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ENFOQUES
Brotes verdes
POR JOAQUÍN SECCO GARCÍA
[email protected]
D
esde mediados de 2010 el país se vio
sorprendido por un inesperado aluvión
de riqueza derivado de una sucesión de
hechos imprevistos. Los mismos comenzaron con la sequía en Rusia y en la región
del Mar Negro, lo cual afectó la producción
de trigo en una de las principales regiones
productoras del mundo.
Sobre esa causa detonante se sumaron
otras coincidencias y el efecto se trasladó al
conjunto de los alimentos, lo cual, de paso,
desempolvó los debates mundiales de 2008.
Desde julio de 2010, los precios de exportación de la lana y el maíz subieron 60%,
los del trigo y de la soja 40%, y los de la
carne y la leche más de 30%. En un año
entrarán al país unos U$S 2.000 millones
de ingresos que 10 meses atrás no estaban
previstos.
Durante estos mismos meses, se dio la
discusión y aprobación del presupuesto
nacional y del de las intendencias, y todavía están en curso los consejos de salarios.
Los eventos de reparto más acérrimos del
calendario nacional coincidiendo con un
mejoramiento insospechado del ingreso, del
cual todos se sienten dueños y con credenciales para subirse al ring.
Es muy claro que el aumento de precio
de los bienes exportables se traslada al
mercado interno y se refleja en el ÍPC. Si
en el mercado internacional suben la carne,
la leche o el arroz, lo harán también en nuestros supermercados.
Quienes miran la vida con atención han
visto que las subas de los exportables no
es el único ni el principal factor que tiene
efectos inflacionarios. En estos meses que
transcurren, se produce en nuestro país un
gran crecimiento de los ingresos disponibles. El mismo se puede explicar, principalmente, por tres factores que operan en
forma simultánea.
En primer lugar, el mencionado aumento de la cotización de las exportaciones.
Además, tiene lugar un fuerte mejoramiento de la actividad del sector privado,
con un importante efecto zafral por el turis26 / EL PAIS AGROPECUARIO • ABRIL 2011
mo y otros factores estacionales.
En tercer lugar, a todo lo mencionado,
que ya es bastante, se suma el hecho de que
en una coyuntura tan positiva, con fuerte
aumento de la recaudación de impuestos, se
mantenga el déficit fiscal, lo cual obliga al
gobierno a seguir incrementando su endeudamiento y a gastar por encima de lo que
recauda, aunque lo que recauda ha alcanzado niveles sin precedentes.
Estos factores -sumados- determinan una
coincidencia de eventos, todos ellos muy
potentes, que aumentan la riqueza disponible y, como resultado, el gasto y, sobre todo,
“Las maneras elegidas para
combatir la inflación expresan el
sistema de incentivos que adopta
la sociedad”
el gasto destinado al consumo, como se percibe con facilidad asomándose a cualquier
shopping.
Al aumentar el gasto se consumen más
bienes transables, ya sea importables o
exportables. Crecen especialmente los importados, como autos, plasmas o perfumes. Los
precios de los transables se fijan en los
mercados mundiales, de manera que cuando crece su demanda, los precios no suben,
sino que se exporta menos y/o se importa
más, pero la demanda uruguaya no es suficientemente importante para mover los
precios.
Por su parte, el efecto más negativo sobre
el conjunto de los equilibrios macroeconómicos derivado de la ampliación del gasto
interno es el que proviene del aumento de
la demanda de bienes y servicios no transables. Mayor gasto aumenta la demanda de
bienes y servicios que no se pueden impor-
tar: educación, salud, plomeros, peluqueros,
restaurantes…
Asimismo, la oferta de estos bienes y servicios es rígida, al menos en el corto plazo.
Mayor demanda frente a una oferta rígida
deriva en inflación. Es lo que hemos estado
viendo en estos meses. Una fuerte presión
sobre los precios no transables, que a la vez
ponen de manifiesto el mal funcionamiento
de muchos mercados de características oligopólicas o directamente monopolios, como es
el caso de los servicios públicos estatales,
cuya eficiencia es muy cuestionable.
Combatiendo la inflación
En definitiva, por un lado suben los alimentos porque sube el precio internacional, y,
por otro lado, una demanda muy acrecentada, actuando sobre una oferta rígida de no
transables, hace subir el precio de estos
bienes y servicios, que componen aproximadamente la mitad de la canasta familiar.
En pocas palabras, presenciamos una
aceleración de la inflación, que solo parcialmente se debe al aumento de los alimentos, y que está amenazando los equilibrios
macroeconómicos y es el centro de mayor
preocupación de la conducción económica.
