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Apuntes de Morfología y sintaxis (Introducción a la enseñanza de lengua española) 1 Tabla de contenidos Prólogo 1 El estudio morfológico Las palabras y otros medios gramaticales auxiliares: síntesis y análisis en la formación léxica Categorías gramaticales 2 La estructura de la palabra La base de la palabra Formas simples y formas compuestas Familias de palabras 3 Significación y palabra La estructura semántica de la palabra Homonimia y polisemia Sinonimia y antonimia Principios de terminología Fraseologismos Estratos lingüísticos del español Apéndice Breve noticia sobre la lengua española 2 Prólogo Históricamente, la reflexión sobre el lenguaje ampara el estudio de la morfología a las investigaciones gramaticales. Así en el siglo IV a.C., Pānini, teórico hindú, establece una caracterización respecto a las mínimas unidades significativas de la lengua (lo que hoy conocemos como morfema) aportando las nociones de raíz, desinencia, flexión y afijo. Un siglo más tarde el Cratilo de Platón abordará el carácter de la relación entre las palabras y las cosas definiendo las dos posturas que perdurarán hasta la Edad Media: el signo motivado o natural y el signo convencional. La tendencia naturalista apoyaba la correspondencia formal de la palabra con su significado, la onomatopeya era el mejor ejemplo. Ὄνομα y ρῆμα son las distinciones de contribución platónica, mismas que serán precisadas en los trabajos de Aristóteles (Categorías, Peri hermeneias): nombre y verbo, respectivamente. El primer esfuerzo formal por construir una gramática se atribuye a Dionisio de Tracia (s. II a I a. C.) denominado Tήχνε γραμματική, texto en el cual se señalan cinco categorías gramaticales en el nombre (palabra), género, número, tipo (primario o derivado), forma (simple o compuesta), número y caso y ocho en el verbo: modo, voz, tiempo, tipo, forma, número, persona y conjugación. En los romanos, grandes herederos de la cultura helena, destacan los trabajos de Varrón De lingua latina, quien delimita las categorías gramaticales en función de sus variaciones, así de variación casual están los nombres (rosa, para el sustantivo femenino singular y rosae para el genitivo singular), la expresión temporal en donde están los verbos y con variación casual y temporal, los participios; Donato Ars grammatica y Prisciano Institutiones Grammaticae. El fenómeno gramatical que corona la Edad Media es el interés de los intelectuales en la lengua vulgar, con el texto De vulgari eloquentia de Dante Alighieri lo cual crea espacio para hablar del sistema en su realización oral, a ello subyace el estudio de las palabras en lengua española que tiene su origen en la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija publicada, con la venia de la reina católica, el 18 de agosto de 1492 en Salamanca. Si bien diversos tratados sobre el arte de trovar ya consignaban en sus páginas reflexiones sobre las principales categorías gramaticales (nombre, verbo, adverbio, artículo) la Gramática… constituye el primer ejercicio sistemático del tema dividido en cinco libros: I, ortografía donde se incluyen reglas de pronunciación, II prosodia y sílaba, que también aborda problemas de métrica y 3 versificación, III, el libro de la morfología, aunque bajo la rúbrica etimológica haciendo especial énfasis en la derivación como proceso de creación calificó a los derivados resultantes como verbales, participiales y adverbiales, IV sintaxis y, V “introducción a la lengua castellana para los que hablando otra quieran aprender aquélla.”1 Con lo cual, el texto de Nebrija constituye el primer compendio útil en la enseñanza del idioma español a extranjeros, exaltando la importancia del conocimiento léxico-morfológico para el desarrollo de la competencia lingüística. Es precisamente desde tal perspectiva que pretendemos exponer y analizar los mecanismos por los cuales se genera el léxico castellano. Para ello, lo que encontrará a continuación comporta los lineamientos generales que le permitirán aproximarse a un conocimiento más profundo de las entidades lingüísticas, como sigue: en el capítulo uno, identificará el objeto de estudio de la Morfología lingüística y su relación con la Sintaxis mediante el análisis de la estructura morfémica de la palabra y su funcionamiento en el sintagma; en el capítulo dos, atenderá a los mecanismos de creación léxica y el estudio de la integración de familias de palabras y, finalmente, en el último capítulo, se analizarán las relaciones semánticas de la palabra y su incidencia en la configuración del léxico hispano. Cabe mencionar, que hemos tenido a bien designar el último apartado de cada capítulo al estudio diacrónico de la lengua, haremos un poco de filología hispánica, pues si bien la intencionalidad final de la presente materia no estriba en la estricta formación de lingüistas, sí comporta el deseo de fungir como herramienta para el docente, a fin de que la enseñanza del español como segunda lengua, no derive en el ejercicio de la repetición de listados infinitos de vocabularios, sino en el favorecimiento de la creatividad léxica en el estudiante a partir de procesos analógicos, de allí el nombre de los temas (Análisis contrastivo entre el español y otras lenguas). Todo ello a la luz de una metodología estructuralista. 1 Para más información respecto a Nebrija y las gramáticas precedentes, ver Juan Clemente Zamora Munné. “Nebrija y las gramáticas de lengua vulgar” en Scripta philologica in honorem Juan M. Lope Blanch. A los 40 años de docencia en la UNAM y a los 65 de vida. Coord. Elizabeth Luna Traill. México, UNAM, 1991, pp. 481-493. 4 1 El estudio morfológico A principios del siglo XIX, la base terminológica de las ciencias naturales fue utilizada en la construcción del paradigma de investigaciones cuyo interés era el fenómeno humano, esto es: las ciencias del espíritu, nomenclatura acuñada por Wilhem Dilthey, sin embargo, tales estudios poco a poco demandaron la institución de un método propio en razón de la variedad en el enfoque, pues si las ciencias naturales atienden a la demanda ¿qué es el hombre?, las ciencias del espíritu responden a ¿qué significa éste?2. De tal manera, y, bajo la influencia del darwinismo, la palabra morfología, como observación de las formas, es introducida en el marco de los intereses lingüísticos, a partir de los trabajos del romántico alemán Goethe (formenlehre). Etimológicamente, el vocablo proviene del griego: μορφή ‘forma’ y λόγος ‘estudio’, por lo que una morfología así referida atañe a grandes rubros, la morfología animal, la morfología del relato, etc., su uso en el repertorio lingüístico inglés data de 1860 en la entrada morphology del Oxford English dictionary. En lengua española, la noticia de la función de la Morfología es más antigua (1847-1920), pues si bien no aparece como disciplina autónoma, de manera incipiente, a partir de la Gramática, es aceptada como campo de estudio bajo las acepciones de Analogía y, la todavía más remota, Etimología desde 1796.3 Extensamente, es posible aludir a la tarea morfológica como el estudio de las formas lingüísticas, lo cual resulta todavía impreciso pues en ello podemos englobar, 2 Cfr. Algirdas Julien Greimas. Semántica estructural. Madrid, Gredos, 1987, pp. 13-16. Ver P.H. Matthews. Morfología. Introducción a la teoría de la estructura de la palabra. Trad. Rafael Monroy Casas. Madrid, Paraninfo, 1980, pp. 14-15 y María Tadea Díaz Hormigo. Morfología. Cádiz, Universidad de Cádiz, 2003, pp. 15-17. 3 5 fonemas, palabras y sintagmas. Una definición más específica y, que en cierto modo deviene de las implicaciones hechas por la tradición española, la establece como el estudio de la estructura interna de las palabras y los procesos o las reglas que permiten generarlas, así como las variaciones que experimentan y su clasificación en distintos grupos. Así que de manera inmediata es preciso atender a qué es la palabra. De acuerdo con el Esbozo de una nueva gramática de la lengua española publicado por la Real Academia Española: “Todo acto de elocución en una lengua dada es susceptible de ser analizado, por los que la hablan, en una o varias imágenes o secuencias acústicas mínimas, idénticas o diferentes entre sí, cada una de las cuales se corresponde con un contenido significativo.” 3 Por lo que en una unidad discursiva como: “Allá en otros tiempos (y eran muy buenos tiempos), había una vez una vaquita (¡mu!) que iba por un caminito…” El encadenamiento de sintagmas deviene en la idea de temporalidad remota, mediante el adverbio allá y el modificador en otros, enfatizado por la clave de apertura, clásica del cuento maravilloso: había una vez, que, constituye una fórmula cuya presencia en el comportamiento lingüístico cotidiano (denotativo), amalgama el significado de cada una de las partes a uno mayor. Por sí solas, las palabras integrantes de este sintagma poseen autonomía significativa, lo que permite puedan ligarse a cualquier otro elemento del sistema lingüístico y, según sea el caso, desempeñar una función específica (había se escribe con b, una más y nos vamos, la primera vez que te vi). Utilizamos el vocablo ‘palabra’, lo mismo para había, que para ¡mu! y caminito, en razón de que éstas son identificables en la cadena discursiva gracias a su separabilidad y permutabilidad. De manera primaria, la acepción de palabra está dada por el uso: el hablante promedio reconoce estos elementos en razón del espacio existente entre ellos (un silencio o pausa entre cada emisión sonora, un área blanca en la hoja, o un signo ortográfico)4. La parābola latina hoy comporta, una entidad abstracta que posee propiedades contrastivas y combinatorias, es decir, en su relación con otras, adquiere una función y una jerarquía, una articulación con valor gramatical y 4 Los pronombre enclíticos son la excepción a estos límites de la palabra, pues aunque poseen significado en sí mismos, en el sintagma, se precisa su unión con el verbo: tómalo 6 sintáctico (“había” es un verbo que puede fungir como auxiliar: había visto). Tales relaciones responden a los criterios de distribución, orden y dependencia. Por otro lado, en su Presentación de la lingüística Bernard Pottier define a la palabra como la “unidad mínima construida”5; estructuralmente está formada por pequeñas unidades que poseen significado propio o morfemas, cada una de estas partes se realiza mediante grupos complejos de elementos de expresión que comportan sonidos particulares (unidades fonológicas), ello no influye en la realización gramatical de la palabra pues no necesariamente guardan correspondencia6 (homonimia); tal es el caso de /cara/ y /cara/, siendo la primera la parte anterior de la cabeza, de barbilla a frente y, la segunda, el adjetivo que califica algo como costoso: La cara de la bella joven La cara pulsera de la joven Algunos morfemas son de carácter léxico, lo que aporta el significado conceptual y constituye la parte constante de la palabra (raíz) atendiendo a una realidad extralingüística o referencial. En la palabra ‘caminito’ [camin-] da la idea del sendero por el cual se transita y es la parte constante, en tanto puede ser utilizado en sus variables como [camin-o] o [camin-ata], forma sustantiva que refiere la acción del caminar. Otros, se definen como gramaticales (gramema) y constituyen el aspecto variable de la palabra, remiten a la realidad interna del sistema pues pueden fungir como complemento del significado de base o bien, establecen relaciones entre los distintos elementos del sintagma; tal es el caso de los accidentes género y número, de los pronombres y de las desinencias verbales ([conej-o], [conej-ito-s] y [am-ar], [am-áis]). Los morfemas lexicales se clasifican en: libres al constituir unidades que pueden emplearse de manera independiente, también son llamados palabras monomorfemáticas (palabras simples) como los adverbios y pronombres (allá y tú), o bien, algunos otros sirven de base para la formación de nuevas estructuras, tal es el caso de [sol] para [sole-ado] y [pan] para [pan-es]; y trabados, al referir una relación de dependencia: se unen a otros morfemas para construir palabras polimorfemáticas (palabras complejas), son constitutivos radicales cuando la raíz de una palabra que por sí sola no transmite un significado completo como en pens-ar, pens-ado, son constitutivos flexivos los 5 Cfr. Bernard Pottier. Presentación de la lingüística. Fundamentos de una teoría. Trad. Antonio Quilis. Madrid, Ediciones Alcalá, 1968, pp.53-57. 6 Para más información ver John Lyons. Introducción en la lingüística teórica. Trad. Ramón Cerdá. Barcelona, Teide, 1971, pp. 69-70. 7 gramemas pues completan el significado de la palabra, es el caso de las desinencias que indican género y número para sustantivos y adjetivos, y persona, modo y tiempo para los verbos, así para [libr-os], plural masculino, [negr-a] singular femenino y [habl-aban], tercera persona plural, modo indicativo, copretérito7. Al unir dos o más palabras simples, sin ningún nexo de por medio, formamos estructuras morfémicas yuxtapuestas, como en caso de [yerbabuena]. Esta tipología morfemática atiende a dos funciones primarias: la facultativa o de combinatoria, en la cual las partes se requieren mutuamente, mas este requerimiento puede o no ser necesario: la desinencia –ado se encuentra, gramaticalmente, lo mismo en cant-ado que en sal-ado, y la obligatoria o determinante en la cual una de las partes requiere necesariamente a otra u otras; así por ejemplo en español, los verbos terminados en –er, admiten ser sustantivados en –miento y no en –ción: el establecimiento y no la estableción.8 Dentro de los morfemas trabados se encuentran los afijos, los cuales constituyen elementos de flexión o derivación en la forma de la palabra. Se clasifican de acuerdo a su posición respecto al lexema: Nombre Prefijo Interfijo Sufijo Posición “que se antepone al radical, sin modificar la clase gramatical del lexema añade un matiz al significado de base” “que se inserta entre el radical y el sufijo; su función es enlazar estas partes y carece de significado” “que sigue al radical y forma derivados, impone su clase gramatical al lexema y puede cambiar su género. Se clasifica en: adjetivizador, adverbializador, nominalizador y verbalizador” Ejemplo Antítesis (oposición) Polvareda Querible (adj) Bellamente (adv) Lavadora (nom) Palidecer (verb) 7 Cfr. Delmiro Antas. El análisis gramatical. Barcelona, Octaedro, 2007, pp. 26-27. Cfr. Louis Hjelmslev. “Ensayo de una teoría de los morfemas” en Ensayos lingüísticos. Madrid, Gredos, 1981, pp. 202-208. 