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¿SE PUEDE SOSTENER LA GLOBALIZACIÓN?
¿CÓMO INFLUYE CHINA EN EL CONJUNTO DE LAS
ECONOMÍAS?
1Raphael
1
Profesor de Desarrollo Internacional en la Open University. Milton Keynes, Reino Unido.
Kaplinsky
Resumen
En las últimas décadas del siglo veinte hemos presenciado un
aumento de la globalización y la creencia generalizada de que ésta no
sólo iba a resolver los problemas de la pobreza en el mundo, sino que
además sería un proceso irreversible. El desarrollo de la globalización
se ha producido simultáneamente con el acelerado cambio climático, la
creciente desigualdad y los pertinaces niveles de pobreza, no
solamente en las economías de baja renta sino también en la UE y el
resto del mundo rico.
Los optimistas de la globalización creen que la expansión continua de
la globalización acabará con la restante pobreza en el mundo. Creen
que pobreza y desigualdad son “residuales”. Por mi parte, daré las
razones por las que pobreza, desigualdad y globalización están
relacionadas. Y es a través del propio funcionamiento de la economía
mundial, por lo que las desigualdades se están intensificando y la
pobreza persiste. Además, la expansión de la globalización acelera
también forzosamente el cambio climático.
Esta evolución indica que debe haber un límite a dicha expansión, algo
a lo que el sentido común no puede hacer caso omiso. Los sistemas
de producción son insostenibles desde el punto de vista
medioambiental, y el exceso de capacidad de producción mundial está
llevando a los salarios a una carrera hacia el mismo fondo para
muchos, y no solamente en el mundo en vías de desarrollo. El acceso
de China a la economía mundial, con su abrumadora hambre de
recursos y mano de obra instruida, exacerba esta evolución. Y el
desarrollo de la India está a la vuelta de la esquina.
En medio de todo esto: ¿qué podemos hacer? Es necesario cambiar
los sistemas de producción mundial. Que el crecimiento sea más local,
no sólo por razones medioambientales, sino para garantizar una
distribución más equitativa de la renta. Y es necesario que se debata
sobre China, la India y otras economías emergentes asiáticas en las
instituciones mundiales de gobierno.
Globalización-Triunfalismo
Soy lo suficientemente mayor para acordarme del lanzamiento del
primer satélite, el Sputnik, en 1957. El hecho de que los rusos fueran
los primeros en llegar al espacio supuso un gran shock para los
americanos. Estos respondieron con un programa de inversión de
urgencia para la formación de científicos y técnicos. Mi colega de
Sussex, Marie Jahoda, calculó que si se hubiera mantenido este
aumento de la inversión en Recursos Humanos durante décadas, para
1992 habría dos científicos por cada hombre, mujer y perro en
Norteamérica. ¡Y atención a la extrapolación exponencial de las
tendencias actuales!
Estamos en medio de lo que llamo un periodo de globalizacióntriunfalismo; la creencia de que las fuerzas de la globalización son
imparables, que no habrá fin para la creciente y constante eliminación
de las barreras inter-fronterizas al flujo de productos, a los factores de
producción (personas y recursos propios), ideas y tecnología. Puedo
estar equivocado, pero pocos de los asistentes a este Congreso,
tienen la suficiente edad para poder recordar una fase anterior de la
globalización-triunfalismo, que existió justo antes del final de la Primera
Guerra Mundial. Las últimas décadas del siglo XIX representaron una
fase muy parecida de rápido aumento de la integración mundial. Aun
así todo finalizó de manera repentina y brutal, con la pérdida de
muchos millones de vidas. Y fue solamente medio siglo después
cuando entramos en una nueva fase de integración mundial.
La razón fundamental de la caída de la economía mundial en la guerra,
en los primeros años del siglo XX, fue el hecho de que las viejas
potencias imperiales no permitieran que un nuevo candidato,
Alemania, desempeñara un papel relevante en la formación del eje
mundial. Como analizaré más tarde, hoy día el régimen mundial se
enfrenta a un reto similar: los nuevos candidatos dinámicos del Este
están entrando en la liga económica y pronto tratarán de que este
hecho se refleje en el papel que desempeñen en la formación de la
estructura política e institucional mundial.
Me gustaría, en esta conferencia, tratar el tema de la sostenibilidad del
sistema mundial, y lo haré centrándome en los siguientes tres factores.
