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Viernes – 8 semana del T.O. – 2016
Oración inicial
Pedro 4, 7-13 / Sal 95 / Marcos 11, 11-26
Señor, Padre misericordioso. Tú has elegido a algunos hijos tuyos para que anuncien tu amor en el mundo, y
así haces posible que llegue a todos los pueblos el fruto sabroso de tu Presencia. Haz que nuestro fruto
permanezca a través de nuestra comunión contigo y con tu Hijo Jesús; ayúdanos a acogerlo como al Amigo y
Maestro que cada día entra en el templo santo de nuestra vida. Que Él renueve cada día su alianza con
nosotros por nuestra fe y nuestra oración, que rebosen de confiado abandono. Amén.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos
(11, 11-26)
Maldice la higuera
(Mt 21,18s)
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Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre.
Al ver de lejos una higuera frondosa, se acercó para ver si encontraba algo; pero no encontró más
que hojas, pues no era el tiempo de los higos.
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Entonces le dijo: “Nunca jamás nadie coma frutos tuyos”. Los discípulos lo estaban escuchando.
Purifica el Templo
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(Mt 21,12-17; Lc 19,45-48; cfr. Jn 2,13-16)
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Llegaron a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a echar a los que vendían y compraban en el
templo; volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,
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y no dejaba a nadie transportar objetos por el templo.
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Y les explicó: “Está escrito: Mi casa será casa de oración para todas las naciones; en cambio
ustedes la han convertido en cueva de asaltantes”.
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Lo oyeron los sumos sacerdotes y los letrados y buscaban la forma de acabar con él; pero le tenían
miedo, porque toda la gente admiraba su enseñanza.
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Cuando anocheció, salió de la ciudad.
La higuera seca
(Mt 21,20-22)
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Por la mañana, pasando junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz.
Pedro se acordó y le dijo: “Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado”.
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Jesús le respondió: “Tengan fe en Dios.
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Les aseguro que si uno, sin dudar en su corazón, sino creyendo que se cumplirá lo que dice, manda
a ese monte que se quite de ahí y se tire al mar, lo conseguirá.
24
Por tanto les digo que, cuando oren pidiendo algo, crean que se les concederá, y así sucederá”.
(Mt 6,14s)
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“Cuando se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, y el Padre del cielo perdonará sus
culpas.
26
[[Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre del cielo los perdonará a ustedes.]]”
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CLAVES para la LECTURA
- Estamos en los últimos días de la vida terrena de Jesús. Hace poco que ha hecho su entrada triunfal en
Jerusalén, episodio que marca el inicio de los acontecimientos capitales de su vida: la pasión, muerte y
resurrección. Se barrunta el final. Este contexto nos ayuda a comprender el fragmento de hoy, que presenta
cierto carácter extraño. El episodio central está constituido por la expulsión de los vendedores del templo (vv.
15-19), flanqueado por el asunto de la higuera estéril maldecida por Jesús (vv.12-14), que aparece después
seca. A esto le siguen algunas consideraciones sobre la confianza (vv.20-26).
- El episodio central muestra el templo en un estado de suma degradación, reducido a lugar de comercio.
Están en él las oficinas de cambio para permitir a los judíos que llegaban desde distintas partes del mundo
cambiar su dinero por moneda local (no estaba permitido ofrecer monedas que llevaran una efigie pagana).
Estaban también los puestos de los vendedores de palomas. Éstas constituían una de las ofrendas más
frecuentes y más económicas que la gente llevaba al templo. Jesús vuelca las mesas y las sillas, denunciando
que ese comercio ha contaminado el sentido del templo. La cita de Is 56,7 reivindica el carácter sagrado del
lugar, destinado a la oración y no a los negocios. Marcos prolonga la cita añadiendo: «Para todos los
pueblos» (v.17), englobando también a los paganos, de suerte que la purificación del templo adquiera un
valor universal: es la casa común y todos pueden acceder a ella, a condición de que respeten su carácter
sagrado.
