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¿SE PUEDE SOSTENER LA GLOBALIZACIÓN? ¿CÓMO INFLUYE CHINA EN EL CONJUNTO DE LAS ECONOMÍAS? 1Raphael 1 Profesor de Desarrollo Internacional en la Open University. Milton Keynes, Reino Unido. Kaplinsky Resumen En las últimas décadas del siglo veinte hemos presenciado un aumento de la globalización y la creencia generalizada de que ésta no sólo iba a resolver los problemas de la pobreza en el mundo, sino que además sería un proceso irreversible. El desarrollo de la globalización se ha producido simultáneamente con el acelerado cambio climático, la creciente desigualdad y los pertinaces niveles de pobreza, no solamente en las economías de baja renta sino también en la UE y el resto del mundo rico. Los optimistas de la globalización creen que la expansión continua de la globalización acabará con la restante pobreza en el mundo. Creen que pobreza y desigualdad son “residuales”. Por mi parte, daré las razones por las que pobreza, desigualdad y globalización están relacionadas. Y es a través del propio funcionamiento de la economía mundial, por lo que las desigualdades se están intensificando y la pobreza persiste. Además, la expansión de la globalización acelera también forzosamente el cambio climático. Esta evolución indica que debe haber un límite a dicha expansión, algo a lo que el sentido común no puede hacer caso omiso. Los sistemas de producción son insostenibles desde el punto de vista medioambiental, y el exceso de capacidad de producción mundial está llevando a los salarios a una carrera hacia el mismo fondo para muchos, y no solamente en el mundo en vías de desarrollo. El acceso de China a la economía mundial, con su abrumadora hambre de recursos y mano de obra instruida, exacerba esta evolución. Y el desarrollo de la India está a la vuelta de la esquina. En medio de todo esto: ¿qué podemos hacer? Es necesario cambiar los sistemas de producción mundial. Que el crecimiento sea más local, no sólo por razones medioambientales, sino para garantizar una distribución más equitativa de la renta. Y es necesario que se debata sobre China, la India y otras economías emergentes asiáticas en las instituciones mundiales de gobierno. Globalización-Triunfalismo Soy lo suficientemente mayor para acordarme del lanzamiento del primer satélite, el Sputnik, en 1957. El hecho de que los rusos fueran los primeros en llegar al espacio supuso un gran shock para los americanos. Estos respondieron con un programa de inversión de urgencia para la formación de científicos y técnicos. Mi colega de Sussex, Marie Jahoda, calculó que si se hubiera mantenido este aumento de la inversión en Recursos Humanos durante décadas, para 1992 habría dos científicos por cada hombre, mujer y perro en Norteamérica. ¡Y atención a la extrapolación exponencial de las tendencias actuales! Estamos en medio de lo que llamo un periodo de globalizacióntriunfalismo; la creencia de que las fuerzas de la globalización son imparables, que no habrá fin para la creciente y constante eliminación de las barreras inter-fronterizas al flujo de productos, a los factores de producción (personas y recursos propios), ideas y tecnología. Puedo estar equivocado, pero pocos de los asistentes a este Congreso, tienen la suficiente edad para poder recordar una fase anterior de la globalización-triunfalismo, que existió justo antes del final de la Primera Guerra Mundial. Las últimas décadas del siglo XIX representaron una fase muy parecida de rápido aumento de la integración mundial. Aun así todo finalizó de manera repentina y brutal, con la pérdida de muchos millones de vidas. Y fue solamente medio siglo después cuando entramos en una nueva fase de integración mundial. La razón fundamental de la caída de la economía mundial en la guerra, en los primeros años del siglo XX, fue el hecho de que las viejas potencias imperiales no permitieran que un nuevo candidato, Alemania, desempeñara un papel relevante en la formación del eje mundial. Como analizaré más tarde, hoy día el régimen mundial se enfrenta a un reto similar: los nuevos candidatos dinámicos del Este están entrando en la liga económica y pronto tratarán de que este hecho se refleje en el papel que desempeñen en la formación de la estructura política e institucional mundial. Me gustaría, en esta conferencia, tratar el tema de la sostenibilidad del sistema mundial, y lo haré centrándome en los siguientes tres factores. El primer factor es entender cómo la propia