El primer factor es entender cómo la propia naturaleza del desarrollo
capitalista conduce a la degradación de las llamadas comunidades
globales, el calentamiento del planeta y el caos climático. El segundo
factor, está también en la propia naturaleza de los actuales procesos
de globalización, en los que la desigualdad se intensifica y la pobreza
perdura. Y, en cuanto al tercer factor, es que la combinación del
impacto medioambiental y la desigualdad crea unas contradicciones
internas, que es probable socaven la propia sostenibilidad del mismo
proceso de globalización. Todo esto nos lleva a cuestionarnos el
concepto de globalización-triunfalismo, y nos exige pensar acerca de
nuevos e innovadores modos en los que la humanidad pueda seguir
sobreviviendo.
El Imperativo de la Innovación, el Medioambiente y el
Calentamiento del Planeta
Existen muchas razones por las que las economías autoritarias del
sistema soviético se derrumbaron. Pero quizás lo más importante es
que no cumplían con lo pactado. Es decir, ni crecieron tan rápidamente
ni produjeron la variedad y calidad de artículos que sus homólogos
capitalistas. Joseph Schumpeter, economista austriaco de mitad del
siglo XX, nos dio la clave para entender esta deficiencia. Schumpeter
demostró que el propio aliento de la economía capitalista requiere de
innovación; los empresarios enfrentados por el exceso de competencia
que debilita la rentabilidad escapan a dichas presiones competitivas
introduciendo productos y procedimientos nuevos. Innovación y
expansión son la base del sistema capitalista, su motor interno.
Algunos siglos antes que Schumpeter, Adam Smith, en sus escritos,
proporcionaba la clave para entender cómo dicho motor acumulador
del capitalismo alimenta la economía “globalizadora”. Utilizando un
ejemplo de una fábrica de alfileres, Smith demostró cómo la división
del trabajo conducía a un aumento de la productividad. Por otra parte,
argumentó: “la división del trabajo depende del alcance del mercado”,
cuanto más grande es el mercado, mayor es la división del trabajo,
mayores también las ganancias en productividad, y mayor el beneficio
para los capitalistas innovadores. Por consiguiente y para abreviar:
• El capitalismo triunfa por su capacidad de innovación y de
crecimiento.
• Lo que es más, la innovación y el crecimiento están en el
corazón del sistema capitalista.
• Yendo más allá, este crecimiento adquiere una forma mundial, a
medida que las tecnologías a gran escala se desarrollan: nuevas
formas de organización de empresas y fábricas dan lugar a
cadenas de una importancia cada vez más creciente que
producen para el mercado mundial.
• Entre otras cosas, las cadenas de valor mundial y los mercados
mundiales requieren transporte y el transporte consume energía.
Este sistema mundial en continua expansión pone a prueba el
medioambiente. No es necesario que entremos en el alcance que
están teniendo dichas demandas de recursos o el impacto que esto
está teniendo en el clima mundial. Olvidémonos por el momento de la
contaminación localizada que se produce por la creciente explotación
de la biosfera de la tierra: los pesticidas en la producción del algodón,
la mesoteliomia que se origina de la producción de amianto, la
contaminación de las aguas de Alaska a través de los vertidos de
petróleo... A medida que vamos siendo más conscientes, estos efectos
medioambientales localizados nos parecen nimios en comparación con
el rápido impacto que están teniendo sobre el clima mundial. No sólo
estamos en la era del calentamiento del planeta y el cambio climático,
sino en la de lo imprevisible y el caos climático.
El sistema mundial de acumulación capitalista exige cada vez más a la
biosfera de lo que ésta es capaz de aguantar; es necesario o
desconectar el motor de acumulación o quizás incluso dar marcha
atrás. Como mínimo será necesario invertir la marcha en el exceso de
energía que requiere esta innovación.
El Imperativo de la Innovación, y la Pobreza y Desigualdad
Mundiales
Una rama de la teoría de la economía –en realidad, la rama dominante
de la teoría de la economía– sostiene que aparte de esto, la expansión
del sistema mundial de acumulación colabora en disminuir la pobreza y
la desigualdad mundiales. La lógica es la siguiente. En primer lugar,
como Adam Smith había argumentado, la división del trabajo aumenta
la productividad: cuantos más participen y cuanto mejor sea la
consecuente división del trabajo, mayor será el potencial para aliviar el
hambre y la pobreza mundiales mediante el crecimiento de la
productividad. En segundo lugar, cada empresa y país tiene sus
propias capacidades y recursos individuales. Por tanto, sigue la teoría,
si cada productor o país se especializa en su propia área de
conocimientos especializados (su ventaja comparativa) y luego
comercia con su producción para comprar algo que otra empresa o
país produce relativamente más eficazmente, entonces, no sólo
aumentará su productividad, sino que mejorará su bienestar humano.
