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Los transclase: De una clase a otra
Autor: Nicolas Martin-Breteau
Fuente: La vie des idées (26 de diciembre de 2014).
URL original:
---------------------------------------------------------------------------------------------------------http://www.laviedesidees.fr/D-une-classe-a-l-autre.html
---------------------------------------------------------------------------------------------------------Disponible en UniNómada:
---------------------------------------------------------------------------------------------------------http://www.uninomada.co/inicio/index.php/biblio
---------------------------------------------------------------------------------------------------------Para citar este artículo:
---------------------------------------------------------------------------------------------------------Martin-Breteau, Nicolas. « Los transclase: De una clase a otra ».
URL: http://www.uninomada.co/inicio/index.php/biblio
Fuente: La vie des idées (26 de diciembre de 2014).
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Los transclase: De una clase a otra
(Reseña de: Chantal Jaquet. Les transclasses, ou la non-reproduction, Paris, Puf, 2014)
Nicolas Martin-Breteau
Traducción:
UniNómada, Colombia
La obra de la filósofa Chantal Jaquet, Los transclase, producto de un seminario organizado
en la Universidad París I, se propone pensar las trayectorias individuales socialmente
ascendentes1. Más ampliamente, la obra busca pensar la excepción con el fin de completar
—más que de descalificar— la teoría de la reproducción social. El diálogo con Pierre
Bourdieu queda resumido en la fórmula: “pensar la distinción en la distinción” (p. 5).
Para hacerlo, Chantal Jaquet se propone elaborar una teoría de la no-reproducción social
gracias a la construcción de los conceptos de transclase y de complexión, y a la crítica de
los de identidad y causalidad.
El proyecto es ambicioso. En un lenguaje claro, la obra aborda de manera original las
preguntas clásicas y plantea a las ciencias sociales un triple desafío, a la vez teórico,
práctico y político. A este respecto, el hecho de que el aparato crítico del libro sea
fragmentario no le resta la fecundidad de sus numerosas pistas de reflexión. Trabajos
futuros podrían profundizar de manera muy útil estas reflexiones.
Un desafío teórico para las ciencias sociales
En el plano teórico, el libro de Chantal Jaquet plantea la pregunta sobre la capacidad del
concepto, necesariamente general, para pensar lo singular. La reflexión de Chantal Jaquet
se ancla, en efecto, en la proposición de dos nuevos conceptos. El primero —el de
1
La autora se explica anotando que sus reflexiones se dirigen ante todo “al tránsito del mundo dominado al
mundo dominante que parece de entrada más enigmático que el caso inverso” (p. 21).
1
“transclase”— busca pensar la experiencia de los individuos salidos de las clases populares
que, en el curso de su vida, conocen una trayectoria social ascendente, literalmente extraordinaria. La autora prefiere el concepto de transclase al de “tránsfuga de clase”, que
ciertamente expresa la transferencia, pero igualmente la traición. Forjado sobre el modelo
del término “transexual”, el concepto de transclase indica la transición de una clase a otra,
sin juicios de valor sobre ese paso multiforme, a la vez geográfico, económico, político y
cultural, y cuyas causas y consecuencias hay que buscar tanto en el contexto social como en
las disposiciones individuales.
De acuerdo con la autora, el fenómeno de los transclase sólo puede analizarse
correctamente tomando en cuenta el juego siempre compuesto, ambivalente y singular, del
abanico de determinaciones que está en el origen de la trayectoria particular del transclase.
Ese punto lleva a Chantal Jaquet a elaborar un segundo concepto —el de “complexión”—,
tomado de Spinoza. Del latín con (con) y plectere (tejer), la complexión pretende captar en
su complejidad el entrelazado de determinaciones físicas y mentales que constituyen la
originalidad de una vida singular. La complexión representa así la incorporación de un
nudo de disposiciones moldeado por la historia individual. En el caso particular de los
transclase, la complexión permite pensar la ausencia de unidad, el cambio, incluso el
desgarramiento de una personalidad que vive entre dos mundos incompatibles, oscilando
entre la vergüenza y la fidelidad respecto al medio de origen, y entre la fascinación y la
cólera frente al medio al que arriba —lo que Pierre Bourdieu había llamado “habitus
clivé”2. Chantal Jaquet rechaza así las falsas explicaciones que recurren al azar y a la
personalidad para dar cuenta de la trayectoria de los transclase a fin de inscribir ese
fenómeno “bajo el régimen de la necesidad” (p. 24).
El concepto de complexión propone entonces un “pensamiento combinatorio” (p. 97), para
comprender las modalidades de la acción, en la confluencia de determinaciones
individuales y colectivas, es decir, en el cruce de lo singular y lo general. Herramienta de
análisis de las interconexiones singulares de determinaciones múltiples, la complexión
2
Pierre Bourdieu, Esquisse pour une auto-analyse. Paris, Raisons d’agir, 2004, p. 127 (Bourdieu emplea
también la expresión “doble distancia” en Ibíd., p. 135).
