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Gili Gaya, Samuel (1983), “La voz pasiva” en Curso superior
de sintaxis española. Barcelona, Vox. pp. 121-132.
LA VOZ PASIVA
101. El latín tenía una conjugación especial, distinta de la activa, para expresar
que el sujeto gramatical del verbo no es agente o productor de la acción, sino que es
objeto de la acción que otro realiza. Se perdió en, romance toda la conjugación pasiva,
con excepción del participio; pero aunque se hubiese perdido la forma, subsistía la idea
del sujeto paciente, y para expresaría se formó una pasiva por perífrasis con el participio,
Única forma que había quedado de la pasiva latina, combinado con el verbo auxiliar ser.
La pasiva puede ser considerada en español como una frase verbal que modifica el
concepto de la acción, ni más ni menos que las estudiadas en el capítulo anterior. Las
lenguas romances generalizaron la práctica del latín vulgar de formar tiempos compuestos
de la conjugación activa por medio de los auxiliares habere y esse unidos al participio. La
preferencia por uno u otro auxiliar depende del significado del verbo y de circunstancias
propias de cada idioma a lo largo de su historia. El español prefirió desde el primer
momento el auxiliar haber; pero los textos antiguos ofrecen ejemplos de ser en la
conjugación de un número limitado de verbos intransitivos y reflexivos (v. 99 c). Tales
vacilaciones desaparecieron pronto, y ambos auxiliares deslindaron claramente su función
propia: haber para la voz activa y ser para la pasiva.
La relación lógica entre sujeto y complemento no se modifica porque la oración
con que se exprese sea activa o pasiva. Entre el ebanista ha construido el armario en una
semana y el armario ha sido construido en una semana por el ebanista, no hay diferencia
en cuanto a la relación que entre si guardan el ebanista y el armario. En la segunda
oración he convertido el complemento en sujeto gramatical, y el sujeto en ablativo agente,
pero no hay duda alguna sobre quién ha realizado la acción. La relación lógica entre los
elementos de la oración no ha cambiado al cambiar la forma gramatical; pero
psicológicamente se ha modificado el punto de vista del que habla: en el primer caso la
atención se ha fijado en el ebanista; en el segundo, el armario producido por su actividad
atrae el interés principal, y por ello se ha convertido en sujeto gramatical de la oración.
Depende, pues, del interés dominante la preferencia por la construcción activa o por la
pasiva en la oración, v. gr.: Los periódicos divulgaron la noticia o La noticia fue divulgada
por los periódicos. Si el agente o productor de la acción no es objeto de interés alguno por
parte del que habla, puede dejar de expresarse, y entonces tenemos las oraciones
llamadas en la gramática latina segundas de pasiva, p. ej.: la noticia fue divulgada; el
procesado ha sido absuelto; Fulano es muy respetado.
A veces las circunstancias imponen el uso de la pasiva, bien sea por ser
desconocido el agente, bien por voluntad de callarlo por parte del que habla, o bien por
ser totalmente indiferente para los interlocutores. Si no es así, el idioma español tiene
marcada preferencia por la construcción activa. Entre las oraciones La agencia X ha
transmitido nuevas informaciones y Nuevas informaciones han sido transmitidas por la
agencia X o Por la agencia X han sido transmitidas nuevas informaciones, la psicología
lingüística española prefiere decididamente la primera. Aunque en materia de psicología
lingüística es fácil confundir la causa con el efecto, podríamos aventuramos a pensar que
el carácter nominal, estático, de las construcciones pasivas con ser (asimilables a las
atributivas), choca con la tendencia idiomática a preferir la construcción verbal, dinámica y
animada, que se manifiesta también en otros puntos de nuestra Sintaxis (Y. § 143 d). Ya
en el Cantar de Mío Cid la perífrasis con ser se usaba menos que en latín, y este uso
relativamente escaso ha ido decreciendo desde entonces acá.
Gili Gaya, Samuel (1983), “La voz pasiva” en Curso superior
de sintaxis española. Barcelona, Vox. pp. 121-132.