Esta es la teoría de la ventaja comparativa, que subyace a la moderna
teoría del comercio y cuyo origen se puede remontar a los escritos de
Adam Smith y David Ricardo a finales del siglo XVIII y principios del
siglo XIX. Ofrece una perspectiva particular sobre la pobreza en el
mundo, que es vista como un “fenómeno residual”. Es decir, la pobreza
en el mundo se puede ver como una condición temporal, condición que
se puede aliviar si todos los productores se especializan en sus áreas
de ventaja comparativa y entran en el sistema mundial; de hecho los
pobres siguen siendo pobres porque no entran en esta dinámica. En
palabras del Banco Mundial: “En suma, la integración económica
mundial ha ayudado a la disminución de la pobreza y no se debería
invertirse este proceso”.2
Sin embargo, se concede una importante suposición en el desarrollo
intelectual de este enfoque mutuamente beneficioso de la globalización
2
Banco mundial, 2002: xi.
de la que David Ricardo tenía conocimiento. La especialización en
áreas en las que hay ventaja comparativa únicamente conduce a un
resultado mutuamente beneficioso en un mundo de pleno empleo, es
decir, si todos los productores tienen un papel que desempeñar, un
producto que producir, y personas que tanto quieren como pueden
adquirirlos. ¿Pero, qué sucede si no existe el pleno empleo?
En este punto, sería necesario que nos instruyéramos a través tanto
de Malthus como de Marx. Malthus, que escribió en la misma época
que Adam Smith, argumentaba que el crecimiento de la población
sería superior a la capacidad de la humanidad para producir lo
indispensable para alimentarla. Naturalmente, estaba equivocado, en
el sentido de que nuestro “presente” sistema de producción altamente
productivo e innovador está claramente capacitado para alimentar a la
“actual” población mundial (en la teoría y también en la práctica).
¿Pero, puede continuar haciéndolo de manera “sostenible”, o nuestras
actuales demandas de consumo acabarán minando nuestra capacidad
de producción en un futuro próximo?
Marx tenía también algo importante que decir sobre el resultado
mutuamente beneficioso de la globalización. Argumentaba que el
progreso técnico en el sistema de innovación capitalista ahorraba
mano de obra y que esto conducía a una tendencia sistemática hacía
lo que Malthus llamaba “fuente de reserva de mano de obra”. Pensaba
que el mundo de pleno empleo era un producto del mundo imaginario
de los economistas. En un ambiente de excedente de mano de obra en
el que las capacidades productivas exceden el consumo (en el que la
oferta excede la demanda efectiva), se produce una plena “carrera de
fondo” para los que no tienen capacidades únicas que ofrecer. Éstos
están sujetos a la intensidad de la competencia mundial. Y en esta
carrera de fondo, la pobreza mundial ya no es tan “residual”, sino
“relacional”, es decir, una consecuencia directa del funcionamiento del
sistema mundial.
Así que, ¿qué muestran los hechos? Comencemos con la pobreza
entendida como una “condición absoluta”, centrándonos en la meta de
dólar por día establecida como el Objetivo de Desarrollo del Milenio.
Según el Banco Mundial la cantidad de gente que vive por debajo de
un dólar al día ha bajado de 1.219 millones en 1990 a 1.101 millones
en 2001 (aunque existen muchas dudas acerca de la exactitud de
estas cifras). Sin embargo, el aumento en la cifra absoluta de los que
viven por encima del umbral de la pobreza creció casi por completo por
los buenos resultados de crecimiento de Extremo Oriente, en general,
y China, en particular. Si se excluye a estos países del total, entonces
la proporción de población mundial que vive por debajo de un dólar al
día sería estable y la cifra absoluta de los que viven por debajo de un
dólar al día subiría.
