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28 de Agosto del 2016
16 de Agosto del 2015
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Sufrir con paciencia los defectos de los
demás
Horarios de
Oficina
Lunes a Sábado
de 9:00 am a
1:00pm y de
3:00pm a
7:00pm
Esta obra de misericordia no suena muy atractiva por el simple
hecho de que los seres humanos no queremos saber nada del
sufrimiento. Es la décima obra de misericordia espiritual que
se nos invita practicar en este año jubilar.
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Es curioso que cuando alguien nos pregunta sobre los defectos
de los demás podemos enlistarlos, uno tras otro, sin problema
alguno. Pero cuando alguien nos pregunta por nuestros defectos, se nos hacen invisibles. ¡Qué fácil es ver la paja en el ojo
del prójimo y no vemos la viga en el nuestro!. Cuando seamos
capaces de disimular los defectos de nuestro hermano, estaremos colaborando en la construcción del Reino del Señor. Tengamos paciencia con los ancianos, los niños, el vecino, el compañero de trabajo y ellos la tendrán con nosotros, en nuestros
defectos.
No estamos acostumbrados a sobrellevar los defectos de los
demás con prudencia, con amor y misericordia y es por eso
que se nos hace tan difícil. Es muy común que las personas
que tenemos a nuestro alrededor critiquen a las otras, murmuren y maximicen los defectos del otro, sin importar si esto
le produce daño.
Horario de
Misas
Lunes a Viernes
9:00 am y
6:00pm
Capillas 4:00pm
Confesiones todos los Jueves de
9:00am a 1:00 y
de 3:00 pm a
5:00pm
Bautismos todos
los domingos en
misa de 2:00pm
Tel: (8998)
532255
28 de Agosto del 2016
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En los diferentes momentos de nuestra
vida hay muchas personas que nos han
soportado, empezando con nuestros
padres que desde niños soportaron
nuestros llantos, berrinches y travesuras, así como nuestros vecinos, hermanos, jefes, compañeros de trabajo, etcétera. Es importante saber que tenemos
defectos y que a lo largo de nuestra vida, hay personas que los han soportado
y que, lejos de criticarnos, nos han dado
un buen consejo.
Ser “misericordiosos como el Padre” nos
lleva a contemplar esta obra de misericordia, sabiendo que Dios en su corazón
amoroso sabe tenernos paciencia, conoce nuestras debilidades y nuestros defectos y aun así nos ama y nos da la
oportunidad de servirle dentro de su
iglesia, de acercarnos a los sacramentos
y de perdonarnos con su inmenso amor.
Lo que uno no puede corregir en sí mismo o en los otros, debe aguantarlo con
paciencia hasta que Dios disponga otra
cosa. Consideremos que quizás será así
para probar nuestra paciencia, sin la
cual no deben tenerse en mucho nuestros méritos. Sin embargo tienes que
pedir mucho a Dios que se digne ayudarte para sufrir con paciencia tales
dificultades, y para soportar con mansedumbre estas molestias. Solo un corazón que ha experimentado el amor de
Dios es capaz de ser amoroso con su
hermano, de otra forma no es posible
sobrellevar los defectos de los demás de
ninguna manera. «Estamos llamados a
vivir de misericordia, porque a nosotros
en primer lugar se nos ha aplicado misericordia»
Por tanto, hay que empezar por cultivar
en nuestro corazón una sincera gratitud
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a Dios y a las personas que en nuestra
vida nos han soportado con paciencia.
Una vez hecho esto, en la práctica hay
dos formas de vivir esta obra, una externa y otra interna. La externa consistirá
en cosas como sonreír cuando alguno
nos importuna, responder de buena
forma cuando quisiéramos mostrar
enojo, ser pacientes con las personas
que nos molestan. Esto será ya un gran
paso, pero para vivir a fondo esta obra,
deberemos dar el paso a una vivencia
más perfecta, es decir, interna.
Se trata de formar un corazón compasivo y misericordioso, que sabe no sólo
soportar, sino hacerlo con verdadera
paciencia. Un corazón que no se indigna
ante los defectos de los demás, sino que
sabe soportar desde dentro y aguantar,
porque es consciente de que todos somos débiles y de que nadie es perfecto.
Un corazón así hace vida lo que San Pablo escribía en el himno a la caridad: «El
amor es paciente, es bondadoso» (cf. 1
Co 13, 4). No digas: “yo no puedo
aguantar tales cosas de esa persona, no
tengo porqué sufrirlas. Me causa graves
daños y me inventa cosas que nunca se
me ocurrieron, si fuera otra persona la
aguantaría, pero a esta no”. Este modo
de pensar es indebido porque le dá más
importancia a las ofensas que se reciben
y al ofensor que las hace, que a la excelencia de la virtud de la paciencia, olvidando el gran premio que Dios tiene
preparado para los que sufren con resignación y alegría. Aprovechemos este
tiempo en que Dios nos ofrece una gracia especial para vivir la misericordia.
Confiemos en que su promesa se cumplirá: «Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia» (cf. Mt 5,7).
El Papa Francisco nos ha invitado en este
Año Jubilar a redescubrir la misericordia
como la identidad más propia en cuanto
hijos e hijas de Dios, para llegar a ser
misericordiosos como el Padre, porque –
nos dice el Papa–: “la misericordia en la
Sagrada Escritura es la palabra clave
para indicar el actuar de Dios hacia nosotros. Él no se limita a afirmar su amor,
sino que lo hace visible y tangible. El
amor, después de todo, nunca podrá ser
una palabra abstracta. Por su misma
naturaleza es vida concreta: intenciones,
actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano.
La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. Él se siente responsable, es decir, desea nuestro bien y quiere
vernos felices, colmados de alegría y
serenos. Es sobre esta misma amplitud
de onda que se debe orientar el amor
misericordioso de los cristianos. Como
ama el Padre, así aman los hijos. Como
Él es misericordioso, así estamos nosotros llamados a ser misericordiosos los
unos con los otros” (El rostro de la Misericordia, nº 9).
Por esta razón este año hemos querido
preparar el material de nuestro Mes de
la Biblia, siguiendo la indicación del mismo Santo Padre Francisco, proponiendo
a ustedes las parábolas del buen samaritano, de la oveja perdida, de la moneda
extraviada y la del padre misericordioso
como el centro de nuestra Lectio Divina.
Porque “en estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre
todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra
fe, porque la misericordia se muestra
como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela
con el perdón” (El rostro de la Misericordia, nº 9) las mismas sé que estarán dando en la semana bíblica en nuestra parroquia del 19 al 23 de Septiembre.