2
permite dar cuenta del carácter multidimensional de la causalidad, puesto que ninguna
determinación es eficiente por sí sola. De manera convincente, el concepto de complexión
engloba así el de hábito, más homogéneo pues ante todo está ligado a la posición social del
individuo. En el estudio de la trayectoria individual, la complexión integra, además de la
posición social, el sexo, la raza, la orientación sexual, el lugar en la hermandad, las
aspiraciones familiares, la vida afectiva, etc. Prestando atención a lo singular, y por
consiguiente, a lo íntimo, Chantal Jaquet actualiza la heterogeneidad y la mutabilidad de
cada complexión individual, y muestra que “cualquier existencia humana puede definirse
por una práctica del desvío diferencial” (p. 221). Chantal Jaquet reúne aquí las reflexiones
de Bernard Lahire sobre lo “singular plural” buscando fundar una “sociología a escala
individual”3.
En la línea de otros trabajos, el concepto de complexión conduce a una crítica del concepto
de identidad4. La asignación de los individuos a las características constantes de clase, raza,
género, sexo, etc., relaciona la identidad con una esencia uniforme e inmutable, e induce a
representarse el yo como sustancia o como sujeto. El caso de los transclase muestra al
contrario que su existencia es fundamentalmente una desidentificación, un proceso de
desprendimiento del medio de origen. Esta crítica del concepto de identidad se extiende
igualmente al concepto de “lucha por el reconocimiento” que supone la negación de una
identidad preexistente, abstracta y fija, ya sea individual o colectiva, cuya dignidad se
trataría de restaurar en el espacio público. La identidad del individuo, pensado así como
pluralidad, ambigüedad, inestabilidad y precariedad, debería finalmente ser comprendida
más bien según el concepto flexible de “transidentidad” (p. 136). Este término, eficaz
dentro de la economía de la obra, sólo es mencionado una vez, y necesitaría una
conceptualización más fina que diera cuenta con mayor precisión de su alcance heurístico.
3
Ver Bernard Lahire, Dans les plis singuliers du social. Individus, institutions, socialisations. Paris, La
Découverte, 2013, not. pp. 11-21. Ver también Bernard Lahire, L’homme pluriel. Les ressorts de l’action.
Paris, Nathan, 1998; Bernard Lahire, Portraits sociologiques. Dispositions et variations individuelles. Paris,
Nathan, 2002; Bernard Lahire, Monde pluriel. Penser l’unité des sciences sociales. Paris, Seuil, 2012, not. pp.
125-141.
4
Sobre este punto, ver por ejemplo Jean-Claude Kaufmann, L’invention de soi. Une théorie de l’identité.
Paris, Armand Colin, 2004.
3
Un desafío práctico para las ciencias sociales
Estas posiciones teóricas provocan preguntas prácticas. La obra apela de entrada por
considerar el papel determinante de los afectos en la constitución de sí5. No se trata, sin
embargo, para la autora de rehabilitar por la vía de los afectos el subjetivismo de un yo
autónomo y soberano, sino de recordar que la “complexión afectiva” (p. 222) no es sólo ni
en primer lugar una concreción de hechos psíquicos sino de hechos sociales, es decir, la
incorporación de una historia social.
El corazón del análisis se inspira en la filosofía spinozista para actualizar el juego de
determinaciones que permite que una potencia de obrar realice la no-reproducción. Los
móviles de la acción son así comprendidos a través de la combinación de los afectos, ya
sean alegres (amor, admiración, entusiasmo, placer) o tristes (vergüenza, resentimiento,
cólera, odio), de modo que la fuerza más o menos grande modifica el cuerpo y el espíritu
del individuo, orienta su potencia de obrar y la determina a permanecer en su clase o a salir
de ella. La complexión afectiva propone así una herramienta a la vez sutil y sólida para
comprender la lógica de lo discontinuo en cualquier trayectoria individual, y propone un
complemento a lo que señalaba Pierre Bourdieu cuando criticaba “la ilusión biográfica”6.
El hecho de que ningún proceso de reproducción sea perfecto, sino irreductiblemente
caracterizado por un “desvío diferencial” de la norma, indica la posibilidad de la noreproducción. El estudio de la complexión del transclase debe entonces permitir
comprender los resortes de la fuerza que ha hecho de este desvío una excepción notable. La
obra intenta así resolver esta dificultad: captar la singularidad de ciertos casos de excepción
a la regla, aunque todo caso singular es, en diversos grados, excepción a la regla. ¿Cuáles
son entonces los criterios —filosóficos, antropológicos, sociológicos, históricos— que
permiten juzgar la excepción notable?
5
Ver sobre este punto los trabajos de Frédéric Lordon: Yves Citton y Frédéric Lordon (Dir.), Spinoza et les
sciences sociales. De la puissance de la multitude à l’économie des affects. Paris, Éditions Amsterdam, 2008;
Frédéric Lordon, Capitalisme, désir et servitude. Marx et Spinoza. Paris, La Fabrique, 2010; Frédéric Lordon,
La société des affects. Pour un structuralisme des passions. Paris, Seuil, 2013.
6
Pierre Bourdieu, “L’illusion biographique”. Actes de la recherche en sciences sociales, vol. 62, No. 62-63,
1986, pp. 69-72.