Viendo la pobreza como una “cuestión relativa” en relación con la
distribución de la renta, el resultado es ambiguo. Puesto que la
globalización ha aumentado en prácticamente cada aspecto, y la
distribución de la renta dentro y entre países, regiones, clases y
géneros, en cambio, ha empeorado. La única excepción importante: es
un indicador particular de la distribución de la renta internacional, por el
que, teniendo en cuenta la población, la distribución internacional de la
renta se ha igualado; aunque esto se debe completamente al rápido
crecimiento de China, con un 20% de la población mundial.3 Pero es
que lo irónico es que al mismo tiempo la distribución de la renta en
China ha empeorado de manera espectacular; ha pasado de ser una
de las economías más equitativas a una de las más desiguales en un
par de décadas.
¿Qué importancia tiene China en estos resultados sobre la pobreza?
La respuesta es: mucha. Como acabamos de ver, la disminución
mundial del número de pobres refleja el rápido crecimiento de China.
Pero el aumento mundial del número de pobres en China es, en buena
parte, la consecuencia de la creciente competitividad mundial en al
menos Asia, en general, y China, en particular. Si nos centramos en el
sector industrial, por ejemplo, la cuota de China en el valor añadido
sobre la fabricación en un país en vías de desarrollo subió del 10,2%
en 1985 al 29,% en el 2000; en el mismo período, su cuota de
exportaciones industriales en un país en vías de desarrollo subió del
7,6% al 24%. La consecuencia para la mayor parte de los países en
vías de desarrollo fue un fuerte aumento de la presión sobre la fijación
3
Milanovic, 2003.
de precios competitivos para sus exportaciones. Los precios de
exportación de los productos manufacturados en los países en vías de
desarrollo descendieron más que las exportaciones de productos
manufacturados en países con renta alta, y cuanto mayor fue la
participación de China en estos mercados de exportación, más bajaron
los precios.
El resultado en los países africanos en vías de desarrollo ha sido
especialmente duro. 2005 vio el final aparente de los controles sobre
las exportaciones textiles y de confección de China. Durante ese año,
seis de las economías del África Sub-sahariana que anteriormente
habían progresado en la exportación de ropa a Estados Unidos, según
el Programa de Comercio Preferencial de la Ley de Oportunidad y
Desarrollo para África, vieron caer sus exportaciones de confección en
un 17%. En el caso de dos de las economías más pobres africanas,
Lesotho y Suazilandia, el empleo en los sectores textil y de la
confección (aparentemente su única forma de actividad industrial) cayó
en un 29% y un 56% respectivamente en un solo año.
China también ha desempeñado un importante papel en el
empeoramiento de la distribución de la renta. Fundamentalmente, los
ganadores, en términos relativos, en la reciente era de la competencia
mundial, han sido los que han podido aislarse de la competencia
mundial: profesionales de gran prestigio, famosos, deportistas,
innovadores, etc. La gente sometida a las presiones competitivas
mundiales: trabajadores no cualificados, y cada vez más también
trabajadores semi-cualificados y de la tecnología de la información han
visto descender su renta relativa. Éste no ha sido únicamente un
fenómeno que han experimentado los países en vías de desarrollo de
baja renta, sino también los países ricos, en los que la distribución de
la renta ha tendido a empeorarse de manera significativa a lo largo de
las dos últimas décadas. En el Reino Unido, por ejemplo, el salario
mínimo es inferior, en términos reales, que hace dos décadas. China y,
en menor medida, la India, se encuentran en este punto y en una
situación crítica, ya que son el depósito de la mano de obra no
especializada de bajo coste y de la creciente mano de obra semiespecializada... ha hecho que los salarios en el mundo bajen.
¿Mejorarán las cosas? ¿Se endurecerán estos mercados laborales
mundiales? Casi con seguridad, no. La mano de obra industrial total en
las 14 mayores economías de la OCDE en 2002 era de 79 millones. El
mismo año, el sector industrial de China empleó a 83 millones. Pero,
con respecto a este punto, se estima que la fuente de reserva de mano
de obra de China –o sea los que están esperando para entrar en el
empleo remunerado y que actualmente trabajan en actividades de baja
productividad– excederá los 150 millones. Para empeorar las cosas,
cada vez más mano de obra es especializada o está preparada, y por
si esto no fuera poco, para 2020 la mano de obra de la India excederá
a la de China. No hay signos, pues, de que la fuente de reserva de
mano de obra mundial se esté agotando.
¿Qué presagia esto en cuanto a la sostenibilidad de la
globalización?