Al traducir al español textos de otras lenguas, especialmente franceses e ingleses,
es necesario tener en cuenta esta preferencia de nuestra lengua, para no cometer faltas
de estilo, y aun errores de expresión. Porque, además de esta repugnancia general al uso
de la pasiva, se producen numerosas interferencias expresivas con el significado del
verbo ser copulativo y con las oraciones llamadas de pasiva refleja e impersonales, las
cuales hacen retroceder de día en día el empleo de la pasiva con ser1 Al tratar de ello en
los párrafos siguientes, el lector debe tener en cuenta lo que hemos dicho en los capítulos
IV y V.
102. Limitaciones de la pasiva con el auxiliar «ser». Una oración pasiva es por
su forma una oración atributivo. Entre esta mujer es hermosa y esta mujer es admirada no
existe ninguna diferencia formal; en uno y otro caso tenemos un sujeto al cual se atribuye
una cualidad por medio de un predicado nominal compuesto de verbo copulativo y
atributo. Pero la naturaleza del atributo, en el primer caso un adjetivo léxico y en el
segundo un participio, modifica sustancialmente el significado de la oración. Ser hermosa
es una cualidad del sujeto; ser admirada es una acción ajena que termina y se cumple en
él. Una persona es respetable por sí misma; para ser respetada es menester que alguien
la respete-. Cuando no se expresa el ablativo agente, la diferencia de significado y función
depende, pues, de que el atributo se sienta como un adjetivo léxico o como una forma
verbal.
Podrá haber ambigüedad cuando el participio se ha adjetivado de un modo
permanente en alguna de sus acepciones. Ejemplos: Sus palabras eran excusadas
(innecesarias) y Sus palabras eran excusadas (disculpadas); El regalo ha sido cumplido
(colmado, generoso) y El regalo ha sido cumplido (realizado); La edición fue reducida
(poca abundante) y La edición fue reducida (disminuida). Son casos límite, cuyo
significado sólo el contexto puede resolver.
Si bien la identidad de forma no borra la diferencia de función gramatical, el
carácter imperfectivo del auxiliar ser, frente al perfectivo de estar, se mantiene en las
oraciones con participio tan viva como en las que llevan atributo adjetivo, según veremos
a continuación. Habrá, por lo tanto, pasivas con ser y con estar, de significación bien
delimitada en la lengua moderna.
BELLO observó por primera vez que la pasiva con ser no se usa en español en
presente e imperfecto cuando se trata de la acción momentánea de un verbo perfectivo.
Nadie, dice, en efecto, la puerta es abierta por el portero o la hoja era vuelta por el lector,
sino el portero abre la puerta, el lector volvía la hoja, aunque a veces en las clases de
Gramática se someta el idioma al forcejeo de volver por pasiva tales oraciones. El uso de
la pasiva en estos casos significa acción reiterada o habitual. Si dijésemos que la puerta
es abierta por el portero o que el niño era besado por su madre se entendería que se trata
de acciones repetidas o acostumbradas. No hay inconveniente, en cambio, en emplear el
presente o el imperfecto pasivos de verbos imperfectivos, por ejemplo: Fulano es (o era)
muy conocido en aquella comarca; La noticia es (o era) comentada en todas partes. El
1
He aquí el certero juicio de Rufino J. Cuervo, en sus Apuntaciones, 340: «Hay entre nosotros escritores, por
otra parte apreciables, que, afectando claridad, usan a cada triquitraque las construcciones: fue combatida la
idea, son recibidas las cartas, era oída la misa, etc., en lugar de se combatió la idea, se reciben las cartas, se
oía la misa o combatieron la idea, recibimos las cartas, etc.. Aunque este modo de expresarse es en sí
correcto, su abuso es una de las cosas que más desfiguran el genio de nuestra lengua, y que más dan a un
escrito aire de forastero, quitándole todo sabor castizo.»