naturaleza del desarrollo capitalista conduce a la degradación de las llamadas comunidades globales, el calentamiento del planeta y el caos climático. El segundo factor, está también en la propia naturaleza de los actuales procesos de globalización, en los que la desigualdad se intensifica y la pobreza perdura. Y, en cuanto al tercer factor, es que la combinación del impacto medioambiental y la desigualdad crea unas contradicciones internas, que es probable socaven la propia sostenibilidad del mismo proceso de globalización. Todo esto nos lleva a cuestionarnos el concepto de globalización-triunfalismo, y nos exige pensar acerca de nuevos e innovadores modos en los que la humanidad pueda seguir sobreviviendo. El Imperativo de la Innovación, el Medioambiente y el Calentamiento del Planeta Existen muchas razones por las que las economías autoritarias del sistema soviético se derrumbaron. Pero quizás lo más importante es que no cumplían con lo pactado. Es decir, ni crecieron tan rápidamente ni produjeron la variedad y calidad de artículos que sus homólogos capitalistas. Joseph Schumpeter, economista austriaco de mitad del siglo XX, nos dio la clave para entender esta deficiencia. Schumpeter demostró que el propio aliento de la economía capitalista requiere de innovación; los empresarios enfrentados por el exceso de competencia que debilita la rentabilidad escapan a dichas presiones competitivas introduciendo productos y procedimientos nuevos. Innovación y expansión son la base del sistema capitalista, su motor interno. Algunos siglos antes que Schumpeter, Adam Smith, en sus escritos, proporcionaba la clave para entender cómo dicho motor acumulador del capitalismo alimenta la economía “globalizadora”. Utilizando un ejemplo de una fábrica de alfileres, Smith demostró cómo la división del trabajo conducía a un aumento de la productividad. Por otra parte, argumentó: “la división del trabajo depende del alcance del mercado”, cuanto más grande es el mercado, mayor es la división del trabajo, mayores también las ganancias en productividad, y mayor el beneficio para los capitalistas innovadores. Por consiguiente y para abreviar: • El capitalismo triunfa por su capacidad de innovación y de crecimiento. • Lo que es más, la innovación y el crecimiento están en el corazón del sistema capitalista. • Yendo más allá, este crecimiento adquiere una forma mundial, a medida que las tecnologías a gran escala se desarrollan: nuevas formas de organización de empresas y fábricas dan lugar a cadenas de una importancia cada vez más creciente que producen para el mercado mundial. • Entre otras cosas, las cadenas de valor mundial y los mercados mundiales requieren transporte y el transporte consume energía. Este sistema mundial en continua expansión pone a prueba el medioambiente. No es necesario que entremos en el alcance que están teniendo dichas demandas de recursos o el impacto que esto está teniendo en el clima mundial. Olvidémonos por el momento de la contaminación localizada que se produce por la creciente explotación de la biosfera de la tierra: los pesticidas en la producción del algodón, la mesoteliomia que se origina de la producción de amianto, la contaminación de las aguas de Alaska a través de los vertidos de petróleo... A medida que vamos siendo más conscientes, estos efectos medioambientales localizados nos parecen nimios en comparación con el rápido impacto que están teniendo sobre el clima mundial. No sólo estamos en la era del calentamiento del planeta y el cambio climático, sino en la de lo imprevisible y el caos climático. El sistema mundial de acumulación capitalista exige cada vez más a la biosfera de lo que ésta es capaz de aguantar; es necesario o desconectar el motor de acumulación o quizás incluso dar marcha atrás. Como mínimo será necesario invertir la marcha en el exceso de energía que requiere esta innovación. El Imperativo de la Innovación, y la Pobreza y Desigualdad Mundiales Una rama de la teoría de la economía –en realidad, la rama dominante de la teoría de la economía– sostiene que aparte de esto, la expansión del sistema mundial de acumulación colabora en disminuir la pobreza y la desigualdad mundiales. La lógica es la siguiente. En primer lugar, como Adam Smith había argumentado, la división del trabajo aumenta la productividad: cuantos más participen y cuanto mejor sea la consecuente división del trabajo, mayor será el potencial para aliviar el hambre y la pobreza mundiales mediante el crecimiento de