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PORQUÉ UN CRISTIANO AYUNA P. Steven Scherrer, MM, ThD www.DailyBiblicalSermons.com Homilía del viernes después de Ceniza, 20 de febrero de 2015 Isa. 58, 1-9, Sal. 50, Mat. 9, 14-15 Las citaciones bíblicas son de Reina Valera, revisada 1960, si no indico otra traducción. “Vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán” (Mat. 9, 15). Ahora estamos en Cuaresma, un tiempo de ayuno. Imitamos a Jesús orando y ayunando cuarenta días y cuarenta noches en el desierto. Ayunamos porque queremos que nuestra vida sea enfocada en Dios, no distraída por los placeres de la comida suntuosa y suculenta. Ayunamos porque queremos encontrar todo nuestro deleite en el Señor, no en los entretenimientos, placeres, y deleites innecesarios de este mundo. Ayunamos porque queremos amar a Dios con todo nuestro corazón y porque no queremos que nuestro corazón sea dividido por otros placeres innecesarios. Ayunamos porque, como cristianos, somos hombres nuevos (Ef. 4, 22-24), una nueva creación (2 Cor. 5, 17), y queremos vivir sólo para Dios y su servicio con todo nuestro corazón. Para hacer esto hemos renunciado al estilo de vida del mundo. Hemos muerto al mundo, somos crucificados al mundo, y el mundo es crucificado a nosotros (Gál. 6, 14). El estilo de vida del mundo es el estilo de vida del hombre viejo. Como hombres nuevos, hemos renunciado al estilo de vida del hombre viejo, el estilo de vida del mundo. El estilo de vida del mundo es una búsqueda de los placeres mundanos. Busca su deleite en comida suntuosa, golosinas, banquetes, películas seglares, entretenimientos, viajes de placer, etc. Como hombres nuevos en Jesucristo, hemos renunciado a los caminos del hombre viejo, al estilo de vida del mundo. Como hombres nuevos en Jesucristo, hemos renunciado al mundo en el sentido de que ahora vivimos para Dios y su reino. Hemos recibido y aceptado la llamada de Jesucristo de dejar todo, seguirle a él, y predicar el evangelio (Lucas 5, 11. 27-28; Mat. 4, 19-20. 22). Hemos, pues, renunciado a un estilo de vida dedicado a la búsqueda de los placeres mundanos. Cristo nos ha llamado a amarlo con todo el corazón, alma, mente, y fuerzas (Marcos 12, 30) y servir sólo a un señor, a Dios; no a dos señores, no a Dios y también a las riquezas, porque esto es imposible (Mat 6, 24). Por eso hemos dejado de servir a los placeres mundanos, y nos hemos dedicado a sólo un señor, Dios. Por eso ayunamos; es decir, comemos sólo cosas sencillas, básicas, y saludables, y renunciamos a las golosinas, y la comida suntuosa. Un cristiano vive una vida sencilla, no una vida mundana. Renuncia a los placeres del mundo y ayuna. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (Juan 2, 15). “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4, 4). Un cristiano ayuna porque tiene sólo un tesoro, el Señor (Mat. 6, 19-21). Renuncia a una manera mundana de vivir. Pierde su vida en este mundo, para salvarla para con Dios; en vez de salvarla en este mundo por una vida lujosa, buscando los placeres, sólo para perderla para con Dios (Marcos 8, 35). “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará” (Marcos 8, 35). Un cristiano aborrece su vida en este mundo en el sentido de que aborrece vivir de una manera mundana, buscando placeres mundanos, porque quiere guardar su vida para la vida eterna (Juan 12, 25). Pero el que ama su vida en este mundo, viviendo de una manera mundana, perderá su vida para con Dios (Juan 12, 25). “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará (Juan 12, 25). Por eso un cristiano vive una vida sencilla en este mundo —él ora y ayuna—. 2