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Título: El trabajo de las mujeres en la actividad artesanal en comunidades Wichí del
Nordeste de la provincia de Salta, Argentina.
Autora: Lic. Eugenia Morey
Institución de procedencia: Instituto de Ciencias Antropológicas. Facultad de Filosofía
y Letras. Universidad de Buenos Aires. Becaria CONICET.
Dirección: Av. Directorio 2432. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. CP 1406.
Argentina.
e-mail: [email protected]
Teléfono: 0054-11-4613-0989 – Fax: 0054-11-4432-0606 int.0
Palabras clave: Trabajo – Unidad doméstica – Artesanías – Pueblos Originarios –
relaciones de reproducción.
Introducción
El presente trabajo se centra en la caracterización de la actividad artesanal
realizada por mujeres del pueblo Wichí del norte de la provincia de Salta, Argentina. Es
resultado de la investigación realizada desde la antropología social, sobre las dinámicas
que posibilitan los procesos de producción, circulación y consumo de artesanías
indígenas.
Consideramos los aspectos estructurales y contextuales que explican el desarrollo
de la actividad artesanal en la comunidad, las dimensiones específicas que adquieren, las
políticas de intervención desplegadas por el Estado, las Iglesias y las ONGs, sus
alcances y limitaciones. Analizamos los circuitos de comercialización de los bienes
artesanales, como otro de los modos en que la división sexual del trabajo es referida por
los actores implicados. Damos cuenta brevemente del proceso histórico que llevó al
desarrollo de la actividad, sus características, centralidad en la comunidad para entender
las diferenciaciones sociales que se produjeron incluyendo la problemática de
secundarización del rol de las mujeres en las producciones artesanales valoradas como
tales por los circuitos comerciales. Apuntamos así a comprender el proceso de
conformación de las relaciones interétnicas y de género que condicionan y potencian este
proceso social de confección de artesanías, como productos culturales, en sus distintos
momentos de producción circulación y consumo.
Creemos que el destacado desarrollo de profundos y acelerados cambios en la
estructura socioeconómica regional, se ha acompañado con la promoción de la actividad
artesanal presentada como alternativa ante el retroceso del empleo formal. En este
sentido la caracterización de los actores promotores de la actividad nos remiten a las
formas de disciplinamiento de la mano de obra como elementos que cuentan con
trayectorias extendidas en la región. Nos preguntamos, entonces si las condiciones de
precariedad en la producción y comercialización de artesanías indígenas, conllevan a una
particular división sexual del trabajo que reproduce las condiciones de explotación
1
económica y subordinación política de los pueblos originarios y particularmente de la
población Wichí de la región.
Dada la potencialidad de las poblaciones originarias para organizar la producción
doméstica y alternar las actividades del ciclo anual productivo, con las condiciones de
autoexplotación presentes, nos preguntamos también si la producción de artesanías
indígenas se torna fundamental para la reproducción social y económica de las distintas
familias en las comunidades contribuyendo a la cohesión social, y transformando a su
paso las condiciones de reproducción, y los términos en los que se realizan.
Como estrategia metodológica, damos cuenta de las actividades productivas de la
región donde participan como mano de obra estacional integrantes de la comunidad de
referencia, a partir de información censal, de entrevistas y de relevamiento bibliográfico.
En un segundo momento, describimos las formas de organización del trabajo artesanal y
las articulaciones con las otras instancias de organización de la subsistencia en sentido
integrado. Para este apartado nos hemos valido de las entrevistas realizadas y el trabajo
de campo.
Por último, analizamos, de manera articulada con los apartados anteriores, los
circuitos de comercialización de las artesanías y las condiciones de estratificación y
exclusión que se reproducen en estas instancias. Para este aparatado contamos con la
información recopilada de las observaciones y entrevistas en la comunidad, en ferias y a
los agentes referenciados con instancias gubernamentales y de ONGs que interactúan a
niveles locales y nacionales.
Estos tres niveles de análisis no pueden comprenderse de manera aislada ya que
contribuyen en distintos grados a las formas de dominación y subordinación en la
propuesta de división sexual del trabajo que se promueven, excluyendo de la esfera
productiva a las mujeres, fragmentando el proceso social a partir de reproducir las
funciones e instituciones del sistema cultural dominante.