la productividad. En segundo lugar, cada empresa y país tiene sus propias capacidades y recursos individuales. Por tanto, sigue la teoría, si cada productor o país se especializa en su propia área de conocimientos especializados (su ventaja comparativa) y luego comercia con su producción para comprar algo que otra empresa o país produce relativamente más eficazmente, entonces, no sólo aumentará su productividad, sino que mejorará su bienestar humano. Esta es la teoría de la ventaja comparativa, que subyace a la moderna teoría del comercio y cuyo origen se puede remontar a los escritos de Adam Smith y David Ricardo a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Ofrece una perspectiva particular sobre la pobreza en el mundo, que es vista como un “fenómeno residual”. Es decir, la pobreza en el mundo se puede ver como una condición temporal, condición que se puede aliviar si todos los productores se especializan en sus áreas de ventaja comparativa y entran en el sistema mundial; de hecho los pobres siguen siendo pobres porque no entran en esta dinámica. En palabras del Banco Mundial: “En suma, la integración económica mundial ha ayudado a la disminución de la pobreza y no se debería invertirse este proceso”.2 Sin embargo, se concede una importante suposición en el desarrollo intelectual de este enfoque mutuamente beneficioso de la globalización 2 Banco mundial, 2002: xi. de la que David Ricardo tenía conocimiento. La especialización en áreas en las que hay ventaja comparativa únicamente conduce a un resultado mutuamente beneficioso en un mundo de pleno empleo, es decir, si todos los productores tienen un papel que desempeñar, un producto que producir, y personas que tanto quieren como pueden adquirirlos. ¿Pero, qué sucede si no existe el pleno empleo? En este punto, sería necesario que nos instruyéramos a través tanto de Malthus como de Marx. Malthus, que escribió en la misma época que Adam Smith, argumentaba que el crecimiento de la población sería superior a la capacidad de la humanidad para producir lo indispensable para alimentarla. Naturalmente, estaba equivocado, en el sentido de que nuestro “presente” sistema de producción altamente productivo e innovador está claramente capacitado para alimentar a la “actual” población mundial (en la teoría y también en la práctica). ¿Pero, puede continuar haciéndolo de manera “sostenible”, o nuestras actuales demandas de consumo acabarán minando nuestra capacidad de producción en un futuro próximo? Marx tenía también algo importante que decir sobre el resultado mutuamente beneficioso de la globalización. Argumentaba que el progreso técnico en el sistema de innovación capitalista ahorraba mano de obra y que esto conducía a una tendencia sistemática hacía lo que Malthus llamaba “fuente de reserva de mano de obra”. Pensaba que el mundo de pleno empleo era un producto del mundo imaginario de los economistas. En un ambiente de excedente de mano de obra en el que las capacidades productivas exceden el consumo (en el que la oferta excede la demanda efectiva), se produce una plena “carrera de fondo” para los que no tienen capacidades únicas que ofrecer. Éstos están sujetos a la intensidad de la competencia mundial. Y en esta carrera de fondo, la pobreza mundial ya no es tan “residual”, sino “relacional”, es decir, una consecuencia directa del funcionamiento del sistema mundial. Así que, ¿qué muestran los hechos? Comencemos con la pobreza entendida como una “condición absoluta”, centrándonos en la meta de dólar por día establecida como el Objetivo de Desarrollo del Milenio. Según el Banco Mundial la cantidad de gente que vive por debajo de un dólar al día ha bajado de 1.219 millones en 1990 a 1.101 millones en 2001 (aunque existen muchas dudas acerca de la exactitud de estas cifras). Sin embargo, el aumento en la cifra absoluta de los que viven por encima del umbral de la pobreza creció casi por completo por los buenos resultados de crecimiento de Extremo Oriente, en general, y China, en particular. Si se excluye a estos países del total, entonces la proporción de población mundial que vive por debajo de un dólar al día sería estable y la cifra absoluta de los que viven por debajo de un dólar al día subiría. Viendo la pobreza como una “cuestión relativa” en relación con la distribución de la renta, el resultado es ambiguo. Puesto que la globalización ha aumentado en prácticamente cada aspecto, y la distribución de la renta dentro y entre países, regiones, clases y