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Revista mexicana de estudios sobre la Cuenca del Pacífico
Invierno 2007-Primavera 2008 · Colima, México
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Especializado en Economía de la Educación
PORTES, revista mexicana de estudios sobre la Cuenca del Pacífico / Edición especial / Invierno 2007 / p.p 109-139
La economía colimense de la década de los
cincuenta a los ochenta
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José Luis Villa Aguijosa*
José Ernesto Rangel Delgado**
Resumen. El desarrollo de la economía colimense desde la década de
los cincuenta hasta los ochenta se caracterizó por tres etapas, las que están
diferenciadas por ciertos rasgos estructurales, dados por el rol que juegan
los sectores económicos a partir del comportamiento de algunos indicadores
básicos de las actividades económicas, como la portuaria, la agroindustrial,
el turismo, la minería y la industria, así como por las estrategias económicas que se propusieron durante esos años.
En los años cincuenta y sesenta, la economía de Colima adquirió dos
rasgos fundamentales que trascenderían hasta la década de los setenta: la
supremacía en la participación del sector agropecuario en el producto estatal bruto, dado especialmente con el impulso de la agroindustria y el fomento de la actividad minera, convirtiéndose en la base del desarrollo económico de Colima.
La segunda etapa se presenta en la década de los años setenta y se
caracteriza por la dinámica que adquiere el sector industrial por encima de
los otros sectores que crecen a una tasa más lenta, además se caracteriza
por una reducción de la tasa de crecimiento del producto estatal. Los rasgos
característicos del desarrollo económico de Colima durante estos años son:
estancamiento de la actividad agropecuaria, del comercio y servicios; el crecimiento de la actividad industrial, la urbanización y la concentración eco-
*Profesor de tiempo completo de la Facultad de Economía, con especialidad en Economía y Finanzas
Regionales. [email protected]
**Director del Centro Universitario de Estudios e Investigaciones sobre la Cuenca del Pacífico y PTC de
la Facultad de Economía. Universidad de Colima. [email protected]
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nómica, así como por la creación de un nuevo perfil económico de los ochenta
en el marco de la apertura comercial. La economía colimense presentaba
también una polarización regional de la actividad económica, un sistema de
comunicaciones y transporte deficiente, un potencial turístico desaprovechado, un crecimiento importante de la actividad industrial y la necesidad
de ampliar el potencial del puerto de Manzanillo, y con ello sus expectativas
en el Pacífico mexicano, y un importante crecimiento de un sector industrial altamente polarizado. Este panorama impactaría en el perfil del desarrollo de la entidad en la década siguiente.
El tercer momento que atraviesa la economía colimense y que se presenta en la década de los ochenta, se caracteriza por la puesta en marcha
de un modelo económico basado en la planificación que “diseña” un Colima
integrado a la región Centro Occidente del país, en el marco de la apertura
económica, y con un potencial para sumarse a la dinámica económica de la
región de la Cuenca del Pacífico, fundamentalmente por el rol que se le
asignó al puerto de Manzanillo.
Palabras clave: economía, año, historia.
Abstract. The economic development of Colima, from 50s to 80s decades,
was characterized for three stages which are differentiated for some certain
features given by the roll that plays the economic sectors from the behaviour
of some basic indicators of economic activities like port, agricultural, tourism,
mining and industry, an for the economic strategy proposed during these
years.
In the 50s and 60s years, the economic of Colima took two fundamental
characteristics which transcendent to the 70s decade: the supremacy in the
participation in the agricultural sector in the gross state product, specialy
given with impulse of the industrialization agricultural, and the mining
activation, transforming in the base of economic development to Colima.
The second stage, is in the 70s decade, and is characterized by the
dynamic that industrial stage takes above other sectors with more slowly
growing tax, besides it is characterized for one reduction of the growth tax
of the gross estate product.
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The characteristics of economic development of Colima during these
years are: standstill of the agricultural activity, trade and services, growth of
industry, the urbanization and new economic profile, and makes the bases
from the new economic profile of the 80s, in the context of the trade opening.
The economy of Colima presented a regional polarization of the activities, a
deficient communications and transports, a tourist potential misuse, an
important growing of the industrial activities, and the necessity to expand
the potential of the Manzanillo port and their big expectatives in the Mexican
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
pacific, and an important growing of an industrial sector highly polarized.
This panorama impacted in the profile of the development of Colima in the
next decade.
The third moment which crosses the economic of Colima, and is presented
in the decade of the 80s, is characterized by the beginning of an economic
model based in the planning which “designs” an integrated Colima to the
center-occident of the country, in the context of the trade opening, and with
a potential for to join to the economic dynamic to the “Valley of the Pacific”
fundamentally for the roll which was given to the Manzanillo port.
Key words: Economy, year, history
Introducción
Hacer una breve reflexión sobre la economía colimense desde el punto
de vista económico durante este periodo, es el inicio de una búsqueda por
identificar las etapas fundamentales por las que ha pasado y que han dado
forma a su estructura actual.
Para lograr una elemental aproximación, intentamos identificar los rasgos esenciales de la economía colimense durante estos años, a partir del
comportamiento de algunos indicadores básicos de los sectores económicos,
de la preponderancia y el rol de ciertas actividades como la portuaria, la
agroindustria, el turismo, la minería y la industria, y de ciertas apreciaciones de las estrategias económicas, para lo cual nos apoyamos en algunos
estudios y diagnósticos sobre la economía de Colima realizados en esos
años.
El desarrollo de la economía colimense de los años que comprenden las
décadas de los cincuenta hasta los ochenta, se caracterizaron por tres etapas que van, de una de despegue, a la luz de las líneas marcadas por el
desarrollo estabilizador por el que atraviesa nuestro país, y que permite a
Colima un crecimiento económico basado en su potencial agropecuario, a
una segunda etapa en la década de los setenta, en que crece el sector industrial a la par que enfrentan una recesión los sectores primario y terciario, para dar paso a un tercer momento en el que a la luz de un modelo
económico diseñado en el marco de un esfuerzo planificador, se “diseña” un
Colima integrado a la región Centro Occidente del país, en el marco de la
apertura económica, y con un potencial para sumarse a la dinámica económica de la región de la Cuenca del Pacífico, fundamentalmente por el rol
que se le asignó al puerto de Manzanillo.
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Las décadas de los cincuenta y sesenta.
Fase del crecimiento económico
La economía de Colima durante este periodo adquirió dos rasgos fundamentales que trascenderían hasta la década de los setenta, años en los que
entra en crisis el modelo a nivel nacional, en la sustitución de importaciones: la participación del sector agropecuario con el impulso de la
agroindustria y el fomento de la actividad minera. En los años cincuenta
aparecía el momento de una reestructuración en las relaciones económicas
de la entidad, perfilándose plenamente hacia formas de producción basadas en el sector agropecuario.
Era evidente que la entidad se incorporaba —quizá como nunca antes—
a la dinámica de la economía nacional y a las estrategias de un modelo
nacional en el que jugaba un rol importante en la exportación de productos
agropecuarios y materias primas, y en el abastecimiento de dichos productos al mercado regional. La producción agropecuaria —y en particular la
agroindustrial— la industria y el puerto de Manzanillo, jugarían un papel
importante en este rol en los años cincuenta y sesenta, que además significaría la base de la definición de su perfil productivo para el resto del siglo
XX.
Esta transformación presentó, en mucho, las mismas tendencias que se
dieron a nivel nacional al transitar de una estructura económica sectorial y
regional más o menos homogénea, debido al predominio de las actividades
del sector agropecuario hacia una economía diversificada y polarizada, con
un sector capitalista agroindustrial basado en el trabajo asalariado, y otro
de subsistencia —al mismo tiempo— con un proceso de industrialización
caracterizado por el predominio de grandes empresas de la minería y la
electricidad, y un importante número de micro industrias de la rama de
alimentos. En este proceso emergían también la actividad portuaria y el
turismo. Al respecto nos dice Pablo Serrano: “El proyecto regional gubernamental y de la burguesía agraria era introducir a Colima en un proceso de
industrialización ampliada, donde todos los sectores de la economía participaran para el desarrollo regional pleno, de acuerdo con las pautas que se
seguían en el nivel nacional, sobre todo, desde el alemanismo y el
ruizcortinismo”… “Los gobiernos de González Lugo y Chávez Carrillo desarrollaron una política económica tendiente a crear las bases desde donde la
agroindustria, el comercio y los servicios, y la industrialización manufacturera, extractiva y de transformación, pudieran actuar para reproducir el
capital y lograr el tan ansiado desarrollo regional” (Serrano: 1997).
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Este proceso agroindustrializador se vio afectado de manera notable por
el ciclón de 1959 que golpeó de manera drástica a toda la economía
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
colimense, dañando la infraestructura productiva, las telecomunicaciones y
el transporte; deteriorando la producción agropecuaria, poniendo así en
jaque el proyecto industrializador emprendido. Sin embargo, si bien el ciclón generó grandes daños, también es cierto que permitió una acelerada
afluencia de recursos públicos y el incentivo de la inversión privada para la
reconstrucción, lo que hizo menos severa la recesión económica de la entidad en los años setenta. “Ante la disminución de los ingresos estatales, el
gobierno federal tuvo que hacerse cargo de la situación económica, pues
solo así la reconstrucción fue una realidad en casi dos años, recuperándose
la economía, el territorio y lográndose el despegue del desarrollo colimense,
por el que se había trabajado una década” (Serrano: 1997).
Colima se perfilaba aparentemente hacia una economía basada en la
industria, pero tal parece que el proceso de industrialización respondió más
a un papel de proveedor de materias primas agropecuarias y derivados de la
minería, que a un proyecto industrializador del estado; es decir, que el
crecimiento industrial de los setenta fue un efecto de desarrollo agropecuario
y minero, más que un objetivo de desarrollo económico para convertir al
estado en una entidad industrial. Por ello echaremos un vistazo a las condiciones en las que se desenvolvieron la producción agropecuaria, la industria, el comercio exterior y la actividad portuaria.