Mano de obra y producción doméstica
La propuesta de este apartado es poner en evidencia las dinámicas que
posibilitan los procesos de producción, circulación y consumo de artesanías indígenas
Wichí, en el norte de la provincia de Salta, Argentina. En este sentido, nos referiremos a
una contextualización regional socioeconómica del Departamento de San Martín. Este es
la unidad político-administrativa donde se encuentra la comunidad a la que hacemos
referencia, y su puesta en relieve permite comprender el entramado donde participa
como mano de obra la población Wichí de Misión Chaqueña, ubicada a 50km de la
cabecera municipal de Embarcación, y 150km de Tartagal cabecera departamental.
Este departamento, es el segundo en importancia de la provincia, está poblado
por 81.000 personas. Un alto porcentaje de esta población se reconoce
fundamentalmente como perteneciente a un pueblo originario1, en esta región se hablan 7
lenguas originarias: Wichi, Qom, Guarani, Quechua, Chorote, Tapii, Chane, entre quienes
se concentran altos índices de pobreza, con sus correlatos en educación, salud y
vivienda.
Sólo en la ciudad de Embarcación, con 20.000 habitantes (Censo Nacional de
Población 2001), hay más de 10 comunidades originarias. Entre las rutas 53, 81, 34 y el
Río Bermejo, en los alrededores de Embarcación, suman al menos otras 30 comunidades.
2
En su mayoría se reconocen como Wichí, Guaraní y Qom. El número de familias por
comunidad varía entre 30 y 300 familias. Entre el Río Bermejo y la ruta 53, donde esta
ubicada Misión Chaqueña, se estima una población de más de 1000 familias, 300 de ellas
viven en esta comunidad.
Contrastando con esta caracterización de las condiciones socioeconómicas de la
población resaltamos que en esta misma región se desarrollan las actividades económicas
prioritarias de la provincia, como son: “cultivos agrícolas, explotación petrolera y
minera” (Panorama Económico Provincial, Ministerio de Economía Secretaría de Política
Económica, Salta, 2005). La cuenca petrolera y gasífera es una de las tres regiones
productoras más importantes del país. La explotación agrícola, se divide entre el poroto
y la soja como los de mayor superficie utilizada, (el poroto ocupa la mitad de la
superficie que la destinada a la soja, pero genera un ingreso similar por exportación). La
soja, incrementó su superficie y esta ligada al avance de los desmontes producidos
intensamente en los 3 últimos años, con el 60% de la superficie cultivada de la provincia.
Otras producciones que también son de exportación son las hortalizas, (Trinchero y
Leguizamón, 2004).
Se suman a estas explotaciones con superficies cercanas a las 20.000 hectáreas
cada una, el pomelo y el azúcar, aunque compartidas con el Departamento de Orán. En el
caso de la industria azucarera tiene en la región una importancia histórica fundante para
el estudio del desarrollo de las relaciones capitalistas entre la población originaria
(Trinchero y Pichinini, 1992).
Otra explotación relevante históricamente ha sido la extracción maderera que
conjuntamente con las anteriores, conllevan a un mercado de tierras activo y cambiante.
La transformación en la estructura de propiedad de las tierras modifica el marco de
actores presentes en la disputa por el uso de la tierra y sus recursos. Entre las
superficies a desmontar solicitadas y ofertadas se estimaron en el último año 400.000
hectáreas, las fincas que se ofertan tienen entre 2.000 y 50.000 hectáreas "con monte"
que les baja el precio. En algunos casos el valor de compra de la tierra se cubre con la
comercialización de la madera de bosque nativo extraído en el desmonte. A modo de
ejemplo y sólo en la ruta 81, se ofertaron 100.000 hectáreas en el mes de agosto de 2007
(Morey, 2006).
