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PALABRAS DEL CANCILLER SIMON ALBERTO CONSALVI Gracias, en primer término, al Senador Pompeyo Márquez, amigo de buenos y también de muy malos tiempos, por invitarme a participar en este reencuentro con una de las personalidades más atractivas de nuestra política y de nuestra cultura, y con uno de los venezolanos de más profunda ambición y convicción reformista. Supongo que fueron razones eminentemente geográficas las que privaron en el ánimo del estudioso Senador para inclu írme en un grupo como éste. Soy, en efecto; nativo de una de esas aldeas de Mérida que se fueron convirtiendo poco a poco en modestos pueblos de agricultores y de ganaderos, y que tramontando algunas serranías descubrieron las fértiles llanuras del Sur del Lago de Maracaibo, donde todo es riqueza. Zea el pequeño pueblo donde nació Alberto Adriani, el 14 . de Junio de 1898, está en la frontera de las montañas y de las tierras llanas, la frontera entre el mundo enclaustrado y el horizonte sin término, la frontera también entre una economía de supervivencia y una de productividad inimaginable y casi espontánea. Acepté sin titubeo el encargo de Pompeyo, a sabiendas de que son pocas las horas de un Ministro (casi Ministro del aire, en mi caso), para dedicarse a otros afanes que no sean los directamente relacionados con su trabajo. Y, hablar de Alberto Adriani, o no hablar de Alberto Adriani, comporta un copromiso y una responsabilidad. Aceptar la invitación, en cierta forma, era ineludible. Pensé: écon qué Ministro o Ministerio no tiene una relación directa la obra de Adriani, el ejemplo y el pensamiento, el legado, en fin, de aquel venezolano de tan singulares características? En econom ía y en sus diversas ramas, en moneda y finanzas, en agricultura y en ganadería, en población, sanidad y educación, en comercio y políti13 ca exterior y en las complejidades de la economía mundial. Todos tenemos que ver con Alberto Adriani y con su visión de Venezuela. Todos tenemos que ver con la calidad de hombre y de venezolano que fue Alberto Adriani. Quienes conocemos fragmentos de su obra escrita y 50 años después no debidamente explorada, no debidamente analizada, no debidamente valorada ni utilizada como término de referencia y de confrontación de la Venezuela que dejó Gómez y la Venezuela de nuestros días, tenemos el deber de ofrecer alguna modesta contri-, bución, sin detenemos en exceso sobre las cavilaciones del último personaje de Italo Calvino en tomo a lo oportuno de callar o lo bueno de hablar, ó sobre la necesidad de no decir lo que otros pueden decir mejor. Mariano Picón Salas, Manuel R. Egaña y Arturo Uslar Pietri escribieron páginas admirables sobre Adriani y al histo. riador Rondón Márquez le debemos la recopilación de sus papeles, de buena parte, solamente de sus papeles. Hubo un cierto paralelismo en la vida de Alberto Adriani y en la vida de Mariano Picón Salas. Ambos vinieron de Mérida con la misma ambición intelectual y coincidieron en el tiempo . . "1920 nos encuentra en Caracas en una modesta casa de estudiantes que hemos arrendado y toscamente amoblado para librarnos de la sopa clara y de la carne demasiado correosa de las pensiones baratas, en el poco aristocrático barrio de Caño Amarillo; las chimeneas de algunas fábricas, los silbatos angustiosos del ferrocarril de La Guaira, el olor acre de algunos depósitos de café", así describe (desde el otoño de Praga, en 1936), Mariano Picón Salas sus días de estudiante con Alberto Adriani, recien llegados a Caracas. Pronto se van de Venezuela: el uno a Ginebra, el otro a Santiago de Chile. "Esta ciudad de Ginebra, sede de la Socie14 dad de Naciones, era en aquellos inquietos días de post-guerra una especie de microcosmo, de síntesis de nacionalidades y de corrientes políticas" dice Picón Salas al describir el variado mundo que allí se mueve en esos días, el mundo de los grandes personajes de la política Europea, de los refugiados rusos, de principes y princesas y de falsos príncipes y de falsas princesas, vendiendo joyas también falsas. De ese mundo ginebrino, dijo también Don Mariano: "Buen lugar, apasionante encrucijada del mundo, para un hombre de veinte años que quiere estudiar economía, perfeccionar los idiomas extranjeros y entrar en contacto con los problemas de la política moderna". Pocos lugares tan propicios para el aprendizaje, la investigación y la observación como Ginebra. Adriani estudia en su Universidad y trabaja en la Sociedad de las Naciones, tiene a su disposición los mejores materiales para el estudio, los mejores índices y los más fieles informes sobre la política y la economía mundiales de la primera post-guerra. - "De Ginegra pasa a Londres, de Londres a Washington, (dice Uslar Pietri). En todas partes se le ve en las universidades, en los congresos, en los archivos, estudiando estadísticas, memorias, libros, cultivos, transportes, monedas, migraciones, buscando la explicación de la grandeza de los pueblos". De la Sociedad de las Naciones en Ginebra pasa a la Unión Panamericana en Washington, junto al Director General de la U.P., el Dr. L.S. Rowe, Adriani es factor fundamental en la organización de la 1 Conferencia Interamericana de Agricultura, como primer jefe de la sección Agrícola de la U.P. Su paso por la Sociedad de las Naciones