Download MISA EN LA PEREGRINACiÓN DIOCESANA AL TEPEYAC

Document related concepts

Nuestra Señora de Guadalupe (México) wikipedia , lookup

Juan Diego Cuauhtlatoatzin wikipedia , lookup

Juan Bernardino wikipedia , lookup

Dogmas y doctrinas marianas de la Iglesia católica wikipedia , lookup

Sodalicio de Vida Cristiana wikipedia , lookup

Transcript
MISA EN LA PEREGRINACiÓN DIOCESANA AL TEPEYAC
20 de Mayo de 2015
Diócesis de San Juan de los Lagos
Cargados de intenciones, Dios nos concede llegar a las plantas de
nuestra bendita Madre de Guadalupe, en este centro espiritual del
pueblo mexicano, en el Año en que celebramos en la Diócesis la Vida
en Cristo y el Comportamiento social, cristiano; la Campaña nacional
por la justicia y la paz en México; en E?VAñode la Vida consagrada.
Preferencias del corazón de Dios
Santa María de Guadalupe nos enseña el modo de encarnar
valores que llenan la vida de profundo sentido en medio de una cultura
que genera y produce empobrecimiento y muerte. Su presencia en el
Tepeyac le permite escuchar los clamores de su pueblo y acercarse
desde dentro a sus dolores. Con ellos y desde ellos, desea continuar
la misión de Jesús: "que tengan vida y la tengan en abundancia".
En fidelidad creativa al Evangelio, María se dejó ver de un pobre
indio llamado Juan Diego; y después se apareció su preciosa imagen
delante del obispo.
María, desde su experiencia de "anawim" o pobre de Yahvé, elige y
se identifica con el indio pobre, con el 'rnacehual', con el ser humano
que en términos socioeconómicos ha sido empobrecido. A él le revela
su identidad y sus deseos: Sabe y ten entendido, tú el más pequeño
de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del
verdadero Dios por quien se vive, del Creador cabe quien está todo;
Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un
templo ...
Ella envía a san Juan Diego a comunicar al obispo su mandato:
"dile que yo en persona, la Siempre Virgen Santa María, Madre de
Dios, te envía ... Tú eres mi embajador, muy digno de confianza".
En el Tepeyac es donde ella desea vivamente que se le erija un
templo para mostrar y dar todo su amor, compasión, auxilio y defensa,
para amar gratuitamente, para prolongar en la historia la iniciativa de
Dios que, como siempre, elige al pueblo por puro amor.
María, madre de Dios y madre nuestra, hace del Tepeyac el Belén
de las Américas, el lugar de la experiencia de Dios en nuestra historia.
¿Y nosotros?
Juan Diego acogió la relación con María sin mayor dificultad. Pero
cumplir con su encargo supuso cambio y conversión; Primero, cuando
va al culto divino y se desvía para subir al cerrillo y atender al llamado
de María. Bellísima escena en la que el Nican Mopohua nos hace
gustar la experiencia vocacional del indio que un día fue águila que
habla, pero ahora ha sido acallado, desplazado, despojado de su tierra
y de su dignidad como ser humano, de su confianza en sí mismo y de
su propia religión. Este cambio transforma la vida de san Juan Diego y
le convierte en un muy digno embajador de María.
El segundo momento es cuando, después que María le pide que
regrese por la señal solicitada, llega a su casa y se encuentra a Juan
Bernardino gravemente enfermo. Como el médico ya no había podido
hacer nada, su tío le rogó que fuera a buscar un sacerdote para
confesarse y disponerse a morir. Juan Diego quería dar prioridad a
esta petición, por eso buscó la manera de rodear el cerro para evitar
que la virgen le detuviera. Sin embargo, su intento fue inútil. María
bajó donde él y le concedió la salud a su tío Juan Bernardino.
Basados en la oración, en el discernimiento, en la comunión, y
actuando en el espíritu de san Francisco de Asís y guiados por el
Papa Francisco, hacemos nuestra la opción evangélica y preferencial
de Dios, por los pobres, los excluidos, los necesitados, los alejados, y
al hacer esto contribuimos al espíritu de fraternidad, de justicia, de
lucha contra la violencia.
Cualquiera que sea nuestro estado de vida, función social o
ministerio en la Iglesia, estamos comprometidos a acompañar a
nuestros hermanos en la lucha por la justicia, por medio de nuestra
presencia, servicio y solidaridad, a semejanza de nuestra Bendita
Madre del Tepeyac. También estamos comprometidos a un estilo de
vida sencillo, a la reconciliación y a cultivar los valores y dones de
nuestras diversas culturas. Queremos dar a nuestra Iglesia diocesana
el rostro auténtico de Iglesia misiOnera\
de laicos protagonistas,
[2]
contando con
Religiosos(as).
el
valioso
aporte
de
los
carismas
de
nuestros
Reitero lo que expresé al Presbiterio el "martes santo":
Ante esta situación es urgente ir tomando medidas personales y
organizando grupos sociales. México es un pueblo alegre, solidario y
fraterno (lo ha manifestado ante catástrofes, terremotos, inundaciones,
etc.). Nos une fuertemente la fe cristiana (85% de la población) y la
devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe. Sin embargo hay que
estar atentos a la pérdida de valores éticos, la falta de respeto a las
instituciones políticas, educativas,
religiosas; así mismo evitar
fanatismos y el machismo que lleva a comportamientos personales y
sociales violentos.
Urge una evangelización, "no ritualista", que se proyecte en la
vida (dimensión social de la fe), para la salud pública (ambiente de
seguridad y de paz).
Es necesaria la cooperación desde todos los sectores públicos y
sociales para el fortalecimiento del tejido social, especialmente en
favor de la familia y de cada persona con sus derechos, pero también
deberes, que favorezcan la sana convivencia interpersonal, familiar,
organizativa y social.
Encomendemos al Señor, por la poderosa intercesión de Santa
María de Guadalupe, a nuestros 400 consagrados de la diócesis;
procuremos su inserción en la Diócesis; incrementemos la oración por
la Vida Consagrada, reconociendo, como advierte el Papa Francisco,
que son un signo vivo de la presencia de Jesucristo en la Iglesia; que
están en el corazón de la Iglesia como elemento decisivo para su
misión; que son un signo de Dios en los diversos ambientes de la vida;
son levadura para el crecimiento de una sociedad más justa y fraterna;
son profecía del compartir con los pequeños y los pobres; son un don
de Dios a la Iglesia; un don de Dios a su pueblo.
Estemos, pues, a ejemplo de Santa María de Guadalupe, cerca de
nuestro Pueblo, Ilevándoles paz y esperanza: "¿ Qué no estoy yo aquí
que soy tu Madre? ¿ Qué no estás en mi regazo y corres por mi
cuenta?".
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
[3]