Por último para caracterizar al Departamento de San Martín es importante tener
en cuenta que “desde mediados de la década pasada y como consecuencia de los
procesos privatizadores de las empresas del estado, la zona presenta niveles inéditos de
desocupación, aumentos de la precariedad en las condiciones de empleo y una fuerte
conflictividad social, manifestada en puebladas y cortes de la ruta nacional 34” (Petz,
2005, Trinchero y Leguizamón, 2004). Esta situación se suma al hecho de que este
Departamento es considerado por el estado como área de frontera y limita al norte con la
República de Bolivia. En este sentido es que hacemos uso del concepto de formación
social de fronteras pues nos permite entender que las fronteras aluden a la dinámica
social que las constituye como tales. El rol específico desarrollado en estas múltiples
fronteras: económicas, culturales y políticas, redefine así a actores implicados de manera
particular, su relevancia en cuanto la definición de las políticas públicas, el estado y el
capital. De esta manera podemos comprender la militarización histórica de la región, las
características particulares que adquiere la presencia “evangelizadora” de las iglesias y el
avance desmedido de los proyectos extractivos del capital.
3
En este contexto se ha caracterizado a la población indígena como reserva de
mano de obra (Iñigo Carrera, 1983). El trabajo estacional garantiza parte de la
reproducción con restricciones que hacen imprescindible el desarrollo de actividades
complementarias que se realizan en la esfera doméstica. Para que estas condiciones
pudieran coexistir los entramados sociales que las posibilitaron tuvieron un fuerte apoyo
histórico en las “misiones”. Estas denominaciones no aluden solamente al espacio de
residencia sino a una dinámica de construcción de consenso y de disciplinamiento social
que ha transcurrido hasta contar hoy entre sus actores fundamentales a las ONGs.
Consideramos a la actividad artesanal como una actividad complementaria de las
mencionadas. A su vez, analizamos el modo en que esta actividad ha sido promovida
como respuesta ante las restricciones de la demanda de mano de obra. Entre las
condiciones de explotación de la mano de obra indígena y el desarrollo del capital las
“misiones” han sido un elemento fundamental para redefinir el entramado de relaciones
de poder existentes. Es en este marco, que podremos comprender el creciente rol de
interlocutor ante las demandas de las poblaciones originarias, sea de tierras, salud,
educación, etc. Quienes y de qué manera configuran las condiciones de existencia de las
poblaciones, alude a las relaciones interétnicas que condicionan y potencian la confección
de artesanías como proceso social.
Nuestro trabajo se sitúa fundamentalmente en la comunidad Wichí de Misión
Chaqueña, por ser el centro referido en los distintos espacios de comercialización de los
productos artesanales como lugar de producción fundamental y fundante. Desde fines de
1970 el desarrollo de la actividad fue promovido fuertemente por técnicos de la iglesia
anglicana promotores de proyectos productivos agrarios y madereros, hacia principios
de 1970. Esta fecha coincide con la mecanización completa de los ingenios que provoca
una caída en la demanda de mano de obra indígena en la actividad. El lugar de esta iglesia
en la comunidad tuvo una ligazón fundamental desde sus comienzos, en 1914 cuando
recibe de la familia Lynch, dueños del Ingenio La Esperanza, la donación de estas tierras
donde funda su proyecto “evangelizador” (Gerorge, 2007) y “colonizador” (Trinchero,
2000) que extenderá luego por el Norte Argentino.
El disciplinamiento de las relaciones sociales, tanto hacia dentro como fuera de
las comunidades ha tenido en la iglesia un actor que se ha transformado con el capital y
sus requerimientos. El rol que ocupan las iglesias en los modos de promoción de la
actividad tiene repercusiones en las formas de organizar la producción domestica. Así la
división entre que tipo de artesanías y de qué manera han de trabajarse para su
comercialización pauta las relaciones que estas unidades generan con el sector comercial.
Se promueven esquemáticamente las divisiones de trabajo hacia dentro de las unidades
domésticas, signando como masculinas las producciones mas comercializadas por la
intermediación de las iglesias y ONGs. Por otro lado, se reproduce una mirada sobre el
lugar de complementariedad de las actividades desarrolladas por las mujeres en la esfera
económica doméstica. En este sentido, en las entrevistas se repite la referencia a la
producción de artesanías como contrapartida al desempleo, con alusiones como “cuando
no tenía trabajo hacía artesanías”. Asimismo, esta diferenciación entre las prácticas
masculina-productiva y femenina-reproductiva se complementa con las concepciones
sobre el lugar de la mujer en la comunidad de las propias propuestas religiosas que hacia
los últimos años han considerado la equidad entre los sexos (op.cit. David, 2007). Pero
siguen otorgando un lugar secundario a las mujeres, “ellas ayudan en los comedores,
4
realizan actividades complementarias a la agricultura”, por ejemplo una de las ONGs con
actividades en la comunidad plantea como eje para el trabajo de genero que: “La labor
desarrollada privilegia el intercambio de conocimientos y el trabajo en grupos sobre cría
caprina, horticultura, elaboración de artesanías y costura, entre otros temas”.
