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¿Vientos menos favorables? Por Daniel Artana* La desaceleración en la expansión de la demanda doméstica de China (de más de 10% de crecimiento real anual en la última década a algo menos del 7% en el primer trimestre de este año) y las señales de la Reserva Federal respecto de una gradual reversión en la política de dinero abundante que ha regido desde 2009 hasta hoy, fueron suficientes para aumentar el costo del capital de los gobiernos de los países emergentes y poner presión para depreciar sus monedas. Dado que el gobierno chino tiene ahorros suficientes para compensar esa desaceleración, se puede concluir que la reducción en el ritmo de expansión de la demanda es un objetivo deseado por las autoridades. La preocupación parece estar centrada en el fuerte aumento en el crédito al sector privado entre 2008 y 2012, que pasó de 120% del PIB a casi 170% del PIB. A partir de la experiencia de otros países (entre otros, Japón) se puede concluir que una velocidad tan rápida de crecimiento del crédito es un campo propicio para un salto en la incobrabilidad que termina en bancos con problemas y por ende con dificultades para sostener el crecimiento del crédito en el futuro. La ventaja en el caso chino es que el gobierno tiene la espalda suficiente para capitalizar a las entidades financieras si ello fuese necesario. Pero en el ínterin, el crecimiento de China se verá afectado y ello no es positivo para el precio de las commodities. Las señales de la FED son una alerta temprana para los gobiernos de la región. A medida que se concrete la normalización monetaria en Estados Unidos, el mundo emergente sufrirá un aumento en el costo del capital (como consecuencia de la suba en la tasa larga de Estados Unidos y algún efecto adicional en el riesgo país) y gozará de una menor abundancia de capitales. Ello llevaría a monedas más débiles afectando el crecimiento de los PIB medidos en dólares. Para la Argentina no se ha notado un efecto negativo sobre el precio de la soja, más influido por las dudas climáticas en Estados Unidos. En cambio, la depreciación del real brasileño sí resta en el margen espacio para la recuperación de las exportaciones industriales argentinas a ese país. A su vez, el mayor costo del capital no es relevante en el corto plazo porque ya existían restricciones previas para acceder a financiamiento a tasas de un dígito anual en dólares, pero puede ser más relevante en el futuro, si el gobierno que asuma en 2015 pensaba utilizar el espacio que proporciona una baja deuda pública en relación al PIB para suavizar el necesario ajuste fiscal. Es posible que el punto de partida del gobierno que asuma en 2015 sea más complejo que el que enfrentamos hoy. No parece que la administración actual esté dispuesta a resolver el atraso cambiario, y los desequilibrios fiscal y externo que tendríamos hoy si no hubiera control de cambios. Más bien, parece decidida a profundizar los controles y a utilizar las reservas del Banco Central. De todas maneras, hay un margen de maniobra porque la economía crecería por debajo de su potencial por cuatro años seguidos (2012-2015) y eso daría espacio para un “buen” primer año de la nueva administración si se adopta una política económica coherente. La economía después de 2015 Una parte importante de la dirigencia política, empresarial y sindical de la Argentina parece adherir a la idea de que es posible rescatar al modelo económico en vigencia desde el año 2003, de forma tal de retomar un sendero de alto crecimiento con menor inflación. Más o menos explícita en ese diagnóstico yace la idea de que no hay grandes problemas económicos que resolver. Simplificando, sólo se deben evitar las confrontaciones políticas innecesarias, los intentos por perpetuarse en el poder (y los costos que ello acarrea) y restablecer un manejo profesional de la política económica que permita aprovechar circunstancias externas que continuarán siendo favorables en el mediano plazo. Además, existe en nuestro país una gran riqueza de recursos naturales que sería incluso más importante que el boom sojero. Su explotación aportaría recursos a la economía y al Estado, evitando un ajuste traumático que balancee las deterioradas cuentas de la Nación y de las provincias. Este razonamiento ignora varias dificultades. El Cuadro 1 muestra el crecimiento promedio de los últimos 15 años y de subperíodos más cortos par Argentina, Brasil, Chile, Colombia y Perú. Se puede observar que entre 1997 y 2012 la Argentina creció 3% anual (similar a Brasil) y 4% al año desde 2007. La mayor tasa que se observa si se considera el período 2002-2012 parece estar asociada a la alta proporción de recursos ociosos que generó la crisis del año 2002 y a las excepcionales condiciones