas en una dimensión lúdica, jocosa y recreativa y a la vez que introduce al espectador en el espacio público de un Madrid nocturno y paroxísticamente deseante. Esta inmersión dionisiaca y simbólica en el Madrid nocturno queda rematada fácticamente, a continuación, por las andanzas de Toraya y de Sádec en pos de Riza, cuya búsqueda tanto fébril como inútil, será acompañada por una música de fondo en la que resuenan las notas de Suck it to me. pegatinas en el culo y mueves con tu ritmo la cara de tus fans, eres una bruja de oro, eres un pequeño gangster, estuviste con Kaka de Luxe pero no te oí cantar», “Divina”, en Música Moderna, Madrid, Hispavox, S.A., 1980. 319 Primer LP del grupo que bajo la consigna del “casticismo punk” (primer intento hacia una música de fusión) ajusta el material sintético, electrónico y experimental de Molero (el sonido Molero) a la inmediatez del pop más banal, a toques rockeros de finales de los sesenta y aspectos de la música popular española. 320 « Sexteto de punk-ska-pachanga (...) [cuya] radicalidad desmitificadora te hacía sentirte en pleno Festival de Benidorm (…) colocado con algún tipo de droga barata y cuatro litronas de calimocho. Estos demenciales Ejecutivos Agresivos eran la respuesta española a los desbarres de Madness y otras agrupaciones británicas de two tone music » (Salvador Domínguez, 2004: 601) formados por Carlos Entrena (cantante), Paco Trinidad (bajo), Jorge Alfonso (guitarra), Jaime Urrutia (guitarra y coros), Juan Luis Vizcaya (batería) y Poch (teclados). 321 Derribos Arias fue « la banda con la que Poch, definitivamente, asombró el país, tras su atribulado tránsito por Ejecutivos Agresivos (…) desmarcándose de la pretenciosidad y mimetismo de otras bandas españolas de aquel momento (…). Ritmos elásticos y flexibles, textos rabiosos, contrastes polifacéticos, y cierto destello de abstracción, hicieron de ellos una verdad de silogismo, desperdiciada entre la displicente desgana auditiva de la masa y la desproporcionada adulación de la aristocracia de aquella movida madrileña de 1983 », (Salvador Domínguez, 2004: 689) formados por Poch (cantante y guitarra), Alejo Alberdi (guitarra, teclados y caja de ritmos), Juan Verdura (bajo y sintetizadores) y Manuel Moreno “Paul” (batería). 193 La presencia extradiegética de la melodía de esta canción desempeña, a nuestro modo de ver, un doble papel. Por un lado, confirma la dimensión local y el doble valor testimonial-documental de una película que se quiere testigo emocional y vivencial de aquellas formaciones discursivas y estéticas que, frívolamente, se estaban apoderando del Madrid postfranquista; por el otro, es un guiño musical que sugiere al espectador que la búsqueda de Toraya y Riza no puede ser sino una “peregrinación” sexual y seminal. Es en su dimensión gráfica y pictórica que Laberinto de Pasiones ensalza su carácter iconoclasta a la vez que, directa e indirectamente, nos presenta, siempre mediante un sútil y calibrado juego entre arte y vida, los últimos antihéroes de un Madrid postmoderno y futurista que al grito de sólo se vive una vez322 lo vivía todo al límite de las emociones, del amor y de la muerte, como si de golpe intentara recuperar el tiempo pérdido. Es el paratexto – el cartel de la película realizado por Iván Zulueta – aquel que introduce indirectamente uno de los protagonistas gráficos y cinematográficos del Madrid de los 80, la ciudad más divertida del mundo, que, atrapada en una yuxtaposición proliferante de colores, imágenes y sonidos lo vivía todo al límite del ensueño. Nos estamos refiriendo a Iván Zulueta, cartelista y realizador cinematográfico vanguardista y underground que con Arrebato323 se adelanta a Almodóvar en la utilización de fuentes anglosajonas, específicamente el New American Cinema y la cultura pop estadounidense. Metonimia y símbolo del entorno social, cultural, vivencial de la Movida y de sus antihéroes, Zulueta participa, desde afuera, de la diégesis mediante la imagen narrativa, fija y bidimensional de un cartel que, utilizando la técnica del collage y de la acuarela, reproduce un trasero desnudo que termina en forma de corazón, anticipando y glosando extradiegéticamente el contenido sexual, heterodoxo y transgresor de la película. 322 Tomamos aquí prestado el título de una canción mítica del trío madrileño Gabinete Caligari, grupo que reflejaba « en sus temas la cotidianidad de la vida española a través de imágenes de Becquer, Galdós, Lorca, Machado, (…) [profundizaba] en los múltiples estados mentales y en los pecados más dulce de la España de los años 80 [mediante unos] relatos costumbristas que [describían] el pulso de un país sin calendario ni fechas, deliberadamente atemporal », (Salvador Domínguez, 2004: 698-699). 323 Obra maestra de Zulueta realizada en 1980 que, dramatizando la búsqueda del paraíso pérdido del protagonista mediante el sexo, la droga, el cine, – tres vías para evadirse de la realidad –, y alejándose de la frivolidad y del ludismo almodovarianos, se transformó en una película de culto para toda una generación que con inquietud y de manera problemática protagonizó el tránsito de la dictadura a la democracia. 194 Ese cartel « utilizando como base la hoja de una revista femenina, cuyo tema es la venta de productos relacionados con el sexo, (…) [rotulando] el título con una barra de labios, (…) y [remitiendo] a los personajes de la película mediante una serie de recortes de cómic … » (Antonio Holguín, 1994: 184) se vuelve, además, epítome de una intertextualidad mediática underground. Esto es, una intertextualidad que, yuxtaponiéndose a la narración, la enmarca dentro de una iconografía pop que constantemente arremete contra el concepto inmovilista del arte a la vez que convierte los objetos de consumo en obra de arte. A continuación es el fresco de la habitación de Sexi aquel que introduce, indirecta y pictóricamente, a Guillermo Pérez Villalta, uno de los pintores más vinculados a la Movida y representante del movimiento bautizado La Nueva Figuración madrileña, quien « con una obra de carácter figurativo y repleta de colores brillantes, influyó de manera clave en el estilo pictórico de la época, sobre todo en el trabajo de Las Costus y también en Ceesepe » (José Manuel Lechado, 2005: 284). El fresco, en el más puro estilo pop, recurre a los códigos gráficos del cómic para reproducir paródicamente La Capilla Sixtina de Michelangelo a la vez que glosa y resume el argumento de la película mediante la reproducción pictórica e iconoclasta de los traumas de los protagonistas: la ninfomanía de Sexi y la homosexualidad de Riza. Last but not the least, es Pablo Pérez Mínguez, uno de los raros supervivientes de la Movida y fotógrafo que «junto con Álix, Trillo y Ouka Lele completa el póker de ases de la Movida madrileña» (Id. 283), el último en traspasar a la gran pantalla almodovariana. Su presencia, a la vez metonímica y transversal324, realza el interés local de una película que, barajando constantemente su inmersión realista en una dimensión novelesca como si de un juego de naipes se tratara, « lleva a cabo un relato de ficción (…) y constituye un documento sobre el Madrid de la época » (Pedro Almodóvar, en Frédéric Strauss, 2001: 35). 324 Nos referimos esencialmente al hecho de que el rodaje de la película se realiza en los interiores de la casa-estudio del fotógrafo en Montesquiza 14, «verdadero museo vivo de aquellos tiempos», Iker Seisdedos, reportaje “La huella de la movida madrileña”, ¿Qué fue de Rock-Ola?, El País.com, Madrid, 27 de noviembre de 2006, y al hecho de que Pérez Mínguez asoma tangencialmente a la gran pantalla almodovariana fotografiando las escenas de la fotonovela Toda Tuya. 195 Síntesis de la eclosión creativa y de las experiencias vivenciales de la Movida madrileña, articulada por una hibridez genérica que constantemente juega con la comedia, en una dimensión delirante y disparatada; con la crónica realista de los sucesos, las anéctodas del Madrid de los ochenta y con el romanticismo mediático y paródico de la prensa de corazón, Laberinto de Pasiones teje una nueva écriture desde el terreno de las pasiones, del deseo, del placer. Una écriture cuyas huellas definen, contingente y superficialmente, la identidad inmanente de unos personajes sexual, genéricamente polivalentes y polifacéticos; aquellas subjetividades débiles «declinanti e tramontanti, senza nome, senza famiglia, senza qualità, senza ego né io» (Gilles Deleuze, en Gaetano Chiurazzi, 1999: 135). En un entorno urbano que pérdido su centro se transforma en fábula325 y cuyos “límites de pertinencia” son el Rastro – lugar laberíntico y excéntrico en el que la identidad se fragua en términos de comunicación y de presencia – , la sala rock Carolina – lugar que da paso a un proceso inmanente de estetización de la existencia – y el aeropuerto Barajas de Madrid – punto de rotación simétrico a la secuencia inicial de la película – , las erranzas nómades de estos personajes, que lo viven todo más allá del bien y del mal en una realidad extra-moral en vilo entre la verdad y la mentira, procesan el tránsito de la diferencia a la différance a la vez que confirman el mundo como simulacro, como repetición pura ya sin origen ni fin. Son los experimentos asexuales de reproducción en serie del Doctor de la Peña y la repetición en serie de Sexi en el cuerpo de Queti, posible gracias al milagroso paso de ésta por la Clínica Nuestra Señora de la Belleza, los elementos que, al confirmar nuestra lectura, confirman el mundo postmoderno como lugar de la experiencia del simulacro. Es decir, confirman una experiencia que « cancella la differenza tra produzione e riproduzione, tra originale e derivato, per cui tutti gli atti di esperienza si collocano in un orizzonte de “ripetizione pura” da cui sfugge ogni possibile termine ultimo » (Maurizio Ferraris, en Gaetano Chiurazzi, 1999: 132) y, al mismo tiempo, confirman un mundo que, al celebrar el éxito de la repetición como ausencia de origen, se constituye en términos de múltiples y plurales representaciones que ya no remiten a unos 325 Un mundo que procesa la pérdida de los Gründe y de las verdades metafísicas a beneficio de las interpretaciones, y en el que « la perdita di cogenza del fondamento, per cui non c’è più nulla che possa falsificare o verificare le interpretazioni al di là della volontà di affermazione, apre il campo al carattere esplicitamente fittizio di queste interpretazioni: esse non sono errori ma erranze da percorrere con la libertà del gioco che Nietzsche paragona a quella della danza », ( Gaetano Chiurazzi, 1999: 49). 196 fenómenos que « celano dietro la loro apparenza la profondità di un noumeno (l’origine)» sino a « un eterno precipitare senza alto né basso » (Id. 134). Es, precisamente, ese precipitare senza alto né basso el que, arrastrado por el movimiento de la dispersión, de la diseminación y atrapado dentro de la aventura seminal de la huella, excede el ser como presencia, confirmando la identidad como la marca de una ausencia, solicita el Logos como fundamento y tacha el origen (la archia, para Derrida, aquel « mítico punto cero de la tradición occidental» Cristina de Peretti, 1989: 87) en un mundo en el que « la presencia plena [es] algo no originario, algo siempre aplazado y reconstruido » (Id. 51). Este es el mundo que las películas almodovarianas captan, representan y diseminan no tanto para que nos ajustemos tautológicamente a él sino más bien para que, dislocados por múltiples y plurales juegos de diferencias, nunca lleguemos a su sentido último, a su significado definitivo que detendría, de esta manera, la dinámica del proceso de significación, y para que siempre diferamos su sentido y, sobre todo, el encuentro con su significado. El mundo laberíntico de las pasiones almodovarianas parece, pues, dislocar, reproducir al infinito, a lo largo de la serialidad, horizontalidad, fragmentación de la pantalla fílmica la iterabilidad de la huella derridiana, una iterabilidad que « acaba con todo recurso a una lógica de la identidad, con todo recurso a la estructura centrada » (Id. 74), y que, postulando « la unión de tiempo y espacio, como matriz de la huella, hace imposible que la noción de presencia inmediata y plena funcione como fundamento de la significación » (Id. 76), una significación perdida à perte de vue dentro de una polisemia universal, esa misma polisemia en la que, constante y diferidamente, queda diseminado todo espectador de sus textos fílmicos. 197 3.5. Entre Tinieblas (1983) Los distintos planos fijos y aéreos que acompañan los títulos de crédito iniciales son los que desde el comienzo de su tercer largometraje comercial, Entre Tinieblas, testimonian, visual y gráficamente, el distinto enfoque de la mirada taumatúrgica326 del ojo mecánico de la cámara almodovariana a la vez que anticipan, epifánicamente, la ruptura con respecto a su producción cinematográfica anterior y el cambio de las coordenadas estéticas y diegéticas de un espacio textual fílmico en el que Almodóvar se atreve « por primera vez a contar una historia muy sentimental y muy melodramática » (Pedro Almodóvar, en Frédéric Strauss, 2001: 42). Del entorno rizomático, contracultural y underground del trepidante, desenfrenado y sensual Madrid de la Movida, las primeras imágenes en movimiento de ese nuevo espacio textual fílmico, volcado a un doble proceso de resignificación y recontextualización de lo sentimental, hunden al espectador en la realidad metropolitana de un Madrid fébril y frenético. Es decir, en una ciudad ¿súbitamente democrática? en la que, naufragados aquellos proyectos no lastrados por los años de dictadura y ni embrollados por la retórica consensuada de la transición, los focos de los coches atrapados en una telaraña de cemento por un devenir sinfín iluminan, una vez difuminadas las rosadas luces del día, un mundo en el que « el ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico » (Federico García Lorca, 1998: 138), « entre las formas que van hacia la sierpe y las formas que buscan el cristal » (Id. 111). Esa apertura nocturna y periférica in medias res, presagio de un sentido de muerte, en la que resuenan los ecos lorquianos de una Nueva York deshumanizada, nos presenta a la protagonista, 326 Una mirada creadora y liberadora, aquella « mirada del objetivo [que] humaniza los seres y las cosas» afirma Luis Buñuel en el artículo «Del plano fotogénico», en La Gaceta Literaria, N°7, 1-4-1927, (en Mercè Ibarz, 1999: 98). 198 Yolanda Bel327, cantante de boleros en el Rojo Molino y drogadicta, enganchada tanto al caballo como al amor-pasión/amor-destrucción por su novio Jorge Müller del Valle. Una mujer arrebatada que, pérdida entre la sierpe – sus pasiones, sus deseos, sus instintos de amor y muerte – y el cristal – la geometría, el ritmo frenético, la arquitectura y la soledad en un Madrid postindustrial inhóspito – busca desesperadamente una salida a una situación de angustia, desamor y autodestrucción. Aquella angustia que, en términos heideggerianos, a través de un doble proceso de nadificación de las cosas y de ruptura de la cotidianidad, « aísla y abre el ser-ahí como “solus ipse” » (Martin Heidegger, en Romero Rodríguez García,1994: 116), es decir, como un ser que se encuentra sólo, arrojado-en-el-mundo, del que no puede escaparse. Rea sin querer de la muerte de su novio, matado accidentalmente por una dosis de heroína cortada con estricnina328, Yolanda, huyendo de un presente hecho a golpes de pasión-aniquilación, recorre sin norte ni rumbo fijo un Madrid nocturno y desierto mediante un bus, lugar de soledad y tristeza ya muy diferente de los taxis que en Laberinto de Pasiones eran epicentro de encuentros, desencuentros, conversaciones y anagnórisis; un bus que la llevará de una relación sentimental heterosexual escandida por un doble impulso de amor y odio329 a una efusión erótico-mística de irreverentes, desacralizadoras y transgresoras connotaciones lesbianas. Acogida por la soledad de un bar a primeras horas de la mañana; pérdida en el desgarro interior tan sólo acompañada por un doble mono sentimental y adictivo; hundida en un presente vacío ya sin raison d’être tras la muerte de Jorge, Yolanda, de aventurera que no quiere llegar a ningún sitio, busca amparo en el pasado330 y encuentra refugio en el Convento de las monjas “Redentoras 327 Yolanda Bel parodia esperpénticamente, a lo largo de la película, a la cantante chilena de boleros Monna Bell, símbolo de la canción popular latinoamericana y, al mismo tiempo, representa el doble cinematográfico y autorreferencial de Bom, cantante del grupo punk-rock Los Bomitoni en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980) quien, haciendo planes de futuro, piensa en hacerse cantante de boleros como Olga Guillot porque « El pop ha pasado de moda, no se lleva, tengo que cambiar de estilo », en Pedro Almodóvar Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Madrid, Figaró Films, 1980. Olga Guillot, cubana, conocida como la “Reina del Bolero” fue, a lo largo del siglo XX, una de las mejores intérpretes a la vez que la principal exponente de aquella variante del Bolero cubano que a partir de 1945 se dio en llamar “Bolero Camp” por su filin (del inglés, feeling), es decir, por su énfasis, tanto musical como escénico, en los sentidos y en los sentimientos. 328 Primera referencia directa almodovariana a un uso de la droga no ya dentro de una dimensión lúdica, trivial y hedonista sino más bien nihilista y aniquiladora que le acerca a Zulueta y su dramatización, en Arrebato, de los efectos devastadores de la heroína; y primera referencia indirecta a los primeros “caídos” del montón de la Movida. 329 Esperpénticamente resuenan en las palabras de Jorge los ecos lejanos del ovidiano poema Odi et Amo cuando en su diario íntimo, pensando en Yolanda, escribe: «Hay una parte de mí que te necesita, y otra que te odia. Yo detesto ambas partes … Nada te afecta, ni siquiera las drogas », en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 330 Yolanda vuelve a su pasado mediante un flash-back que la lleva a recordar su primer encuentro con la Madre Superiora, gran admiradora de la cantante, y Sor Estiércol, ex-asesina y ahora perro fiel de la Madre Superiora, en su camerino en el cabaret el Rojo Molino. Este flash-back, acompañado del bolero Dime como música de fondo que glosa la escena a la vez que participa en la construcción del personaje de Yolanda, además de romper la linealidad de una diégesis al presente, funciona, en la 199 Humilladas”, ese arrebatado, ex-céntrico, refugio de pecadoras cuyo apostolado se basa esencialmente en la redención de chicas descarriadas porque es « en las criaturas imperfectas donde Dios encuentra toda su grandeza. [Y porque] Jesús no murió en la cruz para salvar a los santos, sino para redimir a los pecadores »331. Amonestada por el contenido de la tarjeta de visita del Convento, “Venid a mí, yo soy vuestro refugio”, y recordando la gran admiración de la Madre Superiora, Yolanda huye de su sentido de culpa y angustia, dejando atrás un Madrid urbano hostil, y entra en el Convento, lugar, aparentemente, de redención, humilliación y mortificación. Su llegada al Convento, en el momento en que las monjas comulgan entonando la canción religiosa Dueño de mi vida, es acompañada de un haz de luz azulada, paródicamente celestial, que, al romper la oscuridad mística de la capilla, sobrecoge a la Madre Superiora en un éxtasis erótico que, al no ser místico sino muy humano, transforma la capilla, desacralizándola, en un lugar de pasión amorosa terrenal y secular. Mediante un doble proceso de desterritorialización y reterritorialización paródico-esperpéntico Almodóvar, pues, transforma la capilla, originariamente lugar de amor divino y trascendencia mística, en lugar de confesión de una pasión amorosa humana, inmanente, contingente, en su vertiente homosexual; y lugar donde la unión transformante de amor ya no es a lo divino sino extáticamente humana, pasional, corporal. La canción religiosa Dueño de mi vida332, mientras glosa la escena y hace avanzar la acción, anticipa la pasión amorosa y transgresora sin límites de la Madre Superiora por Yolanda, una drogadicta desesperada que tiene miedo, y, al mismo tiempo, transforma al espectador en testigo de ese amor alocado y desgarrador, a no ser correspondido, que llevará la Madre Superiora a romper toda clase de leyes morales y sociales, y a transformar el Convento en un espacio de libertad individual regido por una moral personal, una moral del deseo y de la pasión, antitética a la dogmática y represora moral católico-cristiana. economía de las secuencias, como un fundido a la vez de cierre y de apertura que, mientras marca el tránsito entre los planos, lleva al espectador de la realidad urbana de Madrid a la realidad erótico-mística del Convento. 331 Le dice la Madre Superiora a Yolanda para justificar la presencia en las paredes de su celda-despacho de las fotos de las grandes pecadoras de este siglo, en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 332 « Dueño de mi vida/vida de mi amor/hábreme la herida/de tu corazón. Corazón divino/dulce cual la miel/tú eres el camino/para el alma bien », en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 200 Invalidando la dimensión histórica de la ética, negando su esencia y status de imperativo categórico, la pantalla almodovariana postula una ética subjetiva e inmanente, producto de una praxis contingente del ser en acción con su propio cuerpo, impulsada por los flujos desterritorializantes del deseo. En un mundo ex-céntrico, aquel del Convento, doble grotesco y esperpéntico de la realidad que, sustituyéndose al Rastro, se transforma paródicamente en un rizomático campo de inmanencia del deseo, y mundo en el que Dios brilla por su ausencia, las monjas quedan definidas por sus deseos y arrastradas por unas pasiones cuyos “dogmas” son de carne y hueso. Arrastradas por aquel élan vital (Bergson) que, al rechazar la determinatio333, postula el gozo como la única praxis ontológica constitutiva del ser y transforma lo social (en este caso el convento) en un lugar de producciones positivas e inventivas, las monjas desarrollan una identidad independiente y creativa sublimada por sus pasiones, unas pasiones que, vaciadas ya de contenidos metafísicos y trascendentales, se actualizan en el Hic et Nunc de un presente en el que la religión, reducida a ícono, queda relegada a su dimensión estética y transformada en mercancía334. Son las peripecias nocturnas de Yolanda y su desazón las que nos guían al Convento, monasterio urbano en el que la comunidad de las “Redentoras Humilladas” vive y redime a las jóvenes pecadoras, cuyo solar debe valer milliones, nos informa la Marquesa; y es su estancia la que nos introduce en las celdas de las monjas, prótesis estéticas de sus pasiones más sublimes y profundas. Yolanda, huella estética underground en un espacio textual fílmico de transición en el que el amor, la dramatización de los sentimientos y las pasiones humanas pasan a primer plano; eco esperpéntico del entorno punk, contracultural, del Madrid de la Movida, en un momento en el que la Movida « se aleja definitivamente del underground (…) y progresivamente de sus orígenes [acercándose] cada vez más a ser convertida en una etiqueta usada a conveniencia de políticos y medios de comunicación de masas » (Héctor Fouce: 2002: 99-100), 333 En términos hegelianos, el ser queda determinado negativa y pasivamente por todo lo que no es, la nada, porque, según Hegel, omnis determinatio es negatio. Es decir, que la condición de determinación del ser incluye una doble negación: una negación que es a la vez pasiva – resultado de la subsumisión de la nada – y activa – en tanto que resultado de un movimiento negativo de determinación que niega la diferencia como exterioridad absoluta. 334 En términos marxistas, la mercancía, materialización universal y social del trabajo humano, forma elemental y celular del sistema capitalista burgués, « nous est apparue comme quelque chose à double face, valeur d’usage et valeur d’échange (...). Les marchandises viennent au monde sous la forme de valeurs d’usage ou des matières marchandes…C’est là tout bonnement leur forme actuelle. Cependant elles ne sont marchandises que parce qu’elles sont deux choses à la fois, objets d’utilité et porte-valeur. Elles ne peuvent donc entrer dans la circulation qu ’autant qu ’elles se présentent sous une double forme, leur forme de nature et leur forme de valeur (...). Les valeurs des marchandises n’ont qu ’une réalité purement sociale qu ’elles ne l’acquièrent qu ’en tant qu ’elles sont des expressions de la même unité sociale, du travail humain … », (Karl Marx, 2006 : 45-50). 201 además de ser la protagonista del “caritativo proyecto de redención social” de la Madre Superiora, cuya presencia llenará « dentro de poco este pabellón [del convento] de asesinas, drogadictas y prostitutas … ¡Como en otra época!»335, es el testigo y la cronista privilegiada de todas las pasiones excéntricas y, en algún caso, extáticas336 de las monjas, aquellas pasiones que, sublimadas paroxísticamente, por la presencia de un Dios ausente, transforman a las monjas en unos autómatas corporales337, es decir, en unos cuerpos cuerpos infundidos de deseos. La identidad de la Madre Superiora, lesbiana y heroinómana, queda definida por sus dos pasiones, el amor (homosexual) y la droga, a las que ambas sucumbe sin oponer resistencia física y espiritual alguna. Si la heroína le va bien a su naturaleza, por ser ella una mujer fuerte y sin miedo, es el amor, motor de una acción dramática que se desarrolla y se consuma más en los entresijos del corazón que en la facticidad de una realidad empírica, el que determina su conducta y la desgarra desde dentro. Un amor que, además de ser el centro articulador de una película, pese a todo ex-céntrica, construye a Yolanda, esa cajita de sorpresas, que cobra vida (cinematográficamente) en y por la mirada pasional y erótica de la Madre Superiora. El corazón herido a muerte por siete jeringuillas, escapulario paródico-esperpéntico de la Orden de la “Redentoras Humilladas”, que aparece en el cartel publicitario de la película, realizado por Iván Zulueta en el más puro estilo pop, además de remitir a la doble pasión de la Madre Superiora, anticipa ya epifánicamente el final trágico de un amor no correspondido. Un amor trágico que, pese a no ser correspondido, le aprenderá a vivir, porque, en palabras del poeta grandino Federico García Lorca: « Algo que también es primordial es respetar a los instintos. El día en que deja uno de luchar contra sus instintos, ese día se ha aprendido a vivir » (Federico Garcí Lorca, en Ian Gibson, 1998). 335 En estos términos y con este entusiasmo la Madre Superiora comunica a las demás Hermanas la llegada de Yolanda al Convento, en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. ¿Puede ser interpretada esta frase de la Madre Superiora como una indirecta, metafórica, sardónica y corrosiva, al papel que la Iglesia desempeñó durante el franquismo? Es decir, ¿Almodóvar está aquí aludiendo, mordazmente, a la iglesia como aquella “familia” institucional del régimen que fue refugio y amparo para asesinos y delincuentes? A nuestro modo de ver, la respuesta no puede ser sino afirmativa. 336 Nos referimos esencialmente a las pasiones adictivas, símbolo y epítome de una de las obsesiones de la España posfranquista, tanto de la Madre Superiora, heroinómana, y de Sor Estiércol, esa monja que, enganchada a los ácidos, pasa de una alucinación a otra autoflagelándose. Todas las pasiones de las monjas (el sexo, la droga, la moda, la literatura sensacionalista), esas pasiones que vaciadas ya de contenidos trascendentes y/o metafísicos toman lugar y cobran cuerpo en el hic et nunc de un presente hedonista e inmanente, hacen de puente, permitiendo la comunicación, entre el convento y el mundo exterior; una comunicación directa que se desarrolla al margen de las instituciones y que a la vez deconstruye, paródica y esperpénticamente, esas mismas instituciones desde dentro del sistema establecido. 337 Modelo primario de la práctica ontológica spinoziana, el autómata corporal es el cuerpo que, desde abajo, desde la esfera corporal, construye las relaciones del ser mediante la alegría y el gozo, transformando al mismo cuerpo en movimiento en un cuerpo infundido de deseo. 202 Ese amor fracasado que tan sólo se consumará en el desgarrador grito final de la monja cuando, sola en la habitación de Virginia, se dará cuenta de haber perdido ya para siempre el objeto de su amor, y tan sólo le quedará el proyecto de un tráfico de drogas en Tailandia, un proyecto que le permitirá fundar una orden religiosa propia y seguir “redimiendo” a las jóvenes pecadoras. La llegada de Yolanda al Convento, que coincide con un momento de crisis económica debido esencialmente a la decisión de la Marquesa de anular la renta financiera que su marido pasaba cada mes a las monjas, insufla en la decadente y extraviada atmósfera de la comunidad religiosa un nuevo y más rarefacto aire de optimismo a la vez que cambia profundamente a la Madre Superiora, en sus sentimientos y afectos. El amor por Yolanda “redime”338 verdaderamente a Julia, para quien hasta entonces el amor, o más bien, el sexo era únicamente un negocio, un comercio – bajo el disfraz de ser un proyecto de redención social, la Madre Superiora rescataba, de hecho, a las jóvenes descarriadas a cambio de sus favores sexuales – y la transforma en un instrumento en las manos de su amada. La presencia de Yolanda en el Convento lo cambia todo – hasta tal punto que después de haber pasado una noche de intimidad con Merche, una antigua redimida y ex-amante de Julia, ésta la delata, no sin remordimientos339, a la policía – y convierte a Julia en una de ellas340, en una pecadora, cuyo único pecado es querer demasiado a Yolanda. La relación de atracción-repulsión entre la Madre Superiora e Yolanda, doble asimétrico y melodramático de la relación de amor-odio entre Yolanda y Jorge341, además de cuestionar el binarismo sexual (positivo) como Grund del sistema heterocéntrico occidental, permite a Almodóvar asentar un ataque frontal contra la religión, tal como institucionalizada durante el Régimen y por el catolicismo secular de España. 338 La redención de la Madre Superiora, cáustica y esperpénticamente, ya no se realiza en y por el amor divino sino en y por el amor de Yolanda, es decir, un amor erótico, lesbiano y terrenal que la convierte en una pecadora. 339 Los remordimientos de la Madre Superiora quedan reducidos a un gesto de “caridad” cuando la policía se lleva a Merche. Durante la redada de la policía de la cual es cómplice, la Madre Superiora, enganchada tanto al caballo como colgada al amor-pasión por Yolanda, no puede sino llevarle sus zapatos, acción acompañada por una mirada traicionera en la que resuena, paródica y desmitificadoramente, el episodio bíblico en el que Judas Iscariote vende Jesús a los judíos por treinta monedas. No baladí es, a nuestro modo de ver, la entrada de la policía en el Convento en el momento en que éste empieza a desmoronarse. Interpretamos el repentino desmoronamiento del convento como la metáfora del principio de la fin del proyecto redentor de las “Redentoras Humilladas”, en realidad, nada más que un negocio sexual que acaba en el momento en que la Madre Superiora se enamora de Yolanda. 340 En la capilla del Convento, tras el rechazo de Yolanda, la Madre Superiora confiesa a Sor Estiércol: « Yo soy como ellas [las redimidas] … De tanto admirarlas, me he convertido en una de ellas », en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 341 La pareja Madre Superiora-Yolanda parece reproducir, asimétricamente, y subvertir, esperpénticamente, desde el territorio de la homosexualidad, la relación heterosexual entre Yolanda y Jorge. Es decir, una relación de amor, odio y dependencia en la que Yolanda tan sólo ha sido el precio más alto que Jorge ha tenido que pagar para la heroína. Inversamente, en el romance lesbiano entre Yolanda y la Madre Superiora, será la monja el instrumento en las manos de la cantante, aquel instrumento que le permitirá « romper con [su] pasado [y] empezar de nuevo, sin drogas, ni recuerdos», en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 203 Con distancia paródica y una cierta ironía deformadora y desmitificadora, Almodóvar lleva a cabo, en este tercer largometraje comercial, un proceso de sexualización de la pantalla cinematográfica, constante en su obra desde su début underground, desde dentro una de las instituciones ideológicas y legitimadoras de la dictadura franquista, la Iglesia, cuya presencia (ya ausente) resuena metonímica y esperpénticamente en las cincuenta celdas y varias criptas del Convento. Ese ataque frontal y directo contra la religión es, cáusticamente, llevado a cabo mediante distintos procesos de desfuncionalización, desmitificación y reterritorialización sentimental y pasional de los dogmas católicos342. Es decir, mediante unos procesos, mordaz y paródicamente, desacralizadores que abarcan, por un lado, tanto el lenguaje343 como la iconografía344 y, al mismo tiempo, cuando la recaudación de fondos para el Convento, transforman los objetos sagrados cuales los confesionarios, el altar, el relicario, en mercancías, una mercancías cuyo “alienado” valor de cambio prima, esperpénticamente, sobre el “metafísico” valor de uso. Y, por el otro, sellan, a nuestro modo de ver, en la pantalla almodovariana, el inicio de un proceso de rememoración histórica que tan sólo terminará en 1997 con la película Carne trémula345 cuando, 342 La religión, privada de sus parámetros sacros y funciones metafísicas tradicionales, queda reducida a instrumento privilegiado para hablar de y expresar los sentimientos humanos amorosos más profundos. 343 El momento más álgido de ese proceso paródico de desmitificación del lenguaje religioso, por cierto constante a lo largo de una película en la que Almodóvar, constante e irreverentemente, recurre al empleo de rituales religiosos vacíos como marca del lenguaje y de la ética monjíles – como botón de muestra, véase la repetición mecánica de frases como “Ave María Purísima, sin pecado concebida” y/o la lectura, en la capilla del convento, de la “Lección de besos”, lección tomada del manual llamado La doncella cristiana, manual cuya moraleja se da en la frase final, « No des un beso, amiga mía, más que con la alianza en el dedo. Es un recatado consejo que canta infausto el mismo diablo » – , se da cuando la Madre Superiora, rechazado definitivamente su amor por Yolanda y penitente en la capilla, se dirige a Dios mediante una oración en la que, un espectador leído, reconoce fácilmente la parodia desacralizadora a una de las estrofas más entrañables del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz. Nos referimos a la estrofa que marca el inicio del largo camino de perfección del alma en búsqueda de Dios: « Adónde te escondiste/amado y me dejaste con gemido?/como el ciervo huiste/habiéndome herido/salí tras ti clamando, y eras ido », (Jean De la Croix, 1997: 56). Estrofa que Almodóvar traspasa, desabridamente, a la gran pantalla de este modo: « Dios, ¿Dónde está? Dios me ha abandonado…Le llamo para pedirle perdón y refugio pero él se esconde … », en Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 344 La desmitificación de la iconografía cristiana, reducida esencialmente a una presencia estética kitsch, resuena tanto en las palabras de Sor Víbora, aficionada a la moda, a la costura y al cine, cuando afirma « El culto de la Iglesia ha evolucionado en todo menos en el aspecto de sus imágenes (…). Yo creo que el elemento ornamental está muy vinculado a la piedad … », en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983, como en “las imágenes de las pecadoras del siglo XX”en la celda-despacho de la Madre Superiora que, intercaladas a los crucifijos y a la foto del Papa Juan Pablo II, sustituyen a los Santos; y como en el cuadro de la Virgen María en la habitación de Virginia, reducido a objeto de decoración. Con respecto a este último ejemplo, Almodóvar logra el máximo de la desmitificación desacralizadora de la iconografía cristiano-católica cuando le hace decir a la Madre Superiora, a la hora de presentarle la habitación de Virginia a Yolanda, « Si no te gusta [el cuadro de la Virgen María], lo quitamos y ponemos un póster de Mick Jagger [acordándose del póster que Yolanda tenía colgado en una de las paredes de su camerino en el Rojo Molino », en Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 345 La película empieza con una secuencia que sitúa la historia, por primera vez en Almodóvar, explícitamente dentro de un marco político, y lo hace a través de la evocación de la España franquista; aquella España azul que, metonímicamente, resuena en la voz de Manuel Fraga Ibarne cuando éste anuncia el Estado de Excepción de 1970, debido a la recrudescencia del terrorismo de ETA – que llega a su clímax con el asesinato del Comisario Manzanas, Jefe 204 en su secuencia inicial, se oye la voz, aquella horrible voz, de Manuel Fraga Ibarne anunciando el Estado de Excepción de 1970. Frente a la dimensión disparatada, delirante, eufórica y pasota de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y Laberinto de Pasiones, dos comedias desenfadadas en las que Almodóvar no conoce « la existencia de Franco [y], en cierto modo son [su] venganza contra el franquismo [porque quiere] que en [ellas] no quede ni el recuerdo, ni la sombra [de Franco] » (Pedro Almodóvar, en Frédéric Strauss, 2001: 30), esos espacios textuales fílmicos, pues, que sitúan la primera producción cinematográfica almodovariana dentro de aquel proceso de olvido, de desmemoria, de borrón y cuenta nueva, endémico a la transición política española de la dictadura franquista a la democracia, en Entre Tinieblas, desde el principio, el director manchego rescata, paródica y metafóricamente, del polvo del olvido tanto los lastrados años de la dictadura, atacando la Iglesia, una de las “familias” institucionales del régimen, la que desde el principio, hasta el Concilio Vaticano II (1962), legitimará la dictadura franquista como la indispensable Cruzada contra el Comunismo346; como la figura del Caudillo, el hombre dado por la providencia para salvar a un pueblo347, a través de las palabras de la Marquesa. La Marquesa, metáfora esperpéntica de la mujer ideal tal como fraguada por la ideología franquista348; huella paródica de la corrosiva Saga de los Leguineche349 berlanguiana a la vez que de la Brigada político-social de Guipúzcoa, el 2 de agosto de 1970 –, a la radicalización de la protesta sindical y obrera liderada por CC.OO., el sindicato clandestino más importante bajo la dirección de Marcelino Camacho, que se realiza mediante la intensificación de las huelgas en Asturias y País Vasco, y la protesta estudiantil que se realiza mediante la politización de las universidades. En palabras de Pedro Almodóvar: « Lo que más me sorprendió fue que el ministro que anunció el estado de emergencia fue Manuel Fraga Ibarne, un hombre que sigue siendo hoy en día presidente de la Junta de Galicía (…) y el fundador del Partido Popular (…). Me chocó que la persona que anunció algo tan monstruoso no sólo siguiera con vida, sino que continuara implicado en la vida política española. Es su voz, su horrible voz, pues habla muy mal, la que se oye en la película, y para los españoles quizá habrá resultado una sorpresa reconocerla (…). Hace veinte años mi venganza contra Franco consistía en no reconocer su existencia, su memoria, en hacer películas como si él no hubiera pisado la tierra jamás. Ahora creo que no es bueno olvidar aquella época y que conviene recordar que, al fin y al cabo, no está tan lejos», (Pedro Almodóvar, en Frédéric Strauss, 2001: 154). 346 De tal manera el obispo de Salamanca, Plá y Daniel, en la carta pastoral de 1936 justifica y legitima el sublevamiento militar del 18 de julio de 1936, sancionando el poder de Franco desde el principio; poder cuya legitimidad será rematada en 1953 mediante el Concordato con el Vaticano (27 de agosto de 1953). 347 Para Javier Tusell, Franco nunca fue « Jefe de Gobierno ni dictador vulgar: [fue] el jefe carismático, el hombre dado por la providencia para salvar a un pueblo, figura más jurídica, histórica que escap[ó] a los límites de la ciencia política para entrar en los del héroe de Carlyle o el superhombre de Nietzsche », (Javier Tusell, 1988: 138, en Cristina Tango, 2006: 129). 348 En su encuentro con la nueva Madre General, durante la fiesta organizada para celebrar el Santo de la Madre Superiora, la Marquesa, para justificar su presente de esthéticienne, afirma: « Yo sólo he sido Marquesa, esposa y madre », en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 349 Trilogía, compuesta por La escopeta nacional (1977), Patrimonio Nacional (1981) y Nacional III (1982), que al mantener « todas las características del cine berlanguiano – corrosivo sentido del humor, estructura coral y centrífuga del relato – (…) es una sardónica caricatura, en su primera parte, de algunas de las ceremonias típicas del entourage 205 personificación irónica de la nueva España ¿democrática? de pronto liberada de un destino común en lo universal, describe a su marido, a su vez metáfora paródica de Franco, de la España franquista y su vinculación espiritual con la Iglesia, como un monstruo y como un fascista, pese a ser un buen siervo de Dios. Un hombre cuya muerte de pronto la libera, le devuelve una vida que al fin es suya y la lleva a afirmar: « Yo no sólo quiero sobrevivir, ¡Quiero vivir, ahora que nadie me controla! »350. Esa rememoración histórica de la larga y oscura noche del franquismo, rememoración que se lleva a cabo embistiendo sardónica y sarcásticamente contra las que fueron las “familias” institucionales del régimen, corre pareja, a nuestro modo de ver, a una crítica mordaz y directa al proceso de reforma/ruptura (o ¿parálisis?) democrática, aquel proceso que lo ¿cambia todo? para que todo siga igual. Esa crítica cobra cuerpo, diegética e irónicamente, a través de las palabras de la hermana de Sor Rata de Callejón, Antonia, cuando ésta, frente a los deseos de su hermana monja de cambiar de vida porque « los tiempos han cambiado mucho (…) la vida ya no es la misma», le contesta: « Anda, mira, eso son fantasías de monja … ¡Qué estáis locas! ... Porque como no pisáis la calle, os pensáis que en la calle pasan cosas … En la calle no pasa nada…todo, todo, todo, todo, sigue exactamente igual que cuando tu entraste aquí … »351. (El subrayado es mio) Crítica rematada, mordazmente, a lo largo de la película a través del personaje de la Marquesa (metáfora de aquella España ¿súbitamente democrática?) quien, de pronto liberada de la presencia opresora y totalitaria de un marido monstruo y fascista, puede finalmente vivir libremente, sin control, y lo hace dedicándose a tomar clases de esthéticienne. A nuestro modo de ver, esta última pulla almodovariana no hace sino confirmar el proceso transicional no sólo como aquel tránsito aparentemente democrático de un régimen a otro por el cual todo cambia para que en realidad no cambie nada, sino, y a fortiori, como aquel maquillaje institucional y político que, tras cuarenta años de contraexperiencia histórica, lleva al límite la ley (franquista) empero sin salirse de ella; como aquel “franquismo democrático” que, pasando de la utopía a la entropía, celebra el tránsito de un « déficit de legitimidad en el sistema político [franquista] a un superávit de negociaciones [en el sistema democrático] para restar las diferencias políticas entre la élite del viejo régimen y los jefes de la oposición »352. funcionarial y político que rodeaba a Franco, como las cacerías en las que se adjudicaban obras y favores (…) [y a la vez] retrato esperpéntico del verdadero funcionamiento político del antiguo régimen », (Casimiro Torreiro, en Román Gubern et alii, 2000: 395-396). 350 En Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 351 Id. (El subrayado es mío). 206 En fin, como aquel camino perdido hacia la democracia y prolongación del pasado que, primero con la UCD, aquel « anfibio de franquismo y democracia, juventud y viejo régimen » (Francisco Umbral, 1990: 57), y luego con el PSOE, la ilusión de un cambio, y su líder Felipe González, aquel « “reformista reformado”, [aquel] socialista bien intencionado que renunció a Marx por ganar unas elecciones » (Id. 131), testimonia el tránsito de « la conquista de nuevos espacios de libertad a la ocupación de nuevos espacios de poder » (Santos Juliá, 1995: 273). El doble intento almodovariano de deconstruir, por un lado, desde dentro, aquellos aparatos ideológicos que hicieron posible el mantenimiento, la supervivencia de la dictadura franquista, y que siguen fundamentado todo sistema hegemónico establecido, y de desquiciar, por el otro, aquellos valores patriarcales que al cimentarlo lo propagan, se realiza bajo las consignas del bajtiniano proceso de degradación. Es decir, aquel proceso de corporeización de la realidad y de sus normas en el que el cuerpo con sus afectos remplaza al Logos y en el que los deseos y las pasiones, con sus intensidades inmanentes, al construir al ser en términos de devenir, deniegan el ser como determinatio negativa apriorísticamente establecida y fijada en el tiempo. En Entre Tinieblas Almodóvar, grotesca y esperpénticamente, lleva a cabo, con acierto y distancia irónica, una corporeización de la Norma, de lo ideal, de lo elevado, de lo sagrado, transformando, en primer lugar, los dogmas religiosos universales y trascendentes en “dogmas” privados individuales e inmanentes cuyos objetos de culto son de carne y hueso. Y, en segundo lugar, utilizando la religión, vaciada ya de sus contenidos metafísicos, en su dimensión iconográfica y teatral, como instrumento privilegiado para la sublimación de los deseos de las monjas. En la relación amorosa entre la Madre Superiora e Yolanda, por ejemplo, Julia utilizará la religión para expresar su amor a Yolanda, transformando, de esto modo, el lenguaje religioso en lenguaje amoroso para hablar y comunicar sus sentimientos de amor. A lo largo de la película, ese lenguaje amoroso a lo humano dará paso, alternándolo calibradamente, al empleo del bolero, aquel lenguaje musical del deseo, de la pasión, de los sentimientos, al que Almodóvar acude en el intento de llevar a cabo, mediante sus películas, un doble proceso de reterritorialización y resignificación del imaginario colectivo (español), y que utilizará, en la mayoría de sus melodramas, como instrumento expresivo fundamental, aquel instrumento que a la 352 Santos Juliá, “La estrategia de la tensión”, en Memoria de la transición: Del asesinato de Carrero Blanco a la integración en Europa, El País, D.L., Madrid, 1995: 125. 207 vez participa de la acción, glosándola y/o anticipándola, y de la construcción de los personajes más melodramáticos y pasionales de su producción cinematográfica. Frente a la canción religiosa Dueño de mi vida, aquella canción que al inicio de la película, mediante un doble proceso de desfuncionalización y desmitificación, procesa sardónicamente la transformación de un himno a lo divino en una confesión amorosa erótica y terrenal, será, de hecho, el bolero Encadenados353el que expresará, explotando el lenguaje romántico de la poesía y de la canción popular, la pasión no correspondida de la Madre Superiora por Yolanda. Doble es, a nuestro modo de ver, la función del empleo melodramático de este bolero en uno de los momentos más románticos, y a la vez, desgarradores, del cine almodovariano. Si, por un lado, de hecho, la canción Encadenados354, en tanto representación musical y teatral de un amor no correspondido, es el único “juego del lenguaje” que permite a la Madre Superiora expresar, ya sin filtros ni rémoras, sus emociones y sentimientos por Yolanda; por el otro, es el único instrumento expresivo que permite establecer con el espectador una comunicación afectiva, corporal y empática, aquella comunicación desde abajo que, rizomáticamente, le transforma en testigo, a la vez extra e intradiegético, de una seducción lesbiana. Tanto el empleo melodramático del bolero Encadenados – bien como música de fondo en la escena en la que la Madre Superiora le muestra a Yolanda su habitación, bien en los títulos de crédito finales de la película – como el del bolero Salí porque Salí355 – canción que Yolanda canta en la fiesta de la Madre Superiora y se lo dedica, despidiéndose de ella, de su amor y del Convento356 – 353 Una de las expresiones más logradas y célebres de la canción popular latinoamericana, el bolero, género artístico y musical que arraiga sus raíces en España – inicialmente era una manifestación musical gitana acompañada de guitarras y cajas de percusión en madera, cuyo nombre posiblemente procede de la expresión “Volero”, de volar – para llegar a Cuba, cruce multicultural y fronterizo donde los ingredientes melódico-poéticos europeos se fusionan con la polirritmia musical negroafricana. El bolero Encadenados fue escrito y musicalizado en 1958 por Armando Manzanero, sucesor de Agustín Lara – el más importante y destacado compositor del bolero latinoamericano – y, en la actualidad, el más prolífico compositor romántico. La versión elegida por Almodóvar para su película viene interpretada por Lucho Gatica, uno de los más famosos cantantes chilenos de boleros. 354 Como botón de muestra de lo que arriba se afirma, véanse las estrofas más entrañables y sexualmente ambiguas del bolero Encadenados: « Tal vez sería mejor que no volvieras/quizás sería mejor que me olvidaras/ Volver sin empezar a tormentarnos/ a querernos para odiarnos/sin principio, ni final. /No sé, a vos he hecho tanto tanto daño/ que amar entre nosotros es un martirio/ jamás quise negarte ese engaño/ ni el olvido ni el delirio/seguiremos siempre igual/ Cariño como el nuestro es un castigo/ que se lleva en el alma hasta la muerte/Mi suerte necesita de tu suerte/y tú me necesitas mucho más. / Por eso no habrá nunca despedida/ni parte alguna habrá de consolar/el paso del dolor ha de encontrarnos / de rodillas en la vida /frente a frente y nada más »,en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 355 Bolero compuesto por Tite Curet Alonso, uno de los compositores puertorriqueños más prolíficos de la segunda mitad del siglo pasado y de mayor demanda del movimiento salsero en Nueva York (década de los sesenta). La versión elegida por Almodóvar para su película es la interpretada por Sol Pilas. 356 Este bolero, además de anticipar epifánicamente el final trágico de una película en la que, finalmente, el drama sentimental se impone frente al humor cáustico y corrosivo, remata musical y diegéticamente el amor prohibido de la Madre Superiora, un amor que da vida al personaje de Yolanda a la vez permite a la misma Yolanda romper con el pasado, y empezar de nuevo, ya sin drogas ni recuerdos. 208 además de confirmar, incorporando la música popular al cine, el tránsito del cine almodovariano de la fase lúdica, experimental y underground de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y Laberinto de Pasiones a una fase melodramática en la que la dramatización de los sentimientos pasa a primer plano, participa activamente en la subversión del melodrama clásico tradicional hollywoodiense y al tiempo del romance heterosexual. Una subversión (la del bolero) llevada a cabo, cáusticamente, mediante múltiples y variadas maniobras discursivas y estéticas y vehiculada por un lenguaje musical, amoroso y pasional que ya no confirma, hegemónicamente, el heterocentrismo sino, por el contrario, lo deconstruye, desde dentro, utilizando el mismo lenguaje convencional, rizomáticamente. Una subversión rizomática, pues, confirmada a fortiori por el espacio textual fílmico mismo. En efecto, pese a que Almodóvar, en una película a medio camino entre la comedia absurda, disparatada, aún salpicada, por momentos, por tintes pop y underground357, y el melodrama358, recurra al empleo de los tres elementos articuladores359 del melodrama de Hollywood360 – dispositivo estético, discursivo, fílmico reaccionario y conservador – acabará subvirtiendo, desde dentro, sus coordenadas patriarcales y reaccionarias mediante una doble estrategia. Como botón de muestra, véanse unas de las estrofas más explícitas con respecto a lo mentado arriba: « Para tí, ni siquiera yo tendré/ni quizás la limosna de un mirar/ Fue mejor sepultar en el ayer/tu lejano amor prohibido que jamás debió de ser/Otra vez voy pasando por ahí/Otra vez con mi cara tan feliz/Si a tu amor yo llegué porque llegué/ de tu amor, yo salí porque salí », en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. (El subrayado es mío). 357 Los elementos discursivos, estéticos y diegéticos que quedan del periodo underground son esencialmente: los personajes, huella textual del entorno arrebatado del Madrid de la Movida (véanse, en particular, los personajes de Yolanda y Jorge; Lola, la camello que vende heroína a la Madre Superiora; Merche, la ex-amante de la Madre Superiora que, en un momento dado, buscará refugio en el Convento); la artificiosidad del argumento; el consumo de drogas; la perpendicularidad diegética; la relación lesbiana entre la Madre Superiora e Yolanda; el distanciamiento irónicoparódico, disparatado e irreverente, que surge de la amoralidad de los personajes y del lugar donde ocurre la historia, un convento de monjas. 358 Espacio textual literario que nace como obra teatral maniquea acompañada de una música que exalta hiperbólicamente los aspectos sentimentales y patéticos para pasar luego, a lo largo de las décadas de los cuarenta y de los cincuenta, a la pantalla cinematográfica hollywoodiana en el formato de drama sentimental en el que se dramatizan paroxísticamente las pasiones y los sentimientos de unas mujeres, en posición de subordinación respecto a los hombres, que confirman y defienden la estructura patriarcal de la sociedad, sus ramificaciones sociales y económicas, y el código moral de la clase burguesa. « El melodrama parece nutrirse de los mismos elementos que la materia griega. El bien y el mal, la juventud, el amor, el odio, la ambición, la verdad y la mentira, el honor y el deshonor. [En el melodrama] todos estos valores morales son abarcados en su más amplio aspecto », Agel, Henri & Zurián, Francisco, Manual de iniciación al arte cinematográfico, Madrid, Rialp, 1996, en Francisco Zurián, “Mirada y pasión. Reflexiones en torno a la obra almodovariana”, en las Actas del Congreso Internacional “Pedro Almodóvar” Almodóvar, el cine como pasión, 2005: 28. El elemento principal de la película almodovariana que remite directamente al melodrama es esencialmente su intento, y su principal (y muy bien logrado) objetivo: el de contar una historia de amor. 359 Una historia de amor como eje narrativo y motor de la acción; la caracterización de unos personajes dominados por la pasión y una puesta en escena muy teatral que utiliza la música para la construcción de unos personajes emocionalmente patéticos y para subrayar la desmesura empática de sus pasiones. 360 El melodrama de Hollywood que, al mantener la mujer en posición de subordinación con respecto a los hombres, defiende y propaga la heterocéntrica construcción del Gender y el modelo de la familia nuclear capitalista y patriarcal. 209 Una doble estrategia articulada tanto por la dramatización de un amor homosexual, el amor lesbiano entre la Madre Superiora e Yolanda, como por la transferencia del lugar de la acción de la familia al Convento. En primer lugar, frente al melodrama clásico, legado y “trascendencia” cinematográfica de la convenciones sociales, morales y sexuales del teatro realista decimonónico y espacio textual fílmico (hegemónico) donde la historia de amor que origina, embrolla, desarrolla la acción dramática, confirmando las expectativas del espectador (burgués) es siempre heterosexual, Almodóvar sitúa su historia melodramática en aquel territorio sexual donde el espectador no está acostumbrado a buscarlo. Es decir, en una relación de atracción-repulsión homosexual que, a pesar de todo, tan sólo se realiza, simbólica y artificialmente, en la dimensión musical, melodramática y teatral del bolero. Es precisamente el empleo del bolero, « la quintaesencia musical del cine almodovariano, [que alcanza] su cénit en esta película, donde su protagonista Yolanda Bel, es su mentora » (Antonio Holguín, 1994: 193), el que, dramatizando un amor homosexual, participa en la subversión del romance heterosexual, y a la par confirma la tesis de Iris Zavala según la cual la naturaleza del bolero es fundamentalmente andrógina, ambigua y bisexual, porque: « los textos no siempre se hacen desde la posición masculina; los boleros juegan a la ambigüedad sexual – 361 hombre/mujer, mujer/mujer, hombre/hombre, que éstas son las variaciones – pero al mismo tiempo dicen el goce » . El bolero, aquella música que habla de los sentimientos, que dice la verdad de la vida porque quien más y quien menos siempre ha tenido algún amor o algún desengaño, articuladora de la estética discursiva camp y kitsch de la cinematografía almodovariana, postula, por lo tanto, desde el ámbito marginal de la canción popular, una multiposicionalidad de la relación emisor-receptor a la vez que una fluidez ontológica y genérica que invalida el heterocentrismo occidental dominante y hegemónico. En segundo lugar, al transferir, Almodóvar, mediante un doble proceso de desterritorializaciónreterritorialización paródico-grotesco, el lugar de la acción dramática de la familia al Convento, representado, a lo largo de toda la película, como aquel lugar de excesos excéntricos362 donde la ley 361 Iris Zavala, El bolero, Historia de un amor, 2000, 15-16, en Kathleen M. Vernon, “Las canciones de Almodóvar”, en las Actas del Congreso Internacional “Pedro Almodóvar” Almodóvar, el cine como pasión: 2005: 170. 362 La excentricidad del Convento viene confirmada a fortiori, además que por las pasiones excéntricas de las monjas, por sus nombres estrambóticos (Sor Víbora, Sor Pérdida, Sor Rata de Callejón, Sor Estiércol) que, al rematar su apostolado basado en al humilliación y mortificación, personifican nominal y esperpénticamente el pensamiento de la 210 del deseo, primando sobre cualquier tipo de código y/o norma moral-católica, subvierte, deconstruyéndolo, el rol social y religioso de las órdenes religiosas, además de proyectar las convenciones melodramáticas de unidad familiar en un espacio que, normalmente, excluye a las familias, ataca frontalmente otro de aquellos Appareils Idéologiques d’État que fundamentaron y sustentaron ideológicamente el régimen franquista, la familia, siempre disfuncional y/o ausente en la totalidad de su obra cinematográfica. En Entre Tinieblas la familia tradicional patriarcal queda esperpénticamente representada a la vez que paródicamente deconstruida por la presencia metonímica de la Marquesa: mujer en cuyas palabras resuenan, a la vez, la alegría por la muerte de alguien que como marido y como padre era un monstruo y el duelo por la muerte de una hija, Virginia363 quien, tras haber entrado en el convento no por vocación sino por rebelarse contra su padre, decidió huirse, por amor, a África con un cazador, para ser luego comida por los caníbales. Esta tipología de familia patriarcal burgués, célula de reproducción del sistema capitalista hegemónico establecido, queda sustituida, de hecho, por unas familias alternativas que se forman al margen del orden establecido, y en contra de él, únicamente impulsadas por los flujos desterritorializantes del deseo. Estas familias alternativas quedan representadas cinematográficamente, en primer lugar, por la comunidad de las monjas, – caricatura grotesca y esperpéntica de las órdenes religiosas – , aquella comunidad rizomática, urbanísticamente céntrica empero éticamente ex-céntrica, formada por un conjunto de monjas unidas únicamente por los lazos del placer (un placer que es siempre personal e individual) y por la realización de unas pasiones que son siempre corporales. Y, en segundo lugar, al final de la película, por la familia no convencional formada por Sor Víbora, el Capellán y el “niño” de Sor Pérdida, el tigre, aquel préstamo buñueliano que para Almodóvar: « no es sólo un objeto plástico [sino que] representa lo irracional en la película (…) y es un elemento esencialmente surrealista que representa muchas cosas. La primera y más evidente es la presencia masculina ». (Pedro Almodóvar, en Frédéric Strauss, 2001: 45) Madre Superiora según el cual « El hombre no se salvará hasta que no comprenda que es el ser más despreciable de la creación», en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 363 A lo largo de toda la película Virginia, personaje inverosímil sacado de la fotonovela, del cómic femenino, del cinema (hollywoodiense), en cuyas peripecias se repercuten irónicamente las aventuras de Tarzán, – personaje literario creado por Edgar Rice Burroughs que aparece por primera vez en la novela Tarzán de los monos en 1914 y que, desde 1918 hasta 2003, pasará 201 veces a la pantalla cinematográfica– , no es sino la presencia de una ausencia, cuyas huellas de su paso por el Convento quedan diseminadas por su habitación, la suite de honor del Convento, y hechas presentes por una foto en la celda-despacho de la Madre Superiora. 