8 8 Las palabras y otros medios gramaticales auxiliares: síntesis y análisis en la formación léxica Palabra, es también un elemento cuya disposición en el sintagma atiende a las relaciones semánticas del dominio del hablante, quien pudiera no entender cabalmente cada uno de los términos en una oración y, sí comprender el significado global por contexto: “El zaguán estaba cerrado cuando llegué, dejé mi coche afuera; sin duda el usuario promedio no reflexionará en torno a si ‘zaguán’ es un sustantivo masculino y singular, comprenderá que se trata de “un algo” por donde se entra. Si quisiéramos reemplazar ‘”El zaguán” por la “La puerta”, el mismo usuario tendría en cuenta la idea anterior, toda proporción guardada con la concordancia1: La puerta estaba cerrada. Las palabras se vuelven elementos mutables en razón de participar de “esquemas vacíos”, en nuestro ejemplo paradigmático la vaca que transita por el caminito puede ser sustituida por un perro. Llenar las estructuras sintácticas con estructuras menores supone la creación de relaciones de significado. De acuerdo a la gramática generativa, los criterios que regulan los mecanismos de formación léxica son tres: semántico, sintáctico y fónico. Así por ejemplo, el diminutivo -ito (pequeño) no puede ser añadido a bases nominales que ya contengan un sufijo aumentativo (–azo en osazo, cuya incongruencia deviene en *osacito; lo mismo para el diminutivo que se contrapone al sentido de la palabra como en inmenso, inmensito, lo cual no sólo mueve a risa sino que resulta incongruente), para el criterio sintáctico, la adición del -ble comporta la formación de la categoría adjetival (como en amable) y, ya en el tercer criterio, podríamos citar el ejemplo de la adición de -eza y -ez en razón del número de sílabas que comprende una expresión léxica (testarudo igual con testarudez y, grande con grandeza), es posible afirmar que las bases adjetivales con más de dos sílabas escogen el sufijo –ez.9 El mismo hablante promedio de nuestro ejemplo, en razón de su actuar dentro del sistema, posee el conocimiento de la estructura de las palabras y la relación formal que guardan entre ellas en la cadena discursiva; decimos, posee competencia léxica en tanto tales presupuestos le permiten generar nuevos elementos. En un primer momento, la ampliación del inventario léxico de una lengua atiende a las relaciones de orden morfológico; tal es el caso del fenómeno de yuxtaposición, el cual consiste en enlazar 9 Cfr. Soledad Varela Ortega. Fundamentos de morfología. Madrid, Síntesis, 1992, pp. 7-13. 9 sin mediación de nexos un léxico primario y un léxico secundario, siendo el primero la categoría de base a partir de la que se forman nuevas palabras: Léxico primario /Abre/ + /Latas/ /Radio/+/Terapia/ /Agua/+/Fiestas/ Léxico secundario (creación) Abrelatas Radioterapia Aguafiestas Como unidades separadas, autónomas, las palabras pierden su significación léxica, convirtiéndose en un elemento funcional de una estructura mayor, en una suerte de relación sintética, tal es el caso de los auxiliares, en: Voy a quedarme aquí sentado, semánticamente, el verbo Ir no implica la acción de desplazarse de un lugar a otro, pero sí da la idea de una continuidad en la acción de permanecer o quedarse. Consideramos analitismo a una suerte de “función extensiva” de la lengua, en un enunciado explicitar las diversas posibilidades de realización de un elemento en la cadena hablada, mientras que sintetismo comporta una “función económica”, condensar en una sola unidad todas las posibilidades de realización de la misma: basar y “asentar algo sobre una base, fundar, apoyar.” Ahora bien, se denominan “lenguas analíticas” aquellas que suman a las palabras elementos que expresen sus relaciones sintácticas (por ejemplo las preposiciones) mientras que en las lenguas sintéticas, la desinencia expresa las relaciones. Ello no quiere decir que las lenguas analíticas sean más económicas, sin pretensión de subyugar ninguna, la falta de economía que parecen tener las analíticas se solventa al caer menos en equívoco. Categorías gramaticales En la obra de Jean Piaget se explica que la actividad cognitiva, es decir, cómo logramos pensar, consiste en extraer del flujo de representaciones un cierto número de invariantes (nociones, conceptos, imágenes) que sean como la estructura misma de la inteligencia. Tales invariantes son de carácter individual, se construyen a partir de la experiencia y al mismo tiempo son colectivas pues todo ser humano es capaz de construir tales nociones. La capacidad de asociación que da pie a la formación de tales estructuras cognitivas aparece al año y medio en el niño, quien además de aprehender por sus experiencias físicas con el ambiente, lo hace por las interacciones sociales, la mayoría de los efectos de dicho aprendizaje social son mediados por el lenguaje, el cual hasta 10 este momento funge como actividad cognitiva, cuyo papel esencial es proveer al infante información sobre la realidad ausente.10 El hecho de que el lenguaje discurra en un proceso de codificación y descodificación espacio-temporal, permite al niño identificar dos nuevos planos o procesos cognitivos diferentes y complementarios: el almacenamiento de los elementos y el uso de ellos en enunciaciones concretas. Desde el punto de vista cognitivo, la complejidad del sistema lingüístico que va formando el infante se debe entre otras cosas a los elementos de este tipo que almacena, los cuales son de naturaleza distinta y están estrechamente ligados al pensamiento. Ahora bien, las estructuras sintácticas no son constructos generativos de origen innato, sino elaboraciones de un conjunto de esquemas o patrones prototípicos adquiridos en la fase de aprendizaje de una lengua en particular.11 En general, el proceso de categorización se fundamenta sobre la base de propiedades comunes, es decir, al interior de una clase se admiten elementos que comparten un cierto número de rasgos característicos. Así las palabras, como una parcelación deíctica de la realidad extralingüística, pueden ser clasificadas en virtud de su estructura formal y por sus relaciones discursivas, es decir; por la función que desempeñan en las construcciones gramaticales denominadas sintagmas. El término categoría designa las relaciones particulares de los elementos constitutivos de la lengua, un conjunto cuyos miembros comparten contextos sintácticos; se distinguen dos clases: sintácticas, por la función de la palabra en la oración y gramaticales, que refieren las modificaciones sufridas por dichos elementos, noción identificable por su morfema (el género, el número, la persona, el tiempo). Se trata de conjuntos en los cuales se señalan relaciones semánticas, mismas que no poseen alcance universal, sólo tienden a la clasificación de cada lengua. Pronombres: son morfemas libres que pueden desempeñar la misma función que el sustantivo, con la diferencia de que estos no tienen una significación plena (semánticamente). Laura me dijo la verdad Ella me dijo la verdad; Laura me dijo eso Artículos: Son modificadores y determinantes del sustantivo, por lo que funcionan como adjetivos. 10 Cfr. Jean Piaget, citado por Leland Swenson. Teoría del aprendizaje, perspectivas tradicionales y desarrollos contemporáneos. Barcelona, Paidós, 1991, pp. 385-389. 11 Ibidem. 11 Ayer compramos una manzana Verboides: son formas impersonales del verbo que gramaticalmente pertenecen a otra categoría. Infinitivo Sustantivo (pintar) Gerundio Adverbio (pintando) Participio Adjetivo (pintado) 12 2 La estructura de la palabra En el aprendizaje de lenguas, naturalmente, la imitación y el signo denotado comportan el primer nivel de acercamiento tanto para un hablante nativo, como para quien se aproxima, por elección, a otra lengua. Nacer en el seno social, implica nacer en la lengua. La madre dice al niño: “sopa”, “come tu sopa”, mientras sostiene aquella sustancia con la cuchara, esta situación deíctica permitirá al infante crear un concepto. A partir de entonces, todo alimento que refiera una consistencia semejante aparecerá en su repertorio lingüístico como “sopa”, será nombrado como tal. Con el tiempo, el significado dado por el uso le permitirá incluir la misma unidad lingüística en diferentes contextos, como en: “estás hecho una sopa”. Proceso semejante sigue el extranjero al descubrir otra lengua, pues, en gran medida, es en el habla en donde se adquieren los conceptos. Eso con respecto a la asimilación de vocabulario, sin embargo, conforme se amplía el conocimiento del entorno crecen las urgencias comunicativas. ¿Qué hacer para transmitir eficazmente nuestra experiencia a otro, si no conozco una palabra específica para ello? Una respuesta tentativa es: crear por analogía. En la Poética, Aristóteles afirma que inherente a la esencia humana está la imitación; imitamos con 13 medios diversos y de modos diversos, con lo cual nuestras creaciones no son espontáneas, poseen cierto anclaje en lo ya conocido. El mismo niño del ejemplo anterior, ahora asiste a la escuela y un buen día, consternado, refiere a su madre: “Mamá, hoy un niño le pegó a una niña, le dio un balonazo y le tiró los lentes, ella después, le dio un lapizazo en el ojo y el niño lloró.” Dar un golpe con cierto objeto, implica la terminación –azo (cubetazo, golpe con cubeta) añadida al sustantivo; dicho conocimiento en el ejemplo enfatiza una cierta intuición lingüística: formamos palabras, a partir de estructuras ya existentes. Sabemos, hasta aquí, que las palabras se separan entre sí por espacios en blanco, es decir por silencios en la oralidad pues éstas no pueden pronunciarse a un tiempo (relaciones sintagmáticas), sin embargo ello compete a la estructura externa de la palabra; como unidad se constituye por una serie de elementos (morfemas) dispuestos en un orden jerárquico; el modelo estructurador de forma es: prefijo + raíz + afijo + género/numero (libros y no *librso). Muchas veces, dichos elementos poseen significado propio, sin embargo, su función consiste en formar gramaticalmente a la palabra, sin necesariamente determinarla de manera semántica (interfijos). Así, el modelo de estructura para el género femenino en español está dado por el morfema –a, como en mesa y silla, y -s para plural, como en mesas y libros,12 aunque existen formas en las que el género es aludido por el artículo, como en estudiante o suicida. Conviene precisar algunas reglas del español para la construcción en plural: singular plural Vocal átona + -s Casa casas Vocal tónica –á, -é, -ó + -s Café cafés Vocal tónica –í + -es/-s jabalí jabalís/es Vocal tónica –ú + -es Hindú hindúes Palabras agudas terminadas en s/x + -es autobús autobuses Consonante + -es (excepto s, x) cañón cañones 12 Es menester precisar que existen varias excepciones, como en el caso de “azúcar blanca”, fenómeno especial que reporta no sólo la ausencia del morfema –a final, sino que, su género es aludido por el artículo “El” femenino. 14 Ahora bien, el léxico no comporta un bloque estático, se encuentra en constante movimiento, las entradas y salidas del vocabulario son manifestaciones de la puesta en práctica de reglas y estructuras, primero de manera intuitiva y, después, consciente, con el desarrollo de competencias lingüísticas. La existencia de la palabra como unidad distintiva que funge como modelo para la actualización léxica depende de la morfología particular de las lenguas; así, en español, las propiedades relativas a la forma de las palabras son las siguientes: 1) Autonomía: las palabras son unidades libres cuya emisión sonora no puede ser interrumpida por pausas en la conversación. 2) Estructura fija: la palabra admite distintas relaciones secuenciales en modo jerárquico. 3) Inseparabilidad de los morfemas integrantes de la palabra: el ejemplo paradigmático es cantarás, donde no es posible separar –ras. 4) La palabra admite únicamente morfemas ligados, ejemplo: blanc-o y blancuzc-o13 Sin duda, es posible encontrar irregularidades, o mejor, excepciones a la regla. Bosque, afirma que las condiciones mencionadas se cumplen de manera gradual en las diversas clases de palabras. Así por ejemplo, en el aprendizaje de lenguas, suele causar confusión la división entre unidades lingüísticas: en una transcripción fonética, es posible no hacer distinción entre cada palabra, pues la pronunciación refiere un enclítico; en el habla coloquial no es extraño pronunciar en una sola emisión un sintagma como: ¿tú, qué estudias? [¿késtudias?] Aunque, en el sistema se distinguen como unidades diferentes, en el habla resulta una sola. Los elementos clíticos, como los artículos, constituyen otro caso de satisfacción parcial a las reglas mencionadas pues no pueden ir en posición posnominal y, en prenominal, refieren una secuencia que resulta incompatible ante la presencia de posesivos (no se puede decir: los mis libros, ni los estos libros).14 Cuando dichas propiedades se cumplen con mayor amplitud en una palabra, ésta se convierte en modelo para estructurar otras unidades que coinciden con ella en 13 Cfr. Gramática descriptiva de la lengua española. Vol. 3, Entre la oración y el discurso. Morfología (dirigida por Ignacio Bosque y Violeta Demonte). Madrid, Espasa Calpe, 2000, pp. 4113-4120. 