¿Qué nos dicen estas observaciones sobre el medio ambiente, el clima
y la distribución de la renta acerca de la sostenibilidad de la
globalización? Indican que la globalización sufre tres “contradicciones
internas”, es decir que son progresos que se derivan de su propio
éxito, pero que al mismo tiempo ponen en peligro su mismo futuro.
En primer lugar, la actual trayectoria de constante crecimiento mundial
es claramente insostenible desde el punto de vista medioambiental. La
energía que se necesita para productos de transporte en extensas
cadenas de valor mundial presenta demandas imposibles para la
biosfera del planeta. Si la Humanidad elude tomar medidas para
detener el calentamiento del planeta y el caos climático, será
necesariamente a expensas de la actual trayectoria de sistemas de
producción con mucha demanda de energía, probablemente a través
de precios mucho más altos para la energía. La lógica de enviar por
cualquier medio de transporte hortalizas, fruta e ingredientes de poco
valor alrededor del mundo, se perderá y los sistemas de producción
rentables pondrán forzosamente su énfasis en la proximidad.
En segundo lugar y quizá esto sea más polémico, veo una conexión
directa entre el éxito hegemónico de la globalización y el aumento del
terrorismo mundial. El argumento es el siguiente.4 En los primeros
años del siglo XXI, por primera vez más de la mitad de la población
vive en ciudades. Mientras que las ciudades de siglos anteriores
habían sido lugares para la industria, las ciudades modernas se han
convertido en vertederos para los desposeídos y los marginados. En
consecuencia, los políticos de las ciudades han pasado de tener
lealtades basadas en las clases a poseer filiaciones menos modernas
o pre-modernas, milenarias y basadas en la fe: el derecho religioso del
Norte, el Islam fundamentalista y el Judaísmo en Oriente Medio y Asia,
y las iglesias Evangélicas de Latino América y África, en muchos
aspectos representan la política de los desposeídos.
A través de la expansión “cultural” de la TV, películas, medios de
comunicación escritos y, especialmente, la publicidad, la globalización
ha extendido un modelo de comportamiento y valores que se ha hecho
cada vez más ofensivo para los desposeídos, y que ha sido utilizado
por la fe fundamentalista5. La respuesta de algunos de ellos ha sido el
ataque a muchas manifestaciones de la globalización: El “World Trade
Center”(el propio nombre evoca la hegemonía de los procesos
mundiales), y centros turísticos asociados a valores occidentales
(como los clubes nocturnos en Bali). Pero, ¿dónde terminará, y qué
impacto tendrá en la propia sostenibilidad de la globalización? ¿Qué
efecto podrían tener los ataques a infraestructuras de comunicaciones,
las arterias de la globalización, en la sostenibilidad de la globalización?
Desgraciadamente, no es descabellado imaginarse bombas colocadas
estratégicamente en contenedores para transporte. De hecho, Estados
Unidos está actualmente tomando medidas activas para reducir la
probabilidad de que se produzcan dichos ataques. Tampoco podemos
descartar la posibilidad de ataques suicidas en aeropuertos
importantes, que tomen a los turistas como rehenes o ataques a gente
de negocios extranjera.
Y existe un tercer factor endógeno que podría debilitar la sostenibilidad
de la actual globalización: la globalización obliga a que se produzcan
4
En este punto la información me viene a través de un libro reciente excelente de Mike
Davis-Davis, 2004.
5
Curiosamente, muchos líderes del fundamentalismo fueron los propios beneficiarios
privilegiados de la globalización, pero atrajeron el apoyo de las masas de “perdedores”, que
quedan excluidos de muchos de los frutos de la globalización.