211 Una vez más Almodóvar, tal como en sus dos películas anteriores, representa una masculinidad en crisis, problemática, cuya presencia, dentro de un universo femenino inventivo y productivo, bien queda distorsionada paródica y esperpénticamente, como en el caso del Capellán, hombre enganchado a la moda y a la alta costura, quien, enamorado de Sor Víbora, aprende a coser para tener las manos ocupadas; bien queda reducida a pura animalidad, una animalidad únicamente definida y articulada por unos instintos pulsionales, como en el caso del tigre de Sor Pérdida, cuyos arañazos la ponen como un divino señor. Aquella animalidad que Martin Heidegger, invalidando, por un lado, la taxonomía zoológica cartesiana y el mecanicismo que de ella se desprende, aquella tiranía de la física y de la química «qui réduit la vie au mécanisme et toute science de la vie à la physique et à la chimie [et qui] est l’équivalent de la domination de la métaphysique du sujet»364, y solicitando, por el otro, las distinciones jerarquizadas de la Metafísica de la Presencia concibe en términos de pobreza de mundo. Influenciado, por un lado, por el pensamiento de Jakob von Uexküll, zoólogo de la primera mitad del siglo XX y padre de la Etología moderna, centrada en el estudio de la vinculación del animal con el mundo circundante (Umwelt), y por el otro, por la oposición mecanisicmo-vitalismo que animó el debate, en las ciencias biológicas, desde finales del siglo XIX, Heidegger, en su curso de 1929-1930 en la Universidad de Friburgo, un año después de la toma de posesión de la cátedra de Husserl, cuyas lecciones se recogen en el libro intitulado Los Conceptos Fundamentales de la Metafísica, en su Segunda Parte (capítulos III-V), reflexiona sobre la distinción entre la naturaleza inorgánica, el mundo animal y el hombre. El filósofo alemán, de espaldas a los avances del positivismo y del evolucionismo darwiniano, en el intento de pensar una fenomenología del animal, equidistante tanto de la distinción aristotélica hombre (norma, ley humana) /animal (fuerza, potencia animal) como de la distinción metafísica cartesiana (distinción articualda por la estructuración de la realidad en torno a la escisión sujetoobjeto365), en un libro en el que « transitó por vez primera y última el camino de la investigación 364 L’animal, Théorie de l’usage: la question du monde commun, en Centre d’Études en Rhétorique, Philosophie et Histoire des Idées, en http : // www.cerphi.net (3 de septiembre de 2007). Para Pablo Galvín Redondo, desde la Modernidad, « las ciencias en general, y la biología muy en particular, consideran de forma a-crítica al hombre como ente cuyo modo de ser radica en el simple “estar ahí delante”(Vorhandensein), y de acuerdo con semejante determinación categorial de su ser, el hombre se configura en objeto más de estudio puesto al mismo nivel óntico que los demás. Esta visión homogénea de los distintos entes, fundamento posibilitador de toda comparación u ordenación gradual, guarda pues una íntima correspondencia con la comprensión del Ser propia de la Metafísica (la idea de la presencia), así como la estructuración de la realidad en el binomio sujeto-objeto. En definitiva, las ciencias asumen e incorporan los presupuestos ontológicos propios de la tradición occidental », Pablo Galvín Redondo, Nexo. Revista de filosofía, “El fenómeno del mundo en Martin Heidegger”, Número 2, 2004: 150. 365 « Esta escisión de lo real en un sujeto cognoscente y en un objeto conocido está posibilitada por y derivada de la comprensión del ser como presencia: lo real, lo ente, lo que es viene determinado por su estar presente. Lo que está 212 comparada entre filosofía y ciencia»366, establece una distinción entre el ser-en-el-mundo humano367y el ser-en-el-mundo animal. La heideggerriana es distinción no ya articualda por la antítesis metafísica jerarquizante sujeto (instancia constituyente de sentido y orden)/ objeto (lo que está enfrente) sino más bien por las nociones de Benommenheit (asombro) y pobreza de mundo368. Heidegger entiende, en primer lugar, la Benommenheit como : « Le mode d’être propre à l’animal (…). En tant qu’il est essentiellement étourdi et intégralement absorbé dans son propre désinhibiteur369, l’animal ne peut vraiment "agir" (handeln) ou "avoir une conduite" (sich verhalten) par rapport à lui : il peut seulement "se comporter" (sich benehmen) (…) [et] dans ce comportement ce qui est soustrait à l’animal c’est la possibilité même de percevoir quelque chose en tant que quelque chose, non ici et maintenant, mais soustraite au sens d’absolument non-donnée (…). La stupeur de l’animal signifie donc avant tout le mode d’être conformément auquel est soustraite ou, peut-on dire aussi, entravée, chez l’animal, dans sa référence à autre chose, la possibilité de se relier et de se rapporter à cette autre chose, en tant que telle ou telle chose en général, en tant que disponible, en tant qu’étant. Et c’est précisément parce qu’à l’animal est soustraite cette possibilité de percevoir en tant que tel ce à quoi il se rapporte, qu’il peut être absorbé de manière absolue par cette autre chose (…). Or, la stupeur de l’animal le pose au dehors de la possibilité que l’étant lui soit ouvert ou fermé (…). Le statut ontologique du milieu animal peut être ainsi défini : il est offen (ouvert) mais non offenbar (dévoilé, littérairement, ouvrable). L’étant, pour l’animal, est ouvert mais non accessible. (…) Cette ouverture sans dévoilement définit la pauvreté en monde de l’animal par rapport à la 370 formation de monde qui caractérise l’humain » . Y, en segundo lugar, entiende por pobreza de mundo aquella relación que el animal tiene con su mundo; una relación privativa, esta ouverture sans dévoilement que si, por un lado, lo hunde, lo absorbe en el mundo, un mundo del que no se puede descolgar, por el otro, le impide cuestionar y conocer el ente en cuanto ente. presente en el sentido de estar dado se llama objeto, aquello que, como su propia etimología pone de manifiesto, está ahí dado en relación con otro polo: el sujeto », (Pablo Galvín Redondo, 2004: 133-134). 366 Id.147. 367 Heidegger concibe el ser-en-el-mundo humano en tanto que Weltbildend, es decir, postula al hombre en tanto que configuration-en-monde, como ser mundano que configura, forma su mundo y se hace presente con su mundo; un ser cuya esencia es la existencia (Dasein). Para Heidegger, los seres humanos son en la medida en la que hacen su ser y ese constante hacerse a sí mismos « no es una digestión solitaria de lo que yo mismo segrego, sino un comercio constante con un mundo, sin el que no hay lo que llamamos “vida”. Al “tener que ser” que es la existencia humana le es inherente una comprensión del mundo y de las cosas que se dan dentro de él, por tanto, también de los seres que no soy yo; para decirlo exactamente: del ser que hay que hacer forman parte también el mundo y las cosas», (Ramón Rodríguez García,1994: 69). 368 Noción que, al postular la diferencia entre el animal, en tanto que pobre de mundo (Weltarm), y el hombre, en tanto que configurador de mundo (Weltbildened), « impide toda lectura continuista o de grados de perfección o evolución », (Pablo Galvín Redondo, 2004: 148). 369 Lo que para Uexküll son los portadores de significación, es decir, todos aquellos elementos que forman el Umwelt, el mundo circundante. 370 Alexandre Koutchevsky, dramaturge, Stupeur et pression dans Animal, págs. 2-3, en http://www.rolandfichet.com (17 de septiembre de 2006). 213 Frente al hombre, concebido por Heidegger en tanto que Da-sein, aquel lugar donde hay Ser, comprensión, irrupción del Ser, lugar de la Lichtung, es decir, lugar donde el Ser se desoculta y se aclara, y en tanto ente mundano (Weltlich), no estático, no cerrado, no fijo, cuya aperturidad (Erschlossenheit), la que le da preeminencia óntico-ontológica sobre el resto de los entes, « atraviesa todos los momentos estructurales de la existencia humana, entendida ésta como poder ser, como pro-yección de posibilidades [e] identificada con la verdad en su sentido originario, esto es, con la verdad como desocultamiento (Unverborgenhiet)» (Pablo Galvín Redondo, 2004: 131), el animal, ente intramundano371 (Innerweltlich), es pobre de mundo (Weltarm), carece de mundo, es decir, establece con el mundo una relación privativa que le impide, de forma radical, experienciar al ente en cuanto tal. Al no configurar mundo372; al no ser un lugar para la comprensión del Ser; al no estar totalmente abierto a la verdad, entendida ésta como el desocultamiento del Ser, el animal es prisionero de su Umwelt y su existencia queda reducida a pulsiones instintivas, aquellas pulsiones que, negándole el acceso a la constitución ontológica del ente, le impiden participar a toda apertura ontológico-epocal del Ser, esto es, al desocultamiento de la verdad ontológica (Unverborgenheit). El hombre, por lo tanto, en el mundo poético-cinematográfico almodovariano, queda relegado a una condición (ontológica) de pobreza de mundo; una condición ontológica que, reduciédolo a pura instintividad, no lo hace partícipe de la comprensión del Ser, es decir, de aquella apertura ontológico-epocal del Ser en la que el Ser, desvelándose y desocultándose, abre e inaugura un tiempo, aquel tiempo epocal de la verdad (Unverborgenheit). Al representar tanto el ser-en-el-mundo humano como el ser-en-el-mundo animal, cuya diferencia ontológica reposa sobre la aperturidad (Erschlossenheit) del Dasein, aquella aperturidad que es condición para la comprensión del Ser y a la vez la que permite al Dasein participar del desvelamiento de la verdad (Unverborgenheit), lo que Almodóvar hace es representar, en términos heideggerianos, un mundo que no es, sino que mundea. 371 « Para referirse al resto de los entes, [Heidegger] se reservó el término intramundano (Innerweltlich), que tampoco designa la mera localización espacial de cosas o animales en un lugar físico, sino su ensamblaje en el plexo de relaciones de sentido o campos pragmáticos que constituyen el mundo como significatividad », (Pablo Galvín Redondo, 2004, nota n° 46: 146-147). 372 Martin Heidegger, de espaldas y a contrapelo de la tradición moderna cartesiana que ensarta el problema del mundo dentro de una dimensión puramente gnoseológica, postula la estructura del mundo en términos ontológicos. Es decir, considera el mundo como el momento estructural de la existencia humana (Dasein), cuya esencia se da gracias al Dasein mismo, esto es, « aquel ente cuyo modo de ser se determina por el factum de la comprensión del ser (Seinsverständnis) », (Pablo Galvín Redondo, 2004, nota n° 9: 128). 214 Esto es, un mundo que, solicitando el pensamiento metafísico cartesiano, ya no es algo representable por un sujeto, entendido éste como instancia configuradora de orden y de sentido; ya no es el espacio metafísico (y por lo tanto, hegemónico) de la existencia humana ni el espacio racional de la ciencia, sino que es « esa tupida red, ese plexo de relaciones de sentido (…) en la que se despliega la vida humana, en la que está el Dasein en cuanto Da-sein (…) que, insertado ya siempre en una determinada comprensión del ser, comprende no sólo su propio ser como poder ser, sino también el ser de los entes con los que se embarga y engolfa » (Pablo Galvín Redondo, 2004: 137 y 143). Un mundo que, en tanto que entramado ex-céntrico, en constante devenir, de relaciones ensambladas del que participa y forma parte el animal también en tanto que relación y devenir, desarticula la escisión cartesiana sujeto-objeto al tiempo que impide concebir la realidad como una totalidad metafísica objetivamente representable. Volviendo a la película, Almodóvar, aprovechando algunos elementos del melodrama – la teatralidad, el artificio, el espectáculo, la música, la dramatización paroxísticas de las pasiones – y deconstruyendo otros – la polarización entre el bien y el mal, la división maniquea de los personajes – crea un nuevo paradigma cinematográfico que, con acierto e ironía, Vicente Molina Foix define el almodrama. Esto es, una versión almodovariana del melodrama de Hollywood que, por un lado, apunta a la deconstrucción y el desenmascaramiento de las estrategias hegemónicas que están en la base del cine comercial estadounidense en tanto que dispositivo discursivo y estético cinematográfico que, al propagar las estructuras de poder de la clase dominante corrobora sus valores sociales y morales; y, por el otro, logra llevar el melodrama, tal como lo logra la obra cinematográfica de Fassbinder, fuera del territorio y del control (ideológico y hegemónico) de la burguesía. A lado de la relación lesbiana entre la Madre Superiora e Yolanda, es la afición de Sor Víbora a la moda y a la alta costura la que, más que otras, se sirve de la religión, en su dimensión iconográfica e teatral, como instrumento privilegiado para la sublimación de sus deseos y como “velo” para 215 disfrazar su relación amoroso-platónica con el Capellán quien, también enamorado de Sor Víbora, decide irónicamente aprender a coser para dejar de fumar y tener las manos ocupadas373. Muy bien adaptada a la época en la que vive, vinculando la piedad cristiana al culto de la imagen y reduciendo la religión a adorno, Sor Víbora se dedica a diseñar trajes de moda para cada temporada para las Vírgenes, luego cosidos para las redimidas, porque para ella y el Capellán tienen un gran valor sentimental. Ese doble proceso de desfuncionalización y desmitificación de lo religioso que, además de relegar la religión y sus cultos a prótesis estéticas de pasiones individuales privadas y seculares, la transforma en el salvoconducto privilegiado para la realización de amores transgresores y prohibidos, alcanza su clímax paródico cuando, en la fiesta de la Madre Superiora, Yolanda sube al escenario llevando el modelo de plata y oro que Sor Víbora había diseñado para la Vírgen de los Desamparados, vírgen de la cual es muy devota. La segunda afición de Sor Víbora y el Capellán, el cine, confirma la intertextualidad como aquel elemento, diegético y estético, articulador de un espacio textual fílmico, el almodovariano, que constantemente, en palabras de Alejandro Yarza, en el intento de construir una nueva mirada, canibaliza otros espacios textuales mediante un doble proceso de integración y enfrentamiento que, cuestionando distintas hortodoxias, se constituye en tanto que mecanismo de resistencia y de oposición y a la vez postula la realidad en términos de artificialidad y representación. Esta constante embestida esperpéntico-paródica contra la religión viene rematada desde dentro de un espacio textual fílmico que, desde el principio, se presenta como una parodia, provocadora y subversiva, de las películas monjiles tradicionales al tiempo que como guiño a un cine pop religioso, por las distintas aficiones de Sor Estiércol y Sor Rata de Callejón, que son la droga y la literatura sensacionalista. En el caso de Sor Estiércol, magistralmente interpretada por Marisa Paredes, ex-asesina, exredimida, salvada por una mentira en el juicio de la Madre Superiora, mujer a la que se lo debe todo y por la que sería capaz de cualquier cosa para defenderla, es la droga, uno de los elementos articuladores de la película a la que los personajes principales acuden como escape, la que permite a Almodóvar distorsionar, parodiándolos, tanto el misticismo religioso como uno de los principales sacramentos del cristianismo, el sacramento del altar, que es el de la sagrada comunión374. 373 Guiño irónico y cómplice de Almodóvar al espectador quien sabe muy bien que la afición del Capellán a la costura y a la moda es tan sólo un pretexto para estar cerca de Sor Víbora y el medio privilegiado para “tener las manos ocupadas” . 374 Bajo los efectos de los ácidos y en la presa de sus alucinaciones, Sor Estiércol afirma, desacralizadoramente,: « Para mí, comer esta tarta es como comulgar…Se me apareció Jesús mientras la hacía chorreando sirope y me ofreció sus 216 Por su autoflagelación (paródico-esperpéntica) y sus alucinaciones debidas al uso y consumo de ácidos que remiten, constante e intertextualmente, a las serigrafías warholianas, Sor Estiércol es, en la economía de una película desestabilizadora desde el punto de vista ideológico y estético375, el emblema de un masoquismo católico caricaturesco en el que resuenan, irónicamente, las letras de la canción de Parálisis Permanente376, «Quiero ser santa»377, y, al mismo tiempo, la huella estética underground en una película, a caballo entre lo cómico y lo trágico, que queda entretejida por una intertextualidad massmediática, una intertextaulidad realzada por unas indirectas tanto a la(s) cultura(s) del rock, mediante los íconos de las rock stars, como a la publicidad, presente ésta metonímicamente por el detergente para todo uso bio-degradable DREP, que la Marquesa regala a Sor Perdida, aquella monja, interpretada por la poliédrica Carmen Maura, obsesionada por la limpieza porque para ella, en un convento volcado a la mortificación y a la humillación, «¡La limpieza no es un lujo!»378. Una mortificación y una humillación que llegan a su climax esperpéntico-paródico a través del “niño” de Sor Pérdida que cada día se pone más grande y juguetón gracias a la carne que ésta le proporciona, sustraéndola a las monjas condenadas a comer únicamente verdura, al ritmo de unos bombos que le recuerdan África. ¿Sería esta última referencia directa a África una alusión indirecta que el director manchego hace, irónicamente, a Franco y aquel sublevamiento militar que desde África, a partir del 18 de julio de 1936, subjugó al pueblo español reduciendo su vida a pura animalidad? llagas para que se las chupara como si fuera una golondrina… », en Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 375 El frecuente empleo de los picados, en una ambientación conventual y monjil muy teatral y muy barroca que rizomáticamente se distancia de lo celestial, traduce estética y cinematográficamente el subversivo y provocador renversement ideológico constante a lo largo de la película. 376 Nuevos Prometeos del hiriente punk hispano (Salvador Domínguez), Parálisis Permanente, fue el grupo de tendencias punk-góticas montado por Eduardo Benavente y Nacho Canut (ex-Pegamoides) que debutó en El Jardín en enero de 1981, bajo la égida de Eduardo Benavente, uno de los primeros «ángeles caídos del rock & pop español» (Salvador Domínguez, 2004: 693). Parálisis Permanente fue uno de los primeros grupos de la Movida en tener, desde la primavera de 1981, un sello independiente propio, Tres Cipreses, uno de los principales sellos independientes que, junto con DRO, G.A.S.A. (Grabaciones Accidentales Sociedad Anónima), Lollipop, Goldstein, Rara Avis, Dos Rombos y Spansuls, inspirados en la autosuficiencia que predicaba el punk, se oponían a las lobbies musicales de las compañías discográficas, de las multinacionales de la industria del disco y a las corporaciones oligopólicas. 377 Como botón de muestra, véase una estrofa de la canción arriba mentada : « Quiero ser canonizada/azotada y flagelada/ levitar por las mañanas/y en el cuerpo tener llagas. / Quiero estar acojonada/alucinada y extasiada/Tener estigmas en las manos/en los pies y en el costado/ ¡Quiero ser santa! / ¡Quiero ser santa! », en Parálisis Permanente, “Quiero ser santa”, Grabaciones Completas (1981-1983), Madrid, (recopilatorio), 2001. 378 En Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 217 Dejemos al lector la libertad de reflexionar y contestar a una pregunta que, quizás, encuentra su más lograda respuesta en aquella «cantata gris y política» (Francisco Umbral, 1990: 35) de Lluís Llach, L’Estaca379. Compuesta por el cantautor catalán en 1968 en un momento en el que la dictadura de Franco, aunque moribunda y en un estado irreversible de coma ideológico, político e institucional, seguía siendo muy bélica y represora, L’Estaca, canción mítica, de envergadura casi épica, de aquel movimiento contracultural, La Canción Cantautoril, que nace en reacción a la cultura hegemónica de su tiempo, es el máximo símbolo de aquella oposición a lo establecido desde el territorio de la música. Frente a una dictadura ya bien podrida, que ya no puede durar mucho tiempo, Lluís Llach, en nombre de un pueblo, aquel pueblo español que ha pasado tanto tiempo atado ya a ella (la estaca), incita a ese mismo pueblo a luchar por la libertad, a la unidad de acción para liberarse de ella (Si tiramos fuerte la haremos caer (…). Si yo tiro fuerte por ahí y tú tiras fuerte por allí, seguro que cae, cae, cae, y podremos liberarnos), porque si no consigue liberarse de ella, nunca podrá andar; nunca podrá alcanzar la libertad, aquella libertad que sería el símbolo de un nuevo amanecer. Sor Rata de Callejón, interpretada por una Chus Lampreave hilarante, alias Concha Torres, por evadirse de la realidad del convento, por el cual ya no tiene ningún interés, y por timidez, sublima sus deseos de evasión y su pasión por la literatura sensacionalista volviéndose escritora de novelas rosas. A imitación de aquellas monjas que fueron grandes escritoras del pasado, Sor Rata de Callejón, narrando las historias de las redimidas que han pasado por el convento, se transforma en una de las escritoras « más prolífica, ingenua, inocente, banal »380 de la literatura española contemporánea, y, en palabras de García Márquez, en un verdadero fenómeno sociológico-literario381. 379 Véase la letra completa de la canción: « El viejo Siset me hablaba al amanecer, en el portal, / mientras esperábamos la salida del sol y veíamos pasar los carros. / Siset: ¿No ves la estaca a la que estamos todos atados?/ Si no conseguimos liberarnos de ella nunca podremos andar./ Si tiramos fuerte, la haremos caer. Ya no puede durar mucho tiempo. /Seguro que cae, cae, cae, pues debe estar ya bien podrida./ Si yo tiro fuerte por aquí y tú tiras fuerte por allí, / seguro que cae, cae, cae, y podremos liberarnos. /¡Pero, ha pasado tanto tiempo así!/Las manos se me están desollando, y en cuanto abandono un instante/se hace más gruesa y más grande./ Ya sé que está podrida, pero es que, Siset, pesa tanto/ que a veces me abandonan las fuerzas./Repíteme tu canción./ Si tiramos fuerte, la haremos caer. Ya no puede durar mucho tiempo. /Seguro que cae, cae, cae, pues debe estar ya bien podrida./ Si yo tiro fuerte por aquí y tú tiras fuerte por allí, / seguro que cae, cae, cae, y podremos liberarnos./El viejo Siset ya no dice nada,/ se lo llevó un mal viento, - él sabe hacia donde-, /mientras yo continúo bajo el portal./ Y cuando pasan los nuevos muchachos, alzo la voz /para cantar el último canto que él me enseñó. / Si tiramos fuerte, la haremos caer. Ya no puede durar mucho tiempo. /Seguro que cae, cae, cae, pues debe estar ya bien podrida./ Si yo tiro fuerte por aquí y tú tiras fuerte por allí, / seguro que cae, cae, cae, y podremos liberarnos ». 380 En Pedro Almodóvar, Entre Tinieblas, Madrid, Tesauro S.A. y Luis Calvo, 1983. 381 Id. 218 Sor Rata de Callejón es, a nuestro modo de ver, aquel dardo en las manos de Almodóvar que esta vez da en la diana de la Iglesia pasando por una parodia irónico-esperpéntica de la literatura mística femenina; aquella mística femenina, afectiva, nupcial, antitética a la mística masculina especulativa, que a lo largo de la Edad Media no designaba a un ser humano sino a un método, aquel método para acceder a Dios. “Trobadora” no ya de Dios sino de las vidas descarriadas de las ex-redimidas del Convento, Sor Rata de Callejón, una vez más, utiliza la religión, en este caso su vida monástica, para desarrollar una personalidad creativa e inventiva que nada tiene que ver con las consignas habituales, morales y sociales, de las órdenes religiosas; y su conducta, que es la de una religiosa en crisis, no hace sino rematar irónicamente la vacuidad, la superficialidad, la fatua ritualidad de la religión en una sociedad, una vez muerto Franco, nuestro césar hortera y enano (Francisco Umbral, 1990: 10), en déficit espiritual. A raíz de lo que hasta aquí hemos venido diciendo, podemos llegar a afirmar que, quizás, sea con esta película que Almodóvar, por un lado, mediante el esperpento, utilizado para un doble proceso de desfuncionalización de antiguos significados y creación de nuevos contenidos, y, por el otro, mediante la parodia, la ironía y la sátira, aquellos mecanismos de distanciamiento, desenmascaramiento y deconstrucción del lenguaje convencional desde dentro del mismo lenguaje, conteste a la pregunta que Francisco Umbral se hacía hace ya muchos años en el día de la muerte de Franco: « ¿Y cómo se escribe una columna sin Franco, sin hablar de Franco, sin aludir malvada y verbalmente a Franco, cómo se clava un dardo de papel, cotidianamente, en el corazón de Franco (tantos años haciéndolo) cuando ya no hay Franco?» (Franciso Umbral, 1990: 9). Contestando a esa pregunta, Almodóvar logra por primera vez, esperpéntica y paródicamente, en una película que, de puntillas y con nostalgia, se aleja de la alegría, de la desmemoria y de la intrepidez de la Movida, clavar, por fin, un dardo cinematográfico en el corazón de Franco, tras los años lapsados por el olvido, la desmemoria, el consenso del periodo transicional. Y lo consigue desfuncionalizando, corrosiva y cáusticamente, aquellos “ventrículos” que, ideológica y hegemónicamente, durante casi cuarenta años, habían impulsado por las arterias de un cuerpo monstruoso, fascista, repugnante, y sin embargo, buen siervo de Dios, el veneno del odio y 219 de la muerte en lugar de la sangre de la vida; aquella sangre derramada por las tierras rojizas y ásperas de un país de la cruz, de los clavos y de la espina382, España, en el que: « Un mort (…) est plus vivant en tant que mort que partout au monde. Son profil blesse comme le fil d’un rasoir » (Federico García Lorca, en Marcelle Auclair, 1968 : 11). 382 Paráfrasis a un verso del poema de Federico García Lorca, “Crucifixión”, 1998: 210. 220 3.6. ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! (1984) El largo plano secuencia inicial, realizado mediante un travelling en el que la presencia visual, casi física, de la cámara, imponiéndose a la diégesis, confirma el cine como artificio, como representación; el equipo, el material del rodaje de la propia película; la voz en off y la presencia física y cinematográfica del propio Almodóvar acompañados, extradiegéticamente, de una música de fondo cuya partitura original fue escrita por Bernardo Bonezzi383 expresamente para la película, nos introducen, panorámicamente, en la realidad urbana y artificiosa de un Madrid transformado, para la ocasión, en un plató de rodaje cinematográfico. Un Madrid, en el que, una vez más, se difuminan las ya borrosas fronteras entre la realidad y la ficción; y en el que la vida, en este caso la de Gloria y de su familia, se transforman en obra de arte. Al igual que Buñuel en Le charme discret de la bourgeoisie, Almodóvar 383 Bernardo Bonezzi fue uno de los principales protagonistas y cronistas musicales del Madrid nuevaolero de la Movida. Logró su fama y arrasó creando al grupo rock Los Zombies del cual fue, desde 1979 hasta 1982, líder, cantante, compositor y guitarrista. Dos fueron los elepés – Extraños Juegos (1980); La Muralla China (1981) – que fraguaron la sofistificación subjetiva, muy artie, de un grupo que debutó « en la sala El Sol en diciembre de 1979, convirtiéndose al instante en un de los grupos más atractivos de aquel torbellino musical que envolvía al moderno Madrid. Su cabeza visible y elemento aglutinador era Bernardo Bonezzi, un joven estudiante del Liceo Italiano, con un look parecido al de Bryan Ferry, y gestos, amaneramientos, y actitudes propias de un modelo de Vogue despistado en la vorágine del asfalto de Chueca, zona donde tenían su local de ensayo », (Salvador Domínguez, 2004: 575). He aquí el testimonio del mismo Bernardo Bonezzi recordando su primera producción, o mejor dicho, experimentación musical cuando decidió crear a Los Zombies: « Yo era muy joven como para tener una filosofía concreta y preestablecida; simplemente, hacía la música que me gustaba y que sentía. Lo que sí me interesaba mucho era la experimentación, y, por lo menos, intentar hacer cosas inusuales y diferentes, como, por ejemplo, utilizar una máquina de escribir como instrumento de percusión. Creo que simplemente me sentía más cercano a eso que los ingleses llaman “art rock”, que a las canciones de tres acordes que triunfaban en el momento. En cuanto a las letras, me gustaba que fueran algo hermérticas y abiertas a muchas interpretaciones por parte del oyente; algunas incluso las hice con el sistema de cortar frases o palabras de periódicos y revistas, revolverlas y pegarlas. Recuerdo haber oído interpretaciones muy divertidas por lo descaminadas que estaban de mi idea original, pero, efectivamente, leyendo el texto se podían interpretar así », (Bernardo Bonezzi, en Salvador Domínguez, 2004: 578). 221 « fa dunque scattare fin dalle primissime immagini quell’esitazione tra reale ed immaginario che costituisce per Todorov uno degli elementi fondamentali del fantastico » (Cristina Bragaglia, en Valentina Cordelli, Giuliano De Giusti, 2001: 187). Explotando la estrategia diegética y estética balzaquiana, en un película a medio camino entre el melodrama divertido, irónico, sardónico, y el drama social, muy naturalista, en la que lo cómico y lo dramático se abrazan estrechamente hasta confundirse y en la que la fuerza descriptiva de la novela realista se juxtapone, hasta imponerse, a la fuerza evocativa de las imágenes en movimiento, Almodóvar pasa, centrípetamente, de la presentación de la geografía urbana de un Madrid postindustrial a la geografía humana y social de Gloria y su familia. Aquel submundo proletario que, abismado en la miseria, en el ruido, en la polución y perdido en la desolación de los enormes edificios “colmenas” del barrio de la Concepción, simbólicamente, todavía no ha cruzado y nunca cruzará el extrarradio y « ese mar sin fondo que es la M-30 » (Pedro Almodóvar, 2005: 137). Almodóvar, haciendo eco, en su película más pasoliniana, a la subversiva filosofía de Marx en un momento en el que en la ¿España democrática?, producto de ese « juego de prestigitación en virtud del cual un régimen dictatorial, heredándose a sí mismo, se ha sacado de la propia manga los atributos de la democracia parlamentaria » (José Luis Aranguren, 1979: 86), se celebraba apáticamente el paso de la fascinación de la utopía marxista a la cancelación de la seña marxista de la identidad socialista, construye al proletariado como protagonista de la historia (una historia ya escrita con letra minúscula) y al personaje de Gloria y sus frustraciones como variación esperpénticamente dramática de la obra de Marx. Abandonado ya para siempre el Madrid del lujo y de la diversión; ese Madrid metropolitano, cosmopolitano y explosivo que en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y Laberinto de Pasiones era el « centro neurálgico del mundo, donde todo pasaba o de todo se pasaba », o ese Madrid del « puterío y recogimiento [de] Entre Tinieblas » (Pedro Almodóvar, 2005: 137), Almodóvar, por primera vez, nos representa un Madrid gris, lluvioso, triste, oscuro, donde la lluvia parece caer interminablemente; aquel doble esperpéntico del universo feo, claustrofóbico y anfetamínico de Gloria, en el que, dramáticamente, resuenan las palabras de Patty Diphusa cuando, rehabilitada por su autor tras nueve años de desintoxicación de la frivolidad y de La Locura de los Ochenta, se pregunta: « ¿Qué fue de ese Madrid, de esa España, de ese Mundo que caminaba confiado hacia la sociedad del ocio y del bienestar, un mundo diseñado según las necesidades (más tarde se demostraría que era según las necedades) del ser humano? » (Pedro Almodóvar, 2005: 94). 222 Inscrito dentro de una perspectiva totalmente individual, subjetivamente distorsionado y feamente deformado por los sufrimientos, las frustraciones y la soledad (sentimental y amorosa) de su protagonista, Gloria, el Madrid que el director manchego representa es el Madrid periférico, proletario y problemático del barrio de la Concepción, barrio popular, legado franquista del Desarrollismo y del Boom de los sesenta impulsado por el Plan de Estabilización, y metonimia de esa parte de la ciudad económicamente indigente, alienada, y socialmente marginal y marginada, ya tan distinta, y sin embargo la misma, de la alegre, divertida, eufórica de sus dos primeras películas. De la ciudad más divertida del mundo el Madrid de ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, al cual nos acercamos tangencial y periféricamente atravesando, casi intradiegéticamente, la autopista M30 en compañía del fracasado escritor-intelectual Lucas Villalba en el taxi de Antonio rumbo Avenida Danostierra, se transforma en una metrópoli inhóspita que en la resaca de los frenéticos, vibrantes y vertiginosos primeros ochenta, años en los que se vivía como « en una permanentefactoría-de-Warhol (…) [y en los que] ciertos círculos de Madrid eran idénticos a ciertos círculos de Nueva York. Círculos viciosos y sin salida, se entiende » (Pedro Almodóvar, 2005: 8), se da cuenta de que esto no es América384. Sino, más bien por el contrario, se descubre, inesperada y trágicamente, como aquel lugar de frustraciones, privaciones, alienación; como aquella gran urbe moderna, devoradora de ensueños, que Almodóvar, críticamente, pone al servicio de una denuncia social. Una denuncia social que a la vez atañe a las condiciones de vida del proletariado urbano, clase social a la que Gloria y su familia pertenecen y que participa en la construcción de la mujer como víctima; y a la sociedad de consumo, sociedad que constantemente frustra a las mujeres sin medios que “quieren y no pueden”, y que constantemente les impide acceder al bienestar capitalista. Un bienestar estructuralmente insatisfecho que: « Lo que fundamentalmente explota no es ya, como el paleocomunismo (…) la fuerza del trabajo, sino el frenesí consumista. De este modo, burguesía y proletariado se ven envueltos en una común y nueva alienación, y la mentalidad consumista, en principio, diríase genuinamente burguesa-decadente (…) se infiltra en el proletariado y lo aburguesa ». (José Luis Aranguren, 1979: 58-59). A través de la trayectoria existencial de Gloria, madre de familia, ama de casa, mujer frustrada económica, sentimental, sexualmente y víctima de los efectos perversos del “neoimperialismo” económico; secuestrada por unos caprichos materiales que, pese a transformarse en fetiches, le sirven para contrarrestar su insignificancia, Almodóvar, de hecho, denuncia una sociedad (la 384 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 223 occidental) en la que el capital no tiene ningún respecto por la vida familiar o la infancia, y en la que « la economía capitalista ha obligado todo el tejido social, con todos sus dispositivos familiares, tribales, religiosos o culturales a plegarse a los flujos y reflujos de un capital en un mundo que, por obra del mercado, se ha convertido, por primera vez, en una aldea global » (Carlos Hernández Lina, en Lolo Rico, 2003: 93-94). Y, a la vez, construye una película que hace eco de la sociedad española de los primeros ochenta, tras el triunfo en las urnas del PSOE (28 de octubre de 1982). Esto es, de una sociedad desilusionada por las esperanzas levantadas por el triunfo del PSOE, aquel partido, finalmente en el poder, cuya identidad política Javier Krahe y Joaquín Sabina, pocos años más tarde, pondrán en tela de juicio en una canción satírica, Cuervo Ingenuo, dedicada a su líder, Felipe González, y en la que, sardónicamente, se preguntan: « Tú mucho partido pero/¿es socialista, es obrero?/ ¿o es español solamente?/pues tampoco cien por cien/si americano 385 también./Gringo ser muy absorbente » . Una sociedad en la que, continúa afirmando Carlos Fernández Lina: « toda la esfera social y política estaba enteramente secuestrada por las necesidades de su economía, una sociedad que dependía a vida o muerte de los destinos y necesidades de la economía capitalista (…) [en la que] la propia clase política estaba secuestrada (o vendida) por las necesidades de una economía ingobernable; o mejor dicho, una economía que goberna para sí misma de espaldas al Parlamento y respecto a la que cualquier Parlamento que no quiera ser bombardeado “ a lo Pinochet” no puede hacer otra cosa que plegarse a sus dictados ». (Carlos Hernández Lina, en Lolo Rico, 2003: 93-94) En definitiva, una sociedad que, testigo y protagonista privilegiada de la consolidación, hipócrita pero sin embargo existosa del proceso democrático, se aprestaba, malgré elle, a vivir y protagonizar, problemáticamente, el paso de una transición política, más aventurera que venturosa, a una transacción económica exógenamente impulsada por el Reaganismo y su “revolución conservadora”, esto es, aquella política comunicativa y mediática que, articulada por la retórica de la mentira, glorificaba el consumismo para combatir el comunismo y los gobiernos grandes. 385 Javier Krahe, “Cuervo Ingenuo”, en Joaquín Sabina, Joaquín Sabina Punto…1980-1990, Madrid, Sony BMG Music Entertainment España, S.L., 2006: 30. 224 En palabras de Manuel de la Fuente, pues: « Desde los años 60, sus discursos [los de Reagan] hacían referencia, de manera recurrente, al principal enemigo de los Estados Unidos: los sistemas basados en grandes gobiernos, llámense socialismo, marxismo o comunismo, ya que Reagan solía utilizar los tres términos indistintamente. En su opinión, estas ideas suponían un peligro para el núcleo de la sociedad norteamericana, resumida en los conceptos de “familia, trabajo, comunidad, paz y libertad” (Edel, 1987: 142) (…). El interés nuclear en el discurso de Reagan es el comunismo, al que contempló siempre como una amenza, ya desde su actividad sindical en los años 40 como actor de Hollywood (…). La visión del sistema comunista como peligro para el modelo estadounidense sería una de las claves políticas en su presidencia, que utilizaría como justificación para sus actuaciones de defensa o en la configuración de sus relaciones internacionales. Pero también tendrían gran importancia las medidas económicas que marcarían una ruptura con gobiernos precedentes ». (Manuel de la Fuente, 2006: 56) Haciendo eco a las hirientes y corrosivas opiniones antiamericanas y anticapitalistas de los electroduendes, del grito de la malísima bruja Avería, ¡Viva el mal! ¡Viva el capital!; abandonando un cine de ingenio, muy marginal y underground, en favor de un cine de los grandes medios que, sin embargo, no renuncia a la reterritorialización estética de lo tradicionalmente hispánico, (nos referimos esencialmente al esperpento, al costumbrismo marginal y a la picaresca), Almodóvar lleva, esperpéntica y paródicamente, a la gran pantalla la espectacularización de la cotidianidad de una familia proletaria, una familia marginal, frustrada, marginada y succionada, dramáticamente, por el mundo de la economía capitalista, en la que, el director manchego, depositó « [sus] redondos ojos de Pequeña Lulú sobre la figura de la madre » (Pedro Almodóvar, 2005: 128). Madre y mujer al borde de un abismo a la vez social, económico y sentimental al cual, trágicamente se acerca, sin caer nunca, porque atrapada, grotescamente, dentro de las mallas estupefacientes y adictivas del MiniLip; arrastrada por la soledad y la insignificancia (todos los suyos pasan de ella, menos cuando la necesitan para que les solucione problemas) de una vida que la desnaturaliza, reduciéndola a una persona mitad humana, mitad electrodoméstico; oprimida claustrofóbicamente por el peso de su realidad, opresión ésta rematada y ensalzada cinematográficamente por el empleo, novedoso en Almodóvar, de la cámara fija y de los picados, Gloria representa crítica y socialmente todas las frustraciones de una mujer de clase baja. La primera secuencia de la película, en la que los colores chillones de unos títulos de crédito iniciales, respetando las consignas del lenguaje del cómic, nos presentan visual y gráficamente el reparto de los actores al tiempo que fragmentan la escena misma, transforman a los espectadores en los únicos testigos de la frustración sexual, emocional y amorosa de Gloria. 225 Empujados, casi diegéticamente, por el paso veloz y apresurado de Gloria, mujer perdida entre el caos de la maquinaria técnica y humana, el desamor y el vacío de su vida, entramos, en el gimnasio donde un grupo de hombres está jugando al kendo, espectáculo masculino que excita a Gloria, mujer sola y abandonada por todo el mundo que, tan sólo empujada por un Carpe Amorem desesperado, desgarrador, busca por todas partes una salida, una válvula de escape a su angustia, agobio y desamor. El extraordinario poder estilístico de las imágenes en movimiento de la escena del kendo, intercaladas por unos títulos de crédito que además de funcionar como mecanismo de distanciamiento fragmentan la escena misma restándole verosimilitud, es el que, cinematográficamente, transforma a Gloria en la protagonista sexualmente activa del encuentro con el policía. El entrecruzarse y el desdoblamiento de los puntos de vista, el del ojo mecánico y taumatúrgico de la cámara almodovariana y el del ojo de Gloria, procesan, de hecho, el paso de una mirada masculina, la de la cámara, aparentemente neutra, a una mirada femenina, sexualmente activa, la mirada de Gloria. La función de la mirada sexualmente activa de Gloria es, a nuestro modo de ver, doble: apuntando al sexo masculino, es una mirada que deconstruye la tradicional mirada cinematográfica (mirada sexual masculina) a la vez que transforma al hombre en movimiento con su propio cuerpo, cuya virilidad queda, irónica e hiperbólicamente, representada y desfuncionalizada por el sable de madera, en objeto pasivo de deseo. Esta desfuncionalización, deconstrucción y subversión sexual del hombre queda diegéticamente rematada, en primer lugar por Gloria cuando, imitando a los jugadores de kendo, toma el sable de madera (símbolo fálico) asumiendo así la tradicional posición activa masculina; y en segundo lugar, por el policía, caricatura irónica del macho ibérico, del poder y de la ley, desnudo e impotente. Será la impotencia del policía la que hará fracasar el acto sexual, reduciendo el placer de Gloria a un placer exclusivamente visual y hundiéndola aún más en el abismo de la desolación y de la frustración. La última toma de Gloria, desesperada y blandiendo, con una fuerza y una vehemencia casi histéricas, al aire el sable de madera viene acompañada, aparentemente extradiegéticamente, por la canción alemana de Zarah Leander Nur Nicht aus Liebe Weinen (No llores por el amor). Esa canción, que hace de raccord musical, desempeña una triple función: en primer lugar, funciona como fundido de cierre y de apertura marcando el tránsito entre los planos y dándoles unidad, pese al cambio de escena; en segundo lugar, glosa la acción y hace avanzar la escena; y por último, 226 construye musicalmente a Antonio, el rudo taxista, marido de Gloria, todavía dominado por su pasado y su relación sentimental con Ingrid Müller, a la vez que anticipa epifánicamente las frustraciones amorosas y emocionales de Gloria. Esa canción, que a Antonio trae tanto recuerdos386 y expresa toda su melancolía y nostalgia por un pasado de amor en Alemania387, es para Gloria, excluida de su comprensión por la letra en alemán, motivo de celos y desesperación porque la asocia a la ex-amante alemana del marido. La doble frustración amorosa y sexual de Gloria, mujer malcasada que en un momento de profundo desaliento hablando con Cristal, la vecina prostituta, le confiesa « ¡Qué suerte tienes, hija! Solita, sin tener que ocuparte de nadie (…) ¡Quién me mandaría a mí casarme (…) con lo tranquila que estaría yo soltera! »388, llega a su clímax cuando la escena de amor en la habitación de Gloria y Antonio. Gloria, apretada por una dormilona que le impide moverse; oprimida por la pequeñez y la estrechez de una habitación que el muy proustiano plano secuencia y el zoom de acercamiento rinden aún más opresiva y claustrofóbica, nos viene presentada como una mujer incapaz de gozar y, sobre todo, como una mujer incapaz de provocar placer a un marido muy basto, machista, sentimentalmente indiferente, y a la vez de competir con el gran amor de su vida, Ingrid Müller. La transformación de la escena de amor en una escena de frustración amoroso-sexual queda anticipada, epifánica y musicalmente, por la canción cantada por Miguel de Molina389, La bien pagá390. 386 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. Alusión indirecta almodovariana a la masiva emigración europea de españoles (1,2 milliones) hacia los países más ricos de Europa, que se produjo a raíz del Plan de Estabilización (1959), punto de inflexión clave en la política económica del franquismo y en la evolución económica, social y cultural en la totalidad del país. « El fenómeno de la emigración fuera de nuestras fronteras –durante esta época, emigración europea –tuvo unos efectos complejos para la sociedad española en su conjunto, con aspectos positivos y negativos. Para establecer el balance definitivo del fenómeno de la emigración a Europa no sólo debemos tener en cuenta lo que supuso para la economía nacional el envío de divisas desde el extranjero (entre 1960 y 1969 entraron remesas de dinero por un valor estimado de 2.500 millones de dólares), sino que es necesario evaluar toda una serie de factores tanto sociales (desarraigo personal, dispersión familiar, etc.) como culturales (pérdida de referencias) o demográficos. Considerando este último factor, observamos, siguiendo a Nada, que este tipo de emigración supuso “un grado de masculinidad superior a la americana, una mayor concentración en las edades más vitales [casi el 100% de los emigrantes estaban comprendidos en la edad activa, de 15 a 55 años], y un tiempo corto, en torno a los tres años, de permanencia en el extranjero. Salvo una parte de la que se encaminó a Francia, la emigración europea no ha constituido un trasvase definitivo, con merma del potencial demográfico autóctono” », (Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez, “La sociedad española durante el régimen de Franco”, en Javier Paredes (coord.), 2002: 782). 388 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 389 Miguel Frías de Molina (1908-1993) fue, a lo largo del siglo XX, unos de los principales intérpretes de la canción popular española. Creador de un estilo propio basado en su gran « capacidad para estilizar y engrandecer la canción más trivial y barriobajera » (Javier Villán, Miguel de Molina, penas y destierros, El Mundo, 6 de agosto de 2007), rompedor de moldes tanto estéticos como musicales, Miguel de Molina fue, a lo largo de la breve vida de la Segunda República, la figura emergente del baile y de canción, « el primer hombre en cantar el repertorio de las cupletistas [pensemos en 387 227 Anticlímax irónico-paródico, la canción popular de Miguel de Molina además de glosar la acción y participar en la construcción del personaje de Gloria como la “bien pagá”, aludiendo sarcástica y mordazmente a su vida sexual y sus frustraciones, sirve a Almodóvar, que activa e intradiegéticamente desde dentro de la televisión participa de la escena cantando la canción en playback con su pareja artística, Fabio de Miguel, para llevar a cabo una desterritorialización/reterritorialización paródica del planteamiento conservador de la copla y de la más castiza y hegemónica cultura popular española, ambas instrumentalizadas por Franco para moldear, hegemónicamente, la mentalidad y la “sentimentalidad” colectiva de los españoles. « Demostración cotidiana de la pasión y muerte de la sentimentalidad franquista » (Manuel Vázquez Montalbán, 2000: xxliii); expresión (hegemónica) de lo vivencial de lo político porque «El poder no sólo opera desde leyes y parlamentos, sino que también lo hace desde la sentimentalidad»391, la copla, para Manuel Vázquez Montalbán, fue el arma cultural y musical que Franco utilizó para la educación moral y sexual del pueblo español. Para el gran narrador de la Crónica sentimental de España, de hecho: « La copla era la cultura autorizada, impuesta por el régimen desde la radio, que creó la cultura de masas en los 40 (…) [Y sin embargo, gran estimador de la copla, se pregunta] ¿Qué culpa tiene la copla de que El Pardo se apodere de ella y 392 de que las folclóricas empiecen a levantar el brazo? » . Concha Piquer, Imperio Argentina, Estrellita Castro] sin imitarlas, es decir, sin vestirse como ellas ni afeminar la voz ni el gesto » (Javier Vallejo, El poder de la copla, El País, Babelia,10 de noviembre de 2007). Su doble calvario humano y artístico coincide con el estallar de la Guerra Civil y la llegada de Franco al poder. Constantemente vejado, molido a palos por ser “rojo y maricón”, el más genial intérprete de La bien pagá pagará con su vida, su éxito, su tiempo, su filiación republicana y condición homosexual. Condenado al destierro en Argentina y México durante los años más autárquicos del franquismo, tan sólo en 1992 le serán reconocidos su valor y su entrañable labor. Reparación tardía de un país, España, que había tardado «cincuenta y dos años [1940-1952] en darse cuenta de que habían tronchado la vida de un hombre que hubiera querido crecer artísticamente y desarrollarse en la tierra donde nació », Miguel de Molina, en http://www.islaternura.com (15 de diciembre de 2006). 390 Copla inolvidable, imperecedera en la historia de la canción popular española, La bien pagá fue compuesta en 1934 por el letrista unionense, Ramón Perelló Ródenas (1903-1978), y el músico sevillano, Juan Mostazo Morales (19031938), cuya colaboración, prematura y fatalmente interrumpida por la muerte del músico sevillano, dio vida a muchas de las coplas que alimentaron la historia sentimental de España durante el franquismo, dictadura que incorporó, instrumentalizó, hegemónicamente, la copla como “canción nacional” para fraguar y glosar musicalmente todo lo oficialmente peculiar español, el sentido de lo español, para el Caudillo, totalmente diferentes de la peculiaridad de las naciones democráticas y/o totalitario-comunistas. Como todas las coplas sentimentales, La bien pagá es un microdrama que en cuatro minutos escenifica musicalmente una historia de amor, con sus penas, sufrimientos, desamores, goces, amarguras y deseos. Su peculiaridad y su potencial transgresor, progresista, es que esta copla, a diferencia de las demás y saliendo de los patrones de una sentimentalidad hegemónica y oficialmente conservadora, relata una historia de amor/desamor venal y de abandono entre un gitano y una prostituta, reivindicando al Otro, la diferencia y cualquier tipo de heterodoxia. 391 Xavier Albertí, en Javier Vallejo, El poder de la copla, El País, Babelia, 10 de noviembre de 2007. 228 Quizás sea, precisamente, el propio Almodóvar a contestar a esta pregunta reivindicando la copla y su “sentimentalidad” mediante la resignificación y recontextualización paródicas, en su cuarta película, de una de las más célebres canciones de la posguerra, La bien pagá. La resignificación y la recontextualización llevadas a cabo por el director manchego, de hecho, además de reivindicar, finalmente, a Miguel de Molina desde el punto de vista político y sexual, reivindican, irónicamente, la homosexualidad en cuanto tal mediante la transformación de una canción de amor (heterosexual) en una expresión camp de la homosexualidad mientras denuncian cáusticamente la explotación y el abuso sexuales, sin amor, del cuerpo femenino en el matrimonio (nacional-católico) de Gloria y Antonio, una explotación y un abuso que de la cama matrimonial, metafóricamente, irradian todas las paredes de una casa en las que “la bien pagá” dejó sepultas penas y alegrías393. La casa de Gloria, reflejo y doble esperpéntico de su miseria humana y social, a la que llegamos mediante el recorrido por la M-30 del taxi de Antonio, recorrido que marca el tránsito del espacio urbano (periférico) al espacio privado (agobiante, desalentador), es, de hecho, en su totalidad el epicentro de sus frustraciones, angustia y miseria. En los cuarenta metros cuadrados de una casa tan pequeña y tan rara394, Gloria es tan sólo acompañada y rodeada, de manera fetichista, por unos electrodomésticos que, desde sus “entrañas”, la miran, marcan el compás de una rutina cotidiana en la que se pasa las 24 del día trabajando, pueblan su mundo y dan sentido a su vida. Tal como la mirada del gran ojo sin párpado del Gran Hermano, la mirada fetichista de los electrodomésticos mientras construye miseramente su entorno, fragua insignificantemente su vida, la vigila constantemente las 24 horas al día, devolviéndole una imagen esperpéntica, alienada y deformada de sí misma. Los electrodomésticos, esos objetos útiles, materiales y multiformes, que dentro de un modo de producción capitalista se transforman en mercancías, es decir, en «[ce] quelque chose à double face, valeur d’usage et valeur d’échange»; esas cristalizaciones sociales, socialmente idénticas y uniformes, de «une force de travail humaine dépensée [et] du travail humain accumulé (…) [qui] ne peuvent donc entrer dans la circulation qu’autant qu’elles se présentent sous une double forme, leur 392 Manuel Vázquez Montalbán, en Miguel Mora, Vázquez Montalbán define la copla como la “caja negra de la emoción de España. El escritor completa el “Cancionero general del franquismo” que fue publicado en parte en 1972, El País, 24 de mayo de 2000. 393 La bien pagá (Ramón Perelló - Juan Mostazo), en Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 394 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 229 forme de nature et leur forme de valeur» (Karl Marx, 2006 : 43-45 y 50) se transforman para Gloria, estableciendo con su ojo una relación totalmente física, en fetiches. Esto es, en unos objetos que, reducido su único valor al “alienado” valor de cambio en detrimento del “metafísico” y “teológico” valor de uso, se transforman, fantástica y fantasmagóricamente, en unos : « êtres indépendants, doués de corps particuliers, en communication avec les hommes et entre eux (…). A la fois saisissable[s] et insaisissable[s], il ne [leur] suffit pas de poser [leurs] pieds sur le sol ; [ils] se dresse[nt], pour ainsi dire, sur [leur] tête (…) en face des autres marchandises et se livre[nt] à des caprices plus bizarres que si [ils] se mettai[ent] à danser » (Id. 68-69). Cobrando vida propia, los electrodomésticos son sus únicos compañeros a lo largo de una vida anodina, humana y emocionalmente insustancial, y la vez su más fiel, tentador y diabólico verdugo. Constantemente ignorada y vejada por un marido que se da cuenta de su existencia tan sólo cuando necesita comer y/o tener una camisa bien planchada para salir; ninguneada por unos hijos que contrarrestan su incomodidad tanto emocional como económica, el uno, Toni, haciendo de camello; el otro, Miguel, entreteniendo relaciones homosexuales con hombres mayores que ni le dan de comer, Gloria, pobre mujer con una infinita necesidad de amar, intenta compensar su desmedido “déficit” amoroso, sentimental, con un alienado y compulsivo “superávit” comercial que la impulsa a consumir; compulsión de la cual es prisionera, sin quererlo, y compulsión más fuerte que el amor por un hijo. Gloria, reducida por su trabajo y su surexplotación a una mercancía por la que « toute autre marchandise n’est qu’une forme d’apparition de sa propre valeur (…) [une marchandise] débauchée et cynique (…) toujours sur le point d’échanger son âme et même son corps avec n’importe quelle autre marchandise, cette dernière fût-elle aussi dépourvue d’attraits que Maritorne » (Id. 77) acaba vendiendo a su alma y su cuerpo (su hijo menor, Miguel) por una Maritornes esperpénticamente “melenuda”: un moldeador de pelo. Excluida395, junto con su vecina de casa, Juani, y a la vez víctima envuelta en un frenesí consumista que, artificial e insatisfactoriamente, la aliena dentro de un sistema socioeconómico, el neocapitalismo, ese espacio de consumo estructuralmente insatisfecho que, infiltrándose en el 395 La exclusión de Gloria y Juani del frenesí consumista queda, cinematográficamente, rematada por el travelling que la cámara efectúa desde dentro de los escaparates de las tiendas, máximo reclamo para Gloria y muestra de los objetos de consumo. 230 proletariado, lo aburguesa; reducida a proprietaria privada y échangiste, Gloria acaba cambiando a su hijo Miguel, transformado en mercancía, cuya « seule valeur utile qu’ [elle] lui trouve, c’est qu’[il] est porte-valeur, utile à d’autres et par conséquent un instrument d’échange. [Elle] veut donc l’aliéner pour d’autres marchandises dont la valeur d’usage puisse [la] satisfaire » (Id. 7778). La venta de Miguel al dentista pedófilo, caricatura del homosexual proxeneta y afeminado, por el precio irrisorio de un moldeador de pelo, es el momento culminante de la alienación de una madre que, subvirtiendo grotesca y esperpénticamente el drama materno tradicional, se autosacrifica maternalmente por un puñao de parné; momento culminante que, además, hace de contrapunto paródico al mito franquista de la mujer, mito que relegaba la mujer al hogar y le imponía, hegemónicamente, el rol de puntal de la familia. Gloria, cuya trayectoria vivencial y existencial pone trágicamente en solfa el destino de las heroínas del melodrama clásico de Hollywood, esas mujeres que se autorrealizan en el matrimonio y en la maternidad, es, de hecho, el puntal de su familia; una familia, sin embargo, disfuncional, disgregada y desintegrada, pero lo es grotescamente, a costa de su adicción a las anfetaminas y de la venta de un hijo. La venta de Miguel, al introducir el tema del sexo como negocio, nos sirve para introducir a otro de los personajes clave de la película, la “tía” Cristal, contrapunto cómico-irónico a la angustiosa y alienada vida de Gloria y al tiempo parodia grotesca de uno de los roles reservado a la mujer durante la dictadura franquista, régimen bajo el cual las alternativas para una mujer eran entre los roles de madre y prostituta396. Mujer sexualmente desinhibida que sueña con irse a Las Vegas para hacerse actriz y cantante famosa; mujer romántica que, por falta de un amor verdadero, tan sólo se ha comprado el traje de novia para jugar a la noche de bodas; enganchada tanto al dinero como al caballo, droga que toma para relajarse y adelgazar, Cristal representa el doble, trágicamente, placentero de Gloria. 