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Discursos, ponencias y entrevistas
Las economías de México y Estados Unidos ¿en
contrapunto?
Manuel Espinosa Yglesias
Autor: Manuel Espinosa Yglesias
Tipo de documento: artículo
Título: Las economías de México y
Estados Unidos ¿en contrapunto?
Fecha: ca. 1982
Lugar: sin especificar
Fuente: no especificada
Clave de clasificación: II.A.3.a/1982-4
Caja: 40
Palabras clave: desarrollo económico, inversión pública, inversión
privada, balanza de pagos, Estados Unidos, industria, inflación,
paridad cambiaria, comercio
exterior, turismo
Reza una vieja divisa que cuando la economía norteamericana coge un resfriado, a la
mexicana le da pulmonía.
¿Hasta qué grado es cierta la voz popular? Todo parece indicar que el paso del
tiempo también modificó las condiciones que la moldearon, y que la fortaleza interna de la economía de México la liberó de un severo revés en las últimas 2 recesiones
en Norteamérica, situación que se hace más evidente durante la recesión de 19811982.
En nuestra edición de Panorama correspondiente al mes de febrero de 1982
publicamos un breve análisis sobre las condiciones prevalecientes durante dicha
recesión en Norteamérica. En Estados Unidos existe el consenso entre los economistas de considerar en recesión a la economía cuando el Producto Interno Bruto
decrece durante 2 trimestres consecutivos. Así pues, el pib norteamericano decreció
en el 4º trimestre de 1981 y también durante el 1er trimestre de 1982, a tasa anual
de -4.5% en el cuarto de 1981 y -3.9% en el primero de 1982. Por tanto, podemos
considerar que la economía norteamericana se encontraba en recesión en esas
fechas. Desde luego, el resto de los indicadores económicos de dicha nación así lo
señalaban también.
Comparativamente, la economía mexicana siguió creciendo a tasa muy alta en
1981. En ese año el pib de México se expandió 8% en términos reales de acuerdo con
el sistema de cuentas nacionales de la Secretaría de Programación y Presupuesto.
La fuerte inversión pública y privada durante 1981 y el alto nivel en que se mantuvo la demanda agregada propiciaron un crecimiento del 7.2% en el volumen de la
producción industrial entre diciembre de 1980 al mismo mes de 1981, ligeramente
inferior a la tasa de 7.8% que se tuvo en 1980. La producción manufacturera creció
5% en 1981 contra 8.3% en 1980, y en general todos los sectores que comprenden
la producción industrial arrojaron crecimientos ligeramente más bajos que un años
antes.
Tales índices contrastan fuertemente con los de la producción industrial norteamericana. Esta comenzó a caer constantemente a partir de agosto de 1981. Entre
enero de 1981 y enero de 1982 la producción industrial norteamericana bajó -8.2%.
Entre agosto de 1981 y enero de 1982 disminuyó -9.3%, correspondiendo al agravamiento del ciclo recesivo.
De estas cifras se desprende que mientras el Producto Interno Bruto y la
Producción Industrial de México continuaron creciendo a tasas aceleradas, los
indicadores correspondientes de Estados Unidos denotaban agravamiento hasta el
nivel de recesión. En los primeros 4 meses de 1982 continuó cayendo fuertemente la
producción industrial en el país del norte, -2.0% en enero, -1.2% en febrero, -0.8%
en marzo y -0.6% en abril. Probablemente el primer trimestre de 1982 marcó el
punto más profundo de esta recesión.
En México la estadística sobre Producción Industrial en esta primera parte del
año aún no está disponible, pero es de presumirse que efectivamente la producción
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se haya desacelerado sobre los niveles de 1981, continuando así con la tendencia
iniciada en la última parte del año.
Sin embargo, no podemos deducir que esta posibilidad se concrete como
consecuencia del impacto de la recesión norteamericana en la economía de México.
En 1982, la desaceleración del crecimiento del producto mexicano a tasas del 3.0%
se debe a factores internos como son los cortes presupuestales decretados por el
Gobierno Federal después de la devaluación de febrero 18, y a los efectos propios del
cambio en la paridad del peso frente al dólar, a lo que debemos añadir la contracción de la demanda agregada provocada por el alto nivel de inflación en el año, y la
disminución en el volumen de importaciones inducida por las medidas de ajuste
económico del Gobierno, entre otras.
Desde luego que tampoco es posible descartar el efecto de la recesión norteamericana en México, que principalmente ha impactado el flujo de turismo de Estados Unidos a México. Este disminuyó sensiblemente en 1981, aunque en este caso
también influyó el nivel de sobrevaluación del peso mexicano el año pasado. Era
relativamente más caro estar de vacaciones en México —para los turistas norteamericanos— que visitar el Caribe, por ejemplo. También puede medirse algún impacto
en la demanda disminuida de productos industriales y materias primas mexicanas
por parte de la industria norteamericana.
A su vez, la declinación en la inversión pública y privada en México en la última
parte del año 1981 —provocada en parte por los cortes presupuestales federales
decretados en julio del mismo año— inició una contracción de la demanda mexicana de productos industriales norteamericanos. Se llegó al extremo de afectar la
producción de algunas plantas industriales norteamericanas que se vieron obligadas
a reducir su personal.
Por lo tanto, el cuadro general de la economía mexicana demuestra que ahora
tiene una fortaleza interna mucho mayor que hace un cuarto de siglo, fortaleza que
le permite cierta autonomía frente a los movimientos cíclicos en Estados Unidos.
Pero esta autonomía también se ve opacada por 2 situaciones estructurales
de la economía mexicana. Es bien conocido que la industria mexicana carece en su
mayoría de una planta productora de bienes de capital —máquinas herramientas,
las máquinas que sirven para fabricar otras máquinas— con tecnología propia, y
además, presenta fuertes estrangulamientos en la balanza de pagos cuando crece
aceleradamente.