Hay dos vías principales para contener
la inflación. La primera consiste en ahorrar
más y consumir menos. Si se reduce la
presión de consumo, se descongestiona la
demanda de no transables. Se modera el
desequilibrio entre una demanda que crece
y una oferta rígida.
Las políticas de gasto público anticíclico consisten precisamente en contener la
expansión del gasto público en fases de la
coyuntura en las cuales los ingresos privados aumentan y, en consecuencia, ya existen estímulos para aumentar el gasto. Si
se superponen aumentos públicos y privados, la presión para acrecentar el consumo
puede ser muy desequilibrante, como está
ocurriendo.
Otra medida de descongestión es la
moderación de los incrementos salariales. En
la medida en que los salarios se gastan en
una alta proporción y representan una fracción muy importante del gasto, aumentos
por encima de la productividad tienden a
ser inflacionarios.
Ambas medidas (menor gasto fiscal y
moderación de los salarios) se encuentran
entre las menos populares de cualquier catálogo de herramientas antiinflacionarias. Son
las más resistidas y las que están últimas
en la lista de prioridades de los políticos.
Si no se puede operar sobre el gasto y
consecuentemente sobre el control de los
“Si la inflación se combate
principalmente bajando el valor
del dólar, se favorecen las
importaciones y, así, la
nacionales por importados”
/FERNANDO PENA
sustitución de productos
precios de los no transables por restricciones de carácter político, la solución que queda
para combatir la inflación es disminuir el
precio de los bienes transables, los cuales
componen la otra mitad de la canasta.
La manera práctica de alcanzar ese resultado es bajando el precio del dólar. Es el
camino por el que ha optado históricamente el país. A veces con tipos de cambio múltiples, a veces con detracciones, a veces con
tablitas que atrasaban el dólar, y ahora
elevando la tasa de interés, de modo que se
hace conveniente vender dólares para posicionarse en pesos, y así se reduce el valor
del dólar.
Es cierto que hoy el dólar se ha debili-
“No escapa al equipo económico de gobierno y al Presidente de la República, así lo han
manifestado, que en la coyuntura sería conveniente bajar el gasto (público) más improductivo y
menos prioritario. Brasil ha hecho lo mismo en circunstancias parecidas, y el Banco Mundial y el
FMI lo recomiendan como tónico para la humanidad”, afirma Secco.
tado en todo el mundo, pero lo ha hecho
más agudamente en nuestro país, y este efecto está desmantelando sectores de valor agregado significativos para la economía y para
la sociedad.
Los incentivos que mueven a la sociedad
Las maneras elegidas para combatir la inflación expresan el sistema de incentivos que
adopta la sociedad.
Por un lado, aumentando el gasto público sin mucha atención al resultado que ese
mayor costo significa y, por otro, bajando el
valor de los productos de exportación.
En los últimos meses, los principales debates políticos del país giraron en torno al fracaso de las principales políticas públicas y la
gestión de las mismas. Especialmente seguridad, educación e infraestructura. Se gasta
mucho más pero no se mejoran los resultados. Gastar más para remunerar lo mismo
también es otra manera de apreciar la inflación. Si además evaluamos a las intendencias y su gestión de la basura, de las calles
Reclámelo con EL PAIS
el último miércoles del mes.
ABRIL 2011 • EL PAIS AGROPECUARIO / 27
o de la caminería rural, del transporte, se
obtienen resultados parecidos. Mucho más
gasto para los mismos resultados.
Si la inflación se combate principalmente bajando el valor del dólar, se favorecen
las importaciones y, así, la sustitución de
productos nacionales por importados. Cada
vez más sustituimos bienes de fabricación
muy sencilla por productos importados. Más
gente, en lugar de trabajar en fábricas, lo
hace descargando contenedores de chucherías importadas.
La industria progresa por la agroindustria y porque le vende a Brasil, que tiene
un atraso cambiario semejante al nuestro.
Pero es muy difícil vender al mundo e, incluso, vender en nuestro mercado. Se debe
competir con países asiáticos con bajos
“No se puede explicar la
realidad por preconceptos o por
las apariencias superficiales. Las
estrategias públicas se asientan
cada vez más sobre la política
–para determinar su rumbo–
y sobre la ciencia –para
ser eficaces–“
impuestos, bajos salarios, fuertes procesos
de innovación y enormes escalas de producción, o con el “primer mundo”, con gran
densidad de innovaciones. La industria
enfrenta límites estructurales serios.