géneros, en cambio, ha empeorado. La única excepción importante: es un indicador particular de la distribución de la renta internacional, por el que, teniendo en cuenta la población, la distribución internacional de la renta se ha igualado; aunque esto se debe completamente al rápido crecimiento de China, con un 20% de la población mundial.3 Pero es que lo irónico es que al mismo tiempo la distribución de la renta en China ha empeorado de manera espectacular; ha pasado de ser una de las economías más equitativas a una de las más desiguales en un par de décadas. ¿Qué importancia tiene China en estos resultados sobre la pobreza? La respuesta es: mucha. Como acabamos de ver, la disminución mundial del número de pobres refleja el rápido crecimiento de China. Pero el aumento mundial del número de pobres en China es, en buena parte, la consecuencia de la creciente competitividad mundial en al menos Asia, en general, y China, en particular. Si nos centramos en el sector industrial, por ejemplo, la cuota de China en el valor añadido sobre la fabricación en un país en vías de desarrollo subió del 10,2% en 1985 al 29,% en el 2000; en el mismo período, su cuota de exportaciones industriales en un país en vías de desarrollo subió del 7,6% al 24%. La consecuencia para la mayor parte de los países en vías de desarrollo fue un fuerte aumento de la presión sobre la fijación 3 Milanovic, 2003. de precios competitivos para sus exportaciones. Los precios de exportación de los productos manufacturados en los países en vías de desarrollo descendieron más que las exportaciones de productos manufacturados en países con renta alta, y cuanto mayor fue la participación de China en estos mercados de exportación, más bajaron los precios. El resultado en los países africanos en vías de desarrollo ha sido especialmente duro. 2005 vio el final aparente de los controles sobre las exportaciones textiles y de confección de China. Durante ese año, seis de las economías del África Sub-sahariana que anteriormente habían progresado en la exportación de ropa a Estados Unidos, según el Programa de Comercio Preferencial de la Ley de Oportunidad y Desarrollo para África, vieron caer sus exportaciones de confección en un 17%. En el caso de dos de las economías más pobres africanas, Lesotho y Suazilandia, el empleo en los sectores textil y de la confección (aparentemente su única forma de actividad industrial) cayó en un 29% y un 56% respectivamente en un solo año. China también ha desempeñado un importante papel en el empeoramiento de la distribución de la renta. Fundamentalmente, los ganadores, en términos relativos, en la reciente era de la competencia mundial, han sido los que han podido aislarse de la competencia mundial: profesionales de gran prestigio, famosos, deportistas, innovadores, etc. La gente sometida a las presiones competitivas mundiales: trabajadores no cualificados, y cada vez más también trabajadores semi-cualificados y de la tecnología de la información han visto descender su renta relativa. Éste no ha sido únicamente un fenómeno que han experimentado los países en vías de desarrollo de baja renta, sino también los países ricos, en los que la distribución de la renta ha tendido a empeorarse de manera significativa a lo largo de las dos últimas décadas. En el Reino Unido, por ejemplo, el salario mínimo es inferior, en términos reales, que hace dos décadas. China y, en menor medida, la India, se encuentran en este punto y en una situación crítica, ya que son el depósito de la mano de obra no especializada de bajo coste y de la creciente mano de obra semiespecializada... ha hecho que los salarios en el mundo bajen. ¿Mejorarán las cosas? ¿Se endurecerán estos mercados laborales mundiales? Casi con seguridad, no. La mano de obra industrial total en las 14 mayores economías de la OCDE en 2002 era de 79 millones. El mismo año, el sector industrial de China empleó a 83 millones. Pero, con respecto a este punto, se estima que la fuente de reserva de mano de obra de China –o sea los que están esperando para entrar en el empleo remunerado y que actualmente trabajan en actividades de baja productividad– excederá los 150 millones. Para empeorar las cosas, cada vez más mano de obra es especializada o está preparada, y por si esto no fuera poco, para 2020 la mano de obra de la India excederá a la de China. No hay signos, pues, de que la fuente de reserva de mano de obra mundial se esté agotando. ¿Qué presagia esto en cuanto a la sostenibilidad