De esta manera entonces es que podemos entender la marcada división entre las
artesanías realizadas por hombres y aquellas realizadas por mujeres. No debe pasarse
por alto que el primer proyecto de artesanías en la comunidad incluía solo a artesanos
varones. Nosotros sostenemos que no es la división sexual del trabajo la que ocasiona las
asimetrías sexuales sino que son las concepciones diferentes y asimetrías respecto a
hombres y mujeres las que se incorporan como factor estructurante de la división del
trabajo (Comas d´Argemir, 1998). Es necesario entonces comprender el entramado social
que posibilita la actividad y jerarquiza quienes son sus protagonistas con características
específicas. En contextos de extrema pobreza, las consecuencias tienen aristas diferentes,
por un lado las formas de autoabastecimiento revelan la importancia de actividades no
remuneradas, que poseen un papel fundamental en el suministro de servicios y
productos de consumo pero también sustentan costos de la fuerza de trabajo.
Partimos de una caracterización de la actividad artesanal como constitutiva de
relaciones sociales (como lo han trabajado Rotman, 2001, 2002 y Novello, 1976, 2003),
que remite a la economía y la subsistencia, al tiempo que, a la identidad y patrimonio
cultural de un grupo. Esta actividad como práctica, de elaboración y representación
simbólica, arraiga en la historia del grupo estudiado. En este sentido, tomamos el
concepto de habitus, (Bourdieu, 1999 y Bourdieu y Wacquant, 1995), para comprender
las condiciones en las que se elaboran las artesanías como objetos artísticos y mercancías
que refieren a un proceso de construcción cultural. Estas prácticas expresan una forma de
resistencia o de aceptación del disciplinamiento laboral promovido por un modo de ser
artesano/a y que hemos caracterizado según los actores intervinientes en la actividad,
directa o indirectamente.
Cuando abordamos la problemática artesanal en el trabajo de campo,
encontramos referencias muy diferentes –en torno al reconocimiento de la actividad
realizada por las mujeres- que se expresa en los dichos de los actores implicados en el
circuito productivo y comercial de la actividad. Los integrantes de las unidades
domésticas se refieren a la actividad artesanal como aquella que genera mayores ingresos.
Asimismo esta conforma un vínculo entre el trabajo y el no trabajo, en este sentido, los
hombres se presentan como artesanos cuando no hay otros trabajos, mientras que los
trabajos realizados fundamentalmente por las mujeres no se presentan con esta
distinción tan marcada en las entrevistas. Ellas llevan el continuo de las actividades hasta
este plano. Así como no cuentan con talleres externos al ámbito residencial doméstico,
también utilizan los espacios con mayor fluidez, permitiendo una pluriactividad sin
cortes. De la misma manera en que se hace una distinción tajante entre producción y
reproducción cuando se valoran las actividades “productivas”, la organización doméstica
vuelve a reencontrar estas dos caras de la misma moneda y de la mano de quien por su
lugar subalterno también escapa de esta lógica y la profundiza. Creemos oportuno
resaltar lo señalado por Dolores Comas d´Argemir: “Ha sido un gran avance la
consideración misma de que trabajo y familia no son ámbitos separados más que
ideológicamente, ya que desde la lógica económica y social se encuentran imbricados,
articulando la producción y la reproducción. Se recupera así la visión integradora que
5
proponía Marx” (1998, 80).
Por lo demás esta visión integradora, nos permite vincular la propuesta
disciplinadora de la iglesia que concibe a las mujeres ligadas más al trabajo doméstico de
la reproducción que al trabajo asalariado de la producción. Conformando los ámbitos de
trabajo como talleres separados de la cotidianeidad residencial. A su vez nos permite
comprender la negación -de los promotores de la actividad- respecto de la experiencia de
intercambio y comercialización de lo producido en el ámbito doméstico y la fuerte
vinculación de esta con una división del trabajo complementaria.