Gili Gaya, Samuel (1983), “La voz pasiva” en Curso superior
de sintaxis española. Barcelona, Vox. pp. 121-132.
verbo ser atribuye sin dificultad la cualidad más o menos duradera de un participio
imperfectivo, pero no puede atribuir cualidades momentáneas.
Con los tiempos perfectos se puede usar la pasiva de cualquier clase de verbos,
porque en ellos la perfección expresada por el tiempo anula lo imperfectivo del verbo ser:
El agresor fue detenido por la policía; La puerta había sido abierta; El documento habrá
sido firmado antes de mediodía, etc.2
103. Pasiva con «estar». a) El resultado de una acción acabada se expresa con
estar + participio. Así, por ejemplo, la diferencia entre Las casas eran edificadas con
mucho cuidado y Las casas estaban edificadas con mucho cuidado consiste en que en
eran edificadas alude al momento de su construcción, mientras que estaban edificadas se
dice desde el momento en que su construcción fue concluida. Insistimos, pues , en el
valor perfectivo de estar frente al imperfectivo de ser; pero esta diferencia se hace borrosa
cuando empleamos a uno u otro verbo en tiempo perfecto, como ya dijimos en el capítulo
IV, § 47. La acción verbal que expresa la pasiva con ser se produce en el tiempo que
expresa el verbo auxiliar: el suceso es, era, fue, será comentado. Con estar, la acción se
da como terminada y cumplida antes del tiempo que indica el auxiliar - decimos que un
problema está resuelto (presente), cuando ha sido resuelto (antepresente); decimos que
estaba resuelto (imperfecto), cuando había sido resuelto (pluscuamperfecto); que estará
resuelto cuando habrá o haya sido resuelto; es decir, que estar resuelto es el resultado de
haber sido resuelto.
Esta correspondencia explica que la perífrasis estar + participio no se use en los
tiempos perfectos de la conjugación: Entre Las casas fueron edificadas con mucho'
cuidado y Las casas estuvieron edificadas con mucho cuidado se ha neutralizado de tal
manera la diferencia, que ya no es necesario, antes bien se siente como raro, el uso de
estar, puesto que el tiempo del verbo ser da suficientemente claro el sentido perfectivo.
Por esto no podemos decir han estado edificadas (sino han sido), ni habían estado,
habrán estado, hubiesen estado, etc.
b) Sentido local de «estar». Hay que considerar aquí también el sentido local de
estar, en pugna con el meramente copulativo de ser. Estar, con significado local para
expresar situación, es un verbo de estado que aun en los tiempos perfectos mantiene
clara su diferencia de ser. Compárense, por ejemplo, las oraciones Las baterías fueron
emplazadas junto al río y Las baterías estuvieron emplazadas junto al río; en el primer
caso se alude al acto de su emplazamiento; el segundo parte del momento en que el
emplazamiento quedó terminado. El uso de un tiempo perfecto no ha atenuado aquí la
significación local de estar y su diferencia con ser, como hemos visto que ocurre cuando
uno y otro verbo son copulativos.
c). Como resumen de lo expuesto, puede hacerse la siguiente clasificación:
Se usa estar + participio:
2
Es natural que el presente histórico, en cuanto representa traslaticiamente una acción pretérita y acabada,
pueda construirse con ser: Napoleón es derrotado en Waterloo.
Gili Gaya, Samuel (1983), “La voz pasiva” en Curso superior
de sintaxis española. Barcelona, Vox. pp. 121-132.
1.° En los tiempos imperfectos de acciones perfectivas: está o estaba prohibido,
acabado, resuelto.
2.° En los tiempos imperfectos de muchos verbos reflexivos con sentido incoativo:
está o estaba sentado, dormido, avergonzado enojado, enfadado.
Se usa ser + participio:
1.° En los tiempos perfectos de acciones perfectivas e imperfectivas: fue abierta,
ha sido cerrado, había sido observado; ha sido, fue querido, conocido.
2.° En los tiempos imperfectos de acciones imperfectivas: es querido, era
estimado, será solicitado, sea conocido, aunque fuera amado.