A inicio de los años cincuenta el sector agropecuario se convertiría así
en la base del desarrollo colimense por su potencial y características para el
desarrollo agroindustrial. “La copra, el maíz, el plátano roatán, el café, la
caña de azúcar, el frijol, el arroz, el ajonjolí, el algodón y el limón, fueron los
principales productos desarrollados en la entidad hasta 1955, cuando sus
niveles de producción hicieron catalogar a Colima como una región surtidora y abastecedora, sólo rebasada por el Bajío. En el sexenio de González
Lugo la superficie cultivada pasó de 25 000 hectáreas en 1949 a 71 057 en
1955, con valores de la producción que fueron de 25 millones en 1949 a 119
millones 922 mil pesos… Serrano nos dice que esto ponía en evidencia el
proceso de modernización de la agricultura, siendo el valle de Tecomán el
emporio agroindustrial.
Este proyecto agroindustrial requería para su funcionamiento, la ampliación de la frontera agrícola, para lo cual se tuvieron que dar garantías
necesarias a los inversionistas y al mismo tiempo evitar, y en su caso atenuar, los conflictos sociales derivados de las formas de propiedad en el marco de una economía, en la cual el sector social de la agricultura —representada por el ejido y los pequeños propietarios— no se confrontaran con los
grandes agroproductores. Esto, según afirmaba Alejandro Angulo, implicó
la formación durante 1940 a 1958, de una nueva burguesía agraria “…bajo
el ropaje de pequeños propietarios…” que contaría con las mejores tierras y
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en las zonas de toda la franja costera del estado destinadas a la producción
de alta rentabilidad, y destinadas al mercado externo, obteniendo además
importantes apoyos para la creación de infraestructura, créditos, fertilizantes, maquinaria… lo que permitió que las actividades agropecuarias en Colima
fueran las más dinámicas. Este proceso generó —al igual que a nivel nacional— por una parte, un sector agropecuario capitalista con un importante
desarrollo tecnológico y de productos destinados a los grandes mercados, y
por otra, un sector ejidal (en su mayoría temporalero y poco tecnificado)
destinado a la producción de subsistencia y al abastecimiento del mercado
local.
Por su parte, la ampliación de la industria —como dijimos antes— al
amparo de las actividades agropecuarias y mineras desde los años cincuenta, se expresaría en la ejecución de proyectos a inicios de la década de los
sesenta: “De esta manera, como señala Serrano, se instalan empresas como
Cementos de Colima en 1954; Compañía Cerillera de Colima, Ladrillera de
Colima y Alimentos Avícolas de Colima en 1955; empresas de aceites, grasas y jabones en Manzanillo, Tecomán y Colima, entre 1958 y 1959; el
Consorcio Minero Peña Colorada, Las Encinas y la estación de Alzada, la
Compañía Minera Colimán, la Compañía Druco, todas ellas en la explotación minera y siderúrgica, a finales de los años sesenta y principios de los
setenta. En 1956 y 1957 ya se realizaban exploraciones mineras en Minatitlán
por la compañía Minera del Norte, el Ingenio Quesería crece
significativamente a partir de 1962, desplazando al Ingenio San Rafael (Serrano: 1997), entre otras más; y ya desde ese entonces se vislumbraba a
Manzanillo como un puerto empacador de atún, proyecto que se retomaría
en la década de los ochenta. Evidentemente, este proceso de industrialización impulsó por una parte la industria de la construcción y el comercio
exterior y al movimiento portuario.
Las exportaciones colimenses provenían principalmente del sector
agropecuario, de esta manera, los principales productos de exportación e
importación en la década los cincuenta eran: maíz, ajonjolí, plátano, coco,
algodón, coquito de aceite, frijol, madera, ganado, azúcar, alcohol, arroz,
entre otros más (Serrano: 1997), y para 1960 el puerto tuvo una infraestructura casi completa que le permitió convertirse en un polo fundamental
del desarrollo comercial.
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En lo que respecta al comercio exterior y al papel que desarrolló el puerto de Manzanillo, así como los rasgos que caracterizaron este periodo fueron: las exportaciones colimenses provenían principalmente del sector
agropecuario, el movimiento portuario respondía esencialmente a las necesidades de exportación e importación de los aparatos productivos de los
estados del Centro Occidente del país, y especialmente de Guadalajara; ya
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
se visualizaba desde finales de los cuarenta y principios de los cincuenta
el potencial turístico de la entidad. No obstante, el movimiento portuario
empezó a tener dificultades operativas a finales del periodo. Al respecto,
Bolio y Ramírez señalan que las condiciones de la posguerra y el fomento
de las exportaciones mexicanas, reactivaron el movimiento portuario nacional. Así, el comercio de materias primas para la industria y algunas
manufacturas —realizado con la costa oeste de los Estados Unidos a través
de Manzanillo—, reafirmó el papel del puerto como enlace exterior para la
zona de influencia de Guadalajara, de la cual provino la mayor parte de los
productos exportados en esa época: melaza, azúcar, cereales y manufacturas de cuero (Villa: 1992).
Una característica más de este periodo es que ya se visualizaba el potencial turístico de la entidad desde finales de los cuarenta y principios de los
cincuenta en el que se veía a Manzanillo, Colima y Cuyutlán, como los centros donde deberían desarrollarse los futuros proyectos turísticos. Para lo
cual, en 1956 se promovieron acciones de fomento, tales como… “ligar por
vía aérea a Manzanillo y Colima con vuelos provenientes de la ciudad de
México, Uruapan y Acapulco.” Para 1961 se incrementó la capacidad hotelera permitiendo convertir —en 18 años— a la actividad turística en una actividad redituable y con potencialidades para el modelo de desarrollo económico regional, adoptado en los cincuenta…” (Serrano: 1997).
A finales de los cuarenta el puerto presentaba altos costos, deficiencias
en los mecanismos de operación y congestionamiento de mercancías; situación, que aunada a las deficiencias en la operación de los ferrocarriles, obligaba a las embarcaciones a preferir el puerto de Acapulco para mover sus
productos. Ello, debido a ineficiencias en la operación del ferrocarril, así
como por las condiciones de la carretera Manzanillo-Colima-Jiquilpan, según nos relata Pablo Serrano (Serrano: 1997).
Como resultado de las deficiencias y de infraestructura, entre otros factores internacionales que mencionaremos, años después el movimiento portuario se redujo, seguramente porque en los setenta el “modelo de sustitución de importaciones” presentó los primeros síntomas de agotamiento como
resultado de la reconstrucción de los países beligerantes, que redujeron su
demanda de materias primas y alimentos, al recuperar su capacidad productiva, así como también a los cambios tecnológicos en la producción de los
países desarrollados, quienes sustituyeron las materias primas de origen
primario, por los llamados entonces “materiales sintéticos”; asimismo, por el
lado de los alimentos, se logró la generación de excedentes y su industrialización, desplazando así las exportaciones de granos, sobre todo, de los países subdesarrollados. Al respecto nos dicen Bolio y Ramírez que el puerto
de Manzanillo padeció una reducción en el movimiento de carga de 1960 a
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1970. En esos años, “…comenzó a evidenciarse el agotamiento del modelo
de sustitución de importaciones en que se basaba nuestro crecimiento económico, lo cual, aunado a la recuperación y posterior expansión de la economía norteamericana, determinaron la modificación en las pautas del comercio exterior que afectaron de una manera contundente las operaciones
del puerto de Manzanillo” (Bolio y Ramírez: 1994).
La nueva fisonomía de la economía colimense quedaría en evidencia
desde 1960, cuando vemos los cambios en la estructura de la población
económicamente activa (PEA), y la participación de los sectores en el producto interno bruto (PIB) estatal. Serrano nos muestra, que mientras la PEA
del sector primario representaba el 59.15% del total, producía el 42.5% del
PIB; el sector secundario por su parte representaba el 14.52% de la PEA,
pero producía 14.5%, y el sector terciario con una PEA que representaba el
26.33%, aportaba el 43% del PIB. Bajo esta óptica era evidente que los sectores que se iban fortaleciendo eran el primario y secundario en el marco
del impulso de un sector terciario como soporte de este proceso dirigido,
como hemos indicado, al desarrollo de la agroindustria y de la minería, pero
que se expresaría en una etapa recesiva para el sector agropecuario colimense
en los años setenta.
Los setenta. Recesión con crecimiento industrial
La economía colimense mantuvo en la década de los sesenta importantes niveles de crecimiento económico, pero presentó una situación recesiva
en la década de los setenta como resultado —como se dijo antes— de las
crisis de la “revolución verde” y del “modelo de sustitución de importaciones”. No obstante, la industria presenta un dinamismo mayor que el resto
de la actividad económica.
Los rasgos característicos del desarrollo económico de Colima durante
estos años son: estancamiento de la actividad agropecuaria, freno al crecimiento de comercio y servicios, crecimiento de la actividad industrial, urbanización y concentración económica, y la creación de las bases para el nuevo perfil económico de los ochenta, en el marco de la apertura comercial.
Hacia la década de los setenta los obstáculos al desarrollo económico de
la entidad se expresaban con la presencia de una polarización regional de
la actividad económica, un sistema de comunicaciones y transporte deficiente, un potencial turístico desaprovechado, un crecimiento importante
de la actividad industrial, y una reconsideración de amplio potencial del
puerto de Manzanillo y sus grandes expectativas en el Pacífico mexicano, y
un importante crecimiento de un sector industrial altamente polarizado.
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Parece también haber evidencias de que fue en los años setenta que se
careció de una visión institucional integral, pero también privada sobre el
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
desarrollo de la entidad para identificar y aprovechar el potencial económico que poseía la entidad, y que sería ampliamente aprovechado posteriormente en la década de los ochenta con el Plan Colima. Ese potencial se
centraba fundamentalmente en el rol estratégico del puerto de Manzanillo,
los recursos naturales, culturales e históricos para el desarrollo del sector
agropecuario y el turismo; la posibilidad de modernizar la infraestructura
de comunicaciones y transportes, todo ello tendiente a redinamizar la economía local y convertir a Colima en un polo de desarrollo del Centro Occidente del país
El descenso en la actividad económica en los setenta se debió básicamente a la caída de la producción y productividad del sector primario y de la
agroindustria; esta caída se vio contrarestada por un crecimiento del sector
secundario que tuvo una dinámica más importante durante esos años. El
sector primario cayó, de una tasa de crecimiento en los sesenta de 6% promedio anual a 4.9% en los setenta, y el sector terciario pasó en el mismo
lapso de 8.9 a 6.4%. “…el sector secundario registró una tasa ascendente al
pasar de 7.4% a 9.7%. Estas tendencias propiciaron que se redujera la tasa
de desarrollo de 3.5% a 2.8%” (Plan Colima: 1983).