14 Ibidem. 15 categoría gramatical. Un buen ejemplo que ilustra el caso es el paradigma verbal, que en castellano, siguiendo la conjugación latina, admite tres vocales temáticas: a, e, i (amar, temer y partir constituyen los verbos paradigmáticos). Se consideraran regulares aquellos que, admitiendo la conjugación en alguna de estas estructuras modélicas, preservan el lexema únicamente agregando desinencias. Es muy común que los niños al incorporar un verbo a su vocabulario, intenten la conjugación siguiendo estos modelos sin advertir posibles excepciones: yo corro (correr), yo cabo (caber). Las irregularidades presentes en los verbos son de índole diversa, los regulares admiten algunos cambios de orden “ortográfico” como sigue: Verbo Terminación –quir Terminación –cer, -cir Terminación –car Terminación –zar Terminación -ger, -gir Terminación –aer, -eer, -oer Terminación –gar Terminación –guir Regla Permutan la -qu en –c ante las vocales a, o Permutan la -c por -z ante las vocales a, o Permutan -c en -qu ante la vocal e Permutan la –z en -c ante vocal e Permutan la –g en –j en los gramemas cuya vocal inicial son a yo Permutan la –i en –y Añaden una –u, en presencia de una vocal e, conservando el sonido de la consonante Suprime la u, ante a y o, siguiendo con la norma fonética Ejemplo Delinquir, delinco Convencer, convenzo Esparcir, esparzo Tocar, toqué Rezar, rece Proteger, protejo Corroer, corroyera Litigar, litigue Distinguir, distingo Los verbos irregulares son aquellos que sufren alteraciones ya sea en el lexema, el gramema o ambos a un tiempo. Las características por las cuales un verbo suele considerarse irregular son tres: cambio, supresión o adición de un sonido (estos cambios en la estructura morfémica serán analizados más adelante). En general, podemos hablar de irregularidades tales como: diptongación (contar, cuento) y guturización (nacer, nazco). La base de la palabra Si bien para el análisis morfológico de la palabra es necesario atender a la segmentación de ésta en elementos menores, quizá podría resultar exhaustivo y hasta 16 equívoco el simple reducto en morfemas. En una palabra como sillas, –s indica el plural, pero qué tal en: estudias, donde –s, no comporta un significado por sí mismo, o en pus. Con ello no pretendemos decir que el significado global de la palabra sea un compuesto de la suma de los significados de sus partes, no de esa manera, no, necesariamente, existen unidades de orden indivisible, la segmentación no aplica de la misma manera para todas las palabras. En el análisis, existen segmentos mayores considerados un solo morfema y que comportan el significado elemental al que habrán de añadirse significados complementarios, al primero lo denominamos raíz y a los segundos, afijos. Cuando la raíz se une a una vocal temática se denomina tema (habl-amos), éste constituye un segmento estable que, adjunto a otros morfemas, señala la categoría gramatical de la palabra (-s, de plural; -a, e, i, vocal temática verbal;-a, género). La base de la palabra, aquella que experimenta variaciones ante los mecanismos de formación de palabras, puede ser un tema o una raíz, pues se define como un radical sin desinencia. Sea la palabra anticonstitucionalismo el ejemplo: [anti-+[ [ [constitu (ir)V +-ción]N +-al]ADJ +-ismo]N ]N Constitución Base sustantiva conformada por el verbo constituir + el sufijo –ción, que sirve para formar nombres abstractos Constitucional Unidad conformada por constitución, + el sufijo –al, que indica Constitucionalismo Unidad conformada por constitucuional, + el sufijoismo, el cual Anticonstitucionalismo Unidad mayor formada por constitucionalismo antecedido por el prefijo anti-, que aporta la significación de Los formantes clásicos, también son denominados temas. Su origen se remonta a las lenguas latina y griega, estos son lexemas que carecen de la posibilidad de realizarse de manera autónoma como palabras de la lengua, y poseen un significado básico, no relacional. En la formación de palabras, pueden acompañarse de afijos o de algún otro tema dando como resultado un elemento con sentido completo (compuesto), 17 lo cual no sucede con los afijos (re+ción, in+able, no producen palabra). Carecen de una posición fija en la estructura final: biología, logocentrismo, ecología, logopeda.15 Formas simples y formas compuestas Llamamos palabras simples a las unidades monomorfémicas, pues constan de un solo lexema al cual se añaden morfemas de género y número, mientras que las palabras complejas suponen una composición polimorfémica. Son dos los tipos de compuestos, según el amalgamamiento que se produce: gráficos y sintagmáticos. Los compuestos gráficos pueden estar totalmente integrados o bien unidos por un guión (sacacorchos, anti-OTAN). Varela propone las siguientes formaciones gramaticales: Compuesto Formación Ejemplo Verbal Sustantivo + Verbo Adverbio + Verbo maniatar malvivir Sustantivo Verbo + Sustantivo Verbo + Verbo Sustantivo + Sustantivo Sustantivo + Adjetivo Adjetivo + Sustantivo Adjetivo + Adjetivo Sustantivo + Adjetivo Adverbio + Adjetivo limpiabotas duermevela hojalata guardiamarina librecambio claroscuro pelirrojo malsano Adjetivo Los compuestos sintagmáticos son agrupaciones de palabras que “forman unidades solidarias y poseen significado único, a pesar de que sus componentes se realicen como paladas separadas”.16 Se debe aclarar que, aunque hay compuestos sintagmáticos que se sirven de un guión, la función de este es menos importante que en los compuestos ortográficos, ya que enlaza unidades pseudoindependientes. Se dividen en tres tipos: a) Compuestos preposicionales. Son aquellos en donde los elementos se relacionan por medio de una preposición, en un orden inalterable. Tienen un mayor grado de lexicalización. Por ejemplo ojo de Pancha. 15 Cfr. Soledad Varela Ortega. Morfología léxica: la formación de palabras. Madrid, Gredos, 2005, pp. 719. 16 Soledad Varela. Ibid., p.80. 18 b) Compuestos yuxtapuestos. Pueden ser apositivos, en donde el nombre remite a alguna de las características del conjunto que expresa (hombre rana, mono araña), o coordinados, en donde los constituyentes se relacionan en un mismo nivel de significación (músico-poeta) c) Compuestos de nombre y adjetivo. Los elementos mantienen una relación de núcleo y modificador, sin importar el orden en el que aparezcan (hoja santa, pieles rojas, mala leche) Algunos autores entienden como unidades compuestas, las palabras formadas por temas grecolatinos (hiperrealismo, metafísico). Los denominan pro-compuestos, unidades que forman compuestos entre sí, mas carecen de independencia fuera de su paradigma pues por sí solos no forman palabra. Familias de palabras La formación de palabras refiere la ampliación del léxico de una lengua dada, utilizando los recursos y procedimientos permitidos por sus características sistémicas, así en el español, los procesos más socorridos suelen ser la composición y la derivación. Ahora bien, es posible gestar el cambio siguiendo tres criterios: semántico, en el cual se crea una forma al tiempo que se incorpora un sentido (la muestra es: hifología que, dentro de la teoría literaria, a falta de un concepto específico para hablar de la ciencia del texto, se utiliza hifos, tejido, texto, y logos, estudio, tratado); sintáctico, cuando opera una síntesis de elementos, combinación y suma de los componentes formales (compuestos sintagmáticos, como mátalascallando) y, morfológico, donde los compontes internos de las mismas unidades léxicas sufren modificaciones (inconfesable, palabra formada por afijos y base). Según Almela, los tipos generales en los que se divide la formación de palabras son cuatro: Adición Modificación Combinación Sustracción Incremento en la base de la palabra Alteración de la base de la palabra Mezcla de sustracción y adición La base de la palabra pierde elementos Prefijación Sufijación Interfijación conversión sustitución supleción siglación acronímia regresión 19 Parasíntesis Composición repetición abreviación Dentro de los sufijos se encuentran los apreciativos, que añaden una variedad expresiva, cariñosa, despectiva, etc. Estos se dividen en diminutivos (niñito, chiquillo; en el español de México suele utilizarse este matiz en adverbios como en ahorita y tantito); aumentativos (grandote), despectivos (flacucho, calleja). Los mecanismos que operan en dichos grupos son: 1) Flexión, que consiste en el incremento de la base de la palabra a partir de la unión de uno o varios sufijos denominados desinencias o gramemas, de número y género para el sustantivo y tiempo, modo, persona para el verbo. 2) Composición, donde se unen dos o más lexemas, que poseen autonomía fuera del compuesto, es decir, son palabras de formación previa. Como se mencionó antes, existen dos tipos de compuestos: que fuera de esa composición funcionan como palabras sin necesidad de otros elementos. 3) Derivación, proceso mediante el cual se crean nuevas palabras, a partir de otras ya existentes, mediante la adición de un afijo, o bien por medios no afijales;17 cuentan como tales la ´regresión´, en donde a partir de una sustracción se simplifica la palabra como en reten/retener, y la ´conversión´, en donde se añaden morfemas de distinta categoría gramatical como en azúcar/azucarar. Diversos autores concuerdan en que la parasíntesis es un proceso de derivación, pues consiste en la unión de un sufijo y un prefijo de manera simultánea (Varela, Almena). De acuerdo con Lang, en los compuestos, los enlaces entre lexemas y entre base y sufijo o prefijo y base, están condicionados por la estructura modélica del español que, de ordinario, es: vocal + consonante + vocal. Los sufijos españoles suelen comenzar con vocal, por lo que al unirse a la base, requieren la supresión de la vocal final átona de éstas. En la prefijación, dos vocales adyacentes permanecen; si se trata de la misma vocal se funden ortográficamente en función del grado de lexicalización atribuido por el hablante a tal palabra.18 17 18 Cfr. Ibid., p. 31 Cfr. Mervyn Lang. Formación de palabras. Madrid, Cátedra, pp. 40-49. 20 La conversión consiste en relacionar palabras idénticas en cuanto a la forma, aunque de distinta categoría gramatical, dicho proceso bien podría aplicarse a la formación de familias lexicales, o familias de palabras, las cuales constituyen un conjunto de elementos que no son estrictamente entradas nuevas en el léxico, sino que comportan variaciones sobre un mismo morfema radical, es decir, constituyen diversas posibilidades de realizar un misma palabra, por ejemplo: leche, lechero, lechería. Según Moreno de Alba, la palabra derivada precisa mantener una relación fonológica y semántica con la voz primitiva, pues aunque, invariablemente, se explica que dentro de la familia de palabras la raíz no posee modificación, es menester ampliar la explicación a fin de dar cabida a los derivados que el hablante puede considerar dentro de una misma familia, a pesar de la modificación del lexema base. Afirma el lingüista que, conscientemente, se tiene como primitivo el verbo crear con sus realizaciones que alternan etimología: creador, palabra heredada del latín creatorem, y creativo cuyo origen ya no es latino, sino que sí procede del verbo crear.19 Por otro lado, sustitución y supleción son modificaciones sobre la base, parcial y total; respectivamente, Almela propone: padre/ paterno y hermano/fraternal.20 La repetición, menos común en la lengua castellana, consiste en la reproducción inmediata de la base o parte de esta para integrar un compuesto, supersuper, bullebulle. Además de los mecanismos morfológicos de formación de palabras existen otras vías por las cuales se logra la ampliación del léxico: Uno de ellos es la siglación, en donde la forma nueva se compone exclusivamente de la parte inicial de un sintagma (ya sea el fonema, o la sílaba inicial), eliminando todo cuerpo fónico intermedio (OTAN). Si los elementos unidos brindan una forma no admitida por la fonética del español, se pronuncian los nombres de cada grafema conformante, como en el caso de adn, que se pronuncia [a de ene]. Dentro de estos mecanismos también está la acronimia o ´cruce léxico´, que, en un sintagma nominal o verbal, combina el segmento inicial de la primera unidad con el segmento final de la segunda unidad (teletón, de televisión +maratón). Hay otros casos 19 Cfr. José Moreno de Alba. Morfología derivativa nominal en español. México, UNAM, 1986, pp. 1114. 20 Ramón Almela Pérez. Procedimientos de formación de palabras en español. Barcelona, Ariel, 1999, p.29. 