- El episodio de la higuera que no produce frutos, puede ser leído de este modo: la parte más sagrada de
Jerusalén ha dejado de dar frutos, ofrece sólo las hojas de una religiosidad formal. Es preciso dar un vuelco a
la situación, precisamente como ha hecho Jesús al volcar las mesas y las sillas de los cambistas y
vendedores. La constatación de que la higuera se ha secado muestra que, sin frutos, no es posible seguir
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existiendo y ocupar inútilmente el terreno. Jesús señala un camino novedoso: la fe y la conversión son
siempre posibles y pueden dar un vuelco a la situación. A la falta de fruto de la higuera se opone la
abundancia de frutos de la comunidad, llamada a producir frutos tangibles mediante un sereno abandono en
Dios.
CLAVES para la VIDA
- El caminar decidido de Jesús ha concluido en Jerusalén, en el corazón mismo de la fe y del culto del pueblo
judío. Pero el “corazón” de ese pueblo está contaminado, puesto que no ha producido frutos válidos, sino sólo
hojarasca. De ahí que Jesús realice un símbolo con un fuerte carácter profético y reivindicativo. Por lo tanto,
la gran enseñanza que aporta este pasaje es que no basta con una religiosidad formal, ritual y externa
(¡inmensa y constante tentación humana!). De ahí que es necesario “volcar” todo para poner a Dios, al
Padre, en el lugar que le corresponde y no convertirlo en la tapadera de una fe falseada y desvirtuada. Sólo
desde esta “sana” postura tiene sentido profundo la fe y la confianza: “Cualquier cosa que pidáis en la
oración...” (v.24). Es la convicción del mismo Jesús.
- ¡Cuadro cargado de fuerza, tanto por su denuncia como por el mensaje hermoso y positivo para mí, para
nosotros! Mis actitudes religiosas mediocres y falseadas, son puestas en tela de juicio y se produce una
llamada a la autenticidad. Pero, también, se me propone una actitud filial y de confianza plena, hasta el
límite, en el amor y en la fidelidad del Padre. Es la CLAVE para la vida que Jesús me invita y nos presenta.
¿Qué tal, hermano/a, ante todo esto que se nos ofrece para la vida? ¿Estás dispuesto/a a hacerlo tuyo/a y
vivir desde ahí?
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
“Señor Jesús, no permitas que me engañe con el mero cumplimiento, sino que
siempre produzca frutos de vida, como Tú esperas y deseas de mí”.
1. El evangelio de Marcos relata la expulsión de los mercaderes del templo enmarcado en el extraño episodio
de la higuera estéril que quedó seca por la maldición de Jesús. No comprenderemos la hondura de estos
hechos, si no los situamos en el contexto de lo que significaba, en las culturas de la Antigüedad, la
construcción de templos y los cultos rituales de los sacerdotes. Todo esto tenía su explicación en el hecho
de que la gente vivía las desgracias, los desastres y "la insensatez de los acontecimientos" (M. P. Nilsson)
como consecuencias de los sentimientos de culpa a los que los humanos somos tan propensos. Los
sacrificios rituales y las plegarias restablecían el orden y recuperaban la paz de las conciencias (W.
Burkert).
2. Esto era central en la significación y en la importancia capital del templo. La higuera, que se seca, y el
templo convertido en "cueva de bandidos", eran -más allá de las informaciones que proporciona la
Biblia-, tanto en "lo profano" (la higuera) como en "lo sagrado" (el templo), la protesta más radical de
Jesús contra aquella forma de engañarse a sí mismos, que tenían los hombres de entonces y se sigue
teniendo ahora. ¿Por qué?
3. Porque los templos, con sus sacerdotes y sus rituales sagrados, por mucho que se repitan y se respeten,
no modifican las conductas de las personas. Lo que modifica la conducta son las "convicciones" que se
fundamentan en nuestros sentimientos más auténticos y más profundos. Y se expresan, sobre todo, en el
respeto, la honradez, la tolerancia, la bondad y el buen corazón. Pero el hecho es que seguimos
centrados en nuestros templos. Nos duele más que se profane un templo que la muerte de un niño, de
los 30.000 que mueren de hambre cada día.
José María Castillo - La religión de Jesús Ciclo C – Comentario al Evangelio diario – 2015-2016
¡Estimados Hermanos y Hermanas en Cristo! ¡Paz y Bien!
La maldición de la higuera en el Evangelio, hecho extraño, tomado sólo en su materialidad, provoca
inmediatamente inquietud: ¿por qué maldecir a un árbol cuando naturalmente “no era tiempo de higos”?