El régimen de funcionamiento de la sociedad tiene en su base la transferencia de
riqueza de los sectores que deben competir
en el mundo -cuyo empeño está dirigido a
la innovación, la calidad y la creatividad- a
los sectores menos eficientes, que no deben
competir, y cuyas remuneraciones no obedecen a su productividad.
En estas semanas se registró una suerte
de asonada de políticos, sindicalistas, burócratas y militantes reclamando una profundización de esta mecánica histórica. Esas políticas eran eventualmente posibles en los años
de sustitución de importaciones, cuando la
28 / EL PAIS AGROPECUARIO • ABRIL 2011
competitividad no era el foco principal de
la economía.
En la actualidad y especialmente para este
pequeño país, las posibilidades de crecimiento se apoyan en el comercio y eso significa competitividad. Las ideas y las creencias son el componente más resistente a los
cambios. Con las ideas de 1960 es muy difícil entender lo que pasa en el Uruguay de
hoy y será muy difícil aprovechar plenamente
nuestras oportunidades. Afortunadamente la
cúpula del gobierno frenó los reclamos más
oportunistas y tiene una visión de las oportunidades basada en el conocimiento.
Montevideo fue una ciudad industrial, lo
cual le proporcionó un tejido social integrado
y reglas de convivencia y ciudadanía envidiables. El ocaso de la industria, sus limitaciones para modernizarse y las políticas
cambiarias anti valor agregado transformaron a la capital en una ciudad donde la convivencia se deteriora cada día.
Estas tendencias no son el resultado de
la negligencia de un solo gobierno ni de un
solo partido. Pero ciertamente son el resultado de una regla de gobierno que se ha
hecho automática y universal, que consiste
en tomar la salida más fácil, la más amigable con el griterío, pero también la que nos
aleja de logros de largo plazo que nos permitirían acelerar el rumbo hacia un país próspero y equitativo.
Montevideo tiene problemas, hoy es una
ciudad de policías, guardiacárceles, hurgadores, cuidacoches, delincuentes, violencia,
burocracia cara e ineficaz. No es solamente
economía, pero la economía es una pieza
clave de este presente.
El valor del conocimiento
En el Interior, se multiplican brotes verdes.
El espíritu centralista y las rutinas de las
burocracias son parecidas a las de la capital e igualmente obsoletas, caras e insignificantes.
Pero en forma paralela se crean nuevas
y más atractivas oportunidades para emprendimientos, empleo y nuevos estilos de vida.
Se van consolidando colectividades jóvenes,
emprendedoras y optimistas. Nacen núcleos
donde crecen los incentivos para mejorar las
capacidades, para construir organizaciones y
reglas de juego, para fortalecer la innovación y el espíritu emprendedor, para inclinarse por la ciencia y la tecnología, mientras crece el ánimo por archivar las togas,
el papel florete y los timbres de biblioteca.
También hay que decir que, más allá de
las rémoras clamorosas, siempre opositoras,
se ha aprendido mucho. En los 90 se hicieron reformas necesarias, con mala prensa y
a veces cortando grueso. Las bases siempre
quedaron. Desde entonces, perfeccionando
una misma línea de acción se han ido reformando las reformas.
Hoy en día la gestión pública de la economía es cada vez menos discutible y más
eficaz. El país cambió mucho, aunque a veces
gustaría que el camino fuera más presto.
También se han ido alineando la academia,
el sector empresarial y los profesionales que
forman opinión en la materia.
Como en la medicina o la ingeniería,
también en las ciencias sociales cada vez
hay menos lugar para la intuición. No se
puede explicar la realidad por preconceptos
o por las apariencias superficiales. Las estrategias públicas se asientan cada vez más
“En la actualidad y
especialmente para este pequeño
país, las posibilidades de
crecimiento se apoyan en el
comercio y eso significa
competitividad”
sobre la política –para determinar su rumbo–
y sobre la ciencia –para ser eficaces–. A diferencia de un pasado no muy lejano, hoy se
conoce toda la relojería de la inflación y del
atraso cambiario. Se conocen bien sus efectos negativos y las terapéuticas.
Seguramente los avances estratégicos nos
permitirán evitar otro 2002, pero no estamos exonerados de una fuerte volatilidad ni
de los efectos negativos sobre la equidad
social derivados del castigo a la competitividad, la innovación y el espíritu emprendedor.
No escapa al equipo económico de gobierno y al Presidente de la República, así lo
han manifestado, que en la coyuntura sería
conveniente bajar el gasto más improductivo y menos prioritario. Brasil ha hecho lo
mismo en circunstancias parecidas, y el
Banco Mundial y el FMI lo recomiendan
como tónico para la humanidad.