21 en los que sólo se reduce una de las palabras; Varela refiere como ejemplo de ellos docudrama, de documental y drama. Otros procedimientos de esta índole son: Préstamo: entrada de palabras provenientes de lenguas extranjeras. Se divide en: extranjerismo, cuando el término ingresa sin modificación alguna (realityshow); adaptación, se modifica la palabra de acuerdo a la fonética y escritura de la lengua (son muy comunes estas expresiones en el norte del país, donde se está más en contacto con el habla inglesa, son adaptaciones troca de truck, y puche de push); calco semántico, éste consiste en una traducción casi de carácter literal (pregrabado, de play-back) Neologismo semántico: son creaciones que se dan por asociación de sentido (metáfora: bocacalle), asociación de nombres de objetos cuya relación es de proximidad (metonimia: un jerez, de Jerez), alteración formal de la palabra (etimología popular). En un sintagma formado por nombre + adjetivo se omite la parte primera trasladando todo el sentido hacia el componente restante ([anteojos] prismáticos) Terminología: para crear el lenguaje de las ciencias se utilizan dos vías; la referencia a la lengua que ha creado originalmente el concepto (big-bang) y, el recurso grecolatino.21 Recurso literario: la innovación puede venir por la necesidad de un nuevo término al interior de la obra artística (cronopio de Julio Cortázar) 21 Estas definiciones son un extracto del tema “La formación de palabras” en Varela. Op. Cit. en n. 15., pp.8-13. 22 3 Significación y palabra En la raíz de la teoría lingüística estructuralista se encuentran los estudios realizados por el formalismo ruso, relevantes pues en la base de todo estudio lingüístico se encuentra la reflexión en torno al sistema como fenómeno comunicológico y, en su centro, el signo como el átomo de todo acto enunciativo. Es en la tesis número 29 del Círculo de Praga donde, concretamente, se expone que la lengua es un sistema de medios de expresión apropiados para un fin. En toda comunicación intervienen un emisor, quien genera los datos vía un medio físico, un receptor, quien los percibe, y el elemento comunicante mismo: un enunciado o mensaje, el cual se considera de carácter sígnico, pues de manera muy amplia, la primera acepción de signo, señala que éste es un elemento que sirve para transmitir informaciones advirtiendo la repetición (contenidos semejantes en situaciones semejantes dice Palmer en su Semántica). Una palabra suele considerarse signo, es decir, representación de un objeto o fenómeno extralingüístico (estrella= ), o bien, de alguna otra forma del sistema. Las definiciones del diccionario manifiestan la correspondencia de palabras con palabras, 23 según Peirce ello se fundamenta en un proceso denominado semiosis o proceso de producción sígnica; en razón de que el pensamiento es de orden discursivo —todo pensamiento se realiza mediante signos—, se sustenta en “constelaciones”, series infinitas de signos que encadenan signos, puesto que los concepto precisan explicaciones y las explicaciones son conducentes para nuevos datos e incluso nuevas explicaciones; por ejemplo, aquellas que aluden a creaciones culturales como los valores, estos son signos que se corresponden con otros signos y que fácilmente reconocemos en el afuera extralingüístico por ser definidos mediante un código común, así decimos: “honradez” para calificar la acción de entregar, a su legítimo dueño, algún objeto que se ha creído perdido). El signo lingüístico es la resultante de la relación de dos planos: el del contenido, el significado (concepto), es decir, la imagen psíquica de alguna cosa, no la cosa en sí, y el de la expresión, un significante (imagen acústica), una forma sonora, también un elemento “mental” pues se refiere a la articulación de sonidos no a su materialidad. El signo es ausencia y presencia a un tiempo, ya que es perceptible a los sentidos y evoca fenómenos u objetos. Dicha relación es de carácter inmotivado, pues es fruto de un acuerdo entre los miembros de una comunidad de usuarios de lengua, no es inmutable pues a lo largo del tiempo sufre diversas transformaciones, variantes de uso, también se considera arbitraria, en tanto no existe una correspondencia entre los componentes estructurales de la expresión sígnica y los objetos, las formas varían de lengua en lengua (esp. perro, fr. chien, ing. dog.) La unión de ambos planos compone el nivel de comunicación elemental: la significación denotativa, o bien el acto referencial, la deixis formadora de corpus léxicos. Diríamos, lo que establece la relación unívoca entre estas dos partes radica en la operación lógica de la definición, cuyo propósito es no confundir objetos de igual, parecida o semejante especie. El valor del signo está dado por su coexistencia con otros signos, así decimos que posee una naturaleza lineal en virtud de que su desarrollo en las coordenadas temporales, le permite aparecer en una cadena de sucesiones (relaciones sintagmáticas, no podemos pronunciar dos palabras a un tiempo). El proceso de connotación se manifiesta en virtud del tejido de relaciones entre signos, es decir, a partir del significado referencial se crean diversas asociaciones que permiten agregar un segundo significado, al construir unidades mayores se presenta la 24 posibilidad de crear signos con los signos. Según Hjelmslev tales relaciones generan signos mayores convirtiendo a una unidad en parte “estructurante” de una unidad mayor (enunciados, textos): el signo de un mensaje, el centro de la comunicación, se transforma en significante de un segundo mensaje. En el sistema se produce una obstrucción de la referencia directa del discurso ordinario, surgiendo otra dimensión de la relación con el elemento extralingüístico, los “albures” constituyen algunos de los elementos connotados del registro de habla popular. Distintos tipos de signos de acuerdo a su relación con el referente extralingüístico Iconos Su relación con lo designado se basa en la semejanza. Aluden con precisión a un solo referente Ejemplo: fotografía Índices Signos deícticos, que apuntan físicamente a su objeto o están afectados inmediatamente por él Ejemplo: yo, tú, él Símbolo La relación del signo con el referente es el resultado de una convención Ejemplo: las banderas, la balanza identificada con la justicia En el centro de la reflexión occidental, el signo lingüístico se ha asociado al término palabra entendiendo a ésta como un intermedio entre el morfema y las unidades mayores (sintagmas). Aristóteles consideraba a la palabra como la unidad significativa más pequeña, mas siglos después, Benveniste acotará a ello que dichas unidades cobran valor sólo en su función como elementos integrantes, y que la analítica del sentido no ha de reducirse al estudio de una dispositivo asilado, por el contrario, será preciso atender a un nivel superior, al sintagmático. Léxico es el conjunto de recursos del que disponen los hablantes para comunicarse, a dichos recursos se les denomina lexemas o unidades “virtuales” de la lengua, el signo lingüístico es la unidad léxica por excelencia. Por ser la parte sistemática, el léxico se opone al vocabulario que se define como el conjunto de entradas o usos discursivos en el habla, unidades “actuales”. 25 Siguiendo a Saussure, las palabras o mejor, las unidades léxicas mantienen relaciones de oposición o paradigmáticas y sintagmáticas o de solidaridad y combinatoria. Los campos semánticos constituyen claro ejemplo de las primeras, ya que se caracterizan por ser grupos de unidades léxicas que comparten un rasgo de significado, es decir, forman redes en torno a un lexema base, lexema cuyo contenido es idéntico al de todos los elementos del campo, a éste se le conoce como archilexema (el ejemplo paradigmático es el campo ‘silla’, ‘banco’, ‘sillón’, etc., en donde “asiento” es el archilexema) mas se oponen por rasgos distintivos, sea el ejemplo para el campo semántico de la vestimenta, los componentes: chamarra, pantalón, calcetín, blusa, falda. Ahora bien, el repertorio de palabras a disposición del hablante se encuentra clasificado bajo tres órdenes fundamentales en razón de las relaciones que guardan sus partes (significado/significante) estas son denominadas como estructuras del léxico: Estructura de la expresión: se establecen cuáles son las estructuras de los significantes léxicos propios y característicos de una lengua y su evolución a lo largo de la historia. Estructuración de la expresión y el contenido de manera simultánea. Es posible en la medida en que el léxico es materialmente “regular”. Constituyen clases formales gracias a las cuales podemos producir y comprender casi automáticamente u gran número de significados Estructura del contenido o estructuras conceptuales o semánticas. Pueden estar basadas en las relaciones semánticas sintagmáticas o en las relaciones semánticas paradigmáticas.22 La estructura semántica de la palabra Una palabra puede considerarse como una expresión que posee forma23 y significado, hablamos de una estructura semántica cuando nos referimos al significado. “Lo que se 22 Christian Baylon y Paul Fabre. La semántica (con ejercicios prácticos y sus soluciones). Trad. Ma. Teresa Valbuena. Barcelona, Paidós, 1994, pp.207-209. 23 Lyons explica que las formas de las palabras pueden dividirse en dos clases: palabras llenas (plenas), como ‘hombre’ y ‘venir’, éstas poseen significado por sí mismas, y palabras vacías, ‘el’, ‘de’ que ostentan 26 intercambia o se comunica en la comunicación humana plantea el problema del significado. El signo tiene por función transmitir significado o significar.”24 De ordinario, los hablantes de una lengua saben lo que implica afirmar que una palabra “significa algo”, pues se piensa de manera automática en una “señal”, perro, significa “animal mamífero, cuadrúpedo”, o bien, familiarmente, “el mejor amigo del hombre”. Podemos entender entonces, al significado como un conjunto de rasgos (semas) que señalan las características del referente, reconocidas por el usuario del código lingüístico al cual alude, podemos agregar que implica la construcción del sentido. Hablamos de sentido en un primer nivel, para referirnos a la relación entre significado y significante en el signo lingüístico, mas en el nivel del discurso, sentido comporta el conjunto de relaciones paradigmáticas de significado que una unidad lingüística establece con otras basándose en distintos tipos de asociaciones. La parte de la lingüística que se encarga en general del estudio de las relaciones de sentido, de la descripción del significado es la semántica léxica. En su libro La semántica, Palmer refiere que resultaría razonable definir la labor de esta ciencia como el estudio de las relaciones referenciales del signo, es decir, la manera en la que relacionamos nuestro lenguaje con la experiencia, lo cual posibilitaría afirmar que las relaciones de sentido competen a la deixis, o correspondencia, por no decir reflejo, del significado con la realidad extralingüística. La referencialidad y la denotación se diferencian en que, mientras que la primera se caracteriza por ser variable y dependiente del enunciado, la denotación tiene un carácter de independencia con respecto al mismo. Por ejemplo, la palabra “perro” implica denotativamente un tipo específico de animal o, en algunos casos, una propiedad específica de éstos. Por otro lado el sintagma “el perro de mi vecino” implica una clase distinta de relación: no hay un referente específico para los lexemas, sin embargo, la construcción en sí permite múltiples interpretaciones, desde “el canino que es propiedad de mi vecino”, en donde la relación de sustantivo y complemento adnominal remite al sentido que ya habíamos expuesto; hasta “el vecino, cuyo comportamiento es depreciable”, donde se da una connotación de desigualdad entre el un significado es puramente gramatical; en donde el significado asociado a ellas sólo se obtiene en un valor contextual, es decir, a través del valor que aportan a unidades más amplias, como sintagmas, cláusulas, oraciones. Cfr. John Lyons. Semántica lingüística. Una introducción. Madrid, Alianza, 1989. 24 Concepción Otaola Olano. Lexicología y semántica léxica. Teoría y aplicación a la lengua española. s.l.e., Ediciones académicas, s.a., p. 169. 27 vecino y otros humanos, entendiendo en este contexto al humano como superior al perro.25 Sin embargo dichas relaciones constituyen una problemática más compleja, si reparamos en que coexisten en el léxico formas diversas para aludir a un solo fenómeno o bien, formas no derivadas para aludir a elementos de una misma categoría: cohabitan las palabras ‘carnero’ y ‘oveja’ con ‘vaca’ y ‘toro’, ‘caballo’ y ‘potrillo’ refiriendo clases particulares de animales derivando un significado.26 Para explicar la problemática de sentido que entrañan las relaciones que dan cuerpo a la estructura léxica, se ha planteado el análisis del significado mediante algunos modelos geométricos, todos considerando la interacción entre la realidad extralingüística y la formación de conceptos, proceso fundamental para la recolección de datos en la configuración de corpus léxicos. El primero de ellos es el triángulo de Ogden y Richards: Pensamiento o Referencia CORRECTO ADECUADO simboliza Se refiere a Símbolo está en lugar de Referente VERDADERO El triángulo de Ogden y Richards, explicado en the meaning of meaning agrega elementos a la clásica concepción “biplánica” de Saussure (que en realidad debería ser considerada una especie de rectángulo, al agregársele a los elementos psíquicos su correspondiente de la realidad). En éste tenemos símbolo, pensamiento o referencia y referente. El símbolo es el concepto, el significante saussuriano, que, como su nombre lo indica, estará en sustitución de algo más. El pensamiento o referencia es la implicación mental que el símbolo comportará en el individuo. Finalmente, el referente es la porción extensional de la realidad que se está representando. 25 Cfr. Helena Beristáin. Diccionario de retórica y poética. 4ª ed. México, Porrúa, 2003, p. Cfr. F. R. Palmer. La semántica: una nueva introducción. Trad. Alicia Poloniato. Madrid, Siglo XXI, 1978, p.45. 