de la globalización? ¿Qué nos dicen estas observaciones sobre el medio ambiente, el clima y la distribución de la renta acerca de la sostenibilidad de la globalización? Indican que la globalización sufre tres “contradicciones internas”, es decir que son progresos que se derivan de su propio éxito, pero que al mismo tiempo ponen en peligro su mismo futuro. En primer lugar, la actual trayectoria de constante crecimiento mundial es claramente insostenible desde el punto de vista medioambiental. La energía que se necesita para productos de transporte en extensas cadenas de valor mundial presenta demandas imposibles para la biosfera del planeta. Si la Humanidad elude tomar medidas para detener el calentamiento del planeta y el caos climático, será necesariamente a expensas de la actual trayectoria de sistemas de producción con mucha demanda de energía, probablemente a través de precios mucho más altos para la energía. La lógica de enviar por cualquier medio de transporte hortalizas, fruta e ingredientes de poco valor alrededor del mundo, se perderá y los sistemas de producción rentables pondrán forzosamente su énfasis en la proximidad. En segundo lugar y quizá esto sea más polémico, veo una conexión directa entre el éxito hegemónico de la globalización y el aumento del terrorismo mundial. El argumento es el siguiente.4 En los primeros años del siglo XXI, por primera vez más de la mitad de la población vive en ciudades. Mientras que las ciudades de siglos anteriores habían sido lugares para la industria, las ciudades modernas se han convertido en vertederos para los desposeídos y los marginados. En consecuencia, los políticos de las ciudades han pasado de tener lealtades basadas en las clases a poseer filiaciones menos modernas o pre-modernas, milenarias y basadas en la fe: el derecho religioso del Norte, el Islam fundamentalista y el Judaísmo en Oriente Medio y Asia, y las iglesias Evangélicas de Latino América y África, en muchos aspectos representan la política de los desposeídos. A través de la expansión “cultural” de la TV, películas, medios de comunicación escritos y, especialmente, la publicidad, la globalización ha extendido un modelo de comportamiento y valores que se ha hecho cada vez más ofensivo para los desposeídos, y que ha sido utilizado por la fe fundamentalista5. La respuesta de algunos de ellos ha sido el ataque a muchas manifestaciones de la globalización: El “World Trade Center”(el propio nombre evoca la hegemonía de los procesos mundiales), y centros turísticos asociados a valores occidentales (como los clubes nocturnos en Bali). Pero, ¿dónde terminará, y qué impacto tendrá en la propia sostenibilidad de la globalización? ¿Qué efecto podrían tener los ataques a infraestructuras de comunicaciones, las arterias de la globalización, en la sostenibilidad de la globalización? Desgraciadamente, no es descabellado imaginarse bombas colocadas estratégicamente en contenedores para transporte. De hecho, Estados Unidos está actualmente tomando medidas activas para reducir la probabilidad de que se produzcan dichos ataques. Tampoco podemos descartar la posibilidad de ataques suicidas en aeropuertos importantes, que tomen a los turistas como rehenes o ataques a gente de negocios extranjera. Y existe un tercer factor endógeno que podría debilitar la sostenibilidad de la actual globalización: la globalización obliga a que se produzcan 4 En este punto la información me viene a través de un libro reciente excelente de Mike Davis-Davis, 2004. 5 Curiosamente, muchos líderes del fundamentalismo fueron los propios beneficiarios privilegiados de la globalización, pero atrajeron el apoyo de las masas de “perdedores”, que quedan excluidos de muchos de los frutos de la globalización. cambios en la especialización económica. El resultado es un frecuente e importante cambio en las pautas de empleo, la organización del trabajo y el diseño institucional. Y lo que quizá sea más importante, también ha llevado a cambios importantes en los modelos de distribución de la renta. Hay dos consecuencias fundamentales de estos cambios. La primera es que la vida parece haberse vuelto más insegura para muchos, incluidos los profesionales que tienen voz en las economías con altas rentas. Hace algunos años, Robert Reich, Secretario de Estado de Trabajo durante algún tiempo de la Administración Clinton, escribió acerca de este asunto con mucha clarividencia. Advirtió que Estados Unidos tiene una “clase marginada” numerosa y cada