4
La atención a la multiplicidad y a la complexidad de los afectos para comprender al
individuo supone, entonces, un pensamiento combinatorio que lleva a que la obra se
presente como un vibrante alegato en favor de la interdisciplinariedad, e incluso, de la
transdisciplinariedad en las ciencias sociales (pp. 15-16). Desanudar los hilos de la
complexión obliga a forjar un pensamiento de la complexidad que recurra a herramientas
teóricas y prácticas necesariamente diversas que pueden estar inspiradas en diversas
tradiciones científicas. En particular, la complexión afectiva conceptualiza un pensamiento
de escala micro cuya atención a la singularidad subraya el interés y la complementariedad
de los trabajos de microhistoria, microsociología y microetnología. Chantal Jaquet se
apoya, por ejemplo, sobre el estudio de Mozart hecho por Norbert Elias (un estudio
interdisciplinario que implica sociología, historia y psicología) para mostrar los límites de
la investigación estadística cuando se trata de dar cuenta de la excepción (pp. 16-18)7.
Gracias al concepto de complexión, la autora intenta así resolver esta segunda dificultad:
captar la singularidad de los casos de excepción con ayuda de un modelo teórico general
que no presupone ninguna analogía entre ellos. ¿Cómo entonces considerar la comparación
a posteriori entre los casos singulares de no-reproducción?
Obra de filosofía inspirada en la sociología, en la etnología, pero también en la literatura,
Los transclase o la no-reproducción está, por otra parte, escrita en un lenguaje inspirado en
el arte de la máxima de los moralistas clásicos, de Montaigne y Pascal a La Rochefoucauld
y Chamfort. Tanto en su fondo como en su forma, el libro invita a los investigadores en
ciencias sociales a constituirse, si se puede decir así, en una verdadera complexión
científica8.
Un desafío político para las ciencias sociales
Finalmente, el libro plantea desafíos políticos importantes. Si bien la existencia de los
transclase no contradice la teoría de la reproducción, en todo caso la contraría. Le es
7
Norbert Elias, Mozart, sociologie d’un génie. Paris, Seuil, 1991.
Sobre este punto, ver por ejemplo Guillaume Calafat, Cécile Lavergne y Éric Monnet (Dir.), “Philosophie et
sciences sociales”. Tracés, No. HS-13, 2013; Ivan Jablonka (Dir.), “Les formes de la recherche“, La Vie des
idées.
8
5
contraria puesto que va a su encuentro, pero no la suprime puesto que la rareza misma de la
no-reproducción confirma la fuerza de la reproducción, y en particular, de la reproducción
de la desigualdad de las clases sociales. Los transclase invitan entonces a comprender por
qué y cómo, en el marco de ciertas determinaciones dadas, otras determinaciones distintas
de las habitualmente esperadas son expresadas para dar lugar a una trayectoria excepcional.
Estudiar los transclase permite entonces comprender los resortes del cambio histórico en
ausencia de una revolución social violenta.
Igualmente, desde el punto de vista individual, la no-reproducción indica la posibilidad de
inventar “una existencia nueva en el seno del orden establecido” (p. 7). Comprender dicha
invención pasa por el rechazo de una doble ilusión: la de un individuo absolutamente libre
y la de un individuo absolutamente predeterminado. La vía de Pierre Bourdieu, por
ejemplo, estudiada por la autora, muestra que él pudo reinventarse a partir de las
contrariedades de su complexión, en virtud del desvío, forjando prácticas de existencia
nuevas que no reproducían ni las normas de su medio de origen ni las del medio de llegada.
Por otra parte, captando el conjunto de las determinaciones sociales que han producido al
individuo tal como ha devenido, el concepto de complexión afectiva arruina en gran parte
las pretensiones del “sujeto” al “mérito”. La obra abre así la vía para una crítica radical de
uno de los fundamentos conceptuales del liberalismo político contemporáneo.
Desde el punto de vista colectivo, la obra muestra que cada individuo es portador de
órdenes sociales múltiples y concurrentes. En ese sentido, la no-reproducción no es nunca
un fenómeno individual, sino “transindividual” (p. 96)9. La apuesta política del estudio de
la no-reproducción es, entonces, volver a enlazar entre sí esas experiencias singulares a
primera vista irreductibles, un punto que la obra deja en suspenso. Es aquí que la autora,
siguiendo la estela de Michel Foucault, Didier Éribon y muchos otros, insiste sobre la
intersección posible, sin jerarquía, de luchas de no-reproducción, ya sean biológicas,
sexuales, raciales, de género (pp. 21, 229-230). En la particularidad de cualquier noreproducción se ofrece, en efecto, la posibilidad de combatir la violencia social, de inventar
9
Sobre este concepto, inspirado en Spinoza, ver Étienne Balibar, La crainte des masses, Politique et
philosophie avant et après Marx. Paris, Galilée, 1997; Étienne Balibar, Spinoza et la politique. Paris, PUF,
2011.
6
nuevas normas, y en consecuencia, de repensar la condición humana. Por todas estas
razones, Chantal Jaquet tiene razón al considerar su bello libro como “un libro de
combate”.
7