Este es el esquema general en que se mueven estas construcciones. Pero
téngase en cuenta que el contexto y las circunstancias pueden modificar el aspecto de la
acción, el del tiempo que empleemos y sus interferencias recíprocas. Por esto no cabe
regla fija que prevea todos los casos que puedan presentarse.
Convergen, como vemos, en el empleo de la voz pasiva, varios factores
lingüísticos que la dificultan: el aspecto perfectivo o imperfectivo de la acción expresada,
el tiempo del verbo auxiliar y las diferencias entre ser y estar. A ellos se suma el Liso
creciente de la pasiva refleja que, si bien remedia las dificultades de la pasiva con ser,
acaba por suplantarla y hacerla cada vez menos frecuente.
104. Pasiva refleja. Hemos visto en el capitulo V que las formas átonas de los
pronombres personales (me, te, se, nos, os, se), cuando el verbo a que acompañan está
en la misma persona que ellos representan, sirven para expresar acción reflexiva. El
sujeto es entonces, a la vez, complemento directo (me afeito todas las mañanas) o
indirecto (te ponías un traje nuevo); es conjuntamente agente y paciente. Si el verbo esta
en tercera persona del singular o del plural, el reflexivo latino se cumple en español la
función refleja (el niño se lava, los niños se lavan; los niños se lavan las manos), y las
formas átonas del pronombre quedan en su función exclusiva de representar los
complementos directo o indirecto sin valor reflexivo (lo, la, le, se, personal; los, las, les, se
personal). Se es, pues, la única forma reflexiva de tercera persona para ambos números,
y expresa complemento directo o indirecto.
Ya en latín existía el llamado dativo ético, con el cual se expresaba simplemente
que el sujeto, más que recibir indirectamente la acción del verbo, era partícipe de su
actividad, la cual se producía dentro de él o en relación con él, p. ej.. el perro se comió
toda la ración. Esta participación puede sentirse aun con verbos intransitivos y de estado;
se queda en casa todo el día; los alumnos se fueron; ella se creía que no era cierto; se ha
muerto un vecino mío. Estas construcciones, muy usuales aunque algunos áticos las
critiquen, están ya muy alejadas del se reflexivo originario. En el último ejemplo, la
participación del sujeto no es como agente, sino como paciente. Cuando decimos que la
pared se hundió con el peso de la techumbre, o que los pájaros se alborotaron por el
ruido, los sujetos pared y pájaros no producen la acción sino que la sufren, son sujetas
pasivos; y estas oraciones equivalen respectivamente a la pared fue hundida por el peso
de la techumbre y los pájaros fueron alborotados por el ruido. La intervención pasiva en
un acto es, gramatical y psicológicamente, una participación en él.
Gili Gaya, Samuel (1983), “La voz pasiva” en Curso superior
de sintaxis española. Barcelona, Vox. pp. 121-132.
Así desde los orígenes de la lengua española se encuentran ejemplos de 3ª
persona pasiva expresada con se: non se lace assí el mercado (Cid, verso 139). Estos
ejemplos no son al principio muy frecuentes, pero a medida que avanza el desarrollo del
idioma van siendo más numerosos. En nuestro tiempo la pasiva refleja predomina con
mucho, tanto en la lengua hablada como en el estilo literario. El se ha dejado de ser
reflexivo en estos casos, y se ha convertido en mero signo de pasiva.
105. Pasiva impersonal. Cuando el ablativo agente es desconocido o no interesa
a los interlocutores, tenemos las oraciones llamadas, según la terminología de la
gramática latina, segundas de pasiva, tanto si empleamos la perífrasis con ser como la
pasiva refleja. Ejemplo: Han sido descubiertas sus trampas; Se han descubierto sus
trampas. Claro está que la pasiva refleja no puede emplearse más que con la tercera
persona.