26 28 Símbolo y pensamiento mantienen una relación de corrección, es decir, en la medida en que el símbolo sea formulado correctamente, generará una idea referencial explícita; entre más explícita sea esta idea referencial podemos hablar de una mayor adecuación entre pensamiento y referente. Al mismo tiempo, el símbolo mantiene una relación de ente verdadero con el referente: como el símbolo está en lugar de, se convierte en “la tarjeta de identificación” de lo referido en el plano lingüístico.27 Heger encuentra que el triangulo de Ogden y Richards no resuelve los problemas de homonimia y polisemia, ni los del planteamiento de la Onomasiología y la Semasiología como ciencias independientes. Por lo tanto “propone un cambio profundo, una complejificación del signo triangular: se desmembra por separación horizontal en el vértice superior y se genera un trapecio.”28 Los elementos que lo conforman son significante, significado, noema/sema y clase. El significante es, al igual que en el triángulo, el concepto. El significado es el conjunto de todas las acepciones que pueda tener el significante. Estos dos elementos comportan exactamente el signo de Saussure y se representan por el signema, que se sitúa entre ambos y está conformado por contenido y expresión, es decir, por forma y sustancia. El noema/sema es cada uno de los conceptos mentales con los cuales se construye una acepción. Entre significado y noema/sema está el semema, que es, de manera aislada, cada una de las acepciones. Por último, la clase es la cosa tomada de la realidad. El trapecio se representa sin una base real, lo cual quiere decir que entre significado y clase no hay arbitrariedad de por medio, además de que la dependencia que ambos tienen con el resto de la estructura para entrar en contacto entre sí es total. significado signema semema noema/sema contenido expresión significante clase 27 Cfr. Salvador Gutiérrez Ordóñez. Introducción a la semántica funcional. Madrid, Síntesis, 1989, (Lingüística, 20), pp. 32-33. 28 Salvador Gutiérrez Ordóñez. Ibid., p. 35. 29 Homonimia y polisemia El estudio de las relaciones entre unidades léxicas es uno de los campos más importantes de la lexicografía y la semántica. Dos son los principales enfoques al abordar el signo como unidad léxica: el de las designaciones y el de las significaciones. En relaciones como la sinonimia y la antonimia, que estudiaremos más adelante, se puede observar cómo la interacción entre dos o más unidades tiene sitio con los significados y no con los significantes, es decir, los elementos entran en relación gracias a su contenido, independientemente de la forma; se va del significado al significante, siendo el primero el punto central (son las llamadas relaciones onomasiológicas). En cambio, hay otras relaciones en donde la interacción de dos elementos se sustenta en sus nombres, va del significante al significado (relaciones semasiológicas). Dentro de las últimas encontramos a la homonimia y a la polisemia. La homonimia es, en su más laxa definición, el fenómeno en el que dos o más unidades léxicas presentan la misma forma pero remiten a contenidos distintos no relacionados entre sí (pelo, del verbo pelar, y pelo, sinónimo parcial de cabello; cayo y callo); en palabras generales: son mismos significantes con diferentes significados. Como otros fenómenos, se presenta en diversos niveles de la lengua, sin embargo, es el léxico en el que nos centraremos. Las voces homónimas presentan siempre la misma estructura fónica, sea que el sistema gráfico lo manifieste, en cuyo caso se denominan homógrafos, o no, en donde son homófonos. De ahí que de podamos distingir tres tipos de homonimia: homofonía con homografía (pasa, del verbo pasar, y pasa, fruto seco), homofonía sin homografía (tasa y taza) y homografía sin homofonía. Ya que los homónimos son unidades independientes, la lexicografía sitúa cada voz como una entrada distinta, al momento de la confección de diccionarios.29 Por polisemia suele entenderse la cualidad por la que una unidad presenta una pluralidad de significados relacionados entre sí, es decir, que un solo significante remita a varios significados. La relación que guardan los significados se funda sobre semas comunes, esto es, sobre las unidades mínimas de sentido que en conjunto forman cada una de las significaciones (sememas). Los significados de un significante polisémico corresponden a las diversas acepciones de una unidad, por ello, los diccionarios 29 Elizabeth Luna Traill. Diccionario básico de lingüística. México, UNAM/Instituto de Investigaciones Filológicas, 2005. 30 registran todas bajo una sola entrada (pata: pie y pierna de los animales. 2. Pie de un mueble; etc.). La polisemia tiene un importante papel al momento de la generación de léxico, ya que permite que diversos elementos se nominalicen sin recurrir en cada ocasión a nuevas unidades léxicas, lo cual actúa en favor y a través del principio de economía de la lengua. Permite la nominalización mediante un proceso de actualización metafórica del sentido. Esto es no sólo en un uso poético del lenguaje, en donde la metáfora es elemento fundamental más evidente; también –y tal vez con mayor importancia– en el habla cotidiana. Así la pata de una mesa es un metáfora visual,30 basada en la pata, extremidad de diversos animales. Como es una metáfora cuyo impacto se ha perdido a tal grado que resulta prácticamente impalpable, pasó a ser parte del léxico, es decir, se lexicalizó, es una metáfora muerta.31 La lengua está llena de ejemplos como éste. M. Breal, el primero en utilizar de manera independiente el término “polisemia”, le da este nombre al fenómeno de ampliación de sentido, pero también a otros: la restricción del significado, el proceso de generalización, la concretización del significado abstracto de una palabra y el «acortamiento» (raccourcissement), producido por una elipsis.32 La homonimia y la polisemia tienen repercusiones distintas (multiplicación de unidades, la primera; y restricción, la segunda), sin embargo, su implicación es en esencia la misma, por lo cual suelen ser analizadas de manera conjunta. Su estudio resulta complejo y no en pocas ocasiones polémico. Si bien muchos teóricos afirman o por lo menos sugieren la existencia de ambos fenómenos (Darmestetor, Restrepo, Nyrop, Ulmann, Trujillo, entre otros), la lingüística clásica estructuralista está en contra. El problema fundamental de la polémica sobre su existencia radica en el hecho de que ambos fenómenos contradicen el principio de consustancialidad cuantitaliva, acuñado por Heger pero prefigurado por Saussure en su célebre Curso de lingüística general. Según este principio, como su nombre lo indica, a cada significante corresponde un significado y no más, cuantitativamente el signo presenta un balance sustancial, es una ecuación simple perfecta; en ese principio se basa la metáfora del significante y el significado como dos caras de una hoja de papel, en la que sólo hay correspondencia de 30 Para metáforas visuales véase Cuenca, María Josep y Joseph Hilferty. "Metáfora y metonimía", en Introducción a la lingüística cognitiva. Barcelona, Ariel, 1999, pp. 97-124. 31 Para el ejemplo de la pata y la metáfora muerta véase Paul Ricoeur. La metáfora viva. 2ª ed. Traducción de Agustín Neira. Madrid, Trotta/Cristiandad, 2001. 32 Cfr. Ma. Dolores Muñoz Núñez. La polisemia léxica. Cádiz, Universidad de Cádiz, Servicio de Publicaciones, 1999, pp. 47-48. 31 uno a uno y no puede romperse una sin romperse la otra. Entonces, la existencia de unidades polisémicas desbordaría la ecuación significante/significado: Consustancialidad: ste1 = sdo1; ste2 = sdo2 Polisemia: ste1 = sdo11, sdo12, sdo13, sdo1n... Tampoco la homonimia sería aceptable, pues implicaría una confusión de referencias: Consustancialidad: sdo A –referido por– ste A sdo B ——— ste B (tomando B como cualquiera distinto a A) Homonimia: sdo A ——— ste A sdo B ——— ste A1 Ulmann es de los primeros en reparar en el problema de la consustancialidad: propone la diferenciación entre significado simple y múltiple (multiple meaning) según sea la configuaración del sentido, en la punta superior de su esquema del signo lingüístico como triángulo. Sin embargo, Ulmann no deja en claro la relación del significado múltiple con el principio de consustancialidad. Es K. Baldinger el que, al introducir los conceptos de designación y significación al esquema de Ulmann introduce la consideración sobre las relaciones semasiológicas y onomasiológicas, lo cual es relevante en cuanto que “el establecimiento de la estructura semasiológica implica que la polisemia léxica es un fenómeno ubicado en el plano de la lengua, con lo cual queda rota la mencionada relación de consustancialidad cuantitativa.”33 Agregando la consideración de uso, Delmiro Antas García propone la inclusión de las categorías de significado de base (denotativo) y significado contextual (connotativo) en la discusión por el significado del signo. Explica que “las palabras tienen un significado común y general para la mayoría de los hablantes [...] a partir del cual cada palabra se adapta a las necesidades comunicativas del contexto.”34 Así, le da un carácter pragmático al fenómeno de la polisemia, que define como “el fenómeno por el cual una palabra posee distintos significados [y] se produce a consecuencia de las diferentes acepciones que una palabra ha ido adquiriendo a lo largo de su historia.”35 33 Ibid., p. 29. Antas García. Op. Cit., p. 33. 35 Ibid. p. 34. 34 32 De esta manera puede observarse cómo la dirección en que apuntan los estudios sobre polisemia y homonimia es la del pragmatismo, es decir, la del signo en su uso efectivo. Dicha dirección lleva al otro gran problema que ha ocupado a los estudiosos de ambos fenómenos: la delimitación entre polisemia y homonimia. Son tres los principales criterios que se siguen al respecto: el etimológico, la conciencia lingüística de los hablantes y la composición. Para el criterio etimológico se sigue una perspectiva diacrónica; se afirma que “a la homonimia (léxica) se ha llegado a través de un proceso de confluencia fónica”,36 por ejemplo, pez, que proviene tanto de piscem como de picem (Gutiérrez Ordóñez). Según este criterio, “a la polisemia se habría llegado por un proceso de diversificación semántica”;37 aquí encontramos el ejemplo de ocaso, que a la vez que “puesta de sol”, significa “decadencia”(Ordóñez). El problema con este criterio es la falta de conocimientos filológicos de los hablantes, por lo cual resulta de gran dificultad en la mayoría de los casos establecer si la unidad es resultado de una confluencia o de una diversificación, y por tanto, si se trata de un signo o de más. Según el criterio de la conciencia lingüística, sería polisemia cuando en la conciencia del hablante existe una relación entre los diferentes contenidos que pueden corresponder a una sola forma, y homonimia cuando ya no ve ninguna relación entre diferentes contenidos para los que se dispone, en el plano de la expresión, de una sola forma. Este criterio encuentra problemas debido a que el hablante rara vez reflexiona al respecto de la relación entre significantes. Es decir, el hecho de enunciar la palabra perico para referirse a la herramienta, no implica por fuerza una conciencia sobre la relación con el ave. Para el criterio de la composición de la palabra, hay polisemia cuando a una sola forma en el plano de la expresión corresponden varios sememas que, por lo menos, tienen un sema en común, y homonimia cuando estos sememas no contienen ni un solo sema común. Bajo este criterio, Henne propone el concepto de multisemia, para designar el fenómeno en que a un significante pueden corresponder más de dos sememeas y por lo menos dos de éstos están en relación de polisemia, mientras que por lo menos un semema es homónimo de aquellos sememas que están en dicha relación de polisemia, en otras palabras, presencia simultánea de polisemia y homonimia. También advierte un cuarto caso en donde una unidad 2 mantiene relación con las unidades 1 y 3, 36 37 Salvador Guitiérrez Ordóñez. "Relaciones semánticas", en Op. Cit., p. 125. Ibidem. 33 pero sin que éstas la mantengan. Las propuestas de Henne pueden ser esquematizadas de la siguiente manera38: 1 2 1 1 3 2 2 3 3 Homonimia Polisemia 1 2 Homosemia 3 Caso 4 Sin embargo, un problema se presenta ante este criterio: partiendo de los elementos básicos, casi todos los sememas tienen semas comunes como “inanimado”, “objeto”, etc.; por lo que habría que determinarse un nivel específico de congruencia sémica, más allá de las condiciones elementales, tarea además de subjetiva, compleja. Gutiérrez Ordóñez encuentra como otra dificultad el problema para establecer la cercanía efectiva entre esferas de significado: “la mayor o menor proximidad entre dos significados es un hecho de grado, no de naturaleza”.39 Concepción Otaola enumera cuatro criterios más: el del campo léxico (variantes), en donde dos unidades léxicas serán homónimas si pertenecen a campos distintos; el de la distribución, según el cual habrá homonimia cuando dos o más unidades ocupen distintas posiciones sintácticas o categorías gramaticales (bajo este criterio se denomina homonimia absoluta cual hay distinción lexemática, equivalencia sintáctica e identidad formal, y homonimia parcial cuando se cumple sólo alguna ellas); el de los “modelos derivacionales”, donde serán homónimas las unidades que pertenezcan a familias distintas; y el de identificación con sinónimos, bajo el cual los homónimos se “intercambian” con sinónimos distintos.40 38 39 40 Gutiérrez Ordóñez. Op. Cit., p. 125. Cfr. Otaola. Op. Cit., pp. 340-353. 