396 Almodóvar alude, indirecta e intradiegéticamente, a la condición de la mujer bajo el régimen franquista a través de uno de los diálogos entre Gloria y Juani; diálogo que toma lugar en la humedad y oscuridad de un Madrid lluvioso, en el que la lluvia ensalza la sordidez de la vida de las dos mujeres, y que reproduce las frustraciones de ambas frente a una vida pasada a servir, planchar y fregar. Véase el diálogo entre Gloria y Juani: Gloria – (hablando con Vanessa) « ¿Dónde vas a estar mejor que en el colegio? Si no vas al colegio, ya sabes lo que te espera … servir, como yo … », Juani – « Servir o hacer la carrera como la Cristal … Claro que ésta antes de servir prefiere meterse a puta … A su edad, yo ya planchaba, fregaba y ayudaba a mi madre… », en Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 231 Prisionera de un presente que la obliga a vender favores sexuales a cambio de dinero, único salvoconducto que en un futuro, por de pronto tan sólo anhelado y soñado, le permitirá irse a América y, por fin, cambiar de vida, Cristal representa a la mujer sexualmente alienada y explotada por un mundo machista, paródica, irónica y cáusticamente, poblado por intelectuales fracasados, exhibicionistas y policías impotentes. La presencia de un personaje como el de Cristal, en cuyas andanzas placenteras, hoy en día, resuenan los ecos de esa femme fatale que unos cuantos años más tarde los Radio Futura inmortalizarían en su canción-tótem de los años noventa, Veneno en la piel397, chocaría dentro del marco de una película que su autor define y presenta como un melodrama con conciencia social si no fuera por las intenciones últimas de su propio autor y director. La presencia, fuera de lugar, del personaje de Cristal sirve a Almodóvar, a nuestro modo de ver, para llevar a cabo un ataque contra la sociedad de consumo neocapitalista y, al mismo tiempo, para subvertir rizomáticamente los códigos tradicionales del cine neorrealista, su principal género cinematográfico de referencia tanto diegético como estético. Doble cinematográfico paródico de la muñequita Barbie, uno de los principales iconos de la cultura pop americana, Cristal, en primer lugar, sirve al director manchego para asestar una crítica acérrima contra la década de los ochenta, época de la superficialidad, de la imagen, del simulacro; época en la que un actor de Hollywood acaba siendo el Presidente de Estados Unidos. Ese ataque indirecto a la superficialidad de los ochenta, era en la que se sublima paroxísticamente el culto a la imagen, una imagen fatua y evanescente y, al mismo tiempo, era en la que se fetichizan hiperbólicamente los bienes de consumo capitalista mediante unos medios de comunicación que, al servicio de los poderes políticos, controlan y mantienen a las masas en la ignorancia398 y que, reducidos a mecanismos de poder, transforman la información, para Cebrián Herreros « todo aquello que responde a la necesidad del ser humano para descubrir su entorno convivencial y social y desarrollar su personalidad en el presente y en el futuro » (Mariano Cebrián Herrero, en Manuel de la Fuente, 2006: 72), en mercancía de control, esto es, « una mercancía de intercambio 397 Véase,como botón de muestra, una de las estrofas más significativas de la canción: « Dicen que tienes veneno en la piel/Y es que estás hecha de plástico fino/Dicen que tienes un tacto divino/Y quien te toca se queda con él », (en Santiago Auserón, 1999: 91). 398 Según la teoría de la “agenda-setting”, tal como formulada y definida por McCombs y Shaw en un artículo publicado en 1972, «los medios de comunicación son los que determinan el conocimiento de la gente de gran parte de la realidad social. No se trata de la asunción, por parte de la opinión pública, de los puntos de vista expresados por los medios de comunicación, sino de la agenda temática que los medios constituyen para su conocimiento y debate en el entorno social. Por lo tanto, aquellos temas que no aparecen en la prensa, apenas llegan a la discusión pública, en cuanto los medios son los provocadores de este debate. La “agenda-setting” lo que hace es, por ende, destacar la amplia coincidencia entre agenda mediática y agenda pública. La mera selección temática para su debate público supone una poderosa herramienta de unificación ideológica, aun cuando los medios no sean conscientes de ello », (McCombs y Shaw en Manuel de la Fuente Soler, 2006: 68-69) 232 ideológico generadora de sentidos » (Manuel de la Fuente, 2006: 72), queda críticamente rematado e irónicamente distorsionado desde dentro de la película mediante la inserción intertextual de los spots publicitarios. Intercalando a la diégesis, en el más puro estilo pop, el falso spot publicitario del café y empleando el género publicitario como género cinematográfico, Almodóvar subvierte rizomáticamente tanto el género como los fines últimos de la publicidad. Ensartando dentro de la cotidianidad angustiosa de la vida de Gloria y su familia un spot publicitario, grotesca y esperpénticamente, anticonsumista que en lugar de vender productos y de vehicular unos mensajes consumistas cuyas dianas son mismamente las amas de casa, nos cuenta irónicamente, haciendo guiños al espectador, una pasional y trágica historia de amor, lo que Almodóvar hace es ridiculizar los verdaderos spots publicitarios mediante unas propuestas sardónicamente alternativas que ponen en solfa la sociedad capitalista y apuntan a poner puertas al viento del consumo capitalista. En segundo lugar, emblema de « unos personajes insólitos y tan desmadrados como lo pudieran ser los de sus anteriores películas », Cristal sirve a Almodóvar para superar y distorsionar una película que, pese a un « esqueleto dramático (…) conformado por el retrato costumbrista de una familia de clase baja que habita en uno de los barrios más marginales de Madrid (…) [y a] una ambientación de tintes profundamente sociales [representa] a una galería de personajes imposibles en un ambiente realista » (Josetxo Cerdán, Javier Pena, en José Luis Castro de Paz, Julio Pérez Perucha, Santos Zunzunegui, Directores, 2005: 2008). Dentro de esa galería de personajes imposibles en un ambiente realista queremos destacar los dos hijos de Gloria, Toni y Miguel, esos Lazarillos postmodernos que, para sobrevivir en la jungla de hormigón armado de un Madrid postindustrial, metafóricamente atravesado por el Tormes salmantino, acaban siendo mozos de muchos amos, la droga y el sexo, que sustituyéndose a la gran calabazada y los muchos avisos del amo ciego de Lázaro, son trágicamente los elementos que los «alumbr[an] y adestr[an] en la carrera de vivir » (Lazarillo de Tormes, 1998: 24). La vida promiscua de ambos, la sordidez de unas peripecias nocturnas impulsadas, dramáticamente, tanto por la búsqueda de afecto (fuera del ámbito familiar) como por la ganancia y ahorro de talegos (para, quizás, un día dejar la realidad gris y lluviosa de Madrid y volver al campo, a Puebla, lugar de la ilusión y del ensueño), además de recontextualizar y resignificar sardónicamente, en clave postmoderna, la picaresca; de rematar la miseria y la barbarie de la vida del proletariado urbano y su 233 lucha diaria para llegar a un mañana que lo único que les puede ofrecer es un futuro en la calle, sirven a Almodóvar para asentar una crítica acérrima a la familia tradicional patriarcal, uno de los principales estamentos ideológicos del aparato de estado franquista. « Elemento dramático de primer orden [por el que] la gente empezó a mirarme [a Pedro Almodóvar] con otros ojos, tipo “es moderno, pero tiene sentimientos” » (Pedro Almodóvar, 2005: 128), la familia, por primera vez, articula una película que debe de ser mirada con los ojos del corazón. Contrariamente a sus primeras películas en las que la familia (tradicional y patriarcal) brillaba por su ausencia y quedaba, rizomáticamente, sustituida por unas familias no convencionales, muy heterodoxas, unidas únicamente por los lazos de la pasión, del deseo, del amor y de la amistad, aquí la familia es el eje vertebrador de un espacio textual fílmico que, a la vez, reivindica las condiciones deshumanas del proletariado urbano y satiriza, sarcásticamente, el mundo de la burguesía urbana mediante la denuncia del vacío y de la hipocresía de su mundo intelectual. La familia tradicional patriarcal viene, de hecho, esperpénticamente deconstruida tanto en el caso de la familia de Gloria como en el de la familia de Juani, madre soltera y símbolo del masivo éxodo rural a las ciudades dormitorio en el extrarradio de Madrid399. La familia tradicional, patriarcal de Gloria queda, esperpénticamente, deconstruida, resultando totalmente disfuncional, disgregada, por la presencia de una madre que, frustrada y alienada por un matrimonio, falto de amor, y una maternidad, infeliz, busca, exteriormente al ámbito familiar, una recompensa sexual, anfetamínica y consumista. 399 Inicio de un proceso de rememorización histórica, frente al presentismo, al hedonismo, a la olvidadiza inmersión en el hic et nunc de un presente dilatado al infinito de sus primeras películas, que Almodóvar lleva a cabo desde el territorio de lo social y de lo económico para atacar la política tecnócrata franquista de la década de los sesenta y su consiguiente “Desarrollismo” económico e industrial. Una de las consecuencias del Plan de Estabilización, una vez estabilizada la economía, fue, de hecho, « la emigración interior hacia los núcleos urbanos más pujantes desde el punto de vista económico, con lo que se transformó también la estructura ocupacional de la población activa al potenciarse los sectores secundario y terciario. De gran importancia para el proceso de urbanización en marcha fue el fuerte impulso recibido de la emigración interior, sobre todo durante la década de los sesenta (…). Así, procedentes de las regiones más pobres, unos tres millones y medio de personas cambiaron de residencia dentro de España entre 1961 y 1970, y un movimiento de población similar se produjo en la década siguiente, para establecerse (…) en las zonas de atracción industrial: desde el País Vasco hasta el litoral mediterráneo (catalán, valenciano y balear) sin olvidarnos de los polos de atracción madrileño, zaragozano, vallisoletano, el andaluz de las ciudades de Málaga y Sevilla y el de Canarias », (Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez, “La sociedad española durante el régimen de Franco”, en Javier Paredes (coordinador), 2002: 781). Unos de los “efectos perversos” de esta emigración interior y de la industrialización de España “a cualquier precio” fue el bárbaro y deshumano proceso de urbanización que se llevó a cabo en el extrarradio de las ciudades más desarrolladas, cuyo ejemplo más pujante y dramático nos viene proporcionado por los edificios “colmenas” del barrio del Concepción en Madrid, sórdida ambientación de la cuarta película almodovariana. 234 Por unos hijos que, tras muchos años de calle, han aprendido a buscarse la vida: Toni, dedicándose, a negocios ilegales y movidas400, y Miguel, vendiendo su cuerpo a los padres de sus amigos; en fin, dos chicos, con mucha personalidad, que viven a su aire y a quienes no les gusta que nadie les controle, menos aún si el control es ejercido por una “vieja” histérica y un padre que lo único que sabe hacer es falsificar, copiar, la letra y las firmas de los demás porque tener buena letra y copiar la firma « es tan importante como el apellido »401. Y, finalmente, por un padre que, prisionero de un pasado amoroso del cual a duras penas se desprende; de unos recuerdos que, acompañándole infatigable y musicalmente por la M-30 y por los estrechos y angostos pasillos de una casa cuyos ángulos cerrados impiden toda libertad de movimiento, son los únicos que pueblan una vida mezquina, gasta su vida abusando humana y sexualmente de su mujer; una vida insignificante, totalmente absorbida por un trabajo que, obligándole a pasar la mayor parte del día fuera de casa, le “impide” darse cuenta de la ausencia de su hijo Miguel. Persona desagradable a quien, sin embargo, paródicamente hasta el ascensor le tiene respeto, símbolo esperpéntico de un machismo hispánico arraigado muy ancestralmente en la cultura ibérica, padre y marido dominante, Antonio le sirve a Almodóvar para subvertir el sistema sexual patriarcal dominante. Pese a ser el que manda, Antonio acabará sus días tendido a los pies de un lavabo de la cocina, esa parte del hogar familiar indiscutiblemente “reservado” a las faenas de la madre de familia, de la cual todos los demás quedan excluídos, o si entran, entran para no volver a salir nunca jamás con sus pies. Franqueando los lindes de un territorio controlado sexualmente por su mujer, Antonio será grotescamente asesinato por una pata de jamón que Gloria blande casi fálicamente, transformándose paródicamente en el componente sexual activo y dominador de la pareja. Una vez más, serán los electrodomésticos, convertidos de manera fetichista en objetos con vida y con una personalidad propia, los únicos testigos del asesinato que Gloria comete, un asesinato del cual sólo el lagarto, Dinero, conoció al asesino, y por el cual Gloria no será encarcelada. 400 Empleamos aquí la palabra Movida antes del deslizamiento semántico que sufrió el término durante el periodo de la transición democrática, cuando por Movida se entendía aquel momento de exploración vivencial lúdica y explosión cultural tridimensional – hedonista, nihilista, warholiana – que desde abajo, desde la calle, tejió una nueva narratividad contracultural, rizomática, para contrarrestar la parálisis y la inercia del sistema político. De hecho, en sus orígenes, « la palabra “Movida” se usaba en la calle como un sobreentendido entre gente cómplice, comprometida en una situación. Quizás se refería inicialmente, en los ambientes de la delincuencia, a un atraco. También se usaba la expresión “hacerse una movida” para ir a comprar droga. Luego se empezó a usar en medios artísticos donde una movida era, por ejemplo, montar una fiesta, un concierto, una exposición, conseguir equipo o transporte para ir a tocar a algún sitio, etc. Creo que es ese deslizamiento de sentido hay algo interesante, que habla por sí solo », (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 160-161). 401 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 235 No será encarcelada por ello ni siquiera cuando confesará su culpabilidad al Inspector Polo, ese policía impotente que acabará encontrando por todas parte, asombrado, cuando no miedoso, por la manera en la que Gloria se desahoga402, y más aún incrédulo frente a la confesión de la mujer. La impunidad de Gloria cumple, a nuestro modo de ver, una doble función en la economía de una película volcada a deconstruir, paródica y esperpénticamente, el machismo hispánico, causa primera de las tragedias cotidianas y hogareñas de la mujer, víctima del sistema establecido en el que hegemónicamente es obligada a vivir, o mejor dicho, sobrevivir; y una película que, desacralizadoramente, apunta a reducir el protagonismo masculino a impotencia y animalidad403. Por un lado, participa, reforzándola, en la subversión del sistema sexual patriarcal dominante, sistema desquiciado paródicamente por una pata de jamón; por el otro, sirve a Almodóvar para poner en solfa, cáustica e irónicamente, a la policía, principal aparato de estado de la dictadura y brazo armado de Franco; y, de rebote, asentar un ataque frontal contra el franquismo. La muerte de Dinero, lagarto matado por la fobia que uno de los dos policías tiene a los bichos, será el motivo que imposibilitará al Inspector solucionar un caso muy difícil del cual « nadie sabe nada, nadie ha visto nada, [por el cual] no hay ninguna pista »404. El último miembro de la familia de Gloria que nos queda por analizar es la abuela, mujer adicta a los dulces, a los efervescentes, y también muy tacaña, cuyo egoismo posesivo, además de determinar su comportamiento, remata grotescamente la crisis de los valores familiares de una familia tradicional, emocional y afectivamente, disfuncional. Rodeada de fetiches afectivos (los palos de madera del parque y el lagarto Dinero) y culinarios405 (las magdalenas y el agua de Vichy, celosamente guardados bajo llave y/o glotonamente trocados, al precio de treinta pesetas, por los pellejos y los huesos de un pollo medio quemado) que la ayudan a contrarrestar la, sorprendente, rigidez de un invierno madrileño, la abuela es el personaje que Almodóvar emplea para introducir la oposición, de tintes muy marcadamente realistas y 402 La escena de la confesión de Gloria en el gimnasio, doble simétrico de la escena inicial del kendo, parece funcionar como una escena de cierre y de apertura, es decir, como una escena que testimonia el fin de las frustraciones y la alienación de Gloria tras la muerte de Antonio y al tiempo anuncia, epifánicamente, el cambio de rumbo de su vida. Gloria, de hecho, confiesa su culpabilidad desahogándose con el sable de madera; ese objeto fetiche símbolo de todas sus frustraciones y al tiempo extensión paródicamente “fálica” de una vida de pronto liberada de la presa asfixiante y castrante de un marido dominador y de un hombre, pese a su decencia, mezquino y guarro. 403 La yuxtaposición, en la escena del asesinato, del cuerpo de Antonio y la mirada del lagarto Dinero a ras del suelo aluden, a nuestro modo de ver, hiperbólicamente, a una masculinidad reducida, buñuelianamente, a animalidad. 404 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 405 Las magdalenas y el agua de Vichy de la abuela, en lugar de rematar, antropológica y simbólicamente, la pertinencia de la abuela al mismo grupo social, a la misma comunidad afectiva, marcan los lindes entre ella y los demás miembros de la familia. 236 decimonónicos, entre el campo y la ciudad y, a la vez, para embestir, nuevamente, contra el franquismo, esta vez utilizando como estoque la religión. Atrapada dentro de un Madrid metropolitano inhóspito en el cual se resiste a integrarse; perdida en la belleza de los recuerdos de aquellos lugares donde, posiblemente, amó la vida y en la nostalgia de aquellos años de esplendor en la hierba, la abuela sueña con volver al pueblo, ese espacio de libertad antitético al agobiante e intimidante paisaje urbano de la ciudad, símbolo de una geografía humana y social de la miseria, donde ni los lagartos pueden soportar tanto frío. Será la canibalización, típicamente almodovariana, de un fragmento de un melodrama de Hollywood, Esplendor en la hierba de Elia Kazan406, la que, además de rematar la intertextualidad como una de aquellas estrategias textuales a la que el director manchego, constante y subversivamente, acude para tejer y entramar sus espacios textuales fílmicos, inspirando los sueños de Toni y la abuela de montar un rancho en el campo, anticipa epifánicamente su final y liberadora marcha al pueblo. Raccord intertextual y cinematográfico entre la llamada de esa guarra (Frau Müller), la desesperación de Gloria tras la imposibilidad de comprar ya en la farmacia las anfetaminas, – una desesperación rematada musicalmente por la canción alemana Nur Nicht aus Liebe Weinen que dramáticamente la acompaña en la soledad de un parque vacío frente a su casa – , y el asesinato de Antonio, el fragmento de la película de Kazan sugiere, paródicamente, al espectador el infeliz Happy End de la “historia de amor” entre Gloria y Antonio, doble esperpéntico de Bud Stumper y Dennie Loomis. La religión, desacralizadoramente reducida a un icono vacío que, entre otros, decora el universo kitsch en el que Gloria y su familia viven sin informar ya, sin embargo, los valores cristianocatólicos que conforman su vida, irrumpe con toda fuerza a través del personaje de la abuela quien tan sólo se encomienda y se recomienda a San Antonio por pura superstición. Merced a la intercesión de San Antonio, cuyo icono tan sólo estéticamente domina, junto a los pósters de los Kiss, la habitación de Toni y la abuela, la perdularia Gloria volverá a encontrar sus Minilips y su reloj; ése último, en realidad, ditraídamente olvidado en la casa de los Villalba e intencionalmente robado por la cleptómana Patricia. 406 Obra maestra de Elia Kazan, ganadora del Óscar al mejor guión original (William M.Inge), Esplendor en la hierba (1961), magistralmente interpretada por Warren Beatty (Bud Stumper) y Nathalie Wood (Dennie Loomis), casi funciona como hipotexto en la película almodovariana. Las incomprensiones generacionales entre padres e hijos; la crítica acérrima de la sociedad de consumo capitalista; la desesperanza; el dolor y el abandono total son los ingredientes que Almodóvar, más de cuarenta años más tarde, fagocitará para su primera película de corte social en la que, por primera vez, se atreve a representar el enorme abismo entre la España real y la España oficial. 237 La familia de Juani, compuesta únicamente de su hija Vanessa, representa a la familia tradicional, patriarcal, disfuncional y disgregada por la ausencia y el abandono del techo conyugal por parte del marido/padre; por una madre que odia a su hija por recordarle a su marido; por una hija que odia a su madre por ser la culpable de la fuga del padre y que desarrolla unos poderes telekinésicos que le sirven para defenderse del poder y del abuso opresivo de ella. La acérrima crítica almodovariana a la familia tradicional llega a su clímax cuando Vanessa, maltratada, no querida por una madre que, traumatizada tras el abandono de su marido, la explota sádicamente para las faenas domésticas407 por ver en ella la “copia fiel” de su padre, pide a Gloria que la adopte, como si ella fuera una madre mejor que la suya. Una vez más, Almodóvar deja sardónicamente sobrentender la deconstrucción de la familia tradicional, en la que a veces un padre no soluciona nada408, en beneficio de otros tipos de familias no convencionales, heterodoxas, pero más verdaderas que las tradicionales porque reflejan la necesidad real de un afecto muy sincero. La falta de amor, la necesidad de afecto de Gloria y Vanessa, ambas prisioneras y víctimas de una realidad afectiva deficiente, resultan ser aquí, dramática y grotescamente, más importantes que la consanguinidad. A la pasoliniana realidad del proletariado urbano hace de contrapunto la sátira, de tintes muy marcadamente buñuelianos, del mundo de la burguesía urbana, representada metafóricamente en la película por la pareja Villalba. A través de las andanzas laborales de Gloria, obligada a compartir “clientes” con Cristal para llegar a final de mes, pasamos de su claustrofóbico y anfetamínico universo proletario al desordenado, sucio, alcoholíco, y, sin embargo, muy vanguardista, apartamento de Lucas y Patricia, esa pareja de escritores/intelectuales fracasados que, merced al soborno y a la estafa, pueden dedicarse a “la literatura”. Lucas, escritor, periodista, que hace de todo un poco, a quien, sin embargo, no le gusta escribir, representa el doble esperpéntico y paródico del escritor, periodista estadounidense, Truman Capote409. 407 Paródicamente sádica resulta ser la escena en la casa de Juani y Vanessa cuando Juani, blandiendo el metro como si fuera un látigo, amenaza y obliga a Vanessa a poner la lavadora y hacerse cargo de la casa. 408 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 409 Truman Streckfus Persons (1924-1964) en arte Capote (del apellido cubano del segundo marido de su madre, García Capote), escritor, alcohólico, drogadicto, homosexual, genio, y personaje excéntrico clave de la cultura americana del 238 A través del personaje de Lucas, paródicamente encadenado de por vida a un noble pero implacable amo; grotescamente dotado de un don que se revela ser un látigo, que únicamente le sirve para autoflagelarse410; perdido en el abismo del alcohol y fracasado literaria y socialmente, Almodóvar deconstruye, deformándola, irónica y esperpénticamente, la trayectoria existencial y literaria de uno los cronistas y novelistas más importantes del siglo XX, y personaje clave de la cultura estadounidense. Deformando, paródicamente, al pie de la letra la teoría de Capote, constante en su obra hasta convertirse en el emblema de su estilo “real” literario-periodístico, según la cual la no ficción resulta ser tan apasionante como la ficción, Lucas acude a ver a Cristal para que le dé la inspiración, simulando una escena de sadismo tópico y elegante y sofisticado como eso que se ve en las películas francesas411, para escribir una novela porno que se venda mucho, a falta de que, tendrá que inventársela. La realidad, sin embargo, no logra ser tan fuerte y tan apasionante como para dominar y contrarrestar el látigo de la autoflagelación. No satisfecho de la pseudo escena sádico-erótica montada por Cristal y una vez rechazado por la editorial su manuscrito, Memorias de un dictador, a Lucas no le quedan más remedios que contratar a una asistenta para que le dé la inspiración. De tal manera Lucas justifica frente a su mujer la presencia de Gloria a primeras horas de la mañana en una casa en la que todo está manchado por hombro: « Las asistentas inspiran a los escritores. Capote escribió su mejor relato cuando pasó toda la tarde trabajando con su asistenta »412. Aún más patética y ridícula es su mujer Patricia, doble paródico-esperpéntico de la Madame Sénéchal413 buñueliana, cleptómana, alcohólica, escritora fracasada que en los últimos diez años, en lugar de dedicarse a acabar su maravillosa comedia, ha estado ingresando dinero en la cuenta de un banco para hacerse una operación de cirugía estética. siglo XX, fue el que revolucionó el panorama literario del siglo XX inventando un nuevo género en el que la literatura y el periodismo se abrazan estrechamente hasta confundirse: la novela real (la non-fiction-novel), novela en la que la realidad y la ficción son tan mezcladas que resulta imposible separarlas. « Convencido de que no había nada innovador en la literatura desde 1920, Capote creía que el periodismo podía constituir una opción válida como forma literaria, algo que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa y la precisión de la poesía. En definitiva, quería escribir una novela periodista (…) [una] novela real », Iván de la Torre, Truman Capote: a sangre fría, en http://www.henciclopedia.org (4 de noviembre de 2007). 410 Truman Capote, Prólogo de Música para Camaleones, 1980, en Pedro Almodóvar, Todo sobre mi madre, Madrid, El Deseo, S.A., 2000. 411 Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 412 Almodóvar hace aquí un homenaje indirecto a Truman Capote, aludiendo a los recorridos que Capote hacía junto a su asistenta, tal como nos revela en “Un día de trabajo”, en Música para Camaleones, 1980. 413 Ambas, Patricia y Madame Sénéchal, en Le charme discret de la bourgeoisie (1972, Luis Buñuel), film articulado por las impasses de la burguesía, reciben a unos “invitados” no esperados en pijama. En ambos casos, tanto Buñuel como Almodóvar, arremeten contra la burguesía, sus rituales vacíos, sus falsos ceremoniales. 239 Faltos de capital económico y cultural; símbolo paródico-esperpéntico de una burguesía urbana decadente y una inteligentzia falta ya de escrúpulos, de valores morales, además de talentos literarios, los cónyuges Villalba sirven, en primer lugar, a Almodóvar para cerrar esa parábola social de la sociedad española de primeros de los ochenta en la que la realidad democrática, siempre más buscada que verdaderamente poseída, comenzaba ya a distar de las ilusiones que en ella se habían puesto. Una sociedad en la que la indigencia social, económica y cultural del proletariado era trágica y esperpénticamente proporcional a la decadencia social, económica y cultural de la burguesía; una burguesía que, sin embargo, seguía ejercitando tanto la dominación política como la explotación económica porque «La transición de una dictadura a una democracia con contenido social y económico no se [había] realizado plenamente; el Estado de Bienestar no se [había] llegado a ver (…) [y] el gran capital que dominaba con Franco [seguía] dominando después»414. En segundo lugar, símbolo de un mundo intelectual vacío, de una literatura re-presentada, es decir, reiterada, reproducida, los Villalba, a nuestro modo de ver, sirven a Almodóvar para asentar la última estocada a la “bestia” franquista, estocada que da en el blanco merced a la cultura. A través de los Villalba, pues, parece que el director manchego aluda, mordazmente, a la destrucción del escenario cultural llevada a cabo desde 1936 por Franco; una destrucción, para el filósofo Aranguren, cuya: « repulsa y voluntad de erradicación no ya sólo de lo que había representado la extrema izquierda, sino de fenómenos culturales tales como la Institución Libre de Enseñanza, la Generación del 98, el orteguismo, J.R.J., la Generación del 27, las culturas catalana, vasca, gallega, etc., produjo un vacío cultural que el hecho, anticultural por naturaleza, del franquismo, era incapaz de llenar, ni siquiera con las adaptaciones del franquismo y del nacionalsocialismo, intentadas – y fracasadas – de la Falange “auténtica” » (José Luis Aranguren, 1979: 89). A ese vacío cultural, esa « extraña, paradójica y superficial simbiosis del establishment político implantado en 1936 y el establishment cultural prefranquista (…) que, claro está, no sirvió sino para ornamentar al franquismo con una tenue superestructura cultural » (Id. 89), 414 Marcelino Camacho, en Santiago Pérez-Díaz, “La Transición de Marcelino Camacho”, en Memoria de la transición: Del asesinato de Carrero Blanco a la integración en Europa, 1995: 436. 240 producto de una cultura establecida, hegemónica, representada, reproducida falsamente, tanto Almodóvar como los principales exponentes de la producción cultural de la transición democrática, oponen, a través de sus obras, una nueva cultura creadora; una cultura viva que, por una parte, « inventa su propio espacio, su propio “escenario” (…) [y], por otra parte, multiplica – frente al burocrático centralismo – los escenarios, las salas y los salones» (Id. 97-98); una cultura de la calle «abierta a la intemperie, expuesta a todos los vientos, lanzada a todas las desviaciones y violaciones, a todas las transgresiones e infracciones. Cultura no-conformista cuyo espacio, por mítico, poético y místico, es utópico o, lo que es igual, carece de topos o lugar acotado, (…) no se encuentra en ninguna parte – academia, universidad, institución del tipo que sea –, y puede surgir en cualquier parte, incluso, milagrosamente, en las instituciones, academias o universidades » (Id. 98). Y esa cultura viva, abierta a la intemperie Almodóvar la forja, desde su debut underground, a través de sus espacios textuales fílmicos, ese nuevo espacio simbólico desde el cual, mediante distintos, corrosivos y rizomáticos proceso de desterritorialización/reterritorialización, lleva a cabo la creación de nuevos sentidos social y afectivamente compartidos; ese nuevo espacio en espiral que, mediante un doble proceso suspensión de la realidad y de la verdad, se abre al simulacro, a la ironía, al humor y a la transgresión. La reduplicación centrífuga de las últimas tomas de esa cuarta película almodovariana, cuya hibridez genérica415 y humor negro subvierten, deconstruyéndolos, los patrones tradicionales del melodrama clásico de Hollywood, además de rematar, cinematográficamente, la filiación buñueliana416 en Almodóvar, confirma, deleuzianamente, su poética cinematográfica como ese espacio simbólico abierto a la ironía, al humor y a la transgresión. Para Gilles Deleuze, de hecho : « La répétition appartient à l’humeur et à l’ironie ; elle est par nature transgression, exception, manifestant toujours une singularité contre les particuliers soumis à la loi, un universel contre les généralités qui font la loi ». (Gilles Deleuze, 1968 : 12) 415 La hibridez genérica viene llevada a cabo mediante la mezcla de distintos registros narrativos, el drama y la comedia, jaspeados por los tintes acres de un realismo social, intencional y provocadoramente, buñueliano. 416 La repetición, la reduplicación son, de hecho, una figura clave de la poética cinematográfica buñueliana. 241 Tal como las tomas iniciales, de manera centrípeta, nos acercaban, balzaquianamente, a través de la geografía periférica de un Madrid proletario, a la mísera geografía humana y social de Gloria y su familia, procesando el tránsito del espacio urbano al espacio privado, así, las últimas tomas, de manera centrífuga, nos alejan del microcosmos de Gloria y nos hunden nuevamente en el macrocosmos caótico y periférico de un Madrid urbano en el que, finalmente, brilla el sol. Un sol que, simbólicamente, alumbra la oscuridad de una casa, cuya vacuidad emocional y sentimental, queda cinematográficamente rematada por el rápido travelling de la cámara; un sol que, anticipando, metafórica y epifánicamente, la vuelta de Miguel, calienta y anima el corazón de una madre desesperada417 que, al borde del suicidio, puede volver a empezar una nueva vida, por fin, con un nuevo hombre: su hijo Miguel418. La última toma de la película de los edificios “colmenas” del barrio de la Concepción y de la autopista madrileña, la M-30, además de marcar, inversamente, el tránsito de lo privado a lo público, funciona como epílogo narrativo y al tiempo como memento histórico para todos (los españoles). Como epílogo narrativo de una historia (siempre escrita con letra minúscula) en la que la conciencia y la denuncia social pasan a primer plano; una historia triste, lluviosa, gris, invernal, alumbrada, sin embargo, en su final por el pálido sol primaveral de la esperanza, présago, quizás, de futuras libertades emocionales, sentimentales y materiales. Y como memento histórico de la dictadura franquista, de aquella « inmortalización del franquismo, de [aquel] Tiempo de la Cerrazón, con España entera atada y bien atada para siempre [en un momento en el que] dentro de la “legalidad” de tal inmortalización y de tal cerrazón [se vivía], en parte, todavía» (José Luis Aranguren, 1979: 25), una vez disipados el nebuloso magma creativo y la olvidadiza inmersión en el ahora de la Movida: ese momento luminoso y siniestro en el que « el desconocimiento hacía que nos [los “modernos”] lanzáramos a todo con alegría [porque] no teníamos memoria e imitábamos todo lo que nos gustaba, y disfrutábamos haciéndolo » (Pedro Almodóvar, 2005: 7-8); ese momento de «actualidad plana y 417 La desesperación de Gloria viene rematada cinematográficamente por el largo plano secuencia de la cámara que pone de relieve toda su tristeza, soledad y desolación tras la perdida de los miembros de su familia uno a uno. De la misma manera, el último plano en picado alude, cinematográficamente, a sus intentos suicidas. 418 Con una ternura muy sardónica, Miguel, en una de las últimas escenas de la película, le dice a su madre: «Mamá, vengo a quedarme … Esta casa necesita a un hombre», en Pedro Almodóvar, ¿Qué he hecho yo para merecer esto!!, Madrid, Tesauro S.A., 1984. 242 sin profundidad ideológica pero que tenía una vitalidad extraña » (Santiago Auserón, en Cristina Tango, 2006: 159) en el que, el deseo punk de anular el pensamiento y la intrascendencia y la diversión del pop, hacían que todo pareciera, por fin, posible. 243 3.7. Matador (1986) La quinta película almodovariana, Matador, nos arrastra, nietzscheanamente, del mundo histórico, claustrofóbico y anfetamínico de Gloria, ama de casa, señora y víctima de la sociedad de consumo, al mundo del eterno retorno de Diego y María, ese « mundo de diferencias, que no presupone ni lo Uno ni lo Mismo, sino que se construye sobre la tumba del Dios único y sobre las ruinas del Yo idéntico (…) [ese] mundo sin ser, sin unidad, sin identidad » (Gilles Deleuze, 2005: 162-163) en cuyas fluctuaciones intensivas las identidades se pierden y, al perderse, solicitan al Yo sedentario, ese Yo “fuerte”, presente, limitado y cercado en un espacio fijo y se transforman en «singularidades móviles, rapaces y volátiles, que van de uno a otro, que provocan fracturas, que forman anarquías coronadas419, que habitan un espacio nómada » (Id. 187), el espacio de la poesía y del deseo. Son los rastros de carmín de María Cardenal; la dimensión monocromática420 de la pantalla almodovariana, cuyos reflejos rojizos, al evocar los paroxismos del miedo y del deseo, anticipan ya epifánicamente el mundo de la sensación pura en el que se desarrolla la acción, los que nos conducen, rizomáticamente, de la Historia a la poesía; del capitalismo al deseo; del mundo (consciente) del trabajo, para Hegel, ese mundo « [del] deseo contenido, [de] la fugacidad 419 En términos nietzscheanos, esos mundos ya “sin Dios ni hombre” tan sólo habitados por individuaciones impersonales y/o singularidades pre-individuales. 420 « En la historia del arte occidental del siglo XX, el cuadro monocromático pone de manifiesto una crisis de representación que, a la larga, provoca la destrucción y el abandono de la forma tradicional de pintura sobre tabla en sentido estricto. Los artistas liberaron el color, la forma y, con el tiempo, los objetos del confinamiento del marco. El marco se vio atacado, desenmascarado, destruido y más tarde, simplemente abandonado », Hito Steyerl, El imperio de los sentidos, Policía como arte y crisis de la representación, trad. de Marta Malo de Molina, en http://www.transform.eipcp.net (15 de junio de 2007). El empleo del monocromatismo por parte de Almodóvar, en tanto que técnica que apuntaba a deconstruir la tradición, solicitar la representación y tachar el marco, funciona, a nuestro modo de ver, como elemento pictórico que anticipa, estéticamente, la dimensión subversiva de la película; una subversión del orden establecido que se lleva a cabo mediante el deseo y el erotismo, esas dos fuerzas capaces de alterarlo todo, de trastocar los valores (sociales e individuales), de deconstruir los fundamentos y de liberar al Yo de las estructuras hegemónicas totalizantes. 244 conjurada» (G.W.F. Hegel, en Michael Hardt, 2004: 100), al mundo (latente) de la sexualidad y de la libido, ese mundo subterráneo que se constituye en tanto que línea de fuga de las despóticas cadenas del significado, del Logos, de la razón. Y, mismo al tiempo, nos abren a un nuevo mundo, ese mundo ya “sin Dios ni hombre” en el que se celebra al cuerpo en tanto que campo de inmanencia del deseo donde todo pasa, donde todo adquiere sentido; ese mundo subterráneo, coextensivo a la realidad, atravesado, penetrado por unos flujos cargados de libido, esencia del deseo y de la sexualidad, que detienen la causalidad histórica y hacen emerger nuevas singularidades. Tras la condena del capital; de la alienación; de la explotación económica; de la represión sexual que sufre el individuo cuando cae presa del sistema capitalista, sistema económico y político que, una vez establecidos sus engranajes de poder y su(s) aparato(s) de Estado en los huecos de los regímenes precedentes, de máquina deseante421 se transforma, intrínsecamente, en máquina social molar422, Almodóvar, pues, escribe una película en letras de deseo. Un deseo que, desterritorializando e invalidando al eje edípico, se nos presenta como fuerza productiva, revolucionaria y subversiva, esto es, como un deseo que produce (producción) frente al deseo (freudiano, psicanalítico) que carece de algo (castración). Un deseo que produce al ser como creación viva, como afirmación positiva cuya existencia, inestable tanto temporal como espacialmente, desarticulando, deconstruyendo la presencia, las estructuras ideales, trascendentales de la lógica hegeliana, queda atrapada dentro de un flujo continuo de producción y creación. En definitiva, un deseo que, en calidad de contra-poder, participa en el doble proceso de desterritorialización-reterritorialización del Yo y postula el Ser como abierto (a la discontinuidad, a la fragmentación, a la disolución); un ser en transformación, en movimiento, que, empleando la fórmula nietzscheana, deviene lo que es a través del cuerpo, ese lugar rizomático de un amor loco, un amor sublime, un amor-pasión/amor-aniquilación, y ese espacio de los encuentros eróticos con otros cuerpos. 421 Para Gilles Deleuze « Sin duda, el capitalismo siempre ha sido una formidable máquina deseante. Los flujos de moneda, de medios de producción, de mano de obra, de nuevos mercados, todo esto es el deseo que circula. Basta considerar la suma de contingencias que se hallan en el origen del capitalismo para comprender hasta qué punto ha surgido de un cruce de deseos y que su infraestructura, su propia economía es inseparable de fenómenos de deseo », Gilles Deleuze, “Sobre el capitalismo y el deseo”. Título del editor. “Gilles Deleuze, Félix Guattari”, en Michel-Antoine Burnier ed., C’est demain la ville, 1973: 139-161. Esta entrevista estaba inicialmente destinada a aparecer en la revista Actuel, de la que M-A Burnier era uno de los directores, (en Gilles Deleuze, 2005: 340). 422 Para Gilles Deleuze las “máquinas sociales molares” son todos aquellos conjuntos políticos, económicos y sociales que se imponen como conjuntos hegemónicos e ideológicos. 245 Del mundo postindustrial y consumista en el que Gloria y su familia están condenados a sobrevivir a la miseria y al asfalto; mundo del Lumpen-Proletariat en el que los seres humanos están atrapados en las redes de aquellas prohibiciones que fundan la humanidad y en el que el deseo queda reducido a la comercialización, a la impotencia, al ensimismamiento y a la ausencia; y mundo en el que « el capitalismo se dedica a eclipsar al amor, a degenerarlo, a fetichizarlo y amenazarlo con miseria humana, física y social [reduciéndolo] a una ilusión más »423, con Matador entramos en el mundo molecular424de los afectos, de las intensidades, de las pasiones donde la felicidad se alcanza en las superficies del placer; un mundo que, al suspender la epojé, al superar y transgredir los tabúes más arcaicos que arraigan en nuestra civilización, el tabú del sexo y el de la muerte, se transforma en máquina deseante en la que lo único que circula es el deseo. Son los cuerpos penetrados por la muerte y el deseo de María y Diego, individuos deseantes en búsqueda del placer absoluto y en vertiginoso descenso hacia la zona más profunda del Ser, los que nos conducen al espacio abierto, nómada, de una película que, traspasando y trasponiendo los límites, se sitúa en el territorio de la libertad absoluta, el de los sentidos, y celebra el tránsito de la realidad al mito. Atrapados y perdidos en los movimientos pasionales de su ser, entramos en un mundo épico, romántico, de leyenda, de fábula, dominado por la belleza, por los instintos de amor y muerte, por un Amour fou que todo lo altera, todo lo trastoca, todo lo deconstruye; un amor único y absoluto que abre el Ser a una serie inagotable de posibilidades infinitas y reafirma la vida desde abajo, desde los sentidos, desde ese territorio, por encima de la moral y de la razón, más allá del Bien y del Mal, en el que lo racional y lo sensorial se abrazan hasta fundirse y confundirse dominado por un erotismo, en su dimensión ontológica, subversiva, sádica y tanática, a través del cual « ciò che viene messo in gioco è sempre una dissoluzione delle forme costituite » (Georges Bataille, 1997: 19) y una deconstrucción de una subjetividad “fuerte”. Punto de encaje de las identidades de Diego y María; experiencia paroxística que, desde el territorio de los sentidos, desafía la razón, la moral y los fundamentos del orden establecido, el erotismo, procesando el tránsito del mundo de los signos (grammé), del significado al de los sentidos, al de los textos, lo que hace es cuestionar el discurso, el lenguaje, el Logos, y al tiempo deconstruir el poder como herramienta discursiva a favor de un poder como percepción, sentimientos, afectos, intensidades. 423 Fernando Buen Abad Domínguez, El amor surrealista al servicio de la Revolución Socialista, en http:// www.edicionessimbióticas.info (2 de septiembre de 2007). 424 En términos deleuzianos, lo “molecular” es todo sistema no-orgánico, todo sistema rizomático, antitético a los grandes conjuntos molares, los grandes conjuntos ideológicos y hegemónicos. 246 En primer lugar, un cuestionamiento (el del erotismo) que se lleva a cabo mediante los sentimientos, al ser el sentimiento « lo que en el discurso excede el discurso y lo pone, en primer lugar, en movimiento » (Cristina de Peretti, 1989: 16); un movimiento seminal que, al romper la unidad Logos/Phoné (pensamiento/discurso), solicita el privilegio de la presencia (es decir, del sujeto como origen y fundamento del sentido) y se opone a la imposición de un significado definitivo trascendental, esto es, un significado que ya contiene en sí los conceptos de verdad y de sentido, (un sentido previo y absolutizado), y que es complementario a la presencia y a la interioridad. Y, en segundo lugar, una deconstrucción (la del erotismo) que se lleva a cabo mediante el cuerpo, ese autómata corporal (Spinoza) que, al tejer relaciones dinámicas desde abajo y desde dentro de un horizonte de afectividad, remplaza en el Yo disuelto, tachado, al Cogito ergo sum cartesiano; esa « materia exterior al logos, al espíritu, a la conciencia; [ese] “significante exterior”, “sensible”, “espacial” que interrumpe la presencia de sí » (Id. 31). El cuerpo, pues, al interrumpir la presencia de sí y al dispersar, al diseminar al Logos en el juego infinito de la différance, ese « juego muy cercano a la gozosa afirmación nietzscheana del juego del mundo, juego sin seguridad que rechaza todo origen y toda teología, esto es, todo centro » (Id. 73), se convierte en texto porque, en términos derridianos, hay un texto allí donde « [el] discurso y su orden (esencia, sentido, verdad, querer-decir, conciencia, idealidad, etc.) quedan desbordados » (Jacques Derrida, en Cristina de Peretti, 1989: 85). Un texto que, atrapado dentro de un flujo continuo de producción y de creación, desde el territorio de los afectos, de las intensidades, de los sentidos, a través de una red diferencial de huellas corporales desborda al discurso (Logos) y al tiempo disloca al Sujeto, separándolo de sí mismo y haciendo él un sujeto lleno de fisuras que ya no participa del logofonocentrismo de la Metafísica occidental. Un texto que, diseminado por el movimiento seminal infinito e ininterrumpido de las huellas corporales, transforma al Yo en un Sujeto tachado, ya sin archia ni telos, que a la coagulación de los conceptos, a las certezas del Cogito cartesiano, a la imposición de un significado definitivo trascendental opone un discurso plural, liberador y dionisiaco; un discurso entramado y tejido, desde la profundidad de la superficie, por el movimiento de la différance, la différance de los deseos en movimiento. 247 Apelando tanto al Amour fou de André Breton425 como a la visión entomológica del amor de Luis Buñuel426, lo que Almodóvar hace es, en primer lugar, socavar todas las convenciones sexuales que cimientan la sociedad burguesa, una sociedad que tan sólo admite la sexualidad con vistas a la reproducción; deconstruir, en segundo lugar, el sistema sexual patriarcal establecido; y, finalmente, indagar la condición ontológica y epistemológica del ser humano porque es el erotismo, un erotismo totalmente desvinculado de la reproducción y únicamente volcado a la consecución del goce erótico, « nella coscienza dell’uomo, ciò che mette il suo essere in questione » (Georges Bataille, 1997: 29). El erotismo, eje articulador de una película en la que su director frente a « una democracia consumista (…) a una sociedad cada vez más homogeneizada, [a] un mundo cada vez más mecanizado les otorga a sus personajes el derecho más hermoso, el de desear » (John Hopewell, 1989: 455), al que Almodóvar acude para liberar al Ser de las estructuras totalizantes y para remover, subvirtiéndolos, los cimientos que a lo largo de los siglos han edificado y fortalecido los pilares de la sociedad burguesa, es esencialmente un erotismo que se sitúa del lado de la vida y que testimonia « l’approvazione della vita fin dentro la morte » (Georges Bataille, 1997: 13). La primera dimensión del erotismo a la que Almodóvar acude para solicitar el mundo de la negación dialéctica y desquiciar la lógica hegeliana del esclavo es la ontológica-epistemológica. Al mundo de la negación dialéctica, ese mundo moderno, racional, articulado por una lógica, la del esclavo, que, mediante un movimiento de determinación negativa, reduce al Ser a causa per accidens, es decir, a una exterioridad accidental, ni necesaria, ni sustancial, en el que tan sólo el trabajo, al producir una apariencia de afirmación, permite la autorrealización del ser, permite al ser llegar a ser consciente (negativamente) de lo que realmente es, Almodóvar opone el mundo del deseo. Opone, pues, un mundo postmoderno, sensorial, articulado por la nietzscheana lógica del amo, una lógica de diferenciación positiva y afirmativa que postula al Ser en términos de causa per se, causa sui, es decir, como exterioridad positiva, como una emanación afirmativa y creativa que, mediante el movimiento de los deseos en acción, permite al ser ir más allá de las limitaciones del Ser y 425 Texto culminante que encierra el alma del Surrealismo, el Amour Fou (1937) de André Breton postula el amor como aquella fuerza transformadora y subversiva capaz de amenazar el orden, trastocar los valores (individuales y sociales), deconstruir los fundamentos establecidos y arrastrarnos hacia lo maravilloso, el sueño, lo desconocido. 426 Para Luis Buñuel, el amor, ya falto de romanticismo, es el único elemento que nos acerca de manera implacable a los insectos. Influenzado por esta visión, Almodóvar construye al personaje de María como el de una mantis religiosa, ese insecto que acaba devorando al macho en el acto sexual. 248 descubrir nuevos territorios de creación y de gozo; como emanación afirmativa y creativa que permite al ser llegar hasta el límite del poder y del deseo. En este mundo del deseo, poblado por unas singularidades pre-individuales vivas, materiales y superficiales que constantemente tachan la noción establecida de esencia, el erotismo se transforma en la única experiencia vital, dinámica, liberadora que permite al ser perderse en la profundidad de sus abismos más oscuros y conocerse a sí mismo. Es en su viaje iniciático, y a la vez sin retorno, hacia el placer absoluto a través de un mundo en el que todo es lícito con tal de conseguir los paroxismos del goce más extremo, que María y Diego, arrastrados por un erotismo que participa en la disolución del Ser, en la deconstrucción de la estructura metafísica del Ser, se construyen como seres fragmentarios, discontinuos, diseminados y se conocen como tales, desde el territorio de los sentidos, mediante la fusión física y seminal entre sus cuerpos. Para María y Diego, el significado último del erotismo, parece ser, « la distruzione della struttura dell’essere chiuso (…) la fusione, la soppressione del limite, il superamento dell’essere personale e di ogni limite » (Georges Bataille, 1997: 19 y 125-126). Tanto la construcción fragmentaria, discontinua, diseminada del Ser como el conocimiento de sí desde abajo, de ese cuerpo que, ya sin órganos, vaciado, no cesa de deshacerse y tan sólo puede ser ocupado, poblado, por intensidades (Gilles Deleuze, 2004: 158-161), al solicitar, la una, la ontología de lo Vorhanden, es decir, de lo ahí dado como algo estable y fijo; y al postular, el otro, un conocimiento creador, liberador, plural y dionisiaco, un conocimiento en el que la verdad « sólo podrá ser determinada a partir de la différance, que es pura huella, rastro, que sólo dice su propio juego continuo y se instala en la alusión sin fondo ni fin » (Cristina de Peretti, 1989: 96), introducen la dimensión subversiva del erotismo. Lo que el erotismo subvierte, en tanto que experiencia paroxística de los sentidos que al situarse más allá de los límites ontológicos y epistemológicos (metafísicos, hegemónicos) los deconstruye, es esencialmente la noción del Ser como presencia, esto es, como ese « horizonte significativo vigente, desde el que toda la realidad, todo ente es siempre visto » (Ramón Rodríguez García, 1994: 59); y la noción hegeliana de “Saber Absoluto”, ese saber que se conoce a sí mismo, que no es otra cosa sino la autoreflexión de la racionalidad realizada, ese saber total para el que la verdad está en el todo. Esta subversión de una Subjetividad “fuerte”, metafísica, y de un saber total, totalizante, totalizador, que, según la teoría hegeliana del espíritu objetivo, son esos espacios de la razón en los que la razón se hace su mundo, conlleva la subversión de aquellos dispositivos (discursivos, sociales, políticos, 249 económicos) que fundamentaron el mundo moderno y la sociedad burguesa – la familia, la Polis, el Gender – , es decir, esos dispositivos que, al permitir la realización racional del Geist, convierten el mundo en racionalidad. La subversión de la familia burguesa tradicional Almodóvar la lleva a cabo, esperpéntica y grotescamente, a través de la madre de Ángel, uno de los personajes más desagradables de su poética cinematográfica y epítome de una España franquista, fascista, pre-democrática. En una película que, enmarcada por el mundo de los toros, metonimia de una España dividida, de un lugar de pasión y muerte, arremete abiertamente contra los estereotipos y los arquetipos del franquismo y de su cultura hegemónica, la madre de Ángel sirve al director manchego para asentar un ataque frontal contra Franco, contra la familia, aparato ideológico de la dictadura, y, finalmente, contra la religión, único pilar ideológico y legitimador de aquella cruzada contra los infideles y de aquellos valores y derechos de la Victoria del 39. Caricatura de una madre del Opus Dei que se mortifica poniéndose el cilicio y que mutila la vida, los afectos, los sentimientos en nombre de una religiosidad hipócrita, exterior, de fachada, falta de caridad cristiana, la madre de Ángel deconstruye grotescamente las relaciones, las dinámicas de una familia burgués tradicional en nombre de un Dios que no la puede obligar a tanto, esto es, que no la puede obligar a amar un hijo cobarde, un monstruo capaz de violar y asesinar, perdido por el camino de la disipación y del lujo427. Criando y educando a su hijo no con el amor sino merced a la intercesión de un director espiritual, la madre transforma a Ángel en un sujeto hegemónico, esto es, en el producto de unas « fuerzas represivas [que] tienen siempre necesidad de Yoes asignables, individuos bien determinados sobre quienes ejercerse » (Gilles Deleuze, 2005: 180). Reducido a Yo asignable, reprimido, castrado en sus deseos por una madre, metonimia de la dictadura franquista, que en nombre de Dios lo culpa de todo, Ángel se escapa de las mallas de una red en las que ha sido atrapado y preso desde niño a través de la locura y de la homosexualidad. Si, por un lado, la homosexualidad es lo que le permite perderse, decostruir su Yo asignable y su condición de sujeto (hegemónico, barrado) a favor de unas producciones (homosexuales) de deseo, por el otro, la locura, llevándole a rechazar el sistema lógico por medio de intensidades, es lo que le permite explorar la realidad sin garantías epistemológicas y abrir fantásticamente el muro del significante428. 427 Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. Nos referimos, en general, a todas las visiones de Ángel, y, en particular, a la última visión, la que coincide con la eclipsi, por remplazar ésta, anticipándolo, el contenido de las imágenes en movimiento y por anticipar, epifánicamente, el final trágico de la película. 428 250 Son, por lo tanto, la homosexualidad y la locura las que permiten a Ángel transformarse en un individuo fluido. Para Gilles Deleuze: « Cuando nos hacemos más fluidos, cuando escapamos a la asignación de un Yo, cuando ya no hay hombre sobre el cual pueda Dios ejercer su rigor o que pueda sustituirle, entonces la policía se vuelve loca » (Gilles Deleuze, 2005: 180). Y es, precisamente, de la “locura” de la policía, una policía, antaño mano armada y poder fáctico del régimen, y ahora sardónicamente desautorizada por la mirada homosexual del Comisario Del Valle, una mirada que no sólo transforma a Ángel en objeto de un deseo homosexual sino que hace que el espectador haga suyo el deseo homosexual, de la que Almodóvar se sirve para “embestir” contra la Polis, esto es, contra la organización política, racional del Estado y su poder. Embestida que se lleva a cabo, por un lado, mediante la investigación policial, una investigación constantemente desvirtuada por los deseos (sexuales) del Comisario, que acabará merced a las visiones premonitorias de Ángel. Y, por el otro, mediante el encarcelamiento de Ángel, al ser la cárcel, en términos foucaultianos: « el único entorno en el cual el poder osa manifestarse al desnudo en sus dimensiones más excesivas, justificándose como poder moral (…) [en el cual], por una vez, el poder no se oculta, no se disfraza, se muestra como tiranía llevada hasta sus últimos detalles, cínicamente, y al mismo tiempo es puro, está enteramente “justificado”, puesto que se puede formular enteramente en el interior de una moral que enmarca su ejercicio: su tiranía brutal aparece entonces como la serena dominación del Bien sobre el Mal, del orden sobre el desorden ». (Michel Foucault, en Gilles Deleuze, 2005: 270-271) Y esta opinión de Michel Foucault acerca del poder y de sus manifestaciones a la vez más hegemónicas y “moralmente” justificadas parece rematada, a nuestro modo de ver, desde dentro del espacio textual fílmico en uno de los diálogos entre Julia, la psicologa de Ángel, y el Comisario Del Valle429. « Hoy va a ocurrir algo espantoso ... Tenemos que hacer algo ... Hay que hacer algo por evitarlo ... Es Diego ... Va con María en un coche y están en peligro ... se han parado. Diego baja a comprar unas flores... », en Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. 429 Véase el diálogo al que nos referimos: « Julia – “Ese chico tiene un complejo de culpa … Claro … que con una madre del Opus no es raro”, Comisario – “¿Y tú le crees capaz de matar a tanta gente?”, Julia – “¿Y sólo te interesa eso? ¿Si mató o no mató?, ¿No te importan las razones por las que lo hizo?”, Comisario – “¿Las razones? ... ¿Por qué es venenosa esta seta? Porque es su naturaleza … La nuestra es igual … El mal está dentro de ella”, Julia – “¡Y el bien!”, Comisario – “Sí, peor el bien es un muermo” », Id. 251 La última subversión en la que queremos hacer hincapié es la del Gender que Almodóvar lleva a cabo recurriendo a y al tiempo deconstruyendo la producción cinematográfica taurina tradicional y convencional. Recontextualizando y resignificando paródicamente los códigos de la tauromaquia, del arte de matar y del machismo ibérico, Almodóvar deconstruye y subvierte el sistema sexual-genérico patriarcal a través del personaje de María, femme-fatale que controla el placer erótico al tiempo que lleva y dirige una mirada sexualmente activa. Empujada por una agresividad masculina, viril, directamente proporcional a la pasividad sexual de Diego, torero retirado, cojo, que antes de encontrar a María tan sólo goza masturbándose viendo películas de terror, María, absumiendo esperpénticamente, por medio del alfiler, el acto de penetración masculina, transforma a los hombres en objetos pasivos del deseo. Esta subversión de los códigos sexuales-genéricos patriarcales, que al hacer porosas las fronteras tradicionales y convencionales entre la identidad femenina y masculina pone en tela de juicio, deconstruyéndolas, las relaciones de poder inherentes a los paradigmas culturales dominantes, llega a su clímax en el caso de Diego, símbolo de una masculinidad en crisis, herida, convertido, por la mirada sexualmente activa de María, en fetiche. Almodóvar parece sugerir esta subversión de la supremacía masculina y deconstrucción de las relaciones de poder hombre/mujer desde las primeras secuencias de una película que, explotando esperpéntica y paródicamente el marco de la corrida, desde el territorio de la mitología nacional más castiza proporciona una nueva y subversiva dimensión del Gender. Nos referimos esencialmente a la segunda secuencia de la película cuando la voz intradiegética de Diego, explicando la lección de “El Arte de Matar” y haciendo de raccord sonoro entre dos planos distintos, dándoles unidad, pone hiperbólicamente en relación los dos asesinos430 y construye al personaje de Diego como el de un hombre que ya no se enfrenta a la fuerza de un toro sino que tan sólo lucha contra sus angustias; como el de un héroe sadiano rodeado tan sólo de su soledad y acompañado tan sólo de sus recuerdos y nostalgias, un héroe solo y solitario que « gradualmente giunge alla negazione totale: a quella di ogni altro essere, in primo luogo, e poi, per una sorta di logica mostruosa, alla negazione di se stesso » (Georges Bataille, 1997: 179). 