En las entrevistas de campo hemos observado que las mujeres tienen un espacio
fundamental en los puestos de ferias donde se comercializan las artesanías cuando esta
actividad no está ligada fuertemente a los “intermediarios”. Sin embargo esta experiencia
es subalternizada por los promotores cuando apelan a propuestas de trabajo con
mujeres, vinculándolas a las tareas de autoabastecimiento y cuidados comunitarios, y
arrogando un límite “cultural” para el desarrollo de la comercialización. También desde el
estado se considera la figura de los artesanos como “maestros artesanos” (Ministerio de
Desarrollo de la Nación, 2007) ligado a la figura de quien posee el lugar central en la
organización económica.
La diferenciación entre trabajos en madera para hombres y tejidos para mujeres,
niñas/os o ancianas/os se reproduce en distintas experiencias entre los pueblos
originarios (Valverde y Morey, 2005) y creemos van de la mano con los objetivos por
los que esta actividad ha sido promovida, sea desde el estado o desde otros agentes que
salieron a responder ante la caída de demanda de mano de obra asalariada. Al mismo
tiempo es un modo de sostener la actividad productiva de todo el grupo doméstico
independientemente de las condiciones físicas de sus protagonistas. Hemos observado
que la actividad se desarrolla sin limitaciones cuando se realiza en grupo si alguno de sus
integrantes tiene dificultades visuales o motrices. Asimismo la inclusión de niños y
ancianos responde a las condiciones de explotación de todo el grupo que se
experimentara históricamente en la región, independientemente de a quienes se les
reconociera formalmente la actividad.
Al observar la forma de organizar el trabajo en los talleres familiares, vemos que
hay algunas herramientas que se comparten -mesa, morsas, serruchos- pero otras de
mayor desgaste son de uso personal -lijas, escofinas- . En algunos casos de acuerdo a los
pedidos o la cantidad que se desea elaborar se dividen las tareas productivas entre los
distintos miembros del grupo estableciendo un tipo de cooperación compleja (Balazote y
Morey, 2006).
“Somos cuatro hermanos en el taller que compartimos solo el lugar por los
pedidos y cada uno tiene sus herramientas, pero cuando hay un pedido grande hacemos
todos todo junto parar llegar a terminarlo….” Productor de Misión Chaqueña.
En este testimonio se evidencia la ductilidad para organizar la producción de las
familias artesanas y se marca que en el taller no participan las mujeres. El pasaje de un
tipo de cooperación simple a una compleja se realiza de acuerdo a las características de la
demanda. Las formas de organización varían constantemente, tanto en el proceso
productivo como en la planificación de actividades y en el reparto del producto .
El hilado - preparación de las semillas, tejido y confección de collares, pulseras,
cintos, cortinas, carteras, móviles, lechuzas de caracol- se realizan en espacios
compartidos por las mujeres sea en las "galerías" o en los "patios" alternando con el
6
cuidado de los niños la atención de la comida y el cuidado de la casa, que puede incluir la
construcción de la misma. Esta actividad a su vez otorga al ámbito de trabajo femenino
un carácter fundamental en la comunidad. Este se observa en la vinculación con los
comerciantes y otros visitantes de la comunidad, que se complementa con la producción
"masculina", del taller que es un lugar mas cerrado. Este espacio integrador de la unidad
doméstica que se complementa no es contemplado por los proyectos de dirección
externa de la actividad, y se evidencia en las formas de proyectar el trabajo de genero
desde las mismas.
Volviendo a las actividades ligadas a las artesanías con hilo de chaguar, la
recolección es llevada a cabo por las mujeres del grupo doméstico y complementa la
búsqueda de otros recursos, sean semillas, o madera para leña y de esta forma también se
afianza la construcción de vínculos, pero no es una actividad excluyente de los varones.
"A la gente le gusta caminar para pensar y para visitar la familia, y tener
novedades. También caminar donde no hay gente ayuda a pensar, hay que observar
mucho. Hay que caminar mucho para conseguir chaguar no se da por acá, sino en zonas
húmedas. Los misioneros hicieron un proyecto para cultivarlo pero no se pudo… hay
que conocer que las raíces son el doble de grande que sus hojas y a veces no puede
cambiarlo de lugar" RF artesana de MCH.25 años.