Ahora bien: en las oraciones pasivas con se, este pronombre es un mero signo de
pasiva, como hemos dicho más arriba. Al callarse el ablativo agente, la oración es a la vez
pasiva e impersonal. En la oración se cometieron muchos atropellos expresarnos que los
atropellos (sujeto pasivo) fueron cometidos, y no decimos nada acerca de su autor, el cual
queda oculto en una tercera persona de significación indeterminada. El se es
conjuntamente signo de pasiva y de impersonalidad, pero no hay duda de que la oración
es pasiva, puesto que el sujeto (atropellos) está concertado con el verbo (cometieron). Si
el sujeto está en singular, el verbo lo estará también: Se cometió un atropello. Parece que
no debieran confundirse con las impersonales activas, puesto que la concordancia con el
verbo asegura el carácter pasivo del sujeto.
De hecho, sin embargo, tanto en España como en América se leen y oyen a
menudo frases como éstas: se ha pedido refuerzos; se le supone otras intenciones; se
compone paraguas; se vende astillas, en competencia con: se han pedido refuerzos, se le
suponen otras intenciones; se componen paraguas; se venden astillas. Las primeras son
objeto de crítica3, pero es indudable que su uso se extiende, aunque hay en ello
preferencias regionales y aun individuales. Poner el verbo en singular, en las oraciones
que nos han servido de ejemplo, significa que refuerzos, intenciones, paraguas y astillas
no son ya el sujeto pasivo, sino el complemento directo de una oración activa cuyo sujeto
es el impersonal se. En se desea informes sobre, el paradero de Fulano, en lugar de se
desean, es evidente que informes es complemento directo, y se sujeto. Se queda
convertido en expresión del sujeto impersonal. La lengua literaria prefiere generalmente la
construcción pasiva (se desean informes), la cual tiene en su apoyo la tradición del idioma
y el uso de los autores clásicos. La impersonal activa es moderna y frecuente en el habla
usual. Es de suponer que en la mente de los que dicen se desea informes, el singular se
desea información tendrá también sentido activo impersonal.
Una vez expuesta la significación gramatical de estas oraciones impersonales,
veamos ahora cómo se ha podido producir el cambio de la pasiva a la activa, ya que la
primera es la más antigua. Cuando el sujeto de la pasiva impersonal es persona (se
martirizaban los cristianos, se tutean los niños), nace ambigüedad a causa del valor
reflexivo o reciproco de se; ya no puede emplearse la pasiva refleja. En estos casos hay
que decir los cristianos eran martirizados, los niños son tuteados, o bien convertir el sujeto
3
La Academia Española (§ 279 a) censura frases como se alquila cuartos, aquí se da socorros a los
necesitados.
Gili Gaya, Samuel (1983), “La voz pasiva” en Curso superior
de sintaxis española. Barcelona, Vox. pp. 121-132.
en objeto por medio de la preposición a y poner el verbo en singular, con lo cual la oración
pasa a ser impersonal activa: se martirizaba a los cristianos, se tutea a los niños (se les
martirizaba, se les tutea). En singular ocurre la misma anfibología: Se agobia el estudiante
tiene sentido reflexivo; el reflejo impersonal es se agobia al estudiante (se le agobia), pero
ya no es pasiva, sino activa, la oración. Al reproducirlos por un pronombre se ve el
carácter complementario de los cristianos, los niños y el estudiante en los ejemplos
anteriores. Este complemento es precisamente acusativo, puesto que le, les, es a
menudo, en español moderno, acusativo de persona (véase capitulo XVII). En el femenino
el acusativo es la, las: Se obsequió a las señoras (se las obsequió); y no podríamos decir
se obsequiaron las señoras sin que la frase tomara sentido reflexivo.
A medida que se fue consolidando el empleo de la preposición a con acusativo de
persona (hacia el siglo xv), y consiguientemente los primitivos dativos le, les, se
habilitaron también para reproducir acusativos masculinos -de persona, las oraciones
impersonales con se fueran cada día más usuales. Su esquema sintáctico se propaga
después a las impersonales de cosa, y he aquí explicada la vacilación moderna entro se
alquilan carruajes y se alquila carruajes.