Antes intentar comprender este gesto insólito de Jesús, quisiera empezar con un versículo de la primera
lectura: “Mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados” (1Pe 4,8).
Aunque el amor mutuo parezca algo sencillo, una actitud natural del ser humano, en la Sagrada Escritura
asume un sentido salvífico al cubrir la multitud de pecados. Álvaro Rodríguez Echeverría, de los Hermanos de
las Escuelas Cristianas, dice en cierta ocasión que “fuera de la fraternidad no hay salvación”. En este sentido
el amor mutuo tiene fuerza de redención.
El amor es la pequeña vía de la infancia espiritual escogida por Santa Teresa de Lisieux. En la búsqueda
espiritual de su misión en la Iglesia descubrirá que su vocación es el amor. Pero es un amor exigente, capaz
de aceptar el otro pese todos los prejuicios que podemos tener en su contra. Por eso los frutos del amor
según la primera lectura de hoy son: la hospitalidad y el servicio. La oración adquiere sentido desde ese
amor que nos abre a Dios y a los demás a través de la entrega sin reservas. Solamente en la clave del amor
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podemos permanecer alegres en el sufrimiento, pues en Cristo el sufrimiento también adquirió un sentido
salvífico.
Con eso creo que es más fácil entender el episodio del Evangelio de la higuera que no produce frutos. Este
gesto de Jesús hacia la higuera está entre dos momentos de Jesús en el Templo. En el primer momento dice
que Jesús apenas “observó todo a su alrededor” (Mc 11,11). En el segundo momento echó fuera a los que
vendían y compraban en el Templo (cf. Mc 11,15). Entre las muchas interpretaciones que podemos hacer, la
higuera puede ser vista como la actitud de quien vive una religión de mercancía, donde todo tiene su precio,
incluso la salvación. Al expulsar los vendedores del Templo Jesús reclama lo que es esencial en la fe: el amor
que puede salvarnos de intereses materialistas. Es cierto que hay otras interpretaciones, pero creo que esta
puede ayudarnos a entender que el deseo de Jesús es que nuestra vida nunca sea estéril de amor.
Pidamos al Señor que nuestra oración se convierta en frutos de amor mutuo, que todos los que se
acerquen a nosotros puedan probar buenos frutos de hospitalidad y de servicio.
Fraternalmente,
Eguione Nogueira Ricardo, cmf
• Al meditar este pasaje, encontramos dos figuras muy fuertes: la higuera y el templo, ambos sin fruto,
sin vida y sin amor. Hemos visto a Jesús que con su venida y con su obrar firme y seguro ha cambiado
esta situación y ofrece un nuevo rostro de la vida. ¿Reconozco que necesito dejarme alcanzar por el
Señor, dejarme tocar por Él? ¿Me veo, en alguno de los aspectos de mi vida, como la higuera estéril,
sin fruto, o como el templo, lugar frío de comercio y de cálculos? ¿Siento dentro de mí el deseo de
producir el fruto dulce del amor, de la amistad, del compartir? ¿Tengo hambre de orar, de tener una
verdadera relación con el Padre?
• Siguiendo a Jesús a lo largo del camino, también yo puedo entrar en la nueva mañana de su Ley, de su
enseñanza. ¿Reconozco las rupturas que hay en mi corazón? ¿En qué siento especialmente que estoy
dividido, inseguro y desorientado? ¿Por qué no consigo fiarme totalmente de mi Padre? ¿Por qué aún
cojeo de los dos pies, como dice el profeta Elías (cfr. 1 R 18, 21)? ¡Yo sé que el Señor es Dios y por eso
deseo seguirlo! Pero no yendo solo, sino abriendo el corazón a muchos hermanos y hermanas,
ofreciéndome como amigo y compañero de viaje, para compartir la alegría y las fatigas, los miedos y el
entusiasmo del camino; estoy seguro de que siguiendo al Señor seré feliz. Amén.
“Cuando se pongan a orar,
perdonen lo que tengan contra otros”
(Mc 11,25)
¿Qué puede ser una oración sin perdón?
Algo así, como comer sobre indigesto.
Esta noche, antes de orar, perdona a los que te hayan hecho mal.
¡Cómo se limpia mi corazón cuando me perdonas!
Y cuando yo perdono,
¡cómo se alegra tu corazón, Señor!
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