Era evidente, pese a los esfuerzos realizados en los periodos anteriores,
que los rezagos en el sector terciario, que sirvió en su momento como apoyo
al resto de los sectores económicos al primario e industrial, incidirían en los
años setenta en la reducción de la tasa de crecimiento económico del estado.
No obstante la recesión que presentaba la economía colimense, todo
parecía indicar ante este panorama, que las tendencias económicas marcaban que Colima se transformaba de una economía sustentada en el desarrollo rural y agropecuario a una urbanizada e industrial. Pero no era del
todo así, si bien Colima logra un avance en la industria, no significaba que
emprendiera un proceso de industrialización como rasgo esencial de su
desarrollo; es decir, que el hecho de que en los setenta el sector agropecuario
se viera menguado en su crecimiento y fuera el sector industrial el que
tuviera las tasas de crecimiento más altas, no significaba desde nuestro
punto de vista, que hubiera un proyecto industrializador para Colima, o que
se pensara en un perfil económico para la entidad basada en la industria,
sino que a la luz de su perfil de desarrollo fundamentado en la producción
agropecuaria, la industria pudo crecer en estos años. En otras palabras,
ante la recesión de los sectores primario y terciario, las actividades industriales fueron —probablemente— atractivos campos para la inversión.
La agricultura —en particular— se enfrentó a una desaceleración del
ritmo de crecimiento de la economía de una tasa de 5.5% en la década de
los sesenta a 4.5%, promedio anual en los setenta. Entre las dificultades
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que presentó la actividad destacan la reducción de la superficie de cultivos
cíclicos, los cambios en el patrón de cultivos al sustituirse tierras dedicadas
a la producción de cereales por cultivos perennes y a la insuficiencia de los
apoyos institucionales en materia de inversión, financiamiento y precios,
estos últimos controlados en buena medida por el intervencionismo estatal
y por un mercado nacional cerrado al exterior (Plan Colima: 1983).
En este contexto, la agricultura colimense no presentaba condiciones
favorables para garantizar la rentabilidad de los cultivos básicos, provocando el abandono del modelo orientado a la producción de alimentos básicos
para abastecer al mercado interno, buscando sustituirlos por otros de mayor rentabilidad. El problema central de la baja productividad de la actividad agrícola se derivó fundamentalmente de la carencia de tecnologías, la
falta de modernización en los procesos de producción, distribución y
comercialización, así como por el predominio de técnicas de producción
tradicionales.1
Muchos de estos desequilibrios en los sistemas de producción estaban
asociados a problemas de organización entre los productores, los que en
buena medida eran reflejo de la crisis de los sistemas corporativistas que
venían operando años atrás. Problemas de tenencia por propiedad o posesión de la tierra, “…la indefinición de linderos, los fenómenos de rentismo,
la impresión de límites y deslindes, la presencia de inconformidades agrarias, la insuficiente organización campesina, un catastro rural desactualizado,
y el rezago en la regularización de las tierras urbanas y rurales” (Plan Colima:
1983), así como por el debilitamiento y mala orientación de los apoyos gubernamentales.
Otro de los ámbitos que también enfrentaron situaciones difíciles y que
provocaron una caída en la actividad agropecuaria, fue la relativa a la producción pecuaria, que redujo también su ritmo de expansión de 7.6% a 6%
en el periodo de referencia. Esta situación recesiva se debió fundamentalmente, se argumentaba entonces, a “…causas relacionadas con la persistencia de una ganadería bovina extensiva propiamente de subsistencia, de
baja calidad genética y con salud precaria por inadecuadas prácticas de
pastos y alimentación forrajera inapropiada. La ganadería extensiva se sustentó en formas de explotación no tecnificadas, ya que existía un deficiente
manejo de los pastizales naturales y artificiales, además de que no se contaban con los hornos forrajeros y silos para pastura en época de estiaje” (Plan
Colima: 1983).
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La ganadería se enfocó esencialmente a la producción de ganado bovino, perdiendo de vista el potencial que representaba la ganadería de ovinos
y caprinos, la cual era escasa, aún, como se decía, cuando existían condiciones naturales para su desarrollo. Se mencionaba que la “…porcicultura y la
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
avicultura se realizaban en pequeñas granjas con deficiente tecnología,
practicándose en mayor parte como actividad doméstica para el autoconsumo
del medio rural. Los bienes producidos por la ganadería eran insuficientes
para cubrir la demanda creciente de alimentos de origen animal, problema
que se evidencia en la falta de leche, carne de puerco, etcétera” (Plan Colima:
1983).
Un aspecto adicional que generó la caída del sector agropecuario, fue la
emigración de manera importante de población rural, principalmente hacia
los Estados Unidos y otras ciudades del país. Esto es especialmente importante debido que el sector primario absorbía las dos terceras partes de la
mano de obra,2 de tal manera que la emigración tuvo repercusiones importantes en las estructuras familiares rurales, pues muchas localidades rurales se iban convirtiendo en poblaciones de niños, mujeres y viejos, ya que
los jóvenes habían tomado la determinación de buscar en otros lugares
mejores opciones de ingresos. Paralelamente, Colima atraía mano de obra
de otras entidades de la región, ya que en sus lugares de origen padecían
un menor nivel de vida.
Paradójicamente, durante estos años de la década de los setenta —con
su carácter recesivo— la agricultura especializada en la producción de perennes permitió abastecer de estos productos al mercado nacional e internacional y contribuir a la obtención de las divisas que requería el país, de
conformidad con el modelo de sustitución de importaciones, generó también un importante número de empleos a trabajadores del campo que
inmigraban de estados como Oaxaca, Michoacán, Guerrero y Jalisco (principalmente), para emplearse como jornaleros (Plan Colima: 1983).
En ese sentido, a finales de los años setenta —como se indica en el Plan
Colima— el sector rural del estado de Colima estaba integrado por setecientos ocho localidades donde habitaban poco más del 25% de la población;
sus condiciones de vida dependían básicamente de las actividades primarias, mismas que no tuvieron un desarrollo de acuerdo a la disponibilidad
de recursos, lo que provocó flujos migratorios hacia los centros más importantes del estado, así como a otras actividades económicas, en busca de
mejores niveles de ingresos y bienestar (Plan Colima: 1983).
Por otra parte, otra actividad del sector primario que se vio rezagada fue
la silvicultura, no obstante que Colima tenía un importante potencial forestal. La explotación de los recursos madereros se vio frenada por la existencia
de una veda de especies maderables que se inició en 1951 y terminó en
1978 (Plan Colima: 1983), y que provocó durante varios años —posteriores
al levantamiento de la veda— el abandono de las zonas de explotación, el
retiro de la maquinaria en los aserraderos y el retiro de capitales; pero
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también es cierto que los bosques colimenses se enfrentaban a serios problemas de sobreexplotación y a la irracionalidad de su aprovechamiento.
La pesca, por su parte —pese al gran potencial marítimo del estado—
era una actividad básicamente artesanal que no tenía un papel preponderante en la actividad económica; no obstante, se contaba con el puerto y su
proximidad a las zonas de captura que podrían ser aprovechadas para esos
fines. En el Plan Colima se explica…“En cuanto se refiere a las actividades
pesqueras, los recursos en aguas marinas e interiores son subexplotados,
por la carencia de una infraestructura adecuada para la operación portuaria, la reducida flota y la escasa capacidad de la misma, la falta de capacitación y organización de los pescadores y la ausencia de programas de investigación acuícola.”
Era clara la recesión del sector agropecuario, por ello, desde la óptica de
los sectores productivos y gubernamentales, se pensaba que Colima vivía
una transformación —se decía— caracterizada por un desequilibrio sectorial. Así por ejemplo, a principios de los ochenta, se sostenía que Colima
enfrentaba profundos desequilibrios sectoriales, debido a que la participación del sector primario en el PIB tendía a reducirse, en contraposición de
una mayor participación de los sectores secundarios y terciarios.
No obstante que el 75 por ciento de la población de la entidad vivía en
localidades mayores a 2 500 habitantes (por ello eran consideradas urbanas), en términos socioeconómicos Colima tenía en los sesenta y setenta
aún predominantes rasgos rurales, tal era el caso por ejemplo de Tecomán,
que pese a la riqueza generada y al tamaño de su población en esos años,
presentaba rasgos socioculturales eminentemente rurales.
Desde el punto de vista regional, Colima presentaba una alta concentración de la actividad económica en los municipios de Colima, Manzanillo
y Tecomán, que contaban con más de las dos terceras partes de la población económicamente activa, y la mayor parte de la infraestructura económica —más de la mitad de la superficie de riego—, así como las cuatro
quintas partes de la industria de la transformación y las principales actividades de servicios” (Plan Colima: 1983), mientras que con una decreciente
dinámica se encontraban los municipios de Ixtlahuacán y en mucho menor medida Minatitlán,3 este último gracias a la actividad minera que generaba un importante nivel de ingreso y consumo en el municipio.
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En el marco del desarrollo de la entidad, las comunicaciones y el transporte jugarían un rol importante en el desarrollo económico. Antes de los
sesenta Colima permanecía en un relativo aislamiento respecto al resto del
país, y esto se debía al rezago en su sistema de comunicaciones y transportes, pues su vinculación con los centros económicos más dinámicos de la
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
región: Guadalajara y Morelia, estaba limitada por un sistema carretero y
ferroviario anticuado, que en términos económicos no facilitaba el flujo de
los factores de la producción y con ello, el movimiento tanto de productos
como de personas, provocando altos costos de producción. Colima se encontraba —como señalamos— en un relativo aislamiento con el Centro Occidente del país, a no ser por el mercado de productos agroindustriales y los
derivados de la actividad minera, es que Colima distribuía con el resto del
país y del extranjero, la adquisición de bienes de consumo duradero de los
estados del Centro Occidente del país.