Al carecer de una industria de bienes de capital propia, la economía mexicana
—en períodos de rápida expansión interna— recurre invariablemente al extranjero
para adquirir las máquinas y los equipos industriales que utiliza para expandir la
producción. Al hacer esto, requiere de enormes cantidades de divisas para el pago
de bienes importados. Su propia exportación de productos manufacturados no
compensa las compras de bienes de capital en el extranjero, por lo que permanentemente enfrenta un déficit. Por otro lado, el resto de las exportaciones mexicanas
—productos agrícolas, materias primas, productos minerales, etc.— tampoco son
suficientes para compensar las enormes importaciones que requiere el proceso de
crecimiento. En esta forma se repite año tras año dicha situación estructural y en
períodos de rápida expansión se agrava, produciendo los estrangulamientos a que
hacíamos mención antes.
Comenzando en 1977, año en que se aceleraron notablemente las exportaciones petroleras mexicanas, en los siguientes años la posición de estrangulamiento de
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la balanza de pagos se atenuó ligeramente, bajando tanto el déficit comercial como
en cuenta corriente entre 1977 y 1979. Pero la acelerada demanda interna sobrepasó
con mucho la incrementada disponibilidad de divisas petroleras. La economía mexicana creció muy por encima de sus niveles históricos promedio de 5% a 6% anual,
alcanzando el crecimiento hasta 9%. Se utilizó masivamente el crédito externo para
compensar los déficit crecientes de los componentes de la balanza de pagos, siendo
la única vía para cancelar los déficit de divisas.
Pero las circunstancias fundamentales del mercado internacional del petróleo
comenzaron a cambiar desde marzo de 1981. En abril se presentó la primera baja
en el precio del crudo mexicano, la segunda en julio, la tercera en enero de 1982 y la
cuarta en el mes de marzo. En esta manera, el país vio disminuida fuertemente la corriente de divisas por venta de petróleo al extranjero. También cayeron las cotizaciones de la mayoría de los productos primarios de exportación como el algodón, café,
plomo, cobre, etc. Y el turismo.
Semejantes presiones subieron dramáticamente el déficit en cuenta corriente
a 11 mil 704 millones de dólares en 1981, y el déficit comercial a 3 mil 925 millones.
Difícilmente podía continuar la misma tendencia en 1982, ya que el monto del financiamiento externo necesario para cubrir los desequilibrios de la Balanza de Pagos
alcanzaría niveles intolerables. El ajuste económico era necesario, enfriando la economía, bajando el crecimiento a tasas más manejables financieramente hablando.
Con estos antecedentes, la vieja divisa del resfriado y la pulmonía tiene que ser
modificada aunque superficialmente podría tener vigencia.
Pero lo más importante es dilucidar si ambas economías se encuentran en
contrapunto ahora.
De hecho la economía norteamericana estaba en plena recesión en el último
trimestre de 1981 y primero de 1982. En el segundo trimestre del presente año
probablemente continúe cayendo, aunque la pendiente se suavice. Por un lado, la
producción industrial norteamericana —aunque ha seguido declinando— lo ha
hecho a tasas mucho menores que en 1981. Por otro, la inflación ha sido controlada
en Estados Unidos; en enero el índice de precios de consumidor apenas creció 0.3%,
0.2% en febrero, y en marzo el índice dejó de crecer, registrándose una disminución
de 0.3%, la primera en 17 años; se pronostica menos de 5% de inflación para 1982.
También, otros indicadores básicos de Estados Unidos señalan que la inclinación en la pendiente se está suavizando, y algunos —como es el caso de unidades
habitacionales en proceso de construcción— ha empezado a crecer, Las tasas de
interés a la tercera semana de mayo seguían altas (16.5% el Prime Rate), pero con
expectativas de declinación.
Finalmente, en la tercera semana de mayo fue aprobado el presupuesto de gastos militares de la administración Reagan para 1983 por parte del Senado. Quedó en
177 mil 900 millones de dólares para el año fiscal que se inicia en octubre. El Senado
redujo únicamente 3% el presupuesto militar. También está pendiente de aplicarse
a partir de la misma fecha la reducción de impuestos personales, lo que elevaría el
ingreso real.
La mayoría de los economistas norteamericanos sigue pronosticando un
crecimiento leve del producto después de junio, es decir, para el tercer trimestre y
un fuerte repunte a partir del cuarto. De tornarse realidad este pronóstico, los ciclos
recesivos de México y Estados Unidos estarían en contrapunto únicamente durante
el segundo trimestre de 1982, continuando la declinación en México en el tercero,
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pero iniciándose la recuperación en Estados Unidos para esas fechas. Desde luego
los efectos del ciclo van más allá de las fechas de terminación, pero el período sería
relativamente corto. Si la economía norteamericana se expande rápidamente en el
cuarto trimestre, beneficiará en múltiples formas a la economía de México, suavizando la fase recesiva. Es conocido que un gran número de industrias mexicanas
sentirían la caída de la demanda interna en los próximos meses, utilizando una
menor proporción de su capacidad instalada. Pero también es reconocido que dicha
capacidad excedente puede utilizarse para abastecer al mercado norteamericano en
su fase de expansión, al menos en ciertos casos.
En esta forma, la interacción de ambas economías es estrecha, sin llegar al
punto en que la problemática actual de México pueda deberse al resfrío de la economía norteamericana. México ya ha pasado de esa etapa y su sistema está dotado
de una importante autonomía, superando sus problemas más acuciantes seguirá
adelante en la senda del desarrollo.