El reflexivo latino se ha pasado, según esto, por las siguientes fases. reflexivo
acusativo > reflexivo dativo > dativo ético > signo de participación en la acción > signo de
pasiva > signo de pasiva impersonal > signo de impersonal activa' Todos estos valores
están vivos en la lengua moderna. De su interferencia recíproca, unida a la de otros
factores lingüísticos que ahí hemos resumida, han nacido los usos diversos que hemos
estudiado en el capítulo presente.
Con los verbos reflexivos no puede repetirse el se. No podemos decir: Se se
arrepiente de sus errores; Se se atrevía a todo. En este caso la impersonalidad se
expresa con el indefinido uno, por ejemplo.- Uno se arrepiente de sus errores; Se atrevia
uno a todo (v. capítulo V).
MODOS DEL VERBO
106. Decíamos en el § 32 que en toda oración podemos distinguir entre el
contenido de la representación y la actitud del hablante ante dicho contenido: qué se dice
y cómo se dice. Entre los medios gramaticales que denotan la actitud del que habla, se
encuentran las formas de la conjugación conocidas con el nombre tradicional de modos.
Con los modos expresamos nuestro punto de vista subjetivo ante la acción verbal que
enunciamos. Podemos pensar el verbo como una acción o fenómeno que tiene lugar
efectivamente; nuestro juicio versa entonces sobre algo que consideramos real, con
existencia objetiva. Podemos pensar también que el concepto verbal que proferimos es
simplemente un acto mental nuestro, al cual no atribuimos existencia fuera de nuestro
pensamiento. Cuando decimos el libro está sobre la mesa, sabía que me habías escrito,
mañana no iré a verte, afirmamos o negamos hechos pensando que se producen, se han
producido o se producirán en la realidad; empleamos para enunciarlos el modo indicativo.
Si decimos temo que el libro esté sobre la mesa, no sabía que me hubieses escrito, es
posible que mañana no vaya a verte, el estar el libro sobre la mesa es un temor mío, pero
no lo pienso como algo real; el hecho de haberme escrito tú es cosa que yo no conocía,
no tenía realidad para mí; el no ir a verte mañana está pensado como una mera
posibilidad, a la cual no atribuyo efectividad. Todos estos hechos están enunciados en
modo subjuntivo.
Gili Gaya, Samuel (1983), “La voz pasiva” en Curso superior
de sintaxis española. Barcelona, Vox. pp. 121-132.
En los ejemplos anteriores ha podido observarse que los verbos que se hallan en
subjuntivo están subordinados a otros que dan la acción como temida, ignorada o posible,
respectivamente. Los verbos temer, no saber y ser posible envuelven al juicio en la
irrealidad que ellos expresan, y por ello el verbo subordinado está en subjuntivo. De aquí
el nombre de subjuntivo (subjungere), ya que su uso está supeditado a la significación del
verbo de que depende. Si digo: sé que ha venido, usamos el indicativo en el verbo
dependiente, porque el verbo principal saber no expresa irrealidad; pero al decir: deseo
que haya venido, empleamos el subjuntivo, porque el juicio no versa sobre el hecho
pensado como real, sino sobre un deseo que se halla en mí, el cual puede tener o no
tener efectividad fuera de mi pensamiento. El subjuntivo, según esto, depende, de otro
verbo que exprese algún matiz de irrealidad; es esencialmente subordinado.
A veces, sin embargo, encontramos el subjuntivo en oraciones independientes, por
ejemplo: ¡ojalá llueva!; ¡que pase! quizás no volvamos a verle. En las dos primeras
oraciones se expresa un deseo, aunque no lleven verbo que lo signifique. En la tercera, el
adverbio de duda (quizás) matiza el juicio de irrealidad suficiente para que el verbo esté
en subjuntivo. Se trata de subordinaciones mentales que envuelven psíquicamente al
juicio que se enuncia, aunque gramaticalmente no dependa de un verbo principal.