430 Dos asesinos que, sin embargo, se pertenecen, están condenados el uno al otro porque a ambos les obsesiona la muerte, en Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. 252 Y, al mismo tiempo, construye al personaje de María como el de una mujer cuyo poderoso y constante deseo sexual le hacen ansiar la completa posesión del hombre y como el de un Matador431, cuya actitud devoradora y destructiva reduce el hombre a objeto absoluto del deseo, acompañando, metafóricamente, su entrada al “ruedo” y su gran faena con la espada y con el corazón, esto es, sus fantasías sexuales que se materializan enfermizamente reproduciendo la corrida, lugar privilegiado de la expresión de las relaciones poder, en este caso, invertidas, subvertidas, deconstruidas genéricamente. Contrariamente a la norma establecida que fragua ideológica y hegemónicamente a la mujer como objeto (erótico) privilegiado del deseo (masculino), como Sujeto Asignable (pasivo) que « si offr[e] come oggett[o] al desiderio aggressivo degli uomini » (Georges Bataille, 1997: 126), María representa a la mujer como el componente sexual activo de la pareja, como aquel sujeto fluido (activo) que destruye y devora al hombre adueñándose de su agresividad viril. La mirada esperpéntica, deformadora, demistificadora de un Almodóvar que paródicamente arremete contra el machismo ibérico queda corrosivamente rematada por el tratamiento deformante de las prestaciones sexuales de Diego y Ángel. En efecto, si por un lado, Diego, entrega el acto de penetración masculina a su pareja, a María, por el otro, Ángel, víctima de una madre monstruosa cuyos falsos valores cristianos informan un comportamiento falto de amor, y prisionero de una religión aberrante que, vaciada ya de caridad y convertida en instrumento hegemónico de poder, perentoriamente reprime hasta negar cualquier atisbo de deseo, no logra ejercer su potencia viril cuando, imitando a su maestro, intenta violar a Eva. Paradójicamente, en una película que, por primera vez y excepcionalmente, queda articulada por un protagonismo masculino fuerte, de peso; por unos hombres cuya identidad y presencia sexuada quedan si bien definidas hasta convertirlos en motor de la acción, es donde Almodóvar más corrosivamente representa, deformándola, una masculinidad en crisis; una masculinidad que, alimentada únicamente por unos deseos homosexuales, onanistas y necrofílicos, le sirve para arremeter contra la sociedad patriarcal burguesa, sus imperativos categóricos y sus normas sociales. Este ataque contra la moral (cristiano-católica) y la consecuente transgresión de las normas sociales (patriarcal-burguesas) que desde las primeras escenas parecen tejer la trama de una película que, desde el territorio de los sentidos y exaltando la dimensión posesiva, obsesiva, fetichista y 431 Véase el fragmento de un diálogo entre María y Diego que confirma el rol de María como el de un Matador, en pos de la extrema y asboluta excitación sexual dada de la unión de placer y muerte: «Desde la primera vez que te vi matar, Diego, te he buscado en todos los hombres que he amado … y he tratado de imitarte cuando los mataba», Id. 253 destructiva del sexo, embiste contra el franquismo y su “sentimentalidad”, queda rematada, intertextualmente, desde dentro de la película mediante la dimensión sádica y tanática del erotismo. Es, de hecho, la película de Nagisa Oshima, El imperio de los sentidos (1976), la que, funcionando como hipotexto fílmico, introduce en la monocromática película almodovariana, este claroscuro rojizo de placer, deseo y miedo, una nueva luminosidad negra y ardiente432. Tal como los protagonistas de la película del director japonés, María y Diego, guiados en sus faenas por el doble impulso de Eros y Thánatos, se lanzan a una pasión sexual sin inhibiciones, una pasión que, en un mundo en el que se celebra la libertad absoluta, transgrede hasta el último tabú, el de la muerte, y transforma a la muerte en el único sistema de placer que articula sus relaciones (sexuales). Enfrentándose el uno al otro, como si de una corrida se tratara, para conseguir el placer absoluto y darse el máximo del placer, María y Diego llevan el erotismo a su última dimensión, la de la muerte y transforman a la muerte en una sublimación paroxística del orgasmo, en el último acto de su entrega sexual. En la escena final, donde el Close-Up de los planos nos conduce de un realismo erótico, sexual, a un realismo más bien pornográfico, y en la que resuenan la pasión amorosa desbordante, el paroxismo emocional y sensual de la secuencia del tiroteo final de Duelo al sol433 en la que Perla y Lewt, arrastrados por una relación de amor y muerte, se amarán hasta matarse, la vida, el amor y la muerte dejan de ser percibidos contradictoriamente hasta tal punto que el acto homicida se transforma en el acto final de un amor loco y sublime; la vida y la muerte se entrelazan hasta confundirse en el goce de la última experiencia erótica; el miedo a la nadificación del ser (a la muerte) se transforma en un deseo paroxístico (de muerte) sublimado por la excitación sexual, por el placer. 432 Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. Película realizada por King Vidor y producida por David O. Selznick (Selznick International) en 1946, Duelo al sol al recurrir tanto al Western como al melodrama (épico-pasional) participa de aquella hibridez genérica que muchos años más tarde caracterizaría la poética cinematográfica almodovariana. La decisión almodovariana de entramar en su película un fragmento de Duelo al sol, aquel fragmento que, representando « los últimos momentos de sus protagonistas, Gregory Peck y Jennifer Jones, matándose y besándose el uno al otro en las maderas de un monte» anticipa el futuro trágico, de amor y muerte de Diego y María, porque «contemplan en la pantalla su futuro final. [Porque] Ellos también morirán a manos y en brazos del otro » (Pedro Almodóvar, 2005:181) corrobora, a nuestro modo de ver, su embestida contra Franco. Una embestida que, esta vez, Almodóvar asesta desde el territorio fragmentario de las imágenes en movimiento eligiendo el fragmento de una película que durante el franquismo, por sus escenas demasiado eróticas y por proporcionar una sexualidad demasiado liberadora y, por lo tanto, amenazante para el poder, fue censurada y calificada de 4R, esto es, de gravemente peligrosa. 433 254 La última toma de María y Diego que la mirada de la cámara nos revela, en una escenificación taurina muy espectacular que realza el pathos de la escena final, es la de un abrazo abierto a un amor/pasión, a un amor/destrucción inmortal, doble trágico y sensual del abrazo mortal de Perla y Lewt, que acabarán abrazándose después de haberse matado entre sí. Un abrazo que inmortalizando, como si de un cuadro se tratara, los cuerpos infundidos de deseo de María y Diego los abandona al imperio de los sentidos, los abandona a aquella experiencia límite entre la vida y la muerte en la que es posible alcanzar el placer absoluto, aquel placer permanentemente satisfecho que desde el territorio de los sentidos, y mediante el cuerpo, reafirma la vida; una vida en la que la muerte queda sublimada por los deseos y en la que la muerte «mescolata alla vita (…) è apertura sull’illimitato» (Georges Bataille, 1997: 89). Para María y Diego, el deseo sexual, el deseo erótico, « è senza dubbio desiderio di morire, ma nello stesso tempo desiderio di vivere, ai limiti del possibile e dell’impossibile, con un’intensità sempre maggiore. È il desiderio di vivere cessando di vivere o di morire senza cessare di vivere, il desiderio di uno stato estremo » (Id. 222-223) en el que el máximo placer se identifica con el extremo dolor, se identifica con la muerte; en el que la atracción y el horror se confunden hasta fundirse, siendo para ellos el horror el que refuerza paroxísticamente la atracción y el que excita el deseo. En su experiencia erótica y en la experiencia de la muerte, María y Diego logran ir más allá de sus límites ontológicos; logran con su cuerpo interrumpir la presencia de sí porque, para ellos, el «erotismo apre alla morte [e] la morte apre alla negazione della durata individuale» (Id. 24). Es en estos excesos de vida y muerte donde María y Diego realmente se conocen a sí mismos y devienen lo que son gozando y muriendo. Perdidos en los movimientos pasionales de su ser, un ser a la espera de ser mediante el cuerpo, sus afectos y sus intensidades; arropados por una sensualidad aberrante que los empuja a un control y a un dominio total sobre los sentidos, María y Diego acabarán su corsa extenuante y mortal hacia el placer absoluto en un suelo que, convertido en ruedo, como un abismo hundirá sus deseos de amor y muerte en un momento de extrema y sublime felicidad434, un momento de una nueva luminosidad negra y ardiente: el momento del eclipsi, ese momento en el que 434 Véase el comentario del Comisario del Valle frente a la visión de los dos cuerpos infundidos de deseo y muerte de María y Diego: « Nunca había visto a nadie tan feliz », en Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. 255 «dos astros se interponen, su luz se extingue aparentemente pero en su breve convergencia adquieren una nueva luminosidad negra y ardiente»435; ese momento kantianamente sublime que, al reproducir metafóricamente la relación erótico-sexual de María y Diego, anticipa epifánicamente el momento de la culminación de su pasión/amorosa, de su pasión/aniquiladora, y de su último adiós. Un último adiós acompañado y glosado por la canción cantada por Mina, Espérame en el cielo, corazón436; canción en la que la voz femenina de María, superponiéndose hiperbólicamente a la de Mina, parece estar narrando, personal y emocionalmente, el epilogo paroxístico de sus miedos y de sus pasiones; y canción que al funcionar diegéticamente como metatexto anticipa el final trágico de amor y muerte de dos seres para quienes dejar de matar era como dejar de vivir437. Este universo fascinante y angustioso de María y Diego al límite del ensueño en el que no se puede dormir mientras ambos existan; en el que no se puede vivir mientras ambos vivan; en el que ambos, matando, han estado viviendo y prolongando los preámbulos de un gran orgasmo438 y en el que la unión del placer y de la muerte es la forma de erotismo perfecta, nos conduce a la dimensión sádica del erotismo, la cuarta y última utilizada por Almodóvar para contarnos una historia de amor y pasión deliberadamente trágica y erótica que se desarrolla rizomáticamente en un mundo simbólico, casi mítico, en el que se celebra paroxísticamente la ausencia del pecado; un mundo abstracto en el que, sin embargo, se nos « habla de algo absolutamente concreto, el placer de los sentidos » (Pedro Almodóvar, 2005: 172). La historia María y Diego, una historia escandida por la búsqueda y el deseo de encuentros (pasionales, eróticos, mortales) donde « la vista o l’immaginazione del fatto di sangue può far sorgere (…) il desiderio del godimento sessuale » (Georges Bataille, 1997: 13); una historia atrapada dentro de un doble impulso de terror, miedo y atracción; una historia en la que « il movimento dell’amore, portato alle sue estreme conseguenze, è un movimento di morte » (Id. 41) 435 Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. Espérame en el cielo, corazón, cantada por Mina, cuya letra y música es de Francisco López, funciona como emblema del empleo almodovariano de la música en su poética cinematográfica. En una película donde la banda sonora de Bernardo Bonezzi es un elemento independiente y tan sólo acompaña y glosa los momentos de deseo, esta canción, al formar, hiperbólicamente, parte de los diálogos y al tiempo ir más allá de estos, señala como en Almodóvar la imagen en movimiento y la música forman un todo diegéticamente insoluble. Véanse las estrofas de la canción que, al glosar hiperbólicamente el último adiós de María y Diego, señalan su amor inmortal: « Espérame en el cielo, corazón/si es que te vas primero,/Espérame que pronto yo me iré/Allá donde tu estés./ Espérame en el cielo, corazón/si es que te vas primero/ Espérame que pronto yo me iré/para empezar de nuevo./Nuestro amor es tan grande y tan grande/que nunca termina/y esta vida es tan corta y no basta/para nuestro idillo./ Por eso yo te pido, por favor,/ me esperes en el cielo./Y ahí entre las nubes de algodón/tendrás por fin mi amor », Id. 437 Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. 438 Id. 436 256 participa, de hecho, de la dimensión sadiana del erotismo al ser su unión de amor, una unión « [che] chiama la morte, come desiderio di omicidio o di suicidio » (Id. 21). A la par de unos héroes sadianos para quienes la búsqueda del placer es proporcional a la destrucción de la vida, María y Diego viven el exceso de la voluptuosidad, una voluptuosidad «[che] è tanto più profonda se nasce dal crimine, e che, quanto più grave è il crimine, tanto maggiore è la voluttà » (Id. 161), como negación de los demás; una negación que, sin embargo, es en su punto más extremo la negación de sí mismos439. Habitantes de un mundo cuyo centro parece ser, sadianamente, « l’esigenza della sovranità che si afferma mediante una immensa negazione » (Maurice Blanchot, en Georges Bataille, 1997: 163); de un mundo en el que es el « crimine [quello che] fa pervenire l’uomo alla massima soddisfazione, all’esaudimento del più profondo desiderio » (Georges Bataille, 1997: 161), María y Diego se lanzan a cada aventura de amor y muerte egoísticamente, indiferentes a los demás y reduciendo la vida de los demás a insignificancia como si pensaran: « Che importa se devo acquistare il più piccolo godimento con un inaudito cumulo di delitti, dal momento che il godimento mi lusinga, è in me, mentre l’effetto del crimine non mi tocca, è fuori di me? » (Id. 159-160). Tanto el crimen, pues, como el erotismo, en las cuatro dimensiones hasta aquí analizadas, participan en la deconstrucción de la humanidad entendida esta en términos modernos y metafísicos: el uno por acarrear la transgresión de la ley y la irregularidad moral; el otro por postular una existencia que, articulada y alimentada por experiencias eróticas, sensoriales y corporales, se sitúa fuera del discurso, impugnando el Logos, la Phoné, la presencia, a favor de la poesía por ser el erotismo «un’esperienza legata a quella della vita, non come oggetto di scienza, bensì di passione o, per esprimersi in modo più profondo, d’una contemplazione poetica» (Michel Leiris, en Georges Bataille, 1997: 11). Pese a ser ésta la película, hasta la fecha, más abstracta, más conceptual e inclusive, más filosófica de Almodóvar; poblada, por un lado, por unas anarquías coronadas (María y Diego) que exaltan afirmativa, alegre y creativamente la vida hasta el extremo placer, y por el otro, por unos esclavos (madre de Ángel y Ángel) que la mortifican, la mutilan, la inculpan sometiéndola a lo negativo, de la “estratosfera” poética baja a la realidad objetiva mediante las investigaciones policiales y el personaje de Don Francisco Montesinos, alter ego cinematográfico de Pedro Almodóvar. 439 Véase el último diálogo entre María y Diego: «María: – Nunca nadie me había besado así … Hasta ahora siempre hice el amor sola. Te quiero más que mí misma muerta. ¿Te gustaría verme muerta?; Diego: – Sí … y que tú me vieras muerto a mí», Id. 257 Si, por un lado, el desarrollo y la evolución de las investigaciones policiales, massmediáticamente glosadas y comentadas440, permiten a Almodóvar situar la acción y los acontecimientos en una España ya diferente, ya ¿democrática?; por el otro, es el desfile de moda, España Dividida, el que le permite rememorar, tras el olvido y la amnesia del Desencanto, corrosiva, irónica y sarcásticamente el mito franquista de Las Dos Españas. A la pregunta que la periodista (una hilarante Veronica Forqué) le hace a Don Francisco Montesinos de « ¿Por qué le ha puesto usted a este desfile España Dividida? », Almodóvar, rememorando, corrosiva y paródicamente, el enfrentamiento de las dos partes de España, la Guerra Civil, le contesta: « Pues, porque este país ha estado siempre dividido en dos. Por una parte, están los envidiosos, y por otra parte los intolerantes »441. Mito aquel rematado, esperpéntica y grotescamente, a nivel cinematográfico y desde dentro de la pantalla fílmica, a través de las dos madres de Eva y de Ángel. Si, por un lado, la madre de Eva, para quien « lo peor no es que te violen … es que lo tienes que contar de pe a pa a todo el mundo »442, representa a la España moderna, liberal, aquella España roja de la conspiración judeo-masónica; por el otro, la madre de Ángel, una madre del Opus que condena a su hijo a pasarse la vida rezando, haciendo gimnasia y a estudiar para agrónomo, representa a la España castrante, represora, totalitaria, franquista, aquella España azul de la Victoria del 39 y de la larga y oscura noche de la Posguerra. Tras un pasado cinematográfico underground, experimental, en el que su poética quedaba totalmente alimentada y articulada por el placer, un placer que no era « ni una ideología, ni una militancia sino simplemente un deseo permanentemente insatisfecho » (Pedro Almodóvar, 2005: 147-148); en el que su poética participaba de aquel olvido, de aquel Desencanto, de aquella amnesia, endémicos y crónicos de la transición española porque no le « interesaba hacer una película revanchista. [Porque] hac[ía] falta mucha memoria y mucho rencor para tomarse la revancha después de los años » (Id.), Almodóvar parece estar recuperando, ya sin traumas pero, ahora sí, con conciencia, los deshechos del pasado más reciente y espeluznante de la Historia de España, y al tiempo salirse de aquel agujero negro, sin por eso dejar de ofrecernos una nueva narratividad que, entramada, diseminada, por las huellas del deseo, de la pasión, reivindica al 440 Tanto El País del 30 de octubre de 1986, anunciando que “Ángel Giménez es inocente según la policía” y que “Nuevas pistas hacen cambiar el rumbo de las investigaciones”, como el Telediario, informando sobre las reacciones feministas frente a la decisión de Mara Cardenal de defender a un semejante monstruo y recordando que según la Constitución “Todo ciudadano tiene derecho a ser defendido”, remiten a una España ¿democrática?, respaldada por una prensa finalmente libre (y de izquierda) y arropada por una (¿nueva?; ¿distinta?) legitimidad constitucional. 441 Pedro Almodóvar, Matador, Madrid, Producción de Andrés Vicente Gómez, Cia. Iberoamericana de TV S.A., 1986. 442 Id. 258 cuerpo como aquel valor añadido del pensamiento que verdaderamente permite el aumento de nuestra potencia de pensar y hacer desde los márgenes de aquellos dispositifs du pouvoir que desde arriba, desde un espacio externo de trascendencia, imponen un orden social vertical y trascendente. Y estos márgenes son aquellos de los territorios de la cultura popular, es decir, aquellos espacios inmanentes en los que « una política práctica de los cuerpos (sociales) libera las fuerzas inmanentes de la estrictez de las formas predeterminadas para que descubran por sí mismas sus propios fines, inventen su propia constitución » (Michael Hardt, 2004: 226-227) dentro de una sociedad dinámica, democrática, abierta (a una multiplicidad de fines), colectiva en la que los agencements de la puissance permiten la eclosión de una sociedad horizontal. Es decir, dentro de ese espacio que, sobre la base de la interacción de fuerzas inmanentes, está abierto a las creaciones políticas y al devenir social sin ninguna planificación teleológica ni una determinación de los fines; ese « sitio abierto que nutre tanto la creación y la composición prácticas como la destrucción y la descomposición » (Id. 227). Nacida como variante estética y discursiva del polimorfo y poliédrico universo creativo de la Movida madrileña; producto y reflejo de aquel momento frívolo de conexión con el presente, con el instante, la poética cinematográfica almodovariana, de filtro cultural y artístico polémico de instantaneidad, logra, pues, transformarse en nuevo espacio inmanente de la cultura popular (española), en ese nuevo espacio abierto de significatividad que, entramado por múltiples redes de ideas, imágenes, músicas y ficciones por las que todos (activamente) transitamos en calidad de espectadores, a la par resignifica y reterritorializa el imaginario colectivo (español) y celebra, polémica y críticamente, el Erewhon443en un momento en el que el Desencanto transicional dejaba paso al Felipismo socialista. En definitiva, logra transformarse en uno de esos espacios abiertos de significatividad en los que el sentido « [ya] no es una región ideal de significados, el ámbito de lo “lógico”, distinguido de sujeto y realidad, [sino] tiene la forma de ser de la existencia, es un “existencial” » (Ramón Rodríguez García, 1994: 112). 443 Término forjado por Samuel Butler, el Erewhon «es a la vez no-where, el originario “ninguna parte”, y now-here, el aquí y ahora trastocado, desplazado, disimulado, patas arriba», en Gilles Deleuze, “Sobre Nietzsche y la imagen del pensamiento”, Título del Editor. “Entrevista con Gilbert Deleuze” [sic]. Declaraciones recogidas por Jean-Noël Vuarnet, Les Lettres Françaises n° 1223, 28 de febrero-5 de marzo de 1968: 5, (en Gilles Deleuze, 2005: 184). 259 4. La «Nueva Comedia Madrileña»: (1977-1980) 4.1. La «Nueva Comedia Madrileña»: representación de la retirada progre del proyecto emancipador (de izquierda) de la Modernidad « Si algo se va a quedar en la memoria, tiene que estar marcado en la piel: sólo aquello que nunca cesa de doler permanece en la memoria ». (Friedrich Nietzsche) El final del franquismo coincide no sólo con un momento de crisis política y social, sino también con un momento de crisis ideológica y narrativa: crisis debidas a la emancipación de España de la democracia orgánica franquista y de aquel Nacionalcatolicismo que desde 1939 « amamantó el caciquismo intelectual y político que defin[ió] la dictadura eclesiástico-militar franquista en cuanto a su concepto » (Eduardo Subirats, en Eduardo Subirars, eds., 2002: 15). Este momento, narrativa e ideológicamente, fisural que marca el tránsito, milagroso y pacífico, de la dictadura franquista a una democracia mediatizada, consensuada, cuya filiación histórica, institucional, política y religiosa con el régimen anterior cristaliza esperpénticamente en las figuras del rey Don Juan Carlos y de Adolfo Suárez, se produce, para Alberto Medina, « en un mundo que 260 parece haber dejado atrás el proyecto moderno y con él una determinada manera de “contar” » (Alberto Medina, en Eduardo Subirats, eds., 2002, 24). Es decir, con la muerte de Franco España sale de un paréntesis de cuarenta años articulados totalitaria, autoritaria, ideológica y hegemónicamente por un discurso moderno y « se precipita sin preámbulo en el tumulto y confusión de un momento de generalizada crisis ideológica en Europa, donde el proyecto emancipador no es ya discurso unánime sino ruina vilipendiada, donde los relatos ya no se pretenden totales y exclusivos, sino locales, fragmentarios y provisionales (Lyotard, La condition postmoderne: rapport sur le savoir, París, Éditions de Minuit, 1979, págs. 7-8) » (Id. 24). En este clima de renuncia a la totalización y a la trascendencia; un clima de fragmentación, de múltiples referencias y de intertextualidades estético-políticas, la España de la transición, ese espacio ideal de construcción nacional y de construcción de un consenso mediatizado, se convierte en el escenario privilegiado donde se enfrentan, hasta confundirse, según Alberto Medina, dos proyectos distintos de emancipación. El proyecto de emancipación de los progres, aquella izquierda “nostálgica” cuya principal tarea, posible y necesaria, es la de «desprenderse de las ruinas de una modernidad previa» (Id. 24). Y el proyecto de emancipación de los modernos, aquellos partidarios de una postmodernidad que transforma « lo efímero en fundamental, [que crea] una nueva estética, una estética del juego que [los define] como seres diferentes y lúcidos »444. El caso español, pues, insiste Medina: « resultaría una suerte de atajo o eslabón perdido que hace posible un salto vertiginoso desde una “modernidad” conservada por la izquierda como en un invernadero durante los cuarenta años de franquismo, a la naciente posmodernidad sin necesidad de decadencias intermedias » (Alberto Medina, en Eduardo Subirtas, eds., 2002: 25). La tónica que marca el compás de estos dos proyectos de emancipación que, pese a sus diferentes objetivos finales, o precisamente por causa de ellos, fraguan la sociedad civil española en un momento en que la España “oficial”, abdicando, por mero oportunismo histórico, de aquellos principios irrenunciables que a lo largo de los últimos cuarenta años habían sido la savia ideológica tanto del poder como de la oposición, abraza hipócritamente una democracia performatizada, meditizada, posmoderna, que fundamentalmente « “representa” el consenso ante los españoles, construye un esquema espectacular de cohesión social (...) y da paso a la representación de un meticuloso drama de reconciliación nacional » (Id. 29) es doble: política y estética. 444 Ramón de España, “Star” 45, 40, en Pedro Pérez Del Solar, “Vidas ejemplares. Algunas aproximaciones desde la historieta a la modernidad de los 80”, (en Eduardo Subirats, eds., 2002: 41-42). 261 En el intento de deshacerse el uno, el proyecto de los progres, de aquel monoteísmo político e ideológico, de aquel idealismo revolucionario materialista que había fraguado, durante la larga y represiva Posguerra, el imaginario político de la izquierda, y de deconstruir, el otro, el proyecto de los posmodernos, aquel monoteísmo cultural y los signos de una cultura nacionalcatólica, autoritaria y represiva, prótesis ideológico-estética del Aparato de Estado franquista, ambos proyectos de emancipación advocan y desembocan en la transformación de la sociedad española y la (de)construcción de su producción cultural. La transformación de la sociedad española, o mejor dicho, de aquella parte (progre) ideológicamente nostálgica de lo que hubiese podido ser y no fue; políticamente decepcionada por la retirada de la izquierda de sus elementos fundacionales marxista-leninistas y por su renuncia a la oposición histórica a la monarquía, pasa por el Desencanto: aquel « perfecto complemento de la narrativa institucional del “consenso” » (Id. 34) y aquel fenómeno social, de raigambre política, que marca el tránsito, procesando el fracaso, de una modernidad emancipadora, trascendental, histórica y utópica a una posmodernidad desparticipativa, libre de los compromisos y olvidadiza de los principios irrenunciables. La (de)construcción de la producción cultural ideológica del franquismo, impulsada tanto por la liquidación de la memoria histórica, por el relato mediático del “consenso” transicional como por el abandono del metafísico fundamentum absolutum et inconcussum y de « la certezza (…) e sicurezza del cogito cartesiano» a favor de « le intermittenze del cuore proustiane, i racconti dei media, le mitologie evidenziate dal psicoanalisi » (Gianni Vattimo, 2000: 61-62), pasa por la Movida. Es decir, pasa por: « un efecto cultural de superficie, no una obra de arte total (…) [que] pese a su banalidad, o precisamente por causa de ella, significó, sin embargo, una verdadera y radical transformación de la cultura [llevada a cabo mediante la neutralización de] cualquier forma imaginable de crítica social y de reflexión histórica ». (Eduardo Subirtas, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 78) Tanto el Desencanto como la Movida, pues, en un momento en que la despolitización de la sociedad corre pareja a la estetización de la política, de la existencia y de la cultura, lo que hacen es marcar «el tránsito de la utopía a la eterotopía». Ese tránsito que, según afirma Vattimo: « comporta come suo aspetto più appariscente la liberazione dell’ornamento e, come suo significato ontologico, l’alleggerimento dell’essere » (Gianni Vattimo, 2000: 97). 262 Por “alleggerimento dell’essere” se entiende, en este contexto en que « en nombre de la estabilidad o la paz social se conciertan alianzas políticas y morales con la instituciones, los valores y las representaciones más sombrías del pasado. Se absuelven sus crímenes. Se encubren sus mitos y sus mentiras. Se silencia su violencia. Se limpian las huellas del dolor pretérito con las esperanzas de un indefinido futuro (…). Y se anuncia la era que ha de venir como el espectáculo maravilloso de un futuro emancipado del pasado » (Eduardo Subirats, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 72), la renuncia a una subjetividad “fuerte”. Esto es, la renuncia a una subjetividad articulada por las nociones de historia, razón y progreso, y, por consiguiente, la retirada de un concepción trascendental, totalizante y universalizante del ser. En otros términos, la renuncia y la retirada de un Yo que se constituye y se construye en relación con los discursos hegemónicos, aquellos discursos de poder dominante que, hasta entonces, habían fijado al sujeto dentro de una significación colectiva. Esto se traduce, en el caso que nos ocupa, en la retirada de un idealismo/integrismo marxistaleninista y el consiguiente abandono al “pasotismo”445, a un pesimismo abúlico, a un individualismo cínico. Por “liberazione dell’ornamento”, expresión que empleamos para referirnos al contexto espectacular, postmoderno y mediatizado de la Movida madrileña, entendemos « l’essenza ornamentale della cultura della società di massa, l’effimerità dei suoi prodotti, l’eclettismo che la domina, l’impossibilità di riconoscervi una qualche essenzialità » (Gianni Vattimo, 2000: 98). Lo que, en definitiva, la producción cultural y artística de la Movida reivindica es una nueva noción de cultura. Es decir: una cultura ya no concebida, metafísicamente, como lugar en que se manifiesta la verdad, sino como: « dilatazione del mondo della vita in un processo di rimandi ad altri possibili mondi di vita, che non sono però solo immaginari o marginali o complementari al mondo reale; ma compongono, costituiscono, nel loro gioco reciproco e come loro residuo, il cosiddetto mondo reale » (Id. 97-98). 445 « una verdadera corriente cultural popular que abrazaba ampliamente una moral de la apatía, y una suerte de fatalismo histórico y social (…). Aquella descolorida expresión encerraba asimismo, en su fondo, el culto social a un pesimismo abúlico, de larga tradición en las mentalidades católicas de la nación », (Eduardo Subirats, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 72). 263 En definitiva, tanto (el posible y necesario) “alleggerimento dell’essere” del Desencanto como la postmoderna “liberazione dell’ornamento” defendida, amparada y propiciada por la producción cultural y artística de la Movida madrileña, una producción que, desde los márgenes, se desvincula rizomáticamente de la manipulación hegemónica, ideológica y totalizadora de la cultura a partir del Estado, acaban tejiendo nuevas y distintas narrativas. Unas nuevas y distintas narrativas que articulan nuevas subjetividades y « nuevas maneras de testimoniar una realidad presente sin lazos afectivos o ideológicos con el pasado pero que, sin embargo, intervienen significativamente como espacios marginales donde (…) se cuestiona el proceso de desmemoria [de la transición] y de su rotunda negativa a pensar críticamente el pasado como algo todavía integrado tanto en el espacio público como en el imaginario social » (Cristina Moreiras Menor, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 101). Producto de los efectos y de los afectos antagónicos que ocasiona la muerte de Franco y el desmoronamiento, de iure pero no de facto, de los aparatos ideológicos de la dictadura franquista, estas nuevas narrativas, desmemorizadas, las unas (las de la Movida), y traumatizadas, las otras (las del Desencanto), lo que hacen es, de manera distinta desde el territorio de la cultura, reaccionar y oponerse a la “nueva” narrativa hegemónica de la transición. Es decir, reaccionan y se oponen a una “nueva” narrativa de poder que mediante «un proceso de desmemorización colectiva encaminado a iniciar y mantener el encubrimiento del pasado» (Gregorio Morán, 1991: 75) renuncia a pensar crítica y polémicamente ese pasado que sigue formando parte tanto del espacio público como del imaginario (colectivo) social de la España postfranquista. Este doble proceso de reacción y de oposición de estas nuevas y distintas narrativas se realiza, polémicamente, desde fuera de la Historia (aquella Historia, con hache mayúscula, hegemónicamente impuesta desde arriba), y desde los márgenes de una historia olvidada, censurada, borrada (la intrahistoria subjetiva). Es, por lo tanto, un proceso que apunta a una ruptura con la modernidad (tanto cultural como política e ideológica); a una ruptura con la “democracia” y el franquismo, y, finalmente a una ruptura entre la Historia y el presente. El punto de convergencia de estas narrativas que, si por un lado, las de la(s) Movida(s), rematan la desmemoria y el olvido transicional celebrando hedonística y frívolamente la euforia del postfranquismo, mientras que, por el otro, las del Desencanto, sintomatizan los traumas de la pérdida de un Père-Sévère, Franco, que sigue ahí, que nadie ha (simbólica e ideológicamente) 264 matado y que, por lo tanto, es a la vez objeto de pérdida, de nostalgia y de abominación, es la democracia, entendida aquí como objeto semiótico. Por objeto semiótico, de acuerdo con Gérard Imbert, llamamos: « desde una perspectiva actancial, a un objeto de búsqueda, generador de relatos (estructura narrativa); pero también, desde una perspectiva lógica, a un objeto de discurso que lleva al sujeto a adoptar posiciones: a definirse modalmente en relación a ese objeto (estrategias discursivas y argumentativas) » (Gérard Imbert, 1990: 81). Lo que hace, pues, la “democracia” en España, ese cambio que nunca tuvo lugar; ese gran esfuerzo de consensus que reconvierte los temas ideológicos en tema políticos y que procesa el deslizamiento de una cultura de lo político a una administración del poder, es generar unos relatos flotantes. Es decir, unas nuevas formaciones discursivas moleculares que, desde la multiplicidad y la pluralidad de los lugares textuales de la enunciación, abandonan el «discurso del valor sutraído» (Gérard Imbert, 1990: 190), testimoniando el fracaso del proyecto del cambio, a favor de unos discursos que ponen en evidencia « la relación de continuidad entre una historia olvidada, la experiencia presente del sujeto y, sobre todo, una fundamental imposibilidad de sutura y de cierre con un algo perdido pero no por ello desaparecido » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 22). Y, asimismo, lo que hace la democracia es forjar unos individuos flotantes, anómicos, que, en ausencia de un lugar asignado, privados de un rol y de la posibilidad de hablar como Sujeto, se lanzan a una búsqueda deíctica de sí mismos: una búsqueda ontológica para « definirse (psicológicamente), situarse (socialmente), inscribirse en la historia » (Gérard Imbert, 1990: 96). Si en el capítulo anterior, recurriendo a la poética cinematográfica almodovariana, hemos dado muestra de la variante postmoderna, hedonista, warholiana y nihilista más emblemática de las formaciones discursivas desideologizadas que acabaron rematando el olvido transicional desde la serialidad de la pantalla fílmica, es nuestra intención aquí hacer hincapié en aquellas formaciones discursivas ideologizadas, expresión de una izquierda desencantada, más posibilista que revolucionaria, que, al revés, acabaron cuestionando nostálgica y cínicamente el discurso hegemónico del consenso y del olvido de la transición: aquel discurso « destinado a impedir que el 265 recuerdo, las marcas sociales, culturales, políticas e institucionales de una España desaparecida afloren a la superficie » (Cristina Moreiras Menor 2002: 63). Nos referimos a las distintas narraciones textuales fílmicas de la Nueva Comedia Madrileña: aquellas diferentes narraciones residuales que, desde los pliegues de un presente pre-democrático prorrogado sine die, quedan articuladas, por un lado, por el vaciamiento afectivo-ideológico del pasado – (Es el caso de las películas: Tigres de papel de Fernando Colomo, 1977, y Ópera Prima de Fernando Trueba, 1980) – , y que, por el otro, « integran más o menos abiertamente huellas de un pasado que pugna por desaparecer pero que articula las marcas de un trauma original indecible » (Id. 20) – (Es el caso de las películas: Asignatura pendiente, de José Luis Garci446, 1977; ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? de Fernando Colomo, 1978; Las verdes praderas, de José Luis Garci, 1979). A la mirada almodovariana, una mirada celebratoria, eufórica, frívola de la democracia, la Nueva Comedia Madrileña contrapone una mirada decepcionada, espectralmente447 ideológica, que, en una España ya sin Franco pero todavía herida por los cuarenta años de un gobierno represivo, totalitario y autoritario, denuncia nostálgica (la obra cinematográfica de José Luis Garci), cínica e irónicamente (la obra cinematográfica de Fernando Colomo y la de Fernando Trueba) el triunfalismo de la transición a la democracia y su discurso hegemónico. Es, por lo tanto, una mirada (la de la Nueva Comedia Madrileña) que se abre al presente y en la que « el fracaso histórico se hace cuerpo espectral, presente en su ausencia » (Id. 137). A los espacios fílmicos fragmentarios almodovarianos, esos espacios en que a los paroxismos del deseo y del placer, a los vagabundeos nómadas del cuerpo se acompañan la desterritorialización y reterritorialización grotesco-irónico-paródica de las prácticas culturales franquistas, las formaciones discursivas de la Nueva Comedia Madrileña oponen unos espacios fílmicos fragmentarios del abandono ideológico, es decir: unos espacios que representan polémica y 446 Pese a ser el primer largometraje comercial de Fernando Colomo, Tigres de papel (1977), el que inicia la serie de aquellos discursos fílmicos costumbristas que se dio en llamar la Nueva Comedia Madrileña, tomamos como punto de partida de nuestro análisis la primera película “democrática” de José Luis Garci, Asignatura pendiente (1977), por ser ésta paradigma de la transformación “reformista” de la “Tercera Vía”, punto de partida y de referencia de la “nueva” comedia costumbrista de la transición, y huella de la continuidad con la producción cinematográfica postfranquista. 447 Empleamos aquí el adjetivo “espectral” en términos derridianos, es decir, como « algo que no se conoce, precisamente, y no se sabe si es precisamente, si existe, si responde a un nombre y corresponde a una esencia. No se sabe: no por ignorancia, sino porque este no-objeto, este no-presente presente, este ser-ahí de un ausente o partido, ya no es conocimiento (…) [y] se presenta sólo como lo que podría venir o lo que podría regresar », (Jacques Derrida, “Specters of Marx: The State of Debt, the Work of Mourning, and the New International”, 1994: 6 y 39, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 163 y 166). 266 críticamente la “nueva” realidad democrática y su relación (traumática) con el pasado dando cuenta de los costes personales del franquismo. A la democratización sexual-identitaria y a la des-localización ontológica de los personajes almodovarianos, el discurso fílmico de la Nueva Comedia Madrileña opone la disolución del sujeto (nacional-católico) centrado, hegemónico: ese sujeto que, una vez desaparecido aquel enemigo que durante casi cuarenta años le había dado identidad, le había construido monolíticamente como al “Otro” y una vez perdida una identidad colectiva y evacuada ya cualquier identidad ideológica, necesita (re)definirse, encontrarse ontológicamente en términos democráticos y ocupar socialmente un puesto no previsto de antemano. Y, finalmente, al cine almodovariano, un cine ahistórico, apolítico e intersubjetivo, la Nueva Comedia Madrileña, un cine que se hace en el presente, desde el presente, entretejiendo, sin embargo, relaciones (traumáticas) con el pasado más reciente, opone un cine de resignificación identitaria, un cine de (des)conocimiento (político) y de reconocimiento (emocional). Es decir, un cine que fue el pasto (cinematográfico) privilegiado para aquella geografía (progre) urbana, madrileña, postfranquista y para aquella “generación interrumpida”, perdida en una realidad vaciada ya de toda referencialidad y sin un más allá político, ideológico, social y afectivo, y, por lo tanto, en búsqueda de una nueva ilusión, intrascendente y desencantada, para vivir. Atrapados dentro de una historicidad de la que han sido, y malgré tout, malgré la realidad ahistorizada pre-democrática y abocada al fin del proyecto utópico de izquierda, siguen siendo sujetos, los protagonistas de estas narraciones residuales, tipos sociales con los que el espectador progre (español) se identifica, son unos personajes que: « la súbita desaparición de Franco por muerte natural deja (…) sin deseo y sin proyecto y [les transforma] en sujetos a la deriva acuciados por un sentimiento de fracaso y pérdida al que no saben responder, o al que responden con la inmersión más absoluta en el desencanto (…) [y en] una nostalgia oculta bajo el parapeto del cinismo y el sarcasmo » (Id. 134). Testimonio de una España postfranquista que descarga sus responsabilidades y su(s) utopía(s) en provecho de la paz, de la armonía, de la unidad; crónica sentimental, vivencial de la realidad social, política e histórica de un país que privilegia la estrategia de la conciliación a la estrategia de la ruptura, las diferentes narrativas de la Nueva Comedia Madrileña articulan, pues, una posición crítica y polémica ante un proceso de construcción democrática muy greimasiano en que « la 267 democracia ya no es sólo un objetivo (…) [sino] es una práctica que a la vez que se enuncia se da a sí misma la existencia » (Gérard Imbert, 1990: 79). Y, asimismo, examinan la realidad contemporánea desde la perspectiva de un común punto de fijación448: la noción/idea de crisis. Esto es: crisis del individuo, crisis (y liquidación) del sistema de los valores dominantes, crisis (y negación) del universo de referencia franquista (y de la dicotomía franquismo-antifranquismo), y, finalmente, crisis del presente, ese presente que, pasando sin remisión de la euforia postfranquista al Desencanto, obliga a una reconstrucción identitaria y una (re)ubicación social. Son, por lo tanto, unas narrativas que, por un lado, gastan el espacio textual fílmico para reflexionar sobre y cuestionar los límites del proceso transicional y del “nuevo” discurso democrático, discurso que « se enuncia democrático, en una especie de performatividad paradójica » (Gérard Imbert, 1990: 67). Y que, por el otro, testimonian la formación de nuevas identidades (privadas) tras la muerte de Franco, es decir, tras la muerte de aquel padre monstruoso, tiránico, autoritario y, sin embargo padre, que, a lo largo de cuarenta años, había sido el único depositario y detentador de una identidad monolíticamente nacionalcatólica y la única « figura de referencia con la que constituirse como identidad, o contra la que resistirse » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 186). Unas identidades, pues, que, ya faltas de límites identitarios hegemónicos, se lanzan a una construcción ontológica articulada por la necesidad de separarse de la Historia y se abren, por lo tanto, a la experiencia de una realidad (presente) articulada por la ausencia del pensamiento político, por el vacío ideológico y por el agotamiento ideológico de los espacios públicos. Agotados ideológicamente los espacios públicos, son los espacios privados los que se transforman en los únicos lugares de representación del individuo. Es decir, los espacios privados se transforman en unos espacios en los que el individuo proyecta sus deseos, fantasías, frustraciones y afectos, y, para Jean Baudrillard, en el « teatro donde el drama del sujeto en conflicto con sus objetos y con su imagen se desarrolla » (Jean Baudrillard, 1988: 16). Frente a un espacio público, antaño lugar de inscripción de la historia colectiva, lugar de acción y contra-acción político-ideológica, lugar de construcción (colectiva) del sujeto, y ahora tan sólo lugar escénico, mediatizado donde se impone hegemónicamente la performance del discurso político del consenso y asimismo el refoulement, la negación de la hegemonía histórica y política del 448 El concepto de punto de fijación, tal como acuñado por el autor francés Pierre Sorlin, se refiere a « un problema o un fenómeno que, sin estar directamente implicado en la visión, aparece regularmente en series fílmicas homogéneas y se caracteriza por alusiones, por repeticiones, por una insistencia particular de la imagen o un efecto de construcción », (Pierre Sorlin, “Sociología del cine”, 1985: 196, en Manuel Trenzado Romero, 1999: 302). 268 franquismo, la esfera privada se transforma, por lo tanto, en el lugar donde afloran a la superficie y se escenifican los conflictos, los traumas de la historia (el franquismo) y los traumas privados (sentimentales, emocionales). Esto es, en aquel locus privilegiado desde donde intentar una (re)construcción identitaria y desde donde empezar una búsqueda ontológica ya desvinculada y libre de la tiranía de lo(s) discurso(s) hegemónico(s) dominante(s). En esta retirada del espacio público, antaño topos articulador de una praxis política e ideológica, y en el consecuente refugio en lo íntimo, en lo privado, en lo existencial, la familia, de sistema de representación de la ideología hegemónica y cimiento teórico en el que se asentaba el antiguo régimen, se transforma en el núcleo (traumáticamente) neurálgico que estructura, articula y organiza los relatos fílmicos de la Nueva Comedia Madrileña. Unos relatos que, siempre ordenados por una lógica casual-teleológica y desarrollados fenomenológicamente, plasman y construyen, cinematográficamente, la decepción vital e ideológica de una izquierda desencantada, antaño transformadora, revolucionaria y ahora ataráxicamente posibilista, y de toda aquella generación que durante años abrazó sus ideales. Microcosmos metonímico desde el cual analizar el pasado/el tiempo perdido y/o reflexionar sobre el (desencantado) presente, la familia se convierte, pues, en aquel privilegiado « topos metafórico donde convergen las heridas personales y colectivas de la sociedad española [contemporánea] » (Javier Hernández Ruiz, Pablo Pérez Rubio, 2004: 191). Expresión heterogénea del complejo entramado fílmico, político e ideológico de la transición a la democracia, el discurso fílmico almodovariano y el de la Nueva Comedia Madrileña, nos obligan, por consiguiente, a una mirada bipolarizadora sobre la producción cinematográfica de la transición democrática y, pueden, por lo tanto: « agruparse en dos grandes corrientes que vinieron a ser conceptualizadas como “cine de la reforma” y “cine de la ruptura”, traducción cinematográfica de las dos grandes posiciones políticas en debate durante el postfranquismo: reforma o ruptura pactada vs. ruptura democrática » (Julio Pérez Perucha y Vicente Ponce en Javier Hernández Ruiz, Pablo Pérez Rubio, 2004: 30). Si el discurso fílmico almodovariano, de hecho, es epítome de un “cine de la ruptura” por ser un discurso en el que la nostalgia queda evacuada por la búsqueda de la absoluta libertad individual; por ser un discurso en el que « las historias se desarrollan como si [Franco] nunca hubiera existido » y por ser un discurso destinado a aquellos jóvenes “modernos” para quienes « todos sus puntos de 269 referencia, sus traumas, los fantasmas de su pasado están desconectados de la dictadura » (Peter Besas, 1985: 216), el discurso fílmico de la Nueva Comedia Madrileña es emblema de una cinematografía “reformista” en y de una España ya sin Franco que, sin embargo, se había ido preparando « mucho antes de que tal reforma [la Ruptura] dejara ver sus rudimentarias formas políticas [y] desde los ya lejanos tiempos de las terceras vías [y] las primeras tetas »449. Legado anacrónico de un Aparato Cinematográfico al servicio de las estructuras fácticas e ideológicas del poder franquista y prolongación (actualizada y contextualizada) de aquel cine posibilista producido en las postrimerías de la dictadura, el cine de “Tercera Vía”450, cuyo « centrismo ideológico, abiertamente regresivo [y cuya] “naturalidad de representación” puesta al servicio de la ideología dominante, reproducía “las relaciones sociales dominantes como naturales e inevitables” (Joâo Lopes) (…) ofreciéndonos al fin y al cabo el mismo enfoque de los problemas generacionales que pod[ía] dar la ideología oficial [dominante] »451, la Nueva Comedia Madrileña es un cine “reformista”. Es un cine “reformista” en la medida en que, al heredar de la “fábrica” comercial Dibildos el género (el de la comedia de costumbres, genuinamente castiza y autóctona), el estilo, los actores, los modelos de producción y su enfoque ¿ideológico? (adaptado, inevitablemente, a las transformaciones sociológicas y políticas del país), fracasa en llevar a cabo (tal como el proceso transicional) una verdadera ruptura, una oposición real a los modos de representación ideológicos dominantes y proponer un nuevo modo de escritura fílmica. Lo paradójico de esta situación es, para Carlos Losilla, que: « en un momento en que se abren las puertas de la libertad creativa, no surjan unas propuestas globales estéticamente rupturistas, sino más bien lo contrario: “directores, realizadores y autores parecen convertirse en un solo hombre, adoptar el modo de producción institucional para convertirlo en un Modo de Escritura Institucional”, en un proceso industrial y estilístico que, efectivamente, se acentuará con la “Ley Miró” ». (Carlos Losilla, en José Enrique Monterde, 1993: 21) 449 Pérez Perucha en su crítica a Retrato de Familia (Dos y Dos, n° 35-36, Valencia, 23 y 30 de marzo de 1977), en Juan Miguel Company, “El cine de la Reforma”, Dirigido Por, n° 43, abril de 1977: 32. 450 Son las películas de Roberto Bodegas, Españolas en París (1969) y Vida conyugal sana (1974), las que dan inicio y consolidan, sistematizando sus características, el cine de “Tercera Vía”: cine posibilista y “aperturista” que se impone como modelo cinematográfico paradigmático de la coyuntura sociopolítica y cultural del tardofranquismo entre el degrado del cine de los subgéneros hispanos (Ozores, Lazaga, etc.) y el elitsimo minoritario del cine metafórico y cultural (Saura, Erice, etc.). 451 Pau Esteve, Juan Miguel Company, «“Tercera Vía”, la vía muerta del cine español», Dirigido Por, n°22, abril de 1975: 20. 270 El “reformismo” del discurso fílmico de la Nueva Comedia Madrileña desemboca, por lo tanto, en un continuismo anacrónico que, al no utilizar el medio cinematográfico como estructura discursiva para abrir grietas en lo narrativo y para cuestionar, reformulando, sus mismas estructuras estéticas, no sólo no lleva a cabo ninguna innovación en las estructuras fílmicas y narrativas; no sólo fracasa en renovar el lenguaje cinematográfico español contemporáneo, sino que se nos presenta como el “doble” cinematográfico de la realidad política de la “nueva” España postfranquista. Al adscribir, de hecho, sus narraciones residuales a un Modo de Escritura Institucional, la Nueva Comedia Madrileña no hace sino representar unas historias, más o menos originales, que, sin embargo, en la mayoría de los casos, según John Hopewell: « más que indicar una ruptura con el pasado y el amanecer de un nuevo cine, [reanudan] la tradición liberal central de la cinematografía española de oposición, [tradición] que se ha perpetuado hasta convertirse en 1983, en la característica central de la cinematografía del PSOE » (John Hopewell, 1989: 137-138). Perfectamente acabado, cerrado, clausurado para el consumo; fronterizo, en el límite entre las exigencias industriales, los imperativos mercadotécnicos y una mirada ideológica, cuando la haya, el cine de la Nueva Comedia Madrileña es, por lo tanto, un cine que « juega con lo político, sin ser político; es un cine que al introducir la política en la vida cotidiana – tantos años ausente del cine español – acaba por señalar de forma inequívoca los límites de aquélla »452. Es, por consiguiente, un cine que, igual que las ideologías de izquierda(s), ya no pretende cambiar el mundo (cinematográfico) sino acomodarse, amoldarse pasiva y “democráticamente” a él. Máximo paradigma de la actualización “democrática” de la “Tercera Vía”, el discurso fílmico de la Nueva Comedia Madrileña lo que hace es, por lo tanto, potenciar, sin cuestionarlo, un cine de género, ideológica, social y económicamente, hegemónico. Por cine de género (hegemónico), se entiende un cine que se mueve dentro de los márgenes del M.R.I. (Modo de Representación Institucional) hollywoodiense, ajustados y contextualizados a la realidad española postfranquista, en el intento de capturar el interés del espectador medio (progre) y establecer con él no ya un compromiso político y/o ideológico sino más bien un “compromiso”, un “reconocimiento”453 afectivo y emocional. 452 José Enrique Monterde, “Crónicas de la transición. Cine político español (1973-1978)”, en Dirigido Por n°58, (Octubre de 1978): 10. 453 Un “cine de reconocimiento” es para José Enrique Monterde, « aquel que, partiendo de una apariencia política, generalmente temática, no pretende tanto la reflexión como la adhesión remitiendo el sentido político al exterior del film. Por tanto, se reduce la acción del espectador a una contemplación pasiva o como máximo emocional, a partir de establecer una serie de coartadas remitentes a aquello que el espectador ya conoce antes de visionar el film », Id. 9. 271 Por esta razón, para Javier Hernández Ruiz y Pablo Pérez Rubio: « este tipo de cine partirá de esquemas narrativo-dramáticos propios de los géneros populares – comedia y melodrama principalmente – , pero utilizándolos como vehículo crítico para retrotraerse a un inmediato pasado entre patético y castrador, y para auscultar un presente que se pone en evidencia como insatisfactorio » (Javier Hernández Ruiz y Pablo Pérez Rubio, 2004: 33). Sin embargo, frente al cine de la “Tercera Vía”, discurso fílmico tardofranquista « cuyo engagement fue más económico que ideológico-costrumbrista » (José María Caparrós Lera, 1978: 51) y aquella “vía muerta del cine español”454, con el que comparte, resignificándolos y recontextualizándolos, tanto el género de la comedia popular, los relatos costumbristas como sus fines críticos, la Nueva Comedia Madrileña, al representar una crónica (sentimental) inmediata de la realidad que voluntariamente esquiva lo político; al aprovechar los códigos genéricos de la comedia, ideologizándolos, para certificar y testimoniar el fenómeno político-social del Desencanto, traduce y construye en imágenes una cierta sociología de la España de la transición democrática y, ubicando sus personajes en un momento histórico preciso, se erige en el espejo cinematográfico de una España en tránsito, de una España en “cambio”. Es, por lo tanto, un discurso fílmico que, pese a su filiación estética, formal e ideológica con el tardofranquismo, decanta progresivamente hacia el retrato costumbrista (nostálgico, irónico, cínico) de formas de vida de la transición, transformándose en un cine generacional. Por cine “generacional”, se entiende un cine que se dirige a la “generación del Desencanto”. Es decir, aquella juventud española socialmente progresista marcada en la piel por las huellas de un pasado represivo, totalitario, autoritario y por una batalla inútil, por desigual, contra el régimen franquista. Una generación antifranquista que, sin embargo, en nombre de una ataraxia colectiva, se deja arrastrar por « una suspensión de la acción, una ironía sin crítica, una aceptación pasiva de lo dado » (Eduardo Subirats, 1993: 87). Una generación desubicada, antes, tanto por la tibieza de una izquierda “militante” enmudecida como por el señuelo de la “Ruptura Pactada” y derrotada, luego, en las urnas de las primeras elecciones democráticas (15 de junio de 1977). 454 El cine de “Tercera Vía” fue, según Pau Esteve y Juan Miguel Company, la “vía muerta del cine español” porque, pese a su pretendida ruptura aperturista, fracasa en el intento de « erigirse en [el] espejo de las transformaciones sociales que experimentaba el país en los años agonizantes del franquismo [por no] atreverse a efectuar una profundización – siquiera en clave metafórica – de los acontecimientos políticos, coetáneos o pertenecientes al pasado más próximo », (Javier Hernández Ruiz, Pablo Pérez Rubio, 2004: 142). 272 En definitiva, una “generación perdida” en aquel momento y aquellas circunstancias que fueron únicos en la reciente historia española del siglo pasado. El cine de la Nueva Comedia Madrileña fue un cine que, por lo tanto, no aspiró a durar sino a contar lo más posible del momento histórico en que se inscribió mediante unas narraciones residuales que reflejaron, plasmaron y participaron en construir las incertidumbres de una sociedad llena de contradicciones y la decepción vital e ideológica de aquella izquierda antaño transformadora y entonces tan sólo silenciada, posibilista, pactista. Perfectamente articulado, pues, por « el reflejo en activa o en primer grado de la Historia » (Carlos F. Heredero, en en José Antonio Hurtado, Francisco M. Picó, comps., 1989, 18-19), el discurso fílmico de la Nueva Comedia Madrileña acabó plasmando, por consiguiente, unas narraciones que, a falta de un (verdadero) compromiso político-ideológico y testimonio del fracaso del desencantamiento (ilustrado) del mundo, quedaron articuladas por el afán de conectar con la sensibilidad de una audiencia “progre” y de crear un nuevo espacio de “reconocimiento”. Conexión e identificación que se llevaron a cabo mediante el protagonismo histórico de una progresía nuevamente “encantada” por la exaltación de lo individual (la intrahistoria subjetiva) por encima de lo colectivo (la Historia). Es decir, un protagonismo ideológicamente desencantado, desilusionado, en el que « las antinomias de lo verdadero y de lo falso, de lo real y de la ilusión, del sentido y del sinsentido se difuminan, y los antagonismos se hacen flotantes » (Gilles Lipovetsky, en Isolina Ballesteros, 2001: 241). Pese a ser, pues, un cine que interroga, cuestiona, crítica el presente con perspectivas de izquierda, una izquierda, sin embargo, edulcorada por la(s) retórica(s) del consenso y del olvido; una izquierda enmudecida en nombre de una democracia « reducida a su valor nominal y a su función espectacular » (Isolina Ballesteros, 2001: 30), sus claves interpretativas y hermenéuticas están fuera del espacio textual, es decir: están fuera de un presente ataráxico por pertenecer y remitir a un pasado franquista totalitario y represivo que sigue impresionando y presionando espectralmente sobre el presente. Sin embargo, tanto la recuperación de un pasado traumático, perdido, y durante muchos años silenciado y escamoteado, como la vuelta cinematográfica al realismo, posible gracias a una apertura de lo “decible” tras casi cuarenta años de (ir)realismo tradicional (hegemónico e ideológico) y de cartón-piedra, acabaron reduciendo el potencial creador del cine. Con esto queremos decir que el cine de « instrumento maravilloso para la expresión de la poesía y de los sueños » quedó reducido a «simple repetidor de historias» (Luis Buñuel, en Isolina Ballesteros, 2001: 154). 