34 Como se puede observar, cada criterio tiene sus puntos fuertes y sus problemas a solucionar; por ello se pugna en favor de una utilización conjunta, por parte del especialista, ya que para el usuario de la lengua, en realidad, la distinción entre homonimia y polisemia no tiene grandes repercusiones. Sinonimia y antonimia Una vez que se explicó la estructura de significación de la palabra (significante/significado) es posible hablar de las relaciones que se establecen entre significados. Éstas pueden ser, principalmente, de inclusión (hiponimia: daga, con respecto a arma), de derivación específica (hiperonimia: arma, con respecto a daga), de equivalencia contextual (sinonimia: morir y fallecer) y de oposición (antonimia: nacer y morir). En particular hablaremos de las dos últimas. La sinonimia no está restringida al nivel léxico, puede ocurrir tanto abajo como arriba de él: morfemas (perr-ito y perr-ico), lexemas (reo y prisionero), expresiones (andar arrastrando la cobija y estar enamorado) y oraciones (todos los casos de oraciones activas y pasivas). Aún dentro de la sinonimia léxica existen tres líneas de estudio: sinonimia paradigmática, sinonimia y distribución, y sinonimia y enunciación.41 De éstas, es la sinonimia paradigmática la que presenta mayor interés para la lexicología. Pocos temas han sido discutidos de manera tan amplia como la sinonimia. Históricamente, las opiniones se han adscrito a dos grandes bloques: los que apoyan la existencia de la sinonimia completa (entendida como la equivalencia ilimitada de dos términos) y los que la refutan. Entre los que niegan la existencia de la sinonimia completa, argumentando que dos términos no pueden guardar exáctamente el mismo significado dentro de la lengua, se encuentran Nyrop, H.-J. Pos (semántica tyradicional o diacrónica), E. Coseriu, H. Geckeler, B. Pottier, A. Greimas, L. Bloomfield y Ch. F. Hockett, mencionando a los más sobresalientes. Entre los que apoyan la tesis de la sinonimia completa aparecen Gregorio Salvador, S. Gutiérrez Ordóñez, N. Chomsky, Wunderlich (estos dos la aceptan dentro de las explicaciones de la perífrasis, otorgadas 41 Cfr. Ibid., pp. 271-272. 35 en la lingüística generativa) y Cruse, entre otros. Sin embargo hay otros autores que, aunque aceptan la existencia de la sinonimia completa, la explican como un fenómeno de rara ocurrencia; aquí podemos situar a M. Bréal, A. Darmesteter (estos son los primeros que realizan reflexiones sobre el tema desde que la semántica tiene estatuto de ciencia), K. Baldinger (semántica preestructural), Lyons, Katz, Fodor (semántica interpretativa) y R. Kempson (semántica con orientación lógica).42 Ante esto, es importante aclarar que, con sus particularidades, casi todos los autores coinciden en la existencia de una sinonimia parcial, de la cual nos asiremos para explicar el tema. La sinonimia es concebida como “la relación de identidad o de semejanza entre dos o más unidades”;43 pero esta definición precisa ser matizada. Lyons afirma que “dos datos serán sinónimos si tienen el mismo sentido”,44 por sentido se refiere a la relación que guardan los signos en un contexto. Entonces, para ubicar si existe la sinonimia es necesario recurrir a las significaciones de dos elementos (como mínimo); si en éstas por lo menos uno de sus sentidos es semejante entre sí, admitiendo la posibilidad de una permutación, podemos hablar de sinónimos. Por lo tanto, es posible decir que la sinonimia es un proceso en el que dos significantes diferenciados guardan una relación en cuanto a sus significados, sea en uno o más contextos, por ejemplo: “el foco se fundió cuando utilicé el interruptor, con respecto a “la bombilla se descompuso cuando utilicé el apagador”; en donde interruptor y apagador son intercambiables en cualquier contexto, foco y bombilla también en cualquiera, con una modificación del determinante; y fundió y descompuso no son intercambiables en cualquier situación. En los tres casos hablamos de sinónimos. La discusión al respecto de la existencia de los sinónimos tiene su origen en el hecho de que no hay dos palabras con el mismo significado, ya que, aunque el significado referencial de las palabras remita a lo mismo, la elección de una u otra opción no se determina por el azar, sino por las implicaciones que tienen en el individuo cada una de las formas. Por ejemplo, borracho y beodo significan “que alguien está intoxicado por alguna sustancia estimulante-depresiva”, sin embargo, la primera tiene implicaciones más coloquiales que la segunda, que es de uso culto. Esto es lo que Lyons maneja como significado cognitivo, es decir, como aquel que aporta un conocimiento 42 Cfr. Ibid., pp. 272-280. Ibid., p. 271. 44 John Lyons. Introducción en la lingüística teórica. 4ª ed. Ed. Ramón Cerdá. Barcelona, Teide, 1977, p. 458. 43 36 para la diferenciación de la realidad; y significado emotivo, que aporta la carga psicológica que “sirve para aludir a un gran número de factores muy distintos que pueden influir en la selección de sinónimos en ocasiones o en contextos determinados”.45 La sinonimia suele explicarse principalmente, por causas históricas. Baylon y Fabre afirman que “hay lenguas que son particularmente ricas en sinónimos por razones históricas: la variedad de capas diacrónicas en su vocabulario [...] Por ejemplo, sobre el sustrato de las lenguas prerromanas se añaden a lo largo de los siglos las aportaciones del latín, del griego y de otras lenguas.”46 De aquí se desprenden los dobletes tanto etimológicos, que son sinónimos que adquirieron ese estatuto por ser palabras provenientes de diferentes sistemas, por ejemplo infantil y pueril; como aquellos que corresponden a palabras de origen y de significado diferentes que designan la misma entidad de la realidad, v.gr. pena, pesadumbre, dolor, sufrimiento.47 Según Palmer, los sinónimos se pueden diferenciar de cinco modos: a. Palabras que provengan de distintos dialectos (sartén y sartán) b. Uso en estilos o registros diferentes (desnudar y encuerar) c. Elementos que se diferencian por su significado emotivo (pésimo y terrible) d. Palabras con distribución restringida (costear, que es sinónimo en “pagar los estudios” pero no en “pagar los impuestos”) e. Palabras con casi las mismas características sintácticas y estilísticas (terror y horror)48 De acuerdo con su capacidad para aparecer en uno o más contextos Lyons clasifica los sinónimos como totales, cuando hay equivalencia emotiva y cognitiva; y completos, si permutan dentro de los contextos:49 1. Completos/totales: alquilar-arrendar, aire-viento. 2. Completos/no totales: pelo-cabello, bocadillo-bocata. 3. Incompletos/totales: tacaño-cicatero-ahorrativo. 4. Incompletos/no totales: pelo-vello. 45 Ibid., p. 462. Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 110. 47 Cfr. Ibidem. 48 Cfr. Otaola, que hace la sistematización en Op. Cit. p. 297. 49 Lyons. Op. Cit. pp. 460-461. 46 37 Finalmente, hay que decir que la sinonimia no es un fenómeno ilimitado, pues encuentra sus fronteras de acción en la polisemia, ya que al aumentarse el número de significados, se reduce la probabilidad de que una palabra los abarque; y en los sintagmas fijos, pues no puede alterarse ningún elemento de una expresión sin que se rompa la construcción (ojo de buey, *ojo de ganado) La antonimia, por su parte, ha sido tema de menos estudios que la sinonimia, con la cual, de hecho, suele encontrársele una correspondencia. Esto último no resulta cierto, ya que la naturaleza de ambas es distinta: mientras que la sinonimia no es indispensable para la lengua y su existencia y definición son problemáticas, “la antonimia parece un rasgo natural y regular del lenguaje y, además, es posible definirla con bastante rigor”.50 Además vemos que la sinonimia se presenta como una clase de hiponimia, no así la homonimia, en donde la relación que guardan los elementos que la presentan es aún más abstracta que la que el plano del significado implica en sí, ya que la asociación se realiza tras la asociación inicial, configuradora del signo. Para Ordóñez, la antonimia “es un caso particular de oposición semántica”,51 es decir, de oposición entre conceptos. Baylon y Fabre ven los antónimos como “...unidades cuyos sentidos son contrarios”.52 Como se puede ver, lo que hay en ambas definiciones es lo mismo: contrariedad. Lyons también habla de contrariedad, pero afirma que hay tres tipos y que sólo una es la verdadera antonimia: 1. Complementaridad. Es cuando, al haber dos elementos, la negación de uno comporta la afirmación del otro, y viceversa (macho y hembra). 2. Antonimia. Los elementos, contrarios por naturaleza, suelen ser graduales, es decir, mantienen una relación de comparación (grande y pequeño). La comparación puede ser implícita o explícita. De la comparación explícita se desprenden dos subclases: a) Comparación según una propiedad determinada. Uno de los elementos ostenta la propiedad en mayor grado (Mi auto es mayor que el tuyo). b) Comparación entre dos estados. Se ponen en relación con la propiedad del caso (Nuestra casa es mayor de lo que solía ser). 50 Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 114. Citado en Otaola. Op. Cit., p. 310. 52 Baylon y Fabre. Op. Cit., p. 113. 51 38 3. Inversión. Los elementos guardan una relación de contrariedad y simultaneidad. Puden generar predicados simultáneos (comprar y vender).53 Duchacek sistematiza los tipos de antónimos gramaticales (los que se forman por la adición de prefijos) y los léxicos, que se dividen en: a) Absolutos. Dos palabras monosémicas se contraponen (antes/después). b) Parciales. Una palabra polisémica presenta contrarios que abarcan sólo algunas de sus acepciones. c) Perfectos. Palabras perfectamente contrarias (delante/detrás) d) Aproximativos. Hay oposición denotativa, y connotativa restringida (joven/viejo). e) Fraseológicos. La palabra es contraria en algunos contextos (tener la culpa/tener la razón) f) Impropios. Palabras que se contraponen pero que en sentido estricto no son antónimos (muerte/vida, que en realidad debería ser muerte/nacimiento).54 La determinación de antónimos es producto de la lógica lingüística, mediante la cual es posible relacionar dos elementos hasta el grado de considerarlos uno contrapunto de otro. Al respecto Lyons afirma que “la existencia de grandes cantidades de antónimos y de términos complementarios en el vocabulario de las lenguas naturales parece estar relacionado con la general tendencia humana a «polarizar» la experiencia y el conocimiento, a «pensar a base de contrarios».”55 Sin embargo, es importante remarcar que esta “polarización” es altamente volátil, ya que es en muchos casos una concepción cultural. Como prueba de ello basta con ver que no todas las lenguas cuentan con grupos tan amplios de sinónimos, por ejemplo, el binomio común en español bueno/malo, en náhuatl no existe, sino que se construye mediante una negación: cualli (“bueno”)/ ahmo cualli (“no bueno”). 53 Cfr. Lyons. Op. Cit., pp. 474-482. Cfr. Baylon y Fabre. Op. Cit., pp. 116-117. 55 Ibid., p. 483. 54 39 Principios de terminología En una somera descripción, diríamos que la terminología es una disciplina que permite identificar sistemáticamente, en una situación comunicativa específica, el lenguaje contenido en los textos propios de una especialidad.56 Su objetivo es describir formal, semántica y funcionalmente los lexemas con potencial para ser unidades terminológicas, además de interesarse por explicar su funcionamiento en interrelación con otros elementos. Dichas unidades terminológicas conforman su objeto directo de estudio. A pesar de ser parte del lenguaje natural, no son unidades que presentan una autonomía con la cual puedan integrarse a algún léxico especializado diferenciado. Constituyen módulos de rasgos que mantienen una asociación con unidades léxicas, es decir, con elementos conceptuales cuya función es la denominación. Manifiestan un carácter simbólico. El lugar que ocupa el valor, es decir, el multicitado significado, en la estructuración del concepto se determina por el conjunto de relaciones que se establecen entre sus conceptos interiores y la materia.57 Para realizar vocabularios especializados es necesario hacer primero una sumatoria de las unidades en uso, esto es el vocabulario parcial o subconjunto de tecnicismos. Estos tecnicismos encuentran su origen en la tesis de que la realidad sólo presenta dos maneras de ser aprehendida mediante conceptos: de manera general y de manera especializada. Al haber una realidad de este último tipo se hace patente la necesidad de manejarla mediante el uso especializado de los conceptos que la conforman, según sea la materia de la cual provenga, se entenderá como un corte en el ámbito del conocimiento. Esa visión terminológica (visión en cuanto que es una aprehensión lingüística) engloba factores como la variación dialectal (posibilidad de conformación y entendimiento según un estatus del hablante) y funcional (en donde entra la temática, la forma de abordarla, la estructura que sigue y la segmentación que conforma)58 De esto podemos inferir que entre más segmentado esté el plano del conocimiento es más patente una necesidad de expresarlo terminológicamente.59 De allí 56 Cfr. Ana María Cardero. Lingüística y terminología. México, UNAM/FES-Acatlán, 2004, p. 28. Cfr. Baylon y Fabre. Op. Cit., pp. 122-124. 58 Cfr. Ibid., p. 18. 59 Cfr. Ibid., p. 13. 