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Rodrigo Arguello G
Comprensión, diálogo, vida
Entre la espada y la palabra
El valor del diálogo y los (d)efectos de la comunicación
Editores Ambrosía
Bogotá Colombia
ISBN 958-97097-4-5
Segunda edición
Para el curso hemos seleccionado del libro
Entre la espada y la palabra del escritor Rodrigo Arguello G,
algunos textos que nos permiten reflexionar sobre el proceso
de moderación, el valor del diálogo y los (d)efectos de la
comunicación.
Carmen Elisa Vanegas - Gonzaga Castro A
Docentes Universidad Tecnológica de Pereira
Los ciegos y el elefante
(o el diálogo como búsqueda de la verdad)
Existía antaño un rey llamado «Rostro de Espejo».
Reunió un día a unos ciegos de nacimiento y les dijo:
R.: Oh, ciegos de nacimiento, ¿conocéis a los elefantes? Todos respondieron:
C.: Oh, gran rey, no los conocemos. No tenemos ninguna noción de ellos.
El rey les dijo entonces:
R.: ¿Deseáis conocer su forma?
Al asentir todos los ciegos, el rey ordenó que trajeran un elefante, y a los
ciegos que fueran tocando el animal con sus propias manos. Entre éstos,
algunos cogieron la trompa, y al tocar al animal, les dijo el rey:
R.: Eso es el elefante.
Los demás iban tocando partes del elefante, unos tocaron las orejas, otros
los colmillos, otros la cabeza, otros el lomo, otros un costado, otros un muslo,
otros la pata anterior, otros la huella de las pisadas y otros la cola. A todos
les decía el rey:
R.: Eso es el elefante.
Entonces el rey «Rostro de Espejo» hizo que retiraran al elefante y
preguntó a los ciegos:
R.: ¿De qué naturaleza es el elefante?
Los ciegos que habían tocado la trompa dijeron:
C.: El elefante es semejante a una gran serpiente.
Los que habían tocado las orejas dijeron:
C.: El elefante es semejante a un abanico.
Los que habían tocado un colmillo dijeron:
C.: El elefante es semejante a una lanza.
Los que habían tocado la cabeza dijeron:
C.: El elefante es semejante a un caldero.
Los que habían tocado el costado dijeron:
C.: El elefante es semejante a una pared.
Los que habían tocado un muslo dijeron:
C.: El elefante es semejante a un árbol.
Los que habían tocado la pata anterior dijeron:
C.: El elefante es semejante a una columna.
Los que habían tocado la huella de las pisadas dijeron:
C: El elefante es semejante a un mortero.
Los que habían tocado la cola dijeron:
C.: El elefante es semejante a una cuerda o a una maroma.
Se acusaron todos unos a otros de estar equivocados. Unos
decían:
C.: Es así.
Los demás decían:
C.: No es así.
En lugar de aplacarse, la discusión se convirtió en una querella.
Cuando vio esto el rey, no pudo menos de reírse, y luego
pronuncio esta sentencia:
R.: Los ciegos aquí reunidos discuten y se pelean. El cuerpo
del elefante es naturalmente único. Son las distintas percepciones
las que han provocado estos errores divergentes.
«Dirgilaágama, Lokapraynáptisuira». En Otero, H. (1999),
Parábolas para una nueva sociedad, Madrid, PPC, pp. 86-87