externas que disfrutamos desde 2003 en adelante. Cuadro 1. Argentina y otros países de la región latinoamericana: indicadores seleccionados Posición en Importaciones WEF 2012Tamaño del Bienes y País 2013 1/ Estado 2012 2/ Servicios 2011 3/ Crecimiento promedio anual 4/ Global Instituciones % del PIB % del PIB 1997-2012 2002-2012 2007-2012 2013-2014 Argentina 94 138 44,5 19,5 3,1% 6,4% 4,0% 1,2% Brasil 48 79 37,3 12,6 3,0% 3,6% 3,2% 3,3% Colombia 69 109 28,7 20,1 3,3% 4,6% 3,8% 4,3% Chile 33 28 23,9 34,7 3,8% 4,5% 4,0% 4,9% Perú 61 105 19,3 24,8 4,8% 6,5% 6,5% 6,1% Tasa de Inversión Promedio 2007-2012 2013-2014 22,6% 21,2% 19,3% 20,5% 25,0% 29,5% 24,2% 28,1% 28,5% 33,6% Notas: 1/ El país mejor posicionado tiene el número 1 en cada ranking. 2/ Gasto Público Consolidado a PIB. Datos del FMI, excepto para Argentina (estimación propia). 3/ Datos del Banco Mundial. Participación medida a precios constantes. 4/ Para Argentina estimaciones propias. Para el resto de países, crecimiento real según fuentes oficiales hasta 2012 y proyecciones de consenso para 2013-2014. 5/ Fuentes oficiales a precios constantes. Para Argentina estimaciones propias. El segundo punto es que la sociedad argentina parece enamorada de un modelo corporativo poco competitivo que no es el que aplican los países de la región con mejor desempeño en períodos largos. Este modelo tiene tres patas: a) una fuerte expansión del Estado en la economía (la mayor de la región) financiada primero con los impuestos extraordinarios introducidos durante la crisis, a los que hubo que agregar luego un par de puntos del PIB de impuesto inflacionario; b) una economía muy cerrada al comercio internacional con aranceles altos y restricciones cuantitativas generalizadas que alimentan un capitalismo prebendario; y c) la irresistible tentación del Estado de apropiarse de stocks y cambiar los contratos según convenga a los intereses de corto plazo del Ejecutivo. Ninguno de los otros cuatro países con los que se compara a la Argentina en el Cuadro 1 aplica este recetario populista con tanta devoción. Brasil tiene un Estado sobredimensionado desde hace años, pero que hoy es algo más chico que el argentino y no recurre a la inflación en gran escala para financiarlo. También Brasil es una economía bastante cerrada pero que no ha abusado tanto de los controles “no escritos”. Además, hay que tener en cuenta que Brasil es una economía de crecimiento mediocre. Los otros tres casos de mayor crecimiento relativo se caracterizan por Estados mucho más pequeños que el argentino, economías más abiertas al comercio internacional y mayor respeto a los contratos. Por ejemplo, Chile se ubica 61 puestos por arriba de la Argentina en el ranking global de competitividad que elabora el World Economic Forum, y Colombia y Perú alrededor de 30 puestos más arriba. La brecha es incluso mayor cuando la comparación se hace con las Instituciones. Argentina aparece en el puesto 138, Colombia y Perú algo por debajo del 100, Brasil en el puesto 79 y Chile en el puesto 28 de 144 países. Resta analizar la posibilidad de aprovechar las oportunidades que nos dio la naturaleza. La gran riqueza gasífera y minera que aparentemente tenemos podría aportar recursos a la economía y al gobierno, incluso muy por encima de lo aportado por la soja. Sin embargo, la historia muestra muchos ejemplos de la “maldición” de los recursos naturales. Primero hay que atraer los capitales con contratos creíbles a tasas de retorno razonables. Un segundo problema es cómo administrar el éxito. Y esto requiere que sólo gastemos cada año lo que es sostenible en el largo plazo. Lo observado desde 2003 hasta la fecha obliga a ser escépticos con una sociedad que decidió que su Estado se gastase al contado todo el boom de las commodities. Si hay un nuevo salto de ingresos públicos, ¿qué nos asegura que no lo gastaremos de nuevo aumentando todavía más la participación del Estado en la economía, en lugar de utilizarlo para erradicar el financiamiento inflacionario del déficit o reducir la altísima presión tributaria? Hay que notar además que si los hallazgos son importantes, también lo serán los flujos de divisas que presionarán por una apreciación del tipo de cambio real. ¿Dejará eso conforme a los empresarios de los otros sectores transables y a la dirigencia sindical que han apoyado el modelo actual cuando el tipo de cambio real era recontraalto? Las economías ricas en recursos naturales que han logrado ser exitosas pudieron evitar que la renta de esos recursos se malgaste en corrupción o que se gaste sin tener en cuenta el largo plazo. Ello requiere evitar el populismo en el gasto estatal, mantener una economía abierta y respetar los contratos. No parecen ser éstos los atributos del Kirchnerismo con “buenos modales”.