57 40 que la terminología aparezca como un “estudio multidisciplinario”, en donde hay aportaciones de tres teorías, principalmente: la teoría del conocimiento, de la comunicación y del lenguaje. Los términos del registro coloquial difícilmente se hallan sin matiz separados de los de la lengua científica, al contrario, un tórrido flujo se mueve de un lado para otro, a tal grado que no es posible hacer una descripción fiel de un estatuto sin hacer un tanto la del otro. Éste problema es el mismo que le planteado por Bertrand Russell planteaba al hablar de palabras objeto y diccionario, en donde las primeras eran deícticos y las segundas un constructo de la combinación de las primeras.60 La intención de los diccionarios es el ser uno, es decir, sistematizar de una sola vez toda codificación lingüística, lo cual resulta imposible por el grado de especificidad. Es por eso que no existe “el diccionario de diccionarios”, que abarque cualquier referente de un término sino muchos subconjuntos de referencias contextuales: diccionarios terminológicos. La Terminología puede concebirse como el estudio de elementos que designan nociones útiles en conjunto, para Greimas, terminología es un grupo de términos (etiquetas o denominaciones que refieren un punto de intersección de relaciones lingüísticas, o el proceso de lexicalización de una red relacional) que pueden constituir un metalenguaje, un sistema que opera por procesos descriptivos donde el signo de un mensaje constituye el significado de un signo mayor, de suerte que ante la palabra , tenemos un ejercicio de metalenguaje en la definición: forma parte de la terminología de la veterinaria. “Cuando sus términos se hallan interdefinidos y sus reglas de construcción explicitadas, la terminología forma una taxonomía estructurable a partir del análisis de los discursos sociales sobre el parentesco.”1 Fraseologismos Al centro de los estudios de lexicología semántica se encuentra la unidad léxica en cuanto elemento funcional de la cadena discursiva y unidad de significado; el lexema adquiere valor en su interacción con otras unidades de forma disyuntiva o conjuntiva, así pues las relaciones de sentido, características del léxico de una lengua, son la resultante de las diversas posibilidades de combinatoria de cada una de las unidades, las cuales pueden ser palabras como en “cavo y cabo”, ligadas por los significantes, más 60 Vid. Palmer. Op. Cit., 36-38. 41 opuestas por sus significados, o bien dispositivos mayores con rendimiento funcional equivalente como “temer” y “tener miedo”.61 La combinación es un mecanismo de producción léxica: varios segmentos se unen para formar unidades significativas. Son combinaciones libres las relaciones de todos aquellos constituyentes que admiten la conmutación sin alterar el valor total de la unidad mayor, se oponen a las combinaciones fijas o estables cuyo sentido está restringido por la distribución de sus elementos y no admite conmutación, los fraseologismos como modismos y refranes constituyen combinaciones léxicas estables. Una unidad fraseológica o fraseologismos constituye una entrada que no admite variaciones, una creación discursiva cuyo sentido no es divisible pues no resulta de la suma de sus partes, deviene del uso y su variación de una lengua a otra es producto del cambio histórico (llover a cántaros, llorar a mares, cry a river); de igual manera, mantienen invariabilidad tanto en la distribución de sus componentes (“sin ton ni son” vs. “sin son ni ton”) como en las categorías gramaticales y número (dar gato por libre vs. dar gatas por liebre). Sus elementos son insustituibles, no importa que el sentido de las unidades de manera individual concuerde (árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza vs. árbol que crece encorvado jamás su tronco endereza). Existen unidades fraseológicas motivadas e inmotivadas; las fórmulas, se cuentan como unidades de carácter motivado, es decir, su combinatoria posee ciertas restricciones en razón de significado de las partes que la integran, decimos: “te preparo un café” y “te hago un café” pero no, “te hago una pregunta”/ “te preparo una pregunta;” los modismos y las expresiones metafóricas son otros fraseologismos, así en: ¡qué relajo! no estamos frente a un estado de paz, de gran relajación, sino al desorden o en “lo trae cacheteando las banquetas”. Es posible clasificar a estas unidades atendiendo a su presencia en cada uno de los niveles de la lengua62, como sigue: Nivel fonético fonológico a) reducción fonética y vacilaciones gráficas (peut- être = p’t-être, a propósito= apropósito) b) por rasgos fonéticos especiales: destacan las fórmulas apofónicas (ni fu, ni fa) y la aliteración (de rompe y rasga) 61 Otaola. Op. Cit., p. 57. Cfr. Leonor Ruíz Gurillo. “Una clasificación no discreta de las unidades fraseológicas en español” en Estudios de fraseología y fraseografía del español actual. Gerd Wotjak (ed). Madrid, Iberoamericana, 1998, pp. 13-20. 62 42 a) Presencia de palabras diacríticas o de anomalías estructurales (de troche y moche, de remolinche) Nivel morfológico a) Nivel sintáctico Componentes léxicos invariables de número, de género, de determinante, de persona (por si las moscas y no por si la mosca, el qué dirán y no el qué dirás) b) Componentes léxicos inconmutables (el pez por la boca muere y no el tiburón por la boca muere) c) Componentes impermutables en cuanto al orden d) Orden por bloque, es imposible extraer unidades del fraseologismo, suprimirlas o insertar otros elementos (las barbas largas a remojar, ) e) No admisión de transformaciones como a) Significado de conjunto, no hay posibilidad de conmutación salvo en bloque (ojo por ojo y diente por diente= venganza) b) Idiomaticidad: el significado de conjunto no es el resultado de la suma de los significados individuales, las unidades aisladas pierden el sentido de la forma unitaria c) Motivación d) Tropología: la presencia de figuras retóricas como la hipérbole (ahogarse en un vaso de agua) Nivel léxico-semántico a) Nivel pragmático Frecuencia de uso: la regularidad con la que recurren a estas unidades los hablantes tiende a fijarlas b) Iconicidad: los fraseologismos potencias las funciones expresiva y apelativa. “El empleo de determinada locución en lugar de su equivalente simple, imprime una mayor fuerza ilocutiva al texto (a la buena de Dios) c) Valor socioloingüístico: algunas de estas expresiones se adscriben al registro coloquial (como loco) 43 Estratos lingüísticos del español La confrontación del ser humano con el mundo como experiencia, como expresión y como explicación es manifiesta en las prácticas lingüísticas en tres grandes niveles: el pragmático, o de la comunicación utilitaria (los acuerdos para la acción) donde lo fundamental es la comprensión del signo por quien lo emite y su receptor; el científico, cuyo mensaje atiende a procesos de veracidad comprobada a partir de la formalización de conceptos aceptados por una comunidad epistémica determinada (la terminología da muestra de ello) y, el poético consistente en la modificación de códigos semióticos mediante fórmulas trópicas a fin de expresar eficazmente la emotividad. Ello explica la presencia de subconjuntos o vocabularios en el léxico general, variantes dialectales por ubicación geográfica, tecnolectos y sociolectos. De acuerdo a los estudios realizados por algunos miembros del círculo de Praga (Jakobson, Bühler, Mukarovsky), existen seis funciones lingüísticas que se corresponden con los elementos participantes en el acto comunicativo (emisor, mensaje, receptor, código, canal y referente) dichas funciones explican el desempeño del sistema en el fin propuesto para cada uno de los niveles que hemos mencionado, estas son: 1) Referencial o representativa: cuando un signo significa alguna cosa, alguna acción o alguna relación entre las cosas que existen; 2) Emotiva o expresiva: aquí se manifiesta el estado de ánimo del emisor, quien expresa su actitud ante lo que enuncia; 3) Conativa o apelativa: pretende producir un efecto en el receptor, que se comporte de manera especial; 4) Fática o de contacto: hay mensajes que se centran en mantener el contacto entre emisor y receptor por medio del canal, el inicio de la comunicación telefónica, por ejemplo; 5) Metalingüística: el mensaje se centra en el mismo código, el discurso de la ciencia y la tecnología dan prueba de ello; 6) Poética, también llamada estética por Mukarovsky: se centra en el mensaje y en la forma en la cual éste se elabora, a ella se adscribe el arte literario.63 Todas ellas están presentes en el habla desde la infancia y se encuentran en menor o mayor grado en el mensaje, cuya caracterización dependerá de la función predominante en él. Al imperar la función poética en la confección del discurso, el signo 63 Cfr. Roman Jakobson. “Lingüística y poética” en Ensayos de lingüística general. Barcelona, Seix Barral, cap. XIV, pp. 347-395. (Biblioteca Breve, 381). 44 evade la relación directa con la realidad extralingüística dejando de lado su valor referencial y dando paso a la construcción de nuevos significados. Los cambios semánticos que operan en el léxico producto de la incidencia de figuras retóricas en la comunicación cotidiana se conocen como “transferencia de significado” o desviaciones de la norma. Los tropos más recurrentes son: la metáfora, cuya base es la relación analógica, la metonimia, refiere las relaciones de contigüidad, las hay de orden espacial como la traslación del nombre de un lugar a una cosa (Jerez, un jerez), temporal, la siesta (descanso del medio día, en la antigua tradición “la hora sexta”) y la sinécdoque basada en la relación de un todo con sus partes, género por especie, obra por la materia y relación numérica (cabezas de ganado, sacó el acero (espada)). Operaciones: Supresión, v.g.: Aféresis (ora, por ahora), apócope (gran, por grande), sinéresis (navidad, por natividad). Adjunción, v.g.: Prótesis (estrés, por stress), reduplicación (rodar y rodar), aliteración (zorras sagaces). Supresión/Adjunción, v.g.: Arcaísmo (domeñar), retruécano (hambre de sueños, sueños de hambre), neologismo (chatear). Permutación, v.g.: Anagrama (monada y nómada con los mismos elementos), hipérbaton (mas del sepulcro mal cerrado un íntimo impulso liberóme). Es competencia de la estilística analizar dichas transformaciones léxicas. Haensch en la Lexicografía establece la existencia de los siguientes niveles de estilo en la lengua: El vocabulario emergente de la lengua escrita, en el destacan los subconjuntos del vocabulario poético o literario y el vocabulario culto no literario como el de la ciencia El vocabulario pasivo y no marcado, aquél que se localiza en los grandes corpus léxicos mas no se halla en uso constante El vocabulario de la lengua oral, del estilo hablado o coloquial (jergas y caló) 64 64 Cfr. G. Haensch, et. al. La lexicografía. De la lingüística teórica a la lexicografía práctica. Madrid, Gredos, 1982. (Biblioteca Románica Hispánica/III Manuales, 56), p. 236-239. 45 Se denominan diccionarios de estilo las obras de consulta en las que se trata el uso de las palabras en su contexto, en ocasiones apoyadas por citas de autores; en ellos suele utilizar la marcación diástrica o diafásica a fin de no utilizar la reducción binaria oral-escrito: poet. (poético), vulg. (vulgar).65 65 Ibid., pp. 144, 184. 46 Apéndice Breve noticia sobre la historia de la lengua española Existen diversos criterios aplicables al momento de clasificar una lengua: la zona geográfica que abarca, los grupos humanos que la hablan, su propio devenir histórico, lenguas de donde proviene o cómo está estructurada. Para un acercamiento inicial, parece pertinente aplicar únicamente los dos últimos, con el fin evitar otros factores dentro de la focalización primaria. Según el criterio morfológico, existen tres grupos de lenguas: el grupo monosilábico, en donde las raíces (lexemas) son invariables, indican su relación con el resto del sintagma mediante la posición sintáctica (p.e. chino, tibetano); el aglutinante, en donde, como su nombre lo indica, las raíces aparecen yuxtapuestas pero sin formar unidades independientes en cualquier situación, es decir, se forman palabras-frase a partir de unidades significativas independientes (p.e. náhuatl, japonés); y el grupo de las lenguas de flexión, donde a una raíz se funden unidades significantes menores no independientes (morfemas), expresando con ello los accidentes de la unidad (p.e. las lenguas indoeuropeas). Este grupo tiene dos grandes divisiones: lenguas analíticas y lenguas sintéticas. En las primeras las relaciones sintácticas son expresadas mediantes unidades externas a la palabra (preposiciones, por ejemplo). El español, el italiano, el 47 francés, entre otras, forman parte de esta subdivisión. En cambio, en las lenguas sintéticas, las desinencias que se agregan a la raiz indican el papel sintáctico de la unidad. A este subgrupo pertenece el latín, lengua de donde derivan las lenguas romance. Con el criterio genealógico se pretende desarrollar grupos de lenguas en relación de derivación y origen; a estos grupos se les denomina familias y son once en total, nombradas según la hipotética lengua madre de cada una: indoeuropea, semítica, camítica, americana, hiperbórea, uraloaltaica, caucásica, dravítica, malayopolinésica, australiana, bantú. Cada familia se va dividiendo en diversas ramas, que a su vez se dividen en otras ramas; así, hasta llegar a las lenguas actuales, situadas en las últimas ramas de la genealogía lingüística. La familia indoeurepea se divide en cinco ramas. El español se encuentra dentro de la rama italocéltica:66 gallegoportugués culto Latín rama itálica rama céltica catalán vulgar arcaico grupo osco Rama italocéltica español osco umbro provenzal francés galo antiguo británico gaélico galés córnico Como se puede observar, además del español, hay otras lenguas que tienen el mismo camino genealógico (indoeuropeo→ rama italocéltica→ rama itálica→ latín arcaico→ latín vulgar), son parte de la misma descendencia. Estas lenguas “hermanas” son las lenguas romance, llamadas así por ser las lenguas habladas en el imperio romano. En realidad, la lengua del imperio romano era el latín, sin embargo, éste, al fundirse con el sustrato de la lengua antigua de las zonas conquistadas y sufrir las modificaciones que los hablantes no cultos de manera inconsciente iban haciendo, 66 Cfr. Agustín Mateos Muñoz. Compendio de etimologías grecolatinas del español. 