cambios en la especialización económica. El resultado es un frecuente
e importante cambio en las pautas de empleo, la organización del
trabajo y el diseño institucional. Y lo que quizá sea más importante,
también ha llevado a cambios importantes en los modelos de
distribución de la renta. Hay dos consecuencias fundamentales de
estos cambios. La primera es que la vida parece haberse vuelto más
insegura para muchos, incluidos los profesionales que tienen voz en
las economías con altas rentas. Hace algunos años, Robert Reich,
Secretario de Estado de Trabajo durante algún tiempo de la
Administración Clinton, escribió acerca de este asunto con mucha
clarividencia. Advirtió que Estados Unidos tiene una “clase marginada”
numerosa y cada vez mayor; para colmo, “clase marginada”, por
definición, era “clase superior en número”. Esto afirmaba Reich, y no
era nuevo. Lo que sí era nuevo, era el carácter de la categoría
intermedia: “la clase preocupada”. Hasta cierto punto esta
preocupación e inquietud cada vez mayores son una consecuencia
directa del imperativo de continua “re-invención” al que obliga la
competencia mundial. Jack Welch, anterior Consejero Delegado de
General Electric (GE) en Estados Unidos, estaba considerado como
uno de los tipos más distinguidos entre los innovadores de la gestión
verdaderamente influyente durante la década de los 90. Su filosofía
era obligar a que hubiera una renovación regular del personal en todas
las filiales de GE, por muy bien que lo estuvieran haciendo. Se suponía
que los directores tenían que evaluar y deshacerse del grupo de
empleados que tuviera peores resultados anualmente, por muy
competentes que fueran, desempeñando las tareas que se les hubiera
asignado. En los primeros años del milenio GE promovió “la política del
70:70:70 – 70% de la actividad en subcontratación de servicios”; 70%
de dicha subcontratación de servicios en el exterior (es decir, en el
extranjero) y 70% de dicha actividad también fuera, en economías con
salarios bajos. Es un programa de incertidumbre, desconfianza y
miedo. Esto tiene su eco en la visión del mundo que tiene el jefe de
Intel, Andy Groves, que escribió un best-seller titulado Only the
paranoid survive (en español: Sólo los paranoicos sobreviven). Según
el caso, se cambiaba el pronóstico: –“reinvención”, “reorganización”,
“diseños de los procesos de negocio”...–, y es el actual programa
aplicado no sólo en el sector privado, sino en burocracias del estado
tales como el Servicio Nacional de Sanidad del Reino Unido y los
sistemas educativos. Es un mundo de inseguridad, miedo y
preocupación, que amenaza con engendrar oposición a la
globalización, tanto más cuando las clases profesionales de las
economías con altas rentas están siendo amenazadas con ser
desplazadas de sus trabajos a la India y a otras economías con
salarios bajos.
No es sólo que los cambios provocados por la globalización hayan
llevado al miedo y a la preocupación generalizadas (entre los que se
incluyen las clases profesionales con voz en las economías con altas
rentas), sino que, como he argumentado antes, también han
provocado una mayor desigualdad. Los ricos son cada vez más
confiados y audaces, con una tendencia generalizada a hacer alarde
de su riqueza. Sabemos por épocas anteriores de la historia
económica y política, que el estímulo para el cambio social no viene
tanto de la privación absoluta como de la relativa privación, y quizá sea
esto lo que, sobre todo, pone en peligro la sostenibilidad de la
globalización.
Las lecciones del siglo XIX aportan un importante trasfondo para poder
entender esta posible evolución de los primeros años del siglo XXI.
Tras cinco o seis décadas de creciente integración mundial, la
economía mundial retrocedió después de 1914, y sólo recuperó el
impulso hacia afuera en las décadas posteriores a 1950. En la época
intermedia se vivió un periodo de retroceso y una disminución de la
integración económica. Esta inversión de los procesos mundiales
siguió directamente al mismísimo éxito de la integración de finales del
siglo XIX. Las importaciones de grano barato en la Europa Continental
llevaron a una caída de los beneficios agrícolas. Esto dio lugar a la
imposición de aranceles a las importaciones agrícolas en la mayor
parte de Europa. En segundo lugar, hubo una emigración masiva de
europeos no especializados a Estados Unidos, puesto que 60 millones
de personas, a menudo literalmente cruzando Europa a pie, salieron
hacia Estados Unidos entre 1820 y 1914. Lo que obligó a bajar los
salarios en Norte América y produjo un aumento de los controles de la
migración. Al mismo tiempo, la competitividad de los fabricantes
europeos puso en peligro la supervivencia del incipiente sector
industrial de Estados Unidos, dando lugar a la imposición de aranceles
a los fabricantes. Y, finalmente, la demanda de mercados y recursos
cada vez mayores condujo a la expansión del colonialismo; lo que
estimuló las rivalidades imperialistas que sirvieron para avivar la
Primera Guerra Mundial. En cada caso, las semillas del cambio se
pueden encontrar en el mismo funcionamiento de la economía mundial
del siglo XIX, y surgieron como consecuencia directa de su éxito.