Esta situación limitaba en buena medida la movilización de los productos colimenses en el país y en particular en la región Centro Occidente y se
enfrentaba a un problema importante desde el punto de vista de su integración económica, pues persistía un inadecuado y poco moderno sistema de
acopio, almacenamiento, transporte y distribución que impactaba en altos
costos, tanto de operación como de precios (Plan Colima: 1983). Fue hasta
finales de los años setenta que se contemplan proyectos para mejorar y
ampliar el puerto de Manzanillo, rehabilitar el ferrocarril, construir la carretera de cuatro carriles a Guadalajara y el nuevo aeropuerto de Manzanillo.
Es evidente que Colima recibiría recursos importantes, incluso después de
la devaluación de 1976, como resultado de un apoyo dado a la primera
mujer gobernadora del país4 y por otro, de contar con un colimense en la
Secretaría de Programación y Presupuesto, y posteriormente presidente de
la República.5
Esa situación de las comunicaciones y transporte había impedido también que Colima pudiera impulsar su actividad turística. En ese entonces
se visualizaba ya al estado, pero particularmente Manzanillo, como potencial para la atracción del turismo extranjero y nacional proveniente del
Bajío —particularmente de Jalisco— para lo cual se identificaron tres zonas turísticas claramente definidas y prioritarias a impulsar: “…Manzanillo,
cuya influencia llega hasta la zona poniente; la ciudad de Colima constituye la segunda zona que abarca las poblaciones de Coquimatlán, Villa de
Álvarez, Cómala y Cuauhtémoc; la tercera zona va desde la población costera de Cuyutlán, hasta llegar a Boca de Apiza” (Plan Colima: 1983).
Cuyutlán, que tradicionalmente había sido un sitio de turismo social, estaba considerado como una zona turística susceptible de atraer turismo
nacional y extranjero, incorporándole la infraestructura necesaria. En el
Plan Colima se destaca esta idea al señalar que: “Además de las poblaciones del interior de la entidad, Cuyutlán es un punto de potencial turístico
por su ubicación cercana a las localidades más importantes del estado, y
también lo son las playas de Boca de Pascuales, Tecuanillo y El Paraíso,
que carecen de infraestructura para brindar atenciones al turista.” Había
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además dos centros turísticos —considerados entonces— como de turismo
social también: “Las Marías” y “Carrizalillos”. Por su parte, la zona conurbada
Manzanillo-Barra de Navidad cobraba un papel importante en la década
de los setenta al pensarse como un corredor turístico.
A finales de los setenta Manzanillo concentraba la actividad turística de
un total de 115 hoteles en el estado, concentrados principalmente en los
municipios de Manzanillo, Colima y Armería. Del total, sólo uno se clasifica
como de cinco estrellas; cinco como de cuatro; 18 como de tres; 32 como de
dos; y 22 como de una; además de 37 “no clasificados”. La inversión turística en Colima estaba encabezada por el Grupo Alfa Monterrey, y en apoyo a
los proyectos turísticos se construyó el Aeropuerto Playa de Oro en los años
setenta.
El sector terciario, durante los años setenta, permaneció estancado debido en gran medida a un comercio local tradicional poco modernizado y
cautivo, y con actividades de servicios como son los financieros y profesionales muy limitados y también tradicionales y poco modernos. La base del
sector terciario era el comercio y los servicios locales, en el que la actividad
del puerto de Manzanillo no había tenido un crecimiento importante que
impulsara estas actividades locales. Las inversiones en el sector terciario
eran principalmente locales, poco dinámicas y con una baja demanda. En
los años setenta, como resultado de la baja en la actividad comercial, especialmente en las actividades de comunicaciones y transportes, el sector terciario registra, al igual que el sector primario, un abatimiento de la tasa de
crecimiento al pasar de 8.9% a 6.4%.”
En este sentido, el sector terciario, pese a que redujo su tasa de crecimiento en los años setenta, su participación en el producto interno bruto
estatal pasó de 54% en 1970, al 56% en 1980, y en cuanto su participación
en el empleo, pasó del 36% al 42%, respectivamente. Por otra parte, pese a
que el sector industrial creció en esos años —en particular la actividad de la
transformación compuesta principalmente de micro empresa—, presenta
una crisis muy importante al caer su crecimiento durante 1970 y 1980
(Lomelí: 1992).
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Mientras la agricultura, así como la agroindustria pasaban de una etapa
de crecimiento en los años sesenta a una de estancamiento en los setenta,
y la pesca permanecía sin una presencia importante al igual que la silvicultura y el turismo, la industria adquiría otra dinámica al crecer su participación en el PIB estatal por arriba de los otros sectores económicos. “Durante
el periodo comprendido de 1960 a 1980, el sector industrial colimense mostró un importante crecimiento, pues el valor bruto de su producción en el
periodo 1970-1980, se incrementó a una tasa promedio anual de 9.7%,
superior a la que reporta su similar nacional de 6.5% durante el mismo
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lapso.” El sector industrial se soportaba de las actividades extractivas y de la
construcción. Basta destacar que en los años sesenta la tasa de crecimiento
del sector había alcanzado apenas el 7.4%; es decir, 2.3 puntos menos que
el obtenido en el decenio siguiente (Plan Colima: 1983).
Colima presentaba —como se mencionó anteriormente— no sólo una
polarización en su estructura regional, sino que también, desde el punto de
vista sectorial se observaba una polarización importante, y esto se expresaba en gran medida en la distribución espacial de la industria, pues de las
892 industrias en el estado a finales de los setenta, el 3% estaban clasificadas como grandes, 11% medianas y 86% pequeñas (Plan Colima: 1983).
El crecimiento industrial se dio con mayor fuerza en la industria extractiva
y en la construcción, que eran las que hacían la mayor aportación al PIB del
sector. La actividad minera destacó por la producción de fierro y de pelet en
los metálicos,6 y en los no metálicos se producía piedra caliza, arena, graba
y sal. En aquel entonces se reconocía que Colima tenía un gran potencial
minero, pero se carecían de estudios que permitieran identificarlo y cuantificarlo.
Es evidente que el proceso de industrialización se polariza, pues éste se
caracterizó por una parte, por el desarrollo de grandes empresas, algunas
de ellas gubernamentales como era el caso de las centrales termoeléctricas
de la Comisión Federal de Electricidad y el Consorcio Minero Benito Juárez
Peña Colorada, y por otro lado, la persistencia de pequeñas industrias con
carácter artesanal; la mediana empresa era prácticamente inexistente en el
estado. Cabe destacar que en la producción de fierro Colima aportaba el
36% de la materia prima de la industria siderúrgica del país.
En el Plan Colima se señalaba que en la década de los setenta, el crecimiento de la industria de la construcción estaba vinculada a la minería,
electricidad, las instalaciones portuarias, el turismo y el desarrollo urbano
de Manzanillo, Tecomán y Colima. La minería se sustentaba en la extracción de mineral ferroso, y la industria eléctrica en la instalación de un
complejo termoeléctrico de cuatro unidades de generación de energía en el
puerto de Manzanillo. El ritmo de crecimiento de la industria de la transformación registró una tendencia descendente al reducirse la tasa promedio
anual de 8.2% en el lapso de 1960-1970 a 7% durante 1970-1980, debido a
problemas de productividad, insuficiencia de inversiones, falta de innovaciones tecnológicas y de mercado” (Plan Colima: 1983).
La base del desarrollo industrial era el sector minero, el cual pasa su
participación en el PIB estatal del 0.9 % al 10.8% de 1970 a 1980, mientras
que la construcción pasa de 5.8 a 8.0%, electricidad de 0.55 al 1.1% y el de
transformación, que es donde tiene una fuerte incidencia la micro empresa,
se reduce del 9.5 al 7.7% en el periodo señalado (Lomelí: 1992).
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De este modo, el pilar de la actividad industrial era extractiva, pues
durante la segunda mitad de los setenta la extracción y beneficio del mineral ferroso creció a un ritmo anual promedio de 43.1%, y la producción
anual en toneladas alcanzaba a principios de los ochenta los 2.7 millones
(Plan Colima: 1983).
Otra rama del sector industrial, que si bien por sus características no
tuvo una gran expansión, pero que se fortaleció de manera importante en el
periodo, fue la extracción de minerales no ferroso como la sal de la Laguna
de Cuyutlán, explotada a través de dos cooperativas salineras: la barita explotada por dos empresas, y la caliza explotada con importantes inversiones7 y empleada en la industria siderúrgica principalmente. La sal se extraía con procedimientos artesanales y por ello los volúmenes de producción eran muy susceptibles a las condiciones naturales, la barita con uso de
tecnología en su producción y empleada en la industria petrolera, y la caliza
también con tecnología; las tres fueron fuente de ingresos y empleo.8 Las
limitaciones de esta industria se debieron principalmente a la forma de
explotación artesanal y con ello a la falta de investigación y capacitación, así
como por la carencia de talleres especializados en la producción de partes y
equipo minero (Plan Colima: 1983).
Por su parte, la manufacturera no jugó un papel importante en el sector
industrial, debido en gran medida en que se centraba en la producción de
alimentos, pero con técnicas de producción tradicionales y por lo tanto con
pocas probabilidades de crecimiento; sin embargo, esta industria junto con
la del beneficio de mineral de hierro, “…generaban el 85% del valor agregado del sector industrial, quedando únicamente el 15% en otras industrias,
como las de bienes de capital, bienes de consumo duradero, bienes intermedios y otras, que crearon importante número de empleos en forma directa” (Plan Colima: 1983).
En términos del empleo, la producción de alimentos generaba el 71%
de los empleos del sector industrial, seguido por la industria de la madera y
del mueble que generaron el 7%, y la producción de minerales no metálicos
y productos metálicos generaron el 2% y 5% respectivamente de los empleos del sector (Lomelí: 1992).
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Otras actividades de transformación de importancia para la economía
colimense fueron la producción de aceite esencial y centrifugado, jugos simples y concentrados, cáscara para forraje, cáscara deshidratada, pectina,
ácido cítrico, citrato de sodio y empaque de limón en 33 plantas locales
ubicadas principalmente en el valle de Tecomán. La industrialización de la
copra, aceite y pasta de coco, coco rallado y granulado, dulces de coco,
jabón, entre otros, en diez empresas, todas ellas ubicadas principalmente
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
en el valle de Tecomán y Cuauhtémoc. Asimismo, destacaba la producción
de azúcar en Quesería y dos molinos de arroz (Plan Colima: 1983).