vez mayor; para colmo, “clase marginada”, por definición, era “clase superior en número”. Esto afirmaba Reich, y no era nuevo. Lo que sí era nuevo, era el carácter de la categoría intermedia: “la clase preocupada”. Hasta cierto punto esta preocupación e inquietud cada vez mayores son una consecuencia directa del imperativo de continua “re-invención” al que obliga la competencia mundial. Jack Welch, anterior Consejero Delegado de General Electric (GE) en Estados Unidos, estaba considerado como uno de los tipos más distinguidos entre los innovadores de la gestión verdaderamente influyente durante la década de los 90. Su filosofía era obligar a que hubiera una renovación regular del personal en todas las filiales de GE, por muy bien que lo estuvieran haciendo. Se suponía que los directores tenían que evaluar y deshacerse del grupo de empleados que tuviera peores resultados anualmente, por muy competentes que fueran, desempeñando las tareas que se les hubiera asignado. En los primeros años del milenio GE promovió “la política del 70:70:70 – 70% de la actividad en subcontratación de servicios”; 70% de dicha subcontratación de servicios en el exterior (es decir, en el extranjero) y 70% de dicha actividad también fuera, en economías con salarios bajos. Es un programa de incertidumbre, desconfianza y miedo. Esto tiene su eco en la visión del mundo que tiene el jefe de Intel, Andy Groves, que escribió un best-seller titulado Only the paranoid survive (en español: Sólo los paranoicos sobreviven). Según el caso, se cambiaba el pronóstico: –“reinvención”, “reorganización”, “diseños de los procesos de negocio”...–, y es el actual programa aplicado no sólo en el sector privado, sino en burocracias del estado tales como el Servicio Nacional de Sanidad del Reino Unido y los sistemas educativos. Es un mundo de inseguridad, miedo y preocupación, que amenaza con engendrar oposición a la globalización, tanto más cuando las clases profesionales de las economías con altas rentas están siendo amenazadas con ser desplazadas de sus trabajos a la India y a otras economías con salarios bajos. No es sólo que los cambios provocados por la globalización hayan llevado al miedo y a la preocupación generalizadas (entre los que se incluyen las clases profesionales con voz en las economías con altas rentas), sino que, como he argumentado antes, también han provocado una mayor desigualdad. Los ricos son cada vez más confiados y audaces, con una tendencia generalizada a hacer alarde de su riqueza. Sabemos por épocas anteriores de la historia económica y política, que el estímulo para el cambio social no viene tanto de la privación absoluta como de la relativa privación, y quizá sea esto lo que, sobre todo, pone en peligro la sostenibilidad de la globalización. Las lecciones del siglo XIX aportan un importante trasfondo para poder entender esta posible evolución de los primeros años del siglo XXI. Tras cinco o seis décadas de creciente integración mundial, la economía mundial retrocedió después de 1914, y sólo recuperó el impulso hacia afuera en las décadas posteriores a 1950. En la época intermedia se vivió un periodo de retroceso y una disminución de la integración económica. Esta inversión de los procesos mundiales siguió directamente al mismísimo éxito de la integración de finales del siglo XIX. Las importaciones de grano barato en la Europa Continental llevaron a una caída de los beneficios agrícolas. Esto dio lugar a la imposición de aranceles a las importaciones agrícolas en la mayor parte de Europa. En segundo lugar, hubo una emigración masiva de europeos no especializados a Estados Unidos, puesto que 60 millones de personas, a menudo literalmente cruzando Europa a pie, salieron hacia Estados Unidos entre 1820 y 1914. Lo que obligó a bajar los salarios en Norte América y produjo un aumento de los controles de la migración. Al mismo tiempo, la competitividad de los fabricantes europeos puso en peligro la supervivencia del incipiente sector industrial de Estados Unidos, dando lugar a la imposición de aranceles a los fabricantes. Y, finalmente, la demanda de mercados y recursos cada vez mayores condujo a la expansión del colonialismo; lo que estimuló las rivalidades imperialistas que sirvieron para avivar la Primera Guerra Mundial. En cada caso, las semillas del cambio se pueden encontrar en el mismo funcionamiento de la economía mundial del siglo XIX, y surgieron como consecuencia directa de su éxito. ¿Qué debemos hacer? Estamos