El trabajo para obtener los hilos comienza desde que se buscan las plantas y
continúa arrancándolas. Se deshilachan para luego ser lavadas y secadas antes de
emprender el tejido de las bolsas u otros tejidos o "yika". Los colorantes también son
extraídos de plantas y árboles de la zona, con ellos se tiñen los hilos de chaguar. Con
ellos se realizarán con fines prácticos o comerciales: bolsas, chalecos y adornos
personales. Este proceso puede llevar hasta una semana de trabajo continuado. En la
Misión Chaqueña se realizan tejidos en lana para el uso cotidiano de las bolsas o "yikas"
pero éstas no se venden. Las artesanías que llevan hilo de chaguar y se comercializan son
aquellas que se realizan con pequeñas cantidades, pueden ser: cintos, aros, collares,
pulseras y las combinaciones con semillas y maderas.
“Para trabajar el chaguar hay que tener un día entero para ir a buscarlo, después
otros tres días para machucarla y luego otro día para hacer el hilado y otros dos más
para el tejido… la verdad es que no se paga bien (….) Hay otros lugares donde se hacen
más (...) También para nosotras es algo especial no todo es para vender” Productora de
Misión Chaqueña 45años.
Queremos resaltar que en otras comunidades se han realizado proyectos de
promoción de estos tejidos, pero las condiciones socioeconómicas donde se insertan
responden a otras trayectorias y la presencia de las iglesias no tiene iguales
características. Podemos referir en este sentido al Departamento de Ramón Lista,
provincia de Formosa y las fundaciones Gran Chaco y Niwok, proyectos donde las
protagonistas de la actividad son mujeres que complementan su economía con la
producción de tejidos en chaguar y otra serie de proyectos productivos y de
capacitación.
Entre los proyectos de la zona de Embarcación ligados al trabajo que las iglesias
realizan con las mujeres y que conllevan un fuerte sesgo ideológico sobre el lugar que les
otorgan en el entramado social podemos citar:
“Las mujeres rurales son protagonistas no reconocidas de la sustentabilidad del
hogar y la economía familiar. FUNDAPAZ las acompaña en la búsqueda de alternativas
7
productivas y en la gestión de espacios de participación en la organización comunitaria.
La labor desarrollada privilegia el intercambio de conocimientos y el trabajo en grupos
sobre cría caprina, horticultura, elaboración de artesanías y costura, entre otros temas.
…Así nacieron “sub-comisiones” que apuntan a mejorar la calidad de vida de su
comunidad…se apunta a un reconocimiento y una revalorización del rol de la mujer en la
sociedad, tendiendo a su mayor protagonismo.” (Fundación para el Desarrollo en Justicia
y Paz. Serie Documentos. Pp.13. Sin año, material otorgado en entrevista de abril de
2007 en las oficinas de la provincia de Salta.)
También en otros materiales ligados a otros promotores de la actividad, se incurre
en la negación de la participación de las mujeres como mano de obra en las actividades
productivas que se desarrollan históricamente en el contexto extra comunitario. De esta
manera aportan a una lectura que naturalizan un lugar fundamentalmente diferenciado de
las actividades masculinas. La imagen del lugar de la mujer como reproductoras
desligadas de sus funciones sociales –física diaria, generacional y de clase (Collins 1990,
en d`Argemir, 1998) reaparece con fuerza también en su caracterización esporádica de
protagonismo, sin remitir a quienes participan de esta construcción social de las
prácticas. En este sentido creemos que es necesario resaltar que la experiencia de campo
por el contrario refleja una interrelación de actividades que se complementan en un
contexto de subsistencia precaria, donde los roles de género se redefinen en función del
contexto de relaciones sociales más amplio.
La experiencia de explotación y dominación con control físico que acompaña el
contexto de vivir en una “misión” por siglos, da cuenta de una multiplicidad de
estrategias de resistencia por parte de las poblaciones originarias. Desde esta experiencia
la organización doméstica de la producción que es transformada ante las presiones de los
requerimientos del capital (comercial o agrario), también resalta el carácter ficticio de las
divisiones radicales de esferas complementarias, como lo son la producción y la
reproducción.