probablemente no haya sido explorado en forma debida, ni sus papeles analizados con detenimiento. Allí actuó como Secretario de la Misión de Venezuela y como funcionario también del propio organismo internacional. Habría que indagar en los papeles del Ministerio de Relaciones Exteriores de aquellos años de la década de los veinte. Los informes de las Asambleas Genera- IS les de la Sociedad de las Naciones eran redactados, muy probablemente, por el propio Adriani y este es, sin duda, un capítulo de su vida, según entiendo, que pennanece en espera de estudio. Son esenciales para conocer el papel de Venezuela en la Sociedad y en buena medida también para conocer el criterio de Adriani sobre la política mundial, su percepción y sus observaciones o consetos. Al enviarle al Dr. Pedro Itriago Chacín.: Ministro de Relaciones Exteriores, en diciembre de 1923, el informe correspondiente a los trabajos de la Asamblea General, le dice que su envío se vió retardado porque Gil Fortoul se fue para París y Zumeta para Roma, pero en la nota de remisión, extensa y sustanciosa, Adriani hace un excelente enjuiciamiento de la Sociedad, de sus problemas y de su papel. Allí se muestra un decidido partidario del multilateralismo. "Después de la gran guerra que desorganizó este Continente, sembró tantos odios, y ha hecho surgir en el campo político y en el campo económico, un estrecho nacionalismo, la Sociedad de las Naciones es una de las fuerzas que trabajan, con métodos más o menos oportunos, en la organización de Europa. Es por esto que se la puede mirar con cierto optimismo". Allí le expresa al Canciller Itriago Chacín que no se puede ser internacionalista á outrance, ni se puede pretender de buenas a primeras que nuestros países tengan la misma influenciao el mismo peso que las potencias Mundiales (Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Francia), " ... un internacionalismo que respete las diversidades nacionales, es un factor muy eficaz del progreso humano". Especula sobre lo que llama la "interdependencia económica entre los pueblos" y el papel que en ese sentido puede cumplir la Sociedad de las Naciones, pero en esa misma nota para Itriago ChacÍn analiza otros factores no menos significativos de la política y de la estrategia mundial, observaciones más que lúcidas. Decía, por ejemplo: "Frente a los Estados Unidos, que son un rico Continente, al Japón, que ha puesto el pie en China y aspira or16 ganizar sus inmensos recursos, sólo una Europa que haya adquirido una conciencia que se podría llamar continental, podrá mantener y desarrollar su expansión. Las luchas del futuro, aún las conquistas pacíficas de mercados, se anuncian entre vastas agrupaciones de pueblos". ¿Por qué debe Venezuela participar en la Sociedad? Porque somos demasiado débiles y tenemos vecinos demasiado fuertes. Los Estados Unidos inician su era de expansión y debemos establecer vínculos fuertes con Europa. A manera de balance y garantía. "Ha pasado el período, dice Adriani, en que los Estados Unidos nos protegían contra el imperialismo de Inglaterra o de Alemania... ". Diez años más o menos dura este ávido peregrinaje de Alberto Adriani por Europa y los Estados Unidos, cuando regresa a Venezuela, no se queda en Caracas, se va a su tierra natal, a Zea. Allí trabaja el campo, lee y escribe, reflexiona, analiza la economía nacional, advierte sobre los problemas financieros y monetarios, ve venir la crisis de los años 30, pero sólo él la ve venir. Escribe sobre el café y su cultivo científico, sobre su mercadeo. La agricultura parece ser su gran obsesión. Muere finalmente Juan Vicente Gómez y fatalmente Venezuela comienza a cambiar. Manuel R. Egaña refiere muy pormenorizadamente aquellos años de 1936 y el papel de Alberto Adriani en las reformas que entonces se emprendieron. Dijo Egaña: "Presente estuvo su espíritu en otras realizaciones que completan las suyas: el Banco Central de Venezuela, el Impuesto Sobre la Renta, la Contraloría, las Reivindicaciones del Estado sobre la riqueza de su subsuelo, la plena recuperación de su facultad de conceder o no exoneraciones de derechos de importación. Las sucesivas rebajas o eliminaciones de derechos aduaneros y de otros impuestos indirectos". El lo. de marzo de 1936 fue designado Ministro de Agricultura y Cría y a fines de abril pasó a ocupar la cartera de Hacienda. Volveremos a citar a Mariano Picón-Salas: "Desde el tiempo magnífico de un Santos Michelena o un FermÍn 17 Toro, en el alba de la República, no se había sentado en el sillón del Ministro de Hacienda de Venezuela, un hombre de mirada más universal y de pasión patriótica más vigilante ... con hombres de su talla era posible una Patria" Bien, digamos, finalmente, que Alberto Adriani y su obra constituyen un mundo inexplorado: complejo, promisor y fecundo. Si hubiera necesidad de definirlo, creo que nada lo definiría mejor como la expresión "Hombre de Estado". A esa condición sólo se llega como llegó Adriani, a través del rigor, la perseverancia, la pasión, el desvelo, la capacidad de asombro y de disfrute de la cultura, el conocimiento de la historia. Nos separan 50 años de su muerte y la plenitud de su pensamiento parece advertimos que es mucho todavía lo que Alberto Adriani puede hacer por su país, PERO SIN DUDA ALGUNA DEPENDE DE TODOS Y CADA UNO DE NOSOTROS. (Aplausos). 18