acostumbrados a pensar en positivo para encontrar una solución a cada problema. Esto es así también, desde que las amenazas a las que se enfrenta la humanidad, en general, y el mundo occidental históricamente privilegiado, en particular, son importantes. No puedo pretender tener la respuesta para los problemas cada vez mayores que acosan a la economía globalizadora, pero hay tres asuntos que creo se deben tratar. El primero y quizás el más importante es el desafío medioambiental, en general, y el cambio climático, en particular. Las cifras totales son sobrecogedoras: la biosfera simplemente no puede soportar las presiones que el crecimiento mundial sostenido ejercerá sobre ella. Esto tiene múltiples consecuencias. Es necesario que encontremos un camino más eficaz para generar, distribuir y consumir energía, desarrollando una serie de tecnologías que ahorren energía y estructuras organizativas. Parte de la solución es una fijación de precios de la energía más racional, es decir, precios más altos; pero ésta no es la única solución. Si fuera la única solución, entonces los precios de la energía más altos empeorarían la brecha existente entre ricos y pobres, tanto dentro de los países como internacionalmente. Pero también es necesario reducir las pautas de consumo de materias primas en los países ricos, poniendo más énfasis en el ocio y los servicios, sobre todo si, como parece que va a ocurrir, el consumo en los países en vías de desarrollo va a crecer al tiempo que lo hacen los niveles de vida. En segundo lugar, para mucha gente y muchos países, la globalización no es tanto el camino hacia niveles de vida más altos como una fuerza hacia el empobrecimiento. El acceso sin límites a la competencia mundial, en el contexto del exceso de capacidad mundial, significa el empobrecimiento para aquellos sin una especialización clara y única. Éste es el caso de la mayor parte de África y Latino América y de una cantidad cada vez mayor de gente de Europa Occidental y Norte América (cuyas fuentes de reserva de mano de obra no están sólo en China o la India, sino también en Europa del Este y América Central). En teoría, se pueden procurar los ingresos para estas comunidades marginadas a través de la redistribución de los frutos del aumento del crecimiento y la productividad. Pero la “política real” es un estorbo: los ricos no van a pagar los impuestos requeridos para financiar la redistribución, y cada vez tienen más capacidad de evadir los impuestos en un mundo de corrientes financieras liberalizadas. Por consiguiente, creo que es necesario que revisemos las ventajas de la protección, pero en un mundo de preferencias regionales, que al mismo tiempo permita un aumento del crecimiento de la productividad con menos infraestructuras de transporte y que requieran menos energía. Esto significa hacer un mayor hincapié en la integración intraregional que se refleje en el comercio, sistemas de gobierno, corrientes financieras, migraciones y otros elementos que se han vuelto tan importantes en el mundo globalizador de las pasadas últimas décadas. Por último, es necesario crear un espacio mayor para las nuevas economías asiáticas emergentes, los “Motores Asiáticos”, que se están rápidamente convirtiendo en las economías mayores y más dinámicas del mundo. Es también necesario aprender de los errores de principios del siglo XX, cuando al no permitir que Alemania desempeñara un papel en la economía mundial apropiado para su poder económico, se desencadenó la guerra mundial. China y la India juntas representan casi el 40% de la población mundial y están entrando rápidamente en la liga de las mayores economías del mundo; Brasil con casi 200 millones de habitantes, puede rápidamente seguir su estela. ¿Están nuestras instituciones de gobierno mundial modificándose con la suficiente rapidez para reflejar este cambiante equilibrio del poder económico mundial? Bibliografía Davis, M. (2004), Planet of the Slums, Londres: Verso. Groves, A. S. (1996), Only the Paranoid Survive, Nueva York: Doubleday. Milanovic, B. (2003), “The Two faces of Globalization: Against Globalization as We Know It”, World Development, Vol. 31. Nº. 4, pp. 667-683. Reich R. B. (1991), The Work of Nations: Preparing Ourselves for 21stCentury Capitalism, N. York: Simon and Schuster. World Bank (2002), Globalization, growth, and poverty: building an inclusive world economy, Informe de Investigación de la Política, Washington: Banco Mundial y Oxford: Oxford University Press.