Los desarrollos efectuados desde la Antropología Económica sobre la
problemática de las unidades domésticas (Trinchero, 1995; Balazote y Radovich, 1992)
nos vuelven sobre la reproducción de las relaciones desiguales que conforman el sistema
capitalista. Estos ámbitos de producción mercantil simple presentan características
diferenciales por el entramado social donde se desarrollan. Consideramos que la práctica
cotidiana que constituye a los sujetos muestra su relevancia en el tiempo y modo en que
se pautan las actividades, empujados por la dinámica socioeconómica más amplia
(Morey, 2003, 2004).
Nuestro abordaje de las artesanías se distancia de los enfoques históricos del
Folklore (Cortazar, 1976) como fenómeno opuesto a la industria y la tecnología, y la
insistencia de que se trata de una práctica manual perteneciente a un modo de producción
pre-capitalista (Biró de Stern, 1960; Rotman, 2002). Comprendemos que las artesanías
no refieren a un fenómeno coherente, unificado y homogéneo sino, que es un complejo
contradictorio de objetos y procesos en los cuales las prácticas sociales, las relaciones y
las instituciones pueden ser detectadas, (Rotania, 1984; Rotman, 2002). A la vez, sus
técnicas y producción, expresan los conocimientos, saberes, valores y motivaciones
(Novelo, 1993) en tensión con distintas circunstancias sociales propias de las relaciones
sociales existentes.
8
Principales resultados e implicaciones
Un elemento a resaltar es que las condiciones del trabajo artesanal promovido por
las ONGs y el estado impulsan la división sexual del trabajo diferenciando, los ámbitos
de trabajo y familia como contrapuestos. Asimismo, la jerarquización de las artesanías
con alto valor de mercado por “mayor salida”, en oposición a aquellas otras menos
comercializables –ligadas en nuestro caso a la producción realizada por las mujeres- se
explica a la luz de las relaciones sociales que enmarcan la actividad. Cabe resaltar que es
fundamental el entramado político ideológico desde donde se constituyen estos vínculos.
La diferenciación de las actividades que relaciona productos y género postulada por las
agencias que conforman el circuito de comercialización - en nuestra investigacióncoincide con la mirada del poder político y religioso entorno al lugar subalternizado de la
mujer.
La diferenciación sexual del trabajo doméstico, concuerda con otras
transformaciones como la especialización por rubro, la estratificación interna en el
trabajo, la perdida de reconocimiento social de los saberes y capacidades propias. La
falta de reconocimiento y complementariedad de las áreas de producción y reproducción
de la vida social, potencian la discriminación que acompañan el creciente desarrollo de
practicas violatorias de los derechos humanos hacia quienes son invisibilizadas/os
(mujeres, niños/as, ancianos/as).
Como señala Comas d`Argemir, la institución doméstica proporciona en
definitiva la resolución de problemas derivados del contexto socioeconómico, actuando
como un colchón ante las situaciones de crisis, la diferenciación social y la situación
marginal en que van quedando, además de que algunas no producen ellas mismas los
elementos para su reproducción subordinandola a la logica del capitalista, dependen del
mercado para vender sus productos y para producir. Si bien las actividades para el
propio aprovisionamiento y todo lo que genéricamente se denomina trabajo domestico se
realizan fuera de las relaciones trabajo/capital y fuera del mercado no están exentas de las
condiciones que estos ámbitos les imponen. A su vez, si las formas de trabajo no
remunerado que se realizan en el hogar forman parte integral del sistema capitalista, las
actividades de aprovisionamiento, mantenimiento, los procesos de socialización y la
transmisión del conocimiento cultural son actividades directamente relevantes para la
sociedad y presentan al genero como otras divisiones sociales que está imbricado en las
relaciones de producción y reproducción social.
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1
En la Encuesta Complementaria de Pueblos Originarios, realizada con el Censo 2001, la población que
se reconoce Wichí se reparte entre las provincias de Formosa, Salta y Chaco con un total de 36.135
personas. Si bien tenemos nuestros reparos respecto a la metodología utilizada para este relevamiento,
consideramos que es una referencia importante.
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