¿Qué debemos hacer?
Estamos acostumbrados a pensar en positivo para encontrar una
solución a cada problema. Esto es así también, desde que las
amenazas a las que se enfrenta la humanidad, en general, y el mundo
occidental históricamente privilegiado, en particular, son importantes.
No puedo pretender tener la respuesta para los problemas cada vez
mayores que acosan a la economía globalizadora, pero hay tres
asuntos que creo se deben tratar.
El primero y quizás el más importante es el desafío medioambiental,
en general, y el cambio climático, en particular. Las cifras totales son
sobrecogedoras: la biosfera simplemente no puede soportar las
presiones que el crecimiento mundial sostenido ejercerá sobre ella.
Esto tiene múltiples consecuencias. Es necesario que encontremos un
camino más eficaz para generar, distribuir y consumir energía,
desarrollando una serie de tecnologías que ahorren energía y
estructuras organizativas. Parte de la solución es una fijación de
precios de la energía más racional, es decir, precios más altos; pero
ésta no es la única solución. Si fuera la única solución, entonces los
precios de la energía más altos empeorarían la brecha existente entre
ricos y pobres, tanto dentro de los países como internacionalmente.
Pero también es necesario reducir las pautas de consumo de materias
primas en los países ricos, poniendo más énfasis en el ocio y los
servicios, sobre todo si, como parece que va a ocurrir, el consumo en
los países en vías de desarrollo va a crecer al tiempo que lo hacen los
niveles de vida.
En segundo lugar, para mucha gente y muchos países, la globalización
no es tanto el camino hacia niveles de vida más altos como una fuerza
hacia el empobrecimiento. El acceso sin límites a la competencia
mundial, en el contexto del exceso de capacidad mundial, significa el
empobrecimiento para aquellos sin una especialización clara y única.
Éste es el caso de la mayor parte de África y Latino América y de una
cantidad cada vez mayor de gente de Europa Occidental y Norte
América (cuyas fuentes de reserva de mano de obra no están sólo en
China o la India, sino también en Europa del Este y América Central).
En teoría, se pueden procurar los ingresos para estas comunidades
marginadas a través de la redistribución de los frutos del aumento del
crecimiento y la productividad. Pero la “política real” es un estorbo: los
ricos no van a pagar los impuestos requeridos para financiar la
redistribución, y cada vez tienen más capacidad de evadir los
impuestos en un mundo de corrientes financieras liberalizadas. Por
consiguiente, creo que es necesario que revisemos las ventajas de la
protección, pero en un mundo de preferencias regionales, que al
mismo tiempo permita un aumento del crecimiento de la productividad
con menos infraestructuras de transporte y que requieran menos
energía. Esto significa hacer un mayor hincapié en la integración intraregional que se refleje en el comercio, sistemas de gobierno, corrientes
financieras, migraciones y otros elementos que se han vuelto tan
importantes en el mundo globalizador de las pasadas últimas décadas.
Por último, es necesario crear un espacio mayor para las nuevas
economías asiáticas emergentes, los “Motores Asiáticos”, que se están
rápidamente convirtiendo en las economías mayores y más dinámicas
del mundo. Es también necesario aprender de los errores de principios
del siglo XX, cuando al no permitir que Alemania desempeñara un
papel en la economía mundial apropiado para su poder económico, se
desencadenó la guerra mundial. China y la India juntas representan
casi el 40% de la población mundial y están entrando rápidamente en
la liga de las mayores economías del mundo; Brasil con casi 200
millones de habitantes, puede rápidamente seguir su estela. ¿Están
nuestras instituciones de gobierno mundial modificándose con la
suficiente rapidez para reflejar este cambiante equilibrio del poder
económico mundial?
Bibliografía
Davis, M. (2004), Planet of the Slums, Londres: Verso.
Groves, A. S. (1996), Only the Paranoid Survive, Nueva York:
Doubleday.
Milanovic, B. (2003), “The Two faces of Globalization: Against
Globalization as We Know It”, World Development, Vol. 31. Nº. 4,
pp. 667-683.
Reich R. B. (1991), The Work of Nations: Preparing Ourselves for 21stCentury Capitalism, N. York: Simon and Schuster.
World Bank (2002), Globalization, growth, and poverty: building an
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Washington: Banco Mundial y Oxford: Oxford University Press.