Colima seguía encaminándose a un panorama que se dejaba entrever
—desde la década de los cincuenta— el desplazamiento del capital local
por grandes inversiones foráneas nacionales y extranjeras, y sólo los capitalistas locales más fuertes pudieron generar alianzas con ellas. Muestra
de ello, es el caso de la industria de la transformación, pues en 1975, “…
de los 515 establecimientos el 91% correspondían a la microindustria,
seguido en importancia por la pequeña industria con el 6% (sic), y de
manera marginal la mediana y grande empresa con el 4% (sic), y en cuanto a la generación de empleos, la micro industria generó el 83%, siendo
superior a los otros estratos de empresas, que generaron en conjunto 17%...
Se observa así, que la concentración de establecimientos correspondió a
este tamaño de empresa con casi el 97% y con relación a la generación de
empleos alcanzaría el 92%...”(Lomelí: 1992).
La industria colimense en los años sesenta y setenta si bien mantuvo
un crecimiento importante, lo cierto era que estaba poco diversificada, razón por la cual se abastecía de productos industriales y manufactureros
procedentes de los estados del centro del país como Guadalajara y Monterrey,
de herramientas, lubricantes, refacciones, accesorios, principalmente para
el funcionamiento de la industria local y en particular del puerto de
Manzanillo, así como ropa, alimentos industrializados, muebles, electrodomésticos, entre otros. En este sentido, por ejemplo, el crecimiento obtenido
por la industria garantizaba el suministro de pelet, entre otros productos,
derivados de la minería y electricidad, pero no era capaz de producir muchos bienes de consumo para abastecer su mercado interno. De esta forma,
era difícil hablar de un desarrollo industrial en la entidad en el sentido
estricto. Claro, gracias a esa gran industria, Colima pudo enfrentar en buena medida la recesión del sector agropecuario y del terciario, pero no creó
las bases o no se aprovecharon para el desarrollo de una industria local
importante de bienes de consumo y de capital. En este sentido también, fue
prácticamente inexistente el desarrollo tecnológico.
El comercio exterior en Colima se caracterizaba por cuatro rasgos fundamentales, el primero de ellos, naturalmente, era que las exportaciones
provenían principalmente del sector agropecuario y agroindustrial; segundo, que tanto el mercado interno como la capacidad para la exportación de
productos, estaba dada por la influencia e intereses comerciales de los estados del Centro Occidente del país, especialmente de Guadalajara, siendo
Colima la puerta a través de la utilización del puerto de Manzanillo hacia el
Pacífico; el tercero, que pese a que históricamente Manzanillo había sido un
puerto importante del Occidente del país, en estos años tenía serios proble-
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mas para crecer en cuanto a su capacidad y calidad de maniobras portuarias, debido a la carencia de infraestructura y equipamiento; y el cuarto, es
el papel que juega en el modelo de sustitución de importación y los efectos
que la crisis de este modelo generó en el puerto inicialmente al movimiento
de graneles.
Colima era abastecedor del mercado nacional de productos agropecuarios
como el limón, mango, jugo, aceite esencial, jugo y cáscara seca de limón,
ácido cítrico, puré de plátano, coco rallado, sal, hierro, entre otros. El comercio exterior se basaba en la producción del sector primario con la exportación de jugo y cáscara de limón, jaleas de frutas, citrato sódico, coco rallado, aceite esencial de limón, pepino, mango, puré de plátano, sandía, polvo
para gelatina, fibra de coco, principalmente (Plan Colima: 1983), siendo
quizá el más importante el aceite esencial de limón; sin embargo y como
resultado de la caída de la actividad del sector agropecuario, la balanza
comercial fue deficitaria durante la década de los setenta, y esta caída de las
exportaciones provino principalmente de la reducción de las ventas de coco
rallado y citrato sódico.9
De 1978 a 1980 hubo un ligero crecimiento de exportaciones e importaciones colimenses, logrando una balanza comercial favorable “…del orden
de 1.8, 1.2 y 1.4 millones de dólares para los años 1978, 1979 y 1980,
respectivamente. Para 1981, como resultado de una disminución del 35%
en las exportaciones y un aumento del 50% en las importaciones, se registró un déficit de 2.1 millones de dólares. Esta caída en el nivel de intercambio de productos con el exterior observó una recuperación al año siguiente
que arrojó un superávit de 559,468 dólares, generado por un 12.6% de
incremento en ventas y una reducción del 57% en las compras respecto a
1980.” Recuperación que se debió al incremento en la demanda del coco
rallado y el citrato de sodio que durante 1980 representaron, respectivamente, 32.7% y 23.3% del valor total de las exportaciones. Mientras tanto,
Colima incrementaba sus importaciones de manera importante debido al
crecimiento y expansión de la industria local.
Respecto a las importaciones es notorio el crecimiento observado durante los últimos cinco años. El valor registrado por este concepto en 1978
sólo ascendía a 189 mil 932 dólares, correspondiendo al 95.6% del valor de
las exportaciones; sin embargo, dado el nivel de crecimiento y expansión de
la entidad, la demanda de bienes procedentes del exterior se incrementó en
tal medida, que para 1981 el valor de las importaciones alcanzó los 4.1
millones de dólares, ocasionando un sustancial déficit (Plan Colima: 1983).
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En la segunda mitad de los años sesenta el modelo de sustitución de
importaciones empezó a mostrar los primeros signos de agotamiento ante la
reconstrucción de los países beligerantes y los cambios tecnológicos en la
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producción de materias primas y alimentos en esos países, impactando al
puerto de Manzanillo, pues generó un decremento en el movimiento de
carga de 1960 a 1970. En esos años, nos dicen Bolio y Ramírez… “Comenzó
a evidenciarse el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones
en que se basaba nuestro crecimiento económico, lo cual aunado a la recuperación y posterior expansión de la economía norteamericana, determinaron la modificación en las pautas del comercio exterior que afectaron de una
manera contundente las operaciones del puerto de Manzanillo (Bolio y
Ramírez: 1994)”. “Para ese momento el puerto presentaba serias deficiencias en su capacidad de operación, expresadas en altos costos, que generaban a su vez, fuertes erogaciones para contrarrestar el congestionamiento
de mercancías. Ello naturalmente elevó los costos de operación y repercutió
negativamente entre los comerciantes e industriales de Guadalajara, principalmente usuarios del puerto, quienes empezaron a proyectar el remozamiento de los puertos de Navidad y Vallarta.”
Es en 1971, y a raíz de la crisis que presentó el puerto de Manzanillo
como resultado de la recuperación económica de la posguerra de los Estados Unidos, y de la crisis del modelo de sustitución de importaciones en los
sesenta, aunado a las ineficiencias operativas del puerto, cuando se inició la
construcción del Puerto Interior de San Pedrito. Al respecto dicen Bolio y
Ramírez: “La crisis agrícola del país que llegó a su punto más crítico en
1973, aún no se manifestaba durante la construcción del proyecto, por lo
cual la vocación para su manejo de graneles secos fue determinada por las
necesidades de exportación de la producción maicera jalisciense. El gobierno mexicano previó que esas instalaciones servirían para el manejo de los
cereales, pero no precisamente de exportación ni en los volúmenes de carga
que se dieron, lo que combinado con el “cuello de botella” ferroviario, originó uno de los conflictos más serios en la región” (Bolio y Ramírez: 1994).
El desarrollo portuario de Manzanillo en ese sentido, se basó en las
necesidades comerciales del estado de Jalisco con el exterior, con la exportación de melaza, azúcar, cereales y manufacturas de cuero. Este impulso
se dio en el marco de la posguerra y de la reactivación de las exportaciones
mexicanas a través de la actividad portuaria de materias primas y algunas
manufacturas, principalmente a la costa oeste de los Estados Unidos a través de Manzanillo (Bolio y Ramírez: 1994).
No obstante la etapa recesiva del sector terciario y los problemas de
operación y equipamiento del puerto, en la década de los setenta la tendencia histórica del rol del puerto desde el punto de vista sectorial y regional, se
fue consolidando de esta manera… “La ubicación de Manzanillo y la infraestructura ferroviaria y carretera, consolidaron gradualmente las relaciones
económicas del estado con el Occidente y el centro, y su litoral atrajo per-
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manentes flujos turísticos nacionales de importancia… La ampliación de la
base productiva y la modernización del sistema de comunicaciones
interestatales fortalecieron vínculos económicos del estado con las regiones
del litoral del Pacífico, del Occidente, del centro y otras, que demanda los
servicios comerciales y turísticos de Manzanillo” (Plan Colima: 1983).
A finales de los setenta se iniciaron obras de ampliación del puerto de
Manzanillo, el mantenimiento y la rehabilitación del ferrocarril, la construcción de la autopista a cuatro carriles Manzanillo-Guadalajara, y el nuevo aeropuerto de Manzanillo. Estas grandes obras mostraban, desde el punto de vista de las políticas económicas federales, el desarrollo regional de
esos años y la expectativa de los sectores locales de Colima; Manzanillo se
estaba convirtiendo en el pilar del desarrollo de la entidad.
Otro ámbito más que identificaría a Manzanillo como uno de los pilares
del desarrollo, fue la actividad turística. La idea, igualmente proveniente de
los programas federales de desarrollo regional y que tenían no sólo el propósito de promover la actividad turística de Colima, sino de lograr la integración económica regional de los sectores económicos, se palmó en un proyecto de conurbación Manzanillo-Barra de Navidad, para lo cual se crea la
Comisión de Conurbación Manzanillo-Barra de Navidad, la COCOMABA, la
cual contemplaba la conformación de un corredor conurbado, esencialmente turístico. No es casual por ello, la ubicación del aeropuerto Playa de Oro.