46ª ed. México, Esfinge, 2006, pp. 19-22. 48 derivó primero en el llamado latín vulgar, y después, en una serie de dialectos que más tarde, con la caida del imperio, al perder su influencia lingüística, evolucionarían a cada una de las lenguas. Es importante no confundir el latín vulgar con el bajo latín, que era el hablado por el pueblo; el latín vulgar es el primer paso de evolución del latín culto, y era empleado en diversos estamentos. Las lenguas romance, aunque no iguales entre sí, guardan una estructura muy cercana. Basta ver la similitud de muchas de sus palabras: Latín Italiano Español Portugués Francés lac, lactis latte leche leite lait pater, patris padre padre pai père bos, bovis bue buey Boi bœuf .mors, mortis morte muerte morte mort asinus, asini asino asno asno âne También la estructura verbal es muy cercana: 3ª p. sing., pretérito 1ª singular, futuro imperfecto, imperfecto, indicativo, voz activa indicatico, voz activa Italiano Cantaba canterò 2ª sing., presente imperfecto, imperativo, voz activa Canta 3ª plural., presente imperfecto, indicativo, voz pasiva Español Cantaba cantaré Canta son leidos Portugués Cantava cantarei Canta são leidos Francés Chantait chanterai Chante sont lu sono letti Hablando de la cercanía y la lejanía con respecto al latín, el sardo es el más cercano (menos evolucionado) y el francés el más alejado (más evolucionado). De las diez lenguas romance, actualmente se han perdido el dálmata y el rético. El italiano es una de las lenguas vivas en donde mejor se puede apreciar la herencia latina y la evolución al mismo tiempo, pues, al estar prácticamente en el foco irradiador del latín, el peso lingüístico de éste no acabó por hacerse sutil como en otros casos. Dentro de las lenguas romance, el español es la más hablada. Adquirió su nombre por ser la lengua de la Hispania. Esta fue incorporada a la zona cultural del occidente romano en el año 218 a.C., durante la segunda guerra púnica. En el 206 a.C., con la caida de Gadis, los romanos emprenden la conquista del resto de la península, que estará con ello sujeta a conflictos constantes. Ésta es la compleja etapa de 49 romanización de la lengua de la Hispania, lengua que, a su vez, es el resultado de diversas influencias prerromanas sobre los pueblos preibéricos e ibéricos, por ejemplo, los tartesios o turdetanos, fenicios, cartagineses, griegos, ligures, ártaros, y diversos pueblos célticos, por decir algunos.67 Además del origen latino, en el español se encuentran elementos de otras lenguas: el elemento esquerra (palabras con sufijo rro); el elemento ibérico, céltico y celtibérico (terminación ez); fenicio y cartaginés (topónimos como Cadiz o Málaga); los elementos griego (aproximadamente el 15% del léxico), germánico (bélico, mariscal, espuela), árabe (cerca de 400 voces, como alhaja o almohada), hebreo (María, José, rabino), y americano (náhuatl: guacal, maya: pibil, de las antillas: maíz), además de las lenguas modernas (francés: hotel, italiano: soneto, alemán: box, inglés: lider).68 Como toda lengua, el español ha pasado por diversos estadios hasta llegar a su forma actual. Siguiendo un criterio histórico tenemos seis etapas de desarrollo: Preliteraria (siglos VII al XI). De iniciación literaria (siglos XII y XIII). Preclásica (siglos XIV a la primera parte del XVI). Clásica y barroca (siglos XVI y XVII). Academicista o neoclásica (siglo XVIII). Romántica y realista (siglo XIX). Contemporánea (finales del siglo XIX y siglo XX). Las etapas se determinan con base en la creación literaria, que es una de las pruebas más confiables del estado de la lengua en cada época. Sin embargo, los cambios acaecidos entre un periodo y otro corresponden no a un estamento cultural elevado, sino al habla cotidiana del llamado “hablante común”. Éste es quien introduce los cambios en la lengua, principalmente por la ley del menor esfuerzo (ley de economía), según la cual una estructura sencilla siempre será favorecida en detrimento de una más compleja; aunque también el énfasis o la influencia extranjera son causas frecuentes del cambio lingüístico. Morfológicamente, el cambio más importante del latín al español es el paso de lengua analítica a sintética. La pérdida del caudal de desinencias del latín lleva al español a una estructura morfológica cerrada hacia la unidad: ya no se indica la relación con otras palabras, sólo características de la misma (género y número; tiempo, modo y 67 68 Cfr. Rafael Lapesa. Historia de la lengua española. Madrid, Gredos, 1973. Laura Karina Cabrera Estrada. “Notas de clase de Filología hispánica”. 50 persona en verbos). En otras palabras, la morfología del latín es relacionante, la del español particularizante. Ejemplo del paso a lengua analítica es la pérdida de formas pasivas de los verbos latinos, sustituidos en español por perífrasis (amatur < es amado). Puede haber cambio en uno o más niveles de la lengua (generalmente en varios de manera conjunta) y muchas veces uno desencadena otro(s). Un ejemplo muy claro de este fenómeno ocurre cuando la evolución articulatoria de alguna voz, es decir, un cambio fonético, lleva a una modificación radical de la estructura morfológica, que generalmente lleva a un cambio fonológico. En el paso del latín al español, dos son los principales fenómenos fonéticos: yod y wau. Ambos fenómenos toman su nombre de sonidos hebreos. Designan los comportamientos evolutivos de ciertos diptongos. No es necesario que aparezcan inicialmente en latín; en muchos casos el diptongo se genera cuando las vocales evolucionan de manera normal. El paso de las vocales del latín culto al vulgar (de donde, como el esquema de la rama itálica muestra, derivó el español) fue de la siguiente manera:69 Latín culto ae œ Ă Latín vulgar ā ą ĕ Tónica a Átona a Final a ę ē Ĭ ie į e e ī ō ŭ ū o ų i ue i e ŏ o o u u o En latín vulgar, las vocales breves pasaron a abiertas y las largas a cerradas. De ahí, hacia el romance y luego hacia la lengua actual, evolucionaron según su posición dentro de la palabra tal como muestra el esquema. Esa es la evolución normal. No obstante, existen los llamados fenómenos especiales, dentro de los cuales se encuentran tanto yod como wau, que provocan resultados distintos. 69 Cabrera. Op. Cit. 51 “Una vocal anterior dentro de un diptongo, esto es, una semivocal o una semiconsonante, se conoce en filología como YOD”;70 en otras palabras, la yod es el fenómeno generado por un diptongo con i (p.e. ea>ia) Provoca principalmente palatalización de consonantes y cierre de vocales, además de causar el efecto de asimilación (regresiva en la mayoría de los casos, pero también puede ser progresiva) y crear sonidos inexistentes en el latín. Es el fenómeno con más particularidades y efectos de toda la evolución fonética. Siguiendo a Concepción Company y a Marcela Flores, cinco son sus causas: 1) presencia ya en latín, 2) tendencia antihiática del latin vulgar, 3) vocalización de una consonante velar agrupada, 4) síncopa o 5) metátesis.71 Según fueron apareciendo en la lengua y según los efectos que producían, se clasifican cuatro tipos de yod: Yod primera. Proviene de las secuencias ty y ky y produce el sonido /θ/ <z> (fortia: /fortja/ > /fórŝja/ > /fwérŝja/ > /fwérŝa/ > /fwérθa/ > /fwérsa/ <fuerza>). Yod segunda. Tiene dos grupos: 1. ly y g´l, k´l, t´l > j (regula: régula > reg´la > reilla > rella > reja) No incluyo la descripción fonética mas que en el primer ejemplo, por no ser el interés central) 2. nn, ny > ñ (cunea > cunja > cuña). Yod tercera. La conforman dos grupos: 1. gy, dy > y (arrugio > arrugjo > arroyo). 2. by, my > y, o by, my > by, my (habea > habja > haya; rubeo > rubjo > rubio). Yod cuarta. La conforman cuatro subgrupos: a. ct > ch (tructa > truita > truicha > trucha). b. ks > j (axe > aise > eise > eje). c. (metátesis) ry, sy, py > yr, ys, yp (area > arja > aira > eira > era). d. (síncopa) (probavi > proba´i > probai > provei > probé). Tal como la definen Company y Flores, “la WAU es una vocal alta posterior /w, u/ en diptongo”,72 es decir, un diptongo con u (au, eu). Sus efectos varían según el tiempo que permaneció activa. Entre más moderna sea, menos estragos causará a la vocal del diptongo, pues habrá un mayor número de fenómenos antes de su formación. 70 Concepción Company Company y Marcela Flores Cervantes. Manual de filología hispánica. I. Fonética y fonología históricas. Colaboración de Axel Hernández Díaz. México, UNAM/Insituto de Investigaciones Filológicas, 2001 (Manuales de Medievalia, 1), p. 47. 71 Cfr. Ibid. 72 Ibid., p. 73. 52 La wau más antigua es la que provoca el mayor cierre vocálico. Hay cuatro causas de aparición: 1. Presencia desde el latín (tauru > touru > toro). 2. Metátesis (vidua > vidwa > viuda). 3. Diptongación de vocal media posterior tónica (post > pwest > pues). 4. Vocalización de una consonante velar agrupada (alteru > alt´ru > altru > autro > outro > otro).73 Sin embargo no todas las palabras del español o de otras lenguas son producto de evolución. Las palabras cultas o cultismos, son voces literarias que, al introducirse tardíamente en el léxico, no participan de los fenómenos evolutivos normales. Suelen ser apenas diferentes de la palabra original, presentando tan solo actualizaciones con el fin de adaptarse a las formas modernas. En el caso del español son palabras muy cercanas a las del latín escrito (templum > templo). Además de los cultismos están los semicultismos. Son voces que entraron en el caudal léxico latino pero que, por algún motivo no terminaron el proceso evolutivo. Un ejemplo de semicultismo es milagro (de miraculus), pues no llegó a mirajo, como debería haber hecho. El léxico particular de diversas instituciones tiende a manejar muchos cultismos y semicultismos, dada la poca variabilidad que suelen tener sus prácticas establecidas. Así la iglesia y el mundo jurídico presentan una tendencia a la estaticidad propicia para este tipo de voces. La literatura es otra institución en donde suelen encontrarse cultismos y semicultismos en una función muchas veces estética. También cabe mencionar que hay palabras que cuentan con dobletes, es decir, presentan tanto su forma evolucionada (palabra tradicional) como su forma culta. Entre ellas podemos encontrar calidu, de donde derivan cálido (cultismo) y caldo (palabra tradicional). 73 Para los ejemplos de yod y wau, cfr. Ibid. y Cabrera. Op. Cit. 53 Conclusiones Actualmente, el campo de la enseñanza-aprendizaje de una segunda lengua se encuentra prácticamente dominado por los estudios de carácter comercial; de manera errónea, se considera que el estudio de una lengua ha de orientarse al ejercicio de la conversación “situacional”, la cual comporta el máximo nivel y es más bien fruto del aprendizaje de vocabularios por repetición. Se ignora por completo que el conocimiento del sistema deviene en la posibilidad de proporcionar al alumno, sí las herramientas para comprender la praxis lingüística en diversos contextos, pero también en el favorecer el desarrollo de una creatividad léxica. Si hubiésemos de trazar una línea respecto a la directriz de las obras encaminadas al desarrollo de dichas competencias, muy probablemente tendríamos que atender a una progresión como sigue: partiendo de la descripción de estructuras lingüísticas (sonidos- palabras- enunciados) procedemos a intentar recrearlos en el discurso. Ésta ha sido la intención que ha permeado el presente texto, que siempre enfatizó el enfoque pedagógico en cada uno de los contenidos. Recapitulando, a lo largo de la obra atendimos a la analítica de la estructura interna de la palabra, definiendo al morfema como la mínima unidad significativa de la cual puede estar compuesta (los hay libres, cuando ostentan autonomía y no precisan de su enlace con otros morfemas y, “trabados”, al ser unidades dependientes como los sufijos, prefijos e interfijos); ello nos permite identificar distintos tipos de palabras, lo cual introdujo nuestro segundo capítulo en donde precisamos cómo se crean dichas estructuras a partir del estudio de los mecanismos de derivación y composición léxica para, finalmente, saber qué tipo de relaciones pueden formar las palabras entre sí, a fin de transmitir eficazmente un mensaje; nos interesamos por las relaciones de sinonimia y antonimia, homonimia y polisemia, así como por la analítica de unidades mayores que ostentan un significado de orden cultural en la lengua (fraseologismos). Esperamos que los temas propuestos hayan sido de fácil aprehensión y sean útiles para ampliar su conocimiento respecto al sistema, base de todo estudio formal sobre la lengua española. 54 Registro de fuentes Almela Pérez, Ramón. Procedimientos de formación de palabras en español. Barcelona, Ariel, 1999. Antas García, Delmiro. El análisis gramatical. Barcelona, Octaedro, 2007. Baylon, Christian y Fabre, Paul. La semántica (con ejercicios prácticos y sus soluciones). Trad. Ma. Teresa Valbuena. Barcelona, Paidós, 1994, pp.207-209. Beristáin, Helena. Diccionario de retórica y poética. 4ª ed. México, Porrúa, 2003. Cabrera Estrada, Laura Karina. “Notas de clase de Filología hispánica”. Cardero, Ana María. Lingüística y terminología. México, UNAM/FES-Acatlán, 2004. Company Company. Concepción y Flores Cervantes, Marcela. Manual de filología hispánica. I. Fonética y fonología históricas. Colaboración de Axel Hernández Díaz. México, UNAM/Insituto de Investigaciones Filológicas, 2001. 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