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MENTORING: ¿FORMAL O INFORMAL?
Guillermo S. Edelberg DBA
Profesor Emérito
Es de la boca del viejo
De ande salen las verdades.
Estos versos, extraídos de La Vuelta de Martín Fierro, siempre me
parecieron dignos de admiración... hasta que llegaron los tiempos de la nueva economía
cuando, bombardeados por infinidad de publicaciones, los mayores de 30 años
parecíamos no estar actualizados para la vida empresarial frente a quienes tenían
menos.
Sin duda exagero. Los años no implican sabiduría en forma automática ni
la juventud impide ser brillante; pero el concepto expresado por los versos de José
Hernández me parece, en líneas generales, válido.
La nueva economía tuvo corta vida. Luego del estallido de la burbuja de
las punto.com las cosas volvieron a «su lugar» y mi admiración por los versos citados
sigue incólume.
¿Será a causa de estos acontecimientos que cada vez tiene más
presencia en la vida organizacional el no tan nuevo tema de mentoring? ¿Será que, con
tantos medios electrónicos, nos «rebelamos» ante la «deshumanización» de la
enseñanza, del aprendizaje y de la transmisión de conocimientos?
El vocablo mentor proviene de Mentor, asesor y consejero de Ulises, a
quien éste, cuando partió a luchar en la Guerra de Troya, encomendó a su hijo Telémaco.
Mentoring o tutoría es, según una definición, “la transmisión de conocimientos y sabiduría
de una persona a otra. Es una relación clara y honesta basada en la confianza mutua, el
entendimiento y la determinación de incrementar el potencial de una persona”. Según
otra, “la tutoría es un medio efectivo para desarrollar administradores a través de un
proceso dinámico, el cual consiste en una serie de sesiones entre un mentor y un
administrador. La tutoría se enfoca en las necesidades particulares de la persona y la
organización y es una alternativa viable en relación a los programas de entrenamiento
tradicionales”.
Según la experiencia de gerentes que han pasado por este proceso, los
beneficios de la tutoría son, entre otros, los siguientes:
!
Adquisición de mayor confianza en uno mismo.
2
!
Mejoramiento de las habilidades de liderazgo y comunicación.
!
Reconocimiento de la importancia de uno para el desarrollo del negocio.
!
Determinación de metas, estrategias, tácticas y planes de acción.
!
Aprendizaje para superar obstáculos.
!
Mejoramiento de los resultados de la empresa.
La descripción anterior es algo fría. En un artículo de una revista
especializada se dice que “para muchas personas que progresan en las jerarquías
gerenciales, el contar con buen mentor o tutor puede constituir una ayuda valiosa. Éstos,
además de ofrecer consejos útiles y apoyo emocional, poseen la habilidad de abrir
puertas que de otra manera permanecerían cerradas. Como resultado, aquéllos que
cuentan con un tutor tienden a gozar de mayores oportunidades de progreso y mejores
remuneraciones que los que no los tienen”.
Los beneficios personales de contar con un buen tutor también lo son
para la organización y no es de extrañar que en muchas de éstas se decidiera establecer
programas formales de tutoría. Por ejemplo:
En un banco sudamericano se había tomado la decisión
de incorporar anualmente a unos 20 jóvenes egresados universitarios. Su
inducción iba a tener lugar a lo largo de nueve meses durante los cuales
habrían de pasar por distintos programas: a) capacitación a distancia en
productos y servicios bancarios; b) gestión de proyectos pequeños (como
ser: medición de la satisfacción de los clientes); o c) Escuela de Negocios.
Este último caso abarcaba tres meses intensos, en cuyo transcurso se
estudiaba, entre otros temas, riesgo crediticio, nuevos negocios o
administración de personal.
Luego los jóvenes eran asignados a sendas sucursales
en el interior del país. Esta parte del programa se consideraba como una
pasantía y los gerentes de sucursal habrían de hacer las veces de tutor.
En los programas formales de tutoría, las autoridades de la organización, tal
como señala el ejemplo anterior, asignan tutores y establecen objetivos y duración de la relación. En
las tutorías informales, en cambio, la relación entre el tutor y su pupilo no se establece oficialmente
sino a partir de una cierta simpatía o compatibilidad entre las dos partes.
¿Cuál es mejor? ¿La tutoría formal o la informal?
La respuesta no es automática y contiene un ingrediente importante referido a si
quien recibe la tutoría es hombre o mujer. Los estudiosos del tema señalan que estas últimas
afrontan dificultades para establecer relaciones informales de tutoría por lo cual muchos programas
formales se han diseñado para ayudarles a superar el “techo invisible” (glass ceiling) y progresar en
sus carreras. En estos casos la tutoría la brinda, a veces, otra mujer.
Una crítica de las tutorías formales se refiere a su duración: con frecuencia es
menor a lo necesario y la relación establecida no llega a ser intensa. También se critica que en
ocasiones no se tenga en claro su objetivo, que los tutores cumplan esta función como una
obligación más, que no sepan desempeñarse como tales o que quienes reciban la tutoría sean vistos
como delfines y por lo tanto encuentren resistencia, tal como sucedió en el banco arriba citado.
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Los tutores informales, dicen otros, proveen mejor entrenamiento, mayor apoyo
psicológico y social y la oportunidad para una mayor visibilidad. Ello tiene lugar por una mayor
identificación entre tutor y pupilo o pupila al establecerse la relación en forma espontánea. Como
nada es perfecto, el hecho de la existencia de un pupilo o pupila puede despertar resistencias en la
organización porque suele darse el caso que la velocidad con que éstos reciben promociones y
aumentos de salarios es mayor que la de quienes no cuenten con un tutor o mentor.
Éstas pues son las opciones. Sea cual fuere la que se elija en una organización,
es bueno recordar un estudio llevado a cabo por el Profesor Kenneth R. Andrews, quien fuera uno de
los primeros en exponer en forma lúcida el concepto de estrategia empresarial, en el cual numerosos
gerentes de primer nivel expresaron que una de las mejores oportunidades de aprendizaje que
tuvieron al principio de sus respectivas carreras había sido la posibilidad de trabajar al lado de
superiores muy competentes.
(Estas cosas y otras muchas,
Medité en mis soledades)