La importancia del sector agropecuario como puntal de desarrollo económico era evidente, pues precisamente como puntal de la economía sería
la base para el impulso primero del sector secundario, y posteriormente del
terciario; de esta manera, la participación de la agricultura y la ganadería
en el PIB estatal se redujo de 1960 a 1980 del 42.5% a 28.1%, mientras
tanto el sector terciario pasó del 43.1% en 1960 al 52.2% en 1980; semejante evolución presentó la composición de la PEA. Paralelamente la superficie
destinada a la producción de limón creció 191.3% de 1965 a 1978, la de
coco pasó de 23 058 hectáreas a 28 446, en el mismo periodo; mientras
tanto se redujeron las hectáreas destinadas a la producción de maíz en
4.9% en el mismo lapso (Angulo: 1992). Esto pone en evidencia que no
obstante la participación del sector primario en la PEA y en el PIB cada vez
era menor, su capacidad productiva iba en aumento hasta frenarse en la
década de los setenta.
En los ochenta Colima en la etapa del desarrollo planificado hacia
el Centro Occidente y la Cuenca del Pacífico
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Rivas Mira decía a principios de los noventa: “El nuevo papel del turismo
parece haber puesto punto final a la disputa sobre la verdadera vocación de
Manzanillo, que oscilaba entre la industria, la pesca y el comercio; hoy el
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
puerto colimense se orienta al comercio y al turismo, lo que dejó en entredicho muchos de los planes que se elaboraron antes de su entrada a la modernidad.” (Rivas: 1992).
Por otra parte, y a la luz de los cambios internacionales, la ampliación y
profundización del comercio mundial y de las incipientes corrientes
“libremercadistas”, Colima empezó a ver a sí misma, frente a la región Centro Occidente en particular y ante la Cuenca del Pacífico en lo general,
posición que marcaría su desarrollo futuro desde entonces hasta nuestros
días.
Los años ochenta fue la llamada —a nivel nacional— la década perdida.
México pasó quizá por la crisis más severa de su historia. El sexenio del
presidente Miguel de la Madrid Hurtado iniciaba con un “peso” tremendamente devaluado, un recién instaurado control de cambios, la nacionalización de la banca, unas finanzas públicas quebradas, altos niveles de desempleo, una deuda externa de las más altas de su historia, una impresionante
caída de la inversión; el derrumbe del comercio exterior y un mundo
globalizado que apostaba a la liberalización económica. No obstante la situación nacional, en Colima parecía que el impacto de la crisis no había
sido tan severo, por el contrario, se preparaba para pasar a una nueva etapa
de su desarrollo: la etapa del desarrollo planificado, su posicionamiento en
el Centro Occidente del país y en la Cuenca del Pacífico.
El Plan Colima, que se enmarcaba en las políticas económicas nacionales, fundamenta el desarrollo de Colima y en particular el rol del Manzanillo,
bajo la óptica de la teoría de los “polos de desarrollo”, donde el puerto sería
el destino de un corredor industrial del Centro Occidente del país hacia el
Pacífico, en el que la agroindustria colimense jugaría además un papel importante, el puerto sería la puerta y entrada principal y el turismo una
importante fuente de ingresos.
Este rol que se buscaba dar a la entidad, se explica en gran medida
—como hemos dicho— por la crisis económica que vivió el país en los
ochenta, caracterizado por la caída de los precios del petróleo (principal
fuente de ingresos del exterior), la crisis de la deuda, la inflación, el
proceso de globalización expresado en un primer momento por la entrada de México al GATT, la formación de nuevos bloques económicos, la
crisis del bloque socialista, y el surgimiento de neoliberalismo, por lo
cual el país requería de hacerse de divisas y atraer capitales del exterior,
y estrechar los vínculos con los Estados Unidos y Canadá.
A finales de la década de los ochenta, tanto en círculos académicos
como privados y gubernamentales, se hablaba de la incorporación de Colima
a la economía mundial a través de su área de influencia que era la Cuenca
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de Pacífico; el libre comercio se veía como la panacea hacia el desarrollo, de
allí las propuestas de fortalecimiento del puerto de Manzanillo a través del
cual, se pensaba, los productos colimenses se transportarían a los mercados asiáticos y americanos del Pacífico, así como los procedentes de otros
estados del Centro Occidente del país; sin embargo, Manzanillo seguía manteniendo sus vínculos económicos, principalmente con los Estados Unidos,
que había sido el mercado tradicional. Lo mismo pasó con la inversión nacional que provenía de inversionistas de Guadalajara; es decir, que parecía
evidente que la integración de Colima al exterior no se daba hacia los países
asiáticos aún, sino que sólo se profundizaba hacia los mercados de las áreas
de influencia tradicionales: los Estados Unidos en el exterior, y Jalisco y el
Bajío al interior del país. En este proceso las inversiones eran principalmente foráneas, pues el capital local presentaba rasgos tradicionales en sus
esquemas de expansión.
Algunos estudiosos del tema de principios de los noventa (Rivas: 1992)
argumentaron que la integración de Colima a la economía mundial se estaba dando a través de la actividad turística y en particular del “gran turismo”
esencialmente de capital extranjero y nacional; el primero de origen americano principalmente y el segundo proveniente de inversionistas de
Guadalajara, pero no colimense. “Los empresarios locales tienen un papel
subordinado frente a esas inversiones”, orientando más sus inversiones a la
ciudad de Colima en campos como el comercio y algunos servicios además
de las actividades tradicionales como la agroindustria. Sin embargo, se decía que Manzanillo se proyectaba como el “polo de desarrollo” que detonaría
el crecimiento económico del estado.
130
Era evidente que la apuesta del desarrollo de Colima era el sector comercio y servicios; es decir, el puerto y el turismo. Muestra de ello es que
en la segunda mitad de los años ochenta las inversiones públicas realizadas —como ya se mencionó— se centraron en el sector comunicaciones y
transportes, representando el 34.5% del total de la inversión. En materia
de desarrollo urbano se destinó el 25.5%; el sector agropecuario fue de
13.9% y el de energía, minas e industria paraestatal el 16.9%. Como se
puede observar, la mayor parte de la inversión se destinó a la creación de
infraestructura propicia para localización: carreteras, muelles, equipo portuario, obras de infraestructura hidráulica, etcétera; todas necesarias para
poder atraer inversiones, reactivar la actividad portuaria y dirigir en última
instancia la actividad económica hacia el mercado exterior, de acuerdo a la
política neoliberal establecida a nivel nacional. Era lógico el destino de los
programas de fomento y la inversión pública en ese sentido, pues el “cuello de botella” identificado como freno a la economía colimense, era el
sector “servicios” y en particular las condiciones de infraestructura y
equipamiento del puerto de Manzanillo.
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
Se busca entonces, como complemento a la construcción de infraestructura, atraer inversión extranjera y las políticas gubernamentales se dirigieron al fomento y participación de ferias y exposiciones, así como de misiones de negocios para promover al estado con el resto del país y con otros
países, con un espíritu de competencia interestatal, “disputándose espacios
de control comercial y económico”. Por ejemplo, entre los puertos de Lázaro
Cárdenas y Manzanillo con el movimiento de carga o la competencia en la
atracción de inversiones entre Colima, Jalisco, Nayarit y Michoacán.
La inversión extranjera mostraba interés por Colima y en particular por
Manzanillo, así que para 1990 había 300 empresas japonesas interesadas
en invertir en los puertos mexicanos, especialmente en los rubros “portuario” y de “servicios”, teniendo contemplado concretizar contratos para realizar inversiones en los principales puertos del Pacífico como Manzanillo, Lázaro
Cárdenas, Pichilingue y La Paz; pero al mismo tiempo se argumentaba que
los empresarios colimenses habían cometido un grave error al no invertir a
tiempo en la compra de terrenos, especialmente para el desarrollo de instalaciones turísticas.
Manzanillo estaba visto para resurgir en el Centro Occidente del país.
Todo parece indicar que a finales de los setenta se vislumbraba un cambio
en la economía mundial con los paradigmas del mercado, tendientes a la
apertura y después a la liberalización económica. De cualquier forma, ya
sea por conocimiento de las grandes transformaciones que se venían a nivel
de los mercados internacionales y del comercio exterior o simplemente como
resultado de un diagnóstico que vio en Manzanillo un potencial por sí mismo, a mediados de los ochenta a Manzanillo se le asignó un papel muy
importante en la actividad económica.
Muestra de ello, es que hasta el Plan Nacional de Desarrollo 1982-1988,
es donde se empieza a identificar a Manzanillo estratégicamente en dos
grandes ejes regionales, y que son los que hasta hoy están establecidos; el
primero de ellos corresponde a la integración regional del Centro Occidente
del país hacia el norte y el sur de los Estados Unidos, visualizada esta
regionalización desde el punto de vista del establecimiento de un sistema
de comunicaciones y transportes multimodal, y el segundo corresponde al
aprovechamiento del potencial globalizador, integrándose a la región AsiaPacífico.
En el sector agropecuario una importante presencia de la inversión pública impulsó a la ganadería de doble propósito, la irrigación y la infraestructura de comunicaciones, además de apostar a la educación superior
como formadora de cuadros profesionales para enfrentar el reto de la apertura económica.10 La década de los ochenta representa un parteaguas en la
economía colimense, pues en muchos aspectos se llevaron a cabo políticas
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que se adelantaron al futuro —paradójicamente—, mientras México se hundía en los efectos más profundos de la crisis económica, Colima se reactivaba
y modernizaba en muchos campos. Con su carácter aún rural, pero con
condiciones económicas impulsadas desde la década de los cincuenta —no
sin dificultades— que lo llevarían a un importante proceso de urbanización.
En 1983 Colima presenta por primera vez un estrategia clara de desarrollo económico, básicamente a la luz de la problemática que presentaba el
agotamiento del modelo de desarrollo hacia adentro a nivel nacional, y ante
la reciente crisis del sector agropecuario en los setenta a nivel estatal.
Dicha estrategia de desarrollo para Colima, se establece en un documento que se elabora durante el gobierno estatal de Griselda Álvarez Ponce
de León, primera gobernadora en la historia de México, y siendo presidente
de la República un colimense, Miguel de la Madrid Hurtado. Políticamente
se presentaron estas condiciones como favorables para destinar importantes apoyos a las estrategias de desarrollo, manifestadas en el llamado Plan
Colima. Cabe mencionar que las estrategias plasmadas en dicho Plan no
han cambiado a la fecha sustancialmente, de aquí que podamos afirmar que
el actual modelo de desarrollo para el estado, proviene de los años primeros
de la década de los ochenta. El Plan Colima no sólo es significativo porque
establece por primer vez en el estado una estrategia integral y una visión de
desarrollo de la entidad, sino porque se incorpora también por primera vez
la planeación como un instrumento para la definición de las políticas de
desarrollo económico. Por ello, las estrategias tenían un carácter de largo
plazo, de allí que en su esencia siga siendo vigente hasta ahora.
Ya el Plan Nacional de Desarrollo en su apartado de “política regional”
del periodo de Miguel de la Madrid (1982-1988), contemplaba el papel estratégico de Colima y especialmente del puerto de Manzanillo, basado en la
articulación de la inversión pública con la inversión privada, articuladas a
su vez con el sector social, así como su integración a otras regiones del país.
El Plan Nacional de Desarrollo se elaboró en un contexto nacional en el que
era fundamental —y así lo señala el propio Plan— conservar y fortalecer las
instituciones democráticas, enfrentar y vencer a la crisis económica más
profunda quizá de la historia del país, recuperar la capacidad de crecimiento de la economía e iniciar los cambios cualitativos en su estructura económica, política y social.
132
La estrategia económica contemplada en el Plan se enfocaba a la consolidación de cadenas productivas y la formación de closters, con el fin principal de incorporar valor agregado a la producción local, apoyándose en el
turismo y el desarrollo portuario, de aquí que el Plan Colima previera “…la
modernización comercial, pesquera, turística y naval de Manzanillo; el incremento en la productividad agropecuaria; la industrialización selectiva,
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
fundamentalmente orientada a la satisfacción de las propias necesidades
estatales, regionales y las de exportación, la integración creciente de las
actividades rurales con las industriales, la modernización de los servicios
urbanos y la mejoría en la calidad de los servicios en polos de desarrollo
rural integral; el desarrollo del comercio vinculado estrechamente a un nuevo
auge turístico, que a su vez estimule a la agroindustria y a la industria rural,
la modernización del sistema de comunicaciones…”
Otro eje de la estrategia fue derivado de la tendencia que se presentaba
a principios de la década de los ochenta en la capital del país y que se
profundizó con los terremotos de 1985, y era el ubicar a Colima dentro del
llamado eje de desconcentración de la zona metropolitana de la ciudad de
México, comprendida del Bajío del país al corredor industrial de las ciudades medias de Jalisco y la costa del Pacífico. De ahí que el puerto de
Manzanillo tuviera un rol fundamental en la estrategia de desarrollo, previendo en aquel entonces que se convertiría en el principal puerto internacional para la comercialización y los servicios de este eje de desarrollo, así
como la principal base naval del Pacífico.
Un eje más de la estrategia se basó en el desarrollo de la Costa del
Pacífico, que preveía la creciente integración de las distintas subregiones de
la franja costera en la que la pesca, el turismo y la minería, recibirían fuertes estímulos para una adecuada utilización de la estructura portuaria, de
las ventajas de la comunicación por cabotaje, y donde la producción de
alimentos tendría un mercado potencial en toda las costas del corredor;
además de convertir a Manzanillo en un centro atunero por excelencia, para
abastecer en especial al mercado interno de centro del país, y convertir a
Manzanillo en un centro turístico mejor integrado.
Hacia 1989 Colima pudo diversificar su comercio exterior (después del
deterioro de finales de los setenta y principios de los ochenta). Destacan
entre éstos el melón, mango, sandía, pepino, miel, pectina, puré de plátano
y tamarindo, estropajo de lufa cilíndrica y algunas hortalizas, exportados
principalmente a Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia y Canadá.
En cuanto a las importaciones eran principalmente equipo agrícola, maquinaria industrial, productos químicos, equipo de investigación, refacciones
para equipo agrícola y equipo industrial, logrando una balanza comercial
favorable en ese año de 875 mil dólares, donde las exportaciones representaron un total de dos millones 701 mil dólares, contra un millón 826 mil de
importaciones, siendo el principal mercado Estados Unidos (Villa: 1992).
La moda exportadora estimuló la búsqueda de alternativas de productos
de exportación, haciendo experimentos en la producción de fresas en las
zonas altas del estado, las plantas y flores de ornato donde se investigaban
los mercados de Estados Unidos, Canadá, España, Italia y Holanda, así como
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a productos agroindustriales derivados de la guanábana, el tamarindo y el
plátano, en la producción de purés y pulpas.
Otra de las actividades en las cuales se veía la incorporación de Colima a
la Cuenca del Pacífico, fue la agroindustria, que ya tradicionalmente había
jugado un papel fundamental en el comercio exterior de Colima, buscando
que los productos colimenses tuvieran una importante presencia en los
mercados del Pacífico, especialmente Japón y Estados Unidos, pero no se
hablaba de mercados como los de Centro y Sudamérica.
Colima se especializó prácticamente en la exportación de limón y no
precisamente a través del puerto. No se buscaba aumentar la diversificación
de productos de exportación, obligando a identificar y fomentar la producción de nuevos productos susceptibles de exportarse como el coco, mango y
guanábana. Esta diversificación no sólo se debió a una necesidad de mercado, sino que los controles de calidad y los altos costos en la agroindustria
del limón, daban muestras de un deterioro en la rentabilidad del producto y
de competitividad, sobre todo ante el limón peruano y su aceite esencial.
Por otra parte, si bien la apertura representaba una gran oportunidad,
Colima había resentido los efectos de dicha apertura comercial, pues la
incipiente desaparición de barreras no arancelarias los exponía a una competencia en la cual los costos y condiciones tecnológicas no eran del todo
favorables, aunado al surgimiento de barreras como las fitosanitarias. Los
productos se enfrentaban a una serie de barreras que impactaría de manera drástica; por ejemplo: las exportaciones del limón argumentando la
“bacteriosis del limón”. No obstante, para principios de los noventa, Colima
ocupaba el tercer lugar nacional en agroexportación.
El área de influencia del puerto, definido en ese entonces hacia el Centro Occidente del país, lo comprendían los estados de Michoacán, Zacatecas,
Aguascalientes, Jalisco, Nayarit, Distrito Federal, Nuevo León, Estado de
México, Guanajuato, Morelos y Puebla. Las rutas establecidas con el puerto
eran con Japón, Taiwán, Corea, Singapur, Hong Kong, Canadá y Estados
Unidos, Centro y Sudamérica (Villa: 1992).
134
El movimiento de carga se incrementó de 1983 a 1990 de 3 millones
432 mil toneladas a 6 millones 68 mil; es decir, que tuvo un crecimiento del
100%. Esto fue posible gracias al incremento del número de buques que
pasaron; durante el mismo periodo, de 205 a 455 con un cargamento promedio de 5 mil 475 toneladas a 10 mil 500 en el mismo lapso. Los principales productos que se movían en el puerto eran: petróleo y derivados, mineral, carga en general, carga agrícola y por último productos perecederos.
Era evidente que los própositos del Plan Colima y la viabilidad de los proyectos estaban dando resultados. Sin embargo, realmente el puerto no es-
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
taba siendo aprovechado por el aparato productivo local, pues las exportaciones hechas por él de origen colimense, alcanzaban apenas el 0.76%,
siendo Jalisco la entidad que más exportaba con 567 mil 622 toneladas,
representando el 77% del total de las exportaciones, siguiéndole Coahuila,
Nuevo León, Distrito Federal, Tamaulipas, Guanajuato, San Luis Potosí y
Puebla (Villa: 1992).
Para algunos estudiosos la vinculación de Colima con la Cuenca del
Pacífico se dio específicamente gracias al turismo, el puerto y el sistema
carretero, dice al respecto Rivas Mira: “Al analizar la vinculación de Colima a
la Cuenca del Pacífico, encontramos que en fechas recientes dicha vinculación se dio particularmente en dos direcciones: el desarrollo portuario de
Manzanillo y la red de carreteras que lo conectan con importantes lugares
del interior del país, y la inversión tanto nacional como extranjera en el
turismo. Es este último aspecto es el que nos permite describir y analizar la
forma real (y no especulativa) en que Colima se está integrando a la Cuenca”.
El turismo como punto de competencia y por lo tanto de oportunidad
—especialmente en Manzanillo— se enfocaba al fomento del gran turismo
proveniente del extranjero, de tal manera que las políticas económicas en
esta materia se orientarían al impulso de la construcción de hoteles, a
complejos turísticos y el mejoramiento y ampliación de los medios de comunicación y transporte, especialmente el aéreo a través de la promoción
de vuelos charteres.
Es evidente que a finales de los ochenta Colima había apostado al “gran
turismo” como forma de actividad turística, de tal manera que Colima se
encontraba por debajo de la oferta turística en cinco estrellas con respecto a
la media nacional, pero en “gran turismo” se encontraba en el mismo nivel,
particularmente con uno de los inversionistas más fuertes que era el Grupo
Barramar: inversionista del proyecto Isla Navidad. Lo especial era que las
inversiones en este rubro se dirigían específicamente a lo que era propiamente la zona turística del Manzanillo, sino a las zonas denominadas la
Culebra y Juluapan. La inversión privada se calculaba, nos explica Rivas
Mira, en alrededor de “… 2 mil 300 millones de dólares en por lo menos
once grandes desarrollos turísticos.
Entre ellos sobresalen por sus dimensiones: Las Marinas de Juluapan
(500 embarcaciones tipo yate) e Isla de Navidad (600 embarcaciones del
mismo tipo)...” (Rivas: 1992). De esta manera, a finales de la década encontramos inversiones importantes, como las firmas de capital americano “Wooley
Corporation”, que construyó el hotel Karmina Palace, con una inversión de
50 millones de dólares a través de operaciones de intercambio de bonos de
deuda externa por inversión, llamados en ese entonces SWAPS, y que resul-
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taban de las negociaciones del gobierno federal ante la crisis de la deuda.