273 Unas historias que, pese a responder a un determinado tiempo histórico y a una coyuntural, y por lo tanto excepcional, situación política; pese a ser unas formaciones discursivas que explotan y contextualizan un esquema semejante, el de la comedia, todas ellas, al no constituir un grupo artístico-estético y/o ideológico, seleccionan un público distinto al que dirigir la nostalgia y/o el desencantamiento (ilustrado) del mundo. De acuerdo con José Enrique Monterde, pensamos, de hecho, que la principal diferencia entre la obra de José Luis Garci – crónica sentimental, melancólica y nostálgica de la España de la transición y de la recién estrenada democracia marcada por un fuerte “recargamiento referencial” – , y la obra de los “novísimos”, cuales, entre otros, Fernando Colomo y José Luis García Sánchez, es la diferente ubicación de su juego identitario y la diferenciación política y generacional de sus personajes. Según afirma José Enrique Monterde, pues: « Mientras Garci pretende abarcar a los que fueron jóvenes durante los años cincuenta o primeros sesenta, los novísimos están mucho más próximos a las siguiente generaciones; los personajes de Asignatura pendiente votaron PC 455 como máximo, los de Tigres de papel votan CUPS » . Es, por lo tanto, un cine que busca una aproximación a un cierto tipo de espectador (el espectador medio progresista) y que, por consiguiente, no busca un nuevo tipo de espectador, y « para ello recurre a todos los recursos imaginables: el procurador en Cortes se transforma en abogado laboralista, aparecen los tacos en el vocabulario, las consignas políticas, las pintadas en primer plano, las referencias temporales marcadas por acontecimientos políticos (muerte de Franco - ¿el padre que nos inhibía, el profesor que nos suspendía las asignaturas? – elecciones generales, amnistía) pero siempre apoyando el reconocimiento, la identificación del espectador no sólo en los personajes sino también en las situaciones y ambientes »456 puesto que, cada acto discursivo, no sólo es reconducible a un fenómeno individual sino, por el contrario, queda entramado por un contexto espacio-temporal preciso, es decir, que su « centro organizador (…) no se encuentra adentro, sino afuera: en el medio social que rodea al individuo » (V.N. Voloshinov, 1993: 130). 455 José Enrique Monterde, “Crónicas de la transición. Cine político español (1973-1978)”, en Dirigido Por n°58, (Octubre de 1978): 10. 456 Id. 10. 274 Un “reconocimiento” que, por consiguiente, exige del espectador únicamente una dedicación activa emocional y sentimental en detrimento de un “conocimiento” político y a menoscabo de un “enriquecimiento del espectador en forma totalizadora”. Pese a no ser un cine que « tiene como objeto prioritario producir una reflexión política por parte del espectador a partir del film intrínsecamente considerado, de su sentido – o posibles sentidos según los diversos espectadores y sus condicionantes – , de aquello que el film dice más allá del discurso aparente, de lo que dice, no diciéndolo »457, la dedicación activa emocional y sentimental del espectador es lo que transforma el discurso fílmico en un espacio textual polisémico abierto, articulado por el tránsito dialógico entre el artefacto textual (fílmico) y el espectador por medio de la estética. Es, de hecho, la dedicación activa emocional y sentimental del espectador la que le deja la libertad de rellenar con sus recuerdos, sus experiencias personales, sus traumas, sus sufrimientos, su nostalgia, aquellos huecos textuales abiertos a la significación en un espacio textual (fílmico) que tan sólo enuncia, anticipa, sugiere; una significación/apropriación en las que, por lo tanto, radican y se generan las múltiples direcciones de sentido. Este cine de “reconocimiento”, situado en un contexto espacio-temporal preciso, el de la transición a la democracia y su consiguiente Desencanto, nos obliga, por consiguiente, a una doble reflexión. En primer lugar, nos obliga a una reflexión sobre el cine como lenguaje, como discurso fílmico constructor de realidad(es), que, de Aparato Ideológico de Estado volcado al adocritamiento dirigista del Régimen y fundamental instrumento de propaganda (manipulación) política, se transforma en una espacio (textual) generador de distinto(s) sentido(s) y articulador de diferentes representaciones sociales, abierto al diálogo, a la reflexión y al reconocimiento colectivo. Es decir, se transforma en un espacio significante que, además de reflejar, en sus entresijos textuales, la repercusión que los diferentes acontecimientos (históricos, políticos, sociales, económicos y culturales) ejercen sobre la realidad y la sociedad en las que éstos se producen y suceden, participa activamente en el proceso de semiosis social y en la construcción de la realidad social. 457 José Enrique Monterde, “Crónicas de la transición. Cine político español (1973-1978)”, en Dirigido Por n°58, (Octubre de 1978): 9. 275 De acuerdo con Micheal Ryan y en el marco de los estudios culturales postestructuralistas, pensamos, pues, que el cine durante la transición democrática, en general, y el de la Nueva Comedia Madrileña, en particular, al transcodificar o reinscribir discursos sociales en discursos públicos (fílmicos), « más que reflejar una realidad externa al medio fílmico, ejecuta una transferencia de un campo de discursividad a otro » (Michael Ryan, en Manuel Trenzado Romero, 1999: 18). Transferencia, transcodificación, reinscripción, cuyo resultado son unas películas que, pese a su continuidad estética y formal con las narraciones fílmicas tardofranquistas, al transformar los discursos de la vida social en narraciones cinemáticas, « se convierten en parte de un sistema cultural de representaciones más amplio que construye la realidad social » (Id. 18) en aquella España, de finales de los setenta y principios de los ochenta, experimental e inusitadamente “democrática”. Esta primera reflexión, al subrayar la doble función del cine – representación y mediación entre el espectador y la realidad – , nos lleva a considerar cómo el cine durante la transición democrática de espacio textual transitivo, heterogéneo en el que confluyen distintas posturas políticas, ideológicas, estéticas y creador de distintos sentidos; de lenguaje «analógico y de modulación» (Gilles Deleuze, en Manuel Trenzado Romero, 1999: 15) acabó transformándose en un medio de comunicación de masas. Es decir, acabó transformándose en articulador de: « diferentes discursos que circulan en un espacio público y que, dado su carácter de mediadores institucionales y productores de representaciones colectivamente compartidas, inciden decisivamente en la tematización de dicho espacio, [es decir], contribuye[n] a largo plazo a la construcción de la realidad social, entendida ésta como el mundo cotidiano del sentido común, memoria e identidades colectivas » (Manuel Trenzado Romero, 1999: 3). En segundo lugar, nos obliga a una reflexión sobre aquellos acontecimientos históricos, políticos e ideológicos que, al entramar el periodo transicional, testimonian cómo « la utopía rupturista cede ante la idea de una transición suave » (Id.). Es decir, nos obliga a reflexionar sobre aquellos acontecimientos que testimonian cómo: « la consecución de la democracia (a fin de cuentas la democracia no es sino el contexto en que intervienen los Aparatos Ideológicos de Estado, un recurso de la ideología dominante para seguir imponiendo su concepción de mundo y de vida) se basa en un pacto de silencio, en un punto y aparte, sin juicios ni depuración de responsabilidades por los crímenes del pasado, que mantiene el poder en las mismas manos: las grandes familias económico-financieras ». (Franciso Javier Gómez Tarín, en VV.AA., 2001: 1-2) 276 Dentro de este cine de “reconocimiento” la obra cinematográfica de Fernando Trueba, obra que, según se mire, cierra una época o abre otra, constituye un punto y aparte. Dentro de este cine madrileño de bajo presupuesto y tintes costumbristas la obra de Trueba, de hecho, mientras “estabiliza” el género de la comedia dentro de una producción cinematográfica ( la española) “en transición” reterritorializando la comedia de enredo americana de los años treinta y cuarenta, rompe totalmente con todo lo que, cinematográficamente, se había hecho hasta entonces deshaciéndose de todo referente político y evacuando la Historia como referente (extra)textual. Es decir, frente al cine de José Luis Garci (Asignatura pendiente, 1977) y/o de Fernando Colomo (Tigres de papel, 1977) en el que: « el referente interno (la “historia” que narra la película) remitía a un referente histórico explícito (el franquismo, la represión, las luchas sociales), [en el cine de Trueba, véase Ópera prima, 1980] ya no es el franquismo el que delimita históricamente la película, ni siquiera la euforia democrática, sino, las consecuencias, en lo cotidiano, de la democracia y de sus falsas ilusiones: el desencanto y las posibilidades, no ya de “salir adelante” (lo cual sería una solución política), sino de escaparse, de evadirse a través de la ficción » (Gérard Imbert, 1990: 100-101). Este paso desilusionado de la nostalgia por un pasado como resistencia frente a un presente como consenso; este paso de la melancolía por un tiempo perdido que ya es irrecuperable – ese tiempo que fue pero que ya no puede ser en un presente transicional sin cimientos históricos y sin consistencias ideológicas – a un pasotismo políticamente desencantado en un presente en el que el “unitario” discurso “democrático” « se construye a partir de la exclusión de la alteridad, ya sea histórica o social » (Id. 58) otorgándose, igual que un simulacro, estatuto de credibilidad y consagrándose como relato creíble, queda articulado en la “ópera prima” de Fernando Trueba por un doble punto de fijación: la idea/noción de crisis (crisis existencial, crisis de identidad) y la anomía social458, es decir, la crisis (social) de los valores establecidos y el consiguiente cuestionamiento y liquidación del heredado sistema normativo de valores dominantes. Cuestionamiento y liquidación que, sin embargo, todavía no desembocan en ninguna solución alternativa. 458 « Término introducido por Jean-Marie Guyau, y que Durkheim contribuyó a divulgar, ha sido utilizado de nuevo por Jean Duvignaud, para designar manifestaciones de desorden que indican una ruptura en la organización social, y expresan una pérdida de la identidad social debida a la aparición de nuevos modelos de comportamiento y a la transformación de las reglas sociales hasta entonces consideradas como legítimas. Las manifestaciones anómicas subentienden una crisis de valores: el sistema normativo heredado es cuestionado sin que el sujeto colectivo haya asumido un nuevo sistema de valores », (Gérard Imbert, 1990: 54). 277 La progresía (falsamente) liberada, ideológicamente snob (cuyo esnobismo de izquierdas, más acomodado a y amoldado por los límites de la “normalidad democrática” que engagé en un passage à l’acte, le impide pasar de la teoría a la praxis) y sentimentalmente inmadura de los discursos fílmicos de José Luis Garci y de Fernando Colomo queda sustituida, en el discurso fílmico de Fernando Trueba, por la figura del pasota, aquel « individuo más o menos ácrata que rechaza los pilares de la sociedad establecida: familia, política, religión tradicional, costumbres burguesas, cultura oficial, trabajo alienante, ectéctera » (Víctor León, en Gérard Imbert, 1990: 57). En un momento en que toda forma de alteridad queda excluida, eliminada, evacuada por una estrategia discursiva “democrática” que impone, hegemónicamente, la conciliación (olvido, consenso, amnesia, desmemoria) en detrimento de la ruptura, la figura del pasota reivindica y hace emerger « en el terreno social, una nueva figura del otro: el sujeto disidente, al margen del consenso, el marginal en relación al proceso “democrático” » (Gérard Imbert, 1990: 57). Alteridad, disidencia, marginalidad son, pues, los elementos que Fernando Trueba emplea para emancipar su representación fílmica de una producción cinematográfica, aun cuando “reformista”, siempre heredera de los moldes del tardofranquismo. Y, al mismo tiempo, para testimoniar, certificar, fílmicamente, la emergencia de una nueva identidad individual (el pasota) en un momento en que la identidad (colectiva) nacional, durante casi cuarenta años hegemónica e ideológicamente, Nacional-Católica, viene cuestionada: « por la irrupción en el discurso social, de nuevos objetos sociales: objetos censurados históricamente (todo lo que la historiografía oficial ha ignorado, denigrado bajo el franquismo), objetos conflictivos (que la moral tradicional heredada del “nacionalcatolicismo” condena: unión libre, contracepción, divorcio, aborto…), objetos vinculados a prácticas marginales (droga, nueva cultura de los jóvenes…), objetos anómicos (el “pasotismo” como movimiento que va a contracorriente de la euforia democrática) » (Id. 39). Esta nueva identidad individual que Fernando Trueba, además de reflejar cinematográficamente, participa en contruir socialmente, es doblemente anómica: lo es tanto a nivel existencial como a nivel social, y es históricamente, políticamente inexistente, insignificante. Es decir, frente a la identidad (aún pero diferentemente) colectiva que los personajes de José Luis Garci y de Fernando Colomo participan en fraguar, una identidad colectiva, comprometida, aunque sea falsamente, con la historia, con la política, con lo social, con el trabajo, con la familia, la identidad individual que con Ópera prima (1980) irrumpe, con vehemencia, en el imaginario colectivo y en la realidad social queda nihilisticamente plasmada por «unos personajes flotantes, indecisos (en especial, los personajes masculinos), que expresan una pérdida de identidad, una 278 dificultad en definirse (psicológicamente), en situarse (socialmente), en inscribirse en la historia» (Id. 96). En ruptura con la historia tanto individual como colectiva; abocados a (re)definirse en un mundo (la realidad española de los ochenta) en que el discurso hegemónico de la democracia y sus falsas ilusiones liberan, falsamente, de cualquier tipo de compromiso, los personajes de Fernando Trueba se ven obligados, por lo tanto, a emprender un camino deíctico de búsqueda(s) ontológica(s) vagabundeando en un presente anómico en el que el performativo y “nuevo” discurso de la “normalidad democrática” tan sólo produce, barthesianamente, efectos de realidad. Evacuados por la Historia, reificados por la política, desemaparados por la(s) ideología(s), los pasotas de Fernando Trueba replegarán en lo individual, en lo íntimo, en lo sentimental, buscando ontológicamente su identidad perdida a través de nuevos equilibrios afectivos: el amor. El amor, única respuesta vital desde abajo al Desencanto de la política, se erige, por lo tanto, como topos privado privilegiado en el que el individuo (el ciudadano español de los ochenta), « bajo el dominio de la incertidumbre (…) y la desconfianza hacia el Estado, simultáneamente testigo implicado y distanciado, pero siempre impotente, de importantes procesos sociales que están cambiando la faz de la vieja Europa y con ella de España » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 19), encuentra un espacio para dar forma a una(s) identidade(s) hasta entonces aniquiladas por la representación y la performatividad democrática. Si, por lo tanto, los discursos fílmicos de José Luis Garci y Fernando Colomo seleccionan, buscan, plasman y construyen a un espectador al que dirigir la nostalgia y/o el desencantamiento (ilustrado) del mundo, los de Fernando Trueba seleccionan, buscan, plasman y construyen a unos individuos: « alienados en el espectáculo de la realidad, indiferentes a los procesos políticos, incrédulos hacia cualquier tipo de ideología (excepto la del mercado), inhibidos de su historia colectiva e inmersos exclusivamente en una aparente superficialidad y banalidad » (Id. 65). Alienación, indiferencia, incredulidad, inhibición, superficialidad y banalidad a las que tan sólo el amor y los sentimientos parecen proporcionar (aparentemente) una salida, una válvula de escape. Con esto queremos decir que las películas de José Luis Garci y Fernando Colomo, dentro de unos moldes genéricos sentimentales-melodramáticos de filiación tardofranquista y en deuda con la más conservadora de las tradiciones cinematográficas hollywoodienses, con un tono nostálgico, denunciatorio, comprometido ideológicamente por la savia progresista subyacente a ellas, siguen moviéndose dentro de un territorio de trascendencia cuyo referente último sigue siendo, malgré tout, la Historia. 279 Diferentemente, las películas de Fernando Trueba, y de manera especial Ópera prima (1980), que es la que inaugura semántica y sociológicamente, lo que se dio en llamar el “individualismo pasota”, además de romper “revolucionariamente” con el pasado cinematográfico nacional más reciente, testimonian el deslizamiento desencantado de una ideología de los fines (la de una Modernidad histórica emancipadora), procesando su fracaso, a una desideologización de lo real y de la realidad, esto es, a una intranscendencia anómica donde lo único que cuenta es la búsqueda del placer individual. En conclusión, si los discursos fílmicos de José Luis Garci y Fernando Colomo, en la estela posibilista, tímidamente reformista, de aquel cine de resistencia a un régimen en el que the faltering but still iron-gripped hand of the Caudillo (Peter Besas, 1985: 131) « multiplicaba consejos de guerra, tribunales especiales y una sistemática represión de las más elementales libertades » (Francisco Llinás, en VV.AA., 1986: 3), buscan el compromiso, aunque tan sólo emocional, sentimental, con el espectador, los discursos fílmicos de Trueba, vaciados ya de mensajes y/o doctrinas, lo que buscan e intentan es tan sólo entretener a aquella juventud who “couldn’t care less” (Id. 210); aquella juventud que « pasa de todo, pero que [ya] no se pone en favor de nadie » (José María Caparrós Lera, 1992: 189). Inaugurando, por lo tanto, un nuevo discurso, fílmico y social, de ruptura cinematográfica e ideológica, una ruptura que tan sólo funciona en relación a un antes (también cinematográfico e ideológico), la obra cinematográfica de Fernando Trueba además de testimoniar y glosar el Desencanto, se construye fílmicamente como alternativa: « ya no [como] una alternativa política como era la consigna de los últimos años del franquismo y los primeros de la transición, y de la que el cine de Garci todavía ofrece ecos, sino [como] alternativa “recreativa” ». (Gérard Imbert, 1990: 94) Una alternativa “recreativa” que, al compás de un ritmo verbal y sexual (en Ópera prima), desencantada y voluntariamente “pasa” de la asignatura pendiente de la democracia, se desmarca del discurso de la Historia y se abre a un presente ahuecado por la ausencia de un proyecto de cambio colectivo y aniquilado por la ausencia de una mirada utópica. Un presente en el que, sin embargo, la Historia sigue siendo, althusserianamente, la “causa ausente” de lo que podríamos definir el malestar existencial, lo spleen ontológico y epistemológico postmoderno de unos individuos en crisis y en búsqueda de una identidad no ya perdida sino imposible, inexistente, y por lo tanto en contrucción. 280 En definitiva, un presente en el que tan sólo quedan « los destrozos que la estela del progreso, o de la Historia, va acumulando a sus pies » (Walter Benjamin, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 125). Lo que Fernando Trueba propone, pues, a través de sus discursos fílmicos es una “alternativa recreativa” que, marginando progresivamente, hasta aniquilarlas, las alternativas cinematográficas (de izquierda) más radicales (las del movimiento sitgista de finales de los años sesenta o de la “fábrica” Querejeta, de principios de los años setenta, para dar algunos ejemplos) e imponiéndose a un cine de tesis y contenido, acaba contando unas historias de la calle cuya « banalidad, insustancialidad de planteamientos y propuestas [no es sino] el contrapeso a la pesadez retórica y conceptual de las [que fueron] las grandes narrativas [de la Historia] » (Annabel Martín, en Isolina Ballesteros, 2001: 240). 281 Antes de pasar a un análisis pormenorizado (en los siguientes capítulos) de algunas de las películas más emblemáticas de la transición a la democracia, en general, y de los diferentes, plurales y heterogéneos discursos fílmicos que integran y definen lo que se dio en llamar la Nueva Comedia Madrileña, en particular, queremos destacar, a modo de conclusión de este apartado, y siguiendo, con una única salvedad459, las pautas analíticas de Gérard Imbert, las características principales de aquellas narraciones cinematográficas que desde 1977 establecerán las líneas maestras que « el cine español posterior no hará más que continuar, perfilar y perfeccionar » (José Vicente García Santamaría, en VV.AA., 2001: 6). Para Gérard Imbert, las características principales de esta “nueva” comedia urbana “progre” de los últimos setenta y los primeros ochenta y variante estética, discursiva-cinematográfica y narrativa de la producción artístico-cultural de la Movida y del Desencanto son (Gérard Imbert, 1990: 94 y ss): 1. Es un cine urbano, esencialmente madrileño. La geografía física de la ciudad, Madrid, funciona como aquel marcador de identidad en el que se inscriben la geografía social de los personajes y sus acciones. 2. Es un cine existencial, autorrepresentativo. Es decir, es un cine que pone en escena la relación de un individuo con el mundo a través de sus relaciones de trabajo, de pareja, de amistad, etcétera. Para Gérard Imbert, pues: « Lo cierto es que asistimos a un “cruzado” de lo existencial con lo social, uno respaldando al otro (…) [siendo] lo existencial lo que da su contextura a estas películas » (Id. 95). 3. Es un cine de episodios de la vida real: un cine de la experiencia sentimental, relacional, de los encuentros. 4. Es un cine “situado” cronológica, topológica, geográfica y socio-históricamente. Los lugares culturales comunes, fácilmente reconocibles por el espectador, mientras « autentifican la ficción, produciendo efectos de realidad, sitúan muy concretamente las películas [dándoles] localización de actualidad » (Id. 95). 5. Es un cine “puntual”, de situación, muy característico del Desencanto, que « se caracteriza por la presencia de personajes muy típicos, fácilmente reconocibles, casi estereotipados » (Id. 96). 459 Pese a no formar parte, oficialmente, de lo que se dio en llamar la Nueva Comedia Madrileña, incluimos en nuestro análisis la producción cinematográfica de José Luis Garci por hacer aquélla de puente, sentando las pautas y los moldes tanto estéticos como formales e “ideológicos”, entre el cine de “Tercera Vía” y el cine de la transición a la democracia. 282 A tal punto es un cine “puntual”, de situación que, en palabras de Alberto Fernández Torres: « Los que frecuentan (frecuentamos) el barrio madrileño de Malasaña, disfrutan al verse retratados en la pantalla. Los que no, disfrutan al ver que se les ofrece por 200 pesetas los paisajes, individuos y emociones que conocen de oídas y 460 no se atreven a experimentar “en vivo” » 6. . Es un cine de ficciones puras, “no significante”, antitético a un cine intelectual e ideológicamente comprometido, cuyo objetivo final es un repliegue en lo individual dando testimonio del “retorno de lo reprimido”. 7. Es un cine realista « a nivel de la caracterización, delimitación (son películas muy ancladas en un contexto inmediato): lugares, hablas, códigos relacionales son fielmente reconstruidos » (Gérard Imbert, 1990: 98). 8. Son películas de la crisis de identidad, es decir « películas en las que resulta fácil encontrar huellas de la grandes obsesiones de la España de la transición (…) [y que reflejan] la crisis de identidad nacional, [crisis] que se trasluce en una relación perturbada con la historia y la identidad. A los personajes de Garci, personajes comprometidos con la historia, en lo social, en lo político, lo familiar, [se acompañan, para nosotros] personajes flotantes, indecisos [tal es el caso de Matías en Ópera prima, F. Trueba, 1980] que expresan una pérdida de identidad, una dificultad en definirse » (Id. 96). 9. Son películas del Malestar, un malestar existencial debido esencialmente al desfase histórico, (siendo la historia “la causa ausente” de dicho malestar), entre los individuos y la realidad. 460 Alberto Fernández Torres, “El hombre de moda de Fernando Méndez Leite, 1980”, en Contracampo n° 18, enero de 1981: 68. 283 4.2. Asignatura pendiente, José Luis Garci, 1977 « Cuando lo real ha dejado de ser lo que era, la nostalgia asume su verdadero significado ». (Jean Baudrillard, 1994)461 Legado de « un cine “posibilista” que aprovechó al máximo el mínimo permitido [y que] tuvo la desgracia o la suerte de ser el vagón de cola del cine español del franquismo » (Ramiro Gómez B. De Castro, 1989: 18); testimonio del fracaso del rupturismo cinematográfico nacional y de la gran paradoja462 del cine español durante el postfranquismo y la transición463 (1975-1982), la primera película “reformista” de José Luis Garci, Asignatura pendiente, con tono lastimero, nostálgico y dentro de una dimensión textual melodramática-sentimental, describe, catalizándolas, las frustraciones de toda una generación, los treintañeros, por fin libres pero aún enganchados emocionalmente a un traumático pasado franquista, y al tiempo critica el triunfalismo de la transición y denuncia como la España postfranquista no supuso el fin absoluto de las limitaciones sociales, políticas e ideológicas impuestas a la libertad individual. 461 Jean Baudrillard, “Simulacra and Simulation”, Trad. Sheila Faria Glasser An Arbor, The University of Michigan Press, 1994, pág. 170, en Isolina Ballesteros, 2001: 275. 462 La gran paradoja del cine español del postfranquismo y de la transición es que fue un cine « producido, ante todo, durante los últimos años del franquismo, antes de la desaparición del dictador y del aparato administrativo y represivo que hasta noviembre de 1985 parecía, pese a los múltiples esfuerzos en sentido contrario, inamovible », (Francisco Llinás, “Los vientos y las tempestades. El cine español de la transición”, en VV.AA., El cine y la transición política española, Filmoteca, Generalitat Valenciana, 1986: 3). 463 La periodización histórico-política que iremos utilizando a lo largo de este apartado es la que nos sugieren Pérez Perucha y Vicente Ponce en su artículo “Algunas instrucciones para evitar naufragios metodológicos y rastrear la transición democrática en el cine español”, en VV.AA., El cine y la transición política española, Filmoteca, Generalitat Valenciana, 1986: 10. Al ser, para ellos, el término “transición” un término ambiguo, escurridizo, subdividen este periodo en tres etapas: postfranquismo (1975-1977), transición (1977-1982), democracia (desde 1982). 284 Pese, por lo tanto, a un conservadurismo estético y formal que impide al discurso fílmico de Garci separarse y romper con el cine tradicional, « aquel cine [que] sirvió a los gobernantes para “entretener” algunos meses [en las postrimerías del franquismo] al espectador español [cuando] el régimen desesperadamente debía taponar las graves grietas provocadas por sus reiteradas incoherencias » (Ramiro Gómez B. De Castro, 1989: 18), Asignatura pendiente, en el fondo, mediante una narración que fluctuando entre la realidad y la ficción crea en el espectador efectos de realidad, preconiza, cinematográficamente, el Desencanto llegando a ser “la película de la transición”. Manifiesto generacional para aquella generación del Desencanto marcada por el franquismo que, sin embargo, contradictoriamente rechaza recurrir a la praxis (marxista-leninista) para instalarse comodamente en aquellos valores, antes criticados, de la pequeña burguesía a la que pertenecen, Asignatura pendiente nos proporciona una visión desilusionada de la realidad de una España predemocrática, preelectoral, postfranquista en la que, tras y pese a la muerte (biológica) de Franco, el poder no ha cambiado de manos porque « la verdadera función de la transición consistió en prolongar sin traumas y bajo una cobertura “democrática” el tipo de sociedad piramidal heredada del franquismo» (José Manuel Naredo, en VV.AA., 2001: 3). La película de Garci recurre, por lo tanto, al periodo postfranquista no ya como a aquel topos privilegiado para un passage à l’acte en cuestiones políticas y/o ideológicas, sino como a aquel « espacio sentimental propicio para la [imposible] recuperación [del pasado] por parte de aquéllos que se dejaron la juventud durante el franquismo » (Javier Hernández Ruiz, Pablo Pérez Rubio, 2004: 144). A través del prisma del romance entre José y Elena, rehenes del poder tanto en sus actuaciones como en sus sentimientos; individuos encadenados al pasado, prisioneros de su memoria y de sus deseos (imposibles) y en construcción, en tránsito, en un presente histórico que sigue siendo continuación y parte fundamental de la Historia (trauma), la película de Garci, de hecho, intenta recuperar la memoria individual de eventos colectivos de la reciente Historia española – la del franquismo, de su represión sentimental, sexual, social, política e ideológica – cuestionando un presente inmediato en que la cancelación de la memoria y la total sutura histórica tejen el “nuevo” discurso hegemónico de la “normalidad democrática”. 285 Son, por lo tanto, la Historia, la memoria y los afectos/los deseos los elementos articuladores de un espacio textual fílmico, a la vez lugar del trauma y lugar del duelo, cuya narración intenta recuperar un diálogo con el pasado y en el que los afectos/los deseos perdidos son el único medio que permite pensar, crítica y polémicamente, el presente. Si concebimos la memoria, « la memoria de un pasado que se inscribe desde un afecto de pérdida y desde un afecto experimentado como traumático » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 122), en tanto que lugar de encuentro entre el pasado y el presente. Si concebimos la memoria en tanto que conocimiento subjetivo, ordenado por emociones, estados y afectos que permite el tránsito del sujeto (racional cartesiano, el “Je pense” kantiano, ordenado por categorías intelectuales y racionales, cuya relación con la realitas es mediada por “el camino de la ciencia” y cuyo conocimiento científico es orientado por la metodología científica) al individuo (se entiende por individuo el hedeggeriano Dasein, el único Ser-Ahí, aquel Ser-Arrojado que, al tener memoria, vuelve al pasado sin mediaciones y participa en la construcción de su identidad). Y si, finalmente, concebimos los afectos en tanto que lugar de encuentro entre el individuo y su deseo, el recuperar/narrar la Historia « desde los ruidos de sus silencios, desde los afectos irrepresentables, desde las memorias olvidadas, y desde el deseo que los estructura » (Manuel Vázquez Montalbán, 1992: 663) se convierte, entonces, en « promesa de futuro en la medida en que desestabiliza un presente al que se ha llegado únicamente desde un relato biplano que quiere, como el mismo espectro de Franco, cubrir con una capa más de tierra a todas sus víctimas de pensamiento, palabra, obra y omisión » (Id. 663). Al relato biplano de un presente en que, pese a la amnistía y a la libertad pregonadas por las calles de Madrid, los españoles siguen siendo víctimas de los abusos del poder, de sus ramificaciones ideológicas464 y de sus consensuados, pactados silencios; un presente que aquella generación estafada (a quien se dirige la película), « la de unos niños que niños a quienes contaron que España era una unidad de destino en lo imperial, mientras masticaban pan de bola y chocolate terroso » (José Luis Garci, en VV.AA., 1986: 7), « había imaginado durante tanto años de otra manera (…) pero todo sigue igual »465, Garci opone un relato nostálgico, melodramático, sentimental de un presente en que el retorno de lo reprimido, el retorno de un pasado como silencio, como represión y homogeneidad pone en tela de juicio, anómicamente, el sistema de valores considerados, hasta entonces, dominantes. 464 La película de Garci hace directamente referencia, a través del personaje de Rafael García Meana, el “obrero de acero inoxidable” y alter-ego de Marcelino Camacho, a la detención por asociación ilícita y pertenencia a Comisiones Obreras de los sindicalistas. Indirectamente hace referencia a los sucesos de Vitoria de 1976 (los cinco manifestantes matados por la policía) y a la detención de intelectuales comunistas como Juan Antonio Bardem y Tamames. 465 Diálogo entre José y Rafael García Meana en Carabanchel, en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. 286 A través de una narración residual, en la que, pese a la alternancia y al paralelo entre los acontecimientos narrados, los hechos históricos que jalonaron el postfranquismo, las experiencias personales de los personajes y las del público, los elementos políticos quedan, sin embargo, supeditados al romance de la pareja, Garci, de hecho, arremete abiertamente contra el franquismo y sus valores contándonos una historia de amor, de pasión, de deseo y de desilusión. El recorrido erótico-sentimental de José y Elena que, eufóricamente, comienza el 1 de octubre de 1975, el día del último discurso de Franco466, y termina, desilusionadamente, en junio de 1976 cuando (en vísperas del cese de Arias Navarro, el 1 de julio de 1976) aún era posible tener esperanzas y creer, pensar, en la lucha para un futuro verdaderamente democrático y distinto del anterior pasado franquista, de hecho, mientras intenta recuperar, proustianamente467, el tiempo perdido y aprobar aquellas asignaturas que el franquismo dejó, sine die, pendientes, arremete contra aquellas instituciones, la familia y el matrimonio, que durante casi cuarenta años habían sido la savia ideológica del régimen y que habían fundamentado, hegemónicamente, el sistema de valores éticos, sociales y morales franquistas establecidos. Sujetos del trauma de un pasado cuyo espectro aún domina sus vidas presentes; sujetos de un deseo interrumpido bruscamente por el devenir histórico y una realidad que abortó sus afectos y fracturó sus vidas, José y Elena intentan recuperar, mediante una dialéctica, ya no materialista sino esclusivamente emocional, entre la memoria (apertura en el presente) y el deseo (vuelta al tiempo pasado), la huella traumática de su pasado e inscribirla, ya sin traumas, en su historia presente. Es decir, intentan recuperar lo que fueron y ya no son, lo que pudieron ser y no han sido, desde dentro los márgenes/límites (hegemónica e ideológicamente) convencionales del matrimonio. Desde las primeras imágenes en movimiento de una película que empieza in medias res y desde el epílogo, son la voz en off de José y Elena y la música que acompaña los títulos de crédito iniciales los elementos fílmicos y discursivos que anticipan ya epifánicamente no sólo el contenido sentimental, melodramático y nostálgico del film sino que presagian un probable desmoronamiento 466 El último discurso de Franco en la Plaza de Oriente de Madrid delante de 200.000 personas, a un mes y veinte días de su muerte, fue la respuesta del régimen franquista a las numerosas críticas internacionales y protestas unánimes de las democracias europeas (unas protestas que, según el muriente Jefe del Estado, « obedec[ían] a una conspiración masónica-izquierdista de la clase política en contubernio con la subversión comunista-terrorista en lo social ») por las últimas, “legales” y sumarísimas, sentencias de muerte del régimen del 27 de septiembre de 1975 de dos militantes de ETA (Ángel Oteagui y Juan Maredes Manot) y tres militantes del FRAP (Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y José H. Baen). El FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) fue una organización revolucionaria, situada a la izquierda del PCE, que se constituyó formalmente en 1973 (aunque su origen remonta al 21 de enero de 1971) y que recurrió al terrorismo en su lucha contra el franquismo. Inspirada por militantes del PCE (marxista-leninista), durante la transición rechazó la política de “reconciliación nacional” de Santiago Carrillo. 467 A las magdalenas de Marcel Proust suceden la canción de Gloria Lasso, “Luna de miel”, y el viaje a los “Santos lugares”, a Miraflores de la Sierra, testigo de sus frustrados amores juveniles y de sus (tantas) asignaturas pendientes. 287 de la estabilidad social inicial (la familia, el matrimonio) por causa del deseo, un deseo sexual y adultero ya diferente. La voz en off de José y Elena, en función de flash-back, mientras resume nostálgicamente el primer encuentro entre dos adolescentes que « [llegaron] tarde a todo: a la infancia, a la adolescencia, al sexo, al amor, a la política … »468, acompaña tristemente unas imágenes de José y Elena en las que quedan representados como recluidos en matrimonios convencionales y prisioneros de uno de los sistemas de representación de la ideología hegemónica, la familia, aquel medio privilegiado por el que, durante la dictadura, los estamentos dominantes mantenían el poder. Si bien los decorados de sus casas, al poseer sus modos de representación distintivos, sitúan a los dos protagonistas en dos sistemas ideológicos diferentes469, ambos son víctimas de una familia que, al funcionar como institución ideológica y hegemónica, reprime y castra a sus miembros. Sea prueba de ello aquella incomunicabilidad, de evidentes tintes antonionianos, que incansablemente acompaña sus desayunos y sus almuerzos. La música que acompaña los títulos de crédito iniciales, y que será el tema central de la película actuando como un protagonista más en los encuentros adulteros y románticos entre José y Elena, es la célebre canción de Gloria Lasso,470 “Luna de miel”. Antaño banda sonora y testigo del despertar de su amor juvenil y ahora dispositivo discursivoestético que anticipa y articula el deseo, “Luna de miel” se convierte en un nuevo espacio discursivo que, recuperando (en el pasado) y reproduciendo (en el presente) unas vivencias afectivas y corporales, permite a José y Elena una nueva construcción e identificación ontológica desde las sensaciones y las emociones. Esto es, se convierte en un nuevo espacio discursivo alrededor del cual ambos intentan articular, fracasando, unas nuevas marcas de identidad y en aquel nuevo espacio emocional donde ambos 468 Nostálgica dedicatoria final en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. Mientras la casa de Elena es reflejo de una familia de clase media tradicionalista, la que fue el principal apoyo social del franquismo, es decir, una familia caracterizada por « su catolicismo, un número elevado de hijos, las hipocresías sexuales, (…) una ética rígida, (…), un aburrimiento ritualizado y convencional », (Sir Raymond Carr y Juan Pablo Fusi, “Spain: Dictatorship to Democracy”, 1979: 82, en John Hopewell 1989: 249) ; la de José es reflejo de una familia “progre” más influenzada por el “París de Hollywood” que manipulada por « aquel mundo imperial en Cinemascope y color Deluxe », Nostálgica dedicatoria final en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. 470 Rosa María Cascolín Figueras (1922-2005), en arte Gloria Lasso, fue diva de la canción francesa en los años cincuenta y sesenta, y artista de énorme popularidad en Ibero América. Conoció el gran éxito en 1954 con la canción “Luna de miel”, canción de género que entonces se conocía como “canción mediterránea”, cuya música es de Mikis Theodorakis y cuya letra es de Rafael de Penagos. Desde un punto de vista socio-musical y político, nos da de pensar el hecho de que mientras en España tenía éxito la “sentimentalidad franquista” de la “canción mediterránea” en Estados Unidos, por las mismas fechas (precisamente, el 12 de abril de 1954), Bill Haley&His Comets con la canción “Rock Around The Clock” daba inicio, oficialmente, a la Historia del Rock and Roll. 469 288 « experimenta[n] y a su vez se libera[n] de [las] coordenadas históricas, sumergiéndose en la posibilidad que [esta canción] le[s] ofrece (desde su fragmentación y recurrencia infinita) de no sujetarse a significaciones unívocas y cerradas » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 242). Abiertos a nuevas significaciones ontológicas tras cuarenta años de represión y de secuestro de las aspiraciones vitales durante los cuales les « quitaron, año tras año, el significado de cuanto [les] rodeaba, aunque fueran las cosas más pequeñas, menos importantes »471, José y Elena, de manera distinta, utilizan el amor adultero como una herramienta de ruptura (histórico-ontológica) y como un medio de renovación identitaria. Abogado laboralista de acero inoxidable, combativo luchador y defensor de presos políticos durante el franquismo, José, en momento de desilusión, de apatía, de pérdida de aquel idealismo utópico marxista que durante muchos años, cuando era más «agradable mirar hacia atrás sobre todo porque no había nada que mirar hacia adelante»472, había sido su única raison d’être tanto ideológica como vivencial, utiliza el amor adultero como medio para recuperar aquella juventud en la que se sentía capaz de transformar el mundo y aquella « época de las grandes sinceridades, cuando no había mentiras »473. En un momento aburrido en que se pasa, apáticamente, de una clandestinidad político-ideológica (pública y colectiva) a una clandestinidad emocional y sentimental (privada e individual)474, José ve en Elena, por consiguiente, la posibilidad de recuperar el tiempo perdido del deseo, del amor, de los significados, de las esperanzas, y con él la posibilidad de redefinirse ontológicamente. Y, asimismo, ve en Elena la posibilidad de luchar contra el olvido hegemónico del postfranquismo y de la transición que « quiere ocultar las presencias espectrales del pasado » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 159) en nombre de “nuevas” verdades totalizadoras475. Para Elena, mujer pasiva, ama de casa frustrada social, emocional y sentimentalmente, que también se aferra a José, por otras razones, como a un clavo ardiendo, el romance con José significa no sólo una ruptura, una resignificación identitaria sino también y sobre todo la ruptura con el estereotipo de la mujer franquista, con la moral tradicional y la educación moralista del franquismo. 471 Nostálgica dedicatoria final en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. Último diálogo entre José y Elena, Id. 473 Id. 474 Desencantadamente, el apartamento de “Trotsky”, quizás, en los años de resistencia antifranquista, lugar de encuentros y reuniones clandestinas marxista-leninistas, es hoy en la película de Garci utilizado, únicamente, como lugar de los primeros encuentros amorosos y clandestinos entre José y Elena. 475 En una de las secuencias iniciales de la película vemos a José leyendo El País, periodico que además de funcionar como seña de identidad diferenciadora y remitir a un pensamiento de izquierda progresista ilustrado, se hace portador de « un discurso en desfase respecto al discurso democrático dominante (del que la UCD quiere imponer el modelo), [es decir], un discurso crítico, abierto a la alteridad », (Gérard Imbert, 1990: 58). 472 289 A través del adulterio, metáfora del intento de dejar atrás una vida de soledad, de amargura, enterrada en un agobiante y claustrofóbico tradicional espacio doméstico, y de conseguir una nueva vida articulada por nuevos valores, Elena rompe con todo lo que había supuesto su educación haciendo problemática y borrosa la posición “normalizada”, hegemónica, de la mujer dentro de la estructura, falocrátrica y falocéntrica, de la familia (unidad política mínima) y del matrimonio (institución que fragua hegemónicamente la individualidad de sus miembros) y se transforma en una mujer en construcción ontológica y en tránsito existencial. Hija de una « generación de la miseria interior, de la sequedad, de la soledad, del vacío, de la angustia »476; víctima de un periodo histórico, el franquismo, que negaba la existencia de la identidad femenina fuera del matrimonio (que al nombrar jurídicamente a la mujer, la hacía existir), fuera de la procreación y fuera de su vínculo a un espacio familiar que la subsumía en una instancia social y que vinculaba la sexualidad a la maternidad (falta de autonomía), Elena, a través del romance con José, se fuga del rol tradicional (conservador, reaccionario, patriarcal y centrípeta) femenino por excelencia, el de mujer y madre, y se construye un nuevo (y ya diferente) espacio femenino identitario. Un espacio que, sin embargo, tan sólo contingentemente, le permite buscar y construir su propia identidad, esto es, le permite, por fin, llegar a ser alguien tras tantos años de soledad, aburrimiento e inutilidad477. Obligada a casarse y a ser madre para existir (socialmente); frustrada sentimentalmente y aburrida vital y existencialmente; alter-ego de la callada, tímida y nerviosa Marianne (Liv Ullmann) bergmaniana de Secretos de un matrimonio478 – mujer que desde niña fue obligada a la represión de aquellos comportamientos que estaban fuera de las reglas sociales, al control de las emociones y de los sentimientos, y que se casa no por amor sino por compromiso social – Elena confiesa a José, en un final muy triste y desilusionado, el por qué de su adulterio: « Conocí a Paco, me enamoré y me casé … Un poco con esa sensación con que nos casamos todos. Parece que no eres tú quien se casa … Luego, las dos niñas, la casa, los sábados a cenar o al cine … Pasa el tiempo y llegas a creer que la 476 Josefina Molina hablando de Función de noche, en Hernández Les, Juan, “Josefina Molina”, Casablanca n°11, noviembre de 1981: 16. 477 Véase lo que Elena le dice a José cuando el viaje a Miraflores de la Sierra: « Desde que la pequeña ha empezado a ir al colegio me siento muy sola en casa … Tantas horas … Me aburro … Pero no es eso lo peor … Es que me siento, no sé, como inútil … He pensado matricularme en la facultad, ¿Qué te parece?», en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. 478 Película melodramática dirigida por Ingmar Bergman en 1973 que cuestiona crítica y abiertamente la institución del matrimonio, Secretos de un matrimonio es una referencia intertextual más que en la película de Garci anticipa, epifánicamente, la historia de amor adultera de José y Elena. 290 vida es así … Pues, yo supongo que si no hubiera tenido algo más que mi marido y mis hijas, no sé … más cosas … pues, no habría pasado nada … Pero las mujeres, por lo menos la mayoría, tenemos tan poco …»479. Es decir, mientras José se lanza en esta historia de amor adultera para volver a ser lo que fue y que ya no es; para recuperar ese algo480 que le robaron y que, ahora, es ya irrecuperable; para no querer, y ni siquiera lograr, perdonar y olvidar lo que fue la represión (individual, social, cultural, política e ideológica) de la dictadura franquista, Elena, lo hace para ser lo que nunca fue: una mujer libre de categorías sociales y/o familiares, un individuo libre de existir y de amar fuera ya de las limitaciones hegemónicas, autoritarias y patriarcales de la familia y del matrimonio. A través del personaje de Elena, pues, la película de Garci dramatiza y representa la hipocresía, el fingimiento, la incomunicación, la soledad y la inexistencia a la que estaba condenada la mujer que se educó y vivió la mayor parte de su vida bajo el franquismo. Frente al espacio político e histórico del postfranquismo y de la transición, un espacio hegemónicamente controlado e ideológicamente androcéntrico cada vez más parecido al franquismo mismo, el espacio que Elena, adultera y clandestinamente, cercena mediante el romance con José es un espacio (genéricamente) privado. Esto es, un espacio unamunianamente intrahistórico en el que la mujer, conectando con las actitudes progres de la izquierda, se transforma en aquel lugar discursivo, hasta entonces inexistente y/o marginal, articulador de aquellas nuevas identidades y de aquellos nuevos valores de una sociedad en la que, sin embargo, « la verdadera asignatura pendiente [es] la pretendida y anunciada democracia, que [los españoles] tenemos todavía sin cursar » (José María Caparrós Lera, 1992: 139140). A la formación discursiva hegemónica del franquismo, discurso de poder que fragua al sujeto en términos hegemónicos (y a la mujer en términos de reproductora de sujetos nacionales) y que «naturaliza y legitima una única y cerrada forma prevalente de dominación subjetiva: amor heterosexual, matrimonio y reproducción como pilares sociales» (Cristina Moreiras Menor, 2002: 79), Elena, mediante su adulterio, se hace portavoz y estandarte de una nueva formación discursiva, plural, heterogénea, diferente, abierta. 479 Último diálogo entre José y Elena, en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. Quizás sea esta la frase más conocida de toda la película y, posiblemente, la que dio origen al título de la misma: « Algo que debimos hacer y que no hicimos, quizá porque era otra época y todo era distinto … Nos han robado tantas cosas … Las veces que tú y yo debimos hacer el amor, y no lo hicimos; los libros que debimos leer, las cosas que debimos pensar … Qué sé yo … Pues eso, todo eso es lo que no les puedo perdonar … No sé, pero me parece como si nos hubiera quedado algo colgado, como aquellas asignaturas que quedaban pendientes de un curso para otro. Como si no hubieramos acabado la carrera. Y además, es que nos vamos a morir sin acabarla …», en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. 480 291 Esto es, de una nueva y diferente formación discursiva que, en lugar de imponer hegemónica y monolíticamente una única, y por lo tanto, excluyente, identidad Nacional-Católica, conlleva a la emergencia de una pluralidad ontológica. Es decir, conlleva a la emergencia de todas aquellas identidades que hasta la fecha habían sido excluídas, marginadas, negadas, censuradas y que, por lo tanto, habían permanecido “fuera de campo” de la representación. El cuerpo desnudo (de Elena), considerado, durante el franquismo, por antonomasia el lugar prohibido del deseo (y por lo tanto, del pecado) y de sus intensidades emocionales, no hace sino rematar la proyección de libertad/pluralidad ontológico-identitaria del individuo (en este caso, de la mujer) durante el postfranquismo y la reivindicación de una sexualidad (femenina) autónoma e independiente de la procreación481. La interpretación cinematográfica del personaje de Elena por Fiorella Faltoyano, musa del cine español “reformista”, emblema de las “nuevas” propuestas cinematográficas de la transición y «actriz del cambio político y de la democracia» (Ana Martín Morán, Martina Díaz López, en VV.AA., 2001: 3), confirma, a fortiori, nuestra lectura. Y la confirma configurando un nuevo tipo de personaje, el de la mujer adultera482, prototípico de un momento nuevo en el que « el adulterio suponía (…) recuperar la identidad después de los años del franquismo para poder seguir adelante, como generación y como país » (Id. 4). 483. Prototipo de la “nueva” mujer española y metafora, por lo tanto, de la “nueva” España postfranquista, tanto Elena como España, quedarán, sin embargo, « al borde de un cambio deseado y excesivamente pospuesto » (Javier Hernández Ruiz, Pablo Pérez Rubio, 2004: 92). 481 Sea prueba de ello la afirmación de Elena, tras haber hecho el amor con José por primera vez: « Debo estar loca … Estoy aquí a tu lado desnuda y no me da vergüenza y debería estar avergonzada, supongo … ¡Y estoy tan normal! ... Yo creo que a mí ya no me va a importar nada … Si yo te contara … Tú no sabes la de complejos que tenía y la que tengo … Y las cosas que me han pasado por eso …», en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. 482 A partir de 1976 se fragua el personaje del que Fiorella Faltoyano será el emblema a través de cuatro películas: Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977); Esposa de día, amante de noche (Javier Aguirre, 1977); Solos en la madrugada (José Luis Garci, 1977); La campanada (Jaime Camino, 1979). Según Ana Martín Morán y Martina Díaz López, « Fiorella encarnará a una única persona que se va desplegando a lo largo de estas películas. Así matiza los elementos que la distancian de la mujer tradicional que, a pesar de todo, continúa evocando a través de estos personajes », en Ana Martín Morán, Martina Díaz López, “Haciendo estudios culturales:la asignatura de las fulanitas; mujer e imaginario masculino pensados a través de dos estrellas femeninas del cine de la transición”, en VV.AA., El cine español durante la transición democrática (1974-1983), actas del IX Congreso de la AEHC, 29 de noviembre al 1 de diciembre 2001, Valencia, Filmoteca de la Generalitat Valenciana: 3. 483 Id. 4. 292 En efecto, a sabiendas del final de la historia de amor entre José y Elena, de hecho, cabe preguntarse: el adulterio de Elena, aquella « pérdida de [una] segunda virginidad [que] la libera de todo prejuicio y, tal como ella afirma, parece que ya nada le va a dar vergüenza » (Ana Martín Morán, Martina Díaz López, en VV.AA., 2001: 9): ¿ Es de verdad una forma de rebelión contra aquellas instituciones (la familia, el matrimonio) que hegemónicamente habían fraguado, hasta entonces, su vida, manipulado sus sentimientos, silenciado sus emociones, o es soltanto una respuesta distinta a una nueva y “democrática” demanda del colectivo masculino? Para Ana Martín Morán y Martina Díaz López: « parece evidente (…) que la liberalización sexual que experimenta la esposa no va más allá de un juego compartido en el que su identidad no tiene más ganancia que su ubicación de otro modo en el sempiterno espacio doméstico » (Id. 4). Opinión esta compartida por Pau Esteve y Juan Miguel Company según los cuales, el final del film « no hace más que insistir en la cadena represiva de infidelidad-sublimación sentimental-vuelta al hogar »484. La rebeldía matrimonial de Elena, de hecho, acabará, « porque todo se termina (…) [porque] se pierden las ilusiones »485, en la “normalizada” monotonía de un matrimonio486: una vez más, la realidad se impone a la utopía porque, en términos althusserianos, la ideología es inevitable y la libertad una ilusión. Y, también, porque la modernidad y la libertad de la mujer “destapada” que esta, y otras películas del postfranquismo y de la transición presentan, « no son más que máscaras que disimulan los valores tradicionales de siempre: la fidelidad y la pasividad sexual » (Isoliana Ballesteros, 2001: 176). Es decir, el final de la película restituye el quebrantado orden inicial con el reestablecimiento del matrimonio, y con él de sus límites genéricos y sus convenciones sociales tanto para Elena como para José. 484 Pau Esteve, Juan Miguel Company, «“Tercera Vía”, la vía muerta del cine español», Dirigido Por, n°22, abril de 1975: 20. 485 Diálogo entre José y Elena en Alarcón acompañado musicalmente por la canción de Los Cinco Latinos, “Quiéreme siempre”, principal éxito de su primer LP, Maravilloso, Maravilloso, de 1957, en José Luis Garci, Asignatura pendiente, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1977. 486 Sea prueba de ello uno de los últimos diálogos entre José y Elena: Elena: « ¡Me veo de secretaria tuya! ... Porque esto ya casi parece tu oficina. Dentro de nada, le dará el teléfono a los clientes … Yo lo que digo es que cada vez te veo menos, y cuando te veo te pasas la vida colgado al teléfono»; José: «Mira, ¡eso mismo me dice mi mujer!», Id. 293 De manera distinta, de hecho, pero con los mismo efectos que el adulterio de Elena, la rebeldía matrimonial de José, acabando en un conservadurismo que le asemeja cada día más a esa gente a la que ha criticado tanto, terminará en una convención, en una desilusión más que tan sólo le hará traicionar a su mujer, a sus ideas, lo que cree o lo que le han hecho creer. Robert Redford y el Happy End tan sólo existen en las películas de Hollywood: aquellas películas, desde arriba, hegemónica e ideológicamente, censuradas, manipuladas, controladas, que durante muchos años contribuyeron a formar/engañar a aquella generación que presenció la muerte de Miguel Hernández, llegando demasiado tarde a saber que existía. Víctimas de una libertad que llega demasiado tarde; perdedores sainetescos487 contra un tiempo que « ahora es, tanto o más que el franquismo, el verdadero enemigo » (John Hopewell, 1989: 338), José y Elena fracasan íntimamente en la recuperación del tiempo perdido, en la construcción de una nueva identidad y en la búsqueda de aquel amor negado, silenciado, censurado durante el franquismo porque ya no son los mismos en aquel Madrid postfranquista cuyas calles bullen en vísperas de la aprobación de la Ley para la Reforma política (15 de diciembre de 1976) y en cuyas paredes todo el arsenal de propaganda proclama: Con Franco vivíamos mejor. Un Madrid esquizofrénico en el que, si por un lado, de iure pero no de facto, se derogan todas las Leyes Fundamentales del franquismo, menos el tan controvertido Artículo §11 del Título II de la Ley Orgánica del Estado488, las que a lo largo de seis lustros garantizaron la vitalidad jurídica y el vigor político del Régimen, por el otro, la prisión provincial de Carabanchel, antaño símbolo de la autoridad, del control, de la barbarie franquista y, ahora, símbolo de la vigencia de la falta de libertades y de la negación de los más inalienables Derechos del Hombre489 tras la muerte de 487 Para Julio Pérez Perucha y Vicente Ponce, la obra cinematográfica postfranquista de José Luis Garci se realiza « bajo la influencia de una rica tradición fílmica española, lo que podríamos llamar “sainete cinematográfico” [y mediante] la improvisada confluencia de la comedia sentimental y melodramática, la puesta al día de ciertos requisitos ambientales estipulados por nuestro castizo sainete, y la particular figura del perdedor que éste mismo género elaboró sobre todo a partir de Arniches », (Julio Pérez Perucha, Vicente Ponce, “Algunas instrucciones para evitar naufragios metodológicos y rastrear la transición democrática en el cine español”, en VV.AA., El cine y la transición política española, Filmoteca, Generalitat Valenciana, 1986: 38). 488 Por el decreto 779/1967 (BOE n°95) del 1 de enero de 1967, el artículo§11 del Título II (El Jefe del Estado, materia fundamental: Separación de cargos del Jefe de Estado y Jefe del Gobierno, y Ley de Sucesión) de la Ley Orgánica del Estado establece que « Durante las ausencias del Jefe del Estado del territorio nacional, o en caso de enfermedad, asumirá sus funciones el heredero de la Corona si lo hubiere y fuese mayor de treinta años o, en su defecto, el Consejo de Regencia. En todo caso, el Presidente del Gobierno dará cuenta a las Cortes », en http:// www.cervantesvirtual.com, (7 de marzo de 2008). 489 Nos referimos al “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos” (A/RES/2200 A (XXI)), de 16 de diciembre de 1966) y al “Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales” (A/RES/2200 A (XXI)), de 16 de diciembre de 1966) de la Carta Internacional de Derechos Humanos (1966) en virtud de cuyos Artículos§1.1 de la Parte I: « Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural », en http:// www.un.org (25 de febrero de 2008). 294 Franco, inviolable Jefe del Estado al que todos los españoles debieron respeto y acatamiento, sigue negando la libertad provisional a los presos políticos de aquel Estado, « bestia cúbica de mandíbula poderosa y labios despectivos sobre un fondo de marchas militares y gritos de rigor, rugidos invertebrados que expulsaban la música y la palabra » (Manuel Vázquez Montalbán, 1993: 47), nacido, en la oscuridad, el 18 de julio de 1936. Un Madrid en el que aún gritar “Viva España” constituye un delito; un Madrid en el que se siguen dando palos a la oposición y en el que la Universidad, el “búnker” marxista, es un campus de batalla; un Madrid en el que Arias Navarro490 lo para todo. En definitiva, un Madrid que, repentinamente huérfano de un padre tiránico y desamparado tras cuarenta años de paz en la guerra, se despierta, desconcertado, en una nación, España, en la que, en 1976, todo sigue “Como ayer, igual que ayer, igual como ayer”491 y en la que la única apertura posible es la “horizontal”492. Esta apertura en el terreno de la liberalización sexual queda rematada, irónicamente, desde dentro de la película de Garci cuando José, hablando con Elena de amor, pronuncia la palabra “tetitas”, otrora tabú y ahora testimonio de como la represión, ideológica y hegemónica, del poder empiece siempre desde el lenguaje. “Fuera de campo” y en las manos de Arias Navarro, estricto continuador del franquismo, quien «partidario de implantar una tímida liberalización, una “apertura”, se debate entre el más absoluto inmovilismo y una reforma superficial [y], totalmente falto de inspiración, permanece sentado en su despacho como una “esfinge sin secreto”» (David Gilmour, en John Hopewell, 1989: 12), la 490 Para José Enrique Monterde: « Arias Navarro encarna mejor que nadie ese [postfranquismo] dubitativo y temoroso, cada vez más consciente de los caminos divergentes que estaban siguiendo el régimen y la sociedad española », (José Enrique Monterde, 1993: 31). Con el cese de Arias Navarro el 1 de julio de 1976, por lo tanto, « para las personas y medios de comunicación más progresistas se abría una ventana a la esperanza. Dimitía [de hecho] con Arias todo su gabinete y entre ellos, el último Ministro de Información y Turismo del viejo régimen: Alfonso Martín Gamero », (Ramiro Gómez B. De Castro, 1989: 27) A este respecto Santiago Carrillo, líder histórico clandestino del PCE durante la dictadura, opinó: « Si la dimisión de Arias Navarro sirve para la formación de un gabinete menos represivo, capaz de dialogar con la oposición democrática, sin discriminaciones y para facilitar la expresión de las reivindicaciones populares, entonces será un paso hacia delante. Ahora bien, si se trata de cubrir el expediente para seguir haciendo la misma política de Arias Navarro, para tal viaje no necesitábamos alforjas », Santiago Carrillo, en “El país, viernes 2 de julio de 1976, p. 8”, cuando Santiago Carrillo todavía era clandestino, (Santiago Carrillo, en Ramiro Gómez B. De Castro, 1989: 27). 491 Lesterianamente, Garci acompaña el ritmo acelerado de los principales titulares de prensa de 1976 con la canción del Duo Dinámico “Como ayer”, canción con la que Manuel de La Calva y Ramón Arcusa en 1966 ganaron en Barcelona el Festival de la Canción Mediterránea. 492 Nos referimos a la única, por entonces, apertura posible, la del “destape”. Al ser, para Gérard Imbert, « condición de toda moral totalitaria la de apropiarse del cuerpo social hasta inmiscuirse en los recovecos de la esfera privada, y ejercer un control hasta sobre el cuerpo físico » (Gérard Imbert, 1990: 33), el “destape” tiene que ser considerado no sólo, despectivamente, como el testimonio y el reflejo del polimórfico despertar sexual en y de la España de finales de los setenta y principios de los ochenta, sino, y sobre todo, como el testimonio y el reflejo del fin del monopolio del Estado sobre la esfera privada y de la liberación de la identidad. 295 reforma democrática queda, por lo tanto, evacuada, diluida por lo sentimental, en « una especie de crónica a medio camino entre la ilusión y el desencanto » (José Enrique Monterde, 1993: 136). Al quedar, pues, los elementos históricos y políticos del postfranquismo supeditados al romance de José y Elena, la película de Garci, lejos de ser expresión de un cine político, no es sino testimonio de un cine comercial y un cine de oportunidad (histórica y cinematográfica) que tan sólo apunta a establecer un “pacto de solidaridad” con el espectador mediante un proceso de identificación alentado por alter-egos ideales y ficticios. La presencia de José Sacristán, « [además de ser un] elemento decisivo para el enlace con la “tercera vía” », intensifica y potencia ese proceso de idenficación con el especator porque es a través de su personaje, aquel “compañero de viaje” de Elena sobre el que pivota toda la acción de la película, que el tándem Garci-González Sinde repasa « las frustraciones de aquellas generaciones crecidas con el franquismo y que, aun protagonizando la reforma, no podían soltar el lastre del pasado sin pesares y renuncias » (Id. 135-136). Este proceso de identificación viene confirmado y rematado, a fortiori, por el conservadurismo formal de una película que, pese a su contenido “progre” y ideológicamente engagé, tiene como último y explícito horizonte referencial la comedia americana clásica de Hollywood. El master-shot clásico de Hollywood, seña de la identidad cinematográfica de las películas de Garci, utilizado por el director en todos sus films para recrear en ellos la magia del cine americano, «basado en un plano general que va dando paso a una sucesión de campos y contracampos de dos personajes conversando» crea, de hecho, entre los personajes y el espectador una « proximidad física acompañada de un contacto emocional privilegiado y “significativo” que queda realzada por el hecho de que los actores se estén mirando a los ojos » (John Hopewell, 1989: 206) y por unos diálogos, más “significativos” que expresivos, que, poniendo todas las imágenes al servicio de la construcción de una narración dominada por el individuo, sitúan de lleno la película dentro del lenguaje, dentro del discurso, dentro del significado. Por encima de sus defectos y de sus contradicciones, comunes, por otra parte, a la mayor parte de la producción cinematográfica del postfranquismo y de la transición, la película de Garci, para Antonio Dopazo e Iván Aranda, tiene, sin embargo, una virtud esencial: la de la de haber abierto, en su momento, un campo inexplorado en nuestro cine, es decir, la recuperación de un periodo histórico, el más inmediato, que hasta entonces había sido escamoteado y tergiversado (Antonio Dopazo, Iván Aranda, en VV.AA., 1986: 7). 296 Recuperación que se hace en y desde un presente en el que la imposición del “nuevo” discurso hegemónico del consenso democrático obliga a confundir « amnistía política con amnesia histórica, reconciliación con olvido » (Nicolás Sartorius, Javier Alfaya, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 130); un presente en el que se pasa de la dictadura a la “democracia” sin sangre, sin violencias, pero tampoco sin resolver los traumas del franquismo: unos traumas cuya experiencia « fijada o congelada en el tiempo, se niega a ser representada como pasado, pero está perfectamente reexperimentada en un presente doloroso, disociado, traumático » (Ruth Leys, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 126). La descarga de las responsabilidades y de las utopías en provecho de la paz, de la armonía, de la unidad; la desaparición progresiva de los discursos (políticos e ideológicos) alternativos (y, por lo tanto, conflictivos) neutralizados y liquidados por la democracia, el referente forzoso del “nuevo” discurso político de la transición; la dinámica hegemónica establecida por el olvido y por la cancelación de la memoria, por consiguiente, no hacen, para Cristina Moreiras Menor, sino producir, paradójicamente, narrativas implicadas con la memoria y la historia (Cristina Moreiras Menor, 2002: 121). Y Asignatura pendiente es, precisamente, una de estas narrativas marginales, residuales que, instalada en la Historia, implicada con la memoria y con un pasado traumático que sigue interviniendo y moldeando la experiencia de un presente en el que la figura espectral de Franco está ahí sin estar, crítica todo el proceso transicional que desde 1975 ha consistido en un memoricidio que, según Vicente Aranda, ha transformado a los españoles en « nuestros propios censores y lo único que queremos es olvidar, callar, no decir » (José Luis Guarner y Peter Besas, en John Hopewell, 1989: 405) y que muestra la incapacidad del sujeto de « desasirse de ese pasado que quiere ser enterrado de una vez por todas » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 60). Dispositivo discursivo, fílmico y estético que nos habla del contexto histórico en el que se produce, Asignatura pendiente se hace eco, por lo tanto, de un presente postfranquista cuya realidad « está constituida sobre las ruinas precisamente de unos fantasmas que siguen vivos y sin enterrar: esos espectros del pasado cuya presencia de alguna manera imposibilitan tanto la total clausura con la anterioridad franquista como la libertad de mirar hacia un futuro esperanzador » (Id. 17). Doble imposibilidad cuyo síntoma (cinematográfico) es el fracaso de la recuperación del pasado y del tiempo (sentimental) perdido de José y Elena (protagonistas de esta imposibilidad) y de su amor (imposible ya). 297 4.3. Tigres de papel, Fernando Colomo, 1977 « El discurso del poder se acaba imponiendo, haciéndose imprescindible a sus propios antagonistas ». (Michel Foucault, 1976: 114) En vísperas de las Primeras Elecciones Generales libres (15 de junio de 1977), el primer largometraje comercial de Fernando Colomo, Tigres de papel493, casi sin “transición”494 (esto es, sin ruptura) nos lleva de una realidad postfranquista en la que, metafóricamente, Robert Redford y las películas de Hollywood495 aún tenían cabida, a una realidad desencantada, desilusionada, ya sin Robert Redford y sin él, ya sin las ilusiones y el pecado. Es decir, nos lleva a una realidad en la que la ilusión y la euforia dejan el paso al vacío políticoideológico y al caos ontológico-existencial de una generación que, fraguada bajo las directrices del PCE durante la inútil, por desigual, lucha contra el régimen franquista, vive la pérdida del padre de la nación, de aquella «figura de referencia con la que constituirse como identidad, o contra la que 493 Tras realizar sus primeros tres cortometrajes – En un París imaginario (1975); Pomporrutas imperiales (1976); Usted va a ser mamá (1976) – Fernando Colomo presenta Tigres de papel, película producida por la productora madrileña La Salamandra PC (cooperativa creada por Fernando Colomo integrada por diecisiete miembros, entre los cuales figuró José Luis Berlanga) en la Sección de “Nuevos Creadores” del Festival Internacional de Cine de San Sebastián de 1977, donde recibe la mención de la Oficina Católica Internacional de Cine. 494 Tomando prestado un término, por aquellas fechas, muy ambiguo y escurridizo en el ámbito de la política nacional, nos referimos al hecho de que la película fundacional de la Nueva Comedia Madrileña, Tigres de papel, se estrena, sin rupturas, pocos meses después del estreno de la primera película “reformista”, “posibilista” de José Luis Garci, Asignatura pendiente: si la de Garci se estrena oficialmente el 21 de abril de 1977, la de Fernando Colomo se estrena oficialmente, de hecho, el 31 de octubre de 1977. 495 « Las películas americanas (…) fueron para los españoles como “una ventana al mundo” por la que vieron “los primeros besos” y la “primera huelga”: El cine no sólo era divertimento (…) sino fundamentalmente ha sido el pecado», (Manuel Gutiérrez Aragón en Augusto M. Torres, “Conversaciones con Manuel Gutiérrez Aragón”, en John Hopewell, 1989: 27). 298 resistirse» (Cristina Moreiras Menor, 2002: 186) como incertidumbre, inestabilidad, desencanto, y como necesidad de (re)inventarse, melancólicamente, un nuevo Yo y un topos de pertenencia no previsto de antemano. La desaparición del Dictador, de hecho, ocasiona paradójicamente, para Alberto Medina: « una traumática falta en el centro mismo de la identidad que la izquierda se ha elaborado en torno a la odiada figura. Con su muerte, el centro de integración desaparece y una crisis radical de identidad se desencadena. La pérdida del enemigo se convierte en una pérdida en el ámbito del yo y una toma de conciencia de la irreversibile internalización de sus estrategias de sujección » (Alberto Medina Domínguez, 2001: 22). Película que testimonia, tanto en el fondo como en la forma496, la culminación de la “Tercera Vía” y a la vez fundamenta una nueva vertiente de la comedia costumbrista castiza, la que los críticos y la prensa dieron en llamar la Nueva Comedia Madrileña497, Tigres de papel acaba convirtiéndose, por lo tanto, en la película emblemática de aquel universo llamado progre en un momento en el que los discursos alternativos (conflictivos) al hegemónico discurso de la “normalidad democrática” pactan aquel « olvido – ¿negación? – del pasado que se designa como reconciliación [y ceden, cobarde e hipócritamente, a aquel] arrumbamiento – ¿ por impotencia? – de los propios objetivos, que se denomina consenso » (José Vidal-Beneyto, en Gérard Imbert, 1990: 28). Dispositivo discursivo, fílmico y estético ideológicamente de izquierda(s), sin ser por ello políticamente comprometido, Tigres de papel, a través de un dimensión tanneriana posrevolucionaria, debida esencialmente a su elegancia casi metafórica, a su frescura/sencillez a la Nouvelle Vague (Carlos Losilla, en José Antonio Hurtado, Francisco M. Picó, comps, 1989: 35), a su cariz intelectualizante, político y amoral (José María Caparrós Lera, 1978: 193), critica, por consiguiente, sin llevar a cabo, sin embargo, una verdadera subversión político-social, con una sagaz mezcla de distancia irónica y elementos melodramáticos, la actitud de aquella progresía incapaz ya de llevar a cabo un passage à l’acte de la teoría a la praxis (de signo marxista-leninista) política. 496 El empleo de largos planos secuencias (algunos de los cuales llegan a ser de nueve minutos, véanse algunos de los planos iniciales rodados durante el fin de semana en el chalet de Lola), de evidentes ecos tannerianos, y del sonido directo, testimonian un tipo de cine no convencional, algo similar a lo que en su día hizo Godard en Francia (La Nouvelle Vague); así como el retrato íntimo de la progresía desencantada, en crisis, de los últimos setenta testimonia la evidente ruptura con un tipo de cine que, en los años de descomposición de un régimen aún asesino y totalitario (19731975), captaba y catalizaba, de manera más o menos aperturista, las frustraciones y los miedos del pueblo español en víspera del fin biológico, a la vez deseado y temido, del régimen franquista. 497 Es decir, aquel intento de renovación de la cinematografía nacional que, desde dentro, sucede tanto a la comedia española al uso (la comedia de subgénero de Mariano Ozores, Pedro Lazaga y Javier Aguirre que, respaldada y fomentada por el Régimen, desde finales de los años cincuenta conecta, de manera reaccionaria y conservadora, con las propuestas “desarrollistas” y desemboca en lo que se dio en llamar “landismo”: comedia cuyo éxito comercial, según José Enrique Monterde, « casi monopolizó la producción española en la crisis del tránsito entre ambas décadas », (José Enrique Monterde, 1993: 40) como a aquella producción, coyuntural y comercial, tardofranquista ideada y potenciada por el tándem Dibildos-Garci. 299 Sumidos en una cotidianidad en la que « se trataba de intentar un ordenado, un tranquilo, un racional y continuado proceso de democratización para pasar, sin sobresaltos ni sorpresas, de un régimen vertical a un régimen de participación popular »498; protagonistas, malgré eux, de una etapa de interregno político, ideológico, moral y social en la que los partidos de izquierda, perdido el orden contra el cual enfrentarse y definirse « hipotecan totalmente su discurso ideológico, ponen en entredicho su identidad histórica en nombre de una necesidad de tipo estratégico » (Gérard Imbert, 1990: 57), los tres personajes principales de la película de Colomo, una pareja progre (Juan y Carmen) separada que únicamente simpatiza, sin comprometerse, con el discurso electoral de izquierda, y un joven, mediocre e influenciable “iniciado” (Alberto) que acabará « sublima[ndo] la pasión amorosa por la política » (Fernando Gabriel Martín, en Julio Pérez Perucha, 1997: 775), testimonian, en un universo referencial ya intrascendente, de hecho, tanto la pérdida de aquellos valores materialistas, hasta entonces contestatarios a la moral y al orden (de poder) establecido, como la no asunción de aquellos planteamientos políticos e ideológicos que durante casi cuarenta años habían alimentado, infructuosamente, la dicotomía franquismo-antifranquismo. Doble es el resultado (para ellos y para toda su generación) de ese momento en el que, la ausencia de un proyecto de cambio colectivo y la ausencia de una mirada utópica, lleva a sustituir una estrategia de ruptura por una estrategia de “reconciliación” nacional: la inexistencia de una alternativa (política e ideológica) de izquierda y una crisis ontológico-existencial que les impide ya poder identificarse con un sistema abierto a ya diferentes, contradictorias y ambiguas claves interpretativas. Juan, Carmen y Alberto, personajes mediocres, falsamente liberados, cobardes y tan sólo discursivamente dialécticos, son, de hecho, para Julio Pérez Perucha y Vicente Ponce, expresión de aquella izquierda, ya ideológicamente inexistente como pragmáticamente ineficaz, a la que no le quedan más medidas que las de « instalarse confortable y conservadoramente en el interior de los límites proporcionados por la estrecha democracia del momento » (Pérez Perucha, Vicente Ponce, en VV.AA., 1986: 37). 498 Telediario preelectoral en Fernando Colomo, Tigres de papel, Madrid, La Salamandra PC, 1977. 300 Desde el punto de vista político-ideológico, el (falso) triángulo progre representado irónicamente por Colomo, metonimia de una izquierda que, liquidando las ideologías antifranquistas499, se vuelve cada vez más “españolista”, eurocomunista y socialdemócrata, acaba siendo, por lo tanto, expresión (conservadora) « de lo que podría considerarse una “derecha civilizada” » (Id. 37). Desde el punto de vista ontológico-existencial, ese (falso) triángulo progre ve cuestionada su identidad por: « la irrupción, en le discurso social, de nuevos objetos sociales: objetos censurados históricamente (todo lo que la historiografía oficial ha ignorado, denigrado bajo el franquismo); objetos conflictivos (que la moral tradicional heredada del “nacionalcatolicismo” condena: unión libre, contracepción, divorcio, aborto…); objetos vinculados a prácticas marginales (droga, nueva cultura de los jóvenes…); objetos anómicos (el “pasotismo” como movimiento que va a contracorriente de la euforia democrática) » (Gérard Imbert, 1990: 39). Es decir, en el momento en que la identidad del sujeto español (Sujeto Barrado) ya no pasa por su relación con el Estado (durante el franquismo, aparato político-ideológico dominante que asignaba, de manera unitaria y “nacionalcatólica”, roles identitarios y sexuales) y ya no se constituye, a favor y/o en contra, del discurso, oficial y unitario, del poder hegemónico; en el momento en que a la hegemonía pedagógica500 del franquismo suceden una multiplicación de discursos, marginales y residuales, y una pluralidad heterogénea de identidades por la que los españoles ya no son todos “hijos” de Franco, el individuo (progre) tropieza con una incertidumbre (ontológica) y una inestabilidad (existencial) que le impulsa hacia una búsqueda, deíctica y contradictoria, de su propia identidad. Distintos son, por consiguiente, los recorridos de (re)definición y (re)ubicación ontológica que Juan, Carmen y Alberto deciden emprender cuando ya « Todo parece gris y sombrío como cuando la penombra de la tarde amortaja la tierra »501. 499 « El PCE censurando las ilusiones al ideal republicano desde 1977 y alineándose cada vez más en las ideologías “españolistas”; el PSOE, adhiriéndose al ideal nacional, cultivando un léxico de los valores patrióticos », (Gérard Imbert,1990: 38). 500 Cristina Moreiras Menor entiende por Hegemonía pedagógica aquel tipo de hegemonía que postula « el padre como primera instancia social de formación, [como aquel] que hace significar el mundo y quien articula la significación del hijo », (Cristina Moreiras Menor, 2002: 235). 501 Poema de Juan para las Navidades (supuestamente de 1976), en Fernando Colomo, Tigres de papel, Madrid, La Salamandra PC, 1977. 301 Juan, arquetipo del “progre” desencantado que, al no militar en un partido ni desarrollar una labor política importante, fracasa en el passage à l’acte de la teoría a la praxis; ex-militante comunista (?) que tan sólo logra analizar, hablar, discutir, dialécticamente, de la ideología marxista-leninista esgrimiendo, pretenciosamente, sus corolarios más básicos502 sin querer ya luchar por ella503 ni, por lo tanto, transformar el mundo, emprende su camino de (re)redifinición y (re)ubicación ontológica remplazando la tradicional (y burguesa) moral franquista por un nihilismo coyuntural, de circunstancia, esgrimido únicamente como pose, y, al mismo tiempo, rechazando el modelo franquista, patriarcal, institucional, ideológico de la familia a favor de una condición de separado que le lleva a una relación íntima, amistosa, muy extraña y ambigua, con Carmen, su ex-mujer (?)504. El nihilismo de Juan, punto de anclaje en momento de anomía505 (liquidación del sistema de valores dominantes), es « tanto una finalidad personal y una manifestación de la frustración y de la desconfianza hacia modelos de lo personal caducos, como resultado de los miedos producidos por no poder apoyarse en esquemas de desarrollo personal ya establecidos » (Annabel Martín, en Isolina Ballesteros, 2001: 240). Es decir, es una respuesta, más bien pasiva que subversiva, a la invalidación y a la liquidación de todos aquellos valores “paternos” que, hasta entonces, habían articulado el significado y la significación de la realitas. Y es, sobre todo, una respuesta, más bien pasiva que subversiva, a aquel momento (in)transitivo en que la dialéctica de los Grandes Metarrelatos de la Historia se desplomaba bajo la pesadez de la retórica del cambio en la continuidad mientras « el corrosivo óxido reformista impedía el énfasis rupturista » (José Enrique Monterde, en José Antonio Hurtado, Francisco M. Picó, comps., 1989: 47). 502 En el primer encuentro en el que Juan, Carmen, Nacho y Alberto hablan de religión, libertad y política, Juan, en el intento de cargarse intelectualmente a los demás, esgrime su superioridad ideológica citando a uno de los postulados más conocidos y elementales de la teoría marxista: « Hay una minoría que explota a una mayoría. La minoría es la clase dominante que tiene el control de todos los medios de producción, el arte, la cultura, etcétera », Id. 503 Significativa al respecto es la escena en la que Juan, durante una pegada de carteles, egoística y cobardemente, se esconde en una cabina telefónica mientras los demás son apaleados por un comando fascista cuyo jefe es, sarcástica y caústicamente, Luis García Berlanga. 504 Pese a estar separados, Juan y Carmen confiesan, en una charla con Alberto, que « Prácticamente, [él y Carmen se ven] todos los fines de semana, nos llamamos entre semana y en verano (…) agarramos a Iván y lo traemos de vacaciones juntos », en Fernando Colomo, Tigres de papel, Madrid, La Salamandra PC, 1977. 505 En este caso, para Juan, la anomía es « una posición inestable, incómoda (la ausencia de lugar asignado); es rechazar el sistema existente sin por ello adherirse a un nuevo sistema: es no tener un rol », (Gérard Imbert, 1990: 190). 302 El rechazo de Juan de la la familia patriarcal franquista, institución represiva que, hasta entonces, había fraguado hegemónicamente la individualidad de sus miembros (inclusive la de Juan) imponiéndoles modelos estables de comportamiento, cristalizará, contradictoria y falsamente, en una familia disfuncional articulada por la unión libre con Carmen: para él, la única « vía de escape de la carga simbólica adjudicada a la institución durante décadas » (Isolina Ballesteros, 2001: 278). Juan, sin embargo, se cree, teórica e ideológicamente liberado, de los tabúes sociales, morales, éticos, y de los valores dominantes (hegemónicos) del discurso de poder franquista tan sólo hasta cuando la experiencia, pragmática, de la realidad no le demuestra lo contrario. Será la final relación amistosa-sexual entre Carmen y Alberto la que, de hecho, llevándole a un estado de amarga desilusión, confirmará, malgré tout, malgré su (falsa) liberación, su profundo apego a una moral y a unos modelos de comportamientos hegemónicos que, espectralmente, siguen interviniendo en la experiencia del presente. Y la que, además, certificará su incapacidad de desasirse de aquella Hegemonía Pedagógica ejercida por un padre tiránico que, estando sin estar, sigue silenciando a sus “hijos” negándoles el derecho a ser ya diferentes. Carmen, mujer (falsamente) liberada de la narrativa patriarcal ideológica del franquismo que, hegemónicamente, otorgaba identidad y existencia a la mujer mediante el matrimonio y la familia; afectivamente inmadura y sexualmente frustrada, emprende su camino de búsqueda ontológica y (re)posicionamiento social mediante las drogas y el sexo. En un momento en el que los españoles se ven obligados, tras la muerte de un padre dominante y tiránico, a (re)inventarse, a (re)construirse unas nuevas identidades, unas identidades « en las que cupieran la diferencia y la diversidad, que ya existían pero que habían sido [durante casi cuarenta años] negadas o reprimidas » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 149), Carmen utiliza las drogas blandas (hachís, marihuana) como marcador de una nueva identidad (femenina) y articulador de una nueva forma de entender y vivir la vida, desvinculada ya del espacio femenino que era, hegemónicamente, el del matrimonio, de la familia y de la reproducción. Vector de una cultura alternativa, underground, de izquierda(s), la droga y su uso lúdico, trivial, habitual en las prácticas sociales y en las costumbres de la progresía de finales de los setenta, ubica a Carmen, por consiguiente, en un nuevo mundo, sin embargo tan sólo aparente y superficialmente, contracultural, anarquista e ideológicamente engagé. Como aparente, superficial y, contradictoriamente, “patriarcal” será su engagement a ese mundo progre al que tiene acceso gracias a Juan, aquel ex-marido (?) que ella mitifica y por él que siente una extraña admiración intelectual. 303 Con esto queremos decir que, pese a su voluntad de independencia (existencial) y autonomía (ontológica), Carmen no existe, es incapaz de ser ella misma sin Juan y en un mundo en el que Juan ya no tenga más cabida. Su flirteo (falsamente) ideológico506 con el código político-existencial progre se realiza, pues, reaccionaria y conservadoramente, bajo la égida de Juan, figura detentadora, simbólica y subliminalmente, de aquella ley (patriarcal) que durante muchos años había uniformizado y homologado, nacionalcatólicamente, la identidad de los sujetos nacionales de un Estado, verticalmente organizado y controlado desde la Victoria de 1939, en que la “democracia orgánica” y corporativa franquista había negado, silenciado, censurado, represiva y totalitariamente, cualquier tipo de diversidad(es) y de diferencia(s). En segundo lugar, es mediante el sexo, práctica que, por aquellas fechas de “destape” y liberación sexual, era ya asumida y normalizada social y éticamente, que Carmen intenta desasirse, fracasando, de aquella sexualidad femenina, hegemónica e ideológicamente, tan sólo permitida dentro los márgenes/límites del matrimonio y vinculada, autoritariamente, a la maternidad. De hecho, pese a que, recién separada, Carmen se lo pasaba bomba por ser capaz de enamorarse de un tío en las veinticuatro horas pasando una temporada divina, de repente, se da cuenta de que es imposible, para ella, desasirse ya de aquella “sentimentalidad” franquista que, desde el espacio radiofónico de “El Consultorio de Elena Francis”507, fraguaba, sentimental e ideológicamente, a la perfecta mujer española mediante la célebre frase: “el amor no se hace, se dice”. 506 Al mitin preelectoral, en la localidad obrera de Villaverde, por la candidatura de José Torres (candidato de Unidad Popular) Carmen únicamente acude porque hay verbenas y bailes; mitin durante el cual Carmen canta, trivial y lúdicamente, como si fuera una canción más, el poema del poeta uruguayo, montevideano, Mario Benedetti “Vamos juntos”, en Letras de emergencia (1969-1973), Versos para cantar, Visor, Madrid, 1984, interpretado por Nacha Guevara. Véanse las estrofas de este comprometido poema: « Con tu puedo y mi quiero/vamos juntos compañero/compañero te desvela/la misma suerte que a mi/prometiste y prometí/encender esta candela./ Con tu puedo y mi quiero/vamos juntos compañero/la muerte mata y escucha/la vida viene después/la unidad que sirve es/la que nos une en la lucha./ Con tu puedo y mi quiero/vamos juntos compañero/la historia tañe sonora/su lección como campana/para gozar el mañana/hay que pelear el ahora/ Con tu puedo y mi quiero/vamos juntos compañero/ ya no somos inocentes/ni en la mala ni en la buena/cada cual en su faena/porque en esto no hay suplentes/ Con tu puedo y mi quiero/vamos juntos compañero/algunos cantan victoria/porque el pueblo paga vidas/pero esas muertes queridas/van escribiendo la historia/ Con tu puedo y mi quiero/vamos juntos compañero ». 507 Desde 1947 hasta el 31 de enero de 1984, año en que desaparece el programa, desde las emisoras Radio Barcelona, durante diecinueve años, y Radio Nacional de España (Cadena SER) durante dieciocho años más, la radio franquista, prótesis estética de la ideología franquista y caja de resonancia de la propaganda política oficial, crea un espacio radiofónico entretenido y útil para aconsejar, en cuestiones de belleza y cosmética, a la mujer española de la época. Sin embargo, de pronto ese espacio radiofónico en que las voces de las locutoras (María Garriga, Rosario Caballé, Maruja Fernández) y las respuestas del periodista Juan Soto Viñolo atendían a las mujeres en cuestiones de belleza, cocina, salud, etcétera, y en que se hacía publicidad a los productos de cosmética del Salón de Belleza de la sociedad catalana Fradera, acabará convirtiéndose en un consultorio de problemas amorosos volcado a fraguar, ideológica y hegemónicamente, la “sentimentalidad” de la perfecta mujer española. 304 En el momento en que Alberto intenta unir, siguiendo los preceptos del materialismo histórico y dialéctico marxista-leninista, la teoría a la práctica (sexual) y llegar hasta el final (acostarse con Carmen), Carmen, de hecho, tímida y frustradamente, le confiesa: «Yo tengo muchos problemas … Tengo problemas con el sexo. Yo, al principio, cuando me separé de Juan estaba genial. Me lo pasaba bomba. Pues, yo era capaz de enamorame de un tío en las veinticuatro horas y luego pasaba una temporada divina y se me pasaba … Pero de repente … No sé … Ha ido todo a peor … Yo me empezaba a sentir mal y en cuanto un tío me empieza a meter mano, me corta. Me da la impresión de que me utilicen, de que sólo van a acostarse conmigo y de que nadie me quiere … Veo a todos los tíos como tigres dispuestos a lanzarse sobre la pieza 508 …» . Pese, pues, a darse, finalmente, entre Carmen y Alberto aquel “cambio (sexual) cualitativo”509 en el único momento elíptico de una película totalmente lineal en la que Colomo mira el universo progre (in)transitivo del cambio “democrático” « en su intimidad para desvelar sus pequeñas miserias » (Fernando Gabriel Martín, en Julio Pérez Perucha,1997: 774), Carmen « en el fondo, cuando tiene que recurrir a algo o a alguien, pues, el único que la queda [es Juan] »510. Una vez más, su (falsa) liberación sexual pasa por Juan y, contradictoria e inevitablemente, queda vinculada a Juan: aquel ex-marido (?) que siempre la calla porque no sabe dialogar; que siempre la reprime para demostrar su superioridad intelectual. El camino de búsqueda (ontológica) y (re)posicionamiento (social) por el que Carmen arrastra su identidad y su vida, por medio de la droga y el sexo, la lleva, por lo tanto, de ser sujeto ( Barrado) de la narrativa ideológica patriarcal del franquismo a ser sujeto (falsamente liberado) de una narrativa, no ya liberada de los tabúes sociales, morales y éticos, impuestos hegemónicamente por la dictadura franquista, sino más bien farmacológica en la que « cada escena representa su propia fase de luna de miel, exceso, bajada y reentrada » (Matthew Collin, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 16). Al ser, pues, la trayectoria del ciclo del uso típico del éxtasis, tal como trazada culturalmente por Matthew Collin, excelente metáfora de la trayectoria ontológico-existencial de Carmen, consideramos su intento de desasirse tanto de su identidad/existencia (nacionalcatólica) como de su sexualidad (hegemónica) como un intento “extático” en la medida en que: 508 Diálogo entre Carmen y Alberto, en Fernando Colomo, Tigres de papel, Madrid, La Salamandra PC, 1977. Alberto, en el intento de analizar la relación (ficticia) amistosa entre él y Carmen, incapaz de pasar de la teoría a la praxis, se sirve de la Ley de la transformación de la cantidad en calidad del materialismo dialéctico marxista. Es decir, de aquella ley que explica la evolución y el cambio brusco, repentino, violento de la materia de un estado (líquido) a otro (gaseoso) y que Marx emplea como metáfora físico-científica para explicar la explotada condición social de los trabajadores cuyo “cambio cualitativo” tan sólo puede producirse a través de las huelgas, las marchas, las luchas y, como ultima ratio, de la revolución. 510 Diálogo entre Juan y Alberto, en Fernando Colomo, Tigres de papel, Madrid, La Salamandra PC, 1977. 509 305 « La primera subida [para Carmen, el primer intento de liberarse de una identidad impuesta, hegemónica e ideológicamente, de antemano] inicia el periodo de la luna de miel - la fase beatífica, amorosa, evangélica. En más o menos un año, [la segunda etapa] esa temprana exaltación comienza a desvanecerse y muchos experimentan una ganancia disminuida (…). La tercera etapa es la bajada: desilusión, reducción del uso e intento de reajustarse al hecho de que la subida inicial ya no se producirá nunca más. Finalmente, llega la reentrada al mundo del post-éxtasis, momento de revalorización y recuperación del equilibrio» (Matthew Collin, Id.: 15-16). En este camino contradictorio de un mundo post-Franco a un mundo post-éxtasis, Carmen recuperará el equilibrio perdido, y con el su identidad y sexualidad, volviendo al lado de su exmarido(?) y de su hijo Iván mientras el fantasma de la Coca-Cola, epifania metafórica del futuro de los protagonistas, anticipa la disolución de la progresía, y con ella de su(s) ideología(s), y el advenimiento del “cambio” socialista, es decir: aquel cambio puramente formal al servicio de un partido político (el PSOE) que, una vez evacuada la ideología del proyecto socialista por la administración del poder, « ha perdido el uso de la palabra (política) para adoptar el de la práctica (de la administración del Estado) » (Gérard Imbert, 1990: 94). Aquel “cambio” socialista que, adoptando esperpénticamente las semblanzas y, sobre todo, la esencia de su líder, Felipe González, desembocará en el felipismo, acabará, una vez más, con todas las ilusiones y las esperanzas de un cambio verdadero y obligará, una vez más, al pueblo español a vivir, desilusionadamente, un segundo Desencanto. El tercer personaje que nos queda por analizar es Alberto, joven mezquino, mediocre, influenciable e inseguro, licenciado en económicas, que, fascinado por el universo de la progresía, aquel universo para él nuevo y desconocido tras muchos años de sequía cultural, aspira a ser “progre” no tanto por creer en la realización, pragmática, de un materialismo dialéctico sino para practicar, “cualitativamente”, un tipo de materialismo más bien, sexual. La búsqueda (ontológica) y el (re)posicionamiento (social) de Alberto, también separado pero todavía no suficientemente mentalizado ni liberado como para vivir al compás de las prácticas sociales, las costumbres y las actitudes sobre la pareja, la moral, la sociedad, las drogas que empezaron a definirse como “progre” desde finales de los sesenta, pasa por las tertulias dominicales, en compañía de Carmen y Juan, sobre la religión, la política, la(s) ideología(s), la libertad, en las que la marihuana y el alcohol le acercan y le hacen entrar en el mundo materialistadialéctico del pensamiento “fuerte”, de la Historia, del progreso, aquel mundo hasta entonces negado por « aquella España cruel, analfabeta y católica » (Félix de Azúa, 2001: 12). 306 E, inevitablemente, pasa por Juan, aquel maître à penser que, sin escrúpulos políticos ni morales, distanciado e indiferente a la(s) práctica(s) cotidiana(s) de las masas, le enseña, falsa y cobardemente, que « la práctica y la teoría deben ser una cosa que se desarrolla conjuntamente. Deben ir siempre unidas »511. La aspiración de Alberto de llegar a ser el alter-ego (sí, apaleado, pero todavía incapaz de tragar el humo de los porros) de Juan, para convertirse en el amante de Carmen nos conduce, primeramente, al universo vital y existencial de Carmen y Juan: un universo en cuyos pliegues y entresijos la presencia, espectral y subliminal, de Franco, sigue interviniendo, influenciando y controlando la manera en que el presente es vivido y experimentado. En segundo lugar, nos desvela la crisis (ideológica, ontológica, existencial y social) de aquel sector de izquierda de la sociedad madrileña de finales de los setenta que, suspendido entre el duelo, la melancolía y el trauma, y privado ya de proyecciones (utópicas, históricas y pragmáticas) de futuro, vive la muerte de Franco como un periodo de aburrimiento postfascista (Manuel Vázquez Montalbán, 1993: 48) en el que la indiferencia, la incertidumbre, el caos ideológico y el vacío ontológico-existencial hacen que la “praxis no se haga, sino tan sólo se diga”. Y, finalmente, testimonia, desilusionadamente, la vuelta reaccionaria a un tipo de materialismo contemplativo donde la más pura (y por lo tanto ineficaz) especulación discursivo-dialéctica evacua por completo la práctica revolucionaria. Es decir, testimonia la vuelta (reaccionaria) a un materialismo contemplativo que, si por un lado, impide la transformación de una sociedad “civil” en una sociedad humana o en una humanidad socializada ([IX] Tesis sobre Feuerbach, en Friedrich Engels, 1955: 307), por el otro, paraliza, neutraliza, silencia cobardemente aquel “cambio cualitativo” que conduciría de la interpretación (del mundo) a su transformación (Id. 307). Incapaces, pues, de dar aquel “cambio cualitativo” que transformaría “el espectáculo” de la política en praxis política, Juan, Carmen y Alberto, metáfora y metonimia de aquella izquierda postfranquista (el PCE) que opta « deliberadamente por los colores nacionales (el rojo y el amarillo), prohibiendo – a veces violentemente – a sus militantes que hiciesen ostentación de la bandera republicana durante los mítines que precedieron las elecciones de 1977 » (Gérard Imbert, 1990: 57), de famélica legión, aún cuando cantando La Internacional empero olvidadizos de la razón en marcha en la lucha final512, acaban siendo unos tigres de papel que no aguantan un golpe de viento y la lluvia513. 511 512 Diálogo entre Juan y Alberto, en Fernando Colomo, Tigres de papel, Madrid, La Salamandra PC, 1977. Paráfrasis de algunas de las estrofas más emblemáticas de La Internacional, canción oficial de los revolucionarios 307 Es decir, la (falsa) liberación para Juan, Carmen y Alberto no es sino: « el preámbulo a un triste reconocimiento: la cárcel ha quedado internalizada, coincide con el espacio del yo y hace imposible escapar. Huir del otro [Franco] se constituye [para los tres] en una imposible huída de sí » (Alberto Medina Domínguez, 2001: 22). La referencia explícita al maoísmo y a su invectiva comunista-revolucionaria contra todas las fuerzas reaccionarias además de ser trazada, por Colomo, como metáfora tanto del gran fracaso pragmático como del “democrático” abandono ideológico de la(s) izquierda(s) durante el periodo transicional, remata, intradiegéticamente, el intento del director “mesetario” de ensartar la renovada, revulsiva, agridulce comedia de costumbres (madrileña) de los últimos setenta dentro de un marco ideológico cuyas « cotas de engagement, [sin embargo], no alcanzan demasiado rigor intelectual, carecen de hondura crítica: son meros apuntes – a veces, amargos; otras, atinados o dosificados por el humor continuo – más o menos testimoniales [del] estatus psicológico democrático [de la España de la transición y del Desencanto], en ciertos sectores del país » (José María Caparrós Lera, 1992: 149). Pese a utilizar la campaña preelectoral como telón de fondo; pese a contextualizar históricamente las peripecias ontológicas e ideológicas de unos personajes contradictorios, aún cuando no en busca de autor pero sí de sí mismos, y contemplativamente hechizados por aquel discurso del líder maoísta de Unidad Popular, José Torres, en el que, tras casi cuarenta años de Cruzada, de división y muerte (desde el 8 de diciembre de 1896) escrita por Eugène Pottier en 1871 dentro de su obra Cantos Revolucionarios y musicalizada por Pierre Degeyter, que, desde el Congreso Internacional de Copenhage (3 de noviembre de 1910), acaba convirtiéndose en el himno oficial de los trabajadores del mundo entero. 513 El concepto de “Tigre de papel”, en la cosmología china de las naturalezas dobles, designa al tigre capturado, encerrado en un zoológico, frente al tigre salvaje, considerado el rey de las fuerzas que se libran en la tierra. Desde la década de los cuarenta, en los años de la guerra revolucionaria, Mao Tsetung traza ideológicamente el concepto de “Tigre de papel” para designar, despectivamente, al imperialismo americano y a todas las fuerzas reaccionarias. Véase el párrafo más emblemático del artículo de Mao Tsetung, El imperialismo norteamericano es un tigre de papel, (1956), en que el fundador de la República Popular China ideológicamente designa al los EE.UU. y su imperialismo como “tigres de papel”: « En la actualidad, el imperialismo norteamericano exhibe una gran fuerza, pero en realidad no la tiene. Políticamente es muy débil, porque está divorciando de las grandes masas populares y no agrada a nadie; tampoco agrada al pueblo americano. Aparentemente es muy poderoso, pero en realidad no tiene nada de temible: Es un tigre de papel. Mirado por fuera parece un tigre, pero está hecho de papel y no aguanta un golpe de viento y lluvia. Pienso que Estados Unidos no es más que un tigre de papel. Toda la historia, la milenaria historia de la sociedad de clases de la humanidad, ha confirmado este punto: Lo poderoso tiene que ceder su lugar a lo débil. Esto es así también en América. Sólo podrá haber paz cuando haya sido eliminado el imperialismo. Llegará el día en que el tigre de papel será destrozado. Pero no desaparecerá por sí mismo; para ello hace falta el golpe de viento y la lluvia », Mao Tsetung, “El imperialismo norteamericano es un tigre de papel” (14 de julio de 1956), en Obras Escogidas de Mao Tsetung, Tomo V, págs. 334-338, Ediciones en lenguas extranjeras, Pekín, Primera Edición 1977, transcrito © para el Internet por Rafael Masada en http:// www.marx2mao.com (14 de abril de 2008). 308 del pueblo, se invocaba la Unidad de la Patria514, la película de Colomo, de hecho, « se asume como un film claustrofóbico, microcósmico, que renuncia a todo lo que no sean sus personajes en un interior » (Fernando Gabriel Martín, en Julio Pérez Perucha, 1997: 774). Con esto queremos decir que Tigres de papel, pese a ser una película histórica transicional fundamental y un documento discursivo-fílmico imprescindible para conocer, desde abajo, desde las costumbres, desde la calle, desde las vivencias más íntimas y traumáticas, lo qué fue la transición política a la democracia y cómo ciertos sectores (“progres“) del país vivieron la muerte, a la vez deseada y temida, del dictador y de aquel discurso hegemónico de poder que durante casi cuarenta años se acabó imponiendo haciéndose imprescindible a sus propios antagonistas, no llega a ser una película política y una verdadera alternativa cinematográfica radical, comprometida, a aquel cine “aperturista” y “posibilista” que fraguó discursiva, estética y socialmente, los años del Tardofranquismo. Al no llegar a serlo, marca, por el contrario, el debut cinematográfico (oficial) de aquel cine “reformista”, posibilista, “pactista” que, durante la vertebración “democrática” de España, acabó imponiéndose como modelo discursivo dominante sin llevar a cabo una verdadera ruptura cinematográfica con los discursos fílmicos nacionales anteriores. En un momento en el que « the political background (...) it’s more like political make-believe» (Peter Besas, 1985: 178), Fernando Colomo, por consiguiente, fracasa, igual que los tres protagonistas de su película, en el passage à l’acte de la teoría a la praxis proponiendo una película abierta que, en lugar de proponer « [alguna] tesis [o] solución a los conflictos », (Fernando Gabriel Martín, en Julio Pérez Perucha, 1997: 774) tan sólo busca el reconocimiento, la identificación generacional, la simpatía emocional por parte de un espectador que, al completar la crítica agridulce que el director “mesetario” superficial y epidérmicamente lleva a cabo, «[la] convierte en otra película»515. 514 La Unidad de la Patria a la que José Torre alude ya no es aquella unidad franquista « que se hizo con mercenarios alemanes, italianos y moros» sino aquella unidad «de trabajadores asturianos, vascos, gallegos, extremeños o de Madrid, [aquella unidad hecha por] los intereses de los trabajadores del campo o de la fábrica, de la cultura o de la enseñanza », Discurso preelectoral de José Torres, en Fernando Colomo, Tigres de papel, Madrid, La Salamandra PC, 1977. 515 Fernando Colomo, entrevista de Augusto M. Torres, en Dirigido por n° 50, 1978: 21. 309 4.4. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Fernando Colomo, 1978 « La modernización superficial de España no anula la violencia inherente al país, sino que simplemente la hace más retorcida ». (Víctor Erice en John Hopewell, 1989: 366) De una película “progre” en la que el materialismo contemplativo impide a una cierta generación de españoles, aquellos (falsamente) comprometidos con la(s) ideologías de izquierda y con un código político-existencial antifranquista, el tan largamente deseado y esperado passage à l’acte de la teoría a la praxis y/o recurrir, abdicando de la Historia y de sus Metarrelatos, a la “metadona” movideña, Fernando Colomo, con su segundo largometraje comercial, nos lleva, al ritmo de una música rock, al territorio underground, contracultural de la Movida madrileña. Nos lleva, pues, a ese espacio subterráneo, rizomático en que una polémica militancia cultural de la “democracia” reemplaza, ya sin traumas, ni nostalgias, ni duelo, la resistencia ideológica al franquismo. En el doble intento de hacer un cine revulsivo, de ruptura con respecto a los trascendentalismos y al “aperturismo” del cine anterior, y de utilizar la(s) narrativa(s) del rock como un nuevo dispositivo discursivo de resistencia y cuestionamiento de los valores hegemónicos (franquistas) tradicionales, Colomo sitúa la acción de una película que, pese a la violencia de los contenidos, ya es autorizada 310 para todos los públicos516, en el espacio contracultural y musical de un Madrid postfranquista, postmoderno pero todavía pre-democrático. Es decir, sitúa la acción fílmica en ese espacio subversivo a los valores “paternos” donde Dios ya no existe517 y donde el Búho de Minerva cesa, irreversiblemente, de desplegar sus alas en un anochecer ya cómplice y testigo de un sistemático y rimbaudiano raisonné dérèglement de tous les sens (Félix de Azúa, 2001: 173). El Madrid nocturno donde lo dionisiaco y lo apolíneo; el rechazo del compromiso político de la transición y la presencia, tan presente como repudiada, del franquismo y sus ramificaciones fácticas coexisten, se cruzan y entrecruzan en un presente en que ya no hay futuro, será, de hecho, el telón de fondo de una narración residual que lleva a cabo una desmitificación, grotesco-esperpéntica, de la España franquista y los “sistemas de representación” de su ideología hegemónica al tiempo que construye un nuevo espacio (discursivo) de enunciación y representación del deseo: un deseo diferencial, aquel deseo diferencialmente femenino, hasta la fecha, silenciado, censurado, inexistente. Mentor privilegiado de este recorrido por un Madrid esquizofrénico en el que la visibilidad pública de los modernos518 pugna, a raja tabla, con unas comisarias todavía infestadas de fascistas, es la música rock, callejera, dura y agresiva de los madrileños Burning519. 516 La sustitución de Alfonso Martín Gamero – Ministro de Información y Turismo del último gobierno de Arias Navarro – por Pío Cabanillas en el primer gobierno de Adolfo Suárez, significó la implantación de una (efectiva) tolerancia que, en el ámbito cinematográfico, se cifró con la desaparición oficial, de iure pero no de facto, de la censura y de sus órganos del corpus legislativo español (Decreto-ley 3071 del 11 de noviembre de 1977). La desaparición formal y legal de la censura, sin embargo, para José Enrique Monterde, «no significó que el periodo de la reforma fuese la apoteosis de la libertad de la expresión cinematográfica. Fuera del aparato estatal, hay que recordar, las acciones emprendidas por los grupos ultraderechistas contra determinados títulos para ellos inconvenientes: las amenazas contra Camada negra (1977) de Gutiérrez Aragón; una bomba en un cine de Alcoi contra La portentosa vida del padre Vicente (1978) de Carles Mira; los problemas de algunos cines que pretendían exhibir La vieja memoria (1977) de Jaime Camino; los ataques contra los cines que exhibían Operación Ogro (1979) de Gillo Pontecorvo, y Dolores (1981) de José Luis García Sánchez y Andrés Linares, etc. Dentro del aparato estatal, hubo diversas formas de restricción en la circulación de los filmes españoles: intervención restrictiva del Estado en la circulación de aquellos filmes considerados atentatorios contra la legalidad vigente; denunica del gobierno según las normas derivadas de un Código Penal, que seguía siendo el del franquismo; la práctica del secuestro judicial [que empezó con Los Noticiaris de Barcelona y acabó con la película de Pilar Miró, El crimen de Cuenca (1979)] y la creación de una categoría como la “S” destinada a aquellos filmes que por su temática o contenido podían herir la sensibilidad del espectador medio», (José Enrique Monterde, 1993: 71-72). 517 Letras de la canción de Los Burning, Jim Dinamita, en Fernando Colomo, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Madrid, La Salamandra PC, 1978. 518 « En las creencias de los años 80 (y los años por venir), aparecer en los medios de comunicación es acceder a una forma superior de existencia (más bien, a la existencia propiamente dicha). A principios de esa década los artistas modernos luchan por lograr esa visibilidad: se filman, pintan y fotografían, se hacen visibles entre sí; “existen” en las obras de otros [En esta película, es el caso del cameo de Almodóvar durante el primer concierto del grupo rock Erupto, y de la actuación de los componentes del grupo madrileño Burning] », (Pedro Pérez Del Solar, “Vidas ejemplares. Algunas aproximaciones desde la historieta a la modernidad de los 80”, en Eduardo Subirats (eds.), 2002: 38). 519 « El agreste sonido rollingstoniano de Burning [Antonio Martín, Pepe “Risi” Casas, Johnny Cifuentes, Enrique Pérez y Ernesto “Tito”] enfrentándose al tedioso panorama musical del momento [1972-1976]» prepara el terreno, desde el barrio de la Elipa y la legendaria discoteca M&M, «el templo sagrado de la rockería y progresía de la capital », (Salvador Domínguez, 2004: 46-50) a la revolución punk-glam que pocos años más tarde los Kaka de Luxe llevarán a 311 Aquella música que, intradiegéticamente y de manera circular, abre y cierra una historia en la que las relaciones de poder aún reemplazan, hegemónica e ideológicamente, las relaciones de amor. Distanciándose del Daimón platónico y llevando a cabo un “giro hacia las prácticas”520, lo swing rockero y agresivo del conjunto madrileño de la Elipa es, de hecho, el que enmarca y alienta, epifánicamente, las vicisitudes de una matrimonio, el de Rosa y Jorge, que acabará desmoronándose, hasta desaparecer grotescamente, bajo la pesadez de las tensiones que sobreviven entre los remanentes de un pasado hegemónico y las lógicas de un presente experimentalmente “democrático”. Metonimia de una España en la que aún conviven (dis)funcionalmente pasado y presente, esto es, la figura espectral, residual de Franco que se resiste a morir, y un mundo en “transición” que lucha por abrirse paso, Jorge y Rosa, a través de sus aventuras/desaventuras/frustraciones, sirven a Colomo para asentar un doble golpe ideológico a los vestigios de un franquismo cuya autoritaria modernidad y espectral persistencia histórica impiden abordar una verdadera y definitiva democratización del Estado español. En primer lugar, es Jorge quien permite a Colomo cuestionar el poder tanto en sus mecanismos, sus “sistemas de representación”, sus víctimas inevitables como en su presencia y persistencia residual en las prácticas cotidianas de la sociedad pre-democrática española de los últimos setenta. En segundo lugar, es Rosa la que permite al director mesetario esbozar al nuevo individuo democrático: aquel individuo que, rizomáticamente, se deshace, se desase del peso de la Historia, liberándose de sus narrativas patriarcales y falocéntricas, y a la vez se acomoda al nuevo orden a través del deseo y del placer. Símbolo del poder fáctico, del control político, ideológico, económico que la dictadura franquista, en tanto que Aparato de Estado ejercía sobre el pueblo español, y metáfora de una autocracia patriarcal falocéntrica, Colomo se sirve del personaje de Jorge para un doble propósito. En primer lugar, para denunciar la continuidad histórica de un Estado totalitario, represivo, que recurre a la violencia, corporal, lingüística y discursiva para asentar su poder en una España todavía pre-democrática. cabo desde el Rastro madrileño dando inicio a lo que, inicialmente, se dio en llamar La Nueva Ola y que, luego, desembocará en la Movida madrileña. 520 « El “giro hacia las prácticas” consiste en situarse, como dice Bourdieu citando a Marx, en “la actividad real como tal”», (Sergio Sevilla, 2000: 294). 312 En segundo lugar, para dar testimonio de una masculinidad en crisis: aquella masculinidad anacrónica e ideológicamente marcada y atrapada dentro de unas coordenadas ontológicas, sociales y patriarcales hegemónicas, en una sociedad, la española, que fatigosamente intenta deshacerse y desechar todas las formaciones discursivas (falocéntricas) del franquismo y con ellas la imposición y la reproducción (hegemónica) de los sujetos nacionales. Incapaz de integrarse en una realidad que, tan sólo aparentemente, ya no se sirve de la inmoralidad y corrupción franquistas para mantener y abusar del poder; incapaz de identificarse con un presente que nace y se cimienta sobre la borradura, la cancelación de un pasado que, sin embargo, sigue arrastrando toda la carga de la Historia, y con ella todas sus violencias y perversiones, Jorge, de hecho, recurre a la violencia (elemento residual del franquismo) en el intento de mantener y perpetuar el orden patriarcal y falocéntrico del franquismo y reafirmarse en sus ideas fascistas de toda la vida. Una violencia (la suya), doble esperpéntico de las perversiones hegemónicas del franquismo y huella de un pasado que rearticula sus garras en las prácticas cotidianas de una España predemocrática, que, sin embargo, quedará restringida al espacio privado de la casa. Es decir, a ese espacio aún ideológica y falocéntricamente controlado en que conviven, disfuncionalmente, presente y pasado; a ese espacio interior, ese “dentro” que es lugar de diseminación del poder, del control y de la dominación y medida de protección y seguridad que se opone a un mundo exterior, a un “fuera” peligroso caracterizado por la presencia amenazadora del Otro, de la Otredad, de la alteridad. Sin embargo, aunque en casa, ese espacio en el que aún es posible abusar de una cierta ideología doméstica y ostentar una nostálgica y reaccionaria militancia política, Jorge sigue siendo el elemento residual, espectral, subliminal del franquismo y sus ramificaciones fácticas e ideológicas, en el “mundo al revés” del Madrid pre-democrático que Fernando Colomo representa su violencia parece no tener ya alguna cabida real, ni fáctica ni ideológica. De hecho, en ese Madrid de la transición en el que « los valores considerados oficialmente correctos, pues, en realidad eran de una cierta inmoralidad, y, sin embargo, los marginales tenían un código ético que hubieran querido para sí mucha gente »521 a la violencia de Jorge sólo le queda cabida y refugio en la fantasía: en ese espacio imaginario en el cual Jorge, esperpénticamente, articula sus deseos, y espacio desde el cual Fernando Colomo lleva a cabo una reflexión crítica y polémica sobre la realidad política y social del franquismo. 521 Entrevista a Fernando Colomo, en Fernando Colomo, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Madrid, edición Diario El País, Un País de Cine, SL. Editado por Gran Vía Musical de Ediciones, 2003. 313 Es decir, Colomo se sirve del disfraz de Mandrake el mago, defensor de la Ley y del Orden, tanto para desrealizar a Jorge y desmitificar el Aparato de Estado (franquista) opresor/represor que representa (la policía), como para desmitificar, desde el territorio subversivo y contracultural del cómic, la España franquista y sus formaciones discursivas cuyo hegemonismo queda, grotesca y paródicamente, reducido a un ilusionismo hipnótico. Un ilusionismo hipnótico que, sin embargo, transformó durante casi cuatro décadas a los españoles en “títeres” del Caudillo de España, aquel tiránico y autoritario“defensor de la Ley y del Orden”. La violación de Rosa – desconcertante para aquel público hasta entonces distraído, anestesiado ideológicamente de la violencia endémica del país por los disparates más exagerados del teatro chino itinerante de Manolita Chen522 – herencia de un pasado de represión e intolerancia que sigue internalizado en la sociedad española pre-democrática y expresión del dominio individual como metonimia del dominio colectivo viene, además, empleada por Colomo para desmitificar, grotescamente, el matrimonio y las relaciones conyugales que están en la base del sistema (tradicional) patriarcal establecido. Es decir, Colomo se sirve de la violación para cuestionar, por primera vez abiertamente, la sumisión, la humillación, el dolor, el escarnio a los que la mujer estaba, constantemente, sometida en las “relaciones afectivas” del núcleo familiar patriarcal franquista. Víctima inevitable de ese autoritario orden patriarcal falocéntrico, orden basado en y articulado por la familia, « fundamento de la estructura social y modelo de los valores morales propugnados por el régimen franquista » (Isolina Ballesteros, 2001: 21), y Aparato Ideológico de Estado por el que la dictadura mantenía y fortalecía su poder, es, de hecho, la mujer. Una mujer reducida hegemónicamente, por y durante el franquismo, a un cuerpo socio-político subordinado económica, física, ideológica y sexualmente al sistema (patriarcal) establecido. Rosa, símbolo de aquellas muchas víctimas genéricas del orden patriarcal falocéntrico del franquismo y producto de su (genérica) contrucción patriarcal-ideológica – la que mediante unas estructuras de poder y de afecto(s) hegemónicas durante años redujo la mujer a esposa y reproductora de sujetos nacionales –, pese a ser heredera de un pasado emocional represivo, opresivo, totalitario decide rebelarse al modelo femenino tradicional de subordinación emocional y económica al hombre a la vez que decide rechazar una vida basada en la dependencia a través del placer y del deseo. 522 Espectáculo popular de variedades que, desde la década de los cincuenta, recorría España. Manuel Saborido, inventor del espectáculo y sus disparates, fue el primer rostro de la transexualidad en la ortodoxa España nacionalcatólica de Franco. 314 Un placer y un deseo diferencialmente femeninos que, por un lado, al desmontar el privilegio patriarcal en la construcción de una feminidad/sexualidad falocéntrica y hegemónica, rescatan el protagonismo de la mirada y de la acción de la mujer; y que, por el otro, llevan a cabo la deconstrucción de la familia, microcélula de la sociedad volcada al control de las relaciones sexuales y su correcta canalización, e imagen hegemónicamente idealizada de una (falsa e ideológica) armonía social institucionalizada. Atrapada dentro de un “Efecto Penélope”523 que, paradójica y contradictoriamente, mientras la libera y la indipendentiza del control de su marido José en la efera social, esfera en la que el éxito laboral y profesional la transforma en una nueva fuerza social en un mundo dominado, hasta entonces, por el hombre, en la esfera privada, por el contrario, la aprisiona hegemónica y sexualmente, Rosa representa a la mujer en “tránsito”, en “transición”: una mujer en “tránsito” entre el legado represivo (sentimental, emocional, educacional) franquista y la preeminencia del nuevo papel que la mujer adquiere en la sociedad postfranquista de una España “democráticamente” en cambio. Metonimia de ese espacio fisural en el que se registran los diferentes y múltiples cambios históricos, políticos, socio-culturales entre el pasado dictatorial y un presente pre-democrático; creadora de un nuevo lugar discursivo en el que se lleva a cabo un proceso de (re)significación, (re)construcción y (re)ubicación identitario-ontológica de la mujer, Rosa, deleuzianamente, construye un diferencial espacio de libertad, de comunicación y de expresión, personal y ontológico, alternativo al impuesto por la retórica de las narrativas patriarcales y falocéntricas franquistas a la vez que busca su nueva identidad por y en el placer, por y en el deseo. El campo de inmanencia del deseo, para Gilles Deleuze, « el único medio que tiene una persona para volver a encontrarse a sí misma » (Gilles Deleuze, Félix Guattari, 2004: 158-161), es, de hecho, el que permite a Rosa enfrentarse al orden falocrático impuesto por el franquismo; desafiar el establishment patriarcal (franquista); transgredir un statu quo (moral) nacionalcatólico; articular una nueva identidad femenina a través de una (re)significación de lo femenino y rescatar un placer femenino alternativo y subversivo a aquellas formaciones discursivas del franquismo que, hegemónicamente, imponían una imagen patriarcal y falocéntrica de la mujer y de la feminidad. Portadora de su propio discurso, diferencialmente femenino, y constructora de una nueva identidad impulsada por el placer y la necesidad de inscribir su propio deseo en un presente plagado por las fricciones entre las configuraciones histórico-discursivas del franquismo y las nuevas libertades “democráticas”, Rosa deconstruye el viejo orden patriarcal autoritario e inaugura un nuevo orden matriarcal liberador a través de su relación erótico-pasional con Tony, cantante del conjunto rock 523 Término empleado por María Antonia García de León en su libro Élites discriminadas. Sobre el poder de las mujeres, 1994: 17. 315 los Erupto, alter-ego ficcional de Antonio Martín, cantante de los Burning, y doble cinematográfico de “Jim Dinamita”, ese mal sueño nacido en la Elipa cuyo «nombre suena en todas partes como un huracán»524. La relación erótico-pasional con Tony, pese a ser el producto de una venganza de Rosa contra ese «alguien [su marido Jorge] que [le] pisó [su] orgullo en un oscuro portal»525, acaba siendo una alternativa discursiva subversiva que, desde el territorio del placer y del cuerpo, cuestiona y deconstruye las hegemónicas estructuras familiares, ontológicas y sexuales que seguían rigiendo el espectro social en el periodo postfranquista de la transición. Doble es la función, y por lo tanto el acierto, de esa aventura erótico-pasional que, rizomáticamente, transforma a Rosa de Sujeto Hegemónico en Cuerpo sin Órganos. En primer lugar, esa aventura permite a Rosa activar un proceso de desterritorialización/reterritorialización ontológica y construir su propia identidad y sexualidad desde el placer. Es decir, le permite hacer de sí misma y de su tiempo los protagonistas de la historia y crear su propia subjetividad sexual, y con ella la consecución del placer (femenino), desde el territorio del Eros, de la libertad (sexual) y de la transgresión (social). La aventura erótico-pasional con Tony es, pues, la que le permite reivindicar una nueva formación discursiva, diferencialmente femenina, totalmente desvinculada del capitalismo patriarcal y de la capitalización hegemónica y falocéntrica del deseo que este impone. La suya es, por lo tanto, una nueva formación discursiva en la que prima el derecho a la libertad, una (nueva) libertad ontológica, sexual, social: aquella libertad hasta entonces prohibida, vedada y censurada desde el poder. En segundo lugar, es esa aventura la que transforma a Rosa de puro objeto (de deseo y de violencia) de la mirada (lugar de autoridad) masculina en sujeto de una mirada femenina activa, seductora y objetivizadora que, al representar el placer de la mujer, erotiza al hombre, al cuerpo masculino, transformándolo en objeto de un deseo diferencialmente femenino. 524 Letras de la canción de Los Burning, Jim Dinamita, en Fernando Colomo, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Madrid, La Salamandra PC, 1978. Esta canción, además de hacer, rizomáticamente, de obertura a una película en la que la articulación causal de los acontecimientos narrativos queda desquiciada, infiltrada, resultando borrosa, por la lógica discursiva y estética del espectáculo postmoderno, construye epifánicamente al personaje de Tony anticipa los contenidos violentos y eróticos de la película. 525 Letras de la canción de Los Burning, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, en en Fernando Colomo, ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?, Madrid, La Salamandra PC, 1978. 316 A través de esta aventura, pues, Rosa no sólo toma conciencia de sí misma, ontológica y sexualmente, en tanto que mujer; no sólo adquiere el total control sobre su identidad sino que también logra reafirmar su autonomía e independencia sexual y demostrar que, si lo quiere, puede vencer y/o seducir al hombre que desea. Sin embargo, el tránsito ontológico-sexual de Rosa de Uxor, mujer construida hegemónica y socialmente por las formaciones discursivas del franquismo en función de la maternidad y en tanto que reproductora de sujetos nacionales, a mujer fatal (siempre con problemas), vengativa, manipuladora y desvinculada ya de una sexualidad hegemónica, se realiza, paradójicamente, a través de un proceso de masculinización de la mujer. Con esto queremos decir que si Rosa quiere competir con el hombre (su marido Jorge) en su propio territorio y si quiere salir ganando tiene que asumir sus mismas armas: el sexo y la violencia. A través del sexo, en tanto que instrumento de fuerza y de poder desvinculado ya de los conceptos de fidelidad, reproducción y familia, Rosa subvierte el hegemonismo sexual que está en la base del sistema patriarcal, falocéntrico establecido y deconstruye una sexualidad hegemónica (femenina) en la que la mujer es siempre objeto (pasivo) de las represiones, las violencias y los abusos de poder del hombre, representante exclusivo de la autoridad. Es, a través de la sexualidad, que Rosa, de hecho, refractaria al espacio discursivo hegemónico y libre del vínculo familiar, se transforma en un nuevo individuo (democrático). Es decir, en aquel Otro hasta entonces marginal y marginado, falto de visibilidad y representación social e institucional fuera del matrimonio y de la familia. Con lo cual, la sexualidad, de elemento discursivo e ideológico propiciatorio de una violencia doméstica hegemónicamente tanto consentida como silenciada, se transforma en un nuevo espacio (ontológico) de libertad, de comunicación y de expresión. A través de la violencia, síntoma de ese reprimido que traumáticamente vuelve más retorcido y huella, en un presente pre-democrático, de un referente histórico ausente y, sin embargo, espectral, Rosa responde y reacciona, esperpéntica y grotescamente, a la agresión sexual de Jorge y se libera, deconstruyéndolos, de la opresión/represión del orden patriarcal establecido y de aquel “Efecto Penélope” en el que, hasta la fecha, había sido hegemónica y sexualmente atrapada. El parricidio de Jorge (doble esperpéntico del Aparato de Estado franquista), eliminado grotesca y paródicamente, de hecho, permite a Rosa no sólo escaparse del dominio de las estructuras dominantes del poder cuyo control totalitario se ejercía hasta sobre el cuerpo físico, sino también deconstruir el sistema jerárquico patriarcal a favor de un sistema discursivo en el que la mujer es un individuo libre de construirse una identidad otra que la impuesta por y desde el poder. 317 Desde un punto de vista exclusivamente cinematográfico, la construcción del personaje de Rosa en tanto que símbolo de la mujer (real) de los últimos setenta que vive la encrucijada entre las restricciones de las décadas anteriores y las libertades de la “nueva” España, sirve a Colomo para cuestionar la reificación, la fetichización y la representación exclusivamente en términos corporales de la mujer que el cine clásico (hegemónico) de Hollywood, desde el principio, ideológicamente, lleva a cabo. A la mujer que el cine de Hollywood construye, ideológica y hegemónicamente, como objeto pasivo de la mirada escopofílica y voyeurista masculina al servicio del orden patriarcal falocéntrico establecido, Colomo opone una mujer que dirige la diégesis y conduce, con una mirada femenina activa y seductora (lugar de autoridad), la mirada del espectador sobre los personajes y/o la narración dentro de un relato caleidoscópico que, aun cuando avanza por bloques dentro de una red de situaciones diferentes, no renuncia a una dimensión narrativa causal-teleológica. Colomo, pues, representa a una mujer real que, rebelde y refractaria a la focalización retórica y a la configuración histórico-discursiva de los discursos dominantes, forja un nuevo lugar discursivo desde el cual se reivindica una estructura enunciativa y ontológica, alternativa y subversiva, basada en la diferencia y en la alteridad. El segundo largometraje comercial de Colomo acaba siendo, por consiguiente, una película que reterritorializa el género de la comedia clásica de Hollywood mediante la inversión de los valores tradicionales patriarcales y falocéntricos y la subversión del orden establecido, a la vez que participa en la constitución de una identidad colectiva (democrática) mediante la irrupción en el discurso social del Otro, de la alteridad. Ese Otro que « permite (obliga y ayuda) al sujeto a definirse, a situarse en relación con la alteridad» (Gérard Imbert, 1990: 53) en un momento de pérdida de una identidad colectiva (nacional), de necesidad de redefinición ontológico-social en términos democráticos y momento de « interregno ideológico, moral, en que el [ahora] ciudadano se ve obligado a replantearse los modelos dominantes, se ve enfrentado a una abundancia de claves interpretativas, sin poder identificarse con ningún sistema » (Id. 39). 318 4.5. Las verdes praderas, José Luis Garci, 1979. « Llevo cuarenta y dos años pensando que lo que vivía no era importante porque era como provisional, como si estuviera esperando destino...Yo creía que iba hacia una vida maravillosa ... Y un día te mueres ... [y te das cuenta] que te han llevado al huerto toda la vida y nunca has hecho lo que tú querías...Y te das cuenta que has vivido para Seat, para Philips, para Banus, para Zanussi, para El Corte Inglés, para la confianza y su puta madre ». José Rebolledo, Las verdes praderas, José Luis Garci Tras el éxito de crítica y de público de Asignatura Pendiente (1977) y Solos en la madrugada (1978), dos películas que, tanto por el trasfondo político-social (el de la transición a la democracia y del Desencanto) como por el tono melancólico-nostálgico y la acérrima crítica a la dictadura franquista, enriquecen el corpus narrativo residual de la Nueva Comedia Madrileña, José Luis Garci vuelve a la gran pantalla con una nueva película (madrileñamente) costumbrista: Las verdes praderas (1979). Una película que, si por un lado, en el fondo, rompe definitivamente con el “centrismo ideológico” de un pasado cinematográfico “posibilista”, “aperturista”, por el otro, en la forma, fracasa en llevar a cabo una verdadera ruptura con los modos de representación ideológicos dominantes y proponer, por consiguiente, un nuevo modo de escritura fílmica. Pese a no utilizar el medio cinematográfico como dispositivo textual que cuestione, desde dentro, las estructuras estéticas y narrativas de un discurso fílmico anacrónicamente hegemónico, la tercera película “reformista” de Garci, de hecho, se compromete crítica y polémicamente con la realidad social de un país espectralmente “en transición” pero todavía no democráticamente “en cambio”. 319 Garci representa, cinematográficamente, este compromiso con la realidad social de una España postdictatorial, heredera de aquella sociedad franquista viciada por las relaciones de clase, las relaciones de poder y las relaciones económicas, denunciando, en primer lugar, el consumismo, sus imperativos y sus “valores” mercantiles, cuya dinámica, en perpetuum mobile, define y alimenta los rituales de la “nueva democracia burguesa” española, esa « máquina [que tan sólo aparentemente] ya no es lo de antes »526. Y, en segundo lugar, cuestionando abiertamente la hipocresía de las convenciones sociales y los formalismos de aquella clase media aburguesada nacida en los años del Desarrollismo, tras el Plan de Estabilización (1959), es decir, de aquella clase media tradicionalista que, durante la transición, empieza a protagonizar un capitalismo financiero tras muchos años de autarquía y cartillas de racionamiento. Dos son los elementos diegéticos que sirven a Garci en este doble intento: el intradiegético spot publiciario “Segur Fondo” de la compañía de seguros, La Confianza, S.A., y la extradiegética música clásica de Beethoven, esa música en off que acompaña los títulos de crédito iniciales y se superpone a las imágenes publicitarias, además de rellenar los tiempos muertos de una película que, críticamente, se hace portavoz de la desazón vital del individuo contemporáneo. Ese individuo que, protagonista de « un momento de transición entre el orden burgués (aquel que desde Hegel y a través de Marx nos llegó como relación mutua y determinante de fundamento y superestructura) y un nuevo orden del que por ahora (aunque quizá sea para siempre) sólo conocemos la superficie; un orden sin fondo ni substancia [ni telos] » (Félix de Azúa, 2001: 47), acude al mercado y a su “espectacular” superficialidad en busca de identificación, ubicación y orientación. El spot publicitario, metonimia de una sociedad de consumo que, al utilizar la tecnología no ya para « il dominio macchinico della natura» sino más bien para la «construzione del mondo come “immagine” » (Gianni Vattimo, 2000: 26), transforma la publicidad en el espectáculo por excelencia; una «sociedad caótica» (Vattimo) en la que se procesa el paso de un monoteismo cultural-ideológico nacionalcatólico a un monoteismo capitalista de mercado, es decir, un monoteismo que « tiene un rostro permanentemente cambiante y [que] por sus múltiples ofertas 526 Según lo que dice Gervasio, botones de la compañía de seguros, La Confianza, S.A., de la que José Rebolledo es uno de los ejecutivos, en José Luis Garci, Las verdes praderas, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1979. 320 aparenta dar mayor libertad (cuando ésta es una libertad dentro de los márgenes del mercado) » (Pedro Pérez del Solar, en Eduardo Subirats, eds., 2002: 47-48), sirve a Garci para llevar a cabo un ataque contra el neocapitalismo. Esto es, un ataque contra esa “nueva” forma de economía de mercado que, al mantener determinadas formas ideológicas y al imponer determinadas relaciones (sociales y económicas) hegemónicas, participa en la construcción y/o (re)ubicación del individuo democrático (español) atrapándolo dentro de las lógicas de la sociedad de consumo y del mercado ese « luogo di circolazione di oggetti che hanno demitizzato il riferimento al valore d’uso e sono puri valori di scambio: non necessariamente solo di scambio monetario, ma di scambio simbolico, sono status symbols, tessere di riconoscimento di gruppi » (Gianni Vattimo, 2000: 96). Un individuo que, prisionero y artífice de la riqueza de una sociedad en que « le mode de production capitaliste [qui règne] s’annonce comme une “immense accumulation de marchandises”» (Karl Marx, 2006: 41), acabará poseído por lo que posee; acabará poseído por las mercancías, «[ces] êtres indépendants, doués de corps particuliers, en communication [fantastique et fantasmagorique] avec les hommes et entre eux » (Id. 69). Es decir, acabará metamorfoseado, fantástica y fantasmagóricamente, en una mercancía más. Y es más: una mercancía que, al perder su “metafísico” valeur d’usage a favor de un “alienado” valeur d’échange, quedará reducida a sublimé identique527. La música clásica de Beethoven, producto de aquella Modernidad Ilustrada que fraguó, hegemónica e ideológicamente, el discurso musical de Occidente en términos metafísicos y fonologocéntricos; dispositivo discursivo-estético articulado por las nociones kantianas de Ideas estéticas y de Genio (creador) que, desde el pentagrama, remató la dialéctica transcendental idealista hegeliana, la episteme moderna y sus fundamentos transcendentales (los Gründe: Historia, Progreso, Sujeto y Verdad), sirve a Garci para llevar a cabo un ataque contra esa “nueva” democracia liberal-burguesa protagonista y artífice del consenso/compromiso político de la transición. Frente a la música rock, ese dispositivo discursivo musical-cultural crítico y polémico que, recuperando la fisicidad y la materialidad del sonido, se nos presenta como una forma de resistencia a la cultura hegemónica y como vector revolucionario para la conquista de nuevos espacios 527 « Comme valeurs d’usage, les marchandises sont avant tout de qualité différente ; comme valeurs d’échange, elles ne peuvent être que de différente quantité. La valeur d’usage des marchandises une fois mise de côté, il ne leur reste plus qu’une qualité, celle d’être des produits du travail. (…) Métamorphosé en sublimés identiques, échantillons du même travail indistinct, tous ces objets ne manifestent plus qu’une chose : (…) c’est seulement dans leur échange que les produits du travail acquièrent comme valeurs une existence sociale identique et uniforme, distincte de leur existence matérielle et multiforme comme objets d’utilité », (Karl Marx, 2006 : 43 y 70.) 321 políticos, sociales y culturales, la música ilustrada, afirmativa, fonologocéntrica de Beethoven, en tanto que “forma burguesa de representación” y lugar de una experiencia estética metafísica, ateorética y apráctica, se nos presenta, de hecho, como una formación discursiva, producto de una modernidad burguesa, que no hace sino confirmar y corroborar, a través de la visión528, el sistema establecido y sus valores (hegemónicos) morales, sociales y culturales. Es decir, Garci se sirve de esta formación discursiva hegemónica para denunciar musicalmente, desde la pantalla fílimica, el protagonismo ideológico (y, por lo tanto, económico y financiero) de la burguesía franquista en la vertebración “democrática” de España. Aquella burguesía, caricaturescamente representada en la película de Garci por la familia de Conchi (nos referimos, esencialmente, a la madre Marita y a Alberto, el futuro cuñado de José), Ricardo y Don Enrique que, decadentemente, protagoniza la descomposición de la moral tradicional (franquista) dominante y testimonia el intento de aggiornamento a los nuevos tiempos para conservar y seguir gozando de los mismos privilegios (políticos, económicos y financieros) del franquismo. Recurriendo, por un lado, a una dimensión paródica, casi caricaturesca, que a través de las risas decontruye los valores de la clase dominante y los elementos recalcitrantes de la sociedad española franquista, y que, a través de la distancia crítica, enfatiza los “efectos de realidad”; gastando, por el otro, una dimensión fassbinderiana para denunciar la aniquilación del individuo (español contemporáneo) por los convencionalismos sociales y económicos de una democracia, al fin y al cabo, tan sólo greimasiana, Garci reflexiona críticamente sobre la situación de un país, España, en el que « el Desarrollismo ha llenado de coches y electrodomésticos [sus] calles y [sus hogares], pero [en que] la mentalidad de la gente sigue pautas de comportamiento ligadas al modelo autoritario del franquismo; [en que] la represión, la hipocresía, las apariencias y el machismo recalcitrante siguen imperando y humillando a los seres diferentes y sensibles» (Hernández Ruiz, Pérez Rubio, 2004: 195). El mensaje de esta película, que al demolir y al desmitificar paródicamente los valores de la clase dominante supera el mero relato social y costumbrista, es tan claro como sencillo: España requiere cambiar más allá de sus estructuras sociopolíticas; en España lo que realmente se necesita es un cambio de mentalidad. 528 Entendemos aquí por visión lo ideal, lo intelectual, la idea del sonido sin la mediación del oído en cuanto órgano, lo interior, el lugar de la verdad y el medio privilegiado que permite la diferenciación y el control de la fuente de la experiencia (estética). 322 Un mensaje que cobra cuerpo, a lo largo de la película, a través de las aventuras y desaventuras de José Rebolledo, anti-héroe en un mundo que, a la par que la Orbajosa529 galdosiana, vive de falsas apariencias y de hipocresías; ser diferente y sensible que, en un mundo poblado por unas “Doñas Perfectas” que se empecinan a vivir de espaldas al mundo real y prefieren seguir ancladas en los privilegios y en “los valores” de la Victoria de un pasado dictarorial franquista, es incapaz de ser lo que realmente no es y es incapaz de sentir lo que verdaderamente no siente. Garci se sirve del personaje de José Rebolledo, doble paródico y cinematográfico del progresista y liberal Pepe Rey galdosiano, para denunciar el (falso) orden burgués, articulado, en realidad, por una hipócrita moral tradicional y unas relaciones de dominio entre las clases sociales. Y, sobre todo, se sirve de José Rebolledo para poner de manifiesto los mecanismos opresivos de ese bloque de poder530 que sigue teniendo las riendas económicas, financieras, políticas y sociales de un país legal y jurídicamente democrático (La Constitución de 1978) pero real y espectralmente dominado por las élites políticas, económicas y sociales del franquismo. Magistralmente interpretado por un Alfredo Landa531que, ya rescatado de su pasado cinematográfico por Juan Antonio Bardem en su novedosa (y rojeras) road movie, El puente (1976), se desencasilla definitivamente de aquel cine comercial y de subgénero que el franquismo de la década de los sesenta bautizó, despectivamente, como Landismo532, José se nos presenta, desde el principio de la película, como el perfecto y acabado producto de la sociedad franquista: una sociedad que tan sólo preparaba, ideológica y hegemónicamente, a sus miembros (sujetos nacionales) a representar papeles sociales en vez de enseñarles a desarrollar su individualidad. 529 Ese ambiente de falsas apariencias y esa sociedad (ficticia) basada sobre la hipocresía en que Benito Pérez Galdós ambienta su primera novela social, Doña Perfecta, terminada en abril de 1876 y publicada por entregas en La Revista de España. Doña Perfecta es una novela que, en el trasfondo histórico-político de la Segunda Guerra Carlista (1873) y de la restauración borbónica de Alfonso XII (1875), denuncia la intolerancia y la hipocresía de una España borbónica que, neutral y aislada del contexto de la política internacional europea, vive el desfase entre la legalidad (la Constitución de 1876 y sus desarrollos legislativos) y la realidad (la oligarquía y el caciquismo). 530 Epígono del pensamento filosófico y político gramsciano; herdero de sus conceptos de “Hegemonía” y de “Bloque histórico en el poder” y partidario de una conceptualización teórica del trabajo histórico, el historiador contemporáneo Manuel Tuñón de Lara define bloque de poder aquella « alianza [articulada por una hegemonía ideológica] entre las clases tradicionales (aristocracia) y otras que ascienden en el poderío económico (burguesía) », (Manuel Tuñon de Lara, 1976: 156). 531 « Las críticas más cáusticas llovieron sobre el actor sobre todo durante la transición política cuando ese cine se reveló una remora, casi vergonzosa, para un país que trataba de desprenderse de su pasado », Isabel Lafont, «Haber creado el “Landismo” es algo que llevo como bandera», en El País, Madrid, 1 de abril de 2008. 532 Para Alfredo Landa, sin embargo, « aquellas películas [entre otras, No desearás al vecino del quinto (Ramón Fernández, 1970); París bien vale una moza (Pedro Lazaga, 1972); Manolo o la nuit (Mariano Ozores, 1973), etc.] tienen mucho de retrato social de una época, la del Desarrollismo y de los primeros setenta, la que vio el nacimiento de una clase media que, una vez conseguidos el seicientos y el frigorífico, se dio cuenta de que aún tenía pendiente otra conquista de la modernidad: la sexual », (Id.) 323 Aquella individualidad, por el contrario, plasmada, homologada, homogeneizada, y por lo tanto, manipulada en nombre del « mito rígidamente unitario de una España monolíticamente nacional y de una España monolíticamente católica » (José Luis Aranguren, 1979: 30) por una dictadura que transformó la temporalidad histórica del Estado Español en una eterna cruzada nacional-católica. Licenciado en Económicas y algo cargo ejecutivo de una compañía de seguros en aquella España de 1979 que, aparentemente, ha cambiado, que ya no es la misma, José es un Self-made man. Gracias a su talento espontáneo, intuitivo, del hombre del pueblo y a « esa vena popular, [a] ese contacto con la gente de la calle que le da su origen »533, José logra romper las barreras sociales y económicas en una sociedad dominada por unas relaciones de poder entre las diferentes clases sociales. Y lo logra, primero, conquistando el amor de una mujer (Conchi) de clase superior, aquella clase burguesa y militar tradicionalista que fue el humus y el principal apoyo social, ideológico y fáctico que recibió, hasta el final, el franquismo. Segundo, a través de su ascenso laboral, y por lo tanto social y económico, en una sociedad que se descubre post-industrial, sin nunca haber haber sido industrial; una sociedad alimentada por las nociones de performance y eficiencia, estrucurada alrededor de las semióticas del mercado y del capital, y en la que los discursos políticos, los agentes políticos y sociales (de la transición) adquieren existencia a través de performances mediáticas y mediatizadas. Es decir, una sociedad en la que, tras el desmoronamiento de las utopías de izquierda y a raíz de una construcción muy greimasiana de la democracia, se registra el paso de una militancia política a una militancia económica y la transformación de los ideales políticos en mercancías. Hasta el paseo en el Pinar, en la vida de José, todo parece perfecto y maravilloso: los sueños conforme a los cuales ha moldeado toda su vida, metáfora de los sueños de una generación de españoles ilusionados por el Desarrollismo de los sesenta y luego defraudados por el consenso/compromiso político de la transición, parecen haberse cumplido. A lo largo de sus cuarenta y dos años José Rebolledo parece haber conseguido todo aquello que había alimentado su juventud, una juventud sin bicicletas pero repleta de esperanzas de futuro: ser ejecutivo de una empresa; casarse con una mujer muy guapa; tener dos hijos preciosos; tener un coche; tener un chalet en la Sierra, en fin, tener todo lo que se suponía dar la felicidad. La felicidad, ese destino que, para José, siempre estuvo a punto de llegar, pero que, veraderamente, nunca llegó porque en el momento en que llega, José, se da cuenta de que se ha equivocado,¡coño!; 533 Según Ricardo, colega y “amigo” de José, en José Luis Garci, Las verdes praderas, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1979. 324 de que de tanto desearlo no le gusta; de que lo único que ha hecho a su gusto ha sido casare con su mujer534. A los cuarenta y dos años, de repente, tras un fin de semana en la Sierra en el que se da cuenta de que es imposible escaparse del destino (de clase social); en el que se da cuenta de haber pasado toda una vida con «gente de clase, gente de clases pasivas, que no dan clavo por la vida, que todo lo arreglan con ser altos y guapos»535, José, a través de una crítica toma de conciencia de clase, ataca a la “nueva” burguesía liberal de la que, malgré tout, forma parte. Y lo hace atacando sus valores, sus rituales, sus privilegios y denunciando los usos y los abusos de un poder económico, el Capitalismo, que para funcionar y subsistir obliga, por un lado, al hombre a olvidarse de sí mismo, a renunciar a sí mismo en tanto que individuo, y le reduce, por el otro, a una indistinta e impersonal (y, por lo tanto, alienada) force de travail536. Es en la soledad de un Pinar al atardecer cuando José, desilusionadamente, se da cuenta de que “las verdes praderas” tan añoradas de niño son, en realidad, « una horrible bestia que en él clavaba sus feroces uñas y le bebía la sangre » (Benito Pérez Galdós, 1995: 146). En la misma espiral de olvidos, renuncias y alienación queda atrapada Conchi, hija de un militar chusquero del franquismo, mujer, madre, esposa y ama de casa confinada en la casa, la de Madrid y la del chalet (hasta el paseo en el Pinar), y estereotipo de una femenidad, malgré tout, aún, hegemónica e ideológicamente, tradicional y burguesa. Tras una vida pasada de Madrid al chalet y del chalet a Madrid, una vida dedicada enteramente a los niños, Conchi se da cuenta de que le «sobra el coche, el chalet, el fregaplatos, la cortadora»537. Es decir, tras una vida confinada en un espacio (la casa) hegemónico de construcción y expresión ontológico-identitaria en que, en tanto que “hija de Franco” sujeta a la ley simbólica del “padre”, sus únicos modelos estables de identificación eran el matrimonio, la familia, la maternidad, y su única (y excluyente) función era la de ser reproductora (silente) de sujetos nacionales, Conchi se da cuenta de haber vivido, una vida entera, para la casa, para la familia, para los niños, olvidándose de sí misma, renunciando a si misma como individuo y como mujer. 534 José Rebolledo, Id. José, en José Luis Garci, Las verdes praderas, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1979. 536 Para Karl Marx, « La force de travail de la société toute entière, laquelle se manifeste dans l’ensemble des valeurs, ne compte par conséquent que comme force unique, bien qu’elle se compose de forces individuelles innombrables. Chaque force de travail individuelle est égale à toute autre, en tant qu’elle possède le caractère d’une force sociale moyenne et fonctionne comme telle, c'est-à-dire, n’emploi dans la production d’une marchandise que le temps de travail nécessaire en moyenne ou le temps de travail nécessaire socialement », (Karl Marx, 2006 : 43). 537 José Luis Garci, Las verdes praderas, Madrid, José Luis Tafur, P.C., 1979. 535 325 En el momento en que, por lo tanto, la ley simbólica del “padre” espectralmente desaparece y con ella tambalea todo aquel arsenal de valores tradicionales que habían sido el escudo de un Estado que, militarmente, a lo largo de cuarenta años había impuesto, hegemónicamente, un «catolicismo de cruzada permanente» (José Luis Aranguren, 1979: 31), Conchi se rebela a su (genérica) condición de instancia social y/o familiar. Desde sus respectivos puntos de vista y diferenciadas (genéricamente) experiencias vivenciales, ambos, José y Conchi, por lo tanto, lo que hacen es, emanciparse de aquella representación ontológico-identitaria que, hasta entonces, había subyugados sus existencias acomodándolas, hegemónicamente, a la ley de « un padre dominante y tiránico que silencia a sus hijos y les niega el derecho a ser » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 149). Una emancipación, a la que corre pareja la eclosión del Otro, de la alteridad, de la diferencia, que José y Conchi llevan a cabo, en primer lugar, cuestionando, abiertamente, aquellos valores (morales, sociales, ontológicos y genéricos) que, hasta entonces, habían fraguado y seguían fraguando, manteniéndolo y fortaleciéndolo hegemónicamente, el sistema tradicional (hegemónico) establecido. Y, en segundo lugar, lanzando una acérrima crítica a una sociedad que, en aras de un capitalismo tardío, rinde culto a los objetos de consumo, a las mercancías como culminación y télos emancipador de toda actividad y vida humana. Es decir, ambos se emancipan denunciando aquellas relaciones de poder (económico, social y financiero) que alimentan, desde dentro, la sociedad del bienestar, ese espacio socioeconómico estructural y artificialmente insatisfecho, donde el consumo es movido más por ilusiones que por realidades y donde los modos de producción538 son los que determinan la vida de los individuos y los que plasman, hegemónicamente, su modus vivendi porque, en términos marxistas, « los seres humanos tienen historia porque tienen que producir su vida » (Karl Marx y Friedrich Engels, 2005: 59). 538 « Se puede diferenciar a los seres humanos de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Ellos mismos empiezan a diferenciarse de los animales en cuanto comienzan a producir sus subsistencias, un paso que obedece a su organización corporal. Al producir sus subsistencias, los seres humanos producen indirectamente su vida material misma. (...) Este modo de producción no hay que considerarlo sólo en el sentido de que es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es más bien ya un determinado modo de actividad de estos individuos, un determinado modo de exteriorizar su vida, un determinado modo de vivir. (...) Los que son coincide, por consiguiente, con su producción, no sólo con lo que producen, sino también con cómo producen. Lo que los individuos son depende, por lo tanto, de las condiciones materiales de su producción. Este producción acontece sólo con la multiplicación de la población. Ella misma presupone, de nuevo, relaciones de los individuos entre sí. La forma de estas relaciones está condicionada, de nuevo, por la producción. (...) Los seres humanos reales, activos (...) están condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y de las relaciones que les corresponden », (Karl Marx y Friedrich Engels, 2005: 36-37 y 49). 326 En el momento en el que las ilusiones ceden el paso a la realidad; en el momento en el que la (aparente) felicidad (material) cede el paso a la frustración (ontológico-existencial); en el momento en el que José y Conchi toman conciencia de que su emancipación (económico-social) los ha llevado a una aliencación ontológica y vivencial, deciden revolucionar lo existente. Es decir, deciden abolir, destruir, aquello que, simbólicamente, representa la sociedad civil539, esa sociedad burguesa alimentada por las fuerzas de producción y las relaciones (hegemónicas) de producción entre los individuos de la cual brota la sociedad de consumo (una sociedad basada en el capital540) : la propriedad privada. « Expresión última y más perfeccionada de la producción y apropriación de los productos, la cual se base en los antagonismos de clase, en la explotación de los unos [la mayoría] por los otros [la minoría] » (Karl Marx, Friedrich Engels, 1998: 57) y producto de las relaciones burguesas de producción y propriedad, la propriedad privada (burguesa moderna), de hecho, ya no es, para Marx, « el fundamento de toda libertad, actividad e independencia personales » (Id. 57), sino, por el contrario, el primer eslabón de la cadena de explotación/alienación a la que viene atado el individuo (activo, dependiente e impersonal) dentro de un sistema económico capitalista en el que el capital es « la propriedad que explota al trabajo asalariado, que sólo puede multiplicarse con la condición de engendrar nuevo trabajo asalariado, para a su vez explotarlo de nuevo » (Id. 57). Será Conchi, metonimia de aquella España que en 1979 ya no es la misma, que ya ha cambiado, que ya es diferente, quien, tras un fin de semana alienante en el chalet de Monte Parque, se hará cargo de revolucionar lo existente quemando aquel chalet comprado, en su entonces, no ya para alargar su vida, sino para vivir más. 539 « Las relaciones de producción condicionadas por las fuerzas de producción existentes en todas las fases históricas y que, por otro lado, las condicionan, son la sociedad civil (...). La sociedad civil abarca todas las relaciones materiales de los individuos en un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas. (...) El término sociedad civil surgió en el siglo XVIII, cuando las relaciones de propriedad ya se habían emancipado de la comunidad antigua y medieval. La sociedad civil como tal se desarrolla sólo con la burguesía », (Id. 74-75). 540 « La circulation des marchandises est le point de départ du capital. Il n’apparaît que là où la production marchande et le commerce ont déjà atteint un certain degré de développement. (…) Si nous faisons abstraction de l’échange des valeurs d’usage, c'est-à-dire du côté matériel de la circulation des marchandises, pour ne considérer que les formes économiques qu’elle engendre, nous trouvons pour dernier résultat l’argent. Ce produit final de la circulation est la première forme d’apparition du capital. (…) Aujourd’hui comme jadis chaque capital nouveau entre en scène, c'est-àdire sur le marché, marché des produits, marché du travail, marché des spéciaux doit se transformer en capital. L’argent en tant qu’argent et l’argent en tant que capital ne se distinguent de prime abord que par leurs différentes formes de circulation. La forme immédiate de la circulation des marchandises est M – A – M, transformation de la marchandise en argent et retransformation de l’argent en marchandise, vendre pour acheter. Mais à côté de cette forme nous en trouvons une autre, tout à fait distincte, la forme A – M – A (argent, marchandise, argent) transformation de l’argent en marchandise et retransformation de la marchandise en argent, acheter pour vendre. Tout argent qui dans son mouvement décrit ce dernier cercle, se transforme en capital, devient capital et est déjà par destination capital. (…) A – M – A est donc réellement la formule générale du capital, tel qu’il se montre dans la circulation », (Karl Marx, 2006 : 115 y 121). 327 La quema del chalet en la Sierra de Madrid, acompañada extradiegética y polémicamente por la música de Beethoven541, pese a no simbolizar, metafóricamente, el ideal marxista de una humanidad absolutamente “sin propriedad”, sirve a José y Conchi, en primer lugar, para rebelarse contra los formalismos y convencionalismos de la “nueva” burguesía liberal a la que pertenecen. Y, en segundo lugar, le sirve para romper con un escenario social-vivencial de comodidad y aburguesamiento y, a la vez, para romper con un pasado modernamente dictatorial y un presente espectralmente franquista. Esta ruptura con aquel pasado que, a lo largo de casi cuarenta años había convertido el tiempo (del Estado Español y de los españoles) en historia nacional(católica) transformándolo, ideológica y hegemónicamente, en la heroica y gloriosa epopeya del Caduillo de España, corre pareja a la ruptura con « la estampa moderna de la historia » (José Luis Pardo, 2007: 33 y ss). Es decir, corre pareja a la ruptura con aquella temporalidad histórica moderna (ilustrada) que, alimentada por una dinámica económica en la que el “valor de cambio” es siempre valor de futuro, « reduce todas las cosas a la condición de medios al servicio del fin que el tiempo persigue [y] también hace de los hombres (y de sus acciones) simples instrumentos para el logro de tal propósito» (Id. 42). Emancipados de la representación ontológico-identitaria franquista; desvinculados, en un momento en que ya no hay futuro y en que se procesa el Final de la Historia, del avance acumulativo (que postula, hegemónicamente, el futuro como valor absoluto) y de la dimensión teleológica de la temporalidad histórica moderna, José y Conchi deciden así sustraerse, quemando el chalet y lo que representa, a la Historia en tanto que «despliegue de un proceso de racionalidad creciente» (Susana Díaz, Andrea Goin, eds., 2008: 24) y al heideggeriano olvido del ser, esto es, a su objetivización. 541 En este contexto, el empleo de la música de Beethoven sirve a Garci a un doble fin. En primer lugar, en tanto que sinécdoque de aquella burguesía franquista que, ideológica y financiariamente, protagonizó el proceso transicional, le sirve para atacar, destruyéndolos, “quemándolos”, sus valores y sus rituales. En segundo lugar, le sirve para denunciar la mercantilización de las obras de arte en la actual sociedad de consumo, una sociedad en la que las obras de arte « se han convertido en algo así como objetos de decoración doméstica listos para ser consumidos uno tras otro », (Th. W. Adorno, “Filosofía de la nueva música”, 2004: 19, en José Luis Pardo, 2007: 59). 328 4.6. Ópera prima, Fernando Trueba (1980) « La escena de posdictadura no coloca al 'campo intelectual de izquierda' sino ante una crisis de recomposición violentemente desgarrada y disuelta. Tal crisis es justamente lo que sobrevive de la imposibilidad de duelo, de un golpe que, a través del trauma, removió todos los espejos en los que un cierto campo podía recomponerse. Los desaparecidos no son los muertos, sino los privados de muerte »542. (Federico Galende) Heredera directa, aunque más refinada, de Tigres de papel543 (F. Colomo, 1977) y película paradigmática de ese espontáneo cine madrileño de bajo presupuesto y tintes costumbristas de finales de los setenta, la “ópera prima” de Fernando Trueba nos sitúa, desde las primeras imágenes en movimiento, en la realidad urbana y metropolitana de un Madrid postfranquista pero todavía predemocrático: ese Madrid testigo y cómplice del desencantamiento (ilustrado) del mundo en el que se procesa el tránsito del desmoronamiento de la ilusión colectiva (el de las utopías de izquierda) al Individualismo Pasota. Tenemos acceso a esta realidad de intranscendencia anómica donde la lógica desparticipativa del individuo se sustituye, ya para siempre, a la totalización y la trascendencia de la(s) ideología(s) de los fines, a través del caos/malestar existencial de Matías: joven intelectual de izquierdas sentimental e ideológicamente desencantado, social y profesionalmente fracasado, alienado. 542 Federico Galende, “La izquierda entre el duelo, la melancolía y el trauma”, Revista de crítica cultural n. 17, noviembre de 1988: 42-47, (Federico Galende en Cristina Moreiras Menor, 2002: 160). 543 Arquetipo de un cine costumbrista en el que se reflexiona sobre las inquietudes cotidianas de una generación de españoles, los treintañeros, a la hora de protagonizar el “cambio” transicional. 329 Personaje “vacío”, vaciado por las ilusiones de la democracia; personaje fisural, en tránsito entre un antes que acaba (y con él, la hegemónica dialéctica franquista/antifranquista) retornando traumáticamente y un después que, falto de pretensiones trascendentales tanto políticas como ideológicas, nunca empezará, Matías representa, en una película voluntariamente minimalista donde «los efectos especiales son las palabras porque en ella no hay más que una chica, dos amigos, una pared y los diálogos»544, al nuevo individuo “democrático”. Un individuo que, escindido entre un futuro que ya no existe y un pasado que nostálgicamente añora (y neurasténicamente retorna), aburridamente se pierde en un mundo en el que ya no quedan utopías por las que luchar; un mundo donde el passage à l’acte queda sustituido por la apatía, el nihilismo, el pasotismo; un mundo donde, en términos nietzscheanos, el “conocimiento trágico” del hombre (el conocimiento de que la historia carece por completo de sentido y de justificación) y la “enfermedad de la Historia” se curan a través de la supresión del futuro. En un mundo ya sin futuro en el cual la narcótica y única ficción verosímil (la de la “realidad”, del “mundo verdadero”, del “mundo real” y de la “historia universal”) pierde de sentido, y con ella la promesa de un final, consolador y emancipador, feliz y justo, y « en donde hay un antes que ningún después podrá justificar o indemnizar, del cual jamás podremos librarnos y que volverá eternamente» (José Luis Pardo, 2007: 341), Matías, prisionero de un pasado que eternamente retorna y que ningún futuro podrá jamás borrar, tiene que, siguiendo la lección del Zaratustra nietzscheano, aprender a llorarlo y también a reírlo. Serán precisamente los llantos (su verborrea retórica y tautológica), desahogo de un desencanto ya sin reparación ni perspectivas de “redención” final, y las risas (su cínica ironía), último refugio “recreativo” contra los disparates y «los destrozos que la estela de la Historia va acumulando a sus pies» (Walter Benjamin, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 125), los que permitirán a Matías emprender un camino de construcción y (re)afirmación identitaria, un camino que pasará por el amor, el único estímulo para alcanzar la realización, una realización no ya colectiva sino forzosa y solamente individual. A través del personaje de Matías, individuo nostálgico, melancólico, atrapado en un pasado (el de los años sesenta, cuando para los jóvenes “hijos de Franco” la esperanza de futuro, de un futuro mejor y de un futuro diferente, alimentada por aquel juglar que arrebató la corona de la música popular al Rey del Rock, Elvis Presley545, aún era posible) eternamente hecho presente; y a través 544 Entrevista a Fernando Trueba, en Fernando Trueba, Ópera prima, Madrid, “Un país de cine”, El País, 2003. Recurrimos a la paráfrasis que José Luis Pardo hace de una parte de la tercera estrofa de la canción de Don McLean, American Pie, poema musical lleno de referencias y metáforas relacionadas con el mundo del rock’n’roll, y de guiños y alusiones al mundo de la cultura (estadounidense) de los años sesenta, para referirnos a Bob Dylan y a aquella canción que en, 1964, embargó a toda una generación: The times they are a-changin’, (en José Luis Pardo, 2007: 31). 545 330 de una estructura narrativa que reproduce los afectos de aburrimiento y de apatía de un individuo que se deja ir a la deriva (afectos que desaparecen en el momento en que encuentra un lugar donde detener su deriva existencial: la buhardilla de Violeta) y cuyo ritmo lento abre nuevos espacios a la crítica y a la reflexión, Trueba, por lo tanto, cínica e irónicamente, no hace sino estetizar (convertir en ficción) y textualizar aquellos llantos, aquellas risas. Y lo hace mediante una representación (espectáculo) placentera, testimonial y sentimental, de la España postfranquista, de una juventud a la deriva (los pasotas) que no ha ido y que no va a ninguna parte y de aquellas capas sociales «no definidas socialmente, no integradas al mundo del trabajo, [no integradas] a esta nueva España en formación, a esta historia en transición» (Gérard Imbert, 1990: 93). Una representación placentera y “recreativa” que, transformando el presente ontológica y socialmente anómico de un individuo flotante (entre la inexistencia y la construcción) en placer de y para los espectadores, suspende la realidad abriéndose al juego y al romance. El título y las primeras imágenes546 en movimiento de una película que voluntariamente se deshace de todo referente político y que irónicamente, evacuando la Historia como referente (extra)textual547, representa la cotidianidad, “la vida sin los ratos aburridos”, son las que, lúdicamente, nos hacen entrar en el universo existencial de Matías. Un universo anómico cuyo pulso implícito, amétrico, respecto al compás del tiempo oficial convertido en ¿democracia?, queda escandido por unos ritmos verbales y sexuales off-beat. En primer lugar, los ritmos verbales, ecos retóricos de la nostalgia de la lucha ideológica de los años sesenta cuando el futuro era, aún, un valor absoluto en sí y para sí, resultan ser off beat en la España pre-democrática de los últimos setenta en la que el discurso constituido548 (el discurso político) del consenso transicional se fragua en torno a la necesidad de olvido de la hegemonía histórica y política del franquismo y, paralelamente, al rechazo del antifranquismo como postura ideológica. 546 El ingenuoso y divertido juego de palabras del título (calambur que remite tanto a la “ópera prima” de Fernando Trueba como al encuentro entre Matías y su prima Violeta en la estación de metro de Madrid “Ópera”) y el primer encuentro (lúdico) entre Matías y Violeta son los elementos diegéticos que suspenden la realidad en una película que representa “recreativamente” «el escape de los personajes de la pesadez cotidiana, del aburrimiento de la realidad a un mundo de romances, interpretación de papeles e imaginación», (John Hopewell, 1989: 423). 547 En Ópera prima « La relación con la historia se acerca cada vez más al presente hasta diluirse, es decir, hasta anular la historia como referente, e incluso, como objeto, como si por fin estuviese asumida (...) o evacuada », (Gérard Imbert,1990: 20). 548 Único discurso (hegemónico) de la transición que queda articulado « por una parte, [por] el olvido – ¿negación? – del pasado, que se designa como reconciliación, y por otra, [por] el arrumbamiento – ¿por impotencia? – de los propios objetivos, a lo que se denomina consenso », (José Vidal-Beneyto, “Diario de una ocasión perdida”, p. 106, en Gérard Imbert, 1990: 28). 331 De acuerdo con Gérard Imbert pensamos que la verborrea retórica y tautológica de Matías, en realidad: « oculta una carencia de las instancias de enunciación, como si el “desgaste” en el orden del significante (la panoplia verbal de historias, de citas con que se rodea Matías) escondiese una carencia en el orden del significado (personaje incapaz de “expresar” la ternura, de econtrarles significantes, de darle una forma ...). [Con lo cual], su discurso es flotante, funciona sobre los restos de otros discursos, no actuales; funciona en relación a un antes, a una herencia, la de los años sesenta » (Gérard Imbert, 1990: 104). El de Matías es, por lo tanto, un discurso flotante off beat con respecto al discurso constituido oficial que, al ser sus referentes semánticos e ideológicos los del código cultural (retro) de los años sesenta, renuncia a la significación y queda reducido a un sinfín de palabras vacías, sin forma ni significado549. En una película, pues, “no-significante”, de personajes y de diálogos en la que, al renunciar a los conceptos, son las palabras las que se tornan en elementos fundamentales de cada escena, casi en el motor del que parte todo, la narración misma resulta ser el lugar del trauma550 de un individuo escindido, esquizofrénico, que sufre el presente y añora nostálgicamente el pasado, y que, en la ausencia de planteamientos políticos e ideológicos, de motivaciones profesionales, humanas y afectivas, se opone a aceptar una realidad que ya no experimenta como la suya. En segundo lugar, los ritmos sexuales, desfasados y al margen del código masculino dominante, resultan ser off beat con respecto al código machista tradicional, ese código del que, sin embargo, Trueba, con ternura e ironía, se mofa a través del personaje de León, el amigo de Matías, quien desde que dejó el rollo intelectual folla mucho más551. Separado, fracasado sentimental y sexualmente, Matías intenta, de hecho, en la historia de amor (incestuosa) con su prima Violeta, remediar a sus inquietudes sexuales y emocionales, a través del lenguaje y de las palabras, convencido de que la conquista amorosa pase aún, fiel al código de los años sesenta, por la seducción lingüística552. 549 Con razón Francisco Umbral, a la hora de hablar de Ópera prima, afirma que fue « una película que había logrado dar cuenta de lo insignificante, contar la nada », (Francisco Umbral, en Gérard Imbert, 1990: 99). 550 Ese « trauma contemporáneo, actual, [colectivo y común a la generación de los treintañeros dentro del contexto histórico y político de la transición] que se manifiesta tanto desde lo real (los residuos) como desde lo simbólico (lo discursivo) en el propio hacerse de la narración, y cuya localización es siempre y permanentemente dislocada, desplazada en el presente », ( Cristina Moreiras Menor, 2002: 126). 551 Fernando Trueba, Ópera prima, Madrid, La Salamandra P.C.S.A. (Madrid), Les films Molière S.A.R.L. (París), 1980. 552 Sea prueba de que, para Matías, es el diálogo el que hace y deshace, construye y deconstruye la seducción, la primera conversación entre Matías y León tras el encuentro mágico con Violeta: León: « ¿Qué vas a hacer? », Matías: «¡Elemental! Llamarla, quedar con ella, una cenita, unas palabritas ... », León: « ¡Ah, no, no! ¡Palabritas las menos que te conozco, eh! », Id. 332 La verbosidad excesiva de Matías, seductor a través del lenguaje hasta cuando no fracasa en el acto (eiaculatio precox), queda, sin embargo, contenida por la iniciativa sexual de Violeta, mujer activa, independiente y emancipada socialmente, sexualmente desinhibida, quien, pragmáticamente, pone fin a la seducción de Matías, una seducción que es, por lo tanto, exclusiva y excesivamente verbal. En el intento, pues, de ofrecer un modelo masculino diferente, off beat, con respecto al tradicionalmente establecido por el código machista dominante, Matías fracasa (sexualmente). El fracaso en el acto sexual de Matías, metafórico de la paralización del deseo sobrevenida por el fracaso del proyecto utópico de izquierda en una película que, evacuado ya todo referente histórico (extra)textual, tan sólo registra la búsqueda de un placer (forzosamente) individual, desempeña, a nuestro modo de ver, una doble función. En primer lugar, su fracaso sexual testimonia y confirma la imposibilidad de ofrecer un modelo masculino de seducción (y, por lo tanto, de control, de poder y de dominación) diferente del tradicional y hegemónicamente establecido a la vez que pone en cuestión la masculinidad: una masculinidad en crisis y en búsqueda de sí misma en un universo (masculino) permanentemente en conflicto consigo mismo, amenazado/desafiado por la irrupción del Otro (de una Alteridad genérica) y en el que los equilibrios profesionales, sentimentales, emocionales y sexuales ya no son los de antes. A este respecto, Gérard Imbert, analizando el fracaso sexual de Matías, afirma que es: « como si el hombre, al verse privado de su rol activo, se quedase amputado de su identidad, reducido a silencio. Como si la intervención de un operador feminino confinase al hombre en la pasividad, la retirada, la inacción y hasta puede que en la impotencia » (Gérard Imbert, 1990: 109). En segundo lugar, su fracaso en el “acto” sexual, debido a una superabundancia de palabras ya sin forma ni significado, se vuelve metafórico del gran fracaso de la izquierda en el “acto” transicional. Es decir, del gran fracaso de aquella izquierda que, renunciando y liquidando las ideologías antifranquistas, no logró sustituir la estrategia de la conciliación (Ruptura Pactada) por una estrategia de ruptura. Para Matías, de hecho, símbolo de aquel cuerpo social de izquierda desencantado política e ideológicamente por la performance del discurso (político) constituido de la transición, el Verfremdung-Effekt brechtiano553 sólo puede aplicarse, sólo puede ¿funcionar? en la cama. 553 Para Walter Benjamin, « il teatro brechtiano prende un “apparato” tradizionale (il teatro) e lo trasforma attraverso l’utilizzo di tecniche derivate dai media moderni: montaggio, interruzioni, citazioni critiche di “gestualità” sociali quotidiane. Il teatro diventa un’esperienza analitica sperimentale, in cui il pubblico, distaccato dalla narrativa 333 Ya inviable como herramienta, dialéctico-materialista, de activación político-ideológica y de transformación crítica de la realidad, el empleo de la técnica de distanciamiento/extrañamiento del “teatro épico” proletario de Bertolt Brecht, vaciada de contenidos ideológicos marxistas, queda restringido, con dudosa probabilidad de acierto, al acto sexual: las palabras vacías, ya sin forma ni significado, lejos de poder ser utilizadas para transformar el mundo554, tan sólo sirven para ¿durar más? (en la cama)555. El código retro (en este caso, sexual) de Matías, una vez más, por lo tanto, no sólo resulta ser inviable, desfasado con respecto a la realidad de la sociedad española de los ochenta, sino que, también, queda cuestionado, desde fuera, por el Otro, por la mujer: Violeta. Es decir, por aquel Otro cuya existencia, hasta entonces, había sido subordinada, hegemónica e ideológicamente, a los hombres; cuya identidad había permanecido, hasta entonces, fuera de la representación. Mujer liberada de cualquier tipo de compromiso político y/o ideológico, en ruptura con todos aquellos valores morales y/o sexuales que, hasta entonces, habían encorsetado, retórica y hegemónicamente, la España franquista, Violeta representa, para Matías, el norte y la meta final de su búsqueda ontológico-existencial. A través del personaje de Violeta, por lo tanto, Trueba lo que hace es representar la doble función de aquella alteridad desesencializadamente genérica, hasta entonces, privada de voz, de identidad, de existencia y de un proyecto vital autónomo desvinculado de un universal y “normal” destino biológico. En primer lugar, lo que Violeta hace a través de su conducta es cuestionar, en la España de los ochenta, los códigos y los lenguajes residuales de la lucha ideológica de los años sesenta, haciéndose portavoz del desfase histórico entre la generación de los treinta años – la que ideológicamente se formó en la dialéctica franquista-antifranquista y la que se alienó, hegemónicamente, a lo largo de las distintas fases del nacionalcatolicismo franquista – y la (Verfremdungseffekt), non può identificarsi, è forzato a valutare, a pensare e, quindi, a partecipare », (Richard Middleton, 2007: 102). 554 Paráfrasis a la Undécima Tesis sobre Feuerbach: « Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo ». Tesis que sintetiza la ruptura teórica con el idealismo absoluto hegeliano y en la que Marx concede prioridad a la transformación del mundo, una transformación que se apoya, recuperando y transformando, el giro práctico kantiano, en la praxis (Giro práxico de Marx). 555 Véase lo que dice Matías a Violeta para justificar su fracaso sexual: « (El hablar tanto) ¡Era mi mejor método de distanciamiento! ... hasta esta noche ... Si, yo es que a Brecht sólo le hago caso en la cama. Hablar es bueno para durar», en Fernando Trueba, Ópera prima, Madrid, La Salamandra P.C.S.A. (Madrid), Les films Molière S.A.R.L. (París), 1980. 334 generación de los veinte años – la que, haciéndose durante la transición a la democracia, se desmarca, cuestionándolos, de los valores ideológicos y morales, de los códigos relacionales y de los consensuados y constituidos discursos políticos del presente “democrático” de España. En segundo lugar, lo que hace es, a través de sus sentimientos, permitir a Matías la construcción de una nueva identidad, una nueva identidad que pasa por el Otro, por la mujer, por el amor. De acuerdo con Gérard Imbert pensamos que la presencia del Otro es fundamental en el proceso de constitución de la identidad (en este caso de Matías) pues: « [le] ayuda a definirse, a situarse en relación con la alteridad (a lo que no es él); lo lleva a concebir y aceptar lo diferente (lo divergente, lo no-normalizado) sin que por ello renuncie a su propia identidad (...). Lo otro está presente en el sujeto [Matías], aunque sólo sea como figura de lo posible, como virtualidad, como posibilidad para el sujeto de evolucionar, hasta de transformarse, en una palabra, de cambiar. Además el otro es lo que permite al sujeto no estancarse, innovando, renovándose » (Gérard Imbert, 1990: 53). El centro articulador de esta historia/aventura de amor innovadora, renovadora, que marca el tránsito de lo colectivo a lo individual, de la(s) dialécticas – hegeliana y marxista – a la dialogía, del sujeto al individuo como lugar de cambio donde transitan distintas y plurales identidades, de la ideología a narrativas otras, distintas, es la buhardilla de Violeta. La buhardilla de Violeta es, por consiguiente, frente a los espacios públicos, aquellos espacios que son, por un lado, unos espacios políticos androcéntricos donde se impone, hegemónicamente, la performance del discurso constituido de la “amnistía política” y de la “reconciliación”556 y, por el otro, aquellos lugares donde Matías vive el aburrimiento individual y donde se registran todos sus fracasos laborales, intelectuales y matrimoniales, aquel locus femenino y sensual donde el calor humano permite a Matías una nueva construcción identitaria tanto sentimental como ¿intelectual?; aquel espacio privado, ya sin tiempo, ni historia, ni futuro, que le permite ser quien quiere ser y que, por fin, le permite ser feliz557. La buhardilla de Violeta, refugio sentimental en el cual Matías, frente a una realidad en cuyos códigos y “juegos de lenguaje” ya no se reconoce ni acepta como suyos, se desliza como una serpiente, y la historia de amor con Violeta, único referente de la búsqueda ontológico-existencial de Matías, son, por lo tanto, los elementos que contienen la deriva vivencial de un individuo 556 Discurso político en el que «se ha confundido una amnistía política con amnesia histórica, reconciliación con olvido», (Nicolás Sartorius y Javier Alfaya, “Memoria insumisa”, 2000: 13, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 130). 557 En el momento más romántico de una película donde nunca se dice te quiero Matías confiesa a su amigo León: «Estoy bien. Estoy feliz. La felicidad debe de ser esto. Lo sé porque cuando te acuestas con otras chicas y echas un kiki por la mañana, luego, lo primero que te apetece es salir, salir huyendo, correr y en cambio con Violeta, pues, es diferente. Me gusta dormir con ella y despertarme, verla dormir. Me quedo horas mirándola. No sé. Es una sensación extrañísima », en Fernando Trueba, Ópera prima, Madrid, La Salamandra P.C.S.A. (Madrid), Les films Molière S.A.R.L. (París), 1980. 335 flotante que tan sólo logra encontrar una cierta estabilidad a través de unos equilibrios afectivos (traumáticos) que mientras rompen con un pasado individual sentimental, política e ideológicamente desencantado, le permiten tomar conciencia de sí mismo en un presente que, ya falto de perspectivas de futuro, está abocado a la decadencia absoluta. Suspendido, ahistóricamente, entre la ausencia del dolor y la supinidad de la relación con Violeta en un mundo privado, atemporal, sentimental, donde el ensueño (de amor) viene, sin embargo, constantemente amenazado por la realidad558, Matías, además, decide recurrir a la creación literaria y la imaginación para romper, intelectual e ideológicamente, con un pasado engagé que ya no tiene sentido ni cabida en un presente en que el memoricidio « se constituye como la única posibilidad de salvación de la nueva España (ante la Guerra Civil y el franquismo) » (Juan Goytisolo, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 170). Intelectual de izquierdas que mientras rompe con una (hegemónica) identidad normativa política, ideológica y sentimental, apenas logra liberarse de los traumas, emocionales y políticos, del franquismo, Matías, de hecho, decide desmarcarse y hacer frente al vacío ideológico, al fracaso de las utopías y a la ausencia de responsabilidad(es) histórica(s) a través de la espectacularidad, esto es, escribiendo un bestseller. « Alienado en el espectáculo de la realidad, indiferente a los procesos políticos, incrédulo hacia cualquier tipo de ideología (excepto la del mercado), inhibido de su historia colectiva e inmerso exclusivamente en una aparente superficialidad y banalidad » (Cristina Moreiras Menor, 2002: 65), Matías decide, pues, combatir su tedio existencial y el aburrimiento postfascista559 en el cual se encuentra a raíz del consenso transicional escribiendo una novela negra en serie cuya única finalidad, sin embargo, parece ser ya para él, en un momento de ausencia de significado(s) y de compromiso(s), tan sólo hacerse millonario. La burla de todo lo intelectual y la denuncia de su (única y excluyente) vinculación al mercado y al capital que Trueba, en una historia de fracasos y encantos sentimentales, de desencantos políticos e ideológicos, esboza sarcásticamente, al comienzo de la película, a través del personaje de Warren 558 La irritadora presencia de Nikki, el profesor de violín de Violeta, con sus ideas hippies y el proyecto del viaje al Machu Pichu son aquellas interferencias exteriores que, constantemente, amenazan con resquebrar los equilibrios afectivos y poner fin al estado de felicidad de Matías. 559 Declara Vicente Aranda, acerca del consenso transicional: « Hemos vivido una situación de consenso y esto es lo más aburrido que le puede pasar al país. (...) Nos hemos convertido en nuestros propios censores y lo único que queremos es olvidar, callar, no decir », (en José Luis Guarner y Peter Besas, “El inquietante cine de Vicente Aranda”, p. 39, en John Hopewell, 1989: 405). 336 Belch, doble paródico del gran narrador del siglo XX de la decadencia y del nihilismo estadounidenses Charles Bukowski, queda rematada, pues, por Matías. Para ambos, en una realidad en la que se registra la decadencia absoluta de los valores y la muerte de sus ideales, la literatura, vaciada ya de contenidos ideológicos, éticos y/o morales y al no ser ya vehículo de compromisos/luchas políticas, tan sólo está al servicio de la única ideología que queda: la del mercado. Es decir, aquella ideología de las nuevas sociedades de control « en cuyo marco se privilegia no al individuo, sino al consumidor, (...) no a un espacio cerrado definidor de subjetividades y de posiciones sociales sino a los circuitos abiertos al mercado (...) [y donde] el hombre ya no está encerrado, pero está en deuda » (Gilles Deleuze, en Cristina Moreiras Menor, 2002: 175-176). Sin embargo, Matías, frente al éxito comercial del bestseller de Warren Belch Mierda seca y pese al, paródicamente cocteauiano, doble proceso de transpiración/inspiración560 narrativo, nunca logrará pasar el rubicone narrativo del capítulo seis de una novela negra cuyo personaje central, el agente retirado Johnson, parece reproducir sus andanzas vivenciales y sus desencantos existenciales561. Pero sí logrará pasar el rubicone existencial de una vida desencantada, anodina, aburrida, fortuitamente interrumpida por el romance con Violeta y mágica y lúdicamente suspendida entre el sueño de amor, la ficción y la realidad. En conclusión, podemos afirmar que la ruptura individual, personal de Matías tanto sentimental como ideológica e intelectual con un antes que ya no funciona como referente textual en un presente “democráticamente” constituido, pareja a la ruptura histórica y colectiva de aquellas víctimas del Desencanto con un presente ya sin pretensiones transcendentales (políticas e ideológicas), cobra cuerpo en una película que rompe totalmente con todo lo que cinematográficamente se había hecho hasta entonces en el marco de lo que se dio en llamar la Nueva Comedia Madrileña y que, según se mire, cierra una época y abre otra en la evolución y el desarrollo del cine español de principios de los ochenta. 560 Parodiando la máxima del genio de Jean Cocteau, escritor, poeta y cineasta francés, para Matías, desilusionadamente, pues, la creación (literaria) queda reducida a « un noventa por ciento de transpiración y un diez por ciento de inspiración », en Fernando Trueba, Ópera prima, Madrid, La Salamandra P.C.S.A. (Madrid), Les films Molière S.A.R.L. (París), 1980. 561 Desde el principio de la película, y hasta el encuentro con Violeta, Matías, de hecho, al estar « como harto de todo, [al sentirse] más o menos acabado ... [al no querer] ya seguir jugando el juego de todo eso» parece ser el doble cinematográfico del agente retirado Johnson, Id. 337 « Película de ruptura de códigos, sintomática de un periodo de crisis, de un periodo de ruptura histórica, semiótica, con un repliegue evidente en lo individual » (Gérard Imbert, 1990: 101), la “ópera prima” de Fernando Trueba, pues, además de ser el vehículo privilegiado para la creación del personaje del pasota y la exaltación de su individualismo, huyendo tanto de la esquisitez intelectual del cine (progresista) de la década de los cincuenta y de los sesenta como del cine (madrileño) históricamente nostálgico y denunciatorio de los últimos setenta de José Luis Garci, abre la vía a un cine de la cotidianidad, de la historia en lo cotidiano, de la “democracia” y de sus falsas ilusiones cuyo único fin, a falta de mensajes y/o doctrinas y perdido ya todo referente político-ideológico, es entretener. Desde Ópera prima, por consiguiente, « frente al cine de tesis y contenido, surge un cine que cuenta lo que pasa en la calle; frente al cine de análisis [surge] un cine espontáneo, el cine de toda la vida, el de contar historias » (Asier Aranzubia Cob, en VV.AA., 2001: 8). Y el propósito “recreativo” de Trueba es precisamente el de contarnos una historia (ya con hache minúscula) cotidiana e individual que arraiga en el placer. Una historia individual y cotidiana que, también, busca el placer tanto del protagonista como del espectador a través de una práctica social y cultural, el cine, que además de estructurar « las formas de ocio, [se nos ofrece como aquel lugar privilegiado desde el cual] una sociedad se ve a sí misma a través de unas representaciones o desde donde se presentan unos modelos (sociales, culturales, ideológicos) a partir de los cuales distintos sectores sociales construyen sus identidades » (Meritxell Esquirol, Josep Lluís Fecé, en VV.AA., 2001: 2). Los sectores sociales a los que Trueba, con su historia cotidiana e individual, se dirige a la vez que participa en construir y representar son aquellos aparecidos en la “democracia”. Es decir, son aquellos sectores sociales que, en búsqueda de una identidad (perdida tras la partida del Padre), obligados a ocupar un lugar social no previsto de antemano y protagonistas flotantes de una Historia ya imposible562, desde la “ópera prima” de Trueba, ven reflejados en el cine su lenguaje, sus intereses, sus posturas frente a lo social, a la familia, al sexo, al trabajo, a las instituciones. 562 Para Cristina Moreiras Menor, el olvido transicional convierte la Historia de España en una « Historia imposible y, en consecuencia, sus protagonistas se convierten en los síntomas de esa imposibilidad », (Cristina Moreiras Menor, 2002: 184). 338 5. Haight Ashbury, CBGB, King’s Road y la Plaza de Cascorro: idealismo, rebeldía y mediatización de las diferentes culturas del rock en la segunda mitad del siglo XX 5.1. 1966-1978: Del sueño hippie de Haight Ashbury al “No Future” de la “Blank Generation” « La représentation est terminée. Le public se lève. Il est temps d’enfiler son manteau et de rentrer à la maison. On se retourne : plus de manteau ni de maison ».563 (Raoul Vanegeim) 5.1.1. La Guerra de Vietnam y la eclosión del movimiento hippie La eclosión del movimiento libertario, idealista, contracultural hippie a mediados de los años sesenta (otoño de 1966), respaldado por el lema “Paz, Amor y Libertad” y vehiculado por el mundo entero a través de las sinestésicas experiencias auditivas, visuales, sensoriales de los Light Shows564 y de las experiencias psicodélicas tal como catalizadas y ampliadas artificialmente por el consumo del LSD (ácido lisérgico), en la “ciudad-estado” de Haight Ashbury (San Francisco, California) confirman la cultura popular, en general, y la música popular contemporánea, en particular, como 563 Raoul Vanegeim, “ Traité du savoir-vivre à l’usage des jeunes générations", (en Greil Marcus, 1998 : 82). En los Trip Festivals de Ken Kesey son « Bill Ham, Roger Hylliard, Ben Van Meter, Tony Martín y otros pioneros [los que] desarrollan paralelamente a los conciertos su ténica de light shows, basada en proyectar, junto a la música, unas imágenes que intentan producir una reacción complementaria en el espectador. Se atiende al show total. Las imágenes se mueven con el ritmo, marchan de forma paralela, no separada. Los light shows pronto llenan los escenarios de nuevos aparatos creados para aportar más y más estímulos: proyectores opacos, linternas mágicas, hielo frío, películas basadas en pinturas o diseños específicos para cada tema, colores (especialmente las luces ultravioletas). (...) Los conciertos se convirtieron en un acontecimiento visual, auditivo y sensorial tendente a colmar todos los sentidos », (Jordi Sierra i Fabra, 2003: 138-139). 564 339 prácticas de significación social y cultural y como dispositivos discursivos que, más allá y fuera del mundo represivo del lenguaje, producen diferentes y múltiples efectos de sentido: sentido social, sentido estético y sentido político. Es decir, confirma la música popular contemporánea no como: « un objeto aislado, envasado al vacío (no es ni un disco, ni un compacto, ni un vídeoclip, ni una música a la radio), sino [como] un proceso ilimitado que necesita explorar y renegociar con todo lo que está en su entorno, necesita de éste para su significación, interactuar con todo lo que tiene a su alrededor (...), [como] una forma discursiva [multidimensional] que nos permite modificar nuestra percepción de la realidad [y como] forma de conocimiento ». (Joan-Elies Adell, 1998: 182-183) Con esto queremos decir que para entender todo el alcance social, político, cultural y musical de un movimiento contestatario que, articulado por orgiásticos experimentos sociales, económicos, culturales, sexuales y políticos, y sinestésicas experiencias musicales y alucinógenas, apuntaba a desencorsetar el mundo de la lógica racional, imperialista y capitalista heredada de Hiroshima y a minar, desde dentro, el sistema establecido, se nos hace imprescindible reflexionar sobre cómo el entorno geopolítico y geoestratégico de Estados Unidos y sus intereses económicos, en un momento de “bipolarización fría” política, económica y social del mundo entero interactuaron (y, por lo tanto, hicieron reaccionar crítica y polémicamente) sobre la producción cultural y musical de mediados de la década de los sesenta. Tras el breve paréntesis demócrata de la trigésima quinta Presidencia de Estados Unidos de John Fitzgerald Kennedy (20 de enero de 1961-22 de noviembre de 1963), – paréntesis articulado por grandes esperanzas, ilusiones y logros civiles, sociales y raciales (cuyo álgido punto de inflexión fue la Marcha sobre Washington, el 28 de agosto de 1963) en un momento histórico en el que la construcción del Muro de Berlín (agosto de 1961), la crisis de los misiles en Cuba (octubre de 1962) y la recrudescencia de la Segunda Guerra de Indochina (1958-1975) llevaban al mundo entero al borde de una Tercera Guerra Mundial –, la “internacionalización” del macarthismo con sus “cazas de brujas” tal como apoyada y fomentada por el intervencionismo de la Doctrina Truman y la agresiva política internacional del sucesor demócrata de J.F.Kennedy, Lyndon B. Johnson, desembocaron en la “americanización” de la Segunda Guerra de Indochina, transformándola en la más trágica y dramáticamente conocida Guerra de Vietnam,565símbolo esperpéntico de todas las 565 « La guerra de Vietnam fue la ocasión para comprobar que la fuerza de este imperio [el de Estados Unidos] se basaba en el aire (la superioridad aérea) y el fuego (los bombardeos capaces de desarrollar un ataque sin bajas, es decir, sin bajar a tierra), y de que se trataba por lo tanto de un imperio extraterritorial: no estaba interesado en ocupar tierras, 340 más violentas y terribles guerras imperialistas del siglo XX, por las que los intereses económicos priman sobre la existencia y la libertad, y de la guerra en sí misma. Las razones que empujaron los Estados Unidos a una intervención directa en Vietnam y sin bajar a tierra para, en uno de los momentos más álgidos de la guerra fría, afianzar y fortalecer un imperialismo que fue, desde el principio, extraterritorial «comprensivo, aéreo y desterritorializado» (José Luis Pardo, 2007: 75) fueron esencialmente unas razones geopolíticas/geoestratégicas y económicas: frenar y contrarrestar la “avanzada roja” soviético-comunista en una región del mundo estratégicamente neurálgica para la explotación (militar-narcótica) y los intereses económicos de Estados Unidos. Las reacciones de, ciertos sectores, de la sociedad norteamericana a las primeras ofensivas de un imperio que « nunca aparece desembarcando desde el agua u ocupando la tierra, sino [que aparece] únicamente como un relámpago de fuego en el viento que brilla en un instante, incendia la tierra, envenena el aire y luego desaparece a la velocidad del rayo » (Id. 76) no tardaron en llegar. De hecho, el entorno social estadounidense, hasta la fecha, unido y compactado en y por la lucha por los derechos civiles, contra la discriminación afroamericana, y de todas las minorías, contra la segregación racial y la conservadora y anticomunista John Birch Society, súbitamente, se “atomizó” bajo los efectos químicos del napalm y del agente naranja y se fracturó en el fulgor y el ruido de las operaciones Starlight y Rolling Thunder566. El vector de esa atomización-fracturación político-social567 fue, una vez más, el territorio de la cultura popular que, en reacción al sistema establecido, sus intereses capitalistas y su lógica imperialista, y condenando los valores fundamentales de la civilización occidental, acudió a la música y a sus dispositivos estéticos y discursivos como aglutinante social y vehículo contracultural para, colectiva e ideológicamente, oponerse, en nombre de la paz, de la libertad y de la felicidad, al discurso político hegemónicamente extraterritorial y desterritorializante impuesto desde arriba. en ampliar su territorio, porque su poder era y es ante todo extraterrestre y gobierna en la distancia (con misiles teledirigidos de largo alcance y mediante el largo y oscuro brazo de la CIA), es en sí mismo fantasmal », (José Luis Pardo, 2007: 75). 566 Para citar tan sólo algunas de las medidas militares emprendidas por las fuerzas armadas estadounidenses en Vietnam, guiadas hacia la certera “victoria” por el general William Westmoreland, para destruir la industria militar nortvietnamita y arrinconar a los Vietcongs. 567 « La división de la sociedad americana se mantendría hasta los años setenta, especialmente cuando Nixon hizo sus bombardeos masivos en la cima de su paranoia », (Jordi Sierra i Fabra, 2003: 162). 341 El centro articulador de esta protesta ideológico-política, social-económica y cultural hippie que, desde abajo, desde las calles, desde las comunas (espacios de libertad política, económica, social, cultural y sexual) y merced al consumo de sustancias alucinógenas (LSD), desafiaba rizomáticamente el sistema establecido fue, y no por casualidad, la ciudad de San Francisco. De enclave geopolítica y geoestratégica desde donde se enviaban tropas, barcos y aviones al otro lado del Pacífico con destino Vietnam, la ciudad californiana de San Francisco, desde siempre de tradición histórico liberal, se transformó enseguida en el foco contracultural más importante del movimiento constestatario y revolucionario underground hippie y en el centro de peregrinación para los miles de jóvenes del mundo entero que allí se reunían para, bajo los efectos psicodélicos de la música y en plenos trips alucinógenos, hablar de libertad, pacifismo, antiviolencia y encontrar, desde la suciedad de la tierra, el nirvana. En estos términos Ward, Stokes y Tucker describen la explosión de luces, colores, música y libertad que, entre 1966 y 1969, se apoderó, subversivamente, de las calles de San Francisco: « las calles de ciertos barrios, especialmente Haight Ashbury, se convirtieron también en un acontecimiento, con incienso, cintas de cuero, flores, pelo largo, escuelas libres, sexo con relax, y el dulce y penetrante olor de marihuana (....) [y] el estilo de San Francisco acabó suplantando las formas de protesta más dirigidas que habían tomado como modelo la experiencia de los derechos civiles en el sur ». (Ed. Ward, Geoffrey Stokes y Ken Tucker, en Manuel de la Fuente, 2006: 31) Los elementos articuladores de esta revolución contracultural política, ideológica y espiritual que, desde la costa oeste de Estados Unidos, apuntaba, idealista y utópicamente, a transformar social, política, económica y éticamente el mundo y a liberar el Yo, individual y social, de las ataduras ideológicas del sistema etablecido, fueron la música psicodélica, las drogas alucinógenas y los festivales. La música psicodélica, dispositivo discursivo y estético utilizado para la exploración y el sondeo de los estratos más profundos y oscuros de la conciencia y ligne de fuite, social y colectiva, de intereses místicos, políticos, sociales y filosóficos, fue el vehículo para la expresión de la desazón y de las esperanzas de toda una generación que quería « vivre au lieu de survivre, aimer au lieu de tolérer, sourire au lieu de grincer des dents, marcher au lieu de courir, donner au lieu de vendre, découvrir au lieu d’apprendre, faire l’amour au lieu de faire semblant » (J.P. Cartier et M. Naslednikov, en Henry Torgue, 1997: 21), 342 a la vez que el medio privilegiado que los hippies escogieron para la transformación (utópica) de la realidad y del mundo, y la herramienta, en términos gramscianos, intelectualmente colectiva para llevar a cabo la “revolución”. Influenciados por la teoría de los medios de comunicación de Marshall McLuhan según la cual one must work through the media for social change, los hippies, de hecho, consideraron que: « the music of Dylan, the Rolling Stones, or the Beatles had done more to change people’s consciuosness than radical theory or practice, [in other words, they considered music] to be “more revolutionary than Marx” ». (David Buxton, en Simon Frith, Andrew Goodwin, eds., 1990: 435) Frente a la vertiente más comercial de la música hippie y del psicodelismo, – la que cristalizó en las propuestas musicales y estéticas de los The Mama’s & The Papa’s, los Jefferson Airplane y los Greatful Dead – , y frente a la vertiente más subterránea, anticonvencional, – la que desplegó a través de las sátiras y las denuncias anti-establishment del poeta Ed Sanders y de su grupo contestario y revolucionario, The Fugs –, lo que, sin embargo, realmente acabó siendo la gran (anti)revolución musical y conceptual de mediados de los sesenta fue el octavo álbum de los Beatles, Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), y su consecuente reterritorialización del movimiento hippie. Iniciado su revolucionario giro musical y conceptual con Revolver (5 de agosto de1966), LP más creativo, experimental, místico y psicodélico con respecto a unos inicios comerciales y poperos, giro además afianzado por la decisión568 de abandonar la música en vivo conscientes de que no podían ofrecer en directo las mismas peformances que conseguían en el estudio de grabación, los Beatles, de hecho, con su primer álbum conceptual, Sgt. Pepper’s, si por un lado, llevaron el pop a su más alto grado de perfección, una perfección que, en poco tiempo, se revelaría imposible de superar, por el otro, desencorsetaron al movimiento hippie de su dimensión contracultural y lo transformaron en una variante (subversiva) del individualismo burgués. Con esto queremos decir que, si por un lado, con Sgt. Pepper’s, Los Beatles lograron, por primera vez, hacer borrrosas las fronteras que, desde Platón y la imposición ideológica y hegemónica de una cultura logocéntrica, se establecieron entre las imágenes de la Cultura Popular y las construcciones problemáticas de la Alta Cultura, entre las “narraciones-arte” (Umberto Eco) y los simulacrosfantasmas, es decir, permitieron a la música popular salir de la caverna y de sus simulacros y acceder al mundo del arte; por el otro, su paso de « una semplice e costante intelaiatura musicale del gruppo rock prodotta in gran parte “a orecchio” o “dal vivo” [a degli] arrangiamenti scritti che 568 Los Beatles tomaron la decisión durante el último concierto de su gira estadounidense, el 29 de agosto de 1966, en Clandestick Park: una vez más, la ciudad de San Francisco sería testigo y cómplice de otra de las grandes revoluciones en la historia del rock. 343 creano varie tessiture e [a una] sonorità [che] viene prodotta grazie ad accorgimenti elettronici », (Richard Middleton, 2007: 52), es decir, su orquestación y sus tratamientos electrónicos de la música, transformó la música popular en una música que, según Richard Middleton: « è fatta più per essere ascoltata che per essere ballata, [in una musica in cui ] il ritmo della linea vocale segue gli accenti irregolari delle parole e non delle durate regolari della musica da ballo [e dove] la tessitura eterogenea e il rapporto continuamente cangiante fra gli strumenti possono a un certo livello esprimere semplicemente “l’influenza della musica colta” [e], a un altro livello, la variazione di prospettive sonore e il cambiamento di punti di riferimento potrebbero stare a significare “un paesaggio complesso” (che è mentale e non fisico) » (Id. 52-53). Al reterritorializar, pues, el movimiento hippie a través de una música psicodélico-progresiva articulada más por la verdad/aislamiento de la idea y del pensamiento y por el indivualismo que por el pulso vibrátil de la carne y la experiencia musical social-colectiva; al masificarlo a través de una música cuyas exploraciones tecnológicas y collages musicales “cultos” fueron vehiculados (y, por lo tanto, “incorporados”, explotados) por la industria musical establecida (las Majors) y sus canales de producción, distribución y consumición en vez de ser utilizados contra ellos, los Beatles acabaron anclando « il principio articolatorio dell’ideologia hippie, nonostante il suo potenziale di opposizione, nell’ideologia della cultura dominante stessa » (Id. 57). No obstante el consumo de drogas alucinógenas, consumo dictado por « the belief in the spiritually therapeutic value of psychedelic drugs, [the belief], in Neville’s words, to “transform the mundane into the sensational” but also because rock music’s McLuhanist outlook for social change conferred on psychedelic drugs a complementary role of transforming consciousness » (David Buxton, en Simon Frith y Andrew Goodwin, eds., 1990: 435); no obstante la aparición de las comunas, experimentos sociales, económicos, políticos, éticos y sexuales al margen y refractarios al sistema establecido y al capitalismo desaforado; no obstante el festival de Monterrey (16-18 junio de 1967) y la euforia libertaria anti-sistema del “verano del amor” y/o el macrofestival de Woodstock (15-17 de agosto de 1969) cuyas « masivas reuniones al aire libre fueron el producto de una sociedad que buscaba establecerse como unidad, con la necesidad de hacer oír su voz frente a guerras como la de Vietnam o los hechos sociales claves de aquellos días [y en los que] la música era el algutinante perfecto, el motor capaz de generar tan fuerte respuesta popular » (Jordi Sierra i Fabra, 2003: 218), 344 el movimiento hippie, por consiguiente, acabó validando y reforzando el sistema establecido en vez de luchar, subversiva y revolucionariamente, contra él. Las primeras críticas que, desde dentro, se hicieron al movimiento hippie, a su hipocresía, a su validación y reforzamiento del status quo, fueron las movidas por un testigo de excepción de la escena hippie de San Francisco: el (“raro”) rockero Frank Zappa, (anti)músico rompedor de la parafernalia ideológica hippie. Pese a desarrollarse su obra en aquella California que, a mediados de los años sesenta, fue cómplice y testigo de la eclosión del movimiento (colectivo) hippie, Frank Zappa, de hecho, críticó y mordazmente, se distanció de aquel, desmarcándose y oponiéndose mediantes unas posturas, tanto estéticas como éticas, freaky e individualistas. Según Manuel de la Fuente, la canción que mejor resume y muestra la punzante crítica que Zappa llevó a cabo contra la hipocresía del hippismo y contra la que Zappa definió en términos de homogeneización ideológica569 (dentro del sistema establecido) de los hippies, es “Who Needs the Peace Corps”, canción contenida en el irreverente y desacralizador álbum de 1968, We’re Only in It for the Money, réplica deconstructiva y corrosiva al Sgt. Pepper’s de los Beatles y a todo el panorama musical de su época: « What’s there to live for? Who needs the Peace Corps? Think I’ll just DROP OUT I’ll go to Frisco Buy a wig & sleep On Owsley’s floor Walked past the wig store Danced at Fillmore I’m completly stoned I’m hippy & I’m trippy I’m a gipsy on my own I’ll stay a week & get the crabs & Take a bus back home I’m really just a phony But forgive me ‘Cause I’m stoned Every town must have a place 569 Para Frank Zappa, los años que van desde la eclosión de la contracultura hippie de los sesenta hasta las políticas conservadoras de Reagan de los ochenta, son « percibidos como un recorrido de progresiva homogeneización ideológica ejercido por parte de las clases dominantes del país en la búsqueda de la anulación de la disidencia y, por extensión, de la identidad. Para Zappa, los hippies son el primer resultado palpable de esta homogeneización. Al reducirse su programa político a conceptos amplios como la “paz” o la “felicidad” y, sobre todo, al carecer de propuestas concretas, el músico ve en los hippies una extensión de validación y refuerzo del sistema », (Manuel de la Fuente, 2006: 33). 345 Where phony hippies meet Psychedelic dungeons Popping up on every street GO TO SAN FRANCISCO... First I’ll buy some beads And then perhaps a leather band To go around my head Some feathers and bells And a book of Indian lore I will ask the Chamber of Commerce How to get to Haight Street And smoke an awful lot of dope I will wander around barefoot I will have a psychedelic gleam in my eye at all times I will love everyone I will love the police as they kick the shit out of me on the street ». (Manuel de la Fuente, 2006: 32. La negrita es mia) Para el autor del libro Frank Zappa en el infierno, El rock como movilización para la disidencia política (2006): « la canción presenta a unos hippies a los que se califica de “hipócritas” y de los que se viene a decir que, lejos de protagonizar un movimiento de rebeldía, se reducen a ser meros cumplidores de todo un ritual prefijado que va desde la elección de las ropas hasta el consumo de drogas en la comuna. Un colectivo que, según el texto, no realiza ninguna acción de oposición política y que se encierra en una especie de nihilismo social basado en la negación de su utilidad como grupo » (Manuel de la Fuente, 2006: 32-33). Para Zappa, pues, continúa y resume De la Fuente: « el movimiento hippie era una moda basada únicamente en la ilusión de la libertad (...) [y era un movimiento que] estaba al servicio del orden político establecido por cuanto canalizaba las protestas juveniles descargándolas de todo contenido y reduciéndolas a un pasatiempo inofensivo (...) [por lo cual] lo que propugna[ron] los hippies no [fue] una emancipación real, sino una comunión con el universo ideológico de sus padres » (Id. 34-35 y 38). Pese a la homogeneización y a los fracasos ideológicos y a la inoperancia práctico-política que, casi desde el principio, atravesaron y subtendieron el movimiento hippie, sus ilusiones de libertad y sus sueños de “paz, amor y música” acabarán, sin embargo, hegemónica y trágicamente, tan sólo, entre enero de 1969 y julio de 1971. 346 Los asesinatos del líder afroamericano Martin Luther King (4 de abril de 1968) y del candidato demócrata a la Presidencia de la Casa Blanca, Robert Kennedy (4 de junio de 1968) en los primeros seis meses de 1968, además de llevar a Estados Unidos al borde del caos y desatar una violenta crisis nacional en una nación que, desde mucho tiempo, era ya presa de muchos fantasmas, fueron, epifánicamente, el signo de que los tiempos estaban cambiando: la marcha atrás en la lucha por los derechos civiles y el acercamiento republicano de Richard Nixon a la trigésima séptima presidencia de Estados Unidos sintomatizaron, de hecho, aquel proceso de derechización que desembocaría, en poco tiempo, en la tácita guerra del gobierno a la contracultura y en los bombardeos masivos y paranóicos de Vietnam. El año 1969 se abrirá, hegemónicamente, con la victoria republicana de Nixon, el 20 de enero de 1969, y se cerrará, trágicamente, en el autódromo de Altamont (al norte de California) el 6 de octubre de 1969: en el medio, los asesinatos de Charlie Manson, fundador y líder de la comuna hippie “La Familia”, teñirán macabramente de rojo los recuerdos de lo que, tan sólo dos años antes, fue celebrado, utópicamente, como “el verano del amor” y harán fracasar, trágicamente, los ideales utópicos de un movimiento que, desde el principio, apuntaba, a través de la música, de las drogas, del amor libre, del pacifismo, de la vida en comunas, a desencorsetar la sociedad norteamericana de su (falsa e hipócrita) moral, sus represiones y sus conformismos570. A continuación y en poco tiempo, serán la draconiana política reaccionaria de Nixon contra los disidentes del Flower Power desde arriba y la violencia, pese a su nombre, muy terrenal de los Hell Angels desde abajo, escandida por el rollingstoniano beat de Sympathy for the Devil, las que pondrán definitivamente fin a unas ensoñaciones utópicas, artificiales y tan sólo autorreferenciales que, desde el principio, carecieron de un verdadero proyecto político constestatario, subversivo y rizomático con respecto al discurso político, hegemónica e ideológicamente, impuesto desde arriba. La vuelta del sueño de “amor, paz y libertad” al desierto de lo real será, además, dramática y trágicamente acompañada y rematada, entre el otono de 1970 y el verano de 1971, por la muerte de Jimi Hendrix (18 de semptiembre de 1970), Janis Joplin (4 de octubre de 1970) y Jim Morrison (3 de julio de 1971). 570 Los acontecimientos de Altamont (la muerte de Meredith Hunter) y el “affaire” Manson « font voler en éclats la croyance hippie qu’un monde meilleur rempli de paix et d’amour pouvait devenir réalité (…). Ces deux faits tragiques étaient la preuve que ceux qui avaient repris à leur compte le conseil du Docteur Thimothy Leary (véritable gourou de la génération LSD son conseil aux jeunes était : "Branchez-vous, mettez-vous à l’écoute et vivez dans la marge") avaient autant de potentiel pour commettre des actes meurtriers et brutaux que n’importe quel policier ou garde national de base. L’esprit de Woodstock avait été noyé sous le flot de sang des assassinats de Meredith Hunter, Sharon Tate et des La Bianca : la seconde révolution américaine avait échoué », (Alvin Gibbs, 2007 : 62-63). 347 Con la muerte de tres de sus héroes, se da definitivamente por acabada y agotada la utopía de un movimiento contracultural que fracasó en transformar la realidad en unos strawberry fields en los que nothing is real and nothing to get hung about571. 5.1.2. Rock progresivo, rock sinfónico y la crisis energética de 1973: virtuosismos, “aburguesamiento” y estancamiento del rock durante la primera mitad de la década de los setenta La disolución de los Beatles el 17 de abril de 1970, según se mire, cierra una época y abre otra. Desde el punto de vista (contra)cultural, cierra la época de las grandes ilusiones, esperanzas y sueños de “paz, amor y libertad” abriendo el paso a un periodo de desencantada polarización político-social de la sociedad estadounidense y mundial a la vez que a una época de banalización y masificación de aquellos ideales políticos, éticos y estéticos contestatarios que fracasaron en llevar a cabo una verdadera y constructiva oposición (y, por lo tanto, transformación subversiva) al sistema establecido y a sus narraciones hegemónicas. Desde el punto de vista musical, cierra la época dorada del pop abriendo el paso a un periodo de vanguardia, virtuosismos, fusiones y mestizajes sonoros que, pese a sus específicos méritos musicales y experiencias sonoras sinestésicas, acabaron transformando la relación entre el rock (progresivo) y la contracultura en una relación que, según Richard Middleton, no es sino « tortuosa e sostanzialmente contraddittoria » (Richard Middleton, 2007: 56). En primer lugar, y en nuestra opinión, la relación entre el rock y la contracultura, entre finales de los sesenta y principios de los setenta, se hizo tortuosa y contradictoria porque, al ensanchar el rock las fronteras sonoras, materiales y tecnológicas de la música popular contemporánea, mediante el uso de las nuevas posibilidades productivas, y al explotar los canales de producción, distribución y consumición del mercado para existir, transformó la música popular contemporánea, dentro del 571 Beatles, “Strawberry Fields forever”, en Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band, UK, Parlophone, 1967. 348 hegemónico mundo de los medios de comunicación, en la más rentable y productiva industria del entretenimiento, desbancando, hasta 1972 y por primera vez, al cine y a la televisión, aquellos medios de entretenimiento, hasta la fecha, hegemónicos. En este deslizamiento, pues, de unas culturas del rock de un territorio corte underground a una fuerza dominante de la industria de la música, el rock que « orgánicamente se originó fuera de la cultura de masas, queda así domesticado en el proceso de la distribución masiva [y se nos revela como] el fruto del abrazo simultáneo de la ideología anti-masas y el éxito comercial de masas » (Keir Keightley, en Simon Frith, Will Straw, John Street, eds., 2006: 171 y 175), confirmando la congénita paradoja constitutiva de la música rock, su vocación anti-masas (antisistema) y su popularidad (y, por lo tanto, su rentabilidad capitalista) masiva, y, sobre todo, confirmado la música rock como discurso institucionalizado que, malgré tout, recibe del sistema existencia e identidad y que se transforma, por consiguiente, en « le plus brillant rouage de l’ordre établi » (Greil Marcus, 1998: 72). Dicho de otra manera, y apelando, una vez más, al antimúsico por antonomasia, Frank Zappa, confirma el panorama musical, de finales de los sesenta y principios de los setenta, más bien como oficio que como arte en el que los músicos, atraídos por la rentabilidad y en búsqueda del emprendimiento comercial, are Only in It for the Money. En segundo lugar, fueron el rock progresivo de los Pink Floyd, las pretenciosas incursiones sinfónicas (rock sinfónico) de los Deep Purple, Emerson, Lake&Palmer, King Crimson, Genesis (y un largo etcétera) y los virtuosismos instrumentales, entre otros, de Eric Clapton (Cream) los que, en virtud del eclecticismo, de las exploraciones sonoras, auditivas, sinestésicas, de los collages de sonidos, imágenes y asociaciones surrealistas y de los solos de guitarra, hicieron contradictoria la relación entre el rock y la contracultura al desvincular el rock de su fisicalidad, de su materialidad semiótica572, de su dimensión ritual, de su pulso social, de su conciencia política e ideológica para transformarlo en una forma de arte (musical) culta, burgués e individual y, sobre todo, diferente de la superficial, comercial y “unserious” pop music of the singles charts573. 572 « Es decir, su corporeidad, su pesantez, su resistencia; una materialidad que cambia cada vez que es puesta “en obra”, cada vez que acontece, cada vez que la música es escuchada, leída, transitada, atravesada », (Joan-Elies Adell, 1998: 105-106). 573 «These two genres (progressive rock and pop) represented two poles of music in the mid-1970s (....). Progressive rock itself had emerged in the late 1960s as various musicians tried to distance themselves from the “unseriuos” pop music of the singles charts. The rock/pop schism was still apparent in 1976, with so-called “teenybopper music (exemplified by the Bay City Rollers) and the emerging disco dance music of artists like Chic and Tina Charles forming the main pop trends », (Dave Laing, 1985: 4). 349 Herederos de los experimentos sonoros, creativos y auditivos y de las avanzadillas orquestales y electrónicas de los Beatles, fueron, primeramente, los Pink Floyd los que, de hecho, al profundizar y desarrollar el empleo de estructuras sonoras experimentales y al asimilar las incursiones vanguardistas que el jazz hace en la música culta, realizaron un tipo de rock cuya « complessità della struttura e varietà di ritmi e armonie indicano che questa è musica “per la mente” e non una semplice canzone pop per ballare » (Richard Middleton, 2007: 54). Olvidadizos, pues, de la boogieficación (Id. 40-41) con la que Elvis Presley desplomó, desde dentro, el edificio monopolístico burgués de los productos Tin Pan Alley a la vez que desafió las ideas de la mente con los movimientos del cuerpo, la ideología con el placer, el significado con los sentidos y las sensaciones, los Pink Floyd transformaron el rock en una música seria, para pensar, cuyo flujo (musical) continuo de bits en detrimento de los átomos574 al servicio de un concepto, al conectar directamente con el pensamiento, confirma al ser humano como sujeto (racional) y como epicentro privilegiado desde el cual se irradian el conocimiento, la verdad y el ser. Secundariamente, fueron las pretenciosas incursiones sinfónicas y las fusiones entre rock y música clásica de, tan sólo por citar algún ejemplo, los Deep Purple, Emerson, Lake& Palmer, las que al “revestir” el rock de las armonías y melodías de la música culta neutralizaron el potencial (político y social) oposicional de la música rock a favor de una escucha/inmersión contemplativa y anularon su oposición inmanente a la cultura burgués: una vez más, la música rock, olvidadiza del shake, rattle and roll, volvió a operar en nombre del control total, tanto social como individual, y a institucionalizar al individuo. Finalmente, fueron los virtuosismos instrumentales, los solos de guitarra de, entre otros, Eric Clapton los que al « sottolinea[re] l’importanza del virtuosismo e dell’espressione personale, raggiunta attraverso la maestria “professionale” della tecnica strumentale [fecero del rock una musica] compatibile con le tradizioni dell’arte borghese » (Id. 53) a la vez que encorsetaron el rock dentro de una dimensión discursiva aurática comprometida con la noción de autenticidad y unicidad y transformaron a la(s) estrella(s) de rock en “autor” de su “obra de arte”. 574 « El bit es la unidad elemental de la información digitalizada basado sobre la representación binaria 1/10. Por átomos Negroponte [en su libro Being Digital, 1995] entiende, por el contrario, la “materia” física de la que los objetos, incluidos los medios de comunicación, están constituidos. Para él, los átomos, la materia, es todo aquello que puede ser en cierta manera “pesado”, “medido”, que ocupa espacio, que tiene dimensión. Mientras que los bits serían algo inmaterial, ligero, veloz como la luz, instantáneo », (Patrizia Calefato, en Joan-Elies Adell, 1998: 76). 350 La noción (benjaminiana) de aura y el mito (burgués) del autor fueron, por consiguiente, los elementos que, al potenciar las nociones de significado, de autenticidad y de unicidad y al imponer la homogeneidad de la recepción y la universalidad de los valores propuestos, « separa[ron] y desvincula[ron] de manera significativa [a la música rock] del proceso social, al ser producto de una experiencia interna y personal, [y de] las operaciones cognitivas del proceso de recepción, de lectura, de interpretación» (Joan-Elies Adell, 1998: 38). Es decir, restaron a la música rock su intrínseco potencial de práctica significante y negaron al receptor la posibilidad de transformar el espacio textual (musical), a través de la construcción inmanente de múltiples y diferentes sentidos, en una producción textual de sentido(s) y en una pluralidad discursiva social. Pese a las múltiples y diferentes contradicciones que, entre finales de los años sesenta y principios de los años setenta, procesaron el deslizamiento de la música rock del territorio discursivo y estético de la contracultura a su sofisticación elitista y “aburguesamiento”, el desarrollo, artístico y comercial, y la evolución creativa del rock fueron imparables hasta el año 1973. De hecho, según opina Jordi Sierra i Fabra, la música rock: « que había ido creciendo como hermana pobre de los medios de entretenimiento (liderados por cine y televisión), [entre 1969 y 1973] fue ganando fuerza año tras año hasta culminar en el mágico 1972 en que ocupó el trono [demostrando] el potencial [creativo] que en ese momento se había alcanzado » (Jordi Sierra i Fabra, 2003: 194). Además de la extensión y la ampliación del potencial creativo del rock, posibles gracias a los adelantos en el ámbito tecnológico y electrónico y a las múltiples exploraciones, fusiones y mestizajes en el ámbito sonoro, otro factor que, de manera significativa, operó en favor del afianzamiento de la industria del disco, en detrimento de los demás medios de entretenimiento (cine y televisión) y participó en la masificación del rock fue el agigantamiento y la espectacularización de los que, enseguida, fueron bautizados como los “dinosaurios del rock”, entre otros, los Rolling Stones, los Led Zeppelin, los Deep Purple, los Genesis, y la consecuente consolidación de lo star system (musical). Según Simon Frith (S. Frith, W. Straw, J. Street, eds., 2006: 64), de hecho, entre los muchos mecanismos que la industria del disco detenta para ejercer su control, monopolístico y capitalista, sobre las fluctuaciones del mercado y de la demanda, el más esencial, incisivo y rentable para la industria es el que permite la creación de lo star system y la forja de las estrellas del rock. 351 Para el crítico de rock y sociólogo inglés, pues: « [las estrellas] dado que son capaces de contrarrestar las incertezas usuales y características de la demanda, se han convertido en algo absolutamente esencial para la industria discográfica, siendo así que muy a menudo generan la mayor parte de los beneficios de los sellos (...). Así las cosas, la forja de estrellas, antes que la venta de discos, se erige en la principal actividad de las compañías discográficas, puesto que lo segundo depende de lo primero. Esto viene a significar que toda la música que emana de una actuación o de un artista tiene que casar perfectamente con la imagen y la personalidad de una estrella. En nuestros días, se gasta tanto dinero en la construcción de la imagen como en la creación de la música, y nadie firma un contrato con un sello discográfico sin antes discutir cómo se harán la promoción, la comercialización y el marketing » (Id. 64-65). Entre los grupos mentados arriba el primero que, tras un debut agresivo, transgresor y underground575, debut que apuntaba a recuperar e introducir los valores inconformistas del rhythm&blues norteamericano en la escena musical londinense y en la cultura juvenil de la década de los sesenta haciendo de contrapunto, “peligroso y malvado”, a la avanzada popera de lo fab four, logró « integrar las contradicciones de las estrellas del rock (léase el arte versus el comercio, la rebelión versus el conformismo, la autenticidad versus el artificio, etc.) (...) [transformándose en] la encarnación viva y longeva del establishment del negocio del espectáculo » (Id. 124-126) fue el grupo de los Rolling Stones. Los Stones, de hecho, tras el éxito universal y masivo de 1965 con el sencillo “I can’t get no (Satisfaction)” afianzado, entre 1968 y 1972, por la esquisitez estilística e instrumental y el potencial creativo del tándem Jagger/Richards del LP Aftermath (1966); por la carga experimentalpsicodélica del LP Their Satanic Majesties Request (1967); por la vuelta a las raíces y a los sonidos más básicos y crudos del rock’n’roll, del country, del rhythm&blues y del blues de los LPs Beggars Banquet (1968), Let It Bleed (1969), Sticky Fingers (1971) y Exile on Main Street (1972), lograron, hasta el año 1972, no obstante la masificación y la americanización del rock de las que, en parte, fueron responsables junto con los Beatles, integrar en su música el éxito comercial y la legitimación artística; el consumo, la rentabilidad comercial y el arte. Hasta los años 1972 y 1973 tanto la trayectoria creativa evolutiva, multiforme y sinusoidal de los Stones como el afianzamiento y el agigantamiento de la industria del disco fueron, sin solución de continuidad, imparables y triunfantes. 575 En sus inicios, marcados por una perversa y maliciosa oscuridad juvenil, « para los Stones, la única norma era el reto, la provocación, la anarquía de su sonido, una oleada de ritmo y potencia, marcada y acentuada por el desafío de Mick Jagger », (Jordi Sierra i Fabra, 2003: 83). 352 El año 1972 fue, unánimemente reconocido, tanto por la crítica musical como por el público, como el punto de inflexión en la carrera musical de los que fueron masivamente aclamados en 1969, tras su “satánica” gira estadounidense, como The Greatest Rock and Roll Band in the World. Tras el éxito de crítica y de público de Exile on a Main Street (1972), álbum que simbolizó «el marketing resultante del rock entendido como la forma de música popular con mayor éxito comercial de todos los tiempos» (Simon Frith, Will Straw, eds, 2006: 114), a partir de su décimo quinto LP, Goats Head Soup (1973), álbum que marcó el paso de la experimentación con los sonidos más básicos y crudos del rock’n’roll y del rhythm&blues a la reterritorialización rockera de los sonidos del soul y del funk, los Stones, de hecho, entraron en una fase de estancamiento musical, artístico y creativo debido, principalmente, a su constante y exponencial dinosaurización y, tan sólo en parte, a los problemas con las drogas de Keith Richards y a la frustración artísticoprofesional, y el consecuente abandono, del guitarrista Mick Taylor. Así las cosas, Simon Frith opina: « Desde el año 1972, los Rolling Stones han hecho muy poca música que haya tenido una fuerte repercusión comercial o emocional. Han prestado escasa atención a los cambios inducidos por las modas musicales, y sus distintos proyectos en solitario han respondido, únicamente, a cuestiones de puro interés personal (...) escenifica[ndo] una poco convincente versión de la rebelión » (Simon Frith, en Simon Frith, Will Straw, eds., 2006: 114). Desde el año 1973, el estancamiento creativo, musical y artístico de los Stones acompañdo de la estagnación y esclerotización del panorama musical, debidas, esencialmente, a los acordes y a los ritmos pasivamente conformistas de unos grupos de rock (principalmente blancos y de clase media) para quienes la rebelión y la subversión del sistema fue algo que fracasó y terminó con los sixties, corrieron parejos al gran frenazo y a la parálisis que la cuarta guerra árabe-israelí, la mejor conocida Guerra del Yom Kippur (6-24 de octubre de 1973), y la subsiguiente crisis energética mundial (1973-1975) que desencadenó, impusieron al rock, a la música popular contemporánea, en general, y a la industria del disco, en particular. A tal punto esta guerra, la primera que, a lo largo del siglo XX, puso al mundo entero frente a la amenaza de la escasez de las materias primas, del racionamiento y del corte del suministro petrolífero; frente a la efimeridad de la superabundancia capitalista y que llevó a muchos gobiernos al borde de un colapso político-económico, fue trascendental para el mundo de la música rock que Jordi Sierra i Fabra llega a afirmar que: « hubo un antes y un después de octubre de 1973, el momento en que la fantasía murió, la realidad se impuso y el rock entró en su fase más desconcertante, prolongada durante mucho tiempo » (Jordi Sierra i Fabra, 2003: 266). 353 Desde el punto de vista musical, hubo un antes y un después de 1973, porque frente al aumento de los precios, debido a la escasez de materias primas derivadas del petróleo, y a la menor venta de discos, debida a un clima de angustia, miedo e incertidumbre, las compañías discográficas, en búsqueda del fácil éxito comercial, en lugar de promocionar a nuevos artistas y de fomentar nuevas propuestas artístico-musicales, « mantuvieron los mitos y las leyendas, los gigantes forjados con anterioridad, [frenando cualquier tipo de novedad] por la necesidad de asegurar lanzamientos, ventas y resultados » (Id. 257). La principal consecuencia musical de esta situación de crisis política y escasez económicoenergética fue el desmoronamiento de todos los estilos, las fusiones y los mestizajes sonoros que, con fuerza, surgieron entre 1969 y 1973 y, por ende, el estancamiento y la desertificación del estéril panorama musical del momento que, para sobrevivir, se vio obligado, por un lado, a dirigir y a provocar el consumo hacia lo comercial, y, por el otro, a mantener, por inercia y sin evolución creativa, a los grandes dinosaurios del rock576. Desde el punto de vista discográfico, hubo también un antes y un después de 1973, porque el alza de costos, la falta de recursos, la mínima producción y las apuestas por los grandes debidas a la crisis, obligó a las principales compañías discográficas, en primer lugar, a una política de comercialidad y rentabilidad en detrimento de la calidad577 y, en segundo lugar, a la reactivación del single (la canción vuelve a ser más importante de la idea, del concepto, de la “obra”) en detrimento del álbum, preludio epifánico de la transgresora e irreverente implosión sonora y social del movimiento punk. Desde el punto de vista económico, y sobre todo en Inglaterra, hubo también un antes y un después de 1973: la « general recession in the British economy [made] unemployement climb[ing] to over one million and [made] inflation reach[ing] a peak of 18% in 1975 » (Dave Laing, 1985: 5). 576 « Las compañías, [de hecho], hicieron planificaciones en las que solo se pensaba en editar a los grandes vendedores de cada marca, sin la menor oportunidad para la novedad o la búsqueda de nuevos valores. (...) Ese fue también el motivo de que en las listas de LP’s, en Estados Unidos y especialmente en Inglaterra, permanecieron inamovibles semana tras semana, los mismos discos casi hasta 1975, con muy escasas novedades y aportaciones regeneradoras. Muchos artistas, habituados a grabar un LP al año, vieron como sus discográficas preferían prolongar la vida de un álbum y exprimirlo al máximo antes de editarles otro », (Jordi Sierra i Fabra, 2003: 259) 577 « Las compañías se dedicaron preferentemente a buscar el éxito fácil, grabando piezas muy comerciales y apoyándolas al máximo. En lugar de editar tres discos a la aventura, lanzaban uno, pensado, meditado, estudiado y apoyado para que fuera un éxito seguro. La selección, el patrón de fondo, si bien garantizó beneficios y mínimo riesgo, hizo que el [momento] fuera malo, pésimo, en otro aspecto: el de la calidad, que no se buscó. (...) Se trabajó más de cara al single que al LP. Las listas de álbumes se anquilosaron, mientras que las de singles tuvieron una movilidad absoluta, aunque con una falta de de base cualitativa esencial », (Id. 263) 354 Así las cosas, la “dinosaurización” de la escena del rock, en detrimento de nuevas ideas y nuevas propuestas en el seno del rock; la crisis energético-económica mundial y la subsiguiente crisis estructural en la industria del disco, con sus apuestas por la comercialidad, el “éxito fácil” y la demanda/escucha controladas y dirigidas, han de considerarse, pues, como las premisas de la eclosión de la corrosiva y demoledora sonoridad social del punk. Aquel movimiento subcultural musical y social que, en sus inicios, apuntaba a deconstruir, desde dentro, pese a su rápida incorporación, la institucionalización, la americanización del rock y todo el entramado del establishment y del Big Show musical; a hacer tabula rasa, volviendo a las raíces y a los ritmos primitivos del rock’n’roll, de aquellos virtuosismos que, entre finales de los sesenta y principio de los setenta, transformaron la música rock en una “obra de arte” burguesa; a devolver, a través del ruido, la música rock a la calle, a la gente; a devolver al rock su sonoridad social frente a su mercantilización y su reducción, capitalista, a forma emotiva de consumo. 5.1.3. De la “dinosaurización” de la escena del rock a la implosión sonora y social del movimiento punk Desde mediados de los años sesenta, paralelamente al desarrollo y agigantamiento de lo star system musical, afianzado, inevitable e irreversiblemente, por la transnacionalización del rock y la subsiguiente rentabilidad/explotación económica de las Majors (sobre todo anglosajonas)578, en el (Mid)Este de Estados Unidos, las experiencias sinestésicas de pop art total del warholiano The Exploding Plastic Inevitable y del sonido corrosivo, radical y anti-sistema de los Velvet Underground579; el sonido duro, arrogante y revolucionario de los MC5580 (Motor City Five); las 578 « The economic dominance of the major companies [and] their approach to popular music was transnational. In seeking artists or sounds to promote the majors tended to prefer those most likely to attract audiences across national boudnies to those whose appeal was limited to a single linguistic or cultural community. Such trasnational products would obviously have very high unit sales (...) and, because of the somewhat unusual economics of music as a commodity, profits which rose ever more steeply. (...) Britain had been a major source for this trasnational music ever since The Beatles had emphatically proved that it wasn’t only Americans who could become global stars. By the 1970s, in fact, its importance for the majors was less as a large market for records than as a “talent pool” from which they could fish out potential international superstars », (Dave Laing, 1985: 2). 579 Para Dave Laing, la elección del nombre del grupo, Velvet Underground, « a meaningless adjectival phrase in a conventional sense, signalled that this name, and through analogy this band, [was] against the established order of meaning (...) [and] aimed to signal some kind of overturning of established meanings and hierarchies of values », (Id. 44 y 47). 355 provocaciones musicale, estéticas, eróticas y el Raw Power de Iggy Pop&The Stooges581empezaron a minar con hostilidad, desde dentro, el status quo de las instituciones de la industria de la música popular y a dinamitar el compromiso, musical y económico, con la mainstream del momento articulada, por entonces, por la “colonización” musical pop de los Beatles, los virtuosimos técnicoelectrónicos y las diferentes formas, y contradicciones, del rock progresivo, movimiento musical unitario monolíticamente volcado hacia el progreso y hacia el futuro, y dirigido, ideológica y hegemónicamente, hacia un subjetividad esencializada “fuerte”. Para Dave Laing, de hecho, el denominador común entre estos grupos de rock que, retrospectivamente, fueron considerados, por la crítica musical, como la expresión primigenia de la esencia (musical) del punk, en el periodo post-Beatles y precedente a la eclosión del glitter rock de los New York Dolls, fue su: « Attitude towards musical performace which emphasized directeness and repetition (to use more than three chords was self-indulgence) at the expenses of technical virtuosity [and their] reaction against the centrality of progressive rock in its various forms » (Dave Laing, 1985: 12-13). La reacción y, por lo tanto, la oposición a los diferentes virtuosismos técnicos y electrónicos; la reacción al centralismo, musical y económico, del rock progresivo y a sus contradicciones con respecto al ámbito de la contracultura; las diferentes apuestas por la “autenticidad” del sonido live y la fruición directa, por parte del público, de las performances musicales; las provocaciones/subversiones éticas y estéticas destinadas a épater le bourgeois por parte de unos gruopos que, desde la realidad urbana y metropolitana de New York y Detroit, apuntaban a desencorsetar al rock de su incorporación y devolverlo a la calle y a la gente, y a subvertir las convenciones (music business) de la monolítica mainstream de la música popular del momento, son los elementos que, desde mediados de los años sesenta, abonaron, subversiva y rizomáticamente, el territorio de la música popular para la eclosión, a mediados de los años setenta, de la implosión sonora (Estados Unidos) y socio-cultural (Inglaterra) del movimiento subcultural punk. 580 Para Billy Idol, los