Por otra parte, se tuvieron inversiones como la de la Inmobiliaria Gran Pacífico con el proyecto Villas Granada Pacífico, con casi 11 millones de dólares;
Banamex de capital japonés con una inversión de 34.6 millones de dólares
destinados a la construcción del Hotel Sierra Intercontinental, también financiado con SWAPS. Por su parte la inversión con capital nacional provino
del Grupo Real Turismo con participación de inversionistas alemanes y americanos, propietarios de los clubes Maeva y Las Hadas, mediante la empresa
Fraccionadora y Hotelera del Pacífico (FRAHOPA), el proyecto Rancho
Majahua Contry Club SPA con una inversión de 400 millones de dólares de
Alejandro Bustamante Valencia, inversionista de Guadalajara; el Grupo
Barramar con una inversión de 17 millones de dólares en el proyecto Isla
Navidad de la familia Leaño, también de Guadalajara, el Grupo San Bernardo de Guadalajara con el Proyecto Pacífico Azul con 11.5 millones de dólares (Rivas: 1992).
A finales de los ochenta se estimó que la afluencia turística extranjera
ascendió a 145 mil turistas, principalmente procedentes de California, Texas,
Illinois, Colorado y Estados Unidos, Ontario y Manitota de Canadá.
Muchos de los proyectos planeados en la década de los ochenta, como
fueron el malecón turístico de Miramar que se inició en 1989, la transformación del muelle fiscal que había sido dado en concesión a la empresa
Koala para convertirlo en muelle de cruceros —de los 152 cruceros que
atraviesan el Pacífico mexicano, ninguno de ellos hace escala en Manzanillo—
(Rivas. 1992), y que algunos de ellos se vieron frenados por problemas de
inversión, otros por la rentabilidad y otros más por problemas legales y de
tenencia de la tierra.
136
Un ejemplo de los conflictos que se generaron, aunque finalmente se
concluyó el proyecto, fue el que menciona Rivas Mira, citando una investigación de Genevieve Bianchi, que es el de Isla Navidad del Grupo Barramar
que “... se inició mediante convenio con SEDUE, SECTUR, los gobiernos de
Jalisco y Colima a inicios de los años ochenta. Con la iniciativa del gobierno
del estado de Colima en 1988 se realizó la expropiación de 109 hectáreas
por la Secretaría de la Reforma Agraria en el ejido de La Culebra para el
desarrollo turístico. Esta expropiación suscitó reclamos por parte de los afectados que eran propietarios de casas en la playa Miramar, y fue resuelto por
el gobierno del estado por la vía de la expropiación en 1990 o entre
prestadores de servicios extranjeros y propietarios de locales, como el que
existe entre una parte de los condominios del puerto de Las Hadas con las
empresas Pacific Point Trading Inc., Tiffany Rovale Vacation Club Inc., Tiffany
Resorts (México S.A. de C.V.) y promotora Turística Puerto Las Hadas S.A.
de C.V.
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
No obstante el impulso dado al turismo, a finales de los ochenta se
presentaba una discusión en torno a la vocación económica de Manzanillo.
Al respecto Rivas Mira decía a principios de los noventa: “El nuevo papel del
turismo parece haber puesto punto final a la disputa sobre la verdadera
vocación de Manzanillo, que oscilaba entre la industria, la pesca y el comercio; hoy el puerto colimense se orienta al comercio y al turismo, lo que dejó
en entredicho muchos de los planes que se elaboraron antes de su entrada
a la modernidad.”
A pesar de la creciente participación del sector terciario, el sector industrial del estado presentó un mayor dinamismo en los años ochenta. “Así
tenemos que la Tasa Media Anual de Crecimiento (TMAC) del PIB fue de
11.5%, superior al del sector agropecuario y al de servicios que alcanzaron
el 2.3% y 8%, respectivamente. Lo mismo sucedió con el dinamismo del
empleo que representó el 8.2, 2.6 y 6.9%, respectivamente. Lo que permite
deducir una mayor productividad en el sector industrial.”
Sin embargo, pese a que la micro industria era la que aportaba el mayor
número de empleos del sector industrial, esta participación fue decreciendo
de 1975 a 1989 al pasar del 83% en 1975 al 65% en 1985 y al 56% en 1986.
De 1975 a 1985 no se observa cambio alguno en el sector industrial
colimense, al respecto dice Lomelí Peña: “Siguiendo con el análisis censal
de 1985, observamos que en el transcurso de una década, la situación del
sector transformación era casi idéntico al comportamiento registrado en 1975.
Lo anterior nos llama la atención por el hecho de que en ese lapso, a nivel
nacional, la situación predominante en este sector manufacturero era
marcadamente crítica. Baste mencionar que a partir de los años ochenta se
inicia la peor crisis económica que haya tenido el país, alcanzando cifras
negativas en las principales variables económicas, con consecuencias irreversibles en los niveles de vida de la sociedad. Por ejemplo, la valoración
porcentual del PIB es del -0.6% en 1982, de -0.4% en 1983 y de -0.36 en
1986, teniendo cierta mejoría en los demás años de esa década. Obviamente el sector transformación fue de los más afectados con variaciones negativas para los mismos años de -2.7, -7.8 y -5.7, respectivamente. Esta grave
crisis económica generalizada en el sistema capitalista, y de manera particular en nuestro país, es altamente generadora de tasas de desempleo abierto, alcanzándose a nivel general del país tasas del 4.2%, 6.3%, 5.7%, 4.4% y
4.3 de 1982 a 1986, respectivamente…” Lomelí le atribuye al carácter familiar y casi artesanal de la industria colimense, el haber podido enfrentar la
crisis económica nacional y casi no verse afectada.
Mediante las propuestas del Plan Colima, si bien el desarrollo industrial no se identifica en cuanto a actividad potencial para el comercio exterior, sí se promueve la construcción de infraestructura industrial, como son
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los parques industriales. Se expresan ideas sobre la posibilidad de formar
un corredor industrial paralelo a la autopista a cuatro carriles ColimaTecomán-Manzanillo.
La economía colimense fue definiendo su fisonomía como resultado de
las etapas que hemos tratado de describir, y en las que se crearon las condiciones que permitieron, digamos, dar un impulso alternado a los tres sectores de la economía colimense: primero, en las décadas de los cincuenta y
sesenta en que el sector agropecuario crece de manera muy importante,
impulsando especialmente a la industria, para que en la década de los setenta se convirtiera en la actividad más dinámica de la economía. Este dinamismo de las actividades industriales no excluyó el aún papel preponderante del sector agropecuario con su agroindustria, y que a su vez harían posible, “empujar” en la década de los ochenta, la modernización de la actividad
portuaria y el crecimiento del turismo, hacia un rol fundamental en el actual desarrollo económico de Colima.
Notas
1
El principal factor que obstaculiza el desarrollo integral del sector rural es el lento crecimiento de la
productividad por el insuficiente apoyo de las instituciones públicas y privadas. La asistencia técnica,
el crédito y la investigación se brindan en forma aislada, esporádica y desarticulada; la falta de organizaciones de los productores, principalmente frutícolas, afecta fuertemente los márgenes de utilidad por
los deficientes niveles de comercialización. La capacidad agroindustrial no se aprovecha en toda su
magnitud por la vulnerabilidad de los mercados. Plan Colima, p. 27.
2
Este esquema da lugar a bajos niveles de productividad en el campo. Se usan métodos de explotación
tradicionales, no obstante que las dimensiones de la entidad y el crecimiento de la población demandan
una evolución tecnológica tendiente a recuperar los niveles de crecimiento y de participación dentro del
producto interno bruto estatal. El sector primario absorbe aproximadamente las dos terceras partes del
total de la mano de obra; satisface, en una buena medida, las necesidades locales de alimentación y
participa en la oferta nacional, fundamentalmente con productos frutícolas. Plan Colima, p. 27.
3
Los municipios de Minatitlán e Ixtlahuacán son los más rezagados dentro de este proceso de crecimiento, tanto por las características de sus recursos naturales que limitan las actividades agrícolas,
como por el curso adoptado por las actividades productivas, consistentes en no procurar el equilibrio
entre el desarrollo económico de los sectores y el de las regiones del estado. Plan Colima, Gobierno
Constitucional del Estado de Colima, agosto 1983, p. 21.
4
La maestra Griselda Álvarez Ponce de León.
5
Recuérdese que en 1972 Miguel de la Madrid fue nombrado director general de crédito de la Secretaría
de Hacienda, en 1975 fue subsecretario de Hacienda y Crédito Público, en 1979 pasó a ocupar la cartera
de la entonces recién creada Secretaría de Programación y Presupuesto.
6
La explotación de fierro estaba en manos de dos grandes empresas: el Consorcio Minero Benito Juárez
Peña Colorada, S. A., y Las Encinas, S. A.
7
138
El aprovechamiento de las calizas es suficiente para abastecer el mercado interno, por lo que la empresa
SONOCAL ha realizado importante inversión para la construcción de una planta de cal, que proyecta
un volumen de producción de 120 mil toneladas anuales, capacidad con la que se pretende abastecer la
demanda del mercado interno y la de la Siderúrgica Lázaro Cárdenas en Michoacán. Págs. 47-48.
La economía colimense de la década de los cincuenta a los ochenta
8
La explotación de minerales no metálicos se ha desarrollado generalmente en forma artesanal, a excepción de la barita, cuya explotación se ha realizado a través de dos plantas procesadoras localizadas en
el municipio de Colima, una denominada Barita de Apatzingán y la otra Minerales de la Colina, S.A.,
con capacidades instaladas de 275 toneladas/día respectivamente. La importancia que representa este
mineral como insumo demandado por la empresa paraestatal PEMEX, quien compra la producción
total, ha permitido que la evolución de esta actividad muestre un comportamiento favorable. Plan Colima,
Gobierno Constitucional del Estado de Colima, agosto 1983, p. 47.
9
El coco rallado y el citrato de sodio representaron durante 1980 el 32.7% y el 23.3% del valor total de las
exportaciones, respectivamente. Plan Colima, Gobierno Constitucional del Estado de Colima, agosto
1983, p. 48.
10
Cabe destacar que como producto de esa visión, se crea el Centro Universitario de Estudios e Investigaciones sobre la Cuenca del Pacífico.
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Fecha de recepción: 31 de mayo de 